27995061 La Pedagogia Del Oprimido

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Capítulo 1 LA PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO. I. Justificación de la pedagogía del oprimido. El hombre actual capta, al proponerse a sí mismo como problema, su vocación ontológica e histórica de «ser más», de humanizarse verdaderamente. Y capta también que la estructura social de hoy, en lugar de permitirle ser más, lo deshumaniza, lo hace menos. Una y otra (ser más, ser menos) radican en que el hombre es un ser inconcluso. La estructura actual se presenta según la relación opresor- oprimido. Uno y otro están en la situación de «ser-menos», los primeros por su violencia activa, los segundos por recibir la violencia, la injusticia, la opresión. Pero el hombre está llamado a ser más, y para lograrlo debe buscar su liberación. Esta no puede venir de los opresores, que, cuando más, llegan con su poder opresor a una aparente generosidad con los oprimidos. El opresor necesita para su existencia la estructura opresor-oprimido. La liberación sólo puede venir del «poder que nazca de la debilidad de los oprimidos», que «será lo suficientemente fuerte para liberarlos a ambos» (p. 20). La verdadera generosidad está en luchar para que desaparezcan las razones del falso amor, ante el cual se extienden las manos del «abandonado de la vida», del «condenado de la tierra; en luchar para que desaparezcan estas súplicas de humildes a poderosos y «se vayan haciendo cada vez más manos humanas que trabajen y transformen al mundo» (p. 21).«Esta enseñanza y este aprendizaje tienen que partir, sin embargo, de los condenados de la tierra, de los oprimidos, de los harapientos del mundo y de los que con ellos realmente se solidaricen para buscar la liberación a la que llegarán no por casualidad, sino por la praxis de su búsqueda, por el conocimiento o reconocimiento de la necesidad de luchar por ella. Lucha que, por la finalidad que le dieron los oprimidos, será un acto de amor, con el cual se opondrán al desamor contenido en la violencia de los opresores, aun cuando ésta se revista de la falsa generosidad recibida» (p. 21).La aceptación a priori de la dialéctica, por la cual no cabe más progreso que el que se obtenga por la lucha de contrarios, condiciona, ya desde el inicio, toda la exposición de Freire. II. La contradicción opresores-oprimidos; su superación (pp. 21-37). La pedagogía del oprimido no es para el oprimido, sino hecha con el oprimido en su lucha liberadora. Debe hacerlo consciente de la opresión y de sus causas y llevarlo al compromiso con la lucha por su liberación, en que esta pedagogía se hará y rehará. Como los oprimidos «hospedan» al opresor en sí (por tanto, son dobles, inauténticos), deben ser conscientes críticamente de ello. Si no, tienden no a luchar, sino a «adherirse» al opresor, a identificarse con él, en quien ven el testimonio de hombre, de humanidad; el hombre nuevo serían ellos mismos (los oprimidos) tornándose opresores de otros; su adherencia al opresor no les posibilita la conciencia de sí como personas, ni la conciencia de la clase oprimida. Freire sigue fielmente a Marx, que había escrito: «Hay que hacer más angustiosa la opresión real, añadiendo la conciencia de esa opresión» (Contribución a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel.)

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La pedagogía del oprimido

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  • Captulo 1 LA PEDAGOGA DEL OPRIMIDO.

    I. Justificacin de la pedagoga del oprimido. El hombre actual capta, al proponerse a s mismo como problema, su vocacin ontolgica e histrica de ser ms, de humanizarse verdaderamente. Y capta tambin que la estructura social de hoy, en lugar de permitirle ser ms, lo deshumaniza, lo hace menos. Una y otra (ser ms, ser menos) radican en que el hombre es un ser inconcluso. La estructura actual se presenta segn la relacin opresor-oprimido. Uno y otro estn en la situacin de ser-menos, los primeros por su violencia activa, los segundos por recibir la violencia, la injusticia, la opresin. Pero el hombre est llamado a ser ms, y para lograrlo debe buscar su liberacin. Esta no puede venir de los opresores, que, cuando ms, llegan con su poder opresor a una aparente generosidad con los oprimidos. El opresor necesita para su existencia la estructura opresor-oprimido. La liberacin slo puede venir del poder que nazca de la debilidad de los oprimidos, que ser lo suficientemente fuerte para liberarlos a ambos (p. 20). La verdadera generosidad est en luchar para que desaparezcan las razones del falso amor, ante el cual se extienden las manos del abandonado de la vida, del condenado de la tierra; en luchar para que desaparezcan estas splicas de humildes a poderosos y se vayan haciendo cada vez ms manos humanas que trabajen y transformen al mundo (p. 21).Esta enseanza y este aprendizaje tienen que partir, sin embargo, de los condenados de la tierra, de los oprimidos, de los harapientos del mundo y de los que con ellos realmente se solidaricen para buscar la liberacin a la que llegarn no por casualidad, sino por la praxis de su bsqueda, por el conocimiento o reconocimiento de la necesidad de luchar por ella. Lucha que, por la finalidad que le dieron los oprimidos, ser un acto de amor, con el cual se opondrn al desamor contenido en la violencia de los opresores, aun cuando sta se revista de la falsa generosidad recibida (p. 21).La aceptacin a priori de la dialctica, por la cual no cabe ms progreso que el que se obtenga por la lucha de contrarios, condiciona, ya desde el inicio, toda la exposicin de Freire.

    II. La contradiccin opresores-oprimidos; su superacin (pp. 21-37). La pedagoga del oprimido no es para el oprimido, sino hecha con el oprimido en su lucha liberadora. Debe hacerlo consciente de la opresin y de sus causas y llevarlo al compromiso con la lucha por su liberacin, en que esta pedagoga se har y rehar. Como los oprimidos hospedan al opresor en s (por tanto, son dobles, inautnticos), deben ser conscientes crticamente de ello. Si no, tienden no a luchar, sino a adherirse al opresor, a identificarse con l, en quien ven el testimonio de hombre, de humanidad; el hombre nuevo seran ellos mismos (los oprimidos) tornndose opresores de otros; su adherencia al opresor no les posibilita la conciencia de s como personas, ni la conciencia de la clase oprimida. Freire sigue fielmente a Marx, que haba escrito: Hay que hacer ms angustiosa la opresin real, aadiendo la conciencia de esa opresin (Contribucin a la Crtica de la filosofa del derecho de Hegel.)

  • El miedo a la libertad de los oprimidos los puede llevar tanto a pretender ser opresores, como a permanecer atados al status de oprimidos. El oprimido recibe impositivamente las opciones de la conciencia del opresor; por esto el comportamiento del oprimido es prescrito: se hace con las pautas del opresor. El oprimido se encuentra inmerso en la estructura dominadora y teme la libertad al no sentirse capaz de asumir el riesgo ante los opresores y ante los otros oprimidos que se asustan con mayores represiones. Sufre una dualidad: quiere ser, pero teme ser. Es l (oprimido) y al mismo tiempo otro (opresor), introducido en l como conciencia opresora. Su lucha se plantea entre expulsar o no al opresor de dentro de s; entre seguir prescripciones o tener opciones. Este es el trgico dilema de los oprimidos, que su pedagoga debe resolver para alcanzar la liberacin a travs de ese parto doloroso del cual nace el hombre nuevo -viable nicamente por la superacin de la contradiccin opresor-oprimidos-, que es la humanizacin de todos: un nuevo hombre que se va liberando y no es opresor ni oprimido. Pero no basta una superacin idealista de su situacin de oprimido; para que sea motor de la liberacin hace falta que el oprimido se entregue a la praxis liberadora, reconociendo el lmite que la sociedad opresora le impone y teniendo ah el motor de su accin liberadora. En esta praxis liberadora entran los opresores cuando individualmente se solidariza alguno con un acto de amor, que lo lleva al liderazgo revolucionario, asumiendo la situacin de oprimido.

    La liberacin supone un cambio provocado de la estructura opresor-oprimido que se comporta como sustrato en donde estn inmersos opresores y oprimidos. Pedagoga del oprimido, que, en el fondo, es la pedagoga de los hombres que se empean en la liberacin. Uno de sus sujetos son los oprimidos al conocer crticamente que son oprimidos.

    III .La situacin concreta de opresin y los opresores (pp. 37-49)

    Dos momentos de la pedagoga del oprimido:

    1. El oprimido desvela el mundo de la opresin y se compromete, con la praxis, en su transformacin.

    2. Transformada la realidad opresora, esta pedagoga deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagoga de los hombres en permanente liberacin.

    Estudia el momento primero en donde aparece el problema de la conciencia oprimida y de la conciencia opresora; de los hombres opresores y oprimidos en una situacin concreta de opresin. La situacin de opresin engendra la violencia y constituye a los oprimidos como violentados. Los que inauguran el desamor, la violencia, la injusticia, son los opresores.

    El amor es inaugurado por la respuesta de los oprimidos al rebelarse y buscar la superacin por la liberacin de la contradiccin en que se hallan. Con su

  • liberacin se liberan tambin los opresores al desaparecer como clase que oprime y no aparecer los antes oprimidos como nuevos opresores.

    La situacin opresora da a todos los sumergidos en ella (opresores y oprimidos) formas caractersticas de ser. El opresor aparece con una fuerte conciencia posesiva de personas y del mundo, sin la cual no es, y por eso tiende a transformar todo en objeto de su dominio. Esto los lleva a una visin exclusivamente materialista de la existencia en donde el dinero es la medida de todas las cosas y el lucro su objeto principal. Para el opresor lo que vale es tener ms, a costa incluso del tener menos o del tener nada de los oprimidos. Ser para ellos es tener.

    Para los opresores, los otros (los oprimidos) son cosas a las cuales han de tratar generosamente y mantenerlos observados y vigilados como seres inanimados. Esto (el autor cita a E. Fromm, El corazn del hombre) es una manifestacin caracterstica de la conciencia opresora con su visin sdica y necrfila del mundo y de los hombres. Los oprimidos no tienen otras finalidades sino las que les impongan los opresores.

    Plantea tambin Freire el caso del opresor que se pasa al polo oprimido para luchar por su liberacin, pero lleva toda la marca de su origen, sus defectos y sus prejuicios, y entre ellos la desconfianza de que el pueblo sea capaz de pensar con acierto, de querer, de saber. Corren el riesgo de caer en otro tipo de falsa generosidad en donde ellos son los forjadores de la transformacin, propietarios del saber revolucionario, sin creer en el pueblo aunque hablen de l. Un verdadero revolucionario humanista se reconoce ms por la creencia en el pueblo, que lo compromete, que por mil acciones sin ella. Debe revisarse a s mismo constantemente y no permitirse comportamientos ambiguos. En definitiva, quien se pasa al polo de los oprimidos debe renacer, adquirir una nueva forma de estar siendo, y esto se logra mediante la convivencia con los oprimidos. Como se ve, Freire -aun aceptando de lleno un planteamiento marxista- se manifiesta partidario de un populismo que a Lenin, por ejemplo, le parecera sin duda superficial e ingenuo. (Cfr. Introduccin general, pp. 45-46)

    IV. La situacin concreta de opresin y los oprimidos (pp. 49-55) El oprimido presenta como caractersticas: la dualidad existencial, el fatalismo, la aceptacin del orden, la admiracin hacia el opresor, la autodevaluacin. Por la dualidad, el oprimido es oprimido y opresor. Esto conduce a una actitud fatalista (que algunos califican de docilidad como caracterstica esencial de un pueblo). Este fatalismo es casi siempre referido al destino o a una distorsionada visin de Dios.

  • Aceptan el orden establecido por los opresores y a veces lo defienden, incluso atacando horizontalmente a otros oprimidos (explicitan as su dualidad: atacan al opresor hospedado en el oprimido).

    Aparece tambin una tendencia a admirar e imitar al opresor y a sus formas de vida. La autodevaluacin es una consecuencia de la autoincorporacin que hacen los oprimidos de la visin que tienen de ellos los opresores. Aceptan que son menos. Por eso no creen en s mismos.

    Esta autodesvalorizacin se transforma al alterarse la situacin opresora por captacin de su propio valor como personas y al captar la vulnerabilidad de los opresores. Poco a poco el oprimido asume formas de rebelda y se va comprometiendo en la lucha organizada por su liberacin por medio de la praxis (accin y reflexin).

    Ciertamente, ser no es tener medios materiales; pero esa distincin vlida anula precisamente la dialctica materialista que, no obstante, Freire contina utilizando.

    V. Nadie libera a nadie, nadie se libera solo; los hombres se liberan en comunin (pp. 54-61) El autor sostiene que la revolucin tiene un carcter eminentemente pedaggico y que as lo han vivido los autnticos revolucionarios.

    El camino para un trabajo liberador realizado por el liderazgo revolucionario no es con las tcnicas domesticadoras (slogans, propaganda, comunicados, etc.), sino con el dilogo concientizador. El lder y el oprimido deben llegar al conocimiento de que ambos son sujetos que se insertan crticamente en la estructura opresora.

    Los oprimidos tienen que luchar como hombres y no como cosas. Para construirse de nuevo como hombres no debe esperarse a un despus de la revolucin. La lucha por esta reconstruccin comienza en el autorreconocimiento de que son hombres destruidos. No parece, de nuevo, coherente con su afirmacin de que ser no es lo mismo que tener bienes materiales.

    El mtodo es el pedaggico, o sea, una actitud de dilogo permanente por el cual el oprimido se autorreconoce como hombre destruido, y con el concurso del liderazgo revolucionario en cointencionalidad, en un acto conjunto, desvelan la realidad, la conocen crticamente y se rehacen a s mismos.

    Conclusin:

  • En este primer captulo Freire seala que la liberacin de los oprimidos, en todas sus formas, debe empezar ahora, no despus de revoluciones o movimientos, y por eso, el lder necesita la confianza en el pueblo como seres capaces de formular sus propias conclusiones y planes. La liberacin slo puede venir de los mismos oprimidos, que liberarn a ambos.

    Es un tema importante porque involucra los mtodos de enseanza educativos para un objetivo social.

    Los educandos y educadores, deben de descubrir y recrear el conocimiento en las sociedades, sin importar su comportamiento histrico, la educacin puede cambiar pero para mejorar las condiciones actuales, no para devaluarse.

    Es un captulo que nos explica la situacin que viven las vctimas y los victimarios, los oprimidos y los opresores, en fin. La contradiccin que sufren los mismo y como es que son liberados.

    CAPITULO III

    Lo significativo de la causa-efecto en la muerte violenta est patente, dentro de la poesa popular mexicana, en los corridos. As, los valientes se la ganan, los criminales y los bandidos se la buscan.

    La nueva Tanatologa tiene como objetivo fomentar y desarrollar holsticamente las potencialidades del ser humano, en particular de los jvenes, para enfrentar con xito la difcil pero gratificante tarea de contrarrestar los efectos destructivos de la cultura de la muerte, mediante una existencia cargada de sentido, optimismo y creatividad, en la que el trabajo sea un placer y el humanismo una realidad.

    Freire, Paulo (1970) , Capitulo III en Pedagoga del Oprimido, Mxico, Siglo Veintiuno Editores, S.A de C.V. pp 97-119. Pp. 270-291

    Freire explica al dilogo como el encuentro que solidariza la reflexin y la accin de sus sujetos encauzados hacia el mundo que debe ser transformado y humanizado, no puede reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro.

    El dilogo pensado como una relacin horizontal, en donde hay confianza, amor, humildad, fe, esperanza, etc. La idea de una ida y vuelta donde no existan malentendidos. El dilogo compromete activamente a ambos sujetos del acto de conocer, educador-educando y educando-educador. El docente debe descender al nivel de los alumnos, adaptndose a sus caractersticas y al desenvolvimiento propio del grupo.

    Freire propone la educacin como liberadora, y cuestiona la concepcin de un sujeto de educacin que se constituye pasivamente por la accin de un

  • sujeto educador que se constituye activamente, como sera la educacin bancaria.

    Los temas generadores que propone Freire pueden pensarse en relacin con la prctica de interpelacin, para que el sujeto se identifique, planteando a la educacin como transformacin

    La teora de Freire coloca a los sujetos en condiciones de replantearse crticamente las palabras de su mundo para conocer y expresar su propia palabra y, as, asumir lcidamente su condicin humana. Para lograrlo, en un rgimen en el que los ms explotados menos enuncian, los oprimidos tienen que entablar una lucha contra los dominadores tambin en el plano del lenguaje.

    La pedagoga del oprimido, como pedagoga humanista y liberadora, tendr, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresin y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformacin, y el segund en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagoga deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagoga de los hombres en proceso de permanente liberacin.

    CAPTULO IV Pedagoga del Oprimido

    En el subtema de La antidialogicidad como matrices antagnicas de la accin cultural: la primera, que sirve a la opresin; la segunda, a la liberacin explica que el quehacer del hombre es praxis, teora y prctica, que debe hacerse conjuntamente con lderes y masas oprimidas. Si la praxis fuera de slo los lderes y la accin de slo los oprimidos, se establecera una forma de opresin y no de liberacin.

    La antidialogicidad es propia de las lites dominadoras que prescriben a los dominados y los llevan a adaptarse a la realidad y no a transformarla por la problematizacin. En esta situacin el oprimido lleva dentro la sombra del opresor, y si llegan al poder fcilmente caen en el revanchismo y en la formacin de una nueva burocracia opresora. Esta crtica al revanchismo no deja de ser una ingenuidad para el marxismo.

    La accin revolucionaria necesita del dilogo sincero con las masas desde el comienzo. No son dos etapas, una de reflexin y otra de accin, sino que se dan simultneamente. La transformacin no puede ser hecha por los opresores, sino por los oprimidos, con un liderazgo lcido que sabe dialogar y hacer de las masas no objetos, sino sujetos de su humanizacin a travs de su praxis.

  • Lo propio de la accin dominadora es negar el pensar a las masas: su pensar es necrfilo. Esta negacin los constituye, al ser su contrario antagnico. La lite dominadora no piensa con las masas, sino sin las masas en torno a las masas.

    En la pedagoga opresora y bancaria existe el mito de la absolutizacin de la ignorancia, que implica la existencia de alguien que la decreta a alguien. Quien decreta se reconoce como el que sabe, su palabra es la verdadera y debe imponerse a los dems, que son los ignorantes, los oprimidos expropiados de su palabra. El que roba la palabra no cree en los oprimidos, que son incapaces; a ellos hay que ordenarles. As es imposible el dilogo.

    La comunicacin dialgica con las masas no debe esperar la llegada al poder. La revolucin es accin cultural, pedaggica. Todo ser se desarrolla, se transforma dentro de s mismo, en el juego de sus contradicciones. Lo nuevo de la revolucin nace de la sociedad vieja, opresora, que fue superada. De ah que la llegada al poder sea slo un momento del proceso. El sentido pedaggico, dialgico, de la revolucin, que la hace revolucin cultural, tiene que acompaarla en todas sus fases.

    En La teora de la accin antidialgica y sus caractersticas toda accin cultural tiene su teora, que al determinar sus fines, delimita sus mtodos. La accin cultural antidialgica busca hacer permanecer, en la estructura social, las condiciones que favorecen a sus agentes; no aceptar nunca la superacin de las contradicciones antagnicas, sino, cuando ms, las reformas que no toquen su poder de decisin, del que depende su fuerza para prescribir las finalidades a las masas dominadas. Este tipo de accin implica, por este motivo, la conquista de las masas oprimidas, su divisin, su manipulacin y la invasin cultural. Como un todo, esta accin ser siempre una accin inducida.

    Son propias de la accin antidialgica: La necesidad de conquista, dividir para mantener la opresin, la manipulacin de las masas oprimidas, La invasin cultural

    En la invasin cultural los actores toman de su marco valorativo e ideolgico, necesariamente, el contenido temtico para su accin, partiendo as de su mundo para entrar en el de los invadidos.

    En la teora de la accin dialgica se estudian las caractersticas de la accin cultural como la colaboracin. En la teora dialgica de la accin, los sujetos se encuentran para la transformacin del mundo en co-laboracin. La colaboracin entre lderes y masa, aunque en distintos niveles de funcin y responsabilidad, se da en la comunicacin.

    Otra caracterstica es Unir para la liberacin, la unin que debe darse en la praxis, de las masas y el liderazgo, tiene como primer obstculo la unin entre

  • los dominadores, que tiene su fundamento precisamente en su antagonismo con las masas, mientras que la otra unin se fundamenta en la comunin con ellas.

    La Organizacin es otra caracterstica que est ligada a su unidad. Al buscar la unidad, el liderazgo tambin busca ya la organizacin de las masas populares, lo que implica el testimonio que debe dar a ellas de que el esfuerzo de liberacin es una tarea comn de ambos

    La organizacin segn la accin dialgica afirma la autoridad y la libertad y niega el autoritarismo y el libertinaje.

    En La Sntesis cultural la accin cultural dialgica, como un todo, es la superacin, de cualquier aspecto inducido. Aqu los actores de la educacin, en una sntesis cultural, llegan al mundo popular y se integran con l, que es actor tambin, para la liberacin de los hombres por la transformacin de la realidad.

    As, la sntesis cultural es la modalidad de accin con la cual se har frente, culturalmente, a la fuerza de la propia cultura, en cuanto mantenedora de las estructuras en que se forma

    El primer paso para la sntesis cultural es la investigacin de los temas generadores o de la temtica significativa que da el contenido programtico. Esta investigacin es dialgica, porque la hacen conjuntamente los investigadores profesionales y hombres del pueblo.

    CONCLUSIN

    En esta obra el autor utiliza los conceptos y principios pedaggicos de la escuela nueva o activa. Nos crea una conciencia de poder transformar la realidad a travs de una pedagoga diferente basada en dos elementos distintos: opresor-oprimido. Nos muestra que unificados, se convierten en un poder importante capaz de educar a la sociedad. Las caractersticas de cada uno ayudan a comprender las dos dimensiones, en lo personal es una obra valiosa para la nueva pedagoga que es la educacin moderna; pero que no pierde su esencia, que son los principios y valores pedaggicos que la denominaron formacin humana. Posee la obra un enfoque socialista que involucra un poco de poltica; pero que no son temas ajenos que los educadores debemos de conocer

    CAPTULO CUARTO

    (pp. 163-262)

    Premisa de este captulo: toda accin cultural es siempre una forma sistematizada y deliberada de accin que incide sobre la estructura social, sea

  • en el sentido de mantenerla como est o ms o menos como est, sea en el sentido de transformarla.

    I. La antidialogicidad como matrices antagnicas de la accin cultural: la primera, que sirve a la opresin; la segunda, a la liberacin (pp. 163-185)

    El quehacer del hombre es praxis, teora y prctica, que debe hacerse conjuntamente con lderes y masas oprimidas. Si la praxis fuera de slo los lderes y la accin de slo los oprimidos, se establecera una forma de opresin y no de liberacin.

    La antidialogicidad es propia de las lites dominadoras que prescriben a los dominados y los llevan a adaptarse a la realidad y no a transformarla por la problematizacin. En esta situacin el oprimido lleva dentro la sombra del opresor, y si llegan al poder fcilmente caen en el revanchismo y en la formacin de una nueva burocracia opresora. Esta crtica al revanchismo no deja de ser una ingenuidad para el marxismo.

    La accin revolucionaria necesita del dilogo sincero con las masas desde el comienzo. No son dos etapas, una de reflexin y otra de accin, sino que se dan simultneamente. La transformacin no puede ser hecha por los opresores, sino por los oprimidos, con un liderazgo lcido que sabe dialogar y hacer de las masas no objetos, sino sujetos de su humanizacin a travs de su praxis.

    Lo propio de la accin dominadora es negar el pensar a las masas: su pensar es necrfilo. Esta negacin los constituye, al ser su contrario antagnico. La lite dominadora no piensa con las masas, sino sin las masas en torno a las masas.

    Si el liderazgo revolucionario no piensa con las masas, fenece, porque stas son su matriz constituyente. Piensa con la masa; muere a su pensar dominador para revivir en su pensar con los oprimidos y se libera en comunin con ellos.

    En la pedagoga opresora y bancaria existe el mito de la absolutizacin de la ignorancia, que implica la existencia de alguien que la decreta a alguien. Quien decreta se reconoce como el que sabe, su palabra es la verdadera y debe imponerse a los dems, que son los ignorantes, los oprimidos expropiados de su palabra. El que roba la palabra no cree en los oprimidos, que son incapaces; a ellos hay que ordenarles. As es imposible el dilogo.

    El liderazgo revolucionario no absolutiza la ignorancia de las masas; fecunda con su dilogo crtico la conciencia de las masas. Afirmamos que el dilogo es la esencia de la accin revolucionaria. De aqu que, en la teora de esta accin,

  • sus actores, intersubjetivamente, inciden su accin sobre el objeto, que es la realidad que los mediatiza, teniendo como objetivos, a travs de la transformacin de sta, la humanizacin de los hombres. Esto no ocurre en la teora de la accin opresora, cuya esencia es antidialgica. En sta el esquema se simplifica. Los actores tienen, como objetos de su accin, la realidad y los oprimidos simultneamente y, como objetivo, el mantenimiento de la opresin, a travs del mantenimiento de la realidad opresora (p. 181).

    La comunicacin dialgica con las masas no debe esperar la llegada al poder. La revolucin es accin cultural, pedaggica. Todo ser se desarrolla, se transforma dentro de s mismo, en el juego de sus contradicciones. Lo nuevo de la revolucin nace de la sociedad vieja, opresora, que fue superada. De ah que la llegada al poder sea slo un momento del proceso. El sentido pedaggico, dialgico, de la revolucin, que la hace revolucin cultural, tiene que acompaarla en todas sus fases.

    II. La teora de la accin antidialgica y sus caractersticas (pp. 185-232)

    Toda accin cultural tiene su teora, que al determinar sus fines, delimita sus mtodos. La accin cultural antidialgica busca hacer permanecer, en la estructura social, las condiciones que favorecen a sus agentes; no aceptar nunca la superacin de las contradicciones antagnicas, sino, cuando ms, las reformas que no toquen su poder de decisin, del que depende su fuerza para prescribir las finalidades a las masas dominadas. Este tipo de accin implica, por este motivo, la conquista de las masas oprimidas, su divisin, su manipulacin y la invasin cultural. Como un todo, esta accin ser siempre una accin inducida.

    Son propias de la accin antidialgica:

    1. La necesidad de conquista (pp. 185-190)

    - Por el paternalismo, hospedndose en el oprimido.

    - Mitificando el mundo, para que los oprimidos admiren un falso mundo, a travs de depsitos, slogans, comunicados, etc.

    2. Dividir para mantener la opresin (pp. 190-199)

    - Con mtodos violentos de represin de todo intento de unin.

    - Con la accin cultural que los mantiene con una visin localista de la realidad opuesta a una visin global; con los llamados entrenamientos de lderes, que en el fondo sirven a la alienacin y no a la promocin; buscando la armona entre las clases antagnicas, entre los que compran y los que venden su trabajo.

  • - Adems de dividir, los opresores pretenden aparecer como mesas salvador de los oprimidos con su falsa generosidad.

    La situacin concreta de opresin es generadora de divisin en las masas al hacer al hombre oprimido ambiguo, emocionalmente inestable, temeroso de la libertad; y es perturbadora de la accin unificadora indispensable en la prctica liberadora. Adems, la situacin de dominio, al mantener al oprimido en una posicin de adherencia a la realidad, que se les describe como algo todopoderoso, aplastante, lo aliena a entidades extraas, explicadoras de ese poder (p. 243), divide al yo oprimido: parte de su yo se encuentra en la realidad a la que se haya adherido, parte fuera en las entidades extraas a las que responsabiliza por la fuerza de la realidad objetiva, frente a la cual nada le es posible hacer. De ah que sea ste igualmente un yo dividido entre el pasado y el presente iguales y el futuro sin esperanza que, en el fondo, no existe. Un yo que no se reconoce siendo, por el hecho de que no puede tener, en lo que an ve, la futuridad que debe construir en la unin con otros (p. 243).

    3. La manipulacin de las masas oprimidas (pp. 199-207)

    A travs de la manipulacin, las lites dominadoras van intentando conformar las masas populares a sus objetivos. La ejercen a travs de pactos en los que aparentemente son ayudados los oprimidos.

    Necesitan la manipulacin sobre todo en la emersin de las masas, cuando empiezan a ser conscientes de su clase. Los opresores entonces manipulan las finalidades que los oprimidos se proponen en su organizacin y les impiden un pensar crtico sobre la realidad.

    La manipulacin se hace a travs de las lites o de los lderes populistas, que suelen ser seres ambiguos entre las masas y las oligarquas dominantes.

    4. La invasin cultural (pp. 207-232)

    En la invasin cultural los actores toman de su marco valorativo e ideolgico, necesariamente, el contenido temtico para su accin, partiendo as de su mundo para entrar en el de los invadidos (p. 255).

    Por medio de la invasin cultural las lites opresoras imponen su visin del mundo a los oprimidos y les frenan su creatividad y su propio ser. La invasin cultural, que sirve para la conquista y para el mantenimiento de la opresin, implica siempre una visin focal de la realidad, una percepcin de sta como esttica, una superposicin de una visin del mundo a otra. Una superioridad del invasor. Una inferioridad del invadido. Una imposicin de criterios. Una posesin del invadido. Un miedo de perderlo.

  • La invasin cultural imposibilita el desarrollo econmico-social, porque es propia de sociedades con invasores e invadidos y el desarrollo supone una sociedad en donde sus individuos sean seres para s y no seres para otro. En las sociedades invadidas la toma de decisiones no pertenece a ellas, sino a la sociedad metropolitana, invasora. Las sociedades invadidas pueden modernizarse y hasta transformarse y reformarse, pero siempre en dependencia de la invasin. Lo que es un mal, pues, es la dependencia, en general, y no el estado real de un pueblo: ms vale el error propio que la verdad recibida desde fuera, habra que decir siguiendo a Freire.

    III. La teora de la accin dialgica y sus caractersticas (pp. 232-262)

    Se estudian aqu las caractersticas de la accin cultural dialgica:

    1. Co-laboracin (pp. 232-241)

    En la teora dialgica de la accin, los sujetos se encuentran para la transformacin del mundo en co-laboracin. No hay aqu un sujeto dominador y un objeto dominado; hay dos yo, que son a su vez dos t. Dos sujetos que se encuentran para la pronunciacin del mundo, para su transformacin. Lo de menos es, entonces, conocer la realidad de las cosas; lo que importa es hacer: Soy porque hago.

    La colaboracin entre lderes y masa, aunque en distintos niveles de funcin y responsabilidad, se da en la comunicacin. No es una conquista de las masas para la revolucin, sino una adhesin para su liberacin. El dilogo no maneja, no domestica, no esloganiza. La verdadera adhesin es la coincidencia libre de opciones (p. 235). Esto se da por la mediatizacin de la realidad que desafa a ambos sujetos al ser problematizada. La respuesta a este desafo es la praxis liberadora por el desvelamiento del mundo. Este desvelamiento conjunto ayuda a la confianza de la masa en s misma y en el liderazgo revolucionario.

    El liderazgo debe confiar en las potencialidades de las masas, pero debe desconfiar siempre de la ambigedad de los hombres oprimidos, por cuanto tienen hospedado al opresor y pueden en nombre de ste traicionar a las masas y al liderazgo.

    Debe existir, pues, una comunin entre liderazgo y masas para que surja la colaboracin que los lleva a una fusin humana, simptica, amorosa, comunicante, humilde para su liberacin (p. 240).

    2. Unir para la liberacin (pp. 241-247)

    En la accin dialgica el liderazgo se obliga al esfuerzo incansable de la unin de los oprimidos entre s, y de ellos con l, para la liberacin (p. 241).

  • La unin que debe darse en la praxis, de las masas y el liderazgo, tiene como primer obstculo la unin entre los dominadores, que tiene su fundamento precisamente en su antagonismo con las masas, mientras que la otra unin se fundamenta en la comunin con ellas.

    Para unificarse, el yo oprimido debe romper la adherencia, objetivando la realidad por medio de la desmitificacin de ella y de la des-ideologizacin en que se hallan. Lo fundamental, realmente, en la accin dialgica-liberadora, no es 'desadherir' a los oprimidos de una realidad mitificada en que se hallan divididos, para adherirlos a otra (p. 244), sino procurar que los oprimidos, al reconocer el porqu y el cmo de su adherencia, ejerzan un acto de adhesin a la praxis verdadera de transformacin de la realidad injusta (p. 244). Primero hay una toma de conciencia de ser oprimidos y luego en la solidaridad de los oprimidos aparece una conciencia de clase. El oprimido debe descubrirse a s mismo como hombre, no como cosa, como seres transformadores de la realidad, para ellos antes misteriosa, por medio de su trabajo creado.

    La unin entre los oprimidos es un quehacer que se da en el dominio de lo humano y no de las cosas. Se verifica, por lo mismo, en la realidad que slo estar siendo autnticamente comprendida cuando es captada en la dialecticidad entre la infra y la superestructura (p. 246). La unin entre ellos no puede tener la misma naturaleza que sus relaciones con ese mundo. Esta es la razn por la cual la unin de los oprimidos, realmente indispensable al proceso revolucionario, exige de este proceso que sea desde el comienzo lo que debe ser: revolucin cultural..., cuyas formas de accin para conseguir la unin de los oprimidos van a depender de la experiencia histrica y existencial que ellos estn teniendo en esta o en aquella estructura (p. 246).

    3. Organizacin (pp. 247-253)

    La organizacin de las masas est ligada a su unidad. Al buscar la unidad, el liderazgo tambin busca ya la organizacin de las masas populares, lo que implica el testimonio que debe dar a ellas de que el esfuerzo de liberacin es una tarea comn de ambos (p. 248). El testimonio es un constituyente de la accin revolucionaria, pero puede variar segn las condiciones histricas, y para esto se requiere conocer ciertamente la visin del mundo que estn teniendo las masas y cul sea la contradiccin principal que vive la sociedad para determinar as el qu y el cmo del testimonio.

    Entre los elementos del testimonio que no varan histricamente estn la coherencia entre la palabra y el acto, la osada para enfrentar con riesgo la realidad, la radicalizacin en la opcin hecha que lleva a la accin, la valenta de amar que implica la transformacin del mundo, la creencia en las masas populares. El amor, frecuentemente propugnado por Freire, no

  • tiene en realidad lugar en una dialctica coherentemente asumida (Cfr. Introduccin general, pp. 20-21).

    La organizacin segn la accin dialgica afirma la autoridad y la libertad y niega el autoritarismo y el libertinaje. La fuente generadora que constituye la autoridad autntica est en la libertad que en cierto modo se hace autoridad. Libertad y autoridad se oponen en una estructura de dominacin, pero no en una accin dialgica, porque en sta la organizacin, al implicar la autoridad, no puede ser autoritaria, y al implicar la libertad, no puede ser libertina. El liderazgo y el pueblo hacen juntos el aprendizaje de la autoridad y de la libertad verdaderas, que ambos, como un solo cuerpo, buscan instaurar con la transformacin de la realidad que los mediatiza (p. 253).

    4. Sntesis cultural (pp. 253-262)

    Lo que caracteriza esencialmente a la accin cultural dialgica, como un todo, es la superacin, de cualquier aspecto inducido (p. 255). Aqu los actores de la educacin, en una sntesis cultural, llegan al mundo popular y se integran con l, que es actor tambin, para la liberacin de los hombres por la transformacin de la realidad.

    As, la sntesis cultural es la modalidad de accin con la cual se har frente, culturalmente, a la fuerza de la propia cultura, en cuanto mantenedora de las estructuras en que se forma. De esta manera, este modo de accin cultural, como accin histrica, se presenta como instrumento de superacin de la propia cultura alienada y alienante. En este sentido, toda revolucin, si es autntica, es revolucin cultural (p. 256).

    El primer paso para la sntesis cultural es la investigacin de los temas generadores o de la temtica significativa que da el contenido programtico. Esta investigacin es dialgica, porque la hacen conjuntamente los investigadores profesionales y hombres del pueblo. Desde el primer paso de la accin como sntesis cultural se va constituyendo el clima de creatividad que se desarrollar en las etapas siguientes, en las cuales la accin del liderazgo y el pueblo, como sujetos irn renaciendo en un saber y una accin nuevos: saber de la cultura alienada que, al implicar la accin transformadora, dar lugar a la cultura que se desaliena (p. 258), en la sntesis cultural que resuelve la contradiccin entre la visin del mundo del liderazgo y la del pueblo, con el enriquecimiento de ambos.

    La teora para la accin liberadora se constituye en el encuentro del pueblo con el liderazgo y revolucionario, en la comunin de ambos, en la praxis de ambos.

    VALORACIN CRTICA

  • El ensayo de Freire no es un estudio serio y cientfico. No parte de datos evidentes o demostrados, sino de impresiones subjetivamente recibidas en el sistema escolar y en la situacin social de algunas regiones del nordeste del Brasil y de Chile.

    Utiliza, aunque sin emplear la terminologa, los conceptos y principios pedaggicos de la escuela activa. Esto en cuanto a la metodologa propuesta. La finalidad es poltico-social, de inspiracin claramente marxista, aunque entreverada de psicologismo. Un tono enfticamente hegeliano no logra ocultar la extrema carencia intelectual del pensamiento de Freire, que tiene ms de agitador (en un ambiente de enseanza primaria para adultos) que de filsofo.

    Freire propone el mtodo activo para concientizar a los educandos dentro de una ideologa que l utiliza como a priori indiscutido: la dialctica opresor-oprimido. Ese es el teln de fondo, el punto de partida y la meta de llegada. Dentro de ese molde opresor-oprimido que l generaliza tambin apriorsticamente, va introduciendo astutamente contenidos pedaggicos, sociales, polticos, religiosos, antropolgicos, filosficos, y los va introduciendo en una terminologa a la vez de corte demaggico y con apariencia cientfica, para ganar adeptos en quienes va paulatinamente creando un convencimiento de estar recibiendo un certero diagnstico de la realidad y una terapia apropiada y liberadora.

    Hace una crtica de lo que l llama pedagoga bancaria. Es objetivamente la pedagoga empleada en todos los sistemas escolares latinoamericanos? Es posible que en algunas regiones esto ocurra. Pero se puede hacer la induccin generalizadora partiendo de unos datos particulares no esencialmente representativos del todo? Tiene -en parte- validez la crtica all donde se compruebe la existencia de esa educacin bancaria.

    Para crear en el lector la impresin de verdad utiliza la tcnica de la repeticin: a lo largo del libro, como ritornello, se va oyendo: la situacin real es de opresor-oprimido, slo puede venir la liberacin de la crtica consciente de los oprimidos. El lector termina aprendindose el ritornello, y es posible que no slo memorice el estribillo, sino que llegue a convencerse de que la situacin es universal, y la solucin, la nica posible.

    El autor simplifica la relacin hombre-mundo a una estructura opresor-oprimido. Sobre este punto de partida elabora todo el andamiaje terico explicativo de la realidad, y puede entonces concluir que as como el opresor necesita, para mantener la situacin de opresin, de una teora y una prctica educativa que es la educacin bancaria antidialgica, as tambin el oprimido para liberarse debe elaborar una teora-praxis que es precisamente la pedagoga para la liberacin, llamada por el autor accin dialgica o pedagoga

  • del oprimido. Estamos frente a una supersimplificacin de la historia y de la educacin.

    El mtodo Freire parece que fue inicialmente utilizado por su autor para la alfabetizacin y tcnicamente se conoce como el mtodo psicosocial. Pero no busca slo la alfabetizacin, sino que pretende concientizar, que en definitiva termina con la formacin de una conciencia de clase. De all se pasar a la accin revolucionaria, que si es necesaria, debe ser violenta; pero, segn el autor, aunque sea violenta, es amorosa porque no es una violencia originaria, sino una respuesta a la violencia del opresor, y en esa respuesta precisamente se libera al oprimido violentado y al opresor violento; por tanto (?), se hace por amor.

    Al existir una violencia institucionalizada, la situacin real es de opresores y oprimidos. Pero esta situacin niega al hombre, opresor u oprimido, su misma esencia. Es necesario liberar al hombre, y esto slo lo puede hacer la clase oprimida luchando violentamente, pero por amor, contra los opresores. Los oprimidos son como el pueblo escogido de donde debe venir la liberacin por la lucha de clases, que viene justificada como medio indispensable para conseguir un fin bueno: la liberacin. Adems es buena la lucha porque se hace con amor, con mucho amor. Estas tesis van dirigidas a quitar cualquier escrpulo o temor de hacer algo malo al emplear la violencia.

    Cualquier persona que lea con espritu prevenido advierte la manipulacin de los conceptos. Se llama amor y ley del amor a lo que en realidad es la ley del odio dialctico, o sea, la lucha de clases de los marxistas. Se sostiene, de hecho, la licitud de la violencia, en contraposicin abierta con la doctrina de Cristo.

    Estos planteamientos logran acogida entre los marxistas porque les proporcionan un instrumento ms para su estrategia; sin embargo, Marx rechazara sin duda el burdo y superficial conglomerado de elementos heterogneos que Freire ofrece a los cristianos. S alcanza simpata entre ciertos cristianos, porque est escrito con alguna terminologa cristiana. Y si su cristianismo es slo de palabras, creen encontrar all una manifestacin de la vida cristiana, sin percatarse que esa terminologa no es sino una densa cortina de humo, ennegrecida tambin por las alusiones a la injusticia, que realmente existe en muchos sectores del mundo actual. Pero detrs de esa cortina de humo hay toda una concepcin antropocntrica del mundo muy cercana al humanismo ateo y materialista del marxismo clsico.

    Indudablemente, el autor pretende ganar para sus formulaciones al cristiano, y por esto emplea una terminologa simptica para l, sobre todo si est influido ya por los planteamientos de algunas de las llamadas teologas de la

  • liberacin, en las que hay unos rasgos semejantes y quiz una comn genealoga y una misma tcita finalidad: el reino de los cielos intramundano.

    Para una crtica de conjunto a las ideas de Freire puede verse tambin la recensin a El mensaje de Paulo Freire.

    Pedagoga del oprimido

    En el primer capitulo Freire empieza escribiendo sobre como el hombre, que se propone a si mismo, descubre el problema de su humanizacin y por ende su deshumanizacin. Sugiere que el hombre es un ser inconcluso, y que la deshumanizacin que existe en el mundo es gracias a los opresores, que anteriormente eran oprimidos. Lo cual conlleva a estos ltimos a luchar contra quien los minimiz. Pero su lucha slo tiene sentido cuando los oprimidos no se transforman en opresores, sino en restauradores de la humanidad de ambos

    Esta restauracin solamente puede venir de los oprimidos pues son ellos los que se liberan a si mismos y a los opresores, ya que el oprimido tiene que liberarse psicolgicamente para no convertirse en opresor porque ellos tienden a identificarse con su contrario.

    Quin mejor que los oprimidos se encontrar preparado para entender el significado terrible de una sociedad opresora? Quin sentir mejor que ellos los efectos de la opresin? Quin ms que ellos para ir comprendiendo la necesidad de la liberacin? Liberacin a la que no llegarn por casualidad, sino por la praxis de su bsqueda; por el conocimiento y reconocimiento de la necesidad de luchar por ella.

    Por otro lado da la posibilidad de la liberacin del opresor, pero no es tan fcil, pues este debe solidarizarse con el oprimido y cuando este gesto deja de ser un gesto ingenuo y sentimental de carcter individual, pasa a ser un acto de amor hacia aquellos, reconocindolos como hombres en una situacin de injusticia.

    Pero en los opresores el miedo esta en perder la libertad de oprimir y en los oprimidos el miedo a la libertad es el miedo de asumirla y por ello se autodesvalorizan.

    Freire afirma fuertemente la relacin entre la solidaridad y la liberacin, que los oprimidos tienen que ser agentes activos implicando un momento necesariamente consciente y volitivo en el proceso de liberarse.

    Para esto Freire propone la necesidad de que los oprimidos se inserten crticamente en la situacin en que se encuentran y por la cual estn marcados, reconociendo su autoliberacin pues nadie se libera solo, y tampoco es liberacin de unos hecha por otros sino de todos.

  • De los puntos mencionados en este capitulo, me parece que lo ms importante para que all un cambio en la humanidad, es que: tanto opresor como oprimido deben colocar de su parte y darse cuenta del mundo que los rodea, un mundo que no es justo y que necesita urgentemente un cambio. Colocar de su parte, en cuanto a que no se piense individual sino en colectivo, y que como sujetos que somos, reflexionemos en todos aquellos que viven injustamente y as crear un nivel de vida ms equitativo y honesto para todos. Y no lo que actualmente vemos, cuando unos tienen mas que otros.

    Freire concluye en el primer captulo un nfasis en la unin entre el liderazgo y el pueblo.

    Educadores y educandos, liderazgo y masas,

    cointencionados hacia la realidad, se encuentran

    en una tarea en que ambos son sujetos en el acto,

    no slo de descubrirla y as conocerla criticamente,

    sino tambin en el acto de recrear este conocimiento

    En el segundo capitulo Freire seala las faltas en el sistema tradicional de educacin y cmo sirve a los opresores. En l, las relaciones entre el educador y los educandos son de naturaleza fundamentalmente, narrativa, discursiva y disertadora. El educador aparece como su agente indiscutible, como su sujeto real, cuya tarea es llenar a los educandos con los contenidos de su narracin.

    Clasificando este sistema como una concepcin bancaria de la educacin, Freire seala que cuando ms vaya llenando los recipientes con sus depsitos, tanto mejor educador ser. Cuanto ms se dejen llenar dcilmente, tanto mejor educandos sern.

    Los estudiantes en tal sistema pedaggico son tan pasivos que lo nico que se ofrece a ellos es el de recibir los depsitos, guardarlos y archivarlos. Como el dueo exclusivo de la informacin que ser depositada, el educador siempre va a ser l que sabe, en tanto los educandos sern siempre los que no saben

    En verdad, la razn de ser de la educacin libertadora radica en su impulso inicial conciliador. La educacin debe comenzar por la superacin de la contradiccin educador-educando. De tal manera que ambos se hagan, simultneamente, educadores y educandos.

    En la concepcin bancaria que estamos criticando, no se verifica, ni puede verificarse esta superacin. Por el contrario, al reflejar la sociedad opresora, siendo una dimensin de la cultura del silencio, la educacin bancaria mantiene y estimula la contradiccin.

  • De ah que ocurra en ella que:

    a) el educador es siempre quien educa; el educando el que es educado.

    b) el educador es quien sabe; los educandos quienes no saben.

    c) el educador es quien piensa, el sujeto del proceso; los educandos son los objetos pensados.

    d) el educador es quien habla; los educandos quienes escuchan dcilmente.

    e) el educador es quien disciplina; los educandos los disciplinados.

    f) el educador es quien opta y prescribe su opcin; los educandos quienes siguen la prescripcin;

    g) el educador es quien acta; los educandos son aquellos que tienen la ilusin de que actan, en la actuacin del educador.

    h) el educador es quien escoge el contenido programtico; los educandos, a quienes jams se escucha, se acomodan a l.

    i) el educador identifica la autoridad del saber con su autoridad funcional, la que opone antagnicamente a la libertad de los educandos. Son stos quienes deben adaptarse a las determinaciones de aqul.

    j) Finalmente, el educador es el sujeto del proceso; los educandos, meros objetos.

    Freire opina que la educacin debe superar esta dinmica, para que los educadores y los educandos se compartan el rol del otro. El sistema bancario no lleg a ser por casualidad: en entrenar a los educandos a ser agentes dciles que pasivamente reciben la informacin dictada por un superior, est preparndolos para una vida bajo el control de sus opresores. La educacin bancaria slo puede interesar a los opresores que estarn tanto ms tranquilos cuanto ms adecuados sean los hombres al mundo. Para los dominadores, el problema radica en que pensar autnticamente es peligroso, y, por ende, uno de sus objetivos fundamentales, aunque no sea ste advertido por muchos de los que la llevan a cabo, sea dificultar al mximo el pensamiento autntico.

    La liberacin no puede resultar de una educacin bancaria segn Freire. La liberacin autntica es la humanizacin en el proceso y no es cosa que se deposita en los hombres Esta educacin problematizadora que Freire plantea, exige la reflexin ausente en la educacin bancaria, e implica un acto permanente de descubrimiento de la realidad.

  • Freire enfatiza que esta transformacin educativa no tiene sentido si los oprimidos quieren meramente asumir el puesto ocupado previamente por sus dominadores: Este movimiento de bsqueda slo se justifica en la medida en que se dirige al ser ms, a la humanizacin de los hombres. Tampoco es un trabajo que se puede hacer de una manera individualista: La bsqueda del ser ms a travs del individualismo conduce al egosta tener ms, una forma de ser menos.

    Despus de este pequeo resumen del capitulo I Y II del libro llego a muchas conclusiones, las cuales comparto con el autor de este libro, pues estamos en un mundo donde nos invade la pobreza, por decirlo as, gracias a la educacin bancaria como lo llama Freire, que no es la adecuada para nuestra educacin y conlleva a que en un futuro nos opriman. Y anexo nuevamente, que esta opresin conduce a nuestra pobreza tanto econmica y social, y a partir de esta a un acomodo en un mundo sin humanizacin al cual todos nos adaptamos.

    En cuanto, al sistema de educacin que propone Freire en la Pedagoga del oprimido, como educacin problematizadora, es la educacin que necesita con urgencia no solo nuestro pas, sino el mundo entero. Aunque aqu podra rescatar que en algunos colegios o universidades se aplica esta educacin, pero desafortunadamente no en todas las materias, o debo decir, muy pocos educadores la aplican.

    Por otro lado, la idea de ser liberados a partir de los oprimidos, me parece algo muy complicado o tal vez muy fcilno sabra que pensar en realidad, pues todos tenemos ideas y creencias tan diferentes, y por el mismo hecho de que nos oprimen, tal vez no podamos llegar a todos los oprimidos, para darles a entender lo que es la realidad de este mundo. Como tambin puedo llegar a pensar, que debe haber alguna forma, pero lo que creo, es que debe ser algo nuevo, y muy por debajo de los opresores.