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afio VII.'Tomo Vil. Madrid, 1° Marzo 1905. Núm. 161. £a Revista Pilanca. PUBLICACIÓN QUINCENAL DE soeieLOGia, eiENem Y ARTE UlIllllKllllllllllllllllIKdll ................. :„„„ SUMARIO Al pueblo PUSO, El Comité de acción ruso.—La nece- \ sidad étioa del presente, Pedro Kropotkine—Per- i manenoia y finalidad de la ••evolución rusa, Federico Urales.—EvoluolAn supep-opgánica, En- | rique Lluria.—Un poco de juventud, Ángel Cunille- = ra.—A. B. C. de Astponomia, Federico Stackelberg. : —El depecho del padpe (continuación), Dr. Enrique \ Fischer.—Cpónica de Apte y Sociología, J. Pérez \ Jorba.—Libpoo, La Dama Gris y Rosendo del Pinar. = .itiiiiiiiiiiiiiiiiitiiiiiiiiiiiiii>iiii>>iiiii>iiiiiiiiii>iii>*"(iii<iiiiiiiiiii<ii>>**i"**iiiiiiiiiiiiiii*""i**<*-*••"• ,A.pTs4TT<nBa?sa-A.oi03sr i, CRISTÓBAL BORDIU, 1 MADBID

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afio VII.'Tomo Vil. Madrid, 1° Marzo 1905. Núm. 161.

£a Revista

Pilanca. PUBLICACIÓN QUINCENAL DE

soeieLOGia, eiENem Y ARTE

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S U M A R I O Al pueblo PUSO, El Comité de acción ruso.—La n e c e - \

s idad ét ioa del presente , Pedro Kropotkine—Per- i manenoia y finalidad de la ••evolución rusa, Federico Urales.—EvoluolAn supep-opgánica, En- | rique Lluria.—Un poco de juventud, Ángel Cunille- = ra.—A. B. C. de Astponomia, Federico Stackelberg. : —El depecho del padpe (continuación), Dr. Enrique \ Fischer.—Cpónica de Apte y Sociología, J. Pérez \ Jorba.—Libpoo, La Dama Gris y Rosendo del Pinar. =

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LA REVISTA BLANCA SOOIOLOGIiL, CIENOIA Y ABTB

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Afio 7II-T.0 Yii.iir.0161 I Adinl«litnclíni 0ri«t«1ial Sordlu. L Uadrld f 1." da U u » d« 1905. I f

A X J Í=*TT"BJBXJO K , T 7 S 0 O)

{Ciudadanos de la Rusia oprimida! El momento de nuestra liberación ha llegado; ñ ahora somos hombres, mañana seremos libres. [A. la revolución armada, pues, ciudadanos de la Rusia esclavizada! |A la revolución armada, por nuestros hijos y por nuestros pa­dres, constantemente amenazados de morir hambrientos ó en manos de los esbirros del tíranol (No más súpUcasl Ya veis cómo se contesta á ellas. £1 que creéis nuestro Dios y nuestro Sefior, es un verdugo, parias rutos; un v<;rdugo que encarcela y martíriek á los que, por su saber, más honran la raza esla%'a.

Los horribles presidios siberianos instan Ueoos de sabios; las. inmundas cárceles áA imperio rebosiya de abnegados. [Todos reclamaron por todos; Justo es que nosottMie-datúémos por ellos!. ' -

Los que cayeron destrozados por el mausefjiiideH venjianzapibeftad estwran tos que la perdieron ea defensa de la liberación del pueblo ruso.

iCiadadanos de la Rusia explotada y oprimida por la atitocraciá parásita y saágnír atoia: no ha|[Ki8 caso á los que os propagan mansedumbre y r«dgoaeió(iJ

:.'Bllos son^ ta^ibién, enemigos «uestros.' Contra la fuarsaet fatalmente indispeoMite '- eletnpledde)ajfuéreft. v * . ':

¡ ' j A los maosers orgapizados y disciplinados, las bombas individualizas. Si asf lo batíe-^ : . . . mos, cad^ linó y{il|irá por mil- v '• La ra£ón está de nuestra parte; él numerólo está tambiáavpAra vencer «ho iáH«Aifei :" . que'decisídn. . , v .,- , . . • , • - • . ^ ,. , • •:• •;-. •;•' • iQue ios campesinos se declaren iMñt» 4« ,tierras, que cttítívanl |QÁe bu obsánM % '., se apfopien las fábricas f lopmedios dé pjIodáecióní lQue ea ^«mbfe áttl tra^a^o f ||p|ft %. jaátíeia el productor disponga librementódé lo q«e produce! iQueen nombre de la soÜ-i^-r. daridad sé declarea hermanos todos los'eslavos! . • ;-. .. iNom&S'gueira, ao pac tirante, no más seSor de Rusia, no mis vtotioMi en la,jbii;!^ 'i, . en la Siberia, en ia cárcel y en el destiéqiol {Que reine para si«injp«t la ¡limtaAf ^*aáA

'^j (Ciudadanos rusiM,haceoscári^del»situación! ¡ é t i f » > i | ^ ^ V s Ueva y se muere de bambrel (HID Ft(d«tiidi«,. Poioni», C¡«^ri^, t,;¿H>oniA y «^ i|i Anacnia '•iy^ rvtalarevoludda>• trñisfadól jSnift 8ib<H^a:)<^n!y0H)0í^wrii^ióti,d««^ úfi\f»prf»-K { ' cipales:<^pitalesl (En iel MedioAft ile»de Vanovja K'Ti iT, Jtatia lá rt|Íi)B idk Tt«al«,1oi '.•j¡X_ dnipesitios se bsn «poderadb de UiH i eniur que fuen» de sos vtíMH, y loé acíesanos de V.'.' los Utieres que ottM explotaban! [fin ysrtos pontpf «1 br»ao de lit jiiutM» popular l u « ^ :;' V <Ét«doá los verdugoi deípoebloljJ^q no^po^tWtiobMoaM fifocioday« Ja orgabiMcfO» S'/)" '<tel trabajo! |3i ahora no tenemos valoi;. para ser hombres Ujl>m, ñua«A lo wtíreaual 'V: : , iCiodadaaosdé ja Santa Rusia: por Utsvíctimas de wimio§ ^r^o$, por 1^ crbacM*

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514 LA RKV|sT& « . A » »

que hemos de vengar- por la justicia que hemos de establecer, dejad las herramientas del trabajo, signo de vuestra esclavitud, y tomad las armas que os han de redimir, esgri­miéndolas contra los tiranos!

[Justicia y revolución! €1 Comité de acción ruso.

£ i día 14 de Febrero en un pueblo de Rusta •

La necesidad ética del presente. VI

Una/condición muy importante que la moralidad moderna-está obligada á satisfacer es que no debe tender al encadenamiento de las facultades de acción del individuo, sien­do su fin más elevado la dicha de la comunidad y de cada especie. Wundt, en su exce­lente Revista de los sistemas éticos, ha hecho notar que desde el siglo xvrii, periodo de ilustración, se tornan casi todos ellos en individualistas. Esto es verdad en algún sentidcr peto, sin embargo, los derechos del individuo se asentaron con gran energía en un solo dotni&io únicamente: en el dominio económico. Y aun aquí la libertad individual perma­nece, tanto en la teoría como en la práctica, más de un modo ilusorio que real.

Por lo que sé refiere á los demás d(»ninios—político, intelectual y-artístico—, puede decirse que en proporción del individualismo eéonómicO, han asentado con máaéaíasis, UK «u^eción del in^viduo eslk más provechosamente desaxroU^tda, pues en la fierra me­cánica del Estado, d sistetna deedubax:t<^ «quiere ana aftnósfera intelectual para el-maittmimientó de las instituciones exi8t«tites. Adeteás, las teformas otorgadas «n lo pte-

/senté en previsión de lo futuro, se fundan en la presunción de «na tranquila absorción dd úadividuo por la sociedad, en lo que Á ella, le coa<^me. 3emqante tendencia tenía necesariamente qué provocar una revuelta, la que Godwin, á principios, de siglo, y Spen* aar fcacia su fin han seBalado, y á la que todavía ha dado so expresión Nietzsche, con­cluyendo que toda la moral debía arrojarse al agua, si es que no había de fundarse más queenel sacrificio <tel individuo eft interés de la raza. Esta revuelta es quizá la nota más offacteirkticiadé^nuestra ét)0Cá, «iendo la ftiéntCi no de un egoísmo, sino de la inikpen-'-^éáaíOMiótnica. Tal fué él caso de los individualistas del siglo xviu, áexcepción de Godwin. Así desearon aquellos con pasión la libert»! intelectual y del trabajo, como uaa nueva forma dé sociedad, en la qite la dicha de todos fuera lel plan del completo daenvolvimieiito humano (í).

La necesidad det desenvolvimiento de la personalidad y la carencia de poder creador individual y de iniciativaí, han sido seguramente una de las ptincipales quiebras del pré­seme período. BlifldMdMlÍ8flnoeoon6mico no ha cutnpU<tol6|a'onietido:€l whacer,, résuUa un extrafio desenvolvimiento de la individualidad. En btrd tiempo, .la creación so» (Mógica era extrwnádamenté tardía, en que 'a: imiución venía á ser el medio principal de extender progresivas innovaciones en la humanidad, l a s naciones modernas repiten la historia de las hordas bárbaras y de las ciudades tnedioevaies cuando reproducen wta

(I) Wundt R expre>a en l u •iguienti» palabra»: «Por lodenáa. Calta todo aiEOO para uoa revolucUn cu U. npin¡¿D al pre­sente, en que et extremo individualismo-de la ilustración que quiera revivir el universalismo Antiguo, está suptantado'por una mejor noción de la libertad y de la pcrsoaaltdad humana. Uo progreso qu« se debe al tndividualíamo».—£/A/c«, pá­gina 459.

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LÁ «XVíSfk fttAHCA '515

fras otra, en copias rail, la política, la religión y el mismo movimiento económico. 'Tbdas las naciones se han apropiado para sí mismas, con una sorprendente rapidez, los resolta­dos de la industria europea y de la civilización militar, y en esas no revisadas ntiévas ediciones de tipos antiguos, se ve admirablemente lo superficial de la civilización, y qae es sólo meramente imitativa. Es, pues,, natural, sin embargo, el que pidamos qu« sea la enseñanza moral, no el único instrumento que deba mantenerse en esta sumisión-inii-tativa.

. • .

Mutua ayuda, justicia y moralidad, son los escalones consecutivos de una seí"ie ascen-síonal manifestadas por el estudio del mundo animal y el mundo del hombre. No es algo que se imponga supetficiaJm,ente, es una necesidad orgánica que se consigue era sí por propia justificación, confirmado é ilustrado por el total de la evolución del reino animal, empezando por la iniciación de las colonias y que gradualmente liega á las civilizadas comunidades humanas.

Hablando en un lenguaje^figurativo, esto es una ley de Ja evolución orgánica, y así* es por lo que loí sentimientos de mutua a) uda, justicia y moralidad, radican en la inteli^ea-cia del hombre con toda la fuerza de ua instintp innato. La primera, siendo evidente­mente la más hierte es anterior, y la tercera, que es la última, es la menos imperativa de Ja» tres. * '

Todis ellas, como la necesidad de comer, de guarecerse, ó^de dormir, son instintivos instintos—valga la redundancia—de la propia conservación.

Por lo demás, pueden debilitarse bajo la influencia de ciertas circunstancias, y cono­cemos muchos casos en los que la relajación de semejantes instintos da lugar, por una razón ú otra, en un grupo animal ó en una comunidad hermana, ¿uando necesariamente les falta la lucha en la existencia, á una gran decadencia. Así si se persevera en una di­rección errónea, si no se hace retroceder á todas las condiciones necesarias de existencia y progresivo desenvolvimiento qué constituyen la mutua ayuda, la justicia y la morali­dad, entonces el grupo, la raza ó las especies mueren ó desaparecen, por no cumplir satisfactoriamente las necesarias condiciones de la evolución^

Éste es el sólido fundamento que la ciencia da á la elaboración de un n^evo sistema de ética y su jastificación. Así, eñ veái de proclamar la bancarrota de la ciencia, se eta-mina ahora cómo la ciencia ética puede edificarse sobre los elementos de un moderno examen, estimulado por la idea de la evolución puesta al servicio de este propósito.

Pedro Xropofkine.

m r FiWHE UREWl . I I • .'••

Siempre fueron oportunas cieñas consideraciones sobre la táctica en las presentes y futuras contiendas proletarias; mas la oportunidad se ha convertido en cuestión primor­dial desde que el pueblo ruso, traspasando los límites marcados por los ideales políticos,

• se ha lanzado en rebeldía contra la autocracia, no al grito de Constitución, espejismo que para desviar ó detener la revolución, prepara la burgtiesía y la misma nobleza del reino dle losr'zares. sítro enárbolándo la bandera del comunismo para las tierras y toda clase de propiedades, y la del individualismo para la afirmación de la personalidad humana en todo orden de cosas. Y ya en este estado, es indispensable que las teorías revolucio-

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5 l 6 LA RBVtSrA BLAMCA

Barias universales y las personas que se han preocupado del establecimiento de la socie-dad futura, procuren que ahora en Rusia, asi como mañana en toda Europa, esté prepa­rado el plan de ataque, el objeto de la revolución y las bases que han de sostener la jus­ticia social que reclamamos.

Y antes de tratar asunto de tanta importancia, en el caso concreto de la revolución rusa, estudiando la psicología individual de aquel país y la situación y fuerza de las hues­tes socialistas en otras regiones, conviene engrandecer un poco el móvil de este tra­bajo y el fin de la revolución social.

No pretendemos los socialistas revolucionarios y antiautorítarios hacer una revolución de clase en una nación determinada; tampoco nos hemos empeñado en forzar los acon­tecimientos improvisando una mentalidad colectiva para que superficialmente exhibamos todos condiciones morales de orden superior.

Nada de ello hemos hecho ni pretendemos hacer. Nuestra revolución no tiene por fin d que bajen unos para que otros suban; menos queremos desposeer de sus privilegios á los que hasta ahora han gozado de ellos para donarlos á las clases que han sido desher redadas.

Nuestra revolución se propone llev?ir á la humanidad entera á la posesión de la Natu­raleza y de la Ciencia sin condición ni prerrogativa alguna; llevar al individuo á la pose­sión de su personalidad, sin leyes extemas ni influencias económicas, producidas por el monopolio y el acaparamiento, que la coarten. Y esta potencia de vida y de derecho que dejamos señalada la reclamamos para todo el mundo, hayan sido pobres ó ricos, gober­nados ó gobernantes.

En cuanto á la precipitación que nos echan en cara cuantos llevan en la mente el atavismo de las esclavitudes pasadas y la astucia garrulera de esas generaciones de sofis­tas que se llamaron sabios, y que pasaron por tales porque la ignorancia de los demás era el fundamento de su saber, hemos de contestar que se acabaron para siempre las teorías y las fuerzas fundadas en cálculos abstractos de inteligencia sin vida.

Ya uo admitimos más que el hecho. El hecho en las ciencias exactas, el hecho en las cimcias sociológicas, el hecho en todas las manifestaciones de la vida individual... Nada queremos saber que no comprueben y expliquen los hechos . Al fuego todo libro que nie­gue la vida con argumentos morales, filosóficos ó religiosos; al olvido todo principio que establezca categorías que no estén seflaladas por la Naturaleza... No queremos más que TMB y hechos. Si la Naturaleza está de tal modo que no puede hacer felices á las perso­nas, qtie lo demuestren la vida y los actos; no las palabras ni los libros, que son una oración apriorista. Si los hombres llevamos la desventura en nuestros propios corazo­nes y propia mente, que lo demuestren también los hechos.

Que ee otorgue la Naturaleza 4 los hombres en completa libertad 'de acción, y si su acción demuestra que no podemos ser libres ni felices, adoptaremos entonces las leyes

. morales y política^ que establecen condiciones para el disfrute de la vida. Entretanto, rechazaremos y rechazamos todo argumento contrario al hombre libre en la tierra y en

^ el mar, ante la mujer y ante la muerte, ante las pasiones y ante las ideas. Queremos ser libres, queremos ser iguales, queremos echar de imestra carne y de

nuestro pensamiento las teorías y las fórmulas que hasta hoy han impedido que gocepaos de la materia, invocando la.teisteza, declarando la insuficiencia de nuestras facultada

Nada superior «1 hombre^hi nada inejor que el hombre; nada superior al mundo pre­sente ni nada mejor que nuestras pasiones»,fuertes y Ubres, para hacrenos felices.

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LA UCVISTA BLANCA 517

Y en cuanto á la revolución rusa, precisa considerarla cosa hecha; y más^ l a de preocupamos el fin que ella ha de tener, que la manera de llevarla á la victoria.

Parte de los revolucionarios rusos ó del pueblo rebelde de Rusia ha sido víctima de las teorías de Tolstoi. Engañados por ese iluminado con no escasas dotes de mansedum­bre evangélica, siempre hipócrita y siempre suicida cuando ha de prevTalecer sobre hom­bres y sobre instituciones que se sostienen por la fuerza, los obreros se presentaron con ^os brazos cruzados ante la boca de los mausers, que mueven gente sin entrañas, asesinos por automatismo. Y sucedió lo que todos sabemos, el día sa de Enero. La matanza fué horrible. Los fusiles que en la Manchuria se convierten en cañas, á la orilla del lío Newa parecían troneras. Tolstoi está en el caso de pensar si aquéllas son víctimas suyas más que del zar ó íanto como del zar, y si es cuestión de declararse fracasado como místico, como reformador y como evangelista, tres manifestaciones de un hombre en decadencia ó de un hombre que tiene más de vivo que de apóstol.

E}-sentido común lo preveía y la prensa lo dijo, la prensa que nada tiene de revolu­cionaria.

Leamos estas líneas del corresponsal que El ImparcicU envió á San Petersburgo: «Sí, no hay duda, la revolución ha abortado: hubiérase sabido aguardar, prepararse,

armarse, disponerse, que ella hubiera estallado formidable; pero ¿qué había de pasar con las huestes del movimiento, armadas de razones, pero desprovistas de instrumentos <le combate?

¿Qué había de pasar con las manadas de borregos inocentes balando sus cuitas ante el ejército que descargaba, inhumano y metódico, sus fusiles contra los indefensos?

La triste jornada del «2, los no menos tristes acontecimientos que la prepararofty ^ue la han seguido, la huelga formidable extendida por todo el país, han dado sus frutos: deplorable es que las borrascas de los pueblos no puedan calmarse sino con sangre, pero tan preciso como triste es conformarse con esta ley fatal.»

El que sepa entender, que entienda. . . , , Ello es el Evangelio de la revolución. ' Ante la fuerza no valen razones; no vale más que una fuerza mayor, y los que di(»n

lo contrarío,/ó son unos traidores al pueblo, que es lo que más abundf, ó sólo procuran por su bien, especie que también abunda, ó> son gente acobardada y atrofiada por el misticismo, el enemigo mayor que en este momento tiene la revolución rusa..

La revolución no ha abortado, como dice el corresponsal cuyos párrafos reproduci­mos; la revolución no ha hecho más que iniciarse en el terreno de los hechos; !a revolu* ción se extiende, y nadie, ni las fuerzas imperiales, ni las burguesas, ni las de ese místit»} <iue se llama Tohtoi, funesto por su bondad ,si es sincero, ó por su hipocresía, si no^ lo fuera, que nuestras dudas tenemos, serán capaces de detenerla, aun contando todas ellas con la cooperación que 4 la obra de la esclavitud y de la infamia rusa prestan ios tira­nos de la tierra, no dejando, con el pretexto -de que se ü-áta de una nación amiga, qiie el "proletariado internacional y los radicales del mundo entero manifiesten sus simpatías por los revolucionarios rusos y exterioricen sus maldiciones contra sus tiranos.

]Nación amigal Dijérase que todos los amos 3 señores se prestan ayuda contra todos los esclavos, y sp dirta la verdad... Pero riámonos también de eso. Lo que no se pu«de hacer públicamente se hace en secreto, cuando hay corazones, y si no hay corazones, lo mismo da que se coaliguen los tiranos contra los esclavos' á que no se coaliguen. Amigos somos también, ó debemos sjer, todos los pobres déla tierra, t6dos los íntegros y honra­dlos de la tierra, y tenemos la obligación de ayudar á los que pelean por la causa de la

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5l8- Cft KKVISTX BUmCX

justicia ftumana, háganlo en Rusia 6 en España. Lo malo sería que se nos acobardara con medidas propias para asustar á los niños, y que porque un gobernador, cumpliendo las indicaciones del Gobierno, que á su vez ha sido amonestado por el embajador de la nación amiga, nos dijera que no se puede prestar ayuda moral í los que en Rusia pelean por la causa de todos, dqáramos el campo á merced de los lacayos internacionales del autócrata ruso. Pero esto también nos debe tener sin cuidado. Pruebas ha dado el hom­bre en diferentes ocasiones, y en ésta más que en ninguna, de que aún es honroso lla­marse semejante suyo; honroso por su dignidad y por so valentía; honroso perqué sabe; perder la vida cuando se lo reclama la equidad y la justicia.

* • • ' •

Si se tratara de la revolución social en un país como Francia ó como Italia, no habría necesidad de preocuparnos más que de combatir á los políticos burgueses y obreros, por­que en este caso el espíritu revolucionario sería un espíritu simple y las fuerzas se divi­dirían en amigos y enemigos de la propiedad individual, en amigos y enemigos de la autoridad, en amigos y enemigos de la idea de Dios; pero se trata de Rusia y en Rusia la cuestión se piesenta mucho más comp'eja. En Rusia hay deístas anarquistas y comu­nistas autoritarios y enemigos de la propiedad individual, que son á la vez partidarios del principio religioso y antiautoritario.

Aquí está el peligro verdadero, no en las fuerzas del zar, peligro, porque la impoten­cia de la revolución se hallaría en el espíritu de la revolución misma y no en los elemen­tos que á ella se opusieran.

Esta será la materia del próximo artículo; anticipamos, sin embargo, las cuatro afír-maciones que siguen y que desarrollaremos mañana: £1 que cree en Dios, nunca será litee; el que ítdmite el principio de autoridad, no puede establecer en la tierra k igual­dad de vida y amor; el misticismo, así en religión como en humanidad, incapacita á los hombres para hacer la revolución y para gozar de su persona; sin una fuerza mayor que arrase y destruya creencias y privilegios, no se acaba con las instituciones y sociedades presentes. De consiguiente, son enemigos conscientes ó inconscientes de la dicha y de la libertad humanas: los deístas, cualquiera que s ^ la forma del deísmo; los autoritarios, cualquiera que sea la forma de autoridad; los místicos, cualquiera que sea la idea que sustenten, aun sea la anarquista, y los evolucionistas, mientras el derecho sea una as­tuta concesión de la fuerza organizada al servicio de un privikgio.

federíco Urales.

EVOLUCIÓN SUFER-OR.GÁNICA Adaptación.

AD/UPTA£IÓN EN GEMCRAi.: I. L^ grao l«y de unidad cósnúca; Modos distintoe de lá Enet-gfa; Inseparabilidad de órgano y función; Entidades, represenucionea mentales y cla-

, sificacionnes abstractas; Solidaridad de lodos los fenómenos; Concepto Monista de fuerza y Materia; La Mecánica general de los ritmos ó vibraciones por complexida-áe» siempre crecientes ctmdoce ü la AnaoaCa Universal, integrándose totalmente Fuer • za y mirria; Int^r»:ion« sucesivas: N^wloaa, Sol, Cerdi>io hamaoo.

ADAPTACIÓN ORGÁNICA: 1 L Consumda de la adaptación SÁ medio extemo ó ley de corres­pondencia; Modificaciones adquiridas por animales y plantas adaptados; Ejemplos: Géniás del sentido de la vista, adaptación á la lur. La laz crsa la estrncWra del ojo; I^s ritmos de fa Mecáhica Universal crean d cerebro y la totalidad áxA Cosmos; Con-

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LA VerSSTA BLANCA 519

secuencias de obUgada unidad para la embriología comparada; La intelige^a, mayor evolución (actual) y sublimación de las l^es naturales es, sugetivamente, la Humani­dad, de ahí: Naturaleza patrimonio de la humanidad.—dll. Casos de adaptación rápi­da, el axalote de Méjico; Sus similares, tritones, ranas y salamandras; Li Ontogenia, eíit)hición individual, explica la Filogenia, evolución de todo el grupo; Adaptaciones correlativas, cdula j mujer.

Cuando la filosofía Monista estudia las evoluciones astronómica, geológica, biológica y sociológica, por separado, lo hace para facilitar el estudio, pero de ninguna manera porque sean evoluciones distintas: todas estas divisiones parciales se integran en la prin­cipal evolución del Cosmos; no hay más que una evolución, corno no hay más que una Energía, Lajsangre que circula por nuestras venas y la energía que representa el pensa­miento, forman una unidad cpn las fuerzas cósmicas.

La materia bruta, como la materia viva, son á la vez un producto y una adaptación al medio; entre los fenómenos íntimos de la substancia orgánica ó inorgánica, no hay so­lución de continuidad: todo es \ino\ lo que cambia es la forma; pero la virfialidad, la esencia de la cosa, es la misma: so;i distintos fenómenos de una sola Energía.

La misma unidad que existe entre fuerza y materia, existe también entre órgano y función. Se discute la prioridad de éste sobre aquél, ó viceversa, y, á mi entender, plaa-^ teada así la cuestión, no tiene respuesta satisfactoria; la confusión proviene de que, en veiz de definir la cosa en sí, se !^»áneatolatneiMéotM<^pnBttntaciones mentales. Órgano y fundón son dos entidades que existen separadas, como meras abstracionea de la inteli­gencia, pero que en la Naturaleza son uaa sola. Decimos esto, para simplificar y Gicilitaí el que se vea todo el alcance que tiene la teoría de la adaptación; en vez de jórg.mo y función, póngase qrganjzación, y se nos representarán los dos conceptos como una «ai-dad, siendo más fácil seguir sus modificaciones, considerándola como cosa única y óbe-decieado á un mismo inipulso, que no como dualidad que no existe y complica la interr pretáción. Pjrescindamos.de todas esas divisiones arbitrarias que el hombre estableció cuando 1 solidaridad de todos los fenómenos no era conocida, y las clasificaciones eran pura abstración, como no podía menoB de suceder: así se dice aún. Fuerza y Materia, liasta por los que, como Luis Büchner, proclaman la unidad de estos dos términos: mi se dice también. Física y Química, ó Biología y Sociología: tqdas estas divisiones contribuí yen á mantener la confusión y á retardar la vulgarización dp la teoría Monista.

Todo esto obedece á viejos resabios de la Metafísica, q ue acepta como fenóHienos reajes los que sólo son una representación mental. En estos casos, dice Bosoier, la Fisio­logía y Psicología no marchan á la par y el resultado es que la Filosofía se falsea.

, faciéndonos cargo de la cosas en sí, en todo lo que I» Naturaleza tiene de real y po­sitivo, se comprende que, desde lo inorgánico hasta lo más trascendental, no hay más. qué un cambio en el ritmo del movimiento ó de la Energética: que una forma de ener-, fía se transforma siempre en otra forma de energía; qíie la organización con sus formas-y estructuras es una unidad cuyas raíces están en las entrañas del Universo y cuyo termi­no, hoy Conocido, es la inteligencia del hombre. La luz, los qolores, los sonidos, son ¿is-,

• tintos modos de vibración, son partes de ese ritmo, de esa armonía universal, que, desde^ el mundo inorgánico, viene á tomar en nuestro cerebro estadí) de conciencia.

A la ene^ía que regula la adaptación en los seres vivos, como á todos los factoreí <Íe la EvalucJón^ no hay que buscarle ^u origen en la misma substancia orgánica, sino <We esta Energía se deriva de los grandes ¡priricipíos de la Mecánica general. La impul­

sión inicial que obliga á la evolución biológica á transf'ormirse eii seres, qufc progresen.

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520 LA REVISTA BLANCA

de lo simple á lo compuesto, de lo homogéneo á lo heterogéneo, no es una fuerza esen­cial, propia de la substancia orgánica, sino que esta fuerza vital no existiría si la Tierra no formara parte integrante del Cosmos. Si fuera posible aislar la Tierra del resto del Universo, en el mismo momento la vida se extinguiría en nuestro planeta, como se apa­ga un foco eléctrico si se imterrumpe la corriente, y la Tierra, perdidas sus relaciones de equilibrio y desquiciada de su órbita, iría á disolverse en el espacio. No se puede con­cebir un cambio de energía sin un cambio concomitante de materia. La organización marcea, porque es una condición esencial de la Fuerza, la continuidad y el ritmo, á las que está sujeta.

Cuando el Sol y los demás astros estaban aún en el estado de nebulosa primitiva, no era posible organización alguna, por la gran difusión en que se hallaba la Materia. La transformación de una parte déla Nebulosa en Sol, supone ya una gran integración de materia y una gran concentración de energía. De la misma manera, cuando la substancia que ha de servir para formar el cerebro está diluida en el espacio, tiene el mínimum de fiíerza; pero desde el momento que esta substancia ie integra y se organiza, para formar el cerebro de un Aristóteles, por ejemplo, adquiere una energía extraordÍDu4a. La vir­tualidad de la fuerza está en proporción de la cantidad, calidad y estructura de la mate-integrada.

n^aj^tación orgánica. El movimiento inicial de la adaptación org&tca toma su origot de la misma Ener­

gía Cósmica; es un capítulo de la Evolución total del Universo. La correspondencia con el medio Extemo, ó adaptación en ¡os seres organizados, er

el fenómeno más constante de la vida. Las plafitas j los animales, cambiándoles de cli*, m», cambian su correlación con el medio; si la adaptación se realiza, el animal ó la plan' ta seguirán viviendo con las modificaciones adquiridas; de lo contrario mueren. El ser que no es capaz de adaptarse, la organización que ño tiene bastante movilidad para ese-trabajo 'constante de ajuste, desaparece. Los animales y las plantas que viven en la tierra y en el agua, representan una perfecta correspondencia con el medio en que se han des­arrollado. Los pulmones y el corazón del hombre están proporcionados á la presión at­mosférica, y aun así, hay personas á quienes un ligero cambio en esta mistña presióa produce grandes trastornos: ka ascensión á las altas montafias, no la soporta bienHodo el mundo; el elevarse en globo á considerable alttira no sólo produce vértigos, sino hemo­rragias, por falta de equilibrio entre la presióa interna y la extema, y es que, accidental­mente, falta la adaptación.

Los ojos son una adaptación á la luz; los anímales que viven en la obscuridad' nó tie­nen vista, yios que la tienen la pueden perder, como sucede á cierta clase de cangrejoá» que se les atrofia el órgano de la visión hasta perderlo por vivir fuera de la influencia de la luz. \

El sentido de la vista es por extremo curi<Mo é instractivo ea lo que á U adaptación ge refiere;, y para nuestro objeto particular ea aún má* importante, si se tiene en cuenta que es el sentido de ma,yor dinamicidad y que reprñenU, por tanto, un gran papel en lo que se refiere á la estructura cerebral y a k inteligencia. En lo que se relaciona con la gén«is de este sentido, observa muf bim Runón y Cajal, que no basta con lo que dice H. Spencer para explicar—«m soto ta adaptación y sd^xáto—la formadón del ojo y sus teejos. Y, en efecto, como dice el primero de estos autores, ¿cómo explicar el punto-de partida de esta evolución?

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LA RIVISTA HUNCA 521

«Así, por ejemplo, no se concibe bien por quci las manchas pigmentarias ú ojos rudi­mentarios de los vermes (Turbellaria, Trematodes, etc.) son redondos, pares, y residen, pre­cisamente, sobre la piel que cubre el ganglio supra-esofágico y no sobre la correspondiente á otros focos nerviosos, ni por qué, andando el tiempo, a.iareció delante de la mancha pig­mentaria y del nervio subyacente, nadi menos que un espesaruiento epidérmico lenticular, cuyo radio, índice de refracción, etc., parecen calculados para proyectar una imagen dis­tinta de la expansión del nervio óptico» (i).

En la necesidad de una explicación, me atreveré í exponer algo, que me pairece escla­recerá este interesante problema. Yo creo que la situación del ganglio supra esofágico y su vecindad con las manchas pigmentarias, reconocen un mismo origen, y que deben su situación respectiva A un fenómeno de fototaxia. El animal se orienta según la luz, y la extremidad por la cual se orienta es la que adquiere mayor actividad, tanto más, cuanto que los fenómenos luminosos van siempre acompañiudos de acción química, calórica etcétera. De modo que las manchas pigmentarias y el susodicho ganglio, guardan relación de vecindad uno con otro^ porque ambos son producto de la mayor dinamicidad que hay en el extremo por el cual ha empezado la orientación. Queda por aclarar el que las man­chas sean pares y regulares, pero esa cuestión corresponde al por qué de la simetría üe los cuerpos y probablemente se explicará lo uno cuando se explique lo otro.

En la segunda cuestión, la que se refiere al espesamiento epidérmico lenticular, que es el punto de partida de la evolución del cristalino, el mismo Cajal da implícitamente la respuesta, al decir que ese espesor lenticular tiene un radio y un índice de refracción que parecen calculados para proyectar una imagen distinta en la expansión del nervio óptico.

La luz y sólo la luz, es capaz de tal artificio; ella es, no sólo la que da origen á las man­chas pigmentarias, primer rudimento del órgano de la visión, sino que, como la adapta­ción tiende á que la imagen se» cada vez más precisa, es la que hace entrar simultánea­mente en juego la expansión del nervio óptico y las manchas pigmentarias para llevar á cabo el trabajo de ajuste ó correspondencia. A medida que estas manchas van creciendo, solicitadas por la acción constante de la luz, empieza á aumentar su espesor; y teniendo ya entonces que distanciarse de la expansión óptica, la luz, para segfuir su relación con ésta» ha de refractarse atravesando el espesor lenticular. Esta refracción tiene que hacerse se­gún las leyes de la óptica, y por eso el espesor lenticular posee un radio y un índice de refracción, que es el de la lente, y corresponde siempre con el nervio óptico, sin cuyo re. quisito no sería posible la visión. El órgano de la vista, como toda organización, obedece i las leyes generales de la Mecánica.

Fíjese bien la atención, el cómo en este sentido Su arquitectura está regida por las le­yes de la óptica, y no es que d cristalino se acomode é estas condiciones mecánicas de la luz, sino, por el contrario, son estas condiciones mecánicas las que moldean la substancia or­gánica el cristalino, cuya diferenciación lo Aace sensible d la luz. Como las condiciones oiecánicas de la Naturaleza son invariables, de ahí se sigue la gran unidad que representa toda la anatomía y embriología comparadas, por eso la ontogenia reproduce la filogenia y es que toda esta unidad orgánica que constituye la organización, es el eco, el reflejo, es

^ la reproducción material del ¿ran ritmo de las Fuerzas Natural». Sin esa unidad invaria­ble, que es la Naturaleza, no se explicaría ningün fenómeno de la evolución, no se podría «eguir la filiación del sentido de la vista, desde los animales más inferiores hasta el hom-

}-, bre. Como no se explicaría tampoco el cerebro humano, si no existiera la misma elabora*

(I) Hamóa y Cajitl: Ttxtura del stsUma nervioso tid htmbrt y de los vert4hta;hSiy}iz.^.

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5 2 2 LA RSVISTA BLANCA

Gión, filiación y evolución del sistema nervioso de todos los animales, si la neurona psí­quica ó pensante en el Hombre no tuviera su primera representación en la neurona mio-epitelial de los animales inferiores.

Hoy nadie se atreverá á negar, porque es un concepto corriente en filosofía positiva, que todos los sentidos son colectores específicos registradores numéricos de movimiento que constituyen las sensaciones, y que el desarrollo de los sentidos, el acumulo de todas estas sensaciones es lo que da lugar al desarrollo del cerebro, de tal manera, que puede sentarse que sin los sentidos no existiría el cerebro. Luego si los sentidos obedecen en su arquitectura y en sus funciones á las leyes Naturales, el cerebro y su función reflejan la misma Naturaleza; un hombre inteligente es aquel cuyo cerebro reproduce con mayor exactitud la serie de fenómenos externos. La inteligencia es la sublimación de las leyes Naturales. Por eso decimos que la Naturaleza es el Patrimonio de la Humanidad, y que, por tanto, las miserias y egoísmos son un absurdo, por un error en la organización social cuando ésta se separa de las leyes Naturales.

• • Como caso de adaptación, que sorprende por lo rápida, es el que ofrecen la rana y lo3

tritones: estos animales, mientras son jóvenes, viven en el agua y respiran por branquias; luego adultos, viven en tierra firme, habiéndoseles atrofiado sus branquias y adquirido la respiración pulmonar. La metamorfosis de la rana, atronándosele la cola y desarrollándo­sele las patas, es muy curiosá"if instructiva, por cuanto esa especie de embriolog<a,*que se verifica á la vista del obséárvádor, demuestra también su filogenia, pues tanto su primitiva forma de pez, como su respiración branquial, son una prueba de la transición de los peces á los batracios; es un fenómeno én que el hombre sorprenát infraganti á la evolución, en el momento en que los vertebrados acuáticos se convierten ea vertebradc» terrestres.

«Hace algunos años, el axalote^de Méjico (Siredon pisciformis), muy afín áú tritón, excitó gran curiosidad entre los naturalistas. Se conocía ya este animal hacía tiempo, y en los últimos afios se críaCa en el'Jardín de Plantas de París. Como el tritón, este animal tiene también las branquias externas, pero las conserva durante su vida como los otros pneumo-branquios. Generalmente el assíTote vive y se reproduce en el agua, pero, de rC' pente, un centenar de estos animales, conservados en el Museo de París, salieron del agua arrastrándose, perdieron sus'branquias y Ufaron á parecerse, hasta el punto de no dis­tinguirse del tipo del tritón sin branquias de la América del Norte (Amblyostoma), y con. (inuaron después respirando por sus pulmones. En estos casos taa interesantes, se puede asistir á la transformación brusca qne hace un animal de respiración acuítóca al conver­tirse en animal de respiración aérea. Este tránsito rápido puede observarse también en las larvas de rana y salamandra: pasan del estado de animal de respiración branquial, al de anfibio, de respiración pulmonar^ del mismo modo, el grupo de ranas y salamandras pro* viene también en su origen de un animal de respiración branquial, vecino del siredón. Hasta el presente, se han quedado en ese grado inferior de desarrollo. Ss ve atí cómo la ontogenia puede explicar la ñlc^nia y cómo la historia de evolución individual aclara ja de todo el grupo» ( I ) .

Tratando de Xas adaptaciones co/relatíras, es decir, la adaptación de un órgano qae trae aparejada necesariamente las adaptaciones de otros órganos y de todo el individuo, será interesante leer lo que dice Virchow en una Memoria titulada La célala y la mujtr, qae encuentro citada en Haeckel (a).

11) E. Uaeckel: U'utorit dt la Créatim tíalfrtlU, plg. ji 4. •í) Ib;d, pág. 217.

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I,A REVISTA BLANCf 523

«La mujer, es mujer únicamente por sus glándulas de la generación. Todas las parti­cularidades de su cuerpo y de su alma,'su vida de nutrición, su actividad nerviosa, la de­licadeza, ¡a redondez de sus formas, la anchura de su pelvis, el desarrollo de su cavidad toráxica, acorapafíada de una parálisis en el desarrollo del órgano de la voz; su exuberan­te cabellera, contrastando con el finísimo vello que cubre el resto del cuerpo; y, en fin, la intensidad del sentimiento. Ja percepción rápida y segura, la dulzura, la abnegación, la fidelidad, todos los caracteres esencialmente femeninos que admiramos y veneramos en

' la mujer, todo depende del ovario. Extírpese el ovario y la. virago aparecerá con toda s,u horrible imperfección.»

Esta misma correlación entre las funciones de nutrición y generación se ve en las plantas, cuando al quitárseles proporcionalmente cierto número de hojas ó de ramas ad­quieren las flores gran preponderancia; ó, al contrario, al cortar los ramos destinados á Ja florescencia adquieren mayor desarrollo los órganos verdes de la planta. Esto servirá cq.910 de preparación para con^irender mejor el capítulo de la adaptación psíquica, y no olvi­dar que sí bien están en capítulos aparte, para claridad del asunto, no lo está en la cosa en sí. Pasa aquí lo mismo que con el órgano y función, que son una mismx cosa, que no se concibe la una sin la otra, y que son tan solidarias, ppr ser idénticas, como la Fuerza considerada como función de la Materia.

Enrique Xluría.

ün poco de iuventud. Ha de alegrarnos, por las consecuencias que ello puede tener, el que algunos escritq-

res que se consideren jóvenes, seguidos de otros que realmente lo son, hayan dicho que Qo están cojiformes con quienes estimen que José Echegaray es la más alta representa^ ción de k mentalidad española. /

£1 acto llevado á cabo por los escritores que rae ocupan, nada significaría ó signifi­caría algo loable en otras circunstancias.

Disentir del común pensamiento contra un principio social ó una fórmula de justicia y hacer público nuestro pensar por todos los medios, aun á 'trueque de padecer quebran tos personales, está más cerca de lo sublime que de lo vulgar; pero disentir con intención de que se entere la gente y de obtener el apoyo de la opinión contra una personalidad artística, cuando con la actitud que nosotros adoptamos, no se salvan principios justos, próximos á perderse, no «e establece la postergada equidad y la persona objeto de nues­tro, disentimiento, no es un hombre fatal, azote ó cosa así de sus semejantes, se meanto-ja poco ético y poco artístico. Así, yo que también disiento del criterio que José Echega­ray sustenta en asuntos de arte dramático, únicamente porque no en vano me lleva cerca de cuarenta años de ventaja, con todos los problemas morales, sociales y fisiológicos quj ellos representan, no veo la necesidad de decir que me separo de los que piensan que Echegaray ha dado con la flor del arte dramático y con la cumbre de ia intelectualidad española, en vísperas de un homenaje que en nada altera ni perjudica mi criterio, que en nada ofende á la sociedad española, y en cambio, proporciona días de agrado y de placer á un artista glorioso y á un hombre que, por su edad, está muy cerca de la tumba.

Además, José Echegaray podrá sentir el arte de distinto modo que la juventud, y es bueno que así sea; podrá, también, crear una psicología poco j'eal ó, si se. quiere, poco estética, á juicio de determinada escuela artística, pero es de ciegos ó de apasionados

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5a4 L* KirUTA BLAHC*

no comprender que las obras de Echegaray representaron un día lo moderno y lo revo­lucionario en el teatro y en el modo de apreciar la misión del hombre y los problemas de la vida.

Todos los artistas responden á dos fuerzas. En primer lugar, á la fuerza del ambiente, y en segundo término, á la del propio temperamento, y na se puede n^ar categoría de artista genial á los autores que respondieron á pasados estados del alma colectiva, á di­ferentes sensaciones del sistema nervioso y á distintas concepciones de nuestro cerebro que en el tiempo y en el temperamento individual, cuentan cosas que no están escritas en pasadas ni en futuras obras de arte. Si lo contrario admitiéramos, ¿cómo habrían de pasar á la posteridad, en concepto de talentos portentosos, nuestros artistas del siglo de oro, cuyas obras teatrales encuentra tan simples en psicología y en substancia dramática, la compleja actividad de los gustos presentes?

Por otra parte, la juventud, para ser bella y joven, al mismo tiempo, es preciso que sea buena y generosa, como la salud y la vida. El móvil de aquellos que hacen público diferente sentir del que considera á Echegaray un gran artista en momentos que pueden proporcionar gtandes amarguras, sin ningún bien individual ni colectivo, no es por cier­to artístico, si el arte es belleza. Bella la acción que tiene por fin el placer propio y aje­no; bella el alma que, rebosante de amor, amor siente y propaga, no importa en que ro­paje-, bella, también, la existencia empeñada en hacer de sí misma una obra de armonía y serenidad; pero feo el hecho de ofender á una persona, si con la afirmación del criterio ofensivo no se alcanzan mayores bienes que los males que causamos.

Amargar, por ejemplo, la vida de un tigre, de un tirano, de un déspota, que puede llamrtrse Nerón, Torquemada ó Calvino y hacerlo por amor á los hombres, serla indu­dablemente cna gran obra de arte; pero amargar los días de José Echegaray porque no sienta la belleza que nosotros sentimos, no puede hacerse en nombre de ningún senti­miento artístico. ]Sin embargo, han invocado el nombre del arte los que pretenden restar simpatías á un artista español! ¡Sin embargo, artistas se estiman los que sustentan el pro­pósito, poco generoso, de decir á las gentes que no se exceden en la tarea de depositar un nuevo placer en el corazón del poetal

Siempre creí que para ser artista, era necesario ser antea hombre, hombre en el sen­tido físico y moral de la palabra^ hombre sano, hombre fuerte, hombre bueno-, hombre que produzca obras y niños al mismo tiempo; que abra sus labios para besar á la mujer, para sonreír al destino, y para lanzar, á diestro y siniestro, palabras de amor y de con­suelo. Alguien cree que se puede ser artista sin sentir á la mujer y sin amar á los hom­bres; sin tener queridas y *n asociarse á todo placer ajeno. Si esto fuera un error, en lugar de ser un caso de debiUdad fisiológica, esto fuera el error fundamental de nuestra juventud artística.

Siempre entendí por juventud, generosidad y alegría. Los jóvenes que pretenden monopolizar el arte moderno, creen que son jóvenes cuantos cuentan pocos afios, aun­que la envidia les consuma, la impotencia les entristezca y la tristeza les convierta en plegarías fúnebres.

¡Que España ó una parte de ella ó sólo dos asociaciones artísticu, quiere honrar la labor asombrosa de uno de los suyos!

¡Asociémonos á la fiestal Si el artista merece el homenaje que se le prepara, hemos de asociarnos á la fiesta movidos por un principio de justicia; si no la mereciera, porque es de poetas contribuir á todas las alegrías.

flng^l CuniHtra.

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LA WnaSTA BLANCA 52$

A B C de Astronoznia. Ltos asteroides.

VIII

Entre Marte y Júpiter no encontramos ningún planeta de gran tamaño. Sa formación ha debido impedirla la vecindad del mundo joviano, cuya poderosa atracción, después de fraccionar en muchas partes el anillo primitivo en camino de ser un mundo, ha sido un obstáculo para la reunión de todas esas partes en un gran planeta por las constantes perturbaciones que sobre ellas ejerce.

En esta zona del cielo conocemos actualmente más de cinco mil planetas, cuya masa total, reunida en un solo conjunto, no sería mayor de un tercio de la Tierra.

Las órbitas muy elípticas de esos pequeños planetas (asteroides), que emplean cerca de tres á tittt años en verificar sus revoluciones, están á una distancia media del Sol que varía entre dos y cuatro veces de la que nos separa á nosotros del astro del día.

Pero estando sus órbitas dotadas de una extrema' excentricidad, algunos de ellos, como Zethra, y sobre todo Eros, pueden aproximarse al Sol más que Marte, cuya órbita cortan. ,

Así Eros, descubierto por M. Witt en 1898, y cuya dimensión sobrepasa apenas la dé un departamento ó provincia de Francia, se ha aproximado en Eiero de T90C solamente áunos 46.935.000 kilómetros de la Tierra.

Eros puede aproximarse al Sol en el perihelio hasta unos 168.380.000 kilómetros, y puede alejarse en el afelio hasta cerca de 265.670.000 kilómetros.

Por lo contrario, la órbita del pequeño asteroide Hilda, una de las más alejadas del Sol, se aproxima á la de Júpiter hasta 184 millones de kilómetros por término medio.

Las órbitas de algunos de esos pequeños mundos se hallan tan cerca y se confunden de tal modo, que la hipótesis de alguna colisión entre algunos de ellos parece casi admi­sible. La órbitk de Cloto, por ejemplo, se aproxima tanto á la de Juno, que llega á mediar entre ellas sólo 1.040 kilómetros. Fides y Maya se presentan en el m<smo plano de tal modo, que Mr. Lespiault ha llegado á cr^er su asociación como planeta doble.

Excepto Ceres, descubierto el primero, el i.° de Enero de 1901, por Piazzi y Ves^ que vistas excepcionales pueden contemplar algunas veces, todos los d«más sen teles­cópicos, es decir, invisibles á simple vista. Van del 7* al 13" grandor y aun más pe­queños.

El mayor de esos mundos minúsculos es Ceres, cuyo diámetro es de 900 á i.ooo ki­lómetros, luego viene Vesta con 430 kilómetros, después Juno y Palas. Los más pequeños son Safo, Maya, Atalante, etc., cuyos diámetros no alcanzan á 30 kilómetros.

Sobre la superficie de sus mundos en miniatura la pesantez es inevitablemente mtiy débil, pues su masa, por así decirlo, es insen5ibie,'y Herschel, para demostrar ese hecho, ha dicho que un hombre saltaría fácilmente á 60 pies de altura no cayendo con un dio-que mayor del de un salto de dos pies^sobre la Tierra.

Dada la pequeSez extrema de esos mundos, nuestros telescopios no son suficiente­mente poderosos para que podamos conocer la duración de su rotación, la inclinación de su eje y apreciar el efecto de su atmósfera. Con mayor motivo nos es imposible con­jeturar sobre su estado de habitabilidad. Sin rtnbargo, nada sé opone á admitir que esas

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526, LA ilEVISTA 8I,A»CA

tierras liliputienses sean actualmente, ó lo hayan sido ya, el sitio de una civilización y de una vida intensa que, comparada con la nuestra, la efclipsaría con su brillo.

Es nuestro antropomorfismo legado de muchos siglos de religiones que han obscure­cido la mentalidad humana, lo único que nos dificulta la comprensión de esta verdad evidente de que no hay en la Naturaleza ni causa final, ni grande ni pequeña.

una gota de agua es un pueblo de millares de animáculos, y de un gran mundo an­tiguo, cruel y feroz, sólo la pequeña Grecia ha resucitado de esas cenizas. Minúscula por su territorio, grande por su genio, brilla aún con un brillo tan luminoso y claro, & través de una niebla mística de dos mil años, iluminando la marcha ascendente de la belleza artística y de la verdad científica (i). /

Jópitet». IX

Al llegar á Júpiter, llegamos al mayor planeta de nuestro sistema, que se nos ofrece con el cortejo triunial de sus lunas, como la ima^n de toda nuestra república sideral en compendio. Por su voiamen y su masa, Júpiter, sol apenas enfriado, suscita en nuestra imaginación esa página de la prehistoria de nuestro mundo, en la qae el gran planeta, aún incandescente, formaba con el Sol una de esas numerosas estrellas dobles que titilan en los apartados abismos del espacio.

Apenas unas diez veces más pequeño de diámetro y 1.047 veces en volumen que el astro del día, »el planeta gigante» vale 5.279 voces el volumen y 310 la masa de la Tie­rra. Recorre su órbita de 4.830.180.000 kilómetros con la rapidez de la kilómetros 900 metros por segundo, girando sobre su eje en nueve horas cincoenta y cinco minutos, y alrededor del Sol en once años, diez meses y diez y siete días terrestres.

El año de Júpiter es igual, por lo tanto, á cerca de doce de los nuestros, mientras que su día no dura sino nueve horas y cincuenta y cinco minutos.

Al cálao de trescientos noventa y nueve día.% el gran planeta se encuenttn en oposi-áóa respecto del Sol, y el Sol, la Tierra y Júpiter se encuentran sobre la misma línea, siendo esa época, con los tres meses que la siguen, la más favorable para su observación.

La 4^bita de Júpiter se halla, ptn- término medio, á 775.000.000 de kilómetros del S{4;pero como es elíptica, con una excentricidad de 0,048, no hay más que tmos 80 mi^ llones de kilómetros de diferencia entre su dbtancia al Sol ó á la Tierra en su perihe-Uo y en su afelio.

Según este ^ran planeta se halle en su perihetío 6 en su afelio, su diámetro aparente varía de treinta á cuarenta y siete segundos. Es esa diferencia de distancia la única que constituye las estaciones de Júpiter, cuya inclinación sobre su eje de rotación no es sino de 3°, es decir, casi perpendicular á su órbita.

(1) Aiitet de panr mía adeUntc, una obMr<riici¿s! P camarada Ijibine me dice que cree ver usa centradiccióo en la aTimuciúi iiguiente, que he hecho en un arlícalo ante­

rior [VI de la terie). «Graciai i esa luí cenicienta, que refleja i veces los contornos del continente australiano, Cattelli, et amigo de Galiieo, podo adivinar en 1637 la existencia de la Australia, mucho antes de ser deicabierta», jr el hecho de qna desde el siglo xvii loa marinos portugueses hablan páado f» el Norte de AuAralia, y que en ifios'WSlem Jansfj nav^acdo por el golfo de CarpenUria, perdiera algunos de sus hombres á manos de los australianos.

Todo eso es exacto, como lo es que hablan Uefado europeos i América muehot siglos antes del descubrimiento de ella p<ff CñstMial CtAóa.

£1 navio holandés Duy/hé» xccúnozíb, en efecto, en ióo5yif>o6 una gran ezteiuáófi de ia costa aotteaustmlíana; pero no fué hasta la mitad del siglo xviti cuaodo Cook pudo descubrir la Australia orie::tal >* occidctital.

No hay, pues, contradicción en que Castelli haya podido adivinar en 1637, <='>'> ayuda d; la luí cenicienia, los csHlernot del )coiitia«aie australiano. *

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LA RKVlSXA ,ttUU.'CA .577

La vuelta del globo de Júpiter y su diámetro ecuatorial sobrepasan en longitud i los de la Tierra, y son respectivamente de 444.400 y 142.000 kílótmetros; por lo coatrariik, el diámetro polar no tiene más que 132.800 kilómetros, pues la rapidez del maTimiento de rotación es tan grande, que un punto situado sobre el ecuador corre en razón 4 ^ . 12.450 kilómetros por segundo; de ahí el ensanchamiento de su ecuador y el aplasta­miento de sus polos, que es de i/c?, mientras que el de los polos terjrestres no es sioo de 1/292. La superficie de Júpiter es igual á la 114 Tverias.

La densidad media de los materiales que compooen á este gran mundo es de 0^41, es decir, cerca de 1/4 de la nuestra, y la intensidad de la pesantez dos veces y 1/4 más fuerte que la de la Tierra.

Estas cifras, un poco áridas, prueban que las condiciones de vidasoo muy diferentes sobre Júpiter de las de Marte, la Tierra, Venus y Mercurio.

No sólo Júpiter ofrece á sus habitantes presentes ó futuros años de uaa longitud de doce años terrestres, con diez mil cuatrocientos cincuenta y cinco días de diez bofas cada uno, una igualdad casi absoluta de clima sobre todas sus latitudes, gracias á la in­clinación de su órbita £ólo de 3", sino que ese mundo, que gravita 5,2 veces otas lej<w que la Tierra del Sol, recibe cerca de 27 veces menos luz y calor que nosotros.

El recibir 27 veces menos luz, «sstá, sin embargo, rauy lejos de vivir en la obscuridad opaca. La Luna llena esparce una claridad de 618.000 veces más débil qu$ la dd astra solar y pueden los seres de Jú¡Hter tener el nervio óptico muy adaptado al medio, ea el que están destinados á vivir y evolucionar. •

Por lo que se refiere al calor que existe sobre la superfid/s de Júpiter, sobrepasA cier­tamente con mucho del que resultaría de la sola acción solar, y es probableq<M ^ « globo, aunque nacido antes que la Tierra, haya conservado en razón de su volumen y de «H masa una parte de su calor originario.

La atmósfera densa, elevada, tormentosa y saturada de vapores que rodea al pl^ieta gigante, indica que el clima de Júpiter es más cálido que el de la Tierra, y que reiaa sobre ese mundo lejano un desencadenamiento de le» elementos como no ha conocido nuestra Tierra desde el período primordial de las épocas geológicas. Sobre su zona ecuatorial sopla el viento constantemente huracanado, y la rotación de las nubes en esa regtóa se efectúa en nueve horas y cincuenta minutos, mientras en el 25 paralelo tarda &Mca mi­nutos más.

Nosotros no vemos sino muy raramente la superficie del planeta. Las bkadas blaocaa y grises, frecuentemente teñidas de una coloración amarilla y anaranjada, que surcan ese globo principalmente en la región ecuatorial, forman parte de su capa arérea. Sdne esas bandas ce observan á veces manchas más claras ó más obscuras que el borde sobre el que se hallan, y aun desgarraduras que se suceden unas á otras de izquierda á derecha (de Oeste á Este) si se observa el planeta con un telescopio gue no invierte Íes objetos (i). Esas manchas pertenecen igualmente á la atmósfera joviana y forman parte de las nubes que envuelven á ese mundo colosal.

En general, el ecuador está indicado por una zona blanca. Al Norte y al Sur de ella hay una franja más sombría, tefiida de un rojizo obscuro. Mis allá de esas dos franjas sombrías, austral y boreal, se ven ordinariamente franjas paralelas alternativainente blan­cas y grises. El tono general se hace mis gris y homogéneo á medida'que se acercan 4 los polos, y las regiones polares son grises azuladas.

( I ) Eilo e», un teleteepio <liteeto,iie denpejo.-KNT. ddT.)

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Y^^-^-^.

S28 LA MCVOT* B U M C *

Pero no hay ninguna ñjeza en esas franjas, cuyo aspecto típico varía con frecuencia de un modo muy profundo.

Las franjas y las manchas blancas rq>resentan probablemente las nubes más elevadas de la atmósfera, las nubes sombrías, pardas ó rojizas, las capas inferiores ó quizá tam­bién el suelo del planeta.

Entre el 20» y 30» de latitud austral del planeta, los Sres. Corder y Terby distinguie­ron en 1872 por primera vez una gran mancha roja, de forma oval, de 42.000 kilómetros de larga por 15.000 de ancha. Esa mancha podría ser muy bien un continente en forma­ción que estaría respecto de Júpiter en la misma proporción que la Australia sobre la Tierra.

£1 análisis espectral muestra que la atmósfera de Júpiter, tan densa en sus capas in­feriores, gracias á la intensidad de la pesantez, está compuesta, salvo algunas substancias qne parecen especiales de ese mundo, del mismo vapor de agua que el de la Tierra. Esa iSaidcfera está, como ya hemos dicho, muy agitada y se halla sometida á continuas va-ñacióii«i,qne, cosa extraña, parece que están en rdacíón con las manchas solares y lle­gan á su ta&ráio cada once años.

A fines de Nimembre 6 Dicieml»e de 1903, Mr. Stanley Williams escribía en'Ias iV<»-tídas siderales (Monthly Netices LIX, pág. 378), qne las dos franjas ecuatoriales de Júpi­ter cambiaban de coloración en un periodo de cerca de doce afios, de modo que la coló-ración roja de la franja ecuatorial boreal alcanza su máximo cuando la ecuatorial austral u enAenira en su mínimo y viceversa.

Para verificar completamente la periodicidad de esta col(H«ción, comprobarla, ten­drán que hacerse sin duda muchas observaciones en la época de la oposición del planeta.

Júpiter no vaga solo en el espacio. Recorre su órbita acompafiado de seis satélites. El quinto descubierto por Bamard el 9 de Septiembre de 1892 no es más que un as-

t»oide de 160 kilómetros de diámetro y separado sólo unos 2,55 radios del gran planeta, en tomo del que gira. Este satélite da la vuelta á Júpiter en once horas, cincuenta y siete minutos y veintitrés segundos, y amenaza por su proximidad con caer sobre él, á menos que se mantenga en su órbita actual por la atracción combinada de lo, Europa, Ganime-des y Calixto.

lo, Europa, Ganimedes y Calixto fueron descubiertos por Galileo en 1610, son una de las curiosidades más atractivas del cielo y hacen del mundo Joviano una miniatura ' de nuestro mundo solar.

Estaa cuatro lunas ofrecen con su mundo central los principales elementos astronó­micos siguientes:

r

lo

/Europa... m

GanímedM

Calixto. . .

D i i l a n c i a i .

tCiUmttres.

430.000

682.000

t.088.000

I .914.000 /

RevolucioDes

4 . Í 7

8 .58

17.29

4»-43

D i i n e l t o i

KiUmtlm.

3,800

3.300

S.80O

4.400

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LAMVISTA BhAitCK 529

Ganimedes es, como itúportancia, un verdadero planeta. Tiene un diámetro igual á 47 por 100 de la Tierra, es más del doble del volumen de Mercurio, igual á dos tercios del de Marte y cinco veces mayor que la Luna.

Todos estos satélites giran alrededor de Júpiter, mostrándole siempre la misma faz, como la Luna lo hace con la Tierra, y las diferencias de brillo observadas sobre sus dis­cos que su suelo es accidentado como el nuestro y que están rodeadas de una capá atmosférica. El espectroscopio permite ver en esa atmósfera el mismo vapor de agua que el de la Tierra y algunos gases que aquí no existen, pero que evidentemente son ios mis­mos observados en Júpiter.

El globo joviano observado desde el satélite lo, el más inmediato, presenta un disco de ao' de diámetro, es decir, 1,400 veces mayor que el Sol, como lo vemos en la Tierra. El satélite lo recibe del planeta un poder reflector igual á tres veces el de la Luna, más de 155 veces y Calixto ocho veces tanta luz como la de nuestra compañera nocturna.

Pero el mundo colosal de Júpiter no ofrece solamente á los habitantes futuros del planeta gigante una resideacia incomparable, y á los presentes ó pasados de sus lunas efec­tos grandiosos de luz y perspectivas celestes encantadoras, es, también para nosotros una revelación permanente de los misterios del cielo, y una enseñanza poderosa de las verda­des astronómicas. ,

Es á la observación de los curiosos é interesantes eclipses cuotidianos de las lunas de Júpiter, ya dentro del cono de sombra del planeta, de 89 millones de kilómetax>s de largo, ya ocurridos entre él y el Sol, á lo que debemos el conocimiento de la rapidez de la luz.

El astrónomo danés, Olao Roemer, observó el primero en 1675 ^"^ ^^^ eclipses se retrasaban ó adelantaban cerca de diez y seis minutos y medio, primero por error en­contró veintidós minutos, según que Júpiter se hallase en Conjunción Ó en oposición con el Sol.

Esta comprobación hizo descubrir la rapidez del rayo luminoso. Siendo el diámetro de la órbita terrestre cerca de 398 millones de kilómetros, quedaba probado que la luz recorría 300.000 kilómetros por segundo.

Ha sido por el estudio telescópico y espectroscópico del disco joviano, por lo que hemos podido damos al presente una noción más precisa de la geología estelar y docu­mentar la filosofía astronómica.

Mundo en vías de formación, Júpiter, la más hermosa estrella que brilla A media noche sobre nuestro ñrmamento en la época de su oposición, nos hace asistir desde aquí A los períodos más movidos'de la prehistoria de nuestro propio planeta. Lo que pasa allá arriba es lo que ha pasado aquí abajo, hace una veintena de millones de años, y es nuestro propio pasado lo que estudiamos observando el desencadenamiento de todos los elementos que se produce actualmente á más de 150 millones de leguas de aquí sobre e! gibante planeta de nuestro sistema. .

Si es exacto, como pensamos con la mayor parte de los astrónomos, que el va to Júpiter se encuentra hoy en el mismo estado de evolución en que se ha hallado la Tierra, hace un mínimum de veinte millones de años, necesitará el gigante paneta, que es más de mil veces más grande y trescientas veces más pesado que nuestro globo, algunos mi­llones de siglos para llegar en su evolución ascendente al estado en que actualmente nos hallamos nosotros. Pero si por hipótesis de aquí al hogar vital de la acción vital de nuestro sistema planetario, que es el Sol, se extinguiese—hay sabios que le conceden uflos cua­renta millones de años de luz y calor —los gérmenes de vida que se encuentran actual-

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SJO I." UaVVSIh BLANCA

mente eu estado embrionario sobre nuestro planeta hermano, no llegarán jamás á su com­pleta eclosión y desenvolvimiento. Júpiter morirá antes de llegar á su apogeo.

En el estado actual de nuestros conocimientos, el cosmos no nos ofrece un punto se­guro para afirmar el número de millones de años que le restan de vida al Sol. Nuestros pronósticos sobre el particular carecen de una base esencialmente cierta.

Quizá se puedan contar sobre millones de siglos y todas las islas de nuestro archipié­lago solar tengan tiempo de recorrer el ciclo entero de su evolución. Si no es así, y el Sol se extingue dentro de los cuarenta millones de afios, Júpiter muerto antes de tiempo, es­tará condenado A realizar en detrimento suyo la experiencia de falta de finalidad en el Universo. La Naturaleza, alternativamente madrastra y bienhechora, no hará ninguna di­ferencia tratándose de los átomos del cielo, que son los soles y los planetaf, y de nosotros los habitantes fugitivos de este mundo sublu&ar.

Cualquiera que sea lo que ocurra, la vida vale la indagación de la verdad, y la sola verdad en adelante adquirida será que la vida es en todas [Kirtes ilimitada en el espacio y el tiempo.

federko Stackelbergr.

EL DERECHO DEL PADRE Orama en cua t r» ac tos , orfflfaial tfcl DR. ENRKK1B PISeHER

(CONTINUACIÓN)

AGTO n . £» msa de la barontsa de Ayles, en Glyci-

nes. Salón suntuoso de modern-stile, cuyas ga­lerías se abren sobre un parque, dejanda ver su florida vegetadóu.

ESCENA PRIMERA

X!lent«rio y Kobnr.

(Al levantarse el telón, Eleuterio, en traje de criado de casa grande, y Robur, vestidú de obrero, está^ sentados cerca de una tMsüa, so­bre la que kay un fraseo y licores.')

ElíEDTKRIO

Ua dectito más de Ou^trense. KOBUR.

Bueno... Esto es tercipelo puro. ELBUTBRK)

Jiocfo c d ^ e en las k U o ^ de noestrc» gmtrmtts. ¡Y se expals» i las cx>ngrega£Íoaes destíkkdoras! ¡Q«íé crBnenl iQ«é biasfietsal ^ 0 es ci^io qae se deja al p^blo el ajea-jo^ ¡kk. litecatiKa dectoraU

RuBUa |£ftáis faerte en politic», aeftor Eleslmol

ELKUTBRIO

¡Pchs!... Ya ve asted, he sido padre dos veces... ( I )

RoBua (Asemirad».) ¿Padre?

EUHJTSKIO

(Cvmpreudiendo^ |Ah, no^ no es eso?... Pa­dre, vamos, alcalde de des manidpios y dos veces destituidou Mis cxmcqeros se quejaban (}e que gafaba mucho. Esos aldeanos no com4)readea nada de hacienda. He renun-óaáo á. la política y he entrado ea la tida civiL

JROBDR

¿Por qué no os habéis estabfóckio? ELEUTEUO

{Yo, patr<ta? {Gradasl Se «mana uno en el negocio, mientras que de aayordomo se vive sobre el c8{Htal de o«ro j se acreeicDta el propio.

(i) Ka Á oá^aai üm waart, aicaUa, <yie le piaiuiiKra ignd que mtr*, audre.

%a, d texis, M dice twdie, ^ n comemr es parte el a^ui-ntKa.—N. M T.

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LA REVi^CA 8I.AKCA S3I

ROBUR

¡Calla! No está mal eso., F.wa;T|;Rio

¡Oh! Para los amos sabéis bastante. Mirad, la señora es una excelente criatura, pródií¡a, nada exigente, poco severa y una mujer que tiene literatura. £n ñn, no be perdido nada. He tratado de recordar lo que Taine, un filó­sofo, ha escrito: «Eso es para obtener distin­ciones, para obtener á los criados...» Y al cabo de tres años que estoy á su servicio, ella no ha obtenido para mí más que palmas académicas. ¡Si no llegara á traer la banda!... Pero felizmente, uno de los amigos de la se­ñora rae ha prometido que me liará ver el gran cordón del Cámbaro! venezolano.

RoBUR

Yo 08 <;reía socialista. ' ELEUTERIO

¡Ah! No. Hay muchos en ese partiJo. No hay lugar en él sino para los que tiener» mu­chos pulmones. Todos los asientos están ocupados, todos los trombones soplan á la vez, así como los tambores en las épocas de elecciones. La masa imbécil se detiene de cuando en cuando, admira el orden y stí mete en la barraca del que arma más ruido.

RORUR

Entonces, no hay ningiin hambre serio. ELKUTERIO

Mi querido Robur, el hombre serio es hoy día precisamente lo contrario de lo que se llamaba antes un hombre-honrado. Ha des­aparecido después de la muerte de Luis XVI, las procesiones del segundo Imperio y los rigodones de la tercer República. Es sor­prendente, cómo el señor Gastón Egoa par­ticipa de mi manera de ver.

ROBUR

Gastón Egoa, el buen amigo de María Buena, ¡la hija de mi amigo Músculosl

ELEUTERIO

Y el prometido de la señora. ROBUR

De la baronesa de Ayles. ELEUTERIO

•Eso es.

ROBU II

¿Y creéis que se casará él? ELKUXERIU

¿Qué oigo? Con dos millones de renta... ROBÜR

¿Pero y María Buena? ELEUTERIO

¿Y qué María Buena? La moral mundana es clarísima; él señor Egoa guardará las con­veniencias; almorzará en su casa y cenará en la ciudad.

ROBUR

Me parece muy complicada esa cocina. Prefiero mi cocido.

ELEÜXeRtO

(Riendo.) No tenéis mi denie superbo. ROBUR

(Con candidez.) ;Q\ié} E L E U I ' E R I O

Nada. Es japonés de la antigüedad. ¡Ahí sois feliz, Robur. Padre deuna hija deliciosa^ y, añadamos, complaciente, bien colocada ella y bien puesto usted, sin ambiciones, sin cuidados por lo porvenir, con una salud ro­busta, un apetito y una sed siempre despier­tos; con un estómago fuerte y lo material asegurado hasta el fin de vuestras respeta­bles canas...

ROBUR

(Enternecido.) Sí. Dorita es buena para su padre; su señor también, un buen hombre, tranquilo, que está enamorado de ella y la ama con toda su alma. A pesar de todo, da­ríamos cualquier cosa porque María Buena volviese á casa de su padre. En nuestro últi­mo viaje fuimos á verle. ¡Si le hubieseis visto cómo suspiraba y se encendían sus ojos cuan­do le hablábamos de ella! El pobre hombre no puede tenerse en pie.

ELEUTERIO

¿Por qué no la viene á ver? RoBim

i Ah!, sus ideas... El ha perdonado á María Buena; pero guarda un fiero rencor á Gastón Egoa. Como o«yese en sus manos, yo no daría dos cuartos por él. Conozco mucho á mi compadre, y creo que cuando sepa el ma-

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532 LA KKVtStA UAMCa

*rimonio del amigo de su hija con vuestra sefiora, yá puede prepararse el novio.

ESCENA II Dichos 7 Bobette.

BOBETTE

(Entrando.) Hay algún sordo aquí. {A Eleuterio.) ¿No oís el ruido que levantan los invitados de la señora? Sorprendidos por la lluvia en ^\tx\a.gardenparty, se han refugiado en un kiosco; pero antes de cinco minutos invadirán este salón.

ELEtn'KRfO

]Bah!, son alegres y espirituales. BOBETTE

Es verdad que son muy divertidos..., pero conviene, sin embargo, cederles el puesto.

ELEUTERIO

Antes de la rendición, una palabra, seño­rita Bobette.

BOBETTE

Como queráis, señor Eleuterio. ELEUTERIO

¿Y el asunto del gran cordón? BOBETTE

Está por pelar... citaos esta noche con el díplómata, deslumbrador„reluciente.

ELEUTERIO

{Riendo.) Bobette, es sorprendente lo di­choso que soy.

BOBETTE

lAhl queréis siempre tomar, tomar, ¿y us­ted, qué da?

ELEUTERIO

Yo tengo un gran gorro de la República de San Grappin. Le he presentado un volu­men de poesías, al que no falta sino la firma, y yo he puesto la suya. Mañana los periódi­cos en la sección de noticias consagrarán al gran hombre, á ese burgués que hace versos lo mismo que el Sr. Jourdain hacía prosa sin saberlo. Pero el día de nuestra boda, tendre­mos el derecho de hacer pintar en nuestro carruaje una corona de conde.

BOBETTE

¡Condesa!... [Eleuterio, estáis locol

ELEUTERIO

¡Diantre!... Bobette, sois un tesoro. (Se oyen risas y rumores de ¡aparte de fuera.)

BOBETTE

Punchad los alegres salvajes. Dejémosles' el campo libre, aguardando á la sefiora y á su novio. ]Ahl, eso... es muy curioso. ¿Le gusta á usted él>

ELEUTERIO

jAh, yo le soporto; participa de mis ideas poKticasl... Veamos.

KOBUR

Sí, veamos; vamonos. BOBETTE

No-, quedaos. Tendréis uo gran placer en ver á vuestra hija. La sefiorita Dorita.

ELEUTERIO

En religión, la sefiorita Zig. Atención. Aquí vienen.

(Entran por el fondo en alegre tumulto Des Gondanches, Champfli, O'Duilh, Ánthino Be' gassoH, la rata Zig, Fya Lotus, Rosa de Ve-rre, Liana de Trouville, Miss Touquesy Lucy GlassoH.)

ESCENA III

DioIuMy Anthino, Des Oondanohe», O' IhiiUi, Champflé, l ig , Fya, Bom, Lia-aa, TKÍMM Toiiq,iiM, £iiey Olasson, invi • tadM é invitadas.

LAS MUJERES

{Rodeando á Robur.) [Hola, papá Robur, buenos días, papá Robur!

'ROBUR

Buenos días, sefioritas, buenos días. Mu,E. ZIG

¿Y á mf> ¿No abrazas á tu hija? {acercán­dosele.)

ROBUB

(Abrazándola.) Una y mi] veces. MtLK. ZTlO

[Amor de padrel Nada de reprensiones, ni de serenidad moralista... Así se quiere.

FvA LOTUS

El Qífio mimado de las damas. MuE. Zio

Hijas mías, yo propongo un homenaje en

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L4 UtVtSTA BLUICA 533

honor de nuestra gran amiga y generosa hos­pitalaria—la baronesa de Ayles—desgracia­damente ausente en el almuerzo que suculen-

. Umos. O'DüILH

(Asomirada.) ¡Ohl... ¡Oh!... suculentar... MLLK. ZIG

¿Eh? ¿No está bien suculentar? ROSA DE VERRE

Es que Guillermo O'Duilh, en su calidad de irlandés, sufre con los neologismos.

AHTHINO

Bien; yo acepto la moción presentada por la señorita Zig: un homenaje en honor de nuestra hospitalaria amiga la baronesa de Ayles.

TODOS

{Menos Gosdanches y Lucy Glasson, que con­versan muy tntretemdos.) iBravol

ANTHINO

Atención; yo presido. Una, dos, tres. (To­dos aplauden.)

MLLE. ZIG

Mi querido diputado, puedes vanagloriarte de ser un hábil oportunista. Debes tener un buen éxito en el Parlamento.

ANTHINO

¿Yo?... Te creo. Pero yo soy socialista. Soy todo del pueblo.

MLLE. ZIG

Como mi perro de las chuletas. No debe de costaría poco á nuestra amiga la baronesa de Ayles el albergar durante una semana á una bandada cotno la nuestra, de dientes agu­dos y estómago elástico.

' ANTHINO

Eso. Y de estómago delicado., LIANA

Oiga usted, parlamentario, refiérase usted á los demás. En cuanto á mí, yo tengo m alma.

AHTHINO

Un alma que tiene apetito y temperamen­to. Por lo demás, esta última cualidad y vues­tra cabellera os asemejan á nuestro amigo el cKileno Ríos Brancos, ese calvo sexagenario.

MiSS TOUQUES [Riendo.) Dos volcanes que se despluman.

MLLE. ZIG

{Riendo.) El Fusihama y el Monte Pelado. ANTHINO

jDiablol Estás empollada en geografía «fe-mica.

MLLE. ZIG

He hablado de geología con un japonés. LIANA

[Con ironía.) hn\&s de la revolución del 68, ;eh?

MLLE. ZIG

No. No se remonta muy lejos. En la época en que tu madre blasonaba por estar em­pleada en un hotel de necesidades.

TODOS {Riendo.) lAh!, ¡ahí, jahl

MLLE. ZIG íQué os hace reir?

MiSS TOUQÜES

¡Oh, nos reimos todos, menos Lucy <Kas-son y su amartelado amigo el pequeño Go-danches.

ANTHINO

Lucy Glasson, he ahí una criatura amable que lleva bien puesto su nombre. Diríase que es la ordenadora de los funerales del amor. La señorita Pose, entretenida del barrio de Europa y de las otras cuatro partes del mun­do, la ha hecho institutriz de grandes y chi­cos. Su divisa es «El ampr para la ciencia», y se limita á un mancebo de farmacia á quien ella ha bautizado como químico para hacer creer que están buscando el radio.

FYA LOTUS

Soy un majadero. ANTHINO

lAh, si no me creéis, haced un poco de silencio y escuchad ese dúo.

MLLE. ZIG

De ligera menor. {Los circunstantes se taUan un numenie y

se miran unos d otros de un modo irónico, di­rigiéndose hacia la aludida pareja que a>nversa sin preocuparse del resto.)

(Conünuará.)

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534 I-A RE^STA BLA2ICA

Crónica de Arte y de Sociología. P A R Í S

JOEglise et La Répubüque, por Anatole France. Librería de Edouard Pelletan, 125, bou-levard Saint-Gérmain. París.—La Rupture avec It Vatican, por Femand Dubief. Li ­brería Comely et Cié, lo i , rué de Vaugirad. París.

Los hombres de nombradía, cuando no se duermen sobre los laureles de su gloriai transíórmanse, por lo común, en columnas de la vieja sociedad. Esto vese, de modo ge-peral, en España y, más veladamente, en Francia, donde, sin embargo, las ideas prenden en la vida de algunos, como Zola, que por defender la justicia lanzóse contra la corriente reaccionaria y luchó contra sus propios intereses. Zola se fué; quedó el puesto vacante, ó poco menos, y hoy Anatole France le substituye, enarbolando el pendón de la verdad ^ la justicia y de la emancipación social. Que su actitud es extraordinaria, que su figura es grande, á pesar de ciertos amaños con los socialistas, pruébalo el hecho de haber sido anteriormente agasajado como escritor selecto por la flor y nata de la ociosidad, ó séase la gente usurpadora del dinero, del tiempo y de la libertad, lo cual no impidió que él repu-<iiase, no sólo sus ridiculas pantomimas, sino su vivir injusto. Anatole France, que ate­sora un gusto de los más seguros, es el espíritu más cultivado, más fino y más armonioso de la Francia presente; lo que, realmente, le da titíibre de verdadera aristocracia y le coloca por encima de la falsa nobleza. Y la calidad de la mentalidad no empece, sino que antes bien, favorece la orientación libertaria de sus ideas sociales, por lo cual, de modo ex­cepcional, resulta un ateniense.

Con la cooperación de su personalidad cobra fuerzas el movimiento antirreaccionario •de este país, pues Anatole France le aporta su saber leal, su crítica disolvente y sus ideas generosas, que no se fundamentan en la imaginación, sino en la ciencia y en la experien­cia. De aquí que, para favorecer la separación de la Iglesia y del Estado, publique ahora L^Eglise et la Républiqne, folleto qne monta tanto como un libro.

Al ocuparse en él de la Iglesia romana en sus relaciones con los Estados, dice que aquélla «no sólo persigue el gobierno del «plritu, sí que también él gobierno de la carne». Y si la Iglesia pide ahora libertad, es para sus privilegios y sn dominación. Un diputado clerical quejóse de que se atentaba contra ella en una feria, donde un barracón exhibía el letrero de «Horrores de la laquisición», y Waldeck Rousseau le contestó que podía fácil­mente garantirse la libertad, anunciando en otro barracón: «Las exalencias de la Inqui­sición». La cámara toda rió.

La Iglesia, que se cot»idera detentadora de la vida y de la verdad, tilda á los Estados modernos de representantes de la muerde y de la mentira, lo cual no es óbice, como ob­serva Anatole France, para que au verdad trate con la mentira y su vida pacte con la muerte, por medio de concordatos. La doblez, «1 ella, corre parejas con su falta de es­crúpulos.

France historia después las relaciones del Estado francés, durante la tercera Repú­blica con la Iglesia, la cual ha dominado las más importantes admioÍBtraciones del país; el Ministerio de cultos, el de Instrucción pública, donde conquistó kx tres grados de en­señanza de la Universidad; los hospitales, con el servicio de monjas, y el ejército, que provee de oficiales educados por ella. Y hiego «icontró na apoyo eo el embuste y ea c^ ridículo de la filosofía espiritualista de algunos gobernantes. Para poder enieñorearse de

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liJI KBVISTA BLANCA ^35

la República, se descolgó la Iglesia con el sofisma áe que el poder civil, considerado como tal, es de Wos y sólo de Dios.

Pasa después Anatole Franca á reseñar la campaña emprendida recientemente en Francia contra el clericalismo. Con soma perspicacia pone de manifiesto los medios jesuíticos que, para defenderse, ha empleado la Iglesia, como el buiangismo, el antisemi­tismo, la cuestión Dreyfus y la campaña de la delación, habiéndolo eHa- realizado con una habilidad que ha confundido á algunos republicanos de vista corta más que de buena fe.

France denigra, de certero modo, las seudo excelencias de la moral cristiana, que ha pasado por diversas razas y civilizaciones, habiéndose atemperado á tres formas de tra­bajo: la esclavitud, la servidumbre y el salariado. La moral cristiana, dice France, «carice de ternura hHimana y de generosidad; la idea del deber, en ella, muéstrase interesada egoísta y seca».

Finalmente, France estudia con sagacidad y expone con fineza los medios do. realizar la separación de la Iglesia y del Estado, para reducir á aquélla á la impotencia y conw>li-dar la libertad de la sociedad civil.

El libro de France merece, en suma, toda suerte de elogios, y es de recomendar su lectura. Puede también ser útil el de DQbief—Xa Ruptura con el Vatíccmo—para quienes deseen estar bien al corriente de la lucha entre la sociedad laica y la reacción clerical.

* * Exposiciones de ar te .

La del círculo de la rué Volney.—A los artistas la gente mundana les opone y ¡es impo­ne su gusto, que es el de la falsedad con corrección y el de la preciosidad sin emoción. Así ello se echa de ver, con creces, en el círculo aristocrático de la calle Vcáney.

El amor en reposo, de Bougnereau, que nos brinda esta Ex|)0sJci6n, es lindo, elegante y risueño, pero carece de arte, que es como si le faltase Ja vida y el derecho á la vida. Chabas, con sus retratos, nos da lo» mismos ojos celestes, los mismos labios lozant» y la misma expresión de siempre en el rostro: pintora de salón, pintura de baduar.

ColKn, en su ItUimié, resalta demasiado halagador para la vista con sus tt»os amba­rinos; se le nota falta de esfwerzo, de inventiva y de progreso. El retraio del decUr Puyet, por Cormon, sin ser extiaordinario, resulta concienzudo, Devambez, en quirai loa mÁsno quieren ver sino á un hombre chapeante, debíora considerarse como un verdadero pústor; la frescura, la fimira y la vida de stw paisajes no es menos importante que e! ingenio de su composición.

En sus retratos pone Ferrrex de manifiesto rauch* ciencia, lo mismo qtte un gran deseo de distinguirse, mas lo hace por medros vulgares y con pasta inferica-. El retrato de madame C. es tan notable por la hermosura de sus ojos pardos y límpidos, con»» (»diaa-rio por la calidad general del vestido y la débil coloración de las carnes. Flam?^, que se halla bajo la obsesión de Bougnereau, pinta vírgenes del mismo modo que éste. Ej retrato de madame O... tiene aire muy noble y apostura muy bella. Es de sentir k frialdad con que está pintado y su factura haxto acuarelista.

Humbert, que es una especie dé BanviUe de la pintura, por la amobULdad ée aa pin­cel, nos da, con ei retrato de madame M., tma testa de actitijd señoril y un semblante de atpresión soñadora. Las «dM y la mugetiaa del atavío se haUa» pintadas con brilla y con trasparencia. Los retratos, en Humbert, se xp»stm de la iK*a sevem; y el artís^ se oft«cc antes bien conró un fantaaaudbr que como un netratistíu Aderad», tinita á los pin­tores ingteses, sin a^xopiane nt y'v&eu

Le Gont-Gérard, que tiene rawdo al cansancio, hace piptura ú maéo de un fotógra

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5 3 ^ !•*• KCVtsrA BLA»CA

fo, reproduciendo siempre el mismo cuadro. £1 pintor oñcial Rixens, envejece y se debi­lita. Lo mismo ocurre á Tittegrain, que no es menos renombrado y condecorado que aquél.

Exposiáón de pintorts femeninos, en el Grand Palais.—Los desnudos de mujer abundan aqiU que es un primor. Ello, dado el sexo de los artistas, proclama el culto que aquélla— «enomorada de su cu;rpo»—se profesa i. sí misma. Y (qué mejor obra de arte que ,una mujer bonita, sin velos y sin recelos?

Gamaran, en los f interiores» supraelegantes qué dedica á Rostand, parece como que tomó sus colores en una bombonera. La Santa Ivona, de no recuerdo qué pintor, es plácida expresión de un sencillo corazón; pero la factura, harto pulcra, tira & cromo-litograña. •

No sin vida, aunque con grises oleosos, nos da Bricar el retrato de una mujer fea, sen­tada. Dazetly dibuja acabadamente y pinta acicaladamente. Los tonos nacarados de su juvenil desnudo, placen. Jacob nos brinda paisajes de tonos suaves y placenteros efectos de nieve. Y paremos de contar.

En tasa B, Weiil.—Un espafiol, Evelio Torent, á quien Lanrent Tailhade puso muy alto, expone allí algunas de sus obras pictóricas, en las cuates se nou progreso. El artista muestra ahora más dulzura en la luz, más suavidad en los tonos y un poco más de aire que antes. Pinta, además, las mujeres como flores, en lo que no anda equivocado.

* • *

La Maison de Danses, por Paul Reboux. Calmann Levy, editores, París. No nos ha dado Paul Reboux, en su excelente novela, una Esptüia de cromo, con to­

reros, bandidos y gitaniUas de opereta, cual hiciera Teóñlo Gautier en su famosa obra que tanto ha contribuido, en Francia, al desconocimiento de España.

Paul Reboux, con ojos de pintor, de artístico pintor, ha observado concienzudamente la vida caUeijera de Sevilla y de Cádiz, brindtodonosla en su obra, con todo el encanto de su ambiente de aol, de aromas, de amoríos, de miseria y de inconsciencia. Lo ha visíb Reboux todo muy bien, con justa vuión, y su galana pluma ha logrado extraer, de todo ello, U belleza y el colorido.

Sin llegar al doble fondo del alma andaluza, cuyo espafiolismo la separa de la gene­ral humanidad, nos ofrece Reboux, bajo el plástico esplettdor de su novela, una penetran­te psicología de la pasión en su obra de datrucción. Y sagazmente expone el calor bes­tial de los seres de instinto, que son Estrella, Tomasa, Ramón, Benito y Luisito.

Estrella ha sido de niña recogida por Ramón, quien la educa para el baile y luego la explota en Las Delidoi, su establecimiento. £>escapúUanse las gracias de la chica, que es muy cortejada por el público, y Ramón se enamora locamente de día, hasta eí extremo de hacerla su esposa. Ahí comienza el drama que, con altos y bajos, camina derechamen­te al desenlace. Al ver lo requebrada que es su mujer, Ramón vuélvese celoso. Tua. cor­tar por lo sano, abandona Sevilla y marchase á Cádiz. AlU reanúdase el suplicio de él, que no es amado por Estrella. De ésta se prendan los herman<» Benito y Luisito, casado el primeto con Amalia y el segundo, prometido de Concha. La rivalidad, entre ellos, co­bra aspecto de catástrofe trágica cuando Benito descubre que Luisito ha cautivado á Estrella. Y en una bien preparada escena, Benito mata á su hermano y huye á campo traviesa. La Guardia civil persigúele y cógele, por último, como una b^tia moribunda.

Este argumento, que tiene la sencillez fatalista de los dramas griegos, está llevado con mucho arte, mucho interés y mucha verdad. Hubiéramos querido, sin embargo, sentir

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Lá UVISTA BLANCA S37

más en él la palpitación de la emoción trágica y el fuego ardiente de la vida de An­dalucía.

• .-• •

Za Conception du droit. el les idees nouvelles, por Laurent Dechesne. L. Larose, editor. París.

Laurent Dechesne, en su obra, me ha producido el efecto de uno de esos intelectua­les puestos al servicio de las ideas tradicionales, por usar de razonamientos sutiles—que no son sino escapatorias por la tangente—para entibiar nuestro entusiasmo por la liber­tad individual. Y nos habla nada menos que de las manifestaciones mórbidas del indivi­dualismo, como el anarquismo, con su cortejo de crímenes y sus teorías destructoras de 'a autoridad, que para el Sr. Dechesne no debe de haber cometido delitos, sino que es, á buen seguro, sacrosanta para proteger los intereses de las clases parasitarias. De ahí que con sofismas trascendentales demande leyes para sancionar el derecho... de la auto­ridad de los explotadores contra la libertad de los explotados. La cuestión económica, ó séase el derecho á la vida, es mezquina para él, que tendrá el pan asegurado, y nos habla de que sólo merecen estusiasmo cariñoso las ideas hermosas, grandes y bellas, sin decir­nos cuáles. Cómo no sean las de la relatividad de la libertad y las de la desigualdad de su distribución, en pro de las cuales derrocha toda su dialéctica de estufa.

• • Girarddt iWn'a/(colección de sus páginas más hermosas). Edición del Mercare de

France, París.

Hermosi literatura, de la que es placer, educación y nobleza para el espíritu, nos regala él libto de Gérard de Nerval, cuya alma atormentada, al igual de la de Nietzsche, se enamoró perdidamente de Goethe, el hombre más emancipado que ha existido de Dios, porque él mismo se convirtió en Dios con su genio y su cultura. Nerval le tradujo magistralmente el Faust, y Goethe por ello le dio las gracias en frase sobrehumana de filosófica amabilidad: «Nunca me comprendí tan bien como al leerme en usted.t

El estilo de Nerval no es de los que nacen de recetas, sino de un espírit t literario por esencia y por formación, y las frases de sus libros tienen la inimitable armonía de los clásicos, con su ritmo sereno. Corónase ese don con la Ugudeza de su visión, que era de üix romántico que sofiaba inclinado sobre la realidad. Describe Nerval por medio de imágenes, que entrañan idea, sentimiento y hermosura á un tiempo, lo cual no se logra cbn el solo adjetivo, que se halla al alcance de todo escritorzuelo, dando visos de ratón á aquello de que «describir es deaftruir.»

« • • * •

£a fuf, poema trágico, por Elerair Bourges. P. V. Stock, editor, Parív. Bourges, que reveló imaginación extraordidaria y agudeza delirante en oXxvn obimt,

ha perdido el tiempo, y lo hace perder al lector, con el chaparrón de hueca fraseología que ha descargado en La nave, obra que ni siquiera puede considerarse como producto de los desechos de la literatura g^ega. Nada con ella gana, pu», el Prometeo, doeoso de justicia y de alegría, padre -de todo lo que sufre y adversario de la tiranía deíkta que n<» ofrece en La 'nef. ' ^ ,

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53S tA KKVISrA BLANCA

Rabiláis en frailáis moderne, por J. A. Soulacroix. Librairie Universelle. Plácemes, y muy muchos, merecen Soulacroix y la Librairie Universelle, por iMre«n-

tarnos, en francés moderno y á 25 céntimos el volumen, al portentoso Rabelais, que se hace incomprensible en su original para los extranjeros y los franceses faltos de alta cultura. Rabelais es para Francia lo que Cervantes para fispafia: la flor de la raza y un revolucionario de la misma. Dice, chanceando, la verdad, y, riendo, flagela iniqui­dades.

Les céUbrüés ffaujour d'hui, Urumtiére. Publicación mensual.Enero de 1903. E. Sansot y Compaflía, editores, París.

La casa Sansot y Compañía publicará todos loe oieses la bi(%taQa crítica y bibliográ­fica de alguaa luiabrera francesa. Inaugura la serie con Femando Brunetiére^ ¡que es boy el único critico francés (xm ¿loaofia geoeral, pa?o mala y muy jiemiciosa, pues prende en la esc£^tÍGa y cump^ cas sus juicios reaccionarios la oúsióo de una mixtificación.

^aé<kQÍr4ela«abidujiade quiso quisiera antepooer la religión á la ciencia? Brune-, tiére^ que es más dialéctico que lógico, escribe muj mal y disfruta, entre lamente intelec­tual, de Je^tima impopularidad.

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Histoire cCun mort, por Paulo Osorio. Trad. de Philéas Lebesgne. E. Sansot y Compañía, editores, faoris.

Paulo Osorio, en esta placentera novdita, hace gala de su pintoresca visión, de su -realismo poético y de su certera peaieíración en los repliegues más recónditos del esjpíritu d d hombre. En pocas páginas, pero muy bien escritas, nos ofifeoela trs^gedia sencilla, á -la Vez que terrible, de un hombre presa del amor y falto de carácter. ILéese la obrita con -emoción, ^ la que hace pensar, y con deleite, del que instruye.

* *.

Teatro de L'Oeuvre.—La Gioconda, tragedia en onatrci «ctos, traducida «1 SÉM^ái por M. Georges Hérelle.

Con charlatanería, más que con filosofía*, con sensualidad, más que con serenidad, profesa d'Annunzio el culto del arte, j ^ « ^ dtlla gioia fura y del amor y^ i« Jorte deUa morte.

Puede decirse que estas tesis—el arte y el amor—forman d kit motiv de sus, obras, cuyo simbolismo es no de idea, sino de concepto, bastándolo á expresar una letra ma­yúscula, falto de un pensamiento genial, y pasgín, como en cinematógrafo, la belleza y el

^rte, el amor y la muerte, etc., etc. En las obrias de d'Annunzio, pues, sobra retórica y falta humanidad. Así ello se ecba de ver en la tragedia La taconea, que dedicó á Eleo­nora Duse, dalk befíe mam, y que acaba de estrenar aqití, en francés, Lugné-rPoe.,

Narremos el luuntó. Ludo Settala, escultor, ha atenbido contra su vida para librarse de los deberes conyugales; su esposa, con sus lágrimas, «u bmdad y su sUeacio, consti» tujne para é\ un tormento. En cambio, Gioconda Díanti, la modelo, se ha s^derado @a absoluto de sus pensamientos y de sus sentidos. Es, como hombre y como artista, ad<M:ado .por ella, quien le ha inspirado, además, una estatua hermosísima, 77 capolavoro.

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LA REVISTA Í5LÁNCA 531^

Silvia Settala, por contra, ha substraído á Lucio á la muerte con aifección y abnega­ción. Y, por unos instantes, logra reconquistar el cuerpo convaleciente y el alma soñadora de su marido. Sin embargo, un vago temor la tiene intranquila. ¿Perseverará él en esta nueva existencia?

No tarda en esclarecerla el destino, voluntad oculta y omnipresente. Lucio vuelve, ya curado, á sucumbir bajo el poder avasallador de Gioconda, tan pronto como recibe una carta de ésta, en la cual la modelo le refiere la visita—seudo o&ciosa—que le han hecho para distraerla de su pasión.

En el segundo acto se opera esa transformación psicológica de Lucio, la reversión de su alma hacia la Gioconda, á la cual ama él ahora con más furor que antes. Y otra vezireniega de los lazos morales y compromisos sociales que le unen á su esposa. Si ésta ha recuperado y conservado su vida, la Gioconda ha conservado é inspirado la obra que imórtalizará su nombre.

Al enterarse de que Lijeio ha recibido una carta de la Gioconda, Silvia presiente una tr^edja, y quiere, á toda costa, evitarla. Decide dirigirse al taller de su esposo antes de que á él llegue la Gioconda para, definitivamente, disuadir á ésta. Y se celebra, en efecto, la entrevista fatal, que constituye la escena más dramática, humana y simbólica de la tragedia de d'Annunzio. '.^ Antes del arribo de la Gioconda, Silvia cotrtempla la estatua que aquélla inspiró á Lucio, y queda maravillada. De su éxtasis la distrae la llegada de la la Gioconda, inspira-triz, que luego invoca y reclama, ante la acometida de Silvia, los derechos iiBfB-esrripti-bles de su amor sensual y de su pasión estética. Y el drama interior, al salir al exterior, estalla potente y rugiente, feroz y desgarrador, entre ambas mujeres, con bellos párratos de bella prosa. Pero el esplendor literario es aquí en detrimento de la acción dramática. El artista, para la Gioconda, es un dios que está por encima de las ley» sociales y de los derechos morales. Asimismo entiende que eila^ la inspiratriz, es una enviada de la Naturaleza para fecundar al artista.

Como no logra disuadir á la Giocondar Silvia adopta, como último recurso, la men­tira, que engendra la tragedia, y declara á la moddo que Lucio la envía ex^raamente para reclamarle la llave del taller y despedirla. Una como furiosa insensatez apodérase entonces dé la Gioconda, que ec«re á destruir la ¡estatua magistral que inspirara. Y Silvia, que salvó ya la »da de Lucio, vuela también á salvas su obra, descubriendo ^ intento de la Gioconda. Así ella resulta doblemente h e r d ^ La estatua cae en sus manos blancas y se sal^a.. Pero las manos blancas de Silvia quedan horriblemente mutiladas. Y, á pesar de todo, se conaima la fatalidad, dado^ q\m Lucio vuelve á los brazos de la Gioconda. ,

Silvia se ha inmolado, pues^ en aras de la belleza, y no ha sido la innsolación sin padecimiento moral, como se coligt de la lamentable melancolía del coarto acto—que,: por lo demás, se hace ii»ittl—, con tx>da la magoMceacia; de ^ lirismo. £1 aboso de este último constituye el principal defecto de la obra d'annuaaisna.

Resintiéndose quizá de la vacuidad interior de.esta tragedia, los actorra de la compa­ñía de Lugné-Poe no la representaron con bastante furor ni con suñciente misterio. A excepción de M. Burguet. que evocó poderosamei^ el personaje d¡e Lucio^la ÍDtist>-pretación general resultó medianeja, y la propia Suzanne Després no loguó ©cpresard alma abnegadísima de Silvia.

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540 lék REVISTA BLAMCA

La filie de yorio, tragedia pastoral en tres actos, por Gabriel d'Annunzio. Traducción d« Georges Hérelle.

No pudiendo d'Annunzio dramatizar la vida moderna, se refugia en el arcaísmo y en la leyenda. Por artes de nuestra civilización, son muchos los talentos que florecen en lo falso, lo raro y lo ridículo.

Lugné-Poe ha estrenado en París la obra que d'Annunzio ha desarrollado con el título de La hija de Jorio, en la cual se confunde la superstición ignorante con el fana­tismo salvaje.

En casa de Lazzaro de Roio van á celebrarse los esponsales de Aligi, hijo de aquél, y de su novia. Llegan con alborozo los parientes y los amigos. De pronto, óyese un vivo clamoreo en la calle. Una mujer se precipita en la estancia, implorando asilo. Es Mila de Codra, hija de Jorío, el brujo, á la cual persigue una cuadrilla de segadores, exaspera­dos por el deseo. Ornella, hermana de Aligi, se apiada de ella y la recoge. Pero los parientes la invectivan y Candía, madre de Aligi, ordena á éste que la expulse. Dispónese el hijo á obedecer; pero desiste de ello cuando se le interponen Ornella y sus hermanas, quienes le revelan la indignidad de tal acto. Y al pastorcillo se le antoja ver entonces nada menos que á un ángel junto á Mila. Decide protegerla y abre la puerta, después de colocar en el umbral la cruz de cera que la hará inviolable. Los segadores caen de rodi­llas y besan el suelo. Y Aligi descubre entonces á su padre, con la frente ensangrentada, entre los bestiales perseguidores de lá hija de Jorío.

En el segundo acto advertiipos que Aligi abandonó el hogar paterno y que se ha refugiado, con la hija de Jorio, en una caverna. Se aman castamente. Aligi esculpe un ángel en el tronco de un árbol. Hallándose aquél ausente por unos instantes, preséntase Lazzaro, que quiere poseer autoritariamente á la hija de Jorio, y ordena luego á Aligi que reingrese en el hogar. Este se resiste y ello enfurece á su padre, quien lo fustiga, haciéndolo después maniatar y arrastrar por sus compañeros.

Lazzaro se queda á solas con Mila, clámale su pasión y le ofrece todo el oro que lleva en el cinto. Finge ella ceder; pei-o se substrae á sus abrazos, cuando, desabito, reaparece Aligi, que ha sido desatado por Ornella. Coge Aligi una segur y con ella ase^a á su padre un golpe mortal.

La casa, en el tercer acto, está de luto. Ha sido enterrado el cadáver de Lazzaro. Aligi se ha entregado á la justicia popular; han de cortarle la muñeca; su cuerpo será devorado por los perros y luego lo arrojarán al río. Preséntase Mila, la maldita. La mu­chedumbre la ultraja con ánimo de despedazarla. Pero logra inspirar silencio; Viene á acusarse. Ella, y no Aligi, fué quien mató á Lazzaro, habiendo después persuadido á Aligi, medíante un maleficio, que hubiese asestado el golpe que ella dio á su [iadre. La muchedumbre la cree. Desatan á Aligi, y, en su lugar ajustician á Mila. Esta arrostra tranquila las injurias. Pero al levantarse Aligi á maldecirla, se siente desfallecer. Y, mien­tras la arrastran al suplicio, amenazada por los puños y denostada á gritos, la dulce Ornella se arrodilla piadosamente ante ella, pues comprende su abnegación.

Emocionante y patético, á pesi^ de sus ridiculeces mfoticas, es este asunto que pfrece todo lo que de monstruoso y de feroz engendran la ignorancia, la superstídón y el fana­tismo. Sin embargo, la obra se resiente de cierta pesadez, debido al chorro incesante de elocuencia y de lirismo de d'Annunzio.

Suzaane Désprés, en el personaje de Mila, estuvo maravillosa. Los demás actom cumplieron buenamente.

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L i MVUTA BLANCA 541

Ttíatro del Vaudeville.—La Retraite, por Beyerlein, traducida del alemán por MM. Renon y Valentín.

En esta obra, que ha obtenido mucho éxito en París, se flagela briosamente contra la oligarquía militar que impera en Alemania, donde el cuerpo de oficiales se rige por el espíritu de casta con arrogante endiosamiento, y es prototipo el mismo de la disolución inherente á su salvaje profesión.

Al reseñar el movimiento teatral de Alemania en 1903, la REVISTA BOANCA, en su número de Octubre de 1904, expuso el argumento de La Retreta y emitió su parecer sobre el mismo; por lo cual estimamos Ocioso repetir uno y otro. Baste decir que la interpretación, en el Vaudeville, ha sido excelente.

J. Pérez Jorba. París, aa Febrero 1905.

Libros, revistas, folletos f periddicos.

-¿•j

Desde el número 169 de LA RBVISTA BLAN­CA hemos recibido los números 464 y 466 de Tierra y Libertad, de Casablanca (Chile); el 122 de Tierra, de la Habana; el 61 de La Ilus­tración Obrera, Barcelona; el 21 de Lo Mvjer Moierna, Manresa; los números 7 y 8 de Tie­rra y Libertad, Madrid; números 185, 186 y 187 de El Porvenir del Obrero, Mahón; número 79 de El Martillo dH Trabajo, Las Palmas de Oran Canarias; el 112 de El Trabajo, Sabadell; el 10 de La Voz del Obrero del Mar, Cádiz; el 6 de Los Parias, Lima; el 7 de El Mismo; el 128 de Tierra, Habana; el número corres­pondiente á los meses de Noviembre y Dicie^i-bre de 1904 de Archivos de Psiquiatría y Cri­minología, BjienoB Aires; el 16 de El Obrero, Montevideo; el 14 de El Librepensador, Santia­go de Chile; el número 18 de Natura, Monte­video; el 11 de Unión Ferroviaria, Almpría; el 36 de La Luz, Barcelona; el 2 de El Plebeyo, Bilbao; el 14 de Germinal, l a Corufia; el nú mero 39 de La Organización Obrera, Buenos Aires.

LaMnler Moderna (número 28, Manresa). El articulo de entrada se titnia Nuestra situa­

ción, y tiene por objeto iatíientarse de que la idea de ecnaaeipar á la mujer de su actual es­clavitud no sea más que uñ noble propósito de reducido número de mujeres, y de que La Revista Moderna no pueda introducir por falta deiapoyola reforma que había anundado. Lo sentimos de veras. ¡

H Pomnlr del Obrero (números isa y ié9' Mahóú). El número Iá8 pablica de entrada un artículo

titulado Lorneomalthusianos y la falta de pro­

ductos, y se dedica á combatir con an estudio estadístico la teoría de los qne pretenden que la tierra no podrá alimentar á todos los hom­bres que la habitan, de multiplicarse éstos en las propovciones actuales. Firma el artículo, que es traducido de Les Temps Nouveaux, el es­timado compañero Delasalle.

El resto del número 16 componen un articulo de Ricardo Mella CEl ogro , otro de Teresa Cla-ramunt y otro de A. Hamon. .

El Porvenir del Obrero cree que es de utili­dad discutir las teorías neomalthusianas.

El artfculo de entrada del número 189 del mismo'periódico se titula Para los buenos bur­gueses, y tiene por objeto jnstiñcar ante los ojos de los burgueses que no estén endurecidos por el privilegio, la acUtud y las aspiraciones del obrero. BI Plebeyo (núm. 8, Bilbao).

Se intitula periódico obrero antipolítico, y dedica el primer artículo del número que anun­ciamos y que se llama Redención, á dbcir, que para que la humanidad se redima,hace falta destruir por compíeto la actual socii^ad, basa­do en la mentira y én la injusticia. Completan el tercer númer¿ de El Pleb^o dos artículos titulados Lo fleeolMCion y Sueño Ideal, ambos encaminados á convencer á sus lectores de la necesidad que hay de barrer e«o si qnereiáos que el hombre d^'e de sor esckvo.

Eí Hueno Espartaco (núm. 2, Barcelona). Salió El Espartaco, y las autoridades de

Barcelona, que se han propuesto (iqué ridículo!) -abogar las ideas anarquistas, poniéndose por montera la ley que dicen representar y que debieran hacer respetar, mataron i El Esparta­co con el valor que esiit empresa requtoe.

, Salló entonces El Mismo, que era el mismo Es-

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542 tk RXVI9TA K.ti«:A

parlaco, y Ijis autoridades de la capital catala­na, siempre heroicas, sufrieron doa mil pejigros para acabar con El Mismo. iQué de valentías y qné de proezas realizaron para conseguir BU objeto!

Tras de vicisítades mil lo consiguieron y El N«evo Esparlaco faé la conseeu^Mña de tanta proeza gubernamental. Es preciso premiar al gobernador de Barcelona; lo merece por su celo, actividad, etc.

£1 núm^o que anniiciamos de El Nue»9 £s-paríaco publica de entrada, A los trabajadores á quienes excita á rebelarse contra la miseria y la falta de trabajo que se nota en la actualidad; Anarquismo, que es una explicación y una de­fensa dé la sociedad anarquista, escrita en la cárcel celular de Barcelona. Completan el número ükiica en la cárcel, Contra la prensa, Hiiloria d« mi «/<í«(lAd« Luisa MicbeL, tra­ducida por el estimado compafiero Fermín Sal vochea). El Nuevo Espartaco publica además un prólogo de la Memoria de Luisa, escrito por Salvochea. DcslrncciÓH de vna estatua, Al Dien­to, El hoyar, Saliendo al paso á un burriciego y otros, todos encaminados á propagar desde diferentes pantos, de vista la sociedad que los anarquistas queremos establecer.

Qerra(núm. 126, Habana).

Dedica el fondo á explicar los frutos déla república cubana^ que no son otros que pro­teger al poderoso y cargar la mano contra el débil. A la mujer obrera de Culm, se titula el segundo artículo, y «orno su nombre indica, tiene por objeto convencer á la mujer d« que debe unirse ton los trabajadores conscientes para «Icanzar la dicha «te «n hogaí. El resto del número lo componen artículos titulados La Anarquía, y otros de carácter local.

Tierra ^ büISlad (núm. 9, Madrid).

Después de una semana de paro forzoso, y saliendo á denuncia por número, se ha pu­blicado el que anuncianK)8,

De- entrada inserta el Manifiesto raso que - leyeron nuestros lectores en el número an­terior de esta Revista, seguido de los artícnlos de propaganda libertaria, titulados: El. fruta de la eon^iMa, Alborada roja. Vientos de fronda. La» invencibles. La justicia de España, El siglo ieUis grandes infamias. La inquisición en Car-iaggmi, Tente en pie mientras como, El Crucifijo, Carlas de Rusia, El comunismo de los des­graciados, ¡Cobardes! Alifunas ideas sobre el matrimonio y muchos más, amén de sueltoa y movimiento social De veras sentimos no tener tiempo ni espacio para leer y dar cuenta de­tallada del contenido de tanta literatura anar-q«ÍBfa como se publica y como qneda aún en cartera. En este particular, el producto es sn-

• períor al consnnio, cosa que es de sentir, por­que demaestra qtte hay en relación más es­critores de lo»que pueden atender la circula­ción y el número de los periódicos anarquistas.

El Trabajo (núm 113, Sabadell).

El ejemplo de los rusos se titula el trabajo que da principio al número qne anunciamos, y tiene por-Tobjeto decir qne los proletariados de Euro­pa d ^ e n tomar ejemplo de I6s de Uasia, que hasta hoy hemos considerado atrasados, en materia de reivindicaciones proletariis.

El escrita lleva la firaia de Bmile Potíget, tan conocido en Franci* por »u actividad revolu­cionaria.

Boletía lie (a Escuia Moderaa :uúm. 5del aito i v , Barcelona). Publica El Protestanlismn, por Celestino

Deinblon; KacionaliMas y Cosmopnl las, por Alfred N«quet; El Ahorro escolar; A propósito de sxbvene'oncs, y Conferencias de la Escuela Moderna.

El primer artículo tiene por objeto advertir qu- el protestantismo no pueile desarrollarse en Francia, eomo prctendellve? Guyot, porque es demasiado tarde para que el e.sp(ritu francés sostenga otra religión; Sacionalistas y Cosmo­politas se propone convencer á sus lectores de que el porvenir es de la fraternidad universal, fin que consigue con creces el autor del articulo.

Tan interesante publicación mensual, que cumple debidamente los lemas que ostenta: «Enseñanza científica);, «Enseñanza rncional», se sirve por suscripción i 2 oesetas en España, y á 2,50 pesetas en los paíxes de la Unión Pos­tal, en Barcelona, Bailéu, 56.

Historia de mi oída (primera entrega, Cádiz). Son las memorias de la gran Luisa Michei,

traducidas por el amigo y compañero Fermín Salvochea; esta primera entrega consta de un prólc^o del traductor y la vida, de Luisa Micbel haata el interrogatorio á qne fué sometida en el proceso que se le sigaió por los sucesos da la común, en la que Luisa tomó parte tan activa como soldado de la revolución.

iTecio de la entrega, en España y Portugal, 10 cenarnos de peseta; en los demás países, l'J céntimos de franco. Pedidos á Fernata Salvo­chea, Cádiz.

Un día de eiecdones (comedía en un acto. Va­lencia). Es un interesante cuadro escénico de propa­

ganda re volncioDarta, «scrito por Miguel Mar­tínez. En Un dÍA de elecciones se la «ttce al obre­ro qne no debe ir i votar y se le demuestra que coantoa piden sn voto le engaflan.

Un templar, 16 céntimos; 26, tres pesetas; 50, cinco pesetas. Pedidos: Miguel Martínez, Lista de Correo», Cullera.

Bciaraciones (folleto, h% Corufla). Es nn trabajo muy bien pensado, escrito por

nuestro compafiero y amigo J. Sanjurjo, «dita-do por la Biblioteca «13I Sol». Aclaraciones tie­ne por objeto hacerla apología dé la dignÍBÍma

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LA REVISTA ELANCA 543

onducta de los anarquistas y de la bondad de su ideal y A fe que lo consigne con creces!

Precio, 10 céntimos ejemplar; paquete de 25 ejemplares, dos pesetas. Pedidos, á Enrique Taboada. Kiosco <M Sol>, La Cornfia.

El patrimonio UnlDersal (conferencia sociológica, editada por El l'onciiir del Obrero, de l íahda).

Se trata de una conferencia que nuestro que­rido compañero Anselmo Lorenzo dio el pasa^ do afío en Bfn-pelpna, y tiene por objeto demos­trar que la tierray toda la riqueza, así material como elaborada, ha de ser en justicia propiedad de todos los hombres. A. este fin, el autor aduce rasK>nes y consideraciones convincentes y de peso aplastante,.

ejemplar, 15 céntimos, con una rebaja de 33 por lüO á los cprrespoasales. Pedidos, á la Administración de El Porvenir del Obrero, calle de Castillo, 50, Mahón (Baleares).

Or{iaiiizn¡idD, agitacliki, xeoolacidn (folleto, Mon­tevideo).

El amor fttre ^íolleto, Montevideo).

Ambos trabajos componen, tin bonito volu­men. El primero, es un estudio del querido compañero Ricardo Mella, y el segundo, de uueBl.ra cottipafie^ de redacción Soledad Gus­tavo, editadoe por laBibhoteca de £2.Obrero. Organisación, aaiíación j) renslución f epropone «x^taír á la rebelic^ á los obreros, esclavos modernos, ^aplicándoles lo que son y lo que debieran «er, y MI «mor libre es un canto á la libertad del querer.

Precio: ^ampiar, 4 centavos mensuales de MoptBvideoy 10 moneda argentina. Pedidos al administrador de El Obrero, calle de San José, 114¿J^<!iBtevideo. ,

Jílmanaqoe llflsJhrata de La euestún Social (Buenos' Aires,,^ Es un volumen de 62 páginas, compnesto de

liernaosos tiaiwji)» de propa^nda y do efemé­rides revolucionarias, editado por el diario' anarquista ía Protesta. Entre el texto se ven las firmas de Keclús, Ghiraldo, Mas y Pí, Di Meldiori, Grijalbo, De Carvalho, Jaquet, Ooe-11o, Lombardozzi, Bermejo, Garriego, Welde, Tomás de Ferreira, Amaranto Rivero, Hucha, £ . Blanco, Silva y Gorki. Entre los grabados hay retratos de Luisa Michel, Cafñero, Malato Kropotkine, Bakounine, Fanre y Reclrts.

En ninguna parte de este almanaque hemos sabido ver el precio del mismo. Loa pedidos á La Protesta, Córdoba 859. Buenos Aires*

fieograUa F^lca, por Odón de Buen (editado por la Escuela Moderna de Barcelona).

Gomo todos los libros de testo que forman la biblioteca de la Escuela Moderna de la ciu­dad condal, éste responá^ á la nueva pedago­gía, cuyo objeto petisigué la cftada Ésoáelá.'

Con claridad y precisión, su atitor nos da idea de lo que es el globo terráqueo con sus divi­siones de suelo, sus mares, sus lagos, sus mon­tes, su fauna, su flora El niño y aun el adulto y elliombre, aprende en ella á conocer de una manera eficaz y sólida cuanto abarca el planeta que pisa. Constituye dicho libro un elemento instructivo para la escuela y el hogar.

Se vende, como todos los de la Escuela Mo­derna, á 2 pesetas ejemplar.

Los WlaifB, por E<;a de Queiroz (publicado por la Casa Editorial Mauccl, de Barcelona).

Obra del gran novelista portugués, por pri­mera vez traduci'ta al castellano esta intere­sante novela es, á la par que un libro de arte, un estudio social de hechos que pnedffl» y se desarrollan en la realidad. La historia de una familia, mejor, de una raza, que empieza con un hombre volteriano y acaha con otro escéptico, seguido de los amigoB qtw pueden formar la tertulia de dos hombres dé ttíw con­diciones y sentimiento^!, están d«K»it08 con tahtq Vigor, que hacen del libro de Queiroz una de las novelas más interesantes.

L& €iwá Maacci lá ba editado «Í^KEitemente en tres tornos, á peseta e! tomo.

Progreso V Miseria, por Enrique Georgee (edi-, , tado por la Casa Editorial Sempera, de Va­

lencia).

Esta Casa Editorial, que tiene el buen gusto de pttblicar libros útiles, acaba de e n ñ ^ e c w a e con la publicación de la obra del ¡úotable es­critor qué ha sido el numen de los economistas burgueses y radicales a l a vez; Forma dos to­mos y se vende á una peseta eltoim).

También ha pablicado':

La exirr^ldn Ú6 las emot^nes m el ttasÉM t en los BlllniBleS, por Garlos R. Darwin. Otro: libro intferesantísitoo que merece o ^ -

par un sitio en toda biblioíeoa, sea ella impor-^ tasto, BM. modesta.

Soa doe toava^ jr se vende á una ¿leséta e l tOE&O.

tt( la misma bibliote«5a son: Páginas rojas, por Mme. Séveñne. Un tomo, una

peseta.

El libro es una recopilación de varios artícu­los de la genial escritora francesa, en los cua­les demuestra el amor que siente por los hu­mildes, y sus ideas de emancipación social.

Otra de las obras con que el editor Sempere ha enriquecido su Biblioteca, es:

La sociedad moribunda v la anarquía, por Juan Grave.

Es uno de los mejores libros que há escrito su autor. La lógica de su argumentación ha he­cho pensar á más de un intelectual de aquellos que puede dárseles el nombre áe'inidéctmM m¥gue»es. • * ' • ••

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544 LA RBVISTA bLWCA

Se vende en esta Administración al precio de ana peseta el tomo.

Los siete pecados capitales, por Eagenio Sae (edi­tado pot la casa editorial Luis Tasso, Bar­celona), Hemos recibido todos los caademos correla­

tivos hasta el 21, correspondiente á ésta se -mana. Es digna de encomio la baratara con qae el editor Tasso ofrece al público esa obra del gran novelista francés, haciéndola accesible i, todas las exferas sociales. 32 páginas de ama zacotada lectura, con su lámina de regalo, por 16 céntimotí, es ofrecer barato, y mucho más cnando con sa texto no se, pierde el tiempo.

ba mfiqnina lOCOmoton, por Fduardo Sauvage ' (editado por Penella yBosch, Barcelona).

Creemos qae se ba h»:ho QD buen srrvicio á los ferroviarios traduciendo al español la im> portante obra de Fauvage.

En ella los máqainiBtxs y fogoneros pueden perfeccionarse tfóricamente en el mecanismo de la andarina de acero, como llama sa traduc­tor á la máquina, y estudiar al 4etalle su orga­nismo y BU f ancionamiento. £1 libro está re­pleto de grabados que hacen más (»mprensible el texto.'

Bien presentado, con encuademación lujosa, se vende al precio de 8 pesetas el ejemplar.

VWealPoIO $ur. Editado por la casa HaDcci, Barcelona. "

Hemos recibido los cuadernos 6, 7 ,8 y é de esta interesantisima obra déVilustre explorador saeco Otto Nordenskjold.

Nada más interesante, más ameno y cientí­fico á la vea que el Contenido de esta pbra, en la cual el Mlitpr Maocci hace na verdadero de­rroche.

En lod Caadernosqae hemos recibido figuran temas tan importantes como loa siguientes: . Llegada á la estación invertial.—•Vndta ha­

da el Oeste.—Preparatitos para el deaismbaroo. Knevo descubrimiento en la bahía de Sidney-Herbert.—Cofijtosa i>en6táición entre loa hieloía.

Nuestra llegada á Snow-Hill.—Aprovisiona­miento del grupo de invernantes—Primeras semanas pagadas en la estación invernal.—Tra­bajos de construcción.—Primera tempestad su­frida.—Nuevas tempestades.—Un viaje peli­groso en bote.—Excnrsiones.—Otro viaje en bote hacia el Oeete.—Nuestra primera excur­sión en trineo.—Situación arriesgada.—El re­greso.—Esperando el invierno. - Nuestra vi­vienda y su instalación. — Disposición de la comida.—Viaje en trineo á la isla de Seymour, etcétera, etc.

Acompafia á estos cuadernos una preciosa serie de ilustraciones interesantííimas, láminas sueltas y una en tricornia que es una Verdadera maravilla.

Cuesta 60 céntimos el cuaderno. Es obra digna de figarar en todas las biblioteca'.

Historia de la creacitfn de los s^res se^n las le^es satordes, por Ernesto Haeckel (editado por la casa Sempere, Valencia).

Esta casa editorial, que tan baen nombre se ha ganado en la cultura' espafiola, abre, con el prei<ente libro, una nueva Biblioteca, en la que piensa publicar todas laa grandes obras del pensamiento moderno y qtte por sá exteuDióu y condiciones no pfleden dvse al público en volúmenes peqaefips

i * primen de esta colección 68 la del emi­nente profesor de la Vniveraidad de Jena, y qae es célebre en todo el mtmdO civilizado. Es como la BiMia de la ciencia moderna; el resa< men de todas las explicaciones qae justifican la creación nataral y lógica ¿e la vida del mundo y de los seres que lo paeblas. 1^, ade-taisi lá obra u i s clara y al alcance de todos, de cuantas ha escrito el ^ran Haeckel, digno oonünnador de Darwin.

En forma de explicaciones, expolie el ÍRabio profesor de Jena todos los misterios de la crea­ción nataral. y el texto va itástwdo ^ n más de 50 grabados interesantes y lOO'caadros de­mostrativos.

La obra se compone de dos tomos de más de 600 pá^nas, y cuesta á pesetas «ida tomo.

jCa ^ama gris 7 H^sendo M Jl'lndt.

latiWMii* 4t Aatoiiio MatM, Saa BerlNMiPdt^ ii dqiy«'<^—TeMftMn 1.977.

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PtM.

«Antes del momento», C. Malato 0,25

«Un siglo de espera», P . Kropotkine. 0,26

«El liberalismo clerical», E. Renán . . . 0,26

«Lo que yo pienso de la guerra», L.

Tolstoy •. 0,60

«Demasiadas leyes», H. Spencer 0,60

«El porvenir de nuestros hijos», E.

Reclús 0,26

«La commune», Luisa Michel 0,50

«Declaración de Santos Caserío», (100

ejemplares 2'50) uno 0,05

«Lasubstanciauniversal», ParafJaval. 2,00

«Resumen de la H. de España», N.

Estóvanez 2,00

«Patriotismo y Colonización» 2,00

«Retif lo de Emilio Zola» 0,10

«LA RE\, : TA BLANCA», tomo VI 2,50

«Colección del diario Tierra y Liber­

tad» ícinoo meses) . . . 4,00

pu«

«Colección d© Tierra y Libertad» ilus­

trado, primera serie (13 meses) . . . . 5,00

«Colección de Tierra y Libertad-» i lus­

trado, segunda serie (13 números) . . 1 , 0 0

«Colección de Suplemento & LA REVIS­

TA BLANCA» (publica Un cáncer en el

anarquismo español) 0,50

Tenemos en venta los fotograbados pu­

blicados en Tierra y Libertad, Almanaques

de LA REVISTA BLANCA y en LA REVISTA

BLANCA 4 precios reducidos.

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á cargo del comprador.

Se hará el 26 por ciento de descuento &

los corresponsales.

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pagfa al franquee

Corr<25pondQneia /vdminíifrai'iva. Cartagena. Corresponsal, l'agado hasta el nu­

mero 158.— Valverde. I'. O. Recibí 1 peseta.— ñiíhao. M. L ídem ),60 —Oviedo. Correspon­sal, ídem 8pesetas y 1 para Tierra. — Valencia. M. L. ídem 6 pesetas, pago de un afio Se agra­dece felicitación.—Córrfoéa. J. O. ídem 10. -Sopuerla. E. F. ídem 10,50. - Gijnn E. Q ídem 16 —Rio Janeiro. A. D. ídem 30 Harécuenta. —Caníillana. A. C. ídem 21,10 y 1 para Tie­rra. Irá todo. Gracias —Pontevedra A M. ídem 13 que distribuyo y 2 para Tierra.—Árdales. P. S. ídem b.—Porl liou. J. D Idem4—Lo Campana. F. F. ídem 1,50.—Corfíño. F. R. ídem a,;)0.—Pue te Mayorga A. G. Ídem 5.—lil Cerro A. H Ídem 5. La Felgiiera. Corres­ponsal Ídem 10.—Hílenos Aire.s. B F. ídem li­quidación nuestra hasta fln de Diciembre Es­cribe. .Sevilla J. P. ídem 9 pesetas y 2 para suscripción de IM Escuela Moderna. -Manza­nares. G. M. ídem 5. Gracias, buenos deseos.— Algeciras M. L. ídem 18 —Palafrugell. Corres ponsal. ídem 32,25 y sobrante.

N(>TA —Rogamos á los corresponsales del extranjero atiendan nuestros avisos de pago, teniendo en cuenta qi e hasta el 25 Noviembre último corrió á cargo de esta Administración el periódico Tierra y Libertad, ilustrado, y Suple mentó. Además, al enviar fondos, hagan el fa­vor de especificar bien á qué corresponden, tauto si lo hacen por conducto nuestro como por la actual Administración de Tierra y Liber­tad, á fin de que no haya errores ni malas in­terpretaciones por ambas partes.

Tengan en cuenta los varios corresponsales del extranjero que nos adeudan, que el fran­queo representa otro gasto enorme que tene­mos que anticipar y que hemos anticipado du­rante mucho tiempo, tanto en Li Revista como en su Suplemento y en Tierra y Libertad, mien­tras corrió á nuestro cargo. Estimaremos se atiendan nuestras razones.

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