La Langosta Literaria recomienda LA PRINCESA PACA de Rosa Villacastin
A FONDO (ROSA VILLACASTIN)
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DAMAS DE uNANuEvA ERA
Rosa VillacastínPeriodista
Son mujeres comprometidas con la sociedad de su tiempo. Las esposas de los mandatarios del siglo XXI han roto los esquemas por los que hasta ahora se regía su cargo. Cada una a su manera.
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STY A FONDO
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Michelle Obama
uando María Teresa
Fernández de la Vega
dijo aquello de “siem-
pre que una mujer da
un paso, todas avan-
zamos”, sabía a la
perfección de lo que
hablaba. La vicepresi-
denta del Gobierno español pensaba seguramente
en su trayectoria pro-
fesional, y en la de tan-
tas otras mujeres que
ostentan el poder en
la actualidad. No sólo
empresarial o político;
también en la judicatu-
ra, la moda o la inves-
tigación. Países como
Alemania, Islandia,
Argentina, Chile o Li-
beria, gobernados por
presidentas o primeras
ministras, dan buena
muestra de hasta qué
punto la incorporación
de la mujer al mundo
laboral, les ha abierto
puertas que perma-
necían cerradas a cal
y canto. Aunque sigan
existiendo grandes des-
igualdades entre sexos,
lo cierto es que la mu-
jer ya no necesita caminar detrás de
su marido, padre o hermano, para ser
protagonista de la historia.
Prueba de ello es el relevante papel
que han ido adquiriendo las primeras
damas de los países más poderosos
de la tierra. De la extensa lista, Hillary
Clinton ha pasado a la historia como
la pionera en asumir un rol protagonis-
ta a su llegada a la Casa Blanca. La
hoy flamante Secretaria de Estado del
gobierno Obama, escogió entonces la
luz de los focos, aún a sabiendas de
que le lloverían las críticas de aquellos
que se negaban a compartir el poder.
Durante el mandato de su marido, Hi-
llary se comprometió a llevar la sanidad pública a los
sectores más desfavorecidos. En el terreno personal,
cualquier otra mujer que hubiera tenido que hacer
frente al escándalo de la becaria Lewinsky, hubiera ti-
rado la toalla. Ella no. Si quería permanecer en la bre-
cha, debía aguantar. El tiempo le ha dado la razón.
En España, el papel de Hillary Clinton caló hondo.
Tanto, que hubo un tiempo en el que a la mujer del
presidente Aznar, Ana Botella, se le llegó
a comparar con la primera dama esta-
dounidense. Corre el rumor de que José
María Aznar llamaba a su esposa “Hilaria”
porque sus “maneras” le recordaban mu-
cho a las de la rubia norteamericana, una
mujer de rompe y rasga. Su influencia en
alguna toma de decisiones hizo pensar
que era un poder en la sombra tan sólido
como el del propio Aznar. Sus ambiciones
políticas se han materializado, por ahora,
en la concejalía de Asuntos Sociales del
ayuntamiento de Madrid. Las malas len-
guas bien informadas aseguran que no
parará hasta ser la primera alcaldesa de
la capital. Ya apuntaba maneras cuando
ocupaba la Moncloa, donde tuvo una se-
cretaria, dos funcionarios de apoyo y una
jefa de prensa.
En la actualidad el interés mediático se
concentra en Michelle Obama, quien ha
conseguido en poco tiempo que muchas
mujeres blancas, negras o amarillas, se
identifiquen con ella. Ele-
gante y carismática, la ac-
tual primera dama estado-
unidense ha cogido el toro
por los cuernos, llenando
su agenda de actos que
nada tienen que ver con
los bailes de sociedad, y
sí con un activismo políti-
co del que tan necesitada
está la sociedad america-
na en estos momentos.
Todo ello sin abandonar
su papel de madre y es-
posa. En esto como en
tantas otras cosas es una
mujer de su tiempo.
c
“Obama, elegante y carismática, ha llenado su agenda del activismo
político que tanto necesita la sociedad americana”
Sonsoles Espinosa
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Regresando a Europa, mención aparte merecen las
mujeres de Sarkozy, Berlusconi y Zapatero. La belle-
za y personalidad parecen ser los únicos puntos en
común de estas tres fi guras que se comportan y ejer-
cen el poder de forma muy distinta. Así, mientras la
francesa Carla Bruni se ha convertido en icono de la
moda y la música, centro de todas las miradas por
su independencia y libertad, Verónica Lario -mujer de
Berlusconi-, y Sonsoles Espinosa -esposa del espa-
ñol-, han huido de todo protagonismo, convencidas
de que es a sus maridos y no a ellas a quienes co-
rresponde ejercer la cosa pública. Unas actitudes que
tienen que ver con el carácter y la educación que han
recibido, así como con el concepto que cada una
de ellas tiene de su libertad individual y de sus com-
promisos sociales. A pesar de todo, Bruni tuvo que
tranquilizar al pueblo galo nada más contraer nupcias,
disipando dudas de que pudiera tratarse de un ro-
mance fugaz y manifestando que estaría con “Sarko”
hasta que la muerte les separe y, sobre todo, mientras
dure el mandato de su marido. La primera dama fran-
cesa ponía su cara más modosita para rematar que
su cultura italiana le impedía divorciarse. La realidad
es que Carla Bruni viene sirviendo como balón de oxí-
geno de popularidad cada vez que su marido anda en
horas bajas. Todo ello a pesar de haberse confesado
de izquierdas, y simpatizar con la que fuera adversaria
política de Sarkozy, la socialista Ségolène Royal.
Por su parte, Sonsoles Espinosa continúa su carrera
musical, dando al do de pecho sólo en el escenario
y entonando en “sotto vocce” su condición de fi gura
pública. Sigue así la estela de algunas de sus antece-
soras en el puesto. Por ejemplo, Amparo Illana, espo-
sa de Adolfo Suárez, quien se lamentaba afi rmando,
“no creo que nadie haya sido feliz en la Moncloa”. Ella
no lo fue, espeluznada con lo que llamaba “la ser-
vidumbre del poder”. La socialista Carmen Romero
siguió la misma línea de discreción, escudándose en
que las funciones de primera dama no estaban regu-
ladas por la ley y permaneciendo como profesora de
instituto.
Hillary Clinton afi rmó hace unos años que en el 2010
el Presidente de Estados Unidos sería una mujer. Su-
ponemos que ya veía su nombre escrito detrás de la
tarjeta de “Mrs. President”. Ésta vez Hillary ha fraca-
sado pero nadie sabe qué ocurrirá en las próximas
elecciones. Y es que tener referentes femeninos en el
ámbito público es importante. De esta manera pue-
den servir de espejo a quienes buscan desesperada-
mente estereotipos a los que parecerse.
Ana Botella
52 STYLÍSSIMO
STY A FONDO
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En un mundo diseñado para que los hombres sean
los que ostenten el bastón de mando, a algunos
les toca desempeñar el incierto papel de marido de
la poderosa. La historia nos demuestra que en este
asunto cada uno lo interpreta como puede. La mayo-
ría, al contrario que las mujeres, opta por ocupar un
discreto segundo plano. En esta categoría el pionero
fue Denis Thatcher. Quien compartiera alcoba con
la Dama de Hierro en el 10 de Downing Street, lucía
en público como el clásico caballero inglés, siempre
dispuesto a acompañar a la Primera Ministra en sus
comparecencias, pero guardando silencio. A él se le
atribuye la famosa afi rmación: “es mejor mantener la
boca cerrada y ser visto como un tonto, que abrirla
y despejar toda duda”. En la misma línea de reserva
se muestra el cónyuge de la actual canciller alemana,
Angela Merkel. El científi co Joachim Sauer, ha mos-
trado tan poco interés en hacerle sombra a su mujer,
que ni siquiera acudió a su investidura.
Otros “esposos de” se enfrentan al terrible trago de
convertirse en segundones cuando fueron ellos
los que en el pasado llevaron las riendas del país.
Le ha ocurrido a la argentina Cristina Kirchner que
ve cuestionadas muchas de sus órdenes, porque
todos ven la larga mano de su marido tras ellas.
En este inventario de consortes no podíamos
pasar por alto el apartado “maridos aprovecha-
dos”. Allí nos encontramos con Asif Zardari, es-
poso de Benazir Bhutto, la primera mujer jefa
de estado de un país musulmán. Zardari hizo
uso de su posición privilegiada para saquear el
Tesoro Público de Pakistán y, de paso, arruinar
la popularidad de su mujer. Para eso, mejor es-
tar divorciada. Como le ocurre a la presidenta chilena
Michelle Bachellet, que no tiene problema en asumir
sus responsabilidades en solitario, con dos hijos a su
cargo.
Aunque la verdadera conmoción llegaba este mismo
año cuando se daba a conocer que la jefa del gobier-
no islandés, Johanna Sigurdardottir, compartía su ho-
gar con otra mujer, la periodista y dramaturga Jonina
Leosdottir. A ella le toca inventarse el revolucionario
modelo de “esposa de mandataria”.
LA NOvIAERA ÉL
convertirse en segundones cuando fueron ellos
los que en el pasado llevaron las riendas del país.
Le ha ocurrido a la argentina Cristina Kirchner que
ve cuestionadas muchas de sus órdenes, porque
todos ven la larga mano de su marido tras ellas.
En este inventario de consortes no podíamos
pasar por alto el apartado “maridos aprovecha-
dos”. Allí nos encontramos con Asif Zardari, es-
poso de Benazir Bhutto, la primera mujer jefa
de estado de un país musulmán. Zardari hizo
uso de su posición privilegiada para saquear el
Tesoro Público de Pakistán y, de paso, arruinar
la popularidad de su mujer. Para eso, mejor es-
Angela Merkel y su marido,el científi co, Joachim Sauer
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