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Eugene François Vidocq Eugene François Vidocq (23 de julio de 1775 – 11 de mayo de 1857) fue el primer director de la Sûreté Nationale ('Seguridad Nacional') y uno de los primeros investigadores privados. La figura de Vidocq, que tuvo un pasado delictivo, inspiró a Víctor Hugo para los dos personajes principales de la novela Los miserables. Biografía La mayoría de las informaciones sobre la vida de Vidocq provienen de la biografía escrita por un escritor fantasma. Según esta biografía, Vidocq nació en Arras, el 23 de julio 1775. Su padre fue panadero. Cuando tenía 14 años, Vidocq robó algo de dinero de la panadería de sus padres y huyó de la ciudad. Planeaba navegar a América pero perdió

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Eugene François Vidocq

Eugene François Vidocq (23 de julio de 1775 – 11 de mayo de 1857) fue el primer director de la Sûreté Nationale ('Seguridad Nacional') y uno de los primeros investigadores privados. La figura de Vidocq, que tuvo un pasado delictivo, inspiró a Víctor Hugo para los dos personajes principales de la novela Los miserables.

Biografía

La mayoría de las informaciones sobre la vida de Vidocq provienen de la biografía escrita por un escritor fantasma. Según esta biografía, Vidocq nació en Arras, el 23 de julio 1775. Su padre fue panadero.

Cuando tenía 14 años, Vidocq robó algo de dinero de la panadería de sus padres y huyó de la ciudad. Planeaba navegar a América pero perdió todo el dinero y tuvo que unirse al Regimiento de Bourbon al año siguiente.

Soldado poco ejemplar, afirmó después que había luchado en 15 duelos. Durante la guerra con Austria accedió al cuerpo de granaderos, infantería de élite en ese momento. En 1792, Vidocq agredió a su oficial superior cuando éste rehusó participar en un duelo con él. Golpear a un oficial superior suponía la pena capital, por lo que Vidocq desertó y regresó a Arras.

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La Revolución Francesa estaba en auge. Vidocq afirmó que había salvado a dos nobles pero fue capturado y hubo de afrontar el mismo destino (guillotina). Su padre pidió a la familia Chevalier ayuda. Vidocq se enamoró de su hija, Louise, y se casó con ella cuando ésta afirmó que estaba encinta, algo que resultó ser falso. Cuando se dio cuenta de que ella tenía un romance con un oficial, marchó a Bruselas, donde adquirió un pasaporte falso con el nombre de Rousseau. En Bélgica cortejó a una baronesa de bastante edad y allá terminó uniéndose a una banda de criminales.

Se trasladó a París donde gastó su dinero en fiestas y prostitutas, volviendo a actuar de bandido y siendo arrestado en muchas ocasiones, pese a que logró escapar en todas ellas. También fue contrabandista. Cuando se rindió para limpiar su nombre fue arrestado y condenado a ocho años de trabajos forzados. Fue trasladado a una galera pero escapó otra vez usando un disfraz de monja.

En 1798 marchó a los Países Bajos y trabajó en un buque con patente de corso atacando naves inglesas. En Ostende, fue arrestado otra vez y enviado a Tolón. Logró a escapar con ayuda de otro criminal y volvió a Arras dónde se mantuvo oculto hasta el año 1800.

En 1801 se convirtió en el amante de la hija de un conde, haciéndose pasar por austríaco. Con ella se trasladó a Ruán, donde estuvo dos años, hasta que las autoridades lo encontraron otra vez. Tuvo que escapar a Boulogne donde se unió a una tripulación de corsarios y volvió a atacar buques ingleses (en aquella época se desarrollaban las guerras napoleónicas en Europa). Empero, un compañero informó a las autoridades en Boulogne y Vidocq fue nuevamente arrestado y trasladado a una prisión en Douai.

En Douai el Procurador General Ransom convenció a Vidocq para que apelara y solicitase un nuevo juicio. Vidocq estuvo esperando cinco meses, tiempo tras el cual volvió a huir. Durante este periodo, su esposa Louise le pidió el divorcio.

Vidocq trató de vivir como un comerciante en Faubourg Sant-Denis pero un año después fue nuevamente a prisión. Había intentado

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trabajar como maestro, pero un trato inadecuado con sus alumnas más adultas provocaría su expulsión del pueblo.

En mayo de 1809, con la promesa de amnistía, Vidocq ofreció sus servicios a la policía de París como infiltrado. El inspector Henry le retó que escapara de la guardia y volviera para probar su sinceridad, como así hizo.

Vidocq empezó a trabajar como un informador que escuchaba a otros prisioneros cuando hablaban entre ellos. Después de 12 meses la policía arregló su escape para que él pudiera trabajar como informador fuera de prisión. Cuando la clase criminal empezaba a sospechar, tomaba otras identidades y se disfrazaba. Una vez fue reclutado para matarse a sí mismo.

Finalmente, Vidocq sugirió la formación de la unidad de policía, llamada Brigade de Sûreté (Brigada de Seguridad') que más tarde se convirtió en la Sûreté Nationale (Seguridad Nacional). Mandaba a 12 detectives, de los que muchos fueron criminales como él. En 1817 tuvo 811 arrestos. Su renta anual fue de 5.000 francos y también trabajaba como investigador privado gratuitamente.

En 1814, a comienzos de la Restauración Francesa, Vidocq y la Sûreté trataron de controlar la situación en París. También actuaron contra aquellos que se aprovechaban de la situación post-revolucionaria para reclamar falsos títulos aristocráticos que les habían sido arrebatados durante la Revolución.

La madre de Vidocq murió en 1820, celebrándose su entierro en la catedral de Notre-Dame de París. Ese mismo año, Vidocq se casó con Jeanne-Victoire Guerin, quien murió en 1824. Se casó nuevamente en 1830 con Fleuride Maniez. Pese a todo, mantuvo una reputación de seductor.

En 1824, después su coronación, el rey Carlos X de Francia convirtió la policía en un arma política contra disidentes y rebeldes. Vidocq fue acusado de tener simpatías hacia los movimientos bonapartistas. Un nuevo jefe, Duplessis, forzó su renuncia a raíz de una cuestión trivial. Seis años más tarde, el sustituto de Duplessis, Henri-Joséphe Gisquet, volvió a reincorporarle al cargo.

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En 1830, tras la abdicación de Carlos X y el ascenso al trono de Luis Felipe I de Francia, se produjo un repunte de la inseguridad y la delincuencia, con el consiguiente aumento del trabajo policial. La aparición de una epidemia de cólera provocó una ola de disturbios el día 5 de junio, arrestando la Surete a docenas de insurgentes.

Algunos sectores de la policía no aprobaban sus métodos y empezaron a aflorar rivalidades y enfrentamientos. En 1832 fue forzado a dimitir tras la acusación de haber instigado un crimen, a través de un mediador, para obtener el mérito de resolverlo. Según el libro de Samuel Edwards, The Vidocq Dossier, las normas de la policía prohibían emplear a ex-convictos.

Vidocq abrió entonces una imprenta en la que volvió a emplear a antiguos criminales. El primer libro que intentó publicar fue su autobiografía. Vidocq empleó a L.F. L'Héritier de l'Ain para que le ayudase a escribirla. Sin embargo, muchos historiadores consideran que L’Héritier se tomó demasiadas libertades a la hora de narrar los hechos. No obstante, el propio Vidocq pareció estar de acuerdo en un primer momento, aun cuando sólo autorizó los dos primeros volúmenes, de un total de cuatro. Aún así, la biografía fue un éxito.

En 1833 fundó la primera agencia privada de detectives de la que se tiene constancia. Contratando a ex-convictos, creó así la «Oficina de Inteligencia» (Le bureau des renseignements), sufriendo la oposición de las fuerzas oficiales, que trataron de cerrarla en numerosas ocasiones. En 1842, la policía arrestó a Vidocq como sospechoso de detención ilegal, así como de haber robado los fondos de un caso de malversación que había resuelto. Fue condenado a cinco años de prisión y a una multa de 3.000 francos. No obstante, apeló y consiguió ser absuelto.

En sus últimos años, Vidocq escribió varias novelas basadas en sus experiencias en el mundo criminal. Algunos historiadores creen que su amigo, Honoré de Balzac, le ayudó. Cuando su mujer, Fleuride, murió en septiembre de 1847, se retiró y cerró su agencia, aunque ocasionalmente trabajaría para la policía.

En abril de 1857, Vidocq sufrió una parálisis que le inmovilizó en su hogar del distrito de Marais, en París, falleciendo el 11 de mayo de

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1857. Su funeral tuvo lugar el día siguiente en la iglesia de Saint-Denis du Saint-Sacrement.

Influencia

A Vidocq se le atribuyen multitud de avances en el campo de la investigación criminal, introduciendo los estudios de balística, el registro y creación de expedientes con las pesquisas de los casos, o la propia criminología. Fue el primero en utilizar moldes para recoger huellas de la escena del crimen. Sus técnicas antropométricas tendrían gran repercusión.

Se piensa que Edgar Allan Poe se inspiró en él para crear al detective C. Auguste Dupin, en 1841. También sería la inspiración de Émile Gaboriau a la hora de crear el personaje del detective Monsieur Lecoq, un investigador caracterizado por su constante uso del método científico. De nuevo, sería el referente de Jacques Collin (Vautrin), un personaje recurrente en multitud de novelas de Balzac.

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Eugene Francois Vidocq

El Primer Detective del Mundo Por Jim Fisher

La Investigación Criminal, como una función especializada dentro del ámbito de aplicación de la ley, sólo se ha practicado desde la primera o segunda década del siglo XX, y a continuación, por solo un puñado de profesionales. Este moderno cumplimiento de la ley no existía hasta el cambio de siglo XX, hasta entonces el orden civil era mantenido y asegurado por los militares, la seguridad privada, grupos de ciudadanos, miembros de la delincuencia, las familias de las víctimas y las organizaciones de vigilantes.

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A partir de [1825]1285, los ingleses emplearon un método de vigilancia policial al cual se refieren como el servicio de vigilancia, el cual consistió en un sistema compuesto por guardias y vigilantes nocturnos no remunerados. Los sistemas de servicios de vigilancia en Inglaterra y América colonial, fueron ineficaces contra el aumento de los índices de criminalidad y los delitos como los homicidios, violación y otros delitos de violencia, se trataban fuera del gobierno. Las víctimas de robo, si querían sus bienes devueltos, tenía que ofrecer recompensas para los vigilantes o un pago de rescate a los ladrones para que estos les devolviesen el bien objeto del delito. A la larga el sistema de vigilancia se derrumbó bajo el peso de la delincuencia y el escalonamiento sin guardias ni vigilantes.

La primera forma remota moderna de agencia de policía se inicio en Inglaterra, y fue la policía metropolitana de Londres (Scotland Yard), que fue establecida en 1829. En los Estados Unidos y específicamente en la ciudad de Nueva York, se creó el Departamento de Policía, que fue el primer organismo profesional de aplicación de la ley y se estableció en 1844, como un ente estadal independiente del poder judicial, similar a los estándares de hoy, sin embargo, a pesar de que el Departamento de Policía del ciudad de New York era un ente descentralizado, sus funcionarios eran indisciplinados y era una organización relativamente ineficaz en operación. La policía en diversas partes de la ciudad llevaban uniformes diferentes, las leyes no se aplican uniformemente en todo el municipios y la corrupción fue rampante.

Pasarían décadas para que la policía se desarrollara hacia los estándares que conocemos hoy en día y que se establecieran pautas de trabajo como el mantenimiento adecuado de los registros de antecedentes penales, que los procedimientos de investigación criminal fuesen establecidos seriamente y que los funcionarios fuesen entrenados y supervisados de forma calificada como ronderos (Patrulleros) y detectives contratados.

En Estados Unidos, la primera oficina de detective [Investigadores Criminales] fue creada en 1857 por el Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York, donde su celebre primer detective, Thomas J. Byrnes, nacido en Irlanda en 1842, y que llegó a Nueva York como un niño, luchó en la Guerra Civil y en 1863 se unió al Departamento de

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Policía de la ciudad de Nueva York como patrullero, resolvió en 1878, un robo en el banco Manhattan de donde sustrajeron tres millones de dólares y dos años más tarde Byrnes, fue nombrado jefe de los cuarenta hombres que conformaban la oficina de detectives.

En este momento la ciudad de Nueva York, con un tercio del tamaño de Londres, sobrepasaba en tres veces la cantidad de delitos de esta última ciudad, entre ellos esta ciudad tenía a algunos de los mejores ladrones profesionales, entre 200 y 300 casas de juego. Después de haber enseñado a sus detectives para que identificaran a los criminales de acuerdo con la manera en que estos cometieron sus crímenes y de lo cual es particularmente útil llevar un registro en las investigaciones de robos, Byrnes se convirtió en el padre americano del “Modus Operandi”, en las técnicas de investigación criminal. También fue uno de los primeros en América en utilizar rutinariamente informantes y porque tenía una reputación de golpear fuera de la sede policial a los sospechosos para lograr sus confesiones, con ello la adquisición de confesiones mediante la fuerza física no se consideró como un avance en el campo de la investigación criminal y ello dice mucho acerca de este período en la historia de la criminalidad.

Allan Pinkerton, fue quizás el más famoso e innovador investigador criminal de mediados de los años a fines del siglo XIX en los Estados Unidos. Nacido en Glasgow, Escocia en 1819, se trasladó a los Estados Unidos en 1842 donde tomó el comercio de fabricante de barriles. Se incorporó a la Cook County Sheriffs, oficina de la que en 1849 fue nombrado como el primer detective del Departamento de Policía de Chicago. Dimitió por una frustración y un año más tarde formó su propia agencia de investigación privada. En 1869, contaba con oficinas en todo el país, la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton, y se creó cuarenta años antes del FBI, fue la primera fuerza nacional de investigación. Su lema, "Nosotros nunca dormimos" y su logotipo de un ojo abierto, pasó a formar parte de la cultura americana y el símbolo de la lucha contra la delincuencia profesional.

Allan Pinkerton, fue uno de los primeros en América en comprender el valor del mantenimiento de los registros de antecedentes penales y como tal, comenzó la recopilación y registro de los datos de cada uno de los criminales en la era anterior de Alphonse Bertillon quien

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desarrolló un método de identificación de las personas mediante una serie de mediciones en el cuerpo humano, así como la ciencia de las huellas dactilares. Pinkerton, cada vez que un delincuente le era dado en custodia, le tomaba nota de las cicatrices, tatuajes, lunares y otras notables características físicas que lo distinguían de todos los demás. Pinkerton también había acumulado la mayor galería de fotos de delincuentes de su época. Las fotografías fueron inicialmente daguerrotipos, luego tintypes y cuando se desarrollo proceso de placa humedecida montó sus impresiones en papel y los reversos de estas fotografías eran un documento que llevaba la descripción física detallada de la persona, incluyendo notas en relación con los delincuentes y su especialidad en el mundo del delito.

Dado que en esta época en Estados Unidos, sólo había un puñado de personas dedicadas como investigadores criminales, como Thomas Byrnes y Allan Pinkerton. El primer texto en América de Investigación Criminal no se publicó hasta 1930 y la palabra "detective" no era de fácil ubicación en el Diccionario Oxford hasta 1843, año en que el escritor Charles Dickens, en su novela Sombría Cámara, creó al Inspector del caso, un personaje inspirado en un amigo que fue oficial de campo en la Scotland Yard, de esta forma Dickens fue el primer escritor de utilizar la palabra "detective".

Antes de mediados de 1800 cuando los pioneros como Thomas Byrnes y Allan Pinkerton, fueron sentando las bases para la investigación criminal moderna y antes de la era científica de la identificación criminal, era prácticamente imposible identificar y tratar adecuadamente con los delincuentes habituales. A menos que un oficial de policía, un carcelero, o una víctima recordara la cara del delincuente, el delincuente podría usar un alias para evitar ser detenido por una orden pendiente, o como un fugitivo, evitar ser devueltos a la cárcel y pocos acusados de esta época fueron condenados como reincidentes. Los problemas surgidos en la identificación de delincuentes durante este período se describen en un texto de 1935, publicado en América, llamado Técnicas Modernas de Investigación Criminal.

Los criminales planeaban diferentes métodos para no ser identificados y estos dieron lugar a graves errores, en épocas contemporáneas a comienzos del siglo XIX se realizaban en Londres, los

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"desfiles de identificación", una buena imagen de las condiciones que existían en tiempos antiguos. Debido a lo fuerte de las sanciones a los delincuentes, estos hacían todo lo posible para no ser capturados y con el fin de comprobar la identidad de estas personas, determinados días de la semana fueron designados para el desfile de los criminales recién detenidos, estos eran alineados en el patio de la cárcel y experimentados policías de los diferentes distritos de la ciudad los analizaban cuidadosamente para descubrir si los nombres y la identidad de los delincuentes eran las verdaderas.

El intento de identificar y realizar un seguimiento de los delincuentes, a veces era la más brutal, ello llevó a la práctica de Las Marca Infamantes. En Francia, los delincuentes se marcaban con hierros calientes como planchas y en Holanda, Rusia y China no se abandonaron estas prácticas hasta 1905. En Inglaterra y América colonial no era raro que a los delincuentes les cortaran sus orejas o le realizaban una división en la nariz. En la antigua India, los adúlteros tenían sus narices amputadas.

Fue durante este período, antes de la época de Thomas Byrnes y Allan Pinkerton, en que el francés y ex-convicto llamado Eugene Francois Vidocq, de treinta y cuatro años de edad, comenzó a trabajar como agentes operativos encubiertos para Monsieur Henry, el Prefecto de la Policía de París. Vidocq, era un criminal profesional, sus problemas con la ley tenían que ver con la muerte de un hombre en un duelo, un hombre que había capturado en la cama con su esposa. Su costumbre de escapar de la cárcel había alargado su condena por delitos menores y la creación de una cierta notoriedad y el respeto entre los oficiales de la policía. Su experiencia como un condenado también le hizo familiarizarse con el mundo de los criminales y esos conocimientos los ponía a buen uso en la solución de crímenes. Vidocq tuvo tanto éxito, que Monsieur Henry, en 1811, lo puso a cargo de la primera oficina de investigación que fue creada en Francia, una unidad dentro del Departamento de Policía de París a la cual Vidocq pidió poner el nombre de Surete. Con el tiempo la Surete pasaría a ser tan eficaz, sus servicios se pondrían a la disposición de todos de Francia.

Poco después fue nombrado jefe de la Surete, Vidocq, contrató como investigadores a ocho ex-convictos. Bajo la teoría operativa de que

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se necesita un ladrón para atrapar un ladrón, Vidocq simuló las detenciones de sus hombres con el fin de introducirlos en la cárcel, lugar donde se desarrolla la inteligencia en el mundo criminal. Sacó a sus hombres de la prisión organizando falsos escapes. Durante su primer año como jefe de la Surete, Vidocq y sus hombres detuvieron a 812 delincuentes importantes, todos los cuales fueron condenados y enviados a prisión.

A lo largo de sus veintitrés años de carrera como jefe de la Surete, el colorido y extravagante investigador, usando disfraces y engaños, lograba con frecuencia estar preso en las cárceles, o en las tabernas y nuevamente en las calles de París, mezclándose con los más notorios asesinos y ladrones de la ciudad. Cada vez que un delincuente era capturado con las manos en la masa, Vidocq ofrecería dos opciones: o bien que podía ir a la cárcel, o trabajar como informante. Utilizando esta técnica, Vidocq contrató a un pequeño ejército de confidentes que le mantenga informado de las actividades del inframundo.

La utilización de agentes encubiertos e informantes no son sólo innovaciones de Vidocq en la investigación de los delitos. También fue el primero en recoger inteligencia criminal y mantener los registros sobre cada uno de los delincuentes. Él guardó los archivos en tarjetas con un índice que contenía nombres, alias, descripción física, motivos de la detención y las historias de todos los detenidos. La detención creaba una tarjeta donde también se incluía una descripción de los penales donde había estado detenido el delincuente, su especialidad y su método de operación. Por ejemplo, si un ladrón era conocido como un ladrón de casas que sólo roban por la noche cuando los ocupantes duermen, esto sería escrito en la tarjeta. En 1833, Vidocq tenía una habitación llena con archivos de los delincuentes y mantenía a cuatro empleados para llevar al día ese registro policial a tiempo completo.

Vidocq decía cada día, no hay tal cosa como la ciencia forense. De hecho, había muy poca ciencia. Sin embargo, Vidocq utilizaba la ciencia junto con sus agentes, era una forma primitiva de ciencia forense que en un gran número de casos llevó a los criminales ante la justicia. En esto era un verdadero pionero, un hombre de gran ambición, imaginación y talento. Es quizás uno de los pocos genios en la práctica del arte y la ciencia de la investigación criminal. Lo que sigue son ejemplos de cómo

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se ha llevado la ciencia y la metodología científica para la investigación de la delincuencia:

En varias ocasiones durante los años de 1820, Vidocq investigó un caso en que un hombre llamado Lambert había utilizado una carta que había forjado para estafarle a una viuda su patrimonio. Lambert alegó en el juicio que la víctima se había equivocado en él y que el autor del delito era otra persona, es decir, que era un caso de identificación errónea. En apoyo de esta defensa, el abogado de Lambert tenía previsto presentar a su cliente como una persona respetable, un ciudadano respetuoso de la ley que nunca había estado en problemas con la justicia.

Vidocq ocupa la posición de la acusación y en la previsión de la defensa, se trajo con él un índice de la tarjeta del expediente penal de Lambert, en ese momento formado por 60.000 de ellos y donde Lambert figuraba con su nombre, descripción física, antecedentes penales y el método de operación delictual utilizado por este, como consecuencia el hombre era un estafador. Después de haber sido expuestos los expedientes, Lambert quedó aturdido. Vidocq, al abordar la cuestión de la carta falsificada, informó al tribunal que él había consultado a cuatro profesores de la Universidad de París que le habían asegurado que la escritura es única en cada persona, y a continuación, mostró al jurado la carta en tela de juicio y las muestras escritúrales tomadas de la mano del acusado. Todo esto fue demasiado para la parte demandada que confesó su delito y suplicó para la misericordia.

Vidocq, mediante la comparación de la escritura de la carta en tela de juicio identificó a la parte demandada con sus escrituras a mano y logró identificarlo como el autor del documento falsificado, cincuenta años por delante de su tiempo. Fue recurriendo a la experiencia y metodología estándar forense, si es que antes existía la ciencia forense. A través de este caso, se convirtió en el primer experto forense para examinar documento dubitados.

En 1822, Isabelle D'Arcy, la joven esposa de un hombre de negocios de París, fue muerto a tiros en un apartamento que compartía con su esposo. Su asesino había disparado una bala en su frente. Visto que ella era mucho más joven que su adinerado marido y tenía un amante, la policía sospecha que el marido le había disparado con una de

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sus pistolas dueling. Vidocq examinó las pistolas dueling y encontró que el interior de los barriles estaba libre de residuos de disparo, por lo que era dudoso que cualquiera de esas armas de fuego hubiese sido el arma homicida. También determinó que a la víctima se le habían desaparecido las joyas, lo cual le causó unas sospechas de robo como el móvil del delito, eliminando así el marido como principal sospechoso.

Para obtener más información sobre la naturaleza general del arma homicida, Vidocq pidió a los médicos cirujanos tomar la bala de la cabeza de la víctima, lo cual fue en realidad una autopsia cruda. En ese momento, los exámenes postmortem se estaban llevando a cabo en Inglaterra, Estados Unidos y en varios países europeos, pero en Francia la necropsia en un cadáver se considera como una profanación del mismo. Los médicos cirujanos extrajeron la bala, pero ello se hizo en secreto para evitar un escándalo público. Vidocq una vez tenía la bala, y fue capaz de determinar que era demasiado grande para haber sido disparados por las pistolas dueling propiedad del marido de la victima.

Sospechaban del novio de la víctima y Vidocq registró el apartamento de este y encontraron una pistola y las joyas propiedad de la víctima. La bala fatal encajaba muy bien en la cámara del arma del sospechoso. Cuando este se enfrentó con las pruebas, confesó que había asesinado a su amante por sus joyas. Vidocq había solicitado al tribunal un centenar de años antes y este aceptó lo que se convirtió en una disciplina, la ciencia forense de identificación de armas de fuego.

En 1825 un magnate millonario llamado Mattieu, fue encontrado muerto y golpeado en su mansión de París donde vivía solo. En la búsqueda que se realizó en el lugar del crimen, Vidocq encontró en el piso de madera dura unas gotas de sangre, este llegó a ser el segundo estudio manchas de sangre de la historia, las manchas en la escalera de mármol conducían al primer piso y estas estaban secas en el pestillo delantero de la puerta. Vidocq, imaginó que Mattieu había capturado y luchado con un intruso que le había matado. La sangre en la escalera y en la puerta de cierre, de acuerdo con el pensamiento de Vidocq, era del ladrón quien había resultado herido. Sin una persona sospechosa en mente, Vidocq visitó en París las tabernas frecuentadas por los ladrones y llegó a un conocido ladrón que parecía que había tenido recientemente un altercado y había resultado herido, con el fin de obtener muestras de la

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sangre del sospechoso, Vidocq sostuvo una lucha con este hombre. Vidocq, eliminó al sospechoso arrojándole en la cara un polvo que traía en su pañuelo y en la estación de policía, Vidocq trató su sangre empapando su pañuelo con un producto químico que convirtió las gotas de sangre secas en un brillante color rojo. Se aplicó el mismo producto químico a la sangre de la escena del crimen dejada por el intruso y resultó que las manchas de sangre del lugar del crimen obtuvieron también un color rojo brillante y así llegó a la conclusión de que había conectado al sospechoso, a través de su sangre, con el asesinato ocurrido en ese sitio. Vidocq puso al sospechoso frente a las conclusiones y este confesó el crimen y un mes más tarde fue ejecutado mediante la guillotina.

La técnica utilizada por Vidocq para identificar la sangre fue reseñada en los titulares en toda Europa y le hizo ganar la reputación de ser el primer científico investigador en esa materia. Vidocq debió haberse dado cuenta que en 1825 no había manera alguna de determinar científicamente la sangre y mucho menos individualizarla. La capacidad de identificar la sangre humana y determinar el grupo sanguíneo en sus tres categorías O, A, B, y AB no se estableció hasta que dos científicos alemanes desarrollaron dicho método en 1900. La técnica de individualizar la sangre siguió utilizándose hasta la mitad de los años 1980, cuando los científicos descubrieron las huellas genéticas del Ácido DesoxiRibonucleico, mejor conocido como ADN.

Vidocq utilizó la explotación de pruebas incriminatorias, incluidas las falsas pruebas científicas, coaccionar a los sospechosos para obtener confesiones en una época en que era habitual y legal, golpear a las personas para que admitiesen su culpa, lo cual lo puso muy por delante de su tiempo. En Estados Unidos, las confesiones adquiridas a través de maltrato físico eran pruebas dignas de confianza aceptadas por los tribunales y fueron admisibles hasta 1936 cuando la Corte Suprema de Justicia de los EE.UU. en Brown Missisipi prohibió el uso de todas las confesiones adquiridas a través de la violencia. En Estados Unidos, hasta bien entrado el siglo XX, la idea de engañar a los sospechosos y llevar a cabo las confesiones de estos en lugar de golpearlos, no era el procedimiento operativo estándar. El primer libro en América donde enseñaban las técnicas de interrogatorio no violenta y de utilizar la persuasión y la psicología para obtener de los sospechosos su confesión,

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no se publicó hasta 1942. Los métodos de interrogatorio de Vidocq y su interés por la física y las pruebas del escenario del delito, como por ejemplo, el moldeado de las huellas de calzado en yeso y obtener las impresiones de esas marcas, sentarían bases en la ciencia forense durante décadas. Vidocq, estaba demasiado adelantado a su tiempo y ello logró tener un impacto sobre el futuro de la investigación criminal dentro de su propia vida.

Ya en 1820, Vidocq en sus esfuerzos por no perder de vista e identificar delincuentes habituales, había pensando en las huellas dactilares como método de individualizar físicamente a los detenidos. Vidocq si bien no fue el primero en pensar en los pliegues de la piel de los dedos, las manos y los pies, ya que en 1684 un inglés llamado Nehemías, describió este aspecto de la anatomía humana en un libro y un contemporáneo de Vidocq, otro inglés, J.E. Purkinje, publicó una tesis en latín la descripción de los dedos y los pliegues de las palma de las manos, Vidocq fue el primero en considerar la aplicación de la ley y el potencial de investigación de las huellas dactilares. En 1880, sesenta años después de iniciarse en Vidocq el interés en el tema, un médico escocés llamado Henry Faulds escribió una carta a la revista inglesa Nature titulada, "en los surcos de piel de las manos" donde se contempla el uso de las marcas de dedos como valiosa prueba dentro de la escena del crimen. En Estados Unidos, Mark Twain, en sus libros, Vida en el Missisipi (1883) y Pudd'nhead Wilson, un detective de una novela publicada en 1894, menciona las huellas dactilares.

En el año de 1820, Vidocq tomar las impresiones dactilares de algunos de sus detenidos, pero la tinta se secaba en los dedos antes de que se pudiera transferir la impresión dactilar en el papel. Al no darse cuenta de que la lentitud de secado de la tinta para imprimir es la que realiza el trabajo perfecto. Aun si hubiera encontrado la manera de imprimir la huella digital de los delincuentes, estas impresiones sería simplemente un aumento de su índice del sistema de tarjetas. Hasta 1901, cuando el inglés Edward Richard Henry encontró una manera de agrupar y clasificar patrones de huellas digitales, no hubo manera de utilizarlas como método de presentación y recuperación de historias criminales. Vidocq siguió a continuación la experimentación con las huellas digitales hasta el día que dejó la Surete, en un momento preservó las impresiones de huellas digitales en arcilla. Cuando murió siendo un rico y famoso

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hombre en 1857 a la edad de 82 años, nadie estaba pensando en tomar las huellas dactilares como una manera de identificar científicamente a los delincuentes. Vidocq, a diferencia de muchos pioneros en sistemas avanzados de identificación, murió sin la satisfacción de saber con exactitud cómo se había previsto el futuro de la investigación penal y la ciencia forense.