Acumulación y Distribución Del Excedente
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1
Acumulación y distribución del excedente económico en distintos enfoques de la
historia del pensamiento económico
Ariel Filadoro1
Introducción ............................................................................................................................... 2 Algunas consideraciones en relación con el crecimiento y desarrollo: la problemática de la acumulación y la distribución..................................................................................................... 3
Las teorías del crecimiento y del desarrollo contemporáneas............................................... 3 Acumulación, relaciones sociales y teoría económica .......................................................... 5
Los distintos enfoques teóricos sobre la acumulación y distribución en perspectiva histórica. Rastreando el uso de la categoría de excedente económico ................................................... 6
Modos de producción y excedente económico...................................................................... 7 Los fisiócratas ........................................................................................................................ 8 Adam Smith [1723-1790] ....................................................................................................... 9 David Ricardo [1772-1823] .................................................................................................. 11 Karl Marx (1818-1883) ......................................................................................................... 13 La teoría neoclásica ............................................................................................................. 14 Las visiones keynesianas .................................................................................................... 16
Consideraciones finales........................................................................................................... 17 Bibliografía ............................................................................................................................... 20
1 Docente de la Universidad de Buenos Aires. [email protected]
2
¿Cuál es el objeto de calcular la magnitud de una corriente de producto físico, si no se consideran las condiciones de su producción y su distribución entre las personas involucradas?
Joan Robinson, Aspectos del desarrollo y el subdesarrollo.
Introducción
Una de las características distintivas que ha mostrado la dinámica del capitalismo desde
sus inicios es la tendencia al crecimiento del producto. Si bien se han registrado grandes
crisis a lo largo de su historia –como las que sucedieron a los años 1873, 1930 y 1973–,
la dinámica del sistema ha tendido a recobrar una senda relativamente creciente. En
efecto, distintas corrientes de pensamiento han dedicado grandes esfuerzos en la
caracterización de esta dinámica, así como a la distribución de tal producto entre las
clases sociales.
Ante las asimetrías que el desarrollo del sistema genera, tales cuestiones vuelven a ser
replanteadas, pues la discusión sobre el reparto del producto, así como las condiciones
que deben cumplirse para que tenga lugar la acumulación y crecimiento, persisten en el
núcleo de la problemática de la economía política.
En este trabajo apuntamos a estilizar el modo en que se plantea la dinámica de la
acumulación y distribución del producto desde distintos enfoques conceptuales.
En primer término se efectúa una reflexión crítica sobre la forma en que se abordan
estas cuestiones en la actualidad, en particular, escindiendo la teoría del crecimiento de
la teoría del desarrollo.
El objetivo, luego, es ensayar una respuesta, en los distintos enfoques analizados, a las
siguientes preguntas: ¿cómo es concebida la dinámica de generación del excedente
económico? ¿cómo se reparte entre las distintas clases sociales? ¿existe algún marco de
referencia para establecer un criterio de distribución? ¿contiene el sistema fuerzas que
conduzcan a aumentar el bienestar de las distintas clases sociales?
Cabe aclarar que los distintos enfoques que se analizan a continuación no han sido
formulados exclusivamente para respuestas específicas a estos problemas; nuestro
trabajo consiste en analizar las implicancias que tienen en esta materia.
3
Se tomará como referencia el concepto de excedente económico para efectuar este
recorrido y se entenderá como tal a aquella porción del producto que resta luego de
deducir los recursos que son necesarios para la reproducción del sistema. En otras
palabras, preguntarse por el excedente económico será preguntarse sobre aquella
porción del producto que es materia de puja o conflicto entre clases.
En este recorrido se busca echar luz sobre la politización de la distribución, es decir,
avanzar en el análisis del reparto de los beneficios que el aumento en la productividad
del sistema genera.
Trabajar en paralelo la distribución y la acumulación, nos enfrenta con una doble
tensión: por un lado, la que tiene lugar entre los que disputan la apropiación de tal
producto –tanto entre trabajadores y capitalistas como entre las distintas fracciones de
estos últimos– y, por otro, entre el consumo de este producto y su acumulación.
Típicamente, en el funcionamiento del sistema esta decisión se resuelve según los
designios de los empresarios, dado que son los que cuentan con la mayor capacidad para
retener el excedente como propietarios de las empresas.
Algunas consideraciones en relación con el crecimiento y desarrollo: la problemática
de la acumulación y la distribución
Las teorías del crecimiento y del desarrollo contemporáneas
Si acordamos en que la mayor parte de los estudios económicos vinculados a la temática
han ido parcelando crecientemente la misma disciplina, trabajando los problemas de
crecimiento por un lado y, por otro, cuestiones de desarrollo, vale decir que la pregunta
de Joan Robinson del epígrafe continúa absolutamente vigente.
Si se repasa el estado de los estudios sobre el crecimiento y el desarrollo en las décadas
recientes puede observarse lo siguiente. Aquellos abocados al crecimiento económico, a
partir de los años 80, se concentran en dar cuenta –casi exclusivamente– de las tasas de
crecimiento del PIB per cápita y las diferencias que existen entre países. En efecto, han
apuntado a un abordaje que sólo atiende las variaciones entre cantidades físicas de
producto dejando de lado aspectos vinculados a la distribución (Pasinetti, 2000). A este
campo quedaron relegados los estudios de desarrollo económico, los que asumieron una
perspectiva que podríamos llamar “humanitaria”, rescatando como objeto de estudio
4
aquello que aparece como efectos no deseados del proceso de crecimiento económico:
típicamente la pobreza.
Se ha tendido, como se dijo, a una creciente división de los campos de estudio. En la
actualidad, quienes se interesan por el crecimiento, particularmente dentro de la
ortodoxia, se concentran en la formulación de modelos económicos centrados en
establecer relaciones cuantitativas entre ahorro, inversión, gastos en investigación y
desarrollo, preferencias de los agentes estáticas y dinámicas, tasa de crecimiento de la
población y tasa de crecimiento del producto, entre otras variables, descuidando
cuestiones que hacen a la cualidad del proceso económico2; la atención parece no
trascender la sofisticación matemática.
Los esfuerzos han atendido una dinamización de la estática económica mediante
técnicas matemáticas econométricas y de optimización, omitiendo aspectos vinculados a
las transformaciones históricas y las clases sociales en que se sustentan.
Más que eso, la manera en que los investigadores se enfrentan al proceso de crecimiento
económico termina por asemejarse al modo en que un científico de laboratorio observa
el comportamiento de una bacteria donde tiene que explicar la evolución de un estado a
otro. En estos enfoques, el tipo de preguntas que tienen para responder con testeos
econométricos a las series de datos los conduce a formular declaraciones inverosímiles.
A modo de ejemplo, al tiempo de analizar los resultados de las regresiones
econométricas buscando los Losers and Winners in economic growth [Ganadores y
perdedores en el crecimento económico], Robert Barro, profesor de Harvard y eximio
representante de la corriente principal –o mainstream– de la teoría del crecimiento,
apunta que:
Los resultados presentados son, de algún modo, decepcionantes en términos de demostrar que la educación desempeña un rol importante en el proceso de crecimiento. La educación secundaria de los hombres tiene un efecto positivo significativo sobre las tasas de crecimiento, pero la de las mujeres tiene un efecto negativo enigmático. Niveles de educación primaria y superiores [en las mujeres] no tienen poder significativo para explicar el crecimiento. (Barro y Lee, 1993, p.24, [traducción propia])
2 Véase, por ejemplo, el manual de Crecimiento Económico de Barro y Sala-i-Martin, bibliografía de referencia obligada en el enfoque ortodoxo.
5
La corriente principal del pensamiento económico, que ocupa la mayor parte del espacio
académico de los países desarrollados, ha tendido a dejar de lado los enfoques
estructurales del proceso económico, así como el comportamiento de las clases sociales.
Todo lo cual resulta, cuando menos, arriesgado, pues se corre el riesgo de formular
sofisticadamente lo superfluo y desconocer los cánones sobre los que se erigen los
procesos de crecimiento y desarrollo.
Por su parte, la teoría del desarrollo, muestra entre los años 50 y fines de los 70 se
conocen estudios más estructurales de la problemática; en efecto, los trabajos fundantes
de Arthur Lewis (1955), Paul Baran (1957) y W. W. Rostow (1960) integraban la
cuestiones de acumulación y distribución. Los estudios del desarrollo desde fines de los
80, en cambio, han ido restringiendo su campo de estudio a la pobreza, exclusión social,
deterioro del medio ambiente, cuestiones de género y tópicos de diversa índole. Para
atender lo que se está planteando basta consultar los Informes de Desarrollo Humano de
los Programas de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) o los distintos
documentos del Banco Mundial sobre el tema. Han perdido así, en buena medida, la
riqueza del análisis que significa el desafío de la transformación estructural de las
economías subdesarrolladas.
Las cuestiones vinculadas a la acumulación –atendidas por la teoría del crecimiento–
han sido escindidas de aquellas vinculadas a la distribución –escasamente atendidas por
la teoría del desarrollo. Son contados los ejemplos de trabajos que actualmente integran
ambas dimensiones3.
Acumulación, relaciones sociales y teoría económica
Celso Furtado, por su parte, señala que
la teoría del desarrollo económico trata de explicar, en una perspectiva macroeconómica, las causas y el mecanismo de aumentos persistentes de la productividad del factor trabajo, y sus repercusiones en la organización de la producción y en la forma en que se distribuye y utiliza el producto social (Furtado, 1964, p.13).
Apunta que el desafío de la ciencia económica es construir modelos simplificados de los
sistemas económicos existentes y, simultáneamente, verificar la eficacia explicativa a la
3 Los trabajos desarrollados por Duncan Foley, Lance Taylor, Stephen A. Marglin, Amit Bhaduri, entre otros, desde perspectivas neomarxistas, neokaleckianas y poskeynesianas pueden contarse entre ellos.
6
luz de la realidad histórica, es decir, visualizar los límites de las relaciones entre
variables –tanto cuantitativas como cualitativas– frente a la marcha de los hechos. El
estudio no puede prescindir de la noción de irreversibilidad del desarrollo histórico ni de
la consideración de distintos grados de desarrollo entre las diferentes economías.
Es claro que el desafío del crecimiento económico ha cambiado desde los orígenes del
capitalismo a esta parte. Precisamente, aquellos países que hoy son llamados
desarrollados han enfrentado condiciones históricamente irreproducibles. Además, entre
los distintos países se establecen relaciones económicas y de poder que producen y
reproducen la estructura económica a escala mundial y, de este modo, condicionan tanto
la marcha del sistema como la de cada uno de estos países. Al incorporar la dimensión
política al análisis se expone la debilidad de buena parte de los estudios del desarrollo
en la actualidad.
Las enseñanzas occidentales pretenden ser científicas y objetivas, al separar los aspectos económicos de la vida humana de su ambiente político y social; esto distorsiona el problema que tratan de examinar, más que aclararlo. (Robinson, 1981, p.11)
Tanto las relaciones entre países como las relaciones sociales que atraviesan el proceso
de producción resultan difíciles de omitir si se pretende cierta verosimilitud en la
formulación teórica.
Los distintos enfoques teóricos sobre la acumulación y distribución en perspectiva
histórica. Rastreando el uso de la categoría de excedente económico
A continuación se estilizarán brevemente los enfoques de distintos pensadores y
corrientes de pensamiento que han abordado la problemática de la acumulación y
distribución. Se buscará ver cómo conciben el proceso productivo, el análisis de la
apropiación del producto por parte de los distintos actores sociales, así como la
dinámica de acumulación resultante.
En relación con los elementos desarrollados en el apartado anterior, se encontrarán
diferencias sustanciales en los distintos enfoques según consideren asimetrías o no entre
las clases sociales y según se representen al Estado interactuando en el proceso
económico. Se ha procurado resaltar el uso de la categoría de excedente económico en
Véase, por ejemplo, Foley, Duncan K. and Michl, Thomas R.. (1999): Growth and Distribution. Harvard University Press, Cambridge, MA, Japanese Translation, 2002.
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las distintas corrientes, en particular en relación con la acumulación, la distribución, las
relaciones entre clases y la concepción del Estado.
Modos de producción y excedente económico
Vale apuntar que, en las sociedades previas al surgimiento del capitalismo, la capacidad
productiva se caracterizaba por una dinámica más bien estable o, típicamente, sujeta a
fluctuaciones derivadas de las inclemencias climáticas o conflictos sociales,
típicamente, guerras. El excedente económico en las sociedades precapitalistas era
relativamente reducido en la medida en que el flujo de bienes producidos no excedía en
gran cuantía a los bienes de consumo necesarios para la reproducción social. Sin
embargo, bienes suntuarios y armas para la guerra daban cuenta de ciertos recursos
destinados a atender necesidades que, de algún modo, se encontraban por encima de lo
que los sistemas requerían para su reproducción material. Durante el feudalismo, por
ejemplo, el poder de los grupos minoritarios se fundaba en relaciones político-militares
que, indudablemente, obedecían a cierta organización de las relaciones de producción,
pues el poderío bélico también es resultado de una forma de asignación del excedente
económico.
El hecho de que el producto excedente no haya registrado gran cuantía, de algún modo,
también es discutible, pues sociedades como la maya, inca, egipcia o romana han sido
capaces de emprender grandes obras arquitectónicas y de infraestructura. Nuevamente,
en cada sociedad, el trabajo es organizado de distinta manera, con muy diferentes
modalidades de disposición del poder y los recursos.
En este sentido, resulta comprensible que los autores que se proponen estudiar el orden
social antes del capitalismo, no asignen autonomía a la esfera económica en relación
con el resto de las dimensiones de la vida4.
Será con la consolidación del capitalismo que aparece una nueva fuente de poder basado
en el poder económico. La revolución industrial es efectivamente revolucionaria en muy
distintos ámbitos de la vida social. Como señala Polanyi (1992) la mercantilización del
trabajo y la tierra, así como la búsqueda del beneficio privado como leit motiv de la
sociedad capitalista, tendrán profundas consecuencias en la estructura social.
4 Para un estudio antropológico de esta temática, la escisión entre la dimensión económica y política, véase Polanyi, Karl (1992): La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, México, FCE. El trabajo fue publicado en 1944.
8
El surgimiento de cantidades crecientes de producto excedente era un síntoma
inequívoco de una transformación social trascendental. Es para entonces que se
registran los primeros análisis que atienden particularmente la generación y uso del
excedente económico.
Los fisiócratas
Los fisiócratas fueron los primeros en representarse el orden económico como un
sistema que se reproduce a sí mismo y proporciona un excedente por encima de los
costos necesarios. Enmarcados en un proyecto con un claro sesgo a favor de la
agricultura capitalista de gran escala, hacia la segunda mitad del siglo XVIII
naturalizaron la estructura de clases y plantearon que la tierra era el único recurso capaz
de producir más de lo que demandaba su puesta en producción. Así, tanto Quesnay
[1694-1774] como Turgot [1727-1781] clasifican a las distintas clases en: terratenientes
–se incluye entre éstos al clero y los nobles–, productivas y estériles. La clase
verdaderamente productiva era la de los agricultores que producían un excedente –al
que llamaron producto neto– con el que vivían las otras dos clases. En este sentido,
Rubin (1989) apunta que no distinguían entre el asalariado y el farmer capitalista, pues
su atención se concentraba en la contradicción entre terratenientes y farmers capitalistas
que organizaban la producción, mucho más que entre capitalistas y trabajadores del agro
en un período donde la producción aun era eminentemente agrícola.
Luego de producido este excedente, el proceso de intercambio va agotando y asignando
el producto entre terratenientes y clases estériles urbanas (artesanos, comerciantes, etc.).
Las caracterizaban como “estériles” porque las consideraban incapaces de generar un
flujo de producto mayor que el adquirido para su transformación.
La dinámica de generación del excedente, entonces, tiene su origen en la producción
agrícola, pues ven en la tierra el único recurso capaz de generar, según su terminología,
un producto neto. Este producto neto es apropiado por la clase terrateniente –bajo la
forma de renta– mientras que los agricultores y artesanos captan el equivalente a los
insumos que demandan sus actividades más el producto necesario para su reproducción.
La naturaleza del excedente económico para los fisiócratas emana de la productividad
física de la tierra, donde atienden que ésta tiene capacidad para la generación del
producto neto en un sentido estrictamente material.
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En relación con las competencias del Estado, los fisiócratas franceses postularon la
conocida frase que luego, erróneamente y con frecuencia, se asocia a Adam Smith
(Levín, 1999): laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même (“dejad hacer,
dejad pasar, el mundo marcha por sí solo”) por medio de la cual se reflejaba su
reticencia a la creación de regulaciones que distorsionaran el “orden natural” de la
sociedad; frase que será, hasta la actualidad, sistemáticamente tomada por la teoría
neoclásica.
Adam Smith [1723-1790]
La obra de Adam Smith, por su parte, representa un salto significativo por la forma en
que se ocupó de detallar el proceso productivo y, en particular, la generación de
excedente económico. El proceso de acumulación fue sistematizado y el crecimiento
económico encontró una formulación muy convincente para su época. Por primera vez
el interés individual pasó a primer plano y las decisiones de cada productor aparecieron
como factor explicativo del crecimiento del producto social. Aquello que formulara
Smith en torno a la mano invisible seguirá formando parte de los argumentos del
liberalismo económico hasta nuestros días para justificar la autoregulación del mercado;
el capitalista –dice Smith– “sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste como en
otros muchos casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no
entraba en sus intenciones” (Smith, 1997: 17)5.
El tiempo de trabajo que portan las mercancías que se intercambian en el mercado son
el patrón de referencia del valor que éstas portan y la riqueza de una nación resultará del
tiempo que sus individuos destinen a la generación de productos. Cada productor
capitalista, estimando sus propios intereses, será, en última instancia, el responsable de
la generación de producto excedente y de la dinámica de crecimiento económico.
En cuanto a la distribución del producto, Smith formula con precisión cómo se
remunera a cada una de las clases sociales que participan del proceso productivo. Los
trabajadores recibirán salarios equivalentes al valor de su reproducción y la de su
familia, suficientes para que la raza se perpetúe. Si bien contempla la posibilidad de que
5 Smith toma esta idea de Bernard de Mandeville [1670–1733] quien en su obra La fábula de las abejas. Vicios privados, beneficios públicos [1714] desarrolla y resuelve una nueva relación entre lo económico y la moralidad, subordinando esta última a las acciones económicas. Véase Dumont (1999) quien rastrea los orígenes del proyecto político que representa la obra de Smith.
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varíen según las condiciones históricas, tienden a moverse próximos a los valores de
subsistencia.
Los beneficios del capital representan la suma que reciben los capitalistas como premio
a que comprometen su capital, puesto que lo emplean en “dar trabajo a gentes
laboriosas”. Ahora bien, Smith concibe que por medio de la libre competencia en la
sociedad de mercado, los capitalistas tenderán a percibir una tasa uniforme de
ganancias.
Los terratenientes recibirán una renta como resultado de la condición de monopolio en
la que se encuentran como propietarios y alcanza el mayor nivel que el capitalista puede
pagar.
Trazó la distinción entre trabajo productivo y trabajo improductivo; según Smith, el
trabajo de un obrero de fábrica, cuyo producto es un bien que se vende a una cantidad
mayor que su salario, al contribuir al beneficio de su patrón, es trabajo productivo.
Mientras que el trabajo de un sirviente personal se paga de ese beneficio y constituye
trabajo improductivo.
La obra de Smith representa una lectura crítica de su época en aras de conseguir la
transformación de la sociedad de su tiempo en una plenamente capitalista. En este
sentido, se exponen con claridad las asimetrías en torno al reparto del excedente y cómo
las distintas clases sociales interactúan en esta puja. Incorpora al estudio económico
dimensiones histórico-sociales, culturales, morales, y representa un claro ejemplo de
una obra de teoría económica con ánimo de propender el cambio en el orden imperante.
En cuanto a su concepción del Estado, propone no intervenir en la operatoria del
mercado si esto interfiere las decisiones de los individuos que emprenden la
acumulación. En términos de comercio, sostiene que es deber del Estado propiciar la
libertad de mercado tanto interna como externa y estimular la división del trabajo que
crecerá a la par del mercado. La concepción que Smith tiene del Estado, en general, es
una extensión de la teoría política de John Locke, teórico de la propiedad privada y la
igualdad ante la ley. De todos modos, es preciso apuntar que a pesar del liberalismo de
Smith en términos económicos, no criticó en absoluto –como podría esperarse– la
intervención del Estado si éste perseguía fines políticos, particularmente vinculados a la
defensa, justicia e infraestructura. Por el contrario, y consecuentemente con la teoría
política de Locke, reclamaba su intervención en estos casos.
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David Ricardo [1772-1823]
En el caso de la obra de David Ricardo, escrita cuatro décadas después que la de Smith,
pueden visualizarse otros intereses, en la medida en que sus escritos y actividad pública
apuntan, por un lado, a horadar la renta que se apropian los terratenientes y, por otro, a
fundamentar una división internacional del trabajo a la medida de la corona británica.
Según su análisis, una disminución en la renta recibida por los terratenientes aumentaría
la tasa de beneficios y, de este modo, la acumulación de capital.
Ricardo formula un modelo de acumulación de capital donde, retomando nociones de
Smith, el capitalista es quien organiza las actividades productivas pensando en sus
beneficios. En primer término, considera el pago de salarios por un valor equivalente al
costo de reproducción de la fuerza de trabajo –cuya dinámica de crecimiento seguirá
principios maltusianos–.
Es novedosa la incorporación del principio de rendimientos marginales decrecientes
aplicables a la tierra, que regularán la renta que reciben los terratenientes. Las tierras
más fértiles permitirán a sus propietarios apropiarse de mayores volúmenes de producto
por su capacidad de monopolio sobre condiciones naturales no reproducibles o, en
palabras de Ricardo, “por el uso de energías originarias e indestructibles del suelo”
(Ricardo, 1994, p.51). La renta que recibe el terrateniente se establece conforme a este
principio de rendimiento marginal decreciente del suelo.
Y como residuo, luego de pagar a los trabajadores y los terratenientes, quedarán los
beneficios para el capitalista. Al presentar a la remuneración al capital en estos
términos, el proceso de acumulación de capital continuará o se estancará dependiendo
de si este residuo es satisfactorio para los empresarios; la remuneración al capital es
regulada, de este modo, por el principio del excedente6 (Blaug, 1968).
Es así como el proceso de acumulación de capital será proporcional a los incentivos que
tengan los capitalistas para emprender actividades productivas, directamente ligadas a la
tasa de beneficios que pueden recibir al final del proceso. Ante altas tasas de beneficio,
6 El hecho de que los beneficios se remuneran conforme al principio del excedente no implica que los beneficios agoten el excedente económico en el sentido que utilizamos el término en este trabajo. En el siglo XX Sraffa (1960) presentará una moderna teoría de la renta de Ricardo en forma extensiva e intensiva, considerando a la producción global neta como excedente. La distribución del excedente en Sraffa se da a instancias de una asimetría entre el capital y el trabajo (Pasinetti, 2000).
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altos niveles de acumulación. Ante un descenso, el estado estacionario se alcanzará
cuando la tasa de retorno del capital sea cero o insuficiente para satisfacer a los
capitalistas. Es por ello que no sorprende en absoluto la virulencia con la que Ricardo
cuestiona la renta recibida por los terratenientes; pues a mayor renta que se retira del
proceso productivo, tanto más rápidamente se detendrá el proceso de acumulación,
como resultado de una baja tasa de beneficio. Así es como no vacila en asociar a los
terratenientes con las estructuras retardatarias propias de un orden tradicional que se
opone al progreso social.
Ricardo no concibe que los capitalistas no emprendan la acumulación cuando la tasa de
beneficios es lo suficientemente satisfactoria. Hay en su obra una clara impugnación al
consumo dispendioso de las clases rentistas de la época y una ponderación positiva de
los capitalistas puesto que de su mano es emprendido el proceso de acumulación. Los
salarios de subsistencia serán una suerte de “costo del progreso”; la contracara de una
desigual apropiación del producto en el marco de una teoría del valor trabajo.
Es importante subrayar cómo en la obra de Ricardo existe una clara jerarquización de
clases sociales, donde cada una desempeña funciones connotadas positiva o
negativamente para el bienestar del conjunto. En el preámbulo de los Principios señala
claramente que “la determinación de las leyes que rigen esta distribución es el problema
primordial de la Economía Política” (Ricardo, 1994, p.5). En este sentido, también vale
la pena señalar, siguiendo a Baran, que:
“En sus comienzos la ciencia económica fue un esfuerzo intelectual
revolucionario para encontrar y establecer los principios rectores de
un sistema económico capaz en grado máximo de hacer avanzar la
causa de la humanidad. Últimamente se ha vuelto contra su propio
pasado, transformándose en un mero intento para explicar y justificar
el statu quo”. (Baran, 1959, p.20).
En su visión del Estado encontramos elementos de no-intervención toda vez que se trate
de mejorar los términos de la acumulación de capital. Pues su obra, en gran medida, se
enmarca en la pelea por la derogación de las Leyes de Granos (Corn Laws) por las
cuales el precio del trigo tendía a niveles altos que posibilitaban a los terratenientes una
mayor apropiación de renta.
13
Karl Marx (1818-1883)
El pensamiento de Marx recuperó críticamente los aportes de Smith y Ricardo, en torno
a las potencialidades del capitalismo para estimular la acumulación de capital, aunque
invertiría las implicancias políticas del análisis. Tanto en relación con la dinámica de
esta acumulación como en cuanto a la distribución, las diferencias que se encuentran en
Marx en relación con sus antecesores radican en que elabora su obra atendiendo los
intereses de otra clase social; ya no se trataba de un proyecto político desde la burguesía
–como en Smith y Ricardo–, sino desde la clase trabajadora.
En relación con sus coincidencias, cuando se trata de analizar la dinámica de la
acumulación, existen fuertes puntos de contacto con la obra de Ricardo. Pues si en este
último la fuerza que movilizaba al sistema hacia el crecimiento era la búsqueda de la
ganancia por parte de los capitalistas, en Marx también aparecerán éstos con igual rol
histórico. De hecho, a lo largo de su obra Marx consideró que el capitalismo era un paso
ineludible en el proceso de desarrollo hacia el socialismo7. La diferencia radica en que
dentro de esa dinámica Marx denuncia que la relación en que se encuentran los
trabajadores –la cual desde Smith o Ricardo era “el costo del progreso”– encubre una
explotación. Así, todas las potencialidades del capitalismo se montan sobre la
explotación de la clase trabajadora por la capitalista, conclusión que resulta coherente
con el cambio del actor social desde el cual se piensa el proceso económico.
En este sentido, prevé el agotamiento en el desarrollo de las fuerzas productivas, hasta
el punto en que estallen las contradicciones del sistema, resultantes del conflicto de
clases y de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Precisamente la atención que Marx puso en la distribución del producto del trabajo es lo
que condujo al desarrollo de su teoría. Pues no era compatible una noción de
intercambio de equivalentes con la acumulación de plusvalía por parte de los
capitalistas. Para encontrar la respuesta de Marx es preciso acercarse a su teoría de la
explotación, según la cual los trabajadores generan un valor superior al que reciben de
los capitalistas.
7 Si bien, vale decir, “en lo que respecta al caso de Rusia, en respuesta a una carta de la marxista rusa Vera Sassoulitch, Marx recalca la posibilidad de que las particulares estructuras tradicionales de Rusia, en especial las agrícolas, puedan ser utilizadas como el punto de partida para un desarrollo socialista inmediato” (Palma, 1987, p.29). El trabajo de Palma analiza la relación entre la teoría marxista y la teoría de la dependencia.
14
También en el trabajo de Marx –y de manera más contundente que en sus antecesores–
existe una clara jerarquización y conflicto de clases. Hay una lectura política del
proceso económico en la medida en que se atiende la conflictividad que subyace a ese
proceso. El excedente económico –al que Marx llamó plusvalía– se reincorpora al
proceso bajo la forma de capital y es la dinámica de su acumulación la que tracciona
hacia el crecimiento económico.
La capacidad que tenga el sistema de aumentar su escala de producción –la
reproducción ampliada– será proporcional a la cantidad de plusvalía que sea reinvertida
en la fabricación de bienes de capital. Al igual que en Ricardo, en el análisis de Marx
las presiones de la competencia y la propia dinámica capitalista fuerzan a una constante
reinversión de plusvalía dentro del proceso. El retiro de plusvalía de la acumulación
hacia otros fines –como el consumo de bienes de lujo– no constituye la dinámica
característica.
Si bien reformula los términos, también diferenció entre trabajo productivo e
improductivo, apuntando que es productivo todo aquel trabajo del “obrero que produce
plusvalía para el capitalista o que trabaja por hacer rentable el capital” (Marx, 2000,
p.426) e improductivo aquel trabajo que tiene que ver con el uso de la misma.
A pesar de que no se concentró en el análisis del Estado, puede decirse que
coherentemente con su descripción crítica del capitalismo, plantea que se trata de una
institución que reproduce las condiciones de explotación. En este sentido, el Estado
atenderá las necesidades de la acumulación de los capitalistas y las distintas acciones se
articularán con este principio.
La teoría neoclásica
Hacia 1871 se publica la Theory of Political Economy de Jevons y los Grundsätze de
Menger. Estas dos obras, junto con los Elements de Walras señalan el inicio de una
ruptura con los enfoques precedentes (Dobb, 1998). Enmarcados en lo que se conoció
con el nombre de “revolución marginalista”, abandonan un enfoque estructural del
proceso económico y pasan a concentrarse en la conducta de los “agentes”: las clases
sociales desaparecerán crecientemente de la teoría económica neoclásica.
Retoman la caracterización del individuo económico según Adam Smith –el homo
economicus– y combinan a éste con el principio de rendimientos marginales formulado
por David Ricardo. De este modo, extienden el uso de este principio a los rendimientos
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marginales del capital. Por ello, tal como señala Pasinetti, la extensión y uso de este
principio, ensambló con el concepto de cálculo diferencial pues,
“no se derivó de observaciones de la realidad. Hizo su aparición como
una conveniente, indudablemente elegante, estéticamente atractiva,
extensión del principio de los rendimientos decrecientes de Ricardo –
originalmente pensado para la tierra– aplicado a todos los factores de
la producción” (Pasinetti, 2000).
El funcionamiento del sistema económico, entonces, será el resultado de la interacción
de agentes individuales maximizadotes de beneficios y utilidad, según se consideren los
móviles desde el punto de vista de la producción o de la demanda. La formulación
matemática de estas relaciones fue una preocupación central en estos autores. En efecto,
privilegiaron –y privilegian– la consistencia interna de la teoría, más que su adecuación
a la realidad histórica.
La expresión en teoría del crecimiento de estos principios tomó cuerpo en la publicación
de Robert Solow de 1956 A contribution to the theory of economic growth8. Allí, Solow
toma los supuestos de la función de producción de la empresa neoclásica y los aplica a
una función de producción agregada para el conjunto de la economía.
La acumulación, entonces, tiene que ver con el cálculo de maximización de beneficios
de los capitalistas que invierten el total de lo ahorrado en la economía. Todo aquello que
no se consume, es ahorrado y pasa a formar parte del stock de capital de la economía.
En forma análoga al estado estacionario ricardiano, llega un momento en que se detiene
el proceso de acumulación de capital y sólo la aplicación de tecnología puede aumentar
el producto.
La dinámica de la acumulación, según este enfoque, también obedece básicamente al
afán de lucro de los empresarios. En cierto sentido, la generación de excedente
económico y el aumento de la escala de producción retoman las directrices que
señalaban los clásicos, dado que la fuerza que mueve al sistema emana de la búsqueda
de ganancias de los capitalistas.
Donde sí aparecerán diferencias sustanciales es en el modo en que los neoclásicos
plantean la distribución del producto. Cada uno de los factores de la producción –ya no
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clases sociales–, el capital, el trabajo, recibirán como recompensa el valor equivalente a
su productividad marginal.
Nos interesa puntualizar que quedan a un lado los conflictos de clase y su
jerarquización, en particular se diluyen las asimetrías de poder entre empresarios y
trabajadores. En tanto factores de la producción, ambos confluyen, por medio de los
mecanismos de mercado, “libremente”, en igualdad de condiciones, al proceso
productivo. Entonces, es la interacción de mercado, vía precios, la que resuelve la
porción de la “torta” que se destina a la remuneración de cada factor. El reparto del
excedente económico se plantea, al amparo de los supuestos que garantizan los
resultados, de un modo en el que todos parecen haber recibido al final del proceso
económico, aquella porción del producto que les corresponde.
Las visiones keynesianas
La obra de Keynes [1883-1946] introdujo elementos que dan cuenta de dinámicas de
desequilibrio en el sistema. De este modo, estableció las bases para una teoría que
reformuló los criterios para la intervención del Estado. Brindó argumentos que atacaban
la autorregulación del mercado; distintas situaciones donde el mecanismo de precios
entraba en círculos viciosos que reforzaban la lógica depresiva de la economía. La ley
de Say, según la cual la oferta crea su propia demanda, fue fuertemente cuestionada y la
atención pasó a centrarse ya no exclusivamente en los componentes de oferta, sino en la
demanda: la inversión, el consumo y el gasto público.
Si bien su obra fue desarrollada durante la década del ’30, tuvo efectos duraderos sobre
el conjunto de los tópicos de teoría económica. Los estudios sobre el crecimiento
económico no fueron la excepción. Así, los trabajos de Roy Harrod de 1939 y Evsey
Domar de 1947 significaron la extensión del trabajo de Keynes a una lógica de largo
plazo. En ellos se muestra cómo, en un proceso de acumulación de capital, no existen
fuerzas que conduzcan automáticamente al equilibrio. Más bien cabe decir todo lo
contrario: ante un corrimiento de la trayectoria de equilibrio, los componentes sobre los
que se toman decisiones de inversión refuerzan este desequilibrio, tornándolo
acumulativo.
8 Solow, Robert (1965): “Una contribución a la teoría del desarrollo económico”, en Rojo Duque, Luis (selec.): Lecturas sobre la teoría económica del desarrollo, Ed. Gredos, Madrid
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En consonancia con la visión de Keynes, el Estado debe intervenir para corregir estos
desequilibrios intrínsecos a la lógica de acumulación. La capacidad que detenta el
Estado para señalar pautas salariales, manejar el presupuesto y dirigir la inversión
pública pueden contrarrestar estas tendencias. Sin embargo, las directrices de la
acumulación según Keynes no quitan del centro de la escena al empresario que
maximiza beneficios, pues atañe al Estado corregir las dinámicas que llevan al
desequilibrio y no centralizar ni conducir la acumulación.
En relación con la distribución, la necesidad de reforzar los salarios como elemento
capaz de sostener la demanda, contribuyó a una redistribución del excedente económico
a favor de los trabajadores. Los criterios fundados en la productividad marginal
neoclásicos fueron subordinados, al menos durante el tiempo que duró el estado de
bienestar, a los criterios keynesianos que perseguían reequilibrar el sistema9.
En este sentido, vale decir que el aporte de Keynes tuvo implicancias considerables en
materia de política económica, pues mostró como potencialmente coincidentes la
dinámica sistémica de acumulación con cierta equidad social.
Consideraciones finales
Se ha visto que el estudio de la acumulación y la distribución tomadas conjuntamente,
en la actualidad, ha sido dejado relativamente de lado, particularmente por los estudios
del main stream del crecimiento y del desarrollo económicos.
Tal como se vio, las distintas representaciones del funcionamiento del sistema traen
aparejadas caracterizaciones de la acumulación y distribución con implicancias en torno
a cómo funciona y, de algún modo, cómo debería funcionar el orden social.
Particularmente, cuáles son las condiciones en que se da la acumulación y cómo se
resuelve la distribución.
Se ha visto que, ante las circunstancias históricas en las que se produjeron los distintos
enfoques, se desprenden directrices políticas a la medida del proyecto de orden social al
que cada autor o corriente aspiraban y de las barreras que visualizaban para tal objetivo.
En el caso de los fisiócratas se trató la búsqueda de extender la agricultura capitalista,
9 Vale apuntar que el trabajo de Kalecki –de manera contemporánea a Keynes– consideró simultáneamente los problemas de inversión y distribución del ingreso.
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asociando la riqueza material de la sociedad a la existencia del producto neto que
proviene de las fincas. Smith, en cambio, apuntó a la efectiva consolidación del orden
capitalista como modo de socialización estipulando un marco distributivo para cada una
de las clases que intervienen en el proceso. Ricardo trató de limitar el poder de los
terratenientes y su capacidad para apropiarse de importantes niveles de renta sin apuntar
a una alteración sustancial del orden. En cambio, la crítica de Marx apuntó a los
cimientos de la sociedad capitalista misma, cuestionando la apropiación asimétrica de
los productos del trabajo social, en función de la desigual carga para su producción. La
reacción neoclásica replanteó el esquema al intentar volver a naturalizar las relaciones
capitalistas y se abocó al modo en que el sistema se (debería) equilibra. En cuanto a la
distribución del producto, establecieron nuevas pautas distributivas, cuyas implicancias
políticas no trascienden una apología de que en el capitalismo cada individuo es libre de
conseguir lo que quiere y obtiene a cambio lo que se merece, al amparo del
funcionamiento de los mecanismos del mercado. Por fin, se analizaron los principios
que guiaron los análisis keynesianos y la justificación de la intervención del estado,
abriendo ciertos márgenes a la redistribución del ingreso.
Todas estas visiones pueden ser repensadas a instancias de preguntarse por el modo en
que conciben la generación y apropiación del excedente económico que en el
capitalismo se resuelve conforme a los cánones del afán de lucro que señalara Smith.
Ahora bien, si se abandona el criterio que homologa la maximización de beneficios
privados a la maximización del bienestar social, la problemática del destino del
excedente que se dirime como resultado de la dinámica de la sociedad capitalista, cobra
otro tenor. Dicho en otras palabras, si la búsqueda de ganancias se divorcia del bienestar
de la mayoría aparece inmediatamente el riesgo de caer en dinámicas de acumulación de
excedente económico poco saludables para el conjunto de la población.
Y es en este aspecto donde es preciso atender en los distintos enfoques la dimensión
política de la problemática.
El mismo cuestionamiento que dispara a la relación entre beneficios y bienestar social,
tiene su correlato en el tipo de Estado que se moldea en el desarrollo de la sociedad
capitalista, cuando los gobiernos reducen toda política económica a la maximización del
crecimiento del producto, sin importar su composición, estructura, ni implicancias
distributivas.
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La sucesión de enfoques para la problemática de la distribución y acumulación
muestran que la representación y conceptualización del orden ha tenido implicancias en
la transformación de la realidad imperante, ya sea para reproducir un determinado
orden, ya para revolucionarlo. Considerando el prisma con que la Economía Política ha
analizado estos problemas, las capacidades tecnológicas con que cuenta la sociedad en
la actualidad, y las fuertes asimetrías existentes en materia distributiva, parece al menos
impostergable la necesidad de repolitizar el análisis del reparto y destino del excedente
económico.
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