20 de noviembre de 2011 50 años de sinrazón (1961-2011) · 50 años de sinrazón (1961-2011) ......

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EXTRA PROHIBICIÓN 50 años de sinrazón (1961-2011) Contenidos El negocio de la prohibición Antonio Escohotado Cincuenta años Felipe Borrallo Elegía para una paranoia. Nostalgia y represión policial Mariano Antolín Rato Cannabis: prohibición, antiprohibición y cambio de paradigma Virginia Montañés Sánchez El virus legal: la enfermedad americana Diplomacia y prohibición Jonathan Ott Drogas y… ¿revolución? Joaquín Serra Eugenesia, regeneracionismo y presión mediática en los orígenes del prohibicionismo en España (1915-1917) Juan Carlos Usó El futuro de la prohibición de las drogas José Carlos Bouso Tiempo de cambiar: hacia una nueva política internacional de drogas Dr. Triptolemo Prohibido soñar, obligatorio tener pesadillas Fernando Pardo El irresistible encanto de la prohibición Alejo Alberdi Crónica de pulque, drogas y prohibición Carlos Martínez Rentería Releyendo a Szasz en el aniversario de la prohibición Jordi Cebrián El síndrome de Caperucita Moncho Alpuente ¿Qué beneficios ha obtenido la humanidad con la prohibición de las drogas? Iván Carrasco Montesinos Veinte años después Antonio Escohotado El pasado 30 de marzo se cumplieron cin- cuenta años de la entrada en vigor de la Convención Única de Estupefacientes de las Naciones Unidas. Cincuenta largos años de sinrazón,* en los que aduciendo motivos de moral o de salud pública se han cometido graves injusticias; en los que, en vez de reducirse, tanto la deman- da de estas sustancias como los daños asociados a su consumo han aumentado; en los que la excusa de una protección a la sociedad ha servido para financiar gue- rras. Queremos dejar constancia de que la guerra contra las drogas ha fracasado y de que la sociedad, siempre por delante de las leyes, ha encontrado fórmulas para saber convivir con estas sustancias hasta ahora ilícitas. No hemos querido acabar el año sin dejar de evidenciar estos hechos. Hemos pedido a ENCOD y TNI –dos de las instituciones más combativas a la hora de recuperar aquellos derechos arre- batados en Nueva York en 1961– que abran, junto a esta breve introducción, el trabajo que presentamos, y que por medio de estos editoriales se entre con toda la fuerza en un manifiesto, que no se podría haber realizado sin la participación de unos colaboradores que desde siempre, y a través de las páginas de esta publica- ción, han mantenido y mantienen vivo, con sus firmas o con su trabajo, el carác- ter antiprohibicionista de esta revista, el mismo que nos ha empujado a realizar este “Extra Prohibición” donde, con más ganas que medios, se denuncia un acuer- do contra libertades consustanciales a la especie humana, y las consecuencias a las que nos ha abocado esta sinrazón a lo largo de estos cincuenta años. CÁÑAMO La prohibición es la herramienta del 1% para dominar al 99%. Los ciudadanos individuales sufrimos la mayoría de los problemas (discriminación, criminalidad y problemas de salud), mientras que arri- ba en la pirámide, entre las élites, el caso es precisamente el contrario. Allí la prohi- bición representa una fuente inagotable de poder y dinero. Según la imagen creada por los medios de comunicación controla- dos por las élites, los problemas asociados con las drogas son causados por las drogas mismas y no por las políticas implementa- das. Por ello la lucha antiprohibicionista jamás va a movilizar a las masas. En los últimos veinte años hemos trata- do de establecer diálogos con autoridades mediante nuestra presencia en los niveles más altos de la elaboración de las políticas de drogas: la ONU y la Unión Europea. Hemos presentado miles de argumentos, informes, estudios y propuestas para experimentar sistemas alternativos a la prohibición que promuevan la salud y la seguridad pública para todos, mostrando cada vez que la prohibición de drogas está logrando precisamente lo contrario. Pero hemos visto que estos diálogos son inútiles. La esperanza es que sirvan para flexibilizar sobre las políticas, pero hasta ahora el resultado ha sido el con- trario. Los espacios mentales creados por el mensaje antiprohibicionista muy pronto han sido llenados por los especia- listas profesionales. Ellos han aceptado el discurso oficial según el cual hay que reducir los daños de las drogas, y que para ello hace falta la supervisión de un médico o de un policía. En realidad es una cuestión de sentido común. Los políticos defenderán el “con- senso” detrás de la prohibición hasta el momento en que no les sirva más hacerlo. En lugar de dialogar tenemos que contri- buir a la solución de su problema: crean- do alternativas al mercado ilegal. Joep Oomen, Encod El quincuagésimo aniversario de la Convención Única sobre Estupefacien- tes de 1961 es un momento muy oportu- no para empezar a plantear una reforma. Es claro que el halo de sagrada inmovili- dad que envuelve el actual marco de tra- tados de la ONU está desfasado y es incoherente. Durante la sesión de la Comisión de Estupefacientes en marzo del 2011, el director de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), Yury Fedotov, se mostró en desacuerdo con los que señalan que la Convención Única está obsoleta, pero instó a revitalizarla. La afirmación es un tanto desconcertante: si la convención no está obsoleta, uno se pregunta por qué se debe revitalizar. Con el hecho de que exhorte a revitali- zarla, Fedotov reconoce que se necesita modernización. Sin embargo, las posibi- lidades de que se pueda modernizar acu- saron un duro golpe en enero del 2011, cuando dieciocho países bloquearon la propuesta de enmienda de Bolivia para eliminar la obligación de abolir la masti- cación de la hoja de coca de la Conven- ción Única. Tras esta postura se esconde el temor de que dar luz verde a la enmienda suponga abrir una caja de Pandora. Desde esta pers- pectiva, la Convención Única es algo sacrosanto, inamovible, y permitir cual- quier cambio, por pequeño que sea, podría poner en peligro todo el sistema de control. La ideología de la tolerancia cero encuadrada en la Convención Única cada vez se ve más cuestionada por visiones que apuestan por la descrimina- lización, la reducción de los daños y la integración de los principios de los dere- chos humanos en el sistema. Además, las ventajas que conllevaría un mercado regulado para el cannabis han sido acep- tadas como parte del debate sobre un modelo de control más eficaz. Al adoptar estas medidas, varios países han iniciado una “deserción blanda” del modelo. Si no es posible revitalizar el sis- tema, cada vez serán más los países que se enfrentarán al mismo dilema que Bolivia: retirarse de las convenciones de control de drogas de la ONU y volver a adherirse con una reserva. Esto transformaría las con- venciones en una cáscara vacía. Tom Blickman, TNI EDITORIALES * Sinrazón: acción hecha contra justicia y fuera de lo razonable o debido; palabra sugerida por Juan Carlos Usó y escogida entre las aportadas para cerrar el título de este trabajo. 20 de noviembre de 2011

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EXTRA PROHIBICIÓN

50 años de sinrazón (1961-2011)

Contenidos

El negocio de la prohibiciónAntonio Escohotado

Cincuenta añosFelipe Borrallo

Elegía para una paranoia. Nostalgia y represión policialMariano Antolín Rato

Cannabis: prohibición, antiprohibición y cambio de paradigmaVirginia Montañés Sánchez

El virus legal: la enfermedad americanaDiplomacia y prohibiciónJonathan Ott

Drogas y… ¿revolución?Joaquín Serra

Eugenesia, regeneracionismo y presiónmediática en los orígenes del prohibicionismo en España (1915-1917)Juan Carlos Usó

El futuro de la prohibición de las drogasJosé Carlos Bouso

Tiempo de cambiar: hacia una nuevapolítica internacional de drogasDr. Triptolemo

Prohibido soñar, obligatorio tener pesadillasFernando Pardo

El irresistible encanto de la prohibiciónAlejo Alberdi

Crónica de pulque, drogas y prohibiciónCarlos Martínez Rentería

Releyendo a Szasz en el aniversario de la prohibiciónJordi Cebrián

El síndrome de Caperucita Moncho Alpuente

¿Qué beneficios ha obtenido la humanidad con la prohibición de las drogas?Iván Carrasco Montesinos

Veinte años después Antonio Escohotado

El pasado 30 de marzo se cumplieron cin-cuenta años de la entrada en vigor de laConvención Única de Estupefacientes delas Naciones Unidas. Cincuenta largosaños de sinrazón,* en los que aduciendomotivos de moral o de salud pública sehan cometido graves injusticias; en losque, en vez de reducirse, tanto la deman-da de estas sustancias como los dañosasociados a su consumo han aumentado;en los que la excusa de una protección ala sociedad ha servido para financiar gue-rras. Queremos dejar constancia de que laguerra contra las drogas ha fracasado y deque la sociedad, siempre por delante delas leyes, ha encontrado fórmulas parasaber convivir con estas sustancias hastaahora ilícitas. No hemos querido acabar elaño sin dejar de evidenciar estos hechos.

Hemos pedido a ENCOD y TNI –dosde las instituciones más combativas a la

hora de recuperar aquellos derechos arre-batados en Nueva York en 1961– queabran, junto a esta breve introducción, eltrabajo que presentamos, y que por mediode estos editoriales se entre con toda lafuerza en un manifiesto, que no se podríahaber realizado sin la participación deunos colaboradores que desde siempre, ya través de las páginas de esta publica-ción, han mantenido y mantienen vivo,con sus firmas o con su trabajo, el carác-ter antiprohibicionista de esta revista, elmismo que nos ha empujado a realizareste “Extra Prohibición” donde, con másganas que medios, se denuncia un acuer-do contra libertades consustanciales a laespecie humana, y las consecuencias a lasque nos ha abocado esta sinrazón a lolargo de estos cincuenta años.

CÁÑAMO

La prohibición es la herramienta del 1%para dominar al 99%. Los ciudadanosindividuales sufrimos la mayoría de losproblemas (discriminación, criminalidady problemas de salud), mientras que arri-ba en la pirámide, entre las élites, el casoes precisamente el contrario. Allí la prohi-bición representa una fuente inagotable depoder y dinero. Según la imagen creadapor los medios de comunicación controla-dos por las élites, los problemas asociadoscon las drogas son causados por las drogasmismas y no por las políticas implementa-das. Por ello la lucha antiprohibicionistajamás va a movilizar a las masas.

En los últimos veinte años hemos trata-do de establecer diálogos con autoridadesmediante nuestra presencia en los nivelesmás altos de la elaboración de las políticasde drogas: la ONU y la Unión Europea.Hemos presentado miles de argumentos,informes, estudios y propuestas paraexperimentar sistemas alternativos a laprohibición que promuevan la salud y la

seguridad pública para todos, mostrandocada vez que la prohibición de drogas estálogrando precisamente lo contrario.

Pero hemos visto que estos diálogosson inútiles. La esperanza es que sirvanpara flexibilizar sobre las políticas, perohasta ahora el resultado ha sido el con-trario. Los espacios mentales creadospor el mensaje antiprohibicionista muypronto han sido llenados por los especia-listas profesionales. Ellos han aceptadoel discurso oficial según el cual hay quereducir los daños de las drogas, y quepara ello hace falta la supervisión de unmédico o de un policía.

En realidad es una cuestión de sentidocomún. Los políticos defenderán el “con-senso” detrás de la prohibición hasta elmomento en que no les sirva más hacerlo.En lugar de dialogar tenemos que contri-buir a la solución de su problema: crean-do alternativas al mercado ilegal.

Joep Oomen, Encod

El quincuagésimo aniversario de laConvención Única sobre Estupefacien-tes de 1961 es un momento muy oportu-no para empezar a plantear una reforma.Es claro que el halo de sagrada inmovili-dad que envuelve el actual marco de tra-tados de la ONU está desfasado y esincoherente.

Durante la sesión de la Comisión deEstupefacientes en marzo del 2011, eldirector de la Oficina de NacionesUnidas contra la Droga y el Delito(ONUDD), Yury Fedotov, se mostró endesacuerdo con los que señalan que laConvención Única está obsoleta, peroinstó a revitalizarla. La afirmación es untanto desconcertante: si la convención noestá obsoleta, uno se pregunta por qué sedebe revitalizar.

Con el hecho de que exhorte a revitali-zarla, Fedotov reconoce que se necesitamodernización. Sin embargo, las posibi-lidades de que se pueda modernizar acu-saron un duro golpe en enero del 2011,cuando dieciocho países bloquearon lapropuesta de enmienda de Bolivia paraeliminar la obligación de abolir la masti-cación de la hoja de coca de la Conven-ción Única.

Tras esta postura se esconde el temor deque dar luz verde a la enmienda supongaabrir una caja de Pandora. Desde esta pers-pectiva, la Convención Única es algosacrosanto, inamovible, y permitir cual-quier cambio, por pequeño que sea, podríaponer en peligro todo el sistema de control.

La ideología de la tolerancia ceroencuadrada en la Convención Únicacada vez se ve más cuestionada porvisiones que apuestan por la descrimina-lización, la reducción de los daños y laintegración de los principios de los dere-chos humanos en el sistema. Además, lasventajas que conllevaría un mercadoregulado para el cannabis han sido acep-tadas como parte del debate sobre unmodelo de control más eficaz.

Al adoptar estas medidas, varios paíseshan iniciado una “deserción blanda” delmodelo. Si no es posible revitalizar el sis-tema, cada vez serán más los países que seenfrentarán al mismo dilema que Bolivia:retirarse de las convenciones de control dedrogas de la ONU y volver a adherirse conuna reserva. Esto transformaría las con-venciones en una cáscara vacía.

Tom Blickman, TNI

EDITORIALES

* Sinrazón: acción hecha contra justicia y fuera de lo razonable o debido; palabra sugerida por JuanCarlos Usó y escogida entre las aportadas para cerrar el título de este trabajo.

20 de noviembre de 2011

2 extraprohibición 50 años (1961-2011)

Obedeciendo al deseo de lograr un mundoabstemio, entre 1914 y 1924 fueron ilegali-zadas en Estados Unidos las bebidas alco-hólicas, el opio, la morfina, la cocaína y laheroína. Los efectos no se hicieron esperaren las instituciones. Bajo la presidencia deW.G. Harding, el ministro del Interior –A.Fall– y el de Justicia –H. Dougherty– fue-ron condenados por implicación con gángs-ters y contrabando de alcohol (J. Tomkinsy F. Salerno, The Crime Confederation.Nueva York: Funk & Wagnalls, 1973). Tam-bién hubo de dimitir el primer comisariojefe para estupefacientes, R. Levi Nutt, alsaberse que su hijo y su cuñado cobrabanun estipendio regular de mafiosos (D.A.Musto, The American Disease: Origins ofNarcotic Control. New Haven: Yale Univer-sity Press, 1973, pág. 207).

El país se había convertido en un paraísopara sociedades secretas –muy semejantesa las chinas del siglo XIX, surgidas al am-paro de la ilegalidad del opio–, que estuvie-ron divididas por feroces rivalidades hastaverse amenazadas por el retorno del alcohola la legalidad. A partir de 1934, cuandovinos y licores vuelven a ser artículos de co-mercio lícito, las familias contendientes(judía, irlandesa e italiana) se agrupan en unsindicato sin fisuras, que quiere reverdecerlaureles con un mercado negro de cocaína yheroína (J. Tomkins y F. Salerno, ob. cit.).

Las cabezas visibles del sindicato –el si-ciliano Salvatore Giuliano y el judío MeyerLansky– inician entonces largos viajes aExtremo Oriente, América del Sur y Eu-ropa para establecer las necesarias cone-xiones. La mediterránea se basaba enobtener opio turco, refinado por laborato-rios en Marsella y Beirut, utilizando comoenlaces a miembros de la familia corsa. Laconexión asiática se estableció a través delugartenientes de Chang Kai-Shek, conviejos apoyos en los servicios secretosfranceses e ingleses; la sudamericana –porentonces germinal– se montó sobre secto-res de la oligarquía cubana y mexicana,para asegurarse plantaciones de opio al surdel Río Grande y un suministro de heroína–proveniente de la casa Bayer– desde LaHabana (R.D. Wise, The Invisible Govern-ment. Nueva York: Norton, 1964).

El abogado de Lansky y Luciano era M.Polakoff, otrora alto funcionario de Policíay luego de la Fiscalía General Mundial, quetras el fin de la segunda guerra fue susti-tuido en esas funciones por el dinámico Ri-chard Nixon, futuro presidente (H.G. Beht,La droga, potencia mundial. Barcelona:Planeta, 1980, pág. 149). Al mismo tiempo,tres asuntos concretos contribuyeron a con-solidar los amistosos contactos.

El primero fueron las huelgas de estiba-dores promovidas por la izquierda francesaa finales de los años cuarenta, que la CIAquiso atajar apoyando a los gángsters corso-marselleses para que se hicieran con el con-trol de los puertos mediterráneos. Elsegundo fue proteger a las tropas anticomu-nistas refugiadas en el Triángulo Dorado alterminar la guerra civil china, mediante va-rias líneas aéreas sufragadas por la CIA, através de las cuales empezó a exportarse eltributo en opio cobrado por la guerrilla delKuomintang a los nativos (A. McCoy, ThePolitics of Heroin in Southeast Asia. NuevaYork: Harper, 1973). El general Phao, jefesupremo de la Policía tailandesa, parecehaber coordinado la transformación delopio en heroína y su posterior distribución(J. Kwitny, The Crimes of the Patriots: ATrue Tale about Dirty Money, Dope and theCIA. Nueva York: Norton, 1989, pág. 48),tarea en la que luego intervendría el her-mano de Ngo Dihn Diem, primer presi-dente nombrado por Estados Unidos aliniciar su intervención en Vietnam. El tercerasunto fue la necesidad de proteger a “ami-gos de América” en Latinoamérica, que re-sultaron ser gobiernos y bandas criminalesde un tipo u otro, dedicados a controlar eltráfico de cocaína.

Sin embargo, estos negocios se mantu-vieron en un nivel discreto hasta 1970

aproximadamente, debido a la ruinosacompetencia que para la cocaína represen-taban las anfetaminas legales, y para losopiáceos naturales los opiáceos sintéticos,vendidos liberalmente por cualquier far-macia. Esta situación no cambiará hastaque un movimiento sin precedentes –lapsicodelia– denuncia las drogas legalescomo modelo de sustancias adictivas, em-brutecedoras y orgánicamente pernicio-sas, proponiendo en su lugar ciertassustancias de efectos visionarios, cuyosrespectivos vehículos botánicos llevabanmilenios siendo usados en contextos reli-giosos por pueblos de varios continentes.

Para contribuir a la confusión, organis-mos militares y civiles norteamericanoshabían estado ensayando emplearlas confines bélicos, y hoy sabemos que distin-tos servicios secretos usaron como coba-yas inconscientes a docenas de miles depersonas; tras una dura batalla legal paralograr acceso a archivos oficiales, el his-toriador J. Marks dejó atónito al públicocon un documentado libro (The Search fora “Manchurian Candidate”. Nueva York:Times Books, 1979), que permitió a su-pervivientes lúcidos o familiares suyosobtener del Gobierno indemnizacionespróximas al millón de dólares en 1989.

oferta de droga bastante pura y asequibleeconómicamente, que con el transcurso deltiempo va haciéndose menos pura y máscara, hasta alcanzar –por termino medio–una adulteración del 90-95%. En puntualcorrespondencia, el número de muertesatribuidas a “sobredosis” se multiplica porencima del cubo.

Muy lógicamente, los traficantes autóno-mos se ven obligados a dejar el negocio ointegrarse en sofisticadas bandas, que, pormedios, profesionalismo y contactos conunas u otras policías, prefieren leyes draco-nianas, capaces de disuadir al aficionado.Uno de los sistemas predilectos es empleara menores de edad para la compraventa ca-llejera, y debido a ello grandes ciudadesnorteamericanas sufren incrementos del1.500 a 4.000 y quiebra por ciento en el nú-mero de traficantes infantiles (E. Thomas yotros, “America’s Crusade”, en Time, 15 deoctubre de 1987, págs. 26-27). Antes deacabar los años ochenta, la DEA –superor-ganismo americano dedicado a la represiónen materia de drogas– considera que ope-raciones de producción, transporte o refi-nado de estos productos implican a losgobiernos de Afganistán, Argentina, Aus-tralia, Bahamas, Brasil, Belice, Birmania,Bolivia, Bulgaria, Chile, Colombia CostaRica, Cuba, Francia, Guatemala, Haití,Honduras, Italia, Jamaica, Kenia, Laos, Lí-bano, Libia, Marruecos, México, Nicara-gua, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú,República Dominicana, Siria, Taiwán, Tai-landia y Turquía (J. Mills, The UndergroundEmpire. Nueva York: Doubleday, 1987,págs. 1.131 y ss.).

Curiosamente, la DEA no incluye endestacado lugar a su propio país, EstadosUnidos. Pero allí donde ha sido posible des-cubrir grandes redes han aparecido no sóloconexiones con los más altos peldaños po-líticos de sus respectivos estados, sino conservicios secretos. A. Sicilia-Falcón, elmayor traficante capturado vivo hasta PabloEscobar, fue originalmente un anticastristaque renovaba su pasaporte en Cuba, inver-tía en bancos suizos y rusos, estaba infil-trado por la CIA y se movía en México conun carné de agente especial del superminis-tro de Gobernación (R. Parry y R. Nor-dland, “Guns for Drugs?”, en Newsweek, 25de abril de 1988, pág. 24).

Es del mayor interés constatar que hayuna relación directa entre estados compro-metidos con el negocio de las drogas ilega-les y la severidad de sus leyes: suelen aplicarpena de muerte o reclusión perpetua preci-samente los países donde se observan ma-yores niveles de corrupción institucional.

El primer indicio de que el mercado negroempezaba a estar controlado con alta tecno-logía fue la quiebra fraudulenta de NuganHand Inc., un gigantesco holding con sedeen Australia y sucursales en los cinco conti-nentes, disparada por el asesinato de uno desus directores y la desaparición del otro. Sesupo que el FBI disponía de un extenso dos-sier sobre la empresa (151 páginas exacta-mente), y cuando el National Times deSidney solicitó una fotocopia acabaron lle-gando a sus manos diez páginas legibles y141 totalmente emborronadas, con la nota-ción B-1 al comienzo de hoja, sigla de ma-terias cuya publicidad podría poner enpeligro la “seguridad nacional o política ex-terior de Estados Unidos” (C. Dickett y A.Parry, “Scandal in Switzerland”, en News-week, 27 de abril de 1989, pág. 39).

A partir de ese momento empezaron aaflorar cosas interesantes. Nugan Hand Inc.estaba comprometido en operaciones detipo muy especial, que incluían fundamen-talmente tráfico de armas y drogas, con al-gunos inversores fuertes que –a diferenciade los pequeños– no sufrieron con la quie-bra. Unos quince grandes traficantes de dis-tintos países –y el jefe del sindicatoexportador de opiáceos llamado “Mr. Asia”por Interpol– habían comprado y cobradocertificados de depósito del banco.

Al revisar los antecedentes del directorasesinado –F. Nugan– se hizo evidente quesus primeros mentores habían sido dosmagnates del transporte mundial –el aus-traliano Sir Peter Abeles y el americanoD.K. Ludwig–, y que a través del primero(aquejado otrora por problemas con sindi-catos de estibadores en Estados Unidos) lasconexiones de Nugan llegaban hastaJimmy “The Weasel” Fratianno y Fran-cesco “Funzi” Tieri, dirigentes de la CosaNostra norteamericana.

Cuando el holding funcionaba a plenorendimiento, invirtieron allí personas comola hermana de Imelda Marcos y el sultánde Brunei. Un memorándum del banco,salvado de la sistemática destrucción dearchivos que siguió a la quiebra, dice:

“Ofrecemos a su alteza el sultán (...) má-xima seguridad para operaciones especia-les”. Y podría no ser independiente deestos servicios la donación hecha por elsultán a la Contra nicaragüense en 1984(diez millones de dólares), aireada a pro-pósito del Irangate.

Vinculados con la firma se encontrabantambién otros personajes como el generalRichard Secord, jefe de ventas en el Pen-tágono. A través del teniente coronel Oli-ver North –en nombre del Consejo deSeguridad Nacional, con el inevitableconsentimiento de George Bush, entoncescoordinador de las reuniones del Consejo,así como director del ente llamado Estrate-gia Federal contra la Droga–, Secord fue en-

cargado de organizar la conexión Irán-Con-tra. La relación explícita de Secord conNugan Hand Inc. proviene de que el hol-ding contribuyó, cuando menos en unaocasión, a enmascarar compraventas dematerial bélico con letras de cambio libra-das como pago de manufacturas textiles.

Resulta notable también que las o?cinasde Nugan Hand en Tailandia –situadas pre-cisamente en Chiang Mai, central planeta-ria del tráfico de opio y heroína– estuvieranen el mismo piso y compartieran servicios(teléfono y despacho de correspondencia)con la oficina de la DEA. Pero todo esoquedaba en segundo plano al considerar elequipo directivo de la empresa.

Presidente de Nugan Hand en Hawai erael general Edwin F. Black, del Ejército deTierra, especializado en contraespionaje.Formó parte del Consejo de Seguridad Na-cional en tiempos de Eisenhower, y se ju-biló siendo segundo jefe del alto EstadoMayor del Mando para el Pacífico.

Presidente de Nugan Hand en Manila erael general LeRoy J. Manor, de Aviación, es-pecialista en “contra-subversión y opera-ciones especiales”, que en 1976 fuenombrado comandante supremo para elMando del Pacífico; hablando de NuganHand Inc. declaró estar “tremendamenteimpresionado por la orientación misionalque veo en la organización”.

Presidente del holding en Washington eraErle Cocke júnior, general como sus otrosdos colegas, especializado en relacionesmercantiles con el Tercer Mundo, ex direc-tor del Banco Internacional para la Recons-trucción y el Desarrollo.

Presidente de Nugan Hand Inc. en su con-junto era el almirante Earl P. Yates, ex coman-dante del portaviones nuclear J.F. Kennedy,luego jefe de planificación estratégica delPentágono para Asia y el Pacífico; fue él

Veintiséis años separan estos dos escritos,el segundo un epílogo para la octava edi-ción en tapa dura de Historia general de lasdrogas, tras trece reimpresiones de su ver-sión en bolsillo.

La atención demostrada por el público, ymucho más aún que CÁÑAMO y tantas otraspublicaciones sigan investigando la farma-copea supuestamente infernal, demuestraque el tiempo es largo pero lo verdaderono termina ni de olvidarse ni de tenersepresente.

La Prohibición, próxima a cumplir un siglo deexistencia, empezó creando el crimen organi-zado en Norteamérica y tras exportarse fuecorrompiendo países hasta desembocar en ladantesca situación mexicana actual, un calcoagravado de lo ocurrido antes en Colombia.

Entretanto, algunas personas decidieronconsiderar las drogas desde la perspectivadel conocimiento y la salud, sin adherirse alos estereotipos de su propaganda, y crea-ron con ello el más destacado fenómenomoderno de desobediencia civil.

Mírese por donde se mire, el futuro sigueabierto. Ojalá estos dos textos, tan distintospor tono y estilo, contribuyan a subrayartanto la simpleza del prohibicionismo comolas complejidades desatadas por su em-presa.

Y un último consejo, sugerido por la terceraedad: sólo reconocer hasta qué punto elHomo sapiens es también un Homo demensnos prepara para vivir y morir con denuedo.

Antonio Escohotado

El negocio de la prohibiciónHasta 1970, las ventas de drogas ilegales se habían mantenido en ni-veles discretos. A partir de entonces, grandes organizaciones interna-cionales se hacen cargo del tráfico clandestino, en un negocio quemueve miles de millones de dólares al año. Las implicaciones de estosgrupos con instituciones estatales son frecuentes: así lo demuestranescándalos como el Irangate o la quiebra del Banco Internacional deCrédito y Comercio (BCCI).

Por lo demás, la implicación directa deun estado en el tráfico lucrativo de drogasno está quizá documentada antes de R.H.Stark, acusado por la justicia americana dehaber producido unos 300 millones de dosisde lsd entre 1972 y 1973. Hace poco ha po-dido saberse que Stark era en realidad AlíKhoury, un terrorista palestino que despuésde hacer su trabajo en Estados Unidos se in-filtró en las Brigadas Rojas italianas; algúntiempo después, acusado de poseer varioskilos de cocaína y heroína en la habitaciónde su hotel en Bolonia, el auto de excarce-lación redactado por el tribunal supremoitaliano enumeró como motivo “la impre-sionante serie de pruebas, escrupulosa-mente enumeradas, sobre su pertenencia ala CIA” (B. Lee y J. Shalin, LSD, the CIAand the Sixties. Nueva York: Grove Press,1985, págs. 279-287). Deportado a EstadosUnidos, como la Fiscalía renunció a acu-sarle fue puesto en libertad, y murió –sinautopsia– a los pocos días.

La contestación psicodélica disparó unrecrudecimiento de la cruzada. Para ilega-lizar el nuevo grupo de fármacos (lsd, psi-locibina, mescalina, etc.) fue necesariocontrolar algunos narcóticos y estimulantesvendidos en farmacias –llamados a partirde entonces psicótropos–, al tiempo queextremar el rigor de la represión. Pero secumplían así las condiciones largamente es-peradas para inundar el mercado con hero-ína primero y cocaína después.

Desde 1968 hasta 1978, los yonquisnorteamericanos pasan de 50.000 a600.000 (D. Comas, “La medida de inci-dencia, prevalencia y problemas causadospor las drogas”, en Revista Española de In-vestigaciones Sociológicas, n.º 34, 1986,pág. 67), y de 1975 a 1985 los consumido-res de cocaína se multiplican más vertigi-nosamente aún. En ambos casos, el procesoexhibe rasgos comunes. Primero hay una

Para ilegalizar elnuevo grupo de fármacos (lsd, psilocibina, mescalina,etc.) fue necesariocontrolar algunos nar-cóticos y estimulantesvendidos en farmacias

Es del mayor interésconstatar que hay una relación directaentre estados comprometidos con el negocio de las drogas ilegales y la severidad de sus leyes

Antonio Escohotado

quien llevó personalmente las negociacionesde la entidad con el sultán de Brunei.

Con todo, las sorpresas no acaban aquí.El holding disponía de dos consejeros su-premos –Walter MacDonald, ex gerente dela CIA, y Guy Pauker, asesor personal deKissinger (con Nixon) y luego de Brze-zinsky (con Carter)–, así como de un direc-tor del gabinete jurídico. Este último eraWilliam Colby, director general de la CIAinmediatamente antes de Bush.

En el cadáver de F. Nugan se halló untrozo de papel, que el informe de la Policíaaustraliana considera “parte del envoltoriode una empanada de carne”. Fue sin dudalo último que escribió antes de que su ca-beza fuese volada en pedazos, y sólo figu-ran allí dos nombres: “Bob Wilson y BillColby”. El diputado Robert Wilson, repre-sentante por California, estuvo durante másde dos décadas en el Subcomité del Con-greso para Asuntos de Inteligencia, y cul-minó su carrera política como presidentedel Comité para Servicios Armados.

A estos datos sobre el gigante para ope-raciones especiales en Asia, África y el Pa-cíco que fue Nugan Hand Inc. podríanañadirse otros sobre la World Finance Cor-poration, una empresa dedicada más espe-cícamente al continente americano, cuyaquiebra comprometía a casi cien agentes denarcóticos y funcionarios públicos, aunqueel asunto se zanjó por gestiones de la CLAcon el Ministerio de Justicia americano.Más recientes –de 1988– son acusacionescontra D. Gregg, asesor particular de Bushpara asuntos de seguridad nacional, a quiense imputa actuar como contacto entre Was-hington y el cártel de Medellín. El primerproveedor de la guerrilla antisandinista fueuna empresa llamada Arms Supermarket,donde entre otros participaban el Mossadisraelí, el general Noriega y el teniente co-ronel Oliver North; se conserva, por ejem-plo, una nota autógrafa de este último conlas palabras: “Cuando Supermarket acabamal. 14 millones financiación de droga (R.Parry y R. Nordland, “Guns for Drugs?”,Newsweek, 25 de abril de 1988, pág. 24).

A principios de 1989 estalla el escándalode la Sakarchi Trading AG, una prósperacompañía de inversiones con sede en Zú-rich, entre cuyos directivos figuraban caposdel terrorismo libanés. El asunto fuerza ladimisión inmediata de E. Kopp, ministraconfederal de Justicia, y del fiscal general,R. Berger, pues las primeras pesquisas su-gieren que tan sólo durante los dos últimosaños esa compañía ha lavado 100.000 mi-llones de dólares provenientes del tráficode drogas (C. Dickett y A. Parry, “Scandalin Switzerland”, Newsweek, 27 de abril de1989, pág. 39). Una de sus últimas opera-ciones, hecha con la CIA, fue una comprade 25 millones de francos suizos con des-tino a guerrilleros afganos, notorios pro-ductores de opio y morfina base (C. Dickety A. Parry, pág. 38).

Sin embargo, el caso de la SakarchiTrading AG palidece a la luz de otro pos-terior, gracias al cual se hace manifiestoque la clientela más selecta de NuganHand Inc. tenía ya un holding sustitutivocuando aquél hizo aguas. El BCCI surgiócomo primera potencia financiera delislam, con accionistas árabes como el jefede Dubai o la familia real saudí, y pakis-taníes como los hermanos Gokal, propie-tarios de la Compañía Naviera del Golfo.Si bien era un banco creado y gestionadoen Karachi, se constituyó en Luxemburgocon sede en Londres.

La Cocaína sudamericana es desde los años 70 un negocio en manos de grandes organizaciones donde los aficionadosno tiene cabida.

Quema de un alijo de la policía de Tailandia, país con duras penas contra el narcotráfico.

Artículo e imágenes publicadas enCambio16, nº 1.088, páginas 88 a 94, el 28 de septiembre de 1992.www.cambio16.es

prevención ni de reducción de daños. Ydonde los avances en las aplicaciones tera-péuticas del cannabis penden de un hilo, alalbur de que una administración ultracon-servadora los declare ilegales.

En la ARSEC fuimos conscientes de queuna brecha importante en la prohibiciónconsistía en difundir las propiedades medi-cinales de la planta. Si se reconocía que erabuena para los enfermos, difícilmente po-drían prohibirla a los sanos. Y por ahí seabrió camino la desatanización del canna-bis; a las asociaciones de afectados por in-numerables dolencias siguieron susmédicos, y en pocos años hemos pasado de“un mundo sin drogas” al Sativex. A ellos,los políticos, sí los escucharon.

En mis momentos pesimistas pienso quenunca jamás levantarán la prohibición. Porun lado, los gobiernos la utilizan como he-rramienta de control social y no van a re-nunciar a sus “beneficios” si no se lesobliga, y por otro, el miedo les impide reco-nocer la realidad, contrastada mayoritaria-mente, de que la prohibición ha fracasado.

Quiero dar las gracias a las primeras au-toridades, expertos de verdad, que nosayudaron desde el primer momento y conlos cuales la ARSEC tiene una deuda im-perecedera: los doctores Jaime Camí, JoséM. Fericglà, Oriol Romaní, Juan RamónLaporte, Antonio Escohotado y el arro-jado defensor en los juicios por la planta-ción pionera de Montbrió del Camp:Ignacio Javier Prieto. Y un recuerdo emo-cionado para los que mientras tanto noshan abandonado: Jaume Torrent, XusSibat, José Luis Félix, Joaquín Blasco,Gaspar Fraga y tantos más que se enfren-taron digna y valientemente a la prohibi-ción. Plantemos por ellos.

En 1990, el BCCI posee unas 400 filia-les en más de setenta países, y representael séptimo banco privado del planeta. Sucapital nominal supera los 30.000 millo-nes de dólares, y a lo largo del TercerMundo hace negocios espectaculares. Suinfluencia en Estados Unidos llega al ex-tremo de poseer secretamente el controldel First American Bankshares, el mayorbanco de Washington, que detenta unas300 sucursales desde Nueva York hastaFlorida. El presidente de esta corporaciónes C. Clifford, ex ministro de Defensa deEstados Unidos y consejero personal devarios presidentes.

En el verano de 1991 este emporio estachado de “fraude podrido” por el gober-nador del Banco de Inglaterra, R. Leigh-Pemberton, y –en una operación conjuntasin precedentes– quedan clausuradas todaslas oficinas del BCCI –en Europa occiden-tal y Estados Unidos–. Lo embarazoso parael Gobierno inglés es que desde la prima-vera de 1990 conocía una auditoría dePrice-Waterhouse –siendo entonces JohnMajor ministro de Finanzas– donde se ca-lificaba de completo fraude al holding. Se-mejante retraso (dieciséis meses) permitióque se estafasen unos 10.000 millones dedólares a pequeños y medianos cuentaco-rrentistas, completando “una operación desaqueo mundial” (J. Beaty y S. G. Gwynne,“El banco más sucio”, en El País, 28 dejulio de 1991, Negocios, pág. 3). El emba-razo resulta todavía mayor para los minis-tros norteamericanos de Hacienda yJusticia; según el semanario Time, almenos desde 1988 hay en prisiones de Es-tados Unidos media docena de directivosdel BCCI, acusados de blanquear dineroproveniente de actividades criminales.Sea como fuere, durante una semanatodos los periódicos del mundo describendetalles del mayor escándalo financieroconocido hasta la fecha. El senador J.Kerry –presidente del comité del Con-greso para terrorismo y estupefacientes–dice tener testimonios jurados de que elConsejo Nacional de Seguridad usó elBCCI para desviar dinero de las operacio-nes Irán-Contra, y que la CIA tuvo cuen-tas en el banco para financiar operacionessecretas. Sus declaraciones –donde pro-testa por continuas obstrucciones del De-partamento de Justicia– dan pábulo arumores sobre grandiosos sobornos hechospor los directivos del BCCI en Washing-ton; sin embargo, todos ellos tuvierontiempo de abandonar el territorio nortea-mericano y refugiarse en Pakistán.

Menos dudas aún arroja la existencia deuna red negra articulada en torno al BCCI,compuesta por millar y medio de emplea-dos aproximadamente, que recibían un añode instrucción en “psicología, principios deliderazgo, vigilancia electrónica, cifrado,descifrado y técnicas de interrogatorio,completada finalmente con entrenamientoen armas de fuego” (J. Beaty y S.G.Gwynne, pág. 4). Estos empleados se dedi-caron durante más de una década al tráficocon drogas, armas y divisas, prostitución,extorsión, secuestro, espionaje y asesinatosa lo largo y ancho del mundo. No menosdestacado fue su acopio de informacionesestratégicas, merced a la colaboración condéspotas en el expolio de sus respectivasnaciones, pues a un elenco de cuentacorren-tistas oscuros el BCCI añadió a personajescomo Alan García, Daniel Ortega, ManuelNoriega, Adnan Khashoggi, Imelda Mar-cos, barones sudamericanos de la cocaína,Sadam Hussein, la OLP, el terrorista AbuNidal, la terrorista Jihad Islámica –o paísescomo Libia y Siria (J. Valentí Puig, “ElBCCI apoyó al terrorismo internacional”,en ABC, 22 de julio de 1991, m., pág. 33)–.Las investigaciones difundidas en Europa–que no han sido objeto de desmentido ofi-cial– apuntan a vínculos mercantiles delBCCI con todos los servicios secretos occi-dentales y no pocos del bloque oriental, es-pecialmente con el espionaje israelí.

En la historia moderna de las drogas nofaltan amigos comunes al Mossad y a laJihad Islámica, o a Sadam Hussein yClark Clifford. La trayectoria del BCCI enEspaña, donde llegó a tener diecisiete ofi-cinas, muestra que en la creación de esafilial intervinieron un ex ministro fran-quista y los ex ministros de Economía eIndustria con UCD (J. Rivera y C. Celaya,“El BCCI tiene un crédito de 1.500 millo-nes al 0 por ciento”, en El País, 7 deagosto de 1991, pág. 25). Desde 1981hasta 1991, el Banco de España y elFondo de Garantía concedieron 21.400millones de pesetas al BCCI en présta-mos, algunos de ellos sin interés alguno, yla entidad quedó exenta del llamado coe-ficiente de recursos propios, medida degracia que le permitió multiplicar su nivelde endeudamiento y su libertad de inver-sión. Esos privilegios no evitaron que elbanco dejase arruinados a 20.000 cuenta-correntistas españoles.

Ese cataclismo para pequeños inverso-res, no sólo españoles sino de otros setentapaíses, acaparó titulares de la prensa mun-dial. Pero tan sólo durante una semana. Lascotidianas noticias sobre alijos, supuestassobredosis e inquebrantable guerra de lasautoridades al narcotráfico son más esti-mulantes. A juzgar por aquello que repitennuestros próceres, 30 o 40 billones de pe-setas anuales pasan al bolsillo de algunosaventureros indocumentados y casi analfa-betos; son los Escobar y Ochoa de Colom-bia, los jefes de las guerrillas que ocupan elTriangulo Dorado y algún líder campesinopakistaní. Sin embargo, una abrumadoramasa de pruebas e indicios sugiere que se-mejante versión no hace justicia al estadoreal de las cosas. Hay más dinero aún enjuego, y otros administradores; concreta-mente, los que gestionan política y finan-zas a nivel planetario.

50 años (1961-2011) 3extraprohibición

FelipeBorrallo

MarianoAntolín Rato

Cincuenta años

Elegía para una paranoiaNostalgia y represión policial

Compartir un canuto,aparte del caráctersimbólico del acto en sí de pasarse algo literalmente de boca en boca, significaba complicidad

Lo que una vez fueronmedicamentos legales se convirtieron en el producto del mayor negocio ilícito del mundo,y nuestro primer esloganfue “Droga prohibida, mafia agradecida”

Hacía mucho tiempo que sufríamos lasconsecuencias de la prohibición, aunque noéramos conscientes de ello, cuando, pocodespués de la muerte de Ramón Santos, fui-mos a registrar la asociación de consumi-dores de cannabis. Eran tantas las risas, queXumeu Mestre proponía la eutrapelia comométodo para alcanzar los cambios, una pe-queña revolución, mediante la diversión yla risa. Y hubo muchas risas después, conlos funcionarios del Registro y su deliranteapelación a un fantasmal “comité de exper-tos” (¿no éramos nosotros los expertos?)para que dilucidaran la conveniencia, o no,de que nuestra asociación llevara en sunombre la palabra “consumidores”. Nuncasupimos quiénes eran aquellos doctores encannabis que llegaron a la conclusión deque debíamos cambiar el nombre a la aso-ciación. Entre más risas, nos propusimoscomo ”estudiosos del tema”. Y siguieronlas risas, tantas que la marihuana pasó a lla-marse “ja-já”. Y la aceptación empezó a sertanta, y tantos los que querían asociarse,que no tuvimos más remedio que organi-zarnos. El altillo de Makoki se convirtió,cada día, en una especie de cámara de con-tratación de activistas, cultivadores, aboga-dos, médicos, enfermos, perseguidos ymultados, siempre con la prohibición re-voloteando, y el patio en un patio de mo-nipodio chamánico cada viernes. Y más

desternillarse con la hilarante estupidez (oestúpida hilaridad, según la baronesa Woo-ton, en su informe sobre el cannabis a laCámara de los Comunes) que nos propor-cionó el electricista y zafio ministro del In-terior, cuyo nombre quedará por siempreasociado a una denostada e impopular leyque cayó sobre su cabeza cuando, al intro-ducir una bota de vino en un campo de fút-bol, fue multado por su propia e infaustaprohibición. Justicia poética, si no le hu-biera bastado una simple alegación para nopagar la multa, cosa descomunal e inau-dita para cualquier mortal hallado con 0,05gramunis de hachís olvidado en el fondodel bolsillo.

Y así continuaron las risas y los canu-tos, y empezamos a preocuparnos de laprohibición y de dónde venía y desdecuándo y por qué.

Una cosa estaba clara: lo que una vez fue-ron medicamentos legales se convirtieronen el producto del mayor negocio ilícito delmundo, y nuestro primer eslogan fue“Droga prohibida, mafia agradecida”.

La Convención Única sobre Drogas es de1961, pero todo venía de mucho antes. En1875, la ciudad de San Francisco prohibióel opio ante el auge de su consumo por jó-venes de clase media en los fumaderos fre-cuentados por chinos. Esta y otras leyesposteriores en otras ciudades fueron las pri-meras en tratar como delincuentes a quie-nes consumían drogas. La Ley de Exclusióndel Opio, de 1909, cambió el hábito defumar opio por el más destructivo de la he-roína, y la Ley de Narcóticos de Harrison,de 1914, aportó el modelo legislativo parala prohibición de las drogas en Occidente.Las políticas norteamericanas se han con-vertido, a escala global, en la guerra contralas drogas, asociadas desde 1969 con las ad-ministraciones Nixon, Reagan, Bush padree hijo y demás ralea. La prohibición es unatécnica de colonización cultural por partede Estados Unidos. Esta política exige larendición incondicional de traficantes, adic-tos y consumidores. Pero han pasado cin-cuenta años desde la Convención Única yesta rendición no se ha producido. Al con-trario, los cárteles de los narcotraficantes,al abandonar Colombia por México, se hanhecho más poderosos y actualmente plan-tan cara al Gobierno mexicano poniéndoloal borde de estado fallido, con la inestima-ble ayuda de los “expertos” de la DEA, losmismos que no han podido o querido evitarque Afganistán, ¡un país invadido!, sea elprimer productor de opio del mundo.

Nunca ha sido más evidente el fracaso deunas políticas de integración y control so-

cial como en el caso de la prohibición delas drogas. El paralelismo con la “ley seca”resulta evidente y muchos creíamos que sepodría llegar, a través de la movilización so-cial, la prensa, los médicos, los intelectua-les y los políticos, al mismo resultado quellevó al fin de la “ley seca”.

Pero los tiempos han cambiado (a peor,en este aspecto): cualquier avance hace quela “condición acomodaticia” de los consu-midores ralentice la acción; la prensa está,en su mayoría, voluntariamente amorda-zada; los médicos, en su mayoría men-guante, son colaboradores necesarios; losintelectuales, con honrosas excepciones, noven necesario defender la libertad y denun-ciar la coacción, y de los políticos: ¿qué sepuede decir?

La Asociación fue juzgada y condenadapor un Gobierno socialista que implantó lainfame “ley Corcuera”, sobrevivió ochoaños de gobierno del PP para retroceder a lacasilla de salida con el gobierno Zapatero yla inanidad e inocuidad de sus directores delPlan Nacional sobre Drogas.

Pero la percepción social del falso pro-blema de las drogas sí ha cambiado. De lasburdas campañas de los ochenta del siglopasado, aquellas en las que una esquelamortuoria enmarcaba el mensaje “La drogamata”, hemos pasado a un amplio conoci-miento de las diferencias entre unas drogasy otras. En aquellos tiempos, el alcohol y eltabaco no estaban incluidos, para el acervocolectivo, entre los estupefacientes, los con-sumidores eran considerados delincuentesy eran impensables el cultivo para consumopropio o las políticas de reducción dedaños. Pero el tiempo no pasa para EstadosUnidos, donde no se reparten jeringuillas nise implementan planes de información y

El azul de ahí arriba debería tener siempre ese matiz vi-brante. Hace tan buena tarde que es como si hubierandescorrido las cortinas del cielo para que entre el sol.La espumosa superficie del cercano mar homérico des-tella después de las dos primeras caladas.

Enseguida se nubla todo. No hizo falta demasiado.Bastó con que la memoria empezara a traer aquí de-lante, a la pantalla del ordenador donde los recuerdosquedan traducidos en palabras, unas presencias ya parasiempre lejos de cualquier contacto físico. La muerte,nadie ignora, jamás perdona. Y con los años se ha idocebando sobre demasiados hombres y mujeres; y aveces cuando sólo eran chicos y chicas. Lo mismo quele pasa al escorpión de la fábula –ése que pica al saposobre el que cruzaba un río, ahogándose los dos–, estáen la naturaleza de la del esqueleto y la guadaña lle-varse por delante, si no todavía a uno, a muchos quedejan un poco más solo.

Ya estuvo bien de arranques elegiacos impropios deun día tan soleado de octubre como hoy, ¿verdad? Entretanta ausencia –y también con la proximidad, aunqueestén a muchos kilómetros, de otros supervivientes orecién salidos a la lucha–, lo que en realidad se alzanson sombras siniestras muy concretas, con nombre,apellido y, en especial, chapa de policía. Inevitable-mente, y ahora que llevan haciendo el mal decenios–los que sean, pues nunca me gustan los aniversarios,y menos si lo son de cuestiones siniestras–, se entre-mezclan con momentos casi felices que ellos, los ca-brones, con frecuencia echaron a perder.

Los primeros que nos cayeron encima, allá en otraglaciación –así suenan los años finales de la década de1960–, pertenecían a una, creo que se llamaba, Briga-dilla de Estupefacientes, recién establecida. Su jefe,Mato Reboredo, antes de mandarte p’lante por consu-mir lo que entonces se llamaban petardos, trujas o,como ahora, canutos –lo de porros queda para quienno los ha probado–, solía darte una teórica paternalista.Una vez, durante un interrogatorio, le dijo a María Ca-lonje, que aún sigue conmigo y consigo, refiriéndose aEduardo Haro Ibars y a mí: “Esos chicos fuman grifay empiezan con lo de las flores. Terminarán en la camauno con otro queriéndose mucho con vestidito rosa”.

Luego, tras pasar por los calabozos de la DirecciónGeneral de Seguridad –hoy, con otro nombre, tambiénen la Puerta del Sol, ocupada por las huestes de Espe-ranza Aguirre con ganas de hacer lo mismo que enton-ces–, llevaban dentro de un furgón policial a losjuzgados de Salesas. Allí, después de quitarte las espo-sas, pasabas ante el juez de Peligrosidad Social. Sunombre, Carnicero Espino, no es inventado, aunque loparezca. Éste, viendo lo nervioso que estabas –¿ycómo coño ibas a estar si no en aquella situación?–,decidía que eras un drogadicto perdido. Por eso, paraque te curaras, condenaba a un “periodo de tem-planza”. Traducida esa jerga jurídica a términos rea-les, significaba que te encerrarían unos meses en unCentro Psiquiátrico Penitenciario.

En el caso del que estoy escribiendo en concreto,mi ingreso en el de la cárcel de Carabanchel, en Ma-drid, después de un traslado en otro furgón policial,o “canguro”, supuso un respiro. Pasado el registro, yuna vez “dentro” de verdad, salió a mi encuentroRafa Aracil. A él, viejo amigo y buen guitarrista deblues obligado a ganarse la vida tocando con los vo-mitivos Juan y Júnior, ya lo habían trincado por otroasunto que implicaba, aparte de consumo, tráfico apequeña escala. Lo primero que me dijo fue: “Aquíno se está tan mal. Uno ya no tiene paranoia”. Le res-pondí, puede que sólo mentalmente: “Pues claro, tío,si la paranoia te ha atrapado”, antes de acompañarlea la sala de la televisión donde ponían una película delo más apropiado: El último refugio. Se trata de una

de las clásicas del cine negro que dirigió RaoulWalsh. La protagoniza Humphrey Bogart, que hacede gángster, aparentemente desalmado. Cuando másduro e implacable se mostraba, los gritos de ánimode los asistentes arreciaban.

Porque, como se imaginará, aquello no era precisa-mente un coro de ángeles alados. Uno de los internosa los que traté durante los días siguientes estaba allípor atraco a mano armada. Según él, lo habían dete-nido al denunciarle un espectador de Investigación enMarcha, un programa de TVE que fomentaba la dela-ción. Como no podía soportar el encierro, después devarios intentos de suicidio –tragarse los trozos de unabotella de cristal había sido el último– decidieron so-meterle a tratamiento psiquiátrico. Volviendo a lo quesignificaba en la práctica: le administraban unas pas-tillas que deberían servirle de camisa de fuerza mental.

Otro, más pacífico, se había prendido fuego y lan-zado contra Franco en un frontón; sin conseguir su pro-pósito. Al parecer, de niño vivía en Guernica cuando labombardearon los nazis que durante la guerra civilayudaban a Franco. Quería que éste pasara por un es-panto parecido. Años mástarde, y muerto al fin el objetojustificado de su odio, me en-teré de que era diputado en lasCortes Vascas.

Había muchos más, por su-puesto. Entre ellos uno apo-dado el Maño. Estaba allí,creo recordar, por una cues-tión de aborto, entonces –yespero que no vuelva a serloen el negro futuro político quenos espera– ilegal y muy cas-tigado. Su cargo era el decabo de galería, y salía bas-tantes días a hacerles recadoso chapuzas a los funcionarios.Gracias a eso, mi situaciónadquirió caracteres de privile-giada. Un amigo mío, Miguel

Pizarro, estaba suscrito al Playboy, y la revista, unavez en manos del Maño, se convertía en pasta para élcon la venta, una a una, de sus fotografías recortadas.

Sin embargo, el más pintón, y con mucho, era unatracador comme il faut. Guapo, rubio, corso, le habíaalcanzado una ráfaga disparada por la policía cuandosalía de naja con una porrada de millones. Rodeado deuna corte de delincuentes de poca monta, bajitos, rene-gridos, barriobajeros, recorría el patio las horas de re-creo poco menos que repartiendo bendiciones papales.

No se vaya a creer –o sí, créase, da lo mismo– queesos fueron mis primeros contactos con gente de lamala vida. En aquella época en que mi madre se que-jaba porque anduviera con malas compañías –lo hizohasta el día que le contesté que las madres de otros ami-gos decían que la mala compañía era yo–, el rock androll constituía un modo de vida. Aún no se había con-vertido sólo en negocio y, en mi ambiente, estaba unidoal consumo de cannabis, elemento que facilitaba el de-rribo de barreras sociales –hace un tiempo oí o leí aMoncho Alpuente referirse a algo parecido–. Compar-tir un canuto, aparte del carácter simbólico del acto en

sí de pasarse algo literalmentede boca en boca, significabacomplicidad. Y con gente que,en mi caso –uno no elige dónde,cuándo ni en qué medio socialnace–, difícilmente habría tra-tado. Así, por medio de dílers–el término “camello” aún no seusaba– de barrios como Valle-cas, de ex lejías, de traficas de laáspera “grifota malagueña” odel polen que traían de Marrue-cos y querían que pasase porhash, hubo temporadas que misrelaciones les resultaban, diga-mos, insólitas a los estudiantesizquierdosos con los que habíaintimado hasta entonces.

Con todo, se comprenderá,que en el trullo tratara prefe-

rentemente a amigos y conocidos. Por ejemplo IvánZulueta, encerrado como yo por consumo de costo,que proyectaba rodar grandes películas –y, al menos,llegó a hacer una extraordinaria, Arrebato, protagoni-zada por otro de los amigos de entonces, Will More,nacido Joaquín Alonso Colmenares-Navascués y va-rios apellidos rimbombantes después–. Iván, que leíafervoroso los cuentos sobre el osito Winnie Pooh, ex-presaba su asombro porque yo siguiera, como si talcosa –la procesión iba por dentro, pues uno trata demantener el cool en cualquier circunstancia–, intere-sado por Zelda, la mujer de Scott Fitzgerald, cuya ex-tensa biografía, con una pluma de pavo real en lacubierta, acababa de salir en inglés y estaba leyendo.Y encima, que gracias a mis privilegios, vía el Mañoy los ejemplares de Playboy introducidos de extran-jis, pudiera tener una celda para mí solo y quedarmeen ella todo lo que quisiera. Tiempo en que, además,traducía a Gertrude Stein y tomaba notas para lo queun par de años después sería mi primera novela:Cuando 900 mil Mach aprox. ¿Suena el título a car-celario? Yo diría que no, aunque se me ocurrió allíuna tarde que charlaba con Jesús Ruiz Real. Él, otroamigo de toda la vida, también estaba encerrado yme prestaba su ropa –no recuerdo por qué, pero laque me trajeron tardó mucho en llegar a mis manos–.Y era la ropa más moderna que yo hubiera usadonunca. Téngase en cuenta que Jesús, conocido porGorosta, tenía en su agenda el teléfono privado deMick Jagger. Y el de Keith Richard, Anita Pallenger,Bowie y otros personajes de lo más trendy. Podíatomar gratis todas las copas que quisiera –y las com-partía disimuladamente con sus amigos– en un clubde la calle Marqués de la Ensenada, en Madrid, quese llamaba, mira por dónde, Stones, con tal de quefuera por allí para decorar el ambiente.

Por suerte para mí, la estancia en el Centro Peniten-ciario no se prolongó mucho. Y gracias a la interven-ción de Rafael Llopis, médico y especialista en terroresliterarios, al que había conocido por cuestiones edito-riales y contribuyó a que me dieran la libertad. Comohace ya tantos años de eso, y no sé nada de él, puedocontar que posteriormente hice varios viajes de ácidoen su compañía. Llopis tenía acceso, para experimen-tos, supongo, al lsd-25 que fabricaba Sandoz. Aún con-servo enmarcado, ahí a la izquierda, uno de losprospectos del inmejorable Delysid. En uno de esosviajes, el estómago o diafragma me estaban dificul-tando un buen despegue. Llopis, entonces islamistapsiquedélico, escribió en un cuaderno a mano unedicto de urgencia, que guardó por alguna parte, dán-dome permiso a mí, un ateo zen, para que eructase alestilo musulmán. Lo hice, y luego ya olvidé el cuerpodurante horas vividas como eternidades dentro y fueradel palpitante universo mental sin fronteras.

Iba a seguir contando otros choques con la pasmaen compañía de Antonio Escohotado, el Tono de tan-tos grandes momentos; de Eduardo Haro Ibars, el quelo hizo todo antes que los demás. Pero me estoy pa-sando del espacio concedido. Además, alzo la cabezay resulta que ya es de noche.

Desde la terraza, adonde he salido, una Luna encuarto creciente aparece semioculta por la neblina.Tampoco resultan claros mis recuerdos. Estoy can-sado y, sin embargo, conservo suficientes fuerzaspara maldecir a los sucesores de aquellos policías.Siguen intentando amargarme la vida. De momento,y a pesar de los malos tragos que me hicieron pasar,no lo han conseguido.

Tampoco ellos se rinden, hay que joderse. Desde unade las casas más cerca de la mar de la mía, molestan lasdesabridas luces que contaminan la noche. Seguro quedentro se dispone a cenar un policía.

Mariano Antolín Rato, con Miguel Pizarro. 1969.

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4 extraprohibición 50 años (1961-2011)

Virginia MontañésSánchez

Peleas de gallosLa historia de la inclusión del cannabis enla lista de sustancias prohibidas por la Con-vención Única sobre Estupefacientes de1961 es la historia de una pelea de gallosen la que ganaron los que más cacareaban.La Liga de Naciones, primero, y las Na-ciones Unidas, después, se convirtieron enun reñidero en el que los contendientesvestían traje y corbata. En su libro TheGentlemen’s Club, Kettil Bruun y colegasdescriben este proceso de una manera másdiplomática.

El primer intento de regulación interna-cional del cannabis partió de Italia durantela Conferencia Internacional del Opio de1911. En esa época se había convertido encentro de almacenaje del cannabis prove-niente de las regiones de África bajo sudominio, desde donde era transportado decontrabando hacia otros países. Pero lapropuesta italiana sólo dio lugar a una re-solución que pedía estudios estadísticos ycientíficos sobre las consecuencias deluso del cannabis.

En 1924, el Comité Asesor sobre el Opiode la Liga de Naciones pidió a los gobier-nos información sobre la producción, el usoy el tráfico de cannabis. Pero antes de quepudieran recibir los datos, el jefe de la de-legación egipcia en la Segunda Conferen-cia del Opio, El Guindy, consiguió –conuna excelente oratoria, un acuciante sentidode urgencia en sus discursos y argumentoscomo el de ser la principal causa de locuraen Egipto– que se incluyera en la Conven-ción de Ginebra de 1925. Gracias a la opo-sición de Gran Bretaña e India, sóloconsiguió que se prohibiera la exportaciónde cannabis a países que lo hubieran prohi-bido y que se exigiera un certificado aaquellos países en los que sí estuviera per-mitido su uso. La pelea continuaba.

A Egipto se le sumaron Canadá y Esta-dos Unidos en la lucha contra el cannabis.Harry J. Anslinger –delegado de EstadosUnidos en la Liga de Naciones y directorde la agencia antidrogas estadounidense du-rante treinta y dos años– se convertiría enun fiero defensor de la prohibición, ale-gando que existe una relación importanteentre adicción al cannabis y criminalidad.

Al mismo tiempo, países como la Indiarespaldaron el uso del cannabis por estarasociado con costumbres religiosas y socia-les. Para otros países, como Polonia ySuiza, no existían estudios minuciosossobre el cannabis. De este modo, se pro-puso la creación de un Subcomité, con re-presentantes de diferentes gobiernos y laparticipación de científicos expertos, comoel doctor J. Bouquet, para estudiar el “pro-blema” en su conjunto.

Mientras tanto, Estados Unidos, quehabía aprobado en 1937 la Ley Fiscal de laMarihuana (US Marihuana Tax), pretendíaliderar un movimiento internacional contrael cannabis. Así, inundó al Subcomité condocumentos que pretendía probar una aso-ciación entre delito, demencia y cannabis,al tiempo que impulsaba la teoría según lacual el uso de cannabis lleva a la adicción ala heroína.

En oposición a esto, Bouquet insistía, enuno de sus múltiples informes, que la asocia-ción entre violencia y cannabis no se daba enÁfrica, y en otro informe previo atribuía a laprohibición del cannabis el aumento del usode heroína en Túnez. El trabajo del Subco-mité finalizó en 1939 con la conclusión deque eran necesarios más estudios.

El tema quedó en la nevera hasta que la Co-misión de Estupefacientes fue creada al nacerlas Naciones Unidas. Las discrepancias fue-ron obvias desde la primera reunión, en 1946.México e India opusieron fuertemente el em-peño de Anslinger en probar la relación entreel uso de la marihuana y el delito.

Entre el material de contexto presentadopor el secretariado en 1948 se ignoró el in-

forme del Comité La Guardia (1944), de laAcademia de Medicina de Nueva York. Fueel primer estudio serio sobre los efectos delcannabis inhalado, cuyas conclusiones con-tradecían la vinculación del cannabis con lalocura, la delincuencia y la adicción.El comité asignado para preparar la Con-vención Única de Estupefacientes de 1961se encontró obligado a abordar el tema delcannabis, incluido a última hora. El secre-tario del Comité de Expertos de la Organi-

zación Mundial de la Salud (OMS), el doc-tor P.O. Wolff, fue un férreo defensor de suprohibición con argumentos como el si-guiente: “La marihuana ha sido claramenteasociada desde los tiempos más remotos ala locura, el delito, la violencia y la brutali-dad”, sin aportar pruebas que lo ratificaran.

A pesar de reconocer la dificultad detomar decisiones sobre el cannabis dadala falta de información sobre el tema, laComisión decidió incluirlo en la Conven-ción Única, junto con la cocaína y la he-roína. Había ganado Anslinger, el gallomás peleón.

Hoy en día, el bloque anticannábico semantiene atrincherado en la Junta Interna-cional de Fiscalización de Estupefacientes(JIFE), un feudo de viejas glorias prohibi-cionistas presidido por el incombustibleHamid Ghodse. La JIFE está formada en sumayoría por hombres que deciden de unamanera arbitraria, con escasos argumentoscientíficos y muchos intereses políticos,quienes cumplen las directrices marcadaspor el “club de los caballeros”.

Activismo cannábicoCasi al mismo tiempo que la inclusión delcannabis en la lista de sustancias prohibi-das surgían los esfuerzos por acabar con laprohibición desde la ciudadanía. En 1970la organización Norml era creada en Esta-dos Unidos para luchar por la despenaliza-ción de la marihuana.

Sin embargo, no será hasta 1998, conmotivo de la Sesión Especial de NacionesUnidas sobre Drogas, cuando se unan es-fuerzos a nivel internacional para abogarpor un cambio en la política de drogas. Eseaño se crea la Coalición Internacional porPolíticas Justas y Eficaces, formada pormás de 200 organizaciones y activistas detodo el mundo firmantes del manifiesto delmismo nombre.

La Coalición Internacional surgió a ini-ciativa de ENCOD, red europea fundada en1994 por un grupo de ong que trabajaban enel ámbito de las drogas y el desarrollo y li-derada desde entonces por el holandés JoepOomen. En el año 2000, tras una reñidaasamblea, se permitió el acceso a organiza-ciones de usuarios y usuarias de drogas,entre ellas las cannábicas. A medida que elnúmero de integrantes crecía, el enfoque dela red pasó de centrarse en sensibilizar sobre

Cannabis: prohibición, antiprohibicióny cambio de paradigma

Jonathan Ott

El virus legal: la enfermedad americana Diplomacia y prohibición

la situación de los países productores de dro-gas prohibidas a exigir reformas en las po-líticas de drogas europeas e internacionales.

En España, aunque la primera asociacióncannábica de que se tiene noticia fue laAsociación de Consumidores de Derivadosdel Cannabis, creada en Madrid en 1987, seconsidera que el movimiento asociativo depersonas usuarias de cannabis surge con elnacimiento de la Asociación Ramón Santosde Estudios del Cannabis (ARSEC) en Bar-celona, en 1991, la cual también lleva acabo el primer cultivo colectivo en España.

A raíz de la creación de ARSEC, apare-cieron en todo el territorio estatal un grannúmero de asociaciones con características,objetivos e, incluso en algunos casos, nom-bres similares: AMEC, SECA, ARSECA,etc. Salvo honrosas excepciones, como laARSECA con Fernanda de la Figuera,todas estaban presididas por hombres.

A partir de 1996, la ARSEC de Barce-lona propició una serie de encuentros deactivistas de diferentes puntos del ámbitoestatal, de los que surgió la idea de formaruna Coordinadora Estatal por la Norma-lización del Cannabis, que se materializófinalmente en la Federación de Asociacio-nes Cannábicas, creada en el 2003. Su pri-mera presidenta fue Fernanda de laFiguera, sustituida desde 2005 por MartínBarriuso.

La movilización cannábica surge en pa-ralelo con el inicio del movimiento antipro-hibicionista, a través de la PlataformaAlternativa sobre Drogas de 1989, inte-grada por jueces, policías, políticos, perio-distas, sindicalistas y líderes delmovimiento vecinal, a las que se unieronfiguras reconocidas del ámbito judicial yel Colegio de Abogados de Barcelona enpleno (J.C. Usó, op. cit., pág. 378; M. Ba-rriuso, “Propuesta de modelo legal para elcannabis en el Estado español”, en Eguz-kilore. Cuaderno del Instituto Vasco de Cri-minología, n.º 19, 2005, págs. 151-168).

En 1991, la Plataforma por la Legaliza-ción presentó un manifiesto suscrito porquinientos profesionales de la Salud, la Edu-cación, el Derecho y la Cultura de Euskadi.Un año después, el Grupo de Estudios dePolítica Criminal, formado por juristas deprestigio, publicaba “Propuesta alternativaa la actual política criminal sobre drogas”.

A partir de ahí, el surgimiento de revistascomo CÁÑAMO, la apertura de foros en inter-net como Cannabis Café y de grow shopscontribuyó a la formación de un entorno detolerancia hacia el uso del cannabis.

A pesar de su heterogeneidad, su falta derecursos y su escaso impacto social (M. Ba-rriuso, “Adiós al guetto: el discreto encantode la normalidad”, en Revista Española deDrogodependencias, vol. 30 (1-2), 2005,págs. 206-212), podemos afirmar que laspropuestas más transgresoras a nivel inter-nacional en el ámbito del cannabis surgendel activismo español con las plantaciones

colectivas primero y después con los clubessociales de cannabis (CSC).

Patrones comunesObviamente, las propuestas políticas prohi-bicionistas son muy diferentes a las del an-tiprohibicionismo cannábico. Se trata depropuestas muy sólidas, fundamentadastanto en datos científicos como en el cono-cimiento que dan la experiencia y la refle-xión. Dichos modelos de regulaciónrepresentan la solución a un siglo de viola-ciones a derechos humanos y civiles.

Sin embargo, aunque no nos gustaría vin-cular movimientos tan diversos como en-frentados, sí queremos anotar ciertospatrones que tienden a repetirse en ambosfenómenos:

● El culto a la personalidad de sus líde-res, generalmente hombres blancos de clasemedia;

● fuertes dificultades para la autocrítica(la disidencia está tácitamente prohibidatanto en unas filas como en otras);

● ciertos comportamientos autoritarios;● escasa utilización de metodologías

participativas en la elaboración de las pro-puestas;

● disputas internas, feudos de poder y di-ficultades para aunar esfuerzos;

● y, por supuesto, escasez de mujeres ensus filas.

Con el símil de la pelea de gallos quemencionábamos al principio de este artículoaludimos a determinados patrones patriar-cales de los que no nos escapamos las per-sonas involucradas, ni hombres ni mujeres.

El patriarcado es una forma de organiza-ción política, económica, religiosa y socialbasada en la idea de autoridad y liderazgodel varón, en la que se da el predominio delos hombres sobre las mujeres, el maridosobre la esposa, el padre sobre la madre ylos hijos e hijas, etc.

El patriarcado ha surgido de una toma depoder histórico por parte de los hombres,quienes se apropiaron de la sexualidad y re-producción de las mujeres y de su producto,los hijos e hijas, creando al mismo tiempoun orden simbólico a través de los mitos y lareligión que lo perpetuarían como única es-tructura posible.

No se pretende enfrentar a hombres conmujeres, de hecho, hay muchas mujeresque también han asumido patrones patriar-

cales. Se trata de que, en el entorno delmovimiento antiprohibicionista, nos pre-guntemos por qué no conseguimos avan-zar más en la consecución de nuestrasmetas. Llevamos cincuenta años inten-tando eliminar o modificar un documentode veintiocho páginas. Quizás es hora detransformar los caducos patrones quepesan en nuestra forma de entender y ac-tuar en el mundo y cambiar el paradigma.

¿Cómo cambiar?Abogando por valores y formas de hacervinculados tradicionalmente a lo femenino:trabajo en equipo; consenso en lugar de en-frentamiento; pensar y actuar en colectivoen lugar de por intereses individuales o par-tidarios; el cuidado de las personas que tra-bajan con nosotros; ampliar nuestro puntode mira a temas globales en lugar de que-darnos en nuestro ámbito local, etc.

Proponer un cambio de paradigma nosignifica reivindicar más poder para lasmujeres. No se trata de una lucha de poder.Se trata de trabajar juntos en condicionesde igualdad, basándonos en la armonía y noen la confrontación. Los hombres tambiénpueden adoptar estos patrones, de hecho,hay un amplio movimiento de hombres queapuestan por otras masculinidades. Pornuestra parte, seguiremos insistiendo en elcambio de modelos y en la construcción dealternativas desde el cambio personal y elcompromiso colectivo. Ahí queda el reto.

Podemos afirmar quelas propuestas mástransgresoras a nivelinternacional surgendel activismo españolcon las plantacionescolectivas primero ydespués con los clubessociales de cannabis

La prohibición de drogas comenzó formalmente el 15 demarzo de 1915 con la entrada en vigor de la Harrison Narco-tics Tax Act en Estados Unidos. Tenía como precursor por casiuna década la proscripción del licor de absenta (aguardientecon destilados ricos en tujona de ajenjo, Artemisia absinthium)en Francia, Suiza, Bélgica y después Estados Unidos. Sin em-bargo, ésta no se generalizó ni se extendió a abarcar otras dro-gas; tampoco perduró, excepto en Estados Unidos: la absentafue relegalizada en la Unión Europea (y así en Francia y Bél-gica) en 1996, mientras Suiza derrocó la prohibición de ab-senta en el 2002. La “ley Harrison”, en contraste, como elvirus legal patogénico que fue, se convirtió en la base de nues-tra actual prohibición mundial.

En su excelente libro The American Disease: Origins of Nar-cotic Control, el historiador de la Universidad de Yale David F.Musto analiza el peculiar matrimonio entre una corriente “pro-gresista” del partido republicano usano, con el incipiente im-perialismo yanqui durante las gestiones de los presidentes T.Roosevelt y W.H. Taft. La derrota de España en la guerra con-tra Estados Unidos sembró las semillas del imperialismo esta-dounidense, las mismas que se germinaron como la “leyHarrison” casi dos décadas después. La primera cosecha de la

nueva Farmacracia Imperial vino con el tratado de Versalles,armisticio que puso fin a la primera guerra mundial. A travésde la nueva Liga de Naciones incorporada al tratado, el viruscomenzó a infectar a otros países; sí, a contagiar al mundo en-tero con el virus, la plaga política de la“enfermedad americana”.

El control de los “narcóticos” se con-virtió en la obsesión de un oscuro mé-dico, Dr. Hamilton Wright, que habíaalcanzado cierta fama por “descubrir”que el beriberi fue una enfermedad in-fecciosa (ahora sabemos que no es así,sino un síndrome de la deficiencia de vi-tamina B1). Con un cargo en el Depart-ment of State, Wright convenció a sussuperiores para convocar una serie detres conferencias diplomáticas, ostensi-blemente para ayudar a China con su“problema del opio”, entendido comoconsecuencia del imperialismo farmaco-lógico de Gran Bretaña, entonces la pri-mera potencia mundial. En realidad, la

idea era congraciarse con China, con esperanzas de ganar en-trada a su inmenso mercado, y sobre la marcha estigmatizandoa los británicos. Izando la bandera de una cruzada moral, elplan era avanzar las pretensiones de Estados Unidos al pode-

río mundial, ejercitando los nuevosmúsculos imperiales en perjuicio deGran Bretaña.

Los británicos, por cierto, estabanmuy vulnerables en este punto, ha-biendo librado las guerras del opio paraobligar a China a aceptar opio (de sumonopolio colonial en la India) a cam-bio de tés y sedas, para así subsanar ungrave déficit comercial y fuga de plata.En servicio del imperialismo, Wrighthábilmente apropió elementos de la cru-zada antialcohol de los protestantesevangélicos, los mismos que comenza-ron a conseguir la prohibición local delalcohol a mediados del siglo XIX.Antes de concretar la prohibición nacio-nal del alcohol en 1918, habían logrado

prohibirlo en más de la mitad de los estados (junto con el ta-baco en algunos). Antes de Wright, estos fanáticos no presta-ron atención a los “narcóticos”, jamás vistos como unproblema importante. Wright logró canalizar parte del celo deaquellos cruzados al cauce internacional.

Estados Unidos se había convertido en potencia imperial tar-día, por haber arrebatado las Filipinas y Cuba al imperio espa-ñol. Hubo una gran población china en las Filipinas y EstadosUnidos heredó un monopolio nacional de opio. Decidieron

Muchos morfinistassustituyeronmorfinapor heroína, que notardó en convertirseen el opiáceo ilegalpor excelencia

Harry Anslinger (1892 –1975). Marcha de la Marihuana. Año 2009.

El eslogan Just say no (sólo di no) hasido utilizado durante décadas por lasinstituciones prohibicionistas.

Fumadero de opio en China.

Cartel de la campaña Libertad paraCultivar, por la despenalización de lastres plantas prohibidas, de ENCOD.

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Fuentes consultadasUniversity of Chicago Press, Londres, 1975.Bruun, K.; Pan, L. y Rexed, I.: The Gen-tlemen’s Club. International Control ofDrugs and Alcohol, The University ofChicago Press, Chicago, 1975, p. 196.

Usó, J.C.: Drogas y cultura de masas(España 1855-1995). Taurus, Madrid,1996, p. 304.

Usó, J.C.: op. cit., p. 378; Barriuso, M.:“Propuesta de modelo legal para el can-nabis en el Estado español”, Eguzkilore.Cuaderno del Instituto Vasco de Crimino-logía, n.º 19, 2005, pp. 151-168.

Barriuso, M.: “Adiós al guetto: el dis-creto encanto de la normalidad”, RevistaEspañola de drogodependencias, vol. 30(1-2), 2005, pp. 206-212.

Un análisis sobre el tema se puede en-contrar en Maira Vidal, A.: “Reflexiones deuna activista sobre la situación de la mujeren el movimiento del asociacionismo can-nabico,” presentada en el workshop Dife-rencias invisibles: género, drogas ypolíticas públicas. El enfoque de género enlas políticas europeas de drogas, Oñati, 12-13 de mayo 2011, de próxima publicación.

Reguant, D.: Explicación abreviada delpatriarcado, 2007, accesible enwww.proyectopatriarcado.com/docs/Sintesis-Patriarcado-es.pdf

Marín, I. La cultura "cannábica" enEspaña (1991-2007). Análisis socioantro-pológico de un nuevo tipo de movimientosocial, (Phd thesis), Universidad de Gra-

nada, Taurus, 2008.

50 años (1961-2011) 5extraprohibición

JoaquínSerra

Drogas y ¿revolución?

El derecho al propiocuerpo es abordadocomo falaz ilusión,como un equívoco dis-curso: “Tu cuerpo esdel capitalismo, que teobliga a currar cadadía, del Estado, que tecontrola a cada paso”

Los camellos que hagan lo que quieran,pero en las calles, porque “los centros sociales son de quienes trabajan en ellos”

hacer un ejemplo moral del asunto, así que suprimieron el ne-gocio del opio, y terminaron por prohibirlo. El obispo protes-tante W. Brent, funcionario de la administración colonial, fue elarquitecto de la campaña. De regreso a Estados Unidos, Brentse juntó con Wright en el intento de extender este control delopio a la arena internacional. Organizaron la primera conferen-cia internacional sobre opio en Shanghái en 1906: ambos re-presentaron a Estados Unidos como delegados. En Shangháisólo lograron sacar una tibia resolución, sin fuerza legal, de-nunciando el “problema del opio”. Naturalmente, Gran Bretañano participó en la faramalla. Peor todavía: países productorescomo Turquía señalaron el penoso hecho de que Estados Uni-dos mismo carecía de controles legales sobre el comercio delopio o de opiáceos como la codeína y la morfina.

Wright dirigió sus esfuerzos entonces al Congreso estadou-nidense, exigiendo controles sobre “narcóticos” bajo pretextode necesidad diplomática; “poniendo nuestra casa en orden”para apoyar la cruzada. Su primer intento, el Proyecto de LeyFoster, fracasó por la fuerte oposición de la American Phar-maceuticals Manufacturing Association (APMA). Wright re-dactó entonces otro proyecto con B. Harrison, diputadofederal de Nueva York. Por órdenes de sus superiores, Wrighttenía que negociar la previa aprobación del proyecto con laAMPA, y Harrison logró su aprobación el 15 de diciembre de1914, a tiempo para la tercera conferencia sobre opio en LaHaya. Irónicamente, Wright no asistió a esta conferencia, por-que se negó a firmar una promesa de “templanza” (de renun-ciar al alcohol), exigida por el entonces ministro de Exterior,William Jennings Bryan, hoy famoso por haber sido despuésel fiscal antievolución en el llamado “Scopes Monkey Trial”,el juicio a Scopes.

señalando la ignorancia farmacológica que ha caracterizado alos prohibicionistas, la ley no puso control alguno sobre la he-roína (diacetilmorfina), que permaneció en venta abierta comoanalgésico y antitusígeno. Muchos morfinistas sustituyeronmorfina por heroína, que no tardó en convertirse en el opiáceoilegal por excelencia. Tampoco tardaron los funcionarios en con-trolar la heroína y otros opioides artificiales. Por sorpresa de losmédicos y farmacéuticos, Tesorería asumió poderes policialesbajo la “ley Harrison”, y comenzó a tenderles trampas tipoagente encubierto. Por supuesto, hubo demandas y el Gobiernoperdió los primeros casos (U.S. vs Doremus y Webb et al. vsU.S.) al llegar a la Corte Suprema, que no reconoció poderespoliciales bajo la ley. Tras reforzar el estatuto con enmiendas, en1919 (U.S. vs Jin Fui Moy) la Corte Suprema avaló la “ley Ha-rrison” como una prohibición, con poderes policiales implíci-tos. En el mismo fallo decretó que el recetar opiáceos para“mantener” hábitos de “adictos” no constituía una buena prác-tica médica, presumiendo a una competencia inesperada en laciencia médica. Desde entonces, la prohibición de drogas hasido cada vez más la norma; se ha extendido al mundo entero yha abarcado a otras drogas como el cannabis, las anfetaminas,las benzodiacepinas, etc. Aunque en 1938 todavía se sirvierondel ardid fiscal para lograr prohibir la marihuana, ya en 1967no fue necesario, y sencillamente prohibieron cualesquiera dro-gas con la Comprehensive Drug Abuse Prevention and ControlAct, mediante cinco listas o schedules de drogas. Actualmente,basta con un simple trámite burocrático para prohibir cualquiersustancia nueva, como Estados Unidos hizo con la mdma en1985. La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacien-tes (JIFE) de la ONU ha adoptado un esquema parecido en susconvenios internacionales.

La Administración del presidente W. Wilson forzó a Alema-nia –entonces principal fabricante de morfina, heroína y co-caína– a aceptar la fiscalización de drogas en el tratado deVersalles, que incluyó la ratificación de la Convención de LaHaya sobre Narcóticos y la aceptación de la Liga de Naciones,precursora de la actual ONU, igualmente propulsora del con-trol internacional de drogas. Así de golpe se hizo casi univer-sal esta enfermedad americana de prohibición de drogas.Ahora cualquier país “responsable” tiene que adoptar las nor-mas de la ONU y la Organización Mundial de Salud parapoder entrar al club internacional. La ONU es el principal ges-tor de este aspecto del imperialismo yanqui, aunque EstadosUnidos no renuncia a guerras unilaterales contra las drogas,como la dispersión de herbicidas en Iberoamérica. Hoy en día,un candidato mexicano (del PRD izquierdista) y otro usano(republicano derechista) para las respectivas presidenciales deambos países en el 2012, ¡han propuesto una invasión militaryanqui para hacer frente al narcotráfico en México! La gue-rra contra las drogas, lejos de acercarse a su fin, ¡puede aúnescalarse más! Hay una ironía final en el contagio mundialpor este virus, que debe su diseminación inicial a los diplomá-ticos celosos de Estados Unidos. Cualquier propuesta de de-rrocar a la prohibición topa inmediatamente con un obstáculoapenas insuperable. Por haber firmado los tratados interna-cionales en materia de drogas, las mismas que están por en-cima de las leyes nacionales y de las mismas constitucionessoberanas, se dice que ningún país puede curarse unilateral-mente de la enfermedad americana. Antes ¡habría que renego-ciar todos estos cagados tratados internacionales! Estamosmuy lejos de los delirios religiosos e imperialistas del obispoBrent y del Dr. Wrig...

“La ideología dominante es la ideología dela clase dominante”, sostienen acertada-mente los marxistas. Es en virtud de dichodominio que gozan de gran difusión y pe-netración, aunque adoleciendo de una du-dosa eficacia, los mensajes cuya oposiciónal consumo de ciertas substancias se ali-nea con las doctrinas oficiales de la polí-tica mundial de guerra contra las drogas.

Por el mismo motivo, son poco conoci-dos otros enfoques críticos con el actualmodelo de consumo de drogas que proce-den de organizaciones o individuos queaspiran a la transformación del actual mo-delo social a través de posiciones revolu-cionarias, radicales, antisistema o comose desee etiquetarlas.

Ciertamente, entre esos sectores, noexiste unanimidad. No ya únicamente de-bido a divergencias entre los diferentes co-lectivos sino también por la diversidad deposturas o actitudes en el interior de losmismos. Así, una parte de sus miembrospuede seguir parámetros de consumo simi-lares a los de su entorno social, en tanto otrapuede criticar severamente ese modo de ac-tuar haciendo especialmente hincapié en lascontradicciones existentes entre la defensade un ideario transformador y la asunciónde unos modelos de ocio-consumo profun-damente capitalistas y deformadores.

¿Cómo avanzar así hacia un modelo devida más libre, justo y sano?, se planteanalgunas voces críticas. Enfoques en abso-luto baladíes, en cuyas premisas puedenencontrase, en ciertos casos, la defensa delos “discursos” despenalizadores y anti-prohibicionistas, además del reconoci-miento de las virtudes de determinadasdrogas “naturales”; si bien es cierto que,en otros, la línea que separa el prohibicio-nismo puro y las posiciones alternativasresulta tenue.

Los jóvenes alternativos, autónomos yanarquistas –plantean ciertos críticos– de-berían tener una visión contraria al mo-delo actual de consumo de drogas, visiónque, por otra parte, debería estar muy ale-jada de la que ofrecen los organismos ofi-ciales implicados en la materia. Más bien–afirman– debería basarse en el “bochor-noso espectáculo que ofrecemos durantelas noches de Malasaña, Lavapiés, etc.;espectáculo que tiende a prolongarse enlas fiestas y conciertos que se realizan enlos centros sociales okupados”.

Desde esta óptica, la droga es analizadaa través de la crudeza que impone su ca-rácter de mercancía, forma bajo la que sealeja del producto “medido y controlado”por sus usuarios y se ve sometida a lasleyes de la oferta y la demanda. La ofertaes controlada por brutales y poderosasmafias capitalistas, mientras la demandapermanece alejada del proceso de produc-ción de lo consumido y del conocimientoy control de sus efectos.

En estas leyes, en estos hechos, se fun-damenta el poder de la droga-mercancíasobre la vida de las personas. Drogas ypoder son complementarios, analizan. En-tendidas de este modo y en el actual con-texto, las drogas son “una de las caretasque nos ponemos para parecernos, deforma patética, al poder”. Desde la pers-pectiva de este análisis quedan desterra-dos el chamanismo, las drogas naturales,la tradición histórica y también Escoho-tado, que debe de estar asustado por loque está pasando.

El ocio, tal y como lo padecemos hoy,es calificado, dura y coherentemente,como “ocio a la carta”, como inacción queinduce a los individuos a olvidar que pue-den ser distintos, que pueden “divertirsede otro modo sin pasar por el embudo delas drogas”.

El derecho al propio cuerpo es abor-dado como falaz ilusión, como un equí-

La inquietud por las graves consecuencias derivadas del consumo in-adecuado, entre las clases populares, de alcohol, tabaco, crack, hero-ína y otras substancias es una constante en la historia de losmovimientos sociales.

voco discurso: “Tu cuerpo es del capita-lismo, que te obliga a currar cada día, delEstado, que te controla a cada paso”.

Por lo demás, los momentos y espaciosde libertad son muy reducidos y “si sonsecuestrados, por la droga mercancía re-galamos nuestra vida al consumo capita-lista”. Substituyendo vida por colocones–afirman– se destruye nuestra capacidadde diversión. Los tiempos de ocio perma-necen marcados por las substancias con-

sumidas: dos, ocho, doce horas… tiempo“preparado y etiquetado por el diseñadorde drogas y por los poderes del mercado”.

Envueltos en este entramado de contra-dicciones veremos cómo son pocos los ac-tivistas que dudan en boicotear marcasque explotan a los débiles, pero esa deter-minación parece no existir respecto a lasmafias del narcotráfico, que ejercen susalvaje brutalidad sobre la población in-defensa en México, Guatemala, Colom-bia… ¿Cuánta inconsistencia más vamosa tolerar a este respecto?, se preguntan.

En lo relativo a las relaciones persona-les, si lo esencial en la reunión no es laamistad, la afinidad, el pensamiento com-partido sino los efectos de la substanciaconsumida, ¿qué queda?: “pseudocomu-nidades de la separación perfecta, que re-producen a escala al capitalismoavanzado, en las que el nexo de unión esel factor de separación”, se responden.

Palabras, argot, lenguaje que, corres-pondientemente adaptado –“tirito”, “far-lopa”, “subidón”–, “es el lenguaje de dospijas del barrio de Salamanca para hablarde su ropa de marca”. Y sucede que “la in-capacidad de concebir el tiempo libre sindrogas es similar a la incapacidad de esaspijas para pasar una tarde sin salir de com-pras”. Así, puesto el nuevo vestido o metidala siguiente dosis, “quedamos poseídos por

su apariencia y cualidades”. La falsa sen-sación de clandestinidad de las drogas,pese a que cualquiera que observe a uncolocado percibirá lo evidente. Juegos in-fantiles de escondite en trastiendas y re-tretes pese a que muchos saben, sobretodo la policía, dónde se consumen dro-gas. Es el poder policial, saber y esperar elmomento oportuno: “entrar en algún cen-tro social cuando constituya una amenazapolítica inminente”.

Es la droga utilizada como instrumentorepresivo. Recordemos –advierten– la he-roína de los años ochenta y observemoslos modelos de consumo de drogas queaparecen actualmente en las zonas com-bativas: “Euskal Herria y el speed (sinto-mático), Vallekas (sospechoso)”.

Las drogas “son las formas más acabadasde control social”. Subvierten el sentido dela diversión (hacer cosas distintas), “substi-tuyéndolo por la repetición fácil y alienadade hacer siempre lo mismo”. El buen rollo,el colocón, esconde lo malo que la socie-dad impone y así “la derrota popular se fes-teja en cada día tirado a la basura y en cadadía trabajado para comprar mierda (…)como unos pijos de la diversión”.

Los camellos que hagan lo que quieran,pero en las calles, porque “los centros so-ciales son de quienes trabajan en ellos”.Es triste ver, lamentan, cómo esos espa-

cios liberados que constituyen las casasokupadas se asemejan a discotecas pijascon sus camellos pululando en busca declientes. “Vendéis mierda en los centrossociales y no sabéis ni lo que vendéis”…Os preocupa poco lo que suceda ma-ñana… Nadie es responsable en el mundode la mercancía.

Para los autores de estas críticas resultasospechoso el “espectacular” incrementoen el consumo de droga-mercancía entrelos jóvenes. La gravedad del problema–analizan– es proporcional al aumento deldesconocimiento sobre la misma, “ya nosólo en sus efectos psíquicos y físicos,sino también en nuestras actitudes y com-portamientos”… Y más allá, en la total ig-norancia sobre su composición.

Pasando a la acciónEn este contexto se celebraron en Valla-dolid, durante abril del 2010, las II Jorna-das Straight Edge, movimiento vinculadoa la música hardcore y opuesto de modomilitante al alcohol, las drogas y el ta-baco. El movimiento se autodefine, ade-más, como vegano y antisistema.

A lo largo de este tipo de eventos se re-alizan actividades deportivas, conferenciasy asambleas “en un marco de convivenciaque pretende ser sano, dinámico, radical ylimpio de alcohol, tabaco y drogas”.

Esta corriente pretende una respuesta al“aterrador” avance en el consumo de “al-cohol y drogas” en las sociedades contem-poráneas, fenómeno tras el que –afirman–están los aparatos estatales, especialmentepolicía y servicios secretos, los medios decomunicación, la “casta” intelectual, aca-démica y estetocrática.

En la opinión, al menos, de algunos delos miembros del movimiento, un sectorde gentes de ideario revolucionario ha ba-jado la guardia en estos temas y ha adop-tado una posición permisiva o indiferenteante “los narcóticos, el alcohol y los psi-cofármacos que la sanidad pública im-pone, particularmente, a las mujeres”.

Frente a ello sería necesario recuperarlas tradiciones del movimiento obrero es-pañol, especialmente hasta la guerra civil,tradiciones plasmadas en la resistencia atabaquismo y alcoholismo como las re-presentadas por numerosos obreros quehacían gala de ser abstemios y no fuma-dores, ya que analizaban que el alcoho-lismo era un arma del capital y el estado.

En la actualidad –sostienen– el alcoholy ciertas drogas –“el porro, sin ir máslejos”– han sido rodeados de una imagende falsa radicalidad cuyo consumo apa-renta ser transgresor y antisistema, asícomo facilitador de las relaciones inter-personales.

Esta idea –opinan– debe ser combatidapara lograr que esos productos aparezcancomo lo que realmente son: “armas delpoder constituido para degradar, embru-tecer, desorganizar y matar”.

Como aspecto innovador del StraightEdge, se presenta el fomento del vigor y es-fuerzo físico, que –entienden– rompe conel fatídico hábito de la pereza, la apatía y elapoltronamiento propio de la gente “depen-diente” de la marihuana y la cerveza, hábitocuya extensión compromete gravemente lasactividades emancipatorias.

Durante las citadas jornadas, Félix Ro-drigo Mora conferenció sobre el tema“Borracheras, no. Pasado, presente y fu-

turo de la alcoholización”. A lo largo de lacharla expuso que España permaneciólibre de alcoholismo de masas hasta1965-85, período en el que la acción con-junta del franquismo primero y posterior-mente de la dictadura parlamentariapropiciaron una rápida alcoholización dela población, que se convirtió en un “pa-voroso fenómeno de masas”.

Los peores años –analizó– fueron de1977 a 1985, años en los que la izquierdainstitucional, especialmente el PSOE perotambién Izquierda Unida, desarrollaronun plan para la alcoholización y la droga-dicción de las capas populares a imagende lo realizado –sostuvo– por los bolche-viques en la Unión Soviética.

El conferenciante enfatizó el papel ejer-cido por el alcalde de Madrid, EnriqueTierno Galván, con su muletilla ¡a colo-carse todos! y su política de subvencionesa gran número de tugurios dedicados alfomento del consumo de alcohol y drogasy de donde salió la movida madrileña ti-moneada por apologetas de las drogascomo Almodóvar y Almudena Grandes,entre otros. Así, en 1985, ya había sidocreada una sociedad en la que la embria-guez constituía un fenómeno de masas.

La idea de que el consumo de alcoholy/o drogas es inconformista o rebelde estildada de “majadería urdida por la con-tracultura de los años sesenta y setenta delsiglo XX”, tal y como hace evidente quehayan sido los diversos aparatos de domi-nación como la CIA y las diversas poli-cías quienes más hayan hecho porpopularizar los estupefacientes y ac-tuando la contracultura como agencia depropaganda (al menos en este aspecto).

En la disertación se denunció, también,el anticlericalismo burgués, que pretendetildar de moralismo e incluso de clerica-lismo la temperancia y la sobriedad. Parasu argumentación se citó, a título de ejem-plo, que, en el pasado, los mejores mili-tantes del movimiento obrero, muchos deellos irreligiosos o simplemente ateos, seopusieron al consumo de alcohol y tabaco.

“Sólo a causa de las drogas han muertoen España, en los últimos veinticincoaños, más personas que durante la guerracivil. Si la guerra fue una carnicería me-diante las armas, la alcoholización y ladrogadicción de masas es, así mismo, otracarnicería de significación política, pro-movida sobre todo desde la izquierda y elprogresismo.”

Para recoger algún otro ejemplo de lasdiversas posturas relativas al consumo desubstancias existentes en círculos radica-les, podemos citar la posición del PartidoObrero Socialista Internacionalista (POSI),de ideario trotskista, que en el momento defijar la posición de los revolucionariosfrente a las drogas afirma categóricamente:“Inscribimos en el programa de la IV Inter-nacional el combate contra la droga, su co-mercio y su legalización”. El POSI criticaduramente el posicionamiento de lo quellaman “sectores de la izquierda moderna”,consistente en considerar que la mayoríade los problemas relacionados con las dro-gas proviene del carácter ilegal de las mis-mas y que, por tanto, deberían legalizarseel cannabis y otras drogas blandas, asícomo permitir el uso controlado de lasdemás drogas.

El lector determinará su mayor o menoradscripción a las diferentes posturas.

Fuentes consultadas

“Drogas autónomas”, folleto; no figu-ran editor ni fecha de publicación.

“Ocio, drogas e izquierda transforma-dora”, de Sergio Almisas, en Kaos en laRed, 20 de agosto de 2009.

“Contra el alcoholismo y la drogadic-ción de masas”, de Félix Rodrigo Mora,en Periódico CNT, 8 de mayo de 2011.

“La revolución proletaria y la cuestiónde las drogas”, folleto editado por el Par-tido Obrero Socialista Internacionalista(sección de la IV Internacional).

Birmania.

La “ley Harrison” no prohibió los narcóticos y nada decíasobre poderes policiales. Era una norma de control fiscal, degravar impuestos sobre el comercio de “narcóticos”, adminis-trado por Tesorería. Los médicos y farmacéuticos precisaban deuna licencia (U$1,00 por año) para poder recetar y dispensar lasdrogas incluidas en la ley: opio y sus alcaloides codeína y mor-fina, y cocaína (alcaloide estimulante y nada narcótico de lashojas de coca); también había que comprar sellos de impuestospara poder comerciar estas drogas al por mayor. Increíblemente,

6 extraprohibición 50 años (1961-2011)

Juan CarlosUsó

Eugenesia, regeneracionismo y presión mediática en los orígenes del prohibicionismoen España (1915-1917)

A menudo, cuando se menciona la génesis del prohibicionismo enEspaña, se explica en función de la política prohibicionista en mate-ria de drogas adoptada y promovida por Estados Unidos ante la co-munidad internacional. Una política que ya se mostró tímidamente enla Conferencia de Shanghái de 1909 y que se manifestó abiertamentea partir de la Conferencia de La Haya de 1912. En este ejercicio demimetización, algunos autores advierten no tanto una claudicaciónante los supuestos intereses y las previsibles presiones de la ya enton-ces primera potencia mundial, como una vinculación libre de todainjerencia con una opción que a principios del siglo XX era con-templada como una política social moderna y modélica.

Por otra parte, así como la llamada “cultura de las drogas” suelerelacionarse con una ideología confusamente contestataria, cuandono decididamente izquierdista, también está muy extendida la ideade que esa política moderna y modélica, que comenzó con la sim-ple restricción y acabó en la prohibición de todas las drogas con-sideradas eufóricas, fue introducida por grupos de presiónsimilares al Prohibition Party estadounidense y, en definitiva, porgobiernos conservadores. Es decir, que la lógica prohibicionistaestuvo inicialmente promovida y orquestada por líderes de los mo-vimientos en favor de la templanza y otros empresarios morales li-gados al más rancio puritanismo anglosajón. En resumen, querespondió a una ideología claramente de derechas, en que se com-binaba la mojigatería piadosa con fuertes dosis de prejuicios ra-cistas, xenófobos y de género.

Si tomamos como punto de partida la primera norma adoptadaen España para controlar el empleo de drogas al margen de usos te-rapéuticos convencionales, fácilmente podemos llegar a la conclu-sión de que las dos ideas expuestasse ajustan a la realidad. Nosreferimos a la Real Orden Circular del Ministerio de la Goberna-ción, publicada en la Gaceta de Madrid –precedente inmediato delBoletín Oficial del Estado– el 1 de marzo de 1918, en la cual el Go-bierno español mostraba preocupaciones eugenésicas por “el vigorde la raza” ante el incremento del consumo de “la cocaína y sus de-rivados, el opio y sus alcaloides, singularmente la morfina, el éter,el cloral y otros narcóticos y anestesiantes análogos”, y pretendíafrenar su avance “no sólo en boticas y droguerías, sino en cafés, ca-sinos, bares y otros centros de recreo”.

Hablamos de una acción gubernativa del ejecutivo presididopor Manuel García Prieto, del Partido Liberal Demócrata, moti-vada –según se manifestaba en el preámbulo a la parte propiamentedispositiva de la Real orden– por la alarma desatada entre las “gen-tes sensatas” y las “Autoridades sanitarias” ante los consumos dedrogas tenidos por indecorosos. En en dicho preámbulo también seinvocaba la citada Conferencia Internacional de La Haya, cuyoConvenio había sido suscrito hacía poco por España.Hasta aquí todo parece reforzar las dos ideas que hemos prometidorebatir o, como mínimo, situar en su justo término. Pero tras haberinvestigado y estudiado durante años el caso español a partir defuentes primarias, podemos afirmar que se trata de dos mitos es-trechamente relacionados, que efectivamente convendría despejaro, al menos, matizar.

Por mucho que el Gobierno español de 1918 se empeñara en afir-mar que actuaba impulsado por la opinión alarmada de la gente deorden y de los responsables de la salud pública, e invocara los acuer-dos suscritos de la Conferencia de la Haya, lo cierto es que la prensade masas tenía ya tanto peso específico que cuesta creer que laadopción de la primera medida restrictiva en materia de drogas nohubiera estado influida por la presión del llamado cuarto poder.En nuestra primera aproximación al origen y desarrollo del lla-mado problema de las drogas en España, ya destacamos el papeldesempeñado por el diario Las Provincias en su campaña contrael consumo de cocaína y morfina en los cabarets y music halls dela ciudad de València. Pero la campaña del diario conservador va-lenciano tuvo lugar el julio de 1921, es decir, tres años después deque hubiera sido promulgada la citada Real orden circular.En otro orden de cosas, es cierto que en la España de finales delsiglo XIX ya había tenido lugar una intervención del fiscal del Tri-bunal Supremo contra la “relajación de las costumbres” mediante“lecturas o imágenes lascivas” atendiendo a las “reiteradas excita-ciones” de las jerarquías eclesiásticas y los sectores católicos másintransigentes de la sociedad. Esta lucha contra la pornografía pro-siguió durante el primer tercio del siglo XX, interrelacionándosecon la cruzada contra la prostitución, la lucha contra la blasfemia,los intentos por combatir el alcoholismo y otras iniciativas equiva-lentes, todas ellas en el marco de un Estado monárquico, católico,apostólico y romano, que tenía asumida como una de sus princi-pales funciones la “conservación de la moralidad pública”. Sin em-bargo, el detonante del prohibicionismo español en materia dedrogas no se encuentra en las presiones ejercidas por la Liga An-tialcohólica Española (1910-1915) y demás colectivos afines, sinoque hay que buscarlo en dos campañas de prensa que tuvieroncomo escenario la ciudad de Barcelona mientras en Europa se di-rimía la primera guerra mundial, así como en cierto espíritu rege-neracionista de signo obrero que bien pudo alimentarlas.

La campaña de Mateo Santos en el diario Germinal (1915)Entre los estudiosos del tema parece haber un acuerdo generali-zado en admitir que la bohemia –la romántica, la simbolista, lamitificada por Henri Murger– entrañó una especie de protesta

social que se manifestó en el alejamiento de la lógica filistea deltrabajo y en una inclinación acusada por la vida artística y lite-raria. A estas dos características principales –vagancia y aficióndesmedida por el arte y la literatura– habría que agregar otrorasgo distintivo: la ebriedad.

En vísperas de la primera guerra mundial, la bohemia barce-lonesa encontró cobijo en el Bar del Centro, donde pudo darrienda suelta a todas sus excentricidades. Existía, sin embargo,la percepción entre los propios bohemios barceloneses de queaquella proliferación de actitudes a imitación directa de las ex-periencias vividas en París y en Madrid no era más que unaaventura pasajera de juventud. Uno de los clientes bohemios deaquel bar declaró a un periódico local que en la Barcelona mer-cantil y mesocrática no era posible la bohemia porque “en estatierra –para dolor de bohemios y soñadores– los dioses hanaprendido oficios para mantenerse”. Y el escritor Luis Capde-vila, quizá el más bohemio de todos ellos, reconoció a propósitode su atuendo que todo aquello del “chambergo, la capa corcu-sida, las melenas, los andrajos y la pipa son tópicos de la litera-tura, que han pasado ya de moda”.

En suma, aquella bohemia barcelonesa de principios del sigloXX, como constata el investigador Just Arévalo i Cortès, notardó en claudicar y profesionalizarse con los primeros éxitoscosechados, insertándose en la incipiente cultura de masas comoproletariado artístico-literario. Efectivamente, los integrantes deaquel grupo, que comenzó siendo radical y marginal, acabaríanlabrándose un nombre y haciéndose un espacio propio, unosdentro del periodismo informativo, humorístico, satírico y hastagalante, otros en la escena teatral y unos cuantos en el ámbito dela militancia política.

Es en ese contexto donde debe entenderse la campaña desatadaen 1915 por el periodista Mateo Santos contra el uso y venta dedrogas bajo el título genérico “Los que envenenan”, compuestapor un total de seis artículos aparecidos entre el 3 y el 11 de no-viembre. El rotativo que apoyó con su publicación esta iniciativafue el “diario radical” Germinal, del que era redactor-jefe Emi-liano Iglesias, veterano político republicano conocido en ambien-tes marginales por su sensibilidad hacia los presos políticos y sugenerosidad con los necesitados.

En principio, las tribulaciones de Santos no parecían centrarsetanto en la salud de los “pobres borrachos de ideal”, que se en-tregaban al “vicio de las drogas infernales”, como en aquella“pose” bohemia que los llevaba a imitar a supuestos “espíritus se-lectos”. El periodista acusaba directamente la nefasta influencialiteraria ejercida por Verlaine, Baudelaire, Murger, Carrere,Hoyos y Vinent, Gómez Carrillo, Dicenta y Bonafoux, y, aunqueno daba el nombre de ninguno de sus “imitadores” barceloneses,cualquier lector del momento podía adivinar que se estaba refi-riendo a personajes muy populares como el citado Capdevila y,especialmente, al poeta y periodista Platón Peig, a quienes sinduda el autor de la campaña conocía muy de cerca. De hecho,unos meses más tarde los tres coincidirían en la redacción delperiódico Los Miserables, que comenzó a publicarse como “ecode los que sufren hambre y sed de justicia”.

Santos tampoco nombraba el bar de las Ramblas, en cuyo“cuarto aislado” se encontraba “envuelto entre las sombras... unamigo nuestro, mordido por la cocaína”, pero no es difícil dedu-cir que se refería a Au Cabaret du Tango, que se inauguró en el só-tano del Bar del Centro, como símbolo de identidad exclusivo delgrupo de la bohemia barcelonesa, y fre-cuentado también por el propio Santos.Igualmente, el periodista radical amena-zaba con dar los nombres de “hasta mediadocena de farmacias” que expendían sus-tancias como “morfina, éter, hachís, opio ycocaína”, para que las autoridades compe-tentes tomaran cartas en el asunto, pero enningún momento llegó a cumplir su bra-vata. En realidad hubiera dado lo mismo,pues las drogas que mencionaba Santospor esas fechas todavía se vendían libre-mente en todas las farmacias españolas.

Por lo demás, Santos confesaba habercometido “el pecado de adquirir un gramode cocaína para experimentar los efectosdel veneno atrayente y mortal”, aunque detodos los efectos que describía únicamentela referencia a la locuacidad y a la sacudidade sus nervios se correspondían con laspropiedades del alcaloide el periodista, ajuzgar por sus palabras, no demostraba poseer grandes conoci-mientos farmacológicos:

Todas estas drogas a que nos venimos refiriendo surten iguales o muy pa-recidos efectos... puede decirse de ellas en general que transportan a unmundo irreal, en el que se presenta un desfile fantástico de hadas bienhe-choras que nimban con una luz extraña las imágenes. También tienen lapropiedad de desarrollar las facultades mentales de un modo extraordina-rio, insensibilizando el cuerpo o, si bien, dotar a la carne de una lujuriadesenfrenada.

En realidad, lo que Mateo Santos recriminaba era que algunaspersonas, bajo el efecto de los tóxicos, pudieran exiliarse lejos dela realidad objetiva, alejarse de la comunidad real y efectiva, esdecir, evadirse hacia un mundo de simulacro y ficción. Al aficio-nado a los paraísos artificiales no le reprochaba el goce mismo,por sí mismo, sino un placer que consideraba inherente a expe-riencias carentes de verdad, ya que el toxicómano en cuanto tal noproducía ninguna obra verdadera o real, sino simple imitación o si-mulación.

A simple vista, cualquiera podría sospechar, tras el afán deMateo Santos, un trasfondo de envidia personal mal disimulada. Yciertamente no cuesta demasiado imaginar a un escritor mediocre,con veleidades literarias, denostando a reconocidas figuras de la li-teratura, pero a la vez fascinado por esos ilustres “bohemios deverdad”, sabedor de que se encontraba en un plano diferente, con-denado a escribir en periódicos marginales y molesto y celoso a lavez por culpa de esos exaltados de la pluma que tenían la audaciade imitarlos, seguramente con mayor fortuna y éxito que él. Deahí que su deseo de “higienizar los espíritus y sanear los cerebros”,

más que responder a una aspiración personal de evitar que Barce-lona pareciera “una ciudad de locos”, tuviera que ver con una es-pecie de anhelo gremial, traducible en la erradicación de “ese viciodesenfrenado y criminal ”, y todo ello para acabar con tanta “po-dredumbre y miseria intelectual” entre aquellos “bohemios dementirijillas” que parecían “empeñados en comprar la felicidadpor gramos, como si la felicidad fuese cosa de farmacia”.

Pero tras la “seca y noble figura de pensador a la colosal” quedistinguía a Mateo Santos, se escondía un personaje que destacabaentre sus coetáneos por su ideología “digna siempre del mayor en-comio” y las energías gastadas en “la lucha continua en pro delideal y la belleza”, según observaciones realizadas por Lope F.Martínez de Ribera. De hecho, años más tarde sería el propio Pla-tón Peig quien lanzaría la idea de rendirle homenaje, una idea queapoyaría incondicionalmente Ángel Samblancat, otro ilustre ex bo-hemio y ex parroquiano del Bar del Centro.

Todos estos datos, más su trayectoria posterior (hacia mediadosde los años veinte, tras publicar una novela titulada Los héroes delsiglo XX, en la que satirizaba el culto y la pasión que boxeadoresy futbolistas comenzaban a despertar entre las masas, Mateo San-tos orientó su vocación hacia el mundo del cine. Se dedicó a la crí-tica cinematográfica y dirigió la revista Popular Film entre 1926y 1935. Comprometido con la causa de la República, y especial-mente vinculado al movimiento anarquista, nada más estallar laguerra civil realizó el documental Movimiento revolucionario enBarcelona, que luego sería utilizado por los franquistas como con-tra propaganda. En 1936 todavía rodó un documental más: Barce-lona trabaja para el frente. Al año siguiente dirigió otrodocumental de propaganda titulado Forjando la victoria. Esemismo año la Consejería de Información y Propaganda del Con-sejo de Aragón le publicó Un ensayo sobre teatro experimental.Ya en el exilio verían la luz otros dos libros suyos: Images del’Espagne franquiste y En torno a Cervantes. Elogio de la mujermanchega por Antonio Machado), nos inducen a pensar que lacampaña de Santos respondió a una iniciativa exclusivamente per-sonal. No podemos decir, en este sentido, que política e ideologi-camente se moviera en el mismo terreno que los Charles H. Brent,

Hamilton Wright, Charles C. Tenney, Wil-bur F. Crofts y demás próceres morales es-tadounidenses de la prohibición, ya queSantos no era un personaje de derechas, nimucho menos conservador, sino que másbien obedecía al perfil del santo varónanarquista con vocación de apostolado, porlo demás tan corriente en la época. No losabemos con seguridad, pero suponemosque Santos debía ser ateo, lo cual tambiénlo alejaba de los citados líderes puritanos.Otra cosa es que compartiera con los pro-hibicionistas estadounidenses la misma pa-sión por imponer sus convicciones al restode la humanidad. De hecho, imaginamos aMateo Santos como un personaje sobrio yvirtuoso hasta el ascetismo, de aquellosque consideraban la ebriedad –especial-mente si se alcanzaba con vehículos distin-tos del alcohol– como contraria a lacordura y la sensatez, es decir, como algototalmente opuesto a las exigencias críti-

cas de la razón. Más que una persona austera, pensamos en San-tos como un auténtico fetichista de la privación, tan empeñado ensustraer a sus compañeros de fatigas literarias del influjo de losparaísos artificiales, que hasta era capaz de olvidar su radicalismo–cada vez más decantado hacia una ideología decididamente anar-quista– e incurrir en la contradicción de apelar a la intervención enel asunto de las autoridades.

En su momento, la campaña del periodista radical debió pasarbastante desapercibida en una ciudad cuyo paisaje urbano estabasometido a constantes y profundas transformaciones desde que es-tallara la primera guerra mundial y el Gobierno español se hubieradeclarado neutral ante el conflicto. Relativamente alejada de losservicios centrales de información y vigilancia, la Ciudad Condalse había visto inundada en poco tiempo por una verdadera avalan-cha humana: repatriados, refugiados, prófugos, desertores, perso-nal diplomático, espías, saboteadores, aventureros, prostitutas,proxenetas, matones, tahúres y jugadores de ventaja, contraban-distas, delincuentes, bellezas profesionales, pitonisas y echadorasde cartas, nigromantes, corresponsales de prensa y toda suerte debuscavidas de las más variadas nacionalidades, que la habían con-vertido en una urbe de casi 700.000 habitantes. El comercio y lafloreciente industria local abastecían a los países beligerantes detodo aquello que requerían y la actividad portuaria era frenética. Ylos negocios fabulosos, reales e imaginarios, se sucedían a ritmovertiginoso, tanto de día como de noche. De hecho, los más ven-tajosos tenían lugar al socaire de la noche, en esas noches que ma-ravillaban a propios y extraños y que estaban encumbrando a unanueva estirpe social: los nuevos ricos. Se vivía en una incesante

explosión de júbilo y entusiasmo, y los pequeños matices provin-cianos, aun bien visibles para el forastero poco tiempo atrás, seiban quedando difuminados a pasos agigantados. No pocos lamen-taban que el proverbial afán de ahorro catalán hubiera sido des-plazado por una fiebre del lucro de aires mundanos. Y aunque notodos fueran plenamente conscientes de los entresijos y cambiosque se operaban en el escenario urbano, cualquiera podía percibirque Barcelona era entonces una ciudad engrandecida, congestio-nada de riqueza y henchida en deseos, donde la campaña higié-nico-literaria de Mateo Santos no debió concitar muchasadhesiones. De hecho, el periodista llegó a mostrarse completa-mente frustrado, y hasta cierto punto resentido, por lo que consi-deraba una imperdonable falta de reacción por parte de lasautoridades gubernativas ante su denuncia, y no quiso dar por con-cluida su campaña sin antes verter algunas insinuaciones políticascontra la Lliga Regionalista, que no venían a cuento.

Con todo, hay que decir en favor de Mateo Santos que parte desu discurso no tardaría en adquirir rango científico al diagnosticarel psiquiatra César Juarros Ortega “alguna razón de contagio, imi-tación o sugestión” en muchos toxicómanos, en lo que podría con-siderarse como una interpretación de la evolución cultural enclaves de evolución biológica. Otros médicos certificarían poste-riormente en la prensa la influencia de la “imitación” y el “conta-gio del ejemplo” como factores decisivos en la extensión de latoxicomanía, sin tener en cuenta que la aceptación de cualquiermoda o modelo cultural implica la mayoría de las veces una refle-xión, un cálculo y, en definitiva, una toma de decisión.

Eugenesia, regeneracionismo y conspiranoia en la revista Helios (1916)En su cruzada particular “contra los principales vicios que aque-jan a los trabajadores”, la revista vegetariano-naturista Helios, quese editó ininterrumpidamente desde 1916 hasta 1939 en la ciudadde València, en uno de sus primeros números, publicó un artículotitulado “Un noble aspiración”, en el que se transcribía un dicta-men aprobado por unanimidad en una sesión del I CongresoObrero Local, celebrado hacía poco en Gijón. En dicha ponenciadictaminadora se denunciaba “la ola creciente de perversión moralque amenaza a la sociedad contemporánea” y cuya consecuenciaera “el naufragio de todas las ideas libertadoras por atrofia de lossentimientos de la mente y de la voluntad”. Y, curiosamente, tam-bién se expresaban una preocupación por todo aquello que “dege-nera la raza”, preocupación eugenésica que como hemos visto eracompartida por el Gobierno del liberal demócrata García Prieto.Desde luego, la idea expresada por los ponentes, y recogida porHelios, dice mucho de la naturaleza de la formación regeneracio-nista del movimiento obrero, que ya se vislumbraba, por ejemplo,en La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), el primerlibro de Engels, que escribió antes de conocer a Marx, y en el quedejó plasmadas sus observaciones sobre la lacra del alcoholismoy la costumbre extendida de dar opio a los niños. Sin embargo, loque más llama la atención en el caso de los autores del dictamenpresentado en el congreso obrero gijonés, cuya identidad no reve-laba la revista Helios, es que se expresaban como auténticos pio-neros de la teoría conspirativa, que implica la utilización políticade drogas por parte del Estado con fines contrarrevolucionarios.Así, tras “la ola creciente de perversión moral”, denunciaban laexistencia de una mano negra:

Agentes ocultos que laboran deliberadamente, recurriendo a las más re-finadas creaciones de la imaginación, para atraer el corazón de los hom-bres, encanallar los espíritus y las conciencias e infiltrar lentamente en lasgentes aquellos venenos del alma que adormecen la sensibilidad y van

lentamente destrozando los caracteres más fuertes.

Hablaban de los “muchos” datos –aunque no desvelaban nin-guno– que permitían creer “sin riesgo a error” en la existencia de“toda una vasta conspiración con fines liberticidas, organizadadiestramente por los autores de conservación social”.

Para los ponentes en el congreso obrero, a los conspiradores–aunque tampoco daban nombres– había que buscarlos entre losdefensores del clericalismo y del capitalismo y entre los adictosa los “debilitados e inseguros” principios autoritarios y religio-sos, es decir, entre los “hombres representativos” del orden socialvigente, que había sido puesto en jaque por “las doctrinas socia-listas”. Y los “venenos del alma” estigmatizados no eran otrosque “todos los narcóticos y estimulantes más o menos activos”.Todavía no mencionaban la heroína, que llevaba pocos años enel mercado, pero ya destacaban la morfina, curiosamente juntoal alcohol y el tabaco.

Finalmente, en el dictamen aprobado se proponía la creación deuna Liga Popular para la Cultura Moral y Física, una asociaciónque, a juicio de sus valedores, podía y debía “agrupar lo más se-lecto del proletariado y de los hombres libres”. Ignoramos si dichainiciativa llegó a materializarse, pero en cualquier caso podemosasegurar que no se trataba de una propuesta conservadora, ni de de-rechas, ni instigada por Estados Unidos, aunque también es verdadque tuvo poca _por no decir ninguna_ repercusión de cara a la

En todos los hechos descritos, que tuvieronlugar entre 1915 y 1917,no se detecta ningúntipo de influencia esta-dounidense, como tam-poco puede decirse queestuvieran inspiradospor ideologías de signoconservador, sino todo locontrario

Anuncio de pastillas Crespo en La Vanguardia.

Revista Helios nº 238. Valencia 1936. Inhalando cocaína

50 años (1961-2011) 7extraprohibición

adopción, por parte de España, de una política restrictiva en mate-ria de drogas, encaminada directamente hacia la prohibición.

En cierto modo, podemos considerar que Mateo Santos partici-paba en buena medida de ese espíritu regeneracionista que ani-daba en la naturaleza del movimiento obrero. Un espíritu al quetampoco fue ajeno el autor de la segunda campaña de prensa, sibien su esfuerzo más bien estuvo condicionado por el oportunismo.

La campaña de Fray Gerundio en el diario El Diluvio (1917)Recién abortada la huelga revolucionaria de 1917 y a punto decumplirse dos años de la campaña de prensa llevada a cabo porMateo Santos en Germinal, un colega de profesiónque firmabasus artículos con el seudónimo de Fray Gerundio retomó el temadesde las páginas del diario El Diluvio, centrándolo en el comer-cio y consumo de cocaína.

Propiedad de la familia Lasarte, el rotativo El Diluvio era el de-cano de los periódicos republicanos barceloneses, aunque nuncahabía estado vinculado a ninguna de las facciones en que se habíaescindido el republicanismo (posibilistas, progresistas, federales), nihabía reconocido a ninguno de sus jefes. De pequeño formato, com-pensado con un mayor número de páginas, era un diario anárquico,pintoresco y burdamente anticlerical, que reunía en su redacción aun buen número de curas, frailes y seminaristas rebotados. Solíapublicar buena parte de las muchas notas, sueltos y artículos que lle-vaban a su redacción todos los que querían manifestar su opinión oprotestar contra alguna injusticia, lo que le confería una gran popu-laridad. Con una tirada de entre 15.000 y 17.000 ejemplares, era eldiario que se leía en las tabernas, en las barberías, en los limpiabo-tas, en los tranvías... por funcionarios municipales, pequeños tende-ros, dependientes de comercio, obreros, etcétera.

La nueva campaña auspiciada por El Diluvio estuvo precedidapor dos noticias breves que venían a preparar y abonar el terreno.La primera, fechada en Cádiz a principios de agosto de 1917 y ti-tulada lacónicamente “Suicidio”, decía así:

A bordo del trasatlántico Infanta Isabel de Borbón se ha suicidado el pa-sajero Martín Brasca Mónaco, artista de varietés, que residía habitual-mente en Barcelona. Según parece, sufrió un ataque de locura e ingirió

tres gramos de cocaína, que le ocasionaron la muerte.

La segunda, se publicó justo el día antes de que apareciera el pri-mer artículo de Fray Gerundio y bajo el escueto encabezamiento“La cocaína”, daba cuenta de un suceso acaecido en San Sebastián:

En un cabaret de recreo entró esta mañana el conde de Villanueva deSoto, de veinte años de edad, que una hora después marchó a su domici-lio en un coche. Al abrirle la puerta, el cochero observó que no hablaba,y llevado a una Casa de Socorro le apreciaron los médicos una graví-sima intoxicación de cocaína. Interrogado el mozo que le había servidoen el cabaret, dijo que había visto al conde tomar ciertos polvos diluidos

en agua. Se le trasladó en grave estado a su domicilio.

Al día siguientede ver la luz esta breve noticia Albino Juste Gar-cía –nombre de pila de Fray Gerundio– denunció en El Diluviola “impunidad” con que se vendían la cocaína y otras drogas,“hasta a los niños”, según remarcaba el propio periodista, y ame-nazaba a los “comerciantes sin conciencia que se están enrique-ciendo” a costa de los “infelices” cocainómanos con toda una“campaña de prensa” similar a las que ya había llevado a cabocontra las “adivinadoras falsas”, las “nigrománticas estafadoras”,los “curanderos envenenadores” y los “fabricantes de abortivos”desde ese mismo rotativo.

Para dar mayor consistencia y realce a su denuncia, transcribíaíntegramente el contenido de una carta que supuestamente lehabía remitido “un cocainómano” anónimo. En ella se asegurabaque sólo en la Ciudad Condal había hasta “¡6.500! cocainóma-nos”, que habían “enterrado su voluntad” y se estaban “matandolentamente”, completamente “dominados por la cocaína”. Deello culpaba directamente al “abuso de los farmacéuticos de Bar-celona”, quienes expendían, “sin previa receta facultativa, esesublime veneno a toda persona que desee comprarlo”. El anó-nimo denunciante llegaba a dar el nombre de una farmacia: “laCruz Roja, calle de Escudillers, 75, es-quina a Condesa de Sobradiel, 2”, y pro-metía facilitar “detallada relación de lasfarmacias en que mayor negocio se hace,no sólo ya con la cocaína, sino tambiéncon la morfina y el éter”. Lo que sí ofrecíael autor de la denuncia era una selecta re-lación de algunos cocainómanos por él co-nocidos: “Un banquero. Dos socios delLiceo. Un coronel del ejército. Seis frailes.Tres jesuitas. Dos concejales. Un diputadoprovincial. Ocho o diez periodistas. Dosseñoritas de la aristocracia, muy conocidasen Barcelona por sus riquezas y elegancia.La superiora de un popular convento. Undelegado de policía. Varios empleados delramo del impuesto de Consumos. Un céle-bre pintor, que no es catalán. Un crupiery... Un capitán de barco”.

Fray Gerundio, bien por ignorancia bien maliciosamente, con-fundía a los lectores al asegurar que la venta de drogas estaba “ri-gurosamente prohibida”. En realidad, los profesionales autorizadospara su venta al público, es decir, al por menor, eran los farmacéu-ticos. La venta al por mayor era competencia de drogueros y otrosmayoristas. Y seguramente no sólo se vendía cocaína en la CruzRoja, de la calle Escudillers, sino en todas las farmacias de Barce-lona, aunque cuesta creer que alguien vendiera el producto a me-nores, como aseguraba el periodista. Si el usuario presentaba unareceta médica, el boticario no podía poner ninguna objeción. Porlo demás, las Ordenanzas de Farmacia de 1860 establecían que lostitulares sólo estaban autorizados a despachar “sin receta del facul-tativo” los medicamentos “de uso común en la medicina domés-tica” y aquellos que solían “prescribir verbalmente los mismosfacultativos médicos, cirujanos o veterinarios”.

¿Quién podía negar a esas alturas el carácter “doméstico” de lacocaína y otras drogas, presentes en pastillas para la garganta, jara-bes para la tos y demás especialidades farmacéuticas? ¿Qué podíahacer un farmacéutico si un cliente le exigía sin receta morfina parapaliar un dolor producido por piedras en la vesícula o cocaína paracalmar un dolor de muelas? Ciertamente, los farmacéuticos no po-dían despachar fármacos de “virtud heroica”, ni siquiera con la co-rrespondiente receta médica, “en dosis extraordinarias sin consultarantes con el facultativo que suscriba la receta y exigir la ratificaciónde ésta”. Éste era un precepto que, antes de las Ordenanzas de Far-macia, ya venía impuesto por la Ley Orgánica de Sanidad de 1855.Sin embargo, la cantidad estimada en cada caso como “dosis ex-traordinaria” quedaba a criterio de cada farmacéutico. Y, aun te-niendo en cuenta lo que fijaban las farmacopeas y formularios, y loque la práctica prudente aconseja, podían interpretar esas “dosisextraordinarias” dentro de unos márgenes muy amplios. Obvia-

mente, no existía ninguna restricción sobre lo que podríamos con-siderar dosis ordinarias. Las Ordenanzas de Farmacia también obli-gaban a los titulares a archivar las recetas y llevar al día con ellas unlibro de registro, que siempre debía estar dispuesto a requerimientode la autoridad competente, es decir, a disposición de inspectores ysubinspectores de Sanidad. Pero, ¿quién podía dedicarse en tiem-pos tan turbulentos a pedir recetas? A la Sanidad todavía le faltabamucho para estar subsidiada por el Estado, y los enfermos menes-terosos, bastante tenían con costearse las medicinas, para tener quepagar a un médico que les extendiera la receta previa. Y luego es-taba la competencia, más o menos desleal, que ejercían otros co-mercios y establecimientos. Si los boticarios hubieran sido muypuntillosos en la exigencia de recetas para despachar drogas a susclientes, éstos se habrían puesto a recorrer droguerías, y hasta co-mercios de especias, abacerías, coloniales y ultramarinos, dondecualquier vendedor sin conocimientos farmacológicos se las habríaproporcionado sin ningún tipo de garantía.

En una nueva entrega, Fray Gerundio apelaba a “la dignidady el decoro” de los profesionales implicados y a sus “sentimien-tos humanitarios más elementales” para exigir el fin de la ventade cocaína y, de este modo, acabar con su consumo. Insistía enque “sin el menor obstáculo” el veneno lo adquirían “hasta losniños”. Sin embargo, denunciaba “una apatía, una negligencia,realmente criminales”, por parte de las autoridades, a las queacusaba de “dejar todas las cosas como estaban”. Lejos de des-animarse por la que consideraba pasividad gubernativa, el perio-

dista ampliaba su denuncia a otrasfarmacias: “La Cruz Roja no es la únicaque expende la cocaína al primer postor;hay otras seis o siete en Barcelona quehacen lo mismo”. Es más, afirmaba sinrubor alguno, que más de una vivía “ex-clusivamente de la venta del opio, mor-fina y cocaína”.

Pero eso no era todo. Fray Gerundioguardaba un as en la manga. Mejor dicho,tres comodines. Primero reproducía un ar-tículo titulado “A la zaga”, que había pu-blicado unos meses atrás el boletínAdelante, órgano de la Asociación de Au-xiliares de Farmacia. Dicho artículo es-taba firmado por un tal Detective Kelius,que –según manifestaba Fray Gerundio–era el seudónimo utilizado por “un auxi-liar de la farmacia Montserrat, de la calle

de Puertaferrisa”. En realidad, más que un artículo, se tratabade un libelo dirigido contra el titular de una farmacia, que era su-cesivamente tachado de “criminal”, “cobarde”, “asesino”, “la-drón”, “farsante”, “canalla”, “miserable”, “impotente” y“monstruo”. El auxiliar que se escondía tras aquel seudónimotan novelero acusaba al farmacéutico de “abusar de la elásticainmunidad” que le proporcionaba su “humanitaria carrera” yvivir a costa de “envenenar a los desgraciados seres que, cono-ciendo el falso placer de los narcóticos, ignoran sus mortíferosefectos”. Pero su inquina iba más lejos, pues lo acusaba de atre-verse únicamente a vender “sus envenenadoras drogas a las dé-biles mujeres”. No quedaban claros los motivos que habíanimpulsado a obrar con tanta violencia verbal al auxiliar embos-cado tras el detectivesco seudónimo. Igual podía tratarse de unacuestión de faldas o de clase –el desahogo de un trabajador ex-plotado– disfrazada de sentimiento filantrópico como un senti-miento de pura envidia. Lo único que quedaba claro es que alsubalterno le molestaba que el farmacéutico se estuviera enri-queciendo con la venta de cocaína.

Tras advertir que una acusación como aquella afectaba a todoslos farmacéuticos, y que “todos podían darse por aludidos”, FrayGerundio lanzaba los otros dos golpes de efecto que tenía reser-vados. Uno era el contenido de una carta de Luis Amargós diri-gida al Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, demandando lainmediata actuación del órgano colegiado ante la publicación deun escrito tan “altamente injurioso para la colectividad farma-céutica”. El otro era la respuesta que el presidente de dicho ór-gano, Juan Morató, había dado al justamente ofendido colegiado.Amargós no era un boticario cualquiera, sino uno de los farma-céuticos más reputados de toda España. Establecido en la plazade Santa Ana, no sólo se dedicaba a la venta al público, sino que

en su laboratorio se fabricaban notables especialidades que ha-bían sido premiadas en las Exposiciones Universales de Barce-lona (1888), Buenos Aires (1889) y París (1900), lo que lo habíaencumbrado a la categoría de “proveedor de la Casa Real”. Entreesos afamados específicos se encontraban el popular Vino Amar-gós, uno de cuyos ingredientes era coca del Perú, así como las nomenos populares Pastillas Amargós, especialmente recomenda-das para las afecciones bucales y de garganta, que contenían co-caína. Ambas misivas permitían que el periodista de El Diluviocerrara su segunda entrega contra la cocaína asegurando que“eran más de siete” las farmacias que vivían “exclusivamente dela venta del opio, morfina y cocaína, atropellando la ley y burlán-dose del Código penal”, y que las autoridades responsables ha-bían decidido hacer la vista gorda “por compañerismo”. Enrealidad, el Código penal de 1870, vigente en aquellos momen-tos, no contenía ninguna disposición encaminada a perseguir elcomercio de drogas ni a reprimir su consumo. Únicamente pe-naba las infracciones constitutivas de delito, según lo precep-tuado en las Ordenanzas de Farmacia. Así, sólo castigaba –conpenas de arresto mayor y multas de hasta 2.500 pesetas– la ela-boración ilícita y venta ilegal de géneros medicinales por parte depersonas no autorizadas. A todos los efectos, un traficante dedrogas recibía la misma consideración y el mismo tratamientopenal que un vendedor sin licencia de cualquier otro producto.Además, el Código penal no hablaba en ningún momento de dro-gas, sino de “sustancias nocivas a la salud o productos que pue-dan causar grandes estragos”. Es decir, no distinguía el dañocausado con drogas psicoactivas del causado con ácido clorhí-drico, sulfúrico, arsénico, cianuro, mercurio, lejía, sosa cáusticao cualquier otra sustancia química.

“Sepamos de una vez si la venta de venenos es una industrialícita, para que todos los farmacéuticos puedan dedicarse a ella,sin ninguna traba”, exhortaba Fray Gerundio para finalizar conabsoluto cinismo, alimentando de paso la ceremonia de la con-fusión, cuando tan sólo una semana antes había asegurado sinambages que la venta de cocaína estaba “rigurosamente prohi-bida”. Lo cual hace que inevitablemente nos asalte la preguntalanzada al aire por el filósofo Jacques Derrida: “¿Pero acaso esposible prohibir o condenar sin confundir?”.

Sorprende la desfachatez de Fray Gerundio hablando del “es-cándalo de la cocaína” como mero observador, excluyéndose así mismo de la polémica suscitada y manteniendo la actitud cí-nica del simple mensajero, cuando en realidad el único respon-sable, el creador del escándalo, era precisamente él.

Como quiera que quienes provocan un problema suelen serlos primeros en exigir responsabilidades, en sucesivas entregas,el cruzado contra la cocaína no sólo implicó a los señores Amar-gós y Morató, sino a otras autoridades competentes, como losseñores José Vallés, secretario del Colegio de Farmacéuticos, yel doctor Miguel Trallero, inspector provincial de Sanidad, aquienes acusaba de marear la perdiz en aras del corporativismo.Habló de “mercachifles”, “explotadores” y “mercaderes sin con-ciencia”, y propuso la disolución de la Junta Provincial de Sa-nidad por dejadez, pero no dio el nombre de más farmaciasimplicadas en la venta ilícita de cocaína.

A diferencia de la iniciativa de Mateo Santos, de artículo prác-ticamente diario, y agotada en poco más de una semana, la cam-paña sostenida por Fray Gerundio, con una periodicidadsemanal, supo mantener al público en tensión desde el 20 deseptiembre hasta el 25 de octubre de 1917. Por otra parte, el pe-riodista de El Diluvio consiguió elevar la preocupación gremialde su colega a la categoría de tema local, pues ya no era unasunto que afectara únicamente a los de la cofradía de los bohe-miossino a todos los habitantes de Barcelona. Además, el perio-dista de El Diluvio tuvo la habilidad de politizar el tema,involucrando a algunas autoridades competentes, y supo intro-ducir un elemento noticiable vinculado al mundo del ocio –almencionar el caso de un “botones de un afamado music hall”que revendía a artistas y prostitutas toda la cocaína que que-rían–, luego ajeno a las farmacias y, por tanto, al mundo de laSanidad, que muy pronto iba a dar frutos en la prensa escrita es-pañola. De hecho, tan seguro estaba Fray Gerundio del éxito enciernes que al despedir su campaña la inmediata adopción de“medidas encaminadas a que se acaben de una vez estos abusos”y felicitándose por haber conseguido “atraer la atención de lasautoridades sobre la escandalosa venta de cocaína”.

A modo de conclusiónHemos de convenir que, efectivamente, la presión mediáticaejercida por Fray Gerundio desde las páginas de El Diluvio logróatraer la atención de las autoridades gubernativas, pues apenashubieron de pasar cuatro meses para que el titular del Ministe-rio de la Gobernación del ejecutivo presidido por García Prietodiera curso a la citada orden circular firmada por Alfonso XIII,dictando las primeras medidas conocidas en España para res-tringir el uso de aquellas drogas consideradas eufóricas.

En todos los hechos descritos, que tuvieron lugar entre 1915y 1917, no se detecta ningún tipo de influencia estadounidense,como tampoco puede decirse que estuvieran inspirados por ide-ologías de signo conservador, sino todo lo contrario. Lo cual,como mínimo, nos obliga a cuestionarnos el liderazgo moral delprohibicionismo, que tan alegremente solemos atribuir a EstadosUnidos y a determinados sectores sociales de derechas.

Por lo demás, sería injusto atribuir exclusivamente a las pre-ocupaciones eugenésicas y a la naturaleza regeneracionista delmovimiento obrero la génesis del prohibicionismo. En este sen-tido, no queremos dar por concluida esta exposición sin romperuna lanza en favor de las doctrinas socialistas, al menos por loque respecta a cierta corriente anarquista, pues no habrían depasar muchos años para que el ideólogo y revolucionario ErricoMalatesta publicara, en el periódico Umanità Nova (1922), unartículo defendiendo una política decididamente antiprohibicio-nista bajo el lacónico título de “Cocaína”:

En Francia existen leyes severas contra quien usa y quien expende co-caína. Y, como es habitual, el azote se extiende y se intensifica a pesarde las leyes y quizá a causa de las leyes. Igualmente en el resto de Eu-ropa y en América.

El doctor Courtois, de la Academia de Medicina francesa, que ya el añopasado había lanzado un grito de alarma contra el peligro de la cocaína,comprobado el fracaso de la legislación penal, pide... nuevas y más severasleyes. Es el viejo error de los legisladores, a pesar de que la experienciahaya siempre, invariablemente, demostrado que nunca la ley, por bárbaraque sea, ha servido para suprimir un vicio, o para desanimar el delito.

Cuanto más severas sean las penas impuestas a los consumidores ya los negociantes de cocaína, más aumentará en los consumidores laatracción por el fruto prohibido y la fascinación por el peligro afron-tado, y en los especuladores, la avidez de ganancia, que es ya ingentey crecerá con el crecer de la ley.

Es inútil esperar de la ley.Nosotros proponemos otro remedio.Declarar libre el uso y comercio de la cocaína, y abrir las expende-

durías en las que la cocaína sea vendida a precio de costo, o incluso,bajo costo. Y después hacer una gran propaganda para explicar al pú-blico y poner al alcance de la mano los daños de la cocaína; nadieharía propaganda contraria porque nadie podría ganar con el mal delos cocainómanos.

Ciertamente con esto no desaparecería completamente el uso da-ñino de la cocaína, porque persistirían las causas sociales que causanlos desgraciados y los empujan al uso de estupefacientes.

Pero de cualquier modo el mal disminuiría, porque nadie podríaganar con la venta de la droga, y nadie podría especular con la caza delos especuladores.

Y por eso nuestra propuesta no será tomada en consideración, oserá tratada de quimérica y loca.

Sin embargo, la gente inteligente y desinteresada podría decir:“Después de que las leyes penales se han mostrado impotentes, ¿no es-taría bien, al menos a título de experimento, probar el método anarquista?

Huelga decir que lo más parecido al “método anarquista” propuestopor Malatesta que se ha puesto en práctica es la política adoptadapor el Gobierno holandés en materia de cannabis. Si no ha cundidoel ejemplo es precisamente debido a los fundamentos morales quealimentan el prohibicionismo desde sus orígenes. En este sentido,es cierto que las políticas prohibicionistas fueron ideadas e implan-tadas inicialmente en Estados Unidos, y desde ahí exportadas alresto del mundo. Pero, como hemos visto, no es menos cierto quedichas políticas ahondan sus raíces en ancestrales creencias religio-sas, que han calado muy hondo en la concepción de la vida y de lamuerte de todas las sociedades occidentales, por muy laicas, ag-nósticas o ateas que se declaren, ha determinado que la mentalidadprohibicionista haya podido cristalizar y prosperar con independen-cia de las presiones ejercidas por la primera potencia mundial, tantoen ámbitos ideológicos conservadores y aun reaccionarios, comoentre sectores considerados progresistas.

“Sepamos de una vez si la venta de venenos es una industria lícita,para que todos los farmacéuticos puedandedicarse a ella, sin ninguna traba”, exhor-taba Fray Gerundio

• 03-11-1915Mateo Santos: “Los que envenenan. La felicidad está en un tarro defarmacia”, en Germinal. Diario Radical de la Mañana, págs. 1-2.• 04-11-1915Mateo Santos: “Los que envenenan”, en Germinal. Diario Radicalde la Mañana, pág. 1.• 05-11-1915Mateo Santos: “Los que envenenan”, en Germinal. Diario Radicalde la Mañana, págs. 1-2.• 06-11-1915Mateo Santos: “Los que envenenan”, en Germinal. Diario Radicalde la Mañana, pág. 2.• 09-11-1915Mateo Santos: “Los que envenenan”, en Germinal. Diario Radicalde la Mañana, pág. 2.• 11-11-1915Mateo Santos: “Los que envenenan”, en Germinal. Diario Radicalde la Mañana, pág. 2.• 00-06-1916“Una noble aspiración”, en Helios, págs. 11-15.• 09-08-1917“Suicidio”, en El Diluvio. Diario Republicano, pág. 17.• 19-09-1917“La cocaína”, en El Diluvio. Diario Republicano, pág. 15.• 20-09-1917Fray Gerundio: “Cómo se envenena al público. La cocaína en Bar-celona”, en El Diluvio. Diario Republicano, págs. 12-13.• 27-09-1917Fray Gerundio: “Cómo se envenena al público. La venta de la co-caína”, en El Diluvio. Diario Republicano, págs. 12-13.• 04-10-1917Fray Gerundio: “Cómo se envenena al público. El escándalo de lacocaína”, en El Diluvio. Diario Republicano, págs. 10-11.• 11-10-1917Fray Gerundio: “Cómo se envenena al público. ¡Viva de la coca-ína!”, en El Diluvio. Diario Republicano, págs. 11-12.• 18-10-1917Fray Gerundio: “Con motivo de una campaña. La respuesta delseñor Amargós”, en El Diluvio. Diario Republicano, págs. 10-11.• 25-10-1917Fray Gerundio: “Lo de la cocaína. Cómo empezó y cómo acaba”,El Diluvio. Diario Republicano, pág. 10.• 01-03-1918“Real Orden Circular del Ministerio de la Gobernación”, en Gacetade Madrid, pág. 626.• 1922Errico Malatesta: “Cocaína”, en Umanità Nova.• 13-05-1925Lope F. Martínez de Ribera: “Homenaje a Mateo Santos”, en ElEscándalo, pág. 3.• 09-05-1925Ángel Samblancat: “Los héroes del siglo XX”, en El Diluvio. Dia-rio Republicano, pág. 9.• 2002Just Arévalo i Cortès: La cultura de masses a la Barcelona del nou-cents, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat.

Fuentes consultadas

Polvo de coca y clorhidrato de cocaína (1923).

partiendo de reactivos legales y baratos. Elconsumidor, aparte de poder así abastecersede drogas seguras y de calidad, puede apren-der a neutralizar los desechos de las síntesisy aislamiento de alcaloides, respetando asíel medio ambiente de una forma que nohace el crimen organizado respecto al ver-tido de residuos tóxicos derivados del proce-samiento de drogas. Por otra parte, almanejar pequeñas cantidades de droga, pueslos métodos caseros no dan para realizargrandes producciones, tampoco se está vul-nerando ninguna ley. Por último, puedehaber químicos a sueldo de los clubes quefabriquen drogas para sus miembros sin quecon ello se produzca un lucro. Si el sistemaes cerrado, de tal forma que no se deriva di-nero a actividades extradrogófilas y sequeda todo en el seno de la asociación, pu-diendo invertir así en sueldos para los quí-micos, para médicos y psicólogos queasesoren a los consumidores y, en su caso,les traten si ocurre un problema, para dispo-ner de lugares cómodos y apacibles dondeconsumir, para invitar a expertos en la ma-teria para que den charlas, y un largo etcé-tera, de nuevo, al no haber lucro no se estarávulnerando ninguna ley y las asociacionespueden ser así perfectamente autogestiona-das y autosostenibles. Puede haber, a su vez,confederaciones de clubes que den lugar aforos donde compartir experiencias y cono-cimientos. De esta forma no se hace dañosa terceros y en el caso de que surjan proble-mas médicos que se escapen a las capacida-des de asistencia del club, el club puedecontratar un seguro médico que ofrezca asis-tencia a sus socios, y de esta forma se evitagenerar gasto público.

Obviamente, el ideal final debería ser de-rrocar a la JIFE y con ello derogar la prohi-bición, y luego implantar el modelo quetoque. Mientras esto no suceda, el futuro dela prohibición de las drogas debería venirpor la vía de la autogestión si lo que sequiere en realidad es no colaborar con elcrimen organizado y consumir drogas ba-ratas y de calidad. La legislación españolanos sitúa en un contexto ideal para iniciareste proceso. Con un poco de buena fe po-lítica, judicial y policial, aunque esto ya seamucho pedir, otro mundo no sólo es posiblesino que también es probable y, por deriva-ción, deseable.

8 extraprohibición 50 años (1961-2011)

José CarlosBousó

El futuro de la prohibición de las drogas

Hablar del futuro de las políticas sobre dro-gas es augurar un futuro oscuro. Cada diezaños se suele venir diciendo que en diezaños llegará la legalización, pero lo ciertoes que, al igual que ocurre con todas lasprofecías catastrofistas sobre el fin delmundo, los augurios no se cumplen. Tam-poco hay razón para pensar que pueda serde otra manera si nos atenemos a los crite-rios comúnmente establecidos para man-tener las drogas prohibidas, así como a lasrazones históricas a que obedece dichaprohibición. No nos engañemos, para elimaginario colectivo las drogas son intrín-secamente malas. Ni la ilustración farma-cológica ni la más elaborada campañapublicitaria conseguirá nunca convencer ala opinión pública de que las drogas no lle-van encapsulados los problemas. Otra cosaes que a día de hoy esto le importe a lagente, pero ese es otro tema. Sinceramente,creo que más bien no le importa a casinadie. El comercio de las drogas está enmanos del crimen organizado y ahí esdonde tiene que estar, después de todo lasdrogas son cosas peligrosas y es en manosde gente peligrosa en donde deben estar.Los daños colaterales de la guerra, comolas miles de víctimas anuales por delitosviolentos, el blanqueo de dinero, el debili-tamiento de las democracias, la creación denarcoestados, los vertidos incontrolados deresiduos tóxicos derivados de la produccióndescontrolada de drogas, la deforestacióndestinada a cultivos ilícitos, las mafias, elcrimen organizado, las adulteraciones, lafalta de control de calidad de los productos,y un largo etcétera, son males asumibles de-rivados no de las políticas actuales sobredrogas, sino de los consumidores, que sonen realidad los que mantienen y perpetúaneste círculo vicioso de corrupción, violen-cia y maldad. Visto así, ¿aún cree alguienque algún día se despenalizarán las drogas?

El 23 de junio de 1912, día en que sefirmó en La Haya el Primer Convenio In-ternacional del Opio, se considera el díainaugural de la moderna guerra contra lasdrogas. Le seguirían después, años mástarde, en 1961, la Convención Única sobreEstupefacientes, que vendría a ratificar lafiscalización del opio, aparte de incorpo-rar al arbusto de la coca y a la planta delcannabis, así como de sus respectivos de-rivados, esto es, hoja y flor y resina, en lostratados de fiscalización internacionales.En 1971, “Las Partes, Preocupadas por lasalud física y moral de la humanidad”[cursiva del original], firman el Conveniosobre Sustancias Psicotrópicas en el cualquedan definitivamente fiscalizadas todaslas sustancias psicoactivas que a “las par-tes” se le va poniendo en sus “partes”. Elórgano fiscalizador se llama JIFE (JuntaInternacional de Fiscalización de Estupe-facientes), una sección de las NacionesUnidas. De él parten todas las medidas fis-calizadoras y a sus convenios se acogenlos países miembros. Todo lo que prohíbela JIFE lo ratifican seguidamente los esta-dos miembros. Gracias a su preocupaciónpor la salud física y moral de la humani-dad, hoy en día, en relación con las dro-gas, vivimos en un estado de guerra en el

que las principales víctimas no son las de-rivadas del uso de drogas, que por su-puesto las hay, sino las derivadas de laspolíticas de drogas, que son ingentes.

Pero no nos engañemos, si bien se puedeseñalar y con dedo acusador a la JIFE comoa la institución principalmente responsablede la ineficacia de las actuales políticassobre drogas para, por una parte, reducir elconsumo y, por otra, salvaguardar la saludfísica y moral de la humanidad (no hay másque ver la precaria salud física y moral de laque gozan narcoestados como el mexicano,sin ir más lejos), la inoperancia de la quehacen gala los estados miembros, como esel caso particular de España, para ordenarde manera relativamente autónoma respectoa los mandatos arbitrarios anuales de la

JIFE, la realidad idiosincrásica de cada paísno hace más que ayudar a empeorar lascosas. En cualquier caso, la prohibición delas drogas tampoco es tan exclusiva ni delmundo occidental ni de los últimos cienaños. Si bien hasta 1912 se podía compraren las farmacias cualquier preparado a basede opio, hoja de coca o cannabis, la historiade las drogas es en sí misma una historiatambién de la prohibición, al menos desdeel neolítico y en sociedades asentadas. El al-cohol y otros intoxicantes ya fueron prohi-bidos tempranamente por la ley islámica enel siglo VII, las plantas sagradas de los pue-blos meso y sudamericanos por la religióncatólica y el café fue prohibiéndose y des-prohibiéndose en culturas tan distantescomo la ortodoxia musulmana o la Rusia delos zares, entre otras, a lo largo de distintosperiodos temporales. Las drogas, es evi-dente, no les gustan ni a los que hacen lasleyes ni a los que gobiernan, o, al menos, noles gustan que otros que no sean ellos lastomen. O sí. Son sonados los casos demiembros de la JIFE involucrados en el trá-fico internacional de estupefacientes (Mar-tín Barriuso, CÁÑAMO: La revista de laCultura del Cannabis, n.º 18, junio, 1999,pp. 8-9). De entre ellos, quizás el más fla-grante, pero no el único, es el de un paquis-taní llamado Dil Jan Khan, jefe de policíade fronteras con Afganistán bajo cuya juris-dicción circularon los quizás mayores alijosde heroína y opio de la historia (Juan CarlosUsó, “La prohibición de drogas, del tabúmoral a la desobediencia civil”, en

http://perso.wanadoo.es/jcuso/textos/barriuso.htm#_edn6), cuya venta se destinaba a fi-nanciar a los incipientes talibanes. Esteseñor llegaría en el año 1998 a ser presi-dente de la JIFE, según la Wikipedia. Segu-ramente, la salud física de los miembros dela JIFE, si es que como indicador se puedenutilizar sus sueldos, será envidiable; lamen-tablemente, ya al margen de las actividadesprivadas de sus miembros y solamente porhacer las cosas que hacen, no se puede decirlo mismo de su salud moral. Cada año, encada uno de sus informes, aumentan las res-tricciones en materia de drogas, obligando alos países miembros a hacerlas cumplir ensus respectivos países. Un futuro despenali-zador es imposible mientras esta instituciónconcreta siga en activo.

Vayámonos ahora al ámbito científico.La Dra. Nora Volkow, actual directora delnorteamericano National Institute on DrugAbuse, reconocida autoridad internacionalen drogoabusología (dentro del mundillo dela drogoabusología, haciendo un juego depalabras con las siglas DA, que es el acró-nimo para dopamina, debido a la especiali-dad de la Dra. Volkow en el estudio de lasdrogas de acción dopaminérgica, esto es,casi todas las drogas, se hace la broma deque el NIDA es en realidad el National Ins-titute on DopAmine), ha estado estos díaspor Barcelona como estrella invitada en elII Congreso Internacional de PatologíaDual, que tuvo como presidenta de honor aSM la Reina. La Dra. Volkow es quizás laque más insistente, concienzuda y convin-centemente ha aportado al ámbito de la dro-goabusología a lo largo de toda la últimadécada la noción, hoy en día mayormenteaceptada, de que el abuso de drogas es unaenfermedad del cerebro. Aparte de los de-bates y los coloquios que la Dra. Volkowpresidió durante dos de los cuatro días queduró el congreso, por las tardes había un es-pacio de dos horas reservado para que losasistentes pudieran hacerle preguntas enuna sección llamada “Tengo una preguntapara Nora Volkow” (no es coña, en el pro-grama puede verse: http://www.patologia-dual.es/cipd2011/docs/Programa-preliminar-cipd2011.pdf). Una colega que asistió aestas sesiones le preguntó por lo que se mepide que escriba hoy aquí, esto es, por el fu-turo de la prohibición, y la Dra. Volkow ase-guró que la prohibición iba a durar toda lavida. Recordemos que Nora Volkow, ade-más de ser una eminente científica, es lapresidenta del NIDA, ni más ni menos quela institución que marca las políticas de dro-gas en base a las evidencias científicas quevan encontrando sus científicos a sueldo. Ysi Nora dice que la prohibición va a durartoda la vida, bien seguro es que así será.Como justificación esgrimió que el alcoholy el tabaco, dos drogas legales, son las quemayor estragos producen sobre la salud,ergo legalizar otras drogas no implicaríaotra cosa que multiplicar los devastadoresefectos sobre la salud que producen las mis-mas. Que el alcohol y el tabaco sean lasdrogas que mayores estragos producensobre la salud, por encima de cualesquieraotras, es una evidencia sobradamente con-trastada. Que los estragos que producen

sobre la salud se deba al hecho de que seanlegales, ya es cosa del pensamiento mágico,no de la ciencia, pues si producen estragoses por sus propiedades intrínsecas comodrogas y no por otra cosa. Es posible queuna potencial legalización de las drogas (odespenalización, por ser más precisos)venga, al menos en sus inicios, acompañadade un incremento en los índices de con-sumo, lo cual no necesariamente tiene porqué suponer un mayor índice de problemasmédicos derivados del consumo. De en-trada, todos los problemas derivados de latoxicidad intrínseca de adulteraciones, ac-cidentes por desconocimiento de las dosis einsalubridad de los utensilios para el con-sumo desaparecerán de un plumazo, luego,por compensación, como mucho nos que-daremos como estamos. Si a la Dra. Volkowy a los científicos adscritos al NIDA lespreocupa tanto la salud física de los consu-midores de drogas, lo primero por lo quedeberían preocuparse es porque los consu-midores tengan acceso a drogas de calidady parafernalia de consumo aséptica. Otracosa es que, como a la JIFE lo que le preo-cupe sea su salud moral, pero en este casoentonces al NIDA no le sobran las letrasDA de dopamina, sino la I de Instituto. Encualquier caso, el argumento es falaz por símismo: los problemas de salud derivadosdel consumo de drogas vienen determina-dos por la frecuencia de exposición, y a díade hoy no hay una sola prueba científica só-lida que demuestre que el consumidormedio de drogas sea incapaz de autorregu-lar su consumo, luego un aumento en lasprevalencias de consumo no se correlacionanecesariamente con un incremento en losproblemas médicos. Alrededor de un 10%de los que prueban una determinada drogase hacen adictos a ella, luego es posible queaumente el número de adictos si aumentanlas prevalencias de consumo, y serán esosadictos los que más probabilidades tengande sufrir consecuencias negativas para su

salud. La solución en cualquier caso nodebe pasar por privar al resto del 90% de lapoblación de la posibilidad del uso y dis-frute seguro de las drogas, sino por no estig-matizar ni castigar al consumidor de talforma que cuando aparezcan los problemaspueda recibir un tratamiento adecuado yeficaz para resolverlos sean de la naturalezaque sean. En fin, obviedades que no porserlo desmerecen mencionarse. En cual-

quier caso, una regulación por parte de losgobiernos terminaría con la mayoría de losefectos colaterales de la prohibición, comoes la violencia, el crimen organizado, la co-rrupción política, judicial y policial, el de-sastre ecológico fruto del vertido deresiduos, los decenas de miles de desplaza-dos como consecuencia de la lucha por elcontrol de los territorios en los países pro-ductores, y un largo etcétera. El mercado delas drogas, no nos engañemos, ya está re-gulado, y la regulación está en manos de lasmafias. Los gobiernos, y son absoluta-mente todos los diferentes gobiernos delplaneta, que estén dispuestos a ceder la re-gulación de un comercio, del tipo que sea,al crimen organizado, no es un gobiernoque trabaje por el bien del pueblo, sino porsu malestar. A día de hoy nos encontramossiendo gobernados por personajes que nodesean ningún bien al pueblo, sólo el mal. Ya día de hoy, es más evidente que nunca,que un mundo libre de drogas puede sertodo lo deseable que se quiera para muchos,pero la realidad, ese extraño fenómeno quenunca le estropeará a un periodista un titu-lar ni a un político una ley, no es posible.

¿Cuál es el futuro entonces de la prohibi-ción? ¿Otro mundo es posible? Otro mundoes posible, es claro, incluso es deseable, la-mentablemente, no es probable. Y no es pro-bable que venga orquestado por quienesgobiernan ni por quienes hacen las leyes, sibien sí es posible y debería ser probable ydeseable que viniera del ciudadano de a pie.Una muestra de que esto es, además de po-sible, un hecho, es la proliferación de clubesde consumidores de derivados del cannabis.Moviéndose por los entresijos del sistemahan conseguido implantar un modelo auto-sostenible de abastecimiento y consumo queno vulnera ninguna ley. Quizás es hora deextrapolar este contexto al de otras drogasilegales constituyendo clubes de consumi-dores autogestionados, sostenibles y acor-des con las leyes al uso. También es posiblepara el consumidor medio no tener que acu-dir al mercado negro para conseguir las dro-gas que le gustan y a la vez no violar la ley.Aunque laborioso, es relativamente sencilloextraer principios activos de las plantas quelos contienen, así como procesar determina-das drogas de síntesis sin necesidad de po-seer profundos conocimientos de química y

Dr. Triptolemo

Tiempo de cambiar: hacia una nueva política internacional de drogas

En vistas al encuentro del 17 y 18 de noviembre de este año enla Cámara de los Lores de Inglaterra (House of Lords), para co-menzar a reformar la política internacional sobre drogas, unacampaña mediática a gran escala está siendo organizada por laFundación Beckley desde Oxford. Junto con el Grupo Parlamen-tario para la Reforma de la Política de Drogas y una ComisiónGlobal de la que participan, entre otros, Fernando Henrique Car-dozo –ex presidente de Brasil–, Juan Manuel Santos –presidentede Colombia–, Kofi Annan –ex secretario General de la ONU–,Ruth Dreifuss –ex presidenta de Suiza–, Carlos Fuentes –intelec-tual mexicano–, y muchos otros funcionarios y figuras impor-tantes que proponen una nueva versión de la Convención de lasNaciones Unidas para todas las drogas ilegales. Sus sensatos li-neamientos están siendo elaborados a cincuenta años de distan-cia de la convención anterior, que todavía rige desde 1961 yobliga, con los tratados de 1971 y 1988, a todos los países a per-seguir las substancias que se encuentran en su lista rígida, pro-hibicionista. Ya era hora de cambiar de estrategia...

Objetivos de la nueva convención de la ONUDada la necesidad de un enfoque diferente, basado en la salud,en la reducción de daños y en la libertad de elegir, en vez de cen-trarse en la criminalización como hasta ahora, la nueva conven-ción propone cambios sobre la base de evidencias concretas, nosobre ideologías fundamentalistas como las que desataron la lla-

mada “guerra contra las drogas”, que hoy demuestra su fracasoestrepitosamente.

Además de sostener un rigor científico sin precedentes enestos ámbitos, los nuevos lineamientos se centran en un discer-nimiento más real, reconociendo la necesidad de distinguirentre diferentes substancias y diferentes patrones de uso, asícomo bogando por la reducción de daños y de riesgos. Se acep-taría, al fin, que un mundo sin drogas nunca existió en este pla-neta, y que el concepto de “tolerancia cero” debe serreemplazado por el de “libertad” de los usuarios que no causandaño social y por la disponibilidad de tratamientos adecuadospara las adicciones. La nueva convención tendría en cuenta porprimera vez las diferentes normas culturales que prevalecen ensociedades distintas, respetando a los pueblos originarios ysiendo sensible y flexible ante la diversidad cultural en sus di-ferentes manifestaciones.

Los derechos humanos ocuparían un lugar clave, así como laexigencia de que las sanciones sean proporcionales a las ofensas.Así se lograría, entre otras cosas, dejar de gastar billones en mé-todos ineficaces que sólo enriquecen a los narcotraficantes y alos policías y gobiernos corruptos. Por ejemplo, en el 2009 semovieron aproximadamente 250.000 millones de euros por esosmedios. Por otro lado, las cárceles se van llenando y la salud pú-blica se ve minada mientras persista el prohibicionismo. Comoprueba de que otras soluciones son posibles, se provee un aná-lisis del costo/beneficio de un plausible mercado de cannabis

regulado y con impuestos, explorando alternativas a las legisla-ciones actuales que no resultan eficaces ni sostenibles.

Basta de guerra a las drogasA pesar de que los gobiernos del mundovienen gastando más de 130.000 millo-nes de euros por año en luchar contra estaguerra absurda, el uso y la disponibilidadde las drogas que causan mayor dañocrece exponencialmente. Las consecuen-cias inevitables de la legislación actualllevan a un aumento progresivo en losproblemas de salud, incrementan perma-nentemente la criminalidad, la violenciay la corrupción en todo el mundo, asícomo conllevan abusos a los derechos hu-manos, discriminación de las minorías ymarginalización.

La Iniciativa de Reforma de la PolíticaGlobal de Drogas, como se llama la plata-forma de funcionarios y científicos que pro-mueven este cambio, se basa en la certezade que cincuenta años de guerra a las drogashan fallado y que, como dice su promotorF.H. Cardozo: “Esta guerra desviada y contraproducente convierteen víctimas a los usuarios en vez de a los narcotraficantes”.

El tratado internacional de 1961 (United Nations Single Con-vention on Narcotic Drugs) dio pie a la presunción de que la de-

manda y oferta de drogas ilegales podríaser erradicada por completo, bajo el eslo-gan de la ONU “Un mundo sin drogas:¡podemos lograrlo!”. No, imposible. Estiempo de cambiar, haciendo bien lascuentas y considerando nuevos enfoquesposibles. Los países que firmen el nuevotratado internacional propuesto tendríanla libertad de mejorar sus leyes y procedi-mientos en función de requerimientosparticulares, locales, en vez de seguir su-jetos a ese tratado ya caduco, si atende-mos a lo que piensan los expertos en eltema y a todo el que tenga en cuenta lasevidencias antes que las ideologías.

La Fundación BeckleyFundada en 1998 por la preclara LadyAmanda Feilding para desarrollar un pro-grama multidisciplinario de estudioscientíficos sobre los beneficios potencia-les –y sobre los riesgos– de las prácticas

para modificar los estados de conciencia, así como sobre las po-líticas que intentan regular muchas de estas prácticas, la Funda-

El comercio de las drogas está en manosdel crimen organizado y ahí es donde tieneque estar, después detodo las drogas soncosas peligrosas y esen manos de gente peligrosa en dondedeben estar

Quizás es hora de ex-trapolar este contextoal de otras drogas ilegales constituyendoclubes de consumido-res autogestionados,sostenibles y acordescon las leyes al uso

Hay precedentes endistintos países queavanzan hacia la des-penalización del usopersonal y de la pose-sión, pero muchos deellos están sujetos atratados internaciona-les vinculantes que losobligan a aplicar lasviejas convenciones

Elaboración de cocaína casera.

50 años (1961-2011) 9extraprohibición

FernandoPardo

Prohibido soñar, obligatoriotener pesadillas

Programa de política de drogasPor otra parte, como consecuencia de estas investigaciones psicodé-licas, el programa de investigación sobre política de drogas fue dise-ñado por la Fundación Beckley con el fin de generar una base deevidencias científicamente probadas, lo que hasta ahora estaba fal-tando, para orientar más objetivamente el debate sobre futuras refor-mas a la política internacional de drogas. La fundación trabaja coninvestigadores académicos de prestigio y políticos de todo el mundopara echar luz por primera vez, desde dentro del sistema, sobre las op-ciones de legislación que minimicen tanto el daño que puede produ-cir el abuso de drogas como el que producen las antiguas políticas dedrogas indirectamente, éste mucho mayor a fin de cuentas.

Desde hace diez años, la fundación ha organizado siete semina-rios sobre estos temas en la Cámara de los Lores, abriendo así unabrecha de comprensión y profundizando los enfoques en vistas alas reformas impostergables del código internacional. En esta línea

de trabajo, tanto en Inglaterra –sobre todo a través del Imperial Co-llege y del King’s College en Londres, además de la Universidadde Oxford y otras– como en otros países, se han producido más detreinta y cinco informes científicos, papeles académicos y docu-mentos legales en torno a las principales cuestiones de legislaciónsobre psicótropos.

En el año 2006, Amanda Feilding –presidenta de la fundación–organizó la Global Cannabis Commission, que editó sus resultadosen el 2010 en un libro sobre legislación de cannabis con el certerosubtítulo “Saliendo del estancamiento” (Cannabis Policy: MovingBeyond Stalemate, Oxford University Press). Es un informe pro-fundo y actualizado de la evidencia científica que se encuentra enrelación con los efectos en la salud y las consecuencias socialesdel uso de cannabis y de su prohibición.

Precedentes en curso y posibilidades de futuroHay precedentes en distintos países que avanzan hacia la despena-lización del uso personal y de la posesión, pero muchos de ellosestán sujetos a tratados internacionales vinculantes que los obli-gan a aplicar las viejas convenciones. La mayoría de las veces estoscompromisos en ambas direcciones –crear lo nuevo y respetar loviejo– resultan en mayor tolerancia, relajando las redes de control,pero pocas veces alcanzando la descriminalización verdadera.

Reformar la política internacional de drogas desde la ONU re-solvería estos problemas; si es que se logra, ya que en el últimomedio siglo no hay precedentes, fuera del ámbito médico, de unmercado bien regulado para substancias controladas. Para lograreste objetivo está claro que hace falta cambiar las convenciones, oen su defecto ignorarlas… La propuesta de nueva convención di-señada por la Fundación Beckley ofrece un lenguaje concreto ypreciso al abordar este asunto tan espinoso para los políticos, ofre-ciendo lineamientos de cambio coherentes, posibles, para nada utó-picos, capaces de rearticular desde otras bases el sistema de controlde drogas vigente a nivel global.

En el texto que sigue a continuación intenta-remos demostrar que la prohibición en elcaso de los psiquedélicos no es que no hayaservido para frenar su consumo, y creadomás problemas de los que quería resolver,sino, lo que es peor, ha conseguido abortar laposibilidad de una de las terapias más revo-lucionarias y útiles para los trastornos men-tales y para el desarrollo de la creatividad.Si nos remontamos a la noche de los tiem-pos descubriremos usos de los psiquedéli-cos en todos los continentes y en todaépoca. En la remota antigüedad éstos solíanser utilizados por los chamanes que cubríana la vez el campo de la salud y el de la es-piritualidad. En realidad la separación entremedicina y religión es algo bastante re-ciente. Nietzsche fue muy preclaro cuandoproclamó: “En el siglo venidero la gente de-jará de preocuparse por la salvación paradedicarse a la salud.”

Durante un dilatado periodo de tiempolos enteógenos circularon con total libertad,no solo en el continente americano, sino enla misma Europa. Recientemente se estánpublicando libros muy interesantes que re-cogen nuevos datos del uso de enteógenos,no solo en la antigua Grecia, sino tambiénen Roma. Por no hablar de la historia se-creta, y no tan secreta, del cristianismo conlos hongos, descubierta por serios investi-gadores y muy bien documentada en nues-tro país por el amigo Quim Tarinas.

En relación con otras sustancia hoy en díaMarco Aurelio sería considerado un yonqui.

Pero vamos a dejar para otra ocasión lafascinante historia, o prehistoria, de los psi-quedélicos y sus usos en la antigüedad y elgran impacto que tuvieron las experienciasproducidas por los estados no-ordinarios deconsciencia en la vida espiritual y culturalde las sociedades pre-industriales, que de-muestra que en dichas épocas el ser hu-mano poseía una madurez mayor de la quea veces le adjudicamos.

Vamos a centrarnos a continuación en elperiodo posterior a 1943, fecha en que Al-bert Hofmann experimentó de forma im-prevista con la LSD.

No muchas personas saben que ya en ladécada de los años 40 del siglo pasado sepublicó un primer artículo clínico sobre laLSD, a cargo de Walter A Stoll y que laLSD, activa en cantidades minúsculas demicrogramos o gammas (millonésimas degramo), pasó a convertirse de la noche a lamañana en una sensación en el ámbito mé-dico. Durante está época tan excitante, laLSD fue el centro de atención de todasuerte de investigadores. Nunca anterior-mente una sustancia se consideró tan pro-metedora en tantos campos científicos.Desde la farmacología a la neurofisiología,el descubrimiento de la LSD significó elprincipio de una Edad de Oro en el campode la investigación que podía resolver mu-chas incógnitas relacionadas con los neuro-transmisores, los antagonistas químicos ylas complejas interrelaciones bioquímicassubyacentes a los procesos cerebrales.

En el caso de los psiquiatras, éstos de en-trada consideraron a la LSD una herra-mienta imprescindible para crear unmodelo de laboratorio de lo que se consi-

deraba una psicosis endógena. Tenían la es-peranza que esta “psicosis experimental”producida por dosis ínfimas de dicha sus-tancia fuera útil para entender la naturalezade este misterioso trastorno y permitieranuevos tratamientos que tuvieran éxitodonde, hasta el momento, todos habían fra-casado. Se empezó a sopesar la idea de queel cerebro u otras partes de cuerpo produje-ran, bajo ciertas circunstancias, como unfuerte estrés, sustancias con efectos seme-jantes a la LSD. Lo que significaría quetrastornos como la esquizofrenia no seríanenfermedades mentales, sino, por así decir,aberraciones del metabolismo, que podíancontrarrestarse con intervenciones quími-cas de signo contrario. Como nos recuerdaStanislav Grof: “La promesa de estas inves-tigaciones era la cristalización del sueño delos cínicos orientados biológicamente: elSanto Grial de la psiquiatría”.

Precisamente, Stan Grof, con cuyaamistad me honro, fue un hombre valienteque luchó por mantener las investigacio-nes clínicas con la LSD. Según su puntode vista, aunque se aducen otros motivospara la prohibición, está muy relacionada,a un nivel profundo, con los estados no-or-dinarios de la mente que no pueden expli-carse desde la ciencia convencional yponen en entredicho los supuestos metafí-sicos que hacen prioritaria la materia sobrela consciencia, que constituyen la base dela cultura occidental. También amenazanel mito directriz del mundo industrial, almostrar que la felicidad real no es fruto deconseguir metas materiales sino de una ex-periencia mística profunda.

No solo fue la cultura –según Grof- laque no estuvo preparada para la experienciapsiquedélica. Todo lo anterior fue tambiéncierto para los profesionales de la medicina.La mayoría de psicólogos y psiquiatras nose veían capaces de afrontar las intensasmanifestaciones de las sesiones clínicas psi-quedélicas, que en ocasiones se asemejanmucho a la psicopatología. Pocos psiquia-tras podían entender que dichos estados po-dían ser curativos y llevar a unatransformación real de un individuo, por loque acostumbraban a desestimar los infor-

mes de los colegas que tenían el coraje su-ficiente para comprobarlo.

Otro mito son los riesgos de la terapiapsiquedélica. Dichos riesgos, si bien pue-den existir en muy pocas circunstancias,pueden minimizarse mediante un uso res-ponsable de la sustancia. La seguridad dela terapia psiquedélica, llevada a cabo enentornos clínicos, se demostró en un estu-dio de Sidney Cohen, basándose en infor-mes de más de 25.000 sesiones de terapiapsiquedélica. Según Cohen la terapia conLSD era mucho más segura que el resto detratamientos para las enfermedades menta-les. Absurdamente, los legisladores hicie-ron más caso a las historias de los mediosde comunicación sensacionalistas que alos informes científicos serios.

Stan Grof no tiene ninguna duda de quepara aquellos que tuvieron el privilegio deexplorar y experimentar el gran potencialde los psiquedélicos, esto fue una pérdidatrágica para la psiquiatría, la psicología yla psicoterapia. Grof tiene la sensación deque se dio al trate con la mayor oportuni-dad de la historia de estas disciplinas. De

haber sido posible evitar la histeria que seprodujo en la década de los años 60, la te-rapia con los psiquedélicos hubiera po-dido transformar radicalmente la teoría ypráctica de la psiquiatría.

A la sombra existía otra maniobra acargo de los laboratorios farmacéuticos, alos que no interesaba este tipo de trata-mientos en los que una persona podíatransformarse en unas pocas sesiones. Lesinteresaba cronificar la enfermedad men-tal, tal como han hecho, y por otro ladoampliar el parque de enfermos.

Recientemente se han publicado dos li-bros escalofriantes que se unen a una litera-tura cada vez más seria y preocupante, y queva en aumento. El primero de ellos es Con-fessions of an RX drug pusher de GwenOlsen. Se trata de un inquietante libro auto-biográfico, un viaje a las sombras, por nodecir las cloacas, del campo de la saludmental, en la que se muestran las alarman-tes estadísticas que se suelen ocultar sobre eléxito de los tratamientos convencionales.Gwen Olsen fue durante años representantede importantes laboratorios farmacéuticos ydemuestra que llegan al mercado gran can-tidad de drogas letales para la salud, mien-tras plantea otras inquietantes reflexionessobre los peligros de los antidepresivos. La otra obra, Side effects de Alison Bass,nos describe sin ambages los conflictos deintereses que se dan de forma escandalosaen las investigaciones sobre las drogas.Pero va más lejos, y describe como los la-boratorios farmacéuticos trataron de en-gañar a los jueces, y sobornar hasta elapuntador, para eludir graves acusacionessobre diversas muertes atribuidas a susfármacos. Su descripción de las prácticasde los laboratorios farmacéuticos pone lospelos de punta. El profesor emérito de laHarvard Medical School, Arnold S. Rel-man, tras la lectura del libro, confesóhaber quedado impresionado, y a su vezasqueado, por un relato tan rico y docu-mentado sobre los vinculos entre las com-pañías fabricantes de drogas psicoactivasy la profesión psiquiátrica. Este tema lo

consideramos de tal importancia, y en elfondo es tan poco conocido, que le dedi-caremos una artículo específico.

Otro asunto que ensombreció las investi-gaciones clínicas con los psiquedélicos fuela intervención de la CIA entre bambalinas.De hecho la mayoría de los centros que in-vestigaban sobre la LSD estaban financia-dos, de forma encubierta, por la Agencia.Hasta el laboratorio en que trabajaba Grof,recibía este tipo de subvenciones a través defundaciones tapadera.

La LSD fue introducida en la CIA por uncurioso personaje, Siney Gottlieb, quien setuvo que “retirar” en 1973 por los famososensayos mediante drogas con sus propiosagentes, uno de los cuales, Frank Olson, sesuicidó, como ha recordado en un escalo-friante libro: A terrible mistake: the murderof Frank Olson the CIA’S secret cold warexperiments H. P. Albarelli, que constituyeel relato más detallado, cerca de 900 pági-nas, de esta relación de la CIA con los psi-quedélicos. Aunque esto no impidió queGottlieb recibiera la medalla honorífica dela CIA por sus servicios. En 1999 confesóque había experimentado personalmentecasi doscientas veces con la LSD. Hoy sesabe que parte del dinero dedicado por laCIA a estos menesteres provenía de NelsonRockefeller. Hay algunos aficionados a lasconspiraciones que han llegado a decir queel famoso candidato Manchuriano de la CIAera Ken Kesey, que se inició en el ácido porgentileza de la CIA.

Este es otro de los temas que merecenun artículo a parte, como prometí en otraocasión.

En resumen un cúmulo de circunstanciasde todo tipo impidieron desarrollar una te-rapia que Grof sigue considerando delmayor interés y que puede ser de muchaayuda para gran número de personas.

Poco antes de morir Steve Jobs confesóa su biógrafo: “Consumir LSD fue una ex-periencia muy profunda, una de las cosasmás importantes de mi vida. La LSD temuestra que existe otra cara de la moneda,y aunque no puedes recordarlo cuando sepasan los efectos, sigues sabiéndolo. Aque-llo reforzó mi convicción de lo que era re-almente importante: grandes creaciones enlugar de ganar dinero, devolver tantascosas al curso de la historia y de la con-ciencia humana como me fuera posible.”

También poco antes de morir AlbertHofmann, descubridor de la LSD, escri-bía a Steve Jobs, de puño y letra, instán-dole a ayudar en la financiación de losnuevos proyectos de investigación conla LSD.

Mi amigo Stan tiene gran esperanza enlos cambios en el clima científico en gene-ral y, más aún, en los pocos casos en quejóvenes investigadores de Estados Unidos,Suiza, y otros países, han obtenido permi-sos oficiales para iniciar programas de te-rapia psiquedélica. Confía en que esteinicio de un renacimiento del interés cien-tífico por los psiquedélicos devuelva final-mente estas extraordinarias herramientasa manos de terapeutas responsables. Espe-remos que así sea y se pueda paliar algo eldaño irreparable producido por la prohibi-ción, que con el tiempo se verá ha sido unerror descomunal.

ción Beckley, con sede en la campiña de Oxford, viene siendo elcambio que quiere ver en el mundo.

Entre sus proyectos de investigación pioneros, antes de dedicarsea esta gesta por la reforma legislativa, se cuentan los siguientes lo-gros científicos: desde el 2007 viene investigando legalmente eluso de lsd en humanos; desde el 2009 realiza los primeros esca-neos cerebrales con la nueva técnica de imágenes fMRI en sujetosbajo el influjo de la psilocibina; realizó el primer estudio piloto per-mitido desde los setenta para analizar los efectos psicológicos desubstancias psicodélicas en el tratamiento de adicciones; investigasobre las propiedades benéficas del cannabidiol (cbd) y sobre porqué conviene un equilibrio proporcionado entre thc y cbd en can-nabis “de la calle”; también están construyendo una base de datos

para investigar la eficacia del cannabis en el tratamiento de dife-rentes enfermedades y ayudando a implementar tecnología no in-vasiva para monitorear los cambios del fluir interrelacionado desangre y fluido cerebroespinal en el cerebro.

Los objetivos científicos de estos experimentos legales es inves-tigar: a) los efectos neurofisiológicos y subjetivos de diferentessubstancias psicoactivas; b) el potencial benéfico de estas substan-cias en psicoterapia, medicina y neurociencias; c) la psicología deluso de substancias psicoactivas; d) las diferencias individuales encuanto a los patrones de uso y abuso; e) cómo conviene regular eluso de estas substancias para reducir daños y riesgos. La conse-cuencia de estos esfuerzos es que nuevamente se va abriendo lapuerta de la investigación científica –poco a poco, tras decenios deprohibición– al campo de las substancias psicoactivas y sus aplica-ciones como herramientas para conocer mejor la conciencia, unenigma todavía indescifrado para la ciencia.

Banisteriopsis caapi.

www.beckleyfoundation.org

Dos dibujos hechos por participantes en los talleres de respiración holotrópicade Stanislav Grof .

Carta de puño y letra de Albert Hofmann a Steve Jobs de Macintosh.

En Londres, el 17/11 la Cámara de los Lores analiza refor-mar la legislación internacional sobre drogas.

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10 extraprohibición 50 años (1961-2011)

No tiene nada de extraño que la ortodoxia drogófobaevite cualquier indagación sobre losefectos adversos de la prohibición y que secentre obsesivamenteen las sustancias diabólicas

AlejoAlberdi

El irresistible encanto de la prohibición

“Toda ley que pueda ser violada sin cau-sar daño a nadie, será burlada. Más aún,estará tan lejos de lograr controlar los de-seos y pasiones de las personas que, alcontrario, las incitará a dirigir sus pensa-mientos hacia las cosas que desean y lesestá prohibido obtener precisamente porsu condición de prohibidas. Y a las per-sonas ociosas no les faltará la astucia ne-cesaria para burlar leyes concebidas pararegular cosas que no pueden prohibir to-talmente. Quien intente determinar todomediante leyes fomentará el crimen enlugar de evitarlo”, Baruch Spinoza.

Se habla cada vez más de la legaliza-ción de las drogas en los medios de co-municación de masas. El debate está aúnen pañales, surge esporádicamente paradesvanecerse al poco y, desde los propiosmedios, se hacen enormes esfuerzos paraasfixiarlo, manipularlo o desvirtuarlo,pero, como el dinosaurio de Monterroso,la cuestión está ahí y no va a desapare-cer. Sin embargo, es posible que nos es-temos precipitando y, en lugar de hablartanto de legalización, deberíamos ponerun mayor énfasis en la prohibición, espe-cialmente en su papel como propagadoradel consumo de estupefacientes. Se diríaque los únicos que mencionamos la pro-hibición de las drogas (229.000 resulta-dos en Google) somos quienes queremosterminar con ella, mientras que a la orto-doxia prohibicionista y a sus voceros me-diáticos ya no les importa hablar de lalegalización de las drogas (1.170.000 re-sultados en el mismo buscador).

No aspiro a un premio a la originali-dad al recordar que la primera prohibi-ción mítica fue la del fruto del Árbol delBien y del Mal, que Yahvé habría plan-tado en el mismísimo centro del ParaísoTerrenal, bien a la vista de Adán y Eva y,por si les hubiera pasado inadvertido,amenazó a la pareja primigenia con todotipo de males en el caso de que osarantransgredir su mandato, que para eso erael Ser Supremo. Surgió así, y simultáne-amente, el primer prohibidor y el primertentador (pues, como destacaba AlanWatts en su obra Las dos manos de Dios,la serpiente fue sólo un cómplice, apenasnecesario, del verdadero incitador) y,desde entonces, prohibición y tentaciónhan ido inextricablemente unidas.

“Parece difícil negar que el miedo y laexageración pueden alimentar –por unaespecie de efecto bumerán– el interés y lafascinación (...). En concreto, el públicoadolescente, más inclinado a una actitudde rebeldía, suele estar especialmente in-teresado en las conductas arriesgadas,sobre todo aquellas que implican novedad,riesgo o placer y prestigio dentro de su en-torno social. (...) Y es que durante mucho

tiempo –al menos dos décadas de susvidas– los humanos se guían por lo pro-hibido para localizar lo deseable. Luegouna parte abraza el orden, pero incluso esesegmento tiene por seguro que algo muycaro, perseguido y peligroso alberga pla-ceres inmensos”, Juan Carlos Usó (Dro-gas y cultura de masas. España1855-1995. Madrid: Taurus, 1996).

Parece difícil negarlo, pero a quienesviven de perpetuar miedos y de apuntalarprohibiciones en proceso de derrumbeles resulta muy fácil. El efecto “frutoprohibido”, obvio para el común de losmortales, tratado por innumerables filó-sofos y pensadores, evidente para cual-

quiera que conozca algo de la naturalezahumana, se convierte en algo nebuloso,excéntrico y despreciable para los llama-dos “expertos” en adicciones que, desdesu púlpitos mediáticos, se empeñan ennegarlo o minimizarlo. No tiene nada deextraño que la ortodoxia drogófoba evitecualquier indagación sobre los efectosadversos de la prohibición y que se cen-tre obsesivamente en las sustancias dia-bólicas, pero algún dato se puedeencontrar. Así, la FAD ha publicado dosestudios sobre la percepción social de lasdrogas, el último de ellos en el 2005 (Lapercepción social de los problemas dedrogas en España, 2004, E. Megías, E.Rodríguez, I. Megías, J. Navarro. Ma-drid: FAD, 2005). En un cuadro sobre lasrazones que llevan a los encuestados atomar drogas, el “gusto por lo prohibido”figuraba en cuarto lugar con un 37,9%de respuestas, casi seis puntos porcentua-les más que en una encuesta de 1998. Setrataba de una cuestión con respuestamúltiple (tres opciones), pero esta razónsuperaba con mucho a otras más publici-tadas y, generalmente, de carácter nega-tivo, como problemas en el trabajo o conla familia, la inseguridad o “calmar losnervios”. Si las autoridades sanitarias in-corporaran estas cuestiones a las encues-tas del PNSD, podríamos conocer mejorel atractivo de la prohibición y sus conse-cuencias. Que uno sepa, la FAD no havuelto a realizar estudios de este tipo. Sinembargo, Eusebio Megías, director téc-

nico de la Fundación, se ha referido al-guna vez a esta atracción: “Al igual quela imagen degradada y estigmatizada delyonqui puede echar atrás a muchos con-sumidores, algunos se sienten atraídospor el lado oscuro. Cualquier actividadmarginal siempre atrae a un grupo pe-queño de gente que quiere jugar al mal-ditismo. Son personas de un nivelsociocultural más alto que quiere jugarun poco al canalla y experimentar con losextremos y los límites. Pero es anecdó-tico y no tiene importancia desde elpunto de vista epidemiológico, porque lagran población es la residual” (Los nue-vos yonquis, Henrique Mariño, en ADN,11-06-2008).

Cabe dudar de si este factor es tan “re-sidual” como quiere Megías, no sólo porsu indudable peso en la encuesta citada,sino porque, según otro estudio de laFAD (La lectura juvenil de los riesgos delas drogas: del estereotipo a la comple-jidad, E. Rodríguez, J.C. Ballesteros, I.Megías, M.M. Rodríguez. Madrid: FAD,2009), al menos un 20% de los jóvenesde 15 a 24 años podrían encuadrarse enel grupo de los transgresores, para losque la prohibición sería un claro incen-tivo a la hora de consumir.

“Cuanto más severas sean las penasimpuestas a los consumidores y a los ne-gociantes de cocaína, más aumentará enlos consumidores la atracción por elfruto prohibido y la fascinación por elpeligro afrontado, y en los especulado-res, la avidez de ganancia, que es ya in-gente y crecerá con el crecer de la ley”,Errico Malatesta (Umanità Nova, tradu-cido en un suelto anarquista, 1922:http://perso.wanadoo.es/jcuso/textos/malatesta.htm).

No es necesario sumergirse en losabismos de la heroína para encontrarejemplos del irresistible encanto de loprohibido. Quim Monzó abordaba en unartículo (“Cafeína en Escandinavia”, enLa Vanguardia Magazine, 5 de marzo de2000) el curioso caso de la cafeína far-macéutica, de venta restringida en Nor-uega y de libre adquisición en Suecia.Mientras los jóvenes suecos tomaban elcafé en infusión, como suele ser habitual,sus coetáneos noruegos peregrinaban enmasa al país vecino para adquirir com-primidos de cafeína, droga que consu-mían a mansalva durante los fines desemana. Monzó citaba el caso de una far-macia sueca cercana a la frontera que,gracias a este furor, había llegado a ven-der 57.000 pastillas (¡cada mes!) a losdescendientes de los vikingos. A todoesto, los adictólogos noruegos clamabancontra el “flagelo” cafeínico en términosno muy alejados de los utilizados por

nuestros expertos en la materia para aler-tar sobre tal o cual estupefaciente. Por suparte, J.F. Gamella daba cuenta en un tra-bajo de investigación (A Brief History ofCannabis Policies in Spain (1968-2003]- The Journal of Drug Issues, Juan F. Ga-mella, Luisa J. Rodrígo) del único perí-odo de nuestra historia reciente en el quehabría descendido apreciablemente elconsumo de cannabis en España. No escasual que este descenso se diera a me-diados de los años ochenta, coincidiendocon la breve primavera legislativa que,desde 1983 hasta 1989, convirtió a nues-tro país en uno de los más tolerantes delmundo, si no el que más, en cuanto a lapenalización del tráfico y el consumo desustancias prohibidas. Los aficionados aculpar a la izquierda de la expansión deluso de drogas en España harán bien entener en cuenta que, por ejemplo, entre1999 y 2005 (durante la segunda legisla-

tura del aznarato) se triplicó entre nos-otros el número de consumidores diariosde cannabis (de 200.000 a 600.000).

Cuando los paladines de la cruzada an-tinarcóticos amenazan con aumentos ex-ponenciales de los consumos en caso deque se levantara el tabú, conjetura que noestá basada en estudios o investigacionesde ningún tipo, no parecen tomar encuenta los enormes incrementos que sehan producido bajo la égida prohibicio-nista, como si éstos no fueran el resul-tado de las políticas que ellos mismospropugnan. Si se dice de los adictos quese autoengañan y mienten, que se niegana asumir sus responsabilidades, que mi-nimizan sus problemas y viven en unmundo de ilusión, tendremos que admi-tir que la adicción más grave y de másdifícil abandono es la que sufren quienes,paradójicamente, pretenden rehabilitar alos demás.

CarlosMartínezRentería

Crónica de pulque, drogas y prohibición

Mi primer contacto con los organizadores de la III ConferenciaLatinoamericana y la I Conferencia Mexicana sobre Políticas deDrogas, celebradas en la ciudad de México los días 13 y 14 deseptiembre, ocurrió un mes antes cuando los invité a conocer lapulquería Los Insurgentes, con la intención de convencerlos paraque en este lugar se celebrara la fiesta de clausura de las confe-rencias. Después de tomarse unos curados de granada y avena (elpulque, la bebida alcohólica más antigua de México, se puedemezclar con todo tipo de frutas y legumbres), tanto Jorge Her-nández Tinajero –presidente del Colectivo por una Política Inte-gral hacia las Drogas, CUPIHD– como el argentino PabloCymerman –coordinador del comité organizador de las confe-rencias– estuvieron de acuerdo en llevar a bailar ahí al centenarde participantes convocados para la mencionada conferencia. Durante los días previos al evento, de manera insistente el Go-bierno mexicano estuvo transmitiendo a través de todos los me-dios de comunicación su reiterada y necia postura en contra dela despenalización de las drogas, también se anunciaron con grandespliegue el arresto de capos del narco, decomisos de armas,quema de toneladas y más toneladas de marihuana (¡qué des-perdicio!). Todo pareciera indicar que ante la ya anunciada pre-sencia de decenas de especialistas extranjeros que apuestan porotras alternativas ante el fracaso de las políticas prohibicionistasdel presidente Felipe Calderón, era necesario fortalecer un cercoinformativo para opacar los posibles impactos de las conferen-cias que se desarrollarían justo un día antes de la celebraciónpatriótica más importante del país, el 15 de septiembre, Día dela Independencia. Sin embargo, de manera paradójica, las polí-ticas prohibicionistas de nuestro Gobierno representan la pos-tura menos independiente ante los lineamientos que impone sucontraparte norteamericana.

Un par de semanas antes de la conferencia, se comunicó con-migo Jorge Hernández Tinajero para invitarme a moderar unade las mesas, intitulada “Drogas, identidades y cosmogonías”.Me comentó que en esa mesa participarían expertos en las lla-madas “sustancias enteógenas”, plantas tradicionales utilizadasen rituales religiosos, con poderes medicinales y alucinógenos,por lo que mi presencia como moderador resultaría un contra-peso considerando quizá mi fama de“blasfemo” y degustador de otro tipo desustancias menos espirituosas. Aceptégustoso, pues más allá de aficiones perso-nales, soy un activista convencido de lanecesaria y urgente despenalización detoda sustancia prohibida, considerando losmatices que implica el tratamiento de cadauna de ellas.

Un día antes de la inauguración, se or-ganizaron diversas actividades paralelas,como un curso de periodismo especiali-zado en el tema de la cultura de las drogasy la exhibición de un muy buen documen-tal, Cocaine unwrapped, en el que se re-gistra de manera cruda y valiente elpanorama tan devastador que se vive envarios países latinoamericanos a causa dela prohibición de la hoja de coca y el trá-fico ilegal de cocaína, así como los avances que al respecto sehan logrado en países como Bolivia y Ecuador. La directora deeste trabajo es la inglesa Rachel Seifert, que además de inteli-gente fue una de las presencias más bellas de la conferencia.

Debe reconocerse la muy profesional organización de estas

conferencias, celebradas en un amplio salón de un conocidohotel del sur de la ciudad. Bajo el lema “Hablando claro sobredrogas con acento latinoamericano”, se imprimieron atractivosprogramas, separadores, señalizaciones y demás papelería. Du-rante los dos días se realizaron maratónicas sesiones desde lasnueve de la mañana hasta las ocho de la noche, y se abordaronmuy diversos temas que a continuación mencionaremos.

La sesión inaugural se celebró ante unnutrido auditorio con cerca de 300 perso-nas y dos ausencias significativas peroprevisibles: el ex secretario de Salud deMéxico, José Ángel Córdova Villalobos,y el también ex secretario técnico del Ga-binete de Seguridad Nacional y vocero dela Estrategia Nacional de Seguridad deMéxico, Alejandro Poiré Romero; lo sig-nificativo de ambas ausencias es que tansólo unos días antes estos funcionariosfueron removidos de sus puestos (seríamuy exagerado decir que los corrieronpor haber aceptado asistir a la conferen-cia) por motivos propios de la caprichosapolítica mexicana.

Quienes sí estuvieron en la inaugura-ción de los trabajos de las conferenciasfueron: Jorge Hernández Tinajero, presi-

dente de CUPIHD; Philippe Lamy, representante de la Organi-zación Mundial de la Salud; César Núñez, de UNOSIDA; CarlosTena Tamayo, de la Comisión Nacional Contra las Adicciones deMéxico, y Graciela Touzé, presidenta de Intercambios Asocia-ción Civil, fundación organizadora de las conferencias. El tono

Las políticas prohibicionistas de nuestro Gobierno representan la posturamenos independienteante los lineamientosque impone su contra-parte norteamericana.

Vecellio Tiziano . Adán y Eva, 1550.

Julio Glockner, Bia Labate y Carlos Martínez Rentería

50 años (1961-2011) 11extraprohibición

“La permisividad es el principio que consiste en tratar a los niños como si fueran adultos, y la táctica para asegurarse de quenunca lleguen a serlo.”

JordiCebrián

Releyendo a Szasz en el aniversario de la prohibición

En este poco celebrado aniversario de laguerra contra las drogas, recordar a Tho-mas Stephen Szasz no es sólo pertinente,sino necesario. Psiquiatra, pensador, filó-sofo, no sólo ha sido durante todos estosaños una de las voces que con más fuerzahan clamado por el fin de la prohibición ypor los derechos de los consumidores dedrogas, sino que es además el filósofo quemejor ha sabido leer el subtexto de la pro-hibición, ver las necesidades morales y so-ciales que justifican y mantienen esteexperimento social fallido. Sirvan estas lí-neas, pues, como homenaje a un brillantepensador, y como estímulo para que quie-nes no conozcan su obra se acerquen a ella.

Los textos de Szasz cautivan y atrapan,ante todo, por la vital y encendida defensade la libertad y el individuo frente a co-lectivismos, autoritarismos y paternalis-mos. Pero resultan además de unaluminosidad especial; esa luz que permitever más allá del escenario que se nos pre-senta ante nuestros ojos, y contemplar lasbambalinas, los intereses ocultos, las rea-lidades que subyacen bajo las apariencias.La fuerza de sus ideas, lo elemental e im-pactante de muchas de sus verdades, juntocon una particular brillantez para conden-sarlas, son lo que le convierten, además,en un maestro de los aforismos, en los queno es ajeno el humor. No en vano Szaszdeclara: “Cuando alguien deja de reírse desí mismo ha llegado el momento de queotros se rían de él”.

Thomas S. Szasz siempre ha sido cons-ciente de que sus ideas suscitarían un re-chazo mayoritario: “Supe desde tempranaedad que estar equivocado puede resultarpeligroso, pero que tener razón, cuando lamayoría acepta una mentira como verdad,puede resultar fatal. Y esto es especial-mente cierto cuando se trata de falsas ver-dades que forman parte esencial delsistema de creencias social.” Pero estonunca le ha hecho rehuir la polémica sinoque ha defendido sus posiciones conenorme pasión intelectual, que mantieneaún hoy, a los noventa años, y sin dejar deproducir artículos y ensayos que siguenresultando provocadores.

Su ataque a la prohibición de las drogas,constante en su obra, se fundamenta en elvalor esencial que asigna a la libertad indi-vidual. La prohibición ha sido atacada amenudo desde un punto de vista pragmá-tico: no funciona, es contraproducente ygenera peligros desconocidos sin ella.Pero Szasz va más allá, y reivindica el de-recho básico de cada individuo a disponercomo quiera de las drogas. El hecho deque drogarse sea un derecho, explicaSzasz, como lo debería ser el de suici-darse, no implica que estas acciones seandeseables, o ni tan sólo moralmente acep-tables. Sólo implica que nadie tiene dere-

cho a tomar ciertas decisiones por nos-otros. En este argumento radica el germentanto del prohibicionismo como de su an-títesis: se trata de primar al individuofrente al colectivo, o al revés. Este posicio-namiento ideológico es el que le ha lle-vado a enfrentarse, con la misma fuerza,con quienes pretenden despenalizar el pro-blema de las drogas sólo para medicali-zarlo. Szasz no considera que los usuariosde drogas deban ser considerados enfer-mos, y por supuesto no acepta que su con-sumo pueda implicar atenuantes legales.Por eso se opone a quienes quieren susti-tuir la cárcel por el hospital y a los poli-cías por los médicos. Escribe Szasz: “Laguerra contra las drogas, entre otras cosas,trata sobre ‘qué les contamos a los niñosde la vida’. Los prohibicionistas les cuen-tan un conjunto de mentiras, por ejemplo,

que la marihuana es peligrosa y el Ritalínno lo es. Los medicalizadores del uso dedrogas les cuentan otro conjunto de men-tiras; por ejemplo, que usar drogas ilegales

es una enfermedad como la diabetes, y queser encerrado por psiquiatras para ser tra-tado es el equivalente a inyectarse unomismo insulina. ¿No hay nadie a favor decontarles simplemente la verdad?”.

Otro de los puntos clave en el pensa-miento de Szasz, y esencial también paraentender el prohibicionismo, es la impor-tancia que da a la lucha por el lenguajecomo método de control ideológico. Noen vano Szasz proclama que George Or-well es uno de sus autores favoritos. Loque en 1984 aparece esbozado con bri-llantez, el uso del lenguaje como ele-mento de control, Szasz lo aplica alanálisis de la realidad. Szasz nos explicala importancia de ganar la batalla del len-guaje: “En el reino animal se trata de de-vorar o ser devorado, entre los humanos,se trata de definir o ser definido.” Quienconsigue imponer sus definiciones a lassituaciones tiene asegurada la victoriamoral y física. Por el contrario, el que haresultado definido en la contienda tienetodas las de perder, incluso su libertad, yhasta su vida. Dice Szasz: “Los hombresno son castigados o premiados por susactos, sino por cómo se definen sus actos.Por esto los hombres están más interesa-dos en justificarse a sí mismos que encomportarse mejor”.

La etiqueta como medio de control so-cial es un concepto clave para entender

una de las ideas conductoras de toda suobra: que la enfermedad mental no existe,sino que se trata de una clasificaciónusada para ejercer poder sobre aquellos aquien se clasifica. Su primer libro, La fa-bricación de la locura, ya le supuso laoposición de todos sus colegas psiquia-tras, y en él describe el proceso social demedicalización de los comportamientosindeseados, que culmina en calificarcomo locos a aquellas personas sobre lasque quiere ejercerse el control, para des-pués forzarlas a recibir tratamiento por unmal inexistente. La comparación entre lapsiquiatría forzada y la caza de brujas dela Inquisición es constante en su obra, yqueda resumida a la perfección en uno desus potentes aforismos: “La Inquisición esa la herejía, lo que la psiquiatría es a la en-fermedad mental”. En esta frase aparecenalgunos conceptos clave de su pensa-miento: ni la enfermedad mental ni la he-rejía constituyen realidades físicas, sinoconstrucciones ideológicas utilizadascomo coartada para oprimir a los catalo-gados, ya como locos ya como herejes.Con su habitual sentido del humor, Szaszlo expresa en estos términos: “Si los pri-meros colonos europeos en Norteaméricahubieran llamado a los nativos ‘america-nos’ en vez de ‘indios’, aquellos primerosamericanos no hubieran podido deciraquello de que ‘el único indio bueno es el

indio muerto’, y no hubiera resultado tanfácil privarles de sus tierras y de sus vidas.Robarle a la gente sus auténticos nombreses a menudo el primer paso para robarlessus propiedades, su libertad y sus vidas”.

Partiendo de estas ideas, se opuso desdeel principio al tratamiento psiquiátricoforzado, así como a la utilización de la en-fermedad mental como recurso para noser responsable legal de un delito. Su res-peto hacia el individuo y su libertad va pa-ralelo a la exigencia de responsabilidadpor los propios actos. Szasz desenmascaraaquí otra clave con la que interpretar mu-chos fenómenos contemporáneos: la in-fantilización de la sociedad: “La adultezes un periodo cada vez más estrecho entrela infancia y la vejez. Aparentemente, elobjetivo de las modernas sociedades in-dustriales es el de reducir este segmentoal mínimo.” Para Szasz, la educación enla libertad va asociada a la educación enresponsabilidad, y denuncia que quienesbuscan declarar a la persona no responsa-ble de sus actos lo hacen siempre parapoder ser ellos quienes los controlen. Poreso tampoco cree en la permisividad en laeducación: “La permisividad es el princi-pio que consiste en tratar a los niños comosi fueran adultos, y la táctica para asegu-rarse de que nunca lleguen a serlo.” El de-recho a equivocarse es para Szaszesencial, y ve en la buena voluntad dequienes nos quieren proteger a la fuerzaun intento de control e infantilización:“Un niño llega a adulto cuando se dacuenta de que tiene derecho no sólo atener razón sino también a equivocarse.”

En sus libros y ensayos Szasz nos ad-vierte también contra la creciente medi-calización de la sociedad, un proceso queconsiste en clasificar como enfermedadescomportamientos que se consideran so-cialmente indeseados o moralmente re-probables, ya sean la ludopatía, laadicción a las drogas o al sexo o la sobre-alimentación. Una medicalización queconvierte los problemas o desazones pro-pios de la vida en enfermedades quedeben ser tratadas, y que usará los prejui-cios y sistemas de creencias sociales paradeterminar qué es normal y qué es insano:“Si tú le hablas a Dios dirán que estás re-zando, pero si Dios te habla a ti, dirán quepadeces esquizofrenia.”

Una de las virtudes de la obra de Szaszes la de mostrarnos precisamente la fuerzaque tiene, nada más y nada menos, llamara las cosas por su nombre. El propio Szaszsimplifica así su mérito: “No he hechoningún descubrimiento científico, sóloestoy diciendo que si eres blanco y no tegustan los negros, o eres negro y no tegustan los blancos, eso no es una enfer-medad, es un prejuicio. Que si tú estás enun edificio del que no se te permite salir,eso no es un hospital, es una cárcel. Nome importa cuánta gente califique el ra-cismo de enfermedad o a la hospitaliza-ción mental forzada, de tratamiento.”Pero, por supuesto, el mérito de Szasz noes sólo el de mostrarnos la fuerza de de-volver el auténtico nombre a las cosas,sino que para hacérnoslo evidente realiza

una ingente labor historiográfica. Éste esotro de los elementos clave que debemosa Szasz quienes defendemos la liberaliza-ción de las drogas: haber entendido que elconocimiento de la historia no sólo es útilpara comprender la realidad presente, sinoque resulta imprescindible. Sólo viendocómo evolucionan las ideas, o cómo losmismos comportamientos sociales apare-cen una y otra vez con diferentes nombresy justificaciones, llegamos a entender lasfuerzas generales que mueven los casosparticulares. La importancia de la histo-riografía de las drogas como elemento demilitancia antiprohibicionista fue clara-mente captada y brillantemente ejecutadapor Escohotado, declarado admirador deSzasz y traductor al español de algunas desus obras, en su magna Historia generalde las drogas; y también los trabajos deJuan Carlos Usó, después, son un ejem-plo de ese recuerdo de la historia comoarma de militancia.

Evidentemente, Szasz ha recibido todotipo de críticas por parte de sus detracto-res, especialmente dentro de la farmacra-cia dominante. Una de las másrecurrentes acusaciones ha consistido entacharlo de derechista. Pero, una vez más,Szasz resuelve el dilema con un aforismocortante como el hielo: “No se trata dederechas o de izquierdas, sino de estar afavor de la libertad y el individuo, o delcolectivismo”. Es, en efecto, de la tradi-ción liberal de la que Thomas S. Szasz semuestra orgulloso heredero. Preguntadopor sus autores preferidos, se refiere aHayek, a Stuart Mill, a Adam Smith, aVon Mieses, a Lord Acton, a Camus... Lalibertad individual, el respeto al indivi-duo, la desconfianza hacia los paternalis-mos bienintencionados, la creencia enque cada acción puede tener consecuen-cias imprevistas e indeseadas al margende las intenciones originales cuando seaplica en la sociedad. Ésos son los pilaresliberales sobre los que se asienta el pen-samiento de Szasz.

Una de las críticas más fundamentadasa las ideas de Szasz es la que se apoya enlas crecientes evidencias de que no puedehablarse en rigor de un cuerpo y un almacomo entidades separadas, y que los pro-cesos mentales están sometidos a losmismos condicionantes anatómicos oquímicos que las enfermedades físicas.Desde este punto de vista, la enfermedadmental no sólo no sería un mito, comopropugnaba Szasz, sino que sería, obvia-mente, tan física y concreta como lagripe. Pero el peligro del que alerta Szaszse mantiene intacto: aunque puedan exis-tir, por ejemplo, diferencias cerebralesentre un homosexual y un heterosexual,tachar al primero de enfermo y al se-gundo de normal es un método de cata-logación social y político, no el resultadode una diagnosis médica.

Szasz es, en definitiva, un filósofo de lalibertad, un librepensador enfrentado a losmitos y prejuicios mayoritarios, alguienque ejerce lo que proclama: “Pensar conclaridad requiere más de coraje que de in-teligencia”.

de las participaciones siempre fue institucional pero con un muyalentador tono de apertura ante las posibilidades reales de cam-biar las estrategias prohibicionistas por dinámicas más huma-nistas y tolerantes ante el problema de las drogas.

Los temas de las siete mesas programadas fueron: “Conse-cuencias de la guerra contra las drogas”, “Las perspectivas delos organismos intergubernamentales”, “Drogas, identidades ycosmogonismos”, “El impacto de las estrategias de reducciónde la oferta en la disponibilidad de drogas ilícitas y en la violen-cia”, “Drogas, seguridad y derechos humanos”, “Respuestas so-ciosanitarias: experiencias y desafíos” y “Latinoamérica en elcontexto internacional”. También se incluyó en el programa laceremonia de entrega del Premio Latinoamericano de Perio-dismo sobre Drogas y la presentación del libro América Latinadebate sobre drogas. I y II Conferencias Latinoamericanas sobrePolíticas de Drogas.

Entre los participantes había legisladores de distintos países,académicos, funcionarios, investigadores, periodistas e intelec-tuales, sin faltar chamanes y simples consumidores; había re-presentantes de Argentina, Ecuador, Colombia, Bolivia,Uruguay, Brasil, Perú, Estados Unidos, Portugal, Vietnam ydesde luego México, entre otros.

Pero además de los conferencistas invitados, pudimos con-versar con varios estudiosos y profesionales del tema de drogasque realizan interesantes proyectos de investigación y editoria-les, como es el caso del coordinador general de la revista Cá-ñamo, de Chile, el buen Claudio Venegas Rojas, así como eleditor Alejandro A. Sierra, de la revista argentina THC, dos pu-blicaciones en verdad muy bien editadas y con colaboracionesde primera (hay que reconocer que en México no contamos aúncon una revista profesional dedicada al tema de las drogas); porejemplo, en la revista THC colabora el legendario escritor un-derground Enrique Syms.

Lo apretado del programa de las conferencias no permitió con-tinuar el debate en algunos temas que particularmente desperta-ron un gran interés entre el público asistente, como fue el casode la mesa “Drogas, seguridad y derechos humanos”, en la queparticiparon Álvaro Henry Campos Solórzano, viceministro deJusticia y Seguridad Pública de El Salvador; Luis González Pla-cencia, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la

capital mexicana, y Robson Rodrigues Da Silva, comandante dela Unidad de la Policía Pacificadora de Río de Janeiro, Brasil.

En lo que respecta a la mesa que me tocó moderar, “Drogas,identidades y cosmogonías”, tendré que decir que despertómucho interés, y prueba de ello es que llegaron más de veinte co-mentarios para cada uno de los cuatro ponentes. De hecho, sólose pudieron responder la mitad de las preguntas ante las limita-ciones de tiempo; en esta mesa estuvieron Mary Ann Eddowes,directora de la Asociación Peruana de la Hoja de Coca; Bia La-bate, investigadora en la Universidad de Heidelberg y especia-lista en la ancestral planta de ayahuasca; Epifanio Alonso, mayorde la congregación Misioneros del Temporal, de México, y tam-bién de este alucinante país es el antropólogo Julio Glockner, dela Universidad Autónoma de Puebla y uno de los más lúcidosinvestigadores en torno a las llamadas “plantas enteógenas”, ade-más de amigo entrañable. Mary Ann fue muy cuestionada porsus exagerados testimonios en torno a las virtudes curativas deplantas como la ayahuasca y la hoja de coca, que según su ex-periencia prácticamente lo curan todo. Lo mejor lo dijo la lú-cida investigadora brasileña Bia Caiuby Labate, quien advirtiócomo conclusión simbólica que no es posible quedarnos conposturas maniqueas de si los consumidores de sustancias natu-rales son mejores personas que los que se meten drogas de di-seño, así como puede haber un chamán charlatán y mala onda,puede haber un consumidor de cocaína que sea un ser brillante(no lo digo por mí, claro), o viceversa.

En verdad hay que celebrar que, en un país agobiado por lairresponsabilidad gubernamental de seguir patrocinando estasangrienta guerra contra las drogas, ocurran esfuerzos indepen-dientes como este encuentro de imaginación, inteligencia e in-formación certera.

La fiesta en la pulquería Los Insurgentes fue un éxito. Se bailóhasta el amanecer (el mejor bailarín fue Pablo Cymerman), ydesde luego fue en la fiesta en donde se llegó a las más lúcidasconclusiones. Claro, yo bailé brevemente con la bella Rachel.

Después de constatar este tipo de esfuerzos, podemos decirque la guerra contra las drogas va llegando a su fin. ¡Vivan lasdrogas libres!

Para Polo Rivera, generoso impulsor de la despenalización de la marihuana en México

Mary Ann Eddwes, J. Glockner, C. Martínez, Bia Labate y Epifanio Alonso. Representantes de la mesa que de-batió sobre “Drogas, identidades ycosmogonías”.

A la izquierda Leopoldo “Polo” Ribera, presidente de AMECA (Aso-ciación Mexicana de Estudios delCannabis), junto a Pablo Cymermany unos amigos.

Thomas Szasz.

12 extraprohibición 50 años (1961-2011)

Iván CarrascoMontesinos

¿Qué beneficios ha obtenido la humanidad con la prohibición de las drogas

Eran los tiempos gloriosos en que ningunadroga estaba todavía prohibida (1920), puesla única diferencia que existe entre unadroga y un remedio es la dosis. Cualquierasabe que no es lo mismo una aspirina queuna caja entera, ni una cucharada de Romi-lar que medio frasco. Este principio de lafarmacopea europea fue formulado por Pa-racelso hace ya 500 años. Desde entoncesse desarrolló una notable investigaciónsobre las drogas naturales, que se volvieronimprescindibles en miles de remedios, quecomo mucho tenían el efecto secundario decolocar; sin embargo, jamás llegaron a pro-vocar las secuelas que los efectos secunda-rios de los remedios modernos han dejadoen miles de personas, desde la talidomidahasta las dioxinas. No obstante, el purita-nismo, los intereses creados y la maldadhan hecho caso omiso de estos hechos,como si tuviesen un pacto con los que in-tentan adueñarse de la salud y vendernossólo sus productos, y encima convertidosen ejemplares y milagrosas pócimas quetodo lo curan. Estos laboratorios multimi-llonarios han logrado interferir el curso na-tural de la farmacopea con los desastrososresultados que hoy todos conocemos. Gra-cias a ellos, y la connivencia política, lasalud se ha convertido en otro negocio delcapitalismo feroz, ese que ahora padecemosen carne propia. Parece que ciertas activida-des de gran envergadura económica tienenpatente de corso y están fuera de cualquiercontrol administrativo, incluso si arruinana cientos de miles de personas.

Pero volviendo a la cita que encabezaeste artículo, se desprende que, pese a losfrascos enteros de éter que la institutriz de

la malograda Irène Némirovsky se tomaba,ésta no dejaba de ejercer eficazmente sulabor de institutriz, tanto que sentó las basestécnicas dentro de la pequeña Irène paraque luego fuese la gran escritora que luegofue, pese a su infame y prematura muerte.Es un claro ejemplo que rebate el presu-puesto de que una persona que se droga esincapaz de cumplir con su cometido, una delas bases de la dichosa prohibición, que eneste año cumple sus cincuenta estériles ynefastos años. La historia está llena de ilus-tres drogadictos, algo que los prohibicionis-tas olvidan en su pretensión de que lo suyoes un intento de mejorar a la humanidad a lafuerza quitándonos las drogas, cuando enrealidad tal vez sean las drogas las que nosayudan a superarnos. De ahí que hayanexistido tantos ilustres drogotas a lo largode la historia. También lo demostraron loshippies con sus loables ideales, simples, sí,pero fueron capaces de parar una guerra yponer las bases de muchos movimientosprogresistas que hoy en día se desarrollancomo vanguardias del ecologismo e inclusode la tecnología, lo que les costó que les ca-yese la draconiana prohibición. Pues Mr.Nixon y compañía, incluida la mafiosa quese codeaba con el defenestrado expresi-dente de Estados Unidos, mandaban en ese

entonces y se asustaron mogollón al con-templar los desmanes de la juventud, queera capaz de organizar festivales como el deWoodstock. Allí, medio millón de personasse reunieron durante tres días en precariascondiciones nada más que para escucharmúsica, y darle a la marihuana y al ácido, yno pasó nada: ni una pelea, ni una ofensa, niun altercado. Era intolerable tanto paci-fismo, había que echarles todas las fuerzasdel orden para que aprendan a comportarsecomo ciudadanos ejemplares y se destrocenentre sí. Sin más afirmaron que la mari-huana transformaba a los jóvenes en malosamericanos, en traidores y en antipatriotas,como si el patriotismo no fuese el ejemplomás claro de la estupidez humana, lo dejódicho el Dr. Johnson, uno de los lúcidos pa-dres de la Constitución estadounidense.

Sirva esta introducción para demostrarque la maldad intrínseca de las drogas esuna falacia ruin inventada por esos nefas-tos personajes que promocionaron la mal-dita prohibición. Y es maldita porquedespués de cincuenta años de dicha prohi-bición la degradación de la sociedad ha ad-quirido tonos, por decirlo con suavidad,alarmantes. La guerra contra las drogas sóloha generado más violencia y más corrup-ción. Las mafias, los famosos cárteles de la

droga, se han vuelto todopoderosos graciasal tráfico ilícito y, hoy en día, pueden com-prar países enteros y enfrentarse a ejércitosprofesionales. Colombia, México, y no sediga Guatemala, que ahora está en el puntode mira de los implacables narcos, que sela comerán entera de dos bocados, sufrenlos efectos colaterales del sinsentido prohi-bicionista: una guerra interminable en laque por cada narco caído hay cientos de re-clutas que están prestos para substituirlo, yque enseguida ganarán mucho más que elsoldadito profesional reclutado a la fuerza;a la fuerza de la ley, pero a la fuerza. Tienentanta plata que a cualquier general le pue-den pagar diez veces más que el Estado, yno se diga a polis del tres al cuarto, esos quellenan las páginas de sucesos en los diariosjunto a guardias de aduanas que se han de-jado tentar por el oro blanco. Es tal su poderque han convertido a varios países en losque la vida discurría plácidamente en Esta-dos Fallidos en los que el orden lo imponela mafia; a tiros, por supuesto.

Es triste si no patético ver a esos entraña-bles países transformados en campo de ba-talla de esa guerra inventada por el imperiopara estigmatizar a ciertos países y a ciertaspersonas. A mí mismo y a muchos más,hace ya cuarenta y pico de años, de la noche

a la mañana nos convirtieron en delincuen-tes, y sin siquiera delinquir: ¡a la puta cárcelpor un peta!, y aún hoy en día se continúanllenando las cárceles, que revientan, de ino-centes drogotas que lo único que hacen esdisfrutar de lo que la naturaleza benévola-mente nos ha regalado. Aquí mismo, gra-cias a la prohibición, los polis que velan pornuestro bien, en vez de perseguir a carteris-tas y navajeros que –afirman los medios decomunicación– infestan las calles de algu-nas ciudades españolas, disfrutan de unaplacentera rutina buscando plantaciones demarihuana para destruirlas con fruición, yen medio de un gran despliegue informá-tico. Por fin salen en la foto. Entre tanto,otros delitos de verdad, esos de sangre ymuerte, se han cometido con relativa facili-dad. Arrancar plantas de marihuana apenascomporta riesgo alguno; en cambio, me-terse en un fregado de verdad, sí.

Por un lado, se persigue a los consumi-dores y, por otro, se favorece a las mafias,que ganan millones de millones de formafácil, comparado con otras actividades de-lictivas usuales. Con ese dinero instituyenla más demencial corrupción que ese di-nero tan fácilmente ganado genera. Otrosque viven de la droga son los prohibicio-nistas, pues también sacan su pasta gansa

La portera, alarmada, me puso inmediatamente la máscara y, sonriendo al olor del éter, ese olor del que mi querida Miss Matthows,

mi institutriz inglesa, se emborrachaba con frascos enteros, me adormecí.Elisabeth Gille, biografía de Irène Némirovsky

MonchoAlpuente

El síndrome de Caperucita

Necesitábamos dos litros de leche clandestina, de lechenegra, escamoteada del flujo del mercado,libre de impuestos, de conservantes y de aditivos

El 60% de los ingresosde los cárteles mexicanos proviene de la venta en EstadosUnidos, un sustanciosonegocio en las dos orillas de Río Grande

Necesitábamos en casa dos litros de lechefresca, entera y verdadera, recién orde-ñada, para elaborar un dulce artesano ytradicional cuya receta, perdida en lanoche de los tiempos, había recuperadomi mujer de un viejo libro de cocina. Aprimera vista la tarea no ofrecía muchasdificultades; vivimos en una pequeña ciu-dad castellana rodeada de vacas por todaspartes de la que hace tiempo desaparecie-ron las vaquerías y las lecherías, la lechese compra en supermercados y grandessuperficies, homologada, certificada, cen-tralizada y libre de miasmas contaminan-tes. Hay más leche que nunca, entera,desnatada, semidesnatada, con calcio aña-dido, con vitaminas, omegas y lactobaci-los. Pero leche, leche, lo que se dice, o sedecía, leche sin adjetivos ni aditivos, deesa no hay, pues se trata de un productosanitariamente peligroso en su estado na-tural, que necesita ser filtrado por todaclase de intermediarios desde que sale dela ubre de la vaca para garantizar su ino-cuidad y, sobre todo, para garantizar el ne-gocio de las grandes centrales lácteas ysus redes, que cada vez pagan menos a lospequeños productores y cada día cobranmás a los consumidores.

Necesitábamos dos litros de leche clan-destina, de leche negra, escamoteada delflujo del mercado, libre de impuestos, deconservantes y de aditivos. Preguntamos aun amigo que vive en un pueblo ganaderoen el que existen varias explotaciones le-cheras. No era tan fácil. Últimamente sehabían producido varias denuncias por pe-queñas ventas ilegales, vecinos envidio-sos enredados en viejas rencillas queafloraban periódicamente y con los másvariados motivos: pequeñas construccio-nes o reformas ilegales, cuestiones de lin-des, caza furtiva o tráfico de leche,verduras y hortalizas. “Sitio pequeño, in-fierno grande”, sentenciaba a menudonuestro amigo, que hace dos años renun-ció a su mínima y doméstica plantaciónde marihuana arrancando las plantas 24horas antes de que le Guardia Civil se pre-sentara en su huerta, avisada por un ve-cino al que su padre, el de nuestro amigo,había denunciado meses antes por unosdestrozos ocasionados en su finca por superro, el del vecino.

“No os prometo nada pero algo se podráhacer”, se despidió nuestro colega, y unasemana después nos pasó el contacto conuna detallada lista de instrucciones: a las18.30 del próximo viernes, al fondo de labarra del bar Jenaro, en la plaza Mayor del

pueblo, junto a la máquina de tabaco esta-ría nuestro hombre, al que reconocería-mos porque llevaría calada la boina yportaría una garrota nudosa y con unacinta roja. Era importante que cuando en-tráramos en el bar lo hiciéramos con lasmanos vacías, sin bolsa, botellas o reci-pientes que pudieran delatar nuestras in-tenciones. Yo me acercaría a comprarcigarrillos y el lactotraficante me daríainstrucciones: “No mire hacia aquí ahora.Dentro de cinco minutos saldré por esapuerta, esperen otros cinco y vayan a porel recipiente, luego sigan por la calle queestá a la derecha de la iglesia, yo estaré enla esquina, síganme de lejos y me veránentrar en una nave que tiene un portalónverde, esperen otros cinco minutos y ven-gan por la puerta de atrás, traigan el di-nero preparado.

Treinta minutos y veinte euros despuésdejábamos el pueblo con nuestra preciosacarga. Hubo un momento de tensión en uncontrol de la Guardia Civil pero se limita-ron al test de alcoholemia y no descubrie-ron el alijo. El postre resultó ser un éxito,pero mi mujer no ha vuelto a prepararloporque es un plato de alta dificultad y altoriesgo, y además carísimo. Mientras lo de-gustaba pensé en la fábula de Caperucitay el lobo policía, que había escrito y pu-blicado unos años antes: el lobo policíainterceptaba a Caperucita cuando le lle-vaba la merienda a la abuelita, se la con-fiscaba y le imponía diversas multas. Niel dulce casero ni la botella de leche lleva-ban impresa la fecha de caducidad, noaparecían los ingredientes del pastel, elpan no estaba correctamente envuelto y el

embutido carecía de la correspondienteetiqueta sanitaria.

Cuando lo escribí, las autodenominadasautoridades sanitarias habían empezado ahacer de las suyas. Presuntas autoridadesque nadie había elegido ni votado porquela sanidad no se basaba aún en el principiode autoridad, bastaban su autoridad moral,su entidad científica y su base moral y so-cial. La sanidad sustituía a la salud y laDiosa Salud desplazaba a la Diosa Razón,y las autoridades sanitarias eran a la vezsacerdotes y policías de un nuevo y terri-ble culto. Terrible porque ante un estadomonárquico se puede ser republicano,laico en un estado teocrático o demócrataen un estado autocrático; tiene sus riesgospero se puede, pero cuando el estado es laSalud cualquier oposición se considera

una enfermedad. Todo lo que hacen, loque nos hacen, lo hacen por nuestro bien,y ante tal exceso de bondad estatal nocaben ni la disidencia ni la rebeldía. Ha-bría que estar loco para rebelarse contrael bien común. Los ciudadanos soviéticosvivían bajo Stalin en pleno paraíso delproletariado y los que se negaban a verlo,vivirlo y aceptarlo estaban locos, de atar yde encerrar, por cuestiones médicas, queno políticas.

En Occidente, las cosas se hacían deotra manera. Tras el costoso ensayo de la“ley seca” en Estados Unidos, las políticassobre drogas fueron endureciéndose, lamarihuana generó un sustancioso mer-cado negro que no convenía tocar. Haceunos días, el presidente Obama rechazópor enésima vez una petición popular sus-

crita por 151.400 personas para legalizarla marihuana; entre los beneficios econó-micos, políticos y sanitarios que la me-dida podría aportar, destaca el fin delnarcotráfico en la frontera mexicana. Enel 2010, las autoridades norteamericanasse incautaron de 1,8 millones de kilos demarihuana, 1,5 habían pasado por la fron-tera de México. El 60% de los ingresosde los cárteles mexicanos proviene de laventa en Estados Unidos, un sustanciosonegocio en las dos orillas de Río Grande.

La excepción se llama California,donde funcionan 2.100 dispensarios quedistribuyen marihuana medicinal, másque establecimientos de McDonald’s oStarbucks, pero el fiscal del distrito estádispuesto a terminar con tanta permisivi-dad “porque muchos de esos dispensarios

ILUSTRACIÓN: ABARROTS

tead Act se llama la “ley seca”) al entrar envigor su proyecto: “Todos los hombres vol-verán a caminar erguidos, sonreirán todaslas mujeres y reirán todos los niños; se ce-rraron para siempre las puertas del in-fierno”. Europa y los demás continentespracticaban una política mucho menos am-biciosa, que andando el tiempo se conocerácomo reducción de riesgos. Entre suponerque ciertas drogas estaban limitadas a usosmédico-científicos y negar dichos usos,como proponían los cruzados norteameri-canos, el estamento terapéutico del resto delmundo preferían lo primero.

Por otra parte, los progresos en químicade síntesis iban convirtiendo en antiguallael viejo arsenal para inducir ebriedades, yera sencillo sortear las restricciones im-puestas al opio, la morfina y la cocaína con-sumiendo otras sustancias. Como enNorteamérica la morfina acabó siendo de-vuelta sin demasiadas cortapisas al esta-mento médico, hasta allí se observaapaciguamiento cuando vender bebidas al-cohólicas dejó de estar perseguido. Habíauna pléyade de analgésicos, sedantes, esti-mulantes y somníferos nuevos, que se ven-dían puros, baratos y sin receta en lasfarmacias, y muy pocos añoran la cocaínacuando tienen en la botica estimulantes máspotentes, baratos y puros. Lo mismo puededecirse del opio y la morfina cuando estándisponibles la heroína y algo después la Do-lantina o el Palfium, a los cuales se añadenpronto las benzodiacepinas como tranqui-lizantes y somníferos.

Algunos recordarán el Optalidón, un re-medio acogido con especial favor por amasde casa en todo el mundo desde los añoscincuenta, cuyo secreto era combinar anfe-tamina y barbitúrico. En Europa, las laxasmedidas de control se apoyaban sobre re-sultados no insatisfactorios en la práctica,y las farmacias podían incluso dispensardrogas visionarias como la mescalina. Esosí, eran personas mayores e integradas quie-nes se servían de dichos productos, y noobraban de manera escandalosa. Perocuando termina la segunda guerra mundial,una Norteamérica que es ya la superpoten-cia indiscutible vibra otra vez con el senti-miento del Destino Manifiesto, cuyospaladines denuncian a fabricantes y farma-cias por fundir subrepticiamente los viciosdel cabaret con los del fumadero de opio.Mano izquierda y laxitud son sus enemigos,y la recién creada ONU recibe generosassubvenciones para crear una red de organis-mos internacionales comprometida con elprohibicionismo, que antes de terminar losaños cincuenta lanza su primer plan quin-quenal para “un mundo libre de drogas”.

El alma del proyecto es el delegado nor-teamericano Anslinger, un antiguo agentede la “ley seca” que se emplea a fondocomo organizador e ideólogo durante déca-das. De su iniciativa parte también el Bole-tín Internacional de Estupefacientes, unapublicación mensual que iba a exponer suspropias ideas sobre drogas peligrosas y mi-norías mal vistas. Allí podemos leer, por

raves. Las raves, cuya invención se dispu-tan Londres e Ibiza, son reuniones al airelibre de personas que comparten mdma oéxtasis en parajes idílicos, acompañadaspor música ad hoc, desde primeras horas dela noche hasta primeras de la mañana. Amediados de los años noventa, dichas fies-tas estivales empezaron a cundir en Canadá,Brasil y Europa, desde donde saltaron aAustralia, Bali y Goa. En agosto del 2000,cuando fijé mi domicilio en Koh Samui–una isla tailandesa situada sobre el golfode Siam–, la isla contigua, Koh Phangan,celebraba todos los meses el plenilunio conmillares de personas venidas de Occidente,Hong Kong, Singapur y Japón, a las cualesse añadían nativos (básicamente nativas jó-venes). En agosto del 2001, las existenciasde mdma eran suficientes para que esa raveocurriese también con el pretexto de Lunanueva, creciente y menguante. El BangkokTimes había sugerido tiempo atrás que eseregalo turístico se apoyaba sobre trafican-tes de éxtasis pagados con heroína.

Los hitos del caminoEn un mundo globalizado, las modas llegantan rápidamente como se van, y la situaciónfarmacológica del Sudeste Asiático bienpodría haber sufrido modificaciones nota-bles entre el 2000 y el 2008. Absorto hacetiempo en las relaciones de política y reli-gión, al volver por un momento sobre eltema de las drogas –en realidad, una subva-riante suya– veo hasta qué punto escribir

50 años (1961-2011) 13extraprohibición

AntonioEscohotado

Veinte años después

con sus fundaciones para erradicar laplaga, si no para perseguirla con sañainusitada pero carente de eficacia, salvola de encarcelar inocentes y, lo repito,atiborrar las cárceles por nada. Me re-cuerdan a H. Wrigh, un fogoso prohibi-cionista de los años cincuenta quemurió alcoholizado tras lograr que esasdrogas extrañas sean prohibidas. Ésa esla esencia de la prohibición: el miedo alo distinto, pues las drogas son consubs-tanciales a la naturaleza humana, perounas son de nuestra civilización, comoel alcohol, y las otras son peligrosísimassubstancias consumidas por pueblossalvajes, una manipulación burda quehereda la ceguera de la inquisición queperdura en medio del siglo de las lucesy la tecnología, y no sólo la ceguerasino el gusto por la tortura, pues tirandodel hilo inocente del consumidor sepuede llegar al traficante. Y tambiénpueden matarlo, pues siguiendo los dic-támenes antidroga, en ciertos países enlos que antes se consumía con tranqui-lidad, ahora se ejecuta a los traficantes;por supuesto, cualquiera que lleva algopuede ser un traficante.

Es querer matar moscas a cañonazos,un insulto a la razón y a la ciencia, tantoque, en la actualidad, al clamor por la le-galización de las drogas se han unidovoces de ilustres literatos que en sendosartículos denuncian la tontería, hasta ex-presidentes de gobierno que en su man-dato también persiguieron con ahínco alos simples consumidores, que disqueatentamos contra la salud pública, ridi-culez abrumadora, sobre todo viendo loque está cayendo sobre el planeta. En-cima, cinismo y recochineo.

La humanidad ha retrocedido sigloscon estos patéticos hechos y no ha obte-nido ningún beneficio de la dichosa pro-hibición; todo lo contrario, es uno de losmayores fracasos de nuestra progresistaera. Desperdiciar esfuerzos en una luchainútil, y sabiéndolo de antemano.

A finales de los ochenta, una visita a la Re-pública Dominicana me familiarizó con lasituación peculiar de países que ni son des-arrollados ni destacan por subdesarrollo.2

Entonces me sorprendió leer unas declara-ciones del arzobispo de Santo Domingo la-mentando “una clemencia excesiva” enasuntos de drogas, pues adjunta a ellas fi-guraba la noticia de que cierto individuohabía sido condenado a veinte años portener gramo y medio de cocaína. En di-ciembre del 2007, cuando volví al país,pude comprobar que la tónica no se habíaendurecido, aunque la arbitrariedad siguecampando por sus respetos. Una turista es-pañola distraída se dejó en el bolso la can-tidad de marihuana que cabe en una cajade cerillas de fumador (no las de cocina ochimenea), y está pendiente de cumplir unasentencia a cinco años “por intentar salirdel país con estupefacientes”. No obstante,en la República Dominicana, dicha drogaresulta casi exótica y lo habitual siguesiendo cocaína, que según el dicho popular“apura hasta el párroco”.

Más ilustrativo fue un año sabático en elSudeste Asiático, donde los países castiganel tráfico de drogas ilícitas con pena capital(salvo Singapur, que aplica prisión perpe-tua), y el derecho vigente supone ánimo detraficar cuando la posesión supere diezgramos de algún polvo o cien gramos demarihuana. Como he descrito ya las expe-riencias de ese año, me limito aquí a unaspinceladas. El pueblo bajo de toda la zonaconsume masivamente –casi siempre paratrabajar– la llamada iabba o ice, que es de-xanfetamina, y tanto la famosa heroínablanca como la muy abundante marihuanason productos destinados normalmente aestratos sociales superiores, turistas y ex-portación. El opio, su fármaco tradicional,se ha convertido en una rareza. Tailandia, elpaís menos subdesarrollado del área, re-transmite en directo las ejecuciones de tra-ficantes y correos, a menudo birmanos ylaosianos, aunque también nacionales; enel 2000 hubo algo más de 2.000 ahorcados.

Esa guerra sin cuartel inspira un lógicoterror al visitante, aunque lo prohibido esen realidad tan ubicuo que antes de pasar elprimer día recibirá varias ofertas, y si nocorta relaciones con el entorno en una se-mana de estancia habrá hecho contactosfiables para lo que guste. Por supuesto,nada descarta un enemigo personal o malasuerte, que cuestan prácticamente la vida,pero en un año de tratar a occidentales y au-tóctonos nadie me habló de algún conocidocapturado comprando. En la antigua Indo-china, el rigor absoluto en materia de dro-gas coincide, como en países parejamenteinflexibles de África e Hispanoamérica, conpolicías que cobran un sueldo simbólicocomplementado por gratificaciones irregu-lares en dinero o especie, cuyos registrossuelen ser evitables sobornando.

Lo más imprevisto con mucho fue des-cubrir que tanto Tailandia como Vietnameran sedes de periódicas y multitudinarias

nos permite olvidar un objeto sin perderlo.Cuando la atención vuelve sobre él sigueallí, pero se ha convertido en recuerdo deun recuerdo y lo prolijo de su pormenor noabruma. ¿Qué subrayaría de aquella inves-tigación y qué dejé en el tintero, condicio-nado por la inmediatez del entonces o loscambios surgidos con el paso del tiempo?Para empezar, la distancia me permite re-sumir drásticamente el desarrollo de la cru-zada farmacológica.

Dicha iniciativa brota en una Norteamé-rica consciente de su futuro como superpo-tencia y aleccionada por la doctrina delDestino Manifiesto, que contempla una re-generación moral del propio país y el restodel mundo. Atendiendo a ese Destino, ymientras Europa se lanza a la Gran Guerra,en 1914, el Congreso aprueba un paquetelegislativo que incluye: a) restringir la dis-posición de opio, morfina y cocaína a mé-dicos y farmacéuticos; b) ilegalizar laproducción y consumo de cualquier bebidaalcohólica (salvo el vino de la misa); c) ge-neralizar a toda la Unión lo impuesto ya enmateria de tabaco por veintiocho estados,que era prohibir su empleo en cualquierlugar público. Instada por el ProhibitionParty, entonces poderoso en el Senado, lareforma contó con el apoyo de dos entida-des germinales –la Asociación MédicaAmericana y la Asociación FarmacéuticaAmericana–, incentivadas por el privilegiode seguir recetando y dispensando peque-ñas cantidades de coñac o whisky con fines

terapéuticos, y sobre todo por asestar ungolpe definitivo a toda suerte de competi-dores sin diploma (los “matasanos”). El di-putado H.C. Hoover –que luego llegaría apresidente del país– definió la nueva nor-mativa como “el mayor experimento moralde la historia”.

Los productos controlados o prohibidosrepresentaban una destacada fuente de in-gresos fiscales, y considerando que la re-caudación iba a contraerse al menos en unacuarta parte, el Congreso aprobó la En-mienda XVI, modificando la Constituciónpara que el Gobierno federal pudiese gra-var la renta de personas físicas y jurídicas.

La Prohibición es, pues, el origen del irpfnorteamericano. Luego resultaría que la“ley seca” iba a derogarse en 1933, y que eltabaco pudo con sus detractores hasta toparde nuevo con ellos hacia finales del siglorecién terminado. Pero los tres productos debotica controlados se transformarían en do-cenas, después en centenas y por último enindefinidas sustancias con influjo sobre elánimo, algunas controladas con receta yotras desterradas del vademécum. Ajeno alfondo del cambio, el gremio terapéutico si-guió consumiendo y dispensando liberal-mente morfina y cocaína hasta que en lasconsultas y farmacias aparecieron policíasfingiendo ser adictos, o simples usuarios, yya en 1921 unos 70.000 médicos, dentistasy farmacéuticos americanos habían estadoo estaban en prisión por “conducta inde-bida”. Será ese año cuando el Journal de laAsociación Médica Americana denuncie“una conspiración para privar a la medicinade sus derechos y responsabilidades tradi-cionales”.

Con las nuevas medidas, Norteamérica sevio llevada a un cuadro complejo de conse-cuencias –contrabando, corrupción institu-cional, crimen organizado, desprecio por laley, los primeros yonquis propiamente di-chos–, pero es oportuno recordar que noarrastró al resto del mundo. Había una dife-rencia de espíritu, que se sopesa recordandola alocución del senador J. Volstead (Vols-

Epílogo de Historia General deDrogas, 8º edición ilustrada Espasa Calpe, Barcelona 2008

son más bien supermercados de droga,donde se puede probar la mercancíasin acreditar enfermedad alguna”. Yhasta ahí podíamos llegar: para ingre-sar en la comunidad de usuarios demarihuana medicinal hay que estarmuy enfermo y al corriente de pago,sólo así resulta tolerable para el estadola existencia de drogadictos con bula,sólo para moribundos.

El mercado legal ya puede satisfacertodas las drogadicciones con productosfarmacéuticos, que es de lo que setrata. Crece vertiginosamente el uso deansiolíticos y antidepresivos y medranmás que nunca los laboratorios y lasgrandes empresas químicas con elapoyo entusiasta de sus cómplices de laOrganización Mundial de la Salud, quetutela sus intereses y en cuyas filas fi-guran altos ejecutivos de las corpora-ciones farmacéuticas, en excedencia.El éxito de las campañas antitabaco–todo un paradigma de colaboraciónentre las autoridades sanitarias y los fa-bricantes de parches de nicotina y otrosremedios– ha envalentonado a los pro-hibicionistas y creado el caldo de cul-tivo para la instauración de unaauténtica Policía Sanitaria del Estado(PSE), un instrumento imprescindibleen la lucha contra las drogas, el alco-hol, el colesterol y el café, el azúcar, lasal, la obesidad y las grasas saturadas,la ludopatía y el feo e improductivovicio de morderse las uñas. Una inicia-tiva como esta sólo acarrearía benefi-cios, crearía puestos de trabajocualificados y se autofinanciaría gra-cias a la enorme variedad de multas ysanciones con que podría castigarse alos infractores. No hay que olvidartampoco el impulso que experimenta-rían las nuevas tecnologías con la cre-ación de nuevos sistemas de detecciónde enfermedades como el collarín sa-nitario del doctor Mengelet, en plenoproceso de patente. El artilugio inven-tado por el científico catalán, que pro-pone su uso obligatorio para toda lapoblación, reflejaría, con rutilantescambios de color, el estado de salud delos usuarios facilitando su retirada delas vías públicas en caso de enferme-dades graves o contagiosas, exceso dealcohol y nicotina en la sangre, drogasy otros indicadores. Por el momento yhasta que el aparato entre en funciona-miento, el doctor Mengelet propone lapuesta en marcha de Unidades Móvi-les de Control de la Obesidad con unsistema de pesos y medidas que calculelos kilos sobrantes y dictamine las san-ciones correspondientes, a tanto el kilode grasa sobrante. Para los reinciden-tes habría penas de internamiento enclínicas privadas de ayuno y adelgaza-miento. Se aceptan ideas.

www.escohotado.org

Comunión musical.

José Carlos Bouso, Antonio Escohotado y Gonzalo Torrente Malvido en el desaparecido Club Psiconáutico de Lavapiés.Noviembre de 2005, Madrid

En Europa, las laxasmedidas de controlse apoyaban sobreresultados no insa-tisfactorios en lapráctica, y las farmacias podíanincluso dispensardrogas visionariascomo la mescalina

14 extraprohibición 50 años (1961-2011)

ejemplo, cómo el opio se ligó con explota-ción infantil por parte de chinos en SanFrancisco y Nueva York; la cocaína, conviolaciones perpetradas por negros en elsur; los licores, con inmoralidades de judíose irlandeses; la marihuana, con accesos dedemencia maníaca en inmigrantes mexica-nos, o con malayos en trance amok.

El precario equilibrio entre lo acostum-brado y un planeta sin drogas colapsa a fi-nales de los años sesenta, un periodo deapoteosis insurreccional que reclama dro-gas y sexo con ingenuidad suficiente paraacogerse a lemas como “prohibido prohi-bir”. Al amparo de su victoria en materia deestética y gustos, Mayo del 68, Woodstocky sus análogos marcan también una explo-sión en el uso lúdico de drogas. Entre lasdesvergüenzas destaca una cofradía de laaguja, fundada por William Burroughs alamparo de las sórdidas condiciones nortea-mericanas, o las payasadas de TimothyLeary cuando atribuye a la lsd capacidadpara evocar cien orgasmos y dirigir mejor laeconomía nacional. Más estupor aún pro-voca una peregrinación al campo de bastan-tes jóvenes, interpretada por algunos comotránsito del Sistema a la Naturaleza. La ver-tiente francesa de la contestación, que ve-nera al Che y a Mao, no tarda en decantarsepor heroína y terrorismo. La anglosajona,que en política sólo exige paz, rompe con elmenú ofrecido por tabernas y farmacias ennombre de un comer a la carta donde mari-huana y otras drogas visionarias son los pla-tos preferidos.

Con el horror de Vietnam como telón defondo, la respuesta institucional es una gue-rra sin cuartel que declara el presidenteNixon a viejas y nuevas drogas. Insufi-ciente hasta entonces para conseguir queOriente y Occidente asumiesen el compro-miso de una cruzada propiamente dicha, elpatrocinio norteamericano a la red de orga-nismos prohibicionistas en la ONU rindesus frutos cuando éstos propongan un textoacorde con tales exigencias, que será laConvención sobre Sustancias Psicotrópicasde 1971. Una legislación internacional li-mitada antes a narcóticos o drogas adicti-vas amplía su campo a cualquier tipo desustancia con eficacia psicotrópica (un ne-ologismo creado por la Convención), enten-diendo que “todos los estados deben velar

por el estado de ánimo de sus ciudadanos”.Sólo la legislación norteamericana casti-gaba hasta entonces el consumo y la meraposesión de drogas controladas o prohibi-das, pero ahora es la ONU quien lo preco-niza. Más aún, insta a todos los países a quecreen brigadas específicas de estupefacien-tes, endureciendo las penas previstas portráfico y consumo. Cuando tal legislaciónno existiera –como era el caso de India, Per-sia o Afganistán–, les urge a crearla.

Enemigo número uno de su nación,Nixon declara que la desobediencia farma-

cológica es una peste comparable a laMuerte Negra del medievo. El mundo siguepor entonces sumido en la Guerra Fría, des-garrado entre amigos y enemigos del co-mercio, aunque comunistas, capitalistas ysubdesarrollados están por una vez deacuerdo, y el elenco de estados que castiga-ban a este desobediente con pena de muertepasa de casi ninguno a casi cuarenta. Elresto de los países, un conglomerado dondeEspaña destaca por la negativa de su judica-tura a criminalizar el mero consumo, sesuma sin vacilaciones a lo único eficaz dela Convención. A saber: que los laborato-

rios y farmacias recortarán su oferta demodo sustancial, otorgando al mercadonegro condiciones de monopolio.

La nueva ley mundial cambia el orden vi-gente en cada país por una organización quedescarta improvisaciones y particularida-des, sin dejar de inaugurar un nuevo ordenespontáneo donde aumenta la distanciaentre intención y resultado. Por ejemplo,ahora empieza a suceder que son ante todolos jóvenes quienes consumen drogas, yque cofrades de la aguja se prostituyen paraconseguir su dosis, o roban y atracan, comoinfundada aunque precozmente temieronlos reformadores norteamericanos en 1914.Algo que sólo resultaba problemático enmarginales indigentes se ha generalizado atodos los niveles de renta. Heroína y coca-ína recuperan la demanda al mismo ritmoen que disminuyen sus análogos de farma-cia, y el cáñamo o la recién ilegalizada lsdson los favoritos del contestatario, que de-nuncia la cruzada como iniciativa pseudo-científica, cuyo remedio sólo puede agravarla enfermedad.

Autoorganización en fase de desequilibrio

Siguen unos treinta años de guerra sincuartel, durante los cuales las directricesnorteamericanas ante antiguas y nuevasdrogas van siendo imitadas por la comuni-dad internacional con la excepción de Ho-landa y Suiza, pues –sin perjuicio desuscribir como estados las convenciones in-ternacionales– todos o algunos de sus mu-nicipios se inclinan por la reducción deriesgos (harm reduction) como política. Elradicalismo de los sesenta no sobrevive másallá de una generación, y buena parte dequienes gritaron “prohibido prohibir” mue-ren por sobredosis voluntarias o, más a me-nudo, envenenados por adulterantes. Peroentretanto se han incorporado a la desobe-diencia innumerables personas de todos loscontinentes, y la implicación en drogas pasaa ser la causa principal de arrestos y conde-nas a lo largo del planeta, acompañada porun auge paralelo en delitos contra la propie-dad y las personas, que perpetran adictos ogentes acogidas a esa coartada.

Norteamérica, único país con experien-cia en este nuevo tipo de criminales, al-canza pronto el millón de reclusos. Los

demás estados hacen frente al crecimientoexponencial de represores y reprimidos condistintas respuestas, entre ellas la corrup-ción. A finales de los ochenta, la ONU de-clara a través de su Junta Internacional deFiscalización de Estupefacientes (JIFE) queColombia, Birmania, Afganistán, Marrue-cos y una veintena más de países produceno distribuyen en masa drogas ilícitas, ali-mentando un negocio calculado a la gruesaen medio billón de dólares anuales, y quela banca de todo el mundo está comprome-tida con el lavado de ese dinero. La JIFEomite aclarar que el denominador comúnde los países corruptos es cumplir estricta-mente las directrices emanadas de ellamisma, castigando el tráfico con pena demuerte o reclusión perpetua. En la práctica,el rigor penal sanciona monopolios repar-tidos entre militares y policías.

Para entonces, una Narcotics Divisionfundada con trece inspectores se ha conver-tido en Drug Enforcement Agency o DEA,único organismo civil norteamericano conmás empleados que la CIA, cuyo directormodifica la política previa de erradicar laoferta por una guerra defensiva o de atri-ción: la meta será conseguir que las drogasse hagan insufriblemente caras y adultera-das. Uno a uno los traficantes aspiran a ma-ximizar beneficios así, pero no tenercompetidor ha hecho que el mercado negroacabe siendo competitivo, y esos productosrevelan ser los más inmunes a la inflación.Paralelamente, vigilar, castigar y promoverabstinencia engendra un flujo de pagos queno tarda en ser comparable al flujo de in-gresos derivado del tráfico ilícito, emple-ando a millones de personas por toda lasuperficie del orbe, mientras el traficantede lo prohibido aprovecha una demandacreciente para introducir la racionalizaciónconocida como “diseño”.

Un momento memorable de este procesoocurre en la primavera de 1985, cuando elComité de Expertos de la ONU se reúnepara decidir qué hacer con la recién surgidamdma o éxtasis. El orden del día incluyetestimonios de psiquiatras y farmacólogosfavorables a que la sustancia entre en laLista II o en la IV –junto a productos comola codeína o el Valium–, sin que durante elperiodo de sesiones se presente un solo in-forme técnico en contra. Parece inminenteque la sustancia entrará en un régimen defabricación legal y dispensación más omenos controlada, pero los expertos deci-den que ingrese en la Lista I (drogas caren-tes de uso médico alguno, como heroína,lsd, cáñamo, etc.), y zanjan el dossier de es-tudios sobre su utilidad terapéutica diciendoque “el Comité insta a las naciones […] afacilitar la investigación de esta interesantey sugestiva (intriguing) sustancia”.

No hay investigación posible con drogasde la Lista I, desde luego, y el desconciertode los profesionales convocados a esa XXIIReunión lo zanjó un observador tan influ-yente como el jefe de la DEA en ese mo-mento, F. Sapienza, que explicó a la prensa:“No se prohíbe una droga porque sea no-civa, sino porque muchos parecen estar de-seando tomarla.”5 En efecto, muchosdeseaban probarla, y la probarían, pero noiba a ser en las consultas de psicólogos yasesores familiares previstas por algunos delos participantes en la XXII Reunión. Eltráfico ilícito añadió a su elenco la drogacon más éxito de las últimas décadas, con-sumida desde entonces por jóvenes ymenos jóvenes lo mismo en una playa bali-nesa, tailandesa o vietnamita que en disco-tecas y hogares de climas templados y fríos.Cara y pura al principio, barata y adulteradadespués, era la alternativa más contundenteal modelo de esparcimiento representadopor la combinación de cocaína y alcohol, eilegalizarla no iba a cambiarlo.

Cuando el éxtasis empiece a hacer furoren círculos juveniles la prohibición se des-cubre combatiendo en realidad a la inven-tiva química, un adversario estimulado porel beneficio y la rebeldía. El mercado negrose adapta a ese cambio, y desde entoncesofrece mercancías capaces de insertarse enlos huecos precisos de la vida contemporá-nea, con alternativas a los productos tradi-cionales que atienden simultáneamente su

interés y el del consumidor. Llega la horadel diseño, que incluye entre sus hallazgosel hachís marroquí, el crack, la pasta base,la amplia gama de “pastillas”, la ketamina,los fentanilos de mercado negro, el lla-mado éxtasis líquido o el cáñamo hidropó-nico. Estoy seguro, por lo demás, de quese me escapan los últimos descubrimien-tos de la imaginación ilegal. Estas sustan-cias tienen en común no ser los originales,cuya ausencia se siente con mayor omenor nostalgia, pero se adaptan mejor agrupos, subgrupos, franjas horarias y hastaespacios y momentáneos.

Los improvisados cocineros, en algunoscasos grandes químicos como AlexanderShulgin, ofrecen sus hallazgos e igual apa-rece el sedante llamado porro marroquí quemiles de fenetilaminas y triptaminas, pa-rientes más o menos lejanos de la mdma. Eltrabajo supertécnico de proyectar una nuevadroga va de la mano con adaptaciones pro-saicas de las existentes y nuevos usos, comoservirse de un anestésico disociativo paraterminar el afterhours o multiplicar el thcdel cáñamo mediante una agronomía avan-

zada. Hay bastantes personas a quienes elthc sume en “mal rollo”, y a su demandaatiende quien lo transforma en cannabinol(cbn) –sencillamente secando la marihuanaal sol–, pues ofrece un hachís que no “co-loca” como sus variantes clásicas pero cum-ple las mismas funciones coreográficas ytiene cierta psicoactividad.

La era de diseño-sucedáneo trae unanormalización y estandarización en lo pro-hibido, que insensiblemente va incorpo-rándose a ritos juveniles de pasaje yalimenta el cada vez más democrático Finde Semana. Inconcebible una generaciónantes, la costumbre de festejar a fondotodos los viernes y sábados sería el colmode la frivolidad si no hubiese llegado a sertambién un foco destacado de actividadeconómica, y la concreta avenida de socia-lización abierta por el desahogo. Las so-ciedades contemporáneas están en losantípodas del ascetismo, y que el festejosea siempre ceremonia atrae como unimán a cualquier droga que compre inten-sidad o resistencia. Los poderes desinhibi-dores del alcohol le han conferidotradicionalmente un papel capital en lascelebraciones, pero como éstas se hanmultiplicado, prolongado y diversificado,lo indeseable de sus efectos secundariostrae a colación una gama cada vez másamplia de complementos y alternativas.

La cocaína, por ejemplo, permite enmas-carar la estupefacción etílica con cierta co-ordinación muscular, y un notable sector dela disco se decanta por esa mezcla. Otro sec-tor de los festivos toma sólo pastillas y agua.Un tercero practica quizá una variante másheroica, con drogas visionarias. Un cuartoempieza por pastillas, y si no encuentra ke-tamina o algo análogo para recortar su fes-tejo termina recurriendo a alcohol y cocaína.Un quinto bebe poco, fuma algo de cáñamoy quizá se administre un opiáceo. Unsexto… Esas docenas de millones de perso-nas no son gánsteres o queridas suyas, sinomás bien muchedumbres afectas a una espe-cie de baile de san Vito, y contemplando esaespiral de consumo buena parte de la policíay la judicatura dejan de apoyar el prohibicio-nismo desde finales de los años ochenta.

Por entonces, una sostenida moda de de-bates televisivos sobre drogas acaba mos-

trando que la postura reformista podría de-rrotar a la continuista –incluso por ampliomargen– si se convocaran referendos loca-les y nacionales. Por otra parte, las encues-tas del momento coinciden en que lasdrogas son la primera causa de alarma pú-blica, y ningún Gobierno arriesga el des-gaste de intervenir en algo donde intereses,delirios persecutorios y entusiasmos maní-acos han llegado a formar una madeja inex-tricable. La moda de discutir sobre drogasdio paso a debates televisivos sobre cual-quier otro tema –con el mismo esquema deun público que aplaude o abuchea a conter-tulios demasiado numerosos para examinarasunto alguno–, pero aproximadamentecuando esos programas se eclipsaron des-apareció también la posibilidad de afirmarsin mucha hipocresía que en España y granparte de Europa el aparato institucional se-guía en pie de guerra farmacológica.

Más bien al contrario, cuando la cantidady variedad de productos demandaba el re-crudecimiento de las hostilidades, el apa-rato represor empezó a ceder fondos paracampañas doctrinales, subvención de estu-dios sobre nocividad de tal o cual sustanciailícita, burocracia terapéutica y seccionesde rehabilitación. Los adolescentes seríanacosados con multas y requisas por las po-licías municipales, pero los detectives yjuzgadores estaban dejando de sentir elodio/lástima de otros tiempos hacia usua-rios ocasionales y adictos, cosa equivalentea ir percibiendo la cruzada como un gastoa fin de cuentas inútil.

Así, sin que nadie en particular lo propu-siera, la cruzada se contrajo cuando le to-caba multiplicarse, y desoyendo lasrecomendaciones de la ONU empezó aconformarse con guardar las formas. Tam-poco tenía otro modo de reaccionar antealgo tan absurdo desde sus presupuestoscomo que los puntos de venta se multipli-casen sin elevar la proporción de sobredo-sis, uno entre otros indicios de que eladepto a paraísos artificiales desarrollabamecanismos autónomos de aprendizaje eiba haciéndose cada vez menos conflictivo.Siendo imposible frenar la espiral de usua-rios y abastecedores, encarcelar a una frac-ción resultaba discriminatorio y lajudicatura insistió en que se persiguiesesólo el gran tráfico; pero eso dejaba intactacada trama local y olvidaba que el gran trá-fico sólo existe con apoyos y cebos policia-les, y que ninguna captura se consigue sinperdonar otras. En definitiva, el llamadoimperio subterráneo seguiría creciendo ycampando por sus respetos, demostrandouna vez más que la vitalidad de órdenes in-conscientes o autoproducidos desbordasiempre los recursos arbitrados por cual-quier designio de una voluntad particular.

A esta causa general se añaden variablestan diversas como la capacidad para “coci-nar” y cultivar en cualquier domicilio, elsalto en capacidad adquisitiva de jóvenes yadultos, un colapso del estigma social queacompañaba a los productos ilícitos y lasensación de impotencia que cunde en losencargados de conseguir un mundo sin dro-gas. A mediados de los años noventa, enEspaña y en toda la Unión Europea –salvoIrlanda–, las drogas ilícitas son más bara-tas y hasta en algunos casos más puras quehace dos décadas. Unas porque pueden cul-tivarse en casa (como marihuana, hongospsilocibios y toda suerte de plantas), otrasporque no es tan difícil sintetizarlas conalgún equipo (como el éxtasis y sus cente-nares de primos, la lsd o el speed), y otrasporque la demanda basta para sufragar so-fisticadas exportaciones desde América oAsia (como heroína y cocaína).

Paralelo a estos cambios es que la des-obediencia civil del usuario y el adicto en-vereden por caminos de ilustraciónfarmacológica, con la “psiconáutica” (Jün-ger) como respuesta a la destructividad ymarginación que alcanzaron su auge en lossetenta y ochenta. Revistas con un públicocomparable al de sus equivalentes sobremoto, pesca o cotilleo político, libros, con-gresos, asociaciones y tiendas especializa-das corresponden a la emergencia de unconsumidor que adopta actitudes observan-tes, como la del entomólogo o el astró-nomo, más próximo al catador de vinos queal borracho. Aunque los psiconautas noestén para nada a cubierto de insensatecessubjetivas, un horizonte que se limitaba acruzados y rebeldes parejamente ingenuosacoge también algo más próximo al princi-pio grecorromano de la sobria ebrietas.

Incluso el monstruo creado por el doc-tor Frankenstein farmacológico, el yon-qui, ha asumido hace más de una décadael cambio, abandonando espontánea-mente su “pico” para recurrir a modos al-ternativos y menos peligrosos deadministración. Han desaparecido losadictos que atracaban farmacias o a sim-ples transeúntes con una aguja supuesta-mente seropositiva, y aunque hayamuchos más usuarios de productos ilega-les, la sobredosis se ha ido haciendo in-frecuente hasta dejar de figurar en lasestadísticas ofrecidas por el Plan Nacio-nal. Si lo miramos algo más de cerca, elapaciguamiento de los más problemáticos

Mayo del 68, Woodstock y susanálogos marcantambién una explosión en el usolúdico de drogas

Los progresos enquímica de síntesisiban convirtiendo enantigualla el viejoarsenal para inducirebriedades, y erasencillo sortear lasrestricciones im-puestas al opio, lamorfina y la cocaínaconsumiendo otrassustancias

Fumadero de opio en San Francisco, California. 1890

Fumadero de opio. Ilustración japonesa.

50 años (1961-2011) 15extraprohibición

depende en buena medida de pobladosque en España gestionan familias gitanasy han surgido en las afueras de cada urbe.

Visitar uno –como el madrileño de Ba-rranquillas, recién desplazado a la CañadaReal– nos ilustra sobre algo sostenido apartes iguales por mano izquierda y harmreduction, pues tras la desolación de toparcon un público básicamente desdentado yharapiento, observaremos también un mo-vimiento de compradores indiscernibles delciudadano normal. Varios coches de poli-cía vigilan entradas y salidas, una unidadmunicipal de venopunción regala jeringas yagujas, y un autobús dispensador de meta-dona se apiada de quien no tenga efectivo.Día y noche, en cada caseta el tablero quehace las veces de mesa contiene tres bolsasde plástico y otras tantas balanzas para dis-pensar heroína, cocaína y crack. El vende-dor o vendedora, que exige silencio en elinterior, sólo quiere escuchar del clientecuánto quiere de qué, y al visitar más deuna caseta percibimos que los subhumanos

ubicuos por los alrededores tampoco sonlos adquirentes mayoritarios. La clientelade aspecto normal viene atraída por elhecho de que la rivalidad entre familiassuele asegurar el producto más barato ymenos adulterado de cada ciudad.

El mañana actualAturdidos por el hedor de un descampadosin inodoros, respiramos con profundo ali-vio al dejar atrás esa penúltima metamor-fosis del drama, un supermercado queevoca lazaretos medievales sin perjuicio decumplir funciones complejas. Los usuarioscontrolados acceden a drogas en otro casomás castigadas por el monopolio, y los in-controlados disponen de un área dondepasar buena parte del día entre iguales, e in-cluso alquilan tiendas de campaña paraacampar una temporada. Ofende a los sen-tidos, pero cada ayuntamiento sabe hastaqué punto cada centro podría ir desplazán-dose sin desaparecer, y que su existenciarecorta de modo sensible la criminalidadcolateral y la venta callejera. Dentro de lobochornoso, es lo que hay mientras farma-cias y otros dispensarios legales no dispon-gan de oferta alternativa.

En el 2007, la Junta de Andalucía hizopúblicos los resultados de observar variosaños a dos grupos de control, uno mante-nido con metadona y otro con heroína far-macéutica. El ensayo demostró que quienesreciben la droga considerada infernal estánmás sanos y dispuestos a trabajar que quie-nes reciben su supuesto antídoto, un resul-tado nada imprevisible. En efecto, lametadona es un compuesto más tóxico aúny sin virtudes eufóricas, solamente muyadictivo. Quien pretenda usarla de modocrónico debe añadirle Valium, alcohol,coca, litros de café y por supuesto heroína,mientras el heroinómano tiene bastante consu droga. Es, pues, más compasivo para conestos adictos y apoya más su reinserción so-cial administrarles heroína que metadona.Por ahora, sin embargo, los acogidos al pro-grama sólo reciben la droga intravenosa-mente –algo anacrónico para la mayoría delos yonquis–, porque esnifar el producto oaspirar el humo producido al calentarlo noson vías de acceso admitidas por los proto-colos médicos.

Aun tropezando con resistencias desde elprincipio, la cruzada ha cumplido buenaparte de lo que pretendía en su país origina-rio y en el resto del mundo, demostrando

sobradamente su energía. Como la causadel Che Guevara, llamada a seguirse “hastala victoria, siempre”, no es una escuelaética, médica o jurídica, sino una amalgamade religión y política inasequible a la duday el desaliento. Sir ir más lejos, ha mante-nido inalterado su criterio ante situacionestan distintas como la inicial –un planeta re-gido por reglas laxas y particulares– y laactual, donde reina una regla única muy es-tricta y el imperio subterráneo crece a susanchas. En alarmas como éstas el peligroproyectado sobre otros mide también eltemor de cada cual a sí mismo, pues ¿quésentido tiene ponerse fríamente a reflexio-nar sobre consecuencias a medio y largoplazo de tal o cual actitud cuando el paraísoartificial tienta hasta a los líderes, a cual-quiera?

Como en otras empresas coactivas subli-mes, la voluntad gobierna el intelecto pre-sentando los reveses como acicates y lasobjeciones como deserciones. Está prepa-rada tanto para clamar sola en un desiertocomo para dirigir con mano firme la con-ducta de todos, y la única forma que tieneel tiempo de influir sobre su decisión es irdesplazando gradualmente el escán-dalo/angustia hacia otros núcleos dealarma. Los argumentos convencen a quienpuede pensar sin miedo, no al que percibeen “la” droga una epidemia, y el estado decuarentena sólo va remitiendo a medidaque el objeto supuestamente extraño va in-filtrándose por contacto. En las reuniones apuerta cerrada del Comité de Expertospuede estar sobre la mesa un informe sobrela incómoda situación de una medicinaarrastrada a combatir a la imaginación quí-mica, mientras legiones de rebeldes se bur-lan de todas sus recomendaciones. Pero hasido un fenómeno de familiarización o con-vivencia el factor decisivo, a mi juicio, paraque la guerra sin cuartel desembocase ensilencioso armisticio.

De hecho, el tabaco –que durante los úl-timos siglos fue la única droga adictiva noperturbada– ha pasado a aprovechar los de-rechos adquiridos por otras drogas, inaugu-rando un tipo de cruzada light que tantea latolerancia de una minoría tan amplia antela inmiscusión estatal. Es una manera de in-sinuar hasta qué punto la democracia libe-ral puede acoplarse con las bases delEstado Clínico (Szasz), y sólo el tiempodirá si fabricantes y usuarios seguirán tole-rando que sus pertenencias carguen conlemas e imágenes grabados sin su consen-timiento ni indemnización, o una discrimi-nación que confiere al tercio de los adultosla undécima parte –o sencillamente nada–en espacios públicos. Si la restricción cre-ciente al fumador no topase con resistenciacivil, el “por su bien” podría extendersenuevamente a la caza de polvos, pastillas yotros productos no odoríferos, y quizá de-volver una adhesión más amplia al resto dela cruzada.

Cuando empecé a tomar notas y acumu-lar bibliografía sobre historia de las drogasestaba en mitad de la cuarentena. Ahora meacerco a los setenta, y quizá el lector se pre-guntará si el paso del tiempo me ayudó acambiar de criterio en esto o lo otro. Desdeluego, si volviese a escribirlo le quitaría unaindignación mejor o peor contenida, queañadiendo obviedades lastra el rigor expo-sitivo. No he cambiado de idea, por lodemás, sobre las cruzadas en general y éstaen particular: siguen pareciéndome explo-siones de paranoia colectiva, tanto máscrueles cuanto que siempre cumplen lo

mismo –imponer la estrategia de chivos ex-piatorios– al amparo de diversos pretextos.El sustrato reptiliano de nuestro cerebro lesirve de apoyo, apartando más o menos du-raderamente nuestra apuesta por una liber-tad responsable como presupuesto decualquier vida civilizada.

Eso no quiere decir, por supuesto, quenuestra relación con el arsenal de sustan-cias psicoactivas pueda superar en benefi-cios a los perjuicios sin poner nosotros almenos tanta cautela, amor propio, arte yrespeto por los demás como demandanotras esferas de la conducta, ni que el fu-turo sea fundamentalmente halagüeño yexcuse nuestra atención. Ser padre de sietehijos, de los cuales seis están entre losquince y los cuarenta años, y sentirme or-gulloso de todos ellos, no evita que la cam-panilla del teléfono estremezca si suena demadrugada en fin de semana, cuando seconcentran los percances de carretera. Conuna capacidad adquisitiva que nunca tuvo,la juventud prolonga algo análogo al jol-gorioso entierro de la “ley seca”, como siuna especie de mutación permitiese inge-rir cantidades y variedades de drogas ca-paces de incapacitar temporal opermanentemente a buena parte de mi ge-neración. La familiaridad lleva consigoeso, pero la vida ha ido haciéndose cadavez más laboriosa, y ensanchar el margende seguridad –la proporción entre dosis ac-tiva y letal– no ha movido un milímetro elmargen de aceptación social, más impla-cable que nunca a la hora de castigar a

quien pierde el tiempo o cree poder intoxi-carse sin pagar la correspondiente factura.

Dentro del gregarismo generalizado, Ho-landa destaca como un oasis de cordura. Alseparar el cáñamo de otras drogas evitó enlos setenta enajenar la confianza de sus jó-venes, como hacen los gobiernos cuandolanzan al mismo saco infernal cualquierdroga distinta del alcohol, el tabaco y losproductos de farmacia. Más adelante montólaboratorios móviles para detectar adultera-ción en drogas distribuidas por discotecas,afterhours y raves, prosiguiendo su políticade mitigar riesgos con realismo. Sus ayun-tamientos fueron también pioneros, comoalgunos suizos, en la dispensación de hero-ína como alternativa a la metadona, o en ladisponibilidad controlada de lsd. En ningúnpaís hay una oferta de drogas comparable, yninguno tiene menos adictos de los clasifi-cados como irrecuperables. Con mano iz-quierda ha convertido la marihuana que enMalasia y otros países desempolva la horcaen un negocio básicamente tranquilo, delcual viven incontables familias, fuente deun turismo que aprovecha a todos. Para aca-bar de desconcertar al cruzado, mil coffeeshops con refinadas ofertas de cáñamo yhachís mantienen ese consumo en un nivel

sensiblemente inferior al español, e inclusoal italiano e inglés.

Quizá el progreso técnico sea insepara-ble de una psiconáutica en aumento, que alensanchar el espacio interior compense elpaulatino recorte del exterior, instado por lapresión demográfica y el precio del suelo.Tampoco es improbable que drogas pordescubrir lleguen a ser obligatorias en cier-tas circunstancias, como ahora lo es el cin-turón de seguridad. En todo caso, nuestroshijos desoyen el sermón prohibicionista,cuya presencia resulta por eso mismo con-traproducente. Cuando hablamos de pre-vención sin sabotaje será para ofrecer guíasde uso, no de abstención. En efecto, a nadiese impone hoy la ebriedad con esto o lootro, y huir de infortunios evitables pasa porsentar conocimientos en vez de prejuicios.El desafío del momento es que la políticade harm reduction no sólo se aplique a mi-norías castigadas por marginalidad econó-mica o psicológica, sino al conjunto de laspersonas que por una razón u otra se des-vían del menú farmacológico oficial.

Seguir haciendo que ese millar de millo-nes de individuos no tenga acceso al controlde calidad vigente para farmacias, estancosy supermercados multiplica los peligros del

objeto nominalmente prohibido, accesibleen la práctica sin dificultad alguna pero es-pecial por incluir las únicas cosas delmundo donde sola dosis facit venenum. Trasdécadas de guerra orientada a redimir almassecuestradas por drogas infernales, imagi-nar que el descomunal mercado negro po-dría reconducirse a la transparencia sinmediaciones hoy incalculables es adherirsea un acto tan mágico como limpiar el pla-neta de drogas ilícitas. Mientras la historiareal vaya roturando aquellas sendas even-tualmente decisivas, la compasión dicta ami juicio ir sustituyendo el experimento eu-genésico de la cruzada por una razón empí-rica u observante, aligerada de fábulas. Loturbador del caso es que se nos llevarán losdemonios si no enseñamos a dosificar coningenio, como intentamos enseñar las profe-siones, cuando ese arte pende de tener cla-ras cantidad y pureza.

El experimento prohibicionista no haconseguido disuadir a usuarios, limitar lospuntos de venta o siquiera encarecer lo ilí-cito. Pero ha logrado espesar la brumaque rodea a cada composición, y por esomismo ha acabado siendo el principalaliado de su aparente adversario, el trafi-cante desaprensivo.

Cuando hablamosde prevención sinsabotaje será paraofrecer guías deuso, no de abstención

El sustrato reptilianode nuestro cerebro lesirve de apoyo, apar-tando más o menosduraderamentenuestra apuesta poruna libertad respon-sable como presu-puesto de cualquiervida civilizada

Es una publicación producida porLA CAÑAMERÍA CLOBAL, SL

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Corrección y estilo: Laura Mars

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