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    PIERRE ANSART

    SOCIOLOGA DE SAINT-SIMON

    INTRODUCCION

    Durante el siglo XIX, la obra de Saint-Simon fue considerada sobre todo como una obrapol tica, como un instrumento intelectual comprometido en los conflictos sociales.Despu s de la muerte de Saint-Simon, acaecida en 1825, sus disc pulos, convencidosde que hab an recibido unas ense anzas capaces de resolver los problemas de supoca, se agruparon para fundar una escuela y, poco despu s, una religi n con elprop sito de difundir el mensaje pol tico de su maestro. El xito de su predicaci n enPar s y en Lyon, extendido r pidamente a toda Europa, confirm esta convicci n: enpocos meses, el pensamiento de Saint-Simon, que antes de 1825 s lo hab a tenido uneco limitado, invadi los medios liberales de Francia y de Alemania, y despert en losmedios obreros un inter s apasionado. Algunos a os m s tarde, Karl Marx afirmar a enEl capital que Saint-Simon hab a sido durante sus ltimos a os el portavoz de lasclases trabajadoras.

    Por justificada que estuviera, esta interpretaci n no dejaba de ser muy limitada:destacaba nicamente las conclusiones pr cticas de una obra considerable, sindetenerse en las investigaciones te ricas que constitu an su fundamento. Era f cil,entonces, incluir a Saint-Simon entre los reformadores y confundirlo con losnumerosos escritores que, en estos inicios del siglo XIX, propon an planes de reforma ofrmulas que hab an de permitir la creaci n de la sociedad ideal. Desde este punto devista, Saint-Simon no se distingu a de Charles Fourier o de Etienne Cabet, queimaginaban la construcci n de una ciudad radiante y que proclamaban su desprecio porlas fastidiosas investigaciones hist ricas. As , el Manifiesto del Partido Comunista rene,bajo el calificativo de utopistas, a Fourier, a Owen y a Saint-Simon como si no existiera

    diferencia alguna entre el sue o de Fourier, la pr ctica de Owen y los trabajos hist ricosy sociol gicos de Saint-Simon.

    Durkheim, en su reflexi n sobre la historia de las ciencias sociales, fue el primero queaport una nueva interpretaci n de Saint-Simon y que subray la considerableimportancia de sus obras en la creaci n de las ciencias sociales. Dedic sus esfuerzosde forma particular a discutir la opini n generalmente aceptada que atribu a a Auguste

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    Comte la fundaci n de la sociolog a, y a demostrar que ser a mucho m s exacto atribuiresta paternidad a Saint-Simon. Antes de pasar a las formulaciones del Curso de filosof a positiva , habr a que buscar las premisas del esp ritu sociol gico en elpensamiento de Saint-Simon.

    Sin embargo, la importancia hist rica y el inter s actual de la obra de Saint-Simondeben ser situados en un nivel m s general que permita descubrir el verdadero sentidode su interpretaci n. La obra de Saint-Simon, escrita entre 1802 y 1825, se sit aexactamente en este per odo decisivo de la historia intelectual europea, en estatransformaci n que signific el abandono de la forma de pensamiento propia al siglo delas luces, y la instauraci n de esta estructura intelectual que, al convertir al hombre en elobjeto de un conocimiento cient fico, hizo posible la aparici n de las ciencias sociales.Surge, en la obra de Saint-Simon, este movimiento que nos envuelve todav a; perosurge como una creaci n, como una progresiva construcci n en la que podemosdescubrir las aportaciones, las rupturas y las sedimentaciones. En esta creaci n, elpapel desempe ado por Saint-Simon es a la vez parcial y decisivo: parcial porque seapoya en trabajos que se realizan a su alrededor durante la d cada de 1820; decisivoporque impone una s ntesis muy personal, cuya huella podremos descubrirdirectamente en los grandes creadores posteriores, tales como Auguste Comte, KarlMarx o Durkheim.

    Ms all de este movimiento de creaci n que pon a en pie una nueva epistemolog a,Saint-Simon defin a en 1820, y con una singular presciencia, lo que l denominaba el

    sistema industrial, la sociedad industrial, seg n la expresi n que hemos tomado de suvocabulario. Estos dos aspectos, la creaci n de las estructuras intelectuales propias alas ciencias sociales, y la definici n de los caracteres propios a las sociedadesindustriales, convierten a Saint-Simon en uno de esos autores en los cuales la cienciacontempor nea encuentra algunas de sus significaciones, y nuestra sociedad, de formasingular, una cierta imagen de s misma.

    Sin duda, la ruptura intelectual operada en los primeros a os del siglo XIX no fueabsoluta. Durante el Siglo de las Luces, la filosof a sensualista y la econom a pol tica dela segunda mitad del siglo hab an impugnado ya la tradici n racionalista y ofrecido elejemplo de nuevas investigaciones que convert an al hombre en el objeto de unconocimiento positivo. Pero no se hab a descubierto a n que la aplicaci n al objetohumano de una investigaci n cient fica no correspond a a una simple extensi n delsaber, sino que implicaba una total revisi n de las formas de pensamiento y de lasformas de demostraci n. Los hombres positivos, tal como los denominar Saint-Simon, deber n considerar los tipos de argumentaci n propios a los hombres del siglo

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    XVIII, as como el recurso a la Naturaleza y a la raz n universal, como verdaderamixtificaciones y, en consecuencia, deber n denunciarlos sistem ticamente yrechazarlos. El Contrato social de J.J. Rousseau les facilitar el ejemplo de unaargumentaci n filosfica basada en los inconsistentes conceptos de Naturaleza y deDerecho, no susceptibles de definici n cient fica. Y cuando Marx llevar a cabo en laIdeolog a alemana esta ruptura epistemol gica, que se caracterizar por la noaceptaci n de la filosof a hegeliana, repetir con id nticos argumentos este movimientode pensamiento que algunos esp ritus de principios de siglo hab an iniciado contra losmetaf sicos. El radicalismo de esta negativa designar al mismo tiempo la originalidaddel nuevo saber y la amplitud de las nuevas investigaciones que deber n ser llevadas acabo.

    Saint-Simon se sit a en esta transformaci n y en esta creaci n intelectual que definenuna nueva epistemolog a. Henri Gouthier, en sus trabajos consagrados a Saint-Simon ya Auguste Comte, ha mostrado hasta qu punto Saint-Simon estuvo profundamenteunido a su poca, y ha puesto de relieve su capacidad de clarificaci n y sistematizaci nde las intuiciones formuladas a su alrededor. Por ejemplo, la cuesti n de ladiscontinuidad entre la forma de pensamiento coyuntural y la forma de pensamientopositiva, tema que constituir uno de los ejes principales de la reflexi n de Saint-Simon, hab a sido formulado a su alrededor por varios de sus contempor neos, yanteriormente por Turgot. Asimismo, la tesis del predominio de los fen menosecon micos en las sociedades modernas, tesis que a partir del a o 1816 se situar en elcentro de la argumentaci n de Saint-Simon, hab a sido esbozada por diversos

    publicistas, entre ellos Charles Dunoyer, Viral Roux y Charles Comte, y constitu a unade las principales preocupaciones de la importante revista El Censeur Europ en. Estaintensa participaci n de Saint-Simon en los problemas intelectuales de su poca haceque sea mayor a n nuestro inter s por su obra: no se nos presenta como un autoraislado que sigue las reglas pintorescas de su imaginaci n, sino como un autoraltamente significativo a trav s del cual descubrimos las l neas de fuerza de un per odoque fue decisivo para la constituci n de nuestros m todos.

    Pero la originalidad de Saint-Simon reside en su capacidad de llevar al l mite laconciencia de esta ruptura intelectual que se efectuaba a su alrededor, y de captar laamplitud de esta revisi n que se operaba en los mbitos dispersos de las cienciasfsico-qu micas y de las ciencias de la vida. Mientras los sabios se limitan a subrayar laoriginalidad de sus investigaciones particulares, Saint-Simon proclama desde 1807 quees necesario descubrir la ruptura radical que se producir progresivamente en losmtodos intelectuales y en las estructuras del pensamiento: anuncia la ascensi nprogresiva de lo que l denomina entonces una revoluci n cient fica. A sus ojos, esta

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    revoluci n alcanza a todas las ramas del saber y anuncia, por otra parte, la creaci n deuna nueva ciencia que tendr como objeto el hombre y las sociedades. As , pues, esnecesario situarse en el nivel m s general y propiamente filos fico, es preciso renovar,por as decirlo, el momento de Descartes, momento de ruptura radical y desistematizaci n te rica. Saint-Simon est convencido de que no basta con subrayar laoriginalidad de las investigaciones particulares: lo importante es hacer aparecer en todasu amplitud la revoluci n intelectual y la formaci n de un nuevo sistema intelectual. Portanto, hay que denunciar con vehemencia los viejos m todos intelectuales; Saint-Simondescarga sobre la religi n y la metaf sica m ltiples sarcasmos. Denunciaincesantemente, en sus contempor neos, los rastros de las viejas costumbres, lasumisi n a los dogmas impuestos, la incapacidad de pensar positivamente lasrelaciones sociales y su evoluci n. Sin embargo, esta tarea cr tica es tan s loproped utica. Saint-Simon sabe que esta verdadera ruptura intelectual que se produceentre los siglos XVIII y XIX no es sino el fin de una fase intelectual de cr tica y dedesorganizaci n, y el comienzo de una fase de creaci n y de organizaci n. Con el sigloXIX, empiezan al mismo tiempo una nueva sistematizaci n epistemol gica y una faseen la cual las ciencias f sicas y humanas, bas ndose en una coherencia de losprincipios, podr n hacerse acumulativas y realizar a partir de aqu un verdaderoprogreso. As , pues, la violencia de los ap strofes y el entusiasmo que hallaremos en laobra de Saint-Simon no deben sorprendernos. Este entusiasmo, que a menudo ha sidocalificado de rom ntico, est a la altura del cambio que Saint-Simon descubre en lasociedad que lo rodea; m s all de los incidentes pol ticos y militares, m s all de lastentativas irrisorias de la Restauraci n, vislumbra, o cree vislumbrar, el fin de un mundo

    y la aparici n de una Humanidad nueva, distinta en sus organizaciones sociales y ensus organizaciones intelectuales. Tal como el mismo Saint-Simon sugiere en variasocasiones, el estilo contenido y ponderado no ser a adecuado a una revoluci n de estetipo.

    Pero esta nueva ciencia no est hecha: si bien las ciencias de la Naturaleza se hallanmuy adelantadas en el sentido de la positividad, el inmenso campo de los hechossociales se halla todav a en manos de las creencias teol gicas o de las abstraccionesfilosficas. Saint-Simon proclama entonces la necesidad de crear lo que l denomina laciencia del hombre, o tambi n la ciencia de las sociedades. A partir de 1816, y hastasus ltimos escritos, se consagrar a esta tarea: Hacer entrar en la categor a de lasideas de f sica los fen menos del orden llamado moral. El objeto de este libro ser elestudio detallado de este intento de Saint-Simon, que puede ser considerado,efectivamente, como el primer intento sistem tico de creaci n de las ciencias sociales.Seg n Saint-Simon, el observador social debe proponerse el estudio de lo que ldenomina las organizaciones sociales, a fin de mostrar la especificidad de los distintos

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    sistemas sociales y la composici n de las instituciones. Se esfuerza en mostrar elfuncionamiento de las instituciones, su coherencia o su situaci n conflictiva, a fin desubrayar que los modelos de funcionamiento var an seg n los grandes tipos deorganizaci n. El observador debe poder descubrir con su investigaci n las condicionesdel proceso social, debe poder explicar la evoluci n en el pasado y ser capaz de preverlas grandes l neas de las futuras transformaciones. M s a n, Saint-Simon se ve en lanecesidad de definir el objeto de la ciencia social y, al mismo tiempo, de fijar las tareasde las ulteriores investigaciones. Tendremos ocasi n de subrayar que una de lasprincipales aportaciones de Saint-Simon fue la atribuci n a las ciencias sociales de unobjeto definido, y el descubrimiento de la especificidad de este objeto con respecto a losobjetos de las ciencias f sicas y de las ciencias biol gicas. Al repetir que la ciencia socialo fisiologa social deb a estudiar los sistemas sociales, que deb a analizar loscaracteres particulares de las relaciones sociales y caracterizar las distintasinstituciones y sus relaciones rec procas, no s lo estaba fijando las ambiciones de unaciencia de las sociedades, sino que la fundaba, en tanto que ciencia distinta, por laconstituci n de sus objetos.

    A partir de este instante, Saint-Simon hab a de entrar en conflicto con los esp ritus de supoca, y abrir perspectivas que stos no pod an aprobar. Mientras se limitaba a exaltarlos progresos cient ficos y a mostrar la nueva coherencia intelectual, no irritaba m s quea los pocos defensores del pensamiento tradicionalista y estaba de acuerdo con todoslos esp ritus liberales opuestos al r gimen de la Restauraci n. Pero para Saint-Simon, lacreaci n de la ciencia social hab a de tener como consecuencia inmediata la condena

    del rgimen pol tico existente, y una acci n prctica destinada a derribarlo.

    Del mismo modo que la fisiolog a al descubrir las leyes de funcionamiento del ser vivopermite prever su evoluci n y, al mismo tiempo, indicar los remedios para sus males, laciencia de las sociedades debe enunciar las grandes l neas de su evoluci n futura einstaurar una pr ctica pol tica conducente a la reorganizaci n de la sociedad. Lafisiolog a social debe, seg n su expresi n, hacer que la pol tica se vuelva positiva, esdecir, debe descubrir los caracteres necesarios de la nueva organizaci n social y, portanto, indicar los medios indispensables para lograr su advenimiento. Desde estemomento, la reflexi n desborda los problemas cient ficos y filos ficos, conduce a unaprctica pol tica y se fija como objetivo lo que Saint-Simon denomina la gran revoluci neuropea, la revoluci n general, caracterizada por el advenimiento de la sociedadindustrial. Llegado a este punto, hacia los a os 1820, Saint-Simon s lo pod a oponersea sus contempor neos liberales. Mientras se limit a condenar el pensamiento religiosoy mon rquico, particip en este amplio movimiento intelectual que consideraba ya a lostradicionalistas como De Bonald o Chateaubriand como los te ricos de un pasado

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    definitivamente muerto; pero al condenar la organizaci n social y econ mica, al invitar alos productores a constituir un partido pol tico, no pod a sino escandalizar o asustar asus contempor neos liberales que s lo reclamaban la libertad de la actividadecon mica. Los escritores y publicistas liberales, Benjamin Constant, Mme. De Sta l,los industriales que al principio lo hab an sostenido, se apartaron de l y expresaron sutotal desacuerdo con un pensamiento tan peligroso. En efecto, una de las conclusionesde Saint-Simon era que la sociedad industrial se ver a obligada a transformar lanaturaleza de las relaciones sociales y, en particular, a impugnar el principio de lapropiedad privada. Una sociedad que tuviera como objetivo com n el desarrollo de laproducci n se ver a obligada a subordinar a este fin las reglas de la propiedad e inclusoa replantear radicalmente el principio de la libertad. En el curso de nuestro trabajo,precisaremos estas teor as que, efectivamente, convierten a Saint-Simon en uno de losprimeros te ricos del socialismo moderno.

    A partir de 1820, Saint-Simon se plantea m s y m s preguntas acerca de la naturalezade esta sociedad industrial. Habiendo llegado a la conclusi n de que el desarrollonecesario de la industria constituir el factor determinante de la nueva sociedad, intentaprever cu les ser n los rasgos esenciales de esta organizaci n social desprovista deprecedentes hist ricos. Cu les ser n las instituciones de una sociedad de este tipo, ycu les sus fuerzas dominantes? Cu l ser su organizaci n pol tica? Ser quiz radicalmente distinta de las organizaciones antiguas? D nde se situar n los poderessociales y cu l ser su naturaleza? Subsistir n las clases sociales, y, en casoafirmativo, cu les ser n sus relaciones? Cu l ser la cualidad particular de las

    relaciones sociales? Es evidente que Saint-Simon no pod a contestar de formaexhaustiva a preguntas tan audaces en una poca en que la industria francesa sehallaba todav a en la fase de las promesas. Sin embargo, su estancia en los EstadosUnidos, sus conocimientos sobre la industria inglesa, suministraban materiales que seofrec an a su imaginaci n sociol gica. M s a n, tal como lo ha sugerido Fran oisPeroux, Saint-Simon se sit a en un momento privilegiado en el cual la sociedadfrancesa, advertida del fen meno industrial, se interroga sobre sus transformacionesfuturas. Sin llegar a las v as contradictorias que ser n los neocapitalismos y lossocialismos, Saint-Simon presiente en algunas ocasiones cu les ser n las necesidadescomunes a estas diferentes sociedades, y consigue esbozar as , premonitoriamente,algunos rasgos fundamentales de nuestras sociedades. Sin duda el optimismo de Saint-Simon respecto al destino de las sociedades industriales hab a de impedirle presentirsus divisiones y, por ejemplo, el mantenimiento de los conflictos militares. El desarrollohist rico de los siglos XIX y XX no ha confirmado en absoluto la predicci nsansimoniana seg n la cual la extensi n de la industria supondr a la desaparici n de laguerra entre naciones industriales. Podemos preguntarnos, si embargo, si la presencia

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    del pensamiento sansimoniano en el mundo contempor neo no se debe tanto a suserrores flagrantes como a sus exactitudes. Los textos de Saint-Simon sobre la urgenciadel desarrollo industrial, sobre el progreso cient fico y tcnico, sobre la necesidad deuna planificaci n racional, sobre la necesaria participaci n de todos los productores enla empresa colectiva, tienen un car cter tan actual que ha podido escribirse sin paradojaque todos somos ahora m s o menos sansimonianos. Pero las afirmaciones de Saint-Simon sobre el car cter pac fico de la industria, sobre la transparencia propia a lasociedad industrial, sobre la imposibilidad de una tecnocracia opresiva, nos llaman laatenci n con id ntica fuerza, sea porque se prolongan en las ideolog as oficiales, seaporque vienen a designar con una singular nitidez los fracasos de las sociedadesindustriales. Ello se debe a que Saint-Simon, en el origen de las sociedades modernas yantes de su desarrollo, s lo puede situarse al nivel de los principios, al nivel de lasgeneralidades y de las s ntesis. Al releer a Saint-Simon nos vemos constantementeremitidos a nuestras sociedades contempor neas a fin de examinar en qu medida hanrealizado las promesas del sansimonismo y por qu , a pesar de proclamarincansablemente estos principios enunciados hace ya m s de un siglo y medio, nologran realizarlas.

    Saint-Simon ocupa, pues, en la historia social e intelectual de Europa, y, con mayorgeneralidad, en la historia mundial de la industrializaci n, un lugar excepcional. Y secomprende que la importancia de la cuesti n ventilada haya provocado los juicios m sapasionados. Desde 1825, algunos disc pulos de Saint-Simon vieron en l a un nuevoMes as, fundador de una religi n, olvidando que en 1821 su maestro hab a sido llevado

    a los tribunales despu s de la publicaci n de El organizador . En 1924, Maxime Leroy, ensu estudio dedicado al socialismo de los productores, conclu a que Saint-Simon eranuestro Descartes social, entonces, y a fin de temperar este entusiasmo, HenriGouthier compuso su amplio estudio sobre la formaci n del positivismo. Fran oisPerroux ve en el sansimonismo el esp ritu mismo de un humanismo moderno, GeorgesGurvitch lo coloca entre los grandes fundadores de la sociolog a, mientras queRaymond Aron expresa sus dudas acerca de la coherencia de esta obra. Incluso elalcance de la influencia de Saint-Simon est sujeto a discusi n: la tradici n marxistahace de l una de las fuentes del marxismo y ratifica el juicio de Marx cuando dec a quehab a estado impregnado del pensamiento de Saint-Simon desde su infancia; sta esla tesis que hemos desarrollado en otra obra, pero esta interpretaci n ha suscitadonumerosas reservas. As , pues, creemos ser til, despu s de exponer las diferentesdirecciones de la sociolog a de Saint-Simon, que dediquemos un cap tulo al problemade su interpretaci n.

    Recordemos antes las grandes l neas de la evoluci n de su pensamiento, dado que los

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    problemas abordados est n relacionados con per odos diferentes que convienedistinguir.

    Al margen de las evoluciones en el interior de las fases particulares de su pensamiento,debemos distinguir netamente dos per odos, separados por las publicaciones de 1816-17, en las cuales Saint-Simon sistematiza por primera vez el predominio de losfen menos econ micos en las sociedades modernas y decide consagrarse al estudiode la nueva sociedad, el sistema industrial.

    Las grandes l neas de su evoluci n se reparten, pues, en dos per odos:a) 1802-1815: fase te rica, en la cual Saint-Simon reflexiona sobre la

    transformaci n intelectual que se produce en estos inicios del siglo.b) 1816-1825: fase sociol gica y socialista, en la cual centra sus trabajos en

    el examen de los problemas te ricos y pr cticos planteados por el advenimiento de lasociedad industrial.

    1. Los primeros op sculos, Cartas de un habitante de Ginebra a sus contempor neos,Ensayo sobre la organizaci n social y Carta a los Europeos (1802-1804) son nicamenteensayos. En el primero, Saint-Simon parece limitarse a formular un amable proyectofilantrpico: sugiere que los europeos designen la lite de los sabios y artistas y lessuministren colectivamente los medios pecuniarios que necesitan para susinvestigaciones. En realidad, los argumentos utilizados expresan ya las preocupacionesque ser n ampliamente confirmadas en las obras posteriores. Saint-Simon invita ya a

    sus lectores a tomar conciencia de una crisis general europea: esta crisis no debe serconsiderada como una crisis provisional susceptible de ser resuelta con medioslimitados, sino como una crisis de civilizaci n que alcanza a todos los aspectos de laexistencia colectiva. En pocas palabras sugiere que las soluciones s lo pueden provenirde una nueva organizaci n social basada en la generalizaci n y la promoci n deltrabajo: Todos los hombres trabajar n; se considerar n mutuamente como obrerosvinculados a un taller... Ya en estos primeros escritos est planteado el problema de lasfunciones sociales de la ciencia, y se dibuja el papel excepcional de las lites cient ficasen una sociedad productiva.

    Estos escritos no son escritos de juventud, sino que expresan las experiencias hist ricasque constituir n el punto de partida de toda la obra de Saint-Simon. Nacido en 1760,Saint-Simon acumul desde 1802 una sucesi n de experiencias excepcionalmentecontrastadas: perteneci a una familia de nobles arruinados y conoci el orgullo y lamiseria de su medio; posteriormente, vivi en los medios m s diversos. Fue enviadocomo capit n en el cuerpo expedicionario dirigido por La Fayette; no s lo tuvo ocasi n

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    entonces de conocer los peligros de la guerra, sino que pudo descubrir una sociedadprofundamente distinta a la europea, una sociedad desembarazada de las estructurasfeudales y en la cual los valores del comercio y de la industria eran proclamadosincesantemente. A su regreso a Francia despu s de 1783, vivi en el entusiasmo de losinicios de la Revoluci n, pero en 1793-1794 fue encarcelado en la prisi n deLuxemburgo y amenazado de pena de muerte. Manifest en varias ocasiones unexcepcional talento para las empresas comerciales: hacia 1797 gozaba de una fortunaconsiderable, pero algunos a os m s tarde se hab a arruinado completamente. En 1798tom la decisi n de abandonar el mundo de los negocios para consagrarse a lasinvestigaciones cient ficas.

    La Introducci n a los trabajos cient ficos del siglo XIX (1807-1808), las Cartas a la Oficina de las Longitudes (1808), el Proyecto de Enciclopedia y Nueva Enciclopedia (1810), constituyen las principales obras consagradas a la edificaci n de un nuevosistema intelectual. En estas obras Saint-Simon afirma con el mayor vigor la profundidadde la crisis intelectual y la urgencia de una definici n del nuevo sistema de las ideas.En realidad, Saint-Simon estima que no se halla en condiciones de realizar plenamenteun proyecto tan ambicioso: se limitar a formular las grandes l neas de este proyecto, ailuminar algunos puntos particulares con objeto de suscitar una colaboraci n profundaentre sabios de las distintas especialidades. La construcci n del nuevo esp ritu cient ficoque Saint-Simon designa con el t rmino de positivo, s lo puede ser llevada a cabogracias a un trabajo colectivo y coordinado. Con este fin, la redacci n de una nuevaenciclopedia, organizada seg n principios completamente distintos a los de la

    enciclopedia del siglo XVIII , hab a de constituir una tarea esencial cuya realizaci ndemostrar a la extinci n de la organizaci n filosfica de los sistemas de conocimientoshumanos.

    En la Memoria sobre la ciencia del hombre (1813), Saint-Simon limita sus ambicionesanteriores y abandona sus reflexiones sobre las ciencias f sicas para consagrarse alestudio del hombre. Este t rmino de ciencia del hombre engloba dos tipos de trabajosconexos: el estudio del individuo-hombre considerado en su realidad fisiol gica ypsicol gica, y el estudio de la especie humana considerada en su evoluci n. En estaobra Saint-Simon traza las condiciones te ricas de un conocimiento cient fico delhombre y de las sociedades, mostrando cu l hab a de ser el papel que deb andesempe ar en esta elaboraci n las ciencias de la Naturaleza, la f sica y sobre todo lafisiolog a.

    2. El a o 1816 marca una ruptura esencial en el pensamiento de Saint-Simon. Laspreocupaciones esencialmente te ricas que dominaban su reflexi n en los escritos

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    precedentes son remplazadas por preocupaciones mucho m s pr cticas relativas a lassociedades de su poca. Ya no se tratar tan s lo de pensar la reforma de los sistemasintelectuales, sino tambi n de responder a la crisis social y de proponer una acci npol tica capaz de resolverla. Sin duda, hay que relacionar este cambio fundamental conla ca da del imperio napole nico, que lleva consigo la supresi n de la censuraintelectual y, al mismo tiempo, pone m s a n de manifiesto la necesidad de una nuevaorganizaci n social: cuando Luis XVIII sube al trono, Saint-Simon est convencido ya deque el r gimen de la Restauraci n no aporta ninguna soluci n a los problemas del siglo.El tema central de esta ruptura est desarrollado con gran precisi n en el Prospecto deLa industria publicado en 1817; se resume en pocas palabras: Toda la sociedad seapoya en la industria. La industria es la nica garant a de su existencia, la fuente nicade todas las riquezas y de toda prosperidad. Por esta sola raz n, pues, el estado decosas m s favorable a la industria es tambi n el ms favorable a la sociedad. He aqu ,simult neamente, el punto de partida y el fin de todos nuestros esfuerzos. Saint-Simonse fija, pues, dos objetivos distintos: demostrar ante todo que la producci n industrialconstituye el fundamento y el factor determinante de las sociedades modernas, einvestigar despu s las consecuencias pr cticas de esta demostraci n, definir el sistemapol tico adecuado a las nuevas necesidades sociales. A partir de aqu , el pensamientode Saint-Simon entra en una nueva v a que le lleva, por decirlo as , de una posici nliberal a una concepci n socialista de la sociedad.

    a) En La industria (1816-1818), publicaci n colectiva en la cual colaboraron August nThierry y varios publicistas y economistas liberales, Saint-Simon saca conclusiones que,

    en cierta medida, pueden ser toleradas por el liberalismo. A pesar de algunas f rmulasinquietantes, parece contentarse con reivindicar para la industria una mayor libertad,limitndose por el momento a atacar el sistema pol tico de la monarqu a electiva. Dehecho, muchos lectores comenzaron a inquietarse a causa de algunas de susformulaciones y se precipitaron a desautorizarlo. Los ricos suscriptores, gobernadoresdel Banco de Francia e industriales, cuyo apoyo financiero hab a obtenido para lapublicaci n de La industria , se dirigieron inmediatamente al Ministerio de la Polic a paradesautorizar formalmente las tesis empleadas en esta obra (octubre de 1817). Esteabandono precipit a Saint-Simon en la miseria, pero le permiti tambi n dar una nuevasignificaci n a sus tesis fundamentales: afirma entonces la necesidad de abandonar elliberalismo y de adherirse a lo que l denomina el industrialismo.

    b) Se abren entonces nuevas investigaciones que conducen a Saint-Simon a laprofundizaci n de su teor a de las sociedades industriales y, en el campo pol tico, aproponer una concepci n socialista de la sociedad; tal es el objeto de las tres grandes

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    obras de este per odo: El organizador (1819-1820), Del sistema industrial (1820-1822) yCatecismo de los industriales (1823-1824). Los ataques relativamente moderados contrala Restauraci n que aparec an en las obras anteriores son remplazados en El organizador por una diatriba virulenta que provoca su inculpaci n; las indicacionesprudentes sobre la libertad de los industriales son sustituidas por una concepci npol tica de su organizaci n. Tal como lo sugiere el t tulo de esta obra, Saint-Simon vaentonces de una teor a defensiva a una concepci n organizadora, y formula por primeravez su teor a de la asociaci n industrial, que hoy podr amos denominar teor a de laplanificaci n econ mica y social. Esta nueva concepci n, que propone al mismo tiempouna reinterpretaci n de los conceptos sociol gicos, aparece con mayor precisi n en lasdos obras siguientes, donde Saint-Simon aborda progresivamente las significacionesprcticas de sus concepciones y busca los medios concretos para llevarlas a cabo. Talcomo lo indica su t tulo, en el Catecismo de los industriales Saint-Simon se proponeformular un verdadero manifiesto dirigido a todos los productores, cuyo contenidofacilitar a a cada uno una clara visi n de las futuras transformaciones sociales. En estasltimas p ginas, los problemas pr cticos de la acci n pol tica parecen adquirir m simportancia que las preocupaciones doctrinales.

    Es en esta orientaci n donde hay que situar la ltima obra, el Nuevo cristianismo (1825),que Saint-Simon escribe durante su ltima enfermedad, y que merece un estudioparticular. Despu s de su muerte, esta obra tuvo una difusi n excepcional y sirvi de

    justificaci n a la fundaci n de una religi n sansimoniana. En efecto, la inspiraci nsocialista recibe en ella una interpretaci n que, despu s de las obras anteriores, puede

    parecer inesperada: Saint-Simon declara necesaria la constituci n de una nuevareligin, el nuevo cristianismo, a fin de instaurar esta asociaci n universal cuyo objetoser mejorar lo m s rpida y completamente posible la existencia moral y f sica de laclase m s numerosa. Este recurso a una religi n ha parecido, desde luego,sorprendente; sin embargo, tal como trataremos de demostrarlo, resulta coherente conlas concepciones sociales de las obras precedentes.

    En resumen, y sin tener en cuenta m ltiples escritos secundarios, proponemos lasiguiente periodizaci n:

    I.Fase te rica , en la cual predominan los problemas de filosof a de las ciencias,1802-1815.

    II.Fase industrialista , en la cual predominan los problemas de la sociedadindustrial.

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    a) per odo liberal , 1816-1818.b)per odo socialista , 1819-1825.

    No pretendemos, en los pr ximos cap tulos, seguir un orden rigurosamente cronol gico;ste aparecer , sin embargo, al estudiar los problemas de la teor a sociol gica antes delos an lisis concretos de Saint-Simon y sus indicaciones sobre las sociedadesindustriales.

    CAPTULO 1

    LA CREACIN DE LA EPISTEMOLOGA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

    La obra de Saint-Simon nos aporta elementos de respuesta a las cuestiones siguientes:cmo se han constituido las ciencias sociales; c mo y por qu se ha elaborado, en unafecha concreta de la historia intelectual, un nuevo m todo que permite una reflexi nconsciente sobre el funcionamiento de las sociedades. Estas preguntas plantean dosproblemas estrechamente relacionados, el de la elaboraci n de los m todos y el de ladefinici n de los objetos de la ciencia. Estos dos problemas no pueden ser disociadoscompletamente; no obstante, en el pensamiento de Saint-Simon la reflexi n sobre losmtodos precede a la cuesti n del objeto social, que s lo ser definido de formadefinitiva en los escritos del ltimo per odo. En los primeros escritos, las investigacionesde Saint-Simon en el campo de las ciencias f sicas, de la biolog a y de la historia fijanpoco a poco las reglas que m s tarde ser n denominadas reglas del m todosociol gico. Saint-Simon no lleg a componer un manual metodol gico; estaba sin dudademasiado preocupado por la edificaci n del saber para detenerse a fijar sus reglas.Posteriormente, Augusto Comte se dar cuenta de esta laguna y se propondr ,precisamente, definir las reglas del conocimiento positivo. En Saint-Simon, las reglasson constantemente aplicadas en la pr ctica intelectual; no por ello son menosconstantes y coherentes.

    Saint-Simon logra definir las formas propias al conocimiento de lo social a trav s de una

    reflexin sobre las ciencias que han alcanzado ya el estatuto cient fico. Tal como locomprendi claramente Auguste Comte, la epistemolog a de las ciencias sociales hab ade ser definida por una serie de confrontaciones con las ciencias de la Naturaleza. Peroen Saint-Simon esta confrontaci n es llevada a cabo en el seno de una historiaintelectual viva, y a trav s de una serie de adhesiones, de contradicciones y, finalmente,de impugnaciones. Saint-Simon afirma desde el principio la posibilidad de unconocimiento cient fico o, seg n su expresi n, de un conocimiento positivo de la

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    sociedad. En un primer intento, espera encontrar en las ciencias f sicas, y m sconcretamente en la f sica newtoniana, los modelos te ricos necesarios; m s tarde,comprendiendo la insuficiencia de esta tentativa, buscar en la biolog a, o, seg n elvocabulario de la poca, en la fisiolog a, los modelos que la f sica no puedeproporcionarle. Pero, sin negar esta aportaci n de la fisiolog a, solamente despu s deuna amplia reflexi n sobre el m todo hist rico y sobre la econom a pol tica aparecer prcticamente constituida la estructura intelectual propia al conocimiento social. De estemodo, los m todos de las ciencias sociales quedar n constituidos por una serie demateriales tomados de estas cuatro ciencias y gracias a una clara comprensi n de susdiferencias.

    En el punto de partida de esta elaboraci n realizada en lo esencial entre 1802 y 1813-hay un proyecto, una ambici n: estudiar cient ficamente las relaciones sociales. Laintenci n de crear la ciencia de las relaciones es anterior a la realizaci n de estaempresa. Puede sospecharse, sin duda, que esta intenci n, en la cual la voluntadparece preceder la designaci n del objeto, encierra una paradoja, o incluso un c rculovicioso, puesto que la intenci n s lo es posible si el objetivo es ya conocido, al menos alnivel de la intuici n. Esta dificultad no puede ser negada, efectivamente, pero no esexclusiva de las ciencias sociales: toda voluntad de investigaci n supone una hip tesisrelativa al objeto y una intuici n de los resultados. El progreso de la investigaci ninfirmar o confirmar constantemente las primeras intenciones. Para Saint-Simon, laexistencia de esta voluntad previa se expresa claramente desde su primer escrito de1802, las Cartas de un habitante de Ginebra .

    A pesar de que este corto texto se limita a proponer una reforma social la designaci n,por un voto europeo, de una lite de sabios y artistas-, Saint-Simon se extiende enconsideraciones generales acerca de las ciencias y pretende que su proyecto puede ser

    justificado por consideraciones de orden cient fico. Dirigindose familiarmente al lector,escribe entre otras cosas: Es al considerar nuestras relaciones sociales en tanto quefen menos fisiol gicos como he concebido el proyecto que ahora presento. Comocomentario a esta indicaci n, propone entonces dos tareas: en primer lugar, liberar lafisiolog a de las ilusiones y de los errores que siguen obstaculizando su desarrollo o, enotros t rminos, llevarla del estadio conjetural al estadio positivo, en segundo lugar,introducir los fen menos sociales, las relaciones sociales, en el campo de esta cienciarenovada. Los escritos ulteriores insistir n en este proyecto con mayor amplitud,desembocando en la Memoria sobre la ciencia del hombre , que pretende realizar estaintenci n primera y pensar cient ficamente el hombre individual y la evoluci n social.

    Es necesario precisar la naturaleza de esta intenci n que atraviesa toda la obra de

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    monarqu a absoluta, le parecer n y as lo escribir - simplemente extravagantes. Perose dar cuenta tambi n, despu s de la ca da de Napole n, de que ning n sistemasocial coherente tiende a remplazar el antiguo edificio: la Restauraci n no es m s queun rgimen incoherente, inestable y transitorio. Esta situaci n es descrita en t rminosvigorosos en La industria : En 1793 la naci n francesa entr en un estado dedesorganizaci n que, a mi juicio, no ha cesado todav a. La voluntad de construir laciencia responde al desaf o lanzado al esp ritu por la descomposici n de la sociedad.

    Debemos se alar que esta intenci n no constituye en modo alguno una respuestaangustiosa. Saint-Simon confirma el derrumbamiento de un sistema, erige la crisis socialen crisis de civilizaci n, pero acepta con exaltaci n esta obra de destrucci n. En elmomento en que De Bonald sue a un retorno a los or genes, en el momento en que losliberales se esfuerzan en conservar las conquistas de la revoluci n, Saint-Simon esperadel presente que prosiga su obra de descomposici n para, as preparar mejor eladvenimiento de la sociedad futura. La Humanidad no puede soportar vivir entre ruinas;la voluntad de construir la ciencia nace de esta aspiraci n fundamental a evitar laincoherencia. Y es la confianza en las potencialidades hist ricas lo que justifica elprop sito de llevar m s adelante la reflexi n. La ciencia no puede ser construidabas ndose nicamente en la consideraci n del pasado; exige tambi n una adhesi n alcambio y, con mayor generalidad, una actitud enteramente volcada hacia el futuro. Nomiris el pasado, es el futuro el que debe atraer vuestras miradas, dice Saint-Simon alos industriales; pero este consejo es particularmente v lido para el pensador social. Entanto que artesano del futuro, le ser imposible comprender el sentido del presente y las

    lneas de la evoluci n sin una adhesi n previa al dinamismo social, si ante todo no fijasu mirada en la b squeda de soluciones para el futuro. Vemos, pues, como seconstituye en Saint-Simon un conjunto de actitudes, t picas de los pensadoresevolucionistas del siglo XIX y de Marx. M s exactamente, Marx adoptar esta mismalnea de pensamiento que asocia a la conciencia de la crisis social la confianzadepositada en la ciencia para su resoluci n. La ciencia social no es solamente un saberque viene a a adirse a la sucesi n de las ciencias precedentes; es este saber decisivollamado a suministrar a los actores sociales los medios para la construcci n de sufuturo. Cabr esperar de su desarrollo el nacimiento de una pr ctica y de un ordensocial conforme con la teor a.

    Esta intenci n directriz, por otra parte, debe ser comprendida a trav s de todas lasnegaciones que supone. La necesidad de constituir la ciencia de las relaciones socialessignifica que sta no existe a n y que las disciplinas que pretend an responder a estosproblemas no eran m s que falso saber o, en otros t rminos, s lo eran conjeturales.Hacer m s profunda esta ruptura, subrayar que la formaci n de la ciencia positiva exige

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    la eliminaci n de todos los vestigios del pasado que pueda comportar, constituye una delas preocupaciones de Saint-Simon. As como la f sica se form a partir del momento enque dej de contar con las creencias religiosas, la ciencia social nacer cuando se hayaalejado definitivamente de las religiones y de la filosof a. stos son, en efecto, los dostipos de conocimiento que Saint-Simon incluye en la falsa ciencia.

    La no aceptaci n de las creencias religiosas constituye uno de los leitmotive de Saint-Simon, pero su posici n a este respecto es muy particular. De hecho, no juzganecesario abrir una discusi n sobre el contenido de las religiones: este problemaconduce siempre a un debate ya caduco que no debe entrar en el campo de laspreocupaciones cient ficas. Saint-Simon recordar , en sus interpretaciones hist ricas,que la sustituci n de las creencias teol gicas por el conocimiento cient fico empez conel Renacimiento y ha seguido, despu s, incesantemente. Es, pues, in til, entrar denuevo en estas discusiones, cuya vacuidad aparece claramente a todo esp rituinformado. La nica objeci n hecha por Saint-Simon se refiere, no al contenido de lateolog a, sino a su m todo, y resulta suficiente para condenar toda creencia religiosa; lairremediable debilidad de la teolog a reside en el hecho de que no se conforma a laregla universal de las ciencias, la regla de la observaci n. La indicaci n de estadebilidad esencial permite no entrar en el terreno de las conclusiones de una teolog a, ybasta para dejar de lado su contenido. Por esta raz n, Saint-Simon no se sentir obligado a defender el ate smo: poco importa, en efecto, discutir acerca de la legitimidadde los fundamentos de las religiones, lo nico que importa es la constituci n, en elcampo de lo conocido, de un m todo riguroso de observaci n. Por tanto, resultar

    posible mantener una actitud deista o, seg n la interpretaci n propuesta por losdisc pulos de Saint-Simon, un cierto pante smo m s bien superficial, puesto que en esteterreno ninguna observaci n positiva puede llevarse a cabo. Veremos, en el examen delas normas morales, que Saint-Simon no pondr en duda el valor universal de lapredicaci n evang lica: una vez rechazados en su conjunto los falaces m todos de lateolog a, sigue siendo posible conservar un principio, el amor al pr jimo, siempre ycuando se demuestre que este principio es compatible con las nuevas exigenciassociales. Y es que, en efecto, la principal preocupaci n de Saint-Simon apunta siemprea la significaci n social del saber: lo que le importa, esencialmente, es poner de relievelas consecuencias sociales de las creencias religiosas y demostrar que la religi n era unfen meno propio de un sistema social ya caduco. Veremos, en el an lisis del sistemafeudal, que la adhesi n al saber conjetural implica la sumisi n a las ense anzasrecibidas y excluye la libertad de examen. La religi n se ve a obligada a recurrir a reglasde obediencia: incapaz de elevarse hasta el nivel de la demostraci n, s lo le quedaba laposibilidad de oponerse a los intentos de discusi n y de examen; exig a de los fieles unaobediencia pasiva. Por ello, su ense anza estaba en manos de un cuerpo

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    especializado, de un clero que deb a imponer su saber, recurrir frente a los infieles a unpoder de coacci n, y erigirse en autoridad indiscutida. Tal como lo mostrar n de nuevolos an lisis hist ricos, el clero religioso se caracteriz por el ejercicio de un poderautoritario sobre los esp ritus y, en consecuencia, por su resistencia ante todos losintentos que pretend an crear y desarrollar un saber cient fico basado en la cr tica y enel libre examen.

    El abandono de la religi n no s lo es, pues, rigurosamente necesario a la intenci ncient fica, sino que sta se ha constituido a trav s de un movimiento de contradicci nfrente a las religiones. La creaci n de la ciencia del hombre busca este alzamiento de lainteligencia que, desde la poca del Renacimiento, ha permitido la constituci n delconocimiento positivo: en su tarea de perfeccionamiento del conocimiento cient fico,repite necesariamente este movimiento de liberaci n que cada ciencia ha tenido quellevar a cabo. Y del mismo modo que las ciencias se han formado al margen de lareligin, y no en su seno, la ciencia del hombre no debe volver a discutir los dogmasreligiosos, sino que ha de apartarse de ellos radicalmente. Saint-Simon recuerda a esterespecto una observaci n de Cicer n, afirmando que en las postrimer as del Imperioromano los augurios no pod an ser tenidos en cuenta en serio; lo mismo ocurre con lareligin en el momento del nacimiento de las ciencias del hombre: no se presta a unadiscusi n acerca de su contenido, sino que es, para los esp ritus que est n en posesi nde m todos intelectuales positivos, un motivo de burla.

    La no aceptaci n de lo que Saint-Simon denomina la filosof a o la metaf sica responde a

    parecidas motivaciones, pero los argumentos que utiliza no son tan claros como en elcaso de las religiones. En efecto, Saint-Simon subraya la necesidad de alejarsetotalmente de la metaf sica, doctrina bastarda e incomprensible, y propone un nuevosistema filos fico; podr amos preguntarnos si el resultado de su tentativa no se limita ala formaci n de una nueva filosof a sujeta a los mismos principios que la de susantecesoras. No es sta, sin embargo, la intenci n de Saint-Simon, que advierte unaruptura absoluta entre las filosof as del siglo XVIII y las ciencias del hombre.

    Una vez m s, esta doctrina debe ser comprendida desde el punto de vista de susconsecuencias sociales y seg n las funciones que desempe en el momento de suaparici n y de su desarrollo. La definici n de la filosof a adquirir una mayor precisi ncon el examen de su significaci n hist rica. Saint-Simon designa bajo el t rmino defilosof a a las doctrinas que se desarrollaron sobre todo antes de la Revoluci n de 1789y que pretend an esencialmente criticar el sistema existente, denunciar las religiones ydestruir los antiguos sistemas intelectuales; toma como ejemplo, sobre todo, a Voltaire ya J. J. Rousseau, as como a los literatos del siglo XVIII. Este movimiento filos fico

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    tuvo una funci n de demolici n del antiguo sistema, una funci n de cr tica, y se sit ahist ricamente en la fase de desorganizaci n del sistema feudal. En este sentido, laruptura entre la filosof a y la ciencia social ser radical, puesto que la filosof a fueincapaz de participar en la edificaci n del nuevo sistema social; la funci n que cumplees s lo negativa, mientras que la ciencia del hombre pretende ser positiva, es decir,prctica: su vocaci n es participar de forma decisiva en la organizaci n de la sociedadfutura.

    El sentido de esta ruptura entre la filosof a y la ciencia social aparecer claramentegracias a la comparaci n realizada por Saint-Simon entre los metaf sicos y aqu llos quel denomina los legistas. Aplica este t rmino a los hombres de ley, a los magistrados,a los abogados, as como a los te ricos del Derecho y a los jurisconsultos. Elparalelismo entre los metaf sicos y estos juristas debe ser realizado en el plano de lasfunciones sociales puesto que los legistas, al igual que los fil sofos, se dedicaron alimitar y despu s a destruir los poderes del feudalismo-, pero tambi n en el plano de losmtodos intelectuales. Los principios sobre los cuales se basan los razonamientos delos legistas el derecho, la ley natural- son tan poco rigurosos y tan abstractos comolos principios de la filosof a. Saint-Simon, entonces, establece, en una misma denuncia,el paralelismo entre los fil sofos, los legistas y los revolucionarios jacobinos que nosupieron recurrir m s que a conceptos sin contenido alguno, tales como el Derecho y laigualdad, a partir de los cuales ning n saber positivo puede constituirse. La rupturaentre estas doctrinas abstractas y la ciencia positiva es decisiva, puesto que no se tratasolamente de remplazar nociones confusas por conceptos justos, sino de proponer

    objetos a la reflexi n all donde la filosof a no propon a ninguno. Una de lassignificaciones del t rmino positividad residir en su posible aplicaci n a unconocimiento referido a un objeto real, como por ejemplo las relaciones sociales, losintereses de clase y la organizaci n social. En este sentido, la cr tica formulada porSaint-Simon contra la abogac a es ilustrativa; los jueces y los abogados, formados porlos estudios jur dicos, son incapaces de abordar los problemas concretos, el contenidode los litigios: s lo saben discutir cuestiones formales. La ciencia, en cambio, secaracterizar por su exclusiva aplicaci n a hechos reales y por su capacidad dedeterminaci n del objeto que se propone estudiar. Coincidir as con el sentido com n, yser n las personas pr cticas, los productores, los industriales, quienes mejor podr ncomprenderla: responde a su sed de concreto, y a su conocimiento intuitivo de lo querealmente existe.

    Ms all de estas indicaciones negativas, Saint-Simon observa que son las ciencias yaconstituidas, y ante todo las ciencias de la Naturaleza, las que van a suministrar a laciencia social sus primeros modelos te ricos. Para llevar a cabo su proyecto

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    fundamental, la introducci n en el campo de la ciencia de los fen menos del ordendenominado moral, Saint-Simon se apoya en primer lugar en la f sica y en la biolog a.De forma provisional, esperar que la f sica de los cuerpos brutos, y despu s la fsicade los cuerpos organizados, le suministren los m todos aplicables a la ciencia de lassociedades. Pero esta espera s lo ser provisional: su pensamiento progresa poradhesiones y abandonos sucesivos, aun conservando siempre los principios generalesque justificaban sus opciones.

    I. El fisicismo

    Los escritos de Saint-Simon posteriores a 1816 no reflejar n ya su entusiasmo inicial porlas ciencias f sicas; sus conclusiones subrayar n la especificidad de los fen menoshumanos frente a los fen menos f sicos. A pesar de todo, este primer per odo no puedeser olvidado, ya que suministra a Saint-Simon una justificaci n general de los m todoscient ficos y de las reglas de la observaci n.

    En su Introducci n a los trabajos cient ficos del siglo XIX , Saint-Simon relaciona launificaci n de los conocimientos cient ficos que se hallaban dispersos con losdescubrimientos newtonianos. Subraya que la importancia decisiva de estosdescubrimientos reside en que pusieron de manifiesto un hecho general a partir delcual era posible definir una nueva unidad sistem tica de los fen menos f sicos yastron micos. La idea de la gravitaci n suministra una idea simple capaz de servir de

    base a un nuevo sistema cient fico. Pero Saint-Simon reprocha a Newton, precisamente,el no haber sabido comprender todas las consecuencias de su propia teor a y el haberlimitado su alcance: le reprocha haber admitido la hip tesis del vac o en el campo de lamec nica celeste, pero sobre todo el haber mantenido una separaci n absoluta entrelos fen menos f sicos y los fen menos humanos. Despu s de demostrar el car cterunitario de los fen menos f sicos, Newton recul ante las consecuencias cient ficas desus teor as y proclam su respeto por la tradici n religiosa y la palabra b blica,proclamando as que los fen menos humanos no entraban en el campo delconocimiento cient fico. Newton... no supo ni generalizar ni coordinar suspensamientos: ignor completamente su valor filos fico... No tuvo conciencia alguna dela importancia de su descubrimiento; no comprendi que todo tipo de fen menos eranefectos de esta causa. Uno de los aspectos de esta revoluci n cient fica de losprimeros a os del siglo XIX es precisamente la negaci n de esta separaci n entre lonatural y lo humano y su sustituci n por una consideraci n unitaria de la totalidad de losfen menos reales, los fen menos denominados morales, al igual que los denominadosfsicos. Saint-Simon propone entonces designar con el t rmino de fisicismo esta

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    concepci n unitaria del mundo que pretende integrar en un mismo sistema del mundola fsica de los cuerpos brutos y la f sica de los cuerpos organizados. En este sistemaglobal, los fen menos humanos se situar an en la serie de los fen menos de losfluidos.

    Saint-Simon no llev a cabo esta tentativa, ni se preocup por buscar las relacionesentre estas diversas clases de fen menos. Esta ser una de las consecuencias de susnuevas preocupaciones despu s de 1816: abandonar estos problemas en beneficioexclusivo de las observaciones sociales. Pero este recurso provisional a las cienciasfsicas sirvi precisamente de modelo y de justificaci n a las tentativas iniciales por darun estatuto cient fico al conocimiento de los hechos sociales.

    La imagen de la ciencia newtoniana, incluso invocada de forma superficial, sirve de justificaci n a la categ rica no aceptaci n de los discursos religiosos o morales sobrelos fen menos humanos. Desempe a, de alg n modo, el papel de t cnica de rupturapara juzgar y condenar, en nombre de la ciencia, estas tentativas falaces. Saint-Simonpodr exigir ahora que los conocimientos sociales se conformen a las normas generalesdel conocimiento cient fico y, ante todo, que adopten la observaci n como nica regla derazonamiento. En efecto, la f sica newtoniana pon a de manifiesto y sta era una desus lecciones esenciales- la posibilidad de una investigaci n cient fica basadanicamente en una serie de hechos observados y que s lo busque sus pruebas ennuevas observaciones. Introducir los fen menos humanos en el campo de la ciencia es,precisamente, convertir el conocimiento de estos fen menos en una ciencia de la

    observaci n.

    La hip tesis de esta unidad de los fen menos tiene, pues, como consecuencia una justificaci n de esta nueva ciencia. Puesto que los fen menos humanos son fen menosnaturales, puesto que nuestro peque o mundo no es m s que una parte del granmundo, es necesario llevar a cabo la observaci n de este universo abandonado, hastaahora, a las religiones y a la arbitrariedad de los gobernantes. M s all de este principiogeneral, que adoptar n bajo formas diferentes Marx, Spencer o Durkheim, Saint-Simonobtendr dos conclusiones pr cticas. En primer lugar, deducir de la regla de laobservaci n la necesidad de designar objetos concretos y definidos con precisi n. Alestudiar los sistemas sociales, Saint-Simon insistir en la necesidad de convertir estosfen menos hist ricos en objetos de un conocimiento, objetos claramente definidos queser n ofrecidos a la observaci n como datos, hechos. Cuando Durkheim defina elhecho social, reanudar esta tradici n positivista que Saint-Simon hab a inaugurado alescribir, por ejemplo, que una organizaci n social no es una creaci n del esp ritu, sinoun hecho que el observador debe limitarse a analizar y explicar. Por otra parte, el

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    modelo de la ciencia f sica obliga a Saint-Simon a postular que los fen menos sociales,al igual que los naturales, obedecen a necesidades inmanentes; que obedecen, comocualquier fen meno, al principio del Determinismo. Saint-Simon es perfectamenteconsciente de los l mites de este postulado: sus indicaciones no le permiten demostrareste principio y debe presentarlo entonces como una hip tesis general. En las Cartas de un habitante de Ginebra , induce al lector a la comprensi n de esta hip tesis a trav sde un juego de suposiciones: si se admite que un esp ritu puede llegar al conocimientoexhaustivo de las disposiciones de la materia, podemos creer l gicamente que esteesp ritu ser capaz de prever todos los cambios sucesivos que puedan producirse en eluniverso, todos los movimientos que obedecen necesariamente a las leyes de lamec nica. Y a ade que esta hip tesis formulada por las ciencias de la Naturaleza, debeser aplicada a los fen menos humanos: constituye precisamente una norma intelectualeminentemente favorable al descubrimiento de la unidad existente entre los fen menosfsicos y los sociales: Esta suposici n colocar vuestra inteligencia en una posici n enla que todos los fen menos se le presentar n bajo la misma apariencia. En las obrasposteriores, Saint-Simon invocar este principio para aplicarlo a la evoluci n hist rica:sin negar la posibilidad, por parte del individuo, de modificar el detalle de losacontecimientos, Saint-Simon afirmar que las grandes l neas de la evoluci n socialobedecen a necesidades propias. El objeto de la ciencia social consistir a precisamenteen poner de manifiesto estas evoluciones necesarias, permiti ndole as la armonizaci nde la acci n pol tica y de la necesidad.

    II. La fisiolog a social

    Estas indicaciones preliminares sobre el fisicismo y sobre la unidad de los fen menosobservables no deben ser tomadas al pie de la letra; por otra parte, no expresan, nimucho menos, todo el pensamiento de Saint-Simon. Designan nicamente algunasreglas muy generales, cuya aplicaci n requerir una revisi n y una reinterpretaci ncontinuas. Interpretadas literalmente, podr an sugerir un positivismo elemental muyalejado, seg n veremos m s adelante, de las conclusiones sociol gicas de Saint-Simon.Ya en sus primeras obras, hab a observado que la ciencia f sica no pod a ofrecermodelos adecuados a un conocimiento positivo de la evoluci n de las sociedades, y queuna rigurosa fidelidad a los principios de esta ciencia pod a conducir tambi n a la

    justificaci n de una filosof a conservadora. La comprensi n de los fen menos de laorganizaci n social exigir , pues, recurrir a los modelos de las ciencias de la vida; as ,en la Memorias sobre la ciencia del hombre , Saint-Simon buscar en la fisiolog a losmodelos te ricos necesarios a la edificaci n de las ciencias del hombre. Se alaentonces que los trabajos realizados en el campo de la anatom a comparada puedensuministrar las bases positivas de la ciencia del hombre.

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    Este t rmino de fisiolog a debe ser interpretado en el m s amplio de sus sentidos. En laMemorias sobre la ciencia del hombre , Saint-Simon propone reunir en un mismo corpus cient fico todos los conocimientos relativos a los cuerpos organizados, tanto si se tratade organismos como de organizaciones sociales. Anuncia su intenci n de compara y desintetizar los trabajos de cuatro autores: Vicq-dAzyr, Cabanis, Bichat y Condorcet. DeVicq-dAzyr toma en consideraci n las investigaciones de anatom a comparada a fin demostrar que estos m todos pueden ser aplicados a las comparaciones entresociedades; de Cabanis y Bichat toma las teor as sobre los fen menos vitales y destacasu contribuci n a la constituci n de una psicolog a fisiol gica ; hace suya, en fin, lahiptesis de Condorcet sobre los progresos del esp ritu humano. Por otra parte, en susan lisis, Saint-Simon recurrir a Locke y a Condillac, adoptando la teor a sensualista yla teor a del conocimiento formulada por ellos. As , la ciencia del hombre incluir aconocimientos relativos, simult neamente, al organismo humano, a la psicolog aindividual y a la historia de la especie humana. Esta Memoria debe componerse, pues,de dos partes, la primera relativa al individuo-hombre y la segunda a la especiehumana.

    Este acercamiento entre Vicq-dAzyr y Condorcet, entre la anatom a comparada y lafilosof a de la Historia, pone claramente de manifiesto la actitud adoptada por Saint-Simon frente a los m todos de la biolog a. Tambi n en este caso, recurre a conceptos ymodelos te ricos de las ciencias de la vida, pero no limita su material conceptual a estasfuentes: su prop sito de estudiar positivamente las organizaciones sociales le induce a

    desbordar continuamente los modelos provisionalmente invocados. Sin embargo, elrecurso de los esquemas biol gicos, le permite concretar su concepci n del ser social yreunir argumentos para una concepci n evolucionista de la Historia.

    La aplicaci n de la fisiolog a al estudio de los hechos humanos pone de manifiesto queuna sociedad constituye un verdadero ser: forma un verdadero cuerpo social, cadauna de cuyas partes contribuye a la vida com n. La sociedad no es en absoluto unasimple aglomeraci n de seres vivos, cuyas acciones, independientes de todo objetivofinal, tienen como nica causa la arbitrariedad de las voluntades individuales, sino quees una verdadera m quina organizada cuyas partes e individuos desempe anfunciones distintas. A lo largo de toda su obra, en efecto, Saint-Simon contemplar lasociedad como un conjunto, o seg n su expresi n ms utilizada, como un sistema en elcual cada elemento est integrado y desempe a funciones relativas. Ser necesarioinvestigar si los diferentes elementos de una sociedad est n arm nicamenteorganizados, y cuales son las consecuencias que se derivan de su eventual ajuste.

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    Los conceptos de rgano y funci n desempe an en esta problem tica un papelesencial. El esquema biol gico indica, en este terreno, que cada elemento social, y enparticular cada instituci n, debe ser contemplado como un rgano que desempe afunciones distintas y relativamente constantes. Ser necesario, por ejemplo, descubrirqu funciones desempe a una clase social y a qu necesidad colectiva responde.Qu funcin desempe a el clero en la sociedad de la Restauraci n y qu funcionesdesempe aba antes? Se admitir , al introducir de este modo el principio delfuncionalismo, que toda instituci n responde a una funci n y que, por regla general,cada sociedad se ha dado las instituciones que correspond an a sus posibilidades y asus necesidades: puede admitirse entonces que el curso natural de las cosas ha dadoorigen a las instituciones necesarias a cada edad del cuerpo social. A partir de estemomento hay que introducir la regla del relativismo en la observaci n de lasinstituciones: las diferentes sociedades adoptar n reglas higi nicas muy diversasrespondiendo a necesidades y a contextos distintos. Pr cticamente, resultar imposibleintentar descubrir cu l ser la mejor instituci n imaginable; habr que investigar,nicamente, cu l ser la que se adaptar mejor a las disposiciones particulares de unasociedad.

    Los modelos te ricos inspirados en las ciencias de la vida no admiten, en efecto, laadopci n de una representaci n est tica de la sociedad. Saint-Simon se burla de losque l mismo denomina los fil sofos circulares, que no pueden concebir una ley dedesarrollo de las sociedades y que afirman que toda evoluci n es un constante retorno aformas ya realizadas. El desarrollo de los organismo, por el contrario, ayuda a replantear

    la evoluci n de una sociedad en t rminos de constituci n, de formaci n, de agotamientoy de desorganizaci n. Saint-Simon se preguntar en varias ocasiones si se posiblecomparar la ontog nesis individual con la filog nesis social, si es posible asimilar lasformas del crecimiento, del desarrollo y de la madurez, a las etapas que marcan lahistoria de la especie. En este sentido, el acceso de la Humanidad a la era industrial, ladestrucci n de las relaciones de autoridad propias del r gimen feudal, corresponder anal paso de la infancia a la madurez. Estas comparaciones ilustran al mismo tiempo eluso de los m todos comparativos tal como Vicq-dAzyr los hab a formulado en el campode la anatom a. Si es cierto que las sociedades atraviesan diferentes etapas dedesarrollo, ser posible establecer una escala de esta evoluci n, descubrir a qu nivelse sit a una sociedad en relaci n con otras sociedades o consigo misma. Veremoscomo, a pesar de que en sus escritos posteriores a 1816 Saint-Simon abandonar lacreencia en la posibilidad de trazar un esquema de desarrollo de este tipo, seguir manteniendo el principio general de la evoluci n y conservar la costumbre de compararentre s los diversos tipos de sociedades.

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    Es tambi n en las ciencias de la vida donde Saint-Simon busca las bases te ricas deuna terap utica social. Del mismo modo que la fisiolog a permite establecer la distinci nentre las formas monstruosas y las formas normales, entre lo patol gico y la salud, laciencia del hombre deber a llegar a la distinci n entre lo anormal y lo normal en la vidasocial. La ciencia de la vida justifica as su preocupaci n fundamental: conferir uncar cter pr ctico a la ciencia que pretende constituir. Se trata, m s exactamente, dehacer conscientes determinadas pr cticas espont neas, ya que si el observador socialha de actuar como un m dico frente a un organismo, toda instituci n ha desempe ado,en cierta medida, este papel en la sociedad. En un per odo hist ricamente estable, cadainstituci n ten a como fin participar en la vida del cuerpo social y, eventualmente,restablecer su funcionamiento. Cada instituci n realizaba, por as decir, una regla dehigiene con vistas a al conservaci n y al aumento de la salud social. Uno de losobjetivos de la ciencia del hombre ser precisamente el estudio y la descripci n deestas reglas que la sociedad se da espont neamente a s misma. La tarea original de laciencia consistir en hacer consciente lo que era espont neo y, al mismo tiempo, enhacer posible una intervenci n racional y l cida. Saint-Simon da como ejemplo de estadistinci n entre lo normal y lo patol gico el estudio del parasitismo social: si es ciertoque el buen funcionamiento de un cuerpo social exige la participaci n de todos suselementos a la vida com n, la comparaci n del ocio con una enfermedad del organismoresulta v lida. El parasitismo perjudica la salud social, pero el grado de patolog a ser ms elevado a n si son los ociosos los que desempe an las funciones de direcci n: Laorganizaci n social que atribuye el primer grado de consideraci n a la ociosidad y a lostrabajos menos tiles para la sociedad es, pues, una organizaci n radical y

    esencialmente viciosa. Veremos, en los estudios concretos, que ste ser precisamenteel diagn stico sobre la sociedad de la Restauraci n.

    En esta misma l nea de pensamiento que recurre a los modelos biol gicos para plantearlos fen menos humanos, Saint-Simon re ne los elementos de lo que m s tardedenominar el evolucionismo sociol gico: intentar demostrar que la evoluci n social esefectivamente una realidad observable y que s lo debe ser explicada por causasinmanentes a las propias sociedades. Resultar esencial, en esta teor a, demostrarclaramente que la naturaleza social se crea a s misma, que se modifica de acuerdo consus propias creaciones, y que ninguna ley exterior le es impuesta. Saint-Simonconsidera que esta teor a, que orienta todo el m todo de observaci n, es un puntoesencial de la ciencia social, ya que permite abordar en t rminos de pr ctica lasconclusiones te ricas. Si la sociedad se transforma a trav s de sus propias obras, es yaposible estudiar sus modificaciones; asimismo, se hace necesario decidir cu les ser nlas empresas favorables a sus cambios.

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    Una vez m s, la imagen de la evoluci n individual arroja su luz sobre estos fen menos;Saint-Simon considera que son esenciales aqu las conclusiones de la fisiolog asensualista, las teor as de Locke y de Condillac sobre la formaci n del conocimiento.Seg n Saint-Simon la importancia de estas teor as no reside tanto en su parte cr ticacomo en sus secuencias positivas. Al demostrar que todo conocimiento provienenicamente de las sensaciones y de la experiencia, estos autores han destruido losobst culos que la doctrina de las ideas innatas pod a oponer a la observaci n positiva.Han demostrado al mismo tiempo que todas las formas del conocimiento se integrabanen los procesos de evoluci n, y que estos procesos pod an ser explicados. Lo que hab asido considerado como un dato inexplicable, como un a priori, se convierte enmomento de un proceso y, por tanto, en el objeto de una explicaci n. Pero Saint-Simoninsiste sobre todo en la nueva unidad de los seres vivos que estas teor as ponen demanifiesto: al destruir el dualismo cartesiano, el dogma de la separaci n entre el cuerpoy el esp ritu, han roto la separaci n entre la animalidad y la humanidad, induciendo as auna b squeda de la continuidad entre la vida org nica y la vida consciente, entre la vidaanimal y la vida social. El materialismo sensualista, a pesar de la limitaci n de susconclusiones, hace posible una nueva concepci n de la vida considerada en la unidad yla diversidad de sus manifestaciones. Saint-Simon va hasta atribuir a Locke la hip tesisde la continuidad entre las formas vegetales y las formas animales: seg n l, Lockehabr a hecho varias tentativas por ligar las primeras observaciones sobre los animalesa las ltimas observaciones realizadas en el campo de los vegetales.

    A partir de aqu , las investigaciones sobre la evoluci n del saber s lo suministran un

    argumento para una teor a mucho m s general de la evoluci n. Saint-Simon adopta lahiptesis de una evoluci n de la humanidad a partir de la animalidad y la aplica despu sa la evoluci n de aqu lla, suponiendo que sus primeras formas fueron creadas porgrados sucesivos a partir de la condici n animal. Los primeros hombres no habr antenido sobre las dem s especies animales m s que una ligera superioridad, debidanicamente a la complejidad de su organizaci n biolgica. Bas ndose en esta d bildiferencia, los hombres habr an conseguido acrecentar su dominio sobre las dem sespecies. Precediendo a Darwin, Saint-Simon formula la hip tesis de una lucha entrelas especies en el curso de la cual las diferencias, por d biles que fuesen, habr anaumentado el poder de los m s fuertes; los hombres habr an provocado de este modola regresi n de las dem s especies. En esta lucha, los primeros hombres habr animpedido el desarrollo de las facultades de los animales al obligarlos a huir o asometerse a su dominaci n. La Humanidad, pues, se habr a constituido a trav s delcombate contra las dem s especies y por la destrucci n de las posibilidades dedesarrollo de stas.

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    Por tanto, no es posible establecer una diferencia radical entre los estadios m sevolucionados de la animalidad y los primeros estadios de la evoluci n humana. Talcomo lo escribe Saint-Simon el hombre no estuvo primitivamente separado de losdem s animales por una l nea de demarcaci n. Sin embargo, la invenci n del lenguajehab a de introducir una discontinuidad definitiva y provocar al mismo tiempo la aparici nde nuevas formas de existencia: La l nea de demarcaci n entre la inteligencia humanay el instinto de los animales s lo qued claramente establecida despu s de la formaci ndel sistema de signos de convenci n hablados o escritos. Esta invenci n del lenguajehabr de ser considerada como una creaci n humana, creaci n que provoca lamodificaci n de sus propios autores, del mismo modo que los progresos ulterioresprovocar n la aparici n de nuevas formas de actividad. As , pues, la Historia humanadeber ser contemplada como una inmensa evoluci n continua, marcada porinvenciones decisivas que han venido a transformar las condiciones de existencia social.Desde esta perspectiva, la humanidad constituye una unidad influida por la evoluci n desus propias invenciones.

    En los escritos posteriores a 1816, Saint-Simon dejar de referirse, pr cticamente, aesta teor a de la evoluci n humana, dedic ndose al estudio exclusivo de las sociedadesmodernas; sin embargo, no por ello abandon las consecuencias metodol gicas de estateor a. Este evolucionismo le permite excluir toda observaci n que no tenga en cuenta laevoluci n del objeto considerado: interrogarse sobre una clase social o sobre unainstituci n significar necesariamente interrogarse sobre sus or genes, sobre sustransformaciones y sobre su eventual decadencia. As , por ejemplo, no podemos

    considerar una religi n como una instituci n eterna, ya que sta hip tesis no hace m sque poner de manifiesto una debilidad del esp ritu cient fico. La hip tesis evolucionistaobliga a interrogarse sobre las causas y condiciones de existencia, obliga a buscar lasrespuestas en la evoluci n en que toda realidad se inscribe.

    Por tanto, nada puede ser considerado natural: toda forma humana o social deber sertratada como una creaci n social y contemplada como tal. Saint-Simon aplicar estemtodo, en particular, a los hechos culturales: subraya con insistencia que una cultura,en sus formas m s simples, es una creaci n progresiva que cada individuo adquiere enel curso de un aprendizaje. El ejemplo de los ni os que han crecido al margen de lasociedad es considerado por Saint-Simon como un importante fen meno que ilustraclaramente este aspecto. En la Memoria sobre la ciencia del hombre , se refiereampliamente a la historia de El salvaje del Aveyr n a fin de demostrar que este ni o noten a ninguna de las ideas consideradas naturales y ning n rasgo de esta inteligenciaque se cre a propia del hombre; pero sobre todo subraya este ejemplo para recordarque todo desarrollo de la inteligencia est condicionado por un aprendizaje social y se

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    apoya en un conjunto de creaciones colectivas, la m s importante de las cuales fue lainvenci n de los signos de convenci n.

    En fin, este evolucionismo ofrece una nueva justificaci n a la impugnaci n de lametaf sica, al mostrar que las cuestiones que sta planteaba no pod an recibirrespuesta. Saint-Simon zanja r pidamente el tradicional debate entre el materialismo yel espiritualismo diciendo que se podr a acusar perfectamente el materialismo deidealismo, puesto que convierte la materia en una idea, y al espiritualismo dematerialismo, puesto que substantifica una abstracci n. Ocurre en realidad que la teor ade la evoluci n universal cierra estos falsos debates al mostrar que no es posibleinterrogarse leg timamente sobre un t rmino artificialmente aislado. Resultar a vano, porejemplo, comentar la idea de divinidad: la teor a de la evoluci n propone buscarnicamente de qu modo se ha constituido esta idea, qu funci n desempe a en laprctica social y a qu corresponde en la acci n individual. La ciencia acaba con estosdebates, reemplaz ndolos por cuestiones positivas Saint-Simon formula aqu larespuesta que Marx encontrar tambi n: ya no se trata de oponer el materialismo alidealismo, sino de comprender que estas dos filosof as correspond an a dos pr cticassociales complementarias.

    III. La filosof a de la Historia

    Al abordar el saber hist rico, Saint-Simon se aproxima m s al objeto que se ha fijado: lacomprensi n de los fen menos humanos. Y, en el desarrollo de su pensamiento, su

    reflexin sobre la Historia es tanto m s profunda cuanto mayor es su dedicaci n alestudio concreto del objeto social.

    En 1813, en su Memoria sobre la ciencia del hombre , considera que la ciencia socialdebe constituirse a partir de la organizaci n sistem tica de las dos cienciasfundamentales: la fisiolog a y la Historia. Respecto a las aportaciones de los dem sautores, se propone constituir un todo sistem tico con las ideas formuladas por Vicq-dAzyr, Bichat, Cabanis y Condorcet: los tres primeros aportaban esencialmente loselementos de un conocimiento del individuo; el ltimo propon a un primer modelo de laevoluci n de la especie humana. Es a este conocimiento profundo de la Historia y de suevoluci n que hay que exigir, en particular, una respuesta al futuro inminente de lasociedad. En la medida en que la fisiolog a social se pretende pr ctica, debe lograr unconocimiento de la evoluci n y de sus necesidades inmediatas.

    Pero no puede recurrirse a la Historia si realizar antes una cr tica de los trabajoshist ricos tradicionales. Saint-Simon rechaza el conjunto de los trabajos parciales, y

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    critica en particular los m todos de divisi n utilizados generalmente. Estas divisiones,dice, han sido obtenidas siempre a partir de los acontecimientos secundarios olocales: los historiadores s lo han tomado en consideraci n los acontecimientospol ticos, religiosos o militares, no se han situado en un punto de vista suficientementeelevado. Esencialmente, una verdadera ciencia de la Historia deber a tener comoobjeto el conocimiento de las civilizaciones: en vez de detenerse en los detalles, deber adarnos una idea m nimamente neta y justa de la marcha de la civilizaci n, o, en otrostrminos, describir el desarrollo del estado social. El objeto de este saber ser a,entonces, distinguir y describir los grandes tipos de civilizaci n, mostrar la din mica quecaracteriza a cada uno de estos estados: de este modo, permitir a abordar lasorientaciones de la sociedad presente.

    La obra de Condorcet ofrece, pues, un primer modelo de este nuevo saber y, a pesar delas reservas que formular , Saint-Simon ver siempre en ella el primer intento deelaborar una verdadera historia del hombre y de las sociedades. Ve a en el Esbozo de un cuadro hist rico de los progresos del esp ritu humano el primer intento de replantearel pasado en su totalidad y de situar en un proceso los diferentes tipos de sociedades.Por primera vez el historiador ya no se limitaba a describir hechos aislados, sino queintentaba integrarlos en pocas a fin de poner de manifiesto su relatividad. Yprecisamente porque juzga importante diferenciar claramente su propio m todo de unmodelo con el que corre el riesgo de confundirse, las cr ticas que Saint-Simon formular contra la tentativa de Condorcet ser n mucho m s rigurosas y profundas.

    De hecho, la primera cr tica de Saint-Simon a la obra de su predecesor es ya decisiva:le acusa de defender una tesis, el progreso hacia la igualdad, en vez de limitarse, entanto que estudio hist rico, a la descripci n y a la explicaci n. Toda la obra deCondorcet arrastrar esta deformaci n esencial debida a los prejuicios de un autoransioso por imponer sus creencias pol ticas a la descripci n; el resultado, m s que unahistoria, es una novela: No es en absoluto una historia lo que ha esbozado: es unanovela; no ha visto las cosas tal como son, sino tal como quer a que fuesen. Seguir enel camino iniciado por Condorcet significar , pues, reemplazar los prejuicios personalesdel escritor por una explicaci n de los hechos, inspir ndose as en las reglas generalesde las ciencias naturales. La obra de Condorcet constituye un ejemplo de esta faseintermedia entre lo conjetural y lo positivo, en la cual la preocupaci n por lo concretoempieza a remplazar las ilusiones de la poca conjetural, pero en la cual subsistentodav a formas de pensamiento caracter sticas del per odo precient fico. Constituye unejemplo de este per odo cr tico en el cual determinadas nociones abstractas -el esp ritu,la igualdad- impiden una verdadera observaci n de lo concreto.

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    A partir de aqu Saint-Simon pone en duda la validez de los principios esenciales deCondorcet: el esp ritu y el progreso. Se ala r pidamente que el autor del Esbozo cometi el grave error de no estudiar m s que las creaciones del esp ritu las obras de lacarrera especulativa, ignorando que el desarrollo no se debe nicamente a lasinvenciones te ricas, cient ficas o filos ficas. Esta cr tica, a pesar de su r pidaformulaci n, es fundamental, y ser confirmada en todos los escritos posteriores: lapreocupaci n principal del industrialismo consistir en demostrar que lastransformaciones de los sistemas industriales no se deben nicamente a losdescubrimientos intelectuales sino sobre todo a la presi n de los cambios en el campode la producci n. En particular, el advenimiento de la sociedad industrial no ser provocado nicamente por la extensi n del saber positivo sino tambi n por los avancesde la industria, es decir, tanto por el desarrollo de los medios t cnicos como por eldesarrollo de los medios intelectuales. As , pues, la noci n de progreso del esp ritudeber ser sustituida por el de desarrollo de la industria; habr que introducir el estudiopositivo de las facultades productivas y de las consecuencias de su extensi n all donde Condorcet no ve a m s que un progreso del pensamiento.

    Pero esta cr tica impugna la misma noci n de progreso. En efecto, el objetivo deCondorcet era demostrar la existencia de este progreso y probar que la sociedad en quel se insertaba era la m s avanzada en el camino de este perfeccionamiento. Saint-Simon hace en este sentido una observaci n que invalida este proyecto de Condorcet;se ala que la sociedad moderna no es en todos sus aspectos superior a las sociedadesantiguas. Es superior a ellas en el campo de las ciencias y de la t cnica, pero inferior en

    otros campos, especialmente en el de las artes. El ejemplo de Grecia y de la perfecci nde sus artes ilustra esta inferioridad y pone claramente de manifiesto la imposibilidad depostular un progreso general de todas las facultades humanas. Podemos imaginar, encambio, determinadas perfecciones alcanzadas por algunos pueblos y que ningunacivilizacin posterior ha sido capaz de poseer. Por otra parte, Saint-Simon no pretendeestablecer un cuadro definitivo de la evoluci n humana; a veces sugiere una cronolog acompuesta de cinco per odos, tomando como criterio los sistemas religiosos y filos ficostal como har ms tarde Auguste Comte en la ley de los tres estados; otras vecespropone una serie de doce t rminos que va desde la fase de indistinci n con laanimalidad hasta la era industrial, tomando como criterio las formas materiales, pol ticase intelectuales. En realidad, Saint-Simon no considera posible establecer unaclasificaci n definitiva que re na en un esquema nico y unilateral toda la historia de laHumanidad. Por tiles que sean, estas tentativas revisten para Saint-Simon un car cterprovisional. En cambio, resulta posible y cient ficamente necesario analizar de nuevo laevoluci n limitada sufrida por los pueblos europeos desde la Edad Media. Ya no se trataentonces del progreso de la Humanidad, sino de la historia concreta de sistemas

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    sociales dotados con una continuidad hist rica, puesto que el sistema industrial tienesus or genes en las sociedades feudales. La noci n de progreso adquirir as unsignificado preciso y podr ser objeto de un estudio positivo, pero ser aplicada aobjetos limitados tales como el desarrollo de las ciencias o de los medios industriales.Ya no ser posible entonces hablar de un progreso constante y general, sino que, por elcontrario, la observaci n pondr de manifiesto la existencia de progresos que se oponena regresiones particulares: al progreso de la ciencia se opondr , por ejemplo, ladesorganizaci n pol tica.

    IV. La econom a pol tica

    Estas dudas de Saint-Simon en lo que se refiere a los criterios del desarrollo indicanclaramente que antes de sus obras sobre La industria no logr dar una respuestasatisfactoria a las cuestiones planteadas. Las cr ticas a Condorcet manifestaban sudesacuerdo con una interpretaci n intelectualista de la evoluci n social, pero nopropon an una nueva explicaci n. La cuesti n del porqu de la evoluci n no estabaformulada claramente, y Saint-Simon parec a conformarse con un punto de vistadescriptivo, escogiendo sus criterios seg n las necesidades provisionales de sureflexin. Antes de 1816, proclamaba el valor de los m todos biol gicos y la urgencia desuministrar explicaciones en el campo de las ciencias del hombre, sin dedicarse, noobstante, a describir y a sistematizar tales explicaciones. Este problema de laexplicaci n s lo pudo abordarlo al recurrir a los trabajos de la econom a pol tica,haciendo posible, as , la introducci n del m todo de las ciencias de observaci n en las

    cuestiones pol ticas.

    Desde el punto de vista de los m todos, el recurso a la econom a pol tica que permiteexplicar la evoluci n social- significar una ruptura decisiva en el pensamiento de Saint-Simon. Esta respuesta obligar al pensamiento a volver incesantemente a esta cuesti ny a abordar todos los problemas desde una perspectiva causal. As , pues, las obrasposteriores a La industria resolver n muchas cuestiones que hasta entonces no hab antenido respuesta.

    Sin embargo, es necesario precisar de qu modo utiliz Saint-Simon los trabajos de loseconomistas que conoc a, Jean-Baptiste Say en primer lugar, y Adam Smith. Al margende la importancia que les concediera, no se preocup apenas de considerar en detallesus demostraciones o sus discusiones acerca de los modos de producci n y dedistribuci n de la riqueza. Para Saint-Simon, el inter s de estas investigaciones noreside tanto en el contenido de la ciencia econ mica como en las conclusiones relativasa la evoluci n de las sociedades que pueden obtenerse de ellas. En vez de estudiar los

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    problemas econ micos en s mismos, se interrogar sobre el hecho del desarrolloindustrial y se preguntar cu les pueden ser las consecuencias de este desarrollo en laorganizaci n de las sociedades.

    Saint-Simon expone con gran claridad esta posici n al comentar el Discurso preliminar que Jean-Baptiste Say hab a escrito como prefacio de su Tratado de econom a pol tica .Jean-Baptiste Say subrayaba que una ciencia hab a de determinar con precisi n sucampo de aplicaci n, y limitaba claramente el objeto de la econom a pol tica al estudioexclusivo de la producci n, de la distribuci n y del consumo de riqueza. Advert a allector que ser a err neo esperar que la econom a pol tica se erigiera en ciencia de laorganizaci n de las sociedades, dado que precisamente, hab a de limitarse a su propiombito y evitar toda confusi n con los debates pol ticos. Y a ad a, como justificaci n dela autonom a de las ciencias econ micas, que el estudio de las formas pol ticasresultaba perfectamente in til, puesto que la prosperidad econ mica era independientede las formas pol ticas. Un Estado puede prosperar escrib a- bajo todas las formas degobierno.

    Saint-Simon rechazar estas dos afirmaciones, dando as a la econom a pol tica unsignificado completamente diferente. Subraya, en primer lugar, que no es posibleconvertir en dos cosas distintas y separadas la pol tica y la econom a pol tica. Fiel a suhiptesis principal, que contempla los problemas sociales en su conjunto, y habiendoafirmado siempre que los distintos rganos del cuerpo social constituyen una totalidad,Saint-Simon no puede admitir la separaci n propuesta por el economista. Por el

    contrario, el problema esencial residir en el estudio de las consecuencias del desarrolloindustrial sobre las formas sociales en su conjunto. Ser necesario investigar qu tipode organizaci n social correspondi a una determinada fase de desarrollo de las artes yde los oficios: cu les fueron, por ejemplo, las consecuencias sociales de un d bildesarrollo de las facultades productivas. M s a n, habr que investigar qu organizaci n social corresponder a a una producci n industrial altamente desarrollada.

    Seg n Saint-Simon, el error de J.-B. Say aparece claramente cuando se intenta aplicarsu principio a las sociedades postfeudales. Tal vez era cierto, en una sociedad feudal,que las formas pol ticas gozaban de una cierta independencia respecto a las formas deproducci n: en un sistema de este tipo, la industria pod a transformarse sin producirconsecuencias inmediatas en la organizaci n general del cuerpo social. En 1816, Saint-Simon comprende que las sociedades europeas est n entrando en una nueva fase desu evoluci n, en la cual, precisamente, la actividad econ mica, la industria, tiende aconvertirse en la fuerza esencial de la sociedad: sta se apoya enteramente... en laindustria. La novedad radical de las sociedades modernas es sta: la importancia del

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    desarrollo industrial, subrayada por los economistas, reserva a la industria las funcionespredominantes. A partir de este momento, el observador social debe enfrentarse a unatarea que J.-B- Say quer a proscribir: estudiar las relaciones entre la econom a y lapol tica, mostrar cu les son los caracteres que la actividad econ mica tiende a imponera la organizaci n social.

    De este modo, Saint-Simon, utilizando libremente las obras de econom a pol tica, pod aseguir en la v a de sus preocupaciones anteriores, d ndoles, sin embargo, un sentidocompletamente distinto. En sus primeros escritos afirmaba que las sociedadesmodernas hab an de buscar en el trabajo la soluci n de sus divisiones, y cre a posibletransformar la sociedad por medio de