Aparicion Del Libro Febvre Lucien Henri Jean

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175 reseñas Febvre, Lucien y Henri-Jean Martin, La aparición del libro, México, Libraria-Fondo de Cultura Eco- nómica (Libros sobre libros), 2005, XXXIX + 515 p. Armando González Torres Suele reputarse a la innovación técnica que reunió la prensa con el tipo móvil co- mo uno de los actos inaugurales de la vida moderna que posibilitó la multiplicación y circulación de los textos y, por lo tanto, la mayor extensión y democratización del conocimiento y el albedrío. La aparición del libro, estudio realizado en lo fundamental por Henri-Jean Martin, aunque diseñado en su arquitectura intelectual por Lucien Febvre, se publicó por primera vez en 1958 y resulta el fruto clásico tanto de una ambi- ciosa perspectiva histórica como de un trabajo exhaustivo, casi minimalista, de registro de datos, rescate de testimonios y reconstrucción de atmósferas sociales, costumbres y formas de pensamiento. Una de las numerosas aportaciones de este libro consiste precisamente en mostrar que la invención de la imprenta, si bien disminuía potencialmente el costo y aumentaba las posibilidades de difusión del libro, no fue un acontecimiento prodigioso que cam- biara de súbito la concepción del libro o las prácticas de lectura; la asimilación de esta innovación técnica se realizó gradualmente de acuerdo con múltiples determinantes económicos, geográficos, políticos y cul- turales. La aparición del libro analiza las condiciones materiales en que surgió la im- prenta, la evolución del libro y sus indus- trias adyacentes y el impacto de esta mer- cancía sobre la historia política e intelectual de Occidente en los siglos ulteriores a su aparición. El volumen se ocupa, asimismo, de los antecedentes que posibilitaron la aparición de la imprenta, como la introduc- ción del papel en Europa; los vericuetos de la utilización de la prensa y el refinamiento de los tipos móviles que hacen factible la imprenta; la evolución del aspecto físico, el tamaño y las características de encuaderna- ción e ilustración de los libros impresos en sus primeros siglos de vida; la geografía económica y política de la industria librera y de impresión en Europa y otras partes del mundo; la rica variedad humana de obre- ros, negociantes, artistas y editores eminen- tes que se formó alrededor del mundo del libro y algunas de las repercusiones sociales y políticas que se pueden atribuir a este objeto. La introducción del papel en Europa, dos siglos antes de la aparición de la im- prenta, es el antecedente obligado de la invención de ésta y La aparición del libro se ocupa desde, una lógica geográfica, del establecimiento de las fábricas papeleras, de las políticas de regulación de los precios de las materias primas y de los oficios pin- torescos y picarescos que florecen alre- dedor de esta actividad. El papel es un so- porte adecuado y, sobre todo, barato para la impresión, por lo que la invención de la im- prenta, atribuida a Gutenberg, detona una nueva industria. Con todo, como consigna el libro, debieron superarse importantes dificultades técnicas, como el rápido des- gaste de los caracteres. La historia del

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Febvre, Lucien y Henri-Jean Martin, La aparición

del libro, México, Libraria-Fondo de Cultura Eco-nómica (Libros sobre libros), 2005, XXXIX + 515 p.

Armando González Torres

Suele reputarse a la innovación técnicaque reunió la prensa con el tipo móvil co-mo uno de los actos inaugurales de la vidamoderna que posibilitó la multiplicación ycirculación de los textos y, por lo tanto, lamayor extensión y democratización delconocimiento y el albedrío. La aparición dellibro, estudio realizado en lo fundamentalpor Henri-Jean Martin, aunque diseñadoen su arquitectura intelectual por LucienFebvre, se publicó por primera vez en 1958y resulta el fruto clásico tanto de una ambi-ciosa perspectiva histórica como de untrabajo exhaustivo, casi minimalista, deregistro de datos, rescate de testimonios yreconstrucción de atmósferas sociales,costumbres y formas de pensamiento. Unade las numerosas aportaciones de este libroconsiste precisamente en mostrar que lainvención de la imprenta, si bien disminuíapotencialmente el costo y aumentaba lasposibilidades de difusión del libro, no fueun acontecimiento prodigioso que cam-biara de súbito la concepción del libro o lasprácticas de lectura; la asimilación de estainnovación técnica se realizó gradualmentede acuerdo con múltiples determinanteseconómicos, geográficos, políticos y cul-turales. La aparición del libro analiza lascondiciones materiales en que surgió la im-prenta, la evolución del libro y sus indus-trias adyacentes y el impacto de esta mer-

cancía sobre la historia política e intelectualde Occidente en los siglos ulteriores a suaparición. El volumen se ocupa, asimismo,de los antecedentes que posibilitaron laaparición de la imprenta, como la introduc-ción del papel en Europa; los vericuetos dela utilización de la prensa y el refinamientode los tipos móviles que hacen factible laimprenta; la evolución del aspecto físico, eltamaño y las características de encuaderna-ción e ilustración de los libros impresos ensus primeros siglos de vida; la geografíaeconómica y política de la industria libreray de impresión en Europa y otras partes delmundo; la rica variedad humana de obre-ros, negociantes, artistas y editores eminen-tes que se formó alrededor del mundo dellibro y algunas de las repercusiones socialesy políticas que se pueden atribuir a esteobjeto.

La introducción del papel en Europa,dos siglos antes de la aparición de la im-prenta, es el antecedente obligado de lainvención de ésta y La aparición del libro seocupa desde, una lógica geográfica, delestablecimiento de las fábricas papeleras,de las políticas de regulación de los preciosde las materias primas y de los oficios pin-torescos y picarescos que florecen alre-dedor de esta actividad. El papel es un so-porte adecuado y, sobre todo, barato para laimpresión, por lo que la invención de la im-prenta, atribuida a Gutenberg, detona unanueva industria. Con todo, como consignael libro, debieron superarse importantesdificultades técnicas, como el rápido des-gaste de los caracteres. La historia del

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aspecto físico del libro y su gradual diferen-ciación del manuscrito incluye detallessobre el mercado de los caracteres, las mi-nucias del diseño, la encuadernación, lasprácticas de foliación, la conjunción de la le-tra y la imagen y el simbolismo de las mar-cas tipográficas que distinguían a libreros yeditores. En especial, la mayor demanda dellibro y su salida de los claustros y recintosuniversitarios hacia un público consumidormás amplio y hacia las bibliotecas particu-lares, posibilitó cambios en su dimensión yel éxito de los tamaños portátiles. Si loseruditos eclesiásticos y laicos consultabangrandes y onerosos volúmenes, los lectoresemergentes se inclinaban por libros másligeros y susceptibles de guardarse en espa-cios domésticos. Como dicen los autores,“Había, pues, desde esta época, un contras-te entre las pesadas ediciones de los libroscientíficos, destinados a la lectura en las bi-bliotecas, y las pequeñas ediciones, más li-geras, de obras literarias o escritos de com-bate para un público más amplio”.

La impresión, por el costo de las pren-sas, los caracteres y el papel, era un negociorentable, pero requería de capital y los arte-sanos tipógrafos no siempre disponían de él.Por eso, es importante la aparición de socioscapitalistas, algunos de los cuales, como elcélebre editor de Lyon, Barthelemy Buyer,reunían la afición por los libros con elinterés económico. Por supuesto, tambiénera importante la participación de podereseclesiásticos o estatales como compradoreso reguladores de los monopolios, lo que per-mitía, además de orientar el mercado, ejer-

cer una eficaz actividad de censura. Contodo, la mutación más importante del flore-cimiento de la industria editorial fue elcambio del artesano libre al obrero asala-riado. Es en el gremio de los tipógrafos, porejemplo, se desarrolló una semilla de re-beldía, estallaron huelgas y protestas y sereclutó a los primeros socialistas. El librorecrea la dura vida de los tipógrafos, y el re-trato de estos obreros –libertarios, bebedo-res, pendencieros, pícaros y resentidos– esuna estampa bellamente literaria y con-movedoramente humana. Por su parte, losmaestros e impresores se reunían para evitarla entrada de nuevos competidores y solu-cionar problemas comunes. Desde luego,no todos los impresores eran meros nego-ciantes y el fenómeno de los impresorescultos, como Jean Amerbach, Aldo Manuzioy Josse Bade, permitió la publicación detextos clásicos y antiguos y el auge de lacultura humanista. La vigilancia de las igle-sias y la inflamación de las pasiones religio-sas produjeron que muchos editores se colo-caran en las primeras filas en las sospechasde herejías y sufrieron destierros, y perse-cuciones o se convirtieron en mártires,como el apasionante Étienne Dolet. Otrospersonajes del mundo del libro, no necesa-riamente protagónicos como ahora, eran losautores, cuyo papel era atípico, ya que al noexistir los derechos de autor solían confiarmás en los mecenazgos que en la venta ma-siva de sus obras. Pese a ello, los autoresmás populares, con menos pretensiones ycontactos encumbrados, comenzaron a ven-der sus obras a los libreros. De hecho, ante

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la percepción de injusticia, muchos publi-caban sus propios ejemplares, hasta que enel siglo XVIII empezaron a esbozarse losderechos de autor.

A partir de su establecimiento en Ma-guncia, la imprenta comenzó su difusiónpor Europa y los talleres florecieron alre-dedor de las clientelas eclesiásticas y, sobretodo, en torno a las grandes ciudades uni-versitarias, para luego extenderse por todaciudad importante europea. La geografía delos grandes centros editoriales fue modifi-cada por las guerras religiosas y conflictospolíticos. Los libros sagrados y de índole re-ligiosa fueron los más populares, aunque losclásicos también tenían un buen mercadoen los espacios universitarios. La mayoríade los textos se publicaba en latín y sólo unpequeño porcentaje en lenguas vulgares.Con el renacimiento del humanismo an-tiguo, el griego también adquirió popu-laridad. Igualmente, la imprenta atrajo a co-munidades de judíos que empezaron aimprimir en hebreo los grandes éxitos de laépoca, como Erasmo, Rabelais y TomásMoro. Curiosamente, la imprenta no ayudóal progreso científico; “al vulgarizar ciertasnociones adquiridas desde tiempo atrás,arraigando antiguos prejuicios y seductoreserrores, parece haber opuesto una fuerza deinercia a buen número de nuevos conoci-mientos”. La imprenta fue también un as-pecto importante en las luchas religiosas ycontribuyó a la guerra propagandística queacaso coadyuvó al éxito de la Reforma.

En fin, La aparición del libro es una his-toria social del libro que integra diversas

perspectivas, desde su hechura materialhasta su fermento espiritual, y ha abiertocampos que han sido continuados fecun-damente. Es probable que se haya avan-zado mucho en algunos de los campos deestudio que esboza este volumen y quemuchas aseveraciones estén superadas; sinembargo, la articulación, la solidez y la so-bria belleza de su estilo aún seducen al lec-tor, pues los datos económicos, los hechoshistóricos, los testimonios humanos y laminiatura literaria se mezclan para formarun libro sin edad.

Alberto Mangel, La Bibliothèque, la nuit. Tradu-cción del francés de Christine Le Bœuf Artés,Francia, Actes Sud, 2006, 335 p.

Adolfo Castañón

La Bibliothèque, la nuit es la traducciónfrancesa del ensayo del argentino-cana-diense Alberto Manguel, The Library atNight. Su título podría traducirse al españolcomo La biblioteca en la noche, una de las fra-ses que se repiten como leitmotif a lo largode este libro pletórico de erudición imagi-nativa, fantasía noticiosa, reflexión y expe-riencia personal. La obra es un ensayo bienescrito y llevado que se lee casi como unanovela de aventuras o un cuento de hadas ybrujas; hace la historia de las bibliotecas, delos catálogos, de las formas de acomodar loslibros, para terminar preguntándose sobreel futuro –ya presente– del libro (y los cal-varios e infiernos de la digitalización) yreflexionar en torno al infinito o los infinitos

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que se pueden encontrar alojados en unapantalla.

En La biblioteca en la noche se despliegatambién la autobiografía de un lector que seha tomado en serio el arte de leer y que haquerido y sabido reconstruir la historia deese oficio en cuyas llaves se cifra, en últimainstancia, la experiencia y la utopía, la es-peranza y la fe humana o en lo humano.

A lo largo de La biblioteca en la noche, his-toria universal del libro y de las bibliotecas,de los lectores y de los bibliotecarios, afloracierto sentimiento de urgencia y una sen-sación apremiante: la de la salvación del sa-ber universal, que es como decir la salvaciónde la (posibilidad de) salvación humana. Esuna obra escrita al filo de las devastacionesy deforestaciones del Tsunami informáticoque parece avasallar el juicio y el conoci-miento embruteciéndolos a fuerza de multi-plicar la información, el estupor y la perple-jidad. La biblioteca en la noche cuenta unahistoria, de algún modo, optimista y ad-mirable: la de la sed de saberlo todo y de as-pirar al conocimiento universal que da a laaventura humana sus no siempre furtivasseñas de identidad. La idea de la Bibliotecaoscila, según Alberto Manguel, como unpéndulo entre el mito de la torre de Babel(que encierra una biblioteca) y la realidadhistórica y mítica de la biblioteca de Ale-jandría. Entre esos dos polos navega y seextrema, evoluciona, sueña y despierta estelibro que, ilustrado y sembrado de fotogra-fías, cabe ser leído como un cuento inago-table donde las mil y una noches se des-doblan en mil y una bibliotecas, que a la vez

cobran unidad y singularidad en la voz leídade ese lector fosforescente llamado AlbertoManguel.

La biblioteca en la noche es también unahistoria de esos santuarios librescos que sonlas enciclopedias y en, particular, L´Encyclo-pédie, de Diderot, publicada originalmenteen 28 volúmenes (17 volúmenes de texto y11 de ilustraciones). Dos sentencias reflejansu borgesiano contenido: “La enciclopediamundial, la biblioteca universal existe: es elmundo mismo” y “Si una biblioteca es unespejo del universo, entonces un catálogoes un espejo de ese espejo”.

El libro de Alberto Manguel trae a lamente figuras de ayer, como las de ErnestRobert Curtius, Albert Béguin o MarioPraz, así como de hoy, como las de ClaudioGuillén, Antonio Candido, Antonio Alato-rre, Harold Bloom y, desde luego, GeorgeSteiner.

Zahar Vergara, Juana, Historia de las librerías de la

ciudad de México. Una evocación. México,Universidad Nacional Autónoma de México,1995.

Malva Flores

No es ningún misterio que las libreríasque aún sobreviven en nuestro país –almargen de las grandes tiendas departamen-tales que venden libros o de empresas comoGhandi, El Sótano o el Fondo de CulturaEconómica–, se encuentran no en peligrosino en extinción forzosa. La aventura ro-mántica de tener una librería es, por su-puesto, una aventura idiota a menos que,

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como dice Gabriel Zaid “tengas dinero parapagarte una afición costosa”. Si no es así,advierte el poeta, “no te metas. En México,todo está organizado para acabar con laslibrerías”.1

Nada de esto podría suponer JuanCromberg, el tipógrafo alemán avecindadoen Sevilla que decidió probar fortuna en elnuevo continente y mandó a su oficial deltaller –Juan Pablos (Giovanni Paoli)–, afundar una imprenta, la primera, en la Nue-va España. Con 120 mil maravedíes –de los195 mil que finalmente costaría instalar lanueva empresa–, Juan Pablos llegó a la ciu-dad de México con Jerónima Gutiérrez, suesposa, entre septiembre y octubre de 1539,según cuentan las múltiples narraciones deesa aventura tipográfica.

Historia de las librerías de la ciudad de Mé-xico. Una evocación, de Juana Zahar Vergara,es una de ellas. Publicado en 1995, el librode Zahar nos enseña cómo, durante variossiglos, editar y vender libros no fueron dosactividades separadas sino parte de una mis-ma vocación, cuyo verdadero fin, a vecespienso, está relacionado con el anhelo deponer sitio a las formas huidizas del azar. Enlas páginas de esta Historia... –que irónica-mente son el ejemplo cumplido de lo queun editor no debe hacer en materia de dise-ño tipográfico– se encuentra un compendiode nombres, calles, palabras, fotografías,edificios que en el Centro Histórico de laciudad de México, en el Ajusco, La Conde-sa o Clavería han ido poblando la singularhistoria de un oficio no exento de tribula-ciones: desde la práctica de las “visitas” del

Santo Oficio en el siglo XVI, que tenían co-mo “fin expurgar toda la literatura que lle-gaba a la Colonia y eliminar la que repre-sentaba un peligro para la fe católica”, hastala irrupción, en el mercado librero, de lastiendas de autoservicio (Aurrerá la primerade ellas, nos recuerda Zaid).2

Pero Historia de las librerías de la ciudadde México no es sólo un resumen de amar-guras. Dispuesto en un formato pedagógicoque reúne, para cada siglo, un apartado noexplícito pero dirigido a mostrar algunostestimonios de libreros, escritores, historia-dores o gente de a pie que en su siglo escri-bieron algún dato interesante o curioso rela-cionado con las librerías o los libros, Zaharmuestra enseguida un recorrido por las ca-lles de la ciudad de México, efectuando larelación de librerías que en ellas se encon-traban, desde la Colonia hasta mediados delsiglo XX. En cada establecimiento se detie-ne, nos cuenta su historia, y la de sus pro-pietarios y la de sus clientes más reconoci-dos. Así sabemos que en el siglo que acabade concluir, Rulfo, Fuentes, García Már-quez, Monsiváis y muchos otros se reunían

1 Gabriel Zaid, “Librerías y precio fijo”, Letras Li-bres 80 (agosto 2005), p. 43.

2 “Alguna vez salió en la primera plana de Excélsiorque había llegado a México un barco cargado de librosespañoles. Era un saldo comprado por Aurrerá. Los edi-tores españoles no tenían problemas, sino incentivosfiscales y comerciales, para saldar en México. El exceso deproducción en España, los incentivos para exportar y losprecios altos que fijaban los importadores mexicanoscreaban una oportunidad ideal para Aurrerá y otros quecanalizaron el dumping español. Lo hicieron, con éxitoespectacular, la Librería Gandhi y la Librería Parroquial(que de hecho acabó con las librerías católicas).” Gabriel,Zaid, art. cit, p. 43.

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en la Gandhi de los años setenta; asimismo,que veinte años antes fueron asiduos de laLibrería de Cristal Octavio Paz, Arreola,Novo y Remedios Varo, entre otros; y queTrotsky, Siqueiros, Orozco, Tamayo, Riveray Khalo hacían lo propio, cuarenta añosantes, en la librería de Alberto Misrachi. Asícomo Justo Sierra, Luis G. Urbina y otros sereunían en la Librería Bouret a finales delsiglo XIX y principios del XX, Efrén Rebo-lledo, López Velarde y Enrique GonzálezMartínez lo hacían en la Librería Biblos, ini-ciado el siglo XX. A manera de colofón decada uno de los capítulos Zahar resume lasincidencias del siglo, definiéndolo en unbreve resumen.

Las 104 librerías incluidas en el índiceno son, por supuesto, todas las librerías quedesde el siglo XVI se han establecido en Mé-xico. Una curiosa lista que me prestó AdolfoCastañón –realizada, imagino, durante suspaseos por la ciudad de México, escrita conaquellas ya viejas máquinas mecánicas yconcluida en forma manuscrita– se titula“Librerías que existían hacia 1960” e in-cluye 49 establecimientos, de los cuales másdel 80% no están en el libro de Juana Zahar.Pero La historia de las librerías de la ciudad deMéxico no tiene un afán exhaustivo sino,más bien, panorámico. A ello contribuyetambién la inclusión de un apartado fotográ-fico donde podemos observar no sólo losestablecimientos donde se vendían los li-bros sino, sobre todo, el paso del tiempo so-bre la ciudad de México. La última de esasfotografías es una “vista panorámica de lalibrería de Cristal ubicada en las pérgolas de

la Alameda Central y desocupada en 1973durante la presidencia del licenciado LuisEcheverría, cuando se iniciaron las obras dela Línea 2 del Metro”. Mi padre me llevabaa esa librería y en ella me compró a PhileasFogg, a Nemo y a Sandokan (nunca tuve elproblema de preferir a Verne o a Salgari).También allí obtuve Un yankee en la corte delrey Arturo, de Mark Twain, libro que disfru-té enormemente, tanto como ahora me en-tristece ver aquel sitio, de cuyo recuerdoconservo –además de esos y otros libros demi infancia– el olor singular de aquellos lo-cales, que en mi cabeza se relacionan con elnerviosismo que anticipa un regocijo dura-dero, la escalerilla de madera que fue utiliza-da para bajar de los estantes más altos el vo-lumen de Twain y, ahora, este libro con sufotografía. Sólo Amazon estará contenta.

Fernando Báez, Historia universal de la destrucción

de los libros. De las tablillas sumerias a la guerra

de Irak, México, Debate, 2004, 386 p., y RebeccaKnuth, Libricide. The Regime-Sponsored Destruc-

tion of Books and Libraries in the Twentieth Centu-

ry, Westport, Praeger Publishers, 2003, 275 p.

Diego Flores Magón

La destrucción del libro –y la destruccióna secas– es un tema que enseguida animainterrogantes. Como tema para una historia,como es el caso de estos dos libros, parecie-ra imprescindible proceder de acuerdo conuna distinción clara del agente, dado que elobjeto está definido por principio de cuen-tas (el libro). Los dos títulos se asemejan en

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el objeto de la destrucción. Cada uno deellos, sin embargo, hace una discriminacióndistinta según el agente destructor. A partirde esta discriminación se define el ámbitode cada libro y el sentido de las respuestasque el problema de la destrucción bibliográ-fica –ético, político, histórico– adquiere encada una de sus reconstrucciones históricas.

La investigación de Fernando Báez esla más ambiciosa (Historia universal de ladestrucción de los libros) porque, con respectoal objeto, no hay distinción de la escala: for-ma parte de su historia la destrucción de unejemplar del Quijote, la destrucción de unabiblioteca (Alejandría) y la destrucción detodas las bibliotecas de un territorio (Dres-de, tras el bombardeo aliado). Tampoco haydistinción del ejecutor: ratas, polillas y pe-rros, invasiones bárbaras, ejércitos desman-dados, literatos celosos de la posteridad oconvulsiones cismáticas forman parte de sutentativa contable. Hay una desmesura enel propósito que no es, por principio decuentas, objetable, pero que emprende conmenoscabo de la pregunta acerca del signi-ficado de la destrucción de los textos; aun-que hay movimientos en esa dirección (ana-lítica), son esporádicos y de ninguna maneradeterminan la totalidad de la empresa histo-riográfica –y arqueológica– del autor.

Cronológicamente, su tentativa de do-cumentación parte de la aparición, preser-vación parcial y destrucción irremediable degran parte de los primeros vestigios escritos,que datan de hace cinco mil años, y con-cluye en 2003, cuando visitó Irak como par-te de un comité internacional para estimar

la magnitud de la destrucción del patri-monio cultural que ocasionó la guerra. A pe-sar de la vastedad del horizonte, de algunamanera es un recorrido que no se decide aser panorámico o sinóptico, porque su pro-cedimiento entorpece la visión de conjunto.Se trata más bien de un recorrido en quepredominan las partes, que se componeprincipalmente de ocasiones, en que los su-cesos y, en muchos casos, las anécdotassirven de eslabones sin más nexo ni arti-culación. Su libro está dividido en tressecciones; la primera comprende el mundoantiguo hasta el primer cristianismo; la se-gunda, de la edad media al siglo XIX, y latercera, del comienzo del XX a la fecha.Varían considerablemente la densidadempírica y el estilo compositivo de cadaapartado. Tendrían interés las secciones quese refieren a la guerra civil española, ladictadura argentina y el régimen cubano sino fuera porque la magnitud del propósitouniversal de su investigación reduce todoslos temas tratados a tan sólo un apunte quese sospecha dictado del fichero.

Como es lógico, el trabajo de documen-tación histórica es formidable. Hay en Báezla vocación del arqueólogo y el anticuario:en su libro, el experto –o el erudito– sofocala voz del narrador –quien podría aligerar eltrayecto a un lector impaciente por la inte-ligibilidad del sentido implícito (un lectorescolar, cuando menos)–. Si un libro, que sepresenta como una historia, pierde legibili-dad en la medida que no es una narraciónni la argumentación en el orden de una te-sis, queda la posibilidad de que la Historia

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universal de Báez adquiera su valor en tantoque colección y museo, curados con aplica-ción y comedimiento –eso se lee–. Hay unapiedad por el dato que explica y posible-mente compensa la falta de restriccionesdiscriminatorias. Por citar un ejemplo queilustra el extremo al que propende su colec-cionismo, el autor incluye un subtítulo (detres párrafos) para dar fe de la destrucciónque Newton sufrió “en carne propia de suobra” porque “un desafortunado accidenteredujo a cenizas sus manuscritos, cuando superro tumbó una vela y los papeles se in-cendiaron. Entre otras, desaparecieronobservaciones agudas sobre óptica y sobrereligión” (p. 163). No cito este pasaje paracaricaturizar la obra, sino para caracterizar laactitud del coleccionista, que no renuncia auna sola pieza y nos pasea con delectaciónpor su inventario, y para dar una muestradel tipo de amenidades que el libro deparaal bibliómano. El libro es el producto deuna ambición de totalidad que podría ganarmucho con algo de la fluidez que el lectorextraña en obras acumulativas.

El libro de Knuth (Libricide) es un pun-to de contraste radical. Se trata de un tra-bajo académico que se ocupa de un periodoespecífico (el siglo XX) y de un agente sin-gular: cinco regímenes; y una batería de in-terrogantes tutelan el acopio de un acervode herramientas conceptuales y materialeshistóricos, con la guía de un sentido analí-tico fino y de una prudencia empírica dehistoriador. El libro consta de nueve capítu-los que más o menos corresponden a lassecciones convencionales de una investiga-

ción científica, con un ensayo teórico pre-liminar (que no está a la altura de la comple-jidad del desarrollo histórico) y una seccióndedicada a la reconstrucción empírica delfenómeno, reproducido en cinco casos a losque dedica monografías acabadas que pue-den leerse como trabajos de investigaciónautónomos.

Los cinco “estudios de caso” rebasancon mucho, aquí felizmente, el propósitoque declara el autor, porque se dedica a do-cumentar la política específicamente orien-tada a la destrucción de libros luego de ubi-carla en su circunstancia política concreta, ysu trabajo revela de manera obvia y primariaque la política de erradicación bibliográficaes parte –en ocasiones, el menor de los ma-les si nos atenemos al horror– de la violenciaideológica, nacionalista y militar, es decir,del ensayo de control, con resultados varia-dos en cuanto a la totalidad de todo lo quese declare extraño a la doctrina, la comuni-dad y, en el caso de la dominación externa,los símbolos de la soberanía cultural deldominado, que se traduce en el control depoblaciones, textos, instituciones.

Los “casos” de que se ocupa son: 1) ladestrucción de libros judíos y polacos porlas autoridades del régimen nazi; 2) la des-trucción de libros bosnios y croatas a manosdel ejército yugoslavo, dominado por Ser-bia, durante el conflicto étnico de los pri-meros años de los noventa; 3) la destrucciónde libros kuwaitís durante la invasión deIrak en el mismo periodo; 4) los atentadoscontra los tesoros bibliográficos chinos –ytibetanos– durante la Revolución cultural

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de los años sesenta y 5) la depredación detodo tipo de textos bajo la dominación chinadel Tíbet desde la invasión de 1949 hasta laRevolución cultural.

Hay una idea capital en la obra, que nose enuncia de manera explícita en el texto,pero que es un postulado que la evidenciaapunta constantemente: el libro es unadimensión de la existencia humana. Elataque al libro es el ataque a una comuni-dad, pues el texto tiene el poder de identifi-car y delimitar la comunidad lingüística aque pertenece. Esto explica el caso de ladestrucción de bibliotecas judías, bosnias,croatas y, acaso, tibetanas. El edificio docu-mental de Knuth corrobora una y otra vezeste vínculo entre comunidad y texto cuyafuerza y necesidad, en tanto que eslabónanalítico, recuerda la tesis de Benedict An-derson sobre el nacionalismo, a quien curio-samente cita de paso y al margen, pero delque podría servirse para seguir el senderode la destrucción del libro hasta sus conse-cuencias radicales, que posiblemente seencuentren en la propuesta de que las co-munidades lingüísticas nacionales son elsucedáneo de las comunidades religiosas dela antigüedad, reunidas en torno y en virtudde un texto y una lengua. Sobre este punto,con todos sus defectos, el libro de Báez nodeja lugar a dudas: las primeras destruccio-nes orquestadas de textos son episodios delconflicto entre comunidades religiosas. Laviolencia contra los textos en los “casos” deque se ocupa Knuth es una forma de bruta-lidad contra la identidad colectiva que esostextos preservan y reproducen, parte de una

estrategia de absorción o erradicación; ata-ques a la memoria y la identidad dirigidoscontra las representaciones que les dan pre-sencia y de las que dependen fatalmente,trátese de representaciones textuales o mo-numentales: la documentación que Knuthconvoca se refiere igualmente a la destruc-ción de iglesias, archivos, cementerios, sitiosque son, como los textos, registros de lamemoria, es decir, el vínculo de las comuni-dades con su dimensión histórica. La fragi-lidad de la memoria, ligada precariamente asu correlato físico, es ya una fragilidad de laidentidad colectiva y, en esa medida, el ata-que a los libros es un atentado directo y te-rrible contra las comunidades.

El libro de Knuth repasa también lasbibliotecas como víctimas de las empresasde manipulación ideológica, tema que de-sarrolla en el apartado sobre la Revolucióncultural china (también en el Tíbet) y laAlemania nazi. Este punto da pie a undesarrollo secundario muy notable del libroacerca de la subordinación de la cultura a laideología desde una perspectiva institu-cional. El régimen nazi, por ejemplo, creóinstitutos capaces de producir conocimientosegún las restricciones y requerimientos dela ideología, para revestir al discurso ideoló-gico con la textura del conocimiento cientí-fico (estadísticas, mediciones numéricas,registros taxonómicos, nomenclaturas); ylibreros y bibliotecarios incorporados plena-mente al Estado (por coacción o fanatismo)purgaron las colecciones que tenían bajo sucargo. La matrícula de las universidadesdisminuyó 50 por ciento, las bibliotecas

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públicas de Munich purgaron 76 por cientode su catálogo y el monto de solicitudes depréstamo disminuyó 60 por ciento. Com-posiciones semejantes se pueden consultaren el libro sobre las consecuencias que laideología tiene sobre la infraestructuracultural del Estado. Junto a esta destrucciónselectiva que se deriva de los postulados dela doctrina, ejecutada por ciudadanos-buró-cratas o guardias rojas enfebrecidos, se en-cuentra el impulso furiosamente destructivode la utopía contra el pasado, en que seprestan la voz un lema de la Revolucióncultural (acabar con todo lo viejo) y la arengade Goebbels a la Asociación de EstudiantesAlemanes ante la hoguera: “hacen ustedeslo correcto cuando… entregan a las llamasel espíritu diabólico del pasado.”

Con respecto a la elección de sus herra-mientas conceptuales, y aunque el libro serefiere a un problema esencialmente polí-tico (The Regime-Sponsored Destruction ofBooks and Libraries), Knuth no explota la ri-queza explicativa del liberalismo como arte-facto conceptual; en su lugar alude a unhumanismo que, en comparación, resultaun tanto difuso: “la segunda guerra mundialse peleó entre ideólogos y humanistas”, di-ce en el epílogo, y en seguida opone al ex-tremismo ideológico de los regímenes estu-diados el “humanismo democrático”, cuandodebería leerse la “democracia liberal”.

Los ataques contra los libros sonsiempre intentos de suprimir la heteroge-neidad. La biblioteca, con sólo un estante,dice algo inadmisible para la mentalidaddogmática: el conocimiento es múltiple y

provisional. Hay un ideal de ecumenismoque una biblioteca siempre, sin excepción,por pequeña que sea, si no realiza, cuandomenos postula. Como imagen del mundo,la biblioteca declara que el mundo escomplejo y, a la vez, legible: es una invi-tación a la comunidad (o comunicación) apartir de la pluralidad. Los regímenes ideo-lógicos, los nacionalismos intolerantes, losfundamentalismos religiosos son los incan-sables destructores de libros de la moder-nidad. Y aún así, es posible que nada rebasela constancia, aplicación y destructividaddel tiempo –conclusión melancólica a queinvita el punto de fuga arqueológico deBáez–. El destino del hombre es insepa-rable de la cultura, y el lenguaje escrito essu medio de almacenamiento, preservacióny transmisión insuperable.

Robert Darnton, El negocio de la Ilustración. His-

toria editorial de la Encyclopédie, 1775-1800. Tra-ducción del inglés de Márgara Averbach; traducciónde los fragmentos en francés de Kenya Bello.México: Libraria-Fondo de Cultura Económica(Libros sobre libros), 2006, 698 p.

Juan Antonio Rosado Z.

Desde finales del siglo XVIII y principiosdel XIX, la Encyclopédie, de Denis Diderot yJean D’Alembert, ha sido uno de los refe-rentes obligados más prestigiados en elmundo occidental. Este “diccionario razo-nado de ciencias, arte y oficios” es, en efec-to, el principal antecedente, en nuestra cul-tura, de las actuales enciclopedias. Sinembargo, ¿qué hay detrás de aquella magna

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obra, considerada como síntesis de la Ilus-tración? ¿Empezó siendo un libro para to-dos? ¿Cómo surgió la excesiva demanda deestos volúmenes que despliegan y organi-zan el saber como si se tratara de una obratotal? ¿De qué modo influyó en la Re-volución Francesa? Si la Enciclopedia deDiderot y D’Alembert se convirtió con eltiempo en una de las obras más vendidas, sedebió, sin duda, al papel que desempeñaronlos empresarios editoriales franceses y sui-zos. El investigador norteamericano RobertDarnton, en su extenso libro El negocio de laIlustración, responde a todas las preguntasanteriores y penetra en el mundo de la Ilus-tración y de la Revolución francesa desdeuna óptica novedosa: a través de una de lasobras paradigmáticas de la cultura modernaen Occidente, la Enciclopedia.

En el “Prólogo” a la edición mexicana,Tomás Granados Salinas advierte que “Laindustria editorial no suele ser tema de inte-rés de la industria editorial. Aunque cadavez hay más, los libros acerca de la ediciónde libros siguen siendo escasos...” Más alláde esta autorreferencialidad, las enciclope-dias y diccionarios, por su intención decondensar lo más posible el saber humano,han sido casi siempre los libros más ven-didos; por ello, aunque Granados considereque la Enciclopedia no es ni la primera ni lamejor, es inevitable referirse a ella por suimportancia histórica y cultural, y, si es ver-dad que todo libro tiene su “biografía”,existe un aspecto en ella que va más allá delos autores y colaboradores: su proceso edi-torial y de difusión, lo que nos lleva, por

otro lado, a las diversas recepciones. En estesentido, hay un aspecto en la “biografía” dela gran obra de la Ilustración que ha sido po-co atendido. Dicha tarea la emprendió congran fortuna Robert Darnton.

El investigador analiza cerca de 50 milcartas de la Sociedad Tipográfica de Neu-châtel con el objeto de reconstruir elfuncionamiento de la industria editorialdurante la época de la Ilustración. Pero nose queda ahí: explica cómo surgieron y sedifundieron las ideas revolucionarias de losfilósofos. Asimismo, como “nada provienede la nada”, advierte que el éxito de la En-ciclopedia no fue únicamente fruto de susautores. Gracias a los, hasta ahora, casi des-conocidos Charles-Joseph Panckoucke,Joseph Duplain y la Sociedad Tipográficade Neuchâtel, el “diccionario razonado” deDiderot y D’Alembert se convirtió en unaobra de masas.

Para el historiador del fenómeno “libro”,para el bibliófilo, el estudioso de la Ilus-tración, el lector voraz o el simple curioso,esta aventura editorial no sólo podría repre-sentar un nuevo conocimiento, la revelaciónde los misterios que subsisten detrás de lapublicación de una obra decisiva y casi ina-barcable, sino también un motivo de placer,en la medida en que el libro de Darnton,escrito de manera amena, aunque sin esca-timar el rigor académico, nos introduce enuna época y en una cultura que ya no exis-ten, pero sin las cuales no entenderíamos eldesarrollo de lo que viene, pues leer el librode Darnton es hurgar en los orígenes intelec-tuales y sociales de la Revolución francesa.

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Emmanuel Le Roy-Ladurie afirma ensu “Prólogo” que el trabajo de Darnton nospresenta una Enciclopedia que no sólo es el“proyecto colectivo de un grupo de intelec-tuales entusiastas, sino que se integra a unproceso de desestabilización del conjuntode socioculturas del Antiguo Régimen. Peroesta desestabilización no era un objetivo ensí misma...” La Ilustración, el enciclopedis-mo y las sociedades de intelectuales, noobstante, contribuyeron al resquebraja-miento de un mundo cerrado, intolerante,lleno de órdenes jerárquicos: el mundo dela monarquía y de la Iglesia católica, que porfortuna fue fisurado sin remedio, fenómenoque dio lugar a nuevas libertades y derechospara el individuo en su sociedad.

Robert Darnton, al narrar una “historiapersonal” de la Enciclopedia, trata, como élmismo lo advierte, de “disipar algo de laoscuridad que rodea la historia de los librosen general”. El negocio de la Ilustración es unlibro sobre otro libro, pero no cualquier

libro, nada menos que uno de los productosculturales más influyentes en nuestra ci-vilización. Con erudición inigualable, elautor expone el plan de reimpresión de laEnciclopedia y su versión revisada, la “se-gunda edición”, los orígenes de la “tercera”y otros “malabares” editoriales. Temas tanactuales como la piratería, las guerras co-merciales, los problemas administrativos,los vendedores de libros, los suscriptores,así como el vínculo entre enciclopedismo,capitalismo y revolución, dan cuenta de unproceso lleno de vericuetos, sucesos quelindan con la aventura, la polémica... Todoello prefigura el intrincado mundo editorialdel presente y su relación con el universodel mercado y el negocio, la oferta y la de-manda. Leer este libro de Darnton es pro-fundizar en los mecanismos que hubo de-trás de la edición de libros, pero tambiénconocer los antecedentes de la intelectuali-dad moderna, sus libertades y limitacionesen cuanto a expresión y difusión.

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COLABORADORES

dossier

ENRIQUE FUENTES CASTILLA (Saltillo, 1939).Sociólogo de formación, se dedica desde ha-ce varios años al conocimiento, selección ycomercio de libros antiguos, de rara especiey especializados, al frente de la LibreríaMadero.

INMACULADA GARCÍA GUADALUPE (Madrid,1972) es licenciada en Filología Hispánicapor la Universidad Complutense de Madrid.

TOMÁS GRANADOS SALINAS (ciudad de Mé-xico, 1970) es licenciado en matemáticas apli-cadas por el ITAM y cursó la maestría enedición de la UdeG. Es autor de Olvidos me-morables (1996). Dirige el suplemento de li-bros Hoja por Hoja, así como las coleccionesLibros sobre Libros, que publica materialespara los profesionales del mundo editorial, yQED, que publica obra de divulgación de lasmatemáticas.

MICHEL MELOT (Blois, 1943) fue presidentedel Consejo Superior de Bibliotecas de Fran-cia entre 1993 y 1996 y estuvo a cargo delInventario General del Patrimonio en el Mi-nisterio de Cultura de su país. Entre muchasotras obras, es autor de La sagesse du bibliothé-caire (2004) y Livre (2006).

PHILIPPE RICAUD (Dijón, 1959), doctor enciencias del lenguaje por la Ecole des HautesEtudes en Sciences Sociales, es profesor yconferencista de la Universidad de Borgoña.

notas y diálogos

MARINA GARONE GRAVIER (Argentina, 1971)es diseñadora, tipógrafa e historiadora del di-

seño con estudios en México, Argentina ySuiza (UAM-X, UNAM, UBA y HFG-Basilea). Escoautora de La Biblioteca Nacional, triunfo dela República (2006). Actualmente realiza sutesis doctoral sobre Historia de la tipografíacolonial para lenguas indígenas en el pos-grado de Historia del Arte (Facultad de Fi-losofía y Letras, UNAM).

EMMA RIVAS MATA, maestra en Historia deMéxico por la UNAM e Investigadora de la Di-rección de Estudios Históricos del INAH, esautora de Entretenimientos literarios. Epis-tolarios entre los bibliógrafos Joaquín GarcíaIcazbalceta y Manuel Remón Zarco del Valle(2003).

coindidencias y divergencias

JOSÉ MARÍA ESPINASA (ciudad de México,1957) es profesor, periodista y editor. Ha di-rigido las revistas La orquesta, Casa del tiempoy Nitrato de plata. Actualmente es Coordina-dor de producción editorial en El Colegio deMéxico y director de Ediciones Sin Nombre.

ventana al mundo

MARCO AURELIO TORRES H MANTECÓN (ciu-dad de México, 1961) es licenciado en Cien-cias Políticas y Administración Pública por laUNAM niversidad Nacional Autónoma deMéxico, donde obtuvo la Medalla GabinoBarreda por el promedio más alto de califica-ciones de su generación. Está a cargo delarchivo de José Ignacio Mantecón, su abuelomaterno, de quien publicó una biografía: JoséIgnacio Mantecón, vida y obra de un aragonés deldestierro (2005).

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año VIII, número 31, invierno de 2007, se

terminó de imprimir en el mes de octubre

de 2007 en Impresora y Encuadernadora

Progreso, S.A. de C.V. (IEPSA), calzada

de San Lorenzo 244, 09830, México, D. F.

En su formación se utilizaron tipos Caslon

540 Roman de 11 y 8 puntos. El tiro fue de

1000 ejemplares.

istor