46965862 El Largo Adios Raymond Chandler

download 46965862 El Largo Adios Raymond Chandler

of 245

Transcript of 46965862 El Largo Adios Raymond Chandler

RAYMOND CHANDLER

EL LARGO ADIOS

BARRAL EDITORES BARCELONA Tercera edicin

Primera edicin argentina - 1973

BARRAL EDITORES. S. A.

-

Barcelona - 1972

Para la presente edicin EDICIONES CORREGIDOR Talcahuano 463, Buenos Aires. Por la autorizacin de BARRAL EDITORES S. A.

Hecho el depsito de ley Impreso en la Argentina CAPTULO I La primera vez que pos mis ojos en Terry Lennox, ste estaba borracho, en un Rolls Royce Silver Wraith frente a la terraza de The Dancers. El encargado de la playa de estacionamiento haba sa-cado el auto y segua mantenien do la puerta abierta, por que el pie izquierdo de Terry Lennox colgaba afuera co mo si se hubiera olvidado que lo tena. El rostro de Terry Len-nox era juvenil, pe ro su cabello blanco como la nieve. Por sus ojos se poda ver que le haban hecho ci ruga esttica hasta la raz de los cabellos, pero, por lo dems, se pareca a cualquier j oven simptico en traje de etiqueta, que ha gastado demasiado dinero en uno de eso s establecimientos que slo existen con ese fin y para ningn otro. Junto a l haba una muchacha. El tono rojo profundo de su cabello era encantador; a somaba a sus labios una lejana sonrisa y sobre los hombros llevaba un visn azul q ue casi lograba que el Rolls Royce pareciera un auto cualquiera. Pero no lo cons egua enteramente; nada hay que pueda lograrlo. El cuidador era de este tipo caracterstico de semi-matn vestido de uniforme blanco y mostrando en letras rojas, cosidas sobre el pecho, el nombre del restaurante. Estaba levantando presin. Oiga, seor dijo subrayando las palabras , quiere usted tener la santsima amabilidad de poner la pierna de-ntro del coche para que yo pueda cerrar la puerta? O es que t endr que abrirla del todo, para que usted pueda ca-erse al suelo? La joven le di rigi una mirada que debi de haberle tras pasado la espalda. Pero el tipo no se con -movi en lo ms mnimo. En The Dancers estn acostum-brados a esa clase de gente que no s decepciona, por lo que una montaa de dinero puede hacer con su persona. Un coch e extranjero tipo sport, de carrocera alargada y baja, sin capota, entr en la play a de estacionamiento: de l baj un hombre que encendi un largo cigarrillo con el enc endedor del tablero del coche. Llevaba un pulver a cuadros, pantalones amarillos y botas de montar. Se alej dejando tras de su una estela de incienso y sin siquie ra molestarse en mirar en direccin del Rolls Royce. Seguramente pens que sera cursi . Al llegar al pie de la escalinata que conduca a la terraza, hizo una pausa para ajustarse el monculo. La muchacha, en un encantador arranque de esponta-neidad, dijo:

Tengo una idea maravillosa querido. Por qu no llevas a guardar este cabriolet y sac as tu descapotable? Es una noche maravillosa para un paseo por la costa hasta Mo ntecito. Conozco all a unos amigos que han organizado un baile junto a una piscin a de natacin. El hombre de pelo blanco replic cortsmente: Lo siento mucho, pero ya no lo tengo. M e vi obligado a venderlo. Por el tono de voz y la forma de articular las palabras podra haberse llegado en seguida a la conclusin de que no haba bebido nada ms alcohl ico que jugo de naranjas. Lo vendiste, querido? Cmo es posible? Se apart de l corrindose sobre el asiento, pero la voz se alej mucho ms que ella. Tuve que hacerlo expres l Ah, comprendo. Si sobre ella hubiera cado en ese momento un helado, no se habra derretido. El cuidador tena al joven de cabello blanco en posicin cmoda para hacerle frente: e ra un hombre de ingresos escasos. Oiga, amiguito le dijo , tengo que sacar un coche. Espero poder atenderlo un poco ms en otra oportunidad tal vez. Y dej que la puerta se abriera de golpe. El borracho se desliz rpidamente y fue a d ar con el fundillo en el piso de asfalto. De modo que yo intervine y puse mi gra nito de arena. Creo que siempre se comete un error cuando se mete uno con un bor racho. Aunque lo conozca a uno y simpaticen, es capaz de saltar y pegarle a uno en los dientes. Lo tom por debajo de los brazos y lo levant. Muchsimas gracias dijo cortsmente. para poder comer.

La muchacha se corri hacia el volante. Se vuelve tan ingls cuando est ebrio con voz de acero inoxidable . Gracias por haberlo levantado. Voy a ponerlo en el asiento de atrs le ofrec.

apunt ell

Lo siento mucho. Tengo un compromiso y se me hace tarde. Apret el embrague y el Ro lls Royce co-menz a andar. Es un caso perdido agreg con fra sonrisa . Tal vez usted pu da encontrarle una casa donde vivir. Est en bancarrota ms o menos. Y el Rolls Royce franque la salida en direccin al Sunset Boulevard, gir hacia la de recha y desapareci. Me haba quedado mirndola, cuando regres el cuidador. Yo segua sos teniendo al hombre que ahora se haba quedado profundamente dormido. Linda manera de resolver el problema le dije al del uniforme blanco.

Ya lo creo asinti l con cinismo . Por qu va a perder el tiempo con un borracho con la urvas que tiene y todo lo dems? Usted conoce a este hombre? O que la dama lo llamaba Terry. Por lo dems no lo conozco ni por las tapas. Hace slo dos semanas que es-toy aqu. Quiere hacer el favor de traerme mi coche? y le di el nmero.

Cuando volvi con mi Oldsmobile, me pareca estar sosteniendo una bolsa llena de plo

mo. El tipo del uniforme blanco me ayud a colocarlo en el asiento delantero. El c liente abri un ojo, nos dio las gracias, y sigui durmien-do. Es el borracho ms corts que he encontrado en mi vida dije al del saco blanco. dijo . Y son todos

Vienen en todas las medidas y formas, y con toda clase de modales unos intiles. Parece que a ste le hicieron ciruga plstica.

S. Le di un dlar y l me agradeci. Tena razn en lo referente a la ciruga plstica. erecho de la cara de mi nuevo amigo estaba congelado, blancuzco y cosido con fin as y tenues cicatrices. La piel, a lo largo de las cicatrices, tena apariencia sa tinada. Un trabajo plstico, y bien drstico por cierto. Qu piensa hacer con l? Llevarlo a casa y desembriagarlo lo suficiente como para que me diga dnde vive. El del uniforme blanco me hizo una mueca. Est bien, amigo. Si por m fuera lo dejara caer en la primera cloaca y seguira viaje. Estos malditos borrachos no hacen ms que crearle a uno dificultades, sin dar ning una ventaja. Tengo mi filosofa sobre estas cosas. Tal como anda la competencia en nuestros das, la gente tiene que reservar sus fuerzas para defenderse en los cue rpo a cuerpo. Veo que gracias a eso ha logrado usted mucho xito le dije.

Me mir intrigado y luego empez a enojarse, pero yo ya estaba dentro del coche y ma rchndome. Por supuesto que en parte tena razn. Terry Lennox me acarre abundantes problemas. P ero, despus de todo, aquello estaba dentro de mi ocupacin habitual. Este ao yo viva en una casa de la avenida Yucca, en el distrito Laurel Canyon. Estaba situada en una calle cerrada, bordeada por una hilera de eucaliptos; la casa era pequea y u na larga serie de escalones de pino colorado conduca a la puerta principal. La ca sa era amueblada y perteneca a una mujer que se haba ido a Idaho a vivir durante u n tiempo con su hija viuda. El alquiler era reducido, en parte porque la propiet aria quera reservarse el derecho de regresar avisndome a corto plazo, y en parte d ebido a la longitud de las escaleras. Se estaba haciendo demasiado vieja como pa ra enfrentarse con ellas cada vez que volva a casa. Me las arregl como pude para transportar al borracho Estaba ansioso por colaborar , pero sus piernas parecan de goma y se quedaba dormido en medio de una frase de disculpa o de justificacin. Consegu abrir la puerta con la llave, lo arrastr adentr o y despus de extenderlo sobre un largo sof, le ech encima una manta y dej que sigui era durmiendo. Durante una hora ronc como un lirn y de pronto despert y quiso ir al bao. Cuando volvi, me mir de soslayo en forma inquisitiva y quiso saber dnde demo-n ios estaba. Se lo dije. Me contest que su nombre era Te-rry Lennox, que viva en un apartamento en Westwood y que nadie lo esperaba. Su voz era clara y se expresab a correctamente. Me confes que le vendra bien una taza de caf. Cuando se lo di comenz a sorberlo con cuidado, soste-niendo el plato muy cerca de la taza. Cmo vine a parar aqu? pregunt, mirando a su cuerpo. Usted sali medio borracho de The Dancers en un Rolls Royce. Su amiga lo dej plantad o en la calle. le di-je. Comprendo contest . No hay duda de que esta-ba plenamente justificada al hacerlo.

Usted es ingls? He vivido en Inglaterra, pero no nac all . Hay uno que le est esperando. Baj las escaleras por sus propios medios. Durante el viaje a Westwood no habl much o, excepto agradecerme por acompaarlo y decirme que lamentaba causarme tanta mole stia. Probablemente haba dicho aquello con tanta fre-cuencia y a tanta gente que sonaba como algo automtico. Su departamento era pequeo, interior y totalmente impe r-sonal. Podra haberse pensado que acababa de mudarse esa tarde. Frente a un duro sof de color verde fuerte haba una mesa encima de la cual se amontonaban una bote lla de whisky medio vaca, un recipiente con hielo derretido, tres botellitas vacas de soda, dos vasos, y un cenicero de vidrio lleno de colillas con y sin huellas de lpiz labial. En la habitacin no haba ninguna fotografa u otro objeto de carcter p ersonal. Poda haber sido una de esas habitaciones de hotel que se alquilan para u na reunin o una despedida, para tomar unas copas y charlar o para una cita de amo r. No pareca un lugar donde viviera alguien. Me ofreci tomar algo y yo se lo agradec, pero sin aceptar. Tampoco tom asiento. Cua ndo me fui me agra-deci de nuevo, pero de forma que pareciera que no consi-deraba que yo hubiera escalado una montaa por l, pero tampoco como s se tratara de una co sa sin importancia alguna. Se mostr algo vacilante y un poco tmido, pero terriblem ente corts. Permaneci al lado de la puerta abierta hasta que lleg el ascensor automt ico y entr. Poda carecer de cualquier cosa, pero era educado. No volvi a nombrar a la muchacha. Tampoco men-cion el hecho de no tener trabajo, n i perspectivas de con-seguirlo, ni que su ltimo dlar se haba ido en pagar la cuenta en The Dancers para una sedosa mueca de alta sociedad que ni siquiera se qued el tiempo suficiente para asegurarse que un auto no le pasara por encima. Al bajar por el ascensor sent el impulso de volver a subir y llevarme la botella de whisky. Pero no era asunto de mi incumbencia y, de todos modos, eso nunca sir ve de nada. Siempre se encuentra la forma de conseguir bebida si se desea. Me dirig a casa reflexionando sobre lo ocurrido. Creo ser un tipo duro, pero haba algo en ese muchacho que me impresion. No saba qu era, a menos que se tratara del c abello blanco, las cicatrices en la cara, su voz clara y su cortesa. Tal vez todo aquello fuera suficiente. No haba motivo para pensar que podra volver a verlo. Er a simple-mente un caso perdido, como haba dicho la joven. CAPTULO II Volv a verlo una semana despus del Da de Accin de Gracias. Los negocios situados a l o largo del Hollywood Boulevard estaban comenzando a llenarse con la quincalla d e Navidad, marcada a precios siderales, y los peridicos haban empezado a chillar s obre lo terrible que sera si uno no hiciera a tiempo las compras de Navidad. De t odas formas sera terrible; siempre lo es. Me hallaba a tres manzanas de mi oficin a cuando vi un coche policial estacionado, en cuyo interior haba dos policas conte mplando algo que haba en la acera al lado de un escaparate. La cosa en cuestin era Terry Lennox o lo que quedaba de l , y ese resto no tena nada de atracti-vo. Estaba apoyado contra el negocio. Deba apoyarse contra algo. La camisa, sucia y a bierta en el cuello, asomaba en parte por debajo de la americana. No se haba afei tado desde haca cuatro o cinco das. Pareca consumido. Su tez estaba tan plida que ca si no se notaban las finas cicatrices del rostro, y los ojos eran como cavidades horadadas en un banco de nieve. Era evidente que los dos policas se aprestaban a Si pudiera llamar un taxi me ira ahora mismo

atraparlo, de modo que me acerqu a l rpidamente y lo tom por el brazo.

Endercese y camine le dije en tono firme mientras le haca una guiada de soslayo . Pue hacerlo? Est borracho? Me dirigi una mirada vaga y luego sonri con esa me-dia sonrisa suya. Estuve borracho exhal , pero ahora creo que simplemente estoy un poco vaco.

Muy bien, pero mueva los pies. Est a punto de que se lo lleven por ebriedad. Hizo un esfuerzo y dej que lo condujera entre los tran-sentes hasta llegar al bord e de la acera. Haba all una parada de taxis; de un tirn trat de abrir la puerta del que estaba justo frente de nosotros.

Aqul sale primero indic el chfer sealando con el dedo el auto que estaba adelante. Vo vi la cabeza y vio a Terry . Es por turno. Es que se trata de un caso urgente. Mi amigo est enfermo. S dijo el chofer . Podra haber enfermado en cualquier otra parte. le ofrec y a ver si me dirige una de sus hermosas sonrisas.

Cinco dlares

Oh, est bien contest , y puso detrs del espejo una revista con un marciano en la porta a. Abr la puerta, met a Terry Lennox y en ese momento la sombra del co-che patrull ero bloque la ventanilla del otro lado del taxi. Un polica de cabello gris baj del auto y se acerc. Di la vuelta alrededor del taxi y sal a su encuentro.

Un momento, amigo. Qu pasa aqu? El caballero de la camisa sucia es realmente ntimo am go suyo? Bastante ntimo como para saber que necesita un amigo. No est borracho. No le alcanza el dinero, sin duda dijo el vigilante. Extendi la mano y yo le entreg u mi licencia. La mir y me la devolvi.

Aj! exclam, y con voz fuerte agreg : Esto me dice algo sobre usted, seor Marlowe. Q su amigo? Se llama Terry Lennox. Trabaja en pelculas.

Qu bien! dijo el agente sarcsticamente. Se asom al interior del taxi y contempl a Ter y acurrucado en un rincn . Se dira que no ha trabajado demasiado en los ltimos tiempo s. Se dira que no durmi demasiado bajo techo ltimamente. Hasta se dira que es un vag abundo y que tal vez por eso deberamos meterlo adentro. Su hoja de arrestos no puede ser tan baja Cul es el nombre de su amigo? repliqu . No en Hollywood.

pregunt miran-do a Terry.

Philip Marlowe dijo Terry lentamente . Vive en la avenida Yucca, en Laurel Canyon. El polica apart la cabeza de la ventanilla, se dio vuel-ta e hizo un ademn. Pudo habrselo dicho hace unos instantes mascull. Pude haberlo hecho, pero no lo hice. Me mir fijamente durante uno o dos segundos.

Por esta vez lo dejar pasar, pero squelo de la ca-lle. Volvi a subir al coche patrullero y se alej. Sub al taxi que nos llev a tres manzanas de all, hasta la playa de estacionamiento donde tena mi coche. Le entregu al chofer el billete de cinco dlares, pero el hombr e me dirigi una mirada firme y sacudi la cabeza.

Slo lo que est marcado en el taxmetro, compae-ro, o simplemente un dlar si es que tie e ganas. Yo tam-bin he estado fuera de combate y s lo que es eso. En Frisco. Nadie me recogi en ningn taxi. Es una ciudad que tiene corazn de piedra. San Francisco correg mecnicamente. Aga

Yo la llamo Frisco dijo . Al demonio con todos esos grupos minoritarios. Gracias. rr el dlar y se fue.

Nos dirigimos a uno de esos lugares al aire libre donde sin bajar del coche se p uede comer algo. Terry Lennox co-mi un par de hamburguesas bastante apetitosas y tom una botella de cerveza. Luego lo llev a mi casa. Todava le resultaba difcil subi r los escalones, pero haciendo muecas y jadeando consigui hacerlo. Una hora ms tar de se haba afeitado y baado y pareca de nuevo un ser humano. Nos sentamos y yo prep ar una bebida muy suave. Es una suerte que se haya acordado de mi nombre le dije.

Me propuse hacerlo. Tambin averig dnde viva. Era lo menos que poda hacer. Y entonces por qu no me llam? Vivo aqu perma-nentemente y tambin tengo una oficina. Por qu habra de molestarlo? Me parece que usted tiene que molestar a alguien Me parece que no tiene muchos am igos. Oh! Tengo amigos dijo de cierta clase Coloc el vaso encima de la mesa. No es fcil ayuda especialmente si toda la culpa es de uno. Me mir con una sonrisa cansada y agreg: Quiz pueda dejar la bebida uno de estos das. To-dos dicen eso, no es cierto? Desacostumbrarse lleva alrededor de tres aos. Tres aos? Pareci disgustado

Por lo general es as. Es un mundo diferente. Hay que acostumbrarse a un juego de c olores ms plidos, a un conjunto de sonidos ms tranquilos. Hay que contar tambin con las recadas. Toda la gente que usted conoca bien, llegar a serle un poco extraa. La mayor parte de ellos ni siquiera le gustarn y usted tampoco a ellos Eso s que sera un cambio dijo.

Se dio vuelta y mir al reloj. En la estacin de mnibus de Hollywood dej una maleta, que vale doscientos dlares, en e l depsito de equipajes. Si pudiera rescatarla me comprara una ms barata y empeara la otra; as podra conseguir dinero suficiente como para llegar a Las Vegas en mnibus. All puedo conseguir trabajo.

Yo no dije nada; simplemente asent con la cabeza y segu sentado con el vaso en la mano. Usted est pensando que esa idea se me pudo haber ocurrido un poco antes dijo con tr anquilidad. Pienso que detrs de todo esto hay algo que no me incumbe. El trabajo es seguro o no es ms que una espe-ranza? Es seguro. Un amigo que conoc muy bien en el ejrcito dirige all un gran saln de baile , el Terrapin Club. Por supuesto, es medio chantajista, todos lo son, pero por l o dems es un tipo excelente. Puedo hacerme cargo del pasaje de mnibus y de algo ms. Pero lo har siempre que esto le proporcione al-go que le dure por algn tiempo. Ser mejor que lo llame por telfon o. Gracias, pero no es necesario. Randy Starr no dejar de ayudarme. Siempre lo ha hec ho. Y puedo empear la maleta por cincuenta dlares. Lo s por expe-riencia. Oiga le contest , le dar lo que necesita. No soy esos infelices de corazn blando, as mejor tome lo que le ofrecen y que le vaya bien. Quiero sacrmelo de en-cima porq ue tengo un presentimiento desde que lo conoc.

No me diga! mir el contenido del vaso y continu bebiendo . Slo nos hemos encontrado d veces y en ambas oportunidades se port conmigo como un hombre ms que derecho. Qu cla se de presentimiento tiene? Siento que la prxima vez lo encontrar en dificulta-des peores, de las cuales no pod r sacarlo. No s por qu tengo esa sensacin, pero slo s que la tengo. Con la punta de los dedos se toc el lado derecho de la cara. Quiz sea por esto. Supongo que me hace parecer un poco siniestro. Pero es una heri da honorable o al me-nos el resultado de algo honorable. No se trata de eso. Eso no me molesta para nada. Soy detective privado. Usted con stituye un problema que yo no tengo que resolver, pero el problema existe. Llmelo corazonada. Si quiere ser corts en extremo, llmelo intui-cin. Quizs aquella joven n o lo dej plantado en The Dan-cers solamente porque estaba borracho. Tal vez tuvie ra tambin un presentimiento. Terry sonri dbilmente. En una poca estuve casado con ella. Se llama Syl-via Lennox. Me cas por su dinero. Me puse de pie y lo mir frunciendo el ceo. Le preparar unos huevos revueltos; necesita ali-mentarse. Espere un minuto, Marlowe. Usted se preguntar por qu si estoy en las ltimas y Sylvia tiene tanto dinero no le he pedido algunos dlares. Conoce la palabra orgullo? Eso es terriblemente divertido. Lennox. Le parece? Mi orgullo es algo diferente de lo que usted piensa. Es el orgullo de u n hombre a quien no le queda otra cosa. Siento mucho si lo estoy aburriendo. Me dirig a la cocina y prepar huevos revueltos con tocino canadiense, tostadas y c af. Comimos en la antecocina, donde acostumbro a tomar mis desayunos, en un rinco

ncito construido al efecto. La casa perteneca a esa poca en la que siempre haba un comedor de diario. Le dije que tena que ir a la oficina y que a mi regreso recogera la maleta maleta. Pero esta casa es fcil de ro-bar. Me dio la contrasea. Su rostro haba recobrado un poco de color y los ojos ya no parecan hundidos en las profundidades del crneo. Antes de salir coloqu la botella de whisky en la mesa, frente al sof. Use su orgullo en esto or. le dije y llame a Las Ve-gas, aunque sea para hacerme un fav

Sonri y se encogi de hombros. Baj las escaleras sintindome molesto y resentido; no s aba por qu, de la misma forma que tampoco saba por qu un hombre es capaz de morirse de hambre y vagabundear por las calles antes que empear su guardarropa. Era evide nte que cua-les quiera fueran los cnones de Terry, se atena a ellos. La maleta era la cosa ms fenomenal que yo hubiera visto en mi vida. Era de cuero de cerdo y nueva debi haber sido de color crema plido. Las guarniciones y cerradur as eran de oro. Estaba hecha en Inglaterra, y si uno pudiera comprarla aqu costara una suma ms prxima a los ochocientos dlares que a los doscientos. Se la puse en el suelo delante del sof. Mir la botella que estaba sobre la mesa: n o la haba tocado. Estaba tan sobrio como yo. Fumaba, pero me pareca muy satisfecho . Habl con Randy me dijo . Estaba resentido por que no lo llam antes.

Es necesario un extrao para ayudarlo ylvia? Mir hacia la ventana y contest:

dije, y le pregunt sealando la maleta : Regalo d

No, me la regalaron en Inglaterra, antes de conocer-la. Mucho tiempo antes. Me gu stara dejrsela a usted si pudiera prestarme alguna maleta vieja. Saqu de mi billetera cinco billetes de veinte dlares y los dej caer frente a l. No necesito que me deje una garanta dije. Esa no era mi idea. Usted no es un prestamista. Simplemente no quiero llevarla a Las Vegas. Y no necesito esta cantidad de dinero. Muy bien. Gurdese el dinero y yo me quedo con la maleta. Pero esta casa es fcil de robar. No importa dijo con indiferencia . No importa en absoluto.

Se cambi de ropa y a eso de las cinco y media comi-mos en lo de Musso. No bebimos nada. Tom el mnibus en Cahuenga y yo me dirig a mi casa pensando en varias cosas. La maleta vaca estaba sobre la cama. Terry la dej all cuando sac su ropa para guarda rla en la maleta liviana que yo le haba prestado. La maleta tena una llave de oro en una de las cerraduras. La cerr con llave, at la llave a la manija y la coloqu en el estante superior del armario de la ropa. Me pareci que no estaba completament e vaca, pero lo que hubiera adentro no era asunto mo. Era una noche tranquila y la casa pareca ms vaca que de costumbre. Saqu el juego de ajedrez y jugu la defensa francesa contra Steinitz. Me gan en cuarenta y cuatro mo vimientos, pero lo hice sudar un par de veces.

El telfono son a las nueve y media y la voz que es-cuch no me era desconocida. Habla el seor Marlowe? S, con l habla. Est hablando con Sylvia Lennox, seor Marlowe. Una noche, hace de esto un mes, nos e ncontramos un momento frente a The Dancers. Despus supe que usted fue tan amable que se preocup de llevar a Terry a su ca-sa. As lo hice. Supongo que sabe que estamos divorciados, pero he estado un poco preocupada por l. Dej el departamento que tena en Westwood y nadie sabe dnde est. Me di cuenta de lo preocupada que estaba la noche que nos conocimos. Oiga, seor Marlowe. Estuve casada con l. No sim-patizo mucho con los borrachos. Qui z fui un poco insensi-ble, quiz tuve algo importante que hacer. Usted es un de-tec tive privado y, si lo prefiere, puedo plantearle esto profesionalmente. No tiene por qu hacerlo, seora Lennox. Terry est viajando en un mnibus a Las Vegas. T iene all un amigo que le dar trabajo. Ella se anim en seguida. Ah! A Las Vegas? Eso s que es ser sentimental. Fue all donde nos casamos.

Creo adivinar que debe haber olvidado ese detalle, porque si no, se habra ido a al guna otra parte. En lugar de colgar el tubo se ri, con risita insinuante. Siempre es tan rudo con sus clientes? Usted no es mi cliente, seora Lennox. Puedo serlo algn da. Quin sabe? Entonces, di-gamos, con sus amigas. La misma respuesta. El muchacho estaba en las ltimas, muerto de hambre, sin un cob re. Usted podra haberlo ayudado si hubiera credo que vala la pena perder tiempo en ello. En aquel momento l no quiso recibir nada de usted y probablemente tampoco l o querr ahora. Eso es algo que usted no puede saber. Buenas no-ches ular. dijo framente, y colg el auric

Por supuesto, ella tena razn y yo no, pero no tuve la sensacin de haberme equivocad o. Simplemente me sent herido, molesto. Si hubiera llamado media hora antes podra haberme sentido lo suficiente molesto como para mandar al diablo a Steinitz si ste no hubiera muerto haca cincuenta aos y yo no estuviera jugando contra un libro de ajedrez. CAPTULO III Tres das antes de Navidad recib un cheque por cien dlares sobre un banco de Las Veg as. Adjunta vena una nota escrita en un papel con membrete del hotel. Terry me ag radeca, me deseaba feliz Navidad, toda clase de buenaventuras y deca que pronto es peraba verme de nuevo. Lo bueno vena en la posdata: Sylvia y yo comenzamos nuestra

segunda luna de miel. Ella dice que por favor no le reproche querer probar otra vez. Me enter del resto de la historia en una de esas co-lumnas de comentarios de la s eccin Sociales de los dia-rios. No las leo muy a menudo; slo cuando no tengo otra cosa interesante en qu ocuparme.

Este corresponsal est muy conmovido por la noticia de que Terry y Sylvia Lennox, e sos dos encantos, se han unido de nuevo en Las Vegas. Ella es la hija menor del multimillonario Harlan Potter, de San Francisco y Pebble Beach, por supuesto. Sy lvia ha llamado a los decoradores Marcel y Jeanne Duhaux para arreglar su mansin de En-cino, desde el stano hasta los techos, de acuerdo con el ltimo y ms devastado r dernier cri. Ustedes recordarn mis queridos amigos, que Curt Westerheym, el penl timo marido de Sylvia, le obsequi la pequea cabaa de die-ciocho habitaciones como r egalo de casamiento. Y qu pas con Curt, preguntarn ustedes? S, o s? St. Tropez tiene respuesta, y he odo decir que en forma permanente. Y tambin una duquesa francesa muy, muy sangre azul, con dos nios perfectamente adorables. Y qu piensa Harlan Pott er de esa nueva unin?, podrn preguntar tambin ustedes. Uno slo puede hacer conjetura s. El seor Potter es una persona que nunca concede entrevistas. Cun exclusivos se e stn haciendo ustedes, queridos! Tir el diario a un rincn y encend la TV. Despus de la nauseabunda pgina de sociales, hasta los luchadores que aparecan en la pantalla parecan buenos. Lo cual probable mente era cierto. Sobre todo por la pgina de so-ciales. Poda imaginar la clase de cabaa con dieciocho habi-taciones que hiciera juego con algunos de los millones de Potter, sin mencionar las decoraciones de Duhaux, del ms nuevo simbolismo subflico. Pero de ninguna manera poda imaginar a Terry Lennox holgazaneando alrededor de una de las piscinas de natacin, con pantalones de bao e stampados y telefoneando al criado para que pusiera el champaa al hielo y los fai sanes al horno. No haba ninguna razn para que pudiera hacerlo. Si el muchacho quera ser el juguete mimado de alguien, no era asunto mo. Simplemente no quera volver a verlo. Pero saba que lo vera, aunque slo fuera debido a su maldita maleta de cuero de cerdo con guarniciones de oro. Un da lluvioso de marzo, a las cinco de la tarde, entr en mi destartalada oficina. Pareca cambiado, ms viejo, ms sobrio y muy serio, y con una serenidad y una calma que me impresionaron. Pareca un hombre que haba aprendido a vivir y a defenderse e n la vida. Llevaba un im-permeable de color blancuzco y guantes, pero iba sin so m-brero y su cabello blanco pareca suave como la seda. Vamos a tomar una copa a algn bar tranquilo dijo, como si nos hubiramos visto diez m inutos antes . Si dispone de tiempo, por supuesto. No nos estrechamos la mano. Nunca lo hacamos. Los ingleses no se dan la mano a ca da rato como los norteamericanos, y aunque l no era ingls tena algunas de sus costu mbres. Vamos primero a casa a recoger esa maleta suya tan elegante. Me preocupa un poco tenerla le dije. Sacudi la cabeza. Sera muy amable de su parte si me la guardara. Por qu? Simplemente, deseara que lo hiciera. Le molesta mucho? Es una especie de vnculo con una poca en la que yo no era un desperdicio intil.

Tonteras

contest , pero es asunto suyo.

Si est preocupado porque piensa que se la pueden robar Eso tambin es asunto suyo. Vamos a tomar esa co-pa. Fuimos al bar Victor. Me llev en un Jowett Jupiter de capota bastante precaria, b ajo la cual slo haba el lugar justo para nosotros dos. El tapizado era de cuero de color claro, y los accesorios parecan de plata. No soy muy exi-gente con respect o a los autos, pero al ver aquel maldito coche se me hizo un poquito agua la boc a. El dijo que pod-a hacer sesenta y cinco en segunda. Tena una palanca de velocid ad tan pequea que apenas le llegaba a la rodi-lla. Cuatro velocidades dijo . Todava no han inventa do un cambio automtico para estos coch es. Pero en reali-dad no lo necesita. Se puede empezar directamente en tercera, aun subiendo una cuesta, y eso es lo que ms se necesita para el trnsito en cualqui er circunstancia. Regalo de boda? Es esa clase de regalos que se hacen acompaados de una frase casual: vi este chiche en la vidriera. Soy un muchacho muy mimado. Pasaba por ah y

Muy bien dije, y agregu : si es que usted no tie-ne que llevar una etiqueta con su pr ecio. Me dirigi una mirada rpida y luego clav la vista en la calle mojada. Los limpiapara brisas dobles oscilaban suavemente sobre los vidrios. ? Etiqueta con el precio? Todo tiene su precio, com-paero. Quiz piensa que no soy feliz Lo siento. Estuve fuera de lugar. Soy rico. A quin diablos le importa ser feliz? En su voz haba un tono de amargura nue vo para m. Cmo va con la bebida? Perfectamente, viejo. Por alguna razn extraa he podido controlar la cosa. Pero uno nunca puede saber, no le parece? Tal vez usted nunca se embriag en serio. Estbamos sentados en un rincn del bar Victor be-biendo gimlets.

Aqu no saben prepararlo dijo . Lo que llaman gimlet no es ms que jugo de lima o de lim con gin, una pizca de azcar y licor de races amargas. El verdadero gimlet est hech o mitad de gin y mitad de jugo de lima de Rose y nada ms. Deja chiquito al Martin i. Nunca fui muy exigente con las bebidas lo consideran un punto fuerte. Se ech hacia atrs y qued pensativo. Creo que lo es. Creo que todos lo son. Pero no lo de muestra. Podra nombrarle una buena cantidad de tipos que en Hollywood andan en el mismo negocio y se mandan l a parte. Randy no se preocupa por eso, no hace ostentacin. En Las Vegas es un hom bre que tiene negocios legales. Vaya a verlo la prxima vez que ande por all. Se ha Cmo se lleva con Randy Starr? Por mis barrios

r amigo suyo. No lo creo muy probable, porque no me gustan los rufianes. Esa no es ms que una palabra, Marlowe. Es la cla-se de mundo que tenemos, un mundo que nos legaron dos guerras y que tenemos que preservar. Randy, yo y otro amigo estuvimos una vez en un aprieto y eso cre una es-pecie de vnculo entre nosotros. Entonces, por qu no le pidi ayuda cuando la ne-cesit? Vaci la copa e hizo una sea al mozo. Porque no poda negrmela. El mozo trajo ms bebida. Yo le dije: Esas no son ms que palabras. Si por casualidad el hombre le debiera algo, usted ti ene que ponerse en su lu-gar; l estara contento de que se le presentara la oportun idad de devolverle el favor. Sacudi lentamente la cabeza. S que usted tiene razn. Naturalmente le ped tra-bajo, y mientras lo tuve, trabaj. Per o pedir favores o li-mosnas, eso no. Pero los recibe de un extrao. Me mir derecho a los ojos. El extrao puede seguir de largo y hacerse el sordo. Bebimos tres gimlets simples y no le hicieron absolu-tamente nada. Esos tragos h ubieran sido bastante buena seal de partida para un verdadero borracho, de modo q ue pens que quiz se hubiese curado. Despus me llev de vuelta a mi oficina. En casa cenamos a las ocho y cuarto me dijo . Slo los millonarios pueden darse ese lu jo, slo sirvientes de millonarios aguantaran esto en nuestra poca. Vendr mucha gente encantadora. Desde entonces tom la costumbre de caer por mi ofi-cina alrededor de las cinco de la tarde. No bamos siempre al mismo bar, pero frecuentbamos el Victor ms que cualquier otro. Pudiera ser que para l tuviera un significado que yo desconoca. Nunca beba mucho, y eso lo sorprenda a l mismo. Debe ser algo como la fiebre ondulante explicaba . Cuando ataca es terrible; pero c uando pasa el acceso es como si uno nunca la hubiera sufrido. Lo que no alcanzo a comprender es que un tipo de su posicin tenga inters en beber c on un pobre detective como yo. Quiere hacerse el modesto? No. Simplemente me asombra. Soy un tipo razona-blemente amistoso, pero no vivimos en el mismo ambien-te. Ni siquiera s dnde vive, excepto que es en Encino. Me imagino que su vida de hogar ser la adecuada.

No tengo ninguna vida de hogar. Estbamos bebiendo otros gimlets. El bar estaba casi vaco. Los habituales bebedores estaban desparramados aqu y all en los asientos, a lo largo de la barra, tratando de entonarse; esa clase de tipos que empiezan a beber muy lentamente el primero y que se vigilan siempre las manos para no voltear nada. No lo entiendo. Le extraa? Produccin espectacular, sin argumen-to, como dicen en el ambiente de cine . Creo ms bien que Sylvia es feliz, aunque no conmigo necesariamente. En nuestro crculo eso carece de importancia. Siempre hay algo que hacer si uno no est obligad o a trabajar o a considerar el costo. No es una verdadera diversin, pero los rico s no lo saben. Nunca han tenido otra. Nunca desean algo con todas sus ganas, exc epto tal vez una esposa ajena, y se es un deseo muy plido comparado con la forma e n que la mujer del plomero ansa comprar cortinas nuevas para su living. Guard silencio y dej que siguiera adelante.

La mayor parte del da no hago ms que matar el tiempo prosigui , y pasa muy lentamente. Un poco de tenis, algo de golf y de natacin, un paseo a caballo, y el placer exqu isito de observar cmo los amigos de Sylvia tratan de contenerse durante el almuer zo para comenzar despus a emborracharse. La noche que usted se fue a Las Vegas ella dijo que no le gustaban los ebrios. Sonri arteramente. Me haba acostumbrado tanto a su cara tajeada que slo la notaba c uando algn cambio de expresin acentuaba su rigidez parcial. Quiso decir los borrachos sin dinero. Cuando se tiene dinero slo se es un fuerte b ebedor. Si empiezan a vomitar, el criado se encarga de eso. No tendra por qu hacer una vida as. Termin de un sorbo la bebida y se puso de pie. Tengo que salir corriendo, Marlowe. Adems lo estoy aburriendo y yo tambin empiezo a aburrirme. No me aburre; estoy acostumbrado a escuchar. Ms tarde o ms temprano llegar a darme c uenta de por qu le gusta ser un perrito faldero. Con suavidad se toc las cicatrices con los dedos. En sus labios apareci una sonris a vaga y remota. Debera preguntarse por qu ella me quiere a su lado y no por qu quiero quedarme all, a costado sobre almohadones de raso, esperando pacientemente a que me den una palm adita en la cabeza. A usted le gustan los almohadones de raso contest, y me puse de pie para irme con l . Le gustan las sbanas de seda y hacer sonar la campanilla hasta que aparece el mu camo con su sonrisa respetuosa. Puede ser. Me cri en un orfelinato de Salt Lake Ci-ty. Salimos a la calle. Dijo que quera caminar. Habamos venido en mi coche y esta vez haba sido lo bastante rpido como para agarrar la cuenta y pagar. Lo observ alejarse . La luz de un escaparate hizo brillar un instante su cabello blanco mientras se perda en medio de la ligera neblina.

Prefera verlo borracho y cado, sin un centavo, ham-briento y golpeado y orgulloso. O quin sabe? Tal vez slo me gustaba sentirme el hombre superior. Sus razones eran difciles de calcular. En mi oficio hay un momento para hacer preguntas y un momen to para dejar que el hombre se consuma hasta que no pueda ms y largue to-do. Todo buen polica lo sabe. Se parece bastante al aje-drez o al boxeo. A alguna gen te hay que acorralarla y hacerle perder la serenidad. Pero a otros simplemente s e los abofetea y ellos terminan golpendose a s mismos.

De habrselo yo preguntado, l me habra contado la historia de su vida. Pero nunca le pregunt ni siquiera cmo se destroz la cara. Si l me lo hubiera dicho, quiz se habran podido salvar un par de vidas. Posiblemente, pero no ms. CAPTULO IV La ltima vez que bebimos juntos en un bar fue en ma-yo, a una hora ms temprana que la habitual, justo despus de las cuatro. Pareca cansado y ms delgado, pero mir a su alrededor con sonrisa de placer. Me gustan los bares cuando acaban de abrirse. Cuando la atmsfera interior todava es fresca, limpia, todo est reluciente y el barman se mira por ltima vez al espejo p ara ver si la corbata est derecha y el cabello bien peinado. Me gustan las botell as prolijamente colocadas en los estantes del bar y los vasos que brillan y la e xpectacin. Me gusta observar cmo se prepara el primer cctel de la noche y se coloca sobre una impecable carpeta con una servilletita doblada al lado. Me gusta sabo rearlo lentamente. El primer trago tranquilo de la noche, en un bar tranquilo, e s maravilloso. Estuve de acuerdo con l. El alcohol es como el amor expres . El primer beso es magia; el segundo, intimidad; e l tercero, rutina. Despus de eso lo que hacemos es desvestir a la mucha-cha. Y eso es malo? le pregunt.

Es muy interesante, pero es una emocin impura impura en el sentido esttico. No estoy despreciando al sexo. Es necesario y no tiene por qu ser desagradable. Pero siem pre hay que manejarlo con prudencia. Transfor-marlo en algo maravilloso es empre sa de millones de dla-res, y cuesta cada centavo de esos millones. Mir a su alrededor y bostez. No he dormido muy bien. Se est cmodo aqu. Pero dentro de un rato esto se llenar de bo rrachos que hablarn en voz alta, se reirn y las mujeres malditas em-pezarn a hacer seas con las manos, visajes con la cara y harn retintinear sus malditas pulseras y se maquillarn con esos hechizos envasados que proporcionan fascina-cin especial por un momento, pero que ya avanzada la noche adquieren un olor a transpiracin le ve pero incon-fundible. Tmelo con calma le dije . No son ms que seres humanos que transpiran, se ensucian y ti enen que ir al bao. Qu es lo que usted esperaba mariposas doradas revoloteando en un a nube color de rosa? Vaci su copa y la sostuvo boca abajo, se qued ob-servando cmo se formaba una gotita en el borde, que tembl un instante y luego cay sobre la mesa.

A ella le tengo lstima dijo Terry lentamente . Es una verdadera ramera. Puede ser que en cierto sentido le tenga cario. Algn da me necesitar y yo ser el nico tipo que est

su lado y que no la haya engaado. No sera extrao que entonces me fuese y la abando nase. Me qued mirndolo sin decir nada y al cabo de un momento dije: No hace bien al venderse en esa forma.

S, ya s. Soy dbil de carcter; no tengo agallas ni ambicin. Cog el anillo de bronce y asombr cuando comprob que no era de oro. Un tipo como yo tiene en su vida un solo momento grande, realiza una sola vuelta per-fecta en el trapecio ms alto y despus se pasa el resto del tiempo tratando de no caer de la acera a la alcantarilla. Todo eso no disculpa nada. Saqu la pipa y co-menc a llenarla.

Ella est asustada, muy asustada. De qu? No s. No hablamos mucho ahora. Quiz tenga mie-do del viejo. Harlan Potter es un ins ensible hijo de perra. Por afuera est cubierto de dignidad victoriana, pero en su interior es tan despiadado como un miembro de la Gestapo. Sylvia es una perdida . El lo sabe y la odia por eso, pero no puede hacer nada ms que esperar y vigilar ; si Sylvia llega a verse envuelta en algn escndalo maysculo, la har pedazos y luego los enterrar a miles de millas de distancia unos de otros. Usted es su marido. Levant el vaso vaco y lo golpe con fuerza sobre el borde de la mesa; lo hizo aicos. El mozo le clav la vista, pero no dijo nada.

As noms, compaero, as noms. Oh! Claro que soy su marido. Eso es lo que dice el regis , pero en reali-dad no peso ms que los tres escalones blancos y la gran puerta de color verde y el llamador de bronce con el que se da un golpe largo y dos corto s en la puerta y la criada que lo deja entrar a uno en el prostbulo de cien dlares . Me puse de pie y dej caer unas monedas en la mesa. Usted habla demasiado le dije , y demasiado de sus cosas. Hasta pronto.

Me dirig hacia la salida dejndolo all sentado; pare ca ofendido y se haba puesto plid , al menos es lo que cre ver con la clase de luz tan tenue que tienen esos bares. Me grit algo mientras me alejaba, pero yo segu andando. Diez minutos despus lament haberlo hecho, pero ya estaba en otro lugar. No volvi ms a mi oficina, ni una sola vez. Le haba tocado donde dola. Durante un mes no lo volv a ver. Cuando lo hice eran las cinco de la maana y apena s empezaba a clarear. La llamada persistente del timbre de la puerta me sac de la cama. Atraves a tientas el vestbulo y el living y abr la puerta. All estaba de pie, con el aspecto de quien no ha dormido durante una semana. Llevaba un sobretodo liviano con el cuello levantado y me pareci que tiritaba. Tena un sombrero de fiel tro oscuro echado sobre los ojos. En la mano llevaba una pistola. CAPTULO V No me apuntaba con la pistola, simplemente la empu-aba en la mano. Era un arma au

tomtica de calibre me-diano, de fabricacin extranjera, con seguridad no era ni Col t ni Savage. Con su plida cara llena de cicatrices, el cuello levantado, el sombr ero hundido y la pistola, pareca recin salido de una pelcula de gngsters. Me llevar a Tijuana para que alcance el avin de las diez y cuarto dijo . Tengo el pasa porte y el visado y todo arreglado excepto la cuestin transporte. Por ciertas raz ones no puedo tomar el tren o el mnibus o el avin desde Los Angeles. Le parece que quinientos dlares es un precio razonable por un viaje en taxi? Permanec en la puerta y no me mov para dejarlo en-trar. Quinientos, ms la pistola? pregunt. La mir en forma un tanto distrada y despus se la meti en el bolsillo. Podra ser una proteccin Entonces, entre. Me apart a un lado para dejarlo pasar; pareca ex-hausto y se dej caer en una silla. El living estaba todava oscuro debido a los tupidos arbustos que la propietaria haba dejado crecer y que cubran las ventanas. Encend una lmpara, saqu un cigarrillo y lo encend. Lo mir fija mente, me despein el pelo que ya estaba bastante alborotado , y adopt mi vieja expresin burlona. dijo . Para usted, no para m.

Qu diablos me pasa? Malgastar el tiempo dur-miendo en una maana tan encantadora! Con a las diez y cuarto? Bueno, tenemos mucho tiempo. Vamos a la cocina y preparar u n poco de caf.

Estoy en un buen lo, amiguito. Amiguito ; era la primera vez que me llamaba as, pero e cierto sentido esa palabra concordaba con la forma en que haba entrado con la ma nera de vestir, con la pistola y todo lo dems. Va a ser un da precioso. Corre una ligera brisa. Se puede or el susurro de los viej os eucaliptos que estn en la vereda de enfrente murmurando entre s. Hablan de los viejos tiempos, en Australia, cuando los canguros saltaban bajo las ramas y los koala caminaban trepados unos al lo-mo de los otros. S, tena la impresin de que ust ed estara metido en el lo. Pero hablaremos de eso cuando haya to-mado un par de ta zas de caf. Siempre estoy un poco aturdido cuando acabo de levantarme. Conferenci emos con Mr. Huggins y Mr. Young. Oiga, Marlowe, no es el momento de No tema, amigo; mster Huggins y mster Young son dos tipos de lo mejor. Hacen el caf Huggins-Young para m. Es el trabajo de su vida, su orgullo y su alegra. Uno de est os das me ocupar de que consigan el reconocimiento que se merecen. Hasta ahora tod o lo que han hecho es ganar dinero. No podemos esperar que se contenten con eso. Lo dej y me dirig a la cocina. Puse a calentar el agua y baj la cafetera del estant e. Moj el filtro y met adentro la cantidad de caf necesaria; el agua ya estaba hirv iendo. Llen con agua la mitad inferior y la puse al fuego, y luego coloqu la parte de arriba y le di una vuelta para que que-dara ajustada. En aquel momento sent que Terry se acercaba, se apoy un instante en el marco de la puerta y despus se dirigi hacia la mesa del desayuno y se desliz en el asiento. Se gua tiritando. Saqu del armario una botella de Old Grand-dad y le serv una buena ca ntidad en un vaso grande. Saba que necesitara un vaso grande. Tuvo que usar ambas manos para llevrselo a los labios. Bebi un buen trago, puso el vaso sobre la mesa y se reclin de golpe sobre el respaldo del asiento.

Estoy casi listo murmur . Parece como si hubie-ra estado sin dormir una semana entera . Anoche no des-cans nada. El agua de la cafetera estaba a punto de hervir. Puse la llama baja y observ cmo s e levantaba el agua. Se mantuvo un poco en el fondo el tubo de vidrio. Sub la lla ma lo suficiente para que el agua pasara por el codo y en seguida la baj de nuevo . Revolv el caf y lo tap. Marqu tres minutos en el reloj. Este Marlowe es un muchach o muy metdico. Nada debe interferir en su tcnica de preparar caf. Ni siquiera una p istola en manos de un tipo desesperado. Le serv otro trago. Sintese ah le ped . No diga una palabra y qu-dese sentado. La segunda vuelta pudo tomarla con una sola mano.

Me lav rpidamente en el bao cuando volva son el timbre del reloj de la cocina. Apagu el fuego y coloqu la cafetera en la mesa, sobre un pie de paja. Por qu me detengo e n cada uno de aquellos detalles? Porque la atmsfera cargada haca que cada una de e sas pequeas cosas pareciera una representacin, un movimiento preciso y muy importa nte. Era uno de aquellos momentos hipersensibles en que todos los movimientos au tomticos, por ms habituales, por ms antiguos que sean, se convierten en actos indep endientes de la voluntad. Es como el hombre que aprende a caminar despus de sufri r parlisis. Tiene que empezar todo de nuevo. El caf haba bajado ya, el aire entr en el recipiente con su habitual bullicio, el c af burbuje y despus se calm. Saqu la parte superior de la cafetera y la puse so-bre e l escurridor de la tapa. Serv dos tazas de caf y a la suya le agregu una me-dida de whisky. Para usted caf puro, Terry. En la ma puse dos terrones de azcar y un poco de leche. En esos momentos ya estaba saliendo de mi embota-miento matutino. No saba cmo haba hecho para abrir la nevera y sacar el recipiente de leche. Me sent frente a l. No se haba movido; estaba apo-yado en el rincn, rgido. De pronto, en forma inesperada agach la cabeza sobre la mesa y comenz a sollozar. No prest atencin cuando me inclin sobre la mesa y le saqu la pistola del bolsillo. E ra una Mauser 7.65; una belleza. La olfate, no haba disparado con ella. Solt la cmar a de los cartuchos; estaba llena. No haba nada en la recmara. Terry levant la cabeza, vio el caf y comenz a tomarlo lentamente sin mirarme. No mat a nadie dijo.

Bueno no recientemente al menos. Y tendra que limpiar la pistola. Me resulta difcil pensar que pueda matar a alguien con esto. Le contar todo expres.

Espere un momento. Beb el caf lo ms rpido que pude, pues estaba muy caliente, y llen la taza de nuevo. La cosa es as le previne . Tenga mucho cuidado con lo que va a contarme. Si realmente quiere que lo lleve a Tijuana, hay dos cosas que no me debe decir. Una Me escucha

? Hizo un leve signo de asentimiento. Tena la vista cla-vada en la pared, arriba de mi cabeza, con los ojos muy abiertos. Las cicatrices aparecan lvidas, y aunque el rostro pareca blanco como el de un cadver, resaltaban lo mismo. Una repet lentamente , si ha cometido un delito o lo que la ley llama un delito quiero decir un delito serio; no me cuente nada sobre ello. Dos, si tiene conocimiento de que se ha cometido un delito as, tampoco me lo diga. Al menos si quiere que l o lleve a Tijuana. Est claro? Me clav la vista. Sus ojos me enfocaron, pero carec-an de vida. Haba tomado todo el caf, y aunque segua plido se senta fuerte. Le serv otra taza de la misma for-ma que la anterior. Estoy en dificultades dijo.

Ya lo s, pero no quiero saber de qu se trata. Tengo que ganarme la vida y tengo una licencia que proteger. Podra apuntarle con la pistola contest.

Hice una mueca y le alcanc el arma por encima de la mesa. La mir, pero no hizo ade mn de tocarla. No podra apuntarme con ella hasta Tijuana, Terry, ni cuando cruzramos la frontera o llegramos a la escalerilla del avin. Soy un hombre que ocasionalmente tiene que vr selas con pistolas. Olvidmonos de la pistola. Sera divertido que tuviera que decir le a la polica que senta tanto miedo que me vi obligado a obedecerle. Suponiendo, claro est, que hubiera algo que decir a la polica, cosa que ignoro.

igame dijo Terry , ser medioda o tal vez ms tarde antes de que alguien llame a la pue . La mucama sabe muy bien que no tiene que molestarla cuando duerme hasta tarde. Pero alrededor del medioda la mucama golpear la puerta y entrar. Ella no estar en s u cuarto. Yo segu tomando el caf a sorbos y no dije nada.

La mucama se dar cuenta de que no se acost en la cama prosigui Terry . Entonces la bus ar en otro lugar. Hay un gran pabelln de huspedes bastante alejado del edificio pri ncipal. Tiene su propio camino, garaje y todo lo dems. Sylvia pas la noche all. La mucama la encontrar finalmente. Frunc el ceo. Tengo que tener mucho cuidado con las preguntas que le hago, Terry. No pudo haber pasado la noche fuera de la casa? Su ropa est tirada por todo el cuarto. Nunca cuelga nada. La mucama se dar cuenta d e que se puso el salto de cama encima del pijama y que sali en esta forma. De mod o que slo pudo haber ido al pabelln de huspedes. No necesariamente contest.

Slo pudo haber ido al pabelln de huspedes. Dia-blos! Usted cree que no se sabe lo que pasa all? Los sir-vientes siempre saben. Sigamos dije.

Se pas un dedo con tanta fuerza por la mejilla sana que dej marcada una lnea roja.

Y en el pabelln de huspedes

prosigui lentamente , la doncella encontrar dije con

A Sylvia borracha perdida, insensible, helada hasta la mdula de los huesos voz ronca.

Oh! Reflexion un momento y agreg : Por su puesto; eso es lo que pasar. Sylvia no es u borrachina cualquiera. Cuando se pasa al otro lado lo hace en forma drstica. Este es el fin de la historia, o casi. Djeme que im-provise. La ltima vez que bebim os juntos estuve un poco brusco con usted y lo dej plantado no s si se acuerda. Me hizo poner furioso. Despus lo pens mejor y com-prend que usted slo trat de expresar el desprecio que senta por s mismo. Me dijo que tiene pasaporte y visado. Lleva ba stante tiempo conseguir el visado para Mxico; no dejan entrar a cualquiera por la s buenas. De modo que hace tiempo que planeaba irse. Me he estado preguntando cun to tiempo sera capaz de aguantar. Creo que senta una especie de vaga obligacin de quedarme a su lado, tena la idea de que ella podra nece-sitarme para algo ms que para hacer frente al viejo e im-pedir le que metiera la nariz en todos lados y curioseara demasiado. A propsito, trat de llamarlo a medianoche. Tengo un sueo profundo. No o nada. Entonces me fui a uno de esos baos turcos. Me qued un par de horas, tom un bao de vap or, uno de in-mersin, una ducha escocesa, un masaje e hice un par de llamadas tel efnicas. Dej el coche en La Brea y Fountain, y de ah me vine caminando. Nadie me vi o tomar por esta calle. Esas llamadas me conciernen? Una fue para Harlan Potter. El viejo viaj ayer en avin a Pasadena por algn asunto de negocios. No estaba en su casa y me cost mucho trabajo localizarlo, pero al fin habl con l. Le dije que lo senta, pero que me iba. Mientras me hablaba miraba de soslayo hacia la ventana que daba a la piscina, co mo si observara los arbustos que rozaban las persianas. Cmo lo tom? Dijo que lo lamentaba. Me dese buena suerte. Me pregunt si necesitaba dinero. Terry ri amargamente . Dinero. Esas son las primeras seis letras de su alfabeto. Le dije que me sobraba. Despus llam a la hermana de Sylvia. Ms o menos se repiti la misma hi storia. Eso es todo. Quiero hacerle una pregunta de huspe-des? El sacudi la cabeza. Nunca lo intent. No habra sido difcil. Nunca lo fue. Se le est enfriando el caf. No quiero ms. Muchos hombres, eh? Pero usted volvi y se cas nuevamente con ella. Admito que es muy interesante, pero con todo Ya le he dicho que yo no soy ninguna maravilla. De-monios, por qu la habr dejado la le dije . Alguna vez la encontr con un hombre en esa casa

primera vez? Por qu, despus de aquello, me portaba como un miserable cada vez que l a vea? Por qu prefera vivir en el fango antes que pedirle dinero? Estuvo casada cinc o veces, sin incluirme a m. Cualquiera de ellos volvera a su lado con-que slo movie ra un dedo. Y no solamente por sus millo-nes.

Es una mujer muy atractiva coment. Mir mi reloj . Por qu tenemos que estar exactament las diez y cuarto en Tijuana? En el avin que sale a esa hora siempre hay asiento. No hay nadie en Los Angeles que desee viajar en un DC 3 sobre montaas, si puede t omar un Constellation y hacer el viaje a Mxico en siete horas. Y los Constellatio n no paran donde yo quiero ir. Me puse de pie y me apoy contra la piscina. Ahora djeme hacer un resumen y no me interrum-pa. Usted vino a verme esta maana en un estado emocional muy intenso y quera que lo ll evara a Tijuana para alcanzar el primer avin. Tena una pistola en el bolsillo, per o no tengo por qu haberla visto. Me dijo que haba aguantado todo lo que pudo, pero que anoche haba estallado. Encontr a su esposa borracha perdida y un hombre haba e stado con ella. Usted sali y fue a un bao turco a pasar el tiempo hasta que llegar a la maana, y desde all llam por telfono a dos parientes cercanos de su esposa y les dijo lo que estaba haciendo. A dnde fue usted, no es asunto que me concierna. Us ted tena los documentos necesarios para entrar en Mxico. Cmo fue all tampoco es asun to que me interese. Somos amigos e hice lo que me pidi que hiciera, sin pensarlo demasiado. Y por qu no habra de hacerlo? Usted no me paga nada. Tena su coche, pero se senta demasiado nervioso para conducir. Ese es asunto suyo tambin. Usted es un tipo emotivo que en la guerra recibi una herida grave. Creo que tendr que tomar su coche y meterlo en algn garaje para que lo guarden. Busc en sus ropas y me alcanz un llavero de cuero, por sobre la mesa. Qu le parece? me pregunt.

Depende de quin lo escuche. An no he terminado. Usted tom solamente lo que llevaba p uesto y algn dinero que le dio su suegro. Dej todo lo que ella le haba dado hasta u n hermoso coche que dej estacionado en la Brea esquina Fountain. Usted quera irse lo ms limpiamente que pudiera hacerlo y sigue hacindolo. Est bien. Estoy dispuesto a ayudarlo. Ahora voy a afeitarme y vestirme. Por qu va a hacer esto, Marlowe? Srvase una copa mientras me afeito.

Sal de la cocina y lo dej all sentado, en el rincn. Todava tena puesto el sobretodo y el sombrero, pero pareca bastante ms animado. Entr en el bao y me afeit. Regres al dormitorio y me estaba anudando la corbata cuan do de pronto apareci en el umbral de la puerta. Por si acaso lav las tazas ted llamara a la polica.

dijo . Pero estoy pen-sando una cosa. Quiz sera mejor que u

Llmela usted mismo. Yo no tengo nada que decir-les. Quiere que lo haga? Me di vuelta de golpe y le dirig una mirada dura.

Maldito sea! tn? Lo siento.

expres casi a gritos . Por amor de Dios, no puede dejar las cosas como e

Claro que lo siente. Los tipos como usted siempre lamentan las cosas y siempre lo hacen demasiado tarde. Se volvi y, atravesando el vestbulo, se dirigi al li-ving. Termin de vestirme y cerr con llave la parte de atrs de la casa. Cuando entr en el living vi que se haba quedado dormido en el silln; tena la cabeza inclinada hacia un costado, el rostro plido, todo el cuerpo vencido por el cansancio y el agotami ento. Daba lstima. Le toqu el hombro y comenz a despertarse lentamente, como si tuv iera que recorrer un largo camino desde donde estaba hasta donde yo me encontrab a. Cuando se despert del todo y pudo prestarme aten-cin, le pregunt: No va a llevarse ninguna maleta? Todava tengo aquella blanca de cuero de cerdo en e l estante superior de mi ropero. Est vaca contest con indiferencia . Adems es demasiado llamativa.

Llamar ms la atencin si no lleva equipaje. Volv al dormitorio, me apoy en uno de los estantes del el estante superior. La puerta superior del armario, en aba justo sobre mi cabeza, de modo que la levant y met poda alcanzar, dejando caer el llavero de cuero detrs vigas o lo que fueran. De un tirn baj la maleta. armario para poder alcanzar forma de escotilla, est la mano adentro hasta donde de una de las polvorientas

Sacud el polvo que la cubra y empec a meter aden-tro algunas cosas, un par de pijam as nuevos, pasta dent-frica, cepillo de dientes, un par de toallas grandes y otro de toallitas de mano, una serie de pauelos de algodn, un tubo de crema de afeitar de quince centavos y una de esas maquinitas de afeitar que regalan con el paque te de navajitas. No haba nada usado, nada marcado, nada llamativo, excepto que su propio equipaje hubiera sido mejor. Agregu una botella de whisky que todava conse rvaba su envoltura original. Cerr la maleta, dej la llave puesta en una de las cer raduras y la llev al living. Terry se haba vuelto a dormir. Abr la puerta tratando de no hacer ruido, fui al garage con la maleta y la coloqu detrs del asiento delan tero del descapotable. Saqu el coche, cerr el garaje y sub las escaleras para despe rtarlo. Despus cerr la casa y partimos. Manej a bastante velocidad, pero no demasiado rpi-do como para que nos detuvieran. Casi no intercambiamos palabras y no nos paramos para comer. No haba tiempo para eso. Pasamos sin dificultad la frontera. Llegamos a la meseta ventosa donde se levant a el aeropuerto de Tijuana; estacion el coche cerca de la oficina y me qued sentad o en el auto mientras Terry iba a sacar el pasaje. Las hlices del DC3 estaban ya girando lentamente, lo suficiente como para mantener calientes los motores. El p iloto, un tipo alto y robusto, de uniforme de color gris, conversaba con un grup o de cuatro personas. Una de ellas meda aproximadamente un metro noventa centmetro s y llevaba una funda de revlver. Al lado suyo haba una muchacha en pantalones, un hombre ms bajo, de mediana edad, y una mujer de pelo gris y tan alta que a su la do el hombre pareca an ms bajo. Tambin se encontraban tres o cuatro hombres por aqu y por all; por su aspecto eran evidentemente mexicanos. Este pareca ser todo el pas aje. Haban colocado ya la escalerilla en la puerta, pero nadie pareca ansioso por

subir. Entonces un camarero mexicano sali del avin, baj los escalones y se detuvo, esperando. No pareca haber ningn equipo de altavoces. Los mexicanos subieron al av in, pero el piloto segua la charla con los norteamericanos. Haba un Packard grande estacionado junto a m. Sal del coche y ech una mirada alreded or. Quizs algn da aprenda a no meterme en asuntos ajenos. Al sacar la ca-beza para salir, vi que la mujer alta miraba hacia m. Terry se acerc por el polvoriento camino de grava. Todo est arreglado dijo . Aqu nos despedimos.

Me tendi la mano. Se la estrech. Pareca encontrarse bien en aquel momento; slo estab a cansado, cansado como el mismo diablo. Saqu del Olds la maleta de cuero de cerdo y la depo-sit en el suelo. Terry la cont empl con enojo. Le dije que no la quera protest con tono irritado. Adentro hay una hermosa botella, Terry, y algunos pijamas y otras cositas. Todas intrascendentes y annimas. Si no la quiere, djela en depsito o trela. Tengo mis razones Yo tambin. De pronto sonri. Agarr la maleta y con la otra mano me apret el brazo. Muy bien, amigazo; usted manda. Y recuerde, si las cosas se ponen feas, usted tie ne carta blanca. No me debe nada. Tomamos juntos algunas copas y llegamos a ser amigos, y yo habl demasiado de mi persona. En su tarro de caf le dej cinco cheques al portador. No se enoje conmigo. Hubiera preferido que no lo hiciera. Nunca podr gastar ni la mitad de lo que tengo. Buena suerte, Terry. Los dos norteamericanos estaban subiendo al avin. Un muchacho fornido, de cara an cha y morena, sali del edificio de la oficina, hizo un gesto con la mano y seal al avin. Suba a bordo dije . S que usted no la mat. Por eso estoy aqu. Trato de dominarse, pero su cuerpo se puso rgido y tenso. Se dio vuelta lentament e y me mir. Lo siento expres con calma . Pero en eso est equivocado. Voy a ir caminando despacio h asta el avin. Tiene tiempo ms que suficiente para detenerme. insisti, ponindose rgido.

Comenz a andar. Yo lo observaba. El muchacho que estaba a la puerta de la oficina segua esperando, pero no pareca demasiado impaciente. Los mexicanos rara vez lo s on. Se agach, palme la maleta de cuero de cerdo y sonri a Terry. Despus se hizo a u n lado y Terry atraves la puerta. Al cabo de un instante Terry apareci por el otro lado de la puerta, donde se encuentran esperando los em-pleados de aduana cuand o uno llega de viaje. Terry segua caminando lentamente hacia la escalerilla. All s e detuvo y me mir. No hizo seal ni ademn alguno. Yo tampoco. Despus subi al avin y la escalerilla fue retira-da.

Entr en el Olds, lo puse en marcha, di la vuelta y re-corr la mitad de la playa de estacionamiento. La mujer alta y el hombre de corta estatura estaban todava en e l campo. La mujer haca seas con un pauelo. El avin comenz a deslizarse hasta el extre mo del campo, levantando una polvareda enorme. Al llegar al final dio la vuelta y los motores comenzaron a bramar con ruido ensordecedor. Empez a moverse hacia a delante, tomando velocidad lentamente . En su marcha levant nubes de polvo, y por fin des-peg. Lo observ elevarse lentament e en el cielo borrascoso, hasta que se perdi de vista en direccin al sudeste. Despus part. En el cruce fronterizo nadie me dirigi ni una mirada, como si mi rostr o tuviera tanta importancia como las manecillas de un reloj. CAPTULO VI El regreso desde Tijuana es largo y penoso, uno de los caminos ms aburridos del e stado. Tijuana no es nada; to-do lo que quieren all son dlares. El chico que se ac erca al costado del coche y lo mira a uno con grandes ojos ansiosos, diciendo: Un a moneda, por favor, mister , tratar de vender a su hermana en la prxima frase. Tiju ana no es Mxico. Toda la ciudad fronteriza no es nada ms que una ciudad fronteriza , as como la tierra riberea no es ms que tierra riberea. San Diego? Uno de los puerto s ms hermosos del mundo, pero no hay nada en l, excepto el cuerpo de la marina y a lgunos barcos pesqueros. Por la noche es tierra de hadas. El oleaje es tan suave como una anciana cantando himnos. Pero Marlowe tiene que regresar a su casa y c omenzar a traba-jar. El camino hacia el Norte es tan montono como la cancin del marinero. Se atraviesa una ciudad, se baja por una colina y se recorre un tramo de playa, una ciudad, u na colina y un tramo de playa. Eran las dos de la tarde cuando regres. Me estaba esperando un Sedan oscuro, sin chapa policial, sin luz roja, slo con la antena doble, y no son los coches de la polica los nicos que las llevan. Estaba en mitad de la escalera cuando salieron de l coche y me llamaron a gritos, era la pareja habitual, con su vestimenta de cos tumbre y su sempiterno movimiento firme y acompasado, como si el mundo entero es tuviera esperando en silencio para que ellos le dijeran lo que tienen que hacer. Usted se llama Marlowe? Queremos hablar con us-ted. Me mostr la insignia pero lo hizo con tal rapidez que apenas pude ver el reflejo y, por lo que capt muy bien podra haber pertenecido al cuerpo de Control Sanitario . Tena el cabello rubio grisceo y pareca un tipo pegajoso. Su compaero era alto, bie n parecido, pulcro, pero haba en l algo claramente desagradable y srdido, un rufin d e buenas maneras. Tenan ojos escrutadores y vigilantes, ojos pacientes y cuidados os, fros, desdeosos; ojos de polica, ojos que haban adquirido su expresin en la escue la de polica. Soy el sargento Green, de la Seccin Homicidios. Este es el detective Dayton. Segu subiendo la escalera y abr la puerta. A los polic-as no se les estrecha la man o. Demasiada intimidad. Se sentaron en el living. Abr las ventanas y empez a soplar una suave brisa. Gree n hizo el gasto de la conversacin. Conoce a un tal Terry Lennox, no?

De vez en cuando hemos tomado juntos una copa. Vive en Encino; se cas por dinero. Nunca estuve en su casa. De vez en cuando repiti Green . Eso qu quie-re decir? Con cunta frecuencia? Es una forma de decir, una expresin vaga, en trminos generales. Podra ser una vez a la semana o una vez cada dos meses. Conoce a su mujer? La encontr una vez, por unos instantes, antes de que se casaran. Cundo y dnde fue la ltima vez que lo vio? Agarr la pipa que estaba sobre la mesita y la llen. Green se inclin hacia m. El tipo alto estaba sentado ms lejos y sostena en la mano bolgrafo y un bloc de bordes roj os. Aqu es donde yo digo: hacemos noso-tros . Pero a qu viene todo es-to? , y usted responde:

Las preguntas l

De modo que usted limtese a contestarlas, eh? Encend la pipa. El tabaco estaba un poco hmedo; me llev bastante tiempo y tres fsfor os encenderla. Dispongo de tiempo concedi Green , pero ya he perdido una buena parte esperndolo y dan do vueltas por ah. De modo que muvase, seor. Sabemos quin es us-ted y se imaginar que no estamos aqu para que se nos abra el apetito. Djeme pensar le dije . Solamos ir bastante a menudo al bar Victor y no con tanta frecu encia a La Linter-na Verde y a El Toro y El Oso , ese lugar que queda al final del Strip y que trata de imitar a una hostera inglesa Acabe con eso. Quin ha muerto? pregunt.

El detective Dayton intervino con voz dura, experimen-tada, una de esas voces qu e parecen querer decir: No tra-te de hacerse el vivo conmigo. Usted limtese a contestar las preguntas, Marlowe. Estamos realizando una investiga cin de rutina. Eso es to-do lo que tiene que saber. Tal vez estuviera cansado e irritable. Tal vez me sintie-ra un poco culpable. Me di cuenta de que podra odiar a aquel tipo sin siquiera conocerlo, que de slo verl o en el fondo de una cafetera cualquiera me entraran ganas de arrancarle los dient es. Basta, Jack le dije . Guarde esa terminologa pa-ra la oficina de menores , aunque hasta a ellos les dara risa. Green lanz una risita ahogada. Aparentemente nada cambi en la cara de Dayton, pero , de pronto, pareci diez aos ms viejo y veinte aos ms detestable. Su respira-cin era ibilante. El aprob el examen de Derecho . dijo Green . Us-ted no puede hacerse el vivo con Dayton

Me levant sin prisa y me dirig a la biblioteca. Saqu el ejemplar encuadernado del Cd igo Penal de California e hice ademn de alcanzrselo a Dayton. Sera tan amable de indicarme dnde dice que es-toy obligado a contestar a sus pregunt as? Se qued duro, rgido. Tena ganas de agarrarme a golpes y ambos lo sabamos, pero el ti po quera esperar una buena oportunidad. Lo que significaba que no tena confianza e n que Green lo apoyara si se sala de la vaina a destiempo. El tipo habl con voz firme y uniforme aunque vibrante: Todo ciudadano debe coopera r con la polica, en todas formas, hasta por la accin fsica y especialmente contes-t ando las preguntas de naturaleza no incriminatoria que la polica juzgue necesario formular . Lo que quiere decir mediante un proceso de intimidacin directo o indirecto. Por le y no existe una obligacin semejante. Nadie est obligado a decir a la polica nada, e n ningn lugar y en ninguna circunstancia. Oh! Cllese la boca! exclam Green con impa-ciencia . Usted est escurriendo el bulto sabe. Sin-tese. La mujer de Lennox ha sido asesinada. En el pabelln de huspedes que hay en la propiedad, de Encino. Lennox ha desaparecido o, al menos, no podemos dar con l. De modo que estamos buscando a un sospechoso en un caso de asesinato. E st satisfecho? Arroj el libro sobre la silla y me sent en el sof frente a Green. Entonces por qu vienen a verme? .

pregunt . Nunca estuve en casa de ellos. Ya se lo dij

Green se palme los muslos, arriba y abajo, una y otra vez. Me sonri con calma. Day ton estaba inmvil en la silla. Me devoraba con la mirada. Porque su nmero de telfono fue escrito durante las ltimas veinticuatro horas en una agenda encontrada en la habitacin de Lennox. Es una agenda diaria y ayer arrancar on la hoja, pero se puede ver la marca impresa en la pgina correspondiente al da d e hoy. No sabemos cundo lo llam a usted. No sabemos adnde fue, ni por qu, ni cundo. P ero tenemos que preguntar, qu diablos!

Por qu estaba en el pabelln de huspedes? pregunt, no esperando que respondiera, pero hizo. Se sonroj un poco. Parece que iba all bastante a menudo. Por la noche. Tena visitas. Los sirvientes al canzan a divisar la casa entre los rboles cuando las luces estn encendidas. Los au tos van y vienen, algunas veces tarde, otras muy tarde. Pero todo esto no tiene importancia. No se llame a engao. Lennox es el tipo que buscamos. Estuvo all a es o de la una de la madrugada y se dirigi al pabelln de huspedes. El criado lo vio. R egres solo, unos veinte minutos ms tarde. Despus de eso, nada. Las luces siguieron encendidas. Esta maana, Lennox no estaba por ninguna parte. El criado se dirigi al pabelln de huspedes. Encontr a la dama en la cama, desnuda como una sirena, y permt ame que le diga que el criado no la reconoci por la cara. Prcticamente no tiene ca ra. Fue reducida a papilla con una estatuita de bronce. Terry Lennox no es capaz de hacer una cosa as dije . Con seguridad ella lo engaaba. Es asunto viejo y conocido. Ella siempre lo haca. Se haban divorciado y se volvieron a casar. Supongo que conocer el comportamiento de su mujer no lo hara muy feliz, pero, por qu iba a ponerse furioso de pronto?

Nadie lo sabe contest Green con toda pacien-cia . Pero es lo que pasa siempre. Tanto con los hombres como con las mujeres. Un tipo aguanta y aguanta y aguanta. Y de pronto no aguanta ms. Probablemente l mismo no lo sabe, ignora por qu en ese moment o deter-minado le agarra un ataque frentico, lo hace y hay alguien que muere. Es as como nosotros tenemos siempre trabajo. Es por eso que le formulamos una sola p regunta. Deje de andarse con vueltas o lo metemos adentro.

No va a decirle nada, sargento exclam Dayton en tono agrio . No ve que ley aquel libro sobre leyes? Co-mo mucha gente que lee libros de Derecho, parece que l piensa que ah dentro est la ley. Usted anote dijo Green y deje descansar el ce-rebro. Si se porta bien le dejaremos cantar arroz con leche en el saln de tertulia de la polica. Vyase al diablo, sargentito, si puedo decir eso con el debido respeto a su rango. Empiecen a pelear o agarrar. intervine yo, dirigindome a Green . Cuando l se caiga al suelo yo l

Dayton deposit con todo cuidado sobre la mesa el bloc y el bolgrafo. Se puso de pi e y le brillaron los ojos; dio unos pasos y se par frente a m. Levntese, vivillo! No crea que porque fui al colegio y tengo educacin voy a soportar burlas de un nadie como usted. Comenc a ponerme de pie y todava no haba logrado alcanzar el equilibrio completo, c uando me golpe. Me tir un gancho con la izquierda y luego un golpe cruzado. O campa nas, pero no las de la cena. Me sent medio marea-do y sacud la cabeza. Dayton perm aneca en el mismo lu-gar y sonrea. Probemos de nuevo dijo . Usted no estaba preparado. No fue un golpe limpio.

Mir a Green. Se estaba mirando el dedo pulgar como si se estuviera examinando un padrastro. No me mov ni pronunci una palabra, esperando que l me mirara. Si me para ba de nuevo, Dayton volvera a golpearme. Tambin poda hacerlo en ese momento si quera . Pero si yo me pona de pie y l me pegaba, yo lo hara pedazos porque sus golpes dem ostraban que l no era ms que un simple boxeador. Colocaba bien los golpes, pero ha ra falta mu-chos para poder voltearme. Green dijo en forma un tanto distrada: Buen trabajo, Billy, muchacho. Le diste al hombre exactamente lo que l andaba busc ando. Una buena torta. Entonces levant la vista y dijo con voz suave: Una vez ms, para que quede constancia, Marlowe. Cundo fue la ltima vez que vio a Terr y Lennox, dnde y cmo, qu es lo que hablaron y de dnde acaba de venir usted ahora? S o? Dayton segua parado, con aspecto despreocupado, pero en guardia. Sus ojos brillab an suave y dulcemente. Qu se sabe del otro tipo? De qu tipo me habla? El del pabelln de huspedes. Ella no tena ropa en-cima. No dir que fue all a jugar al olitario. pregunt, ignorando a Dayton.

Eso ya vendr despus , cuando agarremos al ma-rido. Esplndido! Si es que no les da demasiado trabajo una vez que ya tengan al chivo exp iatorio. Si no habla lo metemos adentro, Marlowe. Cmo testigo presencial? Me importa un pito que sea presencial o no. Como sospechoso. Sospechoso de compli cidad despus de co-metido un asesinato. Por haber ayudado a escapar a un sospecho so. Supongo que usted llev a ese tipo a alguna parte. Y, por el momento, todo lo que necesito es una su-posicin. El jefe est bravo estos das. Conoce el regla-mento, pero suele estar muy distrado, y esto podra ser una desgracia para usted. En una forma u otra le sacare-mos una declaracin. Cuanto ms difcil nos sea conseguirla, ms seguros estaremos de necesitarla. Eso no es ms que un juego para l Es un juego para todos e, decdase. dijo Dayton . Conoce el libro de leyes.

dijo Green con calma , pero todava surte efecto. Vamos, Marlow

Muy bien comenc . Hablemos claro. Terry Len-nox era mi amigo. Llegu a tenerle bastante afecto, lo bas-tante como para no echarlo a perder simplemente por que un polica me dice que cante. Usted tiene algo contra l, posiblemente mucho ms de lo que me ha dicho. El motivo, la oportunidad y el hecho de que Terry haya desaparecido. E l motivo es asunto viejo, neutralizado haca tiempo, casi era parte del trato que hicieron. No admiro esa clase de tratos, pero el muchacho es as , un poco dbil y muy dcil. El resto no significa nada, excepto que si l saba que ella haba muerto, saba t ambin que ante usted no tena defensa alguna. Cuando se haga la investigacin, si es que la realizan y me citan, tendr que contestar a las preguntas que me formulen. Pero no tengo que responder a las suyas. Comprendo que usted es un buen hombre, Green. En la misma forma que veo que su compaero es un tipo de mano rpida, que le gusta exhibir su fuerza y tiene complejo de guapo. Si usted quiere verme envuelt o en un lo verdadero, djelo que me golpee de nuevo y yo le romper su maldito bolgraf o en la ca-beza. Green se puso de pie y me mir con tristeza. Dayton no se movi. Era un tipo violent o e impulsivo. Necesitaba tener mucho tiempo libre para que le palmeara a uno la espalda.

Voy a llamar por telfono dijo Green . Pero s la respuesta que me darn. Usted es un jov ncito muy tierno, Marlowe, demasiado tierno. Por todos los diablos salga de mi ca mino! Esto ltimo iba dirigido a Dayton. Dayton se dio vuelta y fue a buscar su blo c. Green se dirigi hacia el telfono y levant el auricular lentamente; su cara simple y sencilla apareca surcada de arrugas y agobiada por su larga tarea, lenta e ingra ta. Eso es lo malo con los policas. Uno est preparado para odiarlos y de pronto se top a con uno que se porta como un ser humano. El comisario dijo que me llevaran y rpido. Me pusieron las esposas. No revisaron la casa, que pareca tenerles sin cuidado. P osiblemente calcularon que tendra demasiada experiencia para tener en casa algo q ue pudiera ser peligroso para m. En eso se equivocaban. Si hubieran buscado minuc iosamente habran encontrado las llaves del coche. Y cuando pescaran el coche, lo

que pasara ms temprano o ms tarde, veran que las llaves correspondan perfectamente y sabran que Terry haba esta do conmigo. En realidad, todo mi razonamiento no tuvo ningn valor, como se vio despus. El coch e nunca fue hallado por la polica. Lo robaron durante la noche, probablemente lo llevaron a El Paso, le adaptaron llaves nuevas, falsificando los papeles, y lo p usieron a la venta en la ciudad de Mxico. El procedimiento es de rutina. La mayora del dinero vuelve en forma de herona. Es parte de la poltica de buena vecindad, s egn dicen los trafican-tes. CAPTULO VII Aquel ao, el jefe de la Seccin Homicidios era el co-misario Gregorius, el tipo del polica que est siendo cada da ms difcil de encontrar, pero que de ninguna forma ha d esaparecido. Seis meses ms tarde fue acusado de perjurio en el Tribunal de Justic ia, puesto en libertad sin proceso y, poco tiempo despus, en su hacienda de Wyomi ng, un gran garan lo pate hasta matarlo. En aquel momento yo era su plato fuerte. Estaba sen-tado detrs del escritorio, si n americana y con las mangas arrolladas casi hasta los hombros. Era tan calvo co mo una bola de billar, y estaba criando grasa en la cintura como les pasa a todo s los hombres musculosos y fornidos cuando llegan a la edad madura. Los ojos era n de color gris acuoso. La nariz, grande, mostraba una verdadera red de capilare s rojizos. Estaba tomando caf, y por cierto que lo sorba ruidosamente. Las manos f uertes y toscas estaban cubiertas de vello espeso, y unos penachos de pelo grisce o asomaban por las orejas. Manose algo que haba en el escritorio y mir a Green. Green habl: Todo lo que conseguimos es que nos diga que no declarar nada, comisario. Lo fuimos a buscar porque en-contramos su nmero de telfono en la casa. Haba salido y no nos dijo adnde. Conoce a Lennox bastante bien y no quiere decir cundo lo vio por ltima vez. Quiere hacerse el guapo ar de idea. apunt Gregorius con to-no indiferente . Podemos hacerle cambi

Lo dijo como si no le importara la forma de conseguirlo. Probablemente le tena si n cuidado. Nadie se haca el guapo con l. La cuestin es que, en este asunto, el Fiscal de Dis-trito olfatea mucha atraccin pe riodstica. No podemos echar le la culpa, teniendo en cuenta quin es el amigo de la muchacha. Creo que lo mejor ser que hagamos cantar a este amigo. Me mir como si yo fuera una colilla de cigarillo o una silla vaca; yo era simpleme nte algo que se hallaba dentro de su lnea de visin pero que careca del todo de inte rs para l. Dayton destac en tono respetuoso: Es bien evidente que toda su actitud est encauzada a crear una situacin por la cual pueda negarse a hablar. Nos cit unos prrafos de la ley y me provoc hasta que tuve que ponerlo en vereda y darle una buena. Me sal de las casillas, comisario. Gregorius lo mir framente. Usted debe ser fcil de provocar, si este infeliz pudo hacerlo. Quin le sac las esposa s?

Green dijo que l lo haba hecho. Pngaselas de nuevo orden Gregorius . Bienapretadas. Vamos a hacerle entrar en razn.

Green comenz a ponerme las esposas.

Detrs de la espalda vocifer Gregorius. Green me puso las manos atrs y me espos. Yo es aba sentado en una silla dura. Apriete ms dijo Gregorius.

Green apret ms an. Empec a sentir las manos en-tumecidas. Por fin Gregorius me mir. Ahora puede hablar, y hgalo rpido. No le contest. Se reclin sobre la silla e hizo una mueca. Extendi la mano lentament e y agarr la taza de caf. Se inclin un poco ms hacia adelante. Me arroj la taza con f uerza; pude evitarla hacindome a un lado, pero me ca de la silla y fui a aterrizar en el suelo con el hombro contra el piso. Me di vuelta rodando y me levant lenta mente. Senta las manos muy entumecidas; insensibilizadas por completo. Los brazos comenzaron a dolerme. Green me ayud a sentarme en la silla. El caf haba mojado el respaldo y parte del as iento, pero casi todo haba cado al suelo. No le gusta el caf eflejos. coment Gregorius . Es un ti-po veloz. Se mueve rpido. Tiene buenos

Nadie dijo nada. Gregorius me mir con sus ojos acuo-sos . Oiga, seor. Una licencia de detective tiene tanta im-portancia como una tarjeta de visita. Ahora vamos a escu-char su declaracin; primero verbal. Ms tarde se la tom a-remos por escrito. A ver si la hace completa. Quisiera un relato detallado, di gamos, de todos sus movimientos desde la noche pasada, a las veintids horas. Dije detalla-do. Esta oficina est investigando un asesinato y el princi-pal sospechoso ha desapare cido. Usted est relacionado con l. El tipo pesca a la mujer engandolo y le destroza la cabeza hasta convertirla en un montn de carne cruda y huesos y pelo empapado en sangre. Todo eso con nuestra vi eja amiga, la estatuita de bronce. No es muy original, pero da resultado. Si ust ed cree que voy a permitir que un maldito detective me haga citas de la ley en u n caso como ste, entonces, seor, le aseguro que le esperan momentos muy difciles. N o hay en todo el pas una fuerza policial que pueda hacer su trabajo con un libro de leyes. Usted tiene informacin y yo quiero conocerla. Usted podra decir que no y yo podra no creerle. Pero usted ni siquiera dice no. No se haga el difcil conmigo ni se mande la parte. No ganar nada con eso. Empecemos. Me sacara las esposas, comisario? Puede ser. Abrevie. Si le dijera que no vi a Lennox en las ltimas veinti-cuatro horas, que no le habl y que no tengo idea de dnde puede estar , estara satisfecho, comisario? Puede ser , si es que le creyera.

pregunt . Quiero decir, si hiciera una declaracin.

Si le dijera que lo he visto y dnde y cundo, pero que no tena idea de que hubiera as esinado a alguien o de que se hubiera cometido algn crimen, y que adems no s dnde po dra estar en este momento, esto no lo satisfara en absoluto, no es cierto?

Con ms detalles podra escuchar. Cosas como dnde, cundo, qu aspecto tena, lo que se h y adn-de se dirigi. Podramos llegar a algo. As dije a lo que podramos llegar es a que me convierta en un cmplice.

Se le hincharon los msculos de las mandbulas. Sus ojos tenan el color del hielo suc io. Entonces?

No s dije . Necesito consejo legal. Me gustara cooperar. Qu le parece si viniera aqu ien de la ofici-na del fiscal del distrito? Dej escapar una risa breve y ronca, pero se puso se-rio de golpe. Se levant lentam ente y dio la vuelta alrede-dor del escritorio. Se acerc a m, se inclin con la mano apoyada sobre la mesa y sonro. Entonces, sin cambiar de expresin me golpe al costa do del cuello con un puo que pareca un trozo de hierro. Gregorius segua con la mano izquierda apoyada sobre el escritorio y se inclin hacia m, sonriendo todava. Su vo z pareca venir de muy lejos. Yo sola ser duro, pero me estoy volviendo viejo. Us-ted recibe un buen puetazo, seor , y es todo lo que va a sacar de m. En la crcel tenemos muchachos que deber-an esta r trabajando en los corrales de ganado. Quiz no debiramos tenerlos porque no son m ozos amables y de puo limpio como este Dayton. No tiene cuatro hijos y un jardn co n rosas como Green. A ellos les interesan otros entretenimientos. Se le ocurren a lgunas otras cosas origi-nales que decir, si es que va a molestarse en decirlas? No, mientras tenga las esposas puestas, comisario. Hasta decir esto me doli.

Se inclin an ms y me envolvi con fuerza el olor de su sudor y de su aliento ptrido. D espus se enderez, dio la vuelta, volvi al escritorio y se sent sobre sus slidas nalga s. Agarr una regla de tres cantos y desliz el pulgar a lo largo de uno de los bord es como si se tratara de un cuchillo. Al cabo de un instante mir a Green. Qu est esperando, sargento? Ordenes. Green arrastr la palabra como si abo-rreciera el sonido de su propia voz. Es necesario drselas? Usted es un hombre de ex-periencia, al menos eso dicen sus an tecedentes. Quiero una declaracin detallada de los movimientos de este hombre dur ante las ltimas veinticuatro horas, o tal vez ms; esto por ahora y para empezar. Q uiero saber lo que ha hecho durante cada minuto de ese lapso. La quiero firmada, con testigos y verificada. La necesito para dentro de dos horas. Despus quiero q ue l vuelva aqu limpio, pulcro y sin una marca. Y una cosa ms, sargento Hizo una pa usa y dirigi a Green una mirada que hubiera dejado congelada a una patata recin sa cada del horno. la prxima vez que a un sospechoso yo le haga al-gunas preguntas corteses, no quiero que se quede inmvil, mirando como si le hubiera arrancado la oreja al tipo. S, seor Green se volvi hacia m . Vamos dijo en tono malhumorado.

Gregorius me mostr los dientes. Necesitaban una buena limpieza. Salgamos, amigo.

S, seor dije cortsmente . Con toda seguridad no fue sa su intencin, pero me hizo un . Con ayuda del detective Dayton, me resolvi un problema. A ningn hombre le gusta traicionar a un amigo, pero por usted yo no traicionara ni a un enemigo. Usted no slo es un gorila; es un incompetente. No sabe cmo conducir una investigacin sencil la. Yo estaba haciendo equilibrio sobre la hoja de un cuchillo y usted hubiera p odido hacer que me inclinara para un lado u otro. Pero tuvo que aprovecharse de m, tirarme caf a la cara y usar sus puos cuando estaba en una situacin en que lo nico que poda hacer era aguantar. De ahora en adelante no le dir ni la hora del reloj que est en su propia pared.

Por alguna extraa razn permaneci inmvil en su si-lla y me dej hablar. Despus sonri s ticamente. Usted no es ms que el clsico tipejo que odia a la polica, amigo. Eso es todo lo que es usted, amiguito; sim-plemente un tipejo que odia a la polica. Hay lugares donde no se odia a la polica, comisario. Pero en esos lugares usted no sera polica. Tambin aguant eso. Me imagino que poda hacerlo. Probablemente haba odo cosas peores m uchas veces. En aquel momento son el telfono de su escritorio. Mir hacia el aparato e hizo un ge sto. Dayton dio rpida mente la vuelta al escritorio y descolg el auricular. Oficina del comisario Gregorius. Habla el detective Dayton. Escuch con atencin y en su frente se form una pe-quea arruga que casi uni sus hermosa s cejas. Dijo sua-vemente: Espere un momento, por favor, seor. Alcanz el telfono a Gregorius. El Comisionado Albright, seor. Gregorius frunci la cara. S? Qu quiere ese cretino? Habla Gregorius, Comisionado. Escuch durante unos instantes. S; est aqu en mi oficina, Comisionado. Le estuve haciendo algunas preguntas. No quie re cooperar. No quiere cooperar para nada. Cmo? Cmo dijo? de pronto torci la cara en na mueca feroz. La sangre enrojeci su frente pero la voz no cambi de tono . Si sa es una orden directa, debera venirme del Jefe de Detectives, Comisionado Seguro. Dar l os pasos necesarios mientras me llega la confirmacin. Seguro Diablos, no. Nadie le ha puesto la mano encima S, seor en seguida. Colg el auricular. Me pareci que la mano le temblaba un poco. Me observ detenidamen te y luego mir a Green. Squele las esposas orden con voz inexpresiva.

Tom el telfono, lo sostuvo un momento y su cara se suaviz

Green abri la cerradura. Me frot las manos esperan-do los pinchazos y puntadas ind icadores de que la sangre comenzaba a circular. Inscrbalo en la crcel del distrito dijo Gregorius hablando con lentitud . Sospecha de

asesinato. El fiscal del distrito ha sacado el caso de nuestras manos. Hermoso s istema el que tenemos aqu. Nadie se movi. Green estaba cerca de m, respirando en forma agitada. Gregorius lev ant la vista y mir a Day-ton. Qu est esperando, pedazo de bobo? Que le sir-va un helado, tal vez? Dayton habl con voz sofocada: Usted no me dio rdenes, jefe.

Maldito sea, dgame seor! Soy jefe para los sargentos y los de ms arriba. No para uste d, muchacho. No para usted. Afuera.

S, seor. Dayton se dirigi rpidamente hacia la puerta y desapareci. Gregorius se puso pie, se acerc a la ventana y permaneci parado de espaldas a la habita-cin. Vamos movindonos murmur Green en mis odos evo en la cara dijo Gregorius desde la ventana. Squemelo de aqu antes de que le golpee

Green fue hasta la puerta y la abri. Me encamin hacia la salida. De pronto Gregorius vocifer: Espere! Cierre esa puerta!

Green la cerr y se apoy en ella. Venga aqu! ladr Gregorius dirigindose a m.

Yo no me mov. Permanec inmvil mirndolo. Green tampoco se movi. Se produjo un silencio impresionante. Entonces Gregorius atraves la habitacin muy lentamente y se par fre nte a m. Las puntas de nuestros pies se toca-ron. Meti las manos grandes y toscas en los bolsillos y se balance sobre sus talones. Nadie le ha puesto la mano encima dijo en voz ba-ja, como si hablara consigo mismo . Sus ojos tenan una mirada lejana e inexpresiva. La boca se mova convulsiva-mente . De pronto me escupi en la cara y retrocedi. Eso es todo, gracias. Se dio vuelta y se acerc a la ventana. Green abri de nuevo la puerta. Mientras sala, saqu el pauelo y me limpi la cara. CAPTULO VIII La celda N. 3 del pabelln de delincuentes menores tena dos literas, tipo camarote, pero el pabelln no estaba muy lleno, de modo que tuve la celda para m solo. En el pabelln de delincuentes menores se trata bastante bien a la gente. Dan dos frazad as, ni sucias ni limpias y un colchn apelotonado de cinco centmetros de espesor qu e va encima de un elstico de metal entretejido. Hay inodoro con depsito de agua co rriente, lavabo, toallas de papel y jabn gris de consistencia arenosa. El edifici o es limpio y no huele a desinfectante. Abundan los presos de confianza, encarga dos de la limpieza. Los guardias de la crcel vigilan a los presos y hacen la vista gorda. A menos que uno sea borracho o psicpata o acte como tal, permiten a los presos que tengan cig arrillos y fsforos. Hasta la audiencia preliminar uno conserva su propia ropa. De spus se usa la ropa de la crcel, el traje de presidiario, sin corbata, ni cinturn, ni cordones de zapatos. Uno se sienta en la litera y espera. No hay otra cosa qu

e hacer. El pabelln de los borrachos no es tan bueno. No hay litera, ni silla, ni frazadas , nada. Los tipos se acuestan so-bre el piso de cemento. Se sientan en el inodor o y vomitan sobre su propio cuerpo. Aquello es el fondo de la miseria. Yo lo he visto. Aunque todava era de da, las luces del techo estaban encendidas. Las luces se mane jaban desde afuera de la puerta de acero de la dependencia. Se apagaban a las nu eve de la noche. Nadie entraba ni deca nada. Uno poda estar en la mitad de una fra se del diario o