Alas de Cucaracha Novela Carcelaria - Domingo Plaza
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LAS DE CUCARACHA
La realidad sobre las cárceles de Venezuela
El día a de los presos venezolanos en las cárceles más peligrosas del
país y su afán por sobrevivir en medio de las dificultades con la libertad
como única esperanza
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LAS DE CUCARACHA
La realidad sobre las cárceles de Venezuela
El día a de los presos venezolanos en las cárceles más peligrosas del
país y su afán por sobrevivir en medio de las dificultades con la libertad
como única esperanza
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Domingo Plaza
INTRODUCCIÓN
Esta obra no está basada en hechos fidedignos, sino en el retazo demuchas historias, algunas verdaderas, otras meras fantasías deseadas
ser vivida; recaudadas a lo largo de mi trabajo en los barrios
caraqueños. Por mi trabajo conozco un sin número de realidades
carcelarias, no solo relacionadas con la personas privadas de libertad,
sino también de la personas ligadas a ellos. He escuchados sublimes
relatos dignos de ser contados mil veces, y relatos miserables dignos
de no ser escuchados jamás. No obstante, para elaborar esta obra lo
bueno y lo malo lo he sopesado. He visitado, conteniendo el miedo y
mis fluidos, algunos penales, acompañado de muchos de los
inspiradores de esta historia. Al leer esta obra deberán tener presente
que muchas de las cosas más insólitas aquí narradas son reales, y
muchas de las cosas más sencillas y cotidianas son meras fantasías
inalcanzables para un preso.
También es importante tener en cuenta que para realizar esta obra se
recaudó mucha información, de la cual mucha, deliberadamente, se
dejó de refleja. No por consideración al lector, ni tampoco por
consideración a los presos o a sus familiares. Sino por consideración alespecie humana. De haber estampado algunos de esos relatos,
muchos de mis lectores se considerarían en el punto más bajo en
cualquier escala de la vida, y se perdería el propósito de esta obra.
Por otro lado, quiero agradecer a las muchas personas, quienes de
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una manera desinteresadas cooperaron en la elaboración de la obra.
Gracias por sus historias en los escalones de cualquier escalera.
Gracias por la compañía y las cervezas, gracias por compartir el
cigarrillo mientras hablábamos, gracias por sus recomendaciones,
muchas gracias.
El rapto del cordero
Después de mucho vivir historias ajenas he decidido contarles unas,
mejor sea dicho, contar la historia de un hombre atada a la historia de
muchos más. Yo soy quien soy y aquí vivo, he vivido y viviré por siempre. Vivo de la desesperanza de los hombres y me fortalezco con
sus alegrías, nada es más fortificante que la alegría de los hombres sin
esperanzas. No sé quiénes han sido estos hombres, ni por que están
aquí, tampoco me interesa saberlo; solo quiero que vosotros viváis una
de las tantas historias vividas por mí. Estos seres, al llegar inician una
historia compuesta por un sin fin de pequeñas historias iniciadas al comenzar día; todas cargadas de emociones y de anhelos imposibles,
todas dignas de ser contadas; pero como no puedo contarlas todas, he
decidido contarles una que refleja mucha y les permitirá entender la
historia de cualquiera de estos hombres; por si acaso, algún día
consigue uno en su camino.
Comenzaremos esta historia aclarando algunos aspectos con la
esperanza de hacerlos entender, como yo entiendo, el porqué de las
situaciones. Aquí las cosas básicas y elementales son importantes: un
rayo de luz solar, un espacio de piso libre para descansar, una sonrisa.
Y aquí, como en casi todas partes, las cosas importantes son costosas;
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pero, entre estos seres, la moneda de mayor circulación es la sangre.
Habiendo dicho esto comienzo pues con mi historia esperando sea de
su guste.
El coro hacia esfuerzos por opacar los alaridos del prisionero; en suafán había convertido una hermosa melodía de la ―Dimensión
Latinaǁ en una algarabía de sones desafinados. Súbitamente todos
callaron, el calor del ambiente enredado con el calor de los cuerpos
provocaba el sudor de los hombres mojando el silencio de nuestro
mundo hasta lo desagradable. Las respiraciones se detuvieron al
unísono, los hombres esperaban por el parto de un sonido en alguna parte del recinto; por ello, si uno respiraba todos lo hacían para evitar
ruidos innecesarios. Ni yo me atrevía a moverme, de hacerlo, el ruido
generado por el rose de mis alas con la pared, podría impedir
escuchar aquello que esperamos escuchar.
Lentamente me asomé a la orilla de mi agujero, animando por el absoluto silencio existente. El cuadro era casi cómico: muchos
hombres, sudorosos y estáticos mirando una descoloría puerta de
hierro, esperando una respuesta de ella. Algunos se peleaban en
silencio el derecho a estirar el cuello para mirar de mejor forma la
inmóvil puerta. Otros colocaban la cabeza de manera extraña para
tratar de oír el silencio.
En un rincón sus desechos contrastaban con el impecable limpio del
piso. No obstante, el enmohecido aspecto del estiércol y su aroma casi
picante al paladar, enredado con el olor a gente de los sudorosos
cuerpos, rociaban el ambiente con una cálida humedad solo existente
donde hay seres humanos.
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Quise colocarme en una mejor posición, pero tropecé con algo y perdí
el control de mis cuidadosos movimientos. Algunos estiraron aún más
sus cuellos y otros colocaron sus cabezas de una forma aún más
ridícula, el silencio se hizo más húmedo y absoluto. El miedo paralizó
mis patas, pensé que todo se debía a mi torpe movimiento. De pronto
escuché el ruido del taconeo de unas botas. Alguien caminaba en el
infinito, no era por mí por quien se estiraban los cuellos; era por los
pasos.
Los pasos se oían cada vez más fuertes. El sonido de un bulto
arrastrado por el piso, acompañó los pasos. Este sonido se oyó por unbuen rato, creando el suspenso propio de la espera. Por fin, la
descolorida puerta de hierro se abrió. Era el mismísimo Bam-Bam
arrastrando el nuevo interno. El ayudante abrió la puerta, y éste arrojó
al recluso desde la reja hasta el umbral del rincón de los desechos,
solo su cabeza cruzó el límite. El ayudante murmuró algo y esperó la
retirada de Bam– Bam para cerrar la puerta con una sonrisa desatisfacción.
El recluso permaneció en el piso, en la misma posición en la cual
había caído, por mucho tiempo. Un quejido bajo y profundo le salía del
estómago. Su cara, oculta tras la sangre escapada de su sien, estaba
ligeramente salpicada por el estiércol proveniente de algunos de los paquetes de desechos tropezados cuando Bam-Bam lo arrojó. La
sangre, el sudor y el estiércol daban al rostro del recluso un aspecto
deliciosamente tentador.
Los reclusos se apretujaban contra las paredes para dar espacio al
recién llegado. Después de todo, era un héroe por haber sido
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golpeado por el mismísimo Bam - Bam. Se acercaron lentamente con
cuidadoso respeto, lo revisaron, lo diagnosticaron y con esa
experiencia de prisioneros expertos, le recetaron un tabaco de
mariguana y unas palmadas en el hombro para animarlo. Otros, los
más inexpertos, alimentaban sus miedos con la imagen del hombre
caído.
─ Mueve la mano parroquia — le dijo un preso con un fuerte aroma a
periódico impregnado en su ser, esto se debía a su dormir sobre dos
hojas de periódico grandes, cosa rara esta, pues normalmente los
periódicos ingresados al penal son de hojas pequeñas; el precio pagado por semejante privilegio, era un penetrante olor a periódico
que apenas lo abandonaba cuando salía de la ducha, además de una
que otra pelea cuando trataban de robarle o pedirle una hoja de sus
preciados periódicos.
─ Tranquilo―panitaǁ, las manos están bien— dijo el hombre con olor a periódico al ver al castigado mover los dedos lentamente.
Para un preso su vida depende de sus manos, por ello es importante
chequear su estado después de una paliza.
Una línea dibujada con sangre licuada en sudor bajaba de su oreja y
se perdía bajo su cuello tentando mis miserias, la tentación de una
comida fácil ofrecida por un hombre indefenso despertó mi hambre y el hambre alimentaba mi osadía.
─ Date unos buenos pases de marihuana; drogado el dolor es más
suave— dijo el más sudoroso de todos.
El hombre con olor a periódico tomó el cigarro de marihuana y lo puso
cuidadosamente en la boca del recién llegado. Este chupó en dos
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ocasiones sin abandonar su posición en el piso.
El humo rodeándole la cara, la sangre, el estiércol y el sudor
enmarcando su rostro quebró mi prudencia, y sin prudencia alguna
abrí mis alas y me abalancé sobre el delicioso manjar servido en su
rostro.
─ ¡Una cucaracha! — dijo alguien, pero de nada valió, logre evadir
dos o tres zapatazos y algunos manotones y, antes que pudieran
lanzar un nuevo ataque para atraparme, me metí bajo la cara del
recién llegado.
─ Déjala — dijo el hombre con olor a periódico — no muevas al
chamo; no sea, que por moverlo, lo malogres. Si le molesta, él la
matará cuando pueda— todos estuvieron de acuerdo y no lo
molestaron.
Me acomode debajo de la cara del recién llegado y comencé el más
grande de los banquetes por mí recordado hasta hoy. El hombre tenía
la cara increíblemente dulce, según mi entender, esto se debía a la
mescla de los diferentes componentes orgánicos. Su sangre,
particularmente, energizaba mi cuerpo y confortaba mi espíritu, nunca
me había sentido tan bien.
A pesar de lo cómoda de mi estadía debajo del caliente y acogedor
cachete y de lo delicioso del banquete, al pasar del tiempo
comenzaron a fastidiarme los constantes gemidos del maltrecho
hombre de cara dulce; pienso que mi pensar era compartido por los
presos; pero, en honor a la paliza sufrida por el quejumbroso hombre,
ninguno se atrevía a moverlo.
Comenzaba la madrugada cuando las luces se encendieron, el
bullicio de los presos anunció la llegada del número. También
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anunciaba que, sin importar su estado moverían al hombre de cara
dulce, para ser contado con los demás presos.
─ Uno— gritó un recluso comenzando el conteo.
─ Dos — siguió otro recluso. ─ Tres — continuó el otro y así uno tras otro iban gritando un número.
─ Cuatro.
─ Cinco.
─ Seis.
─ Siete.
─ Ochos.Debía regresar a mi agujero y abandonar el confort del hombre de la
cara dulce; en ese momento el riesgo era mínimo, todos los internos,
soñolientos y apiñados estaban pendientes del número. Subí por los
descoloridos pantalones de uno de los reclusos, por el aroma pudo
haber sido el hombre con olor a periódico, pero no lo puedo asegurar porque a esa hora todos huelen igual, seguí por su camisa y llegué
hasta sus hombros; me vio con el rabo del ojo, pero como estaba en el
número, ni se movió. Desde su hombro volé hasta el agujero donde
estaba mi morada.
─ Nueve.
─ Diez.
─ Once.
─ Doce.
En el aire pude ver al encargado de pasar número, era el ayudante de
Bam-Bam ―pobre Cara Dulceǁ pensé.
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─ Trece.
─ Catorce.
─ Quince.
─ Dieciséis.
El ayudante de Bam-Bam era un preso con algunos privilegios, su
familia tenía contactos policiales y estos intercedieron para conseguirle
el trabajo de ayudante de carcelero. Trabajo que, además de poder, le
daba la posibilidad de quedarse con las pertenencias de algunos
presos recién llegados, también le permitía dispensar algunas
comodidades que cobraba a muy buen precio. Comodidades comoel ―aireǁ, la más importante y solicitada de todas, esta comodidad
consistía en permitir al recluso salir al pasillo a respirar en un ambiente
menos cargado por el aroma del estiércol y otros desechos humanos.
También cobraba por ir al baño en ciertas horas, por una hoja de
periódico para dormir, por recibir algunas pertenencias de aseo
personal de los familiares y otras comodidades por el estilo. Habíaotras comodidades reservadas para ser explotadas al carcelero, como
asignar un mundo enrejado o proporcionar una colchoneta para
dormir, claro estas, eran más costosas. Y más costosas aún era,
aquellas comodidades en potestad de ser brindadas por el Director
del penal. Pero nada es comparable a las comodidades que puede
brindar el líder de los presos.
─ Diecisiete.
─ Dieciocho.
─ Diecinueve.
La rencilla, entre el maltrecho hombre de la cara dulce y el ayudante
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de Bam-Bam, se había presentado por qué el primero se negó a
bajarse los pantalones para ser revisados por el segundo, como lo
dictaba la rutina. Esto fue interpretado por el ayudante de carcelero
como una insubordinación, y quiso golpear al hombre de cara dulce,
quien se defendió mordiéndolo en un dedo. Tan fuerte lo mordió que
le arranco el dedo. El ayudante de carcelero, como era de esperarse,
fue con el cuento a su jefe Bam-Bam; quien, al escuchar su historia,
vino con una viga de hierro y cinco Vigilantes armados a llevarse al
hombre de cara dulce para darle una paliza que casi lo mata.
─ Diecinueve— repitió el recluso.
El ayudante de carcelero traía el dedo mocho envuelto en una gasa
blanca. Su mirada saltaba de un recluso a otro, buscaba a Cara Dulce.
─ Diecinueve— gritó el mismo recluso con angustia, previendo la
paliza a tocarle al número veinte.
─ Veinte— dijo Cara Dulce en un murmullo, pensé que solo yo le habíaescuchado. Pero todos callaros apuntalando el susurro de Cara Dulce
en pro de permitir, al ayudante de Bam-Bam, oírlo.
─ Veinte — repitió Cara Dulce, levantando ligeramente la cabeza para
impulsar su vos y empinarla por encima de su debilidad.
El Ayudante se acercó hasta Cara Dulce.
─ Te llevaste mi dedo en un mordisco como una mami; pero ante deirte a pabellón sabremos si eres, o no, un caballero — dijo mientras lo
señalaba con la gasa blanca que ocupaba el lugar de su dedo — está
completo— gritó y salió de nuestro mundo.
─ Mire convive, vista y pendiente. Búsquese su―medio brazoǁ porque
esa culebra es peligrosa— dijo uno de los presos mientras se
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acomodaba en el piso. Un―medio brazoǁ es un chuzo, tan largo,
como el brazo de un hombre y afilado en ambos bordes.
Sin haber pasado mucho tiempo del número, la descolorida puerta del
mundo se abrió de nuevo. Debo decirles, en virtud de hacer entender mi punto de vista que para mí: un agujero es un pueblo porque allí
somos bastantes y nuestro hogar es nuestra conciencia, para mí una
pared es una región y una celda es un mundo; un mundo con
gigantescos seres que suben y bajan que van y vienen. Más allá de las
rejas está el infinito, el pasillo inconmensurable, el espacio exterior, os
digo esto para no confundirles cuando hable de mundo refiriéndome ala celda o calabozo; o cuando hable de infinito refiriéndome al
pabellón o al pasillo inconmensurable. Volviendo a nuestra historia, el
ayudante de Bam-Bam con tres hombres entró a nuestro mundo, uno
de los hombres vestido con bata blanca.
─ ¿Este es el tipo?— preguntó el de la bata blanca. ─ Si — contestó el Ayudante.
— Recógelo para llevarlo a la enfermería.
— ¿Quién dijo eso?—preguntó el recluso con olor a periódico. ─ Lo
digo yo— replicó el Ayudante de Bam-Bam—, o tú quieres verlo
morir ahí tirado.
Olor a Periódico se levantó trabajosamente del diminuto espacio de
piso que le había tocado para dormir; los demás lo fueron imitando
uno a uno.
─ ¿Por qué no vinieron los Vigilantes?— Preguntó Olor a periódico.
— ¿Por qué ellos no son médicos?—contestó el de la bata blanca.
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— Él no saldrá de aquí sin los Vigilantes
─ ¡No compa!, a mí me duele hasta el pensamiento, Yo me voy a la
enfermería — dijo Cara Dulce desde el piso.
─ ¡¿Estás loco?! Te están trabajando con un caramelo de corazón
agrio, no te dejes engañar — argumentó Olor a Periódico.
El hombre de la bata blanco tomó a Cara Dulce del brazo y con la
ayuda de uno de sus compañeros casi se lo echó al hombro. Cara
Dulce era un guiñapo, parecía un saco de migajas. Sin embargo, se
veía complacido por la preocupación mostrada por los hombres.
Lo sacaron de la cerda ante la mirada impotente de sus compañeros.
Olor a Periódico acomodó sus papeles en el piso, pero en lugar de
acostarse se sentó sobre ellos.
─ ¡Que bobo!, ese chamo debe estar loco— dijo mientras metía las
manos bajo la camisa para protegerlas del frio y se recostaba de la
pared. Muy poco tiempo pasó, y su pequeño espacio de piso fuera
ocupado por las piernas de algunos de sus compañeros.
Nuevamente las luces se apagaron y todo quedó en penumbras,
razón por la cual, aun cuando no tenía hambre, decidí salir de mi
agujero. Todos los reclusos estaban echados en el piso, salvo Olor a
Periódico quien permanecía sentado en el pedacito restante del otrora
gigantesco pedazo donde cabía todo su cuerpo. Caminé por la pared
hasta alcanzar la reja, salí del calabozo o, mejor dijo, salí del mundo y me asomé al pasillo infinito, muchos descoloridos barrotes lo
enmarcaban, son las rejas de los calabozos, mundos enrejados
repletos de hombres y de historias. La oscuridad y el silencio daban
una acogedora sensación de seguridad; aun cuando, una lucecita
lejana en alguna parte del pasillo estropeaba la oscuridad absoluta.
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Como todas las madrugadas muchas de mis vecinas salieron al
infinito. Permítanme decirles en virtud de un mejor entendimiento que
mis vecinas son mis iguales, y ellas, como muchos, viven de los presos
y sus acciones. Regresando a nuestra historia, había muchas de mis
vecinas de todas partes: de otros mundos enrejado llenos presos, de
los retretes, de los techos y de la ropa de los reclusos. No conocía ni
tenía el propósito de hacerlo, me dedique a alcanzar la lejana lucecita
en umbral de mi vista.
Es difícil caminar por las paredes cuando hay tantas vecinas en el
camino, perdí mucho tiempo rodeándolas. El pasillo es un espacioextraño, es muy largo, tanto que desde algunos lugares no se puede
ver su final ni predecir su destino. Pero se hace más extraño cuando se
llega al final o al principio, según sea visto; siempre hay una puerta de
hierro, mitad láminas mitad barrotes, conduciendo a otro interminable
pasillo con una tenue luz al final e igual de extraño, largo e
impredecible.
Casi todos los pasillos terminan en espacios húmedos a los cuales los
presos llaman baño, son espacios sin puertas ni paredes donde los
presos más valientes o más necesitado procuran acceder. Cada baño
tiene un, a lo sumo dos, minúsculos tubos en la pared de donde sale e
agua que ha de bañar a un reducido número de reclusos en espera.En el piso, donde debería haber pesetas o algo similar, se ven hoyos o
agujeros moldeados con la punta de los chuzos para permitir que los
desechos se escurran por ellos. No obstante, no sé si por la premura o
por el miedo, los hoyos siempre están rodeados de estiércol y aquello
presos que se atreven a usarlos deben pisar el estiércol para poder
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hacerlo. Usar el baño requiere de disposición a enfrentar la muerte,
por ello deben llevar el chuzo entre los dientes, así se tienen la mano
libres para apoyarse en sus quehaceres. No todo es húmedo, en
algunas partes del baño se ven barrotes que llevan a un espacio
enorme e inconmensurable; muy claro de día y con muchas lucecitas
de noche; allí están colgadas las esperanzas de los presos.
A ambos lados del pasillo hay celdas, como le dicen los presos, o
mundo enrejados, como les digo yo, repletos todos de hombres
esperanzados en sus recuerdos. Los mundos enrejados, además de
tener un rincón para los desechos y uno para las imágenes de santosy seres queridos, tienen una reja de pared a pared separando los
presos del pasillo. Algunos mundos tienen ventanales enrejados que
dan al espacio exterior, los barrotes de las ventanas son usados por
los presos para divisar a las personas de la calle, sobre todo los días
de visita. Las ventanas también se usan para botar los excrementos de
los presos durante la noche.
Una celda tienen todo lo que yo o y mis vecinas necesitamos para vivir,
por esa razón, la mayoría mis iguales jamás salen de su mundo. Mi
mundo siempre ésta lleno de seres humanos y de la alimentación y los
peligros generados por ellos, yo me acostumbre a los peligros y no
puedo vivir sin la comida que me proporcionan.
Cuando por fin llegué al final del pasillo, encontré a Cara Dulce,
sentado en el piso; el de la bata blanca y los otros dos hombres le
hacían compañía. Los tres esperaban desoyendo los murmullos del
preso. En ese instante apareció el ayudante de Bam-Bam
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─ ¿Qué dijo el jefe? — preguntó el de la bata blanca.
— El hombre a dicho ―si no hay huellas, no hay problemaǁ. ─
Entonces hagámosle la maldad al hombre de la mejor manera─
comentó uno de los hombres.
Los cuatro reclusos se acercaron a Cara Dulce. Quien parecía no
entender su circunstancia.
— Mordiste la mano de quien te cuida y eso no lo hacen los hombre
serios, y aquí, si no eres un hombres serio, no eres hombre — le dijo el
ayudante con ese aire de seguridad dado por la costumbre. Ahora sí, Cara Dulce, pareció entender la situación, le habían dado un
dulce; sus pies recobraron fuerzas, su cuerpo, que hasta ese momento
parecía un saco de migajas, recibió energía del miedo de sus ojos y
con la agilidad de un saltamontes se posó de pies.
Me acerque para ver mejor; pues la luz no me permitía ver los detalles,
y en las cárceles, como todo en la vida, las acciones son buenas omalas por sus detalles. El rostro de Cara Dulce estaba cubierto por una
máscara de estiércol, sudor y sangre. No había tenido oportunidad de
ver su rostro con detenimiento pues desde su llegada a nuestro
mundo enrejado no había despegado la cara del piso. Pero ahora,
cuando podía verlo con detenimiento, me impresionaba lo delicioso
que puede llegar a verse un ser humano con el rostro cubierto desangre y estiércol seco.
─ Ten voy a enseñar a comportarte como un varón; los hombres no
arañan, no muerden, los hombres pelean como caballeros, de pies y
hasta el final. Pero como tú te comportaste como una ramera, como
una ramera te voy tratar — dijo esto para luego asestar un golpe al
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rostro del preso de cara dulce.
Cara Dulce buscó inútilmente un espacio por donde escapar, pero los
hombres lo sujetaron de los brazos y las piernas, lo levantaron y lo
llevaron hasta un mesón. Lo amarraron inclinado boca abajo sobre el
mesón y, aun amarrado, el hombre de la bata blanca lo sujetaba
fuertemente de los brazos.
─ Ahora vas a aprender a respetar a los hombres y a no morder la
mano que te cuida, aquí somos caballeros y lo que hacemos tiene un
propósito, si tú no estás de acuerdo di lo que piensas y pon tu vida en
garantía de tu lengua, pero no muerdas la mano que te cuida porque
eso no lo hace los hombre, y aquí las zorras se tratan como zorras ─
dijo el Ayudante de Bam - Bam
Cara Dulce hizo un último esfuerzo por zafarse de las ataduras sin
lograrlo, quedo paralizado al sentir su ano abrirse lacerado por una
enorme barra de carne que le hacía pedazos los intestinos.
La sangre cayendo del ano del Cara Dulce me abrió el apetito. Para
saciarlo, volé y me acomode en donde caían las gotas más pequeñas,
Siempre cuidándome de alguna mirada asesina de alguien que viera
en mí el asco de sus acciones e intentara aliviar sus miserias
aplastándome. Pero la preocupación por mis temores no duró mucho
tiempo; pronto la sangre cubrió todo mi cuerpo disimulando mi
presencia.
Uno tras otro, fueron sacando su pene e introduciéndolo en el ano de
Cara Dulce quien ya no oponía resistencia. El de la bata blanca fue,
quizás, el más doloroso, pues mientras lo penetraba con su pene lo
golpeaba ordenándole dijera cosas que Cara Dulce no decía, esta
rebeldía irritaba al hombre y aumentaba la intensidad de los golpes.
Por otro lado, la sangre emanada de su ano estaba deliciosa, me daba
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ya les he señalado, la sangre me hace ver más claro y más lejos.
─ ¡Chuciao! — Gritaba el hombre, mientras agitaba su cuerpo contra la
reja, estremeciendo casi todo el infinito con sus gritos — ¡chuciao!
¡chuciao!
No tardo mucho tiempo para escuchar otra vos gritando ―chuciao,
chuciaoǁ. Y un instante después, de todas las rejas del infinito salía
voces gritando lo mismo, con un estruendo tan grande que las luces
comenzaron a encenderse.
Con las luces encendidas yo estaba en problemas. Por eso,
confiándome a mi suerte, me metí en el pantalón de Cara Dulce y no
me asomé más, ni si quiera cuando escuché la vos del mismísimo
Bam-Bam revisando el cuerpo del recluso.
El ojeo de los lobos
Con dificultad el enfermo trató de abrir los ojos, pero sus pestañas
estaban soldadas por lagañas, producto del mal aseo y la inmovilidad.
No obstante después del segundo o tercer intento logró abrirlos plenamente.
─ Parece que ahora si — dijo uno de los médicos mientras lo
examinaba. Otro médico se acercó para corroborar lo dicho por su
colega.
─ Parece que si — ratificó el otro médico.Cara Dulce miró a ambos lados de la habitación, parecía ausente y
desubicado. Creo, por las expresiones de su rostro, que el dolor en el
pecho lo hizo entender su circunstancia.
─ No debe moverse — ordenó uno de los médicos, cuando vio al
recluso intentar tocarse las vendas.
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─ ¿Cómo te sientes?— preguntó otro médico. Cara Dulce no contestó,
con dificultad intentó tocarse el ano, pero el dolor de su pecho lo hiso
desistir.
─ Un golpe más y te habrían matado; de haberlo hecho se habían
ahorrado las puñaladas— Continuó diciendo el médico, ahora, en son
de broma.
En ese momento entró un uniformado de la policía de inteligencia.
─ Interrogar un preso es perder el tiempo, ellos nunca saben nada, ni
denuncian a nadie. Se creen valientes por no hablan, pero no hablan
por miedo — comentó el médico.
─ Si, pero de todas maneras debemos hacer el trabajo. Por eso me
pagan— replicó el policía.
Tanto a Cara Dulce como a mí, nos pareció denigrante el comentario
del médico, pero tenía razón.
─ ¿Entonces, dime quien fue?— dijo un agente con olor a pino. Cara
Dulce permaneció en silencio — mire mijo, ya usted rodó. De aquí en
adelante llevará chaparro del bueno— dijo esto mientras le hacía una
seña con las manos simulando una penetración sexual y pícaramente
le sonreía al médico quien en ese momento se disponía a salir —. Mire
mijo— dijo volviendo a Cara Dulce— dígame quien fue, así, por lo
menos nos ayuda a archivar el expediente con un nombre — esto lo
dijo de forma más condescendiente; aun así, Cara Duce permaneció
callado.
─ Mejor lo deja descansar por ahora, ya tendrá tiempo de hablar si lo
quiere hacer— dijo el médico mientras terminaba de salir de la
habitación.
─ No te preocupes — replicó el policía— esta mariposita me la llevo
mañana mismo para el retén.
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Cara Dulce cerró los ojos para evitar continuar con el interrogatorio. El
policía entendió y, en un raro acto de benevolencia, se retiró.
Pasado el incidente con los médicos y los policías, Yo me dedique a
merodear por la cesta de basura donde tiraban las gasas usadas de
Cara Dulce. Dado que la cesta de basura la vaciaban cada semana,
podía permanecer en ella durante ese tiempo sin ser molestado. De
todas maneras, la sangre de Cara Dulce me mantenía fuerte y con
buenos reflejos para intentar cualquier maniobra. Precisamente este
día tocaba la recolección de basura y para evitarme problemas salí de
la cesta y me acomode debajo de la almohada del preso.
No fue necesaria permanecer mucho tiempo ocultándome, muy
temprano apareció la mujer del aseo. Era una muchacha jovial, muy
parecida a las muchachas que visitan a los presos. Al ver al preso le
sonrió y este le contestó con una mueca de dolor.
─ Estoy tan flaco como un fideo— dijo Cara Dulce con el único
propósito de iniciar una conversación con la muchacha— ¿Cuánto
tiempo llevo aquí?— preguntó a la mujer animado por la jovial sonrisa
provocada por su primer comentario.
─ No sé, yo no trabajo para esta sala. Estoy haciéndole una suplencia
a alguien, que quien sabe por cual razón, no vino hoy. Pero debe ser
como un mes porque yo vine el mes pasado ya estabas aquí.
Me hubiera gustado informarle a Cara Dulce que, según los médicos,
llevaba tres meses en terapia intensiva peleando por su vida. Pero
según mi entender, a pesar de la pregunta, esa información realmente
no le importaba.
─ El sinvergüenza del PTJ, dijo que me iba mañana— eso si parecía
perturbarle.
─ Eso es mentira. Así le dicen a todos los muchachos para asustarlos y
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hacerlos hablar— dijo la muchacha orgullosa de tener una respuesta
tan exacta y veras para el momento— has estado muy enfermo —
continuó— lo más probable, quizás sea, que pases aquí dos o tres
meses más.
La mujer recogió la basura y salió de la habitación con la misma
sonrisa de su llegada. Yo me deje caer en el cesto de la basura
esperando que alguien viniera a cambiar las vendas del paciente.
La muchacha de la limpieza tenía razón. Pasó mucho tiempo para que
Cara Dulce y yo regresáramos al penal. De regreso, yo viajé en la
bolsa de papel donde Cara Dulce traía su ropa. Pero, a diferencia decuando salimos del penal, esta vez me asomé al borde de la bolsa;
desde donde pude ver espacios mucho más extensos a lo
acostumbrado, con paredes muy distantes y un sinfín de espacios
eternos, sin paredes, ni dueños. No podía creerlo. Siempre pensé en
paredes o rejas para todas las cosas; algunas pequeñas como las de
nuestras emociones, otras enormes, como las de nuestro pabellón, pero nunca pensé en espacios sin paredes ni rejas. Durante mi
travesía a través del gran especio exterior comprendí que a eso era a
lo que los reclusos llaman libertad, a vivir sin límites ni dueños. Me
prometí, desde ese día, no abandonar mis paredes, con ellas me
siento más fuerte y seguro; yo sé que muchos presos piensan como yo,
aunque hablen de libertad. También comprendí que no solo los presosestán privados de libertad muchos lo estamos con ellos y para muchos
la libertad sería una cárcel en la cual no sobreviviríamos. Llegamos al
penal en un carro-jaula, viejo y descolorido; acompañados de varios
policías fastidiado por la faena. El carro entró por una calle polvorienta
con visos de haber tenido asfalto alguna vez, y se detuvo en la entrada
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que esos tipos ya están muertos.
─ Bueno, ya rodaste y nada tienes para perder, pórtate bien y vivirás;
ahora estas en un pabellón y aquí las cosas son diferentes.
Cara Dulce no contestó, le pareció inútil tratar de convencer de su
hombría al hombre de la franela.
El hombre de la franela se detuvo frente a dos puertas, abrió una e
invito a Cara dulce a entrar. La puerta se cerró detrás de nosotros y
quedamos frente a un gran pasillo, ancho e infinito, lleno de hombres
luchando, sin decirlo, por un poco de privacidad. A ambos lados del
pasillo habían rejas abiertas, muchas rejas abiertas, por donde salíany entraban seres humanos.
Cara Dulce camino lentamente entre los hombres. Los calabozos o
mundos enrejados, como el pasillo, estaban repleto de hombres; en
ellos habían camas, televisores, radios, muchas colchonetas y sobre
todos muchos hombres. Cara Dulce se detuvo al encontrar un espaciovacío en un remanso de la pared. Ahí se acomodó, colocó sus cosas y
se sentó sobre ellas esperando pasar desapercibido.
─ ¡Epa, Chamo! — gritó alguien en algún rincón del infinito. Tratamos
de distinguirlo, pero no lo logramos.
─ vista y pendiente convive— dijo alguien más cerca de nosotros—
¿Cómo está todo?
Era Olor a periódico quien salía del retrete todavía ajustándose los
pantalones. En ese momento me di cuenta que había un retrete y mi
refugio estaba seguro.
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Olor a periódico convenció a Cara Dulce de irse a vivir con él a su
mundo enredado, eso fue una suerte para Cara Dulce porque no es
fácil conseguir una celda en el primer día de pabellón, sobre todo si se
tiene en cuenta la cantidad de hombres que duermen en mitad del
pasillo con el miedo como almohada y la desesperanza como abrigo.
Yo por mi parte volé a la pared y de ahí caminé hasta el hoyo del
retrete, estaba lleno de vecinas hasta la orilla y para evitarme
problemas no fui más allá.
A pesar de la cantidad de comida existente en el retrete, no podía
frenar mi apetito por la sangre y sabiendo que era la hora de CaraDulce cambiar sus vendas y limpiar sus heridas, me dirigí hasta su
mundo enrejado.
Los encontré caminando de un lugar a otro con la reja del mundo
cerrada con cadena y candado. Era la única reja cerrada en toda esta
parte del infinito. De vez en cuando iba hasta un rincón y seacurrucaba pensativo, del otro lado de la reja un grupo de recluso lo
veía. Algunos pedían se les abriera la reja para hablar con él. Yo me
acomodé detrás de algunas imágenes ubicadas en uno de los
rincones.
─ Mira―panitaǁ, abre la reja y déjanos pasar. ¿Qué te pasa? ¿Cuál es
el miedo? — dijo uno de los presos en tono cordial.
Cara Dulce no contestó, solo caminaba de un lugar a otro. En ese
momento, Olor a Periódico entró al mundo enrejado usando su llave
para abrir el candado.
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─ ¿Qué pasa―panitaǁ vas a cerrar la reja? Permítenos conocer al
chamo y entablar una conversación con él — dijo uno de los presos
dirigiéndose al recién llegado.
Olor a Periódico hiso caso omiso a las pretensiones de suscompañeros. Cara Dulce, ignorando la presencia de su compañero,
continuó callado, caminado de un lugar a otro.
─ Vas a tener que pelear si no quieres rodar aquí también— dijo Olor a
Periódico preocupado ante el fututo de su compañero.
─ ¡El manto de la virgen me cubra! — Exclamó Cara Dulce, mientrasdecidido se plantaba frente a la reja careando su suerte— préstame
un chuzo para enseñarles a estos desgraciados a curucutean en
penas ajenas — dijo ahora con resignación. .
─ No ha de ser ahora, espérate un tiempo, deja correr las aguas un
rato. — dijo Olor a Periódico excusando por los dicho y percibiendo el
tufo de la muerte. ─ ¡Valla hombre por Dios!, dame un chuzo— casi suplicó.
Olor a Periódico viendo la persistencia de los presos del otro lado de la
reja y la decisión, de Cara Dulce de vivir o morir como hombre, de este
lado, se levantó de su puesto, vino a donde yo estaba, levantó una
imágenes de María Lianza y sacó una pieza de metal, tan largo como
el antebrazo de un hombre, con filo por ambos lados y una punta perfecta que se reía con la muerte.
— Toma el mío, y Dios te ayude.
Cara Dulce tomó la pieza de metal admirado por su perfección. Lo que
había sido alguna vez una cavilla era ahora un instrumento
perfectamente plano con filo por ambos lados y una punta finísima
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capaz de penetrar cualquier parte del cuerpo. Su asombro ante la
pieza de metal me hizo presumir su inexperiencia o quizás, ignorancia
absoluta de su uso.
─ Mejor espera un poco, esos tipos hoy no pasarán, hoy te están
trabajando. Quizás lo hagan mañana o pasado, pero hoy no. Mientras
tanto te voy a dar unas clases para enseñarte a mover con eso. — dijo
Olor a Periódico convencido, como yo, de la falta de destreza de Cara
Dulce.
─ ¡Abre la reja!— Ordenó Cara Dulce— sí esto tipos me quieren como
mujer, tendrán que pelear como machos y morir como hombres
porque yo soy un varón.
─ ¿Qué te pasa chamo? ¿Estas obstinado?, mejor sería para ti,
aprender un poco y después…
─ ¡Abre la reja!, que me hormiguea el guereguere — ordenó cara
dulce interrumpiendo a Olor a Periódico.
─ Chamo, oye consejo, si vas a salí, mejor hazlo sin nada porque con
ese chuzo te van a zumbar durísimo.
Olor a Periódico vio en Cara Dulce la resignación de la muerte y sin
más argumentos, sacó la llave de su bolsillo y se la tiró al hombre.
─ ¿Qué pasó mamita?, si rodaste en el deposito aquí también has de
hacerlo, nosotros no somos menos— dijo alguien a quien no podía ver.
─ Nosotros no somos menos que ellos — repitió un hombre con una
enorme cadena de oro al cuello.
Cara Dulce no contestó, caminó con grosera arrogancia, hasta
colocarse en medio de los reclusos. Un recluso de figura atlética hizo
un gesto a uno con una la cadena de oro en el cuello y éste, a pesar
de la agresividad reflejada, obedeció sumiso la disimulada orden. El
recluso de la figura atlética sonrió maliciosamente a Cara Dulce
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mientras abría su bragueta y se manoseaba el bulto del pene.
En ese momento reconocí, en aquel hombre, al líder del pabellón; por
sus gestos, Cara Dulce pensó lo mismo y apretando la mano armada;
aferrándose, no al chuzo sino a la viva misma mediante el chuzo, se
acercó al hombre del cuerpo atlético.
─ ¿Qué es lo que? ¿Qué tienes en el buche?— inquirió Cara Dulce
decidido.
─ ¿Qué pasó bruja? ¿Te vas a poner maluca ahora?— dijo el hombre
sin abandonar la sonrisa maliciosa.
Cara Dulce levantó su chuzo y se acercó desafiante al hombre. Pero
en ese momento Olor a Periódico apareció armado con su―medio
brazoǁ de afilado por ambos lados y de dos trancos se puso delante
de Cara Dulce retando al hombre del cuerpo atlético, cosa rara entre
los presos, un acto de solidaridad por alguien a quien apenas conocía.
─ ¿Qué pasó papá? ¿Tú quieres goza sólito?— dijo Cuerpo Atlético,
con aire paternal, a Olor a Periódico.
─ El chamo es mi convive, y yo cuido los míos. No permitiré que lo
malogres así como así, si tú quieres bailar, baila conmigo.
La sonrisa del hombre del cuerpo atlético se borró de los labios; en
ese momento el hombre de la cadena de oro se acercó.
─ Déjame este a mí — dijo el hombre de la cadena de oro para
congraciarse con Cuerpo Atlético, mientras en su mano apareció,
como por acto de magia, una enorme pieza de perfectamente
elaborado el cual sacudió metal, era un ―medio brazoǁ en el aire con
una maestría impresionante. Todos los reclusos retrocedieron para dar
espacio a la confrontación. Pero en ese preciso instante, Cara Dulce
empujó a Olor a Periódico apartándolo de la pelea, al tiempo de
ponerse en guardia para iniciar el ataque.
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El hombre de cuerpo atlético sonrió de nuevo. Cara Dulce tomó su
chuzo en la mano derecha y como sacudiendo la muerte dio un fuerte
zapatazo en el piso. El hombre de cuerpo atlético se puso en guardia
de ataque. Sacudió el chuzo en el aire con maestría y luego, con un
movimiento digno de un maestro, lanzó una estocada a Cara Dulce
que éste a duras penas logró eludir. El hombre de cuerpo atlético no
había recogido aun el brazo, después de su perfecta estocada,
cuando Cara Dulce de un certero machetazo le cortó el brazo derecho.
Con el mismo movimiento hundió la bien elaborada punta en el
corazón del hombre que comprendió en ese momento que se había
enfrentado como un payaso a un maestro del chuzo y que ahora está
irremediablemente en los brazos de la muerte.
El chuzo salió del corazón del hombre de cuerpo atlético para alzarse
de nuevo en el aire. Ninguno de los presentes podía creer que el
hombre de cuerpo atlético tuviera en manos de la muerte, algunos
alcanzaron a pedir un paño mojado para lánzalo en medio de los
contendores y detener la pelea. Pero todo fue demasiado tarde. El
chuzo de Cara Dulce, aún en el aire, se dejó caer con angustiosa
fuerza sobre el cuello del hombre de cuerpo atlético destapando un
mar de sangre. En ese momento comprendí que era hora de comer y
me deje caer desde donde me encontraba. La cabeza del hombre
cayó lentamente de su cuello, cuando llegó al piso ya yo la estaba
esperando. Fue un gran banquete.
Pocos días habían pasado desde la pelea con el hombre de cuerpo
atlético. Yo me había mantenido con algunos residuos de sangre
desperdigados en el piso y, una que otra vez, con la sangre
proveniente de las vendas de las heridas de Cara Dulce, las cuales no
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terminaban de cerrar.
Cara Dulce, por su parte había ganado respeto con la pelea aun
cuando el único que hablaba con él abiertamente era Olor a Periódico.
Ahora podía caminar libremente por el pasillo sin mayorescomplicaciones aunque con frecuencia desde algún rincón algún
recluso escondido en la multitud o las sombras le gritaban algo
mordaz relacionado con el sexo.
Una mañana Olor a Periódico, se le acercó a Cara Dulce con ganas de
entablar una conversación, pues no hablaban con frecuencia paraevitar remover aspectos relacionados con la violación.
─ Vista chamo— dijo como saludo— hay un―panaǁ que trabaja con
los tipos que te violaron— dijo con desgano esperando llamar la
atención de Cara Dulce.
Yo baje un poco hasta alcanzar el cesto de la basura donde CaraDulce echaba las vendas usadas, ellos me vieron, pero estaban tan
acostumbrados a verme a mí y a mis vecinas que no me hicieron caso.
─ ¿Dónde está ese pajarito cantador? — preguntó Cara Dulce
fingiendo indiferencia.
─ El trabajar en el pabellón dos.El pabellón dos, es donde se encuentran los reclusos encargados de
realizar las actividades laborales requeridas por el penal, ya sean
administrativas, de mantenimiento o educativas.
─ Él viene en la tarde; cuando venga, lo pongo a hablar contigo—
continuó Olor a Periódico.
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─ No mejor no jorungues más ese avisperos, déjalo así— dijo Cara
Dulce y volvió a concentrarse en el cuidado y revisión de su herida.
─ ¡Qué es lo que chamo! ¿Tú estás loco?— Dijo Olor a Periódico
decepcionado ante la actitud de su compañero.
─ No convive, sucede que ahora mismo no estoy como para caerme a
chuzo con nadie. ¿Tú ves esta vaina?— Dijo mientras le mostraba la
herida aun no cicatrizada recibida la noche de la violación— esto no
es pan con yuca, esto me está matando ¿tú crees que esto no duele?
Yo te viera a ti cayéndote a chuzo con una herida como esta. Tú que va
a saber, las heridas les duele a quien las lleva.
─ Convive yo sé cómo es eso. Pero si esos tipos siguen por ahí
dándole mala fama, usted deberá voltear todos los días y tarde o
temprano va a perder una—, voltear para los presos es pelear con el
chuzo— y ahí si lo van a violar hasta las animas. Y después de violado,
usted será la mujer del pabellón. Yo se lo digo por su bien; porque, si
esos pasa, hasta yo lo voy a violar.
Cara Dulce miró a su compañero. La razón estaba de su lado, y él lo
sabía, pero tenía miedo de salir a buscar a sus victimarios en
semejantes condiciones de salud y, a decir verdad, en ese momento el
miedo era su mejor amigo.
─ Tienes razón, tráete a ese hombre para hablar con él — cedió Cara
Dulce, quizás por miedo a las conjeturas de su compañero sobre su
valor. La conversación murió ahí, aunque quedaron muchas cosas por
decir y por preguntar.
Cuando la luz del sol se despedía de los barrotes de las ventanas y los
bombillos comenzaban su reinado, entró Olor a Periódico a nuestro
mundo enrejado acompañado de un recluso, extremadamente
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propio
preso quienes deben presionar al tribunal, estimulándolo a continuar
el
proceso de forma regular. Al tribunal solo se presiona con el estímulo
del
dinero. Se han de pagar influyentes abogados capases de comprar
decisiones sin despertar desconfianzas. Y, una vez hecho esto, se debe
pagar por el traslado. Cuando no se tiene dinero se debe buscar si se
quiere salir, y si no se quiere salir, es porque se tiene suficiente dinero
para quedarse. Aquellos que no lo tienen ni lo buscan, viven poco.
Los traslados comienzan muy temprano en la mañana, y los reclusos a
ser trasladados se les permiten pasar primero al comedor y tomar la
comida de las ollas. No obstante, por ser días de traslado, siempre
había un número suficiente de Vigilantes en la cocina para evitar riñas
o cualquier otro problema, pues la mayoría de los reclusos han
pagado por el traslado y
después de todo no se quiere cobrar por un servicio no prestado.
Como el traslado es tan temprano, los reclusos que atienden el
comedor de los presos deben levantarse a media noche para tener
comida
en la madrugada, razón por la cual deben turnarse. De este modo, un
grupo
atiende a los trasladados los martes y otro los jueves. A los
compañeros del
ayudante de Bam– Bam, el día de la violación, les toca el turno de los
ueves. Los días martes se traslada los presos declarantes por primera
vez y
quienes deben ser impuestos del auto de detención. Para cualquier
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otra
diligencia, los traslados son los días jueves.
Como Cara Dulce estaba en el hospital cuando le dictaron auto de
detención debía ser trasladado para declarar y ser impuesto del auto.
No
obstante, los funcionarios y algunos presos influyentes, establecen
límites de
tiempos imaginarios para los traslados, exceptuando los traslados
para ser
impuesto del auto de detención, los presos adinerados o influyentes
podrán
ser trasladados cuando lo deseen, incluso aun cuando no sean
requeridos
por el juez. Pero cuando el preso no tiene dinero debe esperar los
límites de
tiempo establecidos por los funcionarios y los presos influyentes, aun
cuando
el juez lo requiera; pues siempre se encuentra una excusa para
impedir el
traslado.
Sin embargo, es posible negociar un traslado a un límite de tiempo
menor si el preso tiene parte del dinero o si tiene una hermana, mujer
o
madre bonita.
Cara Dulce no contaba con dinero ni con parientes femeninos
hermosos. Por tal razón debía esperar el tiempo límite establecido que,
según decía, era de cuatro meses; lo cual era muchas vistas, y este
traslado
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se realizaría un día martes.
El siguiente traslado era para oír cargos y este si se efectuaría un día
ueves, pero el límite imaginario era de nueve meses. Muchísimas más
visitas.
De éste modo, Cara Dulce debía esperar su traslado del día jueves,
después de muchísimas visitas para poder encontrase con los
compañeros
del ayudante de Bam - Bam.
─ Bueno convive, si el tipo está vivo y tú también, ese día va a ser el
último día para uno de los dos. Pero no te preocupes, los días buenos
son
para quienes se preparan para recibirlos, prepárate bien y ese será
un buen
día para ti; eso sí, mientras tanto, vista y pendiente— dijo Olor a
Periódico. Olor a Periódico salió del mundo acompañado de su amigo
el barbero
como si nada pasara, algunos lo vieron con picardía, pero ninguno
opino
nada. Cara Dulce quedo en su mundo enrejado revisándose las
vendas.
Pero a mí me preocupaba la idea de esperar tanto tiempo por el
banquete
asociado a la venganza de Cara Dulce.
Cara Dulce se asomó al infinito, había algunos reclusos agachados
pegados a la pared fumando piedra, uno al lado del otro. No pude
entender por qué estaban en esa posición tan reverencial, pero no me
preocupo, me pegue del pantalón de Cara Dulce y me fui con él al
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baño.
En el baño nada había cambiado, las vecinas nuevas ocupaban el
lugar de las ausente y como el numero siempre es el mismo,
demasiadas para el espacio disponible, el baño nunca cambia suaspecto. No habiendo nada interesante en el baño, baje del pantalón
de Cara Dulce y me dispuse a dar un paseo. Me distraje en el paseo y
Cara Dulce salió del baño. Una vecina comentó algo de la fumigación,
pero no puse mucha atención. De pronto, todas las vecinas del baño
comenzaron a alejarse de la orilla para internarse en el fondo del
retrete.
─ ¿Qué pasa?— Pregunté a una de lomo blanco.
─ Debemos alejarnos de las orillas. Rociaran veneno y, aunque ya no
nos hace daño, son desagradables y transforman nuestro organismo
— me dijo la vecina del retrete con conocimiento de causa— ¿Tú para
dónde vas? en el retrete no cabe nadie más. ─ No sé, iré a cualquier parte, si el veneno es mi destino no importa a
donde vaya, tratará de alcanzarme; sino, cualquier excusa será buena
para alejarse de mi— contesté resignándome a mi suerte ante la
noticia — ¿y tú que harás?
─ Ya no me hace daño, he sobrevivido a muchos venenos y casi todos
andan conmigo, confiando en eso caminare a tu lado mientras pasatodo.
— ¿Y los presos? ¿Qué pasa con ellos?— pregunté ingenuamente.
─ Ellos son inmortales: duermen en el piso frio y a veces mojado,
cuando pueden comen y en ocasiones no lo hacen por días, beben
cosas que hasta yo repudio, los golpean hasta partirles los huesos, los
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rocían con gases tóxicos; ellos son inmortales. Ellos solo mueren de un
tiro o de un chuzazo, no te preocupes por ellos.
─ Entonces, vamos con Cara Dulce— lo invite pensando que no
aceptaría, pero aceptó.
Mientras regresábamos al mundo enrejado pasamos cerca de los
viciosos del pasillo, estaban sentados uno al lado del otro esperando
con reverencia su turno frente a la pipa y adorando con ansiosas
miradas el humo triunfante que los arropaba y los consumía. Mientras
unos fumaban los otros lo cuidaban; pues así corrían menos riesgo de
ser atacados estando drogados.
En el mundo enrejado encontramos a Cara Dulce dormido en su
cama, eso me sorprendió; pues un preso con tantos problemas no
puede dormir tan despreocupadamente. También me sorprendió el
haber tardado tanto desde el baño a la celda del preso. Descendimos
por la pared hasta llegar al cesto de la basura, pero estaba vacío;
razón por la cual decidí, arriesgarme un poco y subir sobre Cara Dulce
para comer un poco directamente de sus heridas. Convencí a mi
acompañante de lomo blanco de seguirme en mis pretensiones.
Subimos por la pata de la cama hasta llegar a la almohada. Para
recortar camino escalamos sus cabellos dispuestos a caminar a través
de su cara. Con tan mala suerte que, debido a los movimientos de
nuestra travesía, Cara Dulce despertó.
Cara Dulce se levantó de la cama con su chuzo en la mano; él, casi
siempre, dormía con el chuzo empuñado debajo de la almohada.
Todavía colgábamos, Lomo Blanco de su boca, yo de su nariz, cuando
de un salto Cara Dulce se pegó de la pared y enfrentó a un grupo de
reclusos que entraban, en ese preciso momento, a nuestro mundo.
─ ¿Qué es lo que?— dijo aún exaltado por el brusco despertar
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─ No hay nada— dijo el recluso de la cadena de oro, líder del grupo.
─ ¿Y entonces? ¿Cuál es el payaseo por estos lares?— dijo Cara
Dulce moviendo el chuzo listo para la acción.
─ Entonces nada — dijo el de la cadena de oro mientras sus
acompañantes tomaban posición en la celda.
En ese momento pensé que Cara Dulce solo se salvaría si cedía a las
pretensiones sexuales de los hombres.
Mi compañero de lomo blanco se desprendió de su boca al no
soportar los bruscos movimientos y el aire de su nariz. Yo peleaba por
mantenerme colgado a su nariz, al ver libre su boca, bajé un poco y
enrede mis patas en el pelambre de arriba de su labio superior. Sabía
que debía desprenderme de ese lugar, pero el miedo no me permitía
tomar decisiones. El hombre de la cadena de oro comenzó a
acercarse chuzo en mano, los demás imitaron sus movimientos.
─ Sabes migo, si usted rodo en el depósito aquí también a de rodar,
porque nosotros no somos menos que nadie y si ellos pudieron
emboscarle el miedo, nosotros también podremos— dijo el recluso con
sabor a sudor el mismo del depósito y quien lo había apoyado
después del castigo de Bam Bam.
En el pasillo se escuchó la vos fuerte y desafinada de Olor a Periódico
tratando de entonar una canción; o, mejor sea dicho dado lo
desafinado de la melodía, tratando de hacer notar su presencia.
─ Vista chamo ¿Qué pasó?— dijo en son de saludo, al llegar a nuestro
mundo, con aire despreocupado pero seguro, haciendo caso omiso a
las intenciones de los hombres; se hiso paso entre ellos y se sentó en
su cama —. Esto no se hace, esto es una equivocación; todos están
equivocados. El chamo se equivocó y le arrancó el dedo, de un
mordisco, a un tipo, y eso no se hace. El tipo se equivocó al violar al
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chamo, y eso tampoco se hace, ahora el chamo debe hacer lo que
debe hacer para terminar con las equivocaciones y los equivocados. Y
lo hará porque es un varón.
─ Uno es quien es y se hace matar para serlo, no es de varones rodar
ante un tipo y quedar vivo para contarlo, sobre todo si no se tiene la
excusa de la muerte del violador — dijo el hombre de la cadena de
oro.
─ No rodó, lo forzaron entre cuatro después de una paliza de Bam–
Bam quienlo dejo medio muerto ─ ripostó Olor a periódico.
─ Pero el tipo andan por ahí riéndose de su desgracia y haciendo
alarde de lo sucedido — dijo el de la cadena de oro al momento
bajaba el chuzo.
─ Si es un varón, debe darse su puesto, o se comporta como una
hembra, o se comporta como un varón. Porque nosotros somos lo que
somos y no queremos que nos confundan con lo que no somos — dijo
el hombre con sabor a sudor.
─ El chamo está esperando por una la oportunidad para terminar con
la equivocación─ dijo Olor a Periódico.
─ Mira chamo nosotros no podemos tener una mariposa aquí
dándosela de varón— dijo el de la cadena de oro— porque dirán que
más de uno en este pabellón tiene las mismas debilidades y no quiero
problema por una mariposa. Así que arregle su problema o nos sirve
de mujer a nosotros también.
─ El chamo está esperando una oportunidad — repitió Olor a
Periódico —, pero los tipos están enconchados en la cocina, y
el―panaǁ no puede banderearse por ahí, porque muchos lobos
andan acechando y quieren violarlo. Pero el hombre es un varón, y él
va a arreglar su rollo.
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─ ¿Y cómo lo va a arreglar sin salir de aquí? — preguntó alguien del
grupo a quien no distinguí.
─ Ya le pasaron el pitazo. Por ahí dicen que los tipos están obligados a
dar la cara los jueves por ser día de traslado.
─ ¿Y cuándo te toca traslado un jueves?─ preguntó el mismo hombre.
─ El diez de octubre, eso es lo que hay — por fin habló cara duce.
Según mi pensar, Cara Dulce estaba más asustado de lo aparentado.
Sentía su sangre pasar bajo mis patas con mucha fuerza.
─ ¿Y mientras tanto qué? faltan más de nueve meses para eso— dijo
el hombre de la cadena de oro.
─ Buen ―panaǁ, no hay más, el chamo no se puede mudar — dijo
Olor a Periódico y los reclusos comenzaron a salir de la cerda
aceptando las palabras de hombre.
─ Arregla tu culebra chamo— dijo el hombre de la cadena de oro al
momento de salir de nuestro mundo enrejado.
─ Gracias―panaǁ, me espantaste la pelona— dijo agradecido Cara
Dulce a Olor a periódico.
─ Quítate esa cucaracha de la boca será mejor — replicó Olor
Periódico sin querer aceptar el agradecimiento de su compañero
Cara Dulce de un manotón me tiró al piso, camine rápidamente en
busca de mi compañero de lomo blanco que estaba en algún lugar de
piso. Olor a Periódico quiso pisarme, pero Cara Dulce le obstruyó el
pisotón; quizás, en agradecimiento por haberlo despertado cuando
llegaron los reclusos.
El descenso de la mariposa
Mi vecina de lomo blanco era una experta, sabía todo lo que debía
saber, conocía sus límites y nunca iba más allá de ellos, pues a esa
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prudencia debía su longeva vida. A mí me enseñó a existir según el
deber ser, a existir digo, porque para vivir nada enseñó, pues cuando
se vive según los preceptos establecidos por otros, solo se espera el
fin de la vida viviendo experiencias prestadas. Con mi vecina de lomo
blanco aprendí a ir desde el mundo enrejado de Cara Dulce hasta el
agujero del retrete sin dificultad, aprendí, como todos, a buscar comida
en los lugares más inusitados, el hambre nos obligas a hacer cosas
impensadas. También aprendí a merodear por el baño en la
madrugada para distraer mis instintos. Pero una vez se saborea la vida
no se puede obviar fácilmente y yo quería vivir. Por otro lado, Cara
Dulce había mejorado su relación con sus compañeros, ya lo estaban
aceptando en el pabellón como un igual, algunos hasta conversaban
con él públicamente. Y eso había empobrecido mi alimentación, fueron
días muy difíciles.
En una madrugada, como cualquiera, salí a merodear en busca
buscar de comida, fui de mundo en mundo en busca de una vendausada y de hombre en hombre en busca de una herida nueva, pero
tanto las vendas como las heridas eran mezquinas en alimentos.
Súbitamente se prendieron las luces, cosa extraña, hacía pocos
instantes habían pasado el número y los Vigilantes no suelen prender
las luces después del número, salvo por algo muy importante.
―Seguramente iban a castigar a alguienǁ, pesé yo. Si eso era, tendríacomida suficiente. Volé hasta una pared y vi dos Vigilantes escopeta en
mano y peinilla al cinto espetando pacientemente.
Olor a Periódico y el hombre de la cadena de oro aparecieron de los
confines de las sombras contando dinero y haciendo bromas entre
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tropel de personas se dejó escuchar entre las paredes, y el Vigilante
abrió las puestas permitiendo el paso a un río de personas; quienes,
en un llanto de murmullos, temores e incertidumbres, laceraron el
nervioso silencio provocando la alegría de la mayoría presos.
Yo me puse a buen resguardo dentro del retrete, pues he visto, en
experiencias propias y ajenas, la falta de respeto de las personas por
la vida zángana a sus intereses. No me había terminado de acomodar,
cuando un bullicio escalofriante evadió el agujero.
─ ¡Echaron veneno! — anunciaron unas vecinas de la superficiemientras hacían esfuerzos desesperados por escapar, hundiéndose
más en el abismo.
Yo, en el hoyo del retrete, maldecía mi suerte por no haber podido
alcanzar a tiempo el alimento producto de la desventura de los presos.
De pronto, vi a Lomo Blanco, acompañado de muchas vecinas, en
furiosa huida hundirse aún más en el abismo del retrete; mientras, con
señas, indicaba la inminencia del peligro. Apenas entendía sus
indicaciones; pero, ante su desesperación, también me puse en fuga.
Poco había andado en el interior del agujero del desagüe cuando
comencé a percibir el desagradable olor del veneno, me ardía el
cuerpo, y me faltaba el aire. Poco a poco comenzaron a aparecer cadáveres de mis vecinas a lo largo del agujero. No son eternas, me
dije. El agujero era enorme, nunca lo imaginé tan extenso; de no
haber sido por Lomo Blanco, y de eso doy fe plenamente, me hubiese
echado boca arriba para dejarme morir. Pero Lomo Blanco me
empujaba constantemente, no sé si para hacerse paso o para
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ayudarme. Pero me alegra haber sido amable con un ser tan
insignificante; pues como se dice en la calcar ―uno nunca sabe a
quién ha de deber la vidaǁ. Por fin caímos en una corriente de agua,
me deje llevar sin pensar en consecuencias. El agua alivió el ardor de
mi cuerpo y la corriente me alejó del peligro.
Les quise contar esta parte de la historia, perteneciente a mis vecinas y
a mí, para hacerles comprender la difícil existencia de quienes vivimos
de las cárceles cuando las desgracias de los presos no alimentan
nuestras vidas.
Ya la oscuridad se apoderaba del ambiente cuando llegue a la
primera reja del pabellón. Desde donde estaba podía ver el bote de
basura lleno de cadáveres de mis otrora vecinas acompañando los
deshechos dejados por la visita. Subí hasta el techo arrastrando mi
cansancio, para de allí dirigirme al mundo enrejado donde vivía Cara
Dulce.
Cuando me dirigía al único refugio, por mí considerado seguro, vi algo
maravilloso para quienes vivimos de las penas de los presos; un
enorme charco de sangre, significado de respeto para alguien, miedo
y necesidad de pagar por protección para otros; para mí, comida
abundante y nutritiva. Sin pensar, me desprendí del techo y caí en el
pozo. Muchos reclusos me vieron; pero estaban muy ocupados, en
resorber no sé qué asunto, para preocuparse por mí. El poder que
otorga la fuerza ajena, volvió a mi cuerpo y rápidamente recuperé mis
cualidades sensoriales. Desde ese día me prometí dejar atrás
cualquier cosa o ser, asumir cualquier riesgo y explorar cualquier
rincón para conseguir el alimento alojado en las venas de los preso, y
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demás presos. Pero en el pabellón hay otro grupo de preso quienes
también se han asociado y no lo reconocen, es más, compiten con él
por el respeto y la fidelidad de los nuevos internos. Con este propósito
y con el propósito de ganar dinero, ambos grupos, organizan eventos
dentro del penal: venden drogas, pasan prostitutas, protegen a los
presos vulnerables con familia adinerada, organizan robos, timos y
toda actividad ilícita rentable en poder o dinero, dentro o fuera del
penal. También el grupo sanciona a sus miembros en caso de faltas o
errores, la mayoría de las veces con la muerte. Éste es el caso Olor a
Periódico, quien por acercarse al grupo del hombre de la cadena de
oro, organizó un evento y se metió en un gran problema.
─ Ese tipo nos engañó, nos metió una pera entre las manzanas y
ahora amenaza con chaparrearnos para reírse de nuestra inocencia—
dijo esto para explicar el cinismo del Vigilante al meter un homosexual
entre las prostitutas y ahora pretender castigarlos—. Pero de nosotros
nadie se ríe sin meterse en problema. El Vigilante se está riendo y ese
es tu problema— concluyó, dirigiéndose a Olor a periódico.
─ Chamo, es muy poco lo que puede hacer una hormiga contra la
lluvia, pero buscaré una oportunidad y resolveré el problema─
respondió Olor a periódico.
─ Ese Vigilante no se puede reír de nosotros — sentenció el hombre
de la cadena de oro y se dispuso a salir de nuestro mundo.
─ Tranquilo, no se reirá— dijo Olor a Periódico con tono reflexivo para
despedirlo.
Por primera vez vi a Olor a Periódico preocupado por sí mismo.
─ Estas metido en tremendo lio: si te metes con el Vigilante te van a
matar los otros Vigilantes; y, si no, te van a guisar los presos — dijo
Cara Dulce tratando de enfocar el problema. Olor a Periódico no
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contestó; callado, continuó pensando en su circunstancia.
Había pasado poco tiempo cuando se escuchó un alboroto en el
pasillo. Muchos pasos y muchas voces, la mayoría no las había oído
antes.
─ ¡Todo el mundo desnudo y al patio!— Gritó uno de los recién
llegados.
Después todos los recién llegados gritaban ―desnudos y al patioǁ
Eran los Vigilantes acompañados por la Guardia Nacional. El Vigilante,
quien había estado dirigiendo las negociaciones en la noche anterior,
era quien más gritaba.
─ ¡Cuento, tres y no quiero ver a nadie aquí! — gritaba el líder
mientras repartía golpes con su peinilla a cuanto recluso se le
acercaba.
─ ¡Cuento tres! — gritaba el resto del grupo.
Cara Dulce se despojó de su ropa con velocidad inusitada y con la
misma velocidad se puso en marcha rumbo al espacio exterior. Yo,
pensando en la cantidad de comida a desperdiciarse en la reunión de
espacio exterior, volé a su cabeza y me aferre a su cabello. A pesar de
la velocidad de su desplazamiento, recibía un planazo al pasar al lado
de cualquiera de los Guardias o Vigilantes. Los planazos, como en
todos los presos, iban escribiendo el viacrucis en la piel desnuda de
Cara Dulce.
Por fin el espacio exterior se abrió ante nosotros. Era inmenso, un
poste con una cesta de basquetbol indicaba una cancha escondida
entre promontorios de basura. Desde todas partes emanaba un
agradable olor a orine y estiércol. De momento no entendí porque
tanta basura en el espacio exterior, pero con el tiempo me entere que
los reclusos encargados de hacer el mantenimiento, no querían
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limpiarlo porque otros reclusos les disparan desde los pisos altos para
practicar su puntería. El estiércol y el orine, se debía a que los reclusos
del depósito no siempre le daban permiso para ir al baño, por tal
razón, estaban obligados a defecar en bolsas plásticas o papel
periódico y lanzarlo al espacio exterior a través de la reja de los
ventanales.
De todas maneras, no quise tocar el piso del espacio exterior, pues en
el piso corría el riesgo de motivar a alguien a matar su aburrimiento
aplastando mi cuerpo; para evitarlo salte del pelo de Cara Dulce y me
aferre a una pared desde donde podía ver los sucesos sin problema.
Uno de los Guardias Nacionales, muy sudoroso por cierto, tomó un
bate de beisbol y con un andar afeminado comenzó a pasear entre las
filas de hombres desnudos.
─ ¿Quién mató al homosexual? — preguntó el Guardia sabiendo, de
antemano, los estéril de la pregunta.
Se acercó a uno de los reclusos, lo golpeó con todas sus fuerzas y
preguntó de nuevo ―¿Quién mató el homosexual?ǁ Además, del bate
del oficial, aparecieron muchos más y cada uno se colocó frente a una
fila, uno tras otro los recluso eran interrogados mientras se le
preguntaba ―¿Quién mató al homosexual?ǁ
Olor a Periódico, en su afán de ser aceptado por el grupo del hombre
de la cadena de oro, emprendió un negocio con uno de los Vigilantes,según el cual, el Vigilante traería un número determinado de
prostitutas por cierta cantidad de dinero. El acuerdo fue certificado por
varios reclusos quienes silenciosos vieron al Vigilante hablando con el
preso noches antes. Y Olor a Periódico entregó el dinero, pagando por
anticipado el placer de sus compañeros y haciéndose responsable
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ante ellos, y el Vigilante recibió el dinero quedando responsable ante
Olor a periódico.
Uno tras otro fueron pasados los reclusos, cada uno recibía cinco
batazos y una pregunta. ―¿Quién mató al homosexual?ǁ. Cara Dulcerecibió sus cinco batazos sin quejarse, después le tocó el turno a Olor
a periódico, en otra de las filas le tocó el turno al hombre de cadena de
oro y una fila más allá un hombre flaco y huesudo quien anticipaba las
lamentaciones a los golpes.
Todo estaba funcionando bien con las prostitutas, Olor a periódico, el hombre de la cadena de oro y el hombre flaco y huesudo, quienes
eran los coordinadores de la situación, estaban orgullosos de su
trabajo y hasta llegaron a felicitase mutuamente. Pero al final de la
tarde, entró una nueva chica en el juego, Olor a Periódico reclamó su
privilegio de coordinador principal y se fue con la recién llegada a uno
de los mundo enrejados dispuesto a saciar su lujuria.
A Olor a Periódico le tocó ser interrogado por el Vigilante con quien
había hecho el negocio; no era casualidad, y él lo sabía; sabían
también que ningunos de los inquisidores estaba interesado en oírlo
contestar la pregunta, pero todos esperaban verlo morir en el
interrogatorio; y así, dejar constancia del peligro implícito en atacar a
una persona ingresada bajo su egida.
Efectivamente el primer batazo fue dirigido a la cabeza, Olor a
Periódico logró meter la mano y salvarse de una muerte premeditada,
aun cuando, el golpe, le malogró la mano. Sin embargo, por ser tan
evidente el intento de asesinato, el Vigilante no podía repetirlo.
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Cuando Olor a Periódico entró al mundo enrejado, la chica se despojó
de la ropa y se tiró boca abajo sobre la cama. Tenía una espalda tersa
y unas nalgas suaves, una cadena dorada le rodeaba la cintura, una
cadena plateada decoraba su cuello, el pelo caía sobre la cama
cubriendo su rostro y desnudando su espalda fuerte para una hembra,
pero no tanto para un hombre. Olor a Periódico se montó sobre ella
con el ímpetu natural de un recluso, una vez enzima trato de voltearla,
pero ella se lo impidió.
─ ¿Qué pasa?— dijo Olor a Periódico mientras se inclinaba sobre el
cuerpo de la chica. Pero esta suavemente tomó su mano y sin cambiar de posición. La puso sobre sus senos. Olor a Periódico entusiasmado
con el volumen de sus tetas se dejó llevar a una relación anal.
El segundo batazo fue en las costillas, el tercero en el pecho, el cuarto
fue el más fuerte, se alojó en su espalda y lo derribo. Yo pensé con
cierta alegría que sólo quedaba uno y todo terminaría; después detodo eran solo cinco batazos por preso.
─ No te muevas papi — dijo la chica cuando Olor a Periódico quiso
levantarse para permitirle voltearse.
Olor a Periódico se molestó por la resistencia de la mujer a una
relación vaginal y de un empellón la volteó sobre la cama.
El batazo número cinco fue menos fuerte, quizás porque la potencia
del cuarto batazo había debilitado al castigador. Olor a Periódico quiso
levantarse, pero en ese momento sintió el batazo número seis, tan
fuerte como el cuarto, y luego el siete. En ese momento yo pensé que
lo mataría a batazos.
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hombres desnudos corrían en busca del pabellón al ritmo de nuevos
planazos.
Unos reclusos terminaron de traer a Olor a periódico a nuestro mundo
enrejado. Yo llegué en los cabellos de otro recluso, pues no pude
distinguir entre tantas cabelleras, los cabellos de Cara Dulce.
Poco después llego el hombre de la cadena de oro a nuestro mundo
enrejado.
─ ¡Chamo, ese tipo no juega, ese tipo nos va a matar!— dijo Olor a
periódico al recién llegado.
─ ¡Eso es culpa tuya!— dijo el hombre de la cadena de oro mientras sesentaba dificultosamente en una de las cama.
─ No importa de quién sea la culpa. Lo importante son los hechos, y el
hecho es que, si lo dejamos, el Vigilante nos va a matar — repitió Olor
a periódico.
Nuevamente el bullicio en el infinito. Inmediatamente me asomé para
saciar mi curiosidad. Eran unos veinte Vigilantes ingresando al pabellón al pabellón, los mismos del espacio exterior. Llegaron
repartiendo planazos a quienes les pasaban por el lado, pero su
objetivo era nuestro mundo.
─ ¡Vengan acá pajaritos vamos a habla!— dijo uno de los Vigilantes a
los dos hombres desde la reja del mundo.
El hombre de la cadena de oro se puso de pies dificultosamente; peroOlor a Periódico se acurrucó en una esquina de la cama.
─ ¡Yo no voy a ninguna parte!— gritó Olor a Periódico a los hombres.
─ Esto no es un hotel mi amigo, aquí usted va para donde lo lleven,
¡entendió!— dijo, mal encarado, uno de los Vigilantes.
─ ¡Sea como sea, yo no voy!— repitió Olor a Periódico.
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Uno de los Vigilantes, impaciente, lo tomó del brazo e intentó halarlo,
pero el hombre se aferró a la cama como una garrapata.
─ ¿Qué pasa chico, tú no eres un hombre?— dijo el Vigilante.
Pero Olor a Periódico, entendido su vida en la mesa de juego, se
aferró aún más a la cama. De un empellón lograron despegarlo de la
cama; pero se aferró a los barrotes de la reja, lograron despegarlo de
la reja, pero se aferró a otro recluso mientras lloraba como un niño
pidiendo misericordia para su vida y perdón por sus acciones.
─ Te vamos a dejar por cobarde y chigüire, ojala tus compañeros te
violen y te hagan rodar como a una zorra — dijo uno de los Vigilantes
amedrentado por el escándalo, y aceptando su impotencia frente a los
gritos del hombre.
Muy por el contrario, el hombre de la cadena de oro caminó con los
Vigilantes con actitud gallarda y la cabeza erguida, enredado el valor y
la resignación en la mirada de quien conoce su destino.
Después de esa noche nunca más se supo del hombre de la cadena
de oro. Una vez vinieron unos familiares buscándolo, algunos presos
les dijeron que fueran a la dirección a preguntar por él; pero tampoco
ellos regresaron al pabellón.
El lavandero de las ofensa
Después de la muerte del homosexual las cosas cambiaron para Cara
Dulce y Olor a periódico. Cara Dulce arrastraba el haber sido violado y no haber vengado su deshonra; Olor a Periódico, el haber sido
engañado por el Vigilante y, como si esto fuera poco, haber llorado
como un niño cuando el Vigilante lo vino a buscar; eso era muy mal
visto por los reclusos. Sabiéndose responsable cada uno de su
circunstancia, casi no hablaban entre ellos, para evitarse la vergüenza
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de tocar temas relacionados con sus infortunios, uno por no haber
tomado medidas y el otro por haberlas tomado de forma inapropiada.
Sin embargo, los dos se necesitaban, y lo sabían; pues era cuestión de
tiempo para que sus compañeros de reclusorio intentaran atacarlos y
tomarlos como esclavos sexuales o laborales.
Cara Dulce tenía la reja cerrada para evitar visitas inesperadas, y los
codos apoyados en las rejas simulando distraerse con las
cotidianidades ajenas para evitar conversar sobre las propias.
─ Chamo, necesito una segunda tuya— dijo repentinamente Olor a
Periódico casi entre dientes.
─ ¿Qué dijiste?— preguntó Cara Dulce fingiendo no haber escuchado.
─ Debemos acabar con esta vaina; porque, si no, un día de estos nos
vamos a convertir en las damiselas de aquí o, si tenemos más suerte,
vamos a amanecer con el mosquero en la boca — Contestó Olor aPeriódico haciendo caso omiso a la pregunta de Cara Dulce.
─ ¿Qué segunda quieres?
─ Esta noche, sea para bien o para mal, pasearé con la pelona y con
ella como testigo resolveré mi royo. Necesito que tú, de alguna
manera, tapes mi ausencia durante el número.Cara Dulce permaneció en silencio un buen rato reflexionando lo
dicho por su compañero.
─ Tú sabrás lo que haces— dijo al final de su refección.
— ¿Cómo podría taparte? — siguió diciendo Cara Dulce buscando,
con esta excusa, hacer desistir a su compañero de sus riesgosas
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intenciones.
─ No sé, pero tú sabrás como— contestó Olor a Periódico con el
aplomo de siempre, perdido desde la muerte del homosexual —. Voy a
salir — dijo, dando por terminada la conversación.
─ ¡Dios te ayude!— dijo entre dientes Cara dulce, no para negar al
otro la posibilidad de escuchar, si no, pienso yo, para no ofender a
Dios con la paradoja se solicitar su ayuda para, seguramente, acabar
con la vida de otro ser.
Olor a Periódico quitó el candado de la reja y salió con andar seguro y
pausado. Cara Dulce lo vio partir con admiración y respeto, pues
entendía el riesgo implícito en salir del mundo. Un rato más tarde lo vio
pasar con el uniforme de trabajo, propio de los reclusos dedicados a
las labores de mantenimiento y limpieza. Llevaba botas de goma hasta
las rodillas y guantes hasta los codos, típico de quienes recogen la
basura y el estiércol de los demás presos. Además, llevaba un chuzo a
cinto mal disimulado bajo la camisa.
Particularmente a mí me sorprendió su valentía al entrar a nuestro
pabellón así vestido y pasar frente a todos los reclusos de esa forma
vestido. Siempre se ha dicho entre los presos: ―los reclusos del
pabellón de mantenimiento y limpieza son los cobardes que se ponen
a recoger estiércol para no meterse en los pabellones guerrerosǁ
Pero Olor a Periódico había rodado ante los Guardias y eso justificaba
su salida de nuestro pabellón. Pero confuso era su regreso a nuestro
pabellón, aunque fuera para recoger basura; eso era una provocación
o una locura; pues su imagen de guerrero estaba en el piso.
El hombre entró a su mundo enrejado, sacó su―medio brazoǁ y salió
del pabellón empujado el carro de la basura. Su andar era confiado y
seguros, rallando en lo arrogante, quizás por eso, nadie osó dirigirle la
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palabra, aun cuando muchos hicieron comentarios soeces sobre su
conducta ante el Vigilante.
Como pudo, Cara Dulce, cubrió la falta de Olor a Periódico durante el
pase de número. Era fácil hacerlo durante una noche por cuanto los
Vigilantes solo pedían a los reclusos enumerarse gritando un número;
Basado en ese proceder, para tapar una falta solo se requería gritar
dos números diferentes.
A la mañana siguiente, Cara Dulce, como toda las mañanas, fue al
comedor; tomó su bandeja y pasó por la ventanilla del pan, donde le
tiraron dos panes, pasó por la ventanilla de las bebidas donde le
trataron de echar una escudilla de avena, pero la mitad de la misma
no cayó en la bandeja, por ultimo pasó por la ventanilla de los postres
y el preso encargado de esta ventanilla amago con tirarle un masa
amarillenta, pero debido a la rapidez de Cara Dulce perdió la
oportunidad de hacerlo y se preparó para el siguiente preso.
Yo iba sobre su cabeza, disimulado entre su cabello sin llamar su
atención. Me gusta ir al comedor con Cara Dulce porque
frecuentemente se generaban mucha comida para mí. Esto por ser un
sitio de reunión donde se ―matan muchas culebrasǁ o se resuelven,
con el chuzo, las diferencias. Sin embargo, ese día no se produjo
ningún incidente, por lo menos en el corto tiempo de nuestra estadía
en el lugar.
Al salir del comedor pasamos por la escalera que va al pabellón
donde viven los reclusos dedicados a las labores de mantenimiento y
limpieza. En un rincón, estaba Olor a Periódico añingotado con
su―medio brazoǁ abrazado y los ojos llenos de lágrimas. Para mi
entender tenía una severa crisis de nervios.
─ ¿Qué te pasa? ¿Cuál es la mente? — preguntó Cara Dulce
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acercándose a él.
─ ¡Ninguna, mate al Vigilante!— contestó en un susurro.
─ ¡Dios nos guarde!— Exclamó Cara Dulce—. Estas sangrando;
camina conmigo— dijo, ahora más compresivo, al mirar la sangre en
las manos de Olor aperiódico.
─ No es nada me corte la mano de tan fuerte apretar el chuzo.
─ Ya lo más feo pasó, vamos al pabellón y esperemos por un buen
desenlace de este lio.
─ No me puedo mover, me entró el cague.
Su decir, era una expresión común, entre los presos, para describir el
miedo.
Cara Dulce echó el brazo de su compañero sobre sus hombros y, casi
cargándolo, lo ayudó a andar hasta nuestro mundo enrejado. Cuando
entramos al pabellón Cara Dulce estaba lleno de orgullo, hasta yo
estaba henchido de orgullo, caminábamos con un guerrero, y no
cualquier guerrero, sino aquel que, habiendo sido humillado por un
Vigilante semidiós, lavó la ofensa con la desgracia de la deidad. Los
presos miraron asombrados como Cara Dulce apoyaba en su andar a
Olor a Periódico y, aunque algunos hicieron comentarios soeces por
considerar esa una actitud propia de homosexuales, ninguno se
atrevió a ponerle acciones a los comentarios, quizás, amedrentados
por el orgullo y la seguridad de Cara Dulce en su andar.
Cara duce acomodó a Olor a Periódico en la cama. Yo salté desde la
cabeza de Cara Dulce a la pared. No había pasado mucho tiempo,
cuando casi todo el pabellón se peleaba por entra al mundo enrejado
de los dos hombre.
─ ¡Ese chamo! ¡Bien hecho―panitaǁ!— gritó uno mientras se peleaba
con otros dos por darle la mano y felicitar a Olora periódico ─. Usted es
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un caballero ─ dijo cuándo lo logró.
─ ¿Qué pasó, dijeron quien fue?— preguntó Olor a periódico.
─ Tranquilo ―panaǁ, quien trabaja bien obtiene buenos resultados,
usted trabajó bien— dijo otro recluso a quien no pude identificar.
Nadie, como Olor a Periódico, sabía el significado de aquellas
palabras, pues aquellos hombres eran seres totalmente insensibles,
solo impresionables por seres y acciones realmente superiores.
─ Bueno compañero, yo ya mate mi culebra, ahora le toca a usted—
dijo Olor a Periódico a Cara Dulce animado por los halagos.
─ Tranquilo―panaǁ, el día se acerca.
La muerte del lobo
Olor a Periódico, con un carrito de recoger basura, pasó directamente
a las oficinas de la dirección. Habían muchos escritorios, la mayoría
estaban ocupados por reclusos silenciosos llenando expedientes a
mano, otros, los menos, por reclusos llenando otros expedientes a
máquina, un recluso en uno de los rincones supervisaba a los demáshaciendo observaciones periódicas y recibiendo consultas. Olor a
Periódico fue hasta uno de los escritorios.
─ Un compañero me aconsejo venir a informarme sobre la faena de la
―mafafaǁ.
― La mafafaǁ es la droga.
─ Okey — comenzó diciendo el hombre con la confianza dada por la
costumbre —, yo no sé quién eres tú, ni tú sabes quién soy yo. Tu
trabajo será recoger la basura por la orilla de la cerca y toda la basura,
expuesta por ahí, te la traes y se la entregas a estos tipos — dijo
mientras le entregaba una lista de nombres — recuerda una cosa, no
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te puedes equivocar, cada bolsa tiene un nombre ¿entendiste?
─ Si.
Olor a Periódico se retiró de la oficina con sus botas y su bragaolorosas a estiércol. Salió al espacio exterior; los Guardias de las
garitas y los de la custodia externa lo miraron con ojos de complicidad.
El recluso hizo lo indicado, caminó limpiando la orilla de la cerca de
arbusto y recogiendo todas las bolsas encontradas a su paso. Luego
volvió a entrar al edificio, revisó la lista y continuó su trabajo. Fue a una
puerta de alguna parte y entregó dos bolsas, fue a otra parte y entregócuatro bolsas, llegó hasta enfermería y entregó una bolsa. No entregó
más porque supuestamente enfermería tenía otro proveedor y hubo
un mal entendido.
Después se fue al mundo de los Vigilantes. El procedimiento con los
Vigilantes es diferente, no se les puede entregar la droga
directamente; pues eso acarrearía un castigo. Por tal razón, la entrega
requiere de cierta ceremonia. Era necesario lanzar una piedra, al
interior de su mundo, envuelta en un papel con el nombre del Vigilante
solicitado. El Vigilante, cuyo nombre apareciera en el papel, debería
salir a atender la invitación del recluso. Generalmente los Vigilantes
salen poco prevenidos, confiados en la sumisión y dependencia de
esta categoría de recluso en particular.
Olor a Periódico lanzó su piedra envuelta en papel con el nombre del
Vigilante, el mismo con quien había hecho el negocio con las
prostitutas; esa era la última bolsa a entregar. Cuando el Vigilante se
acercó Olor a Periódico, éste se voltio de espalda y se cubrió el rostro
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con unas bolsas de basura; está terminantemente prohibido verle la
cara al Vigilante receptor de la droga. El hombre tomó la bolsa y
entregó un fajo de billetes. Olor a Periódico contó exhaustivamente
para comprobar la probidad del negocio.
Cuando el Vigilante se hubo retirado, Olor a Periódico echó a andar
sin mirar atrás, al dobló el primer codo del pasillo se refugió en un
remanso y allí esperó por un rato. Luego, cuando lo considero
oportuno, regresó al mundo de los Vigilantes. Envolvió una piedra en
un papel con el nombre del mismo Vigilante y la lanzó. Se volteó de
espalda se cubrió la cara con una bolsa y esperó. Dos minutosdespués salió el Vigilante excusándose por un supuesto error de
cálculo. Olor a Periódico, con velocidad inesperada, sacó de la braga
su―medio brazoǁ y de un machetazo cortó el cuello del Vigilante sin
darle tiempo de clamar a Dios.
Olor a Periódico corrió como loco por el infinito hasta llegar a la oficinadonde lo esperaba el recluso escribiente de la oficina del Director
encargado de la droga.
— ¿Qué pasa?— preguntó el escribiente.
— ¡Un Vigilante quiso quitarnos el dinero y lo mate!— dijo Olor a
Periódico entre temblores— ¡un Vigilante quiso robarme y lo mate! ─
repitió impulsado por el nerviosismo.
— ¡Has matado a un Vigilante! ─ exclamó.
— El tipo se puso bruto y nosotros no pudimos hacer nada— contestó
Olor a Periódico seguro de su decir.
— ¡No seas estúpido, preso no mata Vigilante! ¿Con quién andabas?
— preguntó intrigado por el ―nosotrosǁ
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— No puedo decirlo señor.
— Ven para acá.
— ¿Para qué señor?
— ¡Pasa bobo!— dijo esto mientras de un jalón lo hacía entrar en la
oficina.
Olor a Periódico sabía que mientras el hombre y sus jefes pensaran
que él no estaba solo, nada le pasaría; pues ningún otro recluso le
repartiría las bolsas de droga sabiéndolos capases de matar a uno de
sus repartidores por defenderles su dinero. Por otro lado, ellos
tampoco podían permitirse ser involucrados en este incidente. Por
estas razones, momentáneamente, Olor a Periódico estaba a salvo.
No obstante, una buena paliza, para tratar de inducirlo a revelar la
identidad de su acompañante, era inevitable, y Olor a Periódico estaba
consciente de ello, aun mas estaba preparado para recibirla.
— ¿Quién estaba contigo? — preguntaba el escribiente antes de
golpearlo. ─ No puedo decirlo señor — contestaba Olor a Periódico al ritmo de
las preguntas; sabiendo, como sabía, que, aunque lo golpearan, no lo
matarían.
Temprano en la madrugada terminó el interrogatorio y Olor a Periódico
salió golpeado, pero vivo, de las oficinas de la dirección. Llegó hasta la
escalera que llevaban al pabellón de los reclusos de mantenimiento y limpieza, y se acurrucó a pasar el susto. Allí lo recogió Cara Dulce en la
mañana.
Los comentarios sobre las vicisitudes sufridas por los reclusos del
pabellón de mantenimiento y limpieza no cesaban de circular. Incluso,
de vez en cuando, se veían pasar algunos heridos. Se les suspendió la
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visita y se les impidió salir del pabellón hasta para ir a enfermería. Todo
esto motivado al asesinato del Vigilante, del cual era responsable Olor
a periódico. El lobo de pelo blanco
Después de la perfecta y planificada muerte del Vigilante las presionessobre Cara Dulce y Olor a periódico bajaron. Olor a Periódico recobró
su liderazgo natural, todos lo veían con respeto, y nuevamente Cara
Dulce quedaba bajo su protección. No obstante, Olor a Periódico
aumentó la presión sobre Cara Dulce estimulándolo con
desconsiderados comentarios a concretar la venganza contra sus
violadores.
Una tarde cuando me disponía a descansar detrás de la imagen de
María Lianza, un bullicio repentino me hizo desistir de la idea. Los
gritos se expandieron por el pasillo y retumbaron en los calabozos,
―los tribunalesǁ, gritaban por todas partes mientras corrían a donde
se generaba el bullicio. Ante tal escandalo corrí con ellos, sabiendo, por los gritos, el motivo de los acontecimientos. Cuando llegué al
principio del pasillo ya un Vigilante había comenzado a leer la lista de
los reclusos a ser trasladados a los tribunales el día siguiente.
Cuando el Vigilante terminó de leer la lista, todas las miradas se
posaban sobre Cara Dulce; quien, casi sin creerlo, preguntaba una y
otra vez ―¿Qué día es hoy?ǁ; ―es miércolesǁ le contestaban algunos
reclusos en forma burlona. Conscientes de la responsabilidad
creciente frente a él, según se acercaba el día siguiente.
Cara Dulce entró a su mundo enrejado con la preocupación
estampada en el rostro, hasta ese momento la oportunidad de
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enfrentar a sus violadores era remota, un extraño brillo de miedo y
ansiedad jugueteaba en sus ojos. Yo volví a acomodarme en mi rincón
detrás de la imagen de María Lionza; desde ahí vi la agonía de sus
temores y el parto de un coraje sano y fuerte. No sé cuántas veces se
paró de la cama, ni cuantos suspiros de resignación escaparon de su
garganta en la espera del día siguiente, el cual sabía que llegaría;
pero no esperaba que él habría de verlo. Siempre pensó que algo
pasaría antes. Sin embargo, era su destino y no podía evitarlo.
─ ¡Tribunales!— gritó alguien a la mitad de la madrugada, no mucho
tiempo después de número, pero mucho antes del llamado adesayunar.
Todos los hombres registrados en la lista de tribunales corrieron rumbo
al comedor, bueno todos quienes no tenían comida, pues aquellos con
comida almacenada para la semana, solo se levantaban y la
preparaban, pues tenían cocina y todos los utensilios dentro de susmundos enrejados.
Cara Dulce saltó de la cama, sin más preámbulos se metió el ―medio
brazoǁ en el cinto y un pequeño chuzo en el bolsillo, y salió corriendo
rumbo al comedor, yo a duras penas logre asirme a su camisa.
Entramos al mundo donde comen los presos, era un mundo enorme,habían mesas y bancos de cemento por todas parte, no sé cuál era
finalidad porque nunca vi a nadie comiendo a una de esas mesas.
Había muchos Vigilantes, todos alerta y preparados para intervenir,
aunque eran tan pocos los reclusos que cualquier cantidad de
Vigilante era mucha.
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Como siempre, los presos entraron corriendo al mundo de cemento,
recogían sus bandejas y escudillas de una pila ubicada en la entrada y
continuaban corriendo. Pues aunque eran pocos, nunca se
arriesgaban a quedarse demasiado en un mismo lugar, salvo aquellos
presos obligados por las circunstancias o los compromisos a esperar a
alguien.
Cara Dulce como los demás. Entró corriendo, tomó su bandeja y
escudilla y continuó corriendo hasta la ventanilla donde se reparten
los alimentos. Allí estaban los dos compañeros del ayudante de Bam -
Bam repartiendo alimento. Estaban alegres y hacían bromas a cada preso en su pasar. Allí debió haberlos conocido el ayudante de Bam -
Bam.
Cuando llegamos a la ventanilla, Cara Dulce entregó la escudilla, uno
de los hombres la metió en un barril y la sacó llena de jugo. En ese
momento se acercó tanto que todavía no me explico porque CaraDulce no lo atacó. El hombre se alejó de la ventanilla mientras
bromeaba con su compañero, pero sin dejar de mirar al hombre de la
ventanilla. De pronto pareció reconocer su destino y de manera
apresurada trató de armarse con un cuchillo de cocina para
enfrentarlo. Pero antes de poder concretarlo, Cara Dulce sacó su
―medio brazoǁ de debajo de la bandeja, salto a la ventanilla y dándose un estirón sorprendente logró atravesar el cuello del hombre.
El otro hombre al ver su compañero herido, casi instintivamente, trató
de halarlo hacia atrás para evitarle el insulto de la daga en el cuello.
Pero Cara Dulce, pese a su incómoda posición casi atascado en la
ventanilla, aprovechó para sujetarlo de la mano y tráelo hacia él. El
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hombre forcejeo, pero Cara Dulce logró colocar el―medio brazoǁ en
el pecho. Muy pronto su brazo se llenó de sangre pues su
rudimentaria daga se hundía cada vez más en el pecho de quien fuera
compañero del ayudante de Bam– Bam el día de la violación. En ese
momento apareció un enorme cuchillo en la mano del moribundo,
Cara Dulce supo que su única esperanza de vida era alar con más
fuerza, pues estaba atascado en la ventanilla y tan cerca del hombre
que este solo había de empujar un poco para atravesarle el pecho con
el cuchillo, aparado en esa lógica, haló con todas su fuerzas hasta que
el hombre se resignó a la muerte. Empero, el moribundo, aún
continuaba con el cuchillo en la mano y con su último suspiro, antes de
caer, lo lanzó una puñalada atravesando la pierna de Cara Dulce
quien tenía como única preocupación buscar a siegas con su daga el
corazón de su enemigo.
Dos fuertes golpes en la cabeza lo hicieron percatarse de su realidad,
muchas personas habían visto como había matado a los dos hombres.Uno de los Vigilantes lo sacó de la ventanilla, no sin propinarle unos
cuantos golpes en el proceso. En ese momento me percaté de la
gravedad de la herida en la pierna.
Momentos después Cara Dulce estaba frente al Director; y yo con él,
nadando en excitación oculto en la solapa de su camisa. Cara Dulcehabía recibido algunos golpes en el traslado desde el comedor a la
oficina del Director.
─ ¿Tu pretendes ser muy bravo por matar dos hombres?— dijo el
Director, un hombre de elegante porte y actitud de jefe─. No, bravo has
de ser para soportar las consecuencias.
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─ Tómale la declaración y hazle un expediente para engordarle, aún
más, el de los tribunales— ordenó.
─ ¿Por qué lo mataste?— preguntó uno de los Vigilantes
─ Yo no mate a nadie — contestó Cara Dulce.
─ ¡Eres patrañero como ninguno, todos te vimos cuando lo mataste!
¿Cómo diablos puedes decir que no? ¿Tú prefieres una camisa de
golpes hasta que digas que lo mataste?— dijo el Vigilante indignado.
─ Tráete dos testigos presenciales de los hechos y se acabó el
problema— ordenó el Director secamente dando por terminada la
entrevista.
─ ¿Usted como que también esta fumado? No señor, los presos nunca
ven nada— replicó uno de los Vigilantes con algo de sarcasmo.
─ Será para que los maten— dijo otro.
─ Bueno busca a alguien, alguien debió haber visto— dijo el Director
en un tartamudeo. Luego pensó un poco para decir— ¿Y ustedes, no
vieron cuando lo mató?
─ Nosotros somos Vigilantes señor, nosotros no vemos ni oímos nada,
nosotros no nos metemos en eso.
Cara Dulce sonrió oyendo las palabras de los Vigilantes; pues dejaban
escapar su temor a los presos. Los Vigilante son capases de castigar a
cualquier preso hasta sus límites. Pero denunciarlos ante un juez
requiere plantarse a la vista de familiares, amigos y conocidos, no solo
del preso denunciado, sino también de todos los presos presentes. Y
quien hace eso, recibe el título de sapos, título asociado a los peores
destinos.
De pronto, uno de los Vigilantes recordó algo y se le iluminó el rostro.
─ Este hombre está respirando por la humillación, pues los muertos, y
otros más, lo violaron en el depósito.
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─ ¿Quiénes eran los otros?
─ ¡El ayudante de Bam– Bam era uno!
─ Bueno, de seguro ese hombre estará contento de continuar su
trabajo con este tipo. Él hará la acusación y saldremos de esto — dijo
el Director, entusiasmado por haber resuelto el problema de los
denunciantes.
Poco tiempo después se apareció uno de los Vigilantes con el hombre
vestido de bata blanca en momento de la violación.
─ Este fue uno de los violadores de ésta damisela— dijo haciendo un
gesto amanerado hacia Cara Dulce— ya hablé con él — continuó—y
está dispuesto a hacer la acusación formal en los tribunales.
─ Él no estaba en el comedor cuando se prendió el lio— dijo Cara
Dulce.
─ ¡Tú cállate, si yo digo quien estaba y quien estaba no. Y usted se
calla la boca! — lo regañó el Director.
Cara Dulce bajó la cabeza sin hacer ningún comentario. Pero yo pude
ver cuando sigilosamente sacó un pequeño chuzo del bolsillo de su
pantalón y con sorprendente calma se levantó por encima de los
presentes y clavo el pequeño chuzo en el pecho del hombre quien
vistió la bata blanca el día de la violación, el hombre se desplomo casi
inmediatamente.
─ Esto simplifica todo, ahora soy yo quien lo va acusar en el tribunal —
dijo el Director simulando indiferencia ante el hecho ocurrido. Quizás,
alentado por el chuzo de cara dulce clavado en el corazón del preso
quien vistió la bata blanca el día de la violación.
Un paseo por las sombras
Dos Vigilante, con el miedo en la sonrisa, arrastraban a Cara Dulce
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con la esperanza de no ser visto por los presos, pero si por sus
compañeros. Dos humildes trabajadores de prisiones, sin el
anonimato brindado por el grupo, con esposa e hijos, además vecinos
de muchos de los presos, arrastrando a un interno lacerado a golpes,
casi desmallado no es bien visto por los presos y puede crearle, al
Vigilante, la fama de verdugo o bruja, tan temida en los recintos
penitenciarios. Por otro lado un Vigilante audaz y valiente, capaz de
arrastrar a un preso castigado, es admirado por sus compañeros de
trabajo y, quizás, lo conduzca a un reconocimiento por su valentía. En
este contexto los dos Vigilantes trasladaban al preso, ocultos tras su
sonrisa y protegidos con un saludo entusiasta y camaleónico según
quien se cruzara en su camino.
Después de un largo andar, llegamos a una puerta mitad láminas de
hierro, mitad barrotes, descolorida y sucia como todas las puertas del
penal. Un hombre con botas platicas hasta las rodillas apareció de
alguna parte, abrió la puerta y los dos Vigilante entraron arrastrando a preso. El lugar era sombrío, con pequeños mundos a cada lado. Un
pequeño bombillo incandescente mal colocado en el techo,
guindando de sus cables, hacia precarios esfuerzos por alumbrar el
recinto, un agradable olor a sudor, orine y estiércol humano se
confundía en la atmosfera. La oscuridad era casi absoluta, quizás,
porque nuestros ojos no estaban acostumbrados. Uno de losVigilantes abrió un calabozo, o tigrito, como le dicen los presos,
ubicado en el fondo del pasillo insondable, allí nos lanzaron como un
saco de cosas.
Un tigrito es un mundo enrejado donde un hombre, si se acuesta,
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debe sacar sus pies al infinito. La oscuridad era agradable para mí, sin
embargo, al llegar supe que habría de tener mucha competencia pues
se podía oír sin mucho esfuerzo el bullicio de las vecinas. Apoyado en
mi experiencia no poca para el momento según he relatado, en aquel
paraíso mi única posibilidad de sobrevivir era continuar aferrado a
Cara Dulce y aprovechar el sangramiento constante de su pierna para
alimentarme.
Cara Dulce cayó al piso pesadamente, al caer trituro algunas de mis
nuevas vecinas; para mí pensar, sintió asco por los cadáveres
triturados porque estuvo un buen rato tratando de limpiar el sucio desus manos.
─ Epa ¿Qué es lo que?— dijo un hombre con vos profunda desde
alguna parte del recinto.
─ ¿Quién vive? cante para conocerlo— dijo Cara Dulce; dudando,
según mi entender, de la presencia de otro ser humanos en aquel lugar.
─ ¿Quién va a ser? otro preso gafo — replicó la vos profunda,
permitiendo ahora precisar su origen. Venía del tigrito del lado.
─ Uff―panaǁ, esto huele a piso de cochinera — dijo Cara Dulce con el
ánimo de hacer conversación.
─ ¿Qué hora es? —preguntó el recluso haciendo caso omiso al comentario de Cara Dulce.
─ No sé chamo, no tengo reloj. Encima solo traigo una camisa de
golpes y varios huesos rotos— contestó Cara Dulce molesto por la
omisión de su comentario.
─ Pero ¿es de día o es de noche?— insistió el recluso vecino.
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─ ¡Échale al rincón!— gritó Cara Dulce cuando le tocó su turno y la
sombra obedeció. — ¡¿Qué pasó diablo?! ¡Me estas mojando! — gritó,
molesto, Cara Dulce a la sombra. Quien para su asombro soltó una
estruendosa carcajada sacudiendo el recinto. Carcajada imitada por
muchos de los misteriosos seres recluidos en el lugar.
Cara Dulce pareció sentirse como un estúpido ante las carcajadas
colectivas, pero mantuvo su posición de mantenerse seco, lo cual
hacia más intensas las burlas y risas. Sin embargo, la sombra aceptó
no mojar a Cara Dulce y obedientemente apuntó el chorro hacia los
rincones por él señalados, con la finalidad de mover el sucio y algunos
cadáveres de mis nuevas vecinas trituradas por el cuerpo del recluso
al llegar.
La sombra se retiró justo cuando otro recluso grito las diez y otro lo
secundó diciendo ―numero veinticuatroǁ.
─ ¿A qué horas traen comida? — preguntó Cara Dulce rompiendo el
nuevo silencio.
─ Ya repartieron comida hoy. La comida se reparte una sola vez al día
— contestó su vecino con vos calmada, perdonando la discusión
suscitada a la llegada de Cara Dulce.
─ Tengo panzón, no he comido hoy — quería decir que tenía hambre.
─ Tranquilo ―panaǁ, todos al llegar traemos el estómagos vacío y
espalda llena de golpes. Pero lo peor viene después, Con el tiempo
hasta los golpes hacen falta. Aguanta la pela, la papa vendrá ─ dijo
esto último refiriéndose a la comida.
Después de un tiempo Cara Dulce rompió de nuevo el silencio para
buscar consuelo en su compañero.
─ El calor es duro y tengo sed.
─ ¿No mojaste la ropa?— preguntó el de la vos profunda sabiendo,
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como todos, que no lo había hecho.
─ ¿Qué son toca la ropa en este baile?
En el ambiente se sintió la sonrisa del vecino de la vos profunda.
─ ¿Qué pasó nuevo?— intervino otro recluso desde la reja del frente,
su vos sonaba infantil, pero muy segura.
─ No mojó la ropa— contestó el de la vos profunda.
─ Nuevo, si quieres no te mojes tú, pero necesitas mojar unos trapos,
si quieres vivir, así es como se guarda agua. Ahora te va a toca
espérate la manguera de mañana.
─ ¡mañana es mucho esperar! — exclamó Cara Dulce en un murmullo,
aceptando su estupidez al evitar ser mojado.
─ Chamo, ¿tienes mucha sed?─ Preguntó el de la vos profunda.
─ Si chamo, tengo tierra en la garganta ¿Tú tienes agua?
─ Pon un zapato ─ ordenó Vos Profunda
Me pareció muy noble el gesto del hombre, dada la actitud hostil del
recién llegado. No obstante el gesto, el recelo de Cara Dulce
prevaleció por algunos segundos, tiempo suficiente para imponerse el
temor a una sed prolongada. Obligado por la sed, hecho el recelo a un
rincón y con humildad se quitó el zapato y lo sacó por la reja
poniéndolo al alcance de la mano del hombre de la vos profunda.
Vos Profunda acercó el zapato, sacó su camisa mojada a través de las
rejas y la exprimió dejando caer un pequeño chorro de líquido dentro
del zapato. Cara Dulce tomó el zapato y bebió de un trago su
contenido. Cuando el líquido, con sabor a pies y a cuero añejo, hubo
pasado por su garganta Cara Dulce entendió su situación. Estaba
encerrado donde los desechos humanos encierran sus desechos y de
allí no habría de salir vivo sin no aceptaba su circunstancia, los
hombres que lo acompañaban desde las sombras estaban resignados
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y él, tarde o temprano, se resignaría y mientras menos tiempo pasara
menos duro habría de ser.
─ Chamo— llamó Cara Dulce.
─ ¿Qué pasó?— preguntó el vecino de la vos profunda.
─ Toma, toma el zapato y disculpe el rebote— dijo esto y le ofreció el
zapato francamente arrepentido por su actitud al llegar al recinto. Sin
embargo a mí me pareció estúpido, pues ya conocía la utilidad del
zapato y quedarse con uno solo era un riesgo. Pero, quizás, quiso
hacer algo como ser humano antes de sumergirse en sus
circunstancias.
─ Muchas gracias―panaǁ — dijo el de la vos profunda agradecido—
¿Qué patín pelaste? ¿Por qué estás aquí?— dijo ahora tratando de
iniciar una conversación.
─ Mandé un tipo para el barrio de los acostados frente al Director—
dijo Cara Dulce con cierto orgullo— ¿Y usted que patín peló?
─ No sé―panaǁ, un tipo mató a un Vigilante y me echaron el ganso a
mí — dijo el hombre haciendo su vos aún más profunda — me dieron
tremenda pela, y me tiraron aquí, ―y de aquí me sacancuando me
mueraǁ así me dijeron los muy desgraciados— se mofó airado el de la
vos profunda.
Yo pensé en Olor a Periódico porque ese era su muerto; Y, sin
proponérmelo, creí culpable a Cara dulce por el compañerismo
existente entre los dos. Pensando en eso, consideré justo el obsequio
del zapato al hombre.
─ Pero yo llegó a conocer a ese diablo, por quien estoy aquí, y lo hago
roda bien feo. Porque eso que él me está haciendo, no es de
caballero. Ni siquiera me ha mandado una bomba o un barco, para
disculparse
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Una bomba es algo de dinero y un barco es una bolsa de comida.
Cara Dulce permaneció callado mientras el hombre de la vos profunda
hablando descargando sus frustraciones. Según mi pensar, más allá
de las palabras, los dos hombres no guardaban esperanzas de salir
vivo de allí.
─ ¡Once de la noche, once de la noche!— gritó uno de los reclusos.
─ ¡Veinticinco!— replicó otro.
─ ¿Qué significa esos gritos? — preguntó Cara Dulce a Vos Profunda.
─ Así es como sabemos qué hora es y en qué tiempo vivimos.
─ Pero entonces están bien pelado, porque cuando yo llegué
anunciaron las ocho y eran como las cuatro de la tarde— se burló
Cara Dulce.
La vos profunda del hombre dejó escapar una alegría inesperada.
─ ¡Epa, a las ocho eran la cuatro, corrijan!— gritó a todo pulmón.
Enseguida un conjunto de voces se echaron a la tarea de sacar cuenta
para ajustar la hora. Me sorprendió la tardanza en conseguir la
respuesta matemática a un problema tan fácil. Después de una
afanosa labor mental y sucesivas rectificaciones, se pusieron de
acuerdo en la hora y en ese momento todos comenzaron a gritar
―son las siete de la nocheǁ. Aprovechando el afán de los hombres por
opinar sobre la hora, traté de calcular, por las voces, el número de
hombres en el recinto; pero el consenso volvió las voces algarabías, y
esto no me permitió el cálculo, pero eran muchos.
Los gritos anunciando la hora irrumpían en el silencio según el ánimo
y la concertación del su voceado: unos tardaban más, otros menos.
Pero después de muchos gritos decidí dar un paseo. Aquello era un
paraíso, había vecinas por todas partes a lo largo del recinto, olían a
estiércol y orine, había lágrimas, había presos muriendo, había
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todo como él esperaba, se acomodó en un lado del calabozo con la
esperanza de descansar. La pierna herida de Cara Dulce estaba
desnuda, aprovechando esta circunstancia, me acomodé en la herida
y comí hasta saciarme. Luego bajé por su pantalón y me acomodé
debajo de su cuerpo para aprovechar su calor. Algunas de mis vecinas
trataron de competir conmigo por el lugar, pero retrocedieron al ver mi
voluntad por conservarlo. Cuando uno vive de un miserable debe
defenderlo.
Después de corregir la hora, esperaron a que el recluso
correspondiente anunciara las diez para procurar dormir. Pero antes
de acomodarse, en busca del escurridizo sueño, le asignaron a Cara
Dulce el número treinta y tres, de este modo cuando el número treinta
y dos terminara de contar sesenta veces sesenta le tocaría a él y según
sus cálculos eso sería a las ocho de la mañana.
Cara Dulce estaba a la espera de comenzar su conteo de la hora
cuando la vos de la sombra se dejó oír. ─ ¡La sambumbia!— gritó.
Todos los presos se pusieron en pies y se escucharon ruidos extraños
a lo largo del recinto.
─ ¡Nuevo, nuevo…!— lo llamó Vos Profunda.
─ ¿Qué pasa?— respondió Cara Dulce pretendiendo descoser los
acontecimientos. ─ ¡Es la papa!— dijo la vos, refiriéndose a la comida.
Cara Dulce no hizo comentario a la información del hombre de la vos
profunda. Sin embargo, esperaba con ansiedad la llagada de la
sombra arrastrando algo parecido a una gran paila.
─ ¿Dónde te la echo?— preguntó la sombra a Cara Dulce mostrando
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sus manos llenas de algo. Cara Dulce confundido ante la oferta del
hombre reaccionó según sus instintos y extendió la manos esperando
fuesen llenada con ―el algoǁ de las manos del hombre.
─ ¿No quieres más?— preguntó la sombra a Cara Dulce con una leve
carcajada de burla ante la novatada.
─ No quiero más — optó por decir Cara Dulce ante lo engorroso de
mantener tanta comida en las manos; pero tan poca para pasar el día.
La sombra continuó repartiendo comida entre chistes y burlas con
cada recluso; pero sin contestar a ninguna pregunta. Así se mantuvo
hasta salir del recinto.
─ ¿Por qué no quisiste más? — preguntó Vos Profunda.
─ No tenía donde echarla, se me acabaron las manos — contestó
Cara Dulce.
─ ¡Tú si eres pendejo!
─ ¿Por qué?— preguntó Cara Dulce con real inocencia.
─ Con esa comida vas a pasar el día y la noche, cuando el tipo pasa
debes agarrar toda la comida posible.
─ No tenía donde echarla— repitió cara dulce
─ ¡Para eso son los zapatos! ¡Por Dios, échala en el zapato!— casi lo
regañó Vos Profunda.
En un primer momento Cara Dulce entendió las palabras de Vos
Profunda como una broma, pero la seriedad del hombre lo hiso
entender la cotidianidad en la manera de comer y almacenar comida.
─ La mitad de los tipos de aquí, la echa en el suelo ¿y tú te quejas por
echarla en el zapato?— Continuó reprochando Vos Profunda— vamos
a ver dónde la vas a echar cuando se te rompa el zapato— Vos
Profunda hizo una pausa para luego continuar más reflexivo— los
zapatos no duran mucho cuando son útiles, las cosas útiles no duran
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mucho.
─ ¡Las siete!— gritó el recluso a quien le tocaba llevar la hora.
─ ¡Las siete!— repitió otro con más fuerza.
─ ¡Las siete!— grito casi la mitad de los reclusos del recinto.
─ ¡Número treinta y tres!— grito un recluso.
─ ¡Número treinta y tres!— repitió Cara Dulce percatándose de ser el
causante de la algarabía. Dicho esto comenzó su conteo.
En el momento de comenzar su conteo, de sesenta veces sesenta, se
abrió la reja y la sombra entró de nuevo arrastrando la manguera, casi
enseguida se hoyo el húmedo ruido del agua cayendo sobre los
presos.
─…Dos, tres, cuatro, cinco, seis… — continuó contando Cara Dulce.
Por fin la sombra llegó a donde estaba Cara Dulce, quien sin dejar de
contar se atragantaba con el chorro de agua. Así mismo se sacó el
pantalón y lo empapo.
─ Cuarenta y cinco, cuarenta y seis, cuarenta y siete. ¡Échame en la
herida de la pierna, cuarenta y ocho!
Cara Dulce hacia indicaciones a la sombra orientando donde dirigir el
chorro de agua para limpiar la celda, para lava, a tientas, alguna ropa
sucia, para lavarse a él, lavar su herida y lavar su carácter.
─ Aprende rápido el nuevo— dijo la sombra
─ Ya aprendiste a coger el agua, ahora debes aprender a coger la
sambumbia —, así se despidió la sombra y continuó su camino
repartiendo agua con la manguera.
─ ¡Cincuenta y nueve, sesenta, las ocho!— gritó Cara Dulce, era la
última cuenta de sesenta.
El aprendiz de lobo
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En una ocasión iniciaba Cara Dulce el conteo de la hora, sesenta
veces sesenta como ya expliqué, y súbitamente comenzó a llorar y a
pedir un milagro, no sé a quién. Andaba yo en esa ocasión
merodeando por el techo, justo encima de él, cuando levantó sus ojos
buscando, no sé qué, y pude verlo de frente; según mi pensar, a pesar
de la oscuridad, él también me vio. Desde entonces tuvimos una
relación muy especial. Pues, a mi entender, de alguna manera, me
reconoce entre todas mis vecinas y me respeta.
En medio de las sombras llegaban muchas vecinas en busca de las
migajas de la sambumbia. Pero, para su desgracia, ya Cara Dulce laadivinaba en la oscuridad y sin misericordia las aplastaba con sus
manos. En algunas oportunidades estuve, también yo, a punto de
seguir ese destino. Pero, como les dije antes, Cara Dulce es un
hombre que reconoce y respeta su desgracia y en todas esas
oportunidades me dejo ir. Su respeto por mí me hizo perder mi respeto
por él y con el tiempo me permití caminar por su piel sin tomar mayores precauciones, e incluso jugar en su herida mientras él resignado y
sumiso me contemplaba.
Las rondas de conteo continuaron sucediéndose y entre ronda y
ronda, unos presos se iban y otros llegaban, en ocasiones quienes se
iban regresaba, pero las rondas de conteo no se detenían. El tiempollevó de la mano a Cara Dulce y a Vos Profunda hasta ponerlos a
contar uno después del otro. En mitad de uno de esos conteos sucedió
el milagro, súbitamente el recinto se llenó de luces deshaciendo las
suposiciones de los lugares más oscuros. La sombra que nos atendía,
venía entre los chorros de luces sin permitir a ninguno iluminarlo, era
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─ Bueno señores hoy se acaba su castigo y se van a sus pabellones.
Los presos se regocijaron con la noticia, yo también me alegre por la
noticia pues hasta las cosas buenas, en exceso, se vuelven malas. Las
dos columnas de hombre echaron a andar rumbo a los pabellones.
Pero, cuando Vos Profunda pasaba frente al hombre gordo, ́ éste lo
detuvo poniéndole la mano en el pecho.
─ ¿Para dónde vas tu pajarito? – dijo el hombre gordo mientras
sacaba a Vos Profunda de la fila de hombres.
Cara Dulce continuó caminando a paso ligero con la fila. No obstante,
pude ver cuando el hombre gordo golpeaba al de la vos profunda en
el estómago, un alarido de dolor siguió el golpe; casi inmediatamente
se escuchó otro alarido, pero en esta ocasión no pude ver cuando el
hombre gordo propinó el golpe al de la vos profunda. Sin embargo, los
alaridos continuaron por un buen rato hasta diluirse entre las paredes.
Debido a las reiteradas muecas, de algunos reos para señalarle mi
presencia a Cara dulce sobre su cabeza, opte por dejarme caer sobre
los restos húmedos de sus otrora pantalones, los cuales llevaba en la
mano. Todos corrían desnudos y felices sujetando con fuerza sus
raídos trapos húmedos y secos.
Por fin llegamos a nuestro pabellón, de la fila de hombres desnudos se
desprendieron cuatro. Cara Dulce se sorprendió, y yo también, al ver
los otros tres; no esperábamos compañía tan cercana. Uno de los
Vigilantes apostado cerca de la puerta tomó un llavero de su cinto y
abrió la enorme puerta de hierro. Los cuatro hombres pasaron. Yo,
desde mi escondite en la ropa húmeda de Cara Dulce, volé hasta la
pared.
No sé cuánto tiempo permanecimos en el pote, como le decían los
Vigilantes; pero en nuestro pabellón había muchas caras nuevas y
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algo de sorna.
─ No―panaǁ, ese tipo se ha mantenido pagándole protección a todo
el mundo para no rodar. Pero el dinero en estos lares no dura mucho,
aunque el saco se esté rompiendo. Tarde o temprano lo van a poner a
lavar interiores.
─ Se ve muy chamo— dijo cara dulce para indicar la juventud extrema,
para el lugar, del hombre de cabello rizado.
─ Está en la edad adversa
─ ¿A qué cosa llamas tú la edad adversa?— bromeó cara dulce con la
expresión de su compañero.
─ Es la época en la cual los hombres son queridos, respetado y
admirado solo por su edad. Pero esa edad viene acompañada de la
envidia y la mezquindad de quienes no la tienen; en esa edad la
policía te cree malo solo por ser joven, te golpea como a hombre y
esperando respondas como niño. Es la edad en la cual viajas parado
en los autobuses porque debes ceder el puesto a los más adultos, la
edad en la cual debes llevar los paquetes más pesados, y lo más duro
es que en esa edad no tienes la experiencia suficiente para
defenderte. Es la edad de la adversidad
─ Tienes razón, nunca había amarrado mi burro en ese tronco—
aceptó Cara Dulce— préstame tu paño, el mío hiede a viejo— dijo ya
dando por terminada la conversación y dispuesto a salir del mundo.
─ Agárralo para ti — dijo Olía a Periódico, no sé si se refirió al paño o
al hombre de cabello rizado.
Cara duce se colocó el paño de Olor a Predico en la cintura y salió de
la cerda rumbo al baño. La cicatriz de la pierna superaba en tamaño a
la herida iniciar, pero había sanado.
Cara dulce venía del baño cuando un grupo de recluso llamó su
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cusa de la pena si es la primera entrada en la cárcel.
─ Todos los problemas tienen solución; los que no, son parte de
nosotros y esos no son problemas, son poderes para transformar a los
demás — dijo esto con una sonrisa parecida a la de un político en
elecciones.
Un grupo de presos lascivos se asomó en la reja de nuestro mundo.
─ ¿Qué pasó?– Preguntó uno de ellos – si no lo vas a disfrutar
pásanoslo para acá.
En ese momento entró a nuestro mundo enrejado Olor a Periódico.
─ Vista chamo, esa gente está pendiente de someter al chamo, si lo
vas a agarrar para ti, debes hablar claro; sino, déjalo a su suerte para
que enseñe que trae en el pecho.
─ Tranquilo, yo velaré por él– replicó Cara Dulce
─ ¿Lo va a agarra de peluche?– Preguntó Olor a Periódico.
─ Tengo ganas – respondió Cara Dulce.
─ No te metas en problemas, ese chamo es un adicto y adicto no es
gente.
─ ¿Tú tienes plata?– preguntó Cara Dulce a Cabello Rizado.
─ Yo no quiero rollo por drogas ajenas; pero está escrito en la frente
de San Pedro que si proteges a un adicto los problemas te seguirán–
advirtió seriamente Olor a Periódico.
─ No, pero puedo conseguirla– respondió Cabello Rizado a Cara
Dulce, ignorando las palabras de Olía a Periódico.
─ Esta dicho, eso es todo– dijo Cara Dulce sorprendiéndonos a todos
con su seguridad.
Cara Dulce terminó de vestirse con su ropa hedionda ha guardado.
Luego esculcó en uno de los tubo de la cama, al no encontrar lo
buscado, interrogó con airada mirada a Olía a Periódico; quien, sin
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inmutarse, con un gesto le aconsejo orientar su búsqueda a otro tubo.
Cara Dulce revisó donde se le indicaba y sonrió al encontrar su medio
brazo, una enorme barra de hierro del tamaño del antebrazo humano,
con una punta bien elaborada y filo por los dos lados.
─ Vente, vamos a la cantina– ordenó Cara Dulce a Cabello Rizado
mientras se calzaba su―medio brazoǁ en el cinto.
Cabello Rizado lo siguió sumisamente. Los reos, a su paso, lo miraban
sorprendido; pero ninguno se atrevió, ni a dirigirle la palabra. Su
actitud desafiante y segura hablaba claramente de su apoyo a Cabello
Rizado, también dejaba ver su disposición a enfrentar a quien tocara a
su protegido. Caminé por las paredes y el techo tras la pareja
admirado por el respeto, ahora, irradiado por Cara Dulce; pues los
presos comentaban en baja vos su estadía en el pote y hacían
conjeturas insólitas sobre las causas de su confinamiento, esa es una
condecoración solo para los más fieros, y a la que pocos sobreviven.
Cara Dulce y su acompañante se detuvieron en la cantina.
─ Epa chamo dame dos catalina y un refresco para matizar el hambre
mientras pido ─ comenzó diciendo Cara Dulce al cantinero ─. Ahora
dame, cuatro kilos de harina… – Cara Dulce pidió comida, pidió
dulces, pidió cigarrillos y todo en exceso– mañana éste te pagará en
plena– dijo al final.
─ Bueno tú sabes cómo es eso. Tu boca sea la medida y tu pecho la
garantía– replicó el recluso encargado de la cantina.
─ No te preocupes mañana te pagaré. Si no te pago, te traigo la
cabeza de éste tipo.
─ Yo no voy a hacer nada con su cabeza, el negocio está en el dinero.
─ Tranquilo– sentenció Cara Dulce mientras se alejaba con todos los
producto entre sus brazos.
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Cara Dulce se sentó en su cama con toda la comida, los dulces y
golosinas obtenida en la cantina y se dedicó a comer sin recato y sin
decir palabra, Cabello Rizado en silencio lo miraba sorprendidos.
─ Quiero salir – dijo Cabello Rizado por fin, fastidiado de solo velar el
apetito de Cara Dulce, sin hacer ni decir nada.
─ Anda y si te dicen o te hacen algo corre para acá.– dijo Cara Dulce.
Cabello Rizado sonrió confiado ante las palabras del hombre.
─ Espera un momento– dijo Cara Dulce interrumpiendo la salida del
compañero - ¿Cuánto tiempo tiene viviendo aquí?– preguntó sin dejar
de comer.
─ Uff más de un año– contestó Cabello Rizado con extraño orgullo.
La otra pregunta debió hacerse, yo la tenía preparada. Pero a Cara
Dulce se le congeló la comida en la boca y, lo nunca imaginado
sucedió, una lágrima rodó por su mejilla y se desperdició en su
pantalón; pues aunque hubiese volado no la hubiera alcanzado.
Cabello Rizado no se percató de la circunstancia de Cara Dulce y sin
detener su impulso salió del mundo enrejado.
─ Tanto tiempo– susurro Cara Dulce para sí mismo– tanto tiempo–
repitió para mí.
Cara Dulce continuó comiendo, pero ahora sin el entusiasmo de antes;
a mi entender, solo comía con la sola intención de hacer algo mientras
dejaba caer las rapidísimas lágrimas escapadas de sus ojos.
─ El hambre, en el pote, estuvo ruda, ¿No? – comentó Olor a Periódico
cuando entró a nuestro mundo enrejado.
Olor a Periódico se quitó la camisa, se acomodó en su cama y se
acorrucó entre las sabanas.
─ Ya es hora de ir a los brazos de Morfeo dijo Olor a Periódico
bromeando.
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─ En el pote los días son más largos – replicó Cara Dulce.
A lo dicho por Cara Dulce, Olor Periódico hizo caso omiso. Terminó de
acomodarse en la cama sacándose el chuzo del cinto y acomodándolo
debajo de la cabecera. Momentos después regresó Cabello Rizado.
Cara Dulce hizo caso omiso de su presencia. Tomó los restos de su
comilona y los acomodó debajo de la cama. Se revisó la herida de su
pierna, estaba sana, pero por costumbre la limpió con un pedazo de
tela tomada de alguna parte. Luego, de forma automática, arrojo la
tela a un rincón del mundo.
─ Recoge esos trapos del piso, después hieden a mierda– dijo Olor a
Periódico desde donde estaba acurrucado.
─ Creí que estabas dormido. – dijo Cara Dulce mientras hacia un
gesto a Cabello Rizado ordenándole recoger la tela utilizada.
Me sorprendí por la repuesta de Olor a Periódico y supe, en el
momento, que Cara Dulce debía reaprender a dormir con sueño
ligero. Pues ahora estaba obligado a mantenerse alerta.
─ Yo ¿Dónde duermo? - preguntó Cabello Rizado al ver a Cara Dulce
en su otrora cama.
─ ¿No tienes otra colchoneta?
─ No chamo.
─ Alquila una, para eso son los reales.
─ No tengo real.
─ ¿Mañana viene tu familia?
─ Si.
─ Entonces tienes real, busca un jibaro y alquílale una colchoneta.
Cabello Rizado salió de la cerda y diez minutos después apareció
abrasando una colchoneta. Cuando llegó, ya Cara Dulce estaba
acomodado para dormir.
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─ Ponla pegada de la reja, porque muchos hombres durmiendo juntos
se ven feos ─ dijo Cara Dulce a Cabello Rizado, quien llevaba
intenciones de colocar su colchoneta, en el piso, entre la cama de
Cara Dulce y la de Olor a Periódico.
El hombre obedeció y acomodó su cama junto a la reja, impidiendo el
paso. Olor a Periódico a quien todos dábamos por dormido, metió la
mano entre las imágenes, donde yo me encontraba, y sacó una
pequeña cadena con un gran candado y se la tiró a Cabello Rizado,
quien puso cadena y candado a la reja.
Perros de colmillos largos
Muy temprano comenzó el movimiento de los presos preparándose
para la visita. Cuando me asomé, de detrás de las imágenes, me
sorprendí al ver que ya no se encontraban, en el mundo enrejado,
ninguno de mis tres compañeros. Agobiado por la soledad, Salí a
caminar en busca de algo de entretenimiento. Los presos estaban
concentrados en sus labores; por ello, aun cuando el trabajo eraafanoso, las voces eran escasas. Y este extraño silencio, rodeado de
los sonidos productos de los vaivenes de los trastes engalanadores
del recinto, era un claro preludio del avenimiento de los seres
queridos para la mayoría de los presos. Súbitamente el extraño
silencio pario un enorme murmullo, y un impresionante rio humano
inundo el espacio. Por primera vez Cara Dulce parecía esperar aalguien, miraba los rostros con entusiasmo, respondía a las sonrisas y
les brillaban los ojos, indudablemente estaba esperando a alguien.
Cuando la esperanza se diluía en la espera, en mitad de la gente,
Cabello Rizado comenzó a hacerle señas. Cara Dulce comprendió
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con algo de sarcasmo.
La mujer entregó el rollo de billetes a su hijo y sumisamente se quitó el
pequeño y barato reloj para entregarlo Cara Dulce. Era una forma sutil
de medir cuanto estaba dispuesta la majestuosa señora a sacrificar
por la protección de Cabello Rizado. Y ella demostró con su gesto
impensado que nada le era sagrado por el cuidado de su hijo.
─ Cuídelo bien— dijo, ahora más secamente, pero igual de amable.
─ No se preocupe señora, yo tengo ojos en la espalda, estoy aquí y
allá, y soy amigo de la pelona.
Cara Dulce extendió su mano y ella la tomó sin recelo. La mujer se
despidió de su hijo con un beso y un largo y fuerte abrazo.
Yo volví al mundo enrejado, no sin antes pasar por uno de los mundos
donde hubo una riña entre uno de los reclusos y su mujer quien vino a
visitarlo. Aparentemente él se enteró de la infidelidad de ella por boca
de un recluso recién llegado y en castigo la chuceó en una pierna, de
esta manera, obligó a otro recluso a defenderla y danzaron los chuzos
por un buen rato. Lo importante de lo narrado, fue la comida
generada. Yo aproveche para darme un generoso banquete antes de
volver a mi mundo enrejado.
Estaba acomodándome en la imagen de María Lionza cuando entró
Cara Dulce con el rostro iluminado de esperanza. Poco tiempo
después de llegar Cara Dulce, entró Olor a Periódico con Cabello
Rizado.
─ ¿Qué es lo que?, ¿Recibiste visita?— Preguntó Cara Dulce a Olor a
Periódico.
─ De bomba que sí, mi mujer nunca falla— contestó Olor a Periódico
orgulloso de la fidelidad de su mujer.
─ ¿Entonces, comió el canario? — bromeó Cara Dulce refiriéndose al
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acto sexual.
─ ¿No lo va saber tú?— replicó Olor a Periódico.
─ ¿Y tú? ¿Dónde está lo mío?— dijo Cara Dulce, dirigiéndose a
Cabello Rizado. Mientras veía una y otra vez, el reloj obsequiado por
la impresionante dama.
─ ¿Lo mío de qué?, yo no tengo nada tuyo— contestó Cabello Rizado
sorprendido por la petición de Cara Dulce
─ ¡Cómo qué no tienes nada mío, Gafo! ¿Tú crees que yo soy tu Ángel
de la guardia, o que te estoy protegiendo porque tú eres bello?— dijo
molesto.
─ No, pero mi mamá te regaló el reloj— dijo Cabello Rizado mientras,
sumisamente, sacaba de su bolsillo dos paquetes de dinero; de los
cuales, ofreció el más pequeño a Cara Dulce. Era el mismo paquete ya
ofertado por su mamá horas antes.
─ Tú eres bobo, o le tiras piedras a la luna— dijo Cara Dulce al
momento de levantarse de la cama para arrebatarle a Cabello Rizado
los dos paquetes de dinero de las manos.
Cara Dulce tomó los dos paquetes de dinero y los deslió para contarlo,
después de contado procedió a dividirlo en dos montones, entregó
uno a Cabello Rizado y se metió el otro en el bolsillo. Cabello Rizado
tomó su montón de dinero casi agradecido por la gentileza de Cara
Dulce. Los tres hombres quedaron en silencio por un largo rato, al
comprender que no tenían nada más por decir, se recostaron en sus
camas. Cabello Rizado buscó bajo la cama de Cara Dulce, sacó su
colchoneta y se acomodó como siempre a los pies de sus amigos,
pegado a la reja.
No había pasado mucho tiempo cuando Cabello Rizado se levantó de
la colchoneta y se dispuso a salir del mundo enrejado.
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Por otra parte, Olor a Periódico parecía el más experto del trio y no se
cansaba de darle consejos de cómo deberían portarse para enfrentar
cualquier acusación; les asesoraba legalmente para que las,
seguramente mal intencionadas, preguntas no los comprometieran.
Pero sobre todo repetía una y otra vez,―nunca se declararan
culpablesǁ. Les explicaba, paso por paso, los sucesos a suceder en los
tribunales y los sucesos a explicar al juez e incluso explicaba los
gestos y poses a adoptarse cuando le hicieran ciertas preguntas.
Pasada la media noche, todavía mis compañeros estaban arreglando
las ropas a vestir en el tribunal. Olor a Periódico le prestó una camisa aCara Dulce y Cabello Rizado un pantalón recién planchado traído por
su mamá en la última vista. A ambos les puso objeciones; pues, según
él, no iba con su estampa, pero terminó aceptando ambas piezas de
vestir.
A media madrugada llamó a comedor, el Vigilante designado, a losreclusos previamente seleccionados para ir a los tribunales. Antes de
darme cuenta ya Cara Dulce se había vestido y salido del mundo en
fugas carrera, sin darme tiempo de asirme a él para acompañarlo.
Aceptando mi descuido me quedé merodeando por el mundo en
espera de mis compañeros.
En realidad, me entusiasmaba la idea de contemplar la libertad y ver,
con mis ojos, el más añorado anhelo de un preso. Sabiendo que uno,
de mis tres compañeros regresaría, me subí al techo a esperar su
entrada. No fue necesario esperar mucho, después de unos instantes
mis tres compañeros estaban de regreso buscando afanados las
ropas acomodadas con esmero la noche anterior. Cuando miré de
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nuevo ya estaban impecablemente vestidos, esperando para ir a los
tribunales. Yo continuaba en el techo sin saber cómo asirme a uno de
aquellos tres impecables hombres. Me estaba resignado a que su
pulcritud me sacara del paseo cuando, súbitamente, Olor a Periódico
sacó de debajo de la cama un pequeño morral, algo descolorido por
el tiempo, pero aun con rasgos verdosos, su color original; en el colocó
un paño, una camisa extra y algunos efectos personales como
desodorante y pasta dental. También sacó de debajo de su colchoneta
un pequeño chuzo y lo envolvió cuidadosamente en la empuñadura
de la agarradera del morral. Se veía extraño, el pequeño y descolorido
morral en un hombre tan impecablemente vestido.
─ ¿Para que llevas eso?— preguntó el Cara Dulce.
─ Dios dice: cuídate que yo te cuidaré. Vamos a tribunales y en esos
lares hay muchos equivocado.
Cara Dulce lamentó no haber sido el padre de tan genial idea, sobretodo porque se contaban muchas historias de los traslados a los
tribunales.
Sin embargo, aquella fue mi oportunidad de acompañar el trío. Y
cuando salían me deje caer sobre el morral y me acomode al fondo.
Después de todo, las previsiones de Olor a Periódico, podía ser el
origen de un suculento banquete.
Los reos llegaron a los tribunales esposados a los asientos de un viejo
autobús con los símbolos de la Guardia Nacional, al bajar nos
encontramos en la parte trasera de un moderno, pero descuidado
edificio. A Olor a Periódico le revisaron nuevamente el morral. A pesar
haberle revisado, el morral en varias oportunidades, no le habían
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encontrado nada porque él nunca soltó la empuñadura del morral
donde guardaba el chuzo.
Un Guardia ordenó formación en fila. Una vez formado comenzó a
subir una escalera mecánica descompuesta e hizo una señal a la fila para que lo siguiera. Al final de la escalera estaba una reja, la cual
abrió, y colocándose a un lado fue abriendo las esposas de los presos
y haciéndolos pasar a un extraño mundo iluminado, escasamente, por
un bombillo de poco amperaje.
─ Buenos días señores, hemos llegado al ―llegaderoǁ — dijo unrecluso, con escape de saliva al hablar, cuando entró el último recluso
y el Guardia cerró la puerta — aquí quien reciba dinero o papa deberá
compartirla con los ―panasǁ — continuó diciendo mientras extraía de
la suela de su zapato una pequeña y delgada hoja metálica, la cual
envolvió con un trozo de tela en unos de sus extremos convirtiéndola
en un chuzo.
Olor a Periódico haciendo caso omiso al hombre de la saliva se fue
hasta un rincón del mundo y aló consigo a Cara Dulce y a Cabello
Rizado. El hombre, con escape de saliva, lo miró desafiante. Pero no
dijo nada porque en ese momento. Comenzaron a llamar los primeros
reclusos para comparecer ante el tribunal.
Según mi experiencia con estos hombres, el banquete habría de
presentarse en cualquier momento. Pero, mientras el anunciado
banquete se presentaba, decidí caminar un poco en el ámbito de los
tribunales. Me escurrí del morral y volé a la pared desde donde inicie
mi recorrido. Había personas por todas partes, incluso en los rincones
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más escondidos. La mayoría estaba reunida en grupos pequeños,
donde unos se lamentaban y hasta lloraban, mientras otros los
consolaban. De vez en cuando, una persona de maletín se acercaba a
uno de estos grupos con una sonrisa en los labios.
Estaba recorriendo el techo cuando vi pasar a acompañado de un
Guardia Nacional, quien lo llevaba Cara Dulce esposado y
firmemente sujeto por el cuello de la camisa. Me pareció cruel después
de haber arreglado su apariencia y vestido con tanto esmero.
Cara Dulce, aun esposado, se sentó ante el escribiente del tribunal,
quien después de preguntarle su nombre, edad, dirección y otras
cosas personales, comenzó con la interpelación.
─ Tu abogado salió a tomarse un cafecito a la esquina, cuando él
llegue hablará contigo, si no lo hace no te preocupes, seguro lo hará
en tu sitio de reclusión— con estas palabras inicio el escribiente suinterpelación.
─ ¿Cómo puedo hace para hablar con el juez?— comenzó diciendo
Cara Dulce.
─ Debes hablar con tu abogado, él pedirá una audiencia y hablarascon el juez. Ahora cuéntame cómo sucedieron los hechos.
— ¿Cuáles?
─ ¿Porque estas preso?— preguntó el escribiente ignorando la
pregunta del Cara Dulce
─ Yo no sé nada.
─ ¿No sabes nada y estás preso?— el escribiente sonrió disfrutando
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la vulnerabilidad de Cara Dulce, y tomando pose de funcionario
público
comenzó a saborear su poder.
─ Mira―panaǁ, yo estaba tranquilo donde siempre estaba, haciendo
lo
que siempre hacia, sin meterme con nadie y se presentó el gobierno,
me
trajeron preso y dijeronque ―yo era el tipoǁ — el funcionario escribió
la corta
respuesta de Cara Dulce.
─ Esa gente nunca se equivoca; si te agarraron, tú eres. Las cosas
malas no suceden solas, y tú estabas cuando sucedieron y tienes cara
de
haberlas hecho, entonces tu eres–, hiso una pausa y volvió a
preguntar - ¿Y
qué pasó con los presos que mataste en la cárcel?
─ Yo no mate a nadie.
El escribiente dejó de escribir para acercarse a Cara Dulce. ─ Mire
compañero tenga cuidado con su decir, recuerde que la lengua
puede cuidar mucho el cuerpo y muchos años de cárcel están en
uego. ─ Yo quiero hablar con el juez.
─ El juez en este momento se encuentra en una reunión— dijo el
escribiente acercándose de nuevo — ¿Qué pasó? ¿Quieres llegar a
un
acuerdo?
─ Qué acuerdo ni que nada, yo quiero hablar con el juez. ─ Habla
mejor con el portero, él te arregla tu problema.
El dialogo entre Cara Dulce y el escribiente se encontraba trancado y
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sin atractivo. Por tal razón, continué mi paseo en busca de mejores
situaciones.
En otro escritorio Olor a Periódico acompañado de su esposa y un
hombre a quien llamaba abogado; estaban hablando con otro
escribiente. — ¿Qué pasó con la libertad bajo fianza?— preguntó el
abogado. ─ El juez está analizando el caso— contestó el escribiente.
─ ¿Hasta cuándo van a analizarlo?— interrumpió la esposa de Olor a
Periódico.
─ Mire señora, usted cree que este tribunal maneja sólo el caso de su
marido, toda esa ruma de carpeta de allá— y señaló un cerro de
papeles
hasta el techo— son expedientes. Usted deberá esperar su turno, si
quiere
ver atendido el caso de su marido.
─ ¿Puedo hablar con el Juez?— preguntó Olor a Periódico. ─ No, el
uez está en una junta— contestó el abogado.
─ ¿Qué nos aconseja?– preguntó ingenuamente la mujer. ─
Depende, si tiene real, hable con el portero.
Deje la discusión de Olor a Periódico con el escribiente para
acercarme a donde estaba Cabello Rizado con su madre, dos
abogados y el
portero.
─ Su caso es feo— decía el portero —, esa vaina es droga y las
drogas son cosas serias. La gente es muy escamosa con cuestiones
de
drogas.
─ ¿Cuánto más quiere?— preguntó uno de los abogados. ─ Yo, ya no
quiero más nada— dijo el portero.
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─ ¿Qué dice el juez?
─ Yo estuve hablando con él ayer, y las cosas están feas, es droga y
eso es difícil de cuadrar. No son muchas las opciones, solo puedo
desaparecer algunos cargo menores y quitarle algunos meses a la
pena,
quizás un año — dijo el portero con la expresión de quien hace un
gran favor. ─ Para eso seguimos un juicio normal y corriente— replicó
el abogado. ─ Si, pero yo les puedo garantizar una buena cárcel.
─ ¿Que buena cárcel tú puedes conseguir en este país? —
interrumpió el otro abogado.
— Lo puedo enviar al junquito— se defendió el portero.
─ ¡No, al Junquito no! hay tengo problemas con los directivos de ese
penal — respondió el abogado.
─ Bueno compa, yo no puedo hacer mucho más por ti. Tú peluche
tienes dos sometimientos a juicio y una fianza por lo mismo— dijo el
portero
volviéndose asía Cabello Rizado— si esos casos sale, te vas a podrir
en la
cárcel.
─ ¿Y porque no desapareces esos documentos? ─ Preguntó el
abogado.
─ No puedo, hay otras personas presas por esos expedientes— un
incómodo silencio envolvió al grupo— trataré de esconder las pruebas
que
se pueda esconder, retardaré las acciones que se puedan retardar y
trataré
de conseguirte una fianza cuando lleve dos terceras partes de la pena,
es
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hice,
porque inmediatamente después de llegar escuché las voces del
primer
grupo de preso regresando de la entrevista.
Apenas entró el grupo, de un rincón, no se cual, surgió la figura del
hombre de la saliva al hablar. Esculcando los miedos con su pequeño
chuzo
se dirigió a Cabello Rizado.
─ Bueno chamo a ti te llegó familia, bájate de la mula.
─ Chamo, mi familia me dio poco y poco tengo para repartir — dijo
Cabello Rizado mientras buscaba algo en el bolsillo de su camisa para
entregarlo al hombre de la saliva.
─ ¿Tu eres gafo? ¡Ponle calzones al miedo y no te dejes someter!—
dijo Olor a Periódico mientras se atravesaba entre el hombre de la
saliva y
Cabello Rizado desnudando el chuzo oculto en la empuñadura de su
bolso.
Preciso en ese momento, llegó Cara Dulce, venía acompañado de un
Guardia Nacional y, ante la presencia de éste, se detuvo la
prometedora riña.
El Guardia le quitó las esposas a Cara Dulce y se retiró cerrando la
reja tras
sí, inocente de los hechos en desarrollo.
Olor a Periódico se hizo a un lado, para dar paso a Cara Dulce, y le
entregó el pequeño chuzo para equilibrar la disputa.
─ Este tipo pretende robarte lo tuyo ─ dijo a Cara Dulce. ─ ¿Qué pasó
chamo? Aquí hay un varón. ¿Usted no respetan?— dijo
Cara Dulce mientras se preparaba para un duelo que, a simple vista,
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no
deseaba. Pero, evidentemente, los deseos de Cara Dulce no eran
requeridos. El hombre de la saliva lanzó una contundente estocada, la
cual, a
dura penas Cara Dulce pudo esquivar. La pelea estaba casada; no
obstante
yo, aunque tenía hambre, no quería la muerte de nadie. Cara Dulce
dio un
fuerte zapatazo en el piso y al mismo tiempo, en un movimiento de
esgrima
de esos que solo se ven en las cárceles, dejó caer su mano armada de
arriba
asía abajo. El susto se congeló en sus ojos, cuando, en algún lugar del
espacio, su chuzo se quedó incrustado. Entonces, con la
desesperación que
significaba quedar desarmado en mitad de una pelea, descubrió su
chuzo
sembrado en su adversario. Es increíble cómo cambian los hombres
cuando
están muriendo, ahora el hombre de la saliva al hablar era un niño de
ojos
claros asustado porque la muerte lo mecía en sus brazos.
Cara Dulce sacó el chuzo del cuello del hombre de la saliva, lo limpio
lentamente para borrar sus huellas y lo lanzó del lado de afuera del
mundo
enrejado. Cuatro chuzo, en poder de otros presos, cayeron sobre el
chuzo de
Cara Dulce. Después vino el grito típico decuando hay un herido
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―chuciao,
chuciaoǁ
Llegamos a nuestro pabellón muy temprano en la madrugada. El
banquete de los tribunales, aunque rápido, fue extraordinario. Aunretumbaba en mi conciencia los gritos de los familiares, después la
riña en los calabozos, sobre todo cuando sacaron el herido. Entre ellos
quien más gritaba era la madre de Cabello Rizado, ella gritó por
horas, incluso pude oírla cuando estábamos en el autobús listos para
regresar.
Terminada las preguntas en los tribunales, por la desafortunada
muerte del hombre con escape de saliva al hablar. Nos llevaron a los
calabozos de la policía judicial donde el interrogatorio se extendió
hasta pasada la media noche. Y aunque llegué a pensar que no
regresaríamos, lo hicimos en la madrugada.
A media mañana se presentó el Vigilante encargado de hacer los
avisos de los tribunales.
─ ¡ Acá quienes fuero a los tribunales ayer! — gritó el hombre
blandiendo una lista de nombre, la cual no estaba interesado en leer.
Los presos aludidos corrieron hasta donde estaba el hombre, quien
los vio venir con una sonrisa de satisfacción por la obediencia
manifestada.
─ Bueno señores ustedes se metieron en tremendo problema con el
uez y, motivado a eso, vamos a ver al Director del penal quien les tiene
un regalito.
Los presos siguieron obedientemente al hombre. Yo, como aún no
había entrado a mi refugio detrás de las imágenes desde mi regreso
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de los tribunales pues me quede merodeando aprovechando lo
agradable de la luz apagada, solo necesite correr por el techo
siguiendo al grupo de hombres; quienes se desplazaban raudos entre
paredes y rejas. Por fin los hombres entraron a un elegante mundo,
era el impecable mundo del Director del penal, donde todo era
increíblemente limpio, donde todo estaba donde debía estar, donde no
había un recodo para esconderse porque todo estaba a la vista.
Indudablemente este no era lugar para mí, ni para mis vecinas. De
todas maneras, a mí solo me interesaba conocer el destino del grupo
de recién llegados y amparado por mí curiosidad, no me importó
arriesgarme un poco entre tanto espacio libre y limpio.
─ Buenos días señor — dijo el Vigilante con voz sumisa —, estos son
los tipos del problema en los tribunales el día de ayer.
─ Estos son los pajaritos — dijo el Director.
El Vigilante sonrió ante el aparente chiste del Director del penal
— ¿Quién de ustedes mató al recluso en los tribunales?─ Preguntó el
Director
El grupo de recluso se mantuvo en silencio. Todos conocían las
irremediables consecuencias de hablar. Por su parte Cara Dulce,
aunque trataba de aparentar la misma serenidad de sus compañeros,
un mar de sudor cubría su rostro.
El Director del penal se levantó de su silla y se acercó lentamente a
Cara Dulce a quien se quedó mirando por un momento, luego en un
susurro al oído escuchado por todos, dijo:
─ Yo sé que tú fuiste. Pero estos hombres, guerreros según se dicen,
tienen miedos de hablar. Son pobres diablos, brujas asustadas, sin
honor ni relig ión; por eso te salvas— después de decir esto volvió a su
asiento tras el escritorio con la misma lentitud con la cual había salido.
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El Director no se habría atrevido a pronunciar estas palabras si no
estuviera seguro de no ver más a aquellos hombres. Pero, aun así, su
valor era enorme, pues nadie llama a un grupo de recluso brujas y
luego se sienta en su silla con el descaro mostrado por el Director.
─ Bueno, diga usted cual será nuestro destino y salgamos de la
cháchara — dijo uno de los reclusos denotando fastidio y dando por
descubiertos el misterio de la reunión.
─ Su destino esta donde sea mi voluntad — contestó el Director con
una inusitada calma.
Hubo murmullos entre los reclusos comentando su suerte. Pero
ninguno dijo nada al Director. El sitio donde nos enviarían no habría de
ser muy lejano; pues, de haber sido así, el Director no tendría la
confianza y el desparpajo de pararse frente a ellos para llamarlos
brujas. Muy por el contrario, si el sitio era, relativamente, cercano
cualquier comentario inapropiado podía ser castigado con un cambio
de destino.
─ Preparen su maletas, se van para el Rodeo — dijo el Director
drásticamente para terminar con la incertidumbre.
―El Rodeoǁ repitieron más de una vez los reclusos en vos baja, pero
ninguno hizo comentario en vos alta, a pesar de la visible intención del
Director de contestar algunas pregunta.
A mí me parecía una excelente decisión. Había escuchado muchos
comentarios sobre el Rodeo, se decían que todos los días había
sangre en los pasillos y las vecinas del lugar comían tanto que se
calculaban en siglos su periodo de vida. Por eso me alegró tanto la
noticia. No obstante, me daba un poco de pasar por Cara Dulce; él,
como todo el grupo, parecía preocupado. Pero las decisiones no
tienen el mismo significado para todos, a veces, las decisiones son
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buenas para unos a costas del mal causado a otros. Empero, a pesar
de las penas o alegrías casado a uno o a otros, la situación planteada
significaba la vida para todos.
Los hombres salieron cabizbajos del mundo del Director, y aunque
seguramente muchos estaban resentidos con Cara Dulce, ninguno
hizo comentarios algunos sobre la disposición.
El Rodeo
Era muy avanzada la noche o, quizás, recién comenzada la
madrugada, cuando el viejo autobús de la penitenciaria viajaba por laautopista rumbo a nuestro nuevo hogar. El paisaje juguetón y esquivo
se asomaba por la ventanilla del viejo autobús para salpicar de
sueños o recuerdo la mirada de los presos. Algunos, en ciertos
recodos del paisaje, se emocionaban y contaban historias solapadas
en deseos, evocaciones y fantasías. La silueta de un grupo de edificios
en la distancia los llamó a la realidad, el Rodeo estaba llegando y senos venía encima, dos edificios incoloros y sombríos unidos por un
enorme puente de concreto, a un tercer edificio igual de sombrío e
incoloro. Paradójicamente, al llegar a la entrada principal, los edificios
se escondieron tras una enorme muralla vestida de matorrales; solo
un enorme protón al final de un bosque de jabillos se descubrió frente
a nosotros.
Después de un minucioso conteo y revisión, el Guardia quitó las
esposas a los reclusos y los encamino hasta la entrada, allí los entregó
a un grupo de Vigilantes internos, quienes sin más comentarios
echaron a andar delante de nosotros para llevarnos a nuestra nueva
morada. A pesar de la oscuridad los Vigilantes se desenvolvían con
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soltura, parecían conocer el lugar de memoria, en cada puerta a su
paso se detenían para dejar uno, dos o tres presos. Por fin llegó
nuestro turno, los Vigilantes se detuvieron frente a una puerta y le
hicieron señas, a Cara Dulce y a otros dos, ordenándoles entrar.
─ Disculpe señor, pero nosotros somos dos y andamos en combo—
dijo Cara Dulce señalando a Caballo Rizado.
─ Somos tres — interrumpió Olor a Periódico.
─ Somos tres — rectificó Cara Dulce.
─ Adiós coroto, ¿Y ustedes creen que el Rodeo es un hotel cinco
estrella? ─ Tranquilo―panaǁ, yo te voy a pasa una bomba si tú nos dejas a los
tres juntos — dijo Cara Dulce.
─ ¿De dónde vas a sacar real tú? A ustedes ya los registraron y no les
consiguieron nada— dijo el Vigilante.
Cabello Rizado revisó en su cabello y sacó tres pequeños paquete
amarillos, los cuales deshizo obteniendo de cada uno un billete, y sinrecato ni garantía lo ofreció al quien consideró líder del grupo del
Vigilante. El Vigilante tomó el dinero y se retiró a dialogar con sus
compañeros. Momentos después regresaron al pequeño grupo de
recluso que aguardaba por su destino y señaló a otro recluso en
sustitución de Cara Dulce. En la siguiente puerta nos quedamos los
cuatro.
La pesada puerta de hierro se cerró tras nosotros, y frente a nosotros
un pasillo, infinito, oscuro y solitario. El miedo y el frío se confundían en
unos temblores incontenibles. Los tres hombres caminaron unos
pocos pasos; pero, consciente del riesgo implícito en buscar un mundo
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apropiado donde vivir a esas horas, decidieron sentarse en un rincón
del infinito y esperar a que la luz del día iluminara sus negociaciones
en pro de obtener el mejor mundo posible.
Esperé un momento mientras mi visión se acostumbrara a la oscuridad y luego salí a reconocer el lugar. Para mi decepción el lugar estaba
impecablemente limpio y, aunque camine un buen trecho, no pude ver
ni oír, ni una sola de las vecinas eternas tan comentadas en los Flores;
muy por el contrario, el lugar olía a insecticida, no olía a sangre, no se
veía sucio, ni siquiera se podían ver los presos. Ante tanta decepción
corrí a esconderme entre los paquetes de mis tres acompañantes.Pues en tales condiciones de pulcritud, mi sobrevivencia estaba
seriamente comprometida.
─ ¡Epa! ¿Qué haces hay?— dijo una vos desde la sombra.
Aunque la vos nos sorprendió a todos, no dejó de ser un aliciente
sabernos acompañados.
─ ¿Qué es lo que? Abrase para saber quién es. — dijo Olor a
Periódico derrochando un valor muy lejos de sentir.
Un grupo de hombre comenzó a salir de la sombra.
─ ¿De dónde vienen ustedes?— preguntó uno desde las sombras.
─ Nosotros venimos de los Flores — dijo Cara Dulce poniéndose de
pies para recibirlos.
─ Yo soy el encargado del pabellón— continuó diciendo la sombra,
ahora, rodeado de otras sombras.
─ Mucho gusto— dijo Cara Dulce al momento de extender la mano
para presentarse; pero este hizo caso omiso al gesto de Cara Dulce.
─ ¿Y qué? ¿Tienen real? Si tienen real les busco una buena celda.
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─ No, no tenemos real, lo que teníamos lo dejamos en el camino— dijo
Cabello Rizado ante el asombro de sus compañeros, confundidos ante
su inocencia.
Mostrar debilidad a quienes no conocen es, casi siempre, condenarse
a la sumisión o la muerte.
─ El hombre es mi peluche y camina conmigo, debí pagar para no
dejarlo en el camino— se defendió Cara Dulce.
─ Bueno, hablen claro, hay o no hay plata— dijo la sombra denotando
violencia.
─ Plata no hay, ni habrá en el futuro, sea tu boca la medida, como tú
quieras yo quiero— dijo Olor a Periódico acompañando sus palabras
con una temeraria guardia de ataque sin arma ni escudo.
─ Tranquilo chamo, aquí nadie quiere líos con nadie. Nosotros somos
unos caballeros y ustedes también. Les daré una celda mientras tanto
se hacen de cancha y buscan otra. Pero eso sí, aquí no queremos
mamitas ni formadores de líos. Este es un pabellón guerrero y quien se
meta aquí buscando líos, lo sacamos con los pies por delante.
Las sombras se echaron a caminar delante de los tres hombres, poco
a poco fuimos pasando por los diferentes mundo. En la mayoría se
adivinaba un hombre despierto por el brillo del tabaco de mariguana
en la oscuridad; era el hombre de guardia, cuidando el sueño de los
demás. Pues generalmente en estos ―pabellones guerrerosǁ los
asaltos se zumban en la noche y nunca se sabe quién es el enemigo.
Por fin nos detuvimos frente a un, de tantos, mundo enrejado. La
sombra sacó un juego de llaves de alguna parte de su cuerpo y
procedió a abrirlo.
─ Aquí vivirán ustedes— dijo.
─ Nos quedaremos aquí esta noche, pero cualquier cosa, mañana nos
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cámbianos— replicó Olor a Periódico.
─ Eso lo hablamos después — dijo una de las sombras mientras se
alejaba.
Los tres hombres entraron al mundo enrejado y envueltos enoscuridad se acomodaron como pudieron, no sin antes asegurar, lo
mejor posible, la reja del mundo. Dentro de la celda había varias
camas, ninguna tenía colchón, en las paredes se adivinaba cierta
humedad, pero debido a la oscuridad nada se pudo detectar. No sé
porque los traslados se realizan de noche, algunos dicen que es para
evitar encuentro entre enemigos al llegar, otros dicen que es paraevitarlos al salir. Pero para mí, estas explicaciones no son razonables.
Esa noche no me atreví a realizar ningún recorrido de reconocimiento
por temor a perderme, a ser visto por algunas de las sombras
merodeadoras o a ser sorprendido por el ser detrás de la lucecitas del
tabaco de mariguana. En algunas ocasiones alguien irrumpíallamando a algún―alumbraoǁ para pedirle una porción de droga.
Pero todo era tan silencioso y tranquilo que me pareció prematuro
hacer un recorrido. Y sin pensarlo más me escondí en una pequeña
brecha del techo.
A la mañana siguiente podía ver más claro y entonces fue mayor mi
sorpresa. Salvando algunos residuos de sangre en los rincones, todo
estaba impecablemente limpio. Los mismos presos se veían
absolutamente pulcros. Sin embargo, en mitad de tanta decepción por
la pulcritud del lugar, al observar los reclusos la alegría regresó a mí.
Pues cada uno de ellos, cargaba en su cintura, o en su mano al
desnudo, un, y a ves dos, medios brazos afilados por ambos lados y
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─ ¿Qué pasa?— preguntó Cabello Rizado increíblemente despistado
del lugar donde se encontraba.
─ ¡Bendito sea Dios! tú si eres fresco. Estamos metidos en tronco de
rollo por cuidarte el espinazo y tú todavía preguntas qué pasa. ¡Tú si las tienes bien puestas!— dijo molesto Olor a Periódico.
Cabellos Rizados no contestó a los reclamos de su compañero y casi
instintivamente se escondió detrás de Cara Dulce simulando
arreglarse los zapatos.
─ No te hagas el tonto, tu mamá ha de pagar por esto y bien pago ha
de ser, porque yo no le hago favores a nadie— dijo Cara Dulce
ratificando las palabras Olor a Periódico —. El chamo consiguió dos
medio brazos y debemos pagarlo el sábado en plena visita — dijo
cambiando la conversación.
─ Acuérdate de pedirle eso reales a tu mamá — ratificó Olor a
Periódico, ante el silencio sumiso de Cabello Rizado.
─ Sal de aquí gafo— dijo Cara Dulce mientras lo empujaba por la
cabeza en un gesto cariñoso y protector, aunque burlón para quedar
bien
con Olor a Periódico—. Ese tipo y la vieja me van a pagar el viaje—continuó diciendo Cara Dulce.
─ Deberás cobra bien y bastante; afiánzate en sus miedos para cobrar
por tu valor. Después de todo es por su hijo por quien estamos aquí. ─
El miedo es un mal aval a la hora de negociar por salvaguardar la
vida. De cualquier manera, por ahora, consigue lo necesario, con el
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compromiso de pagarlo en plena visita. El miedo, si, la hará pagar
cualquier
deuda material, ¿Es o no es?
Los dos hombres continuaron calculando el monto y la forma más
apropiada de cobrar a la madre de Cabello Rizado el servicio
prestado. No
obstante estos cálculos, en los días previos a la visita, Olor a Periódico
había
comprado, con el compromiso de pagar en plena visita, tres
colchonetas, una
cocina eléctrica, una pequeña mesa y se había endeudado en la
cantina por
algunos alimentos como: pastas, harina de maíz, huevos y muchas
otras
cosas. Salvo las incomodidades del noviciado, todos se habían
adaptado
excelentemente a su nuevo hogar. Pues el sentido de sociabilidad de
Olor a
Periódico había causado buena impresión a, casi todos, los reclusos
del
lugar.
Yo por mi parte, descubrí las vecinas eternas de las cuales tanto se
hablaba en los Flores, se encontraban en los hoyos del piso y no en
los de
las paredes como es costumbre. Además descubrí, que aunque eran
eternas
porque nunca morían, realmente no estaban vivas porque nunca
salían de
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sus agujeros, y no se está vivo cuando nadie sabe de tu existencia
porque la
vida se alimenta de la vida y solo se vive cuando se comparte la vida
con la vida. No obstante traté de establecer cierta relación con mis
vecinas del piso, pero el hecho de salir con frecuencia a observar los
reclusos, terminó por molestarlas y considerarme un peligro para ellas.
Por esta razón, tomaron la decisión de expulsarme. Esto no causó
efecto en mí, por cuanto prefería una vida excitante con de Cara Dulce
y sus compañeros a una existencia placida y tranquila con ellas.
Además, podía llegar a la comida más rápido y conseguirla más fresca,
aunque el peligro fuese un poco mayor. El día de visita, la primera en
llegar fue, como siempre, la madre de Cabello Rizado acompañada de
su hija. No sé cómo lo hacía, pero siempre aprovechaba las
oportunidades de ver a su hijo al máximo. Ella era la primera en llegar
y la ultima en retirarse. Alguien dijo alguna vez que en ocasiones
dormía a las puertas del penal para entrar entre las primeras, e incluso
se comentó que muchas veces los Vigilantes la correteaban para
espantarla de los rincones donde se quedaba a observar el ala del
edificio donde, sabía, se encontraba Cabello Rizado.
La madre buscó entre todos los rostros el rostro de su hijo. Cuando lo
encontró la alegría iluminó sus ojos y corrió a él con inusitado
alborozo, lo revisó con la mirada, lo revisó con las manos, le hiso
muchas preguntas, sin sentido la mayoría, sin dar tiempo a contestar
ninguna. Al final, cuando estuvo satisfecha de las respuestas no
recibidas, lo abrazó y lloró sobre su
pecho.
─ Todo está bien mamá — dijo el hombre con cara de fastidio ante la
preocupación de su madre.
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─ Escuché la pelea en el calabozo de los tribunales y vi pasar el
cadáver del muchacho muerto. Hubo quien dijera que, de dónde
sacaron ese,
había muchos más; yo sé cómo exagera la gente cuando de muertes
ajenas
se trata, pero nunca pensé en la angustia de la incertidumbre cuando
son
propias— dijo la mujer orgullosa de sus sentimientos.
─ No pasó nada, un tipo se puso bruto y me quiso quitar el dinero.
Pero el―panaǁ no lo dejó y le metió un chuzo en el pecho para que
fuera
cerio. — concluyó sus palabra con una sonrisa de satisfacción. ─ Dios
lo bendiga ¿Quién es esa―panaǁ tuyo?
─ Tú lo conoces, el chamo a quien te presente el otro día. Hizo una
pausa para buscarlo entre la multitud, cuando lo encontró le
hiso señas invitándolo a acercarse. Cara Dulce se acercó lentamente,
no por
desgano o flojera, sino, pienso yo, para pensar en el trayecto las
palabras
más apropiadas a decir.
─ Hola mijo, estoy muy agradecida, Dios te bendiga. — dijo la madre
mientras intentaba abrazarlo.
Cara Dulce esquivó el abrazo dando un paso atrás para poner
distancia entre él y la agradecida señora.
— Bueno mijo, dígame si necesitas algo, si quieres dinero o alguna
cosa a mi alcance, cualquier cosa a mi alcance será tuya.
─ No señora, usted no precisa darme dinero, ni ninguna cosa a su
alcance, los reales se lo da a su hijo y de lo demás me encargo yo—
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dijo el
hombre hablando muy seriamente— por cierto, acuérdate del mono
que
tenemos por ahí, debemos pagarlo en plena — Cabello Rizado asintió
obedientemente con la cabeza.
La mama de Cabello Rizado, mujer de fácil entender, sacó, de entre
sus paquetes, un fajo de billetes y lo ofreció a su hijo. Luego,
volviéndose a
Cara Dulce lo encaró con orgullo considerando parcialmente pagado
sus
favores con el dinero entregado a su hijo; pues, a decir vedad, el
dinero
entregado era más de lo normar y necesario para dos hombres en
cualquier
parte.
─ Bueno mijo, ¿Qué más puedo decirte? Muchas gracias por haber
salvado a mi muchacho.
─ No señora, aquí no se hacen favores, somos muy pobres y los
pobres no tienen para hacer favores, sacrifican sus necesidades por
los
demás. Yo, no sacrifico nada por nadie, pago por mis malas acciones y
cobro
por mis acciones buenas, y su hijo me debe.
─ Dime entonces ¿Tú que quieres a cambio?— dijo la mujer intrigada
por las palabras de quien ya había rechazado el dinero ofrecido. ─ La
quiero a usted Señora — dijo Cara Dulce haciendo su vos más
grave.
─ ¿Qué dijiste?— preguntó la mujer desconcertada.
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desnuda, mientras sus manos trataban, infructuosas, de cubrir, de una
vez,
todo el cuerpo de la dama, quien indecisa entre el placer y la
humillación,
solo obedecía las órdenes atropelladas del desesperado. Después de
cada
eyaculación venían los juegos sexuales y las caricias forzadas. La
mujer,
cada vez con más insistencia, trataba, calladamente, de zafarse del
hombre
y levantarse de la cama. Pero solo bastaba un pequeño alón de
cabello de
Cara Dulce para obligarla a volver.
─ Quiero ver a mi hijo— dijo la mujer en un murmullo casi inaudible. ─
¿Qué dijiste? — preguntó irritado.
─ Vine a ver a mi hijo y quiero verlo— dijo esta vez más fuerte y,
aunque su cuerpo desnudo y mancillado no respaldaba su vos y
temperamento, de alguna manera regresó la dignidad que siempre la
acompañaba.
─ ¡No seas grosera, Respeta el momento!
─ Yo no bien a eso, quiero ver a mi hijo ─ Ahora su vos era potente y
firme.
Cara Dulce, al ver la decisión de la mujer, pareció entender lo inútil de
las palabras y las amenazas.
─ Está bien.
Cara Dulce se levantó de encima de la mujer y fue hasta la reja donde
aún permanecía, callada y silenciosa, la hermana de Cabello Rizado.
Desde
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allí mando a buscar a Cabello Rizado con otros reclusos. Luego volvió
a la
cama para montarse de nuevo sobre la mujer. Quien, callada,
agradeció la
generosidad del hombre.
Poco después apareció en el mundo enrejado Cabello Rizado, tenía
los ojos enrojecidos, la mirada ida y aspecto estúpido. Se podía
adivinar a
simple vista que estaba drogado. Casi no podía estarse en pies. Dado
su
estado, se dejó caer sobre la cama de Olor a Periódico y desde allí
sentado
miraba a su madre y a Cara Dulce como a dos extraños, perdido
absolutamente en los espejismos obsequiados por la droga.
La mujer mirando la condición de su hijo comprendió cuanto
necesitaba de la protección de quien abusaba de ella. Y entendió,
también,
que debía complacer al hombre para motivarlo a cuidar bien de su
hijo; en
pro de ello comenzó a moverse como una apasionada amante. Cara
Dulce y la mujer tuvieron relaciones sexuales durante toda la
visita mientras Cabello Rizado permanecía a su lado drogándose sin
el
menor recato frente a su madre, quien confundiendo lágrimas y sudor
se
esmeraba en quedar bien con Cara Dulce.
Cuando los gritos del Vigilante voceador comenzaron a anunciar el fin
la visita, Cara Dulce, se levantó de la cama como impulsado por un
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resorte. ─ Se acabó el sarao, ¿Necesitas algo?— dijo Cara Dulce por
primera
vez amable desde la llegada de la mujer.
─ No gracias— contestó la mujer mientras se acercaba a su hijo para
darle un beso en la frente.
Cabello Rizado no pareció reaccionar al gesto de su madre, muy por
el contrario se hundió, aún más, en la cama dominado por el efecto de
la
droga. La mujer salió del mundo enrejado acompañada de Cara
Dulce. Del
lado de afuera de la reja, inmóvil, abrazando la cartera de su madre y
su
propio miedo, estaba la hija de la mujer esperándola. La madre la
miró y
comprendió el infortunio de su hija y, sin decirse nada, las dos se
abrazaron entendiendo lo que, cada una, había padecido. Cara Dulce
miró a la madre y a la hija y, con la frialdad obsequiada por la cárcel,
se puso adelante para guiarlas en el camino de salida. No pudo evitar
las bromas de sus compañeros relacionadas con el reciente acto
sexual y su extensa duración. Sin embargo, él correspondió a las
bromas con sonrisas. La mujer y su hija desaparecieron en los
recodos del infinito y Cara Dulce volvió a su mundo a
esperar el número el cual siempre se realizaba después de la visita.
Cuando Cara Dulce regresó a nuestro mundo enrejado, todavía
Cabello Rizado dormía sobre la cama de Olor a periódico. Cara Dulce
sabía
que había incurrido en un error al extorsionar a la madre de Cabello
Rizado.
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Pues tarde o temprano este habría de adaptarse suficientemente a la
vida de
la cárcel y entonces él tendría un enemigo muy peligroso. En la cárcel
se ha
de ser muy cuidadoso con los peluches, pues casi siempre terminan
enfrentado a su protector, lo cual lleva, irremediablemente, a la muerte
de
uno de los dos. Por ello, los caneros viejos, para evitarse problemas,
matan a
sus peluches antes que adquiera la experiencia necesaria para
enfrentarlos. Cara Dulce vivía un dilema, sabía cuánto le había
disgustado a
Cabello Rizado lo acontecido con su madre. Pero estaba feliz de
haberlo
hecho. Se había ganado un enemigo a quien tarde o temprano habría
de
enfrentar, había mancillado a una mujer, aparentemente, adinerada; y
el
dinero, es poder dentro de un penal. Pero él estaba feliz. No obstante,
Cabello Rizado estaba dormido y él debía aprovechar la circunstancia
para
acabar con un enemigo potencial, desnudo su―medio brazoǁ y posó
la afilada
daga en el pecho del hombre dormido, me preparé para comer, así
estuvo
por mucho tiempo, mirándolo y pensando. Después de un buen rato,
guardo
de nuevo su medio brazo. Pensó, creo yo, que de hacerlo no vería más
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a su
madre. Y, a decir verdad, viene valía la pena arriesgar la vida para
hacerla
más agradables, después de todo la vida es un rato y él no sabía si
habría
más después de la cárcel.
Estaba Cara Dulce en su dilema sobre la vida o la muerte de Cabello
Rizado cuando entró Olor a Periódico al mundo enrejado.
─ Vista ―panaǁ. Estas livianito, ¿No? — Bromeó Olor a Periódico
refiriéndose al acto sexual de Cara Dulce con la madre de Cabello
Rizado—.
Párate de mí cama — ordenó a Cabello Rizado mientras lo movía con
el pie
para despertarlo.
─ ¿Qué es lo que?— dijo Cara Dulce en son de saludo. Mientras
extendía la mano con picardía por el saludo de su compañero.
─ Mira cuán grande son los santos venditos, te traigo tremenda noticia
— dijo Olor a Periódico revistiendo de misterio sus palabras, pero sin
dejar
de empujar a Cabello Rizado con el pies.
─ ¿Qué noticia?— preguntó Cara Dulce sin perder de vista a Cabello
Rizado; quien, en ese momento, comenzaba a despertarse.
Olor a Periódico percibió la tensión causada al mover con el pies al
peluche de Cara Dulce y sin hacer comentarios se hiso un poco hacia
la
cabecera de la cama para dar espacio a un posible ataque del
protector o del
protegido. Pero como desistir es sinónimo de debilidad. Puso su pie
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ahora
sobre la cabeza de Cabello Rizado y empujo más fuerte. Cabello
Rizado
despertó y se sentó en el borde de la cama aun sin espantar el sueño.
Pero
necesitó poco para volver a la realidad y descubrir en los ojos de Cara
Dulce
la decisión y el arrojo asociado con la muerte en cualquier cárcel.
Cabello
Rizado no dijo nada, bajó la mirada y sumisamente salió del mundo
enrejado
aceptando la jerarquía de los otros dos.
─ Vi al ayudante de Bam– Bam— dijo Olor a Periódico rompiendo el
denso y breve silencio creado por el despertar de Cabello Rizado—. El
tipo
está en el pabellón dos — dijo, ahora, orgulloso del interés despertado
en
Cara Dulce —. Pero hay otro problema.
─ ¿Qué problema?
─ Bam-Bam es el jefe de investigaciones internas del Rodeo. ─ Ese
tipo tiene la suerte de tío conejo — exclamó Cara Dulce. ─ Tenemos un
rollo feo, si ese preso se entera de tu presencia en este
penal ¡Dios nos sabe!, Va a echar a correr el chisme de tu violación en
los
Flores o tratará de darte un caramelo para matar la culebra.
─ Yo no le como caramelos a nadie.
─ Sea como sea, ese preso va a trata de matarte, vista y pendiente. ─
Qué problema— dijo Cara Dulce dejándose caer sobre la cama
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para meditar sobre la situación. Su meditación fue interrumpida por el
llamado a número desde el infinito.
Una madrugada, casi a la hora del número cuando la mayoría de los
presos dormían, decidí salir de detrás de la imagen de María Lionza,en donde vivía desde la construcción el altar. Al salir de mi refugio me
encontré con la escena esperada por todos menos por mí. Parado a
un lado de la cama de Cara Dulce estaba Cabello Rizado con
su―medio brazoǁ en la mano, mirando en silencio a Cara Dulce
rendido plácidamente ante tres días de trasnocho y desvelo. Desde el
día de la visita, cuando Cara Dulce extorsionó a la mamá de CabelloRizado, no había dormido bien previniendo un resplandor de coraje
de su protegido solapado en su descuido para vengar la ofensa. Pero
después de tres días y tres noches en vela, y de fingir dormir para
cazar las intenciones malsanas del ofendido; por fin realmente se
quedó profundamente dormido. No obstante, su instinto no dormía y,
en mitad de su profundo sueño, le hizo percatarse del peligroacechante o, quizás, haya sido la costumbre de despertarse a la
misma hora para el número.
─ ¿Qué es lo que, mijo?— Dijo confundiendo sorpresa con suplica al
ver a su protegido con el chuzo en la mano y la intención en los ojos—
¿Qué pasó chamo, me vas a matar desarmado?
Yo, a pesar de tener hambre, no quería la sangre de Cara Dulce.
Desde el ángulo de Cabello Rizado solo podía dar un golpe y era
mortal. No obstante mis consideraciones, me apreste a comer cuando
esto sucediera.
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─ Qué pasa chamo, ¿te vas a meter en ese rollo precisamente cuando
vienen los Vigilantes para el número?— intervino Olor a Periódico
quien en ese momento como Cara Dulce terminaba de despertarse.
Pero Cabello Rizado permanecía parado al lado de la cama de CaraDulce con el―medio brazoǁ en la mano sin decir nada. Toda aquella
espera dio tiempo a Olor a Periódico de levantarse de la cama y
colocarse a unos pasos de Cabello Rizado.
─ ¡Por los calzones de Cristo chamo! si tu mamá se acostó con él, fue
porque le dio la gana, no te metas en eso— dijo Olor a Periódicotratando de disuadir a Cabello Rizado de sus intenciones.
Cabello Rizado no contestó, pero en mitad de la oscuridad de la
habitación se escuchó, levemente, un sollozo. Entonces todos supimos
que ese hombre ya no haría nada contra Cara Dulce, no por miedo o
por falta valor para dar un certero golpe con su―medio brazoǁ o
porque haya oído las palabras de Olor a Periódico, sino porque
necesitaba a Cara Dulce para sobrevivir a su desgracia. Además, sin
Cara Dulce nunca alcanzaría la habilidad suficiente para adaptarse al
lugar, y con los sollozos se oyó caer el ―medio brazoǁ al piso.
De pronto, el miedo de Cabello Rizado sacudió el mundo, el terror de
sus ojos ilumino su rostro, pues Cara Dulce se levantó de la cama y lono previsto, por Cabello, se levantó con él ¿Qué haría Cara Dulce
después de verse liberado de la amenaza?
Pero Cara Dulce no hizo nada, lo miró comprendiendo lo necesario de
su protección para el hombre y despreocupado le dio la espalda para
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─ ¿Qué es lo que?— dijo Cara Dulce en son de saludo.
─ El hombre está en el pabellón cuatro — dijo el hombre sin rodeo,
pero con una vos aún más lenta que su aspecto mismo.
─ ¿Y cómo puedo hacer para caerle?— preguntó Cara Dulce concierta ansiedad.
─ Ese es tu problema.
Cara Dulce comprendió lo comprometedor de la pregunta, la cual
ningún preso contestaría sin aceptar involucrarse en el hecho o, peor
aún, sin ser visto y calificado como un delator o diablo.
─ Yo solo no puedo. Necesito a alguien con motivos, sin miedo al chuzo, ni propio ni ajeno, resteado con la vida y respetuoso de la
pelona, para ir por ese diablo.
─ Yo tengo el tipo que baila ese son.
─ Si tiene la motivación, sabe bailar y es un tipo resteado, tráemelo
para conocerlo.
El hombre de aspecto tranquilo no dijo más y salió del pabellón con lamisma calma y tranquilidad de su llegada. Cara Dulce por su parte
volvió a su mundo enrejado callado y pensativo como no lo veía desde
los miserables tiempos de su estadía en el pote.
Cabello Rizado entró al mundo enrejado dando tumbos, sin poderse
estar en pie, nadando en las ilusiones obsequiadas por las drogas. Su
mirada se cruzó con la de Cara Dulce, pero ninguno de los dos dijonada.
El ambiente estaba tranquilo, demasiado tranquilo para quien vive de
los desbordes del espíritu ajeno y como nada diferente sucedía, salí
del mundo enrejado en un paseo por el solitario techo. Pero la calma
reinante terminó por desesperarme; en un arranque aventurero llegué
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a la puerta de barrotes y láminas de acero y salí sin rumbo
preconcebido. Bajé por el techo de la escalera y pronto estuvo frente a
mí la más larga de todas las distancias, esta parte del infinito también
tenía pisos impecablemente limpios, pero sus paredes estaban
ralladas y en algunos sitios se había desprendido el friso, en otros, el
friso se mecía en el aire sin terminar de caer, quizás, cazando algún
recluso preocupado por la limpieza; por eso, a pesar del estado de
deterioro de las paredes, ni una pisca de friso había ensuciaba el piso.
En el encuentro de la pared con el piso se observaban algunas
ranuras y para mi sorpresa algunas vecinas asomaban sus antenas.
Pensé en hacer contacto, pero mi espíritu aventurero se impuso y
continué mi andar.
Saciada mi sed de aventura me dispuse a regresar. Pero, cuando
iniciaba el camino de regreso, escuché la vos calmada del hombre de
aspecto tranquilo en alguna parte del infinito, y como siempre, por
curiosidad, me dediqué a buscarlo. Después de varios intentos. Pude
precisar de dónde venían las voces. Conseguí al hombre de aspecto
tranquilo en un mundo enrejado, tirado en una cama hablando con el
ayudante de Bam– Bam, si hubiera podido, habría ido a contarle a
Cara Dulce la clase de bruja que era este hombre.
─ Cuál es tu rollo con ese tipo— decía el de aspecto tranquilo cuando
llegué.
─ Ese tipo me arrancó el dedo de un mordisco como una prostituta. Y
yo lo traté como a una prostituta. Porque varón no muerde a otro varón
¿es o no es?
─ Yo no sé si es o no es, pero te diré una verdad, el chamo es un varón
y lo que quiere, es matarte.
─ me equivoqué antes, pero mañana vamos a matar esa culebra.
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─ Si el tipo se come el caramelo — dijo el hombre de aspecto tranquilo
mientras se disponía a salir del mundo enrejado.
Mi regreso al lado de Cara Dulce se hacía imperativo, no para contarle
lo visto, pues obviamente no podía, pero si para acompañarlo en su
suerte, desde la mía. Pues ya fuera de un lado o del otro se preveía un
gran banquete.
Nuestro mundo estaba vacío y tranquilo, como casi todos los mundos.
Los presos estaban casi todos compartiendo fuera de sus cerdas.
Después del cansancio producto del largo viaje opté por meterme tras
la imagen de María Lionza para descansar. Poco después entró Cara
Dulce acompañado del hombre de aspecto tranquilo.
─ Necesito la lana— dijo el hombre con su característica calma.
─ Tranquilo, los reales llegaran en la visita, te los daré en plena. — dijo
Cara Dulce restando importancia a los requerimientos del hombre.
─ El trato era decirte donde vivía el tipo, y te lo dije; conseguirte un
desventurado que te acompañara en el ataque, y te lo conseguí. Yo
trabajo para comer y como todos los días, ya trabaje, ahora quiero mis
reales— dijo al momento de retroceder para ponerse en guardia de
ataque.
─ ¿Cuál es la mente chamo? Los reales estarán el día de visita y tú
tienes mi palabra, con ella podrás comprar o vender, yo soy un
caballero— replicó Cara Dulce sin inmutarse, pero llevando su mano
al cinto donde sabía estaba su medio brazo.
─ Tu boca sea la medida.
─ En plena visita tendrás el dinero. Pero dile a ese desventurado que
venga pronto para hablar— sentencio Cara Dulce dando por
terminada la conversación.
A media tarde se presentó de nuevo el hombre de aspecto tranquilo en
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el mundo enrejado de Cara Dulce, esta vez acompañado de un
recluso extraordinariamente delgado, marcado por cicatrices en
cualquier pedazo de piel asomada fuera de la ropa, sin embargo
había algo familiar en el acompañante del hombre de aspecto
tranquilo.
─ Chamo, éste es el hombre— dijo el de aspecto tranquilo al entrar en
el mundo enrejado de Cara Dulce.
─ ¿Qué es lo que? — respondió Cara Dulce dirigiéndose al
acompañante del hombre de aspecto tranquilo.
─ Bueno, ya he cumplido mi parte, ahora te toca a ti responder por la
lana.
─ Tranquilo compa, lo dicho, dicho esta y mi palabra es un documento
— ratificó Cara Dulce al hombre quien ya se retiraba para no ser
testigo de la conversación.
─ ¿Y entonces?— dijo Cara Dulce al hombre frente a él.
─ Yo te conozco— dijo el hombre con vos profunda.
Cara Dulce casi salto de la cama.
─ ¡Tú ere el tipo del pote! — exclamo Cara dulce casi en un alarido. Yo
salí, totalmente de detrás de la pequeña imagen de María Lionza para
mirar por fin, con detenimiento al hombre de la vos profunda quien
durante tanto tiempo no había acompañado en el pote.
─ Viste―panaǁ, que pequeño es el mundo— dijo Cara Dulce todavía
emocionado por haber encontrado al hombre de la vos profunda.
─ Así es la vida, el mundo es un pañuelo— dijo Vos Profunda algo
emocionado por el encuentro—. Bueno chamo ¿Cuál es la mente con
el tipo ese?— continuó diciendo tratando de acortar la conversación y
evitar las emociones.
─ Es una culebra vieja.
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─ Tú sabrás— dijo Vos Profunda dando la situación por discutida y la
conversación por terminada, acto seguido salió del mundo enrejado
de Cara Dulce.
Cara Dulce pareció desconcertado; pues él, hasta papel y lápiz había
dispuesto para hacer más detallada la planificación.
El día de visita llegó, los presos como siempre, en los días de visita,
estaban a la expectativa. Todos, de una manera u otra, abrasados a
sus esperanzas, algunos esperaban a sus familiares otros esperando
vender o negociar cualquiera de sus productos. Otros solo esperando
la oportunidad de robar a alguien para sobrevivir hasta la próximavisita y los demás solo anhelaban ver gente libre caminar entre sus
rejas sin perder su libertad.
Como siempre la primera en llegar fue la madre de Cabello Rizado y
como siempre su silenciosa y espigada hija la acompañaba. La mujer
y su hija se veían cansadas a pesar de lo temprano del día, pero esono limitó el afán de sus ojos para buscar, entre los presos, a Cabello
Rizado. No tardó mucho en encontrarlo, estaba sobrio, pero inquieto.
Sus ojos confiados en la presencia de su madre, se perdieron en ella
nadando entre lágrimas de culpa.
Madre e hijo se abrasaron sin decir nada, pidiendo perdón uno,
perdonando la otra, a gritos y entre lágrimas, pero sin pronunciar
palabras. De pronto apareció Cara Dulce, estaba recién bañado,
rasurado y con ropa limpia, obviamente se había preparado para un
encuentro, no sé si era la mamá de Cabello Rizado el objetivo.
─ ¿Qué tal? — saludó Cara Dulce amparado en una sonrisa nerviosa.
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─ ¿Cómo estás?— saludo la mujer, no como se saluda a un amigo,
sino como saluda un patrono malcriado a su empleado. Esa actitud la
hacía ver más elegante.
─ Bien, señora— contestó Cara Dulce como un empleado haragánsorprendido en el mal quehacer.
─ Se ve muy mal — dijo la madre a Cara Dulce, refiriéndose a Cabello
Rizado, ahora con una actitud más conciliadora. Parecía extraño oír a
la mujer hablar con Cara Dulce cuando todavía no había dirigido una
palabra a su hijo.
─ Eso por ―la mafafaǁ — dijo Cara Dulce despreocupado. ─ ¿Qué es―la mafafaǁ?— preguntó la madre.
─ La droga mamá — contestó la hija en son de reproche por la
ignorancia de su madre.
─ Usted prometió cuidarlo. ¿No es cierto?— encaró la madre a Cara
Dulce retomando su aptitud de patrona malcriada.
─ No es fácil señora,―la mafafaǁ es como una boa, si no se le corre atiempo te atrapa y después, mientras más te meneas más te aprieta
hasta desbaratarte. Su hijo es un drogadicto sin remedio, lo único que
se puede hacer es cuidarlo para esconderlo de los problemas durante
sus horas felices.
Su respuesta no pareció convencer a la mujer.
— Aquí, la droga es un negocio muy fuerte, es muy difícil que, quienquiera compra, no compre — continuó justificándose Cara Dulce.
— Pero haré lo posible para alejarlo de―la mafafaǁ — dijo por fin a
regañadientes.
─ Te lo agradezco— dijo la elegante dama satisfecha por la respuesta
obtenida de Cara Dulce.
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De pronto las posiciones cambiaron, la hora de pagar había llegado y
Cara Dulce era el cobrador y la madre de Cabello Rizado la deudora.
─ Bueno vamos a la pieza— dijo Cara Dulce mientras se ponía
adelante, disfrutando el control ejercido, y por ejercer, sobre la mujer.
Esta vez la mujer echó a andar detrás de Cara Dulce con una altivez
inusitada, parecía una heroína en pro de la gran hazaña. Yo no quise
seguirlos pues sabía que ocurriría, me quede en el techo sobre los dos
hermanos quienes sin decirse nada reprochaba una y suplicaba el
perdón el otro.
Para sorpresa de todos, poco tiempo después ya Cara Dulce estaba
de regreso arreglándose la bragueta del pantalón. A pesar de lo difícil
de la situación, según mi pensar, los dos hermanos agradecieron en
silencio a Cara Dulce el detalle de no fornicar con su madre durante
toda la visita como lo había hecho la última vez. La madre de Cabello
Rizado salió del mundo enrejado un instante después con la
satisfacción de haber hecho lo que debía hacer.
La familia de Cabello Rizado permaneció unida en un incómodo
silencio ante la presencia de Cara Dulce quien, a su vez, se esmeraba
en ser visto como parte de ella.
─ Estamos listo mijo— dijo, de alguna parte, el hombre de la vos
profunda sorprendiéndonos a todos, pero trayendo cierto alivio a la
tensa situación— ¿Qué paso tienes visita?— preguntó un poco
desconcertado al ver la familia de Cabello Rizado.
─ No―panaǁ — dijo Cara Dulce un poco triste— vamos a resolver
nuestro lio — dijo, ahora, poniéndose en camino.
Los dos hombres se alejaron regalando, de esta forma, un poco de
intimidad a la convulsionada familia. Cara Dulce y Vos Profunda iban
en pos de provocar un gran banquete, yo lo presentía. Los seguí
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desplazándome a través del techo. Sin embargo, debido a la velocidad
de sus desplazamientos pronto se me perdieron entre paredes y rejas.
Pero como sabía cuáles eran las pretensiones de los dos hombres y
donde vivía el ayudante Bam - Bam, me dirigí asía allá a toda la
velocidad.
Cuando llegue, a donde sabía se encontraba el mundo enrejado del
ayudante de Bam-Bam, todavía Cara Dulce y su compañero no había
llegado. No obstante, esta parte del penal estaba repleta de personas,
había casi el doble de visitantes, comparado con nuestro pabellón. Los
hombres iban de chaqueta, los visitantes barones siempre usan
chaqueta para distinguirlos de los reclusos a quienes nunca se les
permitía utilizar chaqueta o saco. Las mujeres, por su parte, iban de
vestido o faldas, esto para facilitar, a los Guardias de la entrada, la
revisión de sus partes íntimas; evitando, de esta manera, que personas
no autorizadas, puedan ingresar drogas u otras sustancias o utensilios
no autorizados. No obstante, con frecuencia se presentaba
excepciones; de rato en rato, destacaba alguna mujer de pantalones
siempre rodeada de dos o tres Vigilante, casi siempre repartiendo
paquetes o dando instrucciones a un preso respetado por los
Vigilantes, quien a su vez también entregaba paquetes y recogía
dinero a diestra y siniestra.
De pronto, cuando menos lo esperaba, aparecieron en la entrada del
infinito Cara Dulce y Vos Profunda cada uno con una chaqueta vieja de
casimir como las que se alquilan a los visitantes en la entrada del
penal. Los dos echaron a andar confundiéndose entre la visita. Como
le llevaba la delantera los pude mantener cerca. Por fin miré, en la
puerta de uno de los mundos enrejados, al ayudante de Bam-Bam.
Aunque Cara Dulce y Vos Profunda parecían visitantes, su actitud
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llamaba la atención, pues buscaban entre los presentes con afán e
inquietud, normalmente los presos están prevenidos contra reclusos
de otros pabellones que incursionan en el suyo para robar a la visita.
Por ello, Cara Dulce y Vos Profunda, sin proponérselo, llamaban la
atención.
Los hombres se detuvieron frente al ayudante de Bam– Bam. Vos
Profunda tenía los ojos infectados de ansiedad, Cara Dulce, a su lado,
se veía inquieto e inseguro ante las incisivas miradas de un incontable
número de reclusos suspicaces y prevenidos. En la manga de su saco
se asomaba con disimulo parte del mango de tela de su medio brazo.
Súbitamente y sin ninguna precaución, Vos Profunda sacó su―medio
brazoǁ de alguna parte de su chaqueta acompañado del grito de los
visitante. Y sin dar tiempo a ninguna reacción, el mismo Vos Profunda
lanzó una estocada al ayudante de Bam-Bam; quien, con la rapidez
dada por la experiencia, logró esquivarla a medias, sin poder evitar
una herida en su brazo izquierdo. Cuando Vos Profunda quiso intentar
un segundo ataque, el sonido de un bosque de chuzos saliendo de
sus fundas le paralizo el movimiento, y lo hizo mirar a su alrededor
donde los chuzos desnudos danzaban entre las chaquetas y los
vestidos de los visitantes peleándose por acercarse.
El hombre de la vos profunda comenzó la retirada escudándose tras
cada vestido en su camino, en busca de la puerta del pabellón, sin
poder evitar, cada cierto tiempo, el pinchazo trabajoso de algún chuzo
audaz, escapado de entre las faldas y las chaquetas, anunciado la
presencia de la muerte. Cara Dulce, por su parte, retrocedía en pos de
la puerta; pero tratando siempre de no delatarse como el compañero
Vos Profunda; solo el ayudante de Bam- Bam gritaba a todo
pulmón―ese tambiénǁ ―ese tambiénǁ. Pero todos los reclusos
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estaban concentrados en acabar con el intruso plenamente
identificado, quien se defendía con inenarrable valentía.
Por fin Vos Profunda logró alcanzar la puerta y Cara Dulce, sin dejar de
comportase como un visitante, salió con él. El hombre de la vos
profunda, tan pronto pudo salir, corrió con todas sus fuerzas a lo largo
del pasillo infinito, en pos de su vida. Cara Dulce por su lado solo
caminó asustado como lo haría cualquier visitante.
Cuando llegué al mundo enrejado, encontré a Cara Dulce tirado en la
cama con la mirada perdida en el techo. Olor a Periódico y su familia
conversaban y compartían cordialmente con la familia del CabelloRizado ambas familias trataban de ignorar al solitario recluso de la
mirada perdida en el techo.
Como siempre me acomodé detrás de la imagen de María Lionza, sin
hacer mucho caso del bullicio de la visita, dedicándome a descansar y
a disfrutar de la energía suministrada por un remanso de sangre deVos Profunda conseguido en un rincón de alguna parte.
El final de la vista llegó y por primera vez, desde que soy observador
de la familia de Cabello Rizado, la veo retirarse con una sonrisa en los
labios, incluso la hermana, a quien nunca había visto reír. Nadie dijo
nada a Cara Dulce, nadie lo miró, nadie se despidió. Olor a Periódico
daba abrazos y besos a diestra y siniestra lleno de orgullo y alegría.
Cabello Rizado abrasaba a su hermana, y la niña respondió con risas
a su hermano y carisias a su madre. Cabello Rizado se veía tierno
cuando no estaba drogado y quizás esa era el principal motivo de
alegría de su madre y hermana.
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El Vigilante pasó por tercera vez anunciando el fin de la visita, con el
propósito firme de sacar a los rezagados. Las dos familias, una de las
pocas rezagadas, salieron lentamente del mundo enrejado, Olor a
Periódico y Cabello Rizado salieron con ellas.
Cara Dulce continuaba perdido en sus pensamientos, sin hacer caso a
los familiares en retirada. El hecho de haber dejado, prácticamente,
solo a su acompañante lo tenía preocupado pues, aunque el error
había sido de su acompañante al sacar el chuzo antes de acercarse lo
suficiente, Cara Dulce en vez de apoyarlo, en su escape a través de la
selva de chuzos, optó por confundirse con la visita y dejarlo solo frentea la circunstancia. Ahora, si Vos Profunda no aceptaba su estupidez al
apresurar el ataque y no entendía las justificadas razones de Cara
Dulce al abandonarlo frente a su insensatez, entonces tenía una
―culebraǁ muy fea a la que hacer frente. Pero normalmente, cuando
hay buena voluntad, los reclusos perdona el abandono de sus
compañeros cuando se encuentran frente a situaciones sin salida,todo depende, ahora, del punto de vista de del hombre de la vos
profunda.
Después de la visita y todas las tardes, cuando termina el día y
comienza la noche, los pasillos quedan solos, la mayoría de los presos
escogen esa hora para bañarse. Y quienes no, prefieren quedarse ensus mundos enrejados para evitarse problemas con los presos que
pasan desnudos rumbo al baño. Pues, cualquier mirada indiscreta o
cualquier expresión mal interpretada puede ser causar de muerte. En
los baños se debe ser igualmente discreto cualquier rose debe ir
acompañado de una disculpa inmediata o el ―entrompeǁ a chuzo
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será inevitable. Esta situación hace a los reclusos verdaderos
caballeros en las duchas, amables y corteses, a pesar de enjabonarse
con un chuzo en la boca por si alguien los roza.
Cara Dulce se encontraba en su mundo enrejado esperando aCabello Rizado y a Olor a Periódico quienes se estaban bañando.
Generalmente siempre iban a bañarse juntos, pero después del fallido
ataque al ayudante de Bam-Bam y de su comportamiento para con Vos
Profunda, Cara Dulce había permanecido tirado en la cama mirando e
techo sin ningún otro hacer.
─ ¿No te vas a bañar?— Preguntó Olor a Periódico, cuando entró al
mundo enrejado, con el solo ánimo de hacer conversación.
─ ¿Estoy muy hediondo?— respondió Cara Dulce secamente.
─ ¿Qué le pasa a este tipo? — dijo Olor a Periódico a Cabello Rizado.
Cabello Rizado sonrío tímidamente eludiendo cualquier repuesta
ofensiva a su protector. ─ Le zumbé un atentado, en su guarida, al ayudante de Bam– Bam.
Pero―el tiro salió por la culataǁ y el tipo se salvó — comentó Cara
Dulce sin despegar la mirada del techo.
─ ¡Hiciste ¿qué?!— exclamó alarmado Olor a Periódico. — a ese tipo
no se le puede zumba un atentado y dejarlo vivo, ese tipo es un
caballero, ese tipo tiene pueblo — Expuso Olor a Periódico, tratandocon sus palabras de reparar los hechos; y, ante la imposibilidad, se
sentó en su cama con los codos apoyados en la rodilla y la mirada fija
en Cara Dulce. Para mi entender, esperaba una repuesta, un plan de
defensa o una estrategia de ataque. Pero Cara Dulce permanecía
callado— ese tipo no se va a queda tranquilo, ese tipo nos va a matar
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— continuó diciendo Olor a Periódico. Pero, ni siquiera, esta afirmación
hizo reaccionar a Cara Dulce —. Mi mujer me ha traído las fotos de los
muchachos, ellos me darán fuerza y me ayudarán a salir de aquí —
dijo a Cabello Rizado resignado ante la falta de respuesta de Cara
Dulce y tratando de escapar de la reflexión sobre las consecuencias
del ataque.
─ ¡Huele a algo raro!— exclamó Cabello Rizado, haciendo un gesto
repulsivo por el fastidio del olor.
─ ¿Qué dijiste?— preguntó Olor a Periódico.
─ ¡huele a gasolina!— dijo Cara Dulce mientras se ponía de pies de
un salto.
Casi inmediatamente un chorro de gasolina cayó dentro de nuestro
mundo enrejado, un fugaz hombre lo dejó caer sin tino alguno.
─ ¡Vista―panitaǁ, nos van a quemar vivos!— dijo Olor a Periódico casi
en un alarido.
Pronto una enorme llama roja y amarilla, procedente de todas partes,
invadió nuestro mundo. Los tres hombres, haciendo caso omiso al
peligro de las llamas, corriendo en busca de la salida del pabellón, y
yo con ellos. Al llega a la reja pudimos comprobar que el fuego no era
tan grande como se veía desde nuestro mundo. Pero los reclusos de
todos los mundos corrían como locos a lo largo del infinito.
Yo me eché a volar para ir a la par de mis compañeros, quienes como
los demás corrían a toda velocidad en busca de la salida al final del
humo y las llamas. Súbitamente Cara Dulce se detuvo patinando en el
piso, por un buen trecho, mientras buscaba desesperado, pero
infructuosamente, el ―medio brazoǁ en su cinto. En la puerta del
infinito estaba el ayudante de Bam - Bam acompañado por un grupo
de reclusos, cada uno con su―medio brazoǁ desnudo en mano. Cara
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Dulce, sabiéndose hombre muerto si continuaba corriendo asía la
salida, sin medir en las consecuencias, dio media vuelta y corrió de
regreso al infierno de fuego de donde venía. Yo corría con él en busca
de la salida, cuando se detuvo, me detuve; cuando regreso al infierno
de fuego regresé con él, aferrado a su liderazgo y a la esperanza de la
mejor decisión. Olor a Periódico y Cabello Rizado dudaron en seguirlo
de regreso a las llamas, pero dos reclusos herido al lado del ayudante
de Bam-Bam les recordaron la conexión con Cara Dulce y les
disolvieron las dudas obligándolos a seguir a Cara Dulces en su
regreso.
El intenso humo no permitía ver con claridad, pero se podía adivinar
una considerable disminución de las llamas. Sin embargo, a pesar de
todo, el calor y el humo eran insoportables. Cara Dulce entró a su
mundo enrejado acosado por el humo; tomó una sábana y se cubrió
boca y nariz para minimizar su efecto. Tras él entraron sus
compañeros, cada uno se acurrucó tras una cama; no sé si para
cubrirse del humo o por temor a la muerte resplandeciente en
el―medio brazoǁ del ayudante de Bam-Bam y su gente.
El tiempo pasaba lentamente y la tención aumentaba al disiparse el
humo, el crujiente ruido producido por las llamas, dejó de escucharse
y, a pesar de las paredes, el olor del fuego junto con el humo, también
se escapaba por los barrotes. Fue un gran alivio para todos,
pensamos inocentemente que también el peligro se había ido. Pero de
pronto, en alguna parte, se escucharon pasos. Sabíamos que era el
ayudante de BamBam y sus compañeros quienes venían por Cara
Dulce. Ya no quedaban reclusos en el pabellón. Ni en ninguno de los
mundos enrejados, pues todos habían corrido para escapar de las
llamas. Cara Dulce empuñó su―medio brazoǁ y se plató frente a la
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reja del mundo a esperar la llegada del ayudante de Bam-Bam, quien
traía la muerte resplandeciendo en su medio brazo.
Cara Dulce apretaba su ―medio brazoǁ con todas sus fuerzas y
esperaba con la mirada fija en la reja. Cabello Rizado, sabiéndose
parte ineludible de la suerte de Cara Dulce, buscó su chuzo en un
hueco de la pared y se plantó un paso detrás de este. Cara Dulce
temblaba de pies a cabeza, aunque empuñaba su―medio brazoǁ con
firmeza, ―a todo el mundo se le afloja el barro antes de un asaltoǁ
dicen los presos.
Olor a Periódico permanecía acurrucado detrás de la cama, ahora
abrazando las sabanas y toda la ropa sobre ella, dicen que cuando se
está bien arropado el chuzo es menos frio. De pronto, entre el humo y
las cenizas, con el más afilado de los medios brazos y cinco
compañeros rodeándolo, apreció el ayudante de Bam-Bam.
─ ¿Qué pasó mamita? ¿No te gustó como te tratéen ―Los Floresǁ? —
Dijo el ayudante de Bam - Bam lascivamente sabiéndose con el poder
para destruir a Cara Dulce.
─ Bueno, bruja si has de matarme échale pichón y no hables tanto—
dijo Cara Dulce mientras abría la reja de su mundo y como un león
salía con su―medio brazoǁ por delante.
Sus adversarios retrocedieron, casi instintivamente, al ver la decisión y
el arrojo de Cara Dulce. Sin embargo, este retroceso no duro mucho y
después de la primera impresión los seis hombres se prepararon para
acabar con el arrojo del recluso y su tembloroso acompañante.
Cabellado Rizado continuaba medio paso detrás de Cara Dulce,
temblaba como una paja y su miedo alimentaba el valor de los
atacantes. Cara Dulce estaba en guardia con el―medio brazoǁ
danzando de una mano a la otra, esperando el momento para atacar
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o repeler el ataque. Cabello Rizado solo miraba y esperaba apretando
su chuzo con todas sus fuerzas. Dentro del mundo enrejado se
escuchaban los débiles sollozos de Olor a Periódico.
La muerte danzaba y Cara Dulce tenía las de perder. El ayudante de
Bam-Bam y sus compañeros animados por el llanto de Olor a Periódico
y los temblores de Cabello Rizado se disponían a dar muerte al
valiente recluso que los enfrentaba.
─ ¡Bueno que es lo que! ¡¿Ustedes creen que el―panaǁ esta solo?!—
gritó alguien desde la distancia, era el hombre los vos profunda quien
venía desde un rincón del infinito, sudado y jadeante, con la camisa
abierta y el pecho al aire. Traía dos medios brazos uno en cada mano
y ambos los blandía amenazante.
─ Y ahora quien es la mami — dijo Cara Dulce al momento que daba
un zapatazo en el piso para anunciar su ataque, pero en el mismo
momento, dos golpes, o más bien un golpe, retumbaron en el coraje
de los presentes.
Era Vos Profunda, quien ya entre nosotros, le había propinado dos
tajos al recluso a él más cercano, uno en la cabeza y el otro en el
pecho. Dos enormes chorros de sangre invadieron el infinito y un grito,
casi una súplica, lacero las intenciones de los compañeros del
ayudante de Bam-Bam. El recluso cayó pesadamente y su sangre
anunció el banquete.
─ Y entonces mijo ¿a qué viniste?— dijo Cara Dulce ahora con más
confianza ante la baja sufrida por el Ayudante de Bam-Bam.
─ Tranquilo, compa que la pelona aquí, va a gozar un puyero — dijo
Vos Profunda, amenazando con la muerte a todos y forzando aún más
la situación.
─ No compa, arreglen ustedes sus problemas porque este negro se va
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— dijo uno de los compañeros del ayudante de Bam– Bam y bajando
la guardia, mirando de frente a Vos Profunda. Con la espalda pegada
a la pared, caminó rumbo a la salida de pabellón y del infierno por el
mismo ayudado a crear.
El retiro de uno de sus compañeros y la imagen de otro en el piso
había mermado la voluntad del Ayudante de Bam – Bam y sus
compañeros, aun cuando todavía tenía ventajas numéricas. Presumía
la dificultad de someter a dos guerreros de la talla de Cara Dulce y Vos
Profunda, porque Cabello Rizado no parecía ser contendor. De pronto,
cuando menos lo esperaban ambos bandos, apareció Olor a Periódico
con los ojos irritados por las lágrimas, su―medio brazoǁ en mano y
una guardia de experto.
─ ¿Y esta es la mariposa que nos cortejaba con su llanto? — dijo el
Ayudante de Bam– Bam.
─ No migo, no lloraba, estaba pidiendo por tu alma, porque te voy a
sacar las tripas.
Las cosas se complicaban para el ayudante de Bam–Bam, la partida
se había nivelado. Ahora, sin ventajas de ninguno de los bandos, las
bajas eran seguras. Pero aún más segura, sería la deserción de sus
compañeros frente a una confrontación estéril para ellos.
─ Dejemos las cosas así por ahora. Pero estamos pendientes— dijo el
Ayudante, consiente de la conveniencia de buscar una retirada digna.
Mientras, al mismo tiempo, siempre en guardia, se alejaba de
nosotros.
Cara Dulce y Vos Profunda, sabiéndose en desventaja pues, aun
cuando numéricamente estaban parejos, Cabello Rizado no era un
verdadero combatiente y Olor a Periódico estaba en un estado de
shock tal, que no sería capaz de enfrentar un combate con éxito, por
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ello ni Cara Dulce ni Vos Profunda se opusieron a la retirada de
ayudante de Bam-Bam.
─ Ustedes son unos chorreados — dijo Olor a Periódico entre dientes
sin querer causar mella en la decisión del grupo en retirada.
─ Y entonces ¿creías que te iba a dejar solo?— dijo Vos Profunda,
mientras daba una palmada en el hombro a Cara Dulce, y éste le
agradeció con una sonrisa.
Un rio humanos se derramó en el espacio anunciando la visita y
destrozando el silencio reinante. El rio llegó a nosotros con una mirada
triste, un andar ligero, un rostro bañado en lágrimas y unos brazos
abiertos.
─ Mijo, mijo— gritó la mujer mucho ante de llegar al hombre, quien
también corría a su encuentro— La televisión dijo que se habían
quemado la cárcel y eran muchos los muertos — dijo la mujer
abrazando a su hijo bajo la mirada serena y tranquila de su joven
acompañante.
Las paredes del pabellón mostraban huellas del fuego provocado por
el ayudante de Bam-Bam. Aun cuando, los presos habían hecho un
excelente trabajo de limpieza tratando de eliminarlas.
─ Mamá, no creas los cuentos de la televisión, ellos solo dicen la parte
que pueden decir; pero las cosas por ellos dichas, aseguran que es la
verdad, aunque no lo sea.
─ ¿Que paso mijo?
─ Unos tipos equivocados vinieron a someternos, pero los páramos. Y
fueron ellos los perdedores.
─ ¿Y el tipo ese, te cuidó?— peguntó la mujer.
La pregunta aunque predecible, era sumamente compleja. Pues si
Cabello Rizado le decía a su madre que la situación se había
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generado como consecuencia de una vieja querella de Cara Dulce, su
madre le retiraría sus favores y él necesitaba de su protección sobro
todas las cosas.
─ Si mamá el me cuidó — contestó Cabello Rizado, después de
razonar la respuesta.
La mujer respiró orgullosa y satisfecha por haber logrado proteger a
su hijo desde la distancia, e instintivamente buscó el rostro de Cara
Dulce entre la multitud; lo descubrió en un rincón, mirando la escena
de madre e hijo. Y agradecida la mujer camino asía él, lenta y segura;
después de todo, era la mano en la distancia con la que cuidaba a su
hijo.
─ Te agradezco con el arma, el haber cuidado mi muchacho durante e
problema— dijo la madre a Cara Dulce.
─ Ya su hijo no necesita de mis cuidados, él se puede cuidar solo—
contestó Cara Dulce rechazando la marrullería.
─ Si, pero las madres tenemos una bolsa, coma la de mamá canguro,
en nuestras mentes, y allí cargamos a nuestros hijos aunque estén
lejos — filosofó la madre.
─ Pero su hijo es un Caballero y no está para estar dando saltos, ni
para estar metido en la bolsa de mamá— la mujer sonrió ante la
rudeza de Cara Dulce y muy discretamente trató de encaminarlos al
mundo enrejado.
─ Señora ya no necesita acostarse conmigo para proteger a su hijo, él
se puede cuidar solo; ya no es mi peluche, ahora somos ―panasǁ. Él
demostró ser un varón, y cuando se es hombre no se tiene protectores,
sino ―panasǁ — dijo Cara Dulce negándose a andar el camino rumbo
al mundo enrejado, sin embargo, la mujer continuó caminando ahora
sonrojada ante la negativa de hombre. Al final, ante la insistencia de la
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mujer, Cara Dulce cedió. Quizás lo hizo para evitarle la vergüenza del
rechazo.
Cuando estuvieron en el mundo enrejado, la mujer se sentó en la
cama de Olor a Periódico y Cara Dulce se sentó en su cama.
─ Señora, el problema fue por mí — dijo Cara Dulce casi avergonzada
después de un incómodo silencio.
─ ¡¿Cómo es la cosa?!— exclamó la mujer parándose de la cama de
un salto.
─ La culebra es mía, los tipos vinieron por mí y quemaron el pabellón
por mi culpa. Pero nosotros los entrompamos y los perdedores fueron
ellos. Su hijo se portó como un Varón— contó Cara Dulce rápidamente
para evitar las explicaciones.
─ ¡Por tu culpa iban a matar a mi hijo!— dijo la madre alarmada
─ Estamos en la cárcel señora, aquí solo tienen posibilidad de vida
aquellos que renuncian a ella y demuestra su renuncia con acciones;
nuestra esperanza de vida está en la punta del chuzo y en el coraje de
los ―panasǁ — dijo esto mientras sacaba su―medio brazoǁ de su
cinto— aquí hemos de ser guerrero pa` lante, para evitar las
violaciones o la muerte— dijo con orgullo dándose una fuerte palmada
en el pecho, pero eludiendo la mirada de la mujer, quien reclamaba el
servicio pagado con su cuerpo—. Pero su hijo se comportó como
un―panaǁ señora. Por tal razón no está obligada a pagarme para
cuidarlo, porque él ya no necesita los cuidados de nadie, ahora tiene
él ―panasǁ, ylos ―panasǁ nos cuidamos unos a otros.
La mujer caminó de un extremo a otro del mundo, pareció querer decir
algo importante, pero no lo dijo. Luego sumisa se sentó al lado de
Cara Dulce.
─ ¿Cómo va a hacer para cuidarse cuando este drogado?— preguntó
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entre dientes tan bajo que no sé si fue eso realmente lo dicho.
Cara Dulce se encogió de hombro
— Es entonces es cuando quiero que lo protejas— dijo recobrando la
fuerza de su vos.
─ Trataré de protegerlo.
─ No quiero que trates de `protegerlo, quiero que lo cuides y te hagas
matar por él si es necesario— dijo la mujer con extraño tono de jefe
humilde.
─ Lo voy a hacer señora. Pero para mí, usted está buscando escusas
para seguir con la guachafita conmigo— dijo Cara Dulce al momento
de pararse de la cama para salir del mundo enrejado.
─ ¡Haré lo que sea!— casi gritó la mujer al recluso en retirada.
La verdad nunca creí que Cara Dulce fuera a salir de su mundo
enrejado sin acostarse con la madre de Cabello Rizado, pero lo había
hecho. Eso me hizo pensar en lo profundamente agradecido que le
estaba al hombre de cabello rizado.
―La mafafaǁ
Después del ataque del ayudante de Bam-Bam, la relación de Cara
Dulce y Cabello Rizado cambió. Ahora, el primero trataba al segundo
como a un compañero y no como a un protegido. También había
cambiado la relación con Olor a Periódico. Éste no dejaba de adular a
Cabello Rizado en pro de evitar comentario sobre lo sucedido el díadel ataque. Sin embargo, los amigos del ayudante de Bam-Bam se
habían encargado de hacer correr los relatos de su desafortunada
conducta. No obstante, Olor a Periódico se las arreglaba para eludir
las acusaciones y negar los hechos. Por otro lado, las visitas de Vos
Profunda eran cada vez más frecuentes, pero se cuidaba mucho de no
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hacer alusión de riñas o peleas capaces de extraer del rincón de los
recuerdos la lágrimas de Olor a Periódico durante el ataque del
ayudante de Bam-Bam. Pero era cuestión de tiempo para que los
reclusos de nuestro pabellón comenzaran a presionarlo por su
conducta frente al ayudante de Bam-Bam.
Yo estaba reposando de mi último banquete detrás de la imagen de
María Lionza, cuando dos súbitas situaciones despertaron mi
curiosidad: un brusco movimiento en la cama de Cara Dulce donde, yo
sabía, se encontraba descansando y una algarabía en el infinito. En
condiciones normales esto no me hubiera inquietado, pero laalgarabía se acercaba cada vez más a nuestro mundo.
Cara Dulce, ya de regreso, con el chuzo desnudo escoltaba a Cabello
Rizado quien también chuzo en mano y con la ropa bañada en sangre
entraba en nuestro mundo enrejado.
─ ¿Y por qué fue el lio?— preguntó Cara Dulce.
─ Un tipo, equivocado por culpa la droga, vio en mí un chigüire fácil de
someter y quiso cobrar, a la mala, una deuda de droga, a la buena,
adquirida.
─ Debemos buscar esos reales, no es bueno tener culebra con los
ibaros — dijo Cara Dulce con aires de preocupación. ─ Los jibaros no perdonan, ni dan tregua, nadie les fuma sus
―piedrasǁ y le mata sus hombres impunemente. Tenemos un
problema— tercio Olor a Periódico con timidez.
Desde el día del asalto, del ayudante de Bam– Bam, Cara Dulce y
Cabello Rizado, lo trataban como un cobarde.
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─ ¡Mejor te callas! — lo regañó Cabello Rizado.
─ Él tiene razón, ahora estamos metidos en tremendo problema ─ dijo
Cara Dulce.
Cabello Rizado comenzó a temblar de pies a cabeza, dejando ver su
miedo sin ningún recato.
— Pero no hay mente, ya veremos cómo solucionamos el problema —
continuó diciendo Cara Dulce tratando de animar a Cabello Rizado,
quien, viendo a Cara Dulce tomar el problema para sí, sonrió más
tranquilo.
─ Mate un hombre — dijo súbitamente Cabello Rizado terminando de
acostarse en la cama Olor a periódico.
─ ¿Es tu primer muerto?— preguntó Olor a Periódico.
— Si
— Es arrecho cuando es el primero.
Cara Dulce y Olor a Periódico salieron del mundo enrejado
discutiendo entre ellos la forma de sacar a Cabello Rizado del
problema. Quizás, a Olor a periódico, en otras circunstancias, no le
hubiera importado la suerte de Cabello Rizado, pero ahora hacia
esfuerzos por escapar de la sombra de cobarde asignada por sus
compañeros desde el día del asalto. Por eso se ofreció para hablar
con los jibaros de la droga y llegar a un acuerdo sobre la situación desu compañero.
Cara Dulce aprovechó un destello de soledad brindada por las
andanzas de sus compañeros para arrodillarse a orar frente a las
imágenes, como no lo hacía desde su estadía en ―el poteǁ o celda de
castigo. A penas terminaba de decir amén cuando, no sé si a
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consecuencia de sus rogatorias, entró Olor a Periódico con dos
reclusos mal encarados y de buen vestir.
─ Epa chamo, estos son los tipos que mueven la pasta— dijo Olor a
Periódico.Cara Dulce no contestó, miró a los hombres de pies a cabeza y les hizo
un gesto con la cabeza en señal de saludo y de permiso para iniciar la
conversación.
─ Lo hecho, hecho está y bueno o malo tiene su precio. Tu convive
mató a un―panaǁ y debe pagar por eso — dijo el jibaro con porte de
efe. Cara Dulce no hizo comentario. ─ Además, nos debe pasta y esos reales son sagrados— dijo el otro
con aire amenazador.
─ La pasta la pagaremos el sábado en plena y la muerte de
su―panaǁ fue un asunto personal entre ellos dos — acotó Cara Dulce
buscando concilio.
─ Los chamos son ―panasǁ. Estuvimos juntos en ―la Modeloǁcuando eso era atrinca ¿cierto chamo?— intervino Olor a Periódico,
tratando de suavizar la tensión del ambiente. Uno de los hombres
asintió con la cabeza.
─ Uno de ustedes mató y le quitó lo suyo a uno de nosotros. Nosotros
también queremos sangre y dinero, vamos a ver cómo nos arreglamos
— dijo el hombre con aspecto de jefe dando por terminada laconversación y saliendo del mundo enrejado.
Esta era una situación predecible, anunciada muchas veces por los
insensatos hábitos de Cabello Rizado, por esa razón, a nadie
sorprendió el conflicto decretado, más aun, siendo Cara Dulce y Olor a
Periódico expertos conocedores de adictos y consumidores, sabían de
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lo inevitable de la situación. No obstante, a simple vista se notaba la
falta de ganas de venganza, por lo menos, en los dos jibaros visitantes,
pues si la organización de la droga hubiere tenido ganas de
venganza, ya habrían tratado de saciarla en Cabello Rizado.
─ ¡Qué problemón! — exclamó Cara Dulce mientras se dejaba caer en
su cama, con la mirada perdida en sus dudas.
─ ¿Los presos de este pabellón le zumbaron un atentado al ayudante
de Bam-Bam ayer? — informó Olor a Periódico a Cara Dulce, tratando
de dar por terminado el tema de los jibaros.
─ ¿Y cómo les fue?— preguntó Cara Dulce un tanto desconcertado,
pues a pesar de los preparativos de un atentado de esa magnitud él
no sabíamos nada de este.
─ El hombre se salvó — dijo con un gesto de frustración—. Ese tipo
masca su grano, seguramente tiene pacto con el diablo y por eso no lo
encontraron. Dicen que se escondió en el baño de Bam-Bam para
evadir la pelona; ese tipo no anda a suerte y verdad.
─ La muerte quiere que la vida nos reúna para, así, cada una agarrar
el suyo — dijo Cara Dulce en un suspiro, sabíamos, sin querer decirlo,
que no habían sido invitados por los rumores circulantes sobre el
comportamiento de Olor a Periódico el día del ataque de ayudante de
Bam– Bam.
─ La suerte dura mientras haya fuerza para no dejarla escapar. Algún
día perderá fuerza ylo agarraran ─ dijo Olor a periódico con el ánimo
de disuadir los pensamientos no divulgados de Cara Dulce.
─ Según el decir de sus compañeros, está más chorreado que palo de
gallinero, vive escondido en una celda especial y, cuando sale, se
esconde en el baño de Bam-Bam. También dicen que nadie lo ve
desde el atentado. Pobre hombre, se debe estar volviendo loco— dijo
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Cara Dulce eludiendo comentar sobre el hecho de no haber sido
invitado al asalto.
─ Pero él va a agarrar confianza y va a salir de su escondite. Y, cuando
eso pase, yo lo voy a estar esperando con mi―medio brazoǁ —
sentenció Cara Dulce mientras colocaba el―medio brazoǁ bajo su
almohada y se acomodaba a descansar.
El día de la visita llegó; rostros buscando rostros, la mujer de alguien,
el hijo de alguno. Todos con la misma angustia y deseo de conseguir
sano y salvo a su ser querido, ―hola mamáǁ, ―bendición papáǁ,
―¿Cómo estas mi amor?ǁ siempre es igual; por eso, después de ver la primera ola humana entrar, me fui tranquilamente a mi lugar detrás de
la imagen de María Lionza.
A media mañana entró Cara Dulce y la madre de Cabello Rizado.
Mucho habían tardado, las veces anteriores, entre las primeras
acciones de la mujer, estaba ir a la cama con Cara Dulce para pagar el cuidado de su hijo.
─ Su hijo se metió en tremendo problema, y necesitamos plata. — dijo
Cara Dulce sin ninguna sutileza
─ ¡¿Me lo van a matar?!— preguntó la mujer angustiada e impotente.
Cara Dulce guardó silencio
— No puedo darle más de lo que le doy, no hay más dinero— dijo la
mujer casi con vergüenza por su pobreza
— No los dejes que me lo maten— suplicó.
─ Como quisiera yo evitarle ese trago. Pero la culebra es fea,
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necesitamos dinero para comprar su furia y evitar un coliseo– un
coliseo es una pelea entre dos grupos ante la vista de todos.
─ Sé que hablas con sinceridad, pero no tengo el dinero — dijo la
mujer ahora sí con la vos quebrada— te juro por Dios que no tengo el
dinero, hago cosas que no debería hacer para traer lo que traigo, pero
no puedo traer un centavo más.
─ Necesitamos los reales, pida prestados hable con un amigo, llame a
su madre, pero consiga el dinero — insistió Cara Dulce.
─ No puedo, les debo dinero a los abogados, también a los alguaciles,
a los escribientes y solo Dios sabe cuánto le debo al portero de los
tribunales, ese me preocupa sobre todos los demás. Pero te juro que si
lo tuviera, aunque de eso dependiera mi vida, te lo daría, pero no
tengo más. ¡Dios mío! ¡Ya no aguantamos esta cárcel!— la mujer
guardo silencio por uno instante como meditando las palabras a decir
— mi esposo tiene problemas en la empresa donde trabaja— acentuó
con fuerza la palabra ―esposoǁ y esperó por la reacción de Cara
Dulce, pero este no se inmuto, la mujer continuó— se ha visto obligado
a tomar dinero de la empresa para pagar a los zamuros que nos
rodean, el presidente de la empresa se dio cuentay…
─ O sea, ahora podrías tener a tu marido preso también— interrumpió
Cara Dulce bruscamente, sin ningún respeto por las confecciones de
la mujer. ─ No tanto como eso— dijo la mujer haciendo caso omiso a la
ironía de Cara Dulce— la empresa es de la familia y el presidente es
mi hermano. Pero él no va a desaprovechar la oportunidad de
acusarnos para quedarse con toda la empresa. Hasta mi casa podría
ser embargada para cubrir el dinero de la empresa tomado por mi
esposo.
─ ¿Y entonces?— dijo cara dulce sin cambiar su carácter burlón. Cara
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Dulce estaba acostumbrado a ver como familias esteras se quedaban
en la calle cuando uno de sus miembros era hecho preso. Sin
embargo, le parecía raro ver a una mujer profesar tanto amor por su
hijo y a su vez tanta preocupación por perder algunos bienes. Sobre
todo, estando en juego la vida del hijo amado.
─ No hay dinero, estamos a punto de quedar en la calle y no hay
esperanzas de obtenerlo por ninguna parte — la vos de la mujer se
quebró de nuevo al decir estas palabras y una lagrima se escapó de
uno de sus ojos. — Necesitamos la plata— repitió Cara Dulce
— ¡No la tengo!— gritó entre lágrimas.
─ Está bien no se preocupe, ya hemos bailado con la muerte y
siempre nos salimos riendo— dijo Cara Dulce, ahora sí, conmovido por
la mujer —. Pero vamos a necesitar dinero, por lo menos, para pagar
la droga consumidas por su hijo— la mujer asintió con la cabeza— ¿Su
hermano es el único conocedor de los robos? — preguntó Cara Dulce
intrigado por la historia de la mujer.
─ Él es el único con la capacidad para acusarnos, porque la empresa
es prácticamente de los dos — contestó la mujer más tranquila— mi
esposo ha sufrido dos infartos y ni, si quiera, por eso, mi hermano, se
apiada de nosotros — continuó diciendo la mujer, ya con la única
intención de desahogarse — solo quiere la empresa, solo eso.
─ Qué los santos protejas a su hermanos. Pero ¿Si no fuera por su
hermano, usted no tuviera problemas?— La mujer solo dejó escapar
el aire de sus pulmones haciendo ver lo ridículo de la pregunta— no
se preocupes yo protejo lo mío y mi brazo llega hasta donde ellos
están, ya se verá como se hace para conseguir la plata, pero tú estás
conmigo, no estás sola. La conversación se terminó y los dos seres con
timidez y vergüenza abrasaron sus miradas y sus manos, justificadas
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con temblores, deshonraban, cada uno, la piel del otro hasta lo
indecible. Habiendo visto ya aquellos torbellinos, salí del mundo en
busca de mejores opciones. Tenía hambre, y el hambre anula la razón
y orienta el valor. Salí del mundo enrejado y caminé por la pared en
busca de algún indicio de riña generadora de alimento fresco. Durante
los días de visita los reclusos visitados andan muy alerta, para proteger
a sus familiares; por cualquier cosa sacan el chuzo. Aunque,
generalmente, otros reclusos intervienen evitando o postergando la
pelea para después de la visita. Aun así, las confusiones son tan
frecuentes que es difícil evitar que algunas se resuelvan mediante el
chuzo. Por eso los días de visita nunca me quedo sin comer. Poco
después, salió la madre de Cabello Rizado a reunirse con sus hijos. A
pesar de mantener su porte de dama distinguida, en su rostro se
reflejaba picardía, en su sonrisa complicidad y en su cuerpo
satisfacción. Como de costumbre, ninguno de sus hijos hiso
comentarios.
Estaba merodeando sobre la visita cuando vi al jibaro con porte de jefe
con varios de sus compañeros entrar en nuestro pabellón. Pensando
egoístamente en mí y en la comida generada por un posible conflicto
entre Cara Dulce y el jibaro, volé a nuestro mundo. En la reja, estaba
Olor a Periódico y su mujer hablando con Cabello Rizado y su familia.
Dentro del mundo, enrejado estaba Cara Dulce, tirado en su cama,
mirando el techo. Cabello Rizado divisó a los hombres a cierta
distancia y de un salto se pegó a la pared mientras empuñaba
su―medio brazoǁ bajo su camisa, Olor a Periódico se retiró unos
pasos para dar espacio a una posible pelea. Pero los hombres
pasaron derecho al interior del mundo enrejado haciendo caso omiso
a la actitud de Cabello Rizado y Olor a Periódico. Obviamente solo
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querían hablar con Cara Dulce, y yo me fui tras ellos.
Tenemos un ligero problema — dijo Cara Dulce creando cierta
incertidumbre en el ambiente—, no tengo el dinero —dijo deshaciendo
su creación.
─ Tenemos un problema, no; ustedes tienen un problema— corrigió el
ibaro con porte de jefe — estas no son deuda de papa — dijo papa
refiriéndose a la comida — ni de colchonetas, estas es una deuda de
droga y sangre; de alguna forma deben pagarla.
─ Y a su tiempo— ratificó su compañero y aparente lugarteniente. ─ Yo
sé eso, pero la lana, en este momento, esta dura — dijo refiriéndose al
dinero —. O sea, si hay dinero, pero está destinado a pagar otras
cosas, por qué ¿De qué vamos a vivir si no? El chamo es un adicto, él
seguirá consumiendo y cuando estén los reales libres, les juro por los
clavos de cristo que se les paga lo suyo— Cara Dulce se dejó caer
sobre la cama dando confianza a los hombres, al ofrecerle un flanco
fácil —. Además, siempre hay otras formas de pagar ese tipo de deuda,
esas deudas no se pagan solo con real.
─ ¿Qué otras formas?— preguntó el jibaro con aspecto de jefe ─ No
sé, ustedes son quienes mueven―la mafafaǁ — contestó Cara Dulce
con seguridad.
Los hombres guardaron silencio por unos instantes mientras
intercambiaban cómplices miradas y delatoras sonrisas. Las deudas
de drogas suelen ser las más peligrosas por el tamaño de las
organizaciones jibaras y la rigurosidad en el cobro, esos lo sabía Cara
Dulce. Sabía también que los jibaros cobran y lo hacen de cualquier
manera. Por esos, casi siempre, ofrecen alguna alternativa para
cancelar las deudas imposibles. Aunque, estas alternativas suelen ser
más costosas, en riesgo y laboriosidad, que la deuda misma. En este
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caso las opciones eran nulas y el riesgo era la única oportunidad.
─ Tenemos un problema con la mercancía entrante— dijo el jibaro con
porte de jefe, adoptando aires de ejecutivo — alguien la está
manipulando ante de llegar a su destino y eso nos está perjudicando.
Necesitamos una persona confiable para meter algunos paquetes sin
pasar por los canales regulares. Son muy pocos viajes mientras
establecemos nuevas rutas para eliminar el problema— sentenció el
hombre ─ ¿Y quién la va a pasar? — Preguntó Cara Dulce
convencido, ahora sí, de lo anticipada de la situación y de haber caído
inocentemente en una trampa preparada por aquellos reclusos desde
hacía mucho tiempo. ─ La mamá del chamo — dijo el lugarteniente
envolviendo sus palabras en una sonrisa y sabiendo descubierto el
plan en la conciencia de Cara Dulce.
La rabia y la impotencia de Cara Dulce se asomaron en una sonrisa.
Después de todo y a pesar de todas las realidades, la mamá de
Cabello Rizado era su mujer ¿Qué hombre no da la vida por su mujer?
¿Qué muerte puede ser más digna?, ¡cuán generosa era la vida al
ofrecerle la oportunidad sublime de morir por su hembra! Pero estaba
amarrado por las circunstancia. Si trataba de protegerla, como era su
deber, la perdería; si no lo hacía, la maldad del vicio los tocaría a
ambos y los marcaría para siempre. Si en sus manos hubiese estado
entregar esa copa, a tan digna mujer, se las hubiese cortado hasta los
codos y se las hubiese entregado agradecido al jefe de los jibaros.
Pero las cosas estaban claras, Cabello Rizado había sido estudiado y
calibrado; sus debilidades y las de la dama estaban sopesadas, todo
era parte del complot, aquellos hombres habían cedido la vida de uno
de sus hombres para garantizar el paso de la droga; y ahora la madre
de Cabello Rizado debía decidir si quería o no pasar la droga, eso lo
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sabía Cara Dulce y lo llenaba de rabia e impenitencia.
─ Muy bien, háblate con el chamo y su vieja— dijo el jefe de los jibaros
y sin esperas más repuestas salió de nuestro mundo enrejado. Cara
Dulce, sin levantarse de la cama, llamó a Cabello Rizado y le ordenó
llamar a su madre.
─ ¿Qué quieres de mí? - Preguntó la mujer sospechando la relación
entre su llamado y los dos hombres en retirada.
─ Es por el problema de su hijo— comenzó diciendo Cara Dulce—
consumió mucha―mafafaǁ y mató a un jibaro para no pagarla— dijo
Cara Dulce para darle sostén a la prepuesta por hacer— el problema
es que esa gente no da prologa, no perdona y no trabaja sola, ellos
saben muy bien quien tiene real y quién no. Y si le dan―mafafaǁ a
alguien sin real es porque quieren otra cosa.
─ ¿Qué quieren?— preguntó la mujer preocupada.
— No quieren real — respondió Cara Dulce.
— ¿Y qué quieren?— preguntó de nuevo la madre.
— Quieren que pase drogas — contestó Cara Dulce sin inmutarse. ─
¡Qué!— exclamó la mujer sorprendida ante la respuesta de Cara
Dulce.
─ Tú dices si lo haces o no, y te juro por mi madre que mantendré tu
palabra y la haré respetar — dijo Cara Dulce levantando la vos. La
mujer guardo silencio por unos instantes, esperando alguna idea
milagrosa que la sacara de las negociaciones.
─ ¿Y entonces, que les digo? — Preguntó Cara Dulce presionando la
repuesta. La mujer no contestó con palabras, solo movió la cabeza
afirmativamente— ellos te van a avisar cuando y como será— dijo con
vos tierna, como tratando de consolarla—, ellos harán todo los
contactos para evitarte riesgos innecesarios, no te preocupes todo
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saldrá bien— le dio una palmada en el hombro y salió del mundo
enrejado dejado a la mujer sumida en sus preocupaciones.
Salí de mi estancia para seguir a Cara Dulce hasta la entrada del
pabellón, allí lo esperaba el jefe de los jibaros y su lugarteniente.Cuando llegué hasta ellos, ya la conversación estaba bastante
adelantada.
─ ¿Qué gano yo con esto?— Preguntaba Cara Dulce.
— La vida de tu peluche— contestó el jefe de los jibaros ─ Aquí la
única vida valiosa es la de uno, las demás van y vienen y
solo valen lo que puedan dejar en el saco — replicó Cara Dulce. ─
Deja de darle vuelta al perol y dime qué quieres — dijo el jefe
aceptando pagar un precio por el trabajo a realizar por la madre de
Cabello Rizado.
─ Quiero hacer un trabajo allá afuera, y necesito los reales parahacerlo.
— ¿Qué tipo de trabajo?
─ Hay un tipo molestando a mi mujer y quiero pasarlo al mundo de los
acostados.
─ Tranquilo, nosotros mismos somos, ¿Quién es ese tipo?
Cara Dulce dudó ante la pregunta, remedó una sonrisa con unamueca y se rascó la cabeza para ganar tiempo. Más allá, Cabello
Rizado simulaba una conversación con su hermana, mientras con
disimulo vigilaba la de Cara Dulce y sus acompañantes, aumentado la
intensidad de las dudas de Cara dulce. No obstante, salvando las
dudas dijo:
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─ Es el hermano de la vieja.
─ Y ella, ¿está al tanto de eso? — preguntó el lugarteniente con
picardía, convencido de la inocencia de la mujer y de la inexperiencia
de Cara Dulce al ponerse en sus manos, para una posible
manipulación futura, con una petición tan temeraria.
─ No le paren a eso, y si lo pueden hacer háganlo y si no me dan el
billete para yo mandarlo a hacer. Ese es el precio— sentenció Cara
Dulce.
─ No te preocupes después del primer viaje de la señora, moveremos
los contactos para realizar tu trabajo, ¿si va?— concluyó el jefe de los
ibaros.
— Si va— ratificó Cara Dulce.
El túnel
Después de la visita, Cabello Rizado se dedicó a drogarse durante el
resto de la tarde y hasta muy entrada la noche. Incluso tuvo problemascon el Vigilante cuando este vino a pasar lista, Cara Dulce debió
intervenir para evitarle una paliza. Según mi entender, todo se debía al
sentimiento de culpa por haber involucrado a su madre en su
problema de droga. No obstante, la situación, ahora vivida, había sido
predicha mucho antes por Olor a Periódico y, de una manera u otra, la
estábamos esperando.
Olor a Periódico no había aparecido para el número de la madrugada
y Cara Dulce estaba particularmente preocupada por esta situación,
no porque le importara mucho Olor a Periódico, sino porque debido al
conflicto con el ayudante de Bam—Bam el perder uno de sus
compañeros lo hacía más vulnerables. Por otro lado, los Vigilantes, a
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pesar de percatarse de la falta de un recluso, no habían hecho su
acostumbrado escándalo ante estas situaciones. Indudablemente algo
estaba pasando.
─ ¿Qué es lo que?— dijo el hombre de la vos profunda, en son desaludo. No lo podía ver desde donde me encontraba, pero su vos es
inconfundible.
Apenas comenzaba el día y Cara dulce no se había levantado. Razón
por la cual Contestó, el saludo, extendiendo la mano desde la cama. ─
Todo bien. ─ ¿Y tú qué?— saludo, ahora, a Cabello Rizado mientras se sentaba
en la cama de Olor a Periódico. Cabello Rizado movió la cabeza para
responder al saludo—. Chamo, hay un cerebro extraño— dijo para
señalar rumores extraños en el penal. Diciendo esto, su vos se hiso
aún más profunda,
─ ¿Qué pasó?— preguntó Cara Dulce.
Me asomé para escuchar, pues según mi pensar, cualquier cosa a
decir por Vos Profunda debía tener alguna relación con Olor a
Periódico.
─ Dicen que encontraron un túnel en el pabellón uno — dijo VosProfunda frustrando mi esperanza de saber de Olor a Periódico.
─ Qué problema — exclamó Cara Dulce, ahora sí, con cara de
preocupación.
─ Bueno y eso ¿Qué tiene que ver con nosotros?— replicó Cabello
Rizado con destemplanza y despreocupación.
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─ Cuando consiguen un túnel nos bajan al patio en cueros para
enseñarnos como pelan a quienes querían escaparse, y después nos
pelan a todos para que nunca hagamos lo hecho por ellos.
─ ¿Y si los tipos se escapan?— preguntó Cabello Rizado asustado por
la situación.
─ Entonces nos dan hasta cansarse, y a esa gente no se cansa con
facilidad, o hasta que alguno pobre obstinado diga, sabiendo o no
sabiendo, que él sabe algo para que lo maten a palo a él solo, y los
demás puedan irse a descansar tranquilos— comentó Cara Dulce.
─ ¿Y quién es tan pendejo para decir eso?
─ Allá abajo pasan muchas cosas, y se ofrecen muchas cosas, buenas
y malas, a quien sea capaz de zumbase ese ganso— dijo Vos
Profunda.
─ Eso no es juego— reflexionó casi para sus adentros Cara Dulce—.
Será por eso que el convive no aparece— inquirió Cara Dulce sin
abandonar su preocupación.
─ ¿El otro chamo de aquí está desaparecido? ¡Mal augurio! —
preguntó y se contestó Vos Profunda.
— Anoche no vino— replicó Cabello Rizado.
─ ¿Qué dijeron los Vigilantes en el número?— preguntó Vos Profunda.
— Nada— contestó Cara Dulce.
─ No creo, si estuviera relacionado con túnel los hubieran jalado a
ustedes— contestó con seguridad Vos Profunda—. De pronto lo
dejaron pegado por ahí — dijo queriendo decir que lo habían matado
sus enemigos.
─ Puede ser — dijeron tanto Cara Dulce como Cabello Rizado al
mismo tiempo. Todos pensamos en el ayudante de Bam-Bam.
─ De todas maneras, yo voy a averiguar lo sucedido con el chamo—
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dijo Vos Profunda para terminar la conversación y salió de nuestro
mundo enrejado.
No había pasado mucho tiempo de la salida del hombre de la vos
profunda, cuando la algarabía se apoderó del pabellón, parecíaderramarse de mundo en mundo y no tardó en llegar al nuestro. Dos
hombres uniformados de verde, peinilla en mano y fusil al hombro,
llegaron a nuestro mundo enrejado.
─ Se quitan la ropa y se pegan de la pared—ordenó uno de los
hombres. ─ ¿No escuchaste?— dijo uno de los Guardias a Cabello Rizado,
quien intentó sentarse en la cama para desvestirse, mientras le
asentaba un fuerte planazo de peinilla en la espalda.
Cabello Rizado de un salto se levantó y, casi por arte de magia, ya traía
los pantalones en la mano.
─ Quítense todo— ordenó de nuevo el Guardia.Cara Dulce y Cabello Rizado obedecieron quitándose también los
interiores.
─ Para el patio— gritó el hombre y los dos reclusos salieron corriendo
en busca del espacio exterior.
Los Guardias Nacionales comenzaron a tirar todas las cosas proclives
a caer. Y a registrar en busca de cualquier cosa justificativa de susactos. Destrozos, destrozos, destrozos; de esas requisas solo quedan
los destrozos, eso lo sabía yo. Y, motivado por esa convicción, salí de
donde me encontraba. Subí al techo y entre caminatas y vuelos
ocasionales, me fui tras Cara Dulce pasando por encima de los
Guardias quienes golpeaban a los reclusos con sus peinillas para
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ayudarlos a apurar el paso mientras, con la mano libre, tiraban
cualquier cosa a su alcance.
Cuando llegue al espacio exterior, me sorprendí al ver la enorme
cantidad de mis vecinas con posiciones ya tomadas. La enormidad del
espacio exterior, con su luz intensa, su cielo inalcanzable y su aire
errabundo a la disponibilidad de todos, sin precio alguno, todo eso se
concentraba en una cancha de basquetbol con montones de basura,
irracionalmente, dispersos por todas partes. La basura casi se
extendía de extremo a extremo, la mayoría de mis vecinas se
colocaban encima de la basura para aprovechar cualquier
oportunidad de comida, pues así solo debían saltar en el momento
propicio. Detrás de mí, procedente no sé de dónde, continuaban
saliendo más vecina hambrientas pero extraordinariamente bien
desarrolladas. En el centro del espacio, encima, al lado y alrededor de
la basura un incontable número de columna y en fila, rodeados de
recluso completamente desnudos, en Guardias Nacionales,
susurraban sus plegarias en espera de su suelte. En la cabecera de
cada fila de recluso había un pequeño montón, de diez Guardias
Nacionales, cada uno con su peinilla desnuda en mano. El jefe,
montado sobre un piquete de metal vacío, con un parlante en su mano
derecha, se dirigía a los reclusos.
─ Señores hemos conseguido, cerca del pabellón uno, un túnel de
casi cuatro metro de profundidad, esto nos hace pensar que apenas lo
estaban comenzando— decía el jefe militar con innegable pote marcia
— sin embargo, ya tenemos a los culpables quienes muy pronto nos
dirán quienes más están involucrados en este intento de fuga— el
hombre sacó su pañuelo y se secó el sudor. Yo aproveche la pausa
para volar hasta el otro poste y acomodarme en la maya de la cesta de
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básquetbol. Muchos reclusos me vieron, pues el poste está rodeado
de reclusos por todas partes. Pero nadie hizo nada, incluso algunos
escapaban a las palabras del oficial mirando mis torpes movimientos
— yo sé— continuó el oficial — que esos reclusos que intentaban
escaparse no estaban solos, por tal razón les voy a pedir a cualquiera
que tenga alguna información:―Por favor, hableǁ — el hombre hizo un
movimiento con la mano y los Guardias formaron filas de diez hombres
frente a cada fila de recluso. Luego la fila de Guardia naciones recorrió
la fila de preso y cada Guardia dio un planazo a cada recluso de la fila,
a ellos, correspondiente. De este modo, cada recluso recibió diez
planazos de peinilla— bueno señores yo quiero que me digan—
continuó el oficial después de la ronda de planazos— si van a salir los
cómplices o no — dijo mientras repetía el movimiento de su mano y los
Guardias repetían su recorrido dando planazos a cada recluso de su
fila.
Muchas veces repitió el movimiento de su mano. El piso poco a poco,
se fue tornando rojo producto de la sangre caída de los cuerpos
desnudos. El color cambio a marrón oscuro cuando mis vecinas y yo
bajamos a comer. Cobijamos el piso hasta los pies de los hombre, pero
nadie nos miraba, las mirada estaban fijas en la peinillas y en la mano
del oficial.
Descubrí a Cara Dulce y al de Cabello Rizado a unos diez cuerpo de
distancia, los pude distinguir por la fuerza de sus gritos, y el contoneo
de sus cuerpos frente a la peinilla, así gritó el día de la paliza de Bam—
Bam, Cabello Rizado por su parte al terminar su sección de diez
planazos hacia esfuerzos por comunicarse, sin moverse de su puesto,
con Vos Profunda quien estaba tres reos más adelante, en su misma
columna.
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─ No le pares — le dijo Cara Dulce en un susurro.
─ Chamo si vas, No te van a doler los planazos — dijo el jefe de los
ibaros, mientras le enseñaba las plantas de las manos completamente
blancas. En ese momento, de otra parte salían otros dos recluso
acusándose a sí mismo de ser cómplices — ¿Qué pasó chamo? ¿Si
va?— insistió de nuevo el jefe de los jibaros.
─ Eso no va a alcanza— contestó indeciso, Cabello Rizado.
— ¡No le hagas caso! — repitió con cierta angustia Cara Dulce.
─ Tranquilo, aquí tengo más — dijo el jefe de los jibaros mientras le
enseñaba a Cabello Rizado un pequeño bulto platico asomándose
entre sus dientes.
— Ya hay mucha gente—susurró Cara Dulce
─ Ese tipo quiere reventarnos a planazos a todos, anda chamo, sino
esa bruja nos va a mata a todos.
─ ¿Sacarás a mamá de todos los rollo?— preguntó Cabello Rizado. El
efe de los jibaros afirmó con su silencio — ¡si va!— dijo decididamente
y con el mismo impulso salió de la fila, tomó la mano del jefe de los
ibaros y de una sola vez aspiró toda la cocaína que la blanqueaba, es
extraño ver a un hombre desnudo oliendo la mono de otro hombre
desnudo, luego tomó el pequeño paquete plástico asomado entre los
labios del jibaro y se encaminó a ocupar un lugar, cual cordero, al lado
del oficial.
─ Mira ¿para dónde vas tú? ¿Tú eres loco?— dijo Cara Dulce,
mientras un con manotón desesperado hacia su último esfuerzo por
detenerlo.
El cuerpo desnudo de Cabello Rizado se colocó al lado del jefe de los
Guardias como lo habían hecho otros cuerpos desnudos.
De pronto, cuando menos lo esperaba, Cara Dulce se salió de la fila y
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con ese aire de gran protector que lo caracterizaba en algunas
ocasiones, se colocó al lado de Cabello Rizado.
─ Eso es, así se comportan los hombres cuando son hombres de
vedad— decía el oficial montado en el pipote, pero, aun así, permitió
dos paseos más de sus Guardias dentro de las columnas de recluso,
repartiendo planazos, Dos hombres más salieron revelándose como
cómplices de haber hecho el túnel y, por fin, el oficial pareció
satisfecho.
Muchos hombres desnudos, salieron como héroes a recibir los golpes
por sus compañeros, mártires sin propósitos, mártires vedaros a
quienes nadie jamás les reconocerá su nobleza. Otros mártires van en
pos del reconocimiento de sus causas y hazañas, pero estos hombres
no tienen seguidores que los recuerden ni mandatarios que los
condecoren, solo se sacrifican por sus compañeros y por una que otra
bagatela.
Cuando el oficial estuvo conforme, con el número de recluso
autoproclamados cómplice de los hacedores de los túneles, con un
elegante gesto de mando, permitió, como un acto de gracia, la retirada
de los presos a sus mundos enrejados. El grupo de hombre,
autoproclamados cómplices del intento de fuga, fueron rodeados por
los Guardias y sus siluetas se perdieron entre el verde oliva de los
uniformes y el plateado de las peinillas. El piso del espacio exterior se
tornó aún más marrón al retirarse los reclusos, mis vecinas lo ocupado
todo. Ya se perdía el último cuerpo desnudo cuando decidí seguirlos;
pues ya conocía el futuro inmediato de Cara Dulce y sus
acompañantes, y ya había escuchado demasiados gritos.
Atrás quedaron los frágiles hombres, a simple vista, demasiados
frágiles para resistir la golpiza acechante. Pero la vista engaña y estos
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seres son indestructibles. Aun así, los seres humanos se ven frágiles
cuando están desnudos. Me aferré a la cabeza del último recluso
desnudo en retirada y con él me interné en las paredes del infinito en
busca de mi mundo enrejado.
Al llegar al mundo enrejado me metí tras la imagen de María Lionza
esperando que lo que habría de suceder no sucediera. Pero los
alaridos no tardaron en escucharse, siempre escoltados de los insultos
y burlas de los Guardias. Y fastidiado por los gritos me acurruque aún
más tras la imagen rogando por el cese del castigo.
El día de la visita se aproximaba y nada se sabía de Cara Dulce y Cabello Rizado. Solo se comentaba que alguien había leído, en el
algún periódico, sobre la muerte de tres reclusos en el intento de fuga
y, por experiencias anteriores, eso significaba que tres reclusos no
habían aguantado la paliza. También, se podía deducir que en alguna
parte tenían al resto de los reclusos esperando por la recuperación de
castigo o por su muerte definitiva. Evitando, de esta manera, que losfamiliares se enterasen de su estado de salud y de la causa por las
cuales se encontraban en esa situación.
Por otro lado, Olor a Periódico tampoco había regresado al mundo
enrejado. De éste, sólo se sabía que: los habían emboscado en
alguna parte y, después de violarlo, le habían propinado una golpizamuy dura; gracias a la intervención de alguien pudo salvar su vida al
ser llevado a la enfermería. Vos Profunda, cuando le planteaban el
tema, acusaba como responsables a los compañeros del ayudante de
Bam-Bam. Pues ellos mismo se habían dado a la tarea de regar por
todas partes la inapropiada conducta de Olor a Periódico el día del
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asalto, claro está, exagerando los hechos para hacerlo parecer un
hombre afeminado y cobarde.
No obstante, a pesar de la ausencia de Cara Dulce, Cabello Rizado y
Olor a Periódico, nuestro mundo enrejado se había conservado muy bien; pues, Vos Profunda y el jefe de los jibaros, cuidaban de nuestro
mundo y conservaban cada cosa en su lugar. Además, los reclusos de
nuestro pabellón consideraban el gesto de Cara Dulce y Cabello
Rizado como un acto de heroísmo y. por eso. Todos cuidarían sus
cosas.
Todos, Esperábamos corroborar si alguno de ellos había aparecido en
el periódico como muertos al tratar de escapar. Y la forma más
expedita para saberlo era durante la visita, pues si no recibían visita
eso significaba que los cadáveres habían sido llevados a sus
familiares. Si la recibían, los familiares se encargarían de averiguar e
informar.
Dada la situación, había mucho interés por la madre de Cabello
Rizado. Muchos se apilaban en la puerta de nuestra del pabellón a la
espera de la dignísima señora. Pero para desencanto de todos, la
señora no entró entre las primeras personas como era su costumbre.
El jefe de los Jibaros no cesaba de dar vueltas alrededor de nuestromundo enrejado y de preguntar a los visitantes si habían visto a una
mujer con las características de la madre de Cabello Rizado.
Ya la visita llegaba a su final cuando pude ver entrar a la mamá de
Cabello Rizado, se veía agotada y un tanto descompuesta en su
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aspecto personal. Su hija, como siempre la acompañaba, se veía
igualmente descompuesta y agotada, ambas mujeres caminaban de
manera extraña. Algunos reclusos fueron a su encuentro para tratar de
infórmala de lo sucedido con Cabello Rizado y Cara Dulce. Pero era
tanto el malestar reflejado en el rostro de la digna dama que ninguno
sabía cómo empezar.
─ Su hijo tuvo un problema— dijo un recluso con migas de pan en la
boca, tratando de iniciar el dialogo.
─ ¿Qué problema?— preguntó la mujer angustiada.
─ Ninguno problema— contestó el jefe de los Jibaros. Quien salió dealguna parte con una sonrisa nerviosa— vengan conmigo y hablemos
de lo mío — dijo mientras tomaba a la madre y a su hija del brazo para
llevarlas a nuestro mundo enrejado.
─ ¿Qué pasa con mi hijo?— preguntó la madre tan pronto entró.
─ Hubo un pequeño problema con un túnel. Pero si a usted no le han
dicho nada, nada ha sucedido; ellos están bien— contestó el hombreahora más seguro.
─ ¿Qué pasó con mi hijo?— preguntó de nuevo la mujer.
─ No lo sé— contestó el hombre reconquistando su sonrisa nerviosa
— ¿trajo―la mafafaǁ?
─ ¡Mira desgraciado, has aparecer a mi hijo o te vas a acordar del día
en que naciste!— replicó la mujer perdiendo, por primera desde que laconozco, su porte y estampa de dama para convertirse en una hembra
en defensa a su hijo.
─ Señora eso es otra cosa. Eso no nos involucra a con nosotros.
─ ¿Qué pasó con mi hijo?
El jefe de los jibaros temblaba de pies a cabeza. Por un lado debía
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recoger la droga en posesión de la mujer y su hija; por el otro lado,
sabía, por principios carcelarios, del manto de protección tendido
sobre cualquier visitante en una prisión. Razón por la cual, si él trataba
de quitarle la droga por la fuerza harían un colador con él. Además,
debido a la situación, todos los reclusos estaban muy pendientes de la
madre, pues todos querían dale consejos sobre las acciones a tomar
para recuperar a Cabello Rizado y a Cara Dulce.
─ Señora déjeme ver qué puedo hacer, oyó— dijo el hombre, ya como
último recurso, aceptando su situación: sin la presencia de los reclusos
solicitados no habría dogas.
Algunos reclusos del pabellón aprovecharon la salida del jefe de los
ibaros para entran a nuestro mundo enrejado y ofrecer sus consejos y
opiniones, a la mujer y a su hija, sobre la suerte de Cara Dulce y de
Cabello Rizado.
─ ¡Se acabó la visita!— gritó el Vigilante voceador mientras golpeaba
con un garrote las barras de las rejas. Sin embargo al pasar por
nuestro mundo enrejado hizo señas a la madre de Cabello Rizado
instándola hiciera caso omiso de su advertencia. En ese momento
todos supimos que las cosas se estaban resolviendo.
Después de mucho rato de haber terminado la visita, todavía la madre
de Cabello Rizado continuaba esperando. Los presos esa noche no
fueron, como de costumbre, a sus mundos enrejados a comentar los
sucesos de la visita, ni fueron a bañarse. Casi todos estaban alrededor
de nuestro mundo, esperando el desenlace. Algunos Vigilantes
pasaban con frecuencia por nuestro mundo enrejado, matando su
curiosidad. Quizás sin entender los sucesos en torno a las dos mujeres
quienes, fuera de las horas de visita, aún permanecían en el lugar.
Pero ninguno se atrevía a hacer comentario.
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Los presos, por su parte, estaban muy nerviosos, todos andaban
chuzo en mano, sin hacer caso a la presencia de los Vigilantes
curiosos. Las mujeres les había trastocado sus rutinas y cabía la
posibilidad de generarse situaciones violentas para impresionar a las
damas.
El tiempo pasaba y la madre del de cabello rizado aumentaba su
angustia, no por su situación según su decir, Pues por experiencia
sabia del respeto de los presos por los visitantes de su pabellón. Le
preocupaba el desconocimiento de la realidad de su hijo, el rígido
silencio de su hija; pero, sobre todo, la angustiaban los imaginativos y
escabrosos comentarios de los consejeros.
De pronto, cuando los nervios y la angustia ya se abrazaban con las
lágrimas. Se abrió con un fuerte golpe la reja de nuestro mundo y seis
hombres entraron, dos cargando a Cara Dulce y dos cargando al de
Cabello Rizado, los otros dirigían. La alegría fue tan grande que pude
volar entre todos los reclusos, sin que nadie se percatara de mi
presencia.
─ ¡Mi hijo!— gritó la madre al ver al hijo, y caminó graciosamente a su
encuentro.
Cara dulce fue echado en su cama sin un gesto amable de ninguno de
los presentes.
─ ¡Cuidado mamá! — dijo Cabello Rizado mientras soportaba el
abrazo de su madre sin dejar de apoyarse en los dos hombres.
─ ¿Qué pasó muchacho? — preguntó la madre deteniendo sus
caricias para contemplar a su hijo.
─ Por poco nos matan a palo, mamá— contestó el hombre, quien tenía
las huellas del calvario en su cuerpo.
─ Bueno señora ya tiene a su hijo, ahora donde está―la mafafaǁ —
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interrumpió el jefe de los jibaros solicitando la droga.
Madre e hija se pusieron de pies con la magia de sus almas
iluminando su rostro. El jefe de los jibaros, con un gesto ordenó la
salida de los reos mirones; quedando, en nuestro mundo, solo los
involucrados en el negoció. He tratado, a lo largo de este relato, de
contaros los hechos tal como mis ojos los han visto y no como mi
corazón los ha sentido. Pero no habría razón de este versar si no
recojo del poso de las miserias las nobles acciones dejadas caer por
seres normales para nuestros ojos, pero casi mágicos para nuestros
corazones. La madre se plantó frente al jefe de los jibaros y su lugar
teniente, siempre con el mágico resplandor de sacrificio y virtuosismo
en su rostro, levantó su vestido y sin el más mínimo pudor, más bien
con agresividad y orgullo, bajó su pataleta y sacó de su vagina un
paquete de polvo blanco envuelto en un platico trasparente. Era un
gran paquete para una vagina, no sé cómo pudo entrar en ella. La
mujer exhibió el paquete cubierto de su flujo vaginal y, después de
limpiarlo ligeramente con su vestido, lo entregó al jefe de los jibaros.
─ ¿Esto es todo?— preguntó el hombre.
─ No — contestó la muchacha.
Y si mágico era el resplandor el resplandor irradiado por la madre,
milagrosa era la luz dispersada por la hija. La muchacha, con un
brusco movimiento levantó su falda de blues jean, bajo su ropa interior
y sacó de su vagina otro paquete similar al de su madre. Sin embargo,
este paquete no era blanco, sino rojo, teñido con la sangre de la
muchacha producto del desgarre causado por el gigantesco paquete.
Aun así, la muchacha, sin limpiarlo, entregó el paquete al hombre.
─ Está completo— dijo el hombre al tomar paquete, haciendo caso
omiso a la sangre que lo envolvía.
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─ El hombre salió de su concha pensando que tú todavía estas en la
máxima— dijo Vos Profunda refiriéndose al ayudante de Bam– Bam
quien aún suponía a Cara Dulce en custodia de máxima seguridad por
los sucesos relacionados con el túnel —. Pero anda mosca porque el
gobierno de su pabellón lo quieren eliminar para matar la culebra con
nosotros — dijo esto queriendo decir que los líderes de su pabellón lo
querían matar para terminar el conflicto entre los dos pabellones.
─ ¿Qué presa con los presos de este pabellón? ¿No lo han visto, o la
cautela le tapa la visión?— preguntó Cabello Rizado, algo molesto con
la pasividad de sus compañeros de pabellón.
─ Claro que lo han visto, pero el miedo es libre y se disfraza de
precaución para esquivar las responsabilidades, además tirarle un
atentado a un pabellón no es tan fácil. Esos tipos están pendientes,
ellos conocen sus pecados y rezan por ellos, pecaron con nosotros y
se protegen bien.— ripostó Vos Profunda
─ Este pabellón también se protege bien y ellos nos tiraron tremendo
atentado. — replicó Cabello Rizado.
─ Ese hombre no está solo, tiene pueblo aquí y allá, por eso va y bien
y siempre cae parado — Dijo el Vos Profunda refiriéndose al ayudante
de Bam– Bam.
─ Nada chamo, los tipos de aquí son uno gallinas ─ dijo Cabello
Rizado
─ Chamo, yo respondo por mí, si alguien está de acuerdo conmigo
que me siga, pero sino me siguen yo no voy a convencer a nadie — se
excusó Vos Profunda— yo mismo debo cuidarme del ayudante de
Bam– Bam; él tiene mucho pueblo y coraje no le falta— concluyó
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no es así, con mi vida lo garantizo— dijo Cara Dulce saliendo en su
defensa.
Yo, sabedor como era, de cómo había enfrentado y matado al
Vigilante, pensaba como Cara Dulce. Olor a Periódico era un
caballero, porque según los presos, cualquier recluso capaz de
enfrentar a un Vigilante corrupto como lo hizo Olor a Periódico, es un
caballero.
─ De todas maneras, si te mudas con nosotros, será mejor para todos;
así tú te cuidas las espalda y estando unidos seremos más fuertes ¿si
va?— sentenció Cara Dulce.
─ Si va— ratificó Vos Profunda, después de pensarlo por un momento.
Y dando por terminada la conversación salió de nuestro mundo
enrejado.
Dos Vigilantes trajeron casi cargado a Olor a Periódico, tenía en su
cuerpo las huellas de la paliza recibida, en su rostro se leía la historia
de su sufrimiento y una bolsa transparente, donde caían la orina,confirmaba su martirio. El recluso cayó pesadamente en la cama, Cara
Dulce y Cabello Rizado esperaron la salida de los Vigilantes para
asistir a su compañero quien estaba peor de lo vaticinado por los
comentarios socarrones.
─ Vista convive, con calma que estoy medio muerto — dijo Olor aPeriódico dejándose ayudar —. Si no me vengo, los enfermeros me
matan para congraciarse con los Vigilantes.
─ Esos bichos son unas brujas— dijo Cabello Rizado.
─ Tranquilo chamo, gracias a Dios, aquí estamos todos juntos y juntos
somos pueblo— dijo Cara Dulce mientras le acomodaba una
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almohada bajo la cabeza—. Hasta el―panaǁ del piso tres, se viene
para acá.
─ No le contaste nada del Vigilante a ese tipo, ¿verdad?— dijo Olor a
Periódico levantando la cabeza con dificultad.
Se refería al Vigilante a quien él había matado y por el cual Vos
Profunda había ido al ―poteǁ o área de castigo.
─ Tranquilo mijo, yo soy un varón y no hablo sobre problemas ajenos
— ripostó Cara Dulce fingiendo disgusto.
─ Ahora no estoy en condiciones de entrompar con ese chamo— dijo
dejándose caer de nuevo en la cama.
Cara Dulce y Cabello Rizado se prepararon desde temprano para la
visita ante las miradas curiosas de Olor a Periódico y Vos Profunda. Ya
Cara Dulce y Cabello Rizado se veían bastante recuperados, incluso
Cabello Rizado hacía frecuentes paseos por el pabellón. Por otro lado,
a Olor a Periódico le habían quitado la bolsa plástica donde caía la
orina, pero no se levantaba de la cama por estricta prohibición médica,según él. Aunque en los últimos días se veía con mejor semblante y
muy recuperado. En algunas ocasiones lo vi haciendo ejercicios
cuando estaba solo o cuando pensaba que nadie lo veía; en esos
momento no entendí por qué se negaba a levantarse de la cama. No
obstante, en ocasiones entraba en crisis y hasta vomitaba sangre, y
eso justificaba todas sus precauciones.
Vos Profunda se mudó a nuestro mundo enrejado, lo cual creó cierta
tensión emocional entre él y Olor a Periódico, debido al secreto por
todos conocido menos por Vos Profunda. En este entorno Cara Dulce y
Vos Profunda competían en silencio por el liderazgo dentro de nuestro
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mundo enrejado. Sin embargo, Cabello Rizado, a pesar de ser el
último en la escala de poder dentro del mundo enrejado, era quien
tenía la virtud de decir quién era el líder, quien estaba primero y quien
le seguía en la escala de poder. Y por ahora Cabello Rizado había
declarado como el líder a Cara Dulce.
La visita, como siempre, entró frenética cuando se abrió la puerta de
hierro de nuestro pabellón. Y, como siempre, la cabeza de la oleada
humana estaba liderada por madre de Cabello Rizado. Su rostro
brillaba con serena tranquilidad. La dignísima mujer y su hija venían
vestidas de negro. Las dos cruzaron el pabellón saludando con levesmovimientos de cabeza a aquellos reclusos quienes, a fuerza de
verlas todos los días de visita, crían conocerlas.
─ ¡Mijo!— dijo la madre al momento de abrazar a su hijo en mitad del
mundo, ignorando a Cara Dulce quien sentado en su cama bajó la
cabeza tratando de pasar desapercibido.
─ Mamá ¿qué pasa? ¿Porque están vestidas así?— dijo Cabello
Rizado alejándose un poco para detallarla.
─ Hubo una desgracia mijo— dijo la mujer muy seria, pero sin tristeza
— mataron a tu tío en un atraco.
─ ¡a mi tío!— casi gritó Cabello Rizado. ─ Si, según dice la policía, unos melandros trataron de atracarlo, él
opuso resistencia y uno de los tipos sacó una pistola y lo mató. Cabello
Rizado se dejó caer lentamente sobre la cama impactado por
la noticia
— Bueno migo, sobre lo sucedido nada se puede hacer, ahora
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debemos
pensar en el futuro y en el futuro está la manera de sacarte de aquí—
dijo la
mujer con el propósito de cambiar la conversación.
─ Pobre tío— dijo Cabello Rizado con la vos quebrada; y, sin decir
más, se levantó de la cama y salió del mundo enrejado.
─ No te preocupes, las penas como las alegrías vienen, te saludan y
se va; ya se le pasará— dijo Cara Dulce tratando de justificar la actitud
de
Cabello Rizado.
La mujer sonrió pícaramente y la hija le regaló una mirada cómplice
que todos tomaron para sí, y sin hacer comentarios salieron del mundo
enrejado. Ni Cara Dulce ni la mujer hicieron comentarios sobre el
hermano
muerto. Sin embargo, la mujer no cesó de hacer promesas de dinero a
Cara
Dulce mientras tenía relaciones sexuales. Promesas rechazadas por
este
con la única expresión "el dinero dáselo a tu hijo y después yo me
arreglo
con él"
La madre y la hermana de Cabello Rizado pasaron casi todo el día
hablando con Cara Dulce, pues Cabello Rizado solo aparecía cuando
venía
por dinero, y en cada visita se veía más drogado. Aun cuando llegó la
hora
de despedirse, Cabello Rizado no apareció por ningún lado. No
obstaste, las
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dos mujeres y Cara Dulce no se cansaban de justificarlo entre sí.
Cuando se
retiraba la mujer extendió su mano agradecida a Cara Dulce por el
favor
recibido.
Cabello Rizado avanzaba por el centro del pasillo mirando de soslayo
el movimiento de los cuerpos a su derecha y a su izquierda, sus pasos
eran
lentos, pero decididos; en una mano llevaba su―medio brazoǁ
desnudo, en la
otra un paño enrollado como escudo, en la puerta de entrada al
pabellón,
estaba el jefe del jibaro y su lugarteniente, intercambiando ideas,
droga y
dinero con algunos reclusos.
─ Epa ¿Qué es lo que?— dijo Cabello Rizado.
─ ¿Qué paso? habla claro ¿Cuánto quieres?—dijo el lugarteniente
refiriéndose a la droga expuesta en la mano.
─ No mijo, ahora no quiero droga— contestó Cabello Rizado mientras
mostraba su medio brazo.
─ ¿Qué es lo que? ¿Qué te pasa?— preguntó el jefe de los jibaros ya
inquieto por la aptitud de Cabello Rizado.
─ Ustedes se metieron con mi visita, y eso no se hace.
─ Nosotros no nos metimos con tu visita, tu nos debías una plata y tu
visita te ayudo a pagarla ¿Es o no es?
─ Tú te aprovechaste de las circunstancias para obligar a mamá a
traficar droga, eso es una falta de respeto. Yo soy un caballero y a los
caballeros se respetan. — dijo Cabello Rizado mientras se ponía en
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guardia
de ataque.
─ ¿Qué pasó papá? ¿Te vas a poner bruto?— dijo el jefe de los
ibaros mientras sacaba un revólver de su cinto.
El jefe de los jibaros utilizaría el arma solo si era estrictamente
necesario, y Cabello Rizado lo sabía. Pues, de usarla, llamaría la
atención
de los Vigilantes. Los reclusos relacionados con la droga
generalmente
tienen armas, pero por lo general la utilizan con discreción, dándole
así un
pretexto a los Vigilantes para excluirlos de cualquier investigación. La
única
oportunidad de Cabello Rizado era la sorpresa, y eso, él también lo
sabía.
Basado en ese conocimiento intento darle un―carameloǁ. Un
―carameloǁ es
una especie de carnada para tratar de agarrar confiado al enemigo. ─
Está bien mijo, dame algo para calmar el panzón — esto dijo
Cabello Rizado, queriendo decir que necesitaba droga para calmar el
hambre.
Pero, para mi entender, con el objetivo de distraer la atención del jefe
de los
ibaros.
─ No mijo, a mí no me cogen a lazo. No te vistas de payaso bueno
para darme caramelos envenenados — dijo el jefe de los jibaros
mientras
levantaba su alma apuntando a Cabello Rizado convencido de la
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disposición
de éste a atacarlo.
─ Tranquilo―panaǁ, nada ganas con matarme, dejemos las cosas así.
Cabello Rizado dio la espalda el jefe de los jibaros y a su amenazante
arma. A mí me pareció extraña su actitud, pues, de ese momento en
adelanta, el jefe de los jibaros tendría todo a su favor para matarlo o
hacerlo
matar cuando quisiera.
Pero este acto, fue el más grande de los ―caramelosǁ. Cabello Rizado
dijo algo relacionado con droga a otro recluso y, cuando consideró
que el jefe
de los jibaros había bajado su arma, de un salto cayó sobre él
sembrándole
su―medio brazoǁ en el cuello. Seguidamente, con toda la destreza
aprendida
de Cara Dulce, lo sacó y lo insertó en su pecho. El jefe de los jibaros no
tuvo
tiempo, sino, de llevarse la mano al pecho para tratar de detener la
vida
fugitiva. Su lugarteniente veía, todavía petrificado, como su líder rendía
indefenso la vida, cuando un certero machetazo cruzó su vientre. Ya
venía el
segundo chuzazo, pero el hombre logró retroceder y velozmente
darse a la
fuga. Cabello Rizado trató de seguirlo. Pero ya venían los Vigilantes.
Solo le
dio tiempo de limpiar torpemente su―medio brazoǁ y arrogarlo lejos
de sí.
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Cuando los Vigilantes llegaron, el sitio estaba despejado. Solo el
cadáver del
efe de los jibaros y el largo chuzo de Cabello Rizado estaban en la
entrada
del pabellón para recibirlos.
Cuando llegue al mundo enrejado, me extrañó no encontrar a Cabello
Rizado. Olor a Periódico, Cara Dulce y Vos Profunda estaban sentados
en
sus camas, pensando en los sucesos recientes. Cabello Rizado entró
en ese
momento, estaba mojado de pies a cabeza; indudablemente, antes
había
pasado por el baño para lavarse la sangre del jefe de los jibaros. ─
Pedazo de rollo en que nos has metido— gritó Olor a Periódico
hecho un manojo de nervios, casi fuera de sí.
─ Tranquilo ―panaǁ — dijo Vos Profunda —, aquí necesitamos
mantener la calma, escondan el miedo debajo de la cama y disfracen
lo
sucedido con una sonrisa, aquí nadie sabe nada.
─ Con una sonrisa puedes disuadir a los Vigilantes y a los Guardias,
ellos solo cumplen órdenes. Pero los jibaros, ellos trabajan por justo o
por
miedo y cuando se trabaja bajo esos parámetros, siempre se
consiguen los
objetivos. Ellos no se van a quedar tranquilos hasta vengar al jíbaro
muerto
— ratificó Olor a Periódico.
─ No te preocupes, el chamo no tenía problema con la ―mafafaǁ, sino
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con los tipos, eso fue una cuestión personal. ¿Y si lo buscan qué?
somos
cuatro.— dijo Vos Profunda.
─ Nada va a pasar, Dios es grande y meterá su mano, no se
preocupen— tercio Cara Dulce tratando de calmar la angustia de Olor
a
Periódico.
─ ¡Tengo algo! — dijo Cabello Rizado y, metiendo su mano
temblorosa debajo de su franela, sacó el revólver del jefe de los
ibaros. Yo
mismo me sorprendí al ver el revólver; pues, aunque vi toda la pelea,
no vi
cuando lo tomó.
─ ¡Ahora si estamos en lio!— dijo Cara Dulce entre dientes. Mientras
Olor a Periódico se ponía la mano en la cabeza y se hundía en la
cama. ─ ¡Qué problema! — exclamó Vos Profunda decretando un
ligero
silencio entre los cuatro hombres.
─ Ello se metieron con mi familia. Sería una basura si, por lo menos,
una vez no entrompo a la vida para hacer respetar a mi familia. Esos
tipos
debían pagar por sus acciones, la visita es sagrada, yo no me podía
quedar
con eso… — se justificaba Cabello Rizado rompiendo el silencio
decretado. ─ Esa gente va a registrar hasta el último rincón para
conseguir su
revólver, y eso nos va a regalar algunos enemigos — dijo Cara Dulce
en vos
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muy baja.
─ Van a voltear todo patas arriba— dijo Vos Profunda.
─ Y cuando lo consiga, nos van a manda a la máxima, y allá nos van a
matar como a unos perros — dijo Olor a Periódico.
─ Ellos preguntaran y buscaran; pero no consigan nada, en una
semana se les va a olvidar. Tranquilo tengan fe, todo va a salir bien—
dijo
Cabello Rizado ya contagiado con la preocupación de sus
compañeros. ─ El dueño de ese revólver no era el tipo muerto,
¡no―panaǁ! El tipo
muerto era un chupa media. El dueño de ese revólver debe ser un
chivo
pesado. — acotó Olor a Periódico.
─ Bueno, sea como sea, debemos esconder bien ese bicho y
prepararnos para cuando vengan a buscarlo— sentenció Cara Dulce.
─ ¿No lo vamos a entregar? — interrumpió Olor a Periódico. ─ Claro
que no— respondió Cabello Rizado— ese bicho te va a
servir a ti mismo cuando vayas por tus violadores.
─ Hagan lo que les dé la gana— dijo Olor a Periódico volteándose de
espalda sobre la cama.
─ No diremos nada a nadie sobre revólver. Lo esconderemos y, pase
lo que pase, mantendremos el secreto— dijo Vos Profunda ganando la
aprobación de todos.
─ De todas maneras, ellos, tarde o temprano, sabrán quien tiene el
revolver; pero si estamos todos unidos no se van a meter con nosotros.
Además, ahora estamos bien calzados y no se arriesgarán— dijo Cara
Dulce
— pero, sea como sea, necesitamos esconderlo por unos días hasta
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que
baje la marea. Tengan fe. Los santos están de nuestro lado.
La mariposa del rodeo
Estábamos sumidos en la espera, construyendo supuestos con pasadas experiencias, cuando se escucharon las peinillas chocando
contra las rejas y las botas de los Vigilantes retumbaron en nuestra
conciencia; la búsqueda del revólver había comenzado.
Escuchábamos el desastre de la búsqueda, objetos derrumbados,
algunas protestas y muchos planazos. Uno a uno eran registrados los
mundos y poco a poco se iban acercando al nuestro. Dos Vigilantesllegaron a la entrada de nuestro mundo miraron con curiosidad el
interior y se apostaron frente a nosotros, del lado externo de la reja y
peinilla mano. Los otros Vigilantes continuaron su búsqueda obviando
nuestro mundo, conocíamos el futuro y permanecimos tranquilos
esperándolo. No obstante, la búsqueda era minuciosa, a pesar de
revolver todo a su paso. Después de revisar todos los mundos llegaronal nuestro, un planazo para Cara Dulce, otro para Vos Profunda, no sé
cuántos para Cabello Rizado y muchos más para Olor a Periódico, así
iniciaron la búsqueda. En nuestro mundo la búsqueda fue más
intensa, rompieron todo lo que pudieron y cada cierto tiempo
golpeaban a los presos. A quien más golpeaban era a Olor a
Periódico, lo castigaron hasta hacer sangrar sus heridas. Pero losVigilantes no preguntaron por el revólver, ni los reclusos dijeron dónde
estaba.
─ ¿Dónde está el bicho?— preguntó Olor a Periódico retorciéndose de
dolor por los planazos y las heridas abiertas.
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Desde los Flores llegó la historia de Olor a Periódico y el Vigilante; y los
colegas del último, no desperdiciaban oportunidad de castigar al
primero para hacer sentir el poder del gremio. Esa fue unas de las
razones por las cuales Olor a Periódico debió dejar la enfermería de
forma prematura.
─ Lo metí en él toma corriente— dijo Vos Profunda.
Detrás del tomacorriente, oculto entre la pared, se encontraba un
hoyo. Uno de los pocos sitios no conocidos por los Guardias, ni por los
Vigilantes; en ese lugar se guardaban sólo cosas muy importantes y
generalmente con el consentimiento de los líderes. Pues ese, es el sitio
más sagrado de todo el pabellón. En el caso del revólver, todos
estuvieron de acuerdo en la importancia de conservarlo. Y basados en
ese acuerdo, con cuidado milimétrico quitaron él toma corriente y
escondieron el revólver.
─ ¿No va a haber problemas con esos chamos?— preguntó Cara
Dulce, refiriéndose a los líderes de nuestro pabellón.
─ No lo creo— contestó Vos Profunda.
─ ¡Ojala! no hayan encontrado el revólver, No aguanto otra paliza—
susurró en una súplica al viento Olor a Periódico, mientras trataba de
detener las hemorragias con las manos.
─ No te preocupes, estamos vivos, cuidaremos tus heridas y
seguiremos vivos— dijo Cara Dulce en atención a la súplica de Olor a
Periódico.
Por un momento ninguno de los presente dijo más, la incertidumbre
por la suerte del revólver impuso el silencio. No obstante la
investigación, sobre la suerte del revólver, se imponía.
─ Necesitamos saber si lo encontraron ─ dijo por fin Cara Dulce
aceptante la realidad.
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─ Estás loco, los Vigilantes están como lobos casando la impaciencia.
Molerán a palos al primero en asomarse a averiguar la suerte del
revólver— se excusó Vos Profunda.
─ Necesitamos saber cómo andan las cosas y palpar el ambiente—
dijo Cara Dulce a Vos Profunda convirtiendo su comentario en una
orden.
─ Si me agarran los Vigilantes nos muelen a planazos a todos —
repitió su observación Vos Profunda—. A ti nadie te ha visto en meses,
anda tu— dijo a Olor a Periódico quien ya reflejaba en su rostro, con
muecas y gestos, la pérdida de sangre — además, ya es tiempo de
levantarte de la cama y comenzar a buscar a tus violadores —
concluyó diciendo Vos Profunda.
─ No―panaǁ, mira como estoy, tengo las tripas en las manos, no
puedo andar por ahí buscándoles plumas al viento— dijo Olor a
Periódico mientras mostraba sus heridas.
─ ¡El chamo está mal, debemos llevarlo a la enfermería con urgencia!
— casi gritó Cara Dulce al ver el estado de su compañero.
─ Los Vigilantes todavía están revisando, no van a dejar salir a nadie
— dijo Cabello Rizado renuente a ayudar a Olor a Periódico.
─ ¡No me dejes morir chamo! — suplicó Olor a Periódico, no sé si para
escapar de la realidad y de la golpiza implícita en un posible hallazgo
del revólver, o por un real malestar por la pérdida de sangre.
─ No morirás, estamos juntos y seguiremos juntos; hablaremos con los
Vigilantes y te llevaremos a la enfermería. Iremos todos. Juntos somos
más fuertes — sentenció Cara Dulce mientras encaminaba a sus
compañeros a cumplir sus órdenes.
La reja del pabellón estaba abierta, un grupo de Vigilante discutía
seriamente sobre algo relacionado con el revólver. Los cuatro presos
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decididos se acercaron al grupo.
─ Necesitamos un permiso para llevar al chamo a la enfermería — dijo
Cabello Rizado.
─ ―¿Tú eres gafo o le tiras piedra a la luna?ǁ Hemos prohibido el
paso para todo sin excepción — dijo uno de los Vigilantes molesto por
el atrevimiento de los hombres.
─ El chamo se siente mal, está sangrando mucho y necesitamos
llevarlo a enfermería— dijo Vos Profunda
Olor a Periódico hacia muecas exageradas de dolor para apuntalar las
palabras de su compañero.
─ Vete tú solo para la enfermería — dijo el Vigilante a Olor a Periódico.
─ Él no se puede ir solo, él tiene culebra — respondió Vos Profunda.
─ Ese no es mi problema. Y dale rápido, no sea que me arrepienta—
dijo el Vigilante, mientras lo sacaba del pabellón halándolo de un
brazo y cerrando la pesada puerta de hierro tras él.
─ ¡Dios santo! ¡Tenemos problemas,tenemos problemas…!— decía
Cara Dulce, una y otra vez. Tratando, impotente de cambiar la decisión
del grupo de Vigilante. Tocaron la puerta en repetidas ocasiones, pero
cuando los Vigilantes abrieron ya Olor a Periódico se había retirado.
─ Debo ir con el―panaǁ — dijo Vos Profunda encimándose al Vigilante
guardián de la puerta.
─ Tranquilo ¿Cuál es el problema?— dijo el Vigilante socarronamente
— ese tipo es un una mami. En estos días lo hicieron rodar bien feo. Si
lo hacen de nuevo no le dolerá, ya está acostumbrado.
Todos los Vigilantes rieron.
─ Ese tipo es―panaǁ, ¡ábreme la puerta y déjame ir con él!— reiteró
Vos Profunda mientras se arrojaba nuevamente sobre el grupo de
Vigilante para abrirse paso en pos de su compañero.
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Periódico. Pero Vos Profunda no permitía intervenciones en su
monologo y mientras susurraba cuestionamientos, limpiaba su―medio
brazoǁ con la palma de su mano.
Una inexplicable sensación nos invadía a todos. La preocupación por la tardanza de Olor a Periódico y la angustia por su llegara. Todo, en
aquel momento, había pasado a un segundo plano, ninguno
preguntaba por el revólver, ninguno le interesaba el ayudante de Bam-
Bam. En medio de las tensiones, el tiempo transcurría sin tregua y Olor
a Periódico no terminaba de llegar.
─ Epa— dijo alguien desde la entrada de nuestro mundo enrejado. ─
¿Qué es lo que?— contestó Cara Dulce a la interjección de saludo. Era
un recluso impecablemente bien aseado a quien todavía le salía talco
por el cuello.
─ Mira chamo, el convive de ustedes lo están violando por los lados
del comedor — dijo el hombre en tono lascivo y burlón. ─ ¿Cómo es la cosa?
─ Por allá lo están violando. Pero ya los Vigilantes lo fueron a rescatar.
— ¡Para completar! — exclamó Cabello Rizado.
─ Debemos tener una conversación sobre el tema, porque aquí no
queremos mariposas — dijo el hombre de talco en el cuello.
─ Tranquilo compadre, ese lio lo arreglamos ahorita — dijo CaraDulce.
Cara Dulce tomó su ―medio brazoǁ y se paró en mitad del mundo
enrejado, Cabello Rizado también tomó con su―medio brazoǁ y se
colocó al lado de Cara Dulce. Y así permanecieron hasta que Olor a
Periódico apareció en la puerta del mundo enrejado acompañado de
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dos Vigilantes y un grupo de, por lo menos, la mitad de los reclusos de
nuestro pabellón. Olor a Periódico se veía demacrado y sucio, pero no
se veía huellas de golpes o magulladuras. Aun cuando sus heridas
sangraban levemente.
─ ¿Tienes cadena?— preguntó uno de los Vigilantes a Cara Dulce,
quien aún permanecía plantado en el centro del mundo con
su―medio brazoǁ en la mano.
─ Si — contestó Cara Dulce y con un gesto ordeno al de Cabello
Rizado buscarla. ─ Métele cadena a la reja— dijo el Vigilante.
Los Vigilantes esperaron a que Cabello Rizada asegurara la puerta
con cadena y candado para retirarse.
Olor a Periódico se acomodó en su cama con dificultad. Cara Dulce y
Cabello Rizado se colocaron entre él y Vos Profunda sin dejar de
cuidarse de la multitud creciente de recluso apilándose frente a
nuestro mundo enrejado.
─ ¿Qué pasó?— preguntó Cara Dulce sin dejar de prevenir un posible
ataque Vos Profunda, quien continuaba limpiando su―medio brazoǁ
con la palma de su mano.
─ Me obligaron―panitaǁ — dijo Olor a Periódico con vos entre
cortada.
─ ¿Cómo puedes decir eso? ¡Si estas tan fresco como una lechuga
recién cortada! — exclamó irónicamente Cabello Rizado.
─ ¡No pude hacer nada―panaǁ
, eran muchos!— grito Olor a Periódico
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para justificarse.
─ Bueno chamo ¿Qué es lo que? O tiras la mariposa para fuera o
pasamos a búscala para allá— dijo uno de quienes se amontonaban
en la reja.
Los reclusos estaban armados con chuzos y medios brazos de todo
tamaño, las oportunidades de Cara Dulce eran nulas, pero él seguía
allí plantado chuzo en mano.
─ ¿Si quieren una mujer? Les tocará pelear por ella — dijo Cara Dulce
ya en franca posición de guardia.
Visto como los reclusos estremecían las rejas, solo era cuestión de
tiempo para tumbarla. Cabello Rizado empuñaba con fuerza su medio
brazo, siempre parado al lado de Cara Dulce. A regañadientes Vos
Profunda se levantó de su cama empuñando su medio brazo, ya
reluciente de tanto limpiarlo con la planta de su mano; y con un
violento y brusco movimiento intentó clavarlo en la pared para
demostrar, a la multitud, cuáles eran los riegos si lograban entrar. Sin
embargo, Olor a Periódico continuaba en la cama temblando de pies a
cabeza como el día del ataque del ayudante de Bam– Bam.
─ ¿Qué pasa chamo? arrímese al fogón para que sople porque lo que
está en la paila es suyo— dijo Cabello Rizado a Olor a Periódico.
─ No podemos chamo, son muchos, si pasan nos van a matar — dijo
Olor a Periódico sin dejar de temblar.
─ No somos eternos, de algo vamos a morir, aprovecha tu turno y
gózalo.— dijo Cara Dulce chanceándose con la muerte mientras daba
un fuerte zapatazo en el piso para hacerle sentir, a quienes intentaban
entrar, que él estaba listo para el combate y sus consecuencias.
─ Nos van a matar, nos van a matar, nos van a matar… — decía una y
otra vez Olor a Periódico atrincherado con su miedo entre las sabanas
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de la cama.
─ Bueno chamo, ¿Qué es lo que? ¿O le echas pichón con nosotros o
sales a darle a complacer a los tipos? — dijo Cara Dulce molesto
consigo mismo al verse defendiendo a un compañero sin valor,
siquiera para animarlos a hacerlo.
─ Son muchos, nos van a matar… — continuó diciendo Olor a
Periódico mientras se levantaba de la cama para, a pesar de sus
temblores, colocarse al lado de sus compañeros.
Todos estaban listo para un apoteósico desperdició de sangre, Cara
Dulce paseaba su―medio brazoǁ de una mano a la otra mano y de
vez en cuando daba un zapatazo en el piso para impresionar. Vos
Profunda tenía la mirada fija en uno de los reclusos, apretaba
su―medio brazoǁ y sacaba la lengua para mojarse los labios, Cabello
Rizado con ojos asustados esperaba el ataque al lado de sus
compañeros, Olor a Periódico solo miraba el piso mientras temblaba
de pies a cabeza.
Una o dos pistolas se asomaron entre los exaltados interesados en
entrar a nuestro mundo. Pero, como ya hemos dicho, los reclusos
evitan disparar si tienen la posibilidad de ganar la pelea con los
chuzos y, aquí, la posibilidad era enorme. Cada vez la reja cedía más a
los empujones de los reclusos, no aguantaría mucho. La necesidad de
matar o morir había encontrado la excusa perfecta en el sexo, e
indudablemente muchos morirían.
─ Si tuviera aquí el revólver — susurro Cabello Rizado.
─ El primero en entrar, es mío— dijo Vos Profunda.
─ En el nombre de Dios — dijo Cara Dulce mientras daba otro
zapatazo en el piso.
─ Nos mataran a todos— repitió Olor a Periódico.
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De pronto, Olor a Periódico dejó caer su chuzo, recogió la llave del
piso donde la había tirado Cara Dulce y casi como un autómata hecho
a andar asía la entrada del mundo, todos callaron, cesaron de
estremecer las rejas, Olor a Periódico metió la llave en el candado,
quitó la cadena y salió del nuestro mundo enrejado.
Cabello Rizado bajo su chuzo y volvió a colocar el candado. Luego los
tres hombres se dejaron caer en sus respectivas camas mientras
miraban a Olor a periódico ser rodeado por una masa heterogénea de
hombres.
─ Tranquilo, no te va a pasar nada— dijo el hombre de talco en el
cuello, mientras ponía sus mano tiernamente en el cuello de Olor a
Periódico, quien aún temblaba de pies a cabeza.
─ Vamos — dijo otro, también poniendo suavemente la mano sobre la
cadera de Olor a Periódico para retirarlo de las rejas de nuestro
mundo.
Vos Profunda, Cabello Rizado y Cara Dulce, pasaron toda la nochedespiertos, pero sin decir nada. El silencio, raramente compartido por
los presos, se apoderó del infinito, a excepción de lo pujidos de Olor a
Periódico y la expresiones de placer de sus acompañantes, no era
mucho el ruido.
Pasada la media noche, llamaron para el rutinario número de todaslas madrugadas. Aunque últimamente yo no salía para observar el
número, esa noche tenía especial interés en saber cómo se
encontraba Olor a Periódico. Cuando llegué a donde se realizaba el
conteo, ya todos los reclusos estaban reunidos. Cabello Rizado, Vos
Profunda y Cara Dulce estaban apartados del resto. Los presos se
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agrupaban alrededor del Vigilante lo más cerca que, éste, les permitía.
Olor a Periódico se encontraba también retirado del grueso del grupo,
pero en el lado contrario de donde se encontraba Cara Dulce, estaba
acompañado por un grupo de reclusos, de los cuales, dos le tenían el
brazo echado sobre el hombro. El hombre estaba sin camisa, con una
sábana de colores sobre su espalda y sus pantalones, aunque
abrochados y con correa, los tenía por debajo de su cadera. Después
de terminar el número el Vigilante procedió a leer la lista de los
reclusos citados para asistir los días siguientes a los tribunales, Cara
Dulce y Cabello Rizado fueron nombrados.
Después de mirar a Olor a Periódico, me retiré más tranquilo a mi
espacio dentro del mundo enrejado, habían sido tantos los pujidos
que había llegado a pensar que se encontraba en peores condiciones
y por tanto tendría comida segura para cuando terminaran con él. No
obstante, durante toda aquella noche no, los pujidos y expresiones
sexuales se repitieron muchas ves y sin descanso. Dentro de nuestromundo enrejado nadie durmió esa noche.
Los reclusos citados por los tribunales, se levantaron a las cuatro de la
mañana para preparar sus cosas, entre ellos Cara Dulce y Cabello
Rizado. Yo trate de meterme sigilosamente entre la ropa de Cara
Dulce. Pero él la sacudió muy bien antes de ponérsela. No quiseinsistir y me retire a mi espacio detrás de la figura de María Lionza.
Las luces del día comenzaban a sustituir las sombras de la noche
cuando apareció Olor a Periódico en la entrada de nuestro mundo.
Las rejas estaban cerradas con cadenas y candados y en el mundo
sólo se encontraba Vos Profunda quien, al sentir los movimientos de la
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cadena aseguradoras de las rejas, tomó su ―medio brazoǁ y se
incorporó violentamente en la cama.
Vos Profunda al identificar a Olor a Periódico en la entrada, se levantó
de la cama con su―medio brazoǁ en la mano y la rabia en los ojos.Pensé en la sangre que inundaría el mundo. Sin embargo, cuando Vos
Profunda llegó a la reja toda la rabia traída desde la cama se extinguió
al ver a Olor a Periódico.
Olor a Periódico venia sin pantalones, traía una camisa sucia y
rasgada sobre la cintura, que apenas le tapaba el pene y una pierna,la otra pierna como el resto de su cuerpo, estaba desnuda. Vos
Profunda bajó su ―medio brazoǁ y le abrió las rejas del mundo. Luego
sin decir nada fue hasta su cama y se echó boca arriba. Olor a
Periódico termino de cerrar la puerta con el candado y se hecho boca
abajo, pues tenía su espalda y sus glúteos tan rojos que, según mi
entender, no hubiera podido acostarse boca arriba. Los dos hombresno se dirigieron la palabra en toda la mañana, ni al medio día, cuando
Vos Profunda salió del mundo enrejado.
Al atardecer salí a deambular por el pabellón en busca de comida.
Encontré algunas gotas de sangre en algunos rincones; pero era
sangre ya cuajada, por la cual no valía la pena bajar. En busca de
comida más fresca continúe mi deambular. Afortunadamente encontré
una riña en unos de los mundos al final del pabellón, donde sangre
caliente y fresca corría sin control a través de un cuerpo desafortunado
para alfombrar deliciosamente el piso. Debido al bullicio, propio de las
riñas. No fue difícil bajar sin ser visto y comer sin llamar la atención.
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Era caída la noche cuando regrese a mi mundo enrejado. Cara Dulce
y Cabello Rizado estaban tirados en sus respectivas camas con las
manos entrelazadas detrás de la nuca, los dos estaban callados y
pensativos. Yo pase y me acomode detrás de la figura de María Lionza.
Poco después entró Vos Profunda, algo excitado, pero contento.
─ ¡Cambien esas caras malas que vienen noticias buenas! — dijo
entre sonrisa sin ocultar la alegría cobijada con la noticia.
─ ¿Qué pasó?— preguntó Cara Dulce con desdén.
─ Resulta, bueno, ruedan los rumores en los pabellones, según los
cuales, al ayudante de Bam-Bam le llegó las noticias de nuestrorevólver. Y eso lo tiene con los nervios de punta, al punto, de
esconderse en el baño y no querer salir para nada. Quienes viven en
su pabellón están obstinados de sus obsesiones y, según dicen las
malas lenguas, unos presos lo entromparon, como se entrompan a las
mariposas, para enseñarlo a ser hombre. — Vos Profunda hizo una
pausa para esperar la reacción de sus compañeros. ─ ¿Cómo pudieron enterarse del revólver?— preguntó Cara Dulce
decepcionado a Vos Profunda quien esperaba preguntas sobre los
sucesos entre el ayudante de Bam - Bam y sus compañeros.
─ ¡Como voy a saberlo! Lo importante es como el miedo a nosotros lo
pone a coquetear con espantos más feos— hizo una pausa
convencido de, ahora sí, haber llamado la atención de Cara Dulce. ─ ¿Y qué pasó?— preguntó Cabello Rizado. Decepcionado aún más a
Vos Profunda quien esperaba la pregunta de Cara Dulce.
─ El tipo mató a dos de sus compañeros. A él también lo hirieron,
según se dice, pero no se atreve a salir de su concha para ir a
enfermería por temor a nosotros.
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Yo ya estaba enterado del altercado con el ayudante de Bam-Bam; de
hecho, yo me alimente de la sangre generada y, a diferencia de Vos
Profunda, escuche los comentarios a penas terminados los hechos, y
puedo dar fe de la veracidad de lo dicho por él. Digo esto para evitar
dudas, pues los rumores cuando se echan a rodar, casi siempre se
transforman en el camino, según los intereses de los trasmisores. Y
como lo bueno y lo malo son solo puntos de vista, por lo general, el
rumor recoge el punto de vista de una persona buena sobre una
persona mala.
Estando mis compañeros en medio de los comentarios sobre los
sucesos, entró a nuestro mundo enrejado Olor a Periódico. Traía una
falda hecha con dos camisas burdamente unida con tiras de trapo,
unas cholas desgastadas, las cuales arrastraba al caminar, y una
camisa sin botones ajustada a su cadera por un nudo llano. Esta
vestimenta le regalaba un grotesco y raro aspecto afeminado. No
obstante, el hombre no parecía perturbado.
─ Mataron a dos de tus violadores— dijo Cabello Rizado sin ánimo de
perturbarlo, pero sonó punzante.
─ Según dicen, el tipo cogió como cinco chuzazos, pero todavía desde
el piso pudo puyar a otro y lo mando a la enfermería — dijo Vos
Profunda tratando de opacar lo dicho por Cabello Rizado.
─ El tipo es bravo— exclamó Cabello Rizado.
─ Si, pero ahora está puyado y no quiere ir a enfermería por miedo a
nosotros— dijo Vos Profundad.
El tema del ayudante de Bam-Bam se agotó. En el ambiente flotaba el
tema de la situación de Olor a Periódico, pero extrañamente nadie
parecía estar interesado en iniciar la conversación. Lo cual me extraño
porque los presos no tienen esas sensibilidades.
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─ ¿Qué vamos a hacer con este tipo? — dijo Cabello Rizado
rompiendo el celofán del embarazoso momento.
─ No sé— exclamó Cara Dulce con preocupación.
─ Aquí no se puede quedar — dijo Vos Profunda.
─ Si se queda, tarde o temprano, pagaremos las consecuencias por
cuidar rabo ajeno— dijo Cabello Rizado.
─ ¿Por qué no te vas para el pabellón de los homosexuales, Chico?—
le preguntó Vos Profunda con vos suave.
─ No puedo ir para el pabellón de los homosexuales, porque si voy
para allá me van a matar. Acuérdate, yo maté a un homosexual y esas
cosas siempre se saben— dijo sin levantar la cabeza.
─ Cuando los Vigilantes te vean con esa faldita, seguro te mandan al
pabellón de las mariposas ¡Quítate eso por lo menos!— Dijo Cabello
Rizado.
─ No puedo, soy quien soy y como quien soy me defiendo, si pretendo
ser diferente estaré indefenso. Con esto puedo defenderme como una
hembra y disminuir las violaciones — Olor a Periódico hizo una pausa
para luego dirigirse con timidez a Cara Dulce—. Vista―panaǁ, no me
saques de aquí— suplicó.
Muchas cosas hiso Olor a Periódico con esa suplica, no solo pidió
comprensión para su circunstancia. Sino también reconoció a Cara
Dulce como su líder y, sobre todo, lo nombro líder de nuestro mundo.
Pues ahora, sobre cualquier acción de Vos Profunda, Cara Dulce
siempre habría de ser jefe. Ya Cabello Rizado lo reconocía como jefe,
lo cual no era importante, después de todo, Cabello Rizado era su
peluche. Pero Olor a Periódico, aunque estaba en una situación de
sumisión, era un tipo racional, y su opinión era importante para
nombrar el líder de nuestro mundo. Por estas razones todas las
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miradas se dirigieron a Cara Dulce.
Cara dulce guardo silencio por un instante; haciendo tiempo para
disfrutar en su alma y a solas el reconocimiento recibido. Pero los
reconocimientos arrastran responsabilidades y la respuesta, como el
recién nombrado líder, se imponía.
─ Okey, vas a vivir aquí. Pero serás la mujer de nosotros— sentenció
Cara Dulce—, si alguien lo quiere violar deberá bailar con nosotros —
concluyó.
─ Yo no arriesgare mi pellejo por quien tiene miedo de arriesgar el
suyo para hacerse respetar— dijo Cabello Rizado y Vos Profunda lo
apoyó con un movimiento de cabeza.
─ Bueno, bailaremos cuando la ventaja sea nuestra y la victoria franca
— dijo concluyendo su sentencia.
─ ¿Qué saben del revólver?— preguntó Cara Dulce a Vos Profunda,
después de un reflexivo silencio, cambiando de tema y regresando al
principio de la conversación.
─ Está a buen resguardo— dijo Vos Profunda.
─ Lo necesitaremos para disuadir. Quizás, no sea muy útil en un
ataque. Pero dejará claro nuestra disposición a cambiar la vida,
nuestra o ajena, por respeto ─ dijo Cara ´Dulce
─ Le diré a mamá que nos traiga balas— dijo Cabello Rizado casi
para sí.
Cara Dulce con una mirada, reprochó la oferta de Cabello Rizado,
pero todos los presentes la aprobaron con una sonrisa. Entonces
susurró algo en vos baja.
─ ¿Que dijiste? ─ preguntó alguien.
─ ¡Gracias a Dios, ya me voy de aquí! — repitió, ahora casi en un grito.
─ ¿Qué pasó? ¿Qué te dijeron en los tribunales?— preguntó Vos
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Profunda.
─ Me van a trasladar.
— ¿Para dónde?
─ Para la Penitenciaría General de Venezuela, la P.G.V.
— ¿Te dictaron sentencia?
— No, pero voy para allá.
─ Hablaré con mi mamá para irme también, Ojalá pudiera irme contigo
— intervino Cabello Rizado.
La conversación se hacía aburrida y como en alguna parte del infinito
se escuchaban gritos de presos, salí de detrás de la imagen de María
Lionza en busca del banquete anunciado por los gritos.
La rebelión de la mariposa
Los avatares propios del día de visita comenzaron en la madrugada:
los reclusos corrían de un lugar a otro, unos con cajones y colchonetas
para armar asientos, otros preparaban sus trabajos de artesanía paravenderlos a la visita, otros solo miraban a través de los barrotes las
largas colas de familiares tratando de descubrir los suyos. Por fin las
agujas de los relojes marcaron las ocho. Bueno es aclarar que todos
los relojes, los de los presos y los de los visitantes, se guían por el reloj
colgado en la pared de la oficina del Director, aunque muchos dicen
que, ese reloj, está atrasado.
Como siempre, una de las primeras en entrar al pabellón fue la madre
de Cabello Rizado. Sus ojos buscaban con angustiosa celeridad, y en
dos parpadeos escudriñaron el pabellón en busca de su hijo. Lo
descubrió en la puerta de nuestro mundo, hablando con Olor a
Periódico. Toda su angustia se disipó y la seguridad serena de gran
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dama volvió a su rostro.
─ ¡Mijo!— dijo, extendiendo sus brazos, cuando estuvo cerca de él.
─ Hola mamá, — respondió a su madre, mientras con un movimientode cabeza saludaba a su hermana.
Ella respondió el saludo con otro movimiento de cabeza.
─ ¿Quién es el muchacho con quien hablabas?— preguntó la madre
intrigada por la forma de vestir de Olor a Periódico.
─ Ese es un compañero de cerda, tú lo conoces— dijo Cabello Rizado
burlándose de su madre por su falta de memoria.— ¿Y por qué anda así? ¿Su atuendo parece de mujer?
— Rodó.
— ¿Y?— Inquirió la madre aún más intrigada.
─ Tuvimos un problema y el no respondió come se espera de un
caballero, se mofaron de él y bajo la cabeza, unos tipos lo violaron y,
como no hizo nada, todo el mundo lo violó.— ¡Oh Dios! ¿Tú también?
— No, mamá, el tipo es―panaǁ, mejor lo estamos tratando de
defender.
— ¡Oh Jesús! Ten mucho cuidado.
─ No te preocupes, lo tendré.
Una conversación sobre un compañero de celda en semejantedesgracia, nunca es agradable para un preso. Por eso Cabello Rizado
trató de cambiar el tema.
─ ¿Qué te dijo el abogado?
─ Según él, los problemas de droga son muy difíciles. Dice que es
necesario sobornar mucha gente y al final no se sabe si van a cumplir.
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Me ha pedido real para todo el mundo y todavía no me ha dicho nada
en concreto.
─ ¡Ojala sea rápido!, al chamo lo van a trasladar — dijo refiriéndose a
Cara Dulce
— ¿Por qué?
─ No se mamá, pero, según su decir, lo van a manda para la
Penitenciaria General de Venezuela y yo no me puedo quedar solo
aquí, tengo muchos problemas.
Cabello Rizado pareció un niño haraganeando en sus miedos. Ella lo
entendió así, y lo abrazó con fuerza. Su abrazo lastraba su propósito
de hacer lo posible por mitigar sus temores. Y, en susurros
aterciopelados al oído, se lo hiso saber.
En ese momento apareció, desde alguna del pabellón, Cara Dulce.
Venía acompañado de la esposa, y otra visita, de Olor a Periódico.
─ ¿Qué más?— Saludó.
Cabello Rizado, sorprendido en la cacería de consuelo entre los
brazos de su madre, trató de borrar la imagen adoptando postura de
preso agresivo. Pero esta actitud fue desarmada por una sonrisa
comprensiva de las recién llegadas, lo cual desato la ira en el rostro
lagrimoso del hombro.
— Es la visita del ―panaǁ, voy a buscarlo— dijo Cara Dulce ordenado,
a las visitantes con un gesto, aguardar hasta su regreso. Pero, dejando
ver la importancia de ir a buscarlo. Quizás, pienso yo, para prevenir a
Olor a periódico y evitarle la vergüenza de recibir a la familia en las
fachas ya mencionadas.
─ Necesito hablar contigo— interrumpió la madre de Cabello Rizado.
— No tardaré, regreso enseguida— insistió Cara Dulce.
— ¡Debe ser ahora!— ordenó la mujer.
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Cara Dulce aceptó resignado la orden de la mujer y sumiso caminó
tras sus caderas rumbo a nuestro mundo enrejado. No obstante, antes
de retirarse ordeno a Cabello Rizado, ir en pos de Olor a Periódico y
prevenirlo de la presencia de su visita.
Pronto comenzaron a poner las cobijas en las rejas para anunciar al
resto del pabellón el inicio de la visita conyugal. Dada la situación me
pareció más interesante seguir al de Cabello Rizado quien, aun sin
disipar la ira de su rostro producto de las compresivas sonrisas de las
visitantes al sorprenderlo en los brazos de su madre, salía en busca de
Olor a Periódico. Cuando llegamos con Olor a Periódico, éste se
encontraba rodeado por un grupo de reclusos liderado por el hombre
con talco en el cuello.
─ ¡Epa chamo! tienes visita— dijo a Olor a Periódico, mientras sacaba
su―medio brazoǁ y sembraba la mirada amenazante en el hombre
con talco en el cuello. No por solidaridad con el compañero asediado.
Si no, pienso yo, por descargar, de una vez por todas, la ira causada
por la sonrisa de las mujeres al ser sorprendido en los brazos de su
madre.
─Tranquilo chamo todo está bien— dijo Olor a Periódico tratando de
calmar los ímpetus violentos del compañero recién llegado— ¿Quién
vino? — preguntó luego.
─ Tu mujer — dijo ya guardando su―medio brazoǁ e iniciando el
retorno.
─ No quisiera presentarme en estas condiciones ante mi mujer. Dios
perdone mis pensamiento, pero la familia en este momento es un peso
duro de cargar. Sin ese peso el destino sería un albur y la muerte uno
de sus premios. Pero mírame ahora, ahogándome en un conflicto por
los pantalones, con miedo de presentarme ante mi mujer sin ellos, y
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Olor a Periódico se echó a temblar, sus manos solo atinaban a sujetar
su falda fabricada con dos camisas, para evitar la vergüenza de ser
desnudado.
─ Como me vas a decir eso vale, somos compañeros — dijo Olor a
Periódico con vos llorosa.
─ No gafo, aquí las oportunidades son escasa y el compañerismo
permanente. No hay compañerismo que aguante tanta escases, yo
deseo a tu mujer y tú me la darás, entendiste — ante la resistencia de
Olor a Periódico, Cabello Rizado le ajustó aún más la hoja de metal en
el cuello.
─ Está bien chamo, está bien, yo voy a hablar con ella— dijo ya
vencido.
Cabello Rizado y Olor a Periódico se detuvieron a unos pasos de
donde se encontraba la mujer y su acompañante. Desde allí, Olor a
Periódico le hizo señas para procurar su acercamiento mientras
Cabello Rizado se metía en un mundo donde vivía uno de sus
compañeros de droga. Pronto, los ocupantes del mundo enrejado,
salieron entre risas y bromas.
─ ¡Virgen santa! ¿Qué haces vestido así?— preguntó alarmada la
mujer a su marido.
─ Tengo problemas ―mijaǁ, las cosas están mal, yo rodé.
─ ¿Cómo puedes decir que rodaste? Tu no ruedas, tu eres un varón —
exclamó la mujer disgustada.
— Rodé―mijaǁ, rodé.
─ Mil veces hubiese preferido llevarme el cadáver de un hombre, a
visitar una mariposa, ¿Por qué no te dejaste matar?
─ Dios sabe con cuanta ira pensé en huir hacia la muerte cuando los
canallas me estaban violando. Pero pensar en ti y en mis hijos, medio
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el coraje para soportar la humillación y esperar por tiempos mejores—,
la vos del hombre se quebró e hizo una pausa para no echarse a
llorar — rodé mija, rodé— concluyó diciendo Olor a Periódico.
─ ¿Por qué vistes así?— dijo la mujer colocando su mano en el rostro
de su marido conmovida ante las palabras del hombres.
─ Soy la mujer de aquí— contestó con timidez.
─ ¡Dios mío! — Exclamó la mujer dejando ver que el tope de su
tolerancia había sido alcanzado e hiso el intento de retirarse, pero fue
sujetada por su marido.
─ Tengo un problema, mija — dijo Olor a Periódico con vos temblorosa,
esforzándose para hablar.
─ ¿Qué quieres?— preguntó la mujer ya molesta con su hombre.
─ Quiero Salir vivo de aquí, quiero mirar a mis hijos, no quiero morir
preso. — la mujer cedió en su intento de retirarse, perturbada por las
palabras del hombre. — un tipo se quiere acostar contigo y… — Olor a
Periódico no conseguía las palabras — y… — intentó continuar de
nuevo, pero la mujer se lo impidió colocándole las manos en los
labios.
─ ¿Dónde está?— preguntó la mujer con decisión. Olor a Periódico le
enseño con un movimiento de cabeza el mundo enrejado donde se
encontraba Cabello Rizado.
La mujer entró en el mundo enrejado donde se encontraba Cabello
Rizado, ya las sabanas estaban colocadas en las rejas. Poco tiempo
después la mujer salió del mundo enrejado. Olor a Periódico la
esperaba en la entrada del mundo, trató de hablar con ella; pero ésta,
no se detuvo, con un gesto se hiso seguir de la compañera y se perdió
entre los visitantes y las paredes. Esa fue la última vez que Olor a
Periódico recibió visitas.
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Cuando terminó la visita, Cara Dulce se reunió con sus compañeros de
mundo. Aunque él y Vos Profunda, se habían enterado de lo sucedido
entre Cabello Rizado y Olor a Periódico, los dos evitaron hacer
comentarios al respecto. Olor a Periódico estaba completamente
montado sobre la cama, con las piernas entrelazadas, hundido en sus
pensamientos, limpiando un pequeño chuzo, Cara Dulce estaba
sentada a su lado, en otra cama estaba sentado Cabello Rizado y Vos
Profunda.
─ Le dije a mamá que trajera balas para el revólver — dijo Cabello
Rizado. Se veía alegre, altivo y de vez en cuando miraba con desdén aOlor a Periódico.
─ ¿Qué te dijo?— preguntó Cara Dulce.
─ ¡Epa chamo, Mándame la mariposita, tengo ganas de echar ―unoǁ!
— gritó el hombre de talco en el cuello, desde alguna parte del
pabellón. Insinuando, así, su deseo de sexo. ─ ¿Qué pasó chamo?— respondió Cara Dulce en son de protesta.
─ No me vino visita y necesito una mujer.
─ Ese chamo es la mujer de aquí y no va a salir — sentenció Cara
Dulce— ¿Qué te dijo tu mamá?— preguntó al de Cabello Rizado
dando por terminada la conversación con el hombre de talco en el
cuello. ─ Quiero a la mariposita un rato. Así que, échamela para acá— dijo
ahora con tono amenazador, el hombre de talco en cuello.
─ ¡El manto de María nos cubra! — Dijo Cara Dulce casi para sí, pero
todos escuchamos, los presos son muy religiosos cuando sienten la
cercanía de la muerte, luego agregó en vos alta y recia—Ya te dije
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que…
Cara Dulce no terminó de hablar, Olor a Periódico le tocó una pierna
para indicándole su disposición a salir.
Olor a Periódico se levantó de la cama con su pequeño chuzo en
mano, abrió el candado de la reja y salió al pasillo.
─ ¡Pásame mi ―medio brazoǁ que la mariposa se me alzó! — se
escuchó, en alguna parte, gritar al hombre de talco en el cuello.
Hubo un fuerte pero corto alboroto en el pabellón. Cuando me decidí a
salir, ya Olor a Periódico venía de regreso. Me asomé a la reja de
nuestro mundo para descubrir al hombre de talco en cuello tirado en
mitad del pasillo con una herida en el pecho y otra en el estómago.
Olor a Periódico, con una calma solo vista en él cuando mató al
Vigilante, cerró la puerta tras él y se montó en su cama en la misma
posición en la cual se encontraba antes de ser molestado. En ese
momento Cabello Rizado supo que había insultado a un guerrero y su
única salvación era Cara Dulce o enfrentarse a este hombre quien
acababa de demostrar su destreza y coraje con el chuzo. El rostro de
Cabello Rizado se inundó de sudor y como un niño asustado se
refugió al lado de Cara Dulce.
Después de la muerte de hombre con talco en el cuello, muchas cosas
cambiaron. Olor a Periódico comenzó a pasear por el infinito chuzo en
mano, y a cualquier insinuación sexual giraba sobre sus talones y nodescansaba hasta no ver muerto a quien profería la insinuación. No
obstante, continuaba utilizando su falda hecha de dos camisas. Los
reclusos habían aprendido a temerle a tal punto que solo quienes
estaban dispuestos a enfréntalo se atrevían a ir al baño cuando él
estaba allí. Incluso, sigilosamente, se hacían a un lado para permitirles
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el paso cuando lo veían venir. En más de una ocasión trataron de
atraparlo a traición o tenderle una emboscada; pero, generalmente,
fallaban por el oportuno auxilio de Cara Dulce o de cualquier otro de
sus compañeros, o por la advertencia oportuna de algún recluso
interesado en ganar su amistad.
Por otro lado, Cabello Rizado controlaba más sus necesidades de
adicto, tratando de disminuir las posibilidades de convertirse en un
blanco fácil para Olor a Periódico. Cuando su necesidad de droga lo
dominaba, trataba de asegurarse la cercana protección de Cara
Dulce. No obstante, su ―medio brazoǁ tampoco descansaba y aprovechaba cualquier excusa para iniciar una pelea.
Tanto Cabello Rizado como Olor a Periódico se habían convertido en
un foco de terror para los reclusos de nuestro pabellón, pues no
pasaba una semana que, entre los dos, no mandaran un buen
número de muertos para la calle. Ya algunos reclusos hacían bromasdiciendo que la mejor forma de salir del Rodeo era mirando a los ojos
a uno de los dos.
Cara Dulce, única persona capaz de controlarlos, se veía como el líder
del pabellón; pues los dos hombres más temidos, lo seguían y
obedecían fielmente. Por su parte, Vos Profunda, aunque no tenía
enfrentamiento frecuentes, siempre andaba con, su chuzo desnudo y
una actitud desafiante. Su valor estaba comprobado y con frecuencia
corría en ayuda de Cabello Rizado o de Olor a Periódico cuando estos
lo requerían. Su actitud de ―canero experimentadoǁ le daba un
aspecto por muchos imitados.
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Por otro lado, Cara Dulce, casi siempre callado, salvando a sus
compañeros, velando por su seguridad. Siempre pegado de los santos
en palabras y acciones, la mayor parte del tiempo encerrado en su
mundo, no parecía ser un líder natural. En ocasiones daba la
sensación de ser el más débil del grupo. Sin embargo, en dos
ocasiones cuando no vino la mamá de Cabello Rizado, supieron
porque era el líder. Su humor cambió, de tal forma, que la muerte y las
riñas eran constantes, hasta Cabello Rizado y Olor a Periódico
trataban de pasa desapercibidos para evitar discrepar con él. Eso
fueron los días más terribles de nuestro pabellón, pues cada vez que
se oía un zapatazo en el piso sabíamos que había muerto un recluso.
Incluso los reos se abstenían de pisar muy fuerte para no asustar a sus
compañeros.
El día de visita cuando se presentó la mamá de Cabello Rizado, todos
los presos respiraron con tranquilidad e incluso algunos reclusos
llegaron a dar gracias a Dios por haberle permitido llegar, y a ella por haber llegado.
La madre de Cabello Rizado no faltaba a una visita, las dos faltas se
debieron a enfermedad de su esposo y no se cansó de darle excusas
a Cara Dulce y a su hijo durante las siguientes visitas. Ella cooperaba
con la supervivencia de su hijo acostándose con Cara Dulce y trayéndoles balas para el revólver en su parte íntimas. Los visitantes
sabedores de a quién visitaba, la respetaban y adulaban buscando su
gracia y la de su hijo.
La fama, de Cara Dulce y sus compañeros, crecía dentro y fuera del
penal. Se contaban historias fantásticas. Verdades exageradas
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soportadas por pequeñas mentiras, hazañas de otros les eran
atribuida a ellos. Se decía que la mariposas del Rodeo obligaba a los
hombres a acostarse con ella y después los mataba, que Cabello
Rizado era un drogadicto que envolvía los tabacos de mariguana con
las membrana del corazón de sus víctimas, que Cara Dulce y el de las
vos profundad tenían un arsenal de ametralladoras en su mundo
enrejado, que habían montado una carnicería en el baño para
abastecer la cocina del penal y muchas otras cosas que ahora no
recuerdo.
Por otro lado, en los tribunales se había dictado sentencia contra CaraDulce y Cabello Rizado. Y como parte complementaria de su sentencia
se había ordenado su traslado a la Penitenciaria General de
Venezuela en el Estado Guárico; el traslado los hacia esperanzarse en
un nuevo comienzo. Pero, el tiempo pasaba y el traslado no se termina
de cristalizar. Cabello Rizado, con el apoyo de su madre y de sus
abogados, había conseguido, no solo el traslado para él a la P.G.V.,sino también para Olor a Periódico y Vos profunda. Y eso lo
esperábamos con ansiedad.
La P.G.V
El tiempo trae cosas buenas y cosas malas, a veces se lleva las cosas
malas, pero siempre no deja lo más valioso, la experiencia. Y en esellevar y traer del tiempo nos llegó la orden del traslado y con ella la
esperanza de cambiar la zozobra de la muerte en el Rodeo; cosa
buena, atrás quedarían las cosas malas ojala el tiempo nos ayude a
tolerarlas, afortunadamente nos quedó la experiencia, herramienta
invaluable para eludir o enfrentar las cosas malas del futuro. No quise
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entrar en el moral para no caer en la tentación de mirar por última vez
las paredes, los rostros o las angustias del lugar. Quería echar todos
esos recuerdos malos en el saco del tiempo. Por eso me escondí en la
figura de María Lionza, sabiendo que iría a para al fondo del moral
donde no llegaban las voces del recuerdo. Allí me estuve durante
mucho tiempo.
Oí los preparativos del traslado y a los Guardias dando Órdenes, sentí
cuando estábamos en el vehículo y cuando este se puso en marcha,
después de un largo viaje llegamos a alguna parte. Los Guardias de
nuevo dando órdenes, los presos corriendo, luego caminando hastaque, por fin, nos detuvimos. Sabía que habíamos llegado.
Al salir del morral vi a Cara Dulce y a sus compañeros hablando con
dos hombres. Por cierto, Olor a Periódico llevaba pantalones y no
faldas como en el rodeo. Se veía raro de pantalones, debió haber sido
por el tiempo sin usarlos.
─ ¿De dónde vienes?— preguntó uno de los hombres a Cara Dulce. ─
Del Rodeo— contestó éste.
─ Eso es atrinca ¿no?— dijo el otro.
─ Sí, es duro. — contestó Cara Dulce.
Yo aproveché el entretenimiento causado por el recibimiento para salir
del morral y tratar de alcanzar un refugio más seguro; pero la rigidez
de mis alas, debido al largo viaje, me impidió volar como quería,
obligándome a caminar como podía para a la pared. Para lograrlo,
subí por el pantalón de uno de los hombres que hablaba con Cara
Dulce para ganar un poco de altura, por cierto, el hombre tenía
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Olor a Periódico compartir un mismo mundo con Cabello Rizado
porque la herida abierta en el honor del primero reclamaba sangre
para cerrarse. Tampoco podía dejar a Olor a Periódico con Vos
Profunda por que en cualquier momento este le reclamaría el tiempo
pasado en el pote cuando estuvo en ―Los Floresǁ. Y, definitivamente,
él no quería quedarse en la misma celda con Cabello Rizado. Pues,
aunque este había demostrado su lealtad y sumisión, él no quería
arriesgarse. Después de hacer un rápido análisis, decidió quedarse
con Olor a Periódico en el mismo mundo y enviar al de Cabello Rizado
y a Vos Profunda a otro mundo.
El mundo enrejado escogido por Cara Dulce estaba desorganizado,
pero limpio, se podía deducir a simple vista su reciente ocupación. Dos
ventanas abarrotadas dejaban ver las enmontadas inmediaciones y
sobre ellas a lo lejos, pero muy lejos, se podía ver los destellos de la
ciudad. Un tenue, pero enorme rayo de luz, proveniente del otrora
potente sol, hacía esfuerzos por iluminar el mundo. Cara Dulce y Olor a
Periódico procedieron a asear el lugar. Me felicite por haber salido con
tiempo de la figura de yeso, pues fue lo primero en buscársele
acomodo.
La primera semana fue más dura de lo esperado. La madre de
Cabello Rizado no vino a visitarlo y, esto, no nos sorprendió; pues,
según el rutinario, ella se dirigiría a la cárcel del Rodeo y allí seenteraría del traslado de su hijo. Por tal razón, y a pesar de nuestros
deseos, debíamos saltarnos un día de visita para encontrarnos con la
madre de Cabello Rizado y su generosidad. A consecuencia de eso,
hubo escases. Y la escasez de alimento obligó Cara Dulce y a sus
compañeros a ir al comedor. Como yo conocía los problemas que
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suelen presentarse allí. Y además tenía hambre, me fui tras ellos.
Esperando que, por cualquier razón, se generaran alimento para mí.
El comedor de los presos era extraordinariamente grande, tanto que
no podía ver de uno extremo a otro de un solo vistazo. Como en todoslos comederos de las cárceles, las mesas y los asientos eran de
cemento. A un lado había una pequeña ventana donde los reclusos
pasaban con sus bandejas a recoger la comida. Una enorme cola de
reclusos alimentaba el trabajo de los repartidores de comida. Pero lo
más extraño de este gigantesco mundo, eran los mismos reclusos; no
eran como en los Flores o como en el Rodeo donde los reclusocomían caminando para evitar algún ataque. Aquí los presos comían
sentados. Ni una gota de sangre, ni una pelea, ni siquiera una palabra
fuera de tono. En el comedero todo era risas y armonía. En ese
momento pensé que me había equivocado en acompañar a Cara
Dulce y a sus compañeros.
Cara Dulce, seducido por el hombre con migas de madera, todas las
mañanas después del número se iba con él a la carpintería donde se
quedaba hasta el final de la tarde, sólo salía a la hora de la comida. La
carpintería no tenía nada especial, en ella solo había: madera, aserrín,
algunos instrumentos propios del oficio y muchos reclusos trabajando.
Por su parte Olor a Periódico andaba con el preso con aroma a tierra,quien le estaba enseñando a sembrar. En una ocasión, lo seguí hasta
los terrenos donde sembraban. Era un espacio enorme donde había
muchos árboles, casi todos del mismo tamaño, plantados uno detrás
del otro perfectamente alineados. Muchos hombres escarbando y
podando a mano limpia. Con una delicadeza tal; que parecía, que
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cada planta era un tesoro.
Cabello Rizado, por otro lado, caminaba de un lugar a otro
desesperado por la falta de droga; pues nadie le daba crédito por ser
nuevo, aun cuando, en medio de su ansiedad, trató de negociar conlos jibaros del lugar de diferentes maneras.
Vos Profunda por su parte, se dedicaba a deambular por todo el
recinto penitenciario saludando y conociendo reclusos, quizás para
evitar los tormentosos momentos atravesados por Cabello Rizado.
Andando con él conocí muchas vecinas del lugar, me impresionó laenorme colonia, pero me decepcionó saber que solo consumían
sangre cuando no había otra cosa para comer y por lo tanto vivían muy
poco. Debo confesarles que, a pesar de mis esfuerzos, nunca pude
cambiar sus hábitos alimenticios. Por eso, hoy sé, que existen seres
que a pesar de las ofertas recibidas, ¿y cual oferta puede ser más
grande a la vida eterna?, nunca venden sus principios y convicciones.
Mis cuatro compañeros se reunían en el espacio exterior, al final de la
tarde, para tomar sol y disfrutar de un poco de esparcimiento. El
espacio exterior era un lugar sin fronteras abarrotadas, ni puerta en
sus límites. En el centro había una plazoleta con piso de cemento
rodeada, por un lado, de una zona árida y polvorienta con algunos
destellos de haber sido un campo de gramas, en otros lados se podía
ver algunas canchas deportivas también polvorientas donde se
asomaban algunos fragmentos de piso de cemento. También
destacaban unos ruinosos bancos de cemento donde se recibía la
visita. Esta plaza lindaba, además, por un lado con las paredes del
penal en el norte y en el sur con dos cercas custodiadas por Guardias
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Nacionales encaramados en torres de vigilancia, muy cercanas una de
la otra.
El segundo domingo en la Penitenciaria General de Venezuela, día de
visita, llegó cargando de esperanzas, esta vez Cabello Rizado y CaraDulce estaban tejiendo deseos con la espera parados frente a la
puerta por donde sabían entrarían los visitantes. En esta penitenciaría
los visitantes no entran directamente a los pabellones, aquí los
reclusos esperaban en el espacio exterior. Los muy seguros de recibir
visitas se acomodan cerca de la puerta de entrada, los no tan seguros
en mitad de la plazoleta a la expectativa, pero sin acercarse mucho ala puerta para evitar el bochorno de una espera infructuosa, y aquellos
que no esperaban vistas, deambulan sin horizonte claro en busca de
un buen punto de observación. Los otros, quienes no estaban en
ninguna de las tres categorías anteriores, se dedicaban a dar las
últimas revisiones a los estantes donde exhibirían el trabajo de la
semana.
De pronto, casi de la nada, apareció en la entrada, la cabezada del rio
humano y, para alegría de Cabello Rizado y de Cara Dulce, quien
lideraba el grupo era la madre del primero. La mujer, siempre
acompañada de su hija, casi corrió hasta donde estaba su hijo para
fundirse en un furioso abrazo. Cabello Rizado, siempre anteponiendosus necesidades, después del segundo abrazo y antes de uno de los
tantos besos, pidió dinero a su madre para su carencia; cuando ésta
se lo dio, salió corriendo como loco perdiéndose entre reclusos y
visitantes. El hombre con migas de madera, quien se encontraba
cerca, un tanto avergonzado por la actitud de su compañero, se acercó
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a la distinguida dama. Quien, disimulando la preocupación por su hijo,
orientó su atención asía el atento preso que se le acercaba.
─ Es La droga, no lo deja tranquilo— se disculpó la mujer con el
hombre con migas de madera. ─ Aquí no hay problema con eso. Todo el mundo se mete―su notaǁ —
contestó Migas de Madera, amablemente.
─ Si, pero él es diferente, queda indefenso cuándo esta drogado.
─ Todos quedamos indefensos señora, por eso debemos cuidarnos
unos a otros en esos momentos. Aquí no tenemos problemas como en
otras partes, porque uno se encierra y no molesta a nadie y nadie lomolesta a uno.
─ Muchas veces el peligro está en los mismos compañeros. — replicó
la mujer en vos baja.
─ No señora, usted necesita darse una vuelta por los pabellones y ver
como son las cosas aquí— hizo una pausa buscando las palabras
para continuar explicando— aquí viven solamente dos presos en cadacelda. Razón por la cual, hay muy escasas riñas por espacio entre
compañeros. Mejor aún, cada quien cuida de su compañero para que
su compañero cuide de él. Por vivir de eso modo, vivimos más
tranquilos.
─ De todas maneras, yo tengo un trato con uno muchacho para que lo
cuide— dijo con cierto matiz de picardía, dejando entender el vínculosexual implícito para proteger a su hijo.
─ Señora, aquí su trato no es necesario. Si su hijo se porta bien, no
necesitará ser cuidada por nadie, aquí las cosas son diferentes — dijo
haciendo énfasis en cada oración para resaltar su significado.
─ ¿Usted cree?
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─ Claro, señora, su hijo es muy pila— dijo esto para destacar la
inteligencia y audacia de Cabello Rizado.
─ Hola mujer — saludó Cara Dulce en son de broma, cobijando las
palabras en sonrisas, se veía tranquilo y relajado como nunca antes
recuerdo haberlo visto. Este penal no era parecido al Rodeo donde
una sonrisa tiene su precio en ira, sudor y sangre, acá la esperanza es
esquiva, pero de vez en cuando se refugia en una sonrisa para
iluminar una mirada. El entusiasmo por la promesa de paz del recinto
potenciaba las acciones de Cara Dulce quien disculpándose con un
malhecho saludo militar con su compañero, tomó a la mujer del brazo
y se la llevó con él — venga para mostrarle donde vivimos — dijo ya
encaminándola a los pasillos internos del penal, la hija como siempre
echó a andar con su madre. El andar callado entre pacillos desiertos
transformó el entusiasmo en ansiedad y la ansiada en nerviosismo —
Pensé que no vendría — dijo tratando de espantar el silencio, pero la
mujer no contestó. Poco a poco, mientras los nervios de la mujer se
subordinaban a la voluntad de Cara dulce, el andar de la dama se
hacía más seguro y confiado, alentado, quizás, por la reflexión de sus
pensamientos.
─ El señor con quien hablaba me dijo que esta cárcel no era tan
peligrosas como otras — dijo la mujer súbitamente mientras seguía a
Cara Dulce.
─ Todas las cárceles son peligrosas — respondió Cara Dulce dejando
escapar su propio nerviosismo.
Las dos mujeres y el hombre continuaron su andar en silencio, todos
con mucho por decir, pero esperando a que otro lo dijera, presintiendo
que cualquier cosa a decir habría de ser muy sería. Yo por mi parte, les
seguía entre vuelos y caminatas a través del techo. Cuando llegamos a
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nuestro pabellón, encontramos a Cabello Rizado en su mundo
sentado en su cama, doblegado por las drogas, la madre trató de
acompañar a su hijo, pero Cara Dulce la tomó del brazo y la obligó a
seguirlo a su mundo enrejado.
─ Estoy trabajando en la carpintería, en algo muy especial. La voy a
sorprender, usted va a ver — comenzó diciendo Cara Dulce
atropellando las palabras para evitar las preguntas.
─ ¡Escúchame, escúchame!— Gritó la mujer — escúchame una cosa,
el señor con quien acabo de hablar me dijo que esta cárcel no era tan
peligrosa. Si eso es así, y yo creo en él, no necesito seguir
revolcándome con usted para proteger a mi hijo— dijo la mujer muy
segura de sí.
─ Todas las cárceles son peligrosas — dijo Cara Dulce y haciendo
caso omiso de la actitud de la mujer y continuó con su conversación—.
Le voy a hacer un regalito de madera ¿Qué quiere que le haga?—
preguntó Cara Dulce ignorando los gestos de la mujer.
─ No quiero nada de ti. Mejor dicho, quiero dejar claro hoy que nada
más pasará entre tú y yo. Y no quiero que a mi hijo le pase nada por
eso ¡¿Entendiste?!— sentenció la mujer acentuado la pregunta.
─ Si te entendí — contestó traicionado por su tristeza, pero bajando la
cabeza para ocultarla.
La mujer escuchó la respuesta y sin tomar en cuenta el estado de
ánimo de Cara Dulce, dio media vuelta y salió de nuestro mundo a
encontrarse con su hijo.
Cara Dulce entró algo agitado al mundo enrejado de Migas de
Madera. Ya había terminado la visita y casi todos los reclusos
regresaban del espacio exterior.
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─ ¡Epa!— dijo Cara Dulce en son de saludo.
─ Epa — contestó Migas de Madera desde su cama donde estaba
tendido.
─ ¿Por qué le dijiste a la mamá del chamo que aquí no pasaba nada?— aunque la pregunta era un reclamo evidente, su vos era tranquila y
pausada.
─ Para la visita, no son sanas las preocupaciones innecesarias. Ya
bastante tienen con los avatares de la cárcel, para también nosotros
inventarles situaciones turbadoras.
─ Pero yo tengo un arreglo con ella para cuidarle el hijo— replicóCara Dulce ahora con más fuerza.
─ No sabía ―panitaǁ — dijo el hombre acusando el reclamo— ¿En
que quedaron?
─ ¿En qué íbamos a quedar? Se terminó el negocio.
─ Yo creo que es mejor así, a veces esos peluches traen problemas,
cuando cogen cancha y hacen pueblo, hay que andar cuidándose deellos.
─ Ese chamo no, ese chamo fuma mucha droga.
─ Todos nos metemos droga.
─ Si, pero él es más bravo.
─ ¿Cuánto te pagaba la vieja?
─ Teníamos un arreglo personal. ─ ¡Caramba chamo!, tú tienes problemas — dijo con cierto tono de
burla— cuando ese chamo haga cancha te va a mata como a un perro.
A nadie le gusta que abusen de su mamá— se levantó sobre su
cuerpo para acercarse más a Cara Dulce —. Tú solo tienes por hacer
una de dos cosas: ponte adelante y mándalo al mundo de los
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acostados o busca la forma de cambiarte a otra parte.
─ Yo estoy enamorado de esa tipa— dijo Cara Dulce entre dientes.
─ Cuando se está encanado, uno se enamora hasta de las fotos de los
periódico — hizo una pausa para pensar las palabras a decir,
consiente como estaba de la seriedad de los asuntos del amor para
los presos—. Bueno, para vivir de fantasías es mejor una mujer segura
todas las visitas, aunque lo maten a uno por eso.
Cara Dulce abrió levemente la camisa dejado ver el revólver en su
cinto, Migas de Madera sonrió al ver el revólver comprendiendo las
intenciones de Cara Dulce.
─ Mira―panitaǁ, ¿Porque usted no habla con la vieja de nuevo y le
dice que las cosas son más peligros de lo dicho por mí? — Dijo
tratando de no vincular el revólver, asomado en el cinto, en la
conversación—. Chamo, yo no te conozco a ti, ni conozco al otro
chamo; pero aquí la visita se respeta. Porque si se trata mal a tu visita.
Ella se reúne con la mía, allá afuera, y le cuenta, entonces mi visita se
preocupa y ya estamos bien fregados para también fregar a nuestros
familiares — al decir esto, dejó escapar su rabia — además, ―panitaǁ,
a mí no me sometes tú con tu bicho — dijo al final intentando dar por
terminada la conversación.
─ Tranquilo chamo yo no quiero someterte, estoy preocupado y la
preocupación me hace hablar feo— dijo excusándose por su error.
─ Vete de aquí vale, que me están haciendo molestar — sentenció por
último Migas de Madera.
Cara Dulce se quedó unos momentos tratando de excusar su desliz
con el revólver ante Migas de Madera. Yo aburrido por la conversación
salí de ese mundo enrejado y me dedique a pasear por los pasillos. Vi
a Vos Profunda saliendo por la pesada puerta del hierro del pabellón y
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como no tenía nada por hacer me fui tras él.
El arquitecto
Siguiendo al hombre de la vos profunda pasé por varios pabellones.
En uno de ellos, había una pelea; dos hombres batallaban, uno contrael otro, bajo el abrigo de la muerte; al final, la sangre cubrió el piso y el
poseedor de las heridas más generosas cayó, aterrado, del pedestal
de la vida. Yo baje a comer de su desgracia para distanciar, aún más,
la mía; Mientras el hombre de la vos profunda exageraba sus saludos
hasta el ridículo en busca información sobre la pelea.
En otro de los pabellones, donde entramos, el ambiente era placido y
tranquilo. La mayoría de los hombres charlaban entre sí y reían por
cualquier cosa. Algunos miraban un pequeño televisor ubicado
estratégicamente en un rincón del espacio. Algo muy interesante
estaban viendo en la televisión; pues de vez en cuando, se
despegaban de ella para gritar y jugarse bromas los unos a los otros.un lado de la reja de entrada del pabellón, estaba sentado un recluso,
bastante famélico y algo cansado a simple vista; pero silencioso y
tranquilo. El hombre estaba tratando de armando una especie de
castillo con pequeños trozos de madera; una hilera de gotas de sudor
resbalaban de su frente y, después de recorrer algunas de las arrugas
de su rostro, casi siempre iba a para a la pequeña estructura demadera en construcción. Cada vez que el famélico hombre lograba
colocar un trozo de madera con éxito, una sonrisa nacía en su rostro,
lo cual, hacia más tortuoso el recorrido de las gotas de sudor. Les
confieso que en ninguna cárcel había visto tantas arrugas en el rostro
de un preso.
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De pronto, alguien llamó a Vos Profunda para mostrarle algo en el
televisor y este fue casi corriendo. Después de mirar detenidamente
rompió en una carcajada al unísono con el resto del grupo. Alguien
dijo algo del hombre callado que hacia castillo de madera en la puerta
del pabellón.
─ ¡Epa viejo!, ven para que veas esto— dijo Vos Profunda al hacedor
de castillos de madera.
El hombre no contestó y continuó sumido en sus labores.
─ Deja ese viejo tranquilo, él se lo pierde— dijo un preso que saltabade alegría frente al televisor.
─ Vente viejo para que veas esto— insistió Vos Profunda mientras iba
hasta él y lo tomaba del brazo.
Pero cuando Vos Profunda tomó al hombre del brazo accidentalmente,
se los puedo jurar, tropezó con el pequeño castillo de madera en
conducción y lo derribó. ─ ¡Virgen del valle! — exclamó el Hacedor de Castillos mientras se
persignaba. De un brinco se levantó del piso, simultáneamente
recogió su ―medio brazoǁ y se puso en guardia para atacar a Vos
Profunda.
─ ¡Va a pelear el viejo! — gritó entre carcajadas el hombre que
momentos antes, saltaba frete al televisor.Casi todos los presos del pabellón rieron con el saltarín y, celebrando
el combate, rodearon a los dos presos; vitoreando cada uno de los
torpes y lentos movimientos del hombre viejo.
El Hacedor de Castillos empuñaba su―medio brazoǁ con firmeza.
Pero el resto de su cuerpo apenas se podía estar en pies. Sus piernas
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arqueadas temblaban sin cesar, no sé si por los nervios o por la
fragilidad de su cuerpo.
─ Vamos viejo— gritaban los presos al hacedor de castillos, haciendo
un jolgorio de mofas y burlas de su batallar. No obstante, su graciosa
fragilidad, su rostro era tan sobrio y amenazante como el de cualquier
preso en combate.
─ Tranquilo viejo, no te moleste, eso lo volvemos a armar de nuevo—
decía Vos Profunda mientras esquivaba los lentos y torpes zarpazos
del Hacedor de Castillos.
Sin embargo, en uno de esos zarpazos el ―medio brazoǁ del hombre
que armaba de castillos, alcanzó a Vos Profunda en una pierna, los
presos hicieron algunas bromas más. E, incluso, alguien lanzó un
paño indicando el final de la pelea. Pero el Hacedor de Castillo
continuó lanzando sus zarpazos, torpes y lentos, sin cesar. Vos
Profunda, herido en una pierna, ya no podía esquivarlos con la misma
facilidad. Atajaba los zarpazos en el aire, pero sin moverse del lugar
donde se encontraba. Hasta que, por fin, casi por instinto, se llevó la
mano a su cinto y extrajo su pequeño y bien afilado chuzo que tan
temido había sido en el Rodeo.
─ Mosca chamo que matas al viejo— gritó el saltarín.
─ Tranquilo, no le voy a hace nada. Pero llévatelo para allá porque
estoy herido— dijo Vos Profunda sin dejar de pararse en guardia frente
a su rival.
─ Vamos viejo, quédate tranquilo— dijo alguien.
Pero el hombre viejo zumbaba zarpazos a quien se la acercaba. Uno,
dos, tres zarpazos consecutivos. Y Vos Profunda, se vio obligado a
retroceder hasta la pared. Ya no podía retroceder más, ni la pared ni
su pierna herida se lo permitían. Sólo quedaba su pequeño chuzo. Así
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que, cuando vino el siguiente ataque, Vos Profunda sólo necesitó
apartar con suavidad, casi con cariño, el brazo armado del hombre y
con el mismo movimiento hundir su chuzo en el pecho del Hacedor de
Castillos, con una facilidad tan pasmosa que pareció que ambos
hombres estuviesen de acuerdo, uno para matar y el otro para dejarse
matar. El Hacedor de Castillo hizo un último intento por atacar a vos
profunda; pero la sangre manando de su pecho. Le hizo entender que
estaba muriendo; y para disfrutarlo se dejó caer ante su rival.
Vos Profunda trató de ayudarlo cuando lo vio en el piso; pero una
mano sobre su hombro lo hizo desistir.
─ Corre―panitaǁ, ese ese viejo tiene pueblo — dijo el dueño de la
mano.
Vos Profunda comprendiendo la magnitud del problema, aprovechó la
confusión para retirarse sigilosamente. Yo, que aunque hubiese
querido no lo habría podido alcanzar, pues apenas alcanzó la puesta
echo a correr, me acerque al moribundo para mirar mejor su rostro.
Curiosamente la gota de sudor continuaba resbalando de su frente
haciendo el tortuoso recorrido a través de las arrugas de su cara. Su
pecho bañado en sangre le daba un aspecto delicioso. Pero yo me
abstuve de bajar porque ya había comido y no valía la pena
arriesgarse si no tenía hambre. Además, por respeto a la fiesta del
moribundo que rendía complacido su sinuosa vida a un acabar
honroso. No obstante el recluso miró al techo y al verme sonrió. Yo
también lo salude; pero, para mi pensar, eso no lo vio porque ya
estaba muerto.
Cuando regresé al mundo enrejado, encontré a Cara Dulce, Olor a
Periódico y Cabello Rizado reunido con Vos Profunda hablando de lo
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sucedido con el Hacedor de Castillo.
─ Qué ironía, morir por una tontería hecha de palitos — dijo Cabello
Rizado a manera de reflexión. ─ Mire convive no fue mi culpa, yo le dije que se quedara tranquilo, yo
no quería pelear, pero el viejo quería matarme o que yo lo matara—
hizo
una pausa viendo la cara de desconcierto de sus compañeros —
miren lo
que me hizo — dijo como último extremo mostrando la herida paraconvencerlos.
─ Yo no quiero morir por una pendejada como esa, ese viejo tenía
mucho pueblo — dijo Cabello Rizado.
─ Los viejos no tienen pueblo y los muertos no dejan pueblo, los
presos solo apoyan a quienes los apoyan a ellos cuando estén en la
chiquita.Esos tipos están molestos, no por el viejo muerto, están molestos
porque yo
fui a su pabellón y maté a uno de ellos en su cara. Están molestos por
mi
abuso— así reflexionó Vos Profunda.
─ Si me llegan a matar por esa tontería y alguno de ustedes quedavivo, por favor díganle a mi mamá que me mataron por un tabaco de
mariguana o por una bolsa de cocaína, no quiero que mamá sepa que
me
mataron por unos palitos de madera o por el abuso de otro— dijo
Cabello
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Rizado.
─ ¡Por Dios! No seas negativo, nadie te va a matar — corrigió Cara
Dulce
─ No es ser negativo, somos nuevos aquí y la gente de este pabellón
no se va a arriesgar por nosotros— ratificó Olor a Periódico.
─ También éramos nuevos en el Rodeo cuando entrompamos con el
ayudante de Bam - Bam— replicó Vos Profunda.
─ Si, pero el ayudante de Bam— Bam se metió con todo el pabellón
pegándole candela. Y ahora fuiste tú quien fue a matar a un tipo en
otro
pabellón— dijo Cabello Rizado.
─ Bueno chamo, si me dejan herido y ustedes ven que podría quedar
invalido, termínenme de matar, por favor. No quiero ser un estorbo
para
nadie— dijo Olor a Periódico.
─ Debe ser bravo quedar inválido en la cárcel – reflexionó Cabello
Rizado.
─ Si, pero lo apretado es que cuando te quedas a depender de otro
para, generalmente, te dan algún beneficio de libertad para que te
valles a
morir a su casa. ¿Y tú sabes cosa brava? Llegar invalido a tu casa
después
de una ―canaǁ, es mejor morirse — dijo Vos Profunda— de todas
manera
— continuó— si me llegan a matar quiero pedirles un favor. No quiero
salir
alado por las patas como un animal, o metido en un saco para evitar
ser
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visto, o zumbado en un camión boteo como basura. Si me matan
búsquenme
un cajoncito y mándenme para fuera como a una persona. Así quienes
me
vean no van a pesar que soy un preso común y corriente, pensaran
que soy
una persona– concluyó diciendo Vos Profunda.
─ Están hablando feo, la muerte no será nuestro destino. No teman, la
virgen de la candelaria tiene más rango que un General y ella va a
meter su
mano– sentenció Cara Dulce, dando por terminada la conversación.
En ese momento se escucharon ruidos en la puerta de entrada de
nuestro pabellón, me asomé para ver el origen de los ruidos; era el
saltarín y
un grupo de presos de su pabellón, hablando con el hombre con
Migas de
Madera, el agricultor y con casi todos los presos del nuestro pabellón.
Después de hablar un largo rato con los visitantes, el Agricultor y Migas
de
Madera se acercaron hasta nuestro mundo enrejado.
─ Los chamos dicen que uno de ustedes fue a su pabellón y mató a un
pobre viejo— dijo el Agricultor.
─ Yo fui— dijo Vos Profunda poniéndose al frente de sus compañeros
—. Pero no maté a nadie voluntariamente, solo me defendí para evitar
una
mala muerte.
─ Este pabellón no tiene―culebraǁ con nadie y no queremos que se
―enculebreǁ, por eso te pedimos, de ―panaǁ, sal, habla con ellos y
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arregla tus
asuntos — aconsejó Migas de Madera con vos paternal y melosa. ─
Chamo, nosotros venimos del Rodeo. No somos cogidos a lazo, si
tú quieres que salga ven a buscarlo— dijo Cara Dulce poniéndose al
frente
de sus compañeros mientras tomaba el revólver del cinco tiros en su
mano
derecha, su―medio brazoǁ en la mano izquierda.
Un nuevo grupo de reclusos se unió al Agricultor y a Migas de Madera;
estos hombres estaban armados con chopos rudimentarios hechos a
mano,
algunos de estos chopos están amarrados con trenzas de zapatos o
tiras de
telas procedente de retazos de sabanas. Cara Dulce levantó su
revólver y lo
apunto a la cabeza del Agricultor. Mientras Cabello Rizado tomaba las
llaves
y abría la reja a toda su capacidad. Fue entonces cuando me percaté
del
candado de la reja.
Olor a Periódico y Cabello Rizado salieron al exterior del mundo
enrejado. Cara Dulce y Vos Profunda continuaron en el interior. Todos
con
sus medios brazos en mano, Vos Profunda tenía el mismo pequeño y
afilado
chuzo por mil rezones temido en El Rodeo.
─ No quiero culebras, en el pabellón— dijo Migas de Madera, en tono
conciliador — ustedes no se preocupen, yo hablaré con los chamos y
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todo se
arreglará. — dicho esto se retiró con su grupo rumbo a la entrada del
pabellón donde lo esperaba el preso saltarín.
Salí al pabellón para observar el desenlace de la situación, pero no
me
alejé mucho, por si acaso sucedía algo en nuestro mundo enrejado.
Migas
de Madera y Saltarín estuvieron discutiendo durante un buen rato en
ocasiones hasta se molestaron y levantaron la vos, pero al final
parecieron
llegar a un acuerdo y se despidieron dándose la mano.
─ Yo no sé por qué tanta mente por ese viejo — decía Vos Profunda
cuando entré, de nuevo, al mundo enrejado– si los viejos no tienen
pueblo. ─ Si no tienen real — replicó Cabello Rizado– quien tiene real
tiene
pueblo – reflexionó.
─ Aquí no, aquí tú puedes comprar algunos protectores; pero ¿Y los
demás? Aquí debes defenderte y defender a tu pueblo; así tu pueblo te
defenderá a ti. Y si te pasa algo, tú reclamas o tu pueblo reclama por ti
–
replicó Cara Dulce.
─ ¡Los viejos no tienen pueblo!, todo ser tiene su doliente, mírense en
este espejo, semejante lio por un viejo — acotó Olor a Periódico. ─ Los
débiles no tienen pueblo. El rollo no es por la muerte del viejo
que se puso evitar si alguno hubiese intervenido, Ellos querían
someterme,
querían que yo me dejara malograr por respeto a ellos. Y como no lo
hice,
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ahora quieren castigarme para mostrar su poder a este y a todos los
pabellones. Pero si bajamos la cabeza ahora por un hombre sin
pueblo, va
ser muy difícil levantarla cuando entrompemos un problema serio. –
concluyó
Vos profunda.
─ Bueno el caso es que debemos tomar medidas para no acabar
muertos por el pueblo de un hombre sin pueblo — decretó Cara Dulce
sabiéndose el centro de la conversación; pues, como sus compañeros
tenían
resentimientos ocultos entre sí, todos enfocaban sus opiniones hacia é
– de
ahora enadelante ninguno sale solo ─ concluyó
─ ¿Ni para ir a la siembra?– preguntó Olor a Periódico. ─ Bueno
podrás ir a la siembra un rato en la mañana y yo te
acompañare, después yo iré a la carpintería y tú me acompañarás –
luego
dirigiéndose a Vos Profunda y a Cabello Rizado - cuando no estemos,
ustedes deben quedarse encerrados y no deben abrirle la reja a
nadie–
luego dirigiéndose a Vos Profunda– tú no puedes salir solo para
ninguna
parte. Si vas al baño deberás esperar por nuestra compañía.
─ ¿Y si tengo muchas gana?
─ Te haces encima como hacías cuando estábamos en el pote– los
dos hombre no pudieron evitar mirar a Olor a Periódico– y tú no valles
a salir
sin compañía– dijo a Cabello Rizado.
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Vos Profunda miró a ambos lados del infinito, tomó impulso para correr;
pero, decepcionándonos a todos, solo pegó un corto brinco, para
luego continuar caminando siempre buscando sus temores en los
recodos, con mucha cautela, parándose un instante cada vez que le
tocaba pasar frente a alguno de los mundos en su camino.
Por fin pudo alcanzar el baño, trató de dejar la puerta abierta, pero no
pudo y casi inmediatamente se oyó la explosión de sus intestinos
vaciándose. Momentos después se abrió la puerta y Vos Profunda se
asomó, casi en cuclillas, como los pantalones hasta las rodillas y una
sonrisa en los labios. Saludando con su mano izquierda por tener a
otra ocupada.
Desde la muerte del Hacedor de Castillos había transcurrido muchos
días de visita. Las cosas, por lo general son poco cambiantes para los
presos; pero habían cambiado mucho para mis compañeros y para mí.
Cuando Cara Dulce y Olor a Periódico debían salir, a la siembra o a la
carpintería, siempre lo hacían acompañándose uno al otro. Y le
dejaban el revólver al de Cabello Rizado o a Vos Profunda; quienes
debían permanecen juntos hasta su regreso. Lo más difícil era dormir,
pues cada mundo debía tener un preso de guardia durante la noche y
al ser solo dos presos por mundo era extenso el turno y reducido el
reposo.
Vos Profunda abrió la puerta nuevamente y se asomó con los
pantalones en las rodillas. Las dos mujeres lo saludaron tímidamente,
aun sin entender él porque de tantas precauciones.
─ Buenos días señora ¿Cómo está?– dijo Migas de Madera quien
salió no sé de dónde.
─ Hola, ¿Cómo esta señor?– dijeron las mujeres casi al unísono,
dejando escapar picaras sonrisas y miradas debeladoras del misterio
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─ Ese hombre los tiene enfermos – dijo la madre, refiriéndose a Cara
Dulce, mientras los seguía al interior del mundo enrejado.
Migas de Madera se separó de la mujer y salió del Pabellón. Según mi
pensar, para evitar encuentros innecesarios con Cabello Rizado.
─ Tú qué sabes mamá– reprochó Cabello Rizado a su madre.
─ Ese chamo es―panaǁ señora. Con él, nos hemos batidos en las
buenas y las malas, ahora yo estoy en la mala y él se bate por mí; pero
también se batió por su hijo y por el otro chamo. No hable feo señora,
el chamo es―panaǁ — dijo Vos Profunda mientras se acomodaba en
la cama.
La mujer no siguió discutiendo ante la superioridad de las opiniones, y
un incómodo silencio se apoderó del mundo.
En alguna parte se escucharon las voces de Cara Dulce y de Olor a
Periódico.
─ Qué bueno— dijo Cabello Rizado– ya nos vamos al patio, termino mi
guardia.
Cara Dulce se detuvo frente al mundo enrejado y sin poderlo evitar su
mirada se encontró con la de la madre de Cabello Rizado. Ella estaba
más digna y altiva que nunca, sus manos se cerraron, no sé si por
rabia o por algún otro sentimiento comprimido. De todas maneras,
Cara Dulce bajó la cabeza y se hizo a un lado para permitir a Olor a
Periódico pasar a recoger el revólver que ya Vos Profunda le ofrecía.
Luego sin decir palabras los dos hombres se retiraron a sus mundos.
Olor a Periódico se acomodó en su cama con las manos en la nuca y la
mirada en el techo. Cara Dulce tomó un pequeño tronco de madera, al
que ya se le adivinaba cierta forma humana, y con un pequeño chuzo
comenzó a tallarlo. La madre de Cabello Rizado se paró frente a
nuestro mundo enrejado siempre con sus aires de gran dama, como
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siempre su hija estaba con ella, las dos mujeres miraban en silencio a
Cara Dulce. Cara Dulce continúo trabajando sin levantar la cabeza;
aunque yo sé, que él sabía que ellas estaban allí y lo estaban mirando.
Sin embargo, también sé que estaba tan incómodo como yo ante la
mirada de las mujeres.
De pronto se escucharon dos enormes explosiones en el espacio
exterior, Cara Dulce y yo nos asomamos a los barrotes de la ventana.
Era la carrucha, una pequeña camioneta cava en donde se sacaban
los cadáveres de los presos y la basura, algunas veces se usaba
también para hacer mudanza a algún funcionario del penal. Dos
hombres echaron un cadáver en la parte trasera, otros dos hombres
recogieron unas bolsas negras de basura y también la echaron en la
parte trasera del vehículo, cerraron la portezuela y dos de los hombres
se fueron adelante con el chofer, los otros dos se guindaron en la parte
trasera de la camioneta. Y, esta, salió haciendo explosiones a lo largo
de la amplia calle de tierra. Habíamos olvidado a la mamá de Cabello
Rizado, pero cuando volteamos ya se había retirado, Cara Dulce
respiró profundo y volvió a tallar su figura de madera.
─ Esa vieja te tiene rabia―panaǁ — exclamó Olor a Periódico.
Cara Dulce hizo caso omiso a sus palabras. A mí tampoco me pareció
oportuno su comentario.
A Cara Dulce le tocaba el primer turno de guardia para prevenir cualquier ataque contra Vos Profunda. La visita apenas había
terminado, pero ya Olor a Periódico estaba dormido, agotado por los
ajetreos de la visita y las guardias anteriores. El segundo turno de
guardia es la difícil; porque, no habiendo dormido en la primera mitad
de la noche, debía enfrentar el número o conteo de los presos en la
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segunda mitad de la noche, y este dura hasta cuando el Vigilante
quiera.
Por otro lado, en el mundo enrejado de Vos Profunda y Cabello Rizado
este último aún no había regresado del espacio exterior donde seencontraba durante la visita, razón por la cual Vos Profunda se
encontraba haciendo el primer turno. Cara Dulce de vez en cuando se
llegaba hasta el mundo enrejado de sus compañeros para
intercambiar criterios.
─ ¡Epa chamo, tenemos problemas, tenemos problemas…!– entrógritando Cabello Rizado.
Escuché cuando entró a su mundo enrejado para casi enseguida
aparecer en el nuestro arrastrando a Vos Profunda; quien, a
regañadientes, accedía a los alones de sus compañeros.
─ ¿Qué pasa? — preguntó Cara Dulce.
─ Chamo, tenemos problemas – repitió Cabello Rizado tratando decalmarse.
─ ¿Qué problemas?– preguntó Vos Profunda mientras se zafaba de
Cabello Rizado.
─ Nos echaron―pajaǁ – comenzó diciendo Cabello Rizado para
hablar de una posible delación – un ―panaǁ, de los pocos aun con
valor para hablarnos, me acaba de informar de una requisa para tratar de encontrar nuestro revolver. Al parecer una―brujaǁ fue con el
chisme al Director y éste ordenó la requisa para tratar de dar con el
tres ocho.
─ Pero si van a tirar una requisa, es porque no saben quién la tiene–
interrumpió Vos Profunda.
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─ Qué Problema– dijo Olor a Periódico aceptando como única opción
la recomendación de Cabello Rizado.
Maldiciendo, entre diente, su suerte y sin el mínimo recato por la
presencia de sus compañeros, se bajó los pantalones y con mucho
cuidado introdujo, la enorme pieza de metal, en su ano. Sin embargo,
como era de suponerse, solo entró la parte del cañón. La parte
correspondiente al soporte de la masa quedó fuera de su ano, pero él
se las arregló para disimularla con las nalgas. Al subirse el interior, era
casi imposible adivinar la pieza de metal escondida.
─ Bueno, ya estamos listos – dijo Cara Dulce dando por terminada la
reunión.
Cabello Rizado y Vos Profunda se retiraron a su mundo. Cara Dulce,
Olor a Periódico y yo, iniciamos la espera en el nuestro. Había un
silencio cómplice en todo el pabellón; obviamente, y a pesar de los
principios de los presos contra la delación, muchos estaban
involucrados en el chisme del revólver. Olor a Periódico permanecía de
pies por la incomodidad de la pieza de hierro en su ano. Para tratar de
bajar la angustiosa tensión, producto de la espera, fui a visitar el
mundo enrejado de Cabello Rizado. Al llegar encontré a los dos
hombres sumidos en el mismo silencio reinante en nuestro mundo, Vos
Profunda estaba tirado sobre la cama con las manos entrelazadas tras
de la nuca y la mirada fija en el techo. Mientras Cabello Rizado estaba
parado frente a la reja de la ventana que daban a la calle fumando un
tabaco de mariguana, con la mirada perdida en sus pensamientos.
El silencio y la incertidumbre agobiaban la tranquilidad y daban a ese
mundo un aspecto desesperado, no pudiendo resistirlo regresé a mi
mundo y me acomodé en algún rincón a esperar la anunciada
requisa. No quise meterme tras la imagen de María Lionza porque
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seguramente sería una de los primeros objetos en ser revisado por el
registrador. Pero el tiempo pasaba y, aunque los presos comenzaban a
recogerse, no se veía ninguna señal de requisa. Ya yo estaba
pensando en regresar a mi lugar detrás de la imagen de María Lionza
cuando se escucharon los gritos.
─ En interiores y para fuera – gritaba alguien mientras el ruido de cien
mil peinillas violaba el silencio, hasta el momento, reinante.
─ ¡Llegaron ―panitaǁ! – exclamó Olor a Periódico mientras se
persignaba con la señal de la cruz.
Los dos hombres se quitaron los pantalones con toda la prisa
permitida por su excitación y corrieron al centro del pabellón, donde se
encontraron con presos provenientes de todos los mundos. Yo eche a
volar tras mis compañeros. Pero cuando llegué ya los presos se
encontraban agrupados en la parte más ancha del recinto cerca de la
puerta de la puerta de salida. Detrás de nosotros se escuchaba el desorden causado por los Vigilantes requisando los mundos; delante
de nosotros estaba el jefe de los Vigilantes, acompañado de, no sé
cuántos subalternos. El hombre, mientras esperaba, se entretenía
doblando su peinilla hasta donde su flexibilidad lo permitía. Por fin dos
Vigilantes le plantaron un recluso al frente.
─ ¿Tú sabes quien tiene armamento? – preguntó el jefe de los
Vigilantes al recluso plantado frente a él.
─ No sé– contestó el hombre entre dientes.
─ Ah, no sabes – dijo el hombre cínicamente–, este pajarito no sabe–
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repitió para todos los presentes, algunos de los Vigilantes rieron ante
las palabras del hombre. Pero los presos callaron–, yo los voy a
ayudar a saber
– dijo el hombre blandiendo su peinilla. Y a una señal suya, cuatro
Vigilantes se acercaron, también penilla en mano.
─ ¿Dónde está el armamento?– preguntó uno de los Vigilantes al
preso, este no contestó y el Vigilante le acento tres planazos, con todas
sus fuerzas, en las nalgas. Después del castigo lo empujo a un rincón
del infinito.
─ ¿Dónde está el armamento?– preguntó otro Vigilante a otro recluso
y nuevamente tres planazos ante la falta de respuesta.
La pregunta se repetía, una y otra vez. Cada preso interrogado recibía
sus tres planazos y era pasado al rincón de los interrogados. Todos
fueron interrogados menos Cara Dulce y sus amigos quienes fueron
dejados para el final.
─ ¿Dónde está el armamento? – preguntó, a Cara Dulce, el
comandante de los Vigilantes.
─ No sé– contestó Cara Dulce, tres planazos recibió del mismísimo
comandante quien, hasta ese momento, no le había pegado a nadie.
Pero no fue pasado al rincón de los interrogados. ─ ¿Dónde está el armamento?– preguntó de nuevo, esta vez Cara
Dulce no contestó, dos nuevos planazos.
La pregunta y los planazos se siguieron hasta tumbar de rodilla al
preso doblegado por el dolor; entonces el castigador cesó de castigar
vencido por el silencio del castigado. De una patada lo empujo hasta
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el rincón de los interrogados. Tan pronto terminó con Cara Dulce, un
Vigilante le puso al frente a Cabello Rizado, la misma pregunta con
nuevos planazos ante el absoluto silencio del preso.
Sin embargo, Cabello Rizado, a mi entender, por rebeldía, respondía a
cada planazo con un potente alarido que estremecía el infinito y
enardecía al comandante de los Vigilantes, quien para callarlo le
asestaba planazos más fuertes. Una pregunta, un planazo, un alarido,
otro planazo y así hasta secar de gritos la garganta del preso y
manchar de rojo la peinilla. Cabello Rizado, ya sin fuerzas para gritar,
miró sorprendido la sangre corriendo por sus piernas y el pequeño
poso a sus pies.
─ No me pegues más – dijo mirándose las manos y los pies.
─ Échalo para allá– dijo el hombre satisfecho por la paliza propinada.
─ ¿Dónde está el armamento?– preguntó el comandante a Olor a
Periódico quien acababa de ser parado frente a él.
Me llamó la atención el absoluto disimulo de la pieza de metal debajo
de su ropa interior. El primer planazo fue justamente a sus nalgas; pero
Olor a Periódico logró agacharse un poco y el planazo cayó a la altura
de sus riñones. El segundo planazo, como el primero logró desviarlo
hasta los riñones, el tercero sobre su espalda. Olor a Periódico sonrió,
a mi entender, aliviado, pues sus riñones descasaron. El cuarto
planazo lo sorprendió y aunque trató de evitarlo cayó sobre sus nalgas
dejando escuchar el sonido de dos metales al chocar.
El silencio, la más ruidosa expresión de un preso, se apodero del
infinito. Todos los presentes supieron que Olor a Periódico tenía un
metal en el ano. Sin embargo, ni siquiera el comandante de los
Vigilantes se atrevía a revisar el ano a un preso; pues eso obligaría al
preso a matarlo o a dejarse mata por él, de no hacerlo, someterse a
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los abusos de sus compañeros. A un preso se puede golpear, humillar
o incluso matar; pero si se tiene algún tipo de relación con su ano se
corre el riesgo de morir.
─ Bájate los interiores – dijo por fin el comandante.
Conocía el riesgo. Pero hay momentos en la existencia de los seres
cuando las decisiones que comprometen la vida son el único camino
para evitar una sonrisa burlona.
─ Que bríos– dijo Vos Profunda consiente de la excusa ofrecida al
comandante para obviar la orden dada a Olor a Periódico.
─ Que pasó, tú eres duro– dijo el comandante a Vos Profunda–,
tráemelo para acá– ordenó a uno de sus comandados.
Este preso, como los otros, nada diría, eso lo sabían los Vigilantes, por
eso no hicieron la pregunta de costumbre. Cuatro hombres rodearon a
Vos Profunda e iniciaron el castigo. Cuatro planazos al mismo tiempo y
un solo lamento. Muy discretamente los hombres hicieron a un lado a
Olor a Periódico y continuaron la golpiza a planazos. Ya Vos Profunda
había caído el piso y no movía; pero los planazos siguieron por un
buen rato.
─ Esto fue lo encontrado, Señor— dijo uno de los Vigilantes quien
llegaba acompañado de otros, todos cargando de sabanas llenas de
chuzos, ―medios brazosǁ y algunos chopos rudimentarios, bien y mal,
elaborados.
─ Deja esa vaina hay — dijo el comandante envainando nuevamente
su peinilla y preparándose para salir.
Antes de salir, echó un vistazo a Olor a Periódico. Obviamente tenía un
metal en el ano, pero nadie podía imaginar que era el cañón del
revólver. Según mi suponer, el comandante y sus Vigilantes pensaron
en algún objeto valioso para Olor a Periódico, tanto como para
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protegerlo en su anos de la posible avaricia de los Vigilantes.
Excusándose en este razonamiento, presumo, salieron los Guardias
dejando al grupo de hombres frente a una montaña de chuzos,
medios brazos y a Vos Profunda tirados en el piso.
Olor a Periódico fue el primero en correr al montón de chuzos y medios
brazos, y tomar uno para él, uno para Cara Dulce y otro para Cabello
Rizado. Cara Dulce tomó el―medio brazoǁ ofrecido por Olor a
Periódico y procedió a levantar a Vos Profunda quien aún se retorcía
de dolor en el piso. ─ Vamos ―panitaǁ — dijo mientras lo encaminaba
a su mundo enrejado. Cada recluso fue pasando a recoger su―medio
brazoǁ o su chuzo, hasta no quedar un chuzo en el piso ni un hombre
en el infinito. Yo aproveche para bajar a comer y beber de la sangre de
Cabello Rizado, Cara Dulce y del enorme pozo dejado por Voz
Profunda.
─ Epa chamo, pásame una―bombaǁ hay — dijo un recluso, con una
bolsa en la mano a Cara Dulce:dijo ―bombaǁ refiriéndose al dinero. ─ No tengo horita chamo, después arreglamos cuenta— respondió
Cara Dulce.
─ ¿Tú le compras ―mafafaǁ a ese chamo?— preguntó Cabello Rizado
a Cara Dulce.
─ Si, ese chamo tiene buenos precios y resuelve bien, sobre todo a
quienes reciben visita ─ Ahora cuando venga mi mamá le voy a comprar a él para probar su
mercancía.
Les cuento este hecho sin relevancia aparente porque, todavía hoy, la
duda me asalta, y no sé si este simple hecho fue parte de una
estratagemas de Cara Dulce en pro de un bien mayor, o es un hecho
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sin importancia llevado por la casualidad a formar de acontecimiento
estructurales de esta historia.
Cara Dulce y sus compañeros estaban reunidos en el mundo de
Cabello Rizado preparándose para recibir la visita. Vos Profunda
permanecía acostado, aún convaleciente por los planazos recibidos,
no había ido a enfermería previendo posibles ataques cuando
estuviera solo. Los demás estaban bastante recuperados del castigo
aunque Olor a Periódico sangraba cuando iba al baño; no sé si por los
planazos recibidos en el riñón o por los recibidos en la estructura de
metal escondida en su ano; pero el ano lo tenía roto y orinaba sangre.
─ Ya va a entrar la visita— dijo Cabello Rizado.
─ Yo voy a salir primero al patio, para ver gente — dije Olor a Periódico
mientras se levantaba de la cama con cierta dificultad.
─ Yo también saldré a ver gente. Esta situación me está ahogando, no
sé cuándo va a terminar — dijo Cara Dulce denotando cansancio en
sus palabras.
─ Ojala nos cambiaran, ojalá, pasara algo, me duele el cuerpo, tengo
cuatro días sin dormir y esos diablos siempre a la expectativa, siempre
casando— dijo Cabello Rizado.
─ Tranquilo, algún día pasará— dijo Cara Dulce — vamos al patio—
ordenó a olor a Periódico— vista y pendiente— dijo a los que se
quedaron.
Los dos hombres salieron del mundo enrejado diciéndose algunas
bromas. Pronto retumbó en el ambiente el ruido de algunos de los
visitantes.
─ ¡Dios te bendiga mijo! — gritó la madre acelerando el paso para
abrazar Cabello Rizado.
Con la confianza dada por la costumbre entró a nuestro mundo y se
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fundió en un abrazo, no correspondido, con su hijo. El hijo se dejó
abrazar excusándose en una sonrisa de indefensión ante su hermana
quien, con movimientos de cabeza, desaprobaba la actitud de su
madre.
─ ¿Cómo esta señora?— dijo Vos Profunda desde la cama, mientras
trataba de inclinarse para darle más énfasis a sus palabras.
─ ¿Qué te pasó?— preguntó la mujer preocupada.
─ Nada mamá, nos pelaron por el revólver — dijo Cabello Rizado
restando importancia a lo sucedido.
─ Yo se los he dicho, cuantas veces no se los he dicho, ―ese revólver
les va a traer problemasǁ, y no me hacen caso. Ya hace tiempo que
tuviste ese problema— dijo la mujer dirigiéndose a Vos Profunda— y
nada ha pasado, ¿Por qué ha de pasar ahora? Déjense de eso
muchachos. Traten de llevar una vida tranquila y en armonía con los
otros presos. Aquí, aparentemente, las cosas son más calmadas, los
presos de aquí quiere tranquilidad y paz— se hizo un silencio
inexplicable —. Tu papá te mandó saludos— dijo tratando de cambiar
el tema ante la desaprobación de sus palabras por los dos hombres.
La conversación se desvió asía relatos de las actividades de amigos y
vecinos, y como esos son temas aburridos para mí, decidí salir del
mundo enrejado.
─ Necesito dinero mamá, — escuché decir a Cabello Rizado cuando
salía del mundo.
Yo sabía que saldría a comprar drogas, razón por la cual espere un
poco para acompañarlo por si acaso había alguna actividad
interesante.
─ Quédate con él mamá y no lo dejes solo, yo vengo ahorita mismo—
dijo Cabello Rizado. Conocía el peligro de dejar a su madre con Vos
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Profunda. Pero los presos, generalmente, no atacan cuando la visita
está presente. Sobre todo cuando la visita es ―paisaǁ o, lo que es lo
mismo, cuando los visitantes no parecen delincuentes, porque ello le
acarrearía problemas en el pabellón, para el atacante y para su visita.
Además, a una visita asustada no le importa acusar al atacante ante
los Vigilantes o las autoridades del penal, más aún si son mujeres.
─ Déjame el revólver — dijo Vos Profunda al de Cabello Rizado
cuando salía.
─ Yo no lo tengo— respondió, regresando sobre sus pasos.
─ ¡Qué problema! – exclamó enojado, Vos Profunda.
─ No te preocupes mijo, aquí no pasa nada vete tranquilo— dijo la
madre conciliadora
─ Ven rápido―panitaǁ — dijo Vos Profunda a Cabello Rizado quien ya
se devolvía para compensar con su presencia el descuido de Cara
Dulce al llevarse el revólver. Cabello Rizado sonrió con alegría de niño
por el permiso recibido de su compañero y salió con pasos ligeros,
casi corriendo, rumbo al espacio exterior. Yo para mantenerme cerca
debí volar de pared en pared.
Cabello Rizado salió al espacio exterior en busca de algún jibaro
abastecedor de drogas. Pero su sorpresa y disgusto se elevaron al
máximo al ver solos los lugares donde regularmente se apostaban los
ibaros a los cuales él les compraba normalmente. Sin embargo, lacalma regresó cuando descubrió al jibaro quien Cara Dulce le había
presentado esa misma mañana.
─ ¿Qué pasa? ¿Qué me tienes?– dijo Cabello Rizado al jibaro. ─ Aquí
está la ―mafafaǁ — dijo el jibaro mostrándole una bolsa plástica
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— . Pruébala, verás que yo no vendo basura.
─ Está buena— dijo Cabello Rizado después de colocar un poco en la
planta de su mano y pegarle la lengua.
─ Así no— dijo el jibaro — date un pase de verdad.
Ante tal invitación, Cabello Rizado no la pensó dos veces para aspirar,
de una sola vez, todo el polvo colocado en su mano.
─ Date un pase de mariguana para pasar la nota ─ continuó
aconsejado el jibaro
Cabello Rizado tomó el tabaco de mariguana ofrecido y, olvidándose
del compañero en su mundo, se agacho a disfrutar el placer
proporcionado
por la droga.
─ Toma, date otro pase — dijo de nuevo el jibaro mientras ofrecía otra
porción de polvo blanco.
Cabello Rizado sin mediar palabras aspiró la segunda porción. Sin
embargo, esta vez pareció demasiado. Y en mitad de su alucinación
comenzó a llamar a su madre. Según mi pensar, estaba recordando su
compromiso de regresar pronto con ella, y se angustiaba porque sus
piernas
no le respondían.
─ ¡Epa chamo! ¿Qué pasó? ¿Te cayó mal la nota?— dijo el jibaro
preocupado por la actitud del cliente.
─ ¡Mamaaaa, mamaaaa, mamaaaa…! — gritaba el drogadicto. ─ Ya
voy chamo, voy a buscarla— dijo el jíbaro mientras salía a paso
veloz en busca de la madre de Cabello Rizado.
Yo viendo la preocupación del hombre, volé tras él para apoyarlo de
alguna manera en su búsqueda de la mujer.
─ ¡Señora!— gritó el jibaro cuando llegó al mundo enrejado donde
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estaba la madre del drogado.
─ ¿Qué pasa?– preguntó la madre sobresaltada.
— ¡Su hijo se metió una nota mala y está casi loco en el patio! ─ ¡Dios
mío, mi muchacho!– exclamó la mujer mientras de un salto se
ponía en pies en busca de la salida para ir al encuentro de su hijo. ─
Un momento señora, usted no se puede ir y dejarme solo – dijo Vos
Profunda mientras hacía esfuerzos por levantarse de la cama. ─ No
señor, mi muchacho está primero – dijo la mujer sin hacer caso a
las palabras del recluso.
─ ¡Usted no me puede dejar solo! – gritó el recluso terminando de
levantarse, pero sus esfuerzos y protestas se perdieron cuando la hija
de la
mujer, quien se había rezagado en la salida, lo empujó con todas sus
fuerzas
de nuevo a la cama. El hombre cayó pesadamente en la cama
mientras la
muchacha aceleraba el paso para alcanzar a su madre ya fuera del
mundo y
encaminada en pos de su hijo.
Vos Profunda intentó levantarse de nuevo, pero no pudo y se rindió
ante los dolores de su cuerpo. No sin antes pegar unos cuantos gritos
para
hacer regresar a la madre de Cabello Rizado.
Yo salí del mundo enrejado imaginado a las dos mujeres lejos en su
andar, pero me sorprendí al ver a la hermana de Cabello Rizado
caminar tan
lento que podía alcanzarla, incluso, sin necesidad de volar. El lento
andar de
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la muchacha obligaba a la desesperada madre, ansiosa de correr
hasta el
espacio exterior, a detenerse para esperarla; pero ésta, ni por los
reproches
de la madre trataba de apurar el paso. Cuando llegamos al espacio
exterior
pudimos ver a Cabello Rizado agachado en el centro de la plazoleta
con un
tabaco de mariguana entre los dedos y la mirada perdida en sus
fantasías.
Me extraño que estando en un sitio tan visible, desde cualquier parte
del
espacio exterior, no estuviera con él Cara Dulce u Olor a periódico. La
madre terminó de llegar hasta su hijo casi corriendo, ya olvidándose
de su lenta hija. Lo abrazó tiernamente y con esa suavidad, solo
presente en las madres humanas, lo llevó hasta un banco de la
plazoleta. — Mamá - dijo bobamente Cabello Rizado.
— Si mijo.
─ ¿Qué haces aquí?– preguntó el hombre incrédulo, creo yo, ante el
hecho de ser atendido por su madre.
─ Te cuido mijo– contestó la madre casi al oído. Dijo otra cosa, pero
no pude oírla, según mi pensar, fue una de esas frases hermosas
siempre
dichas por las madres.
─ ¿Y el chamo?– Preguntó, mientras con dificultad se ponía de pies–
¡el chamo! – Gritó, ahora poniéndose en camino rumbo a nuestro
mundo
enrejado.
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Sus pasos eran torpes y su orientación imprecisa. Mientras caminaba
echaba manotazos a diestra y siniestra como tratando de apartar los
obstáculos solo existentes en su drogado cerebro.
Sin embargo, según avanzaba sus movimientos se hacían más
coherentes y sus torpes pasos se transformaban en una veloz carrera,
dejando, a su madre, a su hermana y a mí, bien relegados en el
espacio. Cuando llegué a nuestro pabellón, encontré a Cabello
Rizado parado
como una estatua frente a su mundo enrejado. Con su―medio brazoǁ
en
mano. Algo había pasado, lo presentía, y de un solo vuelo me paré
sobre su
cabeza.
Vos Profunda estaba tendido en la cama, su cuerpo estaba cubierto
en sangre, la cama destilaba sangre por los cuatro costados, su pecho
y su
vientre estaban abiertos, no sé si fue abierto intencionalmente o fueron
tantas las puñaladas que no hubo más piel donde sembrarlas. Un
enorme
poso de sangre inundaba el mundo hasta alcanzaba los pies de
Cabello
Rizado. Sin embargo, en el pabellón no se escuchaba más sonidos
que el de
las gotas de sangre cayendo de la cama y la fuerte respiración de
Cabello
Rizado, ni siquiera el jadeo de las parejas en sus relaciones
conyugales,
ningún ser humano en ningún mundo. Convencido, Cabello Rizado de
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la
inutilidad de cualquier acción, dejó caer el―medio brazoǁ para
empuñar su
impotencia.
Me sumergí en la sangre espesa y caliente del hombre de la vos
profunda, aprovechando esos primeros momentos de confusión en los
cuales
nadie interrumpe mis banquetes. Cuando levante la mirada, Cabello
Rizado
estaba acompañado de su madre temblorosa, pasmada ante la
situación.
Pronto llegó la hermana quien, sin ninguna consideración al silencio
reinante, comenzó a gritar con toda la fuerza de su garganta. Los
Vigilantes llegaron por lo gritos, los reclusos fueron llamados por lo
Vigilantes y la visita fue traída por los reclusos. No sé en qué momento,
pero cuando volví a levantar la mirada, todo el pabellón estaba lleno
de seres humanos y el mundo comenzaba a llenarse de gente sin el
más mínimo respeto por el
hombre de la vos profunda caído en su cama.
Como el mundo enrejado comenzaba a llenarse de personas, me vi
forzado a subir por la pared hasta el techo para esperar una nueva
oportunidad. Porque, aunque las personas no estaban pendientes de
mí,
nunca ha de faltar alguien que consiga los ascos de sus miserias en
seres
como yo zumbe y un zapatazo para eliminarlos. Por fin se escucharon
las
voces de Cara Dulce y Olor a Periódico. Me asomé y los vi parados
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frente al
mundo enrejado de Vos Profunda, estaban callados e inmóviles, uno o
dos
pasos detrás de Cabello Rizado. Después de un rato continuaron su
camino
a nuestro mundo; yo los seguí pues sabía que, mientras no se retirara
el
cadáver de Vos Profunda, no se retirarían las personas de su mundo.
Cara Dulce y Olor a Periódico se sentaron uno frente a otro como
quienes van a sostener una interesante conversación, pero ninguno
de los
dos dijo nada.
─ ¡Déjame!— gritó, la madre de Cabello Rizado a sus dos hijos
quienes hacían un último esfuerzo por impedir su entrada al mundo
enrejado
de Cara Dulce.
La mujer todavía temblaba, como si hiciera mucho frio. Entró a
nuestro mundo enrejado y se acurrucó a un costado de Cara Dulce sin
decir
palabras. Así estuvo por mucho tiempo, en silencio apretando su
cuerpo al
de Cara Dulce a quien empujaba al otro extremo de la cama, haciendo
caso
omiso a la embarazosa situación reinante. Por fin Cara Dulce tendió su
brazo
sobre el hombro de la mujer.
─ Quiero que cuides a mi hijo— dijo la mujer con temblorosa vos. ─ Ya
el lio se acabó, de aquí en adelante las cosas serán mejores–
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dijo Cara Dulce.
─ Quiero que lo cuides— insistió la mujer.
─ Lo cuidaré– respondió Cara Dulce resignado.
─ Te pagare como siempre – Cara Dulce miró a los presentes tratando
de excusar con la mirada las palabras de la madre.
─ No es necesario– dijo Cara Dulce con timidez.
─ Te pagaré– repitió la mujer – sino no te pago, no lo cuidarás– dijo
esto mientras comenzaba a desvestirse sin importarle la presencia de
los
demás.
─ Voy a comprar una penca– dijo Cabello Rizado mientras salía, de
nuestro mundo, visiblemente molesto.
La hermana de Cabello Rizado salió del mundo enrejado para
apoyarse en la cara externa de la reja. Olor a Periódico se levantó de
la
cama trayéndose consigo la sabana que la cubría, la cual colocó en la
cara
interna de la reja para evitar miradas curiosas de personas
interesadas en
vivir experiencias ajenas y para indicar, además, que ese mundo
estaba en
visita conyugal; después de colocar la sabana salió del mundo sin
pronunciar
palabra.
Una vez se encontraron solo, Cara Dulce ayudó a la mujer a
desvestirse, las manos le temblaban y sus movimientos eran torpes
haciendo
aún más difícil su tarea.
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─ Verdaderamente los caminos de Dios son extraños. Nunca pensé en
repetir esto — dijo la madre mientras obedientemente seguía los
movimientos de las manos de Cara Dulce en su cuerpo.
Cara Dulce no contestó. Pero sin que yo pudiera entender por qué,
sus ojos se llenaron de lágrimas.
La carrucha
Zanganeaba en el infinito cuando la visita comenzó a retirarse. Esperé
por el primer recorrido del Vigilante, voceando del final de la visita a
los rezagados, para retirarme a mi refugio detrás de la imagen de
María Lionza. En el mundo enrejado encontré a Cara Dulce y suscompañeros cobijados en un frágil silencio. En ese momento se oyó el
sonido, ya rutinario, de la carrucha en el espacio exterior. Los cuatro
nos asomamos a verla, pero una cortina de humo procedente de su
tubo de escape nos disimuló los detalles.
─ Ya vienen a buscar al chamo— dijo Cabello Rizado buscandoconversación—. Mira como son las cosas, tanto odiar la carrucha y allí
está para llevárselo — continuó diciendo sin obtener respuesta.
El incómodo silencio volvió a reinar en el mundo. De vez en cuando
algún recluso pasaba por el infinito y saludaba con un golpe a la reja
o, si era sorprendido, con un ligero movimiento de cabeza; en
realidad, era un gesto de solidaridad por el compañero muerto.
Migas de Madera se detuvo frente a nuestro mundo en su ruta al baño.
Llevaba el paño en la cintura, un jabón en una mano y un pequeño
chuzo en la otra.
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─ Epa chamo, ¿Cómo estamos nosotros?— dijo después de unos
instantes de contemplar al callado grupo.
Cara Dulce lo miró por un momento, sin pronunciar palabra, creando
un suspenso nervioso. Yo, por conocer a Cara Dulce como lo conozco,
pensé en una respuesta apuntalada por su chuzo, pero me
equivoqué, yo también tengo derecho a hacerlo.
─ No hay ―güiroǁ chamo. — contestó por fin, queriendo decir que no
alojaba propósito de venganza en su mente.
Migas de Madera ajustó su paño y continuó su camino.
─ ¿Cómo puedes decir que no hay ―güiroǁ? — preguntó Cabello
Rizado confundido por la respuesta de Cara Dulce.
─ Ya se acabó el lio chamo, ya el chamo murió.
─ El chamo era un―panaǁ – replicó Cabello Rizado, pero no obtuvo
respuesta.
Los hombres de la carrucha entraron a nuestra parte del infinito
acompañado por varios Vigilantes. El cadáver de Vos Profunda
permanecía en su cama, pero ahora totalmente cubierto por una
sabana.
Cuando un recluso muere durante la visita, generalmente, se espera
hasta el final de la visita para sacar el cadáver; de esta manera, se
evita llamar la atención de los visitantes. Sobre todo cuando el recluso
no está recibiendo visita para el momento de su muerte. La P.G.V. tiene
característica particulares pues la visita generalmente no es recibida
en los pabellones aun cuando puede pasar a su interior si el preso lo
requiere.
Si un recluso muere cuando está recibiendo visita, lo envuelven en
una sábana y lo pasan a cualquier mundo enrejado donde la visita no
tenga acceso. Luego cubren la reja con una sábana para evitar las
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miradas curiosas. Cuando el recluso muerto no tiene visita, todo es
más fácil, lo dejan en el mundo enrejado más cercano a donde haya
caído, lo recubren con sábanas y luego cierran el mundo poniendo
sabanas a las rejas para evitar las miradas de los curiosos. Vos
Profunda tuvo suerte, pues quedó sobre su propia cama y solo
hubieron de tirarle una sábana encima y poner otra sabana en las
rejas.
Cara Dulce y sus compañeros salieron a despedir a Vos Profunda. En
sus rostros se reflejaba la pena, en su andar la resignación, solo
Cabello Rizado parecía molesto e impotente ante la situación.
─ Mira―panaǁ — llamó Cara Dulce a uno de los Vigilantes.
─ ¿Qué pasó?— preguntó el Vigilante.
─ El chamo le tenía rabia a la carrucha, ¿Por qué no se lo llevan en la
ambulancia de la Guardia?— dijo Cara Dulce
─ ¿Por qué no le pagas un cortejo fúnebre?– bromeó el Vigilante y
todos sus compañeros rieron con él.
─ La ambulancia está libre, tú lo sabes. Por favor haznos el favor –
suplicó Cara Dulce.
─ ¡Deja de molestar, chico!– lo increpó el Vigilante ya molesto por la
insistencia.
─ Perdón señor – se excusó comprendiendo la extrema audacia de
sus palabras.
─ Anda y habla con el Director, ¡gafo! – dijo el hombre en tono de
regaño.
Cara Dulce corrió hasta su mundo enrejado y buscó afanosamente
hasta encontrar el revólver de cinco tiros. Por su actitud, pensé,
erróneamente, que lo iba a utilizar contra los Vigilantes. Y corrí tras él,
también Olor a Periódico y Cabello Rizado. Pero Cara Dulce volvió el
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grupo de Vigilante y se plantó frente a él sin sacar el revólver de su
cinto.
─ Quiero hablar con el Director – dijo al Vigilante quien,
aparentemente, comandaba el grupo.
El hombre lo miró burlonamente.
─ Ábrele la puerta a este tipo, quiere hablar con el Director.
Normalmente después de la visita no se cierran las puertas del
Pabellón, razón por la cual los presos pueden salir y entrar cuando
quieran. Pero cuando los Vigilantes se encuentran sacando un
cadáver, siempre queda uno en la puerta para evitar encerronas y éste
no permite a nadie entrar o salir. Mas por no dialogar con los presos
que por alguna medida de seguridad. Cuando Cara Dulce intentó salir
el Vigilante lo detuvo en la puerta al ver que no era uno, sino tres,
quienes pretendían salir. Pero el jefe del grupo le hizo una señal
autorizando su paso.
Llegamos a una enorme puerta de hierro después de caminar a través
de un intrincado laberinto de pasillos. Según mi experiencia, debía ser
la puerta del Director porque solo él puede tener una puerta tan
grande y majestuosa. Cara Dulce tocó a la puerta con la palma de la
mano, casi enseguida la puesta se abrió dejando ver algunos
escritorios ocupados por hombres, a simple vista, reclusos en labores
especiales de oficina. Dos hombres aparecieron al abrirse la puerta,
uno de ellos sujetaba la puerta.
─ ¿Qué quieren?– preguntó el que sujetaba la puerta.
─ Quiero hablar con el Director– contestó Cara Dulce.
─ ¿Qué quieres hablar con el Director? – preguntó intrigado el
hombre que sujetaba la puerta.
─ Es un asunto personal – replicó Cara Dulce.
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─ El Director no habla asuntos personales – dijo el hombre mientras
intentaba cerrar la puerta de nuevo.
─ ¡Espérate!– Gritó Cara Dulce, impidiendo con su cuerpo el cierre de
la puerta, a mi entender, estaba molesto por la actitud del hombre,
quien a simple vista, era un preso igual a él – dile al Director que
mataron al―panaǁ dueño del revólver tres ocho y…
El hombre no permitió a Cara Dulce terminar de hablar, abrió
totalmente la puerta, se fue a otra puerta de hierro igualmente grande
ubicada en el interior del mundo. Tocó la puerta y habló con alguien
quien lo dejó esperando por un momento, después del cual, la
persona regresó y dijo algo al hombre. Éste regresó de nuevo hasta
donde estaba Cara Dulce.
─ ¿Tú tienes el revólver? – preguntó el hombre a Cara Dulce.
El otro recluso, aparecido al abrir la puerta, se retiró al percatarse del
inicio de las negociaciones.
─ Dile al Director que yo sé dónde está. Pero es un negocio.
─ ¿Qué quieres?– preguntó el hombre que sujetaba la puerta.
─ El chamo asesinado no quería irse del penal alado por las patas y
tirado en carrucha como un perro– dijo Cara Dulce.
─ ¿Tú qué quieres?─ preguntó el hombre aún más intrigado — Dile al
Director que quiero hacer un trato con él
─ ¿Qué trato?– preguntó el hombre.
─ Dile al Director – esta vez Cara Dulce fue más recio en sus palabrear
y el hombre salió nuevamente rumbo a la otra puerta de hierro. Poco
tiempo después regresó
─ ¿Qué trato?– preguntó esta vez más confiado.
─ Dile al Director que si él no saca al chamo en la carrucha, yo le digo
donde está el revólver.
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─ ¿Dónde está?— preguntó el hombre impulsado por la costumbre,
pues preguntas como esas no tienen respuestas. Y ante el esperado
silencio, el hombre nuevamente se dirigió a la puerta hierro; pero esta
vez, según mi parecer, no hablo con nadie porque regreso enseguida.
─ ¿Y en donde se lo van a llevar? – preguntó de regreso, a mi
entender, sinceramente intrigado.
─ En la ambulancia de la Guardia, donde se llevan a los chivos.
Los chivos son los presos cuyos familiares tienen influencia con el
Director o con la Guardia; pero quienes, como todos, pueden morir en
cualquier momento.
El hombre salió de nuevo rumbo a la otra puerta, esta vez sí estuvo un
buen rato hablando con alguien, cuando regresó traía una sonrisa
pícara.
─ ¡Ojala!, no nos esté mintiendo, será mucho mejor para ti— dijo ya
cerrando la negociación—. Bueno, dando y dando, nosotros traemos
la ambulancia para tu cadáver y tú nos das el revólver, ¿estamos de
acuerdo?
─ Dios por delante tienes mi palabra, así será. — dijo Cara Dulce
mientras respiraba satisfecho.
El hombre regresó a la otra puerta nuevamente, después de esperar
un rato, dos Vigilantes salieron del interior. Los tres hombres pasaron
por el lado de Cara Dulce sin decir palabra, el hombre que sujetaba la
puerta le hizo una seña invitándolo a seguirlo, Cara Dulce y sus
compañeros aceptaron la invitación.
Salimos a una pequeña calle de tierra por donde generalmente
sacaban la basura, los muertos y cualquier cosa buena de no dejar
ver. Allí encontramos la carrucha estacionada y el cadáver de vos
Profunda colocado en el piso. Ninguno de los hombres dijo palabra
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alguna. Momentos después apareció la ambulancia; entró de
retroceso quedando ya lista para recibir el cadáver del guerrero. Es
usto mencionar el respeto y cuidado con el cual los hombres
colocaron el cadáver del hombre de la vos profunda en la ambulancia.
La ambulancia salió del pequeño callejón y la carrucha fue tras ella.
Inmediatamente uno de los Vigilantes extendió la mano y, casi por
inercia, Cara Dulce metió la mano entre su camisa y extrajo el revólver
de cinco tiros, ese fue el último homenaje a su compañero muerto.
Subí por la pared para ver la ambulancia, donde llevaban el cadáver
de Vos Profunda, hasta donde fuera posible. Cuando cruzaron el
primer codo y se ocultaron de la vista de Cara Dulce, la ambulancia se
detuvo. Yo me acerque para ver lo hechos por mí mismo. Los hombres
de la carrucha se bajaron y abrieron la puerta trasera de la
ambulancia. Y entre tres hombres halaron a Vos Profunda por los pies,
y después de reír y hacer algunas bromas. Lo llevaron hasta la
carrucha y lo echaron en ella como echan las bolsas de basura.
Cuando regresé hasta donde había dejado a Cara Dulce, ya éste se
había retirado. En el recorrido hasta nuestro mundo enrejado,
escuchaba comentarios sobre como Cara Dulce había entregado el
revólver de cinco tiros de forma tan inocente. Sin embargo, cuando
llegue a nuestro mundo, lo encontré lleno de reclusos de todo el
pabellón, pensé que algo sucedía. Pero, a pesar de Cara Dulce no
hablar con nadie, todos trataban de ser solidarios y amistosos con él y
sus compañeros. Me asomé a la reja de la ventana que daba a la calle
y pude ver la ambulancia estacionada frente al comando de la
Guardia. Pensé que si Cara Dulce, o cualquiera de nuestro mundo, se
acercaba a la reja, se daría cuenta de haber sido burlado. Sin
embargo, esa tarde, ni Cara Dulce ni sus compañeros se acercaron a
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la reja que daba a la calle, incluso creo que la evitaron.
Los días felices
El Vigilante pasó frente a nuestro mundo enrejado blandiendo una
hoja de papel y escudriñando con desdén los rostros de los presos ensu camino. No se detuvo en nuestro mundo porque estaba vacío; pero
poco después llegaron sus tres ocupantes.
El día de la muerte de Vos Profunda, Cabello Rizado se mudó con
nosotros. Y desde ese día las relaciones con los demás reclusos de
nuestro pabellón mejoraron, a tal punto, que los tres eran, ahora, parteesencial de la camaradería del pabellón.
Muchas visitas pasaron desde la muerte del hombre de la vos
profunda. Cara Dulce nadaba en las mieles de sus sentimientos por la
mamá de Cabello Rizado y, aunque la mujer no parecía compartir la
intensidad de sus sentir, nunca faltaba un día de visita, ni fallaba a su
compromiso con el hombre; más aún, en ocasiones, solapada en
escusas doblegaba su dignidad para apurar el encuentro de sus
instintos con los instintos del hombre. Cara Dulce era un hombre feliz
en su adversidad, los días laborales los pasaba en la carpintería, allí
ponía todo el amor y la pación generada por la mama de Cabello
Rizado en la elaboración de muebles y adornos. Tan hermosos eran
su trabajo, como grande el amor por su dama. Los días de visita, Cara
Dulce entregaba el fruto de su trabajo en concesión a algún preso
para ser subastados entre los visitantes; así regateaba tiempo para
invertirlo en la mama de Cabello Rizado. Por cierto, el trabajo al cual
más tiempo le dedicaba era al de dar forma a la pequeña figura de
madera que, ahora puedo decir con seguridad, era una imagen de la
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madre de Cabello Rizado. Por otro lado, Cara dulce había logrado
evitar controversias entre Cabello Rizado y Olor a Periódico y, aunque
no se dirigían la palabra, hacían esfuerzos por crear un ambiente de
paz y sosiego.
Olor a Periódico dedicaba su tiempo disponible a la agricultura. Con
esmero atendía un pequeño huerto en el área agrícola. En un recodo
de su huerto, en un acto de rebeldía y protesta, plató una semilla de
mango en un área donde estaba prohibida la siembra de árboles
altos; el joven árbol le quitaba tiempo y le daba pretextos para alejarse
de nuestro mundo y de Cabello Rizado; pues, pues según él, debíamaniobrar muy fino para mantener fuera del conocimiento, de
Guardias y vigilantes, el crecimiento del árbol prohibido.
Cabello Rizado se dedicaba a deambular por los diferentes mundos,
se cuidaba mucho de no salir del pabellón, pero igualmente se
drogaba la mayor parte del tiempo. Sin embargo, en la última semanahabía racionado mucho el consumo de droga, pasando la mayor parte
de su tiempo encerrado en nuestro mundo. Además, su relación con
su madre había cambiado en los últimos días, pues cuando llegaba su
madre trataba, por todos los medios, de reunirse a solas con ella y se
esforzaba en hablar en vos baja o en secreto.
De regreso el Vigilante pasó nuevamente por nuestro mundo
enrejado.
─ ¿Aquí? – preguntó el Vigilante a un recluso, quien ahora le
acompañaba.
─ Si – contestó el hombre y el Vigilante entró a nuestro mundo
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enrejado.
─ ¿Cuál es?– preguntó el Vigilante al recluso acompañante.
─ Es él – contestó el recluso, señalando Cabello Rizado.
─ Prepárese compa, porque se va para la calle— le dijo el Vigilante
mientras le daba la hoja de papel, era una boleta de excarcelación.
Entendí en ese momento el porqué de las misteriosas y largas
conversaciones entre Cabello Rizado y su madre.
Cabello Rizado se levantó de la colchoneta, donde se encontraba
echado. Y sin decir palabra. Incluso sin mirar para atrás, tomó la hoja
de papel ofrecida por el hombre, salió del mundo enrejado y echó a
andar en busca de la salida del pabellón.
─ No vas a recoger tus cosas — dijo el Vigilante.
Cabello Rizado no contestó y continúo su camino.
Olor a Periódico intento levantarse para detenerlo, pero Cara Dulce se
lo impidió tomándolo del brazo. Cabello Rizado no se despidió, ni
siquiera voltio a mirar a sus compañeros. Caminó delante del Vigilante
hasta llegar a las puertas del pabellón, donde otros dos Vigilantes lo
esperaban. Continuó caminando en medio de los dos hombres. Los
Vigilantes caminaban con lentitud, tanta que yo podía seguirlos sin
dificultad. Cabello Rizado iba en silencio, ignorando el saludo de
algunos de sus compañeros de drogas. Por fin llegamos a un mundo
lleno de Guardias Nacionales; era un mundo muy claro, donde los
rayos del sol entraba por los cuatro costados. El Vigilante dejó a de
Cabello Rizado frente a un sucio y descolorido escritorio detrás del
cual estaba sentado un Guardia con apariencia de jefe.
─ Dame el brazo– dijo el hombre mirando la boleta de excarcelación
entregada por Cabello Rizado.
Una vez Cabello Rizado entendió el brazo, el Guardia sacó un sello, lo
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empapó en una almohadilla de tinta azul y lo colocó en el antebrazo
del hombre.
─ Vete de aquí — dijo el Guardia al hombre de cabello rizado.
─ ¡Salí, salí vivo, gracias Dios!— Gritó Cabello Rizado mientras corría
como loco asía el espacio exterior.
Desde donde estaba, pude ver un lujoso vehículo que ante sus gritos
prendió las luces y toco corneta. Del interior del auto salió la madre y la
hermana. Él corrió asía las dos mujeres y, como no era frecuente en él,
las abrazó mientras se introducían en el auto. Convencido de no ver
más al hombre de cabello rizado, regresé a mi mundo enrejado.
Contento por haber llegado a un sitio donde nunca había llegado.
Al llegar a nuestro mundo enrejado me asombré al verlo lleno de
reclusos de todos los pabellones, entre ellos los más influentes y
respetados. Pensé en el infortunio de alguno de mis compañeros y,
con vergüenza por mis miserias, me prepare para comer. Pero mi
asombro fue todavía mayor al ver a Cara Dulce y a Olor a Periódicosentados, uno frente al otro sin decir palabras, rodeados de reclusos
que, igualmente silenciosos, trataban de apoyarlos, no sé porque.
Desde ese día las cosas cambiaron favorablemente para Cara Dulce y
Olor a Periódico, ambos se concentraron más en sus trabajos; inclusos
comenzaron a ahorrar dinero producto de las ventas durante los días
de visita. Además, Cara Dulce dedicaba parte de su tiempo disponiblea trabajar en la figura de madera de la mamá de Cabello Rizado;
labor, ahora, muy delicada y tediosa, pues no usaba el chuzo como
herramienta, sino lija. Lo hacía con lija, en ocasiones llegué a pensar,
para alejar, hasta el límite de lo posible, su finalización, quizás
esperando el regreso de su dama; No obstante, la perfección de su
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trabajo era absoluta. Olor a Periódico, por su parte, dedicaba parte de
su tiempo libre y mucho de sus emociones al cuidado de la joven mata
de mango sembrada en la zona prohibida, y junto con otros presos
pasaba horas planificando como burlar a Guardias y Vigilantes para
atenderla. Esto lo divertía y lo ayudaba a establecer cierto liderazgo
entre sus compañeros.
Cara Dulce y Olor a Periódico, poco a poco, lograron ganarse la
confianza de los demás reclusos, especialmente Cara Dulce quien se
convirtió sin buscarlo, más aún sin darse cuenta, en el líder del
pabellón. A él llegaban todos los litigios o disputas entre presos; su permiso era solicitado, solapado en una consulta, para cualquier
actividad, su palabra era respetada y hecha respetar por todos los
presos del pabellón. Cara Dulce era el líder ideal, no abusaba de su
poder, ni se jactaba de tenerlo. Con frecuencia eran los demás
reclusos quienes hacían respetar sus opiniones. No obstante, su brazo
protector y solidario se extendió sobre todos sus compañeros.
Con el pasar del tiempo, Cara Dulce asumió su rol de líder y lo asumió
en serio; mediaba entre los reclusos para impedir riñas, incluso, en
enfrentamiento entre pabellones; imponía las reglas a seguir; servía
de juez en casos extremos, siempre con el apoyo de sus compañeros;
negociaba con los Vigilantes la selección de los reclusos que habríande vivir en el pabellón, quienes en un primer momento debían cubrir
las expectativas de Cara Dulce, de no hacerlo, debían cambiarse a
otro pabellón o eran castigados duramente, a veces con la muerte.
Esto impedía a los nuevos reclusos alzarse o revelarse contra su
autoridad. Pero también garantizaba paz y tranquilidad en el pabellón.
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Los presos estaban contentos con el sistema impuesto por Cara Dulce.
Su liderazgo fue tan efectivo y respetado en su pabellón que poco a
poco fue aceptado como líder de todo el penal y sus reglas eran
acatadas y hechas acatar por cada recluso de la Penitenciaria; pues
eran justas y había respeto. Algunos lo llamaban el gran ―Pramǁ de la
P.G.V.; por cierto,la palabra de ―Pramǁ fue traída por un grupo de
reclusos procedente del Rodeo, en la P.G.V. no se usaba.
Así pasaban el tiempo y, aunque los presos se renovaban rítmicamente
y Cara Dulce se hacía más lento y pesado, su autoridad prevalecía
intacta. Su cabello se ponía blanco y su rostro se cubría de arruga, pero su sabiduría era la excusa necesaria para mantener la paz.
Nadie disputaba su liderazgo porque el miedo a un―después
desconocidoǁ y a los rumores sangrientos de otros penales, obligaba
a los presos, de todos los pabellones, a cerrar filas en su defensa. Por
eso, aunque su brazo perdía fuerza, su espíritu se crecía cobijando a
todos los presos deseosos de paz y aliento.
A media mañana, como se esperar de un preso de su estatus, el aroma
a café recién colado anunció a los privados de libertad el despertar de
líder del penal. Cara Dulce estaba presto a asumiré sus funciones,
cuando un recluso se asomó en nuestro mundo para informarle su
requerimiento en la sala de abogados. Cara Dulce agradeció lamolestia del hombre con una sonrisa, y le obsequió una taza de café
recién colado como recompensa.
─ ¿No iras?— preguntó Olor a Periódico.
─ Claro que no, esa gente viene por dinero, favores o sangre, yo ya no
estoy para eso.
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─ Yo iré por ti. Hemos de jorungar el saco de las esperanza y, quien
quita, quizás se caiga un grano.
─ Esa gente no tiene agua para nuestra sé. Son posos secos, amigo.
─ Quien sabe— dijo para concluir Olor a Periódico, terminó su café y
salió del mundo en busca de su grano de esperanza.
Después de terminar su café, Cara dulce fue a dar u paseo por el
pabellón para saludar a sus compañero y reafirmar su liderazgo. No
habiendo nada que demandara su autoridad, regresó a nuestro
mundo y se sentó en su cama a resaltar con la lija una línea nueva en
la figura de la mamá de Cabello Rizado. En eso estaba cuando llegó
Olor a Periódico respirando entrecortado, no por el recorrido
realizado, sino, por el esfuerzo de llegar.
─ ¿Qué te pasa?– preguntó Cara Dulce un tanto intrigado por la
actitud de su compañero.
─ ¿Sabes quién te llama?— preguntó Olor a Periódico jadeante.
─ ¿Quién?
─ Tu hija– dijo burlonamente y entre risas.
─ ¿Qué hija? – preguntó Cara Dulce un tanto molesto con las burlas.
─ ¿Quién va a ser? La hermana del chamo…
─ ¡Virgen santísima! ¿Estás seguro? – interrumpió Cara Dulce
levantándose de la cama.
─ Si―panitaǁ, y la tipa es abogada– hizo una pausa esperando la
reacción de Cara Dulce; pero, éste, aún estaba asimilando la noticia–
quise hablar con ella a ver si me conseguía un beneficio; pero ella solo
quiere hablar contigo.
─ Que beneficio te va a salir a ti, tú no tienes familia– dijo tratando de
esconder su emociones.
─ Yo sé hermano; pero, como te dije, debemos jorungar el saco.
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Además uno habla con los abogados y ellos buscan familia donde no
hay, para darle esperanza y cuadrar los reales, y así las familias se
enteran de donde está uno– dijo Olor a Periódico consiente del deseo
de Cara Dulce de cambiar la conversación. Respiró profundo para
regresar al tema– ella está muy interesada en hablar contigo.
─ ¿De verdad?– Dijo tímidamente Cara Dulce. Su compañero solo
movió la cabeza afirmativamente - ¿Y la mamá? – Preguntó Cara
Dulce más animado.
─ No sé―panaǁ, anda y pregúntale a ella— dijo mientras se levantaba
para salir de nuevo del mundo.
Cara Dulce, con la pequeña figura de madera en la mano, entró a un
extraño y gigantesco mundo donde un grupo de presos sentados, uno
al lado del otro, hacían una ritual línea frente a un enorme maya
metálica. Del piso al techo y de un extremo al otro, iba la maya
metálica, detrás de ella, había un grupo de elegantes hombres y
mujeres sentados tras una enorme tabla de madera que les servía de
escritorio e iba de un extremo al otro del mundo acompañando la
maya; indudablemente ellos eran los abogados. Detrás de los presos,
a unos pocos pasos, otro grupo de presos esperaba su turno haciendo
dos grupos perfectamente divididos por unos cuatro Vigilantes
encargados de cuidar la distancia entre los dos grupos, cuando uno
de los abogados daba por terminada la reunión, con su preso de
turno, se le ordenaba a otro preso tomar el lugar del preso
despachado.
Cara Dulce buscó con la mirada, entre abogados y reclusos, a la
hermana de Cabello Rizado. Su rostro se congeló al mirarla, y sin
darse cuenta, pienso yo, cruzó la franja imaginaria divisora de los
presos en consulta de los presos en espera. Como un idiota se paró
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solitario en mitad de la gente del extraño mundo. Uno de los Vigilantes
trató de retirarlo; pero la hermana de Cabello Rizado tenía los ojos
sembrados en él. El Vigilante retrocedió al ver el excepcional interés
de la abogada en el recluso.
─ ¿Cómo está la cosa?– saludo Cara Dulce temblando de nervios.
La abogada, sin dejar de mirar a Cara Dulce, hizo un ademan, al
recluso en turno, ordenando su retirada.
─ ¿Cómo está tu mamá?– preguntó nuevamente Cara Dulce.
─ Desgraciado, todavía está vivo – dijo la mujer tan bajo que, todavía
hoy, no sé si fueron sus palabras exactas, aunque esto fue lo único
dicho en vos baja.
─ Le estoy haciendo imagen a tu mamá, cuando esté terminado se lo
voy a manda– dijo Cara Dulce haciendo caso omiso a las palabras de
la hermana de Cabello Rizado.
─ No sé cómo te has salvado. Más de una vez te mande a matar, Dios
sabe que lo he intentado; pero lospobres diablos no han podido… ─
decía la mujer sin detenerse y obviando las palabras de Cara Dulce
quien por su lado también hablaba sin detenerse. Los presos y los
abogados quedaron en silencio para escuchar la absurda
conversación entre Cara Dulce y la hermana de Cabello Rizado–. A la
fuerza saciaste tus miserias con mi familia, por miedo nos doblegaste y
te burlaste de nuestro infortunio – continuaba diciendo la mujer –, y no
te podía hacer nada porque tú aquí tienes pueblo. Pero Dios es
grande, y con su ayuda sentirás el miedo lo que sentimos. ¿Sabes
algo? Conseguí a quiente hizo rodar en ―los Floresǁ. Ahora si las
palabras de la abogada hicieron mella en Cara Dulce petrificando sus
palabras obligándolo a escuchar en silencio el discurso de la mujer.
– Si, conseguí al hombre que te violó. Si tú tienes pueblo aquí, yo tengo
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pueblo allá afuera…
─ Colega mejor nos vamos, no siga hablando– le dijo, casi al oído,
uno de sus colegas demostrando una relación de confianza con la
abogada.
Pero la mujer lo empujo sin mirarle a la cara y continuó hablando
consiente de haber impactado en Cara Dulce.
─ Y como aquí no te puedo hacer nada, te voy a saca de aquí– jadeo
un poco para tomar aire– mira esto, es una orden de traslado, ¿sabes
para dónde vas? Vas para la planta a encontrarte con el ayudante de
Bam– Bam
– la mujer hizo una pausa para mostrar media hoja de papel y ver la
expresión de Cara Dulce; pero éste permanecía inmóvil escuchando
las palabras de la abogada mientras apretaba con ambas manos la
pequeña figura de madera, en mitad de la franja imaginaria diseñada
por los Vigilantes — aquí tienes tu orden de traslado— ahora sí la
mujer dio por terminado su discurso, se levantó y se fue seguida por el
abogado que había tratado de callarla.
Cara Dulce estaba sentado en su cama con los codos apoyados en los
mulos y la cabeza entre las manos reflexionando, creo yo, sobre lo
ocurrido con acostado en arrastrara consigo el silencio de su
compañero. En eso estaban cuando se escucharon gritos en alguna
parte. Eran gritos de presos y Guardias Nacionales enredados en unabatalla por imponerse en el ambiente. Cuatro reclusos, armados con
sus medios brazos desnudos, entraron aparatosamente a nuestro
mundo y tomaron posición de salvaguarda al líder. Un instante
después aparecieron Astilla de Madera y Sabor a Tierra ambos
armados con pistolas. Es importante dejar claro que, en todo el penal,
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los únicos presos autorizados por Cara Dulce para portar armas de
fuego, eran ellos dos. Pues Cara dulce no quería que el uso
indiscriminado de armamento le embochinchara el penal como, se
comentaba, sucedía en otros penales. Ninguno de los hombres dijo
nada, todos guardaron silencio a la espera del advenimiento de los
gritos.
Los gritos cesaron y, en su lugar el sonido de unas botas en un andar
firme, se dejó escuchar. Pronto apareció en la reja de nuestro mundo
el Teniente de la Guardia Nacional encargado de la seguridad externa
del la hermana de Cabello su cama esperado que Rizado. Olor a el pasar de las
Periódico estaba primeras aguas penal. Estaba flanqueado por dos
sargentos y un cabo, los tres escoltas traían sus penillas al desnudo,
solo el teniente traía las manos libres y francas.
─ Haremos una revista general — dijo el Teniente
─ Buenos días Teniente— replicó Cara Dulce
─ Buenos días — contestó el teniente acusando el reproche —
necesitamos hacer una revista — dijo ahora con más humildad. ─ ¿Por
qué?— preguntó Cara Dulce
─ Hubo un intento de fuga— dijo acentuando la palabra ―fugaǁ para
destacar la gravedad del asunto.
Pero la tonalidad de impresiona a los reclusos, respuesta.
las palabras del Teniente no parecieron
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quienes en silencio aguardaban una mejor
— En realidad, no se sabe si fue una fuga. Abrieron unos agujeros a la
maya de protección y eso es muy delicado.
Estas palabras tampoco vulneraron el silencio reinante y obligó al
teniente a hacer un tercer intento
— Los jefes quieren un culpable por el hoyo en la cerca. Yo necesito
darles algo para tranquilizarlos y ustedes merecen que esto pase
rápido, y regrese la paz y el sosiego—, así concluyó el teniente y
algunas voces se escucharon.
─ Teniente, ¿El hoyo era para entrar o para salir? — Preguntó Cara
Dulce.
─ No lo sé— contestó el Teniente.
─ Era para entrar, lo hicieron para pasar droga — replicó Olor a
Periódico. ─ Usted nos va a golpear por un hoyo hecho, para pasar droga, por
unos tipos a quienes no he autorizado para hacerlo. Y nosotros nos
vamos a
dejar golpear para hacer felices a sus jefes. Pero quien hizo el hoyo
estará
observando y riendo, no es justo Teniente— Cara Dulce dijo esto y guardo
silencio en espera de una respuesta, pero esta vez el teniente no dijo
nada. ─ Quien lo hizo teniente— preguntó Cara Dulce.
— No lo sé— contestó de nuevo el Teniente.
─ Fue un Guardia Nacional — aseguró Olor a Periódico. ─ Teniente,
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usted nos va a castigar, y nosotros, para conservar
nuestro respeto, estaremos obligados a buscar al Guardia causante
del
agujero. Pero como no conocemos al culpable, ni tenemos pista
alguna. No
sabemos cuántos Guardias inocentes paguen por las acciones de un
tipo sin
nombre.
Uno de los Sargentos se acercó al Teniente y le dijo algo al oído, éste
metió la mano en uno de los bolcillos de su uniforme y saco un papel
con un
nombre escrito. Cara Dulce tomó el papel y, para el asombro de los
presentes, lo entregó a Olor Periódico. Y digo para el asombro de los
presentes, porque las órdenes para enfrentar un enemigo solo las
puede
impartir el líder del penal y al entregar el papel, con el nombre del
Guardia, a
Olor a Periódico también estaba entregando el liderazgo del penal.
Después
de entregar el papel, Cara Dulce ordenó a los reclusos presentes,
quizás
como última orden, quitarse la ropa y acompañaran al Teniente al
patio. El
Cabo, acompañante del Teniente, corrió hasta donde estaba el resto
de sus
compañeros a dar la noticia del acuerdo.
─ Se ha corrido la noticia de su traslado a Caracas— dijo el teniente a
Cara Dulce en tono más personal.
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─ Así son las cosas— dijo Cara dulce resignado.
─ Hablé con mis superiores para tratar de evitar el traslado; pero,
según me han dicho, las ordenes vienen de los chivos — dijo el
Teniente
queriendo decir que la orden venia de los altos niveles de la
administración
carcelaria.
─ Así son las cosas— repitió cara dulce.
El Teniente salió con sus dos Sargentos. Detrás de ellos, iban los
reclusos desnudo rumbo al patio para recibir su golpiza, a plan de
peinilla, de
rigor. Olía a Periódico, solo vestido con el reciente nombramiento de
líder del
penal, apuró el paso para alcanzar a Astillas de Madera y entregarle, a
la
vista de todos, pero sin solemnidad alguna, el papel con el nombre
escrito.
Astillas de Madera tomó el papel y una sonrisa ilumino su rostro. Con
el
papel, recibían también el liderazgo del penal. No obstante, de la
golpiza
prometida, nadie lo salvaría; pero esa sería la paliza más feliz de su
vida.
Olor a Periódico por su parte regresó al lado de Cara Dulce y se vistió
de
nuevo.
Pronto se escucharon los Guardias Nacionales entrando en el
pabellón, el ruido de sus destrozos en los mundos, sus expresiones de
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agrado o de frustración ante el producto de sus acciones. No tardaron
en
llegar a nuestro mundo. El Guardia a quien le tocó revisar nuestro
mundo fue
uno de los acompañantes del Teniente momentos ante. El hombre
entró a
nuestro mundo con cierto cuidado para no molestar a los dos hombres
sentados en sus camas; comenzó a tirar cosas con poco riesgo de
partirse o
quebrarse. Yo, para evitar accidente, salí de detrás de la figura de
María
Lionza y subí por la pared al techo. El Guardia revisó todo cuanto el
respeto
por los dos presos le permitió revisar, rompió algunas cosas de poco
valor para demostrar su coraje y dejar claro que no había nada de lo
buscado. Al final recogió uno o dos chuzos generosamente dejado en
el piso por Cara Dulce y Olor a Periódico para justificar su búsqueda;
después de eso, salió de nuestro mundo y poco después lo escuché
tirando y rompiendo cosas en otro mundo enrejado. Yo me quedé en
el techo a esperar el regreso de los
presos.
Los Guardias Naciones terminaron la revisión y salieron del pabellón
cargando, cada uno, un pequeño paquete de chuzos y otros objetos
sin
importancia. Cara Dulce motivado por la soledad del pabellón y para
evadir
los gritos impertinentes provenientes del patio, aprovechó para platicar
con
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su compañero. Cara Dulce habló sobre lo ocurrido con la hermana de
Cabello Rizado y Olor a Periódico sobre su familia, Cara Dulce sobre
su
traslado y Olor a Periódico sobre su deseo de estar cerca de su familia,
Cara
Dulce sobre su posible encuentro con el ayudante de Bam - Bam y Olor
a
Periódico de su deseo de acompañarlo. Pero a esta parte de la
conversación
Cara Dulce no pudo prestarle atención porque el bullicio de los presos
regresando del patio lo distrajo. Después de todo, esperaba que
muchos de
ellos se acercaran a nuestro mundo a comentar los sucesos en el patio
como
era usual. Sin embargo, el comentario de la transferencia de Cara
Dulce se
había difundido y había un nuevo líder.
Algunos de los presos exhibían moretones producto de su reunión
con los Guardias Nacionales; pero ninguno como Migas de Madera,
éste era
el más golpeado, indudablemente había sido bautizado como nuevo
líder y
por tal razón esa sería su última paliza; pues los Guardia nunca tocan
al líder.
Migas de Madera dejó claro su liderazgo al pasar frente a nuestro
mundo sin
voltear a saludar a su antiguo cabecilla. Su andar era seguro y firme,
su
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golpeado rostro resplandecía con una sonrisa que, más que sonrisa,
era un
sentimiento de logro. Tras Migas de Madera caminaban los antiguos
luceros
o ayudantes de Cara Dulce, el poder encanta a los hombres aunque
los
subyugue, ninguno volteo a mirarlo. Uno que otro recluso, sin rango ni
erarquía, le regalaba una sonrisa al antiguo líder, siempre cuidándose
de no
ofender al nuevo. Tanta indiferencia terminó por agobiar a Cara Dulce
e
invitó a Olor a periódico a dar un paseo por el patio antes de perder,
también,
ese privilegio.
La plazoleta del patio estaba despejada de Guardias y presos. En la
distancia, entre los campos de cultivos, un grupo de Guardia buscaba,
con
inesperada sutileza, justificativos para su trabajo. Al salir de los
sembradíos
la mayoría de los Guardia traía consigo pequeños arbustos de
mariguana o
de coca descubiertos escondidos entres matorrales más altos. Al final
del grupo venia el comandante, el mismo Teniente quien horas antes
había solicitado permiso para hacer la requisa en el pabellón, traía
sobres su hombro el pequeño albor de mango sembrado en la zona
prohibida, gesto de rebeldía de Olor a Periodo y fuente de mucha de la
admiración que algunos de sus compañeros le profesaban. Olor a
periódico dedicó mucho tiempo al cuidado de ese árbol;
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periódicamente lo podaba para impedir su crecimiento y aunque la
mayoría de los Vigilantes sabían de su existencia, nunca se mentían
con él. Sin embargo, esta vez el Teniente levantaba el árbol por encima
de cabeza para mostrarlo a todos. Sin duda estaba anunciando el fin
de la rebeldía del preso.
Olor a Periódico, en silencio, miró pasar al Teniente con el árbol sobre
sus hombros, cuando se perdió en el último codo, levantó sin
vergüenza su
rostro a Cara dulce, y estaba llorando.
─ ¡Quiero irme contigo a Caracas!— susurró casi en una súplica Olor
a Periódico.
Cara Dulce lo tomó del brazo y lo hizo andar con él.
Cara Dulce y Olor a Periódico llegaron a las oficinas administrativas de
penal. Como siempre una antesala repleta de hombres y algunas
mujeres; la mayoría, haciendo labores de oficina. La puerta era
resguardada por un pequeño grupo de Vigilantes armados con rolos y rociadores químicos, en el interior del recinto en un enorme y viejo
escritorio había un grupo de Guardia Nacionales armados con armas
automáticas.
─ Quiero hablar con el Director— dijo Cara Dulce.
Enseguida uno de los Vigilantes casi corrió a una puerta en el interior
del recinto para anunciar la presencia del recluso. Desde la puerta el
Vigilante hizo señas a Cara Dulce invitándolo a seguir.
─ Dicen que te vas — dijo el Director a Cara Dulce cuando este estuvo
frente a él, obviando la presencia del otro reclusos.
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─ Así son las cosas — contestó Cara Dulce.
─ Ya estás muy viejo para llegar como nuevo a un penal — replicó el
Director con tono de preocupación.
─ Así son las cosas — repitió el recluso.
─ Si nos lo permites podemos evitarte esa copa— dijo el Director.
─ Eso viene de arriba, señor – contestó Cara Dulce.
─ Sabemos de dónde viene y porque. Mucha gente de allá arriba ha
ganado dinero por nuestro trabajo— dijo esto y con la planta de su
mano toco el pecho de Cara Dulce y el suyo—. En cualquier cárcel de
este país, cuando un Director y un líder de presos se sientan a
negociar, el líder de presos se sienta sobre un barril de muertos y el
Director sobre un barril de dinero y el líder saca dinero de su barril de
muerto y el Director saca muertos de su barril de dinero, ¡aquí no! No
te puedo negar que hemos hecho dinero, pues yo también negocio
sentado sobre mi barril de dinero; pero tu estas sentado sobre un
barril de respeto, aunque hay uno que otro muerto flotando en tú
barril, el respeto nos ha hecho lo que somos — esto dijo el Director y
fue a sentarse detrás de su escritorio— si lo pides puedo evitarte esa
copa — dijo esto último mientras posaba su mano sobre un teléfono
ubicado sobre su escritorio.
─ No señor, lo que está hecho, hecho está. Además tengo asuntos por
resolver en la Planta— dijo Cara Dulce con firmeza.
El Director quitó la mano del teléfono abandonado la empresa de
convencer a Cara Dulce para que evitara el traslado. Y en venganza
por la negativa, se reclinó en su sillón ejecutivo adoptando posición de
burócrata tercermundista. No era poco lo que perdía. Cara Dulce
había logrado crea un emporio comercial dentro del penal: venta de
alimentos, de ropa, Juegos, fiestas, Boulder, etc. Todo eso se traducía
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en dinero. Esto con el menor grado de violencia de todas las cárceles
conocidas. El dinero lo repartía en partes desiguales con el Director,
este tomaba la mayor parte. Además, el Director ganaba indulgencias
regalando dinero a sus superiores y relacionados.
─ ¿Qué quieres?— preguntó el Director sin abandonar su postura
tercermundista.
─ Él se quiere ir conmigo— dijo Cara Dulce señalando a Olor a
Periódico.
─ ¿Y que hay en la Planta? ¿Una fiesta?— Se burló el Director.
─ No señor, él es de Caracas y quiere estar cerca de su familia.
─ Yo no decido los traslado— dijo el Director haciendo un gesto con la
mano para dar por terminada la conversación.
─ Señor tenemos dineros — dijo Olor a Periódico quien no había
hablado.
─ No me interesa tu dinero — contestó el Director ofendido.
─ Hemos ahorrado durante mucho tiempo, no recibimos visita, no
tenemos quien nos ayude a sacar el dinero y si nos llevamos ese
dinero para la Planta nos lo van a quitar en la primera revista.
Consígale el traslado y el dinero es suyo— dijo Cara Dulce.
La cantidad de dinero acumulada porlos ―PRANESǁ, como llaman los
reclusos a los máximos líderes del penal, en ocasiones puede ser muy
elevada, sobre todo cuando estos no reciben visitas. Sin embargo, al
Director, en su disgusto, esto pareció no importarle. No obstante, se
levantó de su sillón ejecutivo y se plantó de nuevo frente a Cara Dulce.
─ Hablaré por él — dijo volviendo a adoptar su tono de preocupación
— y tú, prepárate para irte a Caracas — dijo a Olor a Periódico —
también preparen los reales — dijo a los dos dando la conversación
por terminada.
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las dos cama tenían el dinero reservado para el Director. Fuera de
nuestro mundo también pasaban cosas, poco tiempo había pasado
desde que Cara Dulce abandonó el liderazgo y ya se corrían rumores,
según los cuales, varios presos se lo disputaban. Migas de Madera,
hombre favorecido por Cara Dulce y Olor a Periódico en primera
instancia, hacia esfuerzos por demostrar su capacidad, y para ello se
hizo acompañar de algunos reclusos con armas de fuego. Claro esto
solo estimuló a otros reclusos, quienes también pretendían el
liderazgo, a conseguir alguna arma similar. Y antes de caer la noche
cada arma del penal, prohibida o permitida por Cara Dulce durante su
liderazgo, se exhibía en algún cinto de algún preso.
Ese día no vinieron a hacer efectiva la orden de traslado de Cara
Dulce, tampoco vinieron por el dinero y no llegó la orden de traslado
de Olor a Periodo. No llegó al siguiente día, ni el síguete. Fue al cuarto
día cuando llegaron los Vigilante a ejecutar el traslado de Cara Dulce,
con ellos trajeron también la orden de traslado de Olor a Periodice y venían acompañados de un preso, de los que trabajan en la oficina
del Director, quien exigió la bolsa con el dinero.
Al salir, por última vez, del que hasta ahora, había sido nuestro mundo,
de donde no habíamos salidos en cuatro días, por cierto, nos
encontramos con un pabellón muy diferente. Por donde quiera había presos armados, ya no con chuzos, sino con pistolas y revólveres. Y en
cada hombre se percibía la sobra de su muerte dándose la mano con
la sombra de otro recluso, siempre a la expectativa ante el gran
bacanal anunciado por las armas de fuego.
La planta
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Desde una ranura de la carrucha veía el desfile de los postes del
tendido eléctrico y el fugaz saludo de la vegetación a las orillas de la
autopista. ―Veinte presos y cuatro sacosǁ dijo el Guardia al salir de la
P.G.V, No sé de qué cosa estaban llenos los sacos y no podía llegar
hasta ellos para revisarlos sin que me vieran. Pero, siendo tanto los
presos y tan poco el espacio, todavía no entiendo la razón de los
sacos.
La brisa me molestaba, pero disfrutaba la vista. De pronto, la carrucha
se detuvo y de un de los vehículos escolta llenos de Guardias
Nacionales, tan llenos de Guardias como de preso nuestra carrucha,surgió uno y se acercó al chofer de la carrucha, dialogaron por unos
instantes y de nuevo nos pusimos en marcha. Pero esta vez, no
continuamos por la autopista, sino por una maltrecha avenida de
asfalto llena de huecos. Cada vez que la carrucha caía en un hueco,
presos y sacos saltaban cayendo los unos sobre los otros, lo cual
generaba bromas y risas entre los presos. Era gracioso ver a los presos eludir los sacos con las manos y los pies esposados.
La carrucha se detuvo y escuchamos el deslizamiento del pesado
portón de la entrada principal, habíamos llegado. Cruzamos el portón
y, casi enseguida, se abrió la puerta trasera de la carrucha, todos
bajamos. Fue entonces cuando me percate que delante de la carruchaiba otro carro también lleno de Guardia Nacionales. Un Guardia
ordenó a los presos agacharse frente a otro grupo de Guardia
quienes, a decir de las bromas y comentarios, estaban esperando
desde hacía mucho tiempo. La carrucha, con los sacos y los dos
vehículos llenos de Guardias Nacionales, retrocedió y desapareció tras
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cerrarse de nuevo el enorme protón de hierro. Según mi suponer, la
carrucha ahora iba en pro de buscar destino a los sacos.
Uno de los Guardias, el mismo que les había ordenado agacharse,
sacó dos hojas de papel blanco de una carpeta amarilla, era la lista delos presos; el Guardia comenzó a leerla con la apatía propia de la
costumbre, cuando mencionó los nombres de Cara Dulce y de Olor a
Periódico se detuvo para decir algo a otro Guardia, no pude escuchar
por lo bajo de su hablar. El otro Guardia le ordenó, a Cara Dulce y a
Olor a Periódico, separarse del grupo y agacharse pegados a la
pared. Cuando terminó de leer la lista, el Guardia ordenó, a otrosGuardias, llevarse los presos al interior del penal.
─ ¿Y qué hacemos con estos pajaritos? — preguntó un Guardia
refiriéndose a los dos reclusos separados del montón.
─ Estos son platos de otra mesa— contestó otro Guardia con aires de
burla.
─ Ellos van para un pabellón especial. Pero debo averiguar cuál es—
dijo el hombre que había leído la lista mientras marcaba un numero en
su teléfono celular — hemos de esperar un rato porque no logro
comunicarme — se justificó ante sus compañeros.
─ Esperemos pues — dijo el otro
La noche tenía mucho tiempo de haberse posesionado, cuando el
Guardia salió de alguna parte con un pedazo de papel en la mano.
─ Ustedes van para el pabellón cinco— dijo a los dos hombres y, casi
enseguida, otro Guardia los tomó por el cuello de la camisa y los
obligó a levantarse.
Cara Dulce y Olor a Periódico caminaron con dificultad, entumecidos
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por el tiempo ñangotados en el patio, las esposas y los morrales
sumaban penas a su andar. El Guardia caminaba tras ellos y, de vez en
cuando, los empujaba para no recortar el paso. Por fin se detuvieron
frente a una enorme reja de gruesos barrotes. El Guardia de un brusco
movimiento pegó a Cara Dulce de frente contra la reja, acto seguido le
quitó las esposas e hizo lo mismo con Olor a Periódico. Un grupo de
Vigilantes, quienes se encontraban al otro lado de la reja, la abrieron
para permitir el paso de los dos hombres.
La reja se cerró de nuevo. Cara Dulce y Olor nuevamente fueron
puestos a andar, ahora, entre los vigilantes. Pero esta vez sin esposas.
El techo, a pesar de algunas telas de araña, se veía limpio; pero no me
quise arriesgar y decidí seguirlos caminado por la pared.
─ Este es — informó uno de los Vigilantes deteniéndose frente a una
puerta, mitad laminas mitad barrotes, así son las puertas de todos los
pabellones, en todos los penales. Otro Vigilante buscó una llave en su
manojo y abrió la puerta.
─ Bueno llegaron a su casa— dijo el Vigilante mientras otros dos
Vigilantes empujaban a Cara Dulce y a Olor a Periódico para
ayudarlos a entrar.
La puerta se cerró tras ellos. Yo necesite maniobrar para entra sin
delatar mi presencia; cuando logre entrar, conseguí a Cara Dulce y a
Olor a Periódico pegados de la pared mientras un recluso, el ayudante
de carcelero por su aspecto, trataba de convencerles de algo.
─ Vaya viejo, no haga un problema de una pendejada; no sea que
vengan los luceros a arreglar el lio. Ellos no son como nosotros, ellos
todo lo resuelven invocando a la muerte.
Cara Dulce y Olor a Periódico, rendidos ante la argumentación, tiraron
sus morrales a los pies del hombre y éste, aliviado por la rendición, los
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quienes, como a mí, les había llamado la atención la actitud de los dos
hombres. Olor a Periódico tomó a Cara Dulce del brazo y, con un suave
alón, lo hizo avanzar. A mi entender, lo hizo porque estábamos en
desventajas.
Continuamos avanzando. En ese momento todos queríamos, es mí
consideración, que el mundo, a asignarnos, se encontrara lo más lejos
posible del que acabábamos de dejar. De pronto, el ayudante del
carcelero se echó a un lado del pasillo, pasando casi pegado a la
pared. En el momento no pude entender ¿Por qué? Pero luego vi un
oven sentado en la mitad del pasillo concentrado en dar forma a un
pequeño pedazo de madera con un chuzo, quizás era el único
hombre en silencio en todo el recinto. Tenía, además del chuzo
utilizado en dar forma a la madera, un―medio brazoǁ en el piso al
lado de su pierna derecha y una pistola debajo de sus genitales. Sus
piernas estorbaban al paso a quien intentara pasar. Cara Dulce debió
decidir entre saltar las piernas del muchacho silencioso o hacer lo
hecho por el ayudante de carcelero. Pero, Cara Dulce y Olor a
Periódico, siendo nuevos en ese penal, aunque, experimentados en
los menesteres carcelarios, sabían que no podían darse el lujo de
parecer cobarde. Los ayudantes de carceleros pueden hacerlo, ellos
son brujas o caballeros, diablos o guerreros, cobardes o valientes, o
cualquier cosa que quieran ser en el momento que lo quieran ser. Los
presos comprenden y aceptan cualquier cosa de ellos, pero los otros
reclusos no. Basado en estas razones, cara dulce decidió salvar la
pierna de un salto, muy limitado por cierto, el muchacho silencioso no
dijo nada ante el gesto de Cara Dulce, Olor a Periódico imitó la acción
de Cara Dulce y nada pasó.
─ Ustedes vivirán aquí — dijo el ayudante de carcelero señalando un
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mundo enrejado donde ya había seis reclusos sentados, cada uno
sobre una colchoneta en el piso.
Cara Dulce y Olor a Periódico entraron al mundo ofertado por el
ayudante de carcelero. Los dos hombres encontraron un espacio
entre las colchonetas y allí se agacharon para asegurar el lugar.
─ ¿Qué más viejo?— dijo uno de los presos, en son de saludo a Olor a
Periódico.
— ¿Qué pasó viejo? ¿Tu primera cana?─ dijo otro.
─ No — contestó secamente Cara dulce tomando para si la pregunta.
─ Son caneros viejos, se les ve por encima. ¡Sabrá Dios de donde
vienen rodando! ─intervino otro preso quien en ese momento
ordenaba las imágenes de un pequeño altar colocado en un rincón
del mundo— acomoda tus cosas por ahí, viejo — continuó diciendo el
preso a Cara Dulce enseñándole un rincón del mundo donde había
muchas cosas arrumadas.
Cara Dulce sacó su patrimonio del morral, lo acumulado durante la
etapa más productiva de su vida: un cepillo dental, un desodorante, la
imagen de la mama de Cabello Rizado, dos mudas de ropa, un paño,
una cobija nueva y la imagen de María Lionza. El patrimonio de Olor a
Periódico era más extenso, salvo por la imagen de la mamá de
Cabello Rizado y la de María Lionza, su patrimonio duplicaba en
bienes al de Cara Dulce. Cuando un preso es cambiado de penal
pierde todo, sus relaciones, sus afectos, sus bienes y su respeto, sobre
todo cuando no tienes familiares pendientes de visitarlo. Cada cambio
es un comienzo y los comienzos emociones, las emociones son la vida
y nadie vive más intensamente que un preso.
Un ruido procedente de todas partes entró irreverente a nuestro
mundo, salí del mundo a indagar sobre su origen y encontré al
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muchacho silencioso, quien estaba sentado en medio del infinito
cuando llegamos, parado en la mitad de todos los mundos, con su
―medio brazoǁ ensangrentado. En el piso, un preso se retorcía,
aferrado con una mano al barrote una reja, mientras con la otra
trataba de detener el interior de su cuerpo que pugnaba por escapar
por su vientre. Ni siquiera me hiso falta bajar al piso, la sangre estaba
por todas partes.
Cuando regresé al mundo enrejado, encontré a Cara Dulce ahogando
su curiosidad por los ruidos del pasillo en el oficio de acomodar la
figura de María Lionza en el pequeño altar de sus nuevos
compañeros. Algo grueso pasaba con estos hombres, el líder de todo
el penal, el ―PRAM ǁ, como le decían los presos, había muerto, con
muchos de sus hombres, en un sangriento combate por su
permanencia como líder. Su contendor, y aspirante al lugar del líder,
también murió con casi todos sus acompañante; esto dejó al penal sin
un líder definido y con muchos pequeños grupos en cada pabellón
luchando por el respeto y el acompañamiento de los presos. En
nuestro pabellón, dos grupos pugnaban en silencio, solapando su
violencia en busca del liderato: por un lado el muchacho silencio,
quien resulto ser más cercano de lo imaginado y con una inesperada
historia que desarrollaré más adelante, por otro lado un ser misterioso
refugiado en el fondo del mundo del ayudante de Bam– Bam de
donde salían las ordenes de vida y muerte, solo frenadas por la
presencia del muchacho silencioso y sus amigos. A ambos los
reconocían como líderes y les decían ―PRAN ǁ ambos tenían sus
sequitos de ayudantes o ―lucerosǁ y ambos se respetaban
mutuamente. Ni si quiera los Vigilantes osaban desafiar esa autoridad,
ellos mismos necesitaban de su permiso para trabajar y vivir. No
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obstante, era cuestión de tiempo para que estos dos trenes chocaran.
Yo por mi parte me alegré porque ya Cara Dulce había terminado de
arreglar las imágenes y estaba definido mi lugar en el mundo.
El número, como en anteriores penales, fue en la madrugada. Pero a
diferencia de otros penales, no vino un Vigilante serio y mal humorado
a hacer sarcásticas bromas con las miserias de los presos; quien vino
fue un preso con algunas hojas de papel viejo en las manos y una
sonrisa nerviosa en los labios, se paró en el centro del recinto y leyó
algunos nombres saltadamente, a mitad de la segunda hoja se hartó
de leer y entregó las viejas hojas a un Vigilante que lo esperaba en la
puerta, este le preguntó si estaba completo, y él contestó que sí.
Apenas llegaban los primeros rayos de luz, llamaron a comedor. Solo
Cara Dulce y Olor a Periódico se aprestaron a salir. Yo los esperaba en
la entrada del pabellón. Según mi entender, por ser nuevos y no tener
esperanza de visita, no tenían otra opción de comida. Corrí con ellos al
mundo donde comen los presos. Por cierto, había muy pocas personas
en ese mundo. Lo cual es extraño; pues aunque los presos no son
muy amantes de ira al comedor, cuando hay pocas fuentes de trabajo
como en este penal, el cuidado no abunda y el hambre se sobrepone
a los miedos. Después me enteré que por órdenes del Director y no
habían dejado bajar a algunos presos como castigo por no sé qué
causa.
Cara Dulce y Olor a Periódico entraron al mundo donde comen los
presos, fueron hasta la ventanilla donde se reparten los alimentos,
recibieron uno o dos del despachado y sin detenerse, con la misma
prisa de su llegada, comenzaron a buscar la salida mientras comía.
Cuando llegaron a la puerta, ya habían terminado de comer, tiraron la
bandeja donde caen todas las bandejas y regresamos por donde
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llegamos. Mientras regresábamos, encontramos en una escalera,
conducente a alguna parte del infinito, un hombre herido, en otra un
hombre muerto y en otra a dos hombres, chuzo en mano,
defendiéndose de la muerte.
Cuando llegamos al pabellón vimos al ayudante de Bam – Bam
parado en la entrada de su mundo enrejado. Debíamos pasarle por
un lado para alcanzar el nuestro; en el interior de su mundo un grupo
de hombres compartía experiencias pasadas.
─ ¿Qué pasó? ¿Cómo estamos nosotros?— preguntó el Ayudante aCara Dulce mientras se apartaba otros dos pasos de sus compañeros,
me pareció una temeridad, pues a dos pasos de sus compañeros un
presos está solo.
─ Tu sabes cómo estamos— contestó Cara Dulce secamente. ─
Chamo, vamos a hablarlo, vamos a dejar esa culebra así, dime cuanto
quieres y dejamos las cosas como están — Olor a Periódico se separó
un paso para darle más intimidad a los dos presos —. Ya yo me había
despreocupado de esa vaina, si no hubiese sido por esa abogada,
mala sea la hora— exclamó con rabia —. Yo no quiero más líos.
Cuando mataste a los chamos, que me acompañaron a hacerte lo que
te hicimos, supe que eras un varón y que me había metido en
tremendo lio. Entonces me fui para el ―Rodeoǁ para evitar problema,
tú sabes cuan duro es el Rodeo, y cuando creí el problema terminado.
Te mandaron para allá, también, a ti.
─ El día cuando quemamos y asaltamos tu pabellón— eso lo dijo con
orgullo— creí que el problema se iba a acabar; pero guerreaste bien y
el problema siguió. Y para completar,―los panasǁ se metieron con
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tu―conviveǁ. Bueno, a todos los mataron. Por suerte me pudieron
sacar para la P.G.V. Pero mi familia supo que te iban a mandar para allá
y me pasaron a la pica — respiró profundo y sonrió—. A la pica
compadre ¿tú sabes lo que es la ―Picaǁ? Esa una vaina peor que el
―Rodeoǁ. Pero cuando ya estaba haciendo pueblo alguien le dijo a
mi familia que te iban a mandar para allá porque no te aguantaban en
la P.G.V y entonces me pasaron a Sabaneta y de ahí al Monstruo de
Tocuyito y otra vez al Rodeo. Hasta llegar aquí, siempre corriendo,
corriendo de aquí para allá y de allá para acá porque tú ibas a llegar.
─ Y ahora, cuando menos lo pensaba, cuando casi me había olvidado
de ese problema, llega esa abogada y te trae para acá. Pero ya
estamos viejos, ya no estamos para estarnos matando, mira el fruto de
tantas cárceles y tanta corredera— el hombre con brusca torpeza se
levantó la camisa y la abrió dejando ver una incontable cantidad de
cicatrices y tumores—. Pero vino la abogada a peguntarme―que si
tenía puebloǁ, ―que si te conocíaǁ, mala sea la hora. Yo no quiero más
problemas, ya me falta poco para salir. Quiero volver con mi familia —
el hombre hizo un pequeño silencio, como preparando lo que habría
de decir— perdóname chamo. Te puedo pagar, te puedo dar lo que tú
quieras, yo aquí tengo pueblo y mi familia ahora tiene real, podemos
llegar a un acuerdo. Perdóname por favor — esto último lo dijo casi en
una súplica.
─ Los viejos no tienen pueblo, y esta culebra no se mata con real —
dijo Cara Dulce secamente— tu sabes cómo estamos — concluyó
diciendo mientras sin esperar la reacción del ayudante de Bam– Bam
continuó su camino rundo a nuestro mundo enrejado.
Ese mismo día Cara Dulce y Olor a Periódico consiguieron sendos
―medios brazosǁ, según dicen se los facilitó el que acomodaba las
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imágenes.
―Comedor ǁ gritó alguien en el infinito, pocos presos acudieron al
llamado. Casi todos estaban concentrados en construir asientos con
gaveras de refrescos, colchonetas y sabanas, para la visita. Cara Dulcey Olor a Periódico, como no esperaban visita, sí acudieron al llamado.
Por mi parte, como vi el pabellón tan dinámico decidí quedarme a ver
los preparativos de la visita.
Como en todas las cárceles en la que he estado, y como han leído, ya
he vivido en cuatro incluyendo esta, después de terminada sus laboreslos preso entraron en la espera y la incertidumbre que generalmente
culminaba con la entrada del primer visitante. El pabellón entero
estaba sumido en el periodo de espera, los presos se asomaban
periódicamente por las rejas frontales a la calle, para ver las largas
colas de visitantes en la acera. Después de mirar, unos y otros,se
daban ánimo asegurando ―ya vienenǁ
Cara Dulce y Olor a Periódico ya desayunados, permanecían tirados
en el piso sobre sus colchonetas. Las colchonetas las consiguió Cara
Dulce de un Vigilante a cambió de la promesa de hacerle algunos
objetos de madera.
Por fin los primeros visitantes de la cola comenzaron a pasar. Los presos corrieron a sus puestos a esperar para dar comienzo al más
primitivos de los mercados, un asiento por unas monedas, o un asiento
por algo de comida de la cantina o un asiento por unas caricias; un
precio por sentarse en un mueble, hecho de gavera de refresco y
colchoneta, durante un rato; un precio especiales si lo usaban durante
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toda la visita; si las cosas van demasiado bien o demasiado mal con
una sonrisa basta.
Pronto visitantes y presos se confundían en una compacta
aglomeración de seres humanos que va y viene. Entre tantos rostrosdesconocidos me pareció ver uno familiar, me pareció ver a la mujer
de Olor a Periódico. Se movía como visitante veterana, siempre
andando a la mitad del pasillo. Caminaba con soltura, pero sin
separarse de los grupos de visitante, sabía que a más de dos pasos de
los demás visitantes estaba sola. No obstante, los presos permanecían
apartarse de ella con respeto, algunos parecían temerosos de sucercanía. La gran cantidad de seres humanos me impedía ver con
claridad el rostro de la mujer, me acerque a través del techo para
comprobar mis sospechas, y la comprobé; era ella, y buscaba con afán
en la multitud.
Crucé de nuevo el techo para regresar a nuestro mundo enrejado, noquería perderme la reacción de Olor a Periódico cuando se enterara
de su presencia. Pero antes de llegar lo encontré escudriñando con la
mirada en la multitud, separando los deseos de su corazón de la
realidad, comprobando espejismos. De pronto arrancó a correr asía
donde estaba abriéndose paso entre los presente, empujando
visitantes la mujer
y presos, olvidándose de la regla de oro entre los presos, pedir
disculpas cuando rozas otro cuerpo.
─ Hola– dijo plantándose frente a la mujer, sus manos temblaban y en
su rostro se adivinaba la confusión de sus pensamientos.
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─ Hola — contestó la mujer secamente, obviamente, todavía sin
reconocer a quien tenía al frente.
─ ¿Qué pasó mi amor, ya no me conoces? Qué bueno que viniste a
visitarme ¿cómo te enteraste de dondeestaba…?
─ ¡Dios mío! ¿Qué haces aquí? — Gritó la mujer impactada al
reconocer a Olor a Periódico.
─ Cualquier cosa esperaba de Dios, menos tu visitar — dijo Olor a
Periódico, al tiempo de hacer nerviosos intentos por acercarse a su
mujer.
─ Yo no te vine a visitar…
─ Bendición mamá — dijo una vos detrás de Olía a Periódico,
interrumpiendo las palabras de la mujer. Intente volar a la pared para
obtener un mejor ángulo, pero casi inmediatamente el muchacho
silencioso salió de detrás de Olor a Periódico y se echó en los brazos
de la mujer.
─ Dios te ampare hijo— dijo respondiendo al abrazo del muchacho—
es nuestro hijo, lo dejaste gateando cuando caíste preso— dijo la
mujer volviéndose a Olor a periódico quien ahora era el impactado—
él es tu papá — dijo ahora dirigiéndose al muchacho.
─ ¡Mi papá!— Repitió el joven tan sorprendido como Olor a Periódico
quien absorto en la noticia no alcanzaba a pronunciar palabra
— ¿Tú eres la mariposa del rodeo?— profirió el muchacho silencioso
después de un instante de confusión. Olor a Periódico no contestó. Sus
mirada viajaba de sus hijo a su mujer sin parar, con tanta intensidad
que sus ojos comenzaron a sudar lagrimas — eres un pobre hombre,
caíste en el barranco del miedo y rodaste como una mami – dijo el
oven tratando de herir con sus palabras al veterano preso, pero
dejando escapar su dolor al pronunciarlas – tu desgracia se regó
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como pólvora en el barrio, hasta en la escuela se mofaban demí
diciendo ―tú papá es la mariposa del rodeoǁ – el muchacho
silencioso hizo una pausa para sonreír irónicamente—. Pero lo más
bravo fue cuando yo fui al rodeo y me entere que un tipo violó a mamá
en tu cara y tú lo permitiste, eres un cobarde. Dejaste que sometieran a
mamá porque un tipo te tenía sometido, eres una bruja.— el muchacho
silencioso sacó el―medio brazoǁ de su cinto, pero en ese momento la
madre se paró entre los dos hombres evitando con su cuerpo el
ataque a Olor a Periódico.
─ Vamos mijo, yo te vine a visitar, no a verte matar a tú papá — dijo la
mujer mientras tomaba a su hijo del brazo y suavemente lo apartaba
de Olor a Periódico para llevarlo a un rincón, dejando al veterano
preso parado en la mitad del infinito, callado, mirando entre lágrimas
cómo se alejaban su mujer y su hijo.
Después del encuentro con su hijo y su mujer, Olor a Periódico se fue a
su mundo enrejado, se sentó en su colchoneta y allí se estuvo quieto
mirando el piso sin decir palabra; contestando con gesto las
exigencias de sus compañeros. Cara Dulce, quien no salió de su
mundo en ningún momento, ante la actitud de su compañero y en
respeto a su circunstancia evitó molestarlos con conversaciones no
relevante e, incluso, cuando alguien hacia una pregunta directa a Olía
a Periódico él la contestaba; así estuvieron durante toda la visita.
Llegó la hora del rutinario paseo de los Vigilantes voceando el fin de la
visita mientras amenazaban de gesto y palabras a los presos más
vulnerables y bromeaban, desechos en sonrisas, con los poderosos y
con los no visitados; por cierto, estos últimos suelen ser los más
violento y callados. Pronto dejaron de oírse los ruidos de los visitantes
y comenzaron los murmullos de los visitados comentados sus horas
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felices. La rutina de los quehaceres se imponía. En alguna parte se
escuchó una pelea, mí comida está asegurada. Comenzó el transitar
de presos al baño con sus paños a la cintura y su―medio brazoǁ
desnudo en la boca, sin duda habría más comida cuando se
estuvieran bañando. Pero me equivoque, porque hasta bien entrada
la noche no se escuchó ninguna pelea.
─ Epa viejo ven acá - dijo alguien desde la reja de entrada. Me asome
para ver quién era. Me sorprendí al ver al muchacho silencioso. Tenía
su―medio brazoǁ en la mano derecha y una pistola se asomaba en su
cinto, en su hombro derecho se podía ver una herida reciente. En ese
momento supe que él había estado involucrado en el conflicto del final
de la tarde.
─ ¿Qué quieres?— contestó Cara Dulce mientras tomaba su―medio
brazoǁ y lo exponía al viento, esto lo hizo solo para alardear su afecto
por Olor a Periódico; pues no tenían ninguna oportunidad contra la
pistola del muchacho silencioso. Olor a Periódico puso la mano sobre
el hombro de Cara Dulce y con un leve gesto de cabeza le indicó
sentarse.
Olor a Periódico se levantó de su colchoneta y fue hasta donde estaba
el muchacho silencioso. Éste se puso delante de él, todavía con el
―medio brazoǁ desnudo en su mano, Olor a Periódico lo siguió
mansamente, algunos reclusos seguían a los dos hombres a distancia
prudente.
─ ¿Qué te paso en el hombro?— preguntó con acento paternal.
─ Tuve un entrompe con un equivocado — contestó Silencioso
mientras limpiaba su―medio brazoǁ y se lo acomodaba en la cintura.
─ Debes ponerte una venda para evitar infecciones— dijo el hombre
tratando de alcanzar el hombro de su hijo.
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─ Eso no es nada— dijo el muchacho mientras esquivaba el gesto de
su padre—. Según mi mamá, a pesar de tu ausencia, eres un buen
hombre; eso no los dijo todos los días desde la mañana hasta la
noche.
Olor a Periódico no contestó.
— Cuando era chamo ─ continuó Silencioso ─, escuché hablar de la
mariposa del rodeo. Muy bonita, según se decía; pero ¡hay! De quien
la mirara a los ojos, porque lo mataba y le sacaba los de él, esos
decían. También decían que tenía tres maridos y ellos eran más malos
que ella; decían que andaba con una falda hecha con el pellejo de los
tipos que mataba; decían que guardaba el chuzo en un corazón para
mantenerlo húmedo y no se le oxidara con la sangre; decían que el
gobierno mandaba para allá los tipos más malos para que la mariposa
del rodeo los matara. Eran pocos quienes veían a la mariposa del
rodeo y quedaban vivos. Eso decían.
─ En el barrio, quienes se la daban de duros, decían haber estado en
el Rodeo y aseguraban haberla visto: otros, quienes aparentaban ser
más malos que todo el mundo, decían haberla saludado y hasta un
tipo, más mentiroso que judas, dijo haberse acostado con ella. Pero
una vez, un chamo, que si conoció a la mariposa del rodeo, me dijo
que eras tú— Olor a Periódico bajó la cabeza avergonzado— le
pregunte a mama y ella me dijo que habías rodado un tiempo, pero
mataste a todos tus violadores y más nunca volviste a rodar.
─ ¡Eso es verdad!— Interrumpió en un grito Olor a Periódico — solo fue
por unos días — dijo ahora más reflexivo, arrepentido de su grito.
─ Me dio mucha rabia cuando me enteré de quien era. Pero después
me acostumbré y hasta me sentí orgulloso por el miedo que te tenían,
algunas personas cuando sus familiares caían presos venían a
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nuestra casa a rogar por la protección de la mariposa del rodeo—
sonrió con ironía—. Pero, cuando caí en el rodeo por primera vez, me
contaron toda la historia. Me dijeron que habías rodado feo, que uno
de tus convives violó a mamá y tú no le habías hecho nada por que
otro convive tuyo te tenía sometió— se detuvo un instante como
pensando en las palabras a decir— ¿Por qué dejaste que ese perro
sometiera a mamá?— preguntó ahora enfurecido mientras sacaba de
nuevo su―medio brazoǁ y lo apretaba con fuerza.
─ Me entró el cague, mi único deseo era salir vivo, me daba miedo
morir aquí y dejarlos solos. Tu mamá consiguió un abogado y él me
decía que podía tener un beneficio, ese hijo de puerca, lo que hizo fue
comerme los centavitos, y pague igualito.
─ ¿Quién te tenía sometió? ¿El viejo que anda contigo?
─ Eso es pura paja, el viejo es ―panaǁ. ¿A ti que te pasó? ¿Qué haces
aquí?— preguntó cambiando la conversación, pero interesado en
saber de su hijo.
─ Mate a un tipo.
─ Eso es serio. El homicidio es un asunto serio— murmuró reflexivo —
gracias a Dios ya voy a salir, y te juro que voy a mover cielo y tierra
para sacarte de aquí.
─ No es tan fácil, no soy un argelito, tengo muchas entradas.
─ No te preocupes mijo el billete hace todo y yo lo consigo de alguna
manera.
─ El tipo a quien maté, era de la policía de investigaciones y cuando
matas un policía, sin no te matan, buscan las maneras de ponerte
donde cualquier tipo obstinado te quite la vida.
─ A ti no te va pasar nada. Cuando salga de aquí, la voy a mover para
buscar tu traslado a la P.G.V. allá tengo pueblo y no te va a pasar nada.
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─ El tipo a quien maté, era un mala conducta que se la pasaba preso
por sus malas mañas, por eso lo ponían, casi siempre, de carcelero en
los penales, por eso tenía pueblo en casi todas las cárceles. Fíjate, me
mandaron para acá porque aquí hay un amigo suyo, quien según
dicen tiene mucho pueblo. Me mandaron para acá para que ese
hombre me matara— respiró fuerte al decir esto último.
─ ¿Come se llama?
─ No sé.
─ Y como se llamaba el tipo a quien mataste.
─ No sé, era un tipo a quien le decían Bam– Bam.
─ Virgen santísima— dijo Olor a Periódico casi para sí.
─ ¿Lo conoces?
─ No hijo, pero nada te va a pasar — dijo Olor a Periódico asumiendo,
en sus gesto, su condición de padre.
─ Me mandaron para acá, para que, quien había sido su ayudante,
me matara; pero no lo he visto. — continuó diciendo el muchacho
silencioso.
Uno de los compañeros del muchacho silencioso hizo un gesto a este,
avisándole algo.
─ Debo irme — dijo Silencioso a Olor a Periódico.
─ Está bien mijo— dijo Olor a Periódico mientras su hijo se retiraba.
─ Papá, cuando pueda te hago chance para que te mudes con
nosotros— dijo Silencioso volteando cuando ya se había separado
uno cuantos pasos.
Olor a periódico sonrió, supongo yo, porque su hijo le dijo papá. El
reencuentro
─ ¡Epa chamo! te llama tu hembra— dijo Olor a Periódico a Cara
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Dulce, quien estaba echado sobre su colchoneta como casi todos los
presos de nuestro mundo enrejado.
─ ¿ Qué hembra?— preguntó Cara Dulce sin dar mucha importancia a
las palabras de su compañero ─ Quien va a ser. La mama del chamo— apenas terminó de hablar
Olor a Periódico, Cara Dulce saltó de su colchoneta.
─ ¿Dónde está?— preguntó Cara Dulce, presa de los nervios.
─ Está en la sala de los abogados. Pero está con la diabla de su hija.
Cara Dulce buscó entre sus cosas y sacó la figura de madera de la
mama de Cabello Rizado, una esplendorosa sonrisa iluminaba susojos, dicho de una mejor manera, una sonrisa conjuntamente con sus
ojos iluminaba el mundo entero; ya la figura de madera estaba
totalmente terminada, su parecido con la madre de Cabello Rizado,
cuando la vi por primera vez, era impresionante.
Cara Dulce salió de nuestro mundo enrejado rumbo al mundo de los
abogados. Preguntó la dirección a varios reclusos y Vigilantes, un tantoavergonzado por su felicidad. Y después de atravesar un sinfín de
emociones llego a su destino. Este mundo no era muy diferente al de
otras cárceles: un enorme mesón de cemento iba de extremo a
extremo, una gigantesca maya metálica iba del mesón al techo y de un
extremo al otro, estableciendo límites e impidiendo el paso. De un lado
estaban los abogados y del otro los presos. Del lado de los presoshabía varios Vigilantes con sus escopetas listas para ser usadas en
caso necesario. Había varias colas de presos, una para cada
abogado, ninguna pasaba de tres reclusos.
Cara Dulce buscó entre los abogados hasta descubrir en uno de los
extremos del largo mesón a la madre y a la hermana de Cabello
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Rizado. En donde ellas estaban no había cola, aunque algunos
reclusos preguntaban con frecuencia si ellas estaban atendiendo; uno
de los Vigilantes contestaba por ella meneando la cabeza
negativamente. Cara Dulce fue hasta donde se encontraban las dos
mujeres y se sentó en la silla correspondiente.
─ Hola, mire lo que le traje— dijo mientras entregaba, a la madre, la
pequeña figura de madera.
─ Déjame hablar a mí – dijo la madre a la hija, mientras ayudaba a su
hija a levantarse de la silla que le correspondía como abogada para
ocupar ella su lugar.
─ La terminé hace poco, gracias a Dios la termine precisamente
cuando me viniste a visitar – dijo Cara Dulce sin dejar de ofrecer la
pequeña figura.
─ Gracias – dijo la mujer mientras tomaba la figura y se acomodaba en
la silla – los Vigilantes me dijeron que no podía hablar por mucho
tiempo– comenzó diciendo sin hacer mucho caso a la pequeña figura
de madera, e hizo una pausa para respirar – A mi muchacho lo
metieron en un problema y cayó preso de nuevo — de nuevo hiso una
pausa para respirar — no tenemos dinero, desde la muerte de mi
hermano, ¡Dios nos perdone por eso!, los negocios no andan bien;
ahora vivimos de ella y de su generosidad, y eso no alcanza para
mucho– se volteó un poco para mirar agradecida a su hija– y para
colmo, también murió mi esposo, en paz descanse. El pobre se alejó
tanto de sus desgracias que murió solo– de nuevo hizo una pausa
para respirar –. Quiero que cuides a mi hijo como antes, no quiero que
le pase nada, yo te pagaré como siempre, si tú estás de acuerdo.
─ No necesita pagarme, el chamo es―panaǁ – contestó Cara Dulce
con seguridad - ¿Le gustó mi regalo? – preguntó mientras señalaba la
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pequeña figura de madera.
─ Sí me gustó– contestó la mujer secamente–. Él ya no es un
muchacho y no tenemos dinero para comprar sus cosas como antes.
Pero hoy más que ayer necesita de tu protección. Tú tampoco tienes la
misma fuerza, pero tienes la experiencia y lo cuidaras bien, confío en
ti─ la mujer hizo una pausa para respirar –. Cuídalo, no vaya a ser que
me lo malogren por una tontería.
─ No se preocupe, lo cuidaré bien– contestó Cara Dulce— ¿Cuándo lo
traen?
─ Hoy o mañana– contestó la mujer.
─ Debe llegar de un momento a otro – interrumpió la hija.
Uno de los abogados le dijo algo al oído a la abogada y esta lo repitió
a su madre, también en el oído.
─ No puedo seguir hablando por ahora porque no soy abogada, pero
te veré en la visita— dijo la mujer mientras se levantaba de la silla,
también Cara Dulce se levantó de la suya y salió del mundo de los
abogados.
Cuando Cara Dulce llegó a nuestro mundo, Olor a Periódico lo abordo
ansioso de vivir un poco de la romántica historia de su compañero. ─
¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?– preguntó Olor a Periódico a Cara Dulce. ─
Que el chamo regresa — contestó Cara Dulce mientras se acomodaba
en su colchoneta. ─ ¡Bendito sea Dios!– exclamó Olor a Periódico dejándose caer en su
colchoneta perturbado por la noticia.
Durante toda la tarde los dos reclusos no cruzaron más palabras. Sin
embargo, el muchacho silencioso en dos oportunidades llamó a su
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padre para hacerle algunas consultas.
A la mañana siguiente los dos hombres, cada cual a su manera y
según su propósitos estaban, esperando a Cabello Rizado. Cara
Dulce, de vez en cuando, salía al infinito y llegaba hasta unos pasosantes del mundo del ayudante de Bam– Bam, estiraba la cabeza para
ver más allá y se regresaba a echarse de nuevo en su colchoneta. Olor
a Periódico caminaba hasta más allá del mundo enrejado del
ayudante de Bam– Bam y también se devolvía después de confirmar
que Cabello Rizado no había llegado. Uno después de otro y nunca
sin una excusa para salir.
Por fin, ya caída la tarde, llegó un grupo de reclusos. Yo fui el primero
en salir, pues vi a un par de reclusos nuevos pasar frente a nuestro
mundo rumbo a las dos últimas celdas del pasillo. Cara Dulce y Olor a
Periódico, a pesar de saber que los reclusos eran nuevos, no se
levantaron de sus colchonetas, cuando llegué a la puerta de entradadel pabellón encontré un grupo de presos pegados de la pared, aun
con los pantalones abajo, mientras le hacían la revisión
correspondiente. Cabello Rizado estaba entre ellos, fue el primero en
subirse los pantalones sin esperar la orden del ayudante de carcelero.
El ayudante de carcelero hizo caso omiso a la ligera desobediencia y
los demás presos siguieron su ejemplo.
Yo me puse delante de Cabello Rizado, quería ver la reacción de Cara
Dulce y de Olor a Periódico cuando lo vieran. El hombre iba buscando
con la mirada en todos los mundos, hasta que por fin los encontró.
─ ¿Ese qué?— Gritó desde la entrada del mundo - ¿Qué más
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―panitaǁ?
– dijo a Cara Dulce mientras le daba un apretón de manos y dejaba
caer su moral.
─ ¿Qué más chamo? ¿Cómo estamos nosotros?– preguntó a Olor a periódico ya poniéndose a la defensiva.
─ Tu sabes cómo estamos – respondió Olor a Periódico mientras se
levantaba de la colchoneta y salía de nuestro mundo enrejado.
─ Mira ¿y tú qué? ¿Te vas a quedar? – preguntó el acomodador de
imágenes.
─ Bueno chamo, vamos a ver cómo nos cuadramos – contestó CaraDulce condescendiente.
─ No viejo, aquí no cavemos quienes estamos, y mucho menos más
gente. Para ti, es mejor buscar lugar en otra parte.
─ Tranquilo―panaǁ, déjalo por hoy, mañana cuadramos, ¿Si va?– dijo
Cara Dulce aceptando como definitiva la palabra del recluso.
─ Si viejo, ¿Pero dónde te lo va a acostar, en las piernas? ─ Tranquilo, yo lo acomodo.
─ Yo no quiero tener problemas contigo viejo, búscale solución al
asunto– sentenció el hombre y también salió del mundo.
Cabello Rizado comenzó a sacar sus cosas de su bolso ignorando las
palabras del recluso y confiado en la capacidad de Cara Dulce para
resolver el problema. Pero cuando casi terminaba, de escoger lascosas a necesitar con más urgencia, Olor a Periódico entró de nuevo.
─ Vista―panaǁ, me voy a muda con mi muchacho — dijo Olor a
Periódico mientras recogía su colchoneta y el resto de sus cosas.
─ Qué bien, así te vas a poder quedar aquí – dijo Cara Dulce a
Cabello Rizado - ¿Pero eso allá no estaba lleno? – preguntó Cara
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Dulce a Olor a Periódico en uno de esos, muy escasos, gestos de
ingenuidad.
─ Hubo una pelea y se hiso espacio. Unos se los llevó la pelona, otros
fueron al hospital – dijo Olor a Periódico mientras recogía su
patrimonio y se ponía en camino rumbo al mundo enrejado de su hijo;
pelona llaman los presos a la muerte. El muchacho silencioso salió de
alguna parte a ayudar a su padre con la mudanza, viéndose para ello,
en la necesidad de entrar en nuestro mundo.
─ ¿Y este tipo volvió a rodar después de viejo?– preguntó Cabello
Rizado después de comprobar la retirada de Olor a Periódico.
─ No – contestó secamente Cara Dulce – ese es su hijo.
─ Su hijo– repitió Cabello Rizado hundiéndose en un reflexivo silencio
- ¿tienes un chuzo?– dijo rompiendo, súbitamente el frágil silencio. ─
Te puedo prestar este pequeño, hasta que consigas un medio brazo.
– dijo mientras le daba un chuzo más pequeño de lo normal.
─ Su hijo– repitió Cabello Rizado mientras se acomodaba en el piso
pelado y ponía su bolso de cabecera. Los dos hombres no cruzaron
más palabras durante el resto de la tarde ni en toda la noche.
El capullo marchito
Como desde hacía mucho tiempo no pasaba, Cara Dulce iba una y
otra vez a la reja con vista a la calle para ver si la visita había
comenzado a pasar y, como los demás presos en espera de visita,hacía cola por el derecho a mirar por la ventana. Por fin, la visita
comenzó a pasar y los presos a prepararse para recibirla. Cabello
Rizado no estaba en nuestro mundo; salí al infinito a ver si lo veía y lo
encontré cerca del baño hablando con otros reclusos y fumando
droga. Los días de visita son los mejores para los adictos, pues esos
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días los jibaros ofrecen crédito porque el pago se realiza al entrar la
visita o ―en plenaǁ, como dicen los presos. Volviendo a Cabello
Rizado lo encontré, donde esperaba, añingotado en la entrada del
baño drogándose.
Cuando la visita entró no fue la madre de Cabello Rizado la primera
como en otrora, muy por el contrario, tardó un buen rato después de
iniciada la visita para aparecer, y como siempre lo hizo acompañada
de su hija. Su paso era lento y se apoyaba en su hija para mantener el
ritmo de sus movimientos. Cara Dulce la esperaba a mitad del
pabellón.
─ ¿Dónde está mi hijo?– Preguntó la madre a Cara Dulce por todo
saludo.
─ Por ahí debe andar, voy a buscarlo– dijo Cara Dulce mientras salía
en pro de Cabello Rizado.
Cuando Cara Dulce regresó con Cabello Rizado todavía las dosmujeres permanecían de pies esperando.
─ Siéntense– casi ordenó Cara Dulce a las dos mujeres, mientras les
enseñaba unos de los asientos preparados con gaveras de refrescos y
colchonetas obtenido por él, para ellas.
─ Dios te bendiga, mijo— dijo la madre a su hijo recién llegado,
haciendo caso omiso a la orden de Cara Dulce, pensé que no teníandinero para pagar por los asientos.
─ Ya regreso mamá– dijo la hija mientras se internaba en el infinito.
Poco tiempo después, regresó con el ayudante de Bam-Bam y un
asiento de colchoneta y gavera de refresco mal amarrado, pero
especialmente elaborado. Colocó el asiento en el único espacio libre
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disponible y debajo del asiento colocó una vasija plástica que sacó de
su bolso – el señor es mi cliente– dijo la abogada a los presentes
como excusa por no haber aceptado la invitación de Cara Dulce.
Después de lo cual hizo señas a su madre para que se sentara y ella
se sentó a su lado.
Cara Dulce se alejó del grupo, dando espacio a madre e hijo para
hablar con tranquilidad, confiando en el tiempo, su mejor aliado, para
tener una oportunidad con la mamá de Cabello Rizado. Yo me retiré
con él, los dos nos fuimos a nuestro mundo enrejado, allí Cara Dulce
se tiró sobre su colchoneta. Al fin y al cabo, eran muy pocos los presos,
de nuestro mundo, quienes recibían visitas conyugales.
Sin embargo, el tiempo pasaba y nada parecía suceder. Ya comenzaba
a fastidiarme cuando apareció en la entrada del mundo la madre de
Cabello Rizado acompañada de su hija quien la traía sujetada del
brazo.
─ Vengo a pagar — dijo con vos temerosa.
─ Ten mucho cuidado mamá— dijo la hija dejándola a merced de los
deseos de Cara Dulce.
Cara Dulce se levantó de la colchoneta, cerró la reja y colocó una
sábana en ella para evitar miradas imprudentes. Las palabras
parecían sobrar, ni Cara Dulce ni la mujer estaban interesados en
mancillar su orgullo con excusas o solicitudes. Cara Dulce la desvistió
con cuidado y respeto, un tanto exagerado si tomamos en cuenta
cuantas veces la había desnudado, eso lo pienso yo que nunca he
necesitado respetar a nadie. Cuando estuvo desvestida la acomodo
cuidadosamente sobre la colchoneta y se tendió a su lado para tratar
de acariciarla, pero ella, a diferencia de otras ocasiones, insistió en
iniciar el acto sexual. Cara Dulce se montó sobre la mujer, pero apenas
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la había penetrado ella se crispó y emitió un ligero gemido apenas
audible, pero obligó a Cara Dulce a detenerse por un instante. El
segundo gemido fue más fuerte.
─ ¡Mamá! – Grito la hija levantando la sábana que vestían la reja─
¿Qué te pasa?─ Preguntó ya abriendo la reja.
─ Nada– contestó la madre. Pero Cara Dulce, obligado por el pudor,
se levantó de encima de la madre de Cabello Rizado, dejando ver un
pene ensangrentado.
─ ¡mamá, mamá! — Gritó al ver el pene del recluso y se apresuró a
entrar al mundo enrejado para auxiliar a su madre – vente mamá, ya
tú no estás para estas cosas.
─ No tengo nada— dijo la madre con recio orgullo.
Cara Dulce, al ver su pene ensangrentado, no dudo en levantarse,
vestirse y auxiliar a la hija en la ayuda de su madre.
─ Déjame tranquila. Y tú ven, acuéstate para pagarte el cuidado de mi
hijo— dijo a Cara Dulce.
─ ¡Mamá no puedes! – casi suplicó la hija.
─ ¡Debo pagar!– ratificó la madre aun desnuda, negándose a levantar
de la colchoneta
─ Mamá, yo pagaré – dijo la hija mientras trataba de vestir a su madre.
─ No necesitas pagar nada. Yo cuidare al chamo, tú sabes que el
chamo es ―panaǁ. Y yo cuido a mis ―panasǁ – dijo Cara Dulce.
La abogada y Cara Dulce, con algo de dificultad ante su oposición,
lograron vestir a la madre y luego, las dos mujeres, salieron
lentamente del mundo enrejado, una apoyándose en la otra. Cara
Dulce por su parte se dejó caer con todo el peso de su cuerpo sobre la
colchoneta y allí se quedó paralizado mirando el techo y pensando en
su circunstancia. No había pasado mucho tiempo cuando de nuevo
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apareció la hermana de Cabello Rizado en nuestro mundo enrejado.
─ Mamá insiste en pagar, según lo acordado, por el cuidado de mi
hermano.
─ Está enferma, llévala a su casa, esto no es para ella– dijo Cara
Dulce sin ocultar su frustración por no haber tenido como hombre a la
mujer de sus contingencias.
─ Le prometí pagarte en su lugar, y estoy aquí para pagarte — dijo la
abogada mientras se quitaba la ropa.
─ Mejor vete también, ve a tu casa a cuidar de tus hijos y tu marido–
dijo Cara Dulce secamente
─ No tengo marido, nunca he tenido uno. Mejor sea dicho, nunca me
he acostado con un hombre. Tú eres el único a quien, en los
momentos nefasto de las violaciones a mi madre durante las visitas a
mi hermano, he visto desnudo.
─ ¡Yo no la violé! – gritó Cara Dulce a la mujer, ya desnuda, ante él.
─ Es vedad, ella te pagaba voluntariamente por el cuidado de su hijo,
y para que no lo mataras si no lo hacía. Ahora yo te pagare.
Cara Dulce pareció no entender las palabras de la mujer, y se
concentró en la hembra ante sí.
─ ¿Eres virgen?
─ Sí, soy virgen, bueno casi virgen porque una vez me vi obligada a
cargar un paquete de cocaína en mi vagina para evitarle males
mayores a mi hermano. ¿Te acuerdas?– preguntó la abogada
mientras se arrodillaba frente a Cara Dulce quien permanecía en la
colchoneta.
─ Eres virgen– repitió de nuevo Cara Dulce omitiendo las palabras de
la mujer e iniciando su juego sexual.
Cara Dulce y la hermana de Cabello Rizado se revolcaron por todo el
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mundo, uno arriba y el otro abajo. Ella estaba frenética, lo acariciaba y
hasta lo besaba como nunca lo había hecho su madre. Cara Dulce
respondía a sus expresiones con la misma pasión. El tiempo pasaba y
la visita comenzaba a retirarse; pero Cara Dulce y la hermana de
Cabello Rizado no cesaban de ir de un extremo al otro del mundo
paseando sus instintos.
─ Terminó la visita– dijo Cara Dulce cuando oyó la vos, de quien
normalmente anunciaba el fin de la visita en el pabellón.
─ Si ya terminó– dijo la mujer mientras se ponía de pies para vestirse
─ Apúrate– dijo Cara Dulce a la mujer – ahora los chamos se van a
enjuicia conmigo– dijo para sí, pero en vos alta.
─ No te preocupes, mi cliente está afuera cuidando de mí, y cuidando
que nadie nos moleste– dijo la mujer con seguridad.
Cara Dulce se asomó para verificar, y efectivamente afuera estaba el
ayudante de Bam– Bam con varios de sus compañeros, cuidando
nuestro mundo enrejado.
─ Las bromas de la vida— dijo para sí, pero en vos alta.
─ Mamá está muy enferma, no debería volver a un penal– dijo la
abogada.
─ Está obligada a venir, ¿cómo no hacerlo si aquí está su hijo?– dijo
Cara Dulce restando importancia a las palabras de la mujer.
─ Yo no me voy a acostar más contigo y mamá no puede hacerlo. Si
vuelve para acá, y no te puede pagar, morirá de angustia.
─ ¡Terminó la visita!– gritó de nuevo el Vigilante.
─ Debes apurarte terminó la visita– dijo Cara Dulce preocupado.
─ No te preocupes, yo hable con los Vigilante y ellos saben que estoy
aquí– Cara Dulce movió ligeramente la sábana que cubría la reja y se
encontró de frente con el Vigilante encargado de vocear el fin de la
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visita, este le sonrió pícaramente y Cara Dulce bajó de nuevo la
sábana.
─ Mamá tiene problemas en el útero y en el corazón, está muy
enferma. Usa pañales desechables por sufrir de incontinencias. Al
llegar me vi obligada a poner una vasija bajo de su asiento para que
tú supieras que se orinaba encima. No podrá aguantar más cárceles
con mi hermano. Si tú quieres un poco a mi mamá, permítele pasar esa
copa.
─ Yo la quiero mucho - aseguró Cara Dulce–. Es mi única mujer desde
hace mucho tiempo, es el único cuerpo que recuerdo, es lo único
bueno en mi vida. Pero, ¿Cómo hago para impedirle visitar a su hijo?
─ Mata a mi hermano– dijo la mujer secamente.
— ¡Estás loca!– se burló Cara Dulce.
─ ¡Mátalo!– ordenó la abogada.
─ El chamo es―panaǁ – se justificó Cara Dulce tímidamente.
─ ¿Qué quieres? Tú te vas en unos días; pues ya tú sentencia se
cumplió hace tiempo. Pero mamá, si no se muere tratando de pagarte
a ti, lo hará tratando de pagarle a otro. ¿Te imaginas a quien le pagará
después de tu partida?
─ ¡Ella no le va a pagar a nadie!– dijo Cara Dulce confundido.
─ Necesita pagarle a alguien para cuidar a su hijo, yo no voy a pagar
por ella.
─ Ella no puede acostarse con más nadie– dijo Cara Dulce con la
mirada en la rabia causada por las palabras de la abogada.
─ Claro que no. Ella está enferma y no puede hacer el amor con
nadie.
─ El chamo es―panaǁ. Él se fajó conmigo en el Rodeo y en la P.G.V.
Además, ya yo voy a salir, ya yo no quiero más líos, ni más planazos, ni
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más nada.
─ No te preocupes, ya hable con el Director del penal, le expliqué las
razones para matar a mi hermano y él las entendió. Si lo hace mi
madre podrá vivir sus últimos años en paz. – Cara Dulce intentó
levantar la sábana para ver si el Director estaba allí, pero no fue
necesario él estaba en la estructura misma del recinto.
─ ¿Ella estará tranquila después de la muerte de su hijo? – preguntó
Cara Dulce mirando el rostro del Director en las sabanas que vestían
la reja.
─ Si, mamá estará tranquila, pasará sus últimos años triste por la
muerte de su hijo, pero tranquila. Y al final ella te lo va a agradecer. Tú
vas a ver.
─ Bueno– dijo Cara Dulce y bajó la cabeza.
Cuando por fin la hermana de Cabello Rizado quitó la sábana de la
reja y la abrió, estaban todos los presos de nuestro mundo, el
ayudante de Bam– Bam con sus compañeros y los dos Vigilantes
voceadores del final de la visita, todos esperando la salida de Cara
Dulce y la abogada. Salí al pasillo y pude ver, más allá, en su asiento
especialmente preparado para ella por su hija, a la madre de Cabello
Rizado sola y también esperando. La despedida del compañero
─ Es hora de desayuno— dijo un recluso en mitad del silencio de la
madrugada. Y algunos presos quienes no habían recibido visita al díaanterior, comenzaron a levantarse perezosamente.
Cara Dulce fue uno de los primeros en levantarse, fue al baño y de
regresó se sentó de nuevo en su colchoneta.
─ ¡Epa chamo!– dijo llamando a Cabello Rizado.
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─ Vamos al comedor – invitó Cara Dulce
─ ¿A qué? Las vieja nos trajo papa ayer – replicó Cabello Rizado,
papa es comida.
─ Si, pero debemos ir al comedor — insistió Cara Dulce.
─ ¿Qué pasó? ¿Tienes una culebra? – preguntó Cabello Rizado
mientras se ponía la camisa y se preparaba para acompañar a Cara
Dulce.
─ No preguntes, anda a lavarte y nos vamos – ordenó Cara Dulce.
— ¿Vamos a tardar mucho?
─ No―panaǁ, lo que se tarda siempre – contestó Cara Dulce con una
sonrisa.
En el comedor siempre hay posibilidades de un buen comer para mí,
animado por ello, me fui tras Cara Dulce y Cabello Rizado rumbo al
mundo donde comen los presos.
─ ¿Te acuerdas de los Flores?– preguntó Cara Dulce sin detener su
andar tratando de plantear un tema de conversación.
─ Ese fue el principio– contestó Cabello Rizado sin dar importancia a
las palabras y mucho más preocupado por la ruta escogida por su
compañero. Además los presos no suelen darle importancia a los
recuerdos salvo cuando estos estén relacionados con una buena
pelea, donde hayan sido los vencedores, o con la conquista de una
mujer.
─ La cárcel es un son extraño, donde nos han tocado unas cuantas
feas, pero hemos bailado bien ¿Te acuerdas de los traslados
inesperados y las paridera para mantenernos juntos? ¿De los
mortales entrompes sin propósito, o con el solo propósito de vengar
algún despropósito? Y qué decir de los castigos, pelas atroces, casi
siempre, por culpas ajenas. Pero, a pesar de la música, siempre
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hemos sido tremendos―panasǁ ¿Es o no Es?— dijo Cara Dulce, creo
yo, hablándose a sí mismo.
─ Si, chamo– replicó Cabello Rizado, a mi entender, con el único afán
de hacer notar su presencia; pues tampoco las palizas y las vicisitudes
son un buen tema de conversación para un preso. Salimos del área de
los pabellones y entramos a un área repleta de presos de todas
partes, y la pasamos sin detenernos.
─ Y del asalto del ayudante de Bam– Bam— continuó recordando
Cara Dulce.
─ Eso sí fue tremendo, ¿Oíste? – Ese si era un buen tema de
conversación para un preso– le echamos pichón ese día, a mí me
entró el cague, pero no me rajé. Te acuerdas como, cuando la cosa
estaba más peluda, llegó―el panaǁ, ―el panaǁ, ese si era un varón, e
chamo era un guerrero — esta vez, ante el recuerdo de Vos Profundo,
sí lo invadió la nostalgia del recuerdo.
─ Y lo mataron feo ¿verdad?– dijo Cara Dulce mientras se internaba
en otra área del infinito para luego bajar unas escaleras cubiertas, casi
en su totalidad, de estiércol, basura y sangre seca producto de los
innumerables problemas resueltos en ese rincón del penal.
─ ¿Qué pasó? ¿Para dónde vamos? – preguntó Cabello Rizado
intrigado por tanto misterio de Cara Dulce.
─ Vente, ¿Qué pasó? ¿Estasasustado? ─ Lo retó Cara Dulce.
─ No chamo tú sabes quién soy yo, yo soy un guerrero.– dijo Cabello
Rizado mientras bajaba con pisadas segura la escalera.
Yo también bajé las escaleras al ver la decisión de los dos hombres.
Sin embargo, a pesar de lo agradable del ambiente, me molestó ver la
enorme cantidad de vecina habitantes de ese rincón del penal. Me
desplace a través del techo para tratar de evitarlas; pero eran tantas
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que aun así me impedían desplazarme con soltura.
─ Epa chamo– dijo Cara Dulce mientras sacaba su―medio brazoǁ – tú
tienes tu chuzo.
─ Si―panaǁ – dijo Cabello Rizado quien, a mi entender, tampoco
entendía su presencia en aquel lugar solitario, medio oscuro y lleno de
desperdicios.
─ Sácalo―panaǁ – ordenó Cara Dulce.
— ¿Para qué?
─ Te voy a matar―panitaǁ – dijo Cara Dulce con vos paternal.
─ ¿Qué pasa chamo?– preguntó Cabello Rizado mientras sacaba su
chuzo, sabiendo, como yo, que los presos no se amenazan en lugares
solitarios si no están dispuestos a matar y a morir.
─ Nada―panaǁ, te voy a matar – repitió Cara Dulce mientras se ponía
en guardia de ataque y lazaba un débil zapatazo en el mugriento piso
mofa lastimera de los zapatazos de otros tiempos.
─ Es por mi hermana ¿verdad? ¿Qué pasó, la vieja no te pagó? –
preguntó Cabello Rizado mientras se ponía, también, guardia.
─ Tú vieja está muy enferma, ya ella no te puede seguir visitando, es
mejor acabar con esto de una vez y así ahorrarle las penas – dijo Cara
Dulce mientras se preparaba para lanzar su ataque.
─ Me vas a matar por la vieja – dijo Cabello Rizado mientras
abandonaba la guardia y se enderezaba dejando caer su brazo
armado.
─ Si chamo, ella ha sufrido mucho por ti, por la muerte de su hermano,
por la cobardía de tu padre, ha sufrido tus cárceles y mis deseos; todo
para prolongar en ti su desgracia, regalémosle tu muerte y un poco de
sosiego en su vejez.
─ No era necesario darme caramelo para eso. Yo soy quien soy y no
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puedo dejar de serlo, si tienes algo bueno para mi madre dáselo, sin
buscar excusas.
─ ¡Que Dios te bendiga!─ dijo Cara Dulce como despedida.
Cara Dulce, sin abandonar su posición de guardia, levantó su brazo
armado y sembró su chuzo en mitad del pecho del hombre de cabello
rizado quien después de sujetar por unos momentos la afilada hoja,
cayó al piso sangrando por el pecho y las manos.
Como lluvia cayeron mis vecinas sobre Cabello Rizado, intente tomar
un poco de su sangre, pero me fue imposible porque no dejaron
espacio vacío. Cara Dulce recogió el pequeño chuzo escapado de
Cabello Rizado, el cual él mismo le había regalado, y salió de ese
rincón del infinito. Yo, en un principio trate de acompañarlo, pero decid
quedarme a pelear por un espacio en el festín. Después de todo he
estado, como mucho otros, esperando por su sangre desde que entró
por primera vez revestido de indefensión y cautivo de las drogas.
La despedida
Un día, después de algunos pocos transcurridos desde la muerte de
Cabello Rizado, llego Olor a Periódico a nuestro mundo enrejado. Se
veía preocupado y algo ansioso, una pistola se asomaba en su cinto y
un chuzo resplandecía en su mano. Desde la partida de Olor a
Periódico para irse a vivir con el muchacho silencioso venía con muy
poca frecuencia a visitar a Cara Dulce; y éste, por cuidarse del ayudante de Bam– Bam, salía muy poco de nuestro mundo enrejado.
Por estas razones, se veían con muy poca frecuencia y solo cuando
debían decirse algo importante.
─ Epa chamo ¿Cómo está todo?– saludó Olor a Periódico a Cara
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Dulce al entrar en nuestro mundo.
─ ¿Qué pasó?– respondió Cara Dulce también en son de saludo
mientras hacía espacio para permitir al recién llegado sentarse a su
lado. ─ Vista chamo, no es mi intención estarte trayendo chisme, pues
el
cuerpo avisa cuando el destino está cerca. Pero debes tener cuidado
porque
el hombre está allá afuera preparándose para tirante un atentado–
dijo Olor
a Periódico mientras se sentaba al lado de Cara Dulce.
─ Tranquilo―panaǁ, Dios sabe lo que hace; y, aunque muchos crean
que sí, no somos eternos. Pero si quiere matarme, habrás de estar
dispuesto a morir: y si titubea, va a perder el chivo y el mecate, siendo
el
chivo mi vida y el mecate la de él– contestó Cara Dulce restando
importancia
a las palabras del preocupado Olor a Periódico.
─ Te digo esto, no para que mañana no digas que sabiéndolo no te
advertí, sino porque para pedirte que me hagas un espacio en la
pelea si
llegara a darse, pues yo también tengo cuentas con ese tipo– dijo Olor
a
Periódico con franco tono de preocupación. Y no era para menos Cara
Dulce
estaba solo,
─ Epa viejo – dijo el muchacho silencioso a Cara Dulce desde las rejas
del mundo– te busca una tipa en la sala de abogados.
─ ¡Es abogada!– preguntó Cara Dulce.
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─ Debe serlo– contestó el muchacho silencioso–, te mando esto–
dijo mientras le ofrecía la pequeña figura de madera, hecha por él
para la
mamá de Cabello Rizado.
─ Vista y pendiente―panaǁ, no vayas a salir ahora porque el tipo te
está montando casería ─ advirtió Olor a Periódico – esos tipos se están
preparando para matarte ─ repitió.
─ Tranquilo chamo, nadie es externo– ripostó Cara Dulce. ─ Mejor
espérate, ella debe volver. Mientras tanto te vas a vivir con
nosotros hasta que hagas pueblo. Nosotros estamos apretados, pero
podemos hacer un lugar para ti – insistió Olor a Periódico
─ Tranquilo―panaǁ, yo soy quien soy, nadie es por mí, voy y vengo. –
dijo Cara Dulce mientras se levantaba de su colchoneta y salía al
infinito. Yo salí de mi agujero y me fui tras él. La sangre era una
promesa
revoloteando en el ambiente. Efectivamente, frente al mundo enrejado
del
ayudante de Bam– Bam había un grupo de presos, algunos con
pistolas y
escopetas, todos con chuzos desnudos meciéndose en el aire, de allá
para
acá y de abajo y asía arriba. Cara Dulce palpó su―medio brazoǁ en su
cinto
bajo la camisa, sacó al aire el pequeño chuzo, días antes regalado a
Cabello
Rizado, y echó a andar por el centro del pasillo a un paso tan rápido
que a mí
me costaba seguirlo, necesité volar para mantenme cerca. Tan rápido
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era su
andar que apenas le dio tiempo al ayudante de Bam – Bam y a sus
compañeros de seguirlo con la mirada.
―Lo esperaremos cuando regreseǁ dijo uno de los reclusos. Otro
recluso dijo algo más, pero no pude escucharlo porque ya iba lejos,
me
movía muy rápido para mantenerme a la par de Cara Dulce.
Llagamos a la sala de los abogados sin que nada pasara. Como casi
siempre había varias colas de reclusos esperando su oportunidad
para
hablar con el abogado correspondiente a su cola. En un rincón estaba
la
hermana de Cabello Rizado. No tenía cola de preso esperando por
ella,
estaba de pies aunque tenía una silla desocupada a su lado. Sin
embargo
esperaba recostada de la pared denotando cansancio.
— Hola– dijo Cara Dulce tímidamente.
— Mamá murió– dijo la mujer, se dio media vuelta y se fue. La angustia
y la desesperación se reflejaron en el rostro de Cara
Dulce, se lanzó sobre la maya metálica, divisora del área de los
abogados de
la de los reclusos, y la sacudió con fuerza, pero no dijo nada. Un
planazo en
la espalda lo hizo desistir de sus acciones y sin decir palabras salió del
mundo de los abogados.
Al salir, Cara Dulce se sacó el―medio brazoǁ del cinto y el pequeño
chuzo del bolsillo del pantalón y, con uno en su mano derecha y el otro
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en su
mano izquierda, echó a andar por el infinito. Su paso eran rápidos y su
mirada estaba fija en su desesperación, su rostro era inmenso se
podía ver
desde cualquier parte, decía cosas a tan baja vos, que no podía
entenderlas. En la entrada del pabellón, no había Vigilante, la
cruzamos y nos
encontramos de frente con los compañeros del ayudante de Bam–
Bam,
algunos con pistolas todos con sus chuzos desnudos, eran tantos que
impedían el paso. Cara Dulce continuó caminando aun cuando para
pasar debía chocar con la masa de hombre y chuzos que ocupaban el
pasillo. Cuando estábamos cerca, la masa humana expulsó de su
seno al ayudante de Bam– Bam, quien con su―medio brazoǁ en mano
se paró delante del
grupo.
─ Te llegó la hora mamita– dijo el ayudante de Bam– Bam, mientras
blandía su medio brazo.
─ Nadie vive para siempre, tú tampoco– dijo mientras se ponía en
guardia de pelea.
─ Pero yo tengo pueblo– dijo el ayudante de Bam– Bam mientras con
su brazo extendido mostraba a sus seguidores.
─ Los viejos no tienen pueblo – dijo Cara Dulce mientras daba un
zapatazo en el piso. No fue tan fuerte como en otros tiempos, sino más
bien,
suave y agudo. Pero estremeció el infinito como un disparo a mitad de
la
noche.
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De pronto, los compañeros del ayudante de Bam– Bam comenzaron a
pegarse de la pared y a bajar sus chuzos, pensé que venían los
Guardias,
pero no vi a ninguno. Sin embargo, cuando la masa humana se
dispersó,
pude ver al fondo más allá de donde una vez estuvo el grupo, a Olía a
Periódico, al muchacho silencioso y otros reclusos, todos con sus
pistolas y
―medios brazosǁ al aire. Más aun el―medio brazoǁ del muchacho
silencioso
ya estaba goteando sangre. Pensé egoístamente que si Cara Dulce no
me
generaba alimento ya el muchacho silencioso me lo había asegurado.
Los dos hombres quedaron solos en el infinito, uno frente al otro,
rodeados por los reclusos. Según mi pensar, el ayudante de Bam–
Bam
trató de retroceder, pero no había a donde; entonces apretó con fuerza
su
―medio brazoǁ y fijo sus ojos en Cara Dulce.
Un segundo zapatazo, ahora más fuerte y más sonoro, como en los
tiempos del Rodeo, estremeció la conciencia de los presos.
El ayudante de Bam– Bam intentó atacar, pero antes de concretar su
ataque, Cara Dulce le insertó su―medio brazoǁ en el pecho y el chuzo
en el
costado, después el―medio brazoǁ en el vientre y el chuzo en la
garganta,
otra vez el―medio brazoǁ en el pecho y el chuzo en un brazo. Por fin
el
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cuerpo del ayudante de Bam– Bam se desplomó. Pero, cuando caía
Cara
Dulce zumbó otro golpe con el chuzo y lo falló, su último golpe con
el―medio
brazoǁ lo asentó en la espalda de hombre ya caído; de este último
golpe
manó tanta sangre que salpicó al infinito entero, hasta a mí que estaba
en el
techo me cayeron varias gotas que agradecí porque ya no haría falta
bajar a
buscarlas.
La pelea había terminado, Cara Dulce casi totalmente bañado de
sangre continuó su camino rumbo a su mundo enrejado sin decir
palabra. En
realidad, nadie dijo nada, un silencio, raramente encontrado en una
cárcel,
se apoderó del ambiente.
Cara Dulce, aun aturdido por los acontecimientos, se sentó en su
colchoneta. Había sangre del ayudante de Bam– Bam en casi todo su
cuerpo, aún continuaba con los dos chuzos en sus manos y de ambos
chuzos goteaba sangre fresca. La colchoneta ya había comenzado a
recibir
la sangre desprendida de su cuerpo. De pronto las voces procedentes
del
infinito comenzaron a aumentar de volumen y el sonido de pasos
apresurados de hombres yendo y viniendo inundó el ambiente. ─
Quien mató a este preso– gritó alguien.
─ ¡Todo el mundo!, ¡hacer una cola aquí!, ¡en cuero! – dijo otro ─ Van a
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tener que decir quién mató al preso o les vamos a reventar la
espalda a plan de peinilla – dijo una vos aún más recia. No había
dudas, la
Guardia Nacional habían Entrado. En ese momento me di cuenta de lo
influyente que era el ayudante de Bam– Bam, pues solo por un preso
influyente entra la Guardia, aun cuando, en esos casos, no lo hacen
para
investigar sino para dejar sentado que lo hicieron.
Las peinillas comenzaron a escucharse, primeros contra los barrotes
de los mundos. Un Vigilante acompañado de un Guardia Nacional
pasó por
nuestro mundo y aunque se detuvo un momento para mira a Cara
Dulce, no
dijo nada y continuó su camino. Otro Vigilante también acompañado
de un
Guardia pasó por nuestro mundo y después de dar un fuerte planazo
en los
barrotes, también continuó su camino rumbo a otros mundos, un tercer
Vigilante se paró en la entrada de nuestro mundo, miro a Cara Dulce
detenidamente, según su actuar, no podía verlo bien por la sangre en
su
rostro.
─ Toma– dijo por fin, después de un rato, mientras le ofrecía un
pequeño papel, Cara Dulce lo tomó sin decir palabras.
─ Es tu orden de excarcelación, estas libre. No sé por qué no te la
habían dado antes, estaba aquí desde hace tiempo – dijo el Vigilante
tratando de conseguir la alegría manifestada por todos los presos al
recibir
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ese pequeño papel – recoge tus cosas que te vas – dijo, ahora
seriamente, al
ver la disposición de Cara dulce a mantenerse callado.
Cara Dulce se levantó de la colchoneta con su―medio brazoǁ en una
mano y el pequeño chuzo en la otra y, en silencio, se puso delante del
Vigilante. Por su actuar entendí que se iría sin recoger nada y corrí a
través
del techo para alcanzarlo. Sin embargo, la sangre del ayudante de
Bam– Bam, salpicada en mi durante la pelea, hacía lento e incomodos
mis
movimientos.
Mientras caminaba, pude ver la larga cola de hombres en ropa interior.
Esperando por el planazo de un robusto Guardia Nacional plantado
en la
punta de la cola, el hombre los castigaba para que dijeran ―quien
había
matado al reclusoǁ. Cara Dulce caminó lentamente mirando a todos
los
hombres de la cola, le agradecí su lento caminar porque me daba
oportunidad de alcanzarlo. Se detuvo al principio de la cola donde
Olor a
Periódico ya estaba preparado para recibir un planazo que, según el
Guardia,
lo motivaría a decir ―quien había matado al ayudante de Bam-Bamǁ.
Los dos
hombres se miraron en silencio por un momento.
─ Tranquilo―panaǁ, yo también me voy para la calle– dijo Olor a
Periódico respondiendo al silencio de su compañero – ¡Nos vemos en
8/17/2019 Alas de Cucaracha Novela Carcelaria - Domingo Plaza
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la vía!
– gritó al recibir el planazo del Guardia.
─ ―¿Quién mato al preso?ǁ – Preguntó el Guardia.
Cara Dulce continuó su camino y el Guardia quien estaba castigando
a los presos, se hizo a un lado para que Cara Dulce, aún cubierto de
sangre
fresca y con los dos chuzos desnudos en su mano, no lo manchara de
sangre.
Cara Dulce caminaba por el infinito siempre con el Vigilante detrás, yo
hacía esfuerzos por alcanzarlos, pero cada vez se alejaba más de mí.
Por fin
salimos al espacio exterior, entonces me vi obligado a tirarme al piso
porque
no había más pared para caminar. Mi persecución se hacía más difícil
por las
irregularidades de la superficie.
El Vigilante se adelantó a Cara Dulce para entrar a un recinto lleno
de Guardia Nacional, Cara Dulce se detuvo frete a la puerta por un
momento,
me alegré porque podría alcanzarlo y esconderme en cualquier
pliegue de su
ropa. Pero mi alegría duro poco, casi enseguida un Guardia lo llamó.
En ese
momento Cara Dulce dejó caer su―medio brazoǁ y el pequeño chuzo
días
antes regalados a Cabello Rizado.
Cuando por fin pude llegar al recinto donde estaban los Guardias;
pude ver a uno, limpiando la sangre de la parte interior del antebrazo