Abrahel Chopped

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Primeros capítulos de Abrahel

Transcript of Abrahel Chopped

  • 1

    Abrahel

  • 2

  • 3

    Matas S. Iacono

    Abrahel

  • 4

  • 5

    A los vampiros

  • 6

  • 7

    ndice

    Un poco de historia ........................................................................ 8

    El arribo ........................................................................................ 11

    El gato y el ratn ........................................................................... 17

  • 8

    Un poco de historia

    En 1979 se inaugur oficialmente la Presa Piedras

    Moras. Emplazamiento majestuoso que haba sido

    iniciado nueve aos atrs teniendo como objetivo

    abastecer a la zona de electricidad y agua.

    Pero esto sera solo una parte de la historia y de los

    verdaderos motivos de su construccin; motivos que

    descubr de forma azarosa y que me llevaron a vivir una

    de las experiencias ms terrorficas de mi vida y por esto

    mismo espero que, al escribir estas lneas, pueda

    liberarme de esta carga, este encantamiento que me

    persigue, que se manifiesta cada vez que intento cerrar

    los ojos.

    Tengo cierta teora (Y le pido disculpas al lector ya que

    estoy por meterlo en algo que no ha pedido) que si

    comparto lo vivido, el mal, esta especie de sortilegio

    diablico en el cual me encuentro, se diluya, como si de

    gotas de pintura en un inmenso lago se tratase. Pero yo

    tampoco ped esto, y estoy seguro que comenz cuando

    esa vieja decrpita me lo cont en el vestbulo del hotel.

    Simplemente me mir con esos ojos de pescado,

    vidriosos, sin nada adentro, y con voz de inocencia me

    cont lo que yaca debajo del agua, compartiendo de esta

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    forma la carga que, seguramente, la persiguiese durante

    los ltimos cien aos. Y es que debo aclarar que era

    imposible calcular la edad de esa vieja con piel de cartn,

    ya que junto con el horror viene la longevidad para

    extender el tormento eternamente. Tambin viene la

    cobarda, que impide que despus de tantos espantos

    uno tenga el valor de quitarse la vida para terminar con

    ellos.

    Me permito destacar otros hechos previos a la

    construccin de la presa, ya que los considero de vital

    importancia y pueden explicar mejor que es lo que se

    encuentra enterrado en el fangoso fondo del lago.

    Hace prcticamente cien aos atrs, en 1916, se

    construye la primer usina elctrica en el rea que hoy

    cubre el lago artificial. Junto a esta edificacin, la primer

    iglesia, en honor a San Jos, y una casona de poca.

    Desde entonces otros sucesos, considerados naturales

    por los pobladores pero de origen fantstico por los

    conocedores de la verdad, han acaecido sobre la regin.

    Una serie de terremotos, ocurridos en lapsos de tiempos

    casi predecibles, han golpeado la zona.

    El primero de los que se tiene registro ocurri en

    1908, cuatro aos antes de que Pedro Molina loteara la

    estancia La Ventura y as dar inicio a lo que sera la

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    ciudad de Almafuerte. Otros cuatro grandes sismos se

    han propagado en el lapso de estos cien aos. El ms

    reciente, en 2009 del, que debo decir con algo de

    soberbia estpida, soy en parte responsable.

    Pero permtame volver al momento inicial, al punto

    de partida de mi suplicio. Ya me ocupar de los detalles

    de esos dos momentos histricos en los que la tierra se

    quej, o mejor dicho, en lo que el averno trat de escupir.

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    El arribo

    Era una tarde de verano, en un verano

    extremadamente lluvioso y yo me diriga hacia Ro

    Cuarto. El colectivo se detuvo y el sacudn me despert.

    Al asomarme por la ventana not las luminarias de la

    terminal. Una punzada en el estmago me dio a

    entender que necesitaba, con urgencia, usar el bao. Me

    par de un salto y recorr el largo del colectivo, desde el

    fondo hasta la puerta, en lo que hubiese sido la envidia

    del mejor medallista olmpico en cien metros planos.

    Bajo un momento Le tir a la carrera al chofer y

    recib lo que cre fue un lo espero.

    No debi sorprenderme que al salir del bao, el

    colectivo ya no estuviera y que la lluvia cayese

    dolorosamente sobre los rboles y el techo de la

    terminal. Deb estar en el bao ms tiempo de lo que mi

    cronmetro interno haba calculado porque las

    boleteras se encontraban cerradas as como el bar de

    rigor de cada terminal. Los nubarrones haban acelerado

    la llegada de la noche y solo se distinguan las luminarias

    a la distancia.

    Haba perdido mis valijas, el colectivo, y me

    encontraba solo, rodeado por agua y oscuridad.

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    Camin el pasillo que conecta los dos extremos de la

    terminal en bsqueda de alguien que pudiese darme

    alguna indicacin, pero definitivamente el lugar haba

    quedado vaci. La ferocidad de la tormenta hubiese

    espantado hasta las ratas y seguramente los lugareos

    habran estado atentos al pronstico del tiempo, por lo

    que encerrarse en casa, cerrando todos los negocios

    antes de tiempo, haba sido una sabia decisin.

    Esperara dentro de la terminal hasta que escampe,

    seguramente cuando lo hiciese, las boleteras volveran

    a atender y podra, por lo menos, avisar a la empresa que

    me guardase los bolsos en lo que fuese mi destino

    original, o tomara el siguiente colectivo que parase y

    fuera hacia Ro Cuarto; en todo caso, alguien notara mi

    ausencia, dejaran los bolsos en la terminal y as podra,

    finalmente, recogerlos; era un buen plan.

    Un poderoso rayo golpeo la cruz en el pico de la iglesia

    de San Pedro dejndola incandescente. Las paredes de

    vidrio en la terminal vibraron produciendo unas ondas

    graves que taparon mis odos, producindome mareos.

    La luz recorri todo el saln. Durante la fraccin que

    dur el resplandor me pareci ver algunas siluetas de

    personas a lo lejos, inmviles. Corr hacia afuera, y bajo

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    la lluvia grit tratando de atraer su atencin, Hola!

    Disculpe, grit una y otra vez. Las gotas eran gruesas y

    fras y dolan cuando me golpeaban en la cabeza. Otro

    rayo golpe en el mismo lugar y volv, demostrando mis

    habilidades olmpicas una vez ms, a mi refugio dentro

    de la terminal.

    Hola Una cavernosa y helada voz me paraliz el

    alma.

    Hola Respond temblando ms por el terror que

    por estar completamente empapado.

    La forma me hablaba desde uno de los rincones

    angulosos. Desde el mismo vrtice donde se unen dos

    paredes. Donde la luz no llega.

    Disculpe. Sabe a qu hora vuelve la gente? Como

    un acto de defensa, me escude detrs de la pregunta. El

    recuerdo de esa voz me roa la espalda.

    Ya no vienen Respondi y tuve la sensacin de que

    unos ptridos dientes me mordan los tobillos. Es muy

    tarde... Las dentelladas subieron a mi estmago. no

    debera andar solo a estas horas. Un dedo huesudo

    surgi desde la oscuridad y seal el reloj en la pared:

    Las tres de la maana.

    Imposible! Chill.

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    El dedo se ocult, mientras un hlito daba paso a esos

    ttricos sonidos convertidos en palabras Vaya al hotel.

    Vuelva maana. Una tarjeta de presentacin

    prcticamente flot hasta mis manos. Un papel gastado,

    con algunos decorados de estilos anticuados, resaltaban

    el nombre del hotel y la direccin. Un hotel con el

    mismo nombre de la ciudad, pens en tono de mofa.

    Luego me arrepentira.

    Gracias! Atin a decir mientras levantaba la

    cabeza, pero no obtuve respuesta. Otro rayo, esta vez

    ms lejano volvi a iluminar la sala, quitando la

    oscuridad del vrtice: All ya no haba nadie.

    Recorr las cuatro cuadras desde la terminal hasta el

    hotel, esquivando charcos, barro, baldosas sueltas,

    ramas. Usando mi saco como un improvisado paraguas,

    corra desenfrenado hacia mi destino.

    En el umbral del hotel, manote el picaporte, empuj

    la puerta, pero no se movi. Pegado contra el vidrio

    intent descubrir algn movimiento. Las luces estaban

    encendidas y poda ver el vestbulo y la mesa de

    recepcin. En el vestbulo un par de sillones rojos con el

    respaldar apuntando hacia mi direccin. Una mata de

    pelo canoso y enrulado que sobresala por encima del

    respaldar llam mi atencin, por lo menos hay

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    alguien. Golpe, con la punta del dedo, un par de veces

    el vidrio de la puerta, pero la persona que estuviese

    sentada en el silln no se movi. Practiqu un nuevo

    paneo, tratando de encontrarme nuevamente con la

    recepcin. Una delgada y estirada figura, distorsionada

    por la deformacin de los cristales de la puerta se

    acercaba con lentitud hacia m.

    Qu quiere? Dijo desde detrs de la puerta, sin

    abrirla.

    Saqu la tarjeta del bolsillo y la pegu contra el vidrio.

    Una noche? Solo una noche. Abri los ojos con

    tremendo asombro. Otro indicio que en su momento no

    advert.

    Una vez dentro, proced a los trmites de rutina.

    Nombre, tiempo de estada, de donde vengo.

    Mis zapatos embarrados sobre la alfombra no haban

    sido del agrado del conserje, que atenindose a sus

    buenos modales, me haba aprovisionado con un par de

    pantuflas blancas, que alguna vez haban tenido la forma

    de unos simpticos conejitos.

    Una vez hube llenado todos los papeles de rigor y se

    los entregara al conserje, este me invit a esperar en el

    vestbulo mientras acomodaba la habitacin.

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    Fue en ese momento que me encontr con la rancia

    abuela. Esa mata de pelos que haba visto desde la

    puerta momentos atrs.

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    El gato y el ratn

    La salud con gracia y me sent en el silln.

    Quedamos enfrentados. Cara a cara, separados por una

    pequea mesa ratona de cristal. Mir de reojo a la

    anciana y me di cuenta que me miraba fijamente, sin

    parpadear. Y por un momento un frio escozor, el miedo

    en s mismo que haba experimentado en la terminal, se

    trep de mi cuello.

    Cabece un par de veces hacia la recepcin,

    pretendiendo apurar la llegada del conserje. Oje las

    tapas de las revistas sobre la mesa. Cruc las piernas

    hacia un lado y luego hacia el otro. Golpe

    nerviosamente los dedos sobre el apoyabrazos del silln.

    Quiere que le cuente algo? Me interrumpi ese

    demonio. Sus palabras no fueron lo nico que lleg hasta

    m. Junto con estas su aliento, putrefacto, me hizo

    arrugar la nariz.

    Cmo? Repliqu asqueado. Y trat de interponer

    el florero con el ramillete de claveles entre su aliento y

    mi nariz.

    Le cuento una historia que le va a interesar.

    Prosigui, y me di cuenta que la mezcla de claveles y su

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    aliento solo generaban una atmsfera ms parecida a un

    cementerio que a un perfumado hotel. Sabe usted por

    qu se construy el dique? Mov la cabeza con un gesto

    negativo, aunque solo intentaba esquivar el hedor.

    Todo se hizo para tapar lo que estaba debajo de la iglesia.

    Yo estuve ah. Imagin que ya deba haber tenido

    algunos aos cuando se construy el dique y que haber

    vivido la construccin del mismo pudo ser una

    experiencia interesante. Tambin pens que podra

    tener demencia senil.

    Yo vi cuando se puso la ltima piedra en el stano

    de la iglesia, antes de que la construyeran. Prosigui y,

    en ese momento, confirm mi hiptesis de que estaba

    loca.

    Y qu hay debajo de la iglesia? Pretenda

    divertirme un rato con la vieja. Si solo hubiese sabido.

    Veo que es curioso. Tiene que tener cuidado con esa

    curiosidad. Pero su advertencia era parte del jugueteo

    sdico que estaba perpetrando en mi contra. En el

    1900 o 1908, ahora no recuerdo bien, hubo un gran

    terremoto en la zona. En ese momento ramos pocos, y

    por supuesto no hubo vctimas. Ese da, luego del

    terremoto, todo sigui como era costumbre. Los peones

    en la estancia con su trabajo, los nios jugando yo ya

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    tena como diecisis, y andaba a vueltas con un pobre

    infeliz, un pen pero no quiero divagar El

    comentario me result irnico pero fue en la noche

    cuando todo pas. Una intensa luz naranja, ondeante en

    el horizonte, nos despert. Recuerdo ver pasar a uno de

    los peones gritando que algo se prenda fuego y, por

    supuesto, detrs corrimos todos con lo que pudimos

    agarrar para apagar el fuego.

    La habitacin est lista. Nos interrumpi el

    conserje rompiendo una especie de trance en el que, sin

    notarlo, me encontraba a causa de las palabras emitidas

    por la vieja. En ese momento atin a tomar las llaves de

    la habitacin y despachar al conserje con un gesto.

    Por favor, siga! Le dije, por ltimo, a la anciana.

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    Si te gust y quieres saber

    ms debers esperar por la

    edicin impresa.

    Gracias por leer.

    Matas S. Iacono

    [email protected]

    Recuerda, esta es una versin no corregida ni

    revisada. Errores ortogrficos y de gramtica,

    as como de estilo sern salvados en la versin

    final.