ALBONICO - Anacaona en las crónicas

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18 e . V ame, entre Oleos, F!ankl, Op. cit., p. 45; Konelzkc, Op. ell.• p. 178, YSilvia Zaval3 "Her- ante 1;1: enc0":Jlenda • en W. AA., l1ernán Corlés y su. Madrid, Instiluto de el nI eroamerlcana - Historia 16, 1986, pp. 77-85. Las ideas de Cortés sobre el tr:ltamienlo de Jos ID' dios están eXfcresadas, con mayores detalles Que en las Cartas de relacl6t¡, en una Carta al empcra- dar Carlos V echada de octubre de 1524, yen las Ordenanzas dadas por Hemando Cortés. para el buen ImlUm(fmlo y de los Indios, ambos textos estin recogidos en Hermn Conés I!:d. de Mano Hernández Sánchez·Barb3, Mbko J)onúa 1%3 PP "2 "5" '353- 35 :r respecllvamentc. ' , ., 't't ..... 't Y 6, 15' Esta tesIs se cxp?"e en Gast6n Baquero, -Hernán Cortés: su bachillerato polflico en Cuba" en yv. Hernd,J Cortes. Actas del primer Congreso lntarnac/(mal sobre Herudn Cortés Uruversldad de Salamanca, 1986, pp.S5-65. ' 20 Ver: Abellán, Op. Cit., pp. 37-.38. 21 Sobre los sucesivos desarrollos de la polémica relativa a la n:numleza de los indios es funda- ellOI? dC? Getbi, La disputa del nuow mondo. Sloria di tnla l75().1900. Milano-Napola, Riccl:lrdi, 1955; [amblén el amplio estudio de Glullano Gliozz:l Adamo e tj nuovo mond{. (La nascUa del/'anrropo/og/a come Ide%sla colonlale.· bJb/lcbe afie leorle razZia I 1500-1700), Plrenze, 1.:1 Nuova Italia, 1977, Y Anthony Pagden 1be Fall 01 Na/ural 71Je American IndlmJ and the OrJsj1JS al Comparallve EtbnoloBY. Cambridge Unlvetsity Prcss. 22 l.35 C:LSas. Op. cIt., pp. 71-72. 13 p. 72; ;'>obte la actitud del padre Lns Casas para con los i"dios, es interesante el análi- sis 9ue.rcahza T7.Vela.n rodorov en La ccmq14ere de l'Amérlqu(!. 1.0 quesllon de l'auzre Editions du Sc:uU, 1982; uad. n. La conquista dell'Amerlca. 11 problema delJ'a/tro Torino E'ln'aud,' 1'9°" PI> ]77-221. . , . ,U"'I". , 24 llar otra vez que lo esll/ve mirando, que creí que en el mundo hobtcsc alrojS como tostas, porque en aquel tiempo no había Perú ni memoria dél" (p 179) Sobre la funci6n de los intérpreles en la conquista de México consúltese Todoro'v o'P' e(1 pp. 120-151. " . .. 26 Lo explica el mismo Conés: -ninguno de estos navíos hizo el viaje que lIev6 mandado' pot- ql1e a CubOO. y a la Trinidad, aportó 9 Guanlguanlco. y hubo de ir cin<.. "Uenla leguas por'tiertn a av ¡¡ e :J Ha :lna a buscar carga f.. .J. El otro navío que Iba :1 la Ja 1 I '00 I E aponaton Ola Trinidad en la isla de Cuba" (pp, 4;34-435). A pesat c:,: mumcadones con las islas llevaban a cabo con cierta facilidad y rapidez' a veces al los navíos que desde ellns llegaban reptesenlaoon la aparición de un posible Cortés d,mo de Plinfllo de Narváez, enviado pOt Velázquez. ron el enc. .... rgo de neutralizar la acc'i6n de d a7 Sobre la hnbllidad de CoI1!S, c:onsóltese Pedro V. Vives Azancal, "La conqul'l:t':l e como empresa, en W. AA., liernc1n Cortés y SU cit., pp. 43-53, ( 6). este y me partí de la dudad de Cempoal, que yo ¡nUrulé Sevilla" p. 10 .a pes<lr de la denonllnaclón proPUe.s13, Conés sigue ulUb..ando el nambre Cempool Difclcn te es el caso, nnlUr:almenle, de las ciudades de nueva fundación que señalan la presend; Seguro de la Frontera, etc. ' . dd Manuel Alvar, El mundo americano de Bernal Draz del CasttIJo S.3nt:3nder 11 Internacional Menéndc:z y Pe13Yo, 1968, pp. 48-54. ,. 12 Anacaona, reina de ]araguá, en las crónicas del descubrimiento y en la literatura ochocentista Aldo Alb6n/co la presencia indígena en las islas carIbeñas desapareció pronto, pues - como se sabe - los indios no pudieron resistir el choque militar, biológico (las enferme- dades epidémicas) y cultural 'lue los españoles produjeron. Parece que la pobla- ci6n de la más importante de as Islas, bautizada Hlspaniola, pas6 de un centenar de miles en 1492 a unos cientos en 1570 '. La rapldéz de la muerte de toda una sociedad - junto con la postura bastante despreocupada de los primeros conquistadores - impidió que las costumbres de los aborígenes -la mayoría de los naturales de las Grandes Antillas eran taínos de la famUia aruaca (arawail) - fuesen bien documcntados. Desde luego no faltan descripciones, Incluso extensas, por parte de autores ilustres 2; pero no muy defini- da, y a veces totalmente Insatisfactoria, es la Imagen de aquellos indígenas que sale de las obras europeas de la primera mitad del siglo XVI; s610 en períodos recientes la investigacl6n arqueol6gica y la antropologla comparada han empezado a inte- grar las noticias dadas por los primeros cronistas de las Indias Occidentales. Lo dicho arriba s610 sirve para subrayar que los literatos de los siglos siguien- tes que volvieron al perlodo colombino intentando recrear, en obras de ficción, la atm6sfera del descubrimiento y de la conquista del Caribe, encontrllron en los tex- tos de la época material no muy abundante. Por supuesto, también los que más se empeñaron en documentarse antes de escribir sus novelas, poemas o piezas de teatro, sobrepusieron a la "realidad" de los cronistas sus sensibilidades, sus idiosin- crasias y sus fantaslas. El dIscutible éxito, literario e histórico, de semejantes opera- ciones ya ha sido objeto de muchos análisis. Particularmente las obras relacionadas con el tema y publicadas en el siglo XIX - el periodo en que se vuel- ve a abrigar el máximo Interés Iiterarlo hacia Cristóbal Coi6n - han sido puestas en tela de juicio, también muy recientemente por hIspanistas Jmlianos 3. Este escl'lto se enmarca dentro del mismo filón interpretatlvO l sin proponerse metas ambiciosas. No tiene otrH intención que la de llamar la atención - ni siquie- ra de manera exhaustiva - sobre lo mucho que se ha escrito sobre una reina india que realmente existl6. Aquella mujer, de nombre AnacaoQ3 <, ya en el siglo XVI- lo veremos en seguida - exclt6 la fantasla del traductor de las primeras crónicas; luego, novelistas y poetas ochocentistas colocaron en ella sus deseos de exóticos idilios; hasta que, ya muy entrado el siglo XX, aquella india, al ser reivindicada co- mo fúlgIdo ejemplo de patriotismo indfgena, asumió también a'lrocteres poJ[tlcos enlazados con la actualidad. 13

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18 e .V ame, entre Oleos, F!ankl, Op. cit., p. 45; Konelzkc, Op. ell.• p. 178, YSilvia Zaval3 "Her­

~.~n Cbrt~s ante 1;1: enc0":Jlenda • en W. AA., l1ernán Corlés y su. ~poca, Madrid, Instiluto de Co~per3.el nI eroamerlcana - Historia 16, 1986, pp. 77-85. Las ideas de Cortés sobre el tr:ltamienlo de Jos ID'dios están eXfcresadas, con mayores detalles Que en las Cartas de relacl6t¡, en una Carta al empcra­dar Carlos V echada 1~ de octubre de 1524, yen las Ordenanzas dadas por Hemando Cortés. parael buen ImlUm(fmlo y ~/me'J de los Indios, ambos textos estin recogidos en Hermn Conés ~rlusdocum~nlas, I!:d. de Mano Hernández Sánchez·Barb3, Mbko J)onúa 1%3 PP "2 "5" '353-35 :rrespecllvamentc. ' , ., 't't ..... 't Y 6,

15' Esta tesIs se cxp?"e en Gast6n Baquero, -Hernán Cortés: su bachillerato polflico en Cuba"en yv. ~., Hernd,J Cortes. Actas del primer Congreso lntarnac/(mal sobre Herudn Cortés fdicJon~Uruversldad de Salamanca, 1986, pp.S5-65. '

20 Ver: Abellán, Op. Cit., pp. 37-.38.21 Sobre los sucesivos desarrollos de la polémica relativa a la n:numleza de los indios es funda­

m~ntal ellOI? dC? ~tonello Getbi, La disputa del nuow mondo. Sloria di tnla poI~mlca: l75().1900.Milano-Napola, Riccl:lrdi, 1955; v~anse [amblén el amplio estudio de Glullano Gliozz:l Adamo e tjnuovo mond{. (La nascUa del/'anrropo/og/a come Ide%sla colonlale.· d,II/~ g~"ealogld bJb/lcbe afieleorle razZia I 1500-1700), Plrenze, 1.:1 Nuova Italia, 1977, Y Anthony Pagden 1be Fall 01 Na/ural~~~: 71Je American IndlmJ and the OrJsj1JS alComparallve EtbnoloBY. Cambridge Unlvetsity Prcss.

22 l.35 C:LSas. Op. cIt., pp. 71-72.13 Ib~dem. p. 72; ;'>obte la actitud del padre Lns Casas para con los i"dios, es interesante el análi­

sis 9ue.rcahza T7.Vela.n rodorov en La ccmq14ere de l'Amérlqu(!. 1.0 quesllon de l'auzre P~ris Editionsdu Sc:uU, 1982; uad. n. La conquista dell'Amerlca. 11 problema delJ'a/tro Torino E'ln'aud,' 1'9°" PI>]77-221. . , . ,U"'I"., 24 llar ~jemplo: ~Di80 otra vez que lo esll/ve mirando, que creí que en el mundo hobtcsc alrojStletr.l~1~escublertas como tostas, porque en aquel tiempo no había Perú ni memoria dél" (p 179)

Sobre la funci6n de los intérpreles en la conquista de México consúltese Todoro'v o'P' e(1pp. 120-151. " . ..

26 Lo explica el mismo Conés: -ninguno de estos navíos hizo el viaje que lIev6 mandado' pot­ql1e e~l?uedjbaJ' a CubOO. y a la Trinidad, aportó 9 Guanlguanlco. y hubo de ir cin<.."Uenla leguas por'tiertna a v ¡¡ e :J Ha :lna a buscar carga f...J. El otro navío que Iba :1 la Ja 1 I '00 I Epai\~la, aponaton Ola Trinidad en la isla de Cuba" (pp, 4;34-435). A pesat ~'\~:'c~n~ra~~~n~\.~ c:,:mumcadones con las islas ~ llevaban a cabo con cierta facilidad y rapidez' a veces al rontr~rlo losnavíos que desde ellns llegaban reptesenlaoon la aparición de un posible "~lIgro·p~ra. Cortés d,mo~~ls~so de Plinfllo de Narváez, enviado pOt Velázquez. ron el enc..... rgo de neutralizar la acc'i6n de

d a7 Sobre la hnbllidad emp~esaria( de CoI1!S, c:onsóltese Pedro V. Vives Azancal, "La conqul'l:t':le NtI~o~~p:u'a como empresa, en W. AA., liernc1n Cortés y SU ~jJOCQ, cit., pp. 43-53,

( 6). c~n este ptop6slt~ y ~~manda me partí de la dudad de Cempoal, que yo ¡nUrulé Sevilla"p. 10 . a pes<lr de la denonllnaclón proPUe.s13, Conés sigue ulUb..ando el nambre Cempool Difclcn

te es el caso, nnlUr:almenle, de las ciudades de nueva fundación que señalan la presend; ~paño'a:Ve.ruc~9z,Seguro de la Frontera, etc. ' .

d dV~a~e Manuel Alvar, El mundo americano de Bernal Draz del CasttIJo S.3nt:3nder UnjYersi~

11 Internacional Menéndc:z y Pe13Yo, 1968, pp. 48-54. ,.

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Anacaona, reina de ]araguá, en las crónicas deldescubrimiento y en la literatura ochocentistaAldo Alb6n/co

la presencia indígena en las islas carIbeñas desapareció pronto, pues - comose sabe - los indios no pudieron resistir el choque militar, biológico (las enferme­dades epidémicas) y cultural 'lue los españoles produjeron. Parece que la pobla­ci6n de la más importante de as Islas, bautizada Hlspaniola, pas6 de un centenarde miles en 1492 a unos cientos en 1570 '.

La rapldéz de la muerte de toda una sociedad - junto con la postura bastantedespreocupada de los primeros conquistadores - impidió que las costumbres delos aborígenes -la mayoría de los naturales de las Grandes Antillas eran taínos dela famUia aruaca (arawail) - fuesen bien documcntados. Desde luego no faltandescripciones, Incluso extensas, por parte de autores ilustres 2; pero no muy defini­da, y a veces totalmente Insatisfactoria, es la Imagen de aquellos indígenas que salede las obras europeas de la primera mitad del siglo XVI; s610 en períodos recientesla investigacl6n arqueol6gica y la antropologla comparada han empezado a inte­grar las noticias dadas por los primeros cronistas de las Indias Occidentales.

Lo dicho arriba s610 sirve para subrayar que los literatos de los siglos siguien­tes que volvieron al perlodo colombino intentando recrear, en obras de ficción, laatm6sfera del descubrimiento y de la conquista del Caribe, encontrllron en los tex­tos de la época material no muy abundante. Por supuesto, también los que más seempeñaron en documentarse antes de escribir sus novelas, poemas o piezas deteatro, sobrepusieron a la "realidad" de los cronistas sus sensibilidades, sus idiosin­crasias y sus fantaslas. El dIscutible éxito, literario e histórico, de semejantes opera­ciones ya ha sido objeto de muchos análisis. Particularmente las numeros~s obrasrelacionadas con el tema y publicadas en el siglo XIX - el periodo en que se vuel­ve a abrigar el máximo Interés Iiterarlo hacia Cristóbal Coi6n - han sido puestasen tela de juicio, también muy recientemente por hIspanistas Jmlianos 3.

Este escl'lto se enmarca dentro del mismo filón interpretatlvOl sin proponersemetas ambiciosas. No tiene otrH intención que la de llamar la atención - ni siquie­ra de manera exhaustiva - sobre lo mucho que se ha escrito sobre una reina indiaque realmente existl6. Aquella mujer, de nombre AnacaoQ3 <, ya en el siglo XVI­lo veremos en seguida - exclt6 la fantasla del traductor de las primeras crónicas;luego, novelistas y poetas ochocentistas colocaron en ella sus deseos de exóticosidilios; hasta que, ya muy entrado el siglo XX, aquella india, al ser reivindicada co­mo fúlgIdo ejemplo de patriotismo indfgena, asumió también a'lrocteres poJ[tlcosenlazados con la actualidad.

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Hay que decir que el que redacta estas notas se encontró con Anacaona escri.biendo un pequeño ensayo alrededor de Bartolomé Colón, el hermano del almi.rante del descubrimiento, y de ahi despertó su interés hacia aquella figura. La pri­mera larga referencia a Anacaona se encuentra en la obra De orbe novo de PedroMártir de Ang1crfa, esto es, Pierro Martire d'Anghiera, el humanista lombardo quedesarrolló una importante actividad polltica y literaria en España. En el cuarto librode l~ primera década de aquella obra - cuya primera edición es de 1511 _ PedroMiirtir diO al públlco culto de Europa una imagen muy positiva de la reina india. Deella - hermana del rey Behechio Anacauchoa de Jaraguá, y viuda de Caunabó,que habla sido señor de otro reino de la Hispaniola, Maguana _ se dice "que eraeducada, ingeniosa y discrelislma, y habia convenddo a su hermano a que honra­ra, halagara y obedeciera a los cristianos L..J", No faltan en Pedro Mártir pormeno­res, pues se descnbe a aquella mujer convendendo con gracejo al perplejo Barto.lomé Colón a probar carne de iguana y luego enseñando ,,1 mismo sus muebles yenseres de ébano, Ai visitar el batel de los españoles, Anacaona se sorprendió mu­cho y le,:"bló oyendo el es.lruendo de los cañones disparados en su honor, elc. s. LadescripCIón de aquella visita del adelantado Bartolomé a la provincia de Jaraguá esagradable. Sm embarg?, aunque el lector del De orbe novo pueda quizá imaginarque hubo algan amorcIllo ~ntre el barbudo conquistador y la ingeniosa indlgena, ellexto latino no lo sugiere directamente. Abor. bien, la traducción italiana del De or­be novo que, muy interpolata con respecto al original, terrnlnó siendo publicada enel tercer volumen de las NavlgaJlonl et viaggi (556) de Juan Bautista Ramusio 6,ofrece de Anacaona una imagen más atrevida. El malicioso autor de la interpola­cI6n, en efecto, pinta a la reina india como una coqueta empeí'\ándose en seduciral adelantado, pero muy voluble. Ya la triunfal aparición - cuando Anacaona lucesu deslumbrante belleza, y su desnudez sólo estJl protegida por unas flores - estodo un comienzo. Sigue el relato del banquete, en el que la india halaga al euro­pea con mimos y bocados exquisitos. Parece que el desenlace sea obUgado y enefecto, para el adelantado preparan una hamaca adornada de flores perfumadas:pero -lance Imprevisto - cuando Anacaona vio a Bartolomé desnudo y en la ca.rna, "se fue a acosrar e~ otro s!tio, con sus esclavas" 7, El incógnito autor no (eouo.cla sin embargo a segUir condImentando el texto dc Pedro Mártir COn apuestos pa­saJes: A~a~ao?a re~ala parte de SlIS más preciosos enseres a Baltolomé "Sin quitarde él sus oJos; al disparar Ja artUler!a, procura Caer desmayada en sus brazos' llega­do el mo?,ento de la despedid~, la reina intenta impedir que B"rtolomé se ~aya ypropone ¡r COn él, y sólo con dificultad el adelantado consigue marcharse compro­metiéndose a volver.. El episodio, como ya he subrayado, tiene grada y es quizá la primera fantas!a,~aglnada por los condenados a quedarse en el Viejo Mundo, sobre los idillos exó­lIcos considerados posIbles en el Caribe '. Se puede añadir que el episodio, aun­que apócrifo con respecto al texto de Pedro Mártir, a lo mejor no iba muy descami­nado, pues en su tiempo hubo pesquisas - por supuesto, solidtadas por los ene­JnJgos de l?s Colones -:- sobre la reladón de Anacaona y Bartoiomé y sobre aqué­lla manteruda por la mISma con otro español, Pedro de Oclés '. Que la reina indiatuviese especial fama por sus costumbres entre los contemporáneos lo prueba desobra un pasaje de la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Ferruln­dez de Oviedo, a quien se debe la más dura, y quizá hipócrita, acta de acusacióncontra Anacaona:

Mas, p?rque se h~ fecho memoria de AnaC'dona, que fué la mujer m1is principal desta Islaen su tiempo, es bien que se sepa. que toda 13 suciedad del fuego de la lujurl3 no estuvo so­lamente en los hombres en esta tierra, puesto que fuese en ellos más abOminable. Estn fué

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una mujer que lUVO algunos aetos semejantes a los de aquella Semíramis, reina de los asi­rios, no en los grandes fechos que de aqu~1I3 cuenta justino, ni rampoco en hacer matar losmuchos con quien se ayuntaba, ni en hacer traer a sus doncellas pai\oS menores en sus ver­gonzosas panes, como de aquella reina escribe Joan 8c>c;Icio. Porque Anacaona ni quertasus criadas tan honestas, ni deseaba la muerte a sus adúlteros; pero Quería la moltitud de­lIos. Y en muchas suciedades otras libidinosas le rué semejante. Esta Anacaona rué mujerdel rey Caonabo y hermana del rey Behecehio: la cual fué muy dirolUla, y eUa y las otrasmujeres desla isla, aunque con los indios eran buenas o no tan daramente lujuriosas, f~CJI­

mente a los cristianos se concedian e no les negaban sus personas. Mas, en este caso estacacica usaba otra manera de Iibidine, después que murieron su marido y su hermano, en vi­da de Jos cuales no fué tan desvergonzadaj pero muenos ellos, qued6 lan obedescida eacatada como ellos mismos o más. Hizo su habitactón en la (ierra e set1orlo del hermano,en la provincia de Xaraguá, al Poniente e fin desta Isla, e no se hacía más de lo que ellamandaba. [...J fué, corno (engo dicho, absoluta senOr'd e muy acalada de los lndlos¡ peromuy deshonesta en el acto venéreo con los cristianos, e por esto e otras cosas semejantes,quedó reputada y tenida por la más disoluta mujer que de su manera ni otra hobo en eSlaIsla. Con todo esto, era de grande ingenio, e sabia ser servida e acatada e temida de susgenles e vasallos, e aún de sus vecinos. Dije de suso que las mujeres desta isla eran conti­nentes con los naturales, pero que a los cristianos, de grado se concedían. E porque salga­mos ya desta suda materia (. ..J 10.

Siempre Qviedo, por otra parte, reconoce el valor y el ingenio de Anacaona, ycuenta la habilidad de ella en organi7.ar danzas y cantos - areytos - de doncellas".l.a india, al comienzo de la gobernación de fray Nicolás de Ovando, fue acusadade conspirar COntra el poder real y, capturada alevosamente, fue ejecutada junto aotros caciques en 1503 ".

En las obras coetáneas o inmediatamente sucesivas a los acontecimientos nohay mb noticias de relieve sobre Anacaona. Los historiadores siguientes no hicie­ron sino parafrasear a los antiguos cronistas, especialmente a Pedro M~rtlr. As! hizoJuan Bautista Muñoz, cosmográfo mayor de Indias y creador del Archivo Generaide Sevílla, en la parte de la Historia del nuevo mundo que consiguió escribir y pu­blicar en 1793 IS, De maner. semejante se pOltó el litel'"dto y diplomático norteame·r1cano Washington Irving en su A Hislory ollhe Life and Voyage¡ 01Chrislopher Co·lumhus, publicada por primera vez en 1828 ". Aquella obra tuvo gran éxito, fuetraducida a muchos idiomas - incluidos el español" y el italiano - y ofreCIÓ unbuen epitome a los sucesivos poetaS, novelistas y escritores de teatro que querlandocumentarse sobre los temas colombinos pero preferían no molestarse demasiadobuscando las fuentes antiguas. Da una prueba directa de lo dicho el pollgrafo es­pañol Juan Vila y Blanco 16.

Vila y Blanco dedicó a Anacaona una específica obra de fantasía ". En el pro­logo al extenso poema en octavas Anacaona, leyellda histórica en cuatro cantos,aquél admite haber sido inspirado por Washington Irving l •• Hay que hacer hinca­pié en lo preocupado que aparece Vila y Blanco por mantenerse fiel a los sucesoshistóricos, tanto que justifica en nota las contadas licendas poéticas que es obliga­do a introducir en el texto. Ya en el prólogo el autor afirma no haber alterado laesenda del episodio histórico sino haber añadido sólo unos 'pasages accesorios,pero sin ofensa á la justicia ni al buen sentido": esto es, dar realce a Anacaon2, in­ventar al personaje de Boanaocotex, etc. 1').

El poema, serie de octavas en endeeasilabas (seis en rimas alternas y los últi­mos dos con rimas pareadas), vale muy poco, tanto lirica como épicamente. Sinembargo, tiene algunos rasgos interesantes: antcs de todo, la rom~ntlca declaraciónde amor del autor a la heroIna del poema,

l.a acción abarca un tiempo bastante largo, de 1492 a 1503. AnacHona, "lindaflor de oro, lirio amancillado", es nombrada por primera veZ en la octava XIU del

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primer canto, poco antes de Cristóbal y Bartolomé Colón. Su descripción viene po­co después, y se inserta en el marco de un desfile sacado más de la antigüedad gre­coromana que del Caribe, "Ninfas, suelto el cabello, y sin ro¡rdje, / de la ~buJa

Driadas ó Nert!as, / de ocultas fuentes al camino salen", a, xxviI)."Desnudas van lasvirgenes, sencilla 1gala les es sobre la frente puesta, 1una de juncos frágil redecilla/ que mas encanto juvenil les presta. / En ondas cae el cabello, á maravilla, / sobrelos hombros y á la espalda enhiesta. 1Morena tez, y suave, y delicada; 1forma tor­mtil, taJla levantada", (l, xxxJi).

Aparece, al nn, Anacaona, "En su litera, de bambú formada, 1 por seis robus­tos indios conducida, / vá otra mujer, no mas engalanada 1 aunque est1 como ensolio enaltecida. 1Para ofrecerse, si, condecorada, 1 i1evar su frente imaginó cei\ida1(frente de pulcnLud noble y estrema), 1de una de nores plácida diadema. / Nievey carmin no mas son esas flores, / y lleva igual adorno en cuello y brazos. / Bienarmonizan, cierto, esos colores 1con los del velo que le prenden lazos. 1Parad, áu­ras, parad: parad, amores, 1 demos para sentir al alma plazos; 1 tiempo á los ojospara ver, y alientos 1 al corazon para contar portentos. / Es la que digo celestial ma­trona 1de aquel digno cacique augusta hermana. 1Es la infeliz amable Anacaona 1en ciencia y en virtudes soberana. 1 De amarla el pueblo que la vé blasona; p;,rverla, amante multintd se afana. 1 Rica en los dones que reparte el cielo 1 es altaprez á su nativo suelo", a, xxxiv-xxxvO. I

¿Por qué es infeliz Anacaona? Porque - escribe el poeta a continuación - suesposo murió en batalla >ly ella se queda, con su hija Higüenamota ", en el reinode su hermano. Vemos a Anacaona, algunas estrofas más adelante, acoger a Barro­lomé y a los suyos "muestras doblando de amistad cordiales. 1 y era de ver el se­ductor decoro 1 de su actintd sin estudiada traza", a, xxxix y xl) n. Pero, la siguien­te descripción del cuerpo de la mujer dlficulta al lector pensar en ella como a unaviuda recogida e inconsolable: "Larga, sedosa, ncgra cabellera 1 hombros y espaldacubre, y á los pecho.. 1 parte cayendo vá; pechos (y fuera 1 poco decir) por losamores hechos. 1 MJtades de una misma igual esfera, 1 á elogio tienen llcitos dere­chos: 1 no modeló jamás sabia escultura 1 en mármol lujo tal de donosura. 1 Alta;hácia el lado izquierdo la cabeza 1algo inclinada, es tipo de donaire, 1 y mas si desus bucles la riqueza, 1con lascIvo jugar, esparce el aire. / De una cintura imaginadbeileza 1que pueda, en el cotejo, ser desaire / á la deidad de Chipre, y la divina /cintura inventareis de mi hemina. / Por fin: su faz un óvalo perfecto: / rasgadosojos, despejada. frente. 1 No hay en su boca ni comun defecto, 1 y algo en eila ase­gura que no mIente. ! Revela su lealtad mirar directo, / aunque mira, tal vez, I~n­guidamente; / y sonnsa dulcísima os afianza 1 que no hailareis en su amistad mu­danza", (l, xliii-xlv).

Algún que otro sustantivo y adjetivo empleados por el autor contrastan, de he­cho, con su propósito de angelicar a Anacaona. Vlla y Blanco que ha empezado elpoema con una invocadón a la "Musa del casto amor", da luego rienda suelta a susf~ntasí~s de exótioos amore;s: "Déjame hoy ~erla cual sI allá en el cielo 1 me aparé­clese, .maglOada DIOsa, / ahento dando á mI perene anhelo. 1Será mi amor su imá­gen misteriosa! 1Déjame á su region alzar mi vuelo: 1 IAy! por la noche, la supongohermosa, maga en el disco de apacible luna, 1 mitigando el afan que me importu­na.1 Busco en su seno á mi ardorosa frente / consolador reclinatorio. Al cuello Ileciño el btazo, y amorosamente 1 me vela su odorífero cabello. 1 Lo que en reposo~l el alma siente 1no lo revela té: mi labio sello; 1 porque nadIe jamás comprende­na / dehrios que espresar yo no sabria", a, xlviii-xlix).

No duda el poeta en recurrir a atrevidas comparaciones, siempre ventajosaspara Anacaona, con diosas y mujeres de la antigüedad clásica y de la biblia, o saca­das de las obras de Tasso, Camoes y Chateaubriand 13. Hasta que se llega casi a una

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tipificación del hechizo que, en "vírgenes regionesll, mujeres como Anacaona pro­

ducen en los corazones europeos en que se encuentra extinto "el gérmen de la an·gelica pureza" ". .

Sabemos que Vila y Blanco era muy católico y "sobre todo, un vatón VIrtuO­so" >S. Probablemente se deba a eso el hecho de que el autor intenta - recurso muytrillado _ justificar y ensalzar su pasión, pues "es el amor sin dolo hijo del cielO! y~ Dios nos lleva en delicioso vuelo", (l, liv). Además, también los románticos temansus prejuicios y muchos de ellos querian Ser hombres decentes y respetables. Enefecto Vila y Blanco pone una condición a su Imaginario amor con Anacaona: te·nla qu~ encontrarla aún doncella. La afirmación, bastante ridícula y Biedenneierdepor sí, no puede menos de convertirse en un I!azmerreír dadas las costumbres delas mozas aruacas de fmales del siglo XV: 'Si aun antes que Colón, yo de Jaragua 1llegado hubiera á la bendita zona, / y en medio al mar, remera en su piragua, 1 ócazadora, envidia de Latona, 1encuentro, pura como gota de agua, / virgen ~ la ra­diante AnacaOna, 1 -esclavo tuyo soy. dijera el labio, / -si ~ mi amor dar tu amor lefuera agravlo-", a, Iv).

De encontrar satisfecha aquella condición, nuestro poeta aflJ'ma que no ten·drIa inconveniente en juntarse con la guapislma india: "Y si la llama de mI amantepecho 1en el suyo, feliz, prendido hubiera, 1 pese á mI raza y vano su despecho,lyo la salvaje mi senora hiciera. 1Tener con ella sobre flores lecho 1bajo el dosel dehomérica palmera, 1 junto al cristal de murmurante rio, / fuera poco gozar al amormio?IO, (1, lvi).

El lector se da cuenta de que las diferencias de raza no serían estorbo - comono lo fueron para los antepasados del autor, los conquistadores - y esto a pesar deque a Vila y Blanco le gustarla que Anacaona fuese más clara de lo común entre lasindias, pues ast la imagina en el poema 26. . . ...

Siguen tres estrofas en que el poeta se abandona a Imagmar cuán dulce senasentarse con Anacaona en la cumbre de un monte contemplando la puesta del soly el surgimiento de la luna. Hasta que nuestro autor se da cuenta de que ya es horade poner término a sus devaneos sentimentales, y de volver a contar lo que aconte­ció en el fest!n entre espanoles e indígenas ".

Acabada la parte de efusión más !ntima, el poema vuelve a modelarse sobrelos escuetos conocimientos históricos que tenemos de Anacaona. Durante el ban­quete, el adelantado logra convencer a los Indios de lo oponuno que es sometersea Castilla. Como el autor no tiene mucha Iron!a, las palabras de Bartolomé en laocasión resultan - bien miradas, ya la luz de lo que ocurrió en los anos slgu~entes_ trágicas; aparecen tragic6micas sólo en el contexto del poen:a: "El comerc~o. lasartes y las ciencias 1 florecerán en próspera fortuna / [oO.] 1 las Islas á la Espana se­mejante5, / no serán tristes huérfJnas clIal antes", (JI Ixxiij).

Sentimental, desde luego, es el despido de Bartolomé: "y hubo, á mi ver, rec!­proca ternura 1 en el último abrazo: Anacaona 1 como nlna llora SIendo matrona,a,1xxIJO.

El largo poema no podrta sostenerse sólo a través de las figuras de Anacaona yBartolomé: Vila y Blanco acude, pues, a otros personajes 11Istóncos. Como de lamayoria de aquéllos no sabemos sino el nombre, el poeta no tiene dificultad en dar­les caracteres e insertarlos en el enredo. Merece la pena dedicar alguna atención alasunto aunque nos lleve un poco Fuera del tema. En el primer canto sólo hay perso­najes bueno.s: la hija de Anacaona, Higüenamota, y el doncel espanol del que aqué­lla se enamora, Hernando de Guevara; otro bueno es el joven indio Boanaocotex,uno de los pocos personajes completamente de invención, que es huérfano - ¿po­drla faltar en un enredo decimonónico? - y protegido por la reina india 281 etc. Enel canto segundo, cuya acción tranScurre en 1497, la historia se enmamña. B3rtol0-

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Page 4: ALBONICO - Anacaona en las crónicas

m~ vuelve a jaraguá y le acompa""n, además de Hernando de Guevara los es­pañoles malos: Francisco Roldán - esto es, el hidalgo que en la realidad ~us6 losmás graves problemas a los Colones en la gobernación de la HJspaniola - y cieno~nstóbal~ ?ei que se dice sólo que es un libertino 29. Sobra decir que el primero, con

compliCIdad del segundo, mtentará adueilarse de la hija de Anacaona ,.Antes de seguir ilusuando el desarrollo de la historia interesa subr;;yar cómo

Vila y B.lanco describe a las mujeres de jaraguá: "Y son ~1Il las pálidas mujeres Imariposillas de Ora revolando I de flor en fiar, gozándose en placeres I puros co­mo la /lar y el aire blando. I Envidiable su Edenl Felices seres", (ll, xiD.

SIEn aq,:el. Ed~n - en que únicamente Dios sabe porque las indígenas son páli­das -:- Hlguenamota se tambalea perezosamente en una hamaca. Su madre estápe~s~lIva: lucha entre el recuerdo del marido y el de Bartolomé y medita sobre lod¡Vld,das que están las opiniones de ¡as indias para con los españoles. Al fin, a pe­sar de las ~monestaciones ?e una parienta suya - otro personaje de invención _que no qUiere a los extranJeros, Anacaona decide confiar en ellos: todos los hom­bres deben ser hermanos y "el Almirante, justo y generoso I será parajaragua bon­dadoso", en, xix). Solucionado el problema, las mujeres pueden pasar a una tareamás apeteClble, como lo son el aseo y el maqulJ1aje: "cada mujer prepara su tocado/ SIendo el estanque espejo inmaculado. / Lávanse en él primero' se perfuman icon las esencias de esquisitas fiares", (JI, xxxi). '. Anacao,"!a se arregla precisamente porque vuelve Bartolomé: después de va­

nas ocurrencIas >l, llega otra vez la hora de dejar la tierra de jaraguá: "Despldenseporfm. Ma!charquisiera I la amable viuda t"on el buen guerrero. I Vehemente le ro­¡¡ó que aU, volVIera, I y él, cortés, ,lo promete placentero. / Era en ruego tan vivo e-a smCera: I en sus promesas ~l era Stnccro. / Y pudiera no serlo sí matrona / cual

niña está. llorando Anadlona!", (JI, lviii). Muy llorona aparece pue~ la rein~ tantoque al mismo autor le parece necesario justificarse n, " t

La historia luego se enreda aún más, porque el propósito del autor de mante­nerse fiel a los acontecimientos hist6ricos obliga a resumir muchos sucesos y laope~clón no mejora l!, inteligencia del asunto. No merece hacer hincapié en la na­rraCJOn del enfrentamIento de Cristóbal y Banolomé Colón con las "lanzas jinetas"y orn>s españoles en la isla. Sólo es menester recordar - ya estamos en 1503 y enel telcer canto - que dentro de la lucha por el poder y el amor entre los conquista­dores >¿' Guevara es detenido por Roldán en la choza de Higilenamota - la que haSido ml~ntras tanto bautizada - y envmdo a Espafta por el almirante. Los sucesivosaconteclrruentos - llegada de Francisco de Bobadilla y, más tarde, de Nicolás deOvando; detenCIón de los Colones y su envío a la península - se cuentan de ma­nera telegráfica en el poema 35. Sin embargo, Vilo y Bianeo aprovecha la OC'dsiónpara Insertar en el texto unos cornemarios que aclaran su juicio, y se pronuncia aEavorde Colón y en contra de los dos comendadores y del mismo rey Fernando elCat6hco 36.

Las indIas de .Jaraguá, por supuesto, están entristecidas por el exilio de losblanc'?S buenos: Iligüenamota se desespera por la ausencia de su querido Hernan­do, mIentras que su madre hecha de menos a Banolomé. Anacaona adem~s tieneahora la responsabilidad del reino puesto que su hermano Behechio Anaca~choaha muerto. No obstante los atropellos de los españoles, ella se mantiene fiel al po_der de castilla, pero - el poeta sigue las crónicas - tendrá mala recompensa Elgobernador Ovando visita jaragu~: como no cree en la sinceridad de Anacaon~ yde los dem~s.caciques, ordena prenderlos durante una fiesta, a ualción. Sometidosa tortura los mdios confiesan todo lo que los españoles querían que di"esen. Bas­tante mod~rnos y eficac~ so~ aquellos pasajes del poema, que en la última paneadquiere dIgnidad dramática: Llevados son aquellos al tormento / con barbarie in-

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fernal, yen el padecen / lo que solo adivina el pensamiento. I Decir verdad los dé­biles ofrecen. I Verdad! mentira horrible! fingimiento I que utiliza el dolor, porquefallecen I sobre espinas tal vez y derretido I metal bajo sus palmas encendido. /Cierto... ~ro dejadnos... sí... traiciones I fraguábamos aqul... para mataros... I Cier­to... también... COn... viles persuasIones l. Anadlona... pero yo contaros I quantoquereis no sé. Son cOlÚeslones / que... me arranca el dolor... ay!. .. / engañaros tam­poco... lo quereis?... somos culpables / ella y nosotros... treguas, miserablesJ", (JIl,xliv-xlv),

Luego, se matan a todos los indios en la hoguera o con la espada: "Farécelesamena hermosa fiesta/aquella universal torpe matanza: I con la pica, la daga ó laballesta I todo soldado á esterminar se lanza", (Ill, Ii).

Mientr"Js que BoanaocOtex, que ha logrado escapar, empieza un canto de do~

lar, Anacaona es condenada a muerte y llevada a ia ciudad de Santo Domingo. Ladescripción de las últimas horas de la reina oeupa el canto cuarto. En la prisi6nAnacaona comenta con el solla triste historia de su amor: HLo ves! lendl mi mano, Iveraz, sincera y fiel, al extranjero. / VI tan digno de amor al castellano! I Mas layl ellisonjero, I Sol, se cambió en tirano', (N, v).

La llevan luego, desnuda, a un árbol también despojado de hojas, y la ahor­can. Boanaocotex, que ha observado la ejecución desde lo alto de un cerro, canta:"Para vestirla bajará una nube / al árbol ese que ella vé y saluda, / porque á gloriaInmortal por él se sube", (N, xv).

Siguen, de parte del autor, otro himno de amor a -Plor de oro· y una violentainvectiva contra la pena de muene que, desafortunadamente, "el simpático siglodiezinueve, / que rompe cetros y derriba tronos" no se atreve a prohibir. Con esadenuncia el poema se concluye (IV, xxxvii) $1.

oe las nolas histórlco-cr'Íticas puestas a comentario del poema, hay que desta­car, además de lo subrayado antes, la abierta defensa de los Indígenas. Se puedeabrir aquí una breve digresi6n apta para poner el tema de Anacaona en relaci6ncon las polémicas sobre la conquista que el proximo Quinto Centenario del descu­brimiento ha vuelto a desatar. Vila y Blanco, anticipándose a las críticas equívoca­mente patrioteras, rechaza rotundamente la acusación de haber sido uparcial á fa­vor de los ¡ndios y en ofensa á los españoles'. Observa que la generación que cum­plió la conquista tenIa "una índole no domada todavfa", al par de otros pueblos dela época, y afirma que quizá puede disculparse "lo brusco y fanático en la multitud;pero no lo fiero y bárbaro que se ostentaba en algunas individualidades, cuyos ex­cesos iban mas allá de lo que exiglan las indómitas costumbres y ¡as rudas aspira­ciones del pueblo" 38.

No se puede dUclllf, a pesar de sus debilidades sentimentales, de la buena fede Vila y Blanco. Claro es que esa manera de plantear el asunto permite defender alos indios sin menoscabar demasiado a los conquistadores. Ya en las primeras es­trofas del poema se habla dicho que de entre los desembarcados de las carabelashabla buenos y malos 39. El medio apto para la conciliación, póstuma, entre indíge­nas y españoles, de todos modos, es encontrndo por el católico autor en la religi6n.., En nota Vila y Blanco explica que tanto Boanaocotex como Anacaona, por subondad, tienen, quizá, alguna iluminación divina, y que la reína muere perdonan­do a sus persecutores -H. De esa manera el autor logra insertar en un marco supe­rior su inter~s por los salvajes del Caribe, que algún que otro desmán sentimental lehablan producido.

Sobre la /lgura de Anacaona hay ouas obrds, especialmente novelas españolas- publicadas pocos anos despues del poema de Vila y Blanco - e italianas, escri­tas a finales del siglo; casi a mediados del Novecientos - como ya he anticipado- la reina india volvi6 a tener el honor de ser puesta en el centro de otrd extensa

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Page 5: ALBONICO - Anacaona en las crónicas

~:;I~rrnhltiva, históricamente bastante cuidada, que fue galardonada en los juegosspanoamencanos. Del an~lisis de aqueJl s b d 1

e~~~'¡d~ntes apun.tes ~obre la fortUna del perso~a~ ;j:';,~~I:r:~t:af:s~:~rg~tarlbe. La :.'~~~ ~~n:mbdla, uno de IloS arquetipos de la recrea.clón fant~stic. del

d argo va para argo y ya no queda espacIO' es pues o onu~~~d: ¡:;~~~~~i~:i~e, y quizá aplazar para otra ocasión otro m:.mo de es¿' bús:

Aldo A.lbOnlcoenseña en la Facultad de ciencias poUtlcasde la Universidad de Milán

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NOTAS

1 Es la susodieh2 una estimación consetvaoor:.t y prudente. Como se sabe, 8artolom~de las Ca­sas, en el texlo ch\slco de denuncia de aqu~1 genocidio, escrito en 1542 y publicado diez anos des­PU~S, flfirm6 qoe de lo!! tres millones de naturales que lcoía la Isla, no quedaban m.'ts de doscientaspel1mnas: véase Breufslma relucl6n de la destmccfóll de las Indfas, ed. de André Satnt·Lu, Madrid,Cátedra, 1984, p. 73. Aqu~lIa y otras cifras han valido al clérIgo dominico reproches dur:anle centurias.Para la evaluación, aún muy controvertida, del número <k los Indios y 11.' explicaciones antiguas ymodernas de la despobladón, véase, por ejemplo, Nicolb S4nchel~A1borno:l,La pobiaclón da Am6rl~ca lallna. Desde los tIempos precolomblllos ni año 2000, Madrid, Alianza, 19n, 2& ed. (para las Antl·lbs, p~. 62-63).

Hay que empezar desde el mismo Cristóbal Colón, Yseguir cen Pedro M~rtlrde Anglerb, Bar·loIom~ de us Casas, G00Z3lo fernindez de Oviedo, Hernando Colón, etc.

3 Vknsc: la5 dos valiO$a$ contribuciones de Susanna RegalZoni: Crist%ro Colombo nella ifute­mltlra spognola dc/l'Ottacenlo. Storle da wdere - storle da leggere. Milano, Cisalpino-Goll:udlaa,1988, y "La hlstotia de Cristóbal Colón en el siglo declmon6nlco: ¿bio8rafT:ul o novelas?", en RassegnaIbcrlstlca.29, 1987, pp. 15-23.

, Como ocurre 11 menudo en IU5 crónicas, los nombres Indigenas lienen varias y diferentes gro­(ias: la forma Anacaona es qui2:Si, la m:\!I frecuente, pero se enCllénlran tRmbi~n Ano CRon::l, An:ichao­na y AnacoatlJ1. Lo mismo p2sa con la comarca de la isla sobre la que aqu!lIa lIeg6 st reinar: puedepreferlne, hoy, la forma]aragu'.

, El tato original, elladn, puede verse, po!" ejemplo, en Petry Martyris ab Anglerb, De musOCMtllcis et orbe nDlJO decades 1m, Basilca, 1533, f. 13 v.: ea reproducido parcialmente en AleJo AJbb­nico, "Bartoiomeo Colombo, adelantado mayor de las Indias~, en Id., L~merlCQ latina e I'llalla, Ro­ma, Bulzonl. 1984, p. 23 Ysigo La tradued6n español;a. est:1 en Cartas departlculam a Coi6ny Re/a­etones coetá"etlS, ed. de- Juan Gil y Consuelo V3rela, Madrid, Alianza, 1984, pp. 91-94.

6 Sllmmarlo dell'Htslorla de//'!ndie Occfde,,'ali cavato dalU Ubrl serillt da! Slg. don Pletro Mar­tire Mllanese. Puede: verse en I~ edición 111 Cllicbdo de M;ulca MilanC$Í: Giovanni Baltista Ramuslo,Nav/gQZfonl e Vla¡¡g/, Torlno, Elnaudi, V, 1985, pp. 66-69. Alrededorde la! modificaciones de conjun·to sufridas por el texto en hllm (no por el pasaje indicado) vbse fbldqm, p. 22,

7 La Imducd6n, desde luego, es rrua. Aquellos pasajes en ¡tnliano, muy divertidos, est~n repro­ducidos, en parte, en AJdo AlbOnlco, Bart%mro Colombo, cit., pp. 24-25.

• Los europeos que: estuvieron allf de verdad fueron por supuesto "al grano", sin perderse enfv.nll1$ías. Re1felador 6 el muy conocido episodio de la hermosa canib;l!a poseída a la fuerza, inicial·mente, par el compaftero de Crisl6b:1I Colón, Miguel de Cuneo, descrlto por el mismo en U02 c::uta de1495: está en la Racc.oJta colombiana (Fontlltaflane per la scoperta del NuOlJO Mondo, vol. Il· Nam:t·x/onl sltlcftme, Roma, 1893) y en Prime re/aztonl dl naufgalorl ltalfatlf su/la scoperla dell'Anlerlca.CoIombo-Vespucci-Verazzano, ed. al cuklado de tulgl Pirpo. Terlno, UTET, 1966, p. 52; para la tra~

ducción española, Carta de pa""cu/aNJS, cil., p. 242.9 Oe aquellas pesquisas, al p:lteCCr hoy perdidas, se dio nolida en 1930: v~se Cartas de parlJ·

CIliares, cit.. p. 93, nota 1"'4.]0 Libro V de la Historia general y ntltllral de las bId/as, ed. de Juan pércz de Tudela, Madrid,

Alias (B.A.E,), 1959, J, pp. 1 J9-120. Las acusaciones <le Ovlcdo han sido fetogldas, de enlre los histo­riador~ aetu¡¡les, por Paolo Emilio Tavianl, que imputa a Anacaona rambién el h~ho de haber favo­reddo, por su libertinaje, el derrumbamiento del último cack::azgo Ind)Q Independiente: v~se PaoloEmIlio Taviani, ! uiaggl di Colombo. La srand" scoper1a. Novvt2, De Ago6tlni, 1984, 22 ed., 1, pp. 156,167 etc.

11 Oviedo, op. cil., libro 111, p. 57, Ylibto V, p. 114.12 FJ episodio es remudo por muchos cron1sl:as: esto es, por OVtedo, Op. cit., libro 111, pp. 82­

83; y por Bartolomé de Las Casas, tanto en la DrelJfslma relaci6n cit., p. 82, como, con mis detalles,en el libro 11 de la Hu/orla de las Indias, ed. deJuan P~rez de Tudela, Madrid, Atlas (B.A.E.), 1961, 11,p. 27 Ysigo Referencias al asunto se encuentmn en otros documentos de la !poca, de entre los cuale¡:el t~tamento del compai'lero de Colón, Diego M~nde7.: vl:asc Cartas do jJart/clllares, cit., pp. 341~312.

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13 J~n Bautista Mu"o't. Historia del Nuevo Murulo, ed. de Jos\! Akina Franch, Mblco, Agullar,1975, pp. 242 Y:sigo No se enCUentra en el texto nada Que ya no est! en Pedro Ml1rtit. Algunos comenta·dos dan realce, sin embargo, a la tentadón 0'6Uca representada por las indias de jaraguá (Ibfdem, pp.242~243}. -A has cercanías de la habitación del cacique se presentan treinta mujeres suyas con Qm05 depalma en 1M rrulnos: dantan y canlan a su modo, y al fin enlteg-.ul sus ramos al adelantado, dobtadasln6 rodillas en sefJ31 de: reverencia. F....pea4culo gnlllbimo a los ojos dé nu~ros colon05 movidos de ladesnudez y meneo de estas lslef\as en tanto grado, que se las imaginaban como ninfas ~ica5. enparticular las mozas solteras tocalmente desnlldas, con el cabello tendido por los hombros. y en la fren­te una venda de algod60. Que las casadas y de rm.yor edad (('atan su faldeta sobre el vientre-,

14 St: h...bla de la rein:l india en d libro Vlll y XI: es pintada muy positivamente, sacando las no­tidas de Pedro M:1rtir: -HIs favourite wlfe alM), Anacaoll2, 80 f:amous for her ch3ffilS, had great ln·fiuenc:e: over her brother Be:hechio l...) me lovc::Iy Mí1caona LI She MIS one of (he most be.autiful fe­!TUlles orlhe: isbnd; her name, in (he Indian language, signified fiower or gold. She pos.seSóCd ageniussuperior to lhe generality of her race 1...1 Uke the olhcr fClTU\les, she had no other covering m..'tn noaproo of variOlJ$-coloured COIton 1••.]-. Véase Washington Irvlng, A History o/ tbo LIJe and Voyager 01Cbrlstot>ber CoJumbus, Parls, 8;1udry's Europea Ubrary, 1842, JI, pp. 278-279,289, 443, 447.

l~ La traducd6n espafto1a comúnmente nu.nejada es Vfda y lJiajes de Cristóbal Col6tl, Madrid,Gaspar y Rolg, 1851. Sobre la bioJl,r.l.fia esoita por Irvlng h2Y Interesantes observaciones de SusannaReganoni, -U historia de Cri&t6bal CoIón-, cito

J6 Nació y murió en Alicante (1813--1886). Fue perlodlsta, historiador municipal, poeta y escri·tor; lIeg6 a ser socio correspondente de la Real Academia. de San Fernando y de la de la Historia. Dejóvarias docenas de obr.ls de poesía y reUgi6n, novelas, resef'tns y crónicas de historia de la provinciaaLicalUina.

17 Probablcmenle fue el primero en escribir una obra indepencUente sobre el persooate.UI Juan Vila y Blanco, AtulcaotJa"Jf!)~ndabfslúrica en ellalro cantos, AJicante, s.l.e., 1856, p.7.

He et'\conlrado el volumen, de un~s 100 pp. (ellexto del poema ocupa las primeras 120 pp., I~ de­~s 50fI not:l.'l), en la Biblioteca Nack>nal de Madrid.J' Ibldem, p. 7.

20 En realidad, aquel cacique, Caun...bó, fue capturado por los españoleti y murió en el barcoque tenia que llevado a Espa/la. El poel:li lo sabe y admite 13 licencia en la nota de p. 138.

'1 HigOenall)O(a es nombrada por Ovieoo en su Hfstorla gerleraJ.22 En las notas de pp. 139-141 el poeta se justlnca por haber supuesto que hubiese alguna

atracetón enlre Anacaona y Dar1010m~; afirma que no pasO nada y que la reina se: mantuvo siempremuy honesta.

:u V~anse especialmente las octavas xlii, xlvii y l.24 -Esos tipos en vírgenes regio~,/ cuando todo en el alma es sentimiento, / hondas produ­

cen vivas Impresiones, / que no ..cierta i caosar el OnJtimiento./ Nace un amOf fecundo .:n ilusiones /de ..quelbs IlJZ y sombra, de ..que! viento,/ de aquelTas noches nunca conoddas, / de aqu~las~ura$nunca percibidas. / y es gralO hacer sentir á quien distinto / de nuestra, ya vulgar, naturaleza / juzga­mos por su (é, color e instinto, / coslumbres, y esprcsion grata en fr,lOqueztl./ SI está, ya en nllcslrOcorazon, estinto / el g&men de la ang~lica pureza, / en corazan aun virgen, no amaestrado,/ es~­mas h:l:1I:u lo nunca hallado./ Ausente la mujer ya corrompld:l/ por llvlandad, locura y devaneos, Inos place la mujer que nos convida / sin halago Impostor en sus de...eos. / Si es el amor deleite de suvira, / am.. solo al :amor en su, recreos, / dándose toda y para siempre al hombre / primero que le diOde amada el nombre-, (1, Ii-WI).

" El comprometido juicio - junto con la noticia de que Vila y n1nnco cursó sus estudios en elseminario y sólo en vísperu de 1:1 ordenad6n dejó su prop6sito de ser sacerdote - se encuentra enla Encfc/oped(Q unilJer:w1 fillstrada europeo-amerlcarla, 13i117o\0-M3drid-Barcelona, Espasa-C21pe, t.LXVIII, 1929, p, 1178,

26 En l:a octava xli el poeta escribe: ~Morena en el color la imaginamos, / mas deliciosa lez lesuponemos. / y en esta conjetura no falt2mos / ¡\ la veraz. historia que leemos: / casi copiando frasesescribimos, / y es la I11i3ma verdad cuanto decimos-. Luego, en la nota de p. 18, explica que Anac-.tcrna, como era bellísima, debía de lener una tez mlb bb.nqult2 de la de 135 mujtres de jaragu:1, cuyo co­lor era -moreno claro·¡ ai\adc a continuación. por si acaso, que tambibt Andcómaca y Esther tenían lapiel más bien morena...

17 -Ikllrlos, Uu.'ilonl Vana memoria. / guardn no mili del celestial eOCllnto / en Jñglnas lristisimasla hlstorla, / muy tristes, sí, cual funer.uio manlo.1 La SnfuJe paSÓ; luz tronsitOria..,/ yo :tdoro I'iU recuer­do, y eso.canto... Vuelve, 11m, III festin: a1ll el portento / obtiene con aplauso acatamiento", O, lx).

18 En I~ nota de p. 152 el poeta aclara: -Es Boanaocot.ex creación completamente mía; es elpueblo todo de j:aragua pcrsoniflatdo en una enlidad. Aquella tribu apacible, ben~ol:J" y cuyo n:nu­nallnstinto de culwf'll¡ se perfeccionaba con la civilización que introdudán los españoles, CSt~ repre­~lada por un solo personage f...J. NC(:rsitabfl yo un eco también fi los gritos de Indignación que a·mncaba al oprimido el tlrano [...1".

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19 ~Para ~xqulsilO afecto no "alia/ quien era lúbrico y torpe en demasTa" (11, Hv)~ ...:50 -Un tal Roldan que equivocas miradas / dirige :1. Higüenllmol:l, que se aterra, (11, XIVlll). La

lucha entre Hemando de Guevara y Roldán por ~l.\gOenamota es rela(ad3. por B2Itotom~de Las Casasn el libro primero de la Hfstorla de las indfas, Clt., 1, 1957, p. 448.

e 31 El poeta, en la nota de p. 146, se Justifica sólo por h:\ber puesto las mujeres no en la l'ielva 1'1·

no en un Jllrdín. . . d~--'~"-ndo d .....::..nrI·!2 ~I autor-lo admite él mismo, p. 147-se toma otra hcencJa~ en os "'t'"""""'IOS

distintos la única. "is¡tn de BAr1olome: coneada por Pedro Mirtir: aqut, pues, se pone el desmayo deAn"caona al oír el trUeno de los cai\ones, elc. . .

33 Vb,sc la nota de pp. 143-144. Se puede :11'Udlr que el hecha de que las indIas se pIntan tanfrt \les se debe a los moldC$ de la novela sentimental. Creo que especialmente Importante, en la elll

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~ó6n de aquel t6pico apilado a lug:lfcs ex6ücos, tuVO la lacrimosa, y realmente disparatada, no­vela del vohe::rlano Je."l.n-Pmn~ois Marmonlel, les Incas, ou La deslrnctlml de l'Emprre du Nroll, de

1m. 14 "El AlmIrante sin descanso vela¡ / su Adelantado;\ su deber se inmola: / todo Inútil: vanct.\li­<:as facciones/ producen por do quier mil rebeliones, (l11, iv).

35 OCUpan sólo cuatro versos en las octavas xvi y xvii del canto m.36 De este último en la octava xviii se escribe: ~pero, aunque algunos me apelliden loco, / su

a1te7.3 nuestro rey me ~a poco-. En la nota de pp. 149-150 el poeta vuelve a subraY:lf los defeet~del rey Fernando. En el juido quizá esté refiqada la historiografia castellana, frecuenlemen t

le contra~

al -ma uiavélico- 5Obenmo de Amg6n. En las HIslorl8 de H~nandoCo16n, que vila y Banco len l

por d~O que conocer la figura del esposo de lsabella Católica ~ale muy mal parada: sobre el tema,cl rrelente escrito de G¡u~ppe Bellini, 'Colombo, 11 re Qe:CCOo e Venc7.la-, en Tgmi colomblanf, 1, Ro-

ma 6u17.onl, 1988, pp. 5-13. I 'I"'-d I ...... I n'.Ies, 37 ~ la nota de p. 157, vila y alanco vuelve a subr.l.yur su t~1 .IUiI a as c:,...-:-c~5 ca? '

38 A/lade que n lo melor no se puede condellar a la InqulsiCIÓn como InstltUCl6n, pero quenunca puede ser ab:meho Torque01ada, eH:. (tbfdem, pp. 125-126). ~)uede obse{~:t_~, de~S~'i-ue

com letamente opuesto al de Vila y nlanco es el juicio de otro escntor espaoo UC" oy, ~e an­cheiFertos;o que absuelve a los individuos y condena el hecho de la c0O<\.ulsta en 5(: he anahZ2~ eltema en el e~ayo Da ~Alfanh"r"al/a ~/CYC1/(la negra ...· ~andan%as· di Raplel S4ncbez Ferlas/o, Mila-

no Clsalplno-Goliardlca, 1988, pp. 9-15. . I h, 39 "'Inn en pos de Colon divel'$llS gentes, / unas hklRlgas otraS Sin cultura. / Generos3S 015 ay

comovalientcs / y tropas que al honor son 1l\llnch3 impuro·, O, xIx). f¡40 1...1 p~ra mi alguna satisfllcclon por haber contribuido al propio ob¡cto: 1 glorificar eltriun o

del cristianismo, porque á pesar Ot= lo<.io, el cri::;ti~nismo regent:r6 al Nuevo Mundo, y por eso no nosavergonzal1lO! de la entel eonqul!(a- (lbtdem, p. 154).

"t Ibfdcm, pp. 153-155.

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