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Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Mª Pilar MANERO SOROLLA. Ana de Jesús y Fray Luis de Leó... - Ana de Jesús y Fray Luis de León. En tomo a la Dedicatoria de la Exposición del libro de Job Pilar Manero Sorolla UNIVERSIDAD DE BARCELONA Es LA ExPos1c1óN DEL Libro de Job la obra de fray Luis escrita en castellano más extensa y cuya redacción le costó al autor más tiempo, dilación tal vez debida a que a lo largo de su escritura tuvo fray Luis que sufrir variadas interrupciones impuestas por las mismas circunstancias de su vida: viajes, oposiciones a cátedra, problemas inquisitoriales que, como sabemos, le llevaron a los calabozos del Santo Oficio en Valladolid (1572-1576); también atraso debido a nuevos estudios y problemas religiosos dentro de su propia orden agustina como fuera de ella. 1 Así que, aunque en conjunto no es ésta la última obra del autor, sí es la que abarca casi toda su vida de escritor pero que, injustamente, no se publica hasta 1779, en Madrid, en la imprenta de Pedro Marín como fruto del fervor clasicista de la Ilustración española y asimismo por la liberación inquisitorial que en España prohibía la traducción de textos bíblicos al castellano hasta bien entrado el siglo XVIII. Esta larguísima espera para que la obra fuese publicada y la falta de atención hacia ella por parte de la crítica, que durante mucho tiempo la ha tenido casi desatendida, revierte sobre el tema mismo de la Exposición del Libro de Job en el que fray Luis, siguiendo el Libro homónimo de la Biblia, narra las tribulaciones de este personaje ejemplar. El relato plantea y se interroga sobre el misterio emergente ya en el mismo principio de la humanidad: el porqué del dolor y del sufrimiento humano y, más concretamente, el porqué de las tribulaciones en las almas justas, pues Job, que en un tiempo gozó de buena posición económica y del amor de los suyos, sufre la pérdida de sus bienes y posesiones y luego de su propia familia y, finalmente, de su salud, minada por una terrible lepra. Son miserias todas destinadas a probar su integridad y su fe en la ayuda de Dios; ayuda que se hace esperar y que origina la digna rebeldía del hombre justo y paciente que sostiene ante Dios no haber 1 Ver la clásica Vida de fray Luis de fray L. G. Alonso Getino. Vida y procesos del Maestro Fr. Luis de León. Salamanca: Universidad, 1907. Más recientemente, la de Rafael Lazcano. Fray Luis de León, un hombre singular. Madrid: Revista Agustina, 1991 y, especialmente, la de Ángel Alcalá. El proceso inquisitorial de Fray Luis de León. Valladolid: Consejería de la Junta de Castilla y León, 1991. 355 t- Centro Virtual Cervantes

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Ana de Jesús y Fray Luis de León. En tomo a la Dedicatoria de

la Exposición del libro de Job Mª Pilar Manero Sorolla

UNIVERSIDAD DE BARCELONA

Es LA ExPos1c1óN DEL Libro de Job la obra de fray Luis escrita en castellano más extensa y cuya redacción le costó al autor más tiempo, dilación tal vez debida a que a lo largo de su escritura tuvo fray Luis que sufrir variadas interrupciones impuestas por las mismas circunstancias de su vida: viajes, oposiciones a cátedra, problemas inquisitoriales que, como sabemos, le llevaron a los calabozos del Santo Oficio en Valladolid (1572-1576); también atraso debido a nuevos estudios y problemas religiosos dentro de su propia orden agustina como fuera de ella.1 Así que, aunque en conjunto no es ésta la última obra del autor, sí es la que abarca casi toda su vida de escritor pero que, injustamente, no se publica hasta 1779, en Madrid, en la imprenta de Pedro Marín como fruto del fervor clasicista de la Ilustración española y asimismo por la liberación inquisitorial que en España prohibía la traducción de textos bíblicos al castellano hasta bien entrado el siglo XVIII.

Esta larguísima espera para que la obra fuese publicada y la falta de atención hacia ella por parte de la crítica, que durante mucho tiempo la ha tenido casi desatendida, revierte sobre el tema mismo de la Exposición del Libro de Job en el que fray Luis, siguiendo el Libro homónimo de la Biblia, narra las tribulaciones de este personaje ejemplar. El relato plantea y se interroga sobre el misterio emergente ya en el mismo principio de la humanidad: el porqué del dolor y del sufrimiento humano y, más concretamente, el porqué de las tribulaciones en las almas justas, pues Job, que en un tiempo gozó de buena posición económica y del amor de los suyos, sufre la pérdida de sus bienes y posesiones y luego de su propia familia y, finalmente, de su salud, minada por una terrible lepra. Son miserias todas destinadas a probar su integridad y su fe en la ayuda de Dios; ayuda que se hace esperar y que origina la digna rebeldía del hombre justo y paciente que sostiene ante Dios no haber

1 Ver la clásica Vida de fray Luis de fray L. G. Alonso Getino. Vida y procesos del Maestro Fr. Luis de León. Salamanca: Universidad, 1907. Más recientemente, la de Rafael Lazcano. Fray Luis de León, un hombre singular. Madrid: Revista Agustina, 1991 y, especialmente, la de Ángel Alcalá. El proceso inquisitorial de Fray Luis de León. Valladolid: Consejería de la Junta de Castilla y León, 1991.

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merecido el castigo. «Ese orgullo de Job es su fuerza, la lealtad hacia sí mismo, que exige a su vez del Creador que mantenga con él un trato noble, so pena de verse despojado de su título de Justa».2 La moraleja de la historia sale a la luz con ocasión de la visita que le hacen al atribulado Job tres amigos, los llamados en la Exposición luisiana «corazones de piedra>>. 3

Éstos, en actitud de superioridad moral, pretenden convencerle con el argumento tradicional de que el dolor es el castigo del pecado y de que las calamidades son la manifestación inequívoca del mal cometido en esta vida. Job insiste, desafiante, en que él ha sido justo sin la debida compensación divina pero si el designio de Dios es probar su paciencia, él continuará probándose a sí mismo. Insistiendo en su fe en la Divinidad, Job atraviesa la prueba de dolor que la Divinidad le asigna con dignidad de hombre y recobra la salud y los bienes duplicados en un final feliz, tras someterse a la voluntad oscura y ambigua de Dios después de rebelarse contra el sufrimiento sin culpa.

El paralelismo entre la paciencia proverbial de Job con la paciencia no siempre gozosa de la que tuvo que hacer gala el impaciente fray Luis a lo largo de su vida y de su escritura no puede ser más evidente, porque es más que probable que la propia redacción de la Exposición del Libro de Job representase a los ojos de fray Luis un modelo para ejercitarse en las virtudes atribuidas al personaje bíblico. A decir verdad, en su redacción y estilo se pueden precisar diversos períodos bien definidos. Así, en sus capítulos iniciales se constata una manera próxima a los comentarios del Cantar de los Cantares, mientras que en los últimos capítulos, que fray Luis concluye en vísperas de su muerte, la sobriedad de su estilo y pensamiento parece más cercana al estilo de Los Nombres de Cristo. Además, como afirma Félix García,4 «existen datos suficientes para poder reconstruir en gran parte las fechas en que fue redactada a trechos esta obra» y que abarca un larguísimo período de tiempo que se inicia en fechas anteriores a 1573 en las que fray Luis ya tenía traducido y comentado el capítulo XX del libro pues lo cita en enero de 1574 en su Defensa ante la Inquisición.5 Del capítulo XIX también contamos con una referencia en el Libro 11 de De los Nombres de Cristo en la que se habla de su traducción en verso. Desde el capítulo XXXIII las fechas pueden reconstruirse fácilmente ya que el mismo fray Luis se cuidó de fechar e indicar el lugar en que terminaba o suspendía la redacción, tal como aparece en el manuscrito de la obra que se conserva en la Universidad de Salamanca.6 Precisamente, entre los numerosos datos y correcciones que allí aparecen, hallamos las anotaciones que nos indican que el capítulo XXX de la Exposición del Libro de Job se concluyó en noviembre de 1580; el capítulo XXXN en Valladolid en diciembre del mismo año, como asimismo el XXXV; el XXXVl se terminó en

2 Carlos García Gual. «Prólogo» a Fray Luis de León: El Libro de Job. Madrid: Ediciones de la Idea, 1987, X.

3 II, XIX, 3 20 de la edición del P. Félix García OSA a Obras Completas Castellanas de Fray Luis de León. Madrid: BAC, 1957, por la que citamos.

4 Oh. cit., 3. 5 Sostiene también estas fechas Adolphe Coster, Luis de León (1528-1591 ). New York-París,

1929-22, tirada aparte de laRevue Hispanique, LIII-LIV (1921-22), II, 183. 6 Editado recientemente por Javier San José Lera, Exposición del Libro de Job. Salamanca:

Universidad, 1992, 2 vols.

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Madrid en octubre de 1590 y el XXXVII en noviembre; el XXXVIII en diciembre también de 1590. Siempre en Madrid, los capítulos XXXIX y XL se concluyeron en enero y febrero de 1591, fecha la última en que fray Luis se traslada a Salamanca por orden de Felipe 11 por causas que atañen a problemas surgidos en el Carmen descalzo femenino y que afectan precisamente a Ana de Jesús. Así, la conclusión de la obra, los capítulos finales, XLI y XLII, los remata en Salamanca en febrero y marzo de 1591, muy poco antes de su muerte el 21 de agosto en Madrigal de las Altas Torres.

Un trabajo largo el de fray Luis y, además, arduo y arriesgado pues maravilla constatar cómo una traducción en lengua castellana directamente del hebreo y un comentario de un texto bíblico estuviesen llevándose a cabo a fines del siglo XVI en un momento en que la Biblia en vulgar había sido rigurosamente prohibida muy explícitamente; y, desde luego, nadie mejor que fray Luis podía saber hasta qué punto la prohibición era efectiva y severa, por haberla experimentado él mismo como consecuencia de haber traducido al castellano y comentado el Cantar de los Cantares salomónico, también directamente del hebreo, en 1561. Fray Luis se mostraba pues reincidente pero le podía el atractivo del libro: un texto que le llevaba a profundizar una experiencia de dolor como la suya propia y que podía sobreponerse, a la vez, a la propia existencia dolorosa de Cristo; experiencia que no cesará después de su cautiverio sino que se extenderá amargamente en su difícil convivencia y, sobre todo, fallidas aspiraciones en la Universidad de Salamanca.

Hombre sensible pero muy resistente y todo hace suponer que muy vulnerable pero, con todo, sistemáticamente rebelde al orden establecido, es muy posible que él mismo se haya considerado como Job un ser injustamente golpeado por el mal y como Job se haya rebelado a las pruebas de dolor que Dios le asignaba. Así, la exégesis de la Exposición del Libro de Job se va profundizando a través de la experiencia existencial externa e interna del propio fray Luis que compendia con profundo asentimiento la lección oscura del personaje bíblico en su propio prólogo al libro, al final de una vida llena de tribulaciones, señalando que Job afirma dos cosas:

UNA: No siempre castiga Dios en esta vida a los pecadores, ni son pecadores todos los que Dios en ella aflige. Otra: Yo no he pecado de manera que merezca el mal que padezco. Y cuando afirma esto último, aguzado del dolor y de la porfía de los que sin razón le condenan, parece alguna vez que excede en palabras, volviéndose a Dios y pidiéndole que se ponga con él a juicio y averigüe aqueste azote con él. Por lo cual, a lo último, sale Eliú, el cuarto de los amigos, y no aprobando las razones de los primeros, condena a Job por otra razón nueva, diciendo que, a lo menos, peca en ponerse con Dios a juicio. Y ansí lo que pretende es probar, no que fue pecador, sino que se debe Job sujetar a Dios y callar y tener por bueno lo que hace. Y pruébalo de aquesta manera: Las obras de Dios, y lo que pretende en lo que hace, no lo puede saber el hombre; Luego debe con paciencia juzgar bien de lo que Dios hace y no pedirle razón de ello.7

7 Dedicatoria a la Exposición del Libro de Job. Obras Completas Castellanas de Fray Luis de León, cit., 29.

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Al final, y después de esclarecer lo oscuro de los razonamientos de Eliú con palabras claras, fray Luis revela que el intento de Dios es el mismo de Eliú:

Persuadir a Job que tenga por bueno lo que hace con él y no quiera saber por qué causa lo hace, ni pedirle cuenta a razón [pues] El hombre no puede alcanzar las obras de Dios ni sus fines; Luego debe con paciencia juzgar bien de lo que Dios hace y no pedirle cuenta.8

Pero más allá del Prólogo, la amarga experiencia acumulada por los años se transparenta en estos comentarios donde las aflicciones del escritor son sistemáticamente recurrentes. Ahora bien, mientras en la primera parte de ésta su Exposición abundan las referencia a situaciones atribuladas que puedan ser referente de las propias, a partir del capítulo XXXIII, en la segunda retoma de la obra, el comentario se va haciendo más resignado aunque el sentimiento de dolor subsista y deje, especialmente en los últimos capítulos, una impresión de profundo y enigmático desasimiento.

¿Qué causas han podido favorecer, propiciar ese cambio que se advierte en la segunda época de escritura de la Exposición luisiana? ¿Acaso la orientación mística carmelitana que fray Luis comienza a intensificar en su experiencia de vida a menudo casi cotidiana? Reparemos que la segunda época del Libro, la que se inicia en la década de 1580, está redactada durante el periodo en el que el cometido principal de fray Luis fue el de preparar la edición de las Obras de santa Teresa, la que aparecerá en 1588 en Salamanca, en las prensas de Foquel y que las meditaciones del agustino, guiado por una maestra de espiritualidad con amplia experiencia mística expresada en formas literarias, se orienta desde entonces hacia un desasimiento del mundo que él había ignorado hasta entonces, aunque siempre anhelado.9

Sin embargo, la Dedicatoria de la Exposición del Libro de Job está dirigida a Ana de Jesús (Lobera), la sucesora de santa Teresa en el Carmen descalzo femenino, la encargada de reunir sus obras y de sacar de la Inquisición aquéllas que todavía aguardaban sentencia del Santo Oficio. Como consta en la misma Dedicatoria de la obra, fue la madre Ana la que, en formulación paralela a la que le hiciera en 1584 a san Juan de la Cruz para su Cántico, pidió a fray Luis redactar un comentario para este nuevo libro, reflejo en su última parte de los logros espirituales de ambos en una época de zozobra de la Descalcez femenina. Porque, en efecto, en 1588, el nuevo provincial, Nicolás de Jesús María (Doria) había instaurado en la orden del Carmen la llamada Consulta como gobierno permanente de frailes y monjas. En su organización de la Descalcez, cada vez más numerosa y extensa y con nuevos problemas de gobierno, la Consulta estaba destinada a juzgar todos los problemas de las comunidades, a la vez que poseía poderes para nombrar priores y prioras, predicadores y confesores, disponiéndose así a controlar las conciencias y a determinar asimismo el destino y la

8 Dedicatoria, ed. cit., 30. 9 Ver ahora el estudio de José Mª Becerra Hiraldo. Obra mística de fray Luis de León.

Granada: Universidad, 1986.

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permanencia de los religiosos en cada convento. La «gran máquina» como, muy significativa-mente, la llamará María de la Encarnación (Salazar), centralizaba el Carmen descalzo y supeditaba a las descalzas, pioneras y alma de la reforma carmelitana, a los frailes. Mermaba, además, de manera sensible, los más justos y esenciales derechos de las monjas en relación a su propia dirección espiritual: la libertad de confesores, el antiguo caballo de batalla de Teresa de Jesús. La Regla y las Constituciones se desfiguraban y el auténtico espíritu teresiano como forma de vida y muerte podía eclipsarse, como se eclipsaba su humanismo: la gracia de la reforma iniciada en 1562 en San José de Á vila.10

Ana de Jesús fue consciente de los acontecimientos que agudamente se perfilaban, de sus inminentes y dolorosas repercusiones y del peligro que corría la Descalcez. Siguiendo la forma de hacer peculiar de santa Teresa en casos dificiles, consultó el particular con teólogos y letrados: Domingo Báñez, Teutonio de Braganza, Luis de León. Incluso, parece que manifestó al propio Doria sus intenciones: la petición a Roma en 1590 de un breve, que significativamente habría de llamarse Salvatoris, que confirmase las leyes, herencia de santa Teresa y que, desde el principio de la reforma, habían aprobado todos los capítulos y todos los superiores que había tenido el Carmen descalzo. Fray Luis de León se convirtió entonces no sólo en consejero sino en ejecutor muy pronto único del Breve de las monjas. La amistad de ambos se había ido consolidando poco a poco y, aunque en parte procedía de herencia teresiana, se hizo conquista personal, primero con el ingreso de Isabel Osorio, sobrina de fray Luis en el carmelo de Santa Ana del que Ana de Jesús era fundadora y priora; luego, muy especialmente, en los años de preparación conjunta de la primera edición de las Obras de santa Teresa, de la que él se había encargado y también a ella precisamente dedicada. El ya anciano profesor salmantino pasaba a ser ahora su representante en el mundo en el que ella, monja de clausura, no podía irrumpir, pero de cuyos actos y consecuencias se responsabiliza-ba desde el claustro. Lo será abierta y públicamente hasta que Felipe 11, católico pero no de obediencia romana, por medio de sus consejeros, dicte sentencia y prolnba a fray Luis, pocos meses antes de su muerte, continuar en el caso. 11

La relación entre Ana de Jesús y fray Luis de León fue además relación de consecuen-cias literarias: fray Luis reorganiza, prosigue y concluye en estos «tiempos recios» también para él, su Libro de Job y aunque no sabemos con seguridad si ello fue enteramente a petición y por influjo de la madre Ana, lo que no se puede negar es que a ella dedica la obra. Cierto que la Dedicatoria del libro puede circunscribirse, literariamente considerada, a una tradición antigua de prólogos y dedicatorias, a una tópica presumiblemente no desconocida por fray Luis de León y que pudiéramos remontar a un precedente patrístico de primer orden en la Epístola de San Jerónimo: Ad Eustochium Paulae Filiam de Virginitate, en el contexto histórico de otras dedicatorias más o menos contemporáneas y enraizadas en la amistad

10 Ver a este respecto los estudios de Ildefonso Moriones, Ana de Jesús y la herencia teresiana. Roma: Teresianum, 1968, y Anselmo Donázar,Principio y fin de una reforma. Bogotá: Guadalupe, 1968 y Efrén J. M. Montalva. La herencia teresiana. Madrid: BAC, 1975.

11 Documenta Primigenia (1590-1600). Ed. preparada por Eulogio Pacho, Juan Luis Astigarraga, Ildefonso Moriones y Otilio Rodríguez. Roma: Teresianum, 1985.

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auténtica, en buena parte determinadas por la principalidad de la dama a quien van dirigidas y en el que podríamos encuadrar la del Alfabeto Cristiano de Juan de Valdés (1536), escrito para instrucción de Giulia Gonzaga o el ejemplo del Audi filia de Juan de Ávila (1559), compuesto a ruegos de doña Sancha Carrillo y a ella dedicado o la Dedicatoria a la Guía de pecadores de fray Luis de Granada (1567) a la muy magnífica señora Elvira de Mendoza; la de fray Diego de Estella en sus Meditaciones devotísimas de amor de Dios (1576) a la muy ilustre señora doña Leonor de Eza, tradición que siguen otros escritores de la orden como fray Miguel de Medina en Exercicio de la verdadera y christiana humildad (1570), dedicado a la ilustre señora doña Antonia Pacheco, quien, según consta en el Prólogo de la obra, se lo había pedido o el de fray Juan de los Ángeles en su Tratado espiritual, dirigido a la Serenísima Infanta Soror Margarita de la Cruz, religiosa descalza del convento Real de Madrid, por citar unos cuantos ejemplos cercanos al de la Dedicatoria luisiana; sólo que en algunos casos y muy especialmente en el que tratamos, como en el de san Juan en su Cántico la Dedicatoria no es tópica. Las alusiones al drama real, presente y vivo, que fray Luis y la madre Ana están atravesando y del que la Dedicatoria es testimonio y que ambos sufren, quiere ser asimismo un programa purificador en el sufrimiento gozoso, a la vez que composición de lugar estoica ante la adversidad:

Todos padecen trabajos porque el padecer es debido a la culpa, y todos nacen en ella; pero no los padecen todos de una misma manera ( ... ) V.R. y las demás de su Orden, que descansan cuando padecen por mostrar lo que aman. Que el amor de Cristo que arde en sus almas, mostrándose, descansa, y padeciendo, se muestra; y ansí padecen con gozo; y si no padecen, tienen hambre de padecer y la descubren siempre que pueden, y en todo lo que pueden. Y de ella nace agora mandarme V.R. le declare el Libro de los sucesos y razonamientos de Job12

Es muy posible que esta Dedicatoria, dirigida a Ana de Jesús pero también a la «demás de su orden» sea una manera de mostrar por parte de fray Luis que, al cabo, la obra estaba destinada a seres verdaderamente desasidos del mundo y que por ahí el maestro salmantino intentase salvar toda objeción concerniente a la traducción de un texto bíblico directamente del hebreo, 13 al mismo tiempo que profundizase en esta vía de desasimiento conducente al éxtasis doloroso que aprende al final de su vida a través del pensamiento teresiano y de la experiencia de vida carmelitana. Ana de Jesús, depositaria del manuscrito, fue, además, la primera lectora de la Exposición del libro de Job y la leyó con el ardor que le llevó a escrutar y valorar la belleza y el mensaje espiritual del libro que ella y «las de su orden>> habían en parte propiciado. En las últimas cartas de la madre, las que escribe en los años que van de 1618 a 1621, los últimos de su vida, afectados por una terrible enfermedad que la tiene postrada, en particular en las cartas que desde Bruselas escribe a Diego de Guevara, Ana de

12 Dedicatoria, ed. cit., 27. 13 Jean Baruzi. Luis de Lean interprete du «Livre de Job». Paris: Presses Universitaires de

France, 1966, 7.

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Jesús insiste y reitera los deseos de que sea publicado el libro de fray Luis: es una obsesión que aflora en sus cartas y que jalona con las lamentaciones de su propia enfermedad y de la sequedad de su alma a merced de un cuerpo torturado. Las tentativas de que vea la luz un libro del que el mundo puede hallar gran consuelo se reiteran insistentemente como si éste fuera el último deseo de su vida y para el que procura doscientos ducados que la priora del convento de Madrid había de enviar a Salamanca para que en la universidad los maestros amigos, muy particularmente Basilio de León, pariente de fray Luis, se encargasen de la impresión. Más tarde, y con igual insistencia, se ofrecerá a imprimir ella el libro en Bruselas con ayuda de fray Andrés de Soto de la orden de san Francisco, confesor de la infanta Isabel Clara Eugenia:

Que si su paternidad no acaba de imprimir el Libro del santo Job, que enviándome le acá con las licencias y aprobación que tiene para imprimirle, le haré imprimir sin que se mude una letra; que muy bien sacan aquí las impresiones españolas y es lástima que esté tanto tiempo escondido ese tesoro. 14

Podríamos preguntarnos en este punto el porqué de la madre Ana en ver publicado este libro con mayor apetencia o posibilidades, si cabe, que el propio Cántico espiritual sanjuaniano. 15 ¿Vanidad por ser ella la destinataria? No lo creo porque también lo era de Cántico y ambas obras hundían sus raíces en materia bíblica puesta en entredicho. ¿Creencia cierta en las excelencias del libro? Desde luego. Pero también por ser lectura en la que ella, desconocedora del latín y enferma, se miraba como su propio espejo, de la misma manera que, en sus infortunios y por muchos años, lo había hecho fray Luis en el texto bíblico.

14 Carta fechada en Bruselas el 25 de noviembre de 1615. Las cartas fechadas también en Bruselas en octubre de 1611, 21 de enero de 1612, 2 de marzo de 1616 y 23 de abril de 1620 pueden ser muy significativas al respecto. Ver: Ana de Jesús. Escritos y Documentos, ed. de Antonio Fortes y Restituto Palmero. Burgos: Editorial Monte Carmelo, 1996, núms. 65, 66, 69, 71, 85.

15 Mª Pilar Manero Sorolla. «Ana de Jesús y Juan de la Cruw. Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pe/ayo, LXX (1994), 40-45 especialmente.

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