Apología de Nietzsche
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APOLOGÍA
DE
NIETZSCHE
Fco. Javier Benítez Rubio
Apología de Nietzsche
Fco. Javier Benítez Rubio
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I
¿Qué vigencia tiene el pensamiento de Nietzsche en este siglo
XXI que vivimos? No me cabe la menor duda al afirmar que vivimos
en una época de frontera, de “crisis”. Estos tiempos que algunos han
llamado Posmodernidad y que coinciden con el paso de un siglo a
otro, es una época de frontera. Y como todas las fronteras en el
tiempo y en el espacio, generan conflictos, grandes cambios,
tensiones y violencia. Pero no sólo eso, también generan nuevas
expectativas y el germen de lo que está ‘por venir’. No es la primera
vez que ocurre, supongo que tampoco la última. Lo que sí es cierto
que soy testigo directo de ésta ‘frontera’. Cada una de ellas con sus
características, el Helenismo, el Renacimiento, las dos grandes
Revoluciones, la Francesa y la Industrial, a mi entender fueron
épocas de frontera, donde se mezclan lo pasado y lo venidero. En
ellas también se instaura un pensamiento de frontera, de resistencia:
¿qué es una frontera sino un tope a lo “otro”? Un pensamiento
también distinto y regenerado: ¿qué es una frontera sino una puerta
a lo “otro”?
Época de diversidad y pluralismo, de contradicciones y roces,
de batallas y luchas, de sufrimientos y penurias, de resistencia y de
paciencia, de rabia y desesperanza. También de esperanza y de
consuelo. A diferencia de las épocas planas, en estos tiempos de
crisis cabe todo. La diferencia entre ésta nuestra frontera y otras
fronteras del pasado es el nacimiento. Nuestra génesis es,
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simplemente, brutal: el genocidio en Auschwitz. Este ignominioso
acontecimiento partió en dos el siglo XX, y en mil pedazos a la
Humanidad. Desde entonces hasta ahora el mundo ha estado
pegando bandazos de un lado a otro, hasta meterse de lleno en la
frontera.
En tiempos de Nietzsche, el final de una época plana, el
hombre estaba atrapado en un mundo, en una cultura, en una
sociedad, dominada todavía por la religión, la moral y la metafísica
judeo–cristiana, absorbente y angustiosa. Nietzsche vivió y pensó
este entorno como alienante y decadente. Y puso todo su empeño en
desmontarlo a martillazos. En parte lo consiguió, al introducir en el
espíritu humano el combate, la garra y la fuerza, también la
individualidad. No buscaba la redención ni la salvación de nadie,
siquiera de sí mismo. Su legado a la posteridad, a la frontera que
habitamos, ha sido un puñado de ideas-dinamita que no dejan
indiferente a nadie, ni a los detractores ni a los defensores. Con
ningún otro pensador de la historia de la filosofía se ha hecho tanta
hermenéutica; con él, precisamente, uno de los fundadores de la
hermenéutica filosófica crítica (‘No hay hechos, hay interpretaciones’).
II
¿Y qué ocurre en nuestra frontera? ¿Por qué sigue siendo
pertinente usar su dinamita hoy en día? Porque aunque hayan
cambiado algunas cosas, otras siguen sin hacerlo. Es posible que el
hombre haya soltado a Dios, pero para largarse con el dinero: hemos
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cambiado la decadencia moral por la decadencia financiera. La faz
ha cambiado sí, el mecanismo interno del hombre que lo lanza en
brazos de lo otro y no de sí mismo sigue estando ahí. Ya no es la
metafísica, ni la moral de esclavos, ni la religión judeo–cristiana lo
que predomina. Son otros asuntos los que hay que criticar.
¿Con qué aspectos de la posmodernidad estaría Nietzsche en
desacuerdo? Tal vez contra los poderes fácticos que dominan el
mundo, el nuevo Dios se llama dinero y multinacional. Tal vez
contra la moral del consumidor. Ahora no se mira un trasmundo
paradisíaco. La esperanza está en el aquí y el ahora pero igualmente
sedado por la riqueza y los productos de consumo. ¿Atacaría
Nietzsche tal deidad y la moral y la cultura que de él deriva? Ahora
los prohombres son los ricos, los famosos, los poderosos de gran
cuenta corriente y manejadores de los hilos. ¿Es éste el superhombre
que anunció Nietzsche?
¿Tal vez con la ‘nueva’ iglesia post-conciliar? La batalla en la
calle y en las parroquias era contra Marx y el socialismo. El
cristianismo mutó y quiso aparentar progresismo para no perder la
batalla y que los feligreses no cambiaran la misa dominical por el
sindicalismo. Pero el campo de batalla en los corazones y los
espíritus es contra Nietzsche y su Dios ha muerto, que es la auténtica
declaración de guerra. Y Cristo Vive dijeron los otros. Pero además,
para contrarrestarlo, o bien lo ningunean, o bien lo llaman
desquiciado y fascista. Pero le roban sin dudar sus ideas centrales: el
hombre y la vida; y dicen que Dios–hombre, Cristo, está vivo. Por lo
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que en el fondo, mejor dicho, en el pináculo, todo sigue siendo igual
que en el Medievo. ¿Qué haría Nietzsche al ver esto? Creo que
seguiría atacando con mayor virulencia si cabe. El lobo ha
perfeccionado su piel de cordero, la de antes era grotesca, la de
ahora lleva todos los adelantes técnicos propios de la modernidad.
Es el disfraz perfecto.
¿Tal vez con los que destruyen la Naturaleza, el auténtico
contexto vivo del hombre vivo? La Naturaleza también se lleva su
buena mala parte de posmodernidad: contaminación, polución, el
efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, el cambio
climático, etc. ¿Callaría Nietzsche ante esta barbarie?
Y el mayor engaño es el de hacernos creer que somos nosotros,
los borregos, y no ellos, los dueños del rebaño, los culpables de los
problemas que nos rodean. Es la gran vuelta de tuerca, la gran
desvaloración de los valores. Es la ciudadanía la culpable, de las
injusticias, de las diferencias, de las guerras y la violencia, de la
contaminación, de acabar con las reservas naturales, del consumo
distorsionado, de la inmigración, del racismo, de las terribles
enfermedades, de la crisis económica, etc. Soportan la violencia y la
culpa que ella genera, que trae consigo más miseria. Creando un
enorme círculo vicioso. Y no ellos, los poderes fácticos en la sombra,
los que manejan los hilos. ¿Callaría Nietzsche ante semejante
mentira? Creo que no.
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¿Qué respuesta daría Nietzsche? Esta es la pregunta más difícil
de contestar, imposible. Lo que nos queda es martillo y
hermenéutica.
III
¿Se puede seguir a Nietzsche? Creo que sólo Nietzsche, y
también Zaratustra, puede ser nietzscheano. Él, y solamente él,
puede seguir su estela. Escribe y piensa para sí, los demás le
importamos un pimiento y sólo nos queda interpretarle según
nuestras luces. Los que hemos seguido a Nietzsche lo que hacemos
es comentarlo, releerlo, reescribirlo, reeditarlo, etc. Y es que, una
cosa de tanta brillantez y tanta riqueza hay que apropiársela, hay
que hacerla nuestra.
Platón, Aristóteles, Kant, Hegel, entre otros, no solamente
tenían un sistema, y además eran sistemáticos; también tuvieron, y
tienen, seguidores que siguieron en mayor o menor medida con el
espíritu de su maestro. Nietzsche ni lo uno, ni lo otro. Estos grandes
hombres han construido la filosofía, en grandes edificios, grandes
obras de ingeniería, coliseos, catedrales, estadios, palacios, etc. Lo de
Nietzsche es un puñado de abigarradas columnas salomónicas hacia
el cielo, sin puertas ni ventanas, ni paredes ni techo, y casi sin suelo.
Donde llueve, hace frío, nieva, y cae el granizo, pero también donde
corre la brisa fresca, y donde da el solecito en verano.
No es solamente su carencia de sistema y de sistematización.
Es que además sus planteamientos son tan individualmente
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radicales que solamente él podría llevarlos a cabo y hacerlos en un
mundo como el de Así hablo Zaratustra. Una vez más, antes y ahora,
no es el Mesías que llega para salvar a la Humanidad. No son sus
palabras un mensaje salvífico. No encontraremos en la obra de
Nietzsche un plan de salvación colectiva. Pero a pesar de todas estas
dificultades seguimos teniendo la sensación de que ahí hay algo
muy importante, que nos va hacer mejores personas, que nos va a
cambiar cuantitativa y cualitativamente la vida. Si no podemos
vivirlo en plenitud al menos tomemos algo de su espíritu, de su
genio.
¿Cómo interpretar el hombre es algo que debe ser superado? O
interpretar la guerra justifica todas las causas. El primer rasero ha de
ser la trasvaloración. El concepto de hombre y de Humanismo,
también el de Humanidad y el de humanidad que se tenía hasta el
siglo XIX estaban profundamente dominados, por lo que Nietzsche
llama decadencia o predicadores de la muerte. Nietzsche quiere irse
al otro extremo, al radical otro extremo y superar ese hombre, ese
Humanismo, también esa Humanidad y esa humanidad. En el
modelo propuesto por Nietzsche, lo que otros llaman hombre, para
él es el superhombre; y el nuevo Humanismo lo conforman la
Voluntad de Poder, el Eterno Retorno, el Nihilismo Fuerte, la
mutación y creación de los valores, etc. Lo que pide Nietzsche es la
ruptura del hombre consigo mismo y con lo que ha estado
amparándolo durante dos mil años: la metafísica, la moral, la
religión, la ciencia y el modelo de racionalidad, el estado, las leyes y
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las estructuras políticas, la violencia, las guerras y los nacionalismos,
el arte y el lenguaje y un sinfín de cosas más. Todo eso debe ser
superado. Y eso es algo muy, pero que muy duro y difícil, también
lento, lo que lo hace más duro y difícil. Esto se enlaza con la guerra
porque para romper con esto, primero se debe de luchar contra uno
mismo y vencerse, convencerse de dar el paso al abismo. Luego
guerrear contra las demás piezas del engranaje que no van a dejar
que salgas tan fácilmente. Claro que los tarados, los esquizoides y
demás enfermos pueden tomar éstas palabras literalmente y dar
forma, por ejemplo, al nazismo, la limpieza étnica, la pureza de la
sangre, la guerra sin cuartel contra todo.
Y es que la guerra, ésa forma de guerra y de violencia es
también parte del hombre que debe ser superado. También quedará
atrás. La guerra está dentro de cada hombre, y no hay paz posible,
sólo la victoria de uno de los contendientes. O gana el cambio o
gana la permanencia. La respuesta al “ahora” de Nietzsche, sería la
misma que la que dio antes: supérate a ti mismo y luego cambiará lo
que te rodea, o lo mismo ya ni necesitas que el mundo cambie.
IV
“Yo no soy un hombre, soy dinamita”. Lapidaria frase de
Nietzsche casi al final del Ecce Homo. A la dinamita le quedaba ya
poco tiempo. Terminado el Zaratustra, a finales del 88, un año más
tarde, Nietzsche se desploma y pasa la última etapa de su vida
(desde 1889 hasta 1900, ¡once años!) adormecido por el sufrimiento
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físico y a merced de su maldita hermana. Muere el 25 de agosto de
1900.
Uno de los grandes tópicos acerca del pensamiento de
Nietzsche es, que pasará a la historia de la filosofía como el
acuñador de la frase Dios ha muerto. Aparece en todos los libros de
citas y frases célebres. Aunque tópica, resulta una gran verdad. Esta
frase, más aun, todo lo que ella conlleva, que es mucho, es el eje
central del pensamiento nietzscheano. Su raíz madre de la que
parten todas las demás. Ese Dios ha muerto supone la más radical,
total y absoluta ruptura, fractura, del hombre individual (que no
colectiva), consigo mismo y con todo lo que le rodea. Total y
absoluta no es ni mucho menos una exageración o una distorsión.
Cuando Nietzsche dice todo, realmente quiere romperlo TODO en
el hombre. Es una mutación radical del existir del individuo. Es una
ruptura, no un cambio o una recomposición. Se me ocurre explicarlo
mediante lo que llamo la metáfora de la mesa: en una mesa se apilan
gran cantidad de cosas, empleado tras empleado llegan a la mesa se
sientan y la organizan a su modo. Un día llega un empleado nuevo,
un tal Zaratustra, al ver aquel desorden, aquella cantidad de cosas
sobre aquella vieja mesa, las tira todas al suelo. Luego coge una
estaca de buen avellano y la emprende a golpes con la mesa.
Seguramente le despedirán y terminará por sentarse en el suelo. Es
la Voluntad de Poder lo que hace al hombre superarse a sí mismo.
Es la creación de nuevos valores lo que hace al hombre superar todo
lo que le rodea. Dios muere, el superhombre nace a la vida.
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Creo que Nietzsche lo que plantea con su Dios ha muerto, con
su superhombre y con su trasvaloración es un cambio radical. Y es
que el hombre de Nietzsche no es un hombre metafísico,
especulativo o abstracto. Tampoco es un héroe de epopeya. Es un
hombre, un individuo de lo cotidiano que se mueve en su particular
y concreto día a día. Lo que convierte a este planteamiento en algo
muy arriesgado, ya que es un salto al vacío y sin red ni sujeción de
ningún tipo. Un salto tan radical como el salto a la fe del Dios
muerto. Y no sólo es arriesgado saltar en contra de toda la sociedad,
y de la historia. Es arriesgado hacerlo sólo, buscar la fuerza en uno
mismo y hacerlo.
Las palabras de Zaratustra tienen pues vigencia actual, su
espíritu crítico y combativo, rozando lo apocalíptico, tiene cabida
entre nosotros. Esta es mi conclusión: que no concluyamos a
Nietzsche, sigamos leyéndolo, interpretándolo y pensándolo.
Aunque Dios está muerto todo lo demás sigue dando que hablar... y
mucho.