Antología cercada

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AGUSTIN MILLARES SALL, PEDRO LEZCANO, VENTURA DORESTE, ANGEL JOHAN, JOSE MARIA MILLARES EL ARCA 1947

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AGUSTIN MILLARES SALL, PEDRO LEZCANO, VENTURA DORESTE, ANGEL JOHAN,

JOSE MARIA MILLARES

EL ARCA 1947

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AGUSTIN MILLARES SALL

(1917)

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DE AGUSTIN MILLARES SALL

Suerìo a In dieviva.-Colección para 30 bibliófilos. 1944. En el deshielo de la noche.--Idem. 1945. La sangre qzre me hierve.-Cuadernos de Poesía y Crítica. 1946. El pito e~z el cielo.-Idem. 1946.

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EL MARTILLO DEL MINUTO

A VENTTJBA DORJWM, que me ha ofre- cido para mi poema estos versos admira- bles de AKAGON:

UÉ edad tenía yo cuando cortaba ta más triste verdad, a ras de tierra, la pena de vivir como una sierra y el ansia de morir se respiraba?

Creo que iba R alcanzar 10s diecinueve de los voraces afios dc mi vida. Entonces, como ahora, era atrevrda mi sangre que es antídoto de nieve y lengua de una llama enfurecida.

Aún la sombra del miedo estaba dentro de mi mente de niAo apresurada; y, aunque la voz me fue paralizada y me habían sacado de mi centro, nunca 12 conviccibn me fue arrancada.

Tomó el dolor las riendas de la vida y el llanto la exclusiva de los mares.

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Se congeló la voz de los cantares

y se sintió la súbita caída de la desgracia sobre los hogares.

Sin otra idea al invocar la altura que del cuerpo el deseo de ausentarse, la vida, sin la muerte consumarse, hizo pr alcanzar tanta estatura que de los ojos pareció escapxse, dejando a sus espaldas la tortura.

Si para el bien fué el alma cultivada y germinó su campo bajo el cielo, en relación se puso con el hielo mientras la tuvo el mal acaparada.

Cuando en el sol, con brusquedad de garra, quiso el viento lograr la melodía, la tirantez del rayo se rompía COIIIU eslnlln unc1 CUCI-da de guitarra.

Los dedos que, con pasos de palom:l, lo sublime expresaron en el piano, esgrimieron el daAo más cercano,

.cual si el hedor de muerte fuera aroma que mereciera el sitio de la mano.

La protesta se hería en la alambr:~ci;t y se desorbitaba con el eco. La calma no encontraba ningún hueco ni el olvido una forma descansada.

Lo mismo que un deshielo fue en la frente el constante rodar del sudor frío, y el principio la lagrima de un río que iba a secarse prematuramente cuando desenvainaba el desafío.

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Se disgregaba el público compacto llamado por colores y matices. Terremotos de nervios y rafces destrozaban la piel con su contacto.

La estrella nunca estuvo menos clara ni la gloria del cielo menos hueca. Quedb petrificada por la mueca la sonrisa en el mármol de la cara, lo mismo que una flor cuando se seca.

Desprendida tal vez de los planetas y dejando al espacio su forluna, cual soberbio iceberg, cruzó la luna el mar donde naufragan los cometas.

Mientras la luz se refugió en la nube y el viento fue a escudarse en la montafia, el día supo darse buena mañw

para encontrar el cráter donde sube todo volcán por relatar su hazafia.

Mientras el gusto amargo de la guerra pasó por el sabor de las naciones, los pueblos despegaban como aviones de sus largos reposos de la tierra.

No existió más color que el de los lutos, ni había otra estación más que cl invierno, el traslado a la tierra del infierno y el martillo infernal de los minutos.

No había que aguardar más que un derroche nocturno de emboscadas y de enojos: tras la inmensa cortina de los ojos, los frios pohladorcs de la noche.

No concibid la víctima más suerte

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que desatar su espíritu del hierro, pues no quedo amistad mas que en el perro ni hubo liheracion más que en la muerte.

Al corazón llego a exprimir el zumo el Lcl~ur que en la lielra dominaba. El aire R los pulmones no llegaba. Sólo de libertwd gozaba el humo y el alma que del cuerpo se escapaba.

Quedtl mellado el filo de la gracia y apagada la voz de la justicia. No desperló ilusión más la noticia y perdió la razon toda eficacia.

Quedó con sangre aquella historia escrita y atrás la fantasía de las gentes. En las fibras humarnis y en los dientes toco el miedo su escala favorita que resonó en el eco de las mentes.

Atónito dejó la edad al vuelo cuando los tiempos, en continua fugil, en las CatXs el SUlxX3 de IR ÍtlTLl~il

marcaron, y las nieves cn cl pelo.

De un día para otro er:i crx-riente, volcados los suplicios en rebaños, pasar a la vejez, sin ver los unos que nos quitan la -vida lentamente.

A simple vista el hcjmbl-e tzn\,ejecía, viviendo en las más tristes condiciones, mientras que el vendaval de pulsaciones en la flor de sus venas se dormía.

Acabó por nevar la primavera

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y madurar antes de tiempo el fruto. Las precipitaciones de la hoguera, por la vertiginosa carretera de la sangre, arrollaron el minuto.

Crujía la extensión del firmamento del peso que tenía IR mirada; y, cual si le doliera la pisada, cada palmo de tierra era un lamento.

Miradas invisibles se alarmaban con el más leve y simple movimiento Las hojas secas que movía el viento a todo ser humano acobardaban.

Si lamentos, despuks de tanto ultraje, la boca daba a luz continuamente, de la lengua del hombre más valiente îuC el hijo pr-imogknito el coraje.

Enmudeció el relato de la historia y el astro conoció una extraña fase. Con la erupción de una violenta frase se encendía un volcán en la memoria.

El pánico silbaba igual que el viento, dando el paso inicial de la contienda. En el mundo, a partir de este momento, fué el odio el más frecxente sentimiento y la pena la m5s trillacla senda.

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II

Ese mhtwto fuc’ el de las balas perdidas, el del secuestro, por el mnr, de Los hombs es qarr quisieron ser pdjnvo.5.

R. A.

A uiwurr mi decisión jamás vacila, aún presiento un oído que me engaña, y que una pesadilla en la pupila en mi razbn lo insólito destila, haciendo de la hora una montafia.

Si pregunto, no logro una respuesta. Si levanto la voz, hallo el vacío. De la exasperaci6n llego :L la cresm, lamido por un mar de escalofrío.

Creo en la indignación del que despierta, porque mis ojos nunca se han cerrado, y el alba que los gallos han cantado, ha pisado la noche de mi puerta antes de haber sus límites cruzado.

Soy el más largo insomnio conocido y el dolor que más lejos ha llegado; soy el mas alto grito levantado y el llanlu que III& lluvias ha vertido.

Tengo el labio más seco y más mordido y el corazón que más apresurado

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el camino del rayo ha recorrido; el silencio m:ís veces perturbado, y el descanso más breve interrumpido.

* * 4:

Hombres que, al ver mi suerte al lado opuesto, no encontrriis la manera de salvarme: dadme manos y alientos para alzarme. Decidme que la vida es más que esto: que se reduce íl. nada si. le resto el ansia de vivir al despertarme.

Decidme que una vida hay por delante y que los tiempos cambian a menudo; que el final de este invierno, que es tan crudo, no está, como se piensa, tan distante.

Decidme que hay un alba que libera de las lúgubres noches a las cosas. Decidme que las horas son preciosas para dejarlas ir de esta manera.

Decidme que, aunque cueste larga espera, la verdad siempre vence a la mentira. Decidme que hay un pueblo que rcspirn y canta más allá de la frontera.

Decidme que, aunque cale hasta los 11ucsos la lágrima y el Animo deprima el negro porvenir que se echa encima, los días de placer vienen espesos, trayéndonos los aires de otro clima.

Decidme que, aunque atm6sFerus hay graves que min:m 1:i salud de muchas tierras, las heridas se cierran de las guerras y se vuelve a volar como las aves.

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Decidme que, aunque el tiempo es un martillo que castiga monótono en las sienes, se ha de sentir, lo mismo que los trenes, descarrilar del pulso el estribillo.

Decidme que el sentir ni, tiene llave, ni cárceles, ni rejas, ni murallas. Decidme que aún hay hombres con agallas capaces de lograr que el bien alabe por una vez al dios de las batallas.

Decidme que, aunque tenga en carne viva el cor:w6n de ser tan castigado, habrá de verse al fin, por algún lado, la prueba de la paz que se cultiva.

Decidme que, algún día, el aire puro habrá de canceler tanta miseria. Decidme que el amor será la arttx-ia de los pasos del hombre en el futuro.

Que, despues de esos ánimos, me asalte la solidaridad de una tormenta, para que el nervio como un rayo salte y de dos nubes luego el choque sienta.

Que una firme razón cuando me hundo, la lucha me dé ganas de seguirla, pues la última palabra habrán de oírla, de mis labios, los ámbitos, del mundo.

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PEDRO LEZCANO (1920)

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DE PEDRO LEZCASO

Cinco E->oewzas.-Coleccih para 30 bibliófilos. 1944.

Poesin.-Idem. 1945. Romnncevo canario.-Cuadernos de Poesía 7 Crítica. 1946.

Mzcvien~Zo dos n clos.-Halcón. 1947.

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TIERRA 0 MUJER

E L hombre gris de invierno restalla p se demuda, como un árbol talado, y nace en su costado la eternn flor dcl hombre, que cs In mujer desnuda.

Sin un filo a la mano, sin una arista hiriente, parece haber rodado en un torrente o ser guijarro de oceano.

La guitarra, las ondas de Ia luz, Ia cascada, todo lo curvo, el mar, la rosa, la palmera, aprendieron la alada gracia de su cintura y su cadera.

Y aprendieron los mares el temblor de sus senos, y los astros el ritmo de SLIS hondos andares, y aprendieron los mares en su vientre a ser anchos y en su frente serenos.

Y en sus cúspides tibias se fijaron los montes. Di6 a la fronda su canto y a la estrella su calma. Ella es como una cárcel que apresara horizontes. Ella es ~610 una forma, mas la forma es su alma.

Es el mundo y es tierra, y hay que amarla con llanto, con tranquila pisada, porque es tierra de siembra.

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iOh vigías en grito, abrazad a la hembra como a un fusil caliente por matar el espanto1

Tierra martirizada, tierra o mujer yacente, sangrienta tierra rosa que abierta en surco espera sentir en una brusca y extraña primavcrn el amargor de la simiente.

Que en un templo de lino la libertad encuentre, de brazos enrejada, su dulce cautiverio. Que en una amante virgen se haga sangre el misrerio, iBendito sea el cruento futuro de su vientre!

Que del amor al suefio se cruce la frontera, en un suspiro lento de agbnica delicia, para que sea un sueño la caricia postrera y el primer suefio una caricia.

iTierra o mujerl... A enraizarse vivo viene desde los mares un vigía que grita. No desdeÍíe tu seno su vocación de olivo, mujer, tierra bendita.

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EDICTO

c IUDADANOS, seguid gallardamente de pic sobre la acera, y vestid a ese muerto de etiqueta.

Columnas sois, pilares de la ciudad moderna; sostenkis en los hombros las altas chimeneas,

y no podéis moriros como un hombre cualquiera.

Queda prohibido terminantemente morir en calles céntricas.

Sufrid, llorad, amad privadamente, bajo In axila de las escalwas,

en las lejanas tapias, en las cunetas. Besad, gemid sin ruido, que nadie se d6 cuenta. Cuando, al edicto de la noche, alumbren simultáneas estrellas, llorad, amad, sufrid, matad acaso, calladamente y en tinieblas. A oscuras, en el hueco designado, donde nadie os vea, gesticulad, gl~itad ante un espeju,

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acuchillad muñecos de madera, pisotead los códigos civiles, desnudaros de telas. Yero al regreso de la luz se exige vuestro antifaz, vuestra antialma puesta.

Las mujeres sean firmes cariátides de cera, con el hogar y todas sus virtudes sobre la cabellera. Cuando rían las flores en la lluvia, guardaros las doncellas. Ni una mujer tan solo se desnude cuando la lluvia besa en una entrega al cielo de su cuerpo. Prohibida toda entrega. Prohibido a todo hombre dnrmir sobre la hierba, y m¿is si es con la nuca posada sobre el lomo de una oveja.

Se prohiben los suefios a deshora; para soñar ya hay decretadas fechas, hay parques con sus pájaros y novios, hay líricos poetas. (Esculpidos en mármol de los bares los artistas se sueñan. I’lor de papel su eternidad sofiada, como la siempreviva: siempre muerta). Prohibido todo sueño. La vigilia perenne se decreta. (Se tomarán medidas radicales contra la primavera,)

Ilustrísima muerte: los esclavos, de tu bondad reconocida esperan únicas vacaciones merecidas. Concedidas les sean.

LO

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VLVTURA DORESTE (1922)

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I)E VENTURA DORESTE

I,Ggenlu.-Colecci6n para 30 bibliófilos. 1943. Exarnerz de la cavicatuva.-Coleccih de ensayistas. 1944.

El perio’dico más antiguo de Canatias.-(Monografía). Publica- ciones de El Museo Canario. 1945.

Dido y heas.-Colección para 30 bibliófilos. 1945.

Sonetos a Josef&za.-Cuadernos de Poesía y Crítica. 1946.

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UN PUERTO DEL ORIENTE

¡J N puerto del Oriente es como un hormiguero gigantesco que está a punto de ahogarse; un puerto del Oriente tiene diez mil obreros desnutridos que trabajan cruelmente para una Reina invisible y dura: el Capital.

Un puerto del Oriente es como un estercolero del negocio, o como una autopsia de miseria humana.

Son mas felices los hambrientos piojos, tris numerosos piojos de diez mil cargadores delgadísimos, que los parias que llevan el enjambre en la cabeza desgraciada y hueca.

Mas no siempre de izrroz viven los hombres, ni para fardos ni elefantes viven.

Sucios lienzos los ciñen, pero más fuertemente los abraza, con sus rejos terribles, la lujuria.

Podridos cargadores cuyo vino enciende sueños de sirenas dulces, con senos como flores levantadas

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por un furioso viento; podridos cargadores anhelaban dormir con las mujeres de los rubios pilotos extranjeros, más fríos que serpientes del abismo 0 flotantes medusas transparentes.

iQue brazns finos como tallos dulces, que mejillas de petalos divinos, qué dientes de marfil desconocido!

Fatigadas espaldas olvidarían ásperos contactos, y sabrían del roce de las manos, y de la lluvia de cabellos rubios.

Pero el látigo duro, hiriendo las espaldas, obligaba implacable, fieramente, a los remisos músculos; y el odio del Oriente, como volcán unánime, en los pechos cansados fermentaba.

Podridos cargadores anhelaban morder los labios rojos como fresas o acariciar los senos madurados bajo soles estrafios.

Pues no siempre de arroz viven los hombres, ni para fardos ni elefantes viven.

En un puerto de Oriente también puede crecer la flor del sueño con sirenas lejanas, de apretadas caderas y ojos fosforecentes, y una risa de oro, y un fuego por los flancos:

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esperadas sirenas con los senos celestes, erguidísimos.

Pero el lhtigo duro..., en un puerto de Oriente...

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GUERRA EN LA PAZ

n ONDE la sangre cãlida se hiela; donde no reconoce el hijo al padre; donde son lns hermanos enemigos y Dios casi se olvida de sí mismo: son ya los hombres lobos de los hombres.

Donde la mano pega como un puno; doude el cuello se abate sometido; donde son libres los puñales negros, dueñas del aire balas asesinas: son ya los hombres lobos de los hombres.

Donde respiran sangre los pulmones; donde la boca exhala mil blasfemias; donde los niños mueren solitarios y andan las madres con los pechos tnuertos: son ya los hombres lobos de los hombres.

Donde tampoco predicar podría el Cristo si volviese nuevamente; donde Judas se alegra sin rebozo y el fariseo goza de renombre: son ya los hombres lobos de los hombres.

Donde el aire asesina como bala; donde el suelo traiciona torvamente; donde el seno no acoge la cabeza

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ni acarician la frente dulces manos: son ya los hombres lobos de los hombres.

Donde el día y la noche son lo mismo; donde el rayo persigue diariamente; donde los ríos son serpientes turbias y el mar cuerpo vastísimo de cólera: son ya los hombres lobos de los hombres.

Donde las aguas queman las gargantas; donde los vinos saben como sangre y está sangre con aire confundida; donde muere la voz guillotinada: son ya los hombres lobos de los hombres.

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LAS DOS CIUDADES

N o acaban las cenizas con los males, ni mil años de fuego son bastantes para borrar el rastro de la carne.

Mirad: los vicios nacen de la llama y consumen de nuevo el alma humana y edifican Sodoma de la nada.

Los Angeles flamígeros llegaron, con antorchas terribles, de lo alto; ángeles con vestidos incendiarios.

Pero Sodoma nace en la ceniza, ni a Sodoma tampoco se la olvida. Vedla, miradla ahí, provocativa.

Que Sodoma es el mundo de este tiempo, donde imperan la fuerza y el lamento, donde la libertad vive entre fuegos.

Mirad los senos cándidos antaño, hermosos por sí mismos, intocados, hoy deseando el ardoroso labio.

Ya no es la mano para ia caricia; ya no cura la carne desvalida, sino que es fuerte puño que mancilla.

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Y el brazo que rodea vuestro cuello no es brazo de nmistrtd, mas cn acecho sera como cuchillo, como hierro.

El agua ya no tiene su pureza, porque ha perdido la virtud primera: más que la llama, <:n la g-ar-garita quema.

Cuando un cuerpo anhelante se sumerge en sus tristes y oscuras ondas, siente el gusto de la sangre y de la muerte.

No vivifica el aire los pulmones, sino que pesa como el mismo cobre oprimiendo los gritos de los hombres.

La desnudez se ofrece como ardiendo, sin la fresca delici:t de los tiempos admiradores de los cuerpos bellos.

Ved a Sodoma, la provocativa, incendiando los mar-es y las Cas,

las ciudades, las nubes, las campiñas.

Oh capital del fuego vencedora, mas deseada siempre, verdinosa entre los blandos fangos, oh Sodoma.

Dios en los cielos mira tristemente cbmo el hombre es pobreza y carne y muerte, y es ambición y sexo, y es rebelde.

Sodoma, vencedora de los angeles, navega por los más oscuros mares y vive consumiéndose entre sangre

Mil ldtigos de muerte, tenebrosos, acechan a los pobres y a sus hombros; mil látigos, los látigos del odio.

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La libertad se ha muerto en podredumbre, y el hombre, bestia con cadenas, luce más libre, pero cierto es que se pudre.

Y es cierto que se pudre, mas Sodoma, la ciudad de los grandes vicios, toda será cieno quemado, cenizosa.

No quedara ni su recuerdo. Nada. Sodoma morirá bajo la llama. La libertad es la ciudad que aguarda.

La libertad es la ciudad de todos, donde los ríos corren caudalosos y los hombres son fuertes como toros.

Oh ciudad esperada, ciudad libre donde los corazones no pnlpitcn consumidos por odios invisibles.

Oh ciudad de las cándidas doncellas, y de la desnudez y la pureza. Oh ciudad de la libre primavera.

Ven a nosotros, ven, como paloma que viene de la altura más hermosa. Ven, ciudad, con el verbo que enamora.

Y besarán tus pies los libres mares. Te regará, liberrima, la sangre, oh ciudad de los hombres incansables.

La palabra será como respiro. Será la libertad el hombre mismo: su espíritu, su cuerpo, su suspiro.

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fZ!sGBL JOI-I,I\N (1901)

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DE ANGEL JOIIAN

Redondel sin salida.--Coleccih para 30 bibliófilos. 1944.

Alba esevtcial.-Idem. 1944. Muerte siempre.--Idem. 1945.

Siete Sonetos de ShaRes~eare.-Traducci6n y prhlogo. Coleccii>n

de traducciones. 194.5.

La ab’ortiujunta.-Cuadernos dc Poesía y Crítica. 194ú.

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LA ETERNA CANCION

J AMAS podre olvidarlo.

En alto se oxidaban las veletas y en mítrcescente otoiio se murieron. La tierra se hizo polvo y nubarrones; el aire, frío hiriente, rayo agudo

Los hombres.. . j Ah, los hombres! De pronto, cet-wnaron sus orillas. La sangre en que se daban restañaron, cuando en el pulso abierto de la mano sintieron el acero, sintieron pares filos, que si homicidio fueran serían suicidio.

Quedaron solamente y cara R cara hosti.les y enfrentados el mundo en balde habido y el mundo atormentado.

Después, fragor recuerdo. ,Despu&, laureles vivos y el silencio. Después, ansiarse dentro.

(No cenizas, pues hielo urgió la llama que por sevicia alzaron sobre el hambre, que avivaron con odios,

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que de rencor cercaron. No cenizas, sino crisol del ansia.)

Angustia de tinieblas, frío y muerte, los bravos corazones estrujados: cementerio de hogueras y el hormazbn que ahoga. Angustia de tinieblas en ronda de silencios.

01 mundo ríe lejo?.

Hay páramos y yermos y nieve en las montañas y playas sin arenas y mares sin bonanz;ls. Y un cielo sin estrellas, prendido en cuatro rayos de sol carbonizado.

Vigía de silencios, noche y cumbres, la estrella de caminos en subida: viento raso de afanes y el corazón que espera. Vigía de silencios en trance dc alborildw.

El mundo llora lejos.

Hay cauces y torrentes y ríos en los valles y deltas ltemorosos y mares irisados. Y un cielo de luceros, abierto en carminosas albricias vesperales.

Rocio de alboradas, luz y lasto, el llanto de la tierra adolecida: despertar de latidos y el corazón que aflora. Rocío de alboradas en todo el universo.

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(No cenizas, de fuego sí la llama que por miseria aislaron con mil zanjas, que cubrieron de olvido y que ser luz negaron. No cenizas, sino fulgor de fragua.)

Despues, un mundo nuevo. Despues, el sol en alto y la alegría. Despues, un grato sueno.

Parece que no hay después ni antes. Tu cenit todo ciega, mediodía; y el alma en todo encuentra la alegría refleja de tu luz. De ti brillantes las cosas ahora están; y son radiantes las vidas todas, libres de porfía. Su acorde con el mundo y su eufonía se enciende en 1:t virtud. Ya son triunfnntcs.

(iSi fuera todo siempre luz y siempre mediodía feliz y venturoso!. . .)

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TOSE MARIA MILLARES (1921)

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nI? JOSE WARIA MILLARES

A los cuatro vientos.-Cuadernos de Poesía y Crítica. 1946. Canto a la tz’evra.-Idem. 1946.

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LABIOS DE ACERO

Il IZTIZNTDO el clamor del agua en la ribera, las heladas cinturas de unos ojos despiertan los ríos de la tierra, desnudos hasta el mar. Lus :kbolt3 dormidos en la niebla y en lo alto dcl aire la campana rodando.

Abrid, que tengo el puño metido en 1;~s entrafias; la cintura agotada de estrecheces; los ojos como yunques dolorosos. Abrid, porque me asfixio; que unos labios de acero maclru,gando me esperan y el parto de mi alma me traiciona.

Nerviosas bayonetas de orillas encendidas clavaron su agudeza de sombríos mctalcs en una aurora muerta, sepulta en las montañas que no amanecen nunca.

Se estrecharon los muros a medida que el frío centinela sus pasos remachaba como horas de hierro contra el suelo. Se estrecharon los huesos, de coraje, fornidos, y atronaron SLIS ojos los martillos hinchados dc lns yertas culatc?s descansímdo, en espera de puños opresores que dieran vignr R sus inmóviles silencios.

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Se despiertan las voces, los psos, los fusiles. Se agrupan, en un patio de baldosas heladas, las suelas dolorosas por secas contorsiones. Uniformadas sombras. Pelotón voluntario de muerte. Ln pnlnbr:t se hiela entre los labios. Violkcos caminos se ah-en cwlnclo suenan las m:rduras espuelas, las cinchas, las polainas platc:td:~s, las negras cartucheras, archivos de 1;~ muerte. Se hielan las paredes que sufren la rn;lii;ln;i y rodando se aplastan contra el suelo, y de escombros podridos los cíiminos abren sus lentas fauces a la hoguer:~ de los ojos del reo que avizora mGs al15 de la niebla su sendero, el fin de un horizonte de inhum:Inw tortur:w, por defender un sol de causas, con SLIS labios de fecundos principios para el hombre, la tierra repartida por iguales cosech;ls, los frutos despojados de cínicas COII~~~IS, por ciudades de luces y apagados infiernos, por viíias de esplendores pura cl alma.

Se agrietaron sus carnes y sus brazos mordieron la tierra de calladas convulsiones. Sobre piedras recientes de soles y silencios la sangre quedó fija, y en sus ojos abierta la mañana, la risa de los hombres, los pueblos con sus odios solapados, y en la masa sincera de su frente :lesnucla, un siglo de verdades, un palomar de ideas, de amor y de tristeza.

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Entretanto, el pasado: 1~ CRSR, lns ,7migns,

las tertulias ya muertas de los viejos cafb,

las aburridas fiestas, los alegres entierros, y aquella n0vi.a triste, con sus senos, con sus labios desnudos, esperando.

Oh los blancos clamores de otras alas, oh la fiebre xlorad;~ de las aves girando,

banderas de una alegre algarabia,

cuando el mundo era un tierno regazo R los dolores y la tierra fecunda departía sus frutos, y los labios del hombre maduros cantaban la libertad del brazo, su palabra desnuda floreciendo el camino de todas las verdades.

Ahora, sobre el polvo, su sangre agonizante, su cuerpo abandonado como un deshielo inerte, muerto por sus hermanos los hombres que predican el amor a los seres y a lns cosas;

muerto por sus hermanos los hombres que odian; muerto porque su sangre era más alta y SU voz se elevaba sobre todas las cumbres más pura que el clamor de todos los afluentes que buscan sus descansos en Ia tierra, más pura que las aguas que no manchan sus brazos en el polvo. Porque su puAo era de crispados motivos los hombres le mataron como a un perro.

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SE ACABÓ Di;, IMPRlMIR ISN LA TIPO-

GRAldA ALZOLL\, PEIZBGRINA, d, LAS

Pi\LMAS DE GRAN CANARIA, EL 30

DI3 MAYO I)E 1947.