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    Portada: Petra: El Teatro.W. H. Bartlett, ca. 1850, Forty days in the desert , on the track of the Israelites. Arthur Hall, Londres.

    Apachita

    11

    septiembre 2 7

    ___________________________________________________________Boletín del ÁREA de Arqueología. Ernesto Salazar, Editor

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     APACHITA, Nº 11, septiembre de 2007

    Ernesto Salazar, [email protected] 

    Indice

    El Laboratorio de Arqueología Editorial  ……………………………………………………………………..………  3

    La población indígena del Cañar Lynn Hirschkind ...……………………………………………………………… …..  3

    Evolución del Qhapac-Ñan. ¿Fin de un callejón sin salida?Gaetan Juillard  ……………………………………………………………...………  6

    La Florida, un sitio del Quito Pre-Inca

     Juan López Escorza ……………………………………………………………….…  9Perro sin pelos ……………………………………………………………………… 10

    7355 Km. en bus… Hacia los Andes Centrales Ernesto Salazar  ……………………………………………..………………………. 11

    Eventos………………………………………………………………………………..  16

     Noticias Frescas ……………………………………………………………………... 16

    La cultura manteña Ernesto Salazar  …………………….……………………………………………….. 18

    Circulando …………………………………………………………………………… 22

    Rectificación / Donación ……………………………………………………………. 23

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     Editorial  

    El Laboratorio de Arqueología

    En general, los Congresos sirven para to-mar el pulso de los avances científicos de unadisciplina, y para establecer contactos entrecolegas. Diversas circunstancias han determi-nado que los estudiantes de Arqueología de laEscuela de Antropología hayan tenido la o-

     portunidad de asistir a varios eventos interna-cionales, como el III Congreso de Arqueolo-gía en Colombia (Popayán, 2004), el Simpo-sio de Arqueología del II Congreso de Antro-

     pología y Arqueología Ecuatoriana (Quito,2006), el IV Congreso de Arqueología de Co-lombia (Pereira 2006), y el Simposio “Pers-

     pectivas sobre la Arq ueología de la Costa Su-damericana”  (Lima 2007 ).  Indudablemente,en estos eventos participan científicos de la

    más alta valía intelectual, muchos de los cua-les han publicado trabajos leídos y asimilados

     por nuestros estudiantes en su carrera acadé-mica. Es fácil imaginar la emoción personal yel acrecentamiento de su autoestima, cuandoel estudiante se encuentra de pronto en ami-gable diálogo con los ilustres colegas. El es-tudiante de Arqueología no escatima en loscostos, que regularmente los cubre de su pro-

     pio peculio, ni re para en las molestias oca sio-nadas por largos viajes en bus o por la ali-mentación de bajo precio que le permite suslimitados recursos. En casa, los estudiantesacceden regularmente a la literatura especiali-zada en inglés que, afortunadamente, está adisposición en las bases de revistas adquiri-

    das por la Biblioteca de la PUCE, y el Labo-ratorio está funcionando en espacio concedi-do por la Universidad. Por otro lado, el Labo-ratorio mantiene, desde hace más de un año,un sitio web de arqueología ecuatoriana, enasociación con el IRD de Francia, y sigue

     produciendo, con la periodicidad de dos nú-

    meros por semestre, su Boletín de divulga-ción arqueológica,  Apachita. A pesar del en-tusiasmo que ponemos en nuestra tarea, elLaboratorio adolece aún de falta de equipa-miento. Por tal motivo, nos dirigimos a la co-munidad universitaria para solicitarle que, en

    su donación del 25% del impuesto a la renta ala PUCE, consigne, en el formulario corres-

     pondiente, a l Laboratorio de Arqueo logía co-mo beneficiario de su contribución económi-ca. Su ayuda constituirá un poderoso incenti-vo para nuestro trabajo.

    LA POBLACIONINDÍGENA DEL CAÑAR

    Lynn Hirschkind

    ¿De dónde son los indígenas del Cañar?Parece obvio que son de ahí mismo. Los mis-mos Cañaris lo afirman, el sentido común loratifica, y el consenso académico lo presume.Además, el discurso de “tiempos inmemoria-

    les”, “tradiciones milenarias”, y “prácticasancestrales” toma, sin cuestionar, la existen-cia de una población y una cultura cañarisasentadas en el austro ecuatoriano. Sin em-

     bargo, un diagnóstico etnohistórico sugiereotra composición demográfica para Cañar. En

    efecto, los ancestros de los indígenas de Ca-ñar vinieron de muchas partes del ex-imperioinca, desde lo que ahora es Cochabamba (Bo-livia) hasta Pasto (Colombia), y desde el estede los Andes. La cultura “cañari” actual, lógi-camente, abraza las contribuciones de todosestos integrantes, además de la influencia po-derosa de los españoles.

    Quienes eran los habitantes de la sierracentro-sur del actual Ecuador, antes de quevinieran los Incas? La región del Azuay, Ca-ñar, y franjas de Loja, El Oro y Chimborazoabarca cuatro cuencas hidrográficas principa-les, cada una con un amplio espectro de mi-croclimas. Estas cuencas son la del Cañar, la

    del Tomebamba, la del Paute, y la del Jubo-nes. La población pre-inca se organizaba encacicazgos locales, más o menos congeniadosadentro de su propia cuenca y más o menosiracundos hacia los de las cuencas vecinas.Hablaban el mismo idioma, compartían unacultura, tecnología y prácticas de subsis-tencia, y mantenían intensas redes de inter-cambio entre ellos. Pero cada cacicazgo fun-cionaba independientemente de los demás; nohabía una autoridad, una ley, o un poder po-lítico por encima del jefe local. Hay que con-cluir que no había una nación nativa en estaregión antes de los Incas.

    La llegada de los Incas fue el motivo

     para qu e estos cacicazgos se unieran, lo que,de hecho, produjo un grupo “cañari”. Si los

     jefes nativos no querían someterse inme-diatamente al ejército inca, tenían que aliarse

     para formar un frente común. Lo hicieron ylucharon contra la conquista y ocupaciónincas, sin éxito. Desde entonces hasta que se

    acabó la conquista española, los Cañaris en-gañaron y traicionaron cuanto pudieron al

     proyecto imperial y colonizado r de los Incas.Los Incas impusieron las estructuras políti-

    cas, económicas e ideológicas que, a partir de

    las anárquicas comunidades locales, formaron

    un ente “cañar”, al que incluso le pusieronnombre. Cuando los españoles derribaron a

    los Incas, sustituyeron al Inca por el Rey, y a

    los administradores y sub-jefes nativos por

    encomenderos y curas. Sin embargo, ratifica-

    ron las categorías étnicas de sus antecesores.

    En otras palabras, continuaron con las políti-

    cas que crearon y apoyaron la existencia de

    los “Cañaris” y así aseguraron la sobrevi-

    vencia de esta idea hasta el presente. 

    ¿Quienes son los “Cañaris”? Los caci-cazgos, agrupados bajo la denominación “Ca-ñar” por los Incas, se opusieron al dominioforáneo antes y después de ser conquistados.Los Incas manejaron hábilmente este tipo de

     problema con la política de mitimáes, o el in-tercambio de poblaciones a larga distancia,con empleo garantizado. Entonces mandaronmás o menos 50% de los Cañaris al exterior yasentaron comunidades de inmigrantes en sulugar. Muchos de los habitantes nuevos erancuzqueños, quienes debían dar ejemplo de

     buenas costumbres, enseñar el idioma que-chua y demostrar su cultura civilizada.

    En el conflicto entre Atahualpa y Huas-car, sobre la sucesión al cargo de Inca, losCañaris dieron su apoyo al cuzqueño Huas-car. Por desgracia, su candidato resultó per-dedor y tuvieron que aguantar la ira y ven-ganza de Atahualpa triunfante. Según la cró-

    nica de Pedro Cieza de León (1547), la masa-cre de Cañaris fue tan brutal que sobreviviósólo un hombre por cada cinco mujeres. Todoesto pasó antes que Pizarro desembarcara enTumbes. En resumen, hasta aquí, para 1533,la población indígena de Cañar era un mosai-co étnico compuesto por los Incas, según sus

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    intereses. Y esta población estaba deformaday disminuida a causa de la guerra interna, aúnen marcha cuando se asomaron los españoles.Tan pronto supieron del nuevo participanteen el campo político-militar, tres jefes cañaris

     bajaron a Tumbes para ofrecerle su alianza,

    siempre con el afán de desterrar a los odiadosIncas. En este plan, y por todos los años deconquista y las sucesivas insurrecciones y pe-leas entre españoles, los Cañaris anduvieron

     por todo el ex -imperio inca en calidad d e guí-as, cargadores, soldados y brazos derechos,en general, de los españoles. No se sabecuántos regresaron a Cañar.

    En los primeros cien años de la llegadade los europeos, las epidemias de viruela,sarampión, influenza y otras enfermedadesmataron al 90% de los indígenas americanos.Como efectos secundarios, las epidemias tra-

     jeron desilusión , descomposición y expulsiónde las comunidades indígenas. A lo largo de

    la Colonia, Cañar sufrió repetidas olas epidé-micas con la respectiva disminución y dis-

     persión de sus habitantes. Por la mismarazón, indígenas de otros lados llegaron en

     busca de refugio . Total, hasta el siglo XIX, lasituación demográfica seguía alborotada.

    A pesar de las políticas establecidas, las

    reglas coloniales inducían en la práctica el

    movimiento migratorio entre los indígenas.

    En efecto, como “forastero”, un indígena po-

    día evadir tributos, contribuciones, mitas, y o-

    tros servicios forzados que normalmente caí-

    an sobre los “originarios”. Como emigrante

    anónimo, un indígena podía cambiar de cate-

    goría, identidad, origen, y pasado para así ga-

    nar alguna ventaja social, fiscal, o legal. Estalógica se revela en la correspondencia, los

    trámites, los procesos jurídicos y las medidas

    administrativas coloniales. Ahí se puede ver

    una preocupación masiva y frustrada por con-

    trolar o siquiera conocer la residencia, estado

    civil, ocupación, tributación, y estado moral

    de los indígenas. Ninguna autoridad logró de-

    tener el movimiento de los indígenas, quienes

    buscaban salvarse, escapar de situaciones im-

    posibles, o mejorar sus condiciones de cual-

    quier manera.

    El resultado acumulativo de estos pro-cesos -la expulsión y circulación entre pobla-

    ciones indígenas, y especificamente de los

    “Cañaris”-, es un mestizaje tanto biológico

    como socio-cultural. Es más probable que el

    indígena cañari del presente tenga más ances-

    tros del Perú que de Cañar. Una investigación

    de los orígenes étnicos de los apellidos indí-

    genas en Cañar revela una mayoría quechua

    cuzqueña, seguida por Puruhuáes, Panzaleos,

    Paltas, Chachapoyas, y nativos “cañaris”. De-

    safortunadamente, se sabe muy poco de los

    Cañaris pre-Incas, ya que ni los Incas ni los

    españoles tuvieron mucho empeño en cono-

    cer y mantener la cultura “cañari”. Por otro

    lado, los propios indígenas no estaban en

    condiciones de mantener y recrear su cultura.

    La migración voluntaria o imprevista,

    las epidemias, los inmigrantes, y un montón

    de reglas, requisitos y obligaciones, promo-

    vieron la dispersión de los Cañaris, o de quie-

    nes habitaban las tierras de Cañar y Azuay

    hasta Loja y El Oro. La pérdida de su idioma,

    que para el siglo XVII ya no se oyó más, re-

    presenta un hito terminal de la cultura autóc-

    tona. Sólo quedaron topónimos, antropóni-

    mos y algunos nombres de plantas y anima-

    les. El conjunto de inmigrantes indígenas,

    mestizos, y españoles forjó la nacionalidad

    cañari de hoy. La identidad étnica responde al

    presente y es totalmente moderna, aunque se

    vista de “tiempos inmemoriales”. Los Cañarisde hoy han creado un modo de vivir, a base

    de la riqueza cultural de sus contribuyentes.

    Desde 1470 hasta ahora, todos los desafíos e

    imposiciones religiosos, económicos, cosmo-

    lógicos, epidemiológicos, biológicos, políti-

    cos, etc. están invulcrados en su autocrea-

    ción [Resumen de: History of the Indian Pop-

    ulation of Cañar, Colonial Latin American

     Historical Review, 1995, 4(3):311-342].

    EVOLUCION DEL QHAPAC-ÑAN¿FIN DE UN C ALLEJON

    SIN SALIDA?

    Gaetan Juillard

    Los caminos constituyen un sistemaadministrativo integrado, que une regionesintensamente pobladas con otras enteramentedesérticas, zonas de producción con grandescentros de consumo (Jenkins 2001), permi-tiendo movilizar la población, los productos,la mano de obra, etc. al servicio del estado ocomunidad. El estudio de las antiguas vías decomunicación es un rompecabezas para el

    arqueólogo. A la problemática tradicional so- bre la función, el comercio, el control delespacio, la economía, la producción, etc., seasocian generalmente los sistemas de comu-nicación, y se añade la problemática, más es-

     pecífica, referente a la vía o camino en sí

    mismo. Los temas relacionados, como la pla-nificación, la construcción, etc. han sido pocoestudiados, pero son esenciales para la com-

     prensión arqueológica del sistema y para laarqueología de las técnicas de construcción.El estudio de la red vial permite también in-

    dagar cómo el hombre y la sociedad se hanapropiado del espacio y “lo han controlado”

     para modelarlo a sus necesidades.

    Entre las “nuevas problemáticas”, el fe-chado de la red sigue siendo una prioridad

     poco tomada en cuenta. A n ivel mundial, elfechado de las redes de comunicación todavíaes difícil. En primer lugar, es importante te-ner en cuenta que existen disparidades entrelas redes prehistóricas –de las que no se cuen-ta con información escrita- y las redes de co-municación históricas. No se sabe gran cosasobre la creación, la modificación o el aban-dono de las vías prehistóricas, aspectos quese conocen mejor por medio de los textos

    históricos (la red de vías romanas, por ejem- plo). Así pues, John Hyslop (1991 ), en una desus últimas publicaciones, consideraba queera imposible remontarse al origen de la redvial en la región andina. ¿Por qué razones?Porque las técnicas de construcción han evo-lucionado poco en el tiempo (es necesario es-

     perar la in troducción de los vehículos d e rue-das para que las técnicas evolucionen) y por-que la reconstrucción y la adaptación de lared son continuas, principalmente en las zo-nas de montaña. Un ángulo de enfoque inno-vador para el estudio de esta transformación

     perpetua de la red puede encontrarse en la puesta en evidencia de las secciones o ele-mentos modificados, su organización relativa,

    y la relación de unos con otros.

    Frente a la imagen de la infraestructurade la red de comunicaciones contemporáneas,se puede observar que el Qhapac Ñan  se or-ganiza sobre distintos niveles, con sus cami-nos comunales, sus vías departamentales  y

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    nacionales, y sus autopistas. En efecto, la redde carreteras de la época inca no es más queel fruto de la acumulación e incorporación deestas distintas capas formadas, al compás delos siglos, conforme a las necesidades de la

     población y de las distintas organizaciones

     políticas. En este contexto, los cron istas espa-ñoles presentan en sus textos solamente lositinerarios de las “grandes vías incas” pan-andinas, mencionando raramente las otras ví-as de comunicación pre-existentes. Con la a-yuda de estos textos y de los trabajos y publi-caciones recientes, es posible presentar agrandes rasgos las diferentes redes que dieronorigen al Qhapac Ñan.

    Luego de un análisis local en el piede-monte pacífico del Perú, Timothy Earle(1991) concluye que la red chimú de vías ylas de la época inca se ordenan jerárquica-mente. Al efecto, discrimina dos tipos de ví-as: los caminos  locales  que, durante el perí-

    odo chimú, permiten poner en relación lasimplantaciones humanas entre sí, a nivel de

     pueblos. En esta situación, cada una de lasaldeas del pueblo estudiado está conectada auna aldea principal por medio de este tipo decaminos (a menudo un simple sendero), que 

     parece existir desde tiempos pre -chimúes. Elotro tipo es el camino  principal , construidode manera formal, que cruza el conjunto deun valle, pasando por una u otra parte los pa-sos de montaña y los extensos espacios no

     poblados, con el fin de unir los va lles con las poblaciones más cercanas y los centros a dmi-nistrativos chimúes.

    Bajo la soberanía inca, las transforma-

    ciones aportadas a los trazados son minús-culas. La red de caminos locales sigue siendofuncional, probablemente con el mismo usoque tuvo durante el período chimú. El camino

     principal  formal construido sigue sirviendo alos otros valles. Los centros administrativosestán siempre presentes, pero el esfuerzo se

    consagra a las comunicaciones regionales.Según Earle, un nuevo camino pan-andino defactura formal inca, sería solamente una aña-didura más expedita para la vía inicial, cru-zando, esta vez, los valles de la manera másdirecta posible  hasta los centros importantes

    del nuevo estado.

    Por otra parte, las técnicas de construc-ción de las vías -mencionadas arriba- cambia-ron poco en el tiempo. Es necesario esperar laconquista y luego el automóvil, para que lastécnicas de construcción tradicionales setransformen con el fin de responder a las difi-cultades de los nuevos medios de transporte.El fechado de los caminos es en sí extrema-damente complejo. Ahora bien, si no se pue-de datar un camino en sí mismo, es necesarioasociarlo a otros elementos (sitios, artefactos,infraestructura vial, hidráulica y agrícola,etc.) para situarlo cronológicamente. Hyslopes, sin embargo, escéptico respecto a los re-

    sultados obtenidos por los métodos de fecha-do y seriación utilizados en la cronología dela alfarería o de la arquitectura cuando se a-

     plican a la red vial andina. A lo sumo , algu-nos elementos arquitectónicos podrían ser da-tados (Hyslop 1991). ¿Por qué? En primer lu-gar, porque los ejes viales no se abandonannunca completamente, y luego porque los ca-minos se utilizan por largos períodos, siendofrecuentemente mantenidos y remodelados

     por las comunidades locales. En efecto, esmás simple mantener un camino existente,que abrir una nueva sección de vía. Conside-rando las múltiples reorganizaciones sufridas,el camino no puede ya considerarse como unconjunto homogéneo, sino más bien como

    una sucesión de reparaciones, consolidacio-nes y mejoras distintas. Como lo destaca muy

     bien John Hyslop (1991), el cam ino o riginales difícilmente identificable en estas condi-ciones.

    Se vuelve entonces necesario ver al ca-mino no como una construcción única, sinocomo el resultado de “construcciones” sucesi-vas. Esta sucesión, si puede ponerse de relie-ve, ofrece una cronología relativa con poten-cial para datar las fases sucesivas de reorga-

    nización. Vestigios arqueológicos y otros ele-mentos fechables de manera absoluta (cerá-mica, carbón, tejidos, hueso, coprolitos…),eventualmente olvidados durante la construc-ción del camino o depositados al momento desu utilización, permiten obtener -en algunoscasos– fechas absolutas que ubicarían, conmás o menos precisión, la cronología de(re)construcción y/o (re)utilización del seg-mento en cuestión. Al forzar este razona-miento, es posible definir, por correlación es-tratigráfica, los distintos tramos de la vía.

    La propuesta metodológica de fechadode la red andina de caminos es una alternativaa ese sentimiento de impotencia de que, ar-

    queológicamente, es imposible datar el origende un camino. Una vez acabada la conquista,y sólo con los datos escritos que brinda laetnohistoria, se puede tener las fechas de cre-ación, reparación y/o modificación de los ca-minos y carreteras. Si el origen de las vías decomunicación no puede ser definido con cla-ridad, el arqueólogo puede, en cambio, elabo-rar un “estado de la cuestión” de la red. Conel apoyo de las otras disciplinas vinculadas,es posible poner de relieve las múltiples reor-ganizaciones sufridas por los caminos.

    Se puede, sin embargo, considerar lossegmentos de las vías como “sitios”, y lassecciones como “estructuras”, porque la red,

    al ser privada de cronología, pierde su aspec-to informal. Por tanto, se debe recalcar que elanálisis individual de cada sección aporta unanálisis formal y tipológico extremadamentefino, que aporta además con información res-

     pecto a la inversión laboral y política efec-tuada por los diseñadores. En otras palabras,

    una tipología de caminos es ante todo unatipología de los elementos constitutivos delos mismos, un conjunto de las asociaciones

     posibles entre lo s distintos elementos co nsti-tutivos que crearon el camino. Las asocia-ciones de estos elementos pueden ser, obvia-

    mente, obligadas por el medio ambiente o porlas necesidades de las sociedades humanas.

    Ante la inmensidad de la red andina, losanálisis a pequeña escala en la construcciónmisma de la vía, ofrecen la posibilidad de in-cluir el proceso evolutivo del segmento estu-diado por el análisis individual de los elemen-tos constitutivos de una sección, así como elde sus relaciones entre ellos y con las otrassecciones. La multiplicación de este tipo deanálisis sobre distancias cada vez más impor-tantes, permitirá incluir -al final- el conjuntodel Qhapac Ñan.

    En fin, la red de vías es un testigo privi-

    legiado tanto de la evolución de las socie-dades humanas, como de los lugares que es-tán asociados a ella. Remontarse al origen dela red es un deseo condenado al fracaso, inal-canzable. Pero al incluir la evolución de estared que conecta a las implantaciones huma-nas, no es la historia de la red la que se nosrevela, sino las relaciones entre las civili-zaciones, los hombres y el medio circun-dante.

    Se aceptan pequeños artículos de difusión y comentarios de estudiantes, profesores

     y colegas arqueólogos 

    Visite nuestro sitio web de arqueología

    ecuatoriana  

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    LA FLORIDA,UN SITIO DEL QUITO PRE-INCA

    Juan López Escorza 

    En medio del incontenible avance del

    urbanismo del norte de la ciudad de Quito,

    los arqueólogos han logrado sustraer momen-táneamente un pequeño terreno para investi-

    gar el pasado precolombino de este sector. Setrata del sitio arqueológico de La Florida,

    nombre por el cual se le conoce actualmente,en alusión al barrio del mismo nombre.

    Visto desde este sector, el paisaje per-

    mite vislumbrar lo que antiguamente fue ungran valle, al interior del cual se sabe que e-

    xistió una antigua laguna, en terrenos actual-mente ocupados por el aeropuerto. Las prime-

    ras evidencias arqueológicas, en torno a lalocalización del sitio, fueron analizadas en

    1909 por Jijón y Caamaño, quien reportó elhallazgo de ollas trípodes y globulares, pero

    sobre todo grandes tinajas o cántaros altoscon pintura negativa. Jijón utilizó el nombre

    de Chaupicruz para referirse a la cultura queocupó esta área. Habríamos de esperar mu-

    chos años, más de medio siglo, para que el

    sitio fuera estudiado nuevamente por Doyon

    (1989), cuya excavación comprendió 6 tum-

    bas de pozo profundo, la mayoría con cámara

    central y entierros múltiples, datadas entre

    340 y 420 A.C.

    Las investigaciones actuales (2004), a

    cargo de María Molestina, revelan una impor-

    tante evolución en las costumbres funerarias

    de los antiguos habitantes de La Florida. En-

    tre las varias tumbas encontradas, se destaca

    la sepultura I, en la cual, a 16.5 m. de profun-

    didad, se halló un importante ajuar funerario

    conformado por vasijas decoradas, grandes

    tinajas, pectorales y dos importantes sacos de

    Spondylus princeps, cubriendo los cuerpos de

    un hombre y una mujer, en la cámara central

    de la sepultura. Evidentemente, el hallazgo de

    Spondylus  revela un comercio intenso con la

    costa, aunque cabe añadir que la forma en

    que la concha fue encontrada (en forma de

    sacos de mullos) nos sugiere que llegó al sitio

    ya elaborada. En efecto, sólo en la costa exis-tieron personas especializadas en la elabora-

    ción de los mullos, con materia prima fácil-

    mente disponible, con talleres y herramientas

    adecuadas, y tecnologías que difícilmente pu-

    dieron haberse desarrollado en la Sierra.

    Sabemos ahora que el yacimiento cons-

    tituye una necrópolis; por lo tanto, fue esce-

    nario de una actividad ceremonial muy im-

    portante. El hallazgo, al interior de la sepultu-

    ra (Molestina 2004), de material carbonizado,

     junto a cada uno de los 16 cuerpos, sugiere

    claramente que el fuego fue utilizado como

    un elemento de alto valor simbólico y ritual

    (Molestina 2006). Esta situación nos plantea

    algunas interrogantes: ¿desde cuando los ha-bitantes del Quito pre-inca atribuyeron al fue-

    go algún simbolismo particular? ¿Fue este

    poder simbólico parte de una tradición oral

    transmitida por otros pueblos, o surgió aquí

    mismo como parte de una cosmovisión sha-

    mánica? Recordemos que el uso simbólico

    del fuego dio origen, en muchas culturas, a

    importantes sistemas de creencias. Quizás en

    el Quito pre-inca su uso ritual nos sugiere la

    existencia de una cosmovisión casi institucio-

    nalizada. ¿Existió entonces una importante

    casta de sacerdotes que enseñaba el culto y

    tenía a su vez un poder político? Al interior

    de la sepultura, se encontraron también restos

    de hoja de coca que no sólo evidencian el

    comercio, sino que fueron utilizadas por lossacerdotes para los rituales de enterramiento,

    ya como ofrendas, ya como elementos de

    consumo durante el ritual.

    La cerámica de pintura negativa encon-

    trada en las sepulturas es de carácter antropo-

    morfo, con similitudes estilísticas con la cerá-

    mica de la cultura Pasto. Por otro lado, los

    platos hallados en la sepultura I estaban orde-

    nados espacialmente según el tamaño, uno

    sobre otro, desde el más grande al más peque-ño, y atendiendo a la variación iconográfica

    (Molestina 2006). Este rasgo de distribución

    espacial es significativo porque sugiere un

    lenguaje abstracto, que merece mayor aná-

    lisis.

    En la investigación del sitio, y sobre to-

    do en el análisis de la sepultura I, apuntamos

    al aporte de un enfoque interdisciplinario. Por

    ejemplo, el de la antropología forense aplica-

    da a la reconstrucción de un par de cráneos de

    la sepultura I que nos puede dar una perspec-

    tiva fenotípica de los antiguos habitantes de

    Quito. Los hallazgos de materia orgánica del

    interior de las tinajas de la sepultura también

    fueron analizados, pudiéndose anotar la pre-sencia de sedimentos provenientes de la anti-

    gua laguna.

    ¿Cuál es la antigüedad de los habitantes

    del Quito pre-inca? La Florida nos proporcio-

    na evidencia de varios períodos de ocupación,

    con una cronología que viene desde el 2.000

    A.C. hasta la ocupación inca en el 1.470 D.C.

    aproximadamente. Esto quiere decir que cro-

    nológicamente aparece un período Formativo,

    de suma importancia para postular nuevas

    hipótesis sobre los primeros habitantes del

    valle de Quito. La cronología es muy amplia,

    aunque por el momento la mayor parte de in-

    formación que nos está llegando corresponde

    al final del Formativo y al periodo de Desa-rrollo Regional, al que pertenece la sepultura

    I.

    Para concluir, me gustaría referirme a

    un aspecto complementario: la difusión de la

    información, que juega un papel importantí-

    simo para el conocimiento y concientización

    del pasado preocolombino de Quito. Recuer-

    do que cuando tuve la oportunidad de facilitar

    al público explicaciones sobre la exposición

    de La Florida que se realizó en el Centro Cul-

    tural Itchimbia (2006), una de las preguntasmás comunes del público era: “¿Así eran los

    incas?” Esta pregunta me desconcertaba, en

    la medida que mostraba una población que no

    tenía idea espacial, ni temporal ni cultural de

    nuestro pasado. Fue una tarea fuerte el dar a

    conocer al público y hacerle entender que se

    trataba de los habitantes del Quito pre-inca.

    Es una cosa tratar con la comunidad científica

    y muy otra difundir la información al público.

    Pero es una actividad necesaria para obtener

    su apoyo y desmitificar muchas interpretacio-

    nes sueltas sobre la historia antigua de nues-

    tro país.

    ____________________________________

    Perro sin pelos

    El perro sin pelo del Perú es una raza milena-ria a menudo representada en la cerámica pre-colombina, particularmente en las culturasChancay y Chimú. Las crónicas señalan queesta raza era utilizada para curar enfermeda-des crónicas e inflamatorias, para lo cual el a-nimal era sacrificado para beber su sangre o

     para usar sus entrañas como catap lasma parafracturas. Ahora este perrito ha entrado en el

     jet set de las exposiciones caninas, para locual el Kennel Club reconoce tres tallas de

     pedigree. Me par ece que este animal debe sersólo perro de arqueólogo, pero como el mun-do es de todos, el lector que desee adquirirlo,o simplemente conocerle más puede dirigirsea

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    7355 KM. EN BUS…HACIA LOS ANDES CENTRALES

    Ernesto Salazar  

    Cuando en diciembre pasado, “solté” laidea de un viaje a Perú, los estudiantes la aco-gieron con cierto entusiasmo, sin que llegára-mos a concretar nada. Pero cuando AlexanderMartin, Profesor de nuestra Escuela, nos invi-tó formalmente al encuentro arqueológico deLima, el asunto cobró ya forma porque sim-

     plemente podíamos matar dos pájaros de untiro: el compromiso académico y el viaje de

    lo que “buenamente podamos ver”. Estanis-lao se encargó de trazarnos una ruta “cultu-ral”, averiguar precios y darnos el estimadode un presupuesto económico. El viaje seríade Quito a La Paz, por la costa peruana, en-trando a la sierra de Cuzco y luego al Titicacay la capital boliviana. Todo en bus, viajando

    de noche para no pagar hotel, comiendo al-muerzos en restaurantes baratos, y durmiendoen hostales “decentes”, en la medida de nues-tro bolsillo. Diez personas nos habíamos ano-tado para el periplo de los Andes.

    Hay cosas que no hacemos los arque-ólogos; por ejemplo viajar sin el Andrés Chi-riboga. Así que le hablamos del asunto, y elhombre estuvo a la altura de las circunstan-cias, o mas bien más allá de ellas, porquecompró un boleto de avión a Lima y se ade-lantó un par de días para tenernos listo unalojamiento. El resto abordamos el bus, el 30de julio, en Quito y nos dirigimos a Huaqui-llas. En la madrugada, cruzábamos ya las ver-des plantaciones de banano de la provincia deEl Oro. 

    Huaquillas es una ciudad completamen-te desordenada, pero nos abrimos paso pararealizar los trámites aduaneros para la salida

    de Ecuador y la entrada al Perú, tomando lue-go un bus que nos llevó a Tumbes e inme-diatamente otro que nos dejó en Chiclayo.Dormimos aquí y al día siguiente hicimos unaescapada arqueológica a Sipán. De lejos, seven solamente unas lomas desgastadas por elviento y los siglos. Pero cuando uno se acerca

     puede detectar en los intersticios de las faldaslos miles y miles de adobes que conforman laconstrucción de estos montículos artificiales.Arqueólogos peruanos están trabajando portodos lados, y un equipo se dedica a la exca-vación de un personaje importante (acaso el

     jefe de la m ilicia) en el mismo lugar dondefue encontrado el famoso Señor de Sipán.Luego, la visita al museo de sitio, modesto,

     pero con hermosas reprodu cciones a colo r dela vida de los mochicas en Sipán. Fotos de ri-gor junto a la tumba general, a las excava-ciones secundarias, a los adobes invidualesrescatados del lugar. Y claro, primer encuen-tro con la cocina peruana: anticuchos, cebi-ches, choclos (de granos gigantescos que ja-

    más he visto en mi vida). Y van apareciendolas idiosincracias de los viajeros, como la delErnesto, que se empeña en pedir en los res-taurantes Coca Cola bien helada en botellade… vidrio!

    Y en esa misma tarde, bus para Lima(12 horas al menos). La carretera va junto almar por un paisaje que se vuelve agreste ydesértico, justo cuando se deja la provincia deEl Oro. Primero hay manchas de arbustos defaiques o guarangos, pero poco a poco la ve-getación va cediendo a verdaderos desiertosdonde no hay nada. O mas bien dicho sólo

     pueblos miserables con chozas d e carrizos, enmedio de arenales inmensos, sin que el viaje-ro pueda figurarse de qué se alimentan los ha-

     bitantes. La respuesta aparece, de tiemp o entiempo, con la presencia de campos de arroz,aún en período de barbecho, y de numerosassalinas. Hay pocas playas en la costa norte, yel paisaje más frecuente es de farallones hun-

    diéndose directamente en el océano.

    Llegamos a Lima, a mediodía. Búsque-da afanosa del Chiriboga que no asoma. Alfin, por teléfono, nos avisa que vayamos alhostal “Aquisito”, donde nos atiende Malisa,una dama muy educada y servicial. En la tar-de, el Ernesto fue a comprar libros viejos (ob-viamente) y los demás a pasearse por la ciu-dad. Es la época de invierno y hace un fríohúmedo en Lima. Al día siguiente, comenzóel simposio en el Museo de la Nación, y co-mo no había personal para las inscripciones,nuestras chicas se apoderaron de la mesa dela entrada para atender en la reparticion decredenciales, y de una vez, de “Apachitas”, e

    invitaciones a visitar nuestro sitio web. Inte-resante el simposio, con nuevas ideas para laarqueología de hoy, propuestas por investi-gadores de las universidades de Pittsburgh, la

     Nacional de San Marcos, y la Católica de Li-ma, con moderadores ilustrados como IzumiZhimada, Krzysztof Makowski, y nuestro

    Florencio Delgado. El Museo Nacional, bien presentado: artefactos, maquetas, representa-ciones gráficas, a menudo en espacios gran-des, no llenados suficientemente.

    Esparcimiento social casi nulo, excepto

    un almuerzo conjunto de los asistentes en Pa-chacamac, con pachamanca (enorme platocon carnes diversas, papas y camotes grando-tes), anticucho (corazón de buey asado), y ce-

     biche de pescado (ojo con este plato peruano,tiene varios “niveles”, de los cuales el “basal”está lleno de ají rocoto). Ah, también unavelada en casa del arqueólogo Enrique LópezHurtado, donde bailaron todos, inclusive elErnesto Salazar. El ultimo día de simposio serealizó en el complejo de Pachacámac, enor-me monumento prehispánico de compleja ar-quitectura de adobe, centro ritual y políticodesde el Horizonte Medio (600-1000 AD)hasta la llegada de los incas, que construye-ron un templo del sol en su cima. Lo visita-

    mos todos con la amena e instructiva guía deMarcelo Sacco, director del museo de sitio.Todo el paisaje de Pachacámac es desértico,

     pero sólo hay que subir a una loma c ercana para ver a sus p ies el verde valle d e Lurín. Seacaba el Congreso: besos, abrazos, promesas… y nuestro grupo de nuevo al bus para ellarguísimo viaje al Cuzco (1131 Km.).

     Breathtaking … como dicen los gringos,así es la antigua capital imperial. A la entra-da, una enorme estatua de Pahachuti Inca conun brazo extendido sobre la ciudad. Las ca-sas, invariablemente de techo de teja, trepanlas faldas de los cerros, mimetizándose con elentorno. Apenas una franja de fachada blan-

    ca, entre techo y techo, traiciona el color del paisaje, r evelando las c asas con struidas, unatras otra, ladera arriba. En el centro histórico,toda las calles tienen casas con basamentosincas de piedra almohadillada. Hay ciertos ri-tos ineludibles, como visitar los museos de

     pintura de la escuela “cuz queña”, o acudir a

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    la calle donde está la piedra de 12 ángulos.Aquí, un cholo peruano, vestido de inca y conlanza, posa ceremonioso y grave junto a la

     piedra, para la foto con algún turista, a cam- bio de una propina. El recuerdo más solemney más duradero será sin duda la visita al Co-

    ricancha, el templo máximo del Tawantinsu-yu, ombligo y axis mundi, sobre el que se le-vanta ahora el templo de Santo Domingo, eninconfundible signo de destrucción de la reli-gión idólatra. Todavía quedan varias estructu-ras originales, con muros de la mejor piedralabrada que se pueda ver en el imperio. En elcentro del patio del convento, hay una pilagrande de piedra, hoy sin agua, que marca el

     punto central de donde pa rtían los caminos alos cuatro suyos. Todos con recogimiento yhablando en voz baja, recorremos este lugar“turístico”, otrora de sacralidad extraordina-ria. Andrés y David depositan ofrendas en ellugar mas sagrado del Tawantinsuyu.

    Alrededor del Cuzco, hay numerosos si-tios arqueológicos, que se visitan en toursguiados, o yendo en bus como cualquier hijode vecina, que es lo que finalmente hicimos.Se comienza en Sacsahuaman, el mayor com-

     plejo religioso-militar del imperio, con tresmurallas en zig-zag, enormes monolitos enca-

     jados perfectamente unos con otros, y coro-nado por una especie de torre llamada Mu-yucmarca. A un lado, queda la enorme plaza,y al frente la colina de Rodadero, donde estáesculpido el trono del inca. Luego, en viajede dos días, recorrimos sucesivamente Q’en-qo, un adoratorio semioculto en un pasadizo,que atraviesa un afloramiento rocoso con gra-das esculpidas en la superficie; Tamboma-

    chay, una construcción inca en torno a un ma-nantial;  Pukapukara, pequeño centro de con-trol de tráfico. En medio viaje, tenemos queatravesar el valle sagrado del Urubamba,ahora “invadido”, al decir de los informanteslocales, por inversionistas chilenos que se hanapoderado de los mejores terrenos para insta-

    lar establecimientos de recreación y comida.Cuentan que un restaurante izó recientementeuna bandera chilena, acto de lesa peruanidadque casi causa otro conflicto. En el miradorde la carretera que mira al valle, vendedoraslocales ofrecen al turista una larga franja de

     plástico c on comp artimentos sellados, en cu-yo interior se ven muestras de los granos quese cultivan en Urubamba, con su respectivonombre vernáculo.

     Pisac es un conjunto de terrazas con es-tructuras habitacionales construidas en lo altode la montaña, aprovechando, como paredes,gradas o pisos, los afloramientos rocosos dela cumbre. Digno de notarse es el intihuatana,tallado en roca viva, que revela el carácter re-ligioso de este lugar. Tipón, en cambio, pare-

    ce haber servido de campo experimental delos agrónomos incas. Atravesado de manan-tiales, y cerca del capac-ñan y otras estruc-turas, Tipón es un sitio imponente, con terra-zas tan grandes como un campo de fútbol, ocasi (de hecho, la tarde de nuestra visita un

    grupo de trabajadores locales jugaba anima-damente un partido de fútbol en una de lasterrazas incas). El actual pueblo de Tipón notiene nada de especial, excepto que es un lu-gar de preparación de cuyes. Sin embargo, alos animalitos se les veía pequeñones, así quedecidimos intentar otro plato: el chicharrón,muy parecido a nuestra fritada. Media hora,una hora, una hora y media, dos horas, y elchicharrón no pasaba a la mesa, ni había se-ñales de que, al menos, estuvieran matando al

     puerco. Ante nuestro reclamo, la campesinadueña del lugar tomó su celular y llamó al

     pueblo p róximo para insistir en el envío, quellegó en taxi a nuestra mesa. Todo el grupohablaba en Tipon de los “amores” de la Anita

    Belen, no sé si por el paisaje deslumbrante, o por algún sagitario que pasó por su lado. A-quí la toma de fotos tiene una variante lin-güística, según nuestro guía. Para la sonrisacongelada no se dice: whiis-ky, sino: chii-cha.

    La siguiente parada fue en Ollantaytam-bo, un pueblo inca que se encontraba en cons-trucción al momento de la conquista. Tiene u-na plaza central (Maniaraki), que separa elsector religioso (de magnífica arquitectura yenormes bloques pulidos), del sector residen-cial ubicado en el actual pueblo homónimo.

     Pikillacta es un sitio huari, de cronología pre-inca. El imperio huari pertenece también alHorizonte medio y es considerado el antece-

    dente cultural directo del imperio inca. Piki-llacta está rodeado de una alta muralla, encuyo interior hay gran número de manzanasrectangulares que albergan casas y recintosde almacenamiento (colcas), a veces de 2 y 3

     pisos, separados p or una p laza central. Callesinteriores dividen el complejo urbano y sir-

    ven de comunicación entre las manzanas. Nomuy lejos un acueducto huari, reutilizado porlos incas, llevaba agua para el Cuzco.

    En suma, días de ajetreo en pos de co-nocer las ruinas. El grupo entra y sale a la ca-

    rrera de la furgoneta que nos hace el recorri-do. Nadie dice estoy cansado; nadie dice es-toy con hambre. Y cuando el David le recla-ma al chofer por más tiempo para recorrer lossitios, me doy cuenta que debo estar orgullo-so de estos muchachos y muchachas que, alfin, llevan ya la profesión en la sangre. Real-mente sólo lamentamos una cosa: nos perdi-mos la joya de la corona. No pudimos visitarMachu Picchu: temporada alta, paquetes tu-rísticos prohibitivos para nuestro bolsillo, tur-nos copados por varios días.

    “Y no obstante toda mi sed de ternura,cerrando los ojos la dejé pasar ”, dijo el poe-ta. Así que nos resignamos. Las chicas y el

    Chiriboga regresaron a Lima y a Ecuador. Ylos restantes, todos hombres, tomamos el bus

     para el largo viaje a La Paz (544 Km.). No vi-mos nada en el trayecto porque estaba oscu-ro, pero temprano en la mañana pudimos dis-frutar un largo recorrido a orillas del lago Ti-ticaca, pacarina de origen de los incas (entre5100 y 8.500 Km2. de superficie, según di-versas fuentes, y alimentado por 25 ríos).Luego de cruzar la frontera con Bolivia, llenade peregrinos, llegamos a Copacabana, queestaba de fiesta por el día de la Virgen de laCandelaria. La imagen, tallada en Potosí porFrancisco Tito Yupanqui, indio inca de san-gre real, fue llevada en 1583 a esta ciudad, enun humilde bote de totora. Hay misa y bendi-

    ción de automóviles, y nosotros hacemos un paseo corto en bote a remo por el Titicaca.Pasamos por la pequeña sede de la Marina deBolivia, hoy confinada solamente al lago,hasta que los dioses o acaso Don Evo Mora-les recuperen la “salida soberana” al mar paraeste bello país. Luego visitamos El Sapo, un

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     promontorio rocoso, a orillas del lago, dondelos devotos estrellan botellas de licor contrala roca. Finalmente, una trucha del Titicacaconsumida en la playa, y carrera a un hoteldonde alquilamos un cuarto para guardar mo-mentáneamente las mochilas, y tomar, por e-

    nésima vez, el bus que nos llevaría a la capi-tal boliviana.

    La Paz se encuentra en una depresiónde 400 m. de profundidad. A principios delsiglo XX, no se la veía, sino cuando se llega-

     ba a los bordes de la hond onada, pero ahorala ciudad ha crecido hacia arriba, “regándose”sobre el altiplano, en una zona urbana conoci-da como El Alto. El caótico tránsito y la in-dolencia de los transeúntes se refleja con hu-mor en la foto de un periódico local: un disci-

     plinado pastor alemán cruza solo por el puen-te elevado, mientras por debajo los transeún-tes torean con los carros para cruzar la aveni-da. Nos alojamos en el hotel Gloria, en un ba-

    rrio con actividad comercial muy parecida ala de nuestra plaza Ipiales “pre-Moncayo”.De hecho, en la misma esquina del hotel seencontraba el mercado de los brujos con suimpresionante parafernalia: pieles, ofrendas

     para rituales a ndinos, concha s, altares, flores,fetos de llama, piedras bezares. En las esqui-nas, es frecuente ver indígenas aymaras ven-diendo la más abigarrada variedad de “cosas”secas: papas y duraznos deshidratados, maníy canguil de gran tamaño (canchitas), porotosy arvejas blancas, que se comen como nues-tras habitas tostadas.

    La última visita fue a Tihuanaco, mag-nífica ciudad ceremonial cuya expansión tuvo

    lugar en el Horizonte medio. Recién las exca-vaciones actuales están poniendo a luz nue-vos templos hundidos y nuevas estructuras enlos conocidos montículos ceremoniales dePumapunku, Acapana, y Kalasasaya, todoello en medio de un paisaje de terrazas agrí-colas. El trabajo de la piedra, inigualable, y

    con una característica desconocida en los An-des Centrales: el uso de grapas de bronce pa-ra mantener juntas las piedras de los muros.El museo no está a la altura de lo que se vealrededor, y los guías han adoptado un dis-curso new-age sobre la trascendencia de la

    cruz andina, machacado sin piedad en el cere- bro del po bre turista. Fotos de rigor, sobre to-do en la Puerta del Sol; compra de réplicas ti-huanacotas; y un almuerzo acorde con la altu-ra del lugar: un plato paceño que viene concarne de llama.

    Al fin, llegó la hora del regreso en bus,

    que lo hicimos como “perseguidos”, o sea de“una sola”, desde La Paz hasta Quito, con só-lo tres horas de parada en Lima para retirarunos libros viejos encargados, y comprar xe-roxcopias baratas de libros que, en gran abun-dancia de títulos, ofrece la Universidad deSan Marcos. Lo de perseguidos resultó cierto,

    ya que nos adelantamos en pocas horas al te-rremoto que asoló a nuestros hermanos pe-ruanos. Con la bendicion de los apus de losAndes Centrales, regresamos sanos y salvos,el 17 de agosto.

    Cierro mi libreta de notas y el archivofotográfico, sintiéndome aún en el bus-cama,mirando la película peruana Juanito, el huer-

     fanito, o jugando con el agua de los manan-tiales de Tipón, recorriendo los imponentesmuros de Ollantaytambo, o andando por elKalasasaya, con la leve brisa que soplaba enel luminoso altiplano.

    [Las ilustraciones de este artículo son de Mi-guel Vidal, tomadas de  Nueva Crónica del

     Perú, siglo XX , de Pablo Macera y SantiagoForns, 2000, Fondo Editorial del Congresodel Perú, Lima].

    EVENTOS

    Del 3 al 5 de Agosto de 2007, en el Mu-seo Nacional, Lima, y el Museo de sitio dePachacamac, Perú, tuvo lugar el simposio

     Perspectivas sobre la Arqueología de la Cos-ta Sudamericana, coordinado por Robin Cut-right y Alexander Martin (Profesor de la Es-cuela de Antropología, PUCE). Una impor-tante delegacion del Area de Arqueología dela PUCE, integrada por Ernesto Salazar,Christian Brito, Andrés Chiriboga, Byron Or-tiz, Dayuma Guayasamin, Catherine Lara,Estanislao Pazmiño, David Verdesoto, Dolo-res Urrutia, y Ana Belén Zambrano, asistió adicho evento, y de paso realizó un recorrido

    arqueológico por la zona del Cuzco y Tihua-naco.

    Está circulando la primera convocatoria del53º Congreso Internacional de America-

    nistas, que tendrá lugar en la ciudad de Méxi-

    co, del 19 al 24 de Julio de 2009. El tema delCongreso gira en torno a las diferentes tradi-ciones culturales, sociales y políticas, comotambién a las innovaciones tecnológicas queatañen a los pueblos de origen amerindio. El

     plazo para las propuestas de simposios y po-

    nencias expira el 31 de marzo de 2008.

    El  Instituto do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional -IPHAN , Brasil, está orga-nizando el I Seminário Internacional de Ges-tão do Patrimônio Arqueológico Pan-Amazô-nico, que se realizará en Manaus, del 05 al 09de noviembre de 2007. El Seminario, que serealizará en conmemoración de los 70 añosde existencia del IPHAN, tiene por objetivos

     promover el patrimonio arqueológico en A-mazonía, integrando discusiones que estimu-len la creación de sugerencias y acciones parael desarrollo sostenible en la región, así como

    la viabilizacion de desarrollo de proyectos deconservación y de protección para los bienesarqueológicos. Para contactos dirigirse a:[email protected]  y [email protected]  

    En Quito, el 27 de septiembre de 2007,a las 14h00, en el Salón de los Escudos delINPC, se llevará a cabo el Primer Conversa-torio sobre “Métodos y técnicas aplicados a lainvestigación de material arqueológico”, or-ganizado por el Laboratorio de Química delINPC. 

    NOTICIAS FRESCAS 

    Por fin algo de imaginación en Irak

    Si los primeros naipes que los EE.UU.enviaron a Irak, fueron para encontrar a Sad-dam Hussein y sus criminales funcionarios,los recientes que se están enviando pareceque ayudarán a proteger los sitios arqueoló-

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    gicos de esta destruida nación. El Departa-mento de Defensa ha enviado 40.000 naipes asus tropas de Irak y Afganistán con reproduc-ciones de sitios y objetos importantes quedeben ser protegidos para la posteridad. Lossoldados no pueden llevar a su casa artefactos

     prehistóricos, ni dañar o destruir sitios arque-ológicos, como en aquel incidente bien cono-cido en que construyeron un helipuerto sobrelas ruinas de Babilonia y se protegieron con

     bolsas de tierra llenas de artefactos d e la le-gendaria ciudad. Cada carta lleva alguna le-yenda relativa a la conservación de la culturamaterial mesopotámica, incluyendo consejos

     prácticos como el de no conducir vehículossobre las ruinas, sino alrededor de ellas. Enun programa de objetivo similar, los pilotosestadounidenses han recibido entrenamiento

     para reconocer e identificar ruinas arqueoló-gicas y otros sitios, a fin de no bombardear-los; y los soldados de tierra hacen simulacrossobre qué hacer si reciben fuego enemigo

    desde un sitio arqueológico, sin descartar, porsupuesto, la posibilidad de retornar el fuegosin dañar el sitio (Associated Press, junio 18,2007).

    Pechugas polinesias

    Hasta ahora hemos sabido que los po-llos no son precolombinos, y que vinieronmas bien con los españoles. Sin embargo,hallazgos recientes sugieren que los poline-sios los habrían traido a la costa Oeste deSudamérica. La información proviene del a-nálisis de restos óseos de 5 aves descubiertasen un sitio mapuche llamado El Arenal-1 (Pe-ninsula de Arauco, Chile), y datadas entre

    1321-1407 A.D. Según un informe publicadoen “Proceedings of the National Academy ofSciences”, las arqueólogas Alice Storey yMatisoo-Smith han determinado que la se-cuencia del ADN de los pollos mapuches, esidéntica a la de congéneres similares encon-trados en sitios arqueológicos de las islas

     polinesias de Tonga, y la estaounidense deSamoa (Eric A. Powell, Archaeological Insti-tute of América, 2007). Vaya sorpresita. Si enel futuro próximo siguen apareciendo en Su-damérica pollos polinesios habrá que volver aleer a Thor Heyerdhal y Paul Rivet que, hace

    más de 50 años, presentaron un cuadro com- pleto de las infuencias p olinesias en e l conti-nente americano y viceversa, sugiriendo in-clusive viajes transpacíficos en ambas direc-ciones

    Qué dirán los franceses…

    Y hablando de comida, bien vale traer ala mesa la noticia de que los antiguos checoscomieron hace 5000 años ancas de rana, una

     gourmandise asociada mas bien con los fran-ceses. En una colina fortificada, ubicada aleste de Praga, los arqueólogos del Insituto deArqueología de la República Checa han des-cubierto cientos de patas traseras de rana

    macho, que han sido consumidas tradicional-mente por tener más carne que las delanteras.El hallazgo indicaría que los anfibios eransistemáticamente capturados en ciertas épo-cas del año, particularmente la del aparea-miento (marzo o abril) cuando estos anfibiosse reúnen en gran cantidad y pueden ser fácil-mente recogidos. Queda aún por determinarsecuán común era esta actividad en las antiguasculturas checas para ver si los franceses sondestronados de su apodo de “mangeurs degrenouilles”, que los ingleses los endilgabandesde el siglo XIII (Roger Dobson, The Inde-

     pendent, junio 2007) .

    Identificada la momia de Hatshepsut

    Bajo la dirección del Dr. Zahi Hawass,Secretario General del Consejo de Antigüeda-des de Egipto, expertos forenses y arqueó-logos lograron identificar, entre varias mo-mias, la perteneciente a la reina de la dinastíaXVIII (Nuevo Imperio), que gobernó el país

    entre 1473-1458 a. C. Una de las pocas muje-res que ocuparon el trono egipcio, Hatshep-sut, vestida de hombre, habría usurpado elcargo a su hijastro y se habría declarado fara-ona. Su reinado fue próspero, como lo mues-tra su autobiografía esculpida en las paredes

    de su templo Djeser-Djeseru, incluyendo sulegendaria jornada a la Tierra de Punt (actualEritrea o Somalia). Este templo forma partedel gran complejo llamado Deir el Bahri, ubi-cado en la orilla oeste del Nilo justo a la en-trada del Valle de los Reyes, cuya excavacióny restauración fueron llevadas a cabo desdefines del siglo XIX hasta mediados del sigloXX. La identificación de la momia fue reali-zada con tomografía computarizada para re-lacionar sus rasgos físicos con los de variosde sus antepasados conocidos. La clave finalla dio un diente que se encontraba en una ca-nopa que llevaba inscrito su nombre, y quecalzaba perfectamente con un molar superiorde una de las dos momias “finalistas” del pro-

    ceso de eliminación. Hatshepsut fue sucedi-da por su sobrino o su hijastro (acaso el per-

     judicado?) Tutmosis III, q uien o rdenó que se borraran su nom bre e imagen de todo el com- plejo monumental (Discovery News yabout.com, julio 2007). 

    Decapitación y renacimiento

    Es la paradójica relación que ChristinaA. Conlee (Texas State University) encuentraen la excavación de un cuerpo decapitadonazca en el sitio La Tiza (costa sur de Perú).El arte nazca (1-750 A.D) está lleno de repre-sentaciones de cabezas decapitadas, aunqueel registro arqueológico de “cabezas trofeos”

    es aún bastante escaso. De ahí que la inves-tigación de Conlee, publicada en Current

     Anthropology, puede aportar con importanteinformación sobre esta práctica. El análisis dehuellas de cortes en el esqueleto de La Tizaindica que la decapitación ocurrió al tiempode la muerte del individuo, en el contexto de

     batallas rituales antes de la siembra de papas.El desangre de la decapitación habría sido unelemento necesario del ritual para nutrir a latierra y propiciar una buena cosecha, asegu-rando así la continuación de la vida y el re-nacimiento de la comunidad (Christina A.

    Conlee, Decapitation and Rebirth: A Head-less Burial from Nasca, Peru. Current An-thropology 48:3). 

    CULTURAS PRECOLOMBINAS 2

    LA CULTURA MANTEÑA

    Ernesto Salazar

    La cultura manteña (800-1530 AD) seestableció en la costa ecuatoriana, en el sur de

    la provincia de Manabí, extendiéndose a Gua-yas y la isla de Puná, en una variante conoci-

    da como cultura Huancavilca. En general, elpaisaje consiste de franjas áridas de costa, in-

    tercaladas de franjas húmedas, con cerros declima más tropical, hacia el Este. Siendo pue-

    blos navegantes, es casi previsible que el pa-trón de asentamiento de los manteños haya

    sido junto al mar. De hecho, sólo en los sec-

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    tores de Manta y Salango, se nota una apre-

    ciable penetración en el hinterland costero,

    donde aprovecharon de su topografía mon-

    tuosa para instalar sus centros principales,

    como son los casos de Cerro de Hojas y Ce-

    rro Jaboncillo, de no más de 200 m. de altura

    sobre el mar. La cultura manteña fue descu-bierta, a comienzos del siglo XX, por Mar-

    shall Saville quien produjo su monumental

    “Antiquities of Manabi”, con amplia descrip-

    ción de la cultura material, principalmente de

    los sitios ubicados en los cerros mencionados.

    Posteriormente, en 1917 y 1923, Jijón y Caa-

    maño llevó a cabo excavaciones sistemáticas

    en la misma zona, sin lograr publicar los re-

    sultados de las mismas. Aun así, logró formu-

    lar por primera vez, los elementos constitu-

    tivos de la cultura arqueológica manteña en

    su  Antropología Prehispánica del Ecuador,

    incluyendo la posibilidad de la existencia de

    una cultura similar en la provincia del Gua-

    yas. En la década de 1950, Bushnell, Stirling,

    y Estrada realizaron independientemente nue-vas investigaciones, sobre todo en la cuenca

    del Guayas, siendo Estrada quien formularía

    la existencia de los manteños del sur o Huan-

    cavilcas, bastante afines con sus vecinos del

    norte, aunque con la salvedad de que no tra-

    bajaban la piedra. Finalmente, en la década

    de 1980, la zona de Agua Blanca fue inves-

    tigada por Colin McEwan, cuya valiosa con-

    tribución se centró en el rol de las sillas de

    piedra, estelas y otras figuras antropomórfi-

    cas y zoomórficas en la creación del orden

    social en los Andes, así como en la cosmogo-

    nía manteña y la organización social deriva-

    das del patrón de asentamiento.

    Dado que los manteños fueron los pri-meros indios del actual Ecuador en encon-

    trarse frente a frente con los europeos, hay

    información en documentos y crónicas sobre

    sus costumbres, al tiempo del contacto, y aun

    sobre acontecimientos previos, como los in-

    tentos de los incas por conquistar su terri-

    torio. Sabemos que los manteños vivían en

    poblados dispersos por tierras bajas y altas.

    Samano-Xerez (1527) y Cieza de León

    (1553) dan listas independientes, pero que

    coinciden parcialmente, de una docena de

    pueblos, muchos de los cuales no han podidoser identificados (i.e. Pasaos, Xaramixo, Pim-

    panguace, Peclansemeque, Peconce, Ape-

    chingue, etc., y por supuesto Jocay). Jocay,

    hoy bajo la moderna ciudad de Manta, es la

    gran ciudad manteña precolombina, que se-

    gún Benzoni (1550), habría tenido más de

    20.000 habitantes, de los cuales encontró so-

    lamente 50, cuando la visitó. El único arqueó-

    logo que logró ver las ruinas de la ciudad fue

    Marshall Saville (1907), quien señala la exis-

    tencia de restos de “cientos” de casas y mu-

    chos montículos (probablemente tumbas) dis-

    persos por toda partes (Jijón y Caamaño, que

    también la visitó, sólo pudo ver montones de

    huesos humanos apilados selectivamente, por

    cráneos, mandíbulas o piernas). Por cierto, lascasas arqueológicas (llamadas localmente

    “corrales”) estaban reducidas a su mínima ex-

    presión: piedras acumuladas, a nivel de ci-

    mientos, cerrando un espacio rectangular de

    dimensiones variadas, entre 5 x 6 m. para una

    casa pequeña de un solo cuarto y 57 x 11 m.

    para una grande, que podía albergar hasta sie-

    te cuartos. El ancho de las paredes era varia-

    ble, generalmente en torno a 1 m. Generacio-

    nes de manteños modernos usaron la antigua

    ciudad como cantera, contribuyendo así a su

    destrucción y obliteración total. En los cerros

    Jaboncillo, de Hojas y otros sitios, la situa-

    ción no es mejor, de manera que se ha vuelto

    casi imposible determinar los rasgos de la ar-

    quitectura manteña precolombina. Afortuna-damente, en el valle de Buenavista, donde se

    encuentra la comuna de Agua Blanca, Colín

    McEwan logró encontrar asentamientos man-

    teños en mejores condiciones, con enormes

    muros colapsados pero que permiten avizorar

    detalles arquitectónicos y sobre todo cuestio-

    nes relativas a la jerarquía de los asentamien-

    tos. Los cimientos de Buenavista muestran

    edificios en grupos de hasta 40 estructuras,

    con alineamentos escogidos a propósito, de

    acuerdo con los solsticios y los equinocios.

    El elemento clave de la jerarquía es la

    conocida silla manteña de piedra, tan peculiar

    por su forma en U, sobre figuras humanas o

    de puma (entre otras) agachadas, en posición

    de sumisión (se estima que las sillas con figu-

    ras humanas eran las de los señores, y las de

    figuras de felino, de los sacerdotes). Este ras-

    go cultural es parte de una larga tradición ar-

    queológica y etnográfica del uso de asientos

    de shamán en el Area Intermedia. Asociadas

    generalmente con arquitectura pública en la

    zona de Cerro Jaboncillo, las sillas en U pare-

    cen definir, por su mera presencia, el núcleo

    de la cultura manteña precolombina. No sor-

    prende entonces que el hallazgo de sillas en

    Agua Blanca, haya llevado a McEwan a pro-poner que esta localidad era otro centro man-

    teño de considerable poder político y religio-

    so en el valle de Buenavista.

    Otros elementos líticos de gran impor-

    tancia simbólica son las estelas (1-1.5 m. de

    altura) que, junto con las sillas, han sido obje-

    to de un profundo análisis iconográfico por

    parte de McEwan. Las estelas constan de un

    motivo principal, rodeado de pequeños moti-

    vos secundarios, que permiten una interpre-

    tación iconográfica de amplio espectro. Las

    más conocidas son las que presentan una

    mujer desnuda en cuclillas, revelando sus

    genitales. Conocida como la mujer desple-

    gada  o la mujer heráldica, esta figura estáasociada con el parto (diosa madre), o con las

     jóvenes diosas de la fertilidad y la concep-

    ción; pero sus motivos adicionales permiten

    asociarla con el dominio de lo terrestre. En

    contraste, la llamada Figura de pie  estaría

    asociada con el cielo. Otras iconografías in-

    cluyen el Ser Compuesto o Combinado , aso-

    ciado con los dominios subterráneos, y una

    más abstracta, llamada Orbe y Creciente  u

    Orbe y Media Luna, asociada con la esfera

    celeste. Otras figuras líticas muestran anima-

    les individuales, como lagartijas, monos, yhasta cabezas de felinos, además de escultu-

    ras de hombres desnudos.

    La cerámica manteña es generalmente

    negra pulida, con decoraciones pre- y post-

    cocción en motivos variados, como líneas

    verticales, campos reticulados, volutas, etc.; a

    veces con representaciones de caras humanas

    (mascarones) en el cuello de las botellas o en

    el cuerpo de las compoteras. Las figurinas,

    tanto de hombres como de mujeres, son he-

    chas en molde, a veces con tocados en la ca-

    beza, pero poco adorno corporal. A menudo

    replican la estatuaria de piedra, o sugieren sus

    motivos, como es el caso de los mal llamados

    “incensarios”, que muestran figuras masculi-nas de jóvenes sobre un asiento, al parecer de

    madera. En algunas figurinas, los hombres,

    generalmente viejos, estan representados con-

    sumiendo coca. Muy comunes en la cultura

    material manteña son los torteros con hermo-

    sos diseños de personajes míticos y animales

    muy bien ejecutados.

    Aunque el comercio y la navegación

    han sido señalados como los renglones prin-

    cipales de la economía manteña, poco esfuer-

    zo se ha hecho en tratar de discernir las bases

    socio-políticas que sustentaban el comercio

    de la sociedad manteña. En todo caso, María

    Silva ha enfatizado que la subsistencia tenía

    como base una combinacion de pesca y agri-cultura. Cieza de León reporta que en la re-

    gión de Manta se daba mucho maíz, así como

    yuca, camote, y otras raíces, además de frutas

    como la guayaba, el aguacate, la tuna, el me-

    lón, la piña y el ají, a lo que sin duda contri-

    19 20

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    buía la fertilidad de la región. En contraste, el

    habitat relativamernte árido de los Huanca-

    vilcas, exigió la instalación de tecnologia a-

    grícola apropiada, como el uso de albarradas,

    campos elevados y terrazas. No se descarta

    que la pesca y el comercio hayan sido tam-

    bién importantes renglones en la economíahuancavilca. La construccion de pozos de a-

    gua dulce ha sido reportada para ambos gru-

    pos manteños.

    La destreza de los manteños en la na-

    vegación causó gran impresión entre los pri-

    meros europeos que reportaron sobre ella.

    Los manteños no usaban canoas sino balsas

    equipadas con vela, capaces de llevar grandes

    cantidades de artículos de comercio, así como

    de viajeros y tripulantes. Por ejemplo, la bal-

    sa encontrada por Bartolomé Ruiz llevaba 20

    hombres y 30 toneladas de mercancía (New-

    son 1995). Si el contenido de una sola balsa

    puede dar alguna visión de la envergadura del

    comercio, la balsa de “Ruiz” llevaba orna-mentos de oro y plata (coronas, diademas,

    cintos, cascabeles, espejos, etc.), mantas de

    lana y algodón, camisas, sartas de cuentas de

    esmeraldas, calcedonia y cristal de roca, vasi-

     jas de cerá mica, y hasta una balanza para pe-

    sar mercancías. Y lo más sobresaliente: gran-

    des cantidades de mullo (Spondylus), el más

    importante item de comercio de la costa del

    Noroeste de America del Sur (Relación Sa-

    mano Xerez 1525-27). Jijón y Caamaño

    (1941, 2:387ss) señala que, a lo largo de la

    costa ecuatoriana, había tráfico comercial ge-

    neralizado, al tiempo de la conquista, y que

    ciertas poblaciones formaban una unidad po-

    lítica, a la que denominó liga o confederación

    de mercaderes.

    Al presente se han identificado tres im-

    portantes señorios manteños:  Jocay  con sus

    pueblos de Jocay mismo, Jaramijó, Camilloa

    y Cama; Picoazá  con su pueblo homónimo,

    además de Tohalla, Misbay y Solongo; y Sa-

    langome, con su pueblo homónimo, Tuxco,

    Sercapez, y Salango. Según María Silva, ras-

    gos de dualidad y cuadripartición son eviden-

    tes en los señorios manteños. Los señores e-

    ran generalmente polígamos y se enterraban

    con sus esposas favoritas, comida, armas y o-tros objetos preciosos. Los ritos más relevan-

    tes de la comunidad tenían lugar con ocasión

    de los solsticios, utilizando para ellos el ele-

    mento más simbólico de la iconografía man-

    teña: la silla de piedra.

    Los señoríos manteños desaparecieron

    en silencio. McEwan ha señalado que el co-

    lapso de las instituciones políticas y sociales

    de esta cultura pasó grandemente desaperci-

    bido. Los habitantes de la costa no solo huye-

    ron hacia el interior, sino que fueron también

    víctimas de las epidemias occidentales, situa-

    ción agravada más aún con el sistema de re-

    ducciones establecido por los españoles en el

    siglo XVII. De la cultura material ha sobrevi-vido muy poco como para rastrear adecuada-

    mente la ubicación, el tamaño y la distribu-

    ción espacial de los pueblos manteños. Final-

    mente, los asentamientos modernos se erigie-

    ron sobre los antiguos pueblos, los montícu-

    los fueron nivelados, las terrazas destruidas, y

    los corrales usados como canteras públicas.

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    Están circulando también la  Revista de Estudiantes de Arqueología de la Facultad deCiencia Humanas de la Universidad Nacional

    de Colombia, que va ya por el número 3, yTukuy Rikuq, Boletín Informativo ocasionalde Arqueología, del Grupo Kuntur de Perú,que va por el número 4.

    Collier y Murra (1943),otra vez en español

    Luego de que circular, por más de 25años, una traducción poco técnica del Surveyand Exavations in Southern Ecuador  (Colliery Murra 1943, Field Museum of Natural His-tory, Chicago), la Casa de la Cultura Ecua-toriana, Núcleo del Azuay, acaba de publicar

     Reconocimiento y Exc avaciones en el Austro

     Ecuatoriano (marzo 2007), una nueva traduc-ción (aparentemente bendecida por el mismoJ. Murra) con las pertinentes ilustraciones deloriginal. El traductor es el Dr. Benigno Malo,quien de paso es compilador de la publica-ción (pp. 465+), por haber incluido en ella, a

    manera de apéndices, cinco contribucionesrecientes de conocidos especialistas: El terri-torio austral durante el Formativo tardío: unatentativa de reordenamiento espacial a partirde la Arqueología (Dominique Gomis Santi-ni); Cerro Narrío, Pirincay y el Formativo

    (Karen Olsen Bruhns); El trafico de mullo enla Costa del Pacífico (John V. Murra); Prime-ras dataciones de radiocarbono en el austro e-cuatoriano obtenidas por la expedición delMuseo Británico (E. M. Carmichael); El For-mativo temprano y medio en Zamora Chin-chipe (Francisco Valdez).

    Rectificación

    En nuestro número 8 (noviembre 2006), publiqué un artículo titulado "Ecu ador d esdeel Catequilla", en el que critico el trabajo del

    arqueoastrónomo Cristóbal Cobo, señalandoentre otras cosas, que él ha adquirido el sitioCatequilla (Mitad del Mundo). El menciona-do investigador ha protestado enérgicamen-te, por cuanto nunca ha sido propietario dellugar. En consecuencia, informo a los lecto-res sobre el particular, presentando al afecta-do mis disculpas por este error, fruto sólo derumores no comprobados adecuadamente. ES

    Donación

    El Laboratorio de Arqueología agradecea la Lcda. Lupe Cruz D’Howitt la donaciónde un set de TV y DVD player para uso de

    los estudiantes de Arqueología.

    Visite nuestro sitio web de arqueología

    ecuatoriana  

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