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I *I La de Alemania: causas y consecuencias Ignacio SOTELO Catedrático de Ciencia Política Ftvie Univer~ititt, Berlfn En un ensayo en el que rememoraba el primer0 de agostode1914,taIvezinfcxhadavede1ahistoria europea contemporánea, Arnold Zweig barmnta que tal vez dos o tres personas en toda Alemania supieron que aquel dia empezaba una nueva epoca de la historia europea. En cambio, cuando el 9 de noviembre de 1989, nos enteramos de la decisi6n de abrir el muro al dia siguiente, nadie dud6 que empezaba una nueva epoca de la historia de Europa. Hay fechas hist6ricas que se viven lúcidamente, de manera trigica o lúdica según el contenido, y o m, en cambio, que pasan inad- vertidas a 10s coeráneos.Justamente éstas últimas, cuya significaci611 real se descubre mucho tiempo después, son las verdaderamente significativas. Las que se viven, en cambio, con plena conciencia de su significado his- t6rico cierran un cido que se sabia de antemano que tenia que terminar, aunque no se supiera a ciencia cier- ta cuándo. De este t i p son el 8 de mayo de 1945 -que los aliados iban a ganar la guerra estaba daro, a más tardar desde 1943; el Único interrogante era el cuándo- o en Espafia el 20 de noviembre de 1975. Que el muro caeria un d f y que 10s dos Estados alema- nes terminarían por unirse pareda, en principio, indis- cutible; el quid era únicamente el cuándo. La apertura de las fronteras ha sido una conquista del pueblo germano-oriental, que hizo irreversibles las reformas iniciada después de la caida de Honecker, a la vez que las acelera de tal forma que, como en todos 10s procesos realrnente revolucionarios, deja descoloca- das a todas las fuerzas politicas. Nadie dudaba que tenia que llegar ese dia, pero se esperaba para bastante más adelante, cuando estuviesen regulada algunas de las muchas implicaciones sociales y econ6mica.s que Ile- va consigo la libre circulaci6n entre 10s dos Estados demanes. El que Egon Krenz no empleara a fondo la apertura de la frontera, única carta de que disponía, testimonia, tanto su menguada talla política, como la ignorancia absoluta que la dase política germano- oriental tenia de la realidad de su propio pais. En 1985, el historiador Valentin Falin, embajador de la Uni6n Sovietica en Bonn, manifestaba en una entrevista que use quiso establecer un Reicb milenario, empeño que cost6 5 5 millones de vidas con el resultado de que probablemente tendremos una divisi611 de Ale- mania que dure mil añosn. Todavia en el verano de 1989, tanto al Este como al Oeste, subyada el acuerdo tácito de que la unificaci6n de 10s dos Estados demanes era una cuesti6n que iba para largo. Cierto quiel mun- do occidental reconocia *el derecho del pueblo alemán a la autodeterminaci6nn y criticaba duramente el NO7A VeLv en porticulu. en el apwmdo de Anem% el ep; 6 .LS e~scascaooes cia 1990 en ~ulgda, ~orrqui.. ~m- ~ M ~ ~ ~ ~ R D A ~ R M . ~ . ~ M ~ S ( N . & R . )

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La de Alemania: causas y consecuencias

Ignacio SOTELO Catedrático de Ciencia Política Ftvie Univer~ititt, Berlfn

En un ensayo en el que rememoraba el primer0 de agostode1914,taIvezinfcxhadavede1ahistoria europea contemporánea, Arnold Zweig barmnta que tal vez dos o tres personas en toda Alemania supieron que aquel dia empezaba una nueva epoca de la historia europea. En cambio, cuando el 9 de noviembre de 1989, nos enteramos de la decisi6n de abrir el muro al dia siguiente, nadie dud6 que empezaba una nueva epoca de la historia de Europa. Hay fechas hist6ricas que se viven lúcidamente, de manera trigica o lúdica según el contenido, y o m , en cambio, que pasan inad- vertidas a 10s coeráneos. Justamente éstas últimas, cuya significaci611 real se descubre mucho tiempo después, son las verdaderamente significativas. Las que se viven, en cambio, con plena conciencia de su significado his- t6rico cierran un cido que se sabia de antemano que tenia que terminar, aunque no se supiera a ciencia cier- ta cuándo. De este t i p son el 8 de mayo de 1945 -que los aliados iban a ganar la guerra estaba daro, a más tardar desde 1943; el Único interrogante era el cuándo- o en Espafia el 20 de noviembre de 1975. Que el muro caeria un d f y que 10s dos Estados alema- nes terminarían por unirse pareda, en principio, indis- cutible; el quid era únicamente el cuándo.

La apertura de las fronteras ha sido una conquista del pueblo germano-oriental, que hizo irreversibles las reformas iniciada después de la caida de Honecker, a la vez que las acelera de tal forma que, como en todos 10s procesos realrnente revolucionarios, deja descoloca- das a todas las fuerzas politicas. Nadie dudaba que tenia que llegar ese dia, pero se esperaba para bastante más adelante, cuando estuviesen regulada algunas de las muchas implicaciones sociales y econ6mica.s que Ile- va consigo la libre circulaci6n entre 10s dos Estados demanes. El que Egon Krenz no empleara a fondo la apertura de la frontera, única carta de que disponía, testimonia, tanto su menguada talla política, como la ignorancia absoluta que la dase política germano- oriental tenia de la realidad de su propio pais.

En 1985, el historiador Valentin Falin, embajador de la Uni6n Sovietica en Bonn, manifestaba en una entrevista que use quiso establecer un Reicb milenario, empeño que cost6 5 5 millones de vidas con el resultado de que probablemente tendremos una divisi611 de Ale- mania que dure mil añosn. Todavia en el verano de 1989, tanto al Este como al Oeste, subyada el acuerdo tácito de que la unificaci6n de 10s dos Estados demanes era una cuesti6n que iba para largo. Cierto quiel mun- do occidental reconocia *el derecho del pueblo alemán a la autodeterminaci6nn y criticaba duramente el

N O 7 A VeLv en porticulu. en el apwmdo de Anem% el ep; 6 .LS e~scascaooes cia 1 9 9 0 en ~ u l g d a , ~ o r r q u i . . ~ m - ~ M ~ ~ ~ ~ R D A ~ R M . ~ . ~ M ~ S ( N . & R . )

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LA NUEVA EUROPA

cemuro de la vergiienza~, pero por esta causa nadie, induido el Gobiemo de la República Federal de Ale- mania, estaba dispuesto a poner en entredicho el Jtatu quo. UNO es una cuesti6n actualw solla responder Gor- bachov a las preguntas al respecto.

A 10s diez meses de la caída del muro de Berlín, el 3 de octubre de 1990, se ha hecho realidad la unificaci6n de 10s dos Estados demanes. iC6mo se explica el que 10s acontecimientos se hayan sucedido con tanta veloci- dad, pero sobre todo el que la UniQ Sovietica haya asumido una unificaci6n que ha consistido simplemen- te en la absorci6n de la Alemania oriental por la occi- dental, proceso que hasta hace un año consideraba ab- solutamente inaceptable?

Lo primer0 que hay que decir es que la apertura del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, factor desencadenante de la unificaci6n de 10s dos Estados demanes, se inscribe dentro de un proceso de carácter más general: el desmoronamiento del estalinismo en la Europa del Este. La caída de 10s regimenes comunistas, uno nas 'otro, como si confirmase la famosa ccteoria del domin6*, creada en otro contexto y expresi6n de otros temores, tiene muy distintas causas, unas de largo al- cance -no en vano tras la victoria sobre el fascismo la Uni6n Sovietica tom6 posesi6n de estos países contra la voluntad de sus pueblos- y otras mucho más recientes vinculada al fracaso del ~colectivismo burocrático~, pero un mismo origen inmediato en la ccperestroikam.

Al recalcar 10 obvio, que 10 ocurrido en 1989 en la Europa del Este no hubiera sido pensable sin la aperes- troika~, no quita que 6 t a a su vez no haya venido impuesta por muy distintos factores internos, el decisi- vo, el fracaso rotundo de su sistema productivo, y ex- ternos, entre 10s que el principal es la carrera armamen- tistica con 10s Estados Unidos, pero entre 10s que las insurrecciones de 10s pueblos del Este -Polonia, Hun- gria en 1956, Checoslovaquia en 1968, otra vez Polo- nia en 10s ochenta- tienen un peso especifico. No pre- tendo poner en cuesti6n el carácter revolucionaria del levantamiento de la poblaci6n en todos estos países -10 fueron en la forma y en 10s resultados- empero, impor- ta recalcar que 10 ocurrido en 1989 no es sin más la repetici6n de los acontecimientos de Hungria en 1956 o de Checoslovaquia en 1968. La diferencia funda- mental entre las experiencias de aquellos años y la del último radica en que ahora se sabia que la Uni6n So- vietica, no s610 no iba a intervenir, sino que de hecho, queriéndolo o no, objetivarnente se habia convertida en el mayor impulsor del afán de reformas.

.No deja de ser significativa que Honecker cayera pocos dias después de la visita de Gorbachov a Berlí~ oriental, con motivo de la celebraci6n del cuadragesimo aniversari0 de la República, una vez que el líder germa- no-oriental se opusiera a cambiar de política, aferrado

al argumento de que una apertura del regimen implica- da indefectiblemente la anexi6n por el otro Estado ale- mán. No le faltaba raz6n a Honecker al subrayar la originalidad del caso alemán y los efectos seguros de una política de apertura; el interés sovidtico en mante- ner un segundo Estado alemdn era la raz6n exclusiva de su existencia; io que no podia entrarle en la cabeza era que la Uni6n Sovietica hubiera apostado por las refor- m a , aún al precio de perder su zona de influencia en la Europa del &te, dispuesta a asumir incluso el riesgo de tropezarse a la vuelta de la esquina con una Alemania unida, para mayor castigo y vergiienza integrada en la Alianza Atlántica, ,una posibilidad que durante casi medio siglo habia tonsiderado la mayor catástrofe que podia sobrevenir.

El papel de la Uni6n Sovietica ha sido decisivo en la caída de 10s regimeqes dei Este. Hace un año era un conocimiento que se divulgaba con sordina; hoy es am- pliamente reconocido por todos 10s políticos occidenta- les, en primer lugar, por Helmut Kohl. Se entiende que en unas declaraciones recientes, en noviembre de 1990, Honecker manifestase que habia sido uaicionado por Gorbachov. Poco a poco se filtran 10s hilos con 10s que tejer el mito de que el ccsocialismo rea l~ habría caído, no por sus deticiencias intemas, sino por la uuaici6nn de una parte de la direcci6n sovietica.

Ante el peligro muy real de que la Uni6n Sovietica se disuelva en varias repúblicas, el objetivo prioritario es matar de mantener por todos los medios la integri- dad de la Uni6n. Pues bien, impedu que se hunda el buque sovidtico exige tirar no poco lastre por la borda: y, cienamente, como una operaci6n de salvarnento hay que entender que Gorbachov haya contemplado con la mayor resignacidn cdmo 10s países del Este, uno tras otro, se hayan ido trasladando a la 6rbita occidental, en la que la misma Uni6n Soviética busca su emplaza- miento. La fragilidad de la UniQ Sovietica es tal -como en 10s años veinte, como en 10s cuarenta, otra vez se encuentra luchando por la mera supervivencia-, que no s610 tiene que desprendem de la zona de in- fluencia adquirida en la segunda guerra mundial, sino hasta encarar la mayor amenaza que cabia concebu una Alemania unida instalada en la drbita occidental.

La situacidn interna de la Uni6n Soviética y la estra- tegia emprendida para salir del atolladero impone la retuada ordenada de la Europa oriental, 10 que a su vez implica, si no se quiere arriesgar situaciones incontrola- bles, la eliminacidn de 10s regímenes estalinistas que ella misma habia implantado después de la segunda guerra mundial. El papel primordial que la Unidn So- vihtica de~empeffd en la ~ubyugacidn de la Eumpa orien- tallo ha jugado hoy en 5u liberacidn: como es natural, en ambos casos ha actuado se& la percepci6n de 10 que ha creido ser sus ccintereses vitalesw.

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LA UNIFICACION ALEMANA: CAUSAS Y CONSECUENCIAS

El que en este escenari0 se haya acelerado de tal pard sin duda a los historiadores del futuro, pese a no forma el proceso de unificaci6n de Alemania se debe a haber tenido la menor significaci6n p&ca, la de si la conjunci6n de muy diirersos factores, unos de gran hubiera podido subsistir en libenad un segundo Estado calado hist6ric0, otros rnás coyunturales, otros incluso alem& no capitalista, y cudl hubiera podido ser enton- casi anecd6ticos. La combinaci6n de elementos tan dis- ces el resultado de una negociaci6n mais equilibrada pares es 10 que hace a la historia tan imprevisible, como entre 10s dos Estados. El interés primordial de la Repú- a la postre explicable. blica Federal no podia ser otro que la absorci6n de la

RDA de la forma rnás Apida y al menor costo. En los 1. Entre las causas de mayor peso, la principal ya últimos 40 años ha dado suficientes pruebas en las rnás

se ha mencionado: la Uni6n Sovidtica necesit6 el desar- variadas ocasiones de que preferia renunciar a la unidad me como condici6n indispensable para el dxito de la a tener que hacer concesiones para encontrarse en un ~perestroikan. Durante cinco años intent6 en vano ne- punto intermedi0 con una RDA socialista. Como nota gociar la retirada conjunta de las tropas norteamerica- marginal conviene dejar constancia de que la teoría de nas de la Europa occidental y de las soviéticas de la la convergencia de los dos sistemas, así como las pro- oriental. De haberlo conseguido, hubiera justificado 10 puestas de una *tercera víaw, que ha manejado la iz- inevitable como una prueba de su fuerza y de su volun- quierda europea, no han tenido hasta ahora la menor tad de paz. No ha sido así, y como el edifici0 se tamba- influencia sobre el curso de 10s acontecimientos. lea, amenazando mina inminente, a la Uni6n Sovidtica no le ha quedado otro remedio que emprender unilate- 4. La República Federal es econ6micamente 10 ralmente el abandono de la Europa oriental, una carga bastante potente para imponer la unificaci6n en el ám- militar, econ6mica y política que no era capaz de soste- bit0 internacional, una vez que la UniQ Sovidtica diese net por rnás tiempo. Desde la 6ptica de 10s países del el visto bueno. Los Estados Unidos no podia oponer Este, el proceso se muestra en tdrminos complementa- raz61-1 alguna, mhime cuando se habfa ace~tado la fios: la creciente debilidad de la UniQ Sovietica enva- condici6n fundamental de que la Alemania unida per- lentona a 10s pueblos sometidos que conquistan una manezca en la Alianza Atl&tica. En la misma situacidn libertad que la potencia hegem6nica no menta ya con se encontraron 10s aliados europees. ~i t terrand, con-

fuerza para reprimir. vencido de que la unidad era insoslayable, prefiri6, después de algunos intentos fracasados -viaje a Kiev

2. A la debilidad sovidtica se suma la de la Repú- para convencer a Gorbachov de que se opusiera a la blica Democrdtica Alemana. La situaci6n econ6mica y unificaci6n; viaje a Berlín oriental para ver c6mo podria social de la RDA se mostr6 mucho m h grave de 10 que ayudar a la supervivencia de un segundo Estado ale- suponíamos, atentos a estadísticas que se han revelado m&-, que se haga con el apoyo de Francia, a que se en buena parte pura invenci6n. El monopoli0 estatal de consiga la unificaci6n con una oposici6n meramente la informaci6n ha permitido tambidn en este punto verbal, que no serviria rnás que para resucitar a 10s jugar una mala pasada a 10s pueblos. La RDA fue viejos fantasmas. Cuando se ha logrado un consenso incapaz de salir de la aisis por sus propias fuerzas mayoritario a favor de la unidad y se sabe que la unifi- -faltaron 10s recursos, peto sobre todo la voluntad ma- caci6n es imparable, nadie esd dispuesto a desentonar yoritaria para esfortarse en este sentido- y en ningún colocando chinitas en la senda del elefante sin ninguna caso cabia intentar10 con la frontera abiena: si en un otra perspectiva que ganase su enemistad a cambio de año no se lograba la unidad, corria el peligro de que la nada. RDA se vaciase. Después de 40 años de estalinismo, en los que el abismo entre ideologia y realidad, Estado y 5 . Otras razones son mucho m h coyunturales poblaci6n, no había hecho m k que crecer, el grito con- pero no por el10 menos efectivas. El que el año 1990 servador de upor favor, ningún experimenton ha termi- haya sido un año electoral en la RFA ha contribuido a nado por ser aplastantemente mayoritario, como pusie- apretar el acelerador, ya que ningún partido, a excep- ron de relieve las elecciones del 18 de marzo de 1990 ci6n de 10s averdesn, quiso ser sobrepasado por otro en en la RDA que de hecho impusieron la via rdpida hacia el empefio nacionalista; y éstos 10 han pagado en las la unificaci6n por el articulo 23 de la Constituci6n. elecciones del 2 de diciembre con su desaparici6n del

Parlamento, donde s610 queda una mínima representa- 3. A este hecho se suma el no menos decisivo de ci6n proviniente de Alemania oriental. Hay que decir,

que la República Federal fuese la menos interesada en sin embargo, que la emoci6n nacionalista que subyace frenar esta sangría o en ayudar econ6micamente a un en la aspiraci6n de la unificaci6n de los dos Estados estado que pretendía anexionar sii condiciones. De ahí demanes k ha mantenido en limites muy decorosos. que sea una cuesti6n meramente especulativa, que ocu- La perspectiva de la unificaci6n no ha levantado una

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ola nacionalista que hubiera perjudicado muy grave- menre al proceso, ni tampoc0 ha facilitado, como se habia temido fuera de Alemania en drculos muy diver- sos, la explosi6n de la extrema derecha, representada ahora por 10s ccrepublicanos*, que después de las últi- mas elecciones han quedado sin el menor peso.

6. Un papel importarite hay que conceder tam- b;dn al factor personal: se comprende que el canciller Helmut Kohl durante todo el año de 1990 haya estado obsesionado por el afán de aprovechar la oportunidad hist6rica de convertirse en el anifice de la unificaci6n, si se quiere, salvada las distancias, una especie de Bis- marck de este siglo. Una ve2 que dio el paso decisivo, al formular *el decálogo para la unificaci6n)), ha ido descubriendo, para sorpresa propia y ajena, que en la actual constelaci6n su proyecto era mucho más factible de 10 que habia supuesto en un principio. Su triunfo electoral prueba que el pueblo alemán ha recompensa- do su osadia de lanzarse por la via de la unificaci6n riipida. Kohl ha dado muestra de audacia en los fines, como de prudencia en la elecci6n de 10s medios, y esta combinaci6n hace a un gran politico.

Dejar constancia de el10 no implica reproducir el discurso oficial de que la unificaci6n de Alemania s610 va a traer bienes para 10s alemanes y para el resto de 10s europees, y c6mo no, para todos 10s habitantes de este planeta -seria la primera operaci6n política de esta envergadura de la que todos saldrian favorecidos-, 10 que no s610 resulta cada ve2 menos creíble, sino que, alcanzada la meta en un plazo inimaginable hace un año, ha dado paso al debate más real sobre 10s costos de la unificaci6n, tema escabroso que en la campaña elec- toral previa a las elecciones del 2 de diciembre empez6 a desbrozarse en cifras absolutas, sin identificar todavia a 10s grupos sociales para 10s que la relaci6n entre el precio que tienen que pagar y el beneficio esperado va a resultar negativa. Pasados 10s primeros momentos de emoci6n, en la que heinos sido participes todos -a& es nada asisar a la liberaci6n de un pueblo- hasta el más credulo o ignorante sabe que de tan enorme operaci6n s a l d h ganadores y perdedores, tanto en el interior de Alemania, en Europa, como en el resto del mundo.

Pero antes de tratar de identificar a algunos de 10s perdedores en la Europa comunitaria y en Alemania -hasta ahora se ha designado en bloque el ((Tercer Mundon como el gran perdedor- conviene eliminar un equivoco que a ellos, incapaces de juzgar 10 nuevo con nuevas categoria, les ha impedido acercarse al proceso de unificaci6n sin proyectar un buen número de viejos prejuicios antigermánicos, la mayoria de ellos ya sin la menor vigencia. El menos sostenible consiste en proyec-

tar el viejo militarisrno alemán hacia el futuro: Alema- nia no volverá a ser una potencia militar, y probable- mente en el futuro la fuerza miiitar, precisamente por haber alcanzado tal grado de destrucci6n, cuente cada ve2 mena en la politica entre potencias, reducida a los conflictes locales entre países poco desarrollados o éstos y las grandes potencias.

Se mata de un quid pro quo, o dicho en aistiano, de tomar el riibano por las hojas, y deducir de la unifica- ci6n de Alemania un período de inestabilidad aeciente en Europa y en el mundo, cuando precisarnente ha sido el hundimiento del equilibrio que mantenim las dos grandes superpotencias, con el correspondiente inicio de una nueva dpoca de inestabilidad, 10 que ha permi- tido la unidad de Alemania.

Por haber aprovechado la ocasi6n única de llevar a cabo la unificaci6n, que casi han impuesto unas cu- cunstancias que han desbordado intenciones y proyec- tos, seria tan ingenu0 como injust0 hacer responsables a 10s alemanes de 10s desequilibrios y rensiones crecientes que se divisan en el horizonte. La Europa del futuro serii mucho más inestable, no porque la fuente de toda inestabilidad provenga necesariamente de una Alema- nia fuerte -culpable de reunir a casi 80 millones de habitantes con la economia más dinámica del continen- te que, de tomar en serio algunos reproches, no tendia derecho a existir- sino porque el derrumbamiento de la Uni6n Sovietica exige una reconstrucci6n de un nue- vo equilibrio en el que han de ocupar el espacio que les corresponde Rusia, ya definitivamente una gran poren- cia, y una Alemania fuene.

Para entender 10s acontecimientos que van a enmar- car nuestro futuro hay que tener en cuenta dos hechos fundamentales que se olvidan a menudo: en primer lugar, que Alemania ha conseguido su unidad, no como resultado de una política propia dirigida a este fm, sino como consecuencia del desplome de la UniQ Sovietica; tengase muy en cuenta que a Alemania le ha tocado el ccgordo, en la loteria, y la prueba de fuego es 10 que haga con 61. Yo al menos no albergo la menor - duda de que en cinco años se habrii conseguido un proceso esplendido de integraci6n de 10s cinco nuevos h d e r n . Las dificultades son muchas, como altisimos son 10s costos, pero tengo confianta en que 10s resulta- dos serán bastante positivos. En segundo lugar, que 10s desequilibrios crecientes en Europa no se deben a la unificaci6n de Alemania, sino principalmente a 10 que ocurra en la Uni6n Sovietica -y no son pocos 10s que piensan que su desaparici6n estii a la vista- asi como el cariz que tomen 10s acontecimientos en 10s Balcanes y en Polonia. El verdadero peligro, si se quiere, el auten- tic0 reto estii en la Europa del Este; uno no alcanza a ver c6mo vamos a conseguir un desarrollo social y eco- n6mico que garantice una cierta estabilidaci en nuesuo

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LA UNIFICACION ALEMANA: CAUSAS Y CONSECUENCIAS

MAPA DE ALEMANIA, DESPUES DE LA REUNIFICACION

Continente. En ciertos aspectos, en lo que concierne a lallamada «cuestiOn nacional», nos hemos retrotraido a1914; en otros, como lo que supone el fin de un proce-so revolucionario de largo alcance, a 1815.

El destino de la Europa del Este es la interroganteque, como espada de Damocles, pende sobre nuesrrascabezas y Alemania no ignora la responsabilidad queen este punto le compete. Desde esta perspectiva hastaquizd haya que alegrarse de que exista una Alemaniafuerte, capaz de contribuir a reintegrar a Rusia al con-cierto europeo, asi como tratar de mantener una ciertaestabilidad en la Europa del Este. El tratado de coope-raciOn econdmica que han firmado en el verano de

1990 la Union Sovietica y la. Republica Federal deAlemania, y sobre cuya transcendencia nadie alberga lamenor duda, a la vez que modifica sustancialmente lasrelaciones en Europa, podria muy bien constituir elfactor de estabilizaciOn decisivo de la nueva Europa.

El Gobierno de la Republica Federal de Alemaniano ha dejado de insistir en que su apertura hacia el Estese inscribe en un asentamiento firme en la ComunidadEuropea y en la Alianza Atlantica y no hay por queponerlo en duda. Habria que tenerlo por muy torpepara pensar que no habria aprendido las ensefianzas dela historia, dispuesto a avenruras que pudieran cuestio-nar este enraizamiento, pero tampoco cabe desconocer

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la fuerza de 10s hechos y la apermra de Alemania hacia el Este modifica sin duda, se quiera o no reconocer, el modo de su instalaci6n en la Comunidad.

La República Federal ha sido hasta ahora el motor principal de la unificaci6n europea. Cuando 10s aconte- cimientos del Este dejaron translucir la posibilidad de una pronta unificaci6n, empez6 proponiendo un rnis- rno ritmo para la unificaci6n de Alemania y de Europa; el resultado ha sido que se ha conseguido la primera y todo indica que se va a aplazar la segunda. La discusi611 actual en la Cornunidad sobre si convendría ccprofundi- zarm la unidad de 10s 12 antes de pensar en la ccamplia- ci6nn, podria zanjarse muy pronto a favor de la tesis de la ampliaci6n -Austria, Checoslovaquia, en el norte presiona Noruega- como un primer paso para estabili- zar el Este de Europa. Según ha empezado a calcularse 10s costos de la unificaa6n, asi como la inflacidn que aportaria una moneda europea, los demanes rnuy sig- nificativamente, empezando por el Banco federal, no ocultan un distanciamiento ueciente respecto a una moneda europea. El Acta Unica y el prirnero de enero de 1993 muestran ya un aspecto muy distinto del que hubieran tenido de no haberse unido Alemania. Los países que, como Espafia, habían apostado fuertemente por la unidad política y econ6mica de Europa bajo el patrocini0 franco-alemdn tienen ya que ir buscando poiítica de repuesto.

Dentro de este panorama, no resulta difícil identifi- car en el interior de Alemania a 10s grupos sociales que van a tener que pagar 10s costos de la unificaci6n: la gran perdedora, sin ningún genero de dudas, es la clase obrera. La oriental recupera la libertad al precio de la inseguridad, 10 que puede ser un buen negocio, mien- tras que la occidental tiene que aceptar, en nombre de la solidaridad que proclama, compartir 10s servicios so-

ciales con los hermanos del Este -es decir, asurnir un empeoramiento de la calidad y una disminuci6n de 10s servicios- a la ve2 que competir en el mercado laboral con ei paro masivo de la Alemania oriental con un nivel mucho más bajo de salarios: y aunque en un rnercado único la tendencia sea a la equiparaci6n de 10s salarios, 10s orientales subirán poco a poco, mientras que 10s occidentales quedarán congelados durante bastante tiernpo, incluso con una cierta tendencia al descenso. Además de las rnuchas ventajas que la unificaci6n con- lleva para el empresari0 -se expanden 10s mercados, se abren nuevas posibilidades de inversi6n- una de las que más se congratula de puenas adentro consiste en haber ganado al final la batalla que ha estado dando desde hace varios años para lograr desmontar el Ejtado de biene~tar, o por 10 menos, paralizar el ritmo de su aecimiento y frenu con el10 el ritmo de aecimiento de 10s salarios.

Los sindicatos ya andaban dando palos de ciego en la aisis de 10s setenta, prueba manifiesta de su fragilidad creciente, y callan hasta ahora ante las consecuencias previsibles de la unificaci6n: no se sabe cuánto, pero aumentari la inflacidn, subird la rasa de interés, 10s asalariados van a recibir menos por su trabajo, a la vez que tendrán que tolerar una subida segura de 10s im- puestos -ha constituido uno de los temas estrella de la campaña electoral- y que se suprima una buena parte de 10s servicios sociales, o aceptarlos de peor calidad. Y todo el10 en un momento del máximo desconcierto ideológico, con una izquierda que tardard mucho en levantar cabeza después del golpe que ha supuesto el desmoronamiento del llarnado ccsocialismo realn. Los resultados electodes del 2 de diciembre de 1990 han confirmado todos estos temores sobre el desplome de la izquierda.