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    JORGERAMREZPLASCENCIA ANACECILIAMORQUECHOGITRN

    UNIVERSIDADDEGUADALAJARACENTROUNIVERSITARIODELACINEGA

    UNIVERSIDADDEGUADALAJARACENTROUNIVERSITARIODELACINEGA

    COORDINADORES

    I SB N 9 7 8 - 6 0 7 - -4 5 0 3 5 7 - 9

    9 7 8 6 0 7 4 5 0 3 5 79

    A

    LOS

    TERICOS

    DE

    LA

    SOCIEDAD

    REPENSARLa teora social se suele ensear y estudiar sin

    considerar sus repercusiones posteriores y

    sin valorar su utilidad para nuestra poca. En

    gran medida, este libro propone una pers-

    pectiva distinta.

    Revisa el pensamiento de algunos tericos

    de la sociedad con el propsito de establecer

    sus influencias posteriores; discutir qu tan

    vigentes son ahora sus conceptos, teoras y

    hallazgos; y precisar qu promesas de anlisis

    y explicacin podran albergar todava.

    Es un repaso al pensamiento de autores

    clsicos como Weber, Durkheim, Pareto y

    Mauss, as como algunos contemporneos

    como Goffman, Schutz, Touraine, Giddens y

    Arendt. Tambin se ofrece una valoracin de

    Wittgenstein, filsofo que ha influido singu-

    larmente a la teora social.

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    Repensar a los tericos de la sociedad

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    Repensar a los tericos de la sociedad

    Jorge Ramrez Plascencia

    Ana Cecilia Morquecho Gitrn

    coordinadores

    Universidad de Guadalajara2011

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    Primera edicin, 2011

    D.R. Universidad de Guadalajara

    Centro Universitario de la Cinega

    Av. Universidad nm. 1115

    Ocotln, Jalisco. Mxico

    CP 47820

    ISBN 978-607-450-357-9

    Impreso y hecho en Mxico

    Printed and made in Mexico

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    Presentacin 9

    I

    Max Weber:aproximaciones a la actualidad de un clsicoHctor Ral Sols Gadea 15

    IIUn acercamiento a Vilfredo Pareto

    Fernando Leal Carretero 41

    IIIDurkheim ante el tribunal de los hechos.Acerca de la complejay no dirimida actualidad de El Suicidio

    Jorge Ramrez Plascencia 93

    IVMarcel Mauss:

    notas sobre el don y el hecho social totalAna Cecilia Morquecho Gitrn 137

    VSobre el carcter precario del orden social.Reflexiones en torno al anlisisde marcos de Erving Goffman

    Jorge Galindo 149

    ndice

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    VIWittgenstein:

    fuente de inspiracin para lasteoras de la ciencia y las ciencias socialesRal Medina Centeno 171

    VIIAlfred Schutz y sucesores:el desarrollo de una sociologadel mundo de la vida y del conocimiento

    Zeyda Rodrguez Morales 195

    VIIIPensamiento, accin y poltica.Reflexiones sobre Hannah Arendt

    Paulina Martnez Gonzlez

    Eduardo Hernndez Gonzlez 217

    IXLa modernidad y la democraciaen la imaginacin sociolgica.Reflexiones sobre Alain Touraine

    Hugo Rangel Torrijo 241

    XReconsideraciones sobre Anthony Giddens.

    Una revisin contemporneade los conceptos de dualidad de estructura,reflexividad moderna y relacin pura

    Pablo Gaitn Rossi 259

    Sobre los autores 283

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    P

    La teora social es materia de enseanza cotidiana en las aulas uni-versitarias. En antropologa, sociologa, comunicacin, historia,ciencia poltica y estudios internacionales, entre otras, se impartencursos con ms o menos prolijidad que llevan por ttulo tal deno-minacin. De acuerdo con nuestra experiencia, la base de esta en-seanza es la exgesis del pensamiento de ciertos autores que seconsideran cannicos, cuyas ideas se revisan de manera ms o me-nos directa. Poca insistencia se hace sobre la historia de repercusio-

    nes de las ideas que se revisan y, sobre todo, de su actualidad a la luzde nuevos hallazgos y teoras. Esto provoca que la lectura, revisin ydiscusin de los tericos sociales se mantenga rezagada respecto aldebate contemporneo que se da en el mundo acadmico.

    Al decidirnos a preparar y publicar un libro como ste, quisimosabrir un espacio para pensar y repensar a algunos tericos de lasociedad enfatizando, justamente, su ubicacin en el debate actual.Nuestro propsito era buscar un punto de lectura de autores clsicos

    o contemporneos que fuese ms all de la repeticin de sus tesis, dela exgesis meditada de sus pasajes ms difciles o de la rpida aplica-cin de sus conceptos para entender cualquier cosa. Buscamos exa-minarlos para sopesar qu tan tiles eran ahora sus conceptos, teorasy hallazgos despus de haber sido formulados veinte, cincuenta o msde cien aos atrs, qu promesas de anlisis y explicacin podranalbergar todava y qu pertinencia podran tener sus planteamientospara nuestra realidad. Nos sentimos satisfechos con el resultado.

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    La primera satisfaccin fue por dar vida a un texto que, inequvo-camente, toma a la teora social como su objeto. A pesar del aprecio

    que existe por la teora social en las universidades mexicanas, pocose escribe y se publica que la tenga como objeto expreso de anli-sis o discusin. Las presiones por producir y publicar reportes deinvestigaciones empricas parecen eclipsar o confinar ese gusto yslo permite algunos destellos de valoracin terica, pero siempreenmarcados en la dura faena de analizar datos y generar recomen-daciones de intervencin pblica. Eso, desde luego, est muy bien,pero no hay que dejar de lamentar que no existan, muchas veces, ni

    los tiempos ni los espacios propicios para pensar con holgura y sinpremura a los autores y sus ideas. Nuestra impresin es que este libroabre un pequeo lugar desde el cual llevar adelante esta tarea.

    La segunda satisfaccin fue por haber logrado reunir a un grupode conocedores, expertos y agudos lectores de teora social para queescribieran un ensayo acerca de una figura prominente de su inters.No fue sencillo. Justamente por sus compromisos con investigacio-nes en marcha de otra ndole, por sus responsabilidades docentes y

    en algunos casos por sus obligaciones administrativas, casi a nadiele fue fcil dedicarle el tiempo necesario para escribir su trabajo. Es-tamos agradecidos con ellos por ese esfuerzo adicional para coope-rar con esta publicacin y, por qu no decirlo, entristecidos de que

    varios ms, tambin convocados a colaborar en este volumen, final-mente hayan tenido que declinar su participacin decidiendo sabia-mente atender sus otros compromisos.

    El libro que presentamos fue decidido desde un inicio para va-

    lorar la teora social a travs de autores. Esto, desde luego, es un usocomn en la presentacin y discusin de la teora social, aunque no-sotros quisimos que fuese justamente as no slo para que la revisinfuese mejor orientada frente al examen de corrientes o teoras so-ciales vistas de manera annima, sino para que pudiese ensamblar-se mejor con la dinmica de aprendizaje de los estudiantes, a quienen gran parte van dirigidos los textos reunidos aqu. Notar el lectorque, en efecto, los captulos que componen este texto tienen como

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    destino a los conocedores o especialistas de ciertos autores, pero nomenos a los que apenas estn comenzando a descubrirlos.

    La seleccin de los autores que se discuten aqu obedeci no deltodo a una ponderacin de quienes pueden considerarse ms influ-yentes dentro de la teora social. ambin se tom en cuenta los gus-tos y capacidades de los colaboradores para abordar a determinadoterico social. Creemos que esta conjuncin de criterios de relevan-cia y gusto nos permitieron construir un libro equilibrado: lo mismose discuten a los clsicos que a los contemporneos, y a los muy co-nocidos como Weber y Giddens que a los que no lo son tanto, como

    Pareto o ouraine. Esta composicin seguramente har atractiva ybeneficiosa la lectura del texto.La parte dedicada al anlisis de los autores clsicos est conforma-

    da por sendos trabajos sobre Weber, Pareto y Durkheim, los cuales,junto con Marx, llegaron a conformar el cuadro original de clsicosde la sociologa, como bien nos recuerda Fernando Leal en su cola-boracin. Completa este cuadro un autor que ya podemos considerartambin clsico del pensamiento sociolgico: Marcel Mauss.

    Hctor Ral Sols Gadea, un apasionado conocedor de la obrade Max Weber, muestra las mltiples y complejas ramificacionescontemporneas del terico alemn y su particular trayectoria enMxico. Su recorrido por estas ramificaciones muestra con toda pro-piedad la enorme influencia que ha tenido su pensamiento duranteel siglo y hasta nuestros das. En sintona con las diversas facetasde Weber, ora como terico de la poltica, la sociedad o como crti-co de la modernidad, el trabajo de Sols reflexiona en torno a cada

    una de ellas poniendo nfasis en el valor que tienen para compren-der nuestra propia poca.Fernando Leal Carretero nos recuerda con su contribucin el

    valor de la obra sociolgica de Pareto, quien fuera enigmticamen-te sustrado del santuario de los clsicos de la sociologa. Ademshace gala de una gran erudicin sobre el autor y sigue sus huellas atravs de un arco temporal que abarca casi un siglo y varios idiomas.Hay mucho qu aprender de Pareto todava, como muestra de ma-

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    nera convincente Leal al ensayar la forma en que se puede analizarproductivamente el discurso desde su perspectiva. Es difcil no que-

    dar persuadido con su exposicin de que Pareto merece un estudioy discusin por lo menos semejante a la que se brinda a otros pensa-dores que crearon la sociologa hace ms o menos un siglo.

    Jorge Ramrez Plascencia hace un anlisis de la actualidad delpensamiento de Durkheim centrndose en los mritos explicativos yempricos de El Suicidio.A diferencia de muchos trabajos que procu-ran valorar la vigencia de las ideas de Durkheim leyendo y releyendosus obras, su trabajo revisa buena parte de la amplia y compleja tra-

    dicin de discusin y pruebas empricas de sus principales hallaz-gos en torno al suicido. Su recorrido revela una obra que ha tenido ytiene una sorprendente ascendencia en la investigacin sociolgicasobre el tema; tambin muestra cmo los intentos por confirmar orefutar muchos aspectos de su trabajo no pueden considerarse con-cluyentes en una u otra direccin.

    Ana Cecilia Morquecho dedica unas pginas al pensamiento deMarcel Mauss, sobre todo como se plantea en su clebre Ensayo so-

    bre el don. La pretensin de Morquecho no es realizar una discusinpormenorizada de este largo ensayo que an resulta tan enigmti-co y complejo, sino resaltar su aportacin esencial y parte de los co-mentarios crticos que ha despertado. Es una invitacin a releer estetexto clsico del pensamiento social, difcil de clasificar dentro deuna disciplina especfica por la brillante sntesis de erudicin hist-rica, antropolgica y sociolgica que ofrece.

    Erving Goffman es objeto de un captulo a cargo de Jorge Galin-

    do, quien nos expone la utilidad del concepto de marco. Poco se sabey se discute este concepto en nuestro medio acadmico, ms infor-mado sobre las primeras obras de este autor. El anlisis que haceGalindo es a la vez exegtico e ilustrativo. Muestra el origen del con-cepto en Bateson, su desarrollo por parte de Goffman y la clase deanlisis que pueden realizarse con l. Su trabajo sin duda alentara una lectura ms amplia de las obras de Goffman y a la utilizacinemprica de sus conceptos.

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    Ral Medina dedica un captulo a Wittgenstein. Ciertamente,Wittgenstein no tuvo el inters de construir nada semejante a una

    teora social, pero su influencia en la sociologa y la antropologa hansido ubicuas y poderosas. De ah que hayamos aceptado con gusto lainiciativa de Medina de dedicarle un apartado del libro. El texto quenos ofrece tiene el mrito de presentar en unas cuantas pginas lasideas capitales del filsofio y varios de los mltiples senderos en quese bifurca su influencia.

    Zeyda Rodrguez, quien conoce de aos atrs la obra de Schutz,hace una exposicin precisa de sus ideas principales y muestra la

    sutileza de algunos de sus conceptos. En un texto bien meditado,Rodrguez recrea la sistemtica fusin que realiz Schutz de la tra-dicin filosfica que proviene de Huserl y de la tradicin sociolgi-ca, sobre todo derivada de Weber. Una parte de su ensayo analizatambin la repercusin de los trabajos de Schutz en una obra ya cl-sica de la sociologa, La construccin de la realidad social, de Bergery Luckmann.

    Arendt, autora de no fcil clasificacin en alguna disciplina, es

    objeto de un captulo a cargo de Paulina Martnez y Eduardo Hernn-dez. Sus autores hacen un perfil biogrfico de la pensadora alemana,necesario para entender el atinado repaso que hacen de algunas de lascategoras ms fecundas de su obra. Conforme se presentan y discu-ten estas ideas, los autores tienen cuidado de mostrar su relevanciapara entender la vida poltica contempornea. Su trabajo es una entu-siasta invitacin a conocer y discutir la obra de Arendt.

    El captulo que le dedica Hugo Rangel a Alain ouraine puede

    leerse como una lcida confrontacin del pensamiento y anlisis deeste autor con las realidades latinoamericana y mexicana en parti-cular. Hugo Rangel ora examina sus tesis ms generales, ora aprue-ba sus aciertos analticos sobre la democracia y la modernidad en laregin, ora critica fundadamente sus insuficiencias intelectuales. Deeste examen, queda claramente de manifiesto que ouraine no per-tenece al pasado interpretativo de Amrica Latina, sino que sus ideasy posturas tienen todava valor para esclarecer su presente y futuro.

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    Anthony Giddens es el personaje de un agudo ensayo por partede Pablo Gaitn Rossi. Las categoras de dualidad de la estructura,

    modernizacin reflexiva y relacin pura son expuestas y valoradasa la luz de la crtica de otros autores y de la propia aportacin deGaitn. Su trabajo muestra el alcance de estos conceptos, pero tam-bin sus limitaciones como recursos analticos de la realidad social.Giddens aparece desacralizado, por decirlo as, en el trabajo deGaitn, lo que es un mrito de su escrito y un requisito indispensa-ble para todo el que trate pensar a partir de las ideas de Giddens yno slo citarlas.

    No quisiramos cerrar esta presentacin sin agradecer a RalMedina Centeno, uno de los colaboradores del libro, por haberapoyado desde su inicio la iniciativa de publicar este texto. A su in-ters y gestin, se debe que este libro sea publicado bajo el sello delCentro Universitario de la Cinega, una de las sedes regionalesde la Universidad de Guadalajara.

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    [I]

    M W: s

    Hctor Ral Sols Gadea

    Irradiacin mundial y mexicana

    Constatar que en los medios acadmicos internacionales no pas in-advertido el centsimo aniversario de La tica protestante y el espri-tu del capitalismo1es suficiente para pronosticar que durante el siglo

    veintiuno Max Weber (1864-1920) seguir recibiendo un conside-rable reconocimiento intelectual. Las celebraciones realizadas no seexplican nicamente por la importancia de esa investigacin, la ms

    conocida del socilogo de Heidelberg, sino por la gran proyeccincontempornea del pensamiento weberiano en su conjunto. A partirde la segunda guerra mundial,2aunque de manera ms clara hacia el

    1 Me refiero, por mencionar algunos, a trabajos como el que coordina

    Luis Gmez Snchez (2008). Max Weber: obra, tiempo, actualidad;

    al libro coordinado por Perla Aronson y Eduardo Weisz (2007). La

    vigencia del pensamiento de Max Weber a cien aos de La tica pro-

    testante y el espritu del capitalismo; al congreso Te norms, beliefs,

    and institutions of 21st century capitalism: celebrating Max Webers Te

    protestant ethic and the spirit of capitalism; y a la conferencia Cente-

    nary conference: Max Weber and the spirit of modern capitalism, 100

    years later.2 Con trabajos como el de Dirk Kaesler (2007). Max Weber: el clsico vi-

    viente y el de Francisco Gil Villegas (2007), quien con Casualidad y afi-

    nidades electivas: el ltimo lustro de la guerra acadmica de cien aos da

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    ltimo tercio del siglo ,3los trabajos dedicados a estudiar, criticary desarrollar aspectos de la obra de Weber, no han hecho otra cosa

    que crecer y multiplicarse.La weberologa forjada por un variado ejrcito de especialistassocilogos, politlogos y juristas, estudiosos de la modernidad yla cultura, historiadores del estado y la economa, investigadores enciencias de la administracin y expertos en religin expresa la plu-ralidad de campos en que se despliegan los escritos de este autor. Esprcticamente inabordable en su totalidad la bibliografa dedicada alanlisis y la exgesis de los tpicos weberianos; constituye un ejem-

    plo de esa complejidad terica incremental ad infinitum, adicional alas dificultades interpretativas de los trabajos seminales, con la quese enfrentan los cultivadores de las ciencias sociales contemporneas(Luhmann, 1991). Algunos de los ms importantes comentaristas yexgetas son Raymond Aron, Anthony Giddens, Wolfgang Momm-sem, Reinhard Bendix, David Beetham, Paul Honigsheim, WolfgangSchluchter, Randall Collins, Ralf Dahrendorf, Alan Sica, Julien Fre-und, Bryan S. urner y Robert J. Holton.

    Como muy pocos, Weber ha contribuido a vigorizar la cienciasocial mundial y ha formado parte de sus polmicas ms significati-

    cuenta del siglo de discusiones desatado por La tica protestante y el esp-

    ritu del capitalismo, lo que aporta un argumento ms a la tesis de la fuerza

    intelectual de este trabajo de Weber. Esto no significa, sin embargo, en mi

    opinin, que la importancia de Weber se deba reducir a dicho trabajo.3 Como la coleccin de ensayos de Talcott Parsons (1971) presentados en

    un congreso, en Alemania, en ocasin del centsimo aniversario del na-

    talicio de Weber. Al respecto, se ha comentado la importancia de dicho

    congreso como un acto de justicia a Weber y, de alguna manera, a la

    labor de Talcott Parsons, quien jug un papel fundamental en la recupe-

    racin del enfoque de Weber como un ingrediente de primer orden en

    la construccin de la teora social del siglo , adems de que Parsons

    tradujo al ingls La tica protestante y el espritu del capitalismoy Econo-

    ma y sociedad.

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    vas. Desde las de orden metodolgico y epistemolgico, hasta las quetienen que ver con el origen y el destino de la modernidad, las con-

    secuencias de la organizacin burocrtica de las sociedades y la via-bilidad del socialismo, pasando por las relacionadas con el porvenirde los movimientos religiosos y la fuerza movilizadora del carisma.Las aristas de su pensamiento y sus investigaciones son tantas quepueden conducir a muchos sitios, tanto en el plano de la elucidacincientfico-social como en el terreno de las ideas polticas. No pocas

    veces ambos aspectos se mezclan, de manera que es difcil distinguirlos posicionamientos de enfoque conceptual y los de carcter norma-

    tivo. Las repercusiones de Weber se han situado en ambos extremosdel espectro poltico-intelectual. A la izquierda, donde se encuentranpensadores como George Luckacs, precursor de la llamada Escuelade Frankfurt, Max Horkheimer y Teodor Adorno, adems de JrgenHabermas. A la derecha, donde se ubica el simpatizante del nacional-socialismo Carl Schmitt. Menos a la derecha, por supuesto, pero tam-poco cercanos a la izquierda, se encuentran Raymond Aron, alcottParsons y Niklas Luhmann. Desde otro punto de vista, sin pretender

    exhaustividad, el impacto de Weber se localiza en autores con abor-dajes sociolgicos muy diversos y distantes entre s. En la macroso-ciologa histrica, con autores como Norbert Elias, Randall Collinsy Charles illy. Pero tambin en estudiosos de los mundos de la vidacotidiana, como Alfred Schutz, y de la religin, como Jos Casanova.

    En Mxico, la recepcin de la obra de Weber tuvo importantesconsecuencias pblico-intelectuales. Weber era conocido en nuestropas desde una fecha relativamente temprana. Economa y sociedad, su

    libro terico capital, se tradujo aqu al castellano en 1944, pero fue enlos aos ochenta, periodo plagado de implicaciones polticas, cuandosu influencia alcanz una verdadera significacin. En las escuelasmexicanas de ciencias sociales se organizaron seminarios y ctedras,se publicaron trabajos sistemticos dedicados a su estudio, y una par-te de los comentarios periodsticos de la vida poltica recibi el influjode sus ideas. Weber fue crucial en dos sentidos: en el mbito universi-tario cambi el rostro de la academia, al acompaar la respuesta teri-

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    ca a la llamada crisis del marxismo expandiendo las posibilidades dela sociologa; en el espacio pblico, sirvi como fuente de inspiracin

    para imaginar alternativas al autoritarismo priista, va la construccinde una democracia desencantada, es decir, procedimental, electoral,de competencia entre lites (Rabotnikof, 2007). La lectura de Webertambin contribuy a enfrentar las necesidades de reforma de la ad-ministracin pblica mexicana que se produjeron luego de la crisisfiscal y administrativa del estado en aquellos aos (Aguilar, 1982).Entre los estudiosos que han formado parte de la historia de la re-cepcin mexicana de Weber se encuentran Luis F. Aguilar, Francisco

    Gil Villegas, Francisco Galvn Daz, Lidia Girola, Virginia SnchezRubio, Nora Rabotnikof, Catherine Nelson, Jaime Snchez Susarrey,Martha Cecilia Gil, Luis Gmez y Moiss Gonzlez Navarro.

    Consideraciones de mtodo:la actualidad de Weber desde Weber

    Entender la vigencia del pensamiento de Weber significa dar cuenta

    de las razones lgicas y analticas de su pertinencia. Implica escla-recer cmo sus conceptos y categoras siguen participando del di-logo que hoy se lleva a cabo entre los textos de teora social. Se tratade una actividad de creacin terica. Su sentido es construir la redsemntica que conecta los escritos de Weber con las constelacionesconceptuales clsicas y contemporneas de la ciencia social, y hacerexplcito en qu consiste el significado de cada caso de conexin deideas considerado relevante.

    Weber nos ofrece recursos para comenzar a desentraar, por lomenos parcialmente, el sentido de su propia actualidad. Si atende-mos a su proceder como investigador, reconocemos la necesidad deordenar la realidad conceptual weberiana para comprenderla. Deentre la virtual infinitud de problemas y temas a explorar en el uni-

    verso intelectual de Weber, tomado en s mismo y en sus posiblesconexiones con otros autores, debemos identificar un camino entremuchos. sa ha sido la estrategia seguida por los exgetas de Weber,

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    as como por aquellos que han utilizado sus recursos intelectualescomo ladrillos sobre los que construyeron su propio edificio cate-

    gorial. odos han seleccionado tal o cual aspecto de los trabajos deWeber y han tratado de darle claridad comprensiva, vinculndolocon otros conceptos y confrontndolo con datos de la realidad. No lohan hecho de esa manera porque se consideraran a s mismos webe-rianos, sino porque as procede el intelecto humano.

    Weber est en lo correcto al implicar que no hay el punto de vistaprivilegiado sino muchos criterios de seleccin posibles, los cuales,adems, se modifican conforme cambian los intereses de poca des-

    de la que atribuimos significacin a los fenmenos de la cultura. Unaactualidad siempre cambiante dificulta asir el sentido definitivo delpensamiento weberiano y su recepcin. No hay tal clausura. El We-ber de las teoras del conflicto, por ejemplo, es distinto al de alcottParsons, o al de Alfred Schutz, porque son distintos los presupuestosde horizonte histrico, tericos, metodolgicos y normativos, sobrelos que se sustenta cada uno de estos enfoques. No necesariamentehay un perjuicio en ello. El politesmo valorativo de Weber, y su con-

    siguiente reconocimiento de la importancia relativa de los puntos departida de la inteleccin humana, es un espaldarazo a la creatividady la libertad inherentes al proceso de conocer.

    Est lejos de lo anterior un relativismo absoluto que conlleveabandonar la pretensin de pertinencia heurstica por parte del es-tudioso. El ejercicio analtico realizado tendr validez en funcinde la consistencia racional que posea y del grado en que las con-clusiones extradas sean pertinentes en trminos metodolgicos:

    la fuerza persuasiva de los argumentos empleados y la adecuacinde las conexiones entre formulaciones tericas y hechos empricos.En ltima instancia, es importante subrayarlo, la vigencia de Weberdepende de que sus tesis y conceptos, muchas veces reelaboradoso reinterpretados a la luz de las preocupaciones y perspectivas denuestra poca, logren iluminar aspectos relevantes de la realidad.

    Weber quera contribuir a la existencia de una ciencia de reali-dad, la cual, si bien buscase capturar el significado (poltico, econ-

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    mico, cultural, religioso) de los fenmenos sociohistricos, debatamizar su quehacer observando las reglas derivadas de la razn ana-

    ltica y del compromiso con la objetividad del conocimiento. Asumaque los hallazgos cientficos tienen como destino, tarde o temprano,ser superados por los resultados de nuevas investigaciones. Quienhace caso al llamado de la ciencia est dispuesto a pagar el precio delcarcter provisional de su vigencia como personaje de la cultura cien-tfica de su tiempo. El cientfico no debe sacrificar su intelecto anteningn valor externo a la lgica del conocimiento; jams debe hacer-lo, ni siquiera como la consecuencia de construir una cosmovisin

    que confiera un sentido tico intrnseco al mundo y a la historia, paraprocurar librar a los hombres de la necesidad de justificar sus decisio-nes polticas o morales. Las respuestas a las preguntas sobre los finesltimos de la vida escapan a la racionalidad cientfica. No sera sta laclase de vigencia que debemos esperar de un autor que habra hechosuya la frase de Alfred North Whitehead de que una ciencia que dudaen olvidar a sus fundadores est perdida.

    Para Max Weber, pues, la trascendencia del cientfico no es la de

    Buda o la de Jesucristo. Es, simplemente, la de alguien que contri-buye, en un cierto periodo, a ensanchar los lmites del intelecto hu-mano, incluso a costa de hacer ms profunda la desmagificacindelmundo4y de poner en cuestin la posibilidad de integrar una cos-movisin nica de la vida, y un derrotero de la historia que conduz-ca a la realizacin de una verdad moral o poltica absoluta. Si Weberrealiz sus objetivos cientficos, por lo menos de manera parcial, laforma en que l sigue siendo, hoy en da, un clsico viviente es dife-

    rente a la aceptacin perseguida por los fundadores de movimientos4 La desmagificacin del mundo, su intelectualizacin, es un fenmeno

    que se desarroll plenamente en la modernidad (aunque sus orgenes

    son de larga data) y que consiste, segn Weber, en el hecho de que los

    fenmenos pueden ser explicados de manera racional, sin hacer alusin

    a la presencia de fuerzas divinas o metafsicas, sino en funcin de facto-

    res causales impersonales (Weber, 1998).

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    religiosos o ideolgico-polticos. Cuando menos, en consecuenciade sus postulados acerca del sentido existencial de la vocacin cien-

    tfica, sta no sera la clase de permanencia que l habra buscadopara su obra, y que habra recomendado perseguir a sus estudiantes.

    Entre los padres fundadores

    La identidad disciplinar de la sociologa y el desarrollo de los princi-pales campos de investigacin social emprica, mantienen vnculosindisociables con las aportaciones de Weber. No se quiere aqu decir

    que sea el autor que ms influencia ha ejercido en dichas reas delquehacer intelectual. Pretender demostrar tal afirmacin sera undespropsito.5Se ha discutido el carcter ms o menos sistemticode su obra y la originalidad de muchos de los problemas que abor-d, as como de algunos de los conceptos que utiliz; adems, du-rante su vida no integr un grupo de seguidores o forjadores de unaescuela de pensamiento (Kaesler, 2007). Sin embargo, el paso deltiempo vino a demostrar que Weber estableci la base sobre la que

    floreci una de las principales tradiciones analticas de la sociologa.Sus trabajos han sido cruciales para enriquecer la dimensin tericay metodolgica de la moderna ciencia social, tanto en su vertienteclsica, que se arraiga en el corazn del siglo y llega hasta el pri-mer tercio del siglo , como en su vertiente contempornea, quesurge en los aos treinta y cuarenta, y alcanza una fase de particularcomplejidad hacia las dcadas finales de la pasada centuria.

    5 Para ello, primero habra que construir un criterio epistemolgico, lo

    que, de suyo, entraara una complicada discusin. Habra que contes-

    tar preguntas como las siguientes: es el nmero de veces en que un au-

    tor es citado por otro, lo que lo vuelve relevante?, asumiendo que un

    autor se convierte en importante porque sus textos propician que otros

    escriban y discutan determinados temas, y utilicen un determinado

    lenguaje, cmo se puede demostrar esto al grado de establecer que el

    autor en cuestin es el ms importante?

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    El trabajo de Weber contribuye a dar balance de perspectivas,pluralidad metodolgica y profundidad de visin, a la constelacin

    de herramientas analticas y normativas generada por AugustoComte, Herbert Spencer, Alexis de ocqueville, Ferdinand nnies,Karl Marx, mile Durkheim, George H. Mead, Georg Simmel y Sig-mund Freud, los llamados, junto con Weber, padres fundadores dela moderna ciencia social. Los principales acentos de la sociologade Weber el individualismo metodolgico, la caracterizacin de laconducta social como accin dotada de sentido, la prescripcin deenlazar la comprensin interna de los hechos sociohistricos con su

    explicacin causal-externa, el reconocimiento del papel que desem-pean en la historia las imgenes del mundo en su interaccin conlos intereses materiales e ideales, la interpretacin de la modernidadcomo un proceso de constitucin de esferas societales autnomas sig-nado por la racionalizacin, la cautela frente a las visiones teleolgicasde la historia, la identificacin de la distancia entre los juicios de he-cho y los juicios de valor, el nominalismo conceptual y la metodologadel tipo ideal complementan, tensionan, o sirven de contrapunto, a

    las posiciones y presupuestos de los otros padres fundadores.La metodologa sociolgica propuesta por Weber, encaminada,entre otras cosas, a sustentar un abordaje objetivo de la causalidadhistrica, hace posible superar la vaguedad y generalidad excesivascon las que Augusto Comte y Herbert Spencer trataron de explicarel cambio social. La teora de los tres estadios de Comte y el evolu-cionismo abstracto de Spencer es corregible mediante los criteriosque, segn Weber, deben caracterizar a una ciencia social orientada

    a la bsqueda de hallazgos empricos: el establecimiento de co-nexiones concretas entre los hechos sociohistricos consideradosen su unicidad, el reconocimiento de la pluralidad de factores quecondicionan a los fenmenos sociales, y la atribucin del grado decausacin adecuada o accidental, segn el caso de los aconteci-mientos de la historia.

    La sociologa histrica del estado de Weber da mayor compleji-dad a los brillantes insightscon los que ocqueville da cuenta de los

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    procesos de centralizacin estatal y progresiva igualacin de condi-ciones sociales que dieron forma a la modernidad. Las preocupacio-

    nes de ocqueville acerca de los peligros que entraa el despotismode la mayora, encuentran una explicacin ms certera si se consi-deran los anlisis weberianos de las tendencias de las burocraciasestatales a expandir su poder. Un enriquecimiento analtico similarse obtiene de la combinacin entre las visiones de Weber y nniessobre los rasgos de la sociedad tradicional y la sociedad moderna, yacerca del trnsito de una a la otra. Los conceptos de comunidad (ge-meinscha), asociacin (gesellscha), voluntad esencial y voluntad

    arbitraria, centrales en el esquema de nnies, pueden ser dotadosde mayor precisin y poder explicativo a la luz de las categoras deWeber de feudalismo, carisma, autoridad tradicional, estamento, au-toridad legal-racional, capitalismo y burocracia, entre otras.

    El reconocimiento weberiano de la base administrativa, polticay cultural del poder y la dominacin, matiza el reduccionismo declase econmica presente en algunos escritos de Marx, en los queanaliza el estado y la superestructura poltica e ideolgica de la

    sociedad. La comprensin marxista de la estratificacin social, de-finida en trminos de las diferencias de posicin social en torno alproceso de produccin econmica, puede ser ampliada si se tomaen cuenta que Weber la caracteriza como el resultado de dinmi-cas que resultan de las posiciones en el mercado, pero tambin delas distinciones estamentales (status) y del sitio ocupado en las

    jerarquas de poder (partido). Un similar incremento de capacidadcomprensiva se le puede imprimir al materialismo histrico valio-

    so aunque parcial abordaje, segn Weber, para entender el desarro-llo del capitalismo, si se recupera la importancia condicional quesuelen tener las ideas en la lgica de la accin humana y sus conse-cuencias sociolgicas involuntarias.

    El individualismo metodolgico es un antdoto contra los riesgosdel funcionalismo de caer en visiones metafsicas que conciben alorden social como un automatismo holista: como dispositivo teri-co, enfatiza la centralidad de la accin individual en el proceso social

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    y, por tanto, permite afinar la tesis de la fuerza coercitiva que poseenlas estructuras sociales externas a los sujetos, segn se desprende de

    algunos postulados durkheimianos. Y, de manera contrastante, lamacrosociologa histrica weberiana, centrada en el estudio dela evolucin concreta de las estructuras racionalizadas de la eco-noma, el poder, la dominacin y la legitimidad, contribuye a darsentido de realismo sociolgico a las elaboraciones conceptuales deMead, Simmel6 y Freud, orientadas primordialmente al anlisisde procesos simblicos, culturales y psquicos.

    Raz que nutre los enfoques contemporneos

    No es casual que los grandes maestros del fin del siglo , es decir,aquellos que se echaron a cuestas la tarea de dar continuidad altrabajo de los padres fundadores, cimentaran sus contribucionesen esfuerzos de exposicin crtica y recuperacin conceptual deaspectos sustanciales de las investigaciones de Weber (sin queignoraran, por supuesto, las aportaciones de Marx, Durkheim,

    Mead, y otros). alcott Parsons, Jrgen Habermas, Niklas Luh-mann y Anthony Giddens, entre otros, han recurrido a Weber, conel propsito de establecer el objeto de la teora social contempor-nea, su diagnstico de la poca, su lenguaje conceptual, sus modosde acercamiento a la realidad.

    Parsons, padre del funcionalismo estructural, recuper la visinsociolgica de Weber en lo que respecta a la accin social, y reela-bor los conceptos de fines, valores, motivos y condiciones de la

    misma, para desarrollar su famosa teora del acto-unidad. El acen-to weberiano en los valores, fue utilizado por Parsons como un in-grediente de su propio esfuerzo por demostrar el papel crucial quedesempean en la estabilidad de la accin humana social y en la in-

    6 Habra que tener en cuenta, sin embargo, que en los anlisis de Simmel

    (1977) se encuentran importantes aportaciones al estudio de dinmicas

    estructurales.

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    tegracin de la sociedad. ambin Weber est presente en la teoraparsoniana del cambio evolutivo de las sociedades, sobre todo en

    la idea de que la cultura y sus procesos de legitimacin de nuevosvalores son una variable clave, que no la nica, para dar cuenta delas transformaciones histricas de largo aliento. ampoco se pue-de dejar de mencionar que Parsons recuper, en sus variables pau-tasde la accin social, la distincin weberiana entre sociedad tradi-cional y sociedad moderna.

    Desde un posmarxismo abierto a muchas perspectivas filos-ficas, pero sin abandonar el legado crtico de Frankfurt, Habermas

    aliment su enfoque evolutivo de la sociedad con el punto de vis-ta de Weber. Su anlisis de la racionalizacin social y la progresivaexpansin de la racionalidad formal-instrumental, que conduce a lacolonizacin del mundo de la vida cotidiana por parte del mercadoy de la lgica administrativa de las organizaciones burocrticas, nose puede entender sin las aportaciones de Weber al estudio de la reli-gin, la modernidad, la burocracia y el capitalismo. Adems, su teo-ra de la accin comunicativa se puede considerar como una suerte

    de contrapunto utpico y emancipatorio al concepto de Weber deaccin racional con arreglo a fines, un intento de superar los vacosde ste en materia de teora social normativa.

    Los trabajos de Niklas Luhmann, situados en el universo de lateora de los sistemas y cuya posicin poltica se podra calificar comouna suerte de realismo poltico neoconservador, tambin han recibi-do la impronta de Weber. Ecos weberianos resuenan en sus estudiossobre las organizaciones burocrticas, as como en su idea de que

    la legitimidad de las decisiones de la autoridad legal moderna no sefunda, en ltima instancia, sobre valores normativos sustantivos, sinoa partir de su base procedimental y su eficacia tcnica. La tesis centralde Luhmann, de que la modernidad y la secularizacin constituyenprocesos de diferenciacin funcional de la sociedad, no es ajena a lanocin weberiana de la autonomizacin de las esferas societales.

    Anthony Giddens, otro profesor que incorpora en su quehacerelementos de tradiciones muy diversas, pero que comparte signos de

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    identidad con el marxismo, debe ser citado aqu. Son clebres susrevisiones de Weber y otros clsicos, pues han servido de libros de

    texto para estudiantes de sociologa en todo el mundo. Su teorade la estructuracin que intenta hacer justicia a la dimensin es-tructurantede la accin humana social, es decir, al hecho de que lasestructuras sociales no slo son entidades constrictivas, sino tam-bin medios, condiciones y resultado de las actuaciones informadasde los agentes humanos puede leerse como un creativo homenaje alpensamiento de Weber.

    Es cierto que estos esfuerzos interpretativos y de utilizacin

    terica de los insumos generados por el pensamiento de Weber,pueden ser ejercicios de apreciacin discutibles, o que puedencontener sesgos interesados. Ninguno de los exgetas o recupera-dores del pensamiento weberiano ha dicho la ltima palabra sobresu correcta hermenutica. Hace falta un anlisis de los usos deWeber en la teora social contempornea que, sin tratar de cerrarel caso, cosa imposible adems de no deseable, intente poner alda la cuestin.7Es parte del ejercicio de creacin terica sealado

    arriba. Las ideas de Weber han servido de componente e inspira-cin para enfoques tan dismbolos como la teora del conflicto, lafenomenologa sociolgica, la microsociologa, la sociologa hist-rica, la macrosociologa, el funcionalismo y la teora crtica, entreotros.8Cmo ha sido posible esto y qu significa para la lgica de

    7 Los coordinadores de este libro, como criterio de mtodo para la escritura

    de los captulos que lo componen, ha propuesto una estrategia que podra

    ser de utilidad para el estudio de los usos de Weber que propongo: el cri-

    terio confirmativo, que busca confirmar la validez de un determinado ele-

    mento terico, metodolgico o emprico del autor; el criterio refutativo,

    orientado a sealar inconsistencias, el criterio de balance, pensado para

    describir la forma en que se ha discutido (o no discutido) algn aspecto

    de la obra en cuestin; y el heurstico, encaminado a calificar las maneras

    en que se interpretan las tesis del autor (adecuadas o inadecuadas).8 Hay que recordar que George Luckacs, precursor de la teora crtica, fue

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    la construccin de la teora social? Qu queda del horizonte con-ceptual weberiano despus de esta suerte de dispora conceptual?

    Adems, al lado de los grandes maestros que han hecho una re-cepcin emptica y a la vez polmica de los trabajos de Weber, exis-te un conjunto de crticos de su obra desde posiciones que exhibenequvocos de interpretacin, sobre todo al amparo de enfoques mar-xistas reduccionistas, pues utilizan descalificaciones inconsistentesque lo consideran como un exponente de la sociologa burguesa,el funcionalismo o el positivismo (Lewis, 1977; Zeitlin, 1970). Entodo caso, lo relevante es que todas estas recuperaciones, utilizacio-

    nes y crticas, demuestran la riqueza de un clsico: aquello que loconvierte en un autor susceptible de ser aprovechado para dialogarcreativamente con l y a partir de l, as como para encarar proble-mas que rebasan el tiempo que le toc vivir.

    Crisis del orden liberal y sociologa

    Se puede evaluar la pertinencia cientfica de los presupuestos we-

    berianos, preguntndonos cmo nos sirven para formular un pro-grama de investigacin adecuado para nuestra poca. En ltimainstancia, todo el esfuerzo sociolgico occidental, desde Montes-quieu hasta Bauman, est encaminado a hacer inteligible la moder-nidad, trmino que encierra, no sin ambigedades, el sentido msamplio de nuestro tiempo: los problemas, las contradicciones y lospredicamentos, las aspiraciones colectivas y los valores pblicos, lasposibilidades objetivas, en fin, el tono de la vida social de Occidente

    y de las sociedades occidentalizadas a partir del siglo .Las aportaciones de Weber fueron exitosas, desde el punto devista cientfico-social, para comprender la poca que le toc vivir ycuyos contornos nos alcanzan. As se explica el reconocimiento quese le sigue prodigando a su obra despus de tantos aos de haber sido

    alumno de Weber. Su Historia y conciencia de clase (1969) es un creativo

    trabajo de integracin de las ideas de Marx y Weber.

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    escrita. Empero, como se desprende de lo ya sealado, el esclareci-miento puntual de la pertinencia de Weber hoy, no es algo dado. Im-

    plica determinar hasta qu punto, y de qu modo, seguimos viviendoun tiempo similar al suyo, de manera que valoremos la necesidad dehacer un esfuerzo de crtica, adaptacin o renovacin, superacin oabandono, de sus principales conceptos y categoras. Otra vez se nospresenta la necesidad de poner a dialogar a Weber con los dems te-ricos, aunque ahora, con mayor claridad, teniendo presente su con-frontacin con la poca; otra vez la necesidad de creacin de teora.Este corto espacio no permite un trabajo de tal alcance. Ser suficien-

    te, sin embargo, con esbozar la crtica de Weber a los presupuestosterico-sociales que vertebraron su tiempo histrico y mostrar losms importantes de su propio enfoque. Cmo se enfrent Weber asu poca y cmo resolvi intelectualmente sus predicamentos?

    El periodo histrico en el que Weber desarroll su vocacin cien-tfico-social tuvo como divisa el agotamiento del liberalismo, uno delos arreglos institucionales especficos, tal vez el fundamental, porlos que ha transitado la modernidad. La obra madura de Weber se

    escribi entre 1903 y 1920. Fue su contexto el proceso de descom-posicin poltica, econmica y social europeo que desemboc en elfin de la paz de cien aos (1815-1914): el desmoronamiento de losimperialismos europeos, la ruptura del equilibrio de poder entrelas grandes potencias, la prdida de las certezas acerca de las bon-dades del mercado econmico concebido como mecanismo deautorregulacin espontnea, el descrdito del patrn oro como dis-positivo para la integracin comercial entre las economas naciona-

    les, el ascenso de los movimientos socialdemcratas y socialistas, laradicalidad de las luchas sindicales, la crisis de la democracia liberalparlamentaria, la agudizacin de las desigualdades sociales materia-les y la intensificacin de los nacionalismos.

    La primera guerra mundial no fue tan slo una conflagracinblica de proporciones inditas con efectos devastadores en tr-minos materiales y humanos, sino un trastorno que socav losfundamentos de la sociedad liberal clsica, burguesa. Su estallido

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    signific el fin, repentino e inesperado para muchos, del ciclohistrico inaugurado con la revolucin francesa, profundizado

    con las revoluciones burguesas de la primera mitad del siglo ,y apuntalado con el triunfo del capitalismo industrial y la confor-macin de un mercado mundial en el que desplegaron su accinlas potencias europeas imperialistas, primordialmente Inglaterra,Francia y Alemania. Signific la aparicin de una fractura, unaseparacin inapelable entre el antes y el despus. Lo que se conocicomo la bella poca, ese aorado periodo de relativa tranquilidad,9prosperidad econmica, progreso material y optimismo que vivi

    la Europa del siglo , dej su sitio a un mundo caracterizado porla guerra total, los desarreglos poltico-geogrficos de estados, na-cionalidades y etnias, las turbulencias econmicas, el desempleo, lainflacin galopante, las revoluciones sociales y un etctera de con-flictos irresueltos que hicieron del periodo que va de 1914 a 1945una poca de catstrofes, una guerra civil europea, una confronta-cin de ideologas radicalizadas que arrastr al mundo y defini elespritu poltico del siglo .

    Weber y los padres fundadores de la sociologa no tuvieron queesperar hasta la irrupcin de la Gran Guerra y su secuela de desajus-tes sociales, para percatarse de que el orden liberal europeo padecagraves patologas: los males eran profundos y venan de antao. Susdiagnsticos de la poca dan cuenta de las tensiones y amenazas dela sociedad burguesa, sus probables derroteros y esperanzas. El so-cilogo americano Steven Seidman (1983) ve en las obras de Weber,Marx y Durkheim tres diferentes intentos de poner el liberalismo a

    tono con sus desafos. Habermas (1987) ha escrito que la sociolo-ga es la ciencia de la crisis. Podra aadirse que la sociologa nacicomo la ciencia de la crisis del liberalismo. Los padres fundadores

    9 Es necesario matizar esta afirmacin. No significa que en esta poca no

    haya habido guerras. Las hubo y tambin hubo conflictos polticos. Sin

    embargo, no ocurri un conflicto blico generalizado entre los princi-

    pales pases europeos.

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    desarrollaron un ncleo terico alternativo a partir de criticar lospresupuestos sobre los que se estableci la civilizacin liberal euro-

    pea, principalmente la idea de que la piedra angular del orden so-cial es un mercado concurrido por individuos libres y autnomos,cuyo pacto social, racional, voluntarista y asumido desde una lgicade maximizacin del beneficio particular, hace posible la estabilidadpoltica, el crecimiento econmico y la cohesin social.

    Diferencias aparte, Weber, Marx y Durkheim comparten la ideade que es necesario abandonar las visiones ahistricas, abstractas yatomistas del orden social, y sustituirlas por perspectivas que reco-

    nozcan la historia evolutiva y estructural de las sociedades, as comoel marco social de instituciones, prcticas, ideas y normas en el quese forma e interacta el individuo social humano. Es significativoque las propuestas polticas de la triada clsica, al abandonar eso quepodramos denominar el voluntarismo contractualista, hayan idoms all de la institucionalidad liberal clsica, sin dejar de reconocerlo que ellos consideraban como el logro ms importante de la mo-dernidad capitalista: el desarrollo del individuo, sus capacidades y

    prerrogativas. Esto ltimo, en ms de un sentido, hace de ellos nues-tros contemporneos.Como se puede apreciar, Weber nos ofrece recursos tiles para

    ayudarnos a encarar el mundo social de una manera en que se su-peran los presupuestos del liberalismo clsico. De manera ms es-pecfica, su abordaje de la integracin de la sociedad va ms all del

    voluntarismo contractualista y sus tesis aledaas del automatismodel mercado y las ilusiones del progreso histrico, por lo menos en

    los siguientes sentidos:

    1) Considera al poder, la dominacin y la autoridad no como ele-mentos de una superestructura que depende funcionalmente dela economa y del mercado, sino como componentes del procesoque hace posible el orden y la integracin social.

    2) Da cuenta de los orgenes de Occidente como parte de un proce-so histrico ligado al desarrollo evolutivo de la cultura secular y

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    racionalista, lo que conlleva reconocer el papel de los valores y ladimensin simblica en la accin social.

    3) Reconoce la naturaleza inescapable del conflicto social y la po-ltica, concebida como confrontacin de proyectos polticos enltima instancia irreconciliables, lo que a su vez, favorece la im-posibilidad de una sntesis social-institucional superior que re-concilie razn e historia.

    4) Evala el capitalismo moderno como un individuo histrico quesi bien tuvo en la tica protestante a uno de los factores cultura-les que propiciaron las condiciones de su aparicin, a la postre

    se convirti en una estructura sustentada sobre bases mecnicas:una jaula de hierro que atenaza la libertad humana y compro-mete la autonoma moral de las personas.

    5) Concibe al cambio social desde una perspectiva estructural delargo aliento: el proceso de expansin continua de la racionalidadformal-instrumental y su irradiacin a prcticamente todas lasesferas de la vida social, as como tambin desde una perspectiva

    vinculada con dinmicas microsociolgicas e irracionales: el

    carisma del lder extraordinario, capaz de socavar las formas devida tradicionales e implantar prcticas sociales revolucionarias.6) Es escptico respecto de las posibilidades de fundamentar de

    manera racional una concepcin teleolgica de la historia queestuviese presidida por el progreso moral acarreado por la mo-dernidad.

    Realismo poltico y actualidad de postulados

    El orden construido despus de la segunda guerra mundial fue, des-de luego, un tipo de sociedad muy distinto al generado por el libe-ralismo decimonnico. La diferencia fundamental reside en unaprofunda transformacin de las relaciones entre la poltica y la eco-noma. res componentes, por lo menos, pueden ser consideradosaqu como consustanciales a las sociedades posliberales: la existenciade mercados econmicos intervenidos por los estados y sus meca-

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    nismos regulativos; el establecimiento de polticas gubernamenta-les de bienestar responsables de mantener las tensiones sociales y

    los conflictos econmicos bajo condiciones de estabilidad y control;y, relacionado con lo anterior, la auto-limitacin de la poltica a uncontenido democrtico-representativo y el abandono de perspecti-

    vas de transformacin social radical o revolucionaria.El capitalismo modificado y regulado del corazn del siglo no

    fue, sin ms, la desembocadura histrica espontnea del choque delas fuerzas polticas y sociales liberales con las conservadoras y anti-liberales de distinto cuo; en gran medida, fue el resultado de un di-

    seo terico construido sobre la base de un ncleo de presupuestosterico-sociales de signo posliberal que intent dotar a la sociedadde nuevas fuentes de cohesin y estabilidad. Cul fue el alcance delas aportaciones de Weber para este esfuerzo de reconstruccin pos-liberal del orden social?

    Wolfgang Mommsem defini a Max Weber como un liberal enuna situacin lmite. Explicar este predicamento es importante paramostrar sus juicios certeros y sus limitaciones en materia terico-

    poltica, el sentido de su vigencia y su anacronismo. Weber abrazabavalores como la libertad del individuo y la autonoma moral de laspersonas, el uso de la razn cientfica para una toma de decisionesque evale sus consecuencias, as como la democracia parlamen-taria. Era posible defenderlos bajo las condiciones que le tocaron?Weber tena conciencia de que el complejo orden histrico modernode empresas capitalistas condenadas a regirse por la calculabilidadde costos y beneficios, de masas incorporadas a la arena poltica,

    y de partidos polticos concebidos como maquinarias para ganar vo-tos compromete dichos valores a la necesidad de gobernar con efi-cacia tcnica el conglomerado social.

    La dinmica racional-instrumental del capitalismo haba soca-vado las posibilidades utpicas del orden liberal. Segn Weber, lascaractersticas estructurales de la sociedad liberal de masas termi-naron por hacer irrealizable la aspiracin del liberalismo clsico ala Rousseau, de construir una democracia directa que sintetizara las

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    diferencias sociales mediante la expresin de la voluntad general. Lateora socialista, a su vez, significaba, para Weber, el abandono ab-

    soluto del compromiso con los valores liberales, pues su aplicacinexacerbara las tendencias de la modernidad a la dominacin porparte de las organizaciones racionalizadas y convertidas en instru-mentos de control burocrtico. Bajo las condiciones impuestas porel socialismo, arga Weber, la libertad del individuo se eclipsarapor completo y la capacidad de lucha poltica de los obreros se veraan ms comprometida, pues terminaran bajo la gida de una solaburocracia central, en vez de tener la posibilidad de echar mano de

    los intersticios de libertad que se generan por la existencia de variasburocracias capitalistas, ms all de la del propio estado.Qu alternativas imagin Weber para enfrentar las consecuencias

    de su realista diagnstico? Weber estaba convencido de que el sufragiouniversal, la legitimidad constitucional de la autoridad, las libertadespolticas, la propiedad privada y la deliberacin parlamentaria, eraninstituciones necesarias pero insuficientes para garantizar el futuro deuna Alemania integrada y fuerte. Por consiguiente, deban ser com-

    plementadas con una poltica nacional de poder en el espacio europeoy con un programa de reformas que se hiciera cargo de la cuestinsocial y obrera, as como de los problemas demogrfico-culturales ge-nerados por la inmigracin polaca en el territorio oriental de su pas.Superada histricamente la vieja aristocracia terratenienteJunker, in-madura la clase obrera, e incapaz la burguesa de asumir sus responsa-bilidades histricas, apelaba al surgimiento de polticos con vocaciny sentido de responsabilidad, pasin y mesura, capaces de derrotar el

    conformismo ritualista del funcionariado que compona las agenciasburocrticas, y de realizar una interlocucin con las masas en funcindel destino histrico de la nacin alemana. A esta frmula se le ha de-nominado la democracia plebiscitaria del lder.

    La historia, sin embargo, mucho ms complicada y casi siempreajena a las previsiones del cientfico social, habra de ofrecer un des-enlace terrible para el ejercicio de los valores liberales. Democraciaparlamentaria como escuela para la maduracin de cuadros polti-

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    cos forjados en la lucha y el debate polticos, y lderes dotados devocacin para la poltica, fue una estrategia incapaz de estructurar

    un andamiaje poltico que diera cauce a los problemas de la sociedadalemana del tiempo de Weber. La primera guerra mundial y el fin delImperio Alemn, la tortuosa historia de la Repblica de Weimar y, asu colapso, la irrupcin del nacionalsocialismo, habran de demos-trar que acaso era imposible contener el desarrollo de las semillasde destruccin sembradas por el orden liberal y sus contradicciones.

    Con todo, las propuestas polticas de Weber no estaban comple-tamente equivocadas. Que la democracia parlamentaria de lites y

    de partidos fracasara a manos del nacionalsocialismo no signific suderrota definitiva, sino, muy por el contrario, su victoria posterior;tampoco fracasaron, a la postre, las propuestas weberianas de un es-tado que atendiera la cuestin social y obrera. an no fue as que esasson las principales caractersticas de los regmenes democrticos denuestros das (o, por lo menos, algunos de ellos poseen esos rasgos),lo que no implica, desde luego, que se trate de una frmula suficientepara realizar los valores liberales ms profundos o para atender las

    cuestiones de justicia social; stas, hoy en da, son ms complejas yexigen una teorizacin acorde con ello. Los escritos polticos de We-ber, derivados en muchos sentidos de sus posturas terico-sociales,estn redactados desde una visin desencantada de la poltica. La ac-cin en el mbito pblico tiene escasas posibilidades de ofrecer unaredencin de los sufrimientos sociales de la humanidad, pero es po-sible, a pesar de todo, ejercerla de tal manera que respete la libertadque pervive en la pluralidad valorativa inherente a la condicin de

    las sociedades abiertas.Existe una cierta afinidad entre esta concepcin desilusionadade la accin poltica y las visiones pblicas que estn en boga en-tre las sociedades liberales contemporneas. Se trata de una suertede pragmatismo poltico orientado a la resolucin de problemassociales concretos de manera gradual, construido sobre el recono-cimiento de la provisionalidad de las soluciones polticas aplicadasa nuestros problemas, y consciente de la necesidad de alertar sobre

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    las consecuencias indeseadas, probablemente negativas, de muchasde las polticas pblicas aplicadas. Es un tipo de praxis poltica que

    reconoce la imposibilidad de una fundamentacin absoluta de lastomas de posicin prctica y que, por eso mismo, apela al sentido deresponsabilidad como componente esencial de la libertad humana, ala propia capacidad de tomar distancia con respecto a nuestros pro-pios valores y aspiraciones, sin por ello dejarlos de lado.

    Fin de siglo veinte, fin de la teora social clsica?

    Significa lo anterior que los puntos de vista de Weber en materiapoltica son tiles para el presente? Una respuesta desprejuiciadano puede dejar de reconocer que existe una insuficiencia normativaen las ideas polticas de Weber. Acaso por sus precauciones que lellevaron a proponerse el desarrollo de una ciencia valorativamenteneutra, Weber fue incapaz de argumentar en favor de una forma delegitimacin de la autoridad basada en una racionalidad material,es decir, con arreglo a determinados valores sustantivos. Aparte de

    sus consideraciones sobre la responsabilidad poltica y acercade la importancia de la libertad y la fortaleza de la nacin alemanaya mencionadas, no parece existir un horizonte tico-conceptualque vaya ms all de la racionalidad formal del derecho positivo yde las correspondientes convenciones que legitiman la autoridadlegal-racional del poder del Estado, incluidos sus cuerpos parla-mentarios. Las modernas teoras de la tica del discurso, la raznpblica, la democracia deliberativa, la democracia radical, la socie-

    dad civil y la esfera pblica, entre otras, todas ellas del ltimo terciodel siglo , han intentado colmar vacos como ste que ha dejadoel pensamiento weberiano.

    Qu juicio se puede emitir acerca de la vigencia de los postuladosy observaciones de carcter cientfico-social de Weber? Es indiscuti-ble, como ha quedado demostrado aqu, que la sociologa weberianacontiene herramientas de anlisis y hallazgos empricos tiles no slopara comprender el destino trgico del orden liberal, sino la moder-

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    nidad en su conjunto. sta consiste, de acuerdo con Weber, en unproceso irreversible de expansin de la racionalidad formal-instru-

    mental tendiente a ocupar los ms diversos mbitos sociales. Desdela empresa hasta el estado, pasando por la arquitectura, la ciencia, lamsica, el derecho y la religin, y hasta la sexualidad humana, todoes susceptible de ser engullido por la lgica racional-instrumental.El origen de este proceso lo encontr Weber en las particularidadesculturales de la religin judeo-cristiana y en su variante protestante.El capitalismo es la criatura por excelencia de este proceso. Sirve esteanlisis para comprender el presente y situarnos ante l?

    La crisis del fin de siglo, y que toca, por supuesto, los primerosaos del siglo , tiene antecedentes. Se enmarca en un contextode poca mucho ms amplio: la crisis general del orden liberal, hoyrestablecido una vez cerrado el ciclo del orden histrico posliberalque ocup los aos que van de 1945 a los setenta. Con el fin de esteinterregno se abri el paso a la emergencia del llamado neolibera-lismo. Si bien este trmino ha sido objeto de utilizaciones ideolgi-cas y, tal vez, de malos entendidos, considero que es de utilidad en

    la medida en que nos permite caracterizar el momento actual. Pre-valece la mercantilizacin de las relaciones sociales, la mundializa-cin de la economa, la desregulacin y la apertura de los mercados,la flexibilizacin de los procesos laborales, el abandono de las msimportantes responsabilidades sociales por parte de los estados, laprdida de los derechos laborales, la competencia empresarial des-aforada, y, en fin, el desenfreno del afn de lucro. De nueva cuenta,por tanto, como durante el siglo , se estn presentando tensio-

    nes tpicamente liberales: conflictos de intereses en la esfera laboraly econmica, desajustes sociales y desencuentros polticos. La situa-cin es, sin embargo, ms grave.

    La crisis de nuestro tiempo va ms all porque los procesos so-ciales de ahora son ms profundos y tienen consecuencias de ma-yor alcance. Las fuentes del conflicto social se han diversificado y susefectos son mltiples. La tecnologa es ms poderosa y modifica deforma ms intensa las condiciones de la vida social, las interacciones

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    humanas y la psique, as como tambin las de la vida natural y el pla-neta; los medios simblicos de influencia y control de las conciencias

    son ms capaces de alterar los ritmos de la vida y las conductas; lascontradicciones entre modernidad y tradicin, secularismo y fun-damentalismo, atraviesan situaciones de extrema gravedad, tal vezinditas. La existencia de estas diferencias, a primera vista, parecierasignificar que es irrelevante volver la mirada al lejano siglo y sucrisis. No estoy de acuerdo. Creo que, en cierto modo, seguimos vi-

    viendo bajo las mismas coordenadas sociolgicas. Los presupuestosfilosficos del orden liberal del siglo son, en el fondo, los mismos

    con los que hoy se organiza el orden neoliberal. El individualismoegosta, el atomismo social, el privatismo civil y la erosin de lo p-blico, son realidades que acaso se han exacerbado en nuestros das,pero sus races se hunden en el lejano pasado. Esto, probablemente,significa que Weber tiene ms vigencia de lo que hemos credo: est

    vivo porque seguimos en su tiempo.

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    [II]

    U V P

    s

    Fernando Leal Carretero

    Consideremos una paradoja histrica o al menos historiogrfica:durante los ltimos aos de su vida y hasta poco despus de lasegunda guerra mundial fue Vilfredo Pareto (1848-1923) tenido,

    junto con mile Durkheim (1858-1917) y Max Weber (1867-1920), por uno de los padres fundadores de la sociologa cientfica.Laestructura de la accin socialde alcott Parsons (1937), primergran recuento de tamaa fundacin, da testimonio de ello; y laslecciones sobre el pensamiento sociolgico que Raymond Aron

    publicara como libro en 1967 (aunque los cursos que le subyacenson de comienzos de los sesenta), no desmienten la historia quecont Parsons, si bien ambicionan contar una ms larga. A partirde all todo ha ido cuesta abajo, y el nombre de Pareto como so-cilogo clsico ha terminado prcticamente por desaparecer delas historias y manuales de sociologa, as como de los currculosy programas de estudio asociados a unos y otras. La paternidadfundadora de Durkheim y Weber sigue firme y cierta, pero ahora

    se suele reemplazar a Pareto con otros candidatos, principalmenteMarx, Simmel o ocqueville, sin que nadie se sienta obligado a ex-

    1 Este trabajo ha sido extrado de un libro sobre la obra de Vilfredo Pare-

    to en el que estoy trabajando y que espero publicar en un tiempo no de-

    masiado lejano. Agradezco profundamente a Jorge Ramrez Plascencia

    su amable invitacin a contribuir a este volumen, y slo espero que este

    producto algo trunco corresponda a sus expectativas.

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    plicar las razones del reemplazo. Para dar una idea de hasta dondellega la cosa, considrense tres obras contemporneas tomadas

    al azar:

    l En la Enciclopedia internacional de las ciencias sociales y conduc-tuales(Smelser y Baltes, 2001), la entrada de Pareto no solamentetiene menos de la mitad de pginas que las entradas de Webery Durkheim (o Marx y Simmel), sino que la discusin sobresu teora sociolgica ocupa unos cuantos renglones ms o me-nos ininteligibles para el lector no informado, mientras que las

    de los otros autores que he mencionado dan pelos y seales desus propuestas tericas (y no precisamente por falta de espacio,cuando la obra tiene 26 volmenes).

    l En la Historia de las ciencias sociales de Cambridge UniversityPress (Porter y Ross, 2003), por lo dems excelente y ciertamenteno orientada a personalidades individuales, se cita a Weber y aDurkheim una veintena de veces, y a Pareto una sola, y ello slocon relacin a una de sus contribuciones a la economa.

    l

    En elManual de tericos clsicos de las ciencias socialesde Blac-kwell (Ritzer, 2003), ste s obviamente dividido en captulosdedicados a varias personalidades, se da su lugar, por supuesto,a Durkheim y a Weber, y tambin se lo da a Marx, ocqueville,Simmel, e incluso a autores definitivamente menores, como DuBois o Martineau, supongo que por la infaltable political correct-ness;pero Pareto no solamente no recibe ningn captulo espe-cial, sino que su nombre slo aparece dos veces, una para sugerir

    que ya Spencer dijo algo que Pareto repiti despus, y otra paradecir que el pobre de Parsons lo estudi.

    Hay que decirlo de una vez: no solamente Pareto fue destrona-do del triunvirato fundacional, no slo se le ha borrado de la listade los socilogos clsicos, sino que su nombre ha desaparecido porcompleto o casi de los anales de la sociologa. Nadie lo cita, nadielo lee, nadie lo usa: exagero, claro, pero no mucho. Y no abundo en

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    la cuestin porque sale sobrando, toda vez que no tengo duda algunade que la propia experiencia de quien lea estas lneas corrobora lo

    que vengo diciendo. En efecto, si como podemos suponer el lectorestudia o estudi alguna de las ciencias sociales, lo ms probable esque o bien nunca haya odo el nombre de Pareto o bien lo haya odosolamente en conexin con la teora econmica o acaso y a lo sumoen conexin con una extraa doctrina, llamada de las lites, quenadie por lo dems sabe bien a bien de qu trata.

    Ante este misterio del socilogo desaparecido, digno de Sher-lock Holmes, quien quiera (como yo aqu) escribir sobre la posible

    relevancia de los textos paretianos para las ciencias sociales con-temporneas, trabaja con una desventaja y una ventaja. La desven-taja es que la ausencia de Pareto expresa un cierto prejuicio mudode que su obra no tiene ya nada que decirnos. La ventaja es que, nohabiendo el lector con respecto a Pareto escuchado la combinacinde sana aunque esquemtica doctrina, exposiciones mediocres osandias, malas traducciones y peores interpretaciones, que lamen-tablemente aqueja a los clsicos consagrados y produce esa pecu-

    liar especie de prejuicio que es el malentendido, al menos lo queaqu se va a decir no tendr que combatir sino el silencio. Viendolas cosas con optimismo, es posible que la ventaja compense concreces la desventaja.

    Ahora bien: en el espacio limitado de este captulo tratar de ha-cer solamente dos cosas: lo primero es dar una pequea muestra queilustre el enfoque caractersticamente paretiano a las ciencias socia-les, para lo cual he elegido un rea muy concurrida hoy da, a saber

    la del giro discursivo y el anlisis del discurso, a las que Paretocontribuy avant la lettre, es decir mucho antes de que se inventa-sen estas etiquetas. A pesar de que es slo una pequea muestra, ellatomar la mayor parte de este captulo; y lo segundo que intentares resolver el misterio indicado arriba, es decir, explicar las razonespor las cuales pienso que se ha dejado de leer a Pareto o de hablarde l en el contexto de las discusiones tericas y metodolgicas de lainvestigacin en ciencias sociales.

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    A ,

    Sin duda es el ratado de sociologa general(en adelante ) la obrasociolgica ms importante de Pareto, y por ello me concentraraqu en ella. Existen tres ediciones completas: la original en italia-no, concluida en 1912, pero publicada (debido a la guerra) hasta1916 en dos volmenes (2a. edicin pstuma, 1923); la traduccin alfrancs, hecha por Pierre Boven, revisada por Pareto y publicada en1917 (vol. I) y 1919 (vol. ), con algunas modificaciones y aadidos

    del autor; y la traduccin al ingls, hecha por Andrew Bongiorno yArthur Livingstone y publicada en 1935 en cuatro volmenes. Aquutilizo la edicin crtica de Busino (1988), que recoge las variantesde todas las ediciones, aunque no remito a sus pginas, sino a losnmeros de pargrafo (), a fin de que el lector interesado puedaemplear la edicin que tenga a mano, incluyendo caso dado las nu-merosas antologas que se han hecho de esta obra.

    Ni qu decir tiene que el es una obra voluminosa: 2612 sec-

    ciones o pargrafos numerados, muchos de ellos provistos de notasextensas, todo el conjunto repartido en trece prolijos captulos.2Dependiendo del tamao de letra utilizado por los distintos editores,estamos hablando de entre 1 800 y 2 800 pginas impresas, es decir,

    2 En razn del volumen de esta obra no faltaron lectores de Pareto que en

    vida del autor quisieron hacer versiones ad usum populi (Farina, 1920;

    Bousquet, 1925), pero en mi opinin se trata de pretensiones desorienta-

    das que Pareto toler por amabilidad y con las reservas del caso. Vanse

    cartas a Giulio Farina del 9 de mayo de 1919, a James Harvey Rogers del

    11 de febrero de 1920, a Alfonso de Pietri-Tonelli del 1 de abril de 1922 y

    a Georges-Henri Bousquet del 23 de agosto de 1922 y del 26 de junio de

    1923. La primera de estas cartas est en Manca (2002: 416-417), las otras

    cuatro en Busino (1973, vol. : 1033, 1079, 1093, 1150). La literatura

    secundaria contiene algunos intentos de exponer la sociologa general de

    Pareto, a los que no puedo referirme aqu por falta de espacio.

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    al menos dos veces el tamao del proyecto de libro ms extenso queMax Weber concibi, Economa y sociedad, el cual, a su vez, es ms

    del doble que el libro ms largo que escribiera mile Durkheim, Lasormas elementales de la vida religiosa. A pesar de este ingente volu-men y contra lo que han dicho algunos lectores impacientes o distra-dos, el tiene una estructura mucho ms transparente que la de lasclebres obras mencionadas, y fue adems provisto por su autor detres ndices precisos y detallados (uno de nombres, uno de trminosy uno de argumentos) aparte de la tabla de contenidos usual.

    Antes de entrar en mayores detalles sobre el contenido y orga-

    nizacin del , es necesario fijar la atencin sobre los principiosmetodolgicos que rigen la obra, los cuales se exponen a lo largo desu primer captulo (, 1988: 1-144), a saber:

    1. El inters del autor es puramente terico, y su obra no aspira atener ninguna utilidad o aplicacin prctica. La obra no contienerecetas para el mantenimiento, reforma o liquidacin de ningnorden social, y no pretende tampoco predicar ni sermonear so-

    bre cmo deberan ser las cosas.2. Dado que la mayora de los libros y artculos que ostentan el t-tulo de sociolgicos, e incluso una parte considerable de los quese dicen econmicos, tienen aspiraciones prcticas, constituyenellas no tanto una tradicin cientfica a la que haya que sumarsecuanto un objeto de estudio de la sociologa como ciencia.

    3. La sociologa general tiene por ello no uno, sino dos objetos quedebe estudiar al mismo tiempo: las acciones humanas mismas,

    y los discursos sobre ellas; las acciones sociales y los discursossociales (incluidos en stos la mayora de los que se presentancomo sociolgicos y no pocos de los que se presentan comoeconmicos). Sin duda son las acciones sociales el objeto deestudio primordial de la ciencia social, pero los socilogos queignoran los discursos sociales, son presa de ellos, y cuandocreen hablar de acciones, en realidad hablan de discursos. Parano caer en la trampa, se deben estudiar los discursos tambin,

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    y al hacerlo, hay que distinguir tres cosas: el aspecto objetivodel discurso (si lo discurrido se ajusta a la experiencia o no), el

    aspecto subjetivo (por qu se produce el discurso y por qu secree en l), y el aspecto de la utilidad (de qu le sirve el discursoa quien lo produce y a quien cree en l).

    4. La teora que se va a presentar es de carcter general, no parti-cular. Se considera que las sociologas particulares deben cons-truirse sobre la base de una teora general. Obsrvese cmo lossocilogos ms prestigiados lo son por haber construido unasociologa de, dondees por ejemplo el derecho, la religin,

    la moral, la educacin, el Estado, o algn otro fenmeno socialde gran envergadura que recibe nombres parecidos a stos.Dado que estos nombres no designan nada preciso, sera unerror comenzar por all.

    5. La sociologa general contiene a la economa como una de suspartes, aquella que ha podido desarrollarse cientficamente conalgo menos del bagaje metafsico y prctico que observamosen otras reas, si bien tal bagaje no est ausente tampoco de la

    economa. La economa estudia un cierto aspecto, ms bien re-ducido, del fenmeno; la sociologa general pretende lograr unsegundo acercamiento, menos tosco.

    6. Aunque sera ms cmodo presentar los resultados de lasinvestigaciones que se reportan en modo deductivo, a partirde proposiciones muy generales, del tipo de las que usan loseconomistas, esto no es conveniente en un primer intento. Porello la presentacin ser de entrada inductiva, describiendo

    y clasificando una multitud de fenmenos sociales, tratandode sistematizarlos a fin de dar a conocer la teora no como unpunto de partida, un aparato deductivo, una mquina produc-tora de modelos, sino al revs como un punto de llegada, comoel resultado de una serie de inducciones, como una serie demodelos cercanos a los datos (hiptesis de rango medio). Una

    vez planteada la teora, podr hacerse un intento de aplicarla afenmenos nuevos.

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    Pido a mi lector lea despacio y con cuidado estos principios, yaque son completamente inusuales en ciencias sociales. Si los medita,

    comenzar a comprender la peculiaridad de la empresa terico-me-todolgica de nuestro autor.Vale la pena insistir en que de estos seis principios el primero es el

    ms importante y a la vez el ms difcil de comprender y seguir. En unacarta dirigida a Federigo Enriques del 26 de diciembre de 1906 nuestroautor expresa sucintamente su recorrido biogrfico como sigue:

    De hecho comenc por hacer economa prctica, como la hacan y

    continan haciendo todos los economistas, y haciendo economaprc-ticadeba tener un partido, y ese partido fue el partido liberal. Pero

    con el estudiar se aprende. Y yo aprend una cosa que los economistas

    muestran todava ignorar, a saber que existe una cienciaeconmica,

    una sociologa cientfica, y que estas ciencias no tienen, no pueden tener

    partido, y no tienen que dar preceptos, sino que simplemente buscan

    las uniformidades de los hechos. (Manca, 2002: 332. Para comodidad

    del lector he traducido este y los otros pocos pasajes que cito aqu).

    En muchos pasajes de su correspondencia insiste Pareto en quefueron las singulares circunstancias en que vivi sus ltimos 20 25 aos las que le permitieron observar las cosas humanas con unmximo de desprendimiento, a la manera en que los bilogos estu-dian las hormigas o los minerlogos las rocas (Carta a Pantaleoni,10 de diciembre de 1916, citada en De Rosa, 1960, vol. : 199). Suteora no es pues para todos los estmagos, una cuestin sobre la que

    vuelvo en la ltima seccin de este trabajo.Continuando con mi descripcin, las primeras induccionesdePareto (principio 6) ocupan los captulos a (, 1988: 145-841). El punto de partida del procedimiento inductivo es la distin-cin entre acciones lgicas y algicas, la cual se desarrolla e ilustraen el captulo (ibid.: 145-248),con el objeto de demostrar conejemplos reales, tomados de diversas fuentes e investigacionescientfico-sociales, que las acciones algicas tienen una importan-

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    cia considerable para las ciencias sociales. Al comienzo del cap-tulo nuestro autor, habiendo concluido su recorrido, lanza una

    mirada en retrospectiva:

    Mirando los fenmenos concretos y complejos hemos visto enseguida

    que convena dividirlos al menos en dos partes y separar las acciones

    lgicas de las algicas. El captulo II tiene como fin efectuar esta separa-

    cin y adquirir un primer concepto de la ndole de las acciones algicas

    y de su importancia en los fenmenos sociales. (Ibid.:842).

    Para entender la enorme dificultad de estudiar dichas acciones yconstruir una teora de ellas lase con cuidado los pargrafos 261-265 del captulo .

    La distincin entre acciones lgicas y algicas no es ningn mis-terio ni Pareto la presenta como una aportacin terica suya. Es enel ms puro sentido de la palabra un lugar comn. odos sabemos,tanto por experiencia propia como por observacin de los dems,que los seres humanos actuamos a veces de manera reflexiva, con-

    trolada y consciente, deliberando y calculando la mejor manera delograr los fines que perseguimos; y a veces no lo hacemos as, sinoque procedemos de manera refleja, automatizada, condicionada,movidos por nuestros hbitos, costumbres, tradiciones, obsesiones,ideas fijas, intuiciones, afectos, emociones, sentimientos, inclinacio-nes, o incluso instintos y predisposiciones animales. Justo por seresta distincin algo tan archisabido e indiscutible fue que Pareto latom como punto de partida para fincar sobre ella el enorme edificio

    de observaciones factuales e inducciones requeridas para construirsu sociologa general.3

    3 Eso no significa que toda teora sociolgica requiera de este lugar co-

    mn y que no podra construirse una sin l. De hecho, uno de los lec-

    tores ms agudos de Pareto, su contemporneo Giovanni Papini, insiste

    muy lcidamente en este punto cuando dice que quien quiera oponer a

    la sociologa paretiana una alternativa lo tendr que hacer combinan-

  • 5/21/2018 57456848 Ramirez y Guitron Coord 2011 Repensar a Los Teoricos de La Sociedad (1)

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    Puede decirse que las acciones lgicas persiguen fines consciente-mente definidos y utilizan medios que se eligieron por ser adecuados

    a la consecucin de dichos fines. Esta terminologa data de la ticaNicomaqueade Aristteles y ha sido utilizada con provecho durante2500 aos; y por eso es que Pareto la emplea para explicar el trminoaccin lgica: se trata, una vez ms, de un lugar comn, y por tantoun excelente punto de partida. Por lo dems, el lector avisado reco-nocer en la explicacin de Pareto las acciones sociales dete