Antologia Guerra Del Pacifico

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--------------------------------------------------------------------- -------------------------------------------------------Historia, Geografía y Economía V / Historia del Perú BI1 – Prof. Carmen García Soledad LA GUERRA DEL PACÍFICO: ANTOLOGÍA Capacidad: Interpreta críticamente fuentes diversas Indicaciones: 1. Realiza una primera lectura, identificando las palabras que no conozcas. Consulta un diccionario para absolver tus dudas 2. Vuelve a leer el texto aplicando la técnica del subrayado para identificar las ideas principales. 3. Realiza una última lectura para elaborar un resumen o un organizador visual que te ayuden a sintetizar la información. 4. Desarrolla la guía de preguntas. ****************************************************************** ************* EXPANSIÓN ECONÓMICA DE CHILE En forma unánime, al enfocar la Guerra del Pacífico, los historiadores peruanos y bolivianos se refieren, en términos generales, a una política territorial agresiva por parte de Chile, cuyo designio final sería la conquista por las armas. Ocurre, de esa manera, el error frecuente entre los estudiosos del pasado que colocan el resultado final como un propósito inicial, claro y preciso, que tenía que imponerse inexorablemente. Se desconoce, de tal modo, que en los fenómenos históricos se suceden situaciones diversas, que la tendencia del comienzo se altera, que aparecen factores impensados y que los elementos en juego varían en 1 Fuente: Villalobos, S. (2002). Chile y Perú: la historia que nos une y nos separa (1535 – 1883). Santiago: Ed. Universitaria

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----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Historia, Geografía y Economía V / Historia del Perú BI1 – Prof. Carmen García Soledad

LA GUERRA DEL PACÍFICO: ANTOLOGÍA

Capacidad: Interpreta críticamente fuentes diversas

Indicaciones:1. Realiza una primera lectura, identificando las palabras que no conozcas. Consulta un

diccionario para absolver tus dudas2. Vuelve a leer el texto aplicando la técnica del subrayado para identificar las ideas

principales.3. Realiza una última lectura para elaborar un resumen o un organizador visual que te

ayuden a sintetizar la información.4. Desarrolla la guía de preguntas.

*******************************************************************************EXPANSIÓN ECONÓMICA DE CHILE

En forma unánime, al enfocar la Guerra del Pacífico, los historiadores peruanos y bolivianos se refieren, en términos generales, a una política territorial agresiva por parte de Chile, cuyo designio final sería la conquista por las armas.

Ocurre, de esa manera, el error frecuente entre los estudiosos del pasado que colocan el resultado final como un propósito inicial, claro y preciso, que tenía que imponerse inexorablemente. Se desconoce, de tal modo, que en los fenómenos históricos se suceden situaciones diversas, que la tendencia del comienzo se altera, que aparecen factores impensados y que los elementos en juego varían en un cuadro temporal muy complejo.

La gran equivocación en el tema está en creer que los círculos oficiales y económicos de Chile tenían conciencia de que tarde o temprano sería conveniente la expansión armada y que en forma subrepticia se avanzó en ese sentido.

Creemos que por parte de Chile no hubo tales planes y que los hechos fueron determinando una preponderancia general que, al suscitar una resistencia comprensible en Bolivia y el Perú, arrastró al conflicto.

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Fuente: Villalobos, S. (2002). Chile y Perú: la historia que nos une y nos separa (1535 – 1883). Santiago: Ed. Universitaria

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Alcanzar una gran influencia en el Pacífico fue una meta natural en los países ribereños. En Bolivia, tanto durante el gobierno de José La Mar como en el de Sucre y en el de Santa Cruz, se forjó la ilusión de una gran influencia comercial en el Pacífico. A veces fue el comprensible deseo de dar vida portuaria a la caleta de Cobija para desenvolver la economía nacional, y otras, para darle primacía en el tráfico internacional. La preponderancia en el gran océano era la meta.

La Mar habilita a Cobija como puerto mayor en 1825, Santa Cruz le da la categoría de puerto franco en 1829 y cuatro años más tarde la de puerto libre, expresión, esta última, bastante equívoca.

El año 1827, El Cóndor, periódico oficial de Bolivia, elogiaba la habilitación de Cobija por las ventajas que representaba "sin estar sujetos a las restricciones del gobierno del Perú", y otro artículo señalaba que aquel puerto estaba "destinado a ser el mejor del Pacífico"'.

En octubre de 1831, el gobernador del Litoral, Gaspar Aramayo, entusiasmado con perspectivas futuras, escribía: “... llegará el día en que atraigamos toda la concurrencia de Valparaíso. Estamos colocados, se puede decir, a la vanguardia de todos los puertos de la Mar del Sur, y este punto es llamado para formar los grandes depósitos y surtir desde el mercado de Islay, Callao, Trujillo, Paita, Guayaquil, Panamá y toda la California".

Los presidentes Sucre y Santa Cruz pusieron gran empeño, especialmente el segundo, en dotar al puerto de oficinas administrativas, bodegas, diversos servicios y obras de defensa, luchando con denuedo contra la escasez del presupuesto y los inconvenientes de la naturaleza. La exploración del camino hasta Potosí, la formación de postas, el estímulo a la arriería, la obtención de agua y la formación de cultivos, fueron tareas heroicas, en que se tuvo la ayuda de personas diligentes, funcionarios y particulares.

Santa Cruz bajó a Cobija en 1832 y por esa jornada y su labor a favor del puerto, el Congreso le acordó una medalla de oro con brillantes.

En todas esas nobles tareas y esfuerzos había una intención legítima: alcanzar el predominio en el Pacífico americano. Era lo mismo que buscaban Chile y el Perú.

Es un profundo error pensar que Chile fuese un país miserable y dejado de mano por la naturaleza. Quienes conocen el país y lo han recorrido, saben que encerraba un gran potencial en lo económico y social. También en lo cultural y en lo político.

En algún escrito ya olvidado hemos manifestado que si bien la Guerra del Pacífico aportó una gran riqueza, no es menos cierto que el desenvolvimiento económico fue anterior y que su influencia en el litoral boliviano y el peruano levantó suspicacias y temores.

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El Norte Chico, entre el valle de Copiapó y hasta lindar con el de Aconcagua por el sur, sustentaba una minería de la plata y del cobre que fue esencial en el comercio y la capitalización básica. En los años de la Independencia, los minerales de Arqueros y Agua Amarga dieron un buen caudal de plata; pero fue la producción de Chañarcillo, descubierto en 1832, la que entonó la economía y dio holgura a la inversión. Se agregaron luego Tres Puntas y otros yacimientos. Hacia 1840 la producción de plata era de unos 40.000 kilos; con Chañarcillo se elevó hasta 215.000 kilos y antes de la Guerra del Pacífico se había estabilizado en alrededor de 100.000 kilos sin contar el mineral de Caracoles, en suelo boliviano, cuya explotación y producción estuvo ligada a Chile.

El rendimiento del cobre subió de 7.000 toneladas hacia 1840 a 46.400 al estallar la guerra. La mina más famosa fue Tamaya y dio lugar a que su poseedor, José Tomás Urmeneta, emprendiese una organización económica vertical: tierras agrícolas de suministro, ferrocarril, fundiciones en Tongoy y Guayacán, puertos en ambos lugares, línea de vapores y varios otros negocios. Chile llegó a ser el primer productor mundial del metal rojo.

A causa del empleo del vapor, se desarrolló en el golfo de Arauco la minería del carbón, que fue utilizado en los desiertos de Bolivia y del Perú y aún en Panamá.

La producción agrícola tuvo un alza permanente. La exportación de trigo, que en 1850 era de 500.000 quintales métricos, llegaba a 1.600.000 en 1879. La renta fiscal subió de 5.850.000 en 1861 a 15.396.000 al estallar la Guerra del Pacífico.

Una prosperidad tan nítida se tradujo en inversiones considerables en todo los sectores

económicos. En el campo, los particulares construyeron importantes obras de regadío, que ampliaron el área cultivable de la región central, introdujeron nuevas especies vegetales y animales e iniciaron una semimecanización y mecanización en las faenas, aunque todavía no de manera intensa. Los mejores establecimientos mineros y fundiciones mineras contaron con excelente técnica y organización.

El uso del vapor se generalizó en toda clase de maquinaria, barcos y ferrocarriles, y aparecieron maestranzas y fundiciones para fabricar y reparar maquinaria. Una industria liviana de bienes de consumo y alimentos se desarrolló de manera clara.

Los ferrocarriles, particulares y del Estado, se extendieron de Caldera a Chañarcillo, de Santiago a Val paraíso y de Santiago a la región del Biobío, sin afectar el equilibrio fiscal ni comprometer el futuro.

La colonización de la región de Los Lagos, con alemanes y chilenos, iniciada en la década de 1850, integró con éxito un vasto territorio, a la vez que en el estrecho de Magallanes se aseguraba la soberanía con altos y bajos. Más tardíamente comenzó la

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integración oficial de la Araucanía, traspasada ya por toda clase de vínculos con la sociedad nacional.

Todo el desenvolvimiento económico se efectuó con una política proteccionista del Estado y sin que éste participase en la producción ni la comercialización. Un clima saludable, sin nubes oscuras, existió en las relaciones del Estado y las empresas privadas del país y del extranjero.

El buen manejo fiscal permitió enfrentar la Guerra con la Confederación con las rentas ordinarias, más una emisión de bonos de la deuda interna que rindió la baja suma de 106.500 pesos. La Guerra del Pacífico significó recurrir únicamente a créditos nacionales y emisión de papel moneda, que no tuvo reales efectos inflacionarios. Desde 1875 hasta 1885, incluido el período bélico, la deuda externa se redujo. Agreguemos todavía que durante la Guerra Civil de 1891 el pago de la deuda externa se efectuó puntualmente y que la Junta de Gobierno de Iquique, movida por un sentido de responsabilidad nacional y también por el deseo de prestigiar su causa en el extranjero, también pagó los vencimientos semestrales.

Las entradas fiscales en los períodos de guerra permiten apreciar el buen orden económico del sector gubernativo y del privado. Durante la Guerra con la Confederación, el ingreso fiscal fue el siguiente:

Años Miles de dólares Índice

1836 1.676,5 100

1837 1.993,8 119 1838 1.794,5 107 1839 1.895,9 113 1840 2.289,6 137

Debe considerarse que en los años del conflicto, sin recursos extraordinarios, mejoraron las rentas fiscales: la economía seguía creciendo. Antes y al comienzo de la Guerra del Pacífico las cifras fueron:

Años Miles de dólares Índice

1872 13.540,5 100 1873 22.677,0 167 1874 14.109,0 104 1875 18.666,0 138 1876 15.658,1 116 1877 15.871,1 117 1878 14.476,6 107

1879 18.731,0 138

En esta última situación puede observarse que si el año 1872 presenta la tendencia ascendente de etapas anteriores, el comportamiento no es en manera alguna catastrófico:

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se mantuvo el flujo creciente e incluso el peor año, 1878, el índice fue superior al de 1872. Se presentaron, además, los años excepcionalmente altos de 1873 y 1875, después de los cuales, en un movimiento coyuntural, se tuvo la sensación de una fuerte crisis. Ésta existió, pero no de la manera alarmante como la vieron los contemporáneos.

Hay que tener en cuenta, también, que el año 1878 la economía nacional presentaba indicios de recuperación, como hizo presente al Congreso el presidente Pinto en su mensaje del 1° de junio de 1879. La exportación había aumentado en 1.994.628 pesos y la importación había disminuido en 4.029.113 pesos, en un comercio externo total de 56.960.000 pesos.

El progreso económico de Chile hasta la Guerra del Pacífico no admite comparación con el del Perú en el mismo período, que se traducía en una actitud satisfecha de los peruanos y sus gobernantes y que han recalcado sus historiadores. En efecto, la riqueza aportada por el guano, el salitre y en menor medida la plata, fue muy grande y se concretó en obras urbanas, públicas y privadas, inversión en ferrocarriles y una vida ostentosa. Sin embargo, el manejo de la riqueza fue deplorable porque no hubo una política clara y el derroche y los contratos leoninos aventaron los caudales. La comercialización del guano, un producto estatal, se manejó en forma oscura, los empréstitos alcanzaron niveles abrumadores y su inversión fue errada. La construcción de ferrocarriles, en que se puso mucho interés, fue mal concebida, se trazaron líneas de escasa o ninguna rentabilidad y en los aspectos técnicos se hizo alarde de obras impresionantes y costosas. Se empleó trocha ancha de 1,44 metros, que resulta carísima en terrenos accidentados y de pendiente pronunciada, sin que el movimiento de carga y pasajeros la justificase. En el ferrocarril de no a Moquegua el tráfico estuvo reducido a un tren semanal y en cuanto al ferrocarril de Lima a La Oroya, un diputado declaró que no conducía a ninguna parte.

La contratación de empréstitos y los acuerdos con diversas empresas financieras, especialmente Dreyfus hermanos, crearon condiciones muy onerosas para el erario y se llegó a muy altas cifras de déficit presupuestario. Se alcanzó el extremo de no poder colocar bonos por la pérdida de confianza de los acreedores. El año 1872, al asumir la presidencia, Manuel Pardo hizo presente al Congreso, con cifras descarnadas, el cuadro catastrófico de la hacienda pública y, como dijo un opositor, solamente le faltó pronunciar la palabra "bancarrota".

Nadie podía señalar qué se había hecho la riqueza, y el ambiente estaba espeso de recriminaciones y sospechas. El desorden político y las luchas civiles tenían parte de la responsabilidad y sumían el espíritu de la nación en un horizonte sin salida.

El desenvolvimiento económico de Chile no fue el único factor que explica la influencia del país en Atacama y Tarapacá. También hubo un estímulo franco por parte de sectores del Perú y Bolivia, y en este último país mediante acciones oficiales.

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Tarapacá fue un campo abierto para capitales chilenos y extranjeros que giraban desde Valparaíso; los suministros de todo tipo tenían igual origen, y técnicos, comerciantes y obreros procedieron masivamente desde el norte y centro de Chile.

En el caso del Litoral boliviano, la acogida brindada a los chilenos y a los intereses chilenos fue persistente, porque era la forma más segura y expedita de obtener recursos y vincularse con el comercio y los capitales. Ya hemos visto que el gobierno de Bolivia tuvo una fuerte preocupación por el litoral atacameño y tomó medidas para vincularlo materialmente al altiplano, tarea muy difícil por el desamparo del desierto y la longitud de la ruta. El excelente libro de Fernando Cajías de la Vega, La provincia de Atacama (1825-1842), prueba de manera fehaciente los esfuerzos gubernativos; pero a la vez demuestra la vinculación con Valparaíso.

Habilitado Cobija como puerto mayor en 1826, al año siguiente llegó el primer barco procedente de Valparaíso y su arribo no pudo ser más significativo para el tema que tratamos. A bordo llegaron Matías Matta y su hermano Eugenio, ambos con sus familias y con una negociación de más de cien mil pesos. Eran entendidos en asuntos mineros, se proponían explotar el cobre en las cercanías del puerto y dejaron iniciada una inversión que al fin no prosperó debido al fallecimiento de Matías.

El incremento de población extranjera fue visto como necesario para estimular cualquier

actividad y se instruyó a las autoridades para que observaran con ellas "un trato urbano y digno de buenos bolivianos".

Irónicamente, como anota Cajías, fue el propio Santa Cruz, en 1828, al pasar de Valparaíso a Bolivia para asumir la presidencia, el que inició una migración masiva de chilenos. En esa oportunidad, al abandonar la misión diplomática que le estaba confiada, el mariscal reunió a un grupo de sesenta chilenos, entre hombres, mujeres y niños, y llegó con ellos a Cobija el 28 de diciembre, día de los inocentes. El gobernador de la localidad carecía de instrucciones al respecto, pero existía un decreto de 10 de septiembre de 1827 que acordaba dar garantías y auxilio a los extranjeros que deseasen establecerse en el puerto y cultivar terrenos en las cercanías. Con el respaldo indirecto de Santa Cruz y dadas las circunstancias, el gobernador se atrevió a disponer fondos fiscales para pagar la mitad de los pasajes y los víveres y solventar los primeros jornales mientras instalaba a los inesperados inmigrantes.

La situación llegó a ser bastante indeseable. El grupo se mostró insatisfecho y hasta amenazante, de modo que el gobernador procuró alejarlos valiéndose de cualquier medio.

Pese a la experiencia, en años posteriores hubo interés por atraer jornaleros y artesanos chilenos, que hacían falta para las obras. El mismo Santa Cruz, en su afán de crear una

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marina boliviana, consideraba la contratación de oficiales chilenos.

La dependencia de Cobija respecto de Chile fue imprescindible para su existencia, incluidos los alimentos. Cereales, harina, menestras, frutas secas, charqui y otros, provenían de Val paraíso y Coquimbo. También las herramientas, el papel y los medicamentos. El azogue, tan importante para la minería de la plata, se obtenía en parte a través de Valparaíso. En 1832, la escasez del producto determinó al gobierno a gestionar su adquisición en Valparaíso a través del cónsul, quien, efectivamente, pudo remitir algunas partidas a precio muy elevado.

Con el fin de que los habitantes de la ruta hacia el interior habilitasen pastizales, el año 1832 uno de los gobernadores adquirió semilla de alfalfa en Chile para repartirla a campesinos.

Por último, señalemos que antes de la Guerra con la Confederación crecidas partidas de fusiles, sables, vestuario y algunas piezas de artillería fueron compradas en Valparaíso o a través de comerciantes extranjeros radicados en el puerto.

Mediante el comercio con Valparaíso, llegaron comisionistas de las casas comerciales, negociantes y empresarios, todos ellos ligados a los intereses británicos, si no súbditos británicos, españoles y franceses. Pero en todo caso, su base de operaciones era el principal puerto chileno.

Entre las casas de negocio de Valparaíso que se vincularon con el Litoral de Bolivia estuvieron Lebris y Berthaume, Price, García y Lezica y Waddington. En 1829, en virtud de los lazos existentes, se procuró contratar un préstamo por cien mil pesos en las casas de Valparaíso o Santiago para las construcciones del Estado en Cobija; pero los intereses eran elevados en Chile y no existía confianza por lo "riesgoso de prestar a las nuevas repúblicas por su inestabilidad y para [sic] Bolivia en que el gobierno posterior desconoce todo lo que ha hecho el anterior", de acuerdo a las palabras del gobernador Anaya.

La situación existente no podía ser más clara. Chile, por su pujanza se había convertido en un centro de alta presión, que debía llenar el espacio de menor presión. Es una ley de la física.

Para la región de Tarapacá es aplicable el mismo fenómeno; aunque allí el desnivel de presiones era menos marcado.

En todos estos aspectos no estaban operando planes arteros ni políticas encubiertas. Simplemente la economía jugaba con libertad.

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La expansión económica trajo consigo un desplazamiento de población hacia los países del norte, cuyo vehículo fueron los negocios y actividades de todo tipo. En 1866 en el litoral de Tarapacá y Antofagasta había unos 28.500 chilenos y en 1875 el número era por lo menos de 30.000 en Perú y Bolivia. Hacia 1879 la cifra debió ser superior.

Esa población no fue un elemento positivo para la influencia de Chile y creó más bien situaciones de inestabilidad y problemas internos que dieron origen a reclamaciones diplomáticas. La emigración tuvo por destino las faenas guaneras y salitreras, las actividades portuarias y la construcción de ferrocarriles. No se dirigió a las grandes ciudades, sino a caletas y campamentos, donde la vida era muy difícil y las relaciones sociales se mantenían de manera precaria. El clima, en una zona árida y de pobre vegetación, fluctuaba entre el calor despiadado del día y el frío de la noche y en las sierras se sufría de la puna, la lluvia y la nieve. Las enfermedades azotaban a los inmigrantes: la malaria, la viruela y la verruga, causada por un insecto en las tierras altas y que en la mayoría de los casos conducía a la muerte.

La vida en aquellos lugares, alejados de la sociedad mejor constituida, transcurría en un ambiente humano áspero, mal sujeto a las reglas, que las autoridades y las fuerzas policiales enfrentaban con dureza, no pocas veces en forma arbitraria y discrecional, porque el orden debía ser mantenido costare lo que costase. Situaciones confusas, odios y connivencias, engaños a las autoridades y a los patrones, formaban un ambiente pesado en que los encargados del pequeño poder local no siempre podían discriminar entre el culpable, el inocente y el caviloso. Muchas veces los encargados del orden actuaban también de manera abusiva y no había a quién recurrir contra los desmanes oficiales.

Los obreros chilenos no eran ángeles, tampoco los peruanos ni los bolivianos, que debían convivir en las faenas y los campamentos. Solamente los chinos se mostraban sumisos y pacientes

El alcoholismo era habitual, también el juego y los vicios de toda clase, que derivaban en reyertas y asesinatos. En algunos lugares, como en Caracoles y los campamentos del ferrocarril de Arequipa y el de la Oroya, se formaron grupos que por la buena o la mala defendían a sus integrantes.

Es fácil comprender que los prejuicios raciales y nacionales estaban en el trasfondo de todos esos hechos, como asimismo la dureza de las faenas y la carestía de los alimentos y vestimenta. Todos habían partido tentados por los buenos salarios y al producirse la decepción surgían la rebeldía y el abandono de las faenas antes de cumplir los contratos.

En la década de 1870 los problemas fueron especialmente graves en el mineral boliviano de Caracoles, y en el ferrocarril de Lima a la Oroya, donde las enfermedades y el rigor del frío apuraron el descontento e hicieron que la mayoría de los chilenos se retirase.

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Las autoridades peruanas cometieron toda clase de abusos. Se obligó a los chilenos, en ocasiones, a engancharse en el Ejército o en fuerzas revolucionarias y en barcos de la Marina; también se les forzó a emplearse en determinados trabajos o se les apremió para que abandonasen el país. Las mujeres, por cierto que de variados oficios, sufrieron persecuciones y malos tratos. Habiendo estallado la Guerra del Pacífico, el subprefecto de Huarochirí informaba a Lima, en septiembre de 1880, que en Matucana "había chilenas que tenían a la población sobresaltada" y, sin saber qué hacer, solicitaba instrucciones ... Pareciera que tenían su propia guerra y estaban victoriosas.

En muchos casos la prepotencia abusiva de las autoridades pudo ser demostrada y las gestiones consulares y diplomáticas dieron algún resultado.

El balance que deja el fenómeno de la emigración a Perú y Bolivia, es que contribuyó a

mantener por largo tiempo una situación conflictiva, que fue considerada por los tres gobiernos, discutida eventualmente en los congresos de Chile y el Perú y ventilada en la prensa de los países involucrados. Se mantuvo vivo un resquemor público y en los afectados un resentimiento personal que tuvo como expresarse al estallar la Guerra en 1879. No es difícil imaginar la actitud de la gran mayoría al ser expulsados del Perú en esa oportunidad.

LA CRISIS DE LA SOCIEDAD PERUANA EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA

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Fuente: Kapsoli, W. (1980). La crisis de la sociedad peruana. En: Reflexiones en torno a la guerra de 1879. Lima: Centro de Investigación y Capacitación.

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Quiero agradecer en primer lugar la invitación que me han cursado para intervenir en este ciclo de conferencias en torno a la Guerra del Pacífico. La exposición tenderá fundamentalmente a plantear algunos problemas y particularmente problemas de la sociedad peruana en el proceso de la guerra. La historiografía nacional ha realizado ya, de alguna manera, investigaciones que nos permiten tener una idea clara de las acciones bélicas tanto en las campañas marítimas como de las campañas terrestres. Pero en aquellas investigaciones está ausente el análisis económico y social. La razón por la cual estos temas no han sido abordados obedece a una serie de circunstancias. De ellas, la más significativa, es el hecho de que la guerra fue para nosotros una catástrofe, fue un accidente que dejó colapsada toda nuestra economía y sociedad. En estas condiciones la historiografía oficial pasó un tanto por alto privilegiando su atención a otras épocas de la historia nacional. Por el contrario historiadores chilenos e ingleses han tomado especial énfasis en estudiar el proceso de la guerra con Chile, en tanto que ellos fueron los vencedores.

La guerra en sus motivaciones económicas está precisada ya, es decir fue una guerra motivada estrictamente por razones de control de recursos naturales, y en esencia control del salitre. El salitre es un producto natural que permitió al Perú, a mediados del siglo XIX, mostrarse en el mercado con fines de arrogancia y la posibilidad de realizar un progreso nacional. Europa y especialmente Inglaterra preocupada por equilibrar su desbalance entre la industria y la agricultura, requerían no solamente comprar y adquirir el salitre sino fundamentalmente se interesaba por su control y explotación directa. Aún más, deseaba un control monopólico y exclusivo. En circunstancias en que la agricultura europea requería de abono, recurriendo hasta su fabricación artificial, los productos naturales (guano y salitre) se impondrían sin competencia alguna.

Cuando se declara la guerra, el Perú muestra con toda claridad su situación interna llena de problemas y contradicciones. En otras palabras, los procesos de paz, los momentos de estabilidad, permiten a las sociedades mantener sus problemas latentes, esconder sus contradicciones. Pero, en los procesos de crisis y particularmente de una crisis como la guerra, todas las trabas y mantos se esfuman y la sociedad se muestra con su rostro real. La guerra profundiza una crisis económica y social que ya venía manifestándose anteriormente. En las clases dominantes se observa, en el proceso de la guerra, una conducta ambivalente. Una conducta que, en un primer momento, fue prácticamente de identificación plena con la patria, con el nacionalismo, con una búsqueda a través de proclamas, mítines y de todos los medios de comunicación, de la defensa nacional y la integridad territorial. En suma, el problema nacional, el problema de la defensa de la patria, aparece como el problema esencial, primario, por el cual no solo sacrificarían sus bienes económicos, sino incluso hasta la vida. Sin embargo, esta conducta inicial, que uno puede observar en los testimonios de la época, en los periódicos y en las correspondencias familiares, este patriotismo pleno, unitario, paulatinamente fue perdiendo su fuerza hasta convertirse prácticamente en su

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antítesis. Cuando se producen las primeras acciones navales, cuando se produce la pérdida del Independencia y la posterior muerte de Grau y la captura del Huáscar, y cuando los chilenos comienzan a tomar territorio peruano la actitud de las clases dominantes está destinada a defender sus intereses económicos y empieza a retroceder el patriotismo. Esta se hace más evidente cuando el Estado, Piérola, urgido por generar una economía de guerra, comienza a aplicar impuestos al azúcar, al algodón, impuesto a la exportación, genera reacciones que llegan incluso hasta el chantaje. Las colectas públicas que se realizaban se paralizan exigiendo que se deroguen esos impuestos. No se puede -decían ellos- tener patriotismo afectando economías internas, que ya están afectadas por la guerra. Esta conducta es más clara cuando se produce la invasión. Cuando se produce la toma de las haciendas y centros de producción. Entonces los propietarios, recurren a contratos de compraventas, a entregas en arriendo o subarriendo a compañías o firmas extranjeras, fundamentalmente inglesas, norteamericanas, francesas e italianas. Con ello buscaban librar las propiedades de la agresión chilena aduciendo el amparo de la neutralidad. Otros propietarios ligaban su ascendencia familiar con el extranjero en busca del mismo objetivo. Y finalmente las conductas más desembozadas cuando los hacendados optan por la ayuda directa a los chilenos a fin de que sus propiedades no sean afectadas. Esta actitud, de ayuda plena a los chilenos, generó la protesta del Estado peruano que llegó a establecer multas por aquella acción antipatriótica. Se los llamó "traidores a la patria". Sin embargo, estas multas no se llevaron a la práctica porque la guerra impuso la primacía chilena en nuestro país. Por otro lado, podemos observar en esta época que el Estado se fracciona. Surgen banderías y caudillajes; distintos presidentes que intentan representar al país, cada uno con sus propios seguidores y clientelas. Allí están Prado y Piérola, Montero, García Calderón, Iglesias, Cáceres. La situación se torna grave cuando so pretexto de buscar la defensa nacional se declaran la guerra entre sí. Con esto los conductores de la vida política nacional se quiebran y fragmentan. Así vemos que el problema económico y político interno prima sobre los intereses de la patria y del sentimiento nacional.

Ahora bien, una situación similar se produjo a nivel de las clases populares. En general, en las clases populares, observamos dos tipos de conducta: una conducta de carácter económico-social y otra que linda con lo étnico y racial. A nivel económico y social encontramos que los trabajadores de la costa, fundamentalmente los semiesclavos chinos, los jornaleros negros y que los trabajadores de la sierra, esencialmente indígenas de hacienda y de comunidad, se manifiestan en el proceso de la guerra por la defensa de sus propios intereses. Como la sociedad está en crisis, como el poder está en quiebra total, como el desorden es manifiesto, las posibilidades de protesta y resistencia eran mucho más factibles que épocas anteriores. Por eso observamos como con la llegada de los chilenos a Pisco y de Pisco en la marcha hacia Lima, miles de chinos de las haciendas se suman al ejército chileno considerando que ellos son sus libertadores, que vienen a salvarlos de la opresión peruana. Con una serie de prácticas, rituales, reconocen a Lynch como "príncipe rojo" a quien deben seguir. Pero no solamente ayudan a los chilenos, sino que también se

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sublevan contra los hacendados, toman los recursos de las haciendas o incluso eliminan físicamente a los propios hacendados. Una conducta similar se observa en el caso de los trabajadores negros, especialmente los enfeudados en haciendas y los ubicados como jornaleros urbanos. Estos también se sublevan, se levantan contra los hacendados. Empero en el caso de ellos, en el caso de los negros, no hay evidencias de que hubieran participado directamente al lado de los chilenos, ni mucho menos se hubieran incorporado 'al ejército. Aquí habría un interrogatorio, del por qué un sector de la clase popular se identifica con los chilenos y por qué el otro no. En el caso de los chinos, en realidad fueron hábilmente utilizados por Lynch quien conocía la idiosincrasia asiática. El había servido antes en la ar-mada inglesa en el proceso de colonización de la China. Esto le permitió utilizar a los chinos azuzando las posibilidades de un beneficio social para ganarse la simpatía de estos trabajadores.

En la sierra también la conducta es más o menos similar, los colonos de las haciendas son reclutados por sus propios hacendados para actuar en concordancia con la opción de los amos. Cuando los hacendados se identifican con la causa nacional, sus peones son reclutados para actuar en defensa de la causa nacional; cuando sus hacendados se identifican con la causa de algún caudillo militar, los peones son armados para tal fin, o cuando los hacendados se identifican con los chilenos, los peones son obligados a identificarse con los chilenos. En todo caso no fue una conducta espontánea sino obedecía básicamente a la orientación de los hacendados. En un segundo momento la actitud de los peones de hacienda cambia. Estos también se levantaron contra los hacendados, los expulsaron de las haciendas, tomaron las tierras, en última instancia intentaron mejorar la situación económica en que se encontraban.

En el caso de las comunidades campesinas la conducta es más o menos similar. Por un lado, son enrolados coactivamente, a través de las levas permanentes que hace el Estado, para incorporarlos a los ejércitos. En este caso son incorporados para la defensa de la patria; posteriormente se incorporan voluntariamente para la misma causa, esto sucede especialmente durante la resistencia cacerista. Hay reclutamientos generalizados a través de cuadros conformados por los propios campesinos que actúan como intermediarios entre el líder, Cáceres, y la masa de comuneros. Los cuadros dirigentes se identifican con sus propios paisanos a través del idioma, a través de las costumbres, a través de la tradición, y por consiguiente pueden formar ejércitos de montoneros, partidas de guerrilleros y defender a la patria dirigidos por Cáceres. Pero tampoco los campesinos de comunidad estuvieron exentos de realizar vendettas frente a exacciones anteriores y reclamar las tierras y ganados, y pastos, usurpados por los hacendados, comerciantes o mineros vecinos. De esta manera, en el desorden generado por la guerra, los campesinos de comunidad se lanzan en acciones directamente favorables a sus propios intereses.

Todas estas reacciones de la población popular, desembocaron en un problema mucho más agudo y generalizado, que fue la presencia de las bandas o del fenómeno del

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bandolerismo. La crisis desencadenó el bandolerismo fundamentalmente en las zonas de la costa, cuyos correlatos de vagabundaje, mendicidad, abigeato y salteos pusieron en zozobra a toda la sociedad. Los bandoleros son una masa indefinida de ex-colonos, ex-comuneros o campesinos sin tierras, por tanto tenían distintas tradiciones, distintos pasados y costumbres que nunca llegaron a homogenizarse.

Por su parte, la población urbana que, también es una masa indiferenciada, de artesanos, de trabajadores desocupados o "lumpen", también en la guerra exteriorizó su descontento y protesta contra el comercio, contra los bienes de aquellos que eran los más poderosos, contra las autoridades. Este fenómeno de la reacción popular urbana se explica porque, los mismos testimonios de la época lo evidencian, en el proceso de la guerra, se acentuó la carestía de vida, el alto costo de los artículos de primera necesidad, los bajos salarios y la depreciación de la moneda que se acuñaba inorgánicamente. Aunque el fenómeno había comenzado antes de la misma guerra. En la memoria del Alcalde de Lima de 1878, publicada en el mes de enero del 79, se lee el problema de carestía de la vida en Lima. Durante la guerra el problema adquiere su crudeza y genera una serie de revueltas y levantamientos populares. En suma, por todas estas consideraciones, por todas estas conductas tanto a nivel de las clases dominantes, como a nivel de las clases populares, nosotros podríamos decir que no era posible, no existía en la base misma de la sociedad, las posibilidades de una unión nacional, mucho menos una conciencia nacional que permitiera una resistencia férrea y orgánica a la agresión chilena. La guerra, en última instancia, pues, permitió que la sociedad peruana se mostrara a sí misma, con todas sus taras y sus vicios, con todos sus problemas y contradicciones antes encapsulados, ocultos. Esto de ninguna manera niega todos los actos heroicos de personas, familias, tanto en una clase como en otra, que sacrificaron propiedades y vidas en defensa de la integridad territorial. Sin embargo en los estudios históricos y ciencias sociales, las conductas aisladas, los gestos individuales, digamos, no son los que determinan la naturaleza del fenómeno; la naturaleza del fenómeno se determina por las constancias que se manifiestan en los distintos sectores de la población. La guerra fue una coyuntura que permitió al país optar: por Ia defensa de los intereses económicos privados o por la defensa de la patria. Una patria, por lo demás, desconocida e injusta para algunos, como la sociedad campesina a la que no se Ie podía exigir, digamos, una conciencia de nacionalidad. Sin embargo los hechos demuestran que las conductas no son mecánicas, porque fue justamente esta población la que más resistencia ofreció al enemigo invasor. La composición social del ejército peruano y, particularmente, toda la etapa de la resistencia cacerista evidencia con toda claridad la entrega de vidas y bienes de la sociedad campesina en defensa de la patria. Quizá fue una acción instintiva pero, en todo caso, fue plena y cabal.

Presentada esta visión en conjunto, quisiera ahora mostrar algunos testimonios locales que reflejan con mayor claridad los fenómenos presentados anteriormente. Se trata esencialmente del comportamiento ·de los coolíes chinos en la zona de Ica, y de los

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hacendados de Chiclayo. O sea, dos ejemplos regionales, dos conductas de clases y dos formas de comportamiento.

En la zona de lca, el censo del año 1876, casi en el preludio de la guerra, arrojaba una población total de siete mil ochocientos sesenta y ocho personas. De ellas, dos mil ochenta y seis eran asiáticos, mil ochocientos cincuenta y seis indígenas y tres mil doscientos de otras razas. Dentro de aquella población la fuerza de trabajo estaba representada por los trabajadores chinos. Desde hace algún tiempo, Humberto Rodríguez Pastor ha publicado una serie de ensayos sobre la conducta de los trabajadores chinos en el proceso de la guerra. Pero, se hace necesario saber cuál era la situación de esos trabajadores antes de la guerra, de tal manera que podamos explicarnos plenamente, su conducta en el proceso de la guerra.

Entre 1868 y 1878, o sea una década antes de la guerra, hemos podido encontrar una acción violenta de la población china contra los hacendados. Veamos: "Entre 1868 y 1878 Ica se convirtió en el escenario de violentas irrupciones de los coolíes contra los patrones, mayordomos, caporales de las haciendas. En 1868 asesinaron a Pedro de Herrera dueño de la hacienda Achaco; en 1869 a Pedro de la Cruz caporal de la hacienda La Venta; en 1870 a Pedro Farfán dueño de la hacienda Arrabales; en 1872 a José Muguía propietario de la hacienda San Jerónimo; en 1878 a los Picasso dueños de la hacienda -también- San Jerónimo”; o sea en total, como siete u ocho asesinatos y levantamientos de chinos contra los hacendados. Y al analizar las razones que desencadenaron estas acciones de violencia encontramos en los mismos testimonios de la época, con los documentos legales rechazados para procesar a los chinos, las siguientes constataciones: "En el contexto de las relaciones de producción semiescIavistas las contradicciones de clase afloraron con cierta frecuencia, los coolíes formalmente contratados para trabajar en la hacienda por el lapso de ocho años; eran en la práctica sometidos a niveles de esclavitud. Los testimonios de la época tanto de los propios chinos como de las autoridades parecen refrendar esta afirmación. "Acai -un chino- preguntado por su vinculación con el hacendado Pedro Herrera, respondió que lo conocía por ser su esclavo. Asen, fue coincidente al señalar que era su esclavo y que trabajaba la hacienda Achaco junto con otros paisanos; por su parte José María Bermuda, abogado, al reclamar justicia por los chinos decía: no puede haber igualdad entre el amo que hostiliza y el esclavo que sufre. José Suarez, otro abogado, igualmente denunciaba que los chinos privados de libertad personal llevan perdidas hasta la libertad de pensar conforme la razón. Ángel Ubillús, iniciaba su alegato de defensa diciendo: ante todo hay que considerar a favor de mis defendidos su violenta situación de esclavos (como la denomina con verdad el subprefecto de lca, comunicando que don Pedro Farfán ha sido víctima de sus chinos esclavos). En suma, los coolies eran tratados como viles esclavos, como puras máquinas o instrumentos de labranza; hasta a las bestias se les consideraba porque el maltrato ocasionaba su muerte, y a las máquinas se les manejaba con mesura conveniente para que no se descompongan. En realidad el calificativo de esclavo no correspondía cabalmente a los coolies, más bien, podríamos considerarlos como semi-

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esclavos, pues, los chinos encerrados en las haciendas no conocían mas autoridad que la del amo, ni más ley que su voluntad, ni siquiera tenía la oportunidad de elegir a sus patrones, porque ellos venían en partidas y eran escogidos como ganado, como bestias por los especuladores; recibían una paga y una ración alimenticia que les permitía subsistir en las haciendas o en la construcción de ferrocarriles o en la extracción del guano de las islas".

Pero volvamos al problema que nos preocupa de las actitudes frente a los hacendados. ¿Cuáles fueron las motivaciones concretas que impulsaron la violencia de los coolíes? Su respuesta es fundamental para comprender la conducta posterior de los chinos. "En la hacienda Achaco dijeron que el exceso de trabajo, la escasa alimentación y el maltrato motivó la rebeldía contra el patrón. Nubón -chino- declaró que les daban muy poco de comer, los estropeaban dándoles de palos, bofetadas, patadas y los hacía trabajar mucho y les cobraba por los vestidos más de lo que valían, dándoles solo cuatro reales a la semana; Achan, que la causa del maltrato, les daba mucho trabajo y poco que comer; Aman, dijo, el patrón no los trataba bien, les daba muy poco que comer, los maltrataba a golpes y los obligaban a trabajar demasiado aún enfermos; Alí, que les daba muy poco que comer, mucho trabajo, también les pegaba algunas veces que se negaba a trabajar. El abogado defensor sintetizó aquellas quejas puntualizando: "no se les daba el alimento necesario para su sustentación, pero si se les daba trabajo como si hubieran sido animales, pues no solamente se los obligaba a trabajar durante el día sino en horas de la noche, horas destinadas por naturaleza al descanso. En una palabra, era gente reducida a la miseria y estaban acosados por los rigores del hambre como es público y notorio".

En las condiciones descritas, a los coolíes les quedaban algunas alternativas, la fuga o la muerte, de los hacendados o de sus representantes más inmediatos. La primera alternativa, de la fuga, la habían ensayado en varias ocasiones, pero el castigo que recibían por ello era tanto o peor que en el caso de un asesinato. Cuando se les coge, se les flagela hasta el punto de dejar a muchos incapacitados por algún tiempo a seguir cumpliendo sus compromisos; no les quedaba otra opción. En guarda de su existencia tenían que quitarle la vida, en un acto de defensa de su vida misma amenazada por los hacendados.

Los coolíes de la hacienda La Venta presentaron como causa de su rebeldía los siguientes testimonios: Afá, que todos los chinos le tenían odio al mayordomo porque les quitaba un peso o cuatro reales todos los meses y si no les daba azotes y cuando estaban enfermos les quitaba un real o dos para dejarlos en la cama, o sino les hacía trabajar así. Achon, que todos los paisanos le tenían odio porque todos los meses les quitaba un peso o cuatro reales, diciendo que era para cigarros, y cuando no tenían los castigaba. Achusi, que el mayordomo tenía por costumbre quitarle a cada uno de ellos un peso o cuatro reales todos los meses, y cuando no les daban les propinaba azotes y les hacia trabajar al doble. Acan, que el declarante y sus demás paisanos le tenían odio al mayordomo porque todos los domingos les quitaba un real o dos para cigarro, y cuando no, les daba castigo y les aumentaba el trabajo. En base a aquellas quejas el defensor calificó a estos chinos como

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esclavos a plazos, remarcando que sufrían el robo de su jornal y se hallaban tiranizados por el látigo y el hambre; que fue el mismo mayordomo quien les compelió a la desesperada resolución de matarlo para libertarse de la larga y penosa opresión. En suma, sus defendidos habían optado por enfrentarse a la muerte, en vez de soportar los abyectos y oprobiosos suplicios a que eran sometidos por sus amos. Por su parte, los coolíes de la hacienda Arrabales dijeron que estaban exasperados por el hambre a punto de desear morir, que al pedirle qué comer al patrón, este les mandaba castigar, por esto su abogado demandó: hay que considerar en favor de mis patrocinados su violenta situación de esclavos, situación criminal que infringe la ley de la naturaleza, la ley civil y de la Constitución de la República que dice: no hay ni puede haber esclavos en la república. De las soberbias de los potentados resultan los castigos bajo la forma de asesinatos de los amos ejecutados por sus esclavos.

Los coolies de la hacienda San Jerónimo fueron más explícitos en sus declaraciones: Ayón que ayudó a matarlo, por los ultrajes que constantemente le hacía el patrón, dándole muy poco de comer, palos, patadas, forzándolo a trabajar más de lo que permitían sus fuerzas, en una palabra puede considerarse que actuó por venganza de lo que le hacía padecer. Acai intervino por venganza de la crueldad en que los había tratado. Ayun, que el patrón le daba muy poco que comer, los estropeaba dándoles de palos, bofetadas, y les hacia trabajar mucho, y les cobraba por los vestidos que no valían igual. Achan, que el patrón les daba mucho que trabajar y poco que comer, les propinaba bofetadas y patadas. Aman, no los trataban bien, les daban muy poco que comer, los maltrataban a golpes. Alí que les daban muy poco que comer, mucho trabajo y les pegaba algunas veces. Finalmente, los asiáticos de la hacienda San Jerónimo de los Picasso, inquiridos por las causas que motivaron la muerte del caporal respondieron: Amian, que atacó al caporal con ánimo de quitarle la vida, pues estaba muy obstinado por el maltrato que le daban, como a sus demás compañeros obligándolos a levantarse al trabajo demasiado temprano, aparte de que los chismeaba y les aminoraba la ración. Aliu, actuó con ánimo de matarlo porque les estropeaba diariamente al levantarse a salir al trabajo, los calumniaba acusándolos de ladrones y les quitaba parte de la ración alimenticia, a su vez repetía, si se mueren, el patrón tiene plata y puede comprar otros chinos y reponerlos. Pedro Suárez, que actuó como defensor de los chinos, se preguntaba: cómo impedir que despierten en los asiáticos esos instintos de venganza si la culpa no radica en ellos, acosados por el hambre, el cansancio, las vigilias matinales, el látigo y el palo, no era posible que tuvieran calma ni suficiente razón para sujetarse a una resignación propia de una persona en quienes la educación hubiera moderado sus ímpetus de desborde de sus conductas psicológicas".

O sea, en esta situación previa a la guerra fue madurando una reacción, se profundiza dramáticamente durante la invasión chilena. Pero en la zona de Ica, no solamente los chinos actuaron de esta manera, sino también se produjo otros levantamientos y protestas de la población negra. Así, en diciembre de 1879, hay un levantamiento que compromete a Chincha e Ica. Algunos testimonios de la época indican que el levantamiento de negros tuvo

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como objetivo asesinar a los hacendados de Roja Redonda, San José y Larán. Que esta partida de negros, posteriormente, amenazó tomar las ciudades de Chincha y de Pisco, desencadenando una violenta confrontación entre la población blanca y los trabajadores negros de la zona. Tres testimonios de los acontecimientos dicen lo siguiente: "AI llegar a Roja Redonda los rebeldes provenientes de la hacienda San José solo hallaron al administrador y de inmediato le dieron muerte, la presencia de los sublevados causó pánico entre los favorecidos de la hacienda y, gracias a la huida de estos, los rebeldes se aprovisionaron de las vestimentas, caballos y mulas. Es gente descontrolada que con gritos de matar hacendados penetraron como horda salvaje a la hacienda Roja Redonda de don Carlos Elías asesinando al administrador señor Claudio Iturralde, saquearon la casa hacienda y se llevaron todo lo que pudieron inclusive de los corrales mulas y caballos".

Para el caso de la hacienda San José el testimonio dice: "Embrutecidos y exaltados como en ocasiones anteriores pasaron a la hacienda San José, del señor Julio Carrillo Albornoz, con el propósito de continuar sus fechorías y como efectivamente lo hicieron, masacrando primero en la puerta del patio, al sobrino del administrador, y luego en la casa apresaron al dueño exigiéndole dinero que tenía en la caja, después lo llevaron a la grupa del caballo, y en el camino, a pesar de que el joven mártir llego a ofrecerles su hacienda a cambio de su vida, lo asesinaron cruelmente".

Y para el caso de la hacienda Larán, el testimonio dice: "En tropel llegaron a la hacienda Larán, dejando en un lugar cercano al prisionero custodiado por un grupo de rebeldes, el resto se dirigió en busca del dueño, a las oficinas y habitaciones de la casa hasta que por fin dieron con él y lo ultimaron. Apenas llegaron a Larán la horda invadió el patio de la casa, las oficinas, y en afán de repetir lo ocurrido con San José terminaron por dar muerte a hachazos y machetazos al sorprendido don Antonio Fernández Prada. A su hermano Manuel, recién llegado a la hacienda, lo dejaron por muerto con tremendo machetazo en la frente que le infirió la torpe negrada; encontraron al señor Fernández Prada en la sala de pailas e inmediatamente lo asesinaron".

O sea un levantamiento de negros que compromete a varias haciendas e intenta tomar la ciudad de Pisco bajo los gritos de ¡Abajo la ArgolIa! ¡Mueran los ricos! "Una vez allí fueron sorprendidos por el fuego de la fusilería de la guardia urbana apostados en los techos; cayeron muertos tres, uno herido grave y nueve prisioneros, siendo estos últimos puestos en la cárcel donde permanecieron varios días. La población de Pisco fue a Ica con el objeto de pedir protección del señor Prefecto. Se cerraron todas las puertas poblándose inmediatamente los techos de centenares en defensa de sus vidas y propiedades convirtiéndose en fortaleza estratégica las azoteas, esperando armados con rifles y revólveres a los salteadores, mientras tanto las campanas tocaban a rebato anunciando el inmenso peligro de la villa amenazada por la agresión de los negros".

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En la misma época, se produce un levantamiento de negros, mestizos y cholos contra los chinos en la zona de Cañete. En las haciendas de Montalván y Juan de Arona, en una contienda violenta, mueren más de mil chinos acosados por las turbas de negros y de mestizos de la zona. En resumen fue en Chincha, Pisco, Ica y Cañete, donde los problemas sociales adquirieron los niveles más altos y violentos tanto por acción de los trabajadores chinos, como por la conducta de los trabajadores negros, y que culminaron en la formación de grandes partidas de bandoleros que fueron paradójicamente sofocadas recién con la ayu-da del ejército chileno. El ejército chileno se encargó de sofocar estos movimientos que no fueron canalizados hacia una defensa nacional sino, por el contrario, en estas condiciones la presencia de los chilenos era igualmente salvadora para los propios hacendados y los potentados de la zona.

Finalmente, para el norte, particularmente la zona de Chiclayo vamos a presentar algunos testimonios que muestran fundamentalmente la conducta de los hacendados de la región. Tanto la zona de Chiclayo como la de Trujillo hacia mediados del siglo pasado eran zonas altamente productoras, especialmente de artículos de exportación. En un primer momento fue el algodón que tuvo un gran auge como consecuencia de la tecnología nueva que importaban los hacendados estimulados por la coyuntura de auge que, en los mercados europeos, tuvo el algodón. Posteriormente la producción del azúcar fue la predominante. Las haciendas prósperas, en manos de los nacionales, han sido descritas por el historiador Peter Klarén en su estudio "Formación de las haciendas azucareras y los orígenes del Apra". El señala que a mediados del siglo pasado, las haciendas de la región tenían gran prosperidad y gozaban de plena bonanza. En un censo agrícola que se publicó en El Peruano en 1874, o sea años antes de la guerra, podemos encontrar algunas referencias a la forma cómo trabajaban y qué producían estas haciendas. Por ejemplo, la hacienda Pátapo, de propiedad de los señores Solf Muro, tenían en total cuatrocientos cincuenta trabajadores de los cuales trescientos cincuenta eran asiáticos chinos y algunos trabajadores libres; producían fundamentalmente caña de azúcar, gramalote, y en pequeña escala alfalfa, azúcar; tenían trescientos treinta y dos ganados vacunos, doscientos caballos, doscientos treinta y cuatro mulas, y bueyes de trabajo trescientos cuarenta y cuatro; lo que indica que la tracción animal era el elemento básico para la producción agrícola; no hay referencias en este caso a la tracción del arado a vapor, que si se encuentra en otras haciendas. La hacienda Tumán, de la señora María Barreda de Pardo, producía fundamentalmente caña, gramalote, y tenía un trapiche a vapor, y era una hacienda que estaba arrendada a los señores Solf y Muro, o sea a los dueños de la hacienda Pátapo. La hacienda Cayaltí, de los Aspíllaga, una hacienda que tenía mil doscientas fanegadas de tierras, trabajaba con quinientos sesenta chinos y algunos hijos del país, tenía un mil de ganado vacuno, cien de caballar, doscientos cincuenta de mular, producía fundamentalmente caña y en pequeña escala arroz. Otra hacienda, la ha-cienda Otra Banda, de Francisco Navarrete, era una hacienda pequeña de trescientas fanegadas, sembraba arroz, y trabajaban con sesenta trabajadores chinos, para una producción regional. La hacienda Chumbenique, una hacienda de Santiago Gonzales,

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doscientas fanegadas producía alfalfa para ganado vacuno, y trabajaba con trescientos colonos arrendatarios que producían esencialmente maíz. Luego la hacienda Oyotún, de José María Quiñonez, de mil cuatrocientas fanegadas, producía arroz, tenia ciento treinta trabajadores asiáticos contratados, y no hay referencias sobre el ganado de la hacienda. Otras haciendas eran la hacienda Calupe, de José María Arbulú, con setecientas fanegadas, producía caña, maíz, tenía ciento sesenta trabajadores chinos; hacienda La Punta, de José María Arbulú, doscientas fanegadas de extensión, producía algarrobos para la cría de ganado y para leña; la hacienda La Calera, de José Navarrete, de ciento cincuenta fanegadas, producía maíz y cal para el procesamiento de artículos artesanales; la hacienda El Potrero, de José María Arbulú, de ochenta fanegadas, producía caña y maíz, y tenía cincuenta trabajadores chinos; la hacienda Casablanca, de José Julián Perales, producía caña, maíz, alfalfa, y tenía cincuenta chinos; la hacienda San Bartolo, de Máximo Carranza, producía caña, alfalfas, y trabajaba con cincuenta chinos libres; la hacienda Pomalca de Vicente Gutiérrez, con una extensión de ochocientos cincuenta fanegadas, producía caña, arroz, y tenía doscientos cincuenta y cinco chinos; la hacienda Cayut de Vicente Gutiérrez, tenía mil trescientas fanegadas, producía arroz en pequeña escala y se dedicaba a la producción de leña que abastecía la ciudad, y a la producción de ganado caprino, para el consumo regional. La hacienda Samán, de Sebastián Salazar, de cuatrocientos veinticinco hectáreas, producía especialmente alfalfa y gramalote; la hacienda Pucalá, de Manuel María Izaga, producía esencialmente arroz, caña, tenía sesenta y cuatro chinos contratados. De estas haciendas, las más tecnificadas eran Pátapo, Pucalá y Cayaltí, que era una de las más dinámicas de la zona.

En ella ya se habían producido una serie de cambios tecnológicos como la sustitución de la tracción animal por el arado a vapor; la introducción de líneas ferrocarrileras al interior

de la hacienda para poder transportar la caña al trapiche, como también para poder transportar el azúcar procesado hacia los puertos de embarcación; también se había realizado una serie de innovaciones en los mismos trapiches, esto es los antiguos calderos solamente movidos por el fuego del carbón, habían sido reemplazados por las técnicas de producción a vapor.

Bien, justamente en el caso de los dueños de la hacienda Cayaltí, de los Aspíllaga, es donde podemos encontrar algunos testimonios que reflejan la actitud de los hacendados en el proceso de la guerra. En un primer momento es una actitud de plena identificación con la patria. En una correspondencia de la época se lee por ejemplo lo siguiente: "Lo de la guerra es una calamidad pero, es necesario que el patriotismo peruano ponga a raya la insolencia de Chile, que nuestros valientes jóvenes marinos metan en orden a todos estos renegados y ambiciosos chilenos, que nuestro gobierno proceda con acierto y buen juicio a fin de que los tiros sean certeros, hasta Santiago debe ir el ejército del Perú y Bolivia para humillar a esos altaneros". Otro testimonio, decía: "Las consecuencias de la guerra pesarán sobre todo el país, pero el patriotismo hará soportar los males de la guerra y se darán por bien sufridos si

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el país sale victorioso". A su vez propiciaron que se llevaran a cabo colectas, misas solemnes, que el cura predique en las iglesias la causa del patriotismo nacional. O redactaron una carta altamente elogiosa sobre la conducta militar de los peruanos fundamentalmente después de los sucesos del 8 de octubre, después de la muerte de Grau, decían: "Hemos escrito esta carta al impulso de la mayor impresión que los sucesos de la guerra con Chile han causado hasta hoy, el Huáscar, ese glorioso monitor, Grau, su bizarro comandante, sus marinos, su tripulación, todo lo querido que encerraba esa fortaleza de nuestra patria, todo lo hemos perdido con gloria y con honra en Mejillones, Bolivia, combatiendo con los dos blindados chilenos; la noticia ha sido como un rayo para todos y en medio de la tristeza que causó se ha levantado en todos nuestros corazones un grito de admiración, de gratitud, de orgullo patriótico, al conocer aunque un poco los detalles que se sabe cómo se hundió el Huáscar, que todos han perecido; después hemos sabido que los blindados han sido averiados, que el combate duró seis horas, en fin, se comprende, se adivina, que ahí nuestros hermanos han sido héroes y su heroísmo ha llenado de resplandores la faz de la patria, de gloria al nombre del Perú, de honra y de simpatía a nuestra causa. ¡Qué glorioso y qué grande fue nuestro marino Grau!" Pero, esta actitud sin embargo no se mantuvo permanente, porque cuando comenzaron a establecerse los impuestos, sus respuestas son claras. Cuando el Estado demandó impuestos al azúcar, los hacendados pusieron el grito al cielo; la familia Aspíllaga se sumaba a la reacción de otros hacendados en Trujillo comentando: "Han tomado una actitud bien enérgica comprometiéndose hasta a suspender las moliendas si el impuesto subsiste, es necesario secundarlos en Chiclayo elevando un memorial al Gobierno, respetuoso pero convincente, pueden ir firmas de Cayaltí, Ucupe, Palomino, Salitral, Pomalca, Tumán, Vista Florida, Pucalá y Pátapo. Es necesario moverse y protestar porque, de no ser así, mañana estancan el azúcar como no hace mucho tiempo estancaron el salitre. Que la gritería sea general si no nos friegan y nos arruinan". Efectivamente el alegato de los hacendados prosperó porque no se llevó adelante este impuesto en las condiciones que se planteaban. Incluso llegaron a plantear: los hacendados llegaron a decir: "Retiramos la colecta si no bajan los impuestos. No puede haber patrimonio con tanto desembolso y un impuesto crecido e irracional". Por el contrario, cuando el Estado restituyó la Contribución Personal (o sea una contribución que pagaban los indígenas en la época colonial con el nombre de Tributo Indígena y que, posteriormente, con Castilla fue abolida con la bonanza del guano de las islas), la familia comenta muy gustosamente, dice que la contribución personal es muy justa y textualmente decían: "La Contribución Personal es lo mas santo que, a nuestro juicio, va a imponerse. Gravará solamente a los peruanos varones de 21 a 60 años y será de tres soles en la sierra y cuatro en la costa, esta contribución hará trabajar a los vagos y ociosos y será un estímulo para el trabajo. Nos harán muy bien", y más adelante indicaban: "La Contribución Personal será más bendita que la misma guerra con Chile, será un estimulo para el trabajo". Se encontraban en esta época con problemas de fuerza de trabajo. Además había el temor de que los chinos actuaran de la misma manera como lo hicieron en la costa sur. De tal manera, preveían que la contribución personal exigiría a la gente buscar dinero, y buscar dinero

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significaría efectivamente buscar trabajo, y buscar trabajo fundamentalmente en las haciendas de la costa. Cuando se produce la invasión al norte, hay un testimonio, una carta donde la familia describe la toma de la hacienda Cayaltí. Es una carta un poco larga y me voy a permitir leer gran parte de ella por cuanto señala una serie de elementos sumamente significativos en lo que se refiere a los problemas sociales y políticos de la zona. "Hacienda Cayaltí, 10 de octubre de 1880. Las tropas chilenas en número de cien hombres de caballería invadieron y tomaron posesión de esta hacienda el día 7 a las 8.00 p.m., al mando de la fuerza del Comandante Muñoz de Canilla y acompañado por el Sargento Carrasco. La notificación verbal del comandante fue que si hasta las 6.00 a.m. del día siguiente no se satisfacía la contribución de guerra impuesta a esta hacienda, procedería a dar cumplimiento a las terminantes órdenes del jefe de la expedición. Luego, posesionados los soldados de la hacienda, felizmente con el mayor orden sin que se alterara en nada la tranquilidad, el sargento general me pasó la orden por escrito. A esa notificación, de amenaza de arrasar esta hacienda, respondimos con la protesta que a nombre de Prevost y Compañía hacía Antero Aspíllaga porque este fundo era de propiedad americana, según lo encuentran en un documento que hemos redactado como anexo -dice la carta-. Después de lo anterior se nos confirmó la notificación de la amenaza para arrasar este fundo, y ya no hubo lugar para más objeciones y tuvimos que aceptar las hostilidades como ellas venían. Primeramente, entregamos tres letras del valor total de mil libras contra Henry Kendall -otra compañía ex-tranjera-, a vista de plazo de tres meses; esta letra firmada por nosotros bajo la presión de la fuerza ante la amenaza de destruir el fundo, juzgadas ante el más severo tribunal, no son válidas, pues los señores Kendall las protestarán; con tal fin nosotros debemos escribirles informándoles todo lo que ha sucedido y que no tenemos por qué esperar que las letras sean pagadas, desde que no estamos autorizados para firmar contra ellos ni tenemos fondos para poder actuar. Luego por separado y con más tranquilidad y tiempo daremos detalles y pormenores para que conozcan ustedes como nos hemos salvado de mayores exigencias y perjuicios que hubiera sido nuestra ruina total. Deben saber que no solo estaban amenazadas nuestras máquinas y demás oficinas de esta hacienda, sino también la moralidad de nuestros chinos, expuestos a un desbande de aquellos que traen ruina y perturbación completa. Felizmente hasta hoy no tenemos sino siete chinos prófugos, de los cuales se han cogido ya tres. La determinación de transferir en forma de arrendamiento a Cayaltí y sus capitales a Prevost y Cía., fundo de propiedad americana, nos ha salvado y nos salvará en el futuro de mayores perjuicios; es lo mismo que hace mucho hemos pedido que se hiciera y por los consejos del abogado demoró hasta vernos cerca en última instancia porque aquí el ejemplo de Palo Seco y San Nicolás son para espantar. (Son dos haciendas del Valle del Santa de la familia Darteano y que fueron literalmente destruidas por la invasión de Patricio Lynch, porque ellos se resistieron a pagar los cupos que habían impuesto, y que lo describe con mucha claridad Clement Marklam). "Solo hoy estamos con más tranquilidad aún volviendo las cosas al estado normal, poniendo en orden los trabajadores que siempre en algo se resienten en razón de la desmoralizadora propaganda del chileno que lleva su envidia hasta ver arruinados nuestros campos. Con el mayor cinismo se me ha dicho, que

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sólo con sublevar a los chinos de las haciendas están arruinados los hacendados; esto nos decían cuando hacíamos esfuerzos para que no invadieran una gruesa provisión de tropas la hacienda, lo que felizmente lo conseguimos; según el jefe Lynch, aun la propiedad extranjera seria sujeto al gobierno chileno. Para que conozcan el itinerario de la expedición les diremos que el cinco llegaron a Ucupe todas las fuerzas, dos mil y más hombres de las tres armas sin ninguna dificultad, con buena caballería y toda gente fresca, y el siete se retiraron de Ucupe dejando solo cien granaderos a caballo para afianzar su merodeo en este valle y luego sobre Cayaltí. Luego llegarán a Pueblo Nuevo y luego a Guadalupe donde están hoy. El Estado Mayor se encuentra en un convento. El daño y las hostilidades hablan de coger todo el ganado y piden ya doscientos mil soles a la empresa del ferrocarril de Eten para no ser destruido. En Ucupe, casi arruinado, se han desbandado los ciento veinte chinos, han acabado con el consumo de reses y comestibles y saquearon todo, se han llevado más de mil quintales de azúcar; la hacienda abandonada por los dueños solo ha tenido a Márquez al frente, de no ser así todo se hubiera arruinado. En Chiclayo hay quema y destrucción de casas de aquellos que no se salvaron pagando. Me han dicho los mismos chilenos que la empresa Eten ha tenido que pagar los veinte mil soles de cupo para no ser saqueada. Los chinos desbandados de todas las haciendas en gran número, es el colmo, los mismos chinos quemaban las casas con los chilenos, que tal barbaridad, y figúrense como hemos escapado aquí con nuestro buen comportamiento con los chinos. Cuando llegaron los enemigos de Ucupe, llamamos a todos los chinos de esta hacienda y les hicimos presente el peligro que teníamos, pero que confiábamos en la lealtad y al aprecio que nos harían ellos. Con satisfacción le diremos que su respuesta nos llena de orgullo y de agradecimiento. Todos dijeron que ninguno se separaría, que estaban contentos, que el patrón era bueno, mejor que todas las otras haciendas y que no tuviéramos cuidado. Su conducta en efecto ha sido y es satisfactoria y debemos premiarla para que sea estímulo y confianza en el porvenir, de este pago se les aumentará cincuenta centavos de su quincena. En efecto son diez chinos prófugos de los trescientos que tenemos bajo contrato. La mayoría, podemos decir, todos están bajo nuestro agradecimiento. Los chinos libres incluso tampoco se han movido, todos están en orden. Y cuidado que, los chilenos, oficiales y soldados, les han dicho que en el sur, con ellos, ganarían dos soles de plata al día. Vean ustedes cuanto mal nos pueden hacer estos canallas en su afán de desmoralizar a nuestros trabajadores. Hemos visto algo más, que los chinos se agregan a la división de los chilenos en algunos casos y así llevaban como treinta traídos de la hacienda Palo Seco. Todo esto es para sacar de quicio al más tranquilo.

Conocen ustedes pues los sucesos, mucho omitimos porque no hay condición del espíritu para poder escribir con tranquilidad. Hemos cuidado y tomado nota en las medidas del caso para no ser molestados los de acá, creyendo que nosotros hemos preferido que no se llegue al extremo de salvarnos de una ruina, a manifestarnos víctimas del salvajismo chileno viendo arrasada nuestra propiedad. Eso decimos porque creen los envidiosos de la prosperidad del prójimo que el patriotismo consiste en arruinarse tontamente y demás locuras que venimos viendo en otros hacendados y paisanos nuestros".

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Esta carta, pues tiene una serie de elementos que particularmente sirven para explicar la conducta por ejemplo de los chinos, de cómo no es una cuestión generalizada. Que los trabajadores chinos actuaron en el proceso contra los peruanos o a favor de los chilenos, de acuerdo a las condiciones previas de existencia de trabajo a la que estaban sometidos. En segundo lugar, muestra con claridad la conducta de los hacendados por recurrir a cualquier tipo de situación legal o del momento a fin de que las propiedades fueran garantizadas y no se produjeran los saqueos o las destrucciones que se hubieran producido en caso de una resistencia a los chilenos.

Finalmente, un testimonio un tanto folklórico pero que es bien ilustrativo, viene en el libro "A son del Arpa". En él describen la conducta de los habitantes, particularmente de los sectores ligados al poder en el proceso de la guerra. Es acerca del patriotismo y la valentía. Se improvisaban ejércitos y en los ejércitos inmediatamente se asignaban cargos y jerarquías, de manera que los coroneles, los generales, los mayores, eran los que más abundaban, y que eran los defensores de la patria. En una copla se resume irónicamente todos estos fenómenos: "Valiente de veras es, ese mozo prestigiado, la gloria tiene en los pies, de los escapes que ha dado".

Resumiendo, encontramos que existía en el país una crisis interna que se manifestó con toda claridad en el proceso de la guerra. Por otro lado, entendemos que, recién en estos últimos años, es que hay el interés de llegar a los documentos, a los testimonios que permitan presentar una imagen real de la situación peruana, a fin de que no haya en estos casos ningún espíritu de juzgar el pasado ni mucho menos condenarlo, en tanto que la labor del historiador no es la labor de juez, sino fundamentalmente mostrar la realidad a fin de que, por un lado, los peruanos de ahora y posteriormente los del futuro, podamos formar una conciencia histórica, una conciencia nacional, en la que rescatemos los errores que se han producido, que rescatemos las experiencias positivas y mantengamos entonces una conducta mucho más acorde a las circunstancias que van parejas con la marcha de la historia y del progreso.

EL ROL DEL CAPITALISMO INGLÉS EN LA GUERRA CON CHILE

LA FUNCION DEL CAPITALISMO INGLES

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Fuente: Lora Cam, J. (1985). Holocausto. Lima: San Marcos.

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El papel desempeñado por el capitalismo inglés, ha sido objeto de controversia por parte de los historiadores; algunos han sostenido, que la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia fue una "guerra inglesa"; en contraposición a Blaine, un profesor de la Universidad de Edimburgo, Kiernan, trató de demostrar lo contrario, que no estaba probada la supuesta injerencia del capital británico para precipitar la guerra o para ayudar a Chile y que el gobierno inglés no era el culpable.

Jorge Basadre exponiendo estos criterios contrapuestos de historiadores anglosajones, en torno a la función, que el capitalismo inglés desarrolló en ese contexto histórico, considera que el descargo presentado por Kiernan a favor del capital británico, lejos de probar sus aserciones hipotéticas, lo que hace es mostrar hechos que son irrefutables y que demuestran lo contrario a sus suposiciones. Basadre concluye categóricamente en tomo a esta polémica, afirmando que "el capitalismo inglés ayudó y sostuvo a Chile en la guerra contra el Perú”

KIERNAN Y BASADRE

Los "hechos irrefutables" entresacados por Basadre del estudio de Kiernan, han sido aglutinados en nueve considerandos que son concluyentes en demostrar la función siniestra que cumplió el capitalismo inglés a favor de los Pelucones aristocráticos chilenos; estas pruebas irrefutables son:

"1) Sir Charles Russell, dirigente de los Tenedores de Bonos de la deuda peruana trató de impedir en plena guerra un empréstito al Perú para comprar armamento y la cancillería de su país protestó contra el plan de un nuevo contrato con Dreyfus por considerarlo dañino a aquellos acreedores.

"2) Había considerables intereses británicos en la Compañía Chilena de Antofagasta, perjudicada por las drásticas medidas de Daza al iniciarse el conflicto.

"3) Un grupo comercial británico, uno de cuyos centros era la Casa Gibbs sostenía que una victoria de Chile podía ser beneficiosa a la larga porque esta república era la más eficiente y enérgica en el Pacífico sudamericano. Esta opinión ganó terreno cuando los triunfos chilenos se sucedieron sin cesar y el aumento de tráfico con el país vencedor compensó las pérdidas del intercambio con el Perú.

“4) Informes de la legación en Lima ayudaron a difundir las tesis de que el Perú habíase unido a Bolivia para dominar en las salitreras chilenas que le hacían competencia.

"5) De la misma fuente emanaron juicios despectivos e insultantes para la sociedad peruana, las altas clases, la figura de Piérola y el Partido que obedecía a este caudillo. El Ministro inglés en Lima tuvo choques con el canciller Calderón. Un informe del Almirante Lyons en 1882 expresó complacencia ante la posibilidad de una anexión del Perú a Chile.

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"6) Intereses económicos empujaron al gobierno de Estados Unidos y ciertos círculos financieros y políticos franceses a apoyar al Perú; Inglaterra no los secundó. Hubo, en cambio, entre los diplomáticos de este país y entre hombres de negocios, desacuerdo u oposición a los arreglos por los cuales la riqueza de Tarapacá hubiese pasado de hecho al dominio norteamericano.

"7) Las propuestas chilenas a los tenedores ingleses de bonos de la depreciada deuda peruana fueron "aclamadas" en una reunión en Londres el 2 de febrero de 1880 y recibieron el aplauso de periódicos como Economist.

"8) Kiernan no entra en un análisis acerca del fundamental significado o alcance que sobre el fracaso de los esfuerzos para dar fondos o armamento al Perú tuvo la actitud de los tenedores de bonos de su país.

"9) Tampoco, alude al entendimiento entre la Peruvian Guano y Chile para la venta del guano de Tarapacá".

Los razonamientos inferidos por Basadre están deducidos correctamente tanto en su contenido como en su forma; pero sólo transparentan elementos "coyunturales" que no abarcan integralmente toda la estructura de intereses que entraban en juego y tampoco los objetivos y finalidades que el capital británico y otros se habían trazado en relación no sólo al conflicto bélico sino lo que era más importante, para el capitalismo, en relación al pasado, presente y futuro de los países litigantes.

PREMISAS DEL CAPITALISMO INGLES

Inglaterra era, hace un siglo, la potencia capitalista de mayor desarrollo a nivel mundial, que se había erigido en el modelo de producción capitalista, sobre un conjunto de premisas socioeconómicas que han sido denominadas clásicamente como "la acumulación originaria del capital".

Este conjunto de premisas históricas reposaban esencialmente sobre dos factores: a nivel externo, las colonias y, consiguientemente, la depredación de sus materias primas, la expoliación de la fuerza de trabajo y la creación de mercados internos; y a nivel interno, la expoliación de su fuerza de trabajo, la generación de un mercado interno, que eran las bases para el desarrollo y la hegemonía de la producción mundial; y el control y manipulación del mercado mundial.

Estas circunstancias históricas, determinaron que Inglaterra, especialmente con la sustitución de las manufacturas por las máquinas, deviniese en la vanguardia de los países capitalistas, en la medida que fue el primer país que no sólo desarrolló sino consolidó el proceso revolucionario de transformación de sus fuerzas productivas; ya en las primeras décadas del siglo pasado cuando logró completar la revolución industrial, liquidando los

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resquicios del modo de producción correspondiente al feudalismo, el que fue remitido a la prehistoria.

Inglaterra precedió a los otros países capitalistas, que devendrían posteriormente en potencias imperialistas, particularmente a Francia, Alemania, Estados Unidos, Japón, entre los más importantes

EL HEGEMONISMO BRITANICO.

La Guerra del Pacífico se inscribe precisamente en el contexto en que Inglaterra es la potencia hegemónica a nivel mundial, cuyo poderío y supremacía se estaba resquebrajando por el desarrollo económico de otros países, que en alguna medida trataban de disputarle sus zonas de influencia.

Hace un siglo la mayoría de países denominados hoy del Tercer Mundo, particularmente los de América Latina, y singularmente los del Pacífico Sur: Perú, Bolivia y Chile, estaban sometidos a Inglaterra como semicolonias. La disyuntiva para Inglaterra consistía en determinar a qué país debía apoyar. La burguesía inglesa no actuaba desinteresada ni desconcertada ni mucho menos anárquicamente; actuaba en función de sus intereses, concertada y ordenadamente, premunida de una vasta experiencia en la depredación colonial, en la expoliación de la fuerza de trabajo de millones de seres humanos y en la especulación en el comercio mundial. La burguesía inglesa tenía plena capacidad y conciencia para no sólo preservar y consolidar sus intereses mundiales sino para acrecentarlos sin poner en peligro ni por un instante sus "sacrosantos" intereses económicos a nivel mundial.

La metodología empleada por el capitalismo inglés, ha sido en algunos casos tan sofisticada que muchos historiadores latinoamericanos y especialmente peruanos, no percibieron -probablemente por carecer de elementos de juicio que posteriormente se han develado en toda su trascendencia y magnitud- la injerencia británica.

CONDICIONES ESTIPULADAS POR INGLATERRA

El capital británico actuó como buen mercader especulador, prestando todo su apoyo y respaldo económico, político, militar, etc., al país que de acuerdo a su juicio reuniese las mejores condiciones, que garantizase incrementar sus intereses; y el país que ofrecía las mejores condiciones era precisamente Chile y no el Perú, ni mucho menos Bolivia. Las motivaciones que, indudablemente motivaron la aquiescencia del capital inglés respecto a la oligarquía chilena se derivaron de la realidad peruana que no ofrecía lo que ostentaba la realidad chilena.

Existía hace un siglo toda una estructuración social, económica, política, militar, etc., que en lo que concierne al Perú, en líneas generales, es subsistente a su realidad más profunda hasta nuestros días.

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Esta realidad nacional de hace un siglo, fue la que desanimó y desengañó al capitalismo inglés. Consideramos que el capital inglés determinó que el Perú no merecía su confianza porque:

1) La estructura económica peruana no evidenciaba un nivel de desarrollo como la economía chilena, que se manifestaba especialmente por todas las implicancias derivadas del guano y del salitre. La estructura productiva peruana era semifeudal con algunos intersticios o atisbos de desarrollo industrial, que vislumbraban tenuemente en lontanza, el capitalismo en un futuro un tanto remoto. La economía era esencialmente agraria; y el guano y el salitre estaban hipotecados.

2) La crisis económica que atravesaba el Perú, era la más grave a la que “podía aspirar” un país, era más grave que la crisis por la que atravesaba Chile: se traducía en el nivel de inflación, de devaluación, de endeudamiento interno y externo, de déficit presupuestal, de déficit en la balanza comercial, déficit en la balanza de pagos.

3) El nivel de endeudamiento del Perú era uno de los más altos a nivel mundial particularmente su deuda externa que casi triplicaba a la de Chile -exactamente cuadriplicaba a ésta- y la deuda interna era sumamente cuantiosa agravada por la falta de liquidez; los bonos de la deuda eran títulos sin valor ni convertibilidad.

4) El Estado Peruano era no sólo empírico -según sostiene Basadre sino que era un proyecto o anteproyecto de Estado, porque no existían las bases de un "coherente" y "armónico" aparato burocrático-militar; era el reflejo de una estructura económica semifeudal o cuasi feudal. El Estado Peruano era anárquico, porque no existían condiciones mínimas de estabilidad política, al no existir una estructura productiva articulada; la aparente articulación era producto de la violenta inserción de la economía nacional por parte de potencias capitalistas, particularmente Inglaterra, que forzaban interesadamente la integración del Perú en la economía mundial.

5) La causa de que el Estado Peruano era "empírico" y "anárquico" descansaba en la estructura productiva cuasi feudal, generalmente desarticulada, que correlativamente se agravaba por la incapacidad de la clase dominante oligárquica, que emergiendo de feudos hacía prevalecer sus intereses regionales o provinciales dando origen a golpes y contragolpes de caudillos sin proyecto nacional, porque el Perú no era ni es una nación en el sentido estricto del concepto.

6) La ineptitud de la oligarquía peruana se acrecentaba por la enfermedad o ''virus presidencial" que se generó al interior de las fuerzas armadas, que se convirtieron en "señores de la guerra", prestos a alcanzar el rango presidencial originando una epidemia de revueltas y motines cuartelarios, promovidos generalmente por sectores oligárquicos marginados o postergados en el asalto o reparto del poder, de sus privilegios o "prebendas presupuestales", de los medios de producción o de la riqueza del país.

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7) La inexistencia de una nación sino de una pluralidad de naciones; sólo, existían como ciudadanos los criollos y relativamente los mestizos, las mayorías quechuas y aimaras no eran partícipes de ningún tipo de decisiones, eran entes que existían en condiciones de siervos; de igual forma otras minorías raciales como los negros, chinos y sus prohijados, carecían de derechos pero sí de deberes y obligaciones de carácter cuasi esclavista.

Este acrisolamiento racial se desgarraba por las contradicciones sociales, derivadas de las condiciones de explotación por parte de la minoría oligárquica feudal que instituyó el más profundo antagonismo, a partir de la división no sólo de clases sino, de razas, que se complementaban con una aguda lucha de clases barnizadas por una profunda discriminación social, racial, etc.

Estas eran las premisas generales a partir de las cuales el capitalismo inglés consideró que era más "conveniente" y "provechoso" o, exactamente, más productivo y rentable auxiliar a la oligarquía chilena en detrimento de la oligarquía peruana y, en consecuencia, del Estado y de las Nacionalidades peruanas.

OBJETIVOS DEL CAPITAL BRITÁNICO

Las condiciones estipuladas por el capital inglés, que hemos esbozado genéricamente, se complementaron con los elementos "coyunturales" establecidos hace un siglo y reseñados la mayoría por Basadre. Estos últimos condicionamientos causales podemos concretizarlos, en el objetivo supremo del capital británico: asegurar el control y dominio absoluto de las materias primas: guano y salitre; y la hegemonía y la manipulación del mercado interno, para la venta no sólo de mercancías, bienes de consumo, sino de "bienes" de destrucción: venta de armas.

Estos objetivos finales del capital británico, entraban en contradicción con otras potencias capitalistas como: Francia y Estados Unidos, especialmente la primera que formaba parte de un sector de presuntos tenedores de bonos de la deuda peruana: la Casa Dreyfus. En este conflicto de intereses entre potencias capitalistas, Inglaterra implementó un conjunto de medidas para preservar sus privilegios: bloquear todo intento del Perú para concertar préstamos para la adquisición de armamentos, logrando dos acariciadas metas -el triunfo inevitable de la oligarquía chilena con sus hordas araucanas sobre la desarmada y desarticulada fuerza militar peruana, con el agravante de ser la mayoría de sus componentes improvisados; y correlativamente, asegurar la hipoteca del guano y del salitre, primero con el control formal de la oligarquía chilena y luego, con el control real por el capital inglés.

EL NACIONALISMO OLIGÁRQUICO.

Dentro de las consideraciones establecidas por Inglaterra, podemos considerar asimismo dos elementos adicionales.

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Las medidas asumidas tanto por la oligarquía peruana, a través de Manuel Pardo, con la dación de la ley de "nacionalización" o de expropiación de las salitreras, promulgada el 28 de marzo de 1875; como por la oligarquía boliviana, que mediante un dispositivo legal del 1° de febrero de 1879, reivindicando sus salitreras de Antofagasta, firmado demasiado extemporáneamente por Hilarión Daza.

Estas medidas "nacionalistas" jamás podían ser aceptadas por el capital británico, una de cuyas virtualidades consistía en la apología irrestricta de la libertad de empresa. Estas posturas eran consideradas subversivas porque atentaban, aunque "tenuemente", con los nexos de dependencia semicolonial respecto de Inglaterra.

El reflejo de los intereses británicos se tradujo violentamente en la prensa inglesa, controlada lógicamente por las mismas familias capitalistas -que desde que aparecieron los medios de comunicación de masas los han manipulado y mercenarizado- el "Times" de Londres que, a través de sendos editoriales del 10 y del 30 de mayo de 1879, adoptó una posición "enteramente favorable a Chile'', señalando el último Editorial: "En cuanto a las razones de la guerra, no hace mucho que dijimos que estaban de parte de Chile y que los extranjeros neutrales deben concederles sus simpatías. La querella es mercantil y mientras Chile pelea por la libertad del comercio, el Perú ha tomado el partido de la restricción y del monopolio".

AFINIDADES Y DISCORDANCIAS

Otro elemento adicional que hay que remarcar, es que indudablemente existían mayores afinidades entre Inglaterra y los Pelucones chilenos, que entre la primera y los oligarcas peruanos.

Los nexos eran tan afectuosos entre la aristocracia chilena y el gobierno de la Corona Británica que, en 1851, cuando se produjo la segunda gran guerra civil entre los conservadores y los liberales chilenos, a raíz del fraude montado en las elecciones por el gobierno de Manuel Bulnes a favor de Manuel Montt, "el gobierno autorizó a la escuadra británica a bloquear el puerto de Coquimbo. Después de varios triunfos de los sublevados, fueron sitiados por el ejército de Montt, con el apoyo de los buques británicos. La guarnición de Magallanes se sublevó también, pero Montt recurrió nuevamente a la ayuda de la escuadra británica con cuyo concurso venció a los insurrectos".

En relación al Perú, hay que recordar un incidente que tuvo alguna trascendencia "anecdótica" entre el favorito de la casa depredadora Dreyfus, Nicolás de Piérola, mimado de la oligarquía chilena, a bordo del Huáscar y dos buques de la Real Armada Británica: el Shah y el Amethyst, protagonizado el 29 de mayo de 1877, conocido como el combate de Pacocha, que concluyó cuando "el monitor zarpó protegido por la densa niebla y burló así la tradicional pericia de la marina inglesa, mientras dos lanchas lo buscaban en medio de la oscuridad para hacerlo volar".

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IGNOMINIA EN LA GUERRA

Las tirantes relaciones diplomáticas con Chile en torno a las políticas tributarias bolivianas en la región productora de salitre de Atacama y una alianza defensiva secreta entre Perú y Bolivia fueron los principales factores que se han alegado desataron la Guerra del Pacífico (1897 – 1883). El cese de pagos de la deuda externa por parte del gobierno peruano incrementó su aislamiento de las fuentes de crédito internacional y de cualquier tipo de respaldo diplomático. La obtención de fondos y crédito para la defensa nacional se fue haciendo cada vez más difícil. Solamente unas cuantas casas comerciales interesadas se arriesgaron a asistir al asediado gobierno peruano en la compra de armamento sumamente necesario. Entre ellas, una empresa mediana fue la Grace Brothers & Co., que contaba con una estratégica organización internacional, asegurada por su capitalización inicial en el Perú iniciada a mediados de siglo, durante la temprana bonanza del guano. Su muy rentable negocio evolucionó de abastecedor de barcos en las islas guaneras de Chincha y el puerto del Callao a importador mayorista, sirviendo a clientes prominentes (Dreyfusentre ellos), a brokers suministrando pertrechos para la marina peruana y, ya en 1869 durante el gobierno de Balta, a proveedores de madera de pino para los proyect6os ferroviarios de Meiggs, así como dando crédito comercial a los hacendados azucareros. Finalmente, apoyó a los especuladores y consignatarios del guano y salitre, apoyados financieramente por Baring Brothers & Co. De Londres. William R. Grace, el jefe de la compañía, se casó con una mujer estadounidense y eventualmente se mudó a Nueva York, donde se convertiría en el primer alcalde católico irlandés (1881 – 1882) apoyado por la maquinaria del Partido Demócrata. Michael P. Grace, un hermano menor, quedó a cargo del negocio peruano y posteriormente desarrolló su propio emporio con base a Londres.

A lo largo de los años, los Grace y sus asociados se habían esforzado por establecer relaciones amistosas con las más altas autoridades peruanas. Ellos entre otros asuntos de negocios privados y oficiales, a la compara de caballos pura sangre y transacciones de guano y salitre. En 1879, Grace Brothers & Co. Actuaba como acreedor comercial privado de Prado. Este, a su vez, le otorgó a la Grace la consignación del guano y del nitrato en los mercados estadounidense y británico, así como el permiso para que actuara como agente financiero peruano en Nueva York y San Francisco. A partir de estas bases personales y oficiales, Grace también lucró con el comercio de rifles, carabinas, cartuchos, torpedos y naves torpederas manufacturados en Estados Unidos y suministrados a las fuerzas armadas peruanas durante la guerra. Sus intereses comerciales y financieros pusieron a los Grace firmemente del lado peruano durante la guerra con Chile. La compañía también usó la importante influencia que tenía en Estados Unidos – en los medios financieros, de prensa y

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Fuente: Quiroz, A. (2013). Historia de la corrupción en el Perú. Lima: IEP

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políticos – para cabildear a favor de una política diplomática estadounidense que apoyara a sus intereses en el guano y salitre que se encontraban en juego por la guerra del Pacífico.

Desde el inicio de la guerra, la derrota de las fuerzas navales y militares peruanas estaba casi asegurada, dada la superioridad de las fuerzas navales y terrestres chilenas y su muy desarrollada red de apoyo internacional. Después de perderse las primeras batallas, el presidente Prado decidió abandonar el país en medio de la guerra, con el pretexto de comprar en el extranjero material de guerra necesario. Este fue un grave error, seriamente criticado por generaciones venideras, y que según algunos testigos fue inducido por la enfermedad o por el temor que Prado sentía por su vida, bajo la creciente amenaza del movimiento insurrecto de Piérola. Ante la ausencia de Prado, Piérola llevó a cabo un golpe de Estado oportunista y asumió el control del gobierno. Denigró entonces a Prado como un cobarde y lo acusó de haberse robado fondos nacionales. El gobierno dictatorial de Piérola, sin embargo, continuó comprando armas y municiones muy costosas y en ocasiones defectuosas a Grace Brothers & Co., así como a otros proveedores. Gracias a estas conexiones de negocios, Piérola pasó a ser un buen amigo de M. P. Grace, con quien mantuvo una correspondencia regular e inquietantemente franca. La dictadura de Piérola impuso nocivas decisiones financieras que aceleraron la inevitable derrota militar. Por cierto, una de las primeras medidas tomadas por su gobierno fue devolverle a Dreyfus su papel como principal agente financiero del Perú y su acreedor en el extranjero, hecho que violó los acuerdos financieros existentes con otras compañías. Un decreto firmado por Piérola y su ministro de Hacienda Manuel Antonio Barinaga en noviembre de 1880 reconoció, asimismo, todas las demandas contables pasadas que la casa francesa tenía contra el Perú. A pesar de una resolución previa tomada en 1878, según la cual Dreyfus en realidad debía 657 387 soles, la deuda total con Dreyfus que Piérola reconoció sumaba casi 17 millones de soles (3,2 millones de libras). Con esto, Piérola estaba claramente recompensando el respaldo político y financiero que Dreyfus le había prestado. Los juicios que este controversial decreto generó se prolongaron por décadas.

Más aún, Piérola canceló el contrato Rosas – Goyeneche con el Crédit Industriel, rival de Dreyfus, que representaba a los tenedores de bonos franceses, belgas y holandeses que habían prometido recursos para librar la guerra. Arremetió contra los negociadores de este y otros acuerdos en el extranjero confiscando las propiedades de Francisco Rosas y Juan M. Goyeneche en Perú.

Muchas otras personas que criticaban sus políticas financieras fueron arrestadas o amenazadas. Además, Piérola diseñó la cancelación de la deuda externa con la audaz transferencia de la propiedad de los ferrocarriles nacionales los tenedores de bonos extranjeros, quienes rechazaron la oferta y trataron entonces directamente con Chile. Su política monetaria exacerbó la crisis financiera y la inflación. Todas estas medidas estuvieron “signadas por la ignorancia o la deshonestidad”, y los nuevos contratos con Dreyfus se

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consideraron desastrosos e impropios, puesto que muchos observadores pensaban que Piérola tenía una participación en las ganancias.

La estrategia seguida por Piérola para defender Lima de las fuerzas invasoras chilenas fue del todo inepta y estuvo dirigida por oficiales del ejército de reserva como Juan Martín Echenique, a los que se había nombrado por razones políticas. En su huida del ejército chileno que avanzaba sobre Lima, los incompetentes oficiales de Piérola olvidaron destruir información delicada y confidencial, que cayó en manos chilenas. Dicha información revelaba, entre otras cosas, la política exterior de Piérola y sus tirantes relaciones con el ministro británico en el Perú.

En medio de una crisis extrema, Piérola encontró excelentes oportunidades para malversar y saquear fondos destinados a la defensa nacional. Jamás se presentó cuenta o registro oficial alguno para justificar los retiros y el gasto de entre 95 y 130 millones de soles durante el año de la dictadura de Piérola: una investigación oficial llevada a cabo años más tarde encontró que durante la guerra hubo irregularidades extremas en el manejo de los fondos y gastos públicos, pero nunca se impuso sanción alguna. Este uso descuidado de fondos públicos en medio de la guerra se justificó como parte de una serie de medidas imperativas, tomadas para “salvar” y “defender” la patria. El resultado práctico de las acciones de Piérola fue exactamente lo opuesto a una salvación y defensa exitosa.

Huyendo al interior del país, Piérola continuó sometiendo a diversas aldeas y pueblos a expolaciones que le sirvieron principalmente para apuntalar su decreciente fortuna política. Nombró entonces a tres grandes jefes regionales políticos para que encabezaran su movimiento: Pedro A. del Solar (sur), Juan Martín Echenique (centro) y Lizardo Montero (norte). Pronto, el disenso político entre las muchas facciones peruanas en guerra creó las condiciones de una guerra civil y de clase, bajo la ocupación y la opresión chilena. Tras un entendimiento “privado y confidencial” con las autoridades de ocupación chilenas y con su consentimiento, Piérola finalmente dejó el país en marzo de 1882. Se dirigió entonces directamente al exilio en París, donde los fondos y la hospitalidad de su amigo Dreyfus le apoyarían en otra campaña más para volver a capturar el poder cuando las condiciones así lo permitiesen. Michael P. Grace también le escribió a uno de sus asociados que Piérola “siempre ha mostrado ser un valioso amigo, y probablemente [estará] en posición de hacerlo nuevamente”. Además, a pedido de Piérola, Grace le proporcionó unos “préstamos” en reconocimiento a sus “pasados” servicios y con la interesada expectativa de que el exdictador nuevamente volviera a ser presidente. (Grace ya había desarrollado “evidentes propensiones chilenas” y había abierto una sucursal de su compañía en Valparaíso) Este patrón de emplear medios corruptos para conseguir poder político a cualquier costo, incluyendo los subsidios indebidos de parte de intereses extranjeros, se convirtió en una larga tradición en la política peruana.

Pérdidas exacerbadas

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En 1882, Lima era una “ville completement ruinée”, con su comercio paralizado y su población y propietarios expuestos a crueles abusos, destructivas represalias y levas de parte de los ocupantes chilenos. Para presionar por demandas territoriales anexionistas en el sur, el ejército invasor destruyó propiedades y extrajo contribuciones compulsivas, de forma parecida a como lo habían hecho los tempranos caudillos militares en el turbulento pasado. En las cenizas de la derrota, la élite peruana se agrupó en torno a Francisco García Calderón, quien fue nombrado presidente provisional del Perú bajo la ocupación enemiga. Las autoridades chilenas pensaban que el gobierno cautivo de Magdalena, así llamado por el pueblo en las afueras de Lima donde García Calderón despachaba los asuntos oficiales, satisfaría sus demandas. En lugar de ello, este gobierno simbólico defendió a los propietarios peruanos de las expoliaciones chilenas, restableció la Constitución de 1860, mantuvo consultas con una legislatura nominal y criticó las ambiciones dictatoriales de Piérola.

García Calderón usó su precaria posición para desarrollar una estrategia inteligente de rechazo a las concesiones territoriales a Chile, unir a los jefes peruanos y ganar el respaldo diplomático de Estados Unidos. Si alguien podía lograr semejantes hazañas, tenía que ser este experimentado y hábil abogado y negociador, que había contribuido ya antes a la reforma legal y constitucional del Perú.

Para alarma de las autoridades chilenas y de los diplomáticos españoles que actuaban como mediadores, Stephen A. Hurlbut, general de la Guerra de Secesión norteamericana, diplomático republicano, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Estados Unidos en el Perú, se dedicó a detalladas negociaciones con García Calderón para presionar la aceptación del pago de una indemnización financiera a Chile en lugar de ceder territorio. Hurlbut aplicó dicha estrategia “firme y mesurada” siguiendo las instrucciones generales de james Blaine, el secretario de Estado de EE. UU., quien aprobaba esta posición intervencionista en el conflicto sobre la base de la Doctrina Monroe y los intereses estadounidenses en la costa occidental de Sudamérica: se trataba de contrarrestar el poder que, apuntalado por los británicos, estaba ganando Chile en el Pacífico. Hurlbut y Blaine urgieron la unión entre las facciones peruanas y se opusieron a todo trato con el exdictador Piérola, quien había llevado el país a la derrota y venía intentando minar el gobierno de García Calderón. Varias potencias europeas con intereses en la región, sobre todo España que buscaba mantener la isla de Cuba como colonia, se esforzaron para evitar la intervención de Estados Unidos en esta tensa situación internacional.

El 20 de setiembre de 1881, Hulrbut obtuvo una importante concesión firmada por García Calderón: según un protocolo de cuatro puntos, el Perú le otorgaría a Estados Unidos el derecho indefinido (sujeto a cancelarse por notificación con un año de anticipación) a establecer una base naval y una estación de abastecimiento de carbón en el puerto y rada de Chimbote. Hurlbut le escribió a Blaine que lamentaba no conseguir más con el acuerdo, pero anotó que la concesión de Chimbote era un valioso punto de APOYO que podría posteriormente convertirse en una concesión más exclusiva en sentido jurisdiccional.

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Las autoridades y la prensa chilena, alertadas por los ministros británico y español en Lima opuestos al protocolo de Chimbote, exageraron sus ramificaciones y le llamaron un “tratado secreto”, además de propagar noticias sesgadas de los intentos de anexión o establecimiento de un protectorado por parte de Estados Unidos al Perú. Asimismo, a Blaine y Hurlbut se les implicó en una especulación colosal, ligada a dudosas demandas franco – estadounidenses (Cochet y Landreau) contra Perú, en supuesta coordinación con el Crédit Industriel. Este sindicato financiero reclamaba el derecho a explotar los depósitos de guano y salitre de la ocupada provincia peruana de Tarapacá para así pagarle al gobierno chileno una indemnización financiera. Según los informes de la prensa en Nueva York y Chile, hasta el presidente francés Grévy estaba supuestamente involucrado en este plan. Aunque basados en hechos parciales, tales informes se fundaron en alegaciones falsas, alimentadas en parte por la campaña del abogado neoyorquino Jacob Shipherd, jefe del sindicato financiero de fachada “Peruvian Company”. Este venía cabildeando para que se estableciera un protectorado estadounidense en el Perú que impusiera un arreglo multimillonario a las demandas especulativas de Cochet y Landreau.

El protocolo firmado por Hurlbut y García Calderón tenía un grave defecto, que provocó su rechazo en Estados Unidos: Hurlbut había sido asignado como el titular legal temporal de la concesión y eso despertó sospechas de conflictos de interés con sus obligaciones oficiales. Hurlbut recibió un telegrama cifrado del mismo Blaine advirtiéndole su implicación en posibles actos impropios. Mientras preparaba su inminente partida de Lima para enfrentar una indagación del Congreso de Washington, Hurlbut sufrió lo que pareció ser un ataque al corazón y falleció a finales de marzo del 1882.

La estrategia intervencionista de Blaine cambió radicalmente tras la muerte del presidente republicano James Garfield (jefe de la facción republicana más liberal de los half-breed o mezclados). A finales de diciembre de 1881, el nuevo presidente Chester Arthur (un republicano stalwart o incondicional) nombró al conservador F. T. Frelinghuysen en reemplazo de Blaine como secretario de Estado. Ahora se instruía a los enviados estadounidenses a que presionaran a favor de que el Perú aceptara las concesiones territoriales como requisito para un tratado de Paz con Chile. Según ele enviado diplomático español, el prestigio de la política estadounidense en la región sufrió debido a sus vacilaciones, errores y a la “inepcia y honorabilidad muy cuestionable” de sus agentes diplomáticos.

Michael P. Grace, quien había criticado también la errática política diplomática de Washington, reconoció ahora la necesidad de efectuar concesiones territorial a Chile y le escribió con estas ideas al exiliado Piérola. El general Miguel Iglesias, uno de los más estrechos aliados políticos de Piérola y su exministro, aprovechó la oportunidad ofrecida por las autoridades chilenas y los diplomáticos, comerciantes y financistas extranjeros para firmar el tratado de paz de Ancón, cediendo una gran parte del territorio peruano a Chile.

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A pesar del fracaso final de las negociaciones de García Calderón, condenadas y tachadas por la influencia de intereses extranjeros y la enorme presión a que se vieron sometidas, sus esfuerzos sentaron las bases para la reconstrucción constitucional al finalizar el conflicto. García Calderón ofreció una alternativa a la del caudillo Piérola más en consonancia con las opciones reformistas civiles iniciadas por Manuel Pardo a finales de la década de 1860. A su regreso del exilio impuesto por las autoridades chilenas, García Calderón, el máximo negociador y conciliador de los intereses públicos y privados, contribuyó a una nueva etapa de modernización. Esta era desafortunadamente, también estuvo asociada a un nuevo ciclo de corrupción desenfrenada.

En discrepancia con las perspectivas históricas que han restado importancia a la corrupción durante esta fase crucial de bonanza durante la era del guano, las evidencias muestran que las corruptelas tuvieron un peso particularmente crucial en este periodo. La corrupción contribuyó a la derrota de reformas legales y administrativas necesarias, así como a exacerbar la crisis financiera, reducir el potencial para el desarrollo económico y, en última instancia, conducir al Perú al peor desastre económico, político y nacional de su historia.

EL DINERO PARA SOLVENTAR LOS GASTOS DE LA GUERRA. ¿SE LLEVÓ PRADO EL DINERO DEL ESTADO?

En el tomo XIII de los Anales de la Hacienda Pública del Perú, del segundo periodo de 1879-1883, comenta José Manuel Rodríguez que el 1 de abril de 1879 los periódicos de Santiago publicaron esta noticia:

El Consejo de Estado ha aprobado la declaración de guerra al Perú. Comprometida la nación en una gigantesca empresa, nuestro deber como buenos hijos de Chile es

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Fuente: García, V. (2014). El expediente Prado. Lima: USMP

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deponer al punto cuanta diferencia interior nos divide. Chile no puede tener sino una sola voz, un solo impulso, un solo brazo. De este patriótico abrazo surgirá la victoria y tras ella la regeneración del país. Tenemos fe en el pueblo chileno: necesario es que el pueblo la tenga en su gobierno (J. M. Rodríguez: 1927).

Rodríguez dijo entonces, con marcada ironía, que era "una verdad indiscutible que, sin la guerra y sin la victoria, la regeneración de Chile era, si no imposible, difícil". Decía que los gastos militares en el Perú habían absorbido "permanentemente más de la tercera parte del total de los enormes gastos públicos; por lo tanto, debía suponerse que la seguridad nacional estaba en buen pie para garantizar la paz externa; en caso de equilibrio, podría pasarse con éxito del estado de paz al de guerra" (J.M. Rodríguez: 1927).

Y se lamentaba, después de haber examinado la historia presupuestal del Perú, que "ni una ni otra cosa eran una realidad, lo cual acusa mala dirección y administración de los asuntos militares" (Ahumada Moreno: 1884, 13).

El Perú estaba en bancarrota y acudió a todo mediante "un plan financiero" que consideraba, por ejemplo, aumento de los impuestos y el papel moneda, donativos patrióticos, suspensión de pagos de créditos, de la amortización de la deuda interna y la emisión de moneda de cobre y níquel. A todo esto se sumaba las fuentes de recursos de Aduanas, Contribuciones, Correos y Telégrafos, Ferrocarriles y lo que denominaba "varias rentas". Pero una guerra es una guerra y todo es poco para sostenerla; "los servicios militares reclamaban un presupuesto especial".

País de contradicciones, en la sesión del Consejo de Ministros del 27 de setiembre se informó que la casa Serdio Hermanos se había comprometido a importar trigo y harina de Chile, "de modo que ni el Ejército del Sur ni la capital carecieran de estos artículos mientras no se establecieran relaciones directas con otros mercados". ¡Favorecer al enemigo con adquisiciones que iban a engrosar su caja fiscal! Y nadie, absolutamente nadie, levantó su voz de alerta o de protesta.

Es importante volver a citar sobre este tema los Anales de la Hacienda Pública del Perú, teniendo en cuenta su valiosa información: "De los donativos y el impuesto no había mucho que esperar; del empréstito nacional tampoco debía esperarse por la crisis en que se hallaba el país; y solo quedaban como remedios salvadores, bien manejados y administrados, el empréstito extranjero, sobre la base del guano y de los nitratos, y el papel moneda, que es el resumen más simple del impuesto y de los empréstitos nacionales. Pero se hizo todo lo contrario" (Anales de la Hacienda Pública: 1879-1883, tomo XIII, 15).

Para la "guarda y administración" de los donativos se creó una Junta Administradora de Donativos para la Guerra con Chile, integrada por 25 personas, presididas por el obispo

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Pedro José Tordoya y en la que estaba también monseñor José Antonio Roca y Boloña. A noviembre de 1879 se habían reunido 1.638.195,23 soles.

En esta carrera contra el tiempo por obtener dinero, se formó también y por resolución de alcaldía del 5 de junio de 1879, una delegación de cincuenta señoras con el encargo de colectar objetos que posteriormente serían rifados "en beneficio de las ambulancias". Estuvo presidida por la señora Rosa Mercedes Riglos de Orbegoso; se colectaron 1 218 objetos que fueron tasados por un grupo de señores (entre ellos el joyero Emilio Baullot) en la suma de 48 535 soles. Para sortearlos, se determinó imprimir sesenta mil boletos de a un sol cada uno, que se vendieron el tercer domingo de octubre (día 19) en el Palacio de la Exposición.

La mayor parte de los donativos provino de un nivel económico muy alto, por ejemplo: bancos 1.000.000 soles; Concejo Departamental de Lima 180.000; Concejo Departamental del Callao 150.000; Concejo Provincial de Arequipa 120.000; colonia china (en billetes) 200.000; Beneficencia del Callao 60.000; Aduana del Callao 120.000; Beneficencia de Lima 50.000; conventos de Lima 20.000; arzobispo, canónigos y otros, 22.000; Beneficencia de Huacho 12.080; colonia española 42.000; Concejo de Chorrillos 6.600; colonia italiana del Callao 60,000; Revoredo, Peral y Rainuso 18.000; Campbell y Barbich 12.000; colonia italiana de Chincha 2.228; señor y señora Figari 16.200; compañías de seguros 12.000; Banco de Arequipa 24.000; Osma I. 6.000; Salas y Terry 7.000; Chiclayo, primera suscripción 59.820; compañía salitrera 10.000; comerciantes de Lima, cuarta suscripción 7.900; Concejo de Lambayeque 18.000; Concejo de Huaylas 20.000; monasterios de Lima 5.272 y un número bastante apreciable de otros ciudadanos, pequeños negocios e instituciones.

Al 20 de mayo de 1879 dice Paz Soldán que se recogieron 6.800.987 soles. Y anotó: "No se conoce todavía el monto de los donativos de la mayor parte de los departamentos de la República" (Mariano Felipe Paz Soldán: 1979).

Piérola en su Mensaje al país, al referirse al estado financiero en que se encontraba el Perú, manifestó que el último ministro (se refería a José María Químper) había remitido a Europa 190.000 libras esterlinas; aunque José Manuel Rodríguez en los Anales de la Hacienda Pública del Perú dice que entre el 1 de noviembre y el 21 de diciembre el titular de Hacienda envió 182.900 libras. ¿Y las 7.100 que faltaban? Las atribuyó a comisiones, "siendo además aproximadas [las cifras] que presenta el Dictador" (Rodríguez: 1875-1878, tomo XIII, 55).

Químper declaró a la Comisión Investigadora y Calificadora de Créditos del Estado, creada por decreto supremo del 26 de junio de 1884, que "de los fondos votados por el Congreso, existentes en la Junta de Vigilancia, se efectuaron las siguientes remisiones:

1ra. Remesa hecha por el ministro [José Viterbo] £/. 50 000

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Arias

2da. Remesa hecha por el ministro [José María] Quimper

£/. 49 700

3ra. Remesa hecha por S/. 200 000 entregados a R. Canevaro

£/. 12 000

4ta. Remesa hecha por el inspector fiscal en Europa, de orden suprema, antiguos fondos pertenecientes a la Compañía Fluvial de Amazonas. £/. 16 000

5ta. Remesa directamente remesada por el señor Químper

£/. 10 000

6ta. Remesa directamente remesada por el señor Químper

£/. 45 200

__________

£/. 182 900

De manera que esta suma corresponde a remesas del señor Químper £/. 116 900, £/. 50 000 a remesa del ministro doctor Arias y £/. 16 000 procedentes de fondos de la Compañía Fluvial de Amazonas y, como en poder de Señor Pflucker, otro de los comisionados del gobierno, existían £/. 130 000, resulta que a fines de 1879, cuando comenzó la dictadura, el Gobierno contaba en Europa con £/. 312 900 para la adquisición de elementos de guerra, sin contar las remesas hechas con tal fin, a la casa Grace Brothers de Estados Unidos, según contrato al efecto celebrado con esta casa, ni las entregas para las comisiones, Arrieta, Astete y Prado. Total £/. 382 600 (Rodríguez: 1917, tomo XV, 29-31)

El ministro Químper dijo que a la casa Grace Brothers le hizo llegar £/. 56 700 pero hubo una diferencia de £/. 5000 que aumentaba en suma a £/. 61 700; diferencia que “jamás pudo ser explicada y es posible que adolezca de error la declaración del señor Químper”. Tampoco se ha podido establecer qué hizo Grace con dicho dinero porque no rindió cuenta detallada del uso que le había dado. Es decir, con todo ese dinero se pudo armar al Perú si los comisionados hubieran sido responsables, serios y transparentes.

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