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Becados y apoderados asistieron a solemne misa:
FUNDACIÓN CONMEMORÓ 42° ANIVERSARIO
DEL PRONUNCIAMIENTO MILITAR
“La odiosidad, la venganza y la mezquindad no forman
parte de las enseñanzas de Cristo”, dijo el sacerdote
en su prédica.
Oraciones y plegarias en
memoria de los miembros de
la Junta de Gobierno que
encabezó el Presidente
Augusto Pinochet y por
aquellos uniformados y
civiles víctimas del
extremismo marxista,
elevaron los becados de
nuestra Institución, que
participaron en la tradicional
Misa de Acción de Gracias oficiada con motivo del 42° Aniversario del
Pronunciamiento Militar.
Junto a sus padres y apoderados, en número cercano a las 200
personas, los jóvenes universitarios escucharon con respeto y devoción
las palabras del Padre Jaime Herrera. También estuvieron presentes en
la ceremonia religiosa los integrantes del Consejo Protector y los
Directores de la Fundación.
Los becados Magdalena Flores (Medicina); Marcel Acunis (Periodismo
y Ciencias Políticas); María José Conejeros (Enfermería); Diego Larroulet
(Ingeniería Comercial); Karen Valenzuela (Arquitectura); Génesis
Martínez (Biotecnología); y Stefan Niedbalski (Ingeniería Civil), fueron
los encargados de leer los salmos responsoriales y las rogativas en
recuerdo del Presidente Augusto Pinochet, de los integrantes de la Junta
de Gobierno y de quienes sacrificaron sus vidas en defensa de la
libertad.
En su homilía, el sacerdote manifestó que el gobierno socialista de la
Unidad Popular (1970-1973) “generó la profunda desarmonía que
imperó durante mil días en nuestra Patria. Fue, sin lugar a dudas,
originada por las notas disonantes emitidas por aquella ideología
‘intrínsecamente perversa’ surgida desde una minoría, que terminaría
provocando males a una sociedad completa que avanzaba a pasos
agigantados hacia una guerra interna y fratricida”.
¡A grandes males, grandes remedios!
Agregó que para
asumir la conducción del
país, las autoridades
militares y Carabineros
requirieron de “un fino
grado de discernimiento,
el cual, lejos de ser un
acto impulsivo, respondió
a la consecuencia de un
juramento prestado en
orden a defender la
Patria de toda agresión
que mermase su integridad y la grandeza de su alma. El ‘alma de Chile’
fue violentada por la dictadura del proletariado”.
“¡A grandes males, grandes remedios”, subrayó el Padre Herrera y
dijo que la jornada, “iniciada el día 11 de un gran mes, marca
indeleblemente la historia de nuestra Patria”. Señaló que “la profundidad
de la herida producida por la irrupción de un sistema que tenía como fin
la implementación de un absolutismo ateo, que condujo primero a una
grave crispación social, y luego llevó a la sociedad a la antesala de una
guerra civil cuyas consecuencias habrían sido inenarrables”.
Explicó que por aquella intervención “providencial” se procuró tender
a una reconciliación, “esforzándose en abrirse a tener un mismo pensar
y un mismo sentir”. Añadió que “como es sabido, desde un primer
momento se estableció que cualquier proyecto pasaría por el
reconocimiento de Dios, no solo como creador, sino como garante de su
libertad, asumiendo al hombre como un ser dotado de espiritualidad,
con lo cual se sepultaba toda viabilidad a visiones reduccionistas de su
grandeza, desde el materialismo y el determinismo ciego”.
Llamado a los que tienen fe
Más adelante entregó un
mensaje a los “hermanos
en la fe” y expresó que “la
odiosidad, la venganza y la
mezquindad no forman
parte de las enseñanzas de
Cristo, puesto que se alejan
de los cuatro consejos
dados en este día por el
Señor: No juzgar, no
condenar, perdonar y dar
abundantemente. El ADN de la moral cristiana tiene estas marcas que
en todo momento favorecen el reencuentro y la unidad al interior de la
sociedad”.
“El perdón nunca daña, siempre enaltece”
Al finalizar su prédica, el Padre Jaime Herrera se dirigió a los
asistentes para resaltar que “es posible que muchos de los ustedes
hayan sido menores de edad hace 42 años. De hecho, quienes tenían 18
hoy tienen 60. Por lo tanto, el tiempo transcurrido es amplio y no hay
objeción para que se aplique la sabiduría ancestral descrita en el
refranero popular: “El tiempo sana las heridas”. Aclaró que “por cierto
ello no basta, puesto que se requiere, además de la aplicación concreta
del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio, en especial con el
perdón, que nunca daña y siempre enaltece a quien lo imparte de
manera oportuna y generosa, tal como lo hemos recordado hace unos
momentos”.
Al término del oficio religioso, el sacerdote invitó a los presentes a
entonar la canción Libre concluyendo, enseguida, con la interpretación
del Himno Nacional, que también fue coreado por todos los asistentes.
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Galería fotográfica
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