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  • 7/24/2019 Ana Mara Ochoa Gautier

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    Trans. Revista Transcultural de Msica

    E-ISSN: 1697-0101

    [email protected]

    Sociedad de Etnomusicologa

    Espaa

    Ochoa Gautier, Ana Mara

    A manera de introduccin: la materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    Trans. Revista Transcultural de Msica, nm. 10, diciembre, 2006, p. 0

    Sociedad de Etnomusicologa

    Barcelona, Espaa

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=82201001

    Cmo citar el artculo

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    Proyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

    http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=82201001http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=82201001http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=822&numero=6428http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=82201001http://www.redalyc.org/revista.oa?id=822http://www.redalyc.org/http://www.redalyc.org/revista.oa?id=822http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=82201001http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=822&numero=6428http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=82201001http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=82201001http://www.redalyc.org/revista.oa?id=822
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    A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    Revista Transcultural de M

    Transcultural Music R

    #10 (2006) ISSN:169

    A Manera de Introduccin:

    La materialidad de lo musical y su relacin c

    la violencia

    Ana Mara Ochoa G

    La idea para esta coleccin naci de la simultaneidad del desencanto

    esperanza que generan las mltiples asociaciones entre msica, viol

    y convivencia. Naci, inicialmente, de encuentros con colegas que de

    Amrica Latina empezaron a estudiar, generalmente de manera solita

    los diversos modos en que estas dos palabras se asocian. De all que

    mayora de los artculos aborden experiencias del contexto

    latinoamericano. Pero luego se unieron a ella otros colegas que traba

    en y desde otros lugares y latitudes. Si bien exsite una concentracin

    geogrfica en las Amricas, la inquietud central de la cual surgi estacoleccin fue la necesidad de abordar, desde la investigacin concre

    mltiples formas de relacin entre msica y violencia como respuesta

    manera como empezaron a proliferar desde comienzos la dcada de

    noventa una serie de supuestos sobre la misma en el discurso medi

    de las polticas de lo pblico y de lo privado tanto en Amrica Latina c

    en otros lugares.

    Dicho discurso pblico toma generalmente dos rutas aparentemente

    opuestas. La primera es la celebracin de la msica como respuesta

    violencia. Por ejemplo, en el peridico mexicano Reforma se public

    noviembre 4 de 2001, un editorial de una pgina completa sobre cm

    msica poda ser utilizada como respuesta a la violencia. En la parte

    arriba de la pgina sala una foto de una banda de vientos de nios,

    rodeada de un artculo que deca que un nio que crece tocando

    instrumentos musicales, nunca empuar un arma; una afirmacin qu

    haba escuchado en el marco de otros proyectos culturales en Colom

    Brasil. Este tipo de afirmaciones se hacen desde agrupaciones,

    organizaciones y prcticas musicales de ndole muy diferente desd

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    aquellas promulgadas por los mismos grupos musicales y los movimi

    sociales hasta aquellos discursos asumidos por entidades culturales

    estado-nacin, hasta la reformulacin de objetivos e inversiones en c

    por entidades transnacionales tales como la UNESCO o el Banco Mu

    Su tenor y sentido poltico, por tanto, se constituye desde muy divers

    incluso contradictorias posiciones polticas y la manera como articulausos y sentidos de la msica varan enormemente de uno a otro.

    La afirmacin de que la msica sirve de respuesta a la violencia, hac

    parte de lo que George Yudice ha sealado como una transformacin

    general en el valor y episteme de lo cultural en el mundo contempor

    (2003). Segn l, en un mundo globalizado, con una fractura del sent

    clsico de la credibilidad en la poltica, lo cultural ha pasado a ocupar

    lugar de lo poltico. Por tanto la justificacin y valoracin de la cultura

    artes en el mundo Occidental ha pasado a ser su capacidad como re

    pasa solucionar problemas polticos y sociales (Yudice 2003). Pero la

    de que la msica sirve para solucionar los problemas de la sociedad

    tendencia a instrumentalizar su sentido para causas socio-polticas d

    solucin a la fractura del orden social no es, ni mucho menos, nueva

    uno de los posibles elementos que se pueden asociar a diferentes ide

    de trascendencia espiritual y constitucin moral del sujeto y por tanto

    social que proliferaron en diferentes pocas y lugares en la historia de

    msica clsica occidental (Goehr 1992), que adems est a la base d

    aquellas ideologas de folklore que en diferentes partes del mundo ha

    sido asociadas a polticas nacionalistas y romnticas (Bauman and B2004) y aparece en las ideologas sobre msicas populares masivas

    teoras e ideologas de resistencia poltica (Grossberg 2002) o de

    bsqueda de sentido social del mercado y las prcticas de consumo

    (Negus 1999, Garca Canclini 1995). Lo nuevo por tanto no es la

    tendencia a postular lo musical como aquello que cohesiona lo social

    la manera como dicha instrumentalizacin ha profilerado de manera

    simultneacomo episteme de lo musical a travs de una gran varieda

    espacios intelectuales, de ideologas polticas, de prcticas musicales

    espacios pblicos y por tanto adquiere el tenor de una verdad asumidsobre el sentido y valor de lo musical. En esta coleccin los artculos

    Araujo, Birinbaum Quintero, Herlinghaus y Meintjes problematizan, de

    prcticas musicales especficas, la manera como se concreta lo musi

    como experiencia que media y elabora en la cotidianidad, la vivencia

    violencia. Estos artculos ubican dicha posibilidad dentro de un mapa

    crtico que a la vez reconoce y problematiza la utilizacin de la msic

    como recurso cultural y sociopoltico en un contexto de adversidad so

    Pero simultneamente a la idea de que la msica sirve como respues

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    la violencia, se expandi la idea de que hay msicas que celebran e

    incitan a la violencia y, por tanto, deben ser prohibidas. Como lo afirm

    Vila y Semn en su artculo sobre la cumbia villera de Argentina en e

    nmero, esto en parte ha sido estimulado por la expresin, en distinto

    gneros musicales, de violencias que anteriormente no aparecan ni

    ni estticamente expresadas como tales. O, en el caso de gneros coel corrido mexicano que histricamente se ha usado para narrar

    experiencias de violencia (Paredes 1978, McDowell 2000), stas apa

    articuladas de maneras tan diferentes que producen asombro es de

    se les reconoce como expresiones de una realidad que antes ni se

    articulaba ni se expresaba como tal. As, los narcocorridos en Mxico

    Colombia, el prohibido en Brasil o la cumbia villera en Argentina han

    escuchadas como msicas incitadoras a la violencia hasta el punto d

    en ocasiones se ha prohibido su circulacin en los medios.

    Igual que el discurso de msica como respuesta a la violencia, dicho

    discurso de prohibicin asume una correlacin causal entre textualida

    prctica musical y efecto social (es decir, se asume que dichas msic

    incitan, por definicin, a la violencia). As, la msica se constituye en

    fundamental de lo paradjico de las polticas de prohibicin que sea

    un problema por medio de su negacin, como si el silenciamiento de

    dichas msicas silenciara las historias de exclusin, reordenamiento

    esttico y social, y demanda socio-poltica a los cuales dan voz. Aqu

    discurso de prohibicin no es slo un asunto de censura musical (Clo

    2003) sino que hace parte de una poltica de negacin de la existencrealidades sociales tales como las dimensiones estticas, sociales,

    econmicas y polticas del narcotrfico, el incremento de la pobreza y

    diferentes formas de exlusin social, las nuevas formas de

    internacionalizacin de la tortura o el silenciamiento de las dimension

    abrumadoras de la epidemia de SIDA o de prcticas de abuso sexua

    se esconden tras las puertas de la intimidad. Si bien la mayora de es

    asuntos toman formas locales que afectan a diferentes poblaciones d

    maneras distintas, no son exclusivamente locales sino que son un as

    que se define a travs de polticas de lo pblico y de lo privado que emundo globalizado son nacionales y transnacionales y que impactan

    mbito local. La prohibicin de estas msicas por tanto hace parte de

    poltica local y transnacional de silenciamiento o doble discurso (se d

    una cosa pero se hace otra) que impacta lo local y lo personal pero c

    mbito de definicin es de incumbencia nacional y transnacional. Per

    adems, en principio, desde ambas posiciones y en el discurso pblic

    (aquellas que acusan o valoran lo musical como incitador o soluciona

    de la violencia), y a pesar de los mltiples lugares desde donde se ha

    estas afirmaciones, existe una tendencia a que se perciba e interpret

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    tanto a la msica como a la violencia como un afuera de lo social, com

    un agente externo que hay que o estimular o erradicar para lograr un

    reconstitucin de lo social. Esto es algo a lo que retornar ms adela

    Varios de los artculos de esta coleccin cuestionan la relacin causa

    entre msica y violencia, ubicando su relacin en tramas narrotolgicestticas y de prcticas que ubican la msica al centro ya sea de la

    compleja vivencia de sujetos concretos (Cragnolini, Silent Jane, Mein

    Vila y Semn) o del anlisis antropolgico, sociolgico, filosfico o es

    del desarrollo de prcticas musicales especficas (Birinbaum Quintero

    Cragnolini, Herlinghaus, Simonnet, T.M. Scruggs). Uno de los objetiv

    esta coleccin por tanto es problematizar ambas afirmaciones (la de

    la msica soluciona o incita a la violencia) desde investigaciones

    concretas y crticas que desmontan la inmediatez con que dichas

    afirmaciones se hacen y se han asumido en el espacio pblico en dis

    lugares.

    Pero ms all de ello, lo que se busca precisamente es desligar la

    pregunta por la relacin entre msica y violencia de una relacin cau

    entre esttica y sociedad para poder complejizar el fenmeno desde

    tipo de preguntas que surgen al reconocer que el momento que vivim

    uno en que la relacin entre esttica musical, imaginacin social,

    adversidad y sufrimiento social y poltico est tomando formas que

    aparecen como inesperadas, que son diferentes y que desafan much

    de los supuestos sobre la relacin entre msica y sociedad. Surgenentonces dos reas de cuestionamiento interrelacionadas: la primera

    cmo interpretar las maneras como toman forma las diferentes viole

    y vivencias de adversidad y sufrimiento social en el mundo

    contemporneo y su impacto tanto para sujetos concretos como para

    pensar lo social y lo poltico? Y, segundo, cmo se anclan estas his

    de adversidades personales, sociales y polticas, en las prcticas

    musicales, en las maneras de imaginarnos lo musical y en la materia

    misma de la msica? Por un lado est la pregunta sobre qu ontolog

    estticas, ideologas y prcticas musicales se movilizan en situacioneadversidad y sufrimiento social (Das et al 1997). As surge la pregun

    la relacin que tienen dichas ideas que se promulgan en el espacio

    pblico con las estticas e ideologas sobre gneros musicales concr

    sobre las tipologas musicales (cmo se definen la msica clsica, la

    msica popular y el folklore) y sobre conceptos, ideologas y prctica

    musicales que discurren no slo en el espacio pblico sino tambin d

    profundas historias intelectuales, culturales y analticas sobre la msi

    el sonido (Cusick este volmen). Adems, como bien lo dicen Vila y

    Semn, Herlinghaus, y Birinbaum Quintero en este volmen, lo que

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    aparentemente aparece como agresivo puede ser escuchado de otra

    manera completamente diferente segn la posicin de sujeto o

    intepretacin socio-poltica que se promulgue o se tenga o vice versa

    que aparece como una poltica que estimula la convivencia puede ge

    quiebres sociales radicales que antes no existan. De aqu se despre

    otra pregunta general: de qu manera aparece la materialidad mismlo musical en estas instancias de adversidad y sufrimiento social? Es

    decir, qu es lo que hace que la relacin entre msica y diversas fro

    de violencia sea diferente por ejemplo al tipo de relaciones que se

    articulan desde el cine o la literatura? El objetivo de este volmen es

    inicialmente, el de pasar de las afirmaciones aparentemente obvias s

    la relacin entre msica y violencia a un cuestionamiento sobre su re

    con las profundas ideologas snicas en que estn basadas y as exp

    la materialidad y modos de conocimiento y sentido que se generan de

    lo musical en relacin a las polticas de lo acstico en contextos y

    experiencias diversas de adversidad y sufrimiento social (Das et al

    1997).

    Hacia una acustemologa de la violencia

    El trmino acustemologa fue creado por Steven Feld para

    sugerir una unin entre acstica y espitemologa e investigar la primacasonido como una modalidad de conocimiento y de estar en el mundo. El

    sonido emana de y penetra los cuerpos; esta repcirpocidad entre reflexi

    absorcin es un modo creativo de orientacin; un modo que afina los

    cuerpos a los lugares y los tiempos a travs de su potencial sonoro....La

    escucha y la produccin del sonido, por tanto, son competencias

    coroporeizadas que situan a los actores sociales y su posibilidad de age

    en mundos histricos concretos... la acustemologa busca explorar las

    relaciones histricas y reflexivas entre or y hablar, escuchar y sonar (Fe

    2003: 226).

    Por una acustemologa de la violencia quiero decir los tipos de

    conocimientos musicales y snicos (y por tanto de redefinicin de las

    prcticas de dar voz, sonar, escuchar, o silenciar) que surgen en

    contextos de violencia.

    Las ideologas y experiencias de la msica y las ideologas y experie

    de la violencia comparten una profunda paradoja. La violencia aparec

    simultneamente como algo que interrumpe radicalmente la vida

    cotidiana, desgaja el sentido tanto del sujeto como de la nocin de

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    sociedad (Rotker 2000, Richard 1998) y, sin embargo, aparece a la v

    como una de las fuerzas histricas constitutivas de la sociedad, pilar

    desarrollo histrico del espacio colonial/moderno, de la nocin de

    civilizacin misma y por tanto eje de la vida cotidiana y de la experien

    de estar en el mundo de un sinnmero de personas (Rojas 2002). Co

    expresa Veena Das, la violencia acaba sedimentndose, descendienla vida ordinaria (Das 2007) y constituyndose en un tipo de concimi

    sobre la ruptura de la singularidad del sujeto y de las relaciones socia

    conocimiento doloroso envenenado lo llama Das, desde el cual deb

    reconstituirnos como sujetos y como sociedades, realidad desde la c

    imaginamos el futuro. Interrupcin y continuidad, ruptura y realidad, lo

    inhumano y lo humano, la violencia es menos algo externo a nuestras

    sociedades, como frecuentemente lo ubican las ideologas burguesas

    (Jackson 2000) sino ms bien algo cuya frecuencia y persistencia ab

    la vida cotidiana de cientos de personas. El hecho de que la geograf

    las expresiones violentas se distribuya desigualmente no exhime de

    responsabilidades a aquellos cuyos flujos de capital y polticas global

    participan en las condiciones de su constitucin as su localizacin

    geopoltica aparezca abrumadoramente en los pases del Tercer Mun

    Sin embargo, debido a la exclusin del conflicto como categora de

    constitucin de lo social y de lo comunicativo (Grimson 2000),

    frecuentemente se excluye esta sedimentacin de la violencia en la

    prcticas cotidianas de sociabilidad y de construccin del sujeto. Se t

    por tanto de, por una parte, establecer diferencias entre la presencia permanente negociacin del conflicto como algo que permea lo

    comunicativo y lo social, y de la violencia como un tipo particular de

    conflicto que involucra la fuerza y la fractura de la negociacin y, por

    de establecer las interrelaciones entre ellos. Si la irrupcin de la fuerz

    las violencias en eventos concretos interrumpe nuestra vida cotidiana

    nos ubica en el lmite entre lo humano y lo inhumano (Uribe Alarcn 2

    su memoria y elaboracin las involucra en las tramas temporales del

    miedo y la esperanza, la memoria y el olvido, el silencio asumido y el

    silenciamiento obligado, la no escucha y lo audible.

    Surge de aqu otra tensin: por un lado, se reconoce que el modo de

    violencias hacer expresin en la actualidad es diferente, se ha agudiz

    e implica distintos tipos de imaginarios (Das 2007, Reguillo 2005) y d

    hecho, varios de los artculos de este volmen abordan este tema. Pe

    frecuentemente este tipo de reconocimiento toma la forma de cofrad

    del miedo (Reguillo 2005) que se azuzan desde una conceptualizaci

    la violencia como algo perpetrado por agentes exteriores y por tanto s

    esconde la incapacidad de los estados y de las polticas pblicas de h

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    frente a la violencia y hacen que se seale como una letana de male

    externos en los cuales hay que intervenir como desde un afuera haci

    sociedad que aparentemente entonces, funciona. Desde esta

    perspectiva, erradicar el mal no es cuestionarnos, de fondo, las poltic

    nacionales y transnacionales, incluyendo las de la justicia y

    responsabilidades pblicas de quienes perpetran la violencia y aprenentender los mecanismos a travs de los cuales los actores armados

    construyen las prcticas y polticas del terror (Uribe Alarcn 2004), si

    que se asume como el hecho de implementar polticas desde un afue

    hacia una poblacin particular y a toda costa, (inclusive a costa de la

    justicia y del llamado a la responsabilidad de quienes s perpetran la

    violencia). Algo que se entronca de manera altamente productiva con

    implementacin de polticas de silenciamiento y prohibicin menciona

    anteriormente. Como bien lo dice Reguillo, resulta obvio que este mo

    de pensar invisibiliza o elude el problema estructural de fondo: el del

    proyecto y pacto social que una sociedad se da a s misma y la

    institucionalidad que hace venir para garantizar el nudo que ata el tej

    social (Reguillo 2005: 398).

    Esta representacin de las violencias como una exterioridad de lo soc

    veces aparece expresada bajo la metfora musical de lo que no func

    en la sociedad como un ruido. David Novak define cinco usos de la

    palabra ruido en el mundo moderno a lo largo del siglo XX: ruido com

    opuesto al consenso pblico, como resistencia al orden social; ruido c

    lo opuesto a la msica, definida como aquello que se reconoce, bajociertos ideales de belleza, como admisible como sonido musical; el ru

    como lo opuesto a la comunicacin definida como transmisin de

    informacin; el ruido como lo opuesto a la clasificacin y a la objetivid

    de las categoras; y el ruido como lo opuesto al mundo natural y su

    silencio (Novak 2006). El reconocimiento de que las violencias surge

    desde un adentro de lo social implica por tanto tambin el desmonta

    esta metfora socio-musical y de la ontologa musical en la cual se b

    en la que el ruido se define como algo externo a la msica y lo

    acsticamente agradable como un sonido musical. Esto implica elreconocimiento, como lo hace Cusick en este volmen, de que los lm

    entre lo que se considera sonido y lo que se considera msica son

    altamente manipulables para fines socio-polticos y que la msica no

    slo asunto de placer, belleza y sociabilidad, sino que el imaginario a

    se le asocia y la manipulacin de sus fronteras de percepcin pueden

    perfectamente ser usadas tanto para cohesionar como para destruir

    sociedades y personas. De hecho, las genealogas de valores de qu

    cuenta como msica o no en una sociedad, estn histricamente llen

    descripciones de msicas que, en ciertos sectores de la sociedad, ha

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    sido consideradas como ruidos es decir, como un afuera que habra

    eliminar. Y esto no surge desde una exterioridad de lo musical, sino

    tambin desde su adentro. Como lo hacen Araujo y Birinbaum Quinte

    este volmen, el reconocimiento de la genealoga del valor socio-mus

    de ciertos tipos de sonidos y msicas, nos permite trazar la manera c

    se entroncan los conocimientos de lo pblico y de lo musical en largatramas histricas de exclusin que se pueden activar, consciente o

    inconscientemente en momentos de violencia.

    Existe entonces una tensin entre, por un lado, reconocer las

    transformaciones a las maneras actuales de expresin de la violencia

    pero tambin, comenzar a escuchar, en las largas historias de exclus

    violencias que en su descenso a lo ordinario fueron silenciadas e

    interpretadas simplemente como parte de un contrato social que se

    asuma como incluyente y sin fracturas. Y existe una tensin entre

    reconocer que estamos ante nuevas formas de sociabilidad y fractura

    lo social, pero que la forma como la violencia hace presencia all corr

    peligro, en las polticas actuales, de ser reducida a un ruido externo q

    hay que eliminar. Por ello son tan problemticas las afirmaciones pb

    sobre la relacin causal entre msica y violencia porque al establec

    una relacin causal entre msica y sociedad, corren el peligro de neg

    formas de hacer presencia la materialidad tanto de la violencia como

    msica.

    La msica, por otro lado, ha sido descrita como una experiencia quesimultneamente permite la interrupcin del discurrir rutinario de la

    realidad temporal, acstica y corporal y que, sin embargo, a la vez no

    adentra, de maneras altamente corporeizadas y con una gran intensi

    emocional, en el discurrir de la vida cotidiana y nos constituye como

    sujetos y como realidad social. Esto se desglosa en varios supuestos

    Tenemos, por una parte, como lo mencionamos anteriormente, la

    pregunta sobre los lmites entre lo musical propiamente dicho y un ca

    acstico general ms amplio el de los sonidos que hacen parte de l

    vida cotidiana (sean considerados ruidos u otro tipo de sonidos) o el dvoz como un campo cuyas fronteras yacen entre lo musical y el lengu

    Como bien lo demuestra la historia de la msica experimental o

    electroacstica, o la genealoga de la manera como ciertas msicas

    aborgenes o populares han pasado de ser consideradas ruidos a ser

    consideradas expresiones musicales vlidas, esta frontera es altame

    manipulable y entender su manipulacin tiene profundas connotacion

    para la manera como se escribe la historia musical de las exclusiones

    sociales. La experiencia acstica adems (musical o sonora en gene

    aparece muchas veces descrita como una experiencia intensa y defin

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    pero difcil de describir con palabras, es decir, como el lmite de lo

    verbalmente narrable; algo que, estemos de acuerdo con ello o no,

    frecuentemente se asocia o a lo inefable. O, por lo menos, podemos

    que la msica pone de manifiesto la relacin a veces opaca entre

    conocimientos explcitos y verbalizables y conocimientos implcitos qu

    manifiestan a veces como contradicciones entre la verbalizacinlingustico-semntica, otros niveles expresivos y no semnticos del h

    otro tipo de expresiones de conocimiento tales como los movimientos

    corporales o las escuchas no lingusticas que implica el conocimiento

    musical (Perlman 2004). Adems tenemos el hecho de que la msica

    permite presentar (y por tanto que quien la escucha perciba) mltiple

    estructuras sintcticas simultneamente. Asi, en contraste a la

    ambigedad literaria... la ambigedad de lo musical va ms all en su

    capacidad de hacer que una sola expresin sea entendida en ms de

    sentido (Samuels 2004: 20). La materialidad de lo musical entonces

    implica explorar los usos de las fronteras entre msica y sonido, la

    relacin entre lo verbalizable y otros tipos de percepcin, conocimien

    expresin que se materializan no slo en el contenido semntico de l

    palabras, sino en los conocimientos del cuerpo, de los usos de la voz

    las percepciones sutiles, de las contradicciones que tenemos entre

    experiencia vivida y experiencia hablada; y adems est el hecho de

    las formas de constituir lo ambiguo la msica, la constituyen como un

    forma particularmente abierta a usos e mltiples interpretaciones

    (Samuels 2004). Todo ello hace que se abra la pregunta: si la violenc

    un campo que incide en la constitucin de silenciamientos obligados,qu manera interviene lo musical precisamente a travs de la

    manipulacin de dimensiones especficas de su materialidad concret

    tambin, si la elaboracin de la experiencia de la violencia subyace e

    terreno entre lo nombrable y lo innombrable, de qu manera la

    materialidad de lo musical, con sus formas diferentes de expresar y

    silenciar y de manipulacin de los sentidos y percepciones de

    conocmiento entre el cuerpo, lo acstico y otros sentidos, permite

    precisamente intervenir en dicho espacio?

    No quiero reproducir aqu un error que aparece en muchas descripcio

    y mitologizaciones de lo musical y de lo potico que la msica perm

    expresar algo que el aparente centramiento de la racionalidad

    comunicativa en el lenguaje no permite (Samuels 2004). Despus de

    siglos de canciones, un multiplicidad de artes verbales y de literatura

    sabemos que no podemos reducir la nocin de lenguaje a una nocin

    comunicacin racional y es un hecho que el lenguaje permite la expre

    de lo emocional, del dolor y de la violencia de maneras dferentes a la

    msica. No es este el lugar para detenerme sobre las complejas

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    A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    relaciones entre lenguaje, afectividad, pensamiento y msica.[1]

    Simplemente quiero sealar que el papel expresivo y experiencial de

    musical que sealo aqu no puede ser reducido a una simple analoga

    el lenguaje. Mas bien de lo que se trata es de preguntarnos es de qu

    manera la materialidad de la msica y del sonido permiten construir

    modos de conocimiento y de estar en el mundo en contextos de violeque, debido a los modos expresivos como se articula lo musical, son

    diferentes a los modos expresivos como se articula dicho conocimien

    travs de otra formas artsticas. Y tambin sealar que es apartir de e

    atencin a la materialidad de lo musical que desmontamos mitologas

    sobre una asumida capacidad de la msica para cohesionar sociedad

    sujetos. Como lo exploran los atuores en este volmen, es precisame

    desde esta materialidad que la msica se puede utilizar tanto para

    fracturar nuestro sentido de sujetos y seres sociales, como para

    constituirlo.

    Una de las caractersticas de la violencia es la redefinicin del espac

    acstico. Esto toma varias formas: qu se puede hablar o qu no se

    puede hablar; la dicotoma entre el habla y la voz, es decir entre el

    aparente contenido semntico de las palabras y el contenido cognitiv

    los modos de dar voz ya que no todo el sentido y significado de lo que

    habla se puede explicar desde el contenido semntico de las palabra

    inclusive desde sus giros lingusticos (Cavarero 2005); los modos y

    prcticas de silenciamiento: desde las que silencian grupos sociales

    completos hasta las que marcan los silencios de la intimidad; lamanipulacin de la relacin entre cuerpo y msica y cuerpo y sonido,

    como prctica de liberacin y memoria, como prctica de tortura o co

    espacio para generar un ambiguedad interpretativa entre contenido

    semntico y experiencia corporal o entre diferentes espacios sociales

    incluso como herramienta de la industria musical para generar merca

    masivos; la manipulacin de la frontera entre msica y sonido como e

    de respuesta a la violencia o de incitacin de la misma; la no escucha

    como prctica de exclusin y acusacin (simplemente no se escucha

    diferencia del otro y por tanto no existe), o, por el contrario, la agudizde la escucha como campo de percepcin e interpretacin del mundo

    Esta lista podra continuar y no es mi objetivo ser exhaustiva. Lo que

    quiero simplemente sealar es algunas posibles maneras en que la

    acustemologa de la violencia explora diversos aspectos de la materi

    de lo musical, muchas de las cuales son abordadas por los autores d

    este volmen. Obviamente, la manera como dicha materialidad se

    concrete depende del contexto social e histrico y del modo de

    articulacin no slo de lo musical sino tambin de las violencias en di

    contextos. Y adems, de la misma manera que la violencia, el anlisi

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    A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    dicha materialidad, invoca y problematiza, tcita o explcitamente, la

    relacin entre el sujeto y lo social; es decir, desestabiliza presupuesto

    asumidos sobre las nociones que tenemos de sonido y msica y su

    relacin con la singularidad de los sujetos, las particularidades de lo s

    y la relacin entre ambas. Los distintos autores de este volmen expl

    diferentes dimensiones sociales, subjetivas o de la relacin entre amdimensiones, de lo musical en contextos de violencia.

    Gran parte de la literatura sobre elaboracin de experiencias de viole

    se centran en la palabra como eje fundamental de dicho proceso (Da

    2007, Jackson 2000, Richard 1998, Rotker 2000 para mencionar solo

    algunos). Y al mismo tiempo mencionan una aparente apora que la

    forma como toma le elaboracin de las experiencias de violencia (sea

    como duelo, como demanda de justicia social, como venganza, como

    tesitmonio o como conocimiento silenciosamente incorporado al discu

    de la vida ordinaria) generalmente yace en una dificil relacin entre lo

    se silencia o se nombra, entre lo que se puede nombrar y lo que se

    escoge olvidar para poder continuar viviendo, entre los momentos

    histricos que exigen tiempo para poder elaborar las contradicciones

    historia, o entre los olvidos y silenciamientos promulgados como polt

    pblicas de encubrimiento de atrocidades e impunidades y la terrible

    demanda de que entonces la elaboracin de dichas injusticias sociale

    tiene que darse en un contexto o personal o autoagenciado de respu

    (Richard 1998, Das 2007). Dicha apora entre los mltiples modos de

    silenciamiento y los mltiples modos del habla yace indudablemente las diferentes formas de materializacin de lo acstico con sus disti

    modos de silencio y de expresin. Es evidente entonces que en la

    materialidad de lo acstico con sus multiples posibilidades de

    agenciamiento y ambigedad que yacen entre lo corporal y lo snico

    entre lo musical y lo snico, entre lo verbal y lo vocal, entre la opcin

    silencio y las obligaciones al silenciamiento, entre lo sensorial y lo rac

    verbal, entre los distintos sentidos que se esparcen en una sinestesia

    conocimientos, se teje una amplia y posible gama de posibilidades pa

    explorar las aporas de lo que aparece a la vez como necesidad de snombrado y como innombrable. Elaborar el espacio de lo musical com

    mbito testimonial implica entonces abordar estas diferentes dimensi

    expresivas.

    Los distintos textos de esta coleccin exploran dicha materialidad de

    musical y su relacin con diferentes formas y contextos de violencia d

    perspectivas muy diferentes. Suzanne Cusick explora la manera com

    materialidad de lo acstico se ha constituido en un campo concreto d

    investigacin e implementacin de prcticas de tortura llamadas tortu

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    A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    contacto y de implementacin de polticas de combate a travs de ar

    acsticas por parte del gobierno de los Estados Unidos. Adems exp

    la manera diferencial en que se manipulan y perciben las fronteras en

    msica y sonido entre soldados en combate y la poblacin civil y su

    relacin con la construccin de nociones de diferencia, exclusin,

    sexualidad y gnero. A travs de ello se cuestiona la relacin entrenociones de esttica musical que se ensean en el espacio acadmic

    intelectual y nociones de estticas musical promulgadas por las polti

    pblicas del gobierno de los Estados Unidos.

    Pablo Vila y Pablo Semn exploran la manera como las mujeres que

    participan en el consumo y baile de la cumbia villera en Argentina

    complejizan sus modos de identificacin o rechazo a la manera como

    cumbia villera representa o involucra a las mujeres. No slo aparecen

    claras fronteras diferenciadas de interpretacin e identificacin con la

    cumbia villera entre la experiencia del baile y la letra de las cancion

    entre unas mujeres y otras, entre las mujeres y los hombres, entre

    diferentes lugares de sociabilidad sino que los autores cuestionan l

    tendencia a ver estos espacios de experiencia y participacin musica

    sea exclusivamente como sntoma de condescendencia y pasividad (

    mujeres aceptan la interpretacin que de ellas se hace en la cumbia

    villera) o, por lo contrario, como sntoma de resistencia (las mujeres s

    agentes de su propio destino). Lo que encontramos ms bien, es una

    compleja trama de singularidad subjetiva y colectividad social que de

    obviedades de interpretacin social, inclusive las de los mismos auto

    Alejandra Cragnolini tambin aborda el tema de la cumbia villera,

    contextualizando la historia de constitucin de dicho gnero musical e

    relacin a las prcticas de identificacin de los jvenes, las decisione

    produccin y mercadeo de las casas disqueras y las polticas de excl

    de los jvenes en un contexto de aumento de la exclusin social y

    econmica en la Argentina contempornea. A travs de esta historia

    esttica y del testimonio experiencial e identificatorio de los jvenes d

    villas, complejiza la sociologa musical de dicha expresin y lasimplicaciones para entender las prcticas identificatorias de los jven

    hacerlo, ubica las exclusiones que han generado la neoliberalizacin

    mercado y del trabajo en las dinmicas cotidianas de las personas.

    Silent Jane escribe un texto que es a la vez testimonio y anlisis de lo

    acstico frente a mltiples modos de relacin entre lo audible y lo no

    audible, lo decible y lo no decible ante una experiencia personal de a

    sexual en su niez. Esto lo hace a dos niveles. Por un lado, al escribi

    experiencia de abuso sexual personal bajo un pseudnimo, ella se ub

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    A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    s misma y a su texto, en los lmites propios de lo que se logra decir o

    decir, y las diferentes maneras de asumir autora en un momento dad

    frente a un tema. Al hacerlo pone de manifiesto la diferencia entre la

    literatura testimonial y la experiencia de la msica como espacio

    testimonial. Porque en el caso de lo musical no se trata slo narrar y

    escribir experiencias de abuso sexual sino adems de analizar los mosinstesicos de conocimiento musical que dicha experiencia gener p

    ella, problematizando as la idea misma del silenciamiento y de la

    narratividad. No es slo que hay experiencias que son inenarrables y

    por tanto son silenciadas. Es que adems, dichas experiencias afec

    todo un campo perceptivo y sensorial entre lo acstico y lo visual, lo q

    se olvida y lo que se reucerda, lo que se escucha y lo que se silencia

    problematiza profundamente la idea misma del contenido semntico

    testimonio verbal, oral o escrito como nico espacio de elaboracin d

    experiencia de la violencia. De hecho, para Silent Jane, analizar la tra

    de sonidos y colores que invocan sensaciones fsicas aunque no

    necesariamente recuerdos ntidos, constituye un espacio de interven

    reconocimiento de una de las mlitples maneras como desde la

    materialidad de lo musical evocamos la memoria que se ha constiuido

    devenir cotidiano de las experiencias de violencia.

    T.M. Scruggs explora el espacio de memoria a travs de la diferencia

    y catalogacin en temticas diversas de textos de canciones, sentido

    musicales y experiencias performativas de msicas que dej el legad

    violencia asociadas al conflicto armado en Centro Amrica desdemediados de los setenta hasta fines de los ochenta. Por medio de su

    diferenciacin de modos de memorializar la violencia y sus diferentes

    legados, podemos ver las diferentes maneras en que se materializa d

    memoria y su elaboracin a travs de la cancin centroamericana. Su

    trabajo ubica la relacin entre memoria y msica en un contexto socio

    poltico concreto y cuestiona las relaciones entre memoria e historia

    musical y abre el tema de las mltiples relaciones que se estabelcen

    el pasado reciente desde lo musical.

    Samuel Araujo et alli, a partir de una experiencia de investigacin mu

    en la favela de Mar en Rio de Janeiro, cuestionan no slo la idea mi

    de investigacin musical o de las concepciones de la msica y lo ac

    como algo ajeno a la violencia sino la nocin misma de violencia com

    algo externo y ms all de lo social. Ellos cuestionan los modos de

    categoras de conocimiento como portadoras de violencia y de prctic

    de exclusin en s mismas y desde all generan preguntas sobre las

    polticas pblicas sobre msica como respuesta a la violencia en Bra

    hacen no slo desde un abordaje crtico sino desde el desarrollo de u

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    A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    experiencia dialgica sobre sociabilidad y memoria cultural en Mar

    basada en la implementacin conjunta de conceptos y prcticas

    postulados por Paulo Freire. Es importante sealar que sus

    cuestionamientos sobre dichas polticas pblicas no son slo significa

    para el Brasil sino tambin para los modos como se asume la relaci

    causal entre poltica pblica y msica en diferentes experiencias depoltica cultural en otros lugares del mundo.

    Michael Birinbaum Quintero explora las maneras contradictorias en q

    msica del Pacfico en Colombia es leda, en cierto momento histric

    como sntoma de exclusin social y racial y en otro momento, como

    sntoma de reconocimiento social y de diversidad tnica y cultural. En

    vaivn entre ambos extremos Birinbaum ubica una compleja historia

    relaciones entre representaciones raciales, representaciones de luga

    constitucin de la nacin, raza y expresiones musicales que se exace

    o retroalimentan en momentos de guerra. El explora la manera como

    imbrican los silenciamientos y negaciones histricas con lo que l llam

    genocidio actual de los habitantes del Pacfico en Colombia y, a la ve

    simultaneidad de este proceso con las contradictorias polticas de

    reconocimiento musical y exploracin de dicha msica como espacio

    paz.

    A travs del concepto de intermedialidad, Hermann Herlinghaus

    problematiza los dilemas ticos y analticos que presentan los

    narcocorridos y cuestiona su abordaje desde estudios que se centranla representacin textual. Explora especficmante la pregunta por la

    manera de narrar de lo musical, las dimensiones de lo afectivo que de

    all se incorporan y desde all cuestiona las interpretaciones ticas de

    narcocorrido. Esto lo hace especialmente a travs de las historias y

    canciones de Los Tigres del Norte.

    Helena Simonnet explora la creciente industria de los narcocorridos n

    slo en Mxico sino en Estados Unidos. Como tal, ubica dicha prctic

    dentro de una poltica concreta de globalizacin musical de las casasdisqueras y de consumo cultural centrado en los Estados Unidos que

    aprece contradecir las poltics pblicas de negacin, exlcusin y

    prohibicin asociadas al narcotrfico, problematizando as la relacin

    mercado, globalizacin, ilegalidad y violencia. Simonnet problematiza

    figura herica de la persona fuera de la ley y de la manera como

    incorporan ideologas de valenta al relacionarlas con el crecimiento d

    una indsutria masiva a ambos lados de la frontera entre Mxico y Est

    Unidos.

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    A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    Louise Meintjes, por otro lado, porta un texto en que se imbrican la si

    y fenomonologa de la danza y la msica en el ngoma de la provincia

    Msinga en Surfrica, con la expresin de la masculinidad en la Surfr

    postapartheid. Su texto interrelaciona la resignificacin de la expresi

    la masculinidad en contextos no slo de violencia poltica sino adem

    exclusin laboral y de la epidemia del SIDA. El cuidado con que analilas caractersticas estticas y fenomenologa musical del ngoma pone

    manifiesto las maneras como se articulan diferentes tipos de conocim

    y experiencia de lo musical en y desde diferentes gneros musicales

    contextos.

    No es pretensin de este volmen presentar ni un nico sentido anal

    ni una perspectiva nica de las posibles relacion entre msicas y

    violencias. Al contrario, como podrn apreciar, hay contradicciones y

    diferencias, enfoques distintos entre los diferentes autores. En parte e

    porque la temtica as lo demanda ya que trabajan desde contextos m

    diferentes, pero en parte es porque los autores se posicionan de man

    analticas y polticas distintas ante sus investigaciones y textos. La

    coleccin quiere preservar esa diversidad como parte de su caracter

    constitutiva. As, ms que una respuesta al problema de la relacin e

    msica y violencia, por tanto, este volmen se plantea a manera de

    continuar elaborando un campo que apenas se empieza a explorar y

    cuyas dimensiones ni se pretenden abarcar ni solucionar en este vol

    Es, ms bien, una invitacin a que se reconozca la magnitud del tema

    el mundo contemporneo y por tanto a que se deje de silenciar bajoaparentes obviedades y se hagan audibles sus mltiples tramas.

    Aradecimientos

    Quiero agradecer de manera muy especial a Rubn Lpez Cano su

    estmulo, acompaamiento y trabajo al hacer que este volmen se hi

    y se lograra. Sin l, este volmen no habra salido a la luz pblica. Quadems agradecer a todos los colegas del comit editorial y del comi

    asesor de TRANS en su trabajo annimo de revisin, correccin, lect

    cuestionamiento de los textos y su participacin de las polmicas y

    debates internos que algunos de ellos generaron. Quiero agradecer

    especialmente a Taylor and Francis, la casa que publica la revista

    Ethnomusicology Forum, pero sobretodo a las editoras de la revista,

    K. Ramanarine y Rachel Harris, el permiso, que de manera excepcio

    gratis, se dio para que apareciera la traduccin del texto al espaol d

    Louise Meintjes, originalmente publicado en dicha revista en ingls. E

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    A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia

    tema que aqu tratamos es un tema urgente. Por tanto, parte de la

    decisin de publicar este volmen en TRANS es precisamente que s

    contenido es de acceso gratuito para personas en diferentes partes d

    mundo. Hace por tanto, parte de una poltica de publicacin asumida

    como tal por el comit editorial de TRANS y que, adems de la seried

    de la revista, es lo que me llev a publicar este volmen aqu.

    El hecho de que el volmen aparezca con textos en espaol, en portu

    y en ingls tambin hace parte de un espacio dilogico y de inter-

    relaciones a travs de pases y de idiomas que posibilita la publicaci

    varios idiomas que tiene TRANS como poltica. En un mundo acadm

    en donde las temticas de la restriccin de circulacin acadmica com

    espacio de manipulacin de poder y las dificultades de la traduccin

    han debatido una y otra vez, aparece supremamente contradictorio q

    la hora de buscar un espacio de publicacin multilingustico y de acce

    relativamente fcil a un pblico acadmico ubicado en diferentes part

    del mundo, sea casi imposible encontrarlo. Agradezco a TRANS ento

    esta posibilidad. Quiero agradecer a Carolina Botero las consultoras

    sobre derechos que se hicieron. Por otro lado, quiero agradecer a los

    autores su participacin en este volmen, a veces en situaciones de

    tiempo lmites y, en otras ocasiones, enfrentados a los lmites person

    que el abordaje del tema de la relacin entre msica y violencia conv

    para algunos de ellos.

    Notas

    [1]Para una introduccin a la relacin entre msica, pensamiento, exp

    cognitiva y afectiva, y lenguaje, ver, entre otros, Feld y Fox (1994); Fe

    Fox, Porcello y Samuels (2006), Cavarero (2005), Perlman (2004), Sa

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