32 - Ozouf - Diccionario de La Revolución Francesa

8
Francois Furet Mona Ozu uf Diccionario de la Revolución francesa Con b "..1.1."" 0:;' ''' ,J,,: Broni,¡ ... lI >C1'k". KriTl. M. 8.k.... I.o.. i, Ikt};<', ,,.. , D.. -id D. I\i,.", .. imo Rott " G.il BO ' «'T\ K" Yann h u<hoi •• Lu, F.rry. Aw. Forr. " . M" ... l (; .""h..., G<' , ud GenK.mbro. Jo" .. ph " oy. 1 ' 0,,0.. '0 c;u.·..¡ff. y, R.n 110 1 .... " I'",HiK"M '·I. Ik.n.N M."in. Pi, ,, o: No••. l'I" lil' P< K'y n. ud, ¡arqu e-< Rn' d. l"kni .• Ri o; hn , Pi«« R" ' . m-. II " ,, 80 9 91 OO.'IIACIU'II DI'. /.>4 .H OC1ACIOIo ':t1opu' aJora ,.l .WA N ·O 1,1 Col ' EiQ 4 /i"""1 AIr., Ali an za Editoria l

description

revolucion francesa

Transcript of 32 - Ozouf - Diccionario de La Revolución Francesa

  • Francois FuretMona Ozuuf

    Diccionario de laRevolucin francesa

    Con b "..1.1.""0:;'''' ,J,,:Broni,... lI>C1'k" . KriTl. M. 8.k.... I.o ..i, Ikt};

  • ..-

    ,.-_._ . .... _ _ . _ .-, '-. ~ '0o" . l._ .--..

    .- -C o. . __... _-_._.__....- _..,.._ .... ,. n _- ....... a- ...... .. _ __ .. i-o .. u-._._.-..._.-

    .-

    I

    II

    I

    !'Td..-iI " ' rt" m .....' ''.

    11 nIII C.CAIIV Idea.\ ' II.. .~

    l""icc de noonb0Rc\a..-..ioI de autI'ft

    IN L>lCE.

    ,

    ","no

    '"'"..,,,,

    ."

    '"

  • REVOLUCION

    Ideas

    Los hombres de la Revolucin buscaronfrecuentemente en el pasado la profeca delgran acontecimiento que estaban viviendo .Coleccionaron los texto s que podan ates-tiguar la capacidad predictiva de grandesautores que la habran previsto mucho an-tes. Bsqueda algo artificial, que a menudosaca las citas de su contexto, y decepcio-nante. aunque algunos raros escritos parez-can proporcionar en el momento preciso lademo stracin esperada. A este respecto nose presenta ninguno ms elocuente que esosDrots el deooirs du ctoyen, donde Mably,en 1750, hace dialogar en torno al sentidode la historia, a un francs y a un ingls, eimagina un mundo prometedor. A la fata-lidad que el francs cree leer en toda histo-ria, y singularmente en la de su pas, el mi-lord ingls contrapone una historia de la es-peran za y de la voluntad. El buen ciudada-no puede trabajar para que las revolucionessean tiles a la patria ", En cuanto a losconsejos prcticos que prodiga a los fran-ceses, stos constituyen un programa de unporvenir singular. Para sacudir la fatalidadhistrica, slo es necesario la convocatoriade los Estados Generales y conseguir supermanencia porque con el grito generalde aprobacin . que suscitar su reunintodo ser fcil, la extirpacin de los abusos,el debilitamiento de la prerrogativa real, yla institucionalizacin de los derechos de lanacin . En esto consiste la Revolucin.

    Por asombroso que pueda ser, e! texto deMably no posee la claridad retrospectivaque luego se le atribuir. Porque aunqueMably , solitario en su siglo, tiende a loshombres de la Revolucin un espejo dondereconocerse (se contempla la Revolucincomo la voluntad de una nacin ansiosa porrecobrar sus derechos), su texto sin embar-go acarrea entremezclados los mltiples sig-nificados entre los cuales el pensamiento delsiglo an no ha elegido. Mably continua re-firindo se a la revolucin astronmica (el

    692

    francs cree que su patria ha alcanzado elpunto de obediencia donde Inglaterra llega-r a su vez), a la pluralidad de las revolu-ciones continuas, e incluso a la pasividad delos hombres inmersos en el oleaje tumul-tuoso de unos sucesos particulares -las re-voluciones- que jams dom inan.

    La Revolucin es efectivamente en pri-mer lugar. en el siglo XVIII, el retorno deforma s ya aparecidas. Este trmino, diceTrevoux, es sinnimo de perodo.., El sen-tido astrnomico es el primer sentido queproporcionan los diccionarios. La Revolu-cin es un movimiento que conduce las co-sas a su punto de partida. Aplicado a las co-sas humanas. sugiere la vuelta eterna de al-gunas forma s polticas debidamente inven-tariadas. Pensar las revoluciones humanassobre el modelo de las revoluciones solarestiene por efecto dotarlas de caracteres quehoy nos cuesta recon ocer, como la necesi-dad de volver a un estado anterior; la ine-virabilidad : el orden y la regularidad; la pa-sividad que engendran en los hombres con-denados a constatarlas pero en ningn casoa hacerlas, la ausencia de cualquier novedad.

    Este sentido astronmico, siempre vivoaun en los pensadores ms avanzados, comolo demuestra el ejemplo de Mably, se en-cuentra por tanto cada vez ms en compe-tencia con un uso vulgarizador de! cual dantambin testimonio los diccionarios. Las re-voluciones son las visicitudes de la existen-cia humana, los cambios extraordinariosocurridos en los asuntos pblicos, los reve-ses de la fortuna de las naciones. No se tra-ta aqu de la vuelta de lo mismo a lo mis-mo, pero s del surgimiento brusco y vio-lento de la novedad. El carcter de impre-visible predomina sobre e! de previsible, eldesorden sobre el orden, lo extraordinar iosobre lo ordinario.

    Entre estas dos acepciones completamen-te antinmicas, que los diccionarios utilizansin dedicar ninguna reflexin particular a su

    693

    antagonismo, ni tampoco a la forma, exten-sin o causa de las revoluciones, ha existi-do ocasionalmente un esfuerzo negociador.Bossuet, al atribuir todos los cambios pro-ducidos en el mundo a causas perfectamen-te identificables, con la excepcin de algu-nos golpes extraordinarios, en donde Diosquera que slo apareciese su mano , ya ha-ba encontrado el medio de unir lo extraor-dinario a un orden invisible . Mably, cuyaobra rebosa de revoluciones- diferentes,enlaza la historia superficial ---catica- destas con una historia profunda, sta s quesometida a unas reglas, y donde nada resul-ta verdaderamente inesperado, pues es ne-cesario que las pasiones, sucesivamenteexasperadas y tranquilizadas, preparen du-rante largo tiempo una revolucin para quellegue por fin el momento de ejecutarla .Voltaire distingue las revoluciones de lostronos, sacudidas impresionantes slo enapariencia, de las revoluciones del esprituhumano o del carcter nacional, estas lti -mas lentas , profundas, insensibles e irresis-tibles; lo que es una forma, si no de conci-liar el orden y el desorden, s por lo menosde separar las verdaderas revoluciones de lasotras. En ltimo trmino, el siglo no acabde delimitar bien entre las revoluciones vi-sibles y las invisibles .

    Es un hecho destacado que los dos acon-tecimientos que servan entonces de princi-pal referencia -la Revolucin inglesa y laRevolucin americana- no lograron sepa-rar los significados concurrentes de la pala-bra revoluci n . La gloriosa- Revolucinde 1688 en ocasiones se la ve, desde el ladohugonote, como una revolucin retorno,reencuentro feliz y reparador con las leyesfundamentales subvertidas por el azar de lahistoria y otras, desde el lado absolutista,como una revolucin ms en la historia in-glesa especialmente determinada por la al-ternancia sobresaltada de reinados felices yde reinados desdichados. Restauracin pro-cedente del agitado curso del tiempo quetrae el orden, o revolucin inscrita en eltiempo, que fomenta una nueva serie de de-

    Revolucin

    s rdenes; las historias de Inglaterra propo-nen las dos interpretaciones.

    La Revolucin americana es, de formams palpable, una revolucin feliz .. y elpapel que se reserva a la voluntad humanaes mucho ms llamativo. No por ello dejade ser ms significativo el ejemplo porquea pesar de estos caracteres muestra la per-sistente imbricacin de los sentidos de lapalabra revolucin. Los comentarios msfavorable s a la

  • -Ideas

    han tenido lugar, objetos para e! anlisispero no para la accin . El siglo XVIII no lasmarca con una connotacin moral precisa,las revoluciones son buenas o malas, puedesuceder que destronen reyes pero tambinque los restablezcan, que lleven aparejadoe! progreso o la regresin . No obstante, loshombres las temen, porque sean las quesean, muestran la inestabilidad poltica, yponen en evidencia lo poco que controlanlos acontecimientos. Todos los pueblos han"experimentado- alguna revolucin, sta es(a pesar de algunas opiniones, como la deVoltaire que alcanza a imaginar un horizon-te en e! que pueda esperarse una revolucin)la ltima palabra del siglo. Pluralista, escp-tica, poco apta para concebir que los hom-bres puedan iniciar una revolucin .

    La Revolucin francesa ante todo es ungran espectcu lo, que llena a los contempo-rneos de estupor. H ay testimonios abun-dantes de la prodigiosa impresin que pro-duce, filsofos, periodistas, poetas inglesescomo Co leridge, estupefactos de ver "aFrancia encolerizada levantar sus miembrosgigantes, poetas alemanes como Klopstockmaravillados de ver sonrer en Francia laserenidad azul, en la vasta superficie de! cie-lo. Incluso los hombres ms rpidamentedesengaados, expresaro n primero ante laRevolucin el sentimiento de lo nun ca vis-to . [Q u espectculo, qu actores! , escri-be Burke a Lord Charlemont. Todos la sa-ludaron como una escena indita, cuya ba-laustrada fue bruscamente franqueada porlas fuerzas colectivas, irrupcin imprevistade un pueblo entero levantad o para destruirla tirana. Una vez "dado" este maravillosoespectculo, como en e! teatro, ya nada sercomo antes. El simple hecho de que la re-volucin haya tenido lugar y de que el vie-jo mundo se haya derrumbado tan rpida yfcilmente, delante de ella, produce un re-toque vigoroso en los significados un poconegligentemente propuestos por e! si-glo XVIII.

    Restauracin o instauracin? El primerefecto de! gran espectculo es e! de no to-

    694

    mar en cons ideracin la idea segn la cualla Revolucin francesa pudo ser la restau-racin de un orden social anterior. Se pue-den encontrar, sin duda, textos ambiguosque utilizan la palabra restauracin, talesson los que presentan a Luis XVI comorestaurador de las libertades francesas. Peroqu se trata de restaurar exactamente? Enningn caso una determinada poca de larevolucin histrica, pues es sorprendentever la pasmosa rapidez con que se abando-na la idea de una antigua constitucin, tanviva todava en e! debate historiogrfico delsiglo XVIII. Queda, sin duda, e! prestigioinherente al sentimiento de enlazar, pero sinembargo no se trata de enlazar con lo an-terior sino con lo fund amental . La Revolu-cin francesa vive de esta idea Fue rte, queslo lo inicial funda. Si lo que se restableceson los derechos de! hom bre, y stos hansido constantemente escarnecidos en la his-tor ia, se dest rona con un mismo golpe to-dos los antecedentes histrico s. Lejos dereanudar la cadena de! tiempo, se sale de lahisto ria para un alzar velas colectivo haciauna tierra nueva, y un comienzo absoluto.Hannah Arendt sostiene que los hombresent ran prim eramente en la Revolucin conla ilusin de la restauracin, es decir , de lacontinuidad, y solamente en un segund omomento, segn ella, es cuando entran enuna ilusin todava ms fuen e en relacincon la experiencia histrica, la de la rup tu-ra. Aunque se le concede que en los prime-ros das de la Revolucin francesa habita lailusin de una restauracin, no dura ms deuna maana. Desde sus primeros pasos, laRevolucin se piensa como la liberacin de-cisiva de todos los modelos histricos.

    Nada lo demuestra mejor que la rapidezcon la que destrona e! ejemplo ingls (en sudiscurso de 4 y 5 de septiembre de 1789 so-bre la sancin real, Mounier observa con es-tupefaccin que e! conjunto de la Asambleadirige una mirada de desprecio sobre laConstitucin de Inglaterra cuando no hacetodava un ao hablbamos con envidia dela libertad de los ingleses-) y, hecho toda-

    695

    va ms sorprendente, e! ejemplo americanocuya paternidad se dedica a celebrar La Fa-rene. Desde e! 23 de agosto, Rabaut Saint-Etienne conceda que si los Constituyen-tes queran imitar a toda costa, e! mejor rno-delo era Pensilvania, pero para corregirseen seguida: "iNacin francesa, no ests he-cha para recibir ejemplo, sino para darlo! -Por lo dems e! tema de la incomparabili-dad de las dos revoluciones haba sido r-pidamente orquestado por Condorcet, quepresta sus ideas y su pluma a un ciudadanode los Estados Unidos lanzado a un para-le!ismo acadmico de las dos aventuras. Elobjeto de la Revolucin americana era e! deliberarse de una aristocracia extranjera, el dela Revolucin francesa sacudirse una aris-tocr acia domstica . Los americanos no pre-tenda n ms que rechazar las tasas impues-tas por hombres que vivan a 1.500 leguas,y los franceses el sistema fiscal por e! quealgunos de ellos aplastaban a ot ros. All laRevolucin no tena que desanudar ms queun nudo muy flojo y tena mucho que con-servar, e! procedimiento criminal, por ejem-plo. Aqu, la Revolucin tena que desatarnudos muy apretados y no haba nada queconservar. De manera que se hizo preciso,explica Concordet, remontarse a pr incipiosms puros, ms preci sos, y ms profundos.Los franceses, al contr ario que los america-nos, tuvieron que declarar sus derechos an-tes de poseerlos. Tuvi eron que derribar unasociedad que conservaron los americanos.La Revolucin francesa, a diferencia de laRevoluc in americana, fue una refundacinno slo de! cuerpo poltico sino de! cuerposocial.

    Por tanto, se trata de un espectculoque no tuvo ejemplos donde mirarse, deuna inauguracin total. Los autores dela Revolucin francesa, al decidir que eseso lo que la conviene en revolucin,desprestigian las revoluciones en plural-polvareda de cambios insignificantes- , yslo valoran una, la Revolucin. En los pri-meros meses de la Revolucin, sin embar-go, persisti una duda sobre e! uso de! plu-

    Revolucin

    ral y de! singular. Pierre Retar ha mostradoque las Rvolutions de Pars, e! peridicode Prudhomme primeramente publicado sinintencin de periodicidad, recibe su ttulo,todava tributario del sentido tradicional, dela intencin de contar los mltiples trastor-nos sucedidos en Pars de! 11 al 18 de juliode 1789. Luego, como la publicacin siguey los lectores reclaman una sntesis, Pru-dhom se la da en enero de 1790. Bajo e! t-tulo C/c! de " fa. Reoolution, aparece untexto donde las revoluciones estn amalga-madas y fundidas en una Revolucin sin pa-recido con ninguna otra, porque es "la re-volucin de las almas y de los espritus- Elnuevo sentido gan, pues, muy rpidamen-te su ejecutoria de nobleza. Solamente loscontrarrevolucionarios contestan la unidadejemplar y la singularidad del fenmenoviendo en la Revolucin francesa, segn ladefinicin de! diccionario de Bue, "untrastorno que 'se produjo en 1789. Por lodems en todas partes el acontecimientoque tuvo lugar en Fran cia, por ser el pri-mero , como dir Robespierr e, fundado so-bre los derechos de la hum anidad, ser con-siderado como fa Revolucin.

    Este acontecimiento nico es tambin unacontecimiento tot al. N o tiene sentido parauna nacin hablar de su revolucin mien-tras no haya roto todas sus cadenas . En larevolucin, no se trat a slo de limitar unpode r despt ico, de reformarlo o de llegara acuerdos, ni siquiera se trata de limitarsea la esfera del poder poltico . Hay Revolu-cin cuando los hombres pretenden resol-ver con ella todos sus problemas a la vez,polticos, sociales y tambin morales, yquieren cambiar ellos mismos por entero.As, Chateaubriand, en e! Essai sur les R -uolutions, rechaza e! uso de la palabra paradesignar los cambios de dinasta, las guerrasciviles, "e! movimiento parcial de una na-cin momentneamente sublevada-o Noquiere retenerla ms que si e! espritu delos pueblos cambia - o

    Liberada de los trastornos singulares y delas catstrofes polticas paniculares, esta

  • Ideas

    Revolucin total se halla por lo mismoabierta a lo universal . Se trata aqu de otracosa muy distinta de los derechos panicu-lares, como los derechos de los ingleses ennombre de los que se sublev el puebl oamericano. Incluso de otra cosa distinta dela libertad francesa. La Revolucin escapa asu tierra natal al menos por dos rasgos queanaliza Boissy d'Anglas. el primero habersido la obra de un pueblo entero. no de al-gunos; el segundo, querer volver al hombrea su dest ino primitivo. Por ello es una pro-mesa sin fronteras, abierta a un porvenir ili-mitad o.

    El prodigioso espectculo haba conlleva-do escenas repul sivas, difciles de borrar delespritu . Todava en 1791, en su Esprit dela Roolution, Saint-Just, testigo poco sos-pechoso de hosti lidad, expresa el traumatis-mo que le caus el espectculo de la mu-chedumbre jugando con trozos de carnehumana . La Revolucin ha expulsado de sutentativa de aurodefinicin esos desrdenes.Se siente fundadora de un orden, de dondeprocede su vnculo con la empresa cons ti-tuyente, que , como dice Hannah Arendr, lees cons ustancial. Es preciso. por tanto, dis-tinguir aqu entre la const itucin en acto,pode r que se da la Revolucin en sus co-mienzos y por el que se libera del tiempo,y la constitucin promulgada, resultado so-metido en adelante a la alteracin histrica.

    Ah est en efecto el punto capital. La Re-volucin francesa en su aurora se piensa yse vive como una salida de la histor ia, quetan bien comprendi Michelet : .EI tiempono exista, el tiempo haba perecido. Eldescubrimiento de que tambin eHa tieneuna historia, que es un proceso alargado enel tiempo. que conlleva sus das fastos y susdas nefastos, sus sorpresas y sus pericias,es turbadora para los hombres que la viven.El tiempo de la Revolucin les parece ir, yademasiado rpido, ya de masiado lento,como si nunca llevase bien el ritmo. Dema-siado lento, pues a medida que la revolu-cin avanza, la accin de los hombes se vecogida en una red de relaciones donde ella

    696

    se enreda, desviada de sus fines y sin alcan-zar su desti no original; por otra parte, losdas que pasan hacen resurgir los recuerdosdel Antiguo Rgimen, costumbres inexnr-pables o voluntades malvadas de hombresy mu jeres que permanecen fuera de la re-voluc in o se agitan contra ella, y qu e espreciso an convencer o vencer, una - hi-dra - renaciente sin cesar, por usar la [uerteimagen de los mismos revoluc ionarios. Obien, el tiempo va demasiado rpido: la Re-volucin es un movimiento de arrebato Ver-tiginoso que no se deja dominar. En el pri-mer caso, el impulso revolucionario no pue-de desplegarse libremente, ante la cantidadde obstculos que encuentra delante de s.En el segundo caso produce miedo su fe-cundidad en acontecimientos imprevisib les.Aqu como all, es impos ible termin ar laRevolucin, imposible de cumpl ir en el pri-mer caso. de acabar en el segundo.

    As pues, el descubrimiento de la histo -ria revolucionaria tra nsforma la idea de Re-volucin. Retengamos solamente algunosepisodios significativos de estos retoq ues.Uno, el debate de la prim avera y verano de1791 sobre la Co nstituci n, presidido porla obses in de terminar la Revolucin, ex-presado reite rativamente por Duport enmayo y por Barnave en septie mbre. Duponparte de la intuicin de que ..lo que se lla-ma revolucin, ya est hecho , pero temeno sea que su impulso permanente vuelvaen realidad a las combinaciones del AntiguoRgimen, pues todo movimiento es circu-lar tanto en el mundo moral como en elmundo Fsico, he aqu reaparecido el viejosentido astronmico. En cuanto a Bamave,nadie menos preparado que l para asociarla idea de Revolucin a la de desorden, puesl la una a la accin constante y regular decausas perfectamente identificables y recha-zaba las causas accidentales , siempre bue-nas, segn l, para determ inar -Ia poca. delas revoluciones. Pero la inquietante radica-lizacin de la Revolucin le hace cambiarsu anlisis; ahora tiene que atribuirla preci-samente a los accidentes, como la ambicin

    691

    y la vanidad de los hombres a los que la Re-volucin proporciona un teatro inesperado,interesados por lo mismo solamen te en suprosecucin. La nica manera de detener lamquina es la Constitucin. Solamente ellapermitir distinguir entre - Ios que quierenun gobierno estable y los que no quierenms que revolucin y cambio porque cre-cen en la confusin como los insectos en lacorrupcin . As se deshace la solidaridadde la Revolucin y de la Constitucin, tanfuene en 1789, puesto que opona la Revo-lucin a un Antiguo Rgimen que no tenaConstitucin. As se deshace tamb in laidea de la Revolucin como garanta contralo arbitrario. En el espritu de Bamave, larevolucin ha vuelto al sentido peyorativodel siglo XVIII, el de una vicisitud de la quehay que temer todo, a la vez el paso ade-lante y la vuelta atrs, la rebelin y la reac-cin; lo uno engendra lo otro.

    Con la revolucin del 10 de agosto _,nueva peripecia, salta el ltimo eslabn queuna la Revolucin al Antiguo Rgimen , laconservacin de la mo narqua a la que apa-rentement e se haban visto ob ligados los ac-tores por las costumbres y el voto de la na-cin, como deca Barnave. La nueva revo-lucin impone una nueva definicin, difcilejercicio al que se entrega Ccncordet, em-peado en comparar el destronamiento dedos reyes constitucionales. Jacobo 11 yLuis XVI, para demostrar que el segundoest menos contaminado de irregularidadesque el primero, porque un pueblo entero,o al menos una fracc in considerable delpueb lo, se aparta menos del orden comnde la ley que una asociacin panicular deciudadanos. cuando se dirige a un prncipeextranjero. Todo el esfuerzo de Condorcetconsiste en circunscribir y relativizar el de-sorden revolucionario. Algunos meses mstarde, la palabra revolucin y el adjetivo re-volucionario ---ste creado expresamentepara la Revolucin francesa, la nica revo-lucin que torna la libertad como obje-to_ le inspiran reflexiones anlogas. Unaleyes revolucionaria cuando se propone

    Revolucin

    mantener esta revolucin, es decir, cuandose sale del orden de las sociedades pacficas.En efecto, la ley revolucionaria no est he-cha para ellas, sino para terminar con la re-sistencia de los partidarios de la realeza. Noes por tanto otra cosa que una ley de cir-cunsuncias , si el calificativo ya no fueratan ridculo que fue preciso. admite Con-cordet, reemplazarlo por el de revolucio-nario . La sinuosa demostracin de Con-dorcet nos revela su perplejidad ante medi-das revolucionarias tan evidentemente liga-das a la excepcin. Se puede ciertamentejustificarlas, puesto que van dirigidas con-tra esos hombres que buscan prod ucir unarevolucin en sentido contrario pero espreciso permanecer sensible a lo que com-ponan de desordenado y guardarse de unaactitud detestab le que consiste en abrigarsedetrs de la necesidad, -Ia excusa de los ti-rano s. El fin soado por Condorcet essiempre el de terminar la revolucin, peroa diferencia de Dupon y de Bamave, su-bordina esta finalizacin a una ilegalidadprovisional.

    C uando ya existe un gobierno revolucio-nario, la argumentacin que le justifica noes fundamentalmente distinta de la de Co n-corder, aun cuando rompe con sus acentosde precaucin. Por su parte los Jacobinosoponan la ley revolucionaria -fundado-ra- a la ley constitucional conservadora yproclamaban la conviccin -Vergniaud yala haba identificado muy exactamente-e- deque la energa de la defensa nacional impo-ne mantener an toda la efervescencia dela Revoluc in, un an que parece intro-ducir entre los equipos sucesivos de la Re-volucin nada ms que una divergencia deapreciaciones sobre el momento propiciopara terminarla, a la vez que utilizan tauto-lgicamente el adjetivo revolucionario paradesignar todo lo que es conforme con la Re-volucin.

    Sin embargo entre Condorcet y Saint-Just se inicia una nueva deriva de la palabraRevolucin. Condorcet, un poco pattico,no quiere ver en las leyes revolucionarias

  • Ideas

    ms que una renuncia limitada a la legali-dad, porque est orientado hacia ..e! tiem-po en que no tendremos necesidad de ha-cerla . Si este ltimo cerrojo salta en Ro-bespierre y Saint-Just con e! aplazamientode la Constitucin recin nacida, se debe aque para ellos la Revolucin ya no se defi-ne como un espectculo prodigioso cuyacontemplacin basta para arrebatar al indi-viduo y convertirlo, sino como un trabajoque recibe su sentido de la existencia deenemigos de la Revolucin. Ahora bien, s-tos son de una especie muy particular. Poruna parte, estn en todos los sitios, en e! in-terior y en e! exterior de la Repblica e in-cluso en la conciencia de cada revoluciona-rio, pues la hostilidad a la Revolucin co-mienza con la ms pequea reticencia en e!respeto a la vida comn o con la simple in-diferencia. Por otra, renacen incesantemen-te de sus cenizas, porque, dice Saint-j ust,en e! orden moral sucede como en e! ordenfsico: ..los errores pueden desaparecercomo se evapora la humedad de la tierra,pero pronto aparecen como la humedadvuelve a caer de las nubes.

    Esta naturaleza de los enemigos de la Re-volucin, a la vez voltil y obstinada, en-traa al ,menos tres consecuencias. La pri-mera es Imponer la consubstancialidad de laRevolucin y la ilegalidad, puesto que laRevolucin no terminar con sus enemigosms que por la accin violenta, absuelta entoda ocasin por la idea de que se les debepermi tir todo a los qu e van en la direccinde la Revolucin, como afirma Saint-just.Tal es e! sentido de la clebre exclamacinde Robespierre en respuesta a la acusacinde Louvet e! 5 de noviembre de 1792:Q uieres una Revolucin sin Revolu-cin ? Ese da Robespierre sugiere otracosa muy distinta a la simple imposibilidadde llevar a cabo una revolucin more geo-mtrico y sin recurrir a la ilegalidad. Enefecto, al marcar con una ilegalidad necesa-ria todas las medidas de la Revolucin, ydeclarar ilegales todas las grandes jornadasident ificndolas para terminar con la Revo-

    698

    lucin misma, est aceptando que la ilega-lidad defina la Revolucin. Se comprendetambin viendo la derivacin de! ajetivo..revolucionario . Durante mucho tiempohaba servido para calificar toda medidaenrgica: as Bar re peda a la Convencinen la primavera de 1793, que actuase y s;declarase cuerpo revolucionario, desig-nando en este contexto lo expeditivo y loarbitrario. El ..instrumento revolucionario.es la guillotina. Y si entre todos los rosfranceses, e! Loira es especialmente revo-lucionario, es por su docilidad para arras-trar los ahogados de Carrie r.

    La segunda consecuencia es la de impo-ner una revolucin en e! interior de cada in-dividualidad, puesto que e! enemigo de laRevolucin est alojado en cada uno de losactores . El gobierno revolucionario, lejosde ser n~camente instrumento de guerra yde conquista, lo es del paso de! mal al bien,de la corrupcin a la probidad, de las malascostumbres a las buenas. Al definirlo asen. su informe sobre la polica general,Samt-Just hace depender la culminacin dela Revolucin de una transformacin radi-cal de los corazones y los espritus. Es pre-ciso que cada ciudadano experimente y obreen s mismo una Revolucin igual a la queha cambiado la faz de Francia; este obje-tivo de la Comisin de vigilancia lionesa, ennoviembre de 1793, muestra hasta qu pun-to la palabra Revolucin haba tomado elsentido de una transformacin personal entima, convers in indisolublemente priva-da y pblica.

    La tercera consecuencia se deduce de lasotras dos: el enemigo no podr ser derro-tado y la empresa revolucionaria no estaracabada jams. Dnde debe pararse la Re-volucin? Saint-J ust reto ma esta cuestintemible, que todos los actores de la Revo-lucin haban tratado en un momento uotro y a la que algunos, como Barnave, ha-ban dado una respuesta precisa. El hace re-troceder este final a un futuro ilimitado,porque la Revolucin no se cierra ms quecon la perfeccin de la felicidad, Deja so-

    699

    bre todo, flotar una dud a mor tal sobre la in-terpretacin de este final : se hab la de la al-tura de la Revolucin. Quin fijar esa al-rura?. Esta incertidumbre deja prever quela Revolucin siempre est por hacer, queuno no puede detenerse en e! camino bajopena de cavar su tum ba, que la pureza delproyecto revolucionario debe ser restitu idoen su integridad, cada instante, que nadie lajuzga, en una palabra que habr que revo-lucionar la Revolucin . permanentemente.

    Aqu se alcanza la mxima desviacin res-pecto de la imagen y la idea que se haba po-pularizado en los inicios de la Revolucin,la imagen de una Revolucin como espec-tculo maravilloso dotado por s mismo deuna irresistible fuerza de arrastre y de con-viccin y con la idea de la Revolucin comola instauracin de la libertad por la ley. Loque subsiste basta, no obs tante, para com-prender por qu es pr ecisament e en los re-cuerdos paroxsticos del episodio jacobinodonde se alimenta con predileccin la le-yenda de las revoluciones. La ruptura conel pasado constantemente recordada en losjuramentos y la unidad mtica de un pue-blo virtuoso, constantemente movilizado enla purga de facciones, componen una re-presentacin simple y fuerte de la que losrevolucionarios posteriores harn su escenaoriginaria.

    Llega Termidor y ..e! tirano. es abatido.Despus de la revolucin de! 14 de julio, ladel 10 de agosto, la del 31 de mayo es unarevolucin ms, que llega un poco cansadaa inscribirse en esta letana, engalanada noobstante de adjetivos eufricos que ya hanservido para sus predecesoras: aforrunada,grande, asombrosa. A veces, incluso, testi-monios inesperados se afanan en darle unsentido inaugu ral: el 18 [rucridor delao Il, Babeuf sugiere no computar eltiempo desde hace cinco aos, sino sola-mente desde un mes y algunos das de re-volucin. La primera racionalizacin delacontecimiento consiste en hacer de la nue-va Revolucin una inversin simtrica de lajornada de! 31 de mayo: la primera haba

    Revoluci n

    visto cmo la insur reccin armada de la Co-muna obligaba a capitular a la Convencciny la segunda vio a la Convenccin tomar surevancha sobre la Comuna. Las dos jorna-das se contrapesan pues, como se apresuraa establecerlo e! informe de Barere: el 31de mayo e! pueblo hizo su revolucin ; el9 Termidor la Co nvencin nacional hizo lasuya. La libertad aplaudi igualmente a lasdos . Esta forma de presentar los hechospasando la esponja sirve para mostrar quee! 9 Termidor es ..la ltima tormenta de laRevolucin. No arrastrar una nueva pe-ripecia porque equilibra una antigua peri-pecia. Puede, pues, pretender significar esefinal de la historia revolucionaria que cadaequipo en e! poder estaba esperando.

    Resulta, por tanto, claro que nada estverdaderamente terminado. Los aos quesiguen a Termidor son ricos en golpes deEstado, victorias y derrotas alternadas de!ejecutivo y del legislativo, con cambiosgenerosamente decorados de la palabra re-volucin, como e! agrio 18 fructidor, quepretende su vuelta a los eptetos lisonjerosde jornadas precedentes. El discurso queacompaa estos cambios busca, en efecto,bor rar la indecente plu ralidad de nuevas ve-nidas (especialmen te presentando cada unade ellas como una vuelta al equilibrio, ga-ranta de un verdadero fin de la Revolucin)y camuflar su ilegalidad. Pero no puede im-pedir que de esta inquietante multiplicacinnazca un nuevo sentimiento del tiempo re-volucio nario, ya no es la instantaneidad de!prodigio, ni la larga paciencia y esfuerzo delos hombres en tensin hacia su propia re-creacin, sino la alternancia sincopada derevoluciones y reacciones que escaFan alcontrol de las voluntades humanas. Desdelos das que siguen a Termidor, la Sociedadde los Jacobinos anunc ia que despus deuna tan larga comprensin es preciso espe-rar una reaccin poderosa y proporciona-da a las desgracias que hemos tenido quedeplorar . Con e! reparto de! tiempo revo-lucionario entre revolucin y reaccin y laentrada en la escena poltica de unos perso-

  • Ideas

    najes nuevos, los

  • REVOLUCION AMERICANA

    Ideas

    BOISSY D'ANGLAS, FRAN