Atmosfera Familiar (Acetatos)

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1. La atmósfera de rechazo: Los padres o los adultos dominantes tienen un estilo educativo coercitivo que justifican por la importancia que conceden a la disciplina en la formación del carácter del niño. Además los padres rechazan a sus hijos por diversos motivos (por que los perciben como una carga, porque les coarta la libertad, etc). El niño percibe el mundo como hostil, distanciado, malo cruel y violento. La imagen de si mismos suele girar en torno a sentirse rechazados y si se sienten fuertes suelen usar la violencia con frecuencia para defenderse de los otros. Estos niños se pueden convertir en delincuentes, niños difíciles, neuróticos o suicidas. El lema familiar es del tipo : "Cada uno sabe lo que le conviene" , "Ese es su problema" . La probabilidad de que los niños rechazados y odiados elaboren esquemas marcadamente negativos de «apercepción individual» (donde entran la autoimagen, la heteroimagen y la cosmoimagen) es máxima.

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1. La atmósfera de rechazo:

Los padres o los adultos dominantes tienen un estilo educativo coercitivo que justifican por la importancia que conceden a la disciplina en la formación del carácter del niño. Además los padres rechazan a sus hijos por diversos motivos (por que los perciben como una carga, porque les coarta la libertad, etc).

El niño percibe el mundo como hostil, distanciado, malo cruel y violento. La imagen de si mismos suele girar en torno a sentirse rechazados y si se sienten fuertes suelen usar la violencia con frecuencia para defenderse de los otros. Estos niños se pueden convertir en delincuentes, niños difíciles, neuróticos o suicidas.

El lema familiar es del tipo : "Cada uno sabe lo que le conviene" , "Ese es su problema" . La probabilidad de que los niños rechazados y odiados elaboren esquemas marcadamente negativos de «apercepción individual» (donde entran la autoimagen, la heteroimagen y la cosmoimagen) es máxima.

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2. La atmósfera autoritaria:

Se asemeja al anterior, pero en este caso la dureza y severidad de los padres no conllevan rechazo incondicional. El niño puede recibir afecto, a fin de que se doblegue a las exigencias parentales. El niño percibe a los otros como duros y prepotentes, y a si mismos como débiles, sometidos y dependientes. Suelen mostrarse como tímidos e inhibidos; y pueden mostrar síntomas de ansiedad como los tics, angustia y otros síntomas de ansiedad.

El lema familiar típico es:"El que quiere a sus hijos tiene disciplina con ellos", "Los niños son tontos y deben obedecer".

Cuando las personas educadas en una atmósfera familiar autoritaria se encuentran en situaciones donde falta la instancia autoritaria para orientarse y sentirse seguras, no serán capaces de resolver sus problemas por sí mismas, o perderán la cabeza y harán cosas «supercompensatorias».

3. La atmósfera doliente:

Uno de los padres se presenta como mártir y sacrificado de una mala situación familiar. Los niños perciben una atmósfera emocional de sufrimiento. Forjan una imagen del mundo y los otros como hostiles, amenazantes y no fiables. Ellos mismos suelen desarrollar una imagen de si mismos como sufridores.

El lema familiar es: "El mundo es ingrato y desagradecido", "El mundo es un valle de lágrimas y la vida carece de alegría".

Los niños que crecen en una atmósfera familiar doliente tipificarán el mundo, muy probablemente, como vacío, triste, extraño, amenazante, hostil, desolado, etc. Se forjarán, por lo general, una imagen del mundo acentuadamente negativa.

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4. La atmósfera represiva:

Semejante a la atmósfera autoritaria, pero además el niño es controlado también en la esfera privada junto a las normas formales de conducta. Estos niños desarrollan una sensación de estar actuando mal con frecuencia. Suelen percibir al mundo y a los otros como injustos, malos y controladores, y a si mismos como débiles e impotentes. En el futuro suelen evitar las relaciones estables y suelen tener problemas de relaciones en la vida íntima o de pareja.

El lema familiar es: "Hay que obedecer y no replicar", "Tienes que seguir las normas de quien te da de comer".

- Los niños que han crecido en una atmósfera represiva tienden con frecuencia a desconfiar de sus sentimientos y a considerar como cosa muy difícil el expresar (en su vida posterior) opiniones, ideas y sentimientos personales. Evitan las relaciones sociales estables y en su matrimonio son frecuentes las dificultades en las relaciones íntimas (Dewey, en Nikelly, 1976, p. 43).

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5. La atmósfera desesperada:

Los padres están en una situación socioeconómica o de salud adversa o marginal (enfermedades crónicas, problemas económicos, marginación política, etc.). Que pueden conllevar problemas añadidos como el hambre, el alcoholismo, etc. El niño desarrolla una imagen del mundo y los otros como esencialmente negativo y una imagen de si mismos básicamente insegura.

El lema familiar es: "Para nosotros no hay esperanza", "El que tiene dificultades cada vez va peor".

La atmósfera sin horizonte puede darse también en familias económicamente bien situadas, que no viven en alojamientos sórdidos e inhumanos, ni son perseguidas ni padecen enfermedades, alcoholismo o desgracias similares. Porque la atmósfera familiar sin horizonte es contagiosa en extremo y los padres desmoralizados no suelen ser capaces de dar ánimo a sus propios hijos.

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6. La atmósfera humillante:

Los padres tienden a rebajar, despreciar o desalentar con su actitud crítica persistente las conductas del niño. El niño desarrolla una imagen del mundo-otros como represiva, autoritaria y de rechazo. La imagen de si mismos suele ser negativa. En su vida estas personas suelen ser solitarias, pesimistas e hipercríticos de si mismos y los otros. Intentan compensar sus sentimientos de inferioridad rebajando a los demás.

El lema familiar es: "Rebaja a los demás para que ellos no te rebajen a ti".

Lógicamente, las familias donde reina una atmósfera de menosprecio, suelen vivir aisladas y encapsuladas en sí mismas. Los hijos quedan prisioneros en este marco de relaciones, no pueden saltar la valla de goma y apenas tienen ocasión de forjar su heteroimagen en diálogo con otras personas fuera de los propios padres.

Los niños que se desarrollan en esta atmósfera tienden a ser en la vida solitarios, no confían ni en sí mismos ni en los demás.

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7. La atmósfera de desavenencia:

Los padres se dedican a la disputa y reyertas entre ellos o con otros allegados. Es frecuente que intenten fomentar alianzas con los hijos contra el otro padre. El niño se percibe a si mismo y a los otros bajo el prisma de la lucha y la discusión.

El lema familiar es: "No hay que condescender y dar el brazo a torcer nunca".

Es muy probable que en los niños que han sido testigos permanentes de las peleas paternas nazca la «opinión secundaria» de que el poder y el afán de lucha son atributos imprescindibles para andar por la vida. Las personas se sienten «absolutamente rebajadas» cuando sospechan que el cónyuge les aventaja en algo. Una atmósfera familiar de desavenencia pueda dar lugar a conductas de cooperación, interés social y sentido comunitario.

8. La atmósfera competitiva:

Los padres están excesivamente preocupados por la productividad, el éxito y el rendimiento. El niño percibe a los otros como competidores y si mismo como buscador del éxito y competencia.

El lema familiar es: "En la vida hay que hacer algo de provecho". Otro lema es : Hay que rendir más que los demás: hay que ser el mejor.

Se comprende así que la atmósfera de rendimiento y competición sea un hecho frecuente en las familias dentro de nuestro círculo cultural, y que en las clases medias y altas sea incluso un fenómeno característico.

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9. La atmósfera pretenciosa:

Idéntica a la atmósfera competitiva, pero destacando la relación entre el rendimiento y el prestigio o elitismo social. El niño percibe a los otros como rivales y a si mismo tendentes a ser los mejores en sus empresas.

El lema familiar es: "Nadie puede compararse con nosotros, tenemos que ser los mejores".

Es evidente que tales niños, sometidos a fuerte «adiestramiento», tienen que sufrir las consecuencias del stress, de la sobrecarga y de la angustia de tener que responder a las expectativas ajenas. Se les propone de entrada el principio absolutizante de «todo o nada», que sólo les deja una –supuesta- salida: ser los mejores, vencer siempre y «hacer buena figura»... o parecer, «fracasar».

Una atmósfera que aúna en sí las desmesuradas pretensiones y la tendencia a la rivalidad, produce un ideal de perfección y no pueden expresar sus verdaderos sentimientos.

10. La atmósfera materialista:

También relacionadas con la productividad, pero más interesada en la adquisición de medios materiales que de prestigio. El niño suele percibir a los demás como fríos, extraños y distanciados, y a si mismos como seres despreciables guiados por el afán de búsqueda de dinero y bienes materiales.

El lema familiar es: "El dinero gobierna el mundo y la vida, sin dinero la vida no vale nada".

Por eso, los niños que crecen en una atmósfera familiar materialista, tipificaran a los demás y al entorno como fríos, extraños, distanciados, antipáticos y, lógicamente, plasmarán una heteroimagen y una autoimagen negativas.

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11. La atmósfera sobreprotectora o mimosa:

Los padres protegen y cuidan a sus hijos en exceso, sin permitirles esforzarse en sus logros. El niño suele percibir el mundo externo a su familia como extraño, malo y peligroso, y se percibe a si mismo seguro solo si tiene el cuidado y apoyo de los otros significativos.

El lema familiar es: "Solo puedo sentirme seguro con mi familia, los otros me decepcionarán".

Son los propios padres de buena voluntad e interesados en temas pedagógicos los que, por temor a actuar indebidamente, tratan de crear un clima de laissez faire, con la esperanza de «favorecer el desarrollo emocional del niño». De este modo crean un clima artificial que Adler denominó «clima de invernadero».

Los niños que se desarrollan en el marco de una atmósfera familiar sobreprotegida y de mimo, suelen forjar «opiniones primarias» del siguiente tenor: “Yo sólo valgo algo” si los «gigantes blancos» (personas de las características de la madre, la abuela, etc.) se preocupan de mí.

12. La atmósfera de compasión:

Es una variante de la atmósfera de mimo, y se suele relacionar con la presencia de un niño con algún déficit corporal o psíquico (las llamadas "inferioridades orgánicas" de Adler ) . El niño suele percibirse a si mismo como impotente, débil o deforme, y a los otros como fuertes, felices y sanos.

El lema familiar es: "Solo nosotros nos compadecemos de los lisiados".

Es una forma ante la atmósfera superprotectora. Se produce cuando el miembro de la familia (generalmente un niño) adolece de una merma corporal o mental o padece un grave infortunio (una enfermedad crónica o incurable, fracasos profesionales o sociales, «deslices» criminales...).

13. La atmósfera inconsecuente:

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Los padres suelen ser caprichosos e imprevisibles en el trato con el niño. El niño suele percibir el mundo y a los otros como caóticos e imprevisible, y a si mismo como trastornados o deficitarios.

El lema familiar es: "Los sentimientos nos pueden desbordar".

La atmósfera familiar inconsecuente suele conducir a la formación de «opiniones primarias» negativas sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el mundo.

La atmósfera inconsecuente lleva a inestabilidad, falta de autocontrol, carencia de motivaciones, egocentrismo, exigencia de satisfacción inmediata y trastornos en el ámbito de la vida profesional y comunitaria.

14. La atmósfera democrática:

Los padres diferencian entre las conductas y el carácter del niño, y aunque orientan las conductas inadecuadas, continúan mostrando afecto por el niño. Además intentan no compararlos con los otros hijos en términos de cualidades absolutas, fomentando la cooperación.

El lema familiar gira en torno a: "Hay que respetar a los otros, y distinguir entre su persona y sus actos".

Representa, como decimos, un ideal, que aun los «mejores padres» no pueden alcanzar, aunque pueden aproximarse más y más a el.

Los principales criterios establecidos para una atmósfera familiar democrática: 1ro. la capacidad de distinguir entre «el delito y el delincuente». 2do. consiste en no preferir (ni postergar) a un hijo sobre los otros, sino tratar a todos de igual modo.

El Lema Familiar.

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Cada familia, de acuerdo con la especificidad de su atmósfera característica, crea un lema que, explícita o implícitamente, expresa en forma condensada los principios y opiniones que en ella se defienden.

Estos lemas pueden ser:

1. En la atmósfera de rechazo: “Cada cual sabe lo que le conviene”, “Eso es problema tuyo”.

2. En la atmósfera autoritaria: “El que quiere a sus hijos, los castiga”, “La severidad no ha hecho daño a nadie”, “Los niños son tontos y deben obedecer”.

3. En la atmósfera doliente: “El mundo paga con ingratitudes”, “En la vida no es posible la alegría”, “Este mundo es un valle de lágrimas”.

4. En la atmósfera represiva: “Hay que obedecer”, “Has de hablar el lenguaje de quien te da de comer”, “En casa no se replica”.

5. En la atmósfera sin esperanza: “Nosotros no podemos conseguir nada”, “Para nosotros no hay salida”, “El que cae en el lodo, se hunde cada vez más”.

6. En la atmósfera humillante: “Empequeñece a los demás para que ellos no te empequeñezcan a ti”, “Nosotros aquí adentro, ustedes ahí afuera”.

7. En la atmósfera de la desavenencia: “No hay que condescender nunca”, “No hay que dar el brazo a torcer”.

8. En la atmósfera competitiva: “No hay que rendirse nunca”, “El hombre laborioso lo consigue todo”.

9. En la atmósfera pretenciosa: “Para nosotros, lo mejor no pasa de bueno”, “Nadie puede compararse con nosotros”.

10. En la atmósfera materialista: “El dinero gobierna el mundo”, “De dinero no se habla: se tiene”, “E l dinero no huele mal”.

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11. En la atmósfera superprotectora: “Mi hogar es mi castillo”, “Sólo se puede confiar en la familia, los otros decepcionan”, “En el seno de la familia puedes sentirte seguro”.

12. En la atmósfera de compasión: “Nadie hace caso de los lisiados, pero aquí estamos nosotros”, “Lo que hiciste al último de mis hermanos, a mí me lo hiciste”.

13. En la atmósfera inconsecuente: “A veces le desbordan a uno los sentimientos”, “Lo siento mucho”.

14. En la atmósfera democrática: “Hay que distinguir entre delito y delincuente”, “Hay que ver con ojos positivos”, “Hay que respetar la opinión del otro”, “Hay que hablar, sino actuar”.