49-La Epistolografía Griega

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    LA EPISTOLOGRAFA GRIEGA

    ISBN: 84-9822-028-9

    RAFAEL J. GALL CEJUDO

    [email protected]

    Thesaurus:

    carta, epstola, preceptiva epistologrfica, retrica, progmnasma, carta inserta,

    novela epistolar.

    Ar tculos relacionados en Liceus:

    La retrica y la crtica literaria en los ss. II-III (55); La retrica y crtica literaria a

    partir del s. IV (56); La patrstica griega (61).

    Esquema:

    1. La literatura epistolar griega.

    1.1. Extensin del corpus y periodizacin.1.2. Orgenes del gnero y proceso de literaturizacin.

    2. La preceptiva epistologrfica.2.1.Tratadstica epistologrfica antigua.2.2. La preceptiva: brevedad, claridad y encanto.

    3. La epistolografa y la retrica. La carta como ejercicio retrico (losprogymnsmata).

    4. La carta como proceso comunicativo.4.1. El problema de la clasificacin epistolar.4.2. La carta como dilogo. La carta como proceso de comunicacin frente al

    dilogo como proceso de interaccin. La comunicacin epistolar comofenmeno de dialogismo. Intentos de aproximacin al gnero del dilogo.

    5. Versatilidad formal de la carta: la carta inserta (desde los smata lygr [Il.6.168] hasta el gnero biogrfico).

    5.1. La carta inserta en los historiadores.5.2. La carta inserta en el drama.5.3. La carta inserta en la novela.

    6. La epstola potica. La mezcla de gneros o nivelacin genrica.

    7. Seleccin bibliogrfica.

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    0. Consideraciones previas.

    La literatura epistolar griega ofrece un campo de estudio tan vasto y rico en

    vas de interpretacin literarias que de inmediato se advierte la necesidad de evitar

    actitudes pretenciosas en la exposicin de este tema. As pues, ante la imposibilidad

    de abarcarlo cabalmente en su totalidad, en las presentes lneas se recogen algunos

    de los rasgos generales y definitorios del gnero, de manera que resulte una idea de

    conjunto lo suficientemente comprehensiva, y, al mismo tiempo, se ofrecen tambin

    algunas reflexiones sobre otras cuestiones, a nuestro entender, peor atendidas por la

    crtica literaria. No se incluyen, por tanto, en este estudio referencias o interpretaciones

    literarias de autores concretos: el elevado nmero de epistolgrafos y colecciones

    epistolares griegas y su variada casustica literaria obligara a dispensar un estudio

    particularizado de estas mismas dimensiones, al menos, para cada uno de ellos. Por

    otra parte, siguiendo un criterio de clasificacin tradicional en la literatura griega

    antigua, tampoco se contempla en estas pginas la produccin epistolar de los Padres

    de la Iglesia, aunque de hecho no haya diferencia alguna de tipo genrico o retrico

    entre la epistolografa cristiana y pagana. Por otra parte, hay que tener presente que

    investigadores espaoles han llevado a cabo en los ltimos aos excelentes estudios

    de conjunto (cfr. en el apartado bibliogrfico los trabajos de Surez de la Torre, Lpez

    Eire o M Luisa del barrio), de los que estas pginas, en su prctica totalidad, son

    deudoras. Por ltimo, algunas de las reflexiones que aqu se incluyen ya han sido

    adelantadas en otros trabajos (cfr. especialmente Gall [2005]).

    1. La literatura epistolar griega.

    1.1. Extensin del corpus y periodizacin.

    El gnero epistolar es, sin duda, uno de los ms prolficos en el conjunto de la

    literatura griega. Baste hacer un cotejo liviano por las ms de ochocientas pginas de

    los Epistolographi Graeci de Hercher, donde se recogen ms de medio centenar de

    autores y ms de mil cartas, teniendo en cuenta que no incluye, por ejemplo, el

    epistolario de Libanio (1605 cartas), que no incluye tampoco la epistolografa cristiana

    (los SS.PP. de la Iglesia) y que, por supuesto, no incluye ningn autor del perodo

    propiamente bizantino. Y esto ltimo no es, en absoluto, cuestin balad, ya que en

    poca bizantina el epistolar es, si no el que ms, uno de los gneros ms cultivados yestudiados. Se trata, en efecto, de una poca cuya produccin literaria es muy limitada

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    y en la que, en cambio, la epistolografa conoci su momento de mayor florecimiento

    literario. Los testimonios ms selectos se pueden leer en las pginas antolgicas de la

    obra de Tomadakis (pp. 209-280), donde se recogen ms de una treintena de

    epistolgrafos bizantinos, mientras que una estimacin orientativa (son datos de hace

    casi treinta aos) de la magnitud del referido corpusse puede inferir del repertorio de

    ediciones que ofrece Hunger en el captulo III de su Literatur der Byzantiner (pp. 234-

    238), donde ya son ms de ciento treinta los autores editados y donde destacan las

    dos mil cartas del epistolario de Isidoro Pelusiota, las ms de mil seiscientas de

    Libanio o las casi mil cien del de Nilo. Y, por ltimo, tampoco se incluyen, por razones

    obvias, en la monumental obra de Hercher toda la epistolografa privada que ha sido

    transmitida en papiro y en soporte inscripcional. Sirvan estos datos para insistir en la

    idea de que quizs sea el epistolar uno de los corporatextuales ms importantes de la

    literatura griega antigua y tarda y que, sin embargo, ms tarde ha conseguido el

    reconocimiento de su autonoma genrica. Ello es debido en gran parte a que la

    epistolografa griega se ha tenido que enfrentar a lo largo de su historia a una serie de

    trabas que han minado su concepcin como verdadero gnero literario. De stas, son

    dos las que ms presin han ejercido en este sentido: su competencia con la latina, de

    indiscutible mayor calidad literaria y menor problemtica en cuanto a su autenticidad; y,

    como ya se ha apuntado, los problemas de autora que han estado ligados al gnero

    desde los primeros epistolarios conservados. Por otra parte, estudios recientes han

    puesto de relieve otra consideracin que quizs sirviera para resumir o acaso

    determinar dnde reside el origen de la problemtica que envuelve al gnero, a saber,

    en la poco definida delimitacin del mismo o, lo que es igual, en la inexacta

    identificacin de cules son aquellas composiciones que realmente tienen su lugar en

    los precisos lmites del gnero epistolar. Dicho de otra forma, toda carta o escrito en

    forma epistolar debera ser objeto de estudio de la epistolografa? Esta observacin,

    que en principio podra parecer que adolece de natural contradiccin, no lo hace, en

    absoluto, como se podr comprobar a continuacin, a tenor de la naturaleza de lascolecciones de cartas y epistolarios conservados. No se abordar aqu, sin embargo,

    esta intrincada cuestin, que sin duda suscita y habr de suscitar enorme controversia,

    ni, por muy limitadas que puedan ser sus conclusiones, ha de impedir tampoco que se

    pueda hacer un repaso, por breve que sea, de la periodizacin, los orgenes y algunos

    aspectos formales de lo que se puede entender sensu lato el gnero epistolar griego.

    En lneas muy generales se podran establecer cuatro grandes franjas

    cronolgicas en la produccin epistolar griega. En la primera, la ms difusa, que

    abarcara desde los primeros testimonios conservados en soporte epigrfico hasta lapoca prehelenstica, habra que incluir las cartas insertas en las obras de los

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    historiadores (Herdoto, Tucdides y Jenofonte) y los trgicos; sin embargo, mucho

    ms difcil resulta aislar en las primeras colecciones atribuidas a filsofos y oradores

    (Platn, Aristteles, Iscrates o Demstenes) el ncleo original (si realmente lo hubo)

    de las adiciones pseudoepgrafas. Esta misma tendencia falsaria o ficticia ser la que

    marque la naturaleza de las cartas del segundo perodo (ss. I-III), ya que no son

    infundadas las sospechas de falta de autenticidad en las colecciones de Anacarsis,

    Temstocles, Dionisio, Alejandro, las recogidas por Digenes Laercio en sus Vidas de

    filsofos (Tales, Soln, Ptaco, Pitgoras y los pitagricos, Herclito, incluso las de

    Epicuro, etc.), Scrates, Eurpides, Quin, Apolonio de Tiana, Bruto, etc. De este

    perodo, en el s. II, son tambin los divertimentos literarios de Alcifrn y Eliano y las

    cartas insertas en la obra de Luciano y ya del s. III el epistolario de Filstrato y la nica

    carta conservada de Amelio. Esta misma tendencia pseudoepgrafa se dejar notar en

    el mbito cristiano. No estn libres de sospechas las cartas de los Santos Apstoles (S.

    Pablo, S. Pedro, S. Juan, Santiago o S. Judas) ni las de los autores del perodo

    postapostlico (S. Ignacio, S. Bernab, S. Policarpo, S. Clemente o la Epstola de los

    Apstoles). Ahora bien, la situacin en los perodos siguientes es, en el sentido de la

    autenticidad, menos problemtica, si se excepta el epistolario atribuido falsamente a

    Flaris (s. IV). En el s. IV destaca el que ser el mximo representante del gnero

    epistolar griego de todas las pocas, Libanio, y de esta misma poca son las cartas de

    Juliano (las dirigidas a Jmblico son ciertamente dudosas) y en el mbito cristiano las

    de los Padres de la Iglesia S. Basilio el Grande, S. Gregorio Nacianceno, S. Gregorio

    de Nisa y S. Juan Crisstomo. Finalmente, en la franja que abarca el perodo

    comprendido entre finales del s. IV y el s. VII habra que destacar los epistolarios de

    Sinesio de Cirene, Teodoreto de Cirro, Eneas de Gaza, Procopio de Cesarea o Isidoro

    Pelusiota y los epistolarios ficticios de Aristneto (ss. V-VI) y Teofilacto Simocates (ss.

    VI-VII). Para el perodo bizantino, Tomadakis distingue, adems del perodo cristiano,

    un llamado perodo propiamente bizantino, en el que destacan las figuras de Focio el

    Patriarca, Len Quirosfacta, Aretas, Simen Metafrasta, Miguel Psello, Juan Tzetzes,Miguel Coniata, Teodoro Comneno, Jorge Vardanas, Juan Apocauco, Atanasio I,

    Teodoro II Lscaris o Nicforo Vlemmidas, y los autores de la llamada poca de los

    Palelogos, entre los que destacan Jorge Ciprio, Nicforo Cumno, Gregorio Palamas,

    Nicforo Grgoras, Demetrio Cidonas, Jorge Quioniadas, Manuel Palelogo, Jos

    Brienio, Marco Eugnico, Manuel Calecas, Genadio Escolario, Vesarin, obispo de

    Nicea, Miguel Apstolo o Tefanes de Media.

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    1.2. Orgenes del gnero y proceso de literaturizacin.

    No parece haber dudas con respecto a la influencia que el avanzado servicio

    postal persa pudo haber tenido en la legendaria atribucin de la invencin de la carta

    que los griegos hicieron a la reina Atosa (cfr. Helnico de Lesbos apud Clem. Alex.

    Strom. 1.16.76.10 = Jacoby FGH 4 frg. 178): Que la primera en componer cartas fue

    Atosa, la reina de los persas, lo dice Helnico. Conservamos, adems, testimonios que

    ponen de manifiesto la admiracin de los griegos por el sistema de postas o servicio

    de correo montado (angarion) que los reyes persas tuvieron que idear para controlar

    las comunicaciones en su vasto imperio. As, por ejemplo, lo describe Herdoto (8.98)

    a colacin de los mensajes enviados por Jerjes tras la derrota de Salamina y tambin

    Jenofonte en la biografa novelada de Ciro II el Grande (Cyr. 8.6.17 reproducido a

    continuacin), aunque atribuyendo errneamente a ste la instauracin de un servicio

    puesto en marcha probablemente por su abuelo Daro I (521-486 a.C):

    Nos hemos informado bien de otro de sus ingenios para controlar lamagnitud de su imperio, con el que rpidamente se enteraba tambin de cmomarchaban las regiones ms distantes. En efecto, observ cunto caminopoda recorrer un caballo a un ritmo soportable y construy unas caballerizasseparadas por cierta distancia y dispuso en ellas caballos y a quienes secuidaran de ellos, y design para cada una de las postas un hombre encargadode recoger y remitir las cartas enviadas y de acoger a los hombres y loscaballos agotados y enviar otros frescos. Dicen que a veces ni por la noche se

    para este curso, sino que al correo diurno uno nocturno lo releva. Siendo estoas, dicen algunos que realizan este curso ms rpido que las grullas; y aunquemientan en esto, es bien evidente, no obstante, que de las formas de marchaque el hombre hace por tierra sta es la ms rpida.

    No es de extraar, dada esta admiracin, que la carta oficial ms antigua que

    se conserva escrita en griego sea precisamente una misiva de Daro (Ditt. Syll. 22; Tod

    10; Heiggs-Lewis 12). Ahora bien, el hecho de que se haya conservado en una

    reincisin posiblemente de finales del s. III o principios del s. II ha despertado serias

    dudas sobre su autenticidad. Por otra parte, hay tambin unanimidad en la crtica en la

    idea de que el intercambio epistolar tuvo que ir parejo a la propia invencin de la

    escritura y a la creacin de nuevos materiales escriptorios cada vez ms idneos. Pero,

    en el caso de la cultura griega, independientemente de los usos ms o menos

    espordicos y ligados a determinados estratos sociales en las pocas arcaica y clsica,

    parece que los condicionamientos socio-culturales que se dan a partir del s. IV (cada

    de la polis, individualismo y racionalismo con la introspeccin psicolgica y la

    expresin de sentimientos que conllevan, etc.) son los que dan el espaldarazo

    definitivo para el asentamiento de la actividad epistolar. Que esto ya se apunta en

    pocas anteriores es algo probado e igualmente cierta podra ser su independencia

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    con respecto al gnero en Persia. Se conserva en este sentido un documento

    excepcional (ca. 500) procedente de Olbia (actual Berezn), colonia de Mileto en el

    Mar Negro junto a la desembocadura del Borstenes:

    Protgoras, tu padre te enva una carta. Es objeto de una acusacin por

    parte de Matasis, pues lo intenta hacer esclavo y lo priv de su negocio. Vejunto a Anaxgoras y cuntale, pues dice que l es un esclavo de Anaxgorascon estas palabras: Anaxgoras es el dueo de lo mo, mis esclavos, esclavasy casas. Pero l lo niega a gritos y afirma que no hay ninguna relacin entre ly Matasis, y afirma que es libre y que no tiene relacin alguna con Matasis. Yqu haya entre Matasis y Anaxgoras ellos sabrn. Dile esto a Anaxgoras y asu mujer. Y te manda otras cosas: a tu madre y a tus hermanos que estn enArbinates trelos a la ciudad. Euneuro en persona ir a su encuentro y bajarde inmediato. (Reverso) Plomo de Aquilodoro a su hijo y a Anaxgoras.

    Sin entrar en detalles epigrficos, dialectales o estilsticos (como los que

    delatan la impericia del escriba), el texto pone de relieve, entre otros aspectos, laimportancia de esta actividad en poca de colonizacin -donde ya la distancia

    geogrfica tiene su relevancia en el desarrollo de la comunicacin epistolar-, el

    carcter exclusivamente privado de la misiva o la eleccin de un material escriptorio

    perdurable. Pero, sobre todo, lo que este documento y otros de la misma ndole (cfr. R.

    A. Santiago [1989]) parecen dejar claro es una relacin ms que improbable con los

    convencionalismos genricos de la carta en Persia.

    Hay que tener en cuenta, adems, otros importantes condicionamientos sin los

    que no se concibe esta actividad letrada, directamente relacionados con el paso de lacultural eminentemente oral de la pica a la escrita de pocas posteriores: el conflicto

    entre la actividad epistolar real y la figura del mensajero. La garanta de fidelidad al

    mensaje que en un principio representaba el mensajero se vio paulatinamente

    sustituida por la necesidad de salvaguardar la privacidad del mensaje y el inters del

    remitente por preservar la reproduccin ntegra y fidedigna del mismo, sin dejarlo al

    arbitrio o destreza oratoria del comisionado. Sirva de ejemplo de esta ltima idea la

    celebrrima carta de Nicias contenida en los captulos 8 ss. del libro VII de la obra de

    Tucdides. El pasaje, de sobra conocido y que ha servido para discutir hasta lasaciedad sobre su autora, sobre el problema de la carta inserta o sobre la propia

    naturaleza de la carta, cobra para el presente estudio capital inters por las lneas que

    la preceden, donde Tucdides justifica expresamente la necesidad del mensaje escrito

    frente al oral (Th. 7.8.2):

    Pero temeroso de que los mensajeros, por su incapacidad paraexpresarse o tambin por ser faltos de memoria o por querer decir algo queagradara a la multitud, no transmitieran la situacin real, escribi una carta,considerando que as los atenienses se enteraran exactamente de su parecer,

    sin que quedara en nada tergiversado por el mensajero, y deliberaran sobre la

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    verdadera situacin.

    Pues bien, admitida la necesidad temprana de este tipo de comunicacin

    bsica por escrito y admitida tambin la existencia ms o menos temprana de

    condicionamientos socio-culturales idneos para su prctica en el mundo griego

    antiguo, lo que realmente ocupa a continuacin es conocer si de alguna forma corri

    pareja, junto a esa actividad epistolar real, una versin literaria de la misma. Habra

    que indagar, por tanto, con el fin de localizar dnde reside la clave del proceso de

    literaturizacin de la carta. Y, en este sentido, todo parece apuntar hacia la escuela. La

    utilizacin de la carta como ejercicio escolar por sus convenciones formales, por su

    multifuncionalidad y, sobre todo, por su naturaleza etopyica (as es reconocida por la

    tratadstica progimnasmtica antigua) propici que pudieran ser atribuidas a

    personajes histricos, literarios o incluso mitolgicos creaciones epistolares de muydiferente ndole. Esta faceta literaria de la carta se va a manifestar de una forma u otra

    dependiendo de la importancia que se otorgue a su primitiva funcin comunicativa, a

    las propias caractersticas formales epistolares y al componente esttico. As, en

    funcin del mayor grado de ausencia de esos dos primeros factores y presencia del

    tercero, ser tambin cada vez mayor el grado de ficcin del gnero. Pero sobre lo que

    no parece haber desacuerdo es en que, en efecto, las derivaciones propedeticas

    parecen estar en la base de lo que posteriormente ser el gnero literario epistolar.

    Srva de ejemplo de estas consideraciones uno de los documentos ms preciosos yenternecedores que las ardientes arenas oxirrinquitas han legado en formato

    papirceo: la carta de un nio, Teoncito, a su padre Ten escrita en un arrebato de

    furia infantil por no haber sido llevado a Alejandra (P. Oxy.I 119):

    Ten a su padre Ten. Hola. Buena me la has hecho. No me has llevadocontigo a la ciudad. Si no quieres llevarme contigo a Alejandra, ya no te voy aescribir ms cartas, ni te hablar, ni te desear salud. Y si te vas a Alejandra,no te coger de la mano, ni te volver a saludar nunca ms. Como no quierasllevarme, eso es lo que va a pasar. Tambin mi madre le ha dicho a Arquelao:Me est matando. Llvatelo. Buena me la has hecho. Me has enviado regalos,

    enormes chorradas! Nos engaaron el da 12, cuando embarcaste. Bueno,enva a por m, te lo pido por favor. Si no envas, ni comer, ni beber. Eso.Adis, con todos mis deseos. El 12 del Tibi. Que se entregue a Ten de su hijoTeoncito.

    Aunque el documento es muy tardo (s. II o III d. C.), s parece bastante

    ilustrativo de la idea que se apuntaba ms arriba. El texto, muy deficiente en ortografa

    y estilo, es fiel reflejo, en cambio, de hasta qu punto calaban en el quehacer escrito

    privado las convenciones epistolares aprendidas en la prctica escolar (el formulario

    de apertura y cierre inscriptio ysubscriptio, los cliss de contenido desear salud, la

    inclusin de la fecha-, el uso de terminologa especfica del mbito epistolar, etc.). No

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    tiene, en verdad, intencin literaria, pero s es, en cambio, un documento excepcional

    sobre los rudimentos retrico-escolares.

    2. La preceptiva epistologrfica.

    Pese al excepticismo de algunos estudiosos modernos, la tradicin griega ha

    legado una serie de tratados sobre preceptiva epistolar que, si se suman a las notas

    tericas que se pueden inferir de otras composiciones del gnero, permiten

    sistematizar una relacin de caractersticas fundamentales que podran definir la

    naturaleza del gnero epistolar para la literatura griega antigua. Esa preceptiva, que,

    como ya indicara Hunger, podra ser considerada el primer intento por teorizar sobre la

    carta, estaba, como es natural, muy apegada en su formulacin a los planteamientos

    bsicos de la retrica y adoctrinaba en los mismos ideales estilsticos que para

    cualquier otro gnero literario.

    2.1. Tratadstica epistologrfica antigua.

    Las principales obras y pasajes de los que se puede establecer una preceptiva

    epistolar griega son: las notas que se pueden extraer de los captulos 223-235 (Sp.)

    del Sobre el estilo de Demetrio (fechado entre finales del Helenismo y la poca

    Imperial), de los Modelos epistolaresde un autor tambin de nombre Demetrio, pero

    de poca posterior (s. II d. C.), del tratado Sobre el carcter epistolar atribuido a Proclo

    (s. IV) y de los Caracteres epistolares atribuidos a Libanio (s. V), tratado que podra

    ser el mismo que el anterior ampliado y que guarda una gran deuda con las doctrinas

    de Filstrato (II, p. 138 K.), de la epstola 51 dirigida a Nicobulo de Gregorio de

    Nacianzo (s. IV) y de algunas epstolas de Sinesio, Iscrates, Mitrdates, Digenes o

    de Isidoro Pelusiota (5.133), por no mencionar los autores latinos (Cicern, Sneca,

    Quintiliano, Plinio, Frontn, Smaco). Habra que destacar especialmente el ArsRhetoricade Julio Vctor y los Excerpta Rhetoricaincluidos en el codex Parisinus 7530

    y editados por C. Halm (ambos recogidos en los RLM, pp. 371 ss. y 584 ss.

    respectivamente), ya que son obras de teora retrica antiguas en las que se presta

    especial atencin a la epistolografa.

    2.2. La preceptiva: brevedad, claridad y encanto.

    Slo en el tratado de Ps.-Proclo (p. 6 H.) se propone una definicin de la carta:La carta es, en efecto, una conversacin por escrito que alguien establece con otro

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    ausente y que cumple una finalidad utilitaria; uno dira en ella lo mismo que si

    estuviera en presencia del otro; sin embargo, a travs del anlisis de los otros textos y

    pasajes citados se pueden llegar a establecer las siguientes caractersticas que

    definen el gnero epistolar:

    a) El fin primero de la carta es establecer la comunicacin con el ausente tal y

    como puede hacerse en el dilogo con quien est presente. Este contacto tiene que

    ser de alguna utilidad y demostrar transparencia de sentimientos por parte del

    remitente (carta como dilogo: Demetr. Eloc.223, Ps.-Lib., Synes. ep.138; parousa:

    Ps.-Lib. 2.5.8, Isoc. ep.1, Diog. 3, Jul. Vict. 447-8 H.; carcter etopyico: Demetr. Eloc.

    227 [eikn psychs], Philostr. [II, 257.29-.258.28 K.], Synes. ep. 137; filofrnesis:

    Demetr. Eloc.230-231; utilidad: Ps.-Lib., Greg.Naz. 51 [chrea]).

    b) Se puede establecer una distincin entre la carta privada y la pblica. En

    consecuencia, debe haber una adecuacin del tono de la carta a la personalidad del

    destinatario, y al fin o circunstancias de la propia carta y evitar convertirla en un tratado

    doctrinal (diferencia entre carta pblica y privada: Jul. Vict. 447.37 H., Exc. Rhet.589

    H.; adecuacin al destinatario: Theon Prog. 10 [115 Sp.], Demetr. Eloc.234-235, Ps.-

    Lib. 1.46, Isoc. ep.2.13, Jul. Vict. 448 H.; adecuacin a las circunstancias: Jul. Vict.

    448.19 H., Exc. Rhet.589.23 H.; no doctrinal: Demetr. Eloc. 231-231).

    c) Es una constante la creacin de una tipologa epistolar (Ps.-Demetr. passim;

    Ps.-Procl. passim, Ps.-Lib. passim).

    d) La carta tiene una estructura clara basada en un formulario preciso de

    apertura y cierre (Demetr. Eloc.228).

    e) La carta presenta una serie de constantes de estilo: la brevedad, la claridad

    y el encanto (suntoma: Demetr. Eloc.230-231, Mithr., Greg.Naz. 51.1-5, Jul. Vict. 448

    H.; safneia: Demetr. Eloc.229, Ps.-Lib. 48-49, Philostr., Greg.Naz. 51.4, Jul. Vict. 448

    H.; charis: Greg.Naz.; por medio de la inclusin de refranes: Demetr. Eloc.232, Jul.

    Vict. 448 H.).

    f) La carta se caracteriza por el uso del sermo cotidianuscon el fin de evitar elexcesivo ornato y la pobreza de estilo (sencillez propia del dilogo: Demetr. Eloc.223,

    Greg.Naz. 51.5-7; estilo no encumbrado: Ps.-Lib. 1.46; coloquial, pero ms cuidada

    que el dilogo: Demetr. Eloc.224-225; aticista: Ps.-Lib. 47, Greg.Naz. 51.4 [pero no en

    exceso: Philostr.], evitar el estilo peridico: Demetr. Eloc. 229; no asindtica como el

    dramtico: Demetr. Eloc.226).

    Pues bien, a poco que se observe esta relacin de preceptos, se puede

    conjeturar que poco (por no decir nada) novedosa deba resultar en un momento en

    que la actividad literaria, prcticamente en todos sus frentes, estaba de hechoasumiendo como doctrina los ideales de sofrosyne, claridad y concisin transmitidos

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    por la tradicin retrica. En efecto, los mismos condicionamientos histricos y socio-

    culturales (individualismo, filantropa) del Helenismo que impregnan el nuevo gnero

    literario, son los que forjaron la retrica, que, como bien seala Lpez Eire, lo abarca

    todo, ya que es escolar, pedaggica, formativa, moral y moralizante, escrita y

    literaturizada.

    3. Episto lografa y retrica. La carta como ejercicio retrico (los progymnsmata).

    Con respecto a la influencia concreta de la techne rhetoriken la epistolografa,

    los presupuestos tericos, histricos y socio-culturales han sido irrefutablemente

    expuestos por los Profs. Surez de la Torre (1987) y Lpez Eire (1998), por lo que no

    es preciso insistir en ello. Habra que detenerse, en cambio, en otros tres aspectos

    igualmente interesantes y que afectan a un importante corpus textual dentro del

    gnero epistolar. La particular estructura formal de la carta y su extensin la convierten

    en un instrumento de fcil disponibilidad para el desarrollo de determinadas

    argumentaciones y, en especial, para dar cobertura formal a la prctica retrica

    escolar. De este planteamiento bsico se deriva, entre otras, una triple prespectiva de

    la prctica epistologrfica: la carta como ejercicio retricoen s misma; la carta como

    dilogo -al poseer las mismas atribuciones persuasivas que ste-; y, por ltimo, la

    carta inserta.

    En cuanto a la carta como ejercicio retrico en s misma, no es preciso

    extenderse en una cuestin que ya ha sido suficientemente estudiada, tan slo

    proponer algunos ejemplos de cmo este tipo de composicin proporciona el marco

    formal idneo para el desarrollo de determinados ejercicios preparatorios de retrica,

    los progymnsmata o proexercitamenta recogidos en los tratados de retrica (chra,

    sentencia, relato, fbula, lugar comn, encomio, vituperio, etopeya, descripcin).

    La epstola 1.1. de Aristneto ejemplifica perfectamente una variante del

    ejercicio retrico de la cfrasis, la cfrasis de persona, mediante la descripcin deLaide, la joven amada por el remitente. En la composicin el formato epistolar,

    encabezado por una inscriptio, es el pretexto para la elaboracin del ejercicio retrico.

    Una vez que ha comenzado el ejercicio, el epistolgrafo se desentiende del formato

    epistolar y slo reaparecer al final de la composicin para hacer algn tipo de

    exhortacin al destinatario o cerrar la misiva. El proceso de creacin de este tipo de

    ejercicio puede seguir distintos procedimientos: la yuxtaposicin ordenada de

    diferentes tpicos descriptivos de extensin variable; la aglutinacin de motivos; o la

    reelaboracin de un modelo preexistente con el fin de ajustarse a los cnonesimpuestos por la preceptiva retrica y progimnasmtica. En el ejemplo que aqu se

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    ofrece, la descripcin de los encantos fsicos y el intachable carcter de Laide

    constituye el contenido de la totalidad de la carta. Para ello el epistolgrafo yuxtapone

    una serie de tpicos prosopogrficos siguiendo los preceptos del rtor Aftonio, quien

    aconsejaba que en la descripcin de personas hay que ir desde principio al fin, es

    decir, de la cabeza a los pies (Aphth. Prog.12 [46 Sp.]).

    De Aristneto a FilcaloA Laide, mi amada, bien la model la naturaleza; los ms bellos de

    todos los adornos le concedi Afrodita y la incluy en el coro de las Gracias;[] En verdad (para describir con palabras, en la medida de lo posible, sucautivadora belleza) son sus mejillas una mezcla de candor y sonrojo e imitanas la luminosidad de las rosas. Los labios finos, ligeramente entreabiertos yms rojos que las mejillas. La ceja negra, de un negro muy puro; y el entrecejolas separa con la proporcin precisa. La nariz, recta y tan fina como sus labios.Los ojos grandes, rutilantes, con el brillo de la luz pura: lo negro de ellos, laspupilas ms negras, y lo blanco que las rodea, las esclerticas ms blancas;

    cada color se destaca por su superioridad sobre el otro y se admira su excesivadiferencia por el contraste. Es posible postrarse ante las Gracias all mismoerigidas. El cabello, de naturaleza ensortijada, como dice Homero, essemejante a la flor del jacinto, y se cuidan de l las manos de Afrodita. Elcuello, blanco y en proporcin con su rostro [...]

    Mucho ms significativa resulta la epstola 2.10 de Aristneto. El

    encabezamiento reza como sigue: Un pintor enamorado de la imagen de una joven

    que el mismo pintara y en ella se recrea una variante del mito de Pigmalin recogida

    tambin por Libanio (o Severo?) y Filstrato (VS 2.18 Onomarco). Pero lo

    verdaderamente significativo es que el texto de Libanio que recoge esta misma

    variante est en los Progymnsmata (Eth.27) y lleva como ttulo: Qu palabras dira

    un pintor que ha dibujado una joven y se ha enamorado de ella?. Un caso similar

    resulta de la confrontacin de la epstola 54 de Teofilacto Simocates y la etopeya 17

    tambien de Libanio. El ttulo del progmnasma reza as Que palabras dira Medea,

    habindose casado con otra Jasn? y coincide con la inscriptioy el contenido de la

    citada carta (Theophyl. Ep. 54):

    De Medea a Jasn.

    Nada hay para los hombres ni que se busque con ms empeo ni queproduzca antes el hasto como la disposicin ertica. Dnde estn los ros delgrimas que desbordaste a mis pies? Adnde volaron las mil clases deargumentos y la dulzura y humildad de tus palabras? Creo que ni los que pidenun prstamo se sirven de palabras tales con los usureros, ni el herido que hacado en manos de su enemigo. Ese insomnio continuo se te ha pasado y hasolvidado las canciones de albada. Has dado ya de lado a las miles deembajadas y los tratos que me consagrabas a travs de alcahuetas. Hacia otrajoven te has deslizado de repente, como los que duermen que pasan sininterrupcin de una imagen a otra en sus sueos. Alabo a los pintores, puesrepresentan a los Amores con alas y con su arte moldean los hechos y con susimgenes enmascaran la realidad.

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    La etopeya es el ejercicio retrico en el que autor trata de revelar algunos

    aspectos del ethosdel personaje que habla y tambin de aquel al que se dirige. Es,

    por tanto, esperado que el ejercicio se anuncie con la frmula qu palabras dira

    (un determinado personaje en una situacin particular)?. Y no es de extraar tampoco

    que ya la tratadstica progimnasmtica antigua incluyera como forma de etopeya los

    ejercicios epistolares (cfr. Theon Prog.10 [115 Sp.]).

    4. La carta como proceso comunicativo.

    4.1. El problema de la clasif icacin epistolar.

    As pues, este tipo de cartas, que sirven de marco literario al ejercicio de la

    etopeya y en el que, por ello, se trata de reflejar el ethosdel remitente o destinatario,

    son ejemplo palmario de dos de las funciones que, a nivel comunicativo, definen las

    relaciones de lengua que se establecen, de una parte, entre el mensaje y el emisor

    (funcin expresiva) y, de otra, entre el mensaje y el receptor (funcin conativa). En

    efecto, la carta es un proceso de comunicacin y desde el momento en que se le

    pueden transferir perfectamente los mismos factores del lenguaje, esto es, emisor =

    remitente / mensaje = contenido de la carta / receptor = destinatario, ya se puede, de

    una parte, establecer una tipologa epistolar dependiendo de la funcin del lenguaje

    que predomine; y, de otra, estudiar la carta como fenmeno de dialogismo.

    En cuanto a la primera cuestin, ya se ha sealado que, desde antiguo, es una

    constante el intento de los tratadistas por establecer unos typoi(modelos) epistolares.

    La moderna filologa, unas veces con ms acierto que otras, ha intentado de continuo

    esta labor (ste es quiz uno de los aspectos ms estudiados del gnero), pero hasta

    hace muy pocos aos se ha estado excesivamente apegado a la distincin que

    estableciera Deissmann en su Licht vom Osten entre carta y epstola: la epstola se

    diferencia de la carta como el arte de la naturaleza. La carta es un pedazo de vida,la epstola un producto del arte literario. Hoy esta diferencia no se sostiene y, de

    hecho, el propio Deissmann se vea en la necesidad de dejar un espacio para incluir

    un llamado gnero mixto: cartas reales con presuncin literaria, las nicas que para

    parte de la crtica seran objeto de inters para la epistolografa. Ahora bien, el

    verdadero colapso en la clasificacin epistolar se produce en el momento en que se

    intenta atender a un nico referente. Si se tiene en cuenta que en este tipo de escritos

    pueden entrar en liza numerosos factores de clasificacin (destinatario o remitente de

    la misiva, la naturaleza de la carta, el contenido, la intencin que se persigue alescribirla, la consideracin de la carta de forma individual o en el conjunto del

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    epistolario, etc.), resulta, efectivamente, una tarea nada sencilla, que, sin embargo, ha

    sido bastante bien acometida por M L. del Barrio en un muy recomendable trabajo en

    el que, tomando como base la clasificacin de Kitzler (carta privada en sentido estricto;

    carta oficial; y carta literaria, que incluira la carta como forma externa, cartas de

    personajes histricos y las cartas ficticias), la autora corrige y reelabora el captulo del

    apartado tercero (la carta literaria) dedicado a la carta ficticia. Quizs no sea sta la

    clasificacin definitiva, pero, en cualquier caso, contempla con rigor y coherencia toda

    la tipologa epistolar:

    A. Cartas privadas en sentido estricto.B. Carta oficial.C. Carta literaria.C.1. Carta como forma externa (o tratados en forma epistolar).C.1.1. Carta propagandstica.

    C.1.2. Carta didctica.C.1.3. Carta mgica.C.1.4. Carta potica.C.2. Cartas atribuidas a personajes histricos clebres.C.2.1. Cartas autnticas.C.2.2. Cartas no autnticas.C.2.2.a. Cartas falsas.C.2.2.b. Cartas ficticias.C.3. Cartas ficticias en sentido estricto

    4.2. La carta como dilogo.

    La concepcin de la carta como un tipo de dilogo est ya recogida as en la

    tratadstica epistolar antigua, donde se indicaba expresamente, como ya se ha

    sealado ms arriba, que el fin primero de la carta es la comunicacin por escrito

    (homila engrmatos) con quien est ausente, tal como se hara en una conversacin

    con quien est presente. As pues, en esa misma naturaleza y definicin queda

    implcito que la correspondencia epistolar sera un proceso de comunicacin frente al

    proceso de interaccin que sera el dilogo propiamente dicho. El hecho de que en la

    comunicacin epistolar no haya correspondencia hace que no exista la simetra deroles para ambos interlocutores, caracterstica definitoria del dilogo, y, por lo tanto,

    sera preferible referirse al epistolar como un fenmeno de dialogismo, definido como

    un proceso de comunicacin caracterizado por la presencia de dos sujetos, uno de los

    cuales puede permanecer latente, estar a distancia, ser un ente de ficcin, etc., donde

    basta con que el emisor acte con la idea de que otro va a entrar en el proceso para

    decodificar su discurso.

    Sin embargo, frente a estas limitaciones impuestas por el soporte literario, es

    decir, por el formato epistolar, hay intentos continuados por parte de los epistolgrafos

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    (en algunos gneros y autores de forma ms acusada que en otros) por romper esos

    lmites del fenmeno de dialogismo implcito en el gnero epistolar y aproximarse al

    gnero del dilogo. Esta mezcla de gneros est directamente relacionada con uno

    de los tpicos epistolares por excelencia, el de la parousa, recurso que llevado al

    extremo puede incluso difuminar la ficcin epistolar. Esto ocurre cuando se sustituyen

    la marcas lingsticas propias de la comunicacin escrita por una serie de trminos y

    expresiones que indican la existencia de un proceso de comunicacin oral como, por

    ejemplo, el empleo de los verba dicendiy la ambigedad que su uso conlleva en este

    tipo de composicin, verbos que expresan fundamentalmente la idea de oralidad

    (propia del dilogo) con la consecuente desaparicin de la distancia fsica entre el

    remitente y el destinatario o al empleo de verbos o expresiones que, al menos en

    apariencia, anulan esa distancia fsica y reflejan un contacto directo entre los dos

    interlocutores. Se trata, en efecto, de aquellos pasajes en los que el remitente solicita

    al destinatario que escuche o que contemple algo que aqul est diciendo o que

    tiene lugar o se encuentra situado en el entorno fsico del remitente, con lo que, al

    reclamar la atencin del otro, estara dando por hecho que est presente. En el caso

    del dilogo, debido a la relacin interactiva frente a frente que se establece, este tipo

    de signos termina por caracterizar al gnero y, aunque puedan darse fuera de l,

    llegan a inferirle cierta especificidad. Entre esos signos destaca el predominio de los

    ndices de direccin al receptor, esto es, frases interrogativas (a todas luces

    retricas), exclamativas, el modo imperativo, etc., con los que se requiere el

    conocimiento, la accin o la atencin del receptor (sabes que?, escucha lo que

    pas, mira lo que hago, etc.). Sin embargo, hay una serie de elementos que ponen

    de manifiesto las insalvables diferencias que existen entre el gnero epistolar y el

    dilogo. Entre otros se pueden destacar los siguientes:

    a) la presencia de pasajes con seales inequvocas de la existencia de una

    correspondencia epistolar; esto es, trminos explcitos, insertos en el cuerpo del texto,

    que confirman la presencia de la carta como soporte medial. Estos signosmetalingsticos referentes al soporte formalpueden ser de dos tipos: directos, cuando

    se hace mencin expresa de alguno de esos trminos; e indirectos, cuando, al tratarse

    de un intercambio epistolar, en la respuesta se menciona el envo de la primera carta;

    b) signos que expresan la ausencia efectiva del interlocutor (destinatario):

    indicacin expresa de la distancia que separa a ambos interlocutores como la

    expresin de los deseos de unin, el envo de algo que acompaa la carta, etc.; y

    c) la no correspondencia en el dilogo. En efecto, la ausencia fsica del

    destinatario, cualidad intrnseca del gnero epistolar, anula cualquier posibilidad dedilogo correspondido entre ste y el remitente. Sin embargo, hay una serie de

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    procedimientos formales mediante los cuales el remitente puede actualizar la

    presencia del destinatario. Estos artificios, que podran ser denominados rplicas

    mudas, se ponen en prctica cuando el remitente articula el dilogo imaginando las

    posibles rplicas del destinatario o bien cuando reproduce en estilo directo alguna

    intervencin del destinatario (anterior, simultnea o incluso futura) y sobre esa

    supuesta rplica del destinatario establece el dilogo.

    5. Versatilidad formal de la carta: la carta inserta.

    La carta, por su versatilidad formal, puede importar y adaptar al formato

    epistolar caractersticas ajenas procedentes de otros gneros como, por ejemplo, el

    mimo, la comedia, la poesa buclica, epigramtica o elegaca, etc., y, al mismo

    tiempo, por sus especiales caractersticas formales puede exportar el formato epistolar

    de manera que pueda ser asumido por otros gneros como el ensayo, tratados,

    novela (epistolar), etc., dentro siempre de unos lmites moderados en cuanto a su

    extensin. Pero, precisamente por su extensin, uno de los campos en los que la carta

    se muestra ms verstil es en su capacidad para quedar inserta en otros gneros

    literarios. Y es en estos casos donde ms claramente se pone de manifiesto la

    multifuncionalidad que este tipo de composicin puede llegar a desarrollar. Partiendo

    de la doble naturaleza que la carta puede tener como elemento inserto en otra obra

    literaria, a saber, elemento ficticio que forma parte de la trama o documento atribuido a

    un personaje histrico, a partir de aqu su funcionalidad es enorme, llegando desde el

    mero elemento ornamental hasta un elemento esencial de la trama, desencadenante

    de nuevas secuencias narrativas o incluso el clmax argumental, y permitiendo al

    narrador un sinfn de recursos como el realce de las cualidades etopyicas de un

    personaje, el cambio forzado de interlocutor, el estilo directo y la ralentizacin de la

    trama que conlleva, los cambios en el cronotopo de la accin al permitir saltos

    espacio-temporales entre el remitente y destinatario, es decir, en el momento de laredaccin de la carta y de la recepcin de la misma, etc.

    Dentro de la carta inserta algunos de los grupos ms interesantes son la carta

    inserta en la obra de los historiadores, en la tragedia y en la novela, sin olvidar, claro

    est, que hay un importante nmero de gneros en los que tambin se detecta este

    recurso literario, desde los smata lygr de Ilada 6.168 o las cartas insertas en

    dilogos de Luciano (Sat. 19 ss.; Symp. 22-27; VH II 29 y 35, DMeretr. 10) hasta

    gneros donde la epistolografa adquiere una importancia clave como en los de

    carcter biogrfico (las figuras de Alejandro, Apolonio de Tiana o Temstocles fueronespecialmente preferidas por la literatura), donde la carta mejor revela su naturaleza

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    etopyica heredada de la progimnasmtica escolar, no pudiendo, no obstante, librarse

    de la problemtica que este tipo de carta lleva asociada en lo que respecta a la autora.

    5.1. La carta inserta en los historiadores.

    En cuanto a los historiadores de poca clsica, la crtica se ha centrado,

    fundamentalmente, en el estudio de la carta inserta en las obras de Herdoto y

    Tucdides: Hdt. 1.123-124 (de Hrpago a Ciro), 3.40 (de Amasis a Polcrates), 3.128

    (de Bageo a la corte de Sardes), 5.35 (de Histieo a Aristgoras), 8.22 (de Temstocles

    a los jonios), 8.140a (de Prdicas a los atenienses); Th. 1.128 (de Pausanias a Jerjes),

    1.129 (de Jerjes a Pausanias), 1.137 (de Temstocles a Artajerjes), 7.11-15 (de Nicias

    a los atenienses). Y, a su vez, el anlisis de las caractersticas estilsticas ha estado

    encaminado, por lo general, a elucidar el grado de implicacin del historiador en la

    redaccin de la carta (recurdese el intento de Tucdides por dar validez documental a

    este tipo de documentos en el caso de la carta de Pausanias en 1.128). Pero

    recientemente se ha puesto de manifiesto la importancia de la carta en la obra de los

    historiadores como elemento perteneciente a una cultura de la escritura frente a la

    oralidad de la cultura arcaica, en concreto pica, independientemente de que en

    Herdoto la carta tenga ms carcter ornamental, novelesco o, si se quiere,

    anecdtico y en Tucdides ms documental, con mayores pretensiones histricas o

    cuidado de los formulismos y mayor importancia en el devenir de los acontecimientos.

    Con todo, en ambos autores la carta mantendr su condicin de recurso literario y

    nunca alcanzar para la crtica historiogrfica la consideracin de documento histrico.

    5.2. La carta inserta en el drama.

    La carta inserta en la tragedia es un fenmeno que resulta sumamente

    atractivo por las derivaciones estilsticas que comporta para las convencionesdramticas y su influencia en el devenir de los acontecimientos del drama. Se trata de

    las dos cartas que Agamenn enva a Clitemnestra en Ifigenia en Alide (98 ss y 114

    ss, slo la segunda desarrollada plenis verbis), la carta que Ifigenia lee a Orestes en

    Ifigenia entre los tauros (770 ss.) y la nota que Fedra deja a Teseo para que sea leda

    tras el suicidio de aqulla y en la que inculpa falsamente a Hiplito del intento de

    seduccin (Hipp. 855 ss.).

    La carta en los citados pasajes euripdeos ser un elemento crucial en el

    desarrollo de la accin dramtica, es decir, no ser un elemento que proporcioneinformacin entre remitente y destinatario sin que stos estn envueltos en la trama o

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    tengan un papel pasivo o esttico, sino que la accin avanza gracias a la carta, esto

    es, la carta provoca una reaccin como agente real de la trama o funciona como

    enlace de nuevas funciones narrativas: es la primera carta de Agamenn en IAla que

    provoca que Ifigenia llegue a Alide para ser sacrificada; la segunda carta, que en

    principio iba dirigida al mismo destinatario y anulaba las rdenes de la primera, es

    interceptada por Menelao y provocar a la larga un cambio en su actitud ante el

    sacrificio de su sobrina; la nota inculpatoria de Fedra ser la que provoque el

    dramtico desenlace del Hipolito; y la carta de Ifigenia en ITser la que propicie la

    anagnrisisentre los dos hermanos y la nueva secuencia de huida.

    Por otra parte, la carta inserta en el drama permite ofrecer informacin al

    lector/audiencia que, de acuerdo con las convenciones dramticas, nunca le podra

    haber sido ofrecida. La carta permite, en efecto, variar las convenciones de la

    narracin dramtica. Al ser un elemento que pudo haber sido escrito en otro tiempo o

    que puede narrar hechos del pasado o futuro y que tiene que ser remitido a otro lugar

    para que surta efecto, el poeta dramtico puede jugar con los distintos niveles de

    tiempo narrativo y con elementos o personajes separados por la distancia. Ahora bien,

    al mismo tiempo, la lectura de la carta podra constituir, por su propia naturaleza, un

    obstculo en la narracin dramtica, ya que podra romper las unidades de tiempo y

    lugar. El autor dramtico se ve obligado, por tanto, a solventar la tensin que se

    produce en este tipo de cartas entre el discurso primario, el que implica a obra-autory

    audiencia-lector, y el discurso secundario, el que implica a remitentey destinatario. As,

    en IA la primera carta de Agamenn ya ha sido enviada cuando comienza la accin

    dramtica y Clitemnestra ya la ha ledo (discurso secundario), pero el propio

    Agamenn resume al anciano sirviente su contenido y de esta forma el autor hace

    partcipe a la audiencia del contenido (discurso primario); la segunda carta que va a

    ser enviada es tambin Agamenn el que la relee al anciano antes de sellarla y as la

    audiencia (parte implicada en el discurso primario) conoce el contenido antes que la

    propia Clitemnestra (la destinataria y parte implicada en el discurso secundario); lacarta de Ifigenia en ITes leda por la propia Ifigenia a Orestes, de manera que no slo

    se solventa la tensin entre audiencia primaria y secundaria (dado que destinatario y

    audiencia conocen el contenido de la carta a la vez), sino que adems al estar el

    destinatario presente en la escena se impide as cualquier posible conculcacin de la

    unidad de lugar que el envo de la carta hubiera podido provocar, adems de

    convertirse en lo ms prximo a una escena dialogada. Esta capacidad formal de la

    carta para suprimir las barreras espacio-temporales, para provocar el juego alternante

    de los tiempos narrativos (Erzhlzeit o tiempo de la narracin, i. e., marco temporalde remitente y destinatario y erzhlte Zeit o tiempo de la accin narrada) y, por ltimo,

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    para provocar o minimizar la tensin entre el discurso primario y secundario no son

    exclusivas de la carta inserta en el drama, como se podr comprobar a continuacin

    en unas breves reflexiones sobre la carta inserta en la novela.

    5.3. La carta inserta en la novela.

    La carta inserta en la novela ha de ser estudiada desde la doble perspectiva

    que le ofrece al novelista, es decir, como elemento meramente formal y como

    elemento que influye en la sintaxis narrativa. En el primer caso, la carta, dada su

    connatural forma epistolar, tiene unos efectos estilsticos bien tipificados, sobre todo

    aquellos que estn directamente relacionados con el dilogo en estilo directo que se

    le presupone siempre que la carta se desarrolle plenis verbis en la narracin. El

    empleo del estilo directo supone de inmediato una situacin de latencia por parte del

    narrador que hacen que la narracin -ahora dramatizada- se ralentice y gane en

    verosimilitud. Por otra parte, reconocido es que, frente al discurso monologal del

    narrador, la narracin dramatizada intensifica o enfatiza la tensin argumental de una

    escena. Finalmente, derivado tambin de la propia naturaleza epistolar, hay que

    aadir el valor de la carta como elemento de caracterizacin psicolgica de un

    personaje (etopeya).

    En cuanto a la carta como elemento presente y que influye en la sintaxis

    narrativa, la carta cumple su funcin como enlace, no slo entre secuencias narrativas,

    sino tambin entre las distintas lneas de accin de los personajes. En efecto, la

    lectura de una carta que llega a su destinatario o que es interceptada por un

    antagonista provoca la activacin de nuevas secuencias narrativas y, en definitiva, que

    la intriga avance, mientras que, por otra parte, puede hacer que las lneas de accin

    de dos personajes hasta entonces independientes queden conectadas mediante la

    carta como elemento de enlace. Sirva de ejempo la carta que Qureas escribe a

    Calrroe a instancias de Mitrdates en Charito 4.4.7-10. La carta es interceptada antesde llegar a su destinatario por Dionisio, que as descubre que Qureas vive an. De

    esta forma la lnea de accin de Qureas, representada por Mitrdates -inst al joven a

    escribir la carta con el fin de evitar un primer encuentro de consecuencias

    imprevisibles-, y la de Calrroe, representada por Dionisio, quedan unidas por la carta

    que hace de puente entre ambas. Y, en este mismo sentido, si bien es verdad que

    desde el punto de vista de la sintaxis narrativa la funcin recapitulatoria de la carta

    inserta en la novela es mucho menos significativa, no es menos cierto, no obstante,

    que al funcionar como elemento informador entre un personaje y otro que han llevadolneas de accin independientes, la carta hace tambin de nexo entre aqullos.

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    Ejemplos ilustrativos de esta funcin los proporcionan varias cartas insertas en las

    distintas novelas conservadas. Sirva de ejemplo la de Leucipa a Clitofonte en Ach. Tat.

    5.18.3:

    De Leucipa a Clitofonte, mi seor. As es como debo llamarte, puesto que

    eres el esposo de mi ama. Sabes cunto he sufrido por ti, pero ahora esnecesario recordrtelo. Por ti dej a mi madre y escog un errar incierto. Por tpadec un naufragio y ca en manos de piratas. Por ti he sido vctima sacrificialy ofrenda expiatoria y ya he muerto dos veces. Por ti he sido vendida y atadacon hierro, he soportado la azada, he cavado la tierra y he probado el ltigo,para que lo que t has sido de otra mujer lo sea tambin yo de otro hombre?No suceda as. Pero yo me he mantenido firme entre tan grandes necesidades,t en cambio sin haber sido vendido ni azotado te casas. []

    Como ya se ha sealado, la carta inserta permite al narrador alterar y combinar

    el cronotopo o, en definitiva, experimentar con los distintos niveles de tiempo narrativo

    y, a la vez, con la situacin espacial. As, por ejemplo, en Hld. 10.2.1-2, durante laredaccin de las cartas del rey Hidapes a los gimnosofistas y a su esposa Persina, el

    lector est en el espacio temporal y geogrfico en que se encuentra el rey, pero

    cuando la carta termina de ser redactada se describe inmediatamente la reaccin del

    destinatario. De esta forma se logra suprimir de la narracin el tiempo que la carta

    tarda en llegar a su destino. Esta supresin u omisin de perodos temporales de la

    narracin provoca un cambio de situacin espacio-temporal -de efecto sumamente

    cinematogrfico- que agiliza de manera espectacular la narracin.

    Por ltimo, como se indicara ms arriba, la carta inserta en la novela tambin

    va a ser causante del incremento o disminucin de la tensin entre el discurso

    primario (obra/lector) y el secundario (remitente/destinatario). Un ejemplo bastante

    ilustrativo de la cuestin lo ofrece cualquier carta con funcin recapituladora, ya que el

    remitente proporciona al destinatario una informacin que, por lo general, el lector ya

    conoce. Ahora bien, el grado de tensin se acenta cuando un personaje hace una

    interpretacin de una carta distinta de la que el narrador ha dejado hacer al lector. Un

    claro ejemplo de este tipo de procedimiento se encuentra en la novela de Caritn, en

    la carta de despedida que Calrroe escribe a Dionisio (Charito 8.4.5-6), precisamente

    en el momento en que Dionisio lee la carta que Calrroe le ha hecho llegar por medio

    de la reina Estatira (Charito 8.5.12-13). Aparte de los tpicos erticos y epistolares en

    los que se envuelve la accin (en su mayor parte complementarios del tpico de la

    parousa: guardar la carta en el pliegue del vestido, la presencia imaginaria de la

    amada, besar la carta, besar el nombre de la amada en la inscriptio, estrechar la carta

    contra el pecho, el llanto sobre la carta, repetir varias veces la lectura, la ceguera de

    amor o las maldades de un Eros engaoso), lo ms curioso es la interpretacin

    errnea que Dionisio hace de la carta al entender que Calrroe se haba ido por la

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    fuerza, interpretacin errnea que el narrador se encarga de dejar suficientemente

    aclarado en el discurso primario al lector.

    6. La epstola potica. La mezcla de gneros o nivelacin potica.

    A diferencia de lo ocurre en la epistolografa latina, su partenaire genrico

    griego no conoce una versin potica. Pero, en cierto modo, eso no ha de sorprender

    en las pocas arcaica y clsica, aunque en un intento por buscarlos se haya atribuido

    a determinadas composiciones poticas caractersticas epistolares que, sin duda, son

    harto discutibles. Ahora bien, en el caso de las pocas helenstica e imperial, la

    cuestin es bastante ms compleja. Pues resulta un tanto inslito, y as ha parecido a

    gran parte de la crtica, que, siendo la poca helenstica prototipo de cultura libresca y

    de erudicin, de una parte, y, de otra, cimiento del primer despegue importante a nivel

    oficial y privado de la correspondencia epistolar real, sea, sin embargo, al mismo

    tiempo uno de los momentos menos productivos para este gnero a nivel potico.

    Todava ms sorprendente viene a ser cuando se sabe que el perodo de formacin

    del gnero ya se haba ido gestando en la poca inmediatamente anterior. Tngase en

    cuenta la progresiva relevancia que van adquiriendo las composiciones epistolares en

    la obra de los historiadores e incluso en la de algunos poetas dramticos. Y si adems

    se conviene en que en poca imperial el epistolar, en casi todas sus modalidades, era

    ya un gnero perfectamente formado y consolidado desde el punto de vista literario,

    convertido en ejercicio escolar y elevado incluso a la categora de ejercicio

    preparatorio de retrica, se ha de admitir, por tanto, amparndose en un lbil

    argumento ex silentio, que hubo creacin epistolar potica o literaria lo suficientemente

    abundante como para merecer el auge que su faceta real (al menos en el mbito

    interurbano) haba adquirido, pero que por azares de la transmisin literaria se ha

    perdido en su prctica totalidad? O se ha de aceptar, contra todo pronstico, que

    sencillamente no hubo tal produccin potica? Hay que entender, sin embargo, queaqu es donde reside una de las caras ms admirables de esta fascinante cultura

    literaria del perodo helenstico, el poeta helenstico, dotado de una sagaz inventiva y

    en un alarde creativo, es capaz de trenzar las fronteras entre gneros, experimentar

    con las marcas genricas ms especficas y remodelar los mrgenes tradicionales

    para trasfundirlos de un gnero a otro. Sugerimos, por tanto, y en tanto no se produzca

    un descubrimiento literario sorprendente, que no es que no hubiera tenido lugar o no

    haya llegado hasta nosotros produccin literaria de gnero epistolar ficticio en esta

    poca, sino que la que se nos ha conservado est de alguna manera nivelada conotros gneros como el idilio (Idd. 6, 11, 12, 13, 21 o 29) o la epigramtica (AP 5.9

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    [Rufino], 40 [Nicarco], 292 [Agatas Esc.], 293 [P. Silenciario], 6.227 [Cringoras],

    11.44 [Filodemo], 5.80 [Platn], 90 y 91 [annimos], 6.229 y 261 [Cringoras]),

    producindose tal refundicin de las funciones tradicionales de sus elementos

    constitutivos que la composicin epistolar ha quedado completamente encubierta. En

    conclusin, sabido es que la presencia de la epstola potica propiamente dicha en la

    literatura griega es prcticamente desconocida. No se conservan, en efecto,

    epistolarios poticos y las composiciones individuales que pudieran ser consideradas

    como tales estn casi siempre envueltas en el ropaje de otro gnero literario o bien

    son en nmero tan reducido que difcilmente se puede hablar de la existencia del

    gnero como tal. Habr que esperar varios siglos y adentrarnos ya en la poca

    imperial para encontrar una coleccin de cartas que, aun no estando redactadas en

    verso, s conservan la esencia de una prosa con ciertas pretensiones poticas. El tono

    intimista de las Cartas erticasde Filstrato, a finales del s. II d.C., la eleccin de los

    contenidos, las variaciones con fuertes influencias retricas en ocasiones imbuidas

    de un cierto barroquismo- sobre los temas y motivos del repertorio ertico y el marco

    formal escogido para este tipo de composicin acercan considerablemente las

    epstolas filostrateas a otros gneros de naturaleza potica.

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