4. Perspectivas Teoricas Para El Estudio de Los Movimientos Sociopoliticos en America Latina- Cambio...

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    De Raz Diversa vol. 3, nm. 5, enero-junio, pp. 95-124, 2016

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    Perspectivas tericas para el estudio de los

    movimientos sociopolticos en Amrica Latina:cambio de poca o dcada perdida?*1

    M M**2 M I***3

    R:Durante aproximadamente una dcada, que abarca el ltimo lustrodel siglo y el primero del , Amrica Latina vivi un ciclo de movilizacinsociopoltica de extraordinario vigor, a la luz del cual se produjo una notableefervescencia terica y conceptual en el campo de los estudios de los movimien-tos sociopolticos, la accin colectiva y los procesos de subjetivacin poltica.En este artculo sostenemos que, pese a que es posible reconocer ejercicios su-

    gerentes de problematizacin terica, no se ha configurado an un paradigmaalternativo para la comprensin de los procesos de movilizacin sociopolticaque pudiera desplazar, en los anlisis acadmicos y en el campo intelectual, a lasteoras y enfoques predominantes, de origen europeo y norteamericano. Paraexplicar la relativa inconsistencia, dbil articulacin e insuficiente proyeccinde esos esfuerzos tericos ensayamos algunas hiptesis que se relacionan confactores histricos y estructurales de la configuracin de las ciencias sociales enla regin, y con actitudes y posturas epistemolgicas y polticas de los acadmi-cos crticos latinoamericanos que traslucen una nueva conceptualizacin sobrelos movimientos sociales y la construccin del conocimiento.

    P : movimientos sociales, accin colectiva, sociologa poltica,teora social.

    A: During almost a decade that comprises of the last part of the20th century and the first years of the 21 st century, Latin America lived anextraordinarily vigorous cycle of socio-political mobilization. In light of theseevents a remarkable theoretical and conceptual effervescence in the field ofthe sociopolitical movements studies, the collective action and the processesof political subjectivization was produced. In this article, the authors arguethat although it is possible to recognize suggestive exercises about theoreticalproblematization, an alternative paradigm to understand the processes of socialand political mobilization that could displace, in academic analysis and in the

    * Este artculo forma parte del proyecto de investigacin - -303813, Sub-alternidad, antagonismo y autonoma en los movimientos socio-polticos en Mxico yAmrica Latina, coordinado por Massimo Modonesi.** Historiador y socilogo; profesor titular de la Facultad de Ciencias Polticas y Socialesde la .*** Sociloga, doctora en Estudios Latinoamericanos de la .

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    intellectual field, the prevailing theories and approaches from Europe and the has not been set up yet. To explain this relative inconsistency, weak coordinationand insufficient projection of these theoretical efforts, the authors test some

    hypotheses that relate to historical and structural factors shaping the socialsciences in the region, and to epistemological and political attitudes and positionsof Latin American critical scholars that foreshadow a new conceptualization ofsocial movements and the construction of knowledge.

    K: Keywords: social movements, collective action, political sociology,social theory.

    R: 06 de mayo de 2015. A:20 de mayo de 2015.

    A lo largo de diez aos, desde mediados de los aos noventa hasta me-diados de la siguiente dcada, Amrica Latina fue el escenario de la irrup-cin de una serie de luchas populares antineoliberales, un ciclo de movili-zacin sociopoltica caracterizado por el crecimiento sostenido deprotestas siempre ms politizadas y extendidas. Esta acumulacin defuerzas permiti pasar de la subalternidad y la resistencia a posturas yprcticas antagonistas que lograron modificar los equilibrios polticosgenerales cuando, en el primer lustro del siglo , se intensificaron y am-pliaron las luchas dando lugar a acontecimientos destituyentes, institu-

    yentes y constituyentes que debilitaron y desplazaron a las fuerzas polti-cas neoliberales forzando un giro progresista en el gobierno de la mayo-ra de los pases de la regin(Modonesi, 2008).

    Este ciclo de luchas y movimientos sociales con vocacin, proyeccin yeficacia poltica ha, sin duda, revitalizado el pensamiento crtico latinoa-mericano y, en este marco, reposicionado el estudio de los movimientossociales y la accin colectiva y, como trataremos de sostener, trastocadosus pautas. Mltiples y diversos estudios surgidos en los espacios acad-micos, y fuera de ellos, han buscado caracterizar esas formas emergentesde protesta y de movilizacin, la especificidad de los actores sociales quelas protagonizaban, sus identidades, el tipo de reivindicaciones enarbo-ladas, sus capacidades organizativas y los alcances y lmites de sus hori-zontes emancipatorios. El notable aumento cuantitativo de los estudiosen torno a estas temticas puede medirse en el crecimiento exponencialde ponencias en los Congresos de y , de seminarios, cursos,grupos de trabajo y publicaciones sobre movimientos sociales, as comoen la creacin de diversos observatorios de conflicto social (entre los que

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    destac el Observatorio Social de Amrica Latina de y la revistaque le corresponda).1

    Sin embargo, dos dcadas despus del inicio de la emergencia de luchassociales que provocaron la crisis del neoliberalismo y que abrieron pro-cesos de cambio y reformas polticas, resulta oportuno preguntarse por elalcance cualitativo, por la acumulacin y el impacto tericos que pudieronresultar de la atencin y los esfuerzos analticos centrados en los movi-mientos sociales y polticos. Dicho de otra manera, es pertinente indagaren qu medida el llamado cambio de poca, de clima poltico, impuls unaequivalente transformacin epocal en las ciencias sociales de la regin,en particular en la sociologa poltica y los estudios de la accin colectivay los movimientos sociales, a contracorriente del giro conservador de la

    transitologa que produjo una interpretacin a-conflictiva de la poltica,vinculada a la preocupacin por la gobernabilidad, la representacin y losprocesos de institucionalizacin, generalmente focalizada en el estudio delos sistemas electorales y de partido.

    La hiptesis fundamental que queremos esbozar es que, a pesar de lascondiciones particularmente propicias, que debieron y pudieron favorecerun florecimiento de nuevos enfoques y aproximaciones y un proceso derenovacin terica, se aprecian slo aportaciones parciales y, aunque pu-dieran rastrearse ejercicios sugerentes, no se observan las condiciones para

    que ocurra un cambio de paradigmas respecto de las teoras dominantes2

    o1 Tambin ha sido notable el florecimiento de universidades de corte popular preocupa-das por la construccin de un conocimiento social desde y para los movimientos sociales:Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (Argentina), Escola Nacional FlorestanFernandes (Brasil), UnipopInstituto Universidade Popular (Brasil), Universidad de laTierra (Mxico), Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos IndgenasAmawtay Wasi (Ecuador), etc.2 Nos referimos a los paradigmas de la accin colectiva de mayor circulacin, no slo enAmrica Latina. Estos son, a grandes rasgos, tres. En primer lugar, la Teora de la Movili-zacin de Recursos (McCarthy y Zald), que recupera los principios neoutilitaristasde la lgica estratgica y los clculos coste-beneficio para aplicarlos a los procesos de

    movilizacin, enfatizando la dinmica interna del movimiento, esto es, su capacidad decaptar y movilizar recursos para presionar a las autoridades en pro de una demanda espe-cfica. En segundo lugar, el enfoque de las Estructuras de Oportunidad Poltica (), delproceso poltico o la poltica contenciosa (Tilly y Tarrow), que constituye un esfuerzode corte tanto histrico como estructural por comprender el desarrollo de la accin colec-tiva, y los factores que facilitan o inhiben la ocurrencia de eventos de protesta, en estrechainterdependencia con el papel del Estado. Y, en tercer lugar, el paradigma de los NuevosMovimientos Sociales, cuyo desarrollo se ha dado principalmente en Europa (donde esposible distinguir varias escuelas: la francesa, de Touraine, la alemana de Offe y Haber-

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    que se asiente un piso firme de teorizaciones como antesala de la elabora-cin de slidas alternativas tericas. Si bien los debates y las aportaciones

    tericas fueron importantes y significativos y merecen ser reconocidos ydestacados, a nuestro parecer, no alcanzaron o no alcanzan todava paraconformar cuerpos tericos susceptibles de disputar a las teoras dominan-tes tanto el campo acadmico en el cual se desarrollan las investigacionescomo el ms amplio campo intelectual donde se gestan las coordenadas ge-nerales de las principales interpretaciones sobre los movimientos sociales.

    Un florecimiento terico implicara que, desde la tradicin del pensa-miento crtico latinoamericano, se emprendiera amplia y difusamente latarea de construir o reconstruir deliberaday sistemticamenteconceptoso perspectivas tericas aun de medio alcance para explicar esas lu-

    chas y movimientos sociales que, a todas luces, rebasaron la capacidadexplicativa de los marcos tericos dominantes y desafiaron sus postuladosfundamentales. Constatamos, en efecto, un desfase entre la difundida in-satisfaccin que producen esas propuestas tericas y la escasez o virtualausencia segn la menor o mayor severidad en su evaluacin, de pers-pectivas alternativas que cumplan tanto con ciertos requisitos de solidezterica como con la posibilidad de convertirse operativamente en apues-tas metodolgicas.

    Al mismo tiempo, antes de interrogarnos sobre estos lmites, es nece-

    sario revisar y valorar el vaso medio llenode la produccin y los debatestericos que surgieron al calor de la conflictualidad y las movilizacionesque sacudieron el escenario poltico a partir de mediados de los aos 90.

    En efecto, la evidencia de un proceso poltico que alcanzaba proyeccinregional propici una preocupacin latinoamericana en la investigacinsobre movimientos sociales, lo cual redund en una mayor sensibilidadsupranacional y en el incremento de estudios comparativos.3 Por obvias

    mas, la italiana, de Melucci, y la holandesa, de Klandermas), y que parti enfatizando lasdimensiones de ruptura de los frente al movimiento obrero, en relacin con las formas

    de organizacin y de accin, los valores y la identidad de los actores respecto de reivindi-caciones fundamentalmente culturales, de reconocimiento. No incluimos la corriente delframe analysis(Benford-Snow) no porque no se haya difundido ampliamente sino porquesu alcance ms limitado no lo configura como un paradigma general de comprensin delos fenmenos y procesos de la accin colectiva.3 Generalmente dos o tres casos. Hay que sealar que existen pocos trabajos en este pe-riodo (1995-2015) que aborden la problemtica de los movimientos sociales tratando deconstruir una mirada de conjunto (Cecea, 2002; Seoane, 2003; Bruckmann y Dos Santos,2005; Dvalos, 2005; Seoane, Taddei y Algranati, 2006; Sader, 2008; Rebn y Modonesi,

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    razones, los esfuerzos parecen haberse concentrado en aquellos pases enlos que el desafo planteado por los movimientos sociales ha sido ms

    profundo: Argentina, Bolivia, Ecuador; y en algunas experiencias particu-lares en pases del peso de Brasil y Mxico, en donde haban sido pioneroslos anlisis sobre el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra () yel Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (). Asumiendo comopremisa cierta correspondencia entre ciclos de movilizacin y procesosde construccin del conocimiento, a mayor importancia e impacto delos movimientos, ms esfuerzos y resultados en trminos de estudios yanlisis, sin olvidar el efecto multiplicador ligado a la densidad de las ins-tituciones universitarias que, para contrastar los casos emblemticos, esmuy distinta en Brasil, Mxico y Argentina en comparacin con Bolivia,

    Ecuador y Venezuela. No es posible desagregar cabalmente en este ensayoel anlisis de los saldos nacionales de las investigaciones sobre movimien-tos nacionales, los cuales por lo dems tuvieron temporalidades, ritmos yfocos de atencin diferentes, a los que nos referiremos parcialmente en lasgeneralizaciones que sostendremos a continuacin.4

    La exposicin de nuestros argumentos empezar por reconocer e iden-tificar las principales aportaciones en torno a algunos focos y debates te-mticos que permiten valorar ciertos giros tericos para posteriormentecentrarnos en la problematizacin del estado y la proyeccin de las teo-

    rizaciones, es decir primero veremos los alcances y posteriormente loslmites de las tendencias en curso.

    2011). En una primera aproximacin a un recorte bibliogrfico no parece adecuado excluirpor una simple cuestin nominalista, aquellos trabajos que no se refieren explcitamente alos movimientos sociopolticos toda vez que la falta de consenso sobre cmo denominara las acciones de protesta y de movilizacin constituye uno de los rasgos de la produccin

    latinoamericana reciente, pero que abordan el problema de la constitucin de subjeti-vidades polticas y de la transformacin social y que, por lo tanto, dialogan implcita oexplcitamente con los estudios especficos sobre movimientos sociales.4 No existen a la fecha estados del arte por pas que permitan soportar el anlisis transver-sal que queremos sostener. Reconocemos, por lo tanto, que nuestras reflexiones se basansobre una mirada de conjunto no exhaustiva ni sistematizada y, por ende, con un alto gra-do de arbitrariedad. Al mismo tiempo las consideramos vlidas como hiptesis de trabajopara futuras investigaciones a profundidad y como apuntes que pretenden suscitar unareflexin crtica, abrir un debate, sin negar su alcance polmico.

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    Seales de un cambio de poca: focos, debates y giros tericos

    Hay que resaltar los esfuerzos del pensamiento crtico latinoamericanopara renombrar y resignificar ciertas dimensiones, aspectos o caracters-ticas de los conflictos sociales y de los actores sociopolticos, que apare-cen como novedosas o fueron renovadas respecto a dcadas anterioresen Amrica Latina y tambin en relacin con procesos de conflictualidadsocial en otras regiones del planeta. La tendencia predominante en lasciencias sociales latinoamericanas ha sido realzar el carcter distintivo ynovedoso de los movimientos sociales latinoamericanos recientes, lo cualtraslucira los lmites de las teoras europeas y norteamericanas sobremovimientos sociales y desafiara la comprensin y conceptualizacin de

    esos fenmenos a partir de enfoques alternativos.A nivel temtico, los principales focos y debates tericos emergentes

    que queremos destacar se refieren a: 1) la territorialidadde los conflictossociopolticos recientes; 2) la emergencia poltica de las comunidades in-dgenasy, con ellas, laforma comunitariacomo dinmica de construccinde subjetividades polticas alternativas; 3) la construccin de autonomascomo experiencia cotidiana que se expresa en la prcticas autogestiona-rias de muchos colectivos y organizaciones sociales y como horizonteemancipador; y, por ltimo, 4) la relacin con el Estadoy replanteamiento

    de su lugar en la estrategia emancipatoria, que conlleva una mutacin enla forma de hacer polticade los movimientos sociales latinoamericanos.La seleccin de estos nudos problemticos se justifica por su emergen-

    cia cualitativa y cuantitativamente porque se trata de temas que ocuparonel centro del debate poltico, intelectual y acadmico y, por ello, tambinfueron objeto de una extensa produccin.5Por otra parte, se trata de di-mensiones que tienden a conectarse y, por lo tanto, seran susceptibles dearticularse, constituyendo la plataforma problemtica sobre la cual podrany deberan montarse las coordenadas analticas de nuevas o renovadas

    5 Es indicativo de estas tendencias el anlisis de los materiales producidos y los grupos detrabajo impulsados por , ya que result un lugar de convergencia latinoamericanacon un sello progresista, marcado por el inters por la emergencia de los movimientos an-tineoliberales y el cambio de poca, dirigido por dos intelectuales claramente identificadosy comprometidos con las demandas que enarbolaban las luchas. Para una sistematizacinanterior de los principales ejes temticos que articularon la discusin en relacin con losmovimientos sociales latinoamericanos en las ltimas dcadas, vase el n 30 de la revista, y especficamente los trabajos de Iglesias (2011) y Parra (2011).

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    elaboraciones tericas. Si bien estas discusiones se sumaron a una agen-da existente, no la desplazaron, aunque hay que reconocer que, en ciertos

    puntos y aspectos, hubo colisin y empujes con relacin a la centralidad oprimaca de una dimensin u otra. No nos referiremos a otras dimensioneso temas ms clsicos, aunque sea posible rastrear tambin en estos terrenosnovedades y aportaciones, en la medida en que estamos tratando de poneren evidencia un rasgo de poca ms que hacer un recuento puntual.

    Territorialidad

    Quizs la dimensin analtica emergente ms aceptada y difusa ha sido lade la territorializacinde los conflictos sociopolticos, hasta el punto de

    que algunos autores han considerado que se es el rasgo constitutivo delos movimientos sociales latinoamericanos recientes (Porto-Gonalves,2003, 2005 y 2008; Svampa, 2007 y 2012, entre otros), los cuales hansido definidos, especficamente, como movimientos socio-territori-ales o socio-ambientales. La importancia de la construccin de nuevasterritorialidades (Zibechi, 2003), tanto en el campo como en la ciudad,radica en que el territorio se concibe como un espacio de reapropiacin,resistencia, re-significacin y tambin de creacin de nuevas relacionessociales (Svampa, 2007). Implica la configuracin de nuevas relaciones y

    de nuevas formas organizativas; no es slo reivindicacin de tierra (comobien productivo) o de vivienda (como bien habitacional) sino de es-pacios para reconstruir relaciones sociales ms solidarias, comunitarias,que piensan el territorio de manera integral, soldado con la cultura y laposibilidad de una vida digna (Svampa y Pereyra, 2003).

    El nfasis en la dimensin territorial de los conflictos ha consideradotambin el examen de la fase del capitalismo neoliberal y del predominiodel modelo de reprimarizacin de la economa, que supuso la intensifica-cin de los procesos de extraccin y explotacin de los recursos naturales.Este modelo implic, en la ciudad, la privatizacin y la inclusin en las

    lgicas mercantiles de sectores urbanos (y de servicios), que anteriormen-te haban permanecido al margen del mercado, originando la expulsinde ellos (gentrificacin y elitizacin) de amplias capas de la sociedad; y,en el campo, el recrudecimiento de los procesos de expansin del modode produccin capitalista a nuevas regiones y territorios antes inexplo-rados. La minera a cielo abierto, las represas, la construccin de otras

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    grandes infraestructuras, etc. estn en el centro de muchos de los con-flictos sociopolticos de las ltimas dcadas. El anlisis de esta dimensin

    parece fundamental porque permite vincular el examen de los procesos desubjetivacin poltica con los aspectos estructurales referidos al modo deproduccin, tendiendo puentes entre dos perspectivas que a menudo hantendido a pensarse como excluyentes. De hecho, la tensin entre la especi-ficidad y la bsqueda de una identidad compartida, comprobable empri-camente, parece reproducirse a nivel de la teora, entre aquellos enfoquesque privilegian y valorizan la particularidad de los fenmenos en cuestiny los que buscan construir una mirada que resalte las confluencias y arti-culaciones. La base estructural conformada a partir de los procesos dereprimarizacin de la economa, intensificacin de la explotacin de los

    recursos naturales, deslocalizacin productiva, extensin de la explota-cin laboral ms all de la fbrica, privatizacin de los servicios bsicos,etc. ha sido trabajada como el piso comn sobre el que tender puentes decomunicacin entre las distintas experiencias referidas a esos procesos.

    La instalacin de los llamados gobiernos progresistas fruto, en formams o menos directa, de esos procesos de movilizacin sociopoltica, noha disminuido la importancia de la dimensin territorial de los conflictosy, en algunos casos, parece haberla acrecentado. As, los anlisis sobreel efecto del aumento del precio mundial de algunos commodities en las

    polticas pblicas, la caracterizacin de la poltica econmica y del ho-rizonte estratgico de esos gobiernos como neo-desarrollismo y neo-ex-tractivismo, siguen sealando al territorio y el tipo de relaciones que loconstruyen como el centro de las dificultades que presenta la relacinentre gobiernos progresistas y movimientos sociales (Svampa, 2008).

    Comunidad

    La dimensin territorial se relaciona, a su vez, con el protagonismo que hanadquirido los movimientos indgenas en este nuevo ciclo de conflictuali-

    dad sociopoltica. Efectivamente la movilizacin de muchas comunidadesindgenas se produce como respuesta a los procesos de privatizacin y desobreexplotacin de sus recursos naturales, en una estrategia del capitalque se ha definido como acumulacin por desposesin (Harvey, 2004).Este concepto ha sido retomado por varios analistas latinoamericanos(Svampa, 2010) y, en algunos casos, reformulado como acumulacin por

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    despojo (Seoane, 2012). La implantacin y profundizacin de las prcti-cas de despojo ha sido posible (o ha requerido) el despliegue de un nuevo

    imperialismo o de un neoliberalismo de guerra (Gonzlez Casanova,2002) o neoliberalismo armado (Taddei, 2002) que se ha caracterizadopor la creciente militarizacin de las relaciones sociales.

    Ese proceso se ha analizado tambin como la reedicin, y el carcterrecurrente, de los procesos de acumulacin primitiva, por cuanto stossuponen la divisin de comunidades, la privatizacin y expropiacin detierras y de otros recursos naturales y el saqueo, siempre que el capitalis-mo requiere dar un nuevo impulso a su afn acumulativo. As considerada,la llamada acumulacin primitiva destruy el poder de las comunidadesrurales, debilit las relaciones sociales basadas en la colaboracin, despro-

    vey a los sectores populares de los medios de subsistencia garantizadospor el usufructo de los commons e introdujo profundas divisiones en elinterior del proletariado como las de gnero, raza y edad que sirvenpara intensificar y ocultar la explotacin (Federici, 2010: 90). Varios tra-bajos latinoamericanos abordan los procesos de expropiacin y despojode las comunidades indgenas y campesinas campesindias, a decir deBartra (2010) a partir de esas claves analticas; de ah la importancia queha adquirido el concepto de commons o de lo comn en las luchasanticapitalistas actuales en la regin. Y no slo en relacin con el mbito

    rural, sino tambin frente a las estrategias de cercamiento de territo-rios, de cuerpos y de saberes experimentadas en las ciudades.La emergencia poltica de las comunidades indgenas en los procesos

    de conflictualidad sociopoltica en algunos pases de la regin ha apre-miado el cuestionamiento acerca de los procesos de constitucin de losactores protagonistas de la transformacin social. A la par de un juicio alsujeto (Guido y Fernndez, 1990) en Amrica Latina, que supuso el cues-tionamiento del movimiento obrero en su configuracin tradicional, y elabandono de la nocin de clase social (Vilas 1995), el influjo de la teorade los nuevos movimientos sociales insufl la idea de la radical diferenciaentre el viejo movimiento obrero y los nuevos movimiento sociales.Pero varios autores latinoamericanos han cuestionado esta contraposicintoda vez que cuantitativamente las organizaciones laborales han seguidoteniendo un peso significativo en la organizacin de la protesta, como hanconstatado los comits de seguimiento y anlisis de coyuntura de (Seoane, Taddei y Algranati, 2011) y han puesto en duda que el enfoque

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    europeo de los Nuevos Movimientos Sociales sirva para caracterizar lanovedad de la conflictualidad social latinoamericana reciente, definida

    por la preeminencia de los sectores populares y no de las clases medias.Adems, se han realizado esfuerzos por repensar la condicin obrera delas clases populares latinoamericanas, y el papel del trabajo en los proce-sos actuales de conflicto social y poltico (Antunes, 2013). 6

    En los anlisis sobre movimientos sociales en la actualidad se reprodu-ce, aunque no siempre de manera explcita, las tensiones entre los enfo-ques que valorizan los procesos de constitucin subjetiva y aquellos queenfatizan los condicionamientos econmico-estructurales. Una nocin dela clase social como un concepto esencialmente estructural y socio-eco-nmico dificulta su articulacin con la nocin de movimientos sociales,

    que enfatiza la dimensin cultural y el carcter procesual y relacional desu constitucin. En cambio, una comprensin de la clase tambin en tr-minos relacionales y socio-polticos facilita establecer vinculaciones entreambos conceptos.

    Por otra parte, la emergencia de los movimientos indgenas no se sitaexclusivamente en el campo del reconocimiento de su identidad y cultura,y de su inclusin y representacin, sino que cuestiona la propia confor-macin del Estado liberal y de las pretensiones de universalidad de ste,condicin que implica repensar el Estado, la poltica, y la democracia re-

    presentativa (Dvalos, 2005). La movilizacin indgena combina la dimen-sin identitaria con la reivindicacin econmica, y no puede reducirse auna sola de estas dimensiones, sin riesgo de incurrir en determinismos eincomprensiones severas del fenmeno en cuestin. El protagonismo ind-gena es examinado, entonces, no slo en relacin con la dimensin iden-titaria, como bsqueda del reconocimiento, sino tambin como respuestaa los procesos de expropiacin y saqueo de los recursos naturales y comoreserva y prefiguracin de otro tipo de relaciones sociales y de vinculacincon la naturaleza. En ese sentido, algunos autores han revalorizado la no-cin de comunidad como dispositivo poltico (Garca Linera, 2001 y 2009;Prada, 2008; Gutirrez, 2009), anclados en su conocimiento vivencial delas comunidades indgenas andinas, recuperando aspectos fundamentalesde la forma comunidad en trminos de Garca Linera para pensar la

    6 La preeminencia de la dimensin popular para caracterizar a los movimientos socialeslatinoamericanos se ha verificado en la revitalizacin de la hiptesis nacional-popular (vertoda la corriente que remite a Ernesto Laclau pero tambin Garca Linera, entre otros).

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    transicin del capitalismo a otro modo de existencia centrado en la valo-rizacin de la vida y de la naturaleza condensado en la expresin sumak

    kawsayo suma qamaa. Estos trabajos exploran la vinculacin existenteentre las caractersticas de la comunidad (indgena) y las ms recientesmovilizaciones que han protagonizado los pueblos andinos.

    Autonoma

    La dimensin comunitaria de los movimientos sociales latinoamericanostrasciende el mbito de las comunidades indgenas y se pone de mani-fiesto tambin en otras experiencias rurales y urbanas vinculadas con labsqueda de autonoma y las prcticas autogestionarias. La nocin de

    autonoma, exaltada desde algunas perspectivas como la nica forma detransformacin sustantiva de la sociedad, se ha complejizado al entenderque no es slo una forma organizativa sino tambin un fin estratgico.De esta manera, la autonoma se entiende como la independencia de losmovimientos sociales respecto de los partidos polticos y de los gobiernos,como la preservacin de espacios y dinmicas de decisin propias, perotambin como ampliacin de las capacidades del movimiento en relacincon la construccin de la vida educacin, salud, vivienda, autogobier-no, etc. que constituyen fines en s mismas. Sin embargo, desde otras

    perspectivas, y a menudo desde los propios movimientos sociales, la au-tonoma aparece no tanto como una bsqueda sino como una condicinforzada, de carcter defensivo, aunque a posteriori pueda ser valoraday reclamada conscientemente. En todo caso, la preeminencia de lgicasautnomas y prcticas autogestionarias sugiere una mirada desde los mo-vimientos sociales ms crtica que en el pasado respecto de las posibilida-des de transformacin mediante la institucionalidad gubernamental y setraduce en una actitud ms vigilante en relacin con sus representantes.

    Las dimensiones territoriales y comunitarias se vinculan con los esfuer-zos por profundizar la autonoma de los movimientos sociales. Las prc-

    ticas autogestionarias, a menudo forzosas, permitieron la reconstruccinde lazos sociales erosionados por las polticas neoliberales, la reduccindel Estado, y la hegemona conflictiva que alcanz el neoliberalismo(con sus valores de individualismo y competencia) en la primera mitadde la dcada de los 90. La autonoma y la construccin de espacios auto-gestionarios es tambin la respuesta a la deslocalizacin y erosin de la

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    territorialidad del movimiento obrero tradicional anclado a la fbrica. Ladiversidad, fragmentacin e inestabilidad del mundo del trabajo, ha pro-

    vocado segn algunos autores un proceso de ampliacin de los procesosde trabajo hacia otras esferas de la vida, transgrediendo la fbrica como ellugar privilegiado de la explotacin laboral (Cecea, 2002: 11).

    Los movimientos sociales latinoamericanos han sido concebidos, nocomo medios para producir cambios en la esfera pblica y estatal, sinocomo fines en s mismos, como formas de construir relaciones sociales al-ternativas y espacios pblicos o comunitarios no estatales (Ouvia, 2002).Los movimientos ocupan y se reapropian de territorios y construyendesde una idea comunitaria de la poltica (que supone mayor horizonta-lidad, corresponsabilidad, rotacin de cargos, accin directa no slo en

    su expresin ms disruptiva sino como el acto de asumir en sus propiasmanos las tareas de transformacin) la construccin de otros modos devivir y de relacionarse. Esta lectura de los nuevos movimientos socialeslatinoamericanos ha enfatizado el carcter de germen de otros mundosposibles, que arraigan y crecen en esos espacios urbanos o rurales libe-rados, en los que se construyen otros sujetos sociopolticos y otras formasde organizacin social (Zibechi, 2007; Cecea, 2008; Gonzlez Casanova,2009). Asimismo, la construccin de autonomas como medio y como fin,como una estrategia de reapropiacin del territorio y de construccin de

    alternativas sociales implica un proceso de politizacin de lo cotidiano(Zibechi, 2003 y 2006); el territorio, el barrio o la comunidad, se convier-ten en espacios privilegiados de subjetivacin poltica.

    Poltica y poder

    La bsqueda de autonoma y las prcticas autogestionarias de muchasexperiencias de organizacin y movilizacin se relaciona, adems, con laproblemtica del poder y de la poltica. El nfasis en la novedad de losmovimientos sociales latinoamericanos recientes estara signado por la

    enrgica emergencia de actores sociopolticos anteriormente marginados(frente a la centralidad poltica del movimiento obrero), as como por for-mas de accin, de organizacin y de participacin poltica y ejercicio de laautoridad, tambin distintas, y en principio ms democrticas (Giarraca,2012). La denuncia del autoritarismo y vanguardismo presentes en algu-nas organizaciones tradicionales, y la lgica utilitarista de los partidos

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    polticos, el cuestionamiento de la estrategia de la toma del poder y dela lgica representativa de la democracia, la valoracin del principio del

    mandar obedeciendo, la certeza en la transformacin de la realidad comoun ejercicio permanente y cotidiano, etc. habra permitido la emergenciade una poltica alternativa y de una concepcin distinta de la democracia(como democracia directa o participativa). Una poltica que ha sido adje-tivada como salvaje o plebeya (Tapia, 2008).

    Varios estudios destacan que los nuevos movimientos sociales lati-noamericanos se caracterizan por la accin directa, las formas de accinpreferentemente no institucionales, la democracia participativa o de base,la poltica como una actividad no-profesional, etc. La forma asamblearia,como espacio y dinmica de construccin de sentidos, de deliberacin y

    de toma de decisiones, se constituye en la forma privilegiada de la poltica(Svampa, 2007). Sin embargo, la tendencia a la desinstitucionalizacinconvive con las experiencias de institucionalizacin alternativa: asambleas,Caracoles, Juntas de Buen Gobierno, gobiernos locales, hasta nuevas di-mensiones o formas del Estado (los Consejos Comunales en Venezuelao el Estado plurinacional en Bolivia). Asimismo, se resaltan las prcticasms igualitarias y fraternas entre distintos movimientos sociales expresa-das en los foros, las coordinadoras, los frentes, las mingas, las plataformas,etc. Por otra parte, los nuevos movimientos sociales latinoamericanos

    combinaran formas de accin antagonistas, es decir confrontativas, conexperiencias autnomas, es decir de autodeterminacin.Para algunos autores, en el desarrollo de estas prcticas democrticas,

    los movimientos construyen una estrategia poltica de la transformacinde la sociedad, que les permite cambiar el mundo sin tomar el poder(Holloway, 2002). Esta posibilidad supone repensar la tctica y la estra-tegia del movimiento obrero tradicional; y repensar la conceptualizacindel poder, pasando de una nocin del mismo marcada por la capacidad deimponer voluntades a otros, como poder sobre, hacia una consideracindemocrtica del mismo, como poder hacer. En este sentido, los movi-mientos construiran contrapoderes o anti-poderes, enfrentados al poderestatal (Holloway, 2001c). Desde esta perspectiva, Holloway (2001 y 2001b)denuncia la ilusin estatal presente en la orientacin de la izquierda tra-dicional y del movimiento obrero clsico. Frente a ella, los movimientossociales latinoamericanos de las ltimas dos dcadas estaran ejerciendoy proponiendo nuevas formas de hacer poltica, que permitiran superar

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    tendencialmente la escisin, liberal, entre lo poltico y lo social, y denun-ciar la fetichizacin de la poltica, que se produce cuando sta se reduce a

    la representacin de lo social.Con todo, esta lectura que goz de amplio reconocimiento, se ha vistoconfrontada en la prctica por la experiencia de muchos movimientos so-ciales que no abandonaron la lucha electoral y la disputa estatal y que, anms, construyeron instrumentos polticos propios para disputar el podertambin en esos espacios. Otros autores han aceptado criticar ciertosdeterminismos y desviaciones contenidas en la configuracin histricadel movimiento obrero y de la izquierda tradicional, sin renunciar porello a la disputa del poder estatal, entendiendo que el Estado sigue sien-do la herramienta fundamental de la estrategia capitalista y por lo tanto

    tambin un elemento cardinal para las luchas por la transformacin de lasociedad (por ejemplo, Boron, 2001). Desde esta perspectiva, se ponen demanifiesto las dificultades de las prcticas autnomas y autogestionariaspara influir, de manera efectiva, en las polticas econmicas, sociales, etc.y para articular proyectos amplios de transformacin de la sociedad, quevayan ms all de espacios marginales (guetos) de resistencia defensiva.

    El debate entre autonomismo y hegemonismo ha sido posiblementeel debate poltico ms lgido del cambio de poca y sus reverberacionestericas tuvieron y no dejan de tener relevancia. Frente al carcter radi-

    calmente antiestatal de la postura autonomista bosquejada ms arriba,otros intelectuales (entre ellos, Sader, 2008 y 2011, y Garca Linera, 2009b)defienden la oportunidad histrica que supone el proyecto hegemni-co nacional-popular, del que los llamados gobiernos progresistas sonexpresin, y la pertinencia de la disputa estratgica del Estado para losproyectos de emancipacin. Desde su perspectiva, la construccin de unanueva hegemona se erige en la cuestin central de la etapa actual y, paraello, los partidos polticos y la disputa electoral siguen siendo componentesfundamentales, en la medida en que permiten proyectar la lucha al planonacional y articular una estrategia de ocupacin de espacios de poder quepermiten transformar efectivamente las estructuras de la sociedad y refun-dar el Estado. En ese sentido, critican las formulaciones tericas que enfa-tizan la autonoma de los movimientos sociales y rechazan la organizacinpartidista y la disputa por la hegemona porque, a su juicio, con esa posturarenuncian a construir alternativas polticas capaces de producir transfor-maciones significativas, refugindose en el plano de la resistencia defensiva.

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    Giros y tendencias

    Nutrindose de este haz de debates temticos, el anlisis de los movimien-tos sociales en estas ltimas dcadas parece caracterizarse, en positivo,por los siguientes giros y tendencias tericas:

    1) Las ciencias sociales latinoamericanas han reconocido una granimportancia a los movimientos sociales. stos han dejado de serdeclarados inexistentes o vistos como reacciones secundarias intra-sistmicas y han adquirido una nueva centralidad en el estudio delos procesos polticos. En algunas interpretaciones, los movimientossociales han sido redefinidos como los autnticos constructores de

    la sociedad, y como los verdaderos protagonistas de la Historia, demanera que la trasformacin social pasara necesariamente por elfortalecimiento de sus capacidades autnomas y autogestionarias.Desde otras posturas, menos optimistas respecto de sus capacida-des democratizadoras, se ha destacado el rol desempeado por losmovimientos sociales en la crisis de legitimidad del neoliberalismo,sealando asimismo su dificultad para articular proyectos polticosamplios y para consolidar transformaciones sociales de gran calado.

    2) En los anlisis latinoamericanos ha tomado fuerza la dimensin sim-blica de los movimientos sociales, esto es, la construccin de sen-tido que los activistas organizan respecto de las motivaciones de suparticipacin y de la configuracin de marcos de interpretacin sobrelas relaciones sociales, la relacin con la naturaleza, la vida digna, elpoder y la poltica. Esto ha permitido tanto desplazar relativamentela hiptesis economicista de la teora de movilizacin de recursoscomo pasar de una constitucin identitaria por desposesin (aquellode lo que carecan: los sin tierra, sin techo, sin trabajo, etc.) hacia unaconstitucin afirmativa de su identidad. Tambin se ha hecho hinca-

    pi en la novedad evidenciada en las prcticas de organizacin y deaccin, ms horizontales y de accin directa.

    3) Subyace en la produccin latinoamericana un enfoque multidimen-sional tendencialmente en construccin, que sin llegar a integrar or-gnicamente las distintas facetas de los movimientos sociales, busca

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    avanzar en su comprensin a partir de privilegiar ciertas dimensionesde los conflictos: el anclaje territorial, la dimensin comunitaria, cier-

    tos elementos de la cosmovisin indgena, el cuestionamiento de laidea de desarrollo, la accin directa, la democracia de base, otrasformas de hacer poltica, etc. Si bien todas estas dimensiones no apa-recen explcitamente organizadas en una teora para comprender losnuevos movimientos sociales latinoamericanos, convergen hacia unasuerte de paradigma de la accin colectiva y la transformacin social.

    4) Esta comprensin compleja de los movimientos sociales est convo-cando a intelectuales de algunas disciplinas geografa, antropologa,historia, psicologa social, etc. que tradicionalmente no se habanocupado de su estudio, lo que sugiere la necesidad de abordar demanera interdisciplinaria el problema de la accin colectiva y el con-flicto sociopoltico, que durante mucho tiempo permaneci comorama y coto exclusivo de la sociologa.

    5) El retorno de un paradigma del conflicto, la aceptacin generali-zada de su carcter irreductible y de las dimensiones estructuralesy culturales que subyacen a a la emergencia y desarrollo de los mo-vimientos sociales, desbancando el paradigma anterior que se haba

    centrado en el carcter consociativo de la democracia, en el privile-gio de la funcin representativa de la misma, en la tecnificacin yconsideracin a-conflictiva de la poltica, y en una idea liberal de laciudadana. La dimensin conflictual (antagonista) de la constitu-cin de subjetividades polticas permite tender puentes entre la no-cin de movimiento social y la de clase social, al subrayar en ambasel carcter relacional y procesual.

    6) En efecto, impera una idea del movimiento social como proceso y

    como un conjunto de relaciones, en detrimento de una concepcinms estructuralista del mismo. Sin desconocer el efecto de los factoresestructurales, parece haberse impuesto una idea de las identidades,no esencialista, que entiende que no hay sujetos pre-constituidos,sino que stos se constituyen en el conflicto, en la lucha.

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    7) Al mismo tiempo, hay una tendencia a superar la escisin entremedios y fines, al concebir a los movimientos sociales como por-

    tadores de un mundo nuevo, abandonando una idea instrumental,pragmtica o tctica de los mismos. En este sentido, los movimien-tos no se agotan en lo que demandan, no son puro clculo, ni merareivindicacin o apelacin al Estado o a los partidos polticos, sinoconstruccin y afirmacin de relaciones sociales alternativas; su exis-tencia y su morfologa conllevan una reivindicacin que interpelala configuracin del poder en la sociedad y que prefigura el mundoque pretenden construir. Hay una idea de los movimientos como msproactivos, ms afirmativos y ms estratgicos.

    8) Por ltimo, destacamos una actitud especialmente vigilante, en elpensamiento social latinoamericano, respecto de la posibilidad deincurrir en desviaciones eurocntricas. La tensin entre el colonia-lismo del saber y la preocupacin por producir pensamientos pro-pios que recojan y den cuenta de la especificidad de la regin ha sidouna de las constantes de la sociologa latinoamericana. Y ha estadoen la base de los esfuerzos de teorizacin ms significativos (comola teora de la dependencia o la filosofa de la liberacin). En esesentido, se afianz en las ciencias sociales crticas latinoamericanas

    la preocupacin por formar un pensamiento decolonial, esto es, pordescolonizar o emancipar el pensamiento social latinoamericano encontenidos y formas y por erigir bases epistemolgicas nuevas, quepueden no obstante tener una larga tradicin (como sucede con larecuperacin de las matrices comunitario-indgenas o nacional-po-pulares), construyendo un pensamiento desde el Sur (Santos, 2009)que desafa los lmites y cuestiona las concepciones del pensamientocientfico occidental. Desde esta perspectiva se busca tomar distan-cia de viejos conceptos y acuar nuevos trminos, o recuperar otrosanteriormente marginados, resignificndolos.

    Los lmites del cambio de poca: consideraciones generales e

    hiptesis de trabajo

    Las tendencias de los estudios sobre los movimientos sociales, que hemostratado de sintetizar ms arriba, dan cuenta del proceso de aggiornamento

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    que ha vivido el pensamiento social latinoamericano al calor del recienteciclo de movilizacin sociopoltica. A la par de una abundante produccin,

    caracterizada por cierto nfasis descriptivo que podra ser indicativo de lanecesidad de documentar experiencias relativamente novedosas en los dis-tintos contextos nacionales y en el mbito regional, encontramos sugerentesplanteamientos tericos que impugnan tesis clsicas sobre la accin colec-tiva y la transformacin social y abren campos de reflexin tendencialmentefrtiles para renovar el pensamiento crtico, pero que, al mismo tiempo, re-velan una insuficiente, quizs embrionaria an, robustez terica.

    En efecto observamos que esos esfuerzos padecen de cierta disconti-nuidad en la reflexin, quedando los debates en muchas ocasiones truncossin haber agotado sus posibilidades interpretativas, cuando ya emergen

    nuevas problemticas que concitan y distraen la atencin de los analistas.Ciertamente, la tensin entre las urgencias del presente y los requerimien-tos de una reflexin sosegada y metdica parece haber influido, momen-tneamente, en esas interrupciones o intermitencias de la reflexin, perosa no parece ser la nica, ni aun la principal, explicacin. La persistenciade ciertas dinmicas institucionales, la negacin de las contribuciones delmarxismo crtico y la emergencia de posturas intelectuales que reaccionancrticamente frente a las posibilidades de la teora, concurren a explicar elhecho de que no encontremos en la produccin latinoamericana reciente

    un esfuerzo de sistematizacin y articulacin de proposiciones que con-figure, de forma manifiesta, uno o diversos paradigmas alternativos parala comprensin de los movimientos sociales y polticos, sino sucesivasaproximaciones a una misma problemtica que no siempre dejan un saldoacumulativo. Lo ms cercano a una propuesta integral pudo ser la prolife-racin y convergencia de postulados en torno a un paradigma autonomis-ta en el primer lustro del 2000, que se nutra de los elementos novedososque enlistamos anteriormente, tratando de articularlos y proyectarlos.Al mismo tiempo, al estar ntimamente atado al ciclo de ascenso de losmovimientos y a un formato especfico de los mismos, dicho paradigmaemergente entr en reflujo con el agotamiento de aqullos, en el marcodel giro progresista a nivel institucional y gubernamental, justamente enlos pases en donde ms fuerza y arraigo haba tenido. Por lo dems, porrazones ligadas a la desconfianza respecto de la sistematizacin terica,que revisaremos ms adelante, y por su carcter fragmentario y disperso,la corriente autonomista nunca fue tal a nivel intelectual.

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    El carcter parcial, intermitente, e insuficientemente desarrollado dealgunas de las teorizaciones ms sugerentes de la produccin latinoameri-

    cana sobre movimientos sociales, plantea ciertos interrogantes acerca de lamanera como los investigadores estn comprendiendo tanto su labor inte-lectual como la realidad sobre la que reflexionan. Si bien no pretendemosdesconocer la riqueza interpretativa y el potencial crtico contenido en lasaperturas problematizadoras de los anlisis latinoamericanos, considera-mos indispensable llamar la atencin sobre ciertas inercias institucionalesy determinadas posturas epistemolgicas que pudieran estar frenando laemergencia de fuertes y slidas apuestas tericas.

    Inercias de la academia

    Al interrogarnos sobre las perspectivas tericas para el estudio de los mo-vimientos sociopolticos en Amrica Latina, debemos considerar tanto lascaractersticas de dichos movimientos como las condiciones histricas enlas que se produce el conocimiento, en la academia y fuera de ella. De he-cho, la proliferacin de espacios de autorreflexin configurados desde lospropios movimientos sociales, cuyas preocupaciones tericas no siemprese engarzan con las teorizaciones originadas en los mbitos universitariosha contribuido a impugnar la centralidad de la forma universidad como

    el nico locusdel conocimiento legtimo.7

    Pero si nos circunscribimos al mbito acadmico, constatamos diferen-cias significativas en los procesos de institucionalizacin y desarrollo delas ciencias sociales en los distintos pases, que hacen que la heterogneaamplitud, estabilidad y tradicin de las comunidades acadmicas naciona-les sea un factor a tener en cuenta a la hora de valorar los alcances y lmites

    7 Varios estudios han sealado como algo caracterstico de los movimientos sociales lati-noamericanos recientes su capacidad para formar a sus propios intelectuales, desplegandoy profundizando las prcticas de autoeducacin popular (Zibechi, 2003). Entre las nuevas

    figuras intelectuales, Svampa (2007b) ha definido la del intelectual anfibio, que se mueveen dos hbitats, el campo acadmico y el campo del activismo, sin confundirlos y sinrenunciar a la especificidad de cada uno. Otros autores reivindican simplemente el retornodel intelectual orgnico de los movimientos sociales. Ms all del nombre, las nuevasfiguras intelectuales se caracterizaran precisamente por tener una vinculacin con losmovimientos sociales mucho ms estrecha que en la etapa anterior, cuando la figura delintelectual comprometido fue anatemizada y expulsada de la academia. Estos intelec-tuales tienden a reflexionar tericamente sobre su propia prctica militante y la de lasorganizaciones y movimientos en los que participan.

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    de su produccin intelectual. No obstante, la influencia de estos elementosen la capacidad de renovar el pensamiento crtico puede ser ambivalente:

    de un lado, la existencia de instituciones slidas y tradiciones de pensa-miento estables, proporciona recursos materiales e intelectuales para lareflexin y la produccin acadmicas; de otro, el arraigo y la consolidacinde ciertos paradigmas que no solo ofrecen aparentes certezas ontolgicassino que son plataformas para carreras acadmicas puede suponer unadificultad para formular nuevas interpretaciones aunque las existentes noden cuenta cabalmente de las realidades circundantes o para reconocer eincorporar las concepciones novedosas que son sugeridas por las mismasprcticas de los movimientos sociales. Nos encontramos, en este caso, fren-te a ciertas inercias que obstaculizan la elaboracin de nuevas teoras.

    Parece pesar tambin, en este diagnstico, un componente generacio-nalque permite ponderar el hecho de que la mayora de los acadmicosque han venido produciendo anlisis sobre los movimientos sociales sehan formado o asentado intelectualmente en las dcadas precedentes ala irrupcin movimientista , bajo el peso del pensamiento conservador,del institucionalismo politolgico y, en todo caso, bajo el influjo de losprincipales paradigmas europeos y norteamericanos de la accin colec-tiva. De hecho, la preocupacin acadmica por los movimientos socialesemergi en Amrica Latina en el contexto de la contrarrevolucin de las

    dcadas de los 70 y 80, y en relacin con los procesos de transicin a lademocracia y a contraflujo del ciclo de movilizacin revolucionaria de lasdcadas de los 60 y 70. A la preeminencia de la sociologa de la accinde Alain Touraine, en la sociologa latinoamericana de los aos ochenta, leha sucedido el influjo de las teoras norteamericanas de los movimientossociales la Teora de Movilizacin de Recursos y la de las Estructuras deOportunidad Poltica, fundamentalmente en aos ms recientes.8

    En todo caso, tras una primera etapa de recepcin predominantementea-crtica de esos enfoques, que redund a la postre en cierta insatisfaccinentre los cientficos sociales por la inadecuacin entre los movimientos

    sociales latinoamericanos y los postulados de aquellas teoras, y que de-mostr la insuficiencia para el caso latinoamericano de los conceptos conlos que se trat de pensar la transformacin social y los sujetos encargados

    8 Tambin ha ganado peso el paradigma de la identidad, a partir de la obra, principal-mente, de Melucci; y, ms recientemente, el marco de anlisis de la poltica contenciosa(Tilly y Tarrow).

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    de producirla, se constata que los enfoques europeos y norteamericanossiguen siendo referidos en la gran mayora de las investigaciones sobre

    movimientos sociales, aunque en muchas de ellas se busca una distan-cia crtica, un uso fundamentalmente instrumental de sus categoras y seadopta una actitud tendencialmente creativa en su aplicacin a los estudiosempricos.9En el caso de la y de la , la relativa flexibilidad y fciloperacionalizacin de sus categoras fundamentales facilita, sin duda, suapropiacin y reproduccin en el examen de los movimientos sociales la-tinoamericanos, pero no siempre dichos anlisis van acompaados de unareflexin ms profunda sobre los presupuestos epistemolgicos y tericosy la carga valorativa que subyacen a aquellas categoras.

    Es decir, ciertas caractersticas de las dinmicas de institucionalizacin

    de las ciencias sociales en Amrica Latina, as como la configuracin delos espacios acadmicos, el factor generacional y la preeminencia en laacademia latinoamericana de los enfoques europeos y norteamericanossobre movimientos sociales configuran un conjunto de variables a teneren cuenta en el rendimiento terico de la produccin sobre movimien-tos sociales y, especficamente, en la explicacin de la atrofia relativa dela capacidad de renovacin y creacin de nuevos conceptos y enfoques.

    Crtica de la razn terica

    El surgimiento de una actitud crtica frente a las teoras sobre movimien-tos sociales, construidas en relacin con otros contextos socioculturalesy en las cuales la especificidad latinoamericana nunca ha resultado bienrepresentada y explicada, ha reforzado la necesidad de construir un pen-samiento propio, desdeyparaAmrica Latina.

    Al mismo tiempo, una tendencia extrema de ese pensamiento deco-lonial ha buscado invalidar el propio concepto de movimiento social porproceder de la matriz moderna del pensamiento occidental. En efecto, lasperspectivas decoloniales y el nfasis en la construccin de un pensamien-

    to genuino y original, han comportado no slo la impugnacin de los pro-ductos intelectuales de occidente sino tambin de las formas de construir

    9 Bringel (2011) refiere, para el caso brasileo, que la recepcin de las teoras norteam-ericanas ha sido indirecta, tarda y parcial. Es a travs de ciertos autores nacionales quedifunden dichas teoras en sus trabajos, y que fungen como mediadores, que las nuevasgeneraciones se apropian de ellas.

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    conocimiento y de las bases epistemolgicas sobre las que ste se erige.10Elcuestionamiento de la ciencia moderna y de sus efectos clasificatorios y de

    control que bebe, a su vez, de tradiciones crticas del pensamiento occi-dental (Foucault, Bourdieu, etc.) y la denuncia de una suerte de miseriade la teora (E. P. Thompson), se ha traducido en una actitud de sospechay de resistencia frente a las operaciones tericas de abstraccin, catego-rizacin, definicin, ordenamiento, jerarquizacin, clasificacin, etc. Endefinitiva, en un rechazo de los sistemas, incluidos los tericos.

    A partir de una crtica justa y necesaria sobre ciertas rigideces y unila-teralismos de algunos modelos tericos o de los intelectuales en su apli-cacin y del reconocimiento, acertado, de la insuficiencia de cualquierteora para dar cuenta de la multiplicidad de aristas y dimensiones de los

    problemas sociales, algunos autores y cierto sentido comn que lograrongenerar en determinados ambientes acadmicos e intelectuales han tran-sitado hacia una negacin absoluta de la necesidad o de la posibilidad deestablecer marcos tericos sobre la realidad latinoamericana y, particu-larmente, sobre los movimientos sociopolticos. Esta conclusin derivatanto de la constatacin emprica, incontrastable, que evidencia la frag-mentacin y la diversidad de experiencias de protesta y de movilizacin ydificulta su acomodo en categoras analticas abstractas sin menoscabarsu capacidad explicativa;11como de un cuestionamiento sobre la ciencia

    moderna y las formas de producir conocimiento, que pone en cuestin lapropia nocin de teora y la utilidad para los propios proyectos emanci-patorios de sus operaciones de anlisis y sntesis.

    Es precisamente en relacin con la utilidad de la teora para los movi-mientos sociales que prevalece una actitud de recelo entre los intelectualeslatinoamericanos crticos. A contramano de orientaciones polticas clsi-cas del pensamiento social que postulaban la relevancia de la teora paraorientar la accin poltica, de los anlisis recientes sobre movimientossociales se desprende una arraigada desconfianza o escepticismo frente

    10

    La epistemologa del Sur de Boaventura de Sousa Santos constituye un referente obli-gado de esta nueva actitud ante la produccin de saberes.11 De esta manera, algunos autores reconocen la imposibi lidad de proponer una teorade los movimientos sociales, toda vez que ellos son inacabados, procesuales, fragmenta-dos, particulares, etc. (Gohn, 1997; Zibechi, 2008). Y que son portadores de nuevos sen-tidos que no estn plenamente cristalizados, de ah la dificultad de captarlos. Desde estalectura, se construye una concepcin, no siempre explcita, del movimiento social y de laconstruccin de subjetividades polticas comoprocesos , eminentemente cambiantes y rela-cionales, que dificulta su cristalizacin en categoras ms o menos fijas (Santos, 2001: 178).

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    a la operacin terica, que parece constituir antes un impedimento queuna necesidad, para el despliegue de las potencialidades del propio movi-

    miento, al fijarlo en un momento, detenerlo y/o esclerotizarlo. Desde estaperspectiva, lo que esmovimiento no puede ser teorizado. Frente a unasupuesta hipertrofia de la teora en el pasado, los nuevos estudiosos de losmovimientos sociales propugnan una actitud de mayor respecto frentea las propias interpretaciones y cursos de accin del movimiento, ya quecualquier intento de definir, comporta un cierre de sus capacidades. Elelogio de la indefinicin como la facultad del propio actor de no dejar-se encasillar, que sera la antesala de su manipulacin y control desde lasinstancias de gobierno es, aqu, expresin de su poder antisistmico, desu capacidad de subvertir la lgica moderna.

    En este antiteoricismo, acompaado de cierto antiintelectualismo, am-pliamente difundido entre franjas importantes de cientficos sociales la-tinoamericanos, ha influido indudablemente el uso que tradicionalmentelos poderes conservadores han hecho de la academia y de la investigacincientfica. El financiamiento de agencias gubernamentales y privadas delos pases del Norte para investigar a los movimientos sociales latinoa-mericanos y su injerencia en las agendas de investigacin de las cienciassociales regionales, no es algo nuevo y, por lo mismo, oponerse a ese impe-rialismo (y al colonialismo interno del saber) constituye un sentido

    comn largamente incorporado en algunas tradiciones de pensamientocrtico.12A su vez, la comprobacin de la existencia de una academia ais-lada de las luchas sociales y polticas, cuyo afn de teorizacin no siemprese articul con proyectos de transformacin concretos, reforz la idea deque la teora, como abstraccin y contemplacin, no tena una utilidadprctica para los movimientos sociales.

    Con todo, no puede desconocerse que la crtica de la razn terica in-volucra dos riesgos: de un lado, la pretensin, inocente, de que es posibleaprehender la realidad sin nociones preconcebidas de la misma incurriendo

    12 Al menos desde que se hiciera pblico, a mediados de la dcada del sesenta, el pro-yecto Camelot, un ambicioso programa de financiamiento del gobierno estadounidense acientficos sociales latinoamericanos, cuyo propsito era investigar sobre los movimientospopulares y los proyectos revolucionarios para socavar sus bases y desarticularlos, en lasciencias sociales crticas ha habido una reticencia, justificada, a proporcionar elementosde anlisis que pudiera servir a fines de control y aniquilacin de esas experiencias trans-formadoras. El estudio sobre los movimientos sociales se constituye, sin lugar a dudas, enmaterial sensible.

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    en el error de no ser capaz de percibir la influencia de nuestros prejui-cios en el proceso de observacin y comprensin; y, de otro, el peligro

    de producir un nuevo unilateralismo para explicar los problemas sociales(como sucede a menudo con el nfasis en la dimensin cultural de los mo-vimientos sociales, en detrimento de los factores econmicos o polticos),desconociendo, tcitamente, la complejidad, en nombre de la cual se habaparadjicamente justificado el abandono de los paradigmas precedentes.

    Negacin del marxismo crtico

    A partir de la misma lgica, del cuestionamiento de la ciencia moderna yde los paradigmas occidentales, en convergencia involuntaria con la em-

    bestida del pensamiento liberal, se promovi la liquidacin del marxismono slo como tradicin terica sino tambin como acervo susceptiblede actualizar o de contribuir a la configuracin de nuevas perspectivascrticas. Cabe sealar que la emergencia de los movimientos socialescomo campo de investigacin se produjo de la mano del juicio al sujeto(Guido y Fernndez, 1990) al movimiento obrero que haba enarbola-do los proyectos revolucionarios de los 60 y 70, y a la par de la crisisdel marxismo ortodoxo. En ese contexto, se generaliz en el pensamientolatinoamericano una actitud de reproche frente a un marxismo que haba

    teorizado constantemente la subordinacin de los distintos actores socia-les campesinos, sectores marginales, etc. a la direccin de la vanguar-dia obrera, del partido. Simultneamente, asimilndolo y simplificandosus especificidades, se desecharon tambin las vetas del marxismo crtico,eventualmente purificndolas y convirtindolas en clave posmarxista.Nuevamente parece que, sobre un poso de verdad, que reconoca el me-canicismo y dogmatismo de algunas lecturas marxistas, una vertiente delas ciencias sociales oper una simplificacin de la problemtica subya-cente y tir el nio con el agua sucia. Se puede y debe reconocer que, enmedio de la crisis poltico-ideolgica, tanto por el desnimo surgido de

    la derrota del proyecto revolucionario como por el repliegue que efecti-vamente sufrieron estos fenmenos, las mismas vertientes del marxismocrtico perdieron vitalidad y desatendieron el esfuerzo terico de sostenery renovar el anlisis de las problemticas de formacin de subjetividadespolticas y de movilizacin social y poltica. Al mismo tiempo, el aban-dono de la agenda y el acervo conceptual del marxismo se tradujo en

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    el desplazamiento del anlisis desde una perspectiva que combinaba laatencin hacia la estructura y la accin, el sistema y el sujeto, hacia enfo-

    ques fragmentarios, predominantemente culturalistas o institucionalistas.No es casual ni indiferente respecto a la capacidad de renovacin tericaque invocamos la simultaneidad entre la difusin de los paradigmas deanlisis de los movimientos sociales y la crisis del marxismo a partir demediados de los aos 70.

    Sin embargo, a contrapelo de estas tendencias, el marxismo latinoame-ricano, an en versiones que no emprenden explcita y sistemticamentesu renovacin, ha venido experimentado, desde la dcada de los noventa,una sostenida revitalizacin, que se pone de manifiesto en el surgimientoo reedicin de revistas, en la multiplicacin de seminarios y cursos de an-

    lisis de inspiracin marxista, en la publicacin de trabajos que recuperancorrientes o conceptos marxistas, etc. Con todo, el retorno del pensamien-to marxista a los debates actuales no ha producido, an, una renovacinde la teora sobre la movilizacin social y poltica, ni como perspectivapropia o neomarxista ni en clave de aportaciones decisivas a otras em-presas tericas. Los principales aportes marxistas para repensar la accinpoltica y el proceso de subjetivacin que le corresponde se han producidofundamentalmente en el mbito de la filosofa y no siempre tienen fciltraduccin en el examen concreto de movimientos sociopolticos, y en

    la propia orientacin poltica de stos, acarreando nuevamente el riesgode un divorcio entre la teora y la praxis. A pesar de que el anlisis de losmovimientos sociales se haya constituido hasta ahora como un terrenoinexplorado o insuficientemente examinado por los tericos marxistas,existen esfuerzos recientes para construir una perspectiva especficamen-te marxista o, si se quiere neomarxista, para el anlisis de los movimientossociopolticos y la subjetividad poltica (Modonesi, 2010, 2013 y 2015).

    Reflexiones finales

    En definitiva, para explicar el hecho de que tras una dcada de moviliza-ciones sociopolticas amplias, diversas y profundas, no hayan emergidoejercicios o apuestas de teorizacin fuerte y de amplio alcance sobre losmovimientos sociales a pesar de la manifiesta insatisfaccin con los en-foques y teoras existentes, y de la emergencia de sugerentes discusionesy problematizaciones tericas no es posible aventurar una nica razn

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    o identificar una sola causa sino que se requiere poner en discusin unconjunto de variables que pueden estar sobredeterminando ese circuns-

    tancia. Aqu hemos aventurado algunas hiptesis iniciales en relacincon ciertos factores histricos y estructurales de la configuracin de lasciencias sociales en la regin, y con actitudes y posturas epistemolgicasy polticas de los acadmicos crticos latinoamericanos que traslucen unanueva conceptualizacin sobre los movimientos sociales y la construccindel conocimiento.

    Recapitulando nuestro ejercicio de balance, valoramos los elementosy las tendencias que surgieron del clima de poca, aunque considera-mos que stos no tienen la consistencia, la articulacin y la proyeccinsuficientes para configurar una ruptura paradigmtica respecto de la

    persistente influencia de los enfoques dominantes, en particular los deorigen norteamericano. Si bien no se trata de una dcada perdida parael pensamiento latinoamericano, no quisiramos que resultara ser unaoportunidad perdida, siendo que tanto el ciclo de ascenso como de reflujode los movimientos socio-polticos a escala regional constituy un pisohistrico socio-poltico de extraordinario valor como horizonte de obser-vacin susceptible de estimular ejercicios de generalizacin y abstraccinque pudieran desembocar en novedosas propuestas tericas.

    En ese sentido, por el desfase propio de la decantacin terica respecto

    de la inmediatez de la experiencia histrica, quizs se requiera de la ma-duracin terica de las generaciones ms jvenes que, de forma masiva,entusiasta y no pocas veces teida de un saludable ethosmilitante, se de-dicaron a estudiar a los movimientos sociales que marcaron el cambio depoca. Siempre y cuando no sean absorbidos por las inercias academicis-tas y se atrevan a pensar ms all de los paradigmas existentes, que siguensiendo hegemnicos y se reproducen en los salones de clases, los pasillosy los cubculos de nuestras universidades de este sur del mundo.

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