Ases Del Oeste 361 - El Bruto y La Dama - Keith Luger Ed. B

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Bolsilibro del Oeste

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1 a edicin en Espaa: mayo, 1998

1 a edicin en Amrica: octubre, 1998

Keith Luger

Impreso en Espaa - Printed in Spain

ISBN: 84-406-8342-1

Imprime: BIGSA

Depsito legal: B. 10.567-98

CAPITULO PRIMERO

Leonore Kepp se qued perpleja cuando entr en el bar de Frank Potter, en Fort Laramie. Se dijo que en todos los das de su vida no haba visto un establecimiento como aqul; y tal pensamiento no se concretaba solamente al local, sino tambin a la clientela. Hubiera podido jurar por los huesos de su abuela Ruth, suponiendo que a una seorita de Boston le fuera posible jurar, que all se haba dado cita la chusma de todos los Estados de la Unin.

Los parroquianos de Potter eran tipos astrosos, barbudos, sucios y hasta malolientes. Se distribuan a todo lo ancho del bar, desde el extremo del mostrador ms cercano a la puerta, hasta la pared del fondo. A la derecha haba media docena de mesas, simples tablas de madera sostenidas por trpodes, a cuyo alrededor beban y cantaban aquellos extraos hombres.

Estuvo tentada de marcharse, pero en aquel momento una garra la atrap por la mueca. Al volverse, sobresaltada, vio ante s a uno de aquellos barbudos, en cuya cara slo era visible un ojo porque el otro estaba cubierto con un trozo de cuero atado, por dos cintas negras a la nuca.

Hola, guapa! Me buscas a m, verdad?

Ha visto al seor Kennedy?

El otro hizo una mueca, mostrando tres dientes medio partidos.

Kennedy? Lanz una risotada. Yo soy mejor que Kennedy, muchacha.

Perdone, pero es con el seor Kennedy con quien quiero hablar.

El tipo acarici con un dedo la piel femenina.

Infiernos! Ests hecha de terciopelo, mueca.

La joven dio un tirn, deshacindose; y el tipo intent atraparla, pero resbal de la silla y cay de bruces en el suelo. Dos compaeros del accidentado prorrumpieron en fuertes risotadas, y se fue el momento que Leonore aprovech para pasar por entre dos mesas y alejarse de aquel lugar hacia el fondo del saloon.

Una mujer rubia se alz de su silla, interponindose en su camino.

Eres t la nueva?

Cmo dice, seora?

La rubia, una mujer de unos cuarenta aos, de cara abotargada, lanz una risotada soez mirando a los muchachos que haba alrededor.

La habis odo, muchachos? A partir de hoy vais a codearos con la aristocracia.

Se oyeron estrepitosas carcajadas, mientras la rubia meda de pies a cabeza a Leonore. Tuvo que darle el visto bueno, porque Leonore estaba justamente en su sazn. Haba cumplido recientemente los veintids aos de edad y era esbelta, de cuerpo maravillosamente perfecto y rostro bello y sensitivo, de ojos grandes, enormes y muy negros, que brillaban como orugas en un terreno pizarroso.

Un brazo pretendi acercarse a la cintura de Leonore, y ella, rpidamente, le peg un manotazo.

La rubia ri otra vez.

No la toques, Billy. Podrs romperla.

La nueva ocurrencia fue celebrada por otro alud de carcajadas.

Leonore retrocedi, con tan mala fortuna que tropez con una bota y fue a caer encima de las rodillas de un hombre, el cual se dispuso a rodearla con sus manazas mientras gritaba:

Eh, muchachos, mirad lo que me ha tocado!

Leonore le peg un codazo en las narices al tiempo que saltaba, y el fulano se fue hacia atrs en la silla, estrellndose en el suelo.

La rubia se cogi los riones destornillndose de risa.

Leonore aprovech la favorable circunstancia para pasar a otra jurisdiccin, que fue la de un tipo que estaba esperndola con las piernas abiertas en comps y los brazos arqueados, exactamente igual que el gorila que recordaba haber visto dibujado en su libro de zoologa.

El fulano abri la boca soltando un gruido. Ahora Leonore ya no tuvo duda de que se encontraba ante un orangutn.

El tipo movi la testa y Leonore retrocedi una vez ms, empezando a sentir nuseas. El humo del pestilente tabaco que fumaban aquellos hombres la envolva, y a su delicada nariz llegaba el olor del sudor y de la grasa.

El gorila avanz sobre ella, soltando otro gruido, y de pronto un hombre se levant diciendo:

Lo veis, muchachos? Le ha gustado al mudo.

Leonore dio media vuelta y ech a correr hacia el mostrador.

Otra mujer se interpuso en el camino. Era una pelirroja con muchas curvas, que la atrap por la mueca.

Oye, chica, qu es lo que te pasa a ti?

Por favor, seorita dijo Leonore. Ando buscando al seor Kennedy.

A Kennedy, eh? Tiene gracia. Hasta aqu vienen a buscarlo. Te gust, eh?

La joven empez a ruborizarse.

Perdone, pero no le he visto en toda mi vida.

La pelirroja arrug el entrecejo.

Esperas que te crea?

Es cierto.

Es muy difcil engaar a Anna la Rojiza, lo entiendes? Y si t has venido aqu a hablar con Kennedy es porque le has echado el ojo al muchacho. Pero te voy a decir una cosa, pipiolo. La Rojiza hizo una pausa, observando que todos los hombres estaban pendiente de aquel dilogo: Yo tambin quiero atrapar a Kennedy, y maldita si lo he conseguido!

Los espectadores dieron rienda suelta a su jolgorio.

Un hombre se apart del mostrador dando traspis. Trat de detenerse, consiguindolo a duras penas. Luego, soltando un eructo, se seal el pecho con el dedo ndice.

Oye, nena dijo. Yo te puedo llevar adonde est Kennedy.

Usted? repuso la joven con voz esperanzada.

Claro que s, pequea. Anda, vamos; no perdamos ms tiempo.

Leonore mir a la pelirroja, la cual continuaba cogindole la mueca.

Me permite, seorita...? Ya lo ha odo. Este hombre me va a llevar adonde est Kennedy.

Anna sonri aviesamente.

Est bien, Ray. Llvatela.

Ray, el tipo borracho, era un hombretn de frente muy estrecha y nariz afilada. Sus ojos brillaron mucho cuando cogi por el brazo a Leonore.

Los hombres y las mujeres que haba en la sala empezaron a rer de nuevo, pero ahora no lo hacan a carcajadas, sino disimuladamente.

Ray y Leonore emprendieron el camino hacia la puerta. Ya estaban a punto de ganarla, cuando de pronto se abrieron violentamente las hojas de vaivn, dando paso a un hombre.

Instantneamente, Ray se detuvo, pero su mano izquierda sigui cogida al brazo de Leonore.

El recin llegado era un hombre muy alto y deba estar por los veintiocho o veintinueve aos de edad. Posea un cuerpo de recia constitucin. A simple vista, poda jurarse que all solamente haba msculos y huesos. Sus ojos eran azules, la nariz recta y la boca quiz un poco ancha. Su barba estaba recin rapada. La vestimenta dejaba bastante que desear, porque estaba llena de manchas de polvo.

Despus de entrar se detuvo, recorriendo con la mirada el local, mientras pona los dos brazos en jarras.

Bien dijo en voz alta. Dnde estn Jackson y sus cuatro primos?

De una mesa del fondo se irguieron cinco hombres. Eran cinco buenos ejemplares, tipos rebosantes de salud, provistos de fuertes brazos y piernas. Cuatro de ellos eran rubios y el otro posea el pelo castao. Este fue el que contest al recin llegado:

Aqu nos tienes, muchacho.

El joven ech a andar hacia aquella mesa.

Ray aprovech la oportunidad para empujar a Leonore hacia la puerta.

Vamos, nena, ya tenemos el paso libre.

Leonore pregunt:

Quin es ese hombre que acaba de llegar?

Ese? No lo s.

Cmo que no lo sabe?

El borrachn hizo una mueca.

Vers, chica, aqu no se puede conocer a todo el mundo.

Me describieron bien a Kennedy, y ese joven responde a la descripcin.

Oh, no... l no es el hombre que t buscas.

Muy bien. Se lo preguntaremos a l.

Para qu necesitas preguntrselo si yo te voy a llevar adonde est Kennedy?

Leonore vio brillar una luz extraa en los ojos de Ray, y se estremeci.

Prefiero esperar dijo.

A qu?

Ya lo ha odo. A hablar con ese hombre.

No podrs hablar con l, muchacha.

Por qu no? Lo va a impedir usted?

No, chica; yo no lo voy a impedir. Se ha metido en un buen lo. Es que no lo ves?

De modo que es Kennedy.

Maldita sea! Est bien, es Kennedy, pero ahora Jackson y sus cuatro primos lo van a convertir en pulpa.

Me quedar. Haga el favor de soltarme.

Claro que s, nena. T y yo nos quedaremos. Bien pensado, tambin a m me gustar ver cmo barren los pedazos de Kennedy. Ray se pas la lengua por los labios. Y luego hablaremos t y yo.

Kennedy haba caminado muy lentamente hasta la mesa. Ahora se haba detenido, observando las cinco caras.

Qu os dije en Sacha, muchachos? pregunt con voz muy grave.

Que no cazsemos en la pradera de Aguas Calientes respondi el hombre del cabello castao.

Exactamente mene la cabeza el joven. Y eso no fue un capricho mo. Hace cinco aos todos los cazadores de bfalos nos reunimos en Laramie y acordamos respetar nuestros lugares de caza. Fue un buen pacto, y an recuerdo que pasamos tres das bebiendo whisky hasta que se acab la ltima gota.

S, Kennedy, fue un buen acontecimiento.

Kennedy cerr el puo derecho y empez a golpearlo muy despacio sobre la palma de la mano izquierda. Sus ojos se haban detenido en la cara de Jackson.

Pero vosotros no habis respetado ese acuerdo. Cazasteis en Aguas Calientes.

El ganado huy de nuestra pradera.

Yo no habra tenido inconveniente en dejaros cazar en Aguas Calientes si me lo hubierais pedido, pero vosotros fuisteis all clandestinamente; y eso no fue lo peor.

Kennedy hizo una pausa y gir la cabeza hacia los hombres que haba a la izquierda y que estaban escuchando.

Pusieron en prctica el procedimiento ms aborrecible para todo cazador de bfalos. Volvi a mirar a Jackson. Le pegaron fuego a la pradera, para encerrar los bfalos en un valle. La pradera ardi en una extensin de ms de veinte millas. Por fortuna, el viento cambi; porque si hubiese seguido soplando en la misma direccin, a estas horas no quedara un solo rbol de los bosques de Sacha, que se extienden a la ancho de doscientas millas.

Hubo un silencio. Jackson segua sonriendo.

Eres muy hablador, Kennedy.

Tena que desembuchar, y ya lo he hecho.

S, ya lo has hecho. Pero ahora mis primos y yo te vamos a cerrar la boca por una temporada.

Tus primos y t? repiti Kennedy muy serio.

Eso he dicho.

Nunca me ha gustado que nadie intente cerrarme la boca dijo Kennedy, e inmediatamente solt un puetazo en el mentn de Jackson.

El agredido vol por los aires y cay sobre una mesa, que redujo a astillas.

El rubio que estaba ms cerca aprovech la oportunidad de que Kennedy haba quedado agachado, llevado por la fuerza de su impulso, le estrell el puo en el hgado.

Kennedy se dobl dos pulgadas y entonces otro de los primos le peg en la nuca con las dos manos entrelazadas, como si golpease a un conejo.

Kennedy cay de bruces en el suelo, pero el golpe, con haber sido brutal, no bast para privarle del conocimiento. Por el contrario, alarg una de sus manazas, y atrapando el tobillo del hombre que primero le haba golpeado, salt hacia arriba.

El rubio perdi el equilibrio cayendo en el suelo y Kennedy, una vez en pie, retorci el tobillo violentamente. Su vctima lanz un terrible grito, y se volvi para evitar que el joven le quebrase el hueso.

Kennedy tuvo que soltar muy aprisa la pierna, porque dos rubios se abalanzaron contra, l. Detuvo a uno pegndole un golpe seco en el estmago y luego le estrell la zurda en la mejilla.

El golpeado se fue dando vueltas como una peonza, abatiendo a su paso dos mesas, tres sillas y a una rubia, que lloraba a lgrima viva porque estaba viendo la cara de despedida del hombre que se le haba fugado con los ahorros.

Kennedy recibi un trallazo en el mentn y tambin sali disparado por el centro de la sala hacia el mostrador. No encontr ningn obstculo a su paso, porque el pblico se haba retirado de aquel lugar para dejar ancho campo a los contendientes.

De pronto tropez con una mujer y los dos se vinieron abajo, mientras ella lanzaba un grito.

Kennedy qued sentado en el suelo, y vio alzarse a su lado la figura de una joven que se cubra con una blusa blanca.

Es usted un bruto!

Kennedy arrug el entrecejo. No conoca a aquella mujer. De dnde haba salido? Pero le gustaron sus ojos, el color de su piel, el rojo de sus labios y todo lo dems que ella posea.

Se levant rpidamente y cogindola por los brazos la iz como una pluma.

Sulteme! dijo Leonore, rabiosa.

Kennedy la acerc contra s y la bes fuertemente en la boca.

Al separarse de ella, se qued mirndole fijamente con los ojos muy abiertos, y l dijo:

Esta es la compensacin nena. Hasta luego.

La dej en el suelo y fue en busca del hombre que lo haba enviado hasta all.

El rubio lo esperaba sonriendo, moviendo los puos en el aire, pero no estaba solo. Jackson se haba recuperado y estaba a su lado, y a la derecha estaban otros dos primos.

Kennedy no se detuvo un instante en el camino, sino que, sobre la marcha, cogi una silla y la arroj con todas sus fuerzas contra el grupo, yendo l detrs.

El proyectil golpe contra Jackson, lanzndolo contra la pared.

Kennedy logr atrapar una cabeza rubia con cada mano y, echando una pierna atrs, cerr sus brazos con todas sus fuerzas.

Se oy un terrible chasquido, y cuando Kennedy dej libres a los dos hombres, stos pusieron los ojos en blanco y se desplomaron en el suelo.

El nico rubio que quedaba en pie tomo una silla para arrojarla sobre la cabeza de Kennedy, pero ste lleg y le golpe en seco en el estmago.

El tipo baj los brazos como impulsado por un resorte y la silla se hizo pedazos sobre la cabeza de Kennedy, el cual empez a derrumbarse. Pero antes aun todas sus fuerzas que le quedaban en el brazo izquierdo y lanz el puo contra la cara de su rival.

Fue un trallazo brutal, y el rubio rod por el suelo y finalmente qued inerte.

Kennedy, dando vueltas sobre sus pies, que no se movan, vio a Jakson y a sus cinco primos en el suelo, exnimes. Sus labios se distendieron en una sonrisa, pero luego hizo una mueca y, finalmente, l tambin se estrell contra el piso, porque haba quedado privado del conocimiento.

CAPITULO II

Kennedy volvi en s y se encontr tendido en un camastro. Irguise sobre los codos mientras soltaba una maldicin, recordando que uno de los rubios primos de Jackson lo haba dejado fuera de combate justamente cuando l era ya el vencedor de la pelea. Se pas una mano por la cara, y al retirarla de los ojos, se qued inmvil observando a la joven que haba apoyada en la puerta.

Ah, eres t! dijo.

Sacudi la cabeza y mir a las paredes y al techo. S; reconoca aquella habitacin. Perteneca al bar de Potter.

De pronto sinti un agudo dolor en lo alto del crneo, y al tocrselo solt una imprecacin. Su cuero cabelludo haba aumentado de tamao.

Estn ah fuera esos bastardos? grit.

Leonore Keep arrug el entrecejo.

Supongo que se refiere usted a los que pelearon con usted.

A quines, si no? dijo l bruscamente.

Se fueron ya.

Malditos sean! Los encontrar vez y entonces... Van a acordarse de m para toda la vida. Juro que les retorcer el pescuezo!

Olvdelos, seor Kennedy. No los ver en algn tiempo.

Kennedy la mir otra vez, con un poco ms de inters.

Eres bonita, muchacha.

Las mejillas de la joven se encendieron.

Ser mejor que abordemos cuanto antes nuestro negocio.

Kennedy hizo una mueca, mirndola.

Nunca me ha gustado engaar a la gente, de modo que te lo voy a decir pronto. Estoy sin blanca.

Cmo?

Si esperas un par de das podr vender mis pieles, y entonces continuaremos esta agradable conversacin.

La joven empez a abrir mucho los ojos.

Kennedy salt de la cama y cerr los ojos, llevndose una mano a la nuca. En esa posicin, dijo:

Me imagino que no me dars crdito. Volvi a abrir los prpados y se la qued mirando. Pero no te preocupes, no te recrimino. Has venido a caer en un lugar donde hay demasiada gentuza. No te fes de nadie.

Seor Kennedy!

Anda, ven aqu, muchacha Kennedy dio la espalda a la joven y esper unos segundos. Qu haces ah? Acrcate de una vez! Slo quiero que me des una friga en los riones. Esos hijos de perra me dieron mucho trabajo.

No voy a hacer tal cosa fue la respuesta de la joven.

Qu te pasa? O es que tambin quieres que te pague por eso? Est bien, qudate ah. No te necesito!

Kennedy se sac los faldones de la camisa y se pas la mano por los costados.

Seor Kennedy! repiti la joven. El volvi la cabeza.

Oye, nena, deja de utilizar ese Kennedy. Soy Joe, lo entiende?

He venido de Denver para hablar con usted.

Kennedy iba a decir algo, pero se interrumpi.

Desde Denver?

S.

Joe termin de volverse y se la qued mirando con la cabeza ladeada.

No te comprendo, pequea. A ver si lo aclaramos. T has hecho el viaje desde Denver a Fort Laramie para echar una parrafada conmigo?

S, seor.

Entonces t...?

No soy lo que usted ha credo dijo Leonore, antes de que l pudiese agregar nada.

Kennedy se ech a rer.

Tiene gracia!

No la tiene para m.

Joe empez a quedarse serio, y de pronto pregunt:

Qu es lo que tienes que hablar conmigo?

La joven se humedeci los labios con la punta de la rosada lengua.

Quiz mi nombre le diga algo. Soy Leonore Keep.

Kennedy se meti los faldones en el pantaln, sin apartar la mirada de la bonita cara de la muchacha.

Keep, eh...? murmur. S, ya entiendo. T eres la nieta de Harry Keep.

S, seor Kennedy.

Tu abuelo me ha hablado algunas veces de ti Kennedy se ech a rer. Dnde est ese viejo zorro? Lo dejaste en el fuerte? Palabra de que tengo ganas de charlar con l un buen rato. Sabes una cosa? Me sorprendi mucho no encontrarlo ayer a mi llegada.

La joven trag saliva, diciendo:

l no ha venido.

No? Por qu no?

Se hizo una larga pausa y de pronto, la cara sonriente de Kennedy fue quedando otra vez seria.

Ha... muerto?

S.

En la estancia se hizo un gran silencio. Las manos de Kennedy haban quedado inmviles sobre el cinturn. Solt un gruido y ahora se llev la diestra a la cara, por donde se la pas, cerrando los ojos.

En esa posicin, su voz son un poco hueca:

El viejo zorro se ha ido... El bueno de Harry...

Dio unos pasos por la estancia hacia la pared del fondo, en la cual se apoy con la palma de la mano, mirando al suelo.

Lo siento... Lo siento mucho. Siempre fuimos buenos amigos sonri. El ao pasado, cuando vino aqu, me dijo que esta primavera se vendra conmigo a Aguas Calientes... Era un condenado fanfarrn. Apost su pipa favorita conmigo a que tumbara ms bfalos que yo. Hizo otra pausa. Pero era el hombre ms generoso que he conocido.

Se volvi hacia la joven, la cual continuaba en el mismo lugar, junto a la puerta. Ahora ella dijo:

Usted y yo somos sus herederos.

Kennedy hizo un gesto interrogante.

Reptalo.

Usted y yo somos sus herederos.

Oh, no! Ese viejo zorro no ha podido hacer eso.

Deje la farsa dijo la joven con voz seca.

Los ojos de Kennedy cobraron un nuevo brillo.

Qu es lo que dice?

No hace falta que represente ante m un papel, seor Kennedy.

Qu es eso de la representacin?

Usted se las arregl bien para granjearse la confianza del abuelo. Usted saba que tarde o temprano l morira, y pens que no sera mal negocio conseguir que l dejase parte de sus bienes.

El rostro de Kennedy se convirti en una mscara inexpresiva.

Le voy a dar un consejo, seorita Keep. Me imagino que usted es una persona muy limpia que se baa todos los das...

No le consiento...!

Cllese! Kennedy apret los dientes. Usted se baa todos los das, pero seguramente olvida algo muy importante: pasarse una buena esponja por el cerebro.

Los ojos de Leonore Keep llamearon furiosos.

Creo que usted necesita ms que yo una limpieza.

D media vuelta y salga de aqu.

Usted y yo tenemos que hablar de negocios.

Ya acab conmigo! Kennedy alarg el brazo, sealndola con el dedo ndice. Le he dicho antes que su abuelo me habl de usted; y yo s la clase de cursi que es usted. Usted se encuentra ahora fuera del tiesto, seorita Keep. Cmo se ha atrevido a venir aqu, abandonando la compaa de esa ceremoniosa sociedad donde usted se mueve? Es que ha perdido la razn, seorita Keep? Vamos, dese prisa! Vuelva con ellos antes de que alguien de aqu la manche!

He venido a Fort Laramie porque mi abuelo me impuso una condicin.

Kennedy iba a seguir gritando, pero se interrumpi nuevamente:

Cmo condicin?

S. El abuelo dej establecido en su testamento que yo deba venir personalmente a por usted.

Estupendo, seorita Keep. Usted ya ha venido a comunicarme el fallecimiento de su abuelo; y ya le he dicho que lo siento. Ahora, eche a volar.

Todava no he terminado.

Yo, s, y le aconsejo que no permanezca un segundo ms en esta habitacin. Tengo ganas de echar un sueo y voy a desvestirme.

No ser usted tan grosero de desvestirse delante de una seorita.

No?

Le prohbo que lo haga!

Me prohbe usted que me desvista y que duerma?

Tiene que escucharme antes, y luego puede dormir todo lo que quiera.

Kennedy hinch los pulmones de aire y dijo:

Salga, seorita Keep.

No.

Salga!

Kennedy empez a desabotonarse la camisa, la cual desprendi, mostrando el torso desnudo. Luego arroj la camisa a los pies de la cama, mirando a la joven, la cual estaba haciendo un gesto de enorme sorpresa.

Las manos de Kennedy bajaron el cinturn.

Entonces Leonore Keep se volvi rpidamente y, abriendo la puerta, sali exclamando:

Es usted un miserable!

Kennedy vio la puerta cerrada y se puso a sonrer. Luego ech el pestillo, y quitndose los pantalones se qued en calzoncillos; unos calzoncillos que le llegaban desde la cintura a los tobillos. Finalmente se tendi en la cama y no tard ms de un par de minutos en conciliar el sueo. Este no fue del todo tranquilo, por culpa de una joven de ojos muy grandes.

CAPITULO III

Kennedy se despert al or que llamaban fuertemente a la puerta. Restregse los ojos, mientras soltaba una maldicin.

Djeme en paz, seorita Keep! grit.

Pero entonces no escuch la voz melodiosa de la seorita Keep:

Abra de una vez, si no quiere que le eche la puerta abajo!

Joe sigui soltando su retahla de imprecaciones. Haba reconocido la voz del sargento Hougron.

Oiga, sargento, es que no puede un hombre dormir?

Tiene que venir conmigo.

Adonde?

Al fuerte.

Oiga, sargento, yo no prend fuego a la pradera en Aguas Calientes. Fueron los Jackson, de modo que lrguese. Tengo sueo.

Abra, por todos los infiernos, Kennedy! No se trata de la pradera. Tiene que venir conmigo inmediatamente. Es orden del comandante.

Joe movi la cabeza de un lado a otro.

Est bien, sargento. Espere.

Salt de la cama y se puso la camisa y los pantalones. Luego abri la puerta y en el corredor vio la cara feroz del sargento Hougron.

Qu pasa, sargento?

No haga preguntas.

Siempre lo mismo! No haga preguntas. Debo recordarle que soy un paisano?

Hougron le ense los cortantes dientes. S, usted es un paisano, Kennedy, pero vivo con la esperanza de que algn da llegue a estar bajo mis rdenes.

No le caer esa breva.

Segn las ltimas noticias que nos llegan, los indios andan un poco revueltos al norte. Le apuesto doble contra sencillo a que antes de que termine la semana todos ustedes quedan incorporados al ejrcito, y entonces... Hougron sonri, sin concluir la frase.

Qu gran muchacho es usted, sargento! dijo Kennedy, y pas por su lado siguiendo por el corredor que conduca al saloon de Potter.

Cruzaron por ste. Un hombre palme en la espalda a Kennedy.

Bravo, Joe, les diste una leccin a los Jackson.

Gracias, Bing, pero eso slo fue el comienzo..

Algunos tipos empezaron a rer fuertemente.

El sargento y Joe abandonaron el saloon. Era de noche oscura. Slo se vean algunas ventanas iluminadas en el poblado de adobe, pero a lo lejos destacaba sobre el horizonte la alta empalizada de Fort Laramie.

Hicieron el camino en silencio y, unos minutos ms tarde, el sargento abra una puerta sobre la que haba un pequeo rectngulo de madera en el que se lea: Comandante Rainier.

Kennedy penetr en el despacho y al instante qued inmvil, al ver a Leonore Keep sentada frente al comandante Rainier. Este era un hombre de unos cincuenta aos de edad, de cabello entrecano y rostro grave.

Hougron salud militarmente por detrs de Joe, y el comandante dijo:

Puede retirarse, sargento.

Hougron sali, tras pegar un fuerte taconazo.

Rainier fij sus ojos en la cara de Kennedy.

La seorita Keep me ha dado una queja acerca de usted, Kennedy. Al parecer no se ha comportado con ella todo lo correctamente que sera de desear.

Joe mir a la joven, que se mantena erguida, con evidente aire ofendido.

Seguramente la seorita Keep est acostumbrada a que los hombres le regalen los odos, y le contrara or una verdad.

Seor Kennedy! exclam Rainier.

La joven volvi rpidamente la cabeza hacia Joe.

Es mejor que acabemos cuanto antes esta situacin, seor Kennedy.

S?

No siento por usted ninguna simpata.

Creo que ese sentimiento es recproco, seorita Keep.

No hubiese consentido en verle ms si no fuese porque tenemos intereses comunes.

Vaya!

Se lo repito, seor Kennedy. Usted y yo somos herederos de mi abuelo, y yo no soy la culpable de que hayamos llegado a esta situacin.

Kennedy sacudi la cabeza.

Oiga, seorita Keep. Yo tambin quiero aclararle de una vez una cosa. No s qu puede haberme dejado su abuelo, pero desde este instante renuncio a ello.

Cmo?

Ya lo ha odo. Renuncio a ello. No quiero ser heredero. En otras palabras, usted se lo queda todo, de modo que por m hemos terminado. Buenas noches, seorita Keep. Hasta la vista, comandante. Se volvi para abrir la puerta.

La joven, asombrada todava por las ltimas palabras que haba odo decir a Joe, exclam:

Ordnele que se quede, comandante!

Qudese ah, Joe!

Joe haba empezado a girar el tirador de la puerta, pero se interrumpi dando un suspiro. Volvi la cara, apretando los labios con fuerza.

Qu quiere ahora, seorita Keep? inquiri, arrastrando las palabras.

Usted no puede renunciar a la herencia de mi abuelo.

Quin dice que no? No es eso lo que a usted le conviene? De esa forma se queda con todo.

No, seor Kennedy. Si usted renuncia, yo me quedara absolutamente sin nada.

Kennedy enarc las cejas.

Qu est diciendo?

Mi abuelo era un poco extravagante, y quiso serlo tambin a la hora de morir. Le dijo a usted que era el dueo del mejor rancho de Denver?

S, lo s desde hace muchos aos. Su abuelo lo dejaba todo para venir aqu, en la primavera, a recordar sus buenos tiempos de cazador de bfalos; y aunque a usted le parezca mentira, l tena muy buenos amigos entre los desharrapados que ha conocido usted en el bar de Potter.

Por qu no me deja ir directamente al asunto, seor Kennedy? No me interesan sus comentarios acerca de los hombres que he visto en el bar de Potter.

Kennedy cruz los brazos.

Adelante, seorita Keep.

Mi abuelo nos dej su rancho Los Tres Bfalos a usted y a m?

Al cincuenta por ciento?

S, seor, mitad y mitad.

Y, naturalmente, a usted le preocupa mucho eso. Usted cree que antes renunci porque no saba de qu se trataba y piensa que ahora yo volver de mi acuerdo dej pasar unos segundos antes de continuar: Se equivoca, seorita Keep. Mantengo lo que dije antes. Los Tres Bfalos es suyo y ahora mismo estoy dispuesto a firmar mi renuncia. El comandante nos servir de testigo.

Y yo le sigo diciendo que no puede hacer eso dijo Leonore.

Por qu?

Porque mi abuelo lo prohibi, y si usted renuncia, yo pierdo automticamente mi cincuenta por cien.

Joe se qued al pronto callado, pero luego empez a sonrer.

Vaya! El viejo zorro se march organizando una buena treta.

Yo no lo llamara as.

Me lo imagino, seorita Keep.

Fue algo completamente absurdo. Mi abuelo dispuso que yo deba venir a por usted. La joven se volvi hacia el militar. Se da cuenta, comandante? Yo deba venir aqu, a este confn del mundo. Dej dispuesto que deba buscar personalmente al seor Kennedy. El abuelo no se contest con hacerme viajar. Tena que ser yo quien entrase en ese tugurio maloliente. La joven se interrumpi, vindose observada por los ojos de Kennedy.

Contine, seorita Keep dijo l, sonriente. No se detenga por m. Escupa todo lo que lleve dentro.

Kennedy! exclam el comandante con reconvencin.

Las mejillas de la joven haban enrojecido otra vez.

Est usted agotando mi paciencia, seor Kennedy.

Tiene poca correa.

El comandante Rainier golpe la mesa con la palma de la mano.

No le voy a consentir que se extralimite, Kennedy.

Perdn, seor dijo Joe.

El comandante llev aire a sus pulmones y luego forz una sonrisa.

Quiere proseguir, seorita Keep?

La muchacha hizo un gesto afirmativo.

Hablbamos de su renuncia, seor Kennedy. Si usted hace eso, yo me quedo sin mi parte en el rancho, y entonces, Los Tres Bfalos pasar automticamente a Maxwell Armstrong.

A Maxwell Armstrong?

S.

Debe estar equivocada.

No, no lo estoy.

Maxwell Armstrong era el enemigo de su abuelo, su rival, el tipo que el viejo zorro no tragaba; y no es posible que el abuelo le deje el rancho.

La joven lo mir fijamente a los ojos.

Maxwell Armstrong slo heredar Los Tres Bfalos si usted renuncia, seor Kennedy.

En la estancia se hizo un largo silencio.

Jo dej caer los brazos a lo largo de sus costados, dando dos pasos hacia la mesa.

Oiga, seorita Keep. Comprendo que hay muchos hombres que veran colmada su felicidad siendo propietarios de un rancho, pero a m no me interesa. Me explico bien?

Como un libro abierto sonri por primera vez la joven desde que l lleg al despacho.

Yo prefiero mi vida y no habr nada ni nadie en el mundo que me haga cambiar.

Estoy de acuerdo con usted, seor Kennedy.

Celebro que, por primera vez, hayamos coincidido.

A m tampoco me interesa ser ranchera.

Tambin me lo imaginaba.

Existe una solucin estupenda, seor Kennedy. Venderemos nuestro rancho. Usted cobra su parte y yo la ma, y cada cual podr seguir su vida.

Estupendo, seorita. Vuelva a Denver, venda el rancho y qudese con todo el dinero.

Pero qu clase de cabezota es usted? Espera que me conmueva con su generosidad? Sepa de una vez que se equivoca. Estoy dispuesta a apostar que usted conoca cules eran las intenciones del abuelo, que usted era heredero e igualmente que si usted renunciaba a su parte me ocasionaba un grave perjuicio.

Usted es muy lista, seorita Keep, pero ya que se pone en ese plan, le dir que retiro mi renuncia. Cobrar la mitad del rancho, aunque slo sea para mermar sus ingresos.

Gracias, seor Kennedy. Ahora es cuando usted se muestra en su verdadera condicin.

Ya que nos hemos puesto de acuerdo, usted sabe dnde me tiene. Venda y enveme mi parte.

Joe se pas la mano por la frente.

Tampoco se puede hacer eso.

Qu es lo que quiere usted, seorita Keep?

No se trata de lo que yo quiera, seor Kennedy, sino de las condiciones que impuso el abuelo.

De modo que me falta saber algo?

S.

Y es el final?

S.

Sultelo.

Usted y yo tenemos que permanecer en el rancho de Los Tres Bfalos durante un mes.

No!

Al cabo de esas cuatro semanas, y siempre de acuerdo con el testamento del abuelo, seremos libres para vender el rancho al mejor postor. Cada uno de nosotros cobrar la mitad del precio y se habr acabado la historia.

Debe haber algn error.

No, seor Kennedy.

Admito que el viejo zorro era muy bromista, pero me parece que en este caso se trata de algo ms que una broma.

La joven abri su bolso y extrajo un papel enrollado que alarg a Joe.

Aqu tiene. Lalo usted mismo. Est firmado por el juez William Smith de Denver y por dos testigos. Tambin ha pasado por el Registro de ltimas Voluntades de Denver, y por ltimo, fue revisado por el fiscal del condado. Es absolutamente legal. Vamos, cjalo. O es que no sabe leer?

Kennedy alarg la mano y alcanz el documento, el cual desenroll ante sus ojos. Durante un rato ley su contenido, comprobando que todo lo que le haba dicho la seorita Keep era cierto.

Finalmente volvi a enrollar el legajo, devolvindoselo a la joven.

Yo era un buen amigo de su abuelo, seorita Keep. Lo crea usted o no, lo apreciaba mucho. Pero me considero afortunado con lo que tengo.

Con lo que tiene? sonri la joven. Usted no tiene nada.

Joe entrecerr los ojos, recordando la escena en la habitacin del bar de Potter.

Lo sabe muy bien, seorita Keep.

La joven enrojeci sbitamente.

Usted y yo estamos comprometidos en un negocio. Slo eso; un negocio. Iremos a Denver y viviremos durante un mes en la misma casa. Por fortuna, el edificio tiene dos alas. Yo he elegido para m la derecha y, naturalmente, usted estar a la izquierda.

No ir a ninguna parte.

No est hablando en serio.

Usted necesita el dinero para continuar dndoselas de seorita importante en Boston. Me imagino que, en las actuales circunstancias, lo nico que pretende usted es un marido rico.

El comandante golpe la mesa con el puo cerrado.

Quiere frenar sus mpetus, seor Kennedy? Le advierto que, teniendo en cuenta el lugar donde nos hallamos, har uso de mi autoridad. Le recuerdo igualmente que de aqu puede ir derecho al calabozo.

La joven sonri.

Djelo, comandante. Despus de todo, me tienen sin cuidado los desahogos de un cazador de bfalos.

Kennedy se pas el dorso de la mano por la boca, sin dejar de mirar a la joven.

No ir a Denver, seorita Keep.

De modo que usted consiente en que Maxwell Armstrong entre en posesin de Los Tres Bfalos.

Exactamente, seorita. Me tiene sin cuidado.

Y usted mismo ha reconocido que est al corriente de lo de Maxwell Armstrong, de que era enemigo de mi abuelo.

Lo s.

La joven se cogi la falda a la altura de la rodilla.

Sin embargo, me temo que usted desconoce algo que ocurri hace cuatro meses. S que usted vio a mi abuelo la primavera pasada y que, por lo tanto, l no se lo ha podido contar, porque me imagino que no le escriba:

No; Harry no me escriba. Quedbamos citados aqu de un ao para otro. A qu se refiere, seorita Keep?

Maxwell precipit la muerte del abuelo.

Aclreme eso.

No es que quiera culpar a Maxwell Armstrong de la muerte de Harry Keep; pero, al comienzo del invierno, un buen da Maxwell y mi abuelo se encontraron en el pueblo. Discutieron acerca de un litigio que tenan pendiente, y de pronto Maxwell peg un puetazo a Harry. El abuelo se levant furioso y sac el revlver, pero entonces el seor Armstrong se lo vol de la mano de un balazo y le dijo que no lo mataba porque tena compasin de l. El abuelo se vio impotente y, segn me han contado los testigos, creo que se march de all llorando.

Los ojos de la joven observaron cmo el rostro de Joe se endureca.

Qu tuvo que ver eso con la muerte de Harry?

Aquella pelea produjo una gran impresin en mi abuelo. En cuanto lleg a casa se acost. Empez a tener fiebre y al da siguiente lo vio el mdico. Desde entonces el abuelo ya no se levant ms. El doctor McGragh asegur que el abuelo no senta ya ningn deseo de vivir. No poda decir qu clase de enfermedad tena; aunque luego, dos semanas antes de que falleciese, Harry empez a sentir fuertes dolores en el pecho.

Se hizo otro silencio, y luego la voz de la joven dijo:

Puede hacer lo que quiera, seor Kennedy. Es usted libre de tomar una determinacin. No debe preocuparse por m. Con dinero o sin l, yo me casar en Boston, y le puedo asegurar que mi prometido es rico. Es cierto que yo he venido hasta aqu en su busca, pero usted se ha equivocado con respecto a m. Naturalmente, el dinero es una cosa importante en la vida, pero como le acabo de decir, a m no me hace falta. Yo he cumplido las condiciones de mi abuelo porque no quise consentir a ningn precio que Maxwell Armstrong fuese el dueo de Los Tres Bfalos. He hecho un largo viaje, le he buscado a usted personalmente sin importarme lo que me pudiera ocurrir adentrndome en ese... en el bar de Potter, donde me imaginaba no iba a ser tratada precisamente como una seorita. Ya le he dicho que tampoco me interesa el rancho. Mi idea ha sido cumplir todas las condiciones del testamento y esperar el transcurso de un mes para vender Los Tres Bfalos a un comprador, que naturalmente no sea Maxwell Armstrong.

Leonore inspir profundamente dando un suspiro.

Pero usted opina de muy distinta forma a m, seor Kennedy. A usted no le importa, como ha dicho antes, que Maxwell Armstrong reciba el regalo de Los Tres Bfalos. Despus de todo, no puedo obligarle a que vaya a Denver. No es lgico que usted sacrifique cuatro semanas de su tiempo para impedir que el mayor enemigo de Harry Keep, el hombre que lo golpe y que casi lo llev a la tumba, sea dueo de Los Tres Bfalos.

Joe se pas una mano por el cabello.

La joven desvi los ojos hacia el comandante, sonriendo.

Ha sido usted muy amable, comandante Rainier.

Oh, seorita Keep, le aseguro que ha sido un placer! Va usted a irse ya?

S, comandante. Nada tengo que hacer aqu despus del fracaso de mi misin. Quiero regresar cuanto antes a Denver, pero all slo me detendr el tiempo necesario para comunicar al juez Smith la imposibilidad de aceptar la herencia de mi abuelo. Adis, comandante.

La joven se puso en pie y Rainier lo hizo tambin, tendindole la mano.

Ya sabe que siempre me tiene a su disposicin en Fort Laramie, seorita Keep.

La joven sonri otra vez y, pasando junto a Kennedy, se dirigi a la puerta.

Espere, seorita Keep dijo Joe.

La joven se volvi haciendo un mohn.

Deca algo, seor Kennedy?

Joe mir los hermosos ojos negros.

Estoy dispuesto a ir a Denver.

Vaya, seor Kennedy...! Esto s que es una sorpresa!

Pero recurdelo. En cuanto transcurra el mes, venderemos el rancho a alguien que no sea Maxwell Armstrong y dividiremos el dinero.

Estoy completamente de acuerdo, seor Kennedy.

Yo tambin lo estoy en eso de que dividamos la casa en dos mitades, mientras vayamos a vivir juntos esas cuatro semanas.

Desde luego, seor Kennedy.

En cuanto al viaje all, le agradecera que mantuviese el pico cerrado.

Yo hubiese hecho ma esa sugerencia, seor Kennedy, pero afortunadamente no va a ser necesario. El abuelo, por fortuna, no impuso la condicin de que fusemos juntos, y hay una diligencia que parte dentro de media hora para Denver. Yo ir en ese coche, y me imagino que usted querr hacer el viaje sobre su caballo.

S, seorita Keep. Lo har en mi silla.

Ve usted qu sencillo? La joven sonri irnicamente. No hay necesidad de que usted se obligue a escuchar mi voz Leonore se volvi hacia el militar. Buenas noches, comandante.

Seguidamente, Leonore abri la puerta y sali cerrando tras de s.

El comandante Rainier carraspe suavemente.

Una bonita muchacha.

Kennedy lo mir con los ojos entrecerrados.

A quin se refiere, comandante?

Rainier lo mir un poco asombrado.

Con quin ha estado hablando, Kennedy...? Y naturalmente, no me refiero a m.

Joe mir la puerta y, frotndose la mejilla con el dorso de la mano, dijo:

Con una mujer que slo piensa en su propio inters; y, francamente, esa clase de mujeres nunca han sido de mi gusto, por muy estupenda que sea su fachada. Hasta la vista, comandante.

CAPITULO IV

Eh, Tommy! Quin es ese tipo?

Tommy Lee mir en la direccin que Bund Thomson le indicaba, y vio avanzar a lo lejos a un extrao jinete, un tipo que se vesta con una chaqueta de piel de bfalo.

Por todos los infiernos! exclam Jerry Cornell, otro de los cow-boys del rancho. Ese debe ser Kennedy, el nuevo patrn.

Tommy Lee se ech a rer.

Que me emplumen... Creo que vamos a pasar un rato divertido. Anda, Jerry, avisa a los dems.

Los tres cow-boys se hallaban junto al porche de la casa.

Jerry hizo un gesto afirmativo y se larg corriendo hacia el dormitorio para avisar a sus compaeros.

Joe Kennedy haba detenido su montura, observando las verdes colinas que haba a lo lejos y los corrales de la derecha.

Ahora sac despaciosamente una bolsa de tabaco y se puso a liar un cigarrillo. Mientras arrojaba dos chorros de humo por la nariz, mir la casa con ms detenimiento. Pareca arrancada de uno de aquellos cuadros que l haba visto en Kansas City muchos aos atrs, y en que se representaban los hogares de los caballeros del sur. Infiernos, no estaba mal aquello...!

De pronto se dio cuenta de que muchos hombres estaban convergiendo ante el porche. Todos ellos detenan sus ojos en un mismo lugar; justamente en donde l se encontraba ahora.

Movi las bridas de su corcel, y ste se acerc al trote hacia el grupo de cow-boys.

Buenos das, muchachos salud sonriendo jovialmente.

Nadie le contest al pronto, y el que lo hizo no tena intencin de corresponderle.

Oiga, mster: no compramos grasa.

La ocurrencia fue celebrada por los otros cow-boys con suaves risitas.

Kennedy se mir la chaqueta de piel de bfalo, en donde las manchas de sebo brillaban al sol.

Sus labios continuaron sonriendo, mientras deca:

Me imagino que ustedes no me conocen.

Yo s dijo otro cow-boy. Usted es Buffalo Bill en persona.

Los hombres rieron otra vez, y ahora un poco ms fuerte, y en eso un tercer cow-boy dijo:

No es ese tipo el que se come a los indios crudos?

Kennedy deneg con la cabeza, aunque segua sonriendo.

No, chicos; no soy Buffalo Bill, aunque l fue un gran amigo mo.

Caramba! exclam Tommy. Lo habis odo? Fue amigo de Buffalo Bill. Seguro que se le ha contagiado algo de l.

De eso no hay duda repuso Jerry Cornell. Es que no le ests viendo, Tommy? Apuesto a que Buffalo Bill le regal el traje con que se estuvo revolcando por la pradera.

Joe pas la pierna por el cuello del animal y se dej caer en tierra. Llevse el cigarrillo a los labios, e inspir profundamente, mientras recorra con la mirada las caras que tena delante.

As que ustedes no me conocen repiti.

Bud Thomson puso los brazos en jarras.

No le conocemos; o acaso es usted el predicador que nos anunciaron el otro da en la ciudad?

La salida de Thomson provoc sonoras carcajadas.

Kennedy volvi a menear la cabeza en sentido negativo.

No, no soy ese predicador. Y, tal como estn las cosas, estoy viendo que no tendr ms remedio que presentarme yo mismo.

Muy bien dijo Thomson. Hgalo.

Kennedy cogi el cigarrillo con los dos dedos y lo arroj lejos de s, a unas tres yardas. Sus labios sonrean ms afectuosamente que nunca.

De pronto lanz su puo derecho contra la cara de Thomson. Son un terrible chasquido y el vapuleado cow-boy sali disparado como un obs, arrastrando tras de s a cuatro de sus compaeros.

Kennedy no se tom un segundo de descanso, sino que, dejndose arrastrar por el impulso de su primer golpe, sacudi otro puetazo con la zurda. Esta vez fue el rostro de Jerry Cornell el que recibi el golpe, y el gordo de Jerry arrastr otros dos hombres en su cada.

A por l, muchachos! grit Tommy Lee.

Pero l no pudo ir a ninguna parte, porque en ese instante, los nudillos de Joe percutieron contra su sien y all acab la pelea para l, porque se desplom en el polvo y despus de dar dos volteretas qued inerte.

Tres hombres se lanzaron a un tiempo sobre Kennedy.

Joe fren en seco al primero, golpendolo en el estmago, al segundo con un golpe en el hgado y el tercero con un puntapi al rin. Los tres se quedaron boqueantes a una misma altura, desorbitando los ojos. Luego el forastero remat su faena con un formidable puetazo, propinado al ltimo de ellos, de forma que ste, en su cada, se llev tras de s a los otros dos.

Joe respir profundamente y vio que cinco hombres estaban dispuestos a abalanzarse sobre l. Ahora no hubiesen bastado sus puos para detenerlos.

Cuando los tuvo ms cerca, se lanz contra ellos, ponindose horizontal en el aire. Su cabeza, su espalda y sus piernas golpearon contra los cinco hombres y todos ellos se abatieron otra vez en tierra, lanzando aullidos de dolor.

Finalmente Kennedy rod tambin por el polvo, pero fue el primero en ponerse en pie.

Vio que la mayora de los cow-boys estaban en el suelo, lanzando ayes de dolor; pero hubo tres o cuatro que empezaron a incorporarse, aunque les costase un poco de trabajo.

Acercse rpidamente a ellos y distribuy equitativamente media docena de puetazos.

El aire se llen de chasquidos y maldiciones.

Kennedy se detuvo cuando observ que ninguno de los hombres, a su alrededor, se decida a ponerse en pie, aunque hubiese alguno que ya estaba en condiciones de hacerlo.

La sangre corra por las comisuras de las bocas, por las narices o por las pequeas grietas que los nudillos de Kennedy haban producido en la carne de los cow-boys. Haba alguno que tena un ojo negro, el labio partido, o la oreja enrojecida como si acabase de salir del horno.

Bien, chicos dijo el recin llegado. Mi nombre es Joe Kennedy, y all de dnde vengo, tenemos por costumbre organizar una fiesta como sta al menos una vez por semana.

Luego subi al porche, donde descubri a un negro que estaba junto a la puerta, mirando la escena con ojos muy abiertos.

Es usted el mismsimo demonio, seor Kennedy dijo el negro. No haba ocurrido una cosa como sta, desde que se volvi loca una de nuestras yeguas.

Cmo te llamas, muchacho? pregunt Joe.

Epifanio, seor.

Muy bien, chico; yo te bautizo de nuevo. Te llamars Epi.

Gracias, seor; es usted muy amable.

Tengo buen apetito, Epi, y sera capaz de comerme una res entera. Qu te parece si me preparas algo a que hincar el diente? Ah! Luego necesitar dormir.

S, seor, venga usted conmigo.

Kennedy pas con el criado al interior de la casa.

Los cow-boys empezaron a levantarse entonces, y mirronse unos a otros, perplejos.

Por todos los demonios! exclam Jerry. Qu clase de tipo es se?

Bud Thomson mene la cabeza de arriba abajo, diciendo:

Alguien a quien yo no volver a gastar ninguna broma. Te lo puedo jurar, muchacho.

Los vaqueros se dirigieron a los dormitorios; y la mayora de ellos lo hacan tocndose la cara o los riones, porque la fiesta a la que haban sido invitados por Joe Kennedy haba resultado demasiado fatigosa para ellos.

CAPITULO V

Kennedy haba dormido por espacio de cuatro horas y se encontraba ante el lavabo, echndose agua por la cara, cuando llamaron a la puerta.

Quin es? pregunt.

Kafka, seor.

Cmo has dicho?

Uno de los vaqueros.

Est bien, pasa, muchacho dijo Kennedy, cogiendo una toalla.

La puerta se abri dando paso a un hombre de unos treinta aos de edad, rechoncho, de estatura regular, ojos un poco oblicuos y cara de facciones simpticas.

Sus labios sonrieron, mientras miraba a Joe.

Soy Leddy Kafka, seor Kennedy.

Ya; y t vienes ahora enviado por los dems para seguir tomndome el pelo.

Kennedy termin de secarse y dej la toalla en su sitio.

Lo siento, pero los muchachos se pusieron un poco pesados.

No se lo tome en cuenta. Son buenos chicos, sabe, seor Kennedy? Lo nico que pasa es que el abuelo nos haba hablado mucho de usted.

S?

Haba contado de qu forma peleaba y de qu modo utilizaba el revlver.

El viejo zorro era demasiado hablador coment Joe mientras se pona la camisa.

A usted le conocen en casi toda la comarca. Harry no hubiese querido ms a un hijo.

Kennedy sacudi la cabeza.

Yo tambin lo apreciaba mucho.

Hubo una pausa y luego Kafka dijo:

Todos cremos que usted vendra con la seorita Keep.

Joe contest, mientras se abotonaba la camisa:

La seorita Keep y yo hemos descubierto que tenemos muy pocos puntos en contacto, as que decidimos mantenernos todo lo alejados que pudisemos.

De modo que se pelearon?

Kafka frunci el ceo.

Puedes considerarlo as.

El vaquero se puso muy serio e hizo chasquear la lengua.

Entonces no hay esperanzas.

Esperanzas de qu, Leddy?

De que el rancho no pase a manos de Maxwell Armstrong.

No tienes que preocuparte por eso, Leddy. La seorita Keep y yo estamos dispuestos a vender el rancho dentro de un mes, a contar desde el momento en que ella llegue, tal como el testamento establece. Maxwell Armstrong no ser el dueo del rancho.

S lo ser.

Cmo he de decirte que no? S perfectamente lo que Armstrong era para Harry Keep, y por nada del mundo consentira que l nos comprase la hacienda.

Pero olvida usted algo muy importante.

Qu, Leddy?

Armstrong se valdr de una tercera persona para comprar Los Tres Bfalos.

Ya te comprendo. De todas formas, evitaremos eso.

Cmo?

Vendiendo a alguien cuya identidad nos conste, que sepamos que es honrado.

Nadie querr comprar el rancho en las actuales circunstancias, a menos que sea Maxwell Armstrong o un testaferro suyo.

Qu circunstancias son sas?

Maxwell Armstrong est tan al corriente como usted del testamento del viejo. Conoce a la seorita Keep, y por lo tanto, tambin sabe que ella est dispuesta a vender. Ha supuesto igualmente que tambin vendera el otro heredero, o sea, usted.

Pues ha acertado en todo.

Ah lo tiene, seor Kennedy, Maxwell Armstrong ha estado preparando el terreno desde hace una semana.

Qu es lo que ha hecho?

Asegurarse que no habr nadie que est dispuesto a comprar Los Tres Bfalos. Por ejemplo, hace cinco das tom posesin de los pozos de Valle Hondo. Se present all con una docena de hombres, y all est.

A quin pertenecen los pozos del Valle Hondo?

A nosotros, naturalmente.

Qu hicisteis vosotros para impedir que l tomase posesin de este lugar?

Kafka se moj los labios con la lengua, observando la punta de sus botas.

Naturalmente, los muchachos no han querido pelear contra alguien que, despus de todo, va a ser el patrn dentro de un mes.

Muy razonable.

Kafka alz los ojos, asombrado.

Da usted la conformidad, seor Kennedy?

Joe se puso la chaqueta de piel de bfalo, e hizo una seal con la cabeza a Kafka.

Anda, ven conmigo.

Salieron de la casa al porche y Kennedy mir hacia el dormitorio, a cuya puerta haba varios cow-boys jugando a la herradura.

No tienen otra cosa que hacer?

Desde que se fue la seorita Keep los rebaos estn en las cercanas de la casa, y para cuidarlos basta con media docena de hombres.

Cuntos cow-boys hay en total?

Catorce.

Est bien, Kafka. Quiero ver aqu, antes de un minuto, a todos los que no estn cuidando el rebao.

Leddy Kafka se puso a parpadear; y luego sonri.

Ahora mismo, seor Kennedy.

Joe se sent en la baranda. Permaneci un rato pensativo, pellizcndose el labio inferior. Finalmente oy un murmullo de voces a sus espaldas, y cuando volvi la cabeza, vio acercarse desde el dormitorio a un grupo de cow-boys.

Bien, seor Kennedy dijo Kafka. Aqu los tiene.

Joe observ con ojos entrecerrados las caras de los cow-boys. En algunas de ellas descubri las huellas, de sus puos.

Bien, muchachos. En primer lugar, quiero disculparme. Sentira haber causado dao a alguien. Se rasc la barbilla, mientras agregaba: Pero debis reconocer que un hombre no puede tolerar ciertas cosas.

Hubo un silencio, y luego Joe aadi:

Vamos a ir a los pozos del Valle Hondo.

Las bocas se abrieron y enarcronse las cejas.

Joe esper unos segundos a que alguno de los cow-boys se cerciorase de que haba odo bien.

Luego se dirigi a Kafka:

Qu distancia hay de aqu al Valle hondo?

Cuatro millas.

Muy bien. Iremos al Valle Hondo y yo rogar con buenas palabras a los caballeros que se encuentran en aquel lugar que se retiren ms all de la divisoria de nuestro rancho. Eso es todo, muchachos. A los caballos!

Ninguno de los cow-boys se movi; ni siquiera Leddy Kafka.

Kennedy haba echado a andar para bajar del porche, y de pronto se detuvo, mirando a Kafka.

Qu pasa?

Dice en serio eso de las buenas maneras?

Claro que s, Leddy. En este mundo ha de pedirse todo con educacin. Es lo ms importante. Vamos, no nos retrasemos ms. Apenas quedan cuatro horas de sol.

Algunos de los cow-boys grueron por lo bajo, pero finalmente, todos se dirigieron a por sus caballos.

Minutos ms tarde, el grupo se diriga al Valle Hondo.

Desde lo alto de una colina, Leddy Kafka seal los pozos, que aparecan custodiados por una docena de hombres.

Ah los tiene, seor Kennedy.

Joe observ que un poco ms all haba otra colina que rodeaba semicircularmente el abrevadero natural de las reses.

Oye, Leddy.

Diga, seor Kennedy.

Divide a los muchachos en dos grupos. T irs con uno de ellos hacia la parte del sur; y el otro al oeste, por el faralln que veo a la izquierda.

Usted ir con ese grupo?

No, Leddy; yo voy solo. No tenis que aparecer mientras no oigis un estampido.

Luego Kennedy, sin decir nada ms, espole su cabalgadura y parti hacia los pozos.

Leddy Kafka se qued perplejo, observando su marcha.

Una voz dijo a su espalda:

Ese tipo est loco de atar.

Leddy volvi la cabeza hacia el que haba hablado.

Si te vuelvo a or decir eso te la ganas, Mark. Estoy dispuesto a jugarme la cabeza a que Kennedy sabe lo que se hace. Ahora vamos a lo nuestro.

Mientras tanto, Joe se acercaba a los pozos. De pronto, un hombre le dio el alto.

Eh, usted! No se acerque ms.

Kennedy tir de las bridas, observando al individuo que estaba detrs de una piedra, apuntndole con el rifle.

Quisiera dar de beber a mi caballo.

El otro titube unos instantes, pero por ltimo dijo:

Est bien. Vaya a la orilla y dele de beber.

Supongo que yo tambin lo podr hacer.

Claro que s. Usted tambin puede.

Es usted muy generoso dijo Kennedy, y dirigi su montura hacia la orilla del pozo.

Otro hombre apareci por detrs del tronco de una encina y un tercero se movi por entre las piedras del otro lado del remanso.

Kennedy descabalg de la silla y se tendi de bruces para beber. Su caballo tambin bebi.

Joe fue a alzarse y vio reflejada en el agua la figura de un tipo que estaba a sus espaldas, el cual tena un revlver en la mano.

El joven se incorpor y observ con una sonrisa al tipo.

Es fresca y buena dijo, pasndose el dorso de la mano por la boca.

Celebro que le guste dijo el hombre, porque le va a costar su dinero.

Cmo?

Pagar dos dlares.

Dos dlares?

Un dlar por animal; y ustedes son dos. El fulano torci la boca sonriendo, mientras sealaba al caballo y a Kennedy.

Joe observ bien al tipo. Tendra alrededor de treinta aos de edad y era de cabello rojizo, cara llena de pecas y bigote espeso que casi le cubra la boca.

No le parece un poco caro, mster?

Puede considerarse como un hombre afortunado.

S?

Esta maana pas un viajero al que le cobramos cinco dlares, y slo tena un caballo, como usted.

Por qu me hacen la rebaja?

Porque usted tiene la pinta de ser un desgraciado.

Y si fuese tan desgraciado que no llevase los dos dlares?

Entonces tendr que vomitar el agua..., por la boca o por los agujeros que le vamos a hacer en la barriga.

Kennedy descubri a otros dos hombres que haban estado tendidos a la sombra junto a unos arbustos, y que ahora se estaban incorporando con el rifle en la mano.

Mir otra vez al pelirrojo e hizo chasquear la lengua.

Muy bien. Estoy conforme con pagar los dos dlares.

El pelirrojo ri.

Ya les dije a mis amigos que usted tena cara de ser un tipo muy juicioso.

Kennedy tambin sonri, mientras deca:

Pero antes tendrn ustedes que demostrarme que son los dueos de esta agua.

El pelirrojo empez a ponerse serio.

Qu dice?

Creo que es la mar de sencillo. Ustedes acreditan que son los dueos del pozo y yo les sacudo los dos machacantes, monto en mi caballo y me largo.

No sea estpido, muchacho. Nosotros somos los dueos del agua.

Cmo lo s yo?

El pelirrojo parpade.

Que cmo lo sabe? Porque estamos aqu, porque tenemos armas en la mano, porque somos doce y usted uno solo. Quiere ms razones?

Falta la ms importante.

Cul?

La escritura que demuestre que el pozo es de ustedes.

Oiga, mster: Quiere complicarse la vida? Sea buen muchacho y arroje los dos dlares sin rechistar. Le conviene a usted. He visto morir a ms de un tipo porque haba resultado un tozudo. Usted est en la flor de la vida, muchacho.

No hay dlares.

El pelirrojo convirti los ojos en rendijas y luego apret los dientes.

Se la est ganando, compadre. O es que est rematadamente chiflado? No me ve con el revlver en la mano?

Mire la ma dijo Kennedy.

El pelirrojo baj instintivamente los ojos y Joe, raudo como una centella, desenfund el revlver e hizo un disparo.

Fue algo meterico y nuca visto.

El Colt vol de la diestra del hombre que quera cobrar los dos dlares.

Joe observ por el rabillo del ojo, que dos tipos empezaban a levantar el rifle, e hizo otros dos disparos.

Uno de los centinelas lanz un grito llevndose la mano al hombro, donde haba recibido el impacto, y se derrumb de rodillas en la hierba.

El otro dej caer el rifle al suelo y se mir la mano, que haba sido atravesada por una bala.

Quieto todo el mundo! grit Kennedy.

Justo en ese instante se oy el fuerte ruido de una galopada, y por el sur y por el oeste avanzaron los dos grupos de jinetes del rancho Los Tres Bfalos.

Inmediatamente, los hombres de Maxwell Armstrong dejaron caer las armas al suelo, entregndose.

Kennedy dej or su voz:

Traedlos aqu a todos!

Los doce hombres fueron reunidos en poco tiempo. Los que haban sido heridos fueron vendados provisionalmente por sus propios compaeros.

Kafka observaba admirativamente a Joe, quien, despus de tomarse un descanso, habl de nuevo, dirigindose al sorprendido grupo de Armstrong.

Estas tierras, y por lo tanto, los pozos del Valle Hondo, pertenecen al rancho Los Tres Bfalos. No tenis nada que hacer aqu, muchachos. Yo slo advierto las cosas una vez. A partir de ahora os vais a mantener alejados de este lugar. Me imagino que sabis perfectamente cul es la divisoria entre el rancho de Armstrong y el nuestro. Hizo una nueva pausa, imprimiendo ms dureza a sus palabras. No la crucis si queris seguir viviendo. Es un consejo de amigo... Ahora, largaos!

Los doce hombres fueron por detrs de la encina hacia el lugar donde haban dejado sus caballos. Poco despus galopaban en direccin oeste.

Leddy Kafka se ech a rer.

Que me maten...! He dormido toda una semana con pesadillas; y era justamente esto lo que me quitaba el sueo. Apuesto a que esta noche duermo de un tirn como los propios ngeles.

Sonri a Kennedy, el cual, despus de carraspear, habl con voz suficientemente alta para ser odo por todos:

A partir de ahora, las faenas en el rancho se harn como cuando se realizaban en vida de Harry Keep. Se traer aqu el ganado a abrevar y se le llevar a los pastos que necesite para su engorde.

Guard un silencio, sintindose observado respetuosamente por los hombres, y luego agreg:

Eso es todo, muchachos. Nos vamos a casa.

Leddy Kafka respir profundamente, cerrando los ojos, y cuando los abri de nuevo, lanz un chillido al aire y espole su caballo hacia adelante, precediendo al grupo en su regreso al rancho.

CAPITULO VI

Leddy Kafka vio llegar a la seorita Keep en el tlburi del doctor McGragh, y corri a ayudarla a descender del carruaje.

Bien venida, seorita Keep.

Gracias, Leddy dijo la joven cuando puso pie en tierra.

El doctor McGragh era un hombre de unos cincuenta aos, de cabello canoso y cejas muy espesas.

Si te hago falta para alguna cosa no vaciles en acudir a mi casa, Leonore dijo mientras entregaba a Leddy una valija.

Gracias, doctor repuso Leonore. Espero que estas cuatro semanas transcurran sin ninguna dificultad.

El doctor fustig el caballo y el carruaje parti alejndose.

La joven se volvi hacia Kafka.

Me prometiste antes de partir que no habra complicaciones, Leddy.

No las ha habido, seorita Keep.

El doctor me ha hablado de un incidente que surgi entre vosotros y los hombres de Maxwell Armstrong, y eso ocurri ayer.

S, seorita. El doctor no la ha engaado, pero ahora todo est claro.

Fue una estupidez. Ya me han dicho que el autor de ella fue el seor Kennedy.

El seor Kennedy les dio una leccin a los hombres de Maxwell.

Te equivocas al apreciarlo as, Leddy. El seor Kennedy es un bravucn y slo ha querido demostrar que es muy listo. l sabe perfectamente que dentro de un mes venderemos el rancho. Por qu ha de poner en peligro vuestras vidas? Qu pasara si alguno de vosotros muriese? Ahora mismo pienso hablar con l. Dnde est?

Con el ganado.

S, seorita sonri Leddy. Esta maana muy temprano se fue con una punta. Me imagino que no regresar hasta la noche. Ese es el hombre que necesitbamos en el rancho, seorita Keep. Se lo aseguro yo, que conozco bien a esos tipos.

Creo que sientes excesivo entusiasmo, Leddy. Anda, vamos a casa. Cuando vuelva el seor Kennedy, le dices que quiero hablar con l.

Pero tal como haba anunciado Leddy, Joe no regres hasta que la oscuridad comenz a reinar sobre la tierra.

Leddy lo esperaba en el porche.

Hay una sorpresa para usted, patrn.

Apuesto a que son las croquetas de que Epi me habl.

Seguro que s, seor Kennedy. Ande, vaya al comedor. Epi debe haber preparado ya la mesa.

Ven conmigo. S que te gustan mucho tambin a ti.

Gracias, patrn, pero ya he comido minti Leddy.

Est bien; como quieras.

Kennedy ech a andar hacia la puerta, pero de pronto se detuvo.

A propsito, Leddy. He visto derribado el alambre espinoso de la divisoria del norte, y ya me han dicho que tambin por ah limitamos con Maxwell.

Han hecho mucho estropicio?

Unas dos millas. Maana al amanecer hay que ir all para dejarlo todo arreglado.

Lo volvern a derribar.

Quiz no lo hagan.

Qu va a hacer para impedirlo, seor Kennedy?

Joe permaneci pensativo unos instantes y luego dijo:

Ya se me ocurrir algo. Anda, vete a dormir, que hemos de madrugar maana.

El joven penetr en la casa encaminndose inmediatamente al comedor. Ahora ya no se cubra con su vestimenta de piel de bfalo, sino con una camisa y unos zahones de cowboy que Leddy le haba conseguido.

Apenas irrumpi en la habitacin, se detuvo al ver a la cabecera de la mesa a Leonore Keep.

La joven alz los ojos del plato de sopa que tena ante s.

Buenas noches dijo Joe.

Buenas noches respondi ella; y en seguida agreg: Por la cara que pone, parece como si hubiera alimentado la esperanza de que yo nunca llegase al rancho.

Estaba preparada para una sorpresa. Pens que tenamos croquetas para cenar; y en su lugar me encuentro con usted.

Ya. Usted prefiere las croquetas.

Si he de serle sincero, s.

La joven se mordi el labio inferior con fuerza.

Yo tambin sent una esperanza mientras vena de Fort Laramie.

Vaya!

Pens que usted, fuera de su ambiente, se civilizara; pero ya veo que era pedir demasiado.

Muy irnica, seorita Keep. Ahora, si me lo permite, me retirar.

Cre que se dispona a cenar.

Perd el apetito de pronto.

Muy sarcstico, seor Kennedy.

Joe dio un suspiro.

Ahora que estamos empapados, le queda algo por decir?

No pienso permitir una guerra.

Cmo dice?

No provoque a Maxwell Armstrong.

El joven sonri.

Oiga, sabe que eso es muy divertido? Al parecer, usted no ha sido bien informada. O acaso le ha hablado el propio Maxwell? Los hombres de Armstrong se haban apoderado de los pozos del Valle Hondo. Nosotros fuimos all a recuperar lo que era nuestro.

Se preocupa usted demasiado, seor Kennedy.

Usted cree?

Debo recordarle que ya he llegado al rancho de Los Tres Bfalos, y que, por lo tanto, a partir de hoy empezar a transcurrir el mes que mi abuelo impuso como condicin para que nosotros pudisemos vender. Usted no puede jugar con las vidas de los muchachos, por satisfacer su amor propio.

As que, segn usted, hemos de permanecer pasivos ante todo.

Exactamente. Slo tenemos que esperar que transcurran las cuatro semanas; luego venderemos. Cada uno tendr su dinero, y yo le perder a usted de vista la joven hizo una pausa, mirando fijamente a los ojos de Joe. Me va a decir que ha cambiado de opinin con respecto al acuerdo que adoptamos en Fort Laramie?

No, seorita Keep. No he variado de opinin. Yo tambin quiero volver a mi antigua vida cuanto antes.

Celebro que coincidamos... por segunda vez sonri ella.

No se precipite, seorita Keep. Todava no haba terminado.

Qu le falta por agregar?

Aunque vayamos a vender el rancho dentro de un mes, no consentir que nadie pisotee mis derechos.

Sus derechos?

S, seorita Keep. Me pertenece la mitad de este rancho, y mientras yo sea dueo de esa parte, no consentir que Maxwell Armstrong o cualquier otra persona se meta en mi terreno.

Los ojos de ella brillaron colricos.

Es lo que dije antes. Su orgullo.

Se equivoca, seorita Keep. Yo no siento orgullo. Si pretendo defender lo que es mo, no es por mantener el tipo para que todo el mundo sepa lo grande que soy. Despus de todo, me voy a largar de aqu muy pronto.

Qu es entonces?

Soy de las personas que han posedo muy poco, seorita Keep. Pero he sabido defender siempre lo que me ha pertenecido. Vivimos en un mundo donde constantemente somos acosados por gentes sin escrpulos, que se creen dueos de todo y que no vacilan en apoderarse de lo que est a su alcance, aunque para ello tengan que herir o matar. Usted viene de Boston, seorita Keep. Ha vivido muy poco tiempo en el Oeste. En esta parte del pas, a cada minuto, a cada segundo, se est ventilando una fiera lucha por la existencia. Aqu tiene el ejemplo vivo de Maxwell Armstrong que, por el procedimiento que sea, est dispuesto a ser dueo del rancho Los Tres Bfalos. Se apoder de los pozos de Valle Hondo, con el objeto de coaccionar a todos los ciudadanos de esta comarca para que no compren nuestro rancho. Leddy me explic que Maxwell tiene intencin de comprar, por s, o utilizando un testaferro. Yo no puedo olvidar en ningn momento que su abuelo Harry no ha tenido nunca intencin de que Maxwell sea el dueo de su rancho, a pesar de que lo ha sealado como tercer heredero. Eso es todo, seorita Keep.

Inmediatamente, Joe gir sobre sus talones y sali de la habitacin dando un gran portazo.

Al dirigirse hacia la escalera para subir a su habitacin se encontr con el negro, el cual llevaba en sus manos una fuente cubierta.

Seor Kennedy sonri el criado. Son las croquetas.

Comer en mi habitacin, Epi. Pero sirve primero a la seorita.

S, seor.

El joven lleg a su cuarto y se qued a torso desnudo. Se lav la cara y las manos.

A poco entr Epi, portando una bandeja en la que haba un plato de sopa y otro con las croquetas.

Kennedy lo despach todo en un santiamn, en presencia del criado.

Enhorabuena, Epi. Eres un tipo grande como cocinero.

Gracias, seor Kennedy. El criado carraspe. Puedo preguntarle una cosa, seor Kennedy?

Naturalmente. De qu se trata?

No le es simptica la seorita Keep?

No.

El criado cogi la bandeja y se dirigi hacia la puerta, meneando la cabeza de un lado a otro.

Qu quiere decir ese gesto, Epi? pregunt Joe.

El criado se volvi, despus de haber abierto la puerta.

Debe tener cuidado, seor Kennedy. Yo tampoco encontr simptica a Anna.

Quin es Anna?

La mujer con la que llevo casado treinta y cinco aos, seor Kennedy.

Seguidamente, el criado negro sali del dormitorio, cerrando la puerta tras de s.

CAPITULO VII

Joe Kennedy haba ido con Leddy a Denver aquella maana para recoger las provisiones.

Kennedy se asombr del crecimiento de la ciudad. Haca seis aos que no haba estado all, y ahora se alzaban nuevos edificios y se haban abierto nuevas calles.

Leddy detuvo el carruaje frente al almacn de Baxter.

Joe salt a la acera, diciendo:

Voy a dar una vuelta por ah, muchacho. Cundo estars listo?

Ms o menos, dentro de una hora.

Est bien. Antes de los sesenta minutos estar aqu para marcharnos.

Joe ech a andar. Se detuvo ante algunos escaparates, observando los artculos que se ofrecan al comprador. Llamaron su atencin unos pendientes en forma de aro. Un cartelito puesto al pie rezaba: Trado de Mxico. Seis dlares. Precio regalado.

Por qu le interesaban a l aquellos aros, si no tena a quin regalrselos? En su mente brot un nombre femenino, pero al instante lo ahuyent, apartndose del escaparate.

Un poco ms all se encontr ante las puertas de un saloon y decidi beber un trago.

Antes de abandonar Fort Laramie haba vendido sus pieles. El viejo Tobas, el negociante usurero, se haba aprovechado bien de las circunstancias, pagndole tres dlares menos por piel, de lo que l hubiese podido sacar esperando a vender un par de semanas.

En el mostrador haba una docena de clientes, y algunos ms estaban distribuidos por las mesas que se esparcan a lo largo del local.

Hizo una seal al mozo y pidi un whisky.

Estaba bebiendo un trago, cuando de pronto oy decir a uno:

Oye, Jack, has odo hablar de ese sacamantecas que ha llegado a la comarca?

Otra voz respondi:

S, he odo hablar de ello.

Qu clase de tipo es?

Segn me han dicho, uno que para desayunar se come a un tipo con tripas y todo.

Sin escupirlas?

Y hasta con botas.

Los dos hombres rompieron a rer.

Joe no quiso ni mirarles. Apur de un trago el contenido de su vaso y llam al mozo.

Cunto te debo?

Veinticinco centavos.

Joe dej la moneda de cuarto de dlar sobre el mostrador; y justo en ese instante, oy otra vez a los graciosos.

Oye, Jack. Es cierto que a ese tipo le huelen los pies?

Peor que eso, muchacho. Es un cazador de bfalos, sabes? No te han dicho nunca cmo duermen los cazadores de bfalos?

No; dmelo t.

Es muy sencillo. Al llegar la noche se revuelcan en sebo y, cuando estn bien embadurnados, se llegan a una porqueriza y se dejan caer en el lugar donde han estado los animales.

Es posible, Jack?

S, muchacho. Es donde se encuentran a gusto..., con los puercos.

Otra vez rompieron a rer estrepitosamente.

Joe se pas una mano por el mentn, y por primera vez desvi la mirada hacia el lugar de donde proceda aquel dilogo. Haba cuatro hombres que lo estaban mirando, y entre ellos no estaban los dos que dialogaban. Jack y el otro se encontraba al final de la lnea, y tambin ellos le miraban atentamente, sin dejar de rer.

En aquel instante, el mozo dijo:

Hay whisky! Quin quiere whisky, seores?

Pero nadie quiso whisky.

Joe ech a andar hacia Jack y su compaero y se detuvo muy cerca.

Quiz les falte saber algo acerca de los cazadores de bfalos, amigos.

Qu? pregunt el ms alto de los dos, cuya voz identific como la de Jack.

Son tipos muy susceptibles, a quienes no gusta que hablen de sus cosas y que los ofendan. Los cazadores de bfalos son hombres que llevan una vida muy dura, compaeros. Son sujetos independientes, gente a la que le gusta la soledad y que, quiz por ello, cuando se encuentran con un semejante, le brindan generosamente su ayuda Joe hizo una pausa. Y de pasada les dir que hay muy poco de verdad en esa leyenda que se refiere a su suciedad seal el cuello de Jack. Usted tiene mugre de hace tres meses y, segn se supone, se encuentra en un pueblo civilizado.

Jack entrecerr los ojos.

Le voy a cerrar la boca!

Joe pase la mirada por los hombres que estaban en el mostrador, hasta detenerla en el rostro de Jack.

Usted y cuntos ms?

Yo solo, bocazas.

Apenas dijo eso, Jack lanz su puo contra la cara de Kennedy, pero ste esperaba el golpe y salt a un lado.

Jack hundi el puo en el vaco y ech a correr, yendo a estrellarse contra una columna.

Joe se retir rpidamente hacia un lado, para evitar ser sorprendido por la espalda.

Los otros tipos del mostrador permanecieron impasibles. Jack se revolvi, con el rostro congestionado.

Por qu no pelea como los hombres, cazador de bfalos?

Los hombres pelean de uno en uno, y si t quieres ocupar la primera plaza, ven ac.

Jack se escupi en las manos y se acerc rpidamente adonde se encontraba el joven.

Joe levant el brazo izquierdo para impedir que su enemigo le alcanzase con los puos, y luego le hundi la derecha en el estmago.

El tipo se arque, con los ojos desorbitados, y entonces Kennedy le enganch con la zurda en el maxilar inferior.

Jack dio un salto en el aire y fue a dar con sus cuartos traseros en una escupidera.

Ahora, dos de los tipos que haba en el mostrador corrieron hacia all. Joe retrocedi rpidamente, y cogiendo una mesa desocupada que haba atrs, la arrastr por el suelo, lanzndola al encuentro de los agresores.

Los dos nuevos antagonistas recibieron el golpe a la altura de ingle y se desplomaron en el suelo, lanzando gritos de dolor.

El mozo segua pregonando su mercanca tras el mostrador, movindose muy aprisa de un lado a otro.

Whisky! Al rico whisky de veinticinco centavos! No pierdan la ocasin de refrescar!

Los otros tres tipos que totalizaban la pandilla saltaron por encima de los cuerpos de sus compaeros, encaminndose rpidamente hacia el lugar donde se encontraba Kennedy:

El joven retrocedi, serpeando por entre las mesas. Ahora, cada vez que uno de los individuos pretenda llegar hasta l, pegaba un puntapi a una mesa, interrumpindole el camino. Los clientes se haban alejado.

Finalmente, Joe se encontr junto a la pared, y entonces los fulanos se detuvieron sonriendo. A los tres se unieron Jack y otro hombre. Todos ellos quedaron con las manos levantadas por encima de los revlveres.

Joe dijo:

Quedamos en que la juerga iba a ser de uno en uno.

Jack apret los dientes.

Por qu ha de ser as, seor Kennedy? Las condiciones del juego han variado.

Kennedy mene la cabeza.

No, Jack. En la vida de todo hombre debe imperar la nobleza, y se es un consejo que te dieron tus padres seguramente cuando eras muy chiquitn. Nunca debiste olvidarlo.

Jack ri sardnicamente.

Mira con lo que sale ahora. Al cazador de bfalos le gusta el melodrama.

Mtetelo en la cabezota, Jack. Al que intente dar un paso ms lo fro.

Cmo nos vas a frer? ri Jack.

De pronto se oy una voz procedente de la puerta:

Aqu traigo el aceite, patrn.

Tres de los hombres volvieron la cabeza hacia la entrada. All vieron a un hombre a quien ya conocan, Leddy Kafka.

Entonces, los campesinos del grupo se abrieron en abanico.

Kafka no tena ningn arma en la mano, pero sus piernas estaban abiertas en comps, y su zurda se arqueaba como una garra sobre la culata.

Jack emiti otra risita.

Vaya, tenemos dos valientes.

Joe dej or su voz suave, sin ninguna inflexin:

Ya acab la pelea, Jack, Vete con tus amigos.

Lo bueno empieza ahora opuso Jack.

De pronto tir del revlver, al mismo tiempo que sus compaeros.

Kennedy desenfund mucho antes que nadie y apret el gatillo una, dos veces.

Jack recibi el impacto en el centro del pecho, y sali despedido violentamente hacia atrs, golpe contra una mesa y se abati en el suelo.

El tipo que estaba a su lado recibi el plomo en los intestinos, y se puso a chillar como un gato al que hubiesen pisado la cola.

Guard silencio de pronto y se desplom como si hubiese sido alcanzado por un rayo.

Los dems tipos se quedaron inmviles; algunos con el revlver en la mano, pero con el can apuntando al suelo.

La voz de Leddy lleg otra vez desde la puerta:

Ya basta, muchachos. O acaso queris encarecer la madera de pino? Fuera las armas!

Los hombres que tenan el revlver en la mano titubearon unos instantes, pasndose la lengua por los labios o tragando saliva; pero por ltimo, uno de ellos dej caer el revlver al suelo, y los dems compaeros le imitaron.

Desde detrs del mostrador se oa un gorgoteo. El mozo se estaba bebiendo la botella de whisky.

Joe hizo girar el revlver en su ndice.

Dime, Leddy, forman parte del equipo de Maxwell?

S, patrn. Son unos tipos que llegaron poco despus de la muerte del abuelo. Seguramente Maxwell los contrat a raz de un viaje que hizo a Dakota.

Tiene ms cmo stos?

Se trajo a veinte hombres, y slo conserv unos cuantos de los que ya tena. A los dems les dio el pasaporte, y no debe ser casualidad que fuesen los nicos honrados.

Kennedy se frot el mentn con la mano libre.

Alguien corri por la acera, y de pronto, las puertas de vaivn se abrieron, dando paso a un hombre de unos cuarenta aos, que exhiba sobre su chaleco una estrella de latn.

Qu ha pasado aqu, Leddy? pregunt.

Kafka se aclar la garganta, y solt un escupitajo a la salivera.

Ya lo ve, Clem. Le estamos ayudando a hacer una limpieza.

El sheriff vio los dos cadveres y mene la cabeza.

Sabes que no me gusta esto, Leddy de pronto detuvo los ojos en la figura de Joe. Usted debe ser ese cazador de bfalos...

Acert, sheriff.

Tambin me imagino que usted es quien se los ha cargado.

S, sheriff.

Por qu?

Tengo el pequeo defecto de que me gusta mucho la vida.

Legtima defensa, eh?

Clem Huxley dirigi la mirada hacia los testigos del duelo, los cuales se haban agolpado junto a la ventana, alejndose del camino de las balas. Unos cuantos de ellos movieron la cabeza en sentido afirmativo, aunque no se atrevieron a decir nada.

El sheriff carraspe, mirando a los hombres que Joe y Kafka tenan inmviles bajo la persuasin de sus armas.

Bien, chicos. Os voy a dar un consejo. Abandonad la ciudad cuanto antes y olvidad de que existe en el mapa.

No los va a detener, sheriff? pregunt Leddy.

Bajo qu cargo? Intento de homicidio? Jams seran condenados por ello. El abogado de Maxwell dir que esto slo ha sido una disputa de bar, y ya puedes estar seguro de que conseguira su absolucin. Preferira que se marchasen.

Kennedy sacudi la cabeza.

Me parece bien, sheriff luego se dirigi a los hombres. Ya lo habis odo, chicos. Este clima os perjudica. Dicen que por el sur es un poco ms seco... Empezad el camino cuanto antes.

Los hombres no dijeron nada. Salieron silenciosamente por la puerta que conduca a la calle.

Kennedy enfund el arma, yendo al lado del representante de la ley.

Gracias por su intervencin, sheriff. Hasta la vista.

Un momento, Kennedy.

Qu quiere, sheriff?

Por qu no se refrena un poco? Segn tengo entendido, usted va a permanecer por aqu slo unas semanas. Tmeselo con un poco ms de calma. Eso le servir para continuar viviendo.

.Lo tendr en cuenta.

Leddy y Joe salieron del saloon y echaron a andar por la acera.

Fue una buena cosa para abrir las ganas de comer dijo Leddy.

De pronto, Kennedy se detuvo otra vez ante el escaparate, mirando los pendientes en aro.

Espera un momento, Leddy.

Kafka vio cmo el dependiente del comercio coga los pendientes que haba en el escaparate.

Cuando Joe regres a su lado, reanudaron el camino hacia el almacn.

Para quin son esos pendientes, seor Kennedy?

Joe le dirigi una mirada con el ceo fruncido.

He de pensar en mi regreso a Fort Laramie.

No saba que hubiese dejado novia all.

Bueno, no es exactamente novia, pero hay unas cuantas mujeres, sabes?

Rubia?

No.

Pelirroja?

Tampoco.

Ya; morena.

Tiene el cabello castao dijo Joe, soltando un gruido. Y ya basta de preguntas.

S, seor dijo Kafka, y se ech a rer.

Kennedy le dirigi una mirada ceuda, e instantneamente, Leddy se qued serio.

Minutos ms tarde emprendan el regreso al rancho.

CAPITULO VIII

Joe Kennedy se encontraba tendido en el lecho fumando un cigarrillo cuando llamaron a la puerta. Autoriz la entrada, y en la estancia penetr Leddy Kafka.

Qu pasa, muchacho? pregunt Kennedy quedando sentado.

La seorita Keep quiere verle, patrn.

Vaya, sa s que es una novedad. Llevo cinco das aqu y es la primera vez que me necesita para algo.

Debo advertirle que ha llegado un fulano que yo nunca he visto. Dijo que deseaba ver a la seorita Keep y est con ella ahora.

Joe permaneci pensativo unos instantes, y finalmente salt del lecho.

Est bien. Voy para all.

Baj la escalera seguido de Leddy, y mientras se diriga a la biblioteca, dijo:

Esprame en el porche por si te necesito.

Se introdujo en la biblioteca.

Buenas tardes salud.

Leonore se hallaba en compaa de un hombre de unos cincuenta aos de edad, de cara ancha, provista de doble papada y ojos muy pequeos.

Usted debe ser el seor Kennedy dijo, tendiendo la mano a Joe. Celebro mucho conocerle.

Joe cambi un apretn de manos, mientras oa el nombre de su interlocutor de labios de Leonore.

Es el seor Gordon Morley, de Chicago.

El gusto es mo, seor Morley murmur Kennedy con las cejas enarcadas, mirando a la joven.

Leonore dijo:

El seor Morley es el presidente de la compaa Morley, que se dedica a la explotacin de mataderos. Su sociedad ha comprado recientemente tres ranchos en Texas, dos en Nuevo Mxico y ahora estn estudiando ofertas para adquirirlos en Colorado.

Ya murmur Joe y no agreg nada ms.

Gordon Morley sonri, frotndose las manos.

Tuve noticias de que este rancho estaba en venta, e inmediatamente me he apresurado a visitarles, al objeto de hacerles una oferta.

La muchacha sonri.

Ha sido muy amable, seor Morley, y creo que ha llegado en buena hora, porque mi socio y yo, efectivamente, tenemos la intencin de vender nuestra hacienda.

Joe mene la cabeza en sentido negativo.

Me temo, seor Morley, que aqu existe un error.

El hombre de la doble papada empez a borrar poco a poco la sonrisa de los labios.

No comprendo.

Leonore apret los labios con firmeza.

No le haga caso a mi socio, seor Morley. No imagino lo que pretende al decir eso, pero l sabe muy bien que este rancho se va a vender.

Creo que no me he explicado bien, o quiz ustedes no me han dado tiempo a que lo haga repuso Kennedy. Lo que realmente he querido decir, es que no admitir ninguna oferta de compra hasta que haya transcurrido cierto plazo. Exactamente veinticinco das, a contar desde hoy.

Leonore Keep cruz los brazos.

Perdone a mi socio, seor Morley; posee un gran sentido del humor. Efectivamente, estamos imposibilitados de vender el rancho antes del plazo que l ha fijado, pero yo debo recordar a mi socio, que mi abuelo no nos prohibi que estudisemos las ofertas que pudiesen hacernos mientras transcurre el trmino sealado.

No, seorita Keep opuso Kennedy. En eso tiene razn. El abuelo no se refiri para nada a que nosotros pudisemos estudiar las propuestas que nos hagan relativas a la venta del rancho, pero a pesar de ello, yo no tomar en consideracin ninguna oferta hasta entonces.

Puedo preguntarle por qu, seor Kennedy? inquiri la joven.

Sera difcil de explicar, seorita Keep, y es muy posible que, aunque yo lo lograse, usted no lo comprendera.

Leonore respir aguadamente.

No s cmo le soporto, seor Kennedy.

Yo s lo s. Por la mitad del precio que a usted le corresponder cuando vendamos la hacienda Joe salud a Morley. Lo siento, seor Morley, pero ya sabe que dentro de veinticinco das tendr mucho gusto en recibirle. Hasta entonces, le ruego me disculpe.

Bueno, yo no he querido molestar Morley sonri. Francamente, me disgustara que mi visita slo sirviese para echar a perder sus relaciones.

No se preocupe, seor Morley dijo rpidamente Leonore. Las relaciones entre mi socio y yo se estropearon justo en el momento en que nacieron.

Joe hizo una inclinacin de cabeza e inmediatamente sali de la estancia.

Pas como una exhalacin por el porche, y Leddy Kafka, que estaba sentado en la baranda, se levant de un salto.

Qu le pasa, patrn?

Ven conmigo; quiero dar un paseo.

Poco despus, los dos hombres cabalgaban por la pradera.

Leddy mir a Joe a la cara.

Tan grave ha sido, seor Kennedy?

Oye; en primer lugar me vas a hacer un favor.

De qu se trata?

Deja lo de seor y tutame. Soy un cazador de bfalos. No lo sabes?

Leddy sonri.

Yo te lo hubiese sugerido, muchacho, pero siempre me han enseado a guardar las distancias. Hay tipos que cuando se ven con dinero, empiezan a creerse que van para gobernadores. Bueno; o de ah para arriba.

Yo no ser gobernador.

Eso es una gran ventaja ri Leddy. Qu ha pasado en la biblioteca?

Joe le cont lo ocurrido y luego agreg:

No me gusta ese Morley.

Crees que obra por cuenta de Maxwell Armstrong?

Es muy posible. Eso de la compaa Morley suena muy bien, y tambin viste mucho lo de que ha comprado varios ranchos en otros estados.

Leddy se pellizc la barbilla pensativo y de pronto dijo:

Ahora recuerdo que tengo un amigo en Chicago. Se llama Ben Geller. Anduvo por aqu cinco o seis aos atrs, y hace unos meses me escribi dicindome que se haba casado y que tena dos hermosos retoos. Le escribir esta misma noche para que se informe acerca de Morley.

Esto est bien pensado.

Si ese tipo es un empleado de Maxwell, lo sabremos antes de una semana.

Y en tal caso, te prometo que Morley va a perder diez kilos de peso, porque lo voy a hacer correr hasta el rancho de Maxwell.

Leddy solt una risotada.

Quiz l lo agradeciese.

Joe tambin ri.

Cabalgaron un rato en silencio, y, de pronto, Kafka carraspe.

Oye, Joe.

Qu hay, Leddy?

No habra alguna forma de que el rancho no se vendiese?

Kennedy lo mir ceudo.

Qu es lo que ests pensando?

Bueno; despus de todo, ests demostrando que seras un buen ranchero.

Al infierno con eso. Soy un cazador de bfalos. Me gusta la pradera, la soledad, las montaas coronadas de nieve... y me gusta cabalgar da tras da por regiones donde no puedo encontrar una huella humana.

Qu placer encuentras en todo eso?

Joe sonri, mientras su mirada se perda en el horizonte.

Muchas veces me he preguntado al llegar a ciertos parajes si no ser el primer ser humano que pisa aquella tierra. Desde luego, yo s que eso resulta muy difcil, por no decir imposible, pero uno llega a sugestionarse y a admitir que efectivamente es el primero.

Un primo mo deca que todo es hermoso si uno lo contempla con la conciencia limpia.

Es posible.

Si admites eso, tendrs que admitir que tambin es grande ver estas tierras llenas de reses, or sus mugidos, contemplar cmo nace un ternero, detener una estampida en medio del fragor de la tormenta, ver cmo crecen las reses poco a poco, preocuparse por ellas, por si estn enfermas, por si les falta el pasto o el agua...

Joe observ a Leddy y lo vio como en xtasis. De pronto, el cow-boy se percat de que era observado y mir tambin a Joe, sonriendo.

Perdona, chico, por unos momentos me he ido por las nubes.

No, Leddy. Era muy bonito todo eso.

Mi primo tambin deca que cada uno de nosotros tenemos nuestras chifladuras.

Estoy empezando a pensar que tu primo era un tipo muy listo.

Otra vez guardaron silencio y, de pronto, Joe dijo:

No es posible.

Qu no es posible?

Que yo pueda comprar la mitad de la seorita Keep.

Oye, de veras piensas en eso?

Por un momento ha cruzado por mi imaginacin esa descabellada idea.

Por qu has de llamarla descabellada?

Todo mi capital se reduce a trescientos dlares, y me estoy temiendo que la seorita Keep no querr admitir ese dinero como pago de su cincuenta por ciento.

No, seguro que no.

Enmudecieron otra vez mientras seguan cabalgando. De pronto, Leddy tir de las bridas, exclamando:

Ya est...! S de dnd