AID MAESTRO VERA DI - La Rioja
Transcript of AID MAESTRO VERA DI - La Rioja
NO S E PRESTA
. López Marín
irgumento c ó m i c o , de l a ó p e r a en
MAESTRO VER DI
A I D A
P R I M E R A E D I C I O N
MADRID I m p r e n t a Diacazcal
Plaza de Isabel I I , número 6.
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E. López Marín.
Argumento c ó m i c o de l a ó p e r a en cuatro actos del MAESTRO VERDI
A I D A
Tc.ismo P R I M E R A E D I C I O N
DínK^ón General MADRID
I m p r e n t a D u. c a z c a. 1 . Plaza de Isabel I I , número
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Es propiedad del autor. Queda prohibida la reproducción y hecho el depósito que marca la ley. — Los ejemplares que no lleven la contraseña particular con que todos los de esta Galería van señalados, son clandestinos.
PERSONAJES
Aida¡ esclava etiope. Amneris, hija del Rey de Egipto. Radamés, capitán de la Guardia. Amonasro, rey de Etiopía. Ramfis, jefe de los sacerdotes. E l Faraón. Un mensajero.
Sacerdotisas, sacerdotes, ministros, capitanes, soldados, esclavos negros, prisioneros
etiopes y pueblo egipcio.
ACTO PRIMERO
CUADRO PRIMERO.—Jardín de un pabellón en el palacio real de Menfis.
Radamés y el jefe de los sacerdotes aparecen en escena hablando mal de los etiopes que, según noticias, •quieren conquistar Tebas.
Consultada la sibila Isis, ha nombrado al capitán Radamés para mandar la falange egipcia que ha de meter en cintura á los etiopes, y el valeroso oficialito celebra mucho la elección de la sibila, porque así podrá •conquistar honores para depositarlos á los pies de su •amada Aida.
Con este motivo le canea una romanza. Amneris, hija del propio Faraón, sorprende la alegría
6 del capitán, pero Radamés asegura á la niña que na pensaba en ninguna mujer, sino que recordaba un sueño; Vencer á los etiopes.
Ella insiste, él se turba, y la celosa Amneris le replica con exaltación:
—1 Guay de t í si otro amor arde en tu pecho\ Se presenta Aida de repente; Radamés enrojece como
una cereza madura; la joven faraónica advierte el sobre-, salto del capitán y las lágrimas de la pobre esclava.
—¿Por qué lloras, Aida? —Señora,,. porque la guerra no va á dejar títere con
cabeza en mi país. Amneris no cree la explicación y se propone espiar á los.
amantes. Llega el Faraón con su corte. Un mensajero anuncia que los etiopes se dirigen á.
Tebas mandados por su rey Amonasro I el Tremendo (más tarde matador de toros).
Aida sufre una sacudida nerviosa al oir el nombre de su señor padre, y el Faraón pronuncia á su gente un discurso por este estilo:
—Caballeros: lo probable es que, en una de estas escaramuzas, á alguno de vosotros le pisen el cráneo; conviene-que vayáis preparados. «Andiamo al templo di Aftha.»
Y, en efecto, salen en esa dirección, entonando un himno guerrero.
Aida suspira en silencio á solas. Porque es lo que ella dice: Si vence Radamés,., c. tropean á mi familia. Ia si los míos sacuden, me quedo sin novio. ¡Bonita sitúa--ciónl
7 ' CUADRO SEGUNDO.— /̂ templo de Aftha.—Los sa
cerdotes oran ante las divinidades paganas. Radamés, cubierto con un velo, para no distraerse con
las bailarinas, ora también en tanto que ellas ejecutan la danza sagrada.
Ramfis entrega las armas á Radamés y le manda á que arregle eso de los etiopes.
El bizarro capitán parte tranquilo, como quien va á la peluquería ó á buscar casa.
ACTO SEGUNDO
CUADRO PRIMERO.—Habitación de Amneris,— Varias esclavas terminan su toilette para la ceremonia triunfal, en tanto que otras bailan para distraerla, pero sin distraerla, porque Amneris sólo piensa en que VÍZ vuelve victorioso.
Se aproxima Aída, y aquélla dice á sus esclavas; —^De qué modo indirecto os diría yo que estáis es
torbando todas? Las pobrecillis comprenden la reticencia y salen sin
pronunciar palabra. Solas Aida y Amneris, ésta cuenta á la esclava al
aciaga suerte de sus compatriotas. —JVo tienes idea, hija mia, de la paliza que les hemos
dado. Lo he sabido por la Agencia Mencheta. También nosotros hemos tenido bajas. Ya ves, el valiente Rada-més ha muerto en el campo de batalla de una puhnonía fulminante; más fulminante que puhnonía.
9 Aida llora amargamente, y Amneris, al ver confir
madas sus sospechas, rabia de celos y exclama: — \Radamés vive\ El semblante de la esclava acusa entonces la alegría
de su corazón, y la terrible Amneris le grita fuera de si, de la, de re y de todo el pentágrama:
— i Tiembla, infeliz I —Los cantos guerreros anuncian la llegada de la fa
lange vencedora.—Mutación.
CUADRO SEGUNDO.—La gran puerta de Tebas.
Todo bicho viviente, al par que egipcio, aguarda la llegada de los valientes.
El Faraón ocupa su trono; Amneris al lado, y la triste Aida á sus pies.
Llega el ejército precedido de los famosos clarines que generalmente desafinan.
Gran desfile con el botín de guerra, y por último Ra-damés, á quien Amneris coloca sobre la frente la corona triunfal.
Entre los prisioneros viene Amonasro, disfrazado de oficial. Su hija lanza un grito al reconocerle, pero aquél le dice:
—\Calla, que mepierdes\ Los prisioneros imploran la real clemencia, y Rada-
més le dice al Faraón; —Bueno, á ver qué viene á ser esto. Me ofreciste, si
volvía victorioso, concederme la gracia que te pidiera. El Faraón:—Sí, pero no abtises.
ro Radamés:—No pido más que la libertad de estos pelele
esclavos. —\Narices\ exclaman los sacerdotes, temiendo que
vuelvan á las andadas, pero por fin los libertan, reteniendo sólo al supuesto oficial.
El Faraón concede además á Radamés la mano de su hija Amneris.
Esta goza antei la humillación de Aida; Aida pierde la esperanza de su felicidad, y Radamés se arma un lío con todo aquello, en tanto que el pueblo bárbaro, canta que te cantarás, se entrega al júbilo como diciendo;
— \Aha pililí\
ACTO TERCERO
Las márgenes del Nilo. Noche plácida, serena, suave y melancólica; tena noche
tropical, diáfana; una de esas noches de Kgipto... que no sé cerno son, pero de las cuales tengo las mejores referen cias. A la derecha la misteriosa mansión de Isis.
En el silencio de la noche se oyen muy bien los cánticos de las sacerdotisas.
Ramfis y Amreris, atravesando el Nilo en una frágil barca, vienen á orar, porque alli era costumbre en vísperas de boda.
Entra Aida. Está citada con Radamés, y pensando en el suicidio, si Radamés le dice:
— \Hija mi a, otra vez serál Llega el padre de Aida, que está ya en el secreto, y
le exige que averigüe el camino por donde ha de ir Radamés á pelear con los etiopes, nuevamente en armas, para tomar la revancha.
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Ella se resiste; pero al fin consiente en hacerle esa leve trastada á Radamés.
Sale éste y jura de nuevo su pasión á la esclava. —Huyamos á mi patria—dice Aida.—Mira, mi padre
es Rey de bastos en Etiopía.,. —Huiremos—contesta Radamés—por la garganta del
Nápata, que es el camino escogido por los egipcios; el más seguro y el más solitario.
Sale Amonasro del escondite y le hace la mar de ofrecimientos á Radamés, pero en esto les sorprende Amneris con los guardias y sacerdotes; ésta llama ¡traidorl á Radamés; Amonasro quiere darle un pinchazo á Amneris; Radamés se interpone; Amonasro trata de huir con Aida, pero salen les guardias con oportunidad digna de todo elogio, y sin más explicaciones los llevan á la delegación por escándalo en la vía pública.
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ACTO CUARTO
CUADRO PRIMERO.—Escalera subterránea,
Amneris, medita la salvación de Radamés, á quien ama siempre. Le hace traer á su presencia para rogarle que se defienda delante de los sacerdotes negando haber revelado el secreto de guerra. Pero el capitán es un hombre muy serio y dice:
•—\yamás\ \Que me ahorquen inniediatamente\ Quiere morir porque supone muerta á Aida, pero
Amneris le dice que vive, y entonces á Radamés le parece un poco fuerte su decisión.
—Renuncia á ella para siempre y te salvo—exclama Amneris.
—¿Ah, sí?... i Vaya, vaya,pues que me degüellen de una vez, poique esto no tiene arreglo \—contesta Radamés.
Y, en efecto, después de varias discusiones del jurado, condenan á Radamés á ser enterrado vivo.
]Una pequenez!
CUADRO SEGUNDO.—El templo de Aftha, radiante de luz. Debajo, el fúnebre subterráneo.
Radamés, solo ya, en el seno de la muerte, se acuerda de Aida, y mire usted por donde aparece Alda, que se coló furtivamente en el subterráneo para morir en brazos del joven y malogrado capitán, idea fija que realiza á los pocos instantes, mientras las vecinas de arriba danzan que es un gusto, y Amneris, vestida ya de luto, (cuyo traje tenía preparado porque veía venir la cosa), ora sobre la tumba fría de Radamés.
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