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HUELLAS DE PERSONAJES FICITICIOS A LA LUZ DE LA LUNA REALISTA Teatro Ex-Céntrico

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HUELLAS DE PERSONAJES FICITICIOS A LA LUZ DE

LA LUNA REALISTA

TeatroEx-Céntrico

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HUELLAS DE PERSONAJES FICITICIOS A LA LUZ DE

LA LUNA REALISTA

Tres obras de

Antonio Zúñiga

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Coordinación editorial: Maricela De la TorreFormación: Santiago SolísIlustración de portada: Richard Zela

Primera edición, 2012

D.R. © Guillermo Palma, 2012 Baja California 114-602, Colonia Roma Sur, Cuauhtémoc, 06760, D.F.

D.R. © Antonio Zuñiga

Prohibida su reproducción por cualquier medio mécanicoo electrónico sin la autorización escrita de los editores.

Impreso en México / Printed in MexicoCorreo electrónico: [email protected]

Desde que Antonio Zúñiga pisó por primera vez un escenario en 1987, en Ciudad Juárez, Chihuahua, ha sostenido una trayectoria constante en la actuación y muy pronto, también, en la dramatur-gia. Ha participado en un centenar de puestas en escena en papeles protagónicos y ha escrito o adaptado 28 textos dramáticos, de los cuales 27 se han estrenado.1

Las tres obras incluidas en este volumen, Huellas de personajes ficticios a la luz de la luna realista, El enigma del Serengueti e Historias comunes de anónimos viajantes, fueron desarrolladas en procesos de experimentación con actores y directores, y en el caso de El enigma del Serengueti, el autor contó, además, con la colaboración de espectadores en el proceso de escritura. Como dramaturgo, Zúñiga está en el polo opuesto del escritor encerrado en su gabi-nete, que corrige en soledad y que da a conocer el resultado de su trabajo en espera de un director que se interese por él. Sus obras han sido concebidas para un elenco específico y se han modificado en intensos procesos de ensayo. El trabajo de Zúñiga en el teatro lleva la fuerza, el apasionamiento, la vitalidad de un arte que se ejerce por convicción, por necesidad.

Antonio Zúñiga nació en Parral, Chihuahua, en 1965, la tierra donde vivió y murió Pancho Villa. En la Sierra Tarahumara, de don-de es originaria la familia de su madre, cursó la secundaria, para volver a Parral a realizar la preparatoria. El autor de Pancho Villa y los niños de la bola, quería estudiar historia, pero en Ciudad Juárez,

Entre la realidad y la ficción. El teatro y la violencia. ¿Ser o estar?

Tres Obras de Antonio Zúñiga

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donde radicaba su familia cuando llegó el momento de ingresar en la universidad, la carrera más cercana a las ciencias sociales era administración de empresas y, en consecuencia, se inscribió en esa disciplina, en la que se graduó. Durante el último año en administración, cuando quería hacer su servicio social en el área del futbol, lo que no era fácil debido a que muchos deseaban lo mismo que él, se topó con Octavio Trías y la Compañía de Teatro de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Entonces tuvo su primer contacto con el fenómeno escénico, al asistir a una función de Alicia, tal vez, de Vicente Leñero, y el teatro lo fascinó. Unos días después se acercó a Trías para pedirle que le permitiera hacer su servicio social en su compañía, lo que de inmediato le fue cocedi-do. En palabras de Zúñiga:

En aquel tiempo Octavio era una figura conmovedora, apasionante y renovadora. Nos contagió su pasión por lo que hacía. Desde entonces Octavio se fijó en mí como actor. No había pasado ni un año y ya es-taba en los papeles principales de sus obras. Me vi rodeado de poetas, narradores, actores. Se juntaban en la dinámica de la bohemia, de los grupos de rock. Descubrí un mundo tremendamente atractivo y el escenario se develó como el territorio de la vida, donde todo puede suceder y donde yo podía vivir feliz, como en ninguna otra parte. Mi experiencia con Trías fue formativa, intensa, fuerte. Todo lo que hizo, lo hizo motivado por su intuición. Él ni siquiera terminó la primaria. Vivió con su madre en el DF cuando era niño. Y su madre murió de cirrosis. Un caso parecido al maestro Julio Cas-tilo. Los dos muy motivados por las mismas inquietudes artísticas. Trías fue un autodidacta. Era muy informado, muy culto, de pronto te podía hablar de Fuentes Mares o bien de los griegos a través de las interpretaciones de Alfonso Reyes. Era un lector incansable. Pero estaba muy afectado por la vida. Cuando empezó a hacer teatro en Juárez, allá no había llegado nada. Para los juarenses no existían Ni-colás Núñez ni Stanislavsky, ni Barba. Fue un pionero. Él introdujo allá a Magaña, a González Dávila, a Leñero. Trías exigía de sus actores un total compromiso con la palabra. Teníamos que hablar con verdad. Ser

convincentes, al grado de que al hacer una obra con personajes que vivían en la basura, lumpen, nos dijo: “¿qué sabemos nosotros de la basura? Hagamos un ejercicio: vamos a dejar de bañarnos una semana. Y seguimos ensayando. La semana previa al estreno dormimos en la calle, en el piso. Nos orinamos y nos cagamos en nuestra ropa. No nos limpiamos”. Mi mamá me quería correr de mi casa porque no me bañaba y así me sentaba a comer a la mesa. Hice eso porque Octavio lo propuso con tanta pasión que me convenció. Uno de los actores se volvió loco durante ese experimento. Nos lo encontrábamos en la calle con una bolsa de carbón, todo tiznado. Iba con nosotros a las fiestas desde otro mundo y Octavio se reía. Estábamos empezando, éramos jóvenes. El procedimiento de Octavio para que nos salieran las emociones era que entre todos le pusiéramos una chinga al que no le saliera la emoción. Lo poníamos al centro y le caíamos con patadas, jalones. Entonces Octavio le decía: “ríete”. Unos sobrevivían, otros no. A mí me atraía ese proceso extranormal de la vida cotidiana. Ir a un lugar en busca de conocer nuestro mundo interior. Ahora me parece impensable el método de Trías, inaplicable. Entonces me convencía su lado romántico. El ir a tomar cervezas luego de los ensayos, leer poe-sía de José Emilio Pacheco. Trías estaba dotado de una condición revo-lucionaria. Desde el escenario decíamos malas palabras, algo insólito en Juárez en ese tiempo, nos desnudábamos. Cuando se inauguró la exposición de una pintora muy convencional, que hacía bodegones y paisajes, durante el festejo con canapés y copitas, en presencia del presidente municipal y de gente de la alta y de la baja, llegamos Trías y los muchachos del grupo y pusimos una mesa en medio de todos y la cubrimos con un mantel blanco. “Vamos a ver quién tiene la verga más grande”, dijo Trías. Y todos nos bajamos los pantalones y pusimos el miembro sobre la mesa. “El arte --siguió Trías-- es el que puede es-candalizar a las conciencias. ¿Dónde está el arte? ¿En su bodegón que tienen pintado en la pared?”. Por supuesto que vino la policía. Ya nos querían llevar a la cárcel.2

Siete años trabajó Zúñiga con Trías. Luego de una visita de Víc-tor Hugo Rascón Banda a Ciudad Juárez, a una función de La fiera

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Con Tavira estuve del 96 hasta el 2006. Diez años. Tuve una intensa vida creativa con él. De complicidad. Llegó el rompimiento. Y, más allá de a quien le importe o no, nunca lo pudimos explicar. Él piensa que me fui de ahí por ver mi propio beneficio. Yo tengo mis propias conclusiones del asunto. Yo tengo una visión crítica con el trabajo de Tavira. No me interesa trabajar con el actor como lo hace él. Lo que viví en carne propia del proceso de Tavira fue que uno para crear como actor tiene que sufrir. Es una idea muy jesuítica, muy católica de los procesos. Para empezar, hay que sufrir para poder merecer. Yo quiero sacar la culpa de la creatividad. Lo empecé a confrontar. Y a él no le gustó. Con el tiempo, la lejanía, la distancia he visto cosas más fundamentales en nuestras divergencias, que van a más adentro. Tavira, lo que hace con su método, es poner al actor en el imperativo categórico de “ser” otro. Ese precepto me parece equivocado y se ha diseminado por el país entero. En Yucatán, Nayarit, Chuhuahua, hay grupos que parten de ese supuesto. Esa parafernalia escénica la impo-ne al interior de los procesos de actor, los emotivos y mentales. Yo he visto que si procedo de otra manera encuentro mejores resultados. Tavira dice que la creación de personajes es resultado de una fórmula. La creación de una ficción está en crear al yo de la persona, más el yo del personaje, más la circunstancia. Yo creo que aquí hay un ingredien-te en la fórmula que sobra. Yo no creo que ningún actor, en México o en China, sea capaz de crear a otro. Él llama al fenómeno metafísica en acción y yo le llamo una falacia en acción, porque no existe la posibili-dad de que uno pueda crear a otro de manera completa. Pide un acto esquizofrénico. Tavira enfrenta al actor a la necesidad y obligación de cambiar su voz, su cuerpo, sus emociones. Llenarse de artificialidad. Los actores deben demostrar a Tavira que pueden ser otro. Mi di-ferencia de opinión con Tavira en este punto es abismal. Yo no creo que se puede “ser” otro, pero sí que se puede “estar” en el otro. Me parece más razonable “estar” que “ser”. Llegar a esta conclusión se lo debo a él. Si no hubiera trabajado con él, no me habría planteado las preguntas que me han llevado a pensar esto. Y si bien tengo diferen-cias con Tavira, tengo que reconocer que le debo mucho. Soy un ar-tista serio a raíz de mi mancuerna, de mi trabajo con él. Yo tengo idea

del Ajusco, que dio el grupo de Trías en la cárcel, en una puesta en escena de 1989, en la que llevaba el papel protagónico Amanda Arciniega, quien había participado en el asalto al Cuartel Madera, el autor de Los ejecutivos y Contrabando, convenció a Trías y a su grupo de escribir sus propias obras y les propuso trabajar el tema de la rebelión de Tomóchic, de la que había narraciones, para empezar la de Heriberto Frías, pero nada en teatro. Joaquín Cossío, actor del grupo, quien había publicado una novela, fue el elegido por Trías para esa tarea. Como pasaron meses sin que Cossío llevara la obra, Trías estableció de un viernes al siguiente lunes el plazo para que alguien cumpliera con escribir la obra. Zúñiga llegó el lunes indica-do con la primera escena terminada, por la que Trías lo felicitó. Ahí comenzó la trayectoria de Zúñiga en la dramaturgia. Para el fin de semana siguiente, la obra fue completada por Cossío. Tomóchic, de Zúñiga y Cossío, con el grupo de Octavio Trías, se estrenó en 1991, fue ovacionada en la Muestra Nacional de Teatro, en Monterrey, en 1992, y tuvo una larga temporada de giras y presentaciones en Chihuahua y el resto de la república.

Luego de una reunión nacional de teatro escolar en Morelos, dentro del programa de profesionalización impulsado por Mario Espinosa en la Coordinación Nacional de Teatro del INBA, a la que asistió el grupo de Trías, Zúñiga le pidió a Luis de Tavira la oportunidad de trabajar con él. A casi una década de dedicarse con toda entrega al teatro, Zúñiga quería crecer en su arte, ser un gran actor. Ingresó enseguida a La Casa del Teatro y se graduó con la primera generación de actores ahí formados. En colaboración con Luis de Tavira hizo labor de dramaturgista en la adaptación de Felipe Ángeles, de Elena Garro, estrenada en 1999; de Santa Juana de los mataderos, de Brecht, que inició temporada en 2000; de Intervalo (adaptación de Gritos y susurros, de Bergman), con temporada en 2001. En 2004 adaptó, en colaboración con Sandra Félix, El inspec-tor, de Nikolai Gógol. Luego de participar como actor en La hones-ta persona de Sechuán, estrenada en Pátzcuaro, en 2003, se separó del grupo de Luis de Tavira.

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del teatro gracias a mi contacto con Luis de Tavira. Ideas ramificadas de varias maneras. Él supo inyectarme una pasión indudable por esto. Yo creo que si no me hubiera topado con él, me hubiera topado con un negocio o con una empresa y hubiera sido un empresario, porque también soy bueno para hacer negocios. Pero me topé con él y me conmovió y me llevó a pensar que no hay otro sentido en la vida que el teatro. Gracias a su mirada, a su apasionamiento y hasta su fanatis-mo. Gracias a eso. Yo lo conocí y me endiosé con Luis de Tavira. Para mí él no tenía error, mácula. Fue un vínculo muy entrañable para mí. De él aprendí a pensar en el teatro como totalidad.3

Una vez que Zúñiga dejó de trabajar con De Tavira, comenzó su colaboración para escribir y dirigir obras con Rodolfo Guerrero y el grupo Alborde Teatro, fundado por Octavio Trías en 1995, al perder el apoyo de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, y que con-tinuó aún después de fallecido su iniciador. Ahora, una parte de este colectivo, bajo la dirección artística de Antonio Zúñiga, ha cambiado su denominación por Carretera 45 A.C. y desarrolla una intensa labor de producción de obras teatrales y de formación y perfeccio-namiento actoral, en la ciudad de México y en Morelia, Michoacán. Todas las obras que montan las llevan de gira por Chihuahua.

Antonio Zúñiga se ha forjado como dramaturgo en la escena, en su continuo trabajo teatral y en la participación en talleres con Jesús González Dávila, a quien se acercó en los tiempos de la com-pañía de teatro de Trías, en Ciudad Juárez, y con Vicente Leñero, en el taller impartido por el autor de El martirio de Morelos, en La Casa del Teatro. Sin embargo, considera que la mayor influencia que tiene su dramaturgia hoy es la de escritores jóvenes:

Yo estoy verdaderamente inmerso en lo que está sucediendo con la dramaturgia, lo que comentan Richard Viqueira, Pepe Gallardo, Ma-rio Cantú, Alejandro Ricaño, Édgar Chías, me parecen dramaturgos que están innovando y creando una dramaturgia de mucha fuerza, de mucha intensidad. Me siento más influenciado por ellos que por los primeros maestros que tuve.4

En las tres obras de Zúñiga que componen este volumen, vemos el denominador común de un rompimiento con las convenciones del canon aristotélico y con las del “drama moderno”, según lo define Peter Szondi.5 Las obras de Zúñiga tienen un principio, me-dio y fin deliberadamente difusos, no siguen los lineamientos de ningún género. Zúñiga trabaja con tonos, atmósferas, más que con trayectorias de personajes. Utiliza recursos del teatro épico. Los procesos mismos de escritura y puesta en escena de Huellas… e Historias comunes…, la tensión entre personaje y actor es explícita, constitutiva de la estructura. En Huellas…, confronta, además, al personaje con el dramaturgo. Las tres obras están entrelazadas con el presente, el presente las modifica, irrumpe. El espectador y los actores han de interrelacionarse intensamente durante la función. Las tres nos gritan: esto es teatro, esto no es la vida, pero el teatro puede ser más verdadero que aquello que llamamos rea-lidad.

Huellas…

En Huellas de personajes ficticios a la luz de la luna realista, la obra que abre y a la vez da título a este libro, el tema es el viaje como metáfora de la existencia humana. El viaje sucede en el tiempo y en su transcurso propicia el encuentro con la fortuna y la desgracia, la cercanía y la separación, con la vejez, el amor, la decepción, la soledad, la pérdida y, sobre todo, con los otros, quienes nos trans-forman. En palabras de Zúñiga:

Para hacer Huellas, en la que colaboró conmigo Abraham Jurado en la dirección de escena, les propuse a los actores que trabajáramos una obra sobre el viaje, quise hacer una obra optimista, alegre. Abraham pidió a los actores que trajeran cada cual una improvisación con ese tema, que con esa improvisación respondieran a la pregunta ¿qué sig-nifica para ustedes el viaje? Con sus improvisaciones los actores me conmovieron muchísimo. A sus materiales les di corrección drama-túrgica y de ahí salió Huellas. Lo paradójico es que nos propusimos

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un trabajo esperanzador y la obra resultó melancólica. Todos nos reí-mos luego del estreno, porque reconocimos que nuestro impulso al principio era hacer que la gente nos viera ilusionados de hacer algo positivo y los espectadores se rieron, pero hubo partes también en que se pusieron a llorar.5

El elenco de Huellas… está conformado por Regina Flores Ri-bot, Margarita Lozano, Gisela García Trigos, Gustavo Linares, Chris-tian Cortés y el propio Zúñiga. La obra se estrenó en el V Festival Internacional de Chihuahua, 2011, luego se vio en Parral, de donde es originario Zúñiga, en Ciudad Juárez, Chihuahua capital y en la VI Muestra de Artes Escénicas de la Ciudad de México, para continuar temporada en el Foro La Gruta, del Centro Cultural Helénico. Esta obra, que incluye seis personajes, que se encuentran y desencuen-tran, que habitan tiempos y espacios imprecisos, y que van y vienen de uno muy preciso, un aeropuerto, el espacio emblemático del cambio, del viaje, del tránsito, del encuentro, de la despedida, ofrece una reflexión sobre la paradoja de lo “real” y lo “ficticio”, en espe-cial concentrada en los diálogos entre la Dramaturga y el Personaje. Este Personaje tiene la posibilidad de ser eterno, trascender a su creador, pero no tiene voluntad propia, es producto de la imagina-ción, los sueños, la sensibilidad de su creadora.

Dramaturga: […] la diferencia entre tú y yo es que yo sé quien eres tú, de dónde vienes y a dónde vas. Te puedo borrar ahora mismo, quitar la nariz roja de tu cara, inventarte un mundo extraño. Yo puedo hacer que tú tengas madre o dejes de tenerla, nada se me niega y tú en cambio no tienes más remedio que esperar que yo sea buena con-tigo. Es muy paradójico, yo soy la única que puedo borrarte, pero ya puesto aquí vas a vivir todo el tiempo, en cambio yo no […].Personaje: Eso que dices es verdad, pero también es verdad que donde tú estás no tienes todo. Necesitas de mí para ver al mundo. Yo soy un espejo. Y tú no tienes todos los hilos. Yo extraño a mi mamá porque tú también extrañas a tu mamá, vengo de ti, y lo que me pasa tiene un hilo invisible con lo que tú vives […].

Dramaturga: Yo puedo ser tu madre. De alguna manera lo soy, no te saqué de mi vientre, pero sí de mi coraje, de mi hambre, de mi sole-dad, de mi pequeña felicidad, de mi fuerza de voluntad, de mi inmenso coraje acumulado, de mis sueños… mis sueños, no los tuyos y tus sueños son inventados por mí, así que tienes que resignarte a lo que te toca ser. Nadie puede hacer más de lo que puede hacer. Sabes, aho-ra mismo tengo la sensación de que a mí también alguien me mueve, que también otro me inventa, que no salen las palabras de la nada, que siempre hay algo encima de uno y otro encima de otro.

La Dramaturga enseguida confiesa: “A veces me siento como un títere”. Si los personajes son creación de los autores y éstos los controlan, ¿quién creó a los autores, quien creó a los seres huma-nos, qué imaginación los controla?

Como un eco, una resonancia de esa relación la encontramos entre la Madre y la Hija, y la Madre y el Hijo. Y las relaciones entre las otras duplas de personajes. Constantemente se nos recuerda que quienes están frente a nosotros son, además de personajes, ac-tores y que estamos en una función teatral. ¿Hasta qué punto cada uno de nosotros somos la invención de los demás? ¿Hasta donde los otros nos ven como desearían que fuéramos para cumplir con sus anhelos, con sus necesidades? La experiencia de Huellas… me lleva a recordar la idea borgeana de que somos el sueño que sueña alguien más. Alba, personaje que abre la obra, afirma lo que puede considerarse como parte de la definición de la vida y la dramatur-gia de Antonio Zúñiga:

[…] salí al camino para conocer el mapa de mi vida. Me di cuenta de que era como un rompecabezas de esos que se compran y nunca se terminan de armar, y que las partes de ese rompecabezas a veces no embonan. Pero así es esto, la vida no tiene que embonar, pues más bien somos puras piezas sueltas, puras partes incompletas. Es decir con ideas no muy concretas, sino más bien salidas de la imaginación o del sueño, de esa parte oculta que todos sabemos que existe y que siempre es un misterio…

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La obra se va construyendo en la relación entre el actor y el espectador. Los espectadores no sólo pueden tomar fotografías, in-cluso utilizar flash, son invitados expresamente a hacerlo. Al final de la puesta en escena queda una galería de fotografías tomadas por los espectadores y por los actores. En esta propuesta debe quedar registro visual no sólo de quienes estuvieron en el escenario, sino también de quienes asistieron, desde su butaca, a la función.

Los diálogos, algunos manados de situaciones realistas, como la despedida de la Madre y la Hija, o bien no realistas como el que sostienen el Personaje y la Dramaturga, combinan un tono cotidiano con elaboraciones poéticas. Fluyen como ecos llenos de nostalgia de un habla regional, de un remoto paraje donde tuve el presentimiento de que se encuentra la infancia de todos. La relación entre la Madre y la Hija, la Madre y el Hijo, el joven y la joven, la Dramaturga y el Personaje son de una confrontación, que parece transcurrir suave y que carga profundos desgarramientos.

En Huellas…, como lo veremos también en Historias comunes de anónimos viajantes, Antonio Zúñiga da vueltas a la pertinencia o impertinencia de las historias particulares, a las preocupaciones y las anécdotas personales de actores y dramaturgo para construir un drama de interés. A propósito de este tema Zuñiga me dijo: “Los maestros que tuve me dijeron siempre que la vida de cada cual no es interesante para los lectores, para los espectadores. En principio me decían que el drama particular no le importa a nadie. Hacer una ficción muy alejada de uno mismo y construir esquemas y estructuras que no involucren tu vida, tu propia historia, es lo que debíamos hacer”.6

Los encuentros entre la Madre y la Hija, el Payaso y la Payasa, la Dramaturga y el Personaje se van intercalando. Los vemos como resplandores fotográficos, uno tras otro, en breves secuencias. Ga-lería de voces, imágenes, sensaciones, atmósferas que no quieren representar la experiencia de ser humanos y estar vivos, quieren celebrarla, evocarla.

Huellas… pasa suave, ligera como agua de fruta fresca. En su suelto hilado, en el que se insertan anécdotas, aparentes nimie-

dades, está el latido de temores, emociones, deseos, impulsos, ne-cesidades humanas esenciales. No es un drama fincado en situa-ciones límite. El encuentro entre los personajes logra un sistema de botones, detonadores de impulsos y emociones. La Madre y la Hija, en su complejo amarse y recelarse; la Madre y el Hijo, en su entrañable y peligrosa dependencia; el Hombre y la Mujer en busca de encontrarse en el amor. Ahí está el latido de relaciones huma-nas verdaderas. La obra sobre la escena produce experiencias que culminan en intensos aplausos. Como me lo dijo Antonio Zúñiga, no es en efecto un dramaturgo muy premiado: “mis obras corren mala suerte leídas. Todas mis obras, con excepción de una, han sido puestas y en escena y ahí no me ha ido nada mal”.7

el enigma Del serengueti

Esta obra proviene de la invitación que hizo Alfonso Cárcamo a Antonio Zúñiga, para participar en el Programa Salas de Urgencia, que dirige con apoyo de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, a través de la Coordinación del Sistema de Teatros, en aquel momento,a cargo de Nina Serratos. El Programa Salas de Urgencia, un concepto de Luis Ayhllón y Alfonso Cárcamo, es un “[…] laboratorio de creación escénica cuyo proceso de ensayos es expuesto a manera de intervención en espacios no convencio-nales de naturaleza habitacional”.8 El procedimiento incluye ocho pasos que parten del diseño de una estructura escénica basada en premisas verificables de inmediato frente al público. Los ensayos comienzan en la sala, comedor, patio de una casa, en presencia de los habitantes de dicho lugar, quienes colaboran. Antes y al final de la intervención, todo el equipo creativo departe con los invitados, en una relación horizontal, que se propone generar la complicidad del espectador con el proceso. En cada una de las intervenciones se debe advertir al público sobre las premisas artísticas, la inter-vención del espacio privado, la exposición del proceso creativo y la creación de públicos. En un promedio de 15 intervenciones se concluye el proceso de creación. A los espectadores, finalmente, se

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les invita a presenciar la obra en un espacio propiamente teatral.9

En palabras del propio Zúñiga:

A bote pronto el espectador, que no es el especializado, dice lo qué piensa y la obra se va escribiendo, reescribiendo, se va trabajando con el director. La primera mitad se hace en mayo y la otra en noviembre. Y al final de noviembre se presenta ante el público en general. Fue una experiencia extraordinaria. ¿Por qué El enigma del Serengueti es fuerte?, pues porque la ciudad es fuerte. Vivimos en una ciudad así. En estas discusiones que se dan en nuestro teatro, de que no hay que hacer apología de la violencia, yo comprendo que no se quiera más violencia, pero disiento porque al preguntar a los espectadores en este proceso qué es lo que quieren ver en el teatro, encontré quien me dijo que quería que escribiera sobre el asesino del Metro. A la siguiente sesión que lleve el texto sobre el asesino del Metro me pidieron que le pusiera esto y lo otro, me dijeron esto yo no lo entiendo. Y finalmente terminó siendo un proyecto muy revelador. La obra está llena de planteamientos que no nacen de una indagación estilística de mi parte, sino de la solución de problemas prácticos, inmediatos, concretos. Tenía un actor, un vestido rojo y un personaje femenino. Le dije al actor: “este vestido rojo es de Carmen y tú vas a tomar el papel de Carmen”. Como trabajábamos en el patio de una casa o en una sala, en ciertos lugares donde no había la utilería que pedía la obra, en lugar de acotar le decía al actor a mí me gustaría que la cafetera se apagara. No tenemos cafetera. En este momento tú di: “mi personaje apaga la cafetera de golpe”. En otros momentos había que utilizar un ascensor. Pero no teníamos un ascensor. Se me ocurrió dar un triángulo de luz a un espectador pudiera apagarlo y encender-lo cuando así lo indicara el personaje. Las acotaciones se volvieron acciones, hallazgos a partir de necesidades escénicas.

El enigma del Serengueti es una obra dividida en cuatro partes. Inicia con la conversación entre Adolfo y Beto, la que a su vez consta de tres cuadros. A esta conversación la sigue “El monólo-go de Carmen” y luego “El asesino del Metro”, donde Adolfo ya

no aparece como el asesino que niega lo que hizo, que tergiversa el pasado. Ahora está en un cuartel de policía y es el oficial que enfrenta a un asesino. Al final aparece un segmento llamado “El Mensajero” y que corresponde a un personaje que está entre el público y pronuncia sus parlamentos, divididos en siete partes.

Antonio Zúñiga nació y creció en Chihuahua e hizo su carrera y se inició en el teatro en Ciudad Juárez. Esa región es la más ex-puesta y emblemática de la descomposición social, la escalada de violencia que se vive en México. En los últimos años han matado a más de tres mil mujeres en Ciudad Juárez, sin que se haya resuelto un solo caso. Y ahí se manifiesta con especial crudeza la impu-nidad del crimen organizado y la ineficiencia de las instituciones para garantizar seguridad y justicia. Chihuahua es uno de los más dolorosos y alarmantes ejemplos del fallido Estado mexicano. En obras de teatro no incluidas en este volumen, Antonio Zúñiga ha abordado de manera directa el tema de la violencia, por ejemplo en Estrellas enterradas o en Mara o de la noche sin sueño. De las tres obras en este libro, sólo El enigma del Serengueti centra su atención en el crimen y la impunidad. Parte de un suceso de la página roja, del “asesino” del Metro Balderas, Luis Felipe Hernández Castillo, quien en nombre de su fe asesinó a dos personas e hirió a cinco más en un hecho cubierto ampliamente por los medios masivos de comunicación, ocurrido en septiembre de 2009. El enigma del Serengueti indaga en las paradojas de la identidad humana, en la desintegración ética de la persona. El héroe es el verdugo. Quien mata, luego es el salvador de vidas. El signo es el cinismo, la nega-ción de las responsabilidades personales. No hay un sistema que garantice la seguridad de las personas. Mueren o se salvan al azar. El universo de esta obra más que una república democrática, es una selva, donde se impone la ley del más fuerte y donde hombres y mujeres se mueven por instintos primarios y delirantes ideales.

El enigma del Serengueti se estrenó en el VIII Programa Salas de Urgencia, en noviembre de 2011, con un par de funciones en el Teatro Sergio Magaña, bajo la dirección de Juan Carrillo y con la participación de los actores Marco Vidal y Leonardo Zamudio.

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Historias De seres comunes De anónimos viajantes

Esta obra surgió de la propuesta de Antonio Zúñiga a un equipo de actores integrado por Christian Cortés, Norma Márquez, Juan de la Loza, Roberto Heredia y Gustavo Linares, de que partieran de una situación hipotética para construir historias y personajes. Como el propio Zúñiga describe:

[…] les pedí que imaginaran su llegada a la ciudad como migrantes. ¿Y qué les pasa a ustedes aquí? Ellos trajeron su material, lo expusieron y lo fueron llevando a un terreno personal. Los actores terminaron soltando anécdotas y experiencias íntimas, incluso secretos. Tuvieron en un momento mucho temor de que su vida privada, muy privada, se viera expuesta a la comunidad en general. Planteamos un colchón de confianza. Los convencimos de que el resultado sería una experien-cia poetizada, un juego de metáforas, en un camino muy distinto de lo que ellos habían contado. Al ver lo que iba escribiendo lo fueron aceptando. Lo que es muy importante para nosotros es la experiencia de estar en contacto con el actor y ver que de una vida tan particu-lar puede salir un drama escrito. Con lo que cada actor aporta me enfrento a la hoja en blanco y empiezo a escribir. A lo que me han aportado los actores se suma una parte de mí. Tiene que ver con mi propia experiencia de la vida. Hay una última parte en esa obra, la del burócrata que habla de las palomas. Y eso viene de cuando estaba en mi casa y veo las palomas y veo la ciudad derruida y sale esto. Es la concatenación de historias e impulsos de todos. Yo siempre escribo para que se vaya a escena. En escena se sigue modificando. Mis textos pasan por muchos cambios, muchos procesos. Trabajo muy directa-mente con Rodolfo Guerrero y los actores. De ellos saco material.10

Historias de seres comunes… es, de las tres obras que integran este volumen, la que más lejos lleva la ruptura entre espectadores y actores y entre la ficción y la realidad, entre el tiempo de la es-cena y el tiempo histórico en el que tiene lugar. El espacio mismo para la representación, un trolebús, plantea que se mezclen, que se

confundan espectadores y actores, y que se integren a la función el ruido y la mirada circundantes. Los espectadores y los actores están dentro de una estructura inserta en la ciudad. A través de los cristales los transeúntes miran y son mirados. Tiene, a diferencia de las otras obras, largas acotaciones para describir a los persona-jes. También tiene prolijas indicaciones sobre la relación que han de tener los actores y los espectadores: “Los actores se mezclan con los espectadores. Cada actor llega de su casa directo a la función; no calienta, no hace ejercicio, no se maquilla en el teatro, no se disfraza, llega de casa listo para la obra. No se prepara [...]”.

La obra está dividida en tres partes: “El Hombre”, “Roberto” y “Gustavo,” quienes se expresan en monólogos. Dentro de cada una de las partes hay subpartes en las que se desarrollan encuen-tros entre personajes.

En esta dramaturgia creada en el tejido de la exploración de un espacio y las historias personales de los actores,

[…] nos asomamos al corazón roto de un niño que vive la infancia alejado del mundo con su madre solitaria; de un hombre amado, feroz y dolorosamente, por una prostituta que goza haciendo su trabajo y compartiéndonos algunas de sus técnicas. Una sensual y juguetona mujer, atrapada en el cuerpo de un hombre, que llora la muerte de su hermano; un joven que recuerda destrozado la separación de sus padres cuando lo acechaba la adolescencia, ruptura que le significa el derrumbe de su universo y la pérdida de su originaria fe; un burócrata, ladrón de lo descontinuado, herido por la soledad de las espléndidas ciudades, tocado por el asombro de palomas. Las palabras y los actos van fluyendo con la naturalidad con que la gente se encuentra, charla, se pelea, estalla en violencia en los espacios públicos. En la función a la que asistí de esta obra,

[…] en la cercanía con los otros viajeros observé que había especta-dores conmovidos hasta las lágrimas y pensé que quizá las historias no eran ficción, sino realidad, algo que había ocurrido a los actores

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y era compartido por quienes los miraban emocionados. Hubo un aliento de vida en ese encuentro. Y me sentí convencida de que más allá de que fueran historias específicas sufridas por los miembros de la compañía o sucesos inventados, resultaban posibles, probables, ve-rosímiles, conmovedores […] La experiencia me hizo pensar en la ne-cesidad de teatro. Envueltos por la ciudad, las miradas de transeúntes curiosos de saber qué sucedía al interior del agitado vehículo, con el recurrente y azaroso ladrido de los perros, el silbido del camotero, la sirena de una ambulancia, las historias fueron contadas de un modo que no dejó lugar a dudas de que a los participantes se les va la vida en ello. Aquelos que han probado el asombro y felicidad de decir quiénes son, qué los mueve, hiere, asusta, a compartir lo que saben del mundo con la misteriosa potencia de la teatralidad, son capaces de convertir los más insólitos espacios, en escenarios.11

Historias de seres comunes de anónimos viajantes, con escenogra-

fía e iluminación de Jesús Hernández y diseño sonoro de Rodrigo Espinoza se presentó en La Otra Nave, teatro-vehículo ubicado a un costado del Parque México, en abril de 2010.

Luz Emilia Aguilar Zinser

notas

1 Conversación telefónica con Antonio Zúñiga la mañana del lunes 30 de enero de 2012.2 Ibidem.3 Ibidem. . 4 Ibidem..5 Peter Szondi, , A Critical Edition [edited and translated by Michael Hays], Min-neapolis, University of Minnesota Press, 1987, pp. 7-9.6 Conversación telefónica con Antonio Zúñiga el 30 de enero.7 Íbidem8 http://salasdeurgencia.blogspot.com9 Íbidem.10 Íbidem.11 Luz Emilia Aguilar Zinser, “Teatro sobre ruedas”, en , jueves 22 de abril de 2010.

Prólogo. mocHila al Hombro 1

alba: Me llamo Alba, y mi nombre significa nacimiento, amanecer, pero el nombre a mí me llegó en la noche. Éste es mi cuerpo, y mi cuerpo es un mapa que cambia cada segundo. Como todo mapa está lleno de lugares conocidos y desconocidos. Unos muy caminados y otros no tanto. Lugares poblados más bien de sorpresas y secretos. Yo en realidad, siendo sincera con us-tedes, no he caminado mucho. Quiero decir, no he caminado lo suficiente. Por eso estoy aquí. De hecho por eso estamos aquí todos en esta “obra”; porque nos gusta caminar. Para recorrer un camino que nos diga algo a todos. Personalmente, yo siem-pre quiero saber algo, siempre, siempre. Por eso, un día, siendo todavía una niña, tiré todas mis cosas y salí al camino para co-nocer el mapa de mi vida. Me di cuenta de que era como un rompecabezas de esos que se compran y nunca se terminan de armar, y que las partes de ese rompecabezas a veces no embo-nan. Pero así es esto, la vida no tiene que embonar, pues más bien somos todos puras piezas sueltas, puras partes incomple-tas. Es decir, con ideas no muy concretas sino más bien salidas de la imaginación o del sueño, de esa parte oculta que todos sabemos que existe y que siempre es un misterio. Esperándote detrás de la puerta o detrás de un espejo o en un campo lleno de flores o en la sala de espera de un aeropuerto o en un teatro.

Huellas de personajes ficticios a la luz de la luna realista

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Bueno, pero les decía que, un día, siendo todavía una niña, salí a caminar porque me sentía sola y porque no tenía una casa. Por eso mi personaje es el que busca una casa. Eso no es ninguna novedad, ya sé, pero ni modo, no soy distinta a la mayoría que andamos por aquí por allá en lo mismo, encontrando… o por lo menos tratando de encontrar eso que llamamos “una casa”. Y como lo que necesito es una casa que me haga feliz, pues me preparé para caminar y para buscar en donde sea. Un día me dijo mi mamá que…. ay ya, a ustedes que les importa saber lo que me dijo mi mamá, el caso es que yo no quiero seguir sus pasos. Yo… comenzaré este viaje compartiendo con ustedes fotos de mi cuerpo. Para que también ustedes empiecen a viajar conmigo. Y como mi cuerpo empieza de abajo para arriba, les voy a presentar mis pies. ¿Me tomas una foto de ellos?

Fotografía.

Éstas son mis piernas. Dicen que entre más flacas las piernas me-nos conexión tienes con la realidad. Tengo un pasado que no me ha servido de mucho, así que ya no quiero usarlo. ¿Me to-mas una foto?

Fotografía.

Éste es mi sexo y mi tronco y mis vísceras, y mi corazón y pul-mones. “Yo estuve aquí”. Quisiera dejarlos pero me da mucho miedo. Mi tierra era una cama en la que ya no se podía dormir. ¿Me tomas una foto?

Fotografía.

Ésta es mi cabeza. La cabeza está llena pero el corazón quiere más. Aquí va una música, pero no se puede poner porque esto ape-nas es un prólogo, es decir, un momento antes de empezar la obra. Traigo estas fotos para ustedes. Ah, por cierto, si quieren

tomar fotos pueden hacerlo, no hay problema, incluso en esta obra lo pueden hacer con flash. Si toman fotos me las mandan por correo, porque me va a encantar verme la cara que tengo ahorita. De hecho traigo fotos que me han tomado antes, en este prólogo y en otras funciones. Unas son fotos mías y otras no. Por favor, elijan una. Hay fotos de mi gato que acaba de morir después de veinte años y de nueve vidas, ¿te vas acordar? de mi mamá cuando era joven y bella, ¿te vas acordar? de mi hermana, de mi papá, de mí cuando era chica, de mi mejor ami-go…. ¿Se van a acordar?

FotograFía 1. maDre e Hija 1

Hija: Mamá, ¿quieres ir con nosotros?maDre: Toma la ropa, recoge el sombrero de la tía, acomoda la ca-

nasta con los sándwiches de jamón y mayonesa, dale de comer al canario, recoge las calcetas, los papelitos que dejas tirados por todo el cuarto. No dejes nada de recuerdo, por favor.

Hija: Mamá, ¿te gustaría volar?maDre: Enciende la luz, que no se quede la casa sin luz, me da mie-

do la casa sin luz. Baja los tendederos con las sábanas blancas. Mete a remojo la ropa sucia de color. No te despeines. Niña por favor, no. No, no, no. Deja de caminar de arriba abajo. Deja de dar saltos como chiva y de bailar y de traerme como loca detrás de ti todo el día, sube los pies, no te muevas, no des la vuelta, no rezongues, no saques la mano por la ventana, no te subas a ese árbol, no dejes las piernas tanto tiempo en el char-co, no saltes el charco, no hagas que la vida corra tan rápido niña, por favor no hables y hables y hables y hables.

Hija: ¿Hago surcos con mis pies? Mamá, ¿por qué no quieres que pregunte?

maDre: ¿Por qué hasta para no preguntar preguntas?Hija: ¿Es mejor no preguntar?maDre: No sé.Hija: Quiero conocer el otro lado del planeta.

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maDre: Yo quiero estar aquí siempre. En silencio.Hija: Y las palabras, ¿qué hago con ellas?maDre: Yo mejor las escribo.Hija: Escribe esto: “mi hija tiene alas en los pies”.

Saca una cámara y le toma una fotografía a su madre.

FotograFía 2. Él y ella

Entra el hombre, y lo sigue la joven, se miran uno a otro, están enamorados. Se sientan frente a frente, están como niños en día de campo. Saben que están solos pero no tristes. El hombre saca un pañuelo, lo desenvuelve lentamente mientras ella sonríe divertida y curiosa. El pañuelo guarda un sándwich, la joven se persigna y como si fuera una liturgia sagrada, comparten el pan: la ostia de Dios que uno y otro consumen poco a poco. Antes de acabar con el pan el hombre se levanta, ella sólo lo mira con resignación.

Hombre: Allá estaré, donde mis huellas tiemblen con las tuyas. Ahí ve y no dejes de tocarme.

Le entrega el pañuelo a la joven y sale. Ella lo mira partir, con sus dedos prime-ro limpia sus lágrimas y luego recoge las migajas de pan regadas en el piso y las envuelve en el pañuelo. Luego sigue los pasos por donde ha salido el hombre.

FotograFía 3. maDre e Hijo

Hijo: Mamá…maDre: Aquí estoy. Hijito… Hijo: ¿Estamos bien?maDre: ¿Está tu mano en la mía? Entonces sí.Hijo: ¿Y mis hermanos?maDre: Ellos todavía duermen. Sabes, hijo, el tiempo se hace de

chicle y cuando menos piensas ya se pasaron diez años.Hijo: No llores, mamá, mejor háblame…maDre: Mira tus juguetes otra vez.

Hijo: Sabes, mamá, el mundo no se acaba nunca, después de la orilla hay siempre más terreno para seguir. Por eso quiero… por eso no quiero… por eso… no sé, mamá, no sé todavía… mejor no me hagas caso. ¿Qué vamos hacer?

maDre: Vamos a cambiar de casa muchas veces. Hasta encontrar una para nosotros.

Hijo: Hay muchas casas, mamá, nunca vamos a poder vivir en todas.maDre: Una tiene que llegar a ser la nuestra.Hijo: Mamá, voy a ser actor.maDre: Ay hijo, pobre de ti.Hijo: ¿Por qué pobre?maDre: Los comediantes sufren mucho, lo veo en la tele.Hijo: ¿Y tú que vas hacer?maDre: Voy a tejer una bufanda para cuando haga frío. Voy a tejer

todos los días y por las noches la voy a destejer. Voy a dejar que entre un hombre que no sea tu padre a mi cama, para conocer qué sueña.

Hijo: Está bien, mamá, pero que sea sólo uno.maDre: Eso no te lo puedo prometer. ¿Tú ya tienes novia?Hijo: Está la carretera, mamá. Y hay mucho por andar.maDre: Mmmmm. Te digo que no te hagas actor. Luego terminan

de payasos contando sus propias vidas y eso a nadie le importa.Hijo: ¿Por dónde me voy entonces?maDre: Si quieres te puedes quedar…Hijo: ¡Qué tramposa eres! No quieres quedarte sola.maDre: ¿Qué tienes, hijo? ¿Por qué no te quedas quieto?Hijo: Tengo mis sueños, tengo los dientes apretados, tengo ganas,

tengo mi propia alma llena de alegría… tengo coraje.maDre: No mijo. Eso sí que no. El coraje no sirve para nada. Yo me-

jor bailo. Tú también mejor baila siempre. Cuando no puedas más, mejor baila y también ven conmigo, aquí está tu casa y mi regazo, recarga tu cabeza en él, como lo has hecho estos años. ¿Sabes? Te amo.

Hijo: Yo también te amo.maDre: Sí, es cierto. Cuando me abrazas me doy cuenta. Y ahora

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que te vas también me doy cuenta. No me quedo con hambre, mijito.

Hijo: En cambio yo tengo un hueco en la boca del estómago.maDre: Ve a buscar tu alimento.

La madre se viste de traje. El joven la observa enamorado. Es su madre y la ama. Le duele dejarla para siempre. En la orilla del camino de arena blanca están unos zapatos altos de mujer. La madre le sonríe.

maDre: Haz lo que quieras, hijo. Lo que quieras.

El joven se llena de alegría, el mundo se abre para él, al mismo tiempo que la madre abre la puerta, el joven se pone los zapatos altos y camina sobre la arena, deja huellas muy marcadas. Sale y desaparece. La madre entonces, toma fotografías de sus huellas.

FotograFía 4. Payaso y Payasa

Entra el payaso. Da pasos con grandes zapatos que rompen el silencio. Se detiene y se descalza. Entra la alumna que viene descalza y con una regadera en la mano, la nariz roja. La alumna payasa se acomoda el vestido coqueta-mente. Asemeja el movimiento de una niña sobre el campo inmóvil. Ella carga una pequeña regadera pero no hay flores, sólo el payaso frente a la payasa. Miran al frente, levantando la mirada sobre el horizonte, suspiran y sonríen para tragarse el mundo de un jalón. Están solos, tan solos como está un niño al nacer o un viejo al morir, y no hablan, no mencionan palabra pero sí sonríen porque son payasos. Entonces el payaso baja la mirada y la payasa lo imita. La payasa se levanta para irse y él la detiene suavemente, apenas rozando su mano. Le entrega un regalo pequeño, cuadrado con moño azul. Ella lo abre y no hay nada. La payasita riega unas gotas de agua en el regalo vacío, después saca de su bolsa una nota escrita para él. El payaso quiere llorar y ella le dice que no, le levanta la sonrisa con sus dedos.

Payasa: No me olvides nunca, por favor.

Le da un beso de payasa exagerada y se va. Cuando sale la payasa ha dejado marcadas grandes huellas en el piso. El payaso se levanta y sigue las huellas que dejó la payasa. Al final del camino vacía el agua de la regadera sobre su propia cabeza de payaso abandonado.

FotograFía 5. maDre e Hija 2

maDre (toma una fotografía a la hija que no le hace caso): Siempre llega el calor con él. Apenas se abre la luz del día y el colibrí me despierta con su picoteo. Ese colibrí golpea todas las mañanas la misma parte de la ventana (aparte). Ella se ha dado cuenta de eso y prefiere bajar la cara para ver mejor la palma de su mano, o la forma sus uñas. Siempre que necesito hablar con ella pasa eso, se mete a su cuarto, me cierra la puerta y me deja con la palabra en la boca. Me extraña que ahora me escuches. Bueno, si a eso se le puede llamar escuchar. Estás muy linda, ¿sabes?, ¿pero que somos nosotras como hermanas? Un lugar común. Puedo quedarme aquí, hablando eternamente y tú se-guirás eternamente con la mirada en la palma de tu mano. ¿Qué buscas ahí?

Hija: Tatuajes, marcas, señales. Mapas para los viajeros.maDre: No corras tan rápido. Los aviones no pueden llegar más allá

del límite de esta tierra.Hija: Voy a caminar, madre. Voy a ponerme una mochila encima y

voy a dar saltos de isla en isla. Quiero hacer que este viaje se marque en mi piel. Células con maleta al hombro. Arrugas que lleguen a la luna y regresen a poner polvo de mariposas en las comisuras de mi boca. Que mis brazos descubran la puerta del laberinto.

maDre: El tiempo pasa, hija. Como un tractor encima del campo de arroz el tiempo pasa.

Hija: Ya lo sé. Pero no voy a tener miedo, mamá. Esas patas de ga-llo anuncian tu arribo al sol poniente. Mi salida en el oriente. Quiero ser yo.

maDre: Si quieres caminar, sólo te voy a pedir que no olvides llevar

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tu sándwich, tu ropa limpia y una botellita con agua. Así por lo menos algo te quitará el hambre y la sed.

Hija: La “M” de mis manos, mapamundi en cinco dedos, me depara una larga travesía, lo sé. Y sé que eso no se descubre y que puede asustarme, que puede morder mis propios pasos, que incluso pueden mis pasos quedarse sin camino para andar. Pero yo sonrío a eso, mamá. Imaginerías pueblan mi cabeza. Miles de cosas por tocar, por oler, por meter en la bolsa. Eso quiero. ¿Tú que harás?

maDre: Voy a escribir una nota para pegar en el refrigerador. Cuan-do regreses ahí va a estar.

Hija: Con mi pasaporte en mano, transbordaré de una península a otra, de un mar a otro, miraré de vez en cuando atrás para ver las huellas de mis sueños marcadas en la arena.

maDre: ¿Sabes qué espero hija? Sólo espero que cuando vengas de regreso, traigas tu mochila llena de cosas tuyas, sólo tuyas (a un espectador) ¿Nos tomas una foto, por favor?

Fotografía.

maDre: ¿Y qué vas a buscar?Hija (saca un pañuelo y lo huele): A él.maDre: ¿Quién es él?Hija: No se… un presentimiento apenas.

FotograFía 6. Hermanos

Hermano mayor: Hoy acabo de verte, hermano, y me estoy dando cuenta que soy diez años mayor que tú. Estás igualito a mí y yo no lo sabía, o no me había fijado como ahora que te veo. Nunca antes me había fijado como es que tienes la misma cara que yo. Te voy a tomar una foto, para verte vivo y para darme cuenta de ahora en adelante que eres mi hermano del alma. También me daré cuenta que no soy el único y que el brillo de mi mirada o la estridencia de mi risa no es solamente mía. Para no dejar de

recordármelo. En esta ciudad se vive siempre en la antesala de la muerte. En ese preciso momento antes de entregar tu bo-leto de viaje. En esta ciudad los departamentos donde vivimos, son como una maleta Samsonite, no porque te encierren o te ocultan del exterior, sino porque dentro de ellas se guarda el recuerdo de un viaje no concluido. Ahora que te veo, carnal, me doy cuenta que soy uno más y que no quiero desaparecer.

El hermano menor se da la vuelta. Lo descubrimos con una máscara de lucha-dor. El hermano mayor se pone una nariz de payaso. Entra la dramaturga y toma una foto al payaso abrazando a su hermano, el enmascarado de plata.

FotograFía 7. Dramaturga y Personaje

Dramaturga: No te veo y por eso no sé cómo eres. Te presiento, eso sí. Antes de escribir tu nombre, antes de que pueda po-ner una letra te veo y veo que eres todo lo que espero. En la página que va apenas te anuncias y sé que pronto tendrás pa-labras para mí. Soy la primera dramaturga que se enamora de su personaje y que lo acepta abiertamente, que no le importa estar enamorada de una quimera, de una ilusión, de un viaje sin retorno.

Personaje: Yo sólo quiero vivir mi parte.Dramaturga: Vive lo que quieras, pero no te alejes de mí. Personaje: Extraño a mi mamá. ¿Tú no extrañas? ¿No ves por tu

ventana la ciudad? ¿No ves que tiene un lado sombrío, una parte donde se refugian los solitarios? Estoy atrapado y no sé exactamente dónde. En esta ciudad las personas no tienen compañeros y por eso se inventan personajes que los acompa-ñen. No te das cuenta que me inventaste porque no eres capaz de ver a uno de los tuyos junto a ti.

Dramaturga: Yo construyo mundos que salen de mi mente y ellos me acompañan, y tú no tienes voluntad.

Personaje: Tengo vida. Quiero a mi madre. Porque en algún lugar está, porque todos la tenemos, porque cierro mis ojos y me

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imagino su cara muy parecida a la mía, y veo donde vivimos. Quiero ir a donde ella está.

Dramaturga: Eres un payaso.Personaje: El traje tú me lo pusiste.Dramaturga: No te quejes, es espectacular, no vas a pasar desaper-

cibido, algunos hasta van a pensar que fuiste tú mismo quien te inventó.

Personaje: Estos zapatos me pesan, los pantalones me aprietan, la nariz me roza. El pelo me arde, no tengo piojos y me arde.

Dramaturga: Es increíble cómo es que siendo personaje te que-jas. No te quejes, en tu territorio las cosas siempre se repiten, mañana mismo esto volverá a pasar, el público será otro y esto se volverá a vivir. Tú puedes ser eterno. Yo en cambio me iré a dormir un día y ya no voy a despertar.

Personaje: Me niego. No quiero, no me gusta, no es lo que deseo.Dramaturga: Eso no importa, ya sabes, yo tengo la pluma en la

mano, la diferencia entre tú y yo es que yo sé quién eres tú, de dónde vienes y a dónde vas. Te puedo borrar ahora mismo, quitar la nariz roja de tu cara, inventarte un mundo extraño. Yo puedo hacer que tú tengas madre o dejes de tenerla, nada se me niega y tú en cambio no tienes más remedio que esperar que yo sea buena contigo. Es muy paradójico, yo soy la única que puedo borrarte, pero ya puesto aquí vas a vivir todo el tiempo, en cambio yo no.

Personaje: No te trates mal porque me da miedo, porque si te tra-tas mal también yo estaré mal. Y no pedí eso.

Dramaturga: No te trato mal, no podría, o sí, pero más bien ahora quiero una sonrisa, por eso eres payaso.

Personaje: Eso que dices es verdad, pero también es verdad que donde tú estás no tienes todo. Necesitas de mí para ver al mun-do. Yo soy un espejo. Y tú no tienes todos los hilos. Yo extraño a mi mamá, porque tú también extrañas a tu mamá, vengo de ti, y lo que me pasa tiene un hilo invisible con lo que tú vives. La poesía existe como poesía sólo si existe el cuerpo. Yo soy una imagen tuya y ahora te puedo tocar. Estoy vivo, pienso, siento.

Mi risa pesa, mis pies no se alejan lo suficiente del piso, mis manos tocan y sienten tu pelo, mi cuerpo vibra, soy de carne y hueso, la gente no está viendo una aparición, me alejo del papel donde me dibujaste y si me alejo del papel, me alejo de ti. Por eso deja de oponerte y dame la oportunidad de ver a mi mamá.

Dramaturga: En esta obra no. Hay leyes.Personaje: Eres un fracaso.Dramaturga: Y tú un personaje que nace de mí. Así que ten cuidado

con lo que dices.Personaje: Quiero a mi mamá, ¿no entiendes?Dramaturga: Yo puedo ser tu madre. De una manera lo soy, no

te saque de mi vientre, pero sí de mi coraje, de mi hambre, de mi soledad, de mi pequeña felicidad, de mi fuerza de voluntad, de mi inmenso coraje que he acumulado, de mis sueños… mis sueños no son los tuyos y tus sueños son inventados por mí, así que tienes que resignarte a lo que te toca ser. Nadie puede hacer más de lo que puede hacer. Sabes, ahora mismo tengo la sensación de que a mi también alguien me mueve, que también otro me inventa, que no salen estas palabras de la nada, que siempre hay un algo encima de uno y otro encima de otro.

Personaje: ¿Te vas a quejar? Ora sí me voy a reír como payaso. Ja, ja, ja. Tres veces ja, para que no sientas que exagero.

Dramaturga: No me quejo, sólo pregunto, quiero saber si soy de verdad, de carne y hueso. A veces me siento como un títere.

Personaje: Tú eres la que escribe, ¿no?Dramaturga: Yo escribo poesía, metáforas que al mismo tiempo me

escriben a mí.Personaje: Estamos atrapados entonces. ¿Qué hacemos?Dramaturga: Vernos a la cara y acompañarnos. No tenemos más.

Tienes una mirada de viejo joven…Personaje: No me toques. No quiero que me toques.Dramaturga: No te preocupes. Tú y yo nunca nos vamos a tocar.Personaje: Escribe una escena donde hable con mi mamáDramaturga: Si tú eres payaso, tendré que escribir que tu madre

es una payasa entonces.

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Personaje: Quiero decirle que yo seré un hijo amoroso y tierno, que conmigo vivirá las mejores payasadas del mundo. ¿No quie-res decirle eso a tu mamá?

Dramaturga: No puedo… todavía no.Personaje: ¿Cuándo?Dramaturga: Después… tendrás que esperar el tiempo que sea

necesario.Personaje: ¿Nosotros no tenemos deseos, anhelos, derechos?Dramaturga: Te pareces a otro personaje que hasta para no pre-

guntar pregunta. Tómame una foto.

El personaje saca una cámara para tomarle una fotografía.

Dramaturga: ¿Qué pasa?Personaje: No te puedo ver.Dramaturga: Es normal. Así tómala.

El personaje toma la fotografía y la luz blanca los borra a ambos.

intervalo. mocHila al Hombro 2

alba: ¿Quieren oír un secreto? ¿Sí? ¿Les cuento algo acá entre nos? Caminando por aquí y por allá, me encontré con otros perso-najes como yo. Y seguro que ellos también se encontraron con otros personajes. Es como se arma esta obra, ¿no? Todos nos topamos en la vida con más de uno. Ya verán ustedes por aquí que eso es real. Compartiendo otras personas la vida, me di cuenta que así como yo, todos ellos, están como yo, metidos en el arte de caminar y conocer, hambrientos por encontrar algo, esmerados en descubrir mundos, ocupados en descubrir una casa para vivir su ficción o su realidad. Empecinados en saber quiénes son. Como si ése fuera un viaje muy divertido. Me encontré en un lugar de paso, uno de esos a donde llega-mos todos siempre que viajamos, era como un purgatorio en la tierra, una sala de espera, un aeropuerto. Ahí encontré a los

otros personajes que como yo también andan de viaje. Así que si quieren viajar, pues también carguen su maleta con su cáma-ra fotográfica para que guarden muchos recuerdos. Fotos del personaje que viaja, fotos del que camina buscando a una novia, a una madre, fotos del personaje que se va o del que se queda, fotos de gente como tú y como tú, y como tú o como yo. Fotos como estas que traje para que ustedes vean. Son personajes comunes que caminan en la calle, que se asoman a la ventana para descubrir el mundo, que comen un helado, que quieren vivir en paz como todos aquí, fotos de gente común (camina a la salida y antes de salir): ¿se van a acordar?

FotograFía 8. alba y el enmascaraDo De Plata

alba: Lo que más me gusta, es no saber quién eres.enmascaraDo: Yo también tengo que imaginarme quién eres tú.

Aunque te vea, no sé quién eres, todos tenemos una máscara. alba: Pero, ¿cómo se te ocurrió ésa… por qué de luchador? Esta-

mos en un teatro, hubiera sido más fácil una máscara de come-dia del arte, o una máscara de barro, de las que llaman neutras, ¿no?

enmascaraDo: Es un homenaje al mejor luchador de todos los tiempos. Y no me gustaría negarme a la oportunidad de inter-pretarlo.

alba: No me será difícil, entonces. Gracias.enmascaraDo: ¿No te será difícil qué?alba: Darme cuenta que tú puedes ser la casa que busco.enmascaraDo: Yo no estoy seguro de eso. A veces creo que no soy

real. Que sólo vivo en la cabeza de las personas que vienen a verme. ¿Cómo puedo estar seguro de que seré tu casa? Pre-fiero verte como a una de esas heroínas que dejan de serlo cuando se termina la película.

alba: No vamos a casarnos, no te preocupes, pero por lo menos quiero probar si eres tú mi casa. Al menos que tú no quieras.

enmascaraDo: Yo sí quiero.

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alba: A veces uno se pregunta si el otro está seguro, porque el que duda es uno mismo.

enmascaraDo: Yo no dudo, soy el Santo, el más grande luchador de todos los tiempos, soy el libertador del pueblo, el ídolo de México entero. Tengo por principio la justicia y el honor, y siem-pre que veo a una mujer, como tú, dejo que el corazón mande y ordene sobre todas las cosas. Yo contigo voy a viajar toda la vida. Yo voy a ser tu casa más cómoda.

alba: Yo podría ser una de las mujeres vampiro. enmascaraDo: No te tomes el cuento tan en serio.alba: ¿Qué tiene de malo? enmascaraDo: Me gustas más así, siendo nada, nadie.alba: Gracias. Pero sí soy alguien, soy la que busca una casa, tengo

un monólogo al principio y la verdad, siendo sincera, todos aquí me han visto más a mí que a ti. ¿Tú qué hiciste? ¿Qué has hecho hasta ahora, a ver?

enmascaraDo: Pues soy ése con el que tú te vas a topar, tal vez tengas algo que ver conmigo.

alba: Podría ser. ¿Y qué más has hecho o vas hacer?enmascaraDo: No te puedo decir.alba: Porque no tienes nada que decir, la verdad.enmascaraDo: No te puedo decir porque todo eso pertenece al

lado oculto de este mundo, a lo que poco a poco se va desve-lando. Y porque todos sabrían quién soy y entonces este juego del Santo ya no tendría razón de ser, y tendríamos que volver a improvisar para que se pudiera escribir otra escena. Por eso te pregunto:¿si quieres ser mi compañera de viaje?

alba: Nomás así no. ¿Tan fácil? Tienes que poner algo de tu parte. Una flor, por ejemplo, como en la escena que sigue, donde el joven enamorado le entrega una flor seca a la chica enamorada y donde ella suspira de amor por él.

enmascaraDo: ¡Qué mala persona eres! ya descubriste la trama de ellos, pobrecitos, no quiero estar en su lugar.

alba: ¿Y a ti qué? Eres el enmascarado de plata, luchas contra el mal en todas las películas, eres el rey de las cuerdas y el ídolo

de las multitudes, pero no eres corrector de estilo, así que no te metas, no es tu trabajo. Tu trabajo es venir aquí, portarte misterioso, casi siniestro y sorprenderme. De las otras escenas no te ocupes. ¿Qué pasa con ustedes los actores que siempre piensan que el mundo gira a su alrededor? No eres el ombligo del planeta, ¿eh?

enmascaraDo: Tú también eres personaje, perdón, “personajito”.alba: Sí, pero no me siento la neta del planeta, ni escogí ser un

enmascarado, ni busqué sorprender ni dejar con la boca abierta a nadie, ni soy el ombligo del mundo, aunque la neta para ser sinceros, yo si actúo bien y tú….

enmascaraDo: Yo no soy corrector de estilo y tú no eres directora, eh.

alba: Mira, en esto siempre hay tiempo para sorprender si se quie-re.

enmascaraDo: A veces eres insoportable pero de todos modos me gustas.

alba: ¿Neta? Me gustaría saber qué tanto.enmascaraDo: Bastante.alba: Demuéstralo.enmascaraDo: Me retas.alba: Pues sí… ¿Quieres que viaje contigo? Convénceme. enmascaraDo: Sólo te puedo decir que en los tiempos que corren,

caminar solo, es un error, no porque necesites a alguien para vi-vir, nacemos solos y solos nos vamos a morir, pero si viajas sola, te pierdes el gusto de echarle a perder la vida a alguien más.

alba: Buen punto. Me convenciste, aunque hubiera esperado algo más romántico.

El enmascarado de plata le da un beso de película.

enmascaraDo (al público): Así fue el beso que en 1970 el enmasca-rado de plata le dio a la hermosa y sensual Norma Lazareno, en la película Santo contra las mujeres vampiro, en la secuencia catorce, justo después de que se enfrentan. Antes de ser mor-

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dido por ella para convertirlo en vampiro, Santo le propina este beso.

El enmascarado de plata repite el beso con un espectador.

alba: No está mal, viniendo de un ídolo popular que se la pasa entre las cuerdas.

enmascaraDo: ¿Entonces?alba: ¿Qué pides?enmascaraDo: Que te vayas conmigo.alba: ¿A dónde? enmascaraDo: Allá, al otro lado de la ventana. alba: ¿Con ellos? ¿Por qué quieres ir con ellos? enmascaraDo: Será que no los conozco y por eso me gustan, míra-

los, no se ven maleados.alba: No te enredes con ellos, me han contado cosas horribles de

otros personajes promiscuos que incluso han terminado enca-mados con espectadores.

enmascaraDo: ¿Por qué no traen máscara? Bueno, una que brille tanto como la mía. Ven, no les tengas miedo.

alba: No. Me han contado muchas cosas de ellos y la verdad no me interesa comprobar los chismes que se cuentan por los pasillos de la ficción.

enmascaraDo: Bueno, como quieras. Pero, ¿y tú?alba: ¿Yo qué?enmascaraDo: En este momento qué quieres… dime y yo te apoyo.alba: Quiero que me muestres tu verdadera cara.enmascaraDo: ¿Quieres que te diga la verdad? alba: Es lo que más quiero en la vida, la verdad.enmascaraDo: Te la digo si me prometes que no se lo dirás a nadie. alba: Palabra de personaje.enmascaraDo: Lo que pasa es que yo, debajo de esta máscara no

soy nadie.alba: ¿Es verdad eso?enmascaraDo: Por la Santa Virgen de las Cuerdas.

alba: Eso la verdad me llena de ilusión. ¿Quieres ser mi casa?enmascaraDo: No sé, si fuera por tus ojos, te diría que sí.alba: Puedo ser tu aliada en todo.enmascaraDo: Te veo los ojos y me gusta. Y además besas muy bien. alba: Entonces hay que tomar un avión que nos lleve al otro lado

del planeta.enmascaraDo: Acepto.alba: Sí, pero antes, ¿podría ver tu pasaporte? Digo, para viajar se

necesita un pasaporte.enmascaraDo: Eres más lista que las mujeres vampiros, la neta.

Le muestra su pasaporte, se toman de la mano y posan para la fotografía.

FotograFía 9. jóvenes enamoraDos

Hombre joven: No estoy de acuerdo.mujer joven: A ti no te afecta en nadaHombre joven: Claro que me afectamujer joven: Claro que no. ¿Por qué no quieres decirlo? Es la cosa

más fácil del mundo. Sólo respira, recuerda que tienes que res-pirar. Tiene que darle la vuelta, encontrar en lo pequeño. No te dejes llevar por lo primero que veas. Las cosas siempre tienen otro lado, y ése es el que puede ser más interesante: el otro lado de la moneda siempre guarda la mejor sorpresa. Así que respira, mantente tranquilo y dilo.

Hombre joven: No me dirijas.mujer joven: No lo hago. Pero ya dilo. Hombre joven: Ya está dicho, de principio a fin. Tengo que ser ro-

mántico, ¿y si no quiero ser romántico? tengo que sacar unas flores, ¿y si no me da la gana traer unas pinches flores cursis? Y tengo que decir que te amo, eso es lo peor, no quiero decir “te amo”. Te amo, amor de mi vida, flor para otra flor… ¡Guácala! ¿A ti te gusta? ¿Te gusta que te diga te amo y que para hacerlo actúe como si te amara? Si te quedas callada es porque estás que saltas de alegría porque te diga esas cosas.

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mujer joven: Tampoco, pero eso ya está escrito y ni modo. No puedes ir por la vida como si tú estuvieras escribiendo todo. No somos escritores, somos personajes, no conocemos toda nuestra vida y siempre hay espacio para que la sorpresa escriba por nosotros. Hay cosas que debemos dejar que pasen solas. Así que ni modo. Igual y si no quieres puedes hacer otra cosa. Nadie te obliga.

Hombre joven: Pero ya la tipa de la escena pasada les dijo a ellos que yo tenía que hacerlo. Y a éstos si no les cumples se van, son muy delicaditos, en cuanto no reciben lo mejor o lo que merecen o lo que piensan recibir o lo que les prometiste, empiezan a cabecear, o de plano se marchan, así es esto.

mujer joven: Para eso pagan.Hombre joven: Pues ni tanto, ¿eh?, porque la mitad son cortesías, la

verdad aquí nadie se está salvando la vida, ¿eh? mujer joven: Y eso te da mucha flojera.Hombre joven: Pues sí. Espérate, ¿qué me da flojera?mujer joven: Decir que me amas. ¡Qué tonto! Ahora resulta que

hacer la escena que ya está escrita donde me dices que me amas te da flojera.

Hombre joven: Sí, me da harta, inmensa, inconmensurable, inaudita hueva.

mujer joven: Pero la escena ya está escrita, no te pertenece y la tienes que decir.

Hombre joven: Pues que el dramaturgo o dramaturga o la señora que la escribió se caiga de espaldas en un pozo. Además, ¿tú por qué quieres que te diga que te amo?

mujer joven: No sabía que te ibas a meter en tantos pedos nomás porque tienes que decirme eso en esta escena. No es por mí, entiende, es por la escena, por la ficción. Quiero un “te amo” de ficción. Ésos siempre son más reales. La neta pensé que en algo te motivaba yo como actriz, ya no digamos como personaje, pero yo…

Hombre joven: Tú me gustas y mucho ya sabes.mujer joven: ¿De verdad?

Hombre joven: No mames, no te lo quiero decir, entiende, tengo la idea de que me lo está dictando el dramaturgo o la dramaturga o la pinche puta escritora que se le ocurrió. Ya se jodió todo, ¿entiendes? Ya no voy a ser el joven enamorado con una flor que dice con voz temblorosa eso. Y todo por esa loca que por lucirse ella les vendió la trama a éstos.

mujer joven: ¿Entonces, por qué no les preguntas a ellos para que la dejes de hacer de tos?

Hombre joven: ¿Preguntarle a quiénes?mujer joven: A ellos, a los espectadores, ahí están y nadie ha dicho

que no se puede hablar con ellos, hace un chingo de años que sí se puede.

Hombre joven: Y es lo peor que le ha sucedido al teatro. La neta, humildemente eso creo. Porque ahora ellos no sólo tienen op-ción de opinar después de la obra, sino que hasta se pueden creer personajes. Me han contado muchas cosas de ellos. De su forma de ser.

mujer joven: ¿Qué te han contado? Hombre joven: Pues me han dicho que a veces se ríen sin que uno

les haga nada. ¿Por qué hacen eso? ¿Están locos o qué? mujer joven: No, simplemente viven otra realidad. No los culpes. Ni

los menosprecies. Hay que aceptar la diferencia.Hombre joven: Pobres.mujer joven: ¿Por qué te duele tanto decirlo y ya? Sólo dilo y ya.

Tira el parlamento, como dicen los ingleses, scrap… dilo como si no quisiera la cosa.

Hombre joven: Oye, si ya por principio es difícil decirlo, ya vendida la trama más. No le dan a uno chanza de nada, ni siquiera tiene uno ganas de decirlo, la neta. Pero la pinche vieja lo sabía y lo hizo con premeditación, alevosía y ventaja (imitando a la actriz en la escena anterior): “Tienes que poner algo de tu parte. Una flor, por ejemplo, como en la escena que sigue donde el joven enamorado le entrega una flor seca a la chica enamorada y ella suspira de amor por él”. Pinche vieja, por eso nunca me cayó bien en todo el proceso de montaje, la neta. Por envidiosa y

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metiche.mujer joven: ¡Qué cabrón!Hombre joven: ¿Verdad que sí? Es una cabrona.mujer joven: ¡Qué cabrón tú!Hombre joven: ¿Yo por qué?mujer joven: Porque todo el tiempo la saludabas como si fuera la

flor más bella del ejido, todo el tiempo te la pasaste besando el piso que pisaba la mujer y ahora me sales con que no te gusta, nomás porque te quemó el numerito, eres un cabrón ególatra empedernido, neta.

Hombre joven: Siempre me ha cagadomujer joven: No es cierto.Hombre joven: Sí es cierto, la neta que sí.mujer joven: La neta que no. Si varias veces me dijiste que era muy

chida.Hombre joven: Era abnegaciónmujer joven: ¿Qué?Hombre joven: Abnegación al proceso, al personaje de ficción. mujer joven: Sí claro, y por eso ahora que ya te jodió la escena,

bueno ni la jodió, ahora que ya le adelantó a éstos lo que ahora mismo tendrían que ver, te encabronas porque te echaron a perder el numerito. Qué limitado eres la neta.

Hombre joven: Limitado, ¿por qué?mujer joven: Porque no tienes recursos, porque ya te quedaste con

la idea mínima, porque no sabes volver a empezar, ¿a poco no-más porque ya platicaron la escena no puedes hacer otra? Cla-ro que no, porque eres limitado.

Hombre joven: ¿Qué quieres que haga?mujer joven: Yo nada, porque ya nada espero de ti. Ya me di cuenta

que no eres el hombre que busco.Hombre joven: Pues qué payasa.mujer joven: Sí, pero por lo menos yo sí estoy tratando de salvar

la escena, y no estoy de llorona porque ya la gente sabe lo que sigue.

Hombre joven: Claro, porque tú nomás tienes que seguir la línea

que yo te marque, como personaje secundario que eres.mujer joven: ¿Yo personaje secundario?Hombre joven: Secundario o terciario o cuaternario.mujer joven: ¡Cálmate, pinche diva! No vayas a terminar siendo

protagonista de la obra.Hombre joven: Mejor vamos a guardar silencio, que según me acuer-

do por aquí iba un silencio largo.

Silencio.

mujer joven: No te entiendo la neta. De todos modos vas a tener que hacerlo. Eso no lo puedes decidir tú. Así que mejor a lo que viniste.

Hombre joven: ¿De verdad crees eso?mujer joven: ¿Qué?Hombre joven: Que yo no soy tu casa.mujer joven: No estoy segura, la verdad.Hombre joven: ¿Y eso te pone triste?mujer joven: Al principio sí, pero ahora no.Hombre joven: Ya no te pone triste saber que no soy tu casa. Ahora

el triste soy yo, la neta.mujer joven: Somos amigos. ¿O no?Hombre joven: Somos uña y carne.mujer joven: Ahí está. ¿Qué más pueden pedir dos que se conocen?

Ser amigos no es fácil. Pero ándale, di lo que tienes que decir después del silencio… di que me amas.

Hombre joven: Ya no sirven de nada estas flores secas.mujer joven: ¡¿Trajiste las flores?!Hombre joven: Sí, las traje pero ya no hay sorpresa.mujer joven: Claro que sí sirven. Son las flores de mi personaje. Son

las flores que le daré a él.Hombre joven: ¿Quién es él?mujer joven: No sé… un misterio todavía.

De entre las hermosas flores de blancas que carga, el joven saca una flor negra

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que trae oculta. La flor está seca pero sigue pareciendo fresca. Se aleja de la jo-ven y cambia su actitud. Se acerca lentamente, la joven baja la cabeza y mueve su falda, un viento leve mece sus cabellos. El joven está nervioso al principio y luego, sin mediar tiempo, la toma de la cintura, ella exhala temblando un poco, y él le da un beso tierno. La luz de la luna recorta su figura al tiempo que un flash enmarca a la pareja.

FotograFía 10. Dramaturga y Personaje

El payaso entra y no encuentra a nadie. Ve la oportunidad para por fin decir lo que quiere y se acerca al público.

Personaje: Ahora sí, puedo decirles algo que siempre he querido contar y que no me han dejado… porque acá entre nos, yo quiero dejar de ser un títere, un monigote, un payaso triste de mirada triste...

Dramaturga: ¿Qué haces?Personaje: Nada. Te espero.Dramaturga: Te rebelas y me retas.Personaje: Claro que no, ¿puedo continuar? (al público) Cuando yo

era niño, acompañaba a mi madre a los lavaderos públicos. Mi madre era un coloso y siempre cargaba una montaña sobre su cabeza. Las mujeres hablaban como de los hombres… esos hombres que no siempre las hacían felices pero a ratos sí, y por eso seguían con ellos…

Dramaturga: Yo pongo las plantas de mis pies sobre mis obras de teatro inconclusas y entonces arrastro todo. Arrastro trescien-tas veinticuatro placas de acero en mis piernas y trescientas ga-nas de contar todo. Y somos seis los de esta historia de mapas y viajeros. Pero uno de ellos se adueñó de mí. Así como per-sonaje. Porque creo que todos podemos borrar los pasos del camino pero nunca las huellas que dejamos. Verbena, verbena, la virgen de la cueva… Verbena, verbena, la virgen de la cueva. Ahora sigo contando cada día, cada instante, lo que queda de esta obra, que ya es poco, poniendo números a los pasos que

me quedan por bailar (toma de la mano al personaje). Vamos.Personaje: No, espera, yo quiero hablar con ellos.Dramaturga: Vámonos.Personaje: ¿A dónde?Dramaturga: Al aeropuerto. ¿Traes tu nariz roja?

Se escucha el anuncio de la llegada de un vuelo internacional.

Personaje: Sí, pero quiero hablar con ellos.Dramaturga: Por eso vámonos. Para que hables hasta que te can-

ses, tenemos muchas funciones que dar (arrastra al personaje hacia la salida y antes de salir dice): ustedes, ¿se van acordar?

Primera saliDa nacional

Un avión cruza el aire y deja una estela de humo blanco. En el aeropuerto la gente camina sin cesar. Se detienen sólo para tocar algún timbre. La gente no se ve, sólo pasa de un lado a otro, carga maletas y con las maletas car-gan su vida. Unos llegan, otros se marchan. Así es la vida. En el megáfono se anuncian vuelos. Una pareja llega a un rincón donde se encuentra el baño. El hombre espera de pie y habla por el celular. Ella sale del baño. El hombre la mira preocupado, ella alza los hombros y se regresa al baño, el hombre quiere entrar pero ella le da con la puerta en la cara. El hombre se sienta junto a sus maletas. Ella regresa.

el Hombre: Ya mandé el mensaje.ella: ¿Cuál?el Hombre: Que nos recojan a las ocho, dependiendo de la hora que

lleguemos pues (se sientan, tiempo). Estoy nervioso.ella: Yo también.el Hombre: Ya mandé…ella: Sí yo también.el Hombre: …el mensaje… ya, sí, fue bueno.ella: No te entiendo.el Hombre: Lo que digo no entiendes pero lo que digo es la verdad,

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digo que vienen tiempos incomprensibles y que aquí en estos lugares de paso, el sueño y la vida se juntan, porque aquí dónde hace un calor infernal y marca el calendario que es abril, puede caer polvo blanco y poner las caras y las cabezas blancas, por-que aquí es el lugar de tránsito ideal para encontrar el limbo, la línea fronteriza de lo eterno y lo fugaz, por eso te pedí que me acompañaras…

ella: Sigues fumando, ¿verdad? Ya te dijeron muchas veces que la mota acaba con las neuronas y que bloquea los procesos men-tales. Te destruye el tiempo, la comprensión, la salud mental.

el Hombre: Aquí es la salida de emergencia número dos…ella: Sí eso sí, por lo menos en eso sí estoy de acuerdo contigo.el Hombre: ¿Y qué dijimos?ella: Yo no sé tú, pero como te decía, ayer no pensé en mi casa,

en la casa que tú dijiste ser, y que… bueno, ya no tiene caso recordar eso.

el Hombre: Entonces, ¿nos quedamos?ella: ¿Dónde?el Hombre: Allá ¿No te gustaría quedarte?ella: No tengo tanto dineroel Hombre: Allá vemosella: ¿Cómo?el Hombre: De meserosella: Ya me pasé toda la vida de mesera y no me voy a ir a otro lado

que no conozco a meserear. ¿Cuánto falta?el Hombre: De meseros se puede vivir hasta en el infierno.ella: Y el demonio toma piña colada con tequila. ¿Cuánto falta?el Hombre: Ya mero.ella: ¿Cuánto falta?el Hombre: Le pedí a Rodolfo que fuera al departamento.ella: ¿A qué?el Hombre: A echarle un ojo, igual y regresamosella: ¿Cómo que igual?el Hombre: Ohhh, entonces, ¿quieres ir o no ir? (silencio). Pero no le

di la llave, no te preocupes.

ella: ¿Entonces le va a echar un ojo por fuera o qué?el Hombre: Pues sí.

Se ríen, ella le da un beso.

ella: Ay, tú eres muy raro, la neta.

El hombre saca un chicle, le ofrece y ella dice que no.

el Hombre: ¿Sabes algún idioma?ella: Inglés, un poquito.el Hombre: Con eso bastaella: ¿Para qué? ¿Cuánto falta?el Hombre: Nueve minutos.ella: ¿Vamos a documentar o qué?

Ella abre la maleta y saca unos papeles.

ella: ¿Qué es esto?el Hombre: Hotel Señorial. ¿Qué es esto?ella: Es lo que yo pregunto.

Abre su maleta.

el Hombre: ¿Esto qué? Esto no es mío, ¿Dónde dejaste mis maletas?

El hombre abre su maleta, saca del interior otra maleta más chica y del interior un maletín más chico.

el Hombre: Tú hiciste la maleta, ¿nomás me pusiste esto?

Del maletín saca una libreta.

ella: Éstas no son nuestras maletas. Alguien las cambió.el Hombre: Las perdiste, ¿de dónde sacaste estas maletas?

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ella: ¿Yo?el Hombre: Tú las trajiste.ella: Yo no hice nada, vine contigo y me alejé un segundo, eso

es todo, las cambiaron. ¿Qué hacemos? ¿Cuánto falta para el vuelo?

el Hombre: En tu maleta estaban los boletos.ella: ¿Cómo es eso?, ¿de dónde?, pero… ¿qué hacemos?el Hombre: ¿Y mi secreto? No me digas que se perdió.ella: No sé, ¿de qué hablas?el Hombre: No te hagas la tonta.ella: ¿De qué madres hablas?el Hombre: Eso… nuestro secreto.ella: ¿Nuestro? ¿Ahora es nuestro? A mí no me metas. Espera, ¿y

si fueron ellos?el Hombre: ¡Cómo crees que ellos! ¡No inventes!ella: Ay, qué mala cosa, no puede ser… perdóname… las maletas

estaban aquí… yo solo caminé un rato, no fue un segundo, no puede ser… no puede ser que apenas di unos pasos y todo cambió. Yo creo que fueron ustedes. Nadie más ha estado aquí, nadie más que ustedes.

el Hombre: Mi secreto… no me hagas esto por favor.ella: En tu maletín… no has visto si en el maletín está.

El hombre va al maletín

el Hombre: ¡Gracias a Dios!

Saca la máscara plateada y se la pone. La mujer corre al baño a vomitar.

segunDa saliDa nacional

El joven y la joven en la sala de espera. Con las maletas a un lado.

la joven: Ya estoy lista.el joven: Yo también.

la joven: Cuéntame.el joven: Luego.la joven: Cuéntame.el joven: Aquí va otro silencio.

Silencio.

la joven: Cuéntame ya.el joven: Sabes, hoy conocí al diablo, tenía la mirada hundida y los

ojos azules, me dio miedo, y me hizo saltar la adrenalina, me preguntó que a dónde iba y le dije que a buscar unos amigos, le pregunté que a donde iba él, y me dijo que al aeropuerto.

la joven: Estás jugando. ¿Dónde lo viste? el joven: Del otro lado de la ventana. No lo imaginé, pude verlo,

Mira siempre directo a ti. Como ellos, como los espectadores, el diablo no te quita la vista de encima.

la joven: Me asustas. No quiero sentirme así, por favor.el joven: Creo que el diablo debe vivir cerca de aquí. En uno de

estos lugares de paso. En la orilla, del otro lado de la ventana.la joven: No inventes, por favor.el joven: No lo invento, mira, ven… ¿Los ves? ¿Parecen reales, no?

Ésa sí que es la realidad, no lo que pasa de este lado. la joven: Me da miedo. Tienen demasiada realidad encima, como si

tuvieran tristeza. Vámonos.

Una voz anuncia el vuelo a través del sonido del megáfono. La joven toma sus flores y empieza a caminar, buscando al hombre de su vida.

el joven: Oye, espérame. No camines sin mí.la joven: Tengo que regresar. ¿Quieres ir conmigo o con ellos?el joven: Me gustan.la joven: Es el infierno. ¿Te quedas?el joven: Camina. Busca tu vuelo.la joven: Eso voy hacer. ¿Traes lo que dijiste? ¿Sí los traes verdad?el joven: Sí.

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La joven se va. El joven saca de la maleta unos zapatos de tacón. Se pone los zapatos altos, la joven saca su flor negra y se pone al otro extremo. El joven camina con dificultad, atraviesa y se sienta con los espectadores como un niño que va tras los brazos de su madre. La joven busca al hombre de su vida.

Primera saliDa internacional

Dramaturga: Perdón, había mucha gente.

Lo besa en las dos mejillas.

Personaje: Hoy en la mañana… estuve pensando…Dramaturga: ¿Qué?Personaje: Esta mañana me quedé viendo un programa de televi-

sión. En el programa una chica noruega o escandinava que se iba a vivir a un país muy lejano, donde no conocía a nadie. La chica empieza de cero, como si en ese lugar empezara a nacer, y entonces me di cuenta que eso era lo que yo hubiera querido toda la vida, que yo siempre hubiera querido desaparecer, estar en un lugar donde no me conociera nadie y olvidar esta sole-dad tan pesada, tan infame ¿Nunca has sentido eso? Ganas de no estar, de irte y no volver nunca.

Dramaturga: No, nunca.

Saca algunos papeles de sus bolsas.

Personaje: ¿No te han dado nunca ganas de irte?

Ella le da un pequeño papel.

Personaje: ¿No has tenido nunca ganas de morir?

Ella se recarga en él. La esquiva. Ella saca algunos parlamentos más y se los entrega.

Personaje: Ya no quiero tus palabras. Ya no quiero repetir lo mismo, todo me lo dictas tú, todo me lo dices tú, todo viene de tu ca-beza, todo sale de tu corazón, y yo sólo tengo que hablar. Estoy muy cansado de eso. ¿Tú cómo estás?

Dramaturga: Muy bien. Yo muy bien (saca un pañuelo, lo desenvuel-ve y de ahí mismo saca un papelito). Toma, léelo. Es uno de los últimos.

Personaje: “Me voy a deshacer”.Dramaturga (hace nudos interminables con el pañuelo mientras repi-

te): Muy bien, muy bien, muy bien, muy bien, muy bien (saca un paraguas y lo abre).

Personaje: ¡Qué estereotipada!Dramaturga: ¿Qué?Personaje: La imagen del paraguas ya está muy usada.Dramaturga: ¿Dónde?Personaje: En tu monólogo.Dramaturga: Yo no tengo ningún monólogoPersonaje: ¿Cómo se te ocurrió escribir eso?Dramaturga: ¿Qué?Personaje: Que en abril nevaba, eso no es cierto, nevar en abril es

cosa del diablo.

Ella le ordena seguir con el monólogo.

Personaje: Esta mañana me quedé viendo un programa de televi-sión. En el programa una chica noruega o escandinava que se iba a vivir a un país muy lejano, donde no conocía a nadie. La chica empieza de cero… (ella le entrega otros papelitos). ¿Qué es esto?

Dramaturga: Nuevos parlamentos.Personaje: ¿Y me los tengo que aprender?Dramaturga: Sí, para mañana.Personaje: Es un monólogo que nunca termina.Dramaturga: Sí, nunca termina, porque te quiero para mí. Para

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siempre.Personaje: Están en francés. ¿Un monólogo que nunca termina y

en francés? (ella le traduce palabras inconexas). Esto es cosa del diablo. Mejor que nieve en abril.

Dramaturga: Afga.Personaje: ¿Qué?Dramaturga: Es mi vuelo: Afganistán.

Ella se va. Él saca la nariz de payaso, se la pone, saca un pequeño regalo azul, y comienza de nuevo su monólogo.

Personaje: Esta mañana me quedé viendo un programa de televi-sión. En el programa una chica noruega o escandinava que se iba a vivir a un país muy lejano, donde no conocía a nadie. La chica empieza de cero, como si en ese lugar empezara a nacer, y entonces me di cuenta que eso era lo que yo hubiera querido toda la vida, que yo siempre hubiera querido desaparecer, estar en un lugar donde no me conociera nadie y olvidar esta sole-dad tan pesada, tan infame. ¿Ustedes nunca han sentido eso? ¿Ganas de no estar, de irse para no volver nunca?

Mientras nieva, llega el oscuro.

viñeta

aDolFo (al público): Hola, me llamo Adolfo, no me gusta hablar mu-cho, sólo me gusta preguntar… a veces.

beto (Al público): A mí me vale madres, todo.aDolFo: El enigma del Serengueti, de Antonio Zúñiga, obra en tres

partes. Una pregunta se repite en las calles oscuras del centro histórico de la ciudad más grande del mundo. Es un enigma, un misterio sin respuesta. Por ejemplo, ¿cómo es que le meten el gas a este encendedor? Mientras no tengas la respuesta será un enigma. Pocos son los que han tenido el privilegio, el honor de ver de cerca la luz que ese fenómeno guarda. Por desgra-cia, esos pocos seres no viven en los terrenos éticos, ni en los círculos honorables. Son gente común pero no corriente. Son asesinos del asfalto, seres que bajo la sospecha viven y mueren. Atormentados y solitarios. Secuestradores, locos del Metro y putas nostálgicas, son los elegidos. En los tiempos en que el calor derrite el asfalto citadino, estos hombres y muje-res resurgen alimentados por la amargura y la tristeza, por el dolor y el hambre de venganza. Secuestran y esperan respuesta, viajan sobre el Metro para morir y matar esperando escuchar el nombre del elegido, del oculto. Vagabundean por la calle de Tlalpan para extirpar el corazón del algún cliente santo. Ellos son únicos. Los elegidos para dar fe y palabra de lo que tras

El enigma del Serengueti

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el túnel negro de la ciudad se oculta. De lo que el Serengueti guarda para los hombres y mujeres de los años recientes en esta ciudad de México.

beto: Parte I. La chica fresa. Cuadro I. aDolFo: El sonido del ascensor corta el silencio. En el rectángulo

encima de la puerta cambia el número de piso.beto: Era una tarde fría, ella traía un vestidito rojo ceñido al cuerpo

y estaba con nosotros, ¿te acuerdas?aDolFo: No estamos viendo lo mismo cabrón.beto: Afina la memoria, acuérdate, mañoso. Todo era gris, el cielo

era gris, el camino era gris, la calle estaba gris, hasta el carro donde íbamos era gris.

aDolFo: Del carro me acuerdo, pero era otro pinche asunto.beto: Ubícate. Saliendo está el Pedregal, hacia el norte queda Pe-

risur, hacia el otro lado está el Ajusco, entre Tanzania y Senegal está el Santuario.

aDolFo: ¿Cómo nos contactamos?beto: “Cuando salimos de ahí, ya se había dicho todo”. Ésa fue la

clave.aDolFo: ¿Cómo así? No seas jotito.beto: Pasamos juntos esos tres días, los tres.aDolFo: ¿Cuáles tres? No inventes. beto: La niña, tú y yo.aDolFo: Estabas con Jorge Kahuazaki, no conmigo.beto: Tú eres muy distinto a Jorge.aDolFo: Somos muy parecidos, en todo.beto: No, a ti te brillan los ojitos.aDolFo: Yo no estaba, era Jorge.beto: Qué no era Jorge, eras tú, pinche mañoso.aDolFo: ¿Por qué te aferras? ¿Me quieres embarrar?beto: Porque sí eras tú, hasta te gustó su sonrisa, me acuerdo muy

bien.aDolFo: ¿De qué color era el vestido?beto: Rojito.aDolFo: Yo nunca he visto en la casa del Ajusco a nadie con vestido

rojo, es más, nunca he visto a nadie con vestido.beto: ¿Y tú hermana Rosario?aDolFo: Mi hermana no usa vestido y ella nunca ha ido al Seren-

gueti.beto: No mames, mañoso, cómo puedes asegurar eso, cabrón.aDolFo: Porque es mi hermana y a ella no le gustan esos rumbos,

dice que se asusta.beto: ¿Por qué ahora dices que no?aDolFo: ¿Ahora?beto: Ahora. Porque el otro día, en la carne asada, en casa de Jor-

ge Kahuazaki, en la Marquesa, hasta me hablaste de ella, de su cabello, de su porte, pinche mañoso, acuérdate de que con ese vestidito parecía princesita, hasta le pusiste así, princesita, pues en esos tres días te habías encariñado de ella.

aDolFo: En esa carne asada estaba mi vieja, ¡cómo chingados crees que voy a estar hablando de otra vieja delante de Carmen! Estás mal.

beto: Pero Jorge no fue conmigo, eras tú, a huevo.aDolFo: En la carne asada sí estaba yo.beto: ¿Ya ves que Jorge Kahuazaki no fue?aDolFo: Me quieres enredar, mañoso.beto: Si tú no estabas, ¿cómo sabes que Jorge no estaba, a ver? aDolFo: No sé por qué te quieres sesgar, jotito. Me quieres emba-

rrar. Por eso te pones así de pinche loca. Esto está muy raro, muy raro. No entiendo el enigma todavía, pero lo voy a descu-brir.

beto: La cafetera lanza un pitido. Silencio.

aDolFo (al público): Yo sí hago ejercicio. Pilates y esas cosas…beto (al público): A mí no me gusta cantar. aDolFo: Cuadro II. beto (al público): Adolfo hace ruido al sorber café caliente, su com-

pañero da vueltas en el cuarto vacío.

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aDolFo: Se juntan dos animales distintos en todo, distinta clase, distinta raza, uno carnívoro y el otro no, uno de esos animales es un depredador, el otro come pasto y de todos modos se juntan y se cruzan y tienen descendencia y entonces después de eso viene el caos.

beto: Estoy hasta la madre. Cansado. Ya me urge un descanso, la playita, el sol. Me urge.

aDolFo: Quiero llevar a Carmen a Catemaco, Veracruz, hace más de dos años que no salgo.

beto: Ese día, cuando salimos de la demarcación llegó Jorge Kahua-zaki. Nos interceptó en Insurgentes y Eje 10.

aDolFo: ¿Quieres café?beto: Llegó Jorge ese día y por eso dices que era él. Pero ella es-

taba a tu cuidado.aDolFo: Ya párale, pinche obeso.beto: Primero allá donde vive tu otra vieja. Ésta… ¿cómo se llama

esa pinche vieja tuya que tiene un lunar aquí, la que te dice Adolfito, cómo se llama?

aDolFo: Todas mis viejas se llaman Carmen, menos una.beto: ¡Ándale! Con ella estuvieron dos días antes de que nos llevá-

ramos a la niña al Pedregal.aDolFo: Ajusco. Esa casa está en el Ajusco. Y no es que yo sepa

nada, ya te estoy mirando que me haces cara, de que yo sé algo. Que yo sepa dónde está ubicada la casa de seguridad no quiere decir que yo haya estado allí contigo.

beto: ¡No estoy loco, cabrón! ¡Acuérdate!aDolFo: Te metes mucha mierda, mañoso. Me acuerdo claramente

que yo no estaba.beto: ¿Dónde andabas entonces?aDolFo: Estaba fuera de México, en comisión. Me fui a Morelos con

Godínez. ¿Te acuerdas? Vine después de esa fecha que dices, a lo mejor me viste después y por eso te confundes, haz memoria. ¿No hasta te traje un coquito dulce de Cuernavaca?

beto: Aquí hay gato encerrado y tú lo encerraste.aDolFo: Ningún gato encerrado, no entiendo por qué te aferras.

beto: Porque ese día fue el único día de mi vida, el único, en mi puta existencia, en todita mi puta vida, que he visto cómo se juntan el agua y el aceite.

aDolFo: Se escucha el elevador, luego del silencio.beto: Esto no se acaba todavía. Cuadro III.aDolFo: La coca, la extraño más que a mi vieja. beto: ¿Por qué te estás rajando? aDolFo: Como chingas mañoso, no me estoy rajando, nomás se te

mete algo a la cabeza y no hay poder alguno que te haga cam-biar de idea, tienes ideas fijas.

beto: Estamos hablando de hace once meses, de la chavita de coli-tas, la de la colonia del valle.

aDolFo: Doce.beto: ¿Doce qué?aDolFo: Doce meses, hace un año que la secuestraron.beto: La secuestramos, ¿ya ves qué sí te acuerdas?aDolFo: Yo no estaba en esa operación.beto: ¿Yo dónde estaba entonces?aDolFo: Yo sé dónde estaba yo, ¿qué voy a saber dónde chingados

estabas tú?beto: Pero si hace dos años que somos pareja.aDolFo: ¿Y eso qué? No nacimos pegados.beto: No me digas, ¿tenías un treinta y seis?aDolFo: Ya te dije que fui a Morelos con Godínez. Por lo del Mos-

cas.beto: Algo se traen ustedes, me quieren cargar a mí, ¿verdad? No

es posible que no te acuerdes, no es posible que de la noche a la mañana se te haya borrado el casete.

aDolFo: Estás loco. Deberías hablar y pedir tu descanso. Necesitas un treinta y dos.

beto: ¿No te acuerdas de la señorita?aDolFo: Sí me acuerdo de ella, pero no por eso voy a aceptar que

yo estaba contigo. Me confundiste. Andabas bien cruzado, aluci-naste. Te hace mal el alcohol, por eso te digo que ya no tomes.

beto: Tomo igual que tú, no mames.

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aDolFo: Sí, pero a ti sí te hace mal.beto: No lo hagas, no le des vueltas, no hagas eso.aDolFo: Estás frito de tan pendejo que te pones.beto: No lo hagas y ya, es todo. Me saca de quicio el pinche ruidito,

el rechinido característico, la combinación del aire con el ruido que toca mis tímpanos, hace que la vibración del sonido que vuela se meta en mi cabeza y me pone a oír de más. ¿Entiendes? Me pone a oír de más.

aDolFo: Pues tápate los oídos, cabrón… suena la cafetera. beto: Cuadro IV. Beto apaga la cafetera de golpe.aDolFo: Pide tus vacaciones. Vete a Catemaco, si quieres ven con-

migo, a Carmen le caes muy bien. Puedes ser nuestro chofer ya ves que te encanta andar de chofirete.

beto: Por cierto, tú conducías el carro gris en la calle gris en ese día gris. En la radio anunciaron el descubrimiento de lo imposible.

aDolFo: El día de lo imposible fue después, un año después en el Metro Balderas. No mames, traes el reloj bien movido. En el Metro Balderas fue donde el cabrón vio lo que nadie había visto y que nadie podía ver según él.

beto: Tú le cortaste el dedo éste, con el que se señala.aDolFo: Ese dedo no fue.beto: ¿Ves, ves, ves?aDolFo: En toda mi pinche carrera nunca he tenido, ni siquiera

imaginado, un dedo con uñas pintadas en mi mano.beto: ¿Ella tenía uñas pintadas?aDolFo: ¿Era mujer, no?beto: Era deportista.aDolFo: Pero también mujer.beto: Ahí ta’, ves que sí estabas. No te hagas pendejo.aDolFo: Todo el mundo se enteró, salió en la tele.beto: ¿Salió en la tele que ella se pintaba las uñas?aDolFo: No mames.beto: Te haces pendejo hijo de la chingada.aDolFo: Y tú estás loco, puto de mierda.beto: Eres culero.

aDolFo: Tú tienes caca en la cabeza.beto: Si no aceptas que tú y yo, andando en la maña los dos, ma-

tamos a la niña yendo al Ajusco ese día de febrero allá en los Cipreses, te voy mandar a la verga.

aDolFo: ¿Qué dices? ¿Qué tú y yo la matamos dijiste? No mames, cabrón, pinche loco desquiciado, ¿la mataron?

beto: La matamos, los dos: tú y yo. Tú te quedaste con el vestido rojo.

aDolFo: ¡No mames, cabrón! Yo no mate a nadie. Hace años que no he tocado a nadie.

beto: Como no pagaron el rescate, te encabronaste y ya. El vestido rojo… te quedaste con él.

aDolFo: Hace años que no he matado a nadie. ¿No entiendes, ca-brón?

beto: Se te pasó la mano.aDolFo: ¿A mí se me pasó la mano?beto: A los dos, pues.aDolFo: No me embarres, puto.beto: No finjas, que me caga.aDolFo: Y tú no actúes. beto: El que está actuando es otro.aDolFo: Parece que representas algo.beto: Y tú, ponle más crema a tus tacos, échale ganas a tu parla-

mento.aDolFo: Actuar es fácil, lo cabrón es que te crean. beto: Ya conozco tus resortes emocionales y no te vas a ir por la

libre. Esta vez no.aDolFo: ¿Me quieren colgar del asunto, verdad? ¿Qué hicieron con

ella?beto: Tú te quedaste con ella, tú dímelo.aDolFo: Suena el timbre de la puerta, se abre la puerta y no entra

nadie.

Silencio.

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aDolFo: Algo se traen tú y el comandante, me quieren cargar el muertito, pero se van a chingar, se van a chingar, conmigo se van a topar con pared.

beto: Espérate, ¿no viste?aDolFo: No cambies la plática. Yo no la mate y no me quieras chin-

gar que primero me los chingo yo, se me hace una chingade-ra de cabrones, ahora resulta que yo fui, están muy pendejos. Si piensan culparme será mejor que se busquen otro pendejo porque yo no soy un pinche gato encerrado y no soy ningún chivo cruzado con león…

beto. ¿No viste?aDolFo: ¿Qué? No me cambies el tema.beto: El número.aDolFo: No te hagas, ¿Cómo la mataron? beto: El número, ¿no lo viste?aDolFo: No vi ni madres, ¿cuál número?beto: El número del elevador.aDolFo: ¿Qué tiene el pinche número?beto: Se prendió el número trece.aDolFo: ¿Y eso qué?beto: Que aquí no hay número trece.aDolFo: Oscuro.

viñeta

carmen (al público): Yo me llamo Carmen y a mí me gusta la naran-ja dulce y el limón partido (silencio). Ustedes van a ver: Carmen de todas las Carmen. Cuadro Único (silencio). Para partirle su pinche culera reputísima madre me voy a poner ese vestido, el que me queda justito, ese que me regaló un día de calor, un día que llegó como alma que lleva el diablo del Ajusco, con los ojos vidriosos luego de tres meses que no lo vi. Me voy a poner ese vestido, le digo a mi hermana (a su hermana): y te apuesto una contra mil que a ese cabrón hijo de puta se le cae la boca hasta el piso de la sorpresa cuando me vea con el vestido (al público):

el vestido rojo, el vestido nuestro, el vestido del sueño imposi-ble, el vestido que me regaló ese día llegando del Serengueti. El vestido que nunca supe de dónde sacó, pero que me lo trajo el cabrón metido en una bolsa del súper. El vestido rojo que me regaló el mismo día de su boda. Mi hermana se ríe de mí, por-que se acuerda muy bien que el cabrón se puso ese día muy cariñoso, muy acaramelado, muy tiernecito conmigo, me dio todo el día para mis chicles una tras otra, de distintas formas hasta que dejé de contar cuantas veces fueron (a su hermana). Ya le voy a ver la cara a ese cabrón, me voy poner ese vestido y se le van a caer los calzones (al público). Como se me cayeron a mí en la escalera, ese mismísimo día, luego de invitarme a su mismísima boda como se invita a una amiga, compañera de tra-bajo o familiar, como se invita a una nada de nada. ¿Te acuerdas?, le digo a mi hermana, ¿te acuerdas que llegó ese día del Seren-gueti? Que es un lugar metido en el centro de la tierra, donde seguramente vive el diablo, ¿te acuerdas que llegó ese día muy querendoncito, luego de tres meses en los que no supe nada de él? (al público) Y no es de extrañar, el cabrón se pierde un día y otro también. Gajes del oficio, me dice y se va. Ya nomás me dice eso y ya sé que no va regresar en días y semanas enteras (a la hermana). Pero ya lo veré está tarde con su cara de espan-to al hijo de la chingada, cuando me presente con el vestido rojo que me regaló el día que fuimos a su boda, allá en Plateros, con Carmen su esposa (al público). Su esposa se llama Carmen como yo. “Todas mis viejas se llaman Carmen, menos una”, dice el ojete (a la hermana). Y se acordará cuando cogimos ese día en la escalera, atrás del descanso, justo antes de que el muy cí-nico se plantara frente al juez, para depositar su juramento y repetir que amaba a su futura esposa (al público). Y se va acor-dar que ese mismo día que juraba honrarla, respetarla, prote-gerla en la salud y en la enfermedad, en la felicidad, en la desgra-cia, en el bien y en el mal, cogimos con tanto amor que hasta me quedé con pellejos de su espalda. ¡Qué puto, me cae! (a su hermana). Ese día, hermana, ese mismo día que te hablé lloran-

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do, ese cabrón y yo cogimos en la escalera de departamentos blancos pintados con pintura blanca de las que te marcan las espalda y las nachas (al público). Ese mismo día, antes de que llegara el juez para comprometerlo y él diera el sí a su vieja, que también se llama Carmen como yo, pero que según él, ella es la catedral, la oficial, la que le lava y plancha y yo sólo soy la más bella de sus capillas, ese día, cogimos en la escalera de pie, con los chamorros gorditos y las puntitas levantadas apenas rozan-do el piso, y cogimos en las escaleras con el pantalón del smo-king a media rodilla, y cogimos en las escaleras, de perrito, de bolsita y de cajita de sodas, y cogimos en la escalera del edificio de Plateros, el mismo día de su boda, mientras Carmen, mi to-caya, le daba vuelta a la página donde el cabrón pondría la firma, la poderosa, como le dice (a su hermana). Carmen mi tocaya y mi colega, es un amor. Una linda. Una perra buena y querendo-na. Yo la estimo porque no me ciego y porque sé que ella no tiene la culpa (al público). Y también porque por ese hombre vale la pena una firma. Cuando ese hombre mira, cuando ese hombre toca o cuando ese hombre quiere hacerte sentir bien, lo logra, claro que lo logra y no hay otro que se le compare. Me encanta su mirada y el tono de su voz y la forma en que sus bigotes mueven mi piel de blanca a chinita, y me encanta su corazón de niño cuando quiere ser tuyo, y tierno como raton-cito cuando quiere ser dulce, y él… una cosa que me provoca y me pone como adolescente mordiendo las trencitas, él es un hombre que llora por una mujer, y en los tiempos que corren una lágrima es una piedra preciosa. Porque ese hombre es un corderito con aspecto de león. Duro por fuera blando por den-tro. Me arropa, me protege, me consiente, me trata como a una mujer. Y no sólo hablo de esas cosas que a la mayoría de las mujeres les gusta. Porque él no me abre la puerta, no me pone la silla si vamos a comer, no me trae flores nunca, no, ese hom-bre no hace eso, pero cuando yo he necesitado un abrazo, un hombro de un hombre, un suspiro compartido, un silencio compartido, una fiera que muera por mí… está ese hombre ahí,

en la puerta de pie, frente a mí, rascando su cabeza, ladeando la mirada sin quitarla de la mía y entonces me abre el alma con sus ojos de miel, con sus manos como tenazas, me toca y me hace chiquita chiquita, y me vuelve loca de amor, con sus manos y con las venas de su sien y de su frente y de sus brazos, porque no hay cosa más sexual para mí que las venas de un hombre, como cables, metidas en la carne, saltonas saltonas… ay, esas venas saltonas me ponen muy caliente y me ponen muy ridícu-la con sus detalles... un hombre como ése, siempre tiene deta-lles… como ese día, el pobre perrito santo, hijito de mi vida, que me llegó con el vestido en una bolsa de plástico. Mi don es un Don y tiene un don. Ese que Dios le regaló (a su hermana). Y cogimos antes de entrar con el juez y luego de la escalera, nos metimos a un departamento solo, me acuerdo, y cogimos en ese depa abandonado que hasta el vestido rojo que me llevó esa mañana del Serengueti me quedó luego del arrimón, arriba de la espalda y los calzones en el piso. “Así te veo el ombligo, mamacita”. “¿Te gusta mi ombligo, te gusta, perrito?”. “Gua gua guau. Me encanta”. Pero sabes, hermana, más le va a gustar esta tarde que me vea con el vestido puesto. Se va a quedar sin cal-zones, el puto (al público). Mi hermana, nomás me oye y se es-panta de mis desfiguros y se escandaliza de mis ocurrencias y de mis mentadas de madre, pero de lo que más se asusta es de mí, de mi cuerpo que ya no es el mismo (a su hermana). No me mires con cara de conmiseración, hermana, no me mires como me miras cuando tienes ganas de reírte, no te carcajees, mija, que no estoy para aguantar, que orita ando como agua para chocolate de tristeza y resentimiento (al público). Ella se queda con el ojo fijo en mi barriga, con el ojo fijo en mis piernas y en todita yo, pues nunca calculé, nunca contemplé que el pinche vestido rojo luego de un año y medio ya no me iba a entrar igual que aquel día de su boda, en las escaleras (a su hermana). Pero no me importa, con calzador me lo meto y de todos mo-dos me voy a divertir cuando descubra la cara del miserable cabrón hijo de cabra, cuando me vea con el vestido rojo metido

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aunque sea con calzador (al público). Si como sirenita le gusté, ahora como tlacoyo sólo espero que le den ganas de vomitar (a la hermana). Aquí lo que importa es el símbolo y este vestido rojo es el símbolo claro de lo que fui. Sabes, hermana, yo creo que en una prenda cabe todo el significado universal, en un trapo todo lo que se dijo y todo lo que se hizo, en un trapo todo lo que fuimos todo lo que ocultamos todo lo que guarda-mos sin decir nada (al público). En este trapo todo lo que se guarda uno dentro y se queda dentro como un misterio, como un secreto sagrado, como un pedacito de eternidad, como eso que no sabemos cómo pasa, pero sí pasa, aunque no tenga ex-plicación porque parece cosa del infierno (a la hermana). En un vestido rojo, la sangre en la venas, en un vestido rojo, los celos, en un vestido chiquito y rojo, las ganas de coger guardadas y la rabia y las ganas de cortarle los huevos al cabrón por mentiro-so, en un vestido rojo, hermana, puede estar el secreto de sus dedos, de su lengua y de su mirada. ¡Y vete a chingar a tu madre, cabrón! ¡Espero que tú, puto, traidor, culero, alimaña y sin ma-dre, te cagues cuando, me veas hoy, otra vez los labios rojos, el pelo rojo, las medias rojas, los cachetes rojos y el mundo rojo, como aquel día de tu boda! (a la hermana). “Cuando salimos de ahí ya se había visto todo”, me dijo un mes después de su boda con Carmen, con un descaro que me asustó, porque en lo cíni-co nadie le gana (al público). Y ese día fue clave para empezar a guardar este rencor, que se enreda con este amor, porque tam-bién lo quiero, también lo veo como a un dios, también lo nece-sito. Una mujer como yo, con estas ganas y con este fuego es imposible que lo niegue. Y mi hermana se queda boca abierta cuando le digo que yo que no soy rencorosa ni con mi padre que me violó de niña, bueno, eso no es cierto, pero también lo digo, para cargarle a ése más culpas y más rencor, porque yo quiero que sienta culpa eterna y se le meta el veneno de la culpa en la sangre. “Pero nunca lo dejé”. Le digo a mi hermana, y casi se echa a llorar, porque ay mi hermana es una ternurita. Y nunca lo dejé, porque el día de su boda me dijo con esa sonrisa

que encanta a las más duras, que no le guardara rencor, que se casaba con ella solamente porque conmigo no podía casarse, porque no podía casarse con una puta. “¿Y usted, Carmen Fa-rías de Montelongo, acepta a este hijo de la chingada de espo-so?”, dijo el Juez. Y ella, hermana, le dijo que sí, y nunca pregun-taron si alguien tenía impedimento para esa boda y me quedé callada y desde entonces he estado bien calladita (al público). Y mi hermana se ríe y me dice que callada, callada, nunca me he quedado. Y me acuerdo que sí, que tiene razón mi hermana, porque ese día le dije: “Yo soy Carmen de todas las Carmen y ay de ti si me confundes y ay, de ti, si un día te despiertas dicien-do el Carmen que no se refiere a mí, sino a ella, y te descubro nombrando a esa Carmen, cuidado que yo soy Carmen de to-das las Carmen, cabrón culero, y cuidado, que ese día que te equivoques de Carmen, te mato. Y es que a veces siento que no soy yo, que alguien me dicta esto que digo y esto que pienso, a veces tengo la sensación que mis palabras están escritas por un desconocido y a veces creo que no existo y que sólo soy un enigma, un misterio que no se resuelve, a veces pienso que no soy carne, que no soy sangre, que no soy persona, a veces pien-so que tengo la vida prestada”. Y si lo mato, le digo a mi herma-na, me pinto los labios de rojo y voy y lo mato, y entonces mi hermana se ríe más porque sabe que seguiré hablando de él por mucho tiempo, y mejor se sienta para escucharme esto que ya llevo seis meses diciendo que le voy a decir un día (silencio largo). Es Coyoacán, un barrio típico, todos los sabemos. Sus casas nos invitan a entrar, si llegas por la Conchita te dan ganas de comer y si llegas por Miguel Ángel, te sientes transportada. Sus casas son de piedra, como todos lo saben, esas casas son del año de la tostada. Ahí vive la crema y nada de los que leen, los que se dicen cultos y de buen lenguaje, también viven ahí dos que tres pachecos de la burbuja sesentera. Mi hermana se queda callada porque no entiende mi cápsula cultural, pero tie-ne que aguantarse, como se tienen que aguantar ustedes, por-que ya merito les digo a qué se debe mi desvarío (silencio). En

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Coyoacán los domingos el bullicio sabe a helado, a elotes con crema, y a quesadillas, las más caras de la capital, pero las más sabrosas, las de rajas y las de papa están para el libro de los records. En Coyoacán se puede caminar los domingos como si caminaras cerca del paraíso, con tu vestido rojo y tus zapatos rojos y tus labios rojos. En Coyoacán se puede caminar como camino ahora. Él no me ha visto y todos sí me han visto, hasta Juancho el de los periódicos me dice cosas que me ponen roja y me hacen meter la barriga un poco, y aguantarme más la res-piración. Y camino sin pelar al viejo rabo verde; segura, lista para encontrar a mí hombre, levantando la pechuga para demostrar el poder de la carne, la salud de espíritu, la sincera complexión. “Carmencita date una vueltita”, dice el ruco ya sin aire y no le contesto para no quitarme la ilusión y el buen sabor de boca. Y camino cruzando el parque dándole vuelo a mi falda roja de vestido rojo, y entonces lo descubro. Está ahí parado a media plaza, viendo una paloma volar, y no entiendo por qué le gusta eso. Me acerco a él y me pego a su cuello, a mi hermana esta recreación del momento le hace más risa, y me pongo así pega-da a su cuello y entonces le puedo oler el pescuezo y le digo a mi hermana que me arrepiento de lo que iba a decir y me quie-ro ir. Pero ella me devuelve, me repite con gestos que me de-vuelva y que siga. Y entonces me acerco más a él y huelo su olor, el que me vuelve loca y le digo con ternura, con infinita ternu-ra… “¡Puto!” “¡Carmen! ¡Carmen de todas las Carmen!!”, me dice, “¿por qué esa cara?” Y baja la mirada para no verme y luego la levanta y yo pongo mi cara de ya no entiendo porque me ves así. “No pongas cara de que no entiendo”, me dice él “¿Y?”. Contesto. “No sé, ¿te acuerdas?”. “Sí que me acuerdo”. Le digo y se pone triste, al fin veo que se pone triste. “Es el vestido rojo de la boda, bueno un poco relleno, ya pasó más de un año de aquello”, se pone más triste. “Yo traía otro saco, un smo-king”, me dice. Y me pongo más coqueta y me pongo más altiva y me pongo más fregona y le digo: “este vestido rodó por el piso aquel día en casa de Carmen tu esposa. ¿Cómo está Car-

men tu esposa?”. El tiempo, le digo a mi hermana, se hace de chicle y huele a pendejos. Sin hablar caminamos, llegamos a los baños donde cada domingo desde hace una año y medio, dos días después de su boda, nos metemos a coger. Entramos al vapor y el ruido nos deja sordos. Nos metemos al vapor, her-mana, y siento que me ahogo pero me gusta la presión. Se acer-ca y le pido: “Quítate la ropa ya”. Me mira un rato largo y se echa a llorar porque recuerda y recuerdo, y nuestras miradas se quedan viendo para recordar juntos que el día de su boda, en la escalera, cuando recogí el vestido rojo que me regaló, ese día que llegó del Serengueti, le dije que se fijara muy bien, que guardara muy bien en su cabeza esa imagen porque cuando me volviera a ver con ese vestido puesto, iba a ser, para no volver-me a ver nunca más.

Ella se pinta de rojo los labios mientras llega el oscuro.

viñeta

EL ASESINO DEL METRO BALDERAS

cuaDro i

aDolFo (al público): Estamos en un cuarto de Interrogatorios co-mún. Yo me llamo Adolfo Mata y él se llama Felipe. Está de es-paldas y no podemos verlo.

FeliPe: Ya dijo mi nombre este poli. Me llamo Felipe. Y éste es el día del imposible. Estoy de espaldas y no pueden verme.

cuaDro ii

aDolFo (al público): 5.16 p.m. Recibo un 26. Clave digital que quiere decir “rapidez”. Entro al Metro y escucho gritos, caras de pavor. Parece que va en serio, le murmuro a Beto, mí pareja, que se queda afuera no sé si por miedo o precaución. Bajo las esca-

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leras y veo gotas de sangre regadas. Ya en el andén veo a este hombre robusto y de pelo negro, armado y en cuclillas que me mira con rabia. A un lado de él un PBI (Policía Bancaria e Indus-trial) en un charco de sangre.

FeliPe: Porque con la sangre de los corderos se cultiva el cielo.aDolFo: Me dispara y no da en el blanco y observo que llena su pis-

tola. “Policía Judicial, suelta tu arma”. No hay respuesta. Camino con mi Pietro Beretta 9 mm dirigida a su cabeza. De pronto todo se hace más visible, hasta el aire, en el túnel oscuro de luz veo que todo se multiplica. Los brazos, las caras, los pares de ojos de todos los colores, adentro del vagón, decenas de pasa-jeros se tiran y sacan sus cabezas como si fueran niños jugando al gato y al ratón, al lobo. El vagón está atiborrado y le sirven a este hombre como escudo.

FeliPe: Con pequeños fragmentos de vida, con la costilla de él se creó la vida de la tierra y entonces todo se pobló en ella y todo se empezó a mover.

aDolFo: Levantó la pistola y en ese segundo pude ver toda mi vida, desde el día que entré al cuerpo de policía como auxiliar, siendo un muchacho. Dedicado siempre, entregado toda la vida a mi deber, comprometido con mi labor. Y vi toda mi vida como un relámpago, como una ráfaga de metralla, y me vi estudiando, sudando la gota gorda, cantando para poder seguir la Academia y pude ver hasta ese día, el más feliz de mi vida, en el que recibí por fin mi arma y mi placa y mi permiso para portar justicia.

FeliPe: Y encontró en el Alfa la verdad y encontró en el Omega la razón y todo se movió y entonces el cordero me vio y levantó su arma junto a la mía, que es la arma que tiene la razón y pude ver sus ojos de cordero temeroso y pude ver sus ojos de ani-mal sufriente y decidido a ir por mí.

aDolFo: Porque soy bueno, porque soy un policía bueno. De los que no encuentran nunca un abrazo, un saludo, por parte de la ciudadanía.

FeliPe: Y lo vi y me vio.aDolFo: Y me viste y te vi.

FeliPe: Y me viste y lo sentí venirse como un edificio sobre mí y tuve miedo.

aDolFo: Y me adelanté para lanzarme sobre ti que pesas como treinta kilos más que yo y te arrebaté el arma.

FeliPe: Y me quitaste el arpa y me dejaste sin música.aDolFo: Y quince segundos después unos quince hombres arma-

dos, camaradas de la misma zona, salieron de los pasillos.FeliPe: Y un mar me rodea y me ahoga y me mete en cintura. aDolFo: Te inmovilizo y te ajusto del centro, tomado el cinturón,

apretado el pantalón desde abajo, te dejo sin movimiento con los huevos tuyos en mi puño y con los huevos míos en la gar-ganta porque tengo miedo y veo la sangre correr del hombre muerto sobre el pasillo y descubro la lámpara de emergencia del Metro Balderas encenderse y apagarse y veo, todavía alcan-zo a ver, que la gente corre por su vida como ratones alrededor de la trampa y veo que nada les importa y no les importa que yo esté aquí, agarrándote de abajo con la izquierda y de arriba con la derecha presionando tu cuello y muriendo de miedo, de terror, cuál miedo, es terror, porque soy un policía bueno, porque soy un policía bueno y lloro porque nadie lo sabe, por-que nadie me entiende, porque a mí sí que nadie me entiende ¡chingada madre!

FeliPe: Si te vi antes de caer y de poner mi cara en el piso con mis brazos trenzados atrás, te vi a los ojos y entendí que somos iguales.

aDolFo: Y te miro ahora sí adentro de ti. Y desde que te miro me doy cuenta que no eres de aquí.

cuaDro iii

aDolFo (al público): “Ahorita quiero que entrevistes a mi esposa” y entonces se quedó mirando a la secretaria del comandante que trae los labios rojos y que me aclara con una risita fingida: “no le creas, está jugando contigo, se siente el elegido”. Cor-dial, el comandante --también los policías somos amables-- me

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hace entrar a su oficina. Su espacio de trabajo es muy chiquito, apenas entran tres sillas y su escritorio, encima un celular, un nextel, dos radios, un dispositivo de banda ancha, un walkie tolkie y un móvil Android --los policías sí estamos comunica-dos--. Antes de hablar coloca su placa, la 4487, sobre la mesa enfrente de mí y me interroga. Me convierto en el interrogado. ¿Por qué? Yo soy el policía bueno, yo lo agarré, y expuse mi vida, yo lo tomé a él antes de que volviera el Balderas un lago de sangre. Y me pregunta: “¿Por qué si estaba cargada su pistola no salió ninguna de las balas que iban dirigidas a usted? ¿No se le hace raro?”. No sé, mi comandante, él no conoce de armas, se le acabó la carga y abasteció… --es el término que quiere decir que la llenó, los policías mexicanos también sabemos términos técnicos--, abasteció el arma en el sentido de las manecillas. Puso sólo tres tiros y dejó tres espacios libres. Accionó tres veces la pistola donde no había balas y por eso estoy ahora platicando con usted, mi comandante. “¿Tuvo miedo?”, me pre-gunta el comandante --y me parece una pendejada, también los policías pensamos que a veces nuestros jefes y funcionarios son unos pendejos--. “¿Y tuvo miedo?”, repitió. “No. Yo tenía la adrenalina puesta en la carne y “tengo que estar en mis cinco sentidos”. “¿Por qué no corrió?”. “¿Yo?”. “Sí usted, ¿a quién más tengo enfrente?”. “Porque iba por él. Si me disparaba y moría, mis compañeros de atrás iban a caer sobre él. Ponía en riesgo mi vida para salvar a no sé cuantos más ciudadanos” --también los policías arriesgamos la vida--. “Entonces cuando me realiza los tres disparos, ni me agacho, ni me retiro. Entonces…”. Y el comandante me interrumpe y me dice que espere que también quiere oírlo a él. Y lo traen bien golpeado, con los ojos papu-jados de sangre, con los labios casi pegados --pues sí, para qué negarlo, también la policía mexicana usa un poco de fuerza para investigar-- y le pregunta el comandante: ¿por qué no le pegó un tiro, porque no disparó usted, si ya había matado a dos, porque a este cabrón, le perdonó la vida?

FeliPe: No fui yo.

aDolFo: El comandante pregunta quién fue pues. Y Felipe contesta que fue el día. “¿Cómo el día?”

FeliPe: Sí, el día en que se pudo ver lo imposible.

Oscuro.

cuaDro iv

aDolFo: Y dices sin ninguna culpa en tu cara: “Los maté porque querían reprimir mi mensaje”. Tu mensaje era advertir del en-gaño, recordar el error, la maldita equivocación que hacemos todos en este país cuando creemos que nadie nos mira, que nadie nos toca, que nadie está al tanto, y te pones rojo cuando dices esto y me recuerdas la foto tuya sacando la cabeza del vagón con los ojos dilatados, como si estuvieras ardido de coca. Y te sigues y dices que ahora no tenemos miedo, ni tenemos rienda porque hemos descubierto por fin que estamos solos. Te pregunto de dónde eres. “De Tapona”. Te pregunto a qué te dedicas. “Al rebaño”. Te pregunto que si vives solo. Y guar-das silencio y luego dices que no, que ya no estás solo. Y que no tienes temor. Porque eres un cordero regresando al redil y porque el día se acerca. Me volteas a ver y me sonríes. Me pre-guntas por mi Carmen, de sopetón, de la nada, como si supieras, me preguntas por mi Carmen. Y entonces me pasa eso que, la mera verdad, les juro a ustedes, nunca me había pasado en la vida, me pasa que te veo, así gordo como eres, grande como estás, con tus facciones toscas, te veo con el vestido rojo de mi Carmen puesto.

cuaDro v

aDolFo: Habla. Canta ya.FeliPe: No tengo el permiso de arriba.aDolFo: Yo te doy permiso, tengo pistola.FeliPe: ¿Para qué? No me vas a creer.

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aDolFo: Dime a quién sirves.FeliPe: A… uno.aDolFo: ¿Lo conozco?, ¿lo conoces tú?, ¿lo conocen estos que nos

oyen ahora?FeliPe: Todos lo conocemos pero no lo queremos aceptar. Por eso

es que sufre.aDolFo: ¿Cómo es?FeliPe: Es como tú y es como yo.aDolFo: ¿Es negro, es blanco, bajo alto gordo, flaco, amarillo, pelo

chino?FeliPe: Es todo eso y no es nada de eso.aDolFo: No me hables en clave.FeliPe: Tú lo viste, ese día lo viste igual que yo.aDolFo: Yo nomás vi que tú disparabas. ¿Por qué lo hiciste?FeliPe: Antes de que lo hiciera el otro.aDolFo: ¿Cuál otro?FeliPe: El que no vino ese día, pero va a venir antes de que baje el

telón.

cuaDro vi

Adolfo se acerca al frente, atrás, el otro vestido de rojo se pinta los labios rojos.

aDolFo: Y esto no acaba, esto sigue, esto, como dicen en las pelícu-las gringas que son el motor del mundo, continuará…

viñeta

EL MENSAJERO

Antes, durante y después de la representación el mensajero habla con el públi-co confundido con uno de ellos.

IEl mensajero es un héroe porque no existe o por lo menos vive di-

simulado en el mundo. No es un profesor, no enseña nada, sólo habla porque quiere que sus palabras sean escuchadas. El men-sajero no sufre, por eso no se quiere ver más que los demás. No busca impresionar a nadie, como aquel que va buscando la luz teniendo la llama. El mensajero no es adivino, no sabe curar, no busca cambiar al mundo, el mensajero sólo quiere decir pa-labras en un oído. El mensajero tiene todo en su cabeza y tiene todo para dar sin pedir nada a cambio.

IIHermenéutica es la ciencia de interpretar correctamente la vida

usando el método gramático-histórico, tomando en cuenta el impacto directo del contexto en el cual se dio la Palabra de Dios. “Yo soy un mensajero es decir traigo una palabra entre mis alas”…

IIILa parábola emplea palabras en su sentido literal y su narración

nunca traspasa los límites de lo que podría ser un hecho real. La alegoría continuamente emplea palabras en sentido metafórico y su narración, por muy supositiva que sea, es manifiestamente, ficticia. “Yo no sé si estas cosas pasan sólo en mi cabeza”…

IVEl lenguaje del Señor al definir su alegoría y extender sus imágenes

es, en algunos puntos, enigmático. No quiso hacer las cosas de-masiado claras para los que, como los fariseos, pretendían ver y saber mucho y emplea las palabras fuertes que parecen ser adrede oscuras: “Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores” .

VEstos fariseos vinieron como maestros y guías del pueblo y con

una conducta tal como la de arrojar al que había nacido ciego se colocaron frente a la verdadera puerta, delante de ella, ce-

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rrando el reino de los cielos a los hombres, no entrando ellos a él ni permitiendo qué otros entraran por esa puerta. “Siempre pienso que esto no lo digo yo sino que alguien me lo dicta”.

VIDebe considerarse al profeta, especialmente como portador de un

mensaje divino y que obra como portavoz del Todopoderoso. “Yo solo soy una voz, pero hay muchas”.

VIILas palabras que habló fueron pocas pero eran palabras que pare-

cían surgir de las cavernas del trueno y que más parecían de-cretos procedentes de la presencia del Eterno. “No sé ustedes, pero yo nací aquí, yo vivo aquí y muy seguramente aquí voy a morir”.

VIIILos profetas estaban impulsados por el Espíritu Divino y se eleva-

ban sobre el temor al hombre. Y, sin embargo, nunca perdían la conciencia propia como seres humanos, y las verdades divinas que se les comunicaban para que las transmitieran a los hom-bres tomaban forma de acuerdo con las cualidades mentales y psicológicas de cada profeta individual. “Yo no soy un profeta, es más, yo no sé lo que soy”…

IXEn la construcción de todo gran edificio los trozos parciales que se

van formando, pueden parecer desagradables en su aspecto y ofensivos al buen gusto, pero cuando se ven a la luz del edificio terminado, se ve que son partes esenciales al sostén y elegancia del conjunto.

Panfleto escénico, inspirado en la experiencia citadina de algunos de los actores de la compañía Carretera 45.

Personajes Posibles

un joven acomoDaDor: da las llamadas, acomoda a la gente, les pide el boleto, da las indicaciones, si las hay; también pone la música de la obra. Manipula una consola durante toda la función. Im-provisa ritmos y sonidos, crea la banda sonora que acompaña la función: una música incomprensible, pero no estridente. Es un sonido que acompaña, no que opaca o mata el desarrollo de los actores. Trae unos audífonos y un micrófono por el que habla a veces. En momentos separa el micrófono de su boca para hablar, sobre todo si se dirige a una persona en particular. No ha podido continuar sus estudios de actuación. Llegó de Michoacán y está enamorado de su mamá. El actor tendrá que mantener su identidad como boletero, acomodador. Durante toda la función es un joven de nombre cHristian.

isabel: una puta madura. Tiene trabajo y es muy solicitada. Trabaja en un solo hotel y tiene clientes fijos. Vino ese día porque quie-re decirle algo muy importante al viejo que ha estado siguiendo. Le guarda un cariño maternal. Algunos viejos son sus clientes de planta. El viejo llegado de Jalisco sabe de ella, pues ha contrata-do sus servicios. Sin embargo, no la recuerda. Ella practica, y es

Historias comunes de anónimos viajantes

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maestra, en el arte de la felación, ha recorrido México entero experimentando ese viejo arte. Esta puta es representada por norma, la actriz que escribe poemas para sus amigos. Ella su-fre migraña, ahora no la padece, pero la recuerda. Norma sabe que Isabel viene en busca del viejo, y que a través de ella lo va a contactar de nuevo. Norma ama profundamente a su padre.

Un actor que trabaja en la ciudad llegado de Jalisco hace muchí-simos años. Guarda una lejana elegancia, por eso su traje está tallado, un poco fuera de época. Tiene los zapatos bien limpios, brillantes y es obsesivo en su limpieza, en cuanto toma asiento saca un pañuelo y disimuladamente lustra sus zapatos. Tiene en su cara muchos más años de los que realmente ha vivido. Cree reconocer a una antigua amante en Norma, a quien reconoce como Isabel: una puta que años atrás conoció en Tlalpan. Este hombre es un viejo joven de nombre juan.

Un travestiDo. Se llama roberto, pero vestido de mujer se hace llamar La mujer biónica. Es un hombre travesti que quiere ser ac-triz. El travesti está enojado, está muy enojado con la vida, pero Roberto lo trata de calmar. Roberto no deja que a La mujer biónica le salte la rabia, el coraje y la indignación por la vida. El travesti no soporta el resentimiento, aunque trata de sonreír. Todo lo que dice es para herir. Es muy sincero, aunque le provo-can culpa las palabras que salen de su boca. Estas palabras son cuchillos que buscan dañar al otro, pero que como búmeran se regresan a él. Por eso tiene miedo de hablar, pero las palabras soeces, ofensivas e hirientes se le escapan del cuerpo, de la voz, apremiando su dolor, haciéndolo sentirse más miserable. Este rencor lo ahoga, no lo deja respirar y por eso trae un in-halador para asmáticos; pero él no tiene asma, tiene rencor. Se sabe talentoso, por eso para agradar a la gente canta canciones viejitas que saben a tierra, que recuerdan la milpa, la provincia. Va pasando por ahí y se queda para actuar en la obra como la mujer biónica.

Un burócrata. Clasemediero de poca estima, mediocre y sin voz. Un don nadie, un sin nombre, un muerto en vida. ¿En qué tra-

baja, de qué trabaja, para qué trabaja, en dónde está, para dónde va ese día, de dónde viene, a quién quiere, por quién vive, por qué entra ese día a esa obra de teatro, a esa función? Él no lo sabe, nunca lo sabrá, no lo preguntará, este personaje nunca preguntará nada, no necesita ni quiere ni puede preguntar nada. Se acaba de robar un radio de las oficinas del Instituto Nacional de Bellas Artes en San Antonio Abad, quiere venderlo al joven acomodador. Se llama gustavo y vive solo, es un burócrata in-significante. Pasa su vida en la rutina, intrascendente y medio-cre. Ese día es otro día más, pues vive un día a la vez. Quizá entra al camión porque no tiene otra cosa más qué hacer, no tiene futuro y no espera nada de la vida.

antes Del comienzo…

Los actores se mezclan con los espectadores. Cada actor llega de su casa directo a la función; no calienta, no hace ejercicio, no se maquilla en el teatro, no se disfraza, llega de casa listo para la obra, no sé prepara. Los actores llegan como espectadores, compran su boleto y se forman, si se da el caso, si les nace o si es necesario, platican con los demás espectadores que han lle-gado a la función. Todo esto con completa naturalidad, evitando en todo momento fingir o asumir situaciones forzadas o ac-tuadas. Entran al teatro-camión-escenario junto con los demás espectadores. Si un actor no tiene participación dentro de la ficción continuará como espectador hasta que le toque su par-te o hasta que se acabe la función. Hay música incomprensible. Ya cuando han entrado al camión y están tomando sus lugares, Christian ayuda en el acomodo de los espectadores. Pide los boletos, conduce a la gente a sus lugares.

boletero: ¿Ya tiene su boleto? (según la respuesta puede continuar la plática que interrumpe para seguir con su trabajo de acomodador. A los espectadores): en esta obra sí se permite usar celulares.

el Hombre (a un espectador): Oiga, perdón, ¿nos conocemos, ¿cómo que tengo la idea de que ya lo vi antes?

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Christian sube por la parte de atrás.

boletero: Guarden su boleto hasta el final. Se los vamos a pedir después.

juan: Aquí está mi boleto. cHristian: ¿Tú por qué tienes boleto?

Le quita el boleto y baja del camión.

el Hombre (a Norma): Oiga, disculpe… ¿usted ya había venido antes, verdad? A veces me confundo, pero por lo general una cara no se me olvida y usted me recuerda a alguien. A una mujer que…

isabel: Nunca te he visto. Con permiso (a Christian): ¿Se sienta uno donde sea?

boletero: Ocupen por favor todo los lugares. Nomás pegaditos.juan: Tengo los minutos contados, muchacho.cHristian: Pues ya dijiste el primer parlamento, ya síguele.

Baja del camión.

PRIMERA PARTE

i. el Hombre

el Hombre (a todos los espectadores): En un viaje espera uno ver algo que nunca ha visto, que nunca ha conocido. Uno espera que-darse con un buen recuerdo. Cuando nos subimos al pesero, o al Metro, sólo nos trasladamos, sin detenernos a ver quién va a nuestro lado. Dos horas diarias, ¿es mucho tiempo? Quién sabe, pero a mí me da miedo. Siento que se abre enfrente de mí un hoyo negro. Lo hacemos tan cotidianamente, que parece que entramos a una burbuja en otra dimensión. Todo lo que pasa aquí es momentáneo. Dura menos que una exhalación. Conver-timos a la gente en personajes de una obra de teatro (señala a Norma). Aquella señora, por ejemplo, yo creo que la conozco, se parece a una persona que conocí.

isabel: Oye, ya te dije que no te conozco. el Hombre: Somos indiferentes. Todos los días tenemos que convivir

con estos personajes intrascendentes, mediocres, personajes de la vida real. Muchos de ellos desaparecen sin dejar huella (señalando a un espectador). A este personaje, por ejemplo, se le puede adivinar el drama que ahora está viviendo. ¿Se siente bien, señor? (a otro espectador) ¿A alguien le importa el drama de este señor? ¿A usted? ¿Lo conoce? ¿Lo ha visto antes en otro camión cómo éste? ¿Ah ya sé… usted se llama…? No me diga… no, perdón… pensé que eras… pero no. Pero a ti sí te he visto. ¿No? (señalando a Gustavo) Tú me recuerdas a un hom-bre solitario que conocí. Estás a punto de soltar un monólogo que sale de tu corazón.

Gustavo baja la mirada. Sube Christian, llama a Norma.

cHristian: Oiga, Norma, ¿le parece bien aquí?norma: Sí, mijo, pero luego no me vaya a jalar mucho el brazo, ¿eh? cHristian: Es que me emociono cuando… bueno está bien, voy a

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cuidar eso.

Sonríen, Norma le da un beso tierno y le mece el cabello.

el Hombre: Oye, muchacho, por cierto…

Christian lo ignora, baja del camión.

el Hombre (a un espectador): Hoy a las 10.54 de la mañana me en-contré con dos personas que hace mucho tiempo no veía.

Christian sube y prueba la música.

el Hombre (para sí): Me siento solo, por eso me paso la mitad de la vida en camiones (a un espectador). Perdón, estaba pensando en voz alta, tengo esa mala costumbre (para sí). En este corazón de cemento hay más corazones.

juan (a Christian): Se me ocurrió una nueva historia.cHristian: ¿Otra? (prueba la música) Pues a ver qué tal pega, suél-

tese.juan: Había una vez un niño solitario con una mamá solitaria. Ella

está ahí, en su cuarto de vecindad con él en brazos. Ella está en silencio. Bueno, que guarda silencio es un decir, porque lo toca con sus manos tibias. Lo toca en la cara y cierra los ojos para adivinar cómo es su niño. Sólo cierra los ojos y se imagina que ese niño es de arena con la que se llenan los relojes. Por eso siente que se le desmorona entre sus dedos. Siente que se le va de las manos como el agua del lavadero. Ese niño nació al revés. Vino de pies por delante y luego luego caminó. Al segundo día ya estaba corriendo. Comió solo y sin ayuda a los tres días. La madre pensaba que aquel niño tenía prisa y por eso le pintó una sombra en la cara para que no se le escapara, luego lo encerró en su cuarto para que no viera cómo estaba cambiando de un día para otro… le escondió los espejos de la casa, le quitó los relojes. El niño se metió en sí mismo. No tenía mucho por

alegrarse, aunque les diré que tampoco tenía mucho por qué estar triste. No estaba solo, no tenía hambre, no tenía frío, no lloraba; y si lloraba ella corría de inmediato para protegerlo de todo lo malo. Pero tampoco era un niño feliz. Era distinto. Vivía solo. Desde que tuvo memoria siempre pensó que el mundo era así. Todo alejado para él. Él creía que en el mundo sólo él y su madre existían, y que las demás personas no existían, o más bien que él y su mamá no existían para las demás personas. Todas las noches, cuando iba a dormirse y su madre le tocaba la cara, se deshacía en preguntas que ella no respondía. Mien-tras, ella le untaba y untaba pomada de la campana. Luego le repetía muchas oraciones, oraciones eternas, de dos mil años de antigüedad, oraciones de brujos anteriores al cristianismo, oraciones católicas. Pero también le decía oraciones paganas de esas que había escuchado en el pueblo de donde ella era. Una de las oraciones quería detener el tiempo. Pasaron cinco años sin que el niño saliera de aquel cuarto hasta que la madre tuvo que llevarlo a la escuela. Su madre le puso una máscara. No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces, pero nunca me pude quitar esa máscara.

Silencio.

el Hombre (a un espectador): Usted me recuerda a un actor. ¿No era usted Tiresias en una versión de Edipo en el Centro Nacional de las Artes? ¿No? Tal vez era otro actor en otro tiempo. No me haga caso (al boletero, que no le hace caso). Oye, boletero, ¿de dónde vienes tú?, ¿eres de aquí de la ciudad? Yo soy de Jalisco y llegué aquí hace muchísimos años (pausa). Todos los días, en la soledad de mi cuarto de azotea me pregunto si la gente sabe lo que es una eternidad.

El boletero prueba los micrófonos. Sube y baja el volumen de la música. Quita y pone varias piezas.

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boletero (a todos): Ya pronto vamos a empezar. Tomen sus lugares, no apaguen celulares si quieren… gracias por venir. ¡Ésta es primera llamada, primera!

II. norma

norma (a un espectador): Estuve trabajando todo el día. Una eter-nidad. Traigo las piernas molidas (a otro espectador). Y entre las piernas un hormiguero. Porque una puta… no yo, una puta, subió a este camión… Isabel, se llama, buscando a ese hombre (señala al viejo). Viene siguiéndolo porque tiene culpa. Primero lo abandonó y ahora, está aquí por él. La veo, la siento. Me llamo Norma, y soy actriz… y la veo que quiere hablar con ese flaco, moreno, con cara de Clint Eastwood, de algo muy importante. Pero ella lo dejó antes y ahora tiene vergüenza de verlo. Cacho-rrito, pequeño, flaquito, lo abandonó, en una vecindad de un ba-rrio viejo en una ciudad antigua, hace unos años. Y ahora viene por él para hablarle de cómo sigue su vida sin él, para hablarle de ella, la que viaja en Metro y en Metrobús y camión dos ho-ras diarias. De Indios Verdes a Copilco. Viene siguiéndolo desde hace tres meses. Isabel es una puta y yo soy una actriz, y soy las dos personas a la vez. Ella es como todas las putas que existen en esta ciudad. Y yo soy su representante, como actriz que soy. La represento a ella y a todas ustedes que también pueden ser putas. No lo sé. Las puedo representar en este camión o en otro teatro. Díganme su nombre y ya. Sus antecedentes, sus circunstancias, de dónde vienen y a dónde van y las represento. Tanto como me represento a mí misma. Isabel inicia esta obra, al menos eso pensaba yo, eso me habían dicho. Aunque me dije-ron que no me preparara, porque un actor, es decir, una actriz, en este camión no se prepara, sólo suelta la sopa. Pienso que digo las cosas naturalmente, sinceramente. Que tengo sentido de verdad. Respondo a las preguntas urgentes de Isabel. Pero ella se esconde porque tiene miedo que el flaco se entere, y se calla, y me manda a mí.

juan: Usted es una puta que se llama Isabel.norma: ¿Crees que no sé su nombre? (a todos) Isabel es una puta

que trabaja en Tlalpan, Garibaldi, Zona Rosa, Iztapalapa y en Rojo Gómez; y yo me llamo Norma, la que trajieron sus padres a los diez años de Puebla, pero radicada en México desde hace un rato. Isabel viene siguiendo a ese hombre y me arrastra con ella… ¿Por qué lo sigue? ¿Para qué lo quiere? ¿Por qué no lo olvida?… hoy en este camión con toda esta gente. ¿Qué quiere de él? No me arrastres que yo también quiero arreglar mi vida. Mi vida de Norma, de actriz. Tú eres una puta y ya, y yo no quiero tener broncas. La actriz no quiere broncas contigo, tú eres la que cobra bien. Yo no, yo soy actriz. Tú cobras ochocien-tos y mil pesos por trabajito… --por si uno de ustedes quiere luego de la función una deslechada extra, ya saben, según el sapo la pedrada--. Pero eso no iba a contarles… les decía que ella, la que está al fondo de este camión chupándole el pito al boletero, al pequeño muchacho con piel de durazno. Sí, al que recibe los boletos. ¿No lo ven? Bueno, si no la ven, ahorita se las represento. Por lo pronto imaginen cómo está ahora, con la cabeza sepultada entre sus piernas.

isabel: Saboreando de arriba abajo su miembro joven. Desde la comisura inferior, donde se forma una costurita que atraviesa los testículos hasta todo el tronco. De arriba abajo, de abajo arriba. Lento primero y luego rápido. Subir la experta lengua para rodear con la boca todo el miembro duro al final. Morder poquito la cabeza morena, brillante. Esto es de nacimiento… estas ganas por chupar, lamer, sorber, morder… abrir la boca, desenrollar la lengua, tocar blanda, suavemente, sentir las pal-pitaciones que suben a lo largo de esa almohadita. Distinguir los puntos donde el cuerpo se estremece, el miembro a punto de explotar, adivinar el volcán que ya revienta, el cráter que se abre, la espuma y la lava ardiente, el chorro que salta, el aroma que te invade, la locura…

norma: Ella, yo no. Yo no hago eso ni de chiste. No vayan a pensar que yo. Ella está ahí. Sacándole el alma al joven, como sólo ella

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sabe hacerlo… para matar un recuerdo, porque al que busca es a ese flaco elegante, pero se le atravesó ese muchacho. Gajes del oficio antiguo. Por eso no puede venir a hablar con ustedes y presentar su monólogo y me manda a mí a dar la cara. Sin albur. Ella la ha chupado mil veces en mil vagones del Metro de los que circulan de Universidad a Indios Verdes. Mil mamadas en mil vagones, y nunca como ahora había probado una que sabe a luz, como sabe esa flecha morena. Pero no lo ama. Ella no ama a ese muchacho. Ella, no ama a nadie. Ella, no vayan a pensar que yo…yo sí amo. Pero no se trata de mí. Ella ama a otro con todos sus años que le faltan por vivir, y los que ha vivido. Y lo encontró aquí vagando en los vagones, vagabundeando de camión en camión, abandonado a su suerte y lo quiere llevar a su casa de nuevo, alimentarlo con su pecho, como se ensancha el pecho de un rey orgulloso, y quererlo más. Casi como quiso a su padre, que ya es mucho decir. Porque lo siente suyo. Ella dice que lo conoció en un viaje como este viaje de hoy. Muerto de hambre, flaco, sin cultura, sin casa, sin cobijo, sin comida, y lo amamantó por meses, por años, en la línea verde de Juárez a Copilco en todos los vagones, en todos los transportes y sus ojos negros de él, de noche triste la rodearon y la hizo feliz. Y mordió sus pezones duros con dientes de marfil y prendió la llama que se apagaba en la recámara solitaria del depa de dos mil quinientos pesos de renta mensual, donde ella en es-tos días dispara poemas a sus fantasmas y mata todos los días escribiendo el recuerdo de ese hombre que no la deja en paz. Entonces cuando ese hombre la volvió a ver, al personaje Isabel, no a mí… cuando ese hombre la vio, ella se escondió, pues la sangre tomó su causa otra vez y se agolpó en sus pezones y le electrizó los brazos y por eso le hizo el amor y le dio toda su vida y le compró zapatos y le compró ropa y lo llevó a su cuarto y otra vez y le hizo el amor como loca, para olvidar la tristeza, para vengarse, para matar aunque sea el recuerdo, para bañarlo con sus jugos. Para ya no recordar, para sepultar el olor de su piel como se sepulta a un muerto. Y cogió como loca con

él, y se dejó abrazar de nuevo por sus brazos delgados y por sus hilachadas piernas… ella, Isabel la puta, yo no, lo siguió de ahí en adelante por toda la ciudad, en todas las líneas del Metro, en todas las peseras. Todos los días, a todas horas, en todos los sueños, en todos los poemas… lo siguió como su sombra, dejando pétalos de rosas tras sus pisadas.

Él se sienta en su regazo. Ella le mece los cabellos mientras le dice un poema en voz alta.

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SEGUNDA PARTE

i. roberto

roberto (a los espectadores): A mi personaje le encanta actuar. Mi personaje es actriz. Yo no, yo soy actor. Mi personaje ha sido la novia, la dama joven, la raptada, la ultrajada, la maldita perra, la vengadora, la hipócrita, falsa, malosa, la heroica, la mártir, santa, la heroína o más bien la vestida de blanco; porque a mi persona-je le encanta vestirse. En su pueblo le dicen “La Mujer Biónica”. Se vino para México, y acá, entre tanta gente, busca el amor. Mi personaje está enamorada del boletero. A mí él no me gusta, me parece… infantil, pero a ella nadie se lo quita de la cabe-za. Cuando mi personaje llega a este camión corre a buscarlo. Quiere atraparlo. Yo no. Llega todos los días a buscar el amor. Yo en cambio estoy decepcionado del amor y por eso estoy solo. La Mujer Biónica sí se enamora y por eso lo invita todos los días a ver las estrellas por la ventana de este camión.

Sube Christian se dirige a Roberto.

cHristian: ¿Ya estás listo?roberto: No.cHristian: ¿Cómo le haces?roberto: ¿Para qué?cHristian: Para concentrarte.roberto: ¿Me dejas solo? Oye, ¿a poco es muy difícil repartir bole-

titos? ¿Eso quieres en la vida? Se necesita mucho callo mental, es realmente difícil en la vida hacer eso, ¿eh?

cHristian: Pues nadie se ha quejado. Te admiro. roberto: Gracias. Se agradece, pero yo estoy un poco decepciona-

do de esas cosas.cHristian: Yo creo que a veces se necesita decir “te admiro”.roberto: Por favor…

Roberto baja del camión. Christian se queda mirando a los espectadores un instante. Toma valor para luego dirigirse a ellos.

II. cHristian

cHristian: Yo sigo soñando como cuando era niño. Como cuando vivía con mi abuela en el barrio de Nuestra Señora de la Con-cepción. Mi vida era como la de la mayoría de los niños que van a la escuela y después van a la iglesia (se interrumpe). Yo ya no voy a la misa porque siempre se reza igual. Todos simplemente se sientan y repiten. Unos sí se saben hasta los coritos. Pero otros no, nomás mueven los labios como siguiendo a los demás que si se saben la misa (se interrumpe). Un día el padre me dio un zape porque tumbé con el incensario una cruz por estar viendo a la gente que no sabe rezar. Azoté a un Cristo a media misa. Todo mundo se persignó al mismo tiempo (se interrumpe). En la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción las estatuas están todas tristes, por eso la gente no cree. ¿Cómo va uno a querer que una Virgen interceda con Dios por uno si las pobres están tristes? (se interrumpe). Todas las tardes me quedaba a limpiarle las patas a las Vírgenes. El padre decía que la gente les dejaba los microbios en las patas cada vez que las sobaban. Había una virgen que no estaba triste (se interrumpe). En ese tiempo mis papás se separaron (se interrumpe). Y yo le pedí a la virgen alegre que los juntara de nuevo (se interrumpe). Fue-ron los días más feos de mi vida. La virgen nunca los juntó (se interrumpe). Por eso una tarde le llené las patas de chapopote (se interrumpe). Ustedes no me van a creer, pero desde ese día la virgen esa también se puso triste. Yo la sueño ahora muchas veces como cuando era niño.

roberto: Eso no te lo cree ni tu madre.cHristian: ¿Por qué dices eso?roberto: ¿Te molesta?cHristian: Me siento mal.roberto: No estás aquí para que yo te haga sentir bien… ¿O sí?

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boletero: Ésta es segunda llamada, segunda.

Baja del camión.

III. juan y norma.

juan: Te quiero decir algo. Me gustaría ser como tu padre. ¿A ti te gustaría?… te pareces tanto a ella que me gustaría recordar cuando ella me abrazaba en las noches.

norma: A buen árbol te arrimas.juan: Te veo y te veo y eres igualita. ¿Cómo te llamas?norma: Norma.juan: Tú y yo estuvimos juntos una vez. En esta vida o en otra,

Isabel.norma: ¿Isabel?juan: ¿La conoces?norma: No, para nada.juan: Isabel era como tú. Bueno, tú sonríes diferente eso sí, pero en

todo lo demás son igualitas.isabel: Tengo las piernas como panza de perro callejero. El maquilla-

je se empieza a derretir. Tengo hormigas entre las piernas.juan: ¿Ya ves que sí la conoces? Estás moviendo la cabeza igual.isabel: En la calle la tarifa se va cayendo conforme pasa la noche.

Luego de las dos de la mañana no vales tres pesos. norma: No sigas con ese cuento. juan: Está bien. Entonces vamos a conocernos. Tú y yo.isabel: No me gusta conocer a nadie. Si no me dices tu nombre,

mejor.juan: Eso no sale de ti. Tú no quieres eso, estoy seguro. Me llamo

Juan de la Loza.norma: Me llamo Norma y me dicen Sharon. juan: Te he estado viendo.norma: ¿A poco? ¿Cuándo?juan: Tienes uno ojos muy bonitos.norma: Gracias.

juan: Y unas manos…norma: Sí, tengo dos.juan: ¡Qué curioso! ¡igual que yo!norma: No me había dado cuenta.juan: Sí, tengo dos.norma: Pues eres distinto a todos los hombres, ¿eh?juan: Me gustas.norma: ¿Para tu hija?juan: Ahora que sonríes te ves más bonita.norma: Vas volando.juan: ¿De dónde eres?norma: De Puebla. Puebla no es tan grande.juan: Como tú.norma: No te creas.juan: Pero no te decía de lo grande por eso.norma: ¿A qué te referías?juan: A otra cosa…norma: Ah, eso sí. Tengo lo mío.juan: Cómo ella. ¿A qué te dedicas?norma: Soy actriz.juan: ¡Yo también soy actor!norma: Mmmmmm.juan: ¿Qué? No tiene nada de malo.norma: Una actriz con un actor, mala química, ¿no crees? Nos va-

mos a pelear a media obra.juan: Eres como una niña.norma: Tengo menos de cuarenta.juan: Yo soy un niño también. Un niño de mil años.norma: Un niño triste, ¿eh?juan: No tanto. Pero me gustaría ser como tu padre.norma: Mejor no.juan: ¿Cómo tu hermano?norma: Menos.juan: ¿Cómo tu novio?norma: Mi compañero de viaje.

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juan: Con eso me conformo. norma: ¿Cómo dijiste que te llamabas?juan: Dime Juan.norma: Hola Juan, mucho gusto.juan: El gusto es mío. ¿Segura que no conoces a Isabel?norma: No tengo el gusto.juan: ¿Oye?, nomás que… te quiero decir, sin que te ofendas, que

yo voy a estar siempre contigo, pero sólo porque me recuerdas a Isabel.

Juan se recuesta en su regazo y Norma le declama un poema (cada día será un poema distinto que la actriz puede llevar de antemano o componer ahí mismo).

IV. roberto, cHristian y la mujer biónica

Roberto saca de una bolsa unos zapatos de tacón alto.

roberto: Yo me llamo Roberto y soy actor. Y tengo un nudo en la garganta todavía porque hace muy poco tiempo se murió mi hermano en San Luis Potosí y no puedo sacarlo de mi cabeza. A veces me siento culpable, porque yo estoy vivo y él no. Porque él no lo merecía. Un día después de que murió mi hermano me vine a México.

Se pone los tacones. Se acerca al boletero.

la mujer biónica: ¿Te gusto boleterito? ¿No? Yo creo que sí. ¿Qué ves?

boletero: Tus labios.la mujer biónica: ¿Te gustan?boletero: Más o menos.la mujer biónica: Tú también tienes bonitos labios.boletero: Gracias:la mujer biónica: Te pareces a un muchacho que conocí. Cuéntame

algo y yo te cuento.cHristian: La mujer esa que ves allá con aquel señor flaco se sentó

a mi lado. Yo no temblaba, pero me engarroté y me dio hipo. Ella se rió primero y luego me apretó la nariz con sus deditos. Me preguntó que por qué la miraba tanto y yo sólo le dije “per-dón”. Me agarró la pierna y me dijo que qué bonita nariz y que qué bonitos ojos. Eso me puso a temblar un poquito. “Perdón, perdón, perdón, perdón, perdón”, le dije. Me agarró la mano y se la puso en medio, y luego me llevó a un rincón. Ahí se arro-dilló y me la sacó. Mientras me la chupaba yo cerré los ojos.

la mujer biónica:: Que mentirosillo eres, boletero boleterito.cHristian: Eso me pasó a mí no al boletero.la mujer biónica: Tengo una colección completa de diademas con

orejas de ratón, gato, perro, con plumitas sencillas o complejas, con rayitos, con ramitas, con florecitas, con brillantitos y con los colores de nuestra bandera. La bandera gay, claro. Estoy feliz. Una centella que canta. Estoy un poco loca. Quiero ser actriz. Soy La mujer biónica.

roberto: Es imposible que ustedes entiendan el dolor tan grande que sentí el día que fui a ver a mi hermano al hospital. Estaba irreconocible. Nada de lo que yo conocía de él estaba ahí. No era su cara, no eran sus manos. No era su cuerpo. Cuando lo toqué y sentí que él tembló, cuando me di cuenta que todavía me reconocía, el corazón se me hizo pedazos. Mi hermano es-taba lleno de vida y se merecía lo mejor.

la mujer biónica: La Mujer Biónica encontró el amor en la ca-lle cerca del Hospital General de la colonia Doctores. Ahí entre la basura, comiendo sobras de los botes lo encontró. Mmmmmmm. De piel morena, como tú. Flaco muy flaco cómo tú… se volvió loca por él y se lo llevó a su casa. La Mujer Bió-nica se convierte, se transforma en devota de ese niño santo. Pero las cosas cambiaron con el tiempo. El chavito dejó de ser un niño inocente.

roberto: ¿Sabes qué hago yo con la basura?boletero: No.

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la mujer biónica: Aplasto la bolsa con la basura adentro y la arrojo por la ventana de mi departamento. ¿Tú qué haces con la basu-ra? El muchacho se quedó en mi casa pero ya no es igual. Ya no me gusta porque me saca dinero. Ahora pienso que un día que terminemos de tener sexo voy a dejar que se duerma, y voy a tomar el martillo que tengo debajo de la cama y le voy a dar con todas mis fuerzas en la cara, hasta dejarlo desfigurado, y así voy a sacar toda la tristeza que tengo.

roberto: No entiendo cómo es que ese muchacho anda por ahí y mi hermano está muerto. No me parece justo.

la mujer biónica: Quiero matarlo mañana por la noche. Cuando terminemos de tener sexo. Cuando lo escuche roncar, voy a sacar el martillo y lo mataré, y lo tiraré por la ventana como hago con la basura por las noches de madrugada.

roberto (a Christian): Ahora que te veo de cerca, caigo en cuenta que tú te pareces a ese muchacho.

cHristian: ¿A quién?roberto: Al niño ése, al callejero.cHristian: Estás loco.roberto: Mírate.cHristian: No es cierto.roberto: ¡Te pareces un chingo, cabrón! cHristian: No grites.roberto: Yo quiero gritar.cHristian: No hay necesidad.roberto: Si no aprendes que cuando quieras gritar gritas y cuando

no pues te aguantas, nunca serás actor. ¿Quieres ser actor?

Silencio.

cHristian: Estás loco.la mujer biónica: Estoy loca, querrás decir.cHristian: Loco.roberto: Soy actriz.cHristian: ¿Cómo le haces?, dime por favor…

la mujer biónica: Una no nace… se hace, mi rey.

Silencio.

cHristian: Estás muy cerca de mí. la mujer biónica: ¿Y no te gusta?cHristian: Me gusta estar lejos.la mujer biónica: ¿Así?cHristian: ¿Quién eres, qué quieres de mí?roberto: Te pareces a ese muchacho. Tienes los mismos ojos, la

misma pícara mirada.cHristian: ¿Quién eres? roberto: ¿Te enojas, mijo..?cHristian: ¿Por qué juegas conmigo?la mujer biónica: Sí te enojas, clarito se te mira.cHristian: Ya te dije que no. Pero me gusta estar lejos, bueno no tan

lejos, tener mi espacio, pero tampoco estar solo.roberto: Todo un actor. No sabes lo que quieres.cHristian: Si lo sé.roberto: Te enojas. Haces berrinches. No sabes controlar tus emo-

ciones, tenerlas aquí guardadas y dejarlas salir gota gota, en pequeñas dosis, por tu propia voluntad. Un actor es capaz de poner enfrente de sí mismo una radiografía de sus emociones. Un actor es aquel que sabe perfectamente que sin hacer nada está haciendo todo. Un actor es el que hace, no el que es. Y tú no sabes hacer.

cHristian: ¿Por qué no te callas?la mujer biónica ¿Y por qué se te hace una arruga encima del ojo?

Ahí la tienes. No invento (a los espectadores). ¿Verdad que se le hace una arruga encima del ojo?

cHristian: Quiero ser actor.roberto: Ser actor no es lo mejor de la vida. Y tampoco es fácil. No

se dan en maceta.cHristian: Voy a aprender.la mujer biónica: Estás mal.

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cHristian: ¿Por qué lo dices? ¿No estoy actuando bien?roberto: Tú no estás actuando.cHristian: ¿Qué me falta según tú?roberto: Muchas cosas. Necesitas trabajar tu voz, cantar. A ver can-

ta algo.cHristian: Claro que no.roberto: Canta, rey. Canta una canción de cuna. Lo que sea. Canta

las mañanitas. cHristian: No.roberto: ¿Ves? No se puede ser completo si no cantas.cHristian: Me estás choreando.roberto: Pues sí te estoy choreando y tú que te crees todo. cHristian: ¡Qué pendejo eres!roberto: Ni como persona, ni como actriz, soy eso que dices. Deja

me pongo la diadema.

Silencio.

cHristian: Ayúdame.roberto: No puedo. cHristian: No vayas tú. Que vaya ella.roberto: ¿Quieres que nos veamos y que no vaya yo?cHristian: Ella, La Mujer Biónica.roberto: Estás mal.cHristian: Que vaya vestida con pantalones ajustados, chalequito

negro y blusa de lino blanca, cómo mi mamá. roberto: Ni te conozco, pinche boletero.cHristian: Me llamo Christian. roberto: No sabes distinguir entre la realidad y la ficción. No me

gusta como arrugas la ceja.cHristian: Ayúdame, por favor.roberto: ¿Qué haces tú con la basura?

Se levanta y se dirige a los espectadores.

la mujer biónica: ¿Ustedes que hacen con la basura? boletero: Yo no tengo basura. ¿Estás listo?, ¿podemos empezar?roberto: Contéstame.boletero: Calma, relax. Ya tienes tus cosas, ¿necesitas algo más?roberto: No te hagas, boleterito.boletero: En dos minutos ya. Tengo el reloj en la mano. roberto: Nomás dime antes de empezar qué haces tú con la ba-

sura.boletero: Igual que tú. La meto en una bolsa, la aplasto con mis

pies y la tiro por la ventana de mi departamento. ¿Podemos empezar?

Roberto asiente.

cHristian: ¡Su atención por favor! ¡Ésta es tercera llamada, tercera, comenzamos!

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TERCERA PARTE

i. gustavo

gustavo: Ahora yo también quiero hablar. Tengo que hablar. Nece-sito hablar (a los espectadores). Quiero compartirles algo, por favor. Quiero decirles algo, por favor. Es la mañana, hace frío, y por mi ventana veo la ciudad. Una ciudad gris. Todos la conoce-mos, todos hemos estado en ella. Detrás de mi ventana, siete palomas se han parado en el filo. Escapan del techo de San José donde han vivido los últimos años. Buscan un poco de calor. Esos parásitos voladores han sobrevivido a todo aquí: al agua, al ruido y a todos los imecas juntos, y siguen volando. Me acerco a la ventana, café en mano, y ellas vuelan en vuelo intermitente. Se congelan en el aire por un segundo. Sólo por un segundo petrifican su hambriento aleteo, para luego, de un rápido zig zag, descender en picada. Por mi ventana veo el mundo, y esta mañana lo veo de nuevo como es. En mi casa no entra el ruido, es una especie de cápsula que evita que las llantas y motores de los autos acumulados me toquen los oídos. Adentro está todo en silencio. Y en el silencio uno puede respirar, verse al espejo. Disfrutar la soledad. Estoy solo desde niño y no me importa, lo único que me importa es que ahora me escuchen ustedes aquí. Ustedes que tienen tiempo para escuchar. Afuera están varios edificios, y abajo una de las vecinas barre a pesar del frío. Esta ciudad habla, siempre habla. Aun si estás adentro de tu cuarto, metido entre las cobijas de pies a cabeza, escuchas su latir. Un corazón que no se detiene. Las palomas han des-truido el techo de San José, esas miserables son una plaga, aves paradójicas, torpederas y corrosivas que ahora quieren dormir conmigo. Pero no las dejaré. Yo también sobrevivo. Yo también busco calor en esa mañana fría. El mundo está cambiando, en las noticias nos explican el porqué del frío, aquí donde nunca hace. Calentamiento global que produce frío global, dicen. ¿Por qué no tengo nada? El refrigerador está vacío. Una gran botella

de sidra duerme en la rejilla. Es el cadáver refrigerado de mi soledad. No quiero correr la cortina que me guarda. De todos modos enfrente está la calle. Es muy grande y muy vasta. Los camellos están ausentes pero el desierto no. El roer de los faroles en esta mañana van a taladrar el cemento y les darán a las ratas sólo un segundo para interiorizarse. Todo está blanco. Del otro lado está la calle. En Río Tigris y Río Nazas, hacen un sándwich conmigo. Me gusta mi casa porque es mi casa. En ella se puede hacer que la ciudad quede lejos antes de abrir la puer-ta. Corro las cortinas. La cama blanca desaparece pero regresa al instante con todos los muebles de mi cuarto. Vamos a tener un momento agradable si sólo me escuchan, si se quedan ahí sentados después de esta tercera llamada, si dejan que hable con ustedes, yo también quiero hablar.

II. el burócrata

cHristian: ¿Tú quién eres?burócrata: Cálllate. Soy el burócrata y quiero matar la soledad

de mi oficina donde viven los burócratas automáticos. Y quie-ro matar la tristeza de todos ustedes: del viejo joven que no sabe nada del tiempo, de la puta esa que asalta vagones con su lengua, del chavito este que cuenta espectadores como si importaran mucho los espectadores, y del hombre-mujer traga sangre. Esa tristeza me gustaría acabar, pero no puedo (a un espectador). A ti te conozco, viniste ayer, te vi entrar y luego te seguí hasta tu casa pero ya no entré a ella. Quería ver si podíamos platicar. Sólo platicar, porque casi no platico… por cierto, traigo la cartera que te saqué sin que te dieras cuenta. Y a ti, no te preocupes, no te voy a robar bajando de este camión. Ayer le robé un radio a mi compañera de oficina, aquí lo traigo. ¿Cuánto me darían por él? Es para comprar unas medicinas para mi madre. Lo tengo puesto en una estación de música clá-sica porque a ella le ayuda a poner en orden la telaraña en que se ha convertido su memoria… es una estación conocida pero

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la pueden cambiar. Es un radio bonito se lo sustraje a mi com-pañera de oficina que decía que yo era de Puebla, pero no soy de allá, y ella aferrada… por eso le sustraje el radio. ¿Quién me puede ayudar con él? Es buen radio. Con tocadiscos. Funciona con pilas. A ti viejo que te importa el tiempo, ¿no te interesa un radio con tocadiscos? Vale quinientos. ¿Quién da más? ¿Nadie? ¿Ni un cincuenta? Ya vieron, nadie coopera, les dije.

cHristian: Anímense, apoyen la causa.juan: Tiene tocadiscos, señora. De ésos ya no hay.burócrata: Es la indiferencia. Ésa es. Por eso no quería venir hoy,

porque ya sé que esto no cambia a nadie. Que después de aquí todo va a seguir igual. Todos nos vamos a nuestras casas para seguir sin ver más allá de nuestras narices, como en los camio-nes o en el Metro. Somos millones. ¡Chequen ese dato! Somos millones de ciegos y hay que abrir los ojos porque nos están ma-tando y nadie hace nada nadie se mueve. Todos estamos aquí sin hacer nada por el mundo, por el de al lado, por el que paga más de lo que tiene, por los que se mueren de hambre. Ni siquiera tenemos agallas para protestar porque tenemos hambre y todo parece que se pondrá peor saliendo de aquí, en sus casas, en sus vidas, frente a la soledad en la que vivimos y frente a la injusticia (levanta a Juan de la solapa, lo sacude y lo deja caer de golpe). No te enojes. El mundo está peor allá afuera. Esto nomás es teatro.

burócrata: Oye, ¿me puedo quedar con el boleto?cHristian: No, señor, no puede.burócrata: Lo quiero de recuerdo.cHristian: Afuera le doy varios.burócrata: Aquí, dame uno.cHristian: Oiga…burócrata: No me jales.cHristian: No, yo nomas…

El burócrata le mete varios navajazos. Christian cae al piso del camión. El burócrata sale de entre la gente y corriendo se pierde en la calle. Adentro del camión se hace el oscuro.

Entre la realidad y la ficción. El teatro y la violencia. ¿Ser o estar?Tres Obras de Antonio ZúñigaLuz Emilia Aguilar Zinser

Huellas de personajes ficticios a la luz de la luna realista

El enigma del Serengueti

Historias comunes de anónimos viajantes

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Huellas de personajes ficiticios a la luz de la luna realistaSe terminó de imprimir en julio de 2012,

en los talleres de Gráficos Digitales Avanzados, S.A. de C.V., con domicilio en Georgia 181, Colonia Nápoles, Benito Juárez, 03810, D.F.El tiraje consta de quinientos ejemplares.

Para la formación tipográfica se utilizaron: Rockwell de Monotype y Gill Sans de Eric Gill.