Axel Kaiser v.s Alberto Mayol

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Axel Kaiser ¿POR QUÉ hablar de "tiranía de la igualdad"? Se me ha preguntado a raíz de un libro reciente de mi autoría con ese título. Primero, porque en la discusión pública nacional el tema de la igualdad se ha impuesto casi como un dogma religioso repetido sin mayor análisis crítico. Si usted osa cuestionarlo es condenado inmediatamente casi como lo peor de la sociedad. La segunda razón de hablar de una “tiranía de la igualdad” es que la igualdad fáctica y la libertad son conceptos totalmente opuestos e incompatibles. Si usted quiere igualar a Alexis Sánchez con el resto de los jugadores de fútbol debe necesariamente "bajarlo de los patines" e impedirle que juegue según su potencial. Es imposible respetar los proyectos de vida de las personas, esto es, el despliegue de su singularidad en todo su potencial, y al mismo tiempo esperar igualdad. Por eso el proyecto igualitario debe basarse en la coacción estatal, pues es el Estado el que tiene el monopolio de la violencia física necesario par imponer la igualdad. A eso se refería Friedrich Nietzsche cuando dijo que el socialismo era el heredero del despotismo y que buscaba la aniquilación formal del individuo. Su compatriota, Wilhelm Röpke, advirtió que la búsqueda consecuente de la igualdad inevitablemente llevaría a una tiranía de terribles consecuencias. ¿Exageraba Röpke? Si los factores que nos diferencian y llevan a resultados desiguales son múltiples, incluyendo la familia, la genética, la suerte, el contexto social, las preferencias de cada uno, etc., ¿cómo se podría intentar igualdad si no es reprimiendo e interviniendo cada uno de esos aspectos? En la China de Mao el igualitarismo socialista llegó al extremo de obligar a todos a vestirse igual, llevar el mismo corte de pelo, pensar igual y mucho más. Usted dirá con razón que eso fue una locura y que nada parecido se pretende en Chile. Es cierto, pero no hay que equivocarse, porque el principio es el mismo: igualar a la gente pasa por violentar su libertad. Lo único que hace mayor o menor la escala de violencia es el grado en que se la pretende igualar. Si usted sólo quiere igualar a la gente en educación escolar, por ejemplo, debería establecer una Escuela Nacional Unificada controlada por el Estado que prohíba a todos los padres de Chile decidir a qué colegio enviar a sus hijos y que elimine la educación privada. Eso, por su puesto, destruiría la libertad de

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Confrontación mediática de ideas.

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Axel Kaiser

¿POR QUÉ hablar de "tiranía de la igualdad"? Se me ha preguntado a raíz de un libro reciente de mi autoría con ese título. Primero, porque en la discusión pública nacional el tema de la igualdad se ha impuesto casi como un dogma religioso repetido sin mayor análisis crítico. Si usted osa cuestionarlo es condenado inmediatamente casi como lo peor de la sociedad. La segunda razón de hablar de una “tiranía de la igualdad” es que la igualdad fáctica y la libertad son conceptos totalmente opuestos e incompatibles. Si usted quiere igualar a Alexis Sánchez con el resto de los jugadores de fútbol debe necesariamente "bajarlo de los patines" e impedirle que juegue según su potencial. Es imposible respetar los proyectos de vida de las personas, esto es, el despliegue de su singularidad en todo su potencial, y al mismo tiempo esperar igualdad. Por eso el proyecto igualitario debe basarse en la coacción estatal, pues es el Estado el que tiene el monopolio de la violencia física necesario par imponer la igualdad. A eso se refería Friedrich Nietzsche cuando dijo que el socialismo era el heredero del despotismo y que buscaba la aniquilación formal del individuo. Su compatriota, Wilhelm Röpke, advirtió que la búsqueda consecuente de la igualdad inevitablemente llevaría a una tiranía de terribles consecuencias. ¿Exageraba Röpke? Si los factores que nos diferencian y llevan a resultados desiguales son múltiples, incluyendo la familia, la genética, la suerte, el contexto social, las preferencias de cada uno, etc., ¿cómo se podría intentar igualdad si no es reprimiendo e interviniendo cada uno de esos aspectos? En la China de Mao el igualitarismo socialista llegó al extremo de obligar a todos a vestirse igual, llevar el mismo corte de pelo, pensar igual y mucho más. Usted dirá con razón que eso fue una locura y que nada parecido se pretende en Chile. Es cierto, pero no hay que equivocarse, porque el principio es el mismo: igualar a la gente pasa por violentar su libertad. Lo único que hace mayor o menor la escala de violencia es el grado en que se la pretende igualar. Si usted sólo quiere igualar a la gente en educación escolar, por ejemplo, debería establecer una Escuela Nacional Unificada controlada por el Estado que prohíba a todos los padres de Chile decidir a qué colegio enviar a sus hijos y que elimine la educación privada. Eso, por su puesto, destruiría la libertad de elegir de las personas, algo que de hecho hace parcialmente la reforma educacional aprobada hace poco.

Para salvar esta obvia contradicción entre libertad e igualdad, los socialistas dicen que "la igualdad es el régimen de la libertad". Este argumento incuba un germen totalitario presente desde Rousseau hasta Marx, según el cual usted sólo es libre si sigue lo que dictamina la autoridad, la que a su vez sabe mejor que usted lo que le conviene. Además, confunde la idea de libertad con riqueza bajo el argumento de que "el Estado hace libre a las personas dándole medios que no tienen". La falacia es evidente, pues si la riqueza fuera condición de libertad, entonces ¿de dónde vino toda la riqueza que existe en el mundo hoy si no fue de la libertad para crearla cuando no existía? No hay que dejarse engañar: la única libertad real, como dijo Isaiah Berlin, es la que consiste en "elegir lo que queremos elegir, porque queremos elegir de esa forma, sin coacción, sin intimidación, sin ser tragados por algún vasto sistema; y en el derecho a resistir, a ser impopulares y a defender nuestras convicciones sólo porque son nuestras convicciones".

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Alberto Mayol

LA DISCUSIÓN sobre la libertad y la igualdad está planteada -en el Chile actual- desde un liberalismo barato que no sabe pensar ni la una ni la otra. Se plantea como una disyuntiva ante una oferta de valores. Sin embargo, el problema que subyace a la discusión es normativo y no sólo valorativo, es decir, tiene relación con los procesos de configuración de lo social (problemas materiales) y no sólo con los dilemas individuales de una reflexión idealista. Y en ese marco (la vida material), la igualdad y la libertad se requieren entre sí.

La cuestión de fondo es que una sociedad desigual es inviable, pues en la práctica produce diversos sistemas normativos no asimilables entre sí (aparecen distintas “sociedades”). Deriva de ella el aumento en la delincuencia, la devaluación de la educación y del mérito, la profundización de la criminalidad, malestar social, medicalización de problemas sociales, entre otros. Una sociedad por definición debe tener participación igualitaria para sus miembros en los beneficios y perjuicios. Es un implícito de lo social por una razón sencilla: es obvio que sin importar el saber que se posea o las capacidades que se porten, ningún ser humano puede ser 200 veces más productivo que otro (más o menos la diferencia entre el ingreso promedio de los hogares en Chile con el 1% más rico). Si ello acontece no es virtud ni demérito de los individuos, sino un problema en la distribución de la sociedad. Para colmo, si el mecanismo de integración social es el consumo (que depende del ingreso), entonces la desigualdad es sencillamente excluyente para quienes no logran participar de la zona de beneficios (que normalmente es la mayoría).

La sociedad contemporánea debe retomar el ideario moderno en su totalidad y sin remilgos: ¿Libertad? Por supuesto, es decir, derecho a discutir en público las reglas de la comunidad (asamblea constituyente, por ejemplo). La libertad de elegir es un falso ídolo: parte de la premisa que existe una oferta fija en el mundo, no cree en la capacidad fértil del ser humano de hacer una nueva oferta. Y la otra forma de libertad, más acotada (me refiero a la económica), que se basa en que cada uno gana según su mérito, supone -por ejemplo- el fin del derecho a herencia. Por otro lado, la igualdad debe diferenciarse de la igualdad de oportunidades y de la equidad. Hablamos de igualdad en su sentido profundo, esto es, la garantía de una sociedad que lucha contra la disolución de su carácter unitario por incremento de la diferencia social. La libertad es una condición de una sociedad moderna y la igualdad es el pacto fundamental para que esa sociedad sea tal cosa. En su comprensión más profunda, la igualdad genera fraternidad. Si en Chile la fraternidad es sólo un residuo productivo de la Teletón y una apelación vacía de la Iglesia y los evangélicos, es porque la igualdad está fuera de nuestro horizonte político, en el que cuando mucho se ha usado el concepto sólo para ganar elecciones.

La desigualdad no es sólo una enfermedad económico-social. Lo es también en términos políticos (sólo algunos pueden definir las reglas del resto), y lo es también en términos culturales (nos adaptamos a la desigualdad haciendo castas). La igualdad es fundamental en los procesos de estabilización. Aristóteles predijo que sociedades con fuertes capas medias e igualitarias serían más sólidas. Przeworski lo ha demostrado estadísticamente. Pero en Chile, en nombre del futuro, se nos dice que defender la igualdad es stalinista y que su advenimiento arruinaría el desarrollo por atacar

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el derecho de propiedad. Por eso, quienes buscan estabilidad y defienden la desigualdad a la vez, sólo pueden llamar más policías como si esa fuera la política pública del futuro.