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1 SEMBRADORA DE LA PAZ Itinerario espiritual y apostólico de M. Ana María Gómez Campos Introducción: Un corazón unificado para sembrar la paz 1. Dejarse sorprender por Dios 2. En manos del divino alfarero 3. No sentirse nunca sola 4. Seguimiento esponsal 5. De la totalidad de la entrega, a la misión totalizante 6. Su secreto: un "sí" gozoso y generoso, estrenado todos los días, con María y como María 7. Alma sacerdotal Conclusión: Mar adentro Cronología básica

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SEMBRADORA DE LA PAZ

Itinerario espiritual y apostólico de M. Ana María Gómez Campos

Introducción: Un corazón unificado para sembrar la paz

1. Dejarse sorprender por Dios

2. En manos del divino alfarero

3. No sentirse nunca sola

4. Seguimiento esponsal

5. De la totalidad de la entrega, a la misión totalizante

6. Su secreto: un "sí" gozoso y generoso, estrenado todos los días, con María y como María

7. Alma sacerdotal

Conclusión: Mar adentro

Cronología básica

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Introducción: Un corazón unificado para sembrar la paz

Una lectura atenta sobre los escritos y las notas autobiográficas de la Madre Ana María Gómez Campos, dejan la impresión de toparse con un corazón unificado, capaz de sembrar la paz y el entusiasmo en su alrededor.

Madre Ana María era sembradora de la paz. Sus hijas espirituales que la conocieron, recuerdan su frase favorita con que serenaba cualquier preocupación: "Quédate tranquila". De ahí pasaba a afrontar objetivamente las pruebas desde la perspectiva de un Dios Amor que es siempre providente y sorprendente. En cualquier enredo y tempestad, invitaba a encontrar un rayo de luz siguiendo con sencillez las insinuaciones de la voluntad amorosa de Dios.

El arco de su vida terrena se desliza entre los años 1894-1985. Noventa y un año años, gran parte de ellos repartidos entre la persecución mexicana y las dos guerras mundiales. Dios es capaz de hacer surgir sembradores de la paz en los momentos más convulsionados de la historia.

Nació y murió en México D.F. Fue Fundadora (con el P. Félix Rougier) de la Congregación de las Hijas del Espíritu Santo, que ella dirigió durante 44 años: desde 1924 hasta 1968. Renunció a su cargo de Superiora General en 1968, pero todavía vivió 17 años más, acompañando a sus hijas, sin interferir en las decisiones de las superioras del momento, hasta su muerte, ocurrida el 24 marzo de 1985, vigilia de la Encarnación. Un vida resumida en un "sí" a la acción del Espíritu Santo, a imitación del "fiat" de María la Madre de Jesús, Madre de la Divina Gracia.

Ningún santo se santifica en solitario y ningún apóstol trabaja solo en la viña del Señor. Muchas personas, algunas con fama de santidad, la acompañaron o le sirvieron de orientación: el P. Félix Rougier (fundador), Mons. Miguel de la Mora (obispo de San Luís Potosí), Mons. Guillermo Tritschler (sucesor de Mons. de la Mora), sus primeras compañeras (especialmente su madre y hermana), algunos Misioneros del Espíritu Santo (P. José Guadalupe Treviño, P. Angel Oñate, etc.), Mons. José Mora y del Río (arzobispo de México), Concepción Cabrera de Armida, etc.

M. Ana María recuerda con especial gratitud a la Venerable Concepción Cabrera de Armida. Así lo constata en sus Escritos Autobiográficos (lunes 14 de enero de 1924, p.68; 21 de marzo de 1924, p.73). De ella, entre otras orientaciones, recuerda la siguiente: "El único que puede consolar es Dios, Anita. Las criaturas somos impotentes" (agosto de 1925, p.110). Hace una descripción de Conchita, recordando sus frecuentes visitas y especialmente el encuentro con ella poco antes de su muerte (1937). Describe "su sencillez y amabilidad", y hace suya la afirmación oída de boca del P. Félix: "Es un sagrario viviente" (año 1937, p.242).

La Fundación, según la expresión del P. Félix, hubiera tenido el título de "Misioneras del Espíritu Santo", pero el mismo cofundador accedió al deseo del Delegado Apostólico, que prefería el título de "Hijas del Espíritu Santo".

El itinerario de M. Ana María estuvo sembrado de pruebas, que son normales en todo seguidor de Jesús. El Instituto inició el 12 de enero de 1924 en San Luís Potosí y el mismo día el P. Félix escribió de su puño y letra las "33 Reglas de Amor". La aprobación del Instituto tendría lugar el año 1930 como Pío Unión. Las primeras Constituciones fueron entregadas por el P. Félix en 1933. Las primeras once religiosas, con M. Ana María, hicieron su profesión el 12 de febrero de

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1934. Después de la muerte del P. Félix (10 de enero de 1938), M. Ana María hizo la profesión perpetua (tenía 45 años). En el primer capítulo general (1944) fue elegido Superiora General. La aprobación pontificia (Decretum Laudis), por parte de Pío XII, fue en junio de 1950.

En los inicios de la fundación, México vivía una relaidad persecutoria, especialmente desde el año 1926. El nacimiento del Instituto, su desarrollo y sus numerosas fundaciones en toda la república, parecen un desafío humanamente inexplicable.

Hay que constatar la dirección inicial asidua del P. Félix, que ella recordará y agradecerá toda la vida. El cofundador dirigía cartas continuas, de orientación espiritual, para cada una de las hermanas, sugiriéndoles también la lectura de los escritos de Concepción Cabrera de Armida. En sus frecuentes conferencias, el P. Félix recalcaba siempre la obediencia: "Yo no tengo nada que legar a mis hijas. Sólo una cosa: He obedecido". El Padre no andaba a medias tintas: "Quiero, hijas, que se den a Dios por entero, totalmente. ¿Cómo? Por los tres votos privados que, como tres clavos preciosos, las clavarán, a imitación de Jesús, en la cruz". El recuerdo que de él guardaba M. Ana María, podría resumirse en la afirmación de que era "de una sencillez sólo comparable a la de un niño".

La intensa vida espiritual y apostólica de M. Ana María, caracterizada por una gran fidelidad y generosidad respecto a los signos de la voluntad de Dios, iba acompañada de intuiciones profundas, en el contexto de una gran humildad y caridad incondicional. Desde 1968, año de su renuncia al generalato, su vida transcurrió en un servicio epistolar escrito y en un silencio activo, humilde y confiado.

Era sensible a todo cuanto se relacionara con los futuros sacerdotes, sacrificándose por ellos. De las personas y acontecimientos, lo tomaba todo por el lado bueno y positivo. Personalmente, probada por el dolor, se movía por las líneas de la obediencia y de la humildad, para garantizar su entrega al amor de Dios.

En sus Cartas y circulares (en un espacio de 48 años: desde el 6 de enero de 1930, hasta el 12 de mayo de 1978), se percibe con toda claridad la fisonomía espiritual y consagrada de la M. Ana María Gómez. No son escritos que describen temas teóricos, sino que en las reflexiones refleja su propia vivencia. Deja entrever su experiencia e incluso frecuentemente hace referencia explícita a ella misma, a modo de trazo autobiográfico espontáneo.

NOTA: Cfr. Cartas y Circulares. Ana María Gómez (México, 1978, edic. privada). Las cartas y circulares están distribuidas en tres secciones: 1ª A todas las Hijas del Espíritu Santo; 2ª A las Madres Superioras; 3ª A las diversas comunidades. Cuando deja de ser Superiora General (en 1968) ya no se firma como tal, sino sencillamente con su nombre o añadiendo también "su Madrecita". La publicación de estos textos fue en 1978, con una presentación de la Madre General de entonces (M. Ana María Menéndez), que resume la fisonomía espiritual de la Fundadora.

La primera sección de las Cartas y Circulares (a todas sus hijas) recoge 146 cartas, que van dirigidas a todas las religiosas Hijas del Espíritu Santo. Abarcan desde el 6 de enero de 1930, hasta el 12 de mayo de 1978 (48 años). A veces, más que una carta, es un documento explicativo, como cuando expone "Puntos de los preludios para antes de la meditación, según deseo de nuestro amado Padre Fundador" (Ven. Félix Rougier) (pp.9-10).

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NOTA: En las Cartas y Circulaares expone ampliamente las caaaaracterísticas del carisma específico. También resume los "Rasgos espirituales de una Hija del Espíritu Santo" (pp.121-122), el "Espíritu propio de las Hijas del Espíritu Santo" (pp.137-138 y 203-204), así como la "Historia de la Congregación" (p.226-228 y "Historia de la Congregación", pp.246-254).

En esta primera sección (a todas sus Hijas), que es la más extensa, van apareciendo todos los temas de la vida espiritual, urgiendo a la santidad, con equilibrio, proponiendo los medios concretos, valiéndose de una gran pedagogía, aplicada con comparaciones adecuadas. Es siempre doctrina evangélica, citando las afirmaciones principales (evangélicas) en letra mayúscula. Las comparaciones las toma también de la naturaleza (la creación) y de la liturgia.

En las 19 cartas de la segunda sección (a las Madres Superioras, desde noviembre de 1953 a 31 de julio de 1974), van apareciendo los mismo temas, pero mucho más brevemente. Sólo hay tres cartas (entre 1973 y 1974) en que no escribe en calidad de Madre General. Insta siempre a la pureza interior, para poder ejercer el oficio de superiora. Ofrece una historia de la Congregación (pp.246-254, escrita en el año 1963, cuando todavía era Superiora General). Expone ampliamente la "maternidad espiritual" que debe tener toda superiora, sin buscar su propio interés (pp.255-258, año 1974, cuando ya no es Madre General).

Las 68 cartas de la tercera sección (entre 1952 y 1975) van dirigidas a diversas comunidades. En algunas cartas no se indica la fecha. Se distribuyen sin orden cronológico global, sino sólo según la cronología de las dirigidas a cada comunidad: San Luís Potosí (pp.261-263, años 1972-1975); Morelia (pp.263-272, años 1960-1962), Noviciado (pp.273-287, años 1952-1974); Ensenada (pp.288-293, hasta el año 1974, falta fecha de carta inicial); Tulancingo (pp.294-295, año 1971); Tijuana (pp.296-299, año hasta 1974, falta fecha de carta inicial); Nazaret del Espíritu Santo (pp.300-302, años hasta 1973, falta fecha de carta inicial); Veracruz, Nazaret de San José (pp.303-313, años 1961-1974). Las cartas son breves y presentan los mismos contenidos evangélicos.

El acento recae en la vida interior, sin olvidar la corrección de defectos concretos, instando a la ecuanimidad, responsabilidad, sencillez, seriedad, formalidad, unidad... El tema de Dios es siempre central. Al ayudar a la oración, recuerda, además de los preludios para hacer meditación, el examen sobre cómo se ha hecho la misma oración (p.174).

En todas las cartas se respiran los criterios evangélicos según las enseñanzas de la Iglesia. Presenta una doctrina espiritual, de vida cristiana y consagrada, en todas sus facetas principales: Trinidad, Dios Padre, Jesucristo, Espíritu Santo, Eucaristía, Evangelio, Cruz, María, Iglesia, oración, santidad, seguimiento evangélico (virtudes concretas), vida comunitaria, apostolado, medios concretos de santidad y apostolado... Constituyen un itinerario histórico, a modo de siembra continua de la paz, a partir de un corazón unificado donde sólo reina el amor a Dios y a los hermanos.

NOTA: Además de las Cartas y Circulares, o.c, usamos las siguientes "publicaciones": A. BRAMBILA, La Madrecita, biografía de la M.R.M. Ana María Gómez Campos (México D.F., 1990); Apuntes Autobiográficos de la R.M. Ana María Gómez Campos (citamos: A.A.). H. HAMPL, Las Hijas del Espíritu Santo (México, Edit. La Cruz, 1993).

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1. Dejarse sorprender por Dios

Los escritos de M. Ana María dejan entrever un corazón en paz, aún en medio de grandes tempestades. Nada ni nadie puede turbar un corazón que se deja sorprender por la llamada al amor. Ella se sabe amada y no puede dudar de ese amor de gratuidad.

Desde su corazón unificado saber descubrir en los demás, sin excepción, el amor de Dios que no excluye a nadie. De ahí derivaba su atención personalizada a cada uno. Sabe animar a los demás, porque también ella va aprendiendo a vivir de sorpresa en sorpresa.

El dolor se hizo presente y fuerte desde su adolescencia. A sus quince años (1909), por una enfermedad de la vista (debida a un enfriamiento), tuvo que recluirse en una habitación oscura. Dios la llamó y ella asintió a la llamada: "Le prometí amor y fidelidad eterna".

Saber prescindir de las propias preferencias, fue también en ella una fuente de paz. Debido a la enfermedad, cambió su orientación académica, que tendía hacia la medicina, con la carrera de educadora (graduándose en ciencias geográficas e históricas, pedagogía, psicología, metodología del kindergarten). Terminó estos estudios en 1916 cuando tenía 22 años.

La vida se abría de sorpresa en sorpresa. Después de fundar con su amiga Leticia (1918) el centro educativo Pedro de Gante en Tacubaya, con apenas un año de caminar, tuvo que cambiar de rumbo, debido a las tendencias muy diferenciadas entre las maestras.

De nuevo con su amiga Leticia, abre otro centro escolar en 1920, en la colonia Juárez de México. El centro, por sugerencia del P. Félix, recibió el nombre de "La Betania", como presagio de un "semillero de vocaciones". Pero también este andadura cambió de rumbo, ante la propuesta del P. Félix de una posible fundación religiosa. Ana María fue reflexionando sobre esta propuesta (años 1922-1923), pero su enfermedad del oído parecía ser un obstáculo insuperable. En este momento, es cuando experimentó una asistencia especial de la Santísima Virgen, quedando totalmente sana. Ella lo cuenta con algunos detalles. Parece que fue en diciembre de 1923, cuando con ocasión de comprar un cuadro de la Guadalupana, dice ella misma: "lo puse en la sala, y al darle un beso en la frente y pedirle mi alivio, sentí interiormente que había ido allí para curarme" (Apuntes Autobiográficos, p.5, la vocación definitiva, 1922).

La Santísima Virgen le ayudó a dejarse sorprender por Dios. Dice ella que "debió ser en 1923". Esta vez la sorpresa de Dios se hizo entender por intercesión de María: "La encantadora Virgen no pronunció palabra: únicamente pude ver dibujada en sus labios una suave y ligera sonrisa muy significativa... Todo lo comprendí al instante con luz meridiana. ¡La Obra era de su agrado! ¡Se realizaría a pesar de todo!" (A.A., ibídem).

El Instituto comenzó el 12 de enero de 1924 en San Luís Potosí. El P. Félix escribió ese día las "33 Reglas de Amor", de su puño y letra. Son un verdadero tesoro y resumen el carisma fundacional. Baste recordar estas tres indicaciones: "Mi misión sobre la tierra es continuar la Obra de Jesús, FORMANDO ALMAS DE APOSTOLES" (n.20). "Oh María, oh nuestra Madre, somos tus hijas, tu Corazón Purísimo es nuestra morada de amor" (n.28). "Oh Jesús, tus amores son nuestros amores: tu Iglesia, el Papa, los Obispos, los Sacerdotes, LAS ALMAS TODAS. ¡Oh Jesús, las almas!" (n.31).

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NOTA: Ver el texto completo en: La Madrecita, o.c., pp.21-22.

Las "Reglas de Amor" se orientan todas ellas hacia una actitud de donación. No se busca otro objetivo ni otro premio que el mismo amor, como se resume en la jaculatoria que les dio el P. Félix: "Oh Jesús, haz que te ame, y que la única recompensa a mi amor sea amarte más y más". El P. Félix, cuando en 1933 le daría las primeras Constituciones, diría que son "el evangelio abreviado".

NOTA: En 1930 se había aprobado el Instituto como Pía Unión. El 15 de enero de 1933, ella había iniciado como novicia y simultáneamente maestra de novicias. En 12 de febrero de 1934 tuvo lugar su primera profesión junto con las primeras once religiosas.

En este itinerario de las "sorpresas" de Dios, se intercala el fallecimiento P. Félix, el 10 de enero de 1938. Había celebrado bodas de oro en 1937, en la basílica de N.S. Guadalupe. Madre Ana María aprende otra nueva lección de la Providencia divina; dice ella misma: "Entonces comprendí por qué Jesús nos enseñó a clamar a Dios diciendo: Padre nuestro".

NOTA: Su profesión perpetua, cuando tenía 45 años, sería en 1939. El primer capítulo general, en el que ella sería elegida Superiora General, fue en 1944. La aprobación pontificia (Decretum Laudis), por Pío XII, fue el 6 junio de 1950. La probación definitiva de los nuevos Estatutos fue el 12 enero de 1984, por Juan Pablo II.

El camino de sorpresa incluye también su renuncia como Madre General en el Capítulo de 1968. Los diecisiete años restantes, hasta su muerte (1985), la fueron marcando más en esa vida fecunda por estar "escondida con Cristo en Dios" (Col 3,3).

La clave de su vida sólo se descubre en la contemplación de Cristo clavado en cruz por amor. El ideal, a modo de oración, que se repetía en los primeros años de la fundación, era así: "Cruz que sangre en el silencio y en la humillación". El P. Félix le había dicho: "Ana María... sólo el dolor es fecundo" (Cartas del Padre).

Como puede observarse, el tema de Dios (Amor) es central, como si fuera su pensamiento y su vivencia dominante, el ideal en el que encuentra el sentido de la vida. En las Cartas y Circulares podemos leer: "Cada día que pasa se aclaran en mi mente estas ideas: es imposible alcanzar el Ideal, Dios, viviendo lejos de El" (p.11). "Yo me figuro a Dios como el sol: sus rayos benéficos llegan a nuestras almas, dándonos vida pujante, vida divina, que nos hace aptos para ser dulce alimento de los demás... buscar ese espléndido Sol del amor... Busca a Dios, llénate de El"... (p.21). Dios "ha vulnerado de amor el corazón" para que se lo ofrezcamos del todo (p.33). Así es la sabiduría de quien se deja sorprender por el Señor, al estilo de Santa Teresa ("nada te turbe... sólo Dios basta"): "Dios paga a lo Dios" (p.276). "Más Dios, menos criaturas" (p.138).

NOTA: Ver otras páginas de las Cartas y Circulares: pp.36, 49, 53, 69, 142, 151, 182, 226.

M. Ana María vivía el momento presente: "Hoy me atrae Dios... La vida es corta para pensar en Jesús". Y cuándo ella misma se pregunta "¿cómo siento el amor de Dios?", lo concreta en la doble vertiente del amor, hacia Dios y hacia los hermanos: "Siento que mi alma abraza con inmensos brazos al mundo entero. Me hace esta impresión Dios: Un manantial de aguas ricas, fecundas y abundantes; mi alma como un surtidor de ellas... De aquí que me sienta, en cierta

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forma, ser donación" (A.A., pp.402-403).

Precisamente esta perspectiva del amor invita a entrar vivencialmente en el tema del Espíritu Santo, como parte integrante del carisma de las Hijas del Espíritu Santo. El tema está siempre en relación con la Cruz y con el Corazón de Jesús, como respuesta al amor y a las exigencias de santidad. Así lo indica en las Cartas y Circulares: Ser "Hija del Espíritu Santo" es "sinónimo de donación perfecta, consumación nunca interrumpida, holocausto perenne" (p.16). El Espíritu Santo, "que es luz y fuerza", cincela el corazón para conseguir la santidad, más allá de nuestras fuerzas (p.31). Compara al Espíritu Santo con un artista que realiza una obra de arte (p.45), pero hay que entregarse "dócilmente a su acción" y abandonarse "dócilmente a sus designios" (p.46). Ella deseaba que el mundo fuera consagrado al Espíritu Santo (p.166). La fiesta de Pentecostés la vivía profundamente, pidiendo la venida del Espíritu: "Ven" (p.300).

NOTA: Ver otras páginas (de Cartas y Circulares) sobre el Espíritu Santo: pp.52, 191, 197, 215-217, 230, 244.

El amor filial se expresa en la máxima confianza. Todo está guiado por la Providencia divina. Cuando tuvo lugar la fundación en San Luís Potosí y no en la capital de la República, dice M. Ana María: "Aprendimos a luchar en el medio que la Divina Providencia nos había deparado" (A.A., 1924, p.61).

En abril de 1949, los médicos habían diagnosticado que su estado de salud era "muy delicado". Pero ella, comenta: "¿Qué querrá Dios? Estoy dispuesta a la partida. No tengo más que miserias, pero cubro éstas y mi desnudez con las llagas de Cristo y el manto de María" (A.A., p.381). El camino de la vida, de sorpresa en sorpresa, seguiría todavía treinta ocho años más...

NOTA: Ver Cartas y circulares sobre la confinza filial, pp. 29, 42, 69, 124, 146). Sobre su criterio sobre los fenómenos extraordinarios (suyos o de otras personas), se puede apreciar una gran prudencia en el discernirlos, incluyendo la consulta a personas entendidas. Sobre ella misma: Apuntes Autobiográficos, p.401, "imposible decirlo todo". Sobre otras personas: ibídem, 171-175, "un caso fuera de serie". Sobre la posible acción del espíritu del mal: La Madrecita, biografía, o.c., XVIII-XI, pp.51-56.

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2. En manos del divino alfarero

La gran sorpresa de un creyente consiste en encontrar a Dios Amor esperando en la propia realidad. M. Ana María deja entender su realidad de limitaciones humanas ensambladas con los dones gratuitos recibidos de Dios. Por esto sabe agradecer a Dios en los hermanos, perdonar, comprender, acompañar. Por el hecho de sentirse en manos de Dios, nunca tiene motivo para el desánimo. Dios Amor es buen alfarero, especialista en "barro".

La familia espiritual que ha iniciado la componen las "Hijas de Amor". Dios Amor, uno y trino, se muestra providente. La acción de su Espíritu de amor conduce a la transformación en Jesús Eucaristía, para ser transparencia del mismo Jesús y de la santidad del Padre. Dios amasa el barro cuando éste se deja moldear.

El carisma fundacional tiene, pues, esta dimensión de amor, a modo de escuela que refleja la misma vida de Dios, según los designios o proyecto del Padre, de transformar a cada una de las "Hijas del Amor", en una expresión de Cristo hecho oblación de amor: "Si tomáramos a pechos nuestra sublime vocación de Hijas del Amor, nuestra vida sería más fecunda, y los ojos del Divino Padre contemplarían extasiados, en cada Hija del Espíritu Santo,a su Verbo hecho Hostia por amor" (Cartas y Circulares, p.25).

El ideal de M. Ana María consiste en llevar una vida que atraiga la mirada amorosa de Dios. Esta vida se compendia en un "sí": "¿Qué hacer para atraer la Mirada de los queridos Tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo?... Pronunciar un fiat alegre, entusiasta, a ese Divino Querer" (Cartas y Circulares, p.213).

El Espíritu Santo, como "Dulce Huésped", hace posible esta realidad: "Por la vida de la gracia, la Trinidad Santísima habita en nuestro espíritu" (Cartas y Circulares, p.216). Es la promesa hecha por Jesús a los que le amen: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y estableceremos en él nuestra morada" (Jn 14,23). El "barro" ya puede reflejar la mirada amorosa de Dios.

Para transformarse en Jesús, hay que dejarse moler como los granitos de trigo, para hacerse pan partido y donado como él. La íntima relación con Jesús Eucaristía es la clave para encontrar a Dios cerca, insertado en nuestra misma realidad cotidiana. M. Ana María no podía prescindir del Sagrario. Si tenía Sagrario, ya no faltaba nada. Con ocasión de la primera fundación del año 1924, dice: "¡Tenemos lo mejor de lo mejor: un Sagrario! La compañía del Señor lo llena todo, y el entusiasmo vuelve a reinar en los corazones" (A.A., p.69). Faltaba hasta lo más indispensable, pero estaba presente el Señor.

Ya no se siente sola. "Vivía ya cerca de un Sagrario... La obsesión de mi vida, desde pequeña, había tenido cumplimiento". Para ella, lo que más contaba eran los latidos del Corazón de Cristo: "Su Corazón en la Eucaristía saciaba plenamente el hambre que años atrás me atormentaba" (A.A., p.42). Poder tener el Sagrario en casa era "inmensa gracia" (A.A., p.63).

En estos momentos iniciales de la fundación. Allí reinaba el frío, la pobreza, el trabajo agobiante... "¡Cuánto frío! ¡Cuánta soledad! ¡Ah! Pero tenemos Sagrario... Tu presencia, Jesús amado, nos hace cobrar ánimo, tu generosidad sin límites de Hostia Santa nos anonada... apareces Tú, fuego inextinguible que calienta y anima nuestras almas desfallecidas" (A.A.,

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p.68). Esta relación personal con Jesús presente incluye la sintonía con su oblación sacrificial en la Eucaristía celebrada y adorada.

Sólo un alma enamorada sabe hablar así, en medio de "una escuela pobrísima, en una ciudad desconocida y en una atmósfera hostil de parte de las autoridades". Este aspecto negativo hace resaltar el lado positivo, vislumbrado sólo por la fe vivida. Esos son "secretos" ocultos para a los que no han experimentado el amor del Señor. "Me quedé helada; sólo Jesús Eucaristía me dio alientos para aceptar un rotundo fracaso desde el nacimiento de la querida Obra" (A.A., p.69).

A los pies del Sagrario y ante cualquier dificultad que se presentara de improviso, solía repetir la oración aprendida del P. Félix: "¿Eso quieres, mi Jesús? Eso quiero yo" (A.A., p.84).

En tiempo de persecución, especialmente en el año 1926, todo parecía "un caos", sobre todo cuando se quedaron sin Sagrario, ellas y los niños del colegio. "¿Prescindir de la compañía de Jesús?". Se les arrebató todo, pero "todo nos parecía nada con tal de tener a Jesús en casa, su ausencia se nos hacía insoportable... Como el sol fecundante y bienhechor infunde vida, calor, lozanía, así un sagrario a la almas; sin él todo es tinieblas, oscuridad, muerte" (A.A., p.124).

Pero los amantes inventan todo para poderse encontrar. M. Ana Maria con sus compañeras transformaron un ropero en un sagrario improvisado y oculto. Y dice ella: "Nos conmovió hasta las lágrimas el buen Dios cuando por vez primera lo vimos encerrado en el ropero" (A.A. p.127). Lo importante era que después de la celebración del sacrificio de la Misa, Jesús se quedaba con ellas.

El año 1927, en la fundación de Tlalpán y cerca de Navidad, comenzaron de nuevo las dificultades, en una "casa fea, destartalada y triste", que "parecía una cuadra de animales y que recordaba también el misterio de Belén. El noviciado nació como Jesús, en medio de la suma pobreza, con la celebración de la Misa navideña de medianoche. Ahí cabían apenas "las siete sillas de las que formábamos la comunidad. ¡Pobre Jesús! Nunca me canso de admirarlo; su generosidad raya en locura para vivir con los que ama" (A.A., p.151). El permiso de tener el Santísimo llegó el 25 de febrero del año siguiente.

El P. Félix les advirtió que tenían que caminar solas en la fundación. La noticia les pareció "terrible", mientras "las ideas bullían... y el corazón estaba de pena". Pero quedaba el Señor con ellas: "Nuestro confidente único fue el Jesús de nuestro Sagrario" (A.A., p.161). Las penas e incomprensiones aumentaron. Pero ella deja constancia de su actitud: "El único recurso era mi Sagrario" (A.A., p.162).

La gran tribulación que acabará de moler el trigo para convertirse en pan donado, será el fallecimiento del P. Félix (1938). En los momentos de agonía del Padre Fundador, a la que no le permitieron asistir, M. Ana María, ante el Sagrario, supo "llorar con el querido Prisionero". Y añade: "En su Corazón purísimo desahogué la terrible pena que me mataba". Allí repitió su conformidad de línea eucaristica: "Eso quieres, mi Jesús? ¡Eso mismo quiero yo!" (A.A., p.250).

El Sagrario de Tlalpan fue testigo de su pena, al regresar del entierro en el panteón del Tepeyac: "Mi honda pena, a Dios gracias, tuvo desahogo en el Corazón bendito de Dios, en la oscuridad bienhechora de nuestro Sagrario de Tlalpan" (A.A., p.252).

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En la vida ordinaria es donde Dios amasa nuestro barro para convertirla en un vaso de elección. Es la vida oculta de "Nazaret", donde también se amasó Jesús como "pan de vida", y donde quiso que compartieran con él su misma suerte, María y José.

El tono de la primera fundación en San Luís (1924), será siempre como la impronta característica de las fundaciones posteriores: "Vivimos al día, en completa pobreza, saboreando los frutos del espíritu evangélico". Así se imitaba la vida de la de Nazaret: "Ese ha sido siempre mi gran deseo y me satisface, por el amado color de ocultamiento legado por nuestro Padre: todo ante los ojos de Dios, nada ante los ojos del mundo" (A.A, p.74).

Así lo resume ella misma en la llamada "carta magna" (5 marzo 1926), que resume magistralmente el espíritu de la Congregación: "Cada casa debe ser, en cierto sentido, como un Cenáculo; allí consagró Jesús la Eucaristía; allí bajó el Espíritu Santo... Pero sobre todo, cada casa... debe ser otro Nazaret... Nazaret donde Jesús oró, trabajó, preparó su Obra y vivió en la intimidad de su Santísima Madre y de su Padre adoptivo. Oh, hijas mías, ése es mi grande ideal: que cada una de sus casas sea de veras un Nazaret; ahí tenéis presente a Jesús en el Sagrario, ahí está la Mirada amorosa del Padre, ahí el recuerdo vivísimo de María vuestra Madre Inmaculada... Que vivan ahí todas, y cada una, en la intimidad de Jesús, de María y de José" (A.A., pp.129, 131).

Dejarse moldear en las manos amorosas de Dios, al estilo de Jesús, supone poner en práctica los medios concretos de espiritualidad que han usado los santos, a partir de la Eucaristía (celebrada y adorada), de la recepción de la Palabra de Dios y de la actitud mariana. En las Cartas y Circulares, M. Ana Maria va recordando algunos de estos medios: la confesión (p.102), el sacrificio (pp.5, 11, 36, 59, 61, 66, 145), el examen general y particular (pp.97, 102, 104-105, 174, 220), las lecturas (p.32), el Rosario (p.17), la devoción a San José (pp.193-194, 304). Son medios que conducen a la práctica concreta de todas las virtudes (pp.73, 148, 192).

El tono general del proceso de santificación, que sigue M. Ana María, es de profunda humildad, a partir de una confianza filial inquebrantable, para llegar a una donación total. En las Cartas y Circulares los temas espirituales se presentan siempre en una perspectiva de confianza en el amor de Dios y en su Providencia (cfr. pp.29, 42, 69, 124, 146), para encuadrar ahí la exigencia de santidad. Hay detalles de las cartas que dejan entrever claramente la humildad de la M. Ana María (pp.12, 28); es una de las virtudes que más recomendaba (pp.18, 24, 39, 58, 62-63, 117, 139, 145, 179, 191, 229).

Ella se consideró siempre como un instrumento vivo en manos de Dios Amor: "En el nacimiento y desarrollo de esta Obra... me he comportado sólo como un instrumento en las manos de Dios, y como tal, nada he pedido ni rehusado, pero sí he tenido siempre la plena confianza ilimitada y amor apasionado por el Artista Divino, que cautivó mi amor desde que tuve uso de razón". Y refiriéndose al Padre Fundador, añade: "A mí sólo me ha tocado ser colaboradora, y me siento dichosa de ayudar como el granito de arena e la empresa del Señor" (A.A. p.107, año 1925).

Ella misma reconoce: "Mi vida espiritual tiene lagunas (una más grande que la otra)" (A.A., p.311). En el año 1946, simultáneamente a una gran alabanza por parte del obispo de Tulancingo, alguien había dicho de ella que era "soberbia", "pagada" de sí misma, "fatua". Pero

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ella comenta: "Por más exámenes de conciencia que he hecho, no me veo culpable, pero he aceptado con los brazos abiertos esta pésima opinión de mi persona, y he repetido mucha veces esta hermosa jaculatoria: Jesús manso y humilde de corazón" (A.A., p.346).

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3. No sentirse nunca sola

Al leer con atención los escritos de M.Ana María, uno tiene la impresión de que nunca se sintió sola, sino siempre "relacionada" con Cristo. No podía prescindir de él para nada. Y nadie ni nada podía ocupar en su corazón el lugar que le correspondía al Señor. Esta vivencia aparece en íntima relación con Cristo en la Eucaristía. El lo llenaba todo y era su todo.

De ahí que su oración, siguiendo las orientaciones del P. Félix, era una "atención amorosa" a Dios. Se encuentra ente una presencia donada y hace de su propia presencia silenciosa una donación.

Durante el período de la primera fundación, en San Luís Potosí, la presencia de Jesús en la Eucaristía hacía fecundo el "silencio", cargado de "hondas impresiones". Los labios no sabían hablar, pero Jesús sabía todo que los "corazones" le quería decir. Este silencio de donación era parte de integrante del ser "hostias", con una amor apasionado "hasta la locura" (A.A., p.64).

En las Cartas y Circulares, la Eucaristía, celebrada y adorada, es el centro de su vida. En la celebración eucarística se hace presente Jesús inmolado incruentamente. En la adoración, la persona consagrada es "la hostia frente a la Hostia". Es "Hostia blanca, pura, humilde, víctima de amor en favor de las almas más queridas del Corazón de Dios: sus sacerdotes, sus religiosas" (p.24). La esposa de Cristo es como el "ostensorio" que muestra a Jesús a los demás (p.68). El amor de Jesús, presente en el Sagrario, es como un examen de amor, para que sean "nuestros pensamientos, palabras y obras tan sólo para el Señor" (p.190).

El Sagrario muestra a Jesús presente como sol que ilumina y fortalece. M. Ana María acompañaba a sus hijas ante el Sagrario: "En el correr de la camioneta, mi corazón estaba en Morelia, cerca de su querido Sagrario, diciéndole al Señor: llénalas, empápalas, imprégnalas de Ti que eres Amor" (Cartas y Circulares, p.268). El amor daba sentido a la vida inmolada con Jesús (cfr. pp.24, 162, 179).

NOTA: Ver también pp.275, 307-308.

El amor a Jesús Eucaristía era algo impreso en el corazón de M. Ana María, ya desde la primera comunión. Era su "mayor aspiración" (A.A. p.18). En los inicios de la fundación, el Sagrario podía suplir todas las carencias. "La compañía de Jesús lo llenaba todo" (A.A. p.69).

Los momentos de adoración eucarística daban sentido a la vida. El corazón podía explayarse, aunque fuera en silencio de donación: "La presencia de Jesús en el ostensorio llena siempre el alma de júbilo santo, goza el espíritu de un ambiente cálido, tranquilo; el pobre corazón humano se pierde en el de Dios, como la insignificante gota de agua en la inmensidad del océano" (A.A., p.119)

El tiempo de persecución estaba cargado de penalidades, pero también de nuevos consuelos, especialmente al tener la oportunidad de tocar la Eucaristía (por falta de ministros), cosa insólita en aquella época. Ella lo recuerda como detalle de enamorada: "la impresión que sentimos cuando por primera vez tomé la Hostia inmaculada entre mis manos" (A.A. p.179).

La Eucaristía marcó su vida, dejándola modelada por el sacramento y sacrificio del amor: "La

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presencia de N.S. en la Eucaristía es con frecuencia sensible a mi alma" (A.A., p.242, año 1936). "Tenemos aquí en Nazareth (Tlalpan) al Santísimo Expuesto. Ni mente, mi corazón, mi alma toda, se va con El. Qué dulce, pero dolorosa preocupación en las horas largas de trabajo, de escritorio, visitas, viajes" (A.A., p.403). Los enamorados tienen detalles que sólo los comprenden quienes saben de amor sincero (cfr. A.A. p. 39s).

En las Cartas y circulares, todos los temas tienen un matiz relacional. M. Ana María vive en relación con Dios. Lo que dice sobre la oración y contemplación, es lo que ella misma vive. Es oración relacionada con la Eucaristía y el Espíritu Santo (temas explicados más arriba). Aconseja así: "Tu oración debe ser continuada, sin desmayos ni interrupciones; así lo exige el éxito de tu apostolado" (p.84). Invita a seguir la pauta de San Pablo, para orar sin cesar (p.192). Es una característica de la Congregación: "La Hija del Espíritu Santo se pierde en Dios durante la oración" (p.121). Muchas veces ofrece pautas concretas para hacer oración (pp.9 y 174). Hay que "dar la primacía a la oración", para llegar a ser, como quería el P. Fundador, "almas contemplativas en medio de la acción, teniendo siempre la atención amorosa a Dios" (p.225; ver también p.256 y 298). Ella invita a "estar en su presencia" (p.101).

Esta actitud relacional no se reducía a los momentos que llamamos de oración, sino que abarcaban toda la vida, de modo permanente, como actitud habitual o de deseo de estar con el Amado y hacerlo todo por él. "Muchas veces siento el impulso de arrodillarme, aun en la calle, porque se me hace patente la presencia de Dios. Lo mismo me ha pasado con algunas personas: la presencia de Dios es vivísima en ellas" (A.A., p.404).

En las Cartas y Circulares, M. Ana María muestra siempre equilibrio entre la vida interior (oración) y la acción (apostolado). Invita siempre a una donación de totalidad (p.18). La referencia al "grano de trigo" (p.37) es como una intuición de lo que ella viviría los últimos años de su vida (murió nonagenaria). Ella invitaba a imitar la vida oculta de Nazaret: pp.11, 151, 178, 298). Lo importante es imitar a Cristo y aprender la "infancia espiritual" (pp.57-58, 62, 64). Así se puede llegar a ser "madre de las almas" (pp.82, 118, 301). Prevalecen siempre las líneas de oración, humildad, sacrificio (hostia), confianza, alegría, donación, caridad, fecundidad apostólica de la cruz...

Sobre la "infancia espiritual", además de las referencias (de Cartas y Circulares), que acabamos de citar, ella lo expresa como sintiéndose muy en sintonía con Santa Teresa de Lisieux: "Entendí, con inmenso gozo espiritual, los lazos fraternos que nos unen a Santa Teresita… Espíritu de humildad, sencillez, abandono, intimidad, confianza. En una palabra: ¡El hermosísimo espíritu de infancia espiritual" (A.A. p.313).

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4. Seguimiento esponsal

Para M. Ana María, nada ni nadie podía suplir a Jesús. Era el amor incondicional y apasionado por Jesús la clave de su vida consagrada. La unión con el Señor era de criterios, valores y actitudes: "¿Eso quieres, mi Jesús? Eso quiero yo".

La transformación en Cristo crucificado fue su ideal y también la herencia que dejó a su familia espiritual: "Ser otro Jesús, copiarlo, reproducirlo, vivir su propia vida". Sólo así se puede realizar el seguimiento de Cristo sin esperar a ver el fruto apostólico.

Su corazón estaba orientado hacia el absoluto de Dios. "Nunca pude amar a nadie fuera de Él" (A.A., p.26). Y ésta será una constante de toda su vida consagrada: "En el fondo de mi alma crecía mi grande anhelo: ser toda de Dios en la vida religiosa" (A.A., p.43).

En los momentos de grandes renuncias, como fueron los de la primera fundación (1924), la persona de Jesús, profundamente amada, daba sentido a la vida. "¡Sólo el amor de Jesús, amor fuerte como la muerte, insondable como el abismo, nos ha impulsado, con fuerza titánica, a abandonarlo todo!" (A.A., p.62).

Las Cartas y Circulares son un tesoro de expresiones que indican una vida profundamente relacionada y entregada al Señor. El Corazón de Jesús, como expresión del amor de Dios, inunda casi todas las páginas del epistolario. "El bendito Corazón de Jesús, muchas veces lo he meditado, es el verdadero y único surtidor de aguas vivas, inagotables" (p.40). "Acércate a El con toda confianza y absorbe ese divino lubrificante que todo dolor amengua y suaviza" (p.43). Describe el Corazón de Jesús en la cruz, como "un corazón de fuego ¡El de Jesús!" (p.45). A veces, M. Ana María hace una llamada a la autenticidad y revisión de vida: "Me interesa que nos definamos. ¿Somos el consuelo de Cristo o fuente de penas para su adorable Corazón?" (p.188). "¡Cómo le duele la ingratitud de sus predilectos! Seamos su bálsamo, su consuelo; eso pide de todas y de cada una de las Hijas del Amor" (p.214). "Sólo en ese bendito asilo hallarán paz, sosiego, bienestar. Fuera de Él, todo es desilusión, desencanto" (p.305).

NOTA: Ver otras páginas de Cartas y Circulares: 99, 121, 168, 227, 279. El amor e intimidad con Jesús es el tono prevalente de los escritos: pp.43-45, 57, 142, 153. 201, 284, 305, 308.

M. Ana María había escuchado en su corazón una llamada de Jesús, invitándola a comunicar a otros esos amores: "Hay muy pocas almas en este Corazón" (A.A., p.41). Ella sabía refugiarse allí, especialmente en los momentos difíciles: "Nuestros ojos no han derramado lágrimas, porque secretamente las hemos depositado, a torrentes, en el Corazón bendito del amadísimo Jesús" (A.A., p.63).

En la "Carta Magna" (1926) resume el carisma de la fundación, teniendo como punto de referencia los deseos más profundos del Corazón del Señor: "Vuestro corazón, al desear para la Iglesia santos Misioneros y santos sacerdotes, es el eco fiel del Corazón de Jesús, porque Él no desea otra cosa con tanto anhelo, con tanta divina vehemencia" (A.A., p.130).

En el conjunto de Cartas y Circulares insiste continuamente en la puesta en práctica de la vida religiosa, como fidelidad a la vocación, por un proceso de santidad, en armonía con la voluntad

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de Dios, como consagración y desposorio, en la práctica de la caridad fraterna y de la vida comunitaria, para vivir la vida evangélica (votos) de castidad, pobreza, obediencia, según los matices del propio carisma o espiritualidad, en vistas a realizar el propio apostolado o misión educacional.

Siempre va indicando la vía del amor y de la confianza, partiendo de la humildad y poniendo en práctica los medios concretos de santificación: oración-contemplación, sacramentos (eucaristía), sacrificio, examen, lecturas, etc. Van apareciendo todas las virtudes; además de la fe, la caridad, la esperanza (confianza, alegría) y virtudes evangélicas, indica algunas virtudes propias de la educadora (testimonio, ecuanimidad, equilibrio).

Por esto, insta con urgencia a "vivir intensamente nuestra vida religiosa hoy mismo, mañana sería tarde" (Cartas y Circulares, p.12), como desposorio o preparación de "nuestra fiesta nupcial" (p.42). Se trata de llegar a ser "reproducción de Cristo" (p.25), porque "el Señor está ya cansado de mistificaciones y engaños" (p.31). Se intenta "reproducir a Cristo para abrasar en el fuego de su amor el mundo entero" (p.196) y de "transformarnos en El" (p.215). Ella va describiendo frecuentemente los componentes esenciales de la vida consagrada. Es una respuesta al "ven y sígueme" (p.13). Es "un camino con sólo flores de virtudes que embriagan el ambiente y embelesan la vida del Amado" (p.183).

Comenta con amplitud el Motu Proprio de Pablo VI ("Eclesiae Sanctae") en vistas a la aplicación del decreto conciliar "Perfectae Caritatis" (Cartas y Circulares, pp.188-189 y 194s). Al instar a ser fieles a la vocación religiosa, con su propio testimonio, invita, al mismo tiempo, a realizar una pastoral vocacional que respete la libertad de la persona posiblemente llamada (pp.278-279).

La vida consagrada la presenta en relación con la Eucaristía (de que hemos hablado más arriba), a manera de copón o también como "hostia" que se inmola con el Señor. En este sentido es "Hostia frente a la Hostia" (Cartas y Circulares, pp.66-69). Se armoniza siempre el sacrificio eucarístico, la presencia eucarística y la comunión sacramental.

La consagración tiene lugar por los votos, cuando "nos damos todas por entero al servicio de Dios" (Cartas y Circulares, p.18). En realidad "dichos votos no son más que medios para practicar las virtudes respectivas" (p.154). El "día feliz en que pronunciamos nuestros votos", fue una promesa de amor total al Señor (p.191). Son los votos de "pobreza, castidad y obediencia" (p-204). "Por la profesión de los consejos evangélicos que libre y voluntariamente hemos hecho a Dios, estamos obligados a seguir a Cristo en unión íntima coa El" (p.218).

M. Ana María había hecho el voto perpetuo de virginidad ya en el año 1918 (cuando tenía 24 años), asesorada por su Director Espiritual (A.A. p.35). Cuando hizo con sus primeras compañeras la primera profesión (1934), dejó constancia de que "nos dimos a Dios, explícita y oficialmente por los votos religiosos" (A.A., p.229). Lo más importante era el sentido de la entrega como expresión de un amor esponsal y total a Cristo.

En las Cartas y Circulares, la castidad se presenta en la línea de la intimidad con Cristo Esposo. La persona consagrada pertenece a Cristo como el copón y el ostensorio (en relación con la Eucaristía) (pp.60-69). La vida consagrada se hace como "lirio" para el Señor (p.72-73). Tiene dimensión mariana y eucarística, puesto que la "copia fiel de María Santísima" por su pureza

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(p.169), se alimenta de la Eucaristía y "debe ser pura porque El (Jesús) es la Pureza por excelencia" (ibídem). Jesús Hostia y el mismo color blanco del hábito les recuerdan que "son templos vivos del Espíritu Santo" (p.170). Su corazón era totalmente de Cristo Esposo, con una entrega de totalidad incondicional.

Con la pobreza evangélica se imita la pobreza de Jesús. M. Ana María insta a la práctica concreta de pobreza en el uso de las cosas (Cartas y Circulares, p.253). El significado de la pobreza lo resume así, aplicándoselo a sí misma: "¿Qué significado tiene para mí y para todas las Hijas del Espíritu Santo este vocablo radioso? Desprendimiento total de todo y de todos, menos, por decirlo así, de la esencia de Dios. Debemos renunciar hasta del afecto sensible de Dios" (p.285).

Ella habla de "feliz pobreza", en la que nació la Congregación, como recordando el nacimiento de Jesús en Belén, también en circunstancias de "pobreza", que indican la donación de sí mismo y no sólo de las cosas: "dominaba el deseo de hacer bien a las niñas" (A.A., p.35). A veces se encontraron "desposeídas de los indispensable" (A.A., p.67), pero ello era fuente de alegría y de vocaciones. Dice ella que "si entraran en nuestras casas podrían comprobar que vivimos al día, en completa pobreza, saboreando los frutos del espíritu evangélico... ¡Qué bien nos sentimos en nuestra feliz pobreza... Pero el Señor, providente, nos bendecía, y nada nos faltó en nuestra feliz pobreza" (A.A., p.74-75).

En el inicio de la fundación, hay un gesto sencillo y elocuente que indica el sentido de la pobreza. Lo poco que se tiene, se emplea para el Señor y para el apostolado: "Cuando llegué a San Luís Potosí, llevaba por todo capital diez pesos, que empleé en un florero para el Sagrario, un catecismo para ayuda la Santa Misa y un poco de aceite para el Santísimo" (A.A., p.70). En la Eucaristía se aprende el estilo de pobreza del Señor: darse a sí mismo. El Señor no se deja ganar en generosidad.

Esta pobreza daba lugar a "la verdadera libertad de los hijos de Dios". Por esto M. Ana María afirma que: "Nuestro Señor ha querido, desde los principios de esta Obra, que estemos santamente desprendidas, tanto en el orden material como en el espiritual" (A.A., p.110).

En el año 1927, entre éxitos y fracasos, reitera la prioridad de vivir en santa libertad, sin condicionamientos por parte de los bienes de la tierra: "Como nunca nos ha seducido la grandeza ni las proposiciones de dinero y ayuda pecuniarias, cuando éstas pueden desviar en algo el espíritu de nuestra Congregación, renunciamos a todo con tal de conservar aquél y nuestra preciosa libertad" (A.A., p.147).

En las Cartas y Circulares, la obediencia tiene sentido de afinar en la fidelidad a la voluntad de Dios, concretamente por medio de las disposiciones que provienen de los superiores y de la Regla o Constituciones (pp.10, 17, 24, 121). M. Ana María alude a las enseñanzas del P. Félix Rougier: "Si algo les he enseñado a mis hijas, ha sido a obedecer" (p.15). Citando la frase del Padre ("la flor exquisita de la obediencia es la docilidad"), añade ella: "Amada hija en el Señor, sé obediente, sé dócil, conviértete en blanda arcilla en manos de tu Superioras, hoy,mañana y siempre. Que decir Hija del Espíritu Santo equivalga a decir hija de obediencia perfecta" (p.71).

NOTA: Explica y concreta el tema frecuentemente: Cartas y Circulares, pp.125-126, p.145 (en relación con la humildad), 158 (alusión a la desobediencia de los primeros padres), 228, 288.

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La "Carta Magna" habla de "enamoradas de la santa obediencia", que es la "obediencia ordinaria", "como la de Jesús, como la de María, completa, perfecta en todos sentidos"" (A.A., p.130). Las alabanzas sobre la obediencia no pueden reducirse a palabras bonitas, sino que respondían a una experiencia cotidiana de fe: ""¡Feliz obediencia que obra milagros y proporciona al alma tanta paz y alegría sobrenatural!" (A.A., 136).

En el inicio del primer noviciado canónico, cuando responder a la obediencia (sobre los nuevos hábitos) parecía casi imposible, ella, mirando sencillamente a todos sus hermanas, les dijo: "Así nos quiere Dios, enteramente sin voluntad... ¡Sea!" (A.A., p.214). En su ejemplo y en su enseñanza se vislumbra que estas afirmaciones indican una voluntad audaz y, por tanto, libre de toda otra preferencia que no sea el signo de la voluntad divina.

El camino de la castidad evangélica, de la obediencia y de la pobreza, al estilo de Jesús, sería imposible sin la ayuda de la comunidad, donde reina la caridad fraterna. En las Cartas y circulares, esta caridad se demuestra de modo especial en la vida comunitaria. M. Ana Maria dio siempre ejemplo: "Vivir vida de familia quiere decir olvido completo de sí mismas para pensar en los demás, multiplicar los pequeños servicios, servir y no ser servido. ¿Nuestro Modelo? María de Nazaret" (p.22).

A veces, esto comporta la verdadera corrección fraterna, hecha con moderación y caridad (Cartas y Circulares, p.23). Se imita especialmente la caridad del Corazón de Jesús (p.99). La puesta en práctica de la caridad fraterna era el gran anhelo de M. Ana María: "¡Ah, Señor, yo te pido con toda la energía de mi alma que nos amemos unas a otras, para mantener incólume el espíritu genuino de nuestra Congregación! Que decir Hijas del Espíritu Santo, sea sinónimo de Hijas del Amor, Hijas de la Caridad de Cristo. Hijas legítimas de la Madre de Dios" (p.103).

NOTA: Ver también Cartas y Circulares, pp. 33, 35, 38, 187, 228, 249, 252, 255, 257, 264, 266.

Es posible vivir la vida consagrada, con alegría y con generosidad, cuando la persona llamada se siente parte de una familia de verdad: "Deliciosos vínculos de caridad fraterna, que hacen de la vida religiosa una familia y dulce familia, donde todas las Hermanas, olvidadas de sí mismas, buscan tan sólo a Dios, eje único que da fuerza y sostiene esas benditas corporaciones religiosas" (A.A., p.117, año 1927).

Esta realidad tan hermosa, que a los ojos del mundo parece imposible y que en los escritos de M. Ana María parece circundada de poesía, se concreta en una realidad sencilla, sin heroicidades deslumbrantes. Esta realidad es posible, porque equivale a la vida de Jesús en Nazaret, con María y José. Es la vida ordinaria de todos los días, sólo descifrable a la luz de la fe. Dice en la "Carta Magna" (1926): "Pero sobre todo, cada casa... debe ser otro Nazareth... donde Jesús oró, trabajó, preparó su Obra y vivió en la intimidad de su Santísima Madre y de su Padre adoptivo... Hijas tan amadas de Jesús, que cada una de vuestras casas sea de veras un Nazareth. Que vivan ahí todas, y cada una, en la intimidad de Jesús, de María y de José" (A.A., p.129.131).

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5. De la totalidad de la entrega, a la misión totalizante

La M. Ana María estaba siempre disponible para anunciar el Amor, a cualquier precio y en cualquier circunstancia, a costa de cualquier sacrificio. En su relación con los demás, especialmente con las hermanas, transmitía alegría y paz. Y estaba siempre abierta a todo nuevo campo de misión, siguiendo las indicaciones de la Iglesia y de los superiores.

Esta disponibilidad total para la misión provenía de su entrega de totalidad en el campo de la perfección. Para anunciar a Dios Amor, preveía que era necesario entregarse totalmente al Amor. Su vida era de "totalidad", desde las circunstancias concretas del propio Nazaret.

Decía sin concesiones a la moda: "Las medias tintas nunca me han satisfecho: TODO O NADA" (A.A., p.45). Y ante la eventualidad de enfocar el amor por otros derroteros afectivos legítimos, postulados por alguien que en su juventud le ofrecía el camino matrimonial, ella, sin faltar al respeto, no deja lugar a dudas: "Mi afecto, desde hace años, lo consagré a Dios. A él me doy por entero en la vida religiosa" (A.A., p.71).

Era un actitud asumida desde muchos años atrás, describiendo su "amor apasionado por el Artista Divino que cautivó mi corazón desde que tuve uso de razón" (A.A., p.107). Así podía alentar a sus hijas, para que su afectividad se enfocara incondicionalmente hacia el Señor: "La vida que hoy vivimos encierra una preciosa realidad. ¡Somos todas de Jesús!" (A.A., p.97).

Ante los grandes y pequeños acontecimientos de todos los días, ella fue concretando su entrega, paso a paso: "Procuraré cada momento ser más de Dios. No negarle nada. Trabajar intensamente por su gloria. Morir a mí misma y multiplicar mis actos de amor. Más obras que palabras. ¡Confianza, plena confianza en Él!... soy feliz, intensamente feliz. Tengo a Dios, palpita en mi alma... ¿Qué más puedo desear?" (A.A., p.288).

Vivía el camino de santidad como quien se toma en serio el amor de Jesús y el amor a Jesús. Por esto podía urgir a la santidad, como vocación connatural a la vida cristiana y consagrada. La vida consagrada no tendría sentido ni sería fecunda sin el deseo sincero de santidad: "Pero, mis queridas hijas, para realizar plenamente esos ideales debéis primeramente haceros santas. Habréis notado que cada vez que me separo de vosotras, bendiciéndoos os digo: «Haceos santas». Y lo digo siempre pensando en vuestra divina Misión" (A.A., “Carta Magna”, 1926, p.129).

No es santidad abstracta, sino un compromiso por tomar en serio el camino del amor. En sus escritos los contenidos señalan una orientación teocéntrica, centrada en el absoluto de Dios, pero concretada, bajo el impulso del Espíritu Santo, en un amor apasionado por Jesucristo, por su Corazón, su Cruz, su Eucaristía, su Madre, su Iglesia, las almas. Es la caridad cristiana, infundida en el corazón por el Espíritu Santo. Es, pues, una santidad de dimensión trinitaria, cristológica, eucarística, pneumatológica, mariana, eclesial, antropológica.

En las Cartas y Circulares, la vocación a la santidad la presenta como propia de la vida cristiana y, al mismo tiempo, como exigencia especial para la vida religiosa, como transformación peculiar en Cristo (pp.25 y 215). Es cuestión de llenarse sólo de Dios: "llénate de El... sólo El obrará estupendas transformaciones en tu alma" (p.21). Se trata de "reproducir" a Cristo o los "rasgos" de su fisonomía (virtudes), puesto que "este es el fin para que fuiste creada" (pp.44-45).

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Es necesaria la propia colaboración a la gracia, sin retrasar las decisiones, puesto que "el tiempo vuela... y nuestra santificación está por hacerse" (Cartas y Circulares, p.46). "Estamos aún en la cuna de la santidad" (p.138). Nuestra santificación "Dios nos la exige con exigencia de amor" (p.144). "El alma santa arrastra a otras muchas... el estudio principal es el de nuestra santificación" (pp.276-277). "Un alma santa es una fortísima palanca que eleva al mundo entero" (p.285). La santidad consiste en la caridad, que se concreta en hacer la voluntad de Dios (p.286). Todos los escritos son como una llamada maternal de la Fundadora: "Háganse santas" (p.306).

El paso al apostolado, desde la vivencia del camino de perfección, es de una lógica desbordante. La colaboración en la salvación de las almas, por medio del apostolado, la va concretando según el objetivo de la Congregación: el campo de la educación. El celo de almas proviene de la unión con el Señor y se concreta especialmente en el apostolado educacional: "consume sus energías, su vida, en la obscuridad de los bancos del colegio" (Cartas y Circulares, p.15). Se trata siempre de comunicar o "dar a Jesús" (p.61). Y se traduce en las circunstancias de la vida ordinaria: "En tu sublime apostolado encontrarás a diario almas hambrientas de verdad y de vida" (p.67). Se siembra "en los niños" las semillas recibidas de la unión con Cristo (p.75). La “almas” significan el ser humano en toda su integridad, dentro del proyecto salvífico de Dios Amor en Cristo

La persona consagrada está llamada a "reproducir a Cristo, para abrasar en el fuego de su amor el mundo entero!" (Cartas y Circulares, p.196). Así invitaba a sus hijas a vivir la maternidad apostólica: "Eres madre en el sentido espiritual" (p.82). Era la gracia que ella pedía para sus hijas: "¡Dios mio, yo te pido para mis hijas un entusiasmo moderado. una actividad equilibrada en su misión de madres espirituales, para el logro de los grandes ideales que animan a su incomparable vocación!" (p.118; cfr. p.301). Ella describía la "sublime misión" de sus Hijas y de ella misma con estas palabras: "Somos heraldos incansables de la buena nueva" (p.106).

Puesto que las Hijas del Espíritu Santo realizaban su apostolado en las escuelas, M. Ana María hablaba frecuentemente de este apostolado y de cómo prepararse para ejercer cristianamente la docencia, como educadoras de los niños y jóvenes.

Aplicaba a los demás el método que a ella también le ayudaba, tomando las comparaciones de la naturaleza (el sol, el agua, las flores...), para describir la vida en Cristo. También hacía uso de las comparaciones litúrgicas o bíblicas. Los colores los combinaba según los objetivos: blanco (para describir la pureza), rojo (para delinear la caridad)... De este modo, siguiendo el ejemplo de Jesús, que usaba frecuentemente las parábolas y comparaciones, invitaba a adoptar una actitud de "infancia espiritual" ante los contenidos evangélicos.

NOTA: Ver las frecuentes alusiones a Santa Teresa de Lisieux: A.A., pp. 25, 38, 44, 57, 145, 162, 194, 238, 297, 313, 330s, 353, 404

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6. Su secreto: un "sí" gozoso y generoso, estrenado todos los días, con María y como María****Para M. Ana María, la vida se resuelve en un "sí", un "fiat" a la voluntad de Dios, siguiendo el ejemplo de la Santísima Virgen y también con su acompañamiento y con su ayuda. Es un "sí" que expresa una oblación eminentemente sacerdotal

La devoción mariana la aprendió desde niña. "Recuerdo con ternura indecible, el amor que profesaba a la Sma. Virgen. Me atraía Inmaculada, la Milagrosa, y mi sueño dorado era crecer para portar la cinta azul de las hijas de María, como las señoritas que veía en la Parroquia de Tacubaya" (A.A., p.18).

Su espiritualidad mariana le ayudó a hacer de la vida un himno a la gloria de Dios. "Los años pasan. El entusiasmo, a pesar de todas las dificultades, sigue grande, colosal. Nuestros anhelos son los mismos: la gloria de Dios en el apostolado femenino de la enseñanza. Este ideal toma cada día tintes más definidos, las penas y amarguras lo estimulan, y crece, se agiganta hasta el infinito" (A.A., p.185, año 1930). Así se explican algunas afirmaciones conocidas, que son ya una herencia espiritual: "Enséñame, Señor, a hacer tu voluntad". "No son el entusiasmo juvenil ni la novedad lo que me mueven, sino Tú, tu gloria".

En las Cartas y circulares, la referencia a la voluntad de Dios es un punto de referencia habitual. La vida consagrada tiende a "unir nuestra voluntad a la Voluntad de Dios" (p.12), "momento tras momento, hoy y siempre" (p.42). Habla por propia experiencia: "Si falta esta idea madre, todo será un fracaso" (p.116). La voluntad divina se muestra por medio de las Reglas o Constituciones (p.130), especialmente cuando se detallan los propios deberes (p.173-174). Dios está en el centro del corazón, si hacemos su voluntad (p.226). Esa es la "divisa" de la Congregación: la voluntad de Dios (p.236). Es la alegría de "vivir día a día según la adorable Voluntad del Señor" (p.266; cfr. p.286). En uno de sus últimos escritos (23 enero 1973) resume su vida con un "FIAT": "Siempre he anhelado hacer la adorable Voluntad de Dios... que acepto desde luego" (p.312)

Al describir el cúmulo de trabajos en el colegio de San Luís Potosí, deja constancia de que en "la vida de comunidad", "la armonía, la paz y la caridad fraterna", van unidas a "la alegría de cumplir la voluntad de Dios, siempre amable, aunque a veces muy cara" (A.A., p.307).

Su experiencia mariana le daba alientos para descubrir el lado positivo de esta fidelidad a la voluntad divina. Sus propias enfermedades, llevadas con confianza en la Providencia divina, fueron un campo privilegiado donde demostrar la fidelidad a los designios del Señor. Pero también cuenta que en diciembre del año 1923, se sintió curada de una enfermedad del oído, gracias a la oración a la Santísima Virgen de Guadalupe. Efectivamente, en la compra ventajosa de un cromo de la Virgen, para regalarlo a su hermana, su oración se expresó estampando un beso frente de la imagen; al momento se sintió curada y así quedó expedito el camino para la fundación (cfr. La Madrecita, p.115; lo cuenta también ella misma con todo detalle en: A.A., pp.54-55).

Como es lógico en el contexto mexicano, los detalles hacia la Virgen de Guadalupe son frecuentes y significativos. En los comienzos de la fundación (enero 1924, San Luís Potosí), la pieza destinada a Oratorio estaba presidida por la imagen de la Guadalupana, puesta allí por mano del Sr. Obispo, Miguel Mª de ka Mora.

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Su devoción mariana tenía un marcado acento filial. Así la había experimentado (hacia los años 1922-1923, durante su enfermedad), "con estos dos títulos: Madre y Reina. Pero más Madre que Reina" (A.A., p.53). La mediación mariana era una referencia explícita a centrar la vida en Jesús. Más adelante (por el año 1954), hizo esculpir una imagen muy hermosa (actualmente en la capilla de la casa de Morelia, Michoacán). Era la "Reina y Madre de las gracias", la "Madre de la divina gracia", que expresaba su maternidad divina "con recogimiento y humildad" (A.A., p.54).

Su confianza filial llegaba al deseo ardiente de pedir a María "su Corazón, para amar con él al Amor". Sus ansias de amar eran así: "amar con el mismo Corazón de Dios, con el de María... ¡Esa, ésa es mi mayor ambición aquí en la tierra!" (A.A., p.84).

El mes de mayo le recordaba sus años infantiles, a modo de "amor puro y tierno a la Madre de Dios" (A.A., p.139). Cualquier detalle referente a la devoción mariana sabía reconocerlo con gratitud y gozo, como cuando le regalaron una escultura de la Inmaculada (cfr. A.A., p.153).

En las Cartas y Circulares, M. Ana María vivía el tema mariano en sentido filial y en relación de gran confianza e intimidad con el Corazón de María (ver pp.163, 231, 270, 279, 283, 311). A veces, en las cartas, aparece el tema de Lourdes (p.40) y de la Dolorosa (p.10). María nos acoge siempre en su regazo materno, porque es "Madre tierna" (p.309). Es Madre, modelo, intercesora, Maestra. "María de Nazaret fue una donación constante en favor de Jesús, de San José" (p.22).

Invitaba a colocar en manos de María el propio diseño de santidad y consagración (Cartas y Circulares, p.44). Invitaba también a hacerlo todo por Jesús con María: "Con María todo, sin María nada" (p.81). Por ella, bajo la acción del Espíritu Santo, se llega "a la perfecta transformación en Cristo" (p.121). De ella se aprende a ser "sonrisa de María, en el más perfecto ocultamiento" (p.126). Este detalle parece una descripción de la misma M. Ana María. Quería a sus Hijas "perdidas en Dios, en María" (p.278). Vivió intensamente el año de la definición dogmática de la Asunción (año 1950, ver pp.135-136). María es modelo de la dignidad de la mujer ("dignificó a la mujer", p.292).

NOTA: Ver también pp.141, 146, 148, 163, 169, 192, 203, 211-215, 224, 230-231, 256-257, 266, 269, 278, 295, 308, 311. Vive e invita a vivir el "fiat" de María: pp.163-164, 213, 277. Ver un texto muy emblemático de consagración a María: pp.212-213, 8 diciembre 1968.

Algunas de sus afirmaciones son muy conocidas en el ambiente de su familia espiritual, como es la siguiente: "¡María! Con su maternal sonrisa nos animaba a continuar con paso firme el camino trazado por Dios. La confianza plena en ella nos hacía vivir como el pequeñito en brazos de su madre. ¿Qué nos podía suceder si estábamos en tan dulce regazo?".

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7. Alma sacerdotal

M. Ana María es una transparencia de alma sacerdotal, como oblación unida a la oblación de Cristo Sacerdote y Víctima, especialmente en favor de los ministros del Señor y aspirantes al sacerdocio. Esta oblación era parte integrante de su carisma fundacional, aplicada especialmente al campo de la educación vocacional. Se trataba de sembrar y cuidar vocaciones sacerdotales, sin descuidar la educación de las futuras madres y de las almas llamadas a la vocación de vida consagrada, también como oblación sacerdotal.

El tema es de suma actualidad y urgencia eclesial. Las vocaciones sacerdotales las da el Señor, pero quiere la colaboración de toda la comunidad eclesial, especialmente con oración comprometida. En este campo vocacional, se descuida, a veces, el sentido oblacional eucarístico, que enraiza en el bautismo y que tiene diversas derivaciones: vida sacerdotal propiamente dicha, almas consagradas para suscitar la santidad de las vocaciones sacerdotales, familias cristianas que vivan el bautismo y la Eucaristía como participación en el sacerdocio de Cristo, apóstoles que vivan en sintonía con los sentimientos sacerdotales de Cristo Buen Pastor...

Ella vivió esta realidad sacerdotal en el ambiente de familia espiritual, que había sido suscitada por el Espíritu Santo. Era una oblación impregnada de sencillez, prudencia, sensibilidad. No era una "victimación" extraña o trágica, sino un olvido de sí misma para sembrar la paz en todos los corazones. Su victimación consistía en el amor de donación. Cada una de sus hijas, al tratar con ella, se sentía apreciada y acompañada, también cuando la Madre dejó el cargo de superiora. Sus cartas reflejan estas actitudes, aprendidas en la oración de intimidad con Cristo y expresadas también en una vida escondida de silencio activo, en sintonía con la sorpresa de Dios en cada momento.

Así se fue cumpliendo la propuesta vocacional sugerida por el P. Félix Rougier en 1922, a partir de una propuesta clave: "¿Tiene fe?". Era una perspectiva fuera de lo común, que necesitaba una fe viva, puesto que se trataba de "una Obra... que tendrá como fin... preparar los sacerdotes del mañana". Ella lo comprendía y lo vivía así: "Adhesión cotidiana a su adorable Voluntad, que nos inmola momento tras momento a favor de los Cristo de la tierra".

Miraba a los ministros del Señor con ojos de fe, más allá de las apariencias e incluso de las cualidades. Ella misma afirma que aprendió de su mamá esta visión de fe: "¡Cómo admiro, respeto y estimo al sacerdote! Nunca he visto a la criatura, sino a Dios en ellos" (A.A., p.19). Ayudar a los sacerdotes a ser fieles era el apostolado más eficaz. Decía: "Santificar un sacerdote es salvar miles de almas" (A.A., p.100).

Es en la "Carta Magna" (6 de marzo de 1926) donde resume con más detalle su carisma sacerdotal, como sintonía con los sentimientos del Corazón de Jesús: "Vuestro corazón, al desear para la Iglesia santos Misioneros y santos sacerdotes, es el eco fiel del Corazón de vuestro Jesús, porque Él no desea otra cosa con tanto anhelo, con tan divina vehemencia" (A.A., p.130).

Y ella misma explica, también en la "Carta Magna", las razones de esta predilección del Señor: "Es que los sacerdotes son otros Jesús, son sus amigos de predilección, sus continuadores, son los confidentes de sus secretos más profundos, y a ellos solos se les abren en la dirección

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espiritual las almas que Él favorece más... Como Jesús consagran, como Él distribuyen a todos el Pan de Vida, como Él perdonan y devuelven a las almas la inocencia, como Él consuelan, animan, confortan, sostiene e indican a cada alma su camino" (A.A., p.130).

Ayudaba ella en el camino vocacional a un joven que quería ser sacerdote, a pesar de la intransigencia de su mamá. "Quiero ser sacerdote. Hábleme, Madre, de esta vocación, a la que me siento fuertemente inclinado" (decía a M. Ana María). Y ella anota el resumen de su respuesta: "Yo vaciaba mi alma y le decía lo que es el sacerdote del Señor: otro Cristo en la tierra, el medio que Dios ha escogido para llegar a las almas, su fecundidad en el orden espiritual" (A.A., p.319, año 1943). Aquella vocación no se hizo efectiva por la oposición de su mamá; si la Providencia permitió la muerte prematura de aquel joven, quizá fue para que su vocación se realizara en el más allá.

En esta perspectiva de oblación sacerdotal, unida a la oblación de Cristo, se comprende el misterio de la Cruz. En las Cartas y Circulares, la figura de Jesús en la Cruz es la expresión de su amor, que invita a amarle con totalidad y a descubrir la fecundidad del dolor, siendo "cruces vivientes". "No sin razón mis ojos, los de mi alma, se vuelven constantemente a ese Leño clavado en lo alto de una colina donde murió olvidado, despreciado, escarnecido, el adorable Jesús... Desde ese Madero bendito nos dice: Las grandes obras nacen a la sombra bienhechora de la Cruz, bañadas con sangre del alma" (p.15). Es "la cruz cotidiana, cruz que inmola, de labra, que cincela e el silencio y en la oscuridad" (p.20).

Se trata del misterio del amor de Dios revelado personalmente en el mismo Cristo. M. Ana María invita a mirar a Cristo crucificado que muere por amor (Cartas y Circulares, p.45). "Somos hijas de la cruz, somos una ramita de ese árbol bendito" (p.179). "La espiritualidad de la Cruz es la nuestra" (p.230). Y así lo pedía ella misma: "Yo le pido al Señor que seamos cruces vivientes" (p.261).

NOTA: Ver otras afirmaciones en Cartas y Circulares: pp.9, 51, 55-56, 147, 184, 213. Explica el anagrama de Jesús Hostia (IHS) en pp.43ss.

Su sintonía con Cristo crucificado, al estilo de San Pablo (cfr. Gal 2,19-20), se concretaba en una opción fundamental ante las humillaciones e incomprensiones: "A nada me resisto, porque quiero ser una reproducción de Jesús Crucificado" (A.A. p.52). Según ella, la Congregación había sido marcado por el signo fecundo de la cruz. Así lo afirma en 1944 (Colegio de Vallarta): "Como siempre, la cruz de la contradicción, de las dificultades de todo género, marcas propias de esta amada Congregación, lo sellan" (A.A., p.329).

Aún en circunstancias cotidianas, como en el caso de la entrada frecuente de los ladrones en casa (Tlalpan, 1946), ella sabe releer los acontecimientos a la luz del evangelio: "¡Qué fecundo es el dolor!" (A.A., p.344). En el cielo quedará la añoranza "de no haber sufrido más por Dios" (A.A., p.402).

Con estos matices, que podrían calificarse de "pascuales", porque dejan siempre el tono de esperanza, se comprende su "voto de siempre padecer", con el consejo y la autorización del P. Félix (A.A., p.140, año 1926).

Estos aspectos oblacionales de la vida sólo pueden comprenderse a la luz de la fe. La entrega

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debe tender a ser total, siempre acompañada por la prudencia (Cartas y Circulares, p.248), la pureza de intención (p. 239) y la gratitud por todas las gracias recibidas (p.271). Por esto, en cualquier exposición sobre la vida espiritual y apostólica, M. Ana María recomienda el espíritu de fe.

El espíritu de sacrificio, que resume y concreta la actitud oblacional, tiene como base "la sólida virtud de la fe" (Cartas y Circulares, p.36). Con ese espíritu de fe, se aprende a ver a Dios "en todas las criaturas, en los acontecimientos, en todo y en todos los que te hacer sufrir y sangrar" (p.47). Entonces "todo se nos hará fácil, asequible" y sabremos "apreciarlo todo con la verdad" (p.126). Invita a examinarse sobre esta actitud de fe (p.201). "El espíritu de fe... es indispensable para vivir plenamente la vida religiosa" (p.227).

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Conclusión: Mar adentro

Alentada por al amor a la Iglesia, M. Ana María supo afrontar las situaciones, día a día, como quien abre camino y surca nuevos mares, mientras, al mismo tiempo, avanza siempre en familia y comunión eclesial. Sin este amor a la Iglesia, unido siempre al amor de María, no hubiera acertado a construir la propia familia espiritual ni a encontrar la aplicación adecuada de su carisma fundacional.

En las Cartas y Circulares el amor a la Iglesia aflora como parte del carisma fundacional: "Nacimos en la Iglesia, del amor y de la sonrisa de Mater (María)" (p.230). Por esto se sentía siempre unida a las intenciones de la Iglesia y así lo recomendaba a sus hijas, especialmente en los años de preparación para el concilio Vaticano II, como una invitación a abrirse fiel y generosamente a la acción del Espíritu Santo: "En este año (1962), de modo especial, seamos eco fiel del sentido de la Iglesia, y unidas en un solo corazón y en una sola alma, ofrezcamos todo lo que aquí sugiero, para obtener de ese Divino Espíritu el éxito del próximo Concilio Ecuménico" (Cartas y Circulares, p. 245). En esta misma carta (Tlalpan, 1962) invita a leer el "Tratado del Espíritu Santo", de Mons. Luís María Martínez, como preparación a la fiesta de Pentecostés.

No se ceñía solamente a la Congregación, sino también a todo el radio de acicón del trabajo apostólico. Por esto, en el apostolado educacional con los niños y jóvenes, recomendaba "hacer amar y acatar, no sólo las órdenes, sino los más simples deseos de Nuestro Santísimo Padre el Papa" (Cartas y Circulares, p.204, año 1968).

Repetidas veces, en las Cartas y Circulares, va sintetizando y glosando las notas características del carisma de la Congregación, que hemos descrito en el presente estudio. A veces son documentos específicos sobre el tema: "Rasgos espirituales de una Hija del Espíritu Santo" (pp.121-122), "Espíritu propio de las Hijas del Espíritu Santo" (pp.137-138 y 203-204), "Historia de la Congregación" (p.226-228). Otro documento parecido se encuentra en la sección de cartas dirigidas a las Superioras: "Historia de la Congregación" (pp.246-254).

NOTA: ella misma va indicando y dando testimonio de cómo vivir las líneas del propio carisma (pp.99, 103, 121, 145, 159-160,190, 203, 222, 229-230).

Así es su alma sacerdotal, quintaesencia de su carisma y ya herencia de espiritualidad en su nueva familia, abierta siempre a los nuevos planes de Dios. Se camina con un profundo sentido de Dios, de sorpresa en sorpresa, dejándose hacer por sus manos paternales. El amor a Cristo Eucaristía le deja la convicción de que no está nunca sola, puesto que el Esposo acompaña siempre a quienes se han consagrado a él. Se quieren dar al Señor todo el corazón y toda la vida, para amarle y hacerle amar. El secreto es siempre el "sí" gozoso y generoso, pronunciado todos los días, con María y como María, como se fuera la primera vez. Es una oblación eucarística, fruto de la participación activa en le sacrificio de la Misa y en el sacramento del amor.

Para esta participación oblativa es necesaria la acogida generosa del la Palabra de Dios. En un documento breve, resume las enseñanzas del P. Félix sobre cómo iniciar la meditación: "Puntos de los preludios para antes de la meditación, según deseo de nuestro amado Padre Fundador" (Cartas y Circulares, pp.9-10). Las citas o referencias del P. Fundador se encuentran en casi

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todas las cartas y en casi cada página de los Apuntes Autobiográficos; a él le dedica también un capítulo especial ("Recuerdos de nuestro Padre", pp.255-273). A veces alude al espíritu de la Ven. Concepción Cabrera de Armida (cfr. A.A., pp.41, 279).

Ella había calificado a la fundación como "nueva empresa", para el "cultivo de vocaciones sacerdotales y religiosas" (A.A., p.83, año 1924). Los contenidos del carisma ha quedado ampliamente descrito en la "Carta Magna" del 5 marzo de 1926 (A.A., p.128ss). En vistas a suscitar sacerdotes y almas sacerdotales, cada casa, en su ambiente eucarístico, es una escuela de santidad, por el amor a la obediencia y a la vida escondida de Nazaret. Y puesto que la Obra es "una Obra divina, Obra de amor y de grande misericordia", hay que caminar con confianza plena. El "cultivo de vocaciones sacerdotales" o de vida de oblación sacerdotal, merece y necesita esta oblación, unida a la de Cristo, en el amor del Espíritu Santo. M. Ana María tiene la convicción de ser "la primera Congregación de mujeres aprobada por Roma" para este objetivo.

El espíritu del P. Félix Rougier, con los matices peculiares del carisma de M. Ana María, queda descrito con una armonía de fidelidad a las gracias recibidas y de apertura a las nuevas gracias de Dios. Casi en cada página de Cartas y Circulares hace referencia al P. Rougier. Ella sigue fielmente sus enseñanzas y ayuda a sus hijas a valorarlas y a ponerlas en práctica.

El camino queda siempre abierto hacia una más allá, como respuesta a la invitación siempre actual de Jesús: “Boga mar adentro” (Lc 5,4). Las nuevas singladuras del camino eclesial del tercer milenio necesitan inspirarse en “la teología vivida de los santos” (Juan Pablo II, Novo Milennio ineunte, 27). “Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta— han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada, gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás” (Benedicto XVI, Deus Caritas est, 18).

(ATENCIÓN) El texto es relativamente breve (sin literatura ni adornos), pero se ha intentado que sea una síntesis completa. Mis exposiciones son siempre muy sintéticas. Si se quisiera ampliar el texto, se podría hacer fácilmente de este modo:

A) Añadiendo, al final de cada capítulo, un ramillete de otras afirmaciones sobre el tema respectivo; indico algunas páginas en lo que llamo NOTA). Pero podría quedar el texto como está y añadir en apéndice los documentos que indico a continuación.

B) Por su importancia y valor de síntesis, podrían ponerse en apéndice estos breves documentos de la Madre (de Cartas Circulares): "Rasgos espirituales de una Hija del Espíritu Santo" (pp.121-122), el "Espíritu propio de las Hijas del Espíritu Santo" (pp.137-138 y 203-204). También la “Carta Magna” (Apuntes Autobiográficos).

C) Poniendo, al final, una cronología sintética de su vida y obra. Sería útil para los lectores.