Bayly El Impostor Sincero

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BAYLY: EL IMPOSTOR SINCERO En la novela  El canalla sentimental (2008) el narrador llamado “Jaime Baylys,” con esa vaga letra “s” que hacía toda la diferencia respecto de una confesión autobiográfica del autor, decía: “La mejor versión de mí es sin duda aquella que sólo yo puedo ver. Es decir, que la persona que más exactamente soy, la versión menos impostada o deshonesta de mí, aparece con más nitidez cuando estoy a solas”. Esa confesión oblicua tiene la ventaja de la sinceridad y la desventaja de ser  proferida por un personaje de ficción. En ese intersticio entre lo verdadero y lo falso, entre la persona y el personaje, entre las versiones de un yo privado que es exclusivamente público, se juega la literatura del narrador peruano Jaime Bayly (Lima, 1965) que confesó: “Yo, como muchas personas, estoy profundamente cansado de ser quien soy, de llevar un nombre que no escogí y de ir por la vida cargando con mi biografía.” Miembro de la generación de narradores latinoamericanos nacidos en los sesen ta, en los nuevo s caminos que abri ó Roberto Bol año post eriores al boom , Bayly se reconoce tributario de fuertes tradiciones en la literatura peruana: la de Mari o Vargas Ll os a, qu e es pe cial me nte en sus pr imeros te xt os co mo Los cac hor ros, La ciu dad y los per ros o Con ver sac ión en la cat edr al exp lor ó con efica cia la orali dad peruana y la Alfredo Bryce Echeniq ue, que en la irrupc ión de un Mundo para Julius indagó el mundo de la clase alta limeña con mordacidad y humor. Esta herencia aparece a lo largo de una obra que ya es vasta: con El cojo y el loco, Bayly escribió doce novelas, y entre ellas, con La noche es virgen, obtuvo el prestigioso premio Herralde en 1997. Pero hay algo más que Bayly construyó  paralelamente a sus novelas y que sin duda forma parte de lo novelesco: una imagen de sí mismo, una versión que se mixtura con ese yo narrador de sus mejores novelas y de sus crónicas, en un juego de espejos, como una especie de narcisismo que constantemente se autodestruye y se desdice, un suicidio potencial de yoes imaginarios que de pronto parecen vampirizar al hombre de carne y hueso que los repite y los r ecompone una y otra vez. Todo lo que hace el narrador modelo de Bayly es muy similar a la vida de Bayly pero dicha vida en verdad no es más que aquella que ese mismo narrador cuenta y que el autor certifica como un ritual. Al mismo tiempo, ese autor es desde hace más de tres décadas una figura televisiva que posa de provocador, de entrevistador brillante, de hombre de derecha o de liberal rabioso, de frívolo y amoral, y recientemente de candidato a presidente del Perú –en una versión farsesca del adusto Vargas Llosa– que poco después de la intención de voto renuncia casi con desprecio a su propia postulación. En sus  pr ogr ama s tel evi siv os Bay ly es un per son aje más , de un exh ibi cio nis mo cas i obsceno, que sus enemigos toman literalmente o confu nden con una mera es tra te gi a de marke ti ng para ve nder li br os y que a vece s condena su pr opia

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