Bogotá, carrusel de colores sin ideología
-
Upload
galo-martin-aparicio -
Category
Documents
-
view
213 -
download
1
description
Transcript of Bogotá, carrusel de colores sin ideología
8 exodo
Esta revista amiga te ha pedido por favor que le escribas sobre Bogotá. La verdad, no sabes muy bien por dónde comenzar. La ciudad es tan extensa que al intentar abrazarla muchos de sus
rincones se escurren entre tus brazos. Decides que lo mejor es empezar por el principio; la Calle 26. Esta arteria parte desde el Aeropuerto Internacional El Dorado y circula hasta el corazón de una urbe que late a la falda de sus cerros orientales.
Subido en un taxi o "zapatico" amarillo
alcanzas la Universidad Nacional y te
percatas de que los muros capitalinos
son lienzos reivindicativos donde la
palabra y el grafiti plasman conceptos
como los de: magia, color, memoria e
identidad. A pesar del gris, "el tono de la
mugre que se agarra al jean después de
estar sentado tomando en un parque",
como te dice el "pana" (amigo) Francisco
cuando le preguntas por el color de la
ciudad, Bogotá irradia un espíritu RGB
(siglas en inglés de Rojo, Verde y Azul).
Y es que, de la mano de la tragedia sus
más de 7 millones de habitantes bailan,
gritan y saltan por encima de la superfi-
cie y underground.
La primera impresión que te provoca
esta urbe trazada a base de calles que
se denominan por números y hacen es-
quina con carreras es decadente, de am-
biente empobrecido y desigual. La mez-
cla de edificios coloniales, republicanos
y contemporáneos lucen o padecen fa-
chadas sucias, deterioradas y desvenci-
Texto de Galo Martín AparicioFotografías de Galo Martín a excepción
de "El beso de los invisibles"
jadas. El tráfico rodado hace lo que pue-
de por esquivar los huecos que salpican
el asfalto. Las señales y los semáforos
parecen meros elementos decorativos a
tenor de la indiferencia que suscitan a los
conductores. Aquí no se conduce, aquí
se maneja un carro. Por las aceras cami-
nan cachacos, tolimenses, boyacenses,
costeños, caleños, santandereanos y
otros colombianos, además de extranje-
ros, sin orden ni concierto y dan el alto
a busetas, autobuses y taxis en el lugar
que consideran oportuno de la calzada.
A bordo de uno de estos vehículos del
absurdo transporte público urbano pien-
sas que Bogotá viste un look ochentero
como aquel Madrid de "La Movida" del
que tanto has oído hablar.
Te apeas a la altura de la parada del
Transmilenio Centro Memoria, junto al
Bogotácarrusel de colores sin ideología
"El beso de los invisibles"Fotografía de Ricardo Vásquez, Yurika.
10 exodo10 exodo
Parque Renacimiento. Una escultura del
maestro Fernando Botero da la bien-
venida a los visitantes. El artista más
famoso de Colombia es de Medellín
y en los años cincuenta se traslada a
la capital en la que coincide con otros
jóvenes talentosos como Hernán Díaz,
Enrique Grau, Guillermo Wiedemann,
Alejandro Obregón, Eduardo Ramírez
Villamizar y Armando Villegas y esa feliz
coincidencia incita un tsunami creativo y
social. Aquella ola gigante aún sacude
a esta metrópoli conservadoramente
hipócrita. Sigues tu paseo en dirección
al oriente custodiado por una pared
grafiteada que parece no tener princi-
pio ni final. Entre medias se cuela el Ce-
menterio Central. A continuación otro
muro dibujado. Y otro. Y otro. Tantos
que aquello es el primer corredor cultu-
ral de Bogotá, como te explica Camilo
Fidel, Director de Creatividad de Vertigo
Graffiti. Hasta que vas a parar a la Ca-
rrera 7ª que te conduce al barrio de La
Candelaria. En este lugar se concentra
gran parte de la historia de la capital
del Realismo Mágico. Los inquietos ve-
cinos se emocionan después de ver una
película francesa en el cine Coliseo, no
dejan de pensar después de conversar
en el Café El Cisne y se conmueven con
el recital de poesía de Jorge Zalamea
en el Teatro Colón, como hicieran Bo-
tero y sus amigos en aquellos alegres y
desenfadados años cincuenta.
Sin ser una ciudad turística, como tratas
de hacerle ver con cariño a una ami-
ga local, los grupos de gringos atavia-
dos con gorra, gafas de sol y mapa en
mano, se concentran en la Calle 11 y las
adyacentes, por la Plaza Bolívar y en la
plazoleta del Chorro de Quevedo, don-
de tuvo lugar el acto de fundación de la
capital por parte de Gonzalo Jiménez de
Quesada en el año 1538. Continúas ar-
gumentándole a esa misma amiga que,
por otro lado, Bogotá hay que vivirla.
Padecer sus noches frías y distantes, pero
cerca de las estrellas. Abandonar cuartos
oscuros iluminados por besos clandesti-
nos y que de repente en las calles suene
"La chica de ayer" de Antonio Vega. Todo
eso envuelto en el olor de la marihuana
que esperas fumar en paz la próxima vez
en esa azotea que hay en un lugar es-
condido cerca del Callejón del Embudo.
No te olvidas del guaro, ese aguardiente
que ahoga y diluye las miserias del país
y de su D.C. (Distrito Capital). No existen
excusas para que el vicio deje de fluir por
las venas en una especie de carrusel de
colores sin ideología.
Escultura de Botero en El Parque Renacimiento
Aledaños de la carrera 7ª
El Parque de los Periodistas
exodo 11
cional, el de Arte Moderno (MAMBO), el
del Oro, el de Botero, el Arqueológico, la
Biblioteca Luis Ángel Arango, la Nacio-
nal, la Pública Virgilio Barco, el Teatro Li-
bre, De la Carrera, Jorge Eliecer Gaitán,
Escena Colombia y el Nacional, lo que
convierte a Bogotá en la "Atenas de Sura-
mérica", un laboratorio del conocimiento.
Deambulas por callejas que adivinas os-
curas y tenebrosas al caer la noche pre-
matura. Del barullo pasas a la quietud
que acá se traduce en cierta inseguridad
porque igual que un porro la vida se
consume y te la consumen por muy poca
plata. Alcanzas el Parque de los Periodis-
tas y te topas con adictos a todo tipo de
sustancias que derivan en esos "loquitos"
que murmuran cosas raras y bailan sin
que tú oigas la cumbia sicodélica. Entre
drogas, destilados y abismos esta ciudad
sin memoria anhela un rincón permisivo
"pa'respirar". Imaginas que en la cima del
cerro de Monserrate además de exhalar
bocanadas de aire puro la adolescente
Bogotá se muestra en toda su crudeza.
Sí, adolescente de sexo ambiguo por-
que unas veces te penetra como el mar
y otras te arrastra hacia el fondo de un
túnel estrecho del que no ves nada pero
eres capaz de sentir por la fricción todo
lo que se cuece en esta ciudad que le
susurra sus secretos a las constelaciones.
Adolescente porque es contradictoria,
sensible, trágica, caprichosa, soñadora,
romántica, imprevisible, tiránica, auténti-
ca, dulce. Un océano de dudas e incóg-
nitas eternas. Adolescente porque como
una esponja absorbe experiencias que le
allanan el camino hacia el futuro. Bogo-
tá se agarra como un tatuaje grabado
en la dermis para siempre, igual que el
"El beso de los invisibles" de la Calle 26
entre dos amantes que compran vicio en
las esquinas3
Entre tanto exceso, la cultura de la mano
de un excelso número de museos, biblio-
tecas y teatros muestra el camino hacia
esa conciencia de identidad que busca
una población culta, activa, inquieta,
transgresora, moderna y con ganas de
pasarlo bien, al margen de esa otra so-
ciedad inmóvil, mojigata y endogámica,
que personifica la caspa de lo under-ground. Cabe destacar el Museo Na-
Grafiti en la Avenida Jimenez, en La Candelaria
Grafiti en carrera 7ª
Reservó un vuelo.Iba en busca de cultura.Encontró un tesoro.
Europa
Ida y vuelta todo incluido
99€desde
Descárgateun descuento de 20€ para tu próximo vuelo