2004 Ruiz - Educar Para Individualismo o RS

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3 Sinéctica 23 agosto de 2003-enero de 2004 * Obispo emérito de San Cris- tóbal de Las Casas, Chiapas. Bien claro queda, por tanto, que debemos procurar con todas nuestras fuerzas preparar una época en que, por acuerdo de las naciones, pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra... La paz ha de nacer de la mutua confianza de los pueblos y no debe ser impuesta a las naciones por el terror de las armas. Concilio Vaticano II Sobre la Iglesia en el mundo actual Comienzo por ponderar la dimensión ético-polí- tica de educar para la responsabilidad social. Esto significa que estamos apostando por unos valores y una práctica que orientará nuestro proceso pe- dagógico; asimismo, nos posiciona en relación con quienes participan en ese proceso y ante su papel. La educación es un asunto de corresponsa- bilidad entre el Estado, los centros educativos, los docentes, los alumnos, la sociedad y los padres de familia. Antes de entrar a los temas señalados quiero precisar mi postura sobre lo que entiendo por edu- car. Entiendo a la educación como un proceso comunitario, no individual; como bien decía Paulo Freire: “nadie se educa solo, y más aún que nadie educa a nadie, que los seres humanos se educan en comunión”. Luis Pérez Aguirre, un gran educador en dere- chos humanos, nos dice: Educar es modificar las actitudes y las conductas. Es afectar los corazones, los estilos de vida, las con- vicciones. Y es evidente que esto no puede hacerse sino en el sentido de las actitudes profundas del propio educador. No podemos concebir el proceso educativo más que como una especie de empatía, de mimesis de actitudes entre ambos sujetos del proceso educativo. 2 Entonces, educar es justo al revés de lo que nor- malmente pensamos o creemos. Educar no es in- troducir en la mente y el corazón de la persona contenidos, conceptos, conocimientos ajenos a su realidad social, política y cultural. Educar, siguiendo su significado original de conducir hacia fuera, implica realizar el arte de hacer aflorar lo más hermoso, lo más valioso, lo más digno, lo más humano que hay en la persona; es posibilitarle el despliegue de todos sus talentos y capacidades personales y colectivas. En este senti- do, la educación es una tarea que comienza por abrir a la persona a la conciencia de su propia dig- nidad y la de los demás; es despertar en ella el hambre por la justicia, la solidaridad y el respeto por la vida de cualquier ser humano. Para emprender esta tarea educativa es preciso tomar una posición ético-política, lo que implica estar conscientes de cuál es el lugar social desde el que realizaremos esta tarea. Cosa no menor, ya que esta toma de posición del lugar social determinará ¿Educar para el individualismo o para la responsabilidad social? SAMUEL RUIZ GARCÍA* M APAS

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    * Obispo emrito de San Cris-tbal de Las Casas, Chiapas.

    Bien claro queda, por tanto,que debemos procurar con todas nuestras fuerzas

    preparar una poca en que,por acuerdo de las naciones,

    pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra...La paz ha de nacer de la mutua confianza

    de los pueblos y no debe ser impuesta a las nacionespor el terror de las armas.

    Concilio Vaticano IISobre la Iglesia en el mundo actual

    Comienzo por ponderar la dimensin tico-pol-tica de educar para la responsabilidad social. Estosignifica que estamos apostando por unos valoresy una prctica que orientar nuestro proceso pe-daggico; asimismo, nos posiciona en relacin conquienes participan en ese proceso y ante su papel.

    La educacin es un asunto de corresponsa-bilidad entre el Estado, los centros educativos, losdocentes, los alumnos, la sociedad y los padres defamilia.

    Antes de entrar a los temas sealados quieroprecisar mi postura sobre lo que entiendo por edu-car. Entiendo a la educacin como un procesocomunitario, no individual; como bien deca PauloFreire: nadie se educa solo, y ms an que nadieeduca a nadie, que los seres humanos se educanen comunin.

    Luis Prez Aguirre, un gran educador en dere-chos humanos, nos dice:

    Educar es modificar las actitudes y las conductas.Es afectar los corazones, los estilos de vida, las con-vicciones. Y es evidente que esto no puede hacersesino en el sentido de las actitudes profundas delpropio educador. No podemos concebir el procesoeducativo ms que como una especie de empata,de mimesis de actitudes entre ambos sujetos delproceso educativo.2

    Entonces, educar es justo al revs de lo que nor-malmente pensamos o creemos. Educar no es in-troducir en la mente y el corazn de la personacontenidos, conceptos, conocimientos ajenos a surealidad social, poltica y cultural.

    Educar, siguiendo su significado original deconducir hacia fuera, implica realizar el arte de haceraflorar lo ms hermoso, lo ms valioso, lo msdigno, lo ms humano que hay en la persona; esposibilitarle el despliegue de todos sus talentos ycapacidades personales y colectivas. En este senti-do, la educacin es una tarea que comienza porabrir a la persona a la conciencia de su propia dig-nidad y la de los dems; es despertar en ella elhambre por la justicia, la solidaridad y el respetopor la vida de cualquier ser humano.

    Para emprender esta tarea educativa es precisotomar una posicin tico-poltica, lo que implicaestar conscientes de cul es el lugar social desde elque realizaremos esta tarea. Cosa no menor, ya queesta toma de posicin del lugar social determinar

    Educar para

    el individualismo o para

    la responsabilidad social?

    SAMUEL RUIZGARCA*

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    M A P A Slos valores que adoptaremos, los principios queregirn nuestra prctica y el fin que perseguimos.

    Segn mi experiencia, la educacin debe serun proceso liberador de los sujetos en comunidad.Por lo tanto, si queremos apostar por una educa-cin liberadora y emprenderla, sta no puede rea-lizarse desde cualquier lugar, ni desde cualquierdisposicin interior. Porque al querer educar parala responsabilidad social, la justicia y la compren-sin intercultural se necesita algo ms que buenasintenciones, buena voluntad y los mejores talen-tos intelectuales; puesto que hay lugares desde losque simplemente no se ve o no se siente la reali-dad que nos abre a las necesidades de las personas,a reconocer aquellos a quienes les son violados susderechos ms fundamentales, que en su mayorase encuentran entre los llamados pobres, mar-ginados y excluidos.

    Si queremos educar para la responsabilidadsocial, sta pasa por el reconocimiento del prji-mo, del cercano. Pero quin es mi prjimo? Nor-malmente pensamos que el prjimo es aquel queconsideramos igual a nosotros. Esta posicin conrespecto a quin es nuestro prjimo tiene unalimitante, pues si somos de clase alta o media se-guramente nuestro prjimo ser aqul de nuestramisma condicin social, econmica o cultural.Desde esta realidad difcilmente nos atreveramosa pensar que los nios y nias de la calle, las pros-titutas, los indgenas y los pobres que tenemoscomo empleados de nuestros hogares sean nues-tros prjimos, pues seguramente no los conside-ramos personas con plenos derechos y los ubica-mos como ciudadanos de segunda o terceracategora, indignos de ensear o educar algo va-lioso o positivo desde su posicin en el escalnms bajo de la sociedad.

    Los pobres, marginados y excluidos de nues-tro continente son no-personas, los sin rostro. LuisPrez Aguirre nos recuerda muy bien:

    En la antigedad los griegos elaboraron el concep-to de persona a partir de la situacin de los actoresdel teatro, que usaban las caretas como amplifi-cadores de la voz que sonaba a travs de ellas (per-sonare sonar-a-travs, dirn luego los latinos, ge-nerando as la actual etimologa de nuestra palabra

    persona). Pero para el caso lo importante no es laprofesin de actor de teatro, sino precisamente sucondicin: ser hombres libres. Los esclavos no po-dan actuar y a ellos precisamente los llamabanAprsopos, (), es decir, aquel que unono ve, el sin rostro, la no-persona.3

    A partir de esta aclaracin, tenemos un problemamayor que podemos visualizar a travs de la si-guiente pregunta: qu es lo que nos impide reco-nocer a los pobres, marginados y excluidos comonuestros prjimos? O, mejor an, deberamos pre-guntarnos primero quines son los pobres, mar-ginados y excluidos, y de dnde y por qu surgenstos?

    Estamos entrando en terrenos profundos de laeducacin, por los que transitamos pocas veces.Porque el realizar una tarea educativa liberadora ytransformadora nos lleva necesariamente a reco-nocer las situaciones estructurales que generan lasdiferencias entre las personas, por lo que la pre-gunta obligada que debemos hacernos es culesson las condiciones que no nos permiten recono-cer a todos nuestros semejantes como iguales endignidad y derechos?

    Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos,que lo que genera esta situacin de discrimina-cin injusta y desigualdad entre las personas es laviolencia social y estructural que se vive en nuestrasociedad. Esta violencia es producto de las estruc-turas econmicas, sociales, jurdicas y culturalesque causan un dolor profundo, cruel e inhumanoen las personas menos favorecidas de la sociedad,generando con ello una dominacin que impideque la persona sea liberada desde una posicinaltruista y desde la ingenua caridad, ya que noestaremos atacando la raz de la injusticia queocasiona la opresin de las no-personas en lasociedad.

    Slo si aceptamos esta situacin de injusticiaestructural que genera una situacin de domina-cin y opresin podremos emprender adecuada-mente la tarea liberadora de la educacin, recono-cer a todas las personas como nuestros prjimos eiguales y dejar de mirar a las no-personas, a losnegados por la cultura dominante como sujetosde limosna caritativa.

    Qu es lo que nosimpide reconocera los pobres,marginados yexcluidos comonuestros prjimos?

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    M A P A SPor eso la Iglesia catlica, luego del Concilio

    Vaticano II, y especialmente despus en la Confe-rencia del Episcopado Latinoamericano efectua-da en Medelln, Colombia, en 1968, hizo la op-cin preferencial por los pobres. En este sentido,el eminente educador padre Ignacio Ellacura SJ,asesinado vilmente en El Salvador en 1989 bajoun gobierno de inspiracin cristiana, hablandode la opcin por los pobres que haba hecho laUniversidad Centroamericana, de la que era rec-tor, deca que la tarea educativa implica:

    Primero, el lugar social por el que se ha optado;segundo, el lugar desde el que y para qu se hacenlas interpretaciones tericas y los proyectos prcti-cos; tercero, el lugar que configura la praxis y alque se pliega o se subordina la praxis propia.4

    Por lo tanto, a partir de lo que hemos venido di-ciendo, podemos concluir que no es posible edu-car si no actuamos desde el lugar debido. Afirma-mos, siguiendo nuevamente a Luis Prez Aguirre,que:

    La prctica educativa no se puede realizar desdecualquier lugar, porque no se puede discernir y ac-tuar correctamente y con fruto si estamos mal situa-dos socialmente. Los educadores a veces no apren-demos ms que la mitad de la leccin. Nos afanamosen conocer y prepararnos pero ubicados en un malsitio, y por eso no vemos con nitidez, ni generamosautntica compasin por las no-personas, ni movi-lizamos apremiantemente a nuestros estudiantespara buscar soluciones justas y equitativas a la pro-blemtica de los pobres, marginados y excluidostrabajando por el cambio de las estructuras peca-minosas de la dominacin.5

    El evangelio nos da una propuesta de cmo res-ponder a lo antes mencionado ilustrndonos conla parbola del buen samaritano y dndonos unagrandiosa leccin educativa:

    Baj un hombre de Jerusaln a Jeric, y cay enmanos de bandidos que lo despojaron de todo. Yse fueron despus de haberlo molido a golpes, de-jndolo medio muerto.

    Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdo-te, quien al verlo pas por el otro lado de la carrete-ra y sigui de largo. Lo mismo hizo un levita quelleg a ese lugar: lo vio, tom el otro lado del cami-no y pas de largo.Pero lleg cerca de l un samaritano que iba de via-je, lo vio y se compadeci. Se le acerc, cur susheridas con aceite y vino y se las vend. Despus lopuso en el mismo animal que l montaba, lo con-dujo a un hotel y se encarg de cuidarlo (Lc.10,30-34).

    La parbola del buen samaritano nos revela que laaccin solidaria y apasionada por el prjimo no serealiz desde una obligacin doctrinal, filosficao legal. Nos revela claramente que el samaritanose compadece (padecer con) frente a la necesidaddel otro, y es denominado por Jess como quiense port como prjimo porque se le conmovieronsus entraas al ver al herido medio muerto, eso eslo que significa el verbo splankhnizein() usado en Lucas 10, 30-34. Esoes lo que mueve al samaritano a actuar solidaria-mente con quien vive una desgracia que pone enriesgo su existencia.

    Esta enseanza evanglica no nos deja otrocamino que apostar por una educacin que nosd a nosotros mismos y a los dems cierta capaci-dad de sentir hasta en las entraas la miseria y elsufrimiento de las no-personas, as como empren-der acciones que favorezcan y promuevan la irrup-cin de la pasin por la justicia y la solidaridad.

    Vivir la pasin del compromiso por los dere-chos y la dignidad de las no-personas, es vivir enprofundidad la solidaridad, la cual slo se expe-rimenta estando con los ms desfavorecidos dela sociedad y junto con ellos mirar desde su lugarsocial la realidad, para as poder generar desde ellosalternativas, vlidas y viables.

    Educar para la responsabilidad social

    es en primer lugar una tarea tica

    La tica de la liberacin, tal y como la ha desarro-llado Enrique Dussel,6 nos pone en un punto departida distinto a las ticas europeas. Para nuestro

    Una educacinque nos d ciertacapacidad desentir hasta enlas entraas lamiseria yel sufrimiento delas no-personas.

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    M A P A Sautor, el momento inicial de la tica es un aspectomaterial, el que nos lleva a considerar como pri-mera tarea garantizar la produccin, la reproduc-cin y el desarrollo de la vida humana en comuni-dad; el segundo momento pasa por generaralternativas que superen las limitaciones que nopermiten la produccin, la reproduccin y el de-sarrollo de la vida humana en comunidad de lasvctimas dentro de cualquier sistema; pero eso pasapor la construccin intersubjetiva que les d vali-dez. Esto significa que la alternativa slo ser vli-da si se considera a las personas como sujetos y nocomo objetos de los cambios que se desea realizarpara mejorar su condicin social, poltica y cultu-ral concreta, ya que si stos no participan directa-mente como sujetos vlidos de la discusin, cual-quier alternativa posible ser ilegtima; por ltimo,es necesario darle viabilidad al acuerdo intersub-jetivo, lo que significa generar condiciones defactibilidad tcnica, financiera, poltica, social,cultural, etc. Todos estos requisitos son necesariospara considerar que realmente estamos realizandoun cambio estructural y no una mera accinasistencialista.

    Las implicaciones que se derivan para el siste-ma educativo en todas sus etapas, pero especial-mente la universidad, tienen un reto enorme; estoimplica generar un plan de estudios que gue atodas las carreras en la premisa de que sus egresadosdeben garantizar con su tarea profesional la pro-duccin de la vida de cualquier ser humano encomunidad.

    Y para ejemplo baste decir que una decisinmdica, judicial, educativa, de comunicacin,poltica o econmica debe ser reflexionada en susefectos posibles sobre las personas ms despro-tegidas de la sociedad. La eficiencia no significaslo medir el mximo de logros, metas o ganan-cias, se mide tambin por su capacidad de garanti-zar o destruir la vida humana, por conservar odestruir la cultura de los pueblos y comunidades,por fortalecer o fragmentar el tejido social con elfomento o debilitamiento de las relaciones de con-fianza entre las personas y comunidades, por laintegracin o desintegracin social. De ese tama-o es el reto que el sistema educativo tiene queenfrentar.

    La educacin liberadora para la responsabili-dad social pasa tambin por reconocer la diversidadsocial y cultural de nuestro pas, no hay que pen-sar que solamente los valores y la cultura occidentaltienen validez. Para eso necesitamos introducir unaperspectiva pluricultural y una pedagoga inter-cultural en la formacin educativa. Pero esta la-bor de la educacin pluricultural no consiste en lamera introduccin ocasional y anecdtica de al-gunas lecciones sobre lo extravagante e inslito deotras culturas sino en la presencia constante de lasdiversas culturas en las actividades escolares parafacilitar el intercambio entre ellas en un espritude pluralismo, tolerancia, respeto y colaboracin.Esto es ms que necesario en nuestro pas, dada lafuerte presencia del mundo indgena con sus msde cincuenta grupos tnicos distribuidos a lo lar-go y ancho de la nacin.

    Un ejemplo de lo que venimos diciendo sera quelos estudiantes de medicina dejaran de pensarque las prcticas herbolarias de las comunidadesindgenas son un conjunto de prcticas mgicas osupersticiosas que no tienen ningn valor mdi-co, como si ests prcticas no les hubieran permi-tido conservar su vida ante la inminente muerteque los acecha cotidianamente. Sera un gesto her-moso valorar su prctica curativa dentro de la me-dicina preventiva, la cual debe ser complementa-da y no rechazada a la ligera, tomando una actituddespectiva a priori, ya que al rechazar sus prcti-cas curativas negamos su cultura, sus valores y sudignidad como personas. Esta situacin claramentenos pone de manifiesto las asimetras existentesentre las personas a partir de su posicin social,econmica o cultural.

    Pero si estamos parados en el lugar social co-rrecto reconoceremos que la asimetra es lo real,lo cotidiano, lo que determina nuestras relacionessociales, polticas y culturales. Por lo tanto, desdecualquier rea de conocimiento o de formacinprofesional es necesario reconocer esa situacinconstitutiva de nuestra realidad como seres hu-manos, slo as podremos emprender acciones quebusquen cambiar esa situacin para construir laigualdad no slo en trminos formales sino reales.

    Las asimetras estn presentes en toda nuestravida; por ende, si reconocemos este hecho como

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    producto de las relaciones sociales tendremos quetomar una posicin que legitime esta situacin oasumir una postura crtica ante el sistema, ya queste genera la muerte de los sectores menos favo-recidos de la sociedad a partir del conjunto dedecisiones polticas y econmicas que se toman.Aqu vienen muy bien al caso las palabras de PauloFreire:

    La transitividad crtica, por otro lado, a la que lle-gamos por una educacin dialogal y activa, que asu-me la responsabilidad social y poltica, se caracteri-za por la profundidad en la interpretacin de losproblemas. Por la sustitucin de las explicaciones

    mgicas por la de principios causales [] Por lotanto la concientizacin [] es insercin crtica enla historia [sta] implica que los hombres asumanel rol de sujetos hacedores del mundo, rehacedoresdel mundo; pide que los hombres creen su existen-cia con el material que la vida les ofrece. En esesentido lo utpico para m no es lo irrealizable,no es el idealismo. Utopa es la dialectizacin enlos actos de denunciar y anunciar. El acto de de-nunciar la estructura deshumanizante y el acto deanunciar la estructura humanizadora. Cul es elfuturo del opresor si no la preservacin de su pre-sente opresor? Cul es el rea de denuncia quepueden tener los opresores si no la denuncia de

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    M A P A Squienes denuncian? Cul es el rea de anuncio delos opresores si no el anuncio de sus mitos? y culpuede ser la esperanza de los que no tienen futuro?La concientizacin es esto: un apoderarse de la rea-lidad. 7

    Educar para la responsabilidad

    social es un acto poltico

    Apoderarse de la realidad es un acto netamentepoltico porque nos permite distinguir claramen-te el papel que desempean las personas y los dis-tintos grupos sociales dentro de la sociedad, yasea para conservar una situacin de dominacin opara transformarla en trminos de una realidadms justa, equitativa y solidaria. A partir de lo quevenimos diciendo, la educacin no puede ser neu-tral ante la realidad social, econmica, poltica ycultural en la que se encuentra la inmensa mayo-ra de la poblacin nacional y mundial. Estamos afavor de la reproduccin de conocimientos y va-lores que permiten la dominacin de grupos cul-turales, sociales, econmicos y polticos sobre otroso de la generacin de prcticas, actitudes y com-portamientos que favorezcan la paz, la justicia y laigualdad entre las personas y los pueblos.

    La indefinicin poltica garantiza la permanen-cia y reproduccin del sistema dominante, susvalores y las prcticas sociales y culturales que losustentan. El educador no tiene otro camino: o secompromete con la dominacin y la opresin delstatu quo o ejerce una prctica liberadora, crticay transformadora del orden social.

    Slo a partir de una definicin tica y polticapodemos asumir realmente la responsabilidad so-cial. Segn nuestra experiencia pastoral, ser res-ponsable es responder al llamado de la vctima,del pobre, del marginado, del excluido, de la no-persona a partir de su realidad concreta.

    El ejemplo ms reciente lo tenemos ahora enlo que est sucediendo en Irak. El dilema al quenos enfrentamos es: o estamos a favor de un parde pases que desean imponer su visin de la de-mocracia, los derechos humanos y la seguridadinternacional, y que a travs de su invasin a Irakestn violando cada uno de los principios que di-

    cen defender; o por el contrario, estamos a favorde la razn, la ley internacional, el dilogo y la nego-ciacin multilateral; pero, sobre todo, respetandoel valor ms alto: la vida de cada persona. Aqu nocaben las indefiniciones, porque al no optar porla paz, nos estamos convirtiendo en cmplices si-lenciosos de esta situacin terrible e inhumana.

    La guerra nos interpela claramente sobre nues-tro papel acerca de cmo abordamos los retos quela vida nos impone: somos apticos, indiferentes,fatalistas, y legitimadores o somos crticos y proactivos.Estas actitudes conllevan una prctica a partir dela posicin poltica que asumamos y determina-rn nuestra postura educativa. Es decir, si en reali-dad buscamos el bien comn promoveremos va-lores y prcticas congruentes con la paz, losderechos humanos, la justicia, la equidad y la soli-daridad; pero si asumimos ingenuamente que po-demos ser polticamente neutros, estaremos co-metiendo un craso error, dando un apoyo tcitoal sistema y de este apoyo tendremos que respon-der tarde o temprano.

    Cuando hablamos del sentido poltico de laeducacin, ste pasa por varios aspectos: ideolgi-co, en cuanto a nuestra visin del tipo de socie-dad a la que aspiramos o que queremos construir;tico, en relacin con qu valores y principios asu-mimos y promovemos en nuestras relaciones per-sonales, comunitarias, sociales, polticas, econ-micas y culturales, y la praxis social, que pasa pornuestras actitudes y comportamientos ms comu-nes y cotidianos, as como las decisiones de ordenms estratgico.

    Por ejemplo, si queremos educar para la demo-cracia, no lo podemos hacer con neutralidad ideo-lgica, ya que existen muchas interpretaciones delos distintos modelos de democracia, que por lomismo implican un conjunto de principios y va-lores que estn contrapuestos o se complemen-tan; asimismo, cada postura conlleva una serie deprcticas institucionales y cvicas que las haceviables.

    La opcin implica responsabilidad; optar poralgo es asumir todas las consecuencias de nuestraeleccin, y como cristianos el mensaje de Jess nonos deja duda alguna al respecto:

    Ser responsable esresponder alllamado de lavctima, delpobre, delmarginado ...

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    M A P A SCuando el Hijo del Hombre venga en su gloriarodeado de todos sus ngeles, se sentar en su tro-no como Rey glorioso. Todas las naciones sern lle-vadas a su presencia y como el pastor separa a lasovejas de los machos cabros, as tambin lo harl. Separar unos de otros, poniendo las ovejas a suderecha y los machos cabros a la izquierda.Entonces el rey dir a los que estn a la derecha:Vengan los bendecidos por mi Padre! Tomen po-sesin del Reino que est preparado para ustedesdesde el principio del mundo. Porque tuve hambrey ustedes me alimentaron; tuve sed y ustedes me die-ron de beber. Pas como forastero y ustedes me reci-bieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron.Estaba enfermo y fueron a visitarme. Estuve en lacrcel y me fueron a ver (Mt. 25, 34-36).

    Pero esta eleccin, que el mismo Dios hace, nosinvolucra directamente a la hora de hacer nuestrapropia eleccin, porque los actos mencionadosarriba no son acciones de simple caridad indivi-dualista que aquietan a las buenas conciencias delas personas en la intimidad de su corazn. Esasacciones slo pueden ser producto de una prcti-ca pastoral comunitaria en la justicia y la solidari-dad. Desde sta se promueven acciones que no seconforman simplemente con ayudar sino que sonfruto de una compasin que nos mueve las entra-as, nos genera una indignacin que nos lleva, enprimer lugar, a preguntarnos por qu pasan estascosas?, qu situacin las provoca y las permite? y,en segundo lugar, nos llama a denunciar la situa-cin concreta, las estructuras que la sustentan ylas personas que son cmplices de esa situacin.Si respondemos adecuadamente y actuamos demanera congruente en el sentido antes sealado,podemos decir que estamos respondiendo al lla-mado que nos hacen las personas que viven la in-justicia y la opresin.

    La situacin lacerante de pobreza por la queatraviesa nuestro pas y el mundo entero, aunadaa la terrible tragedia humana que se est viviendoen Irak a partir de prcticas unilaterales y autori-tarias, van en contra no slo de millones de vocesde todo el mundo sino del principio ms elemen-tal de lo que debera ser nuestra principal caracte-

    rstica como seres humanos pensantes: el respeto atoda vida humana.

    La educacin nos invita a buscar respuestas yalternativas pedaggicas eficientes y eficaces paraque la paz, el respeto a los derechos humanos, laconvivencia respetuosa entre las personas y lospueblos, la justicia, la equidad y la solidaridad,sean las que sustenten un orden nacional y mun-dial para que esta situacin no se vuelva a repetirnunca ms en ninguna parte del planeta.

    Mi experiencia en la dicesis de San Cristbalde Las Casas, la cual es un fruto compartido conla Iglesia de los pobres de Amrica Latina, se ca-racteriz por una prctica educadora en un senti-do liberador, alentada por un plan pastoral queresumimos de la siguiente manera: reconocer quela situacin de los pobres es injusta e inhumana;solidarizarnos con el pobre en su liberacin, yacompaar corresponsablemente al pobre en laconstruccin de alternativas para la superacin delas situaciones injustas.

    Educar para la responsabilidad social

    implica educar para la solidaridad y la

    justicia: esta es una tarea pblica

    Partiendo de la base de que la solidaridad se apren-de desde y en la experiencia de las personas quemanifiestan conductas solidarias con las menosfavorecidas de la sociedad, y que stas slo se pue-den desarrollar desde la justicia, pero no slo desta, inferimos con Joaqun Garca Roca:

    Si no puede haber solidaridad sin justicia, no esposible una justicia humana sin solidaridad; la jus-ticia se hace plena en la solidaridad y encuentra enella su necesario complemento. La justicia se abre ala solidaridad en tres dimensiones convergentes [...]La solidaridad introduce en la rbita de la justiciala situacin asimtrica de la condicin humana. Lajusticia es necesaria para proteger a los sujetos au-tnomos, pero igualmente indispensable es la soli-daridad, porque la primera postula igual respeto yderechos para cada sujeto, mientras que la segundaexige la empata situarse en el lugar del otro-y preocupacin por el bienestar del prjimo, exige

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    M A P A Scompasin; los sujetos autnomos son insustitui-bles, pero tambin lo es la actitud solidaria de quienreconoce una forma de vida compartida. La solida-ridad libra a la justicia de las relaciones funcionalesy burocrticas a travs de relaciones con rostro hu-mano; sin aqulla, el derecho puede afirmarse condao para las personas y convertirse en inicuo. Noslo hay que buscar el bien del otro, sino hacerlocomo si fuera bien mo.8

    Esta importantsima tarea, a quin le correspon-de?, quin la asume conscientemente? La respon-sabilidad de la educacin en cualquier sociedadrecae sobre todo en el conjunto de personas que laconforman, por lo que debera ser asumida demanera explcita y consciente por todas ellas, a finde garantizar una vida mejor para la niez, la ju-ventud, los adultos y las personas mayores de cual-quier clase social y grupo tnico. El bienestar delas personas, as como su desarrollo humano de-ben estar ntimamente ligados a la posibilidad deuna educacin permanente.9 Esto hace que la edu-cacin sea por excelencia un asunto que debe ven-tilarse en el mbito de lo pblico. Por lo tanto, nodebe considerarse a nuestro entender, a la educa-cin como un asunto que slo corresponde al es-tado; con esto no queremos descargarlo de su res-ponsabilidad en la materia sino decir que laeducacin es un asunto estrictamente pblico, quenos compete a todos y todas los que formamosparte de la sociedad.

    Por ejemplo, la educacin que proporciona elestado puede tener componentes privados si sloresponde a los intereses y las necesidades de lasempresas en este contexto de globalizacin eco-nmica, y la educacin proporcionada por enti-dades privadas o civiles puede ser pblica en lamedida en que se aboca a discutir y enfrentar losgrandes problemas de la sociedad en general.

    La educacin para la responsabilidad socialdebe ser discutida entre el Estado, la sociedad ci-vil, los centros educativos (docentes, alumnos) ylos padres de familia, pero determinando clara-mente sus mbitos de competencia en correspon-sabilidad; asimismo, los acuerdos emanados de undilogo entre stos deben ser vertidos pblicamentepara su validacin social.

    En este momento de crisis del orden mundialy las dificultades que enfrenta la democracia re-presentativa, hacen ms que urgente la constitu-cin de un buen gobierno, la consolidacin decomunidades solidarias, la credibilidad de las ins-tituciones democrticas, el funcionamiento de lajusticia y la participacin ciudadana como elemen-tos fundamentales que deben ser tratados a pro-fundidad en la labor educativa en todas sus for-mas, niveles y modalidades. Esta tarea debemosasumirla sin titubeo y con un compromiso con-creto de transformar el sistema educativo, pero noslo a ste sino tambin al conjunto de los grupossociales que conforman nuestro pas.

    No dejemos pasar esta hermosa posibilidad quenos brinda la vida de responder a la tarea de edu-car para la responsabilidad social en comunidad.Y si verdaderamente nos consideramos personasdignas comprometidas con el futuro de nuestranacin, como tambin con el mundo entero, res-pondamos afirmativamente a este llamado.

    Notas:

    1. Con la colaboracin de Miguel Ortega, secretarioejecutivo del Secretariado Internacional Cristianode Solidaridad con los Pueblos de Amrica Latina(SICSAL).

    2. Prez Aguirre, Luis. La lucha por los derechos hu-manos y la paz: una opcion entraable, ponenciapresentada en el Encuentro Nacional de Educacinpara la Paz, ITESO, Guadalajara, 1997, pp.16-19.

    3. Idem.4. Ellacura, Ignacio. El autntico lugar social de la

    Iglesia, en Varios autores. Desafos cristianos, Mi-sin Abierta, Madrid, 1988, p.78.

    5. Prez Aguirre, Luis. Op. cit.6. Dussel, Enrique. tica de la liberacin, Trotta/UAM/

    UNAM, Madrid, 1998.7. Freire, Paulo. Nuevos horizontes de la liberacin,

    1992, p.114.8. Garca Roca, Joaqun. Exclusin social y construc-

    cin de la solidaridad, HOAC, Madrid, 1998.9. Cajiao, Francisco. Sociedad educadora, en Revis-

    ta Iberoamericana de Educacin, nm.26, agosto-mayo de 2001.