ASTARITA, C. - Crisis en La Historia

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    EDADMEDIA. Rev. Hist., 9 (2008), pp. 59-86 2008. Universidad de Valladolid.ISSN: 1138-9621

    CRISIS EN LA HISTORIA.REVISIONES Y PERSPECTIVAS*

    History in Crisis: Past Reviews and Future Prospects

    Carlos ASTARITA** Universidad Nacional de la Plata

    RESUMEN: Se cuestiona el concepto de crisis historiogrfica, que habra surgido delabandono del paradigma estructuralista de los aos sesenta y setenta. Ese esquema slo sedio en una minora de estudios. La mayor parte tuvo como principio (inicio y fundamento)el anlisis documental que desborda y quiebra todo modelo. En historia rigen obrasejemplares que originan dinastas de trabajos delimitados por temas, enfoques y usosconceptuales. La evolucin es lenta, con pequeas crisis en pequeos paradigmas. La crisis(en singular) es una nocin ideolgica que corresponde a luchas por el predominio dealgunos conjuntos. El micro medio tiene importancia en esto; la situacin poltica es elescenario coyuntural de ese desarrollo. Para finalizar, se propone vincular la historia con lagran tradicin filosfica consagrada a la doctrina del ser.

    PALABRAS CLAVE:Crisis en Historia. Paradigmas. Base emprica. Obras ejemplares.

    ABSTRACT: The concept of historiographic crisis, which would have arisen from theabandonment of the structuralist paradigm prevailing in the sixties and seventies, isquestioned in this paper. This scheme was true only in a few studies. The beginning andfoundation of most of them was the documentary analysis which overflows and breaksevery model. In history, there are exemplary works which give rise to dynasties of worksdelimited by conceptual subjects, approaches and uses. The evolution is slow, with smallcrises in small paradigms. Crisis is an ideological notion related to the struggles for thepredominance of some groups. The micro medium is important in this; the political

    * Fecha de recepcin del artculo: 2007-08-30. Comunicacin de evaluacin al autor: 2007-11-16. Fecha de publicacin: 2008-09-01.

    ** Doctor en Filosofa y Letras. Profesor Titular de Historia General III, Facultad deHumanidades y Ciencias de la Educacin, Departamento de Historia, Universidad Nacional de LaPlata. Director del Instituto de Historia Antigua y Medieval Jos Luis Romero, Facultad deFilosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires, Avda. 25 de mayo 217, 1002 BUENOS AIRES(Argentina). C. e.: [email protected].

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    situation is the stage for such development. To conclude, we propose to link history to thegreat philosophical tradition devoted to the to the doctrine of being.

    KEYWORDS:Crisis in History. Paradigms. Empirical Basis. Exemplary Works.

    SUMARIO: 1. Planteamiento. 2. Estructuralismo e historia. 3. La relacin sujeto-objeto. 4.Punto de partida en el trabajo del historiador. 5. Obras ejemplares y pequeas crisis. 6.Condicionantes y referentes. 7. Origen de una nocin. 8. Conclusiones sobre el desarrollohistoriogrfico. 9. Avanzar desde un balance general.

    1. PLANTEAMIENTO

    Los historiadores dicen que su disciplina est en crisis. No se trata de unaperturbacin ocasional; creen que la coyuntura se inici hace unos veinte aos, y sibien coincide con la cada del socialismo real, no se reduce a un factor poltico. Eldiagnstico sugiere que la causa est en el abandono del paradigma estructuralfuncionalista que rigi en los aos sesenta y setenta bajo distintas versiones, enespecial el teido por el marxismo1. Desde entonces, un historiador libre deataduras mentales describe sujetos que tampoco se ataban en el pasado amecanismos prefijados2. El supuesto es que la historia de la escritura de la

    historia consiste en una sucesin de paradigmas, y la crisis actual no sera otracosa que una prolongada y saludable renovacin.

    1 No vari ese diagnstico en los ltimos aos; ver CHARTIER, R., La historia hoy en da:desafos, propuestas, Anales de Historia Antigua y Medieval, 1995, n 28, pp. 47-60; PROST, A.,What has happened to French social history?,The Historical Journal, 1992, vol. 35, n 3, pp.671-682; STEDMANJONES, G., Une autre histoire sociale?, Annales. Histoire, Sciences Sociales,1998, n 2, pp. 384-394; ROMERO, L. A., La historiografa argentina en la democracia: losproblemas de la construccin de un campo profesional,V Jornadas Inter escuelas Departa-mentos de Historia, I Jornadas Rioplatenses de Historia, Montevideo, 1995. Este criterio es elcontenido de la mayor parte de las intervenciones en BARROS, C. (ed.), Historia a debate, Actasdel Congreso Internacional 7-11 de julio de 1993, Santiago de Compostela, Historia a Debate,1995.

    2 Como lo expresa el editorial de Annales. conomies. Socits. Civilisations., 1989, n 6,Il n'est pas indiffrent que nombre de recherches actuelles convergent pour s'carter des deuxgrands modles qui ont domin les sciences sociales, le modle functionnaliste et le modlestructuraliste, pour se tourner vers des analyses en termes de stratgies, qui permettent derintroduire la mmoire, l'apprentissage, l'incertitude, la ngotiation au coeur du jeu social (p.1319).

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    El objeto de la presente contribucin es cuestionar esta imagen demasiadoestrecha como para contener una prctica que no se limita a trasponer esquemas3.

    Postular que en los aos sesenta y setenta el estructuralismo (de cualquiervertiente) no exhiba una preponderancia definida ni tampoco ahora se abandon lainquietud por conocer el funcionamiento de totalidades estructuradas, algo que nodebe guardar necesaria relacin con escuelas estructuralistas. Derivado de ello,cuestionar el concepto de crisis general o cambio de paradigma, y expresar miescepticismo sobre una cosmovisin unitaria. Un lento desarrollo de la disciplina,derivado de prcticas no asimilables a otras ciencias sociales, es la imagen msapropiada para la historiografa. En ella, los modelos son circunscritos y las crisisno pasan de ser tensiones derivadas de problemas precisos. La crisis (en singular)necesita ser redefinida. Algn reajuste deseable complementa esta incursin.

    El origen de este artculo, nacido de rutinarias experiencias de trabajo, condi-ciona la cita bibliogrfica. Los autores que se dedicaron a la dinmica socio-econmica y sociopoltica del sistema feudal constituyen la materia prima de lareflexin.

    2. ESTRUCTURALISMO E HISTORIA

    Es sabido que la muerte del hombre, una idea base del estructuralismo, es unaconsigna recogida por tres ncleos influyentes: la sociologa de Talcott Parsons, enla que el individuo figur como una marioneta del proceso objetivo; la antropo-loga de Claude Lvi-Straus, con su parentesco sometido a reglas ineludibles, y elantihumanismo terico de Louis Althusser, para el cual el individuo era un simpleportador de la estructura. Algunos historiadores cultivaron la premisa durante losaos 1960 y 1970. Es de lamentar, sin embargo, que el recuerdo de ese apegorelegue una gama de vvidos estudios donde slo se apreciaron acciones dehombres que, en el conflicto, hacan la historia. Recordarlos modifica la imagenconvencional4.

    3 El presente artculo es una versin profundamente modificada de una primeraaproximacin al tema que realic en ASTARITA, C., Crisis y cambio de paradigma en lahistoriografa. Una perspectiva desde el medievalismo,Trabajos y Comunicaciones, 1997,segunda poca, n 24, pp. 147-175.

    4 VICENSVIVES, J., Historia de los remensas (en el siglo XV), Barcelona, Vicens Vives,1978 (1 ed. 1945); LE GOFF, J. (ed.), Herejas y sociedades en la Europa preindustrial, siglos XI- XVIII , (Coloquio de Royaumont, 27-30 de mayo de 1962), Madrid, Siglo XXI, 1987; MOLLAT, M.y WOLF, Ph.,Uas azules, Jacques y Ciompi. Las revoluciones populares en Europa en los siglos

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    En esos relatos sobre disidencias y revoluciones, la subjetividad se encontrabasobrexpuesta en detrimento de la estructura, que era slo el escenario del drama.

    La esfera consciente se representaba apenas se traspona un tenue preludio decontexto, y ejrcitos campesinos, artesanos rebelados, o inorgnicas huestes depobres, manifestaban la preeminencia de sujetos que se pretendieron captar por s mismos. La economa moral de quienes dependan del mercado, ideal formadoen las tradiciones del feudalismo y opuesto a la ley de oferta y demanda, o lasexperiencias de vida, fueron conceptos que George Rud, Eric Hobsbawm yEdward Palmer Thompson, elaboraron leyendo en los archivos. Esa accin fuereaccin: la praxis reverta sobre la economa originando el cambio. Era unadialctica que no conoca lmites: poda tratarse de bagaudas realizando la otratransicin o de la merma de rentas en el siglo XV ingls como consecuencia de1381.

    Enunciado esto, los rincones que surgieron por traduccin estructuralista semanifiestan en su peculiaridad. Algunos historiadores amalgamaron la tesis deLvy-Strauss con genealogas para subordinar el matrimonio a la prohibicinuniversal del incesto. Para los observantes del credo, una exogamia ineludible, contrfico de dones (mujer y feudo por servicio), derivaba en transmisin patrimonial,linajes y vasallos5. El tab, enunciado en la legislacin eclesistica, no sloindependizaba al parentesco de la lgica de reproduccin socioeconmica; tambin

    XIV y XV , Madrid, Siglo XXI, 1980 (1 ed. 1970); PEREZ, J., La revolucin de las comunidades deCastilla (1520-1521), Madrid, Siglo XXI, 1971 (1 ed. 1970); RUTENBURG, V., Movimientos populares en Italia (siglos XIV y XV), Madrid, Akal, 1983 (1 ed. 1971); MACEK, J., La revolucinhusita. Orgenes, desarrollo y consecuencias, Madrid, Siglo XXI, 1975 (1 ed. 1973); HILTON, R.,Siervos liberados. Los movimientos campesinos medievales y el levantamiento ingls de 1381,Madrid, Siglo XXI, 1978 (1 ed. 1973); LANDSBERGER, H. A. (ed), Rebelin campesina y cambiosocial, Barcelona, Crtica, 1978 (1 ed. 1974); ROMERO, J. L., Crisis y orden en el mundo feudoburgus, Mxico, Siglo XXI, 1980; STE. CROIX, G. E. M. de,The class struggle in theancient Greek world. from the archaic age to the Arab conquests, Nueva York, CornellUniversity Press, 1981; RUD, G., La multitud en la historia, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971 (1ed. 1964); THOMPSON, E. P., La formacin de la clase obrera en Inglaterra, (2 vols.), Barcelona,Crtica, 1989 (1 ed. 1963); HOBSBAWM, E. J. y RUD, G., Revolucin industrial y revueltaagraria. El capitn Swing, Madrid, Siglo XXI, 1978 (1 ed. 1969); SOBOUL, A., Los sans-culottes. Movimiento popular y gobierno revolucionario, Madrid, Alianza, 1987 (1 ed. 1958).

    5 RUIZDOMENEC, J. E., Sistema de parentesco y teora de la alianza en la sociedad catalana(c. 1000- c. 1240), en FIRPO, A. (ed.), Amor. Familia. Sexualidad , Barcelona, Argot, 1984, pp.113-140; GUERREAU-JALABERT, A., Sur les structures de parent dans l'Europe mdivale (notecritique), Annales. Histoire, Sciences Sociales, 1981, n 6, pp. 1028-1049. El parentesco seexpres en el lenguaje gestual, ver LE GOFF, J., Le rituel symbolique de la vassalit, en ID.,Pour un autre Moyen Age. Temps, travail et culture en Occident: 18 essays, Pars, Gallimard,1977, pp. 349-422.

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    lo situaba en posicin dominante y determinante (para hablar con palabras de losaos setenta), desde el momento en que esa reproduccin derivaba de la regla.

    Otro paralelismo con la escuela estructural se detecta en estudios regionalesde historia econmica y social, consagrados a variables como ocupacin delespacio, demografa, rentas, precios y salarios en la larga duracin6. En ciertoscasos, se adicion una articulacin entre sistemas econmicos diferenciados noajena al ordenamiento althusseriano de la totalidad7. El esquema, acompaado porreferencias documentales, incidi hasta los primeros aos de la dcada de losochenta8.

    Pero la colonizacin fue slo parcial. En el estudio de Castilla y Len, por

    ejemplo, se siguieron las huellas de Abilio Barbero y Marcelo Vigil, influenciados

    6 Algunas obras claves : SOBOUL, A., Les campagnes montpellireines a la fin de l'Ancien Rgime. Proprits et cultures d'aprs les compoix, La Rochesur-Yon, 1958; VILAR, P., LaCatalogne dans l'Espagne Moderne. Recherches sur les fundaments conomiques des structuresnationales, Pars, SEVPEN, 1962; BOIS, G., Crise du fodalisme. Recherches sur l'conomierurale et la dmographie au dbut du XIV e au milieu du XVI e sicle en Normandie orientale,Pars, Fondation National des Sciences Politiques, 1976; GARCIASANZ, A., Desarrollo y crisis del Antiguo Rgimen en Castilla la vieja. Economa y sociedad en tierras de Segovia, 1500-1814,Madrid, Akal, 1977. Fue pionero, ABEL, W., La agricultura: sus crisis y coyunturas. Una historia

    de la agricultura y la economa alimentaria en Europa Central desde la Alta Edad Media,Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1986 (La primera versin de este estudio se public enBerln, 1935.)

    7 Era una influencia que se dej sentir en grandes monografas, como el citado estudio deBois sobre la Normanda, en pequeos artculos como, PASTOR DETOGNERI, R., En loscomienzos de una economa deformada: Castilla, Desarrollo Econmico, 1970, n 36, pp. 541-554; en sntesis, como VILAR, P., Reflexiones sobre la crisis de tipo antiguo. Desigualdad delas cosechas y subdesarrollo, en ID., Economa, derecho, historia. Conceptos y realidades,Barcelona, Ariel, 1983, pp. 13-42; en la sociologa histrica, como ANDERSON, P., Transicionesde la antigedad al feudalismo, Madrid, Siglo XXI, 1980; en antroplogos que estudiaronsituaciones coloniales, como REY, P-Ph., Colonialisme, nocolonialisme et transition aucapitalisme. Exemple de la Comilog au Congo Brazzaville, Pars, Maspro, 1971. Fuentestericas en ALTHUSSER, L. y BALIBAR, E., Para leer El Capital, Mxico, Siglo XXI, 1985, enespecial la contribucin de BALIBAR, Acerca de los conceptos fundamentales del materialismohistrico, pp. 217-335; y el aporte reunido en LUPORINI, C. y SERENI, E., El concepto de formacin econmico-social, Crdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, 39, 1973.

    8 BRESC , H., Un monde mediterranen. Economie et socit en Sicilia 1300-1450,RomaPalermo, cole Franaise de RomaAcademia di Scienze, Lettere e Arti di Palermo, 1986;WICKHAM, C., The other transition: from the ancient world to feudalism,Past and Present, 1984, n 103, pp. 3-36, influido por el althusserianismo de HINDESS, B. y HIRST, P., Los modos de produccin precapitalistas, Barcelona, Pennsula, 1979. El esquema tuvo influencia en la historiaamericana; por ejemplo, SEMPAT ASSADOURIAN, C., El sistema de la economa colonial. Elmercado interior. Regiones y espacio econmico, Mxico, Nueva Imagen, 1983.

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    por Morgan9. A los que se dejaban cautivar por autoridades muy anteriores alestructuralismo, se sumaron aquellos que descubran en los documentos matri-

    monios motivados por el poder, la propiedad, la herencia y las tradiciones, sinexcluir las simples contingencias. En la bsqueda de la mejor reproduccinintergeneracional, una persona poda estar muy lejos del espcimen cuidadoso delcanon10.

    Con referencia a estudios regionales, las fuentes transgredieron, en tiemposdel estructuralismo, los modelos apriorsticos. El agente social, o su traduccincolectiva, las clases, se constatan en investigaciones sobre los patrimoniosfeudales11. Si la accin no desplazaba en el relato a la estructura (lo que a vecesocurra), era una accin que construa la organizacin econmica y sociopoltica

    junto a las clases12

    . En los ciclos seculares tambin se reconoci al actor social, yel perodo de los siglos XI al XIII no fue apreciado como un crecimientoautomtico sino como el resultado de seores ansiosos por incrementar sus rentas ode campesinos roturadores que creaban fronteras de civilizacin, dndose muchastransformaciones no atadas a un ordenamiento prefijado13. Lo mismo se descubri

    9 BARBERO, A. y VIGIL, M., La formacin del feudalismo en la Pennsula Ibrica,Barcelona, Crtica, 1978. Entre los que siguieron este modelo, MNGUEZFERNNDEZ, J. M.,Ruptura social e implantacin del feudalismo en el noroeste peninsular (Siglos VI al X),Studia

    Historica. Historia Medieval, 1985, n 2, pp. 7-32 y, LORINGGARCA, M., Dominios monsticosy parentelas en la Castilla alto medieval: el origen del derecho de retorno y su evolucin, enPASTOR, R. (comp.), Relaciones de poder, de produccin y parentesco en la Edad Media y Moderna, Madrid, CSIC, 1990, pp. 13-50.

    10 Ver DUBY, G., El caballero, la mujer y el cura. El matrimonio en la Francia feudal,Madrid, Taurus, 1981, los nobles usaban la norma eclesistica para repudiar a la mujer que dejabade convenir. Afirm esta flexibilidad, LE JAN, R.,Famille et pouvoir dans le monde franc (VII e-X e sicle). Essai danthropologie sociale, Pars, Publications de La Sorbonne, 1995. Sobre relacionesendogmicas entre campesinos, ver el entretenido relato de LE ROY LADURIE, E., Montaillou,aldea occitana de 1294 a 1324, Madrid, Taurus, 1981.

    11 Se pueden tomar como ejemplos, FOURQUIN, G., Le premier moyen ge, en DUBY, G. yWALLON, A., Histoire de la France rurale, 1, Pars, Seuil, 1975; TOUBERT, P., Les structures du Latium mdival et la Sabine du IX e sicle, Roma, cole Franaise de Roma, 1973; FUMAGALLI,V., Terra e societ nell'Italia Padana. I secoli IX e X , Torino, Diabasis, 1976; MORETAVELAYOS,S., El monasterio de San Pedro de Cardea. Historia de un dominio monstico castellano (902-1338), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1971.

    12 Recordar la importancia que se atribuy en la formacin de la clase dominante al seorobanal, a violencias y alianzas por matrimonio, al ejercicio de la justicia en las asambleas condales,a las guerras, a la Paz de Dios, a la deliberada concentracin del hbitat, a la eleccin delvasallaje, a compras y concentracin de tierras, a reformas tcnicas y actividades de gestin.

    13 Representantes de distintas escuelas coincidieron en esto: SLICHER VANBATH, B. H., Historia agraria de Europa Occidental. 500-1850, Barcelona, Pennsula, 1974 (1 ed. 1959);DUBY, G., Economa rural y vida campesina en el occidente medieval, Barcelona, Pennsula,

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    para la baja Edad Media, en la reconversin de cultivos en pastizales y en loscensos para proteger el ingreso del deterioro inflacionario14.

    Lejos de la monotona, en cada fase se determinaron ascensos y cadas, tantode campesinos que se enriquecan como de los que marchaban en direccinopuesta, de patrimonios seoriales que se desintegraron y de otros que siguieron lacurva del engrandecimiento. Elites aldeanas, caballeros, ministeriales, hidalgospobres, campesinos tributarios, jornaleros y marginados protagonizaron un movi-miento estructural que no contuvo ningn modelo. Slo la descripcin monogr-fica poda atrapar tanto despliegue.

    Si en los estudios de macro tendencias no se verifica una subordinacin al

    paradigma estructuralista, ello es mucho menos comprobable en los anlisis sobremercaderes, donde se percibieron no slo las operaciones de comercio entre lascasas centrales y sus factores; tambin se incluy la inversin en tierras, lasalianzas matrimoniales y el juego poltico15. Esos actos, en su regularidad, sepresentaron con un margen de relativismo, es decir, siempre modificados por ladesviacin particular.

    Nos permitimos entonces enlazar dos conclusiones: 1) el estructuralismo norein, y, 2) la realidad que surge de los documentos sobrepasa cualquier paradigmageneral.

    1973 (1 ed. 1962); HODGETT, G. A. J., Historia social y econmica de la Europa medieval,Madrid, Alianza, 1974 (1 ed. 1972); POUNDS, N. J. G., Historia econmica de la Europamedieval, Barcelona, Crtica, 1981 (1 ed. 1974); CIPOLLA, C., Historia econmica de la Europa preindustrial, Madrid, Revista de Occidente, 1976 (1 ed. 1974); POSTAN, M., Ensayos sobreagricultura y problemas generales de la economa medieval, Madrid, Siglo XXI, 1981 (1 ed.1973); CHERUBINI, G., Signori, contadini, borghesi. Ricerche sulla societ italiana del Basso Medioevo, Firenze, Nuova Italia, 1977.

    14 Un resumen de los estudios de los aos sesenta y setenta por pases en SEIBT, F. yEBERHARD, W. (eds),Europa 1400. La crisis de la baja Edad Media, Barcelona, Crtica, 1992.Estudios globales: MISKIMIN, H. A.,Economa de Europa en el alto Renacimiento, 1300-1460,Madrid, Ctedra, 1980 (1 ed. 1969); AUBIN, H. y ZOM, W. (ed), Handbuch der deutschenWirtschafts- und Sozialgeschichte, I, Stuttgart, Union Verlag, 1971. Se expres tambin enmonografas regionales, por ejemplo, FOURQUIN, G., Les campagnes de la rgion Parsienne a la fin du Moyen Age: du milieu du XIIIe sicle au dbut du XVIe sicle, Pars, PUF, 1964.

    15 ROOVER, R. de,The rise and decline of the Medici Bank 1397-1494, Nueva York, 1966;BASAS FERNNDEZ, M., El consulado de Burgos en el siglo XVI , Madrid, Escuela de HistoriaModerna, 1963; LAPEYRE, H., Une famille de marchands. Les Ruiz. Contribution a l'tude ducommerce entre la France et l'Espagne au temps de Philippe II , Pars, A. Colin, 1955.

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    3. LA RELACIN SUJETO-OBJETO

    Lo indicado nos conecta con Pierre Bourdieu y Anthony Giddens. En Bourdieuhay una homologacin entre el plano de la realidad y el de las estructuras subjetivas,tomando la concepcin de agente como interiorizacin de la objetividad no contro-lada racionalmente. El agente social, provisto de una racionalidad prctica porinteriorizacin de las condiciones en que est inmerso, tiene comportamientos queobedecen a regularidades formando configuraciones coherentes y socialmenteinteligibles16. Ello presupone rescatar la actividad que se desarrolla en sentidoestructurante, segn indic Giddens17. Este ltimo exhibe conceptos que eluden alsujeto trascendente, recurriendo a la conciencia prctica (que distingue de laconciencia discursiva y de lo inconsciente) entendida como la gama de destrezas

    para continuar en los contextos de la vida social, concepto ligado al de actividadrutinaria que otorga la naturaleza recursiva a la vida social. La estructura es tantoconstrictiva como habilitadora de la accin18.

    Esto est en funcionamiento en estudios de historia, donde el agente reactasobre las condiciones en que se halla y engendra la dinmica estructural. Ese agente,en la medida en que presupone la conciencia prctica recreando condiciones deexistencia (y por lo tanto la prioridad estructural) niega al sujeto, aunque implica supotencialidad. Recprocamente, el sujeto, en tanto altera racionalmente el entorno, esla negacin del agente y de las condiciones objetivas asimiladas. El agente social,con su actividad cotidiana, fija (modificando) la estructura, pero al mismo tiempo esla posibilidad de trascenderla. Por ello la cotidianeidad es, contradictoriamente, unmecanismo de dominacin y de potencial transformacin. Cuando se renuncia alordenamiento heredado, el movimiento de la estructura se detiene y aflora elpredominio discrecional de la voluntad.

    De esa variacin deriva la dualidad de enfoques en la ciencia del devenir. Laprimaca que en el relato adquiri la accin social o la estructura no fue otra cosa queun rastreo del acontecer con predominios alternados de alguno de los polos de lacontradiccin. Cada uno se corresponde con momentos diferenciados del desarrollo

    16 BOURDIEU, P., El sentido prctico, Madrid, Taurus, 1991; BOURDIEU, P., y WACQUANT,L. J. D., Respuestas por una antropologa reflexiva, Mxico, Grijalbo, 1995.

    17 GIDDENS, A., La constitucin de la sociedad. Bases para la teora de la estructuracin,Buenos Aires, Amorrortu, 1995.

    18 No todos concuerdan con esta visin. Por ejemplo, CALLINICOS, A., Anthony Giddens:A contemporary critique,Theory and Society, 1985, vol. 14, n 2, pp. 133-166, plantea queprioriza las acciones del agente sobre la estructura. Considero que Giddens realiz una de las msfieles aproximaciones sistemticas a la forma de trabajo promedio del historiador econmicosocial.

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    de la totalidad (o de algunos de sus campos particulares) y ello condiciona alinvestigador. En consecuencia, slo es vlido un posicionamiento flexible, que en

    su conjunto adoptaron los historiadores, y que deriva del reconocimiento de lo real.Nada deberamos lamentar de esta flexibilidad, en la medida en que cada temaexige una aproximacin especfica, un mtodo, e incluso una retrica. Ladisciplina es, indudablemente, situacional antes que paradigmtica.

    Esta dicotoma entre objeto y sujeto nos transporta tanto a los fundamentosintemporales de la reflexin (que tuvo su expresin metafsica en la predeter-minacin y el libre albedro) como a los fundamentos del trabajo del historiador.

    4. PUNTO DE PARTIDA EN EL TRABAJO DEL HISTORIADOR Ese trabajo, leer e interpretar fuentes, que limitan, corrigen e invalidan el para-

    digma, distingue al oficio. Confina su desarrollo que, evaluado por obras caracte-rsticas no deja de ser una constante superacin del positivismo otrora dominanteconservando la base documental. Es el rasgo que dibuja la silueta de la disciplinaentre las ciencias sociales y nos recuerda su origen: mientras la historia acadmicaestuvo marcada desde su nacimiento por la erudicin documental, en los padresfundadores de la sociologa (Durkheim, Weber), por ejemplo, el inters terico fueel autntico demiurgo.

    Cada generacin de historiadores preserva la parte positiva del positivismo.Custodian esa herencia los libros, los usos transmitidos en clases tericas, semina-rios y direcciones de tesis, los requisitos de graduacin y publicacin. Es la normaque condiciona. El empirismo vigila la audacia y los miembros de la cofradadesautorizan enunciados no comprobados. De manera significativa, incluso entrabajos surgidos de la traduccin de sistemas formales, la teora se oculta detrs dedatos y circunstancias de la realidad. Ese apriorismo especulativo es, sin embargo,la excepcin; lo habitual es que todo reconocimiento se logre reiterando el trayectoimpersonal de la disciplina, de la bsqueda emprica a la interpretacin.

    Esa ausencia de plataformas metatericas le otorg al historiador una incon-fundible habilidad para los enfoques combinados. La necesidad de interpretar laevidencia lo condujo, en paulatina ruptura con el positivismo, a hurgar en otrasdisciplinas mucho antes de que eso se hiciera habitual en las ciencias sociales. Lalingstica le proporcion a Marc Bloch un mtodo regresivo y comparativo con

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    obvia anterioridad a las preocupaciones filolgicas del estructuralismo19. Otros,con inters por los ciclos, se abrieron a estudios interdisciplinarios como la demo-

    grafa, de la misma manera que la geografa humana concurri en apoyo de losestudios regionales20. Esos conocimientos brindaron respuestas concretas anteproblemas concretos de investigacin; las presunciones de totalidad acabada sesoslayaron. El miembro del oficio, que declina reverenciar algn dogma, sloacepta porciones mesuradas de teora, y suele considerar la consulta en cienciasvecinas una mera circunstancia expuesta a la enmienda documental.

    Esa combinacin polimorfa de fragmentos de teora llev, en algunos casos, aun camino en crculo: la dificultad emprica que le dio lugar recondujo a unempirismo fundado en clasificaciones y afectado por el lenguaje de las ciencias

    sociales21

    . Otro camino fue una fuga a la cultura y al desmedidolinguistic

    19 WALKER, L. D., A note on historical linguistics and Marc Blochs comparative method, History and Theory, 1980, vol. 19, n 2, pp. 154-165.

    20 Las influencias divergieron segn los centros historiogrficos. En el radio de influenciafrancesa, entre 1960 y 1980, la geografa histrica era el primer captulo de toda monografa sobreeconoma de los siglos XI a XVIII; esto reflejaba el ascendiente de Braudel. En Estados Unidoslos medievalistas privilegiaban la antropologa, la demografa y la arqueologa (para pocastempranas). Sobre esto, LEWIS, A. R., Medieval social economic history as viewed by NorthAmerican medievalists,The Journal of Economic History, 1975, vol. 35, n 3, pp. 630-634.

    21 Un camino eclctico ante la dificultad de sistematizar escenarios sociales mltiples seconstata en laToronto Schooly sus derivaciones. La observacin del campesinado ingls de labaja Edad Media llev a hablar de graduacin interna de la clase, de subgrupos en aldeas conconflictos entre s, de identidades mltiples de personas con diversidad de experiencias ypertenencias, de categoras solapadas, de grupos familiares cuyos miembros siguen conductaspropias. El detallismo en la descripcin fue acompaado por porciones de teoras sociolgicas: a)de Runciman, para incluir individuos ensystacs, en poderes interactuando que, en su diversidad,anulan una fuente primaria de identidad social; b) de laclosure theoryde Parkin, que enfatiza elpoder y el conflicto en la lucha distributiva, con lo que da cuenta de desigualdades no basadas enclases y desemboca en criterios mltiples de exclusin e inclusin social; c) por detrs de esto seasoma Weber, d) la teora de la estratificacin social americana; e) por ltimo, en sus inicios huboalgn intento de reconciliar la nocin de clases de Marx con los criterios enunciados, aunqueMarx qued oculto detrs de todo esto o es taxativamente negado: la extraccin de renta del seorsera un alquiler de la tierra. Ver, DEWINDT, E. B., Land and people in Holywell-cum- Needingworth, Toronto, Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1971; DEWINDT, A. R.,Redefining the peasant community in medieval England: the regional perspective,The Journalof British Studies, 1987, vol. 26, n 2, pp. 163-207; BRITTON, E., The community of the Vill,Toronto, Macmillan of Canada, 1997; RAFTIS, J. A.,Peasant economic development within theEnglish manorial system, Stroud, Sutton, 1997; RIGBY, S. H.,English society in the later middleages. Class, status and gender , Londres, Macmillan, 1995; SCHOFIELD, Ph. R.,Peasant and community in medieval England. 1200-1500, Nueva York, Palgrave-Macmillan, 2003. Una crticaen RAZI, Z., The Toronto schools reconstitution of medieval peasant society: a critical view,Past and Present , 1979, n 85, pp. 141-157.

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    turn22. Pero si en algn momento pareci que se impona el paradigma semitico,la misma prctica que lo reverenci lo destrua: sin desconocer la audiencia que

    obtuvo en Estados Unidos, la investigacin se alej del ltimo nominalismo. Laarqueologa de los siglos V a X desmiente por igual la premisa de quele fait na jamais quune existence linguistiquey la creencia de que no se conoce por mediosexternos al discurso; nos descubre, tambin, prcticas no discursivas y lgicas nosemiticas, como la explotacin del trabajo ajeno23. Exponer la realidad tal cualera es un objetivo que reaparece como un saludable prurito de la profesin, opo-nindose al paradigma, e incluso, al provechoso mtodo de olvidar lo secundario.Esto ltimo nos advierte que la flexibilidad situacional, si bien resuelve ladicotoma objeto sujeto, revela su costo en enunciados hbridos, despreocupadasfluctuaciones terminolgicas o negacin conceptual (volver sobre esto).

    La independencia de teoras generales o su adopcin parcial se muestra entemas precisos.

    1) El estudio acerc a los historiadores del seoro a concepciones deexplotacin (marxista) o de poder patrimonial (weberiana) sin caer en dependenciade esos sistemas24. Esa praxis alejaba del formalismo institucional en el mismomomento en que el campo sociopoltico era objeto de polmicas cruzadas, configuras como Nicos Poulantzas y Ralph Miliband, que no ejercieron ningn

    22 Lo expres DEWALD, J., Roger Chartier and the fate of cultural history,French Historical Studies, 1998, vol. 21, n 2, pp. 221-240: language has seemed to offer analternative way for us to understand entities like classes and communities, a means of avoidingthe simplifications and reifications that marred earlier social histories (p. 228). Tambin,STEDMANJONES, G., Languages of class: Studies in English working class history, 1832-1982,Cambridge, Cambridge University Press, 1983, comprende la clase social as a discursiverather than as an ontological reality (p. 8). Asimismo, ver PROST, cit., pp. 675-676.

    23 Esos logros de la arqueologa, que obligaron a escribir otra historia, se contemplan enWICKHAM, C.,Framing the early middle ages. Europe and the Mediterranean, 400-800, Oxford,Oxford University Press, 2005 y en TOUBERT, P., Europa en su primer crecimiento. DeCarlomagno al ao mil, Valencia Granada, Universidad de Valencia Universidad de Granada,2006. El ms evidente olvido del giro lingstico sobre esto es la explotacin del trabajo que hadejado sus huellas materiales en las construcciones de la clase dominante. Su ausencia en latemprana Edad Media revela una sociedad de estatus que no haba llegado todava a transformarseen una sociedad de clases.

    24 Esa aproximacin conceptual desde la investigacin histrica se debe en gran medida aDUBY, G., La socit aux XI e et XII e sicles dans la rgion mconnaise, Pars, Ed. de lcole desHautes Etudes en Sciences Sociales, 1988 (1 edicin 1953).

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    impulso en ese avance (dicho esto sin desconocer que la teora poltica alimentalgn rincn estructuralista entre los historiadores)25.

    2) Los modelos de larga duracin sobre movimientos de variables debenmucho a lo que Michael Postan escribi en 195026. En ese entonces, la escuelaestructuralista no haba subido al escenario, y si bien Postan refleja lecturas deRicardo o Malthus, sus preguntas se originaron en una tensin entre teora yevidencia, cuando advirti que el monetarismo no explicaba la evolucindivergente entre precios agrarios y no agrarios.

    3) Sabemos que la larga duracin estructural fue un concepto liminar deFernand Braudel27. Esa estructura era la geografa histrica; la coyuntura era el

    movimiento de precios y el nivel de superficie se resolva en el acontecimientopoltico28. En las descripciones de sus discpulos, ese marco geogrfico persiste,pero la estructura pas a ser, en muchos casos, una infraestructura de relacionessociales sobre la cual se desarrollaran los otros movimientos29. Si esos trestiempos de Braudel tuvieron su paralelo en los niveles de la totalidad de Althusser(econmico, ideolgico, jurdico-poltico, cada uno con su propia temporalidad)30,no hay ninguna razn para interpretar esa coincidencia como la adopcin de unparadigma filosfico por parte del historiador. La arquitectura tripartita que

    25 POULANTZAS, N., The problem of the capitalist state, New Left Review, 1969, n 58, pp.67-78; MILIBAND, R., The capitalist state: reply to Poulantzas, New Left Review, 1970, n 59,pp. 53-60; ID., Poulantzas and the capitalist state, New Left Review, 1973, n 82, pp. 83-92;POULANTZAS, The capitalist state, New Left Review, 1976, n 95, pp. 63-83. El debatecomprometi a muchas de las primeras figuras de las ciencias polticas; ver BARROW, C. W.,(Re)reading Poulantzas: state theory and the epistemologics of structuralism, disponible enwww. umassd. Edu /cfpa/docs/poulantzas.pdf (agosto 2007). Poulantzas tuvo una mayor influen-

    cia (aunque moderada) en el planteamiento de la centralizacin poltica de la baja Edad Media; detodos modos, este autor vari sus posiciones.26 POSTAN, M., Los fundamentos econmicos de la sociedad medieval, en ID., Ensayos...,

    pp. 5-37.27 BRAUDEL, F., Histoire et sciences sociales. La longue dure , Annales. conomies.

    Socits. Civilisations, 1958, n 4, pp. 723-753.28 BRAUDEL, F., El Mediterrneo y el mundo mediterrneo en la poca de Felipe II ,

    Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1953.29 Por ejemplo, en la obra de P. VILAR, op. cit. 30 ALTHUSSER, L., La revolucin terica de Marx, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971, p. 95;

    ALTHUSSERy BALIBAR, op. cit., pp. 65, 270 y ss., 323.

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    Braudel otorg a su obra ms importante deriv de sucesivas aproximaciones querealiz como historiador31.

    4) Sobre los tres rdenes, no interes tanto marcar la permanencia de unamentalidad (descubrimiento de Georges Dumzil, quien an cuando presentaconcordancias con el estructuralismo no pertenece a la generacin de la escuela)como la oportunidad en que se enuncia y sus efectos en la organizacin social. Ellose relaciona con el rol de la iglesia en la estabilizacin de las relaciones feudales,que ha sido investigada en sus prcticas discursivas y no discursivas, enfoquesurgido del medievalismo sin injerencia del estructuralismo lingstico32.

    5. OBRAS EJEMPLARES Y PEQUEAS CRISIS Hemos concluido que el ideal de los historiadores fue la ortodoxa prioridad

    documental, prctica que condujo por lugares slo tangencialmente coincidentescon islotes estructuralistas o de cualquier otro sistema general. Esto se encuadra enlo que Thomas Kuhn llam, en referencia a la ciencia natural, modelosejemplares, es decir, ejemplos concretos de trabajo emprico exitoso33. En lahistoria, el vaco terico inicial ha sido ocupado por obras consagradas por laestimacin de pares, obras que establecieron cuestiones, algn enfoque sugerente,conceptos y hasta la modalidad expositiva. Una evaluacin promedio se logra enlibros clebres tras los cuales se aline la prctica profesional.

    31 Ver las revelaciones de Paule BRAUDEL, Les origines intellectuelles de Fernand Braudel:un tmoignage, Annales. conomies. Socits. Civilisations, 1992, n 1, pp. 237-244, destaca sutrabajo de archivo alimentado por algn historiador ilustre como Pirenne.

    32 La referencia clave es, DUBY, G., Les trois ordres ou l'imaginaire du fodalisme, Pars,Gallimard, 1978. La preocupacin de los medievalistas por el tema se ve, por ejemplo, en BISSON,Th., The organized peace in southern France and Catalonia (c.1140-1223), American Historical Review, 1977, n 82, pp. 290-311; COWDREY, H. E. J., The peace and the truce of God in theeleventh century,Past and Present,1970, n 46, pp. 42-67; KENNELLY, K., Sobre la paz deDios y la sagrera en el condado de Barcelona (1010-1130), Anuario de Estudios Medievales,1968, n 5, pp. 107-136. Se dejan de lado los cuestionamientos actuales a la cronologa de Duby.

    33 Ver al respecto, ALEXANDER, J. C., La centralidad de los clsicos, en GIDDENS, A.,TURNER, J. y otros, La teora social hoy,Buenos Aires, Alianza Universidad, 1995, pp. 32-33.Tambin niegan el paradigma para el estudio de la historia, EVANS, R. J., In defence of history,Londres, Granta Books, 1997, p. 43, y, BARTHLEMY, D., La thorie fodale lpreuve delanthropologie (note critique), Annales. Histoire, Sciences Sociales, 1997, n 2, pp. 321-341,ver, p. 326: las disciplinas histricas y filolgicas no conocen revoluciones cientficas.

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    De manera notable, ninguno de los autores que marcaron caminos en lainvestigacin ofreci un sistema terminante, ni floreci desde el interior de la

    disciplina un laboratorio terico ni una teora construida sobre teora (al estilo desu consolidada presencia en otras ramas de las ciencias sociales). Las escasassistematizaciones exhiben una abismal diferencia de calidad comparadas con lossuperiores estudios que los historiadores lograron como practicantes del oficio34.Es por esta vacilante capacidad terica que exhiben los trabajos guas que susseguidores se permiten reproducir un enfoque antes que un cerrado ordenamientoconceptual.

    A partir de estas premisas se constituye la reproduccin. Quienes realizan unaobra ejemplar se dedican a una trabajosa elaboracin que incluye hiptesis,

    consultas en ciencias vecinas y una representacin meditada. Si el gremio reconocela calidad del resultado, y el artesano goza de predicamento institucional, esecapolavoro se transforma en lectura autorizada. A continuacin, los seguidoresencuentran un camino ya transitado, desde el tema a los conceptos. Pero de maneraespecial, encuentran una gramtica para descifrar las fuentes. Para los aclitos dela obra ejemplar, esto es una ventaja en la competencia acadmica, como ser unalabor ms descansada y un resultado ms rpido, que permitir (si los dioses songenerosos) el pronto ingreso de un nuevo maestro a la corporacin. En estasrplicas se perpeta la indigencia terica de legiones de historiadores en regreso alpositivismo. Estos tiempos diferenciados de inversin en trabajos intelectuales setraducen en los valores cientficos tambin diferenciados.

    De todos modos, se impone abrir una subcategora de estudios que siguiendomuy de cerca al modelo se distinguen de la masa repetitiva por una elevada cuotade creatividad.

    Se establecen as patrones de anlisis por especialidad. Si documentos delsiglo X, por ejemplo, reflejan la absorcin de alodios por parte de un monasterio,es posible que sea interpretado como la vigencia de una sociedad de propietarioslibres o como su contrario, como muestra de la fuerza centrfuga que habaadquirido el seoro. La lectura prestigiosa orienta la eleccin y se autoreproduce.Expres esto Jacques Le Goff con relacin a la tesis de Georges Duby: la

    34 Un caso notable, THOMPSON, E. P., The poverty of theory and other essays, Londres,Merlin Press, 1978.

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    fascinacin que ejerci condujo a ver otras feudalidades europeascomme dautres Mconnais35.

    Adems, cada tradicin de la especialidad es tradicin nacional en la queinterviene, con diversa penetracin, la cuestin poltica particular36. El estudio delarga duracin a travs de ciclos coyunturales es una disposicin francesa, como esbritnica la atencin sobre las clases configurando la estructura37. Detrs de estasescuelas asoman los nombres de Labrousse y Braudel, de Tawney y Dobb38.Prioridad documental, herencias de la especialidad y obras ejemplares, reducen elalcance de los paradigmas y sus crisis.

    La tesis de Duby, que inspir a tantos historiadores, se ajusta a una secuencia.

    Guizot, en el siglo XIX, habl de sociedad feudal en una perspectiva global ydialctica, y con ello impuls el desarrollo de pequeos mundos; hacia los aos1930, Charles Perrin y Andr Dlage postularon la cuestin del seoro rural;en 1939 Roger Aubenas contrapuso castillos pblicos del siglo X a la privatizacindel ao mil, en momentos en que Marc Bloch, con La socit fodale(1939-1940),sin romper totalmente con el paradigma de Guizot, impona la idea de que en lossiglos XII y XIII surgi una segunda edad feudal; la inversin de perspectiva secontinu en Duby (su influencia en el tema comenz en 1971), para quien lasegunda de esas edades fue la ms feudal, y prepar as el terreno para la tesis de la

    35 LE GOFF, J., Les trois fonctions indo-europennes, l'histoire et l'Europe fodale, Annales. conomies. Socits. Civilisations, 1979, n 6, pp. 1187-1215, cita de p. 1190. DUBY, Lasocit ...

    36 Est en prensa un nmero monogrfico de Anales de Historia Antigua, Medieval y Modernasobre visiones nacionales en la historiografa. Es conocido el condicionamiento de lapoltica en la interpretacin de la revolucin inglesa del siglo XVII y por extensin en los estudiosde las estructuras agrarias. Ver, ANDERSON, P., La cultura represiva. Elementos de la culturanacional britnica, Barcelona, Anagrama, 1977; THOMPSON, E. P., Las peculiaridades de loingls, Historia Social,1994, n 18, pp. 9-60. Tambin influy en los marxistas ingleses ladisidencia en el comunismo posterior a 1956 para el nacimiento del humanismo socialista y lainclinacin cultural en sus estudios de las clases. Ver sobre esto, PALMER, B. O., Reasoningrebellion: E. P. Thompson, british marxist historians and the making of dissident politicalmobilization, Labour/Le Travail, 2002, n 50, disponible enhttp://www.historycooperative.org/ journals/llt/50/palmer.html(agosto 2007).

    37 Para los historiadores ingleses ver, KAYE, H. J., Los historiadores marxistas britnicos.Un anlisis introductorio, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1989.

    38 BRAUDEL, op. cit.; LABROUSSE, E., La crise de lconomie franaise la fin de lAncien Rgime et au dbut de la Rvolution, Pars, PUF, 1943; TAWNEY, R. H.,The agrarian problem inthe sixteenth century, Edimburgo y Londres, Longmans Green, 1912; DOBB, M.,Estudios sobreel desarrollo del capitalismo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975.

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    mutacin39. Esa tesis fue expuesta por Pierre Bonnassie y origin un paradigmalimitado tanto por la poca histrica de su aplicacin, entre los siglos X y XII,

    como por ser principalmente francs40

    . Con un mximo de aprobacin en los aosochenta, algn paso en falso y nuevas elaboraciones precipitaron su revisin, sucrisis, aunque sta no slo es circunscrita; tambin es provisional: cuestionado elmodelo por algunos, otros lo resguardan.

    Admite un recorrido similar la tesis gentilicia de formacin del feudalismocastellano leons41. La establecen Barbero y Vigil en los aos setenta reponiendoun esquema aejo de historiadores alemanes (que inclua conceptos de ClaudioSnchez Albornoz, objeto invariable de la crtica), y rein durante unos veinteaos; slo hacia el comienzo del nuevo milenio surgieron objeciones referidas al

    origen del feudalismo por evolucin de comunidades de parentesco y a la prioridaddel patrimonio en el poder del seor.

    Estas obras ejemplares, que se repiten en distintos lugares, llevan a pequeosparadigmas y a pequeas crisis42. Enfrentan la fantasa de la innovacinmostrndonos un lento desarrollo intrnseco. La historiografa no est sujeta arupturas epistemolgicas, ni hubo un instante fundacional (al estilo del ao mtico1929 de los Annales). Este carcter evolutivo se constata en autores como KarlLamprecht y Werner Sombart, que leemos sin otorgar indulgencias por su antige-

    39 BARTHELEMY, D., La thorie fodale..., especialmente, p. 324 y ss.; LAURANSON-ROSAZ, C.,Le dbat sur la mutation fodale: tat de la question, disponible enwww.droit.u-clermont 1.fr/.../CentreRecherche/LeCentredEtudesRomanistiquesDAuvergne/GERHMA/MutFeodebat.pdf (agosto 2007).

    40 BONNASSIE, P., La Catalogne du milieu du X e la fin du XI e sicle. Croissance et mutation dune socit , 2 v., Toulouse, Universit de Toulouse-Le Mirail, 1975-1976. Labibliografa sobre la cuestin en LAURANSON-ROSAZ, op. cit.Fuera de Francia, la tesis tuvo unaexplicable influencia entre medievalistas catalanes que enriquecieron el enfoque. Se supera esemarco restringido tardamente; ver al respecto,Past and Present , 1994, n 142, y 1996, n 152,con la participacin de los medievalistas no franceses Thomas BISSON, Stephen WHITE, ThomasREUTERy Chris WICKHAM.41 Estudi esto en ASTARITA, C., Tesis sobre un origen gentilicio y patrimonial delfeudalismo en el noroeste de Espaa. revisin crtica, Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna, 2006, n 39, pp. 99-127.

    42 PROVERO, L., Cuarenta aos de historia rural del medioevo italiano, Historia Agraria,2004, n 33, pp. 15-30, indica tres grupos de obras guas: los trabajos de Elio Conti y de GiovanniTabacco sobre paisajes agrarios y poderes seoriales en los aos sesenta; los de Pierre Toubertsobre asentamientos en los setenta, y los de Chris Wickham sobre la comunidad campesina. Estosparadigmas discretos dieron lugar a correcciones parciales. En todos lados puede hablarse deobras que guiaron investigaciones; por ejemplo, la de Peter Laslett que desde Cambridge orienttrabajos sobre la familia a partir de 1964.

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    dad43. Sus libros renacen en acreditados especialistas de la economa medievalconsagrados al largo plazo44. Si del plano estructural pasamos a otros, impropios

    de la ciencia, se confirma este juicio. La descripcin de sujetos libres dedeterminismo es una columna de evolucin que conecta lo reciente con laprehistoria de la disciplina. Stedman Jones, por ejemplo, conjetura que la nodeterminacin es el luminoso porvenir abierto en los ltimos tiempos; no imaginael arcasmo del postulado ni que ha develado su ineptitud filosfica45. Definir a laclase en trminos culturales, como hace en Languages of class, un derivado de laimportancia que atribuye al discurso en la identidad social, tampoco es nuevo: ensustancia, la proposicin estaba disponible en escritos de Edward PalmerThompson desde la dcada de 196046. Los detalles que nos cuenta laTorontoSchoolrecuerdan al positivismo, aunque ste no incomoda con palabras preten-ciosas47. La negociacin perpetua entre clases, que se cree un hallazgo actual,remite a intrpretes muy clsicos: desde Hegel en adelante, para hablar slo de laetapa moderna del conocimiento, la absorcin consciente del conflicto fue conside-rada el presupuesto de la reproduccin social. Esa certeza, ya sea del funciona-lismo o del anlisis institucional, slo tuvo la excepcin de Marx y sus herederos.Hasta el postmoderno del giro lingstico se incluye en una muy rancia estirpe:confundir la ficcin con la realidad y despreocuparse de la tica son hbitosantiqusimos de la (in)cultura.

    Los ejemplos que anulan revoluciones se multiplican si observamos lostemas. La antropologa poltica fue tratada por Marc Bloch y Ernst Kantorowicz enfechas tan lejanas como 1924 y 1957 respectivamente; el ensayo de Norbert Eliassobre el control del cuerpo data de 1938; Aaron Gurievich indag antropol-gicamente en las conductas sociales de la alta Edad Media desde los aos sesenta

    43 LAMPRECHT, K., Deutsche Wirtschaftsgeschichte in Mittelalter. Untersuchungen ber dieEntwicklung der materiellen Kultur auf den platten Land auf Grund der Quellen zunchst des Mosellandes, 3 v., Leipzig, 1885. Se admira en esta obra el estudio de la economa y la sociedaden una dimensin regional y estructural. Subray la contribucin de Sombart para el

    conocimiento del artesanado del dominio, TOUBERT, P., La part du gran domaine dans ledcollage conomique de lOccident (VIIIe-Xe sicles), en La croissance agricole du haut moyenge, Flaran 10, Auch, 1998, p. 75; tambin, ID., Europa en su primer crecimiento...,p. 96.SOMBARTescribi tambin pginas memorables sobre el artesano de las ciudades medievales; versu libro, Der moderne Kapitalismus. Historisch-systematische Darstellung desgesamteuropischen Wirtschaftslebens von seinen Anfngen bis zur Gegenwart , Mnchen yLeipzig, Duncker and Humblot, 1916, primer volumen.

    44 Como Wickham y Toubert, citados.45 STEDMANJONES, Une autre histoire sociale?.46 STEDMANJONES, Languages of class...;THOMPSON, E. P. , op. cit.47 Ver nota 21.

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    con una profundidad que parece no haber sido superada; en la misma pocapublicaban Jos Luis Romero y Jacques Le Goff sus historias culturales de la

    sociedad medieval (algo que ahora se anuncia como primicia); hace ya treinta aosque Bronislaw Geremek ha publicado su estudio sobre marginales en Pars48. A laluz de estas obras, pareciera que la creatividad actual es ms modesta de lo quealgunos colegas imaginan.

    Esto abona el predominio de la evolucin (muy lenta) sobre las rupturas.Nunca existi una ortodoxia conceptual dominante; tampoco hay ahora unestallido de individualidades que con luz propia se orientan en las tinieblas sinolinajes abastecidos por lecturas prestigiosas. No proliferan, pues, planteamientosmuy novedosos, por la mochila emprica, por la limitacin que imponen las obras

    ejemplares, por la complejidad de una formacin personal que incluye el manejode muchas variables, por un espectro temtico que no es infinito49. La observacinde trabajos admite un nmero limitado de casilleros para clasificarlos, algo quepuede afirmarse sobre temas como la revolucin feudal, los concejos castellanos,lamezzadriaitaliana, la crisis de las rentas seoriales en la baja Edad Media, etc.

    6. CONDICIONANTES Y REFERENTES

    Negar una mecnica traslacin de grandes paradigmas a la historia no implicaausencia de presupuestos generales en la lectura de fuentes. La misma obraejemplar est condicionada por factores polticos, ideolgicos y culturales. Esto sevincula con la conexin que se establece entre el historiador y los referentes de suactualidad. Este aspecto es rico en matices.

    Si los prceres estructuralistas (Lvi-Strauss, Lacan, Althusser y Barthes)fueron contenidos por el discurso historiogrfico de manera imperfecta, o directa-mente excluidos, ello no significa que los historiadores hayan rechazado su

    48 BLOCH, M., Les rois thaumaturges, Pars, Gallimard, 1983; KANTOROWICZ, E., Los doscuerpos del rey. Un estudio de teologa poltica medieval, Madrid, Alianza, 1985; ELIAS, N.,El proceso de la civilizacin. Investigaciones sociogenticas y psicogenticas, Mxico, Fondo deCultura Econmica, 1979; GUREVIC, A. J., Le categorie della cultura medievale, Torino, Einaudi,1983; LE GOFF, J., La civilizacin del occidente medieval, Barcelona, Juventud, 1969. ROMERO, J.L., La revolucin burguesa en el mundo feudal, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1967;GEREMEK, B., Les marginaux parisiens aux XIV e et XV e sicles, Pars, Flammarion, 1976.

    49 As por ejemplo, los estudios sobre la muerte, que se suponen parte de la nueva micro-historia y de una sensibilidad hacia situaciones antes inexploradas, es un tema en el que se habanhecho incursiones a comienzos de los aos cincuenta; ver TENENTI, A., La vie et la mort traversl'art du XV sicle, Pars, A. Colin, 1952.

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    estudio. Tambin pudieron enterarse de sus proposiciones a travs de mediacionesexplicativas. Pero no fue lo nico.

    Situmonos en la posicin de un historiador latinoamericano de los aossetenta, interesado en historia econmica y social de la tarda Edad Media, quecomienza su dcada decisiva de formacin50. Ubicado a la izquierda del arcopoltico, en armona con el contorno generacional, las sugerencias eran diversas.Posiblemente tienne Balibar con sus incursiones en problemas de transicin apartir de modos de produccinad hoc, se acercara a las preocupaciones que traanlas recientes traducciones al castellano de Maurice Dobb (con el famoso debate) ode Pierre Vilar. Si haba por all alguna fuerza que lo empujaba hacia estructurasde la realidad y de la teora, otros, como los historiadores ingleses, lo llevaban a

    detenerse en la gente comn o en plebeyos poco comunes como los bandidossociales. Pudo haber ledo un libro tan inteligente como el de Kenneth Stampp, yentusiasmarse con sus descripciones de la vida de los esclavos norteamericanos51.Cuadros significativos de la existencia cotidiana formaban all una institucineconmica y social sin enunciar estructuras. Tambin se obstinaban en recordar alindividuo, o se oponan al mecanicismo de causa y efecto, otros como Lewis,Sartre, Sve, Marcuse, Cornu, Garaudy, Lukcs y Monod; cualquiera de ellos pudoaportar al bagaje de nuestro imaginario medievalista52. Tal vez lo hizo la academiade la URSS; al respecto, suele olvidarse que esa ortodoxia, ya entonces despre-

    50 La dimensin latinoamericana surge de comparar situaciones. Ver, ASTARITA, C., La

    historia social y el medievalismo argentino,tudes & Travaux, 2002-2003, pp. 113-124, y,FRANCOJNIOR, H., y MOTTABASTOS, M. J. da, Lhistoire du Moyen Age au Brsil,tudes &Travaux, 2002-2003, pp. 125-131. El concepto de que existe una dcada decisiva de formacinintelectual, en LORINGALLEN, R., Joseph Schumpeter. Su vida y su obra, Valencia, EdicionesAlfonso el Magnnimo, 1995, en especial, pp. 103 y ss.

    51 STAMPP, K. M., La esclavitud en los Estados Unidos, Barcelona, Oikos-Tau, 1966.52 Lewis propici un acercamiento desprejuiciado hacia Weber desde el marxismo; Monod

    enfrent formulaciones mecanicistas de la dialctica de la naturaleza de Engels; Sve intentconstruir una teora de la personalidad desde la sexta tesis de Feurbach; la contribucin de Sartrehacia un entendimiento mediado de la constitucin de la subjetividad debe ser incluido para darcuenta de una atmsfera intelectual no resignada al reinado del plano objetivo; una parte de laobra de Marcuse (con mucha audiencia juvenil en esos aos revolucionarios del 68) y de la granmonografa de Cornu se destinaban a valorar la tradicin hegeliana marxista en el mismomomento en que Althusser enterraba al joven Marx bajo la acusacin de premarxismo; Lukcs noslo aplicaba la teora del reflejo en la esttica o de la situacin tpica en la novela realista;tambin haba replanteado la conciencia de clase como conciencia cognitiva, de lo cual derivabala premisa de actividad terica del sujeto actuando sobre la estructura; la figura de Garaudyparece haber sido, en cambio, de menor entidad, por sus debilidades filosficas, por suhumanismo insulso, por la poco disimulable preocupacin que tuvo por salvar compromisospolticos inmediatos.

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    ciada (aun por muchos de los que sostenan polticamente a sus delegacionesnacionales), participaba en la iniciacin del anlisis social. O la pequea Biblia

    roja de China con una cadena que sujetaba muchos entendimientos (incluidos losalthusserianos): el marxismo-leninismo-estalinismo-maosta. En un notable contra-peso, Gramsci tambin participaba53. Este balance, precario e irremediablementesubjetivo, alerta sobre el hecho de que autores desplazados de la atencin centralen algn momento pudieron haber tenido una mayor contribucin a un fondoinstructivo que otros, como el oscuro y afamado doctor Lacan, casi inaccesiblepara cualquier historiador54.

    Esos instrumentos (un conglomerado de criterios conectados y dismiles), losconfrontaba el historiador ideal con los documentos (descifrados a travs de sus

    profesores universitarios o de obras ejemplares), y de esto surga una permanentetensin entre herramientas de lectura y materia prima. Estas cuestiones nosfranquean el anlisis del lugar que ocupa la crisis en el devenir de la disciplina.

    7. ORIGEN DE UNA NOCIN

    El problema sobre crisis general empieza a resolverse si advertimos laexistencia de ciclos metodolgicos con efectos en las relaciones de fuerzas delcampo acadmico. El pasado ensea sobre el asunto.

    Entre fines del siglo XIX y principios del XX se desplegaba en Francia undebate intenso sobre el estatuto de la historia que precedi al surgimiento de los Annales55. La revista pareca romper con todas las convenciones postulando unahistoriaciencia social. Sin embargo, al mirar el asunto con la tranquila perspec-tiva que nos ofrece el tiempo, no cuesta admitir que esa concepcin se encontraba

    53 La primera difusin latinoamericana de Gramsci se debi a Hctor Agosti, dirigente delortodoxo Partido Comunista argentino, quien edita sus cartas en 1950 y losCuadernos de lacrcelentre 1958 y 1962.

    54 La diversidad de la oferta se repeta en otros lugares. Para tomar una posicin paralela, aslo dos aos de la edicin de la conocidaStoria dItaliade Einaudi, 1974, con aportaciones dereconocidos braudelianos, apareca en Turn uno de los libros ms famosos de la micro historia:GINZBURG, C., El queso y los gusanos. El cosmos segn un molinero del siglo XVI , Madrid,Muchnick Editores, 1981.

    55 BURGUIRE, A., The fate of the history of mentalits in the Annales,ComparativeStudies in Society and History, 1982, vol. 24, n 3, pp. 424-437.

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    en Sombart, Lamprecht o Weber56. La novedad era ms aparente que real y dirimauna lucha por el predominio con la sociologa. Esto nos advierte que la mirada

    debe ser universal; los lmites nacionales confunden situaciones particulares con logeneral y cambios en el nfasis sobre temas o enfoques con cambios deparadigmas. Nos introducimos en los campos de batalla.

    En efecto, crisis general es una nocin que divide. Las dicotomas se disponencomo armas de combate. Suele decirse, por ejemplo, que la consideracin delsujeto se opone a la economa. Es una creencia extraa; no se entiende por qu, porejemplo, el estudio de la sublevacin inglesa de 1381 se opone a los anlisis de lacrisis de rentas del siglo XIV. Pero lo que no explica la ciencia se justifica porrazones que el acadmico disimula.

    El espacio no es neutro; se encuentra surcado por tensiones, rivalidadesfacciosas, alianzas, lealtades, dones y contra dones, estados beligerantes, amista-des, divisiones polticas, ataques al prestigio ajeno y construcciones prestigiosas. Elrefereede una revista es la ilusin de ciencia que encubre pautas no cientficas deevaluacin con ms frecuencia que la deseable; la libertad intelectual slo sedespliega en publicaciones opuestas. En ese lbil panorama de interaccin, elparadigma dirime entre el que est de moda y el no actualizado; promociona o ex-comulga detrs de un tono impersonal y contundente57. En cada relevo genera-cional, cuando la dificultad de instalarse y hacer carrera sobresale, los advene-dizos crean un dinamismo dialctico: una Reforma puede devenir en Contrarre-forma, la calificacin descalifica, y excluir es un correctivo para el inadaptado (elque no se adapt al cambio). Los acontecimientos polticos y culturales constituyenel escenario influyente donde los actores interpretan el drama. La coyunturahistoriogrfica sigue as a la coyuntura poltica, y cada giro presupone que un grupode historiadores, ordenados por generacin, pasa a un segundo plano58. Algunoscasos conmueven.

    56 SOMBARTy LAMPRECHT, citados. Para evitar confusiones con el socilogo, recordemos deWEBER, M., Historia econmica general, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1961, 1 edicinalemana, 1923.

    57 Las frases son del tipo hoy se sabe, ahora todos admiten.58 Se habla aqu de un pas en el que rige el constitucionalismo liberal, aunque el cuadro

    excluye situaciones como la de Alemania. En este pas, durante la guerra fra se prolong en laparte occidental la orientacin nacionalista conservadora del siglo XIX y el nacionalsocialismo(que recuper posiciones despus de 1945), y en la oriental se impuso el estalinismo. Con lareunificacin se prescindi de los historiadores de la RDA. En estas condiciones, el medievalismode Alemania occidental no tuvo tendencias dominantes.Ver, IGGERS, G. G., Lhistoire sociale etlhistoriographie Est-Allemande des annes 1980,Vingtime Sicle. Revue dhistoire, 1992, vol.

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    Braudel, constructor del baluarte institucional de la historia francesa, cuandomuere, en 1985, desciende al infierno. En un contexto poltico en que se pasaba del

    proteccionismo al libre intercambio, Stephan Epstein objet su nocin deeconoma mundo59. Robert Bartlett, que se niega a hablar de situaciones colonialespara la Edad Media, ni siquiera lo menciona60. Hasta una obra tan slida comoEl Mediterrneose desvanece en el aire de la indiferencia. Tal vez ahora Braudel halogrado deslizarse del infierno al purgatorio francs, pero no parece que susactuales sucesores en los Annalestengan un genuino deseo de reinstalarlo en elparaso (ni hablar de que vuelva a ser su dios profano). Los esfuerzos de susdiscpulos y admiradores, organizando Jornadas Braudelianas, enternecen, perosus resultados fueron limitados61. Uno de ellos, Ruggiero Romano, escribi unlibro para reivindicar a su maestro62. El mismo Romano fue marginado desde, porlo menos, principios de la dcada de 1980, ostracismo que se perfeccion por su jubilacin en 1989.

    Con esa desagradable experiencia, Romano adquiri, en el final de su vida,una irritada percepcin de este transcurso oscilante de la historiografa comoconstruccin y destruccin de figuras, referencias, lugares, mitos, ideologas ylenguajes63. Como memoria y olvido. Un intrprete del pasado puede ocupar el

    34, n 34, pp. 5-24; LDTKE, A., Le Rpublique Dmocratique Allemande comme histoire.Rflexions historiographiques, Annales. Histoire, Sciences Sociales,1998, n 1, pp. 3-39;DEMADE, J., El mundo rural medieval en la historiografa en alemn desde 1930, Historia Agraria, 2004, n 33, pp. 31-80.

    59 EPSTEIN, S., An Island for itself. Economic development and social change in latemedieval Sicily, New York, Cambridge University Press, 1992. Las crticas de este autor seconcentran en Bresc, representante de la escuela braudeliana que estudi Sicilia. La teora de ladependencia fue, en los aos sesenta y setenta, el fundamento programtico de muchos actorespolticos del Tercer Mundo, desde la izquierda revolucionaria a las burguesas nacionales. Larelacin del problema con la ubicacin del historiador, en AYMARD, M. y BRESC, H.,Dependencia y desarrollo: Sicilia e Italia del sur (s. XI-XVIII), en reas. Revista de CienciasSociales, 1984, 4, pp. 24-41. La teora tuvo su mayor audiencia a fines de los aos setenta, como

    se observa en el congreso del Istituto Internazionale di Storia Economica F. Datini, 10,Sviluppoe sottosviluppo in Europa e fuori d'Europa dal XIII alla rivoluzione industriale, Prato, 1978.60 BARTLETT, R., La formacin de Europa. Conquista, colonizacin y cambio cultural, 950-

    1350, Valncia, Universitat de Valncia, 2003.61 Se publicaron lasSegundas Jornadas Braudelianas, Mxico, Instituto Mora UAM,

    1995.62 ROMANO, R., Braudel y nosotros. Reflexiones sobre la cultura histrica de nuestro

    tiempo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1997.63 Adems del libro citado, la situacin y el estado de nimo afectado por el desplazamiento

    se expresaron en los insultos que Romano propin a sus colegas en artculos y reportajes desde1985.

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    centro del escenario para ser desplazado cuando la situacin lo requiera. Otros,como Philippe Aris o Norbert Elias, saldrn de oscuros parajes donde permane-

    cieron ignotos durante muchos aos, para llegar repentinamente a la celebridad64

    .No todos aceptan defender sus convicciones cuando las circunstancias cambian.Algunos sobreviven en esa lucha darwiniana por la existencia mutando susinclinaciones. Albert Soboul ha indicado un caso65. La interpretacin clsica sobrela revolucin francesa, segn la cual sta era la culminacin de un largo procesoque llev a la burguesa a ser duea del poder y de la economa, fue atacada desdemediados de la dcada del cincuenta de la centuria pasada, en plena guerra fra.Historiadores como Robert R. Palmer y Alfred Cobban se encargaron de vaciar ala revolucin de su contenido capitalista y nacional. En 1954 Palmer se inscribaas en la coyuntura internacional, exaltando una solidaridad ideolgica de lospases de la alianza atlntica que habra comenzado en el siglo XVIII. A medidaque se iba apaciguando la guerra fra, agrega Soboul, se retornaba a una visinms serena y ms adecuada a la realidad. Para Palmer, en su obra de 1968, 1789 estambin la revolucin de la igualdad. Era una ocurrente adaptacin al mayofrancs. Hacia fines del milenio, otros idelogos hicieron una trayectoria opuestadesde el 68 a una nueva guerra fra.

    En estas luchas, la figura es, en el plano ideolgico, la crisis de la historia; porel contrario, en el plano cientfico, slo se reconocen pequeas perturbaciones enpequeos paradigmas. Contemplemos esto en los avatares de la economa mundode Braudel y Wallerstein.

    La crtica furibunda que el autor neoclsico de los aos noventa realiz a lapareja de desarrollo y subdesarrollo no afectaba, en verdad, la ortodoxia quesostena al anlisis censurado. El atemporal hombre de mercado que lo fascinhabitaba en Braudel y en Wallerstein66. El mundo de estos dos ltimos, estratifica-do y unido por flujos econmicos, surga de las oportunidades de beneficiosmercantiles que los operadores econmicos evaluaban de acuerdo con las condi-

    64 ELIAS, op. cit.; ARIES, Ph., Lnfant et la vie familiale sous lancien rgime, Pars, Plon,

    1960.65 SOBOUL, A., La historiografa clsica de la revolucin francesa. En torno a controversias

    recientes, en KOSSOK, M. et alii, Las revoluciones burguesas, Barcelona, Crtica, 1983, pp. 160-189; la cita es de p. 168.

    66 WALLERSTEIN, I., El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orgenesde la economa - mundo en el siglo XVI , Mxico, Siglo XXI, 1979, libro en el que se recupera elconcepto de economa mundo que anunci Braudel en su Mediterrneo. Ese concepto organiza ellibro de BRAUDEL, F., Civilizacin material, economa y capitalismo. Siglos XV-XVIII . 2. Los juegos del intercambio, Madrid, Alianza, 1984.

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    ciones de cada lugar67. Ricardo reapareca all con su comercio entre la manufac-tura inglesa y el vino de Portugal. La diferencia entre los tericos de la

    dependencia y los apologistas de economas de escala fue mucho menos profundade lo que los protagonistas del debate creyeron (o simularon creer). Losneoclsicos se limitaron a permutar el juicio de desventajas por el de ventajascomparativas. Con esa correccin se retornaba sin desviaciones secundarias a laeconoma poltica clsica; era una adaptacin necesaria para el momento en quelos productores de materias primas deban aceptar con felicidad su destino. Elminsculo cambio se recubra con el traje de la gran transformacin y se solapabacon el relevo generacional. Es posible incluso advertir un transcurso historio-grfico exento de quiebres, si consideramos que una importante rama ortodoxacreca en los aos sesenta68.

    8. CONCLUSIONES SOBRE EL DESARROLLO HISTORIOGRFICO

    El anlisis realizado nos permite ordenar el problema en tiempo presente: laforma como se escribi la historia es la forma como hoy se sigue escribiendo.

    Algunos estudios se construyen por la transposicin de esquemas tericos. Enotros, la mayora, ese traslado es parcial y subordinado a un principio emprico.Principio es aqu inicio del trabajo y fundamento.

    Enfoques, conceptos y temas, se renen en conjuntos relativamente separa-dos, que constituyen columnas de evolucin. Estn guiados por obras ejemplares.Lo ms notable, en el sentido de lo que se percibe de inmediato, est en varia-ciones por incremento o disminucin de alguno de esos grupos. Digmoslo de unmodo prctico: en oposicin a un divulgado supuesto, el anlisis de estructuras enla larga duracin, que se interpret errneamente como estructuralismo, nunca dej

    67 Examin esto en ASTARITA, C., Desarrollo desigual en los orgenes del capitalismo,Buenos Aires, Tesis 11, 1992.

    68 NORTH, D. C. y THOMAS, R. P., An economic theory of the growth of the WesternWorld,Economic History Review, Second Series, vol. XXIII, n 1, Apr. 1970, pp. 1-17. Si deldesarrollo del capitalismo se vuelve a otro perodo, se recordar que el individualismometodolgico explic la llamada crisis romana del siglo III por productividad y beneficio: tras unexamen de costos comparativos el propietario de esclavos habra decidido cambiar el modo deproduccin transformando a losservien servi casati. Este razonamiento poda mezclarse, como sehace hoy en da, con otros sociolgicos; ver, por ejemplo, su aplicacin a la temprana Edad Mediaen DUBY, Economa rural..., p. 62. En el mismo eje de razonamiento, pero en defensa de laproductividad del esclavo en otro contexto histrico, en FOGEL, R. W. y ENGERMAN, S. L.,Timeon the cross, Boston, Little Brown and Company, 1974.

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    de realizarse, aunque s estuvo sujeto a cambios de nfasis. En cierto pas, porejemplo, en que prevaleci en un perodo dado, sufre un desplazamiento relativo.

    Simultneamente, ese enfoque se incrementa en otro lugar. Lo mismo puededecirse sobre el uso de conceptos o sistemas tericos. Estas alteraciones puedenabarcar de manera unitaria a algunos pases, y la evolucin parece ser ecumnica,pero es slo una impresin que no reconoce matices.

    Esos cambios, a veces de presencia meditica o institucional, se deben tanto acoyunturas polticas (en todos los sentidos de esta palabra) como historiogrficas.En este plano definen las fuerzas en pugna. La disminucin cuantitativa de undeterminado tipo de estudios y de una utilizacin conceptual, o su marginacinescnica, es lo que se interpret como crisis general de la historia. El carcter

    ideolgico e instrumental de la nocin se manifiesta cuando se confronta con eldesarrollo real de la disciplina. En este ltimo plano, no cuesta verificar que cadauno de esos enfoques o dispositivos grupales, conducidos por alguna obra gua,constituyen entramados de lenta evolucin, distinguida por pequeos paradigmas ypequeas crisis.

    9. AVANZAR DESDE UN BALANCE GENERAL

    Desde que se descart el ensueo positivista sobre un espritu puro que sedejaba invadir por las fuentes, preocupa alimentar el caletre. Todo aquel queinterpreta el pasado consulta las ciencias sociales, aun cuando el porcentaje de losque se niegan a trasponer fronteras no es pequeo. Pero aqu interesa la elabora-cin activa; prescindamos de copistas apticos.

    Confrontar las ciencias sociales con fuentes histricas es un camino a prose-guir, aunque debiramos evitar atajos vertiginosos. Extraer porciones de teorapara aplicarlas desordenadamente a resoluciones concretas implica riesgos; el peores elaborar violando la consistencia del argumento. Conviene pues, en oposicin almtodo de extraccin fraccionada, asimilar sistemas coherentes de teora social, nopara trasladarlos, sino para operar rigurosamente con ellos. Ese procedimientoevitara insufribles sorpresas, como encontrar una ley de oferta y demanda en unmercado monoplico o plagado de regulaciones.

    En ese tradicional rgimen de alimentacin se extraa una ausencia: la filoso-fa, apenas compensada por un raciocinio dbil. Veamos una sinopsis cronolgica.

    Ante todo, la historia permaneci durante gran parte del siglo XX en unarelacin esencialmente negativa con la filosofa. La ignor. Un experto documen-

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    talista y un astuto consultor de ciencias sociales vecinas fue el perfil requerido parauna obra ejemplar.

    La situacin mejora parcialmente en los aos sesenta y setenta, cuando seestablece una conexin con la filosofa de Althusser. Ayud a ese vnculo una dobleconvergencia: los historiadores que haban recorrido empricamente una trayectoriaestructural se encontraron con discpulos de Althusser que descendan de las nubesespeculativas a las ciencias sociales (sobre el poder, la articulacin de modos deproduccin o la ideologa). Nacieron los rincones del estructuralismo o recortesestructuralistas en ciertos momentos analticos de la descripcin del pasado.

    Con esa experiencia, el historiador se anim a visitar el negocio postestruc-

    turalista buscando otras mercancas. Si en un principio hall una totalidadseccionada en niveles, luego se le ofreci una totalidad destruida, y con ella laindeterminacin del sujeto; si supo en los inicios de la visita que la lecturasintomtica deEl Capitalera un quehacer acreditado, no tard en enterarse de quetodo se acreditaba en el discurso. Los postmodernos fueron entusiastasalthusserianos69. La biblioteca complementaria se form en idioma francs conFoucault, Derrida, Baudrillard y Badiou. Ensayistas vaporosos que eligieronasombrar en la superficie antes que conocer en la profundidad impusieron supredicamento. Pierre Bourdieu lo ha dicho con spera transparencia: filsofosdescalificados como tales encontraron entre los historiadores, sin cultura filosfica,un pblico que los reverencia70.

    La actitud, que se justifica en la impericia, no sorprende, salvo por el hechode que se reverencia a quien descalifica las rutinas del oficio. Confundir realidad y

    69 PALMER, D. B., La teora crtica, el materialismo histrico y el supuesto fin delmarxismo, Historia Social,1994, n 18, pp. 125-151. Una declaracin intermedia de ese pasopuede leerse en DOCKS, P. y ROSSIER, B., Histoire raisone et conomie historique, Revueconomique, 1991, v. 42, n 2, pp. 181-210, en especial pp. 193 y ss., plantean que los sistemasglobales aparecen en historiadores como Bloch, Braudel o Duby formados por subsistemasarticulados, y el historiador elabora as una teora econmica del esclavismo antiguo, de lasociedad feudal o del capitalismo; postulan una teora especfica del sistema y de las relacionesentre las diversas instancias jurdicas y polticas, econmicas, culturales, de las articulacionesentre las modalidades de comportamientos, las instituciones, las tcnicas, etc. Concluyen quepuede ser til considerar autnoma la economa, un camino que es incomprensible en el espritude la poca, pero que puede explicar la lgica de la poca. Obsrvese que el problema no estribaen analizar la economa sino en el aislamiento metodolgico, es decir, en pretender captar unaeconoma separada de la lucha de clases, del estado, de la cultura, etc.

    70 BOURDIEU, P., Acerca de las relaciones entre la sociologa y la historia en Alemania y enFrancia, Conversacin con Lutz RAPHAEL, Sociohistrica. Cuadernos del CISH , 2000, n 7, pp.191-193.

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    discurso, o ms bien, subordinar la primera en el segundo, es renegar de laactividad que el humanismo descubri con el cotejo erudito de textos. Con la

    indeterminacin, apoyada en decisiones soberanas, se regresa al acontecimiento,tan antiguo como el trascendental percance de Eva con la manzana. Reemplazartemas como el Estado por un poder esparcido en partculas implica que se cancelaun problema denso y caracterstico. El deliberado efecto retrico (hasta llegar alefectismo con desprecio del contenido) es un adorno literario que ayuda acomprender el atractivo que ejercen esos ensayistas.

    Esto no importa tanto por su peso en la actividad del historiador como poradvertirnos que la ausencia ha sido imperfectamente disimulada. Reparar el error ydirigirnos a un encuentro con la filosofa se apoya en un objeto compartido: una

    doctrina del ser.Si la historia es el estudio de sociedades en movimiento, y de las formas

    como los hombres las comprendieron y las comprenden (imperfectamente) paraactuar, la historia como ciencia instituye una relacin de hecho con la ontologa.Establece, pues, un parentesco con la filosofa, desde Platn y Aristteles a Hegely Marx. Los problemas del historiador son los problemas de esa gran tradicin enestado prctico. Si se sostiene que existe un feudalismo clsico contrapuesto a otrono clsico se est recorriendo la cuestin de los universales; si se construye un tipoideal de burgus se est buscando a Kant; si se establece un acceso no mediado pormodelos al devenir contradictorio del pasado se recurre a Hegel; descubrir unaesencia de las manufacturas rurales a domicilio es una vuelta al primer problemaplatnico que es tambin el primer problema filosfico, el de la relacin entreesencia y apariencia; con la esencia llegamos a la negacin de Spinoza paraaprehender el concepto de determinacin: esa industria rural poda ser descentrada,extensiva o agrupada, pero no era un modo de produccin asitico; en susatributos se contienen las posibilidades de su despliegue (la potencialidadaristotlica), y con ellos se presenta la relacin sujeto (el empresario capitalista) yobjeto (la estructura que aspira a modificar) replantendose otro nudo terico.

    El enunciado puede extenderse. Pero lo dicho alcanza para mostrar que elhistoriador debera relacionarse, por la materia de su trabajo, con un pensamientoque se abandona, mayoritariamente, desde Nietzsche en adelante. Haber otorgadoestatus filosfico al lugar inadecuado es la culminacin de una larga torpeza71.

    71 Foucault, Derrida, Baudrillard y Badiou son una nota de pie de pgina de la filosofafrancesa; alguien dijo que la filosofa francesa es una nota de pie de pgina en la historia de la

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    La ltima acotacin para desenvolvimientos futuros se funde con un deseoque se origina en la rutina personal. Para los historiadores del Tercer Mundo, que

    vivimos de una informacin escasa y desigual, la crisis es un experimentocotidiano. Esto puede cambiar de inmediato. La tecnologa disponible igualaracondiciones si se socializaran documentos y bibliografa a travs de internet. Estopresupone derribar la propiedad privada de la informacin para alcanzar unconocimiento libre y sin costos para el receptor. En esas circunstancias, cualquierpersona de la periferia gozara de las condiciones que hoy existen en un pascentral. Corregir asimetras es un aspecto olvidado pero trascendente.

    filosofa. Bourdieu expuso un cuadro de situacin y una dificultad. Sobre esto ltimo, se puedeacceder a la filosofa con la ayuda de sus historiadores.