A S UAP Una vez más nos acercamos a nuestros lectores para ... · 5 Fernando Cruz Kronfly, La...

121
Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014) EDITORIAL AUTORIDADES DE LA UAP Rector CP Oscar Ramos Vicerrector Académico Dr. Víctor Armenteros Vicerrector de Asuntos Económicos CPN Rubén Boidi Vicerrector de Bienestar Estudiantil Mag. Walter Lehoux Secretaria General CP Nilde Mayer de Luz Secretario Académico Dr. Daniel Gutiérrez Raina Secretario de Ciencia y Técnica Dr. Fabio Pacheco Secretario de Extensión Dr. Carlos Cerdá Facultad de Cs. de la Salud Decano: Dr. Milton Mesa Secretario Académico: Dr. Diego Desuque Facultad de Cs. Económicas y de la Administración Decano: CP Guillermo Casali Secretario Académico: Lic. Eduardo Ciuffardi Facultad de Humanidades, Educación y Cs. Sociales Decano: Dr. Fernando A. Fraga Secretaria Académica: Prof. Susana Tabuenca Facultad de Teología Decano: Dr. Carlos Steger Secretario Académico: Dr. Rubén Otto Director de Posgrado Teología: Dr. Laurentiu Ionescu Dirección Editorial UAP Lic. Edith Soriano Edith Soriano Una vez más nos acercamos a nuestros lectores para hacerles llegar un nuevo número de ENFOQUES, re- vista que fue diseñada para facilitar la divulgación de la investigación actual en enfoques multidisciplinarios, que proporcionen un sistema de referencias cruzadas en diferentes campos de estudio. En este número, desde el campo de la literatura y el análisis del texto, Yudis Contreras Martínez y Juan Ba- rreto Salazar nos brindan un análisis comparativo entre la significación tradicional de Simón Bolívar y la narra- tiva contemporánea. En el campo de la teoría del conocimiento, Gastón Be- cerra nos ayuda a examinar el constructivismo operati- vo de Luhmann relacionándolo con el constructivismo piagetiano y el radical. Desde el mundo de la filosofía, Carlos Belvedere, nos invita a concentrarnos sobre el sentido henriano de la obra de Enrique Santos Discépolo y su posterior rees- critura por parte del poeta Leónidas Lamborghini. Sin dudas, un análisis fascinante. Por su parte, José María Felipe Mendoza, nos conduce a lo largo de su inves- tigación reconstruyendo la visión de Santo Tomás de Aquino sobre la retórica en tanto arte y ciencia. Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores nos presentan una discusión de los procesos de subjetivación en Latinoa- mérica desde una crítica a los planteamientos analiza- dos por Foucault, tratando de reconocer las individua- lidades y lo propio de la región. Desde el área de la Educación Superior, Roxana Mar- sollier y Miriam Aparicio analizan el problema del ajus- te educación-trabajo y examinan la incidencia de facto- res psicosociales y organizacionales en el desempeño laboral de los trabajadores a la luz de la formación por competencias de la universidad actual. Por último, tres recensiones bibliográficas enriquecen este número, que esperamos sea para el pleno disfrute de nuestros lectores.

Transcript of A S UAP Una vez más nos acercamos a nuestros lectores para ... · 5 Fernando Cruz Kronfly, La...

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014)

EDITORIAL

AuTORIDADEs DE LA uAP

RectorCP Oscar RamosVicerrector AcadémicoDr. Víctor ArmenterosVicerrector de Asuntos EconómicosCPN Rubén BoidiVicerrector de Bienestar EstudiantilMag. Walter LehouxSecretaria GeneralCP Nilde Mayer de LuzSecretario AcadémicoDr. Daniel Gutiérrez RainaSecretario de Ciencia y TécnicaDr. Fabio PachecoSecretario de Extensión Dr. Carlos CerdáFacultad de Cs. de la SaludDecano: Dr. Milton MesaSecretario Académico: Dr. Diego DesuqueFacultad de Cs. Económicas y de la AdministraciónDecano: CP Guillermo CasaliSecretario Académico:Lic. Eduardo CiuffardiFacultad de Humanidades, Educación y Cs. SocialesDecano: Dr. Fernando A. FragaSecretaria Académica: Prof. Susana TabuencaFacultad de TeologíaDecano: Dr. Carlos StegerSecretario Académico: Dr. Rubén OttoDirector de Posgrado Teología:Dr. Laurentiu IonescuDirección Editorial UAPLic. Edith Soriano

Edith Soriano

Una vez más nos acercamos a nuestros lectores para hacerles llegar un nuevo número de ENFOQUES, re-vista que fue diseñada para facilitar la divulgación de la investigación actual en enfoques multidisciplinarios, que proporcionen un sistema de referencias cruzadas en diferentes campos de estudio.

En este número, desde el campo de la literatura y el análisis del texto, Yudis Contreras Martínez y Juan Ba-rreto Salazar nos brindan un análisis comparativo entre la significación tradicional de Simón Bolívar y la narra-tiva contemporánea.

En el campo de la teoría del conocimiento, Gastón Be-cerra nos ayuda a examinar el constructivismo operati-vo de Luhmann relacionándolo con el constructivismo piagetiano y el radical.

Desde el mundo de la filosofía, Carlos Belvedere, nos invita a concentrarnos sobre el sentido henriano de la obra de Enrique Santos Discépolo y su posterior rees-critura por parte del poeta Leónidas Lamborghini. Sin dudas, un análisis fascinante. Por su parte, José María Felipe Mendoza, nos conduce a lo largo de su inves-tigación reconstruyendo la visión de Santo Tomás de Aquino sobre la retórica en tanto arte y ciencia. Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores nos presentan una discusión de los procesos de subjetivación en Latinoa-mérica desde una crítica a los planteamientos analiza-dos por Foucault, tratando de reconocer las individua-lidades y lo propio de la región.

Desde el área de la Educación Superior, Roxana Mar-sollier y Miriam Aparicio analizan el problema del ajus-te educación-trabajo y examinan la incidencia de facto-res psicosociales y organizacionales en el desempeño laboral de los trabajadores a la luz de la formación por competencias de la universidad actual.

Por último, tres recensiones bibliográficas enriquecen este número, que esperamos sea para el pleno disfrute de nuestros lectores.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014):9-27

imaginarioS ContemporÁneoS de Simón bolívar Una aproximación desde la novela Yo, Bolívar rey de Caupolicán

Ovalles

Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

Resumen El siguiente ensayo hermenéutico-literario, reflexiona sobre la tensión instaurada en el ima-ginario colectivo de los ciudadanos, entre la significación tradicional de Simón Bolívar, como imagen heredada de organismos estatales y referentes academicistas, y su representación den-tro de la narrativa literaria contemporánea. Como ejemplo, se propone la novela Yo, Bolívar rey, con el fin de mostrar la distancia entre un Bolívar heroico y mítico y otro representado desde la literatura y su naturaleza deformante, como una figura más personal, más caótica, que refleja la fragmentación de un proyecto de unidad nacional. Palabras clave: Simón Bolívar - Historia y literatura - Hermenéutica literaria - Cultura - Nación.

AbstractThe following literary hermeneutic exercise, points to the tension between the significance of Simon Bolivar in the collective imagination, image inherited of state establishments and academicians artifacts, and its disclosure within the horizon of contemporary literary na-rrative. Yo, Bolívar rey, it is the novel proposed to show the annihilation of a heroic Bolivar by distorting nature of literature; namely a Bolívar made of flesh and bone, a metaphor of discontinuity, the expression of a chaotic society.Keywords: Simon Bolivar - History and literature - Literary hermeneutics - Culture - Nation.

Introducción

Desde principios del siglo XIX, en Colombia y Venezuela, la imagen tradicional de Simón Bolívar que prevalece en el imaginario colectivo1 de sus ciudadanos proviene de los monumentos en plazas públicas, los museos, los estamentos gubernamentales, documentales televisados y los textos

1 Brevemente, aquí se entiende el “imaginario colectivo” como el producto de una conste-lación de prácticas sociales y discursos, manifiesto en el lenguaje y en la interacción entre ciudadanos por medio de costumbres, prácticas sociales, valores e ideologías de base. El colectivo o la masa idea figuras mentales que funcionan como arquetipos que forman sus conductas, pero que se originan más allá de las propias individualidades, se originan en el mundo intersubjetivo o la exterioridad que es percibida y, posteriormente, representada. Siguiendo a Lacan, el mundo exterior “crearía” vetas en la psiquis humana, las cuales per-mitirían la modelación temporal de la conducta.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

10 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

escolares de historia patria. Un Bolívar al que se le ha esculpido, pintado o reseñado como a un guerrero vencedor, un general del ejército con uniforme militar, usualmente ajustado a un caballo como si se dirigiera algún campo de batalla. A ese Bolívar guerrero se le reconoce como a “El Libertador” y es visto como el líder de la gesta independentista del siglo XIX.2 Con esta caracterización, ese Bolívar victorioso gana un gran valor social y cultural ya que se le relaciona con los triunfos de las independencias nacionales; la de Colombia con la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, y la de Venezuela con la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821. Esa imagen de un Bolívar libertario, además, es muy valiosa porque representa la soberanía nacional obtenida por los criollos en contra de la Corona española y como tal marca el inicio de un mundo nuevo para los pueblos latinoamericanos en los cuales él lideró la gesta independentista.

Exaltando la valentía de Bolívar al oponerse al régimen político de Espa-ña, el historiador colombiano Germán Arciniegas lo llamó el “guerrero del siglo XIX”.3 Con la misma intención, representantes políticos y escritores latinoamericanos lo han denominado “mito viviente”, “Júpiter olímpico” y con muchos otros apelativos que enaltecen su tarea libertaria.4 Esa va-loración que se ha hecho de Bolívar como estratega militar, por parte de estamentos oficiales y textos de historia, ha sido útil a muchos representan-tes políticos latinoamericanos para proyectarlo como líder. La imagen de un Bolívar guerrero, victorioso, ha servido para crear las bases que algunos representantes políticos han usado como fortalecimiento de los modelos políticos dominantes y otros para oponerse a ellos.

Bolívar prima también porque ha sido exaltado como un fundador de naciones y como tal se destaca su imagen de estadista. Ha sido muy enuncia-do su sueño de querer conformar una patria grande, a la que llamó La Gran Colombia; nación que surgió de la unión de cinco países latinoamericanos. Su deseo era obtener un gran poder político y económico para conformar en el sur del continente americano un país que fuera tan poderoso como los

2 El epíteto “El Libertador” le fue otorgado a Simón Bolívar por la municipalidad de Caracas a su regreso de lo que se conoce como “La Campaña Admirable”, con la cual se confor-mó en Venezuela la primera república. De allí en adelante y, con el fin de homenajear su función militar, éste fue el seudónimo con el que mayoritariamente se reconoció a Bolívar (Augusto Mijares, El Libertador [Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1987, 1ª Ed., 1964], 15, 245; Miguel Antonio Caro, La Oda “A la Estatua del Libertador” y otros escritos acerca de Bolívar [Bogotá: Ediciones Instituto Caro y Cuervo, 1984], 15-17).

3 Germán Arciniegas, Bolívar y la revolución (Bogotá: Planeta, 1984).4 Germán Carrera Damas, El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en

Venezuela. (Caracas: Grijalbo, 1989).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 11

Estados Unidos. Con el fin de resaltar su imagen de estadista también son citados una y otra vez sus postulados políticos expresados en La Carta de Ja-maica (1965) y en los congresos de Angostura (1975) y Anfictiónico de Panamá (1826). La propagación de un Bolívar libertario o estadista, hecha por diver-sos líderes latinoamericanos, ha tenido como objetivo primordial fomentar una unidad nacional entre los distintos ciudadanos. Con ese propósito se ha buscado crear un consenso nacional a favor de las relaciones transnacio-nales, la lucha por una mejor educación y dar participación ciudadana en acciones políticas a personas de distintas clases sociales, tal y como Bolívar lo expusiera en sus escritos más reconocidos.

Sin embargo, esa imagen de un Bolívar que representa una unidad nacio-nal propagada por estamentos del estado y distintos líderes latinoamerica-nos, no se percibe de igual manera desde los textos ficcionales contempo-ráneos de Colombia y Venezuela. Desde el cine y la literatura que surgen a partir de la segunda mitad del siglo XX, se inicia una revisión de la imagen del “Bolívar victorioso”. La razón es hacer que, en la mayoría de los casos, ni la imagen ni el nombre “Bolívar” se relacione con epítetos que exalten su labor en la gesta independentista o su figura de estadista. La función de tales textos ficcionales es hacer de Bolívar un héroe afín a los ciudadanos que representa. Bolívar es un hombre frágil y complejo, es, por ejemplo, un in-documentado en la novela La Ceniza del Libertador5, es el amante de Manuela Sáenz en el filme La Libertadora del Libertador6, es la proyección delirante de un desquiciado, Santiago Miranda, en el filme Bolívar, soy Yo7, y es un colibrí según la novela Yo, Bolívar rey.8

En estas obras se busca anular la imagen de un Bolívar heroico que repre-senta una unidad nacional y que muestra por medio de sí mismo una nación estable y soberana. Bolívar tampoco es visto como el líder de un proyecto de nación inconcluso y aún realizable. En contraposición, el Bolívar huma-nizado, unas veces enfermo, alucinante o confundido que aparece en las obras de ficción, devela las grietas que esa unidad nacional afronta. A fines del siglo XX y principios del XXI, el Bolívar que se acoge es el símbolo que representa una nación en conflicto. Por una parte, los textos ficcionales bus-can delinear un Bolívar que exista en medio de una unidad nacional fallida

5 Fernando Cruz Kronfly, La ceniza del libertador (Bogotá: Planeta, 1987).6 Diego Rísquez (Filmaker), Manuela Sáenz la libertadora del libertador (Caracas: Venevisión

International, 2000) [DVD video].7 Jorge Alí Triana (Filmaker), Bolívar, Soy Yo (Ministerio de Cultura: Bogotá- Colombia, 2001)

[DVD Vídeo].8 Caupolicán Ovalles, Yo, Bolívar Rey (Caracas: Asociación de escritores de Venezuela, 1986).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

12 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

en un mundo globalizado ante la influencia de los medios de comunicación y tomando en cuenta las múltiples diferencias políticas e ideológicas de los distintos sujetos que viven en Colombia y Venezuela. Un espacio nacional en donde los ciudadanos luchen porque se respeten los derechos civiles y la verdadera soberanía nacional.

En cualquier caso, el preconcepto que tengan los ciudadanos sobre ese Bolívar heroico será una herramienta útil para los textos ficcionales,9 los cuales rescriben sobre las líneas trazadas por la historia oficial. Desde una imagen que representa a los colombianos o venezolanos se ha planteado una unión ciudadana al concebir a Bolívar como modelo y, por lo tanto, como sustento de lo que debe ser la nación. El biógrafo Germán Carrera anota, por ejemplo, que “la imagen de Bolívar es sostenida como una unidad na-cional al convertirlo en reivindicación del principio del orden; en factor de gobierno, como manadero de inspiración política; y en factor de superación nacional, como religión de la perfección moral y cívica del pueblo”.10

El investigador norteamericano Christopher Conway, a partir de distin-tos monumentos y textos literarios venezolanos, analiza cómo la imagen de Bolívar se ha usado para mantener un discurso de género, identidad nacional y lo que él, desde nuevas representaciones artísticas, ha leído como el fra-caso de la modernidad. Así, por ejemplo, Conway analiza en varias novelas cómo la imagen de Bolívar es usada para reafirmar el concepto dominante de género en una sociedad patriarcal. Revisa las reacciones que se generan por parte de líderes políticos en contra de representaciones que intenten romper el esquema de Bolívar visto como una figura masculina y dominante. Igualmente, considera que el Bolívar de las estatuas supone una figura que representa un sistema cerrado, muy probablemente refiriéndose a Bolívar como símbolo de la nación venezolana. En un paralelo a la imagen plástico-visual del monumento, observa en las revisiones que se hacen desde textos escritos en torno a la figura tradicional de Bolívar el correlato de la represen-tación de un sistema político roto, contaminado y caótico.11

9 Igualmente, pueden señalarse otros autores de obras ficcionales que marchan por este mismo camino, tales como Francisco Herrera Luque con Manuel Piar: Caudillo de dos colores (Caracas: Ediciones Pomaire, 1987); Mario Szichman y José Agustín Catala con Las dos Muertes del General Simón Bolívar (Caracas: Ediciones El Centauro, 2004); y Álvaro Pineda Botero con Bolívar: el insondable (Bogotá: Fundación Común Presencia Editores, 2011).

10 Carrera Damas, El culto a Bolívar, 43.11 Entre las obras que Conway analiza están: la novela de Manuel Díaz Rodríguez, Ídolos rotos

(Cátedra, 2009), en la cual Conway ve la ruptura de los monumentos como un paralelismo de la ruptura al orden nacional y a la idea del progreso económico; y la novela de Denzil Romero, La esposa del Dr. Thorne (Túsquets, 1990), en donde observa que la pasión de Bolí-

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 13

Al contextualizar varios textos ficcionales de Colombia y Venezuela en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI, esta nueva mirada a la imagen del Bolívar heroico indica que en los textos ficcionales no sólo se alegoriza la imagen de la nación sino que además se transforma la idea del mito bolivariano. En la novela La Ceniza del Libertador y la película Manuela Sáenz, la libertadora del Libertador, se observa que la imagen de Bolívar se des-mitifica a partir de una narración de la historia basada en la memoria y en el papel del archivo. En estos dos textos, en particular, prima la fragmentación del discurso y de la imagen de un discurso bolivariano en torno a la unidad nacional y, por lo tanto, el público es avocado a poner las fichas en orden conectando presente y pasado nacional.

Los conflictos que generan estas nuevas imágenes de Bolívar en Colom-bia y Venezuela interpelan el discurso histórico nacional. A través de la rei-teración de la imagen humanizada de Bolívar, los textos ficcionales generan un nuevo discurso que busca inscribir el fin de una unidad nacional basada en una imagen constituida sólo desde la historiografía nacional o por los fines políticos de distintos líderes latinoamericanos. Las apropiaciones de Bolívar que hacen los contemporáneos subvierten la idea del discurso he-gemónico. Con las nuevas caracterizaciones dichos textos intentan ganar un reconocimiento desde una nueva escritura que muestra mediante distintos temas estéticos un constante paralelismo entre Bolívar y sus conciudadanos en distintos momentos de crisis. En ese sentido, la imagen de Bolívar que se evoca en Colombia y Venezuela ya no se lee como la de “El Libertador” sino que gana nuevos significados indicando que se ha desvinculado de su valor tradicional y es visto como un “significante vacío”.12 Es decir, que su imagen no logra encerrar todos los espacios, individuos o conceptos que hegemó-nicamente se intentan inscribir desde su configuración de héroe nacional con una postura lineal. La imagen de Bolívar hecha desde la representación nacional falla en su connotación directa o alegórica en cuanto se plantee que Bolívar debe ser reconocido sólo por su epíteto de El Libertador, o como padre fundador de la nación colombiana o venezolana. De este modo, tal caracterización de uniformidad ciudadana, vista desde un Bolívar que es en sí mismo la representación de la unidad nacional, se observa como una ima-gen incompleta y fallida.

var por Manuela deshace esa imagen de poder que el Bolívar monumental representa. Esta obra analiza cómo ese Bolívar heroico está asociado con un discurso de género y, también, cómo la imagen femenina desde la figura de una Manuela Sáenz que debilita tal sistema es vista como rechazada (Christopher Conway, The Cult of Bolivar in Latin American Literature [Gainesville: University Press of Florida, 2003], Capítulos 2, 4).

12 Ernesto Laclau, On Populist Reason (Nueva York: Verso, 2005).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

14 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

Al adentrarse en el análisis de un Bolívar ficcional se observa que, por su parte, los textos ficcionales también van ajustando la imagen de Bolívar a nuevos requerimientos. El Bolívar de estos textos indica que, en el entorno socio-político de finales del siglo XX y de las primeras décadas del XXI, ya no tiene una sola faceta sino varias capas y surge como una respuesta fidedigna al espacio social y político en el que se le reconoce como héroe nacional. Por este motivo se lo convertirá en un exiliado, un desplazado o un hombre solitario y confundido. Bolívar será visto como un hombre co-mún y corriente que vive situaciones similares a las que viven en uno u otro momento los ciudadanos de Colombia y Venezuela a lo largo de su historia social y política. Si Bolívar representa la nación, ésta no tendrá una sola ima-gen que la representa sino muchas que nacen de circunstancias, condiciones particulares y sujetos que presentan o narran su propia historia por medio de su héroe nacional.

En tal orden de ideas, este texto busca dar un paso adelante en la inves-tigación al interpretar en una obra de ficción, una novela, la tensión entre las significaciones iluminadas a partir de la tradición histórica y las signifi-caciones que proponen los textos artísticos sobre Simón Bolívar. La novela de Caupolicán Ovalles, Yo, Bolívar rey, debe permitir develar que, más allá de la configuración tradicional de corte ideológico del “Bolívar patrimonial”, puede coexistir la de un “Bolívar ficticio”, siempre reinventable y, paradóji-camente, tal vez más real o al menos más humano.

Yo, Bolívar rey: reescribiendo la historia en la literatura

Inicialmente, en la novela Yo, Bolívar rey, se puede observar que el nuevo significado que se le da a la imagen de Bolívar surge a partir de un discurso que revisa los escritos realizados por el propio Bolívar, ubicándolo así en un tiempo y un espacio determinado. A partir de una “inconexa” construc-ción, distintas proclamas y postulados hechos por Bolívar se transforman en poemas, sus frases célebres se convierten en epígrafes y las historias patrias se vuelven historias de amor, leyendas o narraciones teatrales. Cada tipo de escritura y género literario ganará una forma concreta al relacionarse con un momento histórico específico. Haciendo una contextualización general sobre la estructura de la novela, se aprecia que esta obra se divide en cuatro secciones que siguen características similares en cuanto a la intersección his-toria y ficción. La primera sección está compuesta de epígrafes; la segunda sección de unos apartados que se titulan “para mis memorias”; la tercera sección son historias que supuestamente Bolívar narra sobre sí mismo, la

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 15

relación con sus amantes, o con sus compañeros de batalla y miembros del gobierno; y la cuarta se basa en algunas cartas que escribe y que recibe Bo-lívar. Es menester mencionar que dentro de cada sección aparecen otros géneros literarios como son poesías y dramas.

A lo largo del texto, hay proclamas y frases escritas o dichas por Bolívar y tomadas algunas veces literalmente de los textos de historia, otras mezcladas entre poesía y proclamas, y algunas otras más son totalmente creadas por el autor. También es relevante notar que hay una multiplicidad de adjetivos y sustantivos que se usan para describir a Bolívar. Cada nueva denominación conlleva más tarde a conformar una serie de significantes asociados con la imagen tradicional del Bolívar heroico; de tal forma que el discurso histórico asociado con Bolívar se convierte en un discurso literario. Cada adjetivo o sustantivo con el que se denomina a Bolívar indica su deseo de permanencia en el poder, o, mejor dicho, su espectro de permanecer como representante máximo de la nación venezolana. Por ejemplo, cuando va charlando con su enamorada va proponiéndole que se ajuste a todos sus cambios de roles para mantener su relación vigente, “Yo seré colibrí y tú serás María colibrí”, “Tú serás María Antonia y yo seré Napoleón”,13 y así sucesivamente, le va dicien-do que él se ha de transformar en la figura o el personaje que sea necesario para mantenerse como un Bolívar rey. Así, si ella decide seguirlo entonces tendrá que transformarse en ese espectro de la permanencia. La sugerencia del texto literario es que tanto el líder como sus seguidores irán creando una nueva nación que, con el consentimiento de los mismos ciudadanos, refleja-rá cómo se implanta un nuevo sistema de gobierno que día a día atenta más contra la democracia.

Ovalles, para posicionar esa imagen de un Bolívar eterno evade cualquier caracterización de su imagen establecida como figura de un culto. Es decir, ese Bolívar que un día es la patria, el otro día es una batalla, al día siguiente es un ave, muestra un discurso que simula, en cierta manera, la situación socio-política de Venezuela. Esto se visualiza desde la construcción poética y una narración onírica que más parece una parodia de los momentos más resaltados de la vida de quien se conoce como “El Libertador”, que a una participación activa de él. El mayor aporte del texto pareciera ser entonces la manera cómo se crea una relación intertextual al mezclar un discurso literario con un discurso avalado por textos de historia nacional: crítica a la historiografía y función poética-literaria.

13 Ovalles, Yo, Bolívar Rey, 11.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

16 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

En la época de Bolívar, en el siglo XIX, el tema de su deseo de corona-ción generó mucha controversia. En consecuencia, cuando Bolívar declaró la dictadura a fines de su carrera política sus opositores políticos lo atacaron tanto que se vio avocado a renunciar como presidente de La Nueva Granada (Colombia). En la segunda mitad del siglo XX, la idea de revisar la imagen del padre fundador de la nación mediante un personaje, que intenta a toda costa permanecer en el poder, se vuelve muy sugerente. La intersección his-toria-ficción que se plantea en la obra de Ovalles hace no sólo una revisión a un momento histórico documentado en los archivos nacionales sino a una historia nacional que se construye desde el presente. Precisamente, respecto al tema de la coronación de Bolívar, el biógrafo colombiano Indalecio Lié-vano enfatiza la poca admiración que, según él, Bolívar experimentaba por Napoleón Bonaparte. Liévano afirma que Bolívar no admiraba a Napoleón y, revisando la veracidad del discurso histórico, se vale de unas palabras tex-tuales de Bolívar a Louis Peru de Lacroix para sustentar su punto de vista.14 Liévano toma lo que se puede asumir como parte de una conversación o una carta entre Bolívar y de Lacroix, ya que el biógrafo no aclara los detalles:

Usted habrá notado, no hay duda, que en mis conversaciones… nunca hago elogio de Napoleón; que al contrario, cuando llego a hablar de él o de sus hechos es más bien para criticarlos que para aprobarlos, y que más de una vez me ha sucedido llamarle tirano, déspota, como también haber censura-do alguna de sus grandes medidas políticas y de sus operaciones militares. Todo esto ha sido y es aún necesario para mí, para evitar que se establezca la creencia de que mi política es imitada a la de Napoleón, que mis miras y proyectos son iguales a los suyos, que como él quiero hacerme emperador o rey, dominar la América del Sur como ha dominado él a Europa.15

La aclaración de Liévano pareciera sugerir que el propósito de concen-trarse en ese momento histórico no sería relevante si se tiene en cuenta que Bolívar nunca quiso crear ningún paralelo entre él y Napoleón Bonaparte. Luego entonces la pregunta que surge es, ¿por qué Ovalles escoge este mo-mento y no otro? Una posible respuesta sería que precisamente lo hizo por lo controversial que es la imagen de un mandatario que quiera mantenerse en el poder a toda costa. Así, Bolívar es visto como espectro del poder permanente dentro de la historia venezolana y latinoamericana. Entonces,

14 De Lacroix fue un soldado francés que formó parte del Ejército de Bolívar. También había combatido en el ejército de Napoleón Bonaparte y se le conoce además por haber escrito el libro Diario de Bucaramanga (1828, MEN).

15 Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar (Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1988), 47 citado en Louis Peru De Lacroix, Diario de Bucaramanga (Caracas: Editorial Nico-lás E Navarro, 1828) 45-46, 64-66, 125-126.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 17

la figura, que se asocia con la lucha por la libertad y como líder de la inde-pendencia, también representa la tiranía del poder permanente y absoluto.

Resaltar ese polémico momento histórico ilustra las circunstancias y con-secuencias que un gobierno de este tipo puede generar. El deseo del autor por volver a este tema en la década de los ochenta plantea un interés por evaluar la posición de gobernantes venezolanos que aspiraron llegar o man-tenerse en el poder aunque tuvieran que apelar a cualquier circunstancia. En el caso venezolano hay varios ejemplos que merecen ser mencionados. Por un lado, al final del siglo XIX y en la primera década del siglo veinte hay una serie de militares que ocuparon la presidencia de la república (1899-1908) in-dicando que hubo varios gobernantes que se impusieron a la fuerza. Luego, el dictador Juan Vicente Gómez es presidente de 1908 a 1935, lo cual indica que hay un fenómeno de permanencia en el poder que contempla períodos de gobierno muy largos dentro de la historia de Venezuela. Pero, por otro lado, debe anotarse que no sólo hay gobiernos largos y dictatoriales sino también gobiernos muy cortos que demuestran la inestabilidad política del país como son los de Rómulo Gallegos (1948), Germán Suarez Flamerich (1950-1952) y Wolfang Larrazabal (1958).

La estabilidad nacional que se propone en el texto de Ovalles desde un Bolívar rey o emperador es una crítica tanto a los largos períodos de gobier-no como a la inestabilidad política que se vivió en Venezuela después de las guerras post-independencia. En la época en que aparece esta novela, 1986, había pasado ya el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), un gobierno reconocido por la apertura económica que llevó al país a una internacionalización del petróleo. Sin embargo, en el segundo mandato de dicho presidente (1989-1993) hay una serie de investigaciones al gobierno por malversación de fondos, disturbios de orden público y, mientras tanto, hay dos atentados de golpe de estado contra Pérez. En estas condiciones de inestabilidad política, ¿sería posible, entonces, entender la parodia del perso-naje principal de la obra de Ovalles? Un Bolívar emperador que implica un comentario oblicuo sobre esa historia nacional de inestabilidad sumado a los intentos de permanecer en el poder más allá de los límites constitucionales.

Una de las estrategias del Bolívar de Ovalles consiste en ajustarse a cada circunstancia que el país atraviesa. En un intertexto entre historia y ficción, ese Bolívar que empieza siendo un colibrí no tiene ningún inconveniente en transformarse en un ave, un color, un poema, etc. El autor de Yo, Bolívar rey utiliza el mismo recurso de verosimilitud del texto biográfico de Liévano; también muestra la apreciación del hecho de que Bolívar quisiera ser rey a

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

18 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

través de la insistencia con que lo repite una y otra vez.16 Su anhelo de ser rey implica no sólo tener tal investidura sino también mostrar lo que tal fi-gura significa en términos políticos. Esto se observa cuando Bolívar afirma, “(…) ser rey o emperador o presidente vitalicio en nada me diferencia de lo que soy o represento. La República es mi medida y yo soy la medida de la República”.17 Así, tal y como lo muestra la novela, por una parte lo más importante para Bolívar es mantenerse en el poder y, por otra parte, hacer pensar al lector que si de todas maneras él representa la nación no importa mucho bajo qué investidura se tenga que mostrar su figura.

Esta reflexión hecha por un Bolívar que aparentemente sólo sigue un discurso onírico e inconexo, permite conectar sus ideas con lo dicho ante-riormente con respecto a los gobernantes venezolanos. Si desde el gobierno se busca una reelección de los presidentes o de otros miembros del gobierno se podría pensar que ellos son una continuación de esta posición de em-perador que tanto se le reprochó a Bolívar. Además, si la figura de Bolívar ha sido instituida para representar a la nación venezolana, lo que sugiere el Bolívar de Ovalles es que no hay mucha diferencia en cuanto se cambie su imagen de poder (un gobierno militar o civil) si al fin y al cabo él es quien representa la nación.

En cuanto a este punto, el culto a Bolívar en Venezuela, Carrera y Con-way han sido fundamentales. La figura de Bolívar vista desde lo que implica ser rey no es tan desproporcionada si se tienen en cuenta todos los atributos que se le han asignado al hacerlo objeto de un culto. Entre otros apelativos se le ha llamado “Júpiter alado”, “caudillo milagroso”, “genio perfecto”, “caudillo incomparable”, etc.18 Esta caracterización de tanta exaltación no es casual como bien lo explican dichos autores; pues ésta nace de gobernantes que buscan convencer a los ciudadanos por medio de Bolívar, del legado his-tórico que les dejó el padre de la patria con el fin de presentar nuevas ideas políticas.19 Según Conway, la prolongación de la imagen de Bolívar como figura de un culto no sólo se queda en las representaciones artísticas que él

16 Ovalles, Yo, Bolívar Rey, 63.17 Ibíd., 64.18 Carrera Damas, El culto a Bolívar, 39.19 El listado que presentan estos dos autores, a lo largo de sus textos, de los gobernantes, es-

critores y artistas que se han interesado en la caracterización heroica de Bolívar es bastante largo. Damas se concentra en escritores y gobernantes del siglo XIX y primera mitad del siglo XX como Antonio Leocadio Guzmán (1842), Juan Vicente Gómez (1831), Laureano Villanueva (1883), Mariano Picón Salas (1940) y Joaquín Gabaldón (1940) (Ibíd.). Conway, por su parte, se enfoca más en textos literarios, monumentos y pinturas desde el siglo XIX hasta el XX (Conway, The Cult of Bolivar in Latin American Literature).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 19

examina, sino que aparece en fenómenos como el de Hugo Chávez Frías (fecha en la que publica su texto: 2003), continuación del culto a Bolívar llevada al escenario político una vez más.

La novela de Ovalles entra en la discusión histórica de la postulación que hacen ciertos gobernantes de seguir en el poder porque se consideran los más idóneos, ya sea por su educación, como lo presentaba Bolívar, por su etnia, por su clase, por conocer el entorno, por medio de la dictadura, etc., sin aparentemente querer entrar en el tema histórico del culto a Bolívar. Sin mencionar ninguno de los puntos críticos del discurso bolivariano, la novela de Ovalles hace un constante cuestionamiento de lo que se ha percibido a través del texto histórico y muestra cuál ha sido su repercusión en el entorno socio-político del presente y del pasado de Venezuela. Así, en el momento en que aparece la obra, ya se había dado un intento de golpe de estado (1989) liderado por el entonces comandante Hugo Chávez Frías; tal acción era lle-vada a cabo en la búsqueda de una participación ciudadana más igualitaria, según plantearía Chávez posteriormente en su campaña presidencial.

En la relación historia-ficción, la obra de Ovalles es igualmente crítica del discurso que analiza desde la forma y el contenido. Como casos puntuales se pueden observar las primeras dos páginas en la manera como el autor ha utilizado un espacio muy pequeño de la hoja en blanco para escribir dos epígrafes. El primero alude a que el personaje principal es un “ave”.20 Esta nota inicial que indica el principio de la narración literaria, está enmarcada desde un plano poético que lleva a pensar que la novela va a versar sobre esa ave, cuando en realidad es sólo un punto de partida para el nombre que más tarde el autor le asignará a Bolívar, “Simón Colibrí”. Un colibrí es un pajari-llo que vuela de rama en rama y que muy probablemente tendrá alguna re-lación con los varios amores de Bolívar. La representación de Bolívar como un pajarillo parece sólo una caracterización teatral, sin embargo, un Bolívar que tiene muchos amores y que va de rama en rama es un Bolívar que pasa de gobierno en gobierno y que todavía sigue cautivando a sus seguidores. El segundo epígrafe se encuentra en la página siguiente y, en contraste con el primer texto, éste es tomado parcialmente de un texto de historia: “Que se desconozca la autoridad del General Simón Bolívar, y que su nombre se condene al olvido;…. Puerto Cabello, Diciembre de 1829”.21 Esta cita está mezclada entre lo que dice el texto histórico y lo que escribe el autor ya que la primera parte del texto corresponde a una declaración hecha por José

20 Ovalles, Yo, Bolívar Rey, 4. 21 Ibíd., 5.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

20 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

Antonio Páez, gobernador de Venezuela, quién en una reacción temprana a favor de la separación de Venezuela de La Nueva Granada prohíbe la entrada de Bolívar a ese territorio. Sin embargo la segunda parte de la frase es creación del autor para dar una idea de una de las razones por las que su personaje fue condenado al olvido.

Este tema del olvido que vive Bolívar se menciona una y otra vez en las distintas biografías escritas en torno a él en donde se recalca que murió pobre y abandonado por sus amigos. Muestra de esta condición está en las biografías de Augusto Mijares,22 Indalecio Liévano Aguirre,23 John Lynch,24 William Ospina25 y en el documental Bolívar, el hombre de las dificultades.26 Pun-tualmente, en las obras El general en su laberinto,27 El último rostro28y La ceniza del Libertador29 se presenta a Bolívar sacado del sistema político que él mismo instauró. En el intertexto entre historia y ficción se observa entonces cómo algunos mandatarios venezolanos pueden llegar a ser víctimas de su propio sistema de gobierno.

El hombre que había conducido a la América hispánica a la emancipación, que con su lucha y sus pensamientos había dado forma a las naciones, que unió y condujo a los ejércitos que expulsaron a España, al final de su vida nos parece cercado por el odio de las repúblicas. (…) El cuadro de un hom-bre que despierta un mundo para ser al final combatido por él.30

Otro aspecto que se debe considerar en la novela Yo, Bolívar rey es el rol protagónico que tiene Bolívar visto a través de un autor-narrador que algunas veces habla desde lo que él mismo piensa y otras desde lo que él ha establecido que piensa su personaje. En ese sentido la narración no es lineal ni en el pronombre que usa ni en los nombres que le asigna a su Bolívar. Esto se puede apreciar en una narración en donde el autor-narrador empie-za hablando en primera persona como si fuera el único protagonista de la

22 Mijares, El Libertador, 4, 7. 23 Liévano Aguirre, Bolívar. 24 John Lynch, Simón Bolívar: A Life (New Haven y Londres: Yale University Press, 2006).25 William Ospina, En Busca de Bolívar (Bogotá: Editorial Norma, 2010).26 Jorge Alí Triana (Filmaker), “Bolívar, el Hombre de las Dificultades”, en Revivamos nuestra

historia (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1982), Documental audiovisual (1-48). 27 Gabriel García Márquez, El general en su Laberinto, disponible en http://www.educando.edu.

do/Garcia Márquez Gabriel El general en su laberinto.pdf; Internet (consultada el 10 de enero de 2014), 5-7.

28 Álvaro Mutis, El último rostro; disponible en http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/mutis/el_ultimo_rostro.htm; Internet (consultada el 10 de enero de 2014).

29 Cruz Kronfly, La ceniza del libertador, 13-15, 329.30 Ospina, En Busca de Bolívar, 247.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 21

historia: “(…) todo mi tiempo hábil, lo ocupé verdaderamente, en estudios sobre el pasado, y sobre él escogí un espacio de tiempo que me fascinaba desde la infancia: la aventura de Bolívar”.31 En esta nota, de lo que el autor ha llamado Primera Parte, titulada “Simón Colibrí Rey de Colombia”, define cuál es su interés en escribir sobre Simón Bolívar, a quién llama un “espacio de tiempo”. La aclaración que el autor-narrador hace no resulta como tal ya que, a medida que se avanza en la lectura de la novela, se nota que él pierde la distancia del narrador novelista con el personaje principal.

Así se empieza a ver que en realidad el personaje de estudio se vuelve el protagonista de la historia. Ejemplos de este tipo se encuentran a lo largo de todo el texto. Un caso concreto está en la Tercera Parte. Aquí, al igual que en otros pasajes del texto que tienen una nota entre paréntesis señalando “(para mis memorias)”, el personaje que habla no parece ser el autor-narrador sino Bolívar mismo. De esta manera se lee una descripción que dice, “yo venía envuelto en los ojos de María Fantasía”.32 Ante esta descripción, el lector puede creer que el autor-narrador va a continuar su relato desde su perspec-tiva poética, ya que no se conoce ninguna amante de Bolívar que se llamara así. Sin embargo, lo que se observa más tarde es que esta descripción, que no ha cambiado de narrador, muestra en realidad un interés por los problemas de la nación. En un cambio de tema y de rol Bolívar dice, “No sabemos ser republicanos, y apenas hemos sido soldados que revolotean en la palabra libertad. Sí, pero la gloria del Estado Colombiano soy yo y no puede ser de otra manera, aun cuando, yo entienda que se está acercando el momento que deba otro ocupar mi espacio”.33 En esta sección, que no es más de diez páginas, Bolívar hablándole a su amante aparece como si meramente estu-viera representando a un personaje de teatro en una obra que no se sabe qué final tendrá, “Nos llamaremos y tendremos los mismos nombres: Si tú eres María Colibrí….yo seré Simón Colibrí. Si tú eres María Encaje: Yo seré para ti bajo el agua del baño de mañana: Simón Encaje”.34 Este cambio de roles se extiende y Bolívar entonces le cambia el nombre a su amante a quien llama primero María Fantasía luego María Manuela, María Soledad, etc. Esta combinación de nombres puede tener diferentes connotaciones una vez más relacionadas con el discurso histórico, “María Manuela” une en un solo nombre a dos de las mujeres que más importancia tuvieron en su vida, según

31 Ovalles, Yo, Bolívar Rey, 9.32 Ibíd., 135.33 Ibíd., 135.34 Ibíd., 11.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

22 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

lo han escrito los textos de historia, María Teresa, su única esposa, y Manuela Sáenz, la mujer que lo acompañó hasta el final de sus días.

La idea de cambiar el nombre de su amante es una dinámica que el Bo-lívar narrador hace a lo largo de todo el texto. Otro ejemplo específico se aprecia en la Primera Parte en donde este Bolívar personaje dice, “Me lla-maré Simón Palacios, a secas. Pero no, mejor sería que el tiempo, la distancia y el olvido: me nombre. Días en que me llamarás Aragua. Simón Aragua. Otros en que seré Simón Pichincha. O Simón Perú o Simón caminos o Si-món estrella”.35 Esta forma de describirse que hace Bolívar no está tampoco aislada del discurso histórico, Aragua es una región venezolana por donde Bolívar transitó con su ejército libertador y en donde tuvo una de sus de-rrotas frente al ejército español. Pichincha es la batalla con la que el ejército Republicano liderado por Bolívar obtuvo la independencia de Quito. Perú es uno de los territorios por los que Bolívar firmó las actas de independencia. Así estos tres primeros nombres están relacionados con el discurso histórico escrito en torno a su vida y sus batallas por la independencia. Su nombre Simón Palacios obedece a dejar de lado el apellido Paterno y llamarse sólo con el apellido materno. Todos estos cambios de nombres van a tener siem-pre un referente histórico, pero esta representación de un “Simón Palacios a secas” sugiere que el Bolívar de Ovalles quiere olvidar su apellido “Bolívar” porque con éste es con el que mayoritariamente se le reconoce. La razón exacta es desconocida pero sí se puede encontrar una relación entre la des-cripción que el personaje protagonista hace de sí mismo como alguien que prefiere mantenerse en el olvido tal y como lo sugería el epígrafe de la pri-mera página. La razón podría ser un rechazo a cómo se ha leído su nombre durante tantos años en Venezuela ya que siente que ninguno de los nombres con los que decida llamarse le pueda representar verdaderamente. Por esto alude una y otra vez a momentos, batallas, pueblos, nombres de personas mencionados por los textos históricos y por sus biografías y decide llamarse entonces Simón Palacios a secas.

Continuando con la forma como Bolívar es representado en la novela Yo, Bolívar rey, se observa que el personaje principal ha sido creado para revisar la idea de superioridad que se le ha asignado por medio del “culto a Bolívar”. Así, una vez más se observa un rechazo de Ovalles a la figura de Bolívar constituida con intereses particulares por parte de distintos gobernantes. La superioridad que muestra Bolívar y la correspondiente sacralización de su figura provienen no de cómo lo presentan sus seguidores sino cómo se pre-

35 Ovalles, Yo, Bolívar Rey, 11.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 23

senta él mismo. Según se aprecia en distintas fotografías de la época, Bolívar se auto-presentaba para que se mostrara su imagen en diferentes lienzos y monumentos, y además consiguió la impresión del periódico El correo del Orinoco (1818-1922) en donde se relataban los eventos de la revolución bo-livariana en el siglo XIX. Este medio permitía que se expandiera su imagen libertaria a lo largo de América Latina e incluso en varios países de Europa. Así, ese Bolívar que se auto-presenta con la imagen misma del estado indica que deja su imagen para que también varios gobernantes amparados en su investidura no sólo lo muestren a él como figura de cohesión ciudadana sino que, en una réplica de su imagen, se presenten ellos mismos como tales funcionarios.

Por otra parte, es importante señalar que de la misma forma que la fi-gura de Bolívar en este texto literario revisa lo dicho por el texto histórico también se aleja de él con igual interés de mostrar alguna relación con el entorno socio-político de Venezuela. Esto es evidente, por ejemplo, cuando Bolívar transforma su última proclama política promulgada por los textos de historia como una que dice, “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos, yo bajaré tranquilo al sepulcro,”36 y expresa a cambio, “Si Josefina se opone, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.37 De esta manera, en una inter-sección constante entre el discurso histórico y el ficcional lo que se observa es una nueva construcción discursiva que implica un distanciamiento de la realidad que lo ha definido como padre de la patria, lo cual indica que tanto su imagen como sus palabras no son más que lo que se ha dicho de él. Esto lo demuestra también desde su monólogo y su auto descripción para indicar que este discurso hecho en primera persona implica que lo que se ha dicho de él también podría ser visto de cualquier otra manera.

Esta apreciación es perceptible además, por medio del modo en que el propio Bolívar presenta un intercalado por segmentos que se titulan “para mis memorias”, en donde constantemente cambia no sólo los nombres de sus amantes sino también los de sus compañeros de batallas con el fin de idealizarlos. Es así que su compañera y amante pasa a ser “María fantasía”, a uno de sus amigos no lo define a través de un nombre sino de un color “Amarillo”, su amante será también “Colibrí”, “María esperanza, María so-ledad” para demostrar cómo podrían cambiar también sus sentimientos. En ese sentido el concepto de historia cambia tal y como se ve a través de una narración hecha desde un plano poético que transforma los escritos de la

36 Liévano Aguirre, Bolívar, 457. 37 Ovalles, Yo, Bolívar Rey, 97.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

24 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

historia nacional. De este modo, Ovalles presenta el concepto de historia desde un punto crítico cuando Bolívar dice: “General yo no tengo historia, yo vendo historias”38 y “El estado soy yo”.39 La autenticidad del discurso histórico es susceptible a cambios tal y como el protagonista lo hace durante todos los momentos que narra.

Por otro lado, es notorio que el uso de la primera persona parece cum-plir una función particularmente contradictoria. Por una parte, presentarse como el verdadero Bolívar, por otra, demostrar que ni siquiera a través de su propia representación se podrá saber quién fue Bolívar realmente. Esto se aprecia desde la manera como en Yo, Bolívar rey el personaje principal revisa los postulados políticos de Bolívar, de las ideas en torno a él y del cambio de roles que deja de un lado un discurso político para implantar en cambio un discurso poético. En el momento en que aparece la novela en Venezuela pre-cisamente se hacen estudios de la forma en que la figura política de Bolívar se ha instaurado por medio de su imagen establecida en las plazas públicas, en los discursos nacionales. El texto de Caupolicán Ovalles pretendiendo ignorar tal función lo presenta como si su verdadera función fuera precisa-mente olvidarse de la realidad que lo rodea.

En la revisión a la historiografía, el texto de Ovalle hace énfasis en la idea de “representación”. La novela empieza con un narrador en primera perso-na diciendo que después de muchos viajes decidió vivir la aventura que más le gustaba, la vida de Bolívar. Esta anotación remite al lector, muy proba-blemente, al Bolívar que prima en el colectivo, el de la gesta independentista que han mostrado los monumentos nacionales. No obstante, cuando se ve al narrador haciendo parte de una obra de teatro, lo que se interpreta del texto es que el papel que más le gusta hacer a ese personaje ficcional de Bolívar es una mera comedia. En el cambio de roles que el protagonista va asumiendo a lo largo de la novela va develando que a él se le ha representado de una manera, por parte de la historiografía nacional, pero que en realidad su ca-racterización ha sido acomodada a circunstancias particulares de distintos líderes políticos y momentos coyunturales de la historia. Por tal razón, un día Bolívar es un colibrí, otro es la encarnación misma del estado, la república es su medida, y el otro es el encaje de María Fantasía. Es decir, pasa de lo poético y sublime a lo más abstracto que pueda ser para mostrar que si él representa la nación, su figura será lo que los líderes políticos quieran hacer de ésta.

38 Ovalles, Yo, Bolívar Rey, 116.39 Ibíd., 135.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 25

Por último, se puede determinar que en la novela Yo, Bolívar rey de Cau-policán Ovalles, la imagen de Bolívar es posible revisarla por la forma y el contenido de textos que una y otra vez reevalúen su representatividad. Por medio de una narración de estructura múltiple (voces narrativas, espacio-temporalidad) la imagen y el nombre de Bolívar se volverán parte de diferen-tes fragmentos e imágenes que se unen a manera de un collage para mostrar varios niveles de identificación y representación. De este modo, el nombre “Bolívar” hace parte de la historia oficial y de la literatura pero también del espacio socio-político de Colombia y Venezuela en distintos momentos his-tóricos con una gran relevancia en ambos territorios nacionales. Luego, se podría pensar que la imagen de Bolívar en sí misma, sirve como un nuevo significante que nace de los múltiples nombres que se le asignen. Al mis-mo tiempo, ese Bolívar revisará la historia nacional por medio de la ficción invitando al público a repensar el presente desde lo que se ha visto como la herencia bolivariana. En Yo, Bolívar rey, el cambio de roles del personaje principal y la parodia que se hace del discurso histórico sirve para evidenciar a través de un Bolívar rey, el espectro de la permanencia en el poder que se ha dado en la historia venezolana y que hoy igual que en el pasado pone a pensar en la idea de democracia.

El siguiente esquema podría ilustrar mejor la ambigüedad que enmarca al personaje ficcional de Bolívar en la obra de Ovalles, de acuerdo al sujeto real histórico, al sujeto de los monumentos, al sujeto para los gobernantes y al sujeto para los receptores:

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

26 Yudis Contreras Martínez y Juan F. Barreto Salazar

SIMÓN BOLÍVAR(1783, Caracas - 1830, Santa Marta)

Lo Político-Histórico Real Sincrónico/Exegético

Lo Político-Histórico Real

Diacrónico/ Herme-néutico

Político-Histórico RealDiacrónico/Hermenéu-

tico

Escritos y Discursos polí-ticos originales.

Esculturas en plazas públicas, Biografías, libros escolares de

historia patria (Culto a Bolívar).

Discursos orales, TV, radio, prensa, campañas electorales: Gobernantes por largos periodos de

gobierno (Culto a Bolívar dentro de argumentos

políticos).MASA DE RECEPTORES

Ciudadanos, lectores, estudiantes, televidentes, espectador medioSIMÓN “COLIBRÍ”, SIMÓN “PICHINCHA”, SIMÓN “ARAGUA”, etc.

Caupolicán Ovalles(1936-2001)

Yo, Bolívar Rey (1986)Lo Político-Histórico Novelado

Historia“Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos, yo bajaré

tranquilo al sepulcro”.

Ficción“Si Josefina se opone, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.

Crítica, Revisión histórica, Exégesis y Hermenéutica, Prosa.Receptores

Experiencia Estética: Aisthesis y Catharsis.

Conclusión

En definitiva, la novela Yo, Bolívar rey del venezolano Caupolicán Ova-lles, caracteriza a Simón Bolívar basándose en su dimensión humana, en las múltiples significaciones connotativas de una personalidad. De igual forma, plantea una conexión entre Bolívar y la nación por medio de las situaciones que viven los ciudadanos. El aporte particular de esta obra consiste en que el paralelo trazado entre Bolívar y la nación, se da a partir de un discurso fragmentado y una narración onírica que invita a pensar en varias represen-taciones de Bolívar. Se trata de una obra ficcional que responde a un pre-sente histórico, en donde la idea de “unidad nacional” asociada a un sujeto

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 9-27

Imaginarios contemporáneos de Simón Bolívar 27

heroico y mítico que representa la nación soberana, ha perdido valor. Así pues, Bolívar es visto a la luz de la experiencia estética de la narratividad, o sea metafóricamente, como un humano cambiante al que se le sigue adap-tando a distintos momentos socio-políticos de la nación, cuyas situaciones de conflicto del presente parecen heredadas de él, como su padre fundador. En definitiva, la literatura aparece aquí reinventando a un sujeto histórico dentro del horizonte estético, inspirada en y contra la primera imagen que se configuró para el imaginario de los ciudadanos.

Yudis Contreras Martínez Universidad de Cartagena (Colombia)

E-mail: [email protected]

Juan F. Barreto SalazarUniversidad de Cartagena (Colombia)

E-mail: [email protected]

Recibido: 07/04/2014Aceptado: 27/10/2014

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

el “ConStruCtiviSmo operativo” de luhmann Una caracterización relacional con el constructivismo de inspira-

ción piagetiana y el constructivismo radical1

Gastón Becerra

ResumenEl presente trabajo tiene como objetivo caracterizar al “constructivismo operativo” del soció-logo alemán Niklas Luhmann a partir de una caracterización relacional con dos corrientes del constructivismo epistemológico: el de inspiración piagetiana y el constructivismo radical. Se proponen tres ejes para la presentación de cada uno de los tres programas: la caracterización del rol activo del sujeto epistémico; el problema del status del conocimiento y su relación con la realidad; y el problema del origen del significado conceptual y la relación individuo-sociedad. Sobre la base de estas caracterizaciones se evalúa en qué aspectos el programa cons-tructivista de Luhmann diverge o converge con las otras dos corrientes de constructivismo epistemológico.Palabras claves: Constructivismo operativo - Niklas Luhmann - Constructivismo piagetiano - Constructivismo radical

AbstractThis paper aims to characterize the “operative constructivism” of Niklas Luhmann from a comparison with two other streams of epistemological constructivism: Piaget-inspired cons-tructivism and radical constructivism. This comparison focuses on three topics: the characte-rization of the active role of the epistemic subject; the problem of the status of knowledge and its relation to reality; and the problem of the origin of conceptual meaning and the indi-vidual-society relationship. Based on these characterizations, it is evaluated in what respects the constructivist program of Luhmann diverges or converges with the other two schools of epistemological constructivism.Keywords: Operative constructivism - Niklas Luhmann - Piaget’s constructivism - Radical constructivism

Introducción

Existen varios programas de investigación relacionados al enfoque cons-tructivista con intereses y objetivos diferentes. Este documento se centra en un “constructivismo epistemológico” que se orienta hacia preguntas sobre

1 Este trabajo ha sido posible gracias al apoyo del siguiente subsidio: Proyecto UBACYT (2011-2014) 20020100100360: “Investigaciones sobre el desarrollo del conocimiento so-cial y sus implicaciones teóricas”, dirigido por el Dr. José Antonio Castorina.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

30 Gastón Becerra

la formulación de una teoría general del conocimiento y la constitución de saberes científicos. El encuadre que se adopta deja de lado parcialmente a otras preguntas más interesadas en revelar cómo se consolidan ciertas enti-dades en las interacciones entre grupos sociales, programa al que se suele co-nocer como “construccionismo social”.2 La obra de Niklas Luhmann puede incluirse en ambos programas. En relación al construccionismo social, su obra sociológica ha sido utilizada para describir, por ejemplo, cómo se cons-truye la figura del niño o del joven en la sociedad moderna o en alguno de sus subsistemas, como la ciencia o el derecho.3 Pero es en relación al interro-gante epistemológico que la obra de Luhmann plantea los problemas más interesantes. No sólo porque busca esbozar una sociología (de la ciencia) que indague sobre la epistemología y la sociología como rendimientos socia-les, sino porque al hacerlo no esquiva asuntos epistemológicos y filosóficos relevantes tanto para la sociología como para otras disciplinas.

No es sencillo caracterizar al constructivismo al que Luhmann designa como “constructivismo operativo” (en adelante “CL”). Aquí se opta por presentar un análisis comparativo con dos corrientes del constructivismo epistemológico que Luhmann suele mencionar como antecedentes en di-versos aspectos: el constructivismo de inspiración piagetiana —a la que se denomina “genética-constructivista” o simplemente “epistemología genéti-ca” (en adelante “EG”)— y el constructivismo radical de von Glasersfeld (en adelante, “RC”).

En las tres primeras secciones del documento se realiza una caracteriza-ción de cada programa en relación a tres ejes inspirados en el contrapunto de Castorina4 entre EG y RC. Estos ejes son:

1. La caracterización del rol activo del sujeto epistémico. 2. El problema del status del conocimiento y su relación con la realidad.3. El problema del origen del significado conceptual y la relación indivi-

duo-sociedad.

2 Ian Hacking, The Social Construction of What? (Massachusets: Harvard University Press, 1999).

3 Michael King, “The Sociology of Childhood as Scientific Communication: Observa-tions from a Social Systems Perspective,” Childhood 14, nº 2 (May 01, 2007): 193–213, doi:10.1177/0907568207078327.

4 José Antonio Castorina, “El constructivismo de inspiración piagetiana y el constructivismo radical. Un análisis crítico”, en ¿Dónde Reside La Acción? Agencia, Constructivismo Y Psicología, ed. José Carlos Loredo Narciandi, Tomás Sánchez Criado y Daniel López Gómez (Murcia: Universidad de Murcia, 2009), 91–116.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 31

La caracterización mediante estos ejes no pretende ser una comparación equitativa de los tres programas. El CL será tratado con mayor profundi-dad, mientras que las caracterizaciones de EG y RC apuntan a dar cuenta de los problemas epistemológicos en los que se contextualiza el programa sociológico que aquí interesa. En la última sección se sintetizan las mayores divergencias y convergencias entre la propuesta de Luhmann y los progra-mas EG y RC.

El constructivismo de inspiración piagetiana (EG)

La epistemología genética (EG) se propone analizar en qué consiste que un individuo o la ciencia construyan aquello que socialmente se considera “un nivel de conocimiento más avanzado”. Este es el objetivo que Jean Pia-get inicia indagando en dos dominios: el estudio de la evolución de ciertas nociones científicas en la historia y el estudio de las nociones esenciales del pensamiento en el desarrollo del individuo, desde las conductas elementales de la niñez hasta el pensamiento adulto.5 Para el EG el conocimiento es un proceso que hunde sus raíces en las operaciones del organismo, la vida mental del individuo desde la niñez hasta su adultez, y que se prolonga en la actividad científica (principio de continuidad). Este documento centra ma-yormente en la revisión iniciada por Rolando García6 a partir de su colabo-ración en los últimos años de vida de Piaget y el giro del Centro Internacio-nal de Epistemología Genética hacia los aspectos funcionales del desarrollo cognitivo posterior a la década de 1970.7

Las principales tesis de la EG son:1. El conocimiento surge por una actividad de organización de las in-

teracciones entre sujeto y objeto (la EG propone mecanismos explicativos centrados en la “equilibración” de los sistemas cognoscitivos).

2. El desarrollo procede por reorganizaciones sucesivas que funcionan como una aproximación inacabada a una mundo/realidad independiente.

5 Jean Piaget, Lógica y conocimiento científico. Naturaleza y métodos de la Epistemología (Buenos Aires: Ed. Proteo, 1970); Jean Piaget, Psicología y Epistemología (Barcelona: Planeta-De Agostini, 1970); Richard F. Kitchener, “Genetic Epistemology, History of Science and Genetic Psy-chology”, Synthese 65, nº 1 (1985): 3–31; Richard F. Kitchener, “The Nature and Scope of Genetic Epistemology,” Philosophy of Science 48, nº 3 (1981): 400–415.

6 Rolando García, El conocimiento en construcción: De las formulaciones de Jean Piaget a la teoría de sistemas complejos (Barcelona: Gedisa, 2000).

7 Eduard Marti, “La perspectiva Piagetiana de los años 70 y 80 : De las estructuras al funcionamiento,” Anuario de Psicología, nº 44 (1990): 19–45.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

32 Gastón Becerra

3. El sujeto de conocimiento desarrolla sus actividades siempre en un contexto sociocultural, el cual modula los significados.

El conocimiento como construcción por medio de la acción

El constructivismo de raíz piagetiana —se sigue aquí la caracterización de García,8 y de Piaget y García,9 en ruptura con el apriorismo y el empiris-mo— adopta como categoría fundamental de su teoría del conocimiento a la “acción”, cuya preeminencia marca la particularidad de la revisión neo-kantiana de Piaget, y que resulta en esquemas dinámicos que no se encuen-tran pre-formados sino que siguen un desarrollo a través de la ontogéne-sis y la filogénesis.10 Piaget propuso la existencia de “esquemas de acción” primigenios de origen biológico y hereditarios (que se pueden retrotraer a la adaptación de organismos más simples sobre el ambiente), que incluyen componentes motores, sensoriales, perceptivos y volitivos, y que ocasionan las acciones repetitivas aparentemente caóticas de un recién nacido. Estos esquemas se irán luego coordinando y ganando una dirección mientras que el individuo estructura el medio en el que se desenvuelve. Por ejemplo, la ca-pacidad de coordinar el movimiento de aprehensión ocurre en relación con la posibilidad de dotar a ciertos objetos con la propiedad de ser agarrados. La organización de las experiencias con los objetos requiere del desarrollo de instrumentos para la organización de las acciones del sujeto.11 A su vez, el sujeto toma conciencia de sus acciones a través de las constataciones (es decir, inferencias que parten de las coordinación de sus acciones) en los objetos. O como resume García12 “el conocimiento se construye mientras se desarrollan los instrumentos para su construcción en una interacción dia-léctica”.

En esta interacción con el entorno el sujeto pone en juego sus esquemas incorporando nuevos contenidos a sus capacidades de acción (asimilación), así como modificando sus esquemas iniciales (acomodación) cuando se encuentran resistencias o se obtienen resultados no esperados. La asimila-ción de nuevos contenidos a las formas impuestas por los esquemas en este

8 García, El conocimiento en construcción, 96–113.9 Jean Piaget y Rolando García, Psicogenesis e Historia de la Ciencia (Mexico: Siglo XXI, 1982),

246–252.10 Carlos Arturo Londoño Ramos, “Avatares del Constructivismo: De Kant a Piaget”, Revista

Historia de la Educación Latinoamericana, 10 (2008): 73–96.11 García, El conocimiento en construcción, 111.12 Ibíd., 110.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 33

mecanismo general y básico da origen a los instrumentos elementales de la actividad cognitiva: (a) abstracciones empíricas, como la constatación de ciertas propiedades objetuales separadas para su análisis; (b) abstracciones reflexivas, producto de operaciones del sujeto que resultan en propiedades agregadas al objeto y en formas que se separan de sus contenidos; por otro lado se producen (c) generalizaciones inductivas o extensionales que con-ducen de la constatación de ciertos observables singulares del objeto a leyes más generales; y finalmente (d) generalizaciones completivas o constructivas que, basadas en la abstracción reflexiva, producen reconstrucciones o reor-ganizaciones en niveles superiores de las constataciones de niveles anterio-res. A su vez estos instrumentos permiten la puesta en marcha de diversos procesos de reorganización del conocimiento, como la búsqueda de razones, la diferenciación e integración de sistemas cognoscitivos, la tematización o toma de conciencia, la relativización de propiedades absolutas junto a la articulación de esquemas independientes. Con estos elementos el construc-tivismo de inspiración piagetiana postula una dialéctica inferencial orientada a la explicación de las novedades cognoscitivas.

Relación conocimiento y realidad

El énfasis puesto en esta actividad constructiva de los instrumentos de asimilación del sujeto no debe provocar el olvido de la centralidad del ob-jeto/mundo, en tanto éste provee la materia prima para las atribuciones del sujeto y los observables sobre los que chocan sus inferencias. El constructi-vismo de inspiración piagetiana sostiene que el mundo existe con indepen-dencia del propio conocimiento pero que, en los intentos por conocerlo, aparece siempre mediado por la actividad transformadora del sujeto. En este sentido Boom13 resume la noción de “equilibración” como un delicado balance entre mayores abstracciones y generalizaciones, y el respeto por los lazos con la realidad.

Las tesis principales del EG en lo que respecta a la relación conocimiento-realidad se pueden resumir como sigue: (a) existe un mundo independiente del conocimiento; (b) el conocimiento se produce mediado por la actividad transformadora de los individuos; (c) la realidad constituye un límite hacia el cual el conocimiento se aproxima inacabadamente, es decir, sin llegar a

13 Jan Boom, “Piaget on Equilibration,” en The Cambridge Companion to Piaget, eds. Ulrich Müller, Jeremy I.M. Carpendale y Leslie Smith (New York: Cambridge University Press, 2009), 135.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

34 Gastón Becerra

afirmar una correspondencia. De acuerdo con la caracterización de Diéguez14 la tesis (a) es la del realismo ontológico, mientras que (b) y (c) corresponden al realismo epistemológico.

Con respecto a (a), Piaget ha sido explícito: “[...] aun cuando los objetos o sus leyes puede seguir siendo, en la medida en que existen independiente-mente de nosotros, permanentes en el curso del devenir [...], el objeto cono-cido y el sujeto se ven arrastrados, [...] en un doble movimiento correlativo de objetivación e interiorización”.15

Con respecto a (b) y (c), García ha afirmado: “El constructivismo puede definirse como un realismo epistemológico. Supone un mundo exterior a los individuos, con el cual éstos interactúan. A ese mundo sólo tenemos acceso a través del conocimiento, que en última instancia consiste en la organización de aquellas interacciones”.16 El material empírico del conocimiento proviene de la organización de la experiencia de niveles de conocimiento anteriores, y nuevas organizaciones pueden acercarse a la realidad, pero siempre como a un límite hacia el cual se dirige la actividad cognitiva: “El objeto es un límite en el sentido matemático, nos acercamos sin cesar a la objetividad, nunca se alcanza el objeto mismo. El objeto que uno cree alcanzar, es siempre el objeto representado e interpretado por la inteligencia del sujeto”.17 En este sentido, Kitchener18 califica a Piaget como un “realista constructivo”. Con-viene remarcar que estos acercamientos no se deben entender como avances en un movimiento lineal hacia el objeto sino que, como aclara García,19 se producen por la reestructuración del objeto como construcción continua, es decir, por nuevas preguntas más que por el alcance de viejas respuestas. En el mismo sentido Overton20 describe a Piaget como un “construccionista fe-nomenológico” y sostiene que es esta posición dialéctica la que mejor puede dar cuenta de la emergencia de novedades.

14 Antonio Diéguez, “Realismo y Epistemología Evolucionista de los mecanismos cogniti-vos,” Crítica: Revista Hispanoamericana de Filosofía 34, no. 102 (2002): 3–28.

15 Jean Piaget, Clasificación de las Ciencias y principales corrientes de la Epistemología contemporánea (Buenos Aires: Paidós, 1979), 107.

16 Rolando García, Sistemas complejos. Conceptos, método y fundamentación epistemológica de la investigación interdisciplinaria (Barcelona: Gedisa, 2006), 84.

17 Jean Claude Bringuier, Conversaciones con Piaget (Barcelona: Gedisa, 1977), 117–118.18 Richard F. Kitchener, “Genetic Epistemology, Normative Epistemology, and Psycholo-

gism,” Synthese 45, no. 2 (1980): 257–280.19 García, Sistemas Complejos. 20 Willis F. Overton, “Developmental Psychology: Philosophy, Concepts, Methodology”, en

Theoretical Models of Human Development . Volume 1 of the Handbook of Child Psychology, ed. William Damon y Richard M. Lerner, 6ª ed. (New York: Wiley, 2006), 63.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 35

Profundizando la posición de la tesis (c), Tsou21 ha sugerido que Piaget se encuentra en línea con un “realismo estructural” que sostiene la capacidad de las teorías científicas para dar cuenta de las “propiedades estructurales” de la realidad, o más particularmente, las formas matemáticas con las que se describen las relaciones entre fenómenos. Convergen entre estas posiciones, de acuerdo con Tsou,22 la presunción de una armonía entre las matemáticas y el mundo real, y la idea de que en el cambio teórico se da generalmente una continuidad de ciertos aspectos matemáticos. En esta línea convendría recordar que la particularidad del constructivismo piagetiano reside en estu-diar el origen de las estructuras lógicas-matemáticas en la organización de las actividades mediadoras del sujeto con el objeto de conocimiento, llegando hasta vincularlas retroductivamente a las implicaciones entre acciones en el nivel sensoriomotriz.23

Significados individuales y sociales

Como afirma Castorina,24 en tanto la construcción de conocimiento es una actividad de elaboración de significados, su estudio es el corazón del proyecto piagetiano. El sujeto otorga significados a los objetos en el mundo al asimilarlos a sus esquemas prácticos o conceptuales. “Significación” refie-re a lo que se puede decir, pensar o hacer con un objeto de conocimiento.

Según Overton25 el constructivismo piagetiano sitúa al significado en una matriz relacional entre el componente subjetivo y el objetivo, sin dar prioridad ontológica a ninguno. Se trata de una perspectiva sistémica que entiende al significado en forma monista. Sin embargo esta perspectiva no niega que, para llevar a cabo análisis siguientes, se debe asignar una prioridad funcional al polo subjetivo u objetivo: en el caso del EG, y particularmente por su relación con la psicología como campo de indagación empírica, se asigna prioridad funcional al polo subjetivo. El polo objetivo, en vistas del

21 Jonathan Y. Tsou, “Genetic Epistemology and Piaget’s Philosophy of Science: Piaget vs. Kuhn on Scientific Progress,” Theory & Psychology 16, nº 2 (April 01, 2006): 203–224, doi:10.1177/0959354306062536.

22 Ibíd., 214–215.23 Jean Piaget y Rolando García, Hacia una lógica de significaciones (Buenos Aires: Centro Editor

de América Latina, 1988).24 Castorina, “El Constructivismo de inspiración piagetiana y el Constructivismo Radical. Un

análisis crítico”.25 Willis F. Overton, “Contexts of Meaning: The Computational and the Embodied Mind,”

en The Nature and Ontogenesis of Meaning, ed. Willis F. Overton y David S. Palermo (New Jersey: Lawrence Erlbaum Assoc., 1994), 1–18.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

36 Gastón Becerra

cual el polo subjetivo gana su identidad, aparece entonces como una contra-dicción que debe ser reconciliada. Esta paradoja no se puede resolver sino en un nivel de abstracción superior.26 Ahora bien, el polo objetivo introduce un nuevo problema: en la medida en que las acciones se dan en contextos sociales, el sujeto interactúa con un mundo de objetos mediados por los significados compartidos por su grupo social. Parafraseando a Winnicott, Overton describe a la estrategia sistémica como una paradoja: “[...] el niño crea significados mientras éstos están allí esperando a ser creados”27.

La indagación del polo subjetivo requiere entonces del complemento de teorías sociológicas que exploran la constitución de los significados sociales. Una forma en que se ha llevado a cabo este programa interdisciplinario es en la complementariedad entre la psicología genética y la teoría de las repre-sentaciones sociales.28 El resultante es programa revisado para el construc-tivismo piagetiano (o constructivismo crítico) que plantea la necesidad de entender al sujeto cognoscente como un actor social con un grupo social de pertenencia y en un contexto social de prácticas.

La reflexión epistemológica ha visto esta integración con la propues-ta de Rolando García de caracterizar al conocimiento como un “sistema complejo”.29 Recuérdese que García define un sistema complejo como “una representación de un recorte de la realidad, conceptualizado como una tota-lidad organizada [...] en la cual los elementos no son separables y, por tanto, no pueden ser estudiados aisladamente”.30 Los comportamientos cognos-citivos, unidad de análisis de la EG, corresponden a tres subsistemas en el modelo propuesto por García: biológico, psicológico/cognitivo y social. Explicar tales comportamientos consistirá en dar cuenta de los procesos involucrados en los intercambios del sistema psicológico/cognitivo con sus medios particulares y las condiciones de contorno que estas imponen. Con esta incorporación, la reformulación de García logra superar un cierto inma-nentismo hacia el equilibrio presente en la teoría piagetiana.31

26 Willis F. Overton, “Metaphor, Recursive Systems, and Paradox in Science and Develop-mental Theory”, Advances in Child Development and Behavior, nº 23 (1991): 59–71.

27 Overton, “Contexts of Meaning: The Computational and the Embodied Mind”, 5.28 José Antonio Castorina, “El impacto de las Representaciones Sociales en la Psicología de

los conocimientos sociales: Problemas y perspectivas”, en Cadernos Da Pesquisa, ed. Miño y Dávila, vol. 38 (Buenos Aires: Gedisa, 2008).

29 El conocimiento en construcción.30 Ibid., 21.31 José Antonio Castorina y Ricardo J. Baquero, Dialéctica y Psicología del Desarrollo. El pensamiento

de Piaget y Vigotsky (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2005).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 37

El contexto social juega un papel fundamental en esta reformulación de la teoría del desarrollo cognoscitivo, tanto en el plano individual como en la historia de la ciencia: en términos psicogenéticos, se trata de la signi-ficación social que indica a ciertos fenómenos y factores como objetos de conocimientos; en términos del desarrollo científico, se trata de la influencia de una cosmovisión del mundo, producto de factores socio-políticos, filo-sóficos y religiosos de un tiempo y lugar determinados que operan “como una ideología”,32 y de una posición epistemológica y ontológica, sobre las preguntas y las teorizaciones en los distintos dominios del conocimiento.33 Piaget y García llaman “marco epistémico” a este condicionamiento social sobre el pensamiento científico. En este sentido, un modelo explicativo (para una psicología del desarrollo enmarcada en un constructivismo crí-tico) como el referido anteriormente se desarrolla al interior de un “marco epistémico” relacional centrado en categorías dialécticas.34

El constructivismo radical (RC)

Ernst von Glasersfeld inicia una reflexión “radical” (completa) del cons-tructivismo al avanzar sobre los fundamentos epistemológicos y las impli-cancias ontológicas de la obra de Jean Piaget y la integración de los desarro-llos cibernéticos de Heinz von Foerster y su Biological Computer Laboratory.35 Hacia la década del ‘80, el trabajo de von Glasersfeld se relaciona estrecha-mente con autores de diversos campos, como los biólogos Maturana y Vare-la, el terapista Watzalawik, entre otros, resultando en un enfoque epistemo-lógico general y heterogéneo, con presencia en la reflexiones de diferentes disciplinas científicas, particularmente en la reflexión sobre educación.36

Las principales tesis del RC se pueden resumir en:

32 Piaget y García, Psicogenesis e Historia de la Ciencia, 234.33 Rolando García, “Fundamentación de una Epistemología en las Ciencias Sociales”, Estu-

dios Sociológicos XIX (2001): 615–620; Rolando García, “Sociology of Science and Sociogen-esis of Knowledge”, en Piaget Today, ed. Bärbel Inhelder, Denys Caprona y Angela Cornu (Taylor & Francis Group, 1987), 127–140.

34 José Antonio Castorina, “Los modelos de explicación para las novedades del desarrollo”, Revista de Psicología [La Plata] 11 (2010): 13–25; Overton, “Metaphor, Recursive Systems, and Paradox in Science and Developmental Theory”; Overton, “Developmental Psychol-ogy: Philosophy, Concepts, Methodology”; Willis F. Overton, “A New Paradigm for De-velopmental Science: Relationism and Relational-Developmental Systems,” Applied Devel-opmental Science 17, nº 2 (April 2013): 94–107, doi:10.1080/10888691.2013.778717.

35 Alexander Riegler, “Towards a Radical Constructivist Understanding of Science”, Founda-tions of Science 6, nº 1–3 (2001): 1–30.

36 Ernst von Glasersfeld, “Thirty Years Radical Constructivism”, Constructivist Foundations 1, nº 1 (2005): 9–12.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

38 Gastón Becerra

1. El conocimiento no se recibe pasivamente por los sentidos o la comu-nicación sino que se construye activamente por el sujeto como corolario de una “experiencia del mundo”.

2. El conocimiento es “adaptativo” -en un sentido biológico- y tiende ha-cia la “viabilidad” sin pretender el descubrimiento de una realidad objetiva. El RC es agnóstico con respecto al mundo.

3. Los significados conceptuales se construyen por operaciones mentales (abstracción reflexiva) y no poseen un carácter público.

El conocimiento como construcción en la experiencia

Riegler37 ha presentado una interpretación del RC que busca evitar cier-tas críticas sobre la formulación original de von Glasersfeld. Conviene co-menzar con esta interpretación para luego desglosar sus elementos:

1. El RC es un enfoque relativo a los sistemas cerrados autoorganizados.2. El RC adopta una postura agnóstica sobre una realidad externa obje-

tiva.3. El RC pone el énfasis en la referencia entre pensamientos/ideas.4. La realidad que se construye en este tipo de sistemas, lejos de ser arbi-

traria, presenta numerosos condicionamientos internos.En su versión original el RC parte del supuesto de que los conocimientos

son desarrollados en el dominio de la experiencia, y el conocimiento huma-no se encuentra siempre condicionado por las percepciones y estructuras mentales. Cualquier intento de evaluar una representación de la realidad por correspondencia con el mundo objetivo estaría condenado al fracaso, ya que una representación no podría sino compararse con otra representación38. El conocimiento se desarrolla por medio de operaciones mentales que los in-dividuos generan como adaptación a sus experiencias subjetivas en relación a ciertos propósitos y contextos. Aquí lo que se denomina “experiencia” es el ordenamiento y la estructuración de operaciones perceptivas y concep-tuales que ocurren en forma autorreferente e iterativa, es decir, integrando las nuevas operaciones con la memoria de operaciones pasadas propiciando una restructuración de conjunto. “La epistemología se convierte así en un

37 Alexander Riegler, “Constructivism”, en Paradigms in Theory Construction, ed. Luciano L’Abate (New York: Springer New York, 2012), 235–255, doi:10.1007/978-1-4614-0914-4.

38 Ernst von Glasersfeld, “Introducción al Constructivismo Radical”, en La realidad inventada. ¿Cómo sabemos lo que creemos saber?, ed. Paul Watzlawick (Barcelona: Gedisa, 1994), 20–37.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 39

estudio de cómo opera la inteligencia, de la manera y forma en que el inte-lecto usa para construir un mundo relativamente regular desde el fluir de su experiencia”.39

Volviendo a una visión más formal, se sostiene que la iteración y la au-torreferencia en la que queda atrapada la construcción del conocimiento la compele a condiciones de dependencia histórica y jerárquica. La clausura operacional del sistema cognitivo —que propone que el sistema sólo puede interactuar con sus estados internos— constituye, a decir de Riegler, el pos-tulado básico del RC. En línea con el principio de codificación indiferencia-da aplicado al sistema nervioso, las señales sensoriales se podrían reconstruir como tales sólo a posteriori.40

Cabe aclarar que el RC, al menos en la versión de von Glasersfeld, no nie-ga necesariamente la existencia de la realidad, si por ello se hace referencia a entidades independientes de las propias representaciones. Su posición se limita a sostener que no es posible un conocimiento fuera de la experiencia, del mismo modo que tampoco sería posible sostener su existencia por iden-tidad con dicho conocimiento. En tanto pretende ser una teoría del conocer y no del ser, su posición ontológica ha sido caracterizada como agnóstica, escéptica (de que las estructuras mentales se asemejan a las estructuras del mundo real), o incluso neutra,41 que asume que la actividad científica requie-re una posición ontológica como base para la utilización de una teoría, men-ciona que el RC deja abierta la posibilidad de una “preferencia” o “creencia” ontológica.

Relación conocimiento y realidad

La actividad que emprende el sujeto frente al objeto de conocimiento no se corresponde con una manipulación de las “cosas en sí”. La idea de una objetividad en la cual los objetos —antes de ser experimentados— tienen las propiedades y las estructuras que el experimentador les otorga es, a juicio de von Glasersfeld, una referencia ontológica insostenible. Operar sobre los objetos se debe entender como la organización de tal mundo experiencial.

39 Ibíd.40 Heinz von Foerster, Understanding Understanding: Essays on Cybernetics and Cognition (New

York: Springer, 2003).41 Ernst von Glasersfeld, “The Radical Constructivist View of Science”, Foundations of Science

6, no. 1 (2001): 31-43; Andreas Quale “Objections to Radical Constructivism”, Constructivist Foundations 6, nº 1 (2010): 12–18.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

40 Gastón Becerra

De acuerdo con el RC la actividad cognitiva cumple una función “adap-tativa” en el sentido biológico: acciones, conceptos y operaciones son “via-bles” en la medida en que se ajusten a los propósitos (por ejemplo, predecir, impedir o propiciar ciertos eventos) y a los contextos descriptivos en que se usan.42 Al igual que en la teoría de la evolución el medio pone límites eliminando aquellas variaciones que no pueden estabilizarse: “[...] el mundo de la experiencia, ya se trate de la experiencia cotidiana o de la experiencia del laboratorio, constituye la piedra de toque para nuestras ideas (estructuras cognitivas)”.43 Se trata de una concepción explícitamente instrumentalista en la que es posible construir diferentes modelos viables dependiendo de las preguntas que se formulen, sólo bajo la condición de eliminar aquellos que no resultan viables.44 El RC tampoco apoya la idea de una progresión lineal en el desarrollo de la ciencia.45

Las estructuras y esquemas cognitivos, sin perder este aspecto funcio-nal de “encajar” con la realidad de la experiencia, están también sometidas a procesos de abstracción que los enfrenta a criterios de compatibilidad y consistencia con otras estructuras. La viabilidad, particularmente de teorías científicas, no es un criterio definitivo sino abierto a revisiones e integracio-nes.46

Una posición como la esbozada aquí renuncia explícitamente a cual-quier forma de convergencia entre conocimiento y mundo, incluyendo una aproximación gradual entre las construcciones y la estructura de la realidad. En la misma línea tampoco tiene sentido proponer una realidad “objetiva”, sino que el RC a lo sumo pretende un conocimiento “intersubjetivo”, en un sentido que se debe aclarar.

Significados individuales y sociales

Como corolario de la primera tesis, por la cual los conocimientos no se reciben pasivamente, los significados son siempre una construcción indivi-dual. Particularmente el modelo de operaciones mentales que ensaya von Glasersfeld incluye representaciones, abstracciones y generalizaciones, re-flexiones y conceptualizaciones, y los significados sólo pueden ser producto

42 Ernst von Glasersfeld, Radical Constructivism. A Way of Knowing and Learning (New York: Routledge Falmer, 1995), 14.

43 Von Glasersfeld, “Introducción al Constructivismo Radical”.44 Von Glasersfeld, “The Radical Constructivist View of Science”.45 Riegler, “Constructivism”.46 Glasersfeld, Radical Constructivism, 156.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 41

de complejas redes de relaciones de estas operaciones mentales. Esto no difiere cuando se introduce en el esquema al contexto social: incluso en el intercambio comunicativo, el hecho de que en el lenguaje los significados se asocian a símbolos socialmente compartidos, no niega que cada participante debe interpretar individualmente el significado del símbolo utilizado por el interlocutor. Dado que no hay forma de que los significados asociados a los símbolos sean presentados a un interlocutor para su inspección (ni que el segundo los “descubra” en el primero), el individuo debe construir y re-construir, por prueba y error, una estructura de significados que esperará se ajuste al contexto de uso mientras tanto no detecte reacciones inesperadas de su interlocutor. En este sentido hablar de un conocimiento social “com-partido” no indica identidad sino, a lo sumo, compatibilidad.47 Y si bien se podría sostener que en interacciones sociales y lingüísticas se tiende a una progresiva adaptación mutua entre las conexiones semánticas de los indivi-duos, esta adaptación intersubjetiva no cambia el hecho de que los materiales con los que el individuo genera sus significados provienen de su experiencia subjetiva.48

Este “constructivismo semántico” ha recibido fuertes críticas que con-viene revisar. Por ejemplo, Nola & Irzik49 sostienen que la falta de reconoci-miento del carácter público de los conceptos y los significados de las afirma-ciones provoca fallas en la posición del RC. Al sostener que los significados se construyen a partir de representaciones mentales, el RC no podría distin-guir entre “representaciones mentales” (privadas y subjetivas) y “contenido” (públicos). Esta situación llevaría al RC a quedar atrapado en “una com-patibilidad trivial” donde los individuos sostienen una conversación sobre contenidos distintos. Se cree que esta crítica incurre en el error, largamente contestado,50 de juzgar al RC desde premisas que no sostiene. Decir que el contenido de un enunciado puede ser idéntico en las representaciones de dos hablantes es algo que solo podría afirmar un observador con acceso a ambas representaciones mentales, cosa que el RC rechaza en la primer tesis que se ha mencionado. Para ilustrar este problema los autores proponen el siguiente análisis: se puede diferir en aceptar que esta hoja es blanca pero para ello se

47 Ibíd., 137.48 Ernst von Glasersfeld, “How Do We Mean? A Constructivist Sketch of Semantics”, Cyber-

netics & Human Knowing 6, nº 1 (1999): 9–16.49 Robert Nola y Gürol Irzik, Philosophy, Science, Education and Culture (London: Springer,

2005).50 Gernot Saalmann, “Arguments Opposing the Radicalism of Radical Constructivism”,

Constructivist Foundations 3, nº 1 (2007): 1–20; Quale, “Objections to Radical Constructiv-ism”tampoco se puede criticar al realismo”.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

42 Gastón Becerra

debe compartir el mismo contenido significativo del enunciado “esta hoja es blanca”; en cuyo caso no se compartirá el estado mental (aceptación/nega-ción) hacia tal enunciado. Se considera que esta crítica incurre en un error al introducir una dimensión que el RC no niega. Von Glasersfeld51 —siguiendo a Saussure— utiliza los términos “representación” y “significado” para re-ferir a la conexión semántica entre un concepto y un sonido-imagen. Nada sugiere que “representación” deba entenderse necesariamente como una carga valorativa o estado mental hacia lo significado. La experiencia subjetiva, de acuerdo con el RC, puede dar origen tanto al contenido como a su valora-ción. De hecho, se podría pensar, que en situaciones sociales cotidianas las diferentes significaciones con las que se asocia un término las condicionan tanto en la propia carga valorativa como al revés.

Pero aún más incompatible con los supuestos del RC es la idea de que debe existir un contenido idéntico para no caer en una “compatibilidad tri-vial”. Es claro que, en el dominio de los términos no-formales, el RC reco-noce mecanismos de problematización de tal falta de identidad, como por ejemplo, la posibilidad de pedir mayores explicaciones en una conversación, y que esto no debe entenderse como un caso prohibido o fallido de la comu-nicación sino como el discurrir normal de un intercambio de símbolos que podrían irritar el cambio de la significación individual. En este caso, la “tri-vialidad” es compatible y hasta supuesta por el fundamento adaptativo del RC. La posibilidad de imputar las construcciones individuales a los demás sin constatar resistencias es el mayor grado de viabilidad que puede obtener una construcción, dado que los otros suelen ser la fuente de perturbación más frecuente... incluso cuando, en última instancia, “los otros” también son una construcción individual para sujeto cognoscente.52

El constructivismo sistémico-operativo de Luhmann (CL)

Para los siguientes análisis del trabajo de Luhmann se centra en la versión autopoiética de su teoría de los sistemas sociales,53 en la cual el autor busca incorporar desarrollos de los biólogos Maturana, Varela y Uribe, la ciber-

51 Von Glasersfeld, “How Do We Mean? A Constructivist Sketch of Semantics”.52 Von Glasersfeld, Radical Constructivism, 121.53 Niklas Luhmann, Sistemas Sociales. Lineamientos para una Teoría General (Barcelona: Anthro-

pos/Universidad Iberoamericana, 1984); Niklas Luhmann, La sociedad de la sociedad (Mex-ico: Herder/Universidad Iberoamericana, 2007); Gastón Becerra, “Presentación sintética de la Teoría de los Sistemas Sociales Autopoiéticos y la Teoría de los Sistemas Sociopoié-ticos Funcionales de Niklas Luhmann”, Intersticios. Revista Sociológica de Pensamiento Crítico 7, nº 2 (2013): 21–35.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 43

nética de segundo orden de von Foerster, la lógica de Spencer Brown, los desarrollos en comunicación de Gregory Bateson, el tratamiento fenome-nológico del sentido de Husserl, y la epistemología empírica de Jean Piaget junto a la reflexión de von Glasersfeld.54 La lectura particular —cargada de reinterpretaciones y críticas— que Luhmann realiza de tal herencia y su forma de integrarlos y reespecificarlos en una arquitectura teórica para la so-ciología, ha dado lugar a varios debates sobre su relación con las corrientes constructivistas.55

El conocimiento como construcción de la sociedad

Conviene comenzar mencionando que el constructivismo de Luhmann, no limita el sujeto de la actividad (constructiva) cognoscente a fronteras antropológicas sino que su reflexión teórica pretende alcanzar a la sociedad. Por otro lado, de acuerdo con Christis,56 Luhmann dinamiza, generaliza y naturaliza la dirección iniciada por Kant en la que el conocimiento empírico es posible gracias a una condición trascendental, aunque, en Luhmann y a diferencia del filósofo de Koninsberg, ésta no se define por un sujeto que posee a priori un limitado número de categorías sino que se trata de siste-mas que observan. Luego los mecanismos y estructuras que buscan explicar el funcionamiento cognitivo de tales sistemas no parten de definiciones y axiomas sino que son producto de la reflexión epistemológica de resultados empíricos de diversas disciplinas.

La cognición, para el CL, es un proceso vinculado al procesamiento de información y reducción de complejidad en el marco de las operaciones propias del sistema. El sistema de referencia de Luhmann son los sistemas sociales; la operación básica que los constituye es la comunicación. Los siste-mas psíquicos ubicados en el entorno de los sistemas sociales son condición de posibilidad de los sistemas sociales pero no constituyen sus elementos. La comunicación opera en un nivel emergente al cual se dirigen las observacio-nes de Luhmann sobre la diferenciación de sistemas sociales. Por ejemplo, el sistema de comunicaciones científicas se centra en la selección crítica de observaciones sobre el mundo, operando luego sobre el medio de la verdad

54 Eva Buchinger, “Luhmann and the Constructivist Heritage. A Critical Reflection”, Con-structivist Foundations 8, nº 1 (2012).

55 Alexander Riegler y Armin Scholl, “Luhmann and the Sociological Turn in Constructiv-ism,” Constructivist Foundations 8, nº 1 (2001): 1–4.

56 Jac Christis “Luhmann’s Theory of Knowledge: Beyond Realism and Constructivism?”, Soziale Systeme 7 (2001): 333.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

44 Gastón Becerra

y haciendo una distinción entre lo verdadero/falso.57 Otras distinciones se realizan en otros sistemas, como por ejemplo, la selección de lo relativo al sentido común que hace al conocimiento circulante en los medios de comu-nicación de masas.58 Como afirma Luhmann59 no se puede sostener que las diferencias entre el conocimiento científico y conocimiento cotidiano se de-ben a diferentes tipos de operaciones psíquicas, sino más bien, que radican en la forma en que se diferencia el sistema social. La sociedad que describe Luhmann es una sociedad con múltiples puntos de observación contingen-tes, generando así una realidad policontextural.

El problema del status del conocimiento y su relación con la realidad

Frente a la pregunta “¿cómo es posible el conocimiento para los siste-mas?” el CL podría responder: por medio de observaciones. Se recuerda que la observación es una operación basada en una distinción (es decir, en el uso de un esquematismo) y el señalamiento de uno de los lados distingui-dos como operación única. Se puede decir que la observación contiene dos elementos centrales: (a) una forma o esquema de distinción de lo observado, por ejemplo, adentro/fuera, legal/ilegal, ser/no ser, etc.; (b) la información o el conocimiento que se ha ganado al indicar uno de los dos lados de la distinción. En este sentido la respuesta de la CL a la pregunta de este párrafo puede mutar a “por medio de distinciones”.

Si la observación es el elemento central de la epistemología de Luhmann, queda en evidencia que se está frente a una epistemología operacional, don-de los principales antecedente son las elaboraciones de Jean Piaget, el tán-dem Maturana Varela, y la teoría de sistemas de von Bertalanffy.60 Este tipo de epistemologías se centran en operaciones que acontecen en un tiempo y lugar, y no en esencias o estados. Las operaciones de observación son acon-

57 Niklas Luhmann, La Ciencia de la sociedad (México: Universidad Iberoamericana, ITESO, Anthropos, 1997); Gastón Becerra, “Ciencia y conocimiento en la Teoría de los Sistemas Sociales de Niklas Luhmann”, Sociología y Tecnociencia. Revista Digital de Sociología del Sistema Tecnocientífico 4, no. 2 (2014): 16–39.

58 Niklas Luhmann, La realidad de los medios de masas (Barcelona: Universidad Iberoamericana, 2007); Gastón Becerra y Vanessa Arreyes, “Los medios de comunicación de masas y las noticias como objeto de estudio de la Sociología en la perspectiva del Constructivismo Operativo de Niklas Luhmann”, Revista Mad. Magister en Análisis Sistémico Aplicado a la Sociedad 28 (2013): 47–60, doi:10.5354/0718-0527.2013.26947.

59 Niklas Luhmann, “The Cognitive Program of Constructivism and a Reality that Remains Unknown”, in Selforganization. Portrait of a Scientific Revolution, ed. Wolfgang Krohn, Günter Küppers, y Helga Nowotny (Dordrecht: Springer, 1990), 79.

60 Luhmann, Sistemas Sociales, 14.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 45

tecimientos con una duración momentánea. La posibilidad de desarrollar una estructura que perviva al instante depende de que los resultados de las operaciones pasadas se puedan referir y reutilizar en operaciones siguien-tes. El sistema es esta red de relaciones construido sobre un criterio dife-rencial.61 Como señala Mascareño:62 “Operación significa en este contexto la transformación de los elementos del sistema en otros elementos de la misma cualidad continuamente; observación en tanto, implica distinguir e indicar qué elemento específico es seleccionado para la continuidad de la operación”. Las operaciones no “son” sino que “suceden”. Pero esto signi-fica que existen: se dan fácticamente. Es claro que en este sentido el CL no niega la existencia de la realidad. La materialidad del mundo es el sustrato en el que las operaciones se producen, particularmente la distinción basal entre sistema/entorno. Mascareño prefiere hablar de un “ultramundo” o una “ultrarealidad” compartida por todos los sistemas, que no tiene nada de arbitrario o construido.

Sin embargo, al tomar a la observación como operación básica, el CL in-troduce un problema. La distinción posibilita la observación, al tiempo que la somete a tres condiciones: no es posible una observación neutral, es decir, sin distinción; no es posible observar la observación en el momento en que se está utilizando, es decir, cada observación introduce un punto ciego; por ello tampoco es posible una observación absoluta o exhaustiva, es decir, sin introducir nuevos puntos ciegos. El problema de dilucidar el estado de realidad del conocimiento, y su carácter de “construido”, se debe a estas condiciones de la observación. En relación a los dos elementos centrales de la observación se deben mencionar: (a) Las distinciones que el sistema utiliza no tienen un correlato en el entorno. Son herramientas internas que los sistemas ponen en uso para hacer posible cualquier cognición. Además dado que las operaciones —siguiendo el principio de autopoiesis63— son producidas en el sistema, el entorno no podría tampoco instruir con qué distinciones el sistema debe observar al mundo. (b) Por ello tampoco las construcciones internas del sistema “se corresponden” con la realidad a la que se refieren, sino que se saben construcciones. Exagerando una postura realista se podría decir con Luhmann: sólo aquellas operaciones fácticas que

61 Ernesto Funes, “Acción y sistema en perspectiva: Del Humanismo al Luhmannianismo en la moderna Teoría Social”, en El Eterno Retorno. Acción y sistema en la Teoría Social Contem-poránea, ed. Emilio De Ipola (Buenos Aires: Editorial Biblos, 2004), 79–105.

62 Aldo Mascareño, “Construct This! O por qué el Constructivismo Sistémico es real”, Revista Mad. Magister en análisis sistémico aplicado a la sociedad 23 (2010): 10.

63 Niklas Luhmann, Complejidad y modernidad. De la unidad a la diferencia (Madrid: Ed. Trotta, 1985).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

46 Gastón Becerra

ponen en marcha distinciones son reales. Estas operaciones construyen una realidad cognitiva. La preeminencia de la distinción tiene como consecuen-cia una “desontologización de la realidad” que se expresa en la centralidad del fundamento autorreferencial del operar cognitivo sistémico (sistema/entorno) por sobre las descripciones ontológicas clásicas basadas en una representación del ser/no ser.

Pero a su vez, como se dijo, la observación no se puede observar a sí mis-ma, es decir, no puede observar la distinción que la pone en marcha como una operación, en el momento que se encuentra observando el mundo. Para poder observar una observación se requiere de un segundo observador o un segundo momento. Por ello, la ultrarealidad o sustrato operacional no es aprehensible en su inmediatez. Es en este nivel de operaciones fácticas inob-servables para sí mismas que Luhmann se refiere a una “realidad que perma-nece desconocida” pero, que a su vez, le provee un momento trascendental que funciona como una garantía de la existencia del mundo. “Trascendental [...] implica la designación de un campo de operaciones universalmente vá-lido para todos, el cual no se puede postular sino por la negación de accesi-bilidad del ultramundo”.64

Esta compleja posición del CL ha motivado que varios autores65 ubiquen a Luhmann en un enfrentamiento con dos posiciones a la vez: a los realistas dogmáticos les opone un constructivismo que niega toda correspondencia entre conocimiento y mundo; mientras que contra el constructivismo radical realza la existencia del mundo como condición de posibilidad de los sistemas que construyen realidad (conocimiento empírico).

La sociedad está constantemente produciendo nuevos conocimientos, actualizando y olvidando conocimientos previos. Para describir esta situa-ción Luhmann propone un esquema de variación-selección y reestabiliza-ción.66 El conocimiento queda caracterizado como el resultado evolutivo las operaciones cognitivas que el sistema pone en marcha: en el caso de la socie-dad constituyen las comunicaciones, ya que estas también son operaciones que distinguen y que tienen una duración momentánea. El conocimiento científico, por ejemplo, aparece como un “inventario” (socialmente disponi-ble y socialmente cambiante) de un proceso de condensación de observacio-nes registradas en las comunicaciones científicas.

64 Mascareño, “Construct This! O por qué el Constructivismo Sistémico es real”, 13.65 Christis, “Luhmann’s Theory of Knowledge: Beyond Realism and Constructivism ?”;

William Rasch, “Luhmann’s Ontology”, Revue Internationale de Philosophie 259 (2012): 85–104.

66 Luhmann, La Ciencia de la sociedad, 380.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 47

Dado que el CL se fundamenta en la recursividad de operaciones propias al conocimiento, subsiste una cierta determinación de los estados actuales por las operaciones pasadas por medio de pruebas de consistencia y memo-ria. Luhmann refiere a tales estructuras como los eigenvalues, es decir, valo-res propios del sistema recursivamente estabilizados. Estos valores tienen la particularidad de permanecer en su estabilidad, a pesar de que se ha devela-do su genética y su carácter de construcción.67 Lo que importa, en relación con un análisis constructivista, es hacia qué estructuras los sistemas orientan sus operaciones, y cómo transforman las limitaciones que han enfrentado en el entorno en condiciones para incrementar su propia complejidad. Más aún cuando múltiples sistemas generan estructuras propias, distintas de las de otros sistemas, como resultado de utilizar sus propias distinciones. En este sentido, el sistema está mayormente orientado en sus operaciones cognitivas a su autopoiesis.

El problema del sentido para los sistemas sociales

Para el CL los problemas fundamentales del conocimiento en la socie-dad moderna son la complejidad y la contingencia, es decir, la imposibilidad de realizar fácticamente todas las observaciones posibles sobre un mundo inaprehensible, al punto que el sistema se ve obligado a seleccionar una posibilidad de observación entre varias renunciando momentáneamente a posibles resultados diferentes. Esta experiencia de selectividad forzada es analizada por Luhmann mediante el concepto de “sentido” adaptado de la fenomenología de Husserl.68 “El enfoque fenomenológico describe la reali-dad tal como aparece. Aparezca como aparezca puede ser interpretada como la exclusión de otras posibilidades. Podría ser lo que parece que es, pero su selectividad no puede ser negada”.69 La experiencia a la que el sentido refiere adopta la forma de una red de relaciones de selecciones. Esto compete tan-to a los sistemas psíquicos, en tanto sean identificados por un observador como la unidad de un complejo de acciones y experiencias relacionadas, como a los sistemas sociales: no sólo la conciencia sino también la comuni-cación construye sentido. Dada la centralidad de este punto conviene citar in extenso las advertencias del autor:

67 Luhmann, La realidad de los medios de masas, 2.68 Niklas Luhmann, Essays on Self-Reference (New York: Columbia University Press, 1990),

doi:10.1037/e626762011-001; Lionel E Lewkow, “Luhmann como intérprete de Husserl: El problema del sentido”, Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas 34 (2012).

69 Luhmann, Complejidad y modernidad, 28.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

48 Gastón Becerra

El sentido opera en dos niveles diferentes, dependiendo de que utilice como medio la conciencia o la comunicación. Los sistemas vivos se basan en la vida, los sistemas psíquicos en la conciencia y los sistemas sociales en la co-municación. Los sistemas conscientes no son sistemas vivos, los sistemas so-ciales no son sistemas conscientes; sin embargo, cada uno de ellos presupo-ne al otro como parte de su entorno. Cada uno de ellos puede ser un sistema dinámico e incluso autopoiético, capaz de combinar cierre y apertura; pero teniendo en cuenta que están basados en diferentes elementos no pueden ser parte de un sistema autopoiético englobante. En cualquier caso, incluso si podemos concebir la sociedad como un sistema social autopoiético por medio de comunicaciones, no habrá un sistema viviente como el kósmos de Platón ni un sistema consciente como el espíritu de Hegel.70

El sentido, en resumen, es la forma en que aparece el mundo para el sistema. Un sentido psíquico y un sentido social se pueden modelar por separado y en simultáneo si se concentra en su autonomía. Si se prefiere in-dagar en las relaciones mutuas, se debe hacer foco en las formas en que los sistemas se irritan mutuamente.

En base a la propuesta luhmanniana, varios autores han desarrollado mo-delos teóricos y propuestas metodológicas para dar cuenta de cómo evolu-ciona socialmente el sentido. Generalmente estos modelos buscan observar y delimitar relaciones de comunicaciones como estructuras dinámicas en las cuales la información contenida en los eventos comunicativos (observacio-nes, símbolos, marcas, etc.) adquiere su significado en la posición relativa que ocupan en la estructura y en la genealogía en la que se insertan.

En este sentido, Palmaru71 habla de “patrones” (patterns) de sentidos es-tructuralmente relacionados, y los generaliza al punto de identificarlos con la noción de “cultura”, la cual Luhmann tiende a evitar por su imprecisión. Este modelo de “patrones” supone el aporte de los sistemas psíquicos, sin delimitar una estrategia bottom up (como por ejemplo basado el consenso) y sin por ello tampoco caer en una top down (de sobredeterminación de las relaciones sociales sobre los individuos), se recurre a causación circular y relaciones micro-macro. Palmaru se apoya aquí en la tesis de Luhmann de que los sistemas sociales y psíquicos se encuentran estructuralmente acopla-dos, de modo que producen constantes irritaciones mutuas que tienden a adaptar las estructuras de cada sistema en el curso de su evolución conjunta. Palmaru sostiene que, si bien los sistemas psíquicos producen significados, es en el nivel emergente de la comunicación y los sistemas sociales don-

70 Luhmann, Complejidad y modernidad, 30.71 Raivo Palmaru, “Making Sense and Meaning on the Role of Communication and Culture

in the Reproduction of Social Systems”, Constructivist Foundations 8, nº 1 (2012): 63–84.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 49

de, al condicionarse mutuamente, los significados evolucionan. Al observar esta estructura de relaciones se puede ver como si las comunicaciones se organizaran a sí mismas generando un sistema operativamente cerrado en torno a un número pequeño de patrones de significados. Varios autores han criticado que al entender a los patrones como “cultura”, el autor delimita una zona de intercambio intersubjetivo que parece borrar los límites entre los sistemas sociales y psíquicos. Por otro lado, si se adopta una visión de “sistemas complejos” como la propuesta por García, remitir la evolución de los significados a la esfera social como hace Palmaru, y no a la relación entre el dominio psicológico y el social, resulta poco explicativo. El segundo modelo que se quiere presentar evita caer en estos problemas ya que —en la opinión del autor de este artículo— delimita mejor el componente propia-mente social del sentido.

Velez Cuarta72 se propone, con su modelo de “redes de sentido”, generar una herramienta teórica-metodológica para realizar observaciones empíricas sobre la emergencia y evolución del sentido en las comunicaciones sociales, guiadas por el planteo teórico de Luhmann. El modelo de “redes de sentido” se concentra en los enlaces entre comunicaciones desde una perspectiva dinámica.73 Conviene comenzar por la definición completa del autor:

[...] una red de sentido es la observación de superposición de marcas en un evento comunicativo a través de las estructuras genealógicas que entran en juego, y el comportamiento del sistema en términos de códigos (por ejemplo: verdadero/falso), funciones (de memoria y oscilación), operacio-nes (distinciones realizadas) y relaciones entre observadores. En realidad no habría transmisión de información, lo que hay es presencia y ausencia de marcas que se refieren unas a otras en distintos eventos comunicativos.74

Se afirma que los eventos comunicativos presentan “marcas”, es decir, presentan distinciones de información con sentido. Esto significa que los eventos comunicativos enlazan ciertos símbolos o aspectos de la comunica-ción con otros presentes en eventos comunicativos anteriores, con vistas a condicionar el significado con el que se puede comprender dicho evento co-municativo. Por ejemplo, referencias a lugares del sentido común, definicio-nes o conversaciones pasadas, pero también el uso de deícticos, la identifica-ción del hablante, su adscripción a cierta tradición temática, ciertas formas argumentativas, etc. Estas marcas se encuentran presentes por obra de un

72 Gabriel Vélez Cuartas, Las redes de sentido de las redes sociales: Un estudio cienciométrico (Uni-versidad Iberoamericana Santa Fe, 2010).

73 Ibíd., 100.74 Ibíd., 113.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

50 Gastón Becerra

observador que las ha actualizado en un evento comunicativo. Por ejemplo, un artículo científico —¡no su autor!— o una entrada en una conversación. Los enlaces entre marcas forman una “estructura de expectativas de selec-ciones”, es decir, una red que limita el espacio de posibilidades de lo que se puede esperar como sentido de la próxima marca (incluso cuando ésta refiere a una negación de los antecedentes). Es importante destacar que esta estructura es dinámica y debe analizarse como una genealogía en la que cada elemento interviene en diferentes momentos de lo que se podrían llamar la historia constructiva del sentido de una marca. Ahora bien, aclara el autor que esta historia no se genera en el vacío sino que se rige por los principios de la organización de la comunicación en la sociedad (moderna), es decir, por los principios propuestos por Niklas Luhmann para los sistemas socio-poiéticos funcionales: la preeminencia de una función sistémica, la emergen-cia de un código, la producción de programas y la referencia a un medio de comunicación simbólicamente generalizado.75 Se podría concluir que de este modo, el sentido que se teje en estas redes se encuentra condicionado por la estructura de la sociedad.

Convergencias y divergencias

A modo de cierre se vuelve sobre los tres puntos de comparación, ha-ciendo ahora mayor foco en las convergencias y divergencias entre el progra-ma del CL y sus antecedentes.

El conocimiento como construcción

Los tres programas comparten el punto de partida de cualquier proyecto constructivista: la caracterización del conocimiento como construcción y producto de operaciones-acciones y el rechazo a una definición apriorista. El núcleo constructivista del CL se encuentra en la dependencia de la distin-ción y de la construcción de la forma de observar.

No obstante, existen diferencias sustantivas. Entre el EG y el RC, la dis-tancia entre la dirección de la revisión de García y la revisión iniciada por von Glasersfeld, ambos a partir de la obra de Piaget, parece ser sintomática. García hace foco en un individuo cuyo comportamiento cognitivo se ex-plica por la relación entre subsistemas biológicos, psíquicos y sociales. Esta

75 Becerra, “Presentación sintética de la Teoría de los Sistemas Sociales Autopoiéticos y la Teoría de los Sistemas Sociopoiéticos Funcionales de Niklas Luhmann”.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 51

propuesta permite integrar mejor los diferentes aspectos del trabajo de la EG, particularmente, los instrumentos con los que se busca explicar la ad-quisición de novedades cognoscitivas y la apertura a las condiciones sociales. El RC, por su parte, en su radicalización logra una generalización de ciertos aspectos epistemológicos al precio de perder capacidad explicativa. Entre estos aspectos se pueden mencionar la relación entre conocimiento y acción, la aparición de múltiples niveles en los que se sitúa la actividad cognoscitiva, la integración con una perspectiva de sistemas no-triviales, etc.

El trabajo de Luhmann comienza con esta generalización llevada a cabo por el RC, particularmente con la ruptura del enfoque antropocéntrico, y con la adopción de las herramientas teóricas de autores como von Foerster y Maturana-Varela. El reemplazo de la figura del sujeto por la del sistema su-pone también el abandono de los mecanismos e instrumentos cognoscitivos. Luhmann fundamenta la construcción del conocimiento en la reiteración de operaciones sobre sí mismas y en pruebas de consistencia y memoria, en la línea del RC. La indagación sobre mecanismos sociales de desarrollo del conocimiento no excede actualmente a una conceptualización de eigen-values y a una cierta descripción en términos de teoría de la evolución, ambos, claro está, menos explicativos y desarrollados que los aportes piagetianos.

Relación conocimiento y realidad

Como se vio, la posición de la EG ha sido calificada en diferentes formas (realismo epistemológico, crítico, estructural; construccionista fenomeno-lógico), todas ellas orientadas hacia un realismo epistémico “mínimo” que otorga al mundo un lugar de co-creador del pensamiento junto al sujeto, y en la cual el conocimiento pretende acercarse al mundo en un proceso de aproximaciones inacabables. Por su parte, el RC sostiene una postura agnós-tica con respecto al mundo que lo lleva a rechazar la pretensión “racional” de la convergencia entre conocimiento experiencial-subjetivo y realidad. No está de más la aclaración: esto no implica un rechazo a todo tipo de realismo, excepto al realismo metafísico que pretende identidad entre ambos térmi-nos, así como tampoco puede invalidar las posiciones realistas “mínimas”. El RC deja abierta la opción a las “preferencias ontológicas” de los cientí-ficos, siempre y cuando, una preferencia no se utilice como argumento ra-cional. Demás está decirlo, estas preferencias habilitan modelos explicativos: sólo en la línea del EG tiene sentido proponer una relación dialéctica entre aportaciones del sujeto y del objeto.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

52 Gastón Becerra

La posición que Luhmann adopta con respecto al mundo es de un “ag-nosticismo epistémico” que sostiene que la realidad per se no se puede co-nocer sin que un sistema adopte un punto de observación. Esto no niega la materialidad del mundo sino que, de hecho, la afirma como condición. El sustrato operacional de los sistemas, inobservable, es garantía de la rea-lidad del mundo. Se trata de un momento trascendental del CL, en la línea de Kant y Husserl, y más cercano a la EG que a la posición radical de von Glasersfeld. Como contraparte el CL gana la posibilidad de tratar a las ope-raciones de observación y a las formas simbólicas que éstas generan como material empírico. Se recuerda que Luhmann se ha opuesto a un entendi-miento “analítico” para los constructos sistémicos. Como señala Christis,76 el CL propone que se construyen las distinciones con las que se observan las cosas en el mundo pero no a las cosas que se observan, por lo que el autor concluye que el núcleo realista del CL se encuentra en esta forma de realidad presupuesta para (y producto de) la observación. Las observaciones de segundo orden dan sustento a un programa metodológico para el CL en el campo de la sociología. Esto constituye otro punto de alejamiento entre CL y RC: como menciona Müller77 la RC no presenta (al momento) ningún programa de investigación empírica para la sociología, de modo que sólo se limita a cuestionar el status de realidad de ciertos conceptos como “comu-nidad” o “sociedad”. Distinta es la posición del CL para el cual el sentido, como horizonte de posibilidades de selección subyacentes a la observación y la comunicación, y como espacio compartido por los sistemas (autónomos pero interrelacionados) psicológico y social, constituye también a la ontolo-gía de lo social.

El problema del sentido y la relación entre conocimiento-individuo-sociedad

El problema del sentido, tal como ha sido tratado en la revisión de los tres programas, genera las mayores divergencias. El EG sostiene una pers-pectiva relacional consecuente con un enfoque sistémico y dialéctico. El RC sostiene una postura escisionista al caracterizar al conocimiento como una experiencia subjetiva, o a una mente individual “semánticamente impenetra-

76 Christis, “Luhmann’s Theory of Knowledge: Beyond Realism and Constructivism?”, 347.77 Karl H. Müller, “The Missing Link of Radical Constructivism”, Constructivist Foundations 3,

nº 1 (2008): 78–80; Karl H Müller, “Methodologizing Radical Constructivism. Recipes for RC-Designs in the Social Sciences”, Constructivist Foundations 4, nº 1 (2008): 50–61.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

El “constructivismo operativo” de Luhmann 53

ble”, sin dar más lugar a lo social que la categoría de “intersubjetivo” y negar el carácter público de las significaciones.

Para el nivel de lo social el CL niega todo subjetivismo o individualismo, y rechaza cualquier construcción “intersubjetiva” basada en componentes atómicos. La comunicación pone a disposición del CL un basamento distin-to, emergente. A opinión de Luhmann, el carácter relacional del concepto de “intersubjetividad” conlleva problemas de identidad y diferencia que reper-cuten en su status de realidad, frente a los cuales el concepto de “sistema” tiene ventajas comparativas.78 Las construcciones de los sistemas sociales presentan un dominio (el sentido) que a la vez es común con los sistemas psíquicos y que le es propio dominio y sobre el cual puede basar los pro-ductos de sus operaciones recursivas. Las propuestas de redes y patrones de sentido se han incluido en esta presentación para ilustrar la factibilidad de un proyecto de indagación sobre el sentido que se encuentra aún en ciernes y que deberá sortear diversos obstáculos. Por ejemplo, al introducir a la cultura como un producto intersubjetivo Palmaru habilita una lectura compatible con el RC, particularmente a partir de sus descripciones sobre “patrones”, comportamientos evolutivos o eigen-values, y más centrada en la dinámica subjetiva del individuo que se enfrenta a tales patrones, a riesgo de perder la potencialidad del foco luhmanniano. Un modelo de “redes de sentido”, como el de Vélez Cuartas, tiene la particularidad de hacer abstracción del momento subjetivo, sin por ello negarlo, por lo que en nuestra opinión es más coherente, a nivel metateórico, con un análisis sistémico-dialéctico del sentido como el que propone el EG. Se recuerda que el EG entiende al co-nocimiento como una construcción individual modulada por condiciones de contorno sociales, mientras que el CL entiende que la sociedad estructura significados sociales gracias al doble filtro de comunicación y conciencia, y que en relación al sentido ambos dominios co-evolucionan. Ambas referen-cias se pueden tratar por separado y reintegrar posteriormente en un distinto nivel de abstracción (o para usar la terminología luhmanniana: con distincio-nes directrices) en consecuencia con la perspectiva sistémica.

Conclusiones

Se inició este trabajo proponiendo una comparación en tres aspectos del constructivismo operativo de Luhmann con dos corrientes del constructivismo epistemológico. Se cree que esta comparación en la

78 Luhmann, Complejidad y modernidad, 33–35.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 29-54

54 Gastón Becerra

dimensión seleccionada acerca a comprender mejor los fundamentos ontológicos y epistémicos sobre los que se erigen los desarrollos teóricos particulares. Máxime para la teoría de los sistemas sociales de Luhmann, la cual aún genera varios debates y enfrenta diversas dificultades, principalmente su articulación con otros programas, incluso teorías “de alcance medio” con las cuales potenciar la investigación empírica de una sociología a la altura de los actuales problemas complejos globales.

Como balance de la comparación entre los tres programas, se mencio-naron ciertas convergencias y divergencias. No se cree necesario aquí un recuento. Los programas expuestos tienen alcances muy amplios y sus simi-litudes en aspectos parciales no revisten mayor interés en abstracto, es decir, sin antes aclarar una problemática o una pregunta tras la cual evaluar una relación teórica específica.

Aquí se dejan meramente mencionadas una posible relación entre dos teorías, una problemática, y una pregunta (inicial).

La relación: en vistas de las convergencias destacadas en el tercer eje pero habilitadas por las convergencias y divergencias revisadas en los ejes 1 y 2 (es decir, en vistas de una falta de incompatibilidad, así como su potencial de complementariedad), interesa la relación entre la sociología constructivista de Niklas Luhmann y la epistemología constructivista de inspiración piage-tiana. La problemática: la sociogénesis del pensamiento científico, es decir, la relación entre el medio social y los desarrollos teóricos conceptuales. La pre-gunta inicial: ¿pueden los dos programas ser compatibles y complementarios en la indagación del condicionamiento de la sociedad sobre el desarrollo de categorías y conceptos científicos?

La respuesta a esta pregunta no es fácil. Aquellos aspectos convergentes que se intuyen en el horizonte epistemológico deben aún ser analizados en las respectivas disciplinas, y en relación al objetivo propuesto para que se pueda hablar de compatibilidad. Para la sociología de Luhmann esto cons-tituye un problema, ya que, entre otros aspectos, se debe una revisión más profunda sobre las relaciones entre sistemas sociales y psíquicos y las nocio-nes de interpenetración y acoplamiento estructural para un tratamiento del fenómeno clásicamente conocido como socialización.

Gastón BecerraUniversidad de Buenos Aires

E-mail: [email protected]

Recibido: 15/03/2014Aceptado: 27/10/2014

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

la experienCia de la vida en diSCépolo y lamborghini Una lectura a partir de la fenomenología material de Michel Henry

Carlos Belvedere

Para Amalia, que está por llegar…ResumenEn este artículo se discute la vinculación de Enrique Santos Discépolo con el existencialismo sartreano, para mostrar el profundo sentido henriano de su obra. A tales efectos, se vincula su poética con nociones cardinales de la fenomenología material de Michel Henry. Así, se mues-tra que las letras discepolianas revelan: la afectividad pura como esencia de la vida; su tonali-dad afectiva neutra, en la cual el sentimiento pasa de una modalidad a otra, indiferentemente; y el carácter acósmico de la subjetividad que lo padece. En esto, se retoma la genial descons-trucción y reescritura de la obra discepoliana por parte del poeta Leónidas Lamborghini. Palabras clave: Vida - Afectividad - Sentimiento - Tango - Discépolo

Abstract In this paper the discussion associates the tango poet Enrique Santos Discépolo with Sartrean existentialism and it shows the deep Henrian meaning of his work. To that end, it intends to relate fundamental aspects of his poetry with cardinal notions of Michel Henry’s material phenomenology. Thus, it shows that Discepolo’s lyrics disclose: pure affectivity as the essence of life; its neutral affective tonality, in which feelings pass from one mode to another, indifferently; and the acosmic character of the subjectivity that endures it. In this, it returns to the brilliant deconstruction and rewriting of Discepolo’s work by the poet Leonidas Lamborghini.Key words: Life - Affectivity - Feeling - Tango - Discépolo

Introducción

El tango es, sin duda, uno de los géneros musicales más anclados en el sentimiento; y, entre sus compositores, nadie como Discépolo permite experimentarlo en toda su pureza. Es la suya una lírica que bien podría des-cribirse como la hipérbole de la subjetividad.

Estas palabras podrán parecer cargadas de inquietudes filosóficas. Lo son, y con toda legitimidad pues de ese modo fue recibido Discépolo tanto por el público como por sus colegas. Así, por ejemplo, los poetas lunfar-dos Dante A. Linyera y Carlos de la Púa lo definieron como un autor “con

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

56 Carlos Belvedere

filosofía”, y Julián Centeya se refirió a una de sus películas como contenien-do “filosofía en moneditas”1 (tal como la fenomenología en la expresión de Husserl, se podría agregar, según la cual ella opera con “moneda pequeña”2).

Sobre las interpretaciones existencialistas de la poética discepoliana

Las interpretaciones filosóficas de la poética de Discépolo asiduamente lo han vinculado con el existencialismo. Así, por ejemplo, Gustavo Varela considera que “sus canciones son una especie de manual de filosofía existen-cialista escrita en tono popular”3 porque “expresa en un lenguaje cotidiano el fondo profundo de cualquier existencia”.4 También H. Daniel Dei conside-ra que en sus versos hay un “proyecto existencial”5 el cual, en tangos como Yira… Yira, describe “la marginalidad existencial del hombre”.6 Por su parte, Teresita Lencina encuentra, en la atención que Discépolo les dispensa a “las verdades concretas e históricas del hombre” y en su “descripción como un ser contingente”, las “premisas” de una filosofía existencialista,7 particular-mente en lo que respecta a las temáticas del amor y el mundo circundante (que la autora relaciona con lo que para Sartre son “el ser para otros” y “el ser para sí” respectivamente).8 Se trataría de “categorías básicas de filoso-fía existencialista, sustentadas fundamentalmente en Sartre y Heidegger”,

1 Acerca de estas valoraciones de la poética de Discépolo, véase Norberto Galasso, Discépolo y su época (Buenos Aires: Corregidor, 2004). Además, sobre su cariz filosófico, pueden con-sultarse Raúl Alberto March, Enrique Santos Discépolo, sus tangos y su filosofía. El amor, el dolor y el humor en la obra del Juglar Rioplatense (Buenos Aires: Corregidor, 2002). Véase también H. Daniel Dei, Discépolo. Todavía la esperanza. Esbozo de una filosofía en zapatillas (Remedios de Escalada: Ediciones de la UNLa, 2012) –en especial, el “Prólogo a la primera edición”, donde José Gobelo recuerda que, según se dice, Discépolo es “un filósofo del tango” (ibíd., 9) y la evocación de Tania, de cuyas memorias Dei confiesa haber tomado “la locución ‘fi-losofía en zapatillas’” (ibíd., 24)-. Por último, cabe referir al trabajo de Teresita Lencina, La visión filosófica en la obra de Discépolo (Buenos Aires: Centro FECA, Documento de Referencia DDR 1, febrero de 2004), en especial el apartado 3.

2 Según lo refiere Gadamer (citado en Rosemary Rizo-Patrón, “El triple horizonte herme-néutico del lenguaje, según Husserl”, Pontificia Universidad Católica del Perú, disponible en: http://textos.pucp.edu.pe/pdf/1673.pdf; Internet (consultada el 30 de diciembre de 2013), p. 2).

3 Gustavo Varela, Mal de tango. Historia y genealogía moral de la música ciudadana (Buenos Aires: Paidós, 2005), 154.

4 Ibíd., 155.5 Dei, Discépolo. Todavía la esperanza. Esbozo de una filosofía en zapatillas, 37.6 Ibíd., 51.7 Lencina, La visión filosófica en la obra de Discépolo, 8.8 Ibíd., 6.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

La experiencia de la vida en Discépolo y Lamborghini 57

las cuales atienden a la subjetividad del hombre “en tanto que individuo concreto”.9 Al respecto, la autora encuentra en Discépolo “un análisis exis-tencial” que refiere, entre otras temáticas, a la libertad y la angustia (concep-to, este último, que “resume” los demás rasgos del existencialismo).10 De este modo, argumenta que

la categoría que mejor conjuga del (sic) existencialismo en la obra discepolia-na es la angustia, concepto categórico de este pensamiento, en tanto es propia de la condición humana y es aprehensión reflexiva de sí mismo. En alguna medida la angustia resume los otros rasgos que hemos mencionado anterior-mente pues ella emerge de todos ellos. […] Tan importante es el concepto de angustia en el existencialismo que el propio Sartre dice que el existencialista suele declarar que el hombre es angustia.11

No por reiteradas las interpretaciones existencialistas de Discépolo han sido unánimemente aceptadas. Por ejemplo, Néstor Cordero ha salido al cruce de estas lecturas negando, de la manera más rotunda posible, que Discépolo tenga algo de existencialista:

Un tanguero llama “Filosofía” a la experiencia de vida. A veces se confunde todo esto con existencialismo, sobre todo en Discépolo. Y Discépolo no tie-ne nada de existencialista. Era un filósofo cínico, aunque él no tuviera la me-nor idea de eso. El símbolo del cínico es el perro, que aparece en Yira, yira. Y cuando habló por radio, el personaje antiperonista se llamaba Mordisquito. Hay un texto de Terencio que dice: “Hoy fui al mercado. Estaban mezclados ladrones y doctores, prostitutas y médicos”. ¡Es Cambalache !12

Cierto es que, tal como apunta Cordero, la experiencia de la vida ha sido considerada por muchos tangueros como si se tratase de una filosofía existencialista. En este artículo se entiende que ese tipo de definiciones son incorrectas, entre otros motivos, por superficiales, ya que no llegan a com-prender el sentido profundo de esta filosofía de la vida que entrañan los tangos de Discépolo.

A fin de discernirla con mayor perspicacia, se propone que hay en Discépolo un cartesianismo que supera en mucho la mera descripción de la existencia sombría de personajes desgarrados por la angustia, y que este

9 Ibíd.10 Ibíd.11 Ibíd., 6-7; subrayado en el original.12 Néstor Cordero, “Un viaje filosófico desde Platón y Parménides según la mirada de Dis-

cépolo” (entrevista), Clarín, Revista de Cultura, del 15 de noviembre de 2010, disponible en http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/filosofico-Platon-Parmenides-mirada-Discepo-lo_0_372562905.html; Internet (consultada el 15 de enero de 2014).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

58 Carlos Belvedere

cartesianismo se nutre de la afectividad de un modo más radical que la mirada meramente exterior de cualquier retratista.

Este cartesianismo, que llega a una subjetividad fuera de toda intenciona-lidad, no sólo supera al existencialismo sartreano sino que también anticipa descripciones más atentas que vendrán años después.13 En breve, se quisie-ra mostrar un Discépolo cercano a Michel Henry, argumentando que es la filosofía de la vida aquella que mejor podría expresar la experiencia que se patentiza en su poética y que le da su “unidad tonal”.14 Es precisamente la “gran carga afectiva”,15 el “peso” y la “potencialidad patológica particular”16 de su obra lo que hacen de Discépolo un poeta de la vida, en tanto logra expresar esta “carne sufriente” que habla de sí misma y que es “el lenguaje de la vida real”.17

La filosofía de la vida

De manera breve y sin pretender hacer una presentación exhaustiva, se introducen algunos aspectos de la fenomenología de la vida particularmente significativos a la hora de encarar una lectura de la significación profunda de la poética discepoliana.

Desde la perspectiva de Henry, la vida es sentimiento de sí, y su esencia es una revelación inmanente originaria:18

La vida se siente, se experimenta a sí misma. No es que sea algo que además dispone de la propiedad de sentirse a sí misma, sino que es ésta su esencia: la

13 Una breve nota se impone aquí en descargo de H. Daniel Dei, a quien se ha citado en rela-ción con las interpretaciones existencialistas de la obra de Discépolo. Cierto es que adopta esta perspectiva, pero también es verdad que, a pesar de ella, llega a entrever la verdad vivificante de la filosofía discepoliana cuando, por ejemplo, aunque considera que ella ofre-ce una “fenomenología de la desorientación del hombre” que versa “sobre el sentido del mundo” (Dei, Discépolo. Todavía la esperanza. Esbozo de una filosofía en zapatillas, 55), también sabe reconocer en Discépolo un “hartazgo del mundo” cuyo dolor supera en dirección a una ligazón “afectiva” con “la infinitud” que se prodiga en una poética en la que el paisaje de su calle le “llegaba de adentro” (ibíd., 79). Tan cuestionable es el marco inicial de su análisis como meritorio es que, a pesar del mismo, Dei haya logrado aproximarse al carácter afectivo, acósmico e inmanente de la experiencia de la vida en los tangos de Discépolo.

14 Michel Henry, “Phénoménologie matérielle et langage (ou pathos et langage)”, en Phénomé-nologie de la vie. III. De l’art et du politique (París: Presses Universitaires de France, 2004), 365.

15 Ibíd., 318.16 Ibíd., 319.17 Ibíd., 338.18 Al respecto, véase Jean Greisch, “La condition non extatique de la subjectivité absolue et

l’épreuve de soi”, en Michel Henry. Les Dossiers H (Laussane: L’Age d’Homme, 2009), 177.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

La experiencia de la vida en Discépolo y Lamborghini 59

pura experiencia de sí, el hecho de sentirse a sí misma. La esencia de la vida reside en la auto-afección.19

Que la vida se sienta y se experimente a sí misma sin mediación, significa que “es, en su esencia, afectividad”, y que ella se efectúa “en la efectividad del sentimiento.”20

Por su carácter auto-afectivo, la vida es siempre un sí mismo; es decir, en-cuentra su esencia en la ipseidad, comprendida como el hecho “de sentirse a sí mismo, la identidad del afectante y del afectado”.21 Es, entonces, “este ser-sí mismo en la afectividad y por ella” lo que “pone a cada vida en relación consigo misma y hace que ella sea la vida, oponiéndola al mismo tiempo a cualquier otra en el sufrimiento absoluto de su individualidad radical”.22

Esta experiencia que de sí misma hace la vida “en la inmanencia radical de su auto-afección” es, esencialmente, “pasiva respecto de sí”.23 Está ligada a sí misma y “es incapaz de romper ese lazo” para distanciarse de sí. Precisa-mente, lo que la caracteriza es:

la imposibilidad de escapar de sí, de preparar detrás de sí una posición de repliegue a la que le fuese posible retirarse, sustraerse de su propio ser y de lo que éste pudiera tener de opresivo. En tanto la vida está acorralada contra sí misma en la pasividad insuperable de esta experiencia de sí que no puede interrumpirse, es un sufrir, el “sufrirse a sí misma” en y por el cual está irre-mediablemente entregada a sí misma para ser lo que es.24

Es precisamente en “ese ‘sufrirse a sí misma’ y en su sufrimiento” que la vida se siente y “es dada a sí en la adherencia perfecta del ser engarzado en sí mismo; se llena de su contenido propio”.25 Sin embargo, esta experien-cia no necesariamente es dichosa pues la afectividad se caracteriza por una “dicotomía fundamental” según la cual se opera en ella, espontáneamente, “una partición” entre los propios afectos “según su tonalidad, considerada positiva y agradable, o negativa y desagradable”.26 Esta dicotomía, que “se enraíza en la esencia de la vida y viene a expresarla”, hace que el curso de la

19 Michel Henry, Fenomenología de la vida (Los Polvorines, Buenos Aires: Prometeo/Universidad Nacional de General Sarmiento), 27.

20 Ibíd., 28.21 Ibíd., 29.22 Ibíd., 30.23 Ibíd.24 Ibíd., 30-31.25 Ibíd., 31.26 Ibíd.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

60 Carlos Belvedere

vida esté signado por “la posibilidad del paso de todos nuestros afectos, de unos a otros”,27 sin que necesariamente responda a algo trascendente:

La alegría sucede a la pena, no sólo porque un suceso favorable suceda en el mundo a un suceso desfavorable, sino, ante todo, porque la alegría puede suceder a la pena. Y esta posibilidad del paso de la pena a la alegría es igual-mente su común posibilidad, la esencia de la que ambas derivan.28

Ahora bien, ¿de dónde proviene esa posibilidad esencial? Henry lo dice: “El paso del sufrimiento a la alegría nos coloca frente a la realidad del tiempo”.29 Es el ritmo de la vida en su venir a sí misma lo que se revela en este incesante pasaje de una modalidad afectiva a otra. No es, sin embargo, el tiempo extático del que hablaba Husserl.

Henry cuestiona la validez de la descripción husserliana del tiempo fenomenológico,30 argumentando que hay “una discontinuidad radical” entre el instante actual y el pasado.31 Lo que traiciona el análisis husserliano del tiempo fenomenológico es que la primera fase del flujo retiene la impresión en la conciencia y le da un carácter pasado, donde no hay ya impresión sino simplemente algo que ya no es. La retención, entonces, no contiene nada real. Sólo el presente constituye el ser, mientras que la retención es una irrea-lidad; lo mismo que la protención: ambas son representaciones imaginarias.32 De modo que “el proceso de temporalización es un proceso de irrealización, así como la recaída retencional constante en el pasado significa una irrealidad en relación al ser” que convierte en nada al flujo de mi representación.33

Por eso, si bien para Husserl “la conciencia interna del tiempo con su triple estructuración protencional, actual y retencional, es el modo de do-nación originaria según el cual se nos da todo lo que nos es dado” y, por lo tanto, es “la condición que hace posible todo ser para nosotros”, preciso es admitir que “no se presenta ella misma en la apertura de este campo tempo-ral de tres dimensiones”;34 con lo cual “el movimiento de temporalización es el de una irrealización” porque “no puede afectar la realidad de la vida en sí

27 Henry, Fenomenología de la vida, 31.28 Ibíd.29 Ibíd.30 Michel Henry, “Le temps phénoménologique et le présent vivant”, en Auto-donation. Entre-

tiens et conférences (París: Beauchesne, 2004), 54.31 Ibíd., 55.32 Ibíd.33 Ibíd., 59.34 Ibíd., 58.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

La experiencia de la vida en Discépolo y Lamborghini 61

misma”.35 En otras palabras, la descripción husserliana del tiempo es incapaz de alcanzar lo único real en él, que es el presente viviente (o, lisa y llanamen-te, la vida). Ella permanece más allá, o antes, de la estructura unitaria del triple éxtasis del tiempo husserliano en que supuestamente ocurre la dona-ción extática de la impresión y su presentación en la conciencia originaria del ahora (a la cual se agrega la retención y la protención) y que se fenomeniza en la conciencia íntima del tiempo mediante la constitución fenomenal de las fases de su flujo, que ni siquiera tienen una relación esencial entre sí.36

Más allá de este tiempo constituido está (como su condición real, inapa-rente, fuera de la luz propia de la fenomenalidad griega) la autodonación en que el ahora es dado como impresión, como realidad subjetiva original, de la cual la fenomenología intencional no tiene nada que decir.37 Esa auto-dona-ción en que la vida se da en un “excedente de emoción”, en su movimiento auto-impresional incesante, como “el presente viviente”,38 ha quedado fuera del análisis husserliano porque sería destruida en el “fuera de sí” de la exte-rioridad pura. Allí, donde se descompone en sus distintas fases (cada una de las cuales se “desliza” hacia un pasado cada vez más distante, dado a la inten-cionalidad en la retención), en ese deslizamiento de la impresión fuera de sí en su temporalización originaria como flujo de conciencia, en ese distancia-miento de sí, la impresión es destruida como tal: deja de ser una impresión vivida, real, y es sustituida por una fase ya pasada, sin ninguna actualidad ni realidad, sin presencia efectiva.39 Es que el flujo de conciencia –cuya forma es la síntesis de tres intencionalidades (la protención, la conciencia del ahora, y la retención) y que constituye la estructura a priori de todo flujo posible– es un flujo meramente formal, vacío, e incapaz de producir su contenido impresional; en consecuencia, es irreal, pues la única realidad del tiempo es la impresión, que jamás se muestra.40 El flujo de conciencia husserliano, entonces, tiene un carácter alucinatorio pues hace renacer a cada instante la realidad impresional que nihiliza, la cual viene a morir en el Ek-stasis del tiempo que la separa de sí misma.41

35 Ibíd., 60.36 Henry, Phénoménologie matérielle, 43-45.37 Ibíd., 46.38 Henry, “Le temps phénoménologique et le présent vivant”, 60.39 Henry, Incarnation. Une philosophie de la chair, 75-76.40 Ibíd., 78-79.41 Ibíd., 80.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

62 Carlos Belvedere

Para la fenomenología de la vida, en cambio, el tiempo no puede ser pensado bajo la forma de la representación propia de la irrealidad noemá-tica sino que debe ser revelado en y desde la auto-afección, a la cual sólo la fenomenología material puede acceder. La impresión no encuentra su lugar en la irrealidad del tiempo husserliano, donde la subjetividad originaria no puede aparecer, sino “totalmente fuera del Dimensional extático –en este Otro lugar radical que soy yo–”.42 La donación extática de la impresión en la conciencia interna del tiempo, según la descripción husserliana, sustitu-ye ilegítimamente a la autodonación de la impresión en la impresionalidad. Así, la cuestión de la impresión se pierde de vista, siendo trasvestido su ser originario en un ser constituido; lo cual implica una profunda falsificación consistente en insertar la estructura de la temporalidad extática en la impre-sión misma con la finalidad de definir su esencia por esa estructura que le resulta extraña.43

Por el contrario, este tiempo inmanente sobre el cual llama la atención Henry es el de la subjetividad acósmica, interior e invisible que se es, en cada caso, uno mismo, y que se revela a sí en la inmanencia radical, es decir, fuera del mundo y de la visibilidad, en ese abrazo patético que la vida se da a sí misma, sin distancia ni horizontes pues –según lo muestra Henry– “escapa por principio a toda intencionalidad concebible”.44 Así, la sustancia fenome-nológica de la vida es irreductible a la del mundo y su estructura.45

Fuera del mundo, la vida es “la auto-afección,46 la auto-impresión, el su-frir primitivo” en que se siente “acorralada contra sí misma, aplastada contra sí, agobiada por su propio peso –la vida auto afectándose a sí misma no como el mundo la afecta”47 sino como ella misma se afecta; a saber, como “afección endógena, interna, constante”, incapaz de sustraerse a sí misma.48 La vida, entonces, “es la subjetividad absoluta en tanto que se experimenta a sí misma y no es otra cosa que eso, el puro hecho de experimentarse a sí mismo inmediatamente y sin distancia”.49

42 Henry, Phénoménologie matérielle, 46.43 Ibíd., 49-50.44 Henry, Phénoménologie matérielle, 169.45 Ibíd., 170.46 Sobre la afectividad en Henry, puede consultarse Ángel Alvarado Cabellos, “Michel Henry

et l’affectivité comme fondement de la psyché. Une confrontation avec De l’Interprétation. Essai sur Freud, de Paul Ricœur”, Revue Internationale Michel Henry 4 (2013): 185-204.

47 Ibíd., 174.48 Ibíd., 175.49 Ibíd., 161.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

La experiencia de la vida en Discépolo y Lamborghini 63

En tanto subjetividad absoluta indiferenciada consigo misma,50 la vida en su afectividad es la certeza.

Dado que la afectividad se escenifica en un ámbito de inmanencia radical donde ser es idénticamente aparecer, nada de ella queda fuera de ella. Por este motivo, es imposible equivocarse en el sentir: el error proviene de las diversas y contrapuestas interpretaciones que apuntan exteriormente al sen-tir.51

En efecto, ni la ilusión ni el error pueden hallarse en el sentimiento sino que se encuentran siempre en la interpretación que el pensamiento elucubra acerca de él. Por eso, los supuestos “sentimientos falsos o ilusiones” son, en realidad, “sentimientos mal comprendidos”;52 y no porque pudiera haber una comprensión adecuada de ellos sino porque toda forma de compren-sión o razón les es por naturaleza ajena.53

Discépolo como filósofo de la vida

Ciertamente, la poética discepoliana tiene ribetes filosóficos. En lo que sigue, se tratará de mostrar (tal como se propuso al principio) que ellos no son única ni primordialmente los del existencialismo, con el cual se lo ha vinculado tantas veces, sino ante todo los de la fenomenología de la vida (pues, como el mismo Discépolo dijo, la filosofía que campea sus tangos la aprendió “en la vida”).54

Si, como muestra Henry, la vida es en esencia afectividad, nadie en el tango ha sabido describirla mejor que Discépolo. Su poética y los personajes que ella presenta son afectividad pura, caracterizados por sus sentimientos y no por las razones siempre tambaleantes que circunstancialmente invocan.

Como se ha visto recién, que la vida sea afectividad también significa que es esencialmente pasiva respecto de sí. De esto, Discépolo ha hecho un sello autoral y no sólo una característica de sus personajes que, desde la impotencia, confiesan que no pueden ser más ni distintos de lo que son. Dis-cépolo narrador (antes que sus personajes) es quien resulta víctima de una fidelidad involuntaria a sí mismo, aferrándose a su dolor y a su alegría como

50 Ibíd., 173.51 Mario Lipsitz, Eros y nacimiento fuera de la ontología griega: Emmanuel Levinas y Michel Henry (Los

Polvorines, Buenos Aires: Prometeo/Universidad Nacional de General Sarmiento, 2004), 40.

52 Michel Henry, L’essence de la manifestation (París: Presses Universitaires de France, 2003), 710.53 Ibíd., 709.54 Citado en Dei, Discépolo. Todavía la esperanza. Esbozo de una filosofía en zapatillas, 32.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

64 Carlos Belvedere

a su propio ser, con la honestidad brutal de quien no quiere, pero tampoco puede, ser otra cosa que lo que siente porque apartarse del propio sentimien-to sería apartarse de sí mismo, distanciarse y, así, romper el lazo con que la vida se amarra a sí misma para sufrirse, soportarse, en la autenticidad del sentimiento de sí. En breve, la exuberante afectividad discepoliana muestra la imposibilidad de escaparse de uno mismo. Esa, y no otra, es la condena que ha debido sufrir “en vida” (“Uno”).55

Y vaya si el sufrimiento es un tópico discepoliano… No simplemente el sufrimiento ocasionado por otro sino, ante todo, el sufrimiento de sí mismo; como en el tango “Secreto”, donde la descripción de los hechizos que la amada despliega sobre el narrador no empañan la verdad profunda, definiti-va, única que es la imposibilidad de resistir a esa pasión56 que lo encadena a sí mismo –esto es, la impotencia de no poder resistirse–. Ante esta evidencia, Discépolo no puede más que exclamar: “Quién sos, que no puedo salvarme” –donde lo incierto es el otro y la certeza, uno mismo; donde es uno mismo quien no puede salvarse, quien se condena, se amarra a sí, sin hallar reden-ción en el mundo–.

Es precisamente el sufrimiento aquello que los encadena a sí mismos a los personajes de Discépolo. Se trata de un sufrimiento de sí que, como en la filosofía de Henry, los entrega irremediablemente a su ipseidad.

Una expresión reveladora del sufrimiento es el grito, pues “pertenece a la inmanencia de la vida como una de sus modalidades”.57

Su pertenencia a la vida sólo puede ser reconocida, es verdad, si el grito es aprehendido en su proferición subjetiva, como un acto de fonación del cuerpo viviente que posee el estatuto fenomenológico de la vida […] el grito del sufrimiento: habla en su propio pathos y por él, su palabra es la palabra de la vida.58

Pues bien, la poética eminentemente sentimental de Discépolo encuentra en el grito una de sus posibilidades expresivas privilegias. El tango –según su peculiar genealogía afectiva– nace “como un grito / [que] salió del sórdi-do barrial buscando el cielo” (“El Choclo”). Ese grito –que además es uno

55 Los tangos de Discépolo a los que se hace mención en este artículo pueden consultarse en Enrique Santos Discépolo, Letras de Tango (Buenos Aires: Lugar Editorial, 2005), y en la página web TodoTango disponible en: http://www.todotango.com/creadores/ficha/41/Enrique-Santos-Discepolo/

56 Sobre las pasiones en el tango (incluidos los tangos de Discépolo), véase Ana Jaramillo, Tango. Tratado de las pasiones (Remedios de Escalada: Ediciones de la UNLa, 2010).

57 Michel Henry, “Phénoménologie matérielle et langage (ou pathos et langage)”, Phénoméno-logie de la vie. III. De l’art et du politique (París: Presses Universitaires de France, 2004), 341.

58 Ibíd.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

La experiencia de la vida en Discépolo y Lamborghini 65

mismo– lo hace exclamar, como pathos que busca “librarse de su angustia”:59 “¡Soy una pregunta empecinada, / que grita su dolor […!]” (“Canción des-esperada”).

Este sufrimiento, a su vez, es –tanto para Henry cuanto para Discépolo– cambiante, en el sentido de que pasa de manera incesante de una modalidad a otra. De ahí que el mismo autor que ha sabido pintar con las pinceladas más negras la noche del dolor absurdo, haya sabido ver el mismo afecto desde la más hilarante parodia. La vida de la que habla Discépolo se dice tanto en el drama cuanto en la comedia. Quien puede escribir: “¡Dolor que muerde las carnes, / herida que hace gritar […] Dolor de bestia perdida, / que quiere huir del puñal” (“Martirio”); también puede escribir: “¡Cuánto dolor que hace reír!” (“Soy un arlequín”).

Si la fenomenología de la vida muestra que todos los afectos pueden pasar de uno a otro, si la alegría sucede a la pena y viceversa, entonces bien se podría decir que hay una fenomenología de la vida en Discépolo y que ella, también, nos pone “frente a la realidad del tiempo” inextático propio de todo viviente, en el cual el tiempo ideal de la fenomenología histórica se desvanece ante el ritmo monótono, incesante, en que la vida se da a sí misma siempre del mismo modo y, a la vez, de un modo distinto: “hoy... / mañana... / siempre igual...” (“Martirio”).

Esa temporalidad acósmica donde el “penar” es “ciego” (“Uno”) y el “llorar”, una “ilusión” (“Canción desesperada”), es lo que se podría llamar la realidad discepoliana, que consiste en un sufrimiento primitivo en que la vida se siente acorralada contra sí misma y para el cual no hay explicación alguna. Es el dolor de quien permanece “sin comprender, / por qué razón” quiere (“Martirio”) ni en qué consiste el “castigo” de llorar y amar (“Uno”).

La vida, en definitiva, es también para Discépolo la subjetividad absoluta y la certeza: todo lo que su poética dice enfáticamente, lo dice desde el sen-timiento, con su plena alegría y su pleno dolor.

La afectividad pura

Bien se dijo que la subjetividad, tal como es descripta por Discépolo, se muestra como afectividad que escapa a la razón pues el corazón “no sabe pensar” (“Sueño de juventud”). También la voluntad permanece impotente ante ella. Discépolo describe como ningún otro maestro del tango la

59 Ibíd., 314.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

66 Carlos Belvedere

incapacidad de actuar sobre los propios sentimientos. Así, ante el amor no correspondido, confiesa: “No puedo reaccionar / ni puedo comprender” (“Secreto”). De este modo, el sentimiento se muestra más allá del bien y del mal, tal como lo expresa el poeta al admitir: “No puedo ser más vil / ni puedo ser mejor” (“Secreto”)-.

La subjetividad discepoliana, además, puede caracterizarse como no-in-tencional pues el sentimiento no se mide por su finalidad sino que se revela como “inútil”: “Fue inútil gritar” (“Infamia”); fue una “inútil ansia” (“Soy un arlequín”); una “Fiebre de pasiones” que uno “sufre hasta morir” (“Mar-tirio”). La subjetividad, entonces, se revela en el sufrimiento, merced a un “saber” (entre comillas) que escapa a todo saber, según lo expresa Discépolo al exclamar: yo “no sé más que sufrir” (“Soy un arlequín”).

No sólo la insignificancia de toda finalidad revela esta subjetividad no in-tencional sino que también, en una experiencia no contraria a la del Descar-tes de las Meditaciones Metafísicas,60 Discépolo se piensa como afectividad pura desprovista de la apertura al mundo que proporcionan los sentidos. Así, dirá: “me revuelco sin manos” (“Martirio”); “ciego y brutal me abrazo” (“Con-dena”); “no siento ni escucho” (“Desencanto”). En definitiva, esta ensorde-cida afectividad es ajena al mundo, al cual “nada le importa”; a ese mundo “que es sordo y es mudo” (“Yira, yira”). Así, en reducción fenomenológica, Discépolo termina por encontrarse “Solo... / ¡increíblemente solo!”; como están “los que sufren, / los que quieren” (“Martirio”).

Pero la subjetividad discepoliana no se revela solamente en el llanto sino también en la risa o, mejor dicho –y en esto se verá una de sus revelaciones decisivas–, presenta una tonalidad afectiva neutra en la que reír y llorar reve-lan su indiferencia e intercambiabilidad.

La neutralidad afectiva de la vida en la desconstrucción de Discépolo por Lamborghini

Nadie en la poesía argentina ha comprendido mejor esto que Leónidas Lamborghini. Al igual que Discépolo, es capaz de mostrar desde el llanto lo mismo que muestra desde la risa. Este cambio de tonalidad afectiva es no sólo arbitrario sino también irrelevante. Sendas poéticas revelan que la afec-tividad puede experimentarse tanto desde una como desde otra modalidad. De ahí que el fakir de Discépolo, reescrito por Lamborghini, termine “ca-

60 Sobre la centralidad de Descartes en la filosofía de Henry, véase Mario Lipsitz, “Vida y subjetividad: Los Descartes de Michel Henry”, Tópicos 14 (2006): 23-50.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

La experiencia de la vida en Discépolo y Lamborghini 67

chado por la risa”61 merced a eso que, en otros textos, definió genialmente como el “horrorreír”.

No sólo el fakir sino que hasta el mismo Jesús es llevado a este terreno, en el que sueña “que es un / arlequín / que ríe y / llora”; “y / llora / sin dejar / de reír”.62 El horrorreír, entonces, sustenta una extraña teología pro-fana en la que la risa rabelaisiana y la transvaloración nietzscheana hacen su irrupción bajo el concepto de “la risa canalla (o la moral del bufón)”, que pone de relieve que no hay hechos sino valoraciones, y que el vivir algo como tragedia o como parodia no está en lo vivido sino en el viviente. Así, Lamborghini invita a mirar lo trágico desde el reír, sabiendo que “la tragedia que empieza termina en la parodia, / sigue en caricatura y da en grotesco”, hasta confundirse “en violento carnaval”.63

La moral del bufón tiene, como se dijo, ribetes teológicos. Precisamente, en La experiencia de la vida, Lamborghini describe un imaginado culto al Dios Trinorriente en el que las fases evolutivas de esta moral del bufón ilustran su dogma fundamental:

Un Dios Trino: Padre Riente. Hijo Riente. Espíritu Santo Riente. Tres Perso-nas Rientes, rientes en Persona, y un solo Dios Riente y Verdadero. Uno ríe del Otro y los tres de Sí Mismos y de los Otros Dos: en gradación de grados distorsivos. El Padre ríe paródico; el Hijo, ríe caricaturesco; el Espíritu Santo ríe grotesco. Y esa risa está en todas partes: como lo está su Misericordia.64

Esta misericordia riente le permite a Lamborghini transformar el negro dramatismo discepoliano, que increpa a Dios desde su tambaleante fe, en una perspectiva distinta que ya no ve la “Tormenta” sino “Una flor en la tormenta”. Es que tanto da una u otra modalidad: es eso lo que revelan el cinismo y la ironía discepoliano-lamborghinesca que, en su regodeo, experi-mentan el juego de lo “Neutro”, en cuyo “magma” no hay distinción signifi-cativa –es decir, donde la distinción se revela como insignificante–.

Esto es trabajado por Lamborghini, en sus reescrituras de Discépolo bajo la forma de la “distorsión”, que vuelve insignificante toda distinción. Así, juega con la cualidad in-expresiva de la letra “h”, argumentando: “hoy resulta que es lo mismo oyh o que ohy: en la / fragua del distorsionar. En

61 Leónidas Lamborghini, “La muerte del fakir”, en Verme y 11 reescrituras de Discépolo (Buenos Aires: Sudamericana, 1988), 33.

62 Leónidas Lamborghini, “El sueño de Jesús”, en Verme y 11 reescrituras de Discépolo, 46-47.63 Leónidas Lamborghini, La risa canalla (o la moral del bufón) (Buenos Aires: Paradiso, 2008),

11.64 Leónidas Lamborghini, La experiencia de la vida (novela en tres relatos) (Buenos Aires: Santiago

Arcos, 2003), 12.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

68 Carlos Belvedere

Lo Mismo. Porque / tanto da como no da. Magma neutro / del da: del da lo mismo”.65

El carácter de la indistinción discepoliano-lamborghinesca no siempre ha sido comprendido en su plenitud. Los tangos más paródicos y políticos de Discépolo suelen leerse como expresión de un nihilismo de época, en el cual los valores se han perdido y la “realidad social” se muestra como fría y absurda. Eso es cierto pero también superficial. Discépolo no permanece en el nihilismo porque advierte que, en el derrumbe el mundo, hay algo más bien que nada. Eso que queda cuando todo ha colapsado no es nada menos que la realidad –es decir: la subjetividad–.

Por eso, no es ninguna novedad saber que “el mundo fue y será una porquería”, que “¡Todo es igual! / ¡Nada es mejor!”, que “da lo mismo” (“Cambalache”). Reconociendo la insignificancia del mundo y el “atropello a la razón”, Discépolo insta: “¡No pienses más”! (“Cambalache”); “¡No em-bromés con tu conciencia!” (“Qué vachaché”). Así, en reducción fenome-nológica, exclama: “No doy un paso más […] Pa’ qué seguir así […] si el mundo sigue igual...” (“Tres esperanzas”).

Tenemos, entonces, a un Discépolo en actitud cartesiana, que se propone –lo mismo que el autor de las Meditaciones Metafísicas– familiarizarse consigo mismo. Lo que surge entonces no es el nihilismo. Discépolo dirá, en una de sus páginas más dramáticas:

No tengo ni rencor,ni veneno, ni maldad.Son ganas de olvidar, ¡terror al porvenir!Me he vuelto pa’ mirar y el pasao me ha hecho reír... ¡Las cosas que he soñao, me cache en dié, qué gil!Plantate aquí nomás, alma otaria que hay en mí. (“Tres esperanzas”)

El éxtasis temporal se detiene ante esta experiencia en la cual el alma se planta ante el mundo y siente a la temporalidad extática como ajena: el pasado se burla, el porvenir aterra, y el presente se inmoviliza. Por eso, las “esperanzas” son tres: como las fases del flujo interior de la conciencia (se-gún se ha visto a partir de la crítica henriana a Husserl). Lamborghini escoge detenerse en esta experiencia de la temporalidad, donde lo único que perma-

65 Leónidas Lamborghini, “La distorsión cambia la hache”, en Verme y 11 reescrituras de Discépo-lo, 38.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

La experiencia de la vida en Discépolo y Lamborghini 69

nece –más allá de la constitución noemática, irreal, del tiempo fenomenoló-gico– es el presente viviente –esto es, la única temporalidad real–. Por eso, al haber captado esta preeminencia del tiempo real por sobre el imaginario, Lamborghini puede escribir:

La risa de las cosasque soñara el fakir en el pasadomira al fakir.El fakir se plantaPara mirarla: a un paso.-Plantarse aquí-66

Y luego agrega, también a propósito de las “Tres esperanzas”: “El que espera es sordo. Y / ciego…”.67 Fuera del tiempo, fuera del mundo y de la luz, se llega al verso inaugural de Lamborghini en ese texto emblemático que es El solicitante descolocado: “Me detengo un momento”.68 La suya es, enton-ces, una poética de la detención como hecho lírico primigenio. Para escribir, preciso es detenerse; para sentir, para vivir, también. Ese mundo vertiginoso, “que gira en el girar”,69 ha de ser neutralizado en pos de la experiencia de la vida, de la poesía, tanto da.

Conclusiones

Henos aquí, detenidos, en esta ἐποχή70 [epochē] silvestre a la que ha conducido la lectura lamborghiniana de Discépolo. En ella, este artículo se abstiene de afirmar la tesis del mundo a fin de que aflore la subjetividad ab-soluta de ese viviente que, fuera del mundo y su fulgor, se siente a sí mismo en ese abrazo patético y sin distancias que es la vida. Cierto es que Discépo-lo llega a eso, a través de un recorrido. Tal como se lo reiteró ya, hay en su poética una caracterización de la existencia, del otro y de los modos en que el objeto de los propios afectos es dado. Ese es precisamente, su punto de partida: la orientación intencional hacia el objeto del deseo; pero éste, una vez escogido, se revela como “horror”, “condena” y sinsentido. Así, tras haber comenzado su descripción por el mundo y su horizonte ek-stático,

66 Lamborghini, “La muerte del fakir”, 33.67 Lamborghini, “El fallo de la suerte”, en Verme y 11 reescrituras de Discépolo, 34.68 Leónidas Lamborghini, El solicitante descolocado (Buenos Aires: Paradiso, 2008), 13.69 Lamborghini, “El fallo de la suerte”, 34.70 Esta expresión griega, de gran significación para la fenomenología, quiere decir, entre otras

cosas, “suspensión”. Alude a un cambio de actitud consistente en la desconexión de la actitud natural ante el mundo y la suspensión del juicio. Es también un “detenimiento”, se podría decir, en sentido lamborghiniano, que permite por fin comenzar.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 55-70

70 Carlos Belvedere

donde son dados los objetos (incluso los objetos del deseo), Discépolo lle-ga a apreciar muy de otra manera lo que antes anheló, advirtiendo la “fiera venganza” del tiempo, “que le hace ver desecho / lo que uno amó” (“Esta noche me emborracho”). Esta es la raíz de su vena existencialista, en la cual el mundo cobra un carácter sombrío y absurdo.

Pero Discépolo no se instala allí como una verdad definitiva. Por eso se ha dicho que su existencialismo no es falso aunque es superficial: porque ese estado de ánimo pronto se muestra reversible y, con la misma maestría con la que conmovió al pintar lo lúgubre y sombrío del mundo, deleita en la risa y la burla, donde lo que se veía como trágico resulta cómico. De modo que su existencialismo no es definitivo, como sí lo es su filosofía de la vida, que es su revelación decisiva.

A través del incesante cambio de humor y de registro, en que lo amado llega a aterrar y lo temido da risa, Discépolo desanda el camino de su extra-vío mundano para liberar, a través de su poética, el ritmo incesante de la vida en su afectividad pura. El lenguaje en Discépolo y en Lamborghini, como en Henry, es el decir de la vida que se expresa en “ese pathos cargado de sí mismo que quiere descargarse de su propio peso, y que, al no poder hacerlo, se modifica de una manera fundamental”.71 Lo mismo que las novelas de Henry, la poesía de Discépolo y de Lamborghini “cuentan la historia de la vida” y su constante esfuerzo “que atraviesa el sufrimiento, el malestar, para ir hacia cierta liberación”.72

Carlos Belvedere Universidad de Buenos Aires

CONICET/UBA, UNGSE-mail: [email protected]; [email protected]

Recibido: 23/06/2014Aceptado: 04/12/2014

71 Michel Henry, “Narrer le pathos”, en Phénoménologie de la vie. III. De l’art et du politique (París: Presses Universitaires de France, 2004), 323.

72 Ibíd.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

retóriCa en tomÁS de aquino

Arte liberal y ciencia especulativa

José María Felipe Mendoza

Resumen Es sabido que Tomás de Aquino no dedicó un tratado específico al arte retórico ni a pensar especulativamente y en forma detenida qué sea la retórica. Su posición apenas figura en forma dispersa entre numerosos tratados suyos, y en varios pasajes con ocasión de aclarar lo que di-jeron Aristóteles, Cicerón, Boecio y Agustín entre otros. En virtud de ello el presente trabajo busca reconstruir in se el parecer de Aquino sobre la retórica, pues parecería que asumió de entre las artes liberales la división de la lógica como trivium en la introducción a su comentario a los Analytica Posteriora y en la Summa Theologiae la mencionó como ciencia, afirmando de este modo una nueva manera de asumir dicha tradición medieval.Palabras claves: Tomás de Aquino – Retórica – Oratoria – Arte - Ciencia

Abstract Thomas Aquinas is known to have engaged neither in a specific treaty to the rhetorical art nor in thinking about which is the rhetoric speculatively and carefully. His position is shown in many of his treatises in a dispersed form. And in several passages, he had the opportunity to clarify what Aristotle, Cicero, Augustine, Boethius and others said. Thus, the present article seeks to reconstruct Aquinas’ own opinion about rhetoric; since he seemed to have assumed the division of logic as trivium among the liberal arts in the introduction to his commentary on the Analytica Posteriora. Yet, in the Summa Theologiae, he mentioned it as a science, thus clai-ming a new way to consider this medieval tradition. Keywords: Thomas Aquinas – Rhetoric – Oratory – Art - Science

Introducción

Mucho se ha escrito sobre el arte de la lógica en Tomás de Aquino, pero muy poco respecto de su división en gramática, retórica y dialéctica. En efec-to, durante al menos las últimas cinco décadas pareciera haberse desatendido el orden de las artes liberales entre sus textos, pues se analiza, se explica y se glosa los Analytica Posteriora como el principal texto lógico de Tomás, y se aduce apresuradamente que la división medieval de la lógica como trivium no parece haber hallado en dicho fraile un debido lugar.

Es sabido también que la doctrina lógica de Aquino ha sufrido innume-rables reveses según las más recientes investigaciones histórico-filósoficas;

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

72 José María Felipe Mendoza

pues ellas, vueltas sobre los comentadores tomistas de los siglos subsiguien-tes al Aquinate, han arrojado no poca luz en la diferencia que separa la doc-trina tomística de la propia de sus comentadores modernos. Según todo lo cual, tres tópicos aparecen claramente evidentes:

1. Las más genuinas exploraciones en torno a la lógica tomística han aten-dido al proceso de simple aprehensión, abstracción, juicio y razonamiento.

2. La doctrina lógica padece aún dos yerros no siempre destacados: por un lado, se siguen utilizando como válidas algunas obras catalogadas por los estudios crítico-textuales como ajenas al pensamiento tomístico,1 tales como De fallaciis o De propositionibus modalibus, y por el otro, la fusión de doctrinas entre Tomás de Aquino, Cayetano y Aristóteles.

3. Todas las investigaciones que hacen a los tópicos previos han eclipsa-do la verdad acerca de cuál fue la auténtica perspectiva tomística sobre las artes liberales bajo el prejuicio de la inexistencia de un comentario o de un tratado específico sobre las artes de la gramática, la retórica y la dialéctica2 y bajo el correcto fundamento del señalamiento del desarrollo de la lógica como arte especulativo.

Por todo lo cual, por un lado, se afirma legítimamente que no existe un tratamiento específico del arte retórico, aunque de esto no se deduzca au-sencia alguna, y por el otro, se deja constancia de que el análisis tomístico sobre la conjunción de los actos de la razón y los tratados aristotélicos que le corresponden no han sido a su vez enlazados con el propio que realiza el de Aquino sobre las artes del trivium, y específicamente, de la retórica.

Conforme con ello el presente artículo sólo intentará reconstruir la vi-sión tomasiana del arte retórico dividiéndose en los siguientes apartados:

1. Retórica en el contexto medieval próximo a Tomás de Aquino.

1 Cfr. Jean- Pierre Torrell, Iniciación a Tomás de Aquino: Su persona y su obra (Pamplona: Eunsa, 2002), 383-385. Ante esta situación tales textos “engorrosos e inciertos en relación con la doctrina tomística” han sido desconsiderados. Ello, a su vez, puede ilustrarse con dos obras, a juicio del autor de este artículo, clásicas: H.-D. Gardeil, Initiation a la philosophie de saint Thomas d´Aquin I. Logique (París: Les éditions du cerf, 1952); R. W. Schmidt, The domain of logic according to Thomas Aquinas (The Hague, Cincinnati: Martinus Nijhoff, 1966).

2 Debe decirse que no existe ningún pasaje en la opera omnia tomística que mencione direc-tamente el orden de las artes liberales. Sin embargo con el fin de conocer en este caso qué dice Tomás sobre la retórica, el siguiente estudio trae a colación y se estructura sobre la totalidad de pasajes en los que explícitamente Tomás de Aquino menciona los términos de-clinativos retórica, rétor, orador y oratoria. Conviene también señalar que todas las traduc-ciones al español son personales y que aquellas del comentario de los Analíticos Posteriores han sido además contrastadas (cfr. Tomás de Aquino, Comentario de los Analíticos Posteriores de Aristóteles (Pamplona: Eunsa, 2002. Traducción, estudio preliminar y notas de Ana Mallea y Marta Daneri-Rebok).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

Retórica en Tomás de Aquino 73

2. Ciencia especulativa de la retórica: definición y subiectum. 3. Retórica y ética. 4. Retórica al servicio de los oficios divinos.

Retórica en el contexto medieval próximo a Tomás de Aquino

Es sabido que la Edad Media heredó el número, el orden y los nombres de las artes liberales nacidas en la antigua Grecia. Pero lo que parece muy propio del Medioevo es la distinción y los nombres de trivium y quadrivium. El primero de tales nombres fue fijado en el siglo IX y alude a las tres vías lógicas conocidas como gramática, retórica y dialéctica.3 C. S. Lewis trae a colación el famoso pareado medieval que dice Rhet. verba colorat señalando que “el gramático explicaba el metro y las alusiones de un poeta [mientras que] el retórico se ocupa de la estructura y del estilo”.4

Con todo, esta sintética visión sobre el arte retórico puede desplegarse grosso modo en tres estadíos cronológicos. El primero concierne a los antiguos maestros de retórica, porque ellos “dirigían sus preceptos a los oradores en una época en la que la capacidad de hablar en público era indispensable para todo hombre público –incluso para un general en campo de batalla– y para cualquier hombre privado que se viese involucrado en un pleito”.5 El segundo es su transformación durante la Edad Media en literatura. Lo cual fue posible porque ya en la Antigüedad no había distinción entre retórica y poesía.6 El tercero y último sucede en el ámbito de la aparición de Aristóteles en las universidades medievales. Ya en el siglo XIII las artes liberales pare-cerían resquebrajarse en su orden a causa de la introducción paulatina de los tratados aristotélicos, los cuales se dividieron finalmente en vetus para aque-llos que ya se conocían, y novus para aquellas nuevas ediciones de obras ya conocidas, o para aquellas recientemente aparecidas en la Europa cristiana.

El estudioso alemán Ernest Curtius deja asentado que la obra de Marcia-no Capela De nuptiis Philologiae et Mercurii (escrita entre 410 y 439) sirvió de norma para toda la Edad Media en lo que respecta a las artes liberales. Aquí se dice de la retórica que “es una mujer muy hermosa, alta y de majestuosa presencia, que viste una túnica adornada de todas las figuras de dicción, y

3 Cfr. R. E. Curtius, Literatura europea y Edad Media latina (México: F.C.E., 1955), 64.4 C. S. Lewis, La imagen del mundo. Introducción a la literatura medieval y renacentista (Barcelona:

Península, 1997), 147.5 C. S. Lewis, La imagen del mundo…, 147-148.6 C. S. Lewis, La imagen del mundo…, 148.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

74 José María Felipe Mendoza

lleva armas para herir a todos sus adversarios.”7 En el período patrístico son, entre otros, san Jerónimo, san Agustín y Casiodoro quienes vinculan fundamentativamente las artes liberales con los textos testamentarios.8 Cabe finalmente añadir que “antes del siglo XII las artes son para el hombre me-dieval el orden fundamental del espíritu.”9 En cambio:

En el siglo XIII todas las artes liberales dejaron de expresar la esencia de la filosofía, porque su marco se había hecho demasiado estrecho para el campo, tan ampliado ya, de las ciencias laicas. La frase de santo Tomás: Septem artes liberales non sufficienter dividunt philosophiam theoricam anuncia una nueva era y marca el término de la enorme transformación científica que tuvo lugar en Francia entre los años 1150 y 1250.10

Ciencia especulativa de la retórica: definición y subiectum

Tomás de Aquino no niega que la retórica sea precisamente un arte li-beral. Solo añade de su parte que ella tiene carácter científico, lo cual se esclarece, en este caso, por la comprensión tomística de la doctrina lógica. En el proemio de los Analytica Posteriora se afirma que la lógica es al mismo tiempo ciencia y arte especulativa.11 Esta posición, que es definitiva en torno a la lógica, señala de suyo que también según este proemio, la comprensión lógica medieval del trivium está aquí incorporada. Así, no sólo la gramática, sino también la retórica y la dialéctica serán ciencias ad intra de la ciencia de la lógica. Recuérdense aquí las palabras de Lewis cuando afirmó la identidad o confusión entre la poesía y la retórica. Y ahora véase que esta fusión de sabe-res se quiebra con la posición especulativa de Tomás de Aquino. En efecto, la transformación de la retórica en literatura, entendida esencialmente como poesía, vuelve a dividirse en el Aquinate, pues éste logra enlazar la tradición medieval de la lógica como trivium y la ciencia de la lógica aristotélica. Enlace que el Aquinate muestra literalmente al afirmar que ambas, la retórica y la poesía, dicen ser parte de la lógica, aunque su diferencia radica en que una expresa más verdad que otra.12 En efecto, en los Analytica se precisa que en el

7 R. E. Curtius, Literatura europea…, 66.8 Ibíd., 69.9 Ibíd., 70.10 Ibíd., 90-91.11 Tomás de Aquino, Exp. Post., lib. 1 l. 1 n. 2: “Et haec ars est logica, idest rationalis scientia.

Quae non solum rationalis est ex hoc, quod est secundum rationem (quod est omnibus art-ibus commune); sed etiam ex hoc, quod est circa ipsum actum rationis sicut circa propriam materiam.”

12 Tomás de Aquino, Exp. Post., lib. 1 l. 1 n. 6: “Quandoque vero, non fit complete fides velop-inio, sed suspicio quaedam, quia non totaliter declinatur ad unam partem contradictionis,

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

Retórica en Tomás de Aquino 75

nivel lógico de las ciencias inventivas la retórica, superior al arte poético,13 es la ciencia en la que no hay completa certeza u opinión, sino cierta sospecha, porque la razón no termina de inclinarse a una de las partes contrarias.

Ahora bien, si se retrocede al Scriptum super Sententiis se descubre en el libro III la primera descripción tomística del arte retórico. Allí se dice: “[…] la retórica, que es de estas cosas que son por nosotros ordenadas a lo que debe decirse, es la ciencia de hablar correctamente para persuadir”.14 De este modo se fija aquí la visión de Tomás de Aquino que nunca cambió en sus escritos, pues lo mismo afirma en la Summa Theologiae cuando escribe que “[…] la retórica es una ciencia por la que el hombre puede persuadir […]”.15

Esta definición de la retórica asume completamente la ciencia racional previa de la gramática,16 en tanto que ella se define como la ciencia de ha-blar17 y escribir18 con rectitud. En efecto, a la rectitud gramatical se añade lo que el pareado describe con el verbo “colorear” en cuanto con ello se indi-caría un ornato adecuado que, sin violentar las reglas del lenguaje, seduce o

licet magis inclinetur in hanc quam in illam. Et ad hoc ordinatur rhetorica. Quandoque vero sola existimatio declinat in aliquam partem contradictionis propter aliquam reprae-sentationem, ad modum quo fit homini abominatio alicuius cibi, si repraesentetur ei sub similitudine alicuius abominabilis. Et ad hoc ordinatur poetica; nam poetae est inducere ad aliquod virtuosum per aliquam decentem repraesentationem.”

13 La diferencia entre poesía y retórica no dice de suyo que no exista una mutual relación. Ambas artes tienen puntos comunes. Cfr. Tomás de Aquino, Exp. Pery., lib. 1 l. 7 n. 6: “Cuius ratio est, quia consideratio huius libri directe ordinatur ad scientiam demonstrati-vam, in qua animus hominis per rationem inducitur ad consentiendum vero ex his quae sunt propria rei; et ideo demonstrator non utitur ad suum finem nisi enunciativis orationi-bus, significantibus res secundum quod earum veritas est in anima. Sed rhetor et poeta inducunt ad assentiendum ei quod intendunt, non solum per ea quae sunt propria rei, sed etiam per dispositiones audientis. Unde rhetores et poetae plerumque movere auditores nituntur provocando eos ad aliquas passiones, ut philosophus dicit in sua rhetorica. Et ideo consideratio dictarum specierum orationis, quae pertinet ad ordinationem audientis in aliquid, cadit proprie sub consideratione rhetoricae vel poeticae, ratione sui significati; ad considerationem autem grammatici, prout consideratur in eis congrua vocum constructio.”

14 Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 3 d. 33 q. 3 a. 1 qc. 4 co.15 Tomás de Aquino, S. Th., I-II, q. 27 a. 2 ad 2. 16 Tomás de Aquino, Con. Gen., lib. 2 cap. 73 n. 21: “Accidens autem, si sit unum, non multipli-

catur nisi secundum subiectum. Si igitur intellectus possibilis sit unus omnium hominum, necesse erit quod scientiae habitus idem secundum speciem, puta habitus grammaticae, sit idem numero in omnibus hominibus. Quod est inopinabile.”

17 Tomás de Aquino, De ver., q. 24 a. 6 co.: “[…] sicut grammatica per hoc quod dicitur esse scientia recte loquendi, non dicitur quod sit principium locutionis simpliciter, quia sine grammatica potest homo loqui, sed quod sit principium rectitudinis in locutione.”

18 Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 2 d. 35 q. 1 a. 1 co.: “Quaelibet autem res per suam operationem finem suum nata est consequi; unde oportet quod peccatum in operatione consistat, secundum quod non est directa ut finis exigit; secundum quod grammaticus non recte scribit, nec parat recte medicus potionem.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

76 José María Felipe Mendoza

persuade, pues “ningún orador delibera si debe persuadir, sino que intenta eso como un fin.”19

Ante esta definición corresponde ahora inquirir cuál sea la estructura del discurso retórico para lograr el efecto persuasivo, y en qué ámbitos ello sea posible. Ahora bien, se verá que el esquema general de la retórica es el “aprovechamiento de la situación para persuadir”, lo cual hace que se divida en dos partes: el exordio o proemio y la argumentación. En torno a la es-tructura material o situación se lee lo siguiente: “la retórica se ocupa de una materia civil en la cual suceden múltiples variaciones”,20 pues acaece que “la retórica raciocina sobre las acciones”.21 Y su razonamiento, añade Tomás, es interpretación, puesto que, “los rétores, según se dijo, interpretan de las circunstancias argumentos para acusar o excusar, o para alabar o vituperar. Pero la acusación, la justificación, la alabanza y el vituperio se hacen por un bien o un mal, o por algo menos bueno o menos malo”.22

Mas, una vez visto cómo se ejerce según su finalidad el arte retórico, ahora el Aquinate se explaya de la mano de Cicerón en los medios para per-suadir. En la Summa Theologiae dice:

[…] Cicerón establece siete circunstancias en su Retórica y que aquí son mencionadas en verso: (i) quién, (ii) qué, (iii) dónde, (iv) qué herramientas, (v) por qué, (vi) de qué modo y (vii) cuándo. Pues debe considerarse en las acciones quién las hizo, con qué medios o instrumentos lo hizo, qué ha he-cho, dónde lo ha hecho, por qué lo ha hecho, cómo lo ha hecho y cuándo lo ha hecho.23

Sin embargo esta explicitación de las circunstancias es común a varias ciencias. Su diferencia está en la finalidad y en la subordinación de todas respecto de la teología.

[…] debe decirse que la consideración de las circunstancias pertenece al mo-ralista, al político y al rétor. Al moralista, sin duda, a causa de aquellas cosas que establecen o descuidan el [justo] medio de la virtud en las acciones y las pasiones humanas. Y al político y al rétor según que por las circunstancias los actos se vuelven laudables o vituperables, excusables o acusables. Aunque ello lo hacen de diverso modo, pues el rétor persuade y el político juzga. Pero al teólogo, a quien todas las artes sirven, [le] pertenecen todos los modos antes mencionados, pues él mismo considera las acciones virtuosas y vicio-

19 Tomás de Aquino, Sent. Ethic., lib. 3 l. 8 n. 2: “[…] nec etiam rhetor consiliatur si debeat persuadere, sed hoc intendit quasi finem.”

20 Tomás de Aquino, Sent. Ethic., lib. 1 l. 3 n. 5.21 Tomás de Aquino, S. Th., II-II, q. 49 a. 4 ad 3.22 Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 4 d. 16 q. 3 a. 2 qc. 1 s.c. 2.23 Tomás de Aquino, S. Th., I-II, q. 7 a. 3 co.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

Retórica en Tomás de Aquino 77

sas como el moralista, y también considera los actos según merecen pena o premio, como el rétor y el político.24

Los párrafos tomísticos dicen sin más qué sean las circunstancias para el orador y cómo las entiende para persuadir. Aclarada entonces la subordina-ción de las circunstancias al fin, que es esencialmente bueno o malo, resta abordar qué sea el exordio. En este sentido se lee en el Scriptum super Sententiis que: “[…] la oración retórica tiene un exordio como parte suya [, y que] en la oración retórica el exordio se pone por causa de aquellos a quienes se les dirige la oración, como algo benévolo, dócil o como muestra de atención […].25 Y así, por ejemplo, aparece la siguiente recomendación: “[…] los ac-tos jocosos deben ser proporcionados a los negocios y a las personas. De allí que Cicerón dice en el [libro] I de su Retórica, que cuando los oyentes están cansados, no es inútil comenzar por alguna cosa nueva o una oración ridícu-la, incluso si la dignidad de la cosa no admite la posibilidad de una broma.”26

Sin embargo los exordios retóricos sólo cobran sentido si se vuelven a mirar el fin y las circunstancias. Pues antes de atender al modo en que la re-tórica argumenta, los exordios introducen in actu una pieza oratoria que está destinada a ámbitos y modos diferentes de argüir. En efecto, Tomás dice que “[…] la retórica puede persuadir tanto para alabar como para vituperar a una persona ya en una asamblea o en un juicio; y ello según un triple género de causa: la demostrativa, la deliberativa y la judicial”.27 Estos dos ámbitos, la asamblea y el judicial, recuerdan más a la comprensión y ejercicio greco-ro-mano y patrístico de la retórica donde era necesario persuadir a viva voz para demostrar algún suceso o situación sobre una persona, que a la asociación de la poesía escrita y la retórica. Nuevamente, la retórica es para Tomás de Aquino claramente distinta de la poesía, lo cual no significa que tales saberes no puedan transitar en forma conjunta.

La finalidad y los tres argumentos retóricos aparecen más claramente anunciados en el Scriptum Super Sententiis:

[…] debe decirse que la pregunta retórica según cualquier género de causa atiende al bien o al mal, porque en lo judicial se espera un beneficio o una pena, lo cual se debe al acto bueno o [al acto] malo. En cambio en lo

24 Tomás de Aquino, S. Th., I-II, q. 7 a. 2 ad 3.25 La explicación se realiza comparando la retórica del ámbito secular con aquella propia del

sagrado. Cfr. Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 4 d. 15 q. 4 a. 3 qc. 2 co.26 Tomás de Aquino, S. Th., II-II, q. 168 a. 2 ad 1.27 Tomás de Aquino, Sent. Ethic., lib. 10 l. 16 n. 10: “[…] rhetorica enim potest persuadere

tam circa laudes et vituperia alicuius personae quam in consiliis quam etiam in iudiciis, secundum triplex genus causae; demonstrativum, deliberativum et iudiciale.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

78 José María Felipe Mendoza

demostrativo se interroga por la estima de la persona o por el vituperio, que se debe a los actos buenos o malos. Empero, en lo deliberativo se interroga por lo que sea útil a quien realiza la acción, y en cuya razón también conviene atender al bien o al mal. Y de aquí –por ser tales cosas por las cuales se restituyen los actos buenos y malos– los rétores toman sus argumentos para persuadir.28

Las circunstancias se transforman en ocasión de pensar argumentos a favor o en contra de, y para ello los rétores atienden a cuatro cuestiones. Nuevamente en el Scriptum Super Sententiis:

A la segunda cuestión debe decirse que aquel verso distingue las circuns-tancias, según lo muestran Cicerón y Boecio, en tanto son consideradas por un rétor quien de estos argumentos toma [materia] para excusar o acusar [a alguien]. Pues se toma un argumento retórico (i) o por aquello que se atribuye a una persona, y así se señala el quién; (ii) o por aquello que es atri-buido a un negocio que se está realizando, lo cual [señala que] se mantiene el mismo negocio; y así está (ii.i) lo que [guarda relación con] el cuánto de la producción hecha, la cual es externa [o mostrable], y (ii.ii) el por qué, en cuanto a la intención interior de quien [la] produce. Y ello es conservado en la misma perserverancia del negocio, y de este modo son cuatro, a saber: (i) de qué modo, en cuanto a la cualidad de la acción; (ii) dónde; (iii) cuándo, en cuanto a la cantidad; y (iv) los elementos para tales cosas, en cuanto a los instrumentos.29

La Summa Theologiae apunta, en torno a los negocios humanos, que la demostración pareciera ser aquella tipificada anteriormente con el nombre de argumentos deliberativos, o lo que parecería ser lo mismo, conjeturas probables. Pues allí se lee: “[…] en los negocios humanos no puede haber una

28 Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 4 d. 16 q. 3 a. 1 qc. 1 ad 1: “[…] dicendum, quod quaes-tio rhetoris secundum quodlibet genus causae attendit bonum et malum: quia in judiciali praemium vel poena expectatur, quae actui bono vel malo debentur; in demonstrativo autem laus personae vel vituperium quaeritur, quae bonis actibus vel malis debentur; in deliberativo autem quaeritur quid sit utile ad agendum; in quo et rationem boni et mali at-tendere oportet; et ideo ex eisdem ex quibus actus morales boni et mali redduntur, rhetores argumenta sumunt ad persuadendum.”

29 Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 4 d. 16 q. 3 a. 1 qc. 2 co.: “[…] dicendum, quod versus ille distinguit circumstantias secundum assignationem Tullii et Boetii, secundum quod a rhe-tore considerantur, qui ex eis argumenta sumit ad excusandum vel accusandum. Sumitur enim argumentum rhetoricum vel ex eo quod est attributum personae; et sic est quis: vel ex eo quod est attributum negotio de quo agitur; et hoc vel continetur cum ipso negotio, et sic est quid quantum ad substantiam facti exterius, cur quantum ad intentionem facientis interius: vel in ipsa prosecutione negotii continetur; et sic sunt quatuor; scilicet quomodo quantum ad qualitatem actus, ubi et quando quantum ad mensuram, quibus auxiliis quan-tum ad instrumenta.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

Retórica en Tomás de Aquino 79

prueba demostrativa e infalible, pero sí alguna [prueba] que satisface como conjetura probable según [logre] persuadir el orador”.30

En cambio el ámbito judicial se corresponde con la causa y la argumen-tación judicial. En relación con ello el Aquinate escribe:

El segundo acto de la razón es discurrir de uno a otro dando a conocer la causa, y según esto también la oración se dice cierto silogismo. Y porque los discursos retóricos, que se llaman arengas, contienen argumentaciones para persuadir apropiadamente [al juez o a la asamblea], es por ello que también se dicen oraciones, y a los rétores, oradores. Y porque estas oraciones, prin-cipalmente en cuanto al género de causas que se llama judicial, se ordenan a aquello que a algún juez demanda, de allí [que] también en el juicio los abogados se llamen querellantes.31

Finalmente Tomás piensa que la retórica se enlaza primero y de modo próximo a la ética, y posteriormente, según ya se dijo, a la teología. Pues en la Sententia Ethica está escrito:

Pero considerar aquellas cosas respecto de las cuales están acostumbrados los hombres a ser alabados es más propio de lo que pertenece a la rétores, de lo cual realizan un estudio en relación con la alabanza. Pues ello pertenece al género demostrativo de las causas, que es uno de los tres que caen bajo la consideración de la retórica, según se evidencia por el filósofo en el [libro] I de la Retórica y también por Cicerón en su Retórica. Pero en cuanto a nosotros aparece claramente por lo dicho, que la felicidad está entre el número de las cosas honorables, [razón] por la cual es un cierto bien perfecto.32

Retórica y ética

La relación entre el arte retórico y la ciencia ética es apenas enunciada por Tomás de Aquino. Sin embargo las pocas palabras que existen al respecto convienen ser leídas directamente. Pues del párrafo precedente se deduce que la alabanza, fin de la retórica, puede servir a un fin superior, la felicidad. Y de allí que para el Aquinate la retórica quede sujeta a la ética, porque su fin

30 Tomás de Aquino, S. Th.,I-II, q. 105 a. 2 ad 8: “[…] quod in negotiis humanis non potest haberi probatio demonstrativa et infallibilis, sed sufficit aliqua coniecturalis probabilitas, secundum quam rhetor persuadet.”

31 Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 4 d. 15 q. 4 a. 1 qc. 1 co.32 Tomás de Aquino, Sent. Ethic., lib. 1 l. 18 n. 10.: “Sed considerare ea de quibus consue-

verunt homines laudari magis proprie pertinet ad rhetores, quorum studium insudat circa laudes. Pertinet enim hoc ad demonstrativum genus causarum, quod est unum de tribus, quae cadunt sub consideratione rhetoricae ut patet per philosophum in I rhetoricae et per Tullium in rhetorica sua. Sed quantum ad nos manifeste apparet ex praedictis; quod felici-tas est de numero honorabilium, eo quod est quoddam bonum perfectum.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

80 José María Felipe Mendoza

es honorable, lo cual es un bien ciertamente superior y más perfecto que el fin de la misma retórica.

Ahora bien, parecería que el enlace entre ambos saberes se debiera a un cierto matíz ‒el modo de conducirse en las asambleas y jurados‒ por el que no se permite que este arte retórico atente contra la verdad del acontecer contingente, afirmando o negando con argumentos persuasivos lo que po-dría denominarse como “arbitrariedades y caprichos de la naturaleza huma-na”. En efecto, la virtud ética que rige sobre el arte retórico es la prudencia, y ésta, a modo de gozne,33 sirve de medio para con las ciencias especulativas, subordinando al final todo saber a la teología.34 Pues en la Summa Theologiae se dice que: “[…] si la prudencia se considera en forma extensiva, entonces incluye también la ciencia especulativa, tal como ya ha sido dicho. Y ahora también entre sus partes se ponen la dialética, la retórica y la física […]”.35 De donde el gozne no supone mera anterioridad lógica, sino permanencia en todo saber, ya que si se considera toda ciencia como materia y ocasión de investigación, entonces siempre debe obrarse con prudencia. Finalmente el Aquinate en la misma obra precisa: “[…] nada prohibe que lo mismo per-tenezca a la retórica y a la prudencia. Y sin embargo aquí la conjetura no se toma solamente en cuanto pertenece a las conjeturas de las cuales se valen los rétores, sino también a cualquier hombre que conjetura alguna verdad.”36

Retórica al servicio de los oficios divinos

El presente apartado quiere significar con los términos “oficio divino” el hacer principalmente con la mente algo que guarde estrecha relación con el Dios trinitario. Por consiguiente, la retórica al servicio de los oficios divinos tendrá relación con el bello modo de hacer oración, el hermoso modo de

33 Cfr. Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 3 d. 33 q. 3 a. 1 qc. 4 co.: “Partes autem prudentiae sic acceptae potentiales, sunt omnes artes et disciplinae, quia politica de omnibus ordinat a quibus et quantum sunt addiscendae vel exercendae, ut dicitur in 1 Ethic. Et ideo physica quae est de operibus quae non sunt a nobis, quia est scientia eorum quae circa naturam sunt; et dialectica, quae est ex operibus quae sunt a nobis ordinatis ad sciendum, cum sit scientia bene disputandi; dicuntur partes prudentiae, ut dictum est.”

34 Véase nota n° 23.35 Tomás de Aquino, S. Th., II-II, q. 48 co.: “Si vero prudentia sumatur large, secundum quod

includit etiam scientiam speculativam, ut supra dictum est; tunc etiam partes eius ponuntur dialectica, rhetorica et physica, secundum tres modos procedendi in scientiis.”

36 Tomás de Aquino, S. Th., II-II, q. 49 a. 4 ad 3: “Unde nihil prohibet idem ad rhetoricam et prudentiam pertinere. Et tamen coniecturatio hic non sumitur solum secundum quod per-tinet ad coniecturas quibus utuntur rhetores, sed secundum quod in quibuscumque dicitur homo coniicere veritatem.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

Retórica en Tomás de Aquino 81

predicar sermones, etc. De donde debe tenerse en cuenta que no sólo la re-tórica queda directamente subordinada a algunos de los aspectos teológicos, sino que también le queda sujeta indirectamente por la ética. Pues para To-más de Aquino todo saber queda al libre servicio de la teología para que ésta disponga de todas las ciencias según su juicio sapientísimo. Cabe también señalar que lo precedente en los textos de Aquino no debe leerse antropolo-gizadamente, restando presencia motivante del Espíritu Santo. Pues parece claro que los textos sagrados y todo lo que con ello se relaciona es ofrecido del mejor modo humano posible (retórica) a Dios (retórica/teología) y sien-do simultáneamente inspirado por Dios (teología).

No hay propiamente en este fraile medieval un avance de las ciencias seculares sobre la ciencia teológica. Nuevamente, no hay una presencia de las ciencias humanas que según su criterio alumbran las Sagradas Escrituras. Para el de Aquino sucede justamente de modo inverso. Todo saber, toda ciencia, toda disciplina halla en los textos sagrados verdadero y auténtico fundamento. Así parece decirse en un pasaje del Liber contra impugnantes Dei cultum et religionem:

De donde Agustín dice en el IV [libro] de su Doctrina Cristiana que en las palabras del apostol había un conductor de sabiduría y, seguidamente, un compañero de elocuencia [la inspiración del Espíritu Santo]. Pues la sabi-duría que precede a la elocuencia no rechaza lo que de ella se sigue. Y sin embargo los doctores que vinieron después –no los anteriores filósofos y rétores que son elegidos para alabar– aún se valen de la sabiduría y de la elocuencia secular por causa de aquella misma razón por la cual la plebe y los pescadores convirtieron en razón de dicho modo a filósofos y oradores. Vale decir: nuestra fe no consiste en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.37

Los sermones y las prédicas dirigidas a los feligreses conforman lo que sería una suerte de arista externa de la retórica teológica. Su raíz y vitalidad radicaría en la estrecha relación del hombre con Dios, lo cual halla un claro epicentro en la oración íntima del alma. En este sentido aparece la retórica de la oración donde se atienden tanto la petición inteligente cuanto la hu-mildad con la que el alma se sabe ante lo divino y absoluto. A este respecto Aquino comenta sobre la primera carta de san Pablo a Timoteo que:

37 Tomás de Aquino, Contra imp., pars 3 cap. 5 co.: “Unde Augustinus in 4 de doctrina Chris-tiana dicit, quod in verbis apostoli erat dux sapientia et sequens comes eloquentia: et sapi-entia praecedens eloquentiam sequentem non respuebat. Sed tamen posteriores doctores adhuc magis usi sunt sapientia et eloquentia saeculari propter eandem rationem qua non prius philosophi et rhetores sunt electi ad praedicandum, sed plebei et piscatores, qui post-modum philosophos et oratores converterunt; ut scilicet fides nostra non consistat in sapi-entia hominum, sed in virtute Dei.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

82 José María Felipe Mendoza

En primer lugar quienes consiguen [convencer a alguien] son aquellos que señalan la causa por la cual algo específico debe concedérsele. En segundo lugar conviene que muestre que la causa sea racional. En tercer lugar con-cluye la petición. Y así como proceden los rétores, así también nosotros debemos hacer lo mismo en la oración. Primero, escrutar la causa por la cual [algo nos pueda] ser concedido, y ello no es mérito nuestro, sino de la misericordia divina.38

La finalidad de la retórica está en lograr persuadir a alguien según una causa. Esa posibilidad viene otorgada en la oración por el mismo Dios para que el hombre sepa pedir con corrección lo adecuado para sí. Y de allí que en la oración no se trate de pesuadir a Dios, sino de que, por medio de ella, Dios persuada al alma, lo cual no es sino su elevación en oración a Dios. Pues nuevamente en el comentario a la carta a Timoteo se lee:

Empero se dice oración como [la forma y] la razón del hablar. Pues las per-suasiones de los rétores se llaman oraciones porque persuaden. Pero de otro modo [sucede] de nosotros ante Dios, porque no buscamos que el ánimo de Dios se doblegue, quien siempre está dispuesto al bien, sino que nuestro corazón sea elevado en oración a Dios.39

De aquí entonces el traslado del término oración al ámbito sagrado cuya autoridad ahora será San Juan Damasceno y cuyo contenido será resignifica-do. En efecto, en el Scriptum super Sententiis se dice:

[…] Y por ello es trasladado este nombre [la oración] a algo ulterior para significar la petición que a Dios alguien quiere hacerle como ante un juez que tiene la cura de nuestros actos. [Pues] así define [san Juan] Damasceno la oración: la oración es la petición de cosas decentes a Dios, ya que efectiva [y propiamente] de aquí recibe el nombre de oración, y por ello su acto es la petición y el acto de ésta es la oración.40

No menor es la importancia que comporta el término oración en el arte y la ciencia retórica en el ámbito profano y las autoridades desde las cuales se

38 Tomás de Aquino, Super I Tim., cap. 2 l. 1: “Primo, ut scilicet impetrans assignet causam quare debet ei concedi; secundo oportet quod ostendat causam esse rationalem; tertio concludit petitionem. Et sicut rhetores faciunt, sic et nos in orando debemus facere. Primo excogitare causam quare sit concedendum, et hoc non merita nostra, sed miserationem divinam.”

39 Ibíd.: “Dicitur autem oratio quasi oris ratio. Persuasiones enim rhetorum dicuntur ora-tiones, quia persuadent; sed aliter ibi, aliter in nostra ad Deum, quia non intendimus quod animum Dei flectamus, qui semper ad bonum est paratus, sed ut nostrum cor sit in ora-tione ad Deum elevatum.”

40 Tomás de Aquino, Super Sent., lib. 4 d. 15 q. 4 a. 1 qc. 1 co.: “[…] ideo translatum est ulte-rius hoc nomen ad significandum petitionem quam Deo aliquis facit velut judici, qui habet curam nostrorum actuum; et sic definit Damascenus orationem: oratio est petitio decen-tium a Deo; sic enim loquitur hic de oratione; et ideo cujus actus est petitio, ejus actus est oratio.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

Retórica en Tomás de Aquino 83

la estudia. Pues en la retórica no sólo es significativo saber hablar y escribir con rectitud, sino también con elegancia. En el comentario al texto de Isaías está reflejado esto mismo en conjunto con nombres de libros veterotesta-mentarios que ejemplifican el uso retórico en las Sagradas Escrituras y el nombramiento de importantes rétores latinos. En efecto, allí está escrito:

El metro griego se dice medida. De allí que lo que se dice con métrica des-cribe el lugar donde se observa cierta medida de los pies, de las sílabas y de los tiempos. Y dicha ley ha sido aplicada por los profetas. Y tales cuestiones están en los Salmos, es decir, en cosas que le son similares, –o bien en las acciones de Salomón–, en cuanto [ello está ordenado] al fin, [que es la ora-ción retórica] de los Proverbios, y también del Cantar de los Cantares. Y también [está ello] en Demóstenes, Graco, Cicerón y en los [demás] oradores latinos, quienes escribieron una prosa elegante y adornada [abundantemente]. Pues tres son las distinciones en las [Sagradas] Escrituras: el adorno abundante, la elegancia y el tiempo, a semejanza del cuerpo humano en el que existen ciertas distinciones entre las partes de un mismo miembro, como son las articulaciones y los diferentes miembros, como las manos y los pies, y otra vez todo el cuerpo.41

Consideraciones finales

La tradición medieval entendía esencialmente la retórica como el segun-do arte lógico del trivium. En cambio Tomás de Aquino se refiere a la retórica simultáneamente como arte y como ciencia. Esa diferencia es plenamente constatable entre sus textos y alude directamente a la particular situación de eclosión que produjeron las obras aristotélicas.

Las explicaciones tomísticas sobre la ciencia retórica son escasas y, sin embargo, las implicancias de las mismas pueden hallarse en muchas de sus

41 Tomás de Aquino, Super Isaiam, pr. 2: “Metrum Graece, mensura dicitur: unde illud dicitur metrice describi ubi servatur certa mensura pedum, syllabarum, et temporum; a qua lege prophetae soluti sunt. Et aliquid habere de Psalmis, idest eis simile, vel operibus Salomo-nis, quantum ad finem proverbiorum, et in canticis canticorum; in Demosthene, Graeco, Tullio, Latino oratoribus, qui prosa scripserunt per cola et comata. Tres sunt distinctiones in Scripturis: coma, colus et periodus, ad similitudinem corporis humani, in quo sunt dis-tinctiones quaedam in partibus unius membri; sicut sunt articuli, et distincta membra, sicut manus et pedes et iterum totum corpus.” Cfr. Tomás de Aquino, S. Th., II-II, q. 1 a. 6 co.: “Et similiter in grammatica apud Graecos dicuntur articuli quaedam partes orationis coaptatae aliis dictionibus ad exprimendum earum genus, numerum vel casum. Et simili-ter in rhetorica articuli dicuntur quaedam partium coaptationes, dicit enim Tullius, in IV Rhet. quod articulus dicitur cum singula verba intervallis distinguuntur caesa oratione, hoc modo, acrimonia, voce, vultu adversarios perterruisti. Unde et credibilia fidei Christianae dicuntur per articulos distingui [...].” Cfr. Tomás de Aquino, Super Col., cap. 2 l. 1: “Res-pondeo. Non, quia etiam sancti viri elegantius loquuntur quam etiam rhetores mundi, sicut Ambrosius, Hieronymus, et Leo Papa.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

84 José María Felipe Mendoza

obras como son, por ejemplo, sus introducciones a los tratados aritotélicos.42 A ello se añade un breve repertorio de filósofos que al parecer eran leídos en el siglo XIII. Los más importantes y de mayor influencia epocal parecieran ser, a ojos del mismo Tomás, Aristóteles, Cicerón, Boecio, San Agustín de Hipona y San Juan Damasceno. Estas autoridades a su vez eran contrasta-das con Demóstenes, Graco, San Ambrosio de Milán y San Jerónimo entre otros. Mas, en el ámbito profano descuella aquella propia de Marco Tulio Cicerón.

Finalmente no conviene desatender que cada ciencia del trivium parecería implicar la precedente. La ciencia gramatical es asumida por la ciencia de la retórica y ésta lo hace a su vez con la ciencia de la dialéctica. Empero, para quien ejercita la retórica, Tomás advierte que no se debe ornamentar dema-siado el discurso, ya que ello provocaría un distanciamiento de la verdad.43 Contra ello el mismo fraile señala la sujeción de dicha ciencia a la virtud de la prudencia, y para las cosas divinas, directamente de la teología. De donde, la ciencia de la retórica supone para Tomás de Aquino un cabal conocimiento de la gramática y un uso apropiado de la lengua latina destinado a persuadir con verdad y bellamente acerca de qué y cómo sean las circunstancias huma-nas. Esto es, cómo la verdad que fundamenta los hechos no es decisiva, ya que se apoya, por consiguiente, en argumentos ad hominem.

En suma, esta breve puesta en escena del arte liberal de la retórica, como ciencia especulativa según Tomás de Aquino, destaca para la filosofía del lenguaje contemporánea que la misma lengua latina, y los idiomas de ella derivadas, pueden comunicar, mediante la presencia de una ratio que las im-pregna en forma bella y con verdad, qué sean las cosas en una doble dimen-sión: por un lado, aquella retórica que es resultado del esfuerzo especulativo humano por comprender las razones por las cuales el hombre obra según las circunstancias, y por el otro, el soplo del Espíritu que anima con la belleza del lenguaje aquello que corresponde decir.

42 Para una lectura que ejemplifica y analiza con exactitud qué significa un proemio a las obras aristotélicas, cfr. Jean-Baptist Échivard, Thomas d´Aquin. Proémes philosophiques (Paris: Parole et Silence, 2008), 7-43.

43 Cfr. Tomás de Aquino, Super II Tim., cap. 2 l. 2: “Sed si moderate, et cum circumstantiis debitis, et pro veritate fiat, non est peccatum.”

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 71-85

Retórica en Tomás de Aquino 85

Finalmente podría destacarse que la sujeción de la retórica a la teología tiene en Tomás de Aquino un eje transversal. El hecho de que la lengua ha-bla “teológicamente” sobre la teología ya en forma de tratado (vgr. Summa Theologiae), ya en forma de poesía (vgr. la poesía, los himnos y los sermones).

José María Felipe MendozaUniversidad Católica ArgentinaUniversidad Nacional de Cuyo

CONICET (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología)E-Mail: [email protected]

Recibido: 16/04/2014Aceptado: 27/10/2014

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014):87-98

univerSidad, empleo y expeCtativaS de logro en el mundo del trabajo

Roxana Marsollier y Miriam Aparicio

Resumen Se presenta una reflexión sobre los factores psicosociales y organizacionales que inciden en los procesos de inserción y logro en el mundo del trabajo, especialmente el rol de las expec-tativas. Se analizan problemáticas características del mercado laboral actual relacionadas con las nuevas condiciones laborales. Por otra parte, este artículo considera el rol que tiene la universidad en la formación de recursos humanos y el desarrollo de competencias laborales, la expansión de la educación superior y sus consecuencias en la devaluación de diplomas, y la sobreeducación. Por último, se revisa la incidencia de las expectativas personales en el rendimiento y satisfacción de los trabajadores y su vinculación con los procesos de estrés y desgaste laboral. Palabras clave: Empleo – Expectativas – Universidad – Burnout – Organizaciones

AbstractThis paper discusses both the psychosocial and organizational factors influencing the proces-ses of insertion and achievement in the working world, especially the role of expectations. Typical problems existing in present-day labor market are analyzed in relation with the new working conditions. This article considers the role that the university plays in developing Human Resources and competence at work, as well as the spreading of higher education and how such situation affects diploma devaluation and over-education. Finally, it includes the analysis of the influence of personal expectations in workers’ performance and satisfaction, and its connection with stress and burnout processes. Key words: Employment – Expectations – University – Burnout – Organization

Introducción

El presente artículo tiene como objetivo analizar el impacto de diversos factores que presenta la dinámica del contexto laboral actual de Argentina, en la psicología de los trabajadores. En un modelo educativo de expansión y frente a una situación laboral en crisis, es posible detectar una brecha que se abre entre el mundo de la educación y el trabajo, problemática de gran rele-vancia y ampliamente investigada a nivel mundial. Pero lo que se pregunta aquí es ¿cómo impacta esta brecha en los sujetos? y ¿qué factores favorecen u obstaculizan el logro en el mundo del trabajo? En esta comunicación se

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

88 Roxana Marsollier y Miriam Aparicio

detendrá en un análisis más cercano a los actores, buscando reflexionar so-bre aquellos factores psicosociales y organizacionales de alto impacto en la salud mental de los trabajadores, que inciden en los procesos de inserción y logro en el mundo laboral.

En Argentina, la relación educación-trabajo muestra un escenario de du-ras transformaciones económicas y sociales de carácter estructural. Según Riquelme1 esta situación crítica se observa en las altas tasas de desocupación, a las que se sumaron las modificaciones a la legislación laboral que redundan en una mayor precarización de las condiciones de trabajo. El desempleo, la subocupación, la inestabilidad laboral, la ambigüedad de rol, la sobrecarga ocupacional, entre otros; son algunos de los condicionantes del mundo la-boral actual. Estos indicadores, cada vez más comunes en la sociedad actual, tienen consecuencias nocivas tanto para los sujetos como para las organi-zaciones. En otros términos, ejercen un impacto negativo en la salud física y psíquica de las personas, ya que suscitan la incertidumbre, el desaliento, la frustración, e incluso, el surgimiento de enfermedades psicosomáticas y de cuadros de estrés que, de persistir en el tiempo, pueden conducir a pro-blemáticas más complejas como el desgaste profesional o burnout. Por otra parte, estas dificultades psicofísicas y sociales de los trabajadores también afectan la calidad de las organizaciones, vista tanto desde su vertiente obje-tiva –el rendimiento, la productividad– como desde su vertiente subjetiva: la satisfacción de los trabajadores.

En el caso particular de los universitarios y frente al escenario laboral antes descripto, surgen problemáticas específicas que podrían actuar como condicionantes en los procesos de inserción y logro en el mundo del trabajo de los graduados. Entre ellas, en las siguientes páginas, se abordan la situa-ción de los mercados sobreofertados y la sobreeducación en los contextos laborales, y su impacto en las expectativas y salud de los graduados.

Educación superior vs. Mercado laboral

Hopenhayn2 señala que en la actualidad se asiste a la paradoja: más educa-ción, menos empleo, pero ¿cómo sería posible explicar esto?

1 G. C. Riquelme, “Estudios e investigaciones sobre educación superior, aparato productivo y mercado de trabajo en Argentina: La agenda tradicional y nuevos desafíos”, en Graduados y empleo: investigación, metodología y resultados. Los casos de Europa, Japón, Argentina y Uruguay, U. Teichler (ed.), Vol. 1, pp. 229-258 (Buenos Aires: Miño y Dávila Editores, 2005).

2 M. Hopenhayn, “Inclusión y exclusión social en la juventud latinoamericana”, en Inclusión y ciudadanía: perspectivas de la juventud en Iberoamérica, M. Hopenhayn y M. Morán (coord.), 49-72

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

Universidad, empleo y expectativas de logro en el mundo del trabajo 89

Pese a la crisis global que repercute en el mundo del trabajo, la educación sigue en expansión y, particularmente, la universitaria por ser considerada un factor estratégico de desarrollo.3 Una de las posibles razones, podría aso-ciarse a que cada año de instrucción suplementaria tiene derivaciones en el plano de los salarios.4 Economistas destacados buscando una explicación ya por los años de 1980 para esta explosión educativa en aumento, mostraron desde la economía que los sujetos prefieren la Universidad a otras opciones porque, todavía, el diplomado se halla mejor posicionado laboralmente que el no diplomado en el mundo.5

La educación superior sigue pues, representando un desafío a nivel mun-dial. Se espera que su formación sea de calidad y además, pertinente, for-mando a los estudiantes para un buen desempeño en el mundo laboral. En las últimas décadas, las instituciones educativas han incorporado estrategias, especialmente centradas en la formación de competencias, que han permiti-do acortar la brecha entre la educación y el mundo del trabajo, posibilitando a los estudiantes conocer y vivenciar las exigencias de un puesto de trabajo, a partir, por ejemplo, de experiencias concretas en el campo laboral.6 Ello posibilita también el acercamiento de la empresa, ya que los empleadores pueden conocer la formación que concretan los estudiantes.

Por otra parte, y en esta línea, distintos informes internacionales sobre Educación Superior sostienen, en su plan de acción, la necesidad de incor-porar un sistema de seguimiento de graduados en el mercado de trabajo que permita evaluar y fortalecer la pertinencia y la calidad de la educación superior. Ello se materializa en la generación de los llamados observatorios de graduados, destinados al monitoreo de inserción laboral de sus egresados,

(Madrid: Agencia Española de Cooperación Internacional, 2008).3 J. Delors (coord.), La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Inter-

nacional sobre la educación para el siglo XXI (Madrid: Santillana, 1996); UNESCO, “La nueva dinámica de la educación superior y la investigación para la transformación social y el desa-rrollo”, Conferencia Mundial de Educación Superior, París, Francia, 5-8 de julio de 2009.

4 T. Bailey y T. Eicher, “Educación, cambio tecnológico y crecimiento económico”, La edu-cación 38 (1994): 119.

5 M. Aparicio, La demora en los estudios universitarios. Causas desde una perspectiva cuantitativa (Men-doza: EDIUNC, 2009).

6 M. Acosta y M. Vuotto, “La pasantía como recurso de aprendizaje dentro de las organiza-ciones: la percepción de los estudiantes universitarios”, 5º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo, Buenos Aires, 1 a 3 de agosto de 2001.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

90 Roxana Marsollier y Miriam Aparicio

estrategia muy desarrollada en el contexto europeo, pero aún incipiente en nuestro medio.7

Pese a la expansión de la educación superior, lo que implica que los jó-venes cada vez tienen mayor nivel de instrucción formal, igualmente cada vez más se dificulta la inserción laboral, lo que trae aparejado una serie de problemáticas socio-culturales vinculados a la falta de equidad e inclusión.8

Se comentan brevemente dos de estas dificultades: la devaluación de los diplomas y la sobreeducación.

La oferta educativa vs. la devaluación de los diplomas

En relación con la empleabilidad, varios estudios demuestran que los universitarios se enfrentan a importantes dificultades para encontrar un pri-mer trabajo significativo, que se ajuste a su formación.9

Beccaria et al.10 añaden que, por una parte, existe una desigualdad entre los sujetos menos educados y aquellos que alcanzaron un nivel educativo superior, encontrando mayores ventajas quienes se incluyen en este último grupo en cuanto a inserción laboral. No obstante, las dificultades para con-seguir un empleo de calidad se incrementan para todos los grupos de per-sonas, enfrentando los jóvenes dificultades particulares porque, entre otras cosas, aumentan las exigencias para cubrir las vacantes –especialmente, las de puestos formales, exigencias tanto en lo que hace a las credenciales edu-cativas como respecto a la experiencia.

Se recuerda que en décadas anteriores, la obtención de un diploma faci-litaba una inserción laboral acorde a la capacitación recibida.11 No obstante, actualmente, tener un título universitario no garantiza el logro en el mundo del trabajo, problemática que se agudiza en algunos campos disciplinares, en los que se gradúan más sujetos de los que la sociedad necesita en el mercado laboral.

7 J. García Montalvo, “La inserción laboral de los universitarios y el fenómeno de la sobre-cualificación en España”, Papeles de Economía Española 119 (2009): 172-187.

8 Jürgen Weller, “Inserción laboral de jóvenes: expectativas, demanda laboral y trayectorias”, Revista de la CEPAL 92 (2007): 61-82.

9 N. Ceular Villamandos y F. Navarro Nieto, “Una reflexión del grado de empleabilidad de los egresados universitarios”, Revista Trabajo 20, nº 8 (2010): 207-226.

10 L. Beccaria, F. Groisman, J. Calero, C. Larrea, F. Barceinas y F. Cortés Cáceres, La incidencia de la educación sobre el bienestar de los hogares (Buenos Aires: SITEALUNESCO-IIPE-OEI, 2003).

11 P. Bourdieu, La noblesse d’État. Grandes écoles et esprit de corps (Paris: Minuit, 1989).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

Universidad, empleo y expectativas de logro en el mundo del trabajo 91

Por otra parte, en este marco de expansión educativa, cada vez es nece-sario contar con más credenciales, es decir, los estudiantes tratan de acceder, cada vez más, a otros diplomas superiores (cursos, posgrados, etc.) a fin de tener mayores oportunidades laborales. Esto se acompaña, con frecuencia, de consecuencias psicosociales negativas, contribuyendo así a un lento pro-ceso de desvalorización social del diploma.12

Cada vez se necesita tener más titulaciones para obtener un trabajo, lo que provocaría una “fuga hacia adelante” que sumado a cambios organiza-cionales –flexibilización, competitividad y globalización– agudiza la pro-blemática.13 A ello se suma que, si bien los universitarios quizá obtienen más fácilmente la inserción laboral, no siempre es en puestos acordes a su formación (total o parcialmente). Por otra parte, desde las empresas, cada vez se exige más el título, incluso para acceder a puestos que no lo requieren. Surge así la “teoría de las colas”, es decir, el nivel educativo alcanzado sólo serviría para ubicarse primero en la fila de los que buscan empleo. Además, las exigencias de las organizaciones y empresas en términos de credenciales necesarias para cubrir vacantes –incluso para puestos que requieren menor calificación– se debe a un contexto de mercados de trabajo sobreofertados.14

El impacto de la sobreeducación

Otra cuestión que es interesante plantear aquí es el desajuste educativo. El desajuste educativo tiene lugar ya sea por sobreeducación o por infraedu-cación del sujeto en relación al puesto obtenido. Debido a la crisis del mer-cado laboral y a la expansión de los estudios universitarios, hay demasiados egresados en relación con los puestos ofrecidos y esto hace que, en numero-sas ocasiones, los universitarios deban ocupar puestos para los que se hallan sobrecalificados, cumpliendo tareas en las que terminan subutilizando sus capacidades.15 La sobreeducación (overeducation en la literatura anglosajona o declassement en la literatura francesa) alude a sujetos, cuyo nivel educativo

12 M. Aparicio, “Les facteurs psychosociaux à la base de la réussite universitaire et profes-sionnelle: aspects psychologiques et organisationnels” (Habilitación para dirigir investiga-ciones en Psicología, Nivel Post-Doctoral, Université de Lille3. Francia, 2007).

13 Riquelme, “Estudios e investigaciones sobre educación superior, aparato productivo y mercado de trabajo en Argentina: La agenda tradicional y nuevos desafíos”.

14 Beccaria et al, La incidencia de la educación sobre el bienestar de los hogares, 14.15 García Montalvo, “La inserción laboral de los universitarios y el fenómeno de la sobrecua-

lificación en España”, 173 y ss.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

92 Roxana Marsollier y Miriam Aparicio

excede los requerimientos del puesto que ocupan.16 En otros términos, si bien los sujetos con mayor nivel de instrucción tendrían una mejor inserción laboral, la ubicación, es decir, la adecuación entre el nivel de instrucción y el puesto realmente obtenido, al menos para una parte de los egresados o en algún momento de la vida laboral, es relativa.

Generalmente, los casos de sobrecalificación son transitorios, ya que el sujeto buscará otras oportunidades para adecuar su formación con su traba-jo.17 Sin embargo, cuando el trabajador permanece mucho tiempo en esta si-tuación, la problemática acarrea consecuencias negativas tanto para su bien-estar psicológico como para la calidad organizacional. Además, genera un efecto negativo en relación con trabajadores de menor calificación, quienes quedan relegados a puestos inferiores.18 Por otra parte, la sobreeducación tiene, también, un impacto socio-económico y cultural ya que se acompaña de una menor rentabilidad de los diplomas,19 aspecto que contribuiría a la devaluación social antes enunciada.

Consecuencias en los trabajadores: la caída de las expectativas

Seguidamente se observa la problemática que compete desde la pers-pectiva del trabajador, en especial, del universitario. Terminar una carrera y obtener un buen empleo, implica una expectativa social y cultural que se construye desde la niñez, se refuerza a través del accionar de la familia, las instituciones educativas y los medios de comunicación.20 De hecho, el tra-bajo ocupa un lugar muy importante en la vida de las personas y en sus procesos de realización personal.21 De allí que, altas expectativas asociadas al empleo y un escenario laboral inadecuado acarrearían consecuencias negati-vas tanto a nivel individual como organizacional.

16 P. Pérez, “Sobreeducación en el mercado de trabajo argentino en un periodo de desempleo masivo”, Séptimo Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo, Buenos Aires, 2005.

17 C. G. Serrano y M. A. Malo, “Desajuste educativo y movilidad laboral en España”, Revista de Economía Aplicada 11 (1996): 105-131.

18 S. Waisgrais, “Determinantes de la Sobreeducación de los Jóvenes en el Mercado Laboral Argentino”, Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo, Buenos Aires, 2005.

19 R. Gobernado Arribas, “Consecuencias sociales y culturales de la sobreeducación”, Revista de Sociologia, 91 (2009): 81-102.

20 J. Buendía, “Psicopatología del desempleo”, Anales de psicología 6, nº 1 (1990): 21-35.21 J. M. Peiró, Organizaciones. Nuevas perspectivas psicosociológicas (Barcelona: PPU, 1990).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

Universidad, empleo y expectativas de logro en el mundo del trabajo 93

Feather y Davenport22 vincularon las expectativas con el valor que tienen los logros para las personas. Según los autores, siempre que se emprende una determinada acción, será en función de las expectativas de tener éxito y del valor que ese logro implique para cada persona. Por este motivo, el fracaso laboral, por ejemplo, traería aparejado sentimientos negativos que serán ma-yores cuanto más elevadas hayan sido las expectativas y el atractivo que tenía esta meta para la persona. Esta valoración otorgada a la meta dependerá de las creencias, experiencias previas y del propio proceso de socialización que cada persona desarrolla.23 Pérez Jáuregui24 señala, además, la importancia de la historia de vida, la cual posiciona a cada uno en un lugar particular sobre qué espera y percibe del mundo del trabajo.

Desde esta perspectiva, se podría suponer, entonces, que quienes son más instruidos tienen mayores expectativas en relación con su inserción la-boral, en tanto, globalmente, atribuyeron un valor más alto a la educación como canal de progreso.25 En esa medida, al insertarse en contextos poco propicios para el desarrollo profesional y personal, serían más proclives a hacer cuadros de estrés y desgaste laboral (burnout).26

El rol de las expectativas ha sido vinculado al proceso por el cual cada persona intenta darle un sentido existencial a su trabajo.27 Así, cuando estas expectativas entran en conflicto con las posibilidades reales que ofrece el contexto de trabajo, disminuyen las expectativas de éxito y aumentan los riesgos psicosociales para los sujetos (ansiedad, malestar, estrés, enfermeda-des psicosomáticas, burnout, etc.). En términos de Hopenhayn se generaría una brecha entre las expectativas y lo logros realmente obtenidos.28

22 N. Feather y P. Davenport, “Desempleo y sentimiento depresivo: Un análisis motivacional y atributivo”, Estudios de Psicología 12 (1982): 63-81.

23 A. Wigfield y J. Eccles, “Expectancy-Value Theory of Achievement Motivation”, Contem-porary Educational Psychology 25 (2000): 68-81.

24 I. Pérez Jáuregui, Estrés laboral y síndrome de Burn-out. Sufrimiento y sinsentido en el trabajo. Estra-tegias para abordarlos (Buenos Aires: Psicoteca, 2005).

25 M. Aparicio, “Les facteurs psychosociaux en relation avec la réussite universitaire et pro-fessionnelle” (Tesis Doctorado en Ciencias de la Educación, Universidad René Descartes, París V, Sorbona, Francia, 2005).

26 B. Moreno Jiménez, F. Itzel, R. Rodríguez y J. Villalpando, “Consecuencias positivas y negativas en el trabajo: el rol de las expectativas laborales en el proceso de desgaste profe-sional”, Ciencia & Trabajo 11, nº 32 (2009): 80-84.

27 A. M. Pines, “Burnout: An existential perspective”, en Profesional burnout: Recent developments in theory and research, W. B. Schaufeli, C. Maslach y T. Marek (eds.), 35-51 (Londres: Taylor y Francis, 1993).

28 Hopenhayn, “Inclusión y exclusión social en la juventud latinoamericana”, 52.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

94 Roxana Marsollier y Miriam Aparicio

Al respecto, Pines29 señala en relación al puesto de trabajo, que coexisten tres tipos de expectativas: las universales, compartidas por todas las personas de lo que significa tener un empleo; las expectativas específicas de la profe-sión y, por último, las expectativas personales que varían entre un trabajador y otro. Por su parte, Schaufeli y Buunk30 señalan las implicancias que la caída de las expectativas en relación con las posibilidades de desarrollo en el ám-bito laboral tiene en el nivel de desgaste. Sostienen, en efecto, que el burnout surge por la discrepancia entre las expectativas y los ideales individuales, por una parte y la dura realidad de la vida profesional por la otra.

En la misma línea, otros autores31 sostienen que el rol de las expectativas en el trabajo puede tener consecuencias tanto positivas como negativas. Al-gunos añaden que las expectativas profesionales demasiado elevadas pueden aumentar la probabilidad de conflictos interpersonales y la percepción de inequidad en el trabajo.32

Como se observa, la cuestión de las expectativas laborales sumada a las condiciones laborales actuales tiene derivaciones en el ámbito de la salud de los trabajadores. Seguidamente se ve uno de los síndromes más extendidos a que ha dado lugar: el burnout.

Sobre el desgaste profesional

Ante lo expuesto anteriormente surge la pregunta: ¿qué sucede con las expectativas de realización personal cuando el contexto laboral limita el cre-cimiento profesional?

En su rutina diaria, los trabajadores se hallan constantemente expuestos a diversas situaciones que los afectan de manera diferente, en función de ciertas características personales tales como la edad, el sexo, la antigüedad, el puesto que ocupan, su estilo atribucional –más cercano al optimismo o al pesimismo– o las estrategias de afrontamiento que utilizan con mayor fre-cuencia, entre otros factores psicosociales.

29 Pines, “Burnout: An existential perspective”, 40.30 W. Schaufeli y B. Buunk, “Burnout: An overview of 25 years of research and theorizing”,

en The handbook of work and health psychology, M. Schabracq J. Winnubst y C. Cooper (eds.), 383-428 (West Sussex, Inglaterra: Wiley, 2003).

31 Moreno Jiménez et al., “Consecuencias positivas y negativas en el trabajo: el rol de las expectativas laborales en el proceso de desgaste profesional”.

32 P. Gil Monte, N. Carretero y M. Roldán, “Algunos procesos psicosociales sobre el síndro-me de quemarse por el trabajo (burnout) en profesionales de enfermería”, Ansiedad y Estrés 11, nº 2-3 (2005): 281-290.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

Universidad, empleo y expectativas de logro en el mundo del trabajo 95

Todo contexto laboral presenta situaciones que pueden ser percibidas por los trabajadores como demandantes y estresantes. Puede tratarse de as-pectos vinculados a la tarea que realizan, a dificultades en las relaciones in-terpersonales o bien a la misma estructura organizativa que se transforman en riesgos psicosociales.33 Cuando la situación externa es evaluada como negativa y amenazante para los recursos personales, se presentan como ver-daderos riesgos a la salud psicofísica. Uno de los recursos personales que actúan como barreras frente a las situaciones demandantes del contexto son las estrategias de afrontamiento. Las mismas son definidas como esfuerzos cognitivos o conductuales, es decir, aquellos pensamientos o acciones que utilizan las personas frente a situaciones que evalúan como amenazantes y cuyo uso resultará decisivo para superar o no el estrés.34 El mal uso de este tipo de recursos individuales o la falta de ellos, podría hallarse en la base de los procesos de desgaste; y, contrariamente, el buen manejo de las estrategias de acción y control de las emociones actuarían como paliativo de los proce-sos de desgaste.35

Pero, ¿qué hace que lo que ha vivido un sujeto cotidianamente en su tra-bajo durante cierto tiempo de pronto se vuelva insoportable y desgastante?

El desgaste laboral, conocido como burnout o Síndrome de Quemarse por el Trabajo es una problemática propia del ámbito laboral. A diferencia del estrés, que puede estar vinculado a cualquier aspecto de la vida (profesio-nal, familiar, personal, laboral, social, etc.); es, pues, la consecuencia de un estado de estrés asociado al trabajo que se prolonga en el tiempo.

En términos de Freudenberger,36 el burnout representa el fracaso adap-tativo del sujeto al contexto. El síndrome se caracteriza por el desgaste y el agotamiento de los recursos psicológicos de que dispone el sujeto para afrontar las demandas del trabajo. Centrado en una perspectiva clínica, el autor puso el acento en los síntomas del síndrome considerándolo como un estado, es decir, como un producto ya acabado, fruto del estrés laboral que padece el sujeto. Más tarde, por los años ochenta y desde la Psicología Social, comenzó a desarrollarse el concepto del burnout como proceso, ampliándose

33 E.Cifre, M. Salanova y M. Ventura, “Demandas y recursos del ambiente de trabajo”, en Psicología de la Salud Ocupacional, M. Salanova (dir), 97-122 (Madrid: Síntesis, 2009).

34 R. S. Lazarus y S. Folkman, Estrés y procesos cognitivos (Barcelona: Ediciones Martínez Roca. S.A., 1986), 164.

35 M. Salanova, R. M. Grau e I.M. Martínez, “Demandas laborales y conductas de afronta-miento: El rol modulador de la autoeficacia profesional”, Psicothema 17, nº 3 (2005): 390-395.

36 H. Freudenberger, “Staff burnout”, Journal of Social Issues, 30 (1974): 159-165.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

96 Roxana Marsollier y Miriam Aparicio

la perspectiva de análisis. En este encuadre, Maslach y Jackson37 sostienen que el síndrome se manifiesta por un alto cansancio emocional y alta desper-sonalización acompañados de un sentimiento de baja realización personal. En principio, el síndrome fue observado en las profesiones de ayuda, pero luego su estudio se extendió a prácticamente todos los campos laborales, manteniendo su estructura tridimensional. Para los trabajos generales, que no requieren el contacto directo con otros, además del cansancio emocional, se destacaron como indicadores de desgaste el surgimiento de actitudes de cinismo y la falta de eficacia profesional.38

Pines39 hace una lectura interesante del síndrome, centrada en los aspec-tos emocionales del sujeto, al definirlo como un proceso de desilusión por la frustración que provoca no encontrar sentido al trabajo y ver las propias ex-pectativas truncadas. Bosqued40 identifica este proceso con una sola palabra: “desesperanza”. En otros términos, las expectativas y sus posibilidades de concreción juegan un rol central en los procesos de desgaste, evitando con-fundir al burnout con otras patologías. Por su parte, el ámbito laboral cumpli-rá un papel primordial en tanto facilitador u obstaculizador del logro de las expectativas del sujeto.41 Esto implica que, frente a un contexto que presen-ta diversas fuentes de estrés y pocas oportunidades de apoyo, probablemen-te surjan cuadros de desgaste profesional. Factores tales como la monotonía, el trabajo rutinario, la falta de apoyo del grupo de trabajo, debilitamiento de las interrelaciones personales, entre otros, pueden ser factores potenciadores de los riesgos psicosociales en el trabajo y detonantes del desgaste. Por el contrario, si el entorno es percibido como fuente de apoyo y se valoran sus recursos, favorecerá la realización profesional de sus trabajadores.42

Tanto factores personales como organizacionales confluyen en el de-sarrollo del síndrome, ya que, más allá de las posibilidades y limitaciones concretas del entorno laboral, el hecho de desarrollar procesos de desgaste profesional depende, también, de cómo reaccionan los trabajadores frente a los estresores o demandas de su medio laboral, las cuales pueden resul-

37 C. Maslach y S. Jackson, “The Burnout research in the social services: a critique. Special issues: Burnout among social workers”, Journal of Occupational Behaviour 1 (1986): 95-105.

38 C. Maslach, S. Jackson y M. Leiter, The Maslach Burnout Inventory Manual (Palo Alto, Califor-nia: Consulting Psychologists Press, 1996).

39 Pines, “Burnout: An existential perspective”, 51.40 M. Bosqued, Quemados. El síndrome del burnout. Qué es y cómo superarlo (Barcelona: Paidós,

2008), 63.41 Pines, “Burnout: An existential perspective”, 43-44.42 P. Gil Monte, “Riesgos psicosociales en el trabajo y salud ocupacional”, Revista Peruana de

Medicina Experimental y Salud Publica, 29, nº 2 (2012): 237-241.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

Universidad, empleo y expectativas de logro en el mundo del trabajo 97

tar excesivas en relación con los recursos emocionales disponibles. En este sentido, el riesgo de desgaste implicaría conocer el nivel de ajuste entre la persona y el trabajo, donde cuanto mayor sea la brecha y desajuste, mayor riesgo habrá de burnout y, por el contrario, cuanto mayor ajuste entre trabajo y persona, mayor compromiso en el trabajo o engagement.43

En este sentido, burnout y engagement, podrían ser percibidos como dos ex-tremos que representan diversas perspectivas de análisis del contexto labo-ral. El burnout representa a los riesgos psicosociales y malestar en el trabajo, y se nutre de experiencias y percepciones negativas del contexto. Por su parte, el engagement, se presenta como un ideal, un horizonte a alcanzar, donde el sujeto se sienta vinculado psicológicamente con su trabajo.44

Conclusiones

El recorrido realizado genera nuevos espacios de reflexión e investiga-ción, ya que las problemáticas vinculadas al ajuste educación-trabajo siguen vigentes en el contexto actual y, más aún, se agudizan con la crisis socioeco-nómica que afecta a la Argentina.

Retomando la pregunta inicial, sobre aquellos factores que inciden en el logro en el mundo del trabajo, el abanico que se abre es amplio y complejo, sin embargo, se señalaron algunos aspectos claves relacionados con la formación universitaria, los sujetos y las organizaciones que podrían contribuir a superar el desfase educación-trabajo. El primero de ellos, radica en la necesidad de fomentar el desarrollo de la investigación vinculada a la inserción laboral de los universitarios, intensificando la realización de estudios de corte psicosocial que permitan conocer y comprender los factores intervinientes en los procesos de inserción y permanencia de los graduados en contextos laborales cambiantes y que otorguen pertinencia a las competencias adquiridas en la universidad.45 En otros términos, más allá de las competencias específicas de cada profesión, competencias generales para desenvolverse en un mundo laboral competitivo, cambiante y en crisis,

43 C. Maslach, “Comprendiendo al burnout”, Revista de Ciencia & Trabajo 11, nº 32 (Abril/Junio 2009): 37-43.

44 M. Salanova, E. Bresó y W. Schaufeli, “Hacia un modelo espiral de las creencias de eficacia en el estudio del burnout y del engagement”, Ansiedad y Estrés 11, nº 2-3 (2005): 215-231.

45 M. Aparicio, “La evaluación de la calidad del sistema universitario y de empleo en su ar-ticulación: ¿Hacia un paradigma sistémico transdisciplinario?”, La Educ@ción 142 (2010) [Revista Digital].

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 87-98

98 Roxana Marsollier y Miriam Aparicio

que aumente la empleabilidad de los universitarios.46 A ello, debe sumarse el fortalecimiento de la capacitación permanente brindada en el trabajo, necesaria en un contexto laboral en permanente cambio y transformación.

El segundo aspecto clave se encuentra en el mismo sujeto y cómo afron-ta las condiciones y situaciones laborales donde se halla inserto. Al respecto, cabe señalar, según lo que se consideró anteriormente sobre riesgos psi-cosociales en el trabajo, la importancia de desarrollar propuestas de inter-vención psicosocial vinculadas a la salud ocupacional. Que los trabajadores aprendan a conocerse e identificar cuáles son sus fortalezas y debilidades frente a su contexto laboral y desarrollar consecuentemente, estrategias de afrontamiento adecuadas es un desafío de las organizaciones actuales. Ade-más, el desarrollo de estrategias preventivas, destinadas a evitar o mitigar las consecuencias de los riesgos psicosociales en el trabajo (estrés, burnout, mob-bing, etc.) Las posibilidades de realización profesional y desempeñarse en un contexto laboral sano, redundarán en beneficios inmediatos tanto para los trabajadores como para la organización. Además, es de vital importancia la fluidez en las relaciones interpersonales, en especial la del grupo inmediato de colegas, la que influye contribuyendo al sostén emocional personal.

Por último, en cuanto a la organización, cabe señalar la importancia de desarrollar espacios saludables de trabajo. La nueva perspectiva que presenta la corriente de Psicología Positiva al centrarse en los factores positivos que suscitan el desarrollo personal y organizacional, promueve el desarrollo del engagement (compromiso laboral) en los trabajadores y la construcción de or-ganizaciones saludables, potenciando las fortalezas y capacidades47 en pro del bienestar personal y organizacional.

Roxana MarsollierCONICET – Universidad Nacional de Cuyo

E-mail: [email protected]

Miriam AparicioCONICET – Universidad Nacional de Cuyo

E-mail: [email protected]

Recibido: 26/03/2014Aceptado: 27/10/2014

46 J. V. García, Métodos de análisis de la inserción laboral de los universitarios (Madrid: Consejo de Coordinación Universitaria, 2003).

47 M. Seligman y M. Csikszentmihalyi, “Positive Psychology: An introduction”, American Psy-chologist 55, nº 1 (2000): 5-14.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

Sujeto, FouCault y amériCa latina

Apuntes para una discusión

Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

ResumenEl artículo busca problematizar una situación recurrente y no del todo discutida en los escri-tos que se apoyan en Foucault para el análisis de los procesos de subjetivación en Latinoamé-rica. Los planteamientos analizados por Foucault, fueron hechos para una realidad europea, o en específico, para el caso francés. En este sentido, presentamos tres ideas como apuntes para analizar y abrir el debate sobre esta situación. Primero, se expone en términos generales el pensamiento de Foucault. Segundo, se discute si son o no aplicables en el continente lati-noamericano conceptos como poder, disciplinamiento o biopoder. Por último, se ve cuáles son los alcances e inconvenientes de observar a América Latina desde las concepciones del autor francés.Palabras clave: Foucault - América Latina - Sujeto – Subjetivación – Disciplina

Abstract The article seeks to problematize a recurrent situation and not always discussed in the wri-tings that rely on Foucault to analyze the processes of subjectivation in Latin America. The approaches analyzed by Foucault, were made in, and for an European reality, or specifically to the French case. This article presents three ideas as notes to analyze and open the debate on this situation. First, it is discussed the thought of Foucault in general terms. Second, it is discussed whether or not they are applicable concepts such as power, discipline, biopower, in Latin American continent. Finally, it is seen what are the scope and disadvantages of wat-ching Latin America from the French author’s conceptions.Keywords: Foucault - Latin America - Subject - Subjectivity - Discipline

Introducción

En la idea de entender al sujeto y los procesos de subjetivación desde el contexto latinoamericano, el presente artículo se centra en la obra de Fou-cault, pretende ser tanto una problematización como “una lectura parcial”, de las múltiples que se pueden llevar a cabo al autor. Además, dado que “lo Latinoamericano” abarca una gran complejidad, se presenta una posible lí-nea de análisis que pueda ayudar a comprender y debatir la formación de los sujetos del continente latinoamericano.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

100 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

Se utiliza lo que el mismo autor francés, en relación a su trabajo, nombró como caja de herramientas,1 mirándolo de una manera heurística, como un autor que brinda un instrumental conceptual variado y esclarecedor. Con ello, a través de conceptos como poder, disciplina, biopoder, subjetivación, se persigue comprender en términos generales su empleabilidad en el con-texto de América Latina.

La hipótesis general del trabajo que realizó Foucault fue exponer que las relaciones, estrategias, y tecnologías del poder, atraviesan a los sujetos, y producen saberes y verdades que le son útiles, todo esto a través de un proceso de naturalización y homogenización que se vuelve cada vez más invisible. En este trabajo, se observa la aplicabilidad o no de dicha hipótesis para Latinoamérica.

Se divide la discusión en cuatro secciones. Primero, se presenta una con-ceptualización y lineamientos generales del pensamiento de Foucault. Se-gundo, se exponen los argumentos y una revisión bibliográfica tanto desde las ciencias sociales como de análisis históricos que permitan problematizar a Foucault en un contexto Latinoamericano. Tercero, se presentan los alcan-ces y los inconvenientes. Por último, se despliegan las conclusiones genera-les.

El pensamiento de Foucault

Numerosos trabajos, al analizar los planteamientos foucaultianos, distin-guen tres etapas: la arqueológica, la genealógica y la ética.2 Deleuze resume bajo estas ideas, la aportación de Foucault en tres interrogaciones mayores, de resonancias kantianas: ¿qué puedo saber?, ¿qué puedo hacer? y ¿quién soy yo?3 Y si bien es cierto, la obra de Foucault ha sido ampliamente estudiada, sus reflexiones en el ámbito latinoamericano han sido más bien enfocadas sobre conceptos como biopolítica y/o de gubernamentalidad o disciplina.4

1 Michel Foucault, Defender la sociedad. Curso en el Collège de Francia (1975-1976) (Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica, 2000).

2 Ver Gilles Deleuze, Foucault (Barcelona: Editorial Paidós, 1987); Esther Díaz, La filosofía de Michel Foucault (Buenos Aires: Editorial Biblos, 1995); Edgardo Castro, Pensar a Foucault. Interrogantes filosóficos de La arqueología del saber (Buenos Aires: Editorial Biblos, 1995); Rodrigo Castro, Foucault y el cuidado de la libertad. Ética para un rostro de arena (Santiago: Editorial LOM, 2008).

3 Deleuze, Foucault, 141.4 Por nombrar algunos, en biopolítica: Castro, Foucault y el cuidado de la libertad. Ética para

un rostro de arena; Mauricio Berger, “Notas biopolíticas. Potencia y bloqueo de la acción”, Nómadas, n° 28 (2008): 195-206; Rodrigo Lagos, “Michel Foucault: Neoliberalismo y biopolítica”, Alpha, n° 32 (2011): 260-264. En gubernamentalidad: Silvia Grinberg,

Sujeto, Foucault y América Latina 101

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

Sin embargo, este artículo, a modo de lectura parcial, se concentra más que en hechos específicos, en conceptos claves y generales que den cuenta prin-cipalmente del sujeto y de los procesos de subjetivación. Para ello, primera-mente se presentan algunas ideas y características de estos conceptos, para así problematizar la filosofía del autor con América Latina. Conjuntamente, se cree importante que como apuntes para una discusión se deben clarificar al menos cuatro puntos.

Primero, exponer que Foucault pretendió mostrar que las verdades inde-lebles sobre la naturaleza humana y la sociedad varían a lo largo de la historia. Aportó conceptos originales que desafiaron las convicciones tradicionales respecto de la subjetividad, el conocimiento, el poder y la verdad. Sus inte-rrogaciones revelaron las reglas cambiantes que gobiernan las afirmaciones que pueden ser tomadas como falsas o verdaderas en diferentes momentos de la historia, pero que sin duda, terminan por ordenar e intervenir en la sociedad y en los individuos, creando todo un sistema de normalización, de convicciones y de realidades, nutridos en juegos de poder.

Segundo, para Foucault tanto la subjetividad como el cuerpo son textos donde se escribe la realidad social. Bajo esta concepción, examinó las formas de gobierno encaminadas a vigilar y orientar el comportamiento individual por medio de distintas instituciones: la medicina, la escuela, la fábrica, etc. Y cómo a través de estas instituciones se dota al individuo de estrictas normas corporales, de una manera de actuar y de obedecer, que de ser exitosa, es un garante del orden social moderno.

Tercero, Foucault menciona una especie de funcionalidad económica en las relaciones de poder, en la medida en que el poder tiene esencialmente el papel de mantener las relaciones de producción y dominación que favorecen su desarrollo, así como también la apropiación de las fuerzas productivas que lo hacen posible.5 Así sucede, por ejemplo, con el internamiento que no debe ser entendido como una función médica sino policíaca, siendo instancia de orden.

Inicialmente, la reclusión fue la respuesta de la Época Clásica a la crisis económica, una manera de ayudar a los pobres y encerrarlos para evitar mo-tines. Pero sobre este significado económico, se empalma una experiencia

“Educación y gubernamentalidad en las sociedades de gerenciamiento”, Revista argentina de sociología 4, nº 6 (2006): 67-87. En disciplina: Miguel Angel Centeno, “The Disciplinary Society in Latin America”, en The other mirror: grand theory through the lens of Latin America, ed. Miguel Angel Centeno y Fernando López-Alvez, (Princeton: Princeton University Press, 2001), 289-308.

5 Foucault, Defender la sociedad. Curso en el Collège de Francia (1975-1976), 165-166.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

102 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

moral, castigar al gran pecado de la época: la ociosidad. Las casas de inter-namiento debían impedir: “la mendicidad y la ociosidad como fuentes de todos los desórdenes”.6

Situación similar se ve en la medicina, ya que ésta nace en el siglo XVIII y tiene reminiscencias hasta la actualidad.7 Principalmente, se caracteriza por cuatro puntos. Primero, la aparición de una autoridad médica, que no es simplemente la autoridad del saber, sino también una persona erudita con autoridad social. Segundo, la aparición de un nuevo campo de intervención de la medicina, distinto de las enfermedades: el aire, el agua, los desagües, etc. Tercero, la introducción de un aparato de medicalización colectiva, el hospital. Por último, la introducción de mecanismos de administración mé-dica, registro de datos, establecimiento de estadísticas, etc.

Finalmente, se formalizan cuatro conceptos claves para entender a Fou-cault: poder, verdad, disciplina y biopoder:

Poder

Foucault analizó los mecanismos de poder que operan en la sociedad ca-pitalista y su influencia en la conformación de la subjetividad de las personas. Con ello, se deben derribar seis postulados respecto del poder:8 Postulado de la propiedad: el poder no es algo que se posee. Postulado de la localización: el poder no está en el Estado. Postulado de la subordinación: el poder no está subordinado a un modo de producción. Postulado del modo de acción: el poder no es sólo negativo. Postulado de la legalidad: ley y poder no son lo mismo. Postulado de la esencia: el poder carece de esencia.

6 Michel Foucault, Los Anormales. Curso en el Collège de Francia (1974-1975) (México: Editorial Fondo de Cultura Económica, 2006), 102.

7 Michel Foucault, La vida de los hombres infames. Ensayos sobre desviación y dominación (Buenos Aires: Editorial Altamira, 1993); ídem, El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica (México: Editorial Siglo Veintiuno, 2006).

8 Para estas distinciones este artículo se basa en los siguientes textos de Michel Foucault, Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones (Madrid: Editorial Alianza, 1988); Saber y verdad (Madrid: Editorial La Piqueta, 1991); Microfísica del poder (Madrid: Editorial La Piqueta, 1992); Historia de la sexualidad. I.- La voluntad de saber (México: Editorial Siglo Veintiuno, 1998); Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión (México: Editorial Siglo Veintiuno, 1998); Tecnología del yo. Y otros textos afines, (Barcelona: Editorial Paidós, 2000), Defender la sociedad. Curso en el Collège de Francia (1975-1976); Los Anormales. Curso en el Collège de Francia (1974-1975); Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de Francia (1978- 1979) (Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica, 2008), La hermenéutica del sujeto. Curso en el Collège de Francia (1981- 1982) (Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica, 2008). Además en Deleuze, Foucault; Díaz, La filosofía de Michel Foucault; Castro, Pensar a Foucault. Interrogantes filosóficos de La arqueología del saber; Castro, Foucault y el cuidado de la libertad. Ética para un rostro de arena.

Sujeto, Foucault y América Latina 103

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

Verdad

Foucault aclaró que existe una “economía política” de la verdad, que está caracterizada por cinco rasgos históricamente importantes: la “verdad” está centrada en la forma del discurso científico y en las instituciones que lo producen; está sometida a una constante incitación económica y política; es objeto bajo formas diversas de una inmensa difusión y consumo; es produ-cida y transmitida bajo el control no exclusivo pero sí dominante de algunos grandes aparatos políticos o económicos; por último, es el núcleo de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social.9

Disciplina

La disciplina es usada como estrategia de normalización, su evolución pasó precisamente por comprender que la disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de servicio) y disminuye esas mismas fuer-zas (en términos políticos de obediencia). “La disciplina ‘fabrica’ individuos; es la técnica específica de un poder que se da a los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio”.10 Por lo tanto, la disciplina busca fiscalizar y controlar las conductas, comportamientos, aptitudes y pre-ferencias, a través de diferentes formas.

Biopoder

Tiene que ver con el dominio de cálculos explícitos de una tecnología política en la que la vida misma se ha hecho objeto del poder. El biopoder pasa por lo bio-lógico, por un saber en el que cada producción individual pueda ser enmarcada dentro de un fluir universal y que permita el dominio de ese paso entre la individualidad y la universalidad.

Foucault, subjetividad y Latinoamérica

Las investigaciones del autor francés se centraron en lo que denominó dispositivos. Por dispositivo se debe entender a la red de relaciones que se pueden establecer entre elementos heterogéneos: instituciones, arquitectura, reglamentos, leyes, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales,

9 Foucault, Microfísica del poder, 187-188.10 Foucault, Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión, 175.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

104 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

filantrópicas, lo dicho y lo no-dicho. Con ello, logró que si bien se puede contar con una gran cantidad de situaciones para elaborar problematizaciones, éstas se hacen complejas y en ocasiones tautológicas.11 No obstante, la tarea es ver cómo nacieron y, bajo qué formas estos dispositivos se han hecho presentes en Latinoamérica.

En primer lugar, se puede señalar la idea de generar un orden social moderno, que la consolidación del estado nacional latinoamericano se de-sarrolló en cuanto eje creador y promotor de distintas instituciones con las cuales se buscó orientar el comportamiento individual.12 De hecho, uno de los elementos con los cuales el estado nacional se consolida en Latinoamé-rica, dentro del contexto de la modernidad, es cuando comienza a medirse, a cuantificar su población.13 Estefane estudia el censo en Chile, y a la vez, señala que es una institución que se desarrolla de manera similar en el resto de Latinoamérica y que tiene una de sus últimas manifestaciones modernas en la década de 1980, con el Centro Latinoamericano de Demografía (CE-LADE).

La institución del censo tiene su origen prácticamente con la misma re-pública, y es una de las instituciones más importantes para el naciente estado nacional, no sólo por la disposición de información que proporciona, sino también por la forma en cómo se llevaba a cabo el levantamiento del mis-mo y la consecuente construcción de lealtades al gobierno central que esto generaba.

Estefane enfatiza que el naciente estado debía sortear dos grandes pro-blemas: la resistencia inicial de la población para ser censada y el falseamien-to de la información entregada. Por esto, el levantamiento del censo era de particular importancia, ya que revela los modos que adoptó el Estado, a

11 Tautológicas porque todo a veces pareciera girar en relaciones de poder o de dominación, trampa de la que es difícil salir, como señala, entre otros, Jean Baudrillard en Olvidar a Foucault (Madrid: Editorial Pretextos, 1994).

12 Ejemplifican esto los trabajos de Armando De Ramón, Ricardo Couyoumdjian y Samuel Vial, Historia de América, América Latina en búsqueda de un nuevo orden, 3 vols. (Santiago: Editorial Andrés Bello, 2001), que expone el caso en todo América Latina; Francois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (México: Editorial Fondo de Cultura Económica, 1993), quien se centra en el contexto mejicano, pero sus presupuestos pueden aplicarse al conjunto de colonias que se independizan de la metrópoli española a comienzos del siglo XIX; y Mario Góngora, Ensayo Histórico sobre la Noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, (Santiago: Editorial Universitaria, 1994), centrado en el caso chileno.

13 Andrés Estefane, “Un alto en el camino para saber cuántos somos”, Historia 37, nº 1 (2004): 33-59.

Sujeto, Foucault y América Latina 105

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

través de sus autoridades, para afrontar este problema: la coacción y la coop-tación. Prácticas que no eran ajenas al resto del continente.

El Estado primero cooptaba, es decir persuadía a los vecinos más ilus-tres de cada región (magistrados, terratenientes y clérigos importantes), y ejercía una fuerte propaganda ligada a la lealtad al nuevo gobierno, y si esto no resultaba, venía como acto subsidiario la coacción, en donde castigaba fuertemente a quienes no se sometieran al empadronamiento. Ahora bien, si se sopesa que para Foucault la disciplina es una tecnología sugerida, que no puede identificarse claramente ni con una institución ni con un aparato, sino más bien es un tipo de ejercicio del poder, una modalidad para ejercerlo, se puede advertir que a lo largo de la historia de América Latina sí se han efectuado procesos de férreo disciplinamiento, pero también de ejercicio de la fuerza física, en donde no se normalizó una población, sino más bien, se les castigó o eliminó.14

14 Luis Hachim, “¿Por qué volver a los textos coloniales? Herencias y coherencias del pensamiento americano en el discurso colonial”, Literatura y Lingüística 17 (2006): 15-28. Para ver casos específicos de la implementación y/o uso de ciertos dispositivos, ver el trabajo de Verónica Giordano, “La ampliación de los derechos civiles de las mujeres en Chile (1925) y Argentina (1926)”, Mora 16, nº 2, (2010): 97-113, que expone el proceso de disciplinamiento de la mujer en la protesta en Chile y Argentina; Andrei Koerner, “Punição, disciplina e pensamento penal no Brasil do século XIX”, Lua Nova 68, (2006): 205-242, habla de disciplina en el siglo XIX en Brasil; Joel Outtes, “Disciplinando la sociedad a través de la ciudad: El origen del urbanismo en Argentina y Brasil (1894-1945)”, Eure 28, nº 83, (2002): 7-29, analiza, desde finales del siglo XIX, la implementación del urbanismo en Argentina y Brasil; Adriana Alzate, Suciedad y orden. Reformas sanitarias borbónicas en la Nueva Granada 1760-1810 (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2007), estudia el caso del urbanismo en Colombia, al igual que Santiago Castro-Gómez, S., Tejidos Oníricos: movilidad, capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910-1930) (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2009) y María del Carmen Suescún, “La modernidad, el cuerpo y el orden político en Colombia (1930-1948)”, en Políticas y estéticas del cuerpo en América Latina, Zandra Pedraza (comp.) (Bogotá: Editorial de la Universidad de los Andes, 2007), 227-258, que explora las ligazones entre orden político, modernidad y cuerpo; Marisa Miranda, “Doxa, eugenesia y derecho en la Argentina de posguerra (1949-1957)”, en Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y la sociedad, Gustavo Vallejo y Marisa Miranda (comp.) (Buenos Aires: Editorial Siglo XXI, 2007), 97-123; y Maria Silvia Di Lisia, “Los Bordes y límites de la eugenesia, donde caen las ‘razas superiores’ (Argentina, primera mitad del siglo XX)”, en Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y la sociedad, 377-407, exponen el proceso de eugenesia en la Argentina; Ricardo Augusto Dos Santos, “El ‘Jeca Tatu’”. Educación, eugenesia e identidad nacional en Brasil (1914-1947)”, en Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y la sociedad, 293-308, refiere al caso brasileño; Gustavo Vallejo, “Cuerpo y representación: la imagen del hombre en la eugenesia latina, en Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y la sociedad, 23-49, se puede consultar para una mirada a América Latina; Inés Dussel, “Los uniformes como políticas del cuerpo. Un acercamiento Foucaultiano a la historia y el presente de los códigos de vestimenta en la escuela en Políticas y estéticas del cuerpo en América Latina, 131-160, se refiere al caso del dispositivo escolar. Para el caso específico de Brasil se puede ver Marcus Aurélio Taborda, M. “Currículo e educação do corpo: historia do currículo da instrução pública primaria no Paraná (1882-1926)”, en Políticas y estéticas del cuerpo en América Latina, 69-102. Para el caso uruguayo se puede ver

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

106 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

La disciplina también se hizo presente a través de instancias formales como el trabajo o la escuela, hasta llegar a instancias más complejas como dictaduras y populismos.15 En este sentido, las dictaduras y los populismos en Latinoamérica, no sólo van muchas veces asociados, sino que son una manifestación propia y particular del contexto latinoamericano en el siglo XX. Cronológicamente, los populismos se ubican desde la primera mitad del siglo XX, donde destacaron los regímenes de Perón y Getulio Vargas en Argentina y Brasil respectivamente. Pocos países escaparon a esta forma de gobierno, entre ellos Chile, que a diferencia de otros países, tenía un sistema de partidos políticos fuerte y bien constituido.16

En todos los países latinoamericanos el liberalismo parlamentario entró en crisis y comenzaría frente a este caos institucional una época de persona-lismos o caudillismos.17 Luego, las dictaduras que surgen en América Latina desde la década de 1960, en todo el continente responden prácticamente a las mismas variables generales: variables de largo plazo, como la presencia del latifundio (muchas veces muy poco explotado), y variables de corto pla-zo, como el contexto general de la Guerra Fría y la aparición de la doctrina de la Seguridad Nacional,18 en respuesta a la influencia de la Revolución Cu-bana, que había fomentado la creación de guerrillas al interior de los países de la región. Muchas de estas dictaduras llegaron a lo que se denominó como “una sociedad que se patrulló a sí misma”,19 las que se caracterizaban por la existencia de un grupo amplio de personas que voluntariamente se ocuparon activa y celosamente de ejercer un autoritarismo que excedía lo que el mismo régimen les demandaba.

a Raumar Rodríguez, “Un estado moderno y sus razones para escolarizar al cuerpo: el sistema educativo uruguayo”, en Políticas y estéticas del cuerpo en América Latina, 43-68. Para el caso argentino está Angela Aisenstein, “La matriz discursiva de la educación física escolar. Una mirada desde los manuales”, en Políticas y estéticas del cuerpo en América Latina, 103-130. Finalmente, para el caso chileno, se puede consultar Macarena Ponce De León, “La llegada de la escuela y la llegada a la escuela: la extensión de la educación primaria en Chile. 1840-1907”, Historia 43, nº 2, (2010): 449-486.

15 Para el caso del disciplinamiento en dictadura militar chilena véase Manuel Guerrero, “El conjuro de los movimientos sociales en el Chile neoliberal”, Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales 12, nº 2, (2006): 147-156.

16 Bernardino Bravo, Historia de las instituciones políticas de Chile e Hispanoamérica (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1986), 251.

17 Ibíd.18 Doctrina que estaba presente en todos los ejércitos latinoamericanos que recibían

adoctrinamiento en la Escuela de las Américas y que sostenía que el enemigo potencial estaba dentro de las fronteras nacionales (De Ramón, Couyoumdjian y Vial, Historia de América, América Latina en búsqueda de un nuevo orden, 3:474).

19 Guillermo O’Donnell, “Democracia en la Argentina. Micro y macro”, en ‘Proceso’, crisis y transición democrática, Oscar Oszlak (comp.), 13-30 (Buenos Aires: CEAL, 1984), 17.

Sujeto, Foucault y América Latina 107

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

Conjuntamente, las revoluciones agrícolas y las formas de vagabundeo que produjo la expulsión del campo, las instituciones de encierro y los distin-tos instrumentos de normalización y de control de la subjetividad se vieron fuertemente avalados en el siglo XX. Estas instituciones no dejaron de im-plicar etapas de fijación e inserción social.

Desde este punto de vista, la sociedad salarial que poco a poco se fue implantando, aunque profundamente desigual, fue una sociedad de inclu-sión.20 Esta sociedad inclusiva, al menos como proyecto, surge desde el mis-mo período de independencia de las distintas repúblicas latinoamericanas en 1810.21 Las revoluciones iban destinadas a todos los individuos, y debían contar con ellos como sujetos modernos y civilizados, existiendo una clara distinción entre civilizados y bárbaros.22 En este sentido, era claro que los grupos marginales, como los campesinos, cuya masa representaba la inmen-sa mayoría de la población de entonces, no sólo eran incluidos como agentes pasivos de la revolución en cuanto peones reclutados para el ejército, sino que se consideraban como sujetos a los que se buscaba concienciar del nue-vo proyecto ilustrado, republicano e independentista.

El clero representó un gran medio de inclusión social dentro de estos nuevos estados independientes. Los clérigos en Latinoamérica buscaron la concientización de la sociedad campesina y analfabeta de entonces, a través de sus periódicos sermones, donde su influencia no tuvo contrapeso.23 La influencia de los poderosos terratenientes en cada región y sobre todo de los curas es fundamental para comenzar a comprender los movimientos sociales de carácter popular y rural de la época.

Con ello, como exponía Foucault, para que sea posible la aplicación de la sociedad capitalista se precisa una sociedad integrada y disciplinada, ca-paz de transformar el tiempo de los sujetos en tiempo de trabajo, vigilando sus cuerpos y su subjetividad. De tal modo fue que se requirió dar al sujeto formación en el sentido más amplio, no sólo educación sino que implicó fo-mentar en él, actitudes, valores, potenciar o no ciertas aptitudes, proceso por el que pasaron, si bien diferencialmente, todos los países latinoamericanos.

20 Grinberg, “Educación y gubernamentalidad en las sociedades de gerenciamiento”, 67-87.21 Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas.22 Hugo Biagini, “América Latina, continente enfermo”, en Políticas del cuerpo. Estrategias

modernas de normalización del individuo y la sociedad, Gustavo Vallejo y Marisa Miranda (comp.) (Buenos Aires: Editorial Siglo XXI, 2007): 347-361. Distinción que bien puede servir, para el caso latinoamericano, de autores como Domingo Sarmiento en Facundo.

23 Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, 294-295.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

108 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

Ahora bien, se recuerda que “en cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose invisible; en cambio, impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio. En la disciplina, son los sometidos los que tienen que ser vistos”.24 En un sistema de disciplina, el niño está más individualizado que el adulto, el enfermo más que el hombre sano, el “anor-mal” más que el normal. De esta forma, existió la intención clara en toda la región de eliminar las particularidades, por ejemplo, respecto a las poblacio-nes indígenas, campesinas, donde se buscó la homogeneización lingüística y el reconocimiento de una sola cosmovisión.25

Este punto ha tenido mucha reflexión en la historiografía ya que se trata del punto más importante del contacto entre conquistador e indígena, y la comunicación entre ellos. La llamada conquista espiritual no podía cumplir-se directamente a partir del terror, o de una oposición simple entre héroes sanguinarios y vasallos vencidos, del conquistador como sujeto absoluto y sublime, frente al indio como existencia negativa, eslava y culpable. Era pre-ciso que la víctima esclavizada y negada en su subjetividad, se autoafirmase en su dignidad como vasallo y abrazara el principio interior de la salvación cristiana.26

La colonialidad se manifiesta a partir de tres prácticas inéditas en el do-minio del saber y que serán constantes en los procesos coloniales posterio-res: el uso de raza como categoría social jerarquizadora, el hacer capitalista

24 Foucault, Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión, 192.25 Para conocer esto en el plano latinoamericano ver Miguel Carbonell, “La constitucionalización

de los derechos indígenas en América Latina: una aproximación teórica”, Boletín mexicano de derecho comparado 36, nº 108 (2003): 839-861; Florencia Carlón, “Políticas correctivas del comportamiento social indígena y formas de resistencia en las reducciones de Baradero, Tubichaminí y del Bagual (primeras décadas del siglo XVII)”, Mundo agrario 7, nº 13 (2006): 1-16. Para el caso argentino véanse Andrea Gigena, “Descubrimiento y obliteración de la subjetividad indígena”, Nómadas 31 (2009): 227-239 y Miguel Bartolome, “Los pobladores del “Desierto” genocidio, etnocidio y etnogénesis en la Argentina”, Cuadernos de antropología social 17, nº 1 (2003): 162-189. Para el caso venezolano véase Emanuele Amodio, “La república indígena. Pueblos indígenas y perspectivas políticas en Venezuela”, Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales 13, nº 3 (2007): 175-188. Para el caso colombiano ver Mónica Espinosa, “Memoria cultural y el continuo del genocidio: lo indígena en Colombia”, Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 5, (2007): 53-73 y Castro-Gómez, S., Tejidos Oníricos: movilidad, capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910-1930). Finalmente, para el caso chileno, se puede consultar Jimena Obregon y José Manuel Zavala Cepeda, “Abolición y persistencia de la esclavitud indígena en Chile Colonial: Estrategias esclavistas en la frontera Araucano-Mapuche”, Memoria americana 17, nº 1 (2009): 11-35.

26 Eduardo Subirats, El continente vacío, la conquista del Nuevo Mundo y la conciencia moderna (México: Editorial Siglo XXI, 1994), 89.

Sujeto, Foucault y América Latina 109

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

aplicado al trabajo del indígena y la perspectiva eurocentrista que domina la cultura y la construcción de discursos.27

Por otra parte, respecto al biopoder se recuerda que éste trae consigo un desplazamiento en importancia de la norma a expensas de la ley, pues un poder que tiene como objetivo gestionar la vida, necesita mecanismos permanentes y reguladores. Un poder así más que desplegar prohibiciones y represiones, necesita clasificar, medir, jerarquizar y excluir, teniendo como parámetro la norma, es decir, estableciendo estrategias de normalización. Estas estrategias circulan a veces muy de prisa y de un punto a otro (entre el ejército, las escuelas y los hospitales). Otras veces, lentamente y de manera más discreta (militarización de los talleres, de las fábricas). “Siempre, o casi siempre, se han impuesto para responder a exigencias de coyuntura: aquí una innovación industrial, allá la recrudescencia de ciertas enfermedades epidémicas”.28

Sobre este lineamiento, el biopoder tuvo cabida en Latinoamérica pues existió un hacerse cargo de la vida desde el poder político, se pusieron en práctica formas de disciplinamiento junto con mecanismos de regulación y medición, que los estados-nación requirieron para su concepción y funcio-namiento.29 Es decir, se implementaron regulaciones higiénicas, médicas y de saberes técnicos que buscaron regular a las poblaciones. El biopoder surgió como un elemento indispensable para el desarrollo del orden en la región, se buscó la inserción controlada de los cuerpos en el aparato productivo y se ajustaron los fenómenos de la población a los procesos económicos. Asimismo, cada vez más la sexualidad fue vista como problema económico y político de la población: se comenzaron a analizar la tasa de natalidad, los nacimientos legítimos e ilegítimos, las prácticas anticonceptivas, y el proble-ma del aborto.

Por último, en el campo del conocimiento y de la “verdad”, los estados nacionales fueron el eje y motor de todos los procesos de cambio/reforma

27 Hachim, “¿Por qué volver a los textos coloniales? Herencias y coherencias del pensamiento americano en el discurso colonial”, 15-28.

28 Foucault, Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión, 142.29 Existe un trabajo ilustrador en esta línea de Paola Bolados, “¿Participación o pacificación

social? La lógica neoliberal en el campo de la salud intercultural en Chile: el caso atacameño”, Estudios atacameños 38 (2009): 93-106, que muestra la intervención estatal en territorios indígenas. Además, para el caso brasileño se puede consultar el trabajo de Luis Ferla, “Cuerpo y comportamiento: el examen médico-legal en el Brasil de entreguerras”, en Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y la sociedad, Gustavo Vallejo y Marisa Miranda (comp.) (Buenos Aires: Editorial Siglo XXI, 2007), 59-96. Para el caso chileno véase María Soledad Zárate, Por la salud del cuerpo. Historia y políticas sanitarias en Chile (Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2008).

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

110 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

que se fueron diseñando e implementando en Latinoamérica. Aquí es donde los estudios a Foucault han sido más fecundos, sobre todo bajo el con-cepto de gubernamentalidad, puesto que supone el estudio sobre estratos particulares de conocimiento y acción. Sobre la emergencia de regímenes particulares de verdad, modos de declarar sobre la verdad, personas autori-zadas para decir verdades, modalidades para decretar la verdad y los costos de hacerlo. Se trata de la invención de dispositivos y aparatos particulares de ejercicio del poder y de intervenir en problemas particulares.30 En la noción de gubernamentalidad, Foucault enmarca el problema general de la agencia y del Estado, del sujeto y del poder, e involucra otra cuestión, también central actualmente, que refiere al territorio.

En la instauración de los Estados-nación en América Latina se produ-jeron relaciones de poder y saber en donde a partir de distintas instancias se trató de homogeneizar y normalizar a una población a través, tanto del disciplinamiento y la normalización de las subjetividades, como a través de la instauración de un discurso de verdad que fue impulsado por referentes autorizados que lo socializaron preferentemente por medio de las escuelas31 y la iglesia.

Alcances e inconvenientes

La hipótesis de Foucault fue que el individuo no es lo dado sobre el que se ejerce y se aferra el poder. El individuo, su subjetividad, su identidad, es el producto de una relación de poder que se ejerce sobre los cuerpos, las multiplicidades, los movimientos, los deseos, las fuerzas.32 Por lo tanto, su trabajo se centra en el problema de la individualización, de la identidad en relación con el problema del “poder individualizante”. Ahora bien, se debe destacar que la analítica foucaultiana del poder tiende a una metodología eurocéntrica, como lo señala Castro-Gómez,33 pero en consideración a sus contenidos, y no en consideración a su forma. Consideradas las cosas desde el punto de vista formal, hay que decir que la analítica del poder en Foucault tiene el potencial de ser utilizada como “metodología” válida de análisis para

30 Grinberg, “Educación y gubernamentalidad en las sociedades de gerenciamiento”, 67-87. 31 Para comprender la importancia de las escuelas como medio del disciplinamiento nacional,

se puede revisar el trabajo de Sol Serrano, Universidad y nación. Chile en el siglo XIX (Santiago: Editorial Universitaria, 1994).

32 Foucault, Microfísica del poder.33 Santiago Castro-Gómez, Tejidos Oníicos: movilidad, capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910-1930)

(Bogotá: Editorial Pontifica Universidad Javeriana, 2007), 281.

Sujeto, Foucault y América Latina 111

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

pensar la complejidad del sistema-mundo y la relación entre modernidad y colonialidad.

No obstante, si “el rasgo distintivo del poder es que algunos hombres pueden, más o menos, determinar por completo la conducta de otros hom-bres, pero jamás de manera exhaustiva o coercitiva. Un hombre encadenado y azotado se encuentra sometido a la fuerza que se ejerce sobre él. Pero no al poder”.34 Sus escritos no son del todo productivos al tratar de entender fenómenos como las dictaduras y sus mecanismos normalizadores sigui-endo la lógica de conceptos como poder y disciplina. También, el concepto de poder no es capaz de responder concisamente al problema de las luchas de clases tan presente en Latinoamérica, pues, el poder para Foucault está distribuido en todas las personas y no es propiedad de ninguna clase en par-ticular. Además, si se observa el continente latinoamericano ¿cómo explicar, por ejemplo, la presencia de carnavales, tráfico de drogas, religiosidad pop-ular, las rebeliones populares35 o el nacionalismo “étnico” de algunos países latinoamericanos36?

Con estos ejemplos se quiere plantear que en esta región, la religión, el saber y las tradiciones no sólo provienen con tanta fuerza de instancias for-males o estatales, sino que también las instancias populares son significativas en la construcción del sujeto y de su subjetividad. La constitución de los sujetos populares ante la mirada dominante, amerita una problematización.

Como señala Le Breton, el cuerpo es una construcción que pasa también por una tradición popular, y no sólo por un disciplinamiento y normalización, en instituciones como el trabajo o la escuela.37 Por ello, el concepto de disciplina presume altos niveles de inclusión y una masa más bien homogénea, situación que no es del todo aplicable a América Latina.38

A pesar de que desde mediados del siglo XIX se pueden encontrar proyectos de una identidad cultural latinoamericana, en autores como Rodó, Vasconcelos o Haya de la Torre, de inspiración anti norteamericana,

34 Foucault, Tecnología del yo. Y otros textos afines, 138.35 Margarita Restrepo, “Sublevaciones en el Virreinato Neogranadino durante la segunda

mitad del siglo XVIII: un balance historiográfico”, Historia 47, nº 1 (2014): 169-188.36 Fredy Choque, “Revuelta anticolonial en Bolivia del siglo XXI: continuación de la “guerra

interna” y derrota de los partidos neoliberales 2000-2003”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades 17, nº 1 (2013): 165-192.

37 David le Breton, La sociología del cuerpo (Buenos Aires: Nueva Visión, 2002).38 Centeno, “The Disciplinary Society in Latin America”, 299.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

112 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

hispanista y nacionalista respectivamente,39 en América Latina la heterogeneidad es un rasgo encarnado en las propias raíces. Hablar de la identidad latinoamericana como una experiencia unitaria, como una realidad homogénea, clara y transparente, podría implicar la negación de la enorme diversidad de geografías, etnias, culturas y manifestaciones de los pueblos del continente.

Todorov expone que el continente americano es una síntesis de la cultura conquistadora e indígena.40 Señala, como ícono cultural de este proceso, a los indígenas colaboradores de los españoles que existieron desde el primer momento en el continente (en Chile se les denominaba como yanaconas). Un símbolo de este indígena, que culturalmente adopta todos los elementos culturales del conquistador y además se identifica con sus intereses, es la figura de la Malinche en México.41

Asimismo, si en Foucault se ve que “lo decible y lo visible son dos aspec-tos inseparables del saber, el saber y el poder son dos aspectos indiscernibles en los procesos de subjetivación. Así como lo decible tiene primacía sobre lo visible, el poder la tiene sobre el saber”.42 La complejidad en su aplicabilidad al continente latinoamericano es que las relaciones de poder, si bien pasan porque son históricas, suponen que éstas no solamente atraviesan como una red los cuerpos, las instituciones y sus prácticas, sino que también actúan penetrando los campos de saber.43 El “saber” popular, el saber indígena, pese a que fue ocultado y reprimido (por ejemplo: los chamanes, en el uso de hierbas medicinales, etc.), y pese a que no necesariamente atravesaron instancias de saber formal o instituciones, sí sobrevivieron y su influencia se sigue extendiendo hasta hoy en día.

Es efectivo que los nuevos vasallos indígenas hicieron “algo” con esa cosmovisión que el conquistador europeo les buscó imponer. Los indíge-nas adoptaron las distintas normas que el estado colonial les procuró, con mucho éxito, dar. Pero existió un margen en donde hubo espacio para prác-ticas e ideas que escapaban a las normas que emanaban del poder oficial español. Tanto es así, que desde la misma época colonial, donde las nor-

39 Citados en De Ramón, Couyoumdjian y Vial, Historia de América, América Latina en búsqueda de un nuevo orden, 3:273.

40 Tzvetan Todorov, La conquista de América. El problema del otro (México: Editorial Siglo XXI, 1991).

41 Octavio Paz, El laberinto de la soledad (México, Editorial Fondo de Cultura Económica, 1997).

42 Díaz, La filosofía de Michel Foucault, 176.43 Se recuerda que el saber es del orden de las formas y el poder del orden de las fuerzas.

Sujeto, Foucault y América Latina 113

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

mas del estado indiano tenían esa fuerte influencia que genera combinación de la esfera religiosa y política, y donde ambos ámbitos se entremezclaban, hubo límites a esta concientización. La colonización del imaginario, tuvo sus límites, como señala Gruzinsky.44

Existirían elementos culturales que, muchas veces por desesperación al desarraigo, los indígenas mantuvieron de sus tradiciones antiguas. Incluso más, éstos, con el propósito de mantener sus tradiciones, adoptaron elementos que traían los españoles, como la escritura. La escritura hispana fue el elemento cultural más destacado del cual se apropiaron los indígenas y con el cual mantuvieron parte de su historia antigua. Tal fue el interés por la escritura hispana (aspecto que les llamaba la atención a los mismos clérigos de entonces) que Gruzinsky lo denomina como una “pasión por la escritura”,45 pasión que el autor indica que proviene del ya señalado interés de que perdure esa memoria o identidad ancestral indígena. Todo esto puede interpretarse como un modo perdurable de resistencia del grupo dominado, que puede prolongarse durante todo el período colonial, hasta el siglo XVIII, con las reformas borbónicas.46

Ahora bien, Gruzinsky señala que si bien existió este proceso, fue siempre marginal y minoritario, ya que “la experiencia cultural, social y política de la que hemos seguido algunas manifestaciones no pudo instaurar una dinámica capaz de dominar la irrupción de Occidente, de asimilarla y de conjugarla con la herencia autóctona”.47 El proceso de síntesis, por lo tanto, a partir de estas experiencias que permanecieron, no llegaron a ser verdaderamente sincréticas ni lograron asimilarse al contenido occidental cristiano que trajo el conquistador. Este tipo de manifestaciones marginales, fueron siempre condenadas dentro del contexto cultural de la colonia.

Ahora bien, la religiosidad popular en el continente fue un reducto de liberación que ni la normalización española, ni los mecanismos de la iglesia cristiana lograron del todo conquistar48 y debe ser entendida como una

44 Serge Gruzinsky, La colonización del imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI – XVIII (México: Editorial Fondo de Cultura Económica, 2007).

45 Ibíd., 104-149.46 Restrepo analiza la abundante bibliografía que estudia cómo los sujetos coloniales

se resistieron, luego de tres siglos de dominación española, a las reformas borbónicas (“Sublevaciones en el Virreinato Neogranadino durante la segunda mitad del siglo XVIII: un balance historiográfico”, 169-188).

47 Gruzinsky, La colonización del imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI – XVIII, 71.

48 Pedro Morandé, Ritual y palabra. Aproximación a la religiosidad popular latinoamericana (Santiago: Instituto de Estudios de la Sociedad, 2010), 34.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

114 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

síntesis entre la religión de la palabra que representa el cristianismo y la religión cultica propia de las comunidades indígenas.49

Por otro lado, los procesos de constitución de la subjetividad en las dos primeras etapas de Foucault, se afianzan sobre prohibiciones sistemáticas que recaen sobre las manifestaciones del goce, sobre la creatividad, sobre el cuerpo como fuente de placer. Sin embargo, la represión de la sexualidad (que trae el biopoder) y la disciplina (producto de los proceso de normalización), no se han constituido como una condición fundamental y radical de los procesos de socialización, integración y subjetivación en América Latina. La participación popular ha sido significativa, a pesar de todas las restricciones impuestas por las profundas desigualdades y la falta de reconocimiento de amplios sectores de la población,50 y a pesar de los procesos de disciplinamiento y aún más de represión, fenómenos de goce y algarabía como los carnavales han seguido en pie.

Tanto así que los carnavales, presentes en una buena parte de América Latina (los de Brasil, Uruguay y Argentina son los más característicos) han pasado a ser objeto de patrimonialización en las últimas décadas, ya sea a través de organismos internaciones como también por los mismos estados nacionales. Estas manifestaciones populares, han sido objeto de una paula-tina conservación y revitalización, en tanto son consideradas como activi-dades culturales de corte tradicional.51

No obstante, los carnavales siempre muestran la capacidad del cuerpo para la conducta transgresora y otros rituales de exceso como formas de buscar autonomía individual.52 Ahora bien, es importante distinguir que no sólo el Estado ha buscado influir en el desarrollo de éstos, sino que tam-bién los medios de comunicación y el mercado han intentado determinar el modo en cómo se conciben y desarrollan los carnavales, en especial, cuando los medios de comunicación los enfocan preferentemente a los jóvenes.

49 Morandé, Ritual y palabra. Aproximación a la religiosidad popular latinoamericana, 53.50 José Mauricio Domíngues, “Democracia e dominação: uma discussão (via Índia) com

referência à América Latina”, Dados 52, 3, (2009): 551-579.51 Carlos Hernán Morel, “Políticas oficiales y patrimonialización en el carnaval porteño”,

Runa 29 (2008): 142. Por ejemplo, se ha estudiado, que sólo en los últimos 20 años, el estado argentino se ha comenzado a interesar por promover y, a la vez, delimitar esas manifestaciones populares, cambiando de esta forma el modo de actuar que había sostenido el estado argentino durante la dictadura militar, que con “políticas de censura, desaparición y represión, dejó consecuencias dramáticas en el espacio de las organizaciones populares” (ibíd., 144).

52 Mikhail Bakhtin, Rabelais and his World. Trans. Helene Iswolsky (Bloomington: Indiana University Press, 1984).

Sujeto, Foucault y América Latina 115

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

El carnaval, ha dejado de ser necesariamente un espectáculo de diversión gratuita inserta en el espacio público, transformándose lentamente en una producción pagada, sobre todo por el creciente consumo mercantil. Y este consumo, no es inocuo, porque los medios, junto con el consumo de bienes y servicios, son responsables de la formación de identificaciones sociales, principalmente juveniles.53

Por último, aun cuando se constata en casi todo el continente la existencia de regímenes de democracia formal, más allá de sus consistencias, éstos no están ajenos a crisis de tipo político, económico, social y cultural, que ahondan en que los sujetos sientan pesar y marginalidad. Por un lado, se evidencian crisis de las instituciones políticas, lo que contribuye al debilitamiento del Estado y de las organizaciones sociales. Por otro, se instauran grandes desigualdades en términos económicos y de distribución de ingresos. Quizás, desde estos desajustes es que se puedan entender estrategias y fenómenos como las guerrillas, ejércitos paramilitares, altos niveles de corrupción estatal, y tráfico de drogas. Por tanto, es menester el discutir cómo el pensamiento foucaultiano tiene o no cabida acá.54

Centeno, por ejemplo, expone que el tráfico de drogas puede ser visto como una muestra de la inexistencia de disciplina en el continente, pues, los traficantes tienen unas normas, códigos y una forma de “trabajar” muy sistematizada y reglamentada, que dan cuenta de cómo existen capas cuya subjetividad no han podido ser homogeneizadas.55 Los desajustes mencio-nados configuran condiciones donde los sujetos buscan de una u otra forma acomodarse, compartir y socializar con otros, generando procesos de sub-jetivación propios.

Conclusiones

Se cree que mucho queda en América Latina por discutir y estudiar sobre las formas de subjetivación, disciplinamiento y normalización que se efec-túan regularmente. La lucha de las subjetividades por su autonomía indivi-dual y colectiva son también tareas que se deben investigar. Si se toma la idea que en Latinoamérica ya no se habla en el discurso político de la democracia

53 Sarah Soutto y Maria Cristina Rosa, “Juventud, fiesta y mercado: un estudio acerca del carnaval de Ouro Preto - Minas Gerais”, Polis 9, nº 26 (2010): 175-196.

54 Zandra Pedraza (comp.), Políticas y estéticas del cuerpo en América Latina (Bogotá: Editorial de la Universidad de los Andes, 2007), 7-8, expone que tampoco ha existido un análisis del biopoder en la época de la Colonia.

55 Centeno, “The Disciplinary Society in Latin America”, 297.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

116 Alexis Sossa Rojas y Andrés Brange Flores

a secas, sino de la democracia participativa o de una democracia de sus-cripción pública, es precisamente producto de que las relaciones de poder presentes generan gran exclusión y marginalidad. Los sujetos muchas veces, más que estar atrapados en dispositivos de poder y homogenizados, se en-cuentran excluidos. Ni los procesos de normalización y disciplinamiento, ni la biopolítica de dejar morir, han acabado con los grandes enclaves indígenas que aunque en el discurso “oficial” aparezcan como minorías, representan muchas veces una mayoría real y concreta.

Por otra parte, se debe imaginar y construir lo que se podría ser,56 así como se debe reconstruir y rescatar el saber y la subjetividad de las co-munidades indígenas, de lo popular, etc. También se puede construir una subjetividad distinta que desembarace de esta especie de doble imposición política que surge al analizar a Foucault, consistente en la individualización y la totalización simultáneas de las estructuras del poder moderno en los sujetos. Se deben estudiar y promover nuevas formas de subjetividad que se enfrenten y opongan al tipo de individualidad que ha sido impuesta durante muchos siglos. No se trata de idealizar ni lo latinoamericano, ni lo europeo: se trata de conocer las individualidades y lo propio de latinoamérica.

Dado las ideas aquí planteadas, surgen conjeturas sumamente interesan-tes: plantearse la pregunta de la existencia o no sobre la autenticidad de un discurso latinoamericano; ver qué condiciones históricas determinadas han desarrollado formas de subjetividad en el continente; problematizar el trá-fico de drogas y su vinculación con una sociedad disciplinaria; problemati-zar el disciplinamiento social como factor del desarrollo histórico;57 analizar hasta dónde más que encerrar, los planteamientos foucaultianos ayudan a vislumbrar alternativas de cambio y libertad. En otras palabras, se cree que así como Rorty y otros distinguen a un Foucault norteamericano y un Fou-cault francés,58 en Latinoamérica se debe problematizar al autor y ver las combinaciones, y posibles aplicaciones, que sin duda las hay, respecto de sus planteamientos.

Por último, queda abierta la discusión a responder si en Latinoamérica se tiene una subjetividad no normalizada, sino imaginativa, festiva y/o distinta. La pregunta sería cómo se distingue ese “trabajo sobre sí” (que Foucault vincula con la “autoproducción”, con la creatividad y con la práctica de las

56 Foucault, La hermenéutica del sujeto. Curso en el Collège de Francia (1981- 1982).57 Hugo Mansilla, “El disciplinamiento social como factor del desarrollo histórico. Una visión

heterodoxa desde el Tercer Mundo”, Cuadernos del CENDES 21, nº 57 (2004): 115-148.58 Richard Rorty, Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos (Barcelona: Editorial

Paidós, 1993), 280.

Sujeto, Foucault y América Latina 117

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 99-117

operaciones subjetivas), de una acción que responde a una norma enseñada. Sería una tensión entre dos polos: operaciones sobre sí, fruto de la suje-ción al poder (aunque aparezcan como “libertad” de consumo, festivas, de cambio, de ser sí mismo, etc.) y operaciones que representen la práctica de una libertad situada. La “…contraposición entre el sujeto que ejerce su au-tonomía en las prácticas de sí mismo y el sujeto completamente colonizado por resortes de poder. En el primer caso, la subjetividad se despliega en un ejercicio de la libertad; en el otro, la subjetividad es una materia dócil que vive la ficción de su libertad”.59

Alexis Sossa Rojas Pontificia Universidad Católica de Chile

Centre for Latin American Research and Documentation (CEDLA)Universidad de Ámsterdam

E-mail: [email protected]

Andrés Brange Flores Pontifica Universidad Católica

E-mail: [email protected]

Recibido: 13/10/2014Aceptado: 04/12/2014

59 Castro, Foucault y el cuidado de la libertad. Ética para un rostro de arena, 403.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 119-131

reCenSioneS bibliogrÁFiCaS

Simondon, Gilbert. Imaginación e invención (1965-1966). Buenos Aires: Edito-rial Cactus, 2013. 224 pp. Traducción y notas de Pablo Ires. ISBN 978-987-29224-3-6.El libro que se reseña corresponde al curso que el filósofo Gilbert Si-

mondon dictara en la Sorbonne en el período 1965-1966. Ya desde el prólo-go, el autor anuncia la formulación y exploración de una hipótesis que –en detrimento de la heterogeneidad de estudios a propósito de “la imagen” – postula la existencia de un “ciclo de la imagen” cuasi-orgánico y apunta a esclarecer las relaciones inmanentes de la imaginación con la invención. El desarrollo de esta tesis adquiere consistencia por la propia composición del texto, el mismo no es el resultado de actas o reconstrucciones de las clases sino que fue concebido y redactado por el autor, distribuido a los estudiantes bajo la forma de folleto y, luego, publicado en el Bulletin de Psychologie entre noviembre de 1965 y mayo de 1966. En este sentido, el texto presenta una sistematicidad y una simetría que se corresponde con la organicidad de la tesis a defender: la introducción y las cuatro partes que la siguen se desagre-gan en cada caso en tres subpartes que despliegan distintas dimensiones del proceso de desarrollo de la imagen conforme se van distinguiendo niveles y franqueando fases. En términos filosóficos, cabe subrayar que para Simon-don la apuesta por desentrañar los vínculos entre imaginación e invención “no apunta solamente a hacer aparecer la relatividad de la intuición, del dis-curso, o del pensamiento dialéctico, sino también a mostrar que ninguna de estas tres sistematizaciones cubre de manera completa la actividad de invención, demasiado poco estable para servir de paradigma” (pp. 30-31). En efecto, Simondon busca establecer las condiciones ontogenéticas que preceden y hacen posible la invención (comportamental, técnica, científica, artística, etc.) y, renovando el camino ya abierto por Gabriel Tarde y Henri Bergson, aspira a poder pensarla como concepto clave para una ontología de los procesos y las relaciones. En este punto, se impone un rodeo histórico-conceptual que permita situar esta preocupación y sus antecedentes.

Gilbert Simondon (1924-1989) sienta las bases de su proyecto teórico con sus tesis doctorales (defendidas en 1958), una principal (L´individuation

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 119-131

120 Recenciones bibliográficas

à la lumière des notions de forme et d´information) y una secundaria (Du mode d´existence des objets techniques), dirigidas por Jean Hyppolite y Georges Can-guilhem, respectivamente. La tesis secundaria se edita prontamente en 1958 mientras que la totalidad de la tesis principal recién resplandece en 1989 con la publicación de su tercera y cuarta parte inédita (L’individuation psychique et collective). Desde entonces su obra ha sido re-editada y traducida en varios idiomas, siendo actualmente objeto de un intenso redescubrimiento. Res-pecto de sus intereses teóricos, se reconoce en Simondon a un filósofo de la técnica preocupado por otorgar a los objetos técnicos ciudadanía en el mundo de la cultura y al creador de una ontogénesis filosófica. Esta última, la teoría de la individuación, no se priva de formular una teoría del devenir del ser en la cual se agolpan minerales, vegetales, animales, máquinas y se-res psíquico-colectivos según un sistema conceptual coherente, transversal y multidimensional. Para ello, entre otras fuentes, abreva en la física cuán-tica, la epistemología francesa, la cibernética, la cristalografía, la tecnolo-gía, la etología, la psicología… y en una odisea filosófica que, reactivando intuiciones profundas de los “fisiólogos jónicos” y operando una relectura constructiva de toda la filosofía occidental hasta el bergsonismo y la feno-menología, desemboca en una ontología procesual y relacional contraria al sustancialismo esencialista y al dualismo hilemórfico (los enemigos arquetí-picos con los cuales se mide y frente a los cuales formula sus postulados). En esta ontogénesis filosófica, los conceptos de metaestabilidad, transducción y amplificación asumen un rol central y se encuentran nítidamente vinculados a la problematización constructiva de la noción de invención.

Ahora bien, como ya se sugirió, la invención no surge ex nihilo sino como resultado de un proceso genético previo: es la culminación del devenir de la imagen y su relanzamiento a otro nivel. Puede no surgir, pero cuando surge es como resultado positivo de una sistematización abigarrada, de una mezcla sobresaturada, de un problema cuya solución abriga realidades imprevistas. Y, puede parecer paradójico, pero Simondon adopta el modelo del desa-rrollo ontogenético y filogenético para abordar las condiciones de realiza-ción de las invenciones y, por ese camino, para soldar en un mismo proceso imaginación reproductora e invención. En este sentido, presenta una teoría genética de la imagen mental en la cual esta realidad de carácter interme-diario (entre sujeto y objeto, concreto y abstracto, pasado y futuro), que se constituye “como un subconjunto relativamente independiente al interior del ser viviente sujeto”, atraviesa tres fases de formación (anticipación, expe-riencia, sistematización) y habilita una instancia de invención que, cuando se efectúa, relanza el ciclo propiciando el nacimiento y el desarrollo de nuevas

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014):119-131

Recensiones bibliográficas 121

anticipaciones, experiencias y sistemas. Para Simondon, entonces, las imá-genes mentales son subconjuntos estructurales y funcionales que, como los órganos en crecimiento, habitan y se despliegan en el ser viviente sujeto sin estar, por ello, sujetas al libre arbitrio de una “conciencia imaginante”1 y, por otro lado, sin ser ellas mismas un epifenómeno de la percepción o una re-sultante de la relación con el medio. Ciertamente, la percepción remite a una de las fases del devenir de la imagen pero, y he aquí una de las principales tesis, no a la fase inaugural. ¿Imágenes pre-perceptivas, pre-objetivas, prein-dividuales? Al teorizar esa realidad de la imagen, que precede la experiencia del objeto y cuyo contenido dominante es esencialmente motor, se dedica toda la primera parte. En ella, Simondon pone en juego la tesis según la cual la motricidad precede a la sensorialidad en el plano de la individuación de los seres vivientes y, movilizando una serie de estudios embriológicos, zoológicos y etológicos, niega la prioridad del esquema estímulo-respuesta y afirma la existencia de esquemas de acción específicos, autocinéticos y espontáneos, que preceden la organización del sistema receptor de señales. Estos esquemas de acción, productores de movimientos sin finalidad y base para la comprensión de la innovación comportamental, la iniciativa y la efi-cacia de los complejos perceptivo-motrices posteriores, remiten al desarrollo filogenético pero también abrigan una fuente endógena de indeterminación y espontaneidad en lo viviente.

La segunda parte se aboca al análisis de las imágenes intra-perceptivas que emergen en la interacción viviente/medio y cuyo contenido dominante es de carácter cognitivo. En este sentido, esta segunda fase se encuentra signada por procesos de aprendizaje, por la estructuración de un sistema receptor de señales y por la composición progresiva de montajes perceptivo-activos que, enlazándose con imágenes motoras y anticipaciones, estabilizan funcionalmente la relación viviente/medio, permiten la identificación de objetos y situaciones según categorías biológicas y dan lugar a una composición psíquica del territorio. La distinción entre categorías de percepción primarias y secundarias (psíquicas), no conduce a establecer un corte antropológico sino más bien a “situar la frecuencia de las conductas de tipo biológico o psíquico” (p. 74). En este decurso, Simondon moviliza estudios y discusiones etológicas, psicosociales y cognitivas, propone una analítica de los regímenes de adquisición de información (percepción de

1 En efecto, buena parte de la tesis simondoniana se construye relativizando las posiciones del Sartre de La imaginación (1934) y Lo imaginario (1940), y restituyendo algunos elementos del Bergson de Materia y Memoria (1896) –del cual Sartre se separa explícitamente en dichas obras–.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 119-131

122 Recenciones bibliográficas

objetos, percepción diferencial, percepción del cambio) y, contraponiéndose al presupuesto gestáltico de la estabilidad y la pregnancia de las “buenas formas”, plantea una teoría propia de “lo que hace imagen” retomando los postulados de La Individuación (metaestabilidad, singularidad, compatibilidad perceptiva entre órdenes de magnitud dispares).

Así como la primera parte se dedica a las “imágenes a priori” –dominadas por contenidos motores y cinéticos de anticipación– y la segunda a las imá-genes intraperceptivas –signadas por contenidos cognitivos de acoplamiento en el mundo–, la tercera parte se aboca al análisis de los símbolos y del ca-rácter afectivo-emotivo de su pregnancia (“imágenes a posteriori”). Simondon recupera el sentido originario, platónico, de símbolo y subraya la relación analítica del símbolo con lo simbolizado. En este punto, los distingue explí-citamente de los signos, que sólo son una añadidura a la realidad designada (“el pizarrón negro existe y está completo por sí mismo sin la palabra que lo designa”), y afirma “los símbolos van por pares, lo cual quiere decir que un símbolo es un fragmento de un todo primordial que ha sido dividido según una línea accidental; por aproximación, los dos símbolos, que son comple-mentarios, reconstituyen la primitiva unidad” (p. 11). ¿Qué unidad primitiva? La del viviente con otros vivientes o la del individuo con la situación, pero no con cualquier otro ni en situaciones cualesquiera la imagen-recuerdo de-viene símbolo. Sólo aquellos casos intensos, de resonancia afectivo-emotiva fuerte y cuya pregnancia manifiesta en el sujeto un poder organizador, re-sultan simbólicos para el viviente y constituyen la red de puntos-clave a tra-vés de la cual está inmerso en el mundo (subconsciencia afectivo-emotiva). Los símbolos son la mediación real del sujeto con el mundo e implican una epistemología anclada en un “realismo de las relaciones”. A partir de aquí se abre el camino para el análisis de los modos de configuración lo simbólico y se emprende la discusión respecto de la ontogénesis del comportamiento. Frente a Melanie Klein, por ejemplo, Simondon afirma que la conducta de-pende de momentos afectivo-emotivos fundamentales de la historia del su-jeto pero que no se relacionan necesariamente con la infancia. En la misma línea, analiza el concepto lacaniano de Imago y relativiza las virtudes de las estructuras ternarias (“como la del complejo de Edipo”) por sobre las bi-narias. Tras multiplicar las discusiones en miras a superar la distinción entre imagen y símbolo, Simondon subraya que –en el ciclo de la imaginación– la sistematización del mundo simbólico tiende a una saturación y a una desdi-ferenciación que libera los poderes, tensiones y potenciales condensados en los símbolos, volviéndolos materiales para la actividad inventiva.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014):119-131

Recensiones bibliográficas 123

Y se llega, así, a la fase de invención. Ella marca el final de un ciclo y el comienzo de uno nuevo: produce un cambio de organización que abre a nuevas anticipaciones, experiencias y sistematizaciones que, ciclo tras ciclo, ensanchan los márgenes de realidad práctica, material y simbólica, amplian-do el sistema de los objetos creados que envuelve los individuos. Simondon la aborda desde tres dimensiones: la invención comportamental en anima-les y hombres (conductas de rodeo y mediación instrumental), la invención apoyada en formalizaciones simbólicas objetivas (técnica, ciencia) y subjeti-vas (religión, moral, política) y la invención de objetos separados (técnicos o artísticos). En el primer caso, relativiza el criterio del homo faber, moviliza una zoología de inventores y afirma que la intensidad desencadenada por un problema práctico a resolver actúa en el sujeto viviente propiciando una reorganización de las representaciones y modelos operatorios cristalizados por la experiencia, esto es, las imágenes-recuerdo y los símbolos franquean un estado de sobresaturación y desdiferenciación que habilita a una inven-ción resolutoria por medio de una reconfiguración en la imaginación. En este punto, lo que es clave para Simondon es el hecho de que una estructura simple (problema, desafío, fin) “gobierna y modula” a una estructura mu-cho más amplia (conjunto de imágenes mentales portadoras de potenciales), activando con la resolución un mecanismo retroactivo que relanza el ciclo. En el segundo caso, Simondon aborda los fenómenos de invención que se apoyan en signos y símbolos, y explica el proceso por el cual, de la técnica a la ciencia (por medio de la explicitación y transmisión de los modelos ope-ratorios y por la expansión de la formalización metrológica) y de la religión a la política (por medio de la formalización de los modos de participación afectivo-emotiva y la compatibilización normativa y ritual de los sistemas de acción), las invenciones se suceden conmoviendo el universo simbólico creado e incorporando nuevos modos de relación posible. Por último, Si-mondon analiza la producción de objetos separados y destaca, respecto de los objetos técnicos, que la invención da lugar a fenómenos de “plusvalía funcional” en los cuales las soluciones desbordan con sus efectos a los pro-blemas de base e incorporan nuevas realidades al mundo: “por este aspecto amplificante, la invención es ocasión de descubrimiento” (p. 192).

Recapitulando, Simondon cifra la tesis medular del libro del siguiente modo:

Las imágenes sufrirían mutaciones sucesivas que modificarían sus relaciones mutuas haciéndolas pasar de un estatus de primitiva independencia mutua a una fase de interdependencia en el momento del encuentro con el objeto, luego a un estado final de ligazón sistemática y necesitante donde las energías

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 119-131

124 Recenciones bibliográficas

primitivamente cinéticas se convirtieron en tensiones de un sistema. La invención podría ser entonces considerada como un cambio de organización del sistema de las imágenes adultas que conducen la imagen mental, mediante un cambio de nivel, a un nuevo estado de imágenes libres que permiten recomenzar una génesis: la invención sería un renacimiento del ciclo de las imágenes, que permite abordar el medio con nuevas anticipaciones de donde saldrán adaptaciones que no habían sido posibles con las anticipaciones primitivas, y luego una nueva sistemática interna y simbólica. (p. 26)

Lic. Juan Manuel HerediaDocente

Universidad de Buenos Aires

Quispe, Glúder. The Apocalypse in Seventh-day Adventist Interpretation. Lima, Peru. Universidad Peruana Unión, 2013. xii+354 pp. ISBN: 978-9972-604-28-7.

Glúder Quispe (PhD. Andrews University, USA), is professor of Ad-ventist Studies and New Testament (Exegesis and Theology of the Apoc-alypse)1 at Peruvian Union University since 2000. Since 2011 he heads the Ellen G. White Research Center–Peru.

This work, based on his doctoral dissertation, is divided the following way:

The first chapter, “Introduction,” presents the principles of interpretation, the historical application of the seven trumpets –as a text with different viewpoints– and the central theme of the Revelation, chapter 12 –as a text essentially in agreement (21)–.

The history of the SDA interpretation of Revelation, thinks Quispe, may be divided into three periods: [1] the Thoughts on Daniel and the Revelation (1862-1944); [2] the Seventh-day Adventist Bible Commentary (1944-1970); and [3] The multiple emphases (1970- ). Each period signals a particular emphasis: (1) the biblical-historical, the biblical-theological and the biblical-exegetical, respectively; each being represented by its major contributor: historical, by C. Mervyn Maxwell (1925-1999); theological, by Hans K. LaRondelle (1929-2011); and exegetical, by Jon K. Paulien (1949- ). Also, in each period a def-inition is offered on the historicist method of prophetic interpretation (2, 20).

1 Note: This critical book review uses both “Revelation” and “Apocalypse” to refer to the last book of the Bible.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014):119-131

Recensiones bibliográficas 125

The second chapter, “biblical-historical emphasis,” centers on the his-torical prophecy application, keeping loyalty to the historicist method used by the Reformers and the Adventist pioneers, including William Miller, Uriah Smith, later C. M. Maxwell and Alberto R. Treiyer.

The third chapter, “biblical-theological emphasis,” tends to keep a Christ-centered perspective of prophetic interpretation. Quispe presents L. F. Were’s important role and influence on the SDA Bible Commentary, Hans K. LaRondelle and R. Naden. Within that period, historicism is virtually used in prophecy interpretation.

The fourth chapter, “biblical-exegetical emphasis,” focuses primarily on the first Revelation’s readers and the first century historical context. His-toricism is harshly disputed by “new” philosophical focuses, especially by K. Strand (202). The 1974 Bible Conference, Desmond Ford, and the Daniel and Revelation Committee (DARCOM) are then stressed. Finally, Quispe discusses more intensely J. Paulien and R. Stefanovič contributions to Reve-lation’s Adventist interpretation. This last period remark opens the door for the use of futurism, preterism, idealism and historicism in interpreting Revelation, as alleged by Ford, Paulien and Stefanovič (231).

The fifth chapter, “Summary and conclusions,” confirms that for 150 years of SDA Apocalypse publications, Adventist perspectives developed progressively through an emphasis on history, theology, and later on exe-gesis. . . . “[Although] on the one hand, the historical emphasis tended to overlook some aspects of the biblical text, on the other, the theological and exegetical emphases have tended to overlook some aspects of the historical applications” (266).

Regarding the seven trumpets, the final comparison is based on Smith, the SDA Bible Commentary, Maxwell, LaRondelle and Paulien. The first three dare to date the prophetic periods, while the last two seem to lose the histor-ical meaning, as they “spiritualize their conclusions” (268), disagreeing with the fifth and sixth trumpets periods’ interpretations (Rev 9:5, 10, 15).

As to Revelation 12, a general agreement in identifying the Woman, the Child, and the Great Red Dragon seems to exist. However, Paulien makes a slight difference regarding the woman’s identity, applying both to the true Church and also to other faithful people. Paulien believes that the Red Dragon not only represents Satan, but includes all his earthly follow-ers (270). About the 1,260 years, Paulien and LaRondelle have diametrically different positions both as to the rest and even between themselves. To the

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 119-131

126 Recenciones bibliográficas

SDA Bible Commentary, LaRondelle and Paulien, the remnant is not identified solely with the SDA’s, but also with members of other religions.

Although each of these different periods claims to use historicism in in-terpreting and understanding Revelation, they come at different conclusions. Why? Quispe answers giving nine suggestions. Number three should be un-derlined because it stresses the importance of outlining our methodology, i. e., historicism must be defined and systematized (273) through the “Methods of Bible Study” parameters, a document presented by the Methods of Bible Study Committee, approved by the 1986 Annual Council of the General Con-ference, which convened in Rio de Janeiro, Brazil.

The work also presents several inconsistencies:2

1. Paulien believes that “God’s remnant will have a message not just for Christians, but also for Jews, for Muslims, for Buddhists, and for Hin-dus—for all people” (Seven Keys: Unlocking the Secrets of Revelation [Nampa, ID: Pacific Press, 2009], 117). However, in table 12 of page 235, Quispe misinterprets Paulien signaling that the Remnant not only is limited to the SDA Church, but also included all the other religions. Actually, Paulien sig-nals in his unpublished paper, “The Best Is Yet To Come: A Vision for the Eschatological Remnant,” that God’s historic Remnant is the SDA Church (“The Best Is Yet To Come,” 39-41). Therefore, Quispe’s interpretation is contradictory. Besides, the article “The Best Is Yet To Come: A Vision for the Eschatological Remnant” is not quoted in Quispe’s work. Similar ob-servations and others can be found in Ekkehardt Müller, “The Apocalypse in Seventh-day Adventist Interpretation, by Gluder Quispe,” Reflections: The BRI Newsletter 45, January (2014): 10-12.

2. Although it is a fact that Quispe prefers the biblical-historical emphasis to interpret the Apocalypse (271, 274), the following statement seems con-fused:

“[. . .] the three views [emphasis] were not contradictory or even competing with each other, but rather are complementary, sharing basic presupposi-tions, and each making a distinct, unique, and essential contribution to the Adventist understanding of the multi-faceted message of the Apocalypse” (266).

2 And also typos like “Boook” instead of “Book” (vi), “Valdals” instead of “Vandals” (54), “&c.” instead of “etc.” (60), “Stran” instead of “Strand” (78), “aracenes” instead of “Sar-acenes” (98), “Theile” instead of “Thiele” (three times, 172), “Rome Empire” instead of “Roman Empire” (174), “Gerard Pfandl” instead of “Gerhard Pfandl” (215), “Revelatio” instead of “Revelation (222), etc.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014):119-131

Recensiones bibliográficas 127

If Quispe later on mentions that the biblical-theological emphasis “can also tend toward ‘spiritualizing’ the message of the Apocalypse, something like the idealistic approach” and the biblical-exegetical emphasis “can resemble the preterist approach” (270, 271), some readers might wonder in what sense they could be complementary and share presuppositions, taking into ac-count that the preterist and idealist views are not compatible with the Scrip-tures, nor with Ellen G. White’s writings?3

3. In the Symposium on the Book of Revelation of the South American Division in Chile (2013), after Quispe’s presentation, this question was ad-dressed him: “Why [in his doctoral dissertation] it was not studied or men-tioned two current representatives, such as Ekkehardt Müller and Gerhard Pfandl, which are also taken as a reference,”? to which he replied [literally]:

. . . I think that the book by Dr. Ekkehardt Müller is one of the great contributions, but unfortunately it is published in German. We were talking with him about translating it [his book] but will be published in the Seventh-day Adventist International Bible Commentary, of which he is the official writer. I think his emphasis is still biblical, but that commentary, in my opinion, lacks history. It is difficult to complete everything in a book, right? But sometimes we have gone too far to the last part [biblical-exegetical emphasis], while we are forgetting the historical part [biblical-historical emphasis] Nevertheless, I think that, I speak in my work of Dr. Müller, as one who gets closest to the Adventist and biblical interpretation within the Church. (emphasis added).

In fact, both in the work under revision and in his doctoral disserta-tion, Quispe mentions Müller only 5 times (226, 266 and 272, excluding footnotes and bibliography: 143, 253, 256, 275, 276, 317). Although un-derscoring Müller’s work “that covers the biblical-exegetical and theological emphases,” (266) he says that “Perhaps, his commentary [by Müller] will have wide influence among Adventists when it is translated into other languages” (266; emphasis added).

However, it would have been a great contribution to present the work that Müller has done so far. While it is true that Müller doctoral dissertation presents a microstructure of Revelation (see Microstructural Analysis of Revelation 4-11 [ThD dissertation, Andrews University, 1994]), his book, Der Erste und der Letzte: Studien zum Buch der Offenbarung (Frankfurt: Peter Lang,

3 See William H. Shea, “Historicism, the Best Way to Interpret Prophecy,” Adventist Af-firm 17, nº 1 (2003): 22-34; Gerhard Pandl and Ekkehardt Müller, “How do Seventh-day Adventist Interpret Daniel and Revelation,” ed. Gerhard Pfandl (Silver Spring, MD: Bib-lical Research Institute, 2010), 79-89; Biblical Research Institute, “Ellen G. White and the Interpretation of Daniel and Revelation,” in https://adventistbiblicalresearch.org/materi-als/prophecy/ellen-g-white-and-interpretation-daniel-and-revelation

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 119-131

128 Recenciones bibliográficas

2011), which is divided into three parts –Einleitungsfragen und Methodik, Exegetische Studien, and Theologische Studien– presents methods and steps to interpret the Revelation (31-46); an analysis of the seven trumpets (175-208); and an analysis of the remnant in the end time (355-380), among many more; of which it would have been possible to identify the historical and symbolic fulfillments as Quispe did with the other scholars under study. Is it necessary just Müller’s book to know his thought about the Apocalypse? What is found in the unpublished papers, articles and presentations in conferences, symposiums and seminaries of which Müller has participated, why they were not used in Quispe’s work? It was necessary to utilize a verse-by-verse commentary by Paulien to know his thought on the Revelation?

Despite these errors and inconsistencies, this work has offered good in-puts. For example, it shows that the prolectic and apotelesmatic terms (multiple fulfillments) were first used by George McCready Price in his unpublished com-mentary on Revelation, and not by D. Ford as thought (141, 142, 143, 171).

Quispe should be applauded for an excellent job in explore the history of historical-theological interpretation of the seven trumpets and symbols of Reve-lation 12 by through exhaustive analysis of the Adventist literature from the be-ginning of the SDAC to this day. Furthermore, the summaries presented in each of the tables, have allowed a quick comparison of the different viewpoints that Adventist scholars have taken in relation to the book of Revelation.

Those who want to know more about how the SDA Church interpreted and interprets the book of Revelation over 150 years (1862-2013) cannot skip reading this fascinating book that recommends itself as a necessary tool for anyone engaged in an earnest study of the Scriptures.

Joel IparraguirrePeruvian Union University

Lima, Peru

Martines, Carmelo. El remanente fiel. Un debate contemporáneo. Lib. San Martín, Entre Ríos: Editorial Universidad Adventista del Plata, 2013. Pp. viii + 249. ISBN 978-987-1378-30-2.

Carmelo Martines es actualmente docente de Teología Sistemática en la Universidad Adventista del Plata (UAP). Cursó sus estudios de grado y posgrado en la misma institución, obteniendo un Doctorado en Teología Sistemática. La presente obra es precisamente una adaptación de su tesis doctoral titulada “El concepto de remanente en la Iglesia Adventista del

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014):119-131

Recensiones bibliográficas 129

Séptimo Día: Razones subyacentes en el debate contemporáneo”.1 Se hace evidente que el tema del remanente ha estado entre sus principales intereses. Ya en su tesis de maestría había trabajado sobre “el concepto de remanente en el Apocalipsis”.2

Esta nueva presentación de su trabajo doctoral es el volumen 3 de una prometedora “serie tesis” que ha lanzado la Editorial UAP. En dicha serie se intenta poner al alcance del público académico algunos de los mejores trabajos realizados en los posgrados de Teología de dicha casa de estudios.

La obra surge a raíz de cierto pluralismo que ofrece la teología adventista en la actualidad. Ya desde hace algunas décadas, se observa un intento de revisión de las creencias históricas del adventismo propiciado desde adentro. Precisamente, uno de los temas que está en el tapete de dicha revisión es la auto-identificación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD) como el remanente escatológico. Tal intento deviene en un debate significativo puesto que, dicha auto-identificación, es considerada una de las bases de la eclesiología adventista. A partir de allí, el autor encara una sistematización de este problema teológico contemporáneo que afecta los cimientos eclesio-lógicos de la IASD.

Como bien afirma Martines, “el análisis sistemático de un problema teo-lógico requiere necesariamente considerar tres elementos: las Escrituras, la tradición histórica y el contexto contemporáneo del investigador” (p. 9). Es así como integra en su estudio el análisis bíblico e histórico con una buena síntesis sistemática del problema y sus raíces teológicas. Estos puntos serán precisamente la estructura de su trabajo.

Luego de una breve introducción, procede a exponer en el capítulo II la terminología (tanto en hebreo como en griego) y la teología del remanente en la Biblia. Incluye, además, una sección sobre fuentes intertestamentarias, que intenta evidenciar la continuidad de algunos puntos en relación al rema-nente. Del AT extrae conceptos del Pentateuco, de la experiencia de Elías y de varios libros, en especial proféticos (Amós, Isaías, Miqueas, Joel, Sofo-nías, Jeremías, Ezequiel, Abdías, Daniel, Hageo y Zacarías, pero también de Esdras y Nehemías). Del periodo intertestamentario incursiona en los libros apócrifos, en los libros pseudoepigráficos, en los documentos de Qumrán,

1 Ya había publicado algo en una serie de artículos. Cf. Carmelo L. Martines, “Doctrina y Teología del remanente. Parte I”, DavarLogos 6, n° 1 (2007): 1-23; “Doctrina y Teología del remanente. Parte II”, DavarLogos 6, n° 2 (2007): 109-125. El contenido de los mismos representa en capítulo II de la presente obra.

2 Carmelo L. Martines, “El concepto de remanente en el Apocalipsis” (Tesis de Master en Teología, Seminario Adventista Latinoamericano de Teología, 1988), 34-42.

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014): 119-131

130 Recenciones bibliográficas

y algo del rabinismo. En el NT trabaja con los Evangelios, Hechos de los Apóstoles, las epístolas paulinas y los escritos joaninos, con especial aten-ción al libro de Apocalipsis. Por medio de toda esta sección demuestra una continuidad en la idea de la existencia de un remanente durante el periodo implicado por el canon bíblico.

A lo largo de este capítulo se percibe que el autor es sintético. No intenta ahondar en descripciones o análisis exegéticos. No obstante, deja a dispo-sición del lector una abundante bibliografía especializada que le permitirá profundizar por su cuenta. Lo más importante son algunos de los conceptos que extrae, relacionados con el remanente en la Biblia, algunos de los cuales son: la elección divina, la gracia, la salvación, el pacto, el juicio, la escatología, y el mesías-Jesús como Señor del remanente. Uno de los conceptos más im-portantes extraídos del NT es la noción de un remanente “abierto”.

En el capítulo III se trabaja con el pensamiento de los pioneros de la IASD en relación al remanente. El principal cometido allí es “precisar cuáles eran sus razones o puntos de partida teológicos” (p. 51). Para ello se ana-liza en primer lugar la contribución del movimiento millerita al concepto adventista de remanente. Dicha influencia puede resumirse en: la implemen-tación del método historicista de interpretación profética, que les lleva a la noción de estar viviendo un tiempo escatológico, y, por medio de la expe-riencia vivida, a identificarse con el remanente. A posterior se describe el pensamiento de José Bates, Jaime White, Hiram Edson, John N. Andrews, Urías Smith, John N. Loughborough y otros. Luego, más detenidamente, el aporte de Elena G. de White, a quien se estudia en función de cuatro periodos (1844-1857; 1858-1888; 1888-1906 y 1907-1913). A partir de este análisis se percata de que la razón teológica fundamental en la conceptua-lización de ellos, con respecto a constituir el remanente del tiempo del fin, es su preocupación escatológica y misionológica. Por esa razón, el punto de partida teológico de los pioneros adventistas fue de carácter esencialmente hermenéutico-escatológico.

Los capítulos IV y V constituyen sin lugar a dudas el principal aporte del autor en relación al tema. En ellos divide las opiniones dentro del adventis-mo en relación al remanente en cuatro grupos: (1) posición tradicional; (2) posición de desarrollo; (3) posición de cambio; y (4) posición de rechazo. En el capítulo IV se analizan las dos primeras, y por su parte en el capítulo V las dos restantes.

Al estudiar la posición tradicional, la caracteriza con dos puntos distinti-vos: la defensa de la posición de los pioneros y la vinculación del remanente

Enfoques XXVI, 2 (Primavera 2014):119-131

Recensiones bibliográficas 131

con el don profético. La presentación de la posición de desarrollo está or-ganizada en función de nueve planteos que surgen básicamente a partir de nuevas preocupaciones o desafíos. Por su parte, las posiciones de cambio y rechazo se organizan en función del pensamiento de autores específicos.

El autor dialoga con cada una de las posiciones, describiendo sus argu-mentos (en algunos casos más detenidamente que en otros), pero también identificando y evaluando las razones teológicas que los impulsan. También participa del debate incluyendo sus opiniones y sugerencias. En este sentido, no es solamente una descripción, sino también una evaluación de las cuatro corrientes.

Finalmente, la obra ofrece una muy completa bibliografía (53 páginas) dividida en dos grupos: bibliografía de referencia y bibliografía de consulta. Además posee unos siempre útiles índice de autores citados e índice analí-tico del libro.

Así acaba una obra realmente exquisita, principalmente por la relevancia del problema que aborda. Siempre se lamentan los errores de edición3 o de actualización,4 pero nada que opaque el inmenso valor de la obra y la pro-fundidad del pensamiento del autor. En cuanto a la metodología empleada, será útil para emprender nuevos trabajos con respecto a otras problemáticas que se perciben dentro de la teología adventista.

Por lejos, el tema del remanente, y aún otros, seguirán estando en conflic-to, al menos en el horizonte más cercano de la teología adventista. En todo ello, y como también se ve demostrado en este estudio, la cuestión herme-néutica implica todavía un gran desafío.

Karl BoskampUniversidad Adventista del Plata

3 Sencillamente falta unificar algunos criterios de estilo: uso de comillas para significados de palabras griegas o hebreas (se alterna entre: comillas simples, dobles o ausencia de las mis-mas, cf. por ejemplo pp. 10, 11, 12, 33, 43), uso de cursiva para títulos de libros o nombres de revistas (cf. por ejemplo pp. 6, 7, 42), secuencia de citas, omisión de letras, entre otras cosas. Un detalle que merece fe de errata tiene que ver con el nombre de un autor. Vale men-cionar que el segundo apellido de Luis Alonso es “Schökel” y no “Schöekel”, y que, como se mencionó, se trata de su apellido materno, el paterno es “Alonso”, y así debería figurar tanto en la bibliografía como en el índice de autores. También en las referencias breves debiera figurar “Alonso” y no “Schökel”, o en el mejor de los casos “Alonso Schökel”.

4 Tal vez lo más importante tenga que ver con la información provista en la nota 1 de la p. 5. Allí se menciona que Jan Paulsen es el presidente de la IASD desde 1999. Valga aclarar que lo fue hasta 2010, de allí en más ha ocupado dicha responsabilidad Ted Wilson.