(538525836) MEMORIA Para Campus (1)

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Alina LCDTM

Transcript of (538525836) MEMORIA Para Campus (1)

Unidad I

MEMORIA

rea Educacin Juda

6 BTO

FUENTES DEL PENSAMIENTO JUDO UNIDAD I MEMORIA

Seleccin del material a cargo de las docentes: Gerschfeld de Zylberman BlancaKviatek Edith

Edicin experimental 2008

rea de Educacin JudaIlustracin de tapa: La Memoria de Ren Magritte

Educacin JudaMemoriapag. 10/48

NDICE

LOS PROBLEMAS FILOSFICOS pag. 4

DE QU HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE MEMORIA? pag. 7

POR QU RECORDAR? Elie Wiesel pag. 12

EL JUDASMO Y LA MEMORIA pag. 14

LA MEMORIA Y EL OLVIDO pag. 17

MEMORIA Y TIEMPO Joan-Carles Melich pag. 18

DEFINICIN DE LA MEMORIA DESDE UN PUNTO DEVISTA FILOSFICO Paul Ricoeur pag. 21

TRAUMA, TESTIMONIO Y VERDAD Elizabeth Jelin pag. 24

PARA QU SIRVE LA MEMORIA Enrique Mari pag. 29

MEMORIA Y OLVIDO Argentina y el "Nunca Ms" pag. 31

EX REPRESORES: JUSTICIA PENALO CONOCER LA VERDAD? Horacio Cardo pag. 33

LAS MUJERES Y LOS SILENCIOS DE LA HISTORIAMichelle Perrot pag. 35

UNA MEMORIA NEGADA: EL GENOCIDIO DE LOS ARMENIOSClaude Mutafian pag. 40

SLO PUEDE CONSTRUIRSE EL FUTURO SOBRELA MEMORIA DEL PASADO? Humberto Eco pag. 42

ELOGIO DE LA MEMORIA Elie Wiesel pag. 45

BIBLIOGRAFA pag. 48

LOS PROBLEMAS FILOSFICOS

Qu es la Filosofa?

La filosofa surgi en la Grecia del siglo IV AEC donde el filsofo era aquel que amaba la sabidura, buscaba la verdad y pretenda explicar la totalidad o el origen de las cosas, de los seres humanos y del mundo. Scrates, Platn, Aristteles, filsofos de esa poca dejaron huellas decisivas en el pensamiento filosfico posterior.

En un sentido etimolgico, la palabra filosofa es una palabra griega compuesta por philo que significa amor o deseo y sophia que significa sabidura o saber. As entonces Filosofa refiere al amor al saber.

La Filosofa problematiza la realidad, es decir, formula problemas; desnaturaliza el mundo, lo redescubre y lo vuelve a nombrar con nuevas palabras y conceptos. A travs de la historia ha mantenido una relacin estrecha con el poder en cada poca socio-histrica.

Jaime Barylko, en su libro La Filosofa. Una invitacin a pensar plantea que las crisis nos obligan a pensar. Las crisis del mundo, la de nuestras relaciones (que a veces estn a punto de naufragar) la crisis econmica, de la poltica Pensar, es consecuencia de alguna crisis si no, para qu pensar?. Plantea adems que la crisis produce anlisis, reflexin.

Cuando el pensamiento es sistemtico, cuando abarca los grandes temas de la vida y busca e indaga qu es el amor, qu es el bien, qu es la felicidad, qu es la amistad, sin dejarse llevar por las preferencias individuales, se llama Filosofa.

Para Alejandro Korn (filsofo argentino 1860-1936) Filosofa no es un saber concreto, y transmisible, sino una actitud espiritual que posibilita que se adquiera un hbito de dar al pensamiento una direccin determinada a vincular el caso particular a conceptos generalesSe hace de la filosofa un cuerpo de enseanzas sistematizadas y se descubre un conjunto de teoras elaboradas al margen del proceso histrico de la humanidad Cada generacin contina la obra de sus predecesores pero tambin la altera y la trasunta, conserva el viejo trmino tradicional pero modifica su sentido y su concepto

Al decir de Karl Jaspers (filsofo alemn 1883-1969) El pensar filosfico tiene que ser original en todo momento. Tiene que llevarlo a cabo cada uno por s mismo.Detrs de cada conducta humana hay un conglomerado de ideas y/o creencias que presta a la accin cierta lgica; un presupuesto, un fundamento relativo a la sociedad, la cultura, el entorno, el tiempo histrico en que vive el individuo. Toda nuestra conducta, incluso laintelectual depende de cules sean nuestras creencias profundas, de las que no siempresomos conscientes.

Qu nos mueve a filosofar?

Karl Jaspers, en su libro La Filosofa seala tres motivos por los cuales el ser humano siente la necesidad de filosofar:

1- El ASOMBRO. Nos preguntamos por aquello que ocasiona nuestro asombro, nuestra sorpresa.

2- La DUDA. Tratamos de dar respuesta a las preguntas suscitadas por nuestro asombro. Pero ante cada certeza surge nuevamente un nuevo problema: la posibilidad siempre latente del error.

3- Las SITUACIONES LMITES. Estamos siempre sometidos a dichas situaciones;stas son cambiantes y nos exigen respuestas variadas.

Cul es la utilidad de la Filosofa?

Desde su nacimiento, la filosofa carga con la sospecha de ser una disciplina sin utilidad. Quienes no la practican, se preguntan para qu sirve o, ms bien, hacen explcita su sospecha de que no sirve para nada. Quizs haya algo sensato en esa sospecha, considerando que desde hace siglos los filsofos vienen proponiendo sistemas, teoras, doctrinas, hiptesis o dogmas acerca de las cuestiones ms variadas, como por ejemplo:Qu es el hombre? Existe Dios? Cmo hacer justicia? etc. Sin resolver definitivamente algunas de ellas. Debera llamarnos la atencin que a pesar de tratarse de discusionesinterminables de problemas sin solucin, el inters por la filosofa no ha desaparecidonunca.

H. Banega, profesor de la UBA, dice que la utilidad de la filosofa puede abordarse desde un eje individual y otro colectivo:En cuanto a lo individual, la filosofa sirve para adquirir habilidades cognitivas ligadas al pensamiento abstracto. Colectivamente, la filosofa sirve para criticar, revisar, o consolidar las distintas racionalidades de la vida social, y all la filosofa se encuentra en pie de igualdad con las otras disciplinas As podramos considerar a la filosofa como un gnero de reflexin acerca de los valores y fines que orientan a un colectivo social. Podramos concluir que la ciencia y la tecnologa son medios para alcanzar ciertos fines y la filosofa debera ser una reflexin acerca de esos fines y de su sentido.

La Filosofa no logra respuestas definitivas ni universalmente vlidas. La ciencia logra conocimientos universalmente vlidos y su progreso es cada vez ms acelerado. La ciencia puede decirnos cmo se comportan los seres vivos pero no puede decirnos cul es su sentido de la vida. Las respuestas ofrecidas por los filsofos, si bien no son definitivas, nos abren a nuevas posibilidades, nos invitan a pensar y librarnos de nuestras creencias infundadas.

Cabe ahora preguntarnos: En la poca actual, la de los grandes descubrimientos tcnicos, en el mundo del microchip y del acelerador de partculas, en el reino de Internet y la televisin digital Qu informacin podemos recibir de la filosofa?Hoy tenemos toda la informacin que queremos, pero sabemos qu significa la informacin que tenemos... cmo debemos comportarnos en la situacin establecida por dicha informacin. Estas son precisamente las preguntas a las que atiende la filosofa.

Podemos decir entonces que se dan tres niveles distintos de entendimientos:

a) La informacin, que nos presenta los hechos y los mecanismos primarios de lo que sucede.

b) El conocimiento, que reflexiona sobre la informacin recibida, jerarquiza su importancia significativa y busca principios generales para ordenarlas.

c) La sabidura, que vincula el conocimiento con las opciones vitales o valores que podemos elegir, intentando establecer como vivir mejor de acuerdo con lo que sabemos.

La ciencia se mueve entre el primero y el segundo nivel de conocimiento, mientras que la filosofa opera entre el segundo y el tercer nivel. De modo que no hay informacin propiamente filosfica, pero si puede haber conocimiento filosfico y aspiramos a que pueda haber sabidura filosfica.

Los avances cientficos tienen por objetivo mejorar nuestro conocimiento colectivo de la realidad mientras que filosofar ayuda a transformar y ampliar la visin personal del mundo de quien se dedica a esta tarea. Cumple as una funcin crtica con respecto a todo lo que la gente cree saber y esto resulta til.

Platn y Aristteles

DE QU HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE MEMORIA?

Y que es memoria?

La memoria puede ser una prisin que encierre la creatividad del alma humana.

La memoria puede estar en el dolor y la sangre que fluyen de las heridas abiertas por mil latigazos.

La memoria puede producir una parlisis que nos deje encadenados para siempre a antiguos tormentos o a luminosos sueos de gloria, sin escapatoria posible.

La memoria es tambin la facultad del hombre de atesorar aquellas sonrisas, miradas, lgrimas, sufrimientos y amor que constituyen la celebracin del pasado.

La memoria puede ser la fuerza que impulsa al ser humano a nuevas dimensiones de vida y amor hacia un futuro desconocido hasta ahora

La memoria es tambin un puente vital en el cual se fusionan pasado y presente, transformando el futuro, si uno puede encontrar la fortaleza necesaria para combatir a los poderes que quieren mantener el statu quo y esa insensibilidad que se disfraza de madurez y profundidad.

La falta de memoria encadena al hombre a la rueda sin fin del eterno retorno

La falta de memoria lleva al alma humana a vivir prisionera de un pasado condenado a la eterna reiteracin en el cual sentimientos, emociones, frustraciones, errores y dolor estn destinados a ser repetidos, los rboles no tiene races y la identidad es artificialmente fabricada(Rabino Marshall Meyer Z L)

Cada uno posee una memoria, y es precisamente por la memoria que uno es un individuo.A los 20 aos, a los 60, a los 80, uno se identifica consigo mismo al tomar como referencia su pasado, un pasado del cual es el nico poseedor por ms que exista tambin en la memoria de otros.

Hablar de memoria implica referirse a recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos. Hay un juego saberes y emociones. Y hay tambin huecos y fracturas.Tenemos entonces dos ejes a encarar:a. El sujeto que rememora y olvidab. El contenido, o sea la cuestin que se recuerda y olvida: vivencias, saberes, creencias, patrones de comportamiento, sentimientos y emociones.Estos ejes son atravesados por un tercero: el como y cuando se recuerda y se olvida: el pasado que se rememora y/o se olvida es activado en un presente y en funcin deexpectativas futuras tanto en trminos de la propia dinmica individual como la interaccin social.

Joel Candau, en su libro Antropologa de la memoria, distingue diferentes tipos de memoria:la memoria de los sentidos; la memoria intelectual; y la memoria de los sentimientos.En la memoria de los sentidos se conservan y se ordenan por especies las sensaciones que penetraron cada una a travs de su propio canal de acceso: la luz, los colores, las formas,

por los ojos, los sonidos, los olores, etc. En este caso lo que entra en la memoria son las imgenes de las cosas sensibles que se ponen en orden en el pensamiento que las evoca.

La memoria intelectual comprende todo lo aprendido; es el equipamiento cognitivo de un ser humano. La adquisicin de los conocimientos son adems almacenados de acuerdo a nuestro criterio valorativo y as las clasificamos como verdaderos o falsos, buenos o malos, hermosos o feos, etc., La adquisicin de conocimientos consiste en reunir y movilizar el la mente estas diferentes categoras, dispersas en la memoria. Esta operacin es lo que se denomina pensar. Por lo tanto pensar es tambin poner en funcionamiento la memoria.La memoria de los sentimientos encierra los estados afectivos, no tal como estn en el alma cuando se los siente sino como lo decide el poder de evocacin en el preciso momento de la rememoracin. de sta manera es posible recordar haber sido feliz sin por eso ser feliz, como es posible evocar una tristeza pasada sin sentirse triste en el momento de recordarlo. La memoria conserva los estados afectivos del alma, incluso cuando el alma no los experimenta ms.

Sin duda algunos hechos vividos en el pasado tienen efectos en tiempos posteriores, independientemente de la voluntad, la conciencia, la agencia o la estrategia de los actores. Esto se manifiesta desde los planos ms objetivos y sociales hasta los procesos personales e inconscientes.

Memoria y olvidoToda memoria es selectiva por definicin. Al elegir, elimina todo lo llano, lo que aparentemente carece de inters, pero que quizs, dentro de 20 o 50 aos aparecer en relieve.

El acto de rememorar presupone tener una experiencia pasada que se activa en el presente, por un deseo o un sufrimiento, unido a veces a la intencin de comunicarla. Toda narrativa del pasado implica una seleccin; la memoria es selectiva; la memoria total es imposible. Esto implica un tipo de olvido, a veces necesario para la sobre vivencia y el funcionamiento de del sujeto individual y/o del grupo o comunidad.

El enfoque psicoanaltico de la memoria plantea que, en general cuando el YO es amenazado por el recuerdo de ciertos acontecimientos traumticos, penosos o peligrosos, instaura mecanismos de defensa que consisten en reprimir la memoria. El olvido puede ir desde un filtrado de la memoria hasta una inhibicin o censura total. En todos los casos, recuerdos pantallas o recuerdos indiferentes sustituyen a los recuerdos reprimidos, filtrndose a veces a travs de los sueos o lapsus.

Elizabeth Jelin, en su libro Los trabajos de la memoria, categoriza dos tipos de olvidos: las borraduras definitivas y el olvido, producidas por polticas de olvido (individual o dentro de una comunidad) por parte de los actores que elaboran estrategias para ocultar y destruir pruebas y rastros o borraduras producidas por el propio devenir histrico. Pero advierte que por ms exitoso que sea el proceso siempre quedan huellas. La tarea es entonces la de revelar, sacar a la luz lo encubierto ya que la contracara del olvido es el silencio.

Memoria e IdentidadGuillis (1994) dijo: Las identidades y las memorias no son cosas sobre las que pensamos, sino cosas con las que pensamos. Como tales no tienen existencia fuera de nuestras polticas, nuestras relaciones sociales y nuestras historias

No puede haber identidad sin memoria (como recuerdos u olvidos) pues nicamente esta facultad permite la conciencia de uno mismo en la duracin. Gracias a la memoria en tanto recuerdo de los acontecimientos pasados, el sujeto tiene la sensacin de continuidad temporal, de duracin o de continuacin de un estado. La amnesia profunda del sujeto con frecuencia est acompaada por una perdida de la identidad personal y. por supuesto, de los recuerdos autobiogrficos sobre los que se apoya la construccin de la identidad.Al contrario, no puede haber memoria sin identidad, pues la instauracin de relaciones entre estados sucesivos del sujeto es imposible si ste no tiene a priori conciencia de que este encadenamiento de secuencias temporales puede tener significado para l.

Toda persona que recuerda, domestica el pasado, pero sobre todo se apropia de l, lo incorpora, y lo marca con su impronta, etiqueta de memoria manifiesta en los relatos o memorias de vida. A memorias totales le corresponden identidades slidas; a identidades fragmentadas, memorias dispersas.

Esta relacin de mutua constitucin entre identidad y memoria implica un vaivn: para fijar ciertos parmetros de identidad (nacional, individual, o de cualquier tipo) el sujeto selecciona ciertos hitos, ciertas memorias que lo ponen en relacin con otros. Estos parmetros, que implican al mismo tiempo resaltar algunos rasgos de identificacin grupal con algunos y de diferenciacin con otros para definir los lmites de la identidad, se convierten en marcos sociales para encuadrar la memoria.

Lo Social en los Procesos de la MemoriaLos procesos de la memoria que nos ocurren, no suceden en individuos aislados sino insertos en redes sociales, en grupos, instituciones y culturas. Quienes tienen memoria y recuerdan, son individuos ubicados en contextos grupales y sociales especficos y es imposible recordar o recrear el pasado sin apelar a estos contextos. Las memorias individuales estn enmarcadas socialmente. Estos marcos son portadores de la representacin general de la sociedad, de sus necesidades y valores. Incluyen tambin la visin del mundo animada por valores de una sociedad o grupo.

Desde esta visin, podemos afirmar la presencia de lo social, an en los momentos mas individuales: Nunca estamos solos. Uno no recuerda solo sino con la ayuda de los recuerdos de otros y con los cdigos culturales compartidos, an cuando las memorias personales son nicas y singulares (Halbwachs; 1992)

Ricoeur (1999) seala que los recuerdos personales estn inmersos en narrativas colectivas que a menudo estn reforzadas en rituales y conmemoraciones grupales. Como estos marcos son histricos y cambiantes, en realidad, toda memoria es una reconstruccin ms que un recuerdo. Y lo que no encuentra lugar o sentido en ese cuadro es material para el olvido.

As conmemoraciones, celebraciones, aniversarios, devocin por el pasado y otras formas rituales de la reminiscencia forman parte de la necesidad de memoria cotidiana. Pareciera que la sociedad en su conjunto se esforzara por satisfacer el imperativo bblico ZAJOR. As la necesidad de memoria es considerada hoy un derecho y a la vez un deber de la sociedad.

Se puede afirmar entonces la existencia de una memoria colectiva, o sea un entretejido de tradiciones y memorias individuales, en dialogo con los otros, e intercambio constante

con alguna estructura dada por cdigos culturales compartidos. Dicho de otra manera: La sociedad produce percepciones fundamentales que por analogas, por uniones entre lugares, personas, ideas, etc., provocan recuerdos que pueden ser compartidos por varios individuos, incluso por toda la sociedad.

En esta sentido, los mitos, las leyendas, las creencias, las diferentes religiones son construcciones de las memorias colectivas. As, a travs del mito los miembros de una sociedad dada buscan traspasar una imagen de su pasado de acuerdo con su propia representacin de lo que son. El contenido del mito es objeto de una regulacin de la memoria colectiva que depende, como el recuerdo individual, del contexto social y de lo que se pone en juego en el momento de la narracin.

Existen configuraciones de la memoria caractersticas de cada sociedad humana pero que, al fin de cuentas, en el interior de estas configuraciones cada individuo impone su propio estilo, estrechamente dependientes por una parte de su historia y, por otra, de la organizacin de su propio cerebro, que siempre es nica.

Candau afirma que la sociedad se encuentra menos unida por sus recuerdos que por sus olvidos. Es posible ver que existe una casi certeza en cuanto a los olvidos comunes de un grupo, de una sociedad, pero nunca es posible estar seguros en cuanto a los recuerdos, pues cada uno de ellos, recibe la impronta de la memoria individual. En ste sentido afirma que la memoria colectiva es mas la suma de los olvidos que la suma de los recuerdos pues, ante todo y esencialmente, stos son el resultado de una elaboracin individual. Finley (1988) agrega que despus de todo, la memoria colectiva no es otra cosa que la transmisin a una gran cantidad de individuos de los recuerdos de uno solo o de algunos hombres, repetidos muchas veces

Memoria e HistoriaMemoria e Historia. Cul es la diferencia? Tienen dos registros realmente diferentes, aun cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace,de la memoria.

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razn , la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentan los hechos o creen haberlo hecho..La memoria por naturaleza es emotiva, afectiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformaciones, vulnerable a toda manipulacin, susceptible de permanecer latente durante largos perodos y de bruscos despertares. Es siempre un fenmeno colectivo aunque sea psicolgicamente vivida como individual.Por el contrario, la historia es una construccin siempre problemtica e incompleta de aquello que ha dejado rastros. A partir de esos astros, controlados, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo haber pasado y sobre todo integrar esos hechos en un conjunto explicativo.

Debemos aclarar que no puede existir historia sin memorizacin y el historiador se basa, en general, en datos vinculados a la memoria ya que es portadora de una verdad reveladora que ayuda a establecer una verdad. Sin embargo, la memoria no es historia. Ambas son representaciones del pasado, pero la segunda tiene como objetivo la exactitud de la representacin en tanto que lo nico que pretende la primera es ser verosmil.En tal sentido algunos autores afirman que la verdadera historia tiene el deber de no ignorar ni la memoria ni la historia oral, por lo que es hija de la memoria.

Sin duda, la memoria es una fuente crucial para la historia, an y (especialmente) en sus tergiversaciones, desplazamientos y negaciones, que plantean enigmas y preguntas abiertas a la investigacin. En ese sentido, la memoria funciona como estmulo en la elaboracin de la agenda de la investigacin histrica. Por su parte la historia permite cuestionar y probar crticamente los contenidos de la memoria y eso ayuda en la tarea de narrar y transmitir memorias crticamente establecidas y probadas

Podemos decir entonces, que las sociedades pluralistas poseen una rivalidad organizada de las memorias, mientras que en las sociedades totalitarias la memoria y la historia, ambas oficiales, deben coincidir plenamente bajo pena de ser modificadas por rdenes de arriba.

Lugares de MemoriaEn torno de los lugares de la memoria, la nacin se hace o se deshace, se tranquiliza o se desgarra, se abre o se cierra, se expone o se censura. (Frances A. Yates).

El diccionario Le Grand Robert de la lengua francaise (1995) proporciona la definicin de la nocin de un lugar de memoria: es una unidad significativa de orden material o ideal, a la que la voluntad de los hombres o el trabajo del tiempo, convirtieron en un elemento simblico de una determinada comunidad.

Pierre Nora dice que, en sentido estricto, un lugar de memoria es un espacio que simboliza un tiempo, una transposicin espacial cuya funcin es evocar precisamente algo que sucedi en el tiempo. Son monumentos que organizan la memoria nacional y que la sociedad se encarga de organizar.

Cuando se produce un lugar de memoria, es difcil abolirlo salvo que se lleve a cabo la destruccin fsica del lugar. Desde sta perspectiva es necesario que existan dichos lugares ya que son la evidencia misma del hecho y ante su presencia es imposible negarlo. Pero el lugar sin la ayuda de la memoria conducira a la amnesia ya que dichos lugares que pertenecen a la memoria son producto de ella, vienen de ella y son los lugares en donde la memoria se encarna. Si no, se convertirn en lugares de amnesia.

En sntesis:La memoria, como parte constitutiva de los procesos sociales permite establecer los puentes entre el pasado y el presente a travs de los cuales los pueblos constituyen su identidad. Estas memorias que se transmiten de generacin en generacin, como un legado, una herencia, son un elemento clave en la conformacin de las representaciones individuales y colectivas acerca de la historia. (Silvana Yanz Los puentes de la memoria marzo 2004)

Para terminar referiremos la frase final del libro Antropologa de la memoria de Joel Candau

Un acto de memoria es ante todo una aventura personal o colectiva que consiste en ir a descubrirse uno mismo gracias a la retrospeccin.

POR QU RECORDAR?Elie Wiesel

La memoria humana no es inclusiva, sino selectiva por naturaleza. slo percibimos las cumbres salientes. Pero, qu pasa con el subsuelo, con sus laberintos subterrneos? Estar la memoria ligada inexorablemente a una dinmica de paradojas?Para recordar un hecho cualquiera, es forzoso olvidar otras? Dios es el nico que puede recordarlo todo. Sus criaturas, en cambio, limitadas en su existencia temporal, lo estn tambinrespecto a su memoria. En otras palabras, la memoria y elolvido van de la mano. Otro enigma. Ser forzosamente lamemoria un don concedido al hombre para hacerlo mejor, ms noble, ms humano? Recuerdo, ciertamente, el lugar de donde vengo y hacia donde voy, y por eso me esfuerzo por mostrarme ms comprensivo con el prjimo, con mis compaeros de ruta. Tengo presente la crueldad de Can, y hago todo lo posible por no asemejarme a l.

Sin embargo, los acontecimientos acaecidos en las postrimeras de este siglo nos demuestran lo contrario. Ayer en Bosnia, hoy en Kosovo, hombres y mujeres se odian a muerte, porque sus tatarabuelos eran enemigos. No es acaso lo mismo que ocurre en Irlanda, en Ruanda o en ciertas regiones de la India? Si algunos fanticos pudieran olvidar, pero olvidar de verdad, las razones de su odio ancestral, no estara mejor nuestro planeta? Pero el peor de los peligros y el peor de los insultos es la actitud negacionista. Se pretende hacernos creer que el verdugo no mat, que las victimas no murieron. Auschwitz?, un fraude; Treblinka?, una mentira; la solucin definitiva?, una minucia, una exageracin.

Hans Frank, el jefe militar de Polonia durante la ocupacin alemana, escribi en su diario mientras esperaba su ejecucin, que ni siquiera mil aos podran hacer olvidar los crmenes cometidos por los nazis. Mil aos... Transcurridos apenas cincuenta aos despus de los hechos, los negacionistas tratan de despojar a las victimas de su pasado, a los muertos de su muerte. De manera, pues, que vosotros, los combatientes de los ghettos de Varsovia y Bialystok no habis sido testigos de la muerte de vuestros padres. Ni vosotros, refugiados de Lodz, de Burdeos, Budapest o Paris, no habis visto al enemigo capturar a vuestros hijos para llevarlos al altar de los sacrificios. Sobrevivientes de Sobibor, Ponar, Belzec, Maidanek, vosotros no habis seguido con la mirada las llamas gigantescas donde se consuman vuestros padres e hijos. Los historiadores Ringelblum y Kaplan no han escrito nada. EI testimonio de Jankel Virnik, el carpintero de Treblinka, no significan nada. EI proceso de Nuremberg, los documentos de los Einsatzkommandos, las audiencias del Tribunal de Francfort, el juicio de Eichmann, no seran ms que escenificaciones, farsas. No hubo seleccin en Birkenau; Mengele fue un mdico como cualquier otro, un poco mas sonriente, quizs; Eichmann, un simple burcrata, slo que ms concienzudo. Hitler jams habra tenido la intencin de exterminar a los judos. Si Himmler estuviera vivo, podra seguirnos juicio por difamacin.

Qu puede ser peor que el olvido? Del mismo modo como existen crmenes contra la humanidad, existen tambin crmenes contra la memoria. Creo saber luchar contra la injusticia, pero no contra la fealdad. Negar lo que constituye la memoria viva de los que escaparon al holocausto es injusto, ofensivo, ultrajante, pero sobre todo, feo, moralmente

feo. Aunque, en general, soy partidario del dilogo, debo confesar que la discusin sobre los negacionistas me fastidia.Si en otros tiempos alguien me hubiera dicho que llegara el da en que tendra que defender mi derecho a prestar testimonio, no lo habra credo. El hombre se define por su memoria individual, la que esta ligada a la memoria colectiva.La memoria se halla indisolublemente unida a la identidad, de manera que las dos sesustentan mutuamente. Negarla equivale a tomar el partido de la muerte y del enemigo. Digmoslo una vez mas: olvidar a los muertos es matarlos de nuevo; es negar la vida que ellos vivieron; la esperanza que los sostena, la fe que los animaba.

La vida de mi memoria es mi vida. Cuando una muere, la otra se extingue. Recordar es lo que le permite al hombre afirmar que el tiempo deja huellas y cicatrices sobre la superficie de la historia, y que todos los acontecimientos se encuentran concatenados unos a otros, al igual que los seres vivientes. Sin la memoria nada es posible, nada de lo que hagamos merece la pena. Olvidar es violar la memoria, es privar al hombre de su derecho a recordar. Orwell tiene razn cuando dice que los que olvidan toman el partido de los dictadores, que se arrogan el derecho a controlar el presente mediante la dominacin del pasado. Si los condenados, los moribundos tuvieron la fuerza y el coraje para escribir crnicas 0 manuscritos, a nosotros nos incumbe tener la valenta necesaria para leerlos.EI recuerdo de una tragedia no es forzosamente trgico, pero tampoco es neutro. Por su naturaleza selectiva, la memoria opta por una posicin determinada, y juzga.

En conclusin, la memoria no debe usarse para menoscabar la humanidad del hombre. Hitler mismo apelo a la memoria: acaso el Tratado de Versalles no fue su leitmotiv? Pero l lo hizo para justificar la agresin, la opresin, la persecucin. Nosotros, por nuestra parte, debemos invocar la memoria para justificar la esperanza, la fe en Dios yen su creacin, o simplemente para justificar el sentido de lo humano en la humanidad. Pero, qu hacemos con nuestra memoria? Cmo conservarla? Cmo mantener su carga de dolor sin caer en la desesperacin? Cmo hacer para que permanezca dentro de la historia y acte sobre ella, e impedir al mismo tiempo que pierda la orientacin e incurra en las desviaciones que conocemos y que no olvidaremos jams?

EL JUDASMO Y LA MEMORIA

La preservacin de la memoria ha constituido uno de los imperativos esenciales dentro del judasmo. De la recreacin colectiva e individual de aquellos captulos centrales en su trayectoria histrica se han desprendido las vetas que alimentan a la tradicin y a la identidad judas.

Por lo tanto gurdate y guarda tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas, que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazn todos los das de tu vida(Deuteronomio 4:9)

" " (4:9 )

Mirta Kupferminc

Este ejercicio de la memoria es un mandato que se encuentra consignado en la Tor.El profesor Yosef Yerushalmi en su libro Zajor dice que el verbo recordar (z.j.r.) aparece al menos 172 veces en el texto bblico. Esto presupone un mandato muy valiente en trminos cualitativos, que nos llevara a coincidir con el filsofo Paul Ricoeur cuando dice que... lamemoria es un trabajo

En Deuteronomio 5:15 leemos: Recuerda (zajor) que fuiste siervo en Egipto... Recordar y no olvidar. Recordar para trasmitir y ensear.

Por qu recordar en forma reiterada esa esclavitud, algo malo y no algo bueno? Porque segn Jaime Barylko... ese recuerdo tiene un ancla en el pasado pero alude al presente y al futuro. Se puede recaer en esa esclavitud en cualquier momento... El realismo dice: Hay esclavos, hubieron esclavos, probablemente los habr. Hay que ver la realidad y conocerla, si en algo se pretende mejorarla...

A lo largo de los siglos de existencia juda se establecieron distintas ceremonias con el objeto de conmemorar eventos histricos consagrados en la liturgia hebrea. De este modo las autoridades rabnicas canonizaron, codificaron y ritualizaron la memoria para las generaciones posteriores.

As, los sabios de la poca de la Mishn reconocieron gran trascendencia histrica a la salida de Egipto, por ello luego de la destruccin del II Templo, cuando qued anulada la posibilidad de ofrecer all el sacrificio de Pesaj, entendieron que no era suficiente con

recordar dicho ritual alusivo y eligieron, para reforzar la memoria colectiva, una forma novedosa de hacerlo, crearon la Hagad de Pesaj.La ceremonia de la lectura del relato de la salida de Egipto (seder) sigue siendo hasta nuestros das un ritual impostergable en el calendario anual judo. La Hagad se transform, al decir del Rabino Marshal Meyer en el guin de un drama viviente y no enel registro de un evento muerto. Cuando los judos lo recitan realizan un acto, no slo derememoracin, sino tambin de identificacin en el aqu y ahora. Relatar para recordar

Y narrars en aquel da a tu hijo diciendo: Hcese esto con motivo de lo que Adonai hizo conmigo, cuando me sac de Egipto (Exodo13: 8)

" "(13:8 )

En cada generacin, cada individuo debera sentir como si l hubiese realmente sido redimido deEgipto(Mishn - Masejet Pesajim)

" "

Honrar el Sbado est relacionado tambin con la memoria, en los Diez Mandamientos: Acordarte has del da de reposo, para santificarlo (Exodo20: 8)

El recuerdo de la destruccin del Templo (Beit Hamikdash) tambin es objeto de un ritual.Hacia el final de la ceremonia nupcial, luego de la lectura de la ketuv o acta matrimonial y luego de las 7 bendiciones que el oficiante pronuncia con una copa de vino en sumano, los novios beben de la misma y el novio rompe un vaso. Ese desastre debe serevocado justamente por ser uno de los das de mayor regocijo en la vida de una pareja.

El Izkor u oracin para recordar a los difuntos que se lee en la Sinagoga, despus de la lectura de la Tor en Iom Kipur, Simjat Tor, Shavuot y el ltimo da de Pesaj.Adems cuando se hace una referencia a una persona fallecida, junto a su nombre se agrega una expresin que se abrevia con las iniciales zl (zijron libraj) que significa:Bendita sea su memoria como una forma de homenajear permanentemente al difuntomanteniendo vivo su recuerdo.

El uso de los Tefiln o filacterias aparece en una ordenanza que hace referencia a colocar en el cuerpo seales de memoria en la cabeza y en el brazo, que recuerdan, nuevamente, la salida de Egipto.

Ser como una seal sobre tu mano y como una memoria delante de tus ojos para que la ley de Adonai est en tu boca, por cuanto con mano fuerte te sac de Egipto (xodo 13:9)

El Memorbuch fue el libro de la memoria que muchas kehilot europeas medievales crearon para dejar testimonio a las generaciones venideras de lo padecido por las vctimas de las Cruzadas.

La memoria es un relato de nuestras vidas que comprende recuerdos individuales y familiares, nacionales y de la humanidad toda. Algunos han sido vividos por nosotros, otros nos fueron legados. Cada individuo tiene su propio relato que se entrelaza con el de los otros influyndose y tejindose mutuamente en una trama que constituye la memoria colectiva. Para poder ser nosotros, debemos ser dueos de nuestra biografa. Debemos recordar-nos como individuos insertos en un pueblo, en una cultura, en una tradicin para conservar nuestra identidad y nuestra esencia.

Mirta Kupferminc

LA MEMORIA Y EL OLVIDO

El poeta israel Yehuda Amijai nos plantea su inquietud en relacin a la obligacin impuesta por el texto bblico y los sabios de la antigedad de ser socios en el sostn de la memoria colectiva.En su poema dice: Que el monte de la memoria recuerde por m, esa es su funcin, que el jardn de la memoria recuerde. Que la calle recuerde, que el famoso edificio recuerde. Que la casa de Dios recuerde, que el Rollo de la Tor en su despliegue recuerde, que la oracin porlos muertos recuerde. Que las banderas recuerden, las mortajas multicolores de la historiaque envolvieron cuerpos reducidos a polvo. Que el polvo recuerde. Que la placenta recuerde, que tanto el animal como el ave coman y recuerden, que todos recuerden, para que yo pueda descansar.

MEMORIA Y TIEMPOJoan-Carles Melich

He dicho al principio que la finitud es una caracterstica estructural de la naturaleza humana, y esta finitud se concreta, desde un punto de vista antropolgico, en la contingencia. Somos finitos, esto es, contingentes en el doble sentido de esta palabra. Ser contingente significa, en primer lugar, que los seres humanos somos en el mundo, pero que podramos no haber sido nunca, es decir, que nuestra vida es fruto del azar; en segundo lugar, significa tambin que en el modo de ser del hombre en el mundo existe un mbito de indisponibilidad.Me encuentro en una situacin que yo no he escogido, con una lengua materna que me ha sido dada, con un nombre, una familia, un sexo, una ciudad, una tradicin simblica... Todo ello queda fuera de mi alcance, de mi decisin. Pues bien, dir de entrada que, desde laperspectiva de una antropologa filosfica de la finitud humana, la memoria es la facultadque poseen los seres humanos para reconocerse e instalarse en su contingencia, en esas"situaciones de indisponibilidad".

Por esta razn es de un inters enorme considerar las condiciones de posibilidad de una formacin de la memoria. La memoria tiene que ser formada para que los seres humanos podamos instalarnos "saludablemente" en nuestras situaciones. Como advirti Gadamer en Verdad y mtodo (2001:45), "sera ya tiempo de liberar al fenmeno de la memoria de la nivelacin dentro de la psicologa de las capacidades reconocindolo como un rasgo esencial del ser histrico y limitado del hombre". En efecto, la memoria es una facultad estructural del modo de ser finito de los seres humanos. Todo hombre, desde el momento en que es en el mundo, rememora porque es ineludiblemente finito. Es por esta razn que la finitud es estructural. Pero, al mismo tiempo, la memoria tambin es un fenmeno cultural. Como puso de manifiesto Maurice Halbwachs en Los marcos sociales de la memoria, la mayora de nuestros recuerdos se manifiestan en el momento que nuestros parientes, amigos u otras personas los evocan. Muchas veces nos asombramos cuando leemos en los tratados de psicologa donde se estudia el terma de la memoria, que el hombre pueda ser estudiado como un ser aislado. Los seres humanos recordamos en sociedad, porque es all donde evoca, localiza y reconoce sus recuerdos. Cada uno de nosotros se acuerda de lo que los otros le inducen a recordar. Mi memoria se apoya en la de los dems.

Slo tiene sentido rememorar para un ser finito y cultural, para un ser que se sabe, que se reconoce, finito, porque slo un ser as est inscrito en una cultura en el trayecto temporal (pasado, presente, futuro), y slo rememora el que puede olvidar, el ser que acoge sobre s mismo la amenaza (aunque a veces sea una liberacin) del olvido. De ah que en ningn caso puede identificarse "memoria" con "recuerdo" o, si se prefiere, con "negacin del olvido". El recuerdo absoluto (lo mismo se podra decir del olvido absoluto) es una seal de la antimemoria humana. Recordarlo todo y olvidarlo todo producen el mismo efecto: la deshumanizacin del ser humano, es decir, su adscripcin a otro mbito de la realidad (divino o bestial) pero totalmente al margen del modo de ser humano en el mundo.

Tambin quisiera dejar bien claro desde ahora que de ninguna de las maneras al hablar de la memoria voy a referirme a la recuperacin de un tiempo perdido, o que reivindico una

especie de nostalgia del pasado. De hecho, como seala Milan Kundera en su novela La ignorancia, la aoranza es la muerte de la memoria, porque cuanto ms fuerte es la aoranza ms vacos quedamos de recuerdos, porque la aoranza no intensifica la actividad de la memoria, no suscita recuerdos, se basta a s misma, a su propia emocin, absorbida como est por su propio sufrimiento" (Kundera, 2000: 39).

No, la memoria no es nostlgica porque no se refiere al pasado sino al tiempo, al trayecto temporal (pasado, presente, futuro). Por otro lado, debera tenerse muy presente tambin que el interrogante acerca del qu soy, acerca de la identidad, es inseparable de la memoria. Adems de ser la facultad, como ya he dicho, que nos permite instalarnos en el tiempo, la memoria tambin se puede concebir entre otras cosas como lo que permite a cada ser humano "tener" una identidad. Sin memoria no podramos no solamente responder a la pregunta "quien soy?", sino ni siquiera formularla. Podramos decir que la memoria proporciona el vnculo con un "marco referencial", con una "tradicin simblica" imprescindible para que cada ser humano pueda configurar su identidad. Nadie puede liberarse completamente de estos "marcos". Pues bien, desde el punto de vista de una antropologa filosfica de la finitud humana, la facultad que permite la ubicacin en un marco referencial, en una tradicin simblica, es la memoria. Por ello sin memoria no seria posible la instalacin en el espacio y en el tiempo, ni la relacin con los otros (especialmente con los que me han precedido, los antepasados, pero tambin los contemporneos, puesto que las relaciones que establezco en el presente tienen siempre algo que ver con las que me precedieron), ni la identidad.

Este ltimo aspecto es de gran importancia: no puede haber identidad (o identificacin) sin un cierto sentido de la vida, aunque sea un sentido frgil y, como todo lo humano, provisional. Sin memoria no tendramos identidad, y sin identidad (o identificacin, siempre inacabable, siempre inscrita en el tiempo y por lo tanto provisional y revisable) no sera posible no slo responder a la pregunta por el sentido, sino ni siquiera plantearla. La relacin entre identidad y sentido se observa especialmente en el momento en que alguien se encuentra inmerso en una crisis de identidad. Una crisis de estas caractersticas suele manifestarse como una forma extrema de desorientacin. Uno no sabe quin es, ni hacia donde dirigirse. Una crisis de identidad se puede percibir como una desconcertante incertidumbre. En definitiva, memoria, identidad y sentido son una nica cuestin, porque para los seres humanos, el sentido tiene que ver con la situacin en el mundo, con la orientacin en el espacio y en el tiempo, tiene que ver, por lo tanto, con la identidad, as como con la memoria.

Sera un error importante fijar la memoria en la recuperacin del pasado, y, por lo mismo, el sentido de la vida en el vnculo a una comunidad ya dada y a una identidad ya prefijada que el individuo tiene que limitarse a reproducir. No. Desde mi punto de vista, la memoria es una facultad que expresa la finitud humana, esto es, el tiempo humano, el trayecto temporal, el pasado, el presente y el futuro, porque nos pone en relacin con el pasado, para decirlo con palabras de Odo Marquard, con la contingencia por destino, con lo que puede ser de otra manera pero no lo podemos cambiar y nos marca de una manera imborrable. Pero tambin es la memoria la que nos abre al futuro, a lo todava no consciente. En otros trminos: hemos nacido en un tiempo (en un horizonte temporal: pasado, presente y futuro) y en un espacio (hogar, ciudad, geografa). Podramos haber nacido en otro tiempo y en otro espacio, pero una vez llegados al mundo el tiempo y el espacio de nuestro nacimiento ya no pueden cambiar. La memoria expresa esta condicin finita y contingente del ser humano que nos recuerda cundo y dnde hemos nacido, por eso es configuradora de identidad, pero

tambin -y esto es decisivo-, la memoria muestra que nada es definitivo, que la identidad es mas bien un "inacabable proceso de identificacin" y que queda mucho por hacer.

Somos seres "rememoradores", interpretamos el presente, el mundo de nuestros contemporneos, y no tenemos otro remedio que establecer relaciones con ellos, y en toda interpretacin del presente est, conscientemente o no, el recuerdo (y el olvido) de lo que somos, de lo que hemos sido: el lenguaje, nuestros gustos culinarios, los traumas de nuestra infancia, la escuela... El presente nunca est completamente libre de las contingencias del pasado, y nunca lo podr estar porque rememoramos involuntariamente, porque interpretamos el presente a la luz ms o menos intensa del pasado. Y de nuevo aparece la finitud humana. Si fusemos absolutos podramos desligar el presente del pasado, y comenzaramos a partir de cero, crearamos a voluntad. Pero los seres humanos, aunque as lo desearan, no pueden crear libremente; al contrario, el presente se recrea a partir de la experiencia del pasado (la propia de uno mismo o la transmitida). Se hace experiencia del presente desde otra experiencia heredada, desde la experiencia de mi pasado o del pasado de los otros. Y, al mismo tiempo, la memoria nos abre a la esperanza. Aunque pudiera parecer paradjico, creo que una memoria fijada en el pasado, esto es, una memoria nostlgica, es una perversin de la memoria. La memoria posee una ineludible vocacin temporal, es decir, se despliega en el pasado, ciertamente, a travs del recuerdo y del olvido, pero al mismo tiempo, incide (crticamente) sobre el presente, nos sita en el presente y nos abre a un futuro incierto. Por eso insisto en la idea de que es, a mi juicio, un grave error identificar "memoria" o "rememorar" con "recuerdo" o "recordar". Ciertamente, en toda memoria hay recuerdo, pero la memoria va ms all del recuerdo. La memoria es tiempo.

Al inicio del capitulo 6 de La montaa mgica de Thomas Mann encontramos una de las mltiples reflexiones sobre el tiempo que Hans Castorp realiza a lo largo de la novela. El captulo se titula Veranderungen (Cambios) (Mann, 1974:479). Qu es el tiempo? Y la respuesta, siempre provisional y no desprovista de incertidumbre es: "el tiempo produce". Pero, qu produce? "Produce el cambio". Pues bien, sostener que la memoria es tiempo no quiere decir ms que esto: la memoria es la facultad que nos permite ubicarnos, aunque nunca definitivamente, en los mltiples cambios a los que nuestra identidad espacio- temporal nos tiene sometidos. La memoria hace posible que nos recoloquemos en el cambio.

Educacin JudaMemoriapag. 20/48

DEFINICIN DE LA MEMORIA DESDE UN PUNTO DE VISTA FILOSFICO Paul Ricoeur

Una de las paradojas de la memoria se refiere al crdito que ella nos merece, a su fiabilidad. Este punto es muy importante, pues es precisamente el campo de la verdad donde se mueve la cultura poltica de la memoria.Por qu hablamos de paradoja a propsito de la fiabilidad de la memoria? Porque en el origen mismo de la memoria hay una paradoja primigenia, cual es su referencia al pasado pormedio de huellas. En esto, el filsofo entronca fcilmente conel neurobilogo, puesto que este ltimo explica en qu consisten esas huellas desde el punto de vista material.EI problema es dilucidar de qu manera las cuestiones neurolgicas se reflejan en el plano psquico. Se reflejan precisamente a travs de una paradoja, la cual no aparece de manifiesto si slo se considera la materialidad de la huella, a saber, que todas las huellasestn presentes.Una marca impresa en el cerebro est all ahora. Pues bien, el recuerdo plantea la dificultad de representar un hecho pasado que est ausente, que ha desaparecido. He aqu la primera paradoja, que ya fue tratada por Platn en uno de sus dilogos ms crticos, El Teeteto, y luego desarrollada por Aristteles en el asombroso tratado De la memoria y la reminiscencia. Fueron los filsofos griegos quienes dieron la forma de una apora, es decir, de un problema insoluble, a la relacin entre presencia y ausencia. El recuerdo implica la presencia de una cosa que esta ausente.

Esta paradoja se ve agravada por el hecho de que, como nos ensea la experiencia de la vida, hay dos tipos de ausencia: por una parte, la ausencia de lo irreal, lo imaginario, lo fantstico, la utopa -aquella vasta regin de lo irreal-, y por la otra, la ausencia del pasado, que es una ausencia muy especial, ya que es la ausencia de lo anterior, de aquello que existi antes. Disponemos de adverbios para expresar esta idea: anteriormente, antes... Pero, anterior a qu? Precisamente al recuerdo que tenemos ahora. Anterior al relato que ahora hacemos.Dijimos que esta paradoja de presencia/ausencia esta agravada por la bifurcacin en estas dos modalidades de la ausencia: lo irreal y lo anterior. En efecto, aunque estas dos modalidades son tericamente distintas -irreal en un caso, anterior en el otro- en todo momento se superponen e interfieren recprocamente, de manera que gran parte de los problemas relativos a la fiabilidad de la memoria derivan precisamente de la imbricacin entre estas dos clases de ausencia, la ausencia de lo irreal y la ausencia de lo anterior.

Es difcil desbrozar lo anterior de lo imaginario, dado que nuestros recuerdos se presentan en forma de imgenes. Los griegos intentaron resolver este problema: ellos tenan palabras que se incorporaron a nuestro vocabulario, tales como eikon, que pas a ser "icono", o eidolon, que se transform en "dolo". Toda la filosofa de la memoria es una batalla contra esta superposicin del recuerdo con las imgenes, que empujan la memoria hacia lo irreal y la arrancan de lo anterior.

Muchos de los debates actuales en torno a los relatos de la deportacin, y todos los problemas relativos a la objetividad de historiadores y memorialistas, nacen de esa paradoja

original. Incluso los historiadores que se han esforzado con el mayor rigor critico por vencer tal dificultad, no pueden evitar presentarnos grandes frescos del pasado, esto es, una historia en forma de imgenes. Esta especie de escenificacin del pasado supone conducir la memoria al terreno de la imaginacin, con el consiguiente riesgo de caer en lo imaginario, lo irreal, lo virtual.

Es necesario defender, contra viento y marea, la ambicin de la memoria, su reivindicacin, su pretensin, su claim -como dicen los autores analticos de habla inglesa- de ser fiel al pasado. Ambicin inalcanzable, quizs, pero ambicin que constituye la dimensin que yo llamara verista de la memoria, con lo que quiero denotar su relacin fundamental con la verdad de aquello que ya no es, pero que fue antes. Si reprochamos a la memoria su falta de fiabilidad, lo que es efectivo, es precisamente porque esperamos de ella que sea fiable. Es un reproche que no podramos hacer a la imaginacin. La imaginacin est autorizada para soar; a la memoria, en cambio, se la exhorta a ser verdadera. A la imaginacin le pedimos que sea creativa, inventora, libre, no coartada; en tanto que a la memoria le pedimos que represente con fidelidad, verazmente, aquello que no es, pero que alguna vez fue.

En que forma interfiere esta dificultad inicial con el trabajo del historiador, y cul es el destino de la mencionada ambicin verista de la memoria? Quisiera referirme a dos etapas en esta aspiracin de la memoria a la verdad, a fin de mostrar como la apora se prolonga y proyecta en el discurso histrico.La primera etapa es la del testimonio; la segunda, la del documento. Con el testimonio nos encontramos aun muy cerca de la memoria, mientras que con el documento entramos ya en la historia, pero quisiera mostrar de que manera una antecede a la otra.

El testimonio tiene una enorme importancia en la vida social: en los tribunales, en la historia, pero sobre todo en la vida cotidiana. Es una categora de la conversacin: si preguntamos a alguien quin es, nos contar una historia, la de su familia, etc. Nos contar algo que inspire confianza. Eso es un testimonio. El testimonio desprende de la huella vivida un vestigio de ese rastro, y ese vestigio es la declaracin de que aquello existi. Yo quisiera insistir sobre esta expresin "aquello existi", pues al decir el testigo que "aquello existi", dice tres cosas a la vez. La primera es "yo estuve all"; este es el meollo mismo de la ambicin de verdad de la memoria. Elie Wiesel dice en sus escritos: "yo estuve all, en el campo de concentracin, en el campo de deportacin"; es el momento cuando la memoria resulta irremplazable, no tiene sucedneos ni alternativa. "Yo estuve all" es mi afirmacin, es la expresin de lo que viv, de lo que sufr; es el logos de ese pathos inicial. Pero el testigo dice tambin algo ms, no solamente "yo estuve all", sino tambin "creme", esto es, apela a la confianza del otro, con lo cual el recuerdo entra en una relacin fiduciaria, o sea, de confianza, plantendose en ese mismo momento la cuestin de la fiabilidad del testimonio.

Se puede decir que en ese momento la memoria es compartida: el recuerdo de uno es ofrecido al otro, y el otro lo recibe. Es entonces cuando el testigo dice una tercera cosa: no slo "yo estuve all" y "creme", sino que agrega "y si no me crees, pregntale a otro", pero a otro que, a su vez, no tendr mejor cosa que ofrecer que su propio testimonio, puesto que nunca tendremos algo mejor que nuestro testimonio para incorporar la memoria en el discurso. El testimonio traslada las cosas vistas alas cosas dichas, a las cosas colocadas bajo la confianza que el uno tiene en la palabra del otro.Es as como el testimonio se presta al anlisis crtico a travs de la posibilidad de confrontarlo con otros testimonios: nos encontramos aqu en el umbral de la historia.

En este punto entramos en la segunda fase de la memoria: el documento. Pasamos de la memoria individual a la memoria colectiva, trnsito perfectamente legtimo, en la medida en que, gracias al lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva. Decir que nos acordamos de algo, es declarar que hemos visto, escuchado, sabido o aprehendido algo, y esta memoria declarativa se expresa en el lenguaje de todos, insertndose as, al mismo tiempo, en la memoria colectiva. A la inversa, la memoria colectiva descansa sobre una ligazn de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada uno a una multitud de colectividades, que son otros tantos mbitos de identificacin colectiva e individual.

El documento marca la transposicin de la memoria y del testimonio por la escritura. Un documento es, en primer lugar, una memoria colectiva archivada, dado que es fundamentalmente un acopio de testimonios vividos. Es cierro que en la actualidad la nocin de documento rebasa ampliamente la del testimonio, en el sentido de que a los testimonios intencionales se agregan los testimonios involuntarios. El gran historiador Marc Bloch insiste mucho sobre este concepto de transicin, que l llama "los testigos a su pesar", aquellos cuyo recuerdo se conserva, pero sin que ellos hayan tenido la intencin de hacer historia con la huella que dejaron. A esto se agrega otra cosa, distinta de los acontecimientos (pues los testimonios conducen bsicamente a algo que ocurre, esto es, a una narracin), a saber, los hechos recurrentes, todo aquello susceptible de incluirse en bloque en las estadsticas, sin olvidar tampoco los vestigios de todo tipo. Pero todo este conjunto documental se organiza esencialmente en torno al testimonio. Desde este punto de vista, no debera llegarse a substituir la memoria por la historia. Cierto es que existe una historia de la memoria, pero es precisamente una historia de la memoria. Y cul es la funcin de la historia con respecto a la memoria? La ampla en el espacio y en el tiempo; pero la ampla tambin en cuanto a los temas, a su objeto: as distinguimos una historia poltica, una historia social, econmica, cultural, etc. Pero el resultado de ella no es otra cosa que la memoria; se trata de una memoria de otra especie, que Halbwachs designa con el nombre de "memoria histrica", en la que se unen memoria e historia. Esta lleva a un alto grado de perfeccin profesional el enigma inicial de la memoria, a saber, el enigma de la presencia de lo ausente. Presencia mediata, pero presencia al fin.

Quisiera terminar refirindome a esta presencia del pasado en la evocacin. Lo que honramos del pasado no es el hecho de que ya no existe ms, sino el hecho de que alguna vez existi. Entonces, el mensaje de la historia a la memoria, del historiador al hombre de memoria, es el de agregar al trabajo de memoria no solamente el duelo por lo que ya no es, sino la deuda respecto a aquello que fue.

TRAUMA, TESTIMONIO Y VERDADElizabeth Jelin

Una duda nos asalta sobre la posibilidad de contar. No es que la experiencia vivida sea indecible. Ha sido invivible... (Semprun, 1997: 25).

Qu pueden decir o contar quienes vivieron esas situacionesinvivibles? Cules son las cuestiones ticas, polticas y, mas en general, humanas que estn involucradas? Los debates sobre el testimonio permean prcticamente todos los camposdisciplinarios, desde la crtica literaria hasta la crtica culturalmas abarcadora, desde la filosofa hasta la historia, desde el hacer poltico hasta el psicoanlisis, la sociologa y la antropologa.

EL TESTIMONIO DESPUS DE AUSCHWITZ

Las ref1exiones y el debate sobre la posibilidad y la imposibilidad de testimoniar, sobre laverdad, los silencios y los huecos, as como sobre la posibilidad de escuchar, deben su origen contemporneo y su potente impulso a la experiencia nazi y al desarrollo de los debates a partir de ella. En la abundante literatura sobre las vctimas del nazismo y los avatares de sus narrativas personales y testimonios, hay varias lneas de argumentacin y varios ejes de debate que ayudan a entender y a cuestionar el lugar del testimonio personal (Wieviorka, 1998, 1999).

En verdad se trata de varios temas diferentes aunque relacionados. En primer lugar, estn los obstculos y trabas para que el testimonio se produzca, para que quienes vivieron y sobrevivieron la situacin lmite puedan relatar lo vivido. En este punto se ubica la imposibilidad de narrar y los huecos simblicos de lo traumtico. Pero tambin el silencio deliberado, indicador sobresaliente del doble carcter lmite de la experiencia concentracionaria: el lmite de lo posible y, por esto mismo, lmite de lo decible (Pollak,1990: 12). En segundo lugar, el tema se refiere al testimonio en s, los huecos y vacos que se producen, lo que se puede y lo que no se puede decir, lo que tiene y no tiene sentido, tanto para quien lo cuenta como para quien escucha. Finalmente, esta la cuestin de losusos, efectos e impactos del testimonio sobre la sociedad y el entorno en que se manifiestaen el momento en que se narra, as como las apropiaciones y sentidos que distintos pblicos podrn darle a lo largo del tiempo.

El sufrimiento, la situacin lmite del campo de concentracin, el intento (exitoso en su momento) de negar la condicin humana de las vctimas y reducirlas a su animalidad por parte de los nazis son, a esta altura de la historia, bien conocidos. Han sido retratados en innumerables formas y vehculos -libros de historia, fotografa, cine, ficcin literaria, teatro, artes plsticas, testimonios de sobrevivientes.

El punto de partida es, en todos estos casos, la huella testimonial que queda en los sobrevivientes. Hay dos sentidos de la palabra testigo que entran en juego. Primero, es testigo quien vivi una experiencia y puede, en un momento posterior, narrarla, dar

testimonio. Se trata del testimonio en primera persona, por haber vivido lo que se intenta narrar. La nocin de testigo tambin alude a un observador, a quien presenci un acontecimiento desde el lugar del tercero, que vio algo aunque no tuvo participacin directa o envolvimiento personal en el mismo. Su testimonio sirve para asegurar o verificar la existencia de cierto hecho.

Desde la primera acepcin de testigo-partcipe, hay acontecimientos y vivencias de los que no es posible testimoniar, porque no hay sobrevivientes. Nadie ha vuelto de la cmara de gas, como nadie ha vuelto de un vuelo de la muerte en Argentina, para contar su experiencia o aun silenciar su trauma. Este agujero negro de la vivencia personal, este hueco histrico, marca un lmite absoluto de la capacidad de narrar. Es el hueco y la imposibilidad humana planteados por Primo Levi, qui en se reconoce en el deber de memoria como testimoniante delegativo o por cuenta de terceros que les cabe a los sobrevivientes. El testigo-partcipe que no puede testimoniar es, en el mundo de los campos de concentracin y especialmente de Auschwitz, la figura del musulmn, aquel que ha perdido su capacidad humana cuando todava no haba muerto corporalmente:

(...) no somos nosotros, los supervivientes, los verdaderos testigos... La demolicin terminada, la obra cumplida, no hay nadie que la haya contado, como no hay nadie que haya vuelto para contar su muerte. Los hundidos, aunque hubiesen tenido papel y pluma, no hubieran escrito su testimonio, porque su verdadera muerte haba empezado ya antes de la muerte corporal. Semanas y meses antes de extinguirse haban perdido ya el poder de observar, de recordar, de apreciar y de expresarse. Nosotros hablamos par ellos, por delegacin (Levi, 1989: 72-73).

Los sobrevivientes pueden hablar desde lo que observaron. Pero tambin vivieron en el campo de concentracin. Y sin llegar al extremo de la situacin sin retorno, los sobrevivientes pueden dar testimonio como observadores de lo acontecido a otros y, al mismo tiempo, ser testigos de sus propias vivencias y de los acontecimientos en los que participaron. Cmo pensar, entonces, la posibilidad del testimonio de los sobrevivientes?

Quienes vivieron la experiencia del campo de concentracin y la persecucin pueden tener memorias muy vvidas y detalladas de lo ocurrido, de los sentimientos y pensamientos que acompaaban esas vivencias. Muchos sintieron la necesidad imperiosa de relatar insistentemente lo que haban vivido. Primo Levi menciona esta diferencia: Algunos de mis amigos, amigos muy queridos, no hablan nunca de Auschwitz (...) Otras personas, en cambio, hablan de Auschwitz incesantemente, y yo soy uno de ellos (Levi, 1989: 172). Semprn, por otro lado, estuvo entre quienes no hablaron hasta cincuenta aos despus (Semprn, 1997). Algunos sintieron el imperativo de contar, como si fuera una necesidad para sobrevivir, adems de la ms frecuentemente reconocida de sentir que se quiere sobrevivir al horror para poder contar. Sin embargo, la necesidad imperiosa de contar puede ser insaciable, y el sujeto puede sentirse siempre traicionado por la falta de palabras adecuadas o por la insuficiencia de los vehculos para transmitir sus vivencias.

La necesidad de contar puede caer en el silencio, en la imposibilidad de hacerlo, por la inexistencia de odos abiertos dispuestos a escuchar. Y entonces, hay que callar, silenciar, guardar o intentar olvidar. Quienes optan por ese silencio no por ello encuentran tranquilidad y paz. EI "no contar" la historia sirve para perpetuar su tirana (Laub, 1992b: 79) y a menudo provoca profundas distorsiones en la memoria y en la organizacin posterior de la vida cotidiana. En el extremo, el testigo se debate en una situacin sin salida. O cuenta, con

la posibilidad de perder la audiencia que no quiere o puede escuchar todo lo que quiere contar, o calla y silencia, para conservar un vnculo social con una audiencia, con el costo de reproducir un hueco y un vaco de comunicacin.

En un nivel histrico general, sostiene Laub, el exterminio nazi logr, durante su propio desarrollo temporal, convertirse en un evento sin testigos. Ni testigos internos -aniquilados en su capacidad de ser testigos frente a s mismos en la figura lmite del musulmn- ni testigos externos. Haba quienes captaban y denunciaban, quienes en el interior de los ghettos y los campos enterraban sus diarios y sus escritos. Lo que estaba ausente era la capacidad humana para percibir, asimilar e interpretar lo que estaba ocurriendo. EI mundo exterior no logr captarlo, y en consecuencia nadie ocup el lugar de testigo de lo que aconteca. Podra decirse que los marcos interpretativos culturalmente disponibles no contaban con los recursos simblicos para ubicar y dar sentido a los acontecimientos.

Hubo imgenes de la entrada de los ejrcitos de liberacin a los campos, hubo relatos de sobrevivientes en la inmediata posguerra y hubo tambin la preparacin de libros de homenaje. En ese momento, sin embargo, el nfasis pblico estaba en descubrir y documentar la magnitud de los crmenes. En el juicio de Nuremberg hubo solamente un testimonio de un sobreviviente. Fue un juicio donde la prueba fue fundamentalmente documental (Wieviorka, 1998, 1999).

El gran cambio en el lugar del testimonio de los sobrevivientes ocurri a partir del juicio a Eichman en Jerusaln, en 1961. EI testimonio de sobrevivientes jug all un papel fundamental, no slo o necesariamente como prueba jurdica, sino como parte de una estrategia explcita de quienes llevaron adelante la acusacin: se trataba de traer al centro de la escena mundial la memoria del genocidio como parte central de la identidad juda. Aparece el testigo como elemento central del juicio, y a partir de entonces se instala lo que Wieviorka llama la era del testimonio, reproducida en escala ampliada en los aos ochenta y noventa (Wieviorka, 1998). La pregunta permanece, quin escucha?, para quin se testimonia?

Fue necesario el paso del tiempo, e inclusive la llegada de una generacin nacida en la posguerra que comenzara a preguntar e interrogar a sus mayores, para reconocer e intentar dar contenido a la brecha histrica que se haba creado en la capacidad social de testimoniar, ya que los testimonios no fueron transmisibles, o integrables, en el momento en que se producan los acontecimientos. Slo con el paso del tiempo se hizo posible sertestigo del testimonio, como capacidad social de escuchar y de dar sentido al testimonio del sobreviviente (Laub, 1992). Estamos aqu frente a una de las paradojas del trauma histrico, que seala el doble hueco en la narrativa: la incapacidad o imposibilidad deconstruir una narrativa por el vaco dialgico -no hay sujeto y no hay oyente, no hayescucha-. Cuando se abre el camino al dilogo, quien habla y quien escucha comienzan a nombrar, a dar sentido, a construir memorias. Pero se necesitan ambos, interactuando en un escenario compartido.

En esta direccin, Laub seala los paralelos entre la escucha en la clnica psicoanaltica y la escucha en la entrevista testimonial. En ambos casos, dice, el pacto se basa en una presencia no obstructiva u obstruyente, pero visible y activa de quien escucha. El equilibrio es inestable y difcil de mantener, la alerta es permanente. La narrativa de la vctima comienza en una ausencia, en un relato que todava no se sustanci. Aunque haya evidencias y conocimientos sobre los acontecimientos, la narrativa que esta siendo producida

y escuchada es el lugar donde, y consiste en el proceso por el cual, se construye algo nuevo. Se podra decir, inclusive, que en ese acto nace una nueva verdad.El testimonio incluye a quien escucha, y el escucha se convierte en participante, aunque diferenciado y con sus propias reacciones (sobre los detalles y ejemplos, Laub, 1992). En este contexto, el testimonio en una entrevista se convierte en un proceso de enfrentar la perdida, de reconocer que lo perdido no va a retomar, slo que esta vez, con una sensacin de que uno no sigue estando solo -que hay alguien que acompaa-... alguien que dice... Yo soy tu testigo (Laub, 1992a: 91-92).

Los modos en que el testimonio es solicitado y producido no son ajenos al resultado que se obtiene. Como seala Pollak, los testimonios judiciales y, en menor grado, los realizados frente a comisiones de investigacin histrica estn claramente determinados por el destinatario. La entrevista de historia oral tambin implica que el testimonio es solicitado por alguien, pero se dan en un entorno de negociacin y relacin personal entre entrevistador y entrevistado. Finalmente, la escritura autobiogrfica refleja una decisin personal de hablar pblicamente por parte de quien lo hace. Cada una de estas u otras modalidades de expresin indican diferentes grados de espontaneidad, diferentes relaciones de la persona con su propia identidad y diferentes funciones del tomar la palabra (Pollak, 1990; Bourdieu, 1985).

En todos los casos, hay una presencia de otro que escucha activamente, aun cuando haya distintos grados de empata. Cuando no ocurre este proceso emptico, cuando el contar - repetitivo o no- no incluye a un otro que escucha activamente, puede transformarse en un volver a vivir, un revivir el acontecimiento. No necesariamente hay alivio, sino una reactualizacin de la situacin traumtica. La ausencia de un oyente emptico o, de manera ms radical, la ausencia de un otro a quien dirigirse, un otro que puede escuchar la angustia de las propias memorias y, de esa manera, afirmar y reconocer su realidad, aniquila el relato. Y es precisamente esta aniquilacin final de una narrativa, que no puede ser escuchada y de un relato que no puede ser presenciado o atestiguado, lo que constituye el golpe mortal (Laub, 1992b: 68).

Cmo se genera la capacidad de escuchar? No se trata de la escucha interna de quienes comparten una comunidad y un nosotros. En esos mbitos, la narrativa testimonial puede a veces ser una repeticin ritualizada, mas que un acto creativo de dilogo. Se requierenotros con capacidad de interrogar y expresar curiosidad por un pasado doloroso, combinada con la capacidad de compasin y empata. Sugiero que la alteridad en dilogo, ms que la identificacin, ayuda en esa construccin. Y esto no es siempre posible. Semprun se pregunta: Puede orse todo? (Semprun, 1997: 26).

Los psicoanalistas se especializan en esa labor de escucha, pero en funcin teraputica y, por lo comn, de manera individual. Para que haya proyectos sociales de escucha y rescate de testimonios se requiere no solamente la existencia de emprendedores de la memoria, sino algunas cualidades especiales de esos proyectos. Se requieren entrevistadores y escuchas sociales comprometidos con preservar, pero tambin atentos a los procesos subjetivos de quien es invitado a narrar.

En el plano societal, es posible identificar algunos de esos otros dispuestos a escuchar en el suceder de las generaciones. Son las nuevas generaciones que interrogan, que preguntan, sin los sobreentendidos que permean el sentido comn de una generacin o grupo social victimizado. Tambin pueden cumplir esta funcin otros otros -quienes se acercan desde

otros marcos histricos y otras culturas-. El dilogo intercultural, como en muchos otros procesos sociales, es tambin aqu fuente de creatividad.

Hay dos puntos ms que son estimulados par la ref1exin a partir del exterminio nazi. El primero, sealado por Lanzmann con relacin a los testimonios recogidos en su pelcula Sho, se refiere a la imposibilidad de comprender lo ocurrido. Lanzmann insiste en su punto. No se trata de comprender o entender las causas del exterminio para poder elaborar un mensaje orientado a la transmisin. Hacer la pregunta de por que fueron muertos los judos, dice Lanzmann, es una obscenidad. No es desde la comprensin de causas y condiciones, de motivos o de conductas, que la experiencia se registra. Es, en todo caso, desde lo que no se comprende, desde lo que resulta incomprensible, que se genera el acto creativo de transmitir (Lanzmann, 1995).

Esta imposibilidad de comprender puede ser entendida como lmite. La pregunta del por qu y los intentos de desentraar la matriz poltica, ideolgica, psicolgica, social y cultural que llev a esa situacin lmite han sido motores permanentes de investigaciones e indagaciones en todos los mbitos del saber. En este plano, no se trata de la obscenidad sino de la inquietud y la ansiedad del conocimiento.

Un segundo punto tiene que ver con la relacin entre testimonio y verdad. Al trabajar sobre la relacin entre testimonio y trauma, el eje de la consideracin de la verdad se desplaza de la descripcin fctica -cuntas chimeneas haba en Auschwitz es el tema en debate provocado por un testimonio de sobreviviente, entre entrevistadores e historiadores, como relata Laub (1992)- a la narrativa subjetivada, que transmite las verdades presentes en los silencios, en los miedos y en los fantasmas que visitan reiteradamente al sujeto en sus sueos, en olores y ruidos que se repiten. O sea, se reiteran aqu los dilemas de la verdad histrica y la fidelidad del recuerdo (Portelli, 1998b; Ricoeur, 2000).

Museo del Holocausto Bs. As.

Yad Vashem - Jerusalm

PARA QU SIRVE LA MEMORIAEnrique Mari Diario Clarn 18 de julio de 1996

Interrumpir la cadena del recuerdo es interrumpir la continuidad de una sociedad

Hace dos aos una bomba destrua el local de la AMIA y segaba la vida de un crecido nmero de vctimas. Esta modalidad de la violencia, aunque reciente, no era indita; se presentaba como un complemento del anterior episodio de la Embajada de Israel.Pese a los esfuerzos realizados en este largo tiempo, las investigaciones judiciales nos han pedido decir muy poco de sus motivos, de sus presuntos autores y de sus cmplices locales.De este modo, la sensacin de impunidad, al igual que en otros tantos casos, se presentacomo la negativa y desalentadora cada de un teln que pone distancia entre los argentinos y el conocimiento de la verdad.

Ahora bien, si nos retrotraemos a aquellas horas tenemos que reconocer que el terror, apto siempre para potenciar la confusin, para impedir e incapacitar toda reaccin inmediata, no dej espacio ms que para el crudo e indeseado balance de la muerte. No hay que extraarse, pues la explotacin de los miedos y temores humanos ha sido siempre una de las ms importantes fuentes del poder, y nadie duda del carcter poltico y/o racista de los atentados. El terror es, as, en cualquier sociedad humana, un elemento funcional de toda estructura de dominacin, sea que se aplique en el propio territorio o que se transporte al exterior, sea que lo practique el Estado o lo practiquen grupos fanatizados que asumen su representacin, ola representacin de ideas polticas o religiosas.

Prdica del olvidoA dos aos de estos episodios el balance de las prdidas y los muertos debe ser completado con otros aspectos de los episodios, entre los cuales la cuestin de su memoria o del olvido pasa a ser fundamental. En nuestra sociedad ya se pudo percibir que, al igual que en el caso de la memoria de los actos degradantes del proceso militar al cumplirse veinte aos de ellos, suelen aparecer voces o intereses que predican o generan de hecho el olvido. En el caso especfico del episodio de la AMIA, lo que ha aparecido es la interrupcin de la cadena del recuerdo entre argentinos que no son judos o practican esta fe. Interrumpir la cadena del recuerdo es interrumpir la continuidad de una sociedad determinada, mejor dicho, es interrumpir los ideales y valores colectivos de nuestra sociedad, permitiendo el desvanecimiento del sentido de todo aquello que le sirve de amalgama. Interrumpir la cadena del recuerdo es ver a la sociedad dividida en dos polos. Por un lado, los deudos de las vctimas a quienes queda relegado el recuerdo y, con l, la suma de las reacciones emocionales, la demanda de justicia y, por el otro lado, aquellos que se independizan de esta demanda encubriendo y reprimiendo la memoria con el silencio.

La memoria esta vinculada con la cadena del recuerdo y esta con el aprendizaje histrico- social. La memoria permite incorporar, como enseanza, los fenmenos o episodios bsicos que una sociedad ha experimentado o sufrido a fin de generar sus mecanismos de defensa, predecir, evitar, o paliar su repeticin. Las sociedades no realizan su aprendizaje respondiendo a estmulos fsicos como las ratas de Skinner, sino capturando en su memoria,

rearticulando y reviviendo en su recuerdo los hechos ominosos. Pero para obrar en forma productiva se exige una actividad colectiva.

La lgica del terrorEl olvido es el deterioro del comportamiento social, en oposicin al proceso que hemos llamado aprendizaje y mantenimiento de la cadena del recuerdo comn. En el caso del ser humano considerado individualmente, el olvidado es inservible y la idea, no verificada, quese ha intentado encontrar para explicarlo es la necesidad fisiolgica de que un monto deaprendizaje, de memoria, pase al olvido para dar cabida a otro monto de aprendizaje. Pero desde el punto de vista social esto es absolutamente irrelevante, porque las sociedades deben reciclar permanentemente la memoria en los casos del terror, como el que nos ocupa, por una cuestin de racionalidad poltica, de imposibilidad de que se desvanezca el sentido, el significado de la vida civilizada en comn y sus necesidades de enfrentar los episodios histricos que la acechan, que la ponen en riesgo.

Cuando el terror quiere imponer su lgica estructural de dominacin no nos es permitido reaccionar aisladamente. El sentido de todo lo que un hombre o una mujer hacen en nuestra sociedad recae, tiene que recaer, en lo que significa para los dems. No slo para los que comparten su vida generacional sino tambin para los hombres y mujeres venideros, cualesquiera sean su raza o su religin.

Se trata de una dependencia fundamental porque es recproca, pero en tanto recproca se requiere que sea colectiva. Dividir a la sociedad en dos segmentos con respuestas diferentes, una parte anclada en la memoria y otra inhibida en el olvido, es debilitar las fuerzas cada vez que se presenta el mal rostro de la violencia y el terror. Y, en consecuencia, abrir las puertas a su reiteracin.

Aunque mucha gente tiene una notable capacidad de ignorar los hechos, aunque vivamos en una poca en que el hiperindividualismo no ha sido capaz de producir un solo individuo, aunque las experiencias de nuestras vidas transcurran en un crculo de plstico, de soberana esfumada, de valores que se agotan en el mercado, de justicia por lo menos anmica, de felicidad- consumista, de programas de bien social asimilados a derroches pblicos, de solidaridades que se consumen, nunca debemos olvidar una experiencia como la violencia y el terror en la AMIA.

Educacin JudaMemoriapag. 30/48Ello sera no aprender que con la memoria construimos el alfabeto democrtico de la Argentina, y con el olvido desintegramos, esparcimos y volatilizamos en el aire las letras de ese alfabeto.

Edificio de AMIA

MEMORIA Y OLVIDO

Argentina y el "Nunca Ms"

Hoy la mayor parte de los psiclogos, filsofos, socilogos y pedagogos que reflexiona sobre la memoria sostienen que sta tiene una naturaleza social, esto es compartida. An cuando involucre un proceso individual, ste se basa en interacciones con otros ya sean personas, objetos o palabras dichas por alguien. Tambin se plantea que la memoria es una construccin activa: no es nunca una repeticin exacta de algo pasado sino una construccin que cada uno realiza dependiendo de su historia, de sus disposiciones, del momento y el lugar en que se encuentra.Es decir, no es que hay un "quantum" de memoria que est desigualmente distribuido entre los seres humanos; sino que cada uno construye la propia en activa interaccin con los dems.

As definida, la memoria parece tenar mucho que ver con el pasado y con el presente, con un pasado que se activa o se reconstruye y tiene efectos actuales. Pero tambin determina una relacin con el futuro, en tanto ste parece abrirse desde ciertas posibilidades que uno imagina hoy y que estn cargadas de historia. Podemos pensar en los motivos que llevan a elegir una carrera o actividad o en los vnculos afectivos a los que les otorgamos "alguna chance de futuro". An en las decisiones que implican romper con lo anterior que se fundan en un rechazo a una situacin actual o pasada, hay una carga de memoria.

Por esto la memoria tiene mucho que ver con la posibilidad de que el NUNCA MS vaya ms all de una consigna y se convierta en un acuerdo bsico de la memoria argentina. Para nosotros repensar la historia, reconstruir otras memorias que, por dolorosas y trgicas han sido silenciadas, ocultadas, pero que siguen teniendo mltiples efectos en la poltica y en la sociedad, es tambin contribuir a pensar otro futuro, a imaginar y construir una sociedad donde las desapariciones y torturas no estn presentes.

Las sociedades tambin tienen memoria: los valores, actitudes, leyes, intercambios compartidos, implican continuidades y rupturas con tradiciones, con la cultura que nos ha sido transmitida desde otras generaciones anteriores a la nuestra. Hay recuerdos y hay smbolos que nos identifican que estn cargados de memoria. Esta es la memoria colectiva que se transmite oralmente por medio de textos, monumentos o rituales colectivos que conforma nuestra identidad colectiva. As la memoria colectiva es una construccin social que define identidades comunes para todos, puntos de referencia similares y la identificacin con una comunidad. Esta construccin no es inocente: intervienen diferentes grupos sociales o tradiciones culturales que imponen sus visiones.

La memoria siempre implica seleccionar informacin porque es imposible recordarlo todo. En ste sentido, no hay memoria sin olvido. Dado los problemas que suscita la memoria y el olvido en el plano social (cuando ciertos grupos sociales quieren imponer su visin a la sociedad an cuando haya dentro de la misma, minoras o mayoras excluidas de esa identidad colectiva) cabe preguntarnos: quin y cmo determina qu se debe recordar y que se debe olvidar? Qu consecuencias tiene esto para el funcionamiento de la sociedad?

As lo plantea Yerushalmi al trabajar el tema de la memoria del Holocausto: "Si tanto tenemos necesidad de recordar como de olvidar, dnde debemos trazar la frontera? de qu deberamos acordarnos? qu podemos autorizarnos a olvidar?

Para nosotros el NUNCA MAS debe ubicarse en la lista de lo que no debera olvidarse, precisamente porque tiene que ver con la afirmacin de un principio bsico de cualquier sociedad que es defender el derecho a la vida de todos y cada uno de sus miembros. ste derecho fue vejado durante la dictadura militar, hasta las formas ms crueles y perversas que es posible concebir. En ste sentido, no se trata solo de tomar posicin frente a un hecho aberrante, sino establecer un acuerdo bsico para defender la prohibicin de matar como principio de la vida social.

La memoria Colectiva se nutre de muchas fuentes: relatos, historia profesional, documentos, monumentos, rituales. Segn el historiador Pierre Nora, en una sociedad dada pueden identificarse Lugares de Memoria que condensan y simbolizan acontecimientos o experiencias que son parte de la identidad colectiva: monumentos, museos, plazas pblicas, libros, smbolos, pelculas, o canciones. Todos ellos tienen la capacidad de hacernos recordar una fecha, una lucha, un momento que en el largo plazo significa un elemento importante para la comunidad.

La pregunta central que uno se plantea al revisar la parte de la historia del NUNCA MS es cmo recobrar esperanzas tras el horror, cmo vivir con esto, cmo reparar las heridas.El filsofo Yerushalmi se pregunta: Es posible que el antnimo de olvido no sea la memoria sino la justiciaLa reparacin de las heridas no siempre incluye el perdn, quizs porque sea necesario definir que hay lmites que una sociedad no debe traspasar y crmenes que no debeperdonar. A nuestro juicio, no se trata de abonar resentimientos ni de promover odios que nos dejaran a todos fijados en un pasado terrible, sino de no olvidar, ni dejar de plantearaunque sea por un instante, que juzgar al criminal representa defender la causa de la humanidad, la causa de la vida. No se trata venganza sino de recordar los principios sobrelos cuales es posible una sociedad.Prrafos extrados de: "HACIENDO MEMORIA EN EL PAS DE NUNCA MS" Dussel-Finocchoio-Gojman

Luis Felipe Noe

EX REPRESORES: JUSTICIA PENAL O CONOCER LA VERDAD?Horacio Cardo Diario Clarn 30 de marzo de 2006

Dado que an se ignora el destino de muchas vctimas de la ltima dictadura, quiz convenga aplicar un modelo similar al sudafricano.

Claudio Tamburrini. Investigador de la Facultad de filosofa prctica, Universidad deEstocolmo. Ex jugador de ftbol. Autor de "Pase libre. La fuga de la Mansin Ser"

En ocasin de la recordacin del 24 de marzo, se ha intensificado la discusin acerca del castigo a los responsables de la violacin sistemtica de los derechos humanos ocurrida durante la ltima dictadura militar. La consigna "Juicio y castigo a los culpables" ha ganado amplia difusin, aun en mbitos ciudadanos por ejemplo el deporte, tradicionalmente no vinculados a ese tipo de consignas.Sin embargo, la discusin acerca de los fines a perseguir por medio de la sancin penal sigue brillando por su ausencia.

Cules son los fines del castigo? Segn las teoras preventivas, la sancin penal puede justificarse moralmente slo en caso de que genere efectos sociales positivos, tales como (a) la reforma del criminal, (b) la disuasin, ya sea del reo castigado o de delincuentes potenciales, y (c) la incapacitacin, al impedirle al criminal continuar su carrera delictiva mediante la reclusin o la pena de muerte. A esos fines consecuencialistas se podra agregar el efecto educador del castigo, que reafirma la vigencia del imperio de la ley en el seno de la comunidad.

Con qu argumentos se puede entonces justificar moralmente infligir castigo a los violadores de derechos humanos del ltimo rgimen militar? La expectativa de que los castigados sean reformados y repudien los propios actos cometidos en el pasado no es realista. En ese sentido, los torturadores suelen hacer gala de una llamativa impermeabilidad ideolgica que les impide reconocer el dao producido por la conducta castigada.

Tampoco parece procedente castigar con el fin de disuadir a futuros militares golpistas. A diferencia de la situacin vigente en 1985, el poder militar est lejos de constituir una amenaza a la democracia argentina. Existen por supuesto violaciones a los derechos humanos en la actualidad, incluso casos de aplicacin de apremios ilegales. Pero esos delitos no se cometen hoy en cuarteles o bases militares. Por ltimo, y por razones similares, castigar para incapacitar a los reos acusados no parece tampoco ser procedente al no haber riesgo manifiesto de que reanuden su carrera criminal.

En cambio, el efecto educador del castigo sigue an hoy, a ms de dos dcadas de la cada del rgimen militar, teniendo plena vigencia. Existe en la sociedad una comprensible sensacin de impunidad, consecuencia directa de las leyes de punto final y obediencia debida y, sobre todo, de los indultos presidenciales.

Se debe entonces castigar a los militares responsables de las violaciones a derechos humanos? En principio, as se induce del anlisis previo. Sin embargo, la circunstancia de que todava se ignore el destino final de muchas de las vctimas de esas violaciones genera un autntico dilema a la hora de decidir la aplicacin de penas a los

imputados. Quien es expuesto a la amenaza de castigo tiende naturalmente a callar, ocultando los delitos cometidos. El castigo penal conlleva en ese sentido un costo en trminos de desconocimiento de la verdad.

Tratndose de delitos comunes, ese costo no es tan relevante. Al existir pruebas objetivas y contundentes del delito, tal vez no sea necesario conocer todos los detalles de lo ocurrido. Pero en el caso de los desaparecidos, la falta de una poltica de esclarecimiento de la suerte corrida por las vctimas es una llaga siempre abierta, no slo para los familiares, sino tambin para la conciencia cvica de la sociedad.

En esta lnea de anlisis, el caso sudafricano puede servir de ejemplo. Luego de la cada del rgimen del apartheid y el advenimiento a la presidencia de Nelson Mandela, se decidi someter a la accin de la justicia a todos aquellos que fueran responsables de violaciones a los derechos humanos. Pero a pesar de esa marcada orientacin punitiva, se dio prioridad al conocimiento de la verdad. Se dise entonces una poltica de persecucin penal consistente en ofrecer a los imputados el beneficio de no ser procesados, a condicin de que contaran todo lo que haban hecho y todo lo que supieran sobre la conducta de sus antiguos correligionarios.Si bien la oferta puede parecer en extremo generosa, se debe tener presente que estaba condicionada a presentar una confesin total y abarcadora. En caso de comprobarse ms adelante, por ejemplo mediante el testimonio y la confesin de otros, que uno se haba callado cosas, quedaba sin efecto automticamente esa amnista anticipada y el sospechoso era procesado y castigado con todo el peso de la ley.

El modelo sudafricano contribuy al total esclarecimiento de lo sucedido durante las dcadas del apartheid. Tuvo tambin una consecuencia indirecta fundamental para la nueva democracia del pas: el descrdito histrico definitivo del antiguo rgimen.

La actual poltica de persecucin penal a los militares responsables de violaciones a los derechos humanos no presta debida atencin al dilema que se presenta a todo aquel que pretende castigar duramente a un imputado. Qu elegir? Justicia penal (la severidad del castigo de acuerdo a la gravedad del delito) o conocer la verdad?

Sera interesante saber cul es la posicin de los familiares de desaparecidos al respecto. Sera tambin saludable para la democracia argentina que estas cuestiones se debatieran abiertamente y sin preconceptos.Prescindir del anlisis de las consecuencias del castigo sobre todo en casos de delitos que, como las violaciones a los derechos humanos, son percibidos de manera diferente por los distintos sectores polticos de una sociedad conlleva un alto riesgo de aislamientopoltico, al no presenta