Armamento que portaban los buques de la real armada

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Armamento que portaban los buques de la Real Armada. Armamento. 19 - Dibujos e información de elaboración propia, excepto las fotos y parte de sus textos, que son del Museo Naval de Madrid. Agradecimiento especial a Luis Villoslada. Y a Antonio Luis Martínez Guanter, por la información sobre las Reales Ordenanzas. Armamento | El cañón | Proceso de carga del cañón | Organización de los artilleros | En las baterías El Cañón La imágen corresponde a un cañón de a 36 libras. El cañón era el arma básica de cualquier barco de guerra de la época. Los había de diferentes calibres que íban desde los de 8 libras de los más pequeños, hasta las 36 libras de los más grandes. Se cargaban por la boca del cañón y en un principio se aplicaba fuego mediante una mecha para disparar, siendo sustituído a finales del XVIII por los tirafrictor o llaves de artillería, siendo más seguros y rápidos. Una bala de cañón de 36 libras (más de 15 kilos) podía abrir un boquete en los macizos costados de los navíos que podían tener 60 centímetros de grosor. En España se fabricaban

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Armamento que portaban los buques de la Real Armada. Armamento.19- Dibujos e información de elaboración propia, excepto las fotos y parte de sus textos, que son del Museo Naval de Madrid. Agradecimiento especial a Luis Villoslada. Y a Antonio Luis Martínez Guanter, por la información sobre las Reales Ordenanzas.

Armamento | El cañón | Proceso de carga del cañón | Organización de los artilleros | En las baterías

El Cañón

La imágen corresponde a un cañón de a 36 libras. El cañón era el arma

básica de cualquier barco de guerra de la época. Los había de diferentes

calibres que íban desde los de 8 libras de los más pequeños, hasta las

36 libras de los más grandes. Se cargaban por la boca del cañón y en un

principio se aplicaba fuego mediante una mecha para disparar, siendo

sustituído a finales del XVIII por los tirafrictor o llaves de artillería, siendo

más seguros y rápidos. Una bala de cañón de 36 libras (más de 15 kilos)

podía abrir un boquete en los macizos costados de los navíos que podían

tener 60 centímetros de grosor. En España se fabricaban excelentes

piezas en la Real Fábrica de Cañones de La Cavada, en el término

municipal de Riotuerto. Podían ser servidos desde sólo 6 hombres en los

cañones de a 8 libras, hasta 12 o 14 artilleros en las piezas de calibres

más altos.

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Las Reales Ordenanzas de 1793 indicaban lo siguiente en el artículo 3,

título quinto:

"Se considerará la fuerza del Equipage, y el calibre y tamaño de la

Artillería, para determinar el número de hombres de cada cañón,

computando de diez a doce para los de 36 y 24, nueve a once para

los de 18, siete a nueve para los de 12, cinco a siete para los de 8

y 6, y tres a cinco para los demás calibres menores".

Hay que tener en cuenta que de todos los hombres que servían cada

cañón había varios que estaban destinados a otras comisiones en

combate. Había un trozo (grupo) de abordaje, contra incendios, para

ayudar a las maniobras de los marineros (halar, bracear y demás), retirar

a los heridos o a los muertos, que eran sacados en pleno combate de las

dotaciones de los cañones según las necesidades. Por lo tanto de esos

14 hombres que manejan un sólo cañón de a 36 iban disminuyendo por

diferentes causas a lo largo de un combate, con la repercusión que esto

tenía en el disparo y manejo de la pieza. De ahí que los navíos fueran

con muchísima más tripulación en tiempo de guerra que lo normal

cuando se navegaba en tiempo de paz. Las ordenanzas en su artículo 23

del título primero dicen:

"Los ranchos podrán tener mas gente de la que se aplica al servicio

de un cañón, y aun deberán tenerla siempre, porque ha de

comprenderse en ellos para el uniforme servicio y disciplina a todos

los que se han de emplear en combate, tanto en la maniobra, como

en lampacería, pañoles, enfermería y otros destinos".

Los Artilleros de las brigadas de Artillería de Marina eran muy solicitados

y normalmente no había suficientes para dotar un navío con ellos. Por

eso los que había eran preferibles en las baterías:

"Si alcanzase para ello el número de Artilleros de Brigada, no

contados los que han de emplearse en pañoles, se destinará uno a

cada cañón, para que le gobierne como Cabo, y él de Mar se

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colocará a su izquierda, para remplazarle si falta o es llamado a

otra atención". (Artículo 6).

Y también:

"El Condestable y Cabos de Artillería, ó bombardero que exerzan

de Cabos, se destinarán con la preferencia del siguiente orden

hasta donde alcance su número: primera, segunda, tercera batería,

pañol, alcázar, castillo". (Artículo 8).

Cuando faltaban artilleros de marina se disponía que:

"No alcanzando el número de Artilleros de Brigada al de cañones,

se destinará solo uno para los del alcázar, y otro para los del

castillo: y bastando los restantes para los de las baterías, se

señalará una a cada uno: y no alcanzando a esto, se confiará a

cada uno el cuidado y dirección de dos cañones, no su servicio

material de Cabo: y si resultase posible aplicar un Artillero por

cañón a una de las baterías, se preferirá la segunda, como de

menos interrumpible servicio en casos de mar y viento, y más a

propósito para el acierto de las punterías importantes". (art. 7)

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Imagen superior: Puentes de artillería de un navío de línea de dos cubiertas de cañones. De arriba a abajo tenemos la cubierta del alcázar o castillo que solía portar cañones de 8 libras u obuses de varios calibres (normalmente de 24 o 30 libras), después la segunda batería que solía armar cañones de 18 libras; por último la primera batería con cañones de 24 o 36 libras.

El Obús.

La imágen corresponde a un obús de a 48 libras con cureña puesta

sobre corredera.

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La imágen superior corresponde a un obús de a 24 libras y la inferior una

corredera para la cureña del obús. A diferencia de los franceses los

españoles sí buscaron y plantearon una buena alternativa a las

carronadas. Los obuses marinos proyectados por el comisario General

de Artillería Francisco Javier Rovira, eran piezas ligeras pensadas para

lanzar principalmente granadas con tiro directo y aumentar los fuegos

altos de los buques. La munición que podía emplearse en estos obuses

eran bombas y metralla, aunque por la dificultad técnica y manejo para el

lanzamiento de las primeras no se utilizaron, quedando prácticamente los

obuses para el disparo de metralla a corta distancia. Si se hubiera

conseguido un buen método para poder disparar bombas, con efectividad

y sin peligro, los obuses de Rovira hubieran llegado a ser unas armas

temibles, que hubieran dado una gran ventaja artillera a los buques

españoles.

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> Obús de a 24 libras con sus aparejos y con cureña puesta sobre corredera. Gracias a la corredera la pieza podía moverse de forma lateral de manera muy parecida a las carronadas, dotando al obús de más margen de maniobra que una cureña convencional. Las correderas también fueron probadas con cañones recamarados.

En un principio fueron fundidos obúses de a 24 libras en 1791, tras las

pruebas hechas con carronadas. Se instalaban en el castillo o toldilla de

los navíos en cureña puesta sobre corredera principalmente, aunque en

sus inicios fueron montados también en cureñas de cañón. Se podían

llevar en grandes cantidades en estas partes altas de los navíos porque

eran de poco peso. Un obús de a 24 libras pesaba como un cañón de a 6

libras sólamente. En 1798 se publicó un Reglamento específico de

Obuses, donde se indicaban el número de estas piezas a montar, desde

los grandes navíos de línea hasta balandras y embarcaciones menores,

con diferentes calibres y número según el tipo de buque. Esta

reglamentación fue actualizada de nuevo en 1803. En la Real Armada

existían de los calibres de a 48, 36, 30, 24, 12, 8 y 4 libras, siendo estos

últimos utilizados a bordo de las lanchas en los desembarcos o cuando

ejercían de fuerza sutil en los apostaderos. Solían ser servidas por sólo 4

o 6 artilleros.

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Arriba tenemos un obús montado sobre corredera antes de ser

disparado (a) y tras el disparo vemos como el obús ha retrocedido hacia

atrás (b). Lo malo de este sistema era que el retroceso era más violento

debido a la menor distancia que en una cureña normal. Lo bueno es que

era más cómodo su servicio.

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Tal y como hemos dicho anteriormente la corredera tenía la ventaja de

poder maniobrar lateralmente con facilidad gracias a dos pequeñas

ruedas que incorporaba detrás, y sin necesidad de utilizar los pies de

cabra tal y como limitadamente se hacía con las cureñas convencionales.

Tirando de uno de los palanquines y dejando el otro sin tocar, se movía

la pieza lateralmente basculando gracias a un fuerte perno que iba unido

al costado del buque.

Tal y como se muestra en la imagen superior en la actualidad se pueden

ver a bordo de la fragata estadounidense USS Constitution carronadas

con cureñas montadas sobre correderas, tal y como debían estar los

obuses españoles montados. También lo podemos ver en la imagen

siguiente en una excelente maqueta del Santísima Trinidad, con su

cuarta batería armada de obuses de a 24 libras con este tipo de cureñas.

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> Modelo y fotografía de Félix Moreno Sorli. Cortesía de Juan Carlos Mejías.

Diseño a dos vistas , horizontal y vertical, de cañones bomberos del calibre 68 inglés, de los cañones del calibre 32 inglés en la primera batería y de los cañones

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del calibre 32 inglés en el alcázar y castillo, de la corbeta Villa de Bilbao; de los cañones del calibre 32 inglés del bergantín Volador, de los diferentes Tipos de munición y jarra de pólvora empleados en el servicio de cañón. Ferrol 30 de mayo de 1846 José Novoa y Vázquez. Imagen: Museo Naval de Madrid.

Pesos y medidas de los diferentes calibres de los obuses.

CalibreLongitud Peso Carga

Pies Pulgadas Metros Quintales Kg. Libras Kg.

48 6 3 1,92 28 1.288 4 1,81

36 5 8 1,76 24 1/4 1.104 3 1,36

30 5 4 1,64 20 1/4 920 2,8 1,27

24 4 11 1,25 16 1/4 736 2 0,90

Disposición de obúses en un navío de 74 cañones, según la reglamentación de 1798.

A continuación dos imágenes con la disposición de los obuses a bordo

de un 74 cañones y de un navío de tres puentes. Aunque esta

disposición por reglamento solía variar normalmente, en cuanto al

número de piezas y calibres, según la disponibilidad en arsenales de

tales piezas. Las carronadas, cuando eran ocasionalmente utilizadas

alguna vez, eran montadas en lugares similares a estos.

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Disposición de obúses en un navío de tres puentes, según la reglamentación de 1798.

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Carronada.

La imágen corresponde a una carronada de a 32 libras instalada en la

toldilla de un navío. La carronada era un tipo de cañón ideado por el

inglés Boyne y fundido en Carron (Escocia); no tenía muñón, siendo

sustituido por un robusto perno de hierro que atravesaba por el ojo de un

resalte de metal que tenía esta pieza en la parte inferior; en comparación

con los cañones normales era de fácil manejo, mayor calibre de los

proyectiles, menor riesgo a los sirvientes en combate, se podía hacer con

el un fuego más vivo y mejor dirigido; sin embargo, tenía menor alcance y

sufría mucho las cubiertas de los navíos con los disparos.

En España la Real Armada los probó por primera vez en 1785, a bordo

del navío Santa Ana, aunque su uso en los navíos de línea fue

normalmente de forma esporádica no era raro disponer de algunas si se

terciaba, seguramente provenientes de buques ingleses capturados, y

que al encontrarse depositados en los arsenales fueran del agrado de

algún comandante que ordenara montarlas a bordo de su buque. Por

ejemplo, en Trafalgar 4 de los 15 navíos españoles llevaban carronadas

de los calibres de a 32, 28 y 10 libras. Aunque era más frecuente su uso

en unidades más pequeñas, sobre todo en buques mercantes, corsarios

o pequeños buques de la Armada. Solían ser servidas por sólo 3 ó 4

artilleros.

De todos modos el uso de las carronadas en los navíos estaba

contemplado en las ordenanzas, en el artículo 34 del título V de las de

1793 se dice:

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"Cuando hubiese carronadas en la segunda batería, ó en la

segunda y quarta, sus cartuchos se depositarán con separación de

caxa pero en un propio pañol, pues no cabe equivocarse al

solicitarlos y recibirlos".

Pedrero.

La imágen representa un pedrero de a 3 libras y su vista frontal.

El pedrero era un arma de bronce o hierro de pie y medio de longitud que

se cargaba por la culata con una pequeña bala de 3 libras, en este caso.

Iba montada en una horquilla giratoria e instalada en las bordas de los

buques o, principalmente, en los faluchos y botes. Se cargaba también

con metralla para batir el combés enemigo y obenques en los abordajes.

Era manejada por un sólo hombre.

El Mortero.

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Está dividido en tres partes, el primer cuerpo o vientre, el segundo

cuerpo, y el tercer cuerpo o caña, finalizado en el brocal del mortero;

lleva dos asas y placa fundida con el vientre del mortero; en la parte

exterior tiene un receptáculo para la pólvora, llamado cazoleta, que en el

caso de este modelo representa un rostro; va fijo a una madera que

simula la cubierta de una bombarda o lancha bombardera donde iba

montado. Su utilización cayó en desuso a finales del siglo XVIII, tras la

aparición de los cañones bomberos (obuses). Foto y texto del Museo

Naval de Madrid.

Mover un cañón de a 24 o a 36 libras, los más grandes que portaba un

navío, no era cosa fácil. Los más grandes pesaban casi 4 toneladas,

incluídos los 900 kilos de la cureña, lo que hacía difícil y sobre todo muy

pesado, poder maniobrar estas moles de hierro para cargarlos o

limpiarlos. No era raro que en el movimiento en alta mar se destrincaran,

provocando un desastre si no se era capaz de detener el cañón, que

libremente, iba de una banda a otra convirtiéndose en un ariete de varias

toneladas, que aplastaba lo que se pusiera por delante. Para evitar esto

Page 15: Armamento que portaban los buques de la real armada

los cañones se trincaban de forma férrea cuando no eran utilizados.

Normalmente se trincaba el cañón abatiportado, esto es con la boca del

cañón encajada en la parte superior de la porta y trincado con sus

aparejos de tal forma que estaba perfectamente inmovilizado y no podía

desplazarse. Los artilleros montaban entonces sus mesas y asientos con

tablas entre el espacio que dejaban entre cada cañón para el rancho.

Aparejos del cañón.

1.- Braga o braguero. Fuerte cabo que era el que evitaba que el

cañón se desplazase en el retroceso.

2.- Palanquines. Cabos que utilizaban los sirvientes del cañón y

que mediante aparejos y motones ajustaban la pieza para colocarla

en batería tras el disparo o para moverlo.

3.- Este palanquín trasero era también utilizado para mover el

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cañón, en este caso hacia atrás y que servía también para dejarlo

sujeto cuando este estuviera inactivo.

En la imagen superior tenemos al detalle los motones de los

palanquines. Gracias a estas piezas se podía ajustar sin problemas

la pieza de artillería.

Cuando el cañón no estaba en son de combate, y para evitar que los

cañones pudieran moverse a consecuencia de tempestades o por el

normal cabeceo del buque, estos eran trincados de manera que fueran

inmovilizados totalmente sin peligro para ningún tripulante. Había varias

formas de hacer esto, la más común era el cañón abatiportado y la otra

era abretonado, tal y como indicamos en las imagenes siguientes:

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> Más información sobre la artillería de Marina.

> Sobre los cañones recamarados.

Pesos y medidas de los diferentes calibres de los cañones.

La libra española y la francesa eran sensiblemente de más peso que la

libra inglesa. Así una bala de a 36 libras francesas equivalía a 38,8 libras

inglesas. Una de 24 libras francesas era equivalente a 25,9 libras

inglesas y una de 18 a 19,4 libras inglesas. La libra francesa no difería

mucho de la libra española, aunque está última era un poco más ligera.

Cuando se empezó a estudiar en España el cambiar el pesado calibre de

a 36 libras por el de 30, sobre todo en los cañones recamarados y los

obuses de Rovira, se estaba intentando aligerar en algo el peso del

proyectil sin perder nada de potencia o poder destructivo para hacer más

manejables los cañones más pesados. El calibre de 30 libras español

equivalía prácticamente al 32 inglés. Con lo cual se tenía ya visto a este

calibre inglés como mucho más efectivo que el pesado 36 libras. Los

obuses del calibre 30 fueron ampliamente utilizados en la Armada.

CalibreLongitud Peso Carga

Pies Pulgadas Metros Libras Kg. Libras Kg.

36 9 6 2,92 6.554 2.972 12 5,44

24 9 6 2,92 5.000 2.268 8 3,62

18 9 - 2,74 4.240 1.923 6 2,72

18 largo 11 1 3,38 4.843 2.196 6 2,72

12 8 - 2,43 3.000 1.360 4 1,81

12 largo 10 6 3,23 3.710 1.682 4 1,81

8 7 - 2,13 2.150 975 3 1,36

8 largo 9 4 2,86 2.900 1.315 3 1,36

6 6 6 1,82 1.652 749 2 0,90

6 largo 8 6 2,62 2.087 946 2 0,90

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> Arriba comparativa de tamaño de los diferentes tipos calibres de los cañones.

Proyectiles del cañón

Cada tipo de proyectil, ya sea bala rasa, metralla o palanqueta tenían

diferentes calibres para cada tipo de cañón. Los diferentes tipos de

proyectiles son empleados, según la táctica escogida:

La bala normal, para traspasar los cascos; eran simples masas esféricas

de hierro colado. Una bala de 36 libras y 15º de elevación podía alcanzar

los 3.326 metros; la de 24 libras 3.113 metros; la de 18 libras 3.028

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metros; la de 12 libras 3.071 metros y la de 8 libras 3.100 metros. Estos

últimos con gran alcance eran utilizados como cañones de mira o de

caza. Aunque el alcance efectivo no pasaba de más de mil metros.

La palanqueta podía ser: a la española, con dos balas unidas por una

barra, a la francesa, dos medias balas unidas de la misma forma, y a la

inglesa, que consistía en una masa de hierro batido o colado compuesto

de dos pirámides hexagonales truncadas y de un prisma también

hexagonal, que las unía por sus bases menores. A finales de siglo la

Real Armada española adoptó este tipo de palanqueta a la inglesa, por

ser más efectiva. El alcance de la palanqueta era de un tercio del de la

bala. Por ello la experiencia hacía preferir la palanqueta a la bala en

distancias menores a 400 metros, pues producía mayores estragos al

arrancar grandes astillas a las maderas y poseía más probabilidad de

conseguir un desarbolo.

» Un cañón de finales del XVIII y principios del XIX

Realizado por Javier Yuste.

Pulse para ampliar la imágen en una nueva ventana.

La metralla se componía de conjuntos de balas pequeñas como las de

fusil, o trozos de hierro apilados y sujetos a un platillo por medio de un

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saquillo de loneta. El saquillo de metralla para cañones de a 36 libras se

formaba con cinco tongas de a cinco balas de una libra y media cada

una. El alcance de la metralla era de dos tercios del de la bala. Churruca

recomendaba no tirar metralla a distancias superiores a 400 metros, por

espaciarse demasiado los proyectiles, sólo balas a partir de los 600

metros y con doble munición, palanqueta y metralla dentro del mismo

tiro, a tiro de pistola o tocapenoles. Esta última modalidad de disparo

representaba un evidente riesgo de que reventase el cañón, si no era

dosificada convenientemente la carga de pólvora. Los ingleses, no

obstante, acostumbraban a emplear dos balas en este caso.

El tiro con balas calentadas al rojo sobre un brasero, pero la maniobra es

rara debido a los riesgos de incendio.

Las granadas se cargaban de pólvora negra fina y se activaban en el

momento del disparo.

Con objeto de incendiar una embarcación en caso necesario, cada navío

estaba provisto de camisas de fuego, consistentes en unos telares de

forma cuadrangular sobre los que se adosaban saquetes de lienzo y lona

con pólvora en su interior y recubiertos de betún; para su empleo había

que unirlas con cadenotes al costado que se pretendía quemar, y ,

después de acuchillar el artilugio, se encendía la mecha. Los frascos de

fuego eran de vidrio delgado con forma de calabaza, rellenos de pólvora,

el tapón recubierto de cera y dotados de mecha; se arrojaban en la

cubierta del enemigo durante los abordajes, como si fueran granadas de

mano y con el mismo designio, provocar incendios.

[>> Para saber más sobre combate naval].

En el artículo de la Revista General de Marina titulado "Presencia de la

Marina en los combates del puente Sampayo" de Carlos Martínez-

Valverde hay un pasaje en el que una batería de dos cañones marinos

de a 24 libras son utilizados para su servicio en tierra contra los

franceses en 1809. El oficial del Ejército Ruibal está al mando de dichas

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piezas. Para ver el modo de sentir y de actuar de la gente de mar de la

batería de a 24, tomemos la palabra de Ruibal:

“El fuego se generalizó —dice—. Los marineros de mi batería

introducían en los cañones, sobre la bala de a 24, una palanqueta

y, sobre ella, un saco de metralla. La pólvora que tenía que vencer

aquella carga monstruosa la despedía con detonaciones

espantosas. Los artilleros del Ejército temían reventaran las piezas,

pero los marineros decían que no aumentando la pólvora no hay

peligro. El piloto me dijo —sigue Ruibal—: Esté usted sin cuidado,

los cañones no revientan. En la guerra que tuvimos con los

ingleses sostuvimos muchos combates navales, y cuando nos

acercábamos al abordaje cargábamos siempre como usted ve, y

nunca reventó un cañón. Créame, no aumentando la carga de

pólvora, no hay cuidado; entre nosotros suele decirse: «pólvora,

poca, y metralla, hasta la boca». Si podemos matar de un

cañonazo diez enemigos, ¿por qué hemos de matar sólo cuatro?”.

Sigue Ruibal: “Era tan violento el estruendo de las dos piezas que

a cada disparo sentía un dolor intenso en los oídos. A mediodía yo

y mis tiradores estábamos casi sordos”.

Complementos del cañón

De izquierda a derecha vemos un cartucho de pólvora, un estuche

portacartuchos, el cuerno de pólvora del cabo de cañón para cebar el

oído de la pieza, el punzón que utilizaba para perforar el cartucho una

vez que se había introducido en el ánima y para la limpieza del ánima del

cañón los artilleros tenían uno o varios cubos o cubetas llenas de agua.

Page 22: Armamento que portaban los buques de la real armada

» Herramientas para el uso del cañón.

- Atacador 

Era la herramienta que empujaba los cartuchos, bala y taco de estopa al

interior del ánima del cañón. Había otra versión flexible para su utilización

cuando por causa del mar o la imposibilidad de abrir la porta por

cualquier otra razón había que dejar el cañón cargado.

- Esponja

La esponja se mojaba con agua y refrescaba el ánima tras un disparo, lo

cual servía además para apagar los posibles rescoldos de pólvora que

eran un verdero peligro si no era bien limpiado el arma, ya que de no ser

así podía explotar cuando se metiera un nuevo cartucho de pólvora en el

interior.

- Cepillo

Para mantener el ánima del cañón bien limpia, tras la esponja se pasaba

el cepillo para retirar la suciedad acumulada tras el disparo.

- Rascador

Si había que sacar del ánima del cañón el taco, proyectil y pólvora que

por cualquier motivo no habían sido disparados, se utilizaba esta

herramienta.

Page 23: Armamento que portaban los buques de la real armada

- Espeque y pie de cabra 

El pie de cabra era una fuerte barra de hierro que se utilizaba para poder

frenar el cañón cuando este retrocedía tras un disparo, para ponerlo de

nuevo en batería y para orientar el cañón cuando se iba a disparar

siguiendo las indicaciones del cabo de cañón. Los utilizaban dos

sirvientes, uno a cada lado del arma. Los espeques eran barras de

madera que se utilizaban para auxiliar en el movimiento.

- Botafuego

Antes de la invención de la llave de artillería se aplicaba la ignición del

cañón mediante este sistema de mecha encendida sobre un chifle de

madera. Era menos seguro porque se corría el riesgo de que se apagara

por diferentes causas y hacía más lento el disparo del cañón, con la

imprecisión y problemas que podía acarrear esto en pleno combate.

- Botafuego experimental

Es de llave de chispa con forma de pequeño fusil estilizado; empleado

para dar fuego, desde cierta distancia, a las piezas de artillería.

Posiblemente fue un artilugio experimental ideado en Cartagena por

Francisco Martínez hacia 1780, para sustituir el procedimiento de chifle y

mecha en vigor en todas las marinas de aquella época. La atribución

viene dada por la leyenda Martínez que lleva el botafuego en una chapa.

Foto y texto del Museo naval Madrid.

Page 24: Armamento que portaban los buques de la real armada

Diseño que manifiesta la máquina de dar fuego a todo cañón. Delineado de Benito Méndez. Imagen: Museo Naval de Madrid.

- Llave de fuego o de artillería 

Constituida por una llave de chispa de fusil montada sobre un soporte de

madera, que se hacía firme a la pieza por medio de dos fajas de loneta.

Inicialmente se colocaba a la izquierda del oído para no variar la posición

de los sirvientes del cañón cuando se empleaba el chifle y la mecha,

porque el que tapaba el oído estaba siempre a la derecha, y el que daba

fuego al cañón, a la izquierda. Se atribuye su invento al capitán de navío

británico sir Charles Douglas que lo aplicó en el Duke, de 98 cañones,

cuando lo mandó de 1778 a 1781. Foto Museo Naval de Madrid.

Su uso en la Real Armada se produjo tras la desgraciada batalla de San

Vicente en 1797, en la que todos los buques británicos las llevaban y se

demostraba su superioridad al botafuego. Cosme Damián Churruca, fue

el encargado, a instancias de Mazarredo, de examinar algunas llaves de

artillería para poder introducirlas en la Real Armada y modernizarse en

este apartado. Churruca ideó una llave que parecía aventajarse a la que

Page 25: Armamento que portaban los buques de la real armada

utilizaban otras marinas extranjeras, por lo que fueron aceptadas y

aprobadas, comunicando por R.O. del 14 de abril de 1801 para que se

generalizase su uso en los buques de S.M. Sólo hasta finales de 1804

Grandallana no ordenó su construcción con prontitud y en cantidades

masivas, pero no dio tiempo a hacer tal cantidad de llaves necesarias

para armar tantos buques en tan poco tiempo y sólo pudieron prepararse

varios navíos con este tipo de llave.

Plano de la llave de cañón aprobada por S.M. para el uso de buques de su Real Armada. Ferrol 18 de agosto de 1804, Cosme de Churruca Joséph Posu Bermudez. Imagen del Museo Naval de Madrid.

El resto de la flota tuvo que llevar llaves de pistola o fusil montadas sobre

tacos de madera, como se muestra en la fotografía. A pesar de ello

Churruca señaló que durante la batalla de Finisterre, que aún con estas

llaves sustitutivas eran preferibles a tener que disparar mediante el

botafuego.

Page 26: Armamento que portaban los buques de la real armada

> Llave de artillería montada sobre taco de madera. Foto del Museo Naval de

Madrid.

> Llave de artillería de finales del siglo XVIII, que iba adosado a la culata del cañón

mediante un acople de madera, o ya posteriormente, al propio cañón que tenía el resalte ya hecho de fábrica. Foto Museo Naval de Madrid.

  Cómo se disparaba con llave de artillería.

A continuación explicamos gráficamente los pasos que se seguían para

disparar mediante llave de artillería.

Page 27: Armamento que portaban los buques de la real armada

> El cabo de cañón, con el cuerno de pólvora cebaba el oído del cañón.

> Listo para disparar se apuntaba la pieza, mientras el personal se retiraba para no estorbar en el disparo.

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> Tras la orden de fuego el cabo de cañón, a distancia prudencial para evitar el violento retroceso del cañón, tiraba de la delgada driza, que accionaba el mecanismo de disparo de la llave, produciendo el sílex de la misma ignición en la pólvora del oído del cañón y

comunicando así el fuego a la pólvora del ánima del mismo, que expulsaría al exterior el proyectil. En el artículo sobre los cañones recamarados puede leer más sobre las llaves

de artillería.Cómo se disparaba un cañón

El disparo de un cañón implicaba un número fijo de pasos que los

artilleros debían ejecutar de manera casi mecánica para poder hacer una

regular cadencia de tiro. Cada uno de estos pasos era importante, por lo

que no podían saltarse sin riesgo de explosión del cañón o de cartuchos

debido a la imprudencia o mal manejo. De ahí la importancia del ejercicio

de carga y disparo del cañón de forma regular por las tripulaciones.

Un cañón de 24 libras o de 36, los más grandes y pesados que portaba

un navío, eran manejados cada uno por entre 8 y 14 hombres,

dependiendo si se disparaba por una banda o las dos a la vez. La

dotación de un cañón manejaba dos cañones. El de estribor y su espejo

de babor. Normalmente se disparaba por una sóla banda, pero en caso

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de tener que disparar por las dos se dividían los hombres y se ayudaban

entre ellos para cargar los dos cañones.

"El señalamiento y destino para el servicio de la artillería será solo

respectivo a los cañones de una banda". (art. 5, título quinto de las

ordenanzas).

En las siguientes páginas profundizaremos en esto.

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> Imagen de la sección de un navío de 74 cañones. Observese la limitada altura de los entrepuentes. En la batería superior tenemos un cañón dispuesto en retirada. En la batería baja un cañón abatiportado.

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En el momento del combate, eran imprescindibles tinas de agua en

cubierta con algunos lampazos mojados, para apagar cualquier posible

fuego. Ademas de tener listos los pertrechos con los que se tenían que

servir cada una de las piezas, tenían que tener siempre los llamados

pertrechos de respeto o recambio, cureñas, ruedas, ligaduras, cuchillos,

martillos.., todo ello repartido en tres puestos: La Santa Bárbara, el palo

mayor y el trinquete, para poder acceder a ellos desde cualquier lugar del

buque en un momento de necesidad. Los cajones de cartuchos de fusil,

eran distribuidos también, así como los barriles de granadas y una

mechera llena de mechas.

En algunas ocasiones, ante el mal tiempo en la mar, las tripulaciones de

los buques se veían obligadas a arrojar parte de su artillería al agua. La

artillería que solía arrojarse al agua, era la que iba situada en la cámara

baja, la de encima y debajo del alcázar, la del combés y las de encima y

debajo del castillo de proa.

La utilización de las armas y artillería a bordo de los buques, tenía que

ser considerada en función de varios factores:

Si se apuntaba para dar en la proa o popa, tenían que tener en

cuenta el andar de uno y otro navío.

Si tenían que tirar a desarbolar, debían apuntar a los dos tercios de

los palos a la altura de la cofa, que era donde se producían los

mayores estragos.

Si la intención era echar a pique el buque contrario, la puntería

tenía que hacerse de forma que la bala diese en la medianía del

casco.

Page 32: Armamento que portaban los buques de la real armada

Si querían disparar al horizonte, los cañones de la primera batería

tendrían que apuntar a la primera del enemigo; los de la segunda a

la segunda; los del alcázar y castillo, al alcázar y castillo contrarios.

Atender además al movimiento del navío era imprescindible para disparar

con puntería en la mar. Como pauta general, para acertar en la mar hay

que dar a la pieza alguna elevación mas de la correspondiente, para que

poco mas o menos a la mitad de la caída del balanceo del buque, esté la

puntería en el objeto que se desea batir.

Los cañones situados por barlovento tenían de por si suficiente

elevación, por lo que se les daba fuego en el momento del balance o

caída. Una vez disparado un cañón, se arriaba la porta mientras se volvía

a cargar, y una vez cargado se abría de nuevo poniendo el cañón en

batería.

Otros factores importantes que había que considerar también además del

movimiento del buque, era el hecho de que los tiros efectuados de mar a

tierra, son más cortos que los que se hacen de tierra al mar. Con lluvia,

también los tiros son de menos alcance que cuando hay nieblas o el

tiempo está nublado. Del mismo modo que los que se hacen de noche,

no son tan largos como los que se hacen de día, siendo a su vez de día

de mas alcance cuando el sol esta más elevado sobre el horizonte.

» Paso a paso.

Se introducía primeramente un cartucho de pólvora hasta el fondo del

ánima, mediante un atacador.

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Tras el cartucho de pólvora le seguía el proyectil, (bala rasa, palanqueta

o metralla), y se taponaba con un taco de estopa, que evitaba que se

deslizase el conjunto y así se quedara el proyectil junto con la pólvora en

el fondo de la recámara.

El cabo de cañón agujereaba el cartucho de pólvora mediante un fino

punzón que introducía por el oído del cañón.

Se cebaba entonces el oído con pólvora rápida proporcionada por el

cuerno que llevaba el cabo de cañón.

Si no se disponía de llave de artillería se aplicaba el fuego mediante

mecha, con el botafuego. Con la llave el disparo era efectuado tirando de

una pequeña driza, que hacía saltar el mecanismo y mediante un sílex de

este se producía una fuerte chispa, que encendía la pólvora rápida del

oído del cañón y producía a su vez la ignición del cartucho. Este segundo

método era el más utilizado desde finales del XVIII, quedando el

botafuego como método de reserva por si fallaba la llave.

Esto provocaba la ignición de la carga de pólvora y empujaba con gran

violencia al proyectil al exterior, arrojando a su vez el taco desintegrado y

pavesas ardiendo.

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Con la esponja, previamente mojada en agua, se refrescaba el interior

del ánima y se apagaban los posibles rescoldos encendidos que hubiera

en el interior de la recámara. Este refresco había que hacerlo a fondo

cada pocos tiros, pues el cañón podía llegar a ponerse al rojo vivo y

llegar a explotar, deformarse por el calor o sufrir alguna fisura. Los

cañones españoles fundidos en la Cavada tenían la ventaja de avisar

antes de explotar porque se desquebrajaban cuando estaban a punto de

estallar, lo cual daba tiempo al menos de alejarse.

Con el cepillo se retiraban los restos y se limpiaba el ánima, quedándo el

cañón listo para repetir el proceso de carga.

Las ordenanzas de 1793 prescribían que:

"La enseñanza del manejo del cañon ha de empezarse

encomendando la de cada uno á un Artillero de Brigada para la

explîcación particular de las obligaciones de cada puesto, esto és,

del cabo, del primero, del segundo, del tercero y demas sirvientes

de derecha é izquierda, como se trinca y destrinca el cañon, se

asegura dentro y se saca á bateria, se embica, se eleva y se ronza,

como se colocan, toman y sirven los útiles y municiones, por quien

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y en que forma se vá a buscar las que faltan, particularmente el

cartucho para la carga sucesiva, y las precauciones en el uso de la

mecha: todo con arreglo al Título de Exercicios del Tratado del

Real Cuerpo de Artillería."

Cada grupo de 8 a 14 hombres que formaban parte del manejo de un

cañón (y su espejo de la otra banda) se agrupaban en torno a un

rancho. Cada uno de ellos tenía un cometido específico en la carga,

manejo y disparo de un cañón. Siendo los movimientos continuamente

ensayados para conseguir realizarlos en el menor tiempo posible y de la

forma más segura en combate.

En cada cañón había un responsable absoluto al que los demás hombres

debían obedecer al punto, que era el cabo de cañón, normalmente un

artillero de marina o un artillero de preferencia, hombres con experiencia

que sabían el oficio perfectamente y que tenían por misión, además de

coordinar todos los pasos de carga y limpieza, cebar el oído del cañón,

apuntar y disparar mediante el aplique de botafuego o tirar de la driza de

la llave de artillería en su caso. Luego estaban los demás artilleros,

formados por hombres de esta clase, marineros y grumetes, que se

ocupaban de las herramientas variadas de limpieza, refresco y carga del

cañón, también se ocupaban de tirar de los palanquines para, con la

ayuda de otros hombres que portaban espeques, poner el cañón en

batería tras la carga, listo para disparar, por último un paje (que no eran

en muchas ocasiones más que niños de 11 años) o joven grumete que

se dedicaba en exclusiva a correr a la Santa Bárbara a por cartuchos de

pólvora y transportarlos al cañón o cañones asignados.

Muchos hombres que debían saber no sólo su función determinada, sino

donde situarse para no estorbar a la gente de su pieza y las aledañas.

Hay que recordar que en combate podían juntarse en una sóla batería

más de 200 hombres haciéndo todos complicados movimientos, con

muchas herramientas distintas, con poca luz, pendientes del balanceo

del barco, el retroceso de su cañón y el de los demás, el humo, el

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agotamiento... No era extraño, por tanto, las fracturas de miembros por

atropello o golpe debido a descuídos. 

A continuación podemos observar, de forma resumida, los diferentes

pasos que había que realizar para disparar un cañón de a 36 libras:

Tras recibir el cartucho del paje (a la izquierda de la imágen), un artillero

se encarga de introducirlo en el ánima, otro el proyectil elegido, mientras

a un lado del cañón se situa otro artillero con un atacador listo para

introducir un taco de estopa y empujar todo con su herramienta al interior

del ánima.

» Vista superior de la carga del cañón.

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Dos artilleros (nº 3 y 4) se ocupan de la carga del cartucho, proyectil y

taco mientras el resto de artilleros se prepara a ambos lados de los

palanquines, dispuestos a tirar para entrar el cañón en batería. 

Este supuesto sirve cuando sólo se dispara por una banda y todos los

artilleros disponibles manejan un sólo cañón. En el caso de que hubiera

que disparar a dos bandas al mismo tiempo los artilleros se reparten

equitativamente en las dos piezas. En este caso el segundo jefe de pieza

(nº2) hará las veces de cabo de cañón en la pieza espejo. 

Tras la carga del cañón y aprovechando el balanceo del navío, se mete

la pieza en batería. Para ello se utilizan los pies de cabra, mientras otros

artilleros tiran de los palanquines de los costados del cañón. Es una tarea

muy pesada y la que más desgastaba a los sirvientes, ya que había que

mover una mole de casi 4 toneladas. Repetir en combate esto una y otra

vez suponía un tremendo esfuerzo. Mientras, el paje de la pólvora ha ido

velozmente a por más cartuchos.

» Vista superior del cañón en batería.

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A la orden del cabo de cañón (nº 1) se tiran con fuerza de los

palanquines. Al tiempo que cuatro artilleros ayudan en la tarea

empujando con los pies de cabra y frenando el cañón para evitar que

recule durante el proceso. 

Como indicábamos anteriormente el elevado peso del cañón hacía que

cualquier movimiento fuese un suplicio, aun así, el cabo de cañón

ordenaba a los hombres que se situaban a los costados del cañón

con pies de cabra y espeques, moverlo de izquierda a derecha para

dejarlo situado en la dirección indicada. Otro hombre, siempre bajo las

indicaciones del cabo de cañón, manejaba la cuña de elevación, que se

encontraba bajo la culata del cañón. Si metía más la cuña en ánima

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apuntaba más alto (a la arboladura), si la sacaba apuntaba entonces al

casco o cerca de la lumbre del agua.

» Vista superior del cañón mientras es movido para dejarlo en la posición deseada.

Si el cabo de cañón (nº1) cree necesario girar la pieza a la derecha o a la

izquierda todos los artilleros se colocarán en el palanquín conveniente y

tirarán de él, permaneciendo el palanquín contrario sin tocarse. Los

sirvientes de los espeques ayudan en la maniobra. 

Una vez colocado el cañón en la posición deseada, los hombres se

retiraban a un lado o hacia atrás, para evitar que tras el disparo el

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retroceso los hiriese. El cabo de cañón entonces, tras hacer un agujero

en el cartucho a través del oído del ánima mediante un punzón, se hacía

a un lado y acercaba el chifle con la mecha para iniciar el disparo. Si el

cañón tenía llave de artillería el cabo de cañón no tenía que acercarse

tanto, ya que una larga driza le permitía disparar sin riesgo.

Los hombres destinados al freno de la pieza se van situando en sus

puestos listos para intervenir. Tras la orden de disparo del oficial jefe de

la batería se dispara el cañón, que de forma instantánea, tras el disparo,

recula hacia atrás violentamente, mientras la batería se llena de humo y

pavesas.

Inmediatamente varios artilleros frenan el cañón interponiendo sus pies

de cabra en las ruedas delanteras. Si hay más artilleros (que en ese

momento no están ocupados con el cañón espejo de la otra banda)

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también frenan las traseras, al tiempo que otros sirvientes se ocupan de

tirar con fuerza los palanquines para asegurar el cañón.

Los artilleros encargados de las herramientas de esponja y cepillo

refrescan, apagan los rescoldos de la recámara que pudieran

permanecer encendidos y retiran los restos para iniciar de nuevo la carga

del cañón. El paje de la pólvora llega con nuevos cartuchos, que ha

transportado en sendos portacartuchos de madera. Debido al evidente

riesgo de explosión no era conveniente almacenar en las cercanías del

cañón muchos cartuchos de pólvora, por lo que el paje debía estar al

tanto de los cartuchos que se iban gastando para ir a por más.

Como se ha visto el disparo de un cañón era algo engorroso y no se

hacía en un minuto. Unos artilleros entrenados podían limpiar, cargar y

disparar en tres o cuatro minutos un cañón de a 24 y 36 libras. Menos de

ese tiempo implicaba que los artilleros debían trabajar más a destajo,

dejándolos exhaustos y empeorando mucho más los siguientes tiempos

de carga. La leyenda de que una dotación británica era capaz de tener

un cañón cargado en un minuto es difícil de creer, pero en el hipotético

caso de que así fuera es imposible de mantener ese nivel durante un

combate naval, en el que se podía llegar a estar más de 4 horas

luchando. Como es lógico al principio de un combate este tiempo de

carga y disparo era corto, pero tras varias horas el esfuerzo pasaba

factura y este se dilataría de forma proporcional al cansancio, heridas de

los hombres o la falta de alguno de ellos.

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