Acerca de Moya
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE HONDURAS (UNAH)
MAESTRÍA EN LITERATURA CENTROAMERICANA
EL FOCALIZADOR EXTRAÑADO:
LA CRÍTICA A LA PROPIA NACIONALIDAD EN LA NOVELA
EL ASCO DE HORACIO CASTELLANOS MOYA
TESIS PARA OBTENER EL GRADO DE
MASTER EN LITERATURA CENTROAMERICANA
PRESENTA
LICENCIADA WALDINA BERNADETH MEJÍA MEDINA
ASESOR: DOCTOR HÉCTOR MIGUEL LEYVA
TEGUCIGALPA, HONDURAS, MARZO 2008
AUTORIDADES UNIVERSITARIAS
UNAH
Doctor Raúl Santos
RECTOR
Doctor Adalid Rodríguez
SECRETARIO GENERAL
Doctor. Rolando Aguilera
DIRECTOR DEL SISTEMA DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
Doctora Alma Caballero
DIRECTORA DE MAESTRÍA DE LITERATURA CENTROAMERICANA
AGRADECIMIENTO ESPECIAL AL DR. HÉCTOR LEYVA POR SU
CERTERA Y EXIGENTE GUÍA COMO MAESTRO Y ASESOR.
A MI ESPOSO, DR. GUSTAVO PONCE, POR SU CONSTANTE
AMOR, APOYO Y EJEMPLO COMO PERSONA Y COMO
INTELECTUAL
A MIS COMPAÑEROS DE ESTA MAESTRÍA CON QUIENES
COMPARTIMOS Y DISFRUTAMOS EL TRABAJO DE APRENDER Y
CRECER PROFESIONALMENTE.
El Focalizador Extrañado:
La crítica a la propia nacionalidad en la novela El Asco de Horacio
Castellanos Moya.
Introducción
“El Asco” es una novela que ha ganado creciente interés por cuestionar la noción de
la “salvadoreñidad” de forma controversial, cínica y hasta “divertida”. En Honduras, esto nos
atañe directamente por los rasgos culturales que compartimos con los salvadoreños, o con
“lo salvadoreño”, sea lo que sea. Como dijo el propio autor en una entrevista dada a Rafael
Menjívar (2002), “con El Asco, el lector, en general, (…) no piensa en literatura, sino en si
esa opinión política es cierta o es falsa, si esa opinión sobre la cultura nacional es verdadera
o es falsa…” Empero, como bien sigue diciendo el autor en la misma entrevista: El Asco
“pretendía, y siempre pretendió, ser una novela. No pretendía ser un discurso. Para eso
están los ensayos. No es una novela de tesis. Habla de un personaje que vomita su visión
del mundo, que a veces puede ser contradictoria, poco agradable, pero es una construcción
literaria. Está basada en Bernhard, un escritor austriaco que detesta Austria, que detesta
Salzburgo y a su gente… Más o menos a partir de ese modelo hice una construcción
literaria” (Castellanos Moya, H. en Menjívar: 2002).
Sigue agregando el autor: “Tanto La Diáspora como El Asco tienen un componente
de provocación (…) porque hace críticas a ideas muy fijas y muy establecidas, muy dadas
por supuestas, en lo que respecta a la política y a la cultura del país: la nacionalidad, la
identidad, todas esas cosas. Al meterte en el terreno de los valores esenciales de lo
nacional, evidentemente le cuestionas a la gente los juicios terminantes alrededor de los
cuales se construyen sus valores.” (Castellanos Moya, H. en Menjívar: 2002).
Así que El Asco es una novela, no es siquiera una novela de tesis, no es un discurso,
no un ensayo ni similar, y así lo ratifican las técnicas literarias que estructuran desde un
inicio el personaje central, Edgardo Vega, y toda la obra. Y el autor propone, por tanto, el
componente de provocación como un valor literario y estético, y el logro de la misma sería
una medida del éxito del texto. Por eso en este trabajo abordamos el texto desde un
enfoque literario. Esto no significa, empero, que compartamos totalmente el punto de vista
del autor, como se verá en este trabajo.
Por otro lado, decir que el texto debe asumirse como una propuesta literaria, invita a
considerar sus planteamientos como hipotéticos, suspendiéndoles su valor de verdad en
tanto que proposiciones de ficción, y escamotea así la responsabilidad de autor con
respecto a los mismos. De este modo, si hemos de explorar el cuestionamiento a “lo
salvadoreño” desde El Asco como obra literaria, podemos solamente intentar conocer la
naturaleza de su crítica y sondear sus bases racionales, si es que las tiene.
Planteamiento del problema
Es poco profesional rechazar una obra literaria porque las aseveraciones o
implicaciones sociales o políticas no sean de nuestro agrado. Permanece válida la
observación del autor de que por concentrarse el lector en aspectos ideológicos que le son
sensibles, olvida aspectos literarios como la construcción del personaje y la trama. Según
expresó claramente el autor mismo, no sólo se propone hacer literatura con El Asco, sino
que provocar la reacción del lector. Siendo así, una adecuada lectura literaria del texto pasa
por comprender cómo logra el propósito manifiesto de la provocación, cuáles son los
artilugios técnicos y las conexiones ideológicas de que se vale para lograr su objetivo. En
este trabajo pretendemos estudiar las técnicas empleadas en esta construcción y cómo
éstas coadyuvan precisamente al objetivo de provocar.
Es un objetivo de los estudios literarios entender cómo un autor articula técnicas
narrativas para lograr lo que se propone en un texto. Esta articulación necesariamente será
intratextual con respecto a los niveles del texto, y contextual con respecto a los espacios
ideológicos que confronta. Y aquí radica también la relevancia y actualidad de este trabajo:
estudiaremos algunos de los recursos intratextuales y contextuales de los que se vale el
autor para lograr la provocación.
El actual escritor de lo que se ha canonizado como literatura moderna, tiene a
disposición todo un arsenal de recursos narrativos que puede usar, dejar de usar o modificar
(y hasta inventar), según su eficiencia en la codificación del mensaje literario. Esta habilidad
para usar y crear los diversos recursos narrativos es la que dotará a su trabajo de una
versatilidad que lo diferencie de una simple relación de acontecimientos, del cuento popular
o similares.
Consideramos esta “versatilidad” como uno de las características de la literatura
actual. En El Asco, vemos, por ejemplo, cómo el autor retoma muy acertadamente las
técnicas del extrañamiento para el cuestionamiento de la noción de salvadoreñidad y la del
autor-transcriptor para fortalecer la apariencia de realidad de su personaje Vega.
La pregunta clave es:
¿Cómo funcionan los recursos intratextuales y contextuales que coadyuvan en El
Asco al declarado objetivo de provocar y criticar la cultura salvadoreña?
Objetivos
General:
Estudiar el funcionamiento de las técnicas literarias y la articulación ideológica del
focalizador como recursos literarios de crítica cultural y de provocación.
Específicos:
1. Identificar y analizar el funcionamiento de técnicas de articulación intratextual y
contextual usados en El Asco para lograr el fin de provocar y criticar la cultura salvadoreña.
2. Caracterizar psicológica e ideológicamente el focalizador de El Asco en relación
con la crítica de la “salvadoreñidad”.
3. Analizar la validez de la crítica cultural de El Asco con referencia a la discusión
teórica sobre nación, el nacionalismo y la ideología del focalizador de dicha novela y de su
poder de provocación.
I. CONTEXTUALIZACIÓN: La novela centroamericana, Ho racio
Castellanos Moya y El Asco
1.La Novela Actual Centroamericana
H. Leyva (2004) en su artículo Narrativa centroamericana post noventa. Una
exploración preliminar, hace un lúcido resumen del contexto socioeconómico en que se
desarrolla la literatura actual en Centro América:
“Las dinámicas actuales son sin duda deudoras de la guerra y los resortes principales
de los conflictos no parece que hayan cambiado, pero los recorridos parecen ganar vida
propia y apuntar a horizontes imprevistos. Las luchas armadas han sido desplazadas por las
económicas, se subordina el poder militar al civil, los partidos políticos cobran beligerancia al
mismo ritmo que pierden credibilidad; la lucha política se vacía de contenido y se traslada de
las trincheras a la prensa bajo la forma de simulacros; mientras en la vida social se siguen
ampliando las brechas entre ricos y pobres y sus universos de consumo; se siguen rompiendo
los ligamentos de los modos de vida tradicional, se intensifica la transculturación, aumenta el
éxodo de emigrantes, aumenta la violencia criminal, etc.”
La dilución de la hegemonía de izquierda y de los testimonios en las prácticas de
escritura, predominantes hasta entonces, “ha dado lugar a una re-emergencia de la novela y
a una diversificación de sus planteamientos (a pesar de la tónica dominante de desencanto
que en ella se reconoce) en consonancia con la elevación de distintas esferas de interés en
los espacios públicos y privados.” (Leyva, 2004).
En la narrativa postnoventa pueden reconocerse algunos aspectos: multivocalidad,
documentalidad y cooperación discursiva; el restablecimiento de la figura del autor como
creador y de la obra como producto de un sujeto individual (vinculado ostensiblemente a las
clases medias y medias altas); retorno a la novela, pero con un cierto afán experimental en
la problematización de los asuntos y el registro de las singularidades locales; confrontación
de los poderes establecidos, el Estado y la propia cultura, desde posiciones que vinculan la
condición actual con una decadencia general de las sociedades, (sea desde una perspectiva
más o menos generalizada al conservadurismo de izquierda o de derecha) (Leyva, 2004).
Algunas de estas características, y muy especialmente la última, se presentan en la
novela El Asco, como en otras de Castellanos Moya. Este trabajo estudia precisamente la
manera como la novela El Asco confronta la propia cultura y la idea de la propia
nacionalidad.
2. Biobibliografía de Horacio Castellanos Moya.
2.a Horacio Castellanos Moya
Es hijo del escritor y locutor salvadoreño Crescencio "Chencho" Castellanos Rivas y
de la hondureña Ruth Moya. Nació el 21 de noviembre de 1957, en Tegucigalpa. Fue
trasladado a San Salvador a los cuatro años. En el bachillerato se dedicó a escribir versos.
Con sus propios ahorros, publicó el opúsculo Poemas.
Vivió en la capital salvadoreña hasta 1979, cuando también abandonó sus estudios
de literatura, desarrollados en la Universidad de El Salvador. Se dio a conocer su antología
poética La margarita emocionante (1979). Residió durante medio año en Toronto, Canadá,
en cuya York University cursó estudios históricos y de áreas comunes. Después, se trasladó
a su ciudad natal, en cuya Universidad Nacional laboró de marzo a julio de 1980.
Establecido en San José (Costa Rica), de agosto de 1980 a septiembre de 1981 se
desempeñó como corrector de pruebas en la Editorial Universitaria Centroamericana
(EDUCA).
Desde 1981 permaneció en la ciudad de México por una década y fungió como
redactor en la Agencia Salvadoreña de Prensa (SALPRESS), corresponsal de la revista
brasileña Cuadernos del tercer mundo, analista político de la empresa privada ANAFAC y
editor de la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información.
Al finalizar el período bélico salvadoreño (1979-1992), regresó a San Salvador a
participar en la fundación del primer medio impreso de la posguerra: el semanario Primera
Plana (San Salvador, 1995-1996). Como periodista se ha desempeñado como corresponsal,
editor y director de diversos periódicos y revistas en las capitales mexicana y salvadoreña.
Sus escritos han sido difundidos por numerosas publicaciones periódicas de
Hispanoamérica.
Libros de Cuentos: ¿Qué signo es usted, niña Berta? (1981) Perfil de prófugo (1987),
El gran masturbador (1993), Con la congoja de la pasada tormenta (1995), El Asco: tres
relatos violentos (2000), Indolencia (2004).
Novelas: La diáspora (1988), Baile con serpientes (1996), El Asco/Thomas Bernhard
en San Salvador (1997), La diabla en el espejo (2000), El arma en el hombre (2001), Donde
no estén ustedes (2003), Insensatez (2005), Desmoronamiento (2006).
Otros libros publicados: Recuento de incertidumbres. Cultura y transición en El
Salvador (ensayos, 1993).
Sus relatos han sido traducidos e incluidos en antologías en Estados Unidos,
Inglaterra, Alemania, El Salvador y Costa Rica. (Diccionario/Autores). A estas alturas, con
trece obras narrativas en su haber, señala Miguel Huezo Mixco, “ha creado un mundillo de
personajes amargos, ridículos y tristes, grotescos e inevitables. Y su lenguaje, donde no hay
lugar para la épica ni para el lirismo que caracterizaron a sus antecesores, es expresión
tanto de una aceleración psíquica, propia del mundo de la violencia, como del desarrollo de
una idea propia del tiempo en el que se organizan las maldades y las tragedias que tienen
lugar en sus libros” (Huezo, 2002).
Han sido publicados en otros idiomas: En francés: La mort d'Olga Maria (traducción
de La diabla en el espejo), en 2004; L'Homme en arme (El arma en el hombre), en 2005;
Deraison (Insensatez), en 2006, y, en 2007, como se detalla arriba, Le bal des viperes (Baile
con serpientes). En francés, en el formato libro de bolsillo, ha publicado Le Degout (El asco),
en 2005, y La mort d'Olga Maria, en 2006. En alemán: Aragóns Abgang (Donde no estén
ustedes), en 2005. En italiano: L'uomo arma (El arma en el hombre), en 2006. Acaba de salir
al mercado, en portugués, Insensatez, publicado por Teorema, en cuyo catálogo se
encuentran autores como Jorge Luis Borges y Enrique Vila-Matas. Un fragmento de El asco,
su libro más leído, y que fastidia tanto a los nacionalistas de todo signo político en el país,
fue publicado en la antología World without Borders…, en febrero de 2007. Katherine Silver,
su traductora al inglés (y traductora de Antonio Skármeta, Pedro Lemebel y Jorge Franco),
ha recibido 20 mil dólares para que emprenda la traducción de Insensatez, por parte del
National Endowment for the Arts, la principal institución gubernamental para el apoyo de las
artes en Estados Unidos (Huezo, 2007).
2.b EL Asco
Edgardo Vega es un salvadoreño, del cual nada se nos dice sobre su aspecto físico,
que decide romper todo tipo de vínculos con la tierra de origen: “yo me fui precisamente
huyendo de este país”, (EA, 17) y emigra desde los 21 años a Canadá, donde deviene en
ciudadano canadiense y profesor de Historia del Arte en la Universidad de McGill (la cual
existe efectivamente en Montreal). Le repite a su madre en las visitas que ella le hace que
jamás volverá. Pero, luego de 18 años de vivir en Canadá, tiene que volver cuando su
madre testa que sólo si Vega está en su entierro tendrá derecho a heredar a medias la casa
materna con su hermano, la cual ha llegado a valer $100.000, y que si es así, él podrá
decidir el destino de la casa. Vega debe quedarse un mes para arreglar los trámites de la
venta de la casa, para que ya nada lo ligue con El Salvador y acrecentar en unos $45,000
sus haberes. Su hermano, quien lo hospeda las primeras dos semanas de su estadía, no
está de acuerdo con la venta y trata de convencerlo de alquilarla y hasta de quedarse en El
Salvador. Posibilidades execradas por Vega.
Al velorio, llega Moya, antiguo compañero de colegio, a quien Vega invita a una
plática en un bar determinado, único lugar decente que ha encontrado (y sólo de cinco a
siete p.m.). Este encuentro sucede 15 días después de su arribo (EA, 25) cuando Vega ha
roto completamente con su hermano y familia “vomitivos” precisamente ese día (EA, 27) y
se hospeda en un hotel por la semana que aún permanecerá en el país.
En esta reunión, el personaje literario de El Asco, Edgardo Vega, en verborrea
repetitiva e infatigable, le cuenta en un largo monólogo a Moya lo que le ha pasado desde su
viaje en avión hasta ese punto, expresando su repulsión y náusea acerca de ciertos hechos
y costumbres salvadoreñas, con expresiones insultantes como “vomitivo”, “asqueroso”, o al
país como “un verdadero asco”. Todo lo cual es transcrito por Moya. Según Huezo Mixco, “a
través de la visión parcial de Vega, tenemos un retrato colectivo de los tipos genéricos que
componen la sociedad salvadoreña y se despedaza el discurso oficial sobre el ser
salvadoreño” (2002). Empero lo que Vega dice son, en general, sus opiniones y sus gustos
personales (a los que tiene derecho, por muy antipopulares, extraños y descorteses que
sean) y por sí solos no tienen capacidad para cuestionar lo salvadoreño.
3. Reacciones ante El Asco
Con El Asco, “Castellanos glosó el lenguaje de Thomas Bernhard para realizar una
demoledora crítica de los valores culturales de la sociedad salvadoreña; la obra se convirtió
en uno de los libros más leídos y a la vez más repudiados de aquel momento” (Huezo,
2002).
El Asco lleva en el 2007 la octava edición en El Salvador, y es, quizá, el libro más
polémico de Castellanos. Su mordaz crítica contra la identidad salvadoreña lo hizo alcanzar
varias reimpresiones sucesivas y obligó al autor a abandonar el territorio, debido a
amenazas de muerte vertidas en su contra (Huezo, 2002).
“Castellanos Moya seguramente no será llevado a la picota, pero su alusión a las
costumbres y la mentalidad nacionales ya ha despertado enconos… Naturalmente, las
reacciones no se hicieron esperar. Acompañando a la irritación de cierta intelectualidad criolla
que se niega a leer el libro como lo que es -literatura-, una voz anónima, a través de dos
llamadas telefónicas, profirió amenazas a muerte contra el escritor. Esto es algo que debe
decirse frente a quienes han visto en este hecho un burdo ardid publicitario. Castellanos no se
encontraba en el país desde hacía casi dos semanas, y las amenazas fueron escuchadas por
la madre del escritor. Creo que todos estaríamos de acuerdo en que esas amenazas bien
podrían tomarse a la ligera, sino fuera por los antecedentes de intolerancia homicida que ha
habido en este país.
Este hecho, a su vez, dio oportunidad para que otro connacional, periodista de buen
apellido -Juan José Dalton, corresponsal de El País- fiel a aquel espíritu, hiciera un despacho
a Madrid donde por un pelo no anunció el surgimiento del "Salman Rushdie salvadoreño".
Este lamentable despacho confirmó en algunos lectores suspicaces la existencia de una
maniobra publicitaria (Huezo, 2002).
Todo esta reacción, nos parece, es debida a una lectura acrítica de la idea de nación
y a una lectura ingenua, literal, de esta obra literaria, merced a la cual, como ya dijo el
mismo autor, se soslaya la construcción literaria por su contenido político. Desarrollaremos
este tópico más adelante.
II. Definiciones y análisis intratextual
Para entender una obra como construcción literaria, es necesario analizar aspectos
como el uso específico de técnicas propiamente literarias. Aprovecharemos los aportes de
los estudios literarios del siglo pasado, desde los formalistas hasta la narratología, para
entender el uso literario en El Asco de la focalización y el tipo de narrador utilizado. Por el
otro lado, aprovecharemos también los aportes teóricos actuales en torno a la construcción
de la idea de nación y nacionalismo para poder diferenciar una noción ingenua de una crítica
de los mismos, y así poder comprender el juego literario del extrañamiento.
1. Técnicas Narrativas: El autor-trascriptor-editor , la focalización y el extrañamiento.
a. Técnicas. El extrañamiento es un término introducido por Viktor Šklovskij en los
escritos del formalismo ruso, aunque en narrativa no funciona de la misma forma que en el
lenguaje poético, tal como fue descrito entonces. El término focalización, es discutido por
Mieke Bal en su libro: Teoría de la Narrativa (1985), mientras que encontramos un extenso
estudio analítico sobre el narrador, en Las Voces de la Novela de Oscar Taca (1985).
Empero, ambos trabajos parten de los aportes de teóricos literarios estructuralistas como
Bremond, Genette, Barthes, Beristáin, etc, que se encuentran sistematizados de forma
coherente y clara en el libro antes citado de Bal. De aquí en adelante nos apegaremos a
esta sistematización, pues su propuesta es la más idónea para analizar las técnicas
narrativas que estudia este trabajo.
b. Modelo de Análisis Narratológico. Bal recoge el modelo de análisis narrativo que
propone la concepción de la obra como divisible en tres estratos bien definidos: la fábula, la
historia y el texto propiamente dicho. Como en cualquier otra propuesta teórica de división
de un todo, estos estratos de suyo no tienen existencias independientes ya que el único
material directamente accesible a la investigación es el estrato textual, encarnado en un
sistema de signos de lenguaje1. Definiremos a grosso modo cada uno de los tres estratos
para después pasar a considerar con detalle la focalización y el narrador.
-Texto Narrativo. “Es el texto en que un agente relata una acción” mediante la
concretización de signos lingüísticos. Este agente recibe el nombre de narrador y no debe
ser confundido ni con la perspectiva o focalizador (agente desde cuyo punto de vista se
relata la acción) ni con el personaje (cuando la narración está en primera persona). El texto
narrativo comprende más que la narración, pues también incluye pasajes descriptivos y de
tesis; diálogos, exclamaciones, lenguaje figurado, variedad de estilos de expresión, etc. Es
el material concreto que se posee para el análisis y la derivación de los otros dos estratos
que son menores y están contenidos en el texto narrativo.
-Fábula. La fábula es llamada por Bremond: narración; por Todorov y Prada
Oropeza: historia; por Kaiser: fábula o argumento. Conocido desde antiguo, este estrato fue
llamado por Aristóteles ‘Michos’ y por Horacio, ‘forma’. Una fábula es una serie de
acontecimientos de interés humano, lógica y cronológicamente relacionados que unos
actores causan o experimentan. La fábula se construye, pues, con acontecimientos, actores
y una determinada lógica. Esta lógica se define como el desarrollo de los acontecimientos
que el lector experimenta como natural y en concordancia con el mundo2. Los actores son
agentes que llevan a cabo acciones, no son necesariamente humanos. Actuar es causar o
experimentar un acontecimiento. Un acontecimiento es la transición de un estado a otro.
(Bal, 13 y 14).
Los acontecimientos se dividen en funcionales e indiciales. Los funcionales se
dividen a su vez en funciones cardinales y catalíticas. El valor indicial, cardinal o catalítico de
1 Los subrayados son nuestros de aquí en adelante. 2 Debe haber similaridad –no necesariamente igualdad - entre las fábulas
narrativas y las fábulas “reales”.
un acontecimiento depende del contexto en el que esté y simultáneamente puede ser
ambas. Los acontecimientos que permiten la transición entre un estado a otro son funciones
cardinales y estructuran la fábula. Los sucesos que pueden retardar o acelerar la acción
entre una función cardinal y la siguiente, son llamados funciones catalíticas y se consideran
como parte del siguiente nivel o Historia.
Los acontecimientos indiciales se dividen a su vez en Índices propiamente dichos y
en Informantes; son también parte del siguiente nivel y los necesitaremos para el análisis en
este trabajo. Los Índices remiten a un carácter, a un sentimiento, a una atmósfera, a una
filosofía o ideología cualquiera. Sus significados son implícitos, no evidentes, por lo que su
comprensión (y clasificación) exige interpretación. Los Informantes identifican y sitúan en el
tiempo y en el espacio. A diferencia de los anteriores, estos son explícitos: hacen mención
de determinadas características que diferencian un personaje, un lugar o un lapso temporal
de otro3.
-Historia. Llamada por Todorov y Barthes, discurso; por Prada-Oropeza, narración.
“Es una fábula contada de una cierta manera”. La historia no incluye los pasajes de tesis y
3 En El Perfume de Patrick Süskind (Edit. Seix Barral. Barcelona. 1986), el
hecho de que la madre del personaje principal haya matado recién nacidos a todos
sus hijos antes de él, no provocó consecuencia algu na en el desarrollo de la
acción; este dato más bien es un indicador o índice de la miseria material y moral
de la gente de su nivel social y de su época, y de la efectividad, en ese tiempo,
de la aplicación de la ley. A su vez es indiferente para los acontecimientos
subsecuentes el que hayan decapitado a la infantici da (como en efecto ocurrió) o la
hayan encarcelado, o incluso se haya escapado, pues lo definitorio es que el niño
fue puesto al cuidado de los religiosos, lo que le permitió sobrevivir y a su vez
continuar la fábula. Por eso el ajusticiamiento de la infanticida es más bien una
función de catálisis o relleno entre el rescate del niño y su entrega a los
religiosos. Pero el primer asesinato cometido por e l personaje principal –la
bellísima muchacha pelirroja que limpiaba mariscos- es una función cardinal, no por
el asesinato en sí, sino porque en la muchacha el a sesino encontró la esencia
odorífera primordial y perfecta que le permitió jer arquizar su caos perfumístico
interior y propició con ello su posterior éxito com o perfumero y su capacitación
para preparar la “esencia de las esencias” a partir del perfume natural de las
muchachas más bellas de la región, a costa de la vi da de todas ellas.
descriptivos que el texto narrativo pueda tener, ni la específica realización lingüística que el
autor haya utilizado.
Son aspectos o procedimientos constructivos de la historia: la forma en que el autor ordene
la exposición de los acontecimientos y la distribución del tiempo; la dotación de
características particulares a los distintos actores de la acción (o elaboración de personajes);
la peculiar escenificación y ambientación que sirve de marco a la acción de los personajes,
el enfoque desde el cual se interpreta y narra, etc… Todos estos aspectos constituyen
técnicas para trabajar de manera más o menos eficaz la materia prima de la que se dispone
(una fábula)4. “Si se considera a la fábula primordialmente como producto de imaginación,
cabría entender la historia como producto de una ordenación. Obviamente esta distinción es
de naturaleza meramente teórica” (Bal, 57). Las técnicas aquí identificadas, las cuales han
sido producidas y quintaesenciadas por siglos, son consideradas como específicamente
literarias y su uso debe ser consciente5. “Los procedimientos a que puede apelar el novelista
para expresar el relato son muy diversos; tal vez los más variados que sea dado reunir en
ningún género o especie literaria” (Herranz: 1983, 112).6
4 Los aspectos de la Historia “constituyen diversos mecanismos y subestructuras
conductores de las representaciones solo lingüístic as que articulan la obra hacia
la exteriorización expresiva (…) Su examen ha de re alizarse tanto con criterio
estructural, cuanto en relación con los ‘materiales ’ de los contenidos y con sus
características más externas individualizadas, desd e antiguo, por las viejas
retóricas.” (Herranz: 1983, p 112). 5 Estos mecanismos son “medios para la presentación d e una obra, en cuyo
empleo es necesario la decisión consciente de modo que tengan todos un aspecto
técnico. Cada uno de estos medios de formación y pr esentación contribuyen, en mayor
o menor grado, a la composición de la obra en sí; c ada uno puede ser interrogado
por el observador en lo referente a su eficacia y c ada uno depende también, por
otra parte, del estilo de la obra que en el fondo d etermina su empleo y selección”
(Kaiser, p. 249). 6 Es obvio que no todos los valores positivos de una obra narrativa subyacen en
el nivel de la trama o historia . Para valorar la fábula , empero es importante
establecer su mayor o menor originalidad con respec to a la producción preexistente,
que también incluye la habilidad de refundir una fá bula ya conocida con un enfoque
distinto. Es mucho más difícil estudiar el Texto li ngüístico, pues éste, al igual
que la Historia o Trama, tiene a su disposición un sinnúmero de recursos retóricos,
que hasta involucran, como en el caso de la ironía y el sarcasmo, el nivel
pragmático y sociológico de la comunicación. Así ha brá –como los hay– textos con
c. Narrador y Focalización
La focalización y sus componentes, objeto, niveles y sujeto de la focalización o
focalizador, pertenecen al nivel de análisis narratológico “Historia”. Ha sido una de las
últimas técnicas en ser identificada, ya que por su sincronía textual, especialmente en los
relatos en primera persona, se confunde con el narrador, o sujeto de la enunciación (Prada,
1979, 35), el cual pertenece al nivel del texto narrativo.
El narrador es el sujeto lingüístico, el cual se expresa en el lenguaje que constituye el
texto, que no debe confundirse tampoco con el autor biográfico7 (Bal, 125). Genette usa el
término voz para designar al narrador y con él “se refiere al aspecto de la acción ‘verbal’
considerada en su relación con el objeto; viéndose a éste no solamente como el que realiza
o sufre la acción, sino sustancialmente como el que la relata” (Prada, 1979, 246). Por otro
lado, debemos notar que el narrador en 3ª persona (y en 2ª) es equivalente al de 1ª
persona. “El bailó toda la noche” equivale a decir: “yo digo (o testifico): el bailó toda la
noche”, “Te cortaste” equivale a decir: “yo digo: te cortaste” (Bal, 128).
Toda novela, en última instancia, es más que un juego de información. Entre el autor
y el lector (virtual) se sitúan el narrador y su destinatario (o lector ideal), los cuales, siempre
dóciles, obedecen a su misión: contar, enterarse. Al que cuenta o informa, o narrador, no le
está permitida falta de memoria, falsedad, ni duda, ni interrogación, en esa información. Sólo
varía la cantidad de información de que dispone. Toda pregunta, aunque aparezca indistinta
en el hilo del relato, no corresponde, en rigor, al narrador. Bien vista, puede atribuirse al
autor, al personaje, o al lector (Taca, 66-68).
muy poca riqueza en originalidad de la fábula y rec ursos narrativos, pero con un
gran trabajo a nivel textual. 7 Y menos con el autor implícito, término que abarca los conceptos ideológicos
y morales de un texto narrativo sin requerir una re ferencia directa a un autor
biográfico. Denota la totalidad de los significados que cabe inferir de un texto y
no la fuente de dicho significado; además es aplicable a cualqu ier texto, no sólo
narrativo.(Bal, p 125)
Este narrador debe saber para contar. El verdadero carácter del narrador no consiste
tanto en lo que cuenta, sino en cómo cuenta. Pero así como existe una libre elección sobre
cómo contar, existe una obligada decisión previa sobre cómo saber. De esa decisión
esencial del narrador8, de cómo sabe el narrador, surge lo que en novela se llama
perspectiva o punto de vista: la visión (o focalización) que el mismo adopte (y de ella, en
gran medida, cómo cuente). Aquella previa decisión pone de relieve el carácter ficticio del
narrador (Taca, 70-71).
Narrador y focalización son dos aspectos técnicos distintos que han sido tradicional y
erróneamente confundidos. El narrador relata la perspectiva o focalización de los
personajes, pero no es lo mismo que los personajes ni que la focalización. Al concretar la
narración mediante el narrador o sujeto de la enunciación, se lleva a cabo una elección entre
los diversos “puntos de vista” desde los que cabría presentar los elementos. El punto de
vista utilizado debe ser llamado más propiamente perspectiva o focalización (Bal, 1985, 107-
116).
La Focalización es la relación entre los elementos presentados y la concepción a
través de la cual se presenta, la relación entre la visión y lo que se percibe, se refiere a la
perspectiva desde la cual se narran los acontecimientos. Se propone focalización en lugar
de los términos punto de vista o perspectiva narrativa, porque quien ve debe recibir un rango
diferente de quien narra, ya que cualquier “visión” que se presente puede tener un fuerte
efecto manipulador9, y es, por consiguiente muy difícil de separar de las emociones, no sólo
de las atribuidas al focalizador y al personaje, sino también al lector10. Con el término
focalización se subraya la faceta técnica de un medio de manipulación de esta clase (Bal,
1985, 108-110)
8 Decisión del autor , decimos nosotros. 9 Cursiva nuestra. 10 Idem.
Un mismo objeto o proceso puede ser focalizado por varios personajes o por un
mismo personaje en un lapso temporal distinto: esto necesariamente producirá diferencias,
por pequeñas que sean, en la narración de los hechos. Pero cada una de las distintas
focalizaciones serán expresadas por un mismo agente técnico: el narrador, ya sea que esté
en 1ª, 2ª o 3ª persona. Un buen ejemplo es Crónica de una Muerte Anunciada de García
Márquez: el narrador es identificado con un personaje que es reportero. Éste llega al lugar
de los hechos, recoge todas las versiones y las relata, al parecer, objetivamente. Cada uno
de los capítulos de la obra nos relata un mismo hecho: cómo sucedió la muerte de Nassar
según diferentes testigos (o focalizadores), pero a lo largo del libro todas las versiones son
contadas por el mismo narrador personaje. Basta notar que la existencia de este reportero
no es imprescindible para la narración; perfectamente cada versión puede ser contada por
un narrador impersonal y omnisciente, sólo existente en la emisión lingüística del texto.
En la focalización interna, cuando el narrador es también un personaje “narrante” o
un actor de la fábula, o en el texto en 1ª persona gramatical, la acción de focalización y la
acción de narrar se reúnen en un sólo sujeto, y tiende a confundirse el narrador –la instancia
lingüística– y el focalizador –la instancia ideológica a través de la cual se juzgan los
procesos y objetos del relato. Para deslindarlos, baste recordar que el narrador se constituye
en la concreción lingüística del texto narrativo y el focalizador constituye su determinada
visión ideológica que se denota en fragmentos de tesis y en determinadas acciones y
actitudes de los personajes (Bal, idem).
Si el narrador en 1ª persona y el personaje-focalizador pueden identificarse en la
fábula como un mismo sujeto, esto no es cierto desde el punto de vista técnico, a nivel de la
historia y del texto narrativo propiamente dicho; semánticamente son el mismo sujeto, pero
en una situación diferente, generalmente el narrador en 1ª persona relata en pretérito su
versión de los hechos. Así en Insensatez (Castellanos, 2005) los verbos cuyo sujeto es el
personaje principal, están en pasado desde el primer renglón de la obra, porque el
Focalizador Personaje (FP) se ubica en un tiempo muy posterior y en otro lugar muy lejano:
“Yo no estoy completo de la mente’, decía la frase que subrayé con el marcador
amarillo y que hasta pasé en limpio en mi libreta personal…” (13)
En fin, un narrador, de cualquier tipo, es imprescindible: sin narrador no hay texto,
pues el “narrador” es la instancia que emite los signos lingüísticos que producen el texto. “El
narrador y la focalización determinan lo que se ha dado en llamar narración; de forma
incorrecta, puesto que sólo el narrador narra, o sea: enuncia lenguaje que cabe calificar de
narrativo puesto que se refiere a una historia.” (Bal, 1985, 126)
Con el uso del narrador omnisciente, la historia de Crónica de una Muerte Anunciada
sería contada sin ninguna dificultad, pero la invención del personaje reportero surge de otra
necesidad literaria: la verosimilitud, y en este sentido, no se puede negar su funcionalidad.
Por esto mismo, en El Asco, el narrador-personaje-testigo Moya, no relata las palabras de
Vega, sino que las transcribe en primera persona, tal como fueron expresadas por el
personaje principal Vega, recordándonos cada tanto que fueron dichas por Vega y no por
Moya. En ambas obras, se usa la técnica del autor-transcriptor, la cual estudiaremos en
seguida.
c.1 El Autor-transcriptor-editor
Esta técnica, como dijimos ya, es la usada en el libro El Asco. Es similar al narrador-
protagonista (narrador interno) que cuenta su
vida pasada o actual, que es la técnica usada en el libro Insensatez o en El Arma en el
Hombre. En ambas técnicas el protagonista narra en primera persona gramatical, pero la
primera tiene una peculiaridad textual que busca mayor verosimilitud: se recurre a un
segundo personaje que transcribe “literalmente” las “confesiones” del protagonista. El
personaje Moya es el narratario, destinatario interno, narrador testigo, personaje secundario
y autor-transcriptor-editor. Como en todas las novelas de este tipo, el trascriptor da fe de la
existencia del protagonista o de los documentos transcritos. Además, para apretar más el
artilugio de la apariencia de realidad de Vega, al transcriptor de El Asco le son atribuidos
datos reales de la vida del autor de carne y hueso de la novela, comenzando por el nombre:
“Vos naciste en Tegucigalpa, Moya, y te pasaste los diez años de la guerra en México, por
eso no entiendo qué hacés aquí, cómo se te pudo ocurrir regresar a vivir, a radicarte en esta
ciudad, qué te trajo una vez más a esta mugre” (21)11.
Y para abundar, en varios lugares de la novela El Asco, Vega nos dice que Moya es
un exmarista (p. 14,15.16) y escritor (p. 78, 79), lo que es cierto.
Todo esto apuntala aún más la ya verosímil existencia del personaje principal. Por si
fuera poco, en el texto de El Asco, este transcriptor interrumpe continuamente el largo
monólogo de Vega con las frases deícticas: “dijo Vega, dijo, dijo él” para acentuar más el
efecto de “realidad” asociado a dicha técnica.
Incluso, Vega, conforme a su carácter, critica negativamente el trabajo de Moya
como escritor, lo que no deja de ser otro buen recurso de verosimilitud:
“…no es posible que a tu edad sigás publicando esos cuentitos famélicos que pasan
absolutamente desapercibidos (…) por más sexo y violencia que les metás, no habrá manera
de que esos cuentitos famélicos trasciendan…” (79-80)
Como dijimos en el planteamiento del problema, el actual autor literario puede echar
mano de variados recursos técnicos decantados por siglos, y encontramos cómo
11 De paso Honduras se menciona peyorativamente: “…por eso no entiendo qué hacés
aquí, aunque Tegucigalpa ha de ser más horrible que San Salvador, aunque la gente
de Tegucigalpa debe ser igualmente imbécil que la g ente de San Salvador, al fin son
dos ciudades que están demasiado cerca, dos ciudade s donde los militares han
dominado por décadas, dos ciudades infectadas, espa ntosas, repletas de tipos que
quieren quedar bien con los militares, que quieren vivir como los militares, que
ansían parecer militares… (El Asco, 23).
Castellanos emula en El Asco una ya vieja técnica, muy en boga en el siglo XIX, pero usada
ya en Don Quijote. Oscar Taca, en su libro Las Voces de la Novela (1985), describe muy
bien el origen y funcionamiento de la técnica “autor-transcriptor”. Desde el realismo12, siglo
XVIII, la novela persigue el ideal de un autor objetivo, imparcial e impersonal y por eso
tiende progresivamente a “secuestrar” el autor del texto de la novela, que pasa al prefacio y
éste poco a poco se reduce hasta desaparecer. A este afán de realismo responde el antiguo
recurso novelesco de la trascripción (Taca, 37)13. En ésta, el autor retro-cede y se sitúa
antes de la novela en su portal, en su portada, en la Advertencia del Editor. El recurso
corresponde desde su comienzo a un doble afán de objetividad y de verosimilitud. El primer
concepto apunta a la imparcialidad del autor14. El segundo, a la credibilidad de lo narrado15.
12
“Si el realismo se considera como un visión neutr a y objetiva del mundo,
como un mero registro distante de toda deformación subjetiva, y casi como una
imagen indiferente e inhumana, la novela de Flauber t, Maupassant y Zola, la de Dos
Pasos y Hammett, la novela en tercera persona de au tor omnisciente es la que más se
le acerca. Pero si el realismo es considerado como una imagen del mundo y de la
vida, en sus propias condiciones de aprehensión, e s decir, como una imagen fiel no
sólo del mundo sino de su modo de captación, la nov ela pretendidamente realista, la
novela impersonal y omnisciente, es la menos realista de todas: en efecto, la
realidad que el mundo nos ofrece es la de un conoci miento siempre personal, sujeto
a un punto de vista individual y a una apreciación e interpretación subjetivas. En
tal sentido, el relato de primera persona (o aquel de algún modo reproduce sus
condiciones) es más realista que el otro: “Se trata ante todo de un progreso en el
realismo por la introducción de un punto de vista”, señala con razón Michel Butor
(Taca, 76- 77). 13 Este autor-editor o transcriptor comprende una va riada gama de relatos, que
van desde la forma epistolar hasta aquellos en que el autor se presenta como mero
editor de los papeles encontrados; y desde los que han sido solo objeto de copia
fiel y cuidadosa hasta los que (admitiendo una cier ta participación) han sido
“traducidos” “compuestos” o reescritos por el trans criptor (Taca, 38). 14
Éste puede alcanzar un grado muy diverso de subje tividad, de allí que se
haya hablado de autor objetivo o subjetivo según em ita juicios o comentarios o se
abstenga de hacerlos. 15 “Verosímil es en la vida práctica, aquello que ti ene apariencia de verdad.
En literatura, en cambio, la verosimilitud es siemp re convencional . El criterio de
verosimilitud no proviene ‘de una relación entre di scurso y su referente (relación
de verdad), sino entre el discurso y lo que los lec tores creen verdadero’
(Todorov), o sea, entre el discurso y la opinión común; ahora bien, la opinión
común del lector, en cuanto tal se constituye a par tir de una aceptación total, de
un crédito irrestringido a la palabra del narrador. Ésta es la ley básica del
juego. Lo que cuenta el novelista, como tal, no se discute. En otras palabras, su
relato no es verificable (…) la opinión común del lector se entrega a las l eyes del
juego, sin cuya aceptación no hay novela. Una entre ga irónica de fe tan ilimitada
Por ambas vías la novela pretende caucionar la fábula. Por la primera, substrayendo la
figura del rapsoda, del inventor, del embaucador (como diría Borges). Por la segunda,
acumulando pruebas e indicios de la realidad del documento (Taca, 39).
En rigor no hay un autor imparcial y otro parcial, sino simplemente tendencias o
direcciones o quizás grados de parcialidad (no existiendo, en puridad, un discurso
totalmente referencial). Esa imposibilidad de neutralidad absoluta ha sido sin duda el móvil
secreto de la técnica del ‘transcriptor’. En lugar de aceptar el discurso más aséptico posible,
-nunca suficientemente referencial- el autor se ‘elimina’, declara: no he escrito, sino
transcrito16 (Taca 40). Esta elección técnica en El Asco dota al personaje de la ilusión de
verosimilitud necesaria para darle el poder de provocación. Pero lo logra con el alto costo de
“desliteraturizar” en apariencia la obra, proponiéndola y suponiéndola no como ficción, sino
como documento o testimonio (Taca, 37). Y es en esta desliteraturización de la ficción en
pro de un aparente testimonio, que “muerde el anzuelo” de la provocación el lector
ingenuo.17
En rigor, la novela no es nunca verosímil: juega a la verosimilitud. La novela del
transcriptor, juega a que juega. O mejor dicho, su verdadera propuesta sería: juguemos a
es solo posible porque está presidida por la concie ncia de lo narrado como lo
ficticio, en esto se evidencia que el carácter fict icio del objeto narrado, como
condición de una irónica credulidad sin reservas, e s el medio para una imagen
narrativa no inhibida: la literatura en sentido est ricto encuentra en la ficción su
posibilidad” (Taca, 58-59).
16 Así encontramos aquellos relatos en que el artifi cio del autor transcriptor
resulta más patente, el editor reclama simplemente el mérito (o la disculpa) de
haber encontrado o dado la impresión unos papeles ( Taca, 45). 17 En efecto, en estas novelas de traslación, el aut or “reclama para su ficción
una lectura como documento . O mejor, una lectura como documento. Aspira a una nueva
forma de verosimilitud, ya que no –claro está– de verdad. (…) La verosimilitud
remite a la relación de la obra con otra cosa, que no es “la realidad”, sino un
discurso diferente, que puede cobrar dos formas: las reglas del género o la opinión
común.” (Taca, 60-61). La novela de trascripción ejerce un rechazo parcial contra
ambas. Pero su rechazo del género ‘novela’ desemboc a en un nuevo género: la novela
de autor-transcriptor; y su rechazo contra la opinión común es parcial porque ésta
asimila el golpe, se reconstituye y -naturalmente- perdura. (Taca, 61).
que esto (que leemos) no es juego (sino ‘documento’) (Taca, 62)18 Y es esto precisamente lo
que hace Moya en El Asco: especifica desde el inicio que el personaje principal, Edgardo
Vega, es quien cuenta su historia, que relata el punto de vista de Vega, mientras que
Horacio Castellanos es sólo quien transcribe lo que dice Vega y lo hace publicar. No
bastándole esto, corrobora de continuo al lector la “acción” transcriptora y le enfatiza que lo
que lee son las opiniones de Vega y no de Castellanos con las continuas interrupciones al
monólogo con las frases “me dijo”, “me dijo Vega”, etc.
Castellanos va más allá: Taca habla de la técnica de autor-transcriptor o autor-editor
como distintas posibilidades o como indistintas (Taca, 38), pero en El Asco se reúnen ambos
en un autor-transcriptor-editor, en un doble juego de mentiras: el autor niega su autoría
aduciendo sólo la transcripción, y a la vez, miente su autoría al autoasignarse el papel de
sólo editor. Y en su papel ya no de transcriptor sino de editor, agrega que suavizó algunos
de sus puntos de vista que “hubieran escandalizado a ciertos lectores”. Este editor asegura
también antes de comenzar, en la advertencia inicial -típica de las obras de transcripción-,
que Vega existe en Montreal bajo otro nombre sajón que tampoco es Thomas Bernhard (al
final de la obra Vega declara que éste es su nombre como ciudadano canadiense).
La caída en el “pecado” literario de creer en la verosimilitud (o en la ilusión del
antiguo realismo) por parte del lector radica en que éste acepte que Castellanos
efectivamente conoce y escuchó a este emigrante voluntario, aunque nada le garantice que
Vega no sea una absoluta invención. El escritor prepara muy bien las condiciones de esta
caída. Y el lector común “cae” y cree. Empero, desde el punto de vista de la articulación
literaria, poco importa que Vega exista o no como persona en la vida real, puesto que
adquiere vida en la obra y queda establecido como personaje literario, tan ficticio como su
monólogo y tan verdadero como nosotros queramos aceptarlo.
18 Desde el punto de vista de la autoría fingida, la novela del transcriptor,
forma con la novela por cartas un mismo grupo. A am bas puede aplicarse lo que Jean
Roset dice de la segunda: que es sólo por ficción q ue se excluye lo ficticio, que
el novelista se disimula para aparecer mejor (Taca, 63).
La verosimilitud deriva también de enmarcar la narración en un plausible bar de San
Salvador, con un plausible emigrante que aborrece a su país y una plausible invitación a
conversar tomando un par de güisquis, con un personaje tan real como un reconocido autor
literario.
También pudo suceder que el lector considerara que Vega era sólo un parapeto del
cual Castellanos se aprovecha -desde el momento en que “decide” publicar la supuesta
conversación de “Vega” con “Moya”- para insultar a su país y sus símbolos de cultura
popular y de nacionalidad; que el personaje Vega funciona como una mampara frente a la
responsabilidad moral y jurídica de lo que se dice en la obra. Máxime que algunos datos de
Vega se corresponden con los de Castellanos, como el hecho de que tanto el uno como el
otro se fueron a Canadá a estudiar, aunque aquél sólo vivió allá durante medio año. Esto
explicaría la reacción contra el autor y no contra el libro o el personaje tan antipático y
“medio loco”, como veremos adelante.
Esta reacción se posibilita aún más porque es muy difícil creer que el autor-
transcriptor-editor personificado en Moya, pueda recordar todo lo que el otro dijo en su
verbosidad desordenada y repetitiva. A menos que tenga una gran memoria o haya llevado
una grabadora, lo cual ni se menciona ni está en las “reglas del juego”, pues se trata de una
conversación informal entre excompañeros de colegio, que además no se han visto por lo
menos en 18 años, y que, según se infiere de la trama, no se volverán a ver, ni eso les
importa.
Aquí señalamos otro artificio de Castellanos desde el subtítulo de la obra: “Thomas
Bernhard en El Salvador”. Éste es el nombre del escritor cuya obra sirvió de modelo para El
Asco, según lo declara el mismo autor. Este detalle es literariamente muy interesante, pues
devela la clave del artificio sobre el cual la ficción se construye y se destruye. Si el lector no
posee este dato, no puede descifrarlo; pero nosotros ahora sabemos que Vega es una
ficción construida aprovechando las ficciones de Bernhard y este conocimiento destruye la
ilusión de existencia real del personaje. Empero, de este modo, Castellanos logra la ventaja
de entroncar su obra con la literatura europea (con todo el sesgo prestigioso que ésta tiene,
como veremos en la discusión sobre la crítica a la nacionalidad) y declara el reconocimiento
del autor de un “ascendente” o jerarquía sobre su propia obra.
c.2. Componentes de la focalización
Los componentes de la focalización, como ya se dijo, son: el objeto, los niveles y el
sujeto de la focalización o focalizador
-El objeto focalizado. Se puede focalizar paisajes y acontecimientos, lo cual implica
una nada inocente interpretación de los hechos; puede variar el grado en que un focalizador
incluya a su opinión y haga explícita sus actividades interpretativas. La imagen que un
focalizador presenta ante un objeto nos dice algo o mucho sobre el focalizador mismo (Bal,
112).
En El Asco el objeto focalizado es, obviamente, la manera de ser del salvadoreño, o
“lo salvadoreño” o “salvadoreñidad”, visto a través de la posición psicológica e ideológica del
focalizador-personaje Vega, que ya dilucidaremos. Asimismo, la manera en que Vega
focaliza a lo salvadoreño, lo caracteriza a la vez de varios modos, como veremos en el
apartado del focalizador.
-Los niveles de focalización indican el número de focalizadores a través de los
cuales se expresa un acontecimiento. Puede ser:
-Focalización Simple: Un solo focalizador. En El Asco es simple, realizado sólo por
Vega, de ahí la limitación de la visión “crítica” del texto de la obra.
-Focalización Compleja: Varios focalizadores que pueden estar expresados a través
de la misma persona gramatical, aparentando un narrador omnisciente o pueden
haber marcantes en el texto que indiquen la transición, en cuyo caso tendremos un
nivel de focalización I, II, III, etc. como en Crónica de una Muerte Anunciada.
-El Focalizador o Sujeto de la Focalización
Aunque aparentemente narrador y focalizador pueden coincidir en el texto narrativo,
como en el caso del narrador-personaje, el primero es una instancia verbal que pertenece al
texto, y el focalizador es una instancia ideológica, a través de la cual se seleccionan e
interpretan los acontecimientos y hechos narrados. Por eso, repetimos, focalizador, narrador
y autor no necesariamente coinciden en sus puntos de vista19.
A través del focalizador literario se inserta una visión ideológica y se construye la
“alteridad”. El autor decide cuál es el personaje desde cuya perspectiva se narrarán los
acontecimientos. Puede ser a través de la visión de un único personaje o puede
incorporarse la visión de varios personajes a quienes, a través del narrador, se les conceda
la expresión de su visión de los hechos en forma alternada o sucesiva (focalización simple o
compleja). El narrador mismo puede muy bien ser otro personaje (Focalización Interna) o no
participar directamente en la acción, sino que focaliza como un agente anónimo situado
fuera de la fábula (Focalización Externa). Todorov prefiere hablar de nivel apreciativo: “la
descripción de cada parte de la historia comporta su apreciación moral; la ausencia de una
apreciación representa una toma de posición igualmente significativa” (citado por Taca,
1985: 36).
En resumen, el focalizador o sujeto de la focalización es el punto desde el que se
contemplan los elementos. Puede corresponder a un personaje referido a un elemento de la
fábula, o ubicarse fuera de ella. El primer caso, el de un focalizador-personaje (FP), conlleva
inevitablemente parcialidad y limitación. La focalización puede pasar de un personaje a otro,
con lo que pude darse lugar a una neutralidad hacia todos (Bal, 110-111).
d. El Extrañamiento
19
La socialización de esta diferencia le habría evitado al autor de “El Asco”,
el recibir amenazas por esta obra. Por otro lado, s i coinciden la opinión del
focalizador y la del autor, sólo nos lo podrá decir éste último.
d.1 El “extrañamiento” en psicología puede ser muy saludable en cuanto nos puede
permitir cuestionar las verdades “culturales”, los esquemas convencionales de nuestro modo
aprendido de ver las cosas (aprehendido casi en la leche materna y en el aire del medio en
que nos criamos), para observar las cosas con ojos “nuevos”, para encontrar otro enfoque
interpretativo, quizás más productivo o estimulante. El extrañamiento, distancia o “ajenidad”
como técnica literaria puede servir a los mismos fines, aportando directa o
connotativamente, una luz hacia la construcción de algo mejor… o peor. “Salir te da
distancia, y la distancia, para la literatura, es importante. Para la ficción es determinante en
el sentido de que te permite tomar perspectiva y pensar las cosas con más “añejamiento”.
Creo que ése es más el punto, no que haya una visión extranjera. Es algo que no comparto.”
(Castellanos Moya en Menjívar)
Es claro que la técnica del extrañamiento resulta de la selección de una focalización
o punto de vista “ajeno” o insólito, y el efecto es que “un objeto se transfiere desde su
percepción usual a una nueva percepción que da como resultado ese cambio semántico
particular” (Šklovskij, citado por Fokkema, 1984, 34). En el análisis siguiente
desarrollaremos este punto.
d.2. El extrañamiento del Focalizador-Personaje de El Asco
Como ya se describió en el apartado anterior, la verosímil existencia “real” del
personaje Vega, es apuntalada en El Asco con la técnica autor-transcriptor-editor; la otra
clave del poder provocador de la novela El Asco es el focalizador interno reunido en el nivel
textual con el personaje principal (focalizador-personaje, FP). Por esto es necesario dilucidar
cómo está construido este FP específico: ahora observaremos al observador a través de sus
observaciones; esto es: focalizaremos al focalizador. Sólo podemos caracterizar al FP a
través de los índices e informantes que nos proporcionan algunos datos y ciertas actitudes
que el mismo FP Edgardo Vega narra; como por ejemplo, las actitudes ante lo salvadoreño.
Estos índices articulan el personaje a lo largo de dos coordenadas: una psicológica y otra
ideológica. Ambas coordenadas construyen un FP doblemente extrañado, como veremos.
Α.Α.Α.Α. Articulación Psicológica del FP Vega
La obra no da ningún dato acerca del aspecto físico de Vega. Pero son variados y
significativos los índices e informantes que nos hablan sobre su psicología. El FP Vega
manifiesta taxativamente ciertos síntomas que nos apuntan a un determinado desorden
mental:
1. Colitis nerviosa desde que tiene memoria (53) -lo que explica su rechazo a la
comida grasosa y condimentada- y ésta se le exacerba en su estadía forzada en El
Salvador.
2. Verborrea, redundancias, y obsesiones: habla por dos horas continuas sin
prácticamente ninguna intervención de Moya, lo que indica un tipo nervioso, desconsiderado
y sólo interesado en sí mismo. Su perorata es redundante, con lo que denuncia
pensamientos recurrentes y obsesivos. Si cada idea sólo se dijera una vez, el texto se
reduciría a menos de la mitad.
3. Incapacidad de afecto o apego de Vega incluso hacia su propia madre, a cuyo
entierro asiste sólo por no perder su parte de la herencia:
“…porque ambos desconocían que mi madre ya me había advertido que si no estaba
presente en sus funerales no me dejaría nada de la casa de la colonia Miramonte (…) una
casa que ahora está valorada en cien mil dólares…” (34-35)
Siendo reciente la muerte de su madre, en cualquier persona normal hubiera aflorado
sentimientos de tristeza y luto, pero él no expresa ni manifiesta ninguno. Y el
“encariñamiento”, reacción normal hacia las personas y cosas con las que convivimos, no
está presente en Vega. Más bien expresa:
“No tenía la menor intención de venir ni al velorio de mi madre, Moya, ella lo sabía (…) y mi
madre siempre me dijo que no fuera ingrato, que cuando ella muriera yo tenía que venir a su
velorio, insistió tanto, me lo pidió de tal manera, que ahora estoy aquí. Ganó mi madre, Moya,
me hizo regresar, ya muerta, claro, pero ganó” (19)
Esta incapacidad de tener sentimientos amorosos es un índice muy importante
porque no es una característica de neurosis, sino de psicosis, y le sucede desde muy joven.
Por eso expresa su desajuste de adolescencia:
“…nada tan abominable como los años que pasé aquí, nada tan repulsivo como los primeros
veinte años de mi vida, me dijo Vega. Fueron años en los que únicamente cometí
estupideces, Moya, años horribles que asocio con los hermanos maristas, con mi ansiedad
por largarme de aquí…” (41)
“…me fui porque nunca acepté la broma macabra del destino que me hizo nacer en esta
tierra…” (17)
Por esta misma incapacidad amorosa, una vez que se marcha, se niega a que su
madre en sus visitas le cuente nada sobre su país de origen, ni siquiera de sus
excompañeros de estudios:
“…me negué a que me contara cómo aquél mi compañero de infancia se había convertido en
un ingeniero de éxito y este otro en un médico cotizadísimo” (20)
4. Contradicciones, incongruencias y racionalizaciones: Vega se contradice en una
frase, en la que delata que en su fuero interno él sí esperaba que los “que se decían sus
amigos” lo recordaran y llegaran al velorio:
“Me dije: Moya es el único con el que voy a hablar, nadie más de mis compañeros del colegio
apareció en la funeraria, nadie más se acordó de mí, ninguno de los se decían mis amigos
apareció cuando mi vieja murió, sólo vos, Moya…” (14)
Mas de inmediato se escuda en una racionalización típica, que manifiesta de nuevo
su incongruencia interna, característica también de su situación mental:
“…pero quizás haya sido mejor, porque en realidad ninguno de mis compañeros de colegio
fue mi amigo, ninguno volvió a verme después de que acabamos el colegio, mejor que no
hayan aparecido, mejor que al velorio de mi mamá no haya llegado ninguno de mis
excompañeros, excepto vos, Moya…” (14)
“Y cuando vos llegaste, pensé qué buena onda que Moya haya venido, y mejor incluso que se
haya ido tan pronto, no tengo que estar atendiendo excompañeros de colegio…” (15)
Por lo mismo, minimiza y denuesta a todos los otros compañeros, que no llegaron al
velorio:
“Nuestros excompañeros de colegio han de ser de los peor, un verdadero asco, qué suerte
que no me encontré con ninguno, aparte de vos, Moya, por supuesto, Moya, no tenemos
nada en común, no puede haber una sola cosa que me una a alguno de ellos.” (15)
Vega racionaliza su necesitada minimización de los excompañeros, abordando otro
de sus temas y es entonces que despotrica contra la educación marista y los sacerdotes:
“…nadie puede mantener su lucidez después de haber estudiado once años con los
hermanos maristas, convertirse en una persona mínimamente pensante después de estar
bajo la educación de los hermanos maristas (…) Haber estudiado bajo las órdenes de esos
gordos homosexuales ha sido mi peor vergüenza. (15)
“…nada tan estúpido que el haberse graduado en el Liceo Salvadoreño, en el mejor y más
prestigioso colegio de los hermanos maristas en El Salvador (…)nada tan abyecto como que
los maristas le hayan moldeado el espíritu a uno durante once años once años (…) en la más
asquerosa escuela para la sumisión del espíritu, en ésa estuvimos, Moya, por eso no me
importa que ninguno de los sujetos que fueron nuestros compañeros en el Liceo haya llegado
al velorio de mi madre. (16)
Pero sobre Moya, el único de sus excompañeros que fue al velorio de su madre,
dice:
“Un exestudiante marista que no participa del cretinismo generalizado, eso sos vos, Moya,
igual que yo, me dijo Vega”. (17)
5. Insensibilidad y desconsideración ante los sentimientos ajenos paralela a su
incapacidad amorosa. De ahí que expresa su opinión tan peyorativa sobre lo que los demás
consideran importante y bueno, sin importarle herir sentimientos de nadie:
“…no puedo entender cómo esta raza bebe esa cochinada de cerveza con tanta ansiedad,
me dijo, Vega, una cerveza cochina, para animales, que sólo produce diarrea, es lo que bebe
la gente aquí (…)son tan ignorantes que beben esa cochinada con orgullo, y no cualquier
orgullo, orgullo de nacionalidad…” (11-12)
El problema no es el expresar los gustos personales sino la absolutización e
imposición de los mismos como verdades incuestionables, lo que es otra característica que
apunta a la psicosis. Y por esa senda Vega continúa:
“…como si esas pupusas me produjeran a mí algo más que diarrea, como si yo pudiera
disfrutar semejante comida grasosa y diarreica, como si a mí me gustara tener en la boca ese
sabor verdaderamente asquerosos que tienen las pupusas (…) Sólo el que tenga el paladar
atrofiado puede considerar que esas repugnantes tortillas grasosas rellenas de chicharrón
sean algo comestible, me dijo vega, y como yo tengo mi paladar sano me negué
terminantemente a comer esas cochinadas(…) que de haberlas comido hubieran destrozado
mi intestino, hubieran agudizado aun más mi colitis nerviosa” (61-63)
“…una sola vez probé esos bichos hace más de veinte años (…) El sabor de las conchas sólo
puedo asociarlos con el sabor de los excrementos, algo nauseabundo, Moya, un acto
verdaderamente nauseabundo que sólo puede ocurrírsele a la gente embrutecida por el sol y
el calor de la costa…” (68)
6. Negaciones, omisiones y megalomanías: No aduce en ningún momento el hecho
de que no puede comer las pupusas o las conchas por su colitis, sino que afirma que no las
come porque tiene buen gusto. O sea que Vega, según él mismo, tiene el paladar no sólo
sano sino refinado. Él está en todo su derecho de tener sus propios gustos y de expresarlos,
aunque es socialmente deseable hacerlo respetando el derecho de los demás, por muy
corriente y atrofiado que le parezca. Pero no, para Vega, sus “gustos” son absolutos, los
únicos buenos; él es el cartabón que demarca lo bueno de lo malo y execrable, y no es
capaz de seguir la elemental regla de cortesía que dicta no ofender las costumbres ajenas.
Y no le importa, porque él se sitúa en un plano superior como único poseedor de gusto
refinado, sensibilidad y educación artística, cultura e incluso de la verdad, a tal grado que
sus gustos personales y obligados por su colitis, se vuelven absolutos e inexorables: rasgo
claramente sicótico.
Por lo anterior, son infructuosos los esfuerzos del hermano y familia de hacerle una
agradable estadía durante su visita, conforme a las costumbres salvadoreñas (sacarlo a
pasear, invitarlo a “comida típica”, etc.).
“…nada más destructivo para mi equilibrio emocional que esos paseos con mi hermano y su
familia…” (64)
Como sucedió en el paseo al puerto La Libertad:
“…mi hermano pensó que yo sería capaz de hacer el ridículo de esa manera, que yo sentiría
placer de salir casi desnudo bajo ese sol embrutecedor (…) a irme a revolcar entre las olas y
la arena mugrosa…” (69)
7. Intolerancia injustificada: Los niños, y sus sobrinos en particular, son
especialmente irritantes, sin justificación aparente:
“…no sé como hice para soportar por quince días esos niños estúpidos y perniciosos desde el
mismo momento en que me llamaban “tío”, me dijo Vega. Ningún ser vivo me resulta más
intolerable que los niños, Moya, nada me resulta más insoportable que permanecer con niños,
por eso a mí jamás se me ocurriría vivir en un sitio donde hubiera niños… (63)
“…sólo el extremo estado de alteración nerviosa que me produjo el regreso a este país puede
explicar que yo haya aceptado la invitación de mi hermano a vivir en su casa durante mi mes
de estadía a sabiendas de que mi hermano tiene dos niños de nueve y de siete años, dos
niños que me resultan más irritantes que cuanto niño he conocido en mi vida, porque para los
hijos de mi hermano yo no soy tan solo un adulto cualquiera, para los hijos de mi hermano
soy el “tío Edi…” (64)
Otro rasgo indicativo de su insania mental, es su fuerte reacción contra el diminutivo
de su nombre, a tal punto de dejarle de hablar dos años a su madre:
“…si algo detesto con intensidad es esa pérfida costumbre de los diminutivos, sólo los seres
viles e imbéciles pueden llamarlo a uno con un diminutivo, sólo un ser vil e imbécil podría
llamarme Edi en vez de Edgardo, así se lo dije a mi madre, hace muchísimos años, cuando
yo recién salía de la adolescencia, cuando recién terminaba mi calvario en ese colegio de
hermanos maristas donde te conocí, me dijo Vega(…) Mi madre entendió que mi nombre era
Edgardo hasta que me fui a Montreal y pasé dos años sin dirigirle la palabra, sin tener
ninguna comunicación con ella. Esta es la verdad, Moya: la estupidez sólo puede cortarse de
tajo.” (65)
Ni es normal la reacción tan intensa contra la impuntualidad, hasta el punto de
incomodarse él mismo:
“…me resulta imposible tener cualquier tipo de trato con gente impuntual, no hay nada más
dañino e irritante que tratar con seres impuntuales. Si vos no hubieras venido a las cinco en
punto de la tarde tal como convenimos, te aseguro que no te hubiera esperado, Moya,
aunque me encanta permanecer en este sitio entre cinco y siete de la tarde tomando mi par
de whiskis, aunque hubiera tenido que sacrificar este momento de sosiego, no te hubiera
esperado, por que el solo hecho de que vos te hubieras atrasado habría bastado para
perturbar por completo la posibilidad de que nosotros mantuviéramos una plática
constructiva…” (105)
8. Fobias y ataques de ansiedad y pánico:
“…una inmensa muchedumbre que se arremolinaba en la sala de inmigración en agobiante
caos. Temí una crisis que me doblegara en ese mismo instante, me dijo Vega, por eso intenté
salir de aquél maremágnum (…) para abrirme paso entre esas asfixiantes masas con el
objeto de llegar a un sanitario en el que pudiera refugiarme, en el que pudiera recuperar
fuerzas, y allí estuve encerrado media hora en un retrete, víctima de un ataque de angustia, a
punto de quebrarme, sudando la temblorina…” (90)
“…me invitó al estadio(…)como si no supiera que yo detesto las aglomeraciones, como si no
supiera que las concentraciones humanas me producen una aflicción indescriptible.” (39)
Y ya no digamos la aglomeración en los centros nocturnos, que según la descripción,
son realmente sucios y sórdidos.
“…bebí mi whiski de un trago, en espera de que me ayudara a detener la palpitación de mis
sienes, pero tan sólo sirvió para hacerme sudar más profusamente y acrecentar y sensación
de claustrofobia. No tolero esos lugares oscuros, encerrados, ruidosos y asfixiantes, Moya
(…). Mi resistencia nerviosa se estaba aflojando (…) comencé a sentirme mareado, Moya,
como si me faltase el aire y se lo dije a mi hermano, que me sentía un poco mal, no me hacía
nada bien ese sitio” (103-104)
Pero un ataque de pánico no provino de la aglomeración, sino de un temor más real:
“…súbitamente sufrí un intenso ataque de ansiedad, como si estuviera a punto de ser
asaltado,(…) un estremecedor ataque de ansiedad como si el peligro estuviera ahí, a pocos
pasos, acechante, presto a transformarse en unos maleantes que me cogerían a tiros con el
exclusivo propósito de apropiarse del carro de mi hermano(…) fue un pánico súbito, Moya, un
pánico absoluto, paralizante, porque los maleantes de este país matan sin ningún motivo, por
el puro placer del crimen” (106)
“…estuve a punto de salir apresuradamente del carro, tal era mi pánico, para resguardarme
en la puerta de entrada de la discoteca (…), pero pronto comprendí que al salir del carro
correría más riesgos de ser acribillado. Por eso permanecí ahí, tiritando con una taquicardia
horrible, torturado” (108)
9. Aislamiento y vida social prácticamente nula: En su larga charla únicamente una
vez dice que lleva 18 años viviendo solo en Montreal (44) y no hace ninguna referencia más
a su vida social en Canadá, ni laboral ni privada tanto aquí como allá y eso era así desde
joven:
“…porque en realidad ninguno de mis compañeros de colegio fue mi amigo” (14)
“…solo en un estado de extrema perturbación pude aceptar la propuesta de quedarme en la
casa de mi hermano, Moya, tomando en cuenta que he vivido solo los últimos dieciocho años
de mi vida” (44)
“…Tengo la suerte de que ahora podré pasar encerrado en mi habitación del hotel leyendo los
libros que traje de Montreal… (74).
“…siento un enorme alivio al saber que la semana que me queda en este lugar la podré pasar
encerrado en mi habitación, con el aire acondicionado, sin tener que acompañar a mi
hermano y a su mujer a todos esos horribles paseos a los que me obligaron a ir, (…) como si
yo alguna vez hubiera sentido nostalgia por algo relacionado con este país…” (60)
La nostalgia no se produce por los lugares en sí, sino por las vivencias afectivas en
esos lugares. Lo que nos remite otra vez a la incapacidad de Vega de sentir amor o afecto.
10. Sólo relaciones de tipo utilitario: En este cuadro psicológico, el papel del
personaje Moya es muy importante: le presta el servicio de poder descargar toda su
agresiva ansiedad en su verborrea compulsiva; y nada más, no hay verdadera amistad en
esa relación, ya que Vega no muestra ningún interés en Moya ni en volverlo a ver
posteriormente.
La única persona con quien Vega expresa tener una relación “positiva” y de “amistad”
es el cantinero Tolín del bar en dónde está, único lugar que le gusta en San Salvador. Pero
sabemos que no es amistad, sino más bien oportunismo y hasta hipocresía, ya que Tolín le
sirve tragos generosos y le pone su música:
“me encanta paladear el atardecer en este patio, es lo único que me tranquiliza, lo único que
me relaja en esta ciudad hecha especialmente para irritar mis nervios(…) Este ha sido mi
oasis para huir de la absurda agitación de esta mugrosa ciudad y de la estupidez de mi
hermano y de su engendro de telenovela mexicana y sus infantes perniciosos” (74).
“…me encanta ser amigo de quien me sirve los tragos, me encanta que me sirvan los tragos
sustanciosos, sin tacañería, sin medida, nada más la botella empinada sobre el vaso (…) ni lo
dudés, vengo a este bar porque Tolín me sirve unos whiskis hermosos” (20)
“…que Tolín está a cargo de todo y nos sirve los tragos generosamente; le pediré que ponga
el Concierto en Si Bemol Menor para piano y orquesta de Tchaikovski” (29)
Así que Vega escucha ante todo música clásica europea, que es la que considera
“culta” y “mejor” (o quizás sólo esa pieza, lo que es plausible dada su personalidad obsesiva,
aunque el texto no lo confirma). Pero el detalle que nos llama la atención de este segmento
es su agrado porque le sirvan tragos “generosos”, que le reportan dos beneficios:
autoengañarse bebiendo más con su cuota obligada de dos tragos y ahorrar dinero. Y ya
sabemos que el dinero es tan importante para él que fue lo único que lo hizo volver, en
ningún punto la muerte de su madre.
11. Forma de beber apremiante y compulsiva: más sabiendo el mismo Vega que no
debe hacerlo por su colitis:
“Pero pedí otro whiski, Moya, me propuso Vega, no te detengas por mí, yo sólo puedo beber
dos copas, ni una más, culpa de mi colitis; esto hago, Moya: bebo dos whiskis y luego me
quedo con pura agua mineral, porque aunque sé que sólo puedo beber dos copas, que no
puedo tomar ni una más a causa de mi colitis nerviosa, me las bebo apresuradamente, como
he hecho hoy, todos los días es lo mismo, no puedo evitarlo, tomo mi par de whiskis
rápidamente aunque después me quede bebiendo agua mineral” (73)
12. Monomanías, generalizaciones y agresividad injustificadas: “El monólogo de
Vega escarnece y ridiculiza las costumbres salvadoreñas, con una saña obsesiva que
rebasa con odio. (…) Moya exagera con lujo de hipérbole y comete el error de generalizar”.
(Rosenthal, 2006). Su monomanía general es aborrecer el país donde tuvo la “mala” suerte
de nacer, por lo que es imposible para él “ver”, “valorar” algo positivo en ese lugar. No
notará ni siquiera los magníficos crepúsculos que hemos tenido ocasión de ver en la costa
del El Salvador, sino que sólo la arena negra por la ceniza volcánica (“mugrosa”, para
Vega), el calor tropical y los mosquitos.
Pero, ¿de dónde surge esa agresividad tan “acendrada”? No hay razón objetiva a
ese odio quintaesenciado, no en él: no pasó hambre ni maltratos en el tiempo en que vivió
en El Salvador; fue amado por su madre, quien lo hereda, a pesar de su rechazo a todo lo
salvadoreño, y por tanto a ella misma; tuvo el nivel económico suficiente para estudiar en un
colegio privado de clase media o más, con la fama de “el mejor colegio marista de El
Salvador”. Su privación fue intelectual y cultural, como a todos los allí nacidos y con
inquietudes y talentos de ese tipo, pero que no han desarrollado ese odio tan profundo20.
Esta irracionalidad nos indica que Vega no está haciendo más que sacarse su violencia y
agresividad natural odiando a su país21.
En resumen, los síntomas ejemplificados arriba son: colitis nerviosa, verborrea
imparable y redundante , pensamientos recurrentes y obsesivos, incapacidad de
sentimientos amorosos y por lo mismo falta de vivencias afectivas que lo liguen a las
personas y a los lugares, desconsideración e insensibilidad ante los sentimientos ajenos,
aislamiento social negaciones y sólo relaciones utilitarias, contradicciones, reacciones
exageradas, intolerancia injustificada, fobia a las aglomeraciones, ataques de ansiedad,
compulsiones, obsesiones, monomanías, generalizaciones, y agresividad irrazonables.
Todos estos múltiples índices e informantes que estructuran psicológicamente al FP
Edgardo Vega, lo caracterizan como un neurótico obsesivo con algunos rasgos psicóticos;
20 Estos otros pueden estar desencantados, o ser cínic os, pero no reniegan de
su origen y no tienen que afiliarse a otro sistema o grupo para tener algo al cual
pertenecer. Somos una cultura mestiza, mucho de Eur opa pero mucho de aquí también,
no debemos ni podemos negar o rechazar este compone nte. 21
Es interesante también, que el padre de Vega no ex iste ni en evocación en
toda la obra. No hay figura paterna: ¿una causa psi codinámica de su “apatridad”.
como todo un caso de neurosis, de tipo obsesivo–compulsivo y rasgos paranoicos (Bordóm,
1975: 620-643), con todo lo laxo que son estas clasificaciones.
Así que tenemos en El Asco un primer nivel de extrañamiento del FP Vega en su
condición mental. Ésta explica en parte el porqué el FP Vega se arroga el “derecho” de
lapidar todo lo salvadoreño, incluso lo supuestamente bueno, y su extrema descortesía y
desconsideración a los sentimientos ajenos. Actitud social que en la vida real es en sí misma
un acto de agresión o de provocación.
Empero, los propios gustos y opiniones de un individuo –de paso “medio loco”-, por
muy insólitos y groseros que sean, no tienen capacidad de cuestionar todo el gusto
mayoritario de un país o región y no debería de pasar el FP Vega de ser percibido como un
loco tonto y maleducado, tal vez más digno de lástima que de atención. Esta observación
tan evidente en la obra nos hizo preguntarnos por qué las opiniones maleducadas de Vega
tenían tanto poder provocador al punto de que el autor recibiera amenazas de muerte. Lo
interesante aquí es: ¿Por qué los lectores se toman en serio las impertinencias de un
neurótico, al punto de provocar reacciones hasta agresivas?
Como veremos en el siguiente capítulo, la respuesta está en la articulación del otro
componente de posicionamiento “crítico” o focalizador de FP Vega, cuyo contenido es
ideológico, por lo que le provee de un sistema prestigioso para fundamentar su acerba
crítica.
III. Crítica del nacionalismo: articulación ideológ ica del FP Vega en
el contexto sociocultural
1.1 El extrañamiento eurocéntrico.
El cuestionamiento a algo -en el caso de El Asco, hacia lo que se considera
“salvadoreñidad”- sólo puede hacerse desde un punto distinto, ajeno o “extraño” de visión,
que proporcione y sustente otros criterios de evaluación. Este extrañamiento se consigue a
través de la visión o focalización negativa de Edgardo Vega, quien jamás ha gustado de su
país natal. El hecho de que Vega sea un salvadoreño de nacimiento, hace más insidioso y
urticante su crítica “extrañada” pues es una especie de “traidor” o “desertor” al denostar el
lugar donde nació y creció. Este es otro acierto de la obra, imitado directamente, como el
autor expresa, de Thomas Bernhard. 22
Como ya examinamos en el apartado anterior, la fuente prístina de este alejamiento o
extrañamiento es su peculiar condición física y mental, manifestada en sus propios gustos
naturales, opiniones y percepciones personales, los que son distintos de la mayoría de su
coterráneos. Pero los gustos y opiniones de un individuo no bastan para cuestionar los
gustos y opiniones mayoritarios. El FP Vega, en El Asco, obtiene fundamento intelectual de
este posicionamiento crítico y “ajeno” ante su propio país, que rechaza desde muy joven,
“convirtiéndose” al prestigioso modelo ideológico del eurocentrismo.
1.2. Ideología, alteridad, prejuicio y etnocentrismo.
Antes de continuar con el tipo de posicionamiento ideológico que extraña al FP Vega,
debemos definir el término ideología y su relación con el prejuicio, el etnocentrismo la
alteridad, la nación y nacionalismo. No nos extenderemos en las discusiones filosóficas y
22 Crf. supra: Introducción p 1.
sociológicas sobre el tema, pues en este trabajo sólo necesitamos un concepto operativo
que nos ayude a identificar ciertas expresiones textuales del focalizador como ideológicas.
Ideología es un sistema de puntos de vista e ideas sociales, conscientes o
inconscientes, irracionales o no, que integran un elemento emotivo a la acción social. Tienen
que ver con ella las opiniones políticas, la conciencia jurídica, la moral, la filosofía, la
religión. Estas ideas y puntos de vista no se excluyen mutuamente de un modo necesario y
pueden invadirse recíprocamente, de modo que el sistema en conjunto no necesariamente
es coherente en sí mismo (Pratt, 1949, 147). “Las ideologías se manifiestan en la vida social
de un modo material, objetivo y concreto a través de actitudes, prácticas de conductas
reguladas por ritos y códigos definidos por las instituciones en las que se insertan.” (Talens,
31).
Todo hecho natural o cualquier otro elemento del comportamiento humano, están de un
modo u otro programados y la programación social más importante es la de la división de la
sociedad en clases y la especialización e ideologización que ello comporta (Talens, 41); tras
actitudes aparentemente objetivas, desinteresadas o nobles se esconde un interés de clase
encubierto, tal vez inconsciente23” (Duncan, 1986, 127). La ideología dominante en la
sociedad es la de la clase que gobierna, la cual utiliza todos los medios de que dispone para
imponerla a las demás clases” (Azarov, 1972, 159) como parte de la lucha por el poder
político, social y cultural24. Como es bien sabido, la literatura participa de esta lucha por el
poder cultural en tanto que es vehículo explícito o velado de ciertos planteamientos
ideológicos y, por tanto, de los intereses de grupo que aquéllos expresan. Los Aparatos
ideológicos del Estado cultural, artístico, etc., tales como la escuela y los medios de
comunicación masiva, sobredeterminan el funcionamiento del proceso semiótico de
producción artística (Talens, 30).
23 Cursiva nuestra. 24 No se trata de que las ideas sean ciertas o falsas , sino de que se sostienen
dentro y llevan adelante los procesos de lucha soci al por el poder (Pratt, 1949,
115), no sólo económico y político, sino también cu ltural.
En esta lucha que busca justificar a quien detenta el poder o lo busca, campean el
etnocentrismo y el prejuicio, los cuales surgen en primera instancia de la noción de
“alteridad”, en cuanto oponen un “yo” a un “otro”. Pues para que haya un “yo” o un
“nosotros”, tiene que haber un otro que sea diferente y de este modo defina por oposición
con “lo otro” lo que “yo soy”, mi identidad y mis preconceptos. Y sólo a partir de esta
oposición es que puedo identificar lo que es similar o diferente de mí, y con ello reconocer
“lo otro”. A esto se le llama alteridad. Pero, por esta doble dirección, resulta que mi identidad
es la alteridad, la otredad, desde el punto de vista del otro que me ve y juzga.
“La alteridad, es la desviación que se establece en relación con un modelo
preconcebido” (Theodosiadis, p 8). Este modelo, este sistema de creencias o ideología
sobre lo que “yo soy”, constituye la base para establecer la “alteridad”, la “otredad” del otro25.
Ésta, “en principio, se constituye con la gama de nuestras actitudes hacia lo “otro”, las
cuales surgen en la interacción con el medio que rodea los seres en la doble dirección del
conocimiento intelectual, sensible (y las reacciones emotivas y afectivas inmanentes) y en la
otra de la acción (praxis) en sentido estricto” (Theodosiadis, 1996, 7).
Las actitudes hacia lo otro pueden ser favorables o desfavorables, y se constituyen
como prejuicios que pueden o no conducir a una acción abiertamente hostil. Los prejuicios
concretos son formas afectivas de simpatía o antipatía y pueden tener como objeto:
individuos, grupos, razas, nacionalidades, (o los rasgos particulares de cualquiera de éstos),
o ideas, pautas sociales e instituciones (Pratt, 1949, p 147). La psicología social, se refiere
al prejuicio étnico y racial, y generalmente a ambos tipos.
Como causa principal de las actitudes prejuzgadoras, encontramos, en primer lugar,
el enfoque que acentúa la naturaleza de la personalidad, que se considera bien como
a)desequilibrada o perturbada de alguna forma, o bien como b)propia de cierto tipo de
personalidad’(Duncan, 1986, 171). Como dijimos ya, esta es, en instancia prístina, la fuente
del “prejuicio” del FP Vega contra su país natal. Existe un segundo enfoque que considera 25 Incluso los rasgos de raza son evaluados en el sis tema de creencias como
“distinciones” de “tipos de gente”, sean estos mism os rasgos considerados como
simples “variaciones” o como mejores o peores (base del racismo).
las actitudes prejuzgadoras como parte del proceso normal de interiorización de las normas
y valores del grupo. Esas actitudes son simplemente aprendidas, como las restantes
actitudes cuando se pertenece a un grupo, y no constituyen necesariamente
manifestaciones de anormalidad26 (Duncan, 1986, 171). Este no es el caso del FP Vega,
pues una persona criada en su propio y determinado medio cultural y nacional, no aprende
actitudes contrarias a estos; más bien se les amolda a través del bien conocido proceso de
socialización.
El etnocentrismo es un sistema de prejuicios –no necesariamente coherente- “que
sostiene que el grupo, la raza o la sociedad a que uno pertenece es superior a otras
entidades raciales o culturales”, lo que va asociada al desprecio de otros grupos de la
misma sociedad o del extranjero y de sus costumbres (Pratt: 1949, 115). El etnocentrismo
se sustenta en la ideología, consciente o no, de la persona o grupo; y desde éste se asume
en principio que “lo mío” es mejor que “lo otro”. Nuestros prejuicios, que surgen del mismo
sistema ideológico que nos define como “distintos a”, descalifican la diferencia, la alteridad, y
le asignan valores negativos a nivel intelectual. Así el carácter negativo pasa al accionar,
llega entonces a ser considerado como conflicto, hostilidad; produce la reacción emocional
interactiva (la actitud) y la consecuente acción práctica contra la otredad o alteridad (idem).
Esta reacción puede ir desde la agresión verbal, la negación y el alejamiento de “lo otro”,
como el caso del FP Vega, hasta la agresión física, incluso el asesinato y el genocidio.
Y esta gama de actitudes, este modelo preconcebido, este sistema ideológico del
que parte el focalizador para construir la alteridad, es el que aquí nos interesa aprehender
precisamente a través de los índices caracterizadores de las actitudes prejuiciadas del
focalizador en el texto narrativo.
En el caso de El Asco, la alteridad identificada a través de las actitudes prejuiciadas
del FP Vega, es “lo salvadoreño” desde la perspectiva de un renegado “convertido” a otro 26 Pero en este caso, el grado de internalización y de resistencia al cambio
(estabilidad) del prejuicio dependerá del tipo de p ersonalidad del individuo
sometido a experiencias que cuestionen sus actitude s prejuzgadoras (Duncan, p 172).
modelo o posicionamiento ideológico, el cual, contrario a lo que afirma Castellanos (supra),
sí responde a una visión extranjera: es la adscripción del FP Vega a la valoración de la
cultura europea y “primermundista” como superior o “la mejor”. Esta adscripción es taxativa
en varias partes de la obra:
“…casi me vomito, cuando me dijo [el hermano] que ya que yo soy profesor de Historia del
Arte, y dado que en este país en ningún lugar se enseña historia del arte…” (51)
“Mi hermano tiene que ser un imbécil de marca mayor para considerar que yo podría estar
dispuesto a dejar mi cátedra de historia del arte en la Universidad de McGill27 para venir a dar
clases a unos corruptos antros parvularios que se autodenominan universidades…” (57)
“Este país no existe, te lo puedo asegurar yo que nací aquí, regularmente recibo las
principales publicaciones periódicas del mundo sobre arte, leo con detenimiento las secciones
sobre cultura y arte de los principales periódicos y revistas del mundo, por eso te puedo
asegurar que este país no existe, al menos artísticamente… (77-78)
“No tengo la menor duda de que la experiencia que he vivido en estos quince días podría
sintetizarse en una frase: la degradación del gusto. No conozco ninguna otra cultura, Moya,
oíme bien y considerá que mi especialidad consiste en estudiar las culturas, no conozco
ninguna cultura que como ésta haya llevado a tales niveles de degradación del gusto, no
conozco ninguna cultura que haya hecho de la degradación del gusto un valor en la historia
contemporánea, ninguna cultura ha hecho de la degradación del gusto su máximo y más
preciado valor… (84)
“…le diré [a Tolín] que ponga el Concierto en Si bemol de Tchaikovski para piano y orquesta,
esta tarde tengo ganas de escuchar ese Concierto en Si bemol de Tchaikovski, por eso me
traje mi propio disco compacto con ese estupendo concierto… (29)-
27 Esta universidad sí existe. Y este es otro element o para verosimilitud de
Vega.
Sus gustos tanto personales como en materia cultural, como ya vimos, se identifican
con el eurocentrismo colonial que domina nuestra tradición cultural e impera en la visión de
los estudios y cátedras de historia del arte del mundo intelectual “occidental” u
“occidentalizado”28. En nuestros países, el eurocentrismo, identificado con la “cultura
occidental”, es una forma muy activa y dominante de etnocentrismo; esto es así porque
fuimos colonizados por Europa y alienados por sus modelos culturales. Pero, en el peor de
los casos, un “especialista en estudiar las culturas” debe dominar el concepto de “relativismo
cultural”, el cual no aparece por ningún lado en su actitud29, ya que su posicionamiento
desde el pedestal de Profesor de historia del arte de Universidad primermundista y
europeizada, es el acendrado filo de su crítica visceral y neurótica. Estas críticas no
funcionarían de igual manera si las emitiéramos nosotros, ya que no somos profesores con
tan prestigiados cargos y especializaciones de universidades del “primer mundo”.
El FP Vega se adscribe al eurocentrismo -y no, por ejemplo, al budismo- porque el
adscribirse ideológicamente a la cultura dominante da poder, poder para desvalorar
cualquier otra manifestación cultural no dominante. El dominio ideológico anula cualquier 28
“La ‘modernidad’ inaugura no sólo una nueva era. E sta novedad es de tal
magnitud, que la transformación que opera (por vez primera a nivel mundial), para
ser efectiva, debe imponerse (como violencia expans iva) en todas las esferas de la
vida, provocando desordenes en la convivencia human a para someterle un nuevo orden.
(…) en cuanto proyecto, se trata de un sistema civi lizatorio: este “reordenamiento”
de la sociedad humana deberá unificar la historia m undial (imponiendo una visión
eurocéntrica, por eso se divide la historia en anti gua, medieval y “moderna”, el
aparente “destino” de la historia dizque universal ), la cultura (la occidental
aparece desde entonces como la única racional y con el derecho a llamarse a sí
misma universal y todas las demás son condenadas a un folklorismo pasado,
“superado” del todo; un etnocentrismo cuya soberbia exageración se impuso
violentamente y, cuando ya no hubo resistencia, la educación que impuso se encargó
en concluir el proyecto civilizatorio europeo-moder no-occidental) y el predominio
de una raza sobre las otras (sobre este racismo se constituyen las ciencias
modernas y a partir, sobre todo, del romanticismo a lemán, la visión racista
ordenará la historia, el lenguaje, la ciencia y la filosofía)” (Bautista: 2006). 29 El relativismo cultural y los derechos humanos, pa rten también de un sistema
ideológico que asigna el mismo valor esencial a tod os los seres humanos, sin
importar raza, religión o condición socioeconómica (o estudios y puestos
universitarios en el “primer mundo”).
posibilidad de respuesta. En el caso que nos ocupa, se debe observar cómo la posición
ideológica culturalmente dominante en la que se ubica el FP Vega -el eurocentrismo- le da
“poder” para aseverar agrias críticas contra algunos símbolos de “lo salvadoreño”, cuyo
pecado de fondo es no ser europeos.
El verdadero problema, empero, es asumir que tiene razón este otro que nos
cuestiona y desvaloriza nuestra forma indígena o peculiar de ser porque, en el fondo o en la
orilla30, creemos que su modelo ideológico de partida es correcto, desvalorizando así
cualquier sistema o reducto ideológico que pudiera considerarse “nuestro” o “nativo”. Y esto
es lo que generalmente sucede a los pueblos conquistados y alienados con los esquemas
culturales del conquistador –europeo y gringo-, en nuestro caso latinoamericano, como
veremos más adelante, cuando desarrollemos el origen histórico del concepto de nación. De
ahí tantas latinas(os) con el pelo despintado de rubio, para la muestra del botón. De ahí, la
reacción de desagrado o hasta agresiva contra El Asco y su autor, pues en el fondo o en la
orilla, el alienado eurocentrista le reconoce a sus críticas valor de verdad, sustentado en
todo ese sistema ideológico ajeno introyectado. Por esto la respuesta del agredido no puede
ser racional, ya que acepta consciente o inconscientemente el punto de partida eurocentrista
y primermundista del FP Vega, y entonces aquél sólo puede reaccionar visceralmente,
violentamente, ante la agresión.
1.3. Nación y Nacionalismo
b.1. Como establecimos, el concepto de alteridad, con sus corolarios de prejuicio y
etnocentrismo, forma parte de un sistema ideológico. Así también en la noción de alteridad
están incluidos los de Nación y nacionalismo, puesto que no puede concebirse “mi” nación”
sin oponerse a cualquier otra nación distinta y ajena.
30 En nuestros países, más o menos todos padecen de e ste eurocentrismo, pero sin
esa actitud tan fuerte de rechazo ante nuestra pobr eza y lo no “europeo”.
En efecto, las identidades nacionales –así como otros tipos de identidades
colectivas-, se definen a partir de la oposición con los otros, o sea, tomando en cuenta las
diferencias que existen entre un grupo “nacional” y otro. Si no hubiera ningún “ellos” de los
que somos diferentes, no tendríamos que preguntarnos quiénes somos nosotros. Sin ajenos
no hay propios (Díaz, 19). Y esta “ajenidad” es lo que antes tratamos como “otredad” o
“alteridad”.
Asimismo, la noción de alteridad necesaria para definir a los salvadoreños, por
ejemplo, como distintos de los habitantes de otros países, falla cuando esos “otros” son tan
similares histórica y culturalmente como lo son los centroamericanos y más aun los
hondureños. Resulta entonces que la única característica “objetiva”, aparte de la tarjeta de
identidad, que distingue las “nacionalidades” “hondureña” y “salvadoreña”, es la separación
política y gubernamental del territorio, tal como es ostensible para la población de las zonas
fronterizas.
En la escuela y otros aparatos ideológicos del Estado burgués, nos enseñaron una
visión ingenua del concepto en que la “nación” es atemporal, eterna y absoluta, y esta visión
burguesa es la que se exalta en las “fiestas patrias”31. Este concepto identifica a la nación
con la existencia de unas características “comunes” a todos los miembros de la misma,
como son el territorio, sus símbolos, el idioma y religión predominantes, las comidas y
tradiciones peculiares de la nación (aunque sean regionales), etc. (Díaz, 2004, 13).32
31 “El ritual de las fiestas cívicas es un evento socia l que se sale de lo
cotidiano, que se caracteriza por ser estrictamente de carácter público y que tiene
su validez gracias al estado que lo impulsa (Díaz, p 24). La fiesta cívica, a
condición de que ésta sea institucionalizada y mold eada de forma demostrativa, se
convierte en un instrumento político con un fin det erminado: expresar en su
lenguaje festivo una ideología. Sirve para expresar cohesión social o membresía
real o artificial del grupo, establecer o legitimar instituciones o relaciones de
autoridad, o para socializar creencias, valores y c omportamientos convencionales.
Esta institucionalización pretende evitar que pueda girar hacia la violencia contra
el orden establecido” (Díaz, 2004, p 23-26). 32 Por las pretendidas características “comunes”, la visión burguesa de nación
encuentra dificultades para asimilar en una misma “ nación” moderna (mejor dicho, a
la locación definida políticamente como “territorio nacional”), diferencias
Coherentemente, el nacionalismo burgués, institucionalizado y enseñado (y
ensañado) también en las escuelas y celebrado en nuestras fiestas cívicas, asume y
propugna esta atemporalidad eterna y absoluta de la nación, e ignora sus orígenes
ideológicos de clase social. El nacionalismo es una teoría política que prescribe que los
límites étnicos no deben contraponerse a los políticos, que no debe distinguir a los
detentadores del poder del resto dentro del estado dado. (Gellner, 1983. p 14). Ambos
conceptos que se ven cuestionados en El Asco, al atacar precisamente símbolos identitarios
salvadoreños, como la comida y bebida, la religión, ciertos monumentos y ciertas
costumbres.
Se han propuesto tres distintas manifestaciones del nacionalismo: el civil, el étnico, y
el concepto pluralista de nación33; pero, han prevalecido las dos primeras, incluso pueden
ostensibles como los grupos étnicos minoritarios, l as lenguas indígenas
supervivientes, otras religiones distintas al crist ianismo, pero que de hecho
comparten el mismo territorio “nacional”. Bajo este concepto de nación es que los
gobernantes de nuestras repúblicas mestizas rechaza ron las minorías étnicas, porque
el “incómodo” hecho de que ellos viven también dent ro del mismo territorio
“nacional”, destruía la idea de “unidad”. De ahí qu e las minorías étnicas hayan
sido ignoradas, pauperizadas y sometidas a un proce so de exterminio cultural y
hasta total, como lo relata explícitamente nuestra historia. (Para resolver esto,
ha surgido la resemantización de la nación como un todo multicultural, como luego
veremos en los tipos de nacionalismo.) 33 En este tercer tipo de nacionalismo, el Estado na cional está compuesto de
“comunidades culturales diversas que se mantienen u nidas gracias a la acción de una
cultura pública, pero conserva un grado considerabl e de autonomía institucional en
aspectos como la educación, las actividades para el tiempo libre, la seguridad
social y la prensa y la cultura en lengua vernácula . En este tipo de nacionalismo,
la élite del Estado y los representantes de la cult ura dominante otorgan un marcado
reconocimiento a las culturas minoritarias a sus in stituciones y a su contribución
a la construcción de la vida nacional (Díaz, 1997. p 18-19). Este tipo es el que se
intenta actualmente construir en Honduras y El Salv ador, con un cierto
reconocimiento y atención a los escasos grupos indí genas sobrevivientes, pero este
reconocimiento es más que nada formal y publicitari o, puesto que no conlleva la
verdadera atención estatal a sus necesidades básica s y sociales. Siguen campeando
el abandono y la discriminación, que no sólo los su fre el indio no ladinizado, sino
que todo el pueblo pobre, del campo y de la ciudad, esquilmado y atenazado por la
injusticia, la corrupción, la violencia, la falta d e conciencia y de visión de
desarrollo social del mismo pueblo y de la élite go bernante con respecto a los
derechos de la mayoría de la población, condenados por el sistema capitalista a la
marginalidad social y económica.
encontrarse estas dos al interior de un mismo Estado nacional, como sucede en nuestros
países. El primer tipo se caracteriza por la conversión de todo miembro de una “comunidad
nacional” en ciudadano, con lo que queda dotado de todos los derechos legales y políticos
de esa condición: la nación es una comunidad de leyes, soberana, delimitada, y con una
cultura pública y una religión cívica. El nacionalismo étnico se propone crear naciones a
partir de las etnias existentes y su objetivo declarado es volver a “la edad de oro” de dicha
etnia, como condición necesaria para el renacimiento nacional. De allí que sea tan
importante para este nacionalismo la genealogía como una certificación de los vínculos
entre los nacionales por un origen común, como una superfamilia, cuyos orígenes pueden
remontarse a un lejano antepasado de “todos nosotros” (Díaz, 1997. p 18). Y esto sucede,
por ejemplo, cuando se exalta como antepasada de nuestro mestizaje a la cultura maya (sin
mencionar sus rasgos negativos); fementidamente, pues ésta ya no existía con las
características del período clásico ni en Honduras ni en El Salvador desde siglos antes de la
invasión y conquista española.
La “nación” (y su corifeo, el “nacionalismo”), empero, no es atemporal, eterna ni
absoluta, como propugna el concepto burgués (cuyo origen resulta nada ingenuo, como
veremos). En los estudios actuales sobre la construcción de la nación moderna, ha quedado
bien claro en primer lugar el carácter artificial de la misma. Su origen para América Latina se
ubica en el siglo XIX, sobre todo en su segunda parte, y es producto de las necesidades de
control y validación ideológica del poder político y social de los nuevos grupos burgueses en
ascenso hegemónico en los procesos de reformas liberales de entonces. La invención
nacional es el resultado de una cierta lectura de parte de la burguesía de hechos y procesos
reales con visiones míticas o imaginadas, sobre todo del pasado34. Son los estados y los
nacionalismos los que instauran las naciones y no al revés (Díaz, 2004, 13).
34 La idea de nación se empezó a construir con un con junto de etiquetas,
símbolos y ritos basados en ideas antiguas, pero re definidos con base al ideal
hegemónico burgués para que así sirvieran a la nece sidad de sustituir a los de la
monarquía y la Iglesia, en consonancia con el proye cto de secularización social que
Los nuevos sistemas políticos que surgieron con los ideales de la Revolución
Francesa y el ascenso de la burguesía al poder, necesitaban justificar y consolidar su nuevo
estatus hegemónico y debían a toda prisa oponer algo a los símbolos y formas ideológicas
de control social de la monarquía y la Iglesia (basados a grandes rasgos en la lealtad al Rey
y a los “representantes” de Dios en la Tierra). Los nuevos grupos hegemónicos encontraron
ese algo en la construcción de una nueva imagen de identidad política: la nación. Para la
construcción de los Estados modernos, era también imprescindible lograr la identificación
del hombre y la mujer comunes con esta nueva imagen de identidad política y social para
obtener su lealtad, aquiescencia y participación en los procesos transformadores de que
necesitaba la burguesía 35 (Díaz, 2004. p 13-14).
En Latinoamérica, se ha construido una identidad nacional artificial por parte de la
oficialidad, de los gobiernos liberales conservadores y de derecha, que definen la sociedad
como “europea” y “homogénea”, una imagen que no corresponde para nada con la realidad
de estos países (Buschmann, sin año y p), pero nos han acostumbrado a creer que lo
europeo es lo mejor y que debemos ser como ellos en todo, aunque no sea posible en
nuestra realidad.
Como ya dijimos en el apartado sobre ideología y eurocentrismo, es nada menos que
desde el pedestal de sabio profesor primermundista y conocedor especializado en todas las
culturas, es desde esta base ideológica prejuiciada, eurocéntrica, burguesa, “alter-ada” y
enajenada, que el focalizador-personaje Vega ataca los símbolos y usos identitarios de la
nacionalidad salvadoreña, como el futbol, los alimentos y ciertas costumbres características,
dotando de este modo a su gusto personal (y a su colitis) de un poder que no tiene por sí
la modernidad esgrimía. “En efecto (…) el fenómeno nacional se erigió de forma tal
que se asemejaba a una religión antigua. Como aquél las, erigía sus altares,
reconocidos como altares de la Patria, rescataba en tre la historia sus santos,
nombrados como héroes de la Nación, y distribuía po r doquier su evangelio” (Díaz,
2004. p 14). Estos ritos y símbolos constituyen “tr adiciones inventadas” tales como
las fiestas cívicas, las fiestas patrias y todo el conjunto de celebraciones
ideadas y promovidas por grupos dirigentes con el f in de crear en su población una
identidad que les permitiera integrarla a sus proye ctos de grupo (Díaz, p 21) 35 Por eso el mismo FP Vega asevera: “… como si no estuviera completamente seguro
que el patriotismo es otra de esas estupideces inve ntadas por los políticos…” (62)
mismo; y así es mucho más insidioso que si los atacara solamente desde el abismo del
neurótico que es.
Citaremos ejemplos de las muchas “críticas eurocétricas” de Vega, que son
manifiestos rechazos a reconocerse como miembro de esta cultura:
“…esos lugares que llaman “típicos” y que teóricamente yo tendría que haber extrañado en
mis dieciocho años en el extranjero, (…) como si este país tuviera algo valioso por lo que una
persona como yo pudiera sentir nostalgia” (60)
“…el hecho de que las conchas y las pupusas fueran los principales platillos típicos del país,
sólo venía a confirmar mi idea de que aquí la gente tiene el paladar atrofiado.” (68)
“…sólo el hambre y la ignorancia pueden explicar que estos sujetos consideren a las
pupusas como su plato nacional, Moya, escuchame bien, nunca se te vaya a ocurrir criticar a
las pupusas, nunca se te vaya a ocurrir que se trata de una comida repugnante y dañina, te
pueden matar, Moya…” (61)
Igual fuente tienen las críticas contra El Salvador:
“Me fui precisamente huyendo de este país, me parecía la cosa más cruel e inhumana que
habiendo tantos lugares en el planeta a mí me hubiera tocado nacer en este sitio (…) en el
peor de todos, en el más estúpido, el más criminal, nunca pude aceptarlo, Moya, por eso me
fui a Montreal, mucho antes de que empezara la guerra, no me fui como exiliado, ni buscando
mejores condiciones económicas, me fui porque nunca acepté la broma macabra del destino
que me hizo nacer en estas tierras, me dijo Vega.” (17)
“…nunca acepté que tuviera el más mínimo valor esa estupidez de ser salvadoreño” (18)
“…siempre fue mi peor pesadilla la posibilidad de regresar a este país y no poder salir
nuevamente (…) que no me dejó dormir hasta que me convertí en ciudadano canadiense…”
(18)
“…regresé para constatar que hice muy bien en irme, que este país no vale la pena para
nada, este país es una alucinación, sólo existe por sus crímenes…” (19, 20)
Y también contra la “raza” salvadoreña:
“…belleza de raza (…) la decencia se mide por la cantidad de dinero que tenés, no hay
ningún otro valor, (…) ése es el único valor que existe…” (24)
“…San Salvador es horrible, y la gente que lo habita peor, es una raza podrida, la guerra
trastornó todo, y si ya era espantosa antes de que me largara si ya era insoportable hace
dieciocho años, ahora es vomitiva (…) donde sólo pueden vivir personas realmente siniestras
o estúpidas…” (21-22)
“…este pueblo está reñido con el arte y con las manifestaciones del espíritu. Su única
vocación es el comercio y los negocios, por eso todos quieren ser administradores de
empresas, para manejar mejor sus comercios y negocios…” (78)
Y una “crítica” que nos atañe a todos los de origen tropical –y que en realidad es un
prejuicio muy eurocéntrico y esgrimido históricamente contra las poblaciones nativas:
“…el trópico convierte a los hombres en seres pútridos y de instintos primarios, como esos
entre los que me vi obligado a restregarme para poder salir de la terminal aérea…” (92)
Pero el cuestionamiento a la “nacionalidad” y al “patriotismo” del FP Vega no pasa de
ser superficial y cliché, pues, afincado como está en el eurocentrismo, le es imposible y
autodestructivo cuestionar este contenido toral de la idea burguesa de nación. Por eso es
que lo que critica es que nuestros países no se parezcan a Europa, o Canadá, donde vive.
El FP Vega, desde su posición ideológica prestigiosa y sesgada, es tan acrítico como
cualquier hijo de vecino y ni siquiera se le ocurre pensar o proponer –en realidad no le
interesa- alguna idea para construir algo que sirva para unificar a los nacidos bajo una
misma territorialidad política. No puede siquiera decirse que esta novela busque interrogar
sobre otras bases para construir algo que funcione como “identidad nacional” o
“nacionalidad” y que pueda sustituir al concepto eurocéntrico burgués36. Y, por supuesto, no
hay el mínimo interés en dilucidar las razones históricas del apogeo europeo y luego de
EUA, posibilitado por la expoliación de nuestros países y otros muchos del globo, desde la
invasión y conquista castellana, lusitana, inglesa, gala37.
Con su “crítica”, el FP Vega, sólo se interesa por canalizar su agresividad neurótica,
execrando a su país de origen, aprovechándose de su pedestal eurocéntrico. En realidad
insulta, agrede, destruye y nada construye, y en eso también reside una parte del poder
36 Si acaso el autor pretendía algo así, no identific amos ningún índice o
informante que nos lo sugiera, y por tanto se queda esta pretensión en el nivel
pragmático que corresponde al receptor. 37
La ventaja que logra Europa, gracias a la cual se producen aquellos
acontecimientos de carácter universal (que tanto ad mira Weber o Habermas y que,
según ellos, es fruto sólo del genio europeo) son v entajas que les dio la conquista
del Nuevo Mundo. Hasta entonces Europa era inferior en todo respecto del mundo
musulmán (que cubría tres cuartas partes del globo) , del Indostán y de la China; no
producía nada ni era mercado para los productos que comerciaban entre sí las
grandes civilizaciones, además del estigma que les habían impuesto los griegos:
eran lo bárbaro del mundo civilizado, adonde los ro manos mandaban a sus exiliados.
Condiciones para un despegue industrial y burgués l o tuvieron también la China y la
India; pero ellos no contaron con colonias ni mano de obra gratis (cuantificada en
millones, indios y afros), tampoco con la inmensa c antidad de oro y plata (saqueada
del Nuevo Mundo; sólo de plata, llegan a España un total de 18.000 toneladas, entre
1550 y 1660) que acabó provocando la inflación en l a economía del comercio que
manejaban sobre todo los musulmanes. La cantidad de mano de obra en la China y la
India (…) hacía insostenible la revolución de las m áquinas, como sí ocurre en
Inglaterra (cuya isla era prácticamente un desierto y la exigua población activa
era, a causa de las pestes, la pésima alimentación y la ignorancia, no
competitiva)(…) Por eso [a la “modernidad”] le era necesario reordenar la historia,
para que los demás no tengan historias propias de d onde agarrarse, para que en el
vacío logrado por la educación “moderna” no haya ra stros de salida a su amenaza
centenaria: “modernidad o barbarie” (Bautista, 2006 , sin p).
provocador de la obra. ¿Y por qué debe ser de otra manera?: ésta es una novela, no una
tesis ni un ensayo.
En efecto, es un imposible y una falacia la construcción de la idea de nación
realmente democrática sobre los símbolos y consignas tendenciosas creadas por los
intereses de los dueños del poder político y económico, quienes “cosechan” los países para
sí mientras propugnan por un eurocentrismo de mascarada, como ya se dijo; o más
propiamente, en nuestra actualidad, por un “gringocentrismo”.
Por el carácter artificial de la idea de “nación”, Benedict Anderson propone una
definición más crítica: “una comunidad política imaginada construida culturalmente como
una identidad soberana dentro de determinados límites espaciales” (citado por Díaz, ibid, p
16). Esta comunidad es imaginada porque incluso los miembros de la nación más pequeña
nunca se conocerán todos entre sí, ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de
cada uno vive la imagen de su comunión. Es limitada porque, además de su carácter
territorial, ninguna nación se imagina a sí misma como coextensiva a la humanidad (sino
más bien, definida en oposición a la alteridad de otras “naciones”). La idea cultural de
soberanía le fue asignada por la ilustración y la Revolución Francesa (pero aquélla en
realidad depende de su mayor o menor poder económico político y militar entre los otros
países y de las conveniencias de alianzas entre grupos dominantes de distintos países).
Finalmente es imaginada como una comunidad porque, independientemente de la
desigualdad y de la explotación que pueden prevalecer en su seno, la nación se concibe
siempre como una profunda camaradería horizontal (ibid, 17), cuando en realidad lo que hay
es una profunda “anticamararería” entre los grupos sociales dominantes y los dominados 38.
38
Otro concepto actual de nación la concibe como un grupo social amplio,
vinculado por una combinación de diversos tipos de relaciones objetivas
(económicas, políticas, lingüísticas, culturales, e tc.) y su reflejo subjetivo en
la conciencia colectiva. Esto implica que si bien l o material es importante, para
que una nación se considere como tal debe existir e n el ámbito de la conciencia que
se exprese como identidad nacional, desarrollado en un largo proces o ligado a
formas más antiguas de comunidad” (Miroslav Hroch, citado por Díaz, 45).
Para construir la idea de unidad e identidad de la “salvadoreñidad” o la
“hondureñidad” en el imaginario colectivo, sí hay que recurrir a la historia, los lugares, usos y
costumbres culturales deseables y propios del territorio político “nacional” o regional, a
símbolos y hasta a mitos, como “nuestra” ascendencia maya. Pero sobre todo a proyectos
comunitarios y estatales de atención real a corto, mediano y largo plazo de las necesidades
de una población mayoritaria y marginada tanto económica como social y culturalmente, y a
combatir la cultura consumista de masas, que inocula, ya ni siquiera eurocentrismo, sino
“gringocentrismo” consumista (este último corresponde perfectamente a la descripción que
hace Vega de la clase media consumista e ignorante y sólo poseedora de la cultura de los
medios de masas. Más adelante, volveremos sobre lo que la obra dice de este tópico).
3. Otros Mecanismos de Provocación
Aunque con el sesgo de la generalización absoluta, es de notar cómo entre los prejuicios
disfrazados de “críticas”, se mezclan hechos y verdades evidentes y conocidas para cualquiera que
algo conozca San Salvador39. Ante el descuidado lector, esto hace aparecer a aquéllos con igual
valor que éstas. Este “ardid” literario potencia el poder provocador del texto. La generalización
absoluta invalida la “verdad” de estos hechos, pero esta misma, por injusta, también es una fórmula
infalible para el provocar el enojo y la reacción; y todo deviene en otro acierto de la obra.
39 Desde el principio establecimos que sondearíamos las “racionalidades” de la
novela, no los estatutos de verdad. Algunos pasaje s son percibidos como verdades
críticas porque son coherentes con la racionalidad crítica convencional que amplios
sectores comparten con respecto al país y su histor ia. Nuevo artilugio, pues el FP
Vega, que nos ha llevado a repudiar sus puntos de v ista, ahora nos sorprende al
congeniar con los nuestros. Para establecer el esta tuto de verdad de estos pasajes
tendríamos que hacer estudios sociopolíticos de cam po, lo cual se escapa de
los límites de este trabajo.
Veamos algunos tópicos generalizados al sumun. Para tomarlas en serio, es menester
atemperarlas con las frases “la mayoría, algunas, pocas, etc. Empero, como dijimos en un inicio, y
evitando la generalización absoluta de Vega, sí se señalan algunas llagas sociales de
nuestros países, no solo de El Salvador: los políticos y militares corruptos, ordeñadores de
la res pública, sean de derecha o de izquierda; la violencia de cierta parte de la población,
los médicos avorazados por el dinero e indiferentes a la persona; la ignorancia de la historia
“nacional” como uno de los elementos necesarios para crear una “identidad”; el malísimo y
hasta peligroso servicio de transporte público; la cultura mediática de la ignorancia
consumista; el deplorable nivel cultural y educativo en general y con datos dolorosos, pero
ciertos. De esto último asevera:
“…nadie a quien le interese la literatura puede optar por un país tan degenerado como éste,
un país donde nadie lee literatura, donde los pocos que pueden leer jamás leerían un libro de
literatura, hasta los jesuitas cerraron la carrera de literatura en su universidad, eso te da una
idea, Moya, (…) todos los jóvenes quieren estudiar administración de empresas…” (24-25)
(…) [traje] suficientes libros para evitar sumirme en la más completa desesperación, preví que
en este país no encontraría nada para alimentar mi espíritu…”(74)
“No creo que haya un país con más universidades privadas que éste (…), la mayor cantidad
de universidades privadas por habitante (…) casi todas (…) no son más que negocios para
estafar incautos, la negación misma del conocimiento…” (54)
De los políticos corruptos expresa:
“…los cien mil muertos [de la guerra civil] apenas fueron un recurso macabro para que una
partida de políticos ambiciosos se repartieran un pastel de excrementos, me dijo Vega. Los
políticos apestan en toda partes, pero en este país apestan especialmente (…) quizás por los
cien mil cadáveres que carga cada uno de ellos (…) Nunca he visto políticos tan ignorantes,
tan salvajemente ignorantes, tan evidentemente analfabetos como los de este país, Moya…”
(26)
“Y no importa si son de derecha o izquierda, son igualmente vomitivos, igualmente corruptos,
igualmente ladrones (...) unos pillos con saco y corbata que antes tuvieron su festín de
sangre, su orgía de crímenes, y ahora se dedican al festín del saqueo, a la orgía del robo…
(p28)
Hiperbolizada a toda la población, en el texto se apunta y rechaza la llaga social del
autoritarismo y la violencia institucional e individual:
“…todos serían felices si fueran militares, a todos les encantaría ser militares para poder
matar con toda impunidad, todos traen las ganas de matar en la mirada, en la manera de
caminar (…)todos quisieran ser militares para poder matar, eso significa ser salvadoreño,
Moya, querer parecer militares…” (22)
“El salvadoreño es ese cuilio que todos llevamos dentro (…) sólo en este país se usa la
palabra “cuilio” para denominar a un ratero que trabaja de policía….” (94)
Duele el acerto de que ninguna nación se construye sobre la ignorancia de su
Historia:
“Y todavía hay despistados que llaman "nación” a un sitio poblado por individuos a los que no
les interesa tener historia ni saber nada de su historia, un sitio poblado por individuos cuyo
único interés es imitar a los militares y ser administradores de empresas, me dijo Vega.” (25)
“A nadie le interesa ni la literatura ni la historia, ninguna universidad tiene la carrera de
historia, un país increíble, Moya, (…) porque a nadie le interesa estudiar historia… (25)
“La estupidez humana no tiene límites, particularmente en este país, donde la gente lleva la
estupidez humana a récords inusitados, sólo así se puede explicar que el político más popular
del país en los últimos veinte años haya sido un psicópata criminal (…) asesino de arzobispo
convertido en prócer…” (31)
La clase media es identificada con la cultura de consumo y los medios masivos a
través de los personajes de su hermano, cuñada, sobrinos y los amigos de ellos, quienes
son descritos como ignorantes y de peor gusto. Ciertamente la familia del hermano de Vega
puede caracterizar a cualquier otra del mismo nivel económico y cultural; una familia común
y corriente, medrando cómodamente en su nivel “clasemediero” sin aspiraciones a estudiar
ni aprender algo más, sólo en contacto e interés por la cultura consumista de masas, cuyo
principal valor es: “tener cosas caras es ser, y si no se tienen, pues parecer”:
“[viven en] una colonia horrible comenzando por su nombre, una colonia para clasemedieros
arribistas que desearían vivir en el Escalón de a de veras, pero a quienes no les alcanza el
dinero para comprar una casa en el Escalón de a de veras…” (45)
“…espeluznante si la mirás de cerca: una familia que en sus ratos libres en casa no hace otra
cosa que ver televisión, me dijo Vega, no existe un solo libro, mi hermano no tiene un solo
libro en su casa, ni la reproducción de alguna pintura, ni siquiera un disco de música seria,
nada que tenga que ver con el arte o el buen gusto puede ser encontrado en esa casa, nada
que tenga que ver con el cultivo del espíritu puede ser encontrado en ese lugar” (50)
“Es abominable su total ausencia de gusto en todo lo que tenga que ver con el arte y las
manifestaciones del espíritu, me dijo Vega, solo escuchan una música asquerosa, cursi,
sentimentaloide, interpretada por baladistas que desafinan de principio a fin” (51)
“…no tengo absolutamente nada de qué hablar con mi hermano, ni un solo tópico
mínimamente decente que podamos abordar con inteligencia, me dijo Vega. La principal
preocupación intelectual de mi hermano es el futbol, Moya, puede hablar horas y horas sobre
equipos y jugadores de futbol nacional… (38-39)
“…nunca había estado en un ambiente tan miserable, tan estúpido, tan ajeno al espíritu, (…)
un ambiente realmente grosero, el ambiente propio de una familia de clase media en San
Salvador… (45)
El otro valor consumista es: “entretener sin pensar ni aprender”. De ahí la
omnipresencia del televisor encendido, incluso durante las comidas (lo que Vega considera
abominable), de ahí el mucho interés por el futbol intrascendente y el muy común interés de
la cuñada por los chismes de los “ricos y famosos” (un sucedáneo totalmente digerido de la
narrativa, incluso comercial), pues entretiene y puede dar la sensación de compartir la vida
de esos famosos al seguirla en los chismes:
“…jamás imaginé que me encontraría con alguien cuya máxima aspiración es aparecer en las
páginas sociales de los periódicos, jamás imaginé a alguien que me llamará “cuñado” y
enseguida quisiera relatarme los últimos chismes de gente de sociedad conocidos a través de
las páginas sociales de los periódicos, me dijo Vega. Un engendro vomitivo, Moya, una ex
empleadita que difícilmente aparecerá alguna vez en las páginas sociales de los periódicos y
que indudablemente jamás conocerá a la gente de sociedad sobre la que a diario lee…” (71)
“…unos niños que no tienen en la cabeza otra cosa más que las series de televisión que ven
todos los días a toda hora…” (63)
“…la imbecilidad no es un atributo exclusivo de ellos, algunos de su amigos inclusive son
peores, como ese ginecólogo (…) en manos del cual no me gustaría estar si yo fuera
mujer…” (52)
Extiende la crítica del gusto a la ciudad y sus autoridades por sus feos
monumentos40:
“…sólo una partida de zoquetes convertidos en gobernantes puede gastar el dinero del
estado en la construcción de esos bodrios que expresan descarnadamente la degradación
del gusto imperante en este país, sólo un partida de zoquetes con el usufructo del Estado
pueden fomentar de tal manera la degradación del gusto a través de los así llamados
“monumentos”. (95)
“…un esperpéntico “Monumento a la paz” que muestra la absoluta falta de imaginación de
esta gente, una total evidencia de la total degradación del gusto..” (94)
Asimismo, el monumento nombrado El Hermano Lejano, es criticado por Vega,
quien con su usual descortesía lo señala del peor modo:
“Esa es la obra cumbre de la degradación del gusto: un gigantesco mingitorio construido en
agradecimiento a los sombrerudos y las regordetas que vienen de Estados Unidos cargados
de cajas repletas de los chunches más inusitados, me dijo Vega…” (95)
Ciertamente Vega, en su posición elitista de intelectual “refinado” y además
primermundista, no puede conceder algún valor a que los emigrantes trabajen y trabajen en
el extranjero para ayudar a sus familias, debido a que él mismo los desprecia como
personas y porque él mismo no tiene afectos familiares:
“…para mí la familia constituía una casualidad sin ninguna importancia…” (41).
40 Como los deformes bustos de los próceres del buleva r homónimo
sansalvadoreño. Tan deformes que son conocidos allá como “los picapiedras”.
El FP Vega insiste en varias otras “verdades” en su monólogo. Pero, como ya
dijimos, deja que éstas se mezclen con la confrontación a la idea burguesa y acrítica de
nación y por eso decirlas en ese contexto sirven no para llamar la atención a esa
problemática en una búsqueda de soluciones, sino que para echar leña a la hoguera del
cuestionamiento acrítico y grosero de la nacionalidad y la consecuente provocación.
Se prueba entonces que esta capacidad de provocar o polemizar está siendo
propuesta por esta obra como un valor literario, en consonancia con una de las tendencias
de novela centroamericana actual de confrontación de los poderes establecidos, el Estado y
la propia cultura, tal como apunta Leyva (supra, p 4), desde posiciones que vinculan la
condición actual con una decadencia general de las sociedades. Y esta orientación explica
la articulación de las estrategias narrativas que hemos estudiado en este trabajo. “Desde
esta perspectiva, en la medida en que el texto logra suscitar controversia, en esa medida
podría decirse que consigue su propósito literario y no político” (Leyva, comunicación
personal).
IV Conclusiones
I. Que el autor busque declaradamente la provocación implica el intento de que se
reconozca la función de polemizar como literaria o artística. Esta situación dialógica que
suscita El Asco y de la cual participa, es un fenómeno de interés en las situaciones
comunicativas creadas en la literatura centroamericana contemporánea. En la medida en
que el texto logra suscitar controversia, en esa medida podría decirse que consigue su
propósito, y esto, a través de la acertada imbricación y articulación de las técnicas literarias
cuyo funcionamiento analizamos en este estudio:
A. la técnica del narrador elegida.
B. el extrañamiento psicológico e ideológico del focalizador-personaje.
A. Técnica del narrador elegida.
1 Castellanos emula en El Asco una ya vieja técnica, como es la técnica “autor-
transcriptor-editor”, en que el supuesto “transcriptor” Moya, especifica desde el inicio que el
personaje principal, Edgardo Vega, es quien cuenta su historia. El autor niega su autoría
aduciendo sólo la transcripción, y a la vez, miente su autoría al autoasignarse el papel de
sólo editor. No bastándole esto, Castellanos corrobora de continuo al lector la “acción”
transcriptora con las continuas interrupciones al monólogo de Vega con las frases “me dijo”,
“me dijo Vega”, etc. En ésta técnica, el autor se sitúa antes de la novela, en su portal, en la
Advertencia del Editor, tal como aparece en El Asco, aseverando nada menos que el FP
Vega existe en Montreal bajo otro nombre que tampoco es Tomas Bernhard.
La técnica conlleva el alto costo de “desliteraturizar” en apariencia la obra,
proponiéndola no como ficción, sino como documento o testimonio, pero con ella,
Castellanos acierta a dotar al focalizador-personaje Vega de la ilusión de verosimilitud y
objetividad necesaria para darle el poder de provocación que el autor busca.
2. La verosimilitud deriva también de enmarcar la narración en un plausible bar de
San Salvador, con un plausible emigrante que aborrece a su país y una plausible invitación
a conversar tomando un par de güisquis, con un personaje tan real como un reconocido
autor literario. Pero por esto último, y siendo que datos de Vega se corresponden con los de
Castellanos, también pudo suceder que el lector considerara que Vega era sólo un parapeto
del cual Moya hace uso para insultar a su país y sus símbolos de cultura popular y de
nacionalidad, soslayando así la responsabilidad moral y jurídica de lo dicho. Esto explicaría
la reacción contra el autor y no contra el libro o el personaje tan antipático y “medio loco”.
Esta reacción se posibilita aun más porque es muy difícil creer que el autor-transcriptor-
editor personificado en Moya, pueda recordar todo lo que el otro dijo en su verbosidad
desordenada y repetitiva. Pero, de mayor manera, esta lectura también cataliza la reacción
buscada por el autor.
3. El subtítulo de la obra: “Thomas Bernhard en El Salvador”, es literariamente muy
interesante, pues nos devela el nombre del escritor cuya obra sirvió de modelo para El Asco,
según lo declara el mismo autor, pero a posteriori, sólo para interesados en los estudios
literarios. No lo declara en la obra misma para el público general, porque este conocimiento
destruye la ilusión de existencia real del personaje, que resulta así ser una ficción construida
aprovechando las ficciones de Bernhard, y esto contrarrestaría el efecto de provocación.
Empero, de este modo, Castellanos entronca su obra con la literatura europea (con todo el
sesgo prestigioso que ésta tiene, y declara el reconocimiento del autor de un “ascendente” o
jerarquía sobre su propia obra.
B. Extrañamiento psicológico e ideológico del focalizador-personaje
1. El protagonista de El Asco está caracterizado en la novela como un neurótico con rasgos
psicóticos, lo que proporciona la fuente original de su alejamiento o extrañamiento de su
país natal, y hace comprensible que no siga la elemental regla de cortesía que dicta no
ofender las costumbres ajenas por raras o dañinas que nos parezcan, actitud social que en
la vida real es en sí misma un acto de agresión o de provocación. Esta actitud es aun más
grave, en un “trásfuga” o “desertor” que reniega de su cultura y país natal. Este detalle,
potencializa más el poder provocador de la obra, pues no sería igual si la crítica proviniera
de un extranjero. Por su megalomanía, y a pesar de ser un estudioso de las culturas -lo que
lo obligaría manejar el concepto de “relativismo cultural”- se sitúa en un plano superior, como
único detentor de gusto refinado, sensibilidad y educación artística, cultura e incluso de la
verdad, a tal grado que sus gustos personales y obligados por su colitis, se vuelven dogmas.
Su monomanía general es execrar todo lo salvadoreño y su visión negativa es absoluta e
irracional, generalizadora de sus gustos tanto personales como en materia cultural.
Esta irracionalidad nos indica que el FP Vega en realidad está proyectando su
violencia y agresividad neuróticas odiando a su país. Porque no hay razón objetiva en la
caracterización del este personaje para ese odio quintaesenciado: su privación no fue
socioeconómica, sino intelectual y cultural; como a todos los allí nacidos y con talentos e
inquietudes culturales. Pero estos otros no han rechazado en principio el medio y grupo
social al que pertenecen, sino que lo han valorado en lo bueno y lo malo y hasta intentado
mejorar a la luz de otras culturas y principios deseablemente más universales.
2. La condición mental del FP Vega explica en principio el porqué se arroga el
“derecho” de lapidar absolutamente todo lo salvadoreño (incluso lo supuestamente bueno),
su extrema descortesía y desconsideración a los sentimientos ajenos y su extrañamiento y
negación de su país. Empero, los propios gustos y opiniones de un individuo –de paso
“medio loco”- no tienen capacidad de cuestionar todo el gusto mayoritario de un país o
región y no debería de pasar el FP Vega de ser percibido como un loco tonto y grosero, tal
vez más digno de lástima que de atención.
Pero el autor contrarresta esto y da un lapidario peso al extrañamiento cultural del FP
Vega, adscribiéndolo taxativamente al eurocentrismo y “primermundismo”, pues este
sistema ideológico dominante desde el cual focaliza el personaje Vega lo dota del poder
necesario para anular cualquier respuesta intelectual por parte del lector, sobre todo en
nuestros países colonizados y alienados por Europa y EUA. Esto es aun más insidioso pues
en el fondo o en la orilla, el lector concede valor de verdad a las aseveraciones de Vega en
cuanto detentor incuestionable del posicionamiento eurocéntrico.
La fuerza provocadora de “El Asco” está cifrada no sólo en el extrañamiento de la
locura de Vega, sino en la imbricación funcional de los mecanismos técnicos literarios del
nivel textual: el autor-transcriptor-editor, y del nivel intratextual o Historia, el focalizador y
el doble extrañamiento de éste por medio del eurocentrismo y del nacionalismo burgués –
prestigiosos en nuestros países colonizados por Europa y por el llamado “Primer Mundo”. El
focalizador extrañado articula esta visión ideológica eurocéntrica –el nivel contextual- desde
la que se narra y se “juzga”.
II. En los espacios ideológicos confrontados en el contexto, la crítica a la
“salvadoreñidad” de Vega está basada en un enfoque acrítico (de contenido burgués
eurocéntrico) sobre lo que es la nación. Esta acriticidad del ataque contracultural del FP
Vega se denota en cuanto se revisan los conceptos de ideología, alteridad, nación y
nacionalismo.
1 .Al atacar precisamente símbolos identitarios salvadoreños, como la comida y bebida, la
religión, ciertos monumentos y ciertas costumbres, la crítica del FP Vega apunta sólo a los
conceptos de “nación” y “nacionalismo” burgués -creados y manipulados según los intereses
de que esta clase en su ascenso al poder desde el S. XVIII en Europa y XIX en América.
Éstos ignoran sus orígenes ideológicos de clase social y asumen a la nación como
atemporal, eterna y absoluta, y la identifican con la existencia de unas características
“comunes” a todos los miembros de la misma, como son el territorio, sus símbolos, el idioma
y religión predominantes, las comidas y tradiciones peculiares, sin distinguir a los
detentadores del poder del resto dentro del estado. Esto es consecuente con la ideología
burguesa eurocéntrica y gringocéntrica en general, que utiliza la noción de “alteridad” y del
prejuicio contra lo que no sea cultura “occidental” europea o gringa.
Para construir la idea de unidad e identidad de la “salvadoreñidad” o la
“hondureñidad” en el imaginario colectivo, sí hay que recurrir a la historia, los lugares, usos y
costumbres culturales deseables y propios del territorio político “nacional” o regional, a
símbolos y hasta a mitos, como “nuestra” ascendencia maya. Pero sobre todo a proyectos
comunitarios y estatales de atención real a corto, mediano y largo plazo de las necesidades
de una población mayoritaria y marginada tanto económica como social y culturalmente, y a
combatir la cultura consumista de masas, que inocula, ya ni siquiera eurocentrismo, sino
“gringocentrismo” consumista (este último corresponde perfectamente a la descripción que
hace Vega de la clase media consumista e ignorante y sólo poseedora de la cultura de los
medios de masas).
Pero al FP Vega ni siquiera se le ocurre pensar o proponer –en realidad no le
interesa- en alguna otra forma de construir algo que sirva para unificar a los nacidos bajo
una misma territorialidad política. Ni siquiera puede decirse que esta novela busque
interrogar sobre otras bases para construir algo que funcione como “identidad nacional” o
“nacionalidad” y que pueda sustituir al concepto eurocéntrico y “gringocéntrico” burgués. Y
no tiene que hacerlo, repetimos, pues sólo es una novela, no un ensayo.
2. Empero, en la obra, entre estos prejuicios disfrazados de “críticas” del neurótico y eurocéntrico
FP Vega, se mezclan hechos y verdades percibidos como evidentes y hasta dolorosos por nosotros,
lo que hace parecer ante el descuidado lector a aquéllos con igual valor que éstas. Expresarlas
mezclada con la confrontación acrítica de la idea burguesa de nación sirve no para llamar la
atención a esa problemática en una búsqueda de soluciones, sino que para potenciar el
cuestionamiento acrítico y grosero de la nacionalidad y avivar la consecuente provocación.
El que estas “verdades” están expresadas con el prejuicio de la generalización absoluta, es también
una fórmula infalible para el provocar el enojo y la reacción; y todo deviene en otro acierto de la obra
como construcción provocadora.
En resumen: la fuerza provocadora de “El Asco” está cifrada no sólo en la extraña
monomanía neurótica del FP Vega de execrar a El Salvador manifestada en sus absolutas
generalizaciones de sus gustos y opiniones personales mezclados con hechos percibidos
como evidentes –lo que les transfiere similar valor a aquéllos-; sino también en la bien
trabajada imbricación funcional de los mecanismos técnicos literarios del nivel textual: el
autor-transcriptor-editor, y del nivel intratextual o Historia: el focalizador, extrañado de
nuevo en el nivel contextual por medio del eurocentrismo validado por el nacionalismo
eurocéntrico burgués, imperante y prestigioso en nuestros países colonizados por Europa y
por EUA, el llamado “Primer Mundo”.
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