ARRABALES DE LA REVOLUCIÓN: ANARQUISMO, INMIGRACIÓN Y ... · Arrabales de la revolución:...

18
432 Pasolini José Luis Oyón Arrabales de la revolución: anarquismo, inmigración y espacio urbano en la Barcelona de los años treinta Rodalia 107 Mi intención principal es investigar los espacios urbanos que alumbraron la revolución, identificar el sujeto social que estuvo detrás de la Barcelona de julio de 1936. Después de muchos años de historiografía, de kilómetros de estanterías sobre la guerra civil, en la ciudad paradigmática de las revoluciones obreras del siglo XX en el Occidente europeo apenas hemos conseguido identificar esos trabajadores que se echaron con las armas a la calle para sofocar el golpe fascista, reconocer de dónde procedían, en qué barrios y en qué condiciones vivían. Sabemos que la revolución que se encontraron inopinadamente en sus manos fue cosa de anarquistas. Asumimos que los cenetistas solían ser trabajadores no cualificados, inmigrantes posiblemente, pero que, en general, todos los estratos obreros participaron en las gloriosas jornadas de julio y en el nuevo orden social que sobrevino en los meses siguientes. Identificamos con obviedad sus orígenes en unos genéricos “barrios obreros”. Solemos salpicar las explicaciones con algún comentario casual sobre lugares del centro donde se produjeron los enfrentamientos decisivos, con alguna leve alusión a esta o aquella barriada. Pero, ARRABALES DE LA REVOLUCIÓN: ANARQUISMO, INMIGRACIÓN Y ESPACIO URBANO EN LA BARCELONA DE LOS AÑOS TREINTA José Luis Oyón

Transcript of ARRABALES DE LA REVOLUCIÓN: ANARQUISMO, INMIGRACIÓN Y ... · Arrabales de la revolución:...

43

2 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

107

Mi intención principal es investigar los espacios urbanos que

alumbraron la revolución, identificar el sujeto social que estuvo

detrás de la Barcelona de julio de 1936. Después de muchos años

de historiografía, de kilómetros de estanterías sobre la guerra civil,

en la ciudad paradigmática de las revoluciones obreras del siglo

XX en el Occidente europeo apenas hemos conseguido identificar

esos trabajadores que se echaron con las armas a la calle para sofocar

el golpe fascista, reconocer de dónde procedían, en qué barrios

y en qué condiciones vivían. Sabemos que la revolución que se

encontraron inopinadamente en sus manos fue cosa de anarquistas.

Asumimos que los cenetistas solían ser trabajadores no cualificados,

inmigrantes posiblemente, pero que, en general, todos los estratos

obreros participaron en las gloriosas jornadas de julio y en el nuevo

orden social que sobrevino en los meses siguientes. Identificamos

con obviedad sus orígenes en unos genéricos “barrios obreros”.

Solemos salpicar las explicaciones con algún comentario casual

sobre lugares del centro donde se produjeron los enfrentamientos

decisivos, con alguna leve alusión a esta o aquella barriada. Pero,

ARRABALES DE LA REVOLUCIÓN:ANARQUISMO, INMIGRACIÓN

Y ESPACIO URBANO EN LABARCELONA DE LOS AÑOS TREINTA

José Luis Oyón

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

33

108

en el fondo, el espacio urbano está lamentablemente ausente de

todas las reflexiones.

En realidad, las imágenes y la documentación gráfica ayudan

poco. Son más bien una “falsa pista” para esa búsqueda. Las

fotografías de prensa, las “estampas de la revolución”, como algunas

de las que se publicaron casi de inmediato, los documentales

cinematográficos, reflejan invariablemente los lugares centrales:

cenetistas esgrimiendo sus armas en las calles de Ciutat Vella, obreros

que vigilan tensos en la barricada, camiones atestados de jóvenes

milicianos partiendo alegres hacia el frente, rituales iconoclastas,

grandes mítines en cines y teatros, manifestaciones conmemorativas

(el entierro de Durruti...). Yo he querido estudiar el tema alejándome

de ese tipo de documentación más cualitativa, una documentación

que, como el estudio basado en la prensa o en el relato político,

tiene que ver esencialmente con los discursos. No contemplaré tanto

el discurso, las palabras, como las cosas. Con el simple método de

anotar direcciones, durante los últimos diez años he ido reconociendo

en el plano de la ciudad más de 70.000 lugares, puntos del espacio

urbano en los que he localizado, desde el simple domicilio de un

obrero de fábrica o la afiliación personal a un determinado sindicato,

hasta series enteras de datos censales sobre un determinado hogar

obrero: las personas que lo componían, sus orígenes geográficos,

sus oficios, la distribución de la casa. Mi intención ha sido desbrozar

tanto el perfil sociológico de los distintos estratos del mundo obrero

como sus pautas de vida cotidiana en el espacio urbano. Una vez

analizados esos campos, he intentado relacionar esos hallazgos con

la acción política y sindical, conocer la participación política de

personas y lugares: su militancia, su implicación en la acción

colectiva, en las luchas políticas. Pienso que el análisis socioespacial

109

abre nuevos caminos en la comprensión del mundo obrero barcelonés.

Mi análisis mostrará que no habría que buscar los espacios cotidianos

de la revolución en el centro de la ciudad, sino justamente en sus

antípodas, en las periferias más alejadas del mismo.

Lo primero que hay que decir para contextualizar la Barcelona

de la revolución es que la ciudad de los años treinta era en realidad

una ciudad muy distinta a la ciudad de principios de siglo. La

auténtica frontera del cambio urbano vino marcada por la Primera

Guerra Mundial. La ciudad, con 600.000 habitantes en 1914,

superó claramente el millón en 1930, y en 1936 se acercaba con

sus municipios dependientes a 1.200.000 habitantes. Fueron años,

pues, trascendentales para una Barcelona que había pasado de ser

sólo una gran ciudad a convertirse en una auténtica metrópoli.

43

4 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

Interior Ensanche

Total

2500

2000

1500

1000

500

1897 1902 1907 1912 1917 1922 1927 1932

111

Desde el final de la guerra, el crecimiento de la edificación fue

auténticamente explosivo y la media anual de construcción de casas

triplicó la del período anterior. El Ensanche creció enormemente,

con edificios más altos. El Casc Antic se colmató totalmente y

algunos de sus barrios alcanzaron densidades elevadísimas, por

encima de los 1.000 habitantes/ha. Lo más novedoso fue sin embargo

la formación de una nueva corona suburbana, de unas “segundas

periferias”, donde vivían ya unos 150.000 habitantes en 1936.

La clase obrera barcelonesa era una entidad sociológicamente

muy consistente. Socialmente inmóvil, sólo uno de cada diez hijos

de obrero consiguió traspasar la barrera del trabajo manual durante

los años de entreguerras. Pero dentro del mundo obrero manual, los

estilos de vida se estratificaban por cualificación e inmigración, es

decir, el mundo obrero barcelonés estaba interiormente diferen-

ciado. La distinción por cualificación era muy clara. De 1914 a

1930, apenas se alteró la brecha salarial entre cualificados y no

cualificados (entre un tercio y mitad superiores para los primeros).

Sólo uno de cada cinco hijos de jornaleros pudo atravesar de hecho

la barrera del oficio en los años de entreguerras. Pero había también

importantes diferencias por inmigración. No sólo era más común

encontrar catalanes en las mejores ocupaciones del trabajo

especializado, sino que la diferenciación según la condición

inmigratoria dentro de los jornaleros, la distinción de la inmigración

reciente y no cualificada como categoría, muy especialmente para

el grupo de los jornaleros llegados del sureste, aparecía muy marcada.

Sus familias eran más amplias, sus tasas de analfabetismo un 70%

superiores a las de los jornaleros catalanes, el impacto de la mortalidad

mayor. Pocas veces podían acceder a los escalones medios y altos

del trabajo industrial, y su movilidad social ascendente correspondía1898 19001 1902 1904 1906 1908 1910 1912 1914 1916 1918 1920 1922 1924 1926 1928 1930 1932 1934 1936

1600

1400

1200

1000

800

600

400

200

Permisos nueva planta, 1897-1936

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

35

Oleadas migratorias y característicassocioculturales, de familia y de vivienda

Inmigración Valencia Aragón Murcia Almeríacatalana

% sirvientes 12,4 3,6 5,5 2,0 0% analfabetismo 13,2 25,7 18,4 29,7 34

Tamaño hogar 4,4 4,9 4,6 5,9 6,0Hijos familia 1,6 1,9 1,9 2,4 2,3Familia múltiple 9,7 13,4 8,5 17,2 18,3No familiar 4,1 8,6 8,5 13,5 20,0

Propiedad 8,9 3,0 3,4 1,7 2,5Infravivienda 1,3 3,4 3,7 7,7 9,1Cohabitación no familiar 12,8 19,7 24,3 25.7 31,4Total cohabitación 30,3 42,1 40,0 54,1 59,0

Diferenciación jornaleroscatalanes y jornaleros inmigracióncharnega reciente

%

500

450

400

350

300

250

200

150

100

50

analfabetis

mo

hijos<

15 años

tamaño hogar

infravivienda

cohabitación

propiedad

cohabitación

no familia

r

Jornaleros catalanes = 100

Jornaleros catalanes Jornaleros, inmigración murciana y almeriense (<20 años)

174 171

134

500

149

49

348

113

a la mitad de la de los jornaleros catalanes, a lo que contribuían

las elevadas cotas de endogamia matrimonial. Sus hijos se

incorporaban al trabajo y abandonaban la escuela a edades más

tempranas. Hay que hablar, pues, de tres figuras diferentes dentro

del mundo obrero masculino dotadas de características propias:

los artesanos y obreros cualificados y los jornaleros no cualificados,

distinguiendo dentro de éstos a los catalanes más largamente

asentados de los más precarios de la inmigración reciente.

Tres eran los grandes escenarios donde se desarrollaba la vida

obrera barcelonesa de los años treinta. El primero y más importante,

con unos 250.000 obreros, era el de los viejos suburbios populares

del Llano de Barcelona. Dominaban los jornaleros, muchos de

ellos largamente asentados en la ciudad, pero eran frecuentes

también obreros cualificados y tampoco faltaban algunos empleados

y comerciantes. Eran “pequeñas ciudades”, continuación de la

mezcla de estratos sociales característica de muchos barrios

populares del 1800, donde cabía desde la industria y el taller hasta

el pequeño comercio especializado. El segundo escenario estaba

formado por los barrios densificados del Casc Antic, que compartían

algunas características de esa “mezcla de lo popular”, pero donde

la mayor degradación, la presencia de la inmigración reciente

y el estar fuertemente señalados por el comercio, por los hogares

monoparentales, y por numerosas actividades artesanas largamente

decantadas eran rasgos distintivos. Las segundas periferias, que

forman nuestro tercer escenario, eran en cambio jóvenes espacios

nacidos al margen de la ciudad donde la falta de cualificación, la

inmigración reciente y la precariedad habitacional eran trazos

definitorios. Ambos escenarios, iguales en población, sumaban

la misma masa obrera que los suburbios populares.

43

6 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

Los cuatro escenarios de laBarcelona obrera y popular

Barrios de especial concentración de cuellos blancos Zona de transición

Barrios densificados del Casc Antic Suburbios populares Segundas periferias

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

37

116

La ciudad cotidiana y la singularidad de las periferias

de inmigrantes

La segregación residencial entre ricos y pobres era, para empezar,

muy marcada. Había una gran oposición espacial entre “dos

ciudades”, un contraste indiscutible si comparamos las clases

extremas, esto es, el 20% de las clases burguesas, con el 50% de

los trabajadores no cualificados. Había una frontera imaginaria,

pero muy neta, una gran fosa que apenas podían traspasar los más

pobres entre los jornaleros. En sólo treinta años, la distancia física

entre mundo burgués y mundo obrero se había incrementado en

un 50%. Las zonas ricas de los suburbios ricos, del Ensanche y de

algunas áreas de la Ciutat Vella central en 1900 todavía lo eran

más en 1930. Los suburbios populares y algunos barrios no

degradados del Casc Antic apenas se alteraron, pero otros se

proletarizaron decididamente, como es el caso de los barrios más

densificados del Casc Antic, principalmente la Barceloneta,

el Raval central y santa Mónica, y por supuesto, las segundas

periferias, compuestas casi exclusivamente de hogares jornaleros.

Esa segregación espacial era particularmente sensible en las bolsas

de la inmigración reciente. Si las clases pudientes se distanciaban

cada vez más del jornalero, dentro del mundo obrero manual se

constata una segregación crucial, una separación mucho más neta

del estrato no cualificado, especialmente el de la inmigración

más reciente, en “guetos proletarios”. Los índices de segregación

y concentración por grupos migratorios más destacados correspondían

en efecto a los murcianos y los andaluces, los grupos migratorios

más recientemente llegados. Lo esencial de toda aquella Barcelona

muy diferenciada en el espacio urbano se hallaba en algunos

barrios densificados del Casc Antic, como el Barrio Chino o la

Jornaleros

117

Segregación residencial por clases sociales

Clase I Clase II Clase III Clase IV Clase V

Índice de Índice desegregación concentración

Índice de similitud

Clase I — 33 41 50 59 49 6

Clase II — 18 29 40 31 2,6

Clase III — 25 34 22 1,9

Clase IV — 18 13 1,8

Clase V — 29 1,6

Elite

Factor I

43

8 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

La inmigración reciente en Barcelona

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

39

Barceloneta, y en las “segundas periferias”, donde la escasez de

familias catalanas era muy llamativa y el nivel de segregación

respecto a las clases no manuales era el más alto de la ciudad.

En ningún otro lugar era mayor la impresión de lejanía física,

el aislamiento de unos barrios ajenos a cualquier atributo de

centralidad y sin solución de continuidad con la edificación

existente. A pesar de la percepción coetánea del barcelonés

acomodado, que identificaba sin más las llamadas “barriadas

extremas” como “guetos” de charnegos, ninguna comunidad

regional “dominaba” en realidad ningún enclave urbano. Lo

correcto sería hablar de guetos proletarios, barrios lo suficien-

temente consistentes en su carácter obrero y no autóctono para

ser percibidos como distintos.

120 121

A partir de expedientes de desahucio, he podido reconstruir el

mercado de la vivienda obrera de los años de entreguerras. Al

iniciarse la década de los treinta, el impacto del alquiler medio

(55,2 ptas/mes) sobre el salario era exactamente igual al ya muy

elevado de quince años antes. El obrero barcelonés debía dedicar

al alquiler medio proporciones altísimas de su ingreso salarial: un

19-22% del sueldo mensual en el caso de los obreros cualificados,

un 27-30% en el caso de los no cualificados y un inalcanzable 34-

38% en el de las mujeres obreras especializadas. La dura huelga de

alquileres del verano de 1931 no será sino la consecuencia de esa

grave crisis.

Nada ayudó a solventar la crisis de la vivienda. La repercusión

de la propiedad en el mundo obrero apenas fue destacable, en

600

500

400

300

200

100

1900 1905 1910 1915 1920 1925 1930

Número deviviendas

600

500

400

300

200

100

1920 1921 1922 1923 1924 1925

Número deviviendas

Años

Otras viviendas Pasillos

44

0 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

122

torno al 4%. El impacto de la vivienda subsidiada fue prácticamente

nulo. Mientras el protagonismo de la vivienda pública más o

menos subsidiada fue indiscutible en la Europa socialdemócrata

durante el ciclo de entreguerras y a veces prácticamente exclusivo,

nada parecido sucedió en Barcelona. Las viviendas municipales

alcanzaban solo al 1,4% del mundo obrero barcelonés, cifras en

nada comparables a las del 10% o incluso el 20% de muchas

ciudades europeas “del norte”.

Al no responder el mercado habitual a la gran demanda

insatisfecha, se formó una enorme bolsa de vivienda infracapitalizada

que reunía tres submercados principales: el de la infravivienda

de las barracas y los pasillos, el alojamiento de muy baja calidad

y mínimas dimensiones y el realquiler. Las infraviviendas más conocidas

123

son quizás las barracas, unas 6.000 en 1928, con el alquiler más

barato que se podía encontrar en la ciudad. Tan importantes

como las barracas fueron los pasillos. En 1930, existían unas

3.000 viviendas de pasillo en el área de Barcelona, desde simples

series de sólo tres viviendas hasta auténticas ciudadelas de más

de treinta. Aunque la infravivienda ocupaba un porcentaje pequeño

del stock habitacional, el obrero inmigrante más inestable no

tuvo más remedio que recurrir a esa franja baja del mercado

y tanto pasillos como barracas tuvieron una ocupación muy

mayoritaria de obreros inmigrantes recientemente llegados a la

ciudad. Para un jornalero murciano o almeriense, era dos veces

más probable residir en infraviviendas que para uno valenciano

o aragonés y cinco veces más que para uno catalán. En los otros

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

41

124

dos submercados de la vivienda en la franja baja del mercado, el de

pisos de dimensión mínima del Casc Antic y el de las casetas de las

segundas periferias, cuantitativamente más importantes que la

infravivienda y con precios algo superiores, la presencia de los

obreros inmigrantes era también mayoritaria. Lo mismo ocurría

en el decisivo mercado del realquiler. He estimado que cuatro de

cada diez familias de la clase obrera barcelonesa cohabitaban en

1930. La cohabitación no familiar, es decir el realquiler en sentido

estricto, afectaba a cerca del 20% de los hogares obreros. Un 14%

de los jornaleros catalanes estaba afectado, pero entre los murcianos

y almerienses, el porcentaje ascendía a un 40%. El recibo del

alquiler sitúa también las distintas figuras obreras en escalones

claramente diferenciados: 52 ptas/mes era la media del alquiler

125

del hogar de un jornalero inmigrado reciente y desahuciado; subía

a las 64 ptas en el caso de un jornalero catalán y a las 71 ptas en

el caso de un obrero cualificado. Los barrios de alquiler más barato

eran las segundas periferias de inmigrantes, justo por debajo de

la raya de las 45 ptas. La franja intermedia, entre las 45 ptas y las

55,2 ptas del alquiler, delimita con exactitud el escenario de los

barrios obreros del Casc Antic. Las condiciones de la vivienda

eran especialmente duras en esos “guetos proletarios” de la ciudad.

La experiencia doméstica del suburbio popular era distinta, más

variada y habitualmente de mayor espacio vital, de alquileres

más caros, mejor equipamiento doméstico y menor densidad.

Finalmente, la Barcelona obrera de entreguerras era una ciudad

donde la vida cotidiana se desarrollaba en la esfera de la proximidad,

44

2 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

126

del radio corto. Mientras el desplazamiento diario en transporte

público se convirtió en práctica habitual de la vida cotidiana en

muchas ciudades europeas de entreguerras, el barrio compacto, un

barrio en el que se vivía y se trabajaba, tenía todavía en Barcelona

un peso considerable. A pesar de que el transporte público se

abarató durante la Primera Guerra Mundial, seguía siendo caro

para algunas capas obreras y no era igualmente accesible para todos.

Esto tuvo dos consecuencias. Por una parte, pervivía una movilidad

todavía “ochocentista”: más de dos terceras partes de los obreros

barceloneses no necesitaban con toda seguridad usar transporte

alguno al vivir a distancias del trabajo que podían recorrer a pie

(menos de 2 km). (En Birmingham, una ciudad de similar tamaño

a Barcelona, esa cifra era de poco más de un tercio y en Londres

no llegaba a un 20%). Por otra parte, la movilidad se estratificaba

por cualificación: a mayor salario, mayor desplazamiento cotidiano.

La mayor movilidad correspondía a los estratos más cualificados

de la clase obrera. Los trabajadores cualificados eran los más

proclives a utilizar el tranvía: más de la mitad de los obreros

cualificados tomados en su conjunto vivía a más de 2 km del

centro de trabajo. El uso ocasional del tranvía y el corto caminar

diario al taller constituían en cambio la experiencia cotidiana del

peón, de las mujeres y de los jóvenes aprendices. Un obrero

cualificado se desplazaba cerca de 3 km de media, uno sin cualificar

poco más de 2 km y una mujer obrera sólo 1 km. Los obreros

inmigrantes de las periferias fueron los menos barriales en sus

relaciones de trabajo cotidianas. Dada la falta de industrias, en las

segundas periferias, caminar diariamente fuera del barrio era lo

más frecuente. Esos desplazamientos se hacían habitualmente a

pie, debido a la ausencia de medios de transporte. En la Torrassa,

127

un barrio dormitorio de inmigración reciente, un porcentaje

elevadísimo de sus activos se desplazaba fuera del municipio para

trabajar.

De la misma forma que la movilidad nos habla de la inten-

sidad de las relaciones de proximidad con la fábrica o el taller, el

estudio de la movilidad residencial, de las relaciones de amistad

y vecindario, del espacio del cortejo, del uso vecinal del espacio

público nos habla también de un mundo de proximidad. Si alguna

diferencia se puede establecer dentro de todos esos campos de

estudio que denotan una vida barrial muy intensa en las tres figuras

obreras es que era la figura del inmigrante reciente, la más inestable

residencialmente en un mismo barrio, la que tenía menos soportes

de apoyo en las redes de parentesco y la más obligada a un uso

intensivo y no normativizado del espacio público, la menos

relacionada con el equipamiento asociativo local. Si se exceptúa el

apoyo en las redes parentales, que fueron incluso de mayor fuerza

que en los suburbios populares, son esos mismos rasgos los que

encontramos en las barriadas extremas. El suburbio popular permitía

en cambio el despliegue de numerosos equipamientos asociativos

del ocio del que las segundas periferias estaban especialmente

huérfanas. La sociabilidad barrial de las segundas periferias se

apoyaba sobre todo en los soportes más elementales de la sociabilidad

primaria: el parentesco y la vida en la calle. Como explica un obrero

de las Casas Baratas: “Hasta los diez o doce años, no pisé la plaza

Orfila. Por tanto, el 90% de todo lo que se nos hace imprescindible

es absolutamente prescindible y por eso te inventas recursos. En

esta situación, la calle lo es todo: donde juegas, donde comes,

donde haces tertulia, donde trabajas. Los espacios limitados no

existen.”

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

43

Distancias medias domicilio-trabajo en tres ciudades, años treinta

Londres Birmingham Barcelona

Menos de 2 km (%) 16,5 38,0 66,6

Menos de 3 km (%) 34,0 54,0 81,0

Distancia media (km) 11-21 — 1,7-1,9

Fuentes: K. Liepmann, The Journey to Work; J. I. Oyón, C. Miralles, “De la casa a la fábrica”, en Vida obrera en la barcelona

de entreguerras, C. G. Porley, J. Turnbull “Model choice and model change…”.

N.B. Las cifras de Londres se refieren a los estates del LCC, los de Barcelona a seis grandes empresas y los de Birmingham

a todo tipo de empresas y localizaciones. La distancia media para Londres está basada en fuentes orales.

Mujeres obreras Obreros no cualificados Obreros cualificados

Distancias medias al trabajo por cualificación y género

1

Bar

rial/Vec

inal

Km

Bar

rial

Bar

rial/Ext

rabar

rial

2

3

44

4 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

Empleos/habitante Desplazamientos dentro del municipio

Oferta de empleo y desplazamientos dentrodel municipio de Hospitalet por barrios

100

Santa

Eul

àlia

La Torr

assa

Cen

tro

200

Parentesco-proximidad

Viviendas implicadasen relación de parentescoen primer grado

Eduard Aunós 191 1.180 6,18 29,3 30,9 47,6

Hostafrancs 206 947 4,59 35,0 10,7 42,2

Barceloneta 222 1.022 4,60 25,2 29,7 43,7

Poble Nou 221 1.092 4,94 28,6 23,1 46,2

Sant Pere 246 992 4,03 20,3 18,3 38,6

Colònia Castells 142 742 5,22 16,2 26,8 43,0

Númeroviviendas Habitantes

Habitantes/vivienda Corresidencia Proximidad

Total:corresidencia +proximidad

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

45

132

Las periferias de inmigrantes, protagonistas de la revolución

Mi tesis central se basa en la trascendencia política de esa figura

del jornalero inmigrante de las periferias proletarias como sujeto

y escenario centrales de la revolución.

Hablemos primero de la afiliación y la militancia sindical, en

concreto a los sindicatos revolucionarios, a la CNT. Superado el

paréntesis de la Dictadura, el sindicato confederal volvía a ser

indiscutiblemente la fuerza sindical hegemónica. Con cerca de

200.000 obreros afiliados en el Barcelonés, agrupaba a más de dos

tercios de toda la población obrera de la ciudad. El liderazgo de

la facción faísta y revolucionaria en los años treinta va a ir aparejado

tanto a una actitud de abierta oposición insurreccional al orden

republicano, como a una pérdida de la militancia de un 50%

(96.985 afiliados a mediados de 1936). En esa “nueva” CNT de

vísperas de la revolución del 36, más pequeña y revolucionaria a

un tiempo, las segundas periferias tenían las mayores tasas de

afiliación. Si consideramos la afiliación total a los tres grandes

sectores del trabajo manual barcelonés –textil, metal y construcción–,

observamos que, en términos relativos a la población obrera

residente en cada escenario, la afiliación confederal era más del

40% mayor a lo esperable en ese escenario obrero. Si en las segundas

periferias la UGT apenas estaba representada, su presencia en los

suburbios populares era en cambio un 42% mayor a la esperable.

En términos absolutos, la CNT tenía la hegemonía total en las

segundas periferias. Por cada trabajador afiliado a los sindicatos

de la UGT, había seis afiliados a alguno de los tres grandes

sindicatos únicos confederales. En los suburbios populares, en

cambio, la posición de los confederales respecto a los ugetistas

era muy distinta. Por cada trabajador afiliado a la UGT, había

133

sólo dos trabajadores afiliados a la CNT. A mediados de 1936,

la UGT comenzaba, pues, a competir con la CNT en este escenario

obrero tradicional. Esa competencia latente se hará mucho más

real durante la guerra, cuando el decreto de afiliación obligatoria

y la avalancha de afiliaciones a la central socialista lleve sus cifras

casi a igualar a las cenetistas.

Si pasamos de la estricta afiliación sindical a la militancia, la

imagen es también muy nítida. Las segundas periferias constituían

en términos comparados el universo residencial más denso de la

militancia confederal, cuadruplicando casi el peso relativo de los

ugetistas en ese escenario. El Casc Antic y los suburbios populares

eran en cambio dos escenarios con mucho mayor equilibrio relativo.

La visión es todavía más clara si incluimos a militantes significados

5

Subur

bios ric

os

Nºcentros

Cas

c Ant

ic

Subur

bios popul

ares

Segun

das p

erife

rias

10

15

20

Ateneos libertarios 1936

5

Subur

bios ric

os

Nºcentros

Ensan

che

Cas

c Ant

ic

Subur

bios popul

ares

Segun

das p

erife

rias

10

15

20

ERC 1931

5

Nºcentros

Ensan

che

Cas

c Ant

ic

Subur

bios popul

ares

Segun

das p

erife

rias

10

15

20

Centros republicanosunificados 1914-1931

5

Nºlocales

Ensan

che

Cas

c Ant

ic

Subur

bios popul

ares

Segun

das p

erife

rias

10

15

20

P.R.D. Federal 1930-1931

Asociacionismo político obrero y popular

44

6 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

134

de los municipios limítrofes, donde el grueso de la militancia residía

en las nuevas barriadas surgidas en los años de entreguerras, laTorrassa y Santa Eulàlia en l’Hospitalet, los dos grupos de CasasBaratas o las nuevas barriadas de Santa Coloma, Sant Adrià oBadalona.

Los arrabales periféricos no sólo eran, pues, los espacios urbanosde mayor presencia de la afiliación en términos relativos, sinotambién los de la militancia más activa. Los ejemplos de esosbastiones cenetistas son numerosos, desde la Torrassa y la ColòniaCastells hasta los cuatro grupos de Casas Baratas (a finales de laguerra, un 82% de todos los obreros sindicados del grupo RamonAlbó, estaba afiliado a la CNT frente a sólo un 18% a la UGT).Cenetistas y ugetistas compartían en cambio amplísimas áreas de

Barrios del área de Barcelona con mayor presencia de milicianos en las columnas anarquistas(Media barcelona = 100)

Fuente:Solidaridad Obrera,julio-diciembre 1936

135

la ciudad, tanto en el Casc Antic como en los suburbios populares.En los barrios del Casc Antic más proletarizados, como el BarrioChino, la Barceloneta o Santa Caterina-Portal Nou, el dominiocenetista era más marcado, pero tendía a diluirse a medida quenos desplazábamos a las partes altas del Raval y, sobre todo, a losbarrios centrales de Ciutat Vella. En los suburbios popularesocurría algo parecido. Los cenetistas dominaban claramenteextensas zonas de los suburbios más obreros, como el Poblenouy, aun superando numéricamente todavía a los ugetistas, se veíanen cambio mucho más igualados por éstos en otros suburbiosmás mezclados, como el Poble Sec o Gràcia. En apenas ningúnsuburbio popular veremos en cualquier caso un dominio decenetistas tan marcado como en algunos barrios proletarios delCasc Antic. El papel de los suburbios populares como bastionesexclusivos de la CNT, esos barrios que abrigaban el grueso delmundo obrero barcelonés, comenzaba a ser cosa del pasado en1936, cada vez en mayor competencia con otras tendenciassindicales que iban poniendo en cuestión la tradicional hegemoníaconfederal.

Que los principales bastiones de la CNT en términos relativosse sitúen hasta la guerra civil en los guetos proletarios del CascAntic densificado y, sobre todo, de las segundas periferias tieneque ver con el hecho de que la afiliación y la militancia de la CNTprocedan en proporciones mayores a las normales de los estratosmenos cualificados de la clase obrera y de los grupos migratoriosmás recientes. Ésa es la principal conclusión del estudio de laafiliación de los años treinta en el padrón. Es lo mismo que seaprecia en los estudios de los municipios limítrofes de SantaColoma, Sant Adrià y el Prat. Los militantes cenetistas son siempre

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

47

136

varones de muy reciente arribada al municipio. Los grupos

inmigrantes foráneos aparecen sobre representados, con poca

presencia de la población catalana entre la militancia. Los datos

sobre militantes cenetistas que aparecen en diccionarios biográficos

del mundo obrero indican que dos terceras partes eran nacidos fuera

de Cataluña, con una presencia lógica cada vez mayor de la

inmigración foránea a medida que nos desplazamos a las afueras.

Los miembros de la UGT eran, en cambio, obreros cualificados

en una mayor proporción que los cenetistas y generalmente

originarios de Cataluña. El contraste entre el perfil social de los

militantes de la CNT y la UGT siguió en vigor durante la guerra.

En las industrias de guerra de 1938 se observa que los afiliados a

la UGT ocupaban la práctica totalidad de los empleos mercantiles.

Dentro de los oficios manuales, además, dos de cada tres afiliados

ugetistas pertenecían al grupo de los obreros cualificados. En

la CNT eran por contra irrelevantes los afiliados mercantiles

y la mayoría de los afiliados manuales, un 60%, pertenecía al

grupo de los obreros sin cualificación. Por otro lado, entre los

ugetistas, sólo un 38% eran inmigrantes no catalanes, mientras

que entre los cenetistas, éstos ascendían a un 67% del total de los

afiliados. En el barrio periférico de Casas Baratas Ramon Albó,

había una presencia palpable de la UGT, que aumentaba cuanto

mayor era la cualificación. En cambio, la CNT estaba dominaba

absolutamente por el grupo de los jornaleros: nueve de cada diez

jornaleros era cenetista. El sesgo inmigratorio era igualmente

evidente. Algo más de la mitad de los pocos afiliados a la UGT

eran nacidos en Cataluña, mientras que tres cuartas partes de los

cenetistas habían nacido fuera de Cataluña, nueve de cada diez

en el extenso grupo de los jornaleros.

137

La existencia de un caldo de cultivo que convertía estas zonas

en auténticos viveros anarquistas se hace todavía más evidente al

analizar la implantación del anarquismo más político y radical,

expresado por la militancia en los grupos de la FAI o las Juventudes

Libertarias. Las segundas periferias eran en efecto la sede privilegiada

del radicalismo revolucionario barcelonés. Había en estos barrios

una clara sobrerrepresentación de militantes anarquistas enrolados

en la FAI y las JJLL, que hacía de estas barriadas sus auténticos

bastiones. Durante los primeros meses de la revolución, la afiliación

a grupos de afinidad faísta del municipio de Barcelona era en

estas barriadas más de dos veces mayor a lo esperable dada la

población obrera residente. En el Casc Antic había un ligero

dominio de faístas con un 30% de sobrerrepresentación, mientras

que en los suburbios populares, la presencia de enrolados a la FAI

era menor a lo esperable en un porcentaje similar. Los jóvenes

faístas enrolados en las JJLL tuvieron una distribución territorial

en la que destacaban también las barriadas que hemos mencionado.

Si consideramos la población obrera de toda el área de Barcelona,

a principios de 1937, el único escenario obrero de la ciudad donde

la presencia de jóvenes libertarios era superior a la media de la

ciudad era precisamente el de las segundas periferias, donde

sobrepasaba en más de un 50% el promedio barcelonés. Cerca

del 40% de los jóvenes libertarios militaba en los centros de

las Juventudes de las barriadas periféricas. La lista de locales de las

Juventudes Libertarias era extensa: Can Baró, la zona obrera de Les

Corts, los grupos de Casas Baratas, la barriada del Hospital de Sant

Pau, el Carmel, Vallcarca y Penitents, los barrios de la Salut, Artigas,

Llefià y Progrés en Badalona, la Torrassa y Santa Eulàlia en

l’Hospitalet. Lo mismo ocurrió con los equipamientos político-

44

8 P

aso

lini Jo

sé L

uis O

yón A

rrabale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

Rodalia

138

culturales de los que se dotaron estos grupos anarquistas, los ateneos

libertarios (que incluían muchas veces escuelas racionalistas). La

lista de ateneos en 1936, en muchos casos de reciente formación,

refleja bastante bien la misma constelación de barriadas periféricas.

Al ser los arrabales proletarios el escenario donde mayor peso

específico tenía el radicalismo cenetista de los años treinta, no

es sorprendente su participación en los principales episodios de

acción colectiva de aquella época. La huelga de alquileres del

verano de 1931 será el primero de esos estallidos insurreccionales.

Tendrá un seguimiento intenso en estas barriadas, especialmente

en la Torrassa y las Casas Baratas. Los cuatro grupos de Casas

Baratas estarán prácticamente sin pagar el alquiler hasta 1939.

La huelga tendrá también un seguimiento puntual en algunos de

los barrios inmigrantes más densos del Casc Antic, como la

Barceloneta. De finales de 1933 a principios de 1935, las barriadas

extremas serán las protagonistas de las primeras luchas urbanas en

torno al transporte. Si observamos los conflictos propiamente

políticos, el cuadro es igualmente nítido. Las barriadas periféricas

ocuparán un lugar destacado en el ciclo insurreccional de principios

de los años treinta, en especial en el de diciembre de 1933. El gran

epicentro de la insurrección de la aglomeración barcelonesa se situó

en los barrios de Collblanc y la Torrassa. Se declaró el comunismo

libertario y durante cuatro días los grupos anarquistas tomaron

l’Hospitalet. Fue el preludio de las jornadas de julio de 1936.

La radicalidad de los arrabales inmigrantes quedó de manifiesto

en los meses de la revolución. Desde el 19 de julio se detecta la

activa presencia de Comités Revolucionarios de Barriada, muy

dinámicos, que controlaron muchos aspectos de la vida cotidiana

del barrio, desde el abastecimiento hasta la inscripción de voluntarios

139

para la defensa de la revolución en las milicias. Una mirada atenta

a las listas de milicianos cenetistas en los primeros meses de la

revolución demuestra que los jóvenes milicianos barceloneses

presentes en el frente procedían en más de un 60% de los barrios

inmigrantes, tanto de los viejos barrios densificados del Casc Antic

como, sobre todo, de las segundas periferias y municipios limítrofes.

Las segundas periferias reclutaron casi el doble de voluntarios

anarquistas de la media obrera barcelonesa y los barrios del Casc

Antic densificado, un 40% más. Los suburbios populares alistaron

en cambio milicianos anarquistas bastante por debajo del promedio.

Si algo caracterizaba a los milicianos anarquistas era su perfil

jornalero e inmigrante. Dos tercios de los hogares de milicianos

anarquistas barceloneses estaban en efecto presididos por cabezas

de familia foráneos llegados a la ciudad después de 1910, un 80%

si contamos los nacidos fuera de Barcelona. Las condiciones de

hacinamiento y cohabitación de esos hogares eran muy superiores

a las habituales en el mundo obrero barcelonés. El perfil

“transmiseriano” del miliciano anarquista, por utilizar la despectiva

expresión de Carles Sentís, resulta pues evidente. Eran precisamente

los barrios de déficits urbanísticos más obvios a todos los niveles

los que en mayor proporción contribuían con sus jóvenes

voluntarios a las diferentes columnas anarquistas. Los arrabales

de entreguerras, los bastiones del anarquismo radical, serán también

los que más duramente padecerán la represión posterior a las

jornadas de mayo, cuando las conquistas revolucionarias del “corto

verano de la anarquía” queden definitivamente en suspenso, y los

que llenarán como “presos gubernativos” las cárceles de Barcelona

hasta casi el final de la guerra civil. En una larga lista de anarquistas

todavía detenidos en la primavera de 1938, los residentes en las

Rodalia

Arra

bale

s de la

revo

lució

n: a

narq

uism

o, in

mig

ració

n y e

spacio

urb

ano e

n la

Barc

elo

na d

e lo

s años tre

inta

José

Luis O

yón P

aso

lini 4

49

140

barriadas periféricas eran en proporción más del doble de lo esperable.

La definitiva eliminación de todo tipo de resistencia con la entrada

del ejército franquista en Barcelona será el tiro de gracia definitivo.

Tres de cada cuatro cenetistas fusilados en el Camp de la Bota al

acabar la guerra eran obreros inmigrantes.

En conclusión, el inmigrante reciente no cualificado y los barrios

donde esta figura obrera era dominante, las segundas periferias y en

menor medida algunas bolsas del Casc Antic densificado fueron

los protagonistas clave de la revolución (y desde mayo de 1937, los

auténticos perdedores de sus conquistas), la base social y espacial

más destacada que estaba detrás de las jornadas de julio. La figura

del inmigrante anarquista radical, del charnego faísta, una

representación cuasiracista de cierta prensa de los años treinta, ha

sido piadosamente ignorada por la historiografía frentepopulista de

las últimas décadas. Precisar el sujeto social y los espacios urbanos

de mayor implantación del radicalismo anarquista barcelonés ayuda

a matizar las visiones habituales sobre la revolución. Frente a una

visión excesivamente transversal que remite el mundo obrero de

aquellos años a la sola categoría sociológica de lo popular, frente a

un análisis que minimiza hasta anular la existencia misma de una

revolución en la ciudad, primando casi exclusivamente la colaboración

de las fuerzas populares en el frente republicano antifascista, el

análisis socioespacial muestra la diversidad de experiencias urbanas

dentro del mundo obrero, la fragmentación del mismo en distintos

estratos con formas de vida cotidiana, percepciones políticas

y pautas de acción colectiva diferenciadas y el protagonismo revolu-

cionario fundamental de las capas obreras inmigrantes. En buena

medida, lo poco o mucho que fuera la revolución barcelonesa, ese

“corto verano de la anarquía” fue una “revolución de los pobres”,

141

unos pobres que no representaban más que a una parte de la masa

obrera de la ciudad. Frente a una visión excesivamente “comunitarista”

o firmemente partisana, que ve el episodio revolucionario barce-

lonés como simple divorcio entre los dirigentes del anarquismo

barcelonés y unas bases “traicionadas”, como escisión entre los

comités y “los barrios” obreros, unos idealizados barrios de anarquistas

imbricados en las densas redes de sociabilidad comunitaria, el

análisis socio-espacial muestra que no todos los barrios obreros

eran comunidades equiparables, sino que una composición obrera

diferenciada, unas pautas diferentes de vida cotidiana y unos

comportamientos políticos distintos separaron durante los años

treinta los patrones de acción política de muchos de los tradicionales

barrios obreros barceloneses, cada vez más alejados del cenetismo

radical y cada vez más abiertos a otras opciones político-sindicales,

de unos guetos proletarios, de unos arrabales de inmigrantes

dispuestos a apostar a fondo por el cambio social. Esos arrabales

de la revolución, donde las expectativas de movilidad social apenas

se cumplían, tenían sencillamente menos que perder. Que la

revolución no era una realidad igualmente sentida en la ciudad

obrera en todos sus barrios, que la revolución no era cosa de todos

los trabajadores, sino sobre todo de una fracción radical del mundo

obrero, importante desde luego, pero no hegemónica, era algo que,

más allá del estrecho margen de maniobra permitido por la situación

de guerra, de la utopía de una revolución en una ciudad que quedaría

aislada del resto del Estado o de las potencias democráticas europeas,

debían de intuir también los supuestos dirigentes “traidores” que

optaron por la colaboración, por las llamadas a la unidad antifascista

y por la integración progresiva en el orden republicano desde los

primeros meses de la revolución.