69755219 John Fisher El Peru Borbonico 1750 1824

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  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER

    EL PER BORBNICO

    1750 - 1824

    Instituto de Estudios Peruanos

    Traduccin de Javier Flores

    JOHN FISHER

    EL PER BORBNICO

    1750 - 1824

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER

    CONTENIDO

    ABREVIATURAS 9

    PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS 11

    INTRODUCCIN 27

    CAPTULOS

    1. El virreinato del Per hasta mediados del siglo XVIII 392. Gobierno, defensa e Iglesia 633. Economa, demografa y real hacienda 1004. Sociedad, etnicidad y cultura 1435. Resistencia, revueltas y rebeliones 1636. Fidelismo, patriotismo e independencia 1817. La herencia borbnica 227

    ILUSTRACIONES 233

    APNDICES

    1. Los virreyes del Per en el periodo borbnico 2592. Los visitadores generales 2803. Los presidentes-intendentes del Cuzco 2864. Los regentes de la Audiencia de Lima 2965. Los regentes de la Audiencia del Cuzco 3016. Los intendentes 304

    ARCHIVOS Y BIBLIOGRAFA 329

    IEP Ediciones / John FisherHoracio Urteaga 694, Lima 11Telf. 332-6194Fax (5114) 332-6173E-mail: [email protected]

    ISBN 9972-51-046-8ISSN 1019-4533

    Impreso en el PerPrimera edicin, octubre del 20001,000 ejemplares

    Hecho el depsito legal: 1501052000-3843

    Traduccin del ingls: Javier FloresCorreccin de textos: Sara Mateos F.-M.

    Prohibida la reproduccin total o parcial de las caractersticasgrficas de este libro por cualquier medio sin permiso delInstituto de Estudios Peruanos.

    FISHER, John El Per Borbnico 1750-1824-- Lima: IEP, 2000.-- (Estudios Histricos, 28)

    / HISTORIA / VIRREINATO / SIGLO XVIII / SIGLO XIX / DESARROLLO ECONMICOY SOCIAL / PER

    W/05.01.01/E/28

    Serie: Estudios Histricos 28

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER

    PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS

    EN CIERTO SENTIDO he pensado escribir este libro desde hace msde treinta aos. Fue durante el verano ingls de 1968 que viaj alPer por vez primera para emprender un extenso periodo de inves-tigaciones en Lima1 que me permiti convertir la tesis de M. Phil.,que presentase a la Universidad de Londres en 1967, en mi primeramonografa importante, publicada en 1970.2 A pesar de la grandilo-cuencia de su ttulo Gobierno y sociedad en el Per colonial,este libro era en realidad un estudio relativamente limitado acercade la reforma de la administracin provincial que tuviera lugar en elvirreinato peruano durante el periodo borbnico tardo, en especialsobre la introduccin del sistema de intendencias en 1784.

    En lo que a m respecta, este trabajo me suscit tantas interro-gantes como las que resolvi. Por un lado, sobre la verdadera natura-

    1. En esa ocasin trabaj principalmente en la Biblioteca Nacional, el Archivo Nacional(hoy Archivo General de la Nacin), el Archivo Histrico Municipal, el ArchivoHistrico del Ministerio de Hacienda y Comercio, y el Archivo General del Ministeriode Relaciones Exteriores.

    2. Fisher, Government and Society in Colonial Peru; en 1981 fue publicada en castellanobajo el ttulo Gobierno y sociedad en el Per colonial.

    ABREVIATURAS

    AAH Archivo de la Academia de la Historia, MadridADA Archivo Departamental de Arequipa, ArequipaADC Archivo Departamental del Cuzco, CuzcoAES Anuario de Estudios AmericanosAGI Archivo General de Indias, SevillaAGMRE Archivo General del Ministerio de Relaciones

    Exteriores, LimaAGN Archivo General de la Nacin, LimaAGS Archivo General de Simancas, ValladolidAHM Archivo Histrico Municipal, LimaAHMH Archivo Histrico del Ministerio de Hacienda y

    Comercio, LimaAHN Archivo Histrico Nacional, MadridBL British Library, LondresBMP Biblioteca de Menndez Pelayo, SantanderBNP Biblioteca Nacional del Per, LimaHAHR Hispanic American Historical ReviewJLAS Journal of Latin American StudiesPRO Public Record Office, LondresRH Revista HistricaRI Revista de Indias

    P.9

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER12

    leza de la rebelin de Tpac Amaru de 1780-1783 (que no obstantehaber sido reprimida con gran severidad por las autoridades colo-niales, ayud a Carlos III y a sus ministros a superar la oposicinque haba dentro del Per respecto de la aplicacin de la reformaadministrativa del imperio hispanoamericano) y por otro, sobre lasituacin de la economa virreinal tras la prdida del Alto Per en1776 y la introduccin del comercio libre en la mayor parte del mun-do hispano en 1778.

    Mi nico artculo sobre la rebelin de Tpac Amaru se publi-c en 1971 y se reprodujo con algunos pocos cambios en 1972 y1976.3 Sin embargo, mis siguientes visitas al Per en 1970 y 1971me permitieron preparar un estudio relativamente importante sobrela industria minera peruana entre 1776 y 1824, gracias al cual pre-sent mi Ph. D. en la Universidad de Liverpool en 1973 y luegode investigar ms en Lima en 1974 complet una serie de publi-caciones que inclua dos artculos sustanciales aparecidos en 1975 y1976, as como mi segundo libro que se public en 1977.4

    Hacia mediados de los aos setenta ya me haba dado cuentade las inmensas oportunidades que ofrecen los archivos peruanosa un investigador que estudia la historia colonial, en especial siresultaba posible como sucedi conmigo gracias a un generosofinanciamiento otorgado por el gobierno para promover en el ReinoUnido los estudios sobre la Amrica colonial hispana combinarprolongadas estadas de investigacin en el Per con el trabajo enlos repositorios ms accesibles de Espaa, en especial el ArchivoGeneral de Indias. En cierta forma, esta oportunidad nos coloc am y a un grupo de historiadores britnicos que comenz a in-vestigar la Amrica colonial hispana en los aos sesenta en unaposicin ms privilegiada que la de la mayora de los historiadoresespaoles (que slo investigaba en el Archivo General de Indias ycuyas publicaciones tendan, por lo tanto, a describir las polticas de

    la corona, antes que el resultado de su aplicacin en la Amrica his-pana) e hispanoamericanos (para los cuales el acceso a los repo-sitorios espaoles era a menudo costoso y difcil de conseguir). Estacircunstancia tambin nos diferenci marcadamente de los historia-dores britnicos que estudiaron Amrica Latina hasta los aoscincuenta, para quienes el trabajo de archivo en Hispanoamricaera una experiencia poco comn. Sus investigaciones tendan, enconsecuencia, a enfocar los rasgos ms sobresalientes, ya fuera dela poltica imperial espaola (pero pocas veces de sus consecuencias),ya de los intereses diplomticos o comerciales britnicos en la regin,temas stos que podan ser estudiados investigando principalmenteen los archivos europeos.5

    Claro est que trabajar en el Per con materiales que en su ma-yor parte se encuentran sin catalogar por ejemplo, los 81 legajosdel Archivo General de la Nacin que pormenorizan las actividadesdel Tribunal de Minera y que constituyeron la fuente principal demi estudio sobre la minera tiene sus ventajas y desventajas. Comoinvestigador, es imposible dejar de preocuparse por la manera demanipular documentos que literalmente se hacen aicos cuando seles toca.

    En tanto que un investigador de confianza, la libertad que prontotuve para pasearme por las rumas de documentos en los repositoriosperuanos, y ocasionalmente para retirar alguno en el Cuzco, porejemplo, logr llevarme un informe secreto de la Audiencia al vi-rrey Jos de La Serna a una tienda de copias, pues el archivo no te-na fotocopiadora; y en Huancavelica acab leyendo los documentosen una plaza, pues el cuarto donde se los guardaba no tena luz,mesa ni silla, contrastaba enormemente con los rgidos controlesde seguridad que se imponen en lugares como el Departamento deManuscritos de la British Library, en donde se considera un crimengravsimo tomar notas con lapicero y no a lpiz.

    stas y otras curiosas experiencias entre ellas pasar diaria-mente, en camino al Archivo Histrico del Ministerio de Hacienda yComercio, junto a los guardias armados del Palacio de Justicia cuya

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    3. Fisher, La rebelin de Tpac Amaru.

    4. Fisher, Silver Production; Fisher, Miners, Silver-Merchants and Capitalists; Fisher,Silver Mines and Silver Miners in Colonial Peru, 1776-1824 (publicado en castellano,en 1977, bajo el ttulo Minas y mineros en el Per colonial). 5. Este tema lo desarroll en Fisher, La historiografa.

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    tarea era impedir que se escaparan los prisioneros, no los inves-tigadores, aunque a veces me pregunto si en la penumbra podrandistinguir entre unos y otros pasaron a formar parte del mosaicode ricas vivencias que hacen que una visita al Per sea emocionantee impredecible, as como acadmicamente gratificante.

    Siendo un joven investigador en este pas, no tuve sino un enfren-tamiento potencialmente peligroso con sus autoridades. En 1970,despus de mucha insistencia, y de presentar una solicitud formalen papel sellado (los hbitos coloniales no desaparecen con fa-cilidad), logr obtener permiso para consultar la documentacincolonial reunida en el Archivo General del Ministerio de RelacionesExteriores. Al terminar mi primer da de trabajo, dej, sin darmecuenta, el palacio de Torre Tagle con el pase de seguridad en mibolsillo. Al da siguiente fui detenido por la polica de seguridad, lacual estaba muy interesada en saber quin podra haber tomadoprestado el pase durante la noche y con qu fines. Su preocupacin,que reflejaba en parte las crecientes dificultades que el rgimen ve-lasquista tena con los grupos revolucionarios, pareci aumentar alenterarse de que me estaba alojando en casa de Pablo Macera depor s, una rica experiencia cultural, pero Flix Denegri vino enmi ayuda asegurndole a las autoridades que yo como ellascrea firmemente en los valores capitalistas, a pesar de usar ocasio-nalmente una retrica revolucionaria, debilidad sta que compartacon varios ministros de Velasco.

    En aquellos das yo caminaba sin problemas por algunos lugaresde Lima y Callao que los turistas y hasta hace poco los mismoslimeos luego temeran pisar. En todas mis visitas al Per no hesido bolsiqueado ms de dos veces, no perdiendo sino un paueloen la primera ocasin (en el Callao) y un billete de 10 soles (en eltren de Lima a Huancayo, que desafortunadamente ya no circula).En el Callao, los mayores peligros los sufr comiendo cebiche en elmercado e intentando fotografiar los caones instalados en la for-taleza del Real Felipe (que apuntan simblicamente hacia Lima, adiferencia de sus predecesores del siglo XVIII que lo hacan hacia elmar, con miras a mantener lejos a los ingleses). Los guardias mepersuadieron firmemente de que sera un error usar mi cmara foto-grfica para captar ese contraste.

    Al igual que otros visitantes llegados al Per desde la muy or-denada pero algo convencional Gran Bretaa de los aos sesenta,pronto aprend que en este pas no deba dar nada por sentado. Laprimera noche que pas aqu en 1968 fue sumamente curiosa pordos motivos. En primer lugar, haba arreglado con bastante anticipa-cin pasar los primeros das de mi prolongada visita en una residen-cia estudiantil de la Universidad de San Marcos, mientras encontrabaun alojamiento adecuado para mi esposa e hijo, que deban unrsemevarias semanas ms tarde. Haba asumido, algo ingenuamente, queel hostal de San Marcos sera parecido a las residencias universita-rias de Liverpool, sin darme cuenta de que la infraestructura era tanelemental que se esperaba, por ejemplo, que yo mismo llevara mispropias frazadas y almohada. Sobreviv una noche all y al da si-guiente me mud a la Pensin Alemana en la avenida Arequipa.Pronto qued convencido de que su dueo era el largo tiempo de-saparecido Martin Bormann

    Mi siguiente problema fue que, habiendo arreglado pasar miprimera noche en Lima con un antiguo estudiante de Liverpool quehaba obtenido un puesto como profesor asistente en la Facultad deDerecho de San Marcos la persona en cuestin adquiri cierta no-toriedad poco despus, cuando asesin al enamorado de su amantedisparndole a travs de la puerta de un bao, luego de hallarlo enuna comprometedora situacin con el objeto del deseo que am-bos compartan, descubr que el director del Consejo Britnicohaba quedado en que cenara ese mismo da con Pablo Macera. As,en mi primera noche en el Per cen dos veces para evitar ofendera alguno de mis anfitriones: primero con el futuro asesino y luegocon los alumnos de Pablo, a los cuales se les permiti sentarse en lamesa para observar cmo hablaban y coman los invitados prin-cipales, pero sin disfrutar ellos ninguna de las dos experiencias.

    El Consejo Britnico haba hecho que esperara llevar una vidaacomodada en el Per, pero no una que implicara cenar dos vecesen la misma noche. Su Registro de las condiciones de vida de1967, entregado a quienes estaban por embarcarse hacia dichopas (por lo general, empresarios britnicos y no jvenes acadmicosrelativamente pobres), describa el clima limeo como insalubrehasta ser lo opuesto de vigorizante, pero haca comentarios tranqui-

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    lizadores sobre la disponibilidad de servidumbre: un sirviente bastapara una pareja casada... Adems se necesita una lavandera... unjardinero... y un hombre que limpie los pisos una o dos veces almes. Las compras, me enter en ese documento, son usualmentehechas por las esposas, pero los sirvientes pueden ayudar cmocambian los tiempos!, y las costumbres locales de etiqueta sonlas mismas que en Europa, salvo que rara vez se llega a la hora.

    La residencia estudiantil de San Marcos y la Pensin Alemanase alejaban bastante de la visin hedonista presentada en esta in-formacin. Sin embargo, donde quiera y cuando quiera que hayaestado en Per, estuve, y estoy, enormemente agradecido con losamigos y colegas peruanos por su generosa hospitalidad y la calidezde su bienvenida acadmica. A riesgo de olvidarme de alguien, qui-siera dejar especial constancia de mi gratitud para con Flix Denegri,recientemente fallecido, cuya magnfica biblioteca se abra cada finde semana para m y otros investigadores que vivamos temporal-mente en Lima; Pablo Macera, quien me aloj en su casa durantedos meses en 1970, luego de su visita a Liverpool en 1969; HeraclioBonilla, quien tambin pas cierto tiempo en Liverpool como visitingfellow; Franklin Pease, tambin recientemente fallecido; Javier Tord,con quien me aloj durante varias semanas en La Punta, en 1978;Juan Ossio, cuya generosa hospitalidad en San Antonio - Miraflo-res fue uno de los aspectos ms agradables de mis recientes visitas aLima; Guillermo Lohmann Villena; Eusebio Quiroz Paz-Soldn, misiempre generoso anfitrin en Arequipa; y Scarlett OPhelan Godoy,entre otros amigos ms. He logrado corresponderles en algo, ayudan-do a varios de ellos a que vinieran a Liverpool, pero soy conscientede que la balanza de la hospitalidad sigue estando desequilibradaen mi favor.

    En el aspecto acadmico, mis primeras publicaciones en el Perla edicin de 1968 de la relacin de gobierno de Bartolom Ma-ra Salamanca, el segundo intendente de Arequipa, y la edicin de1975 de la matrcula de los mineros del Per se reprodujeron enun tiempo asombrosamente breve gracias al Seminario de HistoriaRural Andina que tan notablemente diriga Pablo Macera.6 Entiendo

    que ambas obras han pasado a ser piezas de coleccin a vecesresulta increble lo que las personas coleccionan, no obstante sermimeografiadas.

    Mis libros ms importantes, publicados en 1977 y 1981 por elInstituto de Estudios Peruanos y la Pontificia Universidad Catlicadel Per, no habran sido publicados en Lima sin el estmulo deHeraclio Bonilla y Jos Matos Mar en el primer caso, y de FranklinPease en el segundo. Otras personas con las cuales estoy profun-damente agradecido son Miguel Maticorena quien ya era unainstitucin en el Archivo General de Indias cuando yo daba misprimeros y nerviosos pasos en Sevilla en 1965, y que tal vez sindarse cuenta me ense mucho sobre la historia peruana duranteunas largas conversaciones nocturnas en el Bar del Duque, que lslo interrumpa para encender otro cigarrillo y, a otro nivel, losdirectores y el personal de los archivos peruanos en donde hetrabajado a lo largo de los aos. Entre ellos se encuentran MarioCrdenas Ayaipoma del Archivo General de la Nacin; GuillermoGalds Rodrguez, director del Archivo Departamental de Arequipa;el antiguo y el actual director del Archivo Departamental del Cuzco,Horacio Villanueva Urteaga y Jorge Polo y La Borda, respectiva-mente; y Roberto Cceres Olivera, tambin del Archivo Departa-mental del Cuzco.

    Otra prolongada visita realizada al Per en 1978 me permiticontinuar con mi inters por investigar las conspiraciones que hubodurante el periodo colonial tardo y, de modo ms general, la inte-raccin entre fidelismo, regionalismo y tensiones raciales en el Perdurante la segunda dcada del siglo XIX. Estos temas sobresalieronen mis publicaciones del periodo 1979-1982.7

    Si bien regres al Per en 1980 en parte para participar en elcoloquio dedicado al bicentenario de la rebelin de Tpac Ama-ru, mis investigaciones ya haban comenzado a orientarse haciael campo ms amplio de la poltica imperial espaola en Amricadurante el periodo borbnico tardo, en especial hacia las conse-cuencias de la introduccin del comercio libre en el comercio hispano

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    6. Fisher, Arequipa 1796-1811; Fisher, Matrcula.7. Fisher, Royalism; Fisher, La rebelin de Tpac Amaru y la conspiracin de

    Aguilar y Ubalde; Fisher, Regionalism and Rebellion.

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    en general.8 Hasta cierto punto, esta investigacin surgi de mi inte-rs por la minera peruana, pues en 1976 haba llamado la aten-cin sobre la relacin que exista entre la expansin de la produccinminera de Cerro de Pasco durante la dcada de 1780, y el mercadoque all haba para los bienes importados de Europa, as como lo-cales.9 Al final, lo que haba sido pensado como una investigacinsobre la poltica comercial de Carlos III (realizada en el ArchivoGeneral de Simancas en 1977 y que iba a ser uno de los captulosde un libro sobre este monarca que an no he escrito), pas a serun gran proyecto que domin mi produccin acadmica entre 1979y 1998. En ese lapso publiqu nada menos que tres libros y veinteensayos y artculos sobre el comercio entre Espaa e Hispanoam-rica de 1778 a 1820, y otras dos obras ms sobre las relacioneseconmicas durante el periodo colonial.10

    En el transcurso de esos aos me mantuve especialmente atentoa la posibilidad de centrar mi inters en la importancia que tuvo elvirreinato peruano en el sistema comercial del imperio, llegando apublicar un artculo y un ensayo sobre dicho tema.11 Es ms, en1985 Allan J. Kuethe, Anthony McFarlane y yo convocamos unsimposio en el 45 Congreso Internacional de Americanistas de Bo-got (comparando los virreinatos del Per y Nueva Granada du-rante la era borbnica), que llev a la publicacin de una importantecoleccin de ensayos en 1990, la cual exploraba los vnculos entrela reforma imperial y las actividades revolucionarias en dichas re-giones.12 La publicacin de esta obra, que tom ms tiempo de loesperado debido a los arcanos procedimientos de la editorial, es-tuvo precedida en 1989 por un volumen bibliogrfico sobre el Per

    que prepar para la World Bibliographical Series, al parecer con-firmando as la hiptesis de que cuando los historiadores dejan de in-vestigar seriamente en los archivos de un pas se vuelcan primero a suhistoriografa antes de refugiarse, por ltimo, en la bibliografa.13

    Antes de mi regreso al Per en 1997, mi ltima incursin en losarchivos peruanos en este periodo intermedio de mi carrera tuvo lu-gar en 1985 luego de la reunin de americanistas en Bogot,cuando pude explorar el recientemente catalogado Fondo Vega Cen-teno del Archivo Departamental del Cuzco. Esta experiencia me per-miti publicar el primero de dos ensayos sobre la identidad culturaly poltica del Per durante el periodo independentista y despus del, que analizaban en especial las tensiones que existan entre Limay la sierra sur, representada simblicamente por el Cuzco.14

    Sin embargo, el principal objetivo de aquella visita no fue em-prender un trabajo personal, sino inspeccionar el avance de un pro-yecto de investigacin titulado La historia social del sur peruano:la regin del Cuzco, 1750-1850, iniciado en 1984 con el respaldodel Economic and Social Research Council de Gran Bretaa. Paraeste proyecto, el grueso del trabajo de archivo lo estaba realizandoDavid P. Cahill, uno de mis antiguos alumnos de doctorado, querecibi su Ph. D. en Liverpool en 1984 con una tesis sobre la dicesisdel Cuzco entre la rebelin de Tpac Amaru y la de Pumacahua(1814-1815), iniciada esta ltima por criollos disidentes.15

    Cahill fue el cuarto de mis alumnos de doctorado, pero el primeroque trabaj exclusivamente en el Per. Ya antes haba supervisado,algo benignamente, a varios alumnos que prepararon sus tesis docto-rales sobre temas tan diversos como la revolucin mexicana, las mi-siones protestantes inglesas en Amrica Latina y (con bastante mssapiencia de mi parte) la sociedad quitea colonial.16 Esta ltima te-

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    8. Fisher, El comercio, resume el proyecto global.

    9. Miners, Silver-Merchants and Capitalists. Este tema fue posteriormentedesarrollado por Chocano, Comercio en Cerro de Pasco.

    10. Fisher, Commerce and Imperial Decline, es mi trabajo ms reciente sobre elcomercio, y espero que sea el ltimo; Fisher, The Economic Aspects of SpanishImperialism, es mi trabajo general ms reciente.

    11. Fisher, El impacto del comercio libre; Fisher, The Effects of Comercio Libre.

    12. Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and Insurrection.

    13. Fisher, Peru.

    14. Fisher, Cultural and Political Identity; Fisher, Local Power.

    15. ESRC ref. G00232117; Cahill, Crown, Clergy and Revolution.

    16. Minchom, Urban Popular Society in Colonial Quito, c. 1700-1800. Paul HenryGarner y Edward Nicholas Tate, los autores de las otras dos tesis tituladas AProvincial Response to the Mexican Revolution: State Sovereignty and Highland

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    sis, escrita por Martin Minchom, lleg a publicarse. Fue un trabajopionero de historia social centrado en los mestizos, espaoles pobres,vendedoras indias, artesanos y vagos de la ciudad de Quito, que ana-lizaba las tendencias sociales, religiosas y econmicas sobre untrasfondo de cambios econmicos y descontento social generaliza-do.17 A pesar de la contribucin que el difunto Alberto Flores Galin-do hiciera a la historia social de Lima desde 1760, an falta hacerun estudio de este tipo para el caso de la capital virreinal peruana.18

    Cahill fue el primero de mis alumnos al que le fue confiado unproyecto que hubiese querido investigar y escribir yo mismo. Lamen-tablemente esto no fue posible por mis continuas preocupacionesinvestigando el tema de la poltica comercial imperial en el mundohispano y mis cada vez mayores responsabilidades administrativasen la Universidad de Liverpool, de la cual fui seis aos decano de laFacultad de Artes (1986-1992) y tres, vicerrector (1995-1998).

    En realidad, Cahill hizo un trabajo bastante mejor de lo que yopodra haber hecho debido, en gran parte, a su conocimiento de lateora antropolgica. Public no slo unos excelentes artculos deri-vados de su tesis doctoral sobre la participacin de la Iglesia en lasactividades revolucionarias, sino tambin una serie de penetrantesanlisis de la historia social cuzquea a fines de la colonia y co-mienzos de la repblica, que surgieron del proyecto que nos finan-ci el Economic and Social Research Council (y que prosigui hasta1987).19

    Despus de 1985, no regres al Per sino hasta 1997. A medi-da que mi ausencia se prolongaba, fui confiando a mis alumnos te-mas que me hubiera gustado trabajar, pero que no poda debido a

    los compromisos ya mencionados. Sin embargo, esta renuncia rindifelices frutos. Tanto el estudio sobre la industria textil peruana en elPer colonial tardo de Monica Zaugg, como el de la poltica imperialy la administracin virreinal durante el periodo borbnico tempranode Adrian Pearce, completados en 1993 y 1998 respectivamente,son modelos de una investigacin incisiva, gracias a la cual se hanpublicado artculos importantes.20

    Para incomodidad ma, segu siendo considerado un experto enel Per borbnico durante los doce aos en que estuve ausente delpas, despus de 1985. Mis ocasionales intentos de rechazar las invi-taciones que se me haca para colaborar con obras colectivas sobreeste tema, con el argumento de que no haba investigado nada re-cientemente (salvo el comercio), fueron muchas veces interpretadascomo una manifestacin de excesiva modestia o como un pedidoindirecto de mayores alabanzas, y por lo general sucumb a loshalagos de los editores. En algunos casos, su gratitud sugera que obien no haban ledo los libros que publiqu en los aos setenta, o quesi lo haban hecho no recordaban ya qu contenan, lo que mepermiti reciclar materiales viejos.21

    Sin embargo, en trminos historiogrficos me vea a m mismocada vez ms como un minero moderno que tras perder las ganasy/o la habilidad para buscar nuevas vetas de plata, se dedica a re-procesar desechos dejados por los procesos refinadores menoseficientes de antao, produciendo con ellos el equivalente historio-grfico del zinc y el estao, en vez de metales preciosos. Un productoderivado (continuando con la metfora minera) de mis investigacio-nes sobre las relaciones comerciales entre Espaa e Hispanoamricadurante el periodo colonial tardo, fue que durante mi prolongadaausencia del Per logr realizar viajes de investigacin a Puerto Rico(1987), Ecuador (1991, 1992), Chile (1992), Argentina (1994) y, enparte para reclutar alumnos, Mxico (1997, 1998), as como acudir

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    Caudillismo in Oaxaca, 1910-1920 y British Protestant Missions to SpanishAmerica, c. 1840-1890, son ahora, respectivamente, Professor of Spanish andLatin American Studies en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres yChief Executive de la Englands School Curriculum and Assessment Authority, demodo que sus actividades s rindieron ciertas tcnicas transferibles.

    17. Minchom, The People of Quito.

    18. Flores Galindo, Aristocracia y plebe.

    19. Cahill, Curas and Social Conflict. Del ltimo proyecto mencionado surgieron,por ejemplo, Cahill, Una visin andina y, del mismo autor, Repartos ilcitos.

    20. Zaugg, Textile Production, y Zaugg, Large-scale Textile Production; Pearce,Early Bourbon Government, y Pearce, Huancavelica 1700-1750.

    21. Por ejemplo, Fisher, Attempted Technological Innovation y Tentativas demodernizar.

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    en Espaa a numerosos simposios convocados para celebrar elquinto centenario del descubrimiento de Amrica.22

    Mi trabajo de archivo sobre las relaciones comerciales entreEspaa e Hispanoamrica ya ha sido completado y, luego de publi-carse en 1998 un artculo sobre este tema que se tradujo al caste-llano al ao siguiente, no tengo intencin alguna de escribir mssobre l (a menos que algn editor me haga una oferta que nopueda rechazar, o se organice un simposio en algn paraso tropicalque an no haya visitado).23 Hace no mucho tiempo consegu, talvez algo incautamente, un importante financiamiento (125,000)del British Arts and Humanities Research Board para realizar ungran proyecto sobre el comercio britnico con el mundo hispanoentre 1763 y 1824. Este trabajo busca examinar no slo el inter-cambio comercial legal, sino tambin el problema mucho mscomplejo del contrabando. Como sucedi con el proyecto financiadopor el Economic and Social Research Council, espero que en estecaso tambin el grueso del trabajo de archivo sea realizado por uncolaborador post-doctoral.24

    Ahora que ya no soy vicerrector de la Universidad de Liverpooly que probablemente cuente con un colaborador para el proyectoque acaba de ser aprobado, me encuentro relativamente libre pa-ra retomar el hilo de mis investigaciones sobre el Per colonial tar-do. Desde 1985 no slo las abandon sino que me limit a trabajaren el Archivo General de Indias, sobre todo en 1995, cuando gra-cias al respaldo financiero de la Academia Britnica consult ladocumentacin referente a la poltica imperial hispana en el Perdurante el segundo rgimen constitucional (1820-1823). Los resul-tados de aquel trabajo han sido incorporados en el captulo 6 de

    este libro.25 Mi trabajo en Sevilla, en esa ocasin como tambinantes, se vio facilitado por la ayuda que recib del personal del ArchivoGeneral de Indias y de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos,y por la amistad y hospitalidad de muchos amigos acadmicos enaquella ciudad, entre ellos Mara Luisa Laviana Cuetos, Jos LuisMora Mrida, Julin Ruiz Rivera, Manuela Cristina Garca Bernal,Antonio Gutirrez Escudero, Juan Marchena Fernndez, CarmenGmez Prez, Carlos Martnez Shaw, Marina Alfonso Mola y Enri-queta Vila Vilar.

    Debo un especial reconocimiento a Jos Hernndez Palomo dela Escuela de Estudios Hispanoamericanos, quien generosamentecomparti conmigo la informacin biogrfica referente a Manuel deAbreu, enviado al Per como comisionado de paz en 1820 por elrestaurado gobierno liberal de Espaa. El diario poltico de estepersonaje, guardado en el Archivo General de Indias, es una fuen-te sumamente importante para entender las relaciones entre Josde San Martn y el virrey Jos de la Serna en 1821, que hasta ahorano ha sido utilizada.26

    La primera oportunidad de regresar al Per despus de mi lar-ga ausencia lleg en 1997, cuando combin una visita a Quito,para participar en el 49 Congreso Internacional de Americanistas,con un regreso algo nostlgico a Lima, Cuzco y Arequipa. A pesarde los esfuerzos de KLM por privarme de mi equipaje (finalmentenos encontramos en Arequipa, aunque faltaban algunos artculosque me robaron casi con toda seguridad en el aeropuerto de Schi-pol), la experiencia fue en extremo beneficiosa, tanto personal comoacadmicamente.

    Una ocasin especialmente memorable fue la esplndida cenaofrecida por Juan Ossio y su esposa Celia, que me permiti reen-contrarme con amigos peruanos que no vea hace aos, como Miguel

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    22. Estas actividades me permitieron publicar algunos artculos relativamenteimportantes, como Free Trade between the Canary Islands and Spanish America;Relaciones comerciales entre Espaa y la cuenca del Caribe; Els resultats descomer lliure; y Comercio libre entre Andaluca y Amrica.

    23. Fisher, El comercio y el ocaso imperial.

    24. AHRB ref: AH/RG/AN1128/APN8282. El Dr. A. J. Pearce, mi antiguo alumno, haobtenido una beca de investigacin relacionada con este proyecto para el periodo1 de marzo de 1999-29 de febrero de 2002.

    25. British Academy, Small Personal Research Grant (ref: BA-AN1128/APN/1282).

    26. Diario poltico del capitn de fragata Don Manuel Abreu, como comisionadopacificador por S.M.C. de los reinos del Per y Chile; principia el 21 de enero enPuertobelo, de donde di parte al gobierno de la separacin de mi compaero DonJos de Arias, brigadier de la armada nacional, 18 de junio de 1822, AGI, Lima,leg. 800. Las actividades llevadas a cabo por Abreu en el Per se analizan en elcaptulo 6.

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER24

    Maticorena, Franklin Pease, Scarlett OPhelan Godoy y TeodoroHampe. En Arequipa volv a gozar bebiendo pisco y comiendo cuycon Eusebio Quiroz, y logr renovar el contacto con Guillermo Gal-ds en el nuevo local del Archivo Departamental de Arequipa, ascomo admirar la excelente organizacin del Archivo Arzobispal quevena siendo llevada a cabo por Alejandro Mlaga Nez Zeballos,el hijo de mi difunto amigo Alejandro Mlaga Medina.

    En 1998 acept con presteza una invitacin cursada por el de-partamento de Economa de la Universidad Catlica para partici-par en un seminario sobre el Estado y el mercado en la historia delPer. Por varias razones, sta fue una experiencia especialmentegratificante. En primer lugar, me permiti reanudar el contacto coninvestigadores peruanos a los cuales conoca desde hace treinta aos,como Heraclio Bonilla. En segundo lugar, volv a ver en Lima aalgunos historiadores relativamente jvenes que haban pasado porLiverpool en varias ocasiones, en camino a seguir una carrera aca-dmica en los Estados Unidos, entre ellos Jos Deustua y AlfonsoQuiroz. En tercer lugar, me permiti renovar y fortalecer mis vnculoscon algunos investigadores peruanos que haban realizado sus es-tudios doctorales en Gran Bretaa, en especial Scarlett OPhelan,Margarita Surez y Rafael Varn. Por ltimo, este seminario reunia varios investigadores, peruanos y de otros lugares del mundo,con los cuales me haba encontrado varias veces en el circuito deconferencias o en Gran Bretaa, entre ellos Carlos Contreras (jefedel comit organizador), Luis Miguel Glave, Nils Jacobsen, KendallBrown y mis buenos amigos de Madrid, Alfredo Moreno Cebrin(cuya generosa hospitalidad y amistad siempre han alegrado misvisitas a Santiago, Lima, Cuzco y Madrid) y Ascencin MartnezRiaza. Fue durante aquel seminario que finalic los arreglos paraescribir este libro con Marcos Cueto (en ese entonces director dePublicaciones del Instituto de Estudios Peruanos) y para realizar unavisita ms prolongada al Per en julio-agosto de 1998, con el fin decompletar la investigacin en los archivos del Cuzco, necesaria paraescribir la parte del captulo 6 que alude al establecimiento y fun-cionamiento de la corte virreinal en el Cuzco entre 1822 y 1824.

    Durante mis ltimas visitas qued, como siempre, abrumadopor la generosidad, tanto en el aspecto acadmico como personal,

    de mis amigos peruanos. Pocas horas despus de haber desembar-cado en Lima en 1998, mi esposa y yo nos encontrbamos una vezms tomando vino y cenando en casa de Juan Ossio, intentandono olvidar las seis horas de diferencia entre Lima y Liverpool. En elCuzco estoy especialmente agradecido por la ayuda que me brindDonato Amado Gonzlez en el Archivo Departamental del Cuzco(quien viene catalogando la invalorable coleccin de peridicos) ypor mi reencuentro con Roberto Cceres Olivera.

    Nuestra visita a Ayacucho en 1998 fue inolvidable por las ex-quisitas atenciones que tuviera para con nosotros el rector de laUniversidad Nacional de San Cristbal de Huamanga, Enrique Gon-zlez Carr con quien me haba encontrado unas semanas antesdurante una muy agradable velada en casa de Marcos Cueto,que no slo fue al aeropuerto a las 7 a.m. para recibirnos (algoextremadamente inusual para cualquier rector de una universidadbritnica), sino que adems nos prepar un programa de visitasguiadas en la ciudad y sus alrededores (incluyendo una memorablea Quinua). Ulpiano Quispe Meja nos brind una muy apreciadaintroduccin a los tejidos de la ciudad. Algunos ejemplares decoranahora nuestro hogar.

    Tambin estoy agradecido por la oportunidad que Jorge EnriqueEscobar Medrano me diera en el Cuzco para hablar ante los profe-sores y alumnos del departamento de Historia de la UniversidadNacional de San Antonio Abad.

    En Lima experiment los grandes contrastes del mundo acad-mico, al dar conferencias tanto en la Universidad Inca Garcilaso dela Vega (gracias a Luis Alva Castro, presidente de Cambio y De-sarrollo, cuya hija Julia acaba de completar sus estudios de ba-chillerato en Liverpool) como en el tradicional Instituto Riva Agero.En esta ltima institucin, fui honrado al ser incorporado como miem-bro honorario, y deseo expresarle mi gratitud a Scarlett OPhelan,quien actu como intermediaria al preparar el evento, al subdirectorRen Ortiz Caballero, que presidi la ceremonia, y a Mara CeciliaTello Pareja, la coordinadora de prensa y promocin, quien se ase-gur de que mis logros como historiador del Per fueran exageradosen El Comercio y en Caretas. Los ltimos retoques al manuscritode este libro los hice durante otra visita a Lima en agosto de 1999,

    25

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER26

    que realic para participar en la VI Reunin de Historiadores de laMinera Latinoamericana, organizada por Hctor Noejovich con sutpica eficiencia.

    Este libro fue escrito en parte para engrerme a m mismo ypermitirme atar los cabos algo sueltos de mi prolongado inters porla historia peruana durante la ltima etapa de la colonia, en particular,por su gobierno y administracin, sociedad y relaciones interracia-les, minera y otros aspectos de su economa, insurgencia y transi-cin hacia la independencia. Tambin busca incorporar las excelentesinvestigaciones emprendidas durante los ltimos veinticinco aospor algunos historiadores peruanos relativamente jvenes, que lo-graron cuestionar y reformular las interpretaciones tradicionales delperiodo colonial tardo que caracterizaban las actividades historio-grficas en el Per hasta los aos sesenta (y en algunos casos, hastadespus). Mi objetivo fundamental es presentar un cuadro generalde la segunda mitad del siglo XVIII y del primer cuarto del siglo XIXque, al incluir los hallazgos hechos por los especialistas, informe yayude a los estudiantes sin ofender a mis colegas investigadores.

    A lo largo de todo el proceso de redaccin del libro fui conscientede las deudas acadmicas que tengo con muchos otros investigado-res dentro y fuera del Per, y de las deudas personales con muchosamigos y colegas con los cuales he interactuado durante las tresltimas dcadas, sobre todo en Espaa y el Per. Pido disculpas atodos los que haya olvidado en este prefacio y subrayo, como seacostumbra, que soy plena y exclusivamente responsable por todoerror, omisin y/o malentendido que aparezca en el texto.

    JOHN FISHERLiverpool, setiembre de 1999

    MIL SETECIENTOS CINCUENTA fue un ao comn y corriente para elvirreinato peruano, en ms de un sentido. De hecho, el autor deuna historia cronolgica del pas slo hall dos acontecimientos dignosde mencin en dicho ao:1 el descubrimiento que unos pescadoreshicieron en las playas de Huacho de un crucifijo venerado como lacruz del Seor de Varas, y el ahorcamiento y descuartizamiento delos jefes de la rebelin indgena de Huarochir.2 Si bien nuestroautor tena razn en llamar la atencin sobre la importancia de esteltimo acontecimiento, motivado no slo por el descontento de losindios sino tambin por el de los mestizos (debido a los intentos delos oficiales reales de rebajar su status clasificndolos como tribu-tarios), un observador ms perspicaz podra haber comentado latrascendencia que tuvieron para el Per los infructuosos intentos

    INTRODUCCIN

    1. Fuera de que aquel ao nacieron Jos Baqujano y Carrillo, Francisco de Miranda,Alejo Toribio Rodrguez de Mendoza, Hiplito Unanue Pabn, Jos Pastor deLarinaga, y James Monroe (el futuro presidente de los Estados Unidos de Nor-teamrica), entre otros personajes histricos.

    2. Costa Villavivencio, Historia cronolgica, 6: pp. 31-39.

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER INTRODUCCIN

    realizados por Espaa y Portugal para resolver su vieja disputa lim-trofe en Amrica del Sur.3

    El Tratado de Madrid de 1750, el primero desde el siglo XVIque busc definir de manera realista las fronteras entre los territoriosamericanos pertenecientes a los estados ibricos, afect directamenteal Per pues legitim la posesin portuguesa (y por ende brasilea)de inmensas extensiones de la Amazona que, segn el Tratado deTordesillas de 1494, pertenecan a Espaa. Su significado indirectofue an mayor. En primer lugar, desencaden la compleja serie deacontecimientos que llevara a la expulsin de la Compaa de Jessdel Per, en 1767. En segundo lugar, y an ms importante, el fra-caso de estas negociaciones en resolver las disputas territoriales queambas potencias tenan sobre el Ro de la Plata, condujo a que elAlto Per fuese separado del viejo virreinato en 1776, en un intentode la Corona espaola de garantizar la viabilidad financiera y, porlo tanto, la defensa del recin fundado virreinato del Ro de la Plataante cualquier incursin portuguesa.4

    Probablemente es correcto sugerir que los acontecimientos de1776 tanto el que acabamos de mencionar como una serie de in-novaciones afines en las polticas seguidas por la metrpoli con res-pecto al virreinato del Per constituyen un hito ms importante parala historiografa peruana que el hito, algo caprichoso, de 1750. Losdems rasgos de la reestructuracin imperial que afectaron profun-damente al virreinato tras la prdida del Alto Per, comprenden elnombramiento de Antonio de Areche para que efectuara la visita ge-neral del Per, que continuara hasta 1785; la definitiva confirmacincon la promulgacin del reglamento de comercio libre en 1778,de la prdida del monopolio del comercio sudamericano con Espaa,que haba estado en manos del Callao (un profundo golpe para lamoral del Consulado de Lima, a pesar de que slo legitimaba lo que

    ya ocurra de facto); la reforma global del sistema administrativointerno en 1784, con la introduccin del sistema de intendencias; e,internamente, la prolongada rebelin indgena de 1780-1783 ini-ciada por el cacique de Tinta, Jos Gabriel Tpac Amaru.

    Los historiadores de la Hispanoamrica colonial tienden a re-conocer la importancia de esta secuencia de hechos, por lo que losaos comprendidos entre 1776 y 1784 figuran, abierta e implcita-mente, como el eje cronolgico de una serie de estudios claves sobrela ltima etapa del Per colonial.5 Sin embargo, esta propensin aidentificar a 1776 y a los aos inmediatamente posteriores como elpunto de inflexin de la historia del Per colonial tardo, impidecontextualizar adecuadamente los cambios ocurridos durante la d-cada de 1770. Asimismo, refleja una larga tradicin historiogrficaque examina el pasado peruano a travs de los ojos de las autoridadesimperiales en Madrid, permitiendo, por lo tanto, que los proyectosy polticas metropolitanos determinen el marco de anlisis de estruc-turas y procesos histricos que fueron configurados, en gran medida,por factores internos del virreinato y no por decisiones ministerialestomadas en la lejana metrpoli.

    El enfoque Madrid-cntrico para determinar el contexto de unanlisis de la historia peruana durante la ltima etapa de la coloniaresulta relativamente legtimo cuando se trata de decidir dnde de-tenerse. Aqu la palabra clave es relativamente, pues si bien laproclamacin de la independencia por parte de Jos de San Martnen Lima, el 28 de julio de 1821, ha pasado a formar parte de la mi-tologa historiogrfica peruana como el momento definitivo en laruptura de los lazos con Espaa, lo cierto es que el rgimen realistano slo sobrevivi en la sierra durante tres aos y medio ms, sinoque al establecerse la corte virreinal en el Cuzco despus de evacuarLima, le dio tambin un fuerte estmulo a la identidad regional delsur peruano cuya importancia persistira varios aos despus de larendicin formal de las fuerzas realistas en 1824. Estos temas sonexaminados en el captulo 6, que se ocupa de la historia peruanaentre el colapso de la autoridad metropolitana en 1810 y el triunfo

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    3. OPhelan Godoy, Un siglo de rebeliones, pp. 111-16, hace un claro resumen de larebelin de Huarochir.

    4. Para el Tratado de Madrid y sus repercusiones vase Lynch, Bourbon Spain,pp. 179-86. Un detallado examen de los factores que llevaron a la incorporacindel Alto Per en el nuevo virreinato se encuentra en Lynch, Administracin colonial,pp. 11-50.

    5. Vase, por ejemplo, Fisher, Minas y mineros; Cspedes, Lima y Buenos Aires;Fernndez Alonso, Presencia de Jan en Amrica.

    INTRODUCCIN

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER INTRODUCCIN

    patriota en Ayacucho, en 1824. Tambin aparecen en el ltimo ca-ptulo, que resalta la permanencia de las estructuras y tradicionescoloniales durante las dos primeras dcadas de la repblica.

    Por supuesto, es imposible escribir sobre el Per colonial tardosin referirse al contexto imperial, pues las principales iniciativas polticastomadas en Madrid afectaron profundamente la extensin territorialy la economa del virreinato, entre otros aspectos claves de su de-sarrollo histrico. Por lo tanto, despus de reconstruir el escenariode los aos 1700-1750 en el captulo 1, el captulo 2 del presentelibro brinda una imagen general de las polticas imperiales espaolasen Hispanoamrica durante el periodo borbnico y del impactoque ellas tuvieron en el Per, en trminos tanto del gobierno virreinalcomo de la administracin provincial.

    El captulo 2 aborda tambin la reorganizacin defensiva y militar,argumentando que, en la prctica, la infraestructura diseada ori-ginalmente para proteger al virreinato de la supuesta amenaza deun ataque extranjero, termin siendo empleada para mantener elorden interno, en vista de la difundida violencia rural, la resistenciaindgena y las incipientes conspiraciones antipeninsulares. En otroplano, este captulo tambin explora el papel que le cupo a la Iglesiaen las estructuras gubernativas del virreinato. El apndice 1, queresume las carreras de los dieciocho virreyes que gobernaron elPer durante la era borbnica, demuestra, una vez ms, que estasautoridades no fueron simples tteres inmersos en las complejas es-tructuras administrativas del virreinato. En el segundo captulo, ascomo en los tres siguientes, el punto de partida 1750 debe en-tenderse como una aproximacin, ms an teniendo en cuentaque cae en medio del dilatado gobierno del virrey Jos AntonioManso de Velasco, conde de Superunda (1745-1761).6 Para el an-lisis del captulo 2 tambin son de especial importancia los apndices2, 3, 4, 5 y 6, que presentan informacin biogrfica sobre otrasfiguras importantes de la superestructura administrativa poltica yjudicial del ltimo medio siglo del periodo colonial: los visitadores

    generales, los presidentes-intendentes del Cuzco, los regentes de lasaudiencias de Lima y Cuzco, y los intendentes.

    Para algunos prominentes investigadores de los siglos XIX y XXque han escrito sobre el Pery sobre otras partes de la Amricahispana y Espaa misma durante el periodo borbnico, 1700, elao en que subi al trono Felipe V, el primer monarca espaol Bor-bn, es un punto de partida ms tradicional que 1750. Confiesoque yo tambin asum inicialmente que aqul ao sera el punto departida idneo para escribir este libro. Sin embargo, tras reflexionardej de lado esta idea, an sabiendo que al hacerlo exclua losprimeros cincuenta aos de la era borbnica. Espero que mi razo-namiento sea convincente.

    Si bien desde el punto de vista de la metrpoli an se justificapensar en 1700 como un ao decisivo en lo que respecta a cambiosen la poltica imperial se sabe, por ejemplo, que en 1713, al ter-minar la Guerra de Sucesin Espaola, Felipe V adopt algunasmedidas que apuntaban a mejorar la administracin imperial, entreellas la creacin (en 1714) del Ministerio de Marina y de las Indiasque asumi las funciones ejecutivas del ineficaz Consejo de las Indias,y le hizo frente a algunos de los problemas estructurales que obsta-culizaban el crecimiento econmico de Espaa, no fue sino hastafines de la dcada de 1720 que la poltica imperial cambi de giro,cuando se nombr a Jos de Patio para que dirigiera el nuevoministerio (1726-1736).7 Incluso entonces, los cambios fueron err-ticos e inconsistentes, por lo que algunos investigadores sugierenque no fue sino hasta el reinado de Fernando VI (1746-1759) queel gobierno imperial adquiri un enfoque ms estructurado.8

    Por lo tanto, es a mediados de siglo y no durante el reinado deFelipe V, que podemos comenzar a identificar los prembulos deldinmico programa de cambios llevado a cabo en Hispanoamricapor Carlos III (1759-1788), luego de que Espaa perdiera contra

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    6. La introduccin de Alfredo Moreno Cebrin a la Relacin y documentos deSuperunda es un buen y reciente estudio de su gobierno.

    7. Bthencourt Massieu, Patio.

    8. Para Espaa vase, por ejemplo, Coxe, Memoirs; Lynch, Bourbon Spain; Hargreaves-Mawdsley, Eighteenth-Century Spain. Para el Per vase, por ejemplo, Lorente,Historia; Vargas Ugarte, Historia general.

    INTRODUCCIN

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER

    Inglaterra durante la Guerra de los Siete Aos (1756-1763).9 Porello, el captulo 1 de este libro se basa en el supuesto de que en elcorto plazo el cambio dinstico de los Habsburgos a los Borbonesslo repercuti en el Per en algunos aspectos muy especficos de lalegislacin colonial, por ejemplo, que en 1704 se permitiera el ingresode los buques franceses a los puertos peruanos. En trminos ge-nerales, el ascenso de la dinasta Borbn no tuvo efecto alguno so-bre el virreinato.

    Sin embargo, soy consciente de que es sumamente difcil extirparlos mitos historiogrficos, en parte debido a que tienden a alimentar-se no slo del dogma sino tambin de cierta dosis de realidad, noimporta cun distorsionada o mal comprendida se encuentre. Suerradicacin requiere de pacientes investigaciones, anlisis y expli-caciones, y no de desenlaces dramticos. Por lo tanto, este libro fueescrito en parte para cuestionar, si no refutar, el mito tan generalizadosegn el cual el advenimiento de la dinasta Borbn trajo consigoun siglo de ilimitado progreso y prosperidad para el Per y el mundohispano en general, al aplicarse un programa de reformas que des-pert a Espaa y a Amrica de su sueo Habsburgo.

    Este libro plantea tambin que es un error asumir con demasiadaligereza que una de las eventuales e inesperadas consecuencias delas reformas borbnicas fue la de darle a los americanos la madu-rez y confianza necesarias para alcanzar la independencia de Es-paa. Por el contrario, lejos de luchar por ella un siglo despus, lamayora de los criollos del Per (como se ver en el captulo 6)adopt el fidelismo como una opcin ms segura que la de separar-se de la metrpoli, tanto para preservar la privilegiada posicin quelos espaoles (nacidos en el Per o en la pennsula) tenan durantela colonia, como para lograr que el virreinato del Per recobrase suantigua importancia.

    El segundo captulo intenta demostrar que durante el reinadode Carlos III, el tercer rey Borbn de Espaa, el virreinato peruanosufri una serie de cambios polticos y administrativos, sobre todoentre 1776 y 1784. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las

    ltimas investigaciones admiten que el llamado proceso de refor-mas, diseado por Jos de Glvez, fue menos estructurado, cohe-rente, deliberado y rpido de lo que tradicionalmente se pensaba.

    De hecho, hay motivos para sugerir que el mito que rodea a lasreformas borbnicas fue inventado por los arrogantes ministros deCarlos III, quienes buscaban justificar sus actos ante Carlos IV (1788-1808) luego del fallecimiento de Glvez (1787) y del monarcaanterior. El mito fue luego embellecido por los historiadoresacrticos del siglo XIX y comienzos del XX.10 En este grupo figuranlos historiadores hispanoamericanos (siempre conservadores ymiembros de las familias de la elite) que sentan un profundo temorante la posibilidad de una insurgencia popular y un cambio socialen pases dominados por masas que no hablaban el castellano. Estoshistoriadores idealizaban, y por lo mismo, buscaban conservar losvestigios de la supuestamente estable sociedad colonial en la cualindios, negros y castas haban reconocido, y en general aceptado,su condicin de subordinados.

    Es cierto que despus de la emancipacin, los polticos aca-dmicos de otros pases latinoamericanos los ms prominentesfueron el mexicano Lucas Alamn, el venezolano Andrs Bello yel argentino Domingo Faustino Sarmiento (para quien no slo elindio, sino tambin el gaucho no civilizado, representaban lite-ralmente la barbarie rural) fueron los que ms se encargaron deconfigurar una imagen negativa de la Amrica hispana en las dca-das que siguieron a la independencia, contrastndola con un idea-lizado siglo XVIII. Sin embargo, los peruanos tambin tardaron enabandonar el mito del progreso y la prosperidad del siglo XVIII,una tendencia que contrastaba, claro est, con la inestabilidad y elempobrecimiento percibidos en la era inmediatamente posterior ala ruptura con Espaa.

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    9. Prez Bustamante, El reinado de Fernando VI.

    10. Dentro de esta tradicin se encuentra la clebre instruccin reservada, completadael 8 de julio de 1787 por el conde de Floridablanca (Jos Moino y Redondo), elprincipal ministro de Carlos III, no obstante haber sido preparada a pedido de esterey. El nuevo monarca asisti a las reuniones de la Junta de Estado en la cual sediscuti este documento: Lynch, Bourbon Spain, p. 302. El documento completose encuentra en Floridablanca, Obras originales, pp. 213-72.

    INTRODUCCIN

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER INTRODUCCIN

    actual de los conocimientos histricos sobre los menos prominenteso no tan investigados sectores manufacturero, agrcola y co-mercial. La imagen que surge de este anlisis es que, lejos de sufriruna decadencia econmica (tal como postulan las cada vez mscuestionadas interpretaciones tradicionales), el virreinato vivi uncrecimiento econmico despus de 1750, aunque de naturaleza gra-dual. Se argumenta que este crecimiento se vio obstaculizado por lademanda interna relativamente limitada por el escaso tamao dela poblacin y por el aislamiento de los mercados europeos, msque por la reestructuracin imperial llevada a cabo durante las lti-mas dcadas del reinado de Carlos III. Asimismo, en este captulo seexamina el estado de las finanzas reales en el periodo colonial tardocomo un preludio a un examen ms detallado sobre las estructu-ras sociales y las relaciones tnicas que aparece en el captulo 4,acompaado por una breve descripcin de la vida y las influenciasculturales en el Per borbnico.

    El estudio de las actividades culturales se enmarca hasta ciertopunto en un contexto ms amplio: aqul de los crculos intelectualeseuropeos del siglo XVIII sedientos por conocer la historia, los recursosnaturales y la poblacin de Amrica del Sur, una curiosidad estimu-lada por los reyes Borbones que permitieron a numerosos viajeroscientficos que no eran espaoles incursionar en el subcontinente.

    Obras como la relacin que Amde Frzier hiciera en 1716 desus exploraciones por las costas de Chile y del Per entre 1712 y1714, o como el informe de los viajes cientficos realizados entre1735 y 1744 en la Amrica del Sur por Jorge Juan y Antonio deUlloa, fueron las que abrieron los ojos de los pensadores ilustradosde la Europa del siglo XVIII, hacindoles ver la necesidad de incor-porar a su visin del mundo un corpus creciente de informacin so-bre las sociedades no europeas.11 Fue precisamente en este periodoque Cornelio de Pauw, el influyente sacerdote prusiano, se anticipa una estereotipada imagen decimonnica de los espaoles ame-

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    En realidad, tal como se refleja en los captulos 2 y 4, la mayorade los historiadores que actualmente escribe sobre la Amrica his-pana, y sobre el Per en particular, durante el periodo colonial tardoes ahora mucho ms consciente de que las ltimas dcadas de laera borbnica se caracterizaron por la relativa impotencia de partede los principales agentes de la autoridad metropolitana para hacerlefrente a la violencia local (en el caso peruano, la rebelin de TpacAmaru), las tensiones entre criollos y peninsulares, y la existencia deuna economa informal, pese a los rgidos controles impuestos porla legislacin metropolitana.

    En ese contexto histrico (e historiogrfico), casi todos los paseslatinoamericanos alcanzaron la independencia, no gracias a la fuerzadel nacionalismo, sino como una secuela del colapso de la autoridadibrica en Amrica. Cuando se la identific por vez primera comoun objetivo posible, la mayor parte de los sbditos americanos deEspaa se opuso a ella. En las sociedades especialmente jerrquicasde la Nueva Espaa y el Brasil, la independencia fue aceptada concierta renuencia por las elites de ascendencia europea para resguar-dar la sociedad establecida, dada la inestabilidad poltica de la me-trpoli, y no por un sentimiento de descontento ante las estructurasde control imperial establecidas en Amrica. En cambio, en el anms conservador Per, hasta ese cauteloso proceso pareca ser radi-cal y peligroso para muchos criollos, tal vez incluso para la mayora.Por eso, la independencia le fue impuesta al Per por invasores pro-cedentes de Colombia y Chile, preocupados principalmente porerradicar el riesgo de una reconquista realista desde el viejo virreinato.

    La principal conclusin que se desprende de reevaluar la eficaciade las reformas borbnicas y la imagen negativa del periodo inme-diatamente posterior a la independencia, es que el colapso del impe-rialismo espaol debe (y puede) interpretarse en trminos de unacontinuidad antes que de un cambio abrupto, incluso en la esferapoltica (y, claro est, en la social y econmica), aun teniendo en cuen-ta de que durante la dcada de 1820 las elites locales tenan unmayor control de su futuro poltico de lo que haban tenido antes.

    El captulo 3 explora las estructuras econmicas peruanas du-rante la era borbnica, concentrndose en parte en la industriaminera debido a su particular importancia, e intenta evaluar el estado

    11. Frzier, Relation du voyage; Juan y Ulloa, Relacin histrica. La relacin an msinfluyente que estos ltimos hicieron de las condiciones polticas y econmicaslas Noticias secretas de Amrica circul en forma manuscrita incluso antes deser publicada en Londres en 1826.

    INTRODUCCIN

  • PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSJOHN FISHER

    ricanos al argumentar, en 1768, que los criollos eran fsica e inte-lectualmente inferiores a los europeos.12 El vigoroso rechazo de esteargumento formulado por Francisco Clavijero, un jesuita mexicanoexiliado, en una obra publicada en Italia en 1780, interes consi-derablemente a los crculos intelectuales europeos, al punto que en1786 varios nmeros del prominente peridico Deutsche Merkurde Weimar le dedicaron grandes espacios.13

    Una serie de importantes obras cientficas apareci en Espaamisma durante ese mismo periodo, entre ellas el influyente diccio-nario histrico-geogrfico del ecuatoriano Antonio de Alcedo. Lanatural curiosidad que la intelectualidad espaola senta por los asun-tos americanos se consolid en aqul entonces, pues los ministrosde gobierno crean que la difusin de la informacin cientfica sobrelos recursos de ultramar, ayudara a alimentar el proceso de creci-miento econmico hispanoamricano.14 En el captulo 4 tambinse examina el papel que le cupo al Mercurio Peruano, publicadoen Lima entre 1791 y 1794, en estas corrientes y, tal vez, en incul-car un embrionario sentimiento de identidad nacional entre la elitedel virreinato.15

    El captulo 5 nos lleva a conocer desde la relativa sofisticacinde los salones limeos hasta la pobreza y miseria que caracterizabana los grupos populares que habitaban las zonas urbanas menos salu-dables del Per, y tambin la difundida violencia que se viva en laszonas rurales mayoritariamente indgenas del virreinato. Como yasealamos antes, los disturbios ocurridos en Huarochir en 1750son una de las razones (por dbil que sea) para considerar aqulao como el punto de partida idneo para realizar un estudio con-tundente sobre una etapa de la historia peruana que culminara 75aos despus con la independencia.

    Por lo tanto, tal vez no sorprenda que en el quinto captulo sepreste especial atencin al trasfondo, la naturaleza y las consecuencias

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    de la rebelin de Tpac Amaru, as como a una serie de conspira-ciones y protestas relativamente menores ocurridas en otros luga-res del virreinato antes de 1810. La relacin que existi entre estosltimos movimientos y los casos ms resaltantes de insurgencia ocu-rridos en el Per durante la segunda dcada del siglo XIX se consi-dera en el captulo 6, que busca analizar los factores que llevarona que San Martn proclamara la independencia en Lima en 1821 ya que se crease una nueva repblica en 1824.

    El ltimo captulo intenta unir las conclusiones de los captulosprecedentes y reflexionar brevemente sobre si la independencia deEspaa fue un hito trascendental en el desarrollo histrico del Pero slo un cambio menor en su superestructura poltica.

    12. Pauw, Recherches philosophiques.

    13. Clavigero, Storia antica.

    14. Alcedo, Diccionario.

    15. Clment, El Mercurio Peruano, hace un detallado estudio de esta obra.

    INTRODUCCIN

  • EL VIRREINATO DEL PER HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XVIIIJOHN FISHER

    EL VIRREINATO DEL PER HASTAMEDIADOS DEL SIGLO XVIII

    SEGN LOS HISTORIADORES conservadores que escribieron en di-versos lugares de la Amrica hispana durante el turbulento periodoque sigui a la independencia, la ltima etapa del periodo borbnicofue una edad dorada de prosperidad, orden, estabilidad social yrespeto por la Iglesia. De igual modo, los reformadores borbnicosde las dcadas de 1760 y 1770 tendieron a describir las estructurasfiscales, administrativas, judiciales y militares anteriores al reinadode Carlos III (1759-1788) en trminos de fraude, ineficiencia, in-competencia y corrupcin. En general, los investigadores del sigloXX han seguido esta lnea argumentativa poco crtica (o, tal vez,hipercrtica); de hecho, han tendido a consolidarla al subrayar lascontinuidades, y no los contrastes, entre el periodo Habsburgo dela segunda mitad del siglo XVII y el borbnico de la primera mitaddel XVIII.1

    Un punto de partida historiogrfico convencional e influyente,usado por varios investigadores que buscan evidencias con las cualesrespaldar su visin negativa del virreinato peruano antes de la llegada,

    CAPTULO I

    1. Por ejemplo, el captulo inicial de mi propio libro, Government and Society, se titulaEl virreinato decadente.

  • EL VIRREINATO DEL PER HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XVIIIJOHN FISHER40 41

    en 1776, del visitador general Jos Antonio de Areche, es la obraconocida como las Noticias secretas de Amrica. Este informe sobrela corrupcin poltica y los malos manejos administrativos en el Per,completado en 1749, fue escrito para el marqus de Ensenada porlos jvenes oficiales navales Jorge Juan y Antonio de Ulloa.2

    Hasta cierto punto podra argumentarse que el eje geogrficode los diez aos (1735-1744) que Juan y Ulloa pasaron en las Indiasel reino de Quito era una zona perifrica del virreinato perua-no y que, en sentido estricto, ya no formaba parte de l desde 1739,cuando se lo incorpor al recientemente establecido virreinato deNueva Granada. Sin embargo, debemos tener en cuenta que ambosoficiales pasaron un tiempo considerable en el virreinato peruanoentre 1740 y 1743, y nuevamente en 1744, antes de regresar aEuropa en octubre de dicho ao.3 Es ms, en tanto que asesores deasuntos militares y navales de Jos Antonio de Mendoza, marqusde Villagarca (virrey del Per entre 1736 y 1745), con quien viajaronde Cdiz a Cartagena en 1735, Juan y Ulloa tuvieron la oportunidadde familiarizarse con el gobierno colonial al ms alto nivel. La pregun-ta de si esta experiencia hizo de ellos testigos confiables y de primeramano de la corrupcin y el desgobierno en el Per a comienzos del pe-riodo borbnico, es actualmente el tema de un debate historiogrfico.

    Una sugerencia persuasiva es que esta situacin tuvo el efectosutilmente distinto de distorsionar su anlisis, al ponerlos en contac-to con los discursos de la reforma y la renovacin en boga enLima y Madrid en la dcada de 1740,4 inducindolos a apropiarse

    y suscribirse a las demandas de los proyectistas (entre ellos, Jernimode Uztriz, Jos de Campillo y Cosso, y Bernardo Ward) acerca deuna modernizacin administrativa y econmica de los territorios ame-ricanos de Espaa.5 Esta tesis, por cierto, no necesariamente invalidala exactitud y mucho menos la influencia de la condena queJuan y Ulloa hicieron del fraude y la ineficiencia que caracterizabanla cultura poltica colonial.6 Por lo tanto, sigue siendo vlido quequienes estudian el gobierno colonial antes del reinado de Carlos IIIse apoyen en Juan y Ulloa, como testigos confiables tanto de la ex-plotacin de la poblacin nativa a manos de los funcionarios y elclero locales, como de la penetrante corrupcin en los diversos nive-les de la burocracia colonial.7

    Sin embargo, es igualmente legtimo que el historiador especulesi Ulloa en particular el principal autor de las Noticias secretasbusc producir una obra realmente objetiva o un informe negativoque l anticipaba sera bien recibido por Ensenada, como suceditreinta aos ms tarde cuando el visitador general Areche logr en-contrar abundantes pruebas de corrupcin e incompetencia en Lima,que l saba complaceran a Jos de Glvez, el virulentamente anti-criollo ministro de las Indias.

    El retorno de Ulloa a Madrid y el patrocinio que recibiera deEnsenada (quien domin la poltica domstica espaola entre 1743y 1754) coincidi casi exactamente con el inicio del reinado deFernando VI (1746-1759), un periodo descrito por un investigadorautorizado como una poca de transicin para Espaa y sus pose-siones americanas.8 A pesar de la debilidad personal del rey (o talvez debido a ella) un grupo de poderosos consejeros liderado ini-2. La introduccin de John J. Tepaske a Juan y Ulloa, Discourse and Political

    Reflections (pp. 3-33), hace un anlisis detallado de esta obra. El ttulo original dedicho libro es: Discurso y reflexiones polticas sobre el estado presente de los reinosdel Per; su gobierno, rgimen particular de aquellos habidadores [sic] y abusos quese han introducido en uno y otro; Dase individual noticia de las causales de suorigen y se proponen algunos medios para evitarlos.

    3. Ibid., pp. 16-23, brinda detalles de los itinerarios de Juan y Ulloa en 1735-1744 yde su tortuoso regreso a Madrid en 1744-1746 va Pars (Juan) y Londres (Ulloa).

    4. Esto pudo deberse, en parte, a las actividades realizadas en la corte espaola duran-te la dcada anterior por los representantes hispanizados de la elite nativa de laregin andina (como Vicente Morachimo de Lambayeque), quienes estaban deci-didos a pintar un cuadro negativo de las condiciones existentes en Amrica del Sur.

    5. Andrien, The Noticias secretas, pp. 180-81, 184-86. Para las actividades de losrepresentantes indgenas en las Cortes vase Garca Bernal, Poltica indigenista.

    6. Andrien, The Noticias secretas, p. 175.

    7. Como seala Andrien ibid., p. 176, un reciente estudio de la corrupcinpoltica en la Amrica hispana durante el periodo borbnico McFarlane, Politicalcorruption los considera una fuente autorizada y les cita extensamente.

    8. Lynch, Bourbon Spain, p. 157. La ubicua autoridad de Ensenada hizo que un con-temporneo suyo le describiera como un secretario de todo: ibid., p. 160 (retra-ducido del ingls. N. del T.).

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    cialmente por Ensenada y Jos de Carvajal y Lancaster, y poste-riormente por Ward y el duque de Huscar, logr (no obstante susrivalidades personales) sentar las bases de la reestructuracin fis-cal y administrativa de Espaa, y promover un proyecto imperialque buscara definir y aplicar en Amrica una ideologa rectora,para facilitar la explotacin de los recursos coloniales en beneficiodel Estado Borbn.9

    La primaca de Ensenada en Madrid coincidi durante casi unadcada con el prolongado gobierno en Per (1745-1761) de JosAntonio Manso de Velasco, conde de Superunda.10 Como se veren el captulo 3, Manso logr iniciar un significativo proceso de re-formas fiscales en Per que comprendi el establecimiento delEstanco del Tabaco en 1752 a pesar de haber tenido que en-frentar un abultado gasto fiscal debido a la destruccin de Lima yCallao por el devastador terremoto de 1746. Este virrey tuvo tambinxito al imponer (aunque por razones fiscales ms que humanita-rias) algunas reglamentaciones a las actividades comerciales que loscorregidores realizaban en las comunidades nativas del virreinato.11

    Adems, y como corresponda a un experimentado soldado profe-sional haba sido capitn general de Chile durante siete aos,Manso estaba preparado para enfrentar las manifestaciones espo-rdicas (aunque al parecer cada vez ms frecuentes) de descontentopopular que perturbaban la sociedad rural como, por ejemplo, laya mencionada revuelta de Huarochir. A pesar de ello, al igual queMendoza, su predecesor, Manso se vio obligado a contener (y nosofocar) la prolongada rebelin indgena dirigida por Juan Santos

    Atahualpa en las mrgenes orientales de la remota regin de Jaujaentre 1742 y 1752.12

    En cierto sentido se puede interpretar la decisin de transferir aManso de Santiago a Lima, tomada en 1744, como el inicio de unapoltica borbnica de disponer que el virrey del Per (y de los demsvirreinatos) fuera una persona con experiencia naval o militar, envez de los juristas, cortesanos y hombres de Iglesia que haban do-minado ese cargo anteriormente. A pesar de que todos sus suce-sores, incluido Jos de la Serna, el ltimo virrey del Per, se adaptarona estas caractersticas, esta tesis no es del todo exacta pues la nuevatendencia se haba iniciado dos dcadas antes, con el nombramientode Jos de Armendriz y Perurera, marqus de Castelfuerte, quiengobern el Per entre 1724 y 1736. Sin embargo, el gobierno pro-longado pero relativamente ineficaz de Mendoza un autnticorepresentante de las familias entrelazadas de los grandes que mo-nopolizaron los cargos ms importantes de Amrica durante el sigloXVII en el lapso que medi entre Castelfuerte y Manso (1736-1745), fue un reflejo de la inconsistencia de Felipe V y sus ministrosa la hora de nombrar a las autoridades coloniales. Es ms, el gobiernode Mendoza coincidi no slo con la decisin de la Corona, tomadaen 1738 y llevada a cabo al siguiente ao, de fundar el virreinato deNueva Granada (retirando, por tanto, los reinos de Quito, Panamy Nueva Granada de la jurisdiccin del virrey limeo), sino tambincon el estallido de la Guerra de la Oreja de Jenkins y las subsiguientesincursiones en el Pacfico de fuerzas navales inglesas bajo el mandode George Anson.13

    Una de las consecuencias de las renovadas hostilidades anglo-hispanas fue, precisamente, el llamado de Juan y Ulloa a Lima, para

    9. Andrien, The Noticias secretas, pp. 185-86. Lynch, Bourbon Spain, pp. 157-95,presenta un anlisis claro y convincente de los principales rasgos de la polticaimperial durante el reinado de Fernando VI. Pietschmann, Conciencia deidentidad, presenta un cuadro claro de los debates actuales sobre la polticaimperial borbnica.

    10. La introduccin de Alfredo Moreno Cebrin a Manso, Relacin, presenta un buenresumen de las actividades y logros del virrey: vase sobre todo las pp. 59-129. Paraun resumen de la carrera de Manso vase el apndice 1.

    11. Moreno Cebrin, El corregidor de indios, hace un anlisis exhaustivo de esteltimo proceso.

    12. Los detalles de la revuelta de Huarochir aparecen en Spalding, Huarochir,pp. 270-92. No hay ningn estudio exhaustivo de la rebelin de Juan SantosAtahualpa, pero Castro Arenas, La rebelin de Juan Santos, es un buen resumen.Vase tambin De la Torre y Lpez, Juan Santos. OPhelan, Un siglo de rebeliones,examina el fenmeno de las protestas rurales/nativas durante el periodo Borbn.

    13. McFarlane, Colombia before Independence, pp. 191-97, trae los detalles del abortadointento de establecer el nuevo virreinato en 1719-1723, y de su creacin definitivaen 1738-1739. Andrien, The Kingdom of Quito, examina parte del trasfondo y lasconsecuencias de la decisin de incorporar el reino de Quito a Nueva Granada.

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    que asesoraran al virrey con las medidas defensivas necesarias paraproteger al virreinato de esas incursiones, una decisin que ejem-plifica la vulnerabilidad de la Real Hacienda y la economa peruanasante los conflictos internacionales, sobre los cuales tanto los gober-nantes como los gobernados del virreinato tenan poco control.

    Estas infortunadas circunstancias parecieron resolverse en 1748con el Tratado de Aix-la-Chapelle, que abri un periodo de paz dems de una dcada entre Espaa e Inglaterra y, an ms signi-ficativamente, con la decisin de Ensenada de conservar la neu-tralidad hispana en caso de mayores conflictos entre Inglaterra yFrancia. Sin embargo, como luego veremos, la incapacidad de Car-los III para rechazar en 1762 la decisin de sus consejeros de entrara la Guerra de los Siete Aos (que se libraba desde 1756) del ladofrancs, tuvo como consecuencia, en primer lugar, la humillacinmilitar y naval de Espaa frente a los ingleses y, en segundo lugar,el que se renovasen las estructuras defensivas del Per durante elgobierno de Manuel de Amat (1761-1776).

    Si el gobierno de Mendoza una persona letrgica e indolente,apenas recordada por la posteridad por su mrbido inters en res-paldar las campaas de la Inquisicin fue un reflejo de las eviden-tes contradicciones de las polticas americanas llevadas a cabo porEspaa durante los ltimos aos del reinado de Felipe V, el gobier-no de su predecesor, Castelfuerte, se percibe generalmente comoun claro reflejo de la decisin de su patrn, Jos de Patio (ministrode Indias, Marina y Hacienda entre 1726 y 1736), de gobernar efi-cientemente Amrica a expensas, de ser necesario, de los interesescriollos. El cuarto de siglo anterior al nombramiento de Castelfuertey en realidad la ltima dcada del siglo XVII, dado que el gobiernode Melchor Portocarrero, conde de la Monclova (1689-1705), cubriel cambio de dinasta en 1700 haba sido el nadir de la autoridadimperial espaola en el virreinato peruano.

    En realidad, Portocarrero fue el ltimo de los virreyes asignadosa Lima que antes haba servido en Mxico (si bien apenas durantedos aos) y su traslado reflej la agona de la tradicin segn la cualMadrid vea al Per como un lugar ms importante, estratgica yeconmicamente, que la Nueva Espaa. Esta disminucin en el statusque le caba al Per en la jerarqua imperial se not en la cada pro-

    gresiva de los ingresos de la Caja Real de Lima desde 1660 y fueasimismo una consecuencia de ella. An ms grave, por lo menosdesde la perspectiva de la Corona, era que una parte cada vez mayorde estos ingresos 95% en la dcada de 1690, en comparacincon 55% en las primeras dcadas del siglo se gastaba dentro delvirreinato, principalmente en su defensa.14

    Claro est que la crisis fiscal que se inici a fines del siglo XVII nosignific la decadencia absoluta de la economa peruana. De hechoocurri lo contrario, pues si bien el sector minero experiment unaprolongada recesin desde la dcada de 1650 hasta la de 1740por lo menos, de acuerdo a la produccin y a los impuestos re-gistrados en Potos, el principal centro productor de plata, contamoscon amplias evidencias de que lo que el virreinato vivi durante losaproximadamente cien aos anteriores a 1750 fue un proceso detransicin econmica, caracterizado por el paso, gradual pero ine-xorable, de una economa dominada por la minera de plata a otrams diversificada, que incorporaba un slido crecimiento en la pro-duccin agrcola, el comercio regional y las manufacturas textilesy artesanales.15

    La continua crisis financiera de la Corona que vio caer losingresos de la Caja de Lima de 16.9 millones de pesos entre 1701y 1710, a 9 millones entre 1711 y 1720 ciertamente reflejaba lacada gradual de la produccin minera y el estancamiento del co-mercio trasatlntico oficial. Sin embargo, tambin se debi a la in-capacidad de la Corona para disear y aplicar un nuevo sistema

    14. El mejor estudio del funcionamiento de la Real Hacienda durante el siglo XVII es elde Andrien, Crisis and Decline, no obstante la renuencia del autor a correlacionarsus hallazgos con la ms amplia tesis de la depresin, enunciada por vez primerapor Woodrow Borah en la dcada de 1950. Con fines comparativos vase TePaskey Klein, The Seventeenth-Century Crisis in New Spain.

    15. Sigue siendo notablemente difcil ubicar informacin exacta sobre la produccinminera real en oposicin a la renta procedente de los impuestos (a partir de lacual se la puede extrapolar) antes de 1776, no slo para los centros minerossecundarios del Bajo Per, sino tambin para los centros principales (Potos yOruro) del Alto Per. Las mejores fuentes para la produccin de Potos son Bakewell,Registered Silver Production, y Tandeter, Coaccin y mercado. Para un cuadroglobal de la produccin peruana vase Brading y Cross, Colonial Silver Mining.

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    tributario capaz de gravar en igual medida a las nuevas fuentes deriqueza surgidas en Amrica durante el siglo XVII.16

    Las dcadas de 1720 y 1730 trajeron consigo una modesta mejo-ra en los ingresos, en comparacin con el periodo 1711-1720 a14.2 y 12.7 millones de pesos, respectivamente, y gracias a unaserie de contribuciones extraordinarias Castelfuerte logr respondera las nada ambiguas rdenes que Patio diera en 1728-1729 de re-mitir metlico a Espaa por valor de 2.2 millones de pesos.17 Sinembargo, como veremos en el captulo 3, el inicio de una recupera-cin ms sustancial los ingresos del Tesoro llegaron a ser de 18.4millones de pesos entre 1751 y 1760, en comparacin con 15.1millones entre 1741 y 1750 no lleg sino cuando Manso comenza cambiar la estructura fundamental de la organizacin y adminis-tracin de la Real Hacienda de modo ms radical.

    Unas pocas iniciativas se tomaron en Lima y Madrid antes de1750, sobre todo en la dcada de 1730, para promover el creci-miento econmico incluso a costa de provocar prdidas fiscales enel corto plazo: ellas comprendan la decisin, tomada en 1735 yaplicada en el virreinato al ao siguiente, de bajar el principal im-puesto sobre la produccin de plata de un quinto a un dcimo.Junto con los exitosos intentos de mejorar la provisin de mercuriode Huancavelica a Potos, iniciados por Castelfuerte, esta medidaestimul inmediatamente el renacimiento del output de plata. Tam-bin benefici a las finanzas reales en el corto plazo: los ingresos dePotos con el nuevo diezmo, apenas unos 183,000 pesos en 1737,

    subieron constantemente de ah en adelante hasta alcanzar un picode 400,000 pesos en 1780.18

    Asimismo, un censo general de la poblacin no hispana del vi-rreinato, emprendido por Castelfuerte inmediatamente despus dela epidemia de 1718-1723 (que devast a la poblacin indgena dela sierra, complicando tanto el cobro del tributo como el funcio-namiento de la mita), increment el valor del tributo recaudado en60%, a 680,000 pesos al ao.19 Si bien el arribo del anciano virreyMendoza al Per, en 1736, no logr revertir los cambios estructu-rales implementados por su predecesor, s diluy de inmediato lasiniciativas de reforma en favor de un retorno al letargo que carac-teriz a la administracin virreinal durante el primer cuarto del sigloXVIII. Es cierto que Mendoza consigui casi 2 millones de pesos pa-ra el Tesoro, al gravar el comercio interno con el nuevo impuesto,en principio para cubrir el incremento en los gastos de defensa pro-vocado por el estallido de la Guerra de la Oreja de Jenkins en 1739;pero Manso, su sucesor, lo aboli en 1752 por la sostenida resistenciapopular en Lima y otros centros urbanos.20

    La Guerra de la Oreja de Jenkins, precipitada en parte por elresentimiento ingls ante los celosos intentos de Espaa de impedirel contrabando en el Caribe de ah que se le cortara la oreja alinfortunado Jenkins, se libr casi ntegramente en los mares delCaribe. Con el nombramiento de Sebastin de Eslava como primervirrey de Nueva Granada, la defensa de las costas caribeas dej deser responsabilidad directa del virreinato del Per a partir de 1739,no obstante lo cual en 1740 se le orden a Mendoza que enviara300,000 pesos como subsidio para los preparativos defensivos de

    16. Las cifras de los ingresos han sido tomadas de TePaske y Klein, The Royal Treasuries,Vol. 1. Por cierto, generalmente se acepta que los ingresos de la Caja de Lima nodan sino un indicador sumamente tosco de la actividad econmica, as como delestado de la Real Hacienda en el virreinato. Vanse en Fisher, Commentary,algunas observaciones sobre los problemas que aguardan a los investigadoresdescuidados que utilizan las cuentas de las cajas reales.

    17. Patio exiga remesas de un milln de pesos al ao, lo cual hace que a primera vista,el total de 2.2 millones durante los doce aos de gobierno de Castelfuerte resultenalgo modestos. En realidad, fue la remesa ms grande desde la dcada de 1680.Los detalles de las mismas en el periodo 1651-1739 se encuentran en RodrguezVicente, Los caudales.

    18. Tandeter, Coaccin y mercado, pp. 5-6, 10-11, tambin llama la atencin sobre elestmulo a la produccin brindado por el crecimiento del comercio internacionaltanto legal como de contrabando, que estimul la demanda de la plataamericana.

    19. Hampe Martnez, Visita a los indios, es un buen ejemplo de cmo funcionabaeste proceso en una provincia particular (Paucartambo). Varios de los padrones detributarios producidos gracias a esta tarea seguan en uso cincuenta aos mstarde: Escobedo a Glvez, 16 de junio de 1784, AGI, Lima, Leg. 1097.

    20. Pearce, Early Bourbon Government, p. 120.

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    Cartagena, en donde los ingleses comandados por Edward Vernonfueron rechazados en 1741.21

    Mendoza tambin tuvo sus propios problemas con el saqueo eincendio del puerto norteo de Paita en 1741 a manos de Anson, apesar de las elaboradas y costosas precauciones defensivas que sehaban tomado.22 Cuando Anson se retir de las costas peruanas acomienzos de 1742, rumbo a Panam, los ataques directos de losingleses al Per no volvieron a repetirse. No obstante, en diciembrede 1742 un escuadrn que inclua naves comandadas por Juany Ulloa fue despachado del Callao a Chile para prevenir cualquierotro ataque.23 Entretanto, el recuerdo de las incursiones hostiles enel Pacfico por parte de navos y corsarios ingleses, holandeses y(hasta 1698) franceses, era lo suficientemente fuerte en el Per comopara impulsar costosos preparativos defensivos (armar a la milicia,reparar las fortificaciones, fabricar armas y reforzar los escuadronesnavales) cada vez que Espaa entraba en guerra con Inglaterra, loque sucedera en 1762, 1779, 1796 y 1804, muchas veces por lar-gos periodos.24

    Para la economa y la hacienda peruanas, un problema anms insidioso en tiempo de guerra que los grandes gastos y el temor(en algunos casos real) a un ataque extranjero, era la perturbacindel comercio y por lo tanto, tambin de la minera y otros sectoresproductivos debido a la incapacidad o la renuencia de los comer-ciantes para zarpar sin proteccin naval. Dado el calamitoso estado

    de la marina espaola a finales del siglo XVII, esto significaba que lanica forma de conservar por lo menos cierto intercambio comercialentre el Per y Europa durante la devastadora Guerra de la SucesinEspaola (1700-1713), era que Felipe V, el nuevo rey, abriera el has-ta entonces exclusivo sistema comercial imperial del mundo his-pano a los navos mercantes de su Francia natal. Los buques france-ses ya haban aparecido en el Pacfico en 1700 como contrabandistas.Por ejemplo, la Compagnie Royale de la Mer Pacifique, constituidaen 1698 luego de la firma del Tratado de Ryswick entre Espaa yFrancia, despach en ese mismo ao una expedicin que parti deLa Rochelle bajo el mando de Jacques Gouin de Beauchesne. stelogr vender algunas telas en Callao, Pisco e Ilo a pesar de la ambiguarecepcin que le dieron los funcionarios peruanos, y regres sano ysalvo a su puerto de origen en agosto de 1701.25

    Al siguiente ao, en 1702, Felipe V tom la portentosa decisinde transferir el codiciado asiento de negros a la Compaia Francesade Guinea, hasta entonces en manos de navieros portugueses. Estadecisin otorg al nuevo aliado de Espaa el derecho exclusivo deproveer a la Amrica hispana con esclavos negros procedentes delfrica. Aunque este acuerdo se justificaba, e incluso era necesariopor la eterna incapacidad espaola para satisfacer la demanda ame-ricana de esclavos con sus propios recursos (Espaa no tena ningunaposesin en aquellas regiones del frica en donde los comercianteseuropeos conseguan los esclavos) y por la posibilidad de que el su-ministro proveniente de mercaderes portugueses e ingleses desapare-ciese en caso de hostilidades en Amrica, en esencia constituy unarendicin ante la persistente presin francesa en pos de concesionescomerciales. Esta medida dio un acceso indirecto al mercado perua-no a travs de Buenos Aires, Portobelo y Cartagena a los comercian-tes franceses, primero, e ingleses desde 1713 (cuando el Tratado deUtrecht transfiri el asiento a la Compaa Inglesa de la Mar delSur). En estos puertos, la presencia legtima de navos que trans-portaban esclavos esconda el difundido contrabando bajo un man-to de legalidad.

    21. McFarlane, Colombia before Independence, pp. 199-200.

    22. En la relacin de su viaje, Anson explica por qu motivo decidi no atacar el Callaoy abandonar su, algo ingenuo, plan de persuadir a los indios del Per de que serebelaran en contra de Espaa: Anson, A Voyage Round the World, pp. 15-33.

    23. Los detalles de las actividades de Anson y las medidas defensivas tomadas porMendoza se encuentran en Vargas Ugarte, Historia del Per, pp. 189-95.

    24. Bradley, The Lure of Peru, pp. 194-95. Para no dar sino un ejemplo, en 1782, lospreparativos tomados por la marina peruana ante un ataque britnico que no llega materializarse costaron 684,000 pesos, an cuando este monto es pequeo encomparacin con los 2.6 millones gastados en municiones, provisiones y paga delas tropas durante la rebelin de Tpac Amaru: Escobedo a Glvez, 5 de febrero de1785, AGI, Lima, Leg. 1104. 25. Bradley, The Lure of Peru, pp. 181-82.

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    El otorgamiento del asiento a los franceses en 1702, a cambiode la prometida proteccin naval de Francia para el comercio tran-satlntico, aceler el estallido, en dicho ao, de las hostilidades for-males entre Inglaterra y las aliadas Francia y Espaa. Esto a su vezllev al nombramiento, en 1704, de asesores franceses a un comitde plenos poderes establecido por Felipe V en Madrid, para exami-nar el problema del futuro de la carrera de las Indias. Su principaldecisin fue permitir que los navos franceses viajaran directamenteal ocano Pacfico a travs del Cabo de Hornos, para comerciar conChile y Per. Incluso antes de esta legitimizacin formal, los navosfranceses comerciaban en los puertos del Pacfico con relativa impu-nidad, en un principio ilcitamente pero luego con cierto respaldooficial tanto de Madrid como de Lima, en especial cuando (comoen el caso peruano) los intrusos insistan en que su objetivo final erallegar a China surcando el ocano Pacfico, u ofrecan ayudar a lasfuerzas navales que perseguan a los corsarios ingleses.

    Si bien algunas de las primeras expediciones de La Rochella tu-vieron prdidas, la mayor parte de los 168 navos que naveg porel Pacfico entre 1698 y 1726 (ao, este ltimo, en que Castelfuertedecidi hacer cumplir las medidas draconianas de un Felipe V msresuelto a cortar el trfico) regres con considerables ganancias.26

    En 1705, por ejemplo, la Compaa de las Indias Orientales calcula-ba que un tpico cargamento llevado al Per rendira una gananciade 300%.27

    La pasividad con la cual los sucesivos virreyes del Per anterio-res a Castelfuerte permitieron y, en un caso al menos (esbozadoms adelante) estimularon abiertamente a los franceses burlar losreglamentos que buscaban imponer restricciones a sus actividadescomerciales, refleja en parte la estructura extremadamente inestablede la autoridad virreinal en Lima durante el primer cuarto del sigloXVIII. El anciano e ineficaz Portocarrero falleci en setiembre de1705, habiendo tomado pocas iniciativas durante casi diez aos,luego de recibir en 1695 la confirmacin de Madrid de que se lepermita retirarse. Haba quedado como un pato cojo, slo porque

    una serie de accidentes y enfermedades impidi que varios de sussucesores nombrados llegaran a Lima.28 Su deceso no rompi enabsoluto el ambiente general de indecisin de la capital virreinal,pues la autoridad interina revirti al presidente de la Audiencia entanto se esperaba el arribo, a mediados de 1707, de un reemplazantedefinitivo, Manuel Oms de Santa Pau, marqus de Castelldossrus.La causa principal de la fama del nuevo virrey era que, al llegar aVersalles la noticia del ascenso al trono espaol de Felipe V siendo lembajador espaol en Francia, le dijo a Luis XIV (el 11 de noviembrede 1700) las famosas palabras a veces atribuidas al propio Rey Sol:Il nexiste plus de Pyrnnes. Castelldossrus tena un inters bas-tante cercano pero extremadamente venal por la cuestin comercial.Por lo general se considera que l fue personalmente responsablepor el fracaso de la feria de Portobelo de 1708.29

    Los galeones que intentaron comerciar en Portobelo en 1708uno de ellos llevaba al propio Oms dejaron Cdiz en marzo de1706 y arribaron a Cartagena a fines de abril sin mayor incidente.Sin embargo, no pudieron seguir a Portobelo pues debieron espe-rar a que el nuevo virrey viajase pausadamente a Lima, y luego sepasase la segunda mitad de 1707 instalndose en el cargo, en lugarde completar los preparativos para despachar la flota peruana delCallao a Panam, con el fin de que sus comerciantes se encontra-ran con los espaoles en Portobelo. Entretanto, Oms permita quelos navos franceses vendieran sus cargamentos en el puerto de Piscoa una compaa en la cual tena inters personal, principalmente enla persona de Ramn de Tamarit, su sobrino, quien comandaba suguardia personal. El resultado fue que cuando la feria de Portobelose realiz, en mayo de 1708 la primera en llevarse a cabo desde1696 y la nica durante la Guerra de la Sucesin Espaola, tuvoun bajo volumen de actividad, agravado por la confusin admini