9º Lengua-Fichas Aguafuertes - Alumno

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AGUAFUERTES RURALES AGUAFUERTES RURALES Proyecto Aguafuertes Rurales - 9 o A ño - E.G.B. Escuelas Rurales PROYECTO PROYECTO PROYECTO PROYECTO PROYECTO 9 o Año Tercer Ciclo E.G.B. Escuelas Rurales Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación FICHAS

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AGUAFUERTES RURALESAGUAFUERTES RURALES

Proyecto Aguafuertes Rurales - 9

o A

ño - E.G.B. Escuelas Rurales

P R O Y E C T OP R O Y E C T OP R O Y E C T OP R O Y E C T OP R O Y E C T O

9o Año Tercer Ciclo E.G.B. Escuelas Rurales

Ministerio de Educación,Ciencia y Tecnología de la Nación

FICHAS

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Proyecto “Mejoramiento

de la Calidad Educativa

en Escuelas Rurales”

LA APLICACIÓN DE ESTE PROYECTO SE REALIZA

EN FORMA ARTICULADA CON LAS AUTORIDADES

EDUCATIVAS DE CADA PROVINCIA

MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA DE LA NACIÓN

Dra. Graciela María Giannettasio

SECRETARÍA DE EDUCACIÓN

Dr. Ricardo Roberto Biazzi

SUBSECRETARÍA DE EQUIDAD Y CALIDAD

Lic. Marta Blanco

DIRECCIÓN NACIONAL DE PROGRAMAS COMPENSATORIOS

a/c Ago. Eduardo Horacio Merlo

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Índice

Presentación ___________________________________________________________ 1 hoja

Ficha No 1 Aguafuertes porteñas _________________________________________ 1 hoja

Ficha No 2 Aguafuertes porteñas _________________________________________ 1 hoja

Ficha No 3 Fiesta en el rancho____________________________________________ 1 hoja

Ficha No 4 Las pulperías ________________________________________________ 1 hoja

Ficha No 5 Los bares ___________________________________________________ 1 hoja

Ficha No 6 Las fiestas __________________________________________________ 1 hoja

Ficha No 7 Las fiestas __________________________________________________ 1 hoja

Ficha No 8 Los velorios _________________________________________________ 1 hoja

Ficha No 9 Las supersticiones y el saber popular_____________________________ 1 hoja

Ficha No 10 Las supersticiones y el saber popular_____________________________ 1 hoja

Ficha No 11 Las supersticiones y el saber popular_____________________________ 1 hoja

Ficha No 12 Las personas... _______________________________________________ 1 hoja

Ficha No 13 Los lugares... ________________________________________________ 1 hoja

Ficha No 14 Los animales... _______________________________________________ 1 hoja

Ficha No 15 Los animales... _______________________________________________ 1 hoja

Ficha No 16 Los momentos...______________________________________________ 1 hoja

Ficha No 17 Los juegos... _________________________________________________ 1 hoja

Aguafuertes Rurales

Proyecto Lengua

Proyecto Educación Artística

Presentación ___________________________________________________________ 1 hoja

Ficha No 1 La técnica del grabado_________________________________________ 3 hojas

Ficha No 2 La historia del grabado ________________________________________ 2 hojas

Ficha No 3 El grabado en el Río de la Plata __________________________________ 2 hojas

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Aguafuertes RuralesProyecto Lengua

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AGUAFUERTES RURALES

Presentación

Los fragmentos literarios que les ofrecemosen estas Fichas, como se señala en el Cuadernode Orientaciones, provienen de obras de la li-teratura argentina y latinoamericana, algunas delas cuales se han transformado en verdaderasobras clásicas de trascendencia nacional e inter-nacional. El caso más notable es Martín Fierro,de José Hernández, conocido en todo el mun-do y traducido a gran cantidad de lenguas.

Otros fragmentos corresponden a novelasque en el momento de su publicación y duranteaños conmovieron profundamente a la gente co-mún de nuestro pueblo porque supieron reflejarsus padecimientos cotidianos, sus costumbres ycreencias, con profundidad y sencillez.

Podrán leer, también, obras más recientes:algunas son poco reconocidas, otras van difun-diéndose lentamente. Las causas de esta “falta deconocimiento” a veces son políticas porque setrata de obras prohibidas durante la dictadura;otras, porque no han sido distribuidas más allá delas fronteras provinciales y sólo se las lee en loslugares donde transcurren. Incluimos, además, al-gunas obras muy recientes de autores más popu-lares que sus obras, como los “Negros” Dolina y

Fontanarrosa, conocidos a tra-vés de los periódicos, el cine yla televisión.

En casi todos los casos setrata de fragmentos; por esa ra-zón, tenemos dos ambiciones: laprimera, que les resulten ejem-plos interesantes para la elabo-ración de sus aguafuertes; la se-gunda y más importante, que sequeden con muchos deseos deconocer las obras completas y

las lean ahora, o cuando tengan la oportunidad deencontrarse con alguna de ellas.

Alberto Breccia©

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AGUAFUERTES RURALES

Ficha Lengua 1/1

Hoy, callejeando por Flores, entre dos cha-lets de estilo colonial, tras de una tapia, en unterreno profundo, erizado de cinacinas, he vistoun molino de viento desmochado. Uno de esosmolinos de viento antiguos, de recia armazón dehierro oxidado profundamente. Algunas paletastorcidas colgaban del engranaje negro, allá arri-ba, como la cabeza de un decapitado; y me que-dé pensando tristemente en qué bonito debíahaber sido todo esto hace algunos años, cuandoel agua de uso se recogía del pozo. ¡Cuántos hanpasado desde entonces!

Flores, el Flores de las quintas, de las enor-mes quintas solariegas, va desapareciendo día trasdía. Los únicos aljibes que se ven son de“camouflage”, y se les advierte en el patio de cha-lecitos que ocupan el espacio de un pañuelo. Asívive la gente hoy en día.

¡Qué lindo, qué espacioso que era Floresantes! Por todas partes se erguían los molinos deviento. Las casas no eran casas sino casonas. Aúnquedan algunas, pocas, muy pocas, pero todavíaquedan. En las fincas había cocheras y en lospatios, enormes patios cubiertos de gli-cina, chi-rriaba la cadena del balde al bajar al pozo. Lasrejas eran de hierro macizo y los postes de que-bracho. (...)

Quedan pocas casas antiguas por Riva-davia,en Flores. Pero entre Lautaro y Membrillar se pue-den contar cinco edificios. (...) Hasta hace un año,por Lautaro, se distinguía un mirador de vidriosmulticolores completamente rotos. Al lado estabaun molino rojo, un sentimental molino rojo tapi-zado de hierba. Un pino dejaba mecer su cúpulaen los aires los días de viento.

Ya no están más ni el molino ni el miradorni el pino. Todo se lo llevó el tiempo. En el lugarde la altura esa, se distingue la puerta del cuchi-tril de una sirvienta. El edificio tiene tres pisosde altura.

¡También la gente está como para romanti-cismo! Allí, la vara de tierra cuesta cien pesos.Antes costaba cinco y se vivía más feliz. Pero nosqueda el orgullo de haber progresado, eso sí, perola felicidad no existe. Se la llevó el diablo.

Roberto Arlt

Molinos de viento en Flores

Ficha Nº 1

Aguafuertes porteñas

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AGUAFUERTES RURALES

Ficha Lengua 1/2

Hace una purreteada de días que tengoganas de escribir sobre don Esteban; y siempreaplazando el tema.

No sé si vive o ha muerto. Tendría cincuentaaños cuando yo tenía siete.

En verano e invierno usaba siempre cami-seta de franela. Estaba “quebrado”; sabía yo queaquello era una enfermedad, y suponía que laquebradura de don Esteban debía estar en el lu-gar donde se fajaba, pues este lombardo gastabauna faja negra que daba va-rias vueltas a su robustocorpazo, y un sombreroabollado con el alasombreándole la frente.

Se dedicaba a laboresagrícolas; siempre andabaensarmentando las parraso podando los durazneros.

El campo le tiraba.Desaparecía de tiempo entiempo, y de sus desapari-ciones sólo llegaba yo a sa-ber que estaba en Haedo,en una chacra de Haedo.

Y tanto oí hablar deese Haedo, que Haedoera para mi imaginacióninfantil, lo que las colum-nas de Hércules para los hombres de la anti-güedad. El límite del mundo conocido.

Lo que hacía

Don Esteban hacía de todo. En su casa te-nía parras, y podaba las parras; recolectaba la uva,compraba “pasas” y en unos toneles grandotesfabricaba un vino “casero”; un vinillo dulzón ydiabólicamente embriagador, pues recuerdo queuna tarde me recosté bajo la espita y comencé abeber hasta que se me infló el estómago, y luegosalí viendo, en visiones, un montón de macanas.Luego, para desemborrachar-me, me dieron unasoberbia paliza.

Don Esteban era aficionado a cebar pavos;y en el rincón del gallinero tenía una conejera.Fumaba en pipa, y cuando se le rompía la bolsade tabaco, fabricaba otra con una vejiga de cer-do. Además, fabricaba excelentes boquillas conlas patas de una liebre.

Me acuerdo de don Esteban

Julio Lavallén, “El patio”. Pintura.

Más actividades

No se conformaba con esto. Cuidaba unterreno que daba a espaldas de una fábrica, y lalonja de tierra estaba maravillosamente sembra-da. Las rayas de cebollas alternaban con las derepollos; la lechuga con la espinaca. En un rin-cón, ocultas de la visión de los inspectores muni-cipales, había un plantel de plantas de tabaco,por las que circulaban unos hediondísimos in-sectos verdes; y luego un gran espacio completa-

mente consagrado al oré-gano, y cierto arbusto aro-mático que él cortaba porla raíz y en grandes mano-jos lo vendía en una carni-cería que estaba junto alcorralón.

Silencio

Cuando había termi-nado de trajinar la tierra,don Esteban se sentabaentre los altos tallos ver-des de cebollas, y se que-daba mirando el cielo azulentre los claros de los eu-caliptos. No hablaba casipalabra. Cuando yo y elhijo hacíamos excesivas

burradas, volvía la cabeza y luego se sumergíaen su meditación, mientras el agua corría lenta-mente a sus pies por los canales, cuya corrienteorientaba con un poco de tierra que acumulabacon la pala.

¿Por qué me acuerdo de estos detalles? Nosé. Pero a medida que pasan los años veo en donEsteban a un hombre de cuyo tipo existían mu-chos en esta ciudad en formación. Un semi-tipode campo, es decir, un hombre de la orilla de laciudad, donde ralean las casas y comienzan lasquintas. (...)

Y sobre todas las cosas, un enamorado dela vida rural. Me acuerdo que en aquella épocael litro de vino valía nueve centavos, sin embar-go, él fabricaba su vino, y lo cataba con religiosi-dad, como si fuera la sangre viva de la tierra. Casime atrevería a jurar que ese hombre, que no sa-bía leer ni escribir, fue el primer poeta verdade-ro que he conocido.

Roberto Arlt

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AGUAFUERTES RURALES

Ni los perros son iguales

Ficha Nº 2

Ficha Lengua 2/1

Aguafuertes porteñas

He caído en una maravillosa casa de pen-sión. El edificio amenaza venirse debajo de un díapara otro, pero el patio está lleno de plantas, enre-daderas y parras, palomas, pollos y pájaros. Lapatrona es gorda, cetrina y tuerta. Uno de sus chi-cos debe tener mal las glándulas de secreción in-terna; otro es bisojo, en fin: es un caserón estu-pendo que me recuerda al Arca de Noé.

(...) En la maravillosa casa que se vieneabajo, además de palomas, pollos, pájaros y otrosbicharracos con plumas cuyo nombre zoológicoignoro, habitan dos perros que son exclusiva pro-piedad de la patrona.

Un perro se llama Chaplin y el otro Gui-tarrita.

Chaplin y Guitarrita no se llevan bien, porlo que observo.

Chaplin es perro mocito, con barba en elhocico; barbas ralas todavía. Eso no le impide serbien educado. En cuanto me vio por primera vez,saltó a mi encuentro ladrándome. La patrona ledijo un autoritario: “¡Cucha, Chaplin!”, y Chaplin,tratando de congraciarse conmigo, bajó la cabe-za, me husmeó la punta de los zapatos y meneóla cola.

(...) Al día siguiente, cuando terminaba dealmorzar, compareció Guitarrita. Guitarrita es

petisón, de color zaino, hocico ratonero. Me miróde reojo y siguió de largo. “Vení Guitarrita”, ledije, pero como si no lo hubiera llamado. Volvióla cabeza como para largar un tarascón, y se metióen el comedor.

“Mal sujeto este perro”, pensé, y sentándo-me beatíficamente en una hamaca, me quedécontemplando las palomas metidas en el verdorde la enredadera y ya no volví a decirle nada.

Creo que debió ofenderlo mi silencio, por-que regresó pocos minutos después; dio un ro-deo para llegar al lugar donde yo me daba mibaño de sol, y para que no quedara duda de queél, Guitarrita, me despreciaba cordialmente, des-cubrió el belfo mostrando la brillante curvaturade sus dientes. Y mientras las palomas se arru-llaban entre las glicinas, y los pollos picoteabanla tierra, me he quedado pensando que ni losperros son iguales, que cada bestia tiene un ca-rácter distinto, tan distinto que de pronto, al verque un pollo lo echa a otro tan grande como él apicotazos, me pregunto:

¿Por qué ese pollo, aparentemente fuertecomo el otro, ha huido de éste que se queda dis-frutando solo del canterito de pasto? Si los pollospudieran dividirse la tierra, este pollo autoritarioy cabrero sería patrón y el otro... ¡vaya a saber loque sería!

Roberto Arlt

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AGUAFUERTES RURALES

Ficha Lengua 2/2

Roberto Arlt nació en Buenos Aires el 26 de abril de 1900.Murió el 26 de julio de 1942, luego de presenciar el ensayode una de sus obras en el Teatro del Pueblo.Fue narrador, periodista y dramaturgo. Su producción escritacomprende cuatro novelas: El juguete rabioso (1926), Lossiete locos (1929), Los lanzallamas (1931) y El amor brujo(1932; dos libros de cuentos: El jorobadito (1933) y El cria-dor de gorilas (1941); varias obras de teatro: Trescientosmillones (1932), Saverio, el cruel (1936), La isla desierta(1937), El fabricante de fantasmas (1937), África (1938),Separación feroz (1938), La fiesta de hierro (1940), El de-sierto entra a la ciudad (1942), y dos recopilaciones de susartículos periodísticos, aparecidos principalmente en el dia-rio El Mundo: Aguafuertes porteñas (1933) y Aguafuertesespañolas (1936), además de diversos volúmenes publica-dos después de su muerte.

Prólogo11111

Una tarde Juan C. Martini Real me mostróuna serie de fotos del velorio de Roberto Arlt. Lamás impresionante era una toma del féretro col-gado en el aire con sogas y suspendido sobre laciudad. Habían armado el ataúd en su pieza perotuvieron que sacarlo por la ventana con aparejosy poleas porque Arlt era demasiado grande parapasar por el pasillo.

Ese féretro suspendido sobre Buenos Aireses una buena imagen del lugar de Arlt en la lite-ratura argentina. Murió a los cuarenta y dos añosy siempre será joven y siempre estaremos sacan-do su cadáver por la ventana. (...)

Sus relatos captan el núcleo paranoico delmundo moderno: el impacto de las ficciones pú-blicas, la manipulación de la creencia, la inven-ción de los hechos, la fragmentación del sentido,la lógica del complot.

Arlt es el más contemporáneo de nuestrosescritores. Difícil de enterrar. Su cadáver siguesobre la ciudad. Las poleas y las cuerdas que losostienen forman parte de las máquinas y de lasextrañas invenciones que mueven su ficción ha-cia el porvenir.

Ricardo Piglia

Este fragmento forma parte del Prólogo escrito por RicardoPiglia para la publicación de los Cuentos Completos de Rober-to Arlt, editados por Seix Barral, en 1997.

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AGUAFUERTES RURALES

Ficha Lengua 3/1

Ficha Nº 3

Juan Moreira

Fiesta en el rancho

(...) En aquellas hermosas noches de luna,en que se ve el campo plateado por la luz suaví-sima del astro de la noche, Moreira ensillaba sucaballo con esa coquetería cariñosa que tienesiempre para su pingo el gaucho de buena ley, ycolgando la guitarra de los tientos del recado, seiba a algún rancho amigo, donde era siempre bienrecibido porque con él iban la alegría y la pers-pectiva de una noche de baile.

La jarana se armaba entonces en toda re-gla: al rancho empezaban a caer los amigos delos alrededores, el cimarrón circulaba de boca enboca alternando con un traguito de ginebra, y elbaile seguía a la décima y al triste, baile alegre einocente que duraba hasta las doce de la noche ola una de la madrugada.

En estas correrías y jaranas Moreira cono-ció a Vicenta, joven paisanita cuya hermosuraera proverbial en el pago, y entonces el ranchode Vicenta fue el preferido de Moreira para susnoches de canto y alegría.

Este género de bailes pasa siempre en elmayor orden, porque a ellos concurre la buenagente trabajadora y alguno que otro forastero quees invitado a desensillar, porque la hospitalidadpara el gaucho es una especie de religión quepractica con placer.

Los gauchos vagos y alzados no concurrennunca a este género de bailes, porque siempreandan huyendo de los centros de población fre-cuentados por la autoridad. Su teatro es la pulpe-ría, donde se apea de noche y de donde se salede día a vagar hasta la vecina, con el ojo siempreavizor y la daga al alcance de su mano.

Eduardo Gutiérrez

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Ficha Lengua 3/2

La obra y su repercusión

TÍTULO DE LA OBRA: Juan Moreira

AUTOR: Eduardo Gutiérrez

AÑO DE EDICIÓN: 1879 - 1880

RESUMEN DEL CONTENIDO: Juan Moreira, un hom-bre de la zona bonaerense, había nacido en La Matan-za2. Las vueltas de su vida lo llevaron a recorrer, casisiempre huyendo de las persecuciones, los partidos deLobos, Las Heras, 25 de mayo y otros que, en esos mo-mentos, constituían la línea fronteriza con los territo-rios que aún permanecían en manos de los indios.

Moreira tenía “un buen pasar” y posibilidades de llegara ser un hombre de relativa fortuna. Buen cantor y buenmozo, resultaba un candidato “deseable” para cualquierjovencita y su familia. Conoció a Vicenta, se enamoró yse casó con ella.

El mismo día de la boda comenzaron sus desgracias:don Francisco, el teniente alcalde del lugar, soñaba conseducir a Vicenta.

Juan Moreira fue, en sus orígenes, un fo-lletín: apareció publicado en un periódico, en ca-pítulos diarios, desde noviembre de 1879 hastaenero de 1880. El personaje conquistó a la gentecomún de su tiempo; todo el mundo buscaba elperiódico “La Patria Argentina” para seguir pasoa paso las desventuras del héroe de La Matanza.

El autor escribía con lápiz cada capítulo yasí los enviaba al diario. La falta de registro de loshechos narrados o los lugares descriptos, hacíandel folletín un género un poco descuidado. Sin em-bargo, en ese tiempo, el hecho de saber leer po-nía a los admiradores de Juan Moreira en unacategoría destacada.

Eduardo Gutiérrez había recibido, sin duda,la fuerte influencia del Martín Fierro, cuya te-mática comparten ambas obras. El trabajador co-mún se sentía identificado con este hombre devida familiar, alegre y pacífico a quien las autorida-des persiguen injustamente hasta hacer de él unbandido, obligado a abandonar todo lo que ama ya vivir fuera de la ley.

Consciente de la trascendencia de su per-sonaje, Gutiérrez lo transformó en el protagonis-ta de una obra teatral que representó por prime-ra vez José Podestá, un actor recordado aúncomo iniciador del teatro argentino. La aparición

Moreira, feliz en su hogar, con su mujer y el hijo deambos, no sospechaba las trampas que la autoridad ibatendiendo a su alrededor: acusado de no pagar sus deu-das, humillado y apresado en el cepo, amenazado de serreclutado para luchar en la frontera, se vió obligado ahuir, a hacerse delincuente y a matar.

Perdió su paz, su casa y a su mujer que, creyéndolomuerto, se unió a otro hombre; perdió a su hijo, desti-nado a crecer sin conocerlo... Moreira enfrentó una yotra vez con asombroso coraje a las partidas queenviaban en su busca y cayó, por último, bajo la bayone-ta del sargento Chirino que, hundida en su pulmón, “loclava en la pared en una profundidad de más decuatro dedos”.

en escena de Moreira hacía poner de pie al públi-co que se reconocía en el personaje.

La novela reúne diversos capítulos del folle-tín; probablemente es una obra poco elaborada,pero en ella se siente la lucha contra la injusticiaque pone siempre en movimiento las emocionesdel lector.

Hasta la década del sesenta, Juan Moreiramantuvo su éxito popular a través del radioteatro;cada mediodía, en todas las casas se encendía laradio para escuchar un nuevo capítulo de la infati-gable persecución de Moreira, de sus enfrenta-mientos y sus desventuras.

La fascinación del relato se trasladó al cine yla película no tardó en aparecer. La dirigió LeonardoFavio y tal vez puedan conseguirla en video.

En la actualidad el partido de La Matanza, en el conurbano bo-naerense es uno de los de mayor densidad de población denuestro país. En poco tiempo se llega desde allí a la Capital;existen innumerables medios de transporte, calles, rutas y puen-tes. Seguramente, los jóvenes que viven actualmente en La Ma-tanza encontrarán irreconocible el paisaje que describe Eduar-do Gutiérrez en su obra.

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AGUAFUERTES RURALES

Ficha Lengua 4/1

Ficha Nº 4

Juan Moreira

Las pulperías

Moreira, cuyas desgracias eran simpáticasa todos los paisanos, recibía en cada pulpería unacrónica detallada de lo que había dicho el juezde paz y de lo que pensaba hacer la partida, se-gún lo que en la trastienda había hablado el sar-gento Fulano o el soldado Mengano.

[Esta vez] Moreira no hizo caso de las ad-vertencias que le hacían para que se alejara deaquellos pagos; se puso a tocar la guitarra man-dando echar una vuelta general de lo que gusta-sen, que él pagaba por todo lo que se bebieraaquel día.

La jarana se armó de lo fino. Moreira sehabía apoderado de la guitarra y había empeza-do por echar unas hueyas, concluyendo por ce-pillar el malambo más quiebra, que cepillaron lamayor parte de los concurrentes, que estabangaruados los menos y completamente divertidoslos más.

Durante el día iban cayendo a la pulperíainfinidad de paisanos, que tomaban cartas en lajarana y se iban quedando donde encontrabanlos dos grandes elementos de una verdadera fies-ta: guitarra y coperío a discreción.

Llegó la siesta tumbando a la mayor partede los concurrentes, que se pusieron a dormir apierna suelta; pero Moreira que no había queri-do beber con exceso, seguía con la guitarra, yaquello amenazaba con no concluir en tres días,pues ya se habían organizado carreras y juegosde tabas para el día siguiente.

Moreira tenía dinero en abundancia y pa-gaba religiosamente al fin de cada vuelta, lo quetenía al pulpero completamente dominado y fue-ra de sí.

En vista de la buena paga, había pelado unacañita de durazno que los paisanos saboreabancon descomunales chasquidos de lengua, prodi-gando mil elogios al pulpero, por cuya salud brin-daban de cuando en cuando, dedicándole algu-nas payadas y relaciones que se echaban.

Por fin, uno de los últimos paisanos quehabía caído a eso de las tres de la tarde, trajo unanovedad que descompuso el baile.

La partida de plaza había salido aquellamañana en busca de Moreira [...]

No le haga caso, amigo —dijo indolen-temente Moreira preludiando un gato—. No haypartida capaz de matarme; porque la suerte pe-lea conmigo. Eche una copa que yo pago y, siquiere, vaya y dígales que aquí espero, y verá loque hago yo con todos esos maulas. ¡No sirven nipara la cachetada!

Un fuerte palmoteo acogió la determina-ción de Moreira y la algazara siguió en uncrescendo infernal.

No estaba, sin embargo, lejos el momentoen que aquella chacota se convirtiera en una tra-gedia, siendo Moreira actor principal de un nue-vo combate. (...)

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AGUAFUERTES RURALES

Martín Fierro

VII

Otra vez que en un bolicheEstaba haciendo la tarde,Cayó un gaucho que hacía alardeDe guapo y de peliador-

A la llegada metióEl pingo hasta la ramada-Y yo sin decirle nadaMe quedé en el mostrador.

Era un terne de aquel pagoQue naides lo reprendía,Que sus enriedos teníaCon el señor Comendante.

Y como era protegido,Andaba muy entonao,Y a cualquiera desgraciaoLo llevaba por delante. (...)

Se tiró al suelo al dentrar,Le dio un empellón a un vasco-Y me alargó un medio frascoDiciendo “Beba cuñao”-“Por su hermana” contesté,“Que por la mía no hay cuidao”.

“Ah gaucho” me respondió,“De qué pago será criollo-Lo andará buscando el oyo,Deberá tener güen cuero-Pero ande bala este toroNo bala ningún ternero”.

Y ya salimos trensaosPorque el hombre no era lerdo-Mas como el tino no pierdoY soy medio lijerón,Lo dejé mostrando el seboDe un revés con el facón.

Y como con la justiciaNo andaba bien por allí,Cuanto pataliar lo ví,Y el pulpero pegó el grito,Ya pa el palenque salíComo haciéndome el chiquito.

Monté y me encomendé a Dios,Rumbiando para otro pago-Que el gaucho que llaman vagoNo puede tener querencia-Y ansí de estrago en estragoVive llorando la ausencia.

José Hernández33333

Hernández, J. Martín Fierro, Editorial Orien-te, Buenos Aires, 1994.

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Ficha Lengua 4/2

Eleodoro Marenco, Pintura.

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Bar de marineros

Los bares

Ficha Nº 5

Ficha Lengua 5/1

(...) El Liverpool Bar estuvo aquella nochemuy animado. El concurso aplaudió furiosa-men-te a las cancionistas y vació considerable canti-dad de botellas. No era esto imprevisto: los di-ques se abarrotan de vapores para llenarse conel trigo de la nueva recolección.

La atmósfera se vicia con los alientos, latranspiración y los tabacos de los parroquianosya ausentes. Sólo queda un hombre, de bruces,con la testa reposada en los brazos. ClarencePayne le golpea un hombro; pero el durmienteno cambia de posición ni da señales de desper-tar. Habrá, entonces, que sacarlo a la rastra, yuna vez en la acera se marchará haciendo eses, asu barco. Lo de siempre...

Y mientras Nancy mueve los resortes de lacaja registradora, Clarence ase por las axilas alparroquiano. Éste, un negro corpulento y mus-culoso, no opone resistencia alguna. Sus zancasse desbaratan, como de trapo, y la cholla lanudabambolea.

—¡Formidable borrachera! —conjeturaClarence. El fresco de la noche lo despabilará.

Y avanza trabajosamente con su carga y yaestá próximo a la puerta, cuando percibe un olorpastoso, acre, erizante, y un líquido tibio le mojalos dedos de una mano.

Lanzando un grito, suelta su presa; el ne-gro rebota, supino, en las tablas del suelo. AcudeNancy. El negro, amoratado e inerte, tiene unpuñal en el corazón. (...)

Mateo Booz44444

Julio Lavallén, “Los músicos”. Pintura.

Booz, Mateo. Bar de marineros en Santa Fe, mi país y otrosrelatos; Secretaría de Cultura de la Nación en coproduccióncon Editorial Ruy Diaz, Buenos Aires, 1994.

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La esquina

Es el único café del pueblo, en la cuadra decasa; a él vamos todas las tardes y todas las no-ches: son las únicas reuniones del pueblo.

Se entra por una puerta de vidrios verdes;el piso de tablas anchas se ha oscurecido debajode las mesas de hierro y del rectángulo de billar.Siempre hay nueve mesas, cinco a la izquierda,contra la pared, debajo del espejo; cuatro a laderecha, del lado de la puerta. Los parroquianos

llegan a la misma hora, beben lo mismo, conver-san las mismas cosas; en la cuarta mesa sueledormitar algún borracho; a la última, contra elrincón, se sientan hombres con mujeres vergon-zosas, pintadas y con flores en el pelo. Bajo lalámpara central de pantalla verde, la mesa delbillar, los tacos y las bolas de marfil; el pizarrónha desaparecido del muro. Siempre hay muchoscarteles, de cigarrillos, salidas de buques, anun-cios de circos. Me los sé todos de memoria.

Allí lo vi por vez primera, la tardecita del 7de abril.

Yo estaba con dos amigos; en otra mesajugaban un tute, en la esquina esperaba una ru-bia. Entró solo, arrastrando los pasos sobre elaserrín grueso que cubría el piso. Había lloviz-nado toda la tarde; cuando abrió la puerta, vi lashojas secas pegadas a la vereda y el empedradobrilloso.

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AGUAFUERTES RURALES

Ficha Lengua 5/2

Sin sacarse el sombrero, secándose las ma-nos mojadas, se acercó al mostrador y pidió uncafé y una caña; las bebió de golpe.

¿De dónde vendría el hombre? Nuevo enel pueblo, y solo. Se van y vienen, el pueblo siem-pre igual.

Me acuerdo bien. A las ocho menos cincomiró el reloj que cuelga sobre la estantería de lasbotellas, se limpió la boca con el dorso de la mano,volvió a pedir caña y la bebió con frío. Eran lasocho: había vuelto a mirar el reloj.

El mozo le preguntó:

—¿Espera a alguien?

Esos hombres no contestan.

Apenas pasadas las ocho, dejó un peso enel mostrador y salió. Desde la puerta había vuel-to a mirar la hora.

Ninguno lo conocía, hombres solos por lospueblos, las tardes de lluvia, hombres que no seven más.

Salimos a las ocho y cuarto, como siempre,cada uno a su casa. (...)

Juan Carlos Ghiano55555

Ghiano, Juan Carlos. La esquina en 35 cuentos breves argen-tinos - siglo XX; Editorial Plus Ultra; Buenos Aires, 1977.

Cortázar, Julio. Los premios, Editorial Sudamericana, Buenos Ai-res, 1960.

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I

Era en el London de Perú y Avenida; eranlas cinco y diez. (...) Por la puerta de la Avenidade Mayo entraba y se iba la gente de siempre.(...) Casi todas las mesas estaban ocupadas perosólo en unas pocas imperaba el aire de los presu-mibles viajeros. Un grupo de chicas salía con lahabitual confusión, tropezones, risas y miradasa los posibles censores o admiradores. Entró unaseñora armada de varios niños que se encaminóal saloncito de manteles tranquilizadores dondeotras señoras y parejas apacibles consumían re-frescos, masas, o a lo sumo algún cívico. Entróun muchacho (pero sí, ese sí) con una chica muymona (pero ojalá que sí) y se sentaron cerca. Es-taban nerviosos, se miraban con una falsa natu-ralidad que las manos, enredadas en carteras ycigarrillos, desmentían por su cuenta. Afuera laAvenida de Mayo insistía en el desorden de siem-pre. Voceaban la quinta edición, un altoparlanteencarecía alguna cosa. Había la luz rabiosa delverano a las cinco y media (hora falsa, como tan-tas otras adelantadas o retrasadas) y una mezclade olor a nafta, a asfalto caliente, a agua de colo-nia y aserrín mojado.

Julio Cortázar66666

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En Humahuaca

Las fiestas

Ficha Nº 6

Ficha Lengua 6/1

Dos de febrero en Humahuaca. Fiesta dela Virgen de la Candelaria, patrona del puebloen un patronazgo que viene de remotos tiem-pos. Desde las primeras horas el atrio se va lle-nando de una multitud de mujeres indias, quesilenciosamente se van poniendo de cuclillas,en la seguridad de una larga espera. Casi todasellas traen sus guaguas a cuesta, además de unoque otro changuito prendido a la pollera. Mu-chos de sus maridos se quedan fumando en laplaza o beben despaciosamente de los jarros dechicha que, sin saberse de dónde, comienzan aaparecer en la mañana. Entretanto, van llegan-do las gentes. Pronto la iglesia queda colmadapor el pueblo entero y por los grupos que bajande los cerros. Poco antes del mediodía los cohe-tes que han estado estallando casi toda la maña-na, salpicadamente, ceden elpaso al estrépito mayor de lasbombas, y un chango trepa alcampanario para darle a lacampana con todas sus fuerzas.

La misa la ofician cuatrosacerdotes, no en el altar ma-yor, sino en uno pequeño (...)donde tiene su nicho la Virgen.Las cholas han depositado sustípicos sombreros duros en elsuelo, y se cubren la cabeza conun manto abigarrado, juntandolas manos llenas de anillos deplata dorada. Los hombres es-tán rígidos, dentro de sus trajesde rígido barracán, tejido en eltelar casero. Y el sacrificio dela misa se va consumando consu ritual pomposo, lleno deunción y de misterio.

(...) Frente al templo seaprontan seis u ocho “sicuris”,cubiertos con sus sombrerosalones y sus ponchos cortos ycalzando ojotas con suela dellanta, que se aprestan a tocar,en honor de la Virgen y en sus apareadas flautasde caña, los sufrientes y monótonos airespentatónicos que el viento les ha enseñado en lasoledad de la puna desamparada.

L. N. Fiesta de la Virgen de la Candelaria, en: Coluccio, F. Fies-tas y Celebraciones de la República Argentina; Editorial PlusUltra; Buenos Aires; 1995.

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Francisco de Santo,“Corpus de Santa Ana - Cuzco (Perú)”. Grabado.

Por fin, concluida la misa (...) se abren depar en par las puertas del templo, y la imagenvenerada asoma al atrio, en el ligero bamboleode sus cargadores, entre un estrépito de campa-nas echadas a vuelo, de cohetes y de buscapiésque provocan un reguero de fuego entre las pier-nas de los más enfervorizados, de bombas de es-truendo que apagan los ecos de la música indí-gena. La gente se arremolina, en una atmósferaespesa de sudor, llena de olores picantes y acres.Por último los conductores de las andas consi-guen abrirse paso entre la admiración de la gen-te, que se abalanza hacia la imagen para lanzarlesus puñados de flores. Éstas ruedan a lo largo del

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Roquil

Ficha Lengua 6/2

La época de Cuaresma estaba señalada ennuestro pueblecito por la llegada de los vientos yde las cigarras. Con las alas todavía húmedas porlos dos o tres chaparrones anunciadores del cer-cano invierno, miles de cigarras emergían de laolorosa tierra, para asaltar los árboles en vueloalocado y ansioso. Y entonces iniciaban ese corosin fin, sin descanso, aquel chirriar que comple-taba con lo ardoroso de los días, la imagen deque los campos se asaban al sol, y que acentuabapor contraste la silenciosa tristeza siempre rei-nante sobre aquellos lugares.

Al anochecer, con el último resplandor so-lar se callaban las cigarras y comenzaba el vien-to. En el silencio nocturno se oía su rumor comoel de un río crecido que pasara por encima de lostejados. A veces llegaba de la lejanía el momen-táneo aspaviento de una lámina de zinc que sa-lía volado de algún techo no se sabía de dónde.Atraída por el ruido, alguna mujer corría en esemomento hacia el postigo, pero apenas se aso-maba volvía precipitadamente a cerrar, amena-zada por las tolvaneras de polvo que se levanta-ban de las solitarias y larguísimas calles, eclip-sando los contados bombillos del alumbrado pú-blico. Desvaídas en el viento llegaban de tardeen tarde las campanitas del reloj de la iglesia,dando una hora que nadie alcanzaba a definir. Ytoda la noche era ese seco batir de las palmas enlos patios, ese susurrar de los árboles, ese gemirde amarraderas de hamacas en la oscuridad, quehacen a los muchachos del campo saltárseles laslágrimas, muertos de miedo debajo de sus po-bres cobijas.

¡Cigarrales y anchos vientos de la Cuares-ma bajo el cielo de Aragua! “Miss Atamaica” y“La estrella de Palestina”, las dos tiendas del pue-blo (...) se animaban en esos días con la menudaromería de vegueros y cortadores de caña, quevenían a escoger sus guarandoles y zarazas, sus

sombreros de peloeguama nuevos, o sus arruga-dos zapatos de suela sin lujar, para preparar contiempo los estrenos de la Semana Santa que yase acercaba.

(Se congregaba el pueblo...) en la Plaza, alre-dedor de las grandes procesiones del Jueves yViernes Santo: primero pasaba la “Humildad yPaciencia”, con un Jesús de semblante agónico,que parecía trasuntar en su expresión de marti-rio, la de los ocho campesinos que sudaban bajoel peso de la enorme tarima; luego, con el rostrocasi vidrioso por las acumuladas manos de cha-rol copal, venía La Dolorosa inmovilizada en elademán de ir en socorro del maltratado hijo. Y acontinuación, como el más extraño “monumen-to” de aquel vía-crucis, apagando con su furiosoruido el rumor del rosario, seguía el entablonadodonde cuatro peones llevaban la plantica “Del-co” a gasolina, que proveía de iluminación eléc-trica a los santos personajes. En rumorosa multi-tud donde se confundía el olor de las velas pren-didas con el de las telas acabadas de estrenar, ibapor fin el grueso del pueblo, con sus mujeres quehabían optado por quitarse los apretadísimos za-patos nuevos y llevarlos en la mano, que desanu-daban unos centavos del pañuelo para comprardulces a tres o cuatro muchachas vestidas de unmismo tafetán chillón. Y entre ellos, las cuerdasde callejeros muchachos, desgreñados, de caraindescriptiblemente sucias, algunos desnudos dela cintura para arriba, todos ellos descalzos, unoque otro calzado con una sola alpargata, que cir-culaban apagándoles las velas a las niñas máspequeñas, recogiendo las colillas todavíafumables, o bien jugando “Policía y Ladrón” porentre las piernas de los abrumados cargadoresdel Santo. (...)

Aquiles Nazoa8

Nazoa, A. Obras completas, Vol. III; Universidad Central de Ve-nezuela; Coedición de la Dirección de Cultura y Ediciones delRectorado; Caracas; 1983.

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El Himno

Las fiestas

Ficha Nº 7

Ficha Lengua 7/1

Era en los primeros tiempos de la colonia.Los judíos de Entre Ríos conocían poco el lugar,y sus ideas sobre las costumbres del país eran enextremo confusas. Admiraban al gaucho y lo te-mían, envolviendo su vida en una vaga leyendade heroísmo y de barbarie. (...)

Así, en la sinagoga, que funcionaba en talo cual rancho de Rajil, jóvenes y viejos discutíancosas relacionadas con la Argentina. El entusias-mo de vida libre, soñada en los días amargos deRusia, aún no se había menguado. Un amor fer-voroso al suelo todavía desconocido rebosaba entodas las almas. (...) Los sábados, hasta mediodíay al atardecer, recordaban, frente a la puerta dela sinagoga y no lejos del corral, las penuriasantiguas, los episodios del éxodo, como si la emi-gración del imperio moscovita fuera la bíblica hui-da historiada en las noches de Pascua.

(...) Una tarde, un vecino llegado deVillaguay trajo la noticia de fiestas próximas.Describió arcos y banderas enla calle de la municipalidad. Lanoticia se comentó y otro veci-no propuso investigar el moti-vo de la fiesta.

No sabían los colonosuna palabra de español. Losmozos copiaron pronto las cos-tumbres gauchescas, pero nolograban explicarse con loscriollos más allá de las necesi-dades ordinarias. Resolvieron,sin embargo, interrogar al bo-yero, don Gabino, compañerode Crispín Velázquez y vetera-no del Paraguay. Don Gabinoopinó que debía tratarse deuna yerra o bien de elecciones.La versión pareció lógica alprincipio, mas se rechazó des-pués. Por fin, el comisario dela colonia, Benito Palas, fuequien ilustró a los judíos sobreel objeto de los preparativos yen una forma elocuente y ru-dimentaria explicó al matarife lo que significa-ba el 25 de Mayo.

El hecho preocupó a los habitantes deRajil, y en las tertulias nocturnas y en los des-cansos de las faenas, en las amelgas, los veci-nos se reunían conversando sobre la fecha. Cadauno explicaba a su modo la importancia del su-ceso y, por último, nació la idea de celebrar elaniversario. (...)

La conmemoración del 25 de Mayo quedódecidida y se designó al alcalde y al matarifepara organizar la fiesta. Jacobo, su peoncito, elmás acriollado de todos los muchachos, vistiósus mejores bombachas, y sobre el gallardo pe-tiso avisó de casa en casa la celebración de unaasamblea en la sinagoga. En ella se discutieronlos detalles del acto. Se resolvió, desde luego,no trabajar el día patrio, embanderar los porto-nes de las casas, reunirse en el potrero comúndonde rabí Israel Kelner pronunciaría una aren-ga. Fueron invitados, además, a la conmemora-ción el comisario y el administrador de colonias,Herr Bergmann, alemán áspero y nada expan-sivo a quien poco conmovía el acontecimientode Mayo.

Surgió una grave dificultad. Se ignoraba elcolor de la bandera argentina, y este detalle fueadvertido muy tarde. A pesar de ello, los prepa-rativos continuaron y el día grande llegó.

Rajil amaneció empavesada como un bar-co: lleno de colores los portones, todos los colo-res, y también los colores argentinos sin que elvecindario lo supiera. Un sol blando iluminabala campiña, bañaba los arbustos amarillentos ylas blancas paredes de las chozas. El comisariomandó su pequeña banda, y en la colonia estallóla música del Himno. La música hinchó de júbi-lo los corazones, y la fiesta de la patria, con-

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Gerchunoff, A. Los gauchos judíos, Editorial Milá, Buenos Ai-res.

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Ficha Lengua 7/2

fusamente comprendida, puso alegría en el espí-ritu de la gente.

Reuniéronse en la sinagoga hombres ymujeres. Las túnicas hierosolimitanas lucieronal sol su blancura, y el rabino bendijo la Repúbli-ca en la solemne oración del Misheberaj.

Después de la lectura del Libro Sagrado, elalcalde predicó. (...)

—Me acuerdo —dijo— que en la ciudad deKischenef, después de la matanza de judíos, lasinagoga fue cerrada porque no quisimos bende-cir al zar. Aquí nadie nos obliga a hacerlo; poreso, bendecimos la República y bendecimos alPresidente.

No se sabía quién era el Presidente, peroeso importaba poco.

Enseguida, la población se congregó en elpotrero y las flores silvestres de la estación bri-llaban en la improvisada glorieta junto a la cualla banda repetía sin cesar los acordes del Him-no. Los mozos lucían sus caballos, y los peonesdel tajamar, reunidos, miraban en silencio y par-ticipaban del festín de golosinas y de pasteles.La damajuana de vino esperaba la llegada delcomisario.

Al atardecer, don Benito Palas asomó consu escolta y una bandera desplegada. El acto me-morable comenzó. El comisario bebió su copa de

vino y rabí Israel Kelner ocupó la tribuna. Enjerga vulgar saludó en nombre de la colonia alpaís, “donde no hay matanzas de judíos”, y refi-rió la parábola de los dos pájaros que los vecinosle habían oído en diversas oportunidades.

La parábola, extraída de las tradiciones ju-días de España, simbolizaba para el orador la li-bertad de los pueblos.

—Había un pájaro prisionero en una jaulade hierro. Creía que todos los pájaros viven asíhasta cierto día en que vio a otro pájaro revolo-tear en el espacio y posarse sobre los tejados ylos árboles. Entonces el canto del prisionero sevolvió triste. Tanto meditó en su esclavitud, has-ta que concibió el pensamiento de roer las rejascon el pico.

Jacobo explicó a don Benito Palas (...) elsentido del discurso. Y por toda contestación, elcomisario recitó las estrofas del Himno. No locomprendían los israelitas; pero al llegar a la pa-labra libertad, el recuerdo de su antigua esclavi-tud, de la amargura y las persecuciones secula-res sufridas por la raza, revolvió sus corazones ycon el corazón y con la boca, todos exclamaron,como en la sinagoga:

—¡Amén!

Alberto Gerchunoff9

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En aquel instante...

Los velorios

Ficha Nº 8

Ficha Lengua 8/1

María Justa Robles entró en la cámaramortuoria, trayendo pocillos de café y copitas deanís en una bandeja que sostenía con ambasmanos. Circunspecta en su duelo, María Justa sedirigió a los tres hombres que velaban de pie yles tendió silenciosamente la bandeja.

—Gracias —rehusó Schultze, ceremonioso.

—¿Y nuestros amigos? —preguntó Adán.

—En la cocina —respondió ella.

Saludaron los tres y salieron al patio, nosin antes consagrar al difunto Juan Robles ciertamirada que valía un adiós. Entonces María Justase volvió a las Tres Viejas que acechaban desdesu ángulo tenebroso:

—¿Café? ¿Anís?

—Gracias, mi hijita —susurró doña Carmen,retirando un pocillo de la bandeja.

—¿Y ustedes? —insistió María Justa, invi-tando a doña Consuelo y doña Martina que aúnvacilaban.

—¡Qué molestia! —bisbiseó doña Martina.

—¡No se hubiera molestado! —suspiró doñaConsuelo.

Las dos ancianas retiraron al fin sendos po-cillos de café, y María Justa, dirigiéndose a lasTres Cuñadas Necrófilas que dormían acaso, lesofreció en silencio el contenido de su bandeja:tres manos rampantes emergieron de súbito en-tre las telas oscuras, tres manos o tres garras quese lanzaron raudamente sobre las copas de anísy volvieron a hundirse con sus presas en el som-brío caos de los chalones. Después de lo cualMaría Justa, cuidadosa en su duelo, abandonó lacarga de licores, tomó un par de tijeras y recortóuno a uno los pabilos que ya se doblaban en loscandeleros de bronce. La llama seagrandó en torno de cadapabilo; recularon las es-pantadizas tinieblashacia los cuatro ángu-los del recinto fúne-bre; y las CuñadasNecrófilas, heridas poraquella súbita crecien-te de luz, echáron-seatrás como las sombras yescondieron sus rostros enlos chalones de luto. Al mismo tiempo seiluminaron las caras de las Viejas; tres ca-ras asombrosamente unánimes en su ex-presión de tranquila fatalidad. María Jus-

ta se acercó después a la cabecera del muerto ylo contempló largamente; una lágrima, una sola,brotó de sus párpados y se deslizó por sus meji-llas. Luego recogió la bandeja y salió del recinto,mínima y silenciosa como siempre.

Las Tres Viejas, que no habían quitado susojos de María Justa, se miraron entre sí.

—¡Pobrecita! —se lamentó en voz baja doñaConsuelo.

—Tan humilde, ¿no? —bisbiseó doña Mar-tina—. ¡Tan atenta en su desgracia!

Doña Carmen, al oírlas, dejó de soplar sucafé y arrugó el entrecejo.

—Una perla en la basura, como quien di-ce—gruñó sordamente—. ¡Una mosca blanca! Lle-va toda la cruz de la familia. ¡Y qué familia! Nose la merecen, no. ¡Bien sabe Dios que no se lamerecen!

Doña Martina y doña Consuelo aguzaronel oído, llenas de curiosidad. Pero doña Carmenguardó silencio, mirando recelosamente a las TresCuñadas Necrófilas.

—¿La vieron recién? —insistió doña Mar-tina—. Estaba por llorar, y se contuvo.

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—Hace mal —opinó doña Consuelo—. Seríamejor que se desahogara.

Una sonrisa triste se dibujó en los labiosde doña Carmen.

—No puede —les advirtió—. Igualita en to-do a la finada, mi comadre, ¡que Dios la tenga ensu gloria! Me cansaba de pedírselo: “Llore, coma-dre, le hará bien”. Y ella sin soltar una lágrima. Laprocesión iba por dentro, como quien dice.

—Sí, sí —ronroneó doña Martina—. He oídoalgo.

—¡Todo se lo llevó a la tumba! —concluyódoña Carmen—. En fin, ahora está mejor quenosotras.

Pero doña Consuelo se moría de curiosi-dad.

—¿Mala vida? —preguntó en voz baja.

—De perros —farfulló doña Carmen—. ¡Siestas cuatro paredes hablaran!

—Algo he oído —volvió a ronronear doñaMartina.

Entonces doña Carmen, que sentía ya unairresistible comezón en la lengua, se inclinó ha-cia sus dos vecinas y les confió algo increíble, sinduda, porque doña Consuelo se quedó con la bocaabierta, como si no diese crédito a sus oídos.

—¿Él? —exclamó al fin doña Consuelo,mirando soslayadamente hacia el ataúd.

—¡Que Dios lo haya perdonado! —afirmódoña Carmen—. No era un mal bicho, como quiendice. Pero cuando a un hombre le da por la chu-pandina...

—¿Y con el mismo látigo? —preguntó aúndoña Consuelo como anonadada.

—Como a las yeguas del pisadero —rezon-gó doña Carmen—. ¡Lo vi con estos mismos ojosque ha de tragarse la tierra! Y no había caso de

meterse, porque cuando estaba en copas era unafuria y no respetaba ni a Cristo.

—¡Barbaridad! —suspiró doña Martina, cla-vando sus ojos en el féretro de Juan Robles.

Doña Carmen siguió el rumbo de aquellamirada.

—Como dije —aclaró—, no era malo en elfondo. ¡Había que verlo al día siguiente, cuandose le pasaba la mona! Los ojos agachados, comosi el hombre anduviese con remordimientos; dan-do vueltas alrededor de su mujer, queriendo ha-blar y sin saber qué decir. Entonces le traía, queun cortecito de género, que una libra de chocola-te, que un dulce de guayaba. ¡Se le fue lo mismo!La velamos en esta misma pieza. (...)

Leopoldo Marechal10

El velorio del angelito

En las provincias del norte argentino no sellora la muerte de los niños chicos. Una bocamenos en la tierra, en el cielo un ángel más: lamuerte se bebe y se baila, desde el primer cantodel gallo, con largos tragos de aloja y chicha y alson del bombo y la guitarra. Mientras los bailantesgiran y zapatean, se van pasando al niño de bra-zo en brazo. Cuando el niño ha sido bien mecidoy festejado, rompen todos a cantar para que em-piece su vuelo al Paraíso. Allá va el viajerito, ves-tido con sus mejores galas, mientras crece la can-ción. Y le dicen adiós encendiendo cohetes, conmucho cuidado de no quemarle las alas.

Eduardo Galeano11

Ficha Lengua 8/2

Marechal, L. Adán Buenosayres.

Galeano, E. Memoria del fuego 3; El siglo del viento, Catálo-gos Editora, Buenos Aires, 1987.

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Las abejitas del monte

Las supersticiones y el saber popu-lar

Ficha Nº 9

Ficha Lengua 9/1

(...) Don Fritz von Gronick, salió muy deprisa.

Don Herr von Klautz iba taciturno y moli-do; el rocín que le había tocado en suerte era unjaco trotón y asustadizo. El pobre sabio llevabalas posaderas llagadas, el vientre flojo y en-foscados los ojos de alimaña montés. (...) Ávidosmosquitos, silenciosos tábanos, lo acometían as-tuta y solapadamente. (...) Tan frescas estabanlas llagas ocasionadas por el movimiento de lasilla, que el desgraciado sabio tenía que llevarlas asentaderas al aire. Durante varias horas nohabía podido conversar con su compañero quemontaba una jaca rucia y que no le perdía laspisadas al viejo Rodulfo. A don Herr von Klautzhervíale la sangre. Cada vez que escuchaba losespantosos baladros de los toros orejanos y losveía asomar entre la hierba salvaje y enmaraña-da, chispeantes los ojos, negra el ágata del cuer-no, se amedrentaba. Un calor húmedo y sofocantelo estragaba: sudaba a mares.

El camino de herradura, a lo largo de lahermosa quebrada, trepaba un cerro y señalabaotro. Frondosos helechos y corpulentoshormocolles, lo mantenían a la sombra. Cerca,veíanse ribazos coronados de tipas y cedros; aba-jo, en lo profundo, corría el río montañés mur-murando la canción de las nieves eternas.

En el Rincón, Herr von Klautz topó con unlabrador que venía guiando su yuta cargada depesadas vigas. El sabio preguntó:

—¿Alpamisque? ¿Zancudo?

—¡Ajam! ¡Ajam! El viejo Alpamisque, el grin-go Zancudo... allú, allú van sus cumpas —contes-tó el labrador señalando con el dedo.

El viejo Rodulfo montaba un caballito zai-no, apocado, uno de esos caballejos de montañapor los cuales no daríamos cinco pesos.

Herr von Klautz, entenebrecido, siguió ca-mino adelante, llevando al aire las llagadas posa-deras y enfoscados los ojos de alimaña montés.

El viejo Rodulfo iba alegre, cantando unavieja tonada, sin preocuparse de la suerte de susdesgraciados compañeros. A medio día, sintió uncosquilleo y se apeó.

—Aura vamos a encender fuego y chucearel matambre pa esperarlos a los gringos; vendránlos pobres con la guata floja —dijo y cogió unasramas secas. Al rato apareció Fritz von Gronick.El cansancio y el dolor habían apagado la lum-bre de sus ojos mansos. (...)

—¿Ha visto ño Fri que era medio largo eltirón y fiera la subida?

—¡Oh, no!...ton Rodulfo... muy interesante(...) Tomé una serie de pistas, muy interesantes,para mi colectión.

—Nai qué más quiere, entonces...

—La técima vez que pasé el río, vi folar unpicho muy interesante, pero muy interesante. Ycho penetré en el bosque y lo maté, con mi pis-tola.

—¡Eh gringo bárbaro!

—Ustedes, en su itioma intio lo chamanKakuy.

—¡Eh bárbaro!... Qué ha ido a hacer... Ya sepuede ir confesando aunque sea conmigo. ¡Ehbárbaro! El que mata un kakuy se muere al otrodía.

—¡Oh no!... Nosotros no tenemos miedo alas supersticiones tontas. El picho es muy inte-resante. Quiero sorprender al doctor von Klautz.Usted no tiga una palabra.

—Lo que le puedo asegurar, ño Fri, es quea usté no le durará la vida hasta mañana (...)

—¡Oh no!, muy interesante. ¿Quiere ustedverlo?

—¡Huy! ¡huy!, téngalo en la bolsa.

(...) Cuando acabaron de comer, siguieronandando (...) Al atardecer, el viejo Rodulfo habíadicho: —Ya vide unos cuantos calán-raco al pa-sar el río; los bichos estaban junto a las piedras,tomando agua. Es buena seña: la casa llena demiel la tienen cerca. Trasmontaremos ese alto ycuando estemos en el Cerro Pastoso, allá los va-mos a encontrar (...)

Con el alba se levantó el viejo Rodulfo, en-cendió fuego y fumando un chala se fue a montearsolito (...) El Cerro Pastoso estaba cerca cubiertode hermosos arbustos y tupidos pastos.

El viejo Rodulfo se había teñido de verde lacara, el cuello y las manos.

—¿Está ústed enfermo, ton Rodulfo? —lepreguntó von Gronick.

—Nada; me pasé con un yuyo fresco pa queno se me arrimen los calán-raco, porque si nohago así, ni yo voy a quedar. Aquí traigo unosgajos pa refregarlos a los caballos. ¿Quieren quelos refriegue a ustedes?

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—¡Oh no! Nosotros muy acostumbrados acazar apejas salvajes. ¿Cómo se chama el ejem-plar que ústed ha traído?

—Lo llaman el yuyo hediondo. Es buenopa espantar tuitas las abejas del monte. Cuandole sienten el olor, a uno no se le arriman. ¿Quie-ren que les refriegue la cara con el yuyo?

—¡Oh no!... muy interesante.

—Allá, en el cañadón ya me topé con loscalán-raco; parece que la casa está llena de miel;ya me descubrieron los camperos...

—¿Los cam-pe-ros? ¿Peo-nes cam-pe-ros?

—Los camperos son los calán-raco que notrabajan en los panales y que salen lejos y seocupan de bombear y bombear. Si descubren al-gún cristiano, prontito mandan un chasque acomunicarles la noticia a los que trabajan. Y to-dos se preparan a pelear.

La mañana era fresca; el cielo estaba teñi-do de un azul turquí. Corría el alegre vientecillode las cumbres. Por intervalos, se oía el agudosilbido de las águilas que pasaban buscando pre-sa, recogidas las garras, la mirada de zahorí.

(...) A la entrada del cañadón, de rompe yrasga, los sorprendió un aguacero de bichos ar-mados de terribles aguijones.

—¡Se nos vienen encima! ¡Aura sí! ¡Los cam-peros! ¡Nos van a matar! —gritaba el viejo Rodulfocomo un loco. Los caballos amusgaron las orejasy se espantaron.

Los calán-raco llegaban en escuadronescerrados, se lanzaban furiosos sobre los dos ex-tranjeros, locos de venganza. Llegaban unos,caían; llegaban otros y otros. Goteaban como elimpetuosos aguacero.

El viejo Rodulfo huyó cuesta abajo (...)

Fritz von Gronick y el sabio doctor vonKlautz, cayeron vencidos. Los calán-raco se amon-tonaron a millares. Mientras lloraba el kakuy so-litario, los dos hombres blancos sintieron que semovía la montaña, que rebosaba el río, que ar-dían los bosques, que se hundía el cerro y vieronaproximarse la noche negra con su legión fantás-tica de sombras...

Fausto Burgos

Ficha Lengua 9/2

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El eclipse

Las supersticiones y el saber popu-lar

Ficha Nº 10

Ficha Lengua 10/1

Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintióperdido aceptó que ya nada podría salvarlo. Laselva poderosa de Guatemala lo había apresa-do, implacable y definitiva. Ante su ignoranciatopográfica, se sentó con tranquilidad a esperarla muerte. Quiso morir allí, sin ninguna espe-ranza, aislado, con el pensamiento fijo en la Es-paña distante, particularmente en el conventode Los Abrojos, donde Carlos V condescendierauna vez a bajar de su eminencia para decirleque confiaba en el celo religioso de su labor re-dentora.

Al despertar se encontró rodeado por ungrupo de indígenas de rostro impasible que sedisponían a sacrificarlo ante un altar, un altar quea Bartolomé le pareció como el lecho en que des-cansaría, al fin, de sus temores, de su destino, desí mismo.

Tres años en el país le habían conferido unmediano dominio de las lenguas nativas. Intentóalgo. Dijo algunas palabras que fueron compren-didas.

Entonces floreció en éluna idea que tuvo por dignade su talento y de su cul-tura universal y de suarduo conocimientode Aristóteles. Recor-dó que para ese día seesperaba un eclipsetotal de sol. Y dispuso,en los más íntimo, va-lerse de aquel conoci-miento para engañar asus opresores y salvarla vida.

—Si me matáis—les dijo— puedo ha-cer que el sol se oscu-rezca en su altura.

Los indígenas lomiraron fijamente y

Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos.Vio que se produjo un pequeño consejo, y espe-ró confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después, el corazón de FrayBartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehe-mente sobre la piedra de los sacrificios (brillantebajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientrasuno de los indígenas recitaba sin ninguna in-flexión de voz, sin prisa, una por una, las infini-tas fechas en que se producirían eclipses solaresy lunares, que los astrónomos de la comunidadmaya habían previsto y anotado en sus códicessin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Augusto Monterroso12

Monterroso, A. El eclipse, en Cuentos Clasificados 0, CántaroEditores, Buenos Aires, 1998.

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Ficha Lengua 10/2

Chercos, matuastos,salamancas o sierramorenas

... son otros de los tantos nombres de laslagartijas con mala fama, portadoras de ponzo-ñas o poderes maléficos. (...) Recuerdo haber oídoen Alta Gracia (Córdoba) un relato sobre uno deestos lagartos: “Lo mordió un cherco cuando unpaisano de a caballo quiso abrir una tranquera, yahí nomás desenfundó el facón y con un fuerte gol-pe se cortó el dedo mordido, apoyándolo sobre elmarco de la tranquera. El paisano se envolvió lamano con un pañuelo, y siguió su camino. Cuandoal atardecer pasó por el lugar quiso ver el dedo cor-tado, que seguía allí en la tranquera, pero estabaenormemente hinchado y, por curiosidad, lo tocócon la punta del facón, pero el dedo tumefacto esta-lló salpicándolo; esa noche era cadáver”.

José M. Gallardo13

DonGumersindo Gregorio

... era el hombre “más comprendido” deLoma Larga y sus alrededores. Desempeñaba fun-ciones de guarda sanitario, juez, consejero, adi-vino y curandero.

Todos los días, el viejo Gregorio recibía yevacuaba toda clase de consultas.

—Güenos días, don Gume.

—Güen día che. Pasá. Sentáte. ¿Qué se teofrece?

—El macho ruano y la mula moina estánhinchaus juera fiero: parece que se han comíucampanilla cuando veníamos de Humahuaca.

—Hacéles corpachar y dales a tomar aguade compajampi. Yo te puedo pasar si querés; aquítengo un poquito.

—Don Gumersindo, vengo a que loadevine a mi chango. Maver si me da un conse-jo. No para ni ande: se va pal obraje y en segui-da que trabaja un poquito se hace botar. Viaja aLedesma y güelve a los días con el cuento queno hay conchabo. Lo i´ hecho calzar en el alma-cén del compadre Ortega, en Tilcara, y no hadurao ni un mes. De atender aquí los sembrauso campiar hacienda, no quiere ni oyer. Ratos hayque me dan ganas de agarrarlo a guascazos pa´ver si se compone.

—Esperáte hombre. No te aflijáis. En segui-da te lo vu´ a sacar en la coca.

Dibujó con un huesito una circunferenciaen la tierra, puso unas hojas de coca en la palmade su mano y, con un fuerte soplido, las hizo vo-lar dentro del círculo, miró con toda atención lasposiciones que tomaron y dijo:

—Lo que tiene tu hijo es que alguno quete tiene bronca, le ha aventao el rastro. Ahora,lo que usté debes hacer, es ir a comprar Tierrade la Virgen, ande alguna de las bolivianas quevenden remedios en el mercau de Tilcara, jun-tarla con tierra de siete lugares diferentes y, biencaipido, ponerle al mozo en su montura sin quesepa.

—Don Gume, he veníu pa´ ver si me pue-de hacer perder estos granos que me ha salíu enla cara.

—¡Ay Lorenza! Patente esto es maradura.Seguro que ti has hecho agarrar con la tierra enalgún ojo de agua. Pa´ sanarte tenís que ponertecon unto i´ víbora.

Don Gumersindo, por sus muchas funcio-nes, tenía que andar bastante por todo el distri-to, a veces de noche, y siempre solo...

Sixto Vázquez Zuleta14

Gallardo, J. M. Anfibios y reptiles. Relatos y leyendas, etimo-logías, usos y abusos, Librería Agropecuaria, Buenos Aires,1994.

Vázquez Zuleta, S. Paso a medianoche, en El cuento fantásti-co en Jujuy de Terrón de Bellomo, H., Dirección Provincial deCultura de Jujuy.

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AGUAFUERTES RURALES

Ficha Lengua 11/1

“Si quieren llevarse mis riquezas...

Ficha Nº 11

Las supersticiones y el saber popular

tienen que pagarme su precio; cinco car-gas de leña, un costal de caramelos y la sangrede dos carneros”, me dijo un gringo, en mi sueño.

Últimamente resultaban soplados mis dis-paros, ¿no sabía por qué? A pesar de mi expe-riencia como maestro barretero y perforista nome salían bien los trabajos. Mi ayudante me mirómolesto y apesadumbrado cuando el capataz nosdijo: “Si no sacan buen disparo, mañana serán des-pedidos del trabajo”.

Toda mi experiencia de viejo minero puseen práctica esa noche que soñé mi labor. Contodas mis fuerzas golpeaba con el combo de docelibras, al barreno de tres pies sos-tenido por mi ayudante. En el in-termedio de la jornada (...) un ratitodormité y soñé; “Esta noche sacaránun buen disparo; pero mañana arro-jen al pique Auxiliar las cosas que tepedí”, agregó el gringo.

(...) Esa noche mi disparobotó una carga equivalente a tresdisparos; los lamperos limpiaronuna noche y dos días. Los ingenie-ros y los capataces muy contentosnos felicitaron, con miradas que exi-gían más y más producción.

Cinco cajetillas de cigarros,una arroba de coca y varios litros devino arrojamos al pique Auxiliar.

La veta de mineral mejoróostensiblemente. Desde entoncescon poquísimo esfuerzo hasta dur-miendo en las horas de trabajocumplíamos muy bien las tareas.Nuestros disparos batieron los ré-cords de producción y avance. Losjefes continuaban halagándonos,premiándonos y nos abrazaban acada rato. Varios años yo y mi ayu-dante vivimos felices.

“Tengo mucha sed. No quierovino sino la sangre de dos carneros.Para cumplir tienen un plazo de tresdías”, me dijo el mismo gringo enotro sueño. Pero por estar entrete-nidos atendiendo otros compromi-sos, nos olvidamos del pedido y laadvertencia del gringo. Y nueva-

mente mis disparos resultaban soplados. Todotrabajo nos salía mal. Los jefes nos desprecia-ban, nos insultaban, amenazaban con botarnos.

En otra noche cuando dormía en mi laborsoñé: que el gringo con varias mangueritas noschupaba la sangre, “Quiero sangre de dos hombrespara calmar mi sed”, repetía.

Lograron rescatarnos de la mina, sin unagota de sangre en las venas; pero palpitandonuestros corazones...

Wanka Wilka15

Carlos Alonso, “Espacio vital”. Agua-fuerte y aguatinta.Wilka, W. El socavón plateado, Editorial Jujuymanta, San Salva-

dor de Jujuy, 1996.

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AGUAFUERTES RURALES

Ficha Lengua 11/2

Salamanca

Los dos hombres llegaron a la parada delcolectivo.

El refugio era como muchos otros: un cuar-tito de ladrillos sin revocar y techo de zinc. Aden-tro, había un viejo que gesticulaba y parecíahablar con un compañero invisible.

Se miraron y sonrieron.

El más joven pensó que tenía tiempo an-tes de que pasara el ómnibus y, sorteando losarbustos espinosos, se dirigió atrás de la casillapara orinar.

Apoyó una mano en la pared y con la otrase desabrochó el pantalón. Concentrado en elcharco que iba creciendo a sus pies, apenas per-cibió las risas y la música: de pronto alzó su ca-beza y se vio en medio de la fiesta.

Volvió la vista hacia abajo y comprobó quela tierra mojada del suelo se había convertidoen piso embaldosado.

Algunas parejas habían dejado de bailary lo observaban divertidas. El muchacho repa-ró en su incómoda posición y, venciendo elasombro que lo paralizaba, acomodó sus ropas.Hizo una mueca como disculpándose y se me-tió entre los invitados. Necesitaba encontrar unsitio tranquilo para reflexionar sobre lo quehabía sucedido.

Sentado en un sillón, mientras miraba lafiesta, intuyó que la explicación de aquel fenó-

meno no estaba a su alcance. Por el momento,se hallaba en una especie de bolichón lleno degente que se movía al ritmo de cumbias.

Distinguió, entre los huecos de una parejaque iba y venía por la pista, algo que acabó deconfundirlo: el viejo que había visto en la para-da hablando solo. Continuaba haciendo los mis-mos gestos, con igual expresión de seriedad. Ungrupo de personas tapaba a su posible interlo-cutor. Se inclinó un poco y asomándose logróuna mejor perspectiva.

Conversando con él, vio a un individuo deedad indefinida, quien al descubrirlo en esa pos-tura singular, lo saludó correctamente. Perturba-do, el muchacho tornó a sentarse como antes.

Aquel hombre tenía algún rasgo que loponía nervioso. La sonrisa, el mentón; los cuer-nos, quizá. Mientras confirmaba con terror suidentidad, el diablo se apersonó ante él y lo salu-dó de nuevo.

No le quedó otra alternativa que respon-derle.

—Permítame. Voy a presentarme. Soy eldueño de casa.

—Mucho gusto —dijo el muchacho sin atre-verse a mirarlo a la cara.

—Espero que no le haya molestado elmodo de invitarlo. Lo vi ahí tan solo... ¿Puedosentarme?

El otro le hizo lugar.

—Está linda la fiesta ¿no?

—Sí, señor.

—¿Usted no baila? Puedorelacionarlo con alguna seño-rita, si quiere.

—No, no; gracias. Des-pués.

—Es sólo una fiesta fami-liar —dijo el diablo—. Diviér-tase.

Y levantándose, desapa-reció de golpe. (...)

Jorge Accame16

Accame, J. Salamanca en El cuentofantástico en Jujuy, Ob. Cit.

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Ficha Lengua 12/1

La tía Ofelia

Ficha Nº 12

Las personas...

Hay gente con la que lavida se ensaña, gente que notiene una mala racha sino unacontinua sucesión de tormen-tas. Casi siempre esa gente sevuelve lacrimosa. Cuando al-guien la encuentra, se pone acontar sus desgracias, hastaque otra de sus desgracias aca-ba siendo que nadie quiere en-contrársela.

Esto último no le pasónunca a la tía Ofelia, porque ala tía Ofelia la vida la cercó va-rias veces con su arbitrariedady sus infortunios, pero ella ja-más aburrió a nadie con la his-toria de sus pesares. Dicen quefueron muchos, pero ni siquie-ra se sabe cuántos, y menos lascausas, porque ella se encargóde borrarlos cada mañana delrecuerdo ajeno.

Era una mujer de brazosfuertes y expresión juguetona, tenía una risaclara y contagiosa que supo soltar siempre en elmomento adecuado. En cambio nadie la vio llo-rar jamás.

A veces le dolían el aire y la tierra que pi-saba, el sol del amanecer, la cuenca de los ojos.Le dolía como un vértigo el recuerdo, y como lapeor amenaza, el futuro. Despertaba a mediamañana con la certidumbre de que se partiríaen dos, segura de que el dolor se la comería degolpe. Pero apenas había luz para todos, ella selevantaba, se ponía la risa, se acomodaba el bri-llo de las pestañas, y salía a encontrar a los de-más como si los pesares la hicieran flotar.

Nadie se atrevió a compadecerla nunca.Era tan extravagante su fortaleza, que la gentecomenzó a buscarla para pedirle ayuda. ¿Cuálera su secreto? ¿Quién amparaba sus afliccio-nes? ¿De dónde sacaba el talento que la mante-nía erguida frente a las peores desgracias?

Un día le contó su secreto a una mujer jo-ven cuya pena parecía no tener remedio:

—Hay muchas maneras de dividir a losseres humanos —le dijo—. Yo los divido entre

Mastretta, A. Mujeres de ojos grandes,Editorial Planeta, Buenos Aires.

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El monito

Llore Monito, llore. Usted puede. A ustedse le permite, que no es vergüenza llorar cuan-do las lágrimas tienen la pureza recóndita deaquello que llega desde el corazón que no quie-re aflojar ante terceros. Tal vez, pibe, tal vezMonito, son las mismas lágrimas que, años atrás,no tantos quizás, usted tuvo que enjugar con elrevés de la mano sucia de tierra en el fondo dela casita del patio con geranios y malvones delbarrio Arroyito. Tal vez son las mismas lágrimasvertidas por la rabia, la impotencia, la vergüen-za, ante el coscorrón justiciero de su viejitalaburante cuando usted no llegaba a la hora es-tablecida para tomar la leche.

¿Cómo iba a entender su madre, Monito,aquel cariño entrañable por la pelota de fútbol,

a Osvaldo Ardizzone

Julio Lavallén, “Una mujer”. Óleo sobre tela.

los que se arrugan para arriba y los que se arru-gan para abajo, y quiero pertenecer a los pri-meros. Quiero que mi cara de vieja no sea tris-te, quiero tener las arrugas de la risa y llevárme-las conmigo al otro mundo. Quién sabe lo quehabrá que enfrentar allá.

Ángeles Mastretta17

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Ficha Lengua 12/2

Fontanarrosa, R. Nada del otro mundo y otros cuentos; Edi-ciones de La Flor; Buenos Aires; 1987.

Galeano, E. Días y noches de amor y de guerra, Ob. Cit.

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que lo mantenía lejos de lacasa, demorado en ese roman-ce infantil con la de cuero, enlos yuyales sabios del campitoque no sabía de redes ni de cal,tras de la vía? ¿Cómo podía en-tender su viejo, pibe, su viejo,don Telmo, el genovés terco decanzonetta y nostalgia, su no-viazgo purrete con la de gajosy ese chanfle, los taquitos y larabona? Porque no era, no,una piba quinceañera, rubia ypizpirita, de ojos celestes comola de la pulpera de Santa Lu-cía, lo que a usted le impedía volver en el hora-rio, a gritos reclamado por su madre. No era,no, Monito, el despertar púber del primer amorenredado en los últimos giros de un trompo oen la galleta enojosa del hilo de un barrilete, elque lo hacía terminar los deberes de la escuelaa las corridas y escapar luego, gorrión ansioso,pájaro encendido, hacia la complicidad abiertade la calle, el griterío alborozado de los pibes yel llamado seductor de un taconeo. No Monito,lo suyo era más simple, como son simples lascosas que nacen del corazón y eluden las fríasespeculaciones de la mente. No. Lo suyo era tansólo la caricia tierna de la capellada de su botínzurdo en la pelota, el toque, la volea, la suelaque aprieta el fútbol indócil y lo convence, lopersuade, lo amaestra. Lo suyo era el amague,el pique corto, el freno seco, y el pecho amigopara que allí se durmiera la bella amada cuan-do caía desde el cielo como un globo cansado devolar sin rumbo cierto. ¡Mire qué fácil, pibe, queera aquello! De la misma forma en que el amor,el puro amor, se presenta, florece y crece comouna flor nocturna, como un clavel del aire bro-tado en la luminosidad escasa de un pasillo, asícreció en usted el sortilegio. Nadie le enseñó,como no se enseña el dolor ni la paciencia, ni sesabe de dónde surge el gusto por silbar o el dehablar bajo. Usted ya lo traía impreso, se lo digo,quizá desde el fondo de la historia de ese barrioque ha visto nacer a tantos ídolos y guarda en elaire la vibración, el eco, el reverbero de mil go-les gritados en la tarde, atronando el cemento,quebrando la quieta y asombrada calma de surío. O lo aprendió como se aprenden estas co-sas, mirando a los demás, tratando de atraparcon ojos asombrados el misterio metafísico delchanfle, la secreta ley física que hace que el ba-lón vaya hacia allá y dé una vuelta. Por eso, portodo eso, pibe, no se inquiete si lo ven aflojar ysu mirada se empaña como el cristal de una

El vientoen la cara del peregrino

Edda Armas me habló, en Caracas, del bis-abuelo. De lo poco que se sabía, porque la his-toria empezaba cuando él andaba cerca de lossetenta años y vivía en un pueblito bien aden-tro de la comarca de Clarines. Además de vie-jo, pobre y enclenque, el bisabuelo era ciego. Yse casó, no se sabe cómo, con una muchachade dieciséis.

Dos por tres se le escapaba. No ella: él. Sele escapaba y se iba hasta el camino. Ahí se aga-zapaba entre los árboles y esperaba un ruido decascos o de ruedas. El ciego salía al cruce y pe-día que lo llevaran a cualquier parte.

Así lo imaginaba, ahora, la bisnieta: enancas de una mula, muerto de risa por los cami-nos, o sentado atrás de una carreta, envuelto ennubes de polvo y agitando, jubiloso, sus piernasde pajarito.

Eduardo Galeano19

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ventana cuando recibe el tamborileo sonoro dela lluvia. No. Llore Monito, llore. Usted puede.A usted se le permite. (...)

Roberto Fontanarrosa18

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Ficha Lengua 13/1

Tristezas de la otra banda

Ficha Nº 13

Los lugares...

(...) Y entonces, algo más allá, agazapadoy tenso, veo el alado resplandor del faro de LaPaloma que sobrevuela como una guadaña dehoja amarilla las copas de los árboles del par-que Andresito. Después, aunque invisibles, sien-to el rumoroso cobijo de los pinos y entreabro laventanilla y con el áspero olor del mar penetrael agrio perfume de la pinocha y yo me revistopez, barca, el viejo peregrino de la costa quenavega las profundas tierras para desembarcaren el mar. Los últimos árboles se incorporanvelozmente sobre las luces del pueblo. El ómni-bus, aminorando la marcha, resbala sobre laavenida Cruz del Sur, bien iluminada y silencio-sa, entre casas clausuradas y a oscuras. Sólo hayuna luz en el hotel Viola. Me apeo en la termi-nal, en otra noche, y el ruido del mar me en-vuelve como si echara pie en la cubierta de unbarco. Saludo al conductor, me calzo el bolsomarinero en un hombro y sobre el ruido de mispasos camino hacia el faro para mi primera ce-remonia de recién venido.

El faro repasa la oscuridad como un cho-rro blanco, firme, perfectamente recortado, cada60 segundos, que ahueca la noche y cuando sealeja volando deja como una fosforescencia enel aire salado. Aquí la noche es alta y rumorosa.El mar escarba la arena y revienta contra laspiedras, infatigable, y uno se mueve permanen-temente en el centro mismo de ese mágico ba-tifondo. Las luces del puerto blanquean el aire ala izquierda, al fondo de la bahía surcada porunos brillos largos que se arrugan a un mismotiempo, con el puntito rojo de la farola del mue-lle en mitad de la oscuridad que oculta a la esco-llera. El hotel Santa María está en sombras. (...)

Haroldo Conti20

Mar

En la angustia implacable de su insomnio,el mar daba vueltas incesantessobre su lecho de arenahasta que la luz del alba vino a calmarlo.

Cecilia Balcázar21

Conti, H. La balada del álamo carolina; Biblioteca Página 12;Editorial Rei Argentina, Buenos Aires.

Balcázar, C. La máquina mítica; Ediciones Guillermo Telch;Bogotá; 1987.

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Ficha Lengua 13/2

Noche en el río

Cuando se calla la tardeLevanta su voz el río.Alma y música es la marcha,Arena y piedra el camino.

Heladas, vientos y lluvias,Manantiales y rocíos.Cuánto de cumbre y de cielosEsconde la voz del río...

El cielo sobre las cumbres.Las cumbres sobre el abismo.La noche sobre las piedras.Y el mundo en la voz del río.

Atahualpa Yupanqui22

La ciruela gorda, de puro jugo que te inun-da de dulzura, debe ser comida, me enseñaste,con los ojos cerrados. La ciruela remolacha, depulpa apretada y roja, es para comer mirándola.

Te gusta acariciar el durazno y desnudar-lo a cuchillo y preferís que las manzanas ven-gan opacas para que uno pueda arrancarles elbrillo con las manos.

El limón te inspira respeto y las naranjaste dan risa. No hay nada más simpático que lasmontañas de rabanitos y nada más ridículo queel ananá, con su coraza de guerrero medieval.

Los tomates y los morrones parecen naci-dos para exhibirse panza al sol en las canastas,sensuales de fulgores y perezas, pero en reali-dad los tomates empiezan a vivir su vida cuan-do se mezclan con el orégano, la sal y el aceite,y los morrones no encuentran su destino hastaque el calor del horno les deja en carne viva ylas bocas nuestras los muerden con ganas.

Las especias forman, en el mercado, unmundo aparte. Son minúsculas y poderosas. Nohay carne que no se excite y eche jugos, carnede vaca o de pez, de cerdo o de cordero, cuandola penetran las especias. Nosotros tenemos siem-pre presente que si no fuera por las especias nohubiéramos nacido en América y nos hubierafaltado magia en la mesa y en los sueños. Al finy al cabo, fueron ellas las que empujaron a Cris-tóbal Colón y a Simbad el Marino.

Las hojitas de laurel tienen una linda mane-ra de quebrarse en tu mano antes de caer suave-

mente sobre la carne asada o losravioles. Te gustan mucho el ro-mero y la verbena, la nuezmoscada, la albahaca y la cane-la, pero nunca sabrás si es porlos aromas, los sabores o los nom-bres. El perejil, especia de lospobres, lleva una ventaja sobretodas las demás: es la única quellega al plato verde y viva y hú-meda de gotitas frescas.

Eduardo Galeano24

El mercado

Yupanqui, A., en Bornemann, E. Poesía infantil. Estudio y an-tología, Editorial Latina, Buenos Aires, 1977.

Coll, J. J. Otros días, en: Cortázar de Seghezzo, L. I. Enseñanzaprimaria y cultura tradicional. Salta: Com. Bic. Exam. de Obrasde Autores Salteños, 1990.

Galeano, E. Días y noches de amor y de guerra, CatálogosEditora, Buenos Aires, 1984.

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Cafayate

(...)Casas blancas con las puertasde maderas coloradas.calles solas donde el vientoruge en el filo del alba.(...)

Juan José Coll23

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Eduardo Rey, “Mercado de Pisac”, Perú1993. Fotografía.

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Ficha Lengua 14/1

El tigre cebado

Ficha Nº 14

Los animales...

Media entre las ciudades de San Luis y SanJuan un dilatado desierto que, por su falta com-pleta de agua, recibe el nombre de travesía. Elaspecto de aquellas soledades es por lo generaltriste y desamparado, y el viajero que viene delOriente no pasa la última represa o aljibe decampo, sin proveer sus chifles de suficiente can-tidad de agua. En esta travesía tuvo una vez lu-gar la extraña escena que sigue. Las cuchilladas,tan frecuentes entre nuestros gauchos, habíanforzado a uno de ellos a abandonar precipitada-mente la ciudad de San Luis, y ganar la travesíaa pie, con la montura al hombro, a fin de esca-par de las persecuciones de la justicia. Debíanalcanzarlo dos compañeros tanluego como pudieran robar loscaballos para los tres.

No eran por entoncessólo el hambre o la sed los pe-ligros que le aguardaban en eldesierto aquel, que un tigre ce-bado andaba hace un año si-guiendo los rastros de los via-jeros, y pasaban ya de ocho losque habían sido víctimas de supredilección por la carne hu-mana. (...)

Cuando nuestro prófugohabía caminado cosa de seis le-guas, creyó oír bramar el tigrea lo lejos, y sus fibras se estre-mecieron. Es el bramido del ti-gre un gruñido como el delchancho, pero agrio, prolonga-do, estridente, y sin que hayamotivo de temor, causa un sa-cudimiento involuntario en losnervios, como si la carne se agi-tara ella sola al anuncio de lamuerte.

Algunos minutos des-pués del bramido se oyó másdistinto y más cercano; el ti-gre venía ya sobre el rastro, ysólo a una larga distancia sedivisaba un pequeño algarro-bo. Era preciso apretar elpaso, correr, en fin, porque losbramidos se sucedían con másfrecuencia, y el último eramás distinto, más vibrante queel que le precedía.

Al fin, arrojando la montura a un lado delcamino, dirigióse el gaucho al árbol que habíadivisado, y no obstante la debilidad de su tronco,felizmente bastante elevado, pudo trepar a sucopa y mantenerse en una continua oscilación,medio oculto entre el ramaje. Desde allí pudoobservar la escena que tenía lugar en el cami-no; el tigre marchaba a paso precipitado olien-do el suelo, y bramando con más frecuencia amedida que sentía la proximidad de su presa.Pasa adelante del punto en que aquél se habíaseparado del camino, y pierde el rastro; el tigrese enfurece, remolinea, hasta que divisa la mon-tura, que desgarra de un manotón esparciendo

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AGUAFUERTES RURALES

en el aire sus prendas. Mas irritado aún con estechasco, vuelve a buscar el rastro, encuentra alfin la dirección en que va, y levantando la vista,divisa a su presa, haciendo con el peso balan-cearse el algarrobillo, cual frágil caña cuandolas aves se posan en sus puntas.

Desde entonces ya no bramó el tigre;acercábase a saltos, y en un abrir y cerrar deojos, sus poderosas manos estaban apoyándosea dos varas del suelo sobre el delgado tronco, alque comunicaba un temblor convulsivo que ibaa obrar sobre los nervios del mal seguro gau-cho. Intentó la fiera un salto importante; diovuelta en torno del árbol midiendo su altura conojos enrojecidos por la sed de sangre, y al fin,bramando de cólera se acostó en el suelo, ba-tiendo sin cesar la cola, los ojos fijos en su presa,la boca entreabierta y reseca. Esta escena horri-ble duraba ya dos horas mortales; la postura vio-lenta del gaucho y la fascinación aterrante queejercía sobre él la mirada sanguinaria, inmóvil,del tigre, del que por una fuerza invencible deatracción no podía apartar los ojos, había em-pezado a debilitar sus fuerzas, y ya se veía próxi-mo el momento en que su cuerpo extenuadoiba a caer en su ancha boca, cuando el rumorlejano de galope de caballos le dio esperanzasde salvación.

En efecto, sus amigos habían visto el ras-tro del tigre, y corrían sin esperanzas de salvar-lo. El desparramo de la montura les reveló ellugar de la escena, y volar a él, desenrollar suslazos, echarlos sobre el tigre empacado y ciegode furor, fue la obra de un segundo. La fiera es-tirada a dos lazos, no pudo escapar a las puñala-das repetidas con que en venganza de su pro-longada agonía, le traspasó el que iba a ser suvíctima. “Entonces supe lo que era tener mie-do”, decía el general don Juan Facundo Quiroga,contando a un grupo de oficiales este suceso.

Domingo F. Sarmiento25

Ficha Lengua 14/2

Sarmiento, D.F. Facundo. Civilización y barbarie, Editorial Cla-ridad, Buenos Aires.

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Ficha Lengua 15/1

Perros tras el ganado

Ficha Nº 15

Los animales...

Y eran cuatro los perros que ayudaban ala Antuca: Zambo, Wanka, Güeso y Pellejo. Ex-celentes perros ovejeros, de fama en la región,donde ya tenían repartidas muchas familias cuyahabilidad no contradecía al genio de su raza. Eldueño, el cholo Simón Robles, gozaba de tantafama como los perros, y esto se debía en parte aellos y en parte a que sabía tocar muy bien laflauta y la caja, amén de otras gracias.

Habitualmente, en el trajín del pastoreo,Zambo caminaba junto a la Antuca, ajochandoa las rezagadas; Wanka iba por delante orien-tando la marcha y Güeso y Pellejo corrían porlos flancos de la manada cuidando que ningunaoveja se descarriara. Sabían su oficio. Jamáshabían inutilizado un animal e imponían su au-toridad a ladridos por las orejas. Sucede que otrosperros innobles a veces se enfurecen si es que

encuentran una oveja terca y terminan pormatarla. Zambo y los suyos eran pacientes yobtenían obediencia dando una pechada o tiran-do blandamente del vellón, medidas que aplica-ban sólo en último término, pues su presenciaceñida a un lado de la oveja indicaba que elladebía ir hacia el otro, y un ladrido por las orejas,que debía dar la media vuelta. Haciendo todoesto, en medio de saltos y carreras, eran felices.

Ni la tormenta podía con ellos. A veces, elcielo oscuro, aún siendo muy temprano, comen-zaba a chirapear. Si estaba por allí el Pancho,ofrecía su poncho a la Antuca. Era un bello pon-cho de colores. Ella lo rechazaba con un “asínomá” discreto y emprendían el retorno. Lasgotas se hacían más grandes y repetidas, luegocaían chorros fustigantes, retumbaban los true-nos y los relámpagos clavaban en los picachos

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violentas y fugaces espadas de fuego. Los perrosapiñaban el rebaño hasta formar con él una man-cha tupida de fácil vigilancia, conduciéndolo amarcha acelerada. Era preciso vadear las que-bradas y arroyos antes que la tormenta acrecierasu raudal tornándolos infranqueables. Nunca seretrasaron. Avanzaban rápida y silenciosamen-te. En los ojos de las ovejas se pintaba el terror acada llamarada y a cada estruendo. Los perroscaminaban tranquilos chorreando agua del pe-lambre apelmazado por la humedad. Detrás, larueca hecha bordón para no resbalar en lajabonosa arcilla mojada, la falda del sombrerode junco vuelta hacia abajo para que escurrie-ran las gotas, caminaba la Antuca, rompiendocon liviano impulso la red gris de la lluvia.

Pero casi siempre retornaban a su lugarcon tiempo calmo, en las últimas horas de latarde, envueltos en la feliz policromía del cre-púsculo. Encerraban las ovejas en el redil, y laAntuca entraba en su casa. Su tarea terminabaallí. Diremos de paso que la casa era como po-cas. De techo pajizo, en verdad, pero sólo unade las piezas tenía pared de cañas y barro; laotra estaba formada por recias tapias. En el co-rredor, frente a las llamas del fogón, su madre,llamada Juana, repartía el yantar al taita SimónRobles y a los hermanos Timoteo y Vicenta. Lapastora tomaba su lugar en el círculo de comen-sales para compartir la dulzura del trigo, el maízy los ollucos. Los perros se acercaban también yrecibían su ración en una batea redonda. Allíestaba igualmente Shapra, guardián de la casa.No se peleaban. Sabían que el Timoteo esgri-mía el garrote con mano hábil.

La noche iba cayendo entre brumasvioláceas y azules, que por último adensabanhasta la negrura. La Juana apagaba el fogón,cuidando de guardar algunas brasas para reavi-var el fuego al día siguiente, y luego todos seentregaban al sueño. Menos los perros. Allí, enel redil, taladraban con su ladrido pertinaz laquieta y pesada oscuridad nocturna. Como sedice, dormían con un solo ojo. Es que los zorrosy pumas aprovechan el amparo de las sombraspara asaltar los rediles y hacer sus presas. Hayque ladrar entonces ante el menor ruido. Hayque ladrar siempre. Por eso, cuando la claridades tal que las bestias dañinas renuncian a suscorrerías, los canes ladran también. Ladran a laluna. Ella, la muy pingüe y alba, amada de poe-tas y damas románticas, hace ante los perros elpapel de puma o zorro hambriento.

—Guau..., guau..., guauuuuúú...

Las voces de Zambo y su familia, junto conlas de otros perros vecinales, formaban un coroululante que hacía palpitar la noche andina.

Ciro Alegría26

El caracol de ámbar

Dulce regalo: me mandaron hoy una cajallena de rosas. Por la habitación se ha extendidoun suave olor a primavera y súbitamente el co-medor parece aclarado y alegre con el jarróndel centro de la mesa lleno de flores. Entre ellashay unas menuditas y blancas, tan sutiles, quese diría que son de aire coagulado. Creo que lesllaman flor de miel, a causa de su perfume, se-mejante al de los panales llenos. De pronto, mihijo grita:

—¡Mamá: un caracol!

Es verdad: sobre la lisa superficie de unahoja, camina un caracol. Es chiquito, no másgrande que una avellana.

Y tiene un color transparente como si su“casa” estuviera hecha de ámbar. Al tocarlo seha inmovilizado, ocultándose con su rápido ins-tinto de conservación. Para mi hijo es una ma-ravilla. Hace rato que está quieto junto a la mesarepitiendo, de vez en cuando, ese estribillo quesaben los chicos.

¡Caracol, col, col,saca los cuernos al sol!

Y es como si, de pronto, nos hubiera llega-do un huésped simpático. En nuestra vida quie-ta y silenciosa el hecho más pueril adquiere unaimportancia inusitada. Y el imprevisto caracolde ámbar, transparente y chiquito, se ha gana-do, de pronto, nuestros sentimientos de ampa-ro. Y todos, en la casa, sentimos por él no sé quéafecto supersticioso, como si fuera una mascotaviva. Y nos decimos unos a otros:

—¿Qué alegría nos traerá este pequeñocaracol, comilón de rosas?

Juana de Ibarbourou27

Alegría, C. 1939. Los perros hambrientos en: Kovacci, O. y Salva-dor, N. Nueva Antología, Editorial Huemul, Buenos Aires, 1980.

De Ibarbourou, Juana. El cántaro fresco; en: Kovacci, O. y Salva-dor, N. Nueva Antología; Editorial Huemul, Buenos Aires, 1980.

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Ficha Lengua 15/2

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Ficha Lengua 16/1

¿Existen las ciudades?¿O son vapores que las personas echan por la boca?

Ficha Nº 16

Los momentos...

A la hora de la siesta, presos en el cuarto,mi hermano y yo estábamos alertas a las vocesde la calle, que nos llamaba. En aquellos tiem-pos la ciudad tenía otra música: escuchábamoslos cascos de los caballos del carro del hielo y lasiringa del afilador de cuchillos, y después ibanpasando el triángulo del barquillero, el pregóndel vendedor de helados y el organillo de lacotorrita de la suerte, que adivinaba los destinoscon el pico.

Galeano E., Días y noches de amor y de guerra, Ob. Cit.2828282828

Al menor descuido de mamá, nos escapá-bamos. Recorríamos las calles arrojando piedri-tas a las ventanas de los amigos. Cuando la ban-da estaba completa, nos íbamos a fumar barbade choclo a los baldíos. Los pescados inmundosde las cañadas eran más sabrosos que los al-muerzos familiares y mejor que el cine era ha-cer una fogata, al abrigo de las arboledas de lacosta, para asar y comer un chorizo robado. Cadauno tenía derecho a un mordisco. Nuestro botínde la jornada chorreaba gotitas de grasa hirvientey se nos inundaba la boca.

Eduardo Galeano28

El Tomi©, Revista Fierro.

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Ficha Lengua 16/2

Entre todos,si se escucha bien,formamos una sola melodía

Atravesando el campode helechos llego a la orilla deun río.

Ésta es una mañana deluz limpia. Corre una brisasuavecita. Desde la chimeneade la casa de piedra, el humose desprende y ondula. En elagua navegan los patos. Unavela blanca se desliza entrelos árboles.

Mi cuerpo tiene, estamañana, el mismo ritmo quela brisa, el humo, los patos yla vela.

Eduardo Galeano29

Antonio Berni, “Team de fútbol o Campeones de Barrio”. Óleosobre tela.

El recuerdo y el olvidoen el barrio de Flores

(...) Recordemos, recor-demos todo el tiempo. No ol-videmos nada. Ni el color denuestras corbatas perdidas, niel olor a tiza y sudor del cole-gio, ni el calor del asfalto so-bre los pies descalzos, ni elgusto a jazmín de los besos enla noche, ni el aroma de launtura blanca.

Si nos espera el olvido,tratemos de no merecerlo.

Alejandro Dolina30

Galeano, E. Ob. Cit.

Dolina, Alejandro. Crónicas del Ángel Gris, Ediciones de LaUrraca, Buenos Aires, 1988.

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Ficha Lengua 17/1

La decadencia de la bolita

Ficha Nº 17

Los juegos...

Resulta difícil hablar sobre la desaparicióndel juego de la bolita sin entrar en espinosas con-troversias.

Desde luego, se trata de un asunto com-plejo y puede ser examinado según criterios muydiferentes.

Las personas sencillas afirman simple-mente que se trata de una decisión de los chi-cos, arbitraria, inexplicable y —por lo tanto—indigna de ser discutida.

Los psicólogos, antropólogos, electrotécni-cos y aun los contadores suelen llamar la aten-ción sobre la influencia de otros entretenimien-tos de emoción más sostenida, como la televi-sión, el billar japonés, el cerebro mágico o laspalabras cruzadas.

Los Refutadores de Leyendas niegan quehaya existido jamás un juego semejante y seoponen con argumentos inex-pugnables al mito de la viejaniñez romántica.

Por el contrario, los Hom-bres Sensibles aseguran que ladesaparición del juego de lasbolitas es el resultado de unaconjura universal.

Este punto de vista esmuy interesante y vale la penaelucidarlo.

En su monografía Faltanbolitas, el pensador de Flores,Manuel Mandeb, plantea uninterrogante que nos deja per-plejos. Veamos.

“...Este juego parece haberempezado a languidecer en 1960.Pero puede afirmarse que en esemomento ya hacía por lo menoscincuenta años que se jugaba.Entonces había veinte millones dehabitantes en el país. Y no erademasiado audaz afirmar que, en el medio siglo desu auge, el juego de la bolita había sido practicadopor diez millones de individuos en uno y otro mo-mento de sus vidas. Ahora bien: ¿cuántas bolitasposeía cada niño aficionado, como promedio? Diga-mos cincuenta. Multipliquemos: cincuenta por diezmillones. Son quinientos millones de bolitas. Bien,volvamos al presente: ¿alguno de ustedes ha vis-to una bolita en el último año? Seguramente no.

Yo pregunto: ¿dónde están los quinientos millo-nes de bolitas? ¿Quién las tiene?

Y no me digan que el tiempo las destruyó por-que el viento y la lluvia no son suficientes para des-trozar una bolita...

Las canchas han sido arrasadas y hasta pa-vimentadas, los hoyos fueron rellenados, los juga-dores se han visto tentados por otras disciplinas.Alguien está borrando todo vestigio del paso de lasbolitas por esta tierra...”

Inspirado quizás en el trabajo de Mandeb,este texto pretende asentar las reglas, la técni-ca y la estrategia de las bolitas. La tarea no estan fácil como parece. A favor de la campañadesarrollada por los Refutadores de Leyendas ylos Amigos del Olvido, casi nadie recuerda los

reglamentos. Por lo demás, todos sabemos queen cada cuadra había matices en la interpreta-ción de cada norma lúdica.

No obstante, luego de la publicación deesta nota, es probable que algún pequeño nú-mero de Pibes Sensibles se ponga a jugar, aun-que más no sea a modo de desplante ante elUniverso.

El Tomi© (Rita La Salvaje). Revista Fierro.

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I - Las bolitas

Se trata de pequeñas esferas, casi siem-pre de vidrio. Su diámetro es variable: las máschicas se llaman “piojos” o “pininas”, las media-nas son más frecuentes y están también las gran-des o “bolones”, que suelen utilizarse en el jue-go del Triángulo.

Años atrás podían reconocerse diferentespelajes de bolitas.

Las más hermosas eran las “lecheras”. Enellas predominaba el blanco, siempre mezcladocon algún otro color. Eran semiopacas, no sepodía ver a través de ellas y la variedad de dise-ños y combinaciones era enorme.

Estaban también las semitransparentes, decolores fríos, casi siempre verdes o azules. Erancomo cachos de sifón. En el interior a veces seadivinaba un filamento gelatinoso y más bienrepugnante. Salvo excepciones, eran unas bolitasde porquería.

Sin embargo, la última generación de ni-ños jugadores sólo conoció esas bolitas.

Las lecheras desaparecieron misteriosa-mente. Miles de personas jamás han visto una.Las más recientes son las llamadas “bolitas ja-ponesas”, más livianas que las convencionales ytotalmente inútiles para jugar. Su aspecto es elde una esfera transparente con un papelito decolor en el interior.

Todo niño poseía una bolita preferida, queera la que utilizaba para jugar. Se la llamaba“puntera”. El resto de las bolitas servía para pa-gar las deudas provenientes del juego. Si acasouna racha adversa obligaba al niño a entregarla puntera, se le otorgaba a esta noble bolita elvalor de cuatro o cinco.

También pueden citarse -como curiosidad-las bolitas de barro, los aceritos y hasta las deplástico (indefectiblemente ovaladas).

La identidad de los fabricantes de bolitas

es un enigma. Nunca hubo marcas, ni envases,ni publicidad. Algo muy raro debe haber en todoeso. (...)

El pasto ya ha crecido sobre las canchas.Los chicos ya no tienen las rodillas sucias. Los pan-talones de medidas infantiles no tienen bolsillos.

El pavimento y las baldosas lo cubren casitodo. Mandeb quizá tenía razón.

Existe una conjura universal para impe-dir el juego de la bolita.

Alguien tiene que ocuparse de indagar lasrazones de este complot y -si es posible-desbaratarlo.

Y hay que encontrar los quinientos millo-nes de bolitas perdidas. Hace pocos días, el au-tor de esta nota trató de dar con el frasco dondeguardaba unas pocas docenas. No estaba. Tam-poco estaba la caja de las chapitas, el álbum defiguritas ni el trompo ni los autitos con masilla.

Algo malo debe de estar ocurriendo.

Alejandro Dolina31

Dolina, A. Ob. Cit.

Galeano, E. Días y noches de amor y de guerra, Ob. Cit.

3131313131

Los hijos

Álvaro, el mejor amigo de Claudio, lo invi-ta a las funciones de su circo de escarabajos.Claudio me contó cómo es el circo. Hay una pistade pastitos y alrededor una empalizada de pali-llos de colgar ropa. Con alambres, maderitas ypiolines, Álvaro inventó una cantidad de juegosde esos que les gustan a los escarabajos. Son tor-pes los pobres bichos, con sus armaduras de gue-rreros, pero Claudio los ha visto, en el circo deÁlvaro, haciendo piruetas en gran forma: se ba-lancean en los trapecios, saltan el salto mortal,dan vueltas en la calesita y saludan al público.

Eduardo Galeano32

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Ficha Lengua 17/2

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Aguafuertes RuralesProyecto Educación Artística

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AGUAFUERTES RURALES

PresentaciónPresentaciónPresentaciónPresentaciónPresentación

Estas Fichas de Educación Artísticaforman parte del proyecto “Aguafuertesrurales”. A lo largo de los distintos momen-tos de su desarrollo irán leyendo cada unade ellas, según lo indicado en el Cuadernode Orientaciones.

Las fichas de Educación Artística sontres y en ellas encontraran informaciónacerca de distintos temas relacionados conla técnica del grabado:

FICHA NO1: LA TÉCNICA DEL GRABADO

Contiene una descripción de estatécnica de las artes visuales, susprincipales características y de susdiferentes procedimientos de rea-lización.

FICHA NO2: LA HISTORIA DEL GRABADO

Desarrolla una breve síntesis his-tórica que relata sus orígenes en

Oriente y su posterior difusión ydesarrollo en distintas sociedades;y su utilización para diversos fines.

FICHA NO3: EL GRABADO EN EL RÍO

DE LA PLATA

Relata la historia del grabado enel Río de la Plata y quiénes fueronalgunos de los artistas que utiliza-ron y contribuyeron al desarrollode esta técnica en nuestro país.

La lectura de las fichas les permitirátener un panorama amplio de esta técnicay de su contexto histórico. Algunos proce-sos de trabajo, por sus características, nopueden ser desarrollados en la escuela peroesperamos que despierten su curiosidad yque, motorizados por el deseo de conocermás y acceder a nuevas producciones, bus-quen la ayuda de distintos especialistas.

Carlos Sessano. Xilografía.

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Ficha Educación Artística 1/1

Ficha Nº 1

La técnica del grabado

El grabado es, junto con la pintura, la escul-tura y el dibujo, una de las técnicas tradicionalesde las artes plásticas.

Se llama grabado a la técnica por la cual laimagen no se obtiene trabajando en formadirecta sobre ella, sino a partir de la impre-sión de una matriz previamente elabora-da por el autor.

La matriz (también llamado taco o plancha)es un elemento que funciona como molde origi-nal del que se obtienen copias iguales. Las ma-trices para el grabado se pueden realizar en dis-tintos materiales: madera, metal, materiales sinté-ticos, yeso, etcétera.

La impresión es el proceso por el cual sereproducen palabras, imágenes o dibujos sobrepapel, tejido, cuero u otros materiales. Estos pro-cesos permiten obtener muchas reproduccionesidénticas de un original por medios manuales,mecánicos y tecnológicos.

La estampa es la imagen que resulta de im-primir de la matriz sobre un soporte.

Matrices realizadas sobre distintosmateriales (madera y metal) y sus co-rrespondientes estampas.

El empleo de piedras talladas para sellarquizá sea la forma más remota de impresión, deuso común en la Antigüedad como sustituto de lafirma y como símbolo religioso. Los artefactosestaban formados por sellos para imprimir sobrearcilla, o por piedras con dibujos tallados.

La máquina que se utiliza para transferir latinta desde la plancha de impresión a la páginaimpresa se denomina prensa.

Prensa de grabado

El grabado puede realizarse por medio dediversos procedimientos:

La monocopia.

El estarcido.

El grabado en relieve.

El grabado en hueco.

Las técnicas mixtas o combinadas.

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Ficha Educación Artística 1/2

La monocopia

Es una composición realizada con tinta opintura sobre una placa o superficie plana no ab-sorbente, por lo general se emplea el vidrio perotambién se puede usar una lámina de metal o dealgún material plástico.

Se puede crear la imagen pintando directa-mente sobre la superficie de la lámina o medianteun proceso que consiste en cubrir la plancha conpintura e ir dibujando con los dedos o con un pin-

cel, eliminando pintura de algunas zonas hasta for-mar la imagen deseada. En ambos casos se aplicaun papel sobre la placa trabajada con la pintura;frotando el dorso del papel, la imagen quedarátransferida al mismo.

La monocopia es un procedimiento que per-mite realizar una impresión única; sólo se puedeobtener una buena reproducción de cada placa.

Proceso de realización de monocopia.

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Ficha Educación Artística 1/3

El estarcido

Es un tipo de grabado que se obtiene porimpresión de una plantilla con zonas abiertas (quedejan pasar la tinta) y otras cerradas (que impidensu paso). Se puede hacer una plantilla recortandoo calando la imagen deseada en una hoja de papelduro; el dibujo aparece como un espacio abiertocon zonas sólidas alrededor36. Otra posibilidad esconfeccionar una plantilla con una tela de mallaabierta que se coloca bien tensada sobre un bas-tidor. Con algún elemento sellador (como porejemplo cola o pintura sintética) y según el dibu-jo que se quiera realizar, se tapan determinadaszonas de la tela.

Grabado en relieve

Consiste en tallar algunas zonas de la ma-triz, plancha o taco para crear la representacióndeseada. El artista quita material según un dibujopreviamente realizado, utilizando para ello herra-mientas filosas y cortantes (gubias y formones).Como resultado de este proceso la matriz que-dará con zonas cavadas en bajorrelieve y otras enlas que la imagen sobresale.

Para hacer las matrices se pueden utilizardistintos materiales. El más antiguo y tradicionales la madera. En este caso el procedimiento delgrabado se denomina xilografía. Otros materia-les utilizados para hacer las matrices son por ejem-

En el Cuaderno de plástica No 1 de 9o año, vos utilizaste esteprocedimiento en la realización de los distintivos y del sistemade señales.

11111

En ambos casos la plantilla se coloca sobre unsoporte y se hace pasar tinta o pintura a través delos orificios o zonas recortadas para reproducir eldibujo. Al pasar por las zonas que no están selladas,la tinta atraviesa el tejido y se deposita en el papelque está debajo, reproduciendo el dibujo. Se pue-den realizar tantas impresiones como se deseen.

Entre las técnicas de estarcido más moder-nas se encuentra la serigrafía, actualmente utili-zada tanto por diseñadores comerciales comopor artistas.

plo: placas de yeso, de telgopor, planchas de linó-leum, etcétera.

Para imprimir la imagen se impregna el tacocon tinta, usando para ello un rodillo. La tinta sedeposita en las formas que están en relieve, y se-rán éstas las que quedarán impresas. En cambio,las zonas cavadas no recibirán tinta y quedarán enblanco o con el color del soporte.

Luego de entintar el taco, se coloca una hojade papel sobre el mismo y se frota el reverso dela hoja para ayudar a que la tinta se adhiera al pa-pel y la imagen quede impresa.

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Grabado en hueco

En este tipo de grabado hay también zonashuecas, incisiones realizadas sobre la plancha demetal, ya sea utilizando diversos instrumentospuntiagudos o “rebajando” algunas zonas de laplancha por corrosión por medio de ácidos. Cadauno de estos procedimientos del grabado en hue-co permite conseguir distintos efectos visuales.

Este tipo de grabado es, de alguna manera, elinverso del grabado en relieve; porque en este caso

la tinta de impresión se deposita en los huecos oincisiones y son entonces las formas o líneas hue-cas las que se estampan sobre el soporte.

Los procedimientos más conocidos de estetipo de grabado son: el aguafuerte, el aguatinta yla punta seca.

Ficha Educación Artística 1/4

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Punta seca

El artista dibuja la imagen sobre una láminade zinc o de cobre, utilizando para ello una herra-mienta especial llamada buril; también se puedeemplear cualquier otro elemento de punta afila-

da que permita hendir la chapa. A medida que sevan dibujando líneas, se van produciendo surcoshundidos en la chapa, donde se depositará la tintaque luego resultará estampada en el soporte.

Aguafuerte

Para hacer un grabado al aguafuerte, serecubre una plancha de metal con una sustanciaprotectora resistente a los ácidos; usualmente losartistas emplean brea o pintura asfáltica. Se dibujala imagen sobre la chapa de metal con una puntametálica muy afilada y al hacerlo, va eliminando lacapa que protege la chapa.

A continuación se sumerge la plancha enácido, que carcome la zona de metal que ha que-dado sin protección. La cantidad de tiempo deinmersión de la chapa en el ácido determina quelas líneas obtenidas sean de mayor o menor pro-fundidad.

Abraham Vigo,“La Feria”.Aguafuerte.

Ficha Educación Artística 1/5

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Aguatinta

Los grabados al aguatinta surgen por el de-seo de algunos artistas de recrear el efecto de laaguada en los grabados. En el aguatinta se expo-nen a la acción del ácido ya no líneas (como en elcaso anterior) sino planos o zonas más extensasde la imagen. Luego se sumerge la plancha en áci-do que corroe la superficie en las zonas que noestán protegidas.

El tiempo de exposición al ácido determi-nará zonas más o menos corroídas que al estam-par se convertirán en grises más claros o más os-curos. El aguatinta puede combinarse con el agua-fuerte y la punta seca.

Pablo Picasso, “El pintor y la modelo”.Aguatinta combinada con punta seca.

Ficha Educación Artística 1/6

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Ficha Nº 2

La historia del grabado

El grabado se origina en la necesidad deobtener varia copias iguales o muy similares deuna misma imagen, para responder a distintas si-tuaciones que se le plantearon al hombre a medi-da que la cultura se fue desarrollando.

Los grabados más antiguos tienen su origenen China. Esto no es casual, ya que fue en estepaís en donde se inventó el papel hacia el año105 a.C. Para que los discípulos chinos pudieranestudiar sus libros sagrados, se hizo necesarioidear alguna forma de reproducir las imágenessagradas y los textos clásicos. Cincelados en gran-des losas de piedra plana, se realizaron las prime-ras matrices que luego se imprimían en papel.

La técnica del grabado tuvo un gran desa-rrollo no sólo en China sino también en Japón,país que creó la técnica del grabado en relieve ylo que hasta hoy se conoce como “estampas japo-nesas”. Las primeras estampas eran semejantes alas tarjetas postales; al principio se realizaban enblanco y negro y luego se introdujo la estampaciónen color con múltiples plantillas.

Hacia mediados del siglo XIX un grupo deartistas reunidos en París, entre los que se encon-traba Van Gogh, redescubrió el valor artístico delas estampas japonesas, las que ejercerían una graninfluencia sobre el arte moderno.

Hokusai, “La ola”.

Hokusai, “Vista del Fuji Yama”.

Vincent Van Gogh, “Autorretrato”. Pintura.

Paul Gauguin, “Naturaleza muerta contres perritos”. Pintura.

Ficha Educación Artística 2/1

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AGUAFUERTES RURALES

Junto con las técnicas de la fabricación delpapel, durante la Edad Media el grabado pasó aEuropa, procedente del Lejano Oriente.

Originariamente, los grabados medievalesfueron tallados en tacos de madera, para luegoser entintados y estampados. Las primeras estam-pas se utilizaron para fabricar juegos de cartas, en-tretenimiento popular de la época; mediante estetipo de fabricación se podían vender baratas yaque se producían en grandes cantidades.

En la Edad Media, gran parte del desarrollode las comunidades se centraba alrededor de laiglesia. Dado que el grabado permitía la repro-ducción de imágenes, el clero utilizó esta técnicapara educar cristianamente al pueblo mediante ladifusión de estampas que representaban escenasde la vida de Jesús, de la Virgen María y de lossantos, así como historias de la Biblia.

Estampas de naipes de la Edad Media.

Estampas de santos de la Edad Media.

Se creía que los santos representados te-nían facultades sobre distintos aspectos de la vidacotidiana: algunos eran bienhechores del hogar,otros protegían a los viajeros, cuidaban la salud,etcétera Las estampas formaron parte de la vidadiaria y las personas las prendían de sus ropas, lascolocaban en el interior de sus cofres, las coloca-ban en puertas, chimeneas y ventanas, etc. Estasestampas de santos de la Edad Media dieron ori-gen a las actuales “estampitas”, que desde hacetiempo ya se reproducen por otros medios.

El grabado sobre madera fue utilizado tam-bién en la Edad Media, para las estampaciones so-bre telas. Aquellas iglesias que no contaban conrecursos para adornar sus paredes con frescos,mosaicos o tapices, las ornamentaban con gran-des paños con imágenes religiosas impresas pormedio de la técnica del grabado.

Ficha Educación Artística 2/2

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AGUAFUERTES RURALES

Hasta este momento, los libros se copiabanen forma manuscrita y sus ilustraciones eran reali-zadas una por una por especialistas llamados“iluminadores”. Con la difusión del grabado, comen-zaron a tallarse textos e imágenes sobre tablas demadera que luego se reproducen. Cada tabla talla-da corresponde a una página del libro que, inicial-mente se imprimían de un solo lado. Luego losiluminadores pintaban con color las ilustraciones,los ornamentos y las letras mayúsculas, como erausanza en esa época.

Estos libros se conocen con el nombre de“libros tabelarios” y constituyen un antecedentede la imprenta. Con la aparición de la imprenta detipos móviles, la reproducción de textos se alejóde las técnicas del grabado, que continuaron sudesarrollo en calidad de hecho artístico.

Hacia mediados del siglo XVI las estampashabían alcanzado gran popularidad y se utilizabanpara distintas formas de ilustración, incluyendoretratos, mapas y estudios topográficos.

A lo largo del tiempo el grabado adquiriómayor libertad expresiva; los artistas fueron in-corporando nuevos materiales y herramientas ycreando nuevas formas de realización. Por ejem-plo, a las matrices talladas en madera se les suma-ron otras realizadas sobre metal con distintos pro-cedimientos2.

En el siglo XIX, el grabado fue un recursoutilizado por distintos artistas para la difusión dela crítica social. El español Francisco de Goya, porejemplo, realizó una serie llamada “Los caprichos”(1797-1799) en la que critica y denuncia al cleroy al gobierno por su riqueza, su corrupción y suhipocresía. Durante la guerra contra la ocupaciónnapoleónica, Goya produjo su segunda serie degrabados llamada los “Desastres de la guerra”(1810), denunciando las atrocidades de la guerra.

El grabado se utilizó tam-bién como medio para ejercerla critica social mediante las ca-ricaturas publicadas en estam-pas, periódicos e ilustracionesde libros.

Ver Ficha No 1“La técnica del grabado”.22222

Francisco Goya, “Hombres voladores,máquinas voladoras”, serie: “Los dispa-rates”. Grabado.

Francisco Goya, “El sueño de la razónproduce monstruos”, serie: “Los capri-chos de la guerra”. Grabado.

Honoré Daumier, “La mejor parte”, serie:“Robert Macaire”. Grabado. (A la derecha, detalle).

Ficha Educación Artística 2/3

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Hacia fines del siglo XIX y en especial aprincipios del siglo XX, distintos artistas plásti-cos comenzaron a diseñar carteles y a reprodu-cirlos por medio de la técnica litográfica3; así naceel concepto de afiche tal como lo conocemos hoy(aunque sus diseños y procesos de realizacióneran diferentes).

Actualmente el grabado sigue siendo el me-dio de expresión de numerosos artistas de todo elmundo. La existencia de nuevos materiales ha lle-vado a los artistas a explorar, combinar y descubrirnuevas posibilidades para esta antigua técnica.

Ver Ficha No 1 “La técnica del grabado”.33333

Toulouse Lautrec, “Ambassadeurs” -Aristide Bruant en su cabaret. Afiche.

Rudolf Kalvach. Litografía para poster.

Oskar Kokoschka. Litografía para poster.

Ficha Educación Artística 2/4

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Ficha Nº 3

El grabado en el Río de la Plata

En el virreinato del Río de la Plata, el gra-bado nace a principios del siglo XVII en las Mi-siones Jesuíticas, a partir de la fundación, por partede esta orden religiosa, de la primera imprenta.Los jesuitas no sólo enseñaron a los aborígenesel oficio de la imprenta, sino también la técnicadel grabado.

Con la expulsión de los jesuitas en 1767, seinterrumpió el desarrollo del grabado en el Ríode la Plata. Si alguna familia adinerada deseaba po-seer una lámina realizada por medio de esta téc-nica, debía encargarla a España o al Perú.

Los primeros grabadores que trabajaron enla ciudad de Buenos Aires provenían del Perú, lu-gar que tenía una gran tradición y desarrollo en elarte de grabar la plata. El primer grabador argenti-no del que se tienen noticias, fue el correntinoManuel Pablo Núñez de Ibarra, cuyo oficio de maes-tro platero le permitió aplicar al grabado los pro-cedimientos de realización propios de su oficio.

Los primeros grabados realizados en Bue-nos Aires reflejan distintos aspectos de la vida co-tidiana, sus costumbres, los personajes de las dis-tintas clases sociales, etc. Durante largo tiempolos grabadores argentinos fueron muy pocos, lamayoría de los artistas eran extranjeros que visi-taron estas tierras y que, a partir de bocetos to-mados del natural, realizaban las planchas que lue-go estampaban y reproducían.

Indio Juan Yapari, grabadopara “De lo temporal y lo eterno”.

César Hipólito Bacle, “Señora porte-ña - Traje de baile”. Grabado.

Ficha Educación Artística 3/1

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Los rostros de muchos de los próceres denuestra historia, como por ejemplo los de SanMartín, Belgrano, Mansilla, el Almirante Brown,Balcarce, etc., fueron conocidos y divulgados gra-cias al grabado.

Los grabados en nuestropaís se realizaban, generalmen-te, sobre planchas de metal, he-rencia de la tradición platera, eltrabajo sobre las mismas era len-to y laborioso. En 1827, un viaje-ro francés llamado J.B. Douvilleintrodujo en Buenos Aires la téc-nica litográfica4, de creación bas-tante reciente en Europa.

Esta técnica revolucionóel mundo del grabado ya quepor sus características, la lito-grafía permite imágenes más li-bres, de rápida realización y delas que pueden obtenerse cen-tenares de copias sin que sedeteriore la matriz original.

En el año 1828 César Bacle, artista de ori-gen suizo, fundó el primer taller dedicado a la li-tografía, llamado “Litografía del Estado”. De él sa-lieron innumerables trabajos, entre ellos retratosde las personalidades políticas y militares de laépoca, una serie de cuadernos de imágenes lla-mados “Trajes y costumbres de la provincia deBuenos Aires”, la colección de las marcas de ga-nado de la provincia, las primeras caricaturas, pro-gramas ilustrados de teatro, planos, mapas, parti-turas musicales, folletos y libros.

Las variedad de producciones de este pri-mer taller litográfico muestra la gran cantidad deusos que se le dio al grabado en esa época.

De esa etapa se destaca el trabajo de Car-los Morel, quien retrató la vida y costumbres delas zonas rurales.

César Hipólito Bacle,“Exterior de una pulpería”. Grabado.

Carlos Morel,“Gaucho, traje de pueblo”. Grabado.

Ficha Educación Artística 3/2

Ver Ficha No 1 “La técnica del grabado”.44444

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La invención de la fotografía permitió cap-turar la imagen y reproducirla con mayor facili-dad, rapidez y objetividad que las técnicas del gra-bado. Es por eso que, en el siglo XIX el grabadose aleja de la función documental. Sin embargosiguió teniendo vigencia para la expresión artísti-ca y también para la crítica social a través de dis-tintos periódicos.

Tanto el siglo XIX como las primeras déca-das del siglo XX, fueron épocas de gran floreci-miento del libro ilustrado en la Argentina. A dis-tintos artistas grabadores se les encomendó latarea de ilustrar grandes textos de nuestra lite-ratura. Entre las realizaciones más importantes po-demos citar el “Martín Fierro”, para el que Bellocqrealizó 61 grabados en madera y numerosasviñetas ornamentales. También se ilustró“Juvenilia”, “Santos Vega”, “Facundo” y el “Faus-to”, entre muchos otros títulos.

Adolfo Bellocq, serie:“Historia de arrabal”. Xilografía.

Ficha Educación Artística 3/3

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El grabado sigue siendo en nuestro país latécnica elegida por muchos artistas plásticos quie-nes, a la vez que conocen el tradicional oficio degrabar y utilizan sus técnicas, experimentan nue-vos procedimientos

Antonio Berni fue un artista que desarrollóuna parte importante de su obra por medio deesta técnica y se interesó por explorarla e incor-porar nuevos materiales y procedimientos no tra-dicionales. Creó el xilo-collage, un procedimien-to que combina la xilografía5 con el collage.

Berni tallaba las planchas de madera traba-jadas como xilografías y les incorporaba diversosobjetos como telas, tuercas, tornillos, monedas,

puntillas etc. Cuando elartista realizaba la im-presión de la planchade madera, los distin-tos elementos apare-cían estampados apor-tando sus formas y tex-turas a la imagen.

Ver Ficha No 1 “La técnica del grabado”.55555

Antonio Berni, “El canciller”. Grabado.

Ficha Educación Artística 3/4

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Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Santa Fe 1548. BuenosAires. Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Libro de edición argentina.ISBN 950-00-0322-8. Primera Edición.

Material elaborado por los Equipos Técnicosde la Dirección Nacional de Programas Compensatorios

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