Blanca Cotta

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    buenos modales

    chistes zoncsimos

    y

    Estilo hogareo

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    Antes de entrar en su escritorio, besa un ngel. Lo besacon una amiliaridad de pariente. Muaa, escribira situviera que contarlo en una de sus notas-receta que sepublican en Clarn cada domingo y donde se tutea conlectores que le escriben como a una consultora senti-mental, en cantidad condencial traducida al lenguajedecente, aunque Blanca Cotta insista en que es una co-cinera y punto. Famosa cara del viejo programa Buenastardes, mucho gusto que lleg a la televisin mante-niendo su ormato de revista emenina para envolver

    consejos sobre jardinera, cocina y artes manuales contono de mujer a mujer, Blanca Cotta decidi mostrarlos pasos de sus recetas con dibujos simpticos de l-nea pedaggica; no en vano ella estudi en la escue-la normal Roque Senz Pea y es proesora de letras.

    Proesora y no licenciada, es decir, letras pragmticas,ms adaptadas al ganapn que a la teora literaria queno es verde como el rbol de la cocina. Pero un ttulode nobleza para hacer un guin televisivo pro amasde casa imaginadas por la publicidad convencional. Ahacer de todo ya haba aprendido en la revista dondeue jea de redaccin luego de que su director, JacoboMuchnik, le hiciera un pequeo test psicolgico conpreguntas del tipo Cmo es con sus hijos? Firme omimadora? Pega cuatro gritos? Sabe convencer?

    En mi perra vida yo haba hecho un guin de TV.Entonces me imagin que un guin deba ser lo mis-mo que un plan de clase y, en un plan de clase, siempre

    tens la accin y la objetivacin. Porque, para jar elconocimiento, hay que ilustrar. Entonces lo desarrollcomo si me lo estuvieran dictando paso por paso. Y,al margen, yo marcaba dnde iba el primer plano deesto y aquello. En ese programa, sentada en un tablero,llegu a hacer reportajes mientras dibujaba la carica-tura del entrevistado.

    Blanca Cotta es lo que queda en los medios de un es-tilo hogareo, de buenos modales y chistes zoncsimos

    como para ser dichos por Pedrito Quartucci en unacomedia cinematogrca de los aos cuarenta.

    sta es mi cueva. No te jes en el desorden. Sipenss que tengo alma de ciruja, te aclaro que tengoorden mental. sta qu virgen era? Me la mandaronunas hermanitas de Los Toldos. Aqu est mam con-migo y con mi hermano mellizo Roberto. Esa oto esde pap, que era maestro, cuando und la escuela 92le puse el ramito de violetas porque a l le gustabanmucho, y sta es su gorra. El ladrillo te parecerraro pero es de la primera escuelita, tambin unda-da por pap, en Dolores. Cuando la demolieron unamaestrita me lo mand en una encomienda. Cuandosent cunto pesaba el paquete pens: Esto esuna bomba! Pero quin me iba a mandar unabomba a m?Y esta baldosa es tambin de la 92. Laped cuando ya era un conventillo. Ped permiso paraentrar y la saqu del patio.

    Qu es la audacia para esta rubia que muestra las pier-nas un poco ms abajo del prolijo vase de la pollerade ir a la ocina? Autodenominarse ciruja, robar unabaldosa, reconocer lo absurdo de la posibilidad de quele enven una bomba a ella, salvo habra que recor-

    darle que se la enve un marido enurecido porquealguien convierta la alimentacin de la uerza de tra-bajo en un negocio emenino independiente. Pasada ladescripcin del altar amiliar pequeoburgus, BlancaCotta acepta que su estilo es el de una maestra. Y laverdad es que uno no se la imagina diciendo ponganun culito de vino como Karlos Arguiano o descri-biendo rebuscadamente unas cebollas como gordasseoras renacentistas al igual que Francis Mallmann.

    Los textos mos tratan de ser positivos yconstructivos. Soy un ser humano a quien el desti-

    no encerr en la cocina y trat de escaparse por unaventanita para ensear una cocina realizable que sirvade dilogo con los lectores.

    Si penss

    que tengo alma de ciruja,te aclaro que

    TENGOORDEN

    MENTAL

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    puede meter la cuchara en todos los temas. To-tal, lo dice una cocinera!

    Blanca Cotta ensea a cocinar, ni siquiera con lo quepuede encontrarse en el sper, sino en el almacn delbarrio donde el mximo exotismo son las aceitunas ensalmuera y el polvo Royal.Es la cocina de lo que hay.

    Yo jams estudi cocina. Mi cocina es la cocina he-redada, la que haca mi madre, que cocinaba muy bien.

    Primero pruebo la receta yo. Si me sale un mazaco-te, no la publico por respeto al lector. Por ejemplo, elpan rabe. Por ms que busqu en montones de libros

    Entonces mucha gente me escribe: Yo desayuno conusted todos los domingos porque queremos y no que-remos las mismas cosas, tenemos los mismos ideales, se-guimos el mismo camino. Identicarte con el lectores un milagro. Y ellos se identican con el modo devivir as sencillito, para adentro, lejos de la rivolidad,deendiendo la amilia y las cosas positivas. Las cartasque recibo son muchas. No puedo contestarlas todasporque como soy muy blablablera, no me alcanzara lavida entera. Porque no basta que acuse recibo. Si alguien

    perdi tiempo en escribirme, yo tengo que contestarlecomo si uera a una amiga. Me ponen la etiqueta decocinera, no saben que, si uno est en la cocina,

    Identicarte

    con el lector

    es un milagro.

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    no me sala en dos hojas sin nada de miga, hasta quedescubr el secreto. El arte est en decomisar las cosasque te salen mal antes de que te abucheen. Y cocinocon ingredientes que puede conseguir la mayora de lagente, no slo la sosticada. Entonces, no te voy a darni ostras ni ese polvillo ahumado que se pone para darmayor gusto. Cuando estaban caros los championes, nolos mencionaba, y lo mismo hago con otros productos.Yo soy de una poca donde, para cocinar ante la cmara,haba que llevar los pasos hechos: simulabas que metas

    algo crudo en el horno y al rato lo sacabas y estaba listo.La que haca cocina verdad era Doa Petrona, porquetena un auspiciante que le daba media hora.

    Blanca Cotta, entonces, avorece la poltica de no nom-brar lo que no se puede comer, pero no ha llegado alpunto de dar una receta de olla popular. Petrona, encambio, nunca modic su altsimo presupuesto conel que atraves impertrrita, exigiendo doce huevos yun kilo de lomo, la curva econmica descendente quedesemboc en Martnez de Hoz.

    Se deca que la cocina de Petrona exiga un platal yque era un monumento al colesterol.

    la que haca mi madre

    Yo jams

    Mi cocina es la heredada

    E S T U D I

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    Yo la defendo a Petrona porque ella cocina-ba para un amilin. Mis tortas, por ejemplo,son para una amilia tipo de hoy. Yo las hagopara que salgan de seis a ocho porciones, encambio Doa Petrona las haca para que salie-ran veinte o veinticinco.

    Una vez un periodista la critic diciendo: Qu bar-baridad. La vi hacer masa de hojaldre con la mismacantidad de manteca y la misma cantidad de harina. Yyo pens: Qu ignorante, porque la masa de hojaldrees as. Se hace con la misma cantidad; si no, no te sale.Para criticar hay que saber. Aunque la cocina no es unaciencia exacta porque a veces la gente se queja porqueyo digo un poquitito as. Y un poquitito as no esun poquitito as. Y viste lo que pasa con el coles-terol? Primero dicen no comas huevo, despus saleCormillot con los huevos sin colesterol.Petrona pensaba en una mujer que slo tra-bajaba en su casa. En una edicin de su librode 1950, recomendaba dar vueltas por la casaentre la hora del desayuno y la del almuerzo (no

    Contraelcorralito,

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    Golpeo,golpeo,golpeo

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    le digo que cocinaba sin tener en cuenta los abortos, laliberacin de las hijas del hogar paterno, la uga de losyernos sin acordar cuota de alimentos).Ahora, una mujer que trabaja no puede perder tiem-po con la cocina. Por ejemplo, si quiere hacer algo conlevadura tiene que tener tiempo. Cuando yo trabajo conla levadura, estrello la masa con bronca y digo: Contrael corralito, contra el corralito, contra el corralito. Gol-peo, golpeo, golpeo y me sale liviana.

    La casa de La Pampa era el colegio que su padre diriga.Albergue demasiado grande cuatro manzanas parauna inancia con ancdotas aptas para un libro de lec-tura escolar y que pasan por alto los secretos que Freudatribuy a los perversos polimoros. Blanca aprenda en

    El tesoro de la juventud los grandes misterios de lanaturaleza: cmo cra perlas una ostra y a hacer unchinito de man.

    En lo del librero, que se llamaba Elizondo, el padrecompraba con libreta las ltimas novedades de BuenosAires. Rompecabezas y soldaditos de plomo. Una solavez apareci un juguete lujoso que trajo una abuelade la Capital: un triciclo con la cabeza de un caballo.

    Me acuerdo de que cuando bamos al campo enLa Pampa, yo le deca a pap: Llevame ms adelan-te mientras caminbamos en medio de los pastizalespinchudos. Esta mocosa me va a cansar, se molestaba.Pero yo segua: Llevame ms adelante. Hasta que secansaba en serio y entonces volvamos al auto. Sabslo que quera yo? Llegar al horizonte. Pero no contabanada, ni siquiera saba que el horizonte se llamaba ho-rizonte. Otras veces bamos en el auto yo tendracuatro o cinco aos y le peda: Pap, subime a eserbol. Pap renaba. Iba conmigo. Me suba al rbol.Poneme en la rama ms alta. sa no. Ms alta! Y l:Esta mocosa caprichosa! No, no te voy a subir. Yono lo deca pero crea que en la rama ms alta iba apoder tocar el cielo. Eran cosas que me guardaba param misma.

    Electra de pampa y ro, Blanca Cotta vivi y se ue deQuilmes varias veces pero es, evidentemente, su lugar.Yaunque mencione sin quejarse la cercana de su casa auna villa miseria, pronuncia los nombres de las amiliastradicionales con una msica proustiana.

    La casa donde vivamos cuando yo era chica que-da en la calle Alsina y est exactamente igual con sus

    dos balcones. Recuerdo el vestbulo con su mamparade colores, la pieza de mi hermano Juan ngel, la deRoberto, mi hermano mellizo, el escritorio de pap, elcomedor grande para recibir visitas, mi dormitorio y elcomedor diario. Despus otra mampara de vidrio y uncaminito largo que daba a lo que sera el departamen-to de servicio, con la escalera caracol. A veces, cuandovoy caminando hacia el centro de Quilmes, lo hago apropsito por la calle Alsina y siento el placer de la nos-talgia. Un da voy a pedir permiso para entrar si no meda un soponcio.Blanca tuvo una adolescencia bajo mano dura: no la de-

    jaban ir a estas y cuando haba alguna en la azotea de lavecina, tena que relojearla desde el balcn. Por eso diceque, ms que salir con su primer marido, l tuvo que

    LIV

    IANA

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    entrar en su casa. Cuando eligi al segundo ya tenaedad para decidir, pero l no era ningn desconocido.

    ramos compaeros en el normal. Los chicos usa-ban un moito a lunares. Y l siempre lo tena torcido.No nos dbamos ni cinco de bolilla. Y, despus demucho tiempo, yo enviud y mam se vino a vivirconmigo. Un da, una ex compaera me dice: Porqu no vens a las reuniones de ex alumnos que hace-mos siempre?. Fui y me reencontr con Carlos, que

    tambin haba quedado viudo haca poco tiempo. Miscompaeras me hicieron gancho. Mariana Greco, quehaca unas reuniones muy lindas, puso msica suavey baj la luz mientras bailbamos. Te imagins, a loscincuenta aos de entonces, volver a enamorarte? Yocon dos hijas que, segn Carlos, valen por ocho y lcon cuatro varones. Te vas a casar con un tipo quetiene cuatro hijos adolescentes?, me preguntaban.Pero yo adoro a los chicos. Adems me daban lsti-ma: haban perdido a la madre. Por eso, cuando mepreguntan si soy la madre del intendente de Quilmes,de Fernando, yo digo que s porque no me gusta lapalabra madrastra y menos madre putativa.

    A menudo las cartas que Blanca Cotta compar-te con sus lectores exhuman recuerdos de obje-tos cotidianos y costumbres que hoy no tienenningn lugar en los medios, inocuos anacronis-mos para un intercambio epistolar que elude laprotesta y se contenta con el acuerdo cristaliza-do y sin aristas.

    Me acuerdo de cuando, con mis hermanos, es-perbamos en el balcn que llegara el tranva 22,cuando mis padres se haban ido al centro. Del ro,

    cuando las aguas no estaban podridas. All se reu-nan las amilias de Quilmes. En la rambla estaban laspiletas olmpicas con sus vestuarios. Nosotros ba-mos con nuestras canastitas de sndwiches. Despusde baarnos, nos subamos a todos los juegos y nosmirbamos en los espejos deormantes. En dondehaban cavado el ro estaba la enorme pantalla decine. Si daban pelculas argentinas, sonabas, porqueel ruido del ro al pegar contra los parantes no tedejaba or. A pap le gustaba ir de noche y sentarseen las escaleritas que bajaban al ro para mirar elcielo estrellado. Yo me acur rucaba al lado y l me iba

    diciendo cules eran las constelaciones, toda una en-seanza de astronoma. Me enseaba sin queyo me diera cuenta, que es la mejor manera

    de ensear.An en los recuerdos tristes, quiz pordeormacin proesional o porque las reminiscenciassuelen prestar ms atencin a los sabores que el presente,aparecen golosinas:

    Yo estaba viviendo con mam y mi hermano Ro-berto estaba internado en terapia intensiva. No medejaban llevarle chocolate. Pero yo decid: Le voy allevar todos los chocolates que quiera. Y prepar unosMilka. Y esa maana, a la madrugada, de repente me

    despert. Y le dije a mam:Me he despertado por-que sent como si un ngel me hubiera besadola rente. Y a esa hora haba allecido. El da an-terior a que cumpliera noventa y ocho aos le pregun-t a mam: Que quers para maana?. Un cctelAlexander, empanadas de jamn y queso ritas, pollocon nueces y aceitunas y, de postre, un Saint Honor.Ese es un postre que lleva un aro de masa bomba, to-das bombitas de distintas cremas alrededor y la cremaSaint Honor en el medio. Mam se despert el dadel cumpleaos y muri? Yo digo que mamse evapor.

    Como el doctor Semmelweis, propulsor de la asepsia,que muri de septicemia de tanto palpar parroquia-nos de la morgue, como Simn Wiesenthal, cazadorde nazis, que al volver cada noche a su casa siente lacompulsin de contar chistes de judos levemente ra-cistas, Blanca Cotta tiene una suerte de anorexia pro-esional. Visiones antropomrcas la detienen rentea un curanto chileno donde sobrenadan comestiblescon bigotes que parecen conocer, aunque no tenganbrazos, el ms correcto estilo crawl, carnosidades mo-vedizas en lo que ella imagina una Oelia crustcea,cremitas gustosas que a la hora de la verdad resultan

    ser contenidos intestinales de invertebrados mal lim-pios. Qu asco el bicho.

    Un da ui a una reunin de empresarios en elAlvear y me trajeron una sopa crema de mejillones.Cuando vi a todos esos bichos fotando ah, el est-mago se me retorci. Y dije qu lstima que tengaun ataque al hgado! Tuvieron que prepararme espe-cialmente zapallo hervido y papa. Ostras? Puaj! Yencima comerlas vivas! Una vez estbamos con Carlosen un lugar de veraneo. Era una de nuestras primerassalidas ociales. Se decidi democrticamente comer

    calamarettis r itos. No dije nada y me los com. Qurica salsita!, dije por educacin. Ma qu salsita! Eraque estaban mal lavados.

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    Entonces usted,

    envezdec

    ocinar

    seguramente

    camufa.

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    La cocina es moda.

    S O Y E D U C A D A Y N O P U E D O D E C I R L O !

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    Me gusta el pescado sin gusto a pescado y el pollosin gusto a pollo, la carne sin gusto a carne. Cuando

    voy al restaurante y veo el men, seguro que no megusta nada y termino pidiendo una milanesa de pollo,as chiquita, bien nita, bien llena de pan. Es que, si yoidentico el pollo, me da pena y no lo puedo comer. Yel pescado no me gusta y eso que soy de Piscis,o a lo mejor no me gusta porque soy de Piscis.

    El otro da hice para Ollas y Sartenes un chimi-churri sobre un pescado que a su vez estaba sobrepapas. Despus mand todo al horno. Era muy rico.Ni te dabas cuenta de que estabas comiendo pescado.Las mollejitas con crema las hago pero ni las pruebo.

    Cuando a alguien le gusta algo y es su plato preerido,lo hago igual y lo pruebo con los ojos cerrados.

    Entonces no le gustar la cocina tnica que ahoraest de moda.La cocina es moda. Y la cocina tnica ya metiene Soy educada y no puedo decirlo! Elotro da vi en un documental a unos japoneses quecocinaban carne de gato. Sin palabras.Dicen que los gustos y las repulsiones aparecenmuy temprano.Sin embargo, cuando era chica, en La Pampa, pesea ver cmo hacan las morcillas, coma morcillas. Vea

    al chancho desangrndose, una mano que revolva lasangre con sal para que no se cortara y las tripas que seinfaban para rellenar. Igual coma.Existe algn plato que pueda comer tanto ustedcomo sus invitados?Las empanadas de carne. Picantes, crocantes y quechorreen hasta el codo. Despus soy de picar, mejordicho, de picotear.

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    pap. Y todas las amigas de mi abuela se abalanzabanpara besarme. Eran viejas bigotudas y empolvadas. Yodaba vuelta la cabeza para que no me besaran y piensoque todava hoy debo tener la nuca llena de todos esosbesos de las amigas de mi abuela. El dueo del Molinoera padrino de mam. Entonces, el da de Santa Maranosotros, pajueranos de La Pampa, quedbamos deslum-brados porque llegaban las bandejas grandes con todaslas delicias que poda haber para estejarla a mi abuela.

    Que nadie se engae: detrs de estas maas suele

    esconderse una dulcera ms o menos encubierta.Tanta cultura de copetn omite la mencin de la bebidaespirituosa donde el modesto triolet, incluso los 50 pla-titos que orecen cerca de los lobos marinos, en Mar delPlata, son slo la comparsa.

    Blanca Cotta es picoteadora de canaps, de esos entre-meses donde la audacia de Petrona incorporaba el purde banana y que recomendaba preparar entre lahora del desayuno y la de dar vueltas por lacasa, piecitas a base de miga o de tartaletas donde el

    minimalismo de los elementos los hace irreconocibles.

    Nosotros en La Pampa no conocamos el mar y tam-poco lo conocimos en vacaciones. Porque las vacacioneseran para ir a la casa de mi abuela en Buenos Aires. Porlo general para el 15 de agosto que era Santa Mara. Eseda yo me transormaba de Cenicienta en princesa. Misprimas me hacan rulos, me compraban vestido, zapa-tos y medias nuevas, como si me hubieran tocado conuna varita mgica. Y en la sala, con muebles antiguos yjarrones que no haba que tocar y piano con mantn,yo le recitaba a mi abuela una poesa que haba hechopap. Y todas las amigas de mi abuela se abalanzaban

    para besarme. Eran viejas bigotudas y empolvadas. Yodaba vuelta la cabeza para que no me besaran y piensoque todava hoy debo tener la nuca llena de todos esosbesos de las amigas de mi abuela. El dueo del Molinoera padrino de mam. Entonces, el da de Santa Maranosotros, pajueranos de La Pampa, quedbamos deslum-brados porque llegaban las bandejas grandes con todaslas delicias que poda haber para estejarla a mi abuela.

    Que nadie se engae: detrs de estas maas sueleesconderse una dulcera ms o menos encubierta.Tanta cultura de copetn omite la mencin de la bebida

    espirituosa donde el modesto triolet, incluso los 50 pla-titos que orecen cerca de los lobos marinos, en Mar delPlata, son slo la comparsa.

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    .excesos provienen de la naturaleza.

    Me acuerdo de cuando mi hermano Juan ngel, queestaba casado con Nen Taboada, viva en San Isidro.Y pasbamos las Fiestas all. Yo haca los bocaditos y elcctel. Entonces ponamos las mesas auera, en el jar-dn. Corran los brindis. Juan ngel cantaba tangos (yono porque cantando soy un sapo). Eran los tangos msreos, desde Chorra hasta Malevaje. Me acuerdo tam-bin de una noche de tempestad que arras con todaslas copas que haba en las mesas. Eran tiempos elices

    porque ramos todos. No altaba nadie. Recordarcon nostalgia no es vivir en el pasado. Es la dulzura devolver a ver a aquellos que, de no haberlos tenido, unono sera lo que es.

    Ah, s. A m denme un buen negroni preparado porCarlos, un whisky o un martini (pobre Manolete).

    Y aqu Blanca baja la voz para evocar a un barmanespaol, gran conversador de barra, un caballero cuya

    ctedra dictaba que el buen parroquiano nunca debegritar mozo! sino buscar la mirada del otro y sugerirleque lo atienda con un ligero movimiento de cabeza.Wimpi, uno de los ms amosos periodistas cultura-les de la dcada del cincuenta, inclinado en la barrade Queen Bess, sola cumplir con este protocolo.ltambin cultivaba esa cultura cottense de la citaedifcante, pedaggica y candorosa.

    A pesar de que los martinis de Manolete eranmemorables, es imposible imaginar a BlancaCotta en curda. En sus recuerdos de casa grande losexcesos provienen de la naturaleza.

    Me acuerdo de cuando mi hermano Juan ngel, queestaba casado con Nen Taboada, viva en San Isidro.Y pasbamos las Fiestas all. Yo haca los bocaditos y elcctel. Entonces ponamos las mesas auera, en el jar-dn. Corran los brindis. Juan ngel cantaba tangos (yono porque cantando soy un sapo). Eran los tangos msreos, desde Chorra hasta Malevaje. Me acuerdo tam-bin de una noche de tempestad que arras con todaslas copas que haba en las mesas. Eran tiempos elicesporque ramos todos. No altaba nadie. Recordarcon nostalgia no es vivir en el pasado. Es la dulzura de

    volver a ver a aquellos que, de no haberlos tenido, unono sera lo que es.

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    Pgina/12, Suplemento Radar,7 de noviembre de 2002

    El silencio pequeoburgus puede ocultar que el pa-triarca de la cabecera es gay o que la adolescente senta-da a la mesa acaba de tomar la pldora del da despus.Pero la muerte es indisimulable. Blanca Cotta, menosque una cocinera, es un archivo de una retrica amiliarvencida por el auge de la psicologa, abricada con re-tazos de guiones de la Argentina Sono Film y notas derevistas que asocian el voseo a la vulgaridad, entonceslo excluyen: Vosotras y Para Ti. Los brownies que sirvebien podran haber sido comprados. Y eso no sera una

    estaa. Acaso Blanca Cotta oculta que su trabajo esundamentalmente discursivo? Ella no se hace la remil-gada y espera que le elogien la mano.

    Y, qu tal estn esos brownies?Cuando le pido la receta, busco menos una evidenciaque un etiche popular.

    Bats en un bol casi una taza de azcar y dos huevosy bats y bats y bats hasta que se orman todos glo-bitos en la supercie. Aparte derrets 100 gramos demanteca con 150 de chocolate. Queno se te queme! Agregs a la crema de huevos el cho-colate derretido y segus batiendo, batiendo, batien-do hasta que se hacen todos globitos. Ojo! Es im-portante lo de los globitos! A eso le agregs una tazade nueces partidas y media taza de harina. Y volvsa batir un poco hasta que otra vez haga blu-blu-blu.Entonces lo volcs en una asaderita de manera quequeden dos centmetros y medio de espesor. Hornobien caliente hasta que la supercie est bien craquelpero el interior hmedo. Cunto tiempo? Ms o me-nos nunca doy tiempo porque todas las cocinas noson iguales diez o doce minutos. Cuando est rorecin se corta en cuadraditos.

    Antes de que me empachen los diminutivos, se levantay me acompaa a la puerta mientras ella se despidejunto a su marido, los dos agitando la mano, como esosmuequitos que, parados en la puerta de una casita deterracota, por turno predicen el tiempo. Pero juntos.

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