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año Panamá, agosto 1 5 de 1908 . No 3 3 + Revista Quincenal Ilustrada + _ __ - El Soneto Es copa de marfil, de un solo diente, con catorce facetas armoniosas, donde incrustan las piedras más preciosas como dientes que muerden dulcemente. Magnifico arco-iris : Como un puente de azur, de oro, de esmeralda y rosas sobre el mar infinito de las cosas tiende su arco soberbio y refulgente *, Como la flor del seno un gran jacinto ,* radia en la cima : el cinturón cenceño * de un cáliz ; en el fondo el vino tinto: 7t Y en la planta un Amor, paje risueño 1 de la reina ideal ¡Soberbio plinto * que sustenta la estatua del Ensueño! M. M . PI NTO H .

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año 2° Panamá, agosto 15 de 1908 . No 3 3

+ Revista Quincenal Ilustrada+

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__-

El Soneto

Es copa de marfil, de un solo diente,con catorce facetas armoniosas,donde incrustan las piedras más preciosascomo dientes que muerden dulcemente.

Magnifico arco-iris : Como un puentede azur, de oro, de esmeralda y rosassobre el mar infinito de las cosastiende su arco soberbio y refulgente

*,

Como la flor del seno un gran jacinto

,*radia en la cima : el cinturón cenceño

*

de un cáliz ; en el fondo el vino tinto:

7t

Y en la planta un Amor, paje risueño

1

de la reina ideal ¡Soberbio plinto

*

que sustenta la estatua del Ensueño!

M. M . PI NTO H .

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Crónica Americana

A medida que la literatura americana se orienta hacia la so-briedad y la exactitud, y á medida que abandona las paradojasy las declamaciones de antaño, para transformarse en algo pre -ciso y tangible, van naciendo en el Nuevo Mundo los críticosperspicaces, los apreciadores equilibrados quo deben dirigirlay enaltecerla. Los que por simple solidaridad profesional, ypor amor al continente en que nacimos, hacernos, entre dosvolúmenes, con el fin de difundir en Europa la producción inte-

lectual de América, media docena de artículos, que más de aná-lisis profundo son de información bibliográfica, debemos un ho-menaje á los que en las diferentes Repúblicas han emprendidoreposadamente . desde hace algún tiempo, la enorme tarea deselección y de rectificación que se impone.

Nada resulta, en efecto, más difícil que estudiar los mo-vimientos generales, avalorar el mérito de los libros y medir lacapacidad de los hombres en la misma ciudad en que estos vi-ven y aquéllos aparecen ó se desarrollan . Hay que tener unaalta probidad y una firmeza inconmovible para no dejarse in-fluenciar por razones que nada tienen que ver con la literatura.Sin contar conque, dentro de la austeridad más ejemplar, ocu-rre á menudo fide somos prisioneros de la atmósfera y nos de-jamos llevar por la reprobación y por el aplauso de los que nosrodean. Por eso, y porque han sabido resistir á las solicitacio-nes múltiples de la simpatía y de los hombres, para decir sere-namente, sin cobardía y sin jactancia, su opinión definitiva,mes-recen nuestro agradecimiento los que como Emilio Beriber iCarlos Martinez Vigil, José Enrique Rodó, Francisco GarcíaCalderón, Juan Pablo Echagüe, Eugenio Díaz Romero, JesúsSemprún, M. Márquez Sterling, Arturo R . de Carricarte, Gui-llermo Andreve, Eduardo Ferreira, Eloy G . González, RaúlMontero Bustamante, Nin Frías Gerchunoff, y algunos otros,han comprendido la necesidad do nivelar y depurar nuestra pro-ducción, al propio tiempo improvisada y pletórica, para darle alfin la altivez y el aplomo de lo que triunfa y perdura. Ellos sonlos que han orientado la literatura americana hacia los rumbosque ya empezamos á distinguir claramente, y ellos son los que

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mañana tendrán la gloria de haber remediado el desorden quehasta hasta hace poco reinó en el campo de nuestras letras, endonde todo se confundía en una promiscuidad inconcebible.

Si estas crónicas no tuvieran que ser por definición másrápidas que una síntesis, y si yo dispusiera del tiempo necesariopara dejar correr la pluma sobre los temas que me seducen,mucho tendría que decir sobre la obra benéfica que han reali-zado los críticos sudamericanos de la nueva generación . Peroen dos meses han llegado de allá treinta y dos obras nuevas, y,cumpliendo lo prometido, vamos á mencionar por lo menos lostítulos, ya que no cabe estudiar, ni siquiera superficialmente,una producción tan vasta . Los apreciadores prestigiosos deque acabamos de hablar le designarán, llegado el caso, su valory su categoría. Nosotros nos limitaremos á una enumeraciónrápida.

Esta vez son los poetas menos numerosos que los prosistas.Empecemos por los hermanos Carlos Pío y Federico Uhrbachque ofrecen su labor común en un libro titulado Oro . La famamerecida de los dos poetas cubanos que figuran, después deManuel Pichardo, entre los intelectuales más prestigiosos de supaís, no pide vanos elogios . Basta citar esta página:

En el arco de la luna–arco de luna en creciente--cuando estaba en occidentecolgué mi loca fortunay aguardé confiadamente.

De la noche sonrientepasé el tiempo dulcemente,soñando que mi fortunaal ir creciendo la lunafuera creciendo igualmente.

Y á la mañana siguiente,ioh dolor! taimadamentesurgió el arco de la lunapor el impasible orientevolcado y sin mi fortuna ..

Los Arcos votivos del dominicano Osvaldo Bazil tienen mu-cha delicadeza y, mucho vigor . Algunas estrofas difunden unamelancolía sutil .

El mar, en ese instante, sollozaba ..y la luna romántica moría,y recuerdo que un ave saludabasobre un rosal, la aparición del día.

Pensativo miré la lejaníadonde una vela blanca tremolaba:volvía de llevar la que yo amaba . . ..se la llevaron por llamarse mía.

Con el Eterno Cantar de Emilio Frugoni entramos en la in-timidad de un poeta que es en el Uruguay, su patria, más cé-lebre quizá por sus ideas revolucionarias que por sus versosSin embargo, el orador apasionado y bravío sabe escribir ma-drigales como éste :

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Sé que eres triste, por lo tanto, buena(-que es preclara virtud melancolía-;y que hay en tu dolor una serenay dulce beatitud, hermana mía!

Sé que tu corazón vive de pena,porque es la pena su única alegría:galeote, al rumor de su cadenaen quiméricos sueños se extasía . . ..

Eres gruta de un hondo desconsuelo,donde al entrar el alma de las cosas,se oscurece y se impregna de tu duelo.

Hasta el sol! Se ha internado en tu belleza,y hoy sale á tus pupilas misteriosastransfigurado en una gran tristeza .

Otro poeta batallador y demócrata es el chileno AntonioBórquez Solar, cuyo notable libro La floresta de los leones ha me-recido tantos elogios en su país y en el resto do América . Sialgunas veces decae su estilo, otras cobra un empuje singular,como en la composición titulada Los huelguistas:

Levantados de su charcade sangre fresca y de barrofueron tirados al carrolos veinte que hirió la Parca,en el carro donde embarcaboca arriba y á destajoá los muertos del trabajoesta justicia del hombre,tan inicua y tan sin nombrecuando se implora de abajo -

Y allí van los veinte muertoscuyas sangrientas heridaspara clamar por sus vidasllevan los labios abiertos;y aunque estén ya todos yertos,en la pupila que brillahay un fulgor de cuchillay hay amenazas de huelgaen cada brazo que cuelgafuera de la barandilla.

Menos preocupado por las luchas políticas parece el argen-tino don Manuel Gálvez, cuyo Enigma interior está lleno de pá-ginas encantadoras, aunque á veces asome en ellas un deseo in-moderado de originalidad . Igualmente dignas de aplauso, pe-ro más humanas y españolas, resultan las Rimas Japonesas delmexicano don Efrén Rebolledo, á pesar de haber sido escritasen el confín del Asia, donde el autor desempeña el cargo de Se-cretario de Legación . Y si las Quimeras del colombiano donGuillermo Posada tienen un encanto que subyuga ; si el Poemade los árboles del mexicano don Juan B . Delgado es de una se-renidad parnasiana; si las Udpidas del cubano don Rafael Pérez

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Cabello ostenta, á posar de ciertos abandonos, una sencillezamable ; si los Rubíes y amatistas del Uruguayo don J . J. Illa Mo-reno seducen con sus colores vivos, y si Las Barcas del argen-tino don Enrique Blanchas evocan hondos paisajes interiorescon cierta audacia en la forma que no ultrapasa los límites dela belleza inmortal, es porque todos estos poetas tienen la since-ridad, la emoción y la frescura de la sana juventud.

Pasando á la Prosa, nos encontramos con un admirable es-tudio del doctor Agustín Alvarez, profesor de la Universidadde la Plata, sobre Evolución intelectual de las Sociedades . Enpocas páginas, pero con una intensidad de pensamiento qua sorprende, traza el autor una síntesis general tan sobria como com-pleta .

Del doctor F. Carrera y Justiz, Diputado cubano, tenemosque señalar un importante y nutrido trabajo sobre las Institu-ciones locales en Cuba . Pocas veces se han estudiado tales cues-tiones con tanta profundidad y preparación como en estos dostomos, que merecen un lugar en la biblioteca de todos los quesiguen con interés el desarrollo de las jóvenes Repúblicas.

Entre los ensayos críticos, son también dignos de menciónpor su sobriedad, su clarividad y su equilibrio, el muy notabledel escritor argentino don Juan Mas Pi sobre la obra del granpoeta americano Almafuerte ; los artículos de polémica, tan vi-vaces como sabrosos, que bajo el título de Propio y ajeno ha reu-nido el conocido escritor uruguayo don Daniel Martínez Vigil;las interesantes y originales Instantáneas de don Cosme Mariño;la talentosa defensa que hace de su Nuevo sistema música/ el ar-gentino don Angel Menchaca ; las páginas sesudas y brillantesque, bajo el título modesto de Ensayos, ha reunido el dominicanodon Pedro Henríquez Ureña ; y el fuerte y noble discurso sobreel Renacimiento de las artes en Italia, pronunciado en la Facultadde Derecho y Ciencias sociales de Buenos Aires por donEmilio Alonso Criado.

Pero aún quedan otras obras del mismo género, y no sonellas menos importantes que las que acabamos de citar . Al re-dedor de su tesis sobre los Impedimentos para contraer matrimo-nio, considerados desde el punto de vista médico-legal, ha agrupadocon cierta maestría el escritor chileno don Carlos Castro Ruizuna serie de observaciones y teorías personales dignas de rete-ner la atención de los más indiferentes . El colombiano donPedro Sonderéguer publica, con prólogo de Miguel Luis Rocuant, un pequeño estudio curioso y bien escrito, titulado:Crítica del genio . De otro colombiano ya conocido y estimado enEuropa, don Carlos Arturo Torres, es el folleto de circunstan-cia La estatua del precursor, al hacer la biografía del publicistarevolucionario Abelardo Rocca formula el generoso poeta uru-guayo don José G . Bertotto su llamada entusiasta y ardienteá la juventud . Y en un opúsculo, Algunas críticas, reúne don José H. Rossen varias notas bibliográficas de positivo interés quefueron publicadas en El Tiempo, de Buenos Aires.

Del escritor argentino don Atilio M. Chiappori creo haberme ocupado ya en algunas de mis .crónicas. Pero su recientelibro, Borderlan, me obliga *a intensificar el aplauso y á añadirnuevos elogios á los que ya le tributé . En una prosa deliciosa-

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mente matizada, llena de vocaciones y lejanías, nos cuenta elseñor Chiappori media docena de historias tristes, un tantolánguidas á veces, pero innegablemente conmovedoras . Tam-bién he hablado alguna vez del novelista chileno don BaldomeroLillo, cuyo libro anterior, Sub terra, fué muy bien recibido porla crítica. El que nos presenta ahora con cl título de Sub ,sole

confirma lo que ya se ha dicho . Pocos auto r es poseen en Amé-rica tan extraordinarias dotes de narrador . Sólo es de sentirque quién así sabe reflejar el misterio do las almas y de la vidadesmigaje su talento en historias cortas, en vez de darnos lamedida de su valer en una novela definitiva. No se le puedehacer el mismo reproche al argentino don Gustavo MartínezZuviría, quien ha publicado ya varias obras de aliento y nos regala ahora con sus Pequeñas grandes almas, que la casa Monta-ner y Simón, de Barcelona, publica en su Biblioteca Universal.Esta novela de costumbres americanas está compuesta con mu-cho tino y escrita en un estilo llano y agradable, pero no tienetodo el sabor do la tierra que podríamos exigir . Sin embargo,interesará á los lectores españoles.

El libro del chileno don Leonardo Lerma se titula Yo, y osuna especie de autobiografía que revela un espíritu inquieto,visionario, escéptico, muy prolijo en el análisis de su sérinterior y muy seguro de sí mismo . Los defectos de la obra estáncompensados por cualidades raras de sinceridad é independen-cia .

Pero esta crónica.: va resultando demasiado larga . Apenasme queda espacio para decir que la colección de artículos titulada Del Camino hace apreciar la agilidad, el fuego, el color y la.difícil facilidad' de la prosa del escritor cubano don Francisco

Canellas, y para citar el drama argentino de don Guido A . Car-tey, cuyo título, El Dilema, lo dice todo.

De las obras que yo me limito á enumerar se habránocupado ya con más ó menos elogios los críticos americanos. Aquí cabe insistir sobre lo que dijimos al comenzar . Esos artículos di-seminados en la Prensa diaria son la manifestación más elo-cuente del desarrolló intelectual de la América española . Losque con sus consejo y sus anticipaciones están sentando así lasbases de la literatura de mañana deben reunir en libros la laborbienhechora, para que los que vengan después puedan estu-diar en ellos el origen y las vicisitudes de nuestro arte naciente.

MANUEL UGARTE.

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INTIMAS

YO CONTIGO

Adoro las secretas

soledades que buscan los ascelas

para apartarse de las indiscretas

miradas:— Esos grandes aislados son poetas

Resignol peregrino

de aquel cuento divino,

me recosté a la orilla del camino

porque la rubia, al eco de mi laúd, no vino.

Rememo ro mis viejos

días, a los reflejos

de una lámpara mustia cuyos dejos

románticos se quiebran en los turbios espejo

a mi lúgubre estancia

de soñador enfermo, la fragancia

de los dulces recuerdos de mi infancia

llega como una copa que mi espíritu escancia . . . .

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DE LA TARDE

En la palidescente

luz de un vago poniente

van surgiendo, una á una, lentamente

las alucinaciones de mi frente.

Torva, grave ó risueña

es Ella la que sueña

con crepúsculos rosas, de sedeña

suavidad, como la de su carne marfileña.

A las horas tranquilas

de las últimas luces, sus pupilas

sienten, con el sentir de las esquilas,

la tristeza del ángelus bajo los cielos lilas.

En la estrecha ventana

que se tiñe de moribunda grana

semeja la cristalización de unamañana

en un vaso de frágil porcelana.

La Rasa amarillenta,

cuyo sopor aumenta

á la raída de la tarde lenta,

la da no sé qué aspecto de visión macilenta.

Yen la melancolía

que inicia la agonía

vesperal, á mi inquieta fantasía

sugiere un lirio enfermo que muere con el día ..

P. GOMEZ PEYNERO.

En Cartago de Indias . --Agosto -1907.

4.

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Luchando. . . .Para RICARDO MIRÓ

Cubierto de andrajos, rodeado de miseria, vagaba solo ytriste por el campo de la idea. Medio loco, convertido en pere-grino, dormía aterido de frío, con los ojos muy abiertos comomirando hacia algún punto significativo de consuelo . Una rocasemi–afilada con rala grama le servía de almohada en la nocheinacabable de su desdicha. Ansiaba beber, beber agua de sa-biduría, y á su paso hacia arriba no encontraba un arroyo, nisiquiera una charca. El manantial inagotable de las nubes va-porosas le estaba vedado por el maestro y no le permitían inten-tar conocer el sabor puro é indefinible de la gota cristalina per-dida de una rosa pálida . No encontraba en su camino una manoblanca, pero blanca por la nobleza del sentimiento y blanca porla pureza de la caridad, y jamás tuvo frente á sí dos ojos negrosidealizables en un mundo de esperanzas

Seguía trepando por las cuestas y los desfiladeros de lagran loma, crispando sus dedos lacerados entre las greñas es-parcidas caprichosamente en puntos casi secretos, sin oír algu-na vez el eco de una voz de aliento. Recuerda sinembargo queen una única ocasión le pareció escuchar el susurro de un avetrepadora que aleteaba velozmente hacia adelante, como él, yque al dejarlo unos pasos atrás trató de significarle que no eraextraviado su camino. (El ave era perfectamente joven y de supluma salían cantos sonoros que son hoy otras tantas tristes ar-monías para el alma de la humana gente).

Si no vendado, por lo menos una faja de humo colocada mis-teriosamente ante su vista le obligaba á tropezar, debilitándolode momento, á pesar de la fuerza impulsora que de lo íntimo loanimaba y hacía seguir sin ver lo que había dejado de miseriasy asquerosidades morales capitaneadas por el egoísmo.

Más de una vez, cuando sobre un césped mugriento se sen-taba á contemplar la inmensidad de su ambición y lo terrible desu jornada, ganas le dieron de no seguir adelante, considerandotodo lo de la vida innecesario y frívolo. Más de una vez, al en-

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contraer en su carrera una roca escarpada, pensó que estaba ha'ciendo de sí un juguete lastimoso del vendabal humano y un objeto de hilaridad para el pernicioso indiferentismo.

Y qué fría sentía el alma en medio de su meditación contí-'nua. Recontaba lo obtenido ayer y experienzaba que lo que ha -bía logrado era simplemente dar piraos, rodeado de indolencia,mucha indolencia, provenida precisamente de los que conside-raron hasta entonces "los maestros . "

Nunca fué tan cruel el instante de su vida como cuando in'tentó conseguir un puesto visible cerca de lo alto . No lo desea -ba gratuitamente, puesto que por él estaba trabajando con fer -vor y valor incontestables ; pero sí aspiraba á que no se lemirara con desdén y no se le echara en el olvido, confundido con elmontón que forman los que no se dan cuenta del valor de la vidaintelectual ó temen gastar esfuerzos al cultivar la inteligencia.

No consistía su ambición en que se le elevara á una catego-ría á que no era acreedor, ni era su anhelo el que se le estimasecono de quilates que no poseía . Sólo quería que se le conta-sen sus horas de lucha, de lucha sana por el adelanto.

Con razón se desesperada al vencer de cada día, á la ocul-tación de cada sol. Todas las noches eran para él noches deinvierno, de invierno que con copiosa lluvia le helaba su delica-do sentir y le aniquilaba su cuerpo . iCuántas lágrimas de su-blime é intensa significación rodaron ardientes por sus mejillasde moribundo en tantas horas oscuras, negras como lo másnegro de los cuervos, y tristes con la tetricidad de los panteones!

Su llorar de amargos desengaños tenía no sé qué sarcasmode la vida. Mejor dicho: era un hondo y largo gemir de inaca-bables tristezas y penas conmovedoras

Pero seguía luchando porque estaba resuelto á vencer . Nosé qué predestinación brillaba allá en su mente con esplendide-ces infinitas de satisfacción ideal eterna

Hoy ya ha cambiado la faz de las cosas y Antonio Marcos nosufre ni llora; no duerme aterido de frío ni reclina su cabezasobre una piedra semi–afilada . Tiene en cambio de negro dosojos garzos que lo miran dulcemente, y le está permitido beberagua de sabiduría, así como autorizar sus ideas sin que el indi-ferentismo lo rodee. Puede acercarse á aspirar de las floressus perfumes suavísimos y nadie le impido que pretenda inter-pretar lo que encierran sus corolas caprichosas.

Su pasado ha sido de lucha, de lucha terrible y larga.--lu-cha del pensamiento—; pero por ser luchador triunfante llevahoy delante de sí un porvenir sonriente entre un cielo sonrosa-do de goces inexplicables.

La lucha es una vida de sacrificios y dolores, pero el lucha -dor consigue, si sabe vencer, un cúmulo de exquisiteces y unsímbolo de gloria.

Oh! si yo llegase á ser uno de ellos!

HORACIO RANGEL.

Rep. de P. 190S .

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Ritos/ 781

Ea voz triste

Nuevos

Esta noche una linda mujer (una española

digna de ser modelo de otra Ataja Desnuda),

me ha tarareado tristes canciones; y la ola

de su melancolía

se ha tendido en la muda

soledad de mi alma. Tal su voz todavía

se insinúa al oído de mi recuerdo en vano.

Yo la dije : —i Eres mía! —

Y no besé su boca, pero estreché su mano.

.Sus canciones tenían un aire vago, un aire

tenue, lleno de gracia, picardía y donaire;

y me hablaban de cosas de ensuelto y defecado,

que no he viste en mi vida, pero que he adivinado.

fingíase una lenta

procesión de fantasmas, por entre un clausurado

monasterio : una viuda de cara macilenta

presidía el cortejo ; y al fin iba un soldado,

sobre cuya armadura

un golpe del pasado

hizo una abolladura.

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Nuevos Ritos.. 782

Sus canciones me hablaban de tiempos que son idos:

Fortalezas vetustas y leones dormidos ..

La sangre mora, sangre que irradia en los sentidos

de esta linda española le infunde la tristeza

del Desierto . (Es un grito de la naturaleza)

Y esta tristeza es como la tristeza que siento;

porque la sangre india bulle en mi sangre : aliento

de cumbres . . . Siempre han sido tristes las almas grandes

Los moros y los indios ; el Desierto y los Andes . . .

Diríase que el potro se sientefatigado

de andar peor las montañas,. y el bardo peregrino

en la sombra un puñado

de luces ha mirado.

Corre . . . corre . . . Es la alegre posada del camino.

¡Oh, la paz! Mesa amiga, pan blanco y rojo vino ...

Llegó por fin á ella;

y á su entrada una bella

pulsando la guitarra tararea canciones.

Se confunden al punto nuestros dos corazones;

un gavilán astuto y una paloma incauta.

Y ella sigue cantando sus versos lentamente;

T yo me quedo como se queda una serpiente

que oye sonar el dulce gemido de una flauta . ..

JOSE SANTOS CHOCANO .

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Nuevos Ritos 783

Conversando con Puccini

Verdaderamente no sé que decir de nuevo.

El maestro subraya las palabras con una sonrisa cordial,mientras me invita á tomar asiento en el silencioso ángulo delsaloncito, donde la luz cansada de la tarde lluviosa se filtra te-nue á través de los cristales de colores vivos . ¿No son éstas laspalabras sacramentales, la premisa obligada del que se dispo-ne á descontar un poco de celebridád á precio de una entrevista?

Hay siempre, felizmente, una leve hipocresía en esta fraseobligada. Luego las indiscreciones fluyen á medida que el co-loquio se desarrolla ; se suceden las unas á las otras en el mismocalor de la conversación, cuando viene el argumento interesante, entre los inútiles párrafos de contorno. Y cuando se ha he-cho vibrar la cuerda sensible,la indiscreción se vuelve confianza,se muda en una irresistible necesidad para quien habla, y en unplacer intimo, casi celoso, para el que escucha, Giacomo Pucci-ni es, pues, un conversador atrayente y de colorido, á pesar deestar revestido de un aire de sencillez.

«La fanciulla del West » es, pues, la ópera nueva, á la que elmaestro se contrae con todo su estudio, con todo su entusie smo.El. nos habla con raro fervor . Se sabe que Puccini no se dispone á poner en música una acción escénica, sI antes no la sienteverdaderamente con el cerebro y con el corazón. De aquí lalarga, laboriosa y difícil investigación . ¿En cuántos argumen-tos no ha pensado él, después de «RutterfIy a? Lo sabéis.Tres ó cuatro fueron divulgados de cuando en cuando, y se decía que en cada uno de ellos había puesto definitivamente susmanos el autor de «Manon » .

En cambio, él buscaba todavía, buscaba siempre, de unamanera infatigable . Y esta vez también, como ya sucedió parala pequenay dolorosa criatura japonesa, fue la audición de undrama, en un teatro de Nueva York, lo que le determinó en laelercion. 1hit drama es de Rolasen. Ahora Giacomo Puccini se

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Nuevos Rítos, 784

encuentra verdaderamente en el estado que podría llamarse degracia: y no se puede dudar más que ]a ópera será terminadaen breve.

--z, El argumento es, pues, interesante?

— Se ha apoderado do mí completamente . Querría decirq ue lo tengo en la sangre . FA ambiente es de pasión y de vio-loncia. El fondo es California, una mina, los buscadores de oro.En el drama está todo: un color de una sugestión potente, unmovimiento grandísimo, una fuertey delicada línea de amor.Un amor brutal y dulcísimo, impetuoso y conmovedor, porquetodo ocurre en una idealidad de redención, que me parece ele u-na gran agudeza psicológica.

La acción en el primer acto es amplia y vasta ; se va recegiendo, en el segundo, en una intimidad original y curiosa . ;ES

bello! LEs bellísimo! —El maestro se anima, casi se exalta en suvisión.

- ;Está ,ya terminado el libreto?

'rengo dos actos- Solamente dos actos, desgraciadamente . El tercero será completado en breve . Carlos Zanga-rini, quo es joven de ingenio. creía mucho más fácil su cometidode lo que verdad aram ente lo ora . Nuestras discusiones son lar-gas y laboriosas . Por eso, su trabajo debo, necesariamente, serlento. Tanto más que nuestro tercer acto difiere en mucho deloriginal . Y esto por mi deseo. L :L larga experiencia mc acon-seja y me guía. Y mi poeta me sigue, porque encuentra queesta experiencia mía vale algo.

Muchos personajes?

Muchísimos . Diez y ocho en total . Pero una sola par-te de mujer. Luego una gran parte do tenor, btrítono y bajo.Muchas figuras secundarias, pero todas notables . Dos ó tresnotas de indios, por ejemplo, que requieren un estudio y untrabajo particulares.

-l.Y la música?

Ya he producido muchos esbozos, mochos detalles . Sepuede decir que el trabajo está empezado . Pero por ahora no.se trata sino de preparación . En las líneas generales de la ó-pera no quiero pensar hasta que no tonga en erais manos el libre-to completo . Entonces me escaparé en seguida á Torre delLago, mi elido preferido . Pero ese trabajo pre paratorio quehe hecho siempre para todas mis óperas, es seguramente el másdifícil, el más fatigoso.

He leído, he estudiado, rne he embebido, puedo decir, enquintales de música americana. Un poco de todo : discos, inci-siones, música antigua, música moderna . Hasta un volumenrarísimo de música india . . De todo esto material debo obtencr los colores Que fundiré con los míos en mi escritorio.

—r. Cuándo cree poder terminar la ópera?

--Quisiera pronto, lo más pronto posible . Debo hacerlopronto porque tengo un deseo inmenso de presentarme al pú-

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Nuevos Ritos . 755

Hico con una ópera nueva. ¿Pero bastará un año? Lo dudo-Si el libreto estuviera ya listo, podría contar con representar laópera en la primavera del año próximo . En cambio me debocontentar con quo «La faciulla del West» vea la luz en Otoño.

---¿El título es definitivo?

—Sí . . . . al menos por ahora . Es el mejor que he sabido en-contrar . En el drama de Botase() es distinto. Pero en ingléspuede ser bello, en italiano, no, No niego, sin embargo, la po-sibilidad de que todavía sufra una modificación . Pero esto eslo menos . . ..

—¿Y ha pensado ya en los primeros intérpretes y en el pri-mer teatro?

En cuanto á los intérpretes, le puedo decir esto : escribo pen-sando en Caruso. Mi personaje es un hombre brutal, semisal-vaje, primitivo; se presenta en la primera escena lleno de tierra,con un gran sombrero y zapatones . . . . á lo Búfíalo Bit], la silladebajo del brazo . . . . Yo veo á Caruso en esta entrada . Lo creomás adoptado á esta costumbre que á la peluca blanca de DeGrieux. Su voz es insuperable, siempre . Su ímpetu dramático

no sé olvidar Cuino ni / lñgliacci—de una eficacia grandísima.. . . . En cuanto al teatro--y aquí la frente clara del maestro pa-rece que se oscurece. todavía no sé. Si siguiese mi impulsoquisiera representar primero la ópera en el extranjero, en Nue-va York, por ejemplo, en Nueva York que yo adoro, y adondedeseo vivamente regresa!- . He aquí una magnífica, ocasion pa-ra pasar allí un mes.

—f.Entónees noen Italia?

Por lo menos ni en Milán, ni en la Scala.

Un breve silencio, significativo . Este silencio dice nonchas cosas. Ilay todavía la amargura del fracaso do «Mada-me Butterfly» , llegada ahora triunfante á la 50a . representacióny que continua su camino victorioso en los teatros del extran-jjoro . Hay esta amargura y hay también muchas otras cosasen este silencio.

Es lógico comparar nuestras interpretaciones con los tea-tros extranjeros.

—Mis múltiples viajes—dice Puccini--mis observaciones yestudios, me han convencido de que si nosotros tenemos las ma-yores voces, somos superados por el conjunto de las ejecucio-nes. El cuadro,el conjunto, el detalle en cadaparticular, muchascosas pequeñasy grandes son descuidadas por nosotros ó casidescuidadas . Cada espectáculo. aun los mejores, presentangraves clavos . . . . Me he persuadido de ello aun la otra noche,escuchando «Il . Crepúsculo » en la Scala . No por cierto en loque se retirere á la parte orquestal y vocal, pero exclusivamen-te en lo que se refiere á la escena. Una necesidad que desdehace tiempo se ha sentido en el extranjero, sería útil que se im-pusiese también en Italia, por lo menos en los principales tea-tros . La de un director general, un hombre de cultura y devalía naturalmente, que debería tener un buen sueldo, despuésdel director de orgacsta . y á quien se debería con liar toda la

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Nuevos Ritos . 786

parte escénica de una representación, la parte decorativa é in-terpretativa de la obra . Es necesario comenzar con el gesto delos actores principales para terminar con el paso de las últi-mas comparsas: Todo debería en resúmen, tener aquella uni.formidad, aquella fusión que no se obtiene si no lo anima unamente directiva, según las ideas del autor, más allá de estasmismas ideas, ol cuadro.

—iJustísimo! Pero ¿dónde encontrar . . . . este hombre'?

---Si : ¿dónde hallarlo . . . Y Puccini sonriendo : hasta quelo encontremos, demos nuestras óperas donde tengamos la con-fianza de una ejecución perfecta .

o. ADAMI .

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Nuevos Ritos .- 787

aurcvoir__.__Paca Joaquín Pontón.

Aguárdale viajero.—A qué me aguardo?

Ya declina la tarde, todo es sombra;

y el amor de la vida que me nombra

me hiere el alma como hiere un cardo.

Proseguiré la senda, porque guardo

bajo el tedio infinito que te asombra,

un talismán sagrado que descombra

de todo mal mi misterioso fardo.

A qué me aguardo ¿para ver las huellas

que depara mi suerte combatida

por los tristes enigmas de un anhelo? ..

Libre ya de mis trágicas querellas

quiero cruzar el teatro de la vida

como un cisne de ensueño por el cielo !

P. OBANDO ESPINOSA.

rgo8.

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Nuevos Ritos' 7NB

(91 esconcri/o —

Los campesinos viejos confían gustosos á la tierra ó á cual-quier agujero de las paredes, el dinero que han podido ocultará la codicia de sus hijos . En el momento de abandonar su so-beranía entre los campos y los prados, saben que el vino les se-rá medido en el vaso, que recibirán la comida necesaria para susubsistencia, pero insuficiente para su alimentación . Así, re-yes destronados de un pedazo de tierra, guardan en singularesescondrijos algunas monedas de oro, y dos ó tres billetes azules.De este modo, su tabaquera no estará vacía, y de cuando encuando, podrán ir á beberá la ciudad.

Cuando Guillermo Herchut, después do haber dotado á suhija Lison, cedió á su hijo Pedro la dirección de sus bienes, nopodía faltar á la tradición, ocultando su dinero . Como temía lasinvestigaciones que su hijo no podría dejar de hacer, ocultó elviejo en tres escondrijos el dinero que debía alegrar y consolarsu crepúsculo de campesino incapaz de trabajar.

;Pobre viejo! A pesar de su ingenio no debía disfrutar mu-cho tiempo de las alegrías que se había prometido con susreservas.

Al principio se divertía con el espectáculo que le ofrecían suhijo y su nuera expiando sus visitas al jardín y á los establos.Vigilaban sus movimientos, seguían sus miradas, inspecciona-ban los muebles en que le veían poner la mano. Después de ha -ber jurado á los suyos que no tenía un céntimo, fingía confusióncuando le sorprendían en cualquier postura de buscador de te-soros . A pesar de su decadencia, tenía s í ibre su hijo Pedrocierta superioridad . Era el que sabía donde se ocultaba el di-nero .

Una mañana, á la hora de la sopa, la nieta del viejo Herchut,llevó sobre la mesa, donde las escudillas estaban alineadas comosoldados en una revista, una roseta de regadera enmohecida,con el tubo tapado con tierra . La muchacha había encontradoaquello en un rincón de trastos viejos y lo había elevado á la ca-tegoría de ;juguete .

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Nuevos Ritos. 789

Herchut, que estaba sentado en un rincón del hogar, bajóla cabeza mirando de reojo las encarnadas manecitas de la cria-tura, que jugaban con el primero de sus escondrijos, el que lohabía dado hasta entonces las dulzuras dominicales en la taber-nr del pueblo. Lo parecía que su corazón saltaba entro lasmanos de su nietecita.

Le vió coger un martillo y golpear sobre la cápsula metáli-ca. Después lívido y con los párpados entornados, oyó el ruidoele los luises sobre la gran mesa de roble y su caída como unacascada, sobre las baldosas de la cocina.

Hubo gran alegría en aquella casa . Se agasajó á la inteligente muchacha mientras el viejo, llorando su pena, iba á ten-derse sobro su jergón.

Guillermo Herchut estuvo enfermo durante ocho días . Lue-go empezó su vida holgazana de viejo inválido de la tierra . Suhijo y su nuera no le molestaban mucho, esperando quo les re-velara algún día otros escondrijos en perjuicio de Lison casadalejos de allí.

Una noche Pedro y su mujer, al volver de la feria encon -traron al viejo tendido ante el hogar, temblando de fiebre . Apro-vechando la ausencia de sus guardianes, Guillermo había queri-do examinar la segunda de sus reservas.

Colocando una. escalera á lo alto de la pared, había. subidopenosamente por ella hasta alcanzar el tocho de madera, al quehabía confiado tres billetes de cien francos . Deslizó una desus manos entre las tablas y un tirante, pensando sentir las ca-ricias del papel moneda . Sus dedos no encontraron más quepolvo y excrementos de bichos . Los ratones habían anidadoen su tesoro.

El campesino está tendido en su lecho de muerte . Despo-jado por una criatura, robado por los ratones, sólo desea quetermine pronto su miserable vida. Está persuadido de que suúltimo escondrijo no tardará en ser conocido si se obstina envivir .

Su hijo Pedro está sentado cerca de la. cabecera . Nervioso,impaciente, dice con una voz quo gruñe y acaricia al mismotiempo:

--Padre, escuché~ usted, . Ya sabe que .Juan Michat, Ga -briel Patoral y muchos otros " viejos," han muerto sin haber«denunciado » su dinero, Son bienes perdidos para la familia.Usted no hará como ellos . Dígame donde está. Haga. sólo unaseña . . . . nada más que una seña . -

-Padre, tenga usted piedad de nosotros! . . . Si encontramossu escondrijo después do su muerte tenemos que partir conUsen . . . . iEso sería injusto! Nosotros le hemos tenido á nues-tro lado, le hemos cuidado . . . Yo soy el mayor, el que conser-vará y aumentará los bienes que usted recibió. Si no puede us-ted hacer una seña, indíqueme dónde está el dinero con el movi-miento de sus ojos.

El viejo, sin contestar nada, contempló el techo do la cocinadecorado según los preceptos del arte campesino .

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f.uevos Rito s . 79C

—iVamos, padre!—interrogó el joven con aspereza .—¿Estáallí . . en el techo?

Se inclinó sobre el moribundo para mirar y descubrir loque contemplaba el viejo, luego se incorporó y con voz triun-fante dijo:

—i Ya lo encontré! . . . . Xa lo encontré! . . . . Voy á buscaruna escala.

Se abrió la puerta . Un manto negro llenó todo el umbral.Prevenida por algunos vecinos de la próxima muerte de Herchut,iba Usen á defender su parte en la herencia. Sin decir unapalabra á su hermano, fué en derechura á la cama, besó en lafrente al anciano y arrodillándose, echó á llorar bajo su capu-chón de luto.

El moribundo la asió por la mufeca y en el estertor de laagonía, la dijo empleando todas sus fuerzas:

—El dinero . . . el dinero . . . . ien mis zapatos! . . ..

LEÓN 1LOUX .

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Nuevas Rítos.- 791

UN FNTTRRO.Era al caer de la tarde, y bajaba un ahogado por el Sena.

El agua le llevaba arrastrando como una esponja, le tendía 'lo sumergía, le daba vueltas y le iba bajando, bajando magestuosamente, como resto que quisiera escupir sobre la orilla.

De cuando en cuando se detenía, encontraba un remolinoque le estorbaba el paso, y como si estudiase el camino, sacabadel agua un ojo vacío, un ojo sin Yendo, oí ojo muerto de unmuerto ; daba una vuelta suave, como si se fuese á fondo, y con-tinuaba bajando siempre.

A veces no se veía más que un hombro, un pedazo de pañonegro mojado, un ziszás de reflejos estriados por la corriente, lasombra de la cabeza en el fondo, :y formando lodo junto comouna cosa vacía quo iba caminando sin ruido, río abajo siempre,como buscando el camino de la otra vida.

Allá, sobre el puente de Austerliz,el cie.loparecía agrieta rae,y salía fuego de sus heridas encendidas y rojizas ; subía del ríouna. niebla azulina y clara como bu mo de agua; la tierra so dor-mía mecida por la noche ; se reflejaban los últimos destellos deldía en la corriente ; todo se obscurecía, y el muerto ea minabarecibiendo los últimos rayos de luz . único beso que se llevaba dela tierra.

Al pasar bajo un puente, algunos curiosos le vieron y dieronaviso de que iba un ahogado río abajo .:

Harto corrieron para alcanzarle, pero corrieron poco aprisa:ya la obscuridad lo tenía en sus brazos, la obscuridad negra queescondía aquel último viaje, aquel bulto sin alma que se. llevabaentre sus pliegues vacíos de misterio.

Entre ellos, entre aquella negrura del cielo, nadaba inmóvil,rodeado de trozos de hielo, do hielo como vidrio, que se desliza-ban siguióndole y se helaban más al tesar aquella carne muerta.Entre ellos silbaba el viento, lí, ras do agua ; se revolcaba en losmuros do las orillas, y de rechazo, levantaba una. pol va leda, mez-ch do bah) y espume ; pcs:rba cabore uul .> por lis arcas de los

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Nuevos Ritos 92

puentes y corría desaforado, loco, malhumorado, dejando almuerto detrás . ltntre ellos se oía el coro de la ciudad . Parísmoviéndose y gritando corma fiera de cien mil r'argant .as ; clamo-res de noche en nn pueblo que quiere vivir ; rumor Formado porestremecimiento de frío, por excesos de gozo, por cantos de pe-nay campanadas de alegría macabra ; clamores de vida sobroaquel muerto que la ciudad escupía.

Ya el río ora un espejo en los tinieblas, una. cisterna; los va -pores no (ti aculaban ya, dormían las barcas en la orilla y la agu-ja de Nutre Dame parecía nn trazo de carbón sobre un parlo ne-gro. A lo lejos, subía al cielo, una bermejez de la ciudad que seenciende ; sobre los puentes brillaba alguna, luz reja, como ojosin pestadas, y abajo, entre el vacío del precipicio, el agua muerta humeaba efervescencias de luces azules, vapores de lodo quetormenta., hálito de tumba, velos como de humo iluminado for-mando difusa aureola.

Perfilada por xquellaclaridad azulina, derecha sobre el agua,se deslizaba la sombra de la muerte siguiendo y vigilando supresa. De entre su mano salían los huesos blancos y se desta-caban en la oscuridad, pendían las manos sin nervios, y la <gua-daña, dejada, arrastrar sobre el río, hacía un surco en el agua,hilo de plata que seguía el ahogado estreneci€endose, sin saberpor qué.

Al llegar delante de la Morgue, entre las dos canales pare-ció que se detenía . En la casa de los muertos se veía una luzenferma en la ventana, la luz de los ahogados, la linterna tristede la otra vida, la desvanecida claridad que, corno reloj de arena,se iba vaciando constantemente . Pareció que se detenía y dióuna vuelta misteriosa llena de dudas y esperanzas de ahogado,sacó aquel ojo de tinieblas y continuó ría abajo mucho más deprisa.

Por medio del río, nada lo detenía ; en aquella hora era elúnico navegante . Suyo era el río, y nadie, nadie en la tierra sa-bía que aquel sér caminaba aun estando muerto ; nadie sabía dedónde venía ni á dónde Iba ; era un muerto libre, llevado por laaventura y mecido en brazos de la santa independencia ; unmuerto robado á la tierra por las aguas.

Abajo siempre, fué pasando todos los muelles de París, lasdos islas, la ringlera de casas con las ventanas cerradas, y al ca-da puente que pasaba, un estruendo de la vida le hacía estreme-cer : el rodar de los coches lo detenía ; caían papeles sobre él, talvez cartas de amor, y luces de faroles ene se apagaban : entreuno y otro sentía otra vez corno el descanso de la muerte ; y asílos fue paaaa_do todos, todos, hasta salir de aquel París que learrojaba y entrar en pleno campo ,y en plena naturaleza.

Allí el cielo pareció aclara ese . No era el cielo de la ciudad,levo de manchas de humo y de hálito de líneblo ; ara el inmen-so firmamento bordado de estrellas, de estrellas blancas y rujascomo niñas de ajos que mirasen la tierra, corno chispas de curaiones oucendi(los,

Unahabía sobre el río triste y quieta, mías triste que lasdemás, ,y blanca, blanca como una lágrima . Suspendida cuinolinterna del cielo, era la estrella del muerto, la estrella que vió al

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Nuevos RItos .- 79 3

nacer, la que Le siguió toda la vida y ahora le llamaba agua aba-jo, agua abajo, obligándole á seguirla como el imán de su dosel.no . l' el la seguía, ,y siguiéndola atravesaban pueblos que dor-mían acurrucados bajo los árboles, llanuras desiertas rí orillasmuertas ; ya las canas, inclinándose, le detenían, y salían lassílfides del. río para ver pasar á aquel muerto, y sanaban la eíbe-za las ondinas, asustadas, y se oían suspiros, gemidos de la no-che, cantos sin palabras, deslizarse de fantasmas . Y se sentía,pasando, como un viento frío de espíritus que volaban á ras delas ondas, de suenes que huían, de sombras que llevaba el vien-to y de paso de espectros.

Y siguiendo á la estrella, se detuvo un momento junto á unabarca y tumbado sobre ella, un marinero borracho vió al . muer-to parado y vió aquel ojo vacío, aquel ojo tenebroso envuelto entinieblas, y se asestó, y quería gritar y no sabía, y viendo quese alejaba siguiendo su camino, el camino de aquella estrella, sequitó la gorra, el marinero, como si pasase un entierro.

Y era . verdad lo que veía el marinero : aquel cuerpo navegan-te, aquel bulto informe era un entierro quo pasaba río abajo, elentierro de un ser que se enterraba así mismo.

Abrigado por la noche, nadie le acompañ.aba: marchaba so-lo como un muerto, sirviéndolo el agua de carro ; el paisaje deduelo, y caminando hacia el gran cementerio, hacia aquel martan amplio donde la caja es el mismo ruar, el mar sin fondo, ylas paredes el cielo sin murallas ni techo

SANTIAGO RUSIÑOL .

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Nuevos Ritos . . 794

una panameña.

Pasó conto tara terfatnae,

laíve2 corno una aurora,

muy cerca. de mi vida,

muy Crios de mi autor,

y sin embargo siealo

al recordarlo ahora,

(palia' sa taso Zriste

el de rota sc,gvedora!

que J?u' Si? taso elera: . ..

el de tot enterrador ,

C. O13ANIJ0 ESPVNOSA•

Panamá, 19oó',