3 Zito Lema Vicente Conversaciones Con Enrique Pichon Riviere Sobre Arte y La Locura

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    V ic e n te Z ito L e m a

    EDICIONES CINCO

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    Enrique Pichn Rivire

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    VICENTE ZITO LEMA

    CONVERSACIONES

    CON

    ENRIQUE

    PICHN RIVIERE

    SOBRE EL ARTE Y LA LOCURA

    EDICIONES CINCO

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    Diseo de tapa:

    Regine Bergmeijer

    IMPRESO EN LA REPBLICA ARGENTINA

    PRINTED IN ARGENTINA.

    Prim era edicin:

    Segunda edicin:

    Tercera edicin:

    Cu arta edicin:

    Quinta edicin:

    Sexta edicin:

    Sptima edicin:

    Octava edicin:

    1976 - Timerman Editores

    1976 - Timerm an Editores

    1985 - Ediciones Cinco

    1986 - Ediciones Cinco

    1988 - Ediciones Cinco

    1990 - Ediciones Cinco

    1991 - Ediciones Cinco

    1992 - Ediciones Cinco

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    1993 by Ediciones Cinco

    Florida 165 - 5

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    pise ,of. 505

    1333 Buenos Aires, Repblica Arg entina

    Queda hecho el depsito

    que marca la ley 11723

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    I.S.B.N. 950-9693-05-7

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    V ' ' M

    N D I C E

    Encuentros S

    I. LA FAMILIA. LOS PRIMEROS AOS 15

    II . LAUTREAMONT. LO SINIESTR O 43

    III. BUENOS AIRES. AFECTO S. TRISTEZA 57

    IV. DESCUBRIMIENTO DE FREUD . LA PROFE

    SIN DE PSIQUIATRA. IMPUGNACIN Y

    DEFENSA. LOS HOSPICIOS 69

    V. LA PRACTICA ANALTICA. SUS LIMITES 91

    VI . LA PSICOLOGA SOCIAL. SUS FUNDAMEN

    TOS.

    EL ESQUEMA CONCEPTUAL, REFE-

    RENCIAL Y OPERATIVO 103

    VIL LA CURACIN DEL PSICOTICO . TCNICAS

    DE CHOQU E: EL ELECTROSHOCK 115

    VIII. LA AMPLIT UD CREATIVA. MECANISMOS IN

    TERNOS. ARTE Y LOCURA. EL POETA AN-

    TONIN ARTAUD. UNA PEQUEA VERDAD 125

    Despedida dem orada 167

    7

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    Encuentros

    Una maana, tendra yo once o doce aos, me pele,

    por motivos que ya no recuerdo bien, con un muchachito

    de mi edad. De pronto logr ponerle las manos en el

    cuello y apret, muy fuerte. Dej de oponer resistencia.

    Cre que lo haba matado; desesperado, me arrodill en

    medio de la calle y me puse"

    a

    rezar. Pero lo suyo slo era

    un desmayo pasafero o una triquiuela, ya que, sbita

    mente, me dio un golpe en la cabeza y se fue corriendo.

    Das despus me enter de que la madre de "mi ene

    migo" se haba ahorcado . En el barrio se comentaba en

    voz baja el suceso, con ms miedo que dolor o respeto.

    Yo no me anim a averiguar los detalles. Pero quise ir al

    velatorio, algo que prcticamente desconoca (tera ape

    nas el recuerdo de la muerte de mi bisabuela, a la que

    no mir, y de unos fotgrafos con cmaras enormes apun

    tndonos mientras el cajn apareca por la puerta).

    Fui a la casa de la ahorcada as comenz a ser lla

    mada; una casa de chapas rojas edificada sobre una

    pequea barranca frente a las vas del tren lechero. Nadie

    respondi a mis llamados. Unos vecinos me dijeron q ue

    haban llevado la muerta a Mrmol o a City Bell, pueblo

    cercano a La Plata.

    Cuando encontr el lugar estaba ya cansado, asustado.

    No tengo una imagen muy precisa de cmo era aquello.

    Es ms bien una sensacin de penumbra y de ahogo...

    Y en el medio de la pieza, eso s, ntido, el cajn sin

    cruz, y mi amigo, solo, sentado en el suelo, cerca de su

    madre. Me puse a su lado, me abraz y me dijo: "Haca

    aos que estaba loca."

    Permanec hasta el amanecer, sin entender cabalmente

    qu me haba dicho y qu haca yo all.

    Conoc a Pichn Rivire en el taller del pintor Juan Batlle

    Planas. Seran las tres o cuatro de la tarde de un da sbado,

    en el invierno de

    1964,

    cuando apareci por uno de los pasillos

    un hombre muy delgado, de nariz fuerte, vestido con ropas

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    oscuras. N os pusimos a conversar. El tema fue Isidoro D u-

    casse: su poesa, su familia, su tragedia.

    Poco a poco cobr vida en m una impresin que corrobo

    rara numerosas veces: a pesar de su exaltacin. Pichn irra

    diaba una extraa paz; a pesar de su fragilidad, fortaleza; a

    pesar de su distancianento, una inmensa bondad.

    Tengo de l, en esa tarde, una imagen traslcida: la de un

    poderoso gallo de ria dispuesto, a medida que pasaban las

    horas, a lanzarse con el pico y las alas abiertas contra la

    oscuridad.

    Al cumplirse, en 1970, cien aos de a muerte del conde de

    Lautramont, organizamos con Aldo Pellegrini un acto de ho

    menaje. La noche de la celebracin, al salir de una galera,

    vi en medio de a avenida Crdoba a Pichn Rm ire. Haban

    pasado aos desde nuestro primer encuentro, y ahora estaba

    l, caminando vacilante, mientras Jos coches se acercaban a

    toda velocidad. Corr, logr tomarlo del brazo y arrastrarlo

    hasta la vereda. Pareci no extraarle mi

    actitud;

    me recono

    ci,

    me salud con afecto y se puso a Jiablar de sus estudios

    sobre la locura y lo siniestro en la poesa de Lautramont.

    A fines de 1971 muere Jacobo Fijman en el liospicio.

    Me cost volver all. Cuan do lo hice fue para descubrir parte

    de una realidad que haba mantenido relegada. Hasta ese mo

    mento mi visin del manicomio era la de un sitio trgico, s,

    pero donde era posible la existencia de un pensamiento original.

    El delirio, a brillantez, la poesa carnal de Fijman, lo superaban

    todo. Mi libro sobre nuestras conversaciones trata de rescatar,

    precisamente, esas verdaderas rfagas salvajes que eran su

    pensamiento. Muerto l, empec a descubrir que lo cotidiano,

    lo que prevaleca en aquel sitio, era la sordidez, la soledad, el

    hambre; la prdida continua de la identidad.

    Y

    que Fijman

    haba sido un caso excepcional, uno de los muy pocos con

    fortaleza para salvarse del mayor naufragio.

    Me puse e ntonces a trabajar en el hospicio. Registr y re

    copil, sin privilegiar, las distintas formas con que los internos

    se expresaban. Simultneamente, inici mis investigaciones so

    bre el funcionamiento de los mecanismos creativos. Para todo

    ello recurr a la gua y al apoyo de Pichn: tam bin en ese

    terreno del conocimiento haba sido un lcido adelantado.

    10

    mediados de 1974 Enrique Pichn Rivire es llevado,

    gravemente enfermo, al Hospital de Clnicas. Logra sob repo

    nerse; ello permite que, an internado, reiniciemos nuestras

    discusiones sobre el arte y la locura: un tema que nos apasiona

    y nos une a pesar de ciertas discrepancias.

    En la necesidad de profundizarlo, de saber mas sobre Pichn,

    y de m, nace la idea de este libro, que se concretara meses

    despus. A Pichn, su participacin, entiendo que le signific

    un desafo. El, hombre amante de la aventura, no poda dejar

    de aceptarlo.

    Estas conversaciones se convirtieron en una forma creativa

    de luchar contra su enfermedad y de enfrentar, posiblemente

    una vez ms y no la ltima, a sus

    fantasmas.

    Que conoce y

    domina, pero que siguen lo ha presentido acosndolo.

    (Cmo entender, si no. esos sbitos silencios de Pichn, ese

    llamado tcito a que no franqueramos ciertas zonas, de pronto

    su decaimiento o su tristeza y, de pronto, su exaltacin.. .)

    Pero debo reconocer que, as como l call algunas veces,

    tampoco yo pude franquear ciertas barreras. De all que pre

    guntas aue silenciamos frente al grabador afloraron en el mo

    mento de despedimos, como si hubiramos decidido mantener

    una zona en comn secreto.

    La mecnica de trabajo, en general, fue la siguiente: nos

    reunimos durante el otoo y el invierno de 1975, una o dos

    veces por semana, en sesiones (grabacin, com entario de gra

    baciones anteriores, bsqueda y lectura de libros y documen

    tos) que nos llevaban, a veces, exactamente cincuenta minutos;

    otras, especialmente los sbados, hasta cinco y seis horas.

    Estos encuentros adquirieron, paulatinamente, un esque ma

    invariable, casi de ritual. Yo concurra a su domicilio, que es

    a la vez su consultorio. Su enfermera me haca pasar; en se

    guida apareca Pichn, nos abrazbamos. Despus nos sent

    bamos frente a frente, yo de espaldas a su divn de psicoana

    lista (marrn, con extraas manchas que nacen a partir del

    desgaste del cuero y que, si son observadas, permiten descubrir

    un rostro casi perfecto de leopardo y junto a l un torso de

    mujer).

    Tambin hay en esa pieza varios cuadros. Uno es

    de Casimiro Domingo, a quien Pichn conoci en el hospicio;

    destaco esta obra porque simboliza, acaso como ninguna otra.

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    ese sentido de la vida y del conocimiento enespiralpor el que

    continuamente clama Pichn. Otro elemento significativo en

    aquel recinto son los libros y carpetas con papeles: sobre el

    escritorio, en el piso, cayendo de los placares, cubriendo, in

    cluso, las sillas. Ello des pierta una sensac in de

    caos

    total, que

    cobra

    suunidad,sin embargo, cuando P ichn busca, sin equivo

    carse, alguno de esos librps o papeles.

    Ya acomodados, Pichn me preguntaba, invariablemente:

    Cmo estamosnosotrosdos, cmo est la calle?

    Le comentaba yo los hechos del da, casi todos dramticos.

    Despus hablaba de m, muy poco, pero, aun elpticamente,

    nunca dejaba de plantear algn problema que me angustiaba.

    Lo discutamos.

    Llegaba el turno de Pichn: poco a poco, se iba penetrando,

    dejndose al desnudo. Yo tena la sensacin de que me estaba

    trasmitiendo un mensaje cifrado y que, al hablar de s mismo,

    tambin lo haca de m. Ello me agotaba: me vea transfor

    mado en un espejo. Era cuando Pichn me deca, a veces

    riendo, a veces mirndome muy fijamente, que era, para l,

    como un padre.

    Pasado todo ese tiempo que, en funcin del libro, puedo

    llamar de "precalentamiento", pona en marcha l grabador.

    Aclaro que el primer da nos fijamos un plan, no muy estricto,

    por supuesto, de lo que seran nuestras bases de conversacin

    o gua. Despus, ya en el curso del trabajo, ante la dinmica

    espontnea que tomaba el mismo, y que superaba nuestro pro

    psito de enfrentar los temas con un mayor orden, tomamos

    como mtodo que yo leyera la

    desgrabacin

    d e la charla ante

    rior. A partir deall,en su caso,aclarbamos o completbamos

    los distintos temas. O bien enfocbamos otros que, previstos

    o no en el planoriginal,entendamos en ese momento que eran

    necesarios.

    Dbamos por terminada la

    conversacin

    d el da (salvo el caso

    de que hubiramos fijado de antemano la duracin) cuando

    alguno de los dos se

    cansaba.

    Ynos cansbamos por distintas

    razones o quiz por la misma razn. A veces Pichn desfalleca

    fsicamente, o tocbamos alguna zona que lo entristeca mucho

    (especialmente algunos recuerdos de amor). Entonces cerraba

    los ojos y se

    acariciaba

    lentamente, muy lentamente el rostro.

    12

    Era la seal. Otras veces, yo senta que enfrentaba una carga

    muy pesada, que mi capacidad de percibir estaba colmada;

    incluso, hubo momentos en que sent miedo, un miedo extrao

    que no puedodescifrar. O

    desconcierto.

    M e

    interrogaba: Qu

    estoy haciendo realmente aqu?" Y, sin respuesta, tena ganas

    de salir corriendo. Era cuando Pichn me miraba con extrema

    dureza, como enojado por mi

    flojedad,

    para cambiar rpida

    mente y palmearme con suavidad, la espalda. De cualquier

    manera, originada la suspensin de la charla por m o por l,

    yo tomaba una copa de vino, l fumaba su nico

    cigarrillo

    del

    da y me acompaaba hasta la puerta del departamento. Con

    venamos el nuevo encuentro y nos despedamos con un abra

    zo , no obstante lo cual nos demorbamos, y sos eran los

    momentos en que, deshilvanadamente (ya lo he sealado), to

    cbamos temas que frente al grabador, por distintas circuns

    tancias, habamos omitido o no profundizado. Me permito de

    alguna manera revelarlo:

    giraban

    siempre en torno de la muerte.

    Algo ms sobre nuestro mtodo de trabajo: debido a las

    dificultades fsicas de Pichn, que tornan su voz poco audible

    (en todo caso, no registrab le fcilmente por el graba dor), a

    medida que l contestaba mis preguntas, o me repreguntaba,

    yo iba repitiendo y sintetizando, con la mayo r fidelidad que

    pude, sus palabras.

    Aclaro tambin que Pichn, cuando tocamos algunos temas

    sobre los que ya ha escrito, para evitarse mayor fatiga y en

    pos de precisin, se vali en sus respuestas de esos documentos.

    Una vez que estuvo enteramente desgrabado el material,

    y hecho por m el trabajo de ajuste, tratando de evitar ciertas

    imprecisiones propias de toda conversacin (que en este caso

    fueron ms de lenguaje que de conceptos), le el texto a Pichn.

    El me hizo entonces sugerencias y comentarios; propuso incluso modificaciones. Volv a trabajar en el texto y obtuve el

    acuerdo definitivo.

    La nueva lectura que, a solas, hago esta noche de las pruebas

    de imprenta, me trae recuerdos (algunos que ya se desvanecan)

    y motiva reflexiones que acaso no buscan ms que sacar a luz,

    el encadenamiento inexorable al que responden mis encuen

    tros con Enrique Pichn Rivire. Cierro un pequeo crculo.

    VICENTE Zrro LEMA

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    Coliage de Pichn Rivire

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    I

    La fam i l ia . Los pr im eros aos

    m

    a

    Usted siempre sostuvo que existe una relacin muy ntima

    entre sus concepcionestericas y la vida que le toc vivir. Por

    eso, sin duda no est fuera de lugar empezar nuestras conver

    saciones sobre la locura, la

    salud'

    mental y los problemas de

    la creacin artstica y el llamado "arte patolgico" con un pun

    to de partida muy preciso: su infancia.

    Le anticipo que ha estado rodeada de acontecimientos

    muy ex tra os. .. Por ejemplo, yo nac en Ginebra, y ello

    motiv mi profundo inters por Lenn, mi deseo de haberlo

    conocido. Lenn jugaba siempre con los chicos de una plaza

    de esa ciudad, a la que yo despus concurr, tambin de

    n i o . . .

    Y as se gener un vnculo, una ansiedad de conocer

    anterior a la apreciacin intelectual o de tipo ideolgico.

    Quines fueron sus padres?

    Los dos eran franceses: Alfonso Pichn y Josefina de la

    Rivire. l comenz la carrera militar, en la academia de

    Saint-Cyr, pero fue expulsado al poco tiempo por sus ideas

    polticas y su relacin con el intendente de la ciudad, Herriot,

    uno de los principales dirigentes socialistas. Entonces es en

    viado por su famina a Manchester, donde estudia el proceso

    de la fabricacin de tejidos. Ya por entonces tena la idea de

    criar gusanos de seda. Sus planes eran radicar una industria

    textil en el norte d e Inglaterra . Por eso, para m siempre

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    sera un misterio nuestro largo viaje y que finalmente furamos

    a dar al Chaco, en plena selva.

    Pero usted nace en Ginebra...

    S, el 25 de junio de 1907. Aunque mi nacimiento en ese

    lugar debe verse como algo totalmente accidental. Y vine a la

    Argentina cuando tena tres aos, en pleno Centenario.

    De Ginebra solo recuerdo con precisin un auto, un gran

    auto negro con una bocina en forma de vbora, en el que a

    veces viajbamos con m is padres y mis hermanos. Despus

    vino el gran peregrinaje del otro lado del mar; de eso slo

    tengo sensaciones, sensaciones de un movimiento continuo y

    asc en den te. .. En Buenos Aires nos quedamos muy poco tiem

    po ,

    mi padre hace distintos tipos de gestiones y en seguida

    nos vamos al Chaco. Insisto en que nunca entendera la ver

    dadera razn de ese hecho.

    Ya en el Chaco, mi padre consigue una concesin de tierras

    del Estado, tierras fiscales, y se pone a trabajar. Esta conce

    sin estipulaba un trmino, y los aos fueron desastrosos...

    por la langosta, la inundacin, las lluvias, hasta que al fin se

    perdi todo.

    Qu trabajo encara su padre?

    Planta algodn, pero, como ya le dije, pese al esfuerzo,

    fracasa. La naturaleza no lo ayud. Al extremo de que u na

    manga de langostas se comi hasta el techo de paja del

    bun-

    galow donde vivamos. Y nos quedamos a la intemperie, de

    un da para el otro. Nunca olvidar que en el momento en

    que desaparece el techo, mi padre exclama: "Qu hermoso,

    qu azul es este cielo "

    Cunto tiempo permanecen en el Chaco?

    Unos cuatro aos; nos fuimos cuando yo tena ocho. Por

    ese entonces, aquello era un territorio totalmente despoblado.

    A dnde van?

    Pasamos a Corrientes. Y all otra vez mi padre insiste en

    trabajar la tierra, en-plantar algodn y tabaco, y otra vez sin

    suerte. Siempre le ira mal en todos sus trabajos.

    16

    Cu ntos hermanos tuvo?

    ramos seis hermanos, dos mujeres y cuatro hombres. Soy

    el menor. Pero, ya est aqu el primer conflicto: mi padre se

    cas con su cuada. Es decir, muere su primera esposa y

    se casa con la hermana de ella. Del primer matrimonio nacen

    cinco hijos y del segundo solo yo.

    Esta relacin determin alguna vez situaciones violentas?

    No;

    sin embargo siempre estuvo presente como una som

    bra. Perpetuamente vag entre nosotros el conflicto familiar.

    Cundo se entera de esa realidad o, como suele decirse,

    del "secreto de familia"?

    A los sei s. .. siete aos. Hasta entonces crea que ramos

    todos hijos del mismo padre y de la misma madre.

    Cmo eran sus hermanos con usted?

    Muy buenos, muy afectuosos, nunca hubo entre nosotros

    la menor ostentacin o diferencia; al contrario; y acaso por ser

    el menor, siempre tuvieron hacia m una profunda dedicacin.

    De qu maneracaracterizara a esa familia?

    Bsicamente como fuerte, unida, y muy luchadora. Tra

    taba de transformar la realidad. Jams aceptaba pasivamente

    las desgracias. No reculaba ante el desafo.

    Se suele dar importancia a la casa donde uno pasa la in

    fancia. Qu recuerdos tiene usted de ese primer bungalow?

    Era una construccin muy austera, siempre extremadamen

    te limpia y muy acogedora. Pero estaba hecha totalmente de

    paja y por ello exista el peligro de un incendio. Tamb in

    estbamos expuestos al ataque de los malones, por entonces

    muy frecuentes. Eran indios guaranes, muy aguerridos, y se

    lanzaban sobre las pequeas poblaciones y sobre las casas

    aisladas en el campo.

    Alguna vez esas amenazas se concretaron? Me refiero al

    incendio o al ataque de los indios contra su amilia.

    17

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    No, y en alguna medida era peor , ya que la fantasa au

    menta ba la rea medid a del pel igro y el estado de tensin se

    haca permanente.

    Ahora bien, la amenaza de los indios se daba cuando stos

    se juntaban en malones, ya que, individualmente, eran gente

    muy t rabajadora; si uno conoca el idioma, poda relacionarse

    con ellos sin mayor dificultad.

    No puedo precisar las ci rcunstancias, pero no olvido que

    he estado con esos indios, que los he conocido, que hemos

    h a b l a d o . . .

    Le impresionaron por algo en especial?

    Siempre me imp act la manera q ue ten an de hacha r .

    Vol teaban esos grandes rboles, los quebrachos, con una habi

    l idad increble.

    Imagino que se contaran en la zona hechos graves o algn

    tipo de leyenda sangrienta protagonizada por los guaranes...

    S , y eso, naturalm ente, au men taba el miedo colect ivo.

    Siempre eran sucesos l igados on raptos de menores y viola

    ciones de mujeres.

    O sea, la clsica exteriorizacin de un prejuicio racial.

    Con toda su compleja gama de lazos e interrelaciones;

    era, por lo tanto, una situacin criticable, y no por ello menos

    vigente y actuante.

    Q u es lo que haba realmente detrs? A qu obedecen,

    en general, los prejuicios?

    Detrs de un prejuicio se encuentra siempre la envidia.

    Ya sea por la laboriosidad, la belleza, la visin del futuro o la

    manera de encarar el mundo que t ienen los seres objetos del

    rechazo.

    Puede haber (de hecho, hay) un t rasfondo ideolgico y

    tambin rel igioso, pero el ncleo de este sent imiento est

    formado por la competencia, la rivalidad y, reitero, esencial

    mente la envidia.

    En cuanto a las fantasas sobre violaciones, hay all una pro

    yeccin de los propios deseos en el de afuera, en el extrao,

    en el "otro", y ello vuelve al emisor convertido en "realidad".

    18

    Hay un grupo de hombres que considera que t iene la propie

    dad de las mujeres t radicionalmente l igadas a ese grupo, y

    rechazan qu e alguien pued a discut i r esa propieda d. Por ello ,

    la base del prejuicio, aun en este caso, es la rivalidad, y exte

    r ior iza un concepto ms econmico que sexual .

    De q u forma vivi esos hechos atribuidos a los guara

    nes? Como un a leyenda o como una historia real?

    Es una diferencia difcil de precis ar en este caso. Au nqu e

    est imo que , prepo nderan teme nte, los recib como leyenda. En

    l t ima instancia los autores ya haban d esaparecido. Sin em

    bargo, quedaban algunas personas en el pueblo a las que se

    alaban como hijos de esos encuentros, no s si obligados o

    n o, en todo caso furtivos, entre indios y "blancas".

    A e sa gente se la

    mi r aba

    o trataba de alguna manera

    especial?

    No creo que hubie ra ningn signo de rechazo. Ms aun ,

    como experiencia social fue riqusima para m; no es frecuente

    encontrar un grupo humano sin profundas di ferencias.

    Mi familia, en ese aspecto, tena una postura muy clara,

    muy abier ta . En par t icular mi padre, que sent a especial sim

    pata por los aborgenes. l, ya en su infancia, haba tenido

    fuertes fantasas ligadas a la vida salvaje.- So muchas veces

    con vivir en el fr ica, acaso porque amaba profundamente a

    Rimbaud, tanto por su poesa como por su largo exilio de la

    civi l izacin europea. Todo esto incidi para que nunca tuviera

    miedo de los indios y no tomara recaudos especiales de protec

    cin, ni aun en esos largos viajes que emprenda solo y a

    caballo.

    Q uedaba entonces el resto de la familia desampa rado, o

    estaban preparados para defenderse en caso necesario?

    Por supuesto que estbamos pre parados . Mi padre no

    usaba armas, pero tena guardadas var ias, y cuando se iba las

    repar t a entre nosotros.

    A dnde viajaba su padre?

    Podra decir q ue era un viaje a otros cielos, tal era el sen

    t imiento de ausencia que nos provocaba. Pero lo real era que

    19

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    12/96

    l ,

    mensualmente, emprenda una verdadera expedicin para

    llegar al pueblo a retirar dinero y poder pagar los gastos de

    la produccin y de la casa. Pasbamos dos o tres das posedos

    por la angust ia , esperando su regreso.

    Su madre tambin tena un arma?

    Todos, mi madre tam bin. Entonces yo tendr a unos siete

    aos,

    y recuerdo que mi padre me dejaba un

    winchester;

    ha

    ba aprendido a manejar lo muy bien.

    Era una zona hermosa, pero llena de riesgos. Por ejemplo,

    abundaba todo tipo de animales salvajes, mortferos, especial

    men te gatos monteses, a veces cebados, y vbo ra s. . . Las peo

    res eran las boas. Me veo yo mismo, a la distancia, y noto lo

    singular de esa infancia.

    Corri ese nio algn grave peligro?

    Situacin directa, de ataque, no; pero indirecta, de pel igro

    cierto, s.

    Una noche sufr e l pnico al sent i rme encandi lado por los

    ojos de un puma, pero a la vez estaba como fascinado. . .

    El puma es un animal muy bello...

    S , pe r o t ambin puede mata r . . .

    Escap, grit? Qu hizo?

    Ah improvis una conducta que luego utilizara, en cir

    cunstancias igualmente cr t icas, con los enfermos mentales:

    quedarme absolutamente r gido, sin demostrar ningn sent i

    miento, y sin esbozar o intentar el menor acto de defensa o

    a t aque . E l puma se mar ch . . .

    Todo lo que sent esa noche volv a revivirlo muchos aos

    despus. Haba concurr ido ai Teatro Argent ino, en Buenos

    Aires, donde se representaba una obra cuyo mayor valor era

    ser un honesto alegato contra la guerra. La daba un grupo de

    actores anarquistas. La pol ica invadi sbi tamente el teat ro;

    yo me q ued paral izado* no hice gesto algu no, y la pol ica , que

    golpeaba y detena indiscr iminadamente, no repar en m , no

    me hicieron una sola pregunta. Y pude dejar el teat ro sin

    problemas.

    , Creo qu e nun ca, como ahora, he tenido tac clara conciencia

    20

    de la relacin entre ambas si tuaciones que, adems, se com

    pletan con la vivencia del hospicio.

    Una vez, en el Hospicio de las Mercedes, un enfermo me

    atac, de improviso, con un cuchillo, y volv a quedarme in

    mvil, mirndolo fijamente, hasta que el enfermo solt el arma,

    que se clav de punta en la t ier ra. . .

    Y asocio otro recuerdo de mi infancia, acaso porque se re

    fiere a la forma precisa con que mi padre manejaba todo tipo

    de si tuaciones graves, azarosas, mantenindose muy presente

    pero tambin como lejano. l nunca provocaba a nadie; tam

    poco nunca vi una provocacin hacia l . Haba un gran res

    peto por su perso na, por "el francs", como lo llama ban. Re

    cuerdo que en esa poca mi padre tena la costumbre de tender

    un alam bre en tre dos rboles, y colgar all todos sus trajes. Lo

    haca por lo menos una vez al mes. Haba smokings, chaque

    tas, y todo t ipo de t rajes de buen vest i r y de gala. . . , y los

    colgab a al sol, al aire libre, en la selva. Pareca u n ritual, una

    misa, en la qu e l era un solitario oferente. Yo perciba en ello

    toda su nostalgia.

    El llamado melanclico de la anterior vida, de otra cul

    tura

    . . .

    Si, ese sentimie nto exen to de dulz ura, de ligera embria

    guez, pero doloroso. Mi padre sufra, de manera cierta, en

    ese ritual, del que fui disimulado testigo, compartiendo su pena.

    Le, hace algn tiem po, un trabajo donde usted analiza

    el comportam iento humano ante las catstrofes. Me pregunto

    la asociacin es evidente si sufri de nio algn suceso de

    ese tipo.

    Hac e bien en unir sucesos fundam entales de mi infancia

    con mis intereses intelectuales. Viv, s, situaciones de inun

    dacin, en las que colabor act ivamente en la evacuacin de

    los inundados, y tambin despus para ubicar los, buscar les

    tareas, incluso hacerlos jugar al ftbol cmo una forma con

    creta de aliviar la tensin. Fu e mi prim era experiencia cierta

    frente al pnico colectivo.

    Muchos aos despus, durante el perfodo de abril de 1966

    21

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    a mayo de 1967, publiqu una serie de notas en una revista

    de Buenos Aires (Primera Plana); era un esbozo de una psi

    cologa de la vida cotidia na. Y precis ame nte, con ese ttulo, se

    edit despus un libro, en el ao 1970, que reuna todos mis

    trabajos sobre el tem a. En esta tarea tuvo activa participa

    cin mi ms di recta colaboradora, Ana Pampliega de Quiroga.

    Pues bien, uno de esos trabajos, al que usted se refiri, encara

    las reacciones psicolgicas ante el desastre; o sea que, una vez

    ms,

    como deca, una exper iencia vivida en mi pr imera edad

    es mate ria de investigacin. El misterio, lo imprevisto , me h an

    atrapado, y t rato de descif rar los con las armas que he adqui

    r ido de hombre.

    Sostenemos en ese anlisis que el ncleo de la actitud del

    sujeto que padece la catstrofe est dado por su resistencia al

    cambio. El cambio se requiere para responder a una nueva

    situacin producida, no ya por la sociedad, sino por la natura

    leza; esto , sin negar la responsabi l idad que puede tener la

    sociedad en su conjunto y las autoridades en particular para

    evitar ese tipo de catstrofe con medidas estructurales cons

    t ruccin de diques, dragado de r os, etctera o, al menos,

    con ef icaces medidas de aler ta y prevencin.

    El sujeto que padece la situacin, por miedo al cambio que

    se impone, se resistir por todos los medios. Apelar a todo

    t ipo de maniobras para di latar y aun impedir el abandono o

    el desalojo, es decir, la evacua cin de l sitio que habi ta. Es

    entonces cuando el siniest rado debe ser considerado como un

    enfermo mental , dado que t iene todas las caracter st icas y

    conducta del paranoico.

    Ahora bien, en la inundacin como en cualquier otro si

    niest ro, el pnico aparece en un segundo per iodo de la si tua

    cin que hemos denominado de "impacto". Por su significa

    cin, el pnico es el principal emergente de estos hechos, ya

    que puede ocasionar mayores consecuencias, daos ms gra

    ves,

    que el suceso pr incipal del cual emerge.

    El carcter tpico y peligroso del pnico es su poder

    d e

    contagio

    que, tal como la vida cotidiana nos ensea, ha

    ocasionado innumerables desgracias, debido a las act i tudes

    que desencadena: tumulto, huida ciega, y tambin asesinatos,

    violaciones, y dems tipos de violencia desenfrenada.

    Para caracter izar el pnico, podr amos decir que es una

    22

    unidad compleja, cuyos elementos constitutivos son: temor

    alarma, perplej idad, prdida de control y de or ientacin.

    Volviendo a sus recuerdos, dn de vivi las escenas d e

    inundacin?

    En Florencia, en el Chaco santafecino.

    Cmo era Florencia?

    -Me fui y jams regres. . .

    Pero usted bien sabe que de la infancia nadie se aleja.

    Es cier to , y menos ahora, a mi edad. Florencia era un

    aire ligero, y una tierra roja, y una gran laguna, y mi padre

    y yo cazando y pescando en el mayor de los si lencios. . .

    Y un fuer te sol . Nos babamos en l laguna, a pesar de

    los yacars. Mi padre nos haba enseado una manera de in

    movilizarlos, ponindoles una rama en la boca y dejndoles as

    trab ad a la mand bula . Yo lo hice una sola vez, pero lo viv

    como una eternidad . Era una vida muy especial , una vida en

    la naturaleza, y si bien nos mudamos var ias veces, siempre

    eran sitios de una misma regin, y las experiencias y los re

    cuerdos se repet i rn.

    Ustedes eran una fam ilia nueva, extranjera en el lugar;

    se sinti alguna vez tratado en forma diferenciada?

    Jams p ercib signos de ese tipo , al menos con nosotros.

    Pero tambin recuerdo que, cuando tena cinco o seis aos,

    escuch por pr imera vez la palabra "gr ingo", di r igida a un

    hombre. Creo que era i tal iano, y me pareci una palabra de

    connotacin cmica.

    De chico me apodaron "el f rancesi to", aunque en forma ca

    r iosa. Lo cier to es que nunca me sent disminuido ni recha

    zado; tampoco me sent super ior .

    Eramos una famil ia ms de la zona. Aprend a hablar per

    fectamente el guaran ; mi maestro fue el pr imer capataz que

    tuvo mi pad re en la plantacin. El guaran es un idioma her

    mossimo, del que todava recuerdo muchas palabras y gi ros.

    Y lo cur ioso es que pas del f rancs al guaran di rectamente:

    el castellano recin lo aprend cuando tuve que ir a la escuela.

    Incluso necesit tomar algunas lecciones.

    23

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    El resto de mi familia tampoco tuvo mayores dificultades

    con la nueva lengua. Y, si bien en la mesa se hablaba francs,

    siempre se buscaban temas que nos permit ieran a todos con

    versar en castellano, hasta que al final nos manejbamos en

    forma perfecta. Mis padres nunca aprendieron el guaran .

    Tampoco olvido que, entonces, un tema se impona con f re

    cuencia entre nosotros: la guerra, la Pr imera Guerra Mundial .

    Los he visto a mis padr es ha blar y. sufrir. A la vez, nuestros

    juegos se basaban en emular esa guerra, representarla, cons

    truyendo barricadas y otros actos por el estilo.

    Haba alguna leyenda en la regin que lo impresionara

    en forma particular?

    Recuerdo sobre todo una leyenda, referida al Ibera, esa

    bella y enorme laguna que est en el centro de la provincia

    de Corr ientes, y ms o menos cercana al lugar al que nos

    habamos mud ado. Era una leyenda que estaba presente en

    toda la gente de la regin. Se contab a que en el Ibera vivan

    indios de una raza especial, desconocid a. Y todos los aos

    se preparaban excursiones a la laguna; poco a poco, esa ex

    cursin anual se transform en una ceremonia.

    A pesar de mis ruegos, m familia nunca me autoriz a

    participar, y ello me dej una sensacin muy extraa, ligada

    despus a la muerte de cinco amigos mos, tan curiosos como

    yo y apenas un poco mayores, que nunca volvieron de uno de

    esos viajes. Pero siempre hab a desaparicio nes en esas idas

    a la laguna, un lugar muy peligroso por las cinagas y por

    estar infestado de yacars. Cuando l legaba el verano, la gente

    de la zona empezaba con los preparat ivos, de los que tambin

    participaban pobladores de otros sitios cercanos. El proyecto

    del viaje era una tarea comn, y todos conocan y conversaban

    sobre la marcha de las distintas etapas.

    E Ibera era para nosotros un mundo de magia, lo descono

    cido, y tambin lo siniestro. Nos sentamos atrados, pero a

    la vez recelosos ante la proximidad de la aventura, que era

    tambin la proximidad de alguna t ragedia. La gente, al re

    tornar, contaba la historia de la expedicin, y mostraba los

    trofeos: cueros de nutria, de yacar. Y tambin de otros ani

    males salvajes.

    24

    Cmo se llama ese lugar de Corrientes donde se radican?

    Def ini t ivamente la famil ia se radic en la ciudad de G oya,

    pero antes estuvimos un t iempo en Bel la Vista , tambin de

    Corr ientes. En la pr imera t ravesa tuvimos que cruzar un r o

    y casi nos ahogamos. Una fuer te tormenta cay sobre el pe

    queo barco, un velero, que habamos alqui lado.

    Ha hab lado de ese primer

    bunga low,

    cuyo techo devora

    ron las langostas. Cmo fueron las otras viviendas familiares?

    Nunca lujosas, pero s confortables. En nuestra familia

    jams se sufri la miseria, aunqu e estaba encub ierta. Vivamos

    con lo est r icto . Finalmente, mi padre empez a sembrar ver

    du r as , cerca de Goya. Yo iba con l, en el carro, y ofreca la

    mercader a a la gente, de casa en casa. Tengo muy claro el

    recuerdo de ese nio gr i tando: "Zapai l i tos, compren zapal l i -

    t o s . . . " Hasta que un da nos suced e algo distinto. Era

    muy temprano, a la maana, y t ropezamos con una seora; el la ,

    acaso por vernos como extranjeros, nos cont que tena un

    hijo a quien le iba muy mal en sus estudios, en Buenos Aires.

    Pasa el tiempo y el hijo de esta seora vino a Goya, en poca

    de vacaciones, y mi padre lo prepar en matemt ica y en

    ing ls . . . Mi pad re pas por un t iempo a ser su profesor,

    tarea que luego repet i r a con algunos ot ros muchachos. A su

    pr imer alumno le fue muy bien, y l lo sint i como un gran

    triunfo. Des pus se emp leara en distintos comercios para

    efectuar contabilid ades, estabilizan do su situacin. Mie ntras

    tanto, mi mad re dab a lecciones de f rancs y de canto. El la

    tena una hermosa voz y diriga el coro de la Iglesia de Goya.

    Cu l es la vivencia ms profunda de su niez?

    Nunca pu de olvidar cuando pasamos por Barcelona ru mbo

    a Buenos Aires, el da que fusilaron a Ferrer, el anarquista.

    Sent un temor brutal por la segur idad de mi padre: tema

    que se enteraran de sus ideas y lo mataran, ya que si bien no

    era anarquista, se saba que era radical socialista, y muy no

    torio, por haber sido secretario del jefe mximo de ese partido.

    Mi madre tambin mostr su gran entereza en ese episodio.

    Cmo era ella?

    De estatura mediana, los ojos pardos, dulces, grandes, muy

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    elegante, y nunca asumi e rol de la pobreza. Se haba cr iado

    en un colegio de monjas. Fu e en la poca de una intervencin

    del Estado en Ja Iglesia , y mi madre

    se

    llev a todas las mon

    jas a una prop iedad de su familia. Un a accin arriesgada .

    El la siempre tuvo much o' carcter , y valent a para enfrentar

    cualquier tipo de dificultades y de prejuicios.

    Recuerdo que cuando volv a Europa fui a visitar ese cole

    gio,

    y todas las monjas se acordaban de mi madre.

    Haba sido la pr imera en fumar y en usar pantalones, con

    motivo de representar una pieza de teat ro. La debi l idad de

    mi madre era precisamente el teat ro. Reci taba a Racine y a

    Cornei l le de memoria. Adems, era muy luchadora y l lena

    de empuje. Fund escuelas primarias, la Escuela Profesional

    y el Colegio Nacional, todo esto en Coya, y trabajaba conti

    nuamen te .

    Tambin recuerdo un hecho muy cur ioso en atencin a

    uno de sus protagonistas. Un dom ingo, al l en Goya, co

    nocimos a Hortensio Quijano, el que sera vicepresidente de

    Pern. Mi madre y la mujer de Qui jano organizaban concier

    tos, y Quijano toca ba la flauta. Pasa ran los aos y, en un

    grave conflicto personal, acudira a l en busca de consejo.

    Tiene presente alguno de sus primeros sueos?

    Todos ellos, sin excepcin, estaban vinculados a la ace

    chanza de los malones.

    Cm o era de nio? Cules sus gustos, su carcter?

    Trabajaba con mi padre en el campo; a los seis aos ya

    se m br ab a. . . Y era t ranqui lo , sin mayores conf lictos, a pesar

    de sufrir el latente peligro de los ataques indgenas y la es

    pecial situacin famil iar . . . Y muy cal lado, y con una increble

    pasin por todo t ipo de aventura y por el depor te.

    Sus padres se queran?

    Profundamente, y el lo se notaba en todo. Adems , eran

    muy compaeros. Y despus mi padre fue mi compaero. Sa

    l amos siempre juntos, a cazar o a pescar , pero no hablbamos,

    o muy poco. Sin embargo, cada uno adivinaba lo que el ot ro

    pensaba. Era un entendimiento sincero, l leno de afecto, y ,qu e

    se daba sin palabras.

    26

    Reproch aba su madre a su padre los desastres financie

    ros, el fracaso en los trabajos?

    Nunca le o el menor reproche, y tengo la impresin de

    qu e no los hubo en ningu na ci rcunstancia. Y el lo a pesar

    de que mi padre y tambin mi madre tenan cier to dinero al

    venir a la Argent ina, y lo perdieran todo, y para mayor des

    gracia, t rabajando.

    D nde cursa sus primeros estudios?

    En una escuela pr imar ia del Chaco. bamo s a cabal lo , en

    tres cabal los los seis hermanos, toda una patota. Lo que

    l lamaba ms la atencin era nuest ra vest imenta. Por ejemplo,

    yo usaba zapatos con clavos, que haban per tenecido a mi

    herma no mayor , cuan do ste haca alpinismo en Europa. To

    dos nos miraban asombrados, no entendan el porqu de mis

    z a p a t o s . . .

    Tuvo de nio alguna gran tristeza?

    La tr isteza me acompa toda la vida, acaso por eso no

    recuerdo ninguna t r isteza especial de mi niez.

    A qu se debe?

    En un a pr imera poca sent a la t risteza como algo presen

    te ,

    fijo, lastimndome siempre y sin saber el motivo real. Y

    desde entonces no he hecho otra cosa que estudiar para poder

    revelar algo de mi propio misterio.

    Y ahora sabe de su tristeza?

    Lo suf iciente para comprender que, ms al l de mis in

    tentos, nunca me aban donar . Esa pr imera t r isteza tuvo or i

    gen en la situacin familiar, en las caractersticas del segundo

    matr imonio de mi padre, de ser yo el nico medio hermano

    de los se is . . . Pr imero, lo intu ; despus, conoc la causa.

    Pero cuando la intuicin dej lugar al conocimiento, ese

    estado de tristeza no fue superado?

    No, ya era tarde. La t r isteza me haba marcad o para

    s i e m p r e . . .

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    Y, para completar mi cuadro infantil , dira que :fui des-

    prol i jo y desatento, siempre estaba en otra par te . . .

    "Dnde?

    En mis sueos, en mis aventuras, en mis fantasas y, acaso,

    tambin en mis temores.

    De todas aquellas aventuras, cul fue la ms extraa?

    Recuerdo que f rente a mi pueblo haba una isla , a donde

    iban las lavanderas. Y all me pas el hecho ms inslito. Des

    cubr imos que un pol t ico muy impor tante de la zona concurr a

    a la isla buscand o el eco, su eco, el de su propio g rito. Grita

    ba: "Eco Eco Eco ", y esperaba la respuesta. Entonces

    nosotros, un da ramos un grupo de chiquilines subimos

    a los rboles, nos escondimos, y cuando apareci este hombre

    y se puso a gritar otra vez "Eco Eco Eco ", le contesta

    mos :

    "La put a qu e te pari " All tuve otra clara vivencia

    de lo que es el pnico. El hombre qu ed inmvi l, pal ideci, y

    luego sali corriendo . Jam s volvi a la isla. Era un personaje

    que usaba sombrero "de canaleta", y tena una lancha; con

    ella haca sus excursiones buscando el eco.

    Algn otro suceso particular de su infancia?

    En este mome nto no recuerdo ninguno; le di r que muy

    pron to me tom la pasin por el ftbol. Un dep orte muy be llo

    y del que em erge la mayo r varied ad de conflictos. Y a parti r

    del ftbol, como de las otras actividades instintivamente gru-

    pales en las que par t icipo vivamos en pueblos pequeos,

    donde se integran con natural idad "pandi l las" o "barras"

    ha quedado en m , como alguna vez he dicho, la vivencia del

    carcter operativo de las situaciones grupales.

    Usted ha vivido varios aos en contacto con la cultura

    guaran Qu rescata como mayor valor de la misma?

    Es di f ci l separar en la un id ad . . . Se t rata de un m undo

    mt ico, con una concepcin de pensamiento esencialmente m

    gico; y es evidente que todo lo relacionado con la muer te

    tiene all un alto valor. A la vez, subyace en los actos cotidia-

    28

    nos,

    en los mitos y leyend as, una profunda poesa. Tod o ello

    es muy percept ible, por ejemplo, en el folklore guaran , que

    es no slo uno de los elementos principales de esa cultura,

    sino tambin algo de lo ms hermoso que he conocido en

    mi vida.

    Hay una cancin que escuch de nio y que no he olvidado,

    muy t r iste , l lena de poesa y que tambin, podr a decir ahora,

    encierra una situac in tpica de anlisis. Es la historia de un

    pjaro, el carao, "que estando su madre enferma / remedios

    sal i a bu sc ar . . . " . En su viaje l lega a un bai le campero y

    al l conoce a "la pol lona", una pjara herm osa. Y se canta en

    la leyenda que los dos pjaros se unieron, mientras la madre

    del carao agonizaba, sola, esperando el remedio, la ayuda que

    no l lega. Finalmente, cuando amaneciendo el da , regresa, el

    pjaro encuentra a su mad re muer ta. Esta nunca supo los ac

    tos de su hi jo , su "casamiento". O sea, nos encontramos ante

    un complejo de Edipo perfecto, una si tuacin t r iangular clsica

    en todos sus mat ices.

    Qu otros elementos de ese mundo cultural lo impactaron?

    influir poster iormente en mis teor as la comprobacin de

    su manera de agruparse, el t rabajo en comunidades y su sen

    t ido del orden.

    Un orden pr imit ivo, pero, a la vez, de races muy profundas.

    Y si bien se comentaba mucho el carcter bravio de esta gente

    y su aficin por las peleas, creo, en relacin con esto ltimo,

    que era ms lo que se hablaba y se tema que lo ocurr ido

    realmente.

    Hay otro hecho muy cur ioso:

    La Biblia

    fue t raducida al

    guaran por unos padres jesu tas, y en la zona se tena hacia

    esta Bibl ia una rara devocin. Yo tengo un ejemplar , y puedo

    asegurar que an hoy genera en m un extrao sobresal to . . .

    A veces, pensando en esas t ier ras, en esas costumbres, me

    cuesta comprender la capacidad que tuvieron mis padres para

    adapta rse a una forma de vida tan dist inta . El los eran gente

    grande, ya formada; sin embargo, tuvieron una duct i l idad y

    ampli tud para entender el quehacer de los ot ros, que sor

    prend e. Y mientras t rabajo como psicoanal ista , much as veces

    pienso en el los como modelos de accin para captar lo ms

    profundo de la vida cot idiana.

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    para conversar. Mi madre participaba activamente. Yo me

    haba agenciado un agujero, para ver y escuchar. Y as me

    daba cuenta de las contradicciones y de todo lo que pasaba

    en esos grupos. Y creo que as hice, como observador no par

    ticipante, mi primer aprendizaje sobre el funcionamiento de

    los grupos humanos. Dira que es la enseanza del ojo de la

    cerradura.

    Hay una guia secreta de nuestros actos?

    En m i caso me condujo al deporte, despus a la pintura,

    y tambin hubo otra, la que seguramente usted ms ama: la

    poesa. Tendra diecisis, diecisiete aos, cuando empec a

    escribir mis primeros versos. Uno de ellos,Connaissance de la

    mort, figura en el prlogo de uno de mis libros.

    "Je te salue

    mon cher petit et vieux

    cimetire da ma ville

    o j'appris a jouer

    avec les morts

    C'est ici o j'ai voulu

    me rvler le secret de

    notre courte existence

    travers les ouvertures

    d'anciens cercueils solitaires.

    ("Te saludo / querido pequeo y viejo / cementerio de mi

    ciudad / donde aprend a jugar / con los muertos / Ah fue

    donde quise / revelarme el secreto de / nuestra corta existen

    cia / a travs de las aberturas / de antiguos fretros solitarios.")

    Tambin das pasados, revisando para usted mis viejas car

    petas, encontr este otro poema: "Rencontre avec la femme

    noire."

    "Couche dans une foret

    verte et vierge

    la femme noire dans ce temps

    32

    serr son coeur palpitan

    entre ses jambes

    rondes y charnues

    atendant

    le visiteur egar

    sortir de l'epaisseur

    de sa nuit fantasmale."

    ("Acostada en una selva / verde y virgen / la mujer negra

    . en esta hora / aprieta su corazn palpitante / entre sus pier

    nas / redondas y carnosas / esperando / que el visitante ex

    traviado / surja de la espesura / de su noche fantasmal.")

    Qu represent para usted la poesa?

    La poesa fue para m, y sigue sindolo, un smbolo de

    vida. Yo comenc a escribir con gran furor, pero la poesa

    me tom cuando todava no estaba instrumentado para ella.

    Por eso rompa casi todas las cosas que haca; slo guardo, en

    total, apenas unos cuatro o cinco poemas. Ahora no escribo

    ms poesas, pero soy un ferviente lector.

    Tambin me atrajo la plstica, y no slo hice crticas y an

    lisis de los mecanismos creativos; igualmente realic una ex

    tensa serie de collages. Aunque ahora slo tengo dos en mi

    poder. Sus ttulos refieren, en cierto modo, el tema, y son

    congruentes con otros aspectos de la vida que siempre me

    han r ondado : el tango y" la tristeza. Uno de ellos se llama

    Canto a Discpolo,y el otro,Para sobrevivir, la esperanza, re

    medio para melanclicos...

    Sigue amando la poesa?

    Con todo el asombro de ento nces ...

    . . .Seme ocurre que debera ser visto como un personaje

    muy extrao ese adolescente que escriba poemas en francs

    en una zona rural que, ms aun por 1924, estara muy tomada

    por la cultura guaran.

    Era muy reservado en lo que escriba. Pero es cierto que,

    a pesar de nuestra gran adaptacin al medio, viva todas las

    contradicciones propias, algunas muy angustiosas, del que, en

    33

  • 7/26/2019 3 Zito Lema Vicente Conversaciones Con Enrique Pichon Riviere Sobre Arte y La Locura

    19/96

    cier ta medida y ms al l de sus deseos, responde a mundos

    cul turales muy dist intos y hasta opuestos.

    Y ese mundo pr imit ivo, de donde surgieron mis temores ms

    profundos, el de los malones indgenas, me nutr i naturalmen

    te con toda una visin mgica del universo. Un universo regi

    do por la culpa, y donde la muer te, el duelo y la locura, forman

    el contexto general. Muchos de mis intereses cientficos y

    mis investigaciones, estn ligados a la internalizacin de esas

    est ructuras pr imit ivas.

    guando se va de Goya? Por qu?

    Me voy, cuando tena 18 aos, a Rosar io , para p oder e s

    tudiar medicina. Y al l , en Rosar io , apenas l legu, me sucedie

    ron cosas muy e xtr a as . . . Un f rancs, que viva en la misma

    pensin, me dice que de un da para ot ro t iene que marcharse,

    y me pide, muy insistentemente, que lo sust i tuya como "pro

    fesor de modales" de las muchachas de un qui lombo. Las mu

    chachas eran polacas, y se fue mi pr imer t rbalo. . .

    E l las eran muy dist intas a las del qui lomb o de Goya. Muy

    brutas de modales y muy duras. Todas l levaban lentes con

    cadeni tas, y una de mis tareas consist a en ensear les a qui

    tarse, cor rectamente, las cadeni tas y los lentes. . .

    Cunto tiempo se queda en Rosario?

    Apenas unos seis meses. Haba empezado a estudiar me

    dicina, pero me enfermo de neumona. Me ataca en forma

    grave, posiblemente debido al t ipo de vida que l levaba.

    Qu tipo de vida?

    Muy a gita da, treme nda . Un a bohem ia doloro sa, sin con-

    c e s i o n e s . . .

    Qu hace entonces?

    Vuelvo a Goya. Mi madre me at iende con enorme car io.

    Y consigo un t rabajo t ransi tor io , preparando a dos muchachos

    para entrar al Colegio Nacional . Esto fue en una estancia

    cercana a mi pueblo, iba y volva a cabal lo . Pero terminado

    esto, pasad os unos mese s, me voy a Buenos Aires. ,,*,.

    34

    Adonde va a vivir?

    Aqu se da un hecho muy interesante, di r a que simb

    l ico. Voy a caer a una pensin que la l lamaban "la pensin del

    francs". Esta ba en el edificio qu e ocupa hoy la Asociacin

    del Ftbol Argent ino.

    All conoc a los tipos ms extraos de mi vida y a algunos

    de los qu e seran los mejores amigos qu e tuve. El primero , Ro

    berto Arit, con quien fui a ver mi primer partido de ftbol

    en Buenos Aires. Arlt luego lo relatara en uno de sus escritos.

    Cm o definira la personalidad de Roberto Arlt? Qu

    es lo que m s le llam la atencin en l?

    Era muy hosco, muy sensible, muy compae ro, y muy

    tomad o por la melancol a . Un ser de conducta muy esencial ,

    fuera de lo comn, inslito. "Una luz", como dira un paisano.

    Y creo que esto es, justamente, lo que ms me l lamaba la

    atencin en l . Que fuera un i luminado. Con toda la carga

    pot ica de esta palabra. Tambin me asombraba su "prepo

    tencia de t rabajo". A pesar de su naturaleza ret rada, fuimos

    sinceros amigos.

    Igualmente vivan en la pensin el escr i tor Conrado Nal

    Roxlo, y los hermanos I razusta, los caudi l los entrer r ianos. . .

    Pero,

    por supu esto, no slo ellos. Ha ba tod a clase de perso

    najes. Recuerdo a un f rancs que hab a estado en la guerra,

    un ser muy desolado. Por entonces era comn en Europa que

    los combat ientes tuvieron una "madr ina de guerra", y dio

    la casual idad que la "madr ina" de este hombre resul t una

    prima ma que, como el resto de nuestra familia, viva en

    Francia.

    En esta pensin ci rculaba mucha gente dura, con pesada

    histor ia , y cuando se desata la lucha en Espaa algunos se

    fueron para al l . Tambin yo quise i r , pero mi madre se entera

    y me dice que se matar si lo hago; entonces me qued.

    Pero me sum al "Comit de Ayuda a la Espaa Republ ica

    na", me nom braron secretar io , t rabajbamos sin t regua. La

    pr imera ambulancia que se envi a los republ icanos fue obra

    del Comit: la pagaron unos colect iveros.

    35

  • 7/26/2019 3 Zito Lema Vicente Conversaciones Con Enrique Pichon Riviere Sobre Arte y La Locura

    20/96

    Por qu se decide a estudiar medicina?

    Lo que buscaba era la psiq uia tra ... Adems, le aclaro,

    nunca imagin ni me interes la medicina como un comparti

    miento estanco, sino que la vea, y la viv, como una totalidad.

    Para qu buscaba la psiquiatra?

    Quera entender el misterio de la tristeza.

    Pudo haber seguido con la poesa...

    Nunca abandon la poesa. La influencia de Lautramont

    y Rimbaud en mis pensamientos es algo permanente desde

    que los le.

    Pero puso su acen to, eligi como camino al humano y

    precario conocimiento, el mtodo de la ciencia. El camino

    de la poesa es otro.

    Le respondo con la precaucin de quien se halla tanteando

    lo definitivo. Ahora hay en m , ms que pasin, una necesidad

    de luz para mis actos. En lo nico que estoy totalmente con

    vencido de no equivocarme es en eso que acaso ya reitero en

    demasa: mi bsqueda ha sido saber del hombre. Y dentro

    de ello, ms limitadamente, saber de la tristeza. Intuyo que

    ah est el fondo de todas las conductas especiales.

    Adem s, la ciencia y el arte no son opuestos. Son dos ca

    minos que, transitados sin miedo, con la debida profundidad,

    entrega, y sed de aventuras, nos internan en el mismo misterio.

    Ms aun, as como habitaba dos mundos, dos culturas que

    trat de integrar, tambin he realizado el esfuerzo de lograr

    una sntesis, bajo el comn denominador de los sueos y el

    pensamiento mgico, entre el arte y la psiquiatra.

    Volvamos a su poca de estudiante.

    Tambin hice intentos de estudiar antrop olo ga. .. Creo

    que sta fue mi primer vocacin cientfica. Me fascinaba in

    vestigar en el mismo lugar donde se haban producido bata

    llas.

    Cavaba, buscaba restos de combates, especialmente en

    los que haba participado Bern de Astrada, cuya historia

    personal me fascinaba (decan qu e le haban sacado la piel

    de la espalda para hacerle una manea a Rosas). Hasta llegu

    36

    a descubrir un pequeo cementerio donde estaban enterrados

    varios veteranos de la guerra del Paraguay.

    Ahora bien, si tengo que hablar de m como estudiante, debo

    reconocer que, desde el punto de vista clsico, era un mal

    universitario, ya que slo me presentaba a examen cuando

    tena la seguridad interna de que me iba a ir bien.

    Por eso me recib tres aos despus del tiempo normal d8

    la carrera. La bsqueda de seg urid ad... Pero ya haba ini

    ciado la prctica psiquitrica.

    Debo tambin reconocer que tuve varios problemas con los

    profesores en relacin a los mtodos de enseanza. Y es que

    el

    material

    que manejbamos estaba totalmente alejado de mis

    propsitos, que eran los de curar. Toda la enseanza era sobre

    cadveres. Es decir, haba all una contradiccin fundamental,

    un elegir tal vez inconsciente la muerte. Nos preparaban

    para los muertos; no para los vivos. Y esa contradiccin una

    enseanza sobre muertos para enfrentar los problemas de la

    vida no desaparece despus en toda la actividad mdica. Es

    una verdadera pena que esa situacin siga hoy vigente, al me

    nos en gran medida.

    -Y esto tambin tiene una historia. Recuerdo que a Freud,

    en la ooca en que estudiaba medicina en Viena, le estaba

    prohibida la diseccin debido a su religin. Una forma de los

    prejuicios de la sociedad y de las autoridades de entonces

    en contra de los judos. Y las cosas se dieron de tal manera

    que en plena carrera empez a interesarse por la anatoma

    patolgica del cerebro y, muy precozmente, hizo descubrimien

    tos en ese campo. Ello, en mi criterio, est relacionado con

    su rebelda contra esas imposiciones racistas que sufri.

    Cmo era, en su poca de estudiante, la enseanza de

    la psiauiatrta en nuestro pas?

    Muy deficiente. De todas formas, yo ya haba iniciado,

    aos antes de entrar a la facultad, mis estudios de psiquiatra.

    Por supuesto que como autodidacta. Y cuando llega la poca

    en que la psiquiatra penetra "oficialmente" en mi mundo de

    trabajo, tena una formacin bastante slida. Esto hizo po

    sible que, dando precisamente exmenes de psiquiatra, apro

    bara ocho materias de otros campos. Por ejemplo, tomaba el

    aspecto psicolgico de un asma o de una hipertensin, y lo

    FHYCS

    37

  • 7/26/2019 3 Zito Lema Vicente Conversaciones Con Enrique Pichon Riviere Sobre Arte y La Locura

    21/96

    analizaba. Y ello, ms all de la ancdota que representaba

    la aprobacin del examen, era de utilidad, en tanto contribua

    a encarar el abordaje del paciente desde dos puntos de vista:

    el fsico y el psquico.

    Ah se rompera, ya definitivamente, esa desarticulacin o

    desanin entre mente y cuerpo. Es decir, comprend que todo

    lo que se expresa como enfermedad a travs de complicados

    mecanismos inconscientes es el equivalente de una estructura

    patolgica perteneciente a otro campo.

    Antes

    ha dicho que fue

    a buscar en la psiquiatra el medio

    que le

    permitiera

    entenderel misterio de la tristeza. O sea que,

    de acuerdo con su teora, pretenda conocer el nacimiento de

    la locura.

    Iba a buscar "la piedra de los locos".

    Y encontr

    la

    misma flor que El Bosco...?

    Podra decir que s, en tanto saber de la locura es contri

    buir a desechar los prejuicios que hay sobre la locura y que

    son tan dainos como la propia enfermedad. Y se es el ver

    dadero sentido de esa pintura de Bosch,Extraccin de la pie

    dra de la locura,

    donde ensea que lo extrado de la cabeza

    del alienado no es una piedra sino una flor.

    Mis estudios y mi experiencia de trabajo me permitiran .

    saber, realmente, que los locos no eran una mala piedra, sino

    seres muy sufrientes, marginados por la sociedad, a los que

    siempre es posible y necesario ayu dar a curar se. Y, acaso, hay

    un desafo ms hermoso que esa tarea?

    Dnde se inicia en la prctica psiquitrica?

    En un asilo de oligofrnicos, cercano a Lujan. El Asilo

    de Torres. Y una de mis primeras tareas fue organizar con

    ellos un equipo de ftbol.

    Torres era una pequea poblacin donde no haba mdicos.

    As que tuve que asumir ese rol y por ello fui haciendo una

    prctica de m edicina total, completa. Pero sin descuidar el

    equipo de ftbol, una tarea prioritaria. Y lo real es que gan

    bamos siempre.

    38

    Haba

    algn motivo determinante?

    Nuestra estrategia. Que era la siguiente: seguir siempre,

    todos juntos, la pelota; menos yo, que me quedaba cerca del

    arco contrario para meter el gol. Las cosas iban magnfica

    mente bien hasta que un da un jugador del equipo contrario

    tuvo una crisis de claustrofobia, debido a que mis pacientes

    lo encerraron frreamente, entre todos, varias veces, sin darle

    respiro. Y all termin el partido y el ftbol, al menos por un

    t iempo. . .

    Cules

    fueron sus otras experiencias de trabajo en ese

    lagar?

    Investigu el problema sexual en los dbiles mentales y

    formas clsicas de esa enfermedad, obteniendo resultados en

    ese momento sorprendentes. Logro establecer que el sesenta

    por ciento de los internados haba un total de tres mil qui

    nientos tenan un retardo especial que no estaba relacionado

    con lesiones orgnicas, sino que eran producto de retardos

    afectivos.

    A esos retardos los denomin ligotimias, en contraposi

    cin a las oligofrenias, originadas en alteraciones nerviosas.

    Este descubrimiento me hizo ver la importancia que tena

    un estudio de los oligofrnicos que buscara todos los signos

    diferenciales y especificara bien las ligotimias, en tanto deri

    vadas de trastornos de los vnculos afectivos; los oligotmicos

    eran susceptibles de ser educados (no "reeducados", ya que en

    realidad no haban sido educados) buscando para ello una

    terapia pertinente. Es decir, se trataba de enfrentar problemas

    de aprendizaje y comunicacin.

    Tambin comprob que las formas que suelen tomar las

    ligotimias son mltiples, pero hay un aspecto diferencial muy

    importante: se trata de nios "bonitos", bien formados, en

    quienes no funciona correctamente la "mquina" psquica. En

    cambio, los otros tienen estigmas fsicos que son reconocibles

    a primera vista.

    Cul es l problema especfico de quienes padecen estos

    trastornos de origen afectivo?

    No hay un problem a especfico. Ms bien existe un obs-

    39

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    tculo para el proceso de aprendizaje que siempre es en espi

    ral,

    que se realiza en forma de espiral.

    Qu experiencias extrae de su primer contacto directo

    con enfermos mentales?

    Descubro que, simplemente, se los asila, se los esconde,

    pero que no hay ningn tratamiento metdico. O sea, conozco

    una situacin totalmente negativa, y se me presenta la necesi

    dad imperiosa de crear, porque no hay nada.

    As, por ejemplo, procuro por medio de la recreacin una

    resocializacin. De all surge toda la cuestin del deporte y

    el equipo de ftbol como una terapia grupal dinmica.

    En esa poca, qu m s lo apasiona, aparte del ftbol y

    de su trabajo en el asilo?

    Escribir ya en forma ms orgnica crticas de arte,

    que publico en la revista Nervio. Pero sta y cualquier otra

    actividad eran entonces secundarias para m. Lo que me atraa

    con mayor fuerza era preparar la estrategia del equipo de ft

    bol del asilo.

    Qu ideas polticas tena?

    Socialistas. Soy uno de los fundadores del Partido Socia

    lista, en Goya. Y fui candidato a diputado por este partido;

    sacamos ocho votos. Tambin aqu lo singular; lo fundamos

    en el quilombo donde trabajaba Canoi. La rnadame era la

    caudilla del Partido Conservador, pero nos dejaba. Deca:

    "Son cosas de muchachos..."

    Lo ms increble con esta mujer sucede cuando me vengopara Buenos Aires. Mi madre haba ido a despedirme al dique

    y, de pronto, aparece la

    madame,

    toda vestida de rojo, y se

    pone a saludarme muy efusivam ente... Mi madre no poda

    entender lo que pasa ba ... Es evidente que en mi vida estuve

    siempre vinculado a los quilombos. Eran una constante, siem

    pre me ocurran sucesos ligados a los mismos.

    .. .Y ahora recuerdo que a las muchachas del prostbulo de

    Rosario, adems de modales, les tena que ensear diez pala

    bras francesas, por supuesto, las ms necesarias para su trabajo.

    40

    Era un prostbulo lujossimo; la regente se llamaba Madame

    Safo.

    Cuando se radica en Buenos Aires, tiene alguna mlitan-

    cia poltica en elsocialismo?

    No,

    prcticamente mi militancia se canaliza en el comit

    de ayuda a los republicanos.

    A quines considera sus maestros? Esto en el sentido

    ms antiguo del concepto; o sea, "aquel que nos pone en un

    justo camino".

    En mi adolescencia, especialmente a mis padres y al rector

    del Colegio Nacional de Goya, a quien recuerdo mucho. Fue

    mi iniciador literario, l abri ante mis ojos todo el mundo de

    la literatura. Y ya en Buenos Aires, Roberto Arlt, tamb in

    Nal Roxlo; eran mayores qu e yo, y no slo fueron mis amigos,

    sino mis maestros. Especialmente Roberto A rlt; l era el pro

    totipo del maestro.

    Por qu?

    Porque cuando estbamos juntos, todos sus actos, lo que

    deca, pareca que estaba destinado, muy naturalmente, a en

    searme. Sala conmigo con mucha frecuencia, y hablbamos

    de literatura, fundamentalmente de literatura rusa; y me con

    taba sus proyectos, sus aventuras... y me ense de la vida,

    de la vida en serio.

    Cm o definira la ob ra literaria de este creador?

    Como el trascendente fruto de un ser muy lcido, muy

    claro,

    y para nada alienado. Yo me pasaba a veces noches en

    teras vindolo escribir; era para m un placer ver salir algo

    compuesto dentro de un conjunto armnico.

    Creo tambin que el teatro era su ms grande vocacin, y

    l estaba dotado para ello. Tena una extraordinaria capacidad

    para "mover las piezas"; trasmita a los otros la sensacin de

    estar frente a un lder. Un verdadero lder en cualquier nivel.

    En cuanto a sus novelas, pienso que

    Los siete Jocos

    es su

    obra fundamental. La locura est ah, y si Arlt tuvo en s la

    locura, transitoriamente, consigui, como verdadero artista que

    era, sacarla de s y colocarla en los personajes de la novela, en

    la obra en su conjunto.

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    Isidoro Ducasse,

    el Conde de Lautreamont

    / m~

    V-t

    Autgrafo de Lau t reamont

  • 7/26/2019 3 Zito Lema Vicente Conversaciones Con Enrique Pichon Riviere Sobre Arte y La Locura

    24/96

    II

    Lautramont. Lo siniestro

    De los libros ledos en su juventud, cul fue l que lo

    impresion ms?

    Lo encontr el otro da; temi~ que se me hubiera perdido.

    Son los

    Cantos de Maldoror,

    del conde de Lautramont. Es

    un ejemplar de la segunda edicin, reproduce los dibujos ori

    ginales, y tiene una carta facsimilar de Isidoro Ducasse. Fu e

    editado en 1890.

    Conozcoalgunos de sustrabajos sobre Lautramont. Tam

    bin s que ha dedicado muchos aos a investigar la vida de

    este poeta y a analizar su conducta y su obra. Tero me inte

    resara ahora saber, en lo fundamental, cules fueron sus im

    presiones ante la primera lectura de los

    Cantos.

    Fueron dos impresiones. Una, el pensam iento m gico del

    poeta. Otra, el parentesco histrico con el Sitio de Montevideo

    y con el Ro de la Plata.

    Recuerda a algn otro artista que entonces lo haya im

    pactado en forma particular?

    Rim baud y Chaplin. Y de este ltimo, especialmente

    Tiempos modernos; all est anticipada y desnudada nuestra

    poca en forma total. Parece fruto de una iluminacin.

    Rimbaud siempre me ha apasionado, as como ya antes ha

    ba apasionado a mi padre. Y creo que entre Rimband y

    43

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    25/96

    Lautramont pueaen establecerse ciertas comparaciones, no

    slo en relacin con sus obras, sino igualmente con sus vidas.

    Los dos escriben muy jvenes, son contemporneos; Lautra

    mont haba nacido apenas cuatro aos antes y la muerte de

    ambos es semejante. El destino qu e elige Rii.

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    lo hizo Isidoro Duccase: "Bello como el encuentro fortuito so

    bre una mesa de diseccin de una mquina de coser y un

    paraguas".

    La belleza, tal como usted la concibe, puede tambin

    encontrarse en lo siniestro?

    All, en lo siniestro, se encu entra la con tra-belleza. Es

    decir, la

    cubierta

    de lo siniestro se transforma en maravilloso,

    .pero subyace lo siniestro. En el escondrijo de lo siniestro se

    oculta, viva, la belleza.

    Es e

    sentimiento de lo siniestro que usted ha detectado y

    analizado a fondo en los

    Cantos de Maldoror

    y que tambin

    podemos encontrar en otros poetas considerados "malditos" y

    en ciertas obras literarias de plena fantasa como los cuentos

    de Hoffman, Lovecraft, Toe, o en la Alicia, de Lewis Carroll,

    por ejemplo, puede ser observado en forma tan ntida en las

    artes plsticas?

    Freud habla de Das Unheimliche, un concepto al que se

    torna difcil encontrar el perfecto equivalente eri castellano,

    como bien ha sido sealad o. Nosotros hemo s elegido "lo si

    niest ro", que es posiblemente la voz ms amplia o comprensiva

    de los distintos matices que encierra el concepto en el idioma

    original. Pero podemos completarlo con otras acepciones, por

    ejemplo, horroroso, espantoso, cruel, etctera.

    Traje esto a colacin de su pregunta sobre si es posible ob

    servar con nitidez lo siniestro en la plstica. Creo qu e Picasso

    es el artista de todo el siglo cuyos cuadros causan, con mayor

    profundidad, un matiz muy definido de lo siniestro, que es

    "lo espantoso". Lo logra, esencialmente, por la mutilacin com

    pleja que provoca en la imag en pictrica. Mu tilacin no exen

    ta de unidad, lo que le ha permitido evitar la locura.

    En cuanto a los artistas de nuestro pas, considero que otros

    matices de lo siniestro son observables, ntidamente, en ciertas

    obras de Juan Batlle Planas, especialmente en sus

    Radiografas

    paranoicas,

    y, en forma ms general, en la produccin de Ra

    quel Forner, en Aizenberg y en los ltimos trabajos de Badi.

    Pero,

    no es lo siniestro una caracterstica preponderante en

    nuestra c ultura. S, en cambio , lo es en la cultura espa ola;

    incluso dir a que ms que lo siniest ro campea al l d i rectamente

    46

    la mue r te. Y el lo es muy percept ible en el ar te , en casos como

    Goya, Dal , Val le Incln, etctera. Y tambi n en el de por te

    y en las dist racciones populares. A tal punto que el toreo, una

    act ividad esencialmente espaola y popular , es una ceremonia

    t pica de muer te.

    Cuando se anal iza lo siniest ro, debe tenerse presente no slo

    lo vasto del concepto, sino tambin la mul t ipl icidad de medios

    aptos para desper tar dicho sent imiento.

    Por ejemplo, est la tcnica del suspenso, o sea, esquivar

    hasta el l t imo momento, con ar te y astucia, una expl icacin

    decisiva sobre la verdadera causa de los hechos, y as lograr

    lo siniestro. Es notorio que esa tcnica , en el cine, la introdujo

    Hitchcok, y se da, plenamente, en su pel cula

    39 escalones.

    Tambin Freud ha destacado que hay ar t istas que se valen

    de dist intos medios para insinuar y negar , f inalmente, la apa

    ricin de lo siniestro.

    Uno de esos medios es evitar la identificacin entre el lector

    y el personaje de ficcin que enfrenta situaciones proclives a

    provocar el sent imiento de lo siniest ro. Hay un del iberado in

    tento de impedir la par t icipacin plena; el espectador debe

    quedar ajeno, lo que sucede no le afecta.

    Otro m edio para evitar la irrupcin plena de lo siniestro

    sera el humor.

    As

    es. Freud dice que incluso una apar icin "verdadera",

    como la del cuento de Osear Wilde

    El fantasma de Canterville,

    no logra provocar espanto porque Wilde r idicul iza al fantasma.

    Se producen si tuaciones de comicidad que actan como una

    barrera.

    Y a par t i r de Lautramont podemos percibi r , con mayor cla

    r idad todava, ot ro t ipo de humor que lucha contra lo siniest ro.

    Es el humor negro, que Bretn puso bien al descubier to , y que

    es muy propio de la concepcin surrealista del arte.

    Cu l sera la funcin primera del humor negro?

    El humo r negro, para el que lo pract ica, en sus dist intas

    formas, permite obtener un cier to equi l ibr io . En quien lo es

    cucha o recepta puede ocasionar el efecto contrar io . Por eso,

    en general, los chistes negros son "seguidillas". Alguien va

    dicien do uno y el otro ya viene con el retruco . Es que n adie

    47

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    quiere quedarse con la carga negativa; nadie acepta ser el

    depositario final del contenido siniestro' del hum or negro.

    Le parecenecesario que un artista despierte el sentimien

    to de lo siniestro, en cualquiera de sus matices?

    Sies buscado, el efecto no es til ni tend ra valor. Habra'

    artificio. Se represe ntara lo siniestro, pero no estara lo si

    niestro.

    Es decir, no es positivo, o necesario, ni negativo lo siniestro

    en la obra de un artista; debe aceptarse en tanto sea expresin

    natural de ese creador.

    Porqu lo siniestro aparece como elemen to nuevo en sus'

    sueos de juventud pero ligado a temores de infancia, como lo

    son, para

    usted,

    los malones? Es frecuente esa relacin?

    Creo que es una relacin frecuente. Por lo menos en los

    sueos lo siniestro aparece comnmente ligado a vivencias in

    fantiles. El motivo es qu e el impa cto inicial, en la infancia,

    es tan intenso que se lo reprime. Y, desde ese momento, la

    vivencia queda marcada y se convertir, realmente, en lo si

    niestro, cuando vuelva a surgir, casi inexorablemente, en la

    juventud. As fue en mi caso.

    En la infancia se viven co n preferencia experiencias dra~

    mticas, angustiosas, propias de lo siniestro?

    S.

    Hay all, como en ninguna otra poca d e la vida, ex

    periencias siniestras, o, al menos, vividas como tales (las con

    secuencias son las mismas).

    Usted ha estudiado con inusual dedicacin ese sentimien

    to. Por qu? Por qu, adems, ligado especficamente a la

    vida y obra del conde de Lautramont?

    Es una respuesta compleja. Dira que, en primer lugar, y

    como otras investigaciones, fue para sacarme mis propios mie

    dos.

    Ese miedo que, por ejemplo, me ha im pedido, al menos

    hasta ahora, y en forma completa, publicar mi libro sobre

    Lautramon t. Es una obra terminada en 1946 y la considero

    lo ms importante que he escrito en mi vida. Pienso que tam -

    48

    bien ha influido en esa actitud toda la leyenda que pesa sobre

    Isidoro Ducasse, y las consecuencias trgicas de cualquier

    acercamiento a su persona o a su poesa.

    Usted ya haba ledo a Lautramont en su adolescencia.

    Hay, sin embargo, algn hecho en especial que pueda tomar

    se como p unto de partida para su decisin de investigar y ana

    lizar a Isidoro Ducasse y sus Cantos?

    Ese punto de partida existe. Se da cuando, trabajando en

    el Hospicio de las Mercedes, conozco a un internado: el poeta

    uruguayo Edmundo Montagne.

    Montagne estaba recluido por una fuerte depresin y ese

    encuentro fue decisivo. Nuestro dilogo se orient de inme

    diato sobre Lautramont, ya que experiencias de vida seme

    jantes nos llevaban a ambos a una intensa identificacin con

    el Conde. Nuestra amistad termin trgicamente con el sui

    cidio de Montagne.

    Impactado por este suceso, que reforzaba la "leyenda ne

    gra" de Lautramont, centr mis esfuerzos, tal como dije, en

    el intento de superar lo siniestro a travs del descubrimiento

    de las claves ocultas en los Cantos. Y los fui analizando como

    si se tratara del material emergente de sucesivas sesiones anal

    ticas;

    como la crnica del mundo interno de Ducasse.

    Mi trabajo se concret, inicialmente, en un ciclo de confe

    rencias que di en el Uruguay, en 1946, ao del centenario del

    nacimiento del poeta. Me haba invitado el gobierno uruguayo.

    Esas conferencias constituyen, adems, la base de mi libro

    sobre Lautramont.

    Cules el motivo de su pasin, ms aun, de su identifica

    cin tan profunda con este poeta?

    Acaso se relaciona con aspectos muy significativos de mi

    propia historia personal, especialmente de mi niez. Mi fami

    lia, como la de Lautramont, era francesa; ambas vivieron en

    un mun do desconocido. Y precisamente mi niez, como la de

    l ,

    ha sido una gran odi sea ... Adems, no he sido marcado,

    al igual que Lautramont, por los "fantasmas" del misterio y la

    tristeza?

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    A partir de sus investigaciones, cmo definira la perso

    nalidad y el estado psquico de Isidoro Ducasse? Y dnde

    estara, digamos, la clave del azar de Lau tramont?

    Isidoro Ducasse no era un enfermo mental; esto dicho de

    plano para evitar cualquier confusin. Tena, s, cuando mu

    ri,

    a los 24 aos, rasgos epileptoides francos, pero sin delirios.

    Esto no quita un comportamiento algo especial, al punto que

    sus compaeros de colegio lo consideraban un poco "chiflado"

    o "tocado", en el sentido popular y amplio de la expresin.

    O sea, esa figura tpica del raro,con actitudes poco frecuentes,

    a veces hasta extravagantes, pero que no llegan al extremo de

    ser consideradas patolgicas o francamente antisociales. En tal

    sentido, por ejemplo, se sabe que en ocasin de tener que pro

    nunciar un discurso en el colegio, cinco o seis aos antes de

    escribir sus Cantos, parece que se "dej ir", y su lenguaje y

    sus gestos fueron tan violentos y exticos que llen de pnico

    a sus compaeros. Tambin recuerdan otros condiscpulos

    que la gran debilidad de Ducasse era ir a un arroyo y poner

    largo tiempo la cabeza en el agua fresca, diciendo que eso le

    aliviaba su fuego.

    Los primeros comentaristas de Lautramont, desconcertados

    por una obra tan compleja y sorprendente, eligieron el fcil

    camino de considerarlo un alienado. Igualmente, y como con

    secuencia directa del contenido de los Cantos, nace una acti

    tud reprimida, intencional, que traba el anlisis de la obra y

    la investigacin de su autor, reemplazando ese vaco con la

    "leyenda negra"; leyenda que lanzan y alimentan pero que

    tampoco estudian. Creo que Gmez de la Serna estuvo acertado

    cuando, refirindose al estado psquico de Lautramont, afir

    m: "Es el nico hombre que ha sobrepasado la locura. Todos

    nosotros no estamos locos pero podem os estarlo. El, con este

    libro,

    se sustrajo a esa posibilidad, la rebas."

    Pero as como afirmo que Isidoro Ducasse no era un demen

    te , no puedo dejar de sealar que toda su familia est signada

    por la desgracia, por el suicidio, por la locura.

    Y su infancia fue terriblemente desolada. Desde nio vivi

    sin compaas, sin afecto, era un verdadero "guacho". Y final

    mente morir, a los 24 aos, sin que se tengan datos muy cier

    tos sobre lo que fue su existencia e incluso sobre cmo ocurri

    su muerte. Posiblemente se haya suicidado. Lo que se sabe

    50

    sin duda es que sus huesos fueron a parar al osario comn del

    cementerio Norte, en Pars. El acta de defuncin est firmada

    por el hotelero y un mozo del mismo hotel donde l viva; un

    factor ms que nos habla de su completa desvalidez y que

    siempre me ha emocionado.

    Su madre posiblemente tambin se suicid, cuando l tena

    un poco ms de un ao y medio de edad, el 10 de diciembre

    de 1847.

    Lo cierto de este hecho, o sea el suicidio de su madre, surge

    del certificado de defuncin de la misma. All dice que falleci

    de "muerte natural"; esto, en el lenguaje mdico de la poca,

    significa suicidio.

    Esa muerte trgica constituy para Isidoro una prdida irre

    parable, fuente de todo su resentimiento. Y el silencio con que

    se rode la desaparicin de su madre (fue enterrada slo con su

    nombre de pila) configur para el Conde todo un "misterio

    familiar". En ese sentido resulta significativo el. relato d e sus

    condiscpulos del Liceo de Tarbes, acerca del entusiasmo de

    Ducasse por la tragedia de Edipo y su queja de que Yocasta

    no muriera ante los ojos de los espectadores, como expresin

    inconsciente de su deseo de indagar en el secreto de la muerte

    de su madre, a la par que manifiesta, una vez ms, la inten

    sidad de su resentimiento.

    Todo lo referente a Lautramont es muy impreciso, tal

    como usted lo ha d icho, al extremo que el poeta Robert Desnos

    lo identifica co n un agitador revolucionario, blanquista, tam

    bin de nombre Ducasse. Confusin que es mantenida por

    Phippe Soupalt en el prlogo a la primera edicin completa

    de la obra de Lautramon t. En cuanto a su muerte, creo que

    ha sido aclarada ya la fecha, 1870, y la causa, escarlatina; al

    menos as consta en los certificados. Por supuesto que s que

    usted est al tanto de todos esos datos. Me intriga, entonces,

    que ha ble del suicidio de Lautramon t. Conoce algn elemen

    to que, com o en l caso de la madre, haga presumir ese desen

    lace?

    Mi hiptesis del suicidio surge del anlisis de la vida y la

    obra de Isidoro Ducasse. Aunque, precisando, dira que es

    suicidio en el sentido psicolgico, no en el jurdico. O sea, su

    propia muerte fue deseada, intensamente, y por lo tanto, si

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    hubo una infeccin o escarlatina, el hecho es secundario, formal.

    El haba nacido en el cl ima de horror del Si t io de Monte

    video y, sorprendido en Pars, en el sitio de esa ciudad, volver

    a repetir esa vivencia dolorosa de su infancia, esa doble condi

    cin de poeta sitiado, lo paraliz. Y aqu, en los das de su

    muer te, reaparece un personaje singular simo, Gar ibaldi , pre

    sente tambin en el Si t io de Montevideo, como emisar io de un

    dest ino i r remediable. Con este hecho surge, quiz por l t ima

    vez, lo siniestro en la vida de Isidoro Ducasse.

    Hay un poema de Lautramont , el IX del "Pr imer Canto",

    el dedicado al Ocano, que pone muy de manif iesto la intensi

    dad de sus frustraciones, la medida insoportable de su infierno

    inter ior . E l hace una proyeccin sobre el Ocano y sobre

    Dazet , o sea, "el soplo de Satn, que crea las tempestades y

    el pr ncipe de las t inieblas que habi taba el ocano". Maldoror

    estar, desde entonces, def ini t ivamente a merced de su sata

    nismo. Ms tarde intentar manejar lo , controlar lo; slo podr a

    lograr lo a t ravs del cr imen o del suicidio. A s tambin Isidoro

    Ducasse, en las condiciones en que se encuentra, slo intentar

    controlar su dest ino mediante el suicidio.

    A partir del anlisis de los

    Cantos

    usted reconstruye las

    vivencias de Lautramont. Cules ha visto como fundamenta

    les en la vida del poeta? Me refiero no slo a las familiares,

    sino tambin a las derivadas del medio y de la situacin

    pol

    tica en que transcurre su infancia.

    El abandono q ue suf re d e nio Lautram ont es un he cho

    fundamental ; no se t rata slo de la muer te temprana de su

    mad re, sino tambin del compor tamiento de su padre. Fran

    cisco Ducasse, canci l ler de la Legacin Francesa, era un hom

    bre muy act ivo y muy relacionado con los grupos pol t icos y

    l i terar ios de Montevideo, lo cual lo mantena permanentemente

    fuera del hogar , y cuando estaba en l , igualmente tena muy

    poco t iempo y posibi l idades de ocuparse de su hi jo , ya que la

    casa se conver t a en lugar de reunin donde se discut an los

    acontecimientos del Sitio, y donde se tejan infinidad de intri

    gas polticas y diplomticas. En fin, temas de los que, por su

    puesto, I sidoro deba mantenerse alejado. Todo el lo , entonces,

    configura un clima de niez catico y desolado.

    La mayor diversin de Isidoro era contemplar , desde la te-

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    rraza de su hogar, los acontecimientos del Sitio, con un ro

    poblad o de barcos y d e hom bres. Y l , a ese r o lo ident i f icar

    con el Ocano, tal como surge, expresamente, en su "Poema

    IX". Ese r o o mar de su niez ser objeto de su gran amor , y

    al l proyectar toda la fantasa de su mundo desgarradoramente

    humano, alucinado y moral .

    El mundo de un gran poeta.

    S,

    el mundo de un poeta. Y, por el lo tambin, tan dia

    blico y tan inocente.

    Sobre Isidoro D ucasse ha aparecido un nmero relativa

    mente ex tenso de testimonios. Cules considera ms autn

    ticos?

    Edmundo Montagne escr ibi dos notas sobre Lautramont

    en El Hogar, una en 1925 y otra en 1928. All analizaba, y

    agregaba tambin, dist intos test imonios. Es evidente que sobre

    el Conde la confusin y el misterio, y por ello mismo las con

    t radicciones, son perm anentes . Despu s Montag ne, ya en el

    hospicio, me referira nuev ame nte esos testimonios . Un o es el

    de un t o suyo, Prudencio Montagne. que conoci muy bien al

    padre de Lautramont , como lo prueba el hecho de que sol an

    encontrarse una