BellezaNegra Anna Sewell

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    Belleza Negra

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    Belleza Negra

    Autobiografa de un caballo

    Anna Sewell

    Editorial Gente Nueva

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    Obra recomendada por el Programa Nacional de la Lectura,Biblioteca Nacional Jos Mart.

    Ttulo de la obra original en ingls: Black Beauty. The autobiography of a horse.

    Ediciones de base: Black Beauty. Cleveland, The World Publishing House, 1946.Azabache.Buenos Aires, Acme Agency, Coleccin Robin Hood, 1948.

    Con la colaboracin para el cotejo del ingls de Rafael J. Padilla Ceballos

    Edicin: Norma Padilla CeballosDiseo: Mara Elena CicardCubierta e ilustraciones: Bladimir Gonzlez LinaresCubierta: Armando Quintana GutirrezCorreccin: Wilma Estrada Asin

    Sobre la presente edicin: Editorial Gente Nueva, 2002

    ISBN 959-08-0509-4

    Instituto Cubano del Libro, Editorial Gente Nueva, calle 2 no. 58,Plaza de la Revolucin, Ciudad de La Habana, Cuba

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    Primera parte

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    I

    Mi primer hogar

    El primer lugar que puedo recordar bien era una larga y apacible

    pradera que tena un estanque de aguas claras sobre las que seinclinaban unos rboles que daban buena sombra, y en cuya super-ficie se vean juncos y nenfares. Rodeando la pradera hacia un lado

    y separado por un seto, se extenda un campo sembrado; al otrolado, delimitado por una valla, podamos ver la casa de nuestro amo,que estaba al borde mismo del camino. Unos abetos bordeaban lacima de la pradera, mientras que abajo corra un arroyo, al pie de un

    profundo talud.De pequeo me alimentaba de la leche de mi madre, pues no podacomer hierba. Durante el da correteaba junto a ella, y por la nocheme tumbaba a su lado. Cuando haca calor, solamos permanecer

    junto al estanque, a la sombra de los rboles, y cuando haca fro,tenamos un agradable refugio calentico cerca de los abetos.

    En cuanto fui lo bastante mayor para comer hierba, mi madre salaa trabajar durante el da y volva por las tardes.

    En la pradera haba otros seis jvenes potros aparte de m. Eran

    mayores que yo; algunos, ya casi del tamao de un caballo adulto.Sola correr con ellos y me diverta en grande. Galopbamos juntos,dando vueltas y vueltas alrededor de la pradera, tan velozmente comopodamos. A veces nuestros juegos eran algo rudos, pues ellos so-lan morderse y darse coces mientras galopaban.

    Un da en que hubo ms coces que de costumbre, mi madre dio unrelincho para atraerme hacia ella y me dijo:Me gustara que prestaras atencin a lo que voy a decirte. Los po-

    tros que viven aqu son buenos, pero como sern caballos de tiro, por

    supuesto que no han aprendido buenos modales. A ti te han criado bien

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    y eres de buena cuna; tu padre posee una buena reputacin, y tuabuelo gan dos aos el trofeo en las carreras de Newmarket. Tu abuelatena el temperamento ms dcil que ningn otro caballo que yo hayaconocido, y me parece que t jams me has visto a m patear o mor-der. Espero que crezcas dcil y bueno, y que nunca aprendas malosmodales. Haz tu trabajo con buena voluntad, levanta bien los cascoscuando trotes y nunca muerdas ni des coces, ni siquiera jugando.Jams he olvidado los consejos de mi madre; saba que era una

    vieja yegua sabia, y nuestro amo la tena en mucha consideracin.Se llamaba Duquesa, pero l sola llamarla Mascota.

    Nuestro dueo era un hombre bueno y amable. Nos aseguraba unaexcelente alimentacin, unas cuadras cmodas y empleaba palabrascariosas; nos hablaba con la misma dulzura con la que hablaba a sus

    hijos pequeos. Todos lo aprecibamos y mi madre lo quera mucho.Cuando ella lo vea junto a la valla, sola relinchar de alegra y se leacercaba al trote. l entonces sola acariciarla, y le deca:Hola, vieja amiga, cmo est tu Negrito?Yo era de un color negro algo apagado, por eso me llamaba Negrito.

    Acostumbraba darme un pedazo de pan, que me gustaba mucho, y aveces traa una zanahoria para mi madre. Todos los caballos solan ircorriendo hacia l, pero creo que ramos sus preferidos. Era siempre mimadre quien lo llevaba a la ciudad los das de mercado en un calesn.

    Recuerdo tambin a un pen de granja, Dick, quien a veces vena anuestro campo a coger moras del seto. Cuando haba saciado su ham-bre, sola divertirse con los potros, como l deca, tirndonos piedras

    y palos para hacernos correr. No nos molestaba demasiado porquepodamos alejarnos al galope, pero a veces nos alcanzaba alguna pie-dra y nos hera.

    Un da estaba enfrascado en esta diversin sin saber que el amo seencontraba en el campo de al lado, mirando lo que nos haca. En unsegundo salt la valla y, tomndolo por sorpresa, agarr a Dick por

    el brazo y le dio una bofetada tan fuerte que lo hizo gritar de dolor.En cuanto vimos a nuestro amo, nos acercamos al trote para ver loque ocurra.Malvado! dijo. Malvado que maltratas a los potros! Esta no

    es la primera vez, ni tampoco la segunda, pero ser la ltima. Toma,coge tu dinero y vete. Ya no te quiero ms en mi granja.

    Ya no volvimos a ver a Dick nunca ms. Y el viejo Daniel, el hombreque se ocupaba de los caballos, era tan bueno como nuestro dueo,as que vivamos felices.

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    II

    La cacera

    Antes de cumplir los dos aos, ocurri un acontecimiento que

    jams he olvidado. Era el principio de la primavera; haba cado unapequea helada durante la noche, y una ligera neblina cubra anlos campos y las praderas. Los otros potros y yo pastbamos en laparte baja del prado cuando, a lo lejos, omos lo que pareca el ladri-do de unos perros. El mayor de los potros levant la cabeza, aguz elodo y dijo:Ah est la jaura!Inmediatamente se alej a medio galope, seguido por todos noso-

    tros, hacia la parte alta del prado, desde donde se divisaban varioscampos al otro lado del seto. Tambin estaban cerca mi madre y unviejo caballo de silla de nuestro amo, y parecan saber bien lo queestaba ocurriendo.Han encontrado una liebre dijo mi madre, y si vienen por

    aqu podremos ver la cacera.Poco despus, la jaura pas a toda prisa por el campo de trigo que

    haba junto a nuestro prado. En mi vida haba odo un ruido como elque estos perros hacan. No se trataba de un ladrido, un aullido o unlamento, sino que emitan un au, uu! au, uu! a pleno pulmn. Trasellos vena un grupo de hombres a caballo, algunos vestidos concapas verdes, al galope, lo ms deprisa que podan. El viejo caballoresopl y los sigui apasionadamente con la mirada, y nosotros, los

    jvenes potros, hubiramos querido estar galopando con ellos, peropronto se perdieron en los campos que se extendan all abajo. En-tonces parecieron detenerse; los perros haban dejado de ladrar ycorran en todas las direcciones, con los hocicos pegados al suelo.

    Han perdido el rastro dijo el viejo caballo. Tal vez se salve laliebre.

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    Qu liebre? pregunt yo.Oh, yo no s qu liebre pueda ser! Es muy probable que sea una

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    Pronto volvi a orse otra vez el au! de los perros, y de nuevo selanzaron todos juntos, a toda velocidad, directos hacia nuestro pra-do, all donde el profundo talud y el seto dominaban el arroyo.Ahora veremos a la liebre dijo mi madre, y nada ms pronun-

    ciar esas palabras, pas como una flecha una liebre en direccin a laarboleda, enloquecida de miedo. Detrs venan los perros, que lan-zndose contra el talud, pasaron de un salto el arroyo recorriendo elcampo a la velocidad del rayo, seguidos por los cazadores. Seis uocho hombres saltaron el arroyo con sus caballos, muy prximos a

    los perros. La liebre intent atravesar el seto, pero este era muytupido, y entonces dio media vuelta y se dirigi al camino, aunqueera demasiado tarde: la jaura estaba ya sobre ella con sus salvajesladridos. La liebre chill, y ah termin todo. Enseguida, apartando alos perros a latigazos, pues pronto habran despedazado a la liebre,se acerc uno de los cazadores, y la alz por la pata, rota y ensan-grentada. Entonces todos los seores parecieron muy satisfechos.

    En cuanto a m, estaba tan estupefacto que al principio no mepercat de lo que suceda junto al arroyo. Pero cuando mir hacia

    all, lo que vi me afligi mucho: dos buenos caballos haban sidoderribados; uno se debata en el arroyo y el otro gema sobre la hier-ba. Uno de los jinetes sala del agua cubierto de barro, y el otro yacainmvil en el suelo.Se ha desnucado dijo mi madre.Le est bien empleado aadi uno de los potros.Yo estaba de acuerdo con l, pero mi madre no.

    Bueno, no apunt ella. No deben decir eso! Aunque soy unavieja yegua, y he visto y odo muchas cosas, nunca he comprendido

    por qu a los hombres les gusta tanto este deporte. A menudo resul-tan heridos; otras, arruinan buenos caballos y destrozan los cam-pos; y todo ello por una liebre, un zorro o un ciervo que podranatrapar mucho ms fcilmente de cualquier otra forma. Pero noso-tros slo somos caballos, y no sabemos de eso.

    Mientras mi madre deca esto, seguamos observando lo que acon-teca. Muchos de los jinetes haban acudido junto al joven; pero miamo, que haba estado observando lo que ocurra, fue el primero enlevantarlo del suelo. Su cabeza cay hacia atrs y sus brazos colga-

    ron inertes, y todos los all reunidos tenan una expresin grave. Ya

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    no se oa ningn ruido; incluso los perros estaban en silencio, yparecan darse cuenta de que algo malo haba sucedido. Llevaron al

    joven a la casa de nuestro dueo. Despus me enter de que setrataba del joven George Gordon, el nico hijo del seor del lugar,un buen joven, alto y elegante, que era el orgullo de su familia.

    Ahora, los jinetes partan en todas las direcciones en busca delmdico, del herrador y, sin duda, hacia la casa del seor Gordon, ainformarle de lo ocurrido a su hijo. Cuando el seor Bond, el herra-dor, vino a examinar al caballo negro que yaca gimiendo en la hier-ba, le recorri el cuerpo con las manos y sacudi la cabeza de lado alado: tena una pata rota. Entonces alguien corri a la casa de nues-tro amo y regres con un fusil. Se oy una fuerte detonacin y unrelincho espantoso, y luego slo silencio. El caballo negro ya no se

    movi ms.Mi madre pareca muy afectada. Dijo que conoca a ese caballodesde haca muchos aos, y que se llamaba Rob Roy. Era un buencaballo, brioso y sin resabios. A partir de ese momento, mi madrenunca ms volvi a esa parte del campo.

    Pocos das despus, omos doblar largo rato las campanas de laiglesia, y mirando por encima de la valla vimos un extrao carruajelargo y negro cubierto con una tela negra y tirado por caballos ne-gros. Tras l vena otro, y otro, y otro ms, todos negros, mientras las

    campanas seguan doblando. Llevaban al joven Gordon al cementeriopara enterrarlo. Nunca ms volvera a montar a caballo. Lo que hicie-ron con Rob Roy nunca lo supe, pero todo fue por una pequea liebre.

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    III

    Mi doma

    Segn creca, me iba haciendo ms hermoso. Mi pelaje se volva

    cada vez ms fino y suave, de un negro brillante. Uno de mis pies erablanco, y tena una bonita estrella blanca en la frente. La gente meencontraba muy elegante. Mi amo no pensaba venderme hasta quetuviera cuatro aos. Deca que los jvenes no deban trabajar comolos hombres, y los potros no deban trabajar como los caballos hastaque no estuvieran muy crecidos.

    Cuando cumpl cuatro aos vino a verme el seor Gordon. Exami-n mis ojos y mi boca, y palp mis patas de arriba abajo. Luego mehizo ir al paso, al trote y al galope ante l. Pareca que yo le agrada-ba, y dijo:Cuando se le haya domado bien, ser un caballo muy bueno.Mi amo asegur que me domara l mismo, pues no quera que yo

    me asustara o resultara herido, y se puso a ello sin demora, empe-zando al da siguiente.Tal vez no todo el mundo sepa lo que es domar, de modo que lo

    describir. Significa ensear a un caballo a llevar una silla y unabrida para llevar a lomos a un hombre, una mujer o un nio. Aavanzar exactamente como desea el jinete, y a hacerlo suavemente.Adems de esto, tiene que aprender a llevar una collera, una batico-la y una retranca, y a permanecer inmvil mientras se los colocan. Aque se le enganche a una carreta o a un cabriol, de manera que nopueda caminar o trotar sin tirar de ellos, despacio o deprisa, comoas lo desee el conductor. Nunca debe dar un respingo por nada quevea, ni hablar con otros caballos, ni morder, ni dar coces, ni tener vo-luntad propia alguna, sino que debe siempre obedecer la voluntad de

    su amo, aunque est muy hambriento o cansado. Pero lo peor de todoes que, una vez se le ha colocado el arns, no debe ni saltar de alegra

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    ni tumbarse para descansar. As, como pueden ustedes comprobar,esto de la doma es un asunto importante.

    Por supuesto, haca ya tiempo que yo me haba acostumbrado allevar un ronzal y una cabezada de cuadra y a dejarme llevar tran-quilamente por el campo y por los caminos, pero ahora deba llevarun bocado y una brida. Mi amo me dio, como de costumbre, un pocode avena, y despus, a fuerza de mucho engatusarme, consiguiponerme el bocado y atarme la brida. Qu cosa ms desagradable!Aquellos que nunca han tenido un bocado no pueden imaginarse lohorrible que es: un gran pedazo de acero duro y fro, grueso como eldedo de un hombre, que se mete en nuestras bocas, entre los dien-tes y sobre la lengua, los extremos sobresaliendo por las comisurasde los labios y sujetos con correas sobre la cabeza, debajo del cuello,

    alrededor del hocico y debajo de la barbilla, de manera que no haymodo alguno de liberarse del horrible trozo de metal duro. Es unacosa espantosa, de veras! Por lo menos eso pensaba yo, pero sabaque mi madre siempre llevaba uno cuando sala, igual que todos loscaballos adultos. As que, entre la rica avena, las dulces palabras,las caricias y los suaves modales de mi amo, yo tambin terminllevando un bocado y una brida.

    Despus le lleg el turno a la silla, pero eso no era ni la mitad dedesagradable que lo anterior. Mi amo me la coloc en el lomo con mu-

    cha suavidad, mientras el viejo Daniel me sostena la cabeza. A conti-nuacin ci las cinchas por debajo de mi barriga, acaricindome yhablndome todo el tiempo. Luego me dio un poco de avena, y me lleva pasear un rato. Esto mismo hizo todos los das hasta que termin poresperar la avena y, con ella, la silla. Al cabo de un tiempo, mi amo memont y me llev por la suave hierba de la pradera. Aunque desdeluego era una sensacin extraa, debo confesar que me senta bastan-te orgulloso de llevar a mi amo, y, al montar sobre m todos los das unpoquito, pronto termin por acostumbrarme a ello.

    El siguiente paso desagradable consisti en llevar las herraduras.Eso tambin result muy duro al principio. Mi amo me acompa ala herrera, para asegurarse de que no me hicieran ningn dao y deque no me asustara. El herrador tom en sus manos mis pies unotras otro, recortando parte del casco. No senta dolor, as que perma-nec inmvil apoyndome sobre tres de mis patas hasta que termincon todos. Luego tom un pedazo de hierro con la forma de mi pie y,golpendolo sobre este, lo clav en mi casco, de manera que quedarabien sujeto. Senta los pies muy rgidos y pesados, pero con el tiempome acostumbr a ello.

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    Tras esta etapa, mi amo procedi a domarme con el arns. Todavatena que acostumbrarme a llevar algunas cosas ms. Primero, unacollera rgida y dura sobre mi cuello y una brida con grandes piezasde tela para llevar sobre los ojos, llamadas anteojeras, que no medejaban ver nada a los lados, sino slo al frente. Despus de eso,una silla pequea con una desagradable correa rgida que se coloca-ba justo debajo de mi cola: la baticola. Yo la odiaba. Sentir mi largacola doblada por la mitad y metida por esa correa era casi tan desa-gradable como el bocado. Nunca antes haba tenido tantas ganas dedar coces, aunque, por supuesto, no poda hacerle eso a un amo tanbueno como era el mo, as que con el tiempo llegu a acostumbrar-me a todo, y era capaz de llevar a cabo mi trabajo tan bien como mimadre lo haca.

    No debo olvidar mencionarles una parte de mi doma, que me resultmuy provechosa para el resto de mi vida. Mi amo me mand durantedos semanas a la casa de un granjero vecino, que era dueo de unapradera bordeada por la va del tren. All haba algunas ovejas ycabras, y a m me colocaron junto a ellas.

    Nunca olvidar el primer tren que pas por all. Yo estaba pastandotranquilamente, cerca de los postes que separaban la pradera de lava frrea, cuando o a lo lejos un extrao ruido, y antes de que pudie-ra darme cuenta de dnde provena, un largo tren negro que trans-portaba no s qu mercanca pas como una flecha, envuelto en unanube de humo y en medio de un ruido ensordecedor, y desapareciantes de que pudiera darme cuenta. Sal al galope lo ms rpido quepude, hacia el otro extremo de la pradera, y all permanec, resoplan-do entre la sorpresa y el miedo. En el transcurso de aquel da pasaronmuchos otros trenes, algunos ms despacio que el primero. Se dete-nan en la estacin de ferrocarril que quedaba cerca de all, y a vecesproducan un horroroso chillido acompaado de un crujido antes dedetener su marcha. Yo lo encontraba verdaderamente espantoso, perolas vacas seguan pastando muy tranquilas, y apenas levantaban lacabeza cuando la temible cosa negra pasaba traqueteando y despi-diendo humo.

    Durante los primeros das no poda comer tranquilo, pero cuandocomprend que aquella terrible criatura nunca entraba en la prade-ra, ni me hizo jams dao alguno, empec a ignorarla, y muy prontoel paso de un tren no me afect ms que a las vacas y a las ovejas.

    Desde ese da he visto a muchos caballos muy asustados o recelo-sos cuando ven u oyen una locomotora de vapor. Pero gracias al

    buen entrenamiento que me dio mi amo, estoy tan tranquilo en lasestaciones de ferrocarril como en mi propia cuadra.

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    As, si alguien quiere domar bien a un potro, esta es la forma dehacerlo.

    Mi amo me enganchaba a menudo junto a mi madre, porque eratranquila y poda ensearme mejor que un caballo desconocido. Ellame dijo que cuanto mejor me portara yo, mejor habran de tratarme,

    y que siempre era ms sensato esforzarme por complacer a mi amo.Hay muchos tipos de hombres me dijo. Hay hombres buenos

    y considerados como nuestro amo, a los cuales cualquier caballo sesentira orgulloso de servir. Pero tambin hay hombres malvados ycrueles, que nunca deberan ser los dueos de ningn caballo o deningn perro. Hay adems muchos hombres insensatos, vanidosos,ignorantes y descuidados, que nunca se toman la molestia de pen-sar. Esos arruinan ms caballos que los otros, slo por su falta de

    sentido comn. No lo hacen a propsito, pero lo hacen. Espero que tcaigas en buenas manos, aunque un caballo nunca sabe quin lo com-prar, o quin lo montar. Para nosotros es siempre cuestin de suerte;sin embargo, te sigo diciendo que te esfuerces, ests donde ests, y quete mantengas a la altura de tu buen nombre.

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    IV

    Birtwick Park

    Por aquellos tiempos yo viva en la cuadra, y me cepillaban el pelaje

    todos los das hasta que brillara tanto como el ala de un cuervo. Era aprincipios del mes de mayo, cuando lleg un hombre que el seorGordon enviaba, y me llev hasta la mansin. Mi amo me dijo:Adis, Negrito. S un buen caballo, y esfurzate siempre por dar

    lo mejor de ti.Yo no poda decirle adis, as que puse mi hocico en su mano. l

    me dio unas bondadosas palmaditas, y dej as mi primer hogar.

    Como viv varios aos con el seor Gordon, mejor sera que les con-tara algo sobre mi nuevo destino.La propiedad del seor Gordon se encontraba en las cercanas del

    pueblo de Birtwick. Se entraba a ella por una gran verja de hierro,cerca de la cual se hallaba el primer pabelln, y despus se trotabaa lo largo de un camino llano entre dos hileras de grandes rbolesviejos. Al final del camino surgan otro pabelln y otra verja quellevaban a la casa y a los jardines. Ms all se extendan el pradocercado, el viejo huerto y las cuadras. Haba sitio para muchos ca-

    ballos y carruajes, pero slo les contar acerca de la cuadra a la queme condujeron. Era muy acogedora, con cuatro buenos compar-timentos y una gran ventana giratoria que se abra sobre el patio, locual permita una buena ventilacin, hacindola agradable.

    El primer compartimento era amplio y cuadrado, y la parte traseraestaba cerrada por una puerta de madera. Los dems eran norma-les, buenos, pero no tan amplios como el anterior, que tena ademsun pesebre bajo para el heno y un comedero tambin bajo para el maz.Era lo que se llama un box de libre movimiento, en el cual el caballo

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    permaneca sin atar, libre de hacer lo que se le antojara. Tener unbox as es algo grandioso.

    Fue dentro de este excelente box donde me instal el mozo. Meresultaba agradable porque estaba limpio y bien ventilado. Nuncaestuve en un box mejor que aquel. All las paredes no eran muyaltas, por lo que poda ver todo lo que ocurra a travs de los barrotesde hierro que llegaban hasta el techo.

    El mozo me ofreci una muy sabrosa avena, me acarici, habln-dome amablemente, y luego se march.

    Cuando termin de comer, observ lo que haba a mi alrededor. Enel compartimento junto al mo haba un pequeoponeyrechonchode color gris, con una crin y una cola bien espesas, una cabeza muybonita y un hocico corto y presuntuoso.

    Levant la cabeza al nivel de los barrotes de mi box y dije:Cmo est usted? Cul es su nombre?Se volvi todo lo que su ronzal le permita, levant la cabeza y dijo:

    Mi nombre es Merrylegs. Soy muy hermoso. Llevo sobre mi lomoa las seoritas, y a veces saco a pasear a la seora de la casa en elcabriol. Ellas me tienen mucha estima, y tambin James. Va avivir usted junto a m en el box?S le contest yo.Bien, entonces me dijo, espero que tenga usted buen carc-

    ter. No me gusta tener por vecino a alguien que muerda.Justo en aquel momento, apareci la cabeza de un caballo desde

    uno de los compartimentos alejados. Tena las orejas echadas haciaatrs y una expresin malhumorada. Se trataba de una yegua decolor castao y gran estatura, con un largo y esbelto cuello. Me busccon la mirada y dijo:As que es usted quien me ha echado de mi box. Es algo desacos-

    tumbrado, de parte un potro como lo es usted, llegar y desalojar auna dama de su propia casa.

    Le ruego me disculpe contest. Yo no he desalojado a nadie.El hombre que me trajo a esta cuadra me ha colocado aqu, y yo notuve nada que ver con ello. En lo que a ser un potro se refiere, hecumplido ya los cuatro aos de edad y soy un caballo adulto. Jamshe discutido con ningn caballo o yegua, y es mi deseo vivir en paz.Bien dijo ella, ya veremos. Por supuesto, no quiero discutir

    con un jovenzuelo como usted.Yo permanec callado.Por la tarde, cuando ella sali, Merrylegs me lo cont todo.

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    Ocurre lo siguiente dijo Merrylegs. Ginger tiene la mala cos-tumbre de amenazar y morder, y de ah le viene su nombre.1 Cuan-do estaba en ese box, sola hacerlo a menudo. Un da mordi a Jamesen el brazo hasta hacerlo sangrar, y por eso la seorita Flora y laseorita Jessie, aunque me tienen mucha estima, sentan temor a en-trar en la cuadra. Antes solan traerme cosas ricas de comer, unamanzana o una zanahoria, o un pedazo de pan, pero desde que Gingeractu as no se atreven a venir, y yo las aoro mucho. Espero queahora vuelvan, si usted no muerde.

    Yo le dije que nunca morda otra cosa que no fuera hierba, heno omaz, y que no entenda qu gusto poda Ginger encontrar en ello.Bueno, no creo que encuentre placer en eso aadi Merrylegs.

    Es slo una mala costumbre. Dice que nadie fue nunca amable con

    ella, y entonces, por qu no habra de morder? Por supuesto, esmuy mala costumbre. Pero no me cabe duda de que, si es ciertocuanto dice, deben haberla maltratado antes de venir aqu. Johnhace todo lo posible para contentarla, y James lo mismo, y nuestroamo nunca usa el ltigo si un caballo se comporta como es debido;as es que yo pienso que ella debiera tener buen carcter aqu dijocon aire de sabidura. Tengo doce aos, s mucho, y puedo decirleque en la regin no hay mejor lugar que este para un caballo. Johnes el mejor caballerizo del mundo, lleva aqu catorce aos. Y usted

    no ver nunca a un muchacho tan amable como James, de modoque si Ginger no se ha quedado en el box, la culpa ha sido suya y denadie ms.

    1Ginger. En espaol, Jengibre. Esta palabra, usada como sobrenombre, denotacarcter explosivo y agresivo. La autora hace un smil entre el sabor cido y picantede la planta (jengibre) y el carcter irritable del animal. (Todas las notas son de laEditora.)

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    V

    Un buen comienzo

    El cochero se llamaba John Manly; tena mujer y un hijo peque-

    o, y vivan en el pabelln destinado para los cocheros, muy cercade las cuadras.

    A la maana siguiente me sac al patio y me dio un buen cepillado,y justo cuando volva al box, con mi pelaje suave y brillante, el amovino a verme y pareca satisfecho.John dijo, quera haber probado el nuevo caballo esta maa-

    na, pero tengo otros asuntos de los que ocuparme. Haras bien en

    llevarlo a dar una vuelta despus del desayuno; pasa por los camposcomunales y por Highwood, y vuelve por el molino de agua y por elro; as veremos de lo que es capaz.As lo har, seor contest John.Despus del desayuno vino a la cuadra y me coloc la brida. Pona

    mucho cuidado, al pasar y al soltar las correas, en ajustar mi cabeza demanera que yo estuviera cmodo. Luego trajo la silla, pero no era lobastante ancha para mi lomo. Se dio cuenta de ello enseguida, y semarch a buscar otra que me quedara bien. Mont y al principio me

    hizo ir al paso, luego al trote, y al medio galope, y cuando llegamos alcampo comunal me dio un toque ligero con la fusta, y partimos a unesplndido galope.So, so, muchacho! dijo tirando de las riendas, me parece que

    a ti te gustara correr detrs de una jaura.Mientras volvamos por el jardn, nos encontramos con el seor y la

    seora Gordon, que iban caminando. Se detuvieron y John salt a tierra.Y bien, John, qu tal es el caballo?De primera clase, seor contest John. Es veloz como un

    ciervo, y tambin tiene bro; pero basta un ligersimo toque con la

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    rienda para guiarlo. All al final del campo comunal nos hemos to-pado con una de esas carretas llena hasta arriba de cestos, alfom-bras y mil cosas ms. Sabe usted, seor, que muchos caballos noson capaces de adelantar tranquilos a esas carretas. l se limit amirarla bien, y luego prosigui su camino con toda la tranquilidaddel mundo. Estaban cazando conejos cerca de Highwood y se oy undisparo cerca de nosotros; aminor un poco la marcha y ech unamirada, pero no se desvi ni un paso de su camino. Yo sostuve lasriendas con firmeza, sin meterle prisa, y mi opinin es que, cuandoera joven, nadie lo asust ni lo maltrat nunca.Eso est bien dijo el seor. Lo probar yo mismo maana.Al da siguiente me llevaron ante mi amo. Record los consejos de

    mi madre y de mi buen amo anterior, y trat de hacer exactamente lo

    que l quera. Me pareci un excelente jinete, muy cuidadoso con sucaballo. Cuando regresbamos, la seora nos esperaba a la puertade la mansin.Y bien, querido dijo. Qu te parece el caballo?Es exactamente tal y como lo describi John contest l.

    Nunca esper montar sobre un animal tan agradable. Qu nombrele pondremos?Te gustara llamarlo bano? sugiri ella. Es negro como el

    bano.

    No, bano no.Y por qu no Blackbird, como el viejo caballo de tu to?No. Es mucho ms elegante de lo que jams fue Blackbird.S apunt ella, l es una verdadera belleza, y tiene una ex-

    presin dulce y dcil, y una mirada hermosa e inteligente. Qu di-ras si lo llamsemos Belleza Negra?Belleza Negra, s, por qu no? Pienso que es un nombre ideal. Si

    te gusta, ese ser su nombre.Y as fue.

    Cuando John entr en la cuadra, le dijo a James que los seoreshaban elegido para m un nombre acorde con la mejor tradicininglesa: Belleza Negra. No como Marengo, o Pegaso, o Abdallah. Am-bos se rieron, y James dijo:Si no fuera porque nos hubiera trado recuerdos del pasado, yo lo

    habra llamado Rob Roy, pues nunca vi dos caballos tan parecidos.No es de extraar dijo John. No sabas acaso que Duquesa,

    la vieja yegua del granjero Grey, es la madre de ambos?Nunca antes me lo haban dicho. As que el pobre Rob Roy, que haba

    muerto en la cacera, era mi hermano! Ahora entenda por qu mi

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    madre haba estado tan afligida. Los caballos parecen no tener fami-lia, o, por lo menos, ya no se reconocen unos a otros una vez quehan sido vendidos.John pareca muy orgulloso de m; haca que mi crin y mi cola

    estuviesen tan sedosas como el cabello de una dama, y me hablabamucho. Por supuesto, yo no lo entenda todo, pero iba aprendiendoun poco ms cada da el significado de lo que l deca y lo que ldeseaba que yo hiciera. Desarroll una gran estima hacia l porqueera muy bueno y amable conmigo. Pareca entender perfectamentecmo se siente un caballo; y cuando me limpiaba, conoca las partesdelicadas y aquellas donde yo senta cosquillas. Cuando cepillabami cabeza, trataba mis ojos con tanto cuidado como si hubiesen sidolos suyos propios, y nunca me puso de mal humor.

    James Howard, el mozo de cuadra, era a su manera tan bueno yagradable como John Manly, de manera que yo me senta muy feliz.Haba otro hombre que los ayudaba, pero pocas veces se ocupaba deGinger y de m.

    Algunos das despus, nos engancharon juntos a Ginger y a m enel mismo carruaje. Yo me preguntaba cmo habramos de llevarnoslos dos; pero, exceptuando que ech las orejas para atrs cuandome condujeron junto a ella, se comport muy bien. Llev a cabo sutarea lealmente, cumpliendo con toda su parte del trabajo. Nunca

    podra haber deseado mejor compaera que ella. Cuando llegba-mos al pie de una colina, en lugar de aminorar la marcha, colocabatodo su peso sobre la collera y tiraba hacia arriba. Ambos demostr-bamos el mismo mpetu en nuestro trabajo, y eran ms las veces que

    John deba aguantarnos, por lo que nunca tuvo que recurrir al ltigocon ninguno de los dos. Adems, solamos llevar siempre el mismopaso, y me resultaba muy fcil mantener un trote parejo al de ella.Esto era muy agradable. A nuestro amo le gustaba y a John tam-bin. Tras salir juntos dos o tres veces, hicimos buenas migas, lo

    cual me hizo sentir como en casa.En cuanto a Merrylegs, pronto nos hicimos amigos; era una cria-

    turita tan alegre, valiente y dcil, que era el preferido de todo elmundo, especialmente de las seoritas Jessie y Flora, quienes so-lan montar en l por el jardn, y se divertan mucho con l y con superro Frisky.

    Nuestro amo tena dos caballos ms en otra cuadra. El primero,Justicia, era una jaca ruana que usaban como caballo de monta o paratirar de la carreta del equipaje. El segundo era un viejo caballo de

    caza de color castao, llamado Sir Oliver. Era ya demasiado viejo

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    para trabajar, pero era uno de los preferidos de nuestro amo, y lomontaba cuando quera dar un paseo por el parque. A veces tam-bin tiraba de alguna carga ligera en la finca, o lo montaba una delas seoritas cuando salan con su padre, pues era un caballo muydcil, al cual, como a Merrylegs, se le poda confiar un nio. La jacaera fuerte, esbelta y de buen carcter, y a veces charlbamos unpoco en el prado cercado, aunque por supuesto nuestra amistad noera tan ntima como la que me una a Ginger, que estaba en mimisma cuadra.

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    VI

    Libertad

    Era bastante feliz en mi nuevo hogar, y aunque haba algo que yo

    aoraba, no deben pensar por ello que yo no estaba satisfecho. To-das aquellas personas que tenan algn trato conmigo eran buenas,estaba en una cuadra luminosa y bien ventilada, y me daban la mejorde las comidas. Qu ms poda yo desear? Pues, libertad. Durantetres aos y medio yo haba disfrutado de toda la libertad que podadesear; pero ahora, semana tras semana, mes tras mes y, sin lugar adudas, ao tras ao, tendra que estar en una cuadra noche y da,salvo cuando se me necesitara, y entonces deba mostrar tanta cal-ma y tranquilidad como un caballo que llevara trabajando veinteaos: ceido por mltiples correas, y llevando bocado y anteojeras.No piensen que me estoy quejando, porque s que no debe ser as.Slo quiero decir que para un joven caballo lleno de energa y detemperamento, acostumbrado a un gran campo o una amplia prade-ra, donde puede levantar la cabeza, agitar la cola y alejarse galopandoa toda velocidad, para retornar resoplando junto a sus compaeros,es duro no disfrutar de un poco ms de libertad para hacer lo que auno le plazca. A veces, habiendo hecho menos ejercicio que de cos-tumbre, senta hervir en m tanta vida y tanta energa que, cuando

    John me sacaba, no consegua mantenerme tranquilo; hiciera lo quehiciese, daba la impresin de que tena que saltar, o bailar, o hacercabriolas, y s que deb infligirle ms de una sacudida, sobre todo alprincipio. Pero l siempre se mostraba bueno y paciente conmigo.Tranquilo, mi muchacho, tranquilo sola decirme. Aguarda

    un poco y pronto alcanzaremos un ritmo que te quitar ese hormi-gueo que sientes en las patas.

    Entonces, tan pronto salamos del pueblo, me haca ir a un trotebrioso durante varias millas, y luego, al regreso, me senta como

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    nuevo, habindome quitado de encima esos nervios que no me deja-ban estar quieto. Los caballos fogosos, si no hacen bastante ejerci-cio, cogen fama de caprichosos, cuando es slo ganas de jugar lo quetienen; pero algunos caballerizos acostumbran castigarlos por ello.Nuestro John no, pues saba que se trataba tan slo de un exceso devitalidad. Sin embargo, tena su propia forma de hacerme entendersus deseos, por el tono de su voz o con un toque de las riendas. Yosiempre supe cuando me ordenaba algo en serio, y ello tena mspoder sobre m que cualquier otra cosa, pues yo lo quera mucho.

    Debo decir, sin embargo, que a veces, por unas horas, tenamoslibertad; esto ocurra los agradables domingos durante el verano.Nunca se necesitaba el carruaje ese da, porque la iglesia no queda-ba lejos.

    Qu grato resultaba vernos libres en el prado cercado o en el viejohuerto. Sentamos la hierba fresca y suave bajo nuestros pies, labrisa era dulce, y muy agradable tener libertad de hacer lo que nosviniera en gana: galopar, tumbarnos, revolcarnos por el suelo o mor-disquear la tierna hierba. Era tambin un momento para conversar,mientras permanecamos todos juntos a la sombra del gran castao.

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    VII

    Ginger

    Un da que Ginger y yo estbamos solos a la sombra de los rbo-

    les, tuvimos una larga conversacin. Ella quera saberlo todo sobremi educacin y sobre mi doma, y yo se lo cont.Pues bien apunt ella, si me hubieran educado como a ti, tal

    vez hubiese tenido el buen carcter que t tienes; pero ahora ya nocreo que eso sea posible.Por qu no? le pregunt yo.Porque todo ha sido muy diferente en mi caso contest. No

    hubo jams nadie, hombre o caballo, que se mostrara amable con-migo, ni a quien a m me importara complacer. Para empezar, mesepararon de mi madre nada ms destetarme, y me pusieron conotros muchos potros: ninguno se ocupaba de m, y yo no me ocupabade ninguno de ellos. No tena un amo considerado que me cuidara,me hablara, o me diera cosas agradables de comer, como tenas t.El hombre que se ocupaba de nosotros no me dirigi jams unapalabra amable. No quiero decir que me maltratase, pero su interspor nosotros no iba ms all de asegurarse de que tuviramos comidasuficiente y un refugio para el invierno.

    Un sendero cruzaba nuestro campo y, a menudo, los muchachosque pasaban nos tiraban piedras para hacernos galopar. A m nuncame hirieron, pero a un hermoso potro le hicieron un corte en la cara,

    y debo creer que se le quedar la cicatriz de por vida. No prestba-mos atencin a esos muchachos, pero no cabe duda de que nos hi-cieron ms salvajes, y se nos qued fija la idea de que los nios erannuestros enemigos.

    Nos divertamos mucho en la libertad de las praderas, sin parar de

    galopar, persiguindonos por el campo y descansando luego a lasombra de los rboles. Pero me lleg la hora de la doma, y lo pas

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    muy mal. Vinieron varios hombres a atraparme, y cuando por fin meacorralaron en una esquina del prado, uno me agarr del copete,otro del hocico, apretndome con tanta fuerza que casi no podarespirar; despus otro me cogi la mandbula inferior con su manospera, obligndome a abrir la boca, y as, a la fuerza, consiguieronponerme el ronzal y el freno; a continuacin uno me arrastr tirandodel ronzal, mientras otro me iba dando latigazos por detrs, y estafue mi primera experiencia de la bondad de los hombres. No conocotra cosa que violencia; no me dieron la ms mnima oportunidad deentender lo que queran. Yo era un caballo de raza y tena un grantemperamento, y no me cabe duda de que era muy salvaje y les dimucha guerra, pero hay que comprender que para m era espantosoestar encerrada en una cuadra da tras da, en lugar de disfrutar de

    mi libertad. Estaba agitada y afligida y slo quera liberarme. T losabes bien, ya es bastante doloroso aunque se tenga un amo buenoque te trata con dulzura, pero yo no conoc nada de eso.

    Haba una persona, el viejo amo, el seor Ryder, que yo creo po-dra haberme metido en cintura rpidamente, y podra haber hechode m lo que quisiera, pero haba delegado en su hijo y en otro hom-bre con experiencia todo el trabajo duro de su oficio, y l slo venade vez en cuando a supervisar las cosas. Su hijo era un hombre alto,fuerte y atrevido. Le llamaban Sansn, y se jactaba de no haberse

    topado nunca con un caballo capaz de derribarlo. Al contrario de supadre, no haba en l ni la ms mnima sombra de dulzura, sino tanslo dureza. Su voz, su mirada, su trato eran duros, y desde el prin-cipio yo me di cuenta de que su nico deseo era aplacar mi bro,para convertirme en nada ms que un dcil, sumiso y obedientecaballo sin vida. S, eso es lo nico en lo que l pensaba!

    Ginger golpe el suelo con el casco como si el solo hecho de pensaren l la irritase.Si no haca exactamente lo que l quera continu, se pona

    fuera de s, y me obligaba a correr, con la brida larga, dando vueltasalrededor del terreno de entrenamiento, hasta agotarme. Me pareceque era un bebedor empedernido, y estoy casi segura de que cuantoms beba, peor me trataba. Un da me hizo trabajar duro, y cuando tu-ve por fin la oportunidad de tumbarme, me senta cansada, triste yenojada; todo me resultaba difcil. A la maana siguiente vino a bus-carme temprano, y me hizo correr de nuevo durante mucho rato.Apenas haba descansado una hora, cuando regres con una silla yuna brida y un nuevo modelo de bocado. Ya no recuerdo bien cmosucedi; no haba hecho l sino montar sobre m en el terreno de

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    entrenamiento, cuando algo que yo hice lo puso fuera de s, y le diouna fuerte sacudida a la rienda. El nuevo bocado era muy doloroso,as que de repente me encabrit, lo cual lo puso de peor humor toda-va, y empez a azotarme. Sent que toda mi alma se levantaba con-tra l, y empec a dar coces, a corcovear y a encabritarme comonunca antes lo haba hecho, y nos enzarzamos en una verdaderapelea. Consigui mantenerse sobre la silla durante mucho tiempomientras me castigaba cruelmente con el ltigo y con las espuelas.Pero la sangre me herva en las venas, y no me importaba otra cosaque no fuera quitrmelo de encima. Por fin, tras una lucha sin cuar-tel, consegu derribarlo hacia atrs. Lo o caer pesadamente sobre lahierba y, sin mirar atrs, me alej al galope hacia el otro extremo delcampo. Entonces me di la vuelta y vi a mi torturador levantarse des-pacio del suelo y dirigirse hacia la cuadra. Me qued observandobajo una encina, pero nadie vino a cogerme. Pas el tiempo, el solcalentaba mucho, las moscas revoloteaban a mi alrededor, posndo-se sobre mis flancos ensangrentados, all donde me haba clavadolas espuelas. Tena hambre, pues llevaba sin comer desde la maa-na temprano, pero en esa pradera no haba hierba suficiente paraalimentar a una oca. Quera tumbarme para descansar, pero no es-taba cmoda con la silla tan ajustada sobre m, y no tena ni unagota de agua para beber. Pas la tarde, y el sol se fue ocultando en elhorizonte. Vi que conducan a los potros de regreso a la cuadra, ysaba que les estaban dando bien de comer.

    Por fin, justo cuando se pona el sol, vi al viejo amo acercarse conun tamiz en la mano. Era un apuesto anciano de cabellos casi blan-cos. Hubiera reconocido su voz entre miles. No era alta, ni baja tam-poco, pero s plena, clara y amable, y cuando daba rdenes lo hacacon un tono tan tranquilo y decidido que todos, tanto hombres comocaballos, saban que esperaba que se le obedeciera. Se acerc des-pacio, sacudiendo de vez en cuando los copos de avena que tena enel tamiz, y con un tono alegre y amable me dijo:

    Ven aqu, muchachita; ven aqu, muchachita, ven aqu.Yo no me mov y dej que se acercara; me tendi la avena y yo me

    puse a comer sin miedo; su voz se llev todos mis temores. Se quedjunto a m, acaricindome y dndome palmaditas mientras coma, ycuando vio las heridas ensangrentadas de mis flancos, pareci eno-

    jarse mucho:Pobrecita! Te maltrataron mucho! Te maltrataron!Luego me cogi suavemente por la rienda y me llev a la cuadra.

    Sansn estaba en la misma puerta. Ech las orejas para atrs yamenac con morderlo.

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    Retrate dijo el amo, y qutate de su camino; lo que has he-cho hoy con esta potranca est muy mal Sansn mascull algo deque era un animal salvaje. Escchame bien le dijo su padre.Un hombre con mal carcter no conseguir nunca que su caballosea dcil. Todava no has aprendido nada de tu oficio, Sansn.

    Luego me condujo a mi box, me quit l mismo la silla y la brida yme at. Despus mand que le trajeran una cubeta de agua tibia

    y una esponja, se quit el abrigo y, mientras el mozo de cuadra sostenala cubeta, me lav las heridas durante largo rato con tanta ternura queestoy segura de que saba cunto dolor me producan.

    Vamos, bonita deca, estate quieta, estate quieta.Su misma voz me haca bien, y el bao result muy agradable. La

    piel de las comisuras de mis labios estaba tan desgarrada que no me

    pude comer el heno, pues las briznas me hacan dao. Observ decerca estas heridas, sacudi la cabeza de lado a lado y le dijo al mozoque me trajera una papilla de salvado mezclada con un poco de ave-na. Qu sabrosa estaba, tan tierna, y qu bien le haca a mi bocalastimada. Permaneci junto a m todo el tiempo mientras yo coma,acaricindome y dicindole al mozo:

    Si no se doma a una yegua de esta categora por las buenas,nunca valdr para nada.

    Despus de aquello vino a menudo a ver qu tal me encontraba, y

    cuando se me cur la boca, el otro domador, llamado Joe, prosiguicon la tarea. Era tranquilo y considerado, y pronto aprend lo que lquera de m.

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    VIII

    Continuacin del relato de Ginger

    La prxima vez que Ginger y yo volvimos a coincidir en el prado

    cercado, me describi su primer hogar.Al terminar mi doma, me compr un tratante de caballos para

    formar pareja con otro alazn. Nos enganch juntos durante variassemanas, y luego nos vendi a un elegante caballero y nos mand aLondres. El tratante de caballos sola llevarme con un engalle, queera lo que yo ms odiaba en el mundo. Pero en este nuevo hogar senos ataba al tiro de manera an ms estrecha, pues el amo y elcochero opinaban que lucamos ms elegantes, y nos conducan porel parque y por otros lugares de moda. T, que nunca has tenido quesoportar un engalle, no sabes lo que es esto, pero yo te puedo asegu-rar que es algo espantoso.

    Me gusta menear la cabeza y tenerla tan erguida como cualquierotro caballo. Pero imagnate que tuvieras que mantener bien alta lacabeza y te vieras obligado a estar as, durante varias horas segui-das, sin poder moverla en absoluto, como no sea levantndola anms, dolindote el cuello hasta el punto de no saber ya cmo aguan-tar el dolor. Y adems de ello, imagnate que tuvieras dos bocados enlugar de uno solo. Y el mo era tan afilado que me cortaba la lengua

    y la mandbula. La sangre tea de rojo la espuma que se me escapa-ba de la boca al morder los bocados y las riendas. Y era an peorcuando tenamos que esperar a nuestra ama durante horas a la puertade alguna gran fiesta o evento social. Y si la impaciencia me hacaagitarme o golpear el suelo con el casco, reciba latigazos. Era sufi-ciente para volver loco a cualquiera.No se preocupaba entonces tu amo por ti? pregunt yo.

    No contest ella, slo le interesaba que tuviera una eleganteprestancia, como lo denominan ellos. Me parece que saba muy poco

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    de caballos. Delegaba en su cochero, quien le dijo que yo tena untemperamento irritable, que no me haban domado bien para llevarel engalle, aunque pronto me acostumbrara. Pero l, desde luego,no era la persona adecuada para lograrlo, porque cuando me encon-traba en la cuadra, triste y enojada, en vez de reconfortarme y apla-carme con bondad, slo me dedicaba una palabra malhumorada oun golpe. Si se hubiese comportado de manera corts, habra inten-tado acostumbrarme. Yo estaba dispuesta a trabajar, bien duro in-cluso, pero me enojaba soportar todos esos tormentos slo porqueas les placa a ellos. Qu derecho tenan a hacerme sufrir de esamanera? Aparte de las heridas en la boca y del dolor en el cuello,empezaba a padecer dificultades para respirar, y, de haber perma-necido all mucho tiempo, s que mis pulmones se hubieran resenti-

    do. Me iba volviendo cada vez ms inquieta e irritable, sin poderevitarlo, y empec a intentar morder y patear a todo el que tratara decolocarme el arns, por lo que reciba palizas del caballerizo. Un da,cuando acababan de engancharnos al carruaje y ya me estaban le-vantando la cabeza con esa correa, empec a corcovear y a dar cocescon toda mi alma. Consegu enseguida romper muchas de las piezasdel arns y pude as liberarme, y ese fue el final de mi estancia enaquel hogar. Despus de esto, me mandaron a Tattersalls para ven-derme en la subasta. Por supuesto, no se poda garantizar que yo no

    tuviera algn resabio, as que no se mencion nada sobre eso. Miapariencia elegante y mi paso esbelto pronto atrajeron a un caballe-ro a hacer ofertas por m, y se me adjudic a otro tratante de caba-llos. Prob conmigo todo tipo de arneses y de bocados, y pronto diocon lo que yo poda soportar. Al final termin por no usar conmigo elengalle, y me vendi como un caballo totalmente dcil a un caballeroque viva en el campo. Fue un buen amo, y yo era muy feliz con l,pero su viejo caballerizo lo dej y vino uno nuevo. Era un hombretan duro y tan malhumorado como Sansn. Siempre se diriga a m

    con una voz ruda e impaciente, y si coincida que, estando en lacuadra, no me mova justo cuando a l se le antojaba, sola darmegolpes en los jarretes con el cepillo de limpiar la cuadra o con lahorca, o con lo que tuviera en la mano en ese momento. Todo lo quehaca era rudo, y empec a odiarlo. Quera que le temiese, pero yotena demasiado carcter para ello. Un da, cuando me haba exas-perado ms de lo acostumbrado, lo mord. Esto, como es lgico, lehizo perder los estribos, y empez a pegarme en la cabeza con la fustade montar. Despus de eso, ya nunca ms os entrar en mi cuadra,

    pues yo estaba dispuesta a recibirlo con mordiscos o coces y l lo

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    saba. Yo era muy dcil con mi amo, pero l atenda a lo que el caba-llerizo le deca, de modo que me volvieron a vender.

    Esto lleg a odos del mismo tratante de caballos, y dijo que creaconocer un sitio que podra convenirme.

    Es una lstima que una yegua tan buena se eche a perder porqueno ha tenido una verdadera oportunidad seal, y el asunto se zan-

    j as: vine a parar aqu poco antes de que t llegaras. Para entoncesyo ya me haba convencido de que los hombres eran mis enemigosnaturales y que deba defenderme de ellos. No cabe duda de que misituacin aqu es bien diferente, pero quin sabe cunto ha de du-rar? Ojal pudiera tener la misma opinin de las cosas que tienes t;pero eso es imposible, teniendo en cuenta todo lo que he sufrido.Bueno dije yo, creo que sera imperdonable que mordieras o

    patearas a John o a James.No es mi intencin hacer algo as contest ella, siempre ycuando ellos se comporten bien conmigo. Mord con fuerza a Jamesuna vez, pero John dijo: Trtala con dulzura, y en lugar de casti-garme como yo esperaba, James vino con el brazo vendado, me trajouna papilla de salvado y me acarici; y desde entonces nunca heintentado morderlo, y as seguir.

    Yo senta lstima por Ginger, pero es verdad que entonces sabamuy poco del mundo, y me deca que probablemente ella exageraba;

    sin embargo, me pareci que, conforme iban transcurriendo las se-manas, se iba volviendo ms dcil y alegre, y haba perdido la miradarecelosa y desafiante que sola dedicar a todo extrao que se leacercase. Un da, James dijo:Tengo la impresin de que esta yegua est empezando a encari-

    arse conmigo. Ha relinchado esta maana cuando le he acariciadola frente.Dices bien, James, dices bien. Eso es el efecto Birtwick apunt

    John. Poco a poco terminar por ser tan buena como Belleza Ne-

    gra; la nica medicina que necesita la pobre criatura es un poco debondad!

    Nuestro amo tambin se percat del cambio y un da, al bajarse delcarruaje para venir a hablar un poco con nosotros como sola hacer,le acarici el hermoso cuello, dicindole:Bueno, preciosa, cmo te va ahora? Me da la impresin de que

    te sientes mucho ms feliz que cuando llegaste a nuestra casa.Ella le acerc el hocico con un gesto amistoso y confiado, mientras

    l la acariciaba dulcemente.

    La vamos a curar, John.

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    S, seor, ha mejorado de manera increble; ya no es la mismacriatura que era. Se lo debemos a las albndigas de Birtwick, seor

    coment John rindose.Eso era una pequea broma de John; sola decir que una adminis-

    tracin regular de las albndigas de Birtwick poda curar a casi cual-quier caballo de mal temperamento. Esas albndigas, deca, estabanhechas de paciencia y de dulzura, de firmeza y de caricias, en la pro-porcin de una libra de cada ingrediente, mezcladas con media pintade sentido comn, y haban de administrarse al caballo todos los das.

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    IX

    Merrylegs

    El seor Blomefield, el vicario, tena una gran familia, compuesta

    de nios y nias; solan venir a veces a jugar con la seorita Jessie yla seorita Flora. Una de las nias era de la edad de la seorita

    Jessie; dos de los nios eran algo mayores, y haba otros ms peque-os. Cuando venan, Merrylegs tena mucho trabajo, pues nada lesagradaba tanto como subirse a l por turnos y pasear por todo el

    jardn y el prado cercado durante horas y horas.Una tarde haba estado con ellos un buen rato, y cuando James lo

    llev de vuelta a la cuadra y le puso el ronzal, le dijo:Hala, bribn, y a ver cmo te comportas, o nos meters en un lo.Qu has hecho, Merrylegs? pregunt.Oh! respondi l meneando su cabecita. Slo les he dado

    una leccin a esos jovencitos, que no saben cundo ha sido suficien-te para ellos ni cundo ya ha sido suficiente para m, as que slo loshe tumbado. Eso era lo nico que podan entender.Qu? pregunt yo. Has derribado a los nios? Nunca te

    hubiese credo capaz de una cosa as! Has derribado a la seoritaFlora, o a la seorita Jessie?

    Adoptando una expresin muy ofendida, dijo:Por supuesto que a ninguna de las dos. No hara una cosa as ni

    por la mejor avena que llegara a esta cuadra. Soy tan cuidadoso conlas seoritas como nuestro amo puede serlo, y en lo que a los niospequeos concierne, soy yo quien los ensea a montar. Cuando semuestran temerosos, o vacilantes sobre mi lomo, voy tan despacio ytan manso como la vieja gata cuando persigue a un pjaro; y cuandorecuperan la seguridad, voy ms deprisa, sabes, slo para que se acos-

    tumbren a ello; de modo que no pierdas el tiempo sermonendome;soy el mejor amigo y el mejor maestro de equitacin que esos nios

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    tienen. No me refiero a ellos, sino a los nios ms grandes. Los msgrandes repiti, sacudiendo la crin son distintos, hay que do-marlos, como se nos dom a nosotros cuando ramos potros, paraque sepan cmo son las cosas. Los nios ms pequeos me habanmontado durante casi dos horas, y entonces los ms grandes pensa-ron que les tocaba su turno; y as era, y yo estaba de acuerdo. Mon-taron por turnos, y los llev al galope por los campos y por todo elhuerto durante una hora larga. Cada uno haba cortado un granpalo de castao para utilizarlo de fusta, y la empleaban con unadureza excesiva; pero yo me lo tom bien, hasta que pens que ha-bamos tenido suficiente, de manera que me detuve dos o tres vecespara hacrselo comprender a modo de advertencia. Esos nios pien-san que un caballo, o unponey,es como una mquina de vapor que

    funciona sin parar y todo lo rpido que a alguien se le antoje; nuncapiensan que unponeypueda fatigarse o pueda tener sentimientos;de manera que, como el nio que me fustigaba no entenda las co-sas, no he hecho sino levantarme sobre mis patas traseras y dejarque l resbalara hacia atrs. Eso ha sido todo; volvi a montar, yotra vez hice lo mismo. Luego mont el otro nio, y tan pronto comoempez a usar su varita, lo dej tendido en el suelo, y as sucesiva-mente, hasta que estuvieron en disposicin de comprender, eso hasido todo. No son malos nios; no pretenden ser crueles. A m me

    agradan; pero, te das cuenta?, tuve que darles una leccin. Cuandome llevaron a James y se lo contaron, me parece que se enoj muchoal ver palos tan grandes. Dijo que slo eran propios de arrieros o degitanos, y no de jvenes caballeros.Yo, en tu lugar intervino Ginger, les habra dado una buena

    patada a esos nios, y eso s les hubiera proporcionado una leccin.No lo dudo dijo Merrylegs, pero yo no soy tan tonto, y me vas

    a disculpar, como para querer enojar a nuestro amo o para hacerque James se avergence de m; adems, esos nios estn bajo mi

    responsabilidad cuando montan; te dir incluso que me son confia-dos. Sin ir ms lejos, el otro da o que nuestro amo le deca a laseora Blomefield: Querida seora, no necesita preocuparse por losnios; mi viejo Merrylegs velar por ellos tanto como usted o yo pu-diramos hacerlo: le aseguro que no vendera a eseponeyni por todoel oro del mundo, por el buen carcter que tiene y lo perfectamentedigno de confianza que es. Y piensas que soy una bestia tanmalagradecida como para poder olvidar lo bien que me han tratadoaqu durante estos cinco aos, y toda la confianza que se me otorga,

    y que podra volverme resabioso slo porque unos nios ignorantes

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    me han maltratado? No! No! T nunca estuviste en una casa dondefueran buenos contigo, y por ello no puedes saber, y lo siento por ti,pero djame que te diga una cosa: las buenas casas hacen a losbuenos caballos. Por nada del mundo querra yo enojar aqu a nadie,pues los quiero de veras dijo Merrylegs dejando escapar un graveresoplido, como lo haca en las maanas cuando oa los pasos de

    James en la puerta. Adems prosigui, si empezara a dar pa-tadas, adnde ira a parar yo? Pues vendido en un instante, conuna psima reputacin, y podra hasta encontrarme esclavo de unmozo de carnicera, o trabajando a morirme en algn lugar de veraneocostero donde yo no le importara a nadie si no fuese para comprobarla velocidad que puedo alcanzar. Tambin podra encontrarme engan-chado a una carreta, con tres o cuatro hombretones azotndome, ca-

    mino de una fiesta un domingo, como he visto con frecuencia en lacasa donde viva antes de venir para ac. No aadi, sacudiendola cabeza, espero no acabar nunca de esa manera.

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    X

    Una conversacin en el huerto

    Ginger y yo no pertenecamos a la raza de altos caballos de tiro;

    ramos ms bien caballos de carreras. Tenamos alrededor de sietecuartas y media de alzada; de manera que ramos igual de buenospara montar que para tirar de un carro, y nuestro amo sola decirque le desagradaban tanto un hombre como un caballo que slofueran tiles para una sola tarea determinada; y como no era interssuyo presumir por los parques londinenses, prefera un tipo de ca-ballo ms activo y til. En lo que a nosotros concierne, nuestro ma-

    yor placer consista en que nos ensillaran para un paseo a caballo; elamo montaba a Ginger; el ama me montaba a m, y las seoritas, aSir Oliver y a Merrylegs. Me haca muy feliz ir al trote y al mediogalope todos juntos, y nos pona de buen humor. Yo me llevaba lamejor parte, porque siempre me montaba el ama: no pesaba mucho,su voz era dulce, y su mano sobre la rienda era tan ligera que meguiaba sin yo casi percibirlo.

    Oh, si la gente supiera qu bienestar proporciona a los caballosuna mano ligera, y cunto contribuye a conservarnos una buena

    boca y un buen carcter, seguro que no sacudiran y tiraran de lasriendas como suelen hacer! Nuestras bocas son tan sensibles que, sino se las ha maltratado o echado a perder por crueldad o por igno-rancia, sienten el ms ligero movimiento de la mano del jinete, y enun instante sabemos lo que se espera de nosotros. Mi boca nuncahaba sido maltratada, y creo que por esa razn el ama me preferaa m antes que a Ginger, aunque su paso fuese, desde luego, tanbueno como el mo. No obstante, ella sola sentir celos de m, y asegu-raba que toda la culpa de que su boca no fuera tan perfecta como lama, era a causa de la manera en que haba sido domada y el bocado

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    que le pusieron en Londres. Y entonces Sir Oliver sola intervenirdiciendo:Bueno, bueno, no se irrite; a usted le corresponde el mayor ho-

    nor; una yegua que puede soportar el peso de un hombre de la esta-tura de nuestro amo, con todo ese bro y esa vivacidad suyas, nodebe ir con la cabeza gacha slo porque no lleva al ama; nosotros loscaballos debemos aceptar las cosas como son, y estar siempre satis-fechos y dispuestos mientras se nos trate con bondad.

    Siempre me haba intrigado el hecho de que Sir Oliver tuviera lacola tan corta; no deba medir ms de seis o siete pulgadas, con unaborla de pelo colgando en un extremo. En uno de nuestros momen-tos de descanso en el huerto, le pregunt de qu forma haba perdidosu cola.Perdida? resopl, con una mirada fiera. No la perd! Fue

    una cruel y vergonzosa accin realizada a sangre fra! Cuando yo erajoven, me llevaron a un lugar donde se practicaban crueldades deesta ndole; me ataron fuerte para que no pudiera moverme, y en-tonces vinieron y me cortaron mi preciosa y larga cola, hasta el hue-so, pasando por la carne, y se la llevaron.Qu horror! exclam yo.Horroroso! Ah, s, fue horroroso! Pero no fue slo el dolor, que

    fue terrible y dur mucho tiempo; no fue slo la deshonra de que mearrebataran mi mejor ornamento, aunque eso me resultara ya muy

    doloroso; era, sobre todo, esto: cmo habra de espantarme ahoralas moscas de los flancos y de las patas traseras? Ustedes, que tie-nen colas, simplemente las ahuyentan sin pensar en eso, y no pue-den imaginarse el tormento de que se posen sobre uno sin dejar depicar, y no tener nada en el mundo con qu espantarlas. Yo les digoque es un dao que me han causado, un dao para toda la vida.Pero alabado sea el cielo! Ya no es costumbre hacerlo.Y con qu fin lo hicieron entonces? pregunt Ginger.Por una cuestin de moda! seal el viejo caballo pateando el

    suelo con el casco. Una cuestin de moda! Entienden lo que ellosignifica? No haba caballo de buena raza en mi poca al que nocortaran la cola de esa vergonzosa manera, como si el buen Dios quenos cre no hubiese sabido lo que necesitbamos y lo que mejor noshaca lucir.Supongo que es tambin cuestin de moda lo que los lleva a

    ponernos las correas que nos obligan a erguir la cabeza con esoshorribles bocados con los que me torturaron en Londres dijo Ginger.Por supuesto que lo es corrobor l; a mi entender, la moda es

    una de las cosas ms crueles que existen en el mundo. Consideren si

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    no, por ejemplo, la manera en que tratan a los perros, cortndoles lacola para darles un aire de valenta, y recortando sus lindas orejasen forma de punta para darles ms estilo. As hacen! Antao tuveuna amiga muy querida, una terrier castaa llamada Skye. Me que-ra tanto que nunca dorma fuera de mi compartimento; dispuso sulecho debajo del comedero, y all tuvo una camada de cinco precio-sos cachorros. No se ahog a ninguno, pues eran de buena raza.Qu orgullosa estaba de ellos! Y cuando abrieron los ojos y empeza-ron a corretear por todas partes, daba gusto verlos. Pero un da llegel hombre y se los llev. Pens que tal vez le daba miedo que yopudiera pisarlos. Pero no era esta la razn: por la noche Skye lostrajo otra vez, uno a uno, en su boca. Ya no eran los cachorros feli-ces de antes, sino criaturitas que sangraban y lloraban lastimera-

    mente; a todos les haban recortado la cola, y el doblez de susdelicadas orejas haba desaparecido casi por completo. Cmo loslama su madre, y qu afligida estaba la pobre! Nunca lo olvid. Conel tiempo sanaron sus heridas y olvidaron el dolor, pero el suave ylindo doblez, cuya funcin, por supuesto, era la de proteger la partedelicada de sus odos del polvo o de los golpes, haba desaparecidopara siempre. Por qu los hombres no recortarn en forma de puntalas orejas de sus propios hijos para que parezcan ms distinguidos?Por qu no se cortarn la punta de sus propias narices para darse un

    aire ms valeroso? Una cosa sera tan sensata como la otra. Quderecho tienen a torturar y desfigurar a las criaturas de Dios?Sir Oliver, aunque era muy amable, demostraba un fiero carcter,

    y lo que dijo me resultaba tan nuevo y tan horroroso que sent creceren m un sentimiento de amargura hacia los hombres que nuncaantes haba experimentado. Por supuesto, que Ginger estaba muyexcitada con este relato. Levant la cabeza, mirando con ojos queechaban chispas, y declar que los hombres eran unos imbciles yunos brutos.

    Quin habla de imbciles? dijo Merrylegs, que acababa deacercarse a nosotros. Haba estado frotndose contra una rama bajadel viejo manzano. Quin habla de imbciles? Eso me parece unapalabra grosera.Las palabras groseras se inventaron para designar las cosas gro-

    seras seal Ginger, y le cont lo que Sir Oliver les haba relatado.Todo ello es cierto dijo Merrylegs con tristeza, y lo vi en los

    perros muchas veces en mi primer hogar; pero no hablaremos de esoaqu. Saben que el amo, como tambin John y James, son siempre

    buenos con nosotros. Hablar mal de los hombres en un lugar como

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    este no me parece justo ni agradecido. Y saben tambin que haybuenos amos y buenos caballerizos, aparte de los nuestros, aunquesin duda los nuestros son los mejores.

    Estas sabias palabras del bueno y pequeo Merrylegs, que saba-mos eran verdaderas, nos tranquilizaron a todos, especialmente a SirOliver, que amaba profundamente a su amo. Para cambiar de tema,pregunt:Puede alguien explicarme la utilidad de las anteojeras?No! exclam Sir Oliver, porque no tienen utilidad alguna.Se supone dijo Justicia, la jaca ruana, con su voz pausada,

    que impidan que los caballos se sobresalten y se asusten tanto comopara causar accidentes.Entonces, por qu no se las colocan a los caballos de monta,

    sobre todo a los que usan las damas? pregunt.No hay razn alguna dijo tranquilamente, si no es por unacuestin de moda. Dicen que un caballo se asustara tanto al veravanzar tras l las ruedas de su propio carro o carruaje, que segurohuira de ellas, aunque, por supuesto, tambin cuando lleva un ji-nete, ve ruedas por todas partes a su alrededor, si las calles estnllenas de gente. Confieso que en algunas ocasiones se nos acercantanto que no resultan agradables, pero no huimos; estamos acostum-brados a ello y lo entendemos. Y si nunca nos colocaran anteojeras,

    jams las necesitaramos. Sin ellas sabramos a qu atenernos, ynos asustaramos mucho menos.Es posible, por supuesto, que haya caballos nerviosos que fueron

    heridos o asustados cuando jvenes, y a los que las anteojeras puedanserles tiles, pero como yo nunca he sido nervioso, no puedo opinar.Yo considero aadi Sir Oliver que las anteojeras son peli-

    grosas por la noche. Nosotros, los caballos, vemos mucho mejor enla oscuridad que los hombres, y son muchos los accidentes que sehubieran evitado si los caballos hubiesen tenido pleno uso de su

    vista. Recuerdo que una noche oscura, har unos aos, volva unacarroza fnebre tirada por dos caballos. Justo al lado de la casa delgranjero Sparrow, donde la carretera bordea la charca, las ruedas seaproximaron demasiado a la orilla, y la carroza fnebre cay al agua.Ambos caballos se ahogaron, y el cochero salv la vida de milagro.Por supuesto, despus de este accidente colocaron una slida barrerapintada de blanco para que fuera bien visible. Si esos caballos hu-biesen podido ver por donde iban, ellos mismos se hubieran apartadodel borde, y no habra ocurrido ningn accidente. Cuando el carrua-

    je de nuestro amo volc, antes de que usted llegara a esta casa,

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    dijeron que si el farol del lado izquierdo no se hubiera apagado, Johnhabra visto el gran hueco que los constructores de carreteras ha-ban dejado; y en verdad lo habra visto. Pero si el viejo Colin nohubiese llevado anteojeras, lo habra visto con farol o sin l, pues eraun caballo con demasiada experiencia como para no advertir el peli-gro. l result gravemente herido, el carruaje se rompi, y de cmo

    John pudo librarse, eso nadie lo supo.Debo decir intervino Ginger, arrugando el hocico que estos

    hombres tan sabios, deberan dar la orden de que en el futuro todoslos potros vengan al mundo con los ojos plantados en medio de lafrente, en lugar de a cada lado, pues ellos siempre creen que puedenmejorar la naturaleza y corregir lo que Dios ha hecho.

    El ambiente volva a tornarse algo amargo, cuando Merrylegs le-

    vant su sabia carita y dijo:Les revelar un secreto: me parece que John no aprueba el usode las anteojeras; lo o un da hablar de este asunto con nuestroamo. El amo le dijo que si los caballos se haban acostumbrado aellas, en algunos casos podra ser peligroso quitrselas, y John dijoque en su opinin sera buena idea que se domara a todos los potrossin anteojeras, como era costumbre en algunos pases extranjeros.De modo que alegrmonos y corramos al otro extremo del huerto,pues me parece que el viento ha hecho caer algunas manzanas, y

    tenemos el mismo derecho a comerlas que las babosas.No haba quien se resistiera a la proposicin de Merrylegs, de modoque interrumpimos nuestra larga conversacin y nos animamos co-miendo unas manzanas muy dulces que haba esparcidas por la hierba.

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    XI

    Hablando con franqueza

    Cuanto ms tiempo yo viva en Birtwick, ms feliz y orgulloso me

    senta de tener un hogar as. Nuestros amos eran respetados y que-ridos por todos aquellos que los conocan; eran buenos y amables noslo con hombres y mujeres, sino tambin con caballos y burros,perros y gatos, reses y pjaros. No haba criatura maltratada u opri-mida que no tuviera en ellos a un amigo, y sus sirvientes aplicabanlos mismos principios. Si llegaban a saber que cualquier nio delpueblo trataba a una criatura con crueldad, pronto reciban noticiasde la mansin.

    El caballero y el granjero Grey haban trabajado juntos, como de-can, durante ms de veinte aos para que se aboliera el uso delengalle, y en nuestras tierras no era frecuente verlo. En ocasiones,si nuestra ama se encontraba con un caballo excesivamente cargado

    y con la cabeza alzada a la fuerza, sola detener el carruaje y tratabade razonar con el cochero con su dulce y seria voz, intentando ha-cerle comprender cun tonta y cruel era esa costumbre.

    No creo que ningn hombre pudiera oponerse a nuestra ama. Ojaltodas las damas fuesen como ella. Nuestro amo tambin sola tratareste asunto con mano dura. Recuerdo que una maana bamos acasa, cuando vimos a un hombre corpulento que vena hacia noso-tros en un pequeo cabriol tirado por un hermoso poney zaino deesbeltas patas y cabeza inteligente, signo de una gran raza. Cuando pa-saron frente a las verjas del parque, la pequea criatura se dirigihacia all directamente. El hombre, sin mediar palabra o advertenciaalguna, le torci la cabeza con una fuerza y una brusquedad tales,que a punto estuvo de levantarlo sobre las patas posteriores. Recu-perndose, elponeyiba a seguir su camino, cuando el hombre em-pez a azotarlo con furia. Elponeyse lanz hacia delante, pero, con

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    mano fuerte y pesada, el hombre lo retuvo con violencia suficientepara romperle la mandbula, mientras lo segua golpeando con elltigo. Fue para m una escena horrorosa, pues saba el tremendodolor que esa boca delicada senta. En un segundo el amo me con-

    dujo hacia ellos.Sawyer! grit con voz severa. Est hecho de carne y huesoese poney?Carne, hueso y temperamento dijo l. Le tiene demasiado

    apego a su propia voluntad, y eso no me complace habl como sifuera presa de gran clera. Era un albail que haba venido a menu-do a trabajar a la mansin.Y piensa pregunt el amo severamente que tratndolo as

    conseguir que le tenga apego a su voluntad?

    No tena motivos para torcer por ah; su camino deba seguirrecto! dijo el hombre con aspereza.A menudo ha conducido a ese animal hasta mi casa continu

    el amo. Eso slo demuestra la buena memoria y la inteligencia deesa criatura. Cmo poda l saber que usted no iba esta vez tam-bin a mi casa? Pero esto no tiene nada que ver con el asunto. Tengoque decirle, seor Sawyer, que nunca he tenido la dolorosa suertede ser testigo de un trato ms brutal e impropio de un hombre haciaun pequeo poney,y dejndose llevar en una demostracin tal de

    clera, usted se provoca a s mismo tanto perjuicio, o incluso ms,que a su caballo. Y recuerde: seremos juzgados por nuestras obras,tanto hacia los hombres como hacia las bestias.

    El amo me llev a casa despacio, y poda decir por el tono de su vozcunto le haba afligido este asunto. Hablaba con la misma libertadtanto a un caballero de su mismo rango como a los que estaban pordebajo de l. Otro da que salimos, nos encontramos al capitnLangley, un amigo del amo. Conduca un esplndido par de caballos

    grises enganchados a un tipo de carruaje usado para la doma. Trasuna corta conversacin, el capitn dijo:Qu le parece mi nueva pareja de tiro, seor Douglas? S que

    usted es la persona ms indicada por estos lugares para opinar so-bre caballos, y me agradara tener su parecer.

    El amo me hizo retroceder un poco, para ver mejor a los caballos.Es un par de caballos de una elegancia poco comn apunt, y

    si son tan buenos como parecen, estoy seguro de que no desearanada mejor; pero veo que usted mantiene su costumbre y que insis-

    te en atormentar a sus caballos y en disminuir su fuerza.

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    A qu se refiere? dijo el otro. Al engalle? Oh, s que es unode sus temas favoritos; pues bien, el hecho es que me gusta ver amis caballos con la cabeza bien alta.A m tambin corrobor el amo, como a cualquier otro hom-

    bre, pero no me gusta verlos esclavizados; eso les quita todo su es-plendor. Ahora es usted un hombre de armas, Langley, y no me cabeduda de que le agrada que en los desfiles su regimiento luzca bien,respondiendo a la voz de firmes y todo eso; pero qu mrito tendrael entrenamiento de sus hombres si todos tuvieran la cabeza sujeta auna estaca? Tal vez no resulte muy daino en un desfile, salvo queatormenta y fatiga a los hombres, pero cmo sera en una carga a labayoneta contra el enemigo, cuando necesitan el libre uso de cadamsculo y toda su fuerza lanzada hacia delante? No confiara mucho

    en sus posibilidades de victoria, y exactamente lo mismo ocurre consus caballos: irrita y exaspera su carcter, y disminuye su fuerza; noles permite lanzarse a su tarea con todo el peso de sus cuerpos, demanera que tienen que apoyarse demasiado en sus msculos y susarticulaciones, y, por supuesto, eso los agota ms rpido. Puede us-ted creerme: los caballos nacieron para tener libre la cabeza, tan librecomo la de los hombres; y si nos dejramos guiar un poco ms por elsentido comn y mucho menos por la moda, veramos que las cosasfuncionaran mejor. Adems, sabe usted tan bien como yo que si un

    caballo da un traspi, tiene muchas menos probabilidades de recupe-rarse si lleva sujetos la cabeza y el cuello. Y bien? aadi el amoriendo. Habiendo dado un rato rienda suelta a este tema de mi pre-dileccin, se decide usted a unrseme, capitn? Su ejemplo arrastra-ra a los dems.Opino que en teora tiene razn dijo el otro, y me ha dado

    usted donde duele con la historia de los soldados; pero bueno, lopensar y con estas palabras se separaron.

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    XII

    Un da de tormenta

    Un da, al final del otoo, mi amo tuvo que emprender un largo

    viaje de negocios. Me engancharon a un coche de dos ruedas, y Johnacompa al amo. Siempre me gustaba tirar de ese coche porque eramuy ligero, y las altas ruedas rodaban suavemente. Haba llovidomucho y el viento empez a soplar con fuerza, levantando en remo-linos las hojas secas del camino. Avanzbamos alegremente hastaque llegamos a la barrera de peaje y al puente bajo de madera, quehaba sido construido al nivel de las mrgenes del ro. En caso de

    elevarse el nivel del agua, esta poda alcanzar la estructura de ma-dera y el entarimado de planchuelas. Pero como el puente tena ba-randas altas a cada lado, a la gente no le importaba.

    El hombre de la barrera dijo que el ro creca con rapidez y quetema se avecinara una mala noche. Muchos de los prados estabaninundados, y en una parte baja de la carretera el agua llegaba a lasrodillas. Pero el suelo era firme y el amo me conduca con cuidado,de manera que no me inquietaba.

    Cuando llegamos a la ciudad, tuve que soportar una larga espera,

    y como los negocios del amo lo retuvieron mucho rato, no nos pusi-mos en camino de vuelta a casa hasta bien avanzada la tarde. Elviento soplaba entonces mucho ms fuerte, y o que el amo le decaa John que nunca haba salido con una tormenta semejante; yo pen-saba lo mismo. Fuimos bordeando el lindero de un bosque, dondelas grandes ramas de los rboles se mecan a merced del viento comosi fueran ramitas, y el estruendo era terrible.Quisiera que ya estuvisemos lejos de este bosque dijo mi amo.S, seor contest John, sera una desgracia que nos cayera

    encima una de estas ramas.

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    Apenas haba terminado de pronunciar estas palabras cuando seoy un estruendo, seguido de un crujido y el ruido de algo rompin-dose: chocando contra los otros rboles se vino abajo un roble, arran-cado de cuajo, y cay en el camino justo delante de nosotros. Nopudiera decir que no estaba asustado, porque lo estaba. Me detuveen seco, y creo recordar que tembl; por supuesto, no di media vuel-ta ni ech a correr, pues no haba sido educado para una reaccintal. John salt a tierra y en un segundo estaba junto a m.Por poco nos alcanza dijo mi amo. Qu se puede hacer ahora?Pues bien, seor, no podemos pasar por encima del rbol, ni ro-

    dearlo. No nos queda otro remedio que volver al cruce de los cuatrocaminos, y nos quedaran unas seis millas antes de llegar de nuevo alpuente de madera. Eso nos retrasar, pero el caballo no est cansado.

    De manera que regresamos hasta el cruce de caminos, pero cuandollegamos al puente era ya casi noche cerrada. Apenas se distinguanada, aunque vimos que el agua inundaba la parte central. Como esohaba ocurrido otras veces cuando el ro estaba crecido, el amo no sedetuvo. Avanzbamos a buen paso, pero en el momento en que miscascos tocaron los primeros maderos del puente, me di cuenta de quealgo no iba bien. No me atreva a seguir adelante, y me qued inmvil.Vamos, Belleza dijo mi amo rozndome con el ltigo, pero yo

    no me atreva a moverme. Entonces me dio con ms fuerza. Yo me

    sobresalt y di un brinco, pero no me atrev a seguir adelante.Algo no marcha bien, seor seal John saltando a tierra. Seacerc a m y mir en derredor. Intent tirar de m hacia delante.Vamos, Belleza, qu ocurre? por supuesto, yo no poda decirlenada, pero saba muy bien que el puente no era seguro.

    En ese momento, el hombre de la barrera de peaje que estaba al otrolado del ro sali de la casa corriendo, agitando su farol como un loco.Eh, eh, eh, detnganse! grit.Qu ocurre? pregunt a su vez mi amo.

    El puente se ha partido en el medio, y parte de los maderos se losha llevado la corriente; si siguen adelante caern al agua.Gracias a Dios! dijo mi amo.Bendito Belleza! dijo John cogiendo la brida y conducindome

    con suavidad hacia el camino que bordeaba por la derecha el ro.Haca tiempo que se haba puesto el sol ya, tornndose cada vez

    ms oscuro el bosque, pero el viento pareca haberse apaciguadodespus de aquella rfaga furiosa que arranc de cuajo el rbol. Yoiba tranquilamente al trote, y apenas se oan las ruedas sobre la

    tierra blanda. Durante largo rato, ni mi amo ni John pronunciaron

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    palabra, hasta que mi amo empez a hablar con voz seria. No podaentender mucho de lo que decan, pero creo que dijeron que si yohubiese continuado hacia delante como quera el amo, muy proba-blemente el puente habra cedido bajo nuestro peso y todos, caballo,coche, amo y sirviente, habramos cado al ro; y como la corrienteera muy fuerte y no haba luz ni ayuda a mano, era ms que proba-ble que nos hubisemos ahogado todos. El amo dijo que Dios habadado el raciocinio a los hombres para que pudieran averiguar lascosas por ellos mismos, pero a los animales les haba dado un cono-cimiento que no dependa de la razn, y que a su manera era muchoms rpido y perfecto, gracias al cual haban salvado a menudo lavida de los hombres. John conoca muchas historias de perros y decaballos, y de las maravillas que estos haban hecho. En su opinin,

    la gente no valoraba a sus animales ni la mitad de lo que estos me-recan, ni saban desarrollar amistad con ellos como deberan. Estoyseguro de que l, en cambio, s saba ser amigo de los animales,mejor que ningn otro hombre.

    Por fin llegamos a las verjas del parque, y encontramos que el jar-dinero nos estaba buscando. Dijo que el ama estaba angustiada desdeque haba oscurecido, temiendo que hubiese ocurrido algn acci-dente, y que haba mandado a James con Justicia, la jaca ruana,hacia el puente de madera a preguntar por nosotros.

    Vimos luz en el vestbulo de la mansin y en las ventanas del pri-mer piso, y cuando subamos sali mi ama diciendo:Ests de verdad sano y salvo, querido? Oh, he estado tan an-

    gustiada, imaginndome todo tipo de cosas! No les ha ocurrido nin-gn accidente?No, querida; pero de no haber sido tu Belleza Negra ms sabio

    que nosotros, a todos nos habra llevado la corriente en el puente demadera.

    Ya no o ms, pues entraron en la casa y John me llev a la cuadra.

    Oh, qu buena cena me dio aquella noche! Una buena papilla decenteno y judas machacadas junto con mi avena, y un lecho de pajabien mullido que acog con gusto, pues estaba cansado.

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    XIII

    La marca del diablo

    Un da que John y yo habamos salido a cumplir con alguna ges-

    tin de nuestro amo, y volvamos despacio por un largo camino rec-to, vimos a cierta distancia a un muchacho intentando hacer saltar aunponeypor encima de un portn. Este no quera saltar, y el mucha-cho lo azotaba con el ltigo. Lo nico que consigui fue que el caballose volviera hacia un lado. Lo azot de nuevo, pero elponeygir haciael otro lado. Entonces el muchacho se baj y le dio una buena paliza,golpendolo en la cabeza. Luego volvi a montar y quiso de nuevo

    que saltara, patendolo continuamente; pero aun as, el poneyseneg. Cuando nos acercamos, elponeybaj la cabeza y, levantandolos cascos traseros, lo lanz hacia delante, con lo que el muchachocay sobre un gran seto de espino, y elponey, con la rienda colgando,se fue a casa a todo galope. John solt una sonora carcajada.Le est bien empleado dijo.Ay, ay, ay! grit el muchacho, luchando por zafarse de las

    espinas. Venga a ayudarme.De ninguna manera respondi John. Me parece que est usted

    donde se merece, y unos cuantos araazos tal vez lo enseen a nohacer saltar a unponeypor encima de un obstculo demasiado altopara l y con estas palabras, John se alej.Puede ser se dijo a s mismo que ese joven sea un mentiroso

    adems de ser cruel; iremos a casa pasando por la del granjeroBushby, Belleza, y si quiere enterarse de este asunto, se lo podemoscontar t y yo.

    As que giramos a la derecha, y pronto llegamos al almiar desdedonde veamos la casa. El granjero se diriga deprisa a la carretera.Su mujer estaba junto al portn, y pareca muy asustada.

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    Ha visto usted a mi hijo? pregunt el seor Bushby cuandonos acercamos. Sali hace una hora a lomos de miponeynegro yel animal acaba de regresar sin jinete.En mi opinin, seor dijo John, mejor es que vaya sin jinete,

    a no ser que sea uno que lo sepa montar.Qu quiere usted decir?Pues bien, seor, he visto a su hijo azotar, dar patadas y pueta-

    zos a ese pequeoponeydesvergonzadamente porque no quera sal-tar un portn que era demasiado alto para l. Elponeyse comportbien, sin malicia, pero al final levant los cascos y lanz al mucha-cho al seto de espino. Quera que yo lo ayudara; pero, me disculparusted, yo no senta el ms mnimo deseo de hacerlo. No se ha rotoningn hueso, seor, slo tiene unos pocos araazos. Yo amo a los

    caballos y no soporto ver que los maltraten; es muy mala costumbreexasperar a un caballo hasta el punto de que llegue a emplear suscascos; la primera vez no suele ser la ltima.

    Mientras tanto, la madre se ech a llorar.Oh, mi pobre Bill! Tengo que ir a buscarlo, debe de estar herido.Ser mejor que entres a la casa, mujer intervino el granjero.

    Bill necesita una leccin y tengo que encargarme de que la reciba. Noes la primera vez, ni la segunda, que ha maltratado a ese poney,ypondr fin a esto. Te lo agradezco mucho, Manly. Buenas tardes.

    Proseguimos nuestro camino, y John iba riendo todo el rato. Luegose lo cont a James, quien ri tambin y dijo:Le est bien empleado. Conoc a ese muchacho en la escuela; se

    daba mucha importancia porque era el hijo de un granjero; solapavonearse y se meta con los ms pequeos. Por supuesto, noso-tros los mayores no tolerbamos sus tonteras, y le hicimos com-prender que en el patio de la escuela eran iguales los hijos de granjeroque de obrero. Recuerdo muy bien un da, justo antes de las clases dela tarde, que lo sorprend junto a la gran ventana cogiendo moscas y

    quitndoles las alas. l no me haba visto y le di un bofetn que lodej tumbado en el suelo. Gritaba y vociferaba de tal manera que, apesar de lo enfadado que yo estaba, casi me asust. Los muchachosentraron corriendo desde el patio de la escuela, y el maestro acudia toda prisa para ver a quin estaban matando. Por supuesto, yo dijeenseguida, sin mentir, lo que haba hecho y por qu. Luego le mostral maestro las pobres moscas, unas aplastadas y otras arrastrndosepor el suelo, impotentes, y le ense las alas, que estaban sobre elalfizar de la ventana. Nunca lo haba visto tan molesto, pero como Bill

    segua gritando y gimiendo, como el cobarde que era, no le propin

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    ningn otro castigo de ese estilo, sino que lo hizo pararse sobre untaburete el resto de la tarde, y le prohibi salir a jugar al recreodurante toda la semana. Luego habl con mucha seriedad a los otrosmuchachos sobre la crueldad, y explic que hacer dao a los dbiles

    y a los indefensos era una cobarda. Pero lo que ms me llam laatencin fue lo siguiente: dijo que la crueldad era la marca del dia-blo, y que si veamos a alguien que sintiera placer en mostrarse cruel,sabramos a quin perteneca, pues el demonio es un asesino desdeel principio y un torturador hasta el final. Dijo, adems, que cuandoviramos personas que amaban a sus vecinos y se mostraban bon-dadosos con los hombres y con las bestias, sabramos que esa era lamarca de Dios.Tu maestro nunca pudo ensearte algo ms cierto dijo John.

    No hay religin alguna sin amor, y ya pueden hablar los hombrestodo lo que quieran de su religin, que si no les ensea a ser buenosy a amar a los hombres y a las bestias, no es ms que una farsa,pura comedia, James, y no valdr nada cuando nos llegue la horadel juicio.

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    XIV

    James Howard

    Una maana de principios de diciembre, cuando John acababa

    de conducirme a mi box despus de mi entrenamiento diario y meestaba colocando la manta, y James vena del granero con un pocode avena, el amo entr en la cuadra. Su semblante era serio, y tenauna carta abierta en la mano. John cerr la puerta de mi box, sellev la mano a la gorra y esper las rdenes del amo.Buenos das, John salud mi amo. Quiero saber si tienes

    alguna queja sobre James.Queja? No, seor, ninguna.Es trabajador y se muestra siempre respetuoso contigo?S, seor, siempre.No te ha parecido que abandona su trabajo cuando das la es-

    palda?Nunca, seor.Eso est bien; pero debo hacerte otra pregunta: tienes alguna

    razn para sospechar que cuando sale con los caballos para quehagan ejercicio, o para llevar mensajes, se detiene a conversar con

    sus conocidos, o visita casas donde nada tiene que hacer, dejando alos caballos solos afuera?No, seor, desde luego que no, y si alguien ha estado diciendo

    una cosa as de James, no lo creo y no pienso creerlo mientras nohaya sido probado por testigos. No me interesa quin haya intenta-do manchar el buen nombre de James, pero le dir, seor, que

    jams he conocido en esta cuadra a un joven ms serio, agradable,honrado e inteligente. Confo en su palabra y en su trabajo; se com-porta de manera dulce y sensata con los caballos, y antes los dejara

    a su cargo que al de muchos de los jvenes con librea y sombrero

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    que conozco. Y el que quiera saber de la reputacin de James Howardaadi John con un gesto decidido, que venga a preguntarle aJohn Manly.

    Durante todo este tiempo el amo estuvo serio y atento, pero cuan-do John concluy, se extendi una gran sonrisa por su rostro y,mirando bondadosamente a James, que haba estado sin moverseen la puerta, dijo:James, mi muchacho, deja la avena y ven aqu. Me alegro mucho

    de saber que la opinin de John sobre tu carcter coincide exacta-mente con la ma. John es un hombre prudente dijo con una sonri-sa divertida y no siempre es fcil conseguir su opinin sobre unapersona, de manera que pens que si tanteaba el terreno de esta ma-nera, la liebre terminara por saltar y me enterara rpidamente de loque necesitaba saber. Pero ahora vayamos a lo que nos ocupa. Herecibido una carta de mi cuado, sir Clifford Williams, de Clifford Hall.Quiere que le busque un caballerizo digno de confianza, de unos vein-te o veintin aos, que sepa su oficio. Su viejo cochero, que ha vividocon l treinta aos, est envejeciendo y quiere un hombre que trabajecon l y aprenda su estilo, de manera que pueda, una vez este seretire, ocupar su puesto. Ganara al principio dieciocho chelines porsemana, y tendra un atuendo de cuadra, un uniforme de cochero,una habitacin encima de las cocheras y un ayudante. Sir Clifford es

    un buen amo,