2020 BALMASEDA · 2021. 2. 11. · Él solo repetía lo que le decían. Le sintió cerca, le...

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KULTURARTEKO SORMENEZKO IRAKURKETA ETA IDAZKETA TAILERRA TALLER INTERCULTURAL DE LECTURA Y ESCRITURA CREATIVA BALMASEDA 2020

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Antolatzailea / Organiza

Irakaslea / FacilitadorHéctor Sabogal

Partaideak / ParticipantesJana MirandaAmanda QueirozPatricia Salgado

Laguntzaileak / Colaboran

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““Idazketa oro aurkikuntza bidaia da”.Nadine Gordimer

“Toda escritura es un viaje de descubrimiento”.Nadine Gordimer

Sormenezko irakurketa eta idazketa tailer hau, kulturarteko topaketak sustatu, beste errealitate batzuk hurbilduarazi eta ulertuarazteko beharraren ondorioz sortu zen. Non parte-hartzaileen hitza, hitz kritikoa hautemateatzea eta parte-hartzaileen sormena protagonistak izatea. Jakinduriak eta era desberdinetako pentsamoldeek literatura giroa erakarri zuten. Non, desberdintasuna, inmigrazioa, errealitate politiko eta soziala, hitzaren poterea, haurtzaroa eta idazte artearen gaien inguruan erlazionatutako testu desberdinak irakurri eta komentatu zirelarik, besteak beste.

Tailerrak ere bai proposatu zuen idazteko beldurra onartzea aukera gisa bezala, bidai batean arriskatzeko; non, hitzen eskutik, bizitzaren trazuak desestali eta gozatu ahal izateko, bai poeman, ipuinean edota abesti batean bihurtuta. Hau da, tailer hau erronkaz betetako bidai zoragarri batean bihurtu zen, lehenengo ekintzarik garrantzisuena pandemia garaian literaturan apustua egitea izanik. Nahi gabeko bidaia, etapa bakoitzaz gozatu nahi zuena, bai irakurle edo idazle bakoitza berak ezarritako portuaren helmugara gustora heltzeko.

Eta bidaiak jarraituko du zeren eta tiketa indarrean jarraitzen du edo, are hobeto, hau ez da arriskatzeko dagoen medio bakarra bidaia luzatu ahal izateko. Unibertsoen hitzetatik bidaiari hazia ereintzatuta, orain ezerk ez ditu geldiarazten, horregaitik, akonpainatzen gaituzten errealitatea eta fantasia behatuz, mundua berinterpretatzeko eta berformulatzeko modu sortzaile batean.

Idazten jarraitu!

Héctor Sabogal

Este taller de lectura y escritura creativa surgió ante la necesidad de fomentar encuentros interculturales que permitieran el acercamiento y comprensión de otras realidades, en donde la palabra, la apreciación crítica y la creatividad de las participantes fueran las protagonistas. Los saberes y las diferentes formas de pensar propiciaron un ambiente literario en donde se leyeron y comentaron diferentes textos que abordaron temáticas relacionadas con las desigualdades, la inmigración, la realidad política y social, el poder de la palabra, la infancia y el arte de escribir.

El taller también planteó asumir el miedo a escribir como una oportunidad para aventurarse en un viaje donde, de la mano de las palabras, se pudieran descubrir y disfrutar trazos de vida convertidos en poema, cuento o canción. Es decir, este taller se convirtió en un delicioso viaje lleno de retos, siendo -el principal- el hecho de apostarle a la literatura en tiempos de pandemia. Un viaje sin pretensiones que buscó disfrutar de cada etapa para llegar con satisfacción al puerto que cada lectora/escritora se pusiera como meta.

Y el viaje continuará porque el tiquete sigue vigente o, mejor, porque este no es el único medio en que se pueden aventurar a prolongar el recorrido. Sembrado el germen viajero por el universo de las letras, ahora ya nada les detiene; por eso, a seguir observando la realidad y la fantasía que nos acompañan para reinterpretar y reformular creativamente el mundo. ¡A seguir escribiendo!

Héctor Sabogal

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MUÑECO DE VENTRÍLOCUO Texto grupal

El dependiente daba una excusa tras otra, pero no sabía que María era totalmente consciente de que él mentía, así que sin más, dio media vuelta y marchó. “Tiendas hay muchas”, se dijo.

En este mundo de mentiras hay que luchar por sobrevivir, pues la lengua es algo de mucho significado y puede llegar a herir. Paró en seco y se dio cuenta de que debía serle sincera y volver. Al entrar por la puerta vio como una dependienta se acercaba a ellos. Esta le dijo: “Buen momento para retomar esa charla basada en palabras vacías y la ausencia de ella”.

Pero su rabia fue más intensa, por eso se dirigió a ella y dijo: “No, nena. Es que a mí con excusas nadie” y luego la observó para darse cuenta de que él era otro peón en ese sistema. Él solo repetía lo que le decían. Le sintió cerca, le sintió igual, y la rabia voló, y sintió la paz.

TODOS CON LADILLAS Texto grupal

No dejó de hablar en toda la comida de lo enamorada que estaba de Mario, su novio. Miré al horizonte buscando una salida a la tediosa conversación; parecía como si su relación fuera la poseedora del mundo. Pero luego, me dije: “Qué corazón no ha hablado así, cuando es amor puro”

Entonces llegó él, sorprendido nos preguntó qué hacíamos ahí, pues no venía solo, venía acompañando de una mujer, su mujer.

Podía escuchar la tormenta que se había desatado en el pecho de Lucía. Todo lo que había construido en su mente se rompió en mil pedazos, todos sus sueños se transformaron en pesadillas. Pero Lucía se armó de valor, miró a Mario y besó a Iker, quien estaba a su derecha.

TU COCINA ME DEVORA Texto grupal

Ese día me diste el gusto de la comida. Por eso lo comenté con mi amiga Ana. Le di tu número de móvil, espero que no te importe, ya que busca un buen cocinero para un restaurante que tiene pensado abrir en un futuro, y así mucha más gente sabrá que todo lo que he dicho es verdad.

Me ha dicho que lo hablará con Luis, su hermano y socio. Será él quien te haga la entrevista. Al principio parece majo, pero en la cuadrilla ya conocen de qué pie cojea. Es de los que te llena de halagos a la cara y te pone verde cuando te das la vuelta.

Pero si quieres triunfar con Luis, es mejor que vayas preparando como prueba un delicioso marmitako. Te recuerdo que ese hombre es de antiguas palabras y de montañeros sentimientos. ¡No lo olvides! Y sigue dándonos el gusto de la comida.

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ECOSTexto grupal

La chica que estaba delante de mí en la cola de la frutería parecía ligeramente exasperada de que la señora se tomara su tiempo para elegir las manzanas, como si eso no fuera una tarea fácil. Quizá no fuera eso lo que realmente le sacara de quicio, y sí que la frutera estuviera dándole toda su atención y que los demás esperáramos.

La chica seguía crispada, atontada y nerviosa, más aun sabiendo que la cocción de calabazas que tenía en su estufa, ya estaría con sus hervores espumosos a punto de desplegarse por la cocina. Tuvo que tragar saliva y reprimir apenas un puchero que amenazaba con estropear su maquillaje.

Por fin la frutera dio paso a la siguiente clienta.

–¡Niña! ¡Te has colado! –oyó que gritaban.

–Dame un kilo de patatas, dos calaba… –ignorándole.

–¡Niña! –Repitieron a su espalda.

Intentó desprenderse de esa sensación, el recuerdo de la sumisión infantil. Dudó por un instante de si no habría, efectivamente, regresado a la infancia. Ese olor que inundó sus fosas nasales era familiar. Era su tabaco, el que fumaba su padre. “Niña, tráeme el mechero”. Recordó paralizada, reprimiendo el impulso de dejar brotar esas lágrimas que antes había conseguido reprimir.

La frutera hizo su trabajo ignorando los gritos de oras clientas, mientras pensaba una y otra vez en el espléndido día que tendría la mañana siguiente con Romeo, su marido. Irían a la playa después de muchos meses de duro trabajo en la frutería, y ni sus vecinos se lo estropearían.

–Aquí tienes Rocío, tres con ochenta –comentó a la susodicha.

–Gracias, me voy rápido, antes de que se me queme la casa.

Y así se marchó, ignorando aquella sensación agridulce de su infancia. En cuanto cruzó la puerta se derrumbó, y sus lágrimas borraron su visión. Como conocía bien la casa, se dirigió al horno a apagar la quemada calabaza.

La olla arrojaba estertores de fuego y lágrimas de vegetal, y los guisantes que ansiaba calentitos, ahora parecían dos extrañas piedras incandescentes robadas a un volcán.

Se volvió a poner el reluciente mandil, y volvió a ser la mujer feliz, con su maquillaje aún deshecho. Comenzó a cortar las verduras para hacer un nuevo plato, cuando oyó las llaves abriendo la cerradura de casa.

–¡Hola mami! –dijo su hija.

–Hola cielo –la madre la besó.

–¡Qué bien huele! –mintió su cariñoso y no fumador marido.

“Qué feliz soy” se recordó, limpiándose las manos en el mandil, como queriendo borrar y perder no sólo palabras, sino nombres. Un nombre.

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LA SOLEDAD DE MAGNOLIATexto grupal

Su sonrisa, muchas veces altanera, estaba transformándose en tristeza. Nadie comprendía por qué Magnolia, con su nombre «floreando» estaba mimetizando su semblante y escondiendo el brillo fulgurante de sus ojos.

—La edad marchita —le dijo dirigiéndose a la foto de su marido. Cada día le costaba más definir la frontera que la separaba del final. Y añadió:

—Pensar que mi mayor miedo siempre fue no tener todo lo que iba a necesitar para cuidar de un niño. ¡Querido!, qué diferente se ve todo desde aquí.

Magnolia siempre supo que los comienzos se pintan color de rosa, pero jamás pensó que las cosas acabarían así. No pudo evitar llorar convulsivamente mientras miraba la foto de Martín. Su pérdida había sido tan repentina que seguía cabreada.

—¡Cómo pudiste dejarme así! Teníamos tantos planes... —sollozó— te quería, y mira cómo acabé; vieja y sola. Ya ni los niños me visitan.

Dejó la fotografía a un lado y cerró los ojos, recordando los viejos tiempos.Recordó cuando cogía a su hijo en brazos del carrito y volvió a llorar con fuerza.

—La vida pasa tan rápido, ojalá pudiéramos volver a empezar, Martín.

Magnolia, tan marchita ahora como el final de las flores, viaja hacia su pasado, cuando aún conquistaba con sus dientecillos felinos. Ah, era la «Leoncia» de Martín.

¡Pero ya para qué! Es mejor hacerse a la idea de la soledad. Y sacando un impulso desconocido se arrojó sobre la fotografía ajada de Martín y la despedazó con morboso placer, rompiendo así todo vestigio de felicidades pasadas.

Toda la rabia que había acumulado se desbordó en una cascada imparable, y cuando se secó, rompió en llanto, esta vez de tristeza, que inundó el terreno antes seco.Cuando ya no le quedaban más lágrimas que llorar, sacó pecho, recogió con torpeza los trozos rotos de la antigua fotografía de matrimonio y se levantó airosa para tirarla a la basura. Pese a sentir algo de alivio ante tal acto, también se sentía triste y vacía.

En la casa ya no había ruido de las noticias de las nueve, tampoco una voz conocida que siempre le preguntaba si la cena ya estaba. No, ya no se oía nada, antes habría valorado ese silencio, ahora la atormentaba.

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QUEMADURATexto grupal

Era la tercera vez que sonaba el dichoso teléfono.

–¿Quién? –Nadie respondía. Laura se estaba empezando a poner nerviosa.

–A estas horas de la noche, si te llaman, no puede ser bueno –habló para sí misma.

Se desprendió del teléfono un minuto para calentarse la leche que estaba a punto de tomar, cuando volvieron a insistir llamándole. Antes de que el microondas pitara, volvió a sonar el teléfono. Sacó pecho y volvió a repetir:

–¿Quién?

–Soy yo, Marta, tu mamá. Estoy en el hospital, que dicen que me he roto la cadera…

Laura suspiró ruidosamente por la nariz, exasperada, esperando que los achaques de su madre esta vez sí fueran convincentes.

–¡Mamá! ¿Otra vez en el hospital? ¡No me lo puedo creer!

Abrió el horno microondas y al coger la taza con la leche hirviente, esta se le deslizó por lo caliente que se hallaba. No tuvo más remedio que gritar con furia e impotencia. Se acababa de quemar su mano. Ahora no solo su madre tendría que ser atendida, sino que ella también tendría que enseñar sus dedos, ahora rostizados, al personal hospitalario.

En el taxi, camino al hospital, pensó en lo aguafiestas que siempre había sido su madre, y más ahora que le había dado por rehacer su relación con Gabriel… ¡Uf! qué pesados que se ponían los dos cuando estaban juntos. Volvió a mirar su encarnadura lacerada y se recriminó por seguir dándole oportunidades de benevolencia a su madre.

–¿Por qué no irse lejos y olvidarla para siempre? –se recriminó.

Se sacudió el pelo para dejar ir ese travieso pensamiento. Bajó del taxi y se acercó a la puerta de urgencias.

–¿Pueden mirarme la mano? ¡Por favor!, me acabo de quemar –dijo en cuanto entró afanosamente.

–¡Ah! ¿Pero qué coño haces aquí? –La voz de Gabriel, pastosa y oscura como siempre, se elevó detrás de una cortina.

Laura se paró en seco al escuchar esa inconfundible voz de médico, pero que también era la voz del amante intermitente de su madre. Estaba segura de que su cerebro no la había traicionado. Estaba harta de esa vorágine de sentimientos que generaba la relación con su madre… y con Gabriel.

–Vine a ver cómo está mi madre; además, por culpa de tanta carrera, me he quemado esta mano.

–Laura: tu madre se encuentra en observación. ¿Y a ti qué te ha pasado? ¿A ver esa mano?

Mientras alistaba su mano para enseñársela al médico-amante, regresa a ella una pena antigua y muy ancha que le recordaba que ya no era la misma. Una chica que había soportado los toqueteos y acercamientos de Gabriel; ese amante-médico de su madre.

Pero esta vez, no le tembló la voz y expresó muy decidida:

–Hoy se quema mi mano, ayer se quemó mi infancia; por eso, no deseo más quemaduras en mi alma.

–Pero qué filosófica estás muchacha… ¡Venga, a ver esa mano!

Laura se apartó con fuerza y dijo con vehemencia:

–Prefiero soportar este ardor antes de soportar tu auxilio. Dale un saludo de mi parte a Marta, mi madre.

Con dolor en su carne, pero con gozo en su espíritu, Laura abandonó la sala de urgencias y se dirigió a otro hospital.

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EL CONSEJOAmanda Queiroz

Voy caminando por un sendero, dejo que mis pies me lleven, mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad, agudizó la mirada para verla bien... siento que la ciudad me atrae hacia su centro, hacia su bullicioso epicentro. Siempre me había gustado la calma de los montes, pero ese día sentía que algo me guiaba hacia el caos. Apenas podía caminar con la de gente que corría sin prestar atención a su alrededor de aquí para allá. Vi la ilusión en los ojos de unos niños al salir de la tienda de juguetes con su regalo de navidad en las manos. La mujer, seguramente la madre, les metía prisa para cruzar el paso de cebra, pues al otro lado de la calle les esperaba el Uber. Caminé y caminé sin rumbo fijo hasta encontrarme con un brillante y aterciopelado abrigo rojo. Ese rojo tan parecido al atardecer de sus mejillas que me cautivaron y, en segundos, estaba encandilado siguiendo sus pasos. La muchacha pelirroja caminaba con una elegancia casi antinatural en sus tacones, tan altos como un rascacielos.

—¿Dónde vas con tanta prisa muchacha? —me pregunté a lo bajo o pisándole los talones.

—¿Regalos? ¿Cómo que regalos? —se preguntó Marta caminando con rapidez hacia El Corte Inglés más cercano—. La sobrina es suya y soy yo quien tiene que hacer regalos... ¡Increíble!

Gonzalo gozaba del placer casi perverso de meterla en problemas como ese. Odiaba ir de compras y él lo sabía bien, pero necesitaba tenerla ocupada si quería llevar a cabo la sorpresa de la pedida de mano.

—¿Qué querrá una niña de tres años? ¡Y yo qué sé! —se quejó entrando en la sección de juguetes.

Marta miró aquí y allá pero no se decidía por ninguno. Nunca había sido buena en eso de elegir un regalo ajeno y más sin conocer bien la persona y, desde luego, apenas conocía la familia de Gonzalo, pese a salir con él ya dos años.

—¿Qué tal una muñeca? Nunca falla —dijo una voz a su espalda.

La vi tan perdida dando vueltas y vueltas y hablando sola que no me pude aguantar y me metí. Sí, yo, un hombre de monte, alguien que nunca se mete donde no le llaman, me metí.

—¿Perdón? —preguntó confusa.

—Le he oído hablar mientras miraba los juguetes y... siento entrometerme pero... A todas las niñas a esa edad le gustan las muñecas —dije mirando las muñecas a nuestro alrededor, pues todas me parecían iguales; cogí la más cercana y se la tendí—. Seguro que le gusta.

Ella parpadeó, cogió la muñeca con cautela, y se alejó tras darle las gracias. Marta no sabía si era una buena elección, pero decidió seguir el consejo del desconocido, pese a no habérselo pedido.

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RETUMBAJana Mirandai

Los sonidos empezaron a escucharse con mayor nitidez. Maricarmen tarareó una vieja canción de cuna, Roxana bailó frenética esos acordes que le recordaron una danza guerrera de su país, y Muhamad se inclinó y empezó a orar porque identificaba un canto sagrado del desierto. Los tres fueron interrumpidos por mis gritos. Por fin fui capaz de hacerles callar. A ellos, y a toda la manzana. Estoy harto de su intrusión en mi paz. Y seguí gritando, ya no podía parar. Y comencé a llorar mientras gritaba y gritaba, inundando los arroyos, oscureciendo las calles, asustando a los animales de las fincas. Desde la sangre galopando en mis oídos me llegaban las palabras de una mujer.

Desperté con un gran estruendo. Era de madrugada y las farolas se habían apagado. Encendí una vela acercándome a la ventana para observar la tormenta, y me llegó el olor del suelo caliente mojándose. Sentí a mi bebé moviéndose en mi vientre y de repente, aquella canción que me cantaba la abuela Maricarmen brotó de mis labios. Al principio tímida, fue cogiendo fuerza.

Entró por mis oídos, pasando por la nuca dejó un escalofrío dulce. Bajó por mi pecho como una mano cálida y se posó ahí, hasta que el llanto se extinguió. Me sentí mecido y seguro. Una pequeña espina, quedaban pocos días para salir de ahí, y no volvería nunca, ni siquiera sería capaz de recordarlo.

CENIZASPatricia Salgado

Era difícil que esas cenizas hablaran o que esos restos se dejasen interpretar, pero lo que sí estaba claro es que, en esa esquina de aquel olvidado pueblo de antiguos danzantes, el horror había sido el paseante de sus últimas noches...

Y a partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. Era inevitable no pensar en el saqueo, cabalgar toda la noche para esto -se dijo-, sus guerreros insistieron en buscar al menos algo de comida entre tanto escombro y ceniza y, a pesar de tener casi todo perdido, divisaron una casa.

Arrellanado en su cama divagaba y gozaba ante tanta experiencia vivida y los azares que les esperaban para el día de mañana. Y ahí estaba sobre su caballo observando con curiosidad lo que sus guerreros le señalaban. Se dirigieron lentamente hacia esta última choza; él seguí aún con vida, pero no podía dejar de sentir la sangre galopando en sus oídos con las palabras de la mujer como llamas avivadas. De ahí su cautela, no te acerques allí, no vayas a aquel pueblo, pero su ímpetu de gloria era más fuerte que todo lo que esa mujer pudo haber dicho aquella noche en sus brazos.

Y de repente una explosión, todo se nubló; era su fin, los azares de la vida lo habían traído hasta aquí, dejando atrás la sangre galopante en sus oídos con las palabras de esa mujer: “no vayas que te espera la muerte...”. de no retorno.

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EL VESTIDO ROSA DE LA PROFESORAJana Miranda

Como cada mañana, el abuelo se colocó su barbián y bajó las escaleras.

–¿Tienes hambre zamacuco? –me preguntó sin mirarme.

–Es muy temprano, abu –contesté.

Las vacas nos esperaban, como cada mañana. Había que limpiar la cuadra, como cada mañana. Había que echar agua a las ocas, como cada mañana. Y también me escaparía después, aunque él supiera a dónde iba, como cada mañana.

Me acerqué a la ventana para ver a las niñas aprender a tocar la trapisonda. El papel de la pared, de un color burdégano, con adornos dorados, me hipnotizaba al escucharlas. Se acercó mi amigo Carlos para que fuera con él. Nos encontrábamos ahí siempre, y me veía obligado a abandonar aquel placer. Pero ese día chistó demasiado alto, y tropecé, cayendo de la piedra donde estaba subido.

–¿Qué haces ahí, troj asqueroso? –Escuché desde el suelo– ¡deja de molestar a las niñas!

Carlos, en retaliación, hizo volar una bola de barro hasta su bonito vestido. Me agarró y tiró de mí para escapar.

Años después supe que aquella profesora hizo una exacción a mi abuelo para que se me castigara, pero él nunca me lo dijo, y no recibí reprimenda alguna.

LA EXTRAÑA CASA DE LA RIÑA (Resultado)

Como cada mañana, el abuelo se colocó su gallardía y bajó las escaleras.

–¿Tienes hambre niño tonto? –me dijo sin mirarme.–Es muy temprano, abu –contesté.

Las vacas nos esperaban, como cada mañana. Había que limpiar la cuadra, como cada mañana. Había que echar agua a las ocas, como cada mañana. Y también me escaparía después, aunque él supiera a dónde iba, como cada mañana.

Me acerqué a la ventana para ver a las niñas aprender a tocar la riña o confusión. El papel de la pared, de un color de mula, con adornos dorados, me hipnotizaba al escucharlas. Se acercó mi amigo Carlos para que fuera con él. Nos encontrábamos ahí siempre, y me veía obligado a abandonar aquel placer. Pero ese día chistó demasiado alto, y tropecé, cayendo de la piedra donde estaba subido.

–¿Qué haces ahí, espacio para guardar granos asqueroso? –Escuché desde el suelo– ¡deja de molestar a las niñas!

Carlos, en venganza, hizo volar una bola de barro hasta su bonito vestido. Me agarró y tiró de mí para escapar.

Años después supe que aquella profesora cobró unos impuestos a mi abuelo para que me castigara, pero él nunca me lo dijo, y no recibí reprimenda alguna.

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ESE DÍA LLOVÍAPatricia Salgado

Ese día llovía y Patri lo único que deseaba era que por fin saliera el sol. Lo único que quería era sentir el sabor de los burdéganos en su boca. Pero no iría sola al bosque, le paralizaba la idea de encontrarse un troj en esa aventura.

Juan demoraba en llegar a casa por ella, seguramente zamacuquea a su hermana para una merecida siesta y así estar tranquilos en su tarde de aventuras. ¡Qué tranquilidad!, decía Patri, Juan es todo un barbián. Juan ocultaba algo debido a su exacción; tenía pensada una retaliación, que quizás nadie llamaría una acción trapisonda cualquiera. Patri entró al bosque muy feliz, sin pensar el susto que se llevaría.

Traducción

Ese día llovía y Patri lo único que deseaba era que por fin saliera el sol. Lo único que quería era sentir el sabor de la mula en su boca. Pero no iría sola al bosque, le paralizaba la idea de encontrarse un espacio para guardar granos, en esa aventura.

Juan demoraba en llegar a casa por ella, seguramente una persona tonta, mecía a su hermana para una merecida siesta y así estar tranquilos en su tarde de aventuras. ¡Qué tranquilidad!, decía Patri, Juan es todo un hombre gallardo y valiente. Juan ocultaba algo debido a su cobro de impuestos; tenía pensada una venganza, que quizás nadie llamaría una acción bulliciosa cualquiera. Patri entró al bosque muy feliz, sin pensar el susto que se llevaría.

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EXPLOSIÓNAmanda Queiroz

Valeria miraba la película con su hermano con expresión hastiada. Jorge siempre elegía esas dichosas películas del Oeste, y empezaba a aburrirse con tanta retaliación barata.

—¡Bang, bang! —gritó el niño de seis años mientras fingía disparar con el índice al barbián de la televisión, quien al acto caía muerto en el suelo.

Una exacción brotó de los labios de Valeria, quien cogió su trapisonda y fue a buscar a su madre, quien estaría cantando un zamacuco para dormir a Henry.

Se acercó a la puerta de la habitación del pequeño de la casa y al oír el dulce timbre de voz de su madre, paró a disfrutar unos segundos de esa canción que tantas veces le había oído cantar de pequeña. Luego, hizo camino a su habitación y se encerró en ella.

Tiró la trapisonda en el baúl de los juguetes, recogió una pelota rojiza y empezó el troj. Siempre le había gustado estrujar esa vieja y desgastada pelota, aunque nunca se esperó que la misma se le fuera a explotar en la cara, llenándole de burdéganos todo su rostro.

Versión locuaz (traducción)

Valeria miraba la película con su hermano con expresión hastiada. Jorge siempre elegía esas dichosas películas del Oeste, y empezaba a aburrirse con tanta venganza barata.

—¡Bang, bang! —gritó el niño de seis años mientras fingía disparar con el índice al hombre gallardo y elegante de la televisión, quien al acto caía muerto en el suelo.

Una acción de cobrar impuestos brotó de los labios de Valeria, quien cogió su bulla y fue a buscar a su madre, quien estaría cantando un torpe para dormir a Henry.

Se acercó a la puerta de la habitación del pequeño de la casa y al oír el dulce timbre de voz de su madre, paró a disfrutar unos segundos de esa canción que tantas veces le había oído cantar de pequeña. Luego, hizo camino a su habitación y se encerró en ella.

Tiró la bulla en el baúl de los juguetes, recogió una pelota rojiza y empezó el espacio limitado para guardar granos. Siempre le había gustado estrujar esa vieja y desgastada pelota, aunque nunca se esperó que la misma se le fuera a explotar en la cara, llenándole de mulas todo su rostro.

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LA REINA BIÓLOGAAmanda Queiroz

Antes de ser reina fui niña, y cuando era niña soñaba con volar a la luna y comérmela de un bocado; entonces creía que era de queso, con el paso del tiempo entendí que no. A medida que iba crecido quise ser bombera, porque quería salvar a la gente de morir en incendios y también quería evitar que se vieran sin un techo cuando se les quemara la casa. Luego también soñé con ser científica y acabé siendo bióloga porque quería encontrar la cura a diversas enfermedades para que así ningún niño muriera por una simple e inútil bacteria.

Ahora que soy reina y en los tiempos que corren, me alejaré un tiempo de palacio y me uniré a los científicos, biólogos y demás expertos para encontrar la cura a una epidemia que nos está desolando. Espero que el pueblo acepte y respete mi iniciativa de alejarme de los focos con el fin de encontrar la solución a un problema que está afectando a tantas familias este año. Volveré pronto, con una solución definitiva para que podamos volver a juntarnos, abrazar a los nuestros y reír con anécdotas mientras el sol mañanero enriquece nuestra melanina y una cervecita fría nos da la bienvenida.

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LA PRINCESA PATRICIAPatricia Salgado

Hoy hay un gran amanecer, bello día en el reino de la princesa Patri. Hoy es un día de muchas reuniones y para seguir con visitas, supervisando las escuelas y los talleres de madres. La princesa siempre ha querido seguir promulgando el amor propio y el amor a cada cosa que le rodea.

Por ello no para de dar buenas bases en los colegios para que desde sus primeros años los niñ@s sepan poner límites y saber detectar lo que no es bueno para ellos. Un gran avance para evitar abusos. Llevar una vida emocionalmente más sana en los niños y niñas; eso siempre ha dicho la princesa Patri, porque un niño sano emocionalmente es un adulto responsable y… así empieza la cadena.

La princesa Patri también apoya a padres con sus tareas y define los roles dentro y fuera de casa con sus hijos y, más aún, con el que tengan a su cargo. ¡Hay tanto amor que entregar!

Uno de sus mejores decretos es que prevalezca desde primaria el manejo del reiki para la auto sanación y comprensión del yo mismo. Igualmente decretó trabajar en agradecimiento desde que abrimos los ojos. Pese a que sus detractores dicen que es un adoctrinamiento, ella no cesa en que el movimiento sea de paz y de entrega según lo que cada persona siente.

Por otro lado la princesa Patri mantiene el cuidado individual de todo residuo generado y, en los depósitos, propugna por generar la mayor energía reciclada para el propio aprovechamiento de cada hogar; iniciativa que tiene muy feliz a la población.

Hoy estará en una de sus actividades favoritas: el cuidado y manejo de las mascotas de compañía. La princesa ha liderado una campaña para el manejo responsable de la reproducción y cuidado de las mascotas con el fin de que la gente comprenda la tenencia responsable; atrás quedaron las épocas en que avisaban de una nueva detención por tráfico de animales.

Bueno… ya termina el día; mañana traerá nuevos propósitos parea Patri. Seguirá luchando por disminuir las diferencias de género en todo ámbito (maltrato, discriminación, trata) y se acercará a la naturaleza, supervisando talleres de medio ambiente y naturaleza salvaje. Su maravilloso plan de salvar animales en vías de extinción va viento en popa.

No es fácil este día a día, pero su principado la llena de orgullo y dejará una semilla en el corazón de cada uno de los integrantes de su reino.

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SU ALTECITA TRAUMADAJana Miranda

Recogía los documentos, repasándolos por encima para hacerme a la idea del trabajo que me esperaba al día siguiente, y me llamó la atención el característico papel amarillo del rey. Lo usaba porque creía que era importante que pareciera antiguo. Me solía dejar sus escritos, con letra torpe y faltas de ortografía, para que yo los pasara a limpio. Lo leí, a pesar de haber terminado la jornada:

“Puedo matar a quien me caiga mal… Puedo coger lo que quiera, cuando quiera y de quien quiera…”

No entendía nada, ¿qué quería ahora? ¡Estúpido rey-niño!

Me dirigí airado hacia su recámara, pero por el camino me paré y, recordando que era el Rey, respiré hondo y me obligué a tranquilizarme. Cuando llegué a la puerta, su niñera salía de ella, y me acerqué.

–Carmen, ¿tú has visto esto? –Agité el papel amarillo–. ¿Qué le pasa a este ahora?

–Shhh, baja la voz. Ha tenido mal día. Hoy, el hijo de la duquesa le ha quitado un juguete delante del resto de niños de la clase y se ha reído de sus orejas. Le ha caído una buena reprimenda, pero el señorito se ha quedado afectado.

–¿Y…?

–Pues que quiere… que… tú, publiques esas leyes.

–¿Pero tú has leído esto?

–Sí, y tendrás que arreglarlo un poco.

Marché de nuevo a mi despacho. Sabía que no podría dormir, así que me puse con la tarea de la traducción:

1. Puedo matar a quien me caiga mal. Aquel que no cumpla las leyes Reales, podrá ser ejecutado.

2. Puedo coger lo que quiera, cuando quiera y de quien quiera. Los bienes privados y personales podrán ser decomisados por fuerza mayor, y será la potestad del Rey decidir cuándo es necesario recurrir a esta medida.

3. Todos mis amigos me adorarán. El Rey, como figura superior del Reino, deberá ser respetado y tratado con suma cortesía.

4. Nadie me puede llevar la contraria. Las opiniones personales respecto al Rey y su corte, así como respecto a sus decisiones, deberán ser acatadas. En caso de estar en desacuerdo, la palabra del Rey prevalecerá sobre las demás.

5. Si quiero jugar, todos estarán dispuestos. Los programas de entretenimiento serán estipulados por el Rey, siendo obligatoria la presencia de todos los requeridos.

6. Mis amigos no se reirán de mí. La figura del Rey es inviolable y, como Rey, perfecta. No se admitirá sátira ni burla relacionada con su figura, bajo pena de muerte.

7. Como, bebo, duermo y juego cuando quiero. Los horarios de la casa real serán estipulados con base en la agenda del Rey.

8. No quiero ir a clase tanto, más jugar. El Rey podrá anular sus citas y compromisos en base a sus necesidades.

9. Quiero muchas casas, caballos, un parque acuático, cinco perros y todo lo que tiene el hijo de la duquesa por dos. El Rey podrá disponer cuantos espacios públicos y privados considere necesarios para el buen funcionamiento del reino.

10. No quiero ir a clase ni madrugar más. El Rey recibirá sus lecciones de forma privada cuando así lo desee, y se adaptará el horario de las mismas a partir de sus requerimientos.

Sonaba prepotente y desmedido, pero qué esperar de un niño de 7 años.

Pensando en mudarme y cambiar de trabajo, quizá al servicio de un rey más maduro, apagué la luz y me retiré a dormir. Mañana será un día duro, pensé, cuando aparezca esta locura en la plaza del pueblo.

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TARDE FAMILIARPatricia Salgado

Siempre ha sido un verdadero rollo ir al cumpleaños de Rita; con su estructura agota a toda la familia. Eso creo yo. Te hace ser puntual o de lo contrario te deja debajo de la mesa. Y esto hay que creerlo: el año pasado su hermano, junto a Sara y el niño, osaron llegar tarde y no cesaron las caras de mal gusto durante toda la tarde.

¡Qué asco!, me repito mientras me termino de aplicar rubor. Jorge en breve tocará la bocina para que baje apresuradamente. “Ya conoce a su cuñada”, me dice.

Hemos llegado, la recepción es cálida en medio de una mesa atiborrada de cosas ricas. Todos felices, todos contentos, nadie con sus historias ahí presente. Rita deja bien en claro que, ese día, los problemas familiares fuera de su casa.

Pero cómo negar que Luis sea tan descarado de asistir, sabiendo la deuda que tiene con nosotros, o que Sara crea que olvidamos todo lo que coqueteó con Rudy. ¡Una caradura! Jajajá. Así es esta familia, si no fuera por Rita quizás ya nadie se vería. Ella maneja a todos a su antojo y ¡sabes!, después de todo... es un gran alivio descansar en ella, al menos cada cumpleaños.

Así que al llegar vamos sonriendo frente a la cámara. Al menos esta foto familiar, junto al aperitivo, puede salvar todo lo que resta de la tarde. Ya la veremos en el álbum familiar. ¡Vamos sonriendo! ¡Salud y que VIVA la familia!

LA FOTO FAMILIARJana Miranda

Sam: Me quiero ir, he dejado la partida a medias, ¡me quiero ir!Richard: Laura, ¿cómo has educado a tu hijo? ¡Hazlo callar!Laura: Papá, no seas tan duro, acaba de terminar los exámenes, y su mejor amigo se ha mudado de ciudad.Sam: Mamá, ¿puedo ir?Richard: ¡Siéntate ahí! Delante de mí, que yo te vea.

Mi abuelo está enfadado porque mi abuela ha bebido demasiado y le ha tocado el culo al nuevo novio de Sandra. Y, sí, mi madre mima demasiado a Sam. Cree que el divorcio le afectará más que a los demás, pero no sabe que Adam ha empezado a fumar y que mi tío Albert ha compartido un cigarrillo con él. Quizá el abuelo lo sepa y por eso lo ha dejado, para dar ejemplo.

Wendy: ¡Me hago pis!Albert: Vamos cielo.Richard: Vale, cinco minutos.Laura: ¿Y por qué a mí me gritas y a Albert no?

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Richard: Laura, Wendy tiene 4 años, por Dios, se hace pis.

Albert y Wendy salen del jardín y el nuevo novio de Sandra se enciende un cigarro.

Sam: Je, je, ¡como Adam!Adam: No puede ser, chivato de mierda.

Le veo salir corriendo y mi madre detrás. Mi abuelo agacha la cabeza y se frota las sienes.

Richard: Dios mío, esto se ha ido a la mierda.

Se levanta sin mirar al suelo y tropieza con mi abuela.

Lisa: ¡Richard!, ¿estás bien?Margaret: ¡No te mueras abuelo!

Grito a mi madre para que vuelvan: ¡Mamá!, ¡Adam!, ¡el abuelo se ha roto la cadera!

Patrik: Quitaros, dejarle respirar, quitaros todos.Laura: Mamá, haz algo.

Mi abuela se agacha torpemente con la botella de agua en la mano, le quita el cinturón y se bloquea. Hay mucha sangre y no se ve de dónde sale. Comienza a echar agua.

Richard: ¡Ay! Me duele el brazo.Lisa: No puedo mirar. Cielo, haz algo, tu madre está borracha.Patrik: ¿Qué quieres que haga? La cirujana es ella…Susan: Chicos, chicoss, chiiiicossssss. Tranquilos. Nooo pasa naaada. ¡Mirad!

Mientras dice esto, le va limpiando el brazo con agua.

Susan: Es un cortecitito de nada. ¡Te voy a coser, cielo!Richard: Mi amor, ¡prefiero morir!

Es la primera vez que veo al abuelo retorciéndose de dolor. El nuevo novio de Sandra se agacha y comienza a rasgar la camisa.

Nuevo novio de Sandra: Trae gasas Laura, y dile a Albert que se quede dentro con los niños.

Yo prefiero no mirar.

Nuevo novio de Sandra: Tranquilo Richard, soy enfermero, yo te coseré.Richard: Gracias novi… eh…Nuevo novio de Sandra: Erik, me llamo Erik.Richard: Sí, gracias Erik.

Le cosió en la cocina mientras la abuela tomaba café y Lisa y Patrik limpiaban la sangre.

Richard: ¿Podemos hacernos ya la puta foto?

Se ha puesto otra ropa.

Susan: ¡Vamos cielo! Pero yo me siento, eh.

Y así nos vamos colocando todos para la foto. Mi hermano Sam delante del abuelo, Erik contento de encajar por fin, y mi madre agarrando fuerte a Sadam. Creo que se ha dado cuenta de que Adam y yo también necesitamos mimos.

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NAVIDADAmanda Queiroz

Marta rechistó bajándose del coche. Aunque la navidad fuese la época favorita de su marido, a ella no le solía gustar. Significaba reuniones familiares, sonrisas largas y chismorreos ajenos, y a ella eso le estresaba. Por no hablar de que una pelea reciente con sus hermanos no ayudaba a amenizar la situación.

—Todos los años igual, ya verás cómo mi madre estará agobiada por celebrarlo en su casa; pero claro, cuando te ofreces a ayudar no quiere —se quejó al llegar a la altura de Marco, de camino a la puerta.

—Tranquila, seguro que esta vez será diferente —le animó.

—Siempre tan optimista, cariño. Encima Rosa llega tarde, para variar —ironizó antes de llamar al timbre de un adosado, situado en la sierra de Madrid.

Pocos segundos después de timbrar se arrepintió, una reprimenda le esperaba al abrir la puerta. Una de las reglas que pusieron sus padres cuando ella y sus hermanos se fueron de casa era que usasen la llave y no llamaran al timbre. Y como siempre, a ella se le había olvidado.

Un minuto después apareció un hombre canoso, de unos sesenta años para recibirles.

—Hola, papá —saludó antes de darle dos besos.

—¿Y la llave?

—Ya sabes —contestó Marco por ella. El mayor suspiró. Oscar tenía demasiado aprecio a su hija mayor, pero que se le olvidara la llave siempre, le sacaba de quicio.

—Tu madre está en la cocina, hecha más humo que las ollas...

—¡Genial! —volvió a ironizar.

Dejando a su marido a merced de su padre, se alejó a la cocina. Después de abrir la puerta de madera ya envejecida por los años, escuchó un crujido conocido y un olor embriagador le dio la bienvenida. Con la boca hecha agua por el olor de la comida, saludó a su madre, quien aún tenía todos los aperitivos por preparar. Tras un seco “hola”, se puso manos a la obra bajo los estridentes chillidos de nervios de su progenitora.

“La tostada no se unta así, que esto está mejor de esta forma, así o asado...”. Se quejaba Marta en su cabeza mientras seguía las órdenes de su madre con cara de póquer.

En la siguiente hora sus hermanos, sobrinos, tíos y primos fueron llegando y poco a poco, las bromas y carcajadas apaciguaron el ambiente.

—¡Venga mamá! Hagamos la foto familiar —gritó Rosa reuniendo a todos en el jardín trasero—. ¡Venga, venga que cabemos todos! Sofía, ponte delante que eres más bajita, Martín ¡acércate hombre! que no te vamos a comer...

Una vez que todos estuvieron en posición, con la cámara en su sitio y el temporizador a punto, Marco apretó el botón y se reunió con los demás.

—¡Whisky! —gritaron al unísono y un leve clic inmortalizó el momento.

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PERDÍJana Miranda

Me enamoré. De su bajura. De su redondez. De su locura. De sus pies.Y la drogué. Para que no creciera. Para que no caminara lejos.Y la preñé. Para quedarme dentro. Para que no pudiera olvidarse de mí.Y la perdí. Cuando su locura la llenó, y no le cupo mi bebé.Y me perdí. Cuando no me quedó nada, y el amor murió.

TÚ, PUERTAPatricia Salgado

Puerta que amaneces con tu vaivén. Vas y vienes sin cesar. Sin escrúpulos, entran y salen sin pensar en lo que dejan, muy a tu pesar. Gritos que despiertan, maldicen y refriegan, como si eso perturbara a María en su dormitar. Retumban en mi oído, retumban en mi pesar, solo pensando en el día en que no entre nadie más.

¡A COMER!Amanda Queiroz

¡Qué rica están mis patas! ¿Por qué me regañarán cuando me paso tanto tiempo lamiéndomelas? ¡Pero si saben a queso, a ratones y a rayos!

—¡A comer! —dijo ella otra vez, corriendo detrás de la pequeña humana. ¿No olerá que se ha cagado? Creo que las lentejas de la comida no le sentaron bien, eso le pasa por no darme. ¡Uh, como apesta!

—¡Au, au, au! —le intento avisar pero no me hace caso. Salto a su alrededor, me meto delante de la humana mientras ella se ríe antes de ser atrapada por la humana mayor—. Au, au, au...

—Cocco, no, tú no.

Yo no esto, yo no lo otro… ¡Pero si ha dicho que a comer!

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HADASJana Miranda

En las faldas del Gorbea se juntó la familia al completo: los abuelos, los padres, los tíos, y los dos niños. Llevaban los bocadillos de tortilla y las botellas de agua en sus mochilas. Y la madre, además, los pañuelos, las tiritas, y una toalla pequeña; por si acaso. Sin embargo, al abuelo le bastaba su navaja y aquel alambre, ya retorcido de tanto usarlo, del que colgaban unos cascabeles. Los abrió y sacó seis, tres para cada niño, y con un gesto los anudó a sus playeras. “Si os perdéis, agitar los pies para llamar a las hadas, y ellas os ayudarán”.

Comenzaron a subir conversando sobre la semana, sobre el partido del Athletic, y sobre los estudios de medicina de la tía más joven. La niña no podía dejar de mirar sus pies, deseando perderse para hacer sonar los cascabeles con todas sus fuerzas. Aquel sonido la transportaba.

Le distrajo el aleteo de una mariposa que saltaba de flor en flor. Y se dio cuenta de que llevaba un rato acompañándola. “Hola”, le dijo sin pensar. “Hola”, le susurró la mariposa. Sin miedo, le contestó: “Qué de colores tienes, y ¡cómo brillan!”. Y siguió caminando como si nada. La iba mirando hipnotizada con el aleteo de sus alas y los destellos que la hacían brillar. “¿Dónde vives”, le preguntó. “Vengo de un frondoso árbol, un poco más arriba. Vivo con mis hermanas en el hueco de un tronco. Dentro hay una ciudad hermosa, llena de caminos de pétalos y ríos de agua dulce”.

La mariposa parecía bailar al son de sus cascabeles. “¿Os gustan las flores? ¿Por eso tienes tantos colores?” preguntó con curiosidad. “Mis colores vienen de los arcoíris. Cuando somos pequeñas jugamos a cruzarlo, y hacemos saltar las gotas de lluvia sobre nuestras alas. Las flores nos alimentan con su aroma. El aroma que sale del centro de las flores como una cascada dorada que sube al cielo, ¡y es infinita! ¡Puedo comer siempre que quiera!”. Laura entrecerró los ojos “¿Y las antenas?, ¿cómo haces que brillen?”

“¡Laura!” oyó. Y al mirar hacia delante se dio cuenta de que ya no iba por el camino, y que su familia no estaba. “No estás sola”, le dijo la mariposa, y leyéndole el pensamiento le dijo: “¿puedes seguirme?”. “¡Laura!”, oyó más cerca. “¡Aitite!” contestó a pleno pulmón. La mariposa se acercó un poco más, hasta posarse en su dedo. La miró más de cerca, y pudo ver un diminuto cuerpecito, dos delgadas piernas con los pies descalzos, y un rostro sonriente. Iba vestida con una diminuta hoja, y su pelo era del color del sol. Sus brazos iban adornados con un brazalete de pelo de zorro trenzado, y del cuello le colgaba una gota de lluvia que parecía sostenerse mágicamente. “Laura, solo sígueme, yo te acompañaré con tu abuelo”. Respiró aliviada, miró sus zapatos sonando a cada paso que daba, y caminó tras el hada hasta que pudo ver a su abuelo.

“Laura, pequeña, ¿dónde te habías metido? Llevamos una hora buscándote”. Se abrazó a él sonriendo, y se alegró de llevar los cascabeles. “Gracias”, susurró al hada que se despedía de ella, mientras bajaba el monte de la mano del abuelo.

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UNA HOGUERA HUMILDEAmanda Queiroz

Una fina brisa hace que salten las chispas. Las carcajadas de los niños se convierten en música mientras juegan a saltar la hoguera que, con tanto esfuerzo, el viejo abuelo ha montado delante de su casa; se trataba de un tronco grande y viejo que había encontrado en uno de sus paseos matutinos. El abuelo no tenía pensado ponerlo allí para que sus nietos, bisnietos e incluso tataranietos jugasen, pero ahora, vigilándoles, no le parecía tan mala idea. Era gente humilde, tan humilde que el ayuntamiento de la ciudad ni siquiera se había dignado a adornar el barrio con banderines como al resto de la ciudad.

La abuela, mucho más joven, se acerca a los niños con mazorcas de maíz ya cocidas pinchadas en palos para que los niños se entretengan y calienten el alimento en el fuego. La madre de uno de los niños se acerca con vasos de canjica para que coman algo, ya que llevan toda la tarde jugando.

—¡Abuelo!, ¡abuelito! —chilla uno de los niños acercándose al mayor, quien parece haberse quedado dormido—. ¡Despierta!

—No me he dormido, solo descansaba los ojos... —se apresura a decir, abriendo los ojos y mirando al niño con una afable sonrisa— ¿Qué ocurre, Juanito?

—Abuelo, soy Jorge, ¡ay!, esa cabecita... toma, toma, lo ha hecho mamá.

El abuelo coge el vaso con el tradicional postre de la fiesta de junio y lo degusta haciendo un sonoro «hummm». Los niños se ríen viendo al abuelo y tras tomar la canjica, siguen jugando a saltar la hoguera. No, no es la típica fiesta, no tienen banderines, ni música estridente, ni bailes con coreografías; mucho menos barracas con manjares tradicionales para llenarse la panza… pero allí… también hay amor, calidez y auténtica tradición.

LA MINGAPatricia Salgado

Rosa se levantó rápidamente y entró en la habitación.

—¡Juan, Juan!, que se va a poner a llover y aún no sacamos todo de casa.

—Tranquila mujer que acá siempre amanece así. Tú aún no te olvidas de Santiago ¡ah!, el Sur mija, CHILOÉ —y continuó— y hoy vivirás una gran experiencia con esta minga que hemos preparado para tu casa; así que ná, tranquila y pa’ delante.

No me dio tiempo a contestar, cuando dijo:

—Ya llegara la gente y empezaremos a poner los palos. Tú tranquila Rosa, que tú te preocupas de la comida con las otras mujeres y nosotros movemos la casa.

—¿Juan y viene Antonio?... Sí, oiga que su sobrino está más entusiasmado. Ya ayer le conté un poco de esta tradición de la región de los lagos; no puede creer que el término venga de los quechua, ya le dije que no todo es Mapudungún, oiga. Tanto tiempo viviendo en el extranjero, ahora le toca participar en parte de sus raíces moviendo esta casa junto a los amigos y vecinos. ¡Qué día le toca!

Va llegando poco a poco la gente con su ganado y sus bueyes. Ya hemos puesto los palos, mientras desde lejos escuchamos los gritos de Juan. Son ya las diez de la mañana y la casa se mueve lentamente. Mi nueva parcela está a dos kilómetros; fácilmente llegarán a la hora de comer.

Lentamente pero con fervor, las mujeres preparamos unos corderos, varias ensaladas y obviamente, alistamos el vino –que no falte el vino- para todos esos valientes que arrastran mi casa. Para esos valientes que arrastran mis ilusiones.

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EL DON SIMÓNJana Miranda

Procuro salir a la hora de la siesta, cuando no hay nadie por la calle. Pero últimamente es imposible acertar. Anochece antes, y la gente se permite salir antes. En verano es más fácil; con el calor solo me cruzo con las avispas sedientas que se acercan a la misma fuente donde recojo el agua.

Agacho la cabeza, mientras lleno las botellas. “¿Cómo es que te han cortado el agua? Nunca dejan a nadie sin agua”, me dijo la señora que reparte la fruta los jueves. Fruta, algo de leche, aceite, pasta. Pero ni pizca de carne. Como mucho, latas de atún. Ya mis hijas tienen cara de atún.

Al Eroski voy antes, sobre las dos. A esas horas, entre semana, las madres están en casa dando de comer a sus hijos. Y las abuelas ya fregando. Los hombres no me avergüenzan tanto. Pueden mirar, eso sí, pero no hablan entre ellos sin importarles si les oigo o no.

Ahí, en el Eroski, es donde peor lo llevo. Si algún día hay cola, coincide con que me he equivocado y he cogido un producto que no es de primera necesidad. Ya sabéis, la ley de Murphy. Así que no puedo guisar con un poco de vino blanco, porque es un producto de lujo. Un brick pequeño de Don Simón es un lujo. Así que la cajera grita que eso no lo cubre el bono de Cáritas.

Su necesidad de sentirse superior pasa por humillarme. No sabe que la mujer de atrás es la madre de una amiga de mi hija. Y que a partir de ahora, no lo será más.

ESE 18 DE OCTUBREPatricia Salgado

Era soleado ese 18 de octubre, cuando Gloria se levantó temprano, como siempre, para dejar a su madre desayunada. Marianela era una madre especial, con tanto movimiento social los últimos meses, nadie le sacaba sus cátedras de cómo era la unidad popular.

Ya vestida se apresuró a correr al metro, el cual estaba solo a dos cuadras de su casa. En el portal del edificio sintió el primer estallido y así sucesivamente más y más. Quedó paralizada, vio gente lanzarse al suelo, nadie sabía qué pasaba. Miraba hacia el cielo, asombrada; parecía un ataque aéreo con tanta gente revolucionada. Su primer instinto fue volver a casa, “mamá, mamá”, gritaba. En vano fue llegar a guardar la televisión, la madre ya estaba hipnotizada.

“14 Bombas consecutivas, 14 estaciones de metro destruidas...” Fue lo primero que me dijo al entrar a casa, mientras las lágrimas ya corrían por sus mejillas. “Ahora viene lo peor Gloria, viene lo peor; el socialismo se tomará el país y repetiremos la historia”.

Ahí ya lloraba a sollozos…

“Tenías meses de vida Gloria, cuando tuvimos los mil días, no fuera por tu padre que tenía de profesión contador y pudo ofrecer a los negocios su trabajo por comida. Teníamos todo racionado Gloria, te recuerdas cuando te conté que fui feliz al ir a comprar pollo y en la puerta la Lila que era del partido me quitó parte de él, ya que dijo que en casa éramos menos para tanto pollo y que en mi tarjeta no se admitía más. Así empezamos hija, hasta ese día que casi te quedas sin padre, todo porque Allende vino a la población y como al señorito le gustaba que la gente se inclinara a su paso y tu padre no lo hizo, pues pasó a lista negra. Eso significaba que en cualquier momento se perdía y allí quedábamos solas tú y yo”.

“Así empezamos, así empezamos, ahora cuánta gente extrañando y otras odiando a Pinochet, cuando nos salvó de días y días de hambre. Dictador le dicen, después que hasta el plebiscito les hizo a estos traidores”.

Luego de un rato se fundieron en un abrazo mientras se seguían sintiendo los bomberos y ambulancias zumbando como abejas por el lugar.

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MILAGROS DE SAN ANTONIOAmanda Queiroz

Gloria siempre se había considerado una mujer autosuficiente, y en ningún momento de su vida creyó que necesitaría a un hombre para ser feliz, pero la muerte de su madre cambió algo en su modo de ver la vida. Sobre todo después de sus últimas palabras:

—Gloria ¿cómo puedo irme de este mundo sin verte casada? Sin verte con un buen hombre, alguien que te cuide, te mantenga...

—¡Mamá —le interrumpió ella en tono indignado. Entendía que su madre hubiese crecido en otra época y con otras costumbres pero esa forma tan machista de ver el mundo aún le cabreaba.

—Calla, he estado rezando a San Antonio para que te traiga un hombre honrado y trabajador, pero eres muy cabezota hija mía...

—¡Mamá!

—¡Gloria! —Hizo un esfuerzo para coger las manos a su hija, pero estaba demasiado débil y cayeron sobre la cama hospitalaria. La más joven se acercó más y envolvió sus manos con la de la mayor, al tacto se sentían rugosas y frías—. Prométeme que rezarás a San Antonio por un buen hombre...

—Mamá...

—Prométemelo.

El tono de la madre dejaba claro que no aceptaría un no como respuesta y ella lo sabía bien. Eran igual de testarudas las dos.

—Vale, te lo prometo. El recuerdo se esfumó con un sonoro suspiro.

Alzó la barbilla, miró fijamente al Santo que tenía en su mesita de noche y de un movimiento de manos lo cogió. No le parecía bien hacer eso, no se consideraba religiosa, pero sí temía que sus acciones tuviesen represalias divinas.

—Una promesa es una promesa... —Se susurró a sí misma levantándose y llevando al santo a la cocina. Llenó un vaso de agua y volvió a la comodidad de su habitación. Depositó el vaso en su mesilla de noche y luego miró al santo con ojitos de cordero degollado.

—Perdóname, San Antonio, pero solo lo hago por mamá, ella creía tan ciegamente en ti, me imagino que por eso pasó sesenta años felizmente casada... —susurró sin apartar la vista del santo—. Por favor, mándame un hombre con sentido del humor, a uno que no le asuste que gane más que él y, que no le importe ceder el mando cuando no me apetezca ver el teleberri y sí una buena comedia romántica... Sé que quizá sea pedir mucho pero... ¿Podría cocinar bien y dejar mi espacio cuando esté agobiada? Gracias y... amén.

Tras sumergir la imagen del santo boca abajo en el agua, suspiró. Le parecía una tradición estúpida castigar la imagen de un santo así, pero una promesa era una promesa. Cogió su chamarra y se marchó al trabajo.

Iba caminado deprisa por el centro de la Capital para coger el tren al trabajo con un vaso de cartón lleno de café cuando sonó su móvil; se puso a buscarlo en el bolso sin mirar por dónde iba. Accidentalmente alguien chocó contra ella, haciéndola caer al suelo y empaparse con su propio café.

Una mano morena y masculina se apresuró a ayudarla.

—Perdóneme, señorita... —no le hizo falta oír nada más. Esa voz tenía un timbre metálico que rápidamente la tranquilizó, y de pronto dejó de oír todo a su alrededor como si hubiesen pulsado el botón de mute.

Gloria alzó la vista y unos delicados ojos castaños la miraron con preocupación. La chispa fue casi instantánea, y fue ahí, cuando por primera vez en su vida creyó en los milagros.

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VIAJE ENTRE LETRASAmanda Queiroz

Viajé entre tus párrafos,disfruté de tus líneas,me ilusioné con tus historiase imaginé mundos con el sonido de tu voz.¡Despierta! espero volver a navegarpor el caudal de tus letras.

MI VIAJEJana Miranda

Antes del inicio ya había comenzadobuscándome a mí misma,pero al no agradarmecaminé otros senderoscon miedo…Quise recordar,volcar pensamientos en papel,respirar a través del bolígrafo,vivir mil vidas.¡Quiero continuar con esta magia!

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Sormenezko Idazketa Tailerra aukera paregabea izan da irakurri eta idazteko artearen inguruan jatorri desberdinetako jendea biltzeko. 10 saio iraun du haren ibilbideak, eta munduko hainbat tokitako egileak ezagutu ahal izan ditugu. Zeure esku duzu saio bakoitzaren emaitza: testu kolektibo batzuk eta banaka landutako beste batzuk. Espero dugu zuek lan horiek irakurtzean parte-hartzaile bakoitzak testuak sortzean bezainbeste gozatzea.

Bizkaiko Foru Aldundiko Enplegu, Gizarte Inklusio eta Berdintasun Sailak eta Balmasedako Udalak finantzatutako jarduera, Colombia Euskadi Elkarteak antolatuta (www.colombiaeuskadi.org)

El Taller de Lecto Escritura Creativa ha sido una oportunidad para reunir a personas de diferentes procedencias en torno al arte de leer y escribir. Un recorrido que ha durado 10 sesiones y que hemos logrado sacar adelante con ingenio, compromiso y dedicación, a pesar de las situaciones adversas ocasionadas por la pandemia. Un viaje en el que hemos podido conocer autores y autoras de diferentes partes del mundo. En tus manos tienes el producto de cada una de las sesiones; algunos textos colectivos y otros elaborados de forma individual. Esperamos que disfrutes con la lectura tanto como cada participante ha disfrutado en la creación de sus textos.

Actividad financiada por el Departamento de Empleo, Inclusión Social e Igualdad de la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Balmaseda, bajo la organización de la Asociación Colombia Euskadi (www.colombiaeuskadi.org)