Betty FRIEDAN, La mística de la feminidad

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Betty FRIEDAN, La mística de la feminidad FRIEDAN, Betty, La mística de la feminidad, ed. Cátedra/Universitat de València/Instituto de la Mujer, Madrid 2009. Presentación de Amelia Valcárcel. Esta recensión está dividida en cuatro partes: en laprimera se hace un encuadre histórico del libro; en lasegunda ofrecemos un resumen de su contenido; en la tercera proponemos algunas observaciones críticas; y en la cuarta resaltamos los aspectos positivos de la obra. Finalmente añadimos un anexo con algunas citas textuales, a las que haremos referencia a lo largo de la reseña. I. Encuadre histórico El libro La mística de la feminidad está escrito en 1963 por la periodista norteamericana Betty Friedan (1921- 2006). Tuvo enorme éxito e influencia; ganó el premio Pulitzer ese año. Friedan era una madre de familia normal, con tres hijos, aunque al final de su vida se divorció y convivió con otro hombre. Fue el punto de arranque de la llamada Segunda Ola del feminismo (o Tercera, según otras denominaciones), es decir, aquella que pasó de los movimientos sufragistas a la reivindicación de la igualdad de la mujer y, muy poco después (año 68), al movimiento de la liberación de la mujer, es decir, al feminismo radical . En otras palabras, Friedan es la mejor representante del feminismo de la igualdad, que hace de bisagra entre el sufragismo y el feminismo radical, superando el primero pero sin llegar al segundo. Betty Friedan llevó a la práctica sus tesis fundando y liderando el NOW (National Organization for Women), que influyó profundamente en Estados Unidos y en toda Europa. Junto a Friedan suele señalarse como precursora del feminismo radical a Simone de Beauvoir (1908-1986), filósofa existencialista, compañera de Sartre y autora de El segundo sexo (1949, traducido al inglés en 1953). Pero la influencia de Beauvoir sobre Friedan es escasa, al menos directamente. En La Mística apenas se menciona a Beauvoir, y da la impresión de que la autora no ha leído su libro. De hecho Friedan no es filósofa, ni se plantea cuestiones de fondo sobre la naturaleza humana, la esencia de lo femenino o la institución familiar, lo que le salva de negar la feminidad —como hizo Beauvoir—,o de propugnar la lucha de sexos, la supresión de la familia o el lesbianismo militante, como hicieron sus sucesoras radicales (Germaine Greer, Kate Millet, Shulamith Firestone, etc). Tampoco es marxista ni denuncia una explotación de la mujer por parte del varón en la línea de Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, 1884). Es cierto que critica con vehemencia el concepto de naturaleza femenina, según la cual la mujer debería conformarse a un determinado rol social, caracterizado por la pasividad, la sumisión al varón y el cuidado de los hijos. Pero esta crítica no implica una

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Betty FRIEDAN, La mística de la feminidad

FRIEDAN, Betty, La mística de la feminidad, ed.

Cátedra/Universitat de València/Instituto de la Mujer,

Madrid 2009. Presentación de Amelia Valcárcel.

Esta recensión está dividida en cuatro partes: en

laprimera se hace un encuadre histórico del libro; en

lasegunda ofrecemos un resumen de su contenido; en

la tercera proponemos algunas observaciones críticas;

y en la cuarta resaltamos los aspectos positivos de la

obra. Finalmente añadimos un anexo con algunas citas

textuales, a las que haremos referencia a lo largo de la

reseña.

I. Encuadre histórico

El libro La mística de la feminidad está escrito en 1963

por la periodista norteamericana Betty Friedan (1921-

2006). Tuvo enorme éxito e influencia; ganó el premio Pulitzer ese año. Friedan era una

madre de familia normal, con tres hijos, aunque al final de su vida se divorció y convivió

con otro hombre.

Fue el punto de arranque de la llamada Segunda Ola del feminismo (o Tercera, según

otras denominaciones), es decir, aquella que pasó de los movimientos sufragistas a la

reivindicación de la igualdad de la mujer y, muy poco después (año 68), al movimiento

de la liberación de la mujer, es decir, al feminismo radical. En otras palabras, Friedan es

la mejor representante del feminismo de la igualdad, que hace de bisagra entre el

sufragismo y el feminismo radical, superando el primero pero sin llegar al segundo.

Betty Friedan llevó a la práctica sus tesis fundando y liderando el NOW (National

Organization for Women), que influyó profundamente en Estados Unidos y en toda

Europa.

Junto a Friedan suele señalarse como precursora del feminismo radical a Simone de

Beauvoir (1908-1986), filósofa existencialista, compañera de Sartre y autora de El

segundo sexo (1949, traducido al inglés en 1953). Pero la influencia de Beauvoir sobre

Friedan es escasa, al menos directamente. En La Mística apenas se menciona a

Beauvoir, y da la impresión de que la autora no ha leído su libro. De hecho Friedan no es

filósofa, ni se plantea cuestiones de fondo sobre la naturaleza humana, la esencia de lo

femenino o la institución familiar, lo que le salva de negar la feminidad —como hizo

Beauvoir—,o de propugnar la lucha de sexos, la supresión de la familia o el lesbianismo

militante, como hicieron sus sucesoras radicales (Germaine Greer, Kate Millet, Shulamith

Firestone, etc). Tampoco es marxista ni denuncia una explotación de la mujer por parte

del varón en la línea de Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el estado,

1884). Es cierto que critica con vehemencia el concepto de naturaleza femenina, según

la cual la mujer debería conformarse a un determinado rol social, caracterizado por la

pasividad, la sumisión al varón y el cuidado de los hijos. Pero esta crítica no implica una

reflexión filosófica sobre la verdadera naturaleza de lo femenino o la identidad

femenina—expresiones que repite una y otra vez—, lo que resta consistencia a sus

propuestas sociales, y las expone a manipulaciones posteriores, como de hecho ocurrió.

Así se deduce del Epílogo (escrito después de 1976), donde declara su desacuerdo con

el feminismo radical desatado por la Sexual Politics, de Kate Millet (1970) y su

consiguiente lucha de sexos.

No obstante, aunque el propósito del libro no sea defender una determinada tesis

filosófica sino sacudir la conciencia social acerca de la situación de la mujer, es

indudable que Friedan parte de unos planteamientos antropológicos muy concretos que

condicionan su análisis y sus conclusiones. Los mencionamos a en la tercera parte de

esta recensión.

La Mística de la feminidad ha influido profundamente —quizá más que ningún otro libro—

en la consideración negativa del trabajo doméstico en las sociedades democráticas.

Ciertamente su objetivo no era tanto denigrar este trabajo como rechazar el estereotipo

que recluía a la mujer en él. Este matiz sin embargo se perdió inmediatamente tras la

publicación del libro, dando lugar a que el feminismo radical descargara sus invectivas

directamente sobre las labores domésticas, acusándolas de instrumento del patriarcado

para someter a la mujer.

Ecos de La Mística de la feminidad se perciben hoy en los ataques contra cualquier

iniciativa que se dirija a dignificar y promover este tipo de tareas entre gente joven . En

España, además, postulados similares a los que Friedan criticaba a principios de los 60, y

contemporáneos de ellos, son los de la Sección Femenina de la Falange (1934-77) que,

como se sabe, pretendió reforzar el rol de ama de casa con argumentos religiosos y

políticos, lo que complica y deforma aún más la imagen del este trabajo, llenándolo de

connotaciones desafortunadas.

II. Resumen de la obra

El objeto de la obra es la situación de la mujer en la sociedad norteamericana de la

década de los 50. Ahora bien, no cualquier mujer —y este detalle es importante— sino la

madre de familia blanca, de clase media-alta, con estudios superiores y que vive en los

barrios residenciales de las grandes ciudades, como la propia Betty Friedan (pensemos

en los chalets lujosos de dos plantas, tan frecuentes en la películas americanas).

Friedan plantea su obra como una investigación periodística, basada en el estudio de las

revistas femeninas y en entrevistas a esas amas de casa, a estudiantes, y a todo tipo

de profesionales relacionados con el mundo femenino: periodistas, editores, psicólogos,

profesores, etc.

Esta mujer objeto de estudio es, aparentemente, la más afortunada del mundo. Goza de

todos los avances sociales, políticos y materiales del momento. Sus antecesoras

sufragistas obtuvieron para ella el derecho al voto y el reconocimiento político de la

igualdad con el varón; podía acceder a estudios superiores (aunque entonces no era ni

frecuente ni bien visto); era libre de desempeñar —al menos teóricamente— cualquier

profesión en la sociedad; la tecnología facilitaba al máximo su trabajo en el hogar con

los electrodomésticos más sofisticados; ginecólogos, pediatras y psicólogos ponderaban

los beneficios de la maternidad y proporcionaban todo tipo de apoyos y consejos. Y,

sobre todo, la opinión pública manifestaba una admiración, sincera y unánime, hacia la

figura del ama de casa: se exaltan sus virtudes, sus destrezas, su sensibilidad estética,

su influencia benéfica en la formación de los niños y en la sociedad, su abnegación en

pro de la felicidad de los suyos, etc. Recordemos que es la época del baby boom (1946-

1963), cuando millones de mujeres prefieren formar familias numerosas y consagrarse a

ellas, más que dedicarse a otras tareas o profesiones. El cine, finalmente, junto con la

literatura, añaden un envoltorio glamoroso y romántico a esta idealización del ama de

casa.

Pero fueron sobre todo las revistas femeninas las que, con sus artículos de fondo, sus

consejos prácticos y su publicidad contribuyeron a profesionalizar intensamente las

tareas del hogar, quizá como nunca antes en la historia: se pondera la diversidad y

sofisticación de sus tareas, los conocimientos modernos que se requieren, su valor

creativo, su prestigio social, etc. Se las compara con el arte, la ciencia o la tecnología,

para subrayar que el ama de casa no tiene nada que envidiar a los profesionales de

estos campos. Los psicólogos, sociólogos y médicos, por su parte, invocan lo que ellos

llaman “esencia de lo femenino” o “naturaleza femenina”, para deducir de ella la

conveniencia, incluso la necesidad, de que la mujer se ajuste a la función social de

esposa-madre-ama de casa.

Pues bien, esta figura idealizada de mujer, glorificada por la cultura y por la ciencia, es

lo que Friedan llama, irónicamente, “mística de la feminidad”. Su crítica parte de los

testimonios recabados entre cientos de mujeres, que declaran sentirse profundamente

desgraciadas con su situación y padecer lo que Friedan llama “el malestar que no tiene

nombre”: una insatisfacción vital, una sensación de vacío, frustración y angustia, que

conduce con frecuencia a serias patologías de difícil diagnóstico. Este es el contenido

del capítulo 1 (El malestar que no tiene nombre). A partir de ahí, su investigación le

conduce a varias conclusiones:

a) Esta exaltación de la figura del ama de casa es un mero cliché social, impuesto a la

mujer, y por tanto encierra una trampa. Es obra en gran medida de las revistas

femeninas, como hemos dicho antes, que amoldan a la mujer al rol que se espera de

ellas, empequeñeciéndolas, infantilizándolas, y haciéndolas renunciar a su verdadera

identidad. Es el tema del capítulo 2: La feliz ama de casa, heroína. Véase infra la cita

1, pero poniendo atención en la frase final, que subrayamos nosotros.

b) Este cliché se inculca a la mujer desde niña, llevándola a desconfiar de los estudios

superiores por juzgarlos poco acordes con su misión de ama de casa y poco

“femeninos”. Las chicas inteligentes e inquietas encuentran multitud de problemas para

continuar sus estudios universitarios. Muchas se casan antes de acabarlos y otras,

sencillamente renuncian a ellos. De ello trata el capítulo 3: La crisis de identidad de

las mujeres. (Dicho sea de paso, este es exactamente el tema de fondo de la película

“La sonrisa de Mona Lisa”, de Mike Newel, 2003, que plasma las ideas y el ambiente de

la obra de Friedan).

c) El fundamento teórico de este estereotipo, según Friedan, es el auge del psicoanálisis

y su difusión a todos los niveles en la cultura norteamericana de aquella época. Es decir,

el concepto de feminidad entonces vigente estaba definido en términos psicológicos —

más concretamente psicoanalíticos—, y de ello se pretendía deducir el puesto que

corresponde a la mujer en la sociedad. En otras palabras, según la ciencia, la mujer

difícilmente podría alcanzar su felicidad y su plenitud sexual fuera de su función de ama

de casa. Este prejuicio se desenmascara en el capítulo 4: El solipsismo sexual de

Freud. Véanse abajo las citas 2 y 3.

d) En el Capítulo 6 (El letargo funcional, la protesta femenina y Margaret Mead) se

critica enérgicamente la teoría sociológica de tipo darvinista conocida

comofuncionalismo (Spencer, Durkheim), por enclaustrar a la mujer en un determinado

papel social. Se rechazan asimismo las tesis de Margaret Mead —de gran predicamento

por entonces—, que argumenta en la misma línea desde la antropología cultural.

e) El capítulo 7 (Los educadores sexistas) es una diatriba contra el sistema

universitario de Estados Unidos, abierto teóricamente a las mujeres, pero que en la

práctica las disuade de completar sus carreras. Para quien está destinado de antemano

a ser ama de casa a jornada completa, la educación universitaria sólo puede

considerarse un complemento “decorativo”, un pasatiempo pasajero, que la mujer no

debe tomar demasiado en serio, so pena de poner en peligro su matrimonio, su familia, e

incluso su propia feminidad.

f) En el capítulo 8 (La elección equivocada) se intenta demostrar que la mujer que

renuncia a su carrera y en cambio vuelca todo su interés en los hijos, acaba

deformándolos psicológicamente, impidiéndoles crecer y perpetuando en ellos su propio

infantilismo.

g) El capítulo 9 (El camelo sexual) es un largo comentario a cierto informe

delInstitute for Motivational Reserch, al parecer un documento de referencia para todas

las campañas publicitarias del país. (Recordemos que es la época del boom de los

electrodomésticos y la tecnología del hogar). En el informe se describen las estrategias

de marketing para captar a las amas de casa y, al mismo tiempo, para conformar sus

gustos y convicciones. A juzgar por las citas textuales que aporta Friedan, el

documento rezuma machismo, menosprecio de la mujer y naturalismo freudiano; lo

llamativo es que la propia Friedan da por válidos sus análisis (!¡). Ver cita 5 (los

entrecomillados son citas textuales del informe). De hecho la conciencia de “trabajo

profesional” que tiene el ama de casa, Friedan la atribuye por completo a la publicidad.

h) El contenido del capítulo 10 está muy claro en su título: Las tareas domésticas se

expanden para rellenar el tiempo disponible.

i) El capítulo 11 (Las ávidas de sexo) es atrevido y original, aunque mal planteado,

como diremos más adelante. Explica que “el malestar sin nombre”, la angustia y vacío de

la mística de la feminidad, empuja inconscientemente a la mujer a una sexualidad irreal y

ansiosa, y a una cariño hacia su marido y sus hijos posesivo e inmaduro, que los arrastra

también a ellos a la frustración.

k) Como indica su título (La p ro g re s iva d e shuma niza c ió n: un co nfo rta b le ca mp o d e

co nce ntra c ió n), el capítulo 12 establece una durísima comparación —a todas luces

desorbitada—, entre el trabajo del hogar y los campos nazis, de reciente memoria

entonces, donde las personas perdían paulatinamente la conciencia de su dignidad y se

avenían sin resistencia a su propia degradación y muerte. Ver citas 6 y 7. Alienada así,

la mujer acaba “absorbiendo” a sus hijos, viviendo a través de ellos en una especie de

simbiosis, conservándolos en un “líquido amniótico psicológico”, que les impide madurar y

nacer como personas (cfr p.350). Obviamente este “líquido amniótico” que, partiendo de

la madre, entontece a toda la familia es lo que inspira las tareas del hogar.

l) En el capítulo 13 (La identidad sacrificada) Friedan sostiene que sin un trabajo

fuera de casa que le haga desarrollar plenamente sus capacidades, una mujer inteligente

perderá inexorablemente su identidad. Según la autora, esta es la situación lamentable

en que se encuentra la inmensa mayoría de las mujeres estadounidenses con estudios

superiores. Intenta demostrarlo con argumentos tomados del psicoanálisis (¡que tanto

había denostado en el capítulo 4!). Y citando abundantemente el informe Kinsey, con un

aberrante cuadro comparativo entre nivel de estudios de la mujer y frecuencia de sus

orgasmos. (Sobre la inconsistencia de este famoso informe, tan influyente en la

revolución sexual, y sobre la perversión sexual de su autor cfr. J. Trillo-Figueroa, Una

revolución silenciosa, Madrid 2007, p. 74 ss.). Ver cita 8.

m) El libro concluye (capítulo 14. Un nuevo plan de vida para las mujeres) con

diversas propuestas de carácter social, pedagógico y político para llevar a la práctica lo

expuesto en el libro.

III. Observaciones críticas

Betty Friedan demuestra estar profundamente imbuida de los principios de la

modernidad: contractualismo, dualismo antropológico, intelectualismo, naturalismo,

psicologismo, etc, que acepta acríticamente y lastran sus conclusiones.

1.— De entre ellos, el principal quizá sea la confusión, por no decir identificación,

entrelo social y lo público, ignorando a la familia como raíz y célula de la sociedad

(“constitutivo y constituyente esencial de toda sociedad humana”, dice Alvira). En

consecuencia el trabajo del hogar, realizado por y para la familia, carecerá de todo valor

social y, al realizarse fuera del ámbito público, tampoco podrá considerarse

verdaderaprofesión sino mera ocupación privada. Desde el punto de vista social, el ama

de casa no sería más que un “anexo” o prolongación de la identidad social del marido.

Friedan se rebela con fuerza contra esta situación, pero no advierte que es debida a los

prejuicios que ella misma acepta y alimenta. De ahí que las soluciones aportadas no sólo

no resuelven el problema sino que lo perpetúan.

2.— Friedan carece de una auténtica noción de persona como individuo provisto

deintimidad y abierto a la comunión con los demás. Y así, cuando emplea la

palabraidentidad (sobre todo en el capítulo 3, La crisis de identidad de las mujeres)

se refiere principalmente a la identidad social, al personaje que la mujer podría y debería

desempeñar en la escena pública gracias a sus estudios universitarios, y con el que se

sentiría psicológicamente satisfecha (cita 9). Sin embargo esta identidad psicosocial es

del todo insuficiente, más aún, engañosa, si no se apoya en la identidad personal, la

que resulta del encuentro de uno consigo mismo en su intimidad espiritual. Este

encuentro viene dado por tres procesos simultáneos, que revelan e intensifican tanto la

feminidad de la mujer como la masculinidad del varón: poseerse por las virtudes,

conocerse por el diálogo, darse por el amor. Ahora bien, el lugar por antonomasia de

este diálogo y entrega mutuos es el hogar. Luego el hogar, mediante su idioma propio,

que son las tareas domésticas, es el principal escenario donde varón y mujer descubren

y cultivan su identidad personal, raíz y condición de la identidad psicológica y social. El

caso es que Betty Friedan, debido a sus prejuicios ilustrados, desconfía de la familia e

ignora por completo su virtualidad formativa (¿tendrá que ver su propio divorcio con

todo ello?). Y por consiguiente sus consejos y propuestas para hallar la identidad

perdida no solo no convencen a la mujer real —como se ha demostrado en estos ocho

lustros—, sino que la inclinan al mimetismo con el varón.

3.— Aunque se rechace enérgicamente la interpretación freudiana de la feminidad

(capítulo 5), sin embargo se recurre constantemente a conceptos tomados del

psicoanálisis (traumas, represiones, racionalizaciones, complejos, sublimaciones,

neurosis, etc), asumiendo de lleno el naturalismo de fondo de esta doctrina. El mismo

concepto de mística de la feminidad no sería otra cosa que un superego al que tiende

elinconsciente reprimido de la mujer. Rechaza, pues, algunas tesis de Freud pero en el

fondo admite acríticamente sus presupuestos antropológicos. Prueba de ello es la

referencia al disparatado informe Kinsey como fuente autorizada, que identifica

feminidad con plenitud sexual, y ésta con frecuencia de orgasmos (capítulo 13). Friedan

ignora que «la sexualidad no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo

íntimo de la persona humana en cuanto tal» (Familiaris Consortio 11), y de ahí su

incapacidad para relacionar adecuadamente trabajo doméstico y vida conyugal, cuestión

que plantea pero no consigue resolver.

4.— Abundan las expresiones del tipo “potencial humano”, “inteligencia”, “capacidad”,

“talento”, “coeficiente intelectual”, etc, con las que Friedan alude siempre a una forma

de conocimiento bastante limitada, que es la propia de la modernidad ilustrada, en la

que ella está inmersa. Este saber es el de tipo científico-técnico, orientado al dominio y

la producción, y que en el terreno laboral y político se traduce en actitudes como

agresividad, competitividad y rivalidad. Tal estilo intelectual y laboral, forjado por y para

los varones, resulta marcadamente masculinizante, y por lo mismo insensible hacia las

relaciones personales, la familia y el arte. Este concepto de inteligencia ha sido

desacreditado hoy día por estudios del tipo de Daniel Goleman, La inteligencia

emocional, Madrid, Kairós 1995 (de especial interés en esta obra es el capítulo 3,Cuando

el listo es tonto, con una crítica demoledora al “coeficiente intelectual”, tan apreciado

por Friedan). Desde este punto de vista resulta evidente el nexo que uneanalfabetismo

emocional y analfabetismo doméstico. Un aspecto positivo de la posmodernidad ha sido

precisamente la superación de este modelo rígidamente masculino de progreso y cultura:

cfr Jesús Ballesteros, “Postmodernidad y neofeminismo: el equilibrio entre ánima y

ánimus”, en Postmodernidad. Decadencia y resistencia, Tecnos, Madrid 1997. El feminismo de la diferencia,

por su parte, también ha recalcado la modalidad femenina de pensamiento y acción, cfr Helen

Fisher, El primer sexo. Las capacidades innatas de las mujeres y cómo están

cambiando el mundo, Taurus, Madrid 2000.

5.— El menosprecio por las tareas del hogar también impide a Friedan plantear

adecuadamente la corresponsabilidad varón-mujer en ese ámbito, pues lo que es

insignificante para la mujer, también lo es —incluso más— para el varón. Ahora bien, sin

corresponsabilidad, el trabajo de la mujer fuera del hogar se torna dificilísimo. No en

vano se ha señalado a Friedan como origen de la superwoman, del modelo de mujer

estresada que intenta abarcar sus dos trabajos sin apoyo del marido (María de Salas,

Mujeres en red: http://www.nodo50.org/mujeresred/feminismo-maria_salas.html). En

otras palabras, su intelectualismo le condena a una utopía que no sólo le aleja de la

mujer real, sino que cierra al varón la posibilidad de abrirse a los valores domésticos, de

los que tiene tanta necesidad.

6.— Otra cuestión suscitada por el intelectualismo de Friedan, y que deja en mal lugar a

la mayoría de las mujeres del mundo, es la siguiente: ¿Las mujeres no universitarias

sonmenos inteligentes que las que lo son? Es decir, las mujeres que eligen, por las

razones que sean, desempeñar oficios manuales —dentro o fuera del hogar— ¿son por

ello menos personas o se realizan menos como mujeres? Cfr cita 10. Todo hace pensar

que la opción metodológica de Friedan, de ceñir su estudio a mujeres con estudios

superiores, le conduce a conclusiones que son difícilmente aplicables al conjunto de la

sociedad. Pero esta visión distorsionada procede, en realidad, de causas más profundas.

El intelectualismo de Friedan es consecuencia del proverbial dualismo cartesiano, típico

de la Modernidad, que separa drásticamente cuerpo y alma. De este modo el cuerpo

(res extensa) se deshumaniza, deja de ser revelación y lenguaje del alma y se convierte

en mera máquina al servicio de la razón desencarnada. Con semejante esquema

antropológico, como es obvio, el trabajo manual solo puede verse como un incordio que

hay que sobrellevar lo mejor posible, y que de ningún modo realiza a la persona ni la

expresa. Las consecuencias de tal planteamiento en el mundo del trabajo son diversas:

por un lado, una concepción elitista de la universidad, que desdeña presuntuosamente el

trabajo manual; y por otro, el menosprecio machista de del enfoque femenino del

trabajo, que suele ser más encarnado, más ligado a las necesidades corporales y a las

relaciones interpersonales. Sobre la influencia del racionalismo cartesiano en el trabajo

manual cfr María Pía Chirinos, Claves para una antropología del trabajo, Eunsa 2006, p.

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7.— El intelectualismo de Friedan también perjudica la dimensión artística de todo

trabajo —incluido el manual—, su intrínseca aptitud para expresar el alma humana. En

diversos pasajes del libro se alaban las bellas artes como ámbito de realización de la

mujer, es decir, las artes “puras”, exentas de toda aplicación práctica, en la línea del

esteticismo decimonónico entonces aún en boga. Con ello se despoja de valor artístico a

las artes aplicadas y decorativas, en las que pueden encuadrarse muchas de las tareas

domésticas. Un reciente estudio del prestigioso sociólogo Richard Sennet ha

descalificado este prejuicio obsoleto reivindicando la trascendencia profesional de la

artesanía y su calado intelectual (“hacer es pensar”): Richard Sennet, El artesano,

Anagrama, Madrid 2009.

8.— En el modo de entender la “autorrealización” femenina se perciben los ecos de la

existencialista Simone de Beauvoir: La mujer debe hacerse a sí misma (trascenderse), y

sólo lo logra en actividades como la política, la ciencia o el arte; si se queda en casa, en

cambio, se verá reducida a la inmanencia. Se trata de una autorrealización que no es

fruto del autoconocimiento y la superación de las virtudes, sino creación de la propia

libertad, contrapuesta a la naturaleza. En Friedan este planteamiento no es tan radical

como en Beauvoir, a la que se abstiene de citar en este contexto, pero es indudable

que comparte con la francesa un enfoque común. Así dice Beauvoir en El segundo

sexo(Introducción):

«La perspectiva que adoptamos es la de la moral existencialista. Todo sujeto se plantea

concretamente a través de proyectos, como una trascendencia; no alcanza su libertad

sino por medio de su perpetuo avance hacia otras libertades; no hay otra justificación

de la existencia presente que su expansión hacia un porvenir infinitamente abierto. Cada

vez que la trascendencia recae en inmanencia, hay degradación de la existencia en «en

sí», de la libertad en facticidad; esta caída es una falta moral si es consentida por el

sujeto; si le es infligida, toma la figura de una frustración y de una opresión; en ambos

casos es un mal absoluto. Todo individuo que tenga la preocupación de justificar su

existencia, experimenta esta como una necesidad indefinida de trascenderse. Ahora

bien, lo que define de una manera singular la situación de la mujer es que, siendo como

todo ser humano una libertad autónoma, se descubre y se elige en un mundo donde los

hombres le imponen que se asuma como lo Otro: se pretende fijarla en objeto y

consagrarla a la inmanencia, ya que su trascendencia será perpetuamente trascendida

por otra conciencia esencial y soberana. »

9.— Por último cabe preguntarse hasta qué punto la investigación de Friedan refleja

fielmente la realidad, y no hay en ella cierta tergiversación inconsciente, fruto de los

prejuicios de la autora. Hay que tener en cuenta que el estudio se basa principalmente

en entrevistas realizadas, no por una profesional de la sociología, la estadística o la

psicología, sino por una periodista, y a mujeres que rondan casi todas los 40 años. Es

sabido que en torno a esa edad la mayoría de las personas experimentan una crisis

caracterizada por el desencanto profesional, la frustración por los logros no alcanzados

y la añoranza de lo perdido irrevocablemente. ¿No es esta, justamente, la descripción

del “malestar que no tiene nombre”? ¿Hasta qué punto no lo experimentan también los

varones, o las mujeres con una profesión fuera de casa? Falta en el libro una respuesta

rigurosa y probada a estas preguntas.

IV Aspectos positivos

1.— Con independencia de cuál fuera la difusión real de la “mística de la feminidad”

entre las norteamericanas de aquella época, es indudable que aquella imagen deformada

del ama de casa existía —y existe—, y que es enormemente dañina para la mujer, la

familia y la sociedad. Friedan demuestra gran valentía y lucidez al denunciar lo que tiene

de ficticio este cliché, construido sobre el naturalismo psicolgista, la publicidad, la

complicidad machista, el conformismo mujeril y la ignorancia.

2.— Friedan fundó, como dijimos, el NOW (National Organization for Women), que

impulsó reformas sociales y políticas en todo el mundo a favor de la mujer (no todas

acertadas, ciertamente), promovió su educación a todos los niveles, denunció con

acierto innumerables prejuicios y discriminaciones machistas, y despertó saludablemente

la conciencia social de millones de mujeres. En este sentido el libro de Friedan, en

cuanto inspirador de este movimiento, merece un juicio positivo.

3.— Friedan señala la divulgación del psicoanálisis de Freud como una de las causas,

acaso la principal, de la mística de la feminidad (capítulo 4). Se trata claramente de un

diagnóstico profundo y certero. Evita asimismo la tentación fácil de acusar al

cristianismo de estas pautas sociales, lo que demuestra en la autora una sensatez de

que carecieron muchas de sus seguidoras.

4.— También acierta al desenmascarar las falsas excusas con que una mujer podría

retraerse de los desafíos políticos, sociales y culturales, alegando sus obligaciones

domésticas. Asimismo anima a las mujeres universitarias a tomarse en serio sus estudios,

y a perder el miedo a desempeñar profesiones de envergadura intelectual, codo con

codo con los varones. Aboga, en fin, por una formación seria y rigurosa de todas las

mujeres, como condición para realizarse plenamente como tales (p. 402).

5.— Demuestra una fina observación psicológica al describir la estrecha relación que hay

entre trabajo del hogar y sexualidad conyugal. En este punto Friedan se hace cargo de

la experiencia de la mujer, que vive estas tareas, más aún que el varón, como lenguaje

con que expresa y refuerza sus vínculos familiares. Lástima que los prejuicios que hemos

apuntado le impidan llegar a conclusiones acertadas.

6.— Critica con vigor lo que podríamos llamar falacia naturalista del feminismo de la

diferencia, que pretende asignar un determinado rol social a la mujer fundándose en la

ciencia empírica. Ciertamente la biología y, sobre todo, la psicología describen

unatendencia femenina a pensar, sentir y actuar de una determinada manera, pero

siempre queda la libertad soberana de la persona, que decide en conciencia sobre su

propia vida. Y es en esa esfera de lo espiritual, y no en lo somático o lo psicológico,

donde tiene su raíz la masculinidad y la feminidad (Friedan no hace esta afirmación,

lógicamente, pero sus argumentos en este punto son coherentes con ella). Por eso no

cabe interpretar rígidamente expresiones del tipo “labores propias de su sexo” o

“lugar natural de la mujer en la sociedad”, etc. Este error proviene de reducir la

naturaleza humana a su estructura psicosomática, que conduciría hacia un cierto

funcionalismo o conductismo social. Friedan refuta estas ideas de modo tal vez poco

convincente y profundo, pues carece de conceptos claros de naturaleza y de persona,

pero lo hace con energía y convicción. Pese a ello, la interpretación naturalista de la

diferencia ha perdurado hasta nuestros días, actualizándose con los sucesivos avances

científicos, especialmente en el campo de la neurociencia. A este respecto cfr WALTER,

Natasha, Muñecas vivientes. El regreso de sexismo, Turner, Madrid 2010, pp. 232-243.

7.— El libro, finalmente, es un sano revulsivo contra cierto planteamiento anodino y

superficial de las tareas del hogar, que las convierte en subterfugio de la mediocridad y

el conformismo. (Véase el capítulo 10, Las tareas domésticas se expanden para

rellenar el tiempo disponible, repleto de agudas observaciones). Negamos que esta

actitud sea tan generalizada como ella describe, y mucho menos en nuestra época, pero

lo cierto es que se da, y es necesario afrontarla. ¿Cómo? Tal vez ofreciendo, no sólo a

las amas de casa, sino a todos los miembros de la familia, una verdadera educación en

este ámbito, junto con la motivación y el apoyo adecuado.

Pablo Prieto

————————————————————-ALGUNAS CITASCita 1: «La mística de la

feminidad afirma que el más alto valor y el único compromiso de las mujeres es la

realización de su propia feminidad. Afirma que el gran error de la cultura occidental, a lo

largo de la mayor parte de su historia, ha sido minusvalorar esa feminidad. Afirma que

esa feminidad es tan misteriosa e intuitiva y está tan próxima a la creación y al origen

de la vida que la ciencia artificial nunca será capaz de comprenderla. Pero por muy

especial y diferente que sea, en ningún caso es inferior a la naturaleza del varón,

incluso en algunos aspectos podría ser superior. El error, afirma la mística, la raíz de los

males de las mujeres en el pasado, es que éstas envidiaban a los hombres y trataban de

ser como ellos en lugar de aceptar su propia naturaleza, que sólo puede hallar la

plenitud a través de la pasividad sexual, la dominación masculina y el nutricio amor

maternal.» p.80

Cita 2: «El hecho es, que para Freud, todavía más que para el editor actual de Madison

Avenue, las mujeres eran una especie extraña, inferior, que no llegaba a la categoría de

humana. Las veía como muñecas infantiles que existían únicamente en función del amor

de un hombre, para amar al hombre y satisfacer sus necesidades. Era el mismo tipo de

solipsismo inconsciente que hizo que, durante muchos siglos, el hombre sólo viera el sol

como un objeto brillante que giraba alrededor de la tierra. Freud creció con esa actitud

integrada en él a través de su cultura —no sólo la cultura de la Europa victoriana, sino

la cultura judía en la que los hombres repiten diariamente la plegaria: “Te doy las

gracias, Señor, por no haberme hecho mujer”, y las mujeres rezan sumisas”: Te doy las

gracias, Señor, por haberme creado según su voluntad”“ p. 151

Cita 3: «A Freud re se le aceptó de una manera tan rápida y total a finales de la década

de 1940 que durante más de diez años nadie siquiera cuestionó que las mujeres

estadounidenses con estudios se apresuraran a volver al hogar. Cuando al final hubo

que revisar la situación porque algo obviamente no estaba yendo bien, las preguntas se

plantearon tan totalmente dentro del marco freudiano que sólo era posible dar una

respuesta: la educación, la libertad y los derechos no son buenos para las mujeres.»

p.167

Cita 4: «Cuando una cultura ha levantado una barrera tras otra contra la mujeres como

seres individuales: cuando un cultura ha erigido barreras legales, políticas, sociales,

económicas y educativas para que las propias mujeres acepten la madurez —incluso

después de que la mayoría de esas barreras hayan sido derribadas—, sigue siendo más

fácil para una mujer buscar refugio en el santuario del hogar. Es más fácil vivir a través

de su marido y de sus hijos que abrirse su propio camino en el mundo. Porque es hija de

esa misma madre que le hizo tan difícil crecer tanto a su hijo como a su hijo. Y la

libertad es algo que asusta. Asusta crecer por fin y liberarse de esa dependencia pasiva.

¿Por qué habría de preocuparse una mujer por ser algo más que una esposa y una madre

si todas las fuerzas de su cultura le dicen que no tiene que crecer, que es mejor que no

crezca?” p. 259.

Cita 5: «La dificultad [de una campaña publicitaria para el ama de casa] está en

transmitirle esa “sensación de logro”, de “ensalzamiento del ego” de la que la han

convencido que debe buscar en la “profesión” de ama de casa, cuando en realidad su

“tarea, que requiere mucho tiempo, el cuidado de la casa, no sólo no tiene fin sino que

es una tarea que es una tarea para la que la sociedad emplea a los individuos y grupos

de menos nivel, menos cualificados, más explotados […]. Cualquiera que tenga una

espalda lo suficientemente fuerte (y un cerebro lo suficientemente pequeño) puede

realizar estas tareas de escasa categoría”.» p. 270.

Cita 6: « Puesto que el organismo humano tiene una imperiosa necesidad intrínseca de

crecer, una mujer que evade su propio crecimiento aferrándose a la protección infantil

del rol de ama de casa sufrirá —en la medida en que ese rol no le permite su propio

crecimiento— una patología cada vez más severa, tanto fisiológica como emocional. Su

maternidad será cada vez más patológica, tanto para ella como para sus criaturas. A

mayor infantilización de la madre, menor probabilidad de que la criatura sea capaz de

alcanzar sus identidad humana en el mundo real. Las madres con una identidad infantil

tendrán criaturas todavía más infantiles que se refugiarán a todavía más pronto en la

fantasía ante las pruebas de la realidad.” p. 352

Cita 7: «Sólo cuando a las mujeres se les permita utilizar su fuerza plena, crecer al nivel

de su capacidad plena, se podrá destruir la mística de la feminidad y detener la

progresiva deshumanización de sus hijas e hijos. Y la mayoría de las mujeres ya no

pueden utilizar su fuerza plena ni crecer al nivel de su capacidad plena si siguen siendo

amas de casa. Es urgente que comprendamos que la condición misma de ser ama de

casa puede crear una sensación de vacío, de no existencia, de nada, en las mujeres.

Existen aspectos del rol de ama de casa que hacen casi imposible que una mujer con

una inteligencia adulta conserve sus sentido de identidad humana, el sólido núcleo de la

identidad humana o “yo” sin el cual un ser humano, sea hombre o mujer, no está

verdaderamente vivo. Para las mujeres competentes, en los Estados Unidos de hoy,

estoy convencida de que hay algo en la propia condición de ama de casa que es

peligroso. En cierto sentido que no es tan exagerado como suena, las mujeres que se

“adaptan” como amas de casa, que crecen queriendo ser “una simple ama de casa”,

corren el mismo peligro que los millones de personas que caminaron hacia su propia

muerte en los campos de concentración, y los millones más que no quisieron creer que

los campos de concentración existían.» p. 368

Cita 8: « Los datos de Kinsey ponían de manifiesto que, cuanto mayor es el nivel de

estudios de la mujer, más probable es que disfrute de más orgasmos sexuales plenos con

mayor frecuencia, y menor es la probabilidad de que sea frígida.” p. 393

Cita 9: «Pero incluso cuando una mujer no necesita trabajar para comer, sólo conseguirá

encontrar su identidad si realiza un trabajo que tenga verdadero valor para la sociedad,

trabajo por el que, generalmente, nuestra sociedad paga.»

Cita 10: « Irónicamente, el único tipo de trabajo que le permite a una mujer competente

desarrollar de manera plena sus capacidades y alcanzar su identidad en la sociedad en

un plan de vida que pueda compaginar su trabajo con el matrimonio y la maternidad es

el tipo de trabajo que precisamente prohibía la mística de la feminidad; el compromiso de

toda una vida con un arte o con la ciencia, con la política o con una profesión. p. 415»