5 - El Santo - Monica McCarty

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Un libro que despertará tus pasiones

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  • Magnus MacKay es un autntico highlander: duro, orgulloso, capaz de dominar cualquier terreno y vencer a sus enemigos. Apodado el Santo por su negativa a discutir con mujeres, as como por su fro y firme liderazgo, Magnus oculta una dolorosa verdad. No es la virtud ni la piedad lo que le mantiene en silencio, sino una herida de amor y una prdida tan profunda que no puede hablar de ello. Pero cuando la mujer que le rechaz se promete en matrimonio con su amigo y compaero de la Guardia, Magnus se ve puesto a prueba por le grito del guerra del amor.

    Helen, una indmita e inocente belleza, eligi el deber hacia su familia por encima del deseo que senta por Magnus. Ahora la ira que ve en sus ojos iguala el tormentoso arrepentimiento que alberga en su corazn. Pero cuando un letal subterfugio acecha al rey y a su guardia, Helen jura enmendar los errores de su juventud con el espritu resuelto de una mujer. Pese a todo, Magnus guarda secretos y posee una voluntad de hierro que no mitigarn la tentacin ni el desengao otra vez. Pero mientras el peligro acecha, es el beso de un pecador, no de un santo, lo que puede salvarlos a los dos.

  • Pelirroja no es necesariamente

    sinnimo de problemas.

    De acuerdo, Maxine? (Mi hija preadolescente)

  • Agradecimientos

    Mi ms merecido agradecimiento a Kate Collins, mi editora, a quien deberais dirigiros si queris una rpida respuesta. En los ocho libros en los que hemos trabajado ocho! nunca ha tardado ms de dos o tres das en responder a un correo. Algo impresionante, teniendo en cuenta lo apretado de su agenda. No podis haceros una idea de lo horroroso que es estar en ascuas para una escritora. Adems, como siempre, gracias por mejorar mis historias con tus comprensivos y reveladores comentarios. Y dnde estara yo sin mi extraordinaria supervisora Junessa Viloria? Gracias por hacer que todo funcione a la perfeccin. Eres la mejor! A todo el equipo de Ballantine, por pulir mi manuscrito hasta hacer que su preciosa portada ocupe un lugar destacado en las estanteras de todo el mundo. Especialmente a Lynn Andreozzi y al Departamento de Arte, que no hicieron una sino dos portadas! Agradezco mucho lo duro que habis trabajado para tenerlo todo preparado con tanta rapidez. Muchas gracias. A mis maravillosas agentes, Annelise Robey y Andrea Cirillo, por su constante e inquebrantable apoyo. Annelise, todava sonro cuando recuerdo el mensaje que me dejaste despus de leer el libro. Ojal tuviera un contestador automtico para ponrmelo cada vez que necesite que me levanten la moral. A Emily Cotler, a Estella Tse y a todo el equipo de Wax Creative, gracias por actualizar mi pgina web y embellecerla. Tengo la suerte de contar con un amplio grupo de amigas escritoras que estn siempre dispuestas a dar ideas geniales, a hablar sobre este negocio y a quedar para almorzar. Bella Andre, Barbara Freethy, Carol Grace, Anne Mallory, Tracy Grant, mi compaera de viajes y colega Veronica Wolf Onica, y Jami Alden, que va mucho ms all de sus obligaciones como primera (nunca segunda) lectora. Finalmente, a mi marido, Dave, que se ha convertido en un profesional de la parrilla e incluso se atreve a sustituirme en los fogones. La necesidad es sin duda alguna la madre de todos los inventos. Y a Reid y a Maxine, que son la prueba de la veracidad de la mxima: si tienen hambre comern.

  • La Guardia de los Highlanders

    Tor MacLeod, Jefe: lder de las huestes y experto en combate con espada. Erik MacSorley, Halcn: navegante y nadador. Gregor MacGregor, Flecha: tirador y arquero. Eoin Maclean, Asalto: estratega en lides de piratera. Ewen Lamont, Cazador: rastreo y seguimiento de hombres. Lachlan MacRuairi, Vbora: sigilo, infiltracin y rescate. Magnus Mackay, Santo: experto en supervivencia y forja de armas. William Gordon, Templario: alquimia y explosivos. Robert Boyd, Ariete: fuerza fsica y combate sin armas. Alex Seton, Dragn: dagas y combate cuerpo a cuerpo. Arthur Campbell, Guardin: exploracin y reconocimiento del terreno.

  • Prefacio

    Ao de Nuestro Seor de mil trescientos ocho. Tras dos aos y medio de guerra, la campaa de Robert Bruce ha supuesto una de las reacciones ms destacadas de la historia. A pesar de tener todas las apuestas en contra, su equipo secreto de guerreros de lite, llamado la Guardia de los Highlanders, lo ha ayudado a derrotar a los ingleses en Glen Trol y Loudon Hill, as como a los poderosos barones escoceses que se alzaban en su contra: Comyn, MacDowell y MacDougall. Finalmente, en octubre, tambin el conde de Ross se somete a Bruce, quien controla toda Escocia desde el norte del Tay. Su hermano Edward Bruce vigila el conflictivo sur y Eduardo II, nuevo rey de Inglaterra, est atareado intentando someter a sus problemticos barones, de modo que el rey Robert disfruta ahora de un muy merecido descanso despus de la batalla. Pero su corona, lejos de estar asegurada, es poco ms que una mera ilusin en ese reino lleno de enemigos an por conocer. Pronto tendr que enfrentarse a la mayor amenaza de su vida y, una vez ms, los legendarios guerreros de la Guardia de los Highlanders acudirn en su ayuda para salvarlo.

  • Prlogo

    Castillo de Inverbreakie, Ross, Highlands escocesas, agosto de 1305 El ojo hinchado de Magnus MacKay capt el movimiento de soslayo, pero demasiado tarde. No tuvo tiempo de protegerse con el escudo de cuero tachonado y recibi un fuerte mazazo en el costado izquierdo que lo arroj al suelo de cabeza. De nuevo. Y esa vez con alguna costilla rota. Su gruido de dolor se vio ahogado por el ruido de la multitud sobrecogida, y luego hubo un angustioso silencio en espera de su prximo movimiento. Si es que haca alguno. Una ancha sombra se pos sobre l y ocult la brillante luz del sol. Alz la vista hacia el amenazador rostro de su enemigo. Has tenido suficiente? se burl el hombre que representaba a los Sutherland. Todo su ser se estremeca pidiendo clemencia. Le dolan partes del cuerpo que ni tan siquiera saba que existieran. Lo haban masacrado, destrozado y machacado hasta convertirlo en un amasijo sanguinolento, pero no pensaba darse por vencido. Esa vez no. Haca cinco aos que caa a manos de Donald Munro, el campen de los Sutherland. Pero esa vez no caera. El premio de aquel da era demasiado importante. Magnus escupi el polvo que acababa de morder, se enjug la sangre y el sudor de los ojos, y se levant de nuevo apretando los dientes para soportar el dolor. Consigui mantener el equilibrio y disip las estrellas que vea por encima de su cabeza haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad. Jams. La muchedumbre prorrumpi en un grito de jbilo. O al menos la mitad del pblico. Los clanes que se haban reunido para asistir a los Highland Games estaban divididos, igual que el resto de Escocia. Sin embargo, los bandos de ese da no los formaban los partidarios de John Comyn y Robert Bruce a pesar de que ambos pretendientes al trono de Escocia se encontraban entre los presentes, sino los de una contienda ms antigua y sangrienta si caba, la de los MacKay y los Sutherland.

  • Mocoso testarudo dijo el otro. Magnus no pudo negarlo. Se prepar para el siguiente golpe, alzando el escudo con una mano y la maza con la otra. Y lleg. Repetidas veces. Como un ariete. Munro era incansable. Pero Magnus no le iba a la zaga. Se levantaba una y otra vez por ms que el temible guerrero siguiera hacindolo caer. Se negaba a rendirse. Prefera la muerte antes que perder de nuevo ante aquel fanfarrn. El campen de los Sutherland haba sido un hueso imposible de roer desde la primera participacin de Magnus en los juegos, cinco aos atrs. Por entonces acababa de cumplir dieciocho aos y superar al campen, cinco aos mayor y en plena madurez, pareca una tarea imposible. Pero eso haba sido entonces. Magnus ya no era ningn mozalbete. Haba aadido una fuerza y un volumen considerables a su musculatura durante el ltimo ao. Y superaba a Munro en varios centmetros de altura, as que tena alguna ventaja. La balanza ya no se inclinaba tanto. Haba conseguido algunos logros en esos juegos: ganar la prueba de carrera a pie y la de espada aunque el mejor espada de las Highlands, Tor MacLeod, estaba ausente y situarse entre los tres primeros en el resto de las competiciones salvo en natacin, algo que caba esperar ya que Magnus proceda de las montaas del norte de Escocia y los isleos dominaban las pruebas de agua. Sin embargo, la competicin que tena que ganar era esa. La especialidad de maza era el reducto privado de Munro. Reinaba en ella desde haca casi diez aos y se enorgulleca de su feudo. Por lo dems, arrebatarle la corona de la cabeza a su eterno enemigo para clamar la victoria de los MacKay lo haca todo mucho ms satisfactorio. Pero aunque el odio entre los dos clanes estaba muy arraigado, la arrogancia y el desdn de Munro lo convertan en algo personal. Y no solo el odio y su orgullo de clan lo espoleaban para conseguir la victoria. Magnus era plenamente consciente de ciertos ojos que seguan sus movimientos. Un par de ojos enormes de un azul cristalino. Helen. La chica, mejor dicho, la mujer con la que tena intencin de casarse. Solo de pensar en perder contra Munro en su presencia... No poda. Maldita fuera. No pensaba hacerlo. Cmo podra pedirle que se casara con un fracasado? Magnus tens los msculos para absorber el impacto e

  • intercept otro poderoso golpe con su escudo. Recibi todo el peso de la inercia de su oponente sobre l, soportando el dolor del costado, y consigui soltar un mandoble con su maza. Munro quiso apartarse, pero el golpe le haba dado de lleno en el hombro. Era la primera grieta. Su contrincante no poda ocultar la frustracin tras la expresin de furia. Munro empezaba a cansarse. El virulento ataque y los repetidos movimientos con la pesada arma se estaban cobrando su precio. Haba llegado el momento. La oportunidad que estaba esperando. Magnus capt la esencia de algo que reviva su dolorido cuerpo como ninguna otra cosa: el olor de la victoria. De lo ms profundo de su coraje surgi una repentina e inexplicable explosin de fuerza que le hizo tomar la iniciativa. Aporre a su adversario con la maza y lo empuj con el escudo para que retrocediera. Al verlo tropezar aprovech su ventaja para zancadillearle y dejarlo tirado en el suelo. Se arrodill encima de su pecho y le aprision el cuello con el escudo mientras alzaba el mazo sobre la cabeza. Rendos espet con energa, dejando que sus palabras recorrieran la silenciosa arena. Munro intentaba revolverse, pero Magnus lo tena a su merced. Encaj el borde del escudo con ms fuerza contra su cuello y le cort la respiracin. Rendos repiti. La brutalidad del combate haca mella en l y la rabia corra por sus venas. Magnus sinti la necesidad imperiosa de acabar con aquello. Pero se trataba de los Highland Games, no de un desafo a vida o muerte entre gladiadores. Sin embargo, durante un largo instante pareci que lo fueran. Munro se negaba a rendirse y Magnus se negaba a liberarlo hasta que lo hiciera. El odio que se profesaban aquellos dos orgullosos guerreros amenazaba con destruir la tregua temporal que suponan los Highland Games. Afortunadamente alguien tom la decisin por ellos. Victoria para MacKay! grit una voz de hombre. Era el barn Innes, dueo del castillo de Inverbreakie y anfitrin de los juegos. Se oyeron vtores. Magnus baj la maza, retir el escudo y liber a Munro. Se levant y alz los brazos, hacindose eco de las aclamaciones y saboreando la victoria. Lo haba conseguido. El triunfo era suyo. Helen. Una multitud se congreg a su alrededor. Su padre, sus

  • hermanos menores, sus amigos y un buen nmero de jovencitas hermosas. Pero ninguna de ellas era la que l quera. Helen no poda acudir a su encuentro. Y por ms ganas que tuviera de verla en ese momento, no se atreva a buscarla con la mirada. Porque su Helen, la muchacha con la que quera casarse, no era otra que Helen Sutherland de Moravia, la hija de su mayor enemigo, el conde de Sutherland. Gracias a Dios, ya haba acabado todo! Helen crea que no podra aguantarlo ni un segundo ms. Haba resultado una autntica agona permanecer all sentada viendo cmo Magnus reciba una paliza de muerte y no poder reaccionar, tener que disimular cada parpadeo, cada grito de horror ahogado, cada silencioso ruego para que no volviera a levantarse, mientras alguien que era como un hermano para ella lo derrumbaba a golpes. Magnus era demasiado cabezota. El muy bruto nunca saba darse por vencido! Tena ganas de matarlo ella misma por hacerla sufrir tanto. Saba perfectamente que no disfrutaba con las competiciones violentas de los Highland Games jams comprendera por qu los hombres se golpeaban entre s hasta caer sin sentido en nombre del deporte, pero por alguna razn le haba hecho prometer que estara all. Ests bien? Helen intentaba que su corazn, instalado en la garganta, volviera a su lugar en el pecho. Se volvi hacia su hermano sin decir ni una palabra. Kenneth mir con preocupacin primero su rostro y luego sus manos, que seguan aferradas a los suaves pliegues de lana de su falda. Pareces angustiada. Crea que ibas a desmayarte. A Helen se le aceler el pulso. Su hermano era demasiado buen observador. Se senta angustiada, pero no quera que sospechara los motivos. Kenneth despreciaba a los MacKay, sobre todo a Magnus. Ambos eran de la misma edad, pero le ganaba en todas las competiciones desde que eran pequeos. Si descubra que estaban juntos... No lo hara. No poda. Sera un desastre que su hermano supiera que confraternizaba con el enemigo. Los Sutherland odiaban a los MacKay. Las cosas eran as y punto. Pero no para ella. No esperaba que fuera tan... intenso dijo sin faltar a la

  • verdad. Se acord de la lealtad familiar con un poco de retraso. Y, por supuesto, estoy decepcionada. Kenneth la mir con suspicacia, como si no creyera del todo que esa fuera la nica razn. La conoca demasiado bien. Helen contuvo la respiracin, pero despus la multitud volvi a rugir y lo distrajo. El rostro de su hermano se ensombreci al or la algaraba de los MacKay. No puedo creerme que le haya ganado dijo negando con la cabeza. Padre se pondr muy furioso. A Helen le asalt un miedo de diferente naturaleza. Tal vez sera mejor no decrselo. Al menos por el momento. Kenneth la mir a los ojos con expresin seria. Tan grave es? Se pondr bien dijo con seguridad, convencindose tanto a s misma como a su hermano. Por supuesto que se pondra bien. Cualquier otra posibilidad quedaba descartada. Pero no quiero distraerlo. Necesita todas sus fuerzas para combatir la enfermedad. Sin embargo, la afeccin pulmonar pareca empeorar con cada recada. No tendra que haber asistido a los juegos, pero se lo haba prometido a Magnus. Y solo de pensar que pasaran otro ao sin verse por la amenaza de guerra que penda sobre todos ellos... No poda volver. Solo era una semana. Su padre se las apaara sin ella durante una semana. Le haba dejado instrucciones precisas a Beth, la sirviente que la ayudaba en sus atenciones, y Muriel tambin haba prometido estar pendiente de l. Era ella quien haba enseado a Helen todo lo que saba sobre tratamientos. Kenneth la miraba con una expresin idntica de miedo y preocupacin por su padre. Entonces tal vez tengas razn, es mejor no hacer que se enfade. La cogi por el codo y seal con la cabeza en direccin al campen cado. Ven, ser mejor que atiendas a Munro, aunque parece que es el orgullo lo que tiene ms lastimado. Una sonrisa le torci el gesto. A lo mejor le sirve como cura de humildad. No le sorprendi que a su hermano no le molestara del todo el fracaso de Munro. Tambin l haba cado en muchas ocasiones a manos del campen de los Sutherland, que se regodeaba recordndole todas y cada una de ellas. Ya tendra su oportunidad, igual que la haba tenido Magnus. Pero era consciente de lo difcil que resultaba eso para su orgulloso hermano, quien deseaba salir de las

  • sombras y dar pruebas de su vala. En cuanto Kenneth apart la vista Helen aprovech para mirar a Magnus una ltima vez, pero estaba rodeado, perdido entre la multitud de admiradores que lo jaleaban, y la hija de su enemigo quedaba sin duda desterrada de sus pensamientos. Suspir. Pronto tendra a un sinfn de muchachas persiguindolo, como Gregor MacGregor y Robbie Boyd. El afamado arquero con el rostro de Apolo y el hombre ms fuerte de Escocia haban obtenido estatus de dioses en los juegos, y contaban con su propio squito de jovencitas que controlaban todos sus movimientos con ojos brillantes. Sigui los pasos de su hermano y procur no molestarse por ello. Pero lo cierto era que le molestaba. No estaba celosa, no del todo. Bueno, tal vez envidiara la libertad de la que disfrutaban las otras mujeres para hablar con Magnus en pblico. Aunque al comprobar que la escultural chica que iba agarrada de su brazo era preciosa sinti una punzada en el corazn. Por qu tena que ser todo tan complicado? Al principio no se lo pens dos veces cuando haban tenido que verse a escondidas. Las viejas rencillas no le importaban. Solo pensaba en que le gustaba, y que por primera vez encontraba a alguien que pareca comprenderla. Cuando estaba con l no se senta diferente, sino nica. No le importaba que a ella no le gustara coser o tocar el lad, que pasara ms tiempo en el granero que en la iglesia, que sintiera esa fascinacin tan poco femenina al observar cmo los animales daban a luz. Le pareci divertido que le dijera al padre Gerald aquello de que consideraba que sangrar era una extraa forma de restaurar los humores, ya que todo cuanto consegua era dejar al paciente dbil y plido. Le daba igual que prefiriese llevar una sencilla cota de lana la mayora de las veces atada por la entrepierna a un vestido de cortesana. Ni tan siquiera se ri aquella primavera que le dio por cortarse el pelo porque siempre se le meta en los ojos. Pero los aprietos que provocaban las rencillas empezaban a resultar incmodos. Ya no bastaba con verlo una vez al ao en algn descuido la semana de los Highland Games y en algn que otro encuentro fortuito a escondidas. Quera ms. Quera ser ella la que estuviera al lado de Magnus, y que la derritiera por dentro con su sonrisa como solo l saba. En lo ms recndito de sus pensamientos una voz parecida a la

  • de su padre deca: Tendras que haberlo pensado antes, muchachita, pero la silenci. Lo solucionaran. De algn modo haran que funcionase. Ella lo amaba, y l la amaba a ella. Se mordi el labio inferior. Estaba prcticamente segura de ello. Acaso no era cierto que la haba besado? Poco importaba que sus labios apenas se hubieran rozado, y que cuando la apart bruscamente de su lado el corazn hubiera dejado de latirle deprisa. Una parte de ella estaba convencida de que sus sentimientos eran tan profundos y apasionados como los de ella. Y a pesar del peligro, a pesar de ser consciente de que su familia considerara aquello una traicin, no poda apartarse de l. Era una locura, algo imposible. Pero tambin excitante. Con Magnus se senta ms libre que nunca. Cmo no aferrarse con todas sus fuerzas a lo que tenan? Tal como deca el antiguo poeta romano Horacio: Carpe diem, quam minimum credula postero. Aprovecha el momento y confa lo mnimo en el futuro. Puede que no mostrara mucho inters en las enseanzas de sus tutores, pero eso s lo recordaba. Aquellas palabras se le haban quedado grabadas. Pareca que nunca acabara de atender las heridas de Donald, o su maltrecho orgullo, pero se escabull en cuanto tuvo oportunidad y esper a que Magnus la encontrara. No tard mucho. Normalmente dificultar el encuentro era parte de la diversin. Pero estaba tan ansiosa por verlo que esa vez se lo puso fcil. El crujido de una rama fue el nico indicio antes de que dos enormes manos la agarraran por la cintura desde atrs y la bajaran de su atalaya. Se qued sobrecogida cuando roz los duros msculos de su pecho con la espalda. Se le ruborizaron las mejillas a causa del calor. Por todos los santos, s que era fuerte! Su esbelta constitucin juvenil contaba ahora con innumerables capas de acerados msculos. Los cambios de su cuerpo eran evidentes, y percibirlos en sus propias carnes la llenaba de calor y le haca sentir cosquilleos en la barriga. Se le aceler el pulso. Magnus la oblig a volverse para mirarla. No habamos acordado que dejarais de subir a los rboles? Acordado? Ms bien se lo haba ordenado. Helen arrug la nariz. A veces poda ser igual de mandn y protector que sus hermanos. Ay, Helen le decan con un suspiro condescendiente, acariciando sus cabellos pelirrojos como si fueran el origen de toda

  • culpa, qu has hecho esta vez? Aunque lo hicieran con la mejor intencin, nunca la haban comprendido. No como lo haca Magnus. Helen ignor su cara de circunstancias y se conmovi al alzar la vista hacia aquel rostro bello y familiar. Sus marcados rasgos de efebo estaban tan amoratados y destrozados que era prcticamente irreconocible. Estaba limpio y haba intentado curarse las magulladuras, pero nada poda adecentar la masa purprea y roja que le cubra la mandbula, el labio partido, la nariz rota y el largo corte junto al ojo. Al acariciarlo levemente se percat de que alguien le haba curado las heridas. No duele a rabiar? Magnus neg con la cabeza y apart su mano. No. Mentiroso. Lo alej de s y al orlo rezongar sinti no haberse acordado de sus costillas. Le puso las manos en la cadera. Eso es lo que os merecis por lo de hoy. Magnus se qued desconcertado. Pero si he ganado. Me importa poco que hayis ganado. No os ha matado de milagro! Magnus cruz los brazos con una sonrisa descarada y chulesca. Helen no pudo evitar fijarse en el muestrario de msculos de estos. ltimamente pareca que siempre se percataba de cosas como esa en los momentos ms inoportunos. Aquello la aturullaba. Magnus la aturullaba. Lo cual resultaba desconcertante, porque desde un primer momento se haba sentido cmoda junto a l. Pero no lo ha hecho. La arrogancia de su afirmacin la hizo volver en s. Entorn los ojos. Los hombres y su orgullo. O mejor dicho, los highlanders y su orgullo. Haban nacido para el orgullo y la testarudez. Yo no estara tan contento de m mismo. Frunci el entrecejo. No os alegris por m? Estuvo a punto de abrazarlo. Pues claro que s. Magnus arrug el entrecejo todava ms. Entonces por qu estis tan enfadada? Es que todos los hombres eran tontos? Porque no me gusta ver cmo os hacen dao. Volvi a sonrer y la agarr por la cintura mientras ella intentaba

  • separarse de l. Era un movimiento juguetn, algo que haba hecho en muchas ocasiones, pero la sensacin de verse sostenida contra su poderoso cuerpo esa vez fue diferente. El aire se transform en algo caliente y peligroso. Se estremeci al notar su cuerpo y cada uno de los slidos centmetros del firme pecho y de las piernas que se pegaban a ella. Pero vos cuidaris de m, no, maingeal? dijo Magnus bajando la vista y oscureciendo sus ojos de color miel. Su voz aterciopelada la sacudi de arriba abajo. ngel mo. La llamaba as desde el principio, pero ese da sonaba diferente. Helen se qued mirndolo entre parpadeos, sorprendida por cunto haba cambiado. Nunca antes la haba seducido de ese modo. Aquello resultaba extrao y excitante; la intimidaba. Magnus era un hombre. Un guerrero. Un campen. No el chico alto y desgarbado que haba conocido. De repente fue totalmente consciente de ello. Helen ech la cabeza hacia atrs y entreabri los labios en una respuesta instintiva. Perciba el deseo que nadaba en sus ojos. Contuvo la respiracin, anticipando el momento. Estaba a punto de besarla. Dios, realmente estaba a punto de besarla. Por fin! Cuando Magnus baj la cabeza el corazn le palpit en los odos. Sus msculos se tensaron sobre ella. Sinti los latidos contra su cuerpo y la pasin que ruga en su interior. El deseo se extendi por todo su ser en una ola de calor que haca que se derritiera y le fallaran las piernas. Con el primer beso suspir de placer ante la sensacin de tener su dulce boca pegada a la de ella. Se vio invadida por una calidez y un leve sabor especiado que embriagaban sus sentidos. La bes con ternura, acariciando sus labios suavemente y ella se hundi en l, buscando ms sin ser consciente de ello. Mostradme todo el cario que me tenis. Helen quera sentir una pasin desenfrenada. Quera declaraciones de amor sinceras. Lo quera todo. Magnus emiti un quejido y ella se pregunt si le habra hecho dao en el costado. Pero entonces la abraz con ms fuerza y sus labios se endurecieron, pegndose con ms fiereza a los suyos. El sabor especiado se intensific y se hizo ms excitante. Helen senta la tensin de los msculos, el poder que surga en su interior, y su cuerpo se derreta solo de pensarlo. Entonces, repentinamente, se puso tenso y se apart de ella, imprecando a todos los dioses.

  • La solt de una manera tan abrupta que le cost mantener el equilibrio. Pareca que sus piernas se hubieran quedado sin huesos. Abri los ojos con sorpresa y no poca decepcin. Acaso haba hecho algo mal? Magnus hundi los dedos en sus sedosos y lisos cabellos de color caoba. Casaos conmigo. Qu? repuso mirndolo con la boca abierta. Magnus clav sus ojos en los de ella. Quiero tomaros por esposa. Que le propusiera matrimonio de manera espontnea era tan impropio de l que al principio crey que le gastaba una broma. Pero no haca falta ms que verle la cara para saber que no era as. Lo decs en serio? S. Pero por qu? Magnus frunci el entrecejo. Obviamente no era la respuesta que esperaba. Crea que eso era obvio. Porque os tengo cario. No Porque os quiero, Porque no puedo vivir sin vos. Ni tampoco Porque quiero haceros desfallecer de amor. Sinti una leve punzada cerca del corazn. Helen se dijo que estaba siendo ridcula. Eso era lo que ella quera, no era cierto? Le haba dicho lo que senta, aunque no fuera tan bonito como ella esperaba. Tena tanto control sobre s mismo que resultaba desconcertante. No era un hombre fro y sin sentimientos, sino tranquilo y calmado. Firme. Como una roca, no como un volcn. Pero a veces le habra gustado verlo en erupcin. Supongo que no os coger por sorpresa aadi al ver que no responda al momento. En realidad s. Se mordi el labio. Nunca habamos hablado del futuro. Tal vez porque ambos intentaban ignorar la realidad. Matrimonio. Era la nica posibilidad para una mujer en su posicin. Entonces por qu solo de pensarlo se le encoga el corazn? Pero se trataba de Magnus. l la comprenda. La amaba. Por supuesto que quera casarse con l. Pero le estaba pidiendo un imposible.

  • Nuestras familias nunca lo permitirn. Las rencillas. No se lo estoy pidiendo a nuestras familias. Os lo estoy pidiendo a vos. Fugaos conmigo. Contuvo la respiracin. Un matrimonio clandestino? Era una idea descabellada. Pero tena que admitir que tambin era atractiva, e innegablemente romntica. Adnde iran? Tal vez al continente? Qu emocionante sera viajar a lo largo de la campia tenindose solamente el uno al otro! Y adnde iramos? La mir de un modo extrao. A Strathnavar. Al principio mi padre se enfadar, claro est, pero mi madre lo comprender. Al final tambin l acabar estando de acuerdo. Al norte de Escocia, no al continente. Las tierras de los MacKay estaban en Caithness, en la frontera con los dominios de los Sutherland. Las querellas por las lindes entre los dos clanes haban originado el litigio y lo haban alimentado durante aos. Y dnde viviramos? pregunt con cautela. En el castillo de Varrich, con mi familia. Cuando sea el jefe del clan ese castillo ser vuestro. Por supuesto. Qu tonta. Cmo haba podido pensar que sera de otro modo? La madre de Magnus era la perfecta dama del castillo. Y naturalmente esperara que ella correspondiera a ese puesto. Sinti que le faltaba la respiracin y se le aceleraba el pulso. Por qu ahora? Por qu no podemos esperar y ver...? Estoy cansado de esperar. Nada cambiar. Se le endureci el gesto y un desconocido reflejo acerado brill en sus ojos. Estaba impacientndose con ella. Durante un instante pens incluso que perdera los nervios. Pero Magnus nunca perda los nervios. A veces Helen se preguntaba si realmente tena nervios. Estoy cansado de esconderme, de no poder hablar con vos ni miraros en pblico. Tenis dieciocho aos ya, Helen. Cunto tiempo pasar hasta que vuestro padre os encuentre marido? Palideci, consciente de que tena razn. Solo haba escapado a un compromiso porque su padre estaba enfermo y la necesitaba a su lado. Se le detuvo el corazn. Oh, Dios, entonces quin cuidara de su padre? Lo mir con impotencia, vacilando ante la importancia de la decisin. Lo quera, pero tambin quera a su familia. Cmo iba a elegir entre una y otra cosa?

  • Su indecisin debi de plasmarse en su rostro. No entendis que no podemos hacerlo de otro modo? Lo nuestro... dijo bajando la voz es especial. No queris estar conmigo? Pues claro que quiero. Pero necesito tiempo... No tenemos tiempo dijo l con dureza. Pero no la estaba mirando a ella. Un instante despus supo por qu. Apartaos de ella ahora mismo! Se le encogi el corazn. Helen se volvi y vio que su hermano se abalanzaba sobre ellos. Magnus vio palidecer a Helen y dese poder ahorrarle ese momento. Pero era inevitable. Solo la fortuna haba evitado que tardaran tanto en descubrirlos. Aunque si tenan que descubrirlos habra preferido que fuese el hermano mayor, William, heredero del condado. Al menos l no era un completo imbcil. Si haba alguien a quien despreciaba ms que a Donald Munro, ese era Kenneth Sutherland. Tena toda la arrogancia y la burla sarcstica de Munro y un temperamento de lo ms irascible. Magnus se puso instintivamente delante de Helen para protegerla. Saba que se llevaban bien entre ellos, pero no quera arriesgarse. Sutherland era cuando menos impredecible, un insensato en muchos momentos. Detuvo el puo antes de que impactara en su rostro y lo apart de s. Esto no es asunto vuestro, Sutherland. Si Helen no se hubiera interpuesto entre ellos Kenneth habra vuelto a la carga. Al lado del zopenco de su hermano ella pareca una chiquilla. Su cabeza apenas le llegaba a la mitad del pecho. Pero no era ninguna chiquilla. Haca dos largos aos que Magnus esperaba a que cumpliera los dieciocho. La deseaba con tanto anhelo que apenas poda respirar. Aquella picaruela criatura que pareca de otro mundo con sus enormes ojos azules, la pecosa nariz respingona y la salvaje cabellera de pelo rojo. La suya no era una belleza convencional, pero para l no haba nadie ms despampanante. Por favor, Kenneth, no es lo que ests pensando. Los ojos de Sutherland brillaban de la indignacin. Es justamente lo que estoy pensando. Saba que pasaba algo

  • raro en la prueba, pero no quera creerlo. Sus ojos se suavizaron al mirar a su hermana. Por el amor de Dios, Helen. Un MacKay? El enemigo ms despreciable de nuestro clan? Cmo has podido ser tan desleal? Helen se estremeci de culpabilidad y Magnus solt una maldicin. No la metis en esto. Si queris desahogar vuestra rabia con alguien, hacedlo conmigo. Ser un placer dijo Kenneth entornando los ojos y agarrando la espada. Voy a disfrutar mucho matndoos. Una afirmacin muy arriesgada, viniendo de alguien que nunca me ha superado en nada. Sutherland gru con furia. Helen grit y se abalanz sobre su hermano. No, por favor dijo con lgrimas en las mejillas. No lo hagas. Yo... le quiero. Magnus estaba a punto de desenvainar la espada, pero sus palabras lo detuvieron. El corazn le lata con fuerza en el pecho. Lo amaba. Nunca se lo haba dicho, y despus de su reciente conversacin ya no estaba tan seguro. Su cuerpo se llen de calor. No se haba equivocado. Estaban hechos el uno para el otro. Tambin ella lo senta. Ay, Helen dijo el capullo de su hermano, acaricindole la mejilla con ms delicadeza de la que Magnus lo crea capaz. Eres muy pequea, cario. No sabes de lo que hablas. Claro que piensas que ests enamorada de l. Tienes dieciocho aos. Eso es lo que hacen las jovencitas, enamorarse. Helen mene la cabeza con vehemencia. No se trata de eso. Es justamente eso dijo. Si Magnus no lo estuviera viendo con sus propios ojos jams habra pensado que Kenneth Sutherland pudiera ser tan tierno, por todos los demonios! Pero tal vez Helen fuese capaz de sacar el lado ms amable de todos. Solo que nunca haba imaginado que Sutherland tuviera un lado amable. Ests enamorada del amor continu. No es casualidad que Dios escogiera el primero de mayo como da para tu santo. Para ti todos los das son primero de mayo. Pero cmo podras saberlo si no lo conoces? Helen se mordi el labio y Sutherland la mir con suspicacia. Cunto hace que os veis a escondidas? Helen se sonroj y se qued mirando al suelo. Al ver que la

  • haca sentir culpable Magnus se enfureci. Nos conocimos en los juegos de Dunottar espet Magnus. Por accidente. Kenneth se volvi hacia ella. Hace cuatro aos? El gesto afirmativo de Helen lo hizo maldecir. Por Dios, si te ha deshonrado har que lo capen y lo cuelguen de las pelotas. No ha hecho nada interrumpi Helen, usando una mano para detenerlo. Sorprendentemente su gesto funcion. Me ha tratado con la mayor de las cortesas. Magnus frunci el entrecejo al notar algo extrao en su voz; casi sonaba decepcionada. Cuidad vuestras palabras, Sutherland. Tenis derecho a estar enojado, pero no permitir que dudis de mi honor ni del de vuestra hermana. Puede que le hubiera costado mucho controlarse, pero a lo mximo que haba llegado haba sido a besarla. Jams la habra deshonrado de tal modo. Esperara a que se casaran y entonces la deshonrara cuantas veces quisiera. Todava soaba con el dulce sabor de sus labios. Pero si se haba apartado de ella haba sido tanto porque le importaba su inocencia como por miedo a no poder controlarse. La expresin de Sutherland se ensombreci, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Antes de que tengis la oportunidad se helar el infierno dijo dirigiendo a Magnus una mirada que prometa venganza y cobijando a su hermana bajo el brazo como si quisiera alejarla de algo repugnante. Vamos, Helen, nos marchamos. Helen neg con la cabeza e intent resistirse. No, yo... Mir a Magnus con impotencia. Este frunci los labios. Solo tena que decir una palabra para que la rescatara. Haba derrotado al campen de los Sutherland, as que su hermano no se interpondra en su camino. Sutherland apoy la mejilla sobre la cabeza de su hermana y le habl como si fuese una nia. Pero en qu estabas pensando, muchachita? Ves el mundo con tanto candor que crees que es igual para todos. Pero esta vez no te saldrs con la tuya. Esta vez no. No te habrs hecho vanas

  • esperanzas con esto, verdad? Magnus ya se haba hartado. Le he pedido matrimonio. Sutherland enrojeci tanto que pareca a punto de ahogarse. Por la sangre de Cristo, debis de estar loco! Preferira que se casara con el mismo viejo Piernaslargas antes que con un MacKay. Magnus puso la mano sobre la empuadura de su espada. No permitira que se interpusieran en su camino, por ms rencillas que hubiera. No es a vos a quien se lo he pedido. Ambos miraron a Helen, cuyo rostro estaba tan devastado por las lgrimas que pareca desfigurado. Nunca lloraba, de modo que era un claro sntoma de su profunda angustia. Alternaba la mirada de uno a otro. Magnus saba que quera a su hermano, pero tambin lo amaba a l. Acababa de decirlo. Magnus apret los dientes, sabiendo lo duro que resultaba para ella. Era consciente de lo que le peda. Pero era ella quien tena que decidir. Al final, todo se reduca a eso. Sutherland no mostr la misma prudencia. Si te casas con l se reanudar la guerra entre nuestros clanes. No tiene por qu ser as dijo Magnus. Tena exactamente el mismo aprecio por Sutherland que el que le profesaba l, pero hara todo lo posible por olvidarse de las rencillas en honor a Helen. Pero su padre... de eso no poda estar tan seguro. Sutherland hizo caso omiso a sus palabras. Le daras la espalda a tu familia? A nuestro padre? Te necesita. Su voz sonaba muy segura. Tan razonable que daban ganas de vomitar. Los ojos de Helen, anegados en lgrimas, se abrieron mucho en su plido rostro. A Magnus le bast su mirada suplicante para saberlo. Lo siento dijo. No puedo... Sus ojos se encontraron. No quera creerlo. Pero la verdad estaba all, en ese crudo y vvido azul. Dios santo, no poda creerlo. l haba pensado que... Se enderez y le volvi la espalda bruscamente, contenindose todo lo que poda para no hacer nada vergonzoso como rogar. Lo peor era que tena unas ganas locas de hacerlo. Pero tambin tena su orgullo, maldita fuera. Ya era bastante tener all a Sutherland

  • presenciando su rechazo. El hermano la abraz y le acarici el cabello. Pues claro que no puedes, cario. Es imposible que MacKay esperase que accedieras a eso. Solo un estpido romntico habra pensado que accederas a huir con l. No le pasaba inadvertida la burla de Sutherland. Apret los puos, deseando con todas sus fuerzas borrarle la sonrisa de un puetazo a ese bastardo. Esperaba realmente que Helen huyera con l? S, era lo bastante estpido para esperarlo. Ella era una mujer diferente. No estaba limitada por la convencin. Si lo amara lo suficiente nada se lo habra impedido. Ser consciente de eso lo empeoraba todo. l lo habra dejado todo por ella. Si se lo hubiera pedido. Pero no lo hizo. A la maana siguiente vio cmo los Sutherland desmontaban las tiendas de campaa. Se marchaban. Sus hermanos no le daran la oportunidad de arrepentirse. Robert Bruce, el conde de Carrick, y Neil Campbell acudieron a su encuentro justo en el momento en que Helen sala del castillo. Una oscura capucha le ocultaba el rostro, pero la habra reconocido en cualquier sitio. Magnus apenas escuch la propuesta. Apenas oy los detalles del equipo secreto de guerreros de lite que Bruce estaba formando para que le ayudaran a derrotar a los ingleses. Estaba demasiado obcecado con Helen. Demasiado ocupado vindola partir. Volved el rostro. Pero no lo hizo. Cabalg hasta la salida de las murallas y se esfum entre la bruma matinal sin mirar atrs ni una sola vez. Magnus sigui mirando hasta que desapareci la ltima banderola de los Sutherland. Bruce segua hablando. Quera que formase parte de su ejrcito secreto. No haba ms que or. Lo har. Hara cualquier cosa para que lo sacaran de all.

  • 1

    Castillo de Dunstaffnage, diciembre de 1308 Poda conseguirlo, maldita fuera. Magnus era capaz de soportar prcticamente cualquier tipo de tortura y dolor fsicos. Tuvo que recordarse a s mismo que era un cabrn de los duros. Eso era lo que decan de l. Sigui con la mirada fija en la escudilla que tena ante s, concentrndose en la comida para no ver lo que suceda a su alrededor. Pero el jamn y el queso con los que intentaba desayunar se le atragantaban. Solo la cerveza bajaba bien. Y tampoco era lo suficientemente fuerte para apaciguar el malestar que corroa su interior. Si no fuera porque apenas pasaba una hora del amanecer, habra pedido whisky. Aunque seguramente con aquel ambiente festivo nadie se habra percatado. La atmsfera de la celebracin reverberaba desde las vigas de madera decoradas con ramas de pino hasta los juncos recin recogidos que haban esparcido en el suelo de piedra. El impresionante saln del castillo de Dunstaffnage estaba tan iluminado que pareca Beltane, con los centenares de velas y la chimenea que arda a su espalda. Pero el calor de la habitacin no poda traspasar su fra coraza. Si sigues poniendo esa cara de asesino tendremos que cambiarte el nombre. Magnus se volvi hacia su compaero de mesa y lo fulmin con la mirada. Lachlan MacRuairi posea una habilidad asombrosa para encontrar el punto dbil de cualquiera. Atacaba con precisin letal, como la vbora de la cual reciba su nombre de guerra. Era el nico miembrode la Guardia de los Highlanders que haba adivinado su secreto y nunca dejaba pasar la oportunidad de recordrselo. S continu MacRuairi, negando con la cabeza. Pareces cualquier cosa menos un santo. No se supone que eres el ms tranquilo y sensato de todos? Erik MacSorley, el mejor navegante de las islas Occidentales, empez a llamarlo santo como una broma durante las pruebas de acceso a la Guardia de los Highlanders. Magnus, al contrario que el

  • resto de sus compaeros, no pasaba las noches junto al fuego hablando de la siguiente mujer a la que se tirara. Y tampoco perda los nervios. As que cuando escogieron los nombres de guerra para proteger sus identidades se qued con Santo. Que te den, MacRuairi. El muy insensible no hizo ms que sonrer. Creamos que no vendras. Magnus haba estado fuera el mximo tiempo posible, ofrecindose voluntario para cualquier misin que lo alejara de all. Pero haca dos das que haba dejado a Edward Bruce, el hermano del rey y recin nombrado lord de Galloway, para unirse al resto de los miembros de la Guardia de los Highlanders en Dunstaffnage y celebrar la boda de uno de ellos. La boda de William Gordon, su mejor amigo y compaero, con Helen Sutherland. Mi Helen. No, nada de eso. Jams haba sido suya. Aquello haba sido una ilusin. Haca tres aos que se haba unido a la Guardia de los Highlanders en un intento de escapar a sus recuerdos. Pero el destino tena un cruel sentido de la irona. Poco despus de llegar se enter de que su nuevo compaero y Helen acababan de prometerse. Los Sutherland no haban perdido el tiempo a la hora de asegurarse de que no cambiara de parecer. Magnus ya haba previsto que tardara poco en comprometerse. Lo que no esperaba era que le doliera tanto. Haca tres aos que saba que llegara ese momento. Lo haba aceptado. El problema era que tratndose de Gordon no poda ausentarse poniendo una excusa. A pesar de su apodo, la flagelacin no era algo a lo que se expusiera voluntariamente. Dnde est lady Isabella? pregunt a modo de respuesta. MacRuairi curv los labios. Segua siendo extrao ver sonrer a ese bastardo desalmado, pero durante las ltimas semanas, despus de que consiguiera liberar a lady Isabella MacDuff por segunda vez, y de que conquistara su corazn, cada vez lo haca con ms frecuencia. Supuso que si un bastardo como MacRuairi encontraba el amor cualquiera poda concebir esperanzas. Cualquiera menos l. Ayudando a la novia a vestirse respondi MacRuairi. Llegar de un momento a otro. La novia. Eso escoca. A pesar de la mirada de MacRuairi, no pudo evitar estremecerse. A este se le borr la sonrisa de la cara.

  • Deberas habrselo contado. Merece saberlo. Magnus mir con fastidio a ese hombre al que era tan difcil apreciar, aunque en cierto modo lo hiciera. Djalo, Vbora dijo en voz baja. Gordon no tena que saber nada. Helen haba tomado su decisin mucho antes del compromiso. No hay nada que contar. Se haba levantado ya del banco, deseoso de evitar las provocaciones de MacRuairi, cuando advirti la entrada de un grupo en el saln. Maldita sea. Magnus blasfem al ver el inminente desastre y ser consciente de que no poda hacer nada para evitarlo. Su compaero de la Guardia de los Highlanders y mejor amigo, William Gordon, esboz una enorme sonrisa y se dirigi directamente hacia l. Has conseguido venir. Ya empezaba a dudarlo. No tuvo tiempo de responder. El otro hombre al que haba visto, el que haba provocado su reaccin, no se lo permiti. Qu demonios hace este aqu? pregunt Kenneth Sutherland con rabia. Magnus se qued completamente quieto, pero con todos sus instintos de lucha en guardia. Sutherland se haba llevado la mano a la espada que portaba a la cintura. No lo pillara desprevenido. MacRuairi tambin haba percibido la amenaza y permaneca firme junto a l. Es mi invitado, adems de mi amigo dijo Gordon a su hermano adoptivo, que pronto se convertira en cuado. Qu diablos vera en ese bastardo era algo que jams podra comprender. No era frecuente que el simptico Gordon pareciera enfadado, pero la irritacin de su voz era inconfundible. Tu amigo? dijo Kenneth, horrorizado, pero si es... Magnus, consciente de que estaba a punto de referirse a Helen, se levant y estamp la jarra de cerveza sobre la mesa. Olvidadlo. Lo que haya entre nosotros no tiene nada que ver con este da dijo mirando a su enemigo fijamente y obligndose a relajarse despus. Las rencillas son parte del pasado. As como las alianzas imprudentes aadi, incapaz de resistir la tentacin de provocarlo. Los Sutherland se haban aliado con el conde de Ross y con Inglaterra para derrotar a Robert Bruce. Pero tras la victoria de Bruce sobre los MacDougall en el paso de Brander en agosto, el conde de

  • Ross se haba visto obligado a rendirse. Haca un mes que los Sutherland haban tenido que hacer lo propio a regaadientes. Magnus saba que seguramente todava le picara el orgullo. Por lo que le haba contado Gordon, Sutherland se haba desenvuelto bien en la batalla y estaba considerado un guerrero formidable, igual o mejor incluso que Donald Munroy que William, su hermano mayor, nombrado conde tras la muerte de su padre dos aos atrs. Pero Sutherland tena un terrible defecto en opinin de Magnus: su mal carcter. Y por el rubor iracundo de su rostro se dira que no haba perdido un pice de su genio. Cabrn mascull Sutherland, dando un paso al frente. Gordon lo agarr. El ambiente, que momentos antes era distendido debido a la celebracin, se haba cargado de animosidad. Las espadas estaban desenvainadas, tal vez no realmente, pero s en sus mentes, y se haban formado dos bandos en respuesta a la amenaza. Los hombres de Sutherland se alineaban tras este, y los miembros de la Guardia de los Highlanders que estaban cerca acompaaban a Magnus, dejando a Gordon en medio. Sultalo, Gordon dijo Magnus burlonamente. Tal vez los ingleses le hayan enseado algo. Sutherland y l eran de altura y complexin parecidas, pero Magnus no dudaba que lo vencera en un combate de espadas, o con cualquier otra arma, a decir verdad. Le pareca que la mayor parte de su juventud hubiera tenido como propsito superar a los Sutherland. Cuando no se trataba de Munro era uno de los hermanos de Helen. Sutherland solt una grosera blasfemia e intent escapar del abrazo de Gordon. Puede que lo hubiera conseguido de no haber entrado otro grupo en el saln. Un grupo que no iba vestido de cuero y acero, sino de seda y raso. Magnus, concentrado en la amenaza, no vio llegar a las mujeres hasta que se acerc una de ellas. Kenneth, qu problema hay? Qu est pasando aqu? Magnus se qued helado al or su voz. Sus extremidades relajaron la tensin. Durante un instante se sinti sin fuerzas, vaco, salvo por el fuego que arda en su pecho. Un fuego que al parecer nunca se extinguira. Helen estaba ante l. Exactamente igual de arrebatadora que como la recordaba, aunque diferente. Su belleza ya no tena nada de poco convencional. Las pecas que antes salpicaban su nariz haban

  • desaparecido bajo la suave perfeccin de su piel ebrnea. Los cabellos de intenso caoba que caan desordenados sobre sus hombros cuando no estaban cortados de cualquier forma estaban en ese momento cuidadosamente recogidos en una corona de trenzas. Sus rasgos menudos de duendecillo ya no se estremecan por la risa y las travesuras, sino que se hallaban en suave reposo. Solo los ojos, de un azul cristalino, y los labios, los ms rojos que jams hubiera visto, seguan siendo los mismos. Pero no era la belleza lo que le haba atrado de ella, sino su irreprimible buen humor y su espritu indomable, que la hacan diferente a cualquier otra mujer que hubiera conocido. Un hada risuea tan difcil de atrapar como el mercurio. No vea rastro alguno de aquella chica en la mujer que tena ante l, pero eso no cambiaba la virulencia de su reaccin. Se senta como si aprisionaran su pecho con el torno de la nostalgia. Crea que estaba preparado, maldita fuera. Crey que sera capaz de hacerlo. Pero nada podra haberlo preparado para la impresin que le causaba verla tras tres largos aos. Tres aos de guerra y destruccin. Tres aos en los que no supo si vivira o no. Tres aos de decirse que ya no pensaba en ella. Tres aos de engao. Al darse cuenta de que Gordon lo miraba con el entrecejo fruncido escondi sus emociones bajo una mscara de indiferencia y recobr la compostura rpidamente. Pero haba perdido la calma. Fue justo entonces cuando ella se percat de su presencia. Oy su grito ahogado a ms de tres metros de distancia. Se le abrieron los ojos y su rostro perdi todo el color. Su expresin le recordaba a esos hombres que haba visto en la batalla al recibir un flechazo en las entraas: sorprendidos, impresionados y doloridos. Magnus se dirigi hacia ella instintivamente, pero MacRuairi lo detuvo. Gordon ya estaba a su lado. Su amigo Gordon. Gordon, su prometido. Gordon, el hombre que se casara con ella en unas pocas horas. Sinti una punzada en el estmago. No pasa nada, milady dijo Gordon, cogindola del brazo. Se trataba de un pequeo malentendido. Creo que ya conocis a mi amigo Magnus MacKay. Sus palabras sacaron a Helen del trance. S, milord. Lo mir porque no poda evitarlo. Pero no haba

  • pasado por alto la tensin de sus hombros, como si se preparase para algo. Los ojos de ambos se encontraron durante un largo instante. El dolor agudo que le atravesaba el pecho lo dej sin respiracin. Helen hizo un gesto con la cabeza en reconocimiento. Milord. Milady dijo l a su vez inclinando la cabeza de modo corts. Formal. Marcando la distancia que deba mediar ahora entre ambos. Aquella no era la Helen de su juventud, sino una mujer que perteneca a otro hombre. Lady Isabella, que estaba entre el grupo de mujeres que haban entrado en el saln con ella, evit que el momento fuera ms doloroso, dirigindose hacia l inmediatamente para saludarlo. Magnus! Habis vuelto! dijo agarrndolo del brazo para volver a llevarlo a la mesa. Tenis que contarme todo lo que est pasando en el sur. Frunci la boca mirando a Lachlan y alz la barbilla con indignacin. l no me cuenta nada. MacRuairi elev una ceja, torciendo el gesto. Eso es porque no quiero que cojis la espada y los acompais. Se acerc para darle al infame mercenario una palmadita en el brazo, como si tranquilizara a un nio. Eso es ridculo. No tengo espada. Gui un ojo a Magnus y le susurr: Tengo un arco. Lo he odo espet MacRuairi. Magnus sonri, contento por la distraccin. Pero solo fue temporal. Era plenamente consciente de las dos personas que recorran el largo pasillo hacia el estrado cogidas del brazo. Pan. Mastica. Queso. Sonre a William. Re educadamente los chistes del rey. No mires al otro lado de la sala. Helen estaba sentada en el estrado, entre su prometidoy el rey de Escocia, intentando que todo se desarrollara con normalidad. Intentando sofocar la tormenta de emociones que ruga en su interior. Intentando respirar. Pero se senta como si le hubieran asestado un golpe en el pecho y nada pudiera hacer que volviera a respirar. Magnus. All. El da de su boda. Dios santo. La impresin de verlo despus de tanto tiempo era una explosin que haca aicos los propios cimientos de la fachada que tanto le

  • haba costado construir. Justo cuando ya se haba reconciliado con la idea de ese matrimonio, justo cuando acababa de convencerse de que podra sobrellevarlo, justo cuando abandonaba toda esperanza de volver a verlo, apareca para derrumbarlo todo. Durante un segundo pens que estaba all para impedir el matrimonio. Ay, inocente de ti, casi oy decir a su padre. Que Magnus cayera rendido a sus pies y le suplicara que se fugase con l era tan improbable ahora como aos atrs cuando ella tanto lo haba deseado. Los orgullosos guerreros de las Highlands nunca suplicaban. Y l era exactamente eso. Grande. Duro. Un poderoso guerrero de los pies a la cabeza. Deba de medir uno noventa, advirti Helen con un arrebato de nostalgia ante las diferencias que forjaba el tiempo. Estaba en plena madurez, y se notaba. Ya no haba rastro de niez en su apuesto rostro; solo quedaba el peligroso y rudo guerrero. Sus facciones se haban endurecido, el cabello era ms oscuro y ms corto, la piel estaba bronceada de pasar horas al sol, y esa ancha boca que sola esbozar una sonrisa no mostraba emocin alguna. Todos aquellos sentimientos confusos e inquietantes volvieron a ella en una ardiente ola. Queris ms queso, lady Helen? La pregunta la cogi por sorpresa. Queso? En un momento como ese? No, gracias consigui decir con media sonrisa. William le devolvi una sonrisa radiante, completamente ajeno a la calamidad circundante. Qu poda hacer ahora? Se casaran ese mismo da. Haba llegado el da que tanto haba temido desde el momento en que su padre anunci el compromiso. Solo conoca a William Gordon a travs de Kenneth. Ambos haban sido acogidos por el conde de Ross y eran como hermanos. Sin duda, Kenneth tena ms confianza con William Gordon que con su propio hermano, que responda al mismo nombre de pila. Helen haba protestado por la alianza sin que sirviera de nada. Su padre estaba decidido a que contrajera matrimonio. Pero entonces lleg la guerra y consigui un milagroso aplazamiento. Su prometido rompi con su propia familia, y la de ella, para unirse al bando de Robert Bruce. Su hermano Kenneth convenci al padre para que no anulara el compromiso, y sin duda aquello acab siendo una ventaja. En caso de que la guerra se pusiera en su contra su padre siempre contara con un aliado en el campamento de Bruce, y ella gozara de

  • la situacin ideal de un prometido sin perspectiva de boda. Durante un tiempo lleg a convencerse de que la boda jams se llevara a cabo. Pero tras la victoria de Bruce y la rendicin de su padre, ya no haba nada que la demorase. Pensaba que podra soportarlo. William era tan maravilloso como su hermano le haba prometido: Encantador, alegre, galante y ciertamente muy agradable a la vista. Pero en cuanto vio a Magnus... Se presencia tena que significar algo. Dios no poda ser tan cruel. Era posible que le hiciera casarse con otro hombre bajo la mirada de aquel al que amaba? Consigui sobrevivir a la comida sin saber cmo y en cuanto pudo huy al refugio de la habitacin que le haban preparado en la torre del homenaje. Desafortunadamente no estaba sola. Desde su llegada al castillo de Dunstaffnage la semana anterior haba sido recibida con los brazos abiertos por lady Anna Campbell, la dama del castillo, y sus amigas, Christina MacLeod, Ellie MacSorley antes una De Burgh, hermana de la reina de Bruce e hija del conde de Ulster, leal a los ingleses, y lo que era ms sorprendente, lady Isabella de Burgh pronto se llamara MacRuairi, la famosa patriota que supuestamente segua encarcelada en un convento ingls. Aquellas damas haban acogido a la hurfana sin hermanas bajo su inmensa ala colectiva. Helen no estaba acostumbrada a la compaa femenina. A excepcin de Muriel, haba pocas mujeres de su edad en el castillo de Dunrobin. Pero incluso cuando tena oportunidad, como con las visitas o en los viajes para acudir a los torneos, sus interacciones con las otras damas eran torpes e incmodas. Siempre acababa haciendo o diciendo algo inconveniente, y nunca parecan compartir los mismos intereses que ella. Con esas mujeres no pareca meter tanto la pata. Y era agradable no or rumores cada vez que entraba en la habitacin. Haba una inusual camaradera entre ellas que, a pesar de no llegar a comprender del todo, no poda evitar admirar, incluso envidiar un poco. Normalmente su compaa no supona ningn problema, pero ese da sus plcidas risas y conversaciones impedan que hiciera lo que se propona. Tena que verlo. Era su oportunidad para corregir el mayor error de su vida. Resultaba irnico que hubiera flaqueado justo cuando se le ofreca la oportunidad de aprovechar el momento. Era la nica ocasin en su vida en la que haba intentado hacer lo correcto. En lugar de

  • seguir los dictados de su corazn se haba dejado convencer por su hermano para cumplir con sus deberes familiares y se haba marchado con l. Ella saba que Kenneth crea hacer lo adecuado, y tal vez lo fuera, dadas las circunstancias. Racionalmente. Pero el amor no era racional. El amor tena sus propias reglas, y ella no haba tenido fuerzas para seguirlas. Estaba confundida. No saba con seguridad lo que Magnus senta por ella y, la verdad fuera dicha, tampoco lo que ella senta por l. La trascendencia de la decisin la haba sobrepasado. Su familia haba sido muy convincente. Una locura de juventud, le dijeron. Ya sabes cmo eres, Helen, ests enamorada del amor. Se trataba solo de la excitacin. La naturaleza ilcita de la relacin. Ya lo vera. Necesitaba tiempo. Se olvidara de l. Pero no tard mucho en percatarse de que sus sentimientos no se desvanecan. Lo que senta por Magnus era especial. l la vea de manera diferente al resto y la amaba por eso mismo. Helen no haba sabido canalizar su pasin. Haba confiado demasiado en la constancia y la estabilidad de Magnus. En la certeza de que l siempre estara ah para ella. Implor a su familia una y otra vez que lo reconsiderasen, pero una alianza con los odiados MacKay era inimaginable. Y despus fue demasiado tarde. Magnus desapareci y su padre la comprometi con William. Nunca se le ocurri que aquello sera para siempre. Crey que Magnus ira a buscarla. Pero no lo hizo. Se declar la guerra y nada volvi a ser lo mismo. Pero tal vez no fuera tarde al fin y al cabo. Tal vez... Va todo bien, Helen? Al volverse se encontr con lady Isabella, o Bella, como insista en que la llamaran. O es que no os gusta el peine? aadi con una sonrisa. Helen baj la vista y se sonroj al percatarse de que estaba mirando fijamente el peine que tena en la mano. Creo que no debera haber desayunado. Tengo el estmago un poco revuelto. Hoy es vuestra boda dijo Bella. Es normal que os parezca tener el estmago lleno de mariposas revoloteando. Tal vez os sintis mejor si os tumbis un rato. Helen neg con la cabeza, encontrando sbitamente el modo de escapar. Se levant. Lo nico que necesito es un poco de aire fresco.

  • Puedo acompaaros se ofreci lady Anna, que haba odo la ltima parte de la conversacin. No, por favor se apresur a decir Helen. No es necesario. Solo ser un momentito. Bella volvi a su rescate por segunda vez en la maana. Anna, no ibas a conseguir unos pendientes? La joven recin casada se levant de repente, mostrando la incipiente redondez de su vientre bajo los pliegues del vestido. Es verdad. Gracias por recordrmelo. Irn a la perfeccin con vuestros ojos dijo a Helen. Tendris el vestido preparado para ponroslo cuando volvis dijo Christina con una brillante sonrisa. La formidable esposa del jefe de los MacLeod era sin duda la mujer ms hermosa que Helen haba visto nunca. Se sinti culpable por lo ilusionados que estaban todos con la boda. Todos menos ella. Bella la acompa a la puerta. Siempre disfruto del camino que cruza el bosque hasta la capilla sugiri. Creo que all encontraris lo que buscis. Sus miradas se encontraron. La compasin que entrevi en sus ojos le mostr que adivinaba cuando menos parte de la verdad. Me gustan los dos acab diciendo quedamente la que fuera condesa de Buchan. Helen asinti, comprendindolo. Hiciera lo que hiciese, alguno de ellos saldra perjudicado. Pero al contrario que a Bella, a ella en realidad le gustaba solo uno de ellos. Baj corriendo la escalera, sali de la torre y se adentr en la fra maana de diciembre. Todava no se haba alzado el grueso manto de niebla escarchada, que penda sobre el extenso patio como un mar de lodo gris. Afortunadamente, a nadie le pareci extrao ver a la novia huyendo a travs de las puertas del castillo a pocas horas de su boda. Momentos despus, Helen se encontr bajando la rocosa pendiente sobre la que descansaba el castillo para entrar en la penumbra del bosque hacia el sur. Haba un corto paseo hasta la capilla, que atenda las necesidades espirituales de los seores del castillo y de los del pueblo que lo circundaba. Su edificio de piedra estaba asentado sobre una pequea elevacin en medio del bosquecillo. En los alrededores reinaba la calma. Una calma espeluznante. Un escalofro le recorri la

  • espalda. Aminor la marcha y pens por primera vez en lo que estaba haciendo. Sus hermanos se pondran furiosos. Su prometido... se enfadara? No lo conoca lo suficiente para predecir su reaccin. Su padre, que haba muerto haca dos aos, la habra mirado con la cara que pona cuando haca algo que a ella le pareca perfectamente lgico pero que l no comprenda. Esa misma cara la haba adoptado Will, normalmente acompaada de algn comentario acerca del color de sus cabellos. Como si ser pelirroja fuera la causa de todos los problemas que causaba. Pero poco importaba. Saba lo que estaba haciendo. Actuaba con el corazn. Algo que tendra que haber hecho aos atrs. Lo vio a escasos metros de la capilla. Le entr tal congoja que le faltaba el aire. Estaba de espaldas a ella, sentado sobre una roca frente a la puerta, mirndola fijamente, como decidiendo si deba entrar o no. Solo con verlo se le hencha el pecho. Si haba una sola posibilidad de que encontraran la felicidad juntos, tena que aprovecharla. Magnus. El simple acto de pronunciar su nombre la emocion tanto que lo que sali fue un grito ahogado. Magnus se dio la vuelta y parpade, como si no estuviera seguro de que ella fuera una aparicin o una persona real. La tensin de la mandbula confirmaba que haba conseguido discernirlo. Llegis pronto. El sarcasmo y la insensibilidad de su voz la dejaron descolocada. Lo mir a los ojos, buscando al hombre que recordaba. Pero la profundidad de su mirada, antes dulce y clida, era ahora dura y desconocida. Helen avanz un paso en su direccin, ignorando el aura impenetrable que pareca irradiar. He venido a buscaros. Magnus se levant. Para qu? Para revivir viejos recuerdos? Neg con la cabeza. No servira de nada. Volved al castillo, Helen. All est vuestro sitio. Ese era exactamente el problema. Que ella no perteneca a ninguna parte. Nunca lo haba hecho. Solo con l se haba sentido capaz de conseguirlo. Helen busc el ms leve rastro de rabia, una mnima muestra de

  • dolor. Pero su tono de voz no revelaba ms emocin que el hasto del tono de su padre cuando haca algo indebido. Tres aos eran mucho tiempo. Tal vez ya no la quisiera. La incertidumbre empez a mostrarse ante ella, pero la apart. Magnus era as. El sereno e inalterable Magnus. Comet un error dijo en voz baja. Si esperaba una reaccin a sus palabras se llevara una decepcin. Aspir hondo y continu. Tendra que haberme marchado con vos. Quera hacerlo, pero no poda abandonar a mi familia. Mi padre estaba enfermo y necesitaba mis cuidados. Ocurri todo tan rpido dijo alzando la vista, rogando contar con su comprensin. Me sorprendisteis, me asust. Nunca habais hablado de matrimonio. Apenas si me habais besado. Magnus la atravesaba con la mirada con expresin severa. De qu nos sirve esto, Helen? Forma parte del pasado. No necesitis que os d ninguna absolucin. No me debis nada. Yo os amaba. Magnus se qued paralizado. Es obvio que no lo suficiente. Ese suave rechazo fue como un cuchillo que le atraves el corazn. Tena razn. No haba confiado en sus emociones. Entonces. Tena dieciocho aos. No saba lo que quera. Pero ahora s lo saba. Saba en lo ms profundo de su corazn que l era el hombre al que estaba destinada. Le haban ofrecido la rara oportunidad de abrazar el amor y no haba sabido aprovecharla. Yo todava... Ya basta. Recorri de un par de zancadas la distancia que los separaba y la agarr por los brazos. Sus grandes manos le parecieron un hierro candente. Su corazn sufri un vuelco momentneo al pensar que estaba afectado, que su fra indiferencia no era ms que una actuacin. Pero cuando la mantuvo en vilo con las puntas de los pies sobre el suelo le pareci completamente bajo control. Es demasiado tarde para cualquier cosa que tengis que decir. La solt y dio un paso atrs. Por Dios santo, estis a punto de casaros con una persona que es como un hermano para m! La blasfemia, ese pequeo rastro de emocin, la urgi a continuar. Se acerc a l cuanto pudo y le puso una mano sobre el hombro, estremecindose de la emocin al ver cmo reaccionaban sus msculos al tocarlo. Alz la vista hacia el apuesto rostro que la persegua en sueos y lo mir fijamente. Y eso no os afecta en absoluto? Llev la mano hasta su

  • corazn y sinti los latidos bajo el duro cascarn. No os molesta aqu? Magnus la mir a los ojos en un doloroso silencio, con una expresin indescifrable en el rostro. Helen busc alguna seal que mostrara su reaccin. Su mirada recay instintivamente sobre el msculo que haba bajo el mentn. Pero debajo de la oscura sombra de la barba no haba ningn tic que lo delatara. Estaba perfectamente controlado, como siempre. Magnus le apart la mano con cuidado y se separ de ella. Nos estis poniendo en evidencia a ambos, Helen. Suspir profundamente, sintiendo cmo el cuchillo de la vergenza le atravesaba el corazn. Magnus la mir a los ojos y dijo: No siento nada. Dio media vuelta y la dej all plantada, contemplando cmo se esfumaba silenciosamente su nica posibilidad para ser feliz. Esa vez ya no podra engaarse dicindose que volvera a buscarla.

  • 2

    Helen no saba cunto tiempo haba pasado en el bosque, paralizada por el rechazo. Claro que era demasiado tarde. Cmo haba podido pensar otra cosa? Para cuando volvi al castillo entre las mujeres cunda el pnico. Bella supo qu hacer con solo mirarla a la cara. Estis segura de que queris hacer esto? pregunt con calma. Helen se qued mirndola sin poder reaccionar. No. S. No le importaba. Qu ms daba? Debi de asentir, porque al cabo de poco tiempo ya la haban vestido, perfumado y peinado, con una diadema de oro en la cabeza, y estaba volviendo sobre los pasos que haba dado unas horas antes. Solo una vez le fallaron las fuerzas. Su hermano Will la llevaba al lugar donde la esperaba su prometido, a las puertas de la iglesia, y la multitud que se congregaba para dar testimonio de la ceremonia. All, al frente, de pie junto a un puado de guerreros, lo vio. Estaba de espaldas. Su silueta era ms ancha, ms musculosa y mucho ms formidable de lo que la recordaba, pero la habra reconocido en cualquier parte. La decepcin se asent en su estmago como una piedra. Su presencia all acababa con cualquier posibilidad de que aquello le importara, de que ella le importara. Te pasa algo, Helen? Se qued mirando a su hermano mientras parpadeaba. Te has detenido seal Will. Yo... Todos sus instintos le gritaban: Detente. No lo hagas. Ella est bien dijo Kenneth llegando por detrs. Vamos, hermana. Tu prometido te espera. Aunque lo dijo con ternura, algo en sus ojos la adverta de que no hiciera nada indebido. Era demasiado tarde para cambiar de opinin. Por una vez, su hermano y Magnus estaban de acuerdo. Helen asinti, tragndose el nudo de nostalgia y arrepentimiento que pareca alojarse en sus pulmones. Sus hermanos avanzaron y ella camin con ellos. Puede que le temblara el pulso cuando su hermano le coloc la

  • mano sobre la de su prometido, pero ella no lo advirti. Se situ a la izquierda de William as como las mujeres fueron creadas del costado izquierdo de Adn en estado de trance, mirando hacia la entrada de la iglesia. La primera parte de la ceremonia tendra lugar en el exterior, tal como era tradicin, y la bendicin final se desarrollara en el interior de la capilla, ante el altar. As pues, Helen se cas con William Gordon en el mismo lugar en que poco antes se haba puesto en ridculo echndose en brazos del mismo hombre que estaba de pie a menos de dos metros de ella. En todo momento fue consciente de la presencia de Magnus, una presencia slida y oscura, que ocupaba toda la periferia de su visin mientras ella responda a los votos que la enlazaran para siempre a otro hombre. No se movi ni puso objecin alguna cuando el sacerdote pregunt si alguien conoca alguna razn por la que no pudieran casarse realmente esperaba que lo hiciera?, y no la mir ni siquiera una sola vez. Helen sigui al sacerdote hasta el interior de la oscura capilla con el anillo de compromiso de William colocado firmemente en el dedo y se arrodill junto a l para que su matrimonio fuera solemnizado ante Dios. Cuando terminaron William bes tmidamente sus secos labios, la cogi de la mano y la condujo a la salida de la iglesia como su esposa ante el clamor de los vtores. Apenas si se percat de ello. Era prcticamente como si no estuviera all. Aquella figura plida y serena que estaba de pie junto a l no era ella. Las tmidas sonrisas y cortesas en respuesta a la tormenta de felicitaciones que no cesaba de recibir no provenan de ella. Aquella mujer era una desconocida. Era como si una parte de ella hubiera muerto. La parte que tena sueos y esperanzas. La parte de ella que haba credo que al final todo saldra bien. Solo quedaba el caparazn de la mujer que haba sido antes. Y en su lugar haba una mujer que haca lo que esperaban de ella. La mujer que se sent junto a su nuevo marido durante todo el largo banquete fingiendo no tener el corazn roto. La que dio cuenta de los interminables platos de comida y las jarras de vino y lo celebr con el resto del clan en el gran saln del castillo de Dunstaffnage. Los enga a todos. Ya iba siendo hora. Helen se volvi hacia el rey, que era quien hablaba. Le haban dado el asiento de honor a su derecha, igual que por la maana. Robert Bruce, valedor de su corona en el campo de batalla, tena una

  • figura imponente. De cabello moreno y rasgos afilados, se le habra considerado guapo incluso en el caso de que, adems de rey, no fuera tambin uno de los ms grandes caballeros de la cristiandad. Hora de qu, seor? El rey sonri. Parece que vuestro festn de bodas est siendo todo un xito. Todos se divierten. William, que estaba a la derecha de Helen, debi de or lo que deca. Los highlanders sabemos celebrar tan bien como luchar. Bruce ri. Cierto. Solo que nunca haba visto a ese highlander celebrar algo de tal forma dijo sealando con la cabeza una de las mesas a su derecha. Helen se volvi hacia donde miraba el rey con una sonrisa en los labios. Pero su sonrisa se transform en una mueca de horror. Su rostro se puso completamente lvido al tiempo que el dolor se alojaba en su pecho como un cuchillo de fuego que la privara de respiracin. Entre los miembros del clan que bailaban y los juerguistas borrachos vio a Magnus sentado en un banco con una sirvienta en su regazo. La apretaba firmemente contra s, agarrndola por la cadera con una de sus grandes manos y sostenindole la cabeza por detrs con la otra para acercrsela ms. La estaba besando. Con pasin. Exactamente con la misma pasin que Helen ansiaba que la besara a ella. Los enormes pechos de la mujer se aplastaban contra su poderoso torso. Helen no poda dejar de mirarle los dedos a la mujer. La manera en que se hundan en sus anchos y musculosos hombros como si necesitara ms la dej petrificada. Un dolor insufrible la parta en dos y la rasgaba por dentro. No, rasgar era demasiado limpio. El suyo era un dolor punzante, un dolor crudamente asestado, sin ninguna sutileza. Vamos a tener que cambiarle el nombre, eh, Gordon? Las palabras del rey la sacaron de su estupor. Estaba claro que Bruce no haba notado su reaccin. Se volvi hacia su nuevo esposo. Tal vez l tampoco lo hubiera... Helen se qued helada. Sus ojos se encontraron. No tuvo ms que mirarlo para saber que con l no haba tenido tanta suerte. Haba advertido su reaccin. Y observaba a Magnus. Las lneas blancas que fruncan sus labios delataban su enfado. Oh, Dios, lo saba.

  • Sin embargo, William ocult su reaccin con una sonrisa forzada al responder al rey. S, creo que tenis razn. Se qued mirando a Helen. Me pregunto qu habr podido originar tal cambio. El corazn le lata a toda prisa. Intent ocultar su ansiedad con una pregunta. Su nombre, seor? dijo sin que apenas le temblara la voz. El rey sonri. Una pequea broma dijo, dndole una palmadita en la mano. Eso es todo. No es muy comn que nuestro amigo... celebre algo con tanto entusiasmo. Ya empezaba a pensar que tenamos realmente a uno de los templarios entre nuestras filas dijo guindole un ojo a William con picarda. Se rumoreaba que Bruce haba ofrecido refugio a muchos de los templarios cuando la orden se disolvi y fueron excomulgados por el Papa, el mismo que haba excomulgado a Bruce por el asesinato de su rival John Comyn el Rojo ante el altar de Greyfriars, haca casi tres aos. Siempre pens que haba una mujer dijo William lentamente con la mirada clavada en la suya. Yo. Oh, Dios. Magnus ha estado evitando a otras mujeres por mi culpa? Bueno, si la haba dijo Bruce supongo que ya no la hay. El rey solt una carcajada y por fortuna cambi de tema. William estaba ocupado momentneamente con lady Anna al otro lado, as que Helen se aventur a mirar de nuevo a Magnus. La mujer segua en su regazo, pero le alivi comprobar que ya no se abrazaban apasionadamente. La estaba mirando. Apart pronto la vista, pero sus ojos se encontraron durante un instante. Y en ese instante de conexin, en esa dura pualada que sinti, fue consciente del completo horror de aquel da. Tena un temblor bajo el ojo. Algo que solo le haba visto una vez anteriormente. Y gracias a esa pequea traicin lo supo: Me ha mentido. Todava le importo. Pero era demasiado tarde. Dios santo, qu he hecho? Lady Isabella Bella dej el peine sobre la mesita que haba

  • junto a la cama. Estis preciosa. Tenis un cabello precioso aadi Anna. Qu reflejos adquiere a la luz de las velas. Parece un fuego lquido resplandeciente que os cayera por la espalda. Ni tan siquiera esos raros cumplidos sobre su cabello podan levantarle el espritu. A Magnus tambin le encantaba, record. William se sentir el hombre ms afortunado del mundo dijo Christina esbozando una enorme sonrisa. Helen lo dudaba mucho. Quera darles las gracias, pero tema empezar a berrear como un corderito al ser sacrificado si abra la boca. En lugar de eso asinti con una sonrisa que esperaba se interpretase ms como timidez que como miedo. Las mujeres la haban acompaado de la fiesta a la cmara que compartira con William a fin de prepararla para la noche de bodas. Se haba quitado el vestido y ahora llevaba un fino camisn de lino que haban bordado primorosamente para la ocasin, y su cabello suelto ya estaba libre de la corona de trenzas y haba sido peinado hasta quedar suave y brillante. Vio que Bella intercambiaba una mirada con Christina, la cual asinti. Un momento despus, Bella se sent junto a ella al borde de la cama. Vuestra madre muri cuando erais una nia, verdad? Helen frunci el entrecejo exageradamente. S, poco despus de mi primer cumpleaos. Muri tras dar a luz un nonato. Detestaba no tener recuerdos de ella. Su padre deca que se parecan mucho. Sinti una profunda tristeza. Aun despus de dos aos, la muerte de su padre estaba reciente. Lo echaba mucho de menos. Haba conseguido recuperarse de la enfermedad que padeca cuando Magnus le pidi que se casara con l, pero ni tan siquiera con su ayuda y las habilidades de Muriel pudo evitarse que recayera seis meses despus. Por qu? Bella se mordi el labio. Qu sabis de lo que suceder aqu esta noche? Helen palideci. No hay nada de lo que asustarse asegur Anna rpidamente. El coito con el esposo puede ser... Se sonroj adorablemente y aadi: Muy hermoso. Christina le dirigi una sonrisa libidinosa. Tambin puede ser muy perverso.

  • Bella les dijo con la mirada que aquello no serva de mucha ayuda. Lo que queremos decir es que es normal estar nerviosa. Si tenis alguna pregunta... No cort Helen, incapaz de aguantarlo ms tiempo. No quera pensar en lo que llegara despus. Sus nervios no eran por desconocimiento, sino justamente por lo contrario. Si haba algo que tema ms que la boda en s era el lecho nupcial. Y ahora tena ms razones para temerlo si caba.William apenas haba hablado con ella tras descubrir su secreto. Saba que estaba enfadado, pero no cmo reaccionara. Se lo dira a la cara o lo dejara pasar? Ya s lo que pasa entre un hombre y una mujer. Haba sido otra de esas curiosidades poco femeninas que Muriel se haba ocupado de satisfacer varios aos atrs. Bella asinti. A veces la primera vez duele. Es como un pellizco aadi Christina. Pero pasa muy rpido asegur Anna. Helen saba que intentaban ayudarla, pero hablar de ello no haca ms que aumentar su ansiedad. Bella pareci comprenderlo. Se levant. Entonces os dejaremos sola. Gracias consigui decir Helen. Gracias a todas. Habis sido muy... se le apag la voz un poco amables. En otras circunstancias, en las adecuadas, se habra redo con ellas y las habra acribillado a preguntas que probablemente no habran querido responder. Pero no eran las circunstancias adecuadas. Minutos despus ya estaba sola. Aunque era el ltimo sitio en el que habra querido estar, apart las sbanas y se meti bajo las mantas. Era habitual que los amigos del novio lo acompaaran al lecho nupcial, y Helen no quera que la vieran all sentada con aquel camisn tan fino que la avergonzaba. Se peg las sbanas a la barbilla con los dedos helados y se qued mirando hacia la puerta como si estuviera a punto de aparecer tras ella el mismo demonio. Buuh. Helen saba que se comportaba de un modo ridculo, pero no poda apaciguar el frentico ritmo de su corazn ni el pnico que le

  • recorra las venas. Cmo sera capaz de llevarlo a cabo? Cmo iba a someterse tranquilamente a sus deberes conyugales cuando su corazn perteneca a otro hombre? Magnus la quera. Todava no poda crerselo. Pero ese pequeo temblor lo haba delatado. Solo se lo haba visto antes una vez. Haba sucedido cuando se conocieron. Lo recordaba como si hubiera sido el da anterior. Aquel ao los juegos tenan lugar en el castillo de Dunottar, cerca de Aberdeen. La primera vez que le permitan asistir. Tena catorce aos. Tambin fue la primera vez que se relacion con grupos de chicas de su edad, algo que en cierto modo haba empaado la emocin de la aventura. Lo nico de lo que les interesaba hablar era de quin era el contrincante ms guapo, quin tena los cofres ms llenos y quin pareca dispuesto a buscar esposa. Todas las chicas suspiraban y tonteaban con Gregor MacGregor, cuya belleza arrebatadora Helen tena que admitir, pero solo le apeteca escaparse en cuanto tuviera la primera oportunidad. Decidi ir a buscar conchas a la playa para aadirlas a su coleccin y cruz el estrecho brazo de tierra que una el castillo a la pennsula para adentrarse por el camino que quedaba a su derecha. El castillo tena uno de los emplazamientos ms espectaculares que jams hubiera visto. Asentado en un pequeo palmo de terreno, rodeado de unos soberbios acantilados escarpados que lo elevaban cincuenta metros por encima del mar, resultaba prcticamente impenetrable. Pronto descubri que descender los acantilados era inseguro incluso si se utilizaba el sendero. En ms de una ocasin patin sobre las resbaladizas rocas. Tras uno de esos percances mir hacia abajo y descubri algo en medio del paisaje. Haba un muchacho arrodillado sobre la playa acunando una bola de pelo en su regazo. Se trataba de un perro, y por la situacin se dio cuenta de que le suceda algo raro. Se le aceler el pulso. Seguramente el perro haba cado por el acantilado. A Helen le encantaban los animales y el corazn se le encogi de la impresin. Esperaba que la pobre criatura no se hubiera hecho demasiado dao y apresur los pasos por si poda ayudar en algo. Aunque el muchacho que en realidad era mayor de lo que en un principio pens, probablemente la misma edad de su hermano Kenneth, diecinueve miraba hacia ella, todava no la haba visto. Estaba pensando en que era la primera vez que lo vea habra

  • recordado a un chico tan guapo cuando vio un reflejo plateado sobre su cabeza. No, plateado no. Era el acero de un cuchillo. Oh, Dios, estaba a punto de... No! grit mientras corra hacia l. El chico alz la vista con la daga en alto y cuando vio su expresin desesperada se le parti el alma. Pero una vez salv la distancia que los separaba ocult la emocin tras una mscara de control solo traicionada por un pequeo temblor bajo uno de sus ojos. Era como si toda la fuerza de la emocin que intentaba contener escapara a travs de aquella pequea grieta. El corazn se le derriti. Le enterneci percibir esa pequea vulnerabilidad a una edad en la que era tan importante para los hombres no tenerla, y an mucho ms no mostrarla. La razn por la que los hombres no podan tener emociones la desconoca. Pero la rudeza pareca ser un requisito para ser un guerrero highlander. Y por su tamao, anchura de hombros y vestimenta, saba que se trataba de un guerrero. Se detuvo de repente ante l y suspir aliviada al ver que bajaba la daga. No deberais estar aqu abajo, muchacha. El camino es peligroso. Le habl con amabilidad, algo que, dadas las circunstancias, la impresion. Si necesitaba alguna prueba para creerle no tena ms que mirar al pobre animal sobre su regazo cuyos penosos gimoteos desgarraban hasta la ltima fibra de su corazn. Se arrodill junto a l y pos la mirada en el perro. Era un galgo escocs y, por lo que pareca, lo haba cuidado muchos aos. Tena un largo corte en el costado, pero lo que lo haba impulsado a sacar la daga era la pata derecha trasera. La tena doblada en un ngulo imposible y el hueso se vea a travs de su pelaje gris y negro. La arena a su alrededor estaba baada en un charco de sangre. Pero a Helen nunca le haba preocupado la sangre. Tena ganas de acercarse a l y acariciarle la cabeza, pero saba muy bien que no haba que tocar a un animal agonizante. Al contrario que el muchacho que tena ante ella, el perro s reaccionara. Se ha despeado? pregunt mirando al joven guerrero. Este asinti. Ahora marchaos, muchacha. Ya no tiene remedio. Est sufriendo, y vos... se le quebr la voz no deberais ver esto. Lo queris?

  • Asinti de nuevo, como si no se atreviera a hablar. Est conmigo desde que tena siete aos dijo tras una larga pausa. Mi padre me lo dio cuando me enviaron con mis padrinos. El perro emiti otra queja de dolor y su amo se estremeci. Helen lo vio apretar la daga con ms fuerza. Lo agarr de la mueca con la intencin de detenerlo. Pero por la solidez del msculo que toc supo que difcilmente podra hacerlo. Por favor, creo que puedo ayudarlo. l neg con la cabeza. Ya nadie puede ayudar a Rabo. Rabo? Menudo nombre para un perro!. Est demasiado malherido, muchacha. Nada puede hacerse, salvo ahorrarle el sufrimiento. Y quin os ahorrar el vuestro?, tuvo ganas de preguntar Helen. No consentiris que lo intente, al menos? Algo pas entre ellos cuando intercambiaron las miradas. Seguramente se percat de su seriedad, porque al cabo de un rato asinti. Helen le hizo prometer que no matara al perro en su ausencia, le dijo que recogiera toda la lea que encontrara en la playa y corri hasta el castillo para reunir lo que necesitaba. Helen no tard ms de media hora, y le alivi verlo esperando con el perro donde los haba dejado. Cuando le explic lo que tena que hacer l le puso una rama de madera en la boca al animal para evitar que los mordiera y lo agarr mientras ella se preparaba. Aunque solo haba visto hacerlo un par de veces con huesos humanos a Muriel y al padre de esta, de alguna forma pareca saber cmo deba proceder. Aplic lo que haba visto, sigui sus instintos y consigui recolocar los huesos, construir una frula para la pata con las ramas y que se aguantaran firmes anudando jirones de su camisn alrededor de ellas. La parte ms dura fue or los gemidos del animal y hacer que se estuviera quieto. Pero Magnus as se llamaba el guerrero, por lo que le haba dicho durante su breve intercambio de nombres antes de marcharse era fuerte. A medida que la vea actuar la miraba con creciente incredulidad. Una vez le hubo explicado cmo cuidar de las heridas y qu hierbas mezclar para que el perro estuviera adormecido mientras se curaba, se qued mirndola con expresin atnita. Cmo... lo habis hecho?

  • La miraba con una expresin en el rostro que la haca sentir calor en todo su interior. Se ha portado bien. Rabo lo has llamado? Magnus asinti. Mis amigos empezaron a llamarlo as, porque me segua a todas partes. Decan que pareca mi rabo. Yo lo llamaba Scout, pero al final se qued con Rabo. Helen sonri y le sorprendi ver que l le devolva la sonrisa. Gracias dijo con voz entrecortada. Le mantuvo la mirada y Helen sinti algo que se remova en su pecho. Con el cabello castao dorado, los ojos de color miel y la piel bronceada, era un joven de una belleza asombrosa. Por primera vez entendi por qu las otras chicas se portaban como tontas con los hombres. Tal vez adivinara sus pensamientos. Qu edad tenis, muchacha? Helen se incorpor mirndolo a los ojos. Por alguna razn era muy importante para ella que no la viera como a una nia. Tengo catorce aos dijo con orgullo. l sonri. Sois mayor, eh? Pero, ya que no tenis edad suficiente para ser sanadora, dira que debis de ser un ngel. Se sonroj. Acaso no le haba visto el cabello? Pues claro que s. Ella odiaba llevar velo y se olvidaba de ponrselo en cuanto tena ocasin. Contadme, pequea Helen, cmo habis adquirido esa habilidad? Se encogi de hombros, avergonzada. No lo s, supongo que siempre me ha interesado. A buen seguro le parecera una chica rara, como a su padre y a sus hermanos. Alz los ojos tmidamente y se aventur a mirarlo. Pero l no la miraba como si fuera un bicho raro en absoluto. La miraba como si... Se qued sin respiracin. Como si fuera especial. Bueno, pues es una suerte para m y para Rabo que tengis tanto talento. Helen se entusiasm. Nunca haba conocido a nadie como l. Un joven guerrero bronceado de ojos amables y sonrisa arrebatadora. En aquel momento supo de inmediato que tambin l era especial. Helen!

  • Al or los impacientes gritos de su padre llamndola se dio cuenta de que se haban percatado de su ausencia. Creo que os estn buscando dijo l ayudndola a levantarse. Helen mir al perro, acurrucado todava entre sus piernas. Podris subirlo vos solo desde aqu? pregunt. Nos arreglaremos. Hala! Helen! grit su padre de nuevo. Blasfem entre dientes, reacia a apartarse todava de su lado. Tal vez l sintiera la misma resistencia a partir. La cogi de la mano y le hizo una reverencia galante digna del mejor caballero. Su corazn entonces vibr como las cuerdas de un arpa. Gracias, lady Helen. Deseo fervientemente que volvamos a vernos. Se quedaron mirndose el uno a la otra y Helen sinti que el pecho se le hencha con ms fuerza an, consciente de que deca la verdad. Habra ms encuentros. Y los hubo. En la siguiente ocasin que lo vio, seis meses ms tarde, cuando averigu de quin se trataba, merced a las negociaciones que hubo para acabar con la querella entre ambos clanes, el perro estaba all a sus pies, con una leve cojera como nico signo de su mala experiencia. Jams se plantearon que fueran enemigos. Sus lazos ya se haban forjado. Primero en forma de amistad, y despus en algo ms que eso. Jams volvi a ver aquel temblor bajo el ojo. Hasta el banquete de bodas. Dios, por qu no la haba detenido? Por qu haba permitido que se casara con otro hombre? La puerta se abri. Helen gimi, pero mucho se tema que haba sonado ms como un grito. William entr en la habitacin y cerr la puerta tras l. Solo. Al menos no tendra que soportar la incomodidad aadida de que otros vieran cmo se meta en la cama con ella. La mir con sarcasmo, paseando la vista por la sbana que tena pegada a la barbilla. Podis relajaros. Vuestra virtud est a salvo por el momento. Sus ojos se endurecieron. O tal vez sea ya demasiado tarde para eso? Tard un momento en percatarse de a qu se refera. Aunque era consciente de que tena motivos para pregunt