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AÑO CVI OCTUBRE-DICIEMBRE 2015 D I Ó C S I S D E Á V I L A B o l E t í n O f i c i a l

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AÑO CVI OCTUBRE-DICIEMBRE 2015

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Boletín Oficial del Obispado de Ávila

Director: Alejandro Cortés Diéguez

Edita: Obispado de Ávila - Oficina de Comunicación

Plaza Teniente Arévalo, 5, 05001 Ávila

920 353 900

Depósito Legal: AV. 42-2013

ÍNDICE

OBISPO

HOMILÍAS

Fiesta del Cuerpo Nacional de Policía ............................................................... 1 Novena en honor de Santa Teresa de Jesús ....................................................... 3 Profesión temporal de Hna. Almudena .............................................................. 6 Fiesta de San Pedro de Alcántara ...................................................................... 9 Encuentro internacional de la Familia Teresiana de Enrique de Ossó ............ 12 Profesión solemne de Hna. Érika Mesőzi ......................................................... 15 XII Encuentro de familias de la Federación Española de APAS de Colegios

Agustinianos ....................................................................................................... 18 Profesión solemne de Hna. Elvia María Villatoro Benítez ............................... 21 Apertura de la Puerta de la Misericordia ......................................................... 24 Fiesta de San Juan de la Cruz ........................................................................... 27 Novena de la transverberación del corazón de santa Teresa ........................... 30 Fiesta de la Sagrada familia .............................................................................. 33

CARTAS

Cartas Semanales a los Diocesanos La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo

contemporáneo ................................................................................................... 36 Clausura del V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús .............. 37 Misioneros de la Misericordia .......................................................................... 39 Fui forastero y me acogisteis ............................................................................ 41 ¡No tengáis miedo, tenéis un lugar reservado en mi casa! ............................... 42 Padres: enseñemos a rezar a nuestros hijos ...................................................... 43 Una Iglesia y miles de historias gracias a ti ....................................................... 45 Sobre el cuidado de la casa común................................................................... 46 El Adviento, camino de esperanza ................................................................... 48 Anunciadlo como los pastores ......................................................................... 49

OTRAS ESCRITOS

Presentación del libro: “Teresa, ¿dónde vives? Guía del peregrino”, del P.

Arturo Díaz Conejo ............................................................................................ 51 Entrevista de D. Isidro Catela al Obispo de Ávila ........................................... 52 Intervención en el acto académico de inauguración de curso 2015-2016 de la

UCAV ................................................................................................................ 55 Un año lleno de gracia jubilar y espíritu teresiano ........................................... 57 Intervención en la Clausura de la exposición “Teresa, Maestra de oración”, de

la Fundación “Las Edades del Hombre” ............................................................. 59

Puertas abiertas a la misericordia de Dios ....................................................... 61 Presentación del libro “procesos de beatificación y canonización de la madre

teresa de jesús”, del P. Julen Urkiza ................................................................... 62 Peregrinación de los obispos españoles a Ávila ............................................... 67 Retiro espiritual para los sacerdotes de la Diócesis ......................................... 69

CARTAS PARTICULARES

Carta del Sr. Obispo al Papa Francisco ........................................................... 80 Carta del Sr. Obispo al Sr. arzobispo de Madrid.............................................. 81

RESUMEN DE ACTIVIDADES

Octubre 2015 .................................................................................................. 82 Noviembre 2015 .............................................................................................. 83 Diciembre 2015 ............................................................................................... 84

CANCILLERÍA

DECRETOS Y ESTATUTOS

Decreto 5/2015 (7 de octubre). ....................................................................... 88 Decreto 6/2015 (28 octubre). .......................................................................... 89 Estatutos de la Hermandad de la Santa Vera Cruz de la Parroquia de Nuestra

Señora de la sunción, de Mirueña de los Infanzones, Diócesis de Ávila ............ 90 Decreto 7/2015 (21 noviembre). ................................................................... 101

NOMBRAMIENTOS ........................................................................................... 104

VICARÍAS

VICARÍA GENERAL

Respuesta al Consistorio del Ayuntamiento de Candeleda con respecto a

mejorar la casa parroquial ................................................................................ 106

VICARÍA DE PASTORAL Y EL CLERO

Nueva atención pastoral a las Unidades Parroquiales ................................... 107

VICARÍA DE VIDA CONSAGRADA

Profesión solemne .......................................................................................... 117 Religiosas fallecidas ....................................................................................... 117

DELEGACIONES Y SECRETARIADOS

DELEGACIÓN EPISCOPAL DE CATEQUESIS

Orientaciones para la Catequesis 2015-2016. Implantación del Catecismo

Testigos del Señor ............................................................................................ 119

Propuesta de materiales para el Año de la Misericordia ................................ 124 Carta que acompaña el Decreto del Sr. Obispo sobre el Catecismo “Testigos del

Señor” ............................................................................................................... 125

CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA

ASAMBLEA PLENARIA

Plan Pastoral de la CEE (2016-2020) ............................................................. 129

NOMBRAMIENTOS

De la Santa Sede ............................................................................................ 156 De la Asamblea Plenaria ................................................................................ 156

SANTA SEDE

SANTO PADRE

Audiencias Generales..................................................................................... 158 Homilías ......................................................................................................... 162 Cartas ............................................................................................................. 176 Mensajes Universales ..................................................................................... 177

OBISPO

Homilías

FIESTA DEL CUERPO NACIONAL DE POLICÍA

Ex 23, 20-23a; Sal 90; Mt 18, 1-5. 10.

Queridos sacerdotes concelebrantes, Capellán Castrense, Mons. Eliseo, Ilma.

Sra. Subdelegada de Gobierno, Ilmo. Sr. Alcalde, Sr. Comisario Jefe de la Policía

Nacional, Autoridades, miembros y familiares del Cuerpo Nacional de Policía,

hermanos y hermanas:

Con mi gratitud a vuestro servicio y vuestra protección, especialmente en la

visita de la Conferencia Episcopal Española a esta ciudad y del Encuentro Europeo

de Jóvenes, con motivo del V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús,

vengo a compartir con vosotros esta Fiesta del Cuerpo Nacional de Policía,

conmemorando a los Santos Ángeles Custodios.

La palabra de Dios que hemos proclamado nos revela el sentido de esta fiesta.

Primero: Hemos escuchado al Señor dirigiéndose a su pueblo: «Voy a enviarte un

Ángel para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado» (Ex 23,

20). La palabra “Ángel”, del griego “aggelos”, significa mensajero, enviado,

nuncio. El Ángel de la Guarda, los Ángeles Custodios, son enviados de Dios, sus

mensajeros, encargados de cuidar y velar por su pueblo, para conducirlo con

seguridad a la tierra prometida.

Los Ángeles Custodios nos llevan a Dios: un Dios de amor y de vida,

providente y amoroso, lleno de ternura. Los ángeles son signos de la trascendencia

de Dios y de su cercanía entre los hombres, son intermediarios. Los ángeles son

testigos de Dios, de su verdad y su proximidad. Ellos hacen presente a Dios

trascendente, porque nada ni nadie está más cerca del hombre que el mismo Dios.

«Los Ángeles Custodios nutren nuestra alma con sus suaves inspiraciones y con la

comunicación divina; con sus secretas inspiraciones proporcionan al alma un

conocimiento más alto de Dios» (Avisos, 220), nos dice san Juan de la Cruz.

«Voy a enviarte un Ángel para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que

he preparado» (Ex 23, 20). Estas palabras que Dios dirige a su pueblo,

asegurándole su protección por medio de un Ángel, pueden aplicarse a la misión

de la Policía en su guarda y protección de la ciudadanía. Los Ángeles Custodios

fueron declarados Patronos tutelares del Cuerpo Nacional de Policía por el Papa

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Pío XI en 1926 a petición del propio Cuerpo. Esta fiesta, ya tradicional, es un día

de alegría, de acción de gracias y de oración a Dios, Padre providente y amoroso.

Segundo: «Respétalo y obedécele. No te rebeles, porque lleva mi nombre» (Ex

23, 21).

El mensajero de Dios, el ángel, nos ayuda a acoger los mandamientos de Dios,

no sólo porque es un bien el buen actuar, sino también porque a través de la ley o

los mandamientos se realiza la voluntad de Dios. La ley o los mandamientos, como

el Decálogo para Israel, son órdenes directas de Dios para conocer y cumplir su

voluntad. Jesús también nos ha enseñado, en la oración del Padrenuestro, a pedir

a Dios que nos ayude a cumplir lo que espera de nosotros: «hágase tu voluntad en

la tierra como en el cielo» (Mt 6, 10b).

El Dios que nos recuerdan los Ángeles custodios no es enemigo del hombre ni

de su libertad. Los mandamientos de Dios no son una coacción a su libertad, sino

que ayudan al hombre a hacer la voluntad de Dios y a crecer como persona. Dios

ha hecho al hombre libre y quiere su bien. «La gloria de Dios es que el hombre

viva», afirma san Ireneo. Los ángeles nos recuerdan que, eligiendo el camino que

Dios propone, podremos llegar a una mayor plenitud de vida.

Del mismo modo, las leyes y normas civiles nos abren el camino a una mejor

convivencia, para vivir en armonía. La libertad personal sólo crece y se encamina

al bien si se sujeta y se regula por unas normas de convivencia que armonizan las

distintas voluntades. En este sentido, el orden social es objeto de custodia por la

policía. Lo cual, también, exige del Cuerpo Nacional de Policía hombres y mujeres

ejemplares, que -como los ángeles custodios- nos recuerden que la armonía entre

el bien común, el derecho y la libertad de todos los ciudadanos sólo se logra con

responsabilidad, respeto y paciencia.

De esto se desprende una llamada de atención a la necesidad del cumplimiento

de la ley a la par que una exigencia personal de una disciplina interior, de una

conciencia bien formada. La responsabilidad en la educación de la ley moral, de la

conciencia de ciudadanía, del respeto por la ley y la búsqueda del bien común, es

una responsabilidad de todos; responsabilidad que se aprende primero y

especialmente en la familia, luego mediante la educación escolarizada y el buen

ejemplo de los ciudadanos en la calle.

Tercero: «Os aseguro que si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el

reino de los cielos» (Mt 18, 3).

Jesús nos invita a contemplar la realidad actual como la mira Él, con sus

propios ojos. La lógica humana tiene sed de grandezas y de prestigio, reduce la

realidad a lo sensible y experimentable, se pliega a las apariencias y la libertad no

siempre es bien entendida, convirtiéndose a veces en libertinaje. Qué importante

es tener una conciencia de discípulo (de “pequeño”, dice Jesús), siempre atentos a

aprender y a dejarnos llevar de la mano. Los ángeles custodios nos recuerdan que

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la mayor libertad del hombre está en hacer la voluntad de Dios. “Hacernos como

niños”, para Jesús, es ponernos en manos del Padre, dejarnos guiar por él, que nos

conoce, y su amor siempre nos llevará a una mayor plenitud de vida.

Jesús -nos cuenta el evangelio de Mateo, para destacar quién es el más

importante a los ojos de Dios- «llamó a un niño y lo puso en medio» (Mt 18, 2).

Los ángeles custodios nos enseñan hoy qué importante es hacernos responsables

de los demás, especialmente de los más vulnerables, de los pequeños, de los

pobres. La lógica del Reino de Dios va en dirección opuesta a la del mundo: es

grande quien es sencillo, no prepotente; es grande quien se abre a Dios y se confía

a su cuidado y amor; es grande quien se pone al servicio de los demás.

Queridos miembros del Cuerpo Nacional de Policía: vuestro esfuerzo diario por

la seguridad ciudadana es necesario para garantizar la dignidad de las personas, su

libertad y seguridad, el disfrute efectivo de sus derechos y el cumplimiento de sus

deberes. Es una tarea dignísima. Reconocemos agradecidos vuestro trabajo,

vuestra entrega y vuestros sacrificios en favor de la convivencia ciudadana.

Vuestro trabajo tiene en los Ángeles Custodios su modelo y su mediación. Ellos

son ejemplo vuestro porque cumplen fielmente la voluntad de Dios al guiar a las

personas hacia su meta, protegiéndolas de los peligros. Los Ángeles son vuestros

valedores intercediendo por vosotros para que también vosotros seáis protegidos

por el amor y la providencia divina. Los Ángeles os ayudarán a servir mejor a los

ciudadanos. A los Santos Ángeles os encomendamos hoy a vosotros y, de manera

especial, a todos aquellos que ya han partido a la casa del Padre; también a

vuestras familias, esposas o esposos, y a vuestros hijos; ellos comparten -como

nadie- vuestras arriesgadas y valiosas tareas.

¡Que los Ángeles Custodios y la Santísima Virgen os protejan y alienten en

vuestro quehacer diario en favor del bien común! Que así sea.

Parroquia San Pedro Apóstol.

Ávila, 2 de Octubre de 2017.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

NOVENA EN HONOR DE SANTA TERESA DE JESÚS

FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

Hch 1,12-14; Sal 26; Lc 11,27-28

Hermano Xavier, Obispo de Solsona, sacerdotes concelebrantes, hermanos

Carmelitas, queridos peregrinos de la diócesis de Solsona, hermanas y hermanos,

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sed todos bienvenidos a la casa natal de santa Teresa de Jesús, ella nos recibe y

acoge como una madre.

Este séptimo día de la Novena en honor de santa Teresa coincide con la fiesta

de Ntra. Sra. del Pilar. El templo del Pilar de Zaragoza alberga una carta autógrafa

de la Santa, escrita a Doña Catalina de Tolosa, viuda, “que en decir virtudes me

pudiera alargar mucho… de muy buen entendimiento y valor”. La escribe Teresa,

camino de Burgos, ciudad que acogerá la última de sus fundaciones, entre grandes

penalidades. La Santa renunció a las rentas que le ofreció Doña Catalina pero a

cambio Teresa atrajo al Carmelo a toda la familia: profesaron sus cinco hijas, sus

dos hijos y la propia Catalina, que fue priora del Carmelo de Palencia. Esta carta

nos une hoy espiritualmente a nuestra Señora del Pilar y nos ofrece un doble

motivo de satisfacción, dos grandes devociones en España, al celebrar esta

eucaristía en vísperas de la clausura del V Centenario.

Esta tarde quisiera hacer con vosotros algunas reflexiones que nos unan a la

Santísima Virgen María y a Santa Teresa de Jesús.

1. «Todos se dedicaban a la oración, con María, la madre de Jesús» (Hch 1,

14).

En este relato del primer capítulo del libro de Los Hechos, san Lucas describe

la vida de la comunidad primitiva con intención de presentar un ideal y un

ejemplo para la Iglesia. Una comunidad formada por los apóstoles, algunas mujeres

y en el centro de todos ellos María, la madre de Jesús y madre de la Iglesia

naciente.

María estuvo presente en el corazón de los evangelizadores que partieron de

Jerusalén, siguiendo el mandato de Jesús de anunciar el evangelio a todos los

pueblos. Así lo atestigua la tradición que nos habla del encuentro entre el apóstol

Santiago y la Santísima Virgen en Zaragoza. La Virgen del Pilar ha sido guía y

apoyo de los pueblos de Aragón, de España e Hispanoamérica en la travesía de los

pueblos por la historia. Ella ha sido el faro esplendente que ha iluminado la fe, ha

dado firmeza en la esperanza y constancia en la ardua tarea de la evangelización.

A imagen de la comunidad primitiva, también santa Teresa pone a la Virgen

María en el centro del Carmelo, y María acompaña a la familia carmelita a unirse

más a Cristo, a la Iglesia y a la humanidad. María ha ocupado el corazón de

Teresa. La devoción nació en el hogar familiar, donde su madre le inició en el

amor a la Santísima Virgen: «con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar

y ponernos en ser devotos de nuestra Señora» (V 1, 1). Y, al perder a su madre,

Teresa encontró en María a su nueva madre: «afligida fuime a una imagen de

nuestra Señora y supliquéla que fuese mi madre con muchas lágrimas» (V 1, 7).

De este modo toda su existencia comenzaba a estar consagrada a María.

En sus diálogos místicos con María Santísima, ésta le concedió dos gracias

singulares: el don de la pureza integral y el anuncio de que sería madre de una

nueva familia, la reformada en el Carmelo: «Vi a nuestra Señora hacia el lado

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derecho y a mi padre San José al izquierdo, que me vestían aquella ropa. Dióseme

a entender que estaba ya limpia de mis pecados. Acabada de vestir, y yo con

grandísimo deleite y gloria, luego pareció asirme de las manos nuestra Señora.

Díjome que le daba mucho contento en servir al glorioso San José, que creyese

que lo pretendía del monasterio se haría y en él se serviría mucho el Señor y ellos

dos» (V 33, 14).

2. «Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 11, 28).

El evangelista Lucas destaca el núcleo de la relación entre Jesús y su madre.

María es la “humilde sierva del Señor” que ha sido capaz de escuchar la palabra de

Dios y la ha cumplido: “hágase en mí según tu palabra”. Para Jesús, dichosos son

los que escuchan la Palabra y la practican. María encarna bien esta definición del

creyente, e intercede por aquellos que acogen la palabra de Dios y la guardan en

su corazón.

El Papa Francisco nos invita a familiarizarnos con la Palabra de Dios, a

acercarnos a ella con un corazón dócil y orante, para que penetre en nuestros

pensamientos y sentimientos, y engendre en nosotros una mentalidad nueva (cf.

EG 149). Crezcamos en amor a la Palabra de Dios, dispuestos a dejarnos

conmover por ella y a hacerla carne en nuestra existencia. Aceptemos ser heridos

por la Palabra, que es viva y eficaz, y como espada penetra en nuestro espíritu y

nos transforma (cf. EG 150).

El amor a la Virgen María lleva a santa Teresa a entrañar las palabras y la vida

de Jesucristo. En las manos de María deja sus deseos de perfección para que ella la

guíe por los consejos evangélicos hasta su Hijo. De todo corazón quiere que sea la

Virgen quien lleve las riendas de su vida: «En el día de nuestra Señora de la

natividad tengo particular alegría. Cuando este día viene, apréciame renovar los

votos, y queriéndolo hacer, se me representó la Virgen Señora nuestra… y

parecióme los hacía en sus manos, y que le eran agradables» (R 48).

¡Cuánto hemos de aprender de María y de su hija Teresa! Aprender a caminar

por la senda orante que nos lleva a encarnar en medio de esta sociedad el

evangelio de Jesucristo. Nos recuerda Francisco que «hay una forma concreta de

escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su Palabra y de dejarnos transformar

por el Espíritu. Es la lectio divina: la lectura de la Palabra de Dios en un momento

de oración para que nos ilumine y nos renueve» (EG 152). ¿Por qué no la

incluimos en nuestro programa de vida?

3. «El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado», hemos

recitado con el salmo 26. Un salmo en el que el orante, confiado y suplicante,

confiesa buscar el rostro de Dios. María, madre de los creyentes, es la estrella de la

evangelización, que nos conduce y nos muestra el rostro de su hijo Jesús. Ella está

exaltada sobre la columna para guiar nuestra búsqueda. La Virgen del Pilar evoca

la memoria histórica de una temprana recepción del Evangelio por los pueblos de

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la Hispania romana, que daría como resultado el nacimiento de numerosas Iglesias

particulares, entre ellas, la nuestra de Ávila.

Teresa ve en María, unida a su Hijo, el modelo de todas las virtudes que desea

practicar. «Su Madre Sacratísima, porque estaba firme en la fe, que sabía que era

Dios y hombre» (7 M 7, 14). La primera de las virtudes es la fe. Y también María

es modelo de seguimiento hasta la cruz: «¡Qué debía pasar la gloriosa Virgen al pie

de la Cruz!» (C 26, 8). El alma de Teresa se sume en contemplación, integrando

vitalmente el sufrimiento de María: «Estaba al pie de la cruz y no dormida, sino

padeciendo su santísima alma y muriendo dura muerte» (Conc 3, 11). Teresa

siempre encuentra un motivo mariano para vivir el mandamiento del Amor: «Así

que, mis hijas, todas lo son de la Virgen y hermanas, procuren amarse mucho unas

a otras…» (Cta 326, 5). La fraternidad en la vida de sus monjas les proviene no

sólo por ser “hijas de Dios”, sino también por ser “hijas de María”.

Queridos hermanos, el Señor prometió a la Santa que su Madre la aguardaría a

la puerta siempre y que Él andaría con ellas (cf. V 32, 11). Que la Virgen María

nos afiance en nuestra vocación de configuración con Cristo; y que por su

intercesión, seamos fortalecidos en la fe, vivamos seguros en la esperanza y

constantes en el amor. Que así sea.

Convento de La Santa.

Ávila, 12 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

SÁBADO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

PROFESIÓN TEMPORAL DE HNA. ALMUDENA

Is 61, 9-11; Sal 26; Col 3, 12-17; Mt 11, 25-30.

P. Arturo, hermanos sacerdotes, Madre Carmen y comunidad, querida Hna.

Almudena, un saludo muy especial a sus padres y hermanas, a sus amigos, a todos,

hermanos y hermanas.

¡Bienvenidos a esta profesión temporal de la Hermana Almudena! Está

reciente la clausura del Año Jubilar Teresiano y como un fruto del espíritu de

santa Teresa -y con el corazón lleno de alegría y de acción de gracias a Dios- una

hija suya comienza hoy su consagración plena a Dios, mediante la profesión

religiosa temporal. El V centenario de este monasterio de la Encarnación se

prolonga en el tiempo con la profesión de la Hermana Almudena, que se

compromete con determinación a vivir el modelo de vida que la Santa propuso a

sus hijas para prolongar el Espíritu del Señor en la sociedad de hoy.

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El camino que orienta esa búsqueda de los bienes de arriba son la profesión de

los consejos evangélicos, la consagración y la vida fraterna.

En primer lugar, la profesión de los consejos evangélicos. San Juan Pablo II nos

dice que los consejos evangélicos «son ante todo un don de la Santísima Trinidad

[es decir, un regalo que el Padre, Hijo y Espíritu Santo hacen hoy a la Hermana

Almudena]. La vida consagrada es anuncio de lo que el Padre, por medio del Hijo,

en el Espíritu, realiza con su amor, su bondad y su belleza. En efecto, la vida

religiosa revela de manera especial la superioridad del Reino sobre todo lo creado y

sus exigencias radicales. [La consagración] muestra también a todos los hombres

la grandeza extraordinaria del poder de Cristo y la eficacia infinita del Espíritu

Santo, que realiza maravillas en su Iglesia. [El Señor no sólo ha hecho maravillas

en su Madre santísima, sino que también las hace en cada consagrada, en cada

cristiano]. El primer objetivo de la vida consagrada es el de hacer visibles las

maravillas que Dios realiza en la frágil humanidad de las personas llamadas» (Vita consecrata, 20).

Para comprender el misterio de la consagración religiosa necesitamos la fe de

los pequeños. El Señor ha escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las ha

revelado a los pequeños. Jesús expresa en estas palabras lo más íntimo de su

experiencia espiritual: a la gente sencilla Dios le concede la sabiduría íntima,

requerida para conocer sus misterios. Sólo Dios Padre nos lleva al conocimiento

de Jesús y sólo a través de Jesús conocemos al Padre y su proyecto de amor. Los

consejos evangélicos son la manifestación del proyecto de Amor de Dios.

«La castidad, en cuanto manifestación de la entrega a Dios con corazón

indiviso, es el reflejo del amor infinito que une a las tres Personas divinas en la

profundidad misteriosa de la vida trinitaria; amor testimoniado por el Verbo

encarnado hasta la entrega de su vida; amor que anima a una respuesta de amor

total hacia Dios y hacia los hermanos.

La pobreza manifiesta que Dios es la única riqueza verdadera del hombre.

Vivida según el ejemplo de Cristo que «siendo rico, se hizo pobre» (2 Co 8, 9); es

expresión de la entrega total de sí, que las tres Personas divinas se hacen

recíprocamente.

Y la obediencia, practicada a imitación de Cristo, cuyo alimento era hacer la

voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34), manifiesta la belleza liberadora de una

dependencia filial y no servil, rica de sentido de responsabilidad y animada por la

confianza, que es reflejo en la historia de la amorosa correspondencia propia de las

tres Personas divinas» (Vita cosecrata, 21).

Y la consagración a Dios. ¿En qué consiste? Es un don de Dios para la Iglesia.

Consagrar es sacar del mundo y entregar a Dios. Es un paso de propiedad. El

consagrado pasa a ser “propiedad” del Señor, es decir, tiene un nuevo modo de

ser, en el que toda la existencia se transforma en un culto continuo a Dios.

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«El Señor me ha puesto un traje de salvación, como novia que se adorna con

sus joyas» (Is 61, 10). Esta admiración de Isaías va dirigida a todo el pueblo elegido

y se verifica de modo especial en las personas consagradas.

Ese mismo sentido de “propiedad” de Dios se encuentra en el desposorio

nupcial, del que la Madre Teresa tuvo experiencias muy especiales, en este mismo

lugar en que nos encontramos. La consagración manifiesta el desposorio entre

Dios y la Iglesia, Esposa de Cristo. «La vida consagrada -nos dice Papa Francisco-

es un don para la Iglesia, nace en la Iglesia, crece en la Iglesia, está totalmente

orientada a la Iglesia. De aquí que, como don a la Iglesia, no es una realidad

aislada o marginal, sino que pertenece íntimamente a ella, está en el corazón de la

Iglesia como elemento decisivo de su misión, en cuanto expresa la naturaleza

íntima de la vocación cristiana y la tensión de toda la Iglesia Esposa hacia la unión

con el único Esposo; por tanto, pertenece sin discusión a su vida y a su santidad»

(Carta a todos los consagrados, III, 5). La Hermana Almudena ahora se desposa con

Cristo para vivir, de una forma cualificada, el desposorio que tiene toda la Iglesia

con el Señor.

En tercer lugar las contemplativas son signo de fraternidad y de la comunión de la Iglesia. ¿De qué manera lo son? «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros

como yo os he amado» (Jn 15, 12). Hemos escuchado a San Pablo cómo es la vida

nueva en Cristo: “como elegidos, santos y amados de Dios, revestíos de compasión

entrañable, bondad, humildad, mansedumbre paciencia”. El consagrado no es una

isla, ensimismado en el amor que recibe de Dios, sino que es “amado para amar”.

«La vida fraterna -nos dice san Juan Pablo II-, entendida como vida compartida en

el amor, es un signo elocuente de la comunión eclesial. Para las personas

consagradas, resulta una exigencia interior el poner todo en común: bienes

materiales y experiencias espirituales, talentos e inspiraciones, ideales apostólicos y

servicios de caridad. En la vida comunitaria, la energía del Espíritu que hay en uno

pasa contemporáneamente a todos. Aquí no solamente se disfruta del propio don,

sino que se multiplica al hacer a los otros partícipes de él» (Vita consecrata, 42).

La vida fraterna en comunidad es un desafío que vive la Iglesia como signo

profético en medio de nuestra sociedad individualista. Papa Francisco nos dice:

«Todas las personas consagradas están llamadas a ser expertos en comunión. El

camino de la caridad que se abre ante nosotros es casi infinito, pues se trata de

buscar la acogida y la atención recíproca, de practicar la comunión de bienes

materiales y espirituales, la corrección fraterna, el respeto para con los más débiles.

Es la mística de vivir juntos. La Santa lo dice de manera muy expresiva: “Cuanto

más santas, más conversables”, más afables con los demás.

Queridas hermanas y hermanos: que esta profesión simple de la Hermana

Almudena, que invita a toda la comunidad a acompañarle, sea para todos un

volver nuestro corazón y nuestra mente al Señor, que ha hecho posible el camino

hacia un mundo nuevo en el que las personas consagradas brillan como antorchas

que nos muestran el camino hacia Dios y hacia nuestra felicidad.

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A María, madre de todos los consagrados, hija predilecta del Padre y revestida

de todos los dones de la gracia, encomendamos a la Hermana Almudena y a toda

la comunidad para que sigan las huellas de la Santa Madre Teresa, que nos

conducen al amor a Dios y al servicio del prójimo. Así sea.

S.A.I. Catedral del Salvador.

Ávila, 17 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

FIESTA DE SAN PEDRO DE ALCÁNTARA

Flp 3, 8-14; Sal 15; Lc 12, 22-31.

Querido P. Provincial, P. Julio y Comunidad franciscana, D. Cruz, párroco de

Arenas y sacerdotes concelebrantes, Sr. Alcalde y Autoridades, hermanas y

hermanos peregrinos de Arenas, Oropesa, Talavera y Comarcas afines.

Con la fiesta de san Pedro de Alcántara celebramos la clausura del Año Jubilar

Teresiano en Arenas de San Pedro, año de gracia concedido por el Papa Francisco

para todas las diócesis de España. En este contexto festivo, desde la palabra de

Dios que hemos escuchado, parece obligado recordar la relación y el aporte que

dio san Pedro de Alcántara a Teresa de Jesús. Ambos nos marcaron un modelo de

vida cristiana centrada en Jesucristo y un camino de crecimiento humano y de

santificación personal. «Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo».

1. «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento

de Cristo Jesús» (Flp 3, 8).

Para san Pablo, conocer y amar a Jesucristo hace que todo lo demás carezca de

valor. Pablo sabe bien a cuánto ha renunciado para entrar en comunión con

Cristo. Seguir a Cristo, ser su discípulo requiere, incluso, compartir sus mismos

padecimientos; es una llamada a la comunión de vida y destino con él. Sabemos

que semejante espíritu de entrega y de renuencia caracterizó la vida y la

espiritualidad de san Pedro de Alcántara.

Era el año 1515, el mismo en el que veía la luz Teresa de Jesús y Martín Lutero

daba los primeros pasos de lo que sería la Reforma protestante, cuando el joven

Pedro Garabito ingresaba en el convento de San Francisco de los Majarretes. Este

albergaba algunos de los espíritus más inquietos y deseosos de retorno a la

primitiva observancia de la Regla de San Francisco de Asís. Profesó al año

siguiente y cambió su nombre por el de Fray Pedro de Alcántara. Fue ordenado

sacerdote y, tras ser elegido superior de alguno de los conventos de la Provincia

descalza de San Gabriel, fue nombrado Superior Provincial. Ejerciendo este cargo

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desarrolló un amplio apostolado, fundando nuevos conventos, visitando a sus

hermanos, alentando en ellos el deseo de reforma y retorno a la observancia

primitiva, en la oración, la pobreza y la penitencia.

La espiritualidad franciscana castellana aspiraba a una mayor perfección:

partiendo del amor de Dios tendía al desarrollo espiritual, a la práctica de la

oración mental, al vacío del yo y a la austeridad. La observancia, en esencia,

pretendía una vuelta al Evangelio y al espíritu original de la Orden. Para lo cual

era necesario el ejercicio de las virtudes de humildad, castidad, pobreza, caridad, y

el rechazo de toda soberbia. Aunque ciertamente, lo primero y definitivo para el

observante era el amor de Dios: «Cómo el amor de Dios, en fin, ha de ser nuestro

postrimero terreno a donde tiramos; y como el amor de todas las otras cosas ha de

ser inútil por este solo; y como nuestra regla fue ordenada por un método o

sendero exquisito, de gran atajamiento sobre los otros atajos para venir a prisa y

bien a este amor de Dios» (Sanz Valdivieso R., Místicos franciscanos españoles I. Vida y escritos de San Pedro de Alcántara, Madrid 1996, XX-XXI). La vida del

Santo era un atajo” para llegar al amor de Dios.

Así, contemplando el deseo más hondo de San Pedro podemos preguntarnos:

¿También nosotros consideramos inútiles tantas cosas innecesarias en nuestra vida

frente a lo único definitivo, que es el amor de Dios en nuestra existencia? ¿Dónde

está nuestro corazón: en Dios o en nuestras apetencias?

2. «No os inquietéis por la vida… buscad el reino de Dios, y lo demás vendrá

por añadidura» (Lc 12, 22. 31).

Jesús enseña a sus discípulos que es inútil inquietarnos por las cosas, incluso

necesarias, porque el Padre Dios ya las conoce y sabe cuándo ha de dárnoslas.

Jesús invita a sus discípulos a abandonar toda preocupación innecesaria y a poner

todo nuestro empeño en las cosas más importantes (cf. Cirilo de Alejandría,

Comentario al Ev. de Lucas, 90).

En agosto de 1560, dos años antes de la fundación de San José, Fray Pedro se

encontraba en Ávila, llamado por Doña Guiomar de Ulloa, con quien iba a

conversar sobre la fundación de uno de sus conventos. Durante su estancia tuvo

lugar el encuentro con Teresa de Jesús, también insatisfecha como él, por el estilo

de vida del monasterio de la Encarnación, y necesitada de luz para su espíritu y su

camino de vida evangélica. Este encuentro marcaría la vida de Teresa: «Este santo

hombre me dio luz en todo y me lo declaró, y dijo que no tuviese pena…» (V

30,4), confiesa la Santa. Pedro de Alcántara tranquilizó, confirmó el espíritu de

Teresa, dándole el impulso definitivo que necesitaba para su reforma del Carmelo.

La experiencia espiritual de fray Pedro de Alcántara en sus fundaciones

franciscanas reformadas iluminó y fortaleció la decisión de la Madre Teresa para

seguir en su empeño. La relación entre ambos fue corta pero intensa y decisiva

para la Santa: «le di cuenta, en suma, de mi vida y manera de proceder de oración

-escribe Teresa-, con la mayor claridad que yo supe… Vi que me entendía por

O b i s p o | 1 1

experiencia, que era todo lo que yo había menester…» (V 30,3-5). El Santo le

ayudó en particular a implantar la pobreza como forma de vida que caracterizó la

reforma de ambos en sus conventos.

Y, valorando este encuentro entre ambos santos, Pedro y Teresa, ¿Buscamos

nosotros a aquella persona, un sacerdote, un director espiritual, un consejero que

pueda llenar nuestra vida de luz, de seguridad, de esperanza?

El Santo moría en la madrugada del 18 de octubre de 1562, dos meses después

de que Teresa de Jesús hubiera iniciado la Reforma en el convento de San José.

Ella lo experimentó desde Ávila: «Cuando expiró, me apareció y dijo como se iba

a descansar».

3. «Por Cristo lo perdí todo, y todo lo considero basura» (Flp 3, 8).

¿Qué nos ofrece hoy San Pedro de Alcántara como camino de reforma interior

y de evangelización a los areneses, a todos sus devotos?

El pilar sobre el que se levanta la experiencia espiritual y el magisterio de Pedro

de Alcántara es, junto al amor y su finura espiritual, la ascesis y la penitencia;

éstos son caminos que nos disponen para la prontitud del espíritu en el encuentro

con Dios y la dedicación a sus cosas y el bien obrar: Nos lo recuerda San Pedro en

su Tratado de oración y meditación: «en el cuerpo demasiado regalado está muy

mal dispuesto el espíritu para volar a lo alto». Para volar alto en la vida humana y

espiritual, la relajación es un fardo demasiado pesado.

San Pedro de Alcántara ha hecho del “radicalismo evangélico” uno de los ejes

de su experiencia espiritual; un lugar determinante de discernimiento de la

voluntad de Dios y su acción en él y en aquellos que solicitaban su guía espiritual.

Por eso está en disposición de dar seguridad, en materia de pobreza, a la Madre

Teresa a la hora de reformar el Carmelo: «Si Vuestra merced quisiere seguir el

consejo de Jesucristo, de mayor perfección en materias de pobreza, sígalo –le

aconseja el santo de Alcántara-; porque no se dio más a hombres que a mujeres y

él hará que le vaya muy bien, como ha ido a todos los que le han seguido» (Sanz,

Vida y escritos, o.c., p. 379).

Queridos hermanos, ¿no os parece que las turbulencias y desajustes que

encontramos en la sociedad actual precisan de una exigencia interior, de una

disciplina interna, de una conversión del corazón? ¿Puede ser atractiva hoy la

figura de un contemplativo y asceta, como san Pedro de Alcántara? Las últimas

décadas han puesto en crisis toda forma de penitencia tradicional. La cultura

dominante hace muy difícil la comprensión de la mortificación, la sociedad

rechaza la penitencia. Los poderosos medios de comunicación nos provocan al

hedonismo y bienestar como ideal de vida y derecho irrenunciable. Los jóvenes,

particularmente apoyados por una educación permisiva, son incapaces de afrontar

cualquier privación y esfuerzo en favor de la superación.

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Así, la ascesis cristiana aparece como un signo de contradicción: no sólo

equivale a renuncia, sino que en los grandes santos ha ido siempre unida al amor

de Dios y a los semejantes. Pablo renunció a todo por conocer a Cristo y vivir en

comunión con él y con los hermanos. La clausura del Año Jubilar no es el final del

camino sino el comienzo de una renovada vida cristiana enriquecida por las

gracias y el modelo de la vida de Teresa de Jesús y de Pedro de Alcántara.

Aprendamos de ambos que la vida sólo merece la pena si la ponemos en manos de

Dios, porque con él todo adquiere un nuevo valor. Pidámoslo al Santo de quien

asegura Teresa: «Díjome una vez el Señor que no le pedirían cosa en su nombre

que no lo oyese». Que así sea.

Santuario San Pedro de Alcántara.

Arenas de San Pedro, 19 de octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

ENCUENTRO INTERNACIONAL DE LA FAMILIA TERESIANA DE ENRIQUE DE

OSSÓ

Eclo 15, 1-6; Sal 88; Mt 11, 25-30

Mi saludo cordial a la UCAV en esta eucaristía comienzo oficial del curso

académico, al Capellán y sacerdotes concelebrantes, a la Rectora y Claustro de

profesores, al Consejo de la Universidad, al personal administrativo y de servicio, a

todos los alumnos.

Comenzamos el curso en este sagrado lugar que ha sido centro de

peregrinaciones durante el Año Jubilar Teresiano. Miles de personas de los cinco

continentes han venido a esta fuente de vida para renovar su espíritu conforme a

la espiritualidad de La Santa. Como un resumen de la experiencia vivida en este

año os propongo la estrofa de un poema directamente relacionado con el lugar en

que nos encontramos: «Ya toda me entregué y di, y de tal suerte he trocado, que

es mi Amado para mí y yo soy para mi Amado» (Poesías, 3).

Junto a esta disposición entrañable de santa Teresa en relación con su Señor,

al comenzar este curso académico, la Palabra de Dios nos ofrece alguna

consideración sobre las actitudes que debe abrigar un buen administrador:

«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el Señor pondrá al frente de su

servidumbre» (Lc 12, 42).

Jesús expone a sus discípulos una advertencia sobre la fidelidad y la vigilancia

que deben mantener respecto a los bienes y a las tareas que les han sido confiadas,

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en ausencia del amo: “pareceos a los que aguardan a que su amo vuelva, a la hora

que sea, preparados para abrirle en cuanto llegue y llame a la puerta” (cf. Lc 12,

36).

Esta es la primera advertencia de Jesús: «Estad preparados, porque a la hora

que menos penséis viene el Hijo del hombre» (Lc 12, 40). ¿Cuándo podría llegar el

ladrón, según una parábola o el Hijo del Hombre, conforme a la segunda?

La noche, entendida de seis de la tarde a seis de la mañana, se distribuía en la

antigüedad en cuatro períodos de tres horas. Cada uno de ellos era una vigilia, es

decir, una guardia que correspondía a los diversos turnos de centinelas que

vigilaban los campamentos. El mundo helenístico y el judaísmo dividían la noche

en tres vigilias de cuatro horas cada una. Pues bien, el vigía debía estar muy atento

a cualquier hora de la noche o de madrugada. A la hora que sea, estad alerta,

destaca el Señor. El ladrón puede llegar a cualquier hora; y también el Hijo del

hombre puede visitarnos sin previo aviso. Es el requerimiento que Jesús hace a

aquellos a quienes les encomienda la tarea de la evangelización, la extensión del

Reino de Dios en la historia. Se trata de la exigencia con que hemos de abordar

nuestros proyectos educativos y pastorales en el curso que comienza.

Para explicar esta responsabilidad, Jesús expone a sus discípulos dos parábolas:

la del dueño de una casa y la de un administrador.

El administrador, frente a los bienes encomendados por el amo puede tomar

dos actitudes: ser “fiel y solícito” o, por el contrario, desleal maltratando a la

servidumbre, mientras él come, bebe y se emborracha (cf. Lc 12, 45). La respuesta

del amo también será adecuada a la doble actitud del administrador:

1) al solícito y fiel, lo llenará de dicha poniéndolo al frente de todos sus bienes.

Aquí, por oikonomos no se entiende únicamente el simple administrador de los

bienes, sino más bien un mayordomo investido de autoridad sobre los demás

criados de la casa. Es decir, en la mente del evangelista Lucas, se alude a los

responsables de la comunidad.

2) En oposición al que es fiel y solícito, el mal administrador “come, bebe y se

emborracha” (v. 45). Son tres verbos que responden a una fórmula estereotipada

(Cant 5, 1), para describir un desenfreno orgiástico o una celebración salvaje. A

este, el Señor «lo partirá en dos» (v. 46): ésta sería la traducción literal de

dikotomesei, aunque sea más lógico interpretarlo en sentido figurativo: es decir, lo despedirá, le quitará el cargo o le castigará severamente. Este carácter dicotómico del

castigo puede responder a la doble vida o a la doble opción del administrador que

puede ser fiel o infiel, responder como buen administrador de forma solícita o de

modo desleal. A éste segundo el Señor le hará correr la suerte de los infieles, de los

que no han obrado con fe y confianza en Él.

En esta doble respuesta se encierra asimismo una doble retribución del Señor

según los méritos de cada modo de proceder. Mientras la lealtad tendrá un justo

premio, la deslealtad y la negligencia tendrá su justo merecido. Quien, conociendo

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la voluntad de su señor, no está dispuesto a obedecer, recibirá “muchos azotes”. El

verbo darein que en griego clásico significa “desollar” o “despellejar”, sin embargo

en el N.T. se limita al significado de “vapulear”, “golpear”, “azotar”. La

desobediencia intencionada del holgazán recibe un castigo mayor que la del

atolondrado, del que no da para más. Al criado que tiene buenas cualidades, Dios

le exigirá mucho, pero al que tiene un cargo de gran responsabilidad, el Señor le

exigirá mucho más.

Queridos hermanos, me he detenido en el análisis del texto para concluir que:

es evidente que el Señor ha puesto delante de todos nosotros, con estas parábolas,

una exigencia seria a la hora de entregarnos a la educación de nuestros alumnos

con responsabilidad y cuidado, con exigencia personal antes que la requerida a los

alumnos. Antes de juzgar a los alumnos, hemos de juzgarnos a nosotros mismos.

Educación que, tratándose de una universidad católica, ha de darse

necesariamente en clave de evangelización.

La segunda actitud relativa a nuestra responsabilidad en este curso puede

sintetizarse en la recomendación de san Pablo: «ofreceos a Dios como hombres

que de la muerte han pasado a la vida» (Rm 6, 13).

Lo que el Señor espera de un cristiano, a partir de su bautismo, es la

consagración de sí mismo a Dios para la causa del Evangelio, a la edificación de la

Iglesia. El Papa ha proclamado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia, con el

lema “Misericordiosos como el Padre”, tomado del Evangelio de Lucas: «sed

misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (6, 36). Nos recuerda que

estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia de Dios para poder ser

también nosotros mismos signos eficaces de la misericordia del Padre. Si Cristo es

el rostro de la misericordia del Padre, nosotros somos su reflejo. Este Año Santo

será un tiempo propicio para la Iglesia con el fin de que haga más fuerte y eficaz el

testimonio de los creyentes (cf. MV 3).

El evangelista Lucas destaca que Jesús ha sido enviado por el Espíritu para

proclamar «un año de gracia del Señor» (Lc 4, 19). Es su anuncio en la sinagoga

de Cafarnaúm: El Espíritu del Señor está sobre mí… me ha enviado a anunciar un

año de gracia.

El Papa explica el significado del próximo Año Jubilar: «“Un año de gracia”: es

esto lo que el Señor anuncia y lo que deseamos vivir. Este Año Santo lleva consigo

la riqueza de la misión de Jesús que resuena en las palabras del Profeta: llevar una

palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación a cuantos

están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la

vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a

dar dignidad a cuantos han sido privados de ella. La predicación de Jesús se hace

de nuevo visible en las respuestas de fe que el testimonio de los cristianos está

llamado a ofrecer. Nos acompañen las palabras del Apóstol: “El que practica

misericordia, que lo haga con alegría” (Rm 12, 8)».

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Queridos hermanos de la UCAV: para terminar, unimos las tres líneas que la

Palabra de Dios hoy nos ofrece: 1) «Ya toda me entregué y di… que mi Amado es

para mí y yo soy para mi Amado», en clave de espiritualidad teresiana; 2) «Estad

preparados porque viene el Hijo del Hombre», atendiendo a nuestra

responsabilidad educativa; y 3) ofreced a Dios el signo de la misericordia que debe

encarnar la Iglesia ante la sociedad, es decir, sed “misioneros de la misericordia”.

Monasterio de la Encarnación.

Ávila, 21 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

SÁBADO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

PROFESIÓN SOLEMNE DE HNA. ÉRIKA MESŐZI

1Re 19, 4-9. 11-15; Sal 44; Hch 2, 42-47; Jn 17, 20-26.

P. Cecilio, cura párroco; P. Luis y hermanos sacerdotes, Madre Prado y

Comunidad, querida Hna. Érika; un saludo especial a tu hermana Cristina y

familia, a tus amigos del grupo de fe de Hungría y peregrinos; hermanos y

hermanas. ¡Bienvenidos a esta profesión solemne de la Hermana Érika! ¡Qué

orgullosos están hoy tus padres Ferencs y Bárbara, que te miran con especial

ternura desde el cielo, interceden por ti y se unen al gozo de la Iglesia que ve cómo

una de sus hijas se consagra al Señor!

Querida Hermana Érika, has recorrido un largo camino peregrinando por la vía

que el Espíritu te ha ido señalando. Testigos de esto son tus amigos peregrinos con

los que has compartido la búsqueda de Dios a través de la peregrinación y las

Hermanas Agustinas de la Conversión, entre las que has encontrado tu vocación a

la vida consagrada.

Por medio de esta profesión la Hermana Érika se compromete con

determinación a vivir el modelo de vida inspirado en San Agustín y propuesto a

sus hijas para prolongar el Evangelio de Jesús en la sociedad de hoy. El camino de

entrega radical de Érika a Jesucristo transita por la profesión de los consejos evangélicos, por la consagración y por la vida fraterna. Reflexionemos, desde la

Palabra de Dios, sobre estos tres lugares.

1. Los consejos evangélicos

«Elías caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de

Dios. Allí se introdujo en la cueva y pasó la noche… ¡El Señor va a pasar!» (1 Re

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19, 9. 11). El profeta Elías emprende una larga peregrinación al Horeb, en la

montaña que tradicionalmente Dios se mostró a Moisés; es la montaña de la

teofanía. La misión profética se le hace un poco “cuesta arriba” y el Señor sale a su

encuentro para animarlo y para enviarlo.

Atraída por el idioma y la cultura, la Hna. Érika hizo el camino de Santiago y

allí vivió una profunda experiencia de fe que la comprometió a volver como

hospitalera hasta desear servir a Dios y a su Iglesia a través de esta misión. Así

conoció a las HH. Agustinas en la casa de Carrión. Y, cual Elías a la entrada de la

cueva, en la puerta del albergue Érika sintió fuertemente que esa aquella era su

casa, que Dios la quería allí. A los pocos días tomó la decisión de entrar, volvió a

su casa, dejó el trabajo y, tan solo en un mes estaba de regreso en la comunidad

para seguir de cerca a Jesús y hacer profesión de los consejos evangélicos.

¿Qué son los consejos evangélicos? Son un don de Dios en la vida de quien los

abraza. San Juan Pablo II dice que «son ante todo un don de la Santísima Trinidad

[es decir, un regalo que el Padre, Hijo y Espíritu Santo hacen hoy a la Hermana

Érika]. La vida consagrada es anuncio de lo que el Padre, por medio del Hijo en el

Espíritu, realiza con su amor, su bondad y su belleza. La vida religiosa revela la

superioridad del Reino sobre todo lo creado» (Vita consecrata, 20).

Tres son los consejos evangélicos: castidad, pobreza y obediencia.

«La castidad, en cuanto manifestación de la entrega a Dios con corazón

indiviso, es el reflejo del amor infinito que une a las tres Personas divinas en la

profundidad misteriosa de la vida trinitaria; amor testimoniado por el Verbo

encarnado hasta la entrega de su vida; amor que anima a una respuesta de amor

total a Dios y a los hermanos.

La pobreza manifiesta que Dios es la única riqueza verdadera del hombre.

Vivida según el ejemplo de Cristo que «siendo rico, se hizo pobre» (2 Co 8, 9); es

expresión de la entrega total de sí, que las tres Personas divinas se hacen

recíprocamente.

Y la obediencia, practicada a imitación de Cristo, cuyo alimento era hacer la

voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34), manifiesta la belleza liberadora de una

dependencia filial y no servil, rica de sentido de responsabilidad y animada por la

confianza, que es reflejo en la historia de la amorosa correspondencia propia de las

tres Personas divinas» (Vita consecrata, 21).

2. La consagración

«Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna;

prendado está el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu señor» (Sal 44, 10-

11). Este cántico de amor es un salmo real que describe la unión vital a la que está

llamado todo consagrado, como propiedad personal del Señor.

¿En qué consiste la consagración a Dios? Consagrar es sacar del mundo y entregar

a Dios. El consagrado, a partir del sacramento del Bautismo, pasa a ser

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“propiedad” del Señor, es decir, tiene un nuevo modo de ser, en el que toda la

existencia se transforma en un culto continuo a Dios.

Cuando Érika le comunicó a su padre -con temor- que el Señor la llamaba y

que había encontrado su lugar en la comunidad de Agustinas, él le respondió: «De

parte de Dios me viniste y fuiste confiada, ahora a Él te llama».

Con palabras semejantes decía el salmo: «Póstrate ante él, que él es tu señor»

(Sal 44, 11). Ese sentido de “propiedad” de Dios alcanza el desposorio nupcial. La

consagración manifiesta el desposorio entre Dios y la Iglesia, Esposa de Cristo. «La

vida consagrada -dice Papa Francisco- es un don para la Iglesia, nace en la Iglesia,

crece en la Iglesia, está totalmente orientada a la Iglesia…, no es una realidad

aislada, sino que está en el corazón de la Iglesia y expresa la tensión de toda la

Iglesia Esposa hacia la unión con el único Esposo; por tanto, pertenece a su vida y

a su santidad» (Carta a los consagrados, III, 5). La Hermana Érika ahora es

desposada con Cristo para vivir, de forma cualificada, el desposorio que toda la

Iglesia tiene con el Señor.

3. La vida fraterna en comunidad

«Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían

posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno»

(Hch 2, 45).

Los consagrados son signo de fraternidad y de comunión. ¿De qué manera? «Que

todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en

nosotros, para que el mundo crea en que tú me has enviado» (Jn 17, 21) -hemos

escuchado en el evangelio-. El consagrado no es una isla, ensimismado en el amor

que recibe de Dios, sino que es “amado para amar”. «La vida fraterna -nos dice san

Juan Pablo II-, es un signo elocuente de la comunión eclesial. Para las personas

consagradas, resulta una exigencia interior el poner todo en común: bienes

materiales y experiencias espirituales, talentos e inspiraciones, ideales apostólicos y

servicios de caridad. En la vida comunitaria, la energía del Espíritu que hay en uno

pasa contemporáneamente a todos. Aquí no solamente se disfruta del propio don,

sino que se multiplica al hacer a los otros partícipes de él» (Vita consecrata, 42).

La vida fraterna en comunidad es un desafío que vive la Iglesia como signo

profético en medio de nuestra sociedad individualista. El Papa Francisco nos dice:

«Todas las personas consagradas están llamadas a ser expertos en comunión. El

camino de la caridad que se abre ante nosotros es casi infinito, pues se trata de

buscar la acogida y la atención recíproca, de practicar la comunión de bienes

materiales y espirituales, la corrección fraterna, el respeto para con los más débiles.

Es la mística de vivir juntos».

Queridas hermanas y hermanos: que esta profesión solemne de la Hermana

Érika nos ayude a todos a convertir nuestro corazón al Señor, que nos invita a

recorrer el camino hacia un mundo nuevo, en el que las personas consagradas

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brillan como antorchas que alumbran el camino hacia Dios y hacia nuestra propia

felicidad.

A María, madre de todos los consagrados, encomendamos a la Hermana Érika

y a toda la Comunidad para que siguiendo las huellas de san Agustín, alcancen la

plenitud del a Dios y el servicio a los hermanos. Así sea.

Parroquia Santísima Trinidad.

Sotillo de la Arada, 31 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

XII ENCUENTRO DE FAMILIAS DE LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE APAS

DE COLEGIOS AGUSTINIANOS

1Re 17, 10-16; Sal 145; Heb 9, 24-28; Mc 12, 38-44.

Queridos Padres Agustinos y sacerdotes concelebrantes, queridas familias de la

Federación Española de APAS de Colegios Agustinianos, hermanos y hermanas.

Bienvenidos a la Santa Apostólica Iglesia Catedral de El Salvador de Ávila.

Todavía se siente en este lugar el eco de los miles de peregrinos que han acudido

para celebrar el Año Jubilar Teresiano. Bienvenidos a la tierra de santa Teresa de

Jesús, ella os sale al encuentro hoy para acogeros en este Encuentro de Familias

bajo el espíritu de San Agustín.

Está reciente también la clausura del Sínodo de los Obispos sobre «La vocación

y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo». La Iglesia

como madre que es se preocupa de sus hijos, de su educación en el seno de la

familia. El Papa Francisco nos dice: «La familia es lugar de santidad evangélica…

Es el lugar del discernimiento, donde se nos educa para descubrir el plan de Dios

para nuestra vida y saber acogerlo con confianza» (Discurso, 3/10/2015).

Este XII Encuentro de Familias de la Federación lleva por lema “La familia

ante el reto de una educación integral y agustiniana”. Habéis reflexionado sobre la

educación en el seno familiar, el papel de los padres en una buena educación y la

educación desde la Palabra de Dios. Pues bien, desde esa misma Palabra de Dios,

que hoy hemos escuchado y desde el espíritu agustiniano y teresiano deseo

compartir con vosotros unas breves reflexiones:

1. La educación de la Santa

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«En aquel tiempo enseñaba Jesús a la multitud… [Y] estando sentado enfrente

del tesoro del templo, observaba a la gente…» (Mc 12, 41). El evangelio que

hemos escuchado nos invita a contemplar a Jesús como aprendiz y como maestro.

Él aprende “observando” y desea que sus discípulos también aprendan como él.

Los llama y les enseña. El ejemplo de la viuda pobre le sirve para aprender y para

instruir a sus discípulos: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el

arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les

sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir» (Mc

12, 43). Aprendamos también nosotros, como discípulos al lado de Jesús.

Al igual que vuestros hijos, también la Santa creció y se formó en su juventud

bajo el espíritu agustiniano en el monasterio de las MM. Agustinas de Nuestra

Señora de Gracia, que en su tiempo acogían a las jóvenes para formarlas. Esta fue

su primera toma de contacto con el espíritu de san Agustín, a través de la

comunidad de agustinas y, en especial, por medio de su maestra María de Briceño.

El ingreso de Teresa en el monasterio de las monjas agustinas fue determinado

por su padre, cuando contaba con 16 años de edad. Al fallecer su madre, al casarse

su hermana mayor y ausentarse su padre por cuestiones laborales, Teresa quedaba

sola. Teresa reconoce que comenzaba «a traer galas y a desear contentar en

parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabello y olores y todas las vanidades

que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa» (V 2, 2) y también

que trataba con sus primos, quienes «Eran casi de mi edad, poco mayores que yo.

Andábamos siempre juntos. Teníanme gran amor, y en todas las cosas que les

daba contento los sustentaba plática y oía sucesos de sus aficiones y niñerías

nonada buenas» (ibid.). Por eso su padre, que observaba con preocupación la

educación de la hija, decidió internarla y encomendar su educación a las

agustinas.

Allí las Agustinas educaban a las alumnas internas con esmero en la piedad, así

como a leer y escribir, a hilar, coser y bordar, y muchas otras labores. Teresa pasó

en la residencia agustiniana año y medio, tiempo suficiente para salir con un grato

recuerdo de aquella comunidad: «Holgábame de ver tan buenas monjas, que lo

eran mucho las de aquella casa, y de gran honestidad y religión y recatamiento»

(V 2, 8).

Con quien tuvo una especial relación fue con la Hermana María de Briceño; a

quien Teresa agradaba escucharla hablar de Dios (cf. V 3, 1) y de quien dice: «era

muy discreta y santa» (V 3, 1) y «que por medio suyo parece quiso el Señor

comenzar a darme luz» (V 2, 10). A su lado, Teresa observa cómo cambian sus

sentimientos. Ya no se siente “enemiguísima de ser monja”, sino que va teniendo

“más amistad de ser monja”. Recupera así las ganas de ordenar su vida religiosa y

surge el anhelo -nos dice-, «a tornar a poner en mi pensamiento deseos de las

cosas eternas» (V 3, 1).

2. Su devoción a san Agustín

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«El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan» (Sal

145, 8). El amor y la ternura entrañable de Dios vienen exaltados en este himno al

Creador del universo y Defensor del pobre. Es también la experiencia profunda

que viven san Agustín y santa Teresa. Iluminados por la claridad de la verdad y de

la humanidad de Cristo, crecen en la humildad de saberse amados en su propia

miseria y pobreza. Los dos se adentran en el castillo interior del alma para

reencontrase con el Señor y para fundamentar sus vidas en Él.

Aquella experiencia habida en el Monasterio de Gracia siguió presente en el

corazón y en la mente de Teresa, y fue creciendo en ella la devoción a san

Agustín. «Yo soy muy aficionada a San Agustín -declara-, porque el monasterio

adonde estuve seglar era de su Orden» (V 9, 7). En un ambiente agustiniano,

había experimentado un gran cambio en su vida; y, ahora, a los 39 años de edad,

después de un largo período de tibieza en su vida religiosa, llega a sus manos

ocasionalmente las Confesiones de Agustín. «En este tiempo me dieron las

Confesiones de San Agustín, que parece el Señor lo ordenó, porque yo no las

procuré ni nunca las había visto» (idem.).

Antes de leer las Confesiones, Teresa tuvo una experiencia que la conmocionó

internamente, el encuentro con la imagen de un «Cristo muy llagado»: sintió «lo

mal que había agradecido aquellas llagas», de tal modo que el corazón le parece se

le partía, y «arrojéme cabe Él -dice- con grandísimo derramamiento de lágrimas,

suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle» (V 9, 1).

Leyendo las Confesiones sintoniza con san Agustín en la lucha para entregar el

corazón entero a Dios. «Yo soy muy aficionada a San Agustín… por haber sido

pecador, que en los santos que después de serlo el Señor tornó a Sí hallaba yo

mucho consuelo… Mas considerando en el amor que me tenía, tornaba a

animarme, que de su misericordia jamás desconfié» (V 9, 7). La lectura del libro

afectó hondamente su alma, produciéndose en ella una segunda conversión:

«Como comencé a leer las Confesiones, paréceme me veía yo allí. Comencé a

encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegué a su conversión y leí

cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio a mí,

según sintió mi corazón. Estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas»

(V 9, 8).

3. La educación que nos propone Papa Francisco

«Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó,

según la palabra que había pronunciado el Señor por boca de Elías» (1 Re 17, 16).

El libro de los Reyes del encuentro entre la viuda y Elías pone de manifiesto la

confianza de la viuda en la palabra del Señor, una confianza que pone en juego

todo lo que somos y tenemos. También esto acontece en las vidas de Agustín y

Teresa. Siempre que nos ponemos en manos de Dios y nos entregamos

confiadamente a él, nuestra vida se renueva y enriquece. Para eso hemos de ser

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generosos y confiados en el poder del Señor; también en su poder con respecto a la

educación de nuestros hijos.

Para el Papa Francisco, la familia tiene una natural vocación a la educación de

los hijos. ¿Cómo educar? El Papa advierte que hay brechas abiertas entre familia y

sociedad, entre familia y escuela, entre profesores y padres, y afectando a la

educación de los hijos. Además, «se han multiplicado los así llamados “expertos”,

que han ocupado el papel de los padres, incluso en los aspectos más íntimos de la

educación. En relación a la vida afectiva, la personalidad y el desarrollo, los

derechos y los deberes, los “expertos” lo saben todo: objetivos, motivaciones,

técnicas. Y los padres sólo deben escuchar, aprender y adaptarse. Privados de su

papel, a menudo llegan a ser excesivamente aprensivos y posesivos con sus hijos,

hasta no corregirlos nunca… y así los padres hoy corren el riesgo de autoexcluirse

de la vida de sus hijos» (Audiencia, 20/5/2015).

Queridos padres, escuchemos a santa Teresa: «Si yo hubiera de aconsejar -dice

la Santa-, dijera a los padres que en esta edad tuviesen gran cuenta con las

personas que tratan sus hijos, porque aquí está mucho mal, que se va nuestro

natural antes a lo peor que a lo mejor» (V 2, 3). Es decir, es necesario que los

padres seáis “padres” y el profesor o expertos sean “expertos”, pero no

intercambiemos los papeles. El Papa recomienda que la educación familiar vuelva

a encontrar el orgullo de su protagonismo, «Es hora de que los padres y las madres

vuelvan de su exilio -porque se han autoexiliado de la educación de los hijos- y

vuelvan a asumir plenamente su función educativa» (Audiencia, 20/5/2015).

Que el ejemplo de san Agustín y santa Teresa, que se dejaron guiar para

descubrirse a sí mismos en el encuentro con el Señor, en el fondo de sus almas, sea

estímulo en vuestra vocación natural a la educación de los hijos. Que el Señor os

bendiga y os conceda esta gracia.

S.A.I. Catedral del Salvador.

Ávila, 8 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

PROFESIÓN SOLEMNE DE HNA. ELVIA MARÍA VILLATORO BENÍTEZ

Dan 7, 13-14; Sal 92; Flp 3, 8-14; Jn 18, 33-37.

Miguel Ángel, cura párroco, hermanos sacerdotes, Madre Abadesa y

Comunidad, querida Hna. Elvia y su Padre, hermanas y hermanos.

Estamos reunidos en la fiesta de Jesucristo, rey del universo, para acompañar a

la Hermana Elvia, que se entrega con determinación a vivir la Regla de San

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Benito, un camino que prolonga el reinado de Cristo en el mundo. La entrega

plena de Elvia al Señor transita por tres realidades: la profesión de los consejos evangélicos, la consagración y la vida fraterna. Os invito a reflexionar sobre este

misterio de vida desde la Palabra de Dios que acabamos de escuchar.

1. Los consejos evangélicos

«Su dominio es eterno, no pasa, su reino no tendrá fin» (Dan 7, 14), anuncia

Daniel. La realeza de Jesucristo viene expresada por el personaje misterioso del

que nos habla el libro de Daniel. Este “hijo de hombre” muestra al pueblo de Israel

que Dios renueva los caminos de la historia, su dominio es eterno, un reino que no

pasa, pero su reino no es como el de este mundo. Y aquí nace nuestra esperanza,

porque se abre ante nuestros ojos un horizonte nuevo al que aspirar.

Desde el seno de una familia muy religiosa, Elvia fue descubriendo los caminos

de la vida cristiana; un nuevo estilo de vida se fue cultivando por el ejemplo y el

buen hacer de sus padres que la alentaron, y en la vida parroquial. Luego,

comenzó a sentir el deseo de una vida de oración, contemplativa, y comenzó su

discernimiento y para seguir más de cerca a Jesús asumiendo los consejos

evangélicos.

¿Qué son los consejos evangélicos? Son un don de Dios a la Iglesia en la persona

de quien los abraza. San Juan Pablo II dice que «son ante todo un don de la

Santísima Trinidad [es decir, un regalo que el Padre, Hijo y Espíritu Santo nos

hacen hoy por medio de la Hermana Elvia]. La vida consagrada es anuncio de lo

que el Padre, por medio del Hijo en el Espíritu, realiza con su amor, su bondad y su

belleza. La vida religiosa revela la superioridad del Reino sobre todo lo creado»

(Vita consecrata, 20).

Tres son los consejos evangélicos: castidad, pobreza y obediencia.

«La castidad, en cuanto manifestación de la entrega a Dios con corazón

indiviso, es el reflejo del amor infinito que une a las tres Personas divinas en la

profundidad misteriosa de la vida trinitaria; amor testimoniado por el Verbo

encarnado hasta la entrega de su vida; amor que anima a una respuesta de amor

total a Dios y a los hermanos.

La pobreza manifiesta que Dios es la verdadera riqueza del hombre. Vivida

según el ejemplo de Cristo que «siendo rico, se hizo pobre» (2 Co 8, 9); es

expresión de la entrega total de sí, que las tres Personas divinas se hacen

recíprocamente.

Y la obediencia, practicada a imitación de Cristo, cuyo alimento era hacer la

voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34), manifiesta la belleza liberadora de una

dependencia filial y no servil, rica de sentido de responsabilidad y animada por la

confianza, que es reflejo en la historia de la amorosa correspondencia propia de las

tres Personas divinas» (Vita consecrata, 21). Como a Juan en el Apocalipsis, el

Señor pone la mano sobre tu hombro y te dice: Elvia, no temas, Yo soy el primero

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y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los

siglos. El Señor es tu tesoro y tu amor.

2. La consagración

«Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia

lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios

desde arriba en Cristo Jesús» (Flp 3, 13-14). Al final de una carrera, el juez

deportivo llama al ganador por su nombre para que suba a recibir la corona de

vencedor. Por «llamada» entiende Pablo el llamamiento de Dios al cristiano, para

unirse con Cristo en la vida eterna; éste es el momento en que llega a la

«perfección».

Esta carrera ha llevado a Hna. Elvia a hacer un largo camino desde El Salvador

hasta El Tiemblo. San Pablo habla del seguimiento en términos de “olvidarse” y

“lanzarse”. El consagrado se “olvida” de sí mismo para que sea Cristo quien lo llene

todo y se “lanza” a la apasionante aventura de vivir unido a Él. No miréis para

atrás, queridas hermanas.

¿En qué consiste la consagración? Consagrar es sacar del mundo y entregar a

Dios. El consagrado, a partir del Bautismo, pasa a ser “propiedad” del Señor, tiene

un nuevo ser, toda su existencia se transforma en un culto continuo a Dios. Ese

sentido de “propiedad” de Dios llega a alcanzar el desposorio nupcial. Así la

consagración manifiesta el desposorio entre Dios y la Iglesia, Esposa de Cristo.

«La vida consagrada -dice Papa Francisco- es un don para la Iglesia, nace en la

Iglesia, crece en la Iglesia, está totalmente orientada a la Iglesia…, no es una

realidad aislada, sino que está en el corazón de la Iglesia y expresa la tensión de

toda la Iglesia Esposa hacia la unión con el único Esposo» (Carta a los consagrados, III, 5).

3. La vida fraterna en comunidad

Jesús contestó a Pilato: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto

he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Jn 18, 37). El reinado de

Jesús no es como el de los reyes de este mundo, porque su poder es el servicio, su

reinado consiste en lavarnos los pies a nosotros, discípulos pecadores. Es un

reinado de la misericordia.

La tercera realidad sobre la que se asienta la vida consagrada es la vida fraterna

en comunidad. Es aquí donde nuestra entrega a Cristo se hace concreta y donde,

unidos a él, vivimos de su misericordia y para la misericordia, donde se hace visible

el mandamiento del amor.

Los consagrados sois signo de fraternidad y de comunión. ¿De qué manera? San

Pablo dice: “Todo el cuerpo de Cristo, bien ajustado y unido a través de todo el

conjunto de junturas, procura el crecimiento” (Ef 4,16). La benedictina

consagrada no es una isla ensimismada en el amor de Dios, sino que es “amada

para amar”. «La vida fraterna es un signo elocuente de la comunión eclesial… En

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la vida comunitaria, la energía del Espíritu que hay en una pasa a todas. Aquí no

solamente se disfruta del propio don, sino que se multiplica al hacer a las otras

partícipes de él» (Vita consecrata, 42).

La vida fraterna en comunidad, queridas hermanas, es un signo profético que

vive la Iglesia en medio de una sociedad individualista. El Papa nos dice: «Todas

las personas consagradas están llamadas a ser expertos en comunión. El camino de la

caridad que se abre ante nosotros es casi infinito, pues se trata de buscar la acogida

y la atención recíproca, de practicar la comunión de bienes materiales y

espirituales, la corrección fraterna, el respeto para con los más débiles. Es la mística de vivir juntos».

Queridas hermanas y hermanos: que la consagración de la Hermana Elvia nos

ayude a entender mejor la lectura del oficio de hoy: «Efectivamente, Dios reina ya

en cada uno de los santos, ya que estos se someten a su ley espiritual, y así Dios

habita en ellos como en una ciudad bien gobernada» (Orígenes, sobre la oración).

Las personas consagradas brillan como antorchas que alumbran nuestro camino

hacia el Reino.

A María, madre de los consagrados, encomendamos a la Hermana Elvia y a

toda la Comunidad para que, siguiendo las huellas de san Benito, alcancen la

plenitud del amor a Dios y el servicio a los hermanos. Así sea.

Monasterio de la Santísima Trinidad.

El Tiemblo, 22 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

DOMINGO III DE ADVIENTO

APERTURA DE LA PUERTA DE LA MISERICORDIA

Queridos hermanos,

Os saludo a todos cuantos habéis venido a participar en esta apertura del Año

Jubilar de la Misericordia en nuestra Diócesis, a cuantos acabamos de pasar por la

Puerta Santa de la Misericordia que es nuestro Señor Jesucristo: sacerdotes,

religiosos y laicos.

En el tercer domingo de adviento la Iglesia nos invita a la alegría: ¡alégrate,

regocíjate y disfruta! ¿Dónde nace nuestra alegría?

La misericordia es la vía que une a Dios con el hombre (MV 2), es viva, visible

y alcanza su culmen en Jesús de Nazaret; Jesucristo con su palabra, sus gestos y

toda su persona revela la misericordia de Dios (MV 1). Él es el único camino que

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nos conduce al Padre. La Puerta Santa nos remite al corazón misericordioso de

Dios, desvelado en el costado abierto de Cristo en la cruz. Celebrar el Jubileo de

la Misericordia significa poner en el centro de nuestra vida personal y de nuestras

comunidades a Jesucristo, al corazón de Cristo abierto por nuestro amor. Él es la

Misericordia hecha carne, que hace visible para nosotros el gran Amor de Dios (cf.

Audiencia, 9/12/2015).

La Palabra de Dios nos ofrece hoy tres razones para la alegría.

1. ¡Alégrate, el Señor tu Dios está en medio de ti!

El profeta Sofonías proclama con esta expresión la fidelidad y el amor de Dios

sobre su pueblo. Dios se alegra con su pueblo; lo ama de tal manera que ninguna

infidelidad echa atrás su favor y su alegría; como un padre o una madre se goza

con sus hijos. Dios es «compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en

amor y fidelidad», un Padre «rico en misericordia». Este Dios está en medio de ti,

en medio de su pueblo, en medio de la Iglesia, en el centro de tu corazón.

En este Año Santo, el Papa nos invita a «contemplar el misterio de la

misericordia [de Dios]. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz; y es condición

para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la

Santísima Trinidad; es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro

encuentro» (MV 2).

“Jubileo” es entrar en ese misterio del “júbilo divino”: Dios se alegra con

nosotros, sus hijos, se goza en habernos creado y nos ama. Por eso el Papa nos

llama a «sentir intensamente dentro de nosotros la alegría de haber sido

encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor, ha venido a buscarnos porque

estábamos perdidos» (Homilía, 9/12/2015).

El final del libro, el profeta Sofonías prorrumpe en un apasionado “alégrate”

por parte de Dios. Habían pasado cuatro siglos de noche espiritual, sin una voz

profética que alentara el ánimo de quienes sufrían la dominación asiria y un

reinado funesto que llevaba a la ruina a Israel. De pronto, Dios llama a Sofonías

para gritar su amor y su misericordia sobre el pueblo sufriente: «Alégrate, grita de

gozo, regocíjate» (Sof 3, 14). Dios invita al júbilo, a la alegría que sólo él puede

darnos.

De modo similar, el Papa nos convoca a un “jubileo” extraordinario, a

“alegrarnos” con Dios, a gozar de su misericordia, de su fiel amor, de su ternura.

¡No temamos! Jesucristo misericordioso está en medio de nosotros.

2. ¡Alegraos siempre en el Señor: el Señor está cerca!

La segunda razón de nuestro júbilo es que el Señor está a punto de llegar.

San Pablo se dirige a la primera comunidad que había evangelizado y, a pesar

de estar cautivo, la apremia a la concordia y a la alegría. El motivo de esta alegría

es la “cercanía del Señor”. Se trata de la cercanía de Dios en dos dimensiones: la

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escatológica: el Señor Jesús regresará al final de los tiempos para dar plenitud a su

obra redentora, y también se trata de la cercanía cotidiana, del gozo que significa

vivir en Cristo. No se trata de risas fáciles ni de un optimismo voluntarista, sino de

vivir injertados en Cristo, a la medida de Cristo, “mesura” que sirve como medio

de evangelización.

Dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados,

significa orientar nuestra atención al corazón del Evangelio: a Jesús, la

Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del

Amor trinitario de Dios… En nuestra época de profunda inestabilidad, la Iglesia

está llamada a contribuir, haciendo visible la presencia y la cercanía de Dios. Y el

Jubileo es un tiempo favorable, de modo que nosotros, contemplando la Divina

Misericordia que supera los límites humanos y resplandece sobre el pecado,

lleguemos a ser testigos convencidos y eficaces… Así demostraremos que la

misericordia puede contribuir realmente a la edificación de un mundo más

humano. Especialmente en nuestro tiempo, donde el perdón es un huésped raro

en los ámbitos de la vida humana: en la sociedad, en las instituciones, en el

trabajo y también en la familia (cf. Homilía, 9/12/2014).

3. Y nosotros, ¿qué debemos hacer?

El tercer motivo de nuestra alegría es la conversión.

En el evangelio que hemos proclamado, san Lucas presenta la salvación que

trae Jesús: es una salvación para todos, judíos y paganos. Unos soldados hacen a

Juan esta pregunta: ¿qué debemos hacer?, ¿cómo hemos de actuar? La salvación de

Dios no es algo intemporal o abstracto, se inserta en un aquí y ahora personal.

Juan Bautista invita a las “obras de misericordia” como camino de auténtica

conversión: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que

tenga comida, haga lo mismo» (Lc 3, 11). Esa voz que grita en el desierto de

nuestra indiferencia ante el hermano que sufre, sigue clamando hoy para despertar

nuestras entrañas misericordiosas.

La puerta de la misericordia de Dios se abre a la Iglesia para que también

nosotros podamos entrar por ellas y experimentemos la misericordia divina; se

abren para que la Iglesia y cada uno de nosotros, salgamos al encuentro de los

demás siendo testigos y operarios de misericordia. «La Iglesia ha sido animada a

abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de sus hijos y de sus hijas en

camino, a veces indecisos, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles… El Jubileo

se refiere a la gran puerta de la misericordia de Dios, pero también a las pequeñas

puertas de nuestras iglesias abiertas para dejar entrar al Señor -o muchas veces

dejarle salir- prisionero de nuestras estructuras, nuestro egoísmo y de muchas

cosas» (Audiencia, 18/11/2015).

A la pregunta ¿qué debemos hacer? el Santo Padre nos responde:

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1. Ser «Misericordiosos como el Padre»: es el lema de este Año Santo; y esto

significa experimentar la misericordia de Dios en nuestra propia vida y ser sus

testigos ante los demás, especialmente los más necesitados (MV 14).

2. Peregrinar a la Puerta Santa. La peregrinación tiene el significado de que

cada uno en particular y la comunidad cristiana caminemos por el camino de la

misericordia. La misericordia es una meta por alcanzar, que requiere compromiso

y sacrificio (id.).

3. Ejercitar las obras de misericordia corporales y espirituales. Es nuestra forma

de «realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más

contradictorias periferias existenciales» (MV 15).

4. La oración y el sacramento de la reconciliación, que nos insertan en la

entraña de la misericordia de Dios.

Queridos hermanos, nuestra Iglesia de Ávila desea vivir este Año Santo como

un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual (MV 3). «Es mi

deseo -nos dice el Papa- que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del

Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe

de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz» (Carta, 1/9/2015).

La puerta [de la misericordia] está generosamente abierta, pero es necesario un

poco de coraje por nuestra parte para cruzar el umbral. ¡Todos somos pecadores!

Aprovechemos este tiempo y crucemos el umbral de la misericordia de Dios que

nunca se cansa de perdonar, ¡nunca se cansa de esperarnos! Nos mira, está

siempre a nuestro lado. ¡Ánimo! Entremos por esta puerta (cf. Audiencia,

18/11/2015). Así sea.

S.A.I. Catedral del Salvador.

Ávila, 13 de Diciembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

FIESTA DE SAN JUAN DE LA CRUZ

Sab 7, 7-10. 15-16; Sal 36; 1 Cor 2, 1-10; Lc 14, 25-33.

Saludo cordialmente al Sr. Cura Párroco y sacerdotes concelebrantes, a la Sra.

Alcaldesa y autoridades, a la Institución Gran Duque de Alba, a la Academia de

Juglares, al nuevo Juglar de este año, a los fontivereños; hermanas y hermanos.

Celebramos esta fiesta de san Juan de la Cruz en su tierra natal y en el ya

avanzado tiempo litúrgico de Adviento, tiempo de esperanza y de preparación para

reavivar en nuestro corazón y en nuestra vida la natividad del Señor. También en

el contexto de un Año Santo, precisamente ayer inaugurábamos este Jubileo

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extraordinario convocado por el Papa Francisco con la apertura de la Puerta de la

Misericordia en la santa Iglesia Catedral.

Después de vivir el año jubilar del V Centenario del nacimiento de santa

Teresa de Jesús, el Señor nos regala un tiempo nuevo para seguir avanzando por la

senda de nuestra renovación espiritual. Del Jubileo de la Santa al Jubileo de la

Misericordia. Qué hermoso es pensar que Dios siempre nos regala la oportunidad

de cambiar, de crecer continuamente en el perfeccionamiento de nuestra vida

humana y cristiana.

Para nosotros San Juan de la Cruz es hoy nuestro modelo e intercesor relativo a

la sabiduría, a la misericordia y al seguimiento de Cristo.

1. Juan de la Cruz nos conduce a la sabiduría divina: «Invoqué y vino a mí el

espíritu de sabiduría» (Sab 7, 7b).

Para Juan de la Cruz, la sabiduría de Dios es infundida en el alma por el

Espíritu Santo. La sabiduría, don y gracia del Espíritu, no solo nos desvela el

conocimiento de Dios, sino que tiene por objeto unirnos íntimamente a Él. La

sabiduría divina no es solo “noticia de Dios”, sino también “ciencia sabrosa”,

“ciencia de amor” y, finalmente, “unión mística”.

El misterio de Dios es inabarcable y el entendimiento humano no es capaz de

bucear en Él si no es por medio de la gracia. Acontece mediante un conocimiento

sobrenatural que trasciende las noticias que las criaturas nos dan de Dios, pues

«no tiene el entendimiento disposición ni capacidad en la cárcel del cuerpo para

recibir noticia clara de Él» (S 2, 8, 4). Por tanto, el hombre puede llegar al íntimo

conocimiento de Dios por dos caminos: uno, por la gracia de Dios y su revelación;

y dos: «ir no entendiendo que queriendo entender, y antes cegándose en tiniebla,

que abriendo los ojos para llegar más al divino rayo» (S 2, 8, 5). A esto último le

llama san Juan la “noche pasiva del alma”. Se trata de una «infusión secreta,

pacífica y amorosa de Dios, que inflama el alma en amor de Dios» (N 1, 10, 6). Es

una “ciencia de amor” porque tiene la facultad no sólo de ser “noticia de Dios”

sino, sobre todo, de enamorar el alma, subirla hasta su Criador, porque sólo el

amor une el alma a Dios (N 2, 18, 4).

2. Juan de la Cruz nos lleva a la experiencia de la misericordia divina

«Hablamos de una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por

Dios antes de los siglos para nuestra gloria» (1 Cor 2, 6-7).

Esta sabiduría divina y misteriosa es la revelación de su infinita misericordia.

Una misericordia que Juan de la Cruz contempla en Jesucristo, a la luz del

evangelio. Cristo es la epifanía -la manifestación- de la misericordia de Dios, tanto

en su encarnación: «danme a entender admirables cosas de gracia y misericordia

tuya en las obras de tu Encarnación» (CB 7, 7), así como en su misterio pascual:

«dándola [al alma] allí la mano de su favor y misericordia por medio de su muerte

y pasión» (CB 23, 2).

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En la encarnación del Hijo, Dios se abaja a nuestra miseria y abraza toda

nuestra humanidad: «inclinándose al alma con misericordia, imprime e infunde en

ella su amor y gracia» (CB 32, 4). Las canciones 32 y 33 del Cántico Espiritual

expresan la inmensa gratitud del alma que, indigna de la mirada de Dios y de su

amor, se descubre amada de un modo totalmente gratuito: «Cuando tú me

mirabas, / su gracia en mí tus ojos imprimían; / por eso me adamabas, / y en eso

merecían / los míos adorar lo que en ti veían».

Para Juan de la Cruz, conocer la propia miseria no debe desalentarnos ni

encerrarnos en nosotros mismos. Al contrario, la propia miseria es el espacio

humano adecuado para acoger la misericordia de Dios y abandonarnos a su amor

que todo lo renueva. Por eso el Papa nos invita de este modo: «Siempre tenemos

necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de

serenidad y de paz. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios

viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre,

porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de

nuestro pecado» (MV 2).

3. Juan de la Cruz nos acompaña en el seguimiento de Cristo: «Quien no lleve su

cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío» (Lc 14, 27. 33).

Juan de la Cruz descubre que para experimentar la misericordia de Dios es

necesario pasar por la “noche oscura del alma”, es decir, siendo conscientes de su

radical impotencia ante Dios, lo esperamos todo de él como expresión gratuita de

su misericordia: «¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis

pecados… ejercita tu bondad y misericordia… Porque si, en fin, ha de ser gracia y

misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo, pues le quieres, y dame

este bien, pues que tú también lo quieres» (Av 1, 26).

«Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío» (Lc 14, 27).

Es en el Cantar de los Cantares donde Juan de la Cruz descubre el gozo del

seguimiento de Cristo, un gozo que no está privado de dolor y sufrimiento. El amor

se convierte en dulce dolor, que inquieta el alma para que esté siempre alerta al

paso de su Señor.

Queridos hermanos, en este Año jubilar acogemos la invitación de Papa

Francisco a dirigir nuestra mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos

necesitados de misericordia; a dirigir «la atención hacia a lo esencial del

Evangelio: Jesús, la Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el

gran misterio del Amor de Dios. Celebrar un Jubileo de la Misericordia equivale a

poner de nuevo en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades

lo específico de la fe cristiana, es decir Jesucristo, el Dios misericordioso. Un Año

santo para vivir la misericordia» (Audiencia, 9/12/2015).

Que san Juan de la Cruz nos ayude a adentrarnos en la fuente de la sabiduría y

la misericordia de Dios, en el torrente de su amor tierno y entrañable, capaz de

perdonar y de abrir las puertas de nuestro corazón para vivir la experiencia del

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perdón. Pidamos también la mediación de María, que «custodió en su corazón la

divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús» (MV 24). ¡Vuelve a

nosotros esos tus ojos misericordiosos! Así sea.

Parroquia San Cipriano.

Fontiveros, 14 de Diciembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

MIÉRCOLES X DEL TIEMPO ORDINARIO

NOVENA DE LA TRANSVERBERACIÓN DEL CORAZÓN DE SANTA TERESA

Hermanos sacerdotes, Cruzadas de Santa María, hermanas y hermanos.

«Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre». Con estas palabras el Papa nos

anuncia el misterio de la Navidad. El niño Jesús, nacido en un pesebre, sin

protección alguna fuera de sus padres, es un regalo sin límites de la misericordia de

Dios a la humanidad. Jesús es misericordia que alcanza a cada uno de nosotros y

anuncia una nueva humanidad. Hoy celebramos este misterio. Me gustaría

comentar con vosotros algunos aspectos importantes del nacimiento de Jesús.

Uno, Jesús es nuestra felicidad: Jesús nos salva de nuestros pecados. Reconocer que nos salva de nuestros pecados.

El anuncio del ángel a María se ha cumplido “hoy”: «Concebirás en tu vientre

y darás a luz un hijo, le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 31), «porque él salvará a

su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). El nombre “Jesús” -“Dios salvador”-

contiene el nombre de Dios revelado a Moisés: Yahweh, que significa “el que es”, y

ahora es completado en Jesús: “el Dios que es viene a salvarnos”.

La revelación del nombre de Dios se profiere en Jesús: «Les he dado a conocer

y les daré a conocer tu nombre», ora Jesús en la oración sacerdotal (Jn 17, 26). La

felicidad que encontramos en Navidad consiste en experimentar que Dios ha

salido a nuestro encuentro para salvarnos. En nuestra alma está inscrito el deseo

de Dios y de que Dios venga a liberarnos de todo aquello que no nos deja ser

felices. Por eso, para los cristianos, la Navidad es feliz y por eso nos felicitamos.

Dios, a quien deseamos, hoy viene a salvarnos.

Dos, Jesús es nuestra paz. Él instaura el Reino. El Reino perdón de los pecados.

La salvación que nos trae Jesús, el Mesías prometido por Dios, se manifiesta en

la instauración definitiva del reino de David: «Será grande, se llamará Hijo del

Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa

de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lc 1, 32-33). Se cumple así

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también lo anunciado por el profeta Isaías: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos

ha dado: / lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Príncipe de la paz» (Is

9, 6).

El reino de Jesucristo es la instauración de la paz. Dios viene a rescatarnos de

todo yugo de opresión, de la raíz de todos los males: el pecado. Sólo Dios puede

perdonar los pecados. Así se lo había manifestado en sueños, a José: «Tú le

pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21).

Esta es la paz más honda que nos trae el “Príncipe de la paz”. «Cristo se nos da, y

así nos da su paz -nos dice Papa Benedicto XVI-. Nos la da para que llevemos la

luz de la paz en lo más hondo de nuestro ser y la comuniquemos a los demás; para

que seamos artífices de paz y contribuyamos así a la paz en el mundo. Por eso

Francisco nos invita a rezar: “Cumple tu promesa, Señor. Haz que donde hay

discordia nazca la paz; que surja el amor donde reina el odio; que surja la luz

donde dominan las tinieblas. Haz que seamos portadores de tu paz”» (Homilía,

24/12/2005).

Tres, no había sitio para ellos en la posada. No encuentra posada. No le recibieron. ¡Acojamos!

El evangelio de Lucas nos cuenta que, camino de empadronarse, María y José

no encontraron sitio en ninguna posada y que María dio a luz a su hijo, lo envolvió

en pañales y lo acostó en un pesebre (Lc 2, 7). ¡Qué ironía! Dios viene a traernos

la salvación y la paz y no encuentra sitio entre nosotros. Así lo interpreta también

el evangelista Juan: aquel que hizo el cielo y la tierra, viene ahora a su casa y los

suyos no le recibieron (cf. Jn 1, 10-11). El rechazo de Dios entre los hombres

recuerda el rechazo de la Sabiduría en un libro apócrifo judío: «La Sabiduría salió

a habitar entre los hijos de los hombres, pero no halló morada entre ellos; así, la

Sabiduría retornó a su casa y se estableció entre los ángeles» (42, 2).

Verdaderamente el “Dios-con-nosotros” se encuentra con un mundo en el que

vivimos “nosotros-sin-Dios”.

La humildad de Dios consiste en que se pone en nuestras manos como un niño

frágil e indefenso, alguien que necesita ser “acogido”. Acojamos hoy nosotros la

sagrada Familia de Belén, acojamos a tantas familias que salen de su tierra

buscando un sitio dónde ser acogidos. No olvidemos a los emigrantes y refugiados,

que buscan sitio en la posada de nuestro corazón y de nuestra tierra.

Cuatro, los pastores acogen al Niño. Padres, animales, pastores; oyen, corren, contemplan, anuncian.

A pesar de no haber encontrado sitio en posada alguna, al niño que nos trae la

paz sí hay quien le acoja: lo acogen sus padres, nace entre animales y lo adoran los

pastores.

«En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre,

velando su rebaño. De repente un ángel del Señor les dijo: Os anuncio una buena

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noticia que será de gran alegría para todo el pueblo. Los pastores fueron corriendo

y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y se volvieron

dando gloria y alabanza a Dios» (Lc 2, 8-20). Ávila, tierra de pastores, agricultores

y ganaderos, también es invitada a contemplar el misterio de Belén, como nosotros

esta mañana de Navidad.

¿Cómo eran aquellos hombres? En su ambiente, los pastores eran despreciados;

se les consideraba poco de fiar y en los tribunales no se les admitía como testigos.

Ciertamente no eran grandes santos, si nos referimos a personas de virtudes

heroicas. Eran almas sencillas. Quizás en este retrato descubramos alguna

semejanza con nosotros. El evangelio destaca una característica en estos hombres:

eran personas vigilantes. Vigilantes porque pasaban la noche velando sus ovejas y

también porque estaban dispuestos a oír el anuncio del ángel, la palabra de Dios.

No estaban cerrados en sí mismos, tenían un corazón abierto. En lo más íntimo de

su ser esperaban algo. Su vigilancia era disponibilidad para escuchar y caminar (cf.

Benedicto XVI, Homilía, 24/12/2005). Los pastores que oyeron la noticia del

nacimiento del Salvador, salieron corriendo a contemplarla y luego a pregonarla.

Esta dinámica expresa la experiencia del creyente: oímos el anuncio, encontramos

al anunciado y nos convertimos en anunciadores. Es el programa de vida cristiana.

Primero, oímos el anuncio. El cristiano creyente es aquel que ha escuchado la

Buena Noticia de Jesús en su familia o en la catequesis o en la liturgia. Es allí

donde nace la fe, donde comenzamos nuestra relación con Dios. (Después, para

crecer y madurar en la fe hemos de pasar de lo que hemos “oído” al encuentro con

Aquél del que hemos oído hablar).

Luego, encontramos al anunciado. Después de acoger el anuncio sobre Jesús es

necesario establecer una relación personal con él, encontrarnos con Cristo. Él sale

a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento de nuestra vida,

está a la puerta de nuestro corazón, de nuestra familia, de nuestra comunidad,

llamando y esperando que le abramos y le invitemos a entrar.

Finalmente, nos convertimos en anunciadores de la Buena Noticia. Quien se ha

hecho amigo de Jesús sabe que no puede sino anunciarlo a otros. La salvación que

nos trae no es algo para guardar como un asunto personal. Dios viene a salvarnos

a todos, «Él salvará a su pueblo de sus pecados» dijo el ángel a José.

Queridos amigos, Dios se pone en nuestras manos con la fragilidad de un niño

para que lo acojamos, y en él acojamos a todos. Nos trae la paz, nos salva de

nuestros pecados, y nos convierte en instrumentos de su paz. Que cuantos hemos

escuchado su noticia nos pongamos en camino para encontrarle, dispuestos a

anunciarlo. ¡Feliz misericordia de Dios en la Navidad!

S.A.I. Catedral del Salvador.

Ávila, 25 de Diciembre de 2015. Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

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FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

Eclo 3, 2-6. 12-14; Sal 27; Col 3, 12-21; Lc 2, 41-52.

Don José Luis, cura párroco, sacerdotes concelebrantes, queridas familias. Un

saludo a los Delegados de Pastoral Familiar, Fran y Eva; a quienes formáis parte de

los grupos evangelizadores familiares; y a todas las familias que festejamos

felizmente a la Sagrada Familia. Agradecemos el don de haber sido llamados a

formar parte de una familia cristiana. Bienvenidos. Acojamos hoy el amor y del

espíritu de la Familia de Nazaret para sentirnos testigos de la misericordia de Dios.

Que esta eucaristía sea un acto jubilar del Año de la Misericordia.

Las lecturas bíblicas iluminan la vida de cada familia; ofrecen a nuestra

consideración tres aspectos: el drama de la soledad, el amor entre hombre y mujer,

y la familia misma.

Primero, la soledad. «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira, tu padre y yo te

buscábamos angustiados» (Lc 2, 41-52).

José y María, de regreso a Nazaret, comprueban la ausencia de Jesús, que a su

entender habría quedado extraviado entre los peregrinos en el templo. La ausencia

del hijo les produce una intensa angustia que les envuelve en profunda soledad. La

soledad es un drama que aflige a muchos hombres y mujeres. Pensemos en los

ancianos abandonados por sus seres queridos que pasan la navidad llenos de

nostalgia; pensemos en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres

abandonados por su cónyuge; en personas que se sienten solas, incomprendidas,

no escuchadas; imaginemos a los emigrantes y a los refugiados que huyen de la

guerra y la persecución; o a tantos jóvenes víctimas del paro y diversas

esclavitudes.

Hoy se da la paradoja de un mundo en que vivimos muchas formas de lujo pero

escaso calor de hogar; muchos proyectos ambiciosos pero poco tiempo para

disfrutarlos en casa; tantos medios sofisticados de diversión pero cada vez más

vacío el corazón; muchos placeres pero poco amor; tanta libertad, pero poca

responsabilidad… Son cada vez más las personas que se encierran en el egoísmo,

en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del

“dios dinero”.

La Iglesia siente el deber de acompañar a las personas que se encuentran en

sufrimiento, de modo especial a los hijos que son las primeras víctimas de la

separación. Y a las personas que han sido objeto de violencia. Acojamos y

apoyemos a estas personas. Seamos también nosotros el rostro misericordioso de

Jesucristo.

Segundo, el amor entre hombre y mujer. «Como santos y amados, revestíos de la

misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, compasión» (Col 3, 12)

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El desafío cultural de mayor importancia es quizá hoy la ideología de género,

que niega la diferencia natural entre un hombre y una mujer.

Sin embargo, nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje al

suyo, le corresponda, lo ame y acabe con su soledad. El matrimonio demuestra

que Dios no ha creado a los seres humanos para vivir en la tristeza o para estar

solos, sino para ser felices compartiendo con otra persona la extraordinaria

experiencia del amor; es decir, de amar y ser amados, y comprobar que su amor ha

sido fecundo en los hijos.

Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión

de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación

recíproca. La indisolubilidad responde al amor recíproco, pleno y duradero que

Dios ha puesto en el corazón humano. Es el designio que san Pablo resume en su

carta: «Como santos y amados, revestíos de misericordia entrañable, bondad,

dulzura compasión» (Col 3, 12). La Sagrada Familia nos invita a vivir en santidad

como miembros de nuestra familia: como esposo, esposa, hijo o padre. La vida de

familia, vivida en amor y donación, es fuente de santificación si permanecemos

unidos a Jesucristo, que entrega su vida para que nosotros tengamos vida.

Dios bendice el amor humano; es Él quien une los corazones de un hombre y

una mujer que se aman y los funde en unidad, en amor creciente y generoso,

eterno. Esto significa que la finalidad de la vida conyugal no consiste sólo en vivir

juntos, sino en amarse para siempre. Aunque sea creciente el número de parejas

que conviven ocasionalmente sin vínculo canónico ni civil. San Pablo nos muestra

cómo ha de ser el amor que fundamenta la santidad: “dotado de misericordia

entrañable, de bondad, de humildad, de dulzura y perdón”. El Papa sintetiza esta

relación en tres palabras: gracias, permiso y perdón. ¿Hacemos nosotros este

ejercicio en nuestros hogares? Practiquémoslo y crearemos un ambiente familiar

nuevo.

Tercero, la familia. «Jesús bajó con ellos a Nazaret y vivía bajo su autoridad» (Lc

2, 51).

Vivir en familia requiere vivir en unidad: “lo que Dios ha unido, que no lo

separe el hombre”: Es una exhortación que Jesús hace a los creyentes para superar

toda forma de individualismo y de legalismo. ¿Cómo podemos superar las

dificultades que surgen en la convivencia familiar? Sólo a la luz de la gratuidad del

amor pascual de Jesús es comprensible la gratuidad de un amor conyugal único,

hasta la muerte. La gracia recibida en el sacramento del matrimonio nos permite

participar en el amor de Cristo, el cual posee la gloria después de superar el

sufrimiento y la cruz.

Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescentes, sino un sueño sin el

cual su creatura está destinada a la soledad. En efecto, el miedo a asumir este gran

proyecto de amor paraliza el corazón humano, y en particular el de los jóvenes.

Paradójicamente, no son pocos los que ridiculizan el sacramento del matrimonio y

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sin embargo son atraídos por el amor auténtico, un amor sólido y fecundo, un

amor fiel y perpetuo. Muchos van tras los amores efímeros, pero desean un amor

autentico; corren tras los placeres de la carne, pero aspiran a una entrega total.

Queridas familias, en la fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia os invita a vivir

vuestra misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.

A vivir en fidelidad al Maestro, aunque sea como voz que grita en el desierto,

para defender el amor fiel y animar a las familias a vivir su matrimonio como un

espacio donde se manifiesta el amor divino.

A vivir en la verdad que no cambia siguiendo las modas pasajeras. La verdad

que protege al ser humano de la tentación de transformar el amor fecundo en

egoísmo estéril, la unión fiel en vínculo temporal.

Y, finalmente, la Iglesia os invita a vivir en la caridad que no señala con el

dedo a los demás, sino que, como madre, se siente en el deber de buscar y curar a

las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; siendo «hospital

de campaña», con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y

apoyo. Con este espíritu, pedimos a la Sagrada Familia que nos acompañe en

nuestra vida familiar y en nuestra misión de evangelizadores misericordiosos de la

familia. Mostrad a todos la alegría y el gozo que sentís al vivir a imagen de la

Sagrada Familia.

Parroquia San Pedro Bautista.

Ávila, 27 de Diciembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

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Cartas

CARTAS SEMANALES A LOS DIOCESANOS

LA VOCACIÓN Y LA MISIÓN DE LA FAMILIA EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO

CONTEMPORÁNEO

Queridos diocesanos:

Este domingo 4 de octubre da comienzo la XIV Asamblea General Ordinaria

de los Obispos sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y

en el mundo contemporáneo”, que junto a la Asamblea sinodal realizada en

octubre del año pasado, resultan integradas en un único proceso sinodal, con dos

etapas celebrativas y un tiempo de reflexión y de profundización teológico-

pastoral. Os ofrezco algunos textos que nos hablan de las preocupaciones del

Sínodo.

«Fieles a las enseñanzas de Cristo miramos a la realidad de la familia hoy en

toda su complejidad, en sus luces y sombras. Pensamos en los padres, los abuelos,

los hermanos y hermanas, los familiares próximos y lejanos, y en el vínculo entre

dos familias que se crea con cada matrimonio. El cambio antropológico-cultural

hoy influye en todos los aspectos de la vida y requiere un enfoque analítico y

diversificado» (Relatio synodi, 5).

«A fin de verificar nuestro paso en el terreno de los desafíos contemporáneos,

la condición decisiva es mantener fija la mirada en Jesucristo, detenerse en la

contemplación y en la adoración de su rostro. En efecto, cada vez que volvemos a

la fuente de la experiencia cristiana se abren caminos nuevos y posibilidades

inesperadas. Jesús miró a las mujeres y a los hombres con los que se encontró con

amor y ternura, acompañando sus pasos con verdad, paciencia y misericordia, al

anunciar las exigencias del Reino de Dios» (Relatio synodi, 12).

«El don recíproco constitutivo del matrimonio sacramental arraiga en la gracia

del bautismo, que establece la alianza fundamental de toda persona con Cristo en

la Iglesia. En la acogida mutua y con la gracia de Cristo los novios se prometen

entrega total, fidelidad y apertura a la vida, y además reconocen como elementos

constitutivos del matrimonio los dones que Dios les ofrece, tomando en serio su

mutuo compromiso, en su nombre y frente a la Iglesia» (Relatio synodi, 21).

Pero también somos conscientes de que las relaciones humanas son frágiles y

no siempre se acierta en el camino de maduración afectiva personal y como pareja.

Por eso, «cuando los esposos experimentan problemas en sus relaciones, deben

poder contar con la ayuda y el acompañamiento de la Iglesia. La pastoral de la

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caridad y la misericordia tratan de recuperar a las personas y las relaciones»

(Relatio synodi, 44).

Los temas a tratar en el Sínodo son muchos y muy variados, como por ejemplo:

cómo guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio; el

acompañamiento en los primeros años de la vida matrimonial; cuidar de las

familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a

casar, familias monoparentales); el desafío de la educación y el rol de la familia en

la evangelización, etc.

Queridos diocesanos, «el Sínodo de los Obispos, reunido en torno al Papa,

dirige su pensamiento a todas las familias del mundo con sus alegrías, fatigas y

esperanzas. En particular, siente el deber de agradecer al Señor la generosa

fidelidad con la cual tantas familias cristianas responden a su vocación y misión»

(Relatio synodi, 1).

Encomendamos a la Familia de Nazaret los frutos del Sínodo, que tanto bien

nos hará a toda la Iglesia, a la vez que oramos por todas las familias con la plegaria

propuesta por Papa Francisco: «Santa Familia de Nazaret, haz de nuestras familias

lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio. Jesús,

María y José, escuchad y acoged nuestra súplica».

Con mi bendición para todos.

Ávila, 4 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

CLAUSURA DEL V CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE SANTA TERESA DE

JESÚS

Queridos diocesanos:

Llegamos al final de este hermoso camino del V Centenario del nacimiento de

santa Teresa de Jesús, en el que hemos peregrinado tras las huellas de su vida, de

su espiritualidad, de sus obras y de su mensaje para los hombres y mujeres de hoy.

En este camino hemos sido bendecidos por el Papa Francisco, quien nos ha

concedido, a toda la Iglesia española, la gracia de un Año Jubilar y también se ha

hecho presente y cercano con dos mensajes pontificios con los que nos ha

animado a profundizar y vivir el espíritu de la Santa.

El Papa Francisco nos ha recordado que nada de lo que movió a la Santa en su

camino de santidad y de reforma ha perdido su vigencia. «Contemplación y acción

siguen siendo su legado para los cristianos del siglo XXI. Siglos después, su

testimonio y sus palabras nos alientan a todos a adentrarnos en nuestro castillo

3 8 | O b i s p o

interior y a salir fuera, a “hacerse espaldas unos a otros… para ir adelante” (V 7,

22). Sí, entrar en Dios y salir con su amor a servir a los hermanos. A esto “convida

el Señor a todos” (C 19, 15), sea cual sea nuestra condición y el lugar que

ocupemos en la Iglesia (cf. C 5, 5)».

La vida, la espiritualidad y la obra de santa Teresa de Jesús tienen mucho que

aportarnos en la actualidad. Dan muestra de ello el continuo fluir de peregrinos,

los numerosos visitantes a la ciudad que la vio nacer, y las variadísimas iniciativas:

congresos internacionales, exposiciones -entre ellas, Las Edades del Hombre, con

el tema: “Teresa de Jesús, maestra de oración”-, teatro, conciertos, publicaciones,

etc., que nos han ayudado a profundizar en el “castillo interior” de la Santa

abulense más universal.

Entre los frecuentes encuentros realizados, hemos admirado el Encuentro

Europeo de Jóvenes, realizado los días 5 al 9 de agosto en esta ciudad de Ávila. El

E.E.J. 2015 ha sido un gran acontecimiento eclesial, una plataforma para expresar

de forma visible la fe en Jesucristo y el dinamismo de la Iglesia, especialmente

entre los jóvenes, dando testimonio de la actualidad del mensaje cristiano y de la

fraternidad universal. Los jóvenes se reunieron en torno a Cristo, convocados por

santa Teresa de Jesús, para crecer, profundizar y dar testimonio de su fe y su amor

a la Iglesia, porque como dice la Santa «Está claro que no puede uno dar lo que no

tiene, sino que es menester tenerlo primero» (Fundaciones 5, 13).

Aprovechando la gracia jubilar y el espíritu teresiano, nuestra Iglesia diocesana

ha vivido un tiempo de misión. Una misión que no acaba con el V centenario,

sino que deseamos continúe en el tiempo. Siguiendo las indicaciones del Papa

Francisco, nuestra Diócesis quiere ser una «Iglesia en salida», una comunidad de

creyentes que avance hacia las periferias de nuestra sociedad para ofrecer la alegría

del Evangelio (cf. EG 20).

El primer objetivo que nos hemos planteado, de la mano de santa Teresa, es

conseguir una honda conversión espiritual, revitalizando nuestra amistad con

Cristo. Ahora bien, conocer a Jesucristo no consiste en tener de Él un saber

intelectual sino alcanzar una relación personal, una sabiduría del corazón. Porque

creemos que la evangelización no consiste en la aceptación de una doctrina sino

en la transmisión de una experiencia.

La tentación para una Diócesis tan antigua como la nuestra es quedarnos

cómodamente instalados en “lo de siempre”, vivir centrados en nuestros

problemas internos sin salir al encuentro de quienes se han alejado de la Iglesia o

no comparten la fe. En este año hemos aprendido de santa Teresa y del Papa

Francisco «que ya no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros

templos y que hace falta pasar de una pastoral de conservación a una pastoral

decididamente misionera» (EG 15).

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La misión de este año en la Diócesis de Ávila, ha sido el inicio de una nueva

forma de situarnos como creyentes y evangelizadores en el tiempo y en la sociedad

actual. Después del V Centenario, ¿cómo continuar esta tarea?

En primer lugar, he pedido que la comisión que ha coordinado este año la

misión continúe activa para seguir acompañando, animando y promoviendo la

nueva evangelización en cada comunidad cristiana: una Comisión diocesana para la nueva evangelización, vinculada a la Vicaría de Pastoral.

En segundo lugar, he pedido a los equipos misioneros diocesanos que sigan

trabajando, formándose y poniéndose al servicio de la Diócesis a través de la

citada comisión. Y en tercer lugar, invito a que acojamos el Año de la

misericordia, convocado por el Papa Francisco, en perspectiva misionera.

Confiamos en que esta hermosa labor, que nos implica a todos en la nueva

evangelización, será secundada por la especial intercesión de santa Teresa de

Jesús; ella nos invita a que «juntos andemos» en la alegre misión de anunciar a

Jesucristo en nuestra querida tierra de Ávila.

Con mi afecto y bendición.

Ávila, 11 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

MISIONEROS DE LA MISERICORDIA

JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES-DOMUND 2015

Queridos diocesanos:

La Jornada Mundial de las Misiones vuelve a llamar nuestra atención este año

sobre una realidad esencial y ordinaria en la Iglesia como es el mundo de la

misión. Independientemente de nuestro estado de vida, de nuestra condición

social, de nuestras posibilidades, de nuestras circunstancias personales, laborales o

familiares, la misión es exigencia ineludible de nuestra condición de bautizados.

Solo consiste en llevar el mensaje de salvación a los hermanos que lo desconocen.

«La misión es parte de la “gramática” de la fe, algo imprescindible para aquellos

que escuchan la voz del Espíritu que susurra “ven” y “ve”», nos dice el Papa

Francisco en su mensaje con ocasión de la Jornada.

El lema «Misioneros de la misericordia» dispone nuestro corazón para

participar en el «Año Santo de la Misericordia» al que nos ha convocado el Papa,

y será inaugurado el próximo mes de diciembre.

4 0 | O b i s p o

La Iglesia es para la misión, ya que es «sacramento universal de salvación» (LG

59). No podemos obviar, por evidente, la responsabilidad de cada uno de nosotros

en hacer presente el Evangelio en todo el mundo y en toda circunstancia.

Las necesidades de nuestros hermanos a lo largo y ancho del mundo son

grandes, tanto materiales como espirituales. Lo sabemos bien. Las situaciones de

soledad, injusticia, abandono, etc., hacen que muchos hermanos nuestros se vean

sumidos en una espiral de inhumanidad contraria a la dignidad que como hijos de

Dios les es propia.

«¿Quiénes son los destinatarios privilegiados del anuncio evangélico? -nos

pregunta el Papa-. La respuesta es clara y la encontramos en el evangelio: los

pobres, los pequeños, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y

olvidados, aquellos que no tienen cómo pagarte».

Jesucristo en nuestras vidas, el amor que experimentamos en el encuentro con

Él, y la entrega en la proclamación del Evangelio son el resorte que nos lleva a

buscar a los hermanos que, en los distintos lugares del mundo, todavía no han

experimentado ese Amor.

Ser «misioneros de la misericordia» requiere ser el rostro misericordioso de

Dios. Pero no como quien se pone una careta durante el carnaval, como un

elemento ajeno a nosotros que podemos poner y quitar a voluntad, algo que

suplanta nuestra personalidad; ser el rostro de Cristo exige vivir en sintonía con

Él, haberlo encontrado intensamente, vivir transformados por su persona y su

ejemplo. De aquí nace la urgencia del anuncio, la irresistible necesidad de

comunicar y acompañar. «Antes de ser una necesidad para aquellos que no lo

conocen, el anuncio del evangelio es una necesidad para los que aman al

Maestro».

Pidamos al Señor en esta jornada del Domund un corazón grande, lleno de

amor hacia Él, que nos permita salir al encuentro del hermano, que nos disponga

con generosidad y alegría a hacer lo que esté en nuestras manos, para ser testigos

de Cristo resucitado y darlo a conocer a quienes aún no le conocen.

Recemos especialmente por las misioneras y misioneros que de manera

admirable están entregando sus vidas en el anuncio de la Buena Noticia de

Jesucristo, lejos de sus hogares y de su patria. Sus propias vidas son manifestación

de que Cristo vive en medio de su pueblo.

Bajo la especial protección de la Virgen María, ponemos la labor

evangelizadora de la Iglesia. Que ella os bendiga y os guarde.

Con mi bendición y afecto.

Ávila, 18 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

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FUI FORASTERO Y ME ACOGISTEIS (MT 25, 35)

Queridos diocesanos:

El drama de la inmigración que estamos viviendo en Europa merece nuestra

atención y nuestra consideración a la luz del evangelio de la misericordia. El

sistema económico, en el que prima el capital sobre las personas, la injusticia y la

corrupción, el drama de la guerra y la violencia de grupos radicales, son razones

que obligan a muchos seres humanos a ponerse en angustiosa peregrinación,

buscando medios de subsistencia y provocando así un flujo migratorio. La

inmigración es siempre una realidad con doble cara. El inmigrante sale de su casa y

de su tierra empujado por diversos motivos y atraído por la esperanza de mejorar

sus condiciones de vida. Sin embargo, se encuentra pronto con el dolor del

desarraigo y con las dificultades para la integración en la nueva realidad, en la que

espera ser acogido.

En estas circunstancias cobra una importancia especial el reto del Señor: «fui

forastero y me acogisteis» (Mt 25, 35). Este desafío lanzado por Jesús, según refiere

el evangelio de Mateo, está dentro de un elenco de acciones que nacen de unas

entrañas misericordiosas. Acciones que caracterizan a los que obran con un

corazón grande y hace realidad «la premura paterna de Dios que es solícita con

todos». Dice Francisco que «el amor de Dios tiende a alcanzar a todos y a cada

uno, transformando a aquellos que acojan el abrazo del Padre entre otros brazos

que se abren y se estrechan para que quien sea sepa que es amado como hijo y se

sienta “en casa” en la única familia humana» (Mensaje para el Día mundial del emigrante y del refugiado 2016).

Para Dios, todos los seres humanos somos sus hijos y, por tanto, hermanos. Por

eso Jesús, el rey que nos juzgará al final de los tiempos cuando venga en su gloria

(cf. Mt 25, 31), el Hijo de Dios entre los hijos de Dios, Hermano entre los

hermanos, proclama: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de

estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 15, 40). Estos

hermanos “más pequeños”, en la escena del juicio final, son los hambrientos, los

que tienen sed, los forasteros, los que están desnudos, los enfermos, los

encarcelados (cf. Mt 25, 35-36).

En el Angelus del día 6 de septiembre, el Papa nos sorprendía con una llamada

a la acogida: «La Misericordia de Dios se reconoce a través de nuestras obras…

Ante la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la

guerra y el hambre, y están en camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio

nos llama a ser “prójimos” de los más pequeños y abandonados. A darles una

esperanza concreta. No vale decir sólo: “¡Ánimo, paciencia!..” Por lo tanto, ante

la proximidad del Jubileo de la misericordia, hago un llamamiento a las parroquias,

a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa

para que expresen la realidad concreta del Evangelio y acojan a una familia de

refugiados… Recordando que Misericordia es el segundo nombre del Amor».

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Queridos diocesanos, ante la propuesta del Papa, la diócesis de Ávila quiere

mostrar su colaboración para hacer frente a esta catástrofe contribuyendo a

prestar ayuda a los refugiados en la medida de nuestras posibilidades. Yo lo

anunciaba en una nota publicada hace unas semanas. El Obispado ha

encomendado a Cáritas Diocesana la coordinación de todas las acciones

encaminadas a este propósito. También hago un llamamiento a todos los fieles,

familias, instituciones y empresas. Ávila siempre ha dado muestras de ser una

comunidad generosa con el que sufre. Ahora, es tiempo de mostrar de nuevo

nuestra sensibilidad ante el drama de miles de hermanos y orar por ellos, abriendo

nuestro corazón a la acogida.

Con mi bendición y afecto.

Ávila, 25 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

¡NO TENGÁIS MIEDO, TENÉIS UN LUGAR RESERVADO EN MI CASA!

Queridos diocesanos:

La conmemoración de los Fieles Difuntos nos ofrece una oportunidad para

reflexionar sobre la muerte y la vida. En los días previos, los cementerios se van

cubriendo con un manto de flores que simboliza nuestro recuerdo y nuestro amor

hacia los seres queridos que han muerto. Pero también expresan para los cristianos

el sentimiento de alegría y de esperanza que nos ofrece la fe en Jesucristo

resucitado. La esperanza cristiana nos ayuda a experimentar el sentido de nuestra

vida y nuestra muerte, que encuentran su razón última en la vida, pasión, muerte

y resurrección de Jesucristo. De este modo, frente al sentimiento de dolor, de

vacío y tristeza, que acompaña la pérdida de un ser querido, la Iglesia, en nombre

de Jesús, nos ofrece acogida, escucha y compañía, expresión de la misericordia del

Padre.

La Iglesia nos enseña cómo estar cerca de quien pierde a un ser querido y de

aquel que ha partido ya a la casa del Padre. Lo hacemos practicando las obras de

misericordia, consolando a los que están tristes, enterrando con dignidad a los

muertos, que han sido templos del Espíritu Santo, y orando a Dios por los vivos y

difuntos. La práctica de las obras de misericordia da la paz a quien parte y a quien

permanece, nos lleva a sentir que Dios es más grande que la muerte, y que

permaneciendo en Él, incluso la última separación la vivimos como un “hasta

luego”, porque ellos y nosotros esperamos la resurrección final.

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Próximos a iniciar el Año de la Misericordia, el Papa Francisco desea que éste

sea un auténtico encuentro con la misericordia de Dios, que vivamos una

experiencia viva de cercanía del Padre, que nos toca con la mano de su ternura

para que nuestra fe se fortalezca. Esta fe nos ayudará a mirar con los ojos de Jesús

el sentido pascual de nuestra propia muerte y la de nuestros seres queridos,

intuyendo en nuestro corazón que la muerte no tiene la última palabra, porque del

Señor viene la misericordia y la redención copiosa.

El Papa centra su atención sobre un punto que considera importante respecto

al Año de la Misericordia: «La indulgencia Jubilar -dice- se puede ganar también

para los difuntos. A ellos estamos unidos por el testimonio de la fe y caridad que

nos dejaron. De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística,

también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos

para que el rostro misericordioso del Padre los libre de todo residuo de culpa y

pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin» (Carta 1/9/2015).

Queridos amigos, os aseguro mi oración por todos los miembros de esta diócesis

que han partido este año a la Casa del Padre, comparto vuestro dolor y también

vuestra esperanza. ¡Mucho ánimo! Cuando los cristianos de Tesalónica se

mostraban turbados y conmovidos por el fallecimiento de los miembros de aquella

comunidad, el apóstol Pablo les consolaba de este modo: «No quiero que ignoréis

la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como hombres sin esperanza. Pues

si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han

muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que decimos

apoyados en la palabra del Señor» (1 Tes 4, 13-15).

Con esta certeza que nos llena de consuelo, os bendigo con afecto.

Ávila, 1 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

PADRES: ENSEÑEMOS A REZAR A NUESTROS HIJOS

Queridos diocesanos:

Acaba de clausurarse en Roma el Sínodo de las Familias, en el que los obispos

han reflexionado y dialogado sobre la institución familiar y la sociedad actual.

Muchas han sido las cuestiones tratadas al respecto, hoy me detengo en una de

ellas: la importancia de los padres como educadores y transmisores de la fe a sus

hijos.

El número 67 del documento final del Sínodo propone: «es importante que los

padres se involucren activamente en el camino de preparación para

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los sacramentos de la iniciación cristiana, en calidad de primeros educadores y

testimonios de fe para sus hijos». En efecto, el padre y la madre tienen esa especial

misión en la Iglesia, que les lleva a enseñar el camino de la fe a sus hijos desde su

infancia. Un camino que se inicia con la oración, como medio de «tratar de

amistad con quien sabemos nos ama», conforme al magisterio de Santa Teresa.

En muchas familias ahora ya no se reza. ¿Por qué razón? Las prisas, las

distracciones, la falta de hábito… Decía el Papa Francisco el pasado mes de marzo

que nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad que ha olvidado a Dios,

«donde los padres ya no enseñan a los hijos a rezar ni a santiguarse. Yo os

pregunto: vuestros hijos, vuestros niños, ¿saben hacer la señal de la cruz? ¿Se lo

habéis enseñado? Pensad y responded en vuestro corazón. ¿Saben rezar el

Padrenuestro? ¿Saben rezar a la Virgen con el Ave María? Pensad y respondeos.

Este habituarse a comportamientos no cristianos y de comodidad nos narcotiza el

corazón» (Audiencia General, 5/3/2015).

Verdaderamente es una tarea hermosa el acompañar a los hijos en sus primeros

pasos, también en lo que afecta a la vida espiritual. La familia es una comunidad

de fe, esperanza y amor, por eso a la familia se la llama “iglesia doméstica”. Un

hogar debe ser también un lugar de oración y de evangelización. Como señala el

Sínodo, los padres están llamados a transmitir la fe a los miembros de su familia.

En cierta manera están asumiendo el papel de guías espirituales de sus propios

hijos y son para ellos sus primeros catequistas.

Pero ¿cómo podemos hacerlo? Antes que nada, recordemos que los niños

aprenden por imitación, son como esponjas que absorben todo lo que ven y

escuchan a su alrededor. Por ello, el primer paso consiste en que los hijos vean a

sus padres rezar. Sólo así el hábito de oración surgirá en ellos con naturalidad. Es

más, si el pequeño ve a su papá o a su mamá integrando la oración en sus

quehaceres y rutinas diarias, podrá percibir la presencia de Dios en su hogar como

algo espontaneo, bueno y necesario; y aprenderá actitudes que irán despertando

en él la sensibilidad religiosa. Se trata del despertar religioso. Los padres deberán

enseñar a rezar a sus hijos, antes que con las palabras, con su testimonio de vida,

“dando ejemplo” y siendo testigos de Cristo resucitado. El proceso de imitación

que tienen los hijos respecto de sus padres hará el resto.

El segundo paso consiste en rezar con ellos. Hay que hacer participar al niño en

la oración: que aprendan a santiguarse, a hacer la señal de la Cruz, a repetir algún

canto, a rezar el Padrenuestro o el Avemaría, o simplemente a estar en silencio

hablando Dios. Un ratito de oración antes de acostarse para dar gracias a Dios por

el día que acaba, o al levantarse para pedirle que bendiga una nueva jornada,

puede ser el comienzo de la vida de oración. Existen oraciones sencillas con las

que todos hemos aprendido a orar. ¿Quién no recuerda Jesusito de mi vida, o

Cuatro esquinitas tiene mi cama? Es la prueba de que la oración queda grabada en la

experiencia de los niños como algo gratificante, que pertenece a la vida de la

familia, como reunirse, hablar, reír, discutir o divertirse.

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Queridos padres: no os dejéis vencer por el desafecto social hacia lo espiritual.

Acompañar a vuestros hijos en la fe es el mejor legado que podéis dejarles. La

oración es un momento precioso para hacer más sólida la vida familiar, la amistad

¡Aprendamos a rezar cada vez más en familia y como familia!

Con mi bendición.

Ávila, 8 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

UNA IGLESIA Y MILES DE HISTORIAS GRACIAS A TI

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA 2015

Queridos diocesanos:

“Una Iglesia y miles de historias gracias a ti” es el lema propuesto este año para

la celebración del Día de la Iglesia Diocesana. Un lema que nos remite a dos

conceptos fundamentales para entender la Iglesia hoy: unidad y universalidad. Es

cierto que lo que celebramos de manera especial en este día es la manifestación y

concreción en cada Iglesia local de una realidad mucho más amplia, con unas

características y fisonomía propias, pero que, al mismo tiempo, es la misma Iglesia

que existe en su totalidad extendida por todo el mundo como nuevo pueblo de

Dios.

Esta Iglesia particular, doméstica, más familiar si se quiere, es la que formamos

todos y cada uno de nosotros desde nuestras realidades vitales más concretas; es el

resultado de “miles de historias”, la suma de una infinita cotidianeidad, que queda

perfectamente ensamblada por la presencia de Cristo en medio de ella; una

presencia que no es puramente simbólica sino de una fuerza y realidad

abrumadora, que desborda toda expectativa humana, ya que por Cristo «del cual

todo el cuerpo bien ajustado y unida a través de todo el complejo de junturas que

lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del

cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor» (Ef 4, 16)

Por el bautismo nos incorporamos a la Iglesia, se nos invita a una “nueva vida”.

Renacidos como “criatura nueva” (2 Cor 17), el bautismo nos interpela y da fuerza

para ponernos al servicio de los demás, para poder construir un mundo de

verdaderos hermanos. Es san Lucas quien en los Hechos de los Apostóles, nos

presenta la imagen de aquellas comunidades primitivas constituidas en koinonía

(comunión, unión fraterna). Esta imagen de Iglesia es la de una comunidad de

creyentes que vive en comunión: «Los que escuchan la palabra de Dios y siguen a

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Jesús, encuentran en la Iglesia un lugar de comunión en donde poder realizar

juntos la experiencia de sentirse salvados».

Esta misma incorporación de pleno derecho a la Iglesia, a Cristo, por medio del

bautismo, nos abre las puertas a una cantidad considerable de derechos pero

también de obligaciones. Como creyentes tenemos derecho a conocer, a

participar, a ser agentes activos de la vida y actividad de nuestras Iglesias; del

mismo modo, se nos anima a contribuir de manera generosa y responsable en el

cuidado y sostenimiento de nuestras comunidades. Cada uno desde su distinta

realidad discierne de qué manera puede contribuir a que la Iglesia lleve a cabo su

fin último.

Lo define concretamente San Pablo: «Y él ha constituido a unos, apóstoles, a

otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el

perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación

del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el

conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su

plenitud» (Ef 4, 11-13) ¿Yo me siento apóstol, profeta, evangelista, pastor o

doctor? Sería éste un buen ejercicio de examen en la jornada de la Iglesia

diocesana, para dialogarlo después con mi párroco.

Encomendamos a María, Madre de la Iglesia, toda la vida de la Iglesia, en este

día, especialmente, la de las Iglesias locales. En sus manos ponemos nuestras

actividades y nuestra respuesta generosa al servicio de los hombres, nuestros

hermanos.

Con mi bendición y afecto.

Ávila, 15 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

CARTA A LOS SACERDOTES, A LOS FIELES Y A TODA PERSONA DE

BUENA VOLUNTAD DE NUESTRA TIERRA DE ÁVILA

SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN

Queridos diocesanos:

Desde el 30 de noviembre hasta el 11 de diciembre próximos tendrá lugar en

Paris la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático. El objetivo de

esta Conferencia es concluir un acuerdo mundial que sea justo, legalmente

vinculante y motor de un verdadero cambio transformacional con respecto a la

reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Con este motivo, el 26

de octubre pasado la Iglesia Católica hizo un llamamiento a los cinco continentes:

«En su carta encíclica, Laudato Si’, dirigida “a cada persona que habita este

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planeta”, el Papa Francisco afirma que “el cambio climático representa uno de los

principales desafíos actuales para la humanidad”. El clima es un bien común,

compartido, de todos y para todos. El medio ambiente es un bien colectivo,

patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos».

«Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es

esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los

creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios

creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteo ecológico debe

incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales

de los más postergados».

«El Papa Francisco llama nuestra atención sobre el impacto irreparable del

cambio climático desenfrenado en muchos países en desarrollo. La construcción y

el mantenimiento de una casa común sostenible requieren un liderazgo político

valiente e imaginativo. Se vuelve indispensable crear un sistema normativo que

incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas. El Papa y

los Obispos Católicos de los cinco continentes, sensibles a los daños causados,

instan a una reducción drástica de las emisiones de dióxido de carbono y otros

gases tóxicos».

Debido a los atentados del pasado 13 de noviembre, no se va a realizar en París

la marcha prevista por el Movimiento por la Justicia Climática para este domingo

próximo; sin embargo sí se realizarán en ciudades como São Paulo, Berlín, Tokio,

Roma, Amsterdam, Copenhague, Sydney, Ciudad de México, Oslo, Seúl,

Budapest, Estocolmo, Barcelona y Madrid, entre otras. Si queréis información

sobre la Marcha que se realizará en Madrid, en orden a una posible participación,

podéis consultar el siguiente link: https://www.facebook.com/events/513646142132152

Por medio de un comunicado del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, el Papa

Francisco nos invita a todos el 29 de noviembre, domingo I de Adviento, a elevar

nuestras oraciones y nuestra voz en favor de nuestra casa común y de la justicia

climática. En esta tierra de Ávila, especialmente sensible y comprometida con los

espacios naturales, nos unimos a su invitación orando a Dios por nuestra Tierra:

«Dios de amor, enséñanos a cuidar para este mundo nuestra casa común.

Inspira a los jefes de gobierno mientras se reúnen en París: a escuchar y atender el

llamado de la tierra y de los pobres; a que se unan de corazón y de espíritu para

responder con valentía; buscar el bien común y la protección de este hermoso

jardín terrenal que has creado para nosotros, para nuestros hermanos y hermanas,

y las generaciones futuras. Amén».

Con mi bendición y afecto.

Ávila, 27 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

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EL ADVIENTO, CAMINO DE ESPERANZA

Queridos diocesanos:

Os saludo en el domingo segundo de Adviento, tiempo, que nos va a ir

acercando al misterio de Jesús, un misterio que Él mismo nos va a ir desvelando.

Para lo cual necesitamos poner en juego los resortes que nos ofrece la Esperanza.

Por la fe sabemos que somos destinatarios de una Promesa de salvación. Estemos

en alerta en actitud de vigilancia porque algo va a suceder. No es una ilusión, no

estamos confundidos con algo irreal, se acerca nuestra liberación: «Dios anuncia la

paz a su pueblo y sus amigos. La salvación está cerca de los que le temen y la gloria

habitará en nuestra tierra» (Sl 84). Me gustaría invitaros a vivir la esperanza en

dos direcciones:

Esperanza hacia el interior. El misterio de Dios hecho hombre por amor nos va a

ser revelado por Jesús; Él necesita encontrar nuestro corazón preparado pidiendo

la gracia de acercarnos a su misterio por la senda que nos muestre: el sendero de la

humildad, de la mansedumbre, de la pobreza, la vereda más estrecha de sentirnos

pecadores. El viene a salvarnos, a liberarnos.

El profeta Isaías en este tiempo de Adviento nos presenta la venida de Jesús

con signos sencillos, humildes, capaces de ser comprendido por todos: «Brotará un

renuevo del tronco de Jesé» -nos anuncia- (Is 1, 10). Cuando se presentó en

público el Proyecto Internacional del Genoma humano, el presidente de los

Estados Unidos declaró: «Sin duda este es el mapa más importante, más

maravilloso jamás producido por la humanidad. Hoy estamos aprendiendo el

lenguaje con el que Dios creó la vida. Estamos llenándonos aún más de asombro

por la complejidad, la belleza y la maravilla del más divino y sagrado regalo de

Dios». Para anunciarnos el plan de salvación de Dios el Profeta no refiere el ADN

del Mesías, nos presenta la venida de Jesús de modo fácilmente inteligible: “vendrá

como un brote”. El renuevo, el retoño es humilde -comenta Papa Francisco-, Jesús

viene de nuevo a traer la salvación a los humildes, a los pobres, a los oprimidos.

Esperanza compartida. Caminar en Adviento no debemos hacerlo en solitario.

La esperanza cristiana nos obliga a poner el alma del Evangelio en los

acontecimientos diarios en los que constatamos las grandes dificultades por las que

pasan numerosos conciudadanos: enfermedad, abandono, hambre, soledad,

conflictos bélicos... Como sucedió con el Pueblo de Dios, también hoy los hombres

y mujeres de nuestro tiempo viven situaciones de gravedad, pero Dios camina a

nuestro lado, y nos pide que hagamos presente su amor con acciones solidarias,

mientras esperamos su retorno.

Isaías anuncia el consuelo de Dios para Israel. Su promesa atraviesa la historia

y llega hasta nosotros. En la genealogía de Jesús vemos que la salvación está

siempre ligada a la historia; no hay una salvación sin historia: la historia de la

humanidad, la historia de la Iglesia, nuestra propia historia. Nuestra salvación es

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una salvación histórica: Dios hizo camino con su pueblo, lo hace con la Iglesia,

hace camino con cada uno de nosotros.

No podremos comprender el misterio del Verbo encarnado si no tenemos la

certeza de que Dios, sumido en la historia, camina con nosotros y sigue en vigor su

promesa de salvación. Esta certeza nos exige caminar mano a mano para que

nuestra esperanza sea compartida.

Queridos amigos, María es icono de esperanza. Cuando María llevaba al Mesías

en su seno, justo en este tiempo corrió aprisa a visitar a su prima Isabel para

ponerse a su servicio. La Virgen mostró así una esperanza viva, comprometida,

actualizando la Promesa por medio de Isabel: ¿Quién soy yo para que me visite la

Madre de mi Señor? Y María nos regaló el bello canto del Magníficat.

Es preciso que hagamos juntos el camino, aunque las luces, los intereses

comerciales y los eventos paganos nos distraigan, hagamos completo el camino del

Adviento, un tiempo precioso en espera fundada de nuestra salvación.

Pasado mañana, fiesta de la Inmaculada, va a tener lugar la apertura del Año

Jubilar de la Misericordia al que hemos sido convocados por el Santo Padre. Os

invito a caminar conmigo con un corazón sencillo, luminoso, con la Luz que

Cristo nos ofrece, capaz de acoger y perdonar con grandeza de corazón, haciendo

realidad el deseo de Jesús: “sed misericordiosos como el Padre es misericordioso”.

Con mi bendición y afecto.

Ávila, 6 de Diciembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

ANUNCIADLO COMO LOS PASTORES

Queridos diocesanos:

«Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre». Con estas palabras el Papa

nos anuncia el misterio de la Navidad. El niño Jesús, nacido en un pesebre, sin

protección alguna fuera de sus padres, es un regalo de la misericordia de Dios para

la humanidad. Jesús es misericordia que alcanza a cada persona y anuncia una

nueva humanidad. A pesar de no haber encontrado sitio en posada alguna, al niño

que nos trae la paz y la salvación sí hay quien le acoja: lo acogen sus padres, nace

entre animales y lo adoran los pastores.

«En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre,

velando su rebaño. De repente un ángel del Señor les dijo: Os anuncio una buena

noticia que será de gran alegría para todo el pueblo. Los pastores fueron corriendo

y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y se volvieron

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dando gloria y alabanza a Dios» (Lc 2,8-20). Ávila, tierra de pastores, agricultores,

ganaderos, también somos invitados a contemplar el misterio de Belén.

¿Cómo eran aquellos hombres? En su ambiente, los pastores eran despreciados;

se les consideraba poco de fiar y en los tribunales no se les admitía como testigos.

Ciertamente no eran grandes santos, si nos referimos a personas de virtudes

heroicas. Eran almas sencillas. Quizás en este retrato descubramos alguna

semejanza con nosotros. El evangelio destaca una característica en estos hombres:

eran personas vigilantes. Vigilantes porque pasaban la noche velando sus ovejas;

pero también porque estaban dispuestos a oír el anuncio del ángel, la palabra de

Dios. No estaban cerrados en sí mismos, tenían un corazón abierto. En lo más

íntimo de su ser esperaban algo. Su vigilancia era disponibilidad para escuchar y

caminar (cf. Benedicto XVI, Homilía, 24/12/2005). Los pastores que oyeron la

noticia del nacimiento de Salvador, salieron corriendo a contemplarla y luego a

pregonarla. Esta dinámica expresa la experiencia del creyente: oímos el anuncio,

encontramos al anunciado y nos convertimos en anunciadores.

Primero, anuncio de la noticia. El cristiano creyente es aquel que ha escuchado

la Buena Noticia de Jesús en la familia, o en la catequesis, o en la liturgia de la

Iglesia. Es allí donde nace la fe, donde comenzamos a andar en relación con Dios.

Después, para crecer y madurar en la fe hay que pasar de lo que hemos “oído” al

encuentro con Aquél del que hemos oído hablar.

Luego, encuentro con el anunciado. Después de acoger el anuncio sobre Jesús es

necesario establecer una relación personal con él; encontrarnos con Cristo. Él sale

a nuestro encuentro en cada persona y cada acontecimiento de nuestra vida, está

a la puerta de nuestro corazón, de nuestra familia, de nuestra comunidad,

llamando y esperando que le abramos y le invitemos a entrar.

Finalmente, anunciadores de la Buena Noticia. Quien se ha hecho amigo de

Jesús sabe que no puede sino anunciarlo a otros. La salvación que nos trae no es

algo para guardar como un asunto personal. Dios viene a salvarnos a todos, «Él

salvará a su pueblo de sus pecados» dijo el ángel a José.

Queridos amigos, en esta navidad Dios se pone en nuestras manos con la

fragilidad de un niño para que lo acojamos, y en él acojamos a todos. Nos trae la

paz y la dicha, nos salva de nuestros pecados y nos convierte en instrumentos de

su amor y su paz. Que cuantos hemos escuchado la Buena Noticia nos pongamos

en camino para encontrarle, le acojamos en el alma y nos dispongamos a

anunciarlo a los demás.

¡Feliz misericordia de Dios en la Navidad!

Ávila, 20 de Diciembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

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Otras Escritos

PRESENTACIÓN DEL LIBRO: “TERESA, ¿DÓNDE VIVES? GUÍA DEL

PEREGRINO”, DEL P. ARTURO DÍAZ CONEJO

Microrelato para la Asociación Amigos del Camino de Santiago en Ávila.

“Teresa y el Camino. Microrelatos”, febrero de 2015

Agradezco al P. Arturo la oportunidad que me da para participar en la

presentación del bello libro que ha preparado: “Teresa, ¿dónde vives? Guía del

peregrino”. El hecho de que el autor sea el capellán de un monasterio tan

significativo para la vida de la Santa, como es la Encarnación, garantiza el interés

y el amor que ha puesto en su redacción.

Quisiera fijarme en algunos aspectos del libro. En primer lugar, el título. Se

trata de una pregunta: “Teresa, ¿dónde vives?”. Esta pregunta me lleva a la

conversación que mantiene Jesús, al comienzo de su vida pública, con dos

discípulos de Juan. En efecto, después del bautismo de Jesús, hecho por Juan

Bautista en el Jordán, dos discípulos de éste siguen a Jesús. Él les pregunta: «¿Qué

buscáis?» y ellos responden: «Maestro, ¿dónde vives?» Jesús les dice: «Venid y lo

veréis». Los discípulos vieron dónde vivía y estuvieron con él aquel día. Era la

hora décima (Jn 1, 37-39).

Pues bien, a esta hora nuestra, las 7 de la tarde, nosotros también preguntamos

a Teresa: «¿Dónde vives? ¿Dónde has vivido? ¿Dónde te podemos encontrar en

Ávila?». El libro que hoy presentamos responde a esta pregunta, mostrándonos los

lugares, expuestos con corrección literaria y belleza de imágenes, en los que la

Santa habitó, los mismos espacios: casa natal, Convento de Gracia, Monasterio de

la Encarnación, Convento de San José y otros muchos rincones, por donde ella

dejó su alma, que todavía hoy podemos percibir. La Santa también nos responde a

nosotros: “Venid y veréis”.

El texto refiere cada uno de estos lugares con sus rasgos característicos. Me

parece una especie de “GPS”, al que ahora tan acostumbrados estamos, que nos va

guiando paso a paso sin temor a perdernos. Precedido por una breve biografía de la

Santa en Ávila, nos invita a hacer un recorrido biográfico-geográfico, que combina

vida y espacios físicos, por donde transitó el bastón de la Santa peregrina. Como

digo, el libro es una suerte de “GPS” teresiano.

Los gráficos, las fotografías cargadas de belleza, que acompañan el texto,

ayudan a descubrir el lugar físico y a encontrarnos con él, con el gozo interior que

nos produce el encuentro. Son los objetos, los espacios concretos que tienen una

relación directa con la Santa.

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Este libro, impreso sobre papel suave al tacto y de atractiva lectura, es en

definitiva una invitación a conocer mejor a santa Teresa de Jesús, visitando en el

marco de la ciudad que la vio nacer y vivir, los sitios y las cosas que la hacen

presente hoy, cinco siglos después. Es una invitación a convivir con Teresa las

horas o los tiempos que dedicaremos a visitar la ciudad.

Disfruta, amigo peregrino, del encuentro con la ciudad, los edificios, los lugares

y los objetos donde hoy continúa viva Teresa, donde permanece su espíritu, del

que tú también puedes participar.

Monasterio de la Encarnación.

Ávila, 10 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

ENTREVISTA DE D. ISIDRO CATELA AL OBISPO DE ÁVILA

Todos los muros caen, hoy o mañana, o dentro de cien años. Las murallas de

Ávila, sin embargo, se elevan poderosas en Castilla. Nos aguardan e invitan a

pasar, como castillo interior que describiera Teresa de Jesús. Abren sus puertas y

sus brazos de piedra, casi intactos desde el medievo. Hurgan en la memoria de

alguna cerca antigua, anterior a la que admiramos, y que probablemente dibujaran

los romanos.

En esta casa siempre abierta y alta se alza la Catedral del Salvador, en el punto

urbano más alto de la península. A pocos metros de allí, en el obispado nos recibe

Monseñor García Burillo, el obispo de una diócesis que, precisamente porque sabe

muy bien que solo Dios basta, anda en estos días enredada de fiesta en fiesta,

engolosinando almas, celebrando el 500 cumpleaños de la Santa con la alegría de

un niño. O más bien de una niña.

Isidro Catela: Don Jesús, ¿qué vamos a hacer a partir de mañana, cuando echemos el telón al V Centenario?

Mons. García Burillo: Aquí en la diócesis vamos a hacer un programa de vida

cristiana. En la clave del Papa Francisco, a la diócesis le hemos propuesto una

misión sobre cuatro ejes teresianos: Jesucristo, siempre al lado; la vida fraterna; la

riqueza que supone determinarse a vivir siempre en amor de Dios y la respuesta a

los tiempos recios. Mil vidas pusiera yo como remedio de un alma, decía la Santa.

I.C.: Es un todo camino de perfección, un programa de vida. Con todas las distancias y diferencias entre la persona y el personaje de ficción, terminamos el año de Santa Teresa y nos vamos a embarcar en el año del Quijote, otro andariego…

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G.B.: Claro, el hombre es un “homo viator”, es un caminante, esa idea en la

Edad Media se vivió con mucha intensidad. Roma, Jerusalén, Santiago cifraron la

vida física de muchos cristianos. El ser humano desde que nace hasta que muere es

un caminante que hace el camino por sí mismo y con los demás, sabiendo que

tiene una meta y que va ligero de equipaje. Caminar es rezar con los pies, decía un

abad. Te vas poniendo en las manos de Dios. Yo he hecho el camino de Santiago

cuatro veces, hay toda una filosofía de la vida que nos ayuda mucho cuando

volvemos a nuestra vida cotidiana.

I.C.: Aquí ha llegado mucha gente este año rezando con los pies…

G.B.: Está siendo impresionante. Se vive así sobre todo cuando se llega como

verdadero peregrino. Se descubre que la muralla de Ávila tiene 9 puertas

continuamente abiertas y que dentro está el diamante, el castillo interior, las

personas, la Catedral, en la cumbre de la ladera y en el centro de la ciudad. Entrar

a la ciudad física es entrar al espíritu de Santa Teresa y convivir con las gentes que

hoy trabajan aquí, que sufren, que reciben, que son acogedores. Si se es peregrino

de verdad, a Ávila se llega buscando a Cristo de la mano de Santa Teresa.

I.C.: No es fácil explicarle esto del diamante y del castillo interior a la sociedad del espectáculo y de la apariencia

G.B.: El problema más grande que tiene la sociedad es la indiferencia, o en

palabras del Papa la globalización de la indiferencia, instalada en el corazón de la

tierra, porque a partir de ahí viene todo lo demás, todas las crisis que conocemos y

que padecemos.

I.C.: ¿Está ardiendo hoy el mundo, como decía Santa Teresa de su siglo XVI?

G.B.: No tenemos más que ver el telediario para reconocer que vivimos una

situación crítica. Lo que está sucediendo con los refugiados o esas imágenes

estremecedoras del Mediterráneo como un gran cementerio. El Papa ha dicho

varias veces que estamos en la Tercera Guerra Mundial, por etapas y espacios. Es

cierto, vivimos una situación muy delicada, pero un cristiano no la puede vivir

sino en una actitud de esperanza, de vida renovada en Cristo. La fe convierte una

situación dramática en una situación esperanzada y por lo tanto también en una

situación de luz.

I.C.: ¿Son tiempos recios también para España?

G.B.: Estas claves de las que hemos hablado se dan también en España. Yo

recuerdo haber vivido la Transición con una pasión grande. Tendría unos 30 años.

Teníamos una gran pasión por la unidad, y no era solo yo, era España entera, en

sus distintas regiones, que trabajaban apasionadamente y estaban dispuestas a

hacer cualquier cosa por la unidad. Aquel fue un acontecimiento grande que llegó

a todos los países del mundo. Yo viajaba mucho y veía a la gente admirada con el

milagro español, el milagro de la unidad. Insensiblemente, poco a poco, se ha ido

enfriando la situación, hemos llegado al hastío de vivir con los demás, incluso en

una historia reciente con manifestaciones de odio, en expresiones que estamos

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viviendo en estos días. Necesitamos volver a lo esencial, volver al aprecio por la

unidad. Tenemos otra vez que pasar la crisis para darnos cuenta de dónde están el

bien y los verdaderos valores. Dios quiera que esta crisis no nos lleve demasiado

lejos, porque conocemos la historia de España y sabemos lo que ha sucedido.

Esperemos que seamos capaces de recuperar la sensatez, el valor de la persona, el

valor de la historia de España, de las relaciones entre las regiones, que volvamos a

vivir un sentimiento de unidad, de que nos necesitamos todos, de que nos

valoramos todos y de que es mucho mejor vivir para los demás con los valores que

cada uno tiene que no esta disgregación y este desconocimiento mutuo.

I.C.: ¿Qué les decimos a los que quieren una Iglesia metida en la sacristía, sin voz en el espacio público?

G.B.: Que no la conocen, o que la conocen demasiado (ríe), porque no saben

que la Iglesia es una realidad dinámica, que está en el mundo para ir a los demás y

que tiene una fuerza y una capacidad inigualable, porque está edificada sobre roca

firme y no se le puede andar con añagazas, con historias, porque, humildemente,

sin gritar, llega hasta el final con la fuerza de Dios.

I.C.: Y para los de dentro, los que quieren ponerse en camino, formar parte de esta Iglesia en salida, pero no saben por dónde empezar…

G.B.: Que empiecen por el que tienen al lado, no hace falta complicarse. Lo

que hace falta es tener una apertura interior grande para saber que estamos

compartiendo la vida con los demás y con sus necesidades, en la medida en que

cada uno podamos.

I.C.: En ese hacer, puesto que no somos una ONG, ¿a qué nos dedicamos? ¿nos arrodillamos ante el Sagrario o hacemos pozos?

G.B.: Nos arrodillamos y después hacemos pozos, sencillamente. La vida

cristiana es un compuesto de contemplación y acción. Si no hay Marta, no hay

María. Si no hay preparación y disposición en la casa, después no se puede dar el

encuentro.

I.C.: Hay también quien, desde dentro de la Iglesia, vive momentos de incertidumbre, desorientados ante los acontecimientos de los últimos años: los escándalos, la renuncia de Benedicto XVI, el no saber situarse ante las reformas de Francisco, inquietos como si la barca de Pedro se fuera a hundir…

G.B.: Esa es una imagen muy iluminadora. La Iglesia, para un creyente, es una

barca en la que Cristo está dentro. Los apóstoles tienen miedo a hundirse cuando

Cristo no está dentro. Si Él está, viene la calma, el viento desaparece, llega la paz.

No hay temor. Santa Teresa hizo una gran reforma, pero la hizo en el amor, como

una continuidad con la Tradición de la Iglesia. Ella sentía con la Iglesia. Estoy es

muy importante, hemos de hacernos solidarios con la historia de la Iglesia. Yo soy

un miembro de la Iglesia y siento con lo que la Iglesia ha creído desde los

comienzos, estoy en comunión con la Iglesia de Jesucristo. Esto nos da una gran

paz.

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I.C.: Si pudiera atravesar las puertas de una suerte de Ministerio del Tiempo, ¿a qué momento del siglo XVI le gustaría ir?

G.B.: Me habría gustado estar cerca de Teresa cuando escribía. Su pasión, la

grandeza de alma, la belleza de las imágenes, la relación humana cuando trata con

las hijas. Todo esto te permite describir el misterio de la contemplación que ella

tuvo. Lo aplicaría a mi propia vida, esa pasión y esa belleza de su escritura traerla

aquí. El siglo XVI fue muy grande, con la evangelización de América. Esa grandeza

de alma de personas como Teresa, Isabel la Católica, Carlos V, Felipe II, los

evangelizadores, San Fray Junípero Serra. Creo que nuestra humanidad se ha

achicado un poquito, la resolución de las cosas por la técnica nos ha hecho perder

esa grandeza de ánimo, ese soñar al que nos invita el Papa continuamente, esa

llamada que les hace a los jóvenes a no ser como sapos sino a pensar como águilas.

Me da la sensación de que hemos perdido un poco los grandes horizontes.

Ávila, 15 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

INTERVENCIÓN EN EL ACTO ACADÉMICO DE INAUGURACIÓN DE CURSO

2015-2016 DE LA UCAV

Comenzamos el curso 2015-2016 no sin hartas preocupaciones por la situación

social en España, por los conflictos internacionales y, en el fondo de todo, por un

cambio cultural profundo que venimos experimentando desde hace algún tiempo.

¿Qué puede hacer la universidad? Deseo darles brevemente, a modo de síntesis,

respuestas del Papa Francisco en el Aula Magna de la Pontificia Facultad de

Teología de Cerdeña (22 sept. 2013).

Frente a la crisis puede darse la resignación, el pesimismo frente a toda

posibilidad de eficaz intervención. Se trata de “lavarse las manos” en este recodo

de la historia; adoptar una concepción pesimista de la libertad y de los procesos

históricos que lleva a una parálisis de la inteligencia y la voluntad.

Es una tentación que lleva a renunciar a la responsabilidad social, al

individualismo o a la hipocresía.

¿Hay un camino diferente a la resignación? El momento presente nos invita a

buscar caminos de esperanza que abran horizontes nuevos a nuestra sociedad. La

universidad puede seguir algunos caminos:

1. La universidad como lugar de discernimiento. Se trata de leer la realidad

“mirándola a la cara”, viviéndola sin miedos, sin fugas y sin catastrofismos. Cada

crisis es como un dolor de parto que comporta sufrimiento, pero conlleva también

5 6 | O b i s p o

un horizonte de vida, de renovación, de esperanza, y esto, sabiendo que la actual

crisis es una crisis de cambio de época. La crisis puede transformarse en

purificación y replanteamiento de modelos económicos que recuperen lo humano

en todas sus dimensiones.

El discernimiento, por tanto, se efectúa sobre la base de criterios éticos y

espirituales, con referencia a los valores propios del hombre y del mundo, de la

persona en todas sus dimensiones. No se trata de negar la crucifixión del Señor, de

su aparente derrota, sino de fundarnos en la Resurrección para no tener que oír:

«¡Qué necios y torpes sois!.. ¿No era necesario que el Mesías padeciera para entrar

en la gloria?» (Lc 24, 25-26).

2. La universidad como lugar de encuentro y de diálogo. Aislamiento, no; cercanía,

sí; cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí. La universidad es

lugar privilegiado para el diálogo. El diálogo comprende y valora la riqueza del

otro, considerándolo como factor de crecimiento. Es un lugar preferente para el

diálogo entre la cultura y la fe.

Nunca tengamos miedo al diálogo, al encuentro, a la confrontación. La fe,

además, nos abre a horizontes de trascendencia, al encuentro y crecimiento de la

relación con Cristo. La fe no reduce el espacio de la razón, sino que la abre a una

visión integral del ser humano y de la realidad.

3. La universidad como lugar de solidaridad. La solidaridad pertenece al

vocabulario humano, no solo al cristiano. Sin embargo, es una palabra que corre el

riesgo de desaparecer de nuestra realidad y hasta del diccionario.

El discernimiento de la realidad nos orienta hacia la solidaridad como elemento

esencial para una renovación de nuestras sociedades. La solidaridad nos lleva a

considerar al otro no como “material humano” o como “número”, sino como

persona. No hay futuro para nuestro mundo si no somos más solidarios. Por

contra, la solidaridad como modo de hacer historia trasforma los conflictos y las

tensiones en una armonía que genera vida.

A los creyentes, la fe nos da una esperanza sólida que impulsa a discernir la

realidad y a vivir la solidaridad, porque Dios mismo ha entrado en nuestra historia

haciéndose hombre en Jesucristo, se ha hecho cercano a todos, mostrándonos una

solidaridad concreta, y abriéndonos a un horizonte infinito, seguro de esperanza.

Muchas gracias.

Ávila, 21 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

Gran Canciller de la UCAV

O b i s p o | 5 7

UN AÑO LLENO DE GRACIA JUBILAR Y ESPÍRITU TERESIANO

Artículo para la Revista Ecclesia

Con enorme gozo clausurábamos, el pasado 15 de octubre, el Año Jubilar

extraordinario concedido por el Papa Francisco a todas las Diócesis españolas con

ocasión del V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús. La eucaristía

de clausura estuvo presidida por el Cardenal Ricardo Blázquez, presidente de la

Conferencia Episcopal Española. En su homilía destacó la revelación de Dios a los

sencillos de corazón, la sacratísima humanidad de Jesucristo, la comunicación de

Dios en la humanidad de la carne, temas que nacen de la Palabra de Dios y

atraviesan los escritos teresianos.

Además, el Papa Francisco se ha hecho presente y cercano mediante dos

mensajes pontificios con los que nos ha animado a profundizar y vivir el espíritu de

la Santa. ¡Por este regalo le estamos hondamente agradecidos! En el mensaje

enviado para la apertura del Año Jubilar, el 15 de octubre de 2014, el Santo Padre

nos aseguraba que «en la escuela de la santa andariega aprendemos a ser

peregrinos» y destacaba los caminos que hoy Teresa nos invita a recorrer: «¡Ya es

tiempo de caminar, andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la

fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida de

la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús». En el

segundo mensaje, enviado el 28 de marzo, fecha del nacimiento de la Santa, el

Papa nos recuerda que nada de lo que movió a Teresa de Jesús en su camino de

santidad y de reforma ha perdido su vigencia. «Contemplación y acción siguen

siendo su legado para los cristianos del siglo XXI. Siglos después, su testimonio y

sus palabras nos alientan a todos a adentrarnos en nuestro castillo interior y a salir

fuera, a “hacerse espaldas unos a otros… para ir adelante” (V 7, 22). Sí, entrar en

Dios y salir con su amor a servir a los hermanos. A esto “convida el Señor a todos”

(C 19, 15), sea cual sea nuestra condición y el lugar que ocupemos en la Iglesia

(cf. C 5, 5)».

La vida, la espiritualidad y la obra de santa Teresa de Jesús no son ajenas a

nuestras preocupaciones en la actualidad. «Hemos quedado sorprendidos por la

capacidad de convocatoria de santa Teresa -declaraba el Card. Blázquez- y hemos

reavivado en la Iglesia y en la sociedad el mensaje inmarcesible que continúa

emitiendo. ¡Qué regalo nos hizo Dios al darnos a esta mujer genial! Ávila ha

quedado para siempre ennoblecida con su nacimiento, con su vida y con su obra»

(Homilía, 15/10/2015). Muestra de ello ha sido el continuo fluir de peregrinos, los

numerosos visitantes a la ciudad que la vio nacer y las variadísimas iniciativas que

se han desarrollado a lo largo del año jubilar: congresos internacionales,

exposiciones, teatro, conciertos, publicaciones, etc., que nos han adentrado en el

“castillo interior” de la Santa abulense y en el nuestro propio.

5 8 | O b i s p o

Entre las exposiciones destaca Las Edades del Hombre, con el tema: “Teresa de

Jesús, maestra de oración”. La primera de sus tres sedes abulenses ha sido el

convento de Santa María de Gracia, de las MM. Agustinas, donde la joven Teresa

empieza a tomar conciencia de su vocación religiosa; la segunda sede, el convento

de Mosén Rubí, nos ha ofrecido el contexto histórico en que vivió; y en la tercera

sede, la iglesia de San Juan Bautista, hemos contemplado la centralidad del amor

de Cristo en la vida de la Santa. «Teresa de Jesús es maestra de oración -nos ha

dicho el Card. Blázquez-; durante este año hemos acudido frecuentemente a su

escuela. La oración supone la fe en el Señor, que es Amigo verdadero; y, viceversa,

la oración alienta la fe y reaviva su ardor evangelizador. La oración ensancha el

corazón para amar y fortalece la voluntad para que nazcan obras a favor de los

demás» (Homilía, 15/10/2015).

También cabe destacar la peregrinación jubilar de los obispos españoles a Ávila

el 24 de abril al clausurar la Asamblea Plenaria. Como tantos fieles, los obispos

deseábamos obtener la gracia jubilar visitando los lugares teresianos. Para valorar

la importancia de esta peregrinación, conviene recordar que la Conferencia

Episcopal sólo se había reunido una vez en esta ciudad. Fue durante la visita de

san Juan Pablo II a Ávila, con ocasión del IV centenario de la muerte de Santa

Teresa, el primero de noviembre de 1982.

Otro evento significativo, el Encuentro Europeo de Jóvenes, tuvo lugar los días

5 al 9 de agosto en la ciudad de Ávila. Ha sido un gran acontecimiento eclesial,

una plataforma para expresar de forma visible la fe en Jesucristo y el dinamismo de

la Iglesia, especialmente entre los jóvenes, dando testimonio de la actualidad del

mensaje cristiano y de la fraternidad universal. Los jóvenes se reunieron en torno a

Cristo, convocados por Teresa de Jesús, para crecer, profundizar y dar testimonio

de su fe y su amor a la Iglesia. El E.E.J. 2015 ha sido una experiencia alegre de

comunión eclesial; muchos jóvenes han comentado haber descubierto

nuevamente a Jesucristo y a la Iglesia en el espíritu de la Santa. Para la ciudad de

Ávila, la presencia de los jóvenes ha sido un testimonio público del Evangelio,

como semilla esparcida en el campo de nuestra sociedad, en la esperanza de que

germine y produzca abundantes frutos.

Aprovechando la gracia jubilar y el espíritu teresiano, nuestra Iglesia diocesana

de Ávila también ha vivido un tiempo de misión. Una misión que no acaba con el

V centenario, sino que deseamos continúe en el tiempo. Siguiendo las

indicaciones del Papa Francisco, nuestra Diócesis quiere ser una «Iglesia en

salida», una comunidad de creyentes que avance hacia las periferias existenciales

de nuestra sociedad ofreciendo la alegría del Evangelio (cf. EG 20). Este año

hemos aprendido de santa Teresa y del Papa Francisco «que ya no podemos

quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos y que hace falta pasar

de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente misionera» (EG 15).

O b i s p o | 5 9

No podemos olvidar y agradecer el trabajo indispensable de los 500 voluntarios

que con vocación de servicio, gran empeño y actuaciones eficaces han colaborado

a que, tanto los grandes eventos como el servicio diario y la acogida a los

peregrinos, se haya realizado con plena satisfacción. Ellos han sido el rostro amable

de la Diócesis acogiendo a cuantos se han acercado a beber del espíritu teresiano.

Entre los voluntarios es obligado destacar al Coro del V Centenario que animaron

con alegría juvenil y talento musical las celebraciones litúrgicas.

Y ahora que el V Centenario ha terminado, ¿cómo continuar? Con palabras de

santa Teresa, el Card. Blázquez nos invita: «¡Es tiempo de caminar! ¿Adónde? Al

encuentro con Jesucristo, el Amigo que no falta. Siendo Palabra eterna de Dios se

ha hecho Camino que conduce a la vida verdadera. Es tiempo de caminar hacia

las periferias geográficas y humanas como hermanos y apóstoles. Es tiempo de

caminar hacia el corazón de la Iglesia, nuestra casa y hogar. Es tiempo de caminar,

como hijos pródigos, al encuentro con el Padre que nos espera, que hace fiesta por

el retorno, que nos restituye a la condición de hijos. Es tiempo de caminar al “Año

de la misericordia” de Dios, convocado por el Papa Francisco, que se abrirá el día

8 de diciembre. Las primeras palabras de la Bula culminan lo que hemos venido

diciendo: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”» (Homilía,

15/10/2015).

Confiamos en que esta hermosa labor, que nos implica a todos en la nueva

evangelización, será secundada por la especial intercesión de santa Teresa de

Jesús; ella nos invita a que «juntos andemos» en la alegre misión de anunciar a

Jesucristo.

Ávila, 27 de Octubre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

INTERVENCIÓN EN LA CLAUSURA DE LA EXPOSICIÓN “TERESA, MAESTRA

DE ORACIÓN”, DE LA FUNDACIÓN “LAS EDADES DEL HOMBRE”

Señora Consejera, señores alcaldes, autoridades, medios de comunicación,

¡Buenos días!

Cuando preparábamos este maravilloso proyecto “Teresa de Jesús, Maestra de

Oración”, la Fundación de Las Edades del Hombre, sus patronos arzobispos y

obispos de las diócesis castellanoleonesas, compartíamos un mismo objetivo: que

la exposición recogiera lo más significativo de la iconografía teresiana, incluso

acudiendo a los fondos de las clausuras de los monasterios carmelitas, para ofrecer

una imagen nítida de la fuerza de una mujer que se pone en las manos de Dios

para remover la iglesia del siglo XVI, desde el interior de la iglesia, desde su

6 0 | O b i s p o

corazón que fundamenta la vida contemplativa. Esta quería ser nuestra aportación

a la celebración del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa. Sumando,

además, el deseo de construir una muestra, una exposición clara y cercana a los

visitantes, creyentes o no creyentes.

En el momento de clausurar la exposición, y a pesar de la tristeza que produce

poner fin a un proyecto tan bello, nos alegra saber que miles de personas, según

sus testimonios, se han sentido y se sienten más cerca de esta Santa Universal.

Nosotros les hemos ofrecido la posibilidad de recorrer estas salas, que comenzaban

en el convento de Gracia, mostrando los orígenes de la Orden del Carmelo, lo

cual era para muchos todo un descubrimiento, en el doble sentido de descubrir el

propio convento y desvelar los orígenes de esta gran Orden; continuaban en

Mosén Rubí, mostrando de manera muy simbólica el contexto histórico, político,

religioso y cultural en la época que vivió Teresa. Una compleja realidad histórica

que se hacía legible gracias a las personas cercanas a la Santa: San Pedro de

Alcántara, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Juan de la Cruz, san

Ignacio de Loyola, San Juan de Rivera o don Álvaro de Mendoza...

Todos ellos nos ayudaron a entender dónde estaba el corazón de la reforma

emprendida por Santa Teresa que no era otro sino su honda relación con

Jesucristo por medio de la oración. Esa forma de estar con Aquél que sabemos que

nos ama. Una oración que tiene como centro y sentido “la Humanidad de Cristo”,

humanidad jalonada a lo largo de toda su vida, pero que llega a su plenitud en la

pasión, muerte y resurrección de Jesús. María como madre y san José como padre

serán sus guías y consuelo, pues como ellos se sentía llamada a una tarea que la

trascendía. Esto lo pudimos contemplar con asombro en la iglesia de San Juan.

Dejamos atrás Ávila y nos acercamos a Alba de Tormes, donde ha lucido la

universalidad de esta mujer, de esta monja abulense, concluyendo así el camino

recorrido tras las huellas de la Santa.

Esto ha sido lo que, con mayor o menor intensidad, han experimentado cientos

de miles de personas en esta vigésima edición de Las Edades del Hombre. Estos

sentimientos y la oportunidad de haber podido contemplar la exposición de arte

religioso más importante en este año en nuestro país, con obras, que por

pertenecer a clausuras conventuales, difícilmente se podrán volver a admirar, al

menos en conjunto, como en la muestra que ahora finaliza.

Esto me lleva a dar las gracias más sinceras o todos los que han hecho posible

esta muestra. A la Junta de Castilla y León, por compartir con la fundación de las

Edades del Hombre un mismo camino y un mismo interés por nuestro patrimonio;

gratitud también a la Orden del Carmen y especialmente al P. Juan Dovado; a las

Instituciones y entidades como los ayuntamientos de Ávila y Alba de Tormes, a

sus Diputaciones Provinciales, a tantas instituciones que nos han prestado sus

obras, a los Delegados diocesanos de patrimonio, a los comisarios locales, a

nuestros colaboradores económicos como Bankia, Loterias y apuestas del estado, a

Moleiro y tantas otros que sería largo referir; ¡a todos nuestro cordial

O b i s p o | 6 1

agradecimiento! No quiero olvidarme de las madres agustinas que nos abrieron su

convento, las madres dominicas y a D. José María de la Figuera, marqués de

Fuente el sol. Finalmente, nuestra gratitud también a todo el equipo de la

Fundación Las Edades del Hombre, quienes con su trabajo hacen posible que, año

tras año, conservemos, divulguemos nuestro patrimonio bien para rezar y gozar

con él, bien para reconocernos en él.

Muchas gracias por su atención.

Ávila, 10 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

Pte. Fundación “Las Edades del Hombre”

PUERTAS ABIERTAS A LA MISERICORDIA DE DIOS

Escrito para la Hoja Diocesana

Como todos sabéis, el Papa Francisco ha convocado a la Iglesia universal a un

“Año Santo de la misericordia” como «un momento extraordinario de gracia y

renovación espiritual» (MV 3). Este Jubileo extraordinario dará comienzo el día 8

de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, fiesta

litúrgica que indica el modo de obrar de Dios: abriendo en María la puerta de la

Misericordia y de la Salvación; y concluirá el día 20 de noviembre del 2016,

solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, encomendando de este modo «la vida

de la Iglesia, la humanidad entera y el inmenso cosmos al señorío de Cristo» (MV

4).

El tercer domingo de Adviento se abrirán en todas las diócesis la Puerta Santa

de la Misericordia. «Deseo que la indulgencia jubilar llegue a cada uno como

genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos

con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado

cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar

una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las

iglesias establecidas por el obispo diocesano… como signo del deseo profundo de

auténtica conversión» (Carta a Mons. Fisichella, 1/9/2015). En nuestra diócesis de

Ávila, esta puerta de la Misericordia se abrirá en: la Catedral, en el Santuario de

Sonsoles y en el santuario de San Pedro de Alcántara de Arenas de San Pedro. La

Iglesia, que tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, abre su Puerta

para que alcance la mente y el corazón de toda persona.

Con respecto a las personas que por diversos motivos se verán imposibilitados

de llegar a la Puerta Santa: los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo

6 2 | O b i s p o

en condiciones de no poder salir de casa, el Papa les anima a «vivir la enfermedad

y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su

pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la

soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la

comunión o participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a

través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener

la indulgencia jubilar» (id).

El Santo Padre se dirige a los presos: «Que a todos ellos llegue realmente la

misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón.

En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que

atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre,

pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia

de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas

en experiencia de libertad» (id).

«La indulgencia jubilar se puede ganar también para los difuntos. A ellos

estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo

que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran

misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro

misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en

la bienaventuranza que no tiene fin» (id).

Queridos diocesanos, en este Año Santo el Papa Francisco nos invita a todos a

abrir la puerta de nuestra vida a la misericordia por medio de las obras: «Es mi

vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el jubileo sobre las obras de

misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra

conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar

todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de

la misericordia divina» (MV 15).

Ávila, 13 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

PRESENTACIÓN DEL LIBRO “PROCESOS DE BEATIFICACIÓN Y

CANONIZACIÓN DE LA MADRE TERESA DE JESÚS”, DEL P. JULEN URKIZA

Ante todo, quiero expresar mi gratitud y mi gozo al presentar “Los procesos de

Beatificación y Canonización de la Madre Teresa de Jesús”, gran obra, incorporada

a la cabeza de las múltiples publicaciones que se han hecho en el V Centenario del

O b i s p o | 6 3

nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Mi admiración y mi gratitud al P. Julen

Urkiza por el ingente trabajo llevado felizmente a término.

Me ofreció participar en este acto, como obispo de Ávila, el P. Miguel,

Provincial de la Orden del Carmelo en España, y en verdad lo hago con gran

satisfacción. Voy a centrar mi intervención en la selección de algunas

declaraciones de testigos referentes a la relación entre el obispo de Ávila, D.

Álvaro de Mendoza, y la Fundadora y Reformadora, Teresa de Jesús.

Don Álvaro tuvo su último encuentro con Teresa de Jesús -en vida se

entiende- pocas semanas antes del fallecimiento de ésta. Viniendo de Palencia, su

nueva diócesis, D. Álvaro se dirigía a Toledo para participar en un concilio,

acaecido en Toledo entre 1582/83. La Santa, por su parte, regresaba de Burgos,

muy enferma, después de haber superado grandes dificultades hasta efectuar su

última fundación, y se dirigía a su casa, el convento de San José. Desconocía

todavía que en Medina su superior provincial le ordenaría desviarse del camino

previsto, con el fin de pasar por Alba, para acompañar a la hija de la Duquesa de

Alba en trance de dar a luz. Teresa dio una carta a Don Álvaro para que la

entregase a la priora del convento de Toledo, en la que le rogaba tratasen bien al

obispo: «si fuere por allá (Don Álvaro)… todas le muestren mucha gracia… que

todo se lo debemos» (Cta 466, 1).

Don Álvaro no volvió a ver a Teresa de Jesús. Cuando conoció su muerte,

acaecida en Alba, hizo todo lo posible para que fuese enterrada en el convento de

S. José, y reestructuró el presbiterio de aquella capilla de modo que pudiera

albergar dos sepulturas: una al lado del Evangelio que acogería a la Santa y otra,

en el lado de la epístola, donde reposarían sus propios restos. Estaba dispuesto a

vender sus joyas y “trastes” para realizar la obra. Con este fin solicitó del P.

Provincial el traslado de los restos mortales de Teresa, obteniendo el debido

decreto. Las razones que Don Álvaro daba eran «haber sido el primer convento

que ella fundó… al cual iba cuando enfermó». Son bien conocidas las peripecias

por las cuales los restos de la Santa llegaron a San José, siendo posteriormente

devueltos a las carmelitas de Alba; por lo que a esta cita postrera sólo pudo acudir

Don Álvaro, quien, habiendo fallecido cuatro años después de la Santa, sus restos

fueron depositados y ahora descansan en el lugar que el obispo deseó para sí.

La muerte de la Santa acaeció el 4 de octubre de 1582 y el primer proceso de

beatificación dio comienzo en 1591, tan solo nueve años después de su

fallecimiento.

Pensando en el que creo será interés de todos, selecciono a continuación

algunos de los testimonios que contiene la obra, sobre la relación entre el obispo

de Ávila y la madre Teresa de Jesús:

Don Álvaro la tenía mucha devoción

«Y con las demás [monjas] y con poca gente, sin carros y sin ruido, nos fuimos

Olmedo a donde al presente residía el obispo don Álvaro de Mendoza, que era

6 4 | O b i s p o

quien más la ayudaba y favorecía en estas fundaciones porque la tenía mucha

devoción y daba mucho crédito» (Declaración de Julián de Ávila, capellán de San José).

Tenía mucha estima de la vida y santidad de Teresa

«El padre maestro Baltasar Álvarez (jesuita), superior de aquel colegio… era el

más calificado en ministerio de tratar cosas de espíritu… que fue confesor de la

dicha madre Teresa de Jesús tiempo de seis años… Este testigo oyó y supo por cosa

pública haber la dicha madre Teresa de Jesús comunicado sus cosas con el padre

fray Pedro de Alcántara… Y asimismo el obispo de Ávila, que entonces era don

Álvaro de Mendoza, tenía mucha estima de la vida y santidad de la dicha madre

Teresa de Jesús…» (Declaración de Jerónimo de Ripalda, sj. Amigo, confesor y

colaborador de la Santa).

El obispo de Ávila aprobó el espíritu de la madre Teresa

«Y esto mismo que dicho tiene este testigo entendió de todas las personas que

la conversaban a la dicha madre Teresa, porque en todos dejaba olor de santidad.

Y en particular sabe este testigo que aprobaron el espíritu de la dicha Madre, don

Álvaro de Mendoza, obispo que fue de Ávila y después de Palencia, y don

Cristóbal Vela1

» (Declaración de Bartolomé Pérez, sj).

El obispo acogió en su diócesis la nueva fundación de S. José

«Y de acuerdo de todos (Fr. Pedro de Alcántara, madre Teresa, Dª Guiomar de

Ulloa, Francisco Salcedo, P. Baltasar Álvarez SJ y Fr. Pedro Ibáñez OP) fue que

por medio de aquella señora enviase un breve que Su Santidad cometiese al dicho

obispo de Ávila, Don Álvaro de Mendoza, la fundación y protección del

monasterio de la dicha Orden que se había de fundar en Ávila» (Dicho de Juan Carrillo, canónigo. Tesorero del Cabildo y secretario de D. Álvaro).

Don Álvaro no la entendía a veces, pero confiaba en ella

«Y el obispo de Ávila, don Álvaro de Mendoza, que fue el primer prelado que

allí tuvimos, decía: “Voto a mi vida que yo no entiendo a la Madre; mas créola,

porque siempre se efectúa lo que comienza”» (Dicho de Ana de Jesús, ocd -1597-).

El obispo obtuvo y conservó el libro de la Vida

«La dicha madre Teresa compuso unos libros que andan impresos en su

nombre, intitulados el uno Vida de la madre Teresa de Jesús, y el otro Camino de perfección, y que esto se tiene por muy notorio en toda la religión y entre otras

muchas personas, y que el original del uno de dichos libros, escrito todo por su

mano de dicha madre Teresa, lo tenía cuando murió don Álvaro de Mendoza,

1 Cristóbal Vela, natural de Ávila, arcediano y canónigo de Ávila, obispo de Canarias

(1574-1580) y arzobispo de Burgos (1580-1599); conocido por la oposición inicial que hizo

a la fundación teresiana de Burgos, hasta que dio la licencia de la fundación el 18-1V-

1582.

O b i s p o | 6 5

obispo de Palencia» (Dicho de Isabel de Santo Domingo, ocd. Natural de Cardeñosa,

discípula aventajada de la Santa).

«Esta testigo sabe que teniendo como tenía tanta devoción a la dicha madre

Teresa y sus cosas don Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila, que después lo fue de

Palencia, procuró secretamente haber un traslado del dicho libro de la Vida de la

dicha madre Teresa. Y viniéndolo a saber la santa Inquisición de Valladolid,

envióle por él y entrególe al padre maestro fray Hernando del Castillo, de la

Orden de Santo Domingo, para que le examinase. El cual le aprobó y estimó en

tanto… » (Dicho de María Bautista, ocd. Sobrina segunda de la Santa).

Su relación con la Santa era como la de un hijo con su madre

«Antes, de estas tuvo personas graves en su favor, como el obispo de Osma,

que fue arzobispo de Santiago [Alfonso Velázquez], el doctor Roda [Fernando de

Rueda], que fue obispo de Canaria, don Álvaro de Mendoza, de Ávila y Palencia;

se sabe que a él tratábale como a hijo, y él a ella como a madre» (Declaración original escrita de Isabel de Santo Domingo).

Don Álvaro fue testigo de acontecimientos extraordinarios

Otra vez llegando a comulgar por mano del obispo de Ávila, don Álvaro de

Mendoza, que… era el que entonces le daba el sacramento, también se levantaba

su cuerpo, de suerte que para detenerle se asió a la reja… y a la hora también se

arrojó en tierra. Y… suplicó a nuestro Señor la dicha Madre con mucha instancia

le quitase esto, y su Majestad se lo concedió» (Dicho de María Bautista, ocd.

Sobrina segunda de la Santa).

Construyó la capilla del convento de San José

«He conocido en San José de Ávila cuatro iglesias… porque conforme a los

tiempos se hacía una iglesia y se deshacía para hacer otra mejor… la que ahora se

usa, que la hizo el obispo de Ávila, don Álvaro de Mendoza» (Dicho de Julián de Ávila, capellán de San José).

Fallecida la Santa en Alba, el obispo pidió trasladar su cuerpo a San José

«Después, de su muerte, habiéndola enterrado en el dicho monasterio de Alba,

por mandato del capítulo de la Orden fue trasladado su cuerpo de la dicha madre

Teresa al monasterio de San José de Ávila, por haberlo pretendido con grande

instancia don Álvaro de Mendoza, obispo que fue de Palencia y antes de Ávila, y

para poner el dicho cuerpo en Ávila había mandado hacer en alto un lugar

decente con su reja y arca. Y después el prior don Fernando, sentido de que le

sacasen el cuerpo de la dicha madre de Alba, por la grande devoción que tenía

trajo de Roma que fuese vuelto a la villa de Alba…» (Dicho del P. Juan de Jesús María, ocd. El maestro Roca).

Su cuerpo estaba incorrupto tres años después de muerta

Y que de allí por orden de don Álvaro de Mendoza, obispo que a la sazón era

de Palencia, y de los prelados de la Orden, trajeron su cuerpo a esta casa (San

6 6 | O b i s p o

José), donde a la sazón estaba esta declarante. Y que entonces por experiencia

conoció y vio la incorrupción de su cuerpo que la pregunta dice, porque la tuvo en

sus brazos vistiéndola y tocándola, tratando todo su cuerpo; y vio que no estaba

abierto ni embalsamado sino entero, sin faltarla sino solo un brazo que le habían

cortado y uno o dos dedos de la otra mano» (Dicho de Isabel Bautista, ocd. Natural

de Logroño).

Testimonio de los médicos

«Y que el dicho ha oído decir que cuando el obispo de Ávila que murió [19-IV-

1586] y el licenciado Laguna y fray Diego de Yepes y don Juan Carrillo, tesorero

de la iglesia de Ávila, y otras muchas gentes vieron en Ávila el cuerpo de la dicha

Teresa de Jesús, metieron consigo médicos y escribano y se tomó por testimonio»

(Dicho de Juan de Ovalle, regidor. Cuñado de Teresa. Gran colaborador).

Un lienzo con sangre de la Santa para Don Álvaro

«Y vio y sabe que poniendo un lienzo grande sobre el cuerpo para enviarle al

obispo de Palencia, don Álvaro de Mendoza, no solo se sacó teñido del óleo, pero

con una mancha pequeña de sangre, sin que pudiesen entender de dónde era y de

que parte de su cuerpo había salido. Dejábase este cuerpo vestir y tratar como una

de cualquiera de las demás religiosas. Y vio esta testigo y las demás que estaba

algunas veces en pie cuando la levantaban para verle y vestirle, y que se estaba

derecho cuando querían con solo ponerle las manos a las espaldas sin caer a una

parte ni a otra» (Dicho de Teresa de Jesús, ocd. Teresita. Sobrina de la Santa).

En fin, un obispo de gran valor, que favoreció siempre a la Santa

Pero como estaba puesto Santísimo Sacramento por mandado del obispo don

Álvaro de Mendoza, que era entonces obispo de Ávila y hombre de gran valor y

amicísimo de la gente virtuosa y así favorecía las partes del monasterio…» (Dicho de Julián de Ávila, capellán de San José).

Fueron sus hijas carmelitas, residentes en los conventos por ella fundados, y los

muchos milagros acaecidos en el pueblo fiel, quienes hicieron posible que los

deseos de todos fueran creciendo de tal modo que se plasmaron en las numerosas

peticiones hechas a la Santa Sede solicitando su canonización. Así comenzaron los

múltiples procesos informativos sobre la vida y milagros de la madre Teresa de

Jesús. El proceso de Ávila fue encomendado por el nuncio de la Santa Sede en

España, Camilo Caetano a Pedro de Tablares, y la primera declaración tuvo lugar

el 20 de julio de 1595.

Posteriormente se inició el proceso “remisional”, solicitado por obispos,

instituciones laicas y civiles, incluido el rey Felipe II. El 8 de mayo de 1604 se

expedían letras apostólicas a los obispos de Ávila y Salamanca “para que hagan

general inquisición de la fama, de la santidad de la dicha madre Teresa de Jesús”.

El obispo de Ávila era a la sazón Lorenzo de Otuy y Avendaño.

Tres meses más tarde los obispos de Ávila y Salamanca escribieron a los

cardenales de la sagrada Congregación de Ritos, notificando haber cumplido

O b i s p o | 6 7

debidamente los procesos remisionales “in genere” y se volvieron a solicitar nuevos

procesos “in specie” en orden a la beatificación de Teresa de Jesús. Fue el 23 de

junio de 1610 cuando tuvo lugar la primera declaración “in specie” en Ávila.

Tramitados estos procesos, la madre Teresa de Jesús fue beatificada por Paulo V el

24 de abril de 1614, 32 años después de su muerte.

Ya ven ustedes que he tenido el honor de presentar esta magna obra, de la que

acabo de citar los lugares más relevantes que afectan a la relación habida entre el

obispo de Ávila Don Álvaro de Mendoza y Teresa de Jesús, quien posibilitó la

aventura real, histórica de la Santa, descrita en esta obra a través de las

declaraciones testificales de personas que conocieron personalmente a Santa

Teresa de Jesús. Respecto a Ávila y a Don Álvaro, obispo de Ávila entre los años

1560, dos años antes de que Teresa fundase el convento de San José, y 1577, el

año en que la madre Teresa comenzó a escribir en Toledo su obra cumbre, el

Castillo interior, encontramos numerosísimas referencias recogidas de los testigos

presenciales que acompañaron la vida de nuestra Teresa de Jesús.

La lectura de esta obra puede ser apasionante, como hemos podido observar, si

la toman seleccionando los centros de interés, en orden a conocer los detalles de

la vida real y sublime de nuestra Santa abulense. Y al guardarla en nuestra

biblioteca, contemplaremos un verdadero tesoro, que vio la luz en el año de gracia

del V centenario de su nacimiento.

Convento de La Santa.

Ávila, 23 de Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

PEREGRINACIÓN DE LOS OBISPOS ESPAÑOLES A ÁVILA

Artículo para el libro conmemorativo del primer año de Mons. Carlos Osoro frente al Arzobispado de Madrid

La Conferencia Episcopal, en su Plan de Pastoral 2011-2015 había establecido

como acción pastoral prioritaria «promover la pastoral de la santidad con ocasión

del nacimiento de santa Teresa de Jesús. El quinto centenario de santa Teresa de

Jesús, doctora de la Iglesia, puede ser ocasión propicia para renovar nuestro

compromiso en favor de una pastoral en la perspectiva de la santidad. Con esta

finalidad se promoverán diversas iniciativas destinadas a la celebración de ese

centenario y, en concreto, un Año Jubilar Teresiano».

Sólo una ocasión similar propició que la Conferencia Episcopal se reuniera en

esta ciudad abulense. Fue durante la visita de san Juan Pablo II a Ávila, con

6 8 | O b i s p o

motivo del IV centenario de la muerte de Santa Teresa, el primero de noviembre

de 1982. Por lo tanto, esta nueva visita de los Obispos españoles, además de ser un

acto eclesial de primer orden, supone un acontecimiento histórico.

Mons. Carlos Osoro, que había tomado posesión de su nuevo cargo como

Arzobispo de Madrid diez días después de la inauguración del Año Jubilar

Teresiano el 15 de octubre del 2014, estaba entre los Obispos peregrinos.

Queríamos beneficiarnos también, como muchos fieles, de la gracia del Jubileo que

nos ha concedido el Papa Francisco, visitando los lugares teresianos de nuestra

ciudad. Por eso, se clausuró aquí la centésima quinta Asamblea Plenaria de la

Conferencia Episcopal. Los pastores necesitamos la oración de nuestro pueblo, que

nos sostiene en las dificultades y nos alienta en la gozosa tarea de anunciar el

Evangelio.

La peregrinación se realizó el día viernes 24 de abril. Comenzamos la Jornada

visitando el Monasterio de la Encarnación y rezando allí la Hora de Tercia. Esa

oración estuvo presidida por Mons. Carlos López, Obispo de Salamanca y nacido

en la Diócesis de Ávila. Allí no sólo nos acompañaron las Madres Carmelitas, sino

también las personas de vida consagrada de nuestra diócesis. Era una forma de

agradecer su consagración religiosa y su colaboración con el ministerio apostólico

en este Año de la vida Consagrada. Después nos desplazamos al convento de La

Santa, donde celebramos la Eucaristía a las once de la mañana. La presidió Su

Eminencia el Cardenal Don Ricardo Blázquez, Presidente de la Conferencia

Episcopal y también natural de Ávila.

En el Mensaje que el Santo Padre ha enviado al Obispo de la Diócesis de Ávila

el pasado 28 de marzo, día del nacimiento de Santa Teresa, aseguraba: «Hoy mi

corazón está en Ávila, donde hace quinientos años nació Teresa de Jesús… A esta

insigne “maestra de espirituales”, mi predecesor, el beato Pablo VI, tuvo el inédito

gesto de conferirle el título de Doctora de la Iglesia. ¡La primera Doctora de la

Iglesia! Ella nos muestra al vivo lo secreto de Dios, donde entró “por vía de la

experiencia, vivida en la santidad de una vida consagrada a la contemplación y, al

mismo tiempo, comprometida en la acción, por vía de experiencia

simultáneamente sufrida y gozada en la efusión de carismas espirituales

extraordinarios” (Homilía, 27/9/1970). Nada de esto ha perdido su vigencia.

Contemplación y acción siguen siendo su legado para los cristianos del siglo XXI.

Por eso, cuánto me gustaría que pudiéramos hablar con ella, tenerla delante y

preguntarle tantas cosas. Siglos después, su testimonio y sus palabras nos alientan

a todos a adentrarnos en nuestro castillo interior y a salir fuera, a “hacerse

espaldas unos a otros… para ir adelante” (V 7, 22). Sí, entrar en Dios y salir con

su amor a servir a los hermanos. A esto “convida el Señor a todos” (C 19, 15), sea

cual sea nuestra condición y el lugar que ocupemos en la Iglesia” (cf. C 5, 5)».

Esta peregrinación de los Obispos españoles a Ávila la prolongó también Mons.

Osoro con una peregrinación diocesana en la que participaron sus obispos

auxiliares, Mons. Fidel Herráez (recientemente nombrado Arzobispo de Burgos) y

O b i s p o | 6 9

Mons. Juan Antonio Martínez Camino, y seiscientos feligreses de la diócesis

vecina, el sábado 23 de mayo del presente año. En su homilía en la celebración de

la eucaristía jubilar, en la Casa Natal de La Santa, Mons. Osoro, recordando a

Teresa de Jesús, dijo: «con Dios, nada nos puede turbar, pues Él llena la vida y la

existencia del ser humano de tal modo que, cuando nos dejamos tocar por Él, los

hombres y mujeres somos capaces de hacer las cosas más grandes que podemos

imaginar», pues «no las hacemos con nuestras fuerzas, sino con la fuerza que viene

de Dios, y que nosotros hemos de pedir».

Ávila, Noviembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

RETIRO ESPIRITUAL PARA LOS SACERDOTES DE LA DIÓCESIS

Introducción

Como sabemos, el Papa ha concedido a la Iglesia universal el Año Jubilar de la

misericordia, que se inaugura pasado mañana en la basílica de S. Pedro. Así

comienza la Bula: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”.

Misericordia es la síntesis de la fe cristiana. El Padre, rico en misericordia,

compasivo y misericordioso, lento a la ira, pródigo en amor y fidelidad, en la

plenitud de los tiempos envió a su Hijo para revelarnos su amor, culmen del plan

de salvación. ¿Qué es la misericordia?

Aunque en la palabra “misericordia” confluyen diversos significados como

bondad, gracia, favor, sensibilidad hacia la miseria de otro, piedad para perdonar,

etc., hay dos significados que expresan los aspectos esenciales del término: el

primero indica el lugar donde se encuentra: “las entrañas”; y el segundo, la

inclinación al ejercicio de la misericordia: la “benevolencia”.

a) En hebreo, rajamim significa “entrañas”: ahí se encuentra la sede de todos

los sentimientos, el lugar de la misericordia. «Mi amado introdujo su mano por el

postigo, y mis entrañas se estremecieron por él» (Cant 5, 4). Este término evoca el

afecto que une a Dios con el hombre, como si las entrañas de Dios se

estremecieran al acordarse de nosotros: «¡Efraín es mi hijo querido, mi niño

encantador! Después de haberlo reprendido, me acuerdo y se conmueven mis

entrañas. ¡Lo quiero intensamente!» (Jer 31, 20).

b) Y jesed significa “benevolencia”, disposición favorable de la voluntad

humana para hacer el bien a otra persona: «Cuando se acercaba para Israel la hora

de la muerte, llamó a su hijo José y le dijo: “Si he obtenido tu favor, pon tu mano

bajo mi muslo en prenda de tu benevolencia y lealtad conmigo: no me entierres en

Egipto. Cuando me duerma con mis padres, sácame de Egipto y entiérrame en la

7 0 | O b i s p o

sepultura con ellos”» (Gn 47, 29). Pero el uso más frecuente designa la

benevolencia de Dios hacia el hombre uniéndose muchos términos de significados

semejantes: misericordia, piedad, gracia, favor, lealtad… Los LXX transcriben

jesed por eleos (misericordia) y el Nuevo Testamento lo traduce también por ágape (caridad, amor).

A Dios no le ha visto nadie -asegura Juan-, por eso Felipe pregunta a Jesús:

“¡muéstranos al Padre!” y Jesús responde: “quien me ve a mí, ha visto al Padre”.

Todo el Evangelio de Lucas nos muestra una característica esencial de Jesús: su

misericordia. El capítulo 15 recoge tres parábolas, llamadas de la misericordia, que

revelan la misericordia de Dios con los pecadores. Van dirigidas a los pecadores, es

decir, a los judíos no observantes de la Ley y a los publicanos, que recaudaban

impuestos para Roma y eran rechazados por su fama de ladrones. Las parábolas

son: la oveja descarriada, la oveja perdida y el hijo pródigo. La tercera presenta

como protagonista al Padre misericordioso, que en Jesús proclama el año de gracia

para todos, pecadores y justos.

La parábola del hijo pródigo

El mensaje del evangelio de san Lucas, expresado principalmente por medio de

parábolas, es la misericordia de Dios, que ama y espera la conversión del pecador.

Insiste en que Dios es nuestro Padre y por ello destaca la oración del

Padrenuestro.

La misericordia de Jesús es un tema central en Lucas. Lo demuestra el perdón

concedido a los pecadores (7, 36-50), las parábolas de la misericordia y el episodio

del buen ladrón (29, 39-43). Jesús se muestra en el evangelio de Lucas como una

figura cercana, de rasgos extraordinariamente humanos, cualidades necesarias

para el testimonio de la Iglesia.

Dante describió a san Lucas como scriba mansuetudinis Christi, “cronista de la

magnanimidad de Cristo”, dadas las cualidades de misericordia, amor, atractivo,

alegría y delicadeza que conforman su imagen. Ernesto Renan describe su

evangelio como «el libro más bello que se haya escrito jamás»2

, y J. M. Lagrange

reconoce en él el evangelio de la misericordia y del arrepentimiento, centrado en

el amor; del perdón de los pecados, que nace de un don divino para santificar,

capaz de reconciliar al hombre con el Padre.

Centrándonos en la parábola del hijo pródigo, se la ha denominado también

“del hijo perdido”, relacionándola con las dos parábolas precedentes (la oveja

perdida y la dracma perdida). T. W. Manson la ha llamado “parábola de los dos

hijos” y J. Jeremías “la parábola del amor del Padre”, acercándose más al verdadero

sentido de la narración.

2 Los Evangelios y la segunda generación cristiana (Paris, 1877)

3, 283.

O b i s p o | 7 1

Se la considera como la obra maestra de todas las parábolas de Jesús, objeto de

análisis y estudio sobre el comportamiento humano. Desde los tiempos más

antiguos (s. II, valentinianos), los Padres la han estudiado y comentado

(Tertuliano, Clemente de Alejandría, Gregorio el Taumaturgo, Ambrosio,

Jerónimo, Agustín), reconociendo que Jesús comenta una de las situaciones

humanas más familiares. También ha sido fuente de inspiración para los artistas:

pintores como Beham, Rembrand, Balsano, van Honthorst, dramaturgos,

coreógrafos, músicos como Prokofiev, escritores como A. Gide, filósofos como

Nietzche.

Interpretaciones más relevantes

Cirilo de Alejandría: Dios concede al hombre la libertad de servirlo, pero éste

la utiliza mal, cae en el vicio y se entrega a los demonios. Pero en el fondo de su

miseria, reconoce a su Creador. Dios corre en su ayuda, le restituye su dignidad

perdida, le inmuniza contra el diablo y le acoge en la Eucaristía.

Cercana a la de Cirilo de Alejandría se da la interpretación “sacramental”. La

vida nueva ofrecida en el Bautismo comienza cuando el padre reparte la herencia

solicitada por el hijo menor. Los pasos errantes de éste simbolizan la vida culpable

de los cristianos perdidos, quienes finalmente hacen penitencia y se incorporan al

seno de la Iglesia. El ala intransigente del cristianismo antiguo, que no se acomoda

a una Iglesia formada por pecadores, está representada por el hijo mayor,

envidioso de la suerte del menor.

S. Ambrosio de Milán: Acentuando la interpretación penitencial, entiende que

al alejarse de la Iglesia, se dilapida el patrimonio bautismal, aunque, por muy lejos

que hayamos caído, la fe y el perdón son siempre posibles. Encuentra una alegoría

en cada uno de los pasos del hijo menor: el alejamiento que el hijo hace del padre

simboliza nuestro el alejamiento de Jesucristo; el hambre lo refiere a la ausencia de

buenas obras; el propietario de los cerdos simboliza al diablo y sus demonios; las

algarrobas son las palabrerías de la vana filosofía; el volverse hacia sí mismo, entrar

dentro de uno mismo, expresa la vuelta hacia el Señor; y los obreros del padre son

los judíos. En consecuencia, para volver a Dios es preciso confesar el pecado; sin

confesión no hay intercesión de Cristo y de la Iglesia. S. Ambrosio identifica con

Cristo al padre de la parábola que corre a abrazar al hijo. La investidura del hijo y

la inmolación del ternero corresponden al Bautismo y a la cena eucarística.

S. Buenaventura: Divide la parábola en cuatro partes: 1) la indolencia del hijo

se entiende desde el libre albedrío y el pecado voluntario. La voluntad se debe a la

naturaleza de “hijo”, llamado a la herencia de la vida eterna. 2) La dilapidación de

los bienes sugiere una lista de pecados espirituales: orgullo, vanagloria, envidia,

desidia, etc. 3) la tercera parte de la parábola trata de la penitencia y descubre el

“ordo reparationis animae”, el orden de la reparación del alma que comprende la

contrición, confesión y satisfacción. Estos pasos son imposibles sin la iniciativa de

Dios, ya que nadie llega al Padre si no es atraído por él. Y 4) la cuarta parte trata

7 2 | O b i s p o

de la gracia de Dios: tiene dos partes, que son las dos caras de la misericordia

divina. Esta se aplica a los dos hijos de forma diferente: acepta la conversión del

culpable y calma la indignación del fiel. El padre tiene con el hijo menor una triple

gracia: previniente (el padre lo ve a lo lejos), concomitante (el padre se echa al

cuello del hijo) y la subsiguiente (el padre cubre de besos a su hijo). El hijo mayor

obtiene la gracia por la respuesta en extremo generosa del padre.

Erasmo: En el Renacimiento se comenta una serie de cuestiones relacionadas

con la parábola: ¿un padre no amenazará, juzgará y condenará a su hijo? ¿No se

arrepentirá de su generosidad? “Nihil horum meminit”, “de nada de eso se acuerda”.

Courtois d’Arras: Un autor anónimo del s. XII compone una obra dramática en

verso, adaptación de la parábola del hijo pródigo. Un joven abandona la casa de su

padre y acude a una taberna que le acoge para hospedarle. Allí encuentra dos

mujeres (Manchevaire y Pourette), que se confabulan y le roban. El tabernero

pone al joven en la calle, que lamenta su infortunio. Un ciudadano le ofrece

guardar los cerdos y su extrema miseria le lleva al arrepentimiento. Decide volver

a casa e implorar el perdón de su padre, que se lo concede. Un duro diálogo se da

entre los dos hermanos, en el que el mayor se queja de su duro trabajo y de la

holgazanería del menor. La obra se separa del texto y acaba con el final de la

parábola de la oveja perdida. El autor suprime la fiesta pero invita a los

espectadores a entonar un Te Deum.

Otras reelaboraciones de la parábola, dramáticas o épicas, se dieron entre los

siglos XIII y mitad del XVII, en que apareció una avalancha en diversas lenguas:

italiano, francés, español, holandés, inglés y alemán.

La Reforma se apoderó de la parábola para ilustrar su doctrina sobre la

justificación: Lutero, Calvino, Zwiglio. La esencia de la parábola está en que la

conversión y la fe no dependen de la voluntad ni de la decisión humana sino de la

bondad de Dios.

Ilustración: Desde final del s. XVII la interpretación de la parábola se ligó al

Siglo de las Luces, a la evolución de la familia y a las críticas al Dios paternalista.

Voltaire, Lessing, Schiller crean diversas historias de amor con fondo del relato

lucano.

Siglo XX: A comienzos del s. XX (1907) André Gide publica “Retorno del hijo

pródigo”, quien marcha de casa no para gozar sino para encontrase consigo mismo,

aconsejando a su hermano: “vete sin ruido. Vamos, abrázame, querido hermanito;

te llevas todas mis esperanzas. Sé fuerte, olvídame, olvídanos. ¡Ojalá tengas fuerzas

para no volver!”.

Rainer María Rilke en “La partida del hijo perdido” (1906) plantea no el

retorno sino la partida del hijo que no quería ser amado. Si abandona el hogar es

porque el amor familiar le agobia y le lleva a traicionar su identidad. Lo que busca

finalmente es el amor de Dios, de Dios no como objeto sino como “dirección del

amor”. En vez de porquero el hijo se hace pastor de ovejas: así encuentra una

O b i s p o | 7 3

nueva partida y la experiencia posible de Dios. Cuando retorna, los suyos ya

ancianos lo perdonan. ¿De qué?: del amor. “Mi Dios es el amor”. Les suplica que

no le amen con amor engañoso. El camino del hijo pródigo es una marcha hacia

un Dios que ha perdido su carácter de padre. Camino hacia un Dios que ya no

viene hacia nosotros.

Finalmente, Charles Péguy, en su obra “El pórtico del misterio de la segunda

virtud”, publicada en 1911, celebra la virtud de la esperanza. La parábola tiene un

lugar secreto en el corazón, pues hace 2000 años que ha sido contada a

innumerables cristianos y, a menos de tener un corazón de piedra, ¿quién la oiría

sin prorrumpir en lágrimas? Es la palabra de Jesús que mayor eco ha tenido en la

historia.

(Lectura de la parábola)

¿Qué dice esta parábola de Jesús?

Hacemos un comentario literario, con el fin de provocar en nosotros la oración

con cada una de las actitudes de los tres protagonistas de la parábola: el hijo

menor, el padre, y el hijo mayor.

La parábola presenta a Jesús como un maestro que enseña a sus oyentes

mientras camina de Galilea a Jerusalén. Las tres parábolas repiten su mensaje

central, recogido en el capítulo 15: parábola de la oveja perdida, de la dracma

perdida y del hijo pródigo (también perdido o convertido). La parábola del hijo

pródigo trata de la conversión de los pecadores y de los justos: de los publicanos y

pecadores, de los fariseos y escribas. Todos deben convertirse. Fija su atención en

la familia y en cada uno de sus miembros: el padre y sus dos hijos.

¿Cuál es el tema de la parábola?

Lc 15, 11-32 trata de la esencia del cristianismo y de la imagen de una

sociedad: Dios (el padre en el evangelio), Cristo (el narrador discreto), la Iglesia

(repartida en dos grupos, culpables los dos) y la ausencia de mujeres. El núcleo

está en Las entrañas de un hombre, que se conmueve al encontrar vivo a su hijo: esta es

la esencia de la misericordia. Y la primera propuesta para la oración:

experimentarnos entrañados en Dios, como el hijo menor.

Son tema también loos grandes conceptos de la vida cristiana: la caída, la

reconciliación, el pueblo de Dios dividido y dependiente de la gracia de Dios, el

deseo de vivir, la autonomía, la rivalidad, la dependencia.

Explicación de la parábola

Un hombre tiene dos hijos (v. 11). Es la presentación de la familia y de los

protagonistas que desarrollarán la historia; prepara las tres partes que contiene la

parábola: la que corresponde al hermano menor, la respuesta amorosa del padre y

la reacción envidiosa del hijo mayor.

7 4 | O b i s p o

El menor de ellos (v. 12a). Se refiere a uno de los miembros de la familia,

aunque el adjetivo “neóteros” designaba en la Iglesia primitiva a un nuevo

convertido; los nuevos conversos constituían un grupo distinto en la comunidad.

Una larga tradición valora positivamente al benjamín en detrimento del hermano

mayor, puesto que el menor, a pesar de sus defectos, encarna la elección y la

bendición divina. Una sugerencia para la oración: ¡Sintámonos el hijo menor!

Dame la parte de la herencia (v. 12b). Al pedir a su padre la herencia, el hijo no

va más allá de sus derechos, aunque le faltó sabiduría y consideración con su

padre. “La parte de la herencia que le corresponde” era precisa, estaba sujeta a

derecho y era de uso común. La palabra herencia viene referida por el evangelista

con dos formas diferentes: el joven pide la herencia (“ousía”, sustancia, los bienes)

mientras que el padre repartió la herencia (“bios”, le entregó su vida, o también

“los medios de vida”). El padre, en efecto, le da los recursos económicos que le

permitan vivir, hace un reparto de sus bienes. Sin embrago, aquí se produce una

fractura: el ideal de Israel era vivir en familia; era, desaconsejable, por tanto,

repartir los bienes en vida, ya que nadie deseaba que los padres ancianos tuvieran

que recibir limosna de sus hijos para vivir. El Eclesiástico (33, 20-24) lo

desaconseja: «No des a otros tus riquezas, no sea que, arrepentido, tengas que

suplicarles». El padre conservará sus bienes hasta el fin; y el hijo mayor esperará

hasta la muerte de su padre: «El primogénito recibirá dos tercios de todo lo que

posee» (Dt 21, 15-17).

El hijo menor lo reunió todo (v. 13b). El verbo “synago”, que significa reunir,

reagrupar sus bienes antes de partir, aquí tiene el significado de “reunir sus bienes

convirtiéndolos en dinero contante”.

Pocos días después es una expresión propia de Lc., para significar que el hijo

menor se dio prisa en partir.

Viviendo disolutamente (v. 13c). “Asostos” significa literalmente “sin salvación”,

“sin esperanza de salvación”. Esta expresión sugiere que el hijo ha hecho un

derroche irreversible (gastó todos sus bienes sin posible recuperación), lo cual

dejaría al joven sin salvación. Es muy frecuente el uso de “la salvación” en Lc, que

se aplicaría al hombre perdido, sin remedio, aunque aquí tendría también un

significado ético y moral, subrayando el error cometido por el hijo menor. Su

pecado radicaba más en la dilapidación eterna de la herencia, en la pérdida de la salvación, que en haberla pedido o haber abandonado la casa paterna, que son

actos graves. Más tarde, el primogénito se quejará de que su hermano había

gastado ese dinero “con prostitutas”. El dinero y la situación económica, en todo

caso, ocupan un papel importante en la narración.

Hubo un hambre extremo (v. 14b). Los antiguos recordaban las hambrunas

habidas en el pasado, que les habían hecho sufrir tanto. Pero Lucas habla en

Hechos de una hambruna de dimensiones mundiales: «Agabo, movido por el

Espíritu, se puso en pie y predijo que iba a haber una gran hambre en todo el

mundo, lo que en efecto sucedió en tiempo de Claudio» (Hch 11, 28). La parábola

O b i s p o | 7 5

lleva a pensar en esta hambruna universal, símbolo de la experiencia de vacío que

siente el hijo pródigo en su interior.

Comenzó a pasar necesidad (v. 14c). “Necesidad” o “carencia” la soportan

aquellos cuyas necesidades elementales quedan insatisfechas. Isaías (11, 37) se

refiere a los indigentes, a los pobres; para san Pablo los humanos estamos

naturalmente limitados por la carencia; desde la caída de Adán todos estamos

privados (ysterountai) de la gloria de Dios (Rm 3, 23). La carencia del hijo pródigo

llega hasta el punto de sentirse perdido: “mientras que yo estoy aquí, perdido a

causa de esta hambruna” (v. 17b).

Un ciudadano lo envió a sus campos a guardar cerdos (v. 15). La hambruna

impele al hijo a buscar una nueva etapa en su vida: se une a un ciudadano,

probablemente no judío ya que se ocupaba de criar cerdos, lo que le induce al hijo

a contraer una impureza ritual.

Las algarrobas (keratia) han servido siempre de alimento a los animales en el

Próximo Oriente, aunque también pueden comerlas los seres humanos, al igual

que los garbanzos, cacahuetes o pepitas. Desear “llenar el vientre” (v. 16) es una

fórmula sorprendente por su crudeza. Algún papiro (Bodmer) suaviza la expresión

diciendo: “hasta quedar satisfecho”.

Entrando en sí mismo (v. 17a). ¡Aquí comienza un proceso nuevo para el hijo!

La expresión “entrar en sí mismo” forma parte del vocabulario religioso y filosófico

de la época. Para el cristianismo primitivo este vocablo expresa una etapa decisiva

de la “metanoia”, de la conversión, del retorno a Dios, en la que entra el hijo

menor.

Este también es un momento clave del retiro: entrar dentro de ti, dentro de

nosotros mismos; penetrar en el castillo interior hasta la morada, centro y mitad,

donde Dios habita y me espera.

Se dijo a sí mismo. Lucas recurre a un monólogo interior; el hijo en situación

dramática, dialoga consigo mismo. Se trata de un procedimiento literario que

permite describir la evolución espiritual del personaje y reorientar el relato:

estamos ya en una fase nueva. Se abre un nuevo horizonte. La luz está al fondo del

camino.

Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante, mientras yo estoy perdido aquí (v. 17b). “apóllymai” significa estropearse, romperse, estar perdido, perecer o morir.

Los peligros de muerte para el joven eran reales y numerosos: hambres, guerras,

accidentes por tierra y mar, según la distancia a la que llegara de la casa paterna,

que desconocemos. Los profetas mencionaban la desaparición para anunciar la

salvación final que vendría a continuación: «Haré brotar un árbol de paz y nunca

más serán aniquilados sobre la tierra por la hambruna» (Ez 34, 29).

El joven ni siquiera se atreve a pensar en su condición de “hijo”; le gustaría ser

un “jornalero” (v. 19b), un obrero, un mercenario en la hacienda paterna. Aunque

este estatus social fuera también despreciado socialmente, a él ya no le importaba.

7 6 | O b i s p o

Levantándose, habiéndose levantado (v. 20a). Este participio tiene gran

importancia en la narración: “ànastás” se traduce por “levantándose” o

“resucitando”. Tiene carácter pleonástico, abarca la realidad entera de la persona,

acompaña a verbos de movimiento y subraya el comienzo de la acción. El hijo, de

este modo, comenzaría una acción nueva de carácter definitivo. Estaba perdido,

roto o muerto y ahora está a punto de ser hallado, recuperado o vivo, lleno de

vida.

Iré a mi padre y le diré: he pecado contra el cielo y contra ti (v. 18). El futuro del

verbo “ir” solo menciona lo que ocurrirá después, pero sugiere también la

intención y la voluntad de realizar un proyecto difícil de realizar. El hijo prevé una

confesión religiosa de su pecado. Sin precisar en qué ha pecado, el joven reconoce

que ha violado el plan establecido por Dios y ha perjudicado a su padre. El Pastor

de Hermas afirma que pecar contra el Señor y contra los padres es una falta grave.

El publicano de otra parábola de Lc (el fariseo y el publicano) hace una confesión

semejante: “Sin atreverse a levantar los ojos al cielo se golpeaba el pecho diciendo:

¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador” (Lc 18, 13).

Yo no soy digno de ser llamado hijo tuyo (v. 19a). El hijo no habla de su situación

jurídica: sabe que no tiene derecho filial a los bienes de su padre. Declara haber

perdido su honor, su identidad y hasta su nombre de hijo. El verbo “llamar” (kalo)

en voz pasiva, “ser llamado”, transforma su significado en sinónimo de “ser”. El

joven confiesa que ha dejado de ser hijo del padre. En la mentalidad bíblica

sabemos que los seres humanos no son naturalmente hijos de Dios. Para llegar a

ser hijos deben “ser llamados” a tal dignidad (Mt 5, 9; Lc 6, 35).

Su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas, corrió, se echó a su cuello y lo cubrió de besos (v. 20). El hijo empieza a llevar a efecto su proyecto de ir al padre y

reconocer su pecado contra el cielo y contra él: el hijo, levantándose, vuelve a la

vida, parte hacia su padre. Pero el hijo no puede culminar su deseo, puesto que el

padre interrumpe el discurso del hijo arrepentido y le manifiesta su afecto paterno,

al que Lucas llama “compasión”. El verbo “splajnizomai”, muy poco frecuente en la

literatura griega, significa “tener compasión” físicamente, tener piedad,

conmoverse las entrañas. Lucas utiliza este mismo verbo en la parábola del buen

samaritano: éste, al ver al hombre desnudo, molido a palos y medio muerto, tuvo

compasión de él, se le conmovieron las entrañas (10, 33). Esta compasión y amor

paternal Lucas lo expresa con diversas acciones conmovedoras: el padre corre

(actitud poco conveniente para un padre de familia), abraza al hijo echándose al

cuello y lo llena de besos. También con el hijo mayor el padre saldrá al encuentro

y le consolará, aunque su reacción será diferente. Estamos en el momento

culminante de la parábola: las entrañas conmovidas del padre ante el hijo que

retorna.

Rápido sacad el mejor vestido, ponedle un anillo y calzado; traed el ternero cebado y celebremos un banquete (vv. 22-23). El padre continúa siendo el dueño de todos los

bienes que no entregó al hijo menor. Ahora las órdenes que da el padre causan

O b i s p o | 7 7

admiración: prueban que el padre no admite la indignidad de su hijo y que lo

mantiene o lo restablece en su condición de hijo.

Respecto al vestido, el adjetivo “prote” (mejor o primero) puede tener dos

significados: uno temporal y otro de calidad. En sentido temporal, “el primer

vestido”, significa que el padre manda sacar el vestido filial que había guardado

cuando el hijo se alejó, sin tirarlo o regalarlo. Ahora mandaría que lo sacasen del

baúl en el que lo conservaba. Si se entiende “prote” como adjetivo de calidad, se

traduce como “el mejor”, el más bello vestido, destinado a los huéspedes de honor.

En todo caso, el padre revestiría al hijo de la mayor dignidad posible, la dignidad

de hijo.

El anillo no es un regalo que podría ofrecerse a una persona invitada, sino un

signo de poder: «El faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de

José; le hizo vestir ropas de lino y le puso un collar de oro» (Gn 41, 42). De este

modo el padre restablece al hijo con aquellos derechos que tenía anteriormente a

su huida.

El padre manda también ponerle el calzado. Lo hace en sentido opuesto a la

costumbre, según la cual eran los huéspedes los que se descalzaban al llegar a la

casa. El hecho de que una persona pisara un terreno con el pie calzado significaba

en Israel que tomaba posesión de él. El padre decide, por tanto, integrar

plenamente al hijo en el seno familiar.

La incorporación del hijo se celebra con un banquete y una fiesta. Lucas expresa

con frecuencia la importancia que tiene una comida en común: Jesús come con

Mateo en su casa (Lc 5, 29ss); en la casa de un fariseo, donde perdona a la

pecadora (Lc 7, 36ss); en casa de un fariseo principal mientras es criticado; o era

acusado por escribas y fariseos: «ese acoge a los pecadores y come con ellos» (Lc

15, 2). Comer no sólo significa amistad sino entrar en comunión de vida con el

comensal. En este caso, el padre ordena matar el ternero cebado, es decir, algo que

ocurría solo en acontecimientos excepcionales. Se trata de una gran fiesta

proporcional al acontecimiento.

Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, perdido y ha sido hallado (v. 24a).

Es la interpretación que el evangelista hace del evento que están celebrando. Con

esta parábola Jesús muestra la salvación y la vida nueva, la redención y la

resurrección de los pecadores. El hijo ha sido redimido y ha resucitado, recibe una

vida nueva. El doble significado de “ànastás”: levantarse estando caído, y resucitar

estando muerto, nos permite hacer la transferencia del orden natural al

sobrenatural, del nivel humano a la esfera de lo divino para explicar lo sucedido

en el joven.

Y empezaron a celebrar el banquete (v. 24b). La alegre fiesta que ahora comienza

despertará la ira del hijo mayor, que estaba en el campo (v. 25a). Si el hijo mayor

trabajaba la tierra, significa que el padre no era un gran propietario, un latifundista

7 8 | O b i s p o

que hubiera tenido a su hijo en tareas administrativas, sino más bien parece poseer

una hacienda de medianas dimensiones en la que el hijo trabaja manualmente.

El hijo mayor oyó la música y la danza (v. 25b). El vocablo “sinfonía” puede

significar un instrumento de música pero aquí se entiende más bien como un

acorde musical de voces o instrumentos. Los “joroi” pueden entenderse como

danzas o cantos de un coro. El hijo mayor oyó la música y la danza propias de una

gran fiesta.

El criado le contó: ha vuelto tu hermano y tu padre ha sacrificado el ternero cebado porque lo ha recobrado con salud (v. 27). Un muchacho joven (pais), criado del

dueño, informa al hijo mayor sobre la acogida del padre al hijo, recuperado con

salud. El verbo “tener buena salud” o el adjetivo “sano” (ygiés, ygiaíno), referidos

al hijo menor, puede entenderse en sentido físico, estar en buen estado de salud, o

en sentido espiritual, como un concepto cristiano, haber recuperado la gracia y la

amistad del Padre: «Entonces el Hijo de Dios estará contento y en medio de ellos

se alegrará de haber recobrado puro (sano) a su pueblo» (Pastor de Hermas).

Él se indignó y no quería entrar pero el padre salió (v. 28). El primogénito montó

en cólera. En el A.T. encontramos una serie de “cóleras”: la de Samuel, después

del rechazo de Saúl; la de David, que mató a Uzá por haber tocado el arca de la

alianza; la de Job ante su destino; la de Jonás, porque Dios era misericordioso con

Nínive. Este tipo de envidia y en general todo acto de cólera, ya criticados en el

A.T., son claramente condenados en el N.T.: «Todo el que se deja llevar de la

cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”,

tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena

de la gehenna del fuego» (Mt 5, 22).

Mira: en tantos años como te sirvo, a mí nunca me has dado un cabrito (v. 29b). No

sabemos qué le dijo el padre para persuadirlo, pero sus palabras fueron

infructuosas. El hijo mayor concibe la vida como trabajo y sumisión (“sin

desobedecer nunca una orden suya”). La relación con su padre está basada en el

cumplimiento del deber y no en el afecto. Siente vivamente la injusticia: a pesar

de que fue siempre fiel, jamás tuvo derecho a un trato especial, no le dio nunca un

cabrito, y mucho menos un ternero cebado, propio de los grandes eventos.

Ahora que ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres (v.

30). El mayor se niega a llamar “hermano” al que ha vuelto. En el mejor de los

casos el pródigo es “este hijo tuyo”. El mayor le reprocha haber devorado la

hacienda, dilapidándola. Y un ataque de bilis le obliga a añadir que lo ha gastado

“con prostitutas”.

Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo (v. 31). La réplica del padre es

emotiva porque emplea la expresión afectiva “hijo”, “hijo mío”; pero es

insuficiente para el primogénito, que no ha conseguido ventajas de esa comunión

de bienes. “Todo lo mío es tuyo” puede entenderse de dos formas: jurídicamente

indica que todos los bienes que no fueron entregados al hijo pequeño son del

O b i s p o | 7 9

mayor; y como ha permanecido en casa, dichos bienes le pertenecen.

Afectivamente, el padre viene a decirle al hijo: siéntete libre, tú estás en tu casa.

El padre trata de convencer al hijo de que todos los bienes son suyos, porque da la

impresión de que el hijo no lo ha entendido.

Convenía celebrar un banquete y alegrarse porque tu hermano estaba muerto y ha revivido (v. 32). El padre le razona con delicadeza: “convenía celebrar una fiesta”;

pero le hace una corrección: le habla de “tu hermano”, mientras que él le habla

como de “tu hijo”, separándose de toda relación con su hermano.

“Celebrar un banquete” y “alegrarse” son expresiones que se utilizan

conjuntamente, una al lado de otra. Al banquete le acompañan naturalmente la

fiesta y la alegría. “Estar muerto” y “revivir”, “estar perdido” y ser “encontrado”

vinculan esta parábola a las dos anteriores (oveja y dracma perdidas) dando

unidad a toda la narración.

Resumamos, finalmente, que el significado central de la parábola se encuentra

en tres verbos: “entrar en sí mismo”, “sentir compasión” y “encolerizarse”. “Entrar

en sí mismo” expresa el momento de la conversión del hijo; “sentir compasión” es

el punto central del sentimiento del padre y el corazón de la parábola; y

“encolerizarse” es la actitud del hijo mayor, radicalmente opuesta al sentimiento

de misericordia del padre. El final de la parábola implica el gozo de la fiesta por la

comunión con el Padre.

Casa de Ejercicios.

Ávila, 7 de Diciembre de 2015.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

8 0 | O b i s p o

Cartas particulares

CARTA DEL SR. OBISPO AL PAPA FRANCISCO

Con la que le agradece el Año Jubileo por el V Centenario del nacimiento

de Santa Teresa de Jesús.

Ávila, 28 de Octubre de 2015

S. Simón y S. Judas, apóstoles

Muy querido Papa Francisco,

Acabado el Año Jubilar Teresiano, quiero expresarle vivamente mi

agradecimiento y el de toda la Diócesis de Ávila por la gracia que nos ha

concedido.

La gracia del Jubileo que Usted nos otorgó tan generosamente ha

alcanzado a numerosísimas personas de los cinco continentes que como un

torrente han llegado a Ávila en busca de regeneración de vida cristiana,

atraídos por el espíritu de la Santa.

Han sido destacables el jubileo de la Conferencia Episcopal y el

encuentro jubiloso y esperanzador de seis mil jóvenes. Reiteradamente hemos

exhortado a los peregrinos con las palabras que Usted nos envió en DOS

MENSAJES, por los que le estamos INFINITAMENTE AGRADECIDOS. Lugares

especiales de peregrinación han sido los Carmelos, cuyas hermanas han orado

y oran incesantemente por el Papa Francisco. Estoy convencido de que ha

sido un Año Jubilar de gran bien espiritual para tantas gentes.

Otro tipo de iniciativas culturales, literarias, musicales, teatrales, se han

dado a diario. Ha sido una fiesta del espíritu, de fraternidad, de esperanza y

de comunión con la Iglesia universal. La oración por el Santo Padre,

condición para alcanzar la gracia jubilar, la hemos reiterado

significativamente en cada acontecimiento.

Inolvidable ha sido también la Audiencia que concedió a los muchachos

discapacitados del Centro Diocesano de Martiherrero, quienes pudieron

saludarle personalmente y recibir su bendición. Nunca se borrará de sus

corazones el signo de la misericordia del Papa.

Le cuento todo esto para que sepa que su palabra ha sido acogida en el

corazón de todos, mientras hemos orado intensamente para que el Señor le

sostenga en tan gravosas y delicadas tareas.

Reciba mi abrazo unido a mi oración continua.

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

O b i s p o | 8 1

CARTA DEL SR. OBISPO AL SR. ARZOBISPO DE MADRID

Con la que se le concede la excardinación de la Diócesis de Ávila al Pbro.

D. Óscar Alonso García.

Ávila, 12 de Noviembre de 2015

Al Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Madrid

Mons. Carlos Osoro Sierra

C/. Bailén, 8

28071 MADRID

Excelencia Reverendísima:

Conocido el deseo del presbítero de esta Diócesis de Ávila, Rvdo. Sr. Don

Óscar Alonso García, de ejercer el ministerio sacerdotal en la Archidiócesis de

Madrid, y habiendo tenido constancia del consentimiento de V. E. para que el

referido sacerdote pueda ser incardinado en la Archidiócesis de Madrid, por las

presentes, he determinado conceder ña excardinación de la Diócesis de Ávila al

Rvdo. Sr. Don Óscar Alonso García, hasta ahora perteneciente al Presbiterio de

la Diócesis de Ávila.

De V. Excia. affmo. en el Señor

Jesús García Burillo

Obispo de Ávila

8 2 | O b i s p o

Resumen de actividades

OCTUBRE 2015

Día 2: Eucaristía con motivo de la Fiesta de los Ángeles Custodios, Día de la

Policía Nacional, en la parroquia de San Pedro Apóstol. Eucaristía, inauguración

de curso del Teologado y rito de admisión de Nicolás Ruiz Humanes, en el

Seminario.

Día 3: Eucaristía, retiro de catequistas y profesores de religión, en la Casa de

Ejercicios.

Día 4: Eucaristía en la S. A. I. Catedral del Salvador. Encuentro del Movimiento

Familiar Cristiano, en Santo Tomás.

Día 5: Desayuno Informativo de COPE-Ávila, con D. Marcial Marín Hellín,

Secretario de Estado de Educación, en el Hotel Palacio de Los Velada.

Día 6: Reunión de la Comisión episcopal de Patrimonio, en la C.E.E. Reunión

con el Secretario de Estado de Cultura.

Día 7: Entrevista. Audiencias. Película “Francisco. El Padre Jorge”, en el cine

Tomás Luis de Victoria.

Día 8: Presentación de la novela: “El castillo de diamante”, de Juan Manuel de

Prada, en el Palacio de los Superunda.

Día 9: Consejo Episcopal.

Día 10: Eucaristía con motivo de Bodas de Oro, en La Santa. Presentación del

libro “Teresa, ¿dónde vives? Guía del peregrino. Recorrido biográfico de santa

Teresa de Jesús por la ciudad de Ávila”, de P. Arturo Díaz Conejo, en el

Monasterio de la Encarnación. Vigilia de Oración en la S.A.I. Catedral.

Día 11: Eucaristía en la S.A.I. Catedral de El Salvador.

Día 12: Novena a Santa Teresa de Jesús, en La Santa.

Día 13: Bendición de la escultura de Santa Teresa de Jesús, en la explanada de la

UCAV. Concierto de la Orquesta sinfónica y coro de la JMJ: “Las moradas”, en el

Centro de Congresos Lienzo Norte.

Día 14: Audiencias. I Centenario de la Declaración de Sta. Teresa de Jesús como

Patrona del Cuerpo y Tropas de Intendencia del Ejército de Tierra, en el Grande.

Vísperas Solemnes del nacimiento de santa Teresa de Jesús, en La Santa.

Procesión a la S.A.I. Catedral.

Día 15: Solemne Eucaristía de Clausura del Año Jubilar Teresiano.

Día 16: Consejo Episcopal.

O b i s p o | 8 3

Día 17: Profesión de la Hna. Almudena Rojas, en el Monasterio de la

Encarnación.

Día 19: Eucaristía con motivo de la Fiesta de San Pedro de Alcántara, en Arenas

de San Pedro. Conferencia: “Oratorio de Santa Teresa” de Carlo Baadía, en el

Centro de Congresos Lienzo Norte.

Día 20: Audiencias.

Día 21: Eucaristía, comienzo de curso de la UCAV, en el Monasterio de la

Encarnación. Acto académico de la UCAV.

Día 22: Audiencias. Sesión ordinaria del Consejo de Asuntos Económicos, en la

Sala de Juntas del Obispado.

Día 23: Consejo Episcopal. Eucaristía y Acto académico, inauguración de curso

del Colegio Mayor Tomás Luis de Victoria, en Salamanca.

Día 25: Confirmaciones de la Parroquia SS. Vicente, Sabina y Cristeta, en la

S.A.I. Catedral de El Salvador.

Día 26: Audiencias. Reunión de la Comisión Permanente del Consejo Presbiteral.

Reunión de Delegados episcopales.

Día 27: Audiencias.

Día 28: Coloquio con el Emmo. y Rvdmo. Sr. D. Alberto Card. Suárez Inda,

Arzobispo de Morelia (México), en el Teologado de Ávila. Eucaristía e institución

de ministerios de Francisco Martínez Villagómez, en el Teologado de Ávila.

Día 29: Permanente del Consejo Diocesano de Pastoral.

Día 30: Consejo Episcopal. Encuentro con los miembros de la Fundación Joseph

Ratzinger. Confirmaciones de la Parroquia Inmaculado Corazón de María, en la

Catedral.

Día 31: Profesión solemne de Hna. Erika Mezősi, agustina de la conversión, en la

Parroquia de Sotillo de la Adrada.

NOVIEMBRE 2015

Día 1: Eucaristía con motivo de la solemnidad de Todos los Santos, en la S.A.I.

Catedral. Eucaristía con motivo de la conmemoración de todos los fieles difuntos,

en el Crematorio municipal.

Día 2: Entrevista. Visita a la Residencia Sacerdotal. Audiencias.

Día 3: Audiencias. Encuentro con sacerdotes, en el Cister.

Día 4: Reunión con los Obispos implicados con el Teologado, en Salamanca.

Día 5: Entrevista. Audiencias.

Día 6: Consejo Episcopal.

8 4 | O b i s p o

Día 8: Eucaristía con la Federación de APAS de los Agustinos de Madrid, en la

S.A.I. Catedral.

Día 9: Visita al Monasterio Nuestra Señora de El Paular (Rascafría - Madrid).

Día 10: Clausura de la exposición Las Edades del Hombre: “Teresa, maestra de

oración”, en la Capilla Mosen Rubí. Conferencia del Card. Ricardo Blázquez sobre

el Sínodo de la Familia.

Día 11: Rueda de Prensa sobre el Día de la Iglesia Diocesana. Entrevista en

COPE-Ávila.

Día 12: Eucaristía con motivo de la Fiesta de San Millán, en la Residencia

Sacerdotal. Encuentro con los sacerdotes mayores.

Día 13: Eucaristía en las MM. Agustinas. Consejo Episcopal.

Día 14: Reunión de la Comisión Diocesana de Pastoral, en la Casa de Ejercicios.

Día 16 al 20: Asamblea Plenaria de la C.E.E.

Día 20: Concierto de la Orquesta Sinfónica de Bankia, en el Centro de Congresos

Lienzo Norte.

Día 21: Homenaje a los Voluntarios del V Centenario, en el Centro de Congresos

Lienzo Norte.

Día 22: Profesión solemne de la Hna. Elvira, Benedictinas del Tiemblo.

Día 23: Presentación de “Procesos de Beatificación y Canonización de la Madre

Teresa de Jesús”, preparado por P. Julen Urkiza, ocd.

Día 24: Audiencias. Visita de Mons. Juan Nsue Edjang Mayé, Obispo de Malabo

(Guinea Ecuatorial), junto a los sacerdotes abulenses que estuvieron de misión.

Día 25: Visita.

Día 26: Reunión en Tellamar. Reunión en la UCAV.

Día 27: Consejo Episcopal. Acto de nombramientos de “Embajadores de la Casa

Grande”, en Teatro Caja Ávila.

Día 28: Toma de posesión de Mons. Fidel Herráez Vegas como Arzobispo de

Burgos.

Día 29: Musical en la Parroquia Santos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta.

Día 30: Formación permanente del clero, en la Casa de ejercicios. Reunión con

miembros del Rotary Club, en el Hotel Santa Teresa.

DICIEMBRE 2015

Día 1: Eucaristía con motivo del Centenario de las Franciscanas del Buen Consejo

en Arévalo.

Día 2: Reunión de Consejo Presbiteral.

O b i s p o | 8 5

Día 3: Audiencias. Entrega de Premios PROMECAL, en el Lienzo Norte.

Día 4: Eucaristía en el Monasterio de San José. Consejo Episcopal.

Día 5: Oración con miembros de la HOAC, en el CITES.

Día 6: Eucaristía en la S.A.I. Catedral del Salvador.

Día 7: Retiro con los sacerdotes, en la Casa de Ejercicios. Vigilia de la Inmaculada

Concepción de María, en Las Gordillas.

Día 8: Eucaristía en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima

Virgen María, en la S.A.I. Catedral del Salvador.

Día 9: Reunión del Secretariado Episcopal de Patrimonio, en la C.E.E.

Día 10: Audiencias. Presentación del Documento “Iglesia, servidora de los

pobres”, en el Colegio de Las Nieves.

Día 11: Eucaristía en el Monasterio de la Encarnación. Consejo Episcopal. Cena

de Navidad con el equipo directivo de los Colegios Diocesanos.

Día 12: Eucaristía en las Carmelitas Descalzas de Piedrahíta.

Día 13: Apertura de la “Puerta de la Misericordia” y Año jubilar extraordinario de

la Misericordia.

Día 14: Eucaristía en la Fiesta de San Juan de la Cruz, en Fontiveros. Eucaristía y

acto académico en el Teologado.

Día 15: Audiencias. Reunión con miembros del Patronato de Sonsoles, en el

Obispado.

Día 16: Reunión de Patronato de la Fundación “Las Edades del Hombre”, en

Valladolid.

Día 17: Reunión con los sacerdotes de los primeros años, en el Seminario.

Reunión de Consejo Económico. Reunión con el Patronato de Ntra. Sra. de la

Misericordia, en el Obispado.

Día 18: Consejo Episcopal. Bendición del Belén del Ayuntamiento, en el

Episcopio Municipal.

Día 19: Toma de posesión de Mons. Juan Antonio Menéndez como Obispo de

Astorga.

Día 21: Felicitación navideña a los Medios de Comunicación Social. Eucaristía de

Navidad de la UCAV, en el Seminario. Patronato de la UCAV.

Día 22: Reunión de Arciprestazgo de Ávila. Misa de Navidad de los Colegios

Diocesanos. Cena de Navidad.

Día 24: Eucaristía en la S.A.I. Catedral del Salvador. Reunión del Cabildo

Catedralicio. Felicitación a la Curia diocesana. Cena en la Residencia Sacerdotal.

Misa de Vigilia de la Natividad del Señor con los sacerdotes mayores.

Día 25: Solemne Eucaristía de la Natividad del Señor, en la S.A.I. Catedral del

Salvador.

8 6 | O b i s p o

Día 26: Toma de posesión de Mons. Juan José Omella como Arzobispo de

Barcelona.

Día 27: Eucaristía en la Fiesta de la Sagrada Familia, en la Parroquia San Pedro

Bautista.

O b i s p o | 8 7

CANCILLERÍA

Decretos y estatutos

DECRETO 5/2015 (7 DE OCTUBRE).

Por el que se dispone la entrada en vigor, para la Catequesis de niños y

adolescentes, del Catecismo «Testigos del Señor»

El mandato del Señor: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,

bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19), encierra una

misión que expresa el sentido maternal de la Iglesia. Esta misión se realiza y se

pone de manifiesto en el anuncio del Evangelio y en la celebración de los

sacramentos, especialmente en los de la Iniciación cristiana.

El Sínodo diocesano dispuso que «En todas la parroquias de la diócesis la

catequesis seguirá un proceso homogéneo y continuo, desde el despertar religioso

de la infancia hasta la plena incorporación a la comunidad cristiana mediante la

recepción de todos los sacramentos de la Iniciación cristiana. Un plan completo

de catequesis que ayude a los catequizandos a comprender y asimilar

personalmente los contenidos de la fe y la regla evangélica de la vida; que les

ayude a tener experiencia de Dios y trato de oración con Él en sus tres divinas

personas, que los introduzca en la celebración de la fe y les impulse a dar

testimonio de Cristo ante los hombres, contribuyendo a la mejor ordenación del

mundo según Dios» (Sínodo diocesano 1998, Cont. I, Disposición general II).

Al servicio de esta tarea, los Obispos de la Conferencia Episcopal Española

hemos publicado tres textos que forman el conjunto de Catecismos para la

Iniciación cristiana de niños y adolescentes, que emanan del Catecismo de la

Iglesia Católica y responden a las necesidades actuales de la catequesis y la

evangelización.

Estos textos son: Los primeros pasos en la fe, que sin llegar a tener la

consideración de catecismo es un texto apropiado para el despertar religioso;

Jesús es el Señor, catecismo para la Iniciación sacramental y Testigos del Señor, catecismo para el crecimiento y maduración en la fe: documentos necesarios para

desarrollar el itinerario catequético en etapas que, caracterizado por la

gradualidad y destinado a niños y adolescentes, hemos ofrecido a toda la Iglesia

española. El último, TESTIGOS DEL SEÑOR, fue aprobado por la Conferencia

C a n c i l l e r í a | 8 9

Episcopal Española en la CI Asamblea Plenaria, que se celebró en abril de 2013,

tras recibir el preceptivo reconocimiento de la Santa Sede.

Con objeto de que este último catecismo llegue a todos sus destinatarios y les

haga posible el camino hacia la fe, niños y adolescentes, así como padres,

sacerdotes y catequistas, en virtud de nuestras facultades ordinarias, por las

presentes

DECRETAMOS:

1. Que el Catecismo Testigos del Señor, como los anteriores, sea texto

obligatorio en el territorio de la Diócesis de Ávila, para las catequesis de niños y

adolescentes entre los 10 y 14 años, como principales destinatarios; y sea

utilizado asimismo para la preparación del sacramento de la Confirmación y para

la formación de los Catequistas.

2. Los materiales complementarios que puedan utilizarse no podrán sustituir

en ningún caso el uso directo del Catecismo, con el objetivo de dar continuidad a

las catequesis de las etapas anteriores.

3. Los sacerdotes y catequistas procurarán ampliar los contenidos de estas

catequesis con el catecismo de la Iglesia Católica.

Ávila, a 7 de Octubre de 2015.

Memoria de Ntra. Sra. la Virgen del Rosario.

JESÚS, Obispo de Ávila

Por mandato de S. Excia. Rvdma.

Miguel García Yuste

Canciller Secretario

DECRETO 6/2015 (28 OCTUBRE).

Por el que se aprueban los Estatutos de la Hemandad de la Santa Vera Cruz,

en la Parroquia de la Asunción de Nuetra Señora, de Mirueña de los

Infanzones (Ávila)

Aceptada la instancia presentada por el Rvdo. Sr. D. Jesús Blázquez González,

Administrador Parroquial de la Parroquia de la Asunción de Ntra. Señora, de

Mirueña de los Infanzones (Ávila), solicitando la aprobación de estatutos de la

Asociación de fieles denominada Santa Vera Cruz, de esa misma Parroquia; y

examinados los referidos estatutos por los cuales la Cofradía deberá regirse, y en

9 0 | C a n c i l l e r í a

los cuales se determinan los fines de la misma y los restantes preceptuados por el

Código de Derecho Canónico; y atendido que esta Asociación cumple con los

requisitos establecidos en la disciplina vigente de la Iglesia para ser asociación

pública de fieles católicos; por el presente, y a tenor de los cc. 301 y 313 del

Código de Derecho Canónico, APROBAMOS, los Estatutos de la Cofradía “Santa Vera Cruz”, domiciliada en la Parroquia de la Asunción de Ntra. Señora, de

Mirueña de los Infanzones (Ávila), la cual queda constituida como asociación

pública de fieles de la Iglesia Católica, en esta diócesis de Ávila.

Ávila, 28 de Octubre de 2015.

V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.

JESÚS, Obispo de Ávila

Por mandato de S. Excia. Rvdma.

Miguel García Yuste

Canciller Secretario

ESTATUTOS DE LA HERMANDAD DE LA SANTA VERA CRUZ DE LA

PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SUNCIÓN, DE MIRUEÑA DE LOS

INFANZONES, DIÓCESIS DE ÁVILA

PREAMBULO HISTÓRICO

Las primeras alusiones a la cofradía de la Santa Vera Cruz en el pueblo de

Mirueña de los Infanzones, las encontramos hace más de cuatro siglos en el

“Libro de la Cofradía de la Vera Cruz 1716-1828” en el que dice así:

«Copia de las Ordenanzas de la Santa Bera Cruz, su cofradía sita en este lugar

de Mirueña siendo cura Don Mathías Díaz Labrador, que para mayor claridad

y mejor inteligencia, se trasladan y son al pie de la letra como constan al folio

95 trasladadas este año 1773… Ordenamos y establecemos e juramos las

siguientes capitulaciones y ordenanzas en nuestro Capº. Que para ello en el

dicho lugar de Mirueña tuvimos día de Nuestra Señora Santa María de

Agosto quince días del dicho mes año del nacimiento de Nuestro Señor, y

Salvador Jesuchristo de mil quinientos y cincuenta años».

A continuación se expone el preámbulo del libro de la Cofradía de la Santa

Vera Cruz del año 1550:

C a n c i l l e r í a | 9 1

«A honra y gloria de la Santisima Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres

personas distintas y un solo Dios verdadero, una Esencia Divina, principio y

fin de todas las cosas, y en quien toda buena obra tiene fundamento de

perpetuidad, y en quien toda criatura debe referir gloria y alabanza no

solamente de las buenas y catholicas obras que en esta vida transitoria obrase

para alcanzar la perdurable; mas aun de los justos y honestos pensamientos

que tuviere, creyendo por muy cierto según el dicho del Apóstol, que de

nuestra parte no solamente no somos suficientes de obrar, mas aun de pensar

cosa que sea digna sin su gracia, pues teniendo y confesando tal fe, ansi como

la tiene y crehe la Madre Santa Iglesia, y desando debajo de ella, con el

auxilio de Nuestro Señor, obrar con verdadera humildad obras de perfecta

caridad, acerca de la penitencia y satisfacción de nuestras culpas y pecados,

considerando que si en memoria de la libertad del Imperio y servidumbre de

Pharaon recibido de la mano de este Señor Dios Nuestro a que el pueblo suyo

escogido antiguamente a Ti solía ofrecerte sacrificios de alabanzas, con

quantos marxaron los cristianos confesión suyos, debíamos y debemos

sacrificar a nosotros mismos macerando nuestros cuerpos con limpio espíritu

pues este es el verdadero sacrificio en memoria del rescate tan excesivo hecho

por la sangre del Unigenito Hijo por el qual verdaderamente nuestras almas

tributarias a el demonio fueron libertadas, dejándonos El en su sangre

preciossa precio que le ofrezcamos en precio de nuestras culpas, y en su

muerte virtuoso ejemplo, a cuya imitación los trabajos nuestros hechos por su

amor nos sean dulces y suaves de lo qual verdaderamente tenemos, y

crehemos ningún sacrificio humano ser mas acepto ante el acatamiento suyo,

que a imitación suya ofrecer algo de nuestra sangre en memoria de la mucha

preciosa suya sin comparación que su Divina Majestad por los hombres

derramó en su Sacra Santa Pasion, por donde por nuestras culpas fue al Padre

ofrecido y sacrificado, y que con ninguna otra arma pudimos ni podemos

mejor ser defendidos del poder del demonio, contra quien continua batalla

según el Apóstol en el destierro y peregrinación de esta vida mortal, tenemos

que con memoria de aquella en cuya virtud sus cárceles fueron abiertas, sus

prisioneros rescatados y su soberbia derrocada por el suelo; y así mismo en

ninguna obra podía el christiano dar señal y conocimiento del amor que a su

Dios tiene como en tomar algún trabajo a imitación de aquellas obras en que

el mas claro mostró el amor que a sus criaturas tenia.

Conocido pues que ningún exercicio como este será de tanta suficiencia para

aplacar la ira del Señor justamente a nuestras culpas de vida ni inclinar su

savia misericordia e mansedumbre tenemos por cosa razonable buena y

agradable a su magestad que en memoria de su Passion Sacratissima y a

exemplo de los que solamente contentos con imitar en el nombre a su Dios

aunquisieron según su flaqueza serle en algo con las obras semejantes,

nosotros ase mesmo acompañarle juntamente con estos en la noche de sus

9 2 | C a n c i l l e r í a

trabajos derramando de nuestra sangre la flaqueza de nuestras fuerzas por que

justa cosa es que participamos de los sacramentos, y remedios de su muerte y

pasión que nos dejaron seamos participantes de los trabajos donde nuestra

salud procedió, y ansi como fieles christianos celosos del servicio que en esta

noche a nuestro Dios y a su Gloriosa Madre señora y abogada nuestra hacer

debemos acompañándola en las estaciones que ella tan fatigada con ansia y

deseo de la vista su precioso hijo anduvo; acordamos de hordenar y

hordenamos en este lugar de Mirueña para efecto de esto una Cofradia-

Hermandad en memoria, y con titulo de la Pasión de Nuestro Salvador y

Redemptor Jesuchristo, en la qual determinamos los cofrades que al presente

somos y por los que de aquí en adelante en algún tiempo fueren el jueves de la

cena en procesión a visitar la Iglesia, Templo y Humilladero en cada un año

por agora y para siempre jamás ofreciendo como está dicho a Dios Nuestro

Señor cada uno con la mayor devoción, contrición y confesión de su parte de

sus pecados que pudiere parte de su sangre asi por el servicio que a su

Magestad queremos hacer; como por el remedio de nuestras conciencias, y

perdón de nuestras culpas, ansi mismo para perpetuar tan justa y necesaria

Cofradia y Hermandad con la gracia y favor del alto Dios en quien desde aquí

ponemos toda nuestra esperanza como católicos christianos assi mesmo la

tenemos, y a quien suplicamos por quien es, que haga de algún valor esta obra

ante su acatamiento, y principio nuestro dirija a su servicio, y para que

podamos hordenar y establecer como de hecho hordenamos, y establecemos e

juramos las siguientes capitulaciones y ordenanzas ordenanzas en nuestro

Capº. Que para ello en el dicho lugar de Mirueña tuvimos día de Nuestra

Señora Santa María de Agosto quince días del dicho mes año del nacimiento

de Nuestro Señor, y Salvador Jesuchristo de mil quinientos y cincuenta años».

La creación de esta Hermandad está motivada, pues, por la fe de los fieles de

esta comunidad y por querer llevar a cabo la misión evangelizadora de la Iglesia

Católica. En palabras de nuestro Papa Francisco: «Todos somos evangelizadores

con la propia vida, para esto es necesario abrirse sin temor a la acción del Espíritu

Santo». Los miembros de esta Hermandad llevamos a cabo este acto de fe en

nuestra pequeña localidad, queriendo unir tradición y nuevos tiempos, en los

cuales asumimos como propia esta misión evangelizadora de la Iglesia.

Capítulo I: Naturaleza y domicilio de la cofradía

Artículo 1. La Hermandad de la Santa Vera Cruz es una asociación pública

de fieles católicos, constituida en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora,

de la localidad de Mirueña de los Infanzones, diócesis de Ávila, al amparo de lo

establecido en el Derecho Canónico sobre esta materia (cc. 298-329). Por su

naturaleza canónica está bajo la autoridad del Obispo diocesano; se rige por los

C a n c i l l e r í a | 9 3

presentes estatutos, por la legislación diocesana y por las disposiciones canónicas

que le sean aplicables.

Artículo 2. La sede de esta Hermandad se encuentra en la iglesia parroquial

de la Asunción de Ntra. Señora, de Mirueña de los Infanzones, en la que son

veneradas las Sagradas Imágenes del Santísimo Cristo de los Ajusticiados y de

Nuestra Señora de los Dolores. El domicilio social se establece en C/ Doctor

González Marcos Nº 20, en el Centro parroquial. La Asamblea general podrá

determinar el cambio de domicilio dentro del territorio de la diócesis, que deberá

ser autorizado por el Obispo diocesano.

Capítulo II: Finalidades de la cofradía

Artículo 3. La Hermandad se propone como fines propios:

§ 1. Fomentar entre sus asociados la devoción a la Santísima Virgen María,

bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, y a Nuestro Señor

Jesucristo, bajo la advocación del Santísimo Cristo de los Ajusticiados como

estímulo para perfeccionar la propia vida cristiana y para animar de espíritu

cristiano las actividades profesionales al servicio de la comunidad cristiana.

§ 2. Promover el culto público en honor al Santísimo Cristo de los

Ajusticiados y Nuestra Señora de los Dolores con los actos organizados para este

fin.

§ 3. Promover entre los socios y sus familias la concordia, la hermandad y la

ayuda mutua.

§ 4. Velar por la conservación y decoro de las Sagradas Imágenes y de sus

altares en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

§ 5. Cooperar en las actividades apostólicas de la Parroquia de la Asunción de

Ntra. Señora, especialmente las dirigidas al culto y honor del Santísimo Cristo de

los Ajusticiados y Nuestra Señora de los Dolores.

§ 6. Ejercer la caridad cristiana como uno de los medios más propios del

apostolado y de la santificación personal.

Artículo 4. Para la consecución de estos fines, la Hermandad se propone los

medios siguientes:

§1. La recepción frecuente de los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía,

especialmente en las fiestas de la Hermandad.

§ 2. La oración frecuente a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Virgen

con las plegarias más comunes dedicadas a Ellos por el pueblo cristiano y

meditando los pasajes Evangélicos en los que están presentes.

§ 3. Las visitas frecuentes al Santísimo Cristo de los Ajusticiados y a Nuestra

señora de los Dolores en la iglesia parroquial.

9 4 | C a n c i l l e r í a

§ 4. La asistencia a las Asambleas y actos de la Hermandad, así como la

participación en la vida de la parroquia y sus actividades.

§ 5. Promover la formación cristiana de los hermanos, sea por medio de la

Hermandad o por la formación de adultos organizada por la Parroquia u otras

instituciones diocesanas.

§ 6. Promover y desarrollar, por si o en coordinación con otras instituciones

eclesiales, iniciativas comunes de compromiso apostólico y de caridad mediante

obras de asistencia a los pobres.

Capítulo III: De las fiestas y actividades de la asociación

Artículo 5. Actos de culto de la Hermandad de la Santa Vera Cruz

§ 1. Las fiestas principales de la Hermandad se celebrarán el día de Jueves

Santo, Corpus Christi y la Exaltación de la Santa Cruz, el traslado a otro día

deberá ser permitido por las normas litúrgicas y autorizado por la Autoridad

eclesiástica competente.

§ 2. La Hermandad celebrará una o varias procesiones con la imagen del

Santísimo Cristo de los Ajusticiados y Nuestra Señora de los Dolores en la

Semana Santa.

Capítulo IV: De los miembros

Artículo 6. Podrán pertenecer a esta Hermandad los fieles católicos que

reúnan las condiciones exigidas por el derecho de la Iglesia, especialmente vivir

su fe católica en comunión con ella y comprometerse a cumplir los estatutos de la

Hermandad.

§1. Para ser admitidos como hermanos lo solicitarán por escrito a la Junta

directiva por sí mismos o por legítimo representante y con el aval de dos cofrades.

La Junta directiva propondrá su admisión a la Asamblea general, que será la que

decida, en última instancia, si es o no admitido.

§2. Cada año se recibirá a los nuevos hermanos el Jueves Santo, en dicho

acto, los que hayan sido admitidos como hermanos harán profesión de fe y

prestaran juramento de cumplir los Estatutos de la Hermandad, según las

ordenanzas propias de la misma.

§3. Los menores de edad que hayan sido admitidos antes de cumplir los

dieciocho años, han de renovar el juramento al que se refiere el punto anterior al

alcanzar dicha mayoría. Para ello, han de haber completado su iniciación

cristiana tras la recepción de los sacramentos de la misma (Bautismo, Eucaristía y

Confirmación).

C a n c i l l e r í a | 9 5

Artículo 7. Derechos de los Hermanos. Corresponde a los cofrades participar

en los derechos y privilegios reconocidos a la Hermandad por derecho universal o

particular. Entre estos derechos están:

1.1. Ser considerados iguales a todos los miembros de la Hermandad, sin

privilegio o derecho alguno vinculado a ningún miembro en particular,

exceptuando a los menores de edad.

1.2. Poder tener voz y voto y elegir y ser elegidos para cargos directivos de la

Hermandad, una vez alcanzada la mayoría de edad y haber completado su

Iniciación Cristiana tras la recepción de los sacramentos de la misma (Bautismo,

Eucaristía y Confirmación). Sin cumplir estos requisitos se tendrá voz pero no

voto.

1.3. Ser citados a las Asambleas ordinarias y extraordinarias de la Hermandad

y participar en las actividades organizadas por la misma.

1.4. Usar los distintivos de los hermanos en los actos propios de la

Hermandad.

1.5. Recibir de la Hermandad y de los hermanos los sufragios establecidos

para los hermanos difuntos.

Artículo 8. Obligaciones de los Hermanos. Todo hermano se compromete a:

2.1. Atender el bien común de la Iglesia Católica, de la Parroquia, de la

Hermandad y de las demás asociaciones de fieles de la Parroquia de Nuestra

Señora de la Asunción.

2.2. Cumplir los Estatutos y normas reglamentarias de la Hermandad, así

como las decisiones válidas de las Asambleas y de la junta Directiva.

2.3. Asistir y cooperar en los actos de culto, asambleas y otros que organice

la Hermandad, de acuerdo con las normas litúrgicas y con sus fines estatutarios.

Con especial interés deberán asistir y cooperar en las celebraciones de Jueves

Santo, Corpus Christi y la Exaltación de la Santa Cruz. Igualmente deberán

participar activamente en la organización y asistencia a la procesión o

procesiones de las imágenes del Santísimo Cristo de los Ajusticiados y Nuestra

Señora de los Dolores en la Semana Santa.

2.4. Aceptar y cumplir con fidelidad los cargos para los que sean designados

por la Hermandad, si no están legítimamente impedidos para ejercerlos.

2.5. Ejercer la caridad cristiana, especialmente con los hermanos enfermos o

necesitados, sea personalmente o por medio de los visitadores de enfermos

designados por la Hermandad.

2.6. Procurar su formación cristiana por los medios más oportunos propuestos

por la propia Hermandad, por la Parroquia o por la Diócesis.

2.7. Ayudar con sufragios a los hermanos difuntos, con asistencia a sus

exequias y a la Misa que la Hermandad celebrará en los días próximos al

fallecimiento.

Artículo 9. Baja de la Hermandad. Un hermano puede causar baja en la

Hermandad por los siguientes motivos:

9 6 | C a n c i l l e r í a

1. A petición propia, presentada por escrito a la Junta Directiva.

2. Por decisión de la Asamblea general por incumplimiento continuado de

los deberes de hermano, o por perturbación reiterada de la vida de la

Hermandad, si no se corrigiere después de una fraterna amonestación.

3. Por dimisión impuesta por la Junta Directiva por alguna de las causas

previstas en el Derecho Canónico: abandono público de la fe católica y ruptura

publica de la comunión con la Iglesia Católica y excomunión impuesta o

declarada (c.316). La Junta directiva oirá previamente al miembro interesado, y

la Asamblea general decidirá en último término.

Capítulo V: Del gobierno de la asociación

Artículo 10. Los órganos de gobierno de la Hermandad son la Asamblea

general y la Junta Directiva.

Artículo 11. La Asamblea general es el órgano supremo de gobierno de la

Hermandad y está integrada por todos los miembros que, debidamente citados,

participan en sus sesiones.

Artículo 12. Son competencias de la Asamblea general:

1. Designar, por votación secreta, a los hermanos que han de ejercer los

cargos directivos de la Hermandad. El presidente elegido deberá ser propuesto al

Obispo Diocesano para su confirmación antes de tomar posesión de su cargo.

2. Aprobar las actividades, las cuentas y presupuestos anuales presentados

por la Junta Directiva.

3. Fijar las cuotas ordinarias o extraordinarias que han de abonar los

hermanos.

4. Recibir información de las peticiones de ingreso en la Hermandad y decidir

sobre ellas, conforme al Art. 6, así como conocer, aconsejar y, en última

instancia decidir, sobre la expulsión de hermanos, de acuerdo con el Art. 9.

5. Tomar decisiones que afecten al mejor servicio y fines de la Hermandad.

6. Interpretar las disposiciones de los Estatutos, así como aprobar el

reglamento de régimen interno que la Hermandad quiera darse.

7. Aprobar las modificaciones de los Estatutos y la extinción de la

Hermandad antes de presentárselas al Obispo diocesano para su definitiva

aprobación.

Artículo 13. Convocatoria y acuerdos de la Asamblea general.

§ 1. La Asamblea general celebrará sesión ordinaria una o dos veces al año;

extraordinarias, cuantas veces lo juzgue la Junta Directiva, o a petición de, al

menos, la quinta parte de los hermanos. La convocatoria será hecha por el

secretario con no menos de quince días de antelación, indicando día, hora, lugar

y orden de los temas de reunión.

C a n c i l l e r í a | 9 7

§ 2. Para constituirse como Asamblea general ordinaria o extraordinaria, se

necesita la mayoría absoluta en la primera convocatoria. Y los presentes en

segunda convocatoria.

§ 3. Para que los acuerdos sean válidos se necesitará mayoría absoluta en las

dos primeras votaciones y relativa en la tercera. Para cualquier duda se atenderá

a la legislación general de la Iglesia, especialmente lo que está establecido en el

canon 119 del Código de Derecho Canónico.

Artículo 14. La Junta directiva es el órgano ejecutivo de la Hermandad.

§ 1. Está integrada por el Presidente, Vicepresidente, Secretario, Tesorero,

cinco Vocales y el Director Espiritual (o Consiliario).

§ 2. La Junta directiva celebrará sesión ordinaria al menos dos veces al año,

para los asuntos que le competen en orden a prever lo necesario para celebrar las

actividades propias de la Hermandad y para preparar las Asambleas generales. Y

siempre que lo estime oportuno el Presidente o dos tercios de los miembros que

la integran.

Artículo 15. Los cargos de la Junta directiva.

Excepto el de Director Espiritual, los cargos tendrán una duración de dos

años, con renovación por mitades cada año y con posibilidad de ser reelegidas las

mismas personas para los mismos cargos por un segundo periodo consecutivo.

Artículo 16. Competencias de la Junta Directiva

1. Preparar la fiesta principal de la Hermandad y revisar el desarrollo de la

misma; disponer las cuentas del año y el presupuesto del siguiente; ordenar la

participación de la Hermandad en la Semana Santa; y fijar el orden del día que

ha de ser tratado en la Asamblea general.

2. Velar por el cumplimiento de los fines de la Hermandad, de sus Estatutos y

de los acuerdos validos de la Asamblea general.

3. Recibir y estudiar las solicitudes de ingreso de nuevos Hermanos, para

informar debidamente a la Asamblea general de las condiciones de los

solicitantes, para que la Asamblea decida sobre su admisión.

4. Llevar la contabilidad y administración de los bienes contenidos en el

inventario de la Hermandad y de los fondos pecuniarios de esta, con relación

anual de las cuentas a la Asamblea general y a la autoridad eclesiástica, con

justificación del empleo de los bienes administrados.

Capítulo VI: De los cargos de la hermandad

Artículo 17. Del Presidente. El Presidente de la Hermandad tiene precedencia

sobre todos los hermanos en los actos propios de la Hermandad (esto es, es el

“primero” en el orden jerárquico en los actos protocolarios). Una vez elegido por

la Asamblea general pedirá confirmación al Ordinario del lugar antes de tomar

posesión de su cargo como Presidente.

9 8 | C a n c i l l e r í a

Son sus funciones:

1. Representar a la Hermandad en todas las actividades de la misma y ante

organismos e instituciones.

2. Convocar, por medio del Secretario, a la Asamblea general y a la Junta

directiva, además de presidir y dirigir las reuniones.

3. Velar por el fiel cumplimiento de los Estatutos de la Hermandad de

acuerdo con la Junta directiva.

4. Junto con el Interventor, dar el visto bueno y autorizar el pago de las

facturas presentadas por el Tesorero.

5. Comunicar al Señor Obispo el estado anual de cuentas, un posible

cambio de domicilio social y la propuesta de modificaciones del Estatuto y de la

extinción de la Hermandad a los efectos pertinentes.

Artículo 18. El Vicepresidente. Sustituirá al Presidente en todas sus funciones

cuando este no pueda actuar o por delegación.

Artículo 19. El Tesorero. Son sus funciones:

1. Contabilizar y custodiar los fondos de la Hermandad de acuerdo con lo

decidido por la Asamblea general y lo establecido en el Derecho común.

2. Llevar al día las cuentas en el libro correspondiente, con justificaciones de

entradas y salidas. Igualmente, tener al día el inventario de bienes no pecuniarios

de la Hermandad.

3. Presentar las cuentas y presupuestos anuales a la Junta directiva, antes de

su presentación a la Asamblea general.

4. Firmar, con el Presidente y el Interventor, los pagos de facturas de gastos

ordinarios con cargo a los fondos de la Hermandad.

Artículo 20. El Secretario. Son sus funciones:

1. Asistir a todas las sesiones de la Asamblea general y de la Junta directiva;

hacer en ellas la lectura del acta de la última sesión respectiva y levantar acta de

las que se celebren en el libro correspondiente. 2. Comunicar a los hermanos las citaciones y el orden del día de las

respectivas sesiones de la Asamblea general y de la Junta directiva. 3. Despachar la correspondencia epistolar perteneciente a la Hermandad, por

encargo y de acuerdo con el Presidente, llevando registro y archivando lo

recibido y lo enviado. 4. Dar cuenta de la elección del presidente al Obispo diocesano para que este

lo confirme, si lo considera oportuno; así como también comunicarle la

composición de la Junta directiva. 5. Llevar el registro de altas y bajas de los miembros; certificar documentos

de la Hermandad con el visto bueno del presidente y cuidar el archivo -que ha de

estar en la Sede de la Hermandad-, cumpliendo las normas eclesiásticas y civiles

sobre los archivos.

Artículo 21. Los Vocales. Corresponde a los vocales:

C a n c i l l e r í a | 9 9

1. Colaborar en el gobierno de la Hermandad, tanto en las deliberaciones de

la Junta directiva, como en la ejecución de las decisiones adoptadas en ella o en

la Asamblea general.

2. Participar activamente en la organización y desarrollo de las fiestas

religiosas de la Hermandad y en las actividades propias de esta.

3. Aceptar alguna función concreta que pueda serle asignada para el servicio

de la Hermandad, como Vicesecretario, Vicetesorero u otra que se juzgue

conveniente.

Artículo 22. Del Director espiritual. Será aquel a quien nombre el Obispo

diocesano. De ordinario, y si este no dispone otra cosa, el párroco de la Asunción

de Ntra Señora, de Mirueña, será el Director espiritual de la Hermandad. Como

representante de la autoridad eclesiástica en el seno de la Hermandad, ejercerá

las siguientes funciones:

1. Velar por el espíritu religioso de la Hermandad, de conformidad con la

naturaleza y fines de la misma.

2. Fomentar la participación de la Hermandad en las actividades apostólicas,

parroquiales y diocesanas.

3. Vetar las determinaciones de la Asamblea general o de la Junta directiva,

que se opongan al dogma, a la moral o a las normas disciplinares de la Santa

Madre Iglesia.

4. Celebrar por sí mismo, o por sacerdotes por él autorizados, los cultos

religiosos de la Hermandad.

5. Asistir con voz y sin voto, y presidir con el Presidente, las sesiones de la

Asamblea general y de la Junta directiva de la Hermandad.

6. Podrá proponer para cada año, y de acuerdo con la Junta directiva, la

realización de aquellas actividades formativas que estime oportunas.

Capítulo VII: Competencias de la autoridad eclesiástica

Artículo 23. Competencias del Obispo Diocesano.

1. La confirmación del Presidente. 2. La aprobación anual de las cuentas así como la facultad de exigir en

cualquier momento la rendición detallada de las mismas. 3. El nombramiento del Director espiritual de la Hermandad de la Santa

Vera Cruz. 4. El derecho de visita e inspección de todas las actividades de la

Hermandad. 5. La aprobación de los Estatutos, así como también urgir y aprobar, la

revisión de los mismos. 6. La disolución de la asociación según derecho. 7. Las otras facultades que el derecho canónico vigente le atribuya.

1 0 0 | C a n c i l l e r í a

Capítulo VIII. De la administración de los bienes

Artículo 24. La Hermandad de la Santa Vera Cruz, por ser una asociación

publica de fieles, goza de personalidad jurídica propia y por tanto tiene capacidad

de adquirir, poseer, administrar y enajenar bienes, así como recibir herencias y

legados, conforme a las normas canónicas y los presentes Estatutos.

§ 1. La Hermandad, por ser una institución eclesiástica sin ánimo de lucro,

está equiparada civilmente a las fundaciones de interés general. Sus fuentes

ordinarias de adquisición de bienes son las cuotas ordinarias o extraordinarias

aprobadas por la Asamblea general y los donativos hechos a la Hermandad para

el cumplimiento de sus fines.

§ 2. La administración ordinaria de los bienes de la Hermandad será realizada

por la Junta Directiva y sometida a la aprobación anual de la Asamblea general.

La Asamblea general será la encargada de aprobar aquellos actos administrativos

extraordinarios que según la normativa diocesana lo requieran (como obras en

sus bienes, restauraciones, etc.). Una vez aprobados, se pedirá la autorización del

organismo correspondiente del Obispado para poder ser ejecutadas.

§ 3. El 10 % de los ingresos anuales será destinado a obras de caridad a favor

de hermanos necesitados, si los hubiere, o de otras personas por medio de la

Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción o de otras entidades benéfico-

religiosas.

§ 4. Por la naturaleza religiosa de estos bienes, el uso y administración están

sometidos a las normas canónicas establecidas para garantizar su dedicación,

exclusivamente, a los fines propios de la Hermandad (Código de Derecho

Canónico cc. 1254-1310). Presentará anualmente el balance de sus cuentas y sus

presupuestos al Obispo diocesano y, de acuerdo con el plan diocesano de

economía, hará cada año la contribución económica correspondiente.

§ 5. Los donativos entregados con destino al culto y la piedad, no podrán ser

destinados más que para esta finalidad.

Capítulo IX: De la modificación de los estatutos

Artículo 25. La Hermandad, reunida en Asamblea general, podrá modificar

los presentes Estatutos, ampliarlos o reducirlos. Esta modificación deberá ser

aprobada en Asamblea general Extraordinaria, en un único escrutinio valido, por

dos tercios de los cofrades presentes. Los Estatutos modificados precisan, para su

entrada en vigor, la aprobación del Obispo diocesano, que también podrá urgir la

renovación de estos Estatutos para una mejor adecuación a la ley general de la

Iglesia y a las necesidades pastorales.

Capítulo X: De la disolución de la hermandad

C a n c i l l e r í a | 1 0 1

Artículo 26. Disolución. La Hermandad podrá disolverse por carecer de

número suficiente de Hermanos para su regular funcionamiento. Lo hará por

decisión de la Asamblea general Extraordinaria, en un único escrutinio valido,

por mayoría de dos tercios de los cofrades presentes. También puede ser disuelta

por decreto del Señor Obispo de la Diócesis, conforme a las causas previstas por

el derecho canónico, y si su actuación causa grave daño a las actividades

apostólicas de la Iglesia.

Artículo 27. Destino de los bienes. En caso de disolución, los bienes que resten

después de cumplir todas las obligaciones pendientes serán entregados a la

parroquia de Mirueña, con el permiso expreso del Obispo diocesano, para que

sean destinados a fines similares.

Dado en Ávila, a 28 de Octubre de 2015.

V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús

JESÚS, Obispo de Ávila

Por mandato de S. Excma. Rvdma.

Fdo. Miguel García Yuste

Canciller - Secretario

DECRETO 7/2015 (21 NOVIEMBRE).

Por el que se establecen los lugares en los que lucrar el Jubileo de la

Misericordia convocado por el Santo Padre Francisco

El 11 de abril de 2015, el Santo Padre Francisco publicaba la Bula Misericodiae Vultus a través de la cual convocaba un Jubileo extraordinario de la misericordia,

que debía celebrarse tanto en la Urbe cuanto en las iglesias particulares del Orbe.

Se establecía que cada Diócesis ha de abrir el III Domingo de Adviento una

Puerta de la Misericordia en la Catedral y, a juicio del Ordinario, en otros

santuarios en los que pueden obtenerse las indigencias concedidas por el Jubileo

(cf. Misericordiae vultus, 3). Siguiendo, pues, las indicaciones del Sumo Pontífice,

DECRETO:

1. Que se establezca una Puerta de la Misericordia de la S.A.I. Catedral del

Salvador la Puerta de los Apóstoles, situada en la Plaza de la Catedral. Dicha

Puerta será abierta en el transcurso de una Misa Estacional que presidiré D.m. el

1 0 2 | C a n c i l l e r í a

próximo 13 de diciembre, comenzando a las 17:00 horas en la Basílica de los

Santos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta.

Sin embargo, para lucrar la Indulgencia y administrar el Sacramento de la

Penitencia, se designa la Capilla de San Segundo, con entrada por la Calle de

San Segundo.

2. Que se abra una Puerta de la Misericordia en los santuarios de Nuestra

Señora de Sonsoles, en Ávila, y de San Pedro de Alcántara, en Arenas de San

Pedro. Dicha puerta puede ser principal u otra que el Rector del Santuario

considere oportuna. Establezco que el rito litúrgico de apertura de esas puertas

tenga lugar el mismo día 13 de diciembre, después de las 17:00 horas presidida

por un Delegado que nombraré para la ocasión.

3. Que las tres puertas sean clausuradas en una Solemne celebración litúrgica

el día 13 de noviembre de 2016, XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

4. Que la Comisión Diocesana para la Nueva Evangelización trabaje en

colaboración con los responsables pastorales de la Catedral y de los santuarios, a

fin de proponer, organizar y coordinar las diversas actividades que se realicen con

ocasión del Jubileo.

Pido que los Pastores promueven la participación de los files en la celebración

de la apertura de la Puerta de la misericordia en la S.A.I. Catedral, «que es la

Iglesia Madre para todos los fieles» (Misericordiae vultus, 3). Provean para ello los

medios materiales que puedan ser necesarios para los desplazamientos. En esa

celebración espero que concelebren conmigo todos los presbíteros que estén

impedidos por causa de fuerza mayor, y que cada miembro del Pueblo de Dios

ejerza el ministerio que le es propio. Para favorecer la participación en esta

celebración, también decreto:

5. Que durante la tarde del domingo 13 de diciembre de 2015 no se celebren

más Eucaristías en la Diócesis que las de apertura de las Puertas de la misericordia

en los templos jubilares, a las horas establecidas.

Además, y en conformidad con lo establecido en la Bula Misericordiae vultus 18, determino que los “Misioneros de la misericordia” para nuestra Diócesis sean:

- El Ilmo. Mons. D. Miguel García Yuste, canónigo penitenciario de la S.A.I.

Catedral del Salvador.

- El Rvdo. Dr. D. Jorge Zazo Rodríguez, Delegado Diocesano para el Jubileo

de la Misericordia.

- El Rvdo. Sr. D. Diego Martín Peñas, párroco de San Pedro Apóstol, en la

Ciudad de Ávila.

- El M. I. Sr. D. Antonio Collado Montero, canónigo prefecto de liturgia de la

S.A.I. Catedral del Salvador y Director Espiritual del Seminario Diocesano.

C a n c i l l e r í a | 1 0 3

Dado en Ávila, a 21 de noviembre de 2015, en la memoria litúrgica de la

Presentación de Nuestra Señora.

JESÚS, Obispo de Ávila

Por mandato de Su Excelencia Reverendísima,

Miguel García Yuste

Canciller Secretario

1 0 4 | C a n c i l l e r í a

Nombramientos

EN EL CUARTO TRIMESTRE DEL AÑO 2015 EL EXCMO. Y RVMO. SR.

OBISPO DE ÁVILA HA REALIZADO LOS SIGUIENTES NOMBRAMIENTOS:

OCTUBRE

D. MIGUEL A. CALVO GARCÍA, Presidente del Centro Nuestra Señora del

Perpetuo Socorro de las Hermandades del Trabajo, de Ávila (14 de octubre de

2015).

Rvdo. Sr. D. CECILIO JIMÉNEZ JIMÉNEZ, Arcipreste del Arciprestazgo del Valle

del Tiétar (16 de octubre de 2015).

Rvdo. Sr. D. CELSO FERNÁNDEZ MARCOS, Capellán de la Comunidad de

Monjas Cistercienses de la Abadía de Santa Ana, de Ávila (20 de octubre de

2015).

D. ERNESTO J. GÓMEZ FERRERAS, Presidente del Patronato de la Purísima

Concepción, Santa María Magdalena y Ánimas Benditas del Purgatorio, de Ávila

(22 de octubre de 2015).

NOVIEMBRE

Rvdo. Sr. D. JOSÉ FAUSTO MARTÍN MANCEBO, Prórroga de un año para el

ejercicio del ministerio pastoral en la Diócesis de Almería (2 de noviembre de

2015).

Dª JUANA MARTÍN NIETO, Presidenta de la Cofradía de San Victorino Mártir

de Arévalo (10 de noviembre de 2015).

Dª ASUNCIÓN IMBEL CASILLAS, Presidenta del Secretariado de Cursillos de

Cristiandad, de Ávila (17 de noviembre de 2015).

Rvdo. Sr. D. SEBASTIÁN GIL MARTÍN, Delegado para la apertura de la Puerta

Santa en el Santuario de Nuestra Señora de Sonsoles (22 de noviembre de

2015).

Rvdo. Sr. D. CRUZ HERRÁEZ DÍAZ, Delegado para la apertura de la Puerta

Santa en el Santuario de San Pedro de Alcántara en Arenas de San Pedro (22 de

noviembre de 2015).

DICIEMBRE

Rvdo. P. JESÚS SANTAMARÍA FRANCO, CM, Consiliario Diocesano de la

Asociación de la Medalla Milagrosa (9 de diciembre de 2015).

C a n c i l l e r í a | 1 0 5

D. PEDRO GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Presidente de la Cofradía de San José de

Santa Cruz del Valle (22 de diciembre de 2015).

VICARÍAS

Vicaría General

RESPUESTA AL CONSISTORIO DEL AYUNTAMIENTO DE CANDELEDA CON

RESPECTO A MEJORAR LA CASA PARROQUIAL

Don E. Miguel Hernández Alcojor

Alcalde Presidenta del Ayuntamiento

Plaza Mayor, 1

05480-Candeleda (Ávila)

Ávila, 16 de noviembre de 2015

Estimado Sr.:

Respondo, en nombre del Sr. Obispo, a la petición del Consistorio que preside

de llevar a cabo mejoras en la casa parroquial y hacer un convenio de cesión de

uso de la misma.

En primer lugar, la casa parroquial es un bien propiedad de la parroquia

Santiago Apóstol que está a disposición de las necesidades de la misma y que no

tiene por qué verse implicada en las “acciones de mejora de las instalaciones

existentes” que quiera llevar a cabo el Ayuntamiento para mejorar “las

necesidades sociales de los vecinos”. La parroquia necesita esa casa, la usa para

sus fines propios y sólo cuando el párroco crea conveniente cederla para un uso

puntual extra-eclesial lo hará, como viene haciendo hasta el momento. Por

tanto, no se ve la conveniencia de hacer ningún convenio de cesión de uso.

En cuanto a las “acciones de mejora”, si la casa necesita mejoras es algo que

tendrá que decirse por parte del párroco, sus Consejos asesores y de los

organismos de este Obispado responsables de obras, según los mecanismos

establecidos para ello.

Atentamente.

Fdo.: Abilio Blázquez de Francisco

Vicario general

V i c a r í a s | 1 0 7

Vicaría de Pastoral y el Clero

DOCUMENTO

NUEVA ATENCIÓN PASTORAL A LAS UNIDADES PARROQUIALES

1. Presentación del nuevo texto a los sacerdotes

Presentamos el texto sobre la Nueva Atención a la Unidades Parroquiales a

todos los sacerdotes en sus encuentros de reflexión pastoral, sobre todo en los

arciprestazgos. El texto es el resultado de dos años de reflexión llevada a cabo por

los sacerdotes en los arciprestazgos y en otros grupos con tareas pastorales. Las

aportaciones de la reflexión realizada se han ido estudiando en los Consejos

Presbiterales de estos dos últimos años y se han ido concretando en su Comisión

Permanente.

En estos momentos va a ser presentado por el Sr. Obispo y los Vicarios

General y de Pastoral y Clero a los sacerdotes en los arciprestazgos y otros grupos

con tarea pastoral. Se pretende así dar a conocer mejor estas conclusiones en los

contextos en los que han de ser aplicadas y conseguir dar la mayor fuerza

operativa a los pasos indicados para que todos los sacerdotes encuentren el

respaldo del Pastor de la diócesis.

Tratamos de avanzar ahora no sólo en la reflexión sino, sobre todo, en la

aplicación de las conclusiones concretas. En cada lugar hemos de ir aplicando

esos pasos y a la vez ir proponiendo la conveniente reestructuración de la

Unidades Parroquiales. Este periodo de tiempo que nos damos, en torno a cinco

años, puede hacer que obtengamos un resultado más acorde con lo que la nueva

organización parroquial requiere.

2. El objetivo del estudio realizado

Es bien sabido que la atención pastoral a las comunidades de nuestra diócesis

está siendo una constante preocupación por parte de todos: del obispo, de los

presbíteros, de los religiosos y de muchos laicos con diversos grados de

responsabilidad. Las parroquias formadas por las demarcaciones de los pueblos en

nuestro ámbito rural, así como la rigidez de las demarcaciones en la ciudad,

plantean serias dificultades en la práctica pastoral de los últimos años como

constatamos en el análisis de la situación. Es un camino que venimos haciendo

con la aportación de todos. La disminución del número de sacerdotes y la

elevada edad media del Presbiterio diocesano hacen muy difícil una atención

pastoral adecuada a nuestras comunidades. Hemos sido llamados para animarlas

y fortalecerlas con el fin de que tengan vida y puedan transmitir la fe recibida,

pero las nuevas circunstancias requieren hoy nuevas formas de atención pastoral.

1 0 8 | V i c a r í a s

El objetivo de este documento es seguir profundizando sobre el ministerio

apostólico sacerdotal. Algunas observaciones hechas en el primer instrumento de

trabajo proponían hacer un camino que integrase a los laicos. Pero este texto no

pretende presentar la naturaleza de los laicos y su participación en la misión de la

Iglesia, sino que tiene por objeto el análisis de las formas del ejercicio del

ministerio sacerdotal, con la posible colaboración de religiosos y laicos en dicho

ejercicio. Aunque ambos temas están relacionados tienen una finalidad diferente.

Por eso se puede estudiar el modo de inclusión y los límites de participación de

algunos fieles en este estudio.

También habremos de pensar cómo informar a toda la diócesis de las

conclusiones.

3. Sacerdotes evangelizadores, sacerdotes misioneros

La Conferencia Episcopal, en su Plan pastoral 2011-15, titulado “Por tu

palabra echaré las redes”, plantea de este modo el ministerio apostólico de los

sacerdotes en la situación de cambio sociológico y religioso que vivimos en la

actualidad: la Nueva Evangelización requiere «trabajadores humildes y generosos

que no pidan otra recompensa que la de participar en la misión de Jesucristo y de

la Iglesia. Es urgente, en consecuencia, la renovación de todos los agentes de

pastoral y especialmente, de los sacerdotes. Hoy más que nunca, el sacerdote está

llamado a ser signo del Buen Pastor en la Iglesia y en el mundo, participando de

su ser sacerdote. La Iglesia y el mundo necesitan sacerdotes santos, es decir,

sacerdotes que pongan el centro de sus intereses en la configuración con Cristo

Sacerdote para ser, instrumentos vivos que prosigan su admirable obra redentora

a través del tiempo»3

.

Como acción pastoral prioritaria el Plan de la CEE propone: «Cuidar a los

actores de la Nueva Evangelización bajo la inspiración y el patrocinio del nuevo

doctor de la Iglesia San Juan de Ávila»4

. Y entre otras acciones a realizar se

compromete a estudiar: «La coordinación de la reflexión entre todos los obispos

de la CEE sobre la distribución del clero y la colaboración apostólica entre las

diócesis españolas»5

. Y encomienda esta acción a la Comisión episcopal del Clero

y de Pastoral con la colaboración de la Comisión Episcopal de Misiones. Tales

Comisiones ya han hecho algunas consultas a las diócesis sobre estos temas.

En la diócesis de Ávila hemos emprendido una reflexión que viene a ser una

aplicación del Plan pastoral de la CEE. Así está reflejado en la presentación de

nuestro Plan Pastoral “Por tu Palabra echaré las redes” (2013-17): «La Iglesia de

Ávila no es una isla en medio del mar de la Iglesia Universal que puede avanzar

3 CEE, Plan pastoral 2011-2015 “Por tu palabra echaré las redes”, n. 7. 3.

4 Ibid., n. 8. 2.

5 Ibid., A. 20.

V i c a r í a s | 1 0 9

en distinta orientación y a ritmo distinto que el resto de las Iglesias particulares.

La Iglesia universal avanza, movida por el Santo Padre, desde hace años, hacia la

Nueva Evangelización; la Iglesia responde así al mandato del Señor: Id y anunciad el Evangelio».

Además, el Plan pastoral de la CEE recoge el especial encargo que los Obispos

españoles han encomendado a la diócesis de Ávila de ayudar a las demás diócesis

de España a preparar el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa. Los

sacerdotes, los religiosos, cada uno de los fieles somos invitados a tomar

conciencia del valor que tiene la pastoral de la santidad en estos momentos. La

Santa nos abrió el camino. En la diócesis pretendemos llevarlo a efecto de este

modo: «Programación, cada año, de una gran acción diocesana visible y

significativa, aprovechando la preparación de V Centenario del nacimiento de

Santa Teresa de Jesús, que sirva para proclamar y fortalecer la Fe de los creyentes

y como llamada a los no creyentes». La carta pastoral de nuestro Obispo titulada

“La reforma de Santa Teresa y la Nueva Evangelización” trata de descubrir el

espíritu y los valores de la Reforma de la Santa necesarios para una nueva

evangelización también en el presente.

También en el objetivo general del Plan de pastoral de la diócesis, en el

capítulo cinco, dedicado a la Misión-Formación, como signo tercero nos

proponemos: «La Revisión de la organización pastoral diocesana para crear

comunidades capaces de evangelizar». Este objetivo requiere de nosotros el

estudio que ahora nos planteamos. Y se fundamenta primordialmente en un

hecho muy generalizado en las diócesis españolas: la disminución de sacerdotes

que atiendan a nuestras comunidades.

No sólo las Iglesias particulares de España, sino también las diócesis de la

Iglesia en Castilla han estudiado y debatido este tema en los encuentros de

Obispos, vicarios y arciprestes que tuvieron lugar en Villagarcía en el año 2002.

Y también ha sido un tema de estudio de los obispos de la Provincia Eclesiástica

de Valladolid.

El Papa Francisco en su Exhortación apostólica nos propone la

transformación misionera de toda la Iglesia: «sueño con una opción misionera

capaz de transformarlo todo» (EG 27). «Cada Iglesia particular, porción de la

Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión

misionera» (EG 30).

Todos estos son los motivos que nos han llevado a requerir el presente estudio

para sacar algunas conclusiones prácticas.

La conclusión parece ser obvia: el encargo principal del sacerdote diocesano

en las próximas décadas ha de ser la misión evangelizadora tal y como la entiende

hoy la Iglesia universal. El sacerdote ha de ser misionero. No sólo ha de pastorear

las comunidades allá donde estén sino que ha de asistir a las personas dispersas

1 1 0 | V i c a r í a s

que están en las “periferias” de esas comunidades. «A esas las tengo que traer, y

escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor» (Jn 10, 16).

4. Continuidad con el Sínodo diocesano del año 2000

El Sínodo diocesano promovió un discernimiento en toda la diócesis, que

fraguó en las constituciones sinodales, las cuales nos dan abundante luz para

afrontar el actual momento pastoral. En la aplicación del Sínodo se han ido

elaborando varios documentos como son: la “Ordenación pastoral de la diócesis”

(2002), con la organización de las Unidades Parroquiales de Atención pastoral;

los directorios pastorales de “Los sacramentos de la iniciación cristiana” (2005), del

“Arciprestazgo” (2010) y de “Las exequias cristianas” (2011).

Este documento que ahora proponemos es una continuación de aquel

primero, afectado por los cambios habidos en la diócesis durante la última

década. Pretende ser, además, un proyecto evangelizador para nuestra diócesis, una

ocasión que favorezca la conversión personal y conversión pastoral. Sería, por

tanto, una renovación en la continuidad.

Resumiendo: con las pautas que aquí se proponen tratamos sencillamente de

completar la ordenación pastoral del año 2002 y el Directorio pastoral del

arciprestazgo de 2010, en una serie de aspectos concretos que están reclamando

de nosotros una verdadera respuesta por parte de todos. La Misión Diocesana

que estamos llevando a cabo en estos años, especialmente este curso, nos ayudará

a ir dando pasos en la conversión pastoral, a la que se nos llama a todos los

católicos, comenzando por los sacerdotes.

5. Cautelas y perspectiva de futuro

La respuesta, muy comprensible, ante una propuesta de cambio en la manera

en la que venimos realizando la atención pastoral es una cierta resistencia.

Resistencia por parte de los fieles de nuestras comunidades a recibir una atención

diferente que en el pasado, cuando cada pueblo-parroquia tenía su propio

sacerdote; y resistencia por parte de los sacerdotes a emprender un modo de

atención que disminuya sus “servicios”, al tener que cuidar pastoralmente a un

mayor número de comunidades. La realidad es que nos encontramos ante el

hecho consumado de que ya no contamos con sacerdotes suficientes para

sustituir a los sacerdotes que fallecen o se jubilan. Cada año fallecen en la

diócesis de Ávila unos diez sacerdotes, mientras se ordena, en la última década,

un sacerdote por año. Es previsible que en los próximos diez años nos

encontremos con la mitad de sacerdotes en activo que hay en la actualidad para

ejercer el ministerio en la diócesis. Por otra parte, nuestras comunidades

parroquiales continúan decreciendo en el número de sus miembros. Bastantes de

nuestros pueblos están en riesgo de desaparición en un futuro más o menos

cercano, sobre todo en invierno, recobrando una vitalidad desproporcionada en

V i c a r í a s | 1 1 1

verano. Luego, necesariamente hemos de encontrar una forma pastoral nueva

para atender a las comunidades actuales.

Como ya se ha dicho, la revisión actual ha comenzado por el planteamiento

que nos hicimos sobre las unidades parroquiales en la Ordenación Pastoral 2002,

añadiendo el dato de que las condiciones sociológicas han cambiado de forma

considerable en la última década.

Para ir llevando a la práctica estas orientaciones necesitamos un tiempo largo,

sin prisas. Probablemente cuatro o cinco años. Hasta el momento, en los dos

instrumentos de trabajo ya vistos, se ha expuesto el tema y lo hemos asumido

prácticamente en todos los arciprestazgos. Ahora necesitamos profundizar en

esta propuesta dando pasos en la práctica pastoral. Nuestra atención deberá

centrarse sobre el modo del ejercicio del ministerio sacerdotal, afectado por los

cambios sociológicos habidos y previsibles, por la situación de la fe de nuestras

comunidades. Todo lo cual nos habrá de llevar a una nueva atención pastoral.

Aunque, ante todo, no podremos perder el horizonte de evangelización y de

esperanza, propio de nuestro ministerio, que nuestras comunidades requieren de

nosotros.

ORIENTACIONES CONCRETAS

Comencemos por renovar, avivar la conciencia de ser “administradores de los

misterios divinos” y de ser enviados por el Obispo a evangelizar la parcela que

nos ha sido encomendada como parte de la Iglesia Diocesana. Todos somos

evangelizadores y estamos enviados a colaborar con el Obispo en un Plan de

pastoral común para toda la diócesis. El sacerdote es esencialmente misionero.

Ha de salir en busca de la oveja perdida. Las características geográficas de la

diócesis y el número de sacerdotes nos exigen ser sacerdotes para la misión.

Habremos de tener espíritu misionero.

1. En el Arciprestazgo

Aplicar progresivamente el Directorio del Arciprestazgo en los puntos que

cada arciprestazgo más necesita.

a) El Arciprestazgo, como unidad pastoral en una zona, es la base de la

atención pastoral. Por lo cual, hemos de plantearnos la manera de crecer en la

conciencia de esta unidad pastoral, afrontando en común la tarea, más allá de las

comunidades cerradas en sí mismas. También hemos de estudiar la conveniencia

de modificar los arciprestazgos con el fin de enriquecerlos con una mayor

presencia de sacerdotes, religiosos, colaboradores pastorales y de las mismas

comunidades.

b) El servicio del Arcipreste en la comunión del arciprestazgo ha de ser de

gran ayuda para la vida cristiana y la misión de la Iglesia. Las responsabilidades

1 1 2 | V i c a r í a s

que ha de asumir y el reconocimiento que precisa en cada arciprestazgo están

definidas en el c. 555 y en el Directorio Pastoral del Arciprestazgo (Arts. 3 y 5).

c) El equipo de sacerdotes está llamado a ser una verdadera comunidad

apostólica por el testimonio de su vida, por la relación fraterna y por el

discernimiento concreto del ejercicio del ministerio sacerdotal. Deberíamos

cuidar y desarrollar en cada arciprestazgo los aspectos señalados en el Directorio

Pastoral del Arciprestazgo para el equipo de sacerdotes, como son el retiro

mensual y la reunión pastoral.

d) El Grupo de reflexión arciprestal está siendo ya en algunos arciprestazgos

un verdadero espacio de reflexión y discernimiento común. Conviene ponerlo en

funcionamiento donde no exista, precisar y conocer sus funciones y asegurar su

misión en el arciprestazgo tanto en la programación como en la evaluación.

Cuidar a los que lo forman y elegir bien al representante en el Consejo Diocesano

de Pastoral es tarea imprescindible.

e) Es necesario hacer un calendario de actividades y horarios de

celebraciones del Arciprestazgo y dar a conocer a todos los fieles del arciprestazgo

las actividades programadas.

2. Las Unidades Parroquiales de Acción Pastoral

El discernimiento que se hizo largamente en la diócesis concluyó en la

“Ordenación Pastoral” de 2002, donde se describen sus principios pastorales y la

organización de las unidades parroquiales. Hemos de partir de ahí para concretar

las unidades parroquiales y revisar aquellas unidades que lo precisen.

“La Unidad Parroquial de Acción Pastoral pretende crear una organización

que facilite y haga viable una pastoral viva, comunitaria, misionera y de

participación. Se entiende por unidad parroquial de acción pastoral aquella

población estable de habitantes que, viviendo en uno o varios núcleos de

población limítrofes, pueden formar una comunidad cristiana viva y orgánica;

que permite realizar actividades apostólicas con la participación y colaboración

de los fieles y que es encomendada por el Obispo a uno y, en su caso, a varios

sacerdotes con nombramientos personales de párroco, administrador parroquial y

vicario parroquial y, cuando sea aconsejable y se cumplan las condiciones que el

Código establece, también in solidum” (Ordenación Pastoral 2002, 4b). Las

dimensiones que definen la comunidad cristiana las tenemos en el Plan

diocesano de pastoral 2013-2017.

a) En relación con los sacerdotes. Teniendo en cuenta el nombramiento y el

lugar de residencia más conveniente (contando con la libertad de cada uno y con

la necesidad de la presencia) y procurando en lo posible la vida en común, han

de buscar una atención de conjunto a la Unidad. Hemos de llegar a que la

Unidad Parroquial de Acción Pastoral sea una unidad operativa.

V i c a r í a s | 1 1 3

b) En relación a las unidades parroquiales. En sí mismas y en su

funcionamiento se pretende lograr un objetivo pastoralmente funcional que

requiere avanzar en la conciencia de las personas y las comunidades. La fusión, e

incluso la sanción canónica, se darán cuando se juzgue suficiente la madurez de

las comunidades.

c) En relación a la celebración de la fe y catequesis de Iniciación Cristiana de niños y de adultos. Designar lugares, días y horas de las celebraciones: Misa

Dominical, celebraciones de la Palabra, preparación y celebración de los

sacramentos, del Triduo Pascual con una sola Vigilia Pascual y de la procesión

del Corpus Christi. En la catequesis de Iniciación cristiana de niños, jóvenes y de

adultos, y en las catequesis sacramentales sería conveniente preparar actividades

en común. Incluso en pueblos muy pequeños, designar un único lugar para la

catequesis con el fin de formar un grupo.

d) En relación a la formación y acompañamiento de catequistas y de otros colaboradores pastorales. Es necesario elegir, formar y acompañar personas que se

hagan responsables de las celebraciones de la Palabra, del ministerio

extraordinario de la comunión, de la atención a los enfermos, etc., siendo muy

conveniente la preocupación constante por buscar nuevos colaboradores para

estas tareas.

e) En relación a la constitución de los Consejos de pastoral y de asuntos económicos y Caridad cristiana y atención social. Señalar los lugares para su

funcionamiento en el centro de la Unidad con la presencia de fieles de las

diversas comunidades.

f) En relación a la administración parroquial. Designar una sede central, con

un despacho parroquial unificado y las instalaciones o locales para las diversas

actividades. Señalar el lugar en el centro de la Unidad.

3. Ordenación de la vida del presbítero

Con el fin de favorecer una mayor armonía en la vida del presbítero y un

mejor servicio a las comunidades sería conveniente:

a) En cuanto a las tareas de la vida diaria

1. Dedicar tiempo a visitar y a conocer a las personas y a las familias.

2. Asegurar la visita y atención pastoral en cada pueblo formando y

acompañando espiritualmente a las personas: orar con la Palabra, celebrar la

Eucaristía entre semana y animar a orar día a día en su vida, animando a dar

pasos hacia una comunidad de varios pueblos programando actividades

conjuntas.

3. Con la periodicidad que se pueda, tener reuniones de formación, de

oración y planificación en el centro de la unidad parroquial con las personas

1 1 4 | V i c a r í a s

implicadas en las diversas tareas (liturgia, catequesis, Cáritas, pastoral de la salud,

consejos, responsables de los templos).

4. Fomentar la colaboración en el traslado al lugar de reunión o celebración

para quienes puedan tener necesidad.

b) En cuanto a las celebraciones dominicales

Es muy importante que seamos conscientes del proceso que estamos

siguiendo: de dónde venimos (cada pueblo constituía una parroquia o en la

ciudad las parroquias históricas) y a dónde vamos (una comunidad parroquial de

varios pueblos, o una conciencia más clara de pertenencia a una comunidad

parroquial en la ciudad).

1. Fijar la Misa dominical de la Unidad en el centro de la misma, a la hora

más conveniente, con tiempo suficiente para que sea una celebración más

cuidada y reposada, con la participación de los diversos ministerios.

2. Celebrar dos Misas más, rotando por el resto de los núcleos de población.

Recordamos que tenemos permiso para una cuarta Misa dominical, si fuera

necesario, incluida la Misa del sábado por la tarde, celebrada en el lugar más

adecuado.

3. Se puede estudiar la conveniencia de celebrar alguna Misa el domingo por

la tarde en un lugar céntrico o significativo del arciprestazgo con la posibilidad de

que haya colaboración de todos los sacerdotes del arciprestazgo.

4. Tener celebraciones en ausencia de presbítero donde no hay Misa, siempre

que puedan encontrarse personas con las suficientes cualidades e interés para

formarse y autorizadas para ello.

5. Hacer una oración dirigida por una persona capacitada o un pequeño

equipo que asume este servicio, allí donde no es posible la celebración en

ausencia de presbítero.

6. Asignar una persona (¿sacristán o campanero?) en cada población para

abrir la iglesia, tocar la campana, hacer oraciones, avisar al párroco de las

eventualidades.

Aquí conviene que hagamos unas consideraciones:

Es necesario ir preparando personas responsables para cada una de las

comunidades, que mantengan la referencia dominical incluso para las personas

que no pueden ir al templo. Además, se ha de cuidar que las iglesias se

mantengan abiertas (ojalá que todos los días), y que los fieles no se sientan

desatendidos aunque disminuya la presencia del sacerdote.

Mantener esta “referencia dominical constante” en cada pueblo tiene un

riesgo: que los fieles se pueden quedar ahí, sin dar el paso a la Misa de la unidad

parroquial, incluso pueden dar por hecho que así cumplen como cristianos (“ya

V i c a r í a s | 1 1 5

tenemos nuestra Misa”). Si están impedidos por enfermedad u otro impedimento

grave, sabemos que están dispensados del precepto dominical.

Si optamos por dejar solamente la Misa dominical del centro de la Unidad

Parroquial, esto nos permite cuidar más la celebración, no caemos en ninguna

ambigüedad de las celebraciones e impelimos a los fieles que den este paso.

Pero esta opción tiene el riesgo de impedir el camino de integración al no dar

pasos progresivos. Las personas que no pueden desplazarse a la Misa se quedan

abandonadas, los templos terminan derrumbándose y se quedan sin un espacio

cercano para orar. El cuidado del templo está siendo, de hecho, un factor de

pervivencia de la comunidad.

c) Dificultades previsibles:

1. La confusión actual que identifica pueblo con parroquia. Debemos pasar a

hablar de parroquia, unidad parroquial, o comunidad parroquial, utilizando su

propio nombre.

2. Recuperar el lenguaje canónico preciso de “arciprestazgo” (no zona ni

comarca), de “diócesis” (no provincia).

3. Ayudar a crecer en la conciencia de pertenencia a la Iglesia católica más

allá de la conciencia de pueblo o parroquia.

4. Contar con la dificultad que algunos sacerdotes tienen para dar estos pasos.

Ser comprensivos con quienes no pueden y también con quienes pueden y deben

dar estos pasos.

5. Existe la misma dificultad en pueblos pequeños que en pueblos grandes,

incluida la ciudad: construir comunidades parroquiales en misión. En las

poblaciones mayores corremos el riesgo de multiplicar celebraciones y grupos

minoritarios que dificultan la asamblea parroquial.

d) En cuanto a la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral, que hemos de cuidar todo el presbiterio

Se precisa una gran disponibilidad interior para cambiar hábitos y modos de

servicio pastoral. Es un modo nuevo de atención pastoral que requiere cambios

internos y externos y que cuenta con la resistencia de las poblaciones pequeñas.

1. Es necesario fijar el programa personal y parroquial -y darlo a conocer en lo

posible- en cuanto a un horario y ritmo de vida: diario, semanal, mensual y

anual.

2. Usar de forma adecuada los medios de comunicación tanto para la

formación personal como para la atención pastoral, con una conciencia crítica.

3. Tener en cuenta, también, la etapa de la vida en la que se encuentra el

presbítero para el ejercicio del ministerio.

1 1 6 | V i c a r í a s

e) En cuanto a los colaboradores religiosos o laicos

En este nuevo modo de servicio pastoral será indispensable la participación de

colaboradores: catequistas, lectores, ministros de la Palabra y ministros

extraordinarios de la comunión, que nos ayuden en el servicio; pueden dar

catequesis, atender a los enfermos, dirigir las oraciones o celebraciones en

ausencia de presbítero, acompañar a los entierros, etc. Cada uno según su

preparación y la misión que le sea asignada como expresión de su vocación laical.

f) Normativa

Cuando hayamos definido bien estos aspectos será precisa una normativa que

nos ayude a todos, presbíteros y comunidades, a determinar los servicios.

g) Vocaciones

La vida cristiana es una vocación. Por tanto, en todos los ámbitos pastorales

hemos de promover la vivencia de este sentido vocacional. Así podremos

despertar, animar y acompañar todas las vocaciones tanto al matrimonio

cristiano como, en especial, al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada.

V i c a r í a s | 1 1 7

Vicaría de Vida Consagrada

PROFESIÓN SOLEMNE

El día 1 de febrero se realizó la profesión solemne de las Hnas. Mónica

Alonso y María Lombradero, en el Monasterio de la Conversión de las HH.

Agustinas, en Sotillo de la Adrada.

La eucaristía, realizada en la Iglesia Parroquial de la Santísima Trinidad, fue

presidida por S. E. R. Mons. Jesús García Burillo, Obispo de Ávila, acompañado

de un buen número de sacerdotes concelebrantes, familiares y amigos. La

profesión fue recibida por la M. Priora, M. Prado, y el lema escogido por las

hermanas fueron las palabras de la Doxología final de la liturgia eucarística: «Por

Cristo, con Él y en Él».

Al finalizar la celebración, las neo-profesas expresaron su acción de gracias a

Dios y a todas las personas presentes, especialmente a las que les habían ayudado

en su camino vocacional.

RELIGIOSAS FALLECIDAS

Hna. Basilisa Gómez Gómez, en religión de la Virgen del Pilar,

perteneciente a las HH. de los Ancianos Desamparado, de Ávila, fallecida el 6 de

enero 2015, a los 79 años de vida consagrada, con 96 años de edad. Religiosa

muy delicada en detalles, sencilla y siempre agradecida.

Hna. Pura Mayoral Javier, perteneciente a la Compañía de Santa Teresa de

Jesús, de Ávila, fallecida el 21 de enero 2015, a los 70 años de vida consagrada,

con 91 años de edad. Con una enorme energía vital, vivió a fondo su vocación a

la enseñanza, incluso muchos años después de jubilada.

Hna. Albina Moreno Arfo, perteneciente a la Compañía de Santa Teresa de

Jesús, de Ávila, fallecida el 6 de febrero 2015, a los 59 años de vida consagrada,

con 82 años de edad. Siempre tuvo una devoción especial a María Santísima.

Hna. Micaela María Ortega Barrionuevo, perteneciente a las MM.

Agustinas, del Convento de Nuestra Señora de Gracia, de Ávila, fallecida el 12

de marzo 2015, a los 60 años de vida consagrada, con 87 años de edad. Se

distinguió por su caridad, pobreza y amor filial a la Virgen María, siempre

1 1 8 | V i c a r í a s

recurría a ella diciendo: “Madre, ayúdame”. Siempre se sintió feliz en la vida

religiosa.

Hna. María Socorro Muñoz Esgueva, perteneciente a las HH. Clarisas, del

Convento de Santa María de Jesús, de Ávila, fallecida el 16 de marzo 2015, a los

68 años de vida consagrada, con 86 años de edad. Servidora incansable de las

hermanas. Destacó como enfermera.

DELEGACIONES Y SECRETARIADOS

Delegación Episcopal de Catequesis

ORIENTACIONES PARA LA CATEQUESIS 2015-2016. IMPLANTACIÓN DEL

CATECISMO TESTIGOS DEL SEÑOR

Nos parece oportuno recordar algunas cuestiones para que las tengáis en

cuenta en las reuniones iniciales de programación con vuestros catequistas y

así ir renovando la catequesis.

1. La catequesis está al servicio de la Iniciación cristiana. Su objetivo

fundamental es el encuentro personal con Jesucristo y la plena

incorporación a la Comunidad cristiana. No nos podemos conformar con

menos, aunque ahora nos parezca difícil. Por tanto, la organización de la

catequesis pasa por la aplicación del Directorio pastoral de los sacramentos de la Iniciación cristiana. Aplicarle evitará muchos conflictos entre párrocos y

parroquias próximas.

2. Como indica el Directorio y detalla el Itinerario que se describe en el

pag. 3, se comienza LA CATEQUESIS FAMILIAR, o en familia, en 1º de

Primaria y LA CATEQUESIS PARROQUIAL en 2º de Primaria y se van

recorriendo progresivamente las etapas hasta que el niño cumpla 10 años,

edad mínima para la recepción de la Primera Comunión. Se CONTINÚAN

LAS ETAPAS SIN INTERRUMPIR la catequesis para hacer una síntesis de fe

y una personalización que culmina con la celebración del sacramento de la

Confirmación, no antes de los 14 años. Después sigue la etapa pastoral con

movimientos y grupos para adolescentes y jóvenes.

El nuevo catecismo “Testigos del Señor” y su Guía nos permiten ya desde

ahora organizar la catequesis para que no haya interrupciones en aquellos

que deseen completar la iniciación cristiana en torno a los 14 años.

3. Hay que renovar la catequesis para que sea verdaderamente

INICIÁTICA. Para ello hay que incorporar el Despertar religioso y el Primer

anuncio y la catequesis mistagógica y cuidar todas las dimensiones de la vida

cristiana, no sólo la transmisión de verdades, y todo el proceso tiene que

estar plenamente conectada con la vida de la parroquia para que ayude a los

catequizandos a incorporarse a la comunidad. Además, este recorrido tiene

que estar jalonado por entregas, ritos y celebraciones especiales a modo del

Catecumenado bautismal.

1 2 0 | D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s

4. Al servicio de esta catequesis iniciática están los Catecismo “Jesús es el

Señor” “Testigos del Señor”, que se han elaborado con esas claves, y sus

respectivas guías didácticas que ayudan a comprender los catecismos y

explicitan y desarrollan esas claves.

- Desde el Decreto del Sr. Obispo de 2008, es obligatorio el uso de “Jesús

es el Señor” tanto para los catequistas como para los niños, no pudiéndose

sustituir por otro material.

- El uso de “Testigos del Señor” es obligatorio desde el Decreto de 7 de

octubre tanto para catequistas como para chicos/as.

- El Equipo de la Delegación sigue estando a disposición de parroquias y

arciprestazgos para ayudar a los catequistas a conocerlo y comprenderlo.

Vamos donde nos llamen.

5. El peso de la Iniciación la tiene la Comunidad cristiana y, dentro de

ella, el sacerdote, los catequistas y las familias creyentes. Hay que procurar

que todos asuman su responsabilidad, sin que nadie se desentienda. Cada

parroquia tiene que buscar y programar la forma de integrar e implicar a las

familias creyentes (que también las hay) en la Iniciación cristiana de sus

hijos.

6. El catequista, miembro de la comunidad en cuyo nombre realiza esta

tarea, ha de ser permanentemente “un puente” entre esta y el grupo de

catequesis, de forma afectiva y efectiva. Hay que tener claro que la

transmisión de la fe se hace fundamentalmente de persona a persona, de

creyentes adultos a creyentes “en crecimiento”. La herramienta fundamental

de transmisión es el diálogo vital desde la experiencia personal y

comunitaria, tanto catequista-catequizando como con los otros creyentes y

con Dios.

ITINERARIO PARA LOS NIÑOS BAUTIZADOS DE PÁRVULOS

QUE INICIAN EL PROCESO Y LE CULMINAN SIN

INTERRUPCIONES

a) Despertar religioso. Año 1º (1º de Primaria)

La parroquia ha de convocar a los niños que durante este curso cumplen los 6

años. Se trata de descubrir el grado de “despertar religioso” que tienen y la

disposición de los padres para realizarlo o completarlo. Es también el momento

de solicitar padrinos creyentes (los del bautismo u otros) que acompañen al niño

en todo el proceso de la Iniciación cristiana, sobre todo cuando los padres no

pueden hacerlo.

D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s | 1 2 1

Este año es, fundamentalmente, de catequesis familiar (o catequesis en

familia)

FINALIDAD: Despertar la dimensión religiosa a través del conocimiento del

amor de Dios en el seno de la familia.

CONTENIDO: El despertar religioso

MATERIAL:

* Encuesta a padres (elaborada por la Delegación diocesana de catequesis)

* “Los primeros pasos en la fe. Despertar a la fe en la familia y en la parroquia”

(Ed. Edice).

b) Iniciación sacramental. Catequesis parroquial

Año 2º (2º de Primaria). Etapa del Primer Anuncio.

FINALIDAD: Realizar un primer anuncio del Dios cristiano en la vida del niño,

despertando su capacidad transcendente y dándole a conocer el amor de Dios

entregado en su Hijo Jesús.

DOS OPCIONES:

A) Este año puede seguir desarrollándose en la familia porque el objetivo es

descubrir a Dios como Padre. Pero ya tienen que comenzar a realizarse

encuentros parroquiales con otros niños, con el ritmo que se vea

necesario, para formar el grupo de catequesis.

CONTENIDO: El primer anuncio.

MATERIAL: Segunda parte: “Los primeros pasos en la fe. Despertar a la fe en la familia y en la parroquia” (Ed. Edice).

B) Inicio de la catequesis parroquial.

CONTENIDO: El primer anuncio

MATERIAL: Catecismo “Jesús es el Señor”, según indica para esta etapa su guía pedagógica (Ver pág. 31-34).

ENTREGAS Y CELEBRACIONES: Celebración de acogida y entrega del

Catecismo Jesús es el Señor.

NOTA IMPORTANTE: Comunicar a los padres de los niños que se incorporan a

la catequesis que si quieren que sus hijos completen la Iniciación cristiana con la

recepción del sacramento de la Confirmación a los 14 años han de seguir todo el

itinerario propuesto SIN INTERRUPCIONES.

Año 3º (3º de Primaria). Etapa del encuentro personal con el Señor

FINALIDAD: Propiciar el encuentro personal con Jesucristo e introducir al

niño en las cuatro dimensiones de la fe: creer, orar, celebrar, vivir.

1 2 2 | D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s

CONTENIDO: La persona de Jesús.

MATERIAL: Catecismo “Jesús es el Señor”, con su guía didáctica, núcleos 1 al

5. (Ver pág. 35-39 de la Guía).

ENTREGAS Y CELEBRACIONES: Las propias de cada núcleo, entrega de la Cruz,

el Evangelio y el Padrenuestro.

Año 4º (4º de Primaria). Etapa del descubrimiento de Jesús en la Iglesia

FINALIDAD: Ayudar al niño a profundizar en el conocimiento de Jesucristo y a

reconocer su presencia en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Se le

alentará a llevar una vida según los Mandamientos.

CONTENIDO: El Espíritu Santo, la comunidad y la preparación inmediata para

la celebración de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia.

MATERIAL: Catecismo “Jesús es el Señor”, con su guía didáctica, núcleos 6 al

10. (Ver pág. 40-45 de la Guía).

ENTREGAS Y CELEBRACIONES: Las propias de cada núcleo y entrega del

Decálogo y del Credo.

NOTAS ACLARATORIAS:

1. La edad, la preparación y los criterios de discernimiento son los indicados

en el Directorio (nn.51-60).

2. Cuando se incorpore un niño nuevo, se valorará su proceso de fe y se

incorporará al grupo cuyo proceso se asemeje más al que él necesite,

procurando que no haya mucha diferencia de edad con respecto al resto de

los niños. Ha de primar el proceso de fe sobre la edad, que no es el criterio ni

único, ni último.

3. En las zonas rurales se ha de tener en cuenta que para los niños es

importante formar parte de un grupo. Por tanto, se han de formar grupos

aunque sus miembros tengan distintas edades, o sean de distintas parroquias,

lo que no significa que reciban el sacramento antes de la edad fijada en el

Directorio. El grupo es para la preparación catequética no para la celebración.

RECEPCIÓN DE LA PRIMERA COMUNIÓN

c) Primera síntesis de fe

FINALIDAD: Hacer gustar a los niños la gracia recibida en los sacramentos,

hacerles sentir miembros vivos de la Iglesia, de la vida y misión de la comunidad

cristiana y conocer y valorar la Historia de la Salvación como “su propia

historia”.

Año 5º (5º de Primaria).

D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s | 1 2 3

CONTENIDO:

Parte 1: Jesucristo es la luz. Temas 1-4. Un día, una semana, un año en la vida

del cristiano. El Padrenuestro.

Parte 5: Temas 46-50. ¿Cómo piensa, vive, actúa, reza y testimonia su fe un

cristiano? Se trata de incorporar a la vida de la comunidad cristiana de una forma

vivencial, conociendo a las personas y grupos de la parroquia.

Parte 2: Temas 5-6. El don de la fe y la Biblia.

Temas propios de los Tiempos fuertes.

MATERIALES:

. Catecismo Testigos del Señor.

. Guía básica: destinatarios, introducción a las partes y “tema a tema”.

ENTREGAS Y CELEBRACIONES: Entrega del catecismo Testigos del Señor.

Año 6º (6º de Primaria).

CONTENIDO:

Recordar Parte 1: Jesucristo es la luz.

Parte 2: Jesucristo es la Palabra. Temas 7-17.

Parte 3: Jesucristo es la Verdad. Temas 18-23.

MATERIALES:

. Catecismo Testigos del Señor.

. Guía básica: introducción a las partes y “tema a tema”.

ENTREGAS Y CELEBRACIONES: Entrega de la Biblia.

d) Personalización de la fe

FINALIDAD: Acompañar la entrada en la adolescencia ayudando a descubrir

su propia identidad y resolver sus dudas y conflictos respecto a la Iglesia y la fe

con una nueva presentación de las verdades fundamentales del mensaje

cristiano, especialmente de la vida litúrgica, sacramental y moral.

Años 7º (1º de Secundaría).

CONTENIDO:

Recordar Parte 1: Jesucristo es la luz.

Recordar los temas fundamentales de Parte 2: Jesucristo es la Palabra.

Parte 4: Jesucristo es la vida. Temas 24-36.

Temas propios de los Tiempos fuertes.

MATERIALES:

. Catecismo Testigos del Señor

. Guía básica: destinatarios, introducción a las partes y “tema a tema”

1 2 4 | D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s

ENTREGAS Y CELEBRACIONES: Entrega del Mandamiento del amor

Años 8º (2º de Secundaria y primer trimestre de 3º cuando se confirman

de octubre a diciembre).

CONTENIDO:

Recordar Parte 1: Jesucristo es la luz.

Recordar los temas fundamentales de Parte 3: Jesucristo es la Verdad.

Parte 5: Jesucristo es el camino. Temas 37-45.

Temas propios de los Tiempos fuertes.

Temas de la preparación inmediata a la recepción del sacramento de la

confirmación. (Ver pág. 59 de la Guía básica).

MATERIALES:

. Catecismo Testigos del Señor.

. Guía básica: destinatarios, introducción a las partes y “tema a tema”.

ENTREGAS Y CELEBRACIONES: Conmemoración del Bautismo. Entrega de las

Bienaventuranzas

e) Etapa pastoral

Incorporación a grupos y movimientos de la pastoral de adolescentes y

jóvenes.

Ávila, 1 de Octubre de 2015.

Fdo.: Abilio Blázquez de Francisco

Vicario general Delegado Episcopal para la Enseñanza católica y la Catequesis

PROPUESTA DE MATERIALES PARA EL AÑO DE LA MISERICORDIA

A los Sacerdotes de la Diócesis

Querido hermano:

El equipo de la Delegación diocesana de catequesis quiere ayudar a los

catequistas a vivir con intensidad el Año de la misericordia y una de las acciones

que nos planteamos era buscar o elaborar un material que nos ayudase a los

párrocos.

Lo hemos encontrado hecho. Y lo compartimos contigo.

D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s | 1 2 5

1. Te proponemos, como material para el trabajo personal y en grupo de los

catequistas (y del resto de los colaboradores de la parroquia), un libro de Alfonso

Crespo Hidalgo (un sacerdote de Málaga que ha estado varias años en la

formación permanente del clero) titulado “La entrañable misericordia de nuestro

Dios” (Ed. San Pablo). Adjuntamos la reseña, el índice y un capítulo completo

para que veas cómo es y si se puede adaptar a las necesidades de tu parroquia.

Son 12 temas y al final de cada uno tiene una propuesta para el trabajo en grupo.

Alfonso, que es párroco y acompaña de forma habitual grupos en su parroquia,

tiene la virtud de exponer con claridad, sencillez y profundidad sus reflexiones

que brotan del estudio y la oración no solo de la bula del Papa sino de su

amplísimo conocimiento teológico y espiritual.

2. Otro material que puede resultarte muy útil para los catequistas con mayor

responsabilidad y para nuestra preparación de las homilías, la catequesis, las

celebraciones, etc., son los 8 subsidios que ha preparado el Pontificio Consejo

para la promoción de la Nueva Evangelización. En España los ha publicado la

BAC bajo el título “Misericordiosos como el Padre”. También adjuntamos la

reseña y el índice para que veas la enorme riqueza que contienen.

3. Por último, si lo que quieres es leer con tus grupos la Bula del Papa

“Misericordiae Vultus”, te puede ayudar un material de PPC que la introduce con

5 reflexiones de expertos y luego la distribuye en sesiones de trabajo individual y

en grupo, dando orientaciones para este trabajo. También adjuntamos la reseña y

un tema como modelo.

Un saludo fraterno y cordial.

Ávila, 10 de Noviembre de 2015.

Fdo.: Abilio Blázquez de Francisco

Vicario general Delegado Episcopal para la Enseñanza católica y la Catequesis

CARTA QUE ACOMPAÑA EL DECRETO DEL SR. OBISPO SOBRE EL

CATECISMO “TESTIGOS DEL SEÑOR”

A los Sacerdotes de la Diócesis

Querido hermano:

Como sabes, el año pasado salió publicado el catecismo “Testigos del Señor”

de la Conferencia Episcopal Española que completa la etapa de la Iniciación

cristiana de niños y adolescentes. Todo el curso pasado, los miembros de esta

1 2 6 | D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s

Delegación estuvimos presentándolo y dándole a conocer con más profundidad

en las parroquias y arciprestazgos donde nos lo pidieron.

Este curso damos un paso más para su implantación. Junto con esta carta, te

envío el Decreto del Sr. Obispo por el que dispone la obligación de su uso en la

catequesis de niños y preadolescentes entre 10 y 14 año. El propio Decreto

explica cómo se completa y se articula el proceso de Iniciación cristiana en la

diócesis con los catecismos de la CEE.

Todos constatamos cada día lo que dijo Benedicto XVI en la Misa Crismal de

2012: “Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son

cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder

amar a Dios y llegar por tanto a ser capaces de escucharlo debidamente -que es el

objetivo de toda catequesis-, debemos saber lo que Dios nos ha dicho; nuestra

razón y nuestro corazón han de estar interpelados por su palabra”. Esta Palabra la

“encontramos primaria y fundamentalmente en la Sagrada Escritura, que nunca

leeremos y meditaremos suficientemente -que es imprescindible y urgente

recuperar en la catequesis-. Pero todos tenemos experiencia de que necesitamos

ayuda para transmitirla rectamente en el presente, de manera que mueva de

verdad nuestro corazón”. Y cita como una fuente de ayuda el Catecismo de la

Iglesia católica, que es la fuente de donde salen los catecismos Jesús es el Señor y

Testigos del Señor.

El Obispo no decreta su uso por complacer a unos o imponer su voluntad a

otros. Tiene la convicción, junto con el resto de los Obispos, de que son una

ayuda real, imprescindible para la transmisión de la fe de la Iglesia en estas

edades. Convicción que compartimos los miembros del equipo de la Delegación

de catequesis (que somos catequistas y los usamos en nuestra catequesis semanal)

y los catequistas que los están usando ya. Son una ayuda cuando se conocen, se

comprenden y se complementan con sus respectivas Guías didácticas.

Estamos convencidos también de que estos catecismos sirven a un itinerario

de Iniciación cristiana continuo, sin abandonos ni pausas, que hay que recuperar

en las parroquias donde se ha roto, y que ha de contar con la colaboración de la

familia, de la escuela católica y de los profesores de religión. Os adjuntamos,

como cada año, el recorrido de este itinerario en un documento adjunto. Sería

muy bueno leer con atención el documento de la CEE “Orientaciones pastorales

para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de

la fe”, de febrero de 2013.

Estos catecismos no pueden compararse con cualquier otro material que se

viene usando, la mayoría de los cuales está ya desfasado o no se ajusta a la edad

real de los niños y preadolescentes que asisten. Conocemos bien las objeciones

que sacerdotes y catequistas ponéis. En el fondo de todas ellas laten los prejuicios

y el desconocimiento de los Catecismos y sus Guías.

D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s | 1 2 7

Por eso, los miembros de la Delegación de catequesis estamos dispuestos a

ayudaros en todo lo que sea necesario. Vamos siempre donde nos necesiten.

La Iglesia está convencida de la importancia de una catequesis renovada que

esté al servicio de la Iniciación cristiana de niños y adolescentes “para suscitar en

la Iglesia un renovado impulso misionero” y para “volver a encender en el

corazón de los fieles la conciencia del gran don recibido en el bautismo,

consiguiendo de este modo que cada cristiano haga visible, en los lugares donde

vive, el gozo de la fe como sello de su pertenencia a Cristo”. Una catequesis que

ha de “sumergirse en las fuentes de la doctrina de la Iglesia y acompañar a un

tiempo la experiencia viva de la fe en el testimonio y en el anuncio del

evangelio”. Por eso no vale cualquier método, por muy entretenido que sea y

mucho colorín que tenga, ni cualquier contenido por muy “moderno” que

parezca.

Os repito, estamos a vuestra disposición. Contad con nosotros.

Un saludo fraterno y cordial.

Ávila, 17 de Noviembre de 2015.

Fdo.: Abilio Blázquez de Francisco

Vicario general Delegado Episcopal para la Enseñanza católica y la Catequesis

1 2 8 | D e l e g a c i o n e s y S e c r e t a r i a d o s

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 2 9

CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA

Asamblea Plenaria

PLAN PASTORAL DE LA CEE (2016-2020)

IGLESIA EN MISIÓN AL SERVICIO DE NUESTRO PUEBLO

INTRODUCCIÓN

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea

y sea bautizado se salvará. A los que crean, les acompañarán estos signos:

echarán demonios en mi nombre… Impondrán las manos a los enfermos y

quedarán sanos» (Mc 16, 15-18).

Desde sus orígenes y desde lo más hondo de su ser, la Iglesia de Jesucristo es

una Iglesia misionera. El Señor encargó a los discípulos el anuncio de su

Evangelio a todos los pueblos y hasta el fin del mundo. Los cristianos nos

sentimos responsables de la salvación y de la felicidad de nuestros hermanos.

Sabemos que la felicidad y la salvación solo vienen de Dios por medio de

Jesucristo, Salvador de todos los hombres.

En el momento actual no parece estemos viviendo esta vocación misionera

con la fuerza requerida. Hace tiempo que los papas nos están animando a

intensificar este carácter misionero de la Iglesia. No podemos dudar de que esta

llamada, tan insistente, sea una llamada del Espíritu de Dios. Este fue ya el

mensaje de fondo del Concilio Vaticano II. Así nos enseñaron también a

entenderlo y vivirlo tanto san Juan Pablo II como el papa Benedicto XVI y,

antes, el beato Pablo VI, cuando en la exhortación Evangelii nuntiandi señalaba

que «la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión

esencial de la Iglesia. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación

propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar»1

.

Ahora, el papa Francisco, también siguiendo el impulso del Concilio

Vaticano II2

, nos ha vuelto a insistir con especial fuerza en Evangelii gaudium

(EG), llamándonos a una «conversión pastoral». Con palabras apremiantes nos

ha invitado a inaugurar «una nueva etapa evangelizadora marcada por la

alegría»3

.

1 PABLO VI, Evangelii nuntiandi, n. 13.

2 Cf. FRANCISCO, Misericordiae Vultus, n. 4.

3 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, nn. 1 y 25.

1 3 0 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

Somos conscientes de que en España la Iglesia está también llamada por el

Señor a una «conversión misionera». Las circunstancias históricas que estamos

viviendo han hecho más difícil y más necesaria la claridad y la firmeza de la fe

personal, la vivencia comunitaria y sacramental de nuestras convicciones

religiosas. Por lo cual queremos orientar el trabajo de la Conferencia Episcopal a

favorecer esta «transformación misionera» de nuestras Iglesias, parroquias y

comunidades cristianas. Como nos pide el santo padre, «tenemos que salir» de

nuestras fronteras y de nuestras inercias para llevar la alegría del Evangelio a

nuestros hermanos. «Hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a

una pastoral misionera»4

.

Las Iglesias de España han sido muy misioneras y han contribuido

notablemente a la expansión de la fe cristiana en el mundo, pero ahora la

llamada a la misión y a la evangelización tiene un carácter nuevo. Se trata de

evangelizar también a nuestros conciudadanos, a los que viven junto a nosotros,

a los que, estando bautizados, se han alejado de la vida eclesial, y a otros muchos,

nacidos en nuestro país o venidos de fuera, que no han recibido el don de la fe.

Los obispos españoles no podemos ni queremos quedarnos al margen de esta

convocatoria misionera que el Espíritu Santo está despertando en la Iglesia

católica. Somos los primeros que debemos sentirnos interpelados por la llamada

del Señor. En nuestras Iglesias diocesanas y en la misma sociedad también están

presentes el olvido de Dios y el debilitamiento de la fe, con lo que se oscurece y

desconcierta la vida de las personas, de las familias y de los pueblos5

. Con nuestra

acción pastoral queremos responder a la crisis espiritual que vive nuestro pueblo

y ayudar a todos a mantener o a recuperar una fe viva y operante en Jesucristo

Salvador y en el Dios de las Promesas y de la Salvación. Necesitamos asumir ese

«estilo evangelizador» recomendado por el papa en todas nuestras actividades

pastorales6

.

Nuestros antecesores cercanos fueron muy diligentes en la aceptación de las

enseñanzas y directrices del Concilio Vaticano II. Esta es la hora de profundizar

en aquellos esfuerzos de renovación, escuchando las recomendaciones del papa y

aceptando con docilidad y confianza la voz de Dios que nos habla por los

acontecimientos de la historia y por las necesidades y los sufrimientos de nuestros

hermanos.

Deseamos ponernos al frente de un movimiento de conversión misionera de

nuestras Iglesias, buscamos reavivar el ardor evangelizador de nuestras

comunidades y queremos salir al encuentro de los que buscan en la oscuridad la

felicidad y la salvación, queremos ser Iglesias abiertas, acogedoras, preocupadas

4 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 15.

5 BENEDICTO XVI, Porta fidei, n. 2.

6 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 18.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 3 1

por el bien de los que no están con nosotros. Nos sentimos llamados y obligados a

ofrecer a todos con humildad y sinceridad este bien inmenso que es el

conocimiento de Jesucristo, la fe en el Dios Padre, Creador y Salvador, la alegría

de la gran esperanza que Dios tiene preparada para sus hijos. Él nos ha confiado

este tesoro para que lo proclamemos en nuestro mundo y se lo ofrezcamos a

nuestros hermanos. Pedimos a Dios que nos ayude a vivir «el sueño misionero de

llegar a todos»7

.

De este esfuerzo apostólico resultará también beneficiaria la misión “ad gentes”

de la que nuestra Iglesia tiene no solo una fecunda historia evangelizadora, sino

también una fuerte presencia actual, que ha de ser renovada e impulsada con

nuevas vocaciones, que siempre serán signos de la vitalidad de nuestras

comunidades cristianas.

Esta conversión misionera encuentra un contexto muy adecuado en el Año

de la Misericordia, convocado por el papa Francisco. Es el reconocimiento de la

misericordia eterna de Dios lo que nos anima en este empeño, y es también

nuestra propia misericordia, aprendida y recibida del Señor, la que nos mueve a

anunciar a nuestros hermanos el sacramento de la salvación. Lo dice el papa en

la Bula de convocatoria del Año Santo de la Misericordia: «Hay momentos en

los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija

en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar

del Padre. Por esto he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia

como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el

testimonio de los creyentes»8

.

En el horizonte de nuestro compromiso misionero hemos de tener en cuenta a

toda la comunidad cristiana. Contamos, en primer lugar, con muchos fieles

laicos, cristianos fervorosos, que participan activamente en la vida de la Iglesia,

en la oración y en la misión, aceptando con diligencia y generosidad las tareas

que les corresponden en la actividad multiforme de la comunidad cristiana.

Tenemos muy presentes a los numerosos fieles voluntarios que en las diferentes

actividades de la Iglesia colaboran con diligencia y generosidad. A todos ellos les

invitamos a incorporarse con nosotros en las tareas de la evangelización. Su

colaboración, como miembros del Pueblo de Dios, es indispensable para que la

Iglesia pueda hacerse presente en muchos ambientes y lugares de primera

importancia en la vida secular, como son las universidades, los medios de

comunicación, la formación de la opinión pública, las orientaciones y tendencias

en la vida laboral, económica, cultural y política.

Ante la gran tarea de la evangelización, pensamos también en la colaboración

indispensable de los sacerdotes diocesanos que trabajan ya con abnegación y

7 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 31.

8 Cf. FRANCISCO, Misericordiae Vultus, n. 3.

1 3 2 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

generosidad en el servicio del Pueblo de Dios. Con ellos tenemos también

presentes a las numerosas comunidades de vida consagrada que animan al Pueblo

de Dios en los diferentes aspectos de la vida cristiana. A todos queremos

agradecerles su diligencia y su fidelidad, a la vez que les exhortamos a

incorporarse corresponsablemente con nosotros en este movimiento de

renovación espiritual y misionero que el Señor nos pide en las actuales

circunstancias.

La acción evangelizadora de la comunidad cristiana espiritualmente renovada

debe dirigirse especialmente a tres grupos de personas, que abarcan a la mayoría

de nuestros conciudadanos:

‒ Los cristianos practicantes, pero rutinarios y conformistas, cuyas actitudes

no responden con frecuencia a las necesidades actuales de la Iglesia ni a las

urgencias de la evangelización.

‒ El gran número de cristianos bautizados no practicantes, más o menos

alejados de la Iglesia, cada vez más afectados en su conducta y en su pensamiento

por la influencia de la mentalidad secularista.

‒ El creciente número de conciudadanos que no han recibido el anuncio de Jesucristo, que viven al margen de la Iglesia de Dios sin el don de la fe en la

oscuridad del “eclipse de Dios”.

A los primeros queremos ayudarles a pasar de la tibieza a la coherencia, «de

manera que respondan cada vez mejor con su vida al amor de Dios»; al segundo

grupo les tendremos que invitar a volver a la vida cristiana y eclesial de la que se

alejaron, para que recuperen la alegría de la fe y se decidan a «vivir de acuerdo

con el Evangelio del Señor»; al último grupo hemos de ayudarles a plantearse las

preguntas radicales sobre el ser y la vocación del hombre, que les sirva para

buscar el sentido de la vida y acoger la redención de Cristo, para poder ofrecerles

con fruto el anuncio gozoso de la salvación de Dios por su Hijo Jesucristo, «no

como quien impone una obligación, sino como quien comparte una alegría»9

, y

de este modo suscitar en cuantas personas se reconocen en este último grupo

aquellas preguntas fundamentales sobre el hombre que provoquen en ellas la

búsqueda de Dios.

Esta “salida misionera” no responde a ninguna “estrategia” ni a ningún

sentimiento de superioridad. Sabemos que todos somos pobres hombres y

mujeres, ignorantes y pecadores, necesitados de la gracia y de la misericordia de

Dios. Hemos recibido el don de la fe que nos ilumina y nos sostiene en la vida,

queremos compartir esta alegría, deseamos ofrecer con sencillez a todos la

posibilidad de vivir en la paz y en la esperanza que Dios da a los que aceptan sus

dones de salvación. La alegría y la gratitud nos mueven a compartir con todos los

hermanos, en un amor común, el gozo de la salvación de Dios.

9 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 14.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 3 3

Deseosos de ayudarnos fraternalmente en el ejercicio de nuestro ministerio

episcopal y en el servicio pastoral a las Iglesias particulares, cuyo cuidado nos ha

encomendado el Señor, los obispos de la Conferencia Episcopal Española,

inspirándonos en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, hemos

reflexionado juntos para elaborar este Plan Pastoral. Queremos que este

instrumento estimule y oriente el trabajo de nuestras Asambleas y de los

organismos de la Conferencia, especialmente las Comisiones Episcopales, en un

esfuerzo conjunto y bien coordinado para ayudarnos a nosotros obispos, y a las

Iglesias de España, en la urgente tarea de promover en las diócesis y parroquias

una pastoral que responda de verdad a las necesidades de los tiempos presentes y

futuros. Deseamos aprender a vivir como una Iglesia «en salida»10

, que sale

realmente de sí misma para ir al encuentro de los que se fueron o de los que

nunca han venido y mostrarles el Dios misericordioso revelado en Jesucristo. «La

alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una

alegría misionera»11

.

En consecuencia, este Plan Pastoral trata de plantear y, en cierto modo

programar, aquellas acciones que nosotros podemos realizar desde los organismos

y trabajos de nuestra Conferencia para ayudarnos a descubrir y poner en práctica

en nuestras diócesis una verdadera pastoral de evangelización, para reavivar la

vida cristiana de los ya creyentes y ofrecer de manera asequible y atractiva el don

de la fe y el tesoro de la vida cristiana a los no creyentes. En nuestra vida pastoral

tenemos que ser «audaces y creativos» para renovar nuestras instituciones y

actividades pastorales12

.

Este Plan Pastoral se estructura en torno a dos partes: en la primera se hace

un análisis de la realidad y en la segunda se ofrecen algunas propuestas pastorales

correspondientes a las funciones de la misión de la Iglesia en servicio al reino de

Dios: la koinonía, o el servicio en comunión y corresponsabilidad, el kerigma o

anuncio de la Palabra, la liturgia o celebración del Misterio cristiano y la diaconía

o el ejercicio del amor oblativo, la caridad.

1. UNA MIRADA COMPASIVA A NUESTRO MUNDO

En consonancia con las recomendaciones de los últimos papas, y teniendo en

cuenta las circunstancias actuales de nuestra sociedad, vemos con claridad que

hoy el ministerio pastoral tiene que centrarse en el anuncio directo de Jesucristo

y de la bondad de Dios, en orden al nacimiento y fortalecimiento de la fe

personal y comunitaria. Para que este anuncio sea más eficaz hay que tener en

cuenta cuál es la situación cultural y espiritual de nuestros interlocutores.

10 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, nn. 20-24.

11 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 21.

12 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 33.

1 3 4 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

En primer lugar, hemos de señalar que para anunciar la Palabra de Dios

hemos de ser «contemplativos de la Palabra», pero también tenemos que ser

«contemplativos del pueblo»13

, para saber cómo presentarles de manera

comprensible y atrayente, en su situación humana, el verdadero Evangelio de

Jesús, la presencia salvadora del Padre celestial. El papa Francisco nos lo ha

recordado vigorosamente: «La predicación cristiana encuentra en el corazón

cultural del pueblo una fuente de agua viva para saber lo que tiene que decir y

para encontrar el modo como tiene que decirlo»14

.

Ya los Lineamenta15

para la XIII Asamblea Ordinaria del Sínodo de los

Obispos sobre «La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana»,

señalaban de modo orientativo una serie de escenarios para la tarea

evangelizadora en el mundo de hoy, que nosotros hemos de descubrir en nuestra

propia realidad bajo el paraguas ambiental de una fuerte secularización: la

existencia del fenómeno de la globalización, la aparición de la sociedad de la

información y de las poderosas nuevas tecnologías de la comunicación, la

activación de los movimientos migratorios, la problemática ética de los avances

científicos, la dolorosa y persistente crisis económica y social, el advenimiento de

un mapa político complejo e inestable, etc. «La misma Iglesia ha sido tocada en

modo directo por estos cambios, ha sido obligada a enfrentarse con interrogantes,

con fenómenos que han de ser comprendidos, con prácticas que deben ser

corregidas, con caminos y realidades en los cuales ha de infundirse en modo

nuevo la esperanza evangélica»16

.

La acción evangelizadora es la misma en todas partes, porque proviene de

Dios y lleva al mismo Dios, pero adquiere caracteres diferentes según los lugares

donde se ejerce y especialmente según las necesidades y la condición de las

personas a las que se dirige17

. Por lo cual no podemos esperar que el papa, ni

ninguna otra persona que no viva inmersa en nuestra realidad social, puedan

darnos hecho el análisis cultural y espiritual de nuestra sociedad. El mismo santo

padre nos advierte que no es misión suya exponer en detalle la situación cultural

de todas las naciones18

. Esta tarea inicial nos compete a nosotros con ayuda de

expertos y de la opinión común de los cristianos.

Con esta reflexión no intentamos hacer un análisis exhaustivo, sino más bien

aproximarnos a la realidad social, espiritual y cultural de nuestra sociedad,

13 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, nn. 154-155.

14 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 139.

15 Cf. SÍNODO DE LOS OBISPOS / XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA, «La Nueva

Evangelización para la transmisión de la fe cristiana», Lineamenta (Ciudad del Vaticano 2011). 16

Ibíd., n. 4.

17 Cf. Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, n. 6.

18 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, nn. 50-51.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 3 5

guiados por la compasión y la misericordia del Señor, con el fin de presentarles a

los hombres y mujeres de nuestro pueblo el Evangelio de Jesús con un lenguaje

comprensible y en referencia a los sentimientos y preocupaciones que albergan en

su corazón. Sin este esfuerzo de acercamiento espiritual y personal no puede

surgir el diálogo evangelizador. Siguiendo los consejos del papa Francisco,

hacemos este análisis con amor y compresión, con humildad y sencillez, con

realismo y esperanza, teniendo siempre presente la infinita misericordia de Dios y

el vigor renovador de la semilla del Evangelio19

.

Este esfuerzo de comprensión es un ejercicio de amor a los fieles cristianos y a

la sociedad entera. Queremos acercarnos a ellos, comprender mejor sus

preocupaciones y deseos, para poder ofrecerles el Evangelio de Jesús de manera

más comprensible y atrayente, teniendo presentes las palabras del papa que nos

invita a ser receptores del amor de Dios y hacer de él medio de transformación de

las relaciones entre los seres humanos: «Con la mirada fija en Jesús y en su rostro

misericordioso podemos percibir el amor de la Santísima Trinidad. La misión que

Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el misterio del amor divino en

plenitud. “Dios es amor” (1 Jn 4, 8.16), afirma por la primera y única vez en toda

la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora visible y

tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor

que se dona y ofrece gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le

acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo

hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes

llevan consigo el distintivo de la misericordia. En él todo habla de misericordia.

Nada en Él es falto de compasión»20.

He aquí, en síntesis, los rasgos que nos parecen más importantes en la

descripción de la cultura dominante y de la mentalidad más extendida hoy en

nuestra sociedad.

1.1 Poca valoración social de la religión

Bajo la influencia de la cultura dominante en Occidente, en nuestro pueblo se

ha difundido la idea de que la religión no tiene fundamento racional ni científico.

Por eso las creencias religiosas son vistas como «opciones subjetivas», que no

pueden ser universalizables ni deben influir en el ordenamiento de la vida pública

y colectiva. En el mundo laicista, la religión puede ser respetada como una

práctica personal o como un bien cultural, mientras se mantenga estrictamente

en el ámbito de las prácticas privadas de la gente.

Buen número de personas, familias y grupos, y por supuesto las instituciones

públicas y políticas, prescinden habitualmente de cualquier referencia religiosa

19 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 84.

20 FRANCISCO, Misericordiae Vultus, n. 8.

1 3 6 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

por considerarla inútil e infundada. Entre nosotros, no pocos entienden la no

confesionalidad del Estado como una secularización global de toda la sociedad.

En la vida pública, el silencio sobre Dios se ha impuesto como una norma

indiscutible. Este silencio va produciendo una falta generalizada de aprecio y de

valoración no solo del cristianismo, sino de cualquier referencia religiosa. Cada

vez más la mentalidad de nuestros conciudadanos, también de no pocos

cristianos, y especialmente de las generaciones nuevas, se va haciendo

pragmática, mundanizada, sin referencias habituales a Dios ni a la vida eterna.

1.2 Exaltación de la libertad y del bienestar material

El decaimiento y el abandono de una determinada forma de ver las cosas y de

vivir los acontecimientos de la vida va acompañado, y a veces precedido, de una

nueva forma habitual y difusa de interpretar y organizar la vida. Esta cultura que

se ha ido difundiendo en las últimas décadas tiene como valor fundamental la

exaltación de la libertad individual, entendida como la capacidad y el derecho a

disponer de los bienes materiales y de nosotros mismos según nuestras

conveniencias. El programa ético y vital de las personas, en dicho marco cultural,

se reduce básicamente a estas convicciones: soy libre, tengo derecho a ser feliz, es

conveniente respetar la libertad y el derecho a la felicidad de los demás. Esta

valoración absoluta de la propia libertad lleva equivocadamente al

convencimiento de que todo lo que deseamos es justo, y de que nuestros deseos

bastan para fundar verdaderos derechos, e incluso la falsa pretensión de

“rediseñar” la persona.

Esta sobrevaloración de la libertad da lugar fácilmente al subjetivismo y al

relativismo, con lo que puede indisponer a las personas para valorar y vivir la fe

como relación adorante con el Dios creador. Pero puede también favorecer una

forma nueva de vivir el cristianismo, más personal, más convencida, más

coherente. Los cambios culturales tienen sus riesgos pero tienen también sus

valores y sus ventajas, en la medida en que nos disponen para acoger con

profundidad el mensaje salvador de Jesucristo. Creer en Dios y en la vida eterna,

decidirse por el seguimiento de Jesucristo, es el acto de libertad más hondo que

podemos hacer y el camino que lleva a generar hombres y mujeres verdadera y

plenamente libres.

1.3 Predominio de una cultura secularista

En ausencia de las suficientes referencias religiosas, la cultura dominante, que

inspira espontáneamente el comportamiento de las personas y de las

instituciones, es cada vez más secular, más reducida a los datos y objetivos de la

vida terrena, sin tener en cuenta al Dios Creador ni a su enviado Jesucristo. Se

oscurece así en la conciencia personal la cuestión decisiva de la inmortalidad y

de la salvación eterna de la propia vida.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 3 7

En este proceso de secularización espiritual generalizada, la Iglesia ve

debilitada su presencia y su legítima influencia moral en la sociedad y en las

personas. Muchos prescinden de ella como de una institución anticuada e inútil,

cuando no falsa y perjudicial. Los problemas de convivencia que muchas veces

implican graves cuestiones morales a las que dar una solución satisfactoria, como

las que plantean la natalidad, el aborto, la educación o el paro, y la necesaria

inserción laboral de los jóvenes, se discuten y se encauzan sin tener en cuenta la

moral natural ni la Doctrina Social de la Iglesia. No pocos cristianos se van

apartando de las enseñanzas de la Iglesia y se dejan guiar por las opiniones del

laicismo. La doctrina católica no es tenida en cuenta por ellos como un referente

social para las leyes ni para las costumbres de la gente21

.

En la esfera de lo público apenas hay nadie quien se atreva a hacer una

referencia cristiana o simplemente religiosa. Es evidente que en la vida de la

sociedad aparecen muchas iniciativas justas y oportunas que buscan el bien de las

personas, pero también es verdad que en todo ello predomina el pragmatismo, los

intereses económicos, los consensos oportunistas, sin tener apenas en cuenta las

referencias morales. En la existencia normal y corriente de cada día no se tiene

en cuenta ni la referencia al Creador ni la esperanza de la Vida eterna que emana

de la vocación trascendente del hombre.

Aun teniendo en cuenta la doctrina conciliar acerca de la legítima autonomía

de las realidades terrenas22

, no se puede negar que el sentir de la mayoría olvida

las obligadas referencias religiosas y morales de la vida humana. En este contexto

de secularización es normal que la religión y la Iglesia aparezcan como realidades

inútiles y sin sentido. La gente las va abandonando y va despojándose del

comportamiento cristiano, que consideran propio de situaciones ya pasadas y

superadas, sin experimentar angustias de ninguna clase, con normalidad, del

mismo modo que se va uno desprendiendo del ropaje y de las costumbres de la

niñez a medida en que se va dando el natural crecimiento del individuo.

Esta innegable debilidad social de la Iglesia tiene también sus aspectos

positivos en cuanto que nos ayuda a purificarnos de falsos esquemas en las

relaciones con la sociedad y con las personas, y nos ayuda a comprender mejor la

verdadera manera de situarnos en el mundo de hoy, sin privilegios ni

encumbramientos, como verdaderos discípulos de Jesús, en la humildad, en la

cercanía y en la voluntad decidida de servicio y de benevolencia23

. Y de esta

situación de debilidad brota, sin embargo, una viva percepción del necesario

testimonio de la santidad de los cristianos, como contribución necesaria para el

buen fruto de cualquier iniciativa evangelizadora.

21 Cf. BENEDICTO XVI, Porta fidei, n. 2.

22 Cf. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, n. 36.

23 Cf. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, n. 94.

1 3 8 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

1.4 Del subjetivismo al relativismo

Los dos rasgos más decisivos y determinantes de esta nueva cultura parecen

ser el subjetivismo y el relativismo. La realidad ya no se ve primordialmente en su

ser objetivo, sino en lo que es “para mí”, en lo que favorece o perjudica mis

intereses y deseos. Se cumple aquello de que «el hombre es la medida de todas las

cosas». Ahora había que decir que cada uno de nosotros es la medida y marca el

valor de todo. Como si cada uno fuera el creador del mundo y pudiera asignar el

ser o el valor de los acontecimientos, de las personas y de las cosas. Los

acontecimientos y las realidades humanas ya no son lenguaje de Dios, sino que

tienen que ser expresión de nuestros gustos y deseos.

Esta perspectiva subjetivista con la que se ve y se valora la creación entera

conduce a lo que Benedicto XVI denunció como «dictadura del relativismo»24

.

Lo que es bueno para uno puede ser malo para otro. Lo que es bueno hoy puede

ser malo mañana. No hay valores absolutos ni puede haber juicios universales y

estables. Todo es relativo, todo es mudable, todo puede y debe estar en función

de la percepción subjetiva de cada uno y de los intereses de las grandes

instituciones y grupos sociales. Con esta sensibilidad se hacen muy difíciles los

compromisos estables y la fe religiosa. Aunque sea con acentos diferentes, estos

desafíos aparecen tanto en el ámbito urbano como en los ambientes rurales25

.

El relativismo y el subjetivismo fácilmente conducen a una actitud egoísta que

con frecuencia termina en el desencanto, o puede llevar también a

comportamientos de verdadera crueldad, como ocurre con la legitimación del

aborto que se está dando rápidamente en nuestra sociedad. Tenemos que hacer

frente a algunos desafíos culturales que no favorecen la difusión ni el crecimiento

de la vida cristiana26

, proponiendo los grandes valores del Evangelio y un estilo

de vida fundado en el cultivo de las virtudes morales que caracterizan la vida

cristiana. Hemos de mostrar a nuestros conciudadanos que la práctica de la

virtud es beneficiosa para el logro de una vida verdaderamente racional y

humana, sin la cual no se alcanza el ejercicio de la libertad que tanto ama el

hombre actual.

1.5 La cultura del “todo vale”

Esta manera de pensar relativista y subjetivista que hemos señalado hace

imposible la universalidad y la estabilidad de las normas morales y de los modelos

de comportamiento. Se deforma profundamente la conciencia moral. Se

establece como criterio moral decisivo el propio interés, los gustos y los deseos

24 Cf. BENEDICTO XVI, Luz del mundo. El papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una

conversación con Peter Seewald (Barcelona, 2010) 63-72.

25 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 71.74

26 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 61ss.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 3 9

personales. En el mejor de los casos, la norma suprema del comportamiento llega

a ser el consenso social. Los parlamentos se alzan con la presunción de decidir la

frontera entre el bien y el mal. Si se pierde o difumina gravemente la diferencia

entre el bien y el mal, se pierde también la diferencia entre lo legal y lo moral, lo

cual conduce fácilmente al ciudadano a interpretar que lo legal siempre está

moralmente permitido. La conciencia moral se seculariza y queda en las manos

del hombre, sin referencia al Dios Creador y Providente. La vida humana,

personal y colectiva, queda desarraigada, a la deriva, sin ningún anclaje divino ni

absoluto.

Todo queda a merced de las conveniencias de quienes pueden imponer su

voluntad. No hay nada que se pueda mandar o prohibir definitivamente, todo

depende del momento, de los gustos sociales, de los acuerdos y las preferencias de

las mayorías operantes. La convivencia establece ciertamente unos límites que las

personas y los grupos influyentes se encargan de imponer y garantizar. Los

débiles, los pobres, los que no pueden hacerse notar por sí mismos quedan

excluidos y no son tenidos en cuenta. Surge así una sociedad cada vez más

egoísta y llena de desigualdades, la de “la cultura del descarte”, en la que se

imponen los intereses de los más fuertes27

. La ley natural se ve así sustituida por

los acuerdos de los poderosos.

Como hemos señalado en nuestra reciente Instrucción pastoral Iglesia, servidora de los pobres, «la indiferencia religiosa, el olvido de Dios, la ligereza con

que se cuestiona su existencia, la despreocupación por las cuestiones

fundamentales sobre el origen y destino trascendente del ser humano, no dejan

de tener influencia en el talante personal y en el comportamiento moral y social

del individuo. Lo afirmaba el beato Pablo VI citando a un importante teólogo

conciliar: “Ciertamente, el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero, al fin

y al cabo, sin Dios no puede menos de organizarla contra el hombre”28

. La

personalidad del hombre se enriquece con el reconocimiento de Dios. La fe en

Dios da claridad y firmeza a nuestras valoraciones éticas. El conocimiento del

Dios Amor nos mueve a amar a todo hombre; el sabernos criaturas amadas de

Dios nos conduce a la caridad fraterna y, a su vez, el amor fraterno nos acerca a

Dios y nos hace semejantes a Él»29

.

Con la adoración sincera al Dios vivo se supera la tentación subjetivista y

relativista que priva de consistencia y estabilidad a nuestra vida. La fe en Dios

fundamenta para siempre la verdad y la bondad de las cosas y marca las fronteras

infranqueables de la mentira y del mal.

27 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 53.

28 PABLO VI, Populorum progressio, n. 42.

29 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Instrucción pastoral Iglesia, servidora de los pobres

(2015), n. 12.

1 4 0 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

Por todo esto, en el mundo actual, el cristiano puede aceptar muchos logros

positivos conseguidos; sin embargo, tiene que decir “no” a muchas cosas. No a la

idolatría del dinero, no a la injusticia, no a la acedía, no a las divisiones y

conflictos, no al pesimismo, no a la mundanidad espiritual30

. Podemos, en

cambio, aceptar muchos elementos positivos de nuestra cultura: sí a la

comunicación, sí a la solidaridad, sí a la vida, sí a la libertad, sí al amor y a la

felicidad. Dios es el verdadero artífice y la verdadera garantía de la vida y de la

humanidad del hombre.

1.6 Nuestra propia responsabilidad

En el proceso de descristianización que afecta a la sociedad y cultura de

nuestro tiempo, han influido sin duda causas objetivas, independientes de

nosotros, como son los cambios culturales y la creciente comunicación y

globalización de las ideas y de las formas de vida. Aunque, como hemos dicho,

nuestra libertad es limitada por ser libertad de la criatura, no podemos pensar en

procesos fatalistas ni en mutaciones inevitables, ni para el bien ni para el mal.

Todo llega a ser el resultado de acciones y omisiones de las cuales cada uno debe

sentirse responsable. Nosotros, los cristianos, y más todavía los pastores de la

Iglesia, tenemos que situarnos humildemente ante el Señor y pedirnos cuentas de

nuestras responsabilidades en estos males que ahora lamentamos. Los obispos, y

con nosotros los sacerdotes, los religiosos, y muchos otros fieles cristianos, ¿no

hemos contribuido de una u otra manera al desconcierto del Pueblo de Dios?

¿No hemos colaborado con nuestras acciones u omisiones al alejamiento de

algunos cristianos de la comunión eclesial?

Ahora es tiempo de gracia y de conversión. Con humildad y confianza

tenemos que revisar nuestra vida, actitudes y actividades, en la formación y

educación de los jóvenes, en la vida litúrgica, en nuestra disponibilidad y

diligencia, pero sobre todo tenemos que pedirnos cuentas de la autenticidad y del

fervor de nuestra vida espiritual, de la sinceridad de nuestro desprendimiento y

de la intensidad de nuestro amor al Señor y al prójimo. Aun reconociendo con

gratitud el gran trabajo apostólico de muchos cristianos y la entrega generosa en

la acción pastoral de sacerdotes y consagrados, es obligado que todos hagamos un

sincero examen de conciencia: ¿Creemos de verdad en la eficacia y en la

necesidad del Evangelio para el bien de nuestros hermanos? ¿Estamos haciendo

todo lo posible para que nuestro pueblo crea en Jesucristo y viva con alegría las

riquezas de los dones de Dios? ¿Acaso no hemos caído en esas tentaciones de los

agentes de pastoral que el papa enumera, como la desconfianza, el desaliento, el

conformismo, la comodidad, la pereza, el pragmatismo, el pesimismo?31

.

30 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, nn. 53-104.

31 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 78-86.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 4 1

El santo padre nos ha alertado contra la tentación de la «mundanidad

espiritual» por la que, en las mismas actividades eclesiales y pastorales, se busca

la propia satisfacción en vez de buscar sinceramente la gloria de Cristo y el bien

del prójimo32

. El papa Francisco nos ha advertido también del daño que pueden

causar en el Pueblo de Dios nuestras divisiones, las críticas entre nosotros, la

falta de mayor sencillez y de naturalidad en nuestras costumbres y

comportamientos.

Los tiempos de evangelización son también tiempos de conversión. Queremos

purificar nuestra vida de todo lo que no sea verdaderamente evangélico. Con el

ejemplo hemos de animar a todos los cristianos a llevar una vida santa, inspirada

en el ejemplo de los Apóstoles y de los santos. Para que surja de verdad un

impulso misionero en nuestras Iglesias y para conseguir en la vida social la

credibilidad que necesitamos alcanzar, debemos ir por delante con un verdadero

esfuerzo de renovación espiritual y conversión pastoral, viviendo nuestra

vocación sacerdotal y cristiana con autenticidad y alegría, con sencillez y

cercanía, con sinceridad y diligencia para ser de verdad continuadores del talante

misericordioso de Jesús; deseamos ser testigos de la bondad de Dios, de modo que

los hombres y mujeres de nuestro tiempo vean la Iglesia como la Casa de todos,

Casa de acogida y de perdón, Hogar de paz y esperanza, lugar de la verdad y de la

alegría para todos. Solo así haremos visible el rostro de Jesús revelando el

misterio del amor de Dios: «Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que

va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca la dracma, del padre que sale

al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata solo de meras palabras, sino

que es la explicación de su propio ser y actuar»33

. El hombre, en efecto, es el

camino de la Iglesia34

. Por tanto, la Iglesia puede y debe llegar al fondo del

corazón del hombre para fortalecer lo más noble, bello y sagrado que hay en él, y

en lograrlo hemos de empeñar nuestro ministerio pastoral35

.

1.7 Razones para la esperanza

En una consideración creyente y realista de nuestro mundo, tenemos que

reconocer con dolor que en él hay ciertamente elementos negativos, contrarios a

la voluntad de Dios y a las enseñanzas de Jesús. Pero vemos también muchas más

realidades positivas y buenos sentimientos que Dios, con su gracia y la acción del

Espíritu Santo, hace crecer en los corazones de los hombres. No podemos

dejarnos dominar por el pesimismo. Sería pecar contra la confianza en Dios.

«¡No nos dejemos robar la esperanza!»36

.

32 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 93-97.

33 BENEDICTO XVI, Deus caritas est, n. 12.

34 Cf. JUAN PABLO II, Redemptor hominis, n. 53.

35 Cf. FRANCISCO, Misericordiae Vultus, nn. 5 y 10.

36 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 86.

1 4 2 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

La razón fundamental y decisiva para nuestra esperanza es la fidelidad y el

amor de Dios. Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen a la felicidad

de su gloria (cf. 1 Tim 2, 4). Él es el principal protagonista de la historia de la

salvación. Jesús resucitado, «constituido en poder» (Rom 1, 4), despliega en el

mundo el poder de Dios con la difusión del Espíritu Santo para gloria de Dios y

salvación de todos los hombres. Jesús es el primero y el más grande

evangelizador37

. Él despierta en los corazones de sus fieles los deseos y las

disposiciones necesarias para que podamos colaborar con Él en la obra de Dios.

Él nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin de los tiempos para que

podamos llevar a cabo su obra redentora: «Se me ha dado todo poder en el cielo

y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el

nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo

que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el

final de los tiempos» (Mt 28, 18-20).

Tenemos la seguridad de que Jesús ha vencido al mundo; sabemos que Él, con

la acción del Espíritu Santo, llega a los corazones de los hombres antes de que

nosotros podamos pensar en ello. Esta fe es la razón suprema de nuestra

confianza. La obra de Dios está en marcha. El mundo camina hacia la

consumación del Reino. Esta es nuestra misión, este es nuestro compromiso y

estas son las razones de nuestra esperanza que ninguna fuerza de este mundo

puede invalidar.

Por otra parte, Dios sana constantemente la vida del mundo y enriquece sin

cesar la vida de nuestras Iglesias. En ellas crecen nuevas realidades e iniciativas

con sinceros deseos de fidelidad evangélica, de renovación personal y eclesial, de

vida santa de oración y apostolado. En las parroquias hay siempre grupos

comprometidos y entusiastas que colaboran en la vida litúrgica, en la catequesis,

en el ejercicio de la caridad. En las diócesis contamos siempre con la oración y la

ayuda variada de las personas consagradas en múltiples tareas. Son dones de Dios

a su Iglesia y a nuestro mundo. Hemos de tenerlos presentes y contar

gustosamente con ellos. Con la gracia y la ayuda de Dios, son nuestra fuerza y

nuestra mejor esperanza.

Dios no cesa de actuar en el mundo para el bien de sus hijos. La sensibilidad

actual, aunque tiene elementos claramente opuestos a los valores evangélicos,

posee también, como ya hemos referido, aspectos positivos que preparan a las

personas para el reconocimiento de Dios y la aceptación de la vida cristiana

como camino de verdadera salvación. Entre estos últimos destacan la creciente

valoración de la dignidad de la persona humana, el gusto por la libertad, la

exaltación de la solidaridad, la experiencia de la unidad del género humano, la

rebelión contra la injusticia y la intolerable pobreza de tantos millones de

personas, el amor y el cuidado de la naturaleza, la casa común del ser humano y

37 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 12.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 4 3

regalo de Dios, que el papa en su encíclica Laudato si´ nos invita a vivir y

fomentar desde la Doctrina Social de la Iglesia. Estas actitudes pueden favorecer

el descubrimiento del valor perenne y definitivo del Evangelio de la salvación de

Dios.

Por otra parte, la misma experiencia del mal que sufre el hombre cuando se

aleja de Dios puede preparar una reacción de arrepentimiento y auténtica

religiosidad. Tiene que llegar un día en que los que se fueron de la casa del Padre

sientan la necesidad de encontrarse con el abrazo misericordioso de Dios: «Me

levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre» (Lc 15, 18). Con su buen

sentido, mucha gente está ya viendo cómo el abandono de la Ley de Dios no trae

la felicidad, sino que aumenta el sufrimiento.

La saturación de mundanidad despierta en muchos la necesidad de vivir y

pensar de otra manera. Se percibe en no pocas personas hastío, desencanto,

confusos deseos de una vida mejor, más consistente, más limpia, más de acuerdo

con los deseos profundos del corazón. Especialmente entre los jóvenes, este

sentimiento de insatisfacción y protesta, si sabemos interpretarlo y encauzarlo,

puede ser también un camino para el descubrimiento y la alegre acogida del

mensaje del Evangelio. La crisis ha hecho ver a muchos que la vida sin Dios se

deteriora sin remedio. Los buenos servicios de Cáritas, Manos Unidas y otras

instituciones eclesiales han mejorado la imagen de la Iglesia. Conviene

profundizar en el valor evangelizador de la caridad de la Iglesia y de los cristianos.

El papa Benedicto XVI nos advertía de que «no podemos olvidar que muchas

personas en nuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos el don de la

fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de la existencia

y del mundo»38

. Esta búsqueda es un auténtico “preámbulo” de la fe, porque lleva

a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del

hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de lo que vale y permanece siempre.

Este anhelo, inscrito indeleblemente en el corazón humano, constituye una

invitación permanente a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no

buscaríamos si antes Él no hubiera venido a nuestro encuentro39

. La fe nos

«invita y nos abre totalmente a este encuentro»40

.

Parece que en nuestra sociedad se despierta ya un deseo sincero de más

justicia, más veracidad, más responsabilidad. No percibimos todavía claros

síntomas de vuelta a la valoración de la vida cristiana, pero hay motivos para

pensar que esta «regeneración democrática» de la que se habla, termine

despertando el deseo de una «regeneración moral», que podrá facilitar el

redescubrimiento de la importancia antropológica y social de la religión, el gran

38 BENEDICTO XVI, Porta fidei, n. 10.

39 Cf. SAN AGUSTÍN, Confesiones, XIII, 1.

40 BENEDICTO XVI, Porta fidei, n. 10.

1 4 4 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

valor cultural y humano de la fe cristiana sincera y operante. Debemos tener en

cuenta los valores que encierra la religiosidad popular, tan abundante en muchos

lugares de España, en especial la devoción a la Virgen María en sus numerosas

advocaciones41

.

Acogemos con alegría a las personas y a los grupos que por obra del Espíritu

Santo crecen en nuestras Iglesias. Los saludamos con gratitud porque vemos en

ellos el fruto de la presencia del Señor y de la acción de su Espíritu. Poco a poco,

a partir de las antiguas instituciones renovadas, y de estas nuevas realidades con

las que el Señor enriquece y fecunda a su Iglesia, han de surgir iniciativas

audaces y creativas que abran nuevos caminos de evangelización y de vida

cristiana en la sociedad española.

1.8 Realismo y confianza: testigos de misericordia

El punto central de nuestro trabajo pastoral está hoy en ayudar a la gente a

recuperar la memoria de Dios, el reconocimiento de su existencia y de su

providencia salvadora como algo primordial para el bien y la autenticidad de la

vida humana. Sin esta recuperación de la experiencia religiosa personal, todas las

demás propuestas y recomendaciones se quedan sin fundamento.

El recuento de estas dificultades no produce en nosotros miedo ni desaliento.

Sabemos que todos los tiempos han sido difíciles para la evangelización y para la

Iglesia. El anuncio del Evangelio encuentra en el mundo la resistencia del

pecado, de los ambiciosos y poderosos, con la complicidad de nuestras

debilidades y pecados. Pero por encima de todo nos mueve el amor de Dios, la

obediencia al mandato del Señor y la solicitud por el bien de nuestros hermanos.

El reconocimiento de la soberanía y primacía de Dios es la clave para la recta

comprensión y el pacífico desarrollo de la humanidad. Nuestra fortaleza viene del

convencimiento de que Jesucristo es el verdadero evangelizador y el que lleva

adelante la vida de la Iglesia y la salvación del mundo con la fuerza invisible del

Espíritu Santo.

En cualquier caso, la verdadera razón y la motivación profunda de la

conversión misionera que Dios nos pide por medio de su Iglesia es el amor a

Dios, a Jesucristo y a nuestros hermanos. Tenemos que hacer nuestros los

sentimientos de san Pablo: «Porque nos apremia el amor de Cristo» (2 Cor 5,

14); «con sumo gusto gastaré y me desgastaré yo mismo por vosotros» (2 Cor 12,

15). En el servicio decidido a la evangelización vemos la primera exigencia de

nuestra fidelidad a la responsabilidad de los obispos como sucesores de los

Apóstoles.

La llamada a la evangelización nos obliga a examinar nuestra vida y a

pedirnos cuentas delante de Dios y de Jesucristo nuestro Señor: ¿con qué

41 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 90.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 4 5

sinceridad y con qué diligencia estamos dedicados al anuncio del Evangelio?,

¿somos realmente ejemplo y estímulo para nuestros sacerdotes y para nuestros

fieles?, ¿animamos a todos con obras y palabras a ser testigos de Jesús y

misioneros de su Evangelio en las periferias de nuestros pueblos y ciudades, en las

familias y en los ambientes donde no llega habitualmente el anuncio de la

salvación de Dios? ¿Qué estamos haciendo para llevar la alegría del Evangelio y

de la vida cristiana a los que se alejaron o han vivido siempre al margen de la

Iglesia y de Jesucristo?, ¿no estamos dedicando demasiado tiempo a las rutinas de

siempre, que no nos exigen esfuerzo ni presentan dificultades, y nos olvidamos de

los que viven sin la luz ni la paz del Evangelio?

1.9 Fieles a la misión recibida del Señor

Precisamente porque aumentan las dificultades, los discípulos de Jesús

tenemos que poner todo nuestro afán y todo nuestro esfuerzo para cumplir del

mejor modo posible, precisamente en estos momentos y en las circunstancias

presentes, el mandato permanente del Señor de anunciar a todas las naciones la

conversión y el perdón de los pecados (Lc 24, 47). La misión nace de un amor

apasionado por Jesús y de un gran amor por el pueblo. Con Él queremos estar

junto a la gente para mostrarles el camino de la verdadera humanidad, del

verdadero progreso, de la salvación plena y verdadera42

. Con la confianza puesta

en el Señor, hacemos nuestras las palabras del papa: «Los desafíos están para

superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega

esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!»43

.

Ante la pregunta que les dirigieron aquellos a quienes Dios había abierto el

corazón, «¿qué tenemos que hacer, hermanos?», los Apóstoles no tuvieron otra

respuesta más que invitarles al arrepentimiento de sus pecados y a la fe en

Jesucristo (cf. Hch 2, 37). Esta es también la pregunta que nosotros nos hacemos

ahora como responsables de la vida religiosa y cristiana de nuestros fieles y de

gran parte de la sociedad española. ¿Qué tenemos que hacer para que todos

crean en Jesucristo Salvador y acepten con gozo y gratitud la salvación de Dios?

Nosotros, que somos los sucesores de aquellos primeros testigos de Jesús, no

podemos aportar a nuestra sociedad nada más valioso ni más importante que la

invitación al arrepentimiento de los pecados y la invocación sincera de nuestro

Salvador con una fe viva y operante.

Como recuerda el papa Francisco, «la Iglesia tiene la misión de anunciar la

misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe

alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el

comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir

ninguno. En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva

42 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 270.

43 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 109.

1 4 6 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

evangelización, el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con

nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral. Es determinante para la

Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera

persona la misericordia»44

.

1.10 Donde está la desilusión, sobreabunda la esperanza

En resumidas cuentas, un examen humilde y sincero de la situación espiritual

de nuestro pueblo, hecho y valorado con ojos cristianos, nos obliga a reconocer el

empobrecimiento religioso de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad. Ha

disminuido mucho el número de creyentes practicantes, ha aumentado el de los

indiferentes, especialmente entre las generaciones más jóvenes, las normas y los

modelos cristianos de comportamiento son preteridos cada vez con mayor

facilidad, la institución familiar y la defensa de la vida se han deteriorado

profundamente, nos falla la educación religiosa efectiva de muchos niños y

jóvenes, la corrupción moral está muy extendida en la sociedad, han aumentado

las desigualdades sociales, etc.

Ante este panorama no podemos quedarnos indiferentes, ni tampoco dejarnos

dominar por el miedo, el pesimismo o el desánimo, sino que tenemos que

reaccionar tratando de ser más fieles a la misión recibida por el Señor, analizando

con la mejor voluntad las causas de esta situación y las necesidades de nuestros

hermanos, revisando nuestra manera de actuar y modificando lo que haga falta

para superar los obstáculos de la fe y poder anunciar el Evangelio de Jesús con

más eficacia. La fe en Jesucristo y el reconocimiento del valor eterno de su

Evangelio nos dan ánimo y nos impulsan a revisar nuestras actuaciones y a

renovar nuestro estilo pastoral en lo que sea necesario. Estamos seguros de que

no nos faltará la ayuda del Señor.

En la segunda parte de este Plan Pastoral trataremos de señalar los objetivos y

concretar las acciones de la Conferencia Episcopal que nos parecen más

adecuadas para facilitar la renovación y las iniciativas pastorales que

progresivamente tendremos que ir promoviendo libremente en nuestras diócesis

respectivas, con la ayuda de los sacerdotes, personas de vida consagrada y fieles

laicos, pues la misión y la evangelización requieren el ardor y la actividad de la

entera comunidad cristiana.

Nos sentimos felices porque las circunstancias de nuestro tiempo y la voz del

Espíritu que resuena en toda la Iglesia nos invitan a centrar las preocupaciones

pastorales en los puntos principales de nuestro ministerio: el servicio directo a la

fe y a la renovación de la vida cristiana mediante el anuncio de «la belleza del

amor salvífico de Dios manifestado en Cristo muerto y resucitado»45

. Queremos

44 FRANCISCO, Misericordiae Vultus, n. 12.

45 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 36.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 4 7

que nuestras Iglesias sean efectivamente Iglesias abiertas, acogedoras, compasivas

y sanadoras, que hagan presente en nuestro mundo, con amor y humildad, la

misericordia de Dios y la alegría de sus promesas de vida eterna46

.

Las dificultades que podamos encontrar en el ejercicio del ministerio no nos

desalientan ni pueden empañar nuestra alegría. Sabemos que el Señor Jesús nos

acompaña. Contamos con el amor y el poder de Jesucristo, empeñado en la

salvación del mundo. Nuestra alegría y nuestra esperanza arraigan en la alegría

de Jesús y en la firme esperanza de su venida47

. Él nos ha asegurado: «Sabed que

yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20).

2. PROPUESTAS PASTORALES

2.1 Introducción

Lo que nos proponemos en este Plan Pastoral es ver cómo aprovechamos, del

mejor modo posible, todas las posibilidades de los organismos de la Conferencia

Episcopal y sus actividades en orden a clarificar juntos las necesidades pastorales

de nuestro pueblo y descubrir las exigencias actuales de la evangelización en las

Iglesias locales, movilizando los recursos humanos y espirituales de nuestras

comunidades, para ponerlos al servicio del Reino y de la salvación de Dios. Cada

diócesis, por su parte, tendrá que hacer su propio plan de acción pastoral. Los

obispos, desde la Conferencia, en colaboración con las respectivas Comisiones,

intentaremos ver y promover cuanto nos parezca oportuno y conveniente para

nuestro trabajo interno y para ayudar a las diócesis. Por eso las propuestas que

indicamos quedan enunciadas de manera general. Queremos destacar, sin

embargo, que los objetivos y acciones que se proponen emanan de las claves que

nos ofrece el papa Francisco en Evangelii gaudium y en respuesta eclesial,

esperanzada y misericordiosa, a la situación concreta de nuestro pueblo, que

acabamos de analizar.

En primer lugar, y como preámbulo, dedicaremos una etapa (año 2016) del

desarrollo de nuestro Plan Pastoral a la reflexión, en todos los órganos de la

Conferencia Episcopal, sobre las exigencias actuales de la evangelización de la

Iglesia en España, para pasar posteriormente a detenernos cada año en uno de los

ámbitos o dimensiones fundamentales de la misión de la Iglesia: la comunión y

corresponsabilidad de los agentes pastorales (2017), el anuncio de la Palabra de

Dios (2018), la celebración del Misterio cristiano (2019) y el ejercicio de la

caridad (2020). A ellos habrá que unir, por un lado, las iniciativas que para toda

la Iglesia establezca el papa como son el Año de la Misericordia y las prioridades

sobre la pastoral familiar surgidas de las recientes Asambleas del Sínodo de los

46 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, nn. 46 y 47.

47 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 5.

1 4 8 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

Obispos; y, por otro, lo que los propios acontecimientos sociales y eclesiales nos

vayan demandando.

Cada una de estas etapas podrá estar marcada por la celebración de un

encuentro que haga visible e impulse el trabajo que en ese ámbito se realiza en

todas las diócesis de España, con la presencia en él de iniciativas, instituciones y

agentes pastorales involucrados. El último año del Plan Pastoral se volvería al

sentido global de la evangelización con la celebración de un gran encuentro

eclesial a nivel nacional (2020). Ahora nos ceñiremos especialmente en torno a

las funciones o mediaciones eclesiales al servicio del reino de Dios, que son: la

koinonía o comunión y corresponsabilidad, el kerigma o anuncio de la Palabra, la

liturgia o celebración del Misterio cristiano y la diaconía o servicio de la caridad.

En cada una de ellas ofrecemos su justificación, objetivos, acciones pertinentes,

agentes pastorales y calendario. A su vez, y en su conjunto, irán acompañadas de

un apartado introductorio en correspondencia con la primera parte del Plan

Pastoral sobre el análisis de la realidad.

Antes de nada, y sobre todo, queremos poner en manos de Jesucristo, el Buen

Pastor, nuestro ser, nuestro saber y nuestro hacer. Como exigencia de la

evangelización, los obispos, primeros agentes de la misma, tendremos que revisar

nuestra vida, la fidelidad en la oración y en el estudio, la prontitud y diligencia de

nuestro amor, la transparencia de nuestra comunión con el obispo de Roma,

sucesor de Pedro, con los demás obispos, con nuestros sacerdotes, con los

consagrados y laicos cristianos, nuestros hermanos, en un mismo sentir y en una

misma misión, sin personalismos ni reticencias.

En este sentido, al poner en marcha este Plan Pastoral, teniendo en cuenta

que la evangelización es obra de Dios y requiere nuestra colaboración, los obispos

dedicaremos el día 22 de enero, fecha próxima a la conversión de san Pablo, el

gran evangelizador, una jornada de ayuno y oración, invitando a unirse con

nosotros a los sacerdotes, consagrados y laicos, para pedir a Dios su ayuda y

disponernos a colaborar con todas nuestras fuerzas en la gran tarea misionera.

Somos conscientes y estamos persuadidos que para evangelizar es preciso

«renovar nuestro encuentro personal con Jesucristo»48

.

2.2 La Iglesia, anunciadora y fermento del reino de Dios (año 2016)

En esta hora difícil y apasionante de la historia humana, los cristianos

sentimos necesidad de clarificar lo específico de nuestra misión, tanto a nivel

personal como comunitario; es decir, necesitamos reafirmar nuestra propia

identidad. Sabemos que la Iglesia no vive para sí misma, sino al servicio de un

proyecto divino que supera con mucho los límites de la realidad y de la acción

eclesial: el proyecto del reino de Dios. Este proyecto de salvación es el plan de

48 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 3.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 4 9

Dios sobre la humanidad que, en Cristo y por medio del Espíritu Santo, se realiza

en la historia. La venida de ese Reino es la tarea apasionada de Jesús, el corazón

del Evangelio, y constituye el anhelo supremo y el punto de referencia de toda

actividad pastoral en la Iglesia. Así lo pedimos con fe cada día en la oración del

padrenuestro (cf. Mt 6, 9-10). La Iglesia, como signo o sacramento del Reino, no

se identifica con él, pero constituye en la tierra el germen y el principio de este

reino49

. El mundo, o sea, la humanidad histórica, no es algo extraño u opuesto al

proyecto del Reino, sino el verdadero lugar de su realización, en la medida que

secunda el impulso del Espíritu. La Iglesia está en medio del mundo al servicio

del reino de Dios y lo hace presente y visible por medio de las funciones o

mediaciones enunciadas anteriormente, que están interrelacionadas y se

complementan entre sí.

En este sentido, la Iglesia que peregrina en España continúa sembrando el

Evangelio de Jesús en este gran campo de Dios, que tantos frutos de santidad ha

producido en nuestra larga historia cristiana. Los católicos, insertos en los más

variados contextos sociales y envueltos en las diversas actividades humanas,

buscamos mirar al mundo con los mismos ojos con los que Jesús contemplaba la

sociedad de su tiempo. Como discípulos de Jesucristo, participamos desde dentro

de «los gozos y esperanzas, de las tristezas y angustias de los hombres de nuestro

tiempo»50

. Miramos la historia y participamos de ella no solo con la razón, sino

con la fe. La Iglesia, por medio del anuncio de la Palabra, la celebración de los

sacramentos y el ejercicio de la caridad, desea suscitar en el corazón de los

cristianos la alegría del Evangelio, de forma que su presencia, en medio de las

realidades temporales, sea realmente luz y sal que transforma el mundo en la

Casa del Padre donde todos los hombres se sientan hermanos (cf. Mt 5, 13-16).

Objetivo: Siguiendo las orientaciones del Magisterio pontificio,

especialmente de Evangelii nuntiandi y Evangelii gaudium (nn. 50-134), propiciar

reuniones y encuentros de reflexión para analizar las exigencias de la

evangelización hoy: diagnóstico, contenidos, estructuras, actitudes, métodos,

experiencias existentes, cambios necesarios, etc.

Acciones:

• Revisar, a la luz de la conversión pastoral (EG, nn. 1-15), todo aquello que

hacemos, especialmente las actividades pastorales y las costumbres ordinarias que

ya no prestan hoy el mismo servicio que antes en orden a la transmisión del

Evangelio.

• Poner los órganos y servicios de la Conferencia Episcopal en estado de

revisión, conversión y misión en el 50.º aniversario de su inauguración, haciendo

49 Cf. CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, n. 5.

50 Cf. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, n. 1.

1 5 0 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

de las Comisiones y Secretariados hogar, escuela y taller de comunión y

corresponsabilidad.

• Con motivo de la celebración del L Aniversario de la Conferencia Episcopal

Española, promover la celebración de un congreso internacional que profundice

en las dimensiones teológica, canónica y pastoral de las conferencias episcopales.

Agentes: Asamblea Plenaria, Comisión Permanente, Comité Ejecutivo,

Comisiones Episcopales, Secretariados y demás servicios de la CEE.

2.3 En koinonía, o sea, en comunión y corresponsabilidad al servicio de la evangelización (año 2017)

El signo de la comunión responde al anhelo de fraternidad, de paz y de

comunicación de los hombres de todos los tiempos, especialmente en nuestros

días. Por ello, los cristianos estamos llamados a testimoniar el reino de Dios,

reino de justicia y de paz, de vida y verdad, de gracia y amor.

Y es aquí donde situamos la vocación y misión de los diversos agentes

pastorales, a quienes agradecemos de corazón su entrega, su disponibilidad y su

servicio. Desde la vocación a la que han sido llamados, realizan con fe y alegría el

don del servicio a la misión eclesial que se les confía. Gratitud a tantos seglares,

sacerdotes y consagrados; a tantos padres y madres de familia, catequistas,

misioneros, educadores y profesores cristianos; a tantos animadores de grupos y

movimientos; a tantos hombres y mujeres que, insertados en medio de las

realidades temporales, trabajan gastándose y desgastándose por el reino de Dios,

en la Iglesia y para el mundo. Como fermento en la masa generan y regeneran la

vida nueva que brota del bautismo, se alimentan en la eucaristía y, fortalecidos

por el Espíritu Santo, siguen a Jesucristo en fidelidad, poniendo sus vidas al

servicio de la evangelización. Sí, «la vida se acrecienta dándola y se debilita en el

aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan son los que dejan la

seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás.

Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a

los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal. Aquí

descubrimos que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar

vida a los otros. Eso es en definitiva la misión»51

. Recobremos y acrecentemos la

dulce y confortadora alegría de evangelizar.

Objetivo: Poner en estado de misión permanente a la Iglesia en España; para

ello, animar a las comunidades cristianas y a los evangelizadores de toda clase y

condición, a que con sus vidas irradien en el mundo la alegría de Cristo que ellos

han recibido.

Acciones:

51 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 10.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 5 1

• Revisar nuestras actitudes y comportamientos desde la vocación a la que

hemos sido llamados y desde la misión a la que hemos sido enviados con las claves

de la conversión pastoral (EG, nn. 19-49).

• Examinar si la caridad pastoral, desde la virtud de la misericordia, nos

ayuda cada vez más a vivir con entusiasmo la belleza de la fe y a contagiar la

alegría del Evangelio.

• Proponer a todos, hombres y mujeres, niños y adolescentes, jóvenes y

adultos, la vocación a la santidad en general y, oportunamente, la vocación

específica al ministerio sacerdotal, a la vida consagrada y al laicado cristiano.

• Atender la Pastoral Juvenil en todas sus dimensiones y, mediante grupos de

reflexión y oración, ayudar a discernir su identidad, vocación y misión en la

Iglesia y en el mundo.

Agentes: Comisiones Episcopales, Secretariados y demás servicios de la CEE,

Comisión Permanente y Asamblea Plenaria.

2.4 El kerigma o anuncio de la Palabra de Dios (año 2018)

El signo del kerigma o anuncio del Evangelio aparece en el mundo como

mensaje salvador y como clave de interpretación de la vida y de la historia. Ante

la demanda de sentido y ante la experiencia del misterio del pecado, los

cristianos estamos llamados a ser portadores de esperanza, de paz y alegría por

medio del anuncio de Jesucristo, que inaugura y garantiza la realización del reino

de Dios. Es el signo de la palabra libre y liberadora, abierta y llena de fuerza

profética, desinteresada, valiente y consoladora, que ilumina y ofrece claves de

interpretación en las situaciones de la vida; es el signo de la palabra encarnada y

vivida en cada pueblo y en cada hombre.

Objetivo: Después de la lectura de la realidad hecha en la primera parte del

Plan Pastoral y a la luz de las indicaciones emanadas de Evangelii gaudium, revisar

las actitudes, comportamientos y actividades de la Iglesia en España en el

anuncio de la Palabra, para que, atenta a la llamada de Dios y a los signos de los

tiempos, podamos ofrecer propuestas adecuadas para la evangelización y el

fortalecimiento de la fe en el caminar de las comunidades cristianas durante los

próximos años.

Acciones:

• Otorgar una atención preferente a los agentes pastorales que están al

servicio de la transmisión de la fe: sacerdotes, padres de familia, catequistas,

misioneros, educadores, profesores cristianos y acompañarlos en su identidad

cristiana, su formación adecuada, su espiritualidad específica y su compromiso

eclesial.

• Fortalecer la cercanía y acompañamiento a los sacerdotes en su identidad,

vocación y misión. Se hace necesario y conveniente un estudio y reflexión sobre

la situación del clero en sus diversas edades y sensibilidades, así como el cuidado

1 5 2 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

y atención a su dimensión humana, formación intelectual, espiritualidad propia y

preparación pastoral.

• Revisar y acompañar los procesos de catequesis al servicio de la iniciación

cristiana atendiendo a sus dimensiones: catequética, celebrativa y espiritual. Para

ello se ofrecen los documentos de la CEE: La Iniciación Cristiana. Reflexiones y Orientaciones; Custodiar, alimentar y proponer la memoria de Jesucristo; y Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe.

* Fortalecer la presencia de la enseñanza religiosa en la escuela; para ello,

cuidar la calidad de dicha enseñanza, concienciar a los padres de su importancia

para una educación integral y animar a los profesores cristianos en esta tarea

eclesial.

• Fomentar un mayor y mejor conocimiento de la Sagrada Escritura como

Palabra de Dios mediante la creación de grupos bíblicos y de revisión de vida, de

animadores litúrgicos que, siguiendo el método de la lectio divina, alcancen la

gracia de la conversión, maduren como creyentes y se transformen en agentes

que anuncien a Jesucristo con obras y palabras en la vida cotidiana.

• Continuar con la difusión y uso en las comunidades cristianas de los

Leccionarios con el texto para uso litúrgico de la Biblia, versión oficial de la

Conferencia Episcopal Española.

• Propiciar encuentros con personas alejadas de la vida de la Iglesia, con los

indiferentes a la fe y con los no creyentes, al estilo del “atrio de los gentiles”, para

escuchar y acoger sus preocupaciones y, con lenguajes apropiados, ofrecer lo

mejor de la Iglesia, a Jesucristo, que alienta, guía e ilumina a todos los hombres

para que lleguen al conocimiento de la verdad y se salven.

• Aprovechar las Jornadas correspondientes para compartir con los delegados

las acciones realizadas en función de los objetivos propuestos y les puedan servir

para las diócesis.

Agentes: Comisiones Episcopales y demás servicios de la CEE.

2.5 La liturgia, celebración del misterio de Cristo (2019)

«La liturgia es, como señala el Concilio, la cumbre a la que tiende la acción de

la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la que mana toda su fuerza»52

; es una

realidad rica que integra aspectos de naturaleza sacramental, algunos de

institución divina, como la eucaristía y los propios sacramentos, y otros de

carácter antropológico, en los que interviene la necesidad de manifestar las

experiencias más profundas del corazón humano, entre las que se encuentra la

misma dimensión religiosa.

52 CONCILIO VATICANO II, Sacrosanctum Concilium, n. 10.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 5 3

La interacción de estos aspectos en las celebraciones concretas, deudoras

también de la historia de los ritos, de las fiestas, de las costumbres adquiridas y

aun de los modos mismos de expresión y de celebración, hace que sea difícil

encontrar el necesario equilibrio entre lo que se ha de celebrar, de suyo recogido

y determinado en los libros litúrgicos, y las actitudes y motivaciones que es

preciso suscitar o alimentar en los fieles cristianos, sin olvidar las circunstancias

culturales, espacio-temporales, etc., de las celebraciones. De ahí la importancia y

el reto que exige una verdadera pastoral litúrgica.

Objetivo: Promover una más auténtica, fructuosa y activa participación de

los fieles cristianos en las celebraciones litúrgicas.

La revitalización del domingo ha de ocupar uno de nuestros objetivos más

importantes, pues como señala el Concilio, «el domingo es la fiesta primordial,

que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea

también día de alegría y de liberación del trabajo»53

.

La promulgación, en el año 2016, de la tercera edición del Misal Romano en

lengua española continúa siendo una ocasión muy propicia para que a lo largo de

este período se cuide especialmente la pastoral de la celebración de la eucaristía y

se fomente tanto la participación activa y fructuosa de los fieles como el ars celebrandi de los sacerdotes.

Acciones:

• Preparar y acompañar con esmero las celebraciones de los sacramentos de

Iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía), así como del

matrimonio, cuidando su carácter religioso, la correspondiente maduración en la

fe y su eficacia salvadora.

• Proponer y fortalecer la celebración del domingo, eje y clave en la identidad

cristiana, como día de descanso, día del Señor y día de la familia. La celebración

de la misa dominical, como centro del culto semanal, constituye el momento

privilegiado en el que se hace visible la comunidad cristiana. Para ello, se ofrecen

la carta apostólica de san Juan Pablo II Dies Domini y la instrucción pastoral de la

CEE El sentido evangelizador del domingo.

• Revisar en fondo y forma la vida litúrgica en catedrales y parroquias, en

conventos y monasterios, en ermitas y santuarios.

• Potenciar la celebración de los sacramentos de sanación (penitencia y

unción de enfermos) y propiciar espacios y tiempos para la adoración eucarística.

• Analizar y valorar las distintas manifestaciones de religiosidad popular,

purificando lo que haya de deficiencias y potenciando aquello que ayude, tanto al

primer anuncio de Jesucristo para indiferentes y alejados como a fortalecer la

vida cristiana en su integridad para el conjunto del Pueblo de Dios.

53 CONCILIO VATICANO II, Sacrosanctum Concilium, n. 106.

1 5 4 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

• A la luz de las recientes Asambleas del Sínodo de Obispos sobre la Familia,

ofrecer pautas para la adecuada preparación y celebración del matrimonio

cristiano.

• Aprovechar las Jornadas correspondientes para compartir con los delegados

las acciones realizadas en función de los objetivos propuestos y que les puedan

servir para las diócesis.

Agentes: Comisiones Episcopales y demás servicios de la CEE.

2.6 La diaconía o servicio de la caridad (año 2020)

La comunidad cristiana está llamada a testimoniar un nuevo modo de amar,

una tal capacidad de entrega y de compromiso por los demás que haga creíble el

anuncio evangélico de Dios y de su Reino, uno de cuyos valores es la caridad

cristiana. El signo de la diaconía o servicio prende de tal modo en el corazón el

proyecto del reino de Dios que anuncia la Iglesia que parece el más decisivo e

importante, como un verdadero test de autenticidad de los otros signos (cf. Mt 25, 35-46).

Objetivo: Reavivar en el sentir común de la Iglesia, desde la misma

Conferencia Episcopal y sus organismos a las diócesis, parroquias y demás

comunidades cristianas, el mandamiento nuevo de Jesús: «Que os améis unos a

otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán

todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13, 34-35).

Acciones:

• Reavivar en nosotros y en las comunidades cristianas el ejercicio de la

caridad como mano tendida de la Iglesia a las necesidades, sufrimientos y

esperanzas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente los más

pobres, material, espiritual y moralmente: enfermos, ancianos, los privados de

libertad y los excluidos de la sociedad, etc.

• Intensificar el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia y animar a

todos los cristianos a vivir y difundir el compromiso social de la fe.

• Conocer las orientaciones de la encíclica Laudato si´ y promover su lectura

favoreciendo en todos los ambientes eclesiales una verdadera mentalidad

cristiana sobre el cuidado y defensa de la Creación.

• Renovar el espíritu y actitudes de la acción caritativa y social de la Iglesia.

Intensificar la acción y acompañamiento pastoral de Cáritas y demás

organizaciones socio-caritativas eclesiales.

• Abrir las comunidades cristianas a las nuevas pobrezas y urgencias

humanitarias como el desafío migratorio, la situación de los refugiados y

desplazados, los privados de libertad y los excluidos, etc. Tener en cuenta

también otras formas actuales de movilidad humana, amplia y diversa, como el

turismo, y cuidar la atención pastoral en lo que dichos fenómenos generan o

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 5 5

posibilitan en la transmisión de la fe, en las relaciones humanas, en los

trabajadores y sus familias, en los intercambios culturales y de costumbres, etc.

*Acoger y preparar el Año Santo Compostelano (2021) como medio

privilegiado para afianzar en nuestras Iglesias la tarea evangelizadora que el

apóstol Santiago inició en nuestro pueblo.

• Formar personas, jóvenes y adultos, para ser, como el fermento en la masa,

testimonio cristiano en el mundo y, a través de su compromiso personal, social y

político, favorecer la transformación de la sociedad según el plan de Dios.

Después, desde estas personas, fomentar liderazgos y acompañar su inserción en

el campo de la política, de las comunicaciones sociales, de la cultura y de la

economía, allí donde se toman las decisiones y acuerdos que conciernen a todos.

Pensamos en las universidades, especialmente las católicas; en los hospitales y

centros de salud; en los espacios de servicio político; en los grupos y movimientos

para el liderazgo cultural, etc.

• Aprovechar las Jornadas correspondientes para compartir con los delegados

las acciones realizadas en función de los objetivos propuestos y que les puedan

servir para las diócesis.

Agentes: Comisiones Episcopales y demás servicios de la CEE.

Al concluir esta etapa, los distintos Organismos de la CEE buscarán un

tiempo, dentro de sus respectivos encuentros, para ver el seguimiento y hacer la

evaluación de los objetivos y acciones correspondientes a dicho periodo.

Asimismo, al final de los cinco años y como colofón de esta etapa pastoral, es

conveniente y necesario llevar a cabo un Congreso Nacional de Evangelización,

al que se convocará a todo el Pueblo de Dios: obispos, presbíteros, diáconos,

consagrados y laicos.

CONCLUSIÓN

Estos son nuestros propósitos y deseos y esta es ahora nuestra esperanza y

alegría. Queremos prepararnos para animar y guiar a nuestras Iglesias en este

camino de renovación espiritual y de evangelización, y queremos responder así a

las llamadas de Dios y a la invitación del papa Francisco. Al mismo tiempo,

damos gracias a Dios que cuenta con nosotros para proseguir en el mundo su

obra de salvación, a la vez que nos confiamos en la oración de toda la Iglesia para

llegar a conocer la voluntad del Señor y cumplirla fielmente.

Al comenzar este trabajo necesitamos abrir nuestros corazones a la presencia

y a la acción del Espíritu Santo. Para mantener vivo el espíritu misionero es

preciso confiar en la acción del Señor resucitado y en la asistencia permanente

de su Espíritu. Emprendemos este camino con la confianza puesta en el Señor y

en la acción secreta del Espíritu Santo, que mueve a la Iglesia y actúa en los

corazones de todos los hombres.

1 5 6 | C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l

Con nosotros está María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Ella es la misionera

que se acerca a nosotros para acompañarnos en la vida cristiana y en el ejercicio

de la misión54

. Como buena Madre cuida de nosotros y nos asiste en este empeño

por reavivar y fortalecer la fe viva y operante en sus hijos. Ella es la mujer

creyente que, con su fe firme y amorosa, sostiene la fe de los Apóstoles y hace

posible, como en el primer Pentecostés, el entusiasmo por el Evangelio.

A la Virgen María, «Madre del Evangelio viviente, le pedimos que interceda

para que esta invitación a una nueva etapa evangelizadora sea acogida por toda

la comunidad eclesial»55

, que nos aliente en el caminar de discípulos misioneros y

que «vuelva a nosotros esos sus ojos misericordiosos»56

. Que Ella, Madre y

Maestra, nos muestre a Jesús, su hijo, el Buen Pastor, y nos enseñe a «hacer lo

que Él nos diga» (Jn 2, 5). Y que, guiados por el ejemplo y protección del apóstol

Santiago, vivamos contentos por dentro la belleza de la fe y contagiemos por

fuera la alegría del Evangelio.

¡Santa María, Estrella de la Evangelización, Madre de la Iglesia, ruega por

nosotros!

Nombramientos

DE LA SANTA SEDE

Mons. D. Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona (6/11/2015).

Mons. D. Juan Antonio Menédez Fernández, Obispo de Astorga

(12/11/2015).

DE LA ASAMBLEA PLENARIA

Card. Ricardo Blázquez Pérez, Gran Canciller de la Universidad

Pontificia de Salamanca (18/11/2015).

54 Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 286.

55 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 287.

56 Salve popular.

C o n f e r e n c i a E p i s c o p a l | 1 5 7

SANTA SEDE

Santo Padre

AUDIENCIAS GENERALES

El Sínodo de los obispos sobre el tema «La vocación y la misión de la

familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo» (7 de octubre)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hace pocos días comenzó el Sínodo de los obispos sobre el tema «La vocación

y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo». La familia

que camina por la vía del Señor es fundamental en el testimonio del amor de

Dios y merece por ello toda la dedicación de la que la Iglesia es capaz. El Sínodo

está llamado a interpretar, hoy, esta atención y este cuidado de la Iglesia.

Acompañemos todo el itinerario sinodal sobre todo con nuestra oración y

nuestra atención. Y en este período las catequesis serán reflexiones inspiradas por

algunos aspectos de la relación -que bien podemos decir indisoluble- entre la

Iglesia y la familia, con el horizonte abierto al bien de la entera comunidad

humana. Una mirada atenta a la vida cotidiana de los hombres y mujeres de hoy

muestra inmediatamente la necesidad que hay por todos lados de una robusta

inyección de espíritu familiar. De hecho, el estilo de las relaciones -civiles,

económicas, jurídicas, profesionales, de ciudadanía- aparece muy racional,

formal, organizado, pero también muy «deshidratado», árido, anónimo. A veces

se vuelve insoportable. Aún queriendo ser inclusivo en sus formas, en la realidad

abandona a la soledad y al descarte un número cada vez mayor de personas.

Por esto, la familia abre para toda la sociedad una perspectiva mucho más

humana: abre los ojos de los hijos sobre la vida -y no solo la mirada, sino también

todos los demás sentidos- representando una visión de la relación humana

edificada sobre la libre alianza de amor. La familia introduce a la necesidad de las

uniones de fidelidad, sinceridad, confianza, cooperación, respeto; anima a

proyectar un mundo habitable y a creer en las relaciones de confianza, también

en condiciones difíciles; enseña a honrar la palabra dada, el respeto por las

personas, el compartir los límites personales y de los demás. Y todos somos

conscientes de lo insustituible de la preocupación familiar por los miembros más

pequeños, más vulnerables, más heridos, e incluso los más desastrosos en las

conductas de su vida. En la sociedad, quien practica estas actitudes, las ha

asimilado del espíritu familiar, no de la competición y el deseo de

autorrealización. Ahora bien, aún sabiendo todo esto, no se da a la familia el peso

debido -y reconocimiento, y apoyo- en la organización política y económica de la

S a n t a S e d e | 1 5 9

sociedad contemporánea. Quisiera decir más: la familia no solo no tiene el

reconocimiento adecuado, ¡sino que no genera más aprendizaje! A veces se

podría decir que, con toda su ciencia y su técnica, la sociedad moderna no es

capaz todavía de traducir estos conocimientos en formas mejores de convivencia

civil. No solo la organización de la vida común se topa cada vez más con una

burocracia del todo extraña a las uniones humanas fundamentales, sino, incluso,

las costumbres sociales y políticas muestran a menudo signos de degradación -

agresividad, vulgaridad, desprecio…-, que están por debajo del umbral de una

educación familiar también mínima. En esta coyuntura, los extremos opuestos de

este afeamiento de las relaciones -la obtusa tecnocracia y el «familismo» amoral-

se conjugan y se alimentan recíprocamente. Esto es una paradoja. La Iglesia

individua hoy, en este punto exacto, el sentido histórico de su misión sobre la

familia y sobre el auténtico espíritu familiar: comenzando por una atenta revisión

de vida, que se refiere a sí misma. Se podría decir que el «espíritu familiar» es una

carta constitucional para la Iglesia: así el cristianismo debe aparecer, y así debe

ser. Está escrito en letras claras: «Vosotros que un tiempo estabais lejos -dice san

Pablo- […] ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos

y miembros de la familia de Dios» (Ef 2, 19).

La Iglesia es y debe ser la familia de Dios. Jesús, al llamar a Pedro para

seguirlo, le dijo que le haría «pescador de hombres»; y por esto es necesario un

nuevo tipo de redes. Podríamos decir que hoy las familias son una de las redes

más importantes para la misión de Pedro y de la Iglesia. ¡Esta no es una red que

hace prisioneros! Al contrario, libera de las malas aguas del abandono y la

indiferencia, que ahogan a muchos seres humanos en el mar de la soledad y de la

indiferencia. Las familias saben bien qué es la dignidad de sentirse hijos y no

esclavos, o extraños, o solo un número de documento de identidad. Desde aquí,

desde la familia, Jesús comienza de nuevo su paso entre los seres humanos para

persuadirlos que Dios no les ha olvidado. De aquí, Pedro toma fuerzas para su

ministerio. De aquí la Iglesia, obedeciendo a la palabra del Maestro, sale a pescar

al lago, segura que, si esto sucede, la pesca será milagrosa.

Que el entusiasmo de los padres sinodales, animados por el Espíritu Santo,

pueda fomentar el impulso de una Iglesia que abandona las viejas redes y se pone

a pescar confiando en la palabra de su Señor. ¡Recemos intensamente por esto!

Cristo, por lo demás, prometió y nos tranquiliza: si incluso los malos padres no

niegan el pan a los hijos hambrientos, ¡imaginémonos si Dios no dará el Espíritu

a quienes -aun imperfectos como son- lo piden con apasionada insistencia (cf. Lc

11, 9-13)!

1 6 0 | S a n t a S e d e

Audiencia general interreligiosa con ocasión del 50 aniversario de la

promulgación de la declaración conciliar Nostra aetate (28 de octubre)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las audiencias generales hay a menudo personas o grupos pertenecientes a

otras religiones; pero hoy esta presencia es del todo especial, por recordar juntos

el 50º aniversario de la declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre

las relaciones de la Iglesia católica con las religiones no cristianas. Este tema

ocupaba un lugar central para el beato Papa Pablo VI, que en la fiesta de

Pentecostés del año anterior al final del Concilio había instituido el Secretariado

para los no cristianos, hoy Consejo pontificio para el diálogo interreligioso.

Expreso por eso mi gratitud y mi calurosa bienvenida a personas y grupos de

diferentes religiones, que hoy han querido estar presentes, especialmente a

quienes vienen de lejos.

El Concilio Vaticano ii fue un tiempo extraordinario de reflexión, diálogo y

oración para renovar la mirada de la Iglesia católica sobre sí misma y sobre el

mundo. Una lectura de los signos de los tiempos con vistas a una actualización

orientada por una doble fidelidad: fidelidad a la tradición eclesial y fidelidad a la

historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. De hecho Dios, que se ha

revelado en la creación y en la historia, que ha hablado por medio de los profetas

y de forma plena en su Hijo hecho hombre (cf. Heb 1, 1), se dirige al corazón y al

espíritu de cada ser humano que busca la verdad y las vías para practicarla.

El mensaje de la declaración Nostra aetate es siempre actual. Recuerdo

brevemente algunos puntos:

— La creciente interdependencia de los pueblos (cf. n. 1);

— la búsqueda humana de un sentido de la vida, del sufrimiento, de la

muerte, preguntas que siempre acompañan nuestro camino (cf. n. 1);

— el origen común y el destino común de la humanidad (cf. n. 1);

— la unicidad de la familia humana (cf. n. 1);

— las religiones como búsqueda de Dios o del Absoluto, en las diferentes

etnias y culturas (cf. n. 1);

— la mirada benévola y atenta de la Iglesia a las religiones: ella no rechaza

nada de lo que en estas religiones hay de bello y verdadero (cf. n. 2);

— la Iglesia mira con estima a los creyentes de todas las religiones, apreciando

su compromiso espiritual y moral (cf. n. 2);

— la Iglesia, abierta al diálogo con todos, es al mismo tiempo fiel a la verdad

en la que cree, comenzando por la verdad de que la salvación que se ofrece a

todos tiene su origen en Jesús, único salvador, y que el Espíritu Santo actúa como

fuente de paz y amor.

S a n t a S e d e | 1 6 1

Son muchos los eventos, las iniciativas, las relaciones institucionales o

personales con las religiones no cristianas de estos últimos cincuenta años, y es

difícil recordarlos todos. Un hecho particularmente significativo fue el encuentro

de Asís del 27 de octubre de 1986. Este fue querido y promovido por san Juan

Pablo ii, quien un año antes, es decir hace treinta años, dirigiéndose a los jóvenes

musulmanes en Casablanca deseaba que todos los creyentes en Dios favorecieran

la amistad y la unión entre los hombres y los pueblos (19/08/1985). La llama,

encendida en Asís, se extendió por todo el mundo y constituye un signo

permanente de esperanza.

Una especial gratitud hacia Dios merece la auténtica transformación que ha

experimentado en estos 50 años la relación entre cristianos y judíos. Indiferencia

y oposición se han transformado en colaboración y benevolencia. De enemigos y

extraños nos hemos convertido en amigos y hermanos. El Concilio, con la

declaración Nostra aetate, trazó la vía: «sí» al redescubrimiento de las raíces

judías del cristianismo; «no» a cualquier forma de antisemitismo y condena de

toda injuria, discriminación y persecución que se derivan. El conocimiento, el

respeto y la estima mutua constituyen el camino que, si bien vale en modo

peculiar para la relación con los judíos, vale análogamente también para la

relación con las otras religiones. Pienso de modo particular en los musulmanes,

que -como recuerda el Concilio- «adoran al único Dios, viviente y subsistente,

misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los

hombres» (Nostra aetate, 3). Estos se refieren a la paternidad de Abraham,

veneran a Jesús como profeta, honran a su Madre virgen, María, esperan el día

del juicio, y practican la oración, la limosna y el ayuno (cf. ibid).

El diálogo que necesitamos no puede ser sino abierto y respetuoso, y entonces

se revela fructífero. El respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del

diálogo interreligioso: respetar el derecho de otros a la vida, a la integridad física,

a las libertades fundamentales, es decir a la libertad de conciencia, pensamiento,

expresión y religión. El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos exhorta a

colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que

no profesan ninguna religión, nos pide respuestas efectivas sobre numerosos

temas: la paz, el hambre, la miseria que aflige a millones de personas, la crisis

ambiental, la violencia, en particular la cometida en nombre de la religión, la

corrupción, la degradación moral, la crisis de la familia, de la economía, de las

finanzas y sobre todo de la esperanza. Nosotros creyentes no tenemos recetas

para estos problemas, pero tenemos un gran recurso: la oración. Y nosotros

creyentes rezamos. Tenemos que rezar. La oración es nuestro tesoro, a la que nos

acercamos según nuestras respectivas tradiciones, para pedir los dones que

anhela la humanidad.

A causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de

sospecha o incluso de condena de las religiones. En realidad, aunque ninguna

religión es inmune al riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas en

1 6 2 | S a n t a S e d e

individuos o grupos (cf. Discurso, 24/09/2015), es necesario mirar los valores

positivos que viven y proponen y que son fuentes de esperanza. Se trata de alzar

la mirada para ir más allá. El diálogo basado en el respeto lleno de confianza

puede traer semillas de bien que se transforman en brotes de amistad y de

colaboración en muchos campos, y sobre todo en el servicio a los pobres, a los

pequeños, a los ancianos, en la acogida de los migrantes, en la atención a quien

está excluido. Podemos caminar juntos cuidando los unos de los otros y de la

creación. Todos los creyentes de cada religión. Juntos podemos alabar al Creador

por habernos dado el jardín del mundo para cultivar y cuidar como un bien

común, y podemos realizar proyectos compartidos para combatir la pobreza y

asegurar a cada hombre y mujer condiciones de vida dignas.

El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que está ante nosotros, es una

ocasión propicia para trabajar juntos en el campo de las obras de caridad. Y en

este campo, donde cuenta sobre todo la compasión, pueden unirse a nosotros

muchas personas que no se sienten creyentes o que están en búsqueda de Dios y

de la verdad, personas que ponen al centro el rostro del otro, en particular el

rostro del hermano y de la hermana necesitados. Y la misericordia a la cual somos

llamados abraza a toda la creación, que Dios nos ha confiado para ser cuidadores

y no explotadores, o peor todavía, destructores. Debemos siempre proponernos

dejar el mundo mejor de como lo hemos encontrado (cf. Laudato si’, 194),

empezando por el ambiente en el cual vivimos, por los pequeños gestos de

nuestra vida cotidiana.

Queridos hermanos y hermanas, en lo referente al futuro del diálogo

interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Y rezar los unos por

los otros: ¡somos hermanos! Sin el Señor, nada es posible; con Él, ¡todo se vuelve

posible! Que nuestra oración -cada uno según la propia tradición- pueda

adherirse plenamente a la voluntad de Dios, quien desea que todos los hombres

se reconozcan hermanos y vivan como tal, formando la gran familia humana en

la armonía de la diversidad.

HOMILÍAS

Apertura de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los

Obispos (4 de octubre)

«Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros su amor ha llegado

en nosotros a su plenitud» (1 Jn 4, 12).

Las lecturas bíblicas de este domingo parecen elegidas a propósito para el

acontecimiento de gracia que la Iglesia está viviendo, es decir, la Asamblea

S a n t a S e d e | 1 6 3

Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema de la familia que se inaugura

con esta celebración eucarística.

Dichas lecturas se centran en tres aspectos: el drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia.

La soledad

Adán, como leemos en la primera lectura, vivía en el Paraíso, ponía los

nombres a las demás creaturas, ejerciendo un dominio que demuestra su

indiscutible e incomparable superioridad, pero aun así se sentía solo, porque «no

encontraba ninguno como él que lo ayudase» (Gn 2, 20) y experimentaba la

soledad.

La soledad, el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres. Pienso en

los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en

los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y

por su propio marido; en tantas personas que de hecho se sienten solas, no

comprendidas y no escuchadas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de

la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del

consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte.

Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas

de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia;

muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado;

tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en

el corazón; muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca

autonomía… Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se

encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la

esclavitud del placer y del dios dinero.

Hoy vivimos en cierto sentido la misma experiencia de Adán: tanto poder

acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen. Cada

vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en

la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buenas y en la

mala suerte. El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de

burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más

avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de

natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de

contaminación ambiental y social.

El amor entre el hombre y la mujer

Leemos en la primera lectura que el corazón de Dios se entristeció al ver la

soledad de Adán y dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle

alguien como él que le ayude» (Gn 2, 18). Estas palabras muestran que nada

hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda,

que lo ame y que acabe con la soledad y el sentirse solo. Muestran también que

Dios no ha creado al ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino

1 6 4 | S a n t a S e d e

para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que le sea

complementaria; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de

amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos, como dice el salmo

que se ha proclamado hoy (cf. Sal 128).

Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la

unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la

donación recíproca. Es el mismo designio que Jesús resume en el Evangelio de

hoy con estas palabras: «Al principio de la creación Dios los creó hombre y

mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su

mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola

carne» (Mc 10, 6-8; cf. Gn 1, 27; 2, 24).

Jesús, ante la pregunta retórica que le habían dirigido -probablemente como

una trampa, para hacerlo quedar mal ante la multitud que lo seguía y que

practicaba el divorcio, como realidad consolidada e intangible-, responde de

forma sencilla e inesperada: restituye todo al origen, al origen de la creación, para

enseñarnos que Dios bendice el amor humano, es él el que une los corazones de

un hombre y una mujer que se aman y los une en la unidad y en la

indisolubilidad. Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir

juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y

originante.

La familia

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10,9). Es una

exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de

legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado

auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios.

De hecho, sólo a la luz de la locura de la gratuidad del amor pascual de Jesús

será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único y usque ad mortem.

Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin

el cual su creatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a

este proyecto paraliza el corazón humano.

Paradójicamente también el hombre de hoy -que con frecuencia ridiculiza

este plan- permanece atraído y fascinado por todo amor auténtico, por todo amor

sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los

amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la

carne, pero desea la entrega total.

En efecto «ahora que hemos probado plenamente las promesas de la libertad

ilimitada, empezamos a entender de nuevo la expresión “la tristeza de este

mundo”. Los placeres prohibidos perdieron su atractivo cuando han dejado de

ser prohibidos. Aunque tiendan a lo extremo y se renueven al infinito, resultan

insípidos porque son cosas finitas, y nosotros, en cambio, tenemos sed de

S a n t a S e d e | 1 6 5

infinito» (Joseph Ratzinger, Auf Christus schauen. Einübung in Glaube, Hoffnung,

Liebe, Freiburg 1989, p. 73).

En este contexto social y matrimonial bastante difícil, la Iglesia está llamada a

vivir su misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.

Vive su misión en la fidelidad a su Maestro como voz que grita en el

desierto, para defender el amor fiel y animar a las numerosas familias que viven

su matrimonio como un espacio en el cual se manifiestan el amor divino; para

defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la

indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la

capacidad del hombre de amar en serio.

Vivir su misión en la verdad que no cambia según las modas pasajeras o las

opiniones dominantes. La verdad que protege al hombre y a la humanidad de las

tentaciones de autoreferencialidad y de transformar el amor fecundo en egoísmo

estéril, la unión fiel en vínculo temporal. «Sin verdad, la caridad cae en mero

sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena

arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad»

(Caritas in veritate, 3).

Y la Iglesia está llamada a vivir su misión en la caridad que no señala con el

dedo para juzgar a los demás, sino que -fiel a su naturaleza como madre- se siente

en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de

la misericordia; de ser «hospital de campo», con las puertas abiertas para acoger a

quien llama pidiendo ayuda y apoyo; aún más, de salir del propio recinto hacia

los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para

incluirla y conducirla a la fuente de salvación.

Una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que

«el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2, 27); y

que Jesús también dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he

venido a llamar justos, sino pecadores» (Mc 2, 17). Una Iglesia que educa al

amor auténtico, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida.

Recuerdo a san Juan Pablo II cuando decía: «El error y el mal deben ser

condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca

debe ser comprendido y amado […] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y

ayudar al hombre de nuestro tiempo.» (Discurso, 30/12/1978). Y la Iglesia debe

buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se

traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera:

«El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se

avergüenza de llamarlos hermanos» (Hb 2, 11).

Con este espíritu, le pedimos al Señor que nos acompañe en el Sínodo y que

guíe a su Iglesia a través de la intercesión de la Santísima Virgen María y de San

José, su castísimo esposo.

1 6 6 | S a n t a S e d e

Clausura de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los

Obispos (25 de octubre)

Las tres lecturas de este domingo nos presentan la compasión de Dios, su

paternidad, que se revela definitivamente en Jesús.

El profeta Jeremías, en pleno desastre nacional, mientras el pueblo estaba

deportado por los enemigos, anuncia que «el Señor ha salvado a su pueblo, ha

salvado al resto de Israel» (31, 7). Y ¿por qué lo hizo? Porque él es Padre (cf. v.

9); y como el Padre cuida de sus hijos, los acompaña en el camino, sostiene a los

«ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas» (31, 8). Su paternidad les abre

una vía accesible, una forma de consolación después de tantas lágrimas y tantas

amarguras. Si el pueblo permanece fiel, si persevera en buscar a Dios incluso en

una tierra extranjera, Dios cambiará su cautiverio en libertad, su soledad en

comunión: lo que hoy siembra el pueblo con lágrimas, mañana lo cosechará con

la alegría (cf. Sal 125, 6).

Con el Salmo, también nosotros hemos expresado la alegría, que es fruto de la

salvación del Señor: «La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares» (v.

2). El creyente es una persona que ha experimentado la acción salvífica de Dios

en la propia vida. Y nosotros, los pastores, hemos experimentado lo que significa

sembrar con fatiga, a veces llorando, y alegrarnos por la gracia de una cosecha

que siempre va más allá de nuestras fuerzas y de nuestras capacidades.

El pasaje de la Carta a los Hebreos nos ha presentado la compasión de Jesús.

También él «está envuelto en debilidades» (5, 2), para sentir compasión por

quienes yacen en la ignorancia y en el error. Jesús es el Sumo Sacerdote grande,

santo, inocente, pero al mismo tiempo es el Sumo Sacerdote que ha compartido

nuestras debilidades y ha sido puesto a prueba en todo como nosotros, menos en

el pecado (cf. 4, 15). Por eso es el mediador de la nueva y definitiva alianza que

nos da salvación.

El Evangelio de hoy nos remite directamente a la primera Lectura: así como el

pueblo de Israel fue liberado gracias a la paternidad de Dios, también Bartimeo

fue liberado gracias a la compasión de Jesús que acababa de salir de Jericó. A

pesar de que apenas había emprendido el camino más importante, el que va

hacia Jerusalén, se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar

por su petición, se deja implicar en su situación. No se contenta con darle

limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente. No le da indicaciones ni

respuestas, pero hace una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti»? (Mc 10, 51).

Podría parecer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista?

Sin embargo, con esta pregunta, hecha «de tú a tú», directa pero respetuosa,

Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quiere un coloquio con

cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada

ante Dios. Después de la curación, el Señor dice a aquel hombre: «Tu fe te ha

salvado» (v. 52). Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo,

S a n t a S e d e | 1 6 7

confiando en él. Él cree en nosotros más de lo que nosotros creemos en nosotros

mismos.

Hay un detalle interesante. Jesús pide a sus discípulos que vayan y llamen a

Bartimeo. Ellos se dirigen al ciego con dos expresiones, que sólo Jesús utiliza en el

resto del Evangelio. Primero le dicen: «¡Ánimo!», una palabra que literalmente

significa «ten confianza, anímate». En efecto, sólo el encuentro con Jesús da al

hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves. La segunda expresión

es «¡levántate!», como Jesús había dicho a tantos enfermos, llevándolos de la

mano y curándolos. Los suyos no hacen más que repetir las palabras alentadoras

y liberadoras de Jesús, guiando hacia él directamente, sin sermones. Los

discípulos de Jesús están llamados a esto, también hoy, especialmente hoy: a

poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva. Cuando el

grito de la humanidad, como el de Bartimeo, se repite aún más fuerte, no hay

otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y sobre todo imitar su

corazón. Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de

misericordia. Hoy es tiempo de misericordia.

Pero hay algunas tentaciones para los que siguen a Jesús. El Evangelio de hoy

destaca al menos dos. Ninguno de los discípulos se para, como hace Jesús. Siguen

caminando, pasan de largo como si nada hubiera sucedido. Si Bartimeo era ciego,

ellos son sordos: aquel problema no es problema suyo. Este puede ser nuestro

riesgo: ante continuos apuros, es mejor seguir adelante, sin preocuparse. De esta

manera, estamos con Jesús como aquellos discípulos, pero no pensamos como

Jesús. Se está en su grupo, pero se pierde la apertura del corazón, se pierde la

maravilla, la gratitud y el entusiasmo, y se corre el peligro de convertirse en

«habituales de la gracia». Podemos hablar de él y trabajar para él, pero vivir lejos

de su corazón, que está orientado a quien está herido. Esta es la tentación: una

«espiritualidad del espejismo». Podemos caminar a través de los desiertos de la

humanidad sin ver lo que realmente hay, sino lo que a nosotros nos gustaría ver;

somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el

Señor pone delante de nuestros ojos. Una fe que no sabe radicarse en la vida de

la gente permanece árida y, en lugar oasis, crea otros desiertos.

Hay una segunda tentación, la de caer en una «fe de mapa». Podemos

caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos nuestra hoja de ruta, donde entra

todo: sabemos dónde ir y cuánto tiempo se tarda; todos deben respetar nuestro

ritmo y cualquier inconveniente nos molesta. Corremos el riesgo de hacernos

como aquellos «muchos» del Evangelio, que pierden la paciencia y reprochan a

Bartimeo. Poco antes habían reprendido a los niños (cf. 10, 13), ahora al

mendigo ciego: quien molesta o no tiene categoría, ha de ser excluido. Jesús, por

el contrario, quiere incluir, especialmente a quienes están relegados al margen y

le gritan. Estos, como Bartimeo, tienen fe, porque saberse necesitados de

salvación es el mejor modo para encontrar a Jesús.

1 6 8 | S a n t a S e d e

Y, al final, Bartimeo se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). No sólo

recupera la vista, sino que se une a la comunidad de los que caminan con Jesús.

Queridos hermanos sinodales, hemos caminado juntos. Les doy las gracias por el

camino que hemos compartido con la mirada puesta en el Señor y en los

hermanos, en busca de las sendas que el Evangelio indica a nuestro tiempo para

anunciar el misterio de amor de la familia. Sigamos por el camino que el Señor

desea. Pidámosle a él una mirada sana y salvada, que sabe difundir luz porque

recuerda el esplendor que la ha iluminado. Sin dejarnos ofuscar nunca por el

pesimismo y por el pecado, busquemos y veamos la gloria de Dios que

resplandece en el hombre viviente.

Solemnidad de todos los santos (1 de noviembre)

En el Evangelio hemos escuchado a Jesús que enseña a sus discípulos y a la

gente reunida en la colina cercana al lago de Galilea (cf. Mt 5, 1-12). La palabra

del Señor resucitado y vivo nos indica también a nosotros, hoy, el camino para

alcanzar la verdadera beatitud, el camino que conduce al Cielo. Es un camino

difícil de comprender porque va contra corriente, pero el Señor nos dice que

quien va por este camino es feliz, tarde o temprano alcanza la felicidad.

«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los

cielos». Podemos preguntarnos, ¿cómo puede ser feliz una persona pobre de

corazón, cuyo único tesoro es el reino de los cielos? La razón es precisamente

ésta: que al tener el corazón despojado y libre de muchas cosas mundanas, esta

persona es «esperada» en el reino de los cielos.

«Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados». ¿Cómo pueden

ser felices los que lloran? Sin embargo, quién en la vida nunca ha experimentado

la tristeza, la angustia, el dolor, no conocerá jamás la fuerza de la consolación. En

cambio, pueden ser felices cuantos tienen la capacidad de conmoverse, la

capacidad de sentir en el corazón el dolor que hay en sus vidas y en la vida de los

demás. ¡Ellos serán felices! Porque la tierna mano de Dios Padre los consolará y

los acariciará.

«Bienaventurados los mansos». Y nosotros al contrario, ¡cuántas veces somos

impacientes, nerviosos, siempre listos para quejarnos! Reclamamos tanto de los

demás, pero cuando nos tocan a nosotros, reaccionamos alzando la voz, como si

fuéramos dueños del mundo, mientras que en realidad todos somos hijos de Dios.

Más bien, pensemos en esas mamás y papás que son muy pacientes con los hijos,

que «los hacen enloquecer». Este es el camino del Señor: el camino de la

mansedumbre y la paciencia. Jesús ha recorrido este camino: desde pequeño ha

soportado la persecución y el exilio; y después, siendo adulto, las calumnias, los

S a n t a S e d e | 1 6 9

engaños, las falsas acusaciones en los tribunales; y todo lo ha soportado con

mansedumbre. Ha soportado por amor a nosotros incluso la cruz.

«Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia, porque serán

saciados». Sí, los que tienen un fuerte sentido de la justicia, y no sólo hacia los

demás, sino antes que nada hacia ellos mismos, estos serán saciados, porque

están listos para recibir la justicia más grande, la que solo Dios puede dar.

Y luego, «bienaventurados los misericordiosos, porque encontrarán

misericordia». Felices los que saben perdonar, que tienen misericordia por los

demás y que no juzgan todo ni a todos, sino que buscan ponerse en el lugar de los

otros. El perdón es la cosa que todos necesitamos, nadie está excluido. Por eso al

inicio de la Misa nos reconocemos como lo que somos, es decir pecadores. Y no

es una forma de decir, una formalidad: es un acto de verdad. «Señor, aquí estoy,

ten piedad de mí». Y si sabemos dar a los demás el perdón que pedimos para

nosotros, somos bienaventurados. Como decimos en el «Padre Nuestro»:

«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos

ofenden».

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de

Dios». Miremos el rostro de los que van por ahí sembrando cizaña: ¿son felices?

Los que buscan siempre la ocasión para enredar, para aprovecharse de los demás,

¿son felices? No, no pueden ser felices. En cambio, los que cada día, con

paciencia, buscan sembrar la paz, son artesanos de paz, de reconciliación, estos sí

que son bienaventurados, porque son verdaderos hijos de nuestro Padre del

Cielo, que siembra siempre y sólo paz, a tal punto que ha enviado al mundo su

Hijo como semilla de paz para la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, este es el camino de la santidad, y es el

mismo camino de la felicidad. Es el camino que ha recorrido Jesús, es más, es Él

mismo este camino: quien camina con Él y pasa a través de Él entra en la vida,

en la vida eterna. Pidamos al Señor la gracia de ser personas sencillas y humildes,

la gracia de saber llorar, la gracia de ser mansos, la gracia de trabajar por la

justicia y la paz, y sobre todo la gracia de dejarnos perdonar por Dios para

convertirnos en instrumentos de su misericordia.

Así han hecho los santos, que nos han precedido en la patria celestial. Ellos

nos acompañan en nuestra peregrinación terrena, nos animan a ir adelante. Que

su intercesión nos ayude a caminar en la vía de Jesús, y obtenga la felicidad

eterna para nuestros hermanos y hermanas difuntos, por quienes ofrecemos esta

misa.

1 7 0 | S a n t a S e d e

Apertura de la Puerta Santa, en el comienzo del Jubileo extraordinario de

la misericordia (8 de diciembre)

En breve tendré la alegría de abrir la Puerta Santa de la Misericordia. Como

hice en Bangui, cumplimos este gesto, a la vez sencillo y fuertemente simbólico, a

la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, y que pone en primer plano el

primado de la gracia. En efecto, en estas lecturas se repite con frecuencia una

expresión que evoca la que el ángel Gabriel dirigió a una joven muchacha,

asombrada y turbada, indicando el misterio que la envolvería: «Alégrate, llena de

gracia» (Lc 1, 28).

La Virgen María está llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el

Señor hizo en ella. La gracia de Dios la envolvió, haciéndola digna de convertirse

en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, también el misterio más

profundo, que va más más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella

en un motivo de alegría, motivo de fe, motivo de abandono a la palabra que se

revela. La plenitud de la gracia transforma el corazón, y lo hace capaz de realizar ese

acto tan grande que cambiará la historia de la humanidad.

La fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios. Él

no sólo perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original

que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva. El comienzo de la historia del pecado en el Jardín del

Edén desemboca en el proyecto de un amor que salva. Las palabras del Génesis

nos remiten a la experiencia cotidiana de nuestra existencia personal. Siempre

existe la tentación de la desobediencia, que se manifiesta en el deseo de organizar

nuestra vida al margen de la voluntad de Dios. Esta es la enemistad que insidia

continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios. Y, sin

embargo, también la historia del pecado se comprende sólo a la luz del amor que

perdona. El pecado sólo se entiende con esta luz. Si todo quedase relegado al

pecado, seríamos los más desesperados de entre las criaturas, mientras que la

promesa de la victoria del amor de Cristo encierra todo en la misericordia del

Padre. La palabra de Dios que hemos escuchado no deja lugar a dudas a este

propósito. La Virgen Inmaculada es para nosotros testigo privilegiado de esta

promesa y de su cumplimiento.

Este Año Extraordinario es también un don de gracia. Entrar por la puerta

significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos

y sale personalmente al encuentro de cada uno. Es Él el que nos busca. Es Él el

que sale a nuestro encuentro. Será un año para crecer en la convicción de la misericordia. Cuánto se ofende a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo

que los pecados son castigados por su juicio, en vez de destacar que son

perdonados por su misericordia (cf. san Agustín, De praedestinatione sanctorum

12, 24) Sí, así es precisamente. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en

cualquier caso, el juicio de Dios tendrá lugar siempre a la luz de su misericordia.

S a n t a S e d e | 1 7 1

Que el atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, haga que nos sintamos partícipes

de este misterio de amor. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no

es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo.

Hoy, aquí en Roma y en todas las diócesis del mundo, cruzando la Puerta

Santa, queremos recordar también otra puerta que los Padres del Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, abrieron hacia el mundo. Esta fecha no puede

ser recordada sólo por la riqueza de los documentos producidos, que hasta el día

de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe. En primer lugar, sin

embargo, el Concilio fue un encuentro. Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que

empujaba a la Iglesia a salir de las aguas poco profundas que durante muchos

años la habían recluido en sí misma, para reemprender con entusiasmo el camino

misionero. Era un volver a tomar el camino para ir al encuentro de cada hombre

allí donde vive: en su ciudad, en su casa, en el trabajo...; dondequiera que haya

una persona, allí está llamada la Iglesia a ir para llevar la alegría del Evangelio y

llevar la misericordia y el perdón de Dios. Un impulso misionero, por lo tanto,

que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el

mismo entusiasmo. El jubileo nos estimula a esta apertura y nos obliga a no

descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del Samaritano, como recordó el

beato Pablo VI en la conclusión del Concilio. Que al cruzar hoy la Puerta Santa

nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano.

Solemnidad de la Natividad del Señor (24 de diciembre)

En esta noche brilla una «luz grande» (Is 9, 1); sobre nosotros resplandece la

luz del nacimiento de Jesús. Qué actuales y ciertas son las palabras del profeta

Isaías, que acabamos de escuchar: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo» (Is 9,2). Nuestro corazón estaba ya lleno de alegría mientras esperaba este momento;

ahora, ese sentimiento se ha incrementado hasta rebosar, porque la promesa se

ha cumplido, por fin se ha realizado. El gozo y la alegría nos aseguran que el

mensaje contenido en el misterio de esta noche viene verdaderamente de Dios.

No hay lugar para la duda; dejémosla a los escépticos que, interrogando sólo a la

razón, no encuentran nunca la verdad. No hay sitio para la indiferencia, que se

apodera del corazón de quien no sabe querer, porque tiene miedo de perder algo.

La tristeza es arrojada fuera, porque el Niño Jesús es el verdadero consolador del

corazón.

Hoy ha nacido el Hijo de Dios: todo cambia. El Salvador del mundo viene a

compartir nuestra naturaleza humana, no estamos ya solos ni abandonados. La

Virgen nos ofrece a su Hijo como principio de vida nueva. La luz verdadera viene

1 7 2 | S a n t a S e d e

a iluminar nuestra existencia, recluida con frecuencia bajo la sombra del pecado.

Hoy descubrimos nuevamente quiénes somos. En esta noche se nos muestra

claro el camino a seguir para alcanzar la meta. Ahora tiene que cesar el miedo y

el temor, porque la luz nos señala el camino hacia Belén. No podemos quedarnos

inermes. No es justo que estemos parados. Tenemos que ir y ver a nuestro

Salvador recostado en el pesebre. Este es el motivo del gozo y la alegría: este

Niño «ha nacido para nosotros», «se nos ha dado», como anuncia Isaías (cf. 9, 5).

Al pueblo que desde hace dos mil años recorre todos los caminos del mundo,

para que todos los hombres compartan esta alegría, se le confía la misión de dar a

conocer al «Príncipe de la paz» y ser entre las naciones su instrumento eficaz.

Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y

dejemos que ese Niño nos hable; grabemos en nuestro corazón sus palabras sin

apartar la mirada de su rostro. Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace,

nos dará la paz del corazón que no conoce ocaso. Este Niño nos enseña lo que es

verdaderamente importante en nuestra vida. Nace en la pobreza del mundo,

porque no hay un puesto en la posada para Él y su familia. Encuentra cobijo y

amparo en un establo y viene recostado en un pesebre de animales. Y, sin

embargo, de esta nada brota la luz de la gloria de Dios. Desde aquí, comienza

para los hombres de corazón sencillo el camino de la verdadera liberación y del

rescate perpetuo. De este Niño, que lleva grabados en su rostro los rasgos de la

bondad, de la misericordia y del amor de Dios Padre, brota para todos nosotros

sus discípulos, como enseña el apóstol Pablo, el compromiso de «renunciar a la

impiedad» y a las riquezas del mundo, para vivir una vida «sobria, justa y

piadosa» (Tt 2, 12).

En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de

abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un

comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y

vivir lo que es importante. En un mundo, a menudo duro con el pecador e

indulgente con el pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de

la búsqueda y el poner en práctica la voluntad de Dios. Ante una cultura de la

indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de

vida ha de estar lleno de piedad, de empatía, de compasión, de misericordia, que

extraemos cada día del pozo de la oración.

Que, al igual que el de los pastores de Belén, nuestros ojos se llenen de

asombro y maravilla al contemplar en el Niño Jesús al Hijo de Dios. Y que, ante

Él, brote de nuestros corazones la invocación: «Muéstranos, Señor, tu

misericordia y danos tu salvación» (Sal 85, 8).

S a n t a S e d e | 1 7 3

Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José

Las Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos presentan la imagen de dos

familias que hacen su peregrinación hacia la casa de Dios. Elcaná y Ana llevan a

su hijo Samuel al templo de Siló y lo consagran al Señor (cf. 1 S 1, 20- 22, 24-

28). Del mismo modo, José y María, junto con Jesús, se ponen en marcha hacia

Jerusalén para la fiesta de Pascua (cf. Lc 2, 41-52).

Podemos ver a menudo a los peregrinos que acuden a los santuarios y lugares

entrañables para la piedad popular. En estos días, muchos han puesto en camino

para llegar a la Puerta Santa abierta en todas las catedrales del mundo y también

en tantos santuarios. Pero lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de

Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van

juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección

importante que se ofrece también a nuestras familias. Podemos decir incluso que

la vida de la familia es un conjunto de pequeñas y grandes peregrinaciones.

Por ejemplo, cuánto bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús

a decir sus oraciones. Y esto es una peregrinación, la peregrinación de educar en

la oración. Y también nos hace bien saber que durante la jornada rezaban juntos;

y que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y

los Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la peregrinación a

Jerusalén, ciertamente cantaban con las palabras del Salmo: «¡Qué alegría

cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando nuestros pies

tus umbrales, Jerusalén» (122, 1-2).

Qué importante es para nuestras familias a caminar juntos para alcanzar una

misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino

donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegría

y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el tiempo

de oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a

sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la

señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de

los padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarles al Señor,

como hicieron Elcaná y Ana, José y María, para que sea él su protección y su

apoyo en los distintos momentos del día. Qué importante es para la familia

encontrarse también en un breve momento de oración antes de comer juntos,

para dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir lo que

hemos recibido con quien más lo necesita. Son pequeños gestos que, sin

embargo, expresan el gran papel formativo que la familia desempeña en la

peregrinación de cada día.

Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus

padres (cf. Lc 2, 51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para

nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a

la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada

1 7 4 | S a n t a S e d e

día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos

lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había

quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que

no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que

pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos

suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche,

mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a

casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y

obediencia. Estos momentos, que con el Señor se transforman en oportunidad de

crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo y de demostrar amor y

obediencia, también forman parte de la peregrinación de la familia.

Que en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana sea un lugar

privilegiado para esta peregrinación en el que se experimenta la alegría del

perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner

remedio. Pobres de nosotros si Dios no nos perdonase. En el seno de la familia es

donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y

apoyados no obstante los errores que se puedan cometer.

No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón

unos a otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y

perdón. Encomiendo a vosotras, queridas familias, esta cotidiana peregrinación

doméstica, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más

necesidad que nunca.

Primeras vísperas de la solemnidad de Santa María, Madre de Dios

y te deum de acción de gracias (31 de diciembre)

¡Qué gran significado tiene encontrarnos reunidos para alabar juntos al Señor

al término de este año!

La Iglesia en muchas ocasiones siente la alegría y el deber de elevar su canto a

Dios con estas palabras de alabanza, que desde el siglo cuarto acompañan la

oración en los momentos importantes de su peregrinación terrena. Es la alegría

de la acción de gracias que brota casi espontáneamente de nuestra oración, para

reconocer la presencia amorosa de Dios en los acontecimientos de nuestra

historia. Pero, como sucede con frecuencia, sentimos que en la oración no es

suficiente sólo nuestra voz. Ella necesita reforzarse con la compañía de todo el

pueblo de Dios, que al unísono hace oír su canto de acción de gracias. Por esto,

en el Te Deum pedimos ayuda a los Ángeles, a los profetas y a toda la creación

para alabar al Señor. Con este himno recorremos la historia de la salvación

donde, por un misterioso designio de Dios, encuentran lugar y síntesis los

diversos acontecimientos de nuestra vida de este año pasado.

S a n t a S e d e | 1 7 5

En este Año jubilar adquieren una resonancia especial las palabras finales del

himno de la Iglesia: «Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo

esperamos de Ti». La compañía de la misericordia es luz para comprender mejor

lo que hemos vivido, y esperanza que nos acompaña al inicio de un nuevo año.

Recorrer los días del año transcurrido puede presentarse como el recuerdo de

hechos y acontecimientos que traen a la memoria momentos de alegría y de

dolor, o bien como la ocasión para tratar de comprender si hemos percibido la

presencia de Dios que todo lo renueva y sostiene con su ayuda. Estamos llamados

a verificar si los acontecimientos del mundo se realizaron según la voluntad de

Dios, o si hemos escuchado sobre todo los proyectos de los hombres, a menudo

cargados de intereses particulares, de insaciable sed de poder y de violencia

gratuita.

Y, sin embargo, hoy nuestros ojos necesitan focalizar de modo especial los

signos que Dios nos ha concedido, para tocar con la mano la fuerza de su amor

misericordioso. No podemos olvidar que muchas jornadas se vieron marcadas por

la violencia, la muerte, el sufrimiento indecible de muchos inocentes, los

refugiados obligados a abandonar su patria, los hombres, mujeres y niños sin

morada estable, alimento y sustento. Aun así, cuántos grandes gestos de bondad,

de amor y de solidaridad han comando los días de este año, incluso sin

convertirse en noticia de los telediarios. Las cosas buenas no son noticia. Estos

signos de amor no pueden y no deben ser abatidos por la prepotencia del mal. El

bien vence siempre, incluso si en algún momento puede presentarse más débil y

escondido.

Nuestra ciudad de Roma no es ajena a esta condición del mundo entero.

Quisiera que llegase a todos sus habitantes la invitación sincera a ir más allá de

las dificultades del momento presente. Que el compromiso por recuperar los

valores fundamentales de servicio, honestidad y solidaridad permita superar las

graves incertidumbres que han dominado el escenario de este año, y que son

síntomas de escaso sentido de entrega al bien común. Que nunca falte la

aportación positiva del testimonio cristiano para permitir a Roma, según su

historia, y con la maternal intercesión de María Salus Populi Romani, que sea

intérprete privilegiada de fe, de acogida, de fraternidad y de paz.

«A ti, oh Dios, te alabamos. […] En ti, Señor, confié, no me vea defraudado

para siempre».

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CARTAS

Rescripto del Santo Padre Francisco sobre el cumplimiento y la

observancia de la nueva ley del proceso matrimonial (7 de diciembre)

La entrada en vigor -en feliz coincidencia con la apertura del Jubileo de la

misericordia- de las Cartas apostólicas en forma de Motu proprio Mitis iudex Dominus Iesus y Mitis et misericors Iesus del 15 de agosto de 2015, dadas para

actuar la justicia y la misericordia sobre la verdad del vínculo de los que han

experimentado el fracaso matrimonial, plantea, entre otras cosas, la necesidad de

armonizar el procedimiento renovado de los procesos matrimoniales con las

Normas propias de la Rota romana, en espera de su reforma.

El Sínodo de los obispos recientemente concluido exhortó con fuerza a la

Iglesia a fin de que se acerque a «sus hijos más frágiles, marcados por el amor

herido y extraviado» (Relatio finalis, n. 55), a quienes es necesario devolver la

confianza y la esperanza.

Las leyes que ahora entran en vigor quieren mostrar la cercanía de la Iglesia a

las familias heridas, con el deseo de que a la multitud de los que viven el drama

del fracaso conyugal llegue la obra sanadora de Cristo, a través de las estructuras

eclesiales, con la esperanza de que ellos se descubran nuevos misioneros de la

misericordia de Dios para los demás hermanos, en beneficio de la institución

familiar.

Reconociendo a la Rota romana, además del munus que le es propio de

Apelación ordinaria de la Sede Apostólica, también el de defensa de la unidad de

la jurisprudencia (Pastor bonus, art. 126 § 1) y el de ayuda en la formación

permanente de los agentes pastorales en los Tribunales de las Iglesias locales,

establezco cuanto sigue:

I

Las leyes de reforma del proceso matrimonial antes citadas abrogan o derogan

toda ley o norma contraria hasta ahora vigente, general, particular o especial,

eventualmente aprobada también en forma específica (como por ejemplo el Motu proprio Qua cura, dado por mi predecesor Pío XI en tiempos muy distintos a los

actuales).

II

1. En las causas de nulidad de matrimonio ante la Rota romana, la duda se

establece de acuerdo con la antigua fórmula: An constet de matrimonii nullitate, in casu.

2. No se puede apelar contra las decisiones de la Rota en materia de nulidad

de sentencias o de decretos.

S a n t a S e d e | 1 7 7

3. Ante la Rota romana no se admite el recurso por la nova causae propositio,

después de que una de las partes haya contraído un nuevo matrimonio canónico,

a menos que conste claramente la injusticia de la decisión.

4. El decano de la Rota romana tiene la potestad de dispensar por causa grave

de las Normas rotales en materia procesal.

5. Como solicitaron los patriarcas de las Iglesias orientales, se deja a los

tribunales territoriales la competencia sobre las causas iurium relacionadas con

las causas matrimoniales sometidas al juicio de la Rota romana en apelación.

6. La Rota romana juzgue las causas de acuerdo con la gratuidad evangélica,

es decir, con el patrocinio ex officio, exceptuada la obligación moral para los fieles

con recursos de entregar un donativo de justicia en favor de las causas de los

pobres.

Que los fieles, sobre todo los heridos e infelices, puedan contemplar la nueva

Jerusalén que es la Iglesia como «Paz en la justicia y gloria en la piedad» (Baruc

5, 4) y se les conceda, encontrando nuevamente los brazos abiertos del Cuerpo

de Cristo, entonar el Salmo de los exiliados (126, 1-2): «Cuando el Señor hizo

volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la

lengua de cantares».

MENSAJES UNIVERSALES

Mensaje Urbi et Orbi (25 de diciembre)

Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.

Cristo nos ha nacido, exultemos en el día de nuestra salvación.

Abramos nuestros corazones para recibir la gracia de este día, que es Él

mismo: Jesús es el «día» luminoso que surgió en el horizonte de la humanidad. El

día de la misericordia, en el cual Dios Padre ha revelado a la humanidad su

inmensa ternura. Día de luz que disipa las tinieblas del miedo y de la angustia.

Día de paz, en el que es posible encontrarse, dialogar, y sobre todo reconciliarse.

Día de alegría: una «gran alegría» para los pequeños y los humildes, para todo el

pueblo (cf. Lc 2, 10).

En este día, ha nacido de la Virgen María Jesús, el Salvador. El pesebre nos

muestra la «señal» que Dios nos ha dado: «un niño recién nacido envuelto en

pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2, 12). Como los pastores de Belén,

también nosotros vamos a ver esta señal, este acontecimiento que cada año se

renueva en la Iglesia. La Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada

familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios

1 7 8 | S a n t a S e d e

encarnado en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal» de

Dios: el niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el Hijo

del Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt 1, 20). Por eso es el

Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo

(cf. Jn 1, 29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la

Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento

llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón. Todos lo necesitamos.

Sólo él, sólo él nos puede salvar. Sólo la misericordia de Dios puede liberar a

la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo

genera en ella. La gracia de Dios puede convertir los corazones y abrir nuevas

perspectivas para realidades humanamente insuperables.

Donde nace Dios, nace la esperanza: él trae la esperanza. Donde nace Dios,

nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra. Sin

embargo, precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo, continúan las

tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y

construir. Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y

alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía,

superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves

consecuencias para toda la región.

Pidamos al Señor que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas

logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima

situación humanitaria de la población extenuada. Es igualmente urgente que el

acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves

divisiones y violencias que afligen el país. Que toda la Comunidad internacional

ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, tanto

en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana, causan

todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni

siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros. Quiero recordar

también a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas,

particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en

Beirut, París, Bamako y Túnez.

Que el Niño Jesús dé consuelo y fuerza a nuestros hermanos, perseguidos por

causa de su fe en distintas partes del mundo. Son nuestros mártires de hoy.

Pidamos Paz y concordia para las queridas poblaciones de la República

Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que, mediante el

diálogo, se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de

sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de

comprensión recíproca.

Que la Navidad lleve la verdadera paz también a Ucrania, ofrezca alivio a

quienes padecen las consecuencias del conflicto e inspire la voluntad de llevar a

término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país.

S a n t a S e d e | 1 7 9

Que la alegría de este día ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para

que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz.

Donde nace Dios, nace la esperanza y donde nace la esperanza, las personas

encuentran la dignidad. Sin embargo, todavía hoy muchos hombres y mujeres

son privados de su dignidad humana y, como el Niño Jesús, sufren el frío, la

pobreza y el rechazo de los hombres. Que hoy llegue nuestra cercanía a los más

indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a

las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico.

Que no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la miseria y de la guerra,

viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con serio peligro de su vida.

Que sean recompensados con abundantes bendiciones todos aquellos, personas

privadas o Estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los

numerosos emigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro digno para

ellos y para sus seres queridos, y a integrarse dentro de las sociedades que los

reciben.

Que en este día de fiesta, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen

trabajo -y son tantos- y sostenga el compromiso de quienes tienen

responsabilidad públicas en el campo político y económico para que se empeñen

en buscar el bien común y tutelar la dignidad toda vida humana.

Donde nace Dios, florece la misericordia. Este es el don más precioso que

Dios nos da, particularmente en este año jubilar, en el que estamos llamados a

descubrir la ternura que nuestro Padre celestial tiene con cada uno de nosotros.

Que el Señor conceda, especialmente a los presos, la experiencia de su amor

misericordioso que sana las heridas y vence el mal.

Y de este modo, hoy todos juntos exultemos en el día de nuestra salvación.

Contemplando el portal de Belén, fijemos la mirada en los brazos de Jesús que

nos muestran el abrazo misericordioso de Dios, mientras escuchamos el gemido

del Niño que nos susurra: «Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “La paz

contigo”» (Sal 121 [122], 8).