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Con motivo de la muerte del Dr. Ricardo J.Alfaro, lamentado acontecimiento que puso fina una vida fértil, noblemente lograda, la reM

vista "Lotería" dedica un buen espacio de estenúmero a honrar su memoria. Para ello hacreído adecuado ofrecer, dentro de sus limita~das capacidades, una comprensiva muestra desu obra escrita, desde sus días juveniles hasta

la víspera de su muerte. Textos literarios, sem-blanzas, ensayos históricos y jurídicos, algunosrigurosamente inéditos, como los dos últimosde la muestra, se incluyen 84uí. Esperamoscontribuir de ese modo al mejor conocimiento

de su obra, mientraS. se publica en la forma

que su valor merece, y según ha sido anuncia-do.

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nombres sagrados y una tradición de pueblo consciente de su;;esencias fue modo oportuno de manifestarse, Alfaro nos diocon su Vida del General Tomú Herrera el apasionado com-probante de una realidad todos empeñados en desconocer. Elnovel biógrafo -veintiséis años tenía- entraba con pie de-recho en el campo apenas desbrozado de nuestra literaturahistórica. Se contaba ya entre los jóvenes que inician la hii:-toria cultural republicana creando instituciones de orden va-rio y dando vida a publicaciones como "El Heraldo del Istmo"."Anales del Ateneo", "Nuevos Ritos".

Su versación en cuestiones jurídicas y su voluntad de tra-bajo le vinculan enseguida a las tareas oficiales. Se le incluyeen la Comisión Codificadora, y le toca redactar el Código Ju.,diciaL. Concluía entonces la construcción de la vía interoceá-nica. Una nueva etapa en el proceso de nuestras relacionescon los Estados Unidos de América empieza, y la diplomaciase ofrece como incitante quehacer desde el mirador de la con-solidación nacionalista. A la diplomacia dedicará Alfaro susenergías. En nuestra Legación en Washington -sirviendo di~versos cargos-, en la Cancilería. en la Presidencia de laRepública realizará una esforzada tarea que le convierte conel tiempo en el panameño mejor informado sobre la materia,en el hombre con mayores ejecutorias en la defensa de nueSMtros intereses.

Los peculiares vínculos que nos unen a la gran potencia.por una parte, y la creciente complejidad de la vida entre losEstados, por otra, obligaron a buscar en la justicia interna-cional apoyo a nuestras demandas. De ahí la necesidad depenetrar los secretos de esa especialidad del Derecho y laconsagración puesta en ello por un núcleo de juristas pana-meños. Todavía más: el deseo de establecer una política decooperación y mutuo entendimiento entre los Estados ameri-canos. vieja meta común, condujo a la creación de los orga-nismos adecuados y a la formulación de una doctrina expre-sión de esa voluntad. También aquí nuestro interés aconsejócontribuir al fortalecimiento del sistema interamericano y. enconsecuencia. procurarnos el equipo humano capaz de repre-sentarnos en las instituciones encargadas de hacerlo efectivo.y otra vez Alfaro emerge como la persona mayormente comMpenetrada con la teoría y la práctica del panamericanismo,etapa de un anhelo constructivo iniciado aquí hace más dp.un siglo y cuya justa satisfacción exigirá seguramente trans-formaciones acomodadas a la índole de sus evoluciones suceMsivas. Alfaro es indiscutible autoridad en lo que toca a rela-ciones interamericanas. con una copiosa bibliografía y dilata-da acción pertinentes, y asimismo autoridad reconocida enDerecho Internacional, dicho sin limitaciones, según se advier-te por los cargos y encargos por él desempenados.

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Pero Ricardo J. Alfaro tiene, para nosotros los paname-fios, otros significados. Profesor en la Universidad de Pana.má, Individuo de Número de las Academias de la Historia, dela Lengua, de Derecho Internacional, etc., es nuestra máximhinteligencia de hoy. Y no obstante sUs múltiples ocupacionesha podido disponer de tiempo para una diversificada activi-dad de publicista y de orador académico. Al margen de susescritos jurídicos, de sus reflexiones de hombre de estado, haido acumulando multitud de ensayos de historia nacional yamericana, escritos sobre problemas de la lengua -entre losque destaca su meritísimo Diccionario de Analicismos- y elconjunto de semblanzas y ensayos biográficos que integraneste volumen.

A mi modo de ver, los esbozos biográficos agrupados enla primera parte constituyen una de las má.s felices expresio~nes de la personalidad de. Alfaro, fresca zona donde su vastosaber y fina intuición se iluminan con cálidos efluviosque bro~tan del inagotable manantial de su cordialidad. ("') Frutosnaturales de coyunturas varias, nacidos en loor de panameñosque fueron sus amigos, se benefician de la impremeditaciónpropia de lo espontáno. Y de la particular competencia delautor para el propósito. Si, como se ha observado, la biogra~fía es género de parco cultivo en Hispanoamérica, hecho queimplica cierta ineptitud para la simpatía y el esfuerzo de com-penetración que supone, en Panamå esa mengua asume per-files de característica nacionaL. Resultan en extremo escasasnuestras biografías cabales. A ese respecto se trata, en rigor,de fenómenos de excepción. Y el más digno de loa la Vida delGeneral Tomás Herrera. árbol plenamente crecido, afortuna~da hazaña de la mocedad de Alfaro, desde siempre predi-puesto para la faena que este libro rinde. Los esbozos biográ-ficos encajan, por otra parte, sin proponérselo, en el cuadrode una ilustre tradición de las letras hispánicas. la de la bio~grafía moral que iniciaran, en los afios cruciales del siglo XV,las Generaciones y Semblanza. y los Claros Varones de Cas~tila, los memorables repertorios biográficos de Fernán Pérezde Guzmán y Hernando del Pulgar.

"La biografía antigua propone modelos, la moderna eX~plica o muestra una personalidad", nos recuerda André Mau-rois, maestro insigne del género. No importa lo breve de susesbozos, Alfaro logra ambas cosas: dibuja una personalidad,

(*) Me refiero a las notas de inspiración locaL. Los estudios que siguen,suma de semblanzas y verdaderos ensayos biográficos, obra estos último~de más paciente oficio, acreditan sus aptitudes para la biografía, pues levemos transitar con soltura por las innúmeras posibilidades que el géneropermite.

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y lo hace con ánimo de ofrecerla de algún modo ejemplar,si bien en unos casos la intención moralizante priva, mientrasen otros simplemente cuenta cómo fueron esos amigos que sulealtad y sentido de justicia se niegan a olvidar.

Las semblanzas aquí reunidas nos brindan, dentro de laobra total de Alfaro, un amable rincón destinado al culto sen-cilo de la amistad y de la patria; también, un invaluable ins-trumento para la educación ética de nuestra juventud, urgidade estímulos capaces de compensar el vacío de historia enmedio del cual languidece confundida. Aunque no siemprese trata de héroes, en superlativo, sino sólo de hombres quevivieron una jornada úti y digna.

y aún queda algo que decir: estos Claros Varones delIstmo no son únicamente generosos ejercicios de reconoci-miento. Constituyen, acaso más, vivos testimonios de la mara-vilosa juventud de Alfaro, ingrediente clave y el soporte meMjor de su persona. No obstante sus nobilísimos ochenta y sieteaños Ricardo J. Alfaro mantiene intacto su gusto por todaslas cosas de este mundo, en aleccionadora dilgencia que esreconfortante espectáculo. Yo siento un legítimo orgullo alpoderlo proclamar así.

Diciembre de i 969.

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tava, Concluidos los estudiosprimarios, ingresó al ilustreColegio de los Padres Escola~pios, donde aprendió latín,francés, inglés, religión, filo~sofia, matemáticas, geografía,historia y contabildad, bajoel magisterio de doctos pre.ceptores, en su gran mayoríare ligiosos.

Clausurado el Colegio en1896 y ganoso el adolescentede proseguir sus estudios, ob~tiene una beca del gobiernodepartamental y viaja a Car-~:(lgena de Indias en cuya uni-versidad ingresa para estudiarderecho. Estudiaban tambiénallí los coterrános EduardoChiari, Nicolás Alejo Solano yJ osé Antonio Zubieta. Estallaen octubre de 1899 la guerracivil más larga en la historiacolombiana y la universidadqueda clausurada. Cuenta elmozo 17 años cuando regresaal terruño, Como aguija sumente el ansia de saber, apro~vecha toda oportunidad dé a~crecer y vigorizar sus conoci-mientos jurídicos como maes~tro de sí mismo y as-istiendo acursos más o menos formales,casi siempre transitorios. Unode sus primeros trabajos re-munerados lo halla en la ofiMcina de la administración delferrocarril de Panamá. pocomás tarde ingresará como es-cribiente en la secretaría deinstrucción pública departl1-niental, a cargo del doctor Ra~món Maximilano Valdés. Pa~sa luego a la secretaría de go~

bierno donde labora al advenirla República. Tres meses antesdel histórico suceso había cumMplido veintiún años. ContinÚaen aquel cargo hasta que, forMmado el primer gobierno cons~titucional, presidido por eldoctor Manuel Amador GUe~rrel'O, se le destina la subse~

cretaría de Relaciones ExteMl'iol'es que ej erce de 1905 a1908, Pero no se hunde pasiMvamente en los afanes ofici-nescos, pues le presta acicatea su voluntad de estudiar lanecesidad de buscar en la teo~ría jurídica la clave de los pro-blemas que confronta la RepúMblica en trance de organiza-ción. En 1906 asiste a las cla~ses impartidas bajo el patroMcinio de la Asociación de Es-tudios Jurídicos, junto a otrosjóvenes que en los años veni-deros habían de asumir lasresponsabildades da la gestióngubernativa.

Para esa hora, habíase yalibrado el primer envite de laque sería dilatada batalla his-tórica por la reivindicación delos derechos nacionales en lavía interoceánica. Una visiónastigmática de 1 a iniciaciónrepublicana que aqueja comodolencia generacional a nues'"tras juventudes les impide re~conocer que los fundadores delei:tado-nación en 1903 perci-bieron lúcidamente las omino-sas características de la conMvención del canal suscrita enWashington el 18 de noviem-bre de aquel año. * Nunca hu-

oj A este propósito vale recordar lo que dice José Ortega y Gasset, a página57 de Una interpretación de la historia universal: 'Ver en historia es, por lopronto, ver cada tiempo con los ojos de su tiempo",

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bo entonces la "patria boba",ingenua y desprevenida de ,quealgunos hablan con tanto des.dén como ignorancia. Entre losprimeros dirigentes de la Re-pública había un puñado dehombres de mente vigorosH,despiertos, doctos, formados enla última mitad del período deunión a Colombia. Algunosfraguados en las patéticas bre-gas del Estado Soberano y to..dOR actores y testigos de la e~tapa departamental culmina-da con la guerra de los mildías que reactivó en la con-ciencia istmeña la levadura delseparatismo. N o alegre ni ne~gligentemente resolvieron sus-cribir el tratado de 1903, sinobajo el peso de la convicciónde que el duro sacrificio conR-tituía el costo de la consolidaMción del estado nacional alcan-zado tras ochenta años de frusMtráneos intentos. Las palabrasde Pablo Arosemena en la conMvención constituyente al mani-festarse en favor de la aceptuMción del convenio son testimo~nio de las aprensiones somMbrías posesionadas de su áni~mo, atenuadas apenas por laeRperanza en que los EstadosUnidos dispondrían de la meMsura necesaria para aplicar lascláusulas del abrupto docu.mento.

Pero no tardó la potenciaconsignataria en disipar cual~

auier ilusión respecto a la iu~terpretaci6n y ej ecución delconvenio, La orden ejecuth'8que declaraba la Zona del Ca-nal área abierta al comerciomundial, sujeta a la legislaciónfiscal estadinense, dejó pávi-dos a los comerciantes y el go-bierno panameño. Animados

debate públicos por la prensay reuniones de funcionarios yparticulares demostraron quela débil nación no aceptadasumisa las determinaciones dela Casa Blanca que disminuíaiio ignoraban los derechos delEstado istmeño. La nota redac-tada por el Di~. Eusebio A. Mo-rales, consejero de la legaciónen Washington, y presentadapor el ministro don José Do~mingo de Obaldía al Secreta-rio de Estado el 14 de agostode 1904 es documento penlu-rabIe que postula la revisióndel convenio canalero y la te-sis definitiva de la soberaníapanameña en el territo1'o dela Zona del CanaL. N o importaque J ohn Hay replicara conaltanería de patrón de barcopirata interpretando rígida-mente las cláusulas del trata~do ni ,que se mofara del pos.tulado panameño respecto ala soberanía en la zona cana~lera comparándola con un ce~tro baldío. Sobre los cimientosque hincó la nota Morales seha edificado la defensa de losderechos nacionales a lo largode sesenta años. La protestapanameña logró que los Esta~dos Unidos sustituyesen la orMden ejecutiva referente al co-mercio en la Zona por la que,conocida como convención Taftimplicó por sus efectos unamodificación de la convenciónde 1903. Como ciudadano yfuncionario p ú b 1 i c o Alfaroparticipó en los incidentes pri-meros de la controversia cuyassubsiguientes alternativas jaMlonan el proceso republicano.

Al compás de los años avanMza su aprendizaje múltiple,llevado con seguridad por su

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clara y fuerte inteligencia. N o

tardaría en ofrecerle al paíslos frutos de sus esfuerzos.Destinado como consejero ju~rídico a la legación en Wash-ington' para dedicar atenMción particular a la controver-sia de fronteras con la repú-blica del noroeste, recogió losresultados de su investigaciónen el libro titulado "Límitesentre Panamá y Costa Rica",que concluyó en 1912. Un añodespués comparte con Santia-go de la Guardia, Carlos A.Mendoza, Julio J. Fábrega,Luis Anderson, Angel U gartey Harmodio Arias las laboresde la comisión que preparasiete proyectos que, aprobadospor la Asamblea Legislativa,forman la codificación nacio~nal sustitutiva de la colombia-na. Fue tarea de Alfaro la re~dacción del Código Judicial,compuesto de tres libros: Or-ganización Judicial, Procedi~miento Civil, y ProcedimientoJudiciaL. Ponderado por repu~tados comentaristas por su en-jundia doctrinal, economíanormativa y precisión léxica,la excerta formulada por el ju~rista que contaba entoncestreinta y cuatro lozanos años,ha regido el funcionamientode la rama jurisdiccional delpoder público durante más decinco décadas, con reformasparciales.

Desde aquí se desplieganprolijos menesteres en la cá-tedra, en altos cargos oficialesy en foros, asambleas y estra~dos internacionales desempeMñados con igual lucimiento ycompartidos con una faena deescritor cuyos temas no ,queMdan confinados en su discipli-

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na predilecta, el derecho, sinoque tocan a la historia, la lite-ratura, la fiología. A la altu-ra de los días presentes, Ri~cardo J. Alfaro ha enriquecidoel desenvolvimiento intelectualde la República con una con-tribución personal amplia yde superior calidad. Rebasandel centenar los ensayos, estu-dios, monografías y disertacio-nes ique traducen su pensa-miento en una prosa pulcra y'ell.jundiosa. Aguíjame la ten-laeión de enjuiciar siquiera su-mariamente los más importan-tes trabajos de su extensa pro-ducción, pero tamaño ejerciciotransgredería los límites queseñala la índole de esta expO-sición. Sólo cabe aquí una parMca consideración sobre variosde los momentos y hechos másprominentes del fecundo tra-jín de Ricardo J. Alfaro alcompás del derrotero republi-cano.

Jefe dos veces -de 1922 a1931 y de-1933 a 1936- de lamás importante representacióndiplomática del país - suyafue la r.esponsabildad de IUMchar en Ia mesa de negociacioMnes por liberar a la nación delas consecuencias tremendasde la convención de 1903.Tarea la más severa que pue-de intentar un panameño, quemantiene en tensión constantesu conciencia cogida entre dosposiciones extremas difícilesde concilar. Ese tratado tienelas hoscas características quele impuso la hora de su naci-miento, bajo el signo de losimperialismos rampantes delsiglo diecinueve. Concebidopor los dirigentes estadinensesen el espíritu del régimen de

las capitulaciones que reducea proporciones insignificantesla autonomía de los pueblosque las sufren, se edificó sobrelos escombros de las ilusionesde los representantes colom-bianos que pretendían mante-ner indemnes las prerrogativassoberanas del estado dueño delterritorio donde se construiríala vía intermarina. Justo Aro-semena vio claro cuando en elpacto que negoció con Mr. Ed~ward Hulburt quiso salvar losriesgos de una mediatizaciónpolítica disponiendo que, nohubiese continuidad física enla ocupación del suelo ribereñodel futuro canaL. Pero, mentediáfana, no se engañó respec-to a la índole y consecuenciasde la asociación que se estable~da entre los dos paises y enel artículo de su proyecto detratado formalizó jurídicamen~te la alianza entre Colombia ylos Estados Unidos que imponMdría de hecho la construccióny funcionamiento del canaL.Veinticinco años después, Car~los Martínez Silva, hombre sa~gaz, jurista bien avisado, com-prendió muy pronto los propó-sitos de los Estados Unidos ycon escueta franqueza advirtióque si los colombianos queríanun canal por el Istmo debíandespojarse de sus reconcomiosde hidalgos arruinados y otor-gar a la Casa Blanca poderesamplios para abrir la ruta inMtermarina o resignarse a la fa-talidad de que el canal se hi~ciese de todos modos por losyanquis. Todo ello determinóla extensión de las concesioneshechas a los Estados Unidosen el tratado Herrán-Hay,trasladadas al convenio del 18de noviembre de 1903. La pro-

pia demasía de tales concesio-nes había de determinar lareacción de los panameños yla intensificación de sus de-mandas al paso de los años,así como la resistencia de losEstados Unidos a desprendersede las prerrogativas jurisdic-cionales que ejerce desde hacemás de seis decenios. En talescondiciones cualquier transac~ción presenta serias dificultaMdes al personero panameño yaque todas resultan precariasmientras dejen subsistente encualquier grado y forma el po-der extraño instalado en elárea del CanaL. Todo entendi~miento será objetable para u-nos u otros sectores paname~ños mientras sea el saldo finalde una negociación que notenga como supuesto la renun-cia total por parte de los Es~tados Unidos tanto a las con-cesiones de 1903 como a susenormes efectos materiales eincorpóreos.

En la negociación de 1925a 1926 Alfaro y sus compañe-ros de misión, los doctores EUMsebio A. Morales y Edu'ardoChiari encararon circunstan-cias ingratas y personajes hos-ties. Rumbo hacia la premi-aencia internacional a conseMcuencia de su participación enla primera guerra mundial, elimperio precoz de los EstadosUnidos, como lo denominó Mo-rales, desarrollaba una políti-ca exterior inspirada en un biMfronte insularismo. ReaccioMnando contra el internaciona-lismo wilsoniano, intentaba di-sociarse de las complejidadesde la políica de poder en Eu-ropa, mientras custodial;acoMmo campo de expansiónexclu-

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sivo el continente americano.El Secretario de Estado CharMles Evan Hughes, erguíase enla tribuna de las conferenciasparramericanas con alardes degran sacerdote del derecho,para sustentar con paralogis-mos jurídicos la potestad po-licial que se atribuía la CasaBlanca sobre la América La-tina. En el primer contacto delos plenipotenciarios de Pana-má y los Estados Unidos, Hu~ghes se adelantó, solemne yarrogante, para dictar las nor-mas de la negociación. El go-bierno de la Unión, condescen~diente y piadoso, se avenía aconsiderar los problemas delCanal, pero sólo excluyendotoda cuestión sobre las cláusu-las del tratado de 1903 queestablecían los derechos sobe~ranos de su país en la Zona.Consiguientemente el Departa-mento de Estado rehusó discu-tir la mayoría de los puntospresentados por los comisiona-dos panameños. El convenioresultante de unos tratos quefueron tan desabridos suscitóla oposición enérgica del pue-blo panameño y la AsambleaNacional declinó discutirlo ylo devolvió al gobierno nacio~na!. El doctor Alfaro ha resu-mido esa infructuosa confron~tación diplomática en su libroinédito "Historia documentadade las negociaciones llevadasa cabo entre Panamá y los Es~tados Unidos para la concer-tación del Tratado de 1926".

El momento histórico, el cliMma político y los hombres erandistintos cuando se entablaronlas negociaciones de 1934 a1936. La batalla incondicionaly abnegada contra la dominaM

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clOn económica, social y polí-tica de los Estados Unidos so~bre la América, librada porlas generaciones latinoameri-canas que insurgieron a partirde la rebelión universitaria ar-gentina de 1918, había puestoen fermentación el alma de lospueblos. Nuevas promocionesde escritores y juristas desha-cían con una crítica incontrasMtable los postulados y pretenMsiones del intervencionismoestadinense. Varios gobiernosde base popular demandabanla rectificación radical de lapo 1 í tic a latinoamericana enWashington. En la Casa Blan-ca la opacidad rústica de Cal-vin Coolidge y la rigidez men~tal de Herbert Hoover habíandejado el sitio a la inteligen-cia sagaz de Franklin D1élanoRoosevelt. En el Departamen-to de Estado el liberalismo in~ternacionalista de CordeIl Hully la diplomática ductildad deSUmmer We 1 1 e s intentabancambiar el agrio gesto del po~lizonte continental por la sonMrisa del buen vecino. La ame~naza de la expansión hitleristase proyectaba desde Europa,haciéndole comprender a ROOMsevelt que no podría enfren-tarla mientras estuviesn eriza-dos de rencor y hostildad lospaíses del sur, retaguardiacontinental de los Estados U-nidos. La negociación de 1934tuvo, pues, inicios, desarrolloy resultados muy diferentes dela anterior. Desde luego, Ri-cardo J. Alfaro y Narciso Ga-ray enfrentaron las dificultaMdes inherentes a la concilaciónde intereses opuestos, pero lo~graron salvarlas y concertar eltratado de 1936 que, si biendejó querellas medulares pen-

dientes, logró avances impor-tantes hacia la solución delproblema canalero. Los cincosólidos volúmenes de informes,alegatos y actas de dicha neMgociación demuestran el vigorconceptual y entereza moralcon que fueron defendidas lasposiciones nacionales por losplenipotenciarios panameños.No tuvo parecido curso y des-tino la negociación del conve-nio de bases de 1947 cuya di-rección llevó el doctor Alfarocomo Ministro de RelacionesExteriores, la cual declinó neMgándose a firmar el documen-to que tampoco aceptaron elpueblo panameño y la Asam-blea NacionaL. Todavía habríade participar con carácter deasesor en la concertación delconvenio de 1955 y en la neMgociación de los proyectos detratado de 1967 que permane-cen aprisionados en las mallasde las ambiciones y maniobraspolíticas.

Toda actuación protagónicaen una cuestión que como ladel canal hiere la raíz de lasemociones colectivas y estáplanteada entre posiciones po-lares, evoca necesariamentejuicios de valor encontrados,sean cuales fueren las calida-des de inteligencia, venacióny carácter del actor y los an-tecedentes de su vida. Seríainsensato pedir unanimidad decriterio respecto al doctor Al-faro cuya participación en lasnegociaciones sobre el canal hasido de mayor duración e im-portancia que la de cualquierpanameño. Pero sí es sensatopresumir qUe nadie se negaráa reconocer la voluntad enérgi-ca, la profundidad deconoci.

miento y la habildad dialéc-tica que distinguen la labordel doctor Alfaro al defenderlos derechos panameños en elpleito histórico con los EstadosUnidos de Norte América.

Hay un aspecto del queha-cer sin recesos de Alfaro queno podría descuidarse en unafecha tan significativa comoel 14 de julio para la historiade la libertad de los pueblos.Es el relativo a la lucha porincorporar los derechos humawnos al cuerpo convencional delderecho internacionaL. Deboreferirme al resumen de estalabor fructífera hecho en LaEstrella de Panamá, edicióndel 7 de diciembre de 1969,por Humberto E. Ricord, inteMlectual probo, jurista de sólidacontextura, autor del libro tiMtulado Los derechos humanosy ia o"..anzación de los Esta-dos Americanos. Registra y cOMmenta Ricord las gestiones deldoctor Alfaro desde el año de1941, cuando publica su ensa-yo sobre los Principios interMnacionales del continente ame-ricano, seguido de su memoMrándum de 1942 sobre dereMchos humanos al Instituto A-mericano de Derecho (AmeriMcan Law Institute) de Filadel-fia, hasta culminar con la De-claración de los Derechos Hu-manos aprobada en París porla Asamblea General de lasNaciones Unidas, ellO de di-ciembre de 1948. Entre esasfechas los trabajos del doctorAlfaro comprenden su inter-vención en la primera Asam-blea de las Naciones Unidas enSan Francisco, el proyecto queredacta como Ministro de Re-laciones Exteriores en 1945,

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la nota de noviembre del misMmo año a las cancilerías ame-ricanas en respuesta a la deltitular de la uruguaya, 'Eduar.

do Rodríguez Larreta, y su in-gerencia en la comisión de de~rechos humanos de la AsamMblea General en 1947. M e aso

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cio al párrafo final del escritode Ricord que reza: "Las inMtervenciones de Ricardo J. Al.faro en el foro internacional,con relación a la teoría y lapráctica de los derechos hu-manos, integran una páginabrilante de su actuación deinternacionalista d e s t a cado.Nunca ha tenido la Repúblicade Panamá en este foro unavoz más autorizada que la, deldoctor Alfaro; y nunca se hacolocado a mayor altura elnombre de nuestro país, gra.cias a la versación erudita deque ha hecho gala en esas i.ns.tancias el Dr. Alfaro como a-bogado internacional de loaderechos humanos".

Sin duda Alfaro es uno delos hombres que pueden comMprometer su inteligencia conigual seguridad y fértiles re~sultados en empeños de distin.to carácter. N/o obstante, siem~pre es posible distinguir unazona en que se reconocen her-manas las diversas faenas, unpropósito que las coordina eidentifica. Quizás prima en lamente de Alfaro una preocuMpación normativa que se hacemás perceptible en su ejerciciopredilecto, el derecho como ac-tividad teorética y como consMtrucción legaL. Pero no concibela norma como simple prediMcado de una autoridad basadaen la tradición, en la desnudafuerza o en las convenciones

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agotadas por el tiempo, sinola norma en cuanto cauce dela libre actividad del espírituhumano, como receptáculo devalores que enriquecen y exal~tan la persona humana. AlfaMro no es un fabricante de es-quemas y programas partidisMtas ni un tosco político que per-sigue el poder para emplearloen menesteres de cocina o encomplacencias sensuales. Suparticipación en la vida públi~ca del país lo presenta consa-grado a los ideales de la li-bertad y al mej oramiento delas instituciones fundadas enla voluntad del pueblo expreMsada mediante el sufragio au-téntico. Llamado a la jefaturadel gobierno en un instante dedesfallecimiento de las institu-ciones públicas, se esforzó enreanimarlas realizando unaselecciones purgadas de violen~cia y trampa, a despecho delos obstáculos que hacían sur-gir las pasiones de las bandeMrías. Un gobernante sin la pUIMcritud espiritual suya, habríaencontrado en aquella situa-ción crítica sobrado pretextopara suprimir las libertades depensamiento, reunión y asocia-ción y retener el poder públiMco, aún despojándolo de todalegitimidad. El se desveló enmantener vigentes las liberta-des públicas, exento de temorante los desbordes de la conMtumelia en la prensa, las tribuMnas p-úblicas y las manifesta-ciones de los partidos políti-cos.

Dimitió años después altoscargos oficiales para oponersea nuevos atentados contra lasinstituciones republicanas y,más adelante, al plantearse la

tarea de restaurarlas, prestóservicio eminente a la nación,acompañado por los doctoresJosé Dolores Moscote y Eduar~do Chiari, redactando el anteproyecto de constitución quedio base al proyecto discutidopor la Asamblea Constituyenteformada por el voto directo,secreto y voluntario del pue-blo en los comicios de mayo de1945. Con arreglo a los linea~mientos de dicho anteproyectose expidió la constitución de1946 que acogió los más avan~zados postulados del pensa-miento social y político en unmomento de ascenso de la;;fuerzas democráticas en el ex-terior y en el país, colocandoasí a la República en la van~guardia del derecho públicohispano americano.

Un código fundamental en-caminado a poner los cimien~tos para el progreso económi-co, social y cultural de la na-ción, no podía simplemente re~producir la estructura tradi~cional del poder público sinoque había que dotarle de lo::instrumentos jurídicos necesa~rios para una participación ac~

tiva y rectora en el procesode transformación de la naMción. Expedida en una épocacrecientemente acelerada, laConstitución de 1946 tenía quesufrir de tiempo en tiempo re-formas que la pusiesen al com~pás de los cambios requeridospor el juego incesante de lasfuerzas sociales. Podía prever-se que la mayoría de las en-miendas se encaminarían aajustar técnicamente los me-canismos del Estado en las á-reas de actividad vinculadasal desarrollo del país. No es,

por lo tanto, sino una solemnepuerildad cargar a cuestas dela constitución el origen o laculpa de la descomposiciónpolítica que ha trastocado lasinstituciones democráticas, a-nonadado la conciencia ciuda~dana, drenado las energias ci-viles de la soC'ielad y, en re-sumen, entorpecido la marchadel país. La diatriba contra laconstitución sería desdeñable,desmerecedora siquiera de pia-doso comentario, si fuese des-nuda manifestación de igno-rancia. Pero no puede tolerar-se porque responde a intere-ses de ínfima calidad moral yestá impregnada de evidentemala fe. Ella es, en efecto,una baja patraña política quepretende desconocer la verdadde que la vigencia de la cons-titución permitió crear un sis.tema de seguridad para losderechos individuales y socia-les y para el funcionamientoequilbrado de los órganos delEstado, gracias al ejercicio delas facultades de la Corte Su-prema de Justicia como tribu-nal de orden público, todo locual había situado a nuestropaís en puesto prominente enel continente americano.

De esta índole son las reali-zaciones que nutren y hacenperdurables a una nación. Lanacionalidad no se asienta enobras físicas, sea cual fuese sunecesidad y magnitud, expues-tas siempre a que una fugazviolencia de la naturaleza oun repentino sacudimiento so~cial las deje en ruinas. Pau-pérrimo, escasamente poblado,con posibildades de sosteni-miento mínimas, conservó elpaís viva la idea nacional a lo

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largo del siglo diecinueve yengendró varones como TomásHerrera, José de Obaldía, JUSMto Arosemena, Gil Colunje, Mi~guel Chiari. En el siglo queavanza hacia su término elsentimiento de la nacionalidadse ha fortalecido no en virtudde los rendimientos del canal,sino por la reacción constantecontra los factores adversosque el canal pone en opera-ción. Y es porque la nacionaMlidad radica, definitivamente,en la conciencia del pueblo.

No podía en estas páginasmás que anotar y comentardentro de estrechos límites deespacio y tiempo los momen-tos y hechos más importantesdel curso vital del doctor Ri-cardo J. Alfaro en su doblemisión como historiador y co-mo sujeto de la historia nacio~naI. Al buscar el final impeMrioso de mi desmaña da tenta~tiva, aparece de repente enmi mente una imagen que meparece corresponder a la pre-sente circunstancia. Este hom-bre, cuya personalidad comien-za a formarse en las dos déca-das posteras del Panamá de-partamental, que alcanza lamayoría en vísperas del 3 denoviembre y que desde enton-ces se halla presente en elacontecer del país, sirviéndolecon el pensamiento y la acción,representa a mis ojos la uni-dad histórica de nuestra na-ción,como enlace viviente delas etapas de la República des-de sus antecedentes en el siglopasado hasta hoy y como ex-presión personal de los sentiMmientos e ideas que han mOM

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vido y sustentado el procesode la nacionalidad.

Quizás esta visión se presen-ta ante mi espíritu traída porel recuerdo de alguna frasesuya, dicha al iniciarse el de-rrumbe de las instituciones deMmocráticas que hoy sólo sonescombros: "cuán triste es pa-ra mí asistir a la muerte de laRepública que ví nacer y quemodestamente ayudé a conso-lidarse y crecer" . No ha demorir, ciertamente, porque laRepública es la forma que lanación panameña ha escogidopara su propia realización.Molde y cauce de la naciona-lidad, la República democráMtica es una en el espacio y enel tiempo, obra nunca acaba~da de sucesivas generaciones,adelantada con los medios ylas limitaciones de cada mo-mento. Historiador, Al fa r ocontribuye a despertar y avi-gorar en los panameños la con.ciencia del pasado en que hun-de sus raíces y la nacionalidad.Sujeto histórico, trabaja conlucidez, firmeza y perseveran-cia extraordinaria en la reivin..dicación de los títulos de lanación en la zona canalera ypor el fortalecimiento y vigen~cia de las libertades públicasy los derechos del ciudadano.

Reconocimiento de cuantosignifica su personalidad enla existencia de la Repúblicay sobre todo reafirmación delos valores espirituales que hasustentado y defendido: eso esel programa que nos propusiMmos para hoy y que hemos con.vertido en acto memorable.

"intervención y no interven~ción", "diplomacia del dólar"y otras cuestiones afines que,con frecuencia, son confundi-das con la declaración del preMsidente Monroe o consideradascomo su consecuencia fatal ynecesaria. Esto es especial-mente deseable desde el pun-to de vista latinoamericano,pues sin duda mucha parte dela aprehensión y mala inteli-gencia que existe entre lospueblos situados al sur del Río

Grande en relación con la po-lítica exterior de los EstadosUnidos se debe a una falsaidea de la doctrina de Monroey de sus relaciones con tal po-lítica exterior. Y no creo quela empresa sea de imposiblerealización, porque la doctrinade Monroe exhibe tal claridadde exposición y ha habido talconsecuencia en su aplicación,que su esencia, significado yalcance penetrarán cualquierinteligencia mediana cuando Seconsagre al asunto debido es-tudio.

Recuerdo una conversaciónque tuve hace algún tiempocon un ciudadano de una delas repúblicas del sur que nonecesito nombrar. Se hablabade la celebración de este cen-tenario, y aquel caballero di-jo:

-Mi país no reconoce ladoctrina de Monroe.-

Un tanto sorprendido poresta referencia a reconoci-miento de una cosa que nuncaha requerido ser recosocida,le pregusté:- ¿ Cuál es el cOSMcepto de ustedes acerca de ladoctrina?

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-Bien, -me repuso-, ladoctrina de Monroe es lo quepermite a los Estados Unidosmezclarse en las cuestionesinternas de nuestros países.-

N o diré que esto representalo mejor de la opinión ilustra~da de la América Latina, pero,a juzgar por las condicionesde la persona que expresó es~ta opinión, sí puede serconsi-derada como una muestra delsentimiento popular latino a-cerca de la cuestión.

Con la doctrina de Monroesucede lo que con todo lo quees grande: que es susceptiblede ser contemplada desde mu-chos puntos de vista y de pre-sentar por tanto diferentes as-pectos a los ojos del observa-dor. El mensaje dirigido alcongreso por el presidenteMonroe el 2 de diciembre de1823 es, sin duda, el documen-to más discutido de cuantoshan salido de la pluma de unestadista americano. Se hanconsumido ríos de tinta y mon~tañas de papel escribiéndosediscursos, folletos y libros enel empeño de exponer, dilu-cidar, debatir y comentar elsignificado y alcance de aque-lla célebre declaración, y naMturalmente, así como crece elvolumen de opiniones, así au~mentan proporcionalmente lasposibildades de error.

Los principios fundamenta-les proclamados por JamesMonroe están contenidos enunas pocas palabras de sumensaje: "De consiguiente",dijo, "la franqueza y las reMlaciones de amistad existentesentre los Estados Unidos y esaspotencias (las europeas) noS

obligan a declarar que consiMderamos peligrosa para nues-tra paz y seguridad toda tenMtativa de parte de ellas de ex~tender su sistema a una por-ción cualquiera de este hemis-ferio. Con las actuales colo~nias o dependencias de poten-cias europeas no nos hemosentrometido ni nos entromete-remos. Pero en cuanto a losgobiernos que han declaradoy sostenido su independenciay que hemos reconocido des~pués de madura consideracióny por justos motivos, no po-dríamos considerar la interpo-sición de cualquier potenciaeuropea con el objeto de opri-mirlos o de dominar sus des-tinos en cualquiera otra for-ma sino como manifestaciónde una actitud hostil hacia losEstados Unidos".

Tal fue la declaración tras-cendental que por espacio deun siglo ha tenido influenciatan extraordinaria en el pen~samiento y la vida internacioMnal del hemisferio occidentaL.Pero en esas pocas palabrashay encerrado un mundo deideas, y e 11 a s abrieron enlo futuro un inmenso campode consecuencias políticas. Esnecesario echar una miradahacia los últimos cien años pa-ra medir la importancia y elvalor histórico de aquella de-claración.

En 1823 el horizonte de lademocracia distaba mucho deser brillante. La Gran Colom-bia, creación del genio de BOMlívar, había alcanzado su in~dependencia, y una magníficanación quedaba constituidacon el territorio de lo que eshoy Venezuela, Panamá, COM

lombia y el Ecuador. Méxicoy las cinco repúblicas centro-americanas habian aseguradoigualmente su emancipación,en tanto que, más al sur, Ar-gentina y Chile habían gana~do ya las batallas que consa~graron su libertad, asi comotambién la del Uruguay y elPara,guay. Pero, con todo, Es-paña no estaba aún totalmen-te vencida, y la corona man~tenia dos baluartes que cons~tituían seria amenaza para lasrecién nacidas repúblicas. Eluno se hallaba en Cuba, yamenazaba las democraciasamericanas por el norte; elotro encontrábase en lo que eshoy Perú y Bolivia, y se man~tenía fuerte en el sur. Alli eSMperaba a los ejércitos republi~canos un año más de cruentalucha, pues no fue hasta di-ciembre de 1824 cuando la~ran batalla de Ayacucho se-l-ó para siempre la libertadpolítica de la América Meri~dional.

Por lo que hace al ViejoMundo, todos sabemos que laderrota de Napoleón y la res~tauración de los Borbones ori~ginó una nueva explosión delabsolutismo que tuvo alarman-te manifestación en las delibe-raciones de los congresos deViena y de Verona; en la forMmación de la llamada SantaAlianza; en las persecucionessangrientas llevadas a cabopor los monarquistas de Fran-cia, de Austria y de España;derrocamiento del gobiernoconstitucional en esta últimanación; y en las amenazas eSMparcidas en todas direccionescontra el liberalismo y las ins-tituciones democráticos. La in~

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timación del presidente Mon-roe en medio de estas circuns-tancias merece la admiraciónde la posteridad, porque apar-te de que fue medida de segu-ridad y de defensa nacional,fue acto de valor. Fue un de~safío a las tendencias liberti-cidas de la Santa Alianza enuna época en que los EstadosUnidos no tenían la fuerza quedespués han alcanzado y enque las potencias europeas e-jercían influencia preponde~rante en los negocios del mun-do. Fue un desafío lanzado nosólo contra las ambiciones COMloniales de Francia, España yPortugal, sino también contralas de la Gran Bretaña. Porqueyerran los que creen -que porcierto son muchos- que elprimer ministro inglés Can-ning favorecía la doctrina enla forma en que fue proclamaMda. Canning, en verdad, tuvoen mira la destrucción del granimperio colonial español enAmérica. El mostró empeño enno permitir a Francia que pu-siera su planta en las coloniashispanas, como había logradohacerlo en la península. Diovalioso apoyo moral a las nue-vas repúblicas, y fue, sin du-da, factor muy apreciable desu independencia medianteuna benévola relaj ación de laneutralidad oficialmente de-clarada, y puso de manifiestopositivo interés en consolidarsu vida política y económica.Pero, aunque al desarrollar supolítica favoreció en gran maMnera la libertad del continen~te, sus motivos eran, ante todo,el favorecer los intereses COMmerciales de su propio país yel evitar que se rompiera elequilbrio europeo con detri~

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mento y peligro de la GranBretaña; y fue inspirado enestos propósitos como hizo elseñor Rush, ministro ame1'ca~no en Londres, sus bien cono~cid as proposiciones en fa VOl'de las colonias españolas queluchaban por su independen~cia. Pero es hecho histÓrica"mente comprobado que cuandola enérgica intimación de Mon-roe fue conocida por Canning.manifestó del modo más cate~górico que la doctrina procla~mada por el mandatario ame~ricano era inaceptable para laGran Bretaña.

El significado y alcance dela doctrina de Monroe es, a laverdad,cuestión harto complc~ja, y respecto de ella es queestadistas y escritores han ex-presado conceptos más diver~gentes. De parte de los nortc~americanos encontramos aque~llos que con criterio imperia-.lista se aferran a la erróneaidea de que la doctrina esuna a modo de evangelio in~ternacional que hace a los Es-tados Unidos soberanos de to~do el continente, mientras queotros sostienen el concepto cOMrrecto de que nada se hallómás lejos de la mente de MonMroe y de sus principales con~sejeros -Adams, Jefferson yClay- que la idea de una po-lítica de agresión en el con-tinente.

De parte de los sudamerica-nos hay quienes se adhieren aesta última opinión, mientrasque para otros la doctrina deMonroe fue simplemente la gé-nesis de una política de pre~dominio continental que se haconvertido en pretexto univer-sal para intervenir en la vida

política de nas naciones quemoran al sur del Río Grande,y que cuando se expresa conel lema "América para los aMmericanos", debe entenderseque significa "América paralos americanos. " del Norte".Sería imposible analizar y auncitar las numerosas opinionescontradictorias que se han SOSMtenido con referencia a la doc~

trina de Monroe. La tarea exi-giría las páginas de un libro,antes que el espacio limitadode un corto artículo. Vale l8¡pena, sin embargo, mencionaralgunas de las más notables,

Es creencia general en la A-mérica del Centro y Sur quetodos los sucesos que han de-terminado el engrandecimien-to de los Estados Unidos o desu fuerza naval y miltar aexpensas de la soberaní~ te-rritorial de o t r a s naciones-tanto europeas como ame-ricanas- tienen su causa di~recta en la doctrina de Mon~roe. Es lo más común oir deciro leer que la declaración he-cha cien años ha es responsablepor la anexión de Tejas, laguerra con México y las ce-siones territoriales pactadascomo consecuencia de ella. Sela señala también como la cau~sa del tratado de Clayton..Bul-wer, que otros han tac~adoprecisamente como una viola-ción de los principios enuncia-dos en 1823, y con el mismocriterio la doctrina ha sido lacausa de la compra de Alaska,el reconocimiento de la belige-rancia de Cuba, la guerra conE s p a ñ a, la adquisici?~ dede Puerto Rico y las Filipmas,la enmienda de Platt, el tra-tado de 1903 con Panamá, la

construcción del Canal, la a~nexión del Hawaii, la adqui-sición de las islas de Samoa yla intervención en Nicaragua,Haití y la República Domini-cana.

Ahora bien, señores: lo quehaya de justo o de injusto enestos acontecimiento no esimputable a la doctrina d,eMonroe, porque ésta, en realiMdad nada tiene que ver conelIo~.Todos los actos arrib~mencionados podrían haber si~do ejecutados si no hubieraexistido jamás el mensaje de2 de diciembre de 1823. Esosactos coincidieron o han sidocausados por el proceso natu-ral de crecimiento de la naciónque tuvo su núcleo en las trececolonias del litoraL. Una vezconsolidada la independenciade las colonias, la poblacióncreció y se hizo más y másrica por el trabajo constante.yla energía creadora en mediode las bendiciones de la paz.Con el crecimiento de la po~blación vino la necesidad de, . ,más territorio y la expansionhacia el oeste y hacia el sur.Esta expansión territorial asu vez creó más y más ri9-ue-za, más y más desa~rollo inte~lectual, más y más mf~u.encia,más y más fuerza militar ynaval hasta el grado de quehoy e~ta nación es potencia deprimer orden, es el acreedordel mundo y es, por ende, has-ta cierto punto, árbitro de susdestinos.

No deseo producir la impre-sión de que trato de expresaraquí aprobación o desaprC?ba-ción de la política extranjeraamericana en los últimos años.No me toca examinar tal cues-

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tión ahora, ni tampoco lo de~seo. Mi tesis es que los actosa que me he referido no tienennada que hacer con el dictaMmen de Monroe. En efecto, laexpansión territorial de los Es~tados Unidos comenzó añosaños de la presidencia de Mon~roe. Fue iniciada con la comMpra pacífica de Louisiana, tannotable por su previsión polí~tica, hecha a la Francia en1806, y con la adquisición deFlorida, cedida por España en1819. Las accesiones subsi-g'iiientes fueron resultado dehechos y circunstancias com-pletamente extraños al pro~nunciamiento de 1823, comobastará a mostrarlo la lecturacuidadosa de su historia.

Acontece con la generalidadde los latinoamericanos que nosentimos la necesidad de co-nocer bien a fondo la historiade los Estados Unidos. El nú-mero de los que tienen cono-cimiento profundo de ella esmuy limitado. Por el contra-rio, todo latinoamericano sien-te gran interés por saber algode esa doctrina de Monroe deque tanto oye hablar. El re-sultado es que con una basedeficiente de historia ameri~cana se divulga una copiosaliteratura sobre la doctrina deMonroe y la política continen~tal americana; y la confusiónideológica, por un lado, y unaactitud mental frecuentemen-\te apasionada, por el otro, soncausa de que abunden prejui-cios, recelos y odios mal diri-gidos. Los pueblos de la A-mérica Latina, especialmentelos situados en las riberas delCaribe, tienen, sin duda, se-rios y delicados problemas a

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que hacer frente en sus relaMciones internacionales con losEstados Uaidos. La discusióny solución de esos problemaspuede dar lugar a descontentoy desconfianza hacia la granrepública del norte. Pero yosostengo que es un error echarsobre la doctrina de Monroela culpa de una solución nosatisfactoria de cuestiones in-teramericanas, porque esa doc~trina no tuvo el propósito deconsagrar la agresión ni la in-justicia del fuerte para con eldébiL. Debe tenerse presenteque la doctrina de Monroe esuna política exterior america~na, pero la política exterioramericana no es toda doctrinade Monroe.

Dos declaraciones oficialeshechas en relación con ellahan originado gran suma deresentimiento y de alarma enla América Latina. La una esel aserto lanzado por el se-cretario Olney en 1895, de que"los Estados Unidos son prác-ticamente soberanos en el con-tinente y su fiat es ley en losasuntos a que confina su in-tervención". Tal declaraciónfue lamentable y ha sido des-virtuada por expresiones deamistad y consideración emi-tidas por estadistas americaMnos posteriores, tales comoWilson, Root, Harding y, másrecientemente, por el actualsecretario de estado, señorHughes.

La otra fue la que hizo elpresidente Roosevelt en 1905en relación con el protocolocelebrado con la RepúblicaDominicana sobre intervenciónen los asuntos fiscales de esanación con el objeto de aITe-

glar sus dificultades financieM

ras, eliminando así una causade conflicto con acreedoreseuropeos, susceptibles de con~ducir a acción europea arma~da. Este asunto de la interven-ción americana en los estadosdel Caribe es, a la verdad, muyinteresante, pero a la vez tandelicado y vasto que para po~del' tratarlo se requiere un ar-tículo especiaL. Diré esto, sinembargo: la solución del pro-blema puede hallarse en ni~e~-tro propio seno, c?mo sugirióun eminente escritor cubanocuando dijo: "A la interven-ción extranjera opongamos lavirtud doméstica".

Perturba la mentalidad laMtinoamericana lo que se consiMdera como disparidad de cri-terios en el aplicar y hacerefectiva la doctrina de Mon-roe, y con frecuencia óyensecitar casos de agresión de na-ciones americanas por poten-cias europeas, tales como elbloqueo de San Juan del Nor-te, Nicaragua, por los ingle-ses en 1842 y 1844; el blo-queo de Buenos Aires por lamisma potencia en 1845; elde la costa del Salvador con laocupación del puerto de la U-nión, también por la Gran Bre-taña en 1851; Y el bombardeode Valparaíso y del Callao pornaves de guerra españolas en1866. Estos, como todos sabe-mos, fueron casos en que" me-diante demanda enérgica delos Estados Unidos, se negótoda intención por parte de laspotencias atacantes de con-quistar territorios continenta-les.

Sin embargo, a pesar del 0-lumen de conceptos contrarios,

de críticas ignaras, de conten~

dones apasionadas y de he-chos mil interpretados! cuan-do se estudia con cuidado y aconciencia la historia de ladoctrina de Monroe, no se pue-de menos de reconocer el eSMpíritu de consecuencia y la va-lerosa firmeza con que los Es-tados Unidos han llevado a lapráctica los principios senta-dos por su primer mandata~rio en 1823.

La primera ocasión en quela doctrina fue puesta a prUf'-ba se presentó temprano: f~een 1825 cuando el secretariode Estado de entonces, HenryClay, tuvo el cuidado de noti-ficar de la manera más cate~g6rica a Francia y a InglatcMITa que los Estados Unidos noconsentirían el ejercicio de SOMberanía sobre Cuba por ningu-na potencia europea que n.ofuera la que durante tres SIMglos había poseído e~~ co.lp-iiia: España. Tal notificacionfue posteriormente repetidadesde el Departamento de Es~tado por Van Buren en 1829y 1830, por Forsyth en 1840,por Webster en 1843, por Bu-chanan én 1848 y 1851, porMarcy en 1853, por Sewal'den 1867 y por Fish en 1870.Con igual firmeza fueron re-chazadas las propuestas ten-dientes a la garantía conjuntade la neutralidad de la isla porlos Estados Unidos, Francia eInglaterra. También rehusaronlos Estados Unidos reconocerel derecho de visita e inspec-ción por navíos franceses enaguas cubanas y sanCionar laentrega de las aduanas de laisla a Francia en guarantía deun préstamo hecho por estanación a España. Y es placen-

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tero anotar que todos los con-Jlidos con potencias europeasßeerca de los destinos de lai::.la terminaron con la adhe-filÓn de la bella república her-mana a la famila de las na.eiones.

Nuevas pruebas surgieronen los años subsiguientes: en1835 un proyecto de protecto~rado inglés o español promo-vido por los colonos británicos

etablecidos en la costa deHonduras fue objetado por losEstados Unidos. En 1848 elpueblo de Yucatán intentó in~corporal' su territorio en la so-

beranía de los Estados Unidos,de Francia o de Inglaterra. LosEstados Unidos declararon notener intención alguna de a-ceptar la propuesta en cuantoa ellos y notificaron su firmeobjeción a cualquier proyectoen virtud del cual adquirieseel dominio de aquella penínMsula cualquiera de las dos po-tencias nombradas.

En los mismos días, cuandoel general Flores, expresidenMte del Ecuador, organizó enInglaterra la expedición conque intentó invadir aquel paísy reanexarlo a España, con cu~yo gobierno se decía había llS~tado en inteligencia, los minis-tros americanos en Madrid yen Londres recibieron instruc-ciones para manifestar a lasrespectivas cancilerías que losEstados Unidos no miraríancon indiferencia la realizaciónde los planes de reconquistaque se atribuían al generalFlores. En 1851 la actitud delos Estados Unidos impidió quela Gran Bretaña pusiera suplanta en Nicaragua mediantela constitución del titulado

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reino de Mosquitia bajo el proM

tectorado inglés. En 1858 hi-cieron caracterizada oposiciónal desembarco de fuerzas na~vales francesas e inglesas enSan Juan del Norte so pretex-to de repeler las invasionesilegales contra aquel país, asolicitud de su gobierno. En1866, cuando estalló la guerraentre España, por una parte,y Chile, Perú y Bolivia, por laotra, los Estados Unidos, alpar que anunciaron su neutra-lidad en el conflicto, obtuvie-ron seguridades de España deque las hostildades no seríanllevadas hasta extremos políi-cos ni conducirían en maneraalguna a la readquisición departe alguna del territorio deaquellos países. En ese mismoespíritu, cuando España anU11-ció su intención de ocupar lasislas Chinchas, el Secretario deEstado, señor Seward, se apre-suró a notificar al gabinete deMadrid que si España persis-tía en la idea, no debía espe-rar que los Estados Unidos semantuvieran en su actitud deneutrales. En 1870 el Presi-dente Grant se opuso a la ce~sión de la isla de San Bartolo~mé, Antilas menores, por elreino de Suecia y Noruega aItalia, y en 1880 Evarts, Se-cretario de Estado, manifestósu oposición a que la Gran Bre-taña obtuviera nuevamente deHonduras las Islas de la Bahía,que se rumoraba trataba deconseguir. En 1885 Freling--huysen asumió la actitud deque los Estados Unidos no per~mitirían a la república de Hai~tí ceder a Francia la MoleSaint Nicholas ni la isla deTortuga, y la misma declara-ción fue hecha dos años más

tarde respecto de la isla nom-brada cuando se anunció queInglaterra intentaba apoderar-se de ella. En 1888 el Secreta-rio de Estado Bayard hizoigual notificación a Franciacuando se hizo pública comoposibildad próxima la negocia-ción de un protectorado de esapotencia sobre Haití.

Hay un solo caso de impor-tancia en que puede conside~rarse débil la acción de los Es-

tados Unidos en presencia deun hecho cumplido que entra-ñaba la adquisición de territo-rio americano por una poten-cia europea. Fue en 1861 cuan-do tuvo lugar en la RepúblicaDominicana el movimiento POMlítico que resultó en la reane-xión de esa república a Espa-ña, estado de cosas que duróhasta 1865. La causa de estadesviación en la firme políticapuesta en vigor antes y desMpués de aquel período no esdifícil de hallar: los hechos a-contecieron exactamente almismo tiempo que la terriblelucha de los estados del nor-te contra los del sur, cuandola misma unidad nacional es-taba en peligro. Es evidenteque los Estados Unidos no po-dían llevar sus exigencias con-forme a la doctrina de Monroehasta el extremo de emplearcontra España las fuerzas mi-litares y navales de que tangran necesidad había para laguerra de secesión. Como ati-nadamente se ha observado,"cuando arde la casa propia.no se puede ir a apagar el fue-go en la del vecino". El prin~cipio, no obstante, quedó asalvo en aquellas calamitosascircunstancias, porque los ESM

tados Unidos no dejaron depresentar su protesta y de in-vocar el principio fundamentalde 1823.

La guerra civil fue, sin duda,factor determinante en la su-ma de energía empleada parahacer efectiva la doctrina de,Monroe durante los años de aM'queIla tremenda pugna. Ade~más del caso de la RepúblicaDominicana, el establecimientodel imperio de Maximiliano enMéxico bajo la presión de lasbayonetas francesas ofrece uninteresante ejemplo. Desde elcomienzo de la controversiaentre aquella nación y GranBretaña, Francia y España, losEstados Unidos hicieron vigo-rosas representacione a lastres potencia con la mira deevitar su acción armada. Sinembargo, Veracruz fue ocupa-do por la flota combinada delos aliados a fines de 1861. LosEstados Unidos obtuvieron seMguridades de que las potenciaseuropeas no perseguían finespolíticos, pero después del re~tiro de las fuerzas inglesas yespañolas en 1862, los france-ses permanecieron en el paísy constituyeron el apoyo prin-cipal del trono ofrecido al in-fortunado príncipe austriaco.Los Estados Unidos continua~ron con persistencia inque-brantable negociaciones diplo-máticas a hacer cesar el la~mentable estado de cosas rei-nante, pero cuando se estable~ció la paz en la Unión ameri-cana y pudo el gabinete deWashington disponer de tro-pas suficientes para la acciónmiltar, caso de ser necesariala presión sobre Napoleón 111se hizo más fuerte cada día, y

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el retiro de las tropas france-sas tuvo lugar cuando se ha-llaban movilizados sobre lafrontera mejicana cincuentamil soldados listos para soste-ner el principio de que el conMtinente americano quedó ce-rrado desde 1823 al dominiopolítico de las naciones de EUMropa.

La conducta de los EstadosUnidos durante la crisis mejiMcana, la actitud del presidenteCleveland en 1895 en el con-flictoentre Venezuela y laGran Bretaña sobre la cues~tión de fronteras entre aquellarepública y la Guayana ingle-sa, y la del presidente Roose-velt en 1902, en la crisis de lasreclamaciones pecuniarias eu-ropeas contra el mismo país,son los casos en que la doctri-na de Monroe ha sido sosteni-da de modo más brilante, senMsacional y victorioso, y en esasemergencias los Estados Uni~dos pusieron de manifiesto unamor a la justicia y una va-lerosa determinación de pelearpor sus principios que mere-cen contarse entre las páginasmás brilantes de su historia.

Es futileza argüir que ladoctrina de Monroe fue unaexpresión egoísta, encamina~da, como estaba, a la protecMci6n de los intereses nacionaMles de los Estados Unidos. To..da acción humana, así indivi-dual como nacional, tiene porbase el egoísmo. Pero una ac-ción no es laudable u odiosasino en proporción a la sumade bienes o males que causea otros, y es un hecho que elpronunciamiento de 1823. aMdemás de satisfacer una nece-sidad vital de defensa nacioMnal, ha redundado en benefi~

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cio de las naciones latinoame-ricanas, poniéndola al ampa.ro de contingencias que entra~ñaban peligro para su vidaindependiente.

Creo no hallarse lejana lahora en que la aplicación de ladoctrina de Monroe sea mira-da más como asunto de inte-rés histórico que como proble-ma inquietante. Con la estabi~lidad creciente -tanto polítiMca como económica- de lasnaciones meridionales; con eldesarrollo de la solidaridadcontinental y el incremento delas relaciones comerciales eintelectuales entre latinoame-ricanos y angloamericanos;con la consolidación de los ESMtados Unidos como gran po-tencia; cuya actitud es decisi-va en las grandes cuestionesuniversales; con la influenciasoberana que la opinión públi~ca ejerce en la política de lospueblos civilizados y el esfuer~

zo continuo de las asociacionespúblicas, de los centros de e~ducación, de los juristas y pu-blicistas por ilustrar la opiniónpública y promover la causade la justicia internacional,hay esperanzas muy fundadasde que dentro de pocas déca-das no surgirán más casos enque sea necesaria la aplica-ción de los principios enuncia-dos en 1823 o en que ellos seanindebidamente invocados parafin alguno. Cuando ese díallegue, el principio continuaráviviendo, pero el problema ha-brá dejado de existir y la doc-trina de Monroe, prestigiadapor una tradición de honor, dejusticia y de valor, seguirá re~cibiendo en los siglos venide-ros la glorificación que mere-ce.

Bajo el imperio de la doc~trina de Monroe hemos vistolas ambiciones europeas tro-pezar con una valla en el he-misferio occidental durante u-na centura que ha presencia~do el desarrollo gigantesco dela política colonial de Europaen todos los ámbitos de la tie-rra: en Asia, con sus poblacio-nes pululantes de centenaresde milones; en Africa, dondeuna sola nación soberana hasobrevivido la racha del impe-rialismo; hemos visto el siste-ma democrático de gobiernoestablecido en todos los paísesde este continente, donde ha~lIaron cabida tres imperios endías que ya se fueron parano volver; hemos visto promo-vida con tesón la causa de la

paz, y el progreso del comer-cio interamericano acrecentan-do hasta un volumen asombro-so; y, sobre todo, hemos vis-to el nacimiento de solidaridadcontinental; este orgullo co-mún de nuestras instituciones;esta confiaza común en nues-tro porvenir; esta voluntad in-domable de que las tierras des-cubiertas por Colón sean mo-rada de una mejor humanidadde lo futuro, apta para labrarsu dicha en un ambiente depaz y democracia, libre de reMcelos, prejuicios y ambicionese inspirada siempre en esosideales de justicia y de fraterMnidad, mediante los cualespuede afirmarse sobre la tierrael reinado de la felicidad in-ternacionaL.

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interrogar conmigo a todosmis conciudadanos: ¿Se justi~fica la sustitución integra dela Constitución vigente porupa nueva'? ¿ Ha ocurrido enel cuerpo político de la Naciónun cambio tan profundo, tanradical, tan sustancial, que de~mande la adopción de institu-ciones básicas totalmente nue-vas'! ¿ Es tan irremediable4mente mala, tan incorregible-mente dañina, tan sustancial-mente defectuosa la Carta de1904 que merezca ser desecha~da como trasto inútil y sepul-tada en el panteón de las co-sas que fueron?

Mi respuesta honrada a es~tas preguntas no puede ser si~no negativa. Soy el primero enreconocer -lo he reconocidohace mucho tiempo- q u enuestra Constitución ha me-nester reformas que la perfecMcionen; reformas )que ponganalgunos de sus principios mása tono con las necesidades ylas aspiraciones del país; reMformas que la armonicen conlas corrientes liberales que entodas partes del mundo estánpregonando la aspiración dela humanidad al advenimientode una era de mayor bienestarcolectivo, de más cumplidajusticia social; reformas enfin, que tiendan a hacer de laConstitución, en su fondo y ensu forma, un instrumento po-líico más acabado y armonio-so. La Constitución debe seruna norma lepislativa de ca-rácter perenne, precisa encuanto sea necesario para per~mitir al legislador adaptarsea las exigencias de los tiem4pos, a las necesidades de lascircunstancias, a las costum-

bres cambiantes en el constan-te flujo y reflujo de las ideasy los intereses de los grupossociales. Para que la Consti-tución sea eso, para que sirvade pauta suprema en i=¡ue cons~ten los principios fundamenta~les de la organización políticay la vida social de un pueblo,hay que comenzar por darlecierta permanencia. No pue~den las naciones estar cam~biando de Constitución conuna frecuencia que acusaríaveleidad e inconsistencia ideo~lógica si los hechos que acom~pañan los cambios no pusierande manifiesto turbulencias con-tinuas, apasionamiento insa-no o ambiciones proditoriasde partidos o de hombres.

La estabilidad política delas naciones puede medirse, entérminos generales, por el nú~mero de constituciones que fi-guran en las diferentes épocasde su vida. Repásese la histo~ria de las repúblicas y de lasmonarquías constitucionales yse echará de ver la exactitudde la observación. En Inglate~rra existe una Constituciónclasificada como "no escrita",que tiene sus raíces en los al-bores del siglo XIII. En Fran-cia menudearon las constitu~ciones durante los ochentaaños de sacudimiento y trans-formaciones violentas que traMjeron sucesivamente la Revolu~ción, el Consulado, el primerImperio, la Restauración, lamonarquía absoluta, la monar-quía de julio, la segunda Re-pública, el segundo Imperio.Consolidada la Tercera Repú4blica, tras la guerra franco-prusiana y los desórdenes dela Comuna, Francia ha vivido

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bajo una sola Constitución des-de 1875. Chile prosperó duranMte casi un siglo bajo el impe-rio de la Carta de 1833, queno fue reemplazada totalmen-te hasta el año de 1925. EnColombia, hoy paradigma dela democracia y de la sereni~dad política, como fue ayerpresa de convulsiones conti-nuas, rigieron entre 1821 y1886 seis constituciones difeurentes, a razón de casi de unapor decenio. Con la época desu estabildad coincidió la vi-gencia de una Constitución queha tenido más de medio siglode existencia.

En los Estados Unidos, laprimera en la cronología delas repúblicas modernas, haimperado una sola Constitu~ción desde su organización deMfinitiva como Estado Federal,y bajo el imperio de ese mo~delo de casi todas las cartasescritas, la nación norteameriMcana ha venido desenvolvien~do su vida a través de una de~sastrosa guerra civil que duró4 años, a través de cuatro gue-rras internacionales, a travésde la discusión de cuestionestan fundamentales como la dela esclavitud, a través de" lasdivergencias de abismo conque los partidos políicos hanenfocado los gravísimos pro-blemas de orden económico ysocial que han conmovido a suciudadanía. Hace poco tiempose conmemoró y se honró entodo el país el sesQui-centena-rio de la Constitución y el mun-do pudo contemplar el sober~bio espectáculo de un pueblodevoto a su ley fundamental.Juristas, pensadores, escrito-res, magistrados, poI í tic o s,

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hombres de Estado, ciudada-nos todos, prodigaron en mo-nografías, artículos y discur-sos su admiración y su respetopor ese monumento de sabidu-ría, de previsión, de øquilbrioy de justicia en que se cifrala estabildad política y el flo-recimiento sin par de la Uniónnorteamericana.

¿ Significa esto, por ventuMra, que aquella obra maestraasegurase la solución de todoslos problemas y jamás dieselugar a dificultades y tropie~zos? De ninguna manera. Enla existencia política de losEstados Unidos ha habido mo-mentos en que la Constituciónha ofrecido escollos que ha siMdo menester salvar, vacíos queha sido necesario llenar, defi-ciencias que ha sido indispen-sable corregir. Pero esto se halogrado por la vía de las refor-mas parciales y no por la dela sustitución integral. No sele ocurrió a Washington ni aMadison que para incorporaren la Constitución el catálogode los derechos individualesera preciso hacerla de nuevo.Ni pasó por la mente de Lin-coln que para consagrar jurí-dicamente la abolición de laesclavitud hubiera que redac-tar una nueva Carta. Ni pensónadie igual cosa en la pOca deJohnson para establecer el sis-tema de la elección presiden-cial, ni en la época de Wilsonpara otorgar el voto a la mUMjer o para imponer la prohibi-ción. Por medio de reformassucesivas se ha ido adaptandoel instrumento viejo a las ne-cesidades de los tiempos nueMvos. La imponente estructurademocrática erigida en 1787

ha continuado en pie. Se hacambiado una columna aquí,una pared. allá, pero no ha ha~bido demolición.

En nuestros días, cuando elpropio Franklin Roosevelt enmás de una ocasión no ha po-dido llevar a cabo ciertas me.didas avanzadas de mejora-miento social o económico por-que la Corte Suprema las hadeclarado inconstitucionales,no se le ha ocurrido ni al Pre~sidente ni a ninguno de susconsejeros que sea necesarioreemplazar totalmente el eSMtatuto fundamental. Aquí esunánime el concepto de que elmal mayor que podría sotire~venir al pueblo norteamerica-no sería salirse del patrón -yavictoriosamente probado- delas instituciones democráticas.Lo que se procura y se logracon éxito es armonizar conellas los más radicales avancesque se quiera efectuar en prodel bien común,

La Constitución panameñasin duda reclama reformas,pero ella tiene calidades yméritos que la hacen acreedoMra a que se respete su existen-cia. No se pretende reempl~~zarla con un instrumento ba-sicamente nuevo. N o se tratade cambiar un régimen de go-bierno por otro que le es an-tagónico hasta lo inconcila-ble. Se sustituyen apenas mo-dalidades, aspectos, detalles,formas.

¿ Cuál es el contenido SUSMtancial del proyecto de nuevoestatuto político? Un gobier-no democrático y unitario quetiene como órganos tres ramasseparadas e independientes,

con un Poder Ejecutivo ejerMcido por un gabinete de minis-tros, con una legisladura uni-camarista y con un Poder Ju-dicial compuesto por una Cor-te Suprema y tribunales subal-ternos; un sistema de derechoy garantías individuales quedeterminan en lo general con-forme a la doctrina republicaMna clásica las relaciones delIndividuo con el Estado; unconjunto de atribucione~,. delimitaciones y de reqUlsito.Spara el ejercicio de su autori-dad por los distintos Poderes;un método regulador para laexpedición de las leyes; .unaserie de preceptos que rigenlas materias de nacionalidad,ciudadanía, hacienda naciona~,fuerza pública, división terriMtorial régimen municipal yrefor~a de la Constitución.

Ahora bien, ¿ no son acasoesos mismos los lineamie~tosestructurales de la Constitu-ción vigente? Cierto es que enmuchas de estas materias elproyecto introduce cambios. dehonda significación. Pero Si secomparan uno por uno los preMceptos vigentes y los formulaMdos para reemplazarlos no po-drá menos de llegarse al conMvencimiento de que los cambiosde importancia, los cambiosdeseables pueden ser realizaMdos sin apelar a la sustituciónintegral. De los 148 artículosque tiene la Carta vigente hepodido contar sólo 2!l que n?tienen correspondencia o e,qUl-valencia en el proyecto de re~forma y de esos 25 hay 8 quecorresponden al capítulo delos que fueren en 1904 "dis-posiciones transitorias". Es de-

cir, que de los 140 preceptos

ss

de carácter general v permaMnente contenidos en ia Consti-tución actual, 127 se encuen~tran reproducidos total o par~cialmente en el proyecto o bienregulan materias que el pro~yecto ha considerado tambiénnecesario regular.

No puede justificarse la sUs~titución integral con el argu~mento que la Constitución pa~nameña es virtualmente iguala la Constitución colombianade 1886. Pensarlo es evidenteerror. La Carta de 1886 fueun instrumento de reacción;la de 1904 fue fruto de la con-cilación. Nuestros constitu-yentes quisieron legarnos ins-tituciones verdaderamente na-cionales. Resultado de su pro~pósito patriótico y previsor fueuna Constitución que con to-das las deficiencias de quepueda adolecer es expresiónadmirable de la voluntad delos panameños de que su có-digo supremo no representasela imposición de un partidovencedor sobre un partido ven~cido.

Lo dicho hasta aquí tiendea demostrar el punto primeroque suscribo acerca de la re-forma proyectada, a saber. elde ,que no se justifica desecharel código político que nos lega~ron nuestros próceres para sus-

tituirlo con uno nuevo que hasido formulado y se está traMmitando por la Asamblea encondiciones que no pueden me~nos de alarmar a todos los es-píritus democráticos del país.El segundo punto es el de dilu~cidar si los preceptos de laCarta vigente que han sidoeliminados y los nuevos cáno-nes que los reemplazan in tolo

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convienen a la salud, al bien-estar y a la prosperidad de laRepública.

Dije arriba ,que son muy po~cos los artículos de la Consti-tución de 1904 a los cuales nose les halla correspondencia,equivalencia o reemplazo en elproyecto de reformas.. Puesbien, entre esos hay algunoscuya eliminación no puede me~nos de causar alarmante per~plejidad.

Se ha eliminado, por ejem~plo, el artículo 46, el cual dis-

pone que las leyes determina~rán la responsabildad de losfuncionarios que atenten con-tra los derechos individualesgarantizados en la Constitu~ción como también el 36, quedetermina la responsabildadde los infractores aunque pro-cedan por mandato superior.

Se ha eliminado la garantíacontra el tormento consignadaen el artículo 45, según el cuallas cárceles son lugares de se-guridad y de expiación, no decastigo crueL.

Se ha eliminado la sabia, lapulcra, la saludable máximadel artículo 134 de que no ha-brá en la República empleoque no tenga funciones deta~lIadas en ley o reglamento yde que ningún empleado pú-blico podrá recibir dos o mássueldos del Erario, salvo lo quepara casos especiales dispon-gan las leyes.

Se ha eliminado el canon(Artículo 89) de que todos lospanameños tienen el deber deservir a la Nación conforme lodispongan las leyes y de quetanto éstos como los extranje-

ros tienen el de vivir sometidosa sus instituciones y respetary obedecer a sus autoridades.

Se ha eliminado el principiojusto y humano (Art. 10) deque los extranjeros naturali-zados o domicilados no seránobligados a tomar las armascontra el país de su nacimienMto.

Se han eliminado otros man-datos cuya importancia puedeser discutible, pero ¿ no tienederecho el país a que se le eXMplique qué buena razón hahabido para suprimir de nues~tra ley fundamental principiosy garantías tan esenciales ypreciosas como las arriba enu-meradas?

En cuanto a las novedadesque contiene el proyecto, ellaspueden ser clasificadas encuatro grupos:

10.-Las disposiciones nue.vas que no hacen sino repro~ducir preceptos legales exis-tentes a los cuales se ha .que~rido elevar a la categoría dedogmas constitucionales;

20.-Las disposiciones quesólo representan un cambio defraseología o de colocación;

30.-L a s verdaderamentedoctrinarias q u e modificanprincipios básicos; y

40.-Las exclusivamente po-líicas y partidistas, que sonlas dos que tienden a prorro-gar el período presidencial yel de la Asamblea Nacional enforma que beneficie al actualmandatario y a los miembrosde la actual legislatura.

Quiero comenzar por refeMrirffe a las reformas del 40.

grupo para decir ,que pienso,como lo ha expresado el Pa-namá-América en un sesudoeditorial, que "este es puntoque sin necesidad de discusióndebe admitirse que no encua~dra dentro del marco de unaConstitución que quiere consa~grar el régimen republicano ydemocrático de gobierno".

En cuanto a las demás re-formas, un análisis s~quiera so.mero de los nuevos cánonesharía demasiado extensas es-tas observaciones y debo dejarhacerlo para un artículo POSMterior. Básteme por ahora ano-tar que de los cambios pro~puestos, si bien hay algunosque pueden aceptarse como a~ciertos de forma hay en cam.bio otros que son palpable-mente desafortunados. Entrelas reformas de fondo hay al-gunas que tienen plena justi-ficación, pero las más indicanuna tendencia que nos apartade la democracia y de las li-bertades legítimas e intocablesque actualmente poseemos, pa-ra encaminarnos por rumbosde dictadura y de autoritarisMmo. "El remedio más eficazpara la democracia es más de~mocracia", ha hecho presentecon luminosa oportunidad Jep~tha B. DUncan. La impresióngeneral que me ha dejado elproyecto es que al país se leestá ofreciendo menos demo-cracia.

Quiero acariciar la esperanMza de que el Poder Ejecutivo,la legislatura, la prensa, la ciu-

dadanía entera, traten el tras-cedental problema con el res~ ipeto, el civismo y el interésique él éxige, y que su SOlución_13~

no sea fruto de imposición au-toritaria sino de discusión pa-triótica y serena.

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Expresé en mi anterior ar-tículo mi convicción de que nose justifica la sustitución inte-

gral de la Carta de i 904 poruna nueva, porque a pesar delimpulso iconoclasta que insMpira el proyecto que bien pu-diéramos llamar de reconstitu-ción, el nuevo estatuto conserMva en lo fundamental la es-tructura política creada porel que está en vigor y porquelos mismos motivos con ,que sepretende jutificar su adopcióncomprueban que las reformaspueden ser realizadas satisfac-toriamente por medio de lamodificación o reemplazo deunos cuantos artículos.

En todas las cosas de la vi-da es menester dar la prima-cía al fondo, no a la forma; ala sustancia, no a la zurrapa.Echar por tierra un monumen-to histórico para sustituirlo conuno nuevo que debidamenteexaminado no resulta mejor,es acción impropia de un pueMLlo serio. A las cosas que na-cieron con la República se lesdebe la veneración que las na~cionalidades tributan a sus tra-diciones aceptadas, a sus glo-rias insustituíbles. A un mú-sico pudiera venirle la inspiraMción de componer un himnoque la técnica musical podríadeclarar admirable. Un exper-to en la ciencia del blasón po-dría idear un nuevo escudo yuna nueva bandera rebosantesde belleza y simbolismo. Peroel alma panameña no podrá

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vibrar sino con las notas delcanto inmortal que escucha-mos en los albores de la inde-pendencia, ni podrá sentir ja-más que son suyos un embleMma diferente del que siemprehemos tenido y un pabellónque no sea el de las dos estre-llas. Podrá tidarse esto desentimentalismo, pero las cosasde la patria son esencialmentelas del sentimiento.

Esa Constitución de i 904,que lleva las firmas de mayorprestancia en nuestra historia,encabezadas por la del egre-gio Pablo Arosemena, Presi-dente de la Convención Nacio-nal; esa Constitución, obra delos fundadores de la patria,fruto de la buena fe, estatutodiscutido a la luz del sol re-publicano por liberales y con-servadores de buena ley, pren-da de concilación en la famiMlia istmeña, modelo de tem-plada moderación, cimientoindestructible sobre el cual selevantó la armazón jurídica den u e s t r a nacionalidad, esaConstitución, repito, no debeperecer sino cuando se palpeen realidad que su existenciaes incompatible con la saludy la vida de la República.

Adoptar una Carta nuevapara ,que se cambie la nomen-clatura de algunos funcionaMrios, para que se modifique elorden o la colocación de cierMtos preceptos, para que se al-tere con más o menos tino laredacción de algunos de susartículos, para que se trasla~den a la ley fundamental alMgunas de sus disposiciones queya existen en la legislación or-dinaria y que surten sus efec-

tos sin dificultad seria ningu-na, son cosas todas de escasí-sima importancia ante la ne-cesidad imperiosa que tienetodo pueblo joven de dar asus instituciones básicas estaMbildad y solidez.

Tienen importancia, si, lasreformas que son indispensaMbles para satisfacer necesidaMdes sentidas, aspiraciones fun-dadas, exigencias legítimassurgidas durante treinta y sieMte años de vida independienteque ya contamos.

. ¿ Cuáles son esas exigen-cias? El mensaj e presidencialdel 17 de octubre invoca algu-nas. En ese documento se de-clara en síntesis que es nece-sario armonizar nuestro códi-go político con las fuertes co-rrientes ideológicas que en losocial y en lo económico cla-man por la adopción de medi-das tendientes a nuestro másrápido desarrollo, al mayorbienestar de nuestras masas.Estoy de acuerdo en principiocon ese concepto, si bien nolo estoy con algunas de lasfórmulas propuestas para al-canzar los fines que se dice te-ner en mira. Opino de igualmanera ,que es necesario mo-dificar convenientemente a-QuelIoscánones constituciona-les con los cuales estén en con-flcto algunas de las leyes quenos hemos dado en ciertas ma~terias Que atañen en lo gene-ral a la asistencia social almejoramiento de las cl~sestrabajadoras, al ejercicio ygoce del derecho de propiedady a las relaciones entre el ca-pital y el trabajo. Y pienso porúltimo, que ya Que se ha en-trado en el camino de las re-

formas deben ser adoptadasalgunas muy fundamentales yconvenientes, no contenidas enel proyecto llevado a la Asam-blea y de las cuales me ocu-paré más adelante.

Estos fines son fáciles de al-canzar mediante reforma delos preceptos que definen yregulan el status de los ex-tranjeros, la libertad de con-tratación, el ejercicio de lasprofesiones, el derecho de pro-piedad y las atribuciones leM

gislativas en materia de tribu-tación. Tales reformas se al-canzarían mediante modifica-ción del texto de disposicionesya existentes o mediante la in-corporación de artículos nue-vos que cubran aquellas mateMrias no tratadas por la Cartavigente. Un acto legislativobien meditado, p re c i so encuanto a sus límites, amplioen cuanto a su radio de acción,realizaría el propósito a cabaMlidad. Veinte, treinta, cuarenMta artículos, seríian suficientes

para reformar la Constituciónde 1904 de manera que se lo-gre su completa modernizacióny se incorporen en ella los ma-yores avances en lo social, enlo económico y en lo adminis-trativo.

De esa manera se procedióen Colombia, tierra donde a-bunda el talento y donde elespíritu de la democracia COMrre parejas con la sabiduríapolítica.

En 1936 el Congreso colomMbiano adoptó las más radicalesreformas constitucionales. N oobstante ser liberal tanto elgobierno como la mayoría par~lamentaria, y no obstante ser

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la Constitución de 1886 ins-trumento que por las circuns-tancias históricas que lo pro-dujero no puede inspirar sen~timientos de afecto al libera-lismo, en Colombia no se diosepultura al estatuto funda~mental. Se le despojó de susrasgos reaccionarios, se le in~fundió la savia de las ideasmás avanzadas, se le rejuve-neció y se le robusteció con eldoble prestigio de lo bueno quees viejo y de lo nuevo que esbueno. Un acto legislativo de34 artículos bastó en Colom-bia para dar a sus institucio~nes la fisonomía que tienen yque caracterizan a aquel paíscomo una democracia de pri~mer orden donde libertad, pro-bidad, cordura y civismo sonvirtudes que alumbran un es~pléndido resurgimiento nacio~nal.

Partiendo, pues, del princi-pio de que conviene adoptaralgunas reformas, hagamos unligero examen de las noveda-des más interesantes que in-troduce el proyecto siguiendoen general el orden de su arMticulado.

Es discutible, como cuestiónacadémica, si la definición dela República contenida en elartículo correspondiente de laactual carta. Por lo que a mihace, prefiero la fraseologíade ésta a la de aquél, perocualesquiera que sean los mé-ritos de una y otra, la esencia

de las dos cláusulas es la mis-ma. Sus diferencias de pala-bras podrían dar lugar a inte-resantes debates en una aula,pero no justifica el paso gravede una reforma constitucionaL.

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Lo propio pienso acerca delartículo 20. que reproduce elde la Constitución vigente sus-tituyendo el término "sobera-nía" con el vocablo "autori-dad" y que incorpora el pre-cepto de la legislación existen-te en que se define el campode la jurisdicción nacionaL.

El artículo 70. establece que"la Nación tiene el derecho dedominio eminente sobre todoel territorio que la constituye,incluyendo el espacio atmos-férico, el suelo y el subsuelo,y sobre todos los bienes quese encuentren dentro de él".

La expresión dominio emi-nente que se emplea en juris-prudencia para designar el do-minio superior del soberanosobre todos los bienes situadosen su territorio, por virtud delcual tiene la facultad de aproMpiarse cualquiera parte de e-llos para fines de utildad co-mún, mediante justa indemni-zación. En otras palabras, lafrase dominio eminente es sinó-nima de derecho de expropia-ción. Si el artículo se ha ins-pirado en este concepto el usode la frase es vicioso, porqueno cabe el derecho de expro-piación respecto del espacioatmosférico libre, que es unbien del dominio público, quepor ende no necesita ni puedeser expropiado. Por otra par-te, el derecho de expropiacióndel Estado está específicamen-te definido y reconocido en elartículo 44 del proyecto. Aho-ra, si se ha usado aquella ter-minología para indicar los bie-nes del dominio público, lacláusula estA en conflicto conel artículo 138 o sobra en pre-sencia del 139. Por su colocaM

clon, el artículo en cuestiónsustituye el 50. de la Constitu-ción vigente y 40. de la colom~biana, que establece que "elterritorio, con los bienes pú-blicos que de él forman parte,pertenecen a la Nación", mienMtras el 115 enumera los bienesde propiedad del Estado queno son del dominio público siMno de su patrimonio privado.

Decir en un artículo nuevoque serán adoptados por leyla bandera, el himno y el es-cudo de la República, que es-tán adoptados ya, es mandatodoblemente objetable. Si deestas materias ha de tratarseen reformas constitucionalesdebe ser para dar de una vezpermanencia a lo existente,que es lo histórico y lo intoca-ble. Dejar el asunto a la leyfutura para que se repita loque está ya prescrito o paraque se cambie lo que por sunaturaleza es inmutable. eserror que despoja al artículo80. de toda razón de ser.

Es plausible el precepto queconsagra el castellano comoidioma nacional y declara fun-ción del Estado velar por supureza, conservación y ense-ñanza. La declaración de quela ciudad de Panamá será lacapital de la República es ino-fensiva y expresa en futuroun hecho que ha existido. Nose ve la necesidad de esta re-forma.

Termino estas notas con unareferencia al artículo 60. quejunto con el 50. versa sobrela división territoriaL. Se dis-pone allí que una vez que laley fije el número y los limitesde las Provincias, uno y otros

podrán ser alterados por nue~vas leyes, pero para ello seránecesario el voto de las dosterceras partes de los diputa-dos que constituyen la Asam-blea. Es decir, la legislaturaque expida la primera ley SOMbre esta materia que quedainvestida con el privilegio dehacerlo por simple mayoríade votos, pero a las subsiguienMtes se las ata a la regla de losdos tercios. Esta diferencia,que de hecho y arbitrariamen-te reconoce en una legislaturaun don de acierto superior alde las subsiguientes, es anti-democrática, como lo son siem~pre las diferencias de ese ór-gano y no se ve qué razón deprudencia o de sabiduría pue-de justificarla.

En artículo posterior me o~cuparé de las reformas relati-vas a las cuestiones de nacio~nalidad y de garantía consti-tucionales, en las cuales se pro-

ponen medidas de suma gra~vedad.

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Estimo que en materia denacionalidad las condicionesespeciales de la República dePanamá exigen que se aban-done el sistema absoluto deljus soli para establecer la ciu-dadanía de los nacidos en elterritorio nacional y que se su-jete la ciudadanía por naci-miento a condiciones razonaMbles basadas en los principiosdel jus sanguinis. Basta con~siderar que tenemos una partede nuestro territorio sustraídaa la jurisdicción nacional, SOMbre la cual, sin embargo, sub-subsiste la nuda soberanía dePanamá, para echar de ver

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que está abierto a peligros einconvenientes muy serios eldogma de que el solo hechode nacer en la República seabastante para conferir la ca-lidad de panameño por naci-miento. El cosmopolitismo denuestros dos puertos principa-les, las condiciones de vida,costumbres y afinidades polí-ticas de una parte considera-ble de nuestra población, re-claman reglas especiales me-diante las cuales se evite laexistencia de individuos queson o pueden ser ciudadanospanameños a los ojos de laConstitución aunque no esténincorporados a la vida nacio~nal en forma alguna. Recla~man también esas nuevas re-glas la necesidad de evitarhasta donde ello sea posibleque se multiplique el númerode los individuos que puedenreclamar o hacer valer unanacionalidad extraña ademásde tener la panameña.

Tales reglas, por supuesto,deben ser establecidas para elfuturo y de ninguna maneraprescribir para el pasado. a-fectando hechos y cumplidosy desconociendo calidades le~gítimamente adquiridas. Elprincipio de la irretroactivi~dad debe tener aplicación es-pecialmente escrupulosa en loreferente al atributo de la na~cionalidad. Un precepto nuevono puede, sin serio agravio alos dictados de la justicia y dela humanidad, arrebatar sunacionalidad a individuos queya la tienen adquirida confor-me :: preceptos constituciona~les anteriores.

El artículo 12 del proyectoen su inciso a) declara pana-

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meños por nacimiento a "losnacidos bajo la jurisdicción dela República, cualquiera quesea la nacionalidad de sus pa-dres, siempre que ninguno deestos sea de prohibidad inmi-gración" .

10.-Los individuos nacidosen la Zona del Canal despuésdel 4 de mayo de 1904, fechaen que Panamá traspasó sujurisdicción a los Estados Uni~dos conforme al Tratado de1903 ;

20.-Los individuos nacidosdespués del 3 de noviembre de1903 en cu~tlquier parte delterritorio sometido a nuestrajurisdiccón si sus padres per-tenecían o pertenecen a gru-pos nacionales o raciales deinmigración prohibida.

Se podrían llenar muchascuartilas examinando los di-,ferentes casos que pueden sur-gir en las circunstancias defi-nidas por estas nuevas dispo-siciones, yesos casos revela-rían no solamente injusticiaspalpables sino también incon-gruencias manifiestas. Perobasta considerar que conformea los preceptos arriba citadosquedan sin nacionalidad todoslos panameños de pura sangrenacidos en la Zona del Canaldespués de mayo de 1904 ytodos los hijos de padre y ma-dre chinos, turcos, sirios o anMtilanos, nacidos en cualquierparte de la República, paraadvertir el duro trance en quese pone a esos compatriotas,muchos de los cuales puedenestar en pleno goce de suciu-dadanía desde 1925. Son in-dividuos que quedan sin pa-tria después de haberla teni-

do, hijo a quienes su madrerepudia después de haberlosreconocido, seres humanos sinbandera bajo la cual cobijarse,a quienes se les arrebata unacondición legítimamente ad-quirida por medio de una leyex post facto.

Esta exclusión retroactiva sehace más odiosa por el con-traste que presenta con la dis-posición relativa a los paname-ños por naturalización quecontiene el artículo 16. A losextranjeros que hayan adaui-rido su nacionalidad por natu-ralización con anterioridad ala vigencia de la nueva Cartase les reconoce su calidad denacionales. A los panameñosa quienes me he referido, quela han adquirido por nacimien-to, se les desconoce esa caliMdad.

Pero hay todavía algo máspunzante. El artículo 17 preMceptúa: "El menor de edadcuya nacionalidad no se pue-da determinar según las reglasanteriores seguirá la naciona-lidad de quien ejerza sobre élla patria potestad. "Ahorabien, si quien ejerce la patriapotestad sobre el menor es delos panameños por nacimientoa quienes la nueva carta privade su calidad de nacionales,¿ qué nacionalidad es la queva a seguir el menor? ¿ Québandera lo cubre? ¿ Qué GOMbierno lo protege?

Consideremos posibildades.A marido y B mujer, amboschinos, sirios, turcos o antila-nos, son residentes en Panamádesde 1904. Aquí fundaron suhogar, aquí se consagraron altrabajo, aquí tuvieron sus hi-

jos. Estos hijos de A y B ha-blan el español, fueron a es-cuelas del país, aprendieron aamarlo y a conocerlo como supatria única, como la tierradonde nacieron, donde tienentodos sus afectos y todos susintereses. Estos panameños COMmenzaron a llegar a la mayo-ría de edad en 1925 o 26. Co-mo ciudadanos ejercieron susderechos políticos, fueron elec~torea y pudieron ser ele,gidos.Pues bien, a esos ciudadanosincorporados a la vida nacio-nal la Constitución paname-ñista les dice: Vosotros quehasta hoy habeis sido paname~ños por nacimiento, de hoy enadelante no lo sois porquevuestros padres eran o son chi-nos, sirios, turcos, o antilanos.Supongamos ahora que estospanameños a su vez fundaronhogar y tuvieron fuera de lajurisdicción panameña hijosque son hoy menores de edad.La nacionalidad de estos me-nores no puede determinarseconforme a las reglas genera-les y tampoco pueden seguirla nacionalidad de sus padres,bajo cuya potestad viven, por~que sus padres no tienen na-cionalidad.

Yo apelo a los sentimientosde justicia y de dignidad per~sonal de todos los que han deser responsables por la adopMción de estas reformas paraexcitarlos a que mediten siimponen al país una ley fun-damental que contiene tamaMños errores y tan manifiestasinjusticias.

Examinemos ahora la cues-tión de la inmigración de ex-tranjeros.

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Admitiendo en gracia. dediscusión la conveniencia deincorporar en la Constituciónlos preceptos relativos a la in-migración prohibida, los tér~minos en que lo hace el pro-yecto (inciso 30. del artículo22) son visblemente defectuo~soso Si se trata de excluir losmismos elementos nacionales oraciales que excluye la legis-lación vigente, la fraseolo,gíadel proyecto no lo logra. Encambio incluye en la prohibi-ción otras poblaciones respec~to de las cuales no hay restric-ción inmigratoria alguna.

La expresión "razas origi~narias del Asia Menor" es enextremo vaga e imprecisa.Geógrafos hay para quienes elAsia Menor es exclusivamentela proyección peninsular queforma la extremidad occiden-tal del continente asiático,comprendida entre el golfo deAlexandretta y las inmedia-ciones de Trebizonda. Esta pe-nínsula es la Anatolia de losgriegos, o sea virtualmente lanación turca de nuestros días.Para otros, el Asia Menor com-prende además de la Turquíaa Siria, El Líbano y Palestina.Ahora bien, si la exclusión sedirige, como es de presumir,contra la inmigración turca,la fórmula en rigor científicoresulta inaplicable, porque losturcos no son una raza origi~naria de Asia Menor sino delAsia Central. En esto de lasrazas hay que tener en cuentaque por razón de las grandesmigraciones e invasiones dela historia es común que lasrazas no se encuentren preci-samente en las regiones dedonde son originadas. Mas

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aún, si por Asia Menor ha deentenderse solamente la Tur-quía, la expresión deja fueraa la Siria, y como es sabido,la ley actual prohibe inmigrara los naturales de ese país. Porúltimo, si se considera que Si~ria y Palestina forman partedel Asia l/fenor, como el pre~cepto no menciona pueblos ninacionalidad sino razas y alos judío.;; se ìes puede consi~derar originarios de la ,Judeao Palestina, parece como si lavalla constitucional estuvieratambién alzada contra la razahebrea, cosa que no es posiblepensar que haya estado en elpensamiento inspirador de lasreformas.

La expresión "Norte de A-frica" es igualmente vaga. Enprimer lugar, ¿ qué se entienMde por Norte de Africa? Es so-lamente la costa africana delMediterráneo? ¿Son los paísesque quedan al Norte de la lí-nea ecuatorial o los situadosarriba del Trópico de Cáncer?El punto geográfico es de im-portancia para determinar elalcs.nce Átnicc. En segundo IUMgar, ¿ cuáles son las "razas o-riginarias del Norte de Afri-ea"? Si de esa manera se quie~re designar a los pueblC'~ deraza semítica y lengua árabeque habitan la región com-prendida entre el Peñón deGibraltar y el Canal de Suez,la disposición cierra las puer-tas a los marroquíes, argeli-nos, tunecinos, tripolitanos yegipcios. Pero el caso es quela raza a que pertenecen estospueblos no es originaria delcontinente africano. Si bien elpunto es ampliamente discuti-do, la cuna de la raza semíti~ca se admite generalmente que

es la Arabia o la Mesopota-mia. Así pues, si la restricciónse endereza contra las antedi-chas poblaciones del Africaseptentrional, la disposición noles es aplicable.

El artículo excluye también"Las razas originarias de la In-dia". ¿ Cuáles son esas razas?Lejos en mi ánimo de engol~farme aquí en disquisicionesde etnolo.gía, ciencia que nopretendo dominar. Mas paraponer de manifiesto la vague-dad peligrosa de la fraseoloMgía usada, basta considerar losdos términos del siguiente di~lema: La raza aria es origi-naria de la India o no lo es.Muy generalizado está el con~cepto de que la raza aria, porhaber tenido su cuna en lasregiones adyacentes a las mon~tañas de Hindu~Kush, es ori-ginaria de la India y a ello sedebe sin duda que esa razasea llamada también indo-eu-ropea e indo~germánica. A larama oriental de la gran fami~lia aria pertenecen los arme-nios, georgianos, persas, afga-nos e indostanos. A la occiden~tal pertenecen los pueblos deEuropa en general, con excep-ción de los turcos, los magia-res, los lapones y algún otroque no tengo presente. Asípues, la raza superior, la razaen cuyo nombre han fundadolos dictadores contemporáneosteorías y prácticas tan absur~das como crueles, la raza decuyo tronco descienden ger-manos celtas, griegos, latinos,sajone~ e hispanos, resultaríande prohibida inmigración ennuestra República!

Ahora, si se considera quela raza aria no es originaria

de la India, la consecuencia esque una prohibición endereza-da contra los indostanes en ge-neral le es inaplicable, porquees bien sabido que la raza pre-dominante en la India es lahindú o indostánica, de indis-cutible sangre aria. El quidpro quo resulta cómico. El tex~

to indica el grave peligro quese corre cuando se empleanexpresiones vagas, fór;nulasinsuficientemente estudiadas.Esto de las razas humana~ esmateria complicadísima aparMte de que el concepto de .r~z::es de los más latos, multifasi~cos y controvertidos que exis-ten. En el espírtiu de las res-tricciones panameñas sobre in-migración las consideracionoseconómicas han preponderadosobre las étnicas. En estas dis-posicionf's hay errores mani-fiestos y dificultades potencia~les que requieren revisión, eSMtu dio y rectificación.

IV

La esencia del gobierno n'~presentativo está en la divisióny el equilbrio de los poderespúblicos. Cundo el poder seconcentra en un solo hombreo en una sola entidad el reMsultado no puede ser otro queel despotismo con su necesa-rio cortejo de injusticias y arMbitrariedades de todo jae;. con~tra los derechos individuales.

Que ejerza el mando supremoun hombre o un grupo, cual-quiera que sea la denominaMción de uno u otro, es igual~mente calamitoso para los ciuMdadanos. La Convención de1792 ejerció durante la revoM .lucIón francesa una tiranía COM~'lectiva tan temible y odiosa

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como la tiranía individual delos monarcas absolutos. Apo~yada en la tribuna y en laguilotina, era aquel cuerpouno a modo de huracán quese desencadenaba al influjo delos demagogos que se sucedíanen el favor de las turbas yque devoraba no sólo las vi-das de los caídos del antiguorégimen sino aún las de suspropios corifeos. Los déspotasde todas las épocas, llámensePresidentes, jefes supremos,caudilo8,conductores, guías ocamaradas presentan siempreel mismo espectáculo de laconcentración del poder públi-co en sus manos. Ellos son elEstado, ellos la ley, ellos laopinión. Ejercen el poder ejeMcutivo directamente, apoyadosen los instrumentos omnipo~tentes del ejército, la policíasecreta y la ergástula. Ejer-cen el poder judicial, ora pres~

cindiendo de los tribunales,ora haciéndolos funcionar con~forme a sus dictados incon~trastables. Ejercen el poder leM

gislativo, ya apelando a losúkases o decretos-leyes, yaprescindiendo totalmente delparlamento, ya manteniendoel simulacro de un congresode autómatas cuyos votos noson expresión de voluntadeslibres sino obediencia pasivaa la consigna impartida por eldominador.

La sabiduría que tanto se haalabado en la constitución delos Estados Unidos consiste enque los fundadores de la U-nión, dándose cuenta cabal delos peligros que envuelve elejercicio del poder, no sola~mente dividieron éste en tresramas separadas, limitadas e

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independientes, sino que estaMblecieron entre ellos un sistemade contrapesos mutuos, me-diante el cual los poderes iner~

mes -legislatura y tribuna-les- sirven de freno al poderarmado, -el ejecutivo- y loobligan a gobernar conformea los cánones que garantizanlas libertades y derechos delos ciudadanos.

El grado de opresión o delibertad bajo el cual vive unpueblo puede apreciarse porel desenfreno o la mesura conque sus gobernantes ejerzanel poder público. Los gobier~nos son más o menos autorita-rios o liberales según que conMcentren mayor o menor sumade facultades en el primermandatario. Lo mismo cabedecir en términos generalesacerca de las constituciones,pero en relación con éstas dewben tenerse también en cuen~ta otras circustRncias suscepti-bles de templar y morigerarla acción gubernativa.

La constitución de los Esta-dos Unidos confiere al Presi~dente vastos poderes, pero laautonomía de los Estados, elmecanismo general de la fede-ración, las amplias atribucio-nes que tiene la Corte Supre-ma para pronunciarse sobre elpunto de la constitucionalidadde las leyes, la robustez pro-digiosa de la economía nacio~nal, el respeto profundo a lostribunales de justicia, la efec~

tividad del sufragio libre, lastradiciones de libertad y de ci~

vismo que arrancan desde laorganización colonial, en su-ma, la conciencia democráticaque anima y domina al pueblonorteamericano, son garantía

absoluta de que a pesar de surégimen presidencial, en susuelo no puede florecer la dic~tadura ni de derecho ni dehecho.

En la República de Panamáel Presidente posee un podermonstruoso. La Constituciónvigente le confiere suma enor-me de atribuciones, pero pue-de afirmarse que la sola fa-cultad de nom bramiento y reMmoción, ejercida sin freno pa-ra fines de utilitarismo perso-nal o político, es suficiente paM

ra permitir al primer magis~trado panameño el ejerciciode una verdadera dictadura.Con las armas en la mano, elErario a sus órdenes y los es~crúpulos a la espalda, el Pre-sidente puede hacer lo que levenga en gana, aunque conello contraríe la opinión y seatraiga hasta la censura sottovoce de sus propios subalter-nos y amigos. De ello tenemostristes experiencias que estánen la memoria y en la concien-.cia de todos los panameños. Lapobreza general del país; lafalta de garantías para losfuncionarios que constituyenla maquinaria burocrática; ladebildad ingénita de nuestraincipiente economía, por ra~zón de la cual toda empresa,todo negocio, todo medio líci-to de ganar la vida, se arruinao prospera según que cuenteo no con la sonrisa de los quemandan; el poco respeto quese tributa a los tribunales ya la ley; el desdén con que semira la opinión y el desprecioque se muestra por el sufra~gio; en suma, la falta de fuer-zas propias en los gobernadoscombinada con la falta de una

fuerte conciencia democráticaen los elementos gobernantes,son cosas que contribuyen aque nuestro suelo sea propiciopara el implantamiento de reMgímenes personales en que elpresidente de la Repúblicaqueda constituído en árbitroúnico y supremo de los destiMnos nacionales y de la suerteindividual de muchos ciudada-nos.

Sobre los aspectos, las con-secuencias y las causas de eSMcondiciones de nuestra vidapolíica es mucho lo que puededecirse. Pero no es mi ánimotratar aquí tan compleja ma-teria. Me limito o señalar laexistencia de ese estado decosas para sostener que si enla República de Panamá sejustificaba la sustitución inte-gral de la Constitución de1904, las reformas más sustan-ciales han debido ser en el sen-tido de restarle al poder eje-cutivo parte de las atribucio~nes excesivas que hoy tiene ydar en cambio garantías másefectivas a los ciudadanos paMra el ejercicio de sus derechosy la conservación de sus liber-tades. En política las transfor-maciones básicas deben serpara mejorar, no para em-peorar; para avanzar, no paMra retroceder. Una democra~cia no cambia la vestidura desus instituciones fundamentaMles para sUstituirla con la ca-misa de fuerza de la dictadura,sino con atavíos que haganresplandecer con mayor brilolos atributos de la libertad yde la dignidad.

Desde ese punto de vista, loque ha debido hacerse ante

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todo es formular mandatostendientes a dar mayor efec~tividad a la independencia delPoder Legislativo del PoderJudiciaL. Se ha debido tomarmedidas para evitar qlle el Po-der Ejecutivo tenga a manomedios de amenaza o dt se~ducción que le permitan aten-tar contra la libertad, la inte-gridad y el carácter de losmiembros de la legislatura. Seha debido poner sobre basesde eficiencia y de seguridadla función de la expedicióndel presupuesto para impedirque presidentes, secretarios deEstado, jefes de departamen-tos administrativos y de esta~blecimientos y empresas fisca~les puedan manejar los fondospúblicos de la misma maneraque si fueran sus fondos pri~vados y crear empleos, fijar oaumentar salarios con la mis~ma libertad con que lo haríaun mercader en su tienda. Seha debido reservar celosamen,.tea la Asamblea la funciónde legislar y poner restriccio~nes fuertes al expediente des~moralizador y peligroso deconferir al Ejecutivo faculta-des extraordinarias conducen~tes a la dictadura en materiafiscal y en materia política. Seha debido dejar la puerta a~bierta a la descentralizaciónde la instrucción pública paraque mediante métodos y ga-rantías adecuadas se puedacomenzar a hacer ensayos ten-dientes a asegurar la autono~mía de la enseñanza popular.Se ha debido poner sobre ci-mientos inconmovibles la esta-bildad y la dignidad del ma-gisterio y del profesorado, pa~ra impedir que esas activida~des, tan merecedoras de res-

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peto, queden condenadas a sersiempre vasto y potente ins~trumento de corrupción polí-tica y de opresión espiritual ymateriaL. Se ha debido acome~ter la solución del problemadel sufragio con horadez pa~triótica, sin espíritu partidista,sin pensar en las conveniencia':del momento actual,con elalma puesta en los intereseseternos de la patria. y paratal efecto se ha debido definircon mayor precisión lo quedebe entenderse por represen-tación proporcional, para quecese la pantomina de los par~tidos que sólo son estados ma.yores sin soldados, p,ara queno pueda repetirse en el fu-turo el bochorno acusador deuna legislatura nacional y deuna maquinaria electoral don~de no se encuentra un solo re-presentante del partido de OMposición. Y para el mismo efec~to se ha debido crear como ga~rantía efectiva y verdaderadel sufragio un sistema quepermita investigar con inde-pendencia del Poder Ejecuti~vo los fraudes y atropellos decualquier clase y origen queperpetren autoridades o ciu-dadanos, un sistema medianteel cual el sufragio deje de sermentira convencional, farsaignominiosa, burla infame, pa~ra convertirse en piedra angu-lar de la democracia, en cris~talización del ideal republicanodel voto "libremente emitidoy honradamente contado". Seha debido por último, trazarlos planos para levantar unaestructura administrativa queasegure por medio del serviciocivil, la eficiencia en el go-bierno, la inamovildad en lostmpleos públicos, en lugar de

una burocracia esclavizada, o-primida y explotada como unrebaño político al servicio delbando que esté en el poder.

En otro orden de ideas y yaque se ha querido entrar delleno en el campo de las re-formas, se ha debido estimu-lar en vez de matar el senti-do y la conciencia municipal;y se ha debido reconocer a lamujer p,anameña los derechosinherentes a la ciudadanía, envez de colocarla, por medio deuna exclusión expresa, en siMtuación jurídica más desfavoMrable que la que le proporcio-na la carta vigente.

Todo esto y sin duda mu-chas cosas más han debido ha-cerse al derribar airadamenteel monumento constitucionalque nos legaron nuestros pró-ceres. Porque si la Constituciónque nos ha regido durante lostreinta y siete años de nuestravida independiente tiene de~fectos, éstos deben ser susti-tuídos con perfeccionamienMtos; y si de ella emanan viciosy dificultades, sus preceptosdeben ser convertidos en fuenMte de virtudes cívic,as y debienestar general. Pero exami-nando a conciencia el proyec-to discutido por la AsambleaNacional es inevitable llegar ala conclusión de que ese prOMyecto, que es ya acto legislati-vo, representa en conjunto unretroceso en la senda de la de~mocracia. Se han dado al nue~vo código básico toques de pa-ternalismo que pueden muybien ser preludio de prácticasde sabor totalitario. Se hanmantenido y en algunos res-pectos se han aumentado lasfacultades ya excesivas del

Presidente de la República.N ada se ha prescrito en el sen-tido de asegurar la indepeuMdencia de los servidores delEstado, ni para crear un ma-gisterio y un profesorado ina-movibles, eficientes, respetaMdos y considerados en la m(1~dida de su alto ministerio. Seha adoptado para la reforniade la Constitución un sistemamediante el cual el acuerdodel Consejo de Gabinete, queen sustancia es la voluntad ddPresidente, se equipara al cri-terio de las dos terceras parMtes de la Asamblea. Se ha eri~gido en canon constitucionalla práctica perniciosa y peli-grosa de revestir al Presidentede la República con facultadesextraordinarias, sin limitacio-nes de ninguna clase ni encuanto al tiempo ni en cuantoa la materia. Y por último, enmateria de sufragio se empeo"ran las cosas al crearse pormedio de la carta fundamenMtal, en vez de dejarlo a la ley,que por lo menos facilta larectificación de errores, unasuprema corporación electoralque lejos de ser garantía deecuanimidad, de imparcialidady de justicia en el debate C0-micial, serí,a una corporacjónsujeta de hecho a la voluntady a los intereses políticos delPresidente de su partido.

No pretendo que todo seamalo y que nada sea bueno enel proyecto de nueva constitu-ción. La implantación de la ju~risdicción contencioso~adminis-trativ,a merece aplauso y lo doysin reservas. En un paso en elcamino recto. Lo merece igual-mente la facultad conferida Rla Corte Suprema de decidir

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mediante acción ad hoc sobrela constitucionalidad o incons-titucionalidad de las leyes,aunque estimo defectuosa ladisposición adicional que obli-ga a los tribunales a consultarcon la Corte cuando estimeninconstitucional un preceptolegal que deben aplicar, envez de abstenerse de su apliMc.ación y resolverlo así ellosmismos, como lo prescribe hoyel artículo 40. del Código Ju-diciaL. Reconozco que hay unprincipio de justicia y de con-veniencia en la doctrina delintervencionismo del Estado enla economía nacional, y creoen la necesidad de poner IímiMtea razonables y humanos alos derechos de propiedad yde contratación. Pero piensoque en estas materias debeandarse con mucho tiento yque las disposiciones del prò-yecto no están concebidas entérminos que indiquen al ciu-dadano con precisión cuál esel limite de su derecho y cuálla esfera de sus facultades. Nole tengo miedo a la economíacontrolada: lo que me inspiratemor son los controladoressin control. Impedir abusosposibles del individualismoirrestricto es sin duda saluda-ble y necesario; pero es másnecesario y más saludable pre-ver y evitar abusos posiblesdel poder irrestricto.

La reforma constitucionalintentada tiene a mi modo dever dos defectos fundamenta-les que la hacen inaceptablepara el espíritu republicano.

El primero consiste en lasdisposiciones por las cuales seprorroga el período del mismomandatario que recomienda la

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reforma y de la misma legis-latura que la aprueba. Contraesas disposciiones hay un ar-gumento jurídico poderoso yuna objeción moral formida-ble. Legalmente, el mandatoconferido a uno y otra por laconstitución vigente es de cua-tro años. Desde el punto devista moral, ninguna ley debebeneficiar directamente a losque toman la iniciativa de suexpedición. El decoro politicoveda a gobernantes y le,gisla-dores emplear el procedimien-to que el vulgo con sU fina pe-

netración simboliza donosa-mente en aquel dicho de "JuanPalomo, yo me lo guiso, yo melo como".

Cuando se cembió la fechade la elección de diputadospor acto legislativo inicial de1917, la legislatura elegidapara el período 1914-1918 dis-puso que los diputados elegi-dos en 1918 durarían seis a-ños en el ejercicio de sus fun-ciones. La reforma no benefi-ció a la legislatura que la ini-ció y los diputados elegidos en1918 lo fueron a sabiendas deque pasando la reforma, sumandato quedaba constitucio-nalmente fijado en seis años.En cuanto al ciudadano queocupaba la presidencia de laRepública, las circunstanciasson las mismas y su responsa-bildad legal y moral es mayorsi se quiere, por razón de lamayor prominencia de su in-vestidura y de su mayor obli-gación de velar por los fuerosde la democracia.

Si la Asamblea actual pue-de decretar y el mandatarioactual puede sancionar, queel período de éste se extienda

hasta febrero de 1947 y el deaquélla hasta diciembre de1946, y esto es legal, moraly democrático, también lo se~ría que la prórroga se exten-diera hasta el año de 1960,1970 ó 1980. Las cuestiones demoralidades o de principios no.se miden por números ni porcantidades. Si existe facultadlegítima para dictar una me~dida por dos años, tambiéndebe serlo dictarla por veinteo. por cuarenta. Y si se aplica-ra ese criterio y lo.s actualesmiembros de los poderes eje-cutivo y legislativo resolviero.narrellanarse en sus silones porlos dos o cuatro. decenios próxi-mos, al régimen actual se haMbrá convertido virtualmente endueño vitalicio del poder. Ha-brá quien tache la hipótesis deabsurda, pero precisamentepor la reducción al absurdoqueda demostrada la inadmiMsibildad legal, moral y políti-ca de que una asamblea y ungobiernc" por medio de unapretendida reforma co.nstitu-cional, se prorroguen a sí misMmos sus poderes.

El segundo defecto consisteen la manera como ha sidoelaborada, presentada, discu-tida y aprobada la reforma.Ella no ha sido oportunamen-te conocida ni suficientementeacrisolada por la crítica librey capaz. En su elaboración hatomado parte exclusivamenteun reducidísimo grupo de alleMgados al gobierno. Nli la Cor~te Suprema, ni el Foro, ni unsolo elemento representativo.de la opinión independientehan tenido participación algu-na en los trabajos preparato~rios, llevados a cabo a puerta

cerrada hasta las vísperas desu presentación a la Asamblea.En la cámara legislativa, loangustioso del término conce-dido a la Comisión que debíainformar sobre el proyecto ylo magro de los debates en maMteria tan trascendental comolo es la carta constitutiva deun país, pregonan a grito he~rido que esta reforma ha sidoconsigna de un bando adueMñado del poder y no fruto deconvicciones libremente conceMbidas, expresadas y discutidas.El Vo.to de una mayoría aplas-tante ha sido por lo general larespuesta dada a argumenta~ciones de peso avanzadas es~porádicamente por algunos di~putados. Las supuestas "ma-nifestaciones populares" y pe~ticio.nes de consejos municip3-les, cuya técnica y cuyo origenson bien conocidos en nuestropaís, tienen tanto valor de opiM

nión como aquellas bandas depiletes que recorrían las ca-lles de París gritando "viva elImperio!" cuando Luis BonuMparte y sus secuaces se prepa~raban para dar muerte a laSegunda República medianteel golpe de Estado de 1851.

Si con esta reforma se hapretendido levantar una es-tructura política firme sobrelos cimientos de la razón, de laconciencia popular y de laopinión ilustrada, el resultadoha sido negativo. Si lo que seha querido es dar el primerpaso para imponer al país uninstrumento que dé color delegitimidad al continuismo yque permita gobernar con losmétodos del poder incontrola-do y del paternalismo, enton~ces el éxito alcanzado es el quede mano maestra bosquejó un

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talentoso escritor adicto al ré-gimen actual, J eptha E. Dun-can, cuando dijo con referen-cia a esta reforma:

"Un pueblo que es mante~nido bajo tutela constante obajo un régimen paternalistaque pretenda reglamentarIotodo, no saldrá nunca del es~tado de la adolescencia, ni lle~gará jamás a la edad madura,sino que será siempre deficien-te en su actuación como pue-blo soberano y libre, y perma-necerá perpetuamente en con-diciones de dependencia y devasallaje con respecto a quie~nes tengan en sus manos lasriendas del poder público".

vLo que a fuer de optimistas

todavía se hacían la ilusión dePanamá era una República,habrán visto caer la venda desus ojos al conocer el decretolanzado por el Dr. Arnulfo A-rias el día 26 de noviembre úl~timo.

Por medio de ese decreto, laautocracia, que hasta ahora havenido cubriéndose con el ro~paje de las instituciones demo-cráticas, se ha arrancado lamáscara, se ha despojado deBU disfraz y se presenta anteel país y ante el mundo en to-da su horrible desnudez. Elciudadano que ostenta el títu-lo de Presidente, apoyado enel voto unánime de la Asam~blea Nacional, a la cabeza deuna gendarmería armada has-ta los dientes, respaldado porel vasto tren de los empleadosadministrativos, engreído enla convicción de que con unpueblo inerme puede hacerse

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todo, acaba de decir a la ciu-dadanía que él asume la repreMsentación suprema del Estado.

El fin inmediato de esta ma~nifestación de la fuerza es lle~val' a cabo la celebración deun plebiscito mediante la cualse eche por tierra la Constitu~ción vigente y se ponga en viMgOl' otra constitución forjadapor los áulicos del mandatarioconforme a sus miras de domi-nación personaL. Así se consu-ma en Panamá un verdaderogolpe de estado, así se rom-pen de un tajo las institucio~nes patrias, así hacen la revo~lución desde arriba los hom-bres que detentan el poder.

Cada uno de los partidos deldecreto es un atentado. El de-creto en su integridad es unatentado que no solamenteecha por tierra nuestra leyfundamental de la verdad deMmocrática, de la lógica y dela seriedad. Es una puerta quese cierra a todos los derechosy libertades, que se abre depar en par a todos los excesosde la autocracia.

El mandatario declara alpaís que asume la representaMción suprema del Estado. N ohay distancia espiritual de es-ta expresión a aquella otra enque Luis xiv concentraba to~da la soberbia insana del po~del' absoluto y personal:El Estado soy yo.

No vale alegar que este ges-to proditorio va a tener sóloun efecto temporal y parciaL.La constitución de un país esun santuario que debe mante-nerse inviolado en su totali-dad. Violarla o no violarla es

la piedra de toque que sirvepara distinguir entre la repú-blica y la dictadura. Declararabrogado uno de sus artículoses tan atentatorio como pisoMtearlo todos. La existencia oinexistencia del derecho escuestión cualitativa, no cuan-titativa. Si el poder armado dela Nación cree legítimo seguir,ordenar e imponer un proce~dimiento que infringe abierta~mente un 'precepto vital de laCarta que nos rige, la socie~dad no tiene ninguna garan-tía de que no se hará lo mis-mo con los demás preceptos.Al abandonarse descarada-mente, arbitrariamente, desa~foradamente, las reglas que laConstitución establece para SUreforma y al sustituirla con elproceso ilegítimo, espurio yexótico del plebiscito, no sola-mente se ha dado muerte alartículo 137 de la ley funda~mental; se ha matado tam-bién la fe, se ha matado laconfianza, se ha matado la seMguridad, se ha matado la tran-quilidad, se ha matado la tra-dición jurídica de un puebloque deja de vivir afirmado so~bre la base ennoblecedora delas instituciones libres paraquedar pendientes de la merMced, la gracia, la sonrisa delhombre que directa o indirec-tamenteconcentra en su per~sona todas las fuerzas y todoslos poderes.

El plebiscito ordenado parasustituir en plena paz la Cartaque el pueblo panameño se dioa sí mismo en 1904 con otraque le otorga o le impone elhombre que hoy ejerce el man-do, es un proceso ilícito. Ca-rece de base en nuestras ins-

tituciones, en nuestra tradicióny en nuestra idiosincracia. Losplebiscitos en la época moder~na han servido por regla ge-neral para legitimar golpes deestado o para definir situacio-nes creadas por la guerra opor la violencia. Al apelar alplebiscito en plena paz, el go-bierno está declarando impli-citamente que ha consumadoun golpe de estado y ha crea-do una situación de violencia.

La ley expedida precipita-damente por la Asamblea Na-cional para autorizar la cele-bración de votaciones que nosean para elecciones, en inten-to pueril de dar vida jurídicaal plebiscito, es un recurso inM

feliz. Instituciones comicialesde la naturaleza del plebisci-to, la iniciativa o el referen-dum, forzosamente deben te-ner SU base en la Constitución.Conforme a nuestra Carta vi-gente (artículo 49 y concor-dantes), el sufragio se ejerceexclusivamente para el fin deelegir diputados, presidente yconsejeros municipales. La leyde votaciones que no son elec-ciones es tan inconstitucional,tan atentatorio y tan dictato-rial como el decreto No. 141.Es acto inicuo que no resta unápice a la ilcitud del métodoplebiscitario, testimonio adi-cional de la coacción que enesta materia ha venido ejer-ciendo el Poder Ejecutivo so-bre el Legislativo.

El decreto dispone que enel acto del plebiscito tomaránparte representantes del Po-der Legislativo y del Poder Ju-diciaL. ¿ Qué derecho tiene elPoder Ejecutivo paa imponera los otros poderes funciones

SI

y atribuciones que no les con-fieren ni la constitución ni lasleyes vigentes? l. Cómo p~edelegítimamente el Poder EJecu~tivo invadir y desconocer laindependencia de los otros po-deres sobre todo la del JudiMcial, que no es un poder polí-tico y que tiene la suprema, lasagrada misión de aplicar la.sleyes y de velar por la consti-tucionalidad? La respuesta esobvia y ella pone de relieveotro de los aspectos del aten-tado antidemocrático.

El decreto declara con pas-mosa serenidad que la Consti-tución de 1904, con excepcióndel artículo 137, los códigos,leyes, decretos y resol uc~onesvigentes en la fecha, continuaMrán rigiendo hasta ello. deenero de 1941. Ha expresadoel gobierno en diferentes ac-tos como finalidad del plebis-cito que el pueblo decida siacepta o no la nueva c0!1stitu-ción. Sin embargo, dispo~eque si el resultado del plebis-cito es afirmativo, el PresidenMte .de la República pondrá envigor la nueva constitución apartir del 2 de enero de 1941y convocará a la AsambleaNacional para que así lo re.conozca. Y si el resultado fueMre negativo, así lo declarará801emnemente el Jurado Na-cional de Elecciones. Sin de-tenerse para comentar el he~cho de que el Poder Ejecutivole imparta órdenes o inspr~c-ciones al Legislativo, la ciuda-danía estupefacta no puedemenos de formularse variaspreguntas: ¿ Qué valor es ~lque asigna a esa declaratoriadel Jurado Nacional de ElecMciones? ¿ En qué condición

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queda la Carta violada des-pués de la violencia? ¿ Quéstatus se reconoce al artículo137, pretermitido y abrogadode modo expreso en el decretoatentatorio? La ilegalidad, lomismo que la mentira, es unamaraña que más se enredamientras más se trata de man-tenerla mediante 108 juegosmalabares del sofisma y lachicana.

El decreto contiene en suartículo 100. una deliciosa iro-nía: el Poder Ejecutivo garanMtizará la libertad del sufragioy la pureza del escrutinio. Siel país se prestara a cooperarvoluntariamente en los proceMsos de la inconstitucionalidad,el país sabe bien qué clase degarantías puede esperar. Yaprobó esas garantías durantelos episodios vergonzosos quecaracterizaron la última admi-nistración como la apoteosisdel atropello y de la trapa.ce~ría electoral. Ya conoce la im-parcialidad catoniana del ofi-cialismo con respecto a las o-piniones que le !wn contrarias.Ya conoce la libertad del su~fragio, manifestada en las des-tituciones, las amenazas. lacárcel y el garrote para Quie-nes luc'hen por ideales o fina-lidades adversas a las de lafacción gubernativa. Ya cono~ce la pureza inmaculada, laverdad absoluta que puede es-perar de escrutinios verifica-dos por un régimen que. aca;~ade producir una constitucioncon los mismos métodos conque una mecánico hace funcio-nar una aplanadora de vapor.

Pero la mayor de todas lasironías, la más hiriente de to-das las inconsecuencias en eSM

ta tragicomedia de la reformaconstitucional, es la contenidaen la aseveración que hace elPoder Ejecutivo de que lasexcitativas de los ConsejosMunicipales lo han decididoa adoptar el procedimientoplebiscitario para poner en vi-gor inmediatamente la cartaotorgada. Los Consejos MuniMcipales que desaparecen en lanueva carta porque se consiMdera que su existencia no tie-ne razón de ser; los ConsejosMunicipales,célula de la na-cionalidad, cuya muerte se de-creta porque se les estima inMcapaces de llenar su misión;los Consejos Municipales querepresentan lo qUe en un men-saje del Poder Ejecutivo sellamó entidades raquíticas; losConsejos Municipales, cuyapenuria y cuya debildad na-

cen de VICIOS que son tan im-putables al gobierno centralcomo a ellos mismos; los Con-sejos Municipales, objeto deirrisión, de escarnio y de ani-quilamiento, son, sin embargo,reconocidos como fuente legí-tima de la voluntad popular yson los que piden, suplican,instan e imploran que se pon-ga en vigor inmediatamentela cart que pone fin a suexistencia!

Al contemplar esta fase las.timera de la farándula en me-dio de la cual se empuja laR,pública hacia el cadalso, nopuedo menos de recordar laspalabras dolientes de los glaMdiadores romanos al desfiarante el palco imperial:

Salve, César, loa que van a.morir te saludan!

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El viajero era en efecto unhombre en cuya existencia demenos de medio siglo se ha-bían concentrado el fuego, laacción y las emociones que só-lo encuentran cabida en las al~mas de los que son protagonis.tas en los grandes dramas dela historia. En una vida inten~sa y magnífica, cuyas repercu-siones llenaron un mundo yuna época, ese hombre reco-rrió la escala de todos los sen.timientos que pueden afligir oalborozar el espíritu. Conociódesde la infancia el fausto quedan el linaje esclarecido y lafortuna cuantiosa. Coronó conuna boda feliz sus ilusionesjuveniles para pasar al cabode un año la pena lacerante deperder a la esposa ideaL. Pe-regrinó por las más famosascapitales del mundo como im-pelido por fuerzas que le hi.cieron buscar en refinado si~baritismo el medio de apaci-guar inquietudes devorantes ymirar en el boato un reflejode glorificaciones futuras. Secodeó con los poderosos y losgrandes de la tierra y fue ami..go de reyes y de sabios. Incen-diado su espíritu en la llamade la libertad, juró luchar porla de su patria y fue conspira-dor y apóstol. Padeció fatigasy arrostró peligros. Puso enjuego su vida para luchar con-tra los hombres y contra lanaturaleza. Conoció la angus-tia de las derrotas y saboreólas fruiciones del triunfo.Mandó ejércitos y gobernó n8.Mciones. Se agotó como miltaren las penalidades de las cam-pañas y pasó vigilas como es-tadista para dar organizaciónsólida a los pueblos que habíalibertado. Aclamado por las

muchedumbres vio caer a sUSplantas las flores que le arroM

jaban las mujeres, los home~najes ,que le tributaban 1m'!hombres. Para sus sienes deguerrero victorioso se tejieroncoronas de laurel y de oro yde su cinto colgaron espadasde honor con empuñadura debrilantes. Como ofrenda deciudades y naciones los orfe-bres labraron medallas que nocabían en su pecho y preseasresplandecientes que atestaronsus cofres. Escaló o tuvo a sualcance las más altas cumbresa que pueden remontarse elorgullo o la ambición. Dueñoomnímodo del poder en cincopaíses distintos, pudo penetraren el corazón de los hombre3hasta sus más recónditos plie-gues y así vio agitarse en de-rredor suyo todas las flaq ue~zas y todas las virtudes, todala sombra y toda la luz conque destacan su relieve las fi-guras de la comedia humana.Tuvo amigos que le idolatra-ron y compañeros que le trai-cionaron. Tuvo su vida amena-zada por las balas de los ejér-citos enemigos y por el puñalde los asesinos. Realizó unacreación política grandiosaque vio desmoronarse por ladesunión y las ambiciones. EniiqueIla vida incomparable seamontonaron los honores, losaplausos, los títulos, las ova~dones, los halagos y satisfac-ciones de todo género; peromezclados con los lauros y elincienso también recogió sus~picacias, decepciones, vitupe~rios, calumnias, perscuciones yodios, y todas estas amargu-ras se habían apiñado en loi,úItimi)B tiempos. Por eso aque~Ha voluntad que no pudieron

ss

abatir los descalabros, aquellafortaleza que no pudieron que~brantar las penalidadeR dequince años de contínuo bata-llar, habían sucumbido al finante los golpes redoblados dela incomprensión y de la in-gratitud. Sospechado como u-surpador, acusado de til'no,había resignado el mando deuna gran nación e iba a buscarsalud para su cuerpo aniqui-lado, reposo para su espírituadolorido. Aquel viajero me~lancólico era Simón Bolívar,creador de Colombia, liberta-dor del Perú, padre y fui:ida-dor de Bolivia.

Pensamientos torturante:; de-bían ensombrecer la mente delLibertador. La incertidumbll'le asaeteaba. No sabía dondepodía hallar el tranquilo re-fugio de que tenía necesidad.Deseaba marchar a Europa,pero no contaba con recursossuficientes para mantenerse a-llí con decoro. De su cuantiosafortuna no le quedaban másque las minas y tierras del se-ñorío de Aroa, ,que no obstantelos claros títulos, él temía per~del' por confiscación o por in~justicia de los tribunales. ElCongreso le había decretadouna pensión de treinta mil pe-sos anuales, pero esa medidano había sido sancionada to~davía. Sus sueldos como pri-mer Magistrado en Colombiay en el Perú nunca fueron ba8~tantes para cubrir sus largue-zas de gran señor, sus genero-sidades de gran corazón. Sudesprendimiento no le habíapermitido acumular fortun3..Así, aquel hombre que pudodisponer de las rentas de cincopaíses y que había desdeñado

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el milón que le ofreció el Pf~~rú, no podía emprender porfalta de dinero el viaje quereclamaba su salud y su tran-quildad. Sus coterráneos lotrataban como a enemigo pû~blico y le negaban la entradaa su suelo natal. No podía ira Venezuela ni siquiera a de-fender sus derechos. Se iría aCurazao o a Jamaica a espe-rar allí el resultado del pleitocon ,que se pretendía arreba..tarle su patrimonio ancestral.La cuestión era salir de Colom~bia. "Estoy decidido a no vol-ver más, ni a servir otra veza mis ingratos com patriotas",escribía lleno de amargura.Vana ilusión: No iría a Euro-pa, no iría siquiera a las Anti-llas. Los hados habían decre-tado que no saliera de Colom~bia!

Nuevos sucesos políticos vi-nieron a perturbar su tranqui-lidad de hombre y a tentar suconciencia de republicano.Después de la separación deBolívar varios de sus prosélitoscomenzaron a pronunciarsecontra el orden de cosas crea~do por la Constitución del año30. JOflquín Barriga se pro-nunció en Neiva, Antonio O~bando en El Socorro, Carmonay Montila en Cartagena. Bo-lívar desde su salida de Bogo~tá no hacía sino aconsejar asus amigos la obediencia alGobierno constitucional y alllegar a Turbaco el 25 de mayopersuadió a los cabecilas delmovimiento boliviano en laCosta a que se sometieran alGobierno legítimo.

El 24 de junio llegó Bolívara Cartagena, dispuesto a em-barcarse en un paquete inglés

que zarpaba para Europa. DaMdo el estado de postración enque se hallaba el Libertador,y las incomodidades de aqueMllos pequeños barcos de vela,para sus amigos aquella largatravesía era un suicidio. PusieMron pues el mayor empeño endisuadirlo del viaje. El Gene~ral Montila le dijo:

-A dónde váis señor conunos seis u ocho mil pesos queOs ,quedan¿ Váis a presentaroscasi indigente en un país ex-tranj ero?

-Si no muero en el viaje,los ingleses no me dejarán mo-rir de hambre.

Bolívar se mostró irreducti-ble y ordenó embarcar el equi-paje. Así lo hicieron sus doscriados y Bolívar lo tenía todolisto para pasar a bordo mástarde, pero moviéndose la na-ve dentro de la bahía para lasalida, encalló en un bajo ysufrió averías de tal naturale-za que el mismo capitán acon-sejó al Libertador esperar lafragata de guerra Shannon,que debía arribar al puerto po-co después. El navío llegó enefecto y su Comandante lebrindó la más espléndida hos-pitalidad; pero sus órdeneseran la de ir a La Guaira, re-gresar a Cartagena y luego seMguir para Jamaica. En estascondiciones Bolívar decidió a-guardar el regreso y aproveMchar el viaje para escribir asu apoderado en Caracas en-careciéndole enviarle recursosa la mayor brevedad a costade cualquier sacrificio.

El Libertador arrendó unacasa pequeña en el Pie de la

Popa, caserío pintoresco quei~omenzaba a desarrollarse enlos extramuros de Cartagena.En aquel tranquilo retiro es-peraría el regreso de la fra-gata y con ella los fondos quecon tanta urgencia había pe~dido. Procuraba estar solo, noocuparse de las cosas políticas,entregado su espíritu única-mente a sus pensamientos, asu anhelo fervoroso de empren-der ese viaje en que veía elalivio de sus dolores físicos ymorales. Mas le estaban reserMvados otros mayores. En la no-che del i 9 de julio el GeneralMontila y don Juan de Fran~cisco Martín le llevaron la no-ticia del asesinato de Sucre,su teniente más amado, su a-migo más fiel, el primer estra~tega de Colombia, el probo, elnoble, el virtuoso Mariscal deAyacucho. Ese golpe anonadóa Bolívar. Enmudecido por laconsternación, pidió al cabo deun rato a sus amigos que ledejaran solo. Hasta muy avan-zada la noche estuvo paseán~dose por el patio de la casa.Por la madrugada tornó a lospaseos para calmar la agita-ción febril de que era presa.Aquel crimen horrendo en queBolívar pudo ver un reflejo delos odios hacia él, no podíamenos de desgarrar su alma yde traer nuevos quebrantos asu ya debiltada constitución.Memorias contemporáneas a~notan que la fiebre lenta quele consumía no lo abandonómás desde aquella trágica no-che.

Tras aquella noticia aterra~dora el Libertador bebió lasheces del cáliz cuando el Pre.-sidente Mosquera le hizo tras-

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mitir oficialmente por mediodel Ministro de Estado Azuerola nota en que el CongresoConstituyente venezolano ma-nifestaba la disposición de en-'trar en relaciones con la Nue-va Granada, pero advirtiendoque ello no podría ser mientra"el Libertador permaneciera enterritorio de Colombia, porqueV enezuela veía en el GeneralSimón Bolívar el origen de to-dos sus males! Junto con aque~lla ofensa inferida bajo sellooficial le llegaron al Liberta-dor las noticias del encarniza-miento ,que mostraba contraél el Congreso de Valencia.Un diputado pedía su expul-sión; otro abogaba porque sele declarara fuera de la ley siiba a Curazao; otro clamabapor el ostracismo perpetuo ytodos cubrían de contumeliaal héroe caído.

Bolívar devoró la ofensa endigno silencio y dejó sin res-puesta la nota del Ministro A~zuero. Sus amigos, indignadoshasta la exaltación, le insta-ban a que no se ausentara delpaís en aquellas circunstan-cias. Según observación de Po-sada Gutiérrez, "irse por suvoluntad, honrado con un de~creto Soberano que le permi-tía presentarse con dignidaden el extranjero, era muy di~ferente a irse arrojado con ig~nominia, como un traidor, porexigencia del país de su naci-miento acogida por el Gobier~no Nacional".

La fragata inglesa regresóde La Guaira, pero no trajo aBolívar los recursos qUe contanta urgencia había pedido.Así las dificultades econorní~cas eran mortificación adicio-

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nal en aquella situación dedesaliento y de angustia. ElLibertador trajo de Bogotáuna libranza de ocho mil pesoscontra el Tesoro departamen-tal del Magdalena. Para lo-grar el pago de esta suma elárbitro de los destinos de cin-co naciones hubo de suplicarMlo así al Prefector Amador:"Como estoy pobre y necesitoeste dinero para mi partida,suplico a Ud. muy encarecidaMmente la mande pagar y si nohubiere fondos disponibles meatrevo a esperar que Ud. die-St' providencia para que algu-nos deudores del Tesoro mela p::gasen, aunque fuesen conalgún descuento". Antes desalir de la capital había lJ'~Mvado su plata labrada a la Ca~sa de Moneda. Lo que recogióen dinero fue suma exigua.Vendió luego sus alhajas, i-uscaballos, todo aquello de quepodía desprenderse. Así logróreunir algún efectivo. Pero laslimosnas sistematizadas paraparientes desvalidos y pobrci'vergonzantes, los socorros pa~ra viudas y huérfanos, los aUMxilios para miltares meneste~rosos, daban cuenta de l;: ma~yor l';,"irte de sus ingresos. Ja-más se tendieron hacia él lasmanos trémulas de la miseriasin recibir ayuda cordiaL. Ar~mas, cabalgaduras, hasta supropia r o p a solía regalar.Cuando salió de Bogotá da aun amigo su quinta campestre."Quisiera tener una fortunaque dar a cada colombiano",escribió una vez. Los hechosfueron siempre más elocuen-tes que esas palabras.

En Cartagena se consumiórápidamente el dinero que Bo-

lívar trajo de Bogotá. No lle-gándole el que esperaba deCaracas, tuvo que apelar a lospréstamos. Apremiado de estasuerte, entre los sinsabores dt1

la estrechez, la conducta desus enemigos, los padecimien-tos siempre crecientes y lasinstancias de sus amigos, quele encarecían desistir del via-je, Bolívar, siempre deseosode emprenderlo y todavía va-cilante después de la llegadade la fragata, acabó por deci.dirse. "Tienen Uds. razón, no-bles amigos míos, -les di-jo-; por mi voluntad, estabaresuelto a irme; echado no deMbo hacerlo por el honor mis-mo de Colombia, por el honorde Venezuela. Además, mesiento morir, mi plazo se cum~pIe, Dios me llama; tengo queprepararme a darle cuenta, yuna cuenta terrible, como hasido terrible la agitación d~mi vida, y quiero exhalar miúltimo suspiro en los brazos demis antiguos compañeros, rOMdeado de sacerdotes cristianosde mi país y con el crucifijoen las manos. N o me iré".

y al decir esto, dos lágrimasde amargura infinita surcaronlas mejilas enflaquecidas delhéroe. .

* * *

Entre tanto iba llegando asu colmo la efervescencia delas pasiones políticas. La pro-cacidad de los unos; la into-lerancia de los otros; el ánimode los antiguos compañeros dearmas de Bolívar sublevadocontra los ataques de que sele hacía víctima; la fuerte opi-nión que existía en favor dela integridad de Colombia; el

antagonismo agudo entre ve~nezolanos y granadinos y agre-gados a todos estos factores,la bancarrota completa delErario, la pobreza general yla desmoralización del criteriopúblico, dieron por resultado~quelIa tremenda tempestadque en su expresión más ma~terial y simplista vino a ser el

choque de la fuerza entre lossostenedores del régimen cons-titucional y los amigos de Bo~lívar.

La rebelión del CoronelFrancisco Jiménez y del Gene-ral Justo Briceño en El Soco-rro culminó en la desastrosaderrota de las fuerzas del Go-bierno en el cerro de El San-tuario y tuvo por consecuenciala caída del régimen constitu~cionaL. Surgió de ella el go~bierno provisorio que encabezóel General Urdaneta, transfor~mación que tuvo como eco losmovimientos bolivianos que sesucedieron en otras partes.Pedro Mares y Reyes Patriase rebelaron en Tunja. Posa-da Gutiérrez se alzó en Honday en Mariquita. José DomingoEspinar separaba de Colombiael Istmo de Paanamá y protes-taba no reincorporarlo mienMtras no se lo ordenara el LiMbertador. Meses antes ya ha-bían venido de la misma Ve-nezuela noticias de movimien-tos reaccionarios en favor dela integridad de Colombia, co-mo los realizados por las POMblaciones de Río~Chico y AltoMLlano, que sostenían el GeneMral Infante y los Coroneles Pa-rejo y Bustilo. Cali proclama-ba la integridad de Colombiacon el Libertador como jefesupremo y la asamblea depar~

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tamental de Buga poco des~pués confirmaba esos votos.

Encargado del poder Urda-neta despachó sin demora unaComisión a Cartagena para o-frecer al Libertador el mandosupremo.

Si alguna crisis ha servidopara poner de relieve los qur-lates de Bolívar como republi~cano ella fue la gran convul~sión de 1830. He aquí un hom-bre despojado del poder, exen-to de fortuna y tachado deambicioso, a quien se le ultra-ja se le persigue, se le tratad~ arrebatar sus bienes y sele ,quiere declarar fuera de laley como a un m~lhechor. Aeste hombre, a Quien sus ene~migos han querido quitarlehasta la vida, se le ofrece nueMvamente el poder. Un poderespúreo en su forma, pero po~der al fin. Cuán grande la ten-tación! Dueño nuevamente delmando podía tal vez hacer e.fectivos con la fuerza los de-rechos ,que le disputaba la ma.la fe; podría rehacer su fortu-na; podría poner a raya a susenemigos, vengarse d~ ellos.El poder que se le ofrecia em~Mnaba directamente de la sedi-ción miltar, pero él podía de~cir que 10 respaldaba el senti,-miento de las masas. Al fin ycabo el pueblo es el origen detoda autoridad. La Municipa-lidad de Bogotá lo llamaba;las autoridades civiles de Cal'tagena le suplicaban aceptarel mando; Mompox, cuna desu gloria, 10 aclamaba. pe to-das pa:i.tes venían manifesta-ciones de la voluntad popularcon las cuales podía darse vi-sos de legalidad a su retorno.Estaba enfermo, es verdad, su

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naturaleza estaba fatalmenhihe!ida, pero él se había senti.do morir otras veces y habíareaccionado. Si la ambición ola venganza hubieran es.polea-do a Bolívar, su voluntad deacero se habría sobrepuesto alos males físicos y el batallaM

dor se hubiera aprestado parala lucha, como en Casacoima,como en Pativilca. . .

Mas el héroe no perdió laecuanimidad en aquel hervi.dero de pasiones desencadena-das. Le arredraba la visión deldesorden, le halagaba la reac~ción que exaltaba sus mereci-mientos en contraste con la in-gratitud reinante; tuvo sin du-

da instantes de vacilación enque los instintos humanos y losbríos de dominador le empuja.ban a la reconquista del po-der; pero prevalecieron en ~uánimo el respeto a su propionombre y a los principios.. AJusto Briceño, qUe le excitabaa tomar el mando del ejército,le decía con fecha 4 de sep-tiembre: 'Si yo diera de nuevoeste paso, sería un nuevo triun-fo para mis enemigos". A lasrepresentaciones exaltadas 4elos Comisionados que le envióUrdaneta, Bolívar respondióque sus veinte años de servicio~y de sacrificios le habí~n. deMmostrado que para la fehcidadde los colombianos era otrociudadano quien debía reemMplazarlo en el mando supreMmo.

Dominado por el temor deque la anarquía se enseñorearade la República, ofreció a Ur-daneta en comunicación oficialmarchar a Bogotá, a servir"como ciudadano y como sol-dado hasta tanto que una elec-

'.

clon constitucional diera a lapatria un cuerpo legislativo ynuevos Magistrados". En estapromesa, que algunos han que-rido interpretar como decisiónde Bolívar de hacerse corifeode la usurpación, no había siMno el deseo de imponer a lospueblos el respeto a su nom-bre como elemento de ordenmientras se solucionaba la cri-sis. Su verdadera intenciónquedó consignada en otros ac-tos.

Al mismo General Urdanetaen carta privada le declaraba:"Santamaría me dice que si noacepto el mando habrá infali-blemente espantosa anarquía;pero qué he de hacer yo con..tra una barrera de bronce quøme separa de la Presidencia?Esta barrera de bronce es elderecho. No lo tengo, ni lo hacedido quien lo poseía".

Contestando al tal e n t o SoGarcía del Río el discurso conque éste le trasmitió los votosde las autoridades y padres defamilia de Cartagena, le dijoasí: "Decid, señores, a vues-tros comitentes, que por res-petable que sea el pronuncia-miento de los pueblos .que hantenido a bien aclamarme JefeSupremo del Estado, sus votosno constituyen aun aquellamayoría que sólo pudiera legi-timar un acto semejante, enmedio de la conflagración yde la anarquía espantosa .quepor todas partes nos envuel-ve".

A Don Etanislao Vergara,Ministro de Estado, le escribíacon acrimonia el 25 de sep-tiembre: "Si yo recogiese elfruto de esta insurrección, yo

me haría cargo de toda su res-ponsabildad. No puedo, mi a-migo, no puedo volver a man~dar más; y crea Ud. que cuan-do he resistido hasta ahora alos ataques de los amigosde Cartagena, seré incontras~table" .

En aquella carta vació el Li-bertador todo el acíbar quellenaba su alma. En ella sereveló el conductor de pueblosvencido por los desengaños,eua,ndo estampaba estas fra~ses: "Todas mis razones sefundan en una: no espero saMlud para la patria". "Si no hu..

bi,'ra más que un sacrificioqu~ hacer r éste fuera el demi vida, o el de mi felicidad,o el de mi honor, créame Ud.,no titubearía. Pero estoy con-vencido que este sacrificio se-ría inútil, porque nada puedeun pobre hombre contra unmundo entero; y porque soyincapaz de hacer la felicidadde mi país, me deniego a man-darlo. Hay más aún: los tiraMnos de m país me lo han qui,.tado y estoy proscrito; así; yono tengo patria a quien hacerel sacrificio". Con estos con-ceptos el Libertador repetíael pensamiento amargo que yahabía consignado en su men-saje al Congreso constituyen-te de 1830: "Todos, todos misconciudadanos gozan de lafortuna inestimable de parecerinocentes a los ojos de la sos-pecha; sólo yo estoy tildadode aspirar a la tiranía".

Esta lucha cruel entre losdeberes de republicano y lasexhortaciones de los partida-rios; esta perspectiva pavoro-sa de ver al país debatirse en-tre una posible dictadura y

ll

Llna anarquía cierta; este dolor

agudo de ver disuelta la es~plendorosa concepción politicade la Gran Colombia, hija faMvorita de su numen y de subrazo; este espectáculo trági-co de las facciones y del cau-dilaje miltar; ese sentimien-to infinitamente desconsoladorde ,qre quince años de campa-ñas, cuatrocientas setenta ydos acciones de guerra y todossus desvelos de apóstol y deestadista durante cuat!o lus~tros habían sido lo mismo quearar en el mar; y por encimade todo haber recogido laproscripción, los denuestos, lapobreza y la muerte como ga~lardón final de su obra g'igan~tesca, hubieron de abatir alcoloso, porque como dijo elvate francés, "hay cosas másfuertes que el hombre másfuerte" .

* * *

Los síntomas del mal queminaba su organismo iban a-rreciando en intensidad.. Contodo, el Libertador, poco cuiMdadoso de su salud, no habíabuscado tratamiento médico.De Cartagena pasó primero aSoledad y lueg'o a Barranqui-lla en el mes de octubre. Unacarta escrita por esos días alGeneral Urdaneta pinta el cua-dro lastimoso de sus padeci-mientos. Se sentía peor quenunca. Le había vuelto un reu-matismo del cual se creía cu~rado. No podía andar sin te-rribles dolores. Subir escale-ras le producía desvanecimien-tos. La menor corriente de ai~re le hacía daño. El calor, lahumedad lo oprimían cruel~mente y no tenía fuerzas nipara tenerse en pie. Aquella

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f:

carta terminaba diciendo: "A-diós, mi querido General, nopuedo dictar más; los accesosde tos me ahogan". Al Gene-ral París le decía en otra:"Apenas me quedan fuerzaspara soportar los últimos díasque me quedan de mortifica-ción" .

Desde mediados de octubreproyectaba el Libertador irsepara Santa Marta, esperanza-do en que el clima de aquellugar y la travesía marítimale harían algún bien. Pero nofue hasta el 28 de noviembrecuando pudo emprender elviaje. Cuando desembarcó hu~bo necesidad de transportarloen sila de manos. En SantaMarta es donde por primeravez, cuando ya es irremedia-blemente tarde, acude a losauxilos de la medicina. Allíencuentra un joven médicofrancés, Alejandro PrósperoRévérend, antiguo bonapartis~ta emigrado, quien junto conlos auxilos de la ciencia lebrinda los tesoros de su cálidasimpatía y ese tierno interéscon que supo corresponder alhonor insigne de haber recogi-do las últimas palpitacionesdel más grande corazón de AMmérica.

Los primeros seis días pasaMdos en Santa Marta demostraMron que la muerte se acercabaal galope. La extenuación eramayor cada día. La tos, el in~somnio, la desgana, los dolo~res, el hipo, todos los síntomasse intensificaban y revelabanlos estragos de la enfermedad.El 6 se trasladó a la ,quinta deSan Pedro Alejandrino, queun español hospitalario, donJoaquín de Mier, puso a la dis~

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posiclon del Libertador. El ai~re del campo, la reacción delcambio le hacen disfrutar deun bienestar pasajero. "Mismejoras han comenzado de a-yer acá", decía el 8 a un ami-go para quien dictó una carta.La ilusión no dura mucho puesla muerte continúa su avanceimplacable. Esa misma nochela fiebre sube, los padecimien~tos aumentan, el ilustre enfer-mo comienza a desvariar. Losdelirios se hacen cada día másfrecuentes. En uno de ellos loslabios exangües se entreabrenpara dar paso a voces entre~cortadas que revelan los tor~mento" morales y los anhelosque debieron obsesionar lamente del enfermo. "V ámo.nos, vámonos!... Esta genteno nos quiere en esta tierra. . .Vamos muchachos. lleven miequipaje a bordo de la fraga.ta !"

Durante el día los síntomasson menos severos, hay aliviosmomentáneos, durante los cua-les dicta una que otra carta;intervalos de completa lucidezy vigor mental en que brilauna chispa de humor. un rayode esperanza, un brote de iro-nía o un acento de protesta.

Un día se hallaba el Liber-tador solo con su médico y derepente le preguntó:

-y usted qué vino a buscarpor estas tierras?

-La libertad, respondió Ré-vérend.-y usted la encontró?

--í, mi General.

-Usted es más afortunadoque yo, pues todavía no I.a he

encontrado. .. Con todo, vuél~vase usted a su bella Francia,donde está ya flameando lagloriosa bandera tricolor, puesno se puede vivir en este paísdonde hay muchos canallas!

En otr,a ocasión Révérendleía unos periódicos mientrasel enfermo reposaba.

-Qué está Ud. leyendo?inquirió el Libertador.

-N oticias de Francia, miGeneral.

-Serán acaso referentes ala revolución de Julio?

--í, señor.

-Gustaría usted de ir aFrancia?

-De todo corazón.-Pues bien, póngame Ud.

bueno, doctor, e iremos juntosa Francia. Es un bello paísque además de la tranquildadque tanto necesita mi espíritu,me ofrece muchas comodida-des propias para que yo desMcanse de esta vida de soldadoque llevo hace tanto tiempo.

EllO de diciembre tienenlugar las escenas conmovedo-r,as en que el Libertador sedespide de este mundo y seprepara para entrar al otro.Mediante un tratamiento enér~gico Révérend ha logrado des~pejarle el cerebro por la tar~de y convencido de que el finse acerca aconseja a Montilallamar al Obispo Estévez paraque éste le induzca a arreglarsus cosas espirituales y tem~porales. La lIegada del prela~do sorprende al Libertador."Qué es esto? exclama; estaré

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tan malo ,que se me hable detestamento y de confes.arme '!Révérend trata de confortar-lo, pero es innecesario porqueel ánimo estoico de Bolívar nodesfallece ante la visión de laeternidad. El egregio dolientese resigna al decreto de loinexorabl~ y lleno de sereni-dad se confiesa y hace testa-mento. Después dicta su últi-ma proclama, ese documentoinmortal donde el llamamien-to patético a la concordia re~sonará a través de las edadescomo los de un profeta mori~bundo ante la tragedia de laGran Colombia despedazada,y donde la queja del mártirexpirante queda ahogada porla palabra inefable del per~dón. Por la noche recibe laeucaristía y los óleos. Termi-nada la ceremonia religiosase procede a leer la proclamaen alta voz para que el Liber-tador la firme. El notario No-guera se coloca en medio deun círculo que forman los fie~les amigos que acompañ.an alhéroe en su tristísimo Calva-rio. Allí estaban además delObispo Estévez, los GeneralesMontila, Carreño, Silva; losCoroneles Wilson, Paredes yMier; el Auditor de Guerra,Pérez de Recuero; el Coman~dante Glen; el Edecán Ibarra,el Capitán Meléndez, el Te-niente Molina y el Juez Polí-tico Ujueta. El escribano co-mienza la lectura, pero cuan~do llega a la mitad del formj~dable documento la emociónpone un nudo en su garganta.No puede continuar. El Audi-tor Recuero toma el papel desus manos, prosigue su lectu~ra y resuenan en la estanciaaquellas lúgubres palabras fi~

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nales. .. "Si mi muerte con~tribuye para que cesen lospartidos y se consolide la u~nión, yo bajaré tranquilo alsepulcro". Entonces se deja oirla voz ronca del moribundoque exclama con un eco deultratumba: "Sí, al sepulcro...es lo que me han proporciona-do mis conciudadanos, perolos perdono. Ojalá yo pudierallevar conmigo el consuelo deque permanezcan unidos".

Révérend mira en torno su~yo y al percibir lágrimas enlos ojos de los rudos guerre-ros se aparta oprimido delcírculo para ir a ocultar lassuyas.

Del 11 en adelante los sín-tomas siguen agravándose. Eldelirio, el sopor, la coma, soncontínuos. La vida se escapadía tra días. El rostro cadavez más demacrado es franca-mente hipocrático el 17 por lamañana. Al medio día el pul..so es casi insensible, las fac-ciones recobran la serenidady comienza el estertor. El mé-dico se dirige entonces a losGenerales, edecanes y demásacompañantes del moribundo:"Si queréis presenciar los últi~mos momentos y postrer alien-to del Libertador, ya es tiem~po".

Los compañeros de armas,los amigos rodean el lechomortuorio. Tras una agoníaprolongada pero tranquila, ala una de la tarde del 17 dédiciembre de 1830, el héroeinmortal de la América entre~gó sus despojos a la tierra, sualma al Creador y su gloriaal veredicto de la Posteridad.

exento de las resvonsabildades de comandante en jefe, sueltalas riendas á su denuedo y ejecuta proezas de tal magnitud.que uno se asombra de que se hubiera salvado entonces la pre-eIosa vida que se extinguió en Bogotá. el 5 de diciembre de1854. Por donde vemos que Herrera en rigor triunfó en todassus batallas. por cuanto en los desastres del Norte no era élquien mandaba el ejército, y que sólo abandonó su campo lavictoria cuando un general intrépido dispuso contra su parecerun ataaue cuyo mal resultado era bien difícil de prever. Entodo caso, fue pues valiente, pero cuando mandó en jefe, aunóel valor con la habildad y la prudencia.

Como magistrado, Herrera fue la encarnación del civismo.No era él hombre de esos que ejercen el mando á guisa deinstrumento con que satisfacer pasiones propias ó ajenas. Des-prendimiento, esa cualidad distintiva de los verdaderos patrio-tas, entró por mucho en su conducta política. Bienes de forMtuna, comodidades del hogar, amor de su famila, nada deesto tenía en cuenta cuando se hallaban de por medio los inte-reses de la República. Siempre fue el más perjudicado con la,:estrecheses del Erario y dspués de su muerte, el Gobierno tuvoque dar á sus herederos una isla de mil doscientas y tantasfanegadas, para pagar parte de lo que le adeudaba por sueldosy piensiones. Por lo ,que atañe á la justicia, sus actos fueronintachables. Más de una vez hubo de abogar por causas con.trarias, como lo hizo en el Cauca, apoyando á los conserva.dores y en el Congreso favoreciendo él, miltar, la eliminaciónde la fuerza armada. Modesto como pocos. Después de ejerce..la primera magistratura de la Nación, marcha adonde Mos-quera á pedirle un puesto en el ejército, en que no tuvieramando.

Ya he lamentado en otro lugar la falta de temprana cul-tura intelectual en el notable istmeño, pero ha sido para hacerresaltar más el mérito de ese entendimiento claro, con cuyoesfuerzo logró adquirir por sí solo las nociones más sanas yexactas de la ciencia del gobierno; ese don de discernimiento,merced al cual nunca dio un paso en falso ni tuvo que arreMpentirse de nada, y ese criterio perspicaz con que se iba de~recho al fondo de las cuestiones, las desembrolIaba prestamen~te y procedía siempre con sensatez y acierto.

Bien se deja entender por 10 que llevo dicho que Herrera,desde el punto de vista histórico, no aparece deslumbrado conlas centellas del genio, pero sí dulcemente iluminado por lostenues resplandores de la inteligencia y las virtudes.

Mas por 10 mismo que Herrera no fue un genio, me atrevoá asegurar que en su carrera pública no encuentro nada quele sea desfavorable. El genio en su excesiva grandeza siempredeja ver algo de horrible y de bravío. Es la montaña abrupta

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Montalvo. La disolución sin freno en Julio César; los odiossalvajes en Aníbal; el fanatismo sombrío de Constantino; laambición infinita de Napoleón; las extravagancias de Federi.co el Grande; los sentimientos depravados de Rousseau; laspasiones tormentosas de Byron; son esas monstruosidades delos genios de que está limpia la figura histórica de ReITera.Fue sencillamente un grande hombre, pero grande para elbien. Tuvo valor, gozó de prestigio, le rodeó el aura popular,y fue experto en el arte de la guerra; y de estas condicioneRde caudilo, tan peligrosas en manos de la ambición ó de lainiquidad, nunca hizo sino el uso honrado que le indicaba unaconciencia inmaculada. Su alma estaba vaciada en moldc igualá las de Sucre y Franklin. Entre éstos y Rerrera, mansedum~bre, amor á la patria é integridad eran los principales punto,;de semejanza. En ello estriba que la figura de Rerrera no se.icomún, porque son raros no sólo en América, sino en todo elmundo, los personajes que pasan á la posteridad sin gravesfaltas que achacarles.

Fue D. Juan de D. Restrepo, según parece, el primeroque comparó á Rerrera con Bayardo. Feliz estuvo el áticoescritor colombiano al expresarse en tal sentido, pues quenada es tan acertado como dar al héroe istmeño el título decaballero sin miedo y sin tacha. Su valor miltar y sus virtudescívicas están pregonando á voz en cuello que nunca tuvo mie-do ni jamás hubo reproche que hacerle. Pero es curioso ob-servar admás, que en la vida de los dos hombres hay similitu.des sobremancra notables. Bayardo y ReITera alcanzaronexactamente la misma edad: cuarenta v nueve años tenía cadauno de ellos cuando murió. En Grenohle se distinguió el ca..ballero francés pugnando contra los criminales que allí había.como en el Cauca bregó el hidalgo istmeño contra los desafue-ros dc los democráticos. En aquella misma ciudad, azotadapor espantable epidemia, Bayardo hizo gala de sentirrientoscaritativos iguales á los que Herrera desplegó cuando el có-lera se presentó por vez primera en Panamá. Durante las gue~rras del Milanesado, el guerrero medioval ejecuta su famosaretirada de Rávena á Pavía, que recuerda la que el generalmoderno emprendió de Abejorral á Rionegro, con tan felizresultado. La proeza de Bayardo de querer salvar él solo unode los fosos que circundaban las murallas de la ciudad deBrescia, á la cual ponía sitio, encuentra digna pareja en lahazaña de Herrera cuando en el asalto de Petaquero lanzasu caballo contra el último atrincheramiento. Los dos entraMron muy jóvenes en la carrera de las armas; distinguiéronseigualmente por la cortesía y la generosidad; se hicieron cé.lebres por el corazón bien puesto y el juicio recto; brilaronpor la alteza de miras y la fuerza del ánimo, y por último,ambos capitanes recibieron combatiendo las gloriosas heridasque causaron su muerte.

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el mosquito es el vehículo depropagación de la fiebre ama~riUa.

Pero no se halla entre losbustos del monumento el deun varón esclarecido c u y onombre aparece de modo in~cidental en la Placa VIII dela bella narración en que Oc~ta vio Méndez Pereira trazacon rasgos magistrales la sagacuadricentenaria del Canal dePanamá. Aquel hombre fueAdolphe Godin de Lépinay,ingeniero francés que con vi-sión de águila esbozó en elCongreso Científico celebradoen París en 1879 el plan delCanal que hoy existe, el pro-yecto que el tiempo y la naMturaleza iban a encargarse deprobar que era el único quehubiera podido convertir a losprecursores franceses en rea-lizadores definitivos de lagran vía interoceánica.

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El papel de Godin de Lépi-nay en la obra del Canal dePanamá es tan sencilo comofundamental, y para compren-der bien su mérito es precisoir al fondo del cuadro, a losantecedentes históricos queprecedieron a su memorableactuación en el Congreso deParís.

Bien sabido es de todos losque han leído algo acerca delCanal que la idea de la comu-nicación entre los dos océanosse remonta a la época de losprimeros descubridores y con-quistadores, a partir de Cris-tóbal Colón, quien buscó afa~nosamente el estrecho que de~bía dar paso a comarcas fa-bulosas y lejanas. Desde los

primeros años de la Conquistaya se encuentran identificadoscon el grandioso sueño Alvarode Saavedra y Andagoya, Pe-drarias y Antonell, HernánCortés y Balboa, Antonio deGalvao y López de Gómara.El sueño no dejó de agitar lasimaginaciones durante los si~glos XVII y XVIII pero a prin-cipios del XIX Alejandro deHumboldt aseveraba ;que des-de el reino de la Nueva Gra-nada hasta la capital de Méxi-co no había una sola montaña,una sola altura, una sola ciu~dad, cuya elevación sobre elnivel del mar fuera conocidacon exactitud. "Ni siquiera seconoce todavía -afinnaba-la altura de las montañas queatraviesan el Istmo de Pana-má". Fundado en estas razo-nes el Barón de Humboldt a~bogaba por la necesidad dellevar a cabo exploracionescompletas y mensuras exacta::de todas las regiones por don-de pareciera posible la cons-trucción de una vía interoceá~nica.

No obstante recomendacióntan juiciosa, Humboldt dejóvolar su imaginación hasta elpunto de formular nada me~nos que nueve proyectos de ca-nal localizados a todo lo largodel continente, desde el Ca~nadá hasta la Patagonia, con~tándose entre ellos una rutaque incorporaba el famoso Ca~nal del Cura de Nóvita, quetenía bases más sólidas en lafantasía y en el rumor que enla realidad geográfica. AunMque Humboldt no dio la prefe-rencia a su proyecto por elistmo de Panamá, por lo meMnos tuvo el convencimiento de

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que es aquí donde más se a~cercan los dos mares y dondemás se baja la cordilera delos Andes, pero se lamentabade que no se sabía realmentecuál era la altura menor delas montañas istmeñas. y fueposiblemente esta incertidum-bre la causa de que se abstu-viera de abogar en primer tér-mino por la ruta de Panamá.

El clamor de Humboldt porexploraciones topográficas novino a tener expresión hastael año de 1844, cuando el in-geniero francés Napoleón Ga-rella vino a Panamá y realizósobre el terreno observacionesy mensuras que le permitieronformular su proyecto de canalque aunque poco práctico por~que exigía la construcción deun túnel y de un crecido nú-mero de esclusas, tuvo valorcientífico por los datos que a-portó a la solución del proble~ma. Vinieron luego diversasexploraciones, estudios y pla-nes en que los soñadores, losespeculadores y los impostoresse mezclaron a los verdaderosgeógrafos e ingenieros. A estegrupo pertenecen los proyec~tos de Cullen en 1850, de Gis~borne en 1852, de Prevost en1853, de Strain en 1854, deAiriau en 1860 y de Bourdiolen 1861. También formularonproyectos y llevaron a caboimportantes exploraciones poraquella época el norteamerica-no Antonio de Gogorza, quienpretendía haber descubiertoen los archivos de España do~cumentos comprobatorios de laexistencia en la región de SanBIas de una abertura de pocaelevación que permitía la fácilconstrucci6n de la vía acuáti~

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ca; Flacht, quien explorandoel terreno desmintió las aseve~raciones de Gogorza; De La~charme y el General Reine,quienes las corroboraron.

De mayor valor fueron in~dudablemente las expedicionesllevadas a cabo durante lapresidencia del General Grant,por el Comandante de la Ma~rina norteamericana ThomasO. Selfridge, secundado porel Comandante Edward P.Lull, en 1870, 1871 Y 1873, Ypor el Teniente Frederick Co~llins en 1875. Selfridge explo-ró la región de San Blas y l1e~

gó también al Golfo de Urabácon el ánimo de estudiar lasposibildades de comunicaciónpor el río Atrato. La obra deSelfridge sobre sus explora~ciones, de la cual guardó unejemplar como oro en paño,es un verdadero arsenal dehechos, datos y conocimientosdel más alto interés para lageografía, la etnografía. lafauna, la flora y la climatolo~gía de Panamá. Selfridge for~muló varios proyectos de Ca~nal, algunos de los cuales fi~guraron entre los que comìÎde-ró el Congreso de París en1879.

Mientras tanto se Ileva.bana cabo otras exploraciones ysurgían otros proyectos enMéxico y en Centro-América.El territorio mexicano se an-g-osta considerablemente en elIstmo de Tehuantepec al mis.mo tiempo que disminuye allíla altura de la cordilera con-tinentaL. Pero en comparacióncon el Istmo de Panamá ni elacercamiento de los océanosni la depresión orográfica te-nían valor apreciable. La an-

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chura del Istmo de Tehuante*pec es de unas 130 milas, entanto que la distancia de Pa-namá a Colón es sólo de unas50. y las montañas que teníanen Panamá una altura de a-proximadamente 330 pies enel corte de Culebra, en Te-huantepec tienen una eleva~ción mínima de 750. De allíque los proyectos de comuni~cación acuática que se traza-ron por a,quella región requi~rieran un número absurdo deesclusas y un tiempo inadmisi*

ble para el tránsito. En 1842el Gobierno mexicano otorgóuna concesión a José de Garaypara la construcción de un ca~nal o de un ferrocarril y ésteencomendó los estudios de laobra al ingeniero italiano Gae~tano Moro. El proyecto de Mo-ro, que aprovechaba parcial*mente el río Coatzacoalcos.requería 161 esclusas. El delnorte::mericano Schufeldt con~sistía en un canal de 144 mi-llas de largo con 140 esclusas.

Era natural que no se conce-diera mayor importancia a lasposibildades Tehuantepec co-rno vía marítima. Sin embar-go, para Estados Unidos teníaesa ruta la ventaja inigualadade ser la más cercana a suscostas orientales y occidenta-les. Por esa razón siguió pen~sándose siempre en la ruta deTehuantepec y ante las difi-cultades formidables de la ex-cavación surgió el proyecto detransporte de las naves en e-normes plataformas montadassobre rieles y tirada,q por lo-comotoras es decir, lo que elinventor Eads llamó "ferroca-rril naval" (ship railway) cOMmo sUstituto de un canal ma-l'itimo.

Mayor mérito científico ypráctico tenía la ruta de Ni~caragua, Que fue objeto de ex~tensas exploraciones y aún deiniciación de trabajos por em~presarios de los Estados Uni-dos. El Canal de Nicaraguatiene base en la existencia delgran lago del mismo nombrey del río San Juan que llevalas aguas del lago hasta el MarCaribe y es navegable en unlargo trecho. Para completarla comunicaciÓn intermarinasólo falta cortar el pequeñoistmo de apenas 12 millas ensu anchura menor que separalas aguas del lago de las delOcéano Pacífico. Sin embargo,dentro de esta aparente sim-plicidad la ruta presenta se~rias dificultades. Los meandrosdel río San Juan producentantas y tan pronunciadas CUr~vas, que siendo la distanciaentre su cabecera en el lagoy su desembocadura en el Ca~ribe de 70 milas en línea rec-ta, por el cauce del río la dis*tancia es de 122 millas. Lalongitud total del canal mis~mo, según el término que seescoja para la costa del Pací-fico. varía entre 278 milas dela línea por Realejo hasta 182milas si el término es por Ri-vas y Brito. En esta última lí~nea se requerían nada menosque 21 esclusas.

Con todo, la opinión públi-ca norteamericana favorecíaabiertamente la construcciónde un canal por Nicaragua yesta ruta se mantuvo siemprecomo la más formidable rivalde la de Panamá. La alterna~tiva se mantuvo en la LeySpooner y no vino a quedareliminada definitivamente sino

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mediante la ratificación delTratado de 18 de Noviembrede 1903.

Las exploraciones llevadasa cabo en el Istmo de Panamápor Wyse, Reclus, Sosa y Ver.brugghe entre 1876 y 1878fueron el punto de partida dedonde marchó hacia la victo~ria la ruta de Panamá. UnCongreso científico celebradoen Amberes cn 1871 y otroefectuado en París en 1875 pu-sieron de manifiesto el inmen~so interés del mundo comercialv político en la obra del CanalInteroceánico. En París se for~mó una compañía anónimadenominada Sociedad Civil In-ternacional del Canal Inter-oceánico que presidía el Ge-neral Etienne Turr y en la cualfiguraban algunos de los másprominentes personajcR de laépoca, entre ellos el sabio Li-ttré, Octavio Feuilet, el Ge~neral Davoust, D u q u e deAuerstadt, Isaac Pereire y va-rios ingenieros de nombradía.Esta sociedad dispuso costearlos estudios que llevara a cabosobre el terreno una ComiRiónque encabezaba Luciano Bo-naparte Wyse y en la cual fi-guraban los oficiales de Mari-na Rec1us, Bixio y Pouyde-sseau, los notableR ingenierosSosa, Celler, Lacharme, Milat,Barbier, Baudouin, el italia~no Musso, el austro~húngaroGerster y el inglés Broocks,Quien lo mismo que Bixio, rin~dió la jornada de la vida enmedio de sus heroicas faenas.Dos prácticos panameños, Ca~rranza y Recuero, por su co-nocimiento de la lengua cuna,además de servir como guías,actuaban como intérpretes y

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tenían el mando del personalindigena.

La Comisión recorrió el Ist.-mo desde las regiones adya-centes a la línea Panamá Co-lón hasta as Relvas vírgenesdel Darién y realizó sus tareas('n medio de penalidades sincuento. Fruto de RUS laboresy estudios fueron cinco proyec-.

tos diferentes todoR los cualeslleva ban las firmas prestigio-sas de Wyse, Sosa y Reclus.N aturalmente, entre esos pro-yectos tenía la preferencia desus autoreR el canal a nivel dela bahía de Limón a la radade Panamá, a lo largo de lORvalles del Chagres y del Río-grande, con una longitud deaproximadamente 47 mil as.

En febrero de 1878, WYRese traRladó a Bogotá y obtuvodel Gobierno colombiano laconceRión para la construccióndel canal mediante contratoque celebró el 20 de marzo conel Ministro de Relaciones Ex~teriores de la Unión, GeneralEustorgio Salgar, aprobadopor ley del Congreso No. 28,de 18 de mayo del año citado.

Un año más tarde, el 15 demayo de 1879, se reunía enParís el Cong-eso Internacio-nal de Estudios del Canal InMteroceánico, or.ianizado por laSociedad de Geografía de Pa~rís y por Fernando de Lesseps,a quien se había logrado inte-resar en la empresa. Presididopor el Almirante de la Ron~ciere-Le Noury, el Congresodebía pronunciarse acerca delplan que considerara más fac~tible para la apertura del ca~nal interoceánico.

Estaban representados en elCongreso 22 países que eran

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por orden alfabético los si-guientes: Alemania, Austria~Hungría, Bélgica, China, Co~lombia, Costa Rica, El Salva-dor, España, Estados Unidos,'Gran Bretaña, Guatemala, elentonces reino del Ha waii, Ho~landa, Italia, México, Nicara~gua, Noruega, Perú, Portugal,Rusia, Suecia y Suiza. En laDelegación colombiana figura-ban naturalmente nuestro granPedro J. Sosa. La representa~ción francesa, que como erade esperarse tenía la mayoría,se dividió en dos grupos, unodenominado Comité y otro iia~mado Delegación. En el segun-do grupo figuraban Abel Cou~vreux, antiguo contratista delCanal de Suez, Gustave Eiffel,creador años más tarde de lafamosa torre que lleva su nom~bre; Flacht, explorador delDarién; y Adolfo Godin deLépinay, Ingeniero Jefe dePuntes y Calzadas.

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Sin entrar en más pormeno-res acerca de las notabildadesque concurrieron al Congresoo acerca de su organización yfuncionamiento, me limitaré aanotar que en las sesiones deaquel areópago de explorado-res, marinos, ingenieros, pro~motores y geógrafos se libróla batalla de las rutas. Ammeny IMenocal abogaron por la deNicaragua. El ComandanteSelfridge se produjo calurosa-mente en favor de su proyectopor el Atrato y el Napipí. Laruta de Tehuantepec tuvo sudefensor en la persona del me~xicano Garay, hijo del conce~sionario de 1842. Wyse presen~tó sus proyectos: el de Acantíal golfo de San Miguel, porlos ríos Tiatí, Tupisa, Chucu~

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naque y Tuira, proyecto a ni-vel con un túnel; el del golfode Urabá al golfo de San Mi-guel por el Atrato, el CaquirrÍy el Tuira, con 22 esclusas yun túnel; el de la bahía deSan Blas a la desembocaduradel Bayano, a nivel y tambiéncon túnel; y el de la bahía deLimón a la rada de Panamá,por el valle del Chagres, a ni-vel y a cielo abierto, como ex-presa el mapa de este trazado.

Uno de los últimos en tomarla palabra fue Godin de Lépi~nay. Los datos biográficos quetengo del ilustre ingeniero in~dican que nació en el año de1821. Ingresó en 1842 a la Es-cuela de Puentes y Calzadasy cuatro años más tarde segraduaba como Aspirante, In~geniero de Tercera Clase. Alaño siguiente era ya IngenieroOrdinario de Segunda Clase.Se distingue en varios traba~jos, principalmente relaciona~dos con los ferrocarriles, y en1860 es nombrado Caballerode la Legión de Honor e Inge-niero en Jefe de Segunda Cla~se. Diez años más tarde as~ciende en el mismo cargo a laPrimera Clase y en 1879 lovemos revelar su genio cientí-fico en su estudio del proble-ma de Panamá. Escribe librosy realiza obras de manifiestovalor. Consuma así una carre-ra en que se le ve ascenderpeldaño a peldaño hacia lasalturas y los honores y desta~carse en su vida profesionalcon la solidez de un bloque degranito. Tal era el hombre queen el Congreso de París se pre~sentaba a esbozar un proyectoque rechazado entonces porsus contemporáneos, iba a ser

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saludado por la posteridad 35años después.

De Lépinay examinó el pro~blema por todos sus aspectos:el financiero, el técnico, el deltiempo de tránsito, el .de .ladistancia, aún el. humanitario,y luego de referirse por s~paMrado a Tehuantepec, a Nica~ragua y a Panamá, afirmó:"Parece claro por lo tanto, quetodas las razones geográficasestán en favor de Panamá".Pero en la ruta de Colón aPanamá por los valles del Cha~gres y del Ríogrande él propo-nía una modificación sustan~cial: preconizaba un canal deesclusas con un gran lago ar-ticial que las alimentara. .Suconcepción según la describeBonaparte' Wyse en su librotitulado "El Canal de Pana-má" era la siguiente: "Las doscadenas de altura entre lascuales queda comprendido elvalle del Chagres, formandoen ciertos puntos estrechosdesfiladeros, serían aprove~chadas para cerrar el valle enuno de esos puntos y elevarasí la superficie de las aguasdel río. Se crería de este modoun lago artificial, especi~ d.ereservoir central que dismi-nuiría en una mitad el cubode excavación, conservandotodas las ventajas que ofrecela línea de Colón a Panamá".Al nivel del lago se subiríapor medio de un juego de es~clusas y del lago se descendc~ría al Pacífico por medio deotro juego de esclusas. diseña-das en forma que pudiera l'e~sol ver el problema de las ma-reas. Sosteniendo este proyec-to, más económico y realizableen tiempo mucho menor, Go~

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din de Lépinay anotaba lasgrandes dificultades fin.anci~-ras y técnicas del canal a ni-vel y decía:

"Una objeción considera~ble es el precio, que es tal,que resulta imposible, enlas condiciones de ejecuciónque se le atrib~yen~ prop.or~cionar al capital inveii!douna remuneración suficienMte. Los americanos, que hanhecho de esta cuestión un eSMtudio especial, han reconoci~do que la obra ~s finan~ie-ramente impracticable si elgasto excede mucho de cie!lmilones de dólares (504 mi~llones de francos).

"Estamos pues plenamenMte autorizados para llegar ala conclusión de que el costono debe sorprender la cifraindicada, para que puedainvertirse el capital con SpMguridad.

"El proyecto a nivel dePanamá implica un gasto demás de mil milones (defrancos). La razón de estaexageración se halla en elhecho de presentarse unproyecto del tipo del CaMnal de Suez, es decir, sinesclusas, aunque se oponMgan a ello absolutamentelas condiciones naturales.Obrar de tal manera, en con-diciones tan contrarias, esouerer hacer violencia a lanaturaleza en vez de servir-se de ella que es el primerprincipio del arte del inge~niero" .

Cuán sencilo, cuán profun-do y cuán convincente es estepensamiento de Godin de Lé-pinay! Luego continúa:

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"Qué representa una es~dusa? Una pérdida de 36minutos cuando funciona amano, de un cuarto de horacuando es movida por me~dios mecánicos, como en Li~verpool. Poniendo una me-dia hora con lo cual se estátodavia por encima de larealidad, resultaría que pa~ra la navegación por el ca-nal, en el cual las paradasreduce'n la velocidad mediaa 7 kilómetros, un par deesclusas representa en tiem~po, a lo sumo, 7 kilómetrosde recorrido.

"Suponiendo que transitencinco mil naves, resultancinco mil horas para la na-vegación del mundo enteroo sea una pérdida anual de100.000 francos, computan~do la hora a 20 francos, locual representa dos millonesde capitaL.

"Para evitar la molestiarepresentada por esta insig~nificante cifra se proponegastar 120 milones, valoraproximado de la economíamedia que da a la construc~ción el establecimiento deun par de esclusas."La creación de un lago

artificial a la altura de lasesclusas suprime todos estosinconvenientes (elevar el ni~vel del espacio divisorio(bief de parLage) excavartierra, etc.) al mismo tiem-po que reemplaza en unagran extensión un canal desección reducida con unavía de mil metros de anchu-ra mínima, donde los navíospodrán andar a velocidad vcruzarse sin necesidad dèdetenerse.

"Se tendria así a esta es~casa altura un verdaderol;ósforo extendido de unoa otra mar, al cual se lle-garía por pasos de poca lon-gitud y por medio de esclu~sas acopladas, fáciles defranquear rápidamente.

"Es, lo repito, el medionatural, porque suprime lostrabajos, la insalubridad delsuelo y es más ventajosopara la navegación".

De Lépinay presentaba to-davía otros argumentos queno reproduzco para no hacer-me prolijo, pero los hados fue-ron adversos a su genio.. Noobstante lo atinado de sm; ob-servaciones, su proyecto decanal con esclusas y un granbgo artificial, el mismo quehoy existe como esplendenterealidad, no fue aceptado. Laidea del canal a nivel domina-ba el congreso. La prohijabael gran De Lesseps, encariña-do con la perspectiva de repe~tir en el istmo americano lapr:ip,7.a de Suez. La apoyababimbién decididamente Wyse,¿lIma y brazo de la empresa.Desde la época en que comen-zaba s u s exploraciones en1876, Wyse había expresadoesa convicción y ese propósito.La página 133 de su librodice a este respecto:

"Entre todos los proyec-tos conocidos descartamosen primer término los querequerían esclusas. Por lotanto nos vimos compelidosa no ocuparnos más que delterritorio de los Estados U-nidos de Colombia, dondetodavía podía esperarse en-contrar una ruta para uncanal a niveL. Solamente en

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el caso de que hubiésemosreconocido la imposibilidadabsoluta de tal trazado noshabríamos contentad u conun canal de esclusas".

El 28 de mayo el ComitéCuarto del Congreso se pro-nunció en favor del canal anivel, al día siguiente el Con-g l'eso en pleno y en votaciónnominal dio la mayoría de losvotos a la resolución propuestapor el propio De Lesseps quedecía así:

"El Congreso es de con~cepto que la excavación deun canal interoceánico alnivel del mar, tan deseableen interés del comercio y dela navegación, es factible;y Que para aprovechar la"indispensables facilidadesde acceso y de manejo queuna vía de esta naturalezadebe ofrecer ante todo, elcanal debe extenderse de labahía de Limón a la bahíade Panamá.".

Aprobado así el proyecto decanal a nivel De Lesseps ad~quirió por traspaso la conce-sión hecha por Colombia aWyse. Luego se trasladó a Pa~namá e inauguró solemnemen-te los trabajos el 19 de enerode 1880. El año siguiente ique~dó constituída la CompañíaUniversal del Canal Interoceá-nico.

No respondería a los finesde esta breve disertación en-trar en el detalle de los traba.

.los ejecutados por la Compa-ñía francesa, ni narrar las di-ficultades técnicas sanitarias,y principalmente financierasque al cabo de nueve años llE'~

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varo n la Compañía a la quie~bra. En esta materia hay lugarpara mucho debate, ya qQe es~tá probado que con referenciaa las causas del desastre fnm.cés en Panamá, ha habido mu,.cho de calumnia, exageración,m:tlicia y error.

Pero examinadas todas lascircunstancias, aiquilatados to~

dos los hechos y disipadas laspasiones de ayer puede afir~marse que la causa fundamenMtal de la catástrofe fue la in~sistencia en construir un canala niveL. Con dinero y tiempoilimitados, se habría podidoconstruir tal canaL. Pero parauna compañía privada que de~bía proporcionar utilidades asus accionistas, el tiempo seencargó de demostrar que nohabía esperanza posible deéxito.

Comentando la idea preco~nizada por Godin de Lépinay,el ingeniero A. Dumas, en unartículo sobre el Canal de Pa-namá publicado en Le GénieCivil en 1905, observa:

"La altura del cuerpo deagua así obtenido no sola-mente permite disminuir envolumen igual la profundi-dad de la excavación quedebe hacerse a través de lacordillera, sino que esa in-mensa sábana de agua pue-de recibir sin inconvenienteslas aguas fluviales que seríasumamente peligroso dejarpenetrar en el cauce de uncanal ordinario. Desgracia~damente esta solución no tu-vo en el Congreso de 1879la acogida que ella merecía,porque su adopción habríapodido evitar el desastre a

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que ha conducido el escogi-miento del canal a nivel".El triunfo de Godin de Lé-

pinay vino después del ConMgreso. En su libro de 1886 Bo~naparte Wyse se adhiere a suproyecto y lo encomia en estostérminos:

/1 A esta sol ución tan bri-llante y tan bien adaptadaalAs condidones meteoro-lógicas e higiénicas de lospaíses tropicales, será talvez forzoso adherirse si secontinúan los errores, losdespilfarros y las pérdidasde tiempo que hacen de díaen día más difícil desde elpunto de vista financiero laterminación del canal a ni-vel, que constituye la solu-ción radical, y por tanto, lamejor. Este proyecto, muchomás económico que todoslos propuestos, tiene el mé-rito de ir en ayuda de lanaturaleza en lugar de con-trariarla, y desde este puntode vista se conforma a losverdaderos principios del ar-te del ingeniero".

Más adelante, Wyse, Sosa,Jacqqemin, Rivas y Sautereause ptonuncian en favor delplan de Lépinay con modificaMciones de detalle. Al sobreve.nir la quiebra de la CompañíaUniversal el Comité Guile-main adopta el plan de canalcon esclusas. Por último, cuan-do el Gobierno de los EstadosUnidos tiene que decidir latrascendental alternativa delcanal a nivel o del canal conesclusas, se decide por éste yla concepción de Godin de Lé-pinay recibe el veredicto defi-nitivo de la posteridad el 15

de Agosto de 1914, cuando elvapor Ancón transita del A-tlántico al Pacífico por lasaguas del canal y anuncia asíal comercio del mundo la rea-lización del grandioso sueñode cuatro centurias.

En todo caso hay gloria pa~ra la ciencia y para el espíritu

de Francia en la obra del ca~naL. En la exploración, en losestudios, en la organización yen la iniciación de la obra, loszapadores franceses de la co~municación intermarina escri~bieron páginas cuyo esplendornada puede empañar. El canales hoy una realidad, debidoal genio organizador y cien-tífico de la administraciónnorteamericana que con ener~gía, eficiencia y capacidad in-superables conquistó la inmen-sa gloria de dar término feliza la más grande hazaña eje-cutada por la ciencia de la in-s;eniería. Pero a los 8 lustrosde estar funcionando ese Ca-nal por el cual transitan hoymás de seis mil naves todos losafios, y al contemplar esa obraportentosa con su titánica pre-sa de Gatún, con su imponentelago de 165 milas cuadradasde extensión que ha domeña~do al bravío Chagres y de a~menaza temible que era lo hatransformado en dócil servi-dor; y con sus escl usas, mara~vilosa escalera hidráulica porla cual ascienden y desciendenlas naves con facildad y rapi-dez en su tránsito de océano aocéano, es justo recordar quela concepción de ese canal bro-tó hace 74 años del cerebroluminoso de un hombre genialQue se llamaba Adolphe Go-din de Lépinay.

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tado para el cual tenia tanlegítimas ejecutorias.

N o permitían las circunstanMcias económicas de su familael envío de Enrique al exteriorpara recibir la educación queen Panamá sólo se podía ad~quirir en los colegios particuMlares que sostenían heroicoseducadores con sin par abne~gación. Fue en nuestro defi-ciente medio de aquella épo-ca donde adquirió los cono~cimientos fundamentales delhombre culto, mas él los am~plió y depuró al impulso desu vigoroso intelecto y de susaspiraciones de lej ano hori~zonte.

En su temprana juventudEnrique Jiménez trabajó porvarios años en la históricaCompañía de Vapores Correosdel Pacífico (Pacific MailSteamship Company), dondese hizo notar por aquellas cua~lidades que mueven a los ob~servadores a vaticinar: estemuchacho irá lejos. En 1908se desarrolló la campaña elec-toral para el escogimiento delciudadano que debía reempla~zar en el mando al primerPresidente y fundador de laRepública, Dr. Manuel Ama-dor Guerrero. Circunstanciaspeculiares de la política de laépoca dieron lugar a que ba-jaran a la liza las candidatu~ras de Don Ricardo Arias, li~beral, a quien apoyó una ma-yoría conservadora, v de DonJosé Domingo de Obaldía. con~servador, a la cual se adhirióla gran masa del partido li-beraL. Arias era candidato delpartido sostenedor del Gobier-no, en tanto que Obaldía 10

fue del bando oposicionista.Adicto Enrique a la ideologíaliberal, se agitó en favor dela candidatura del señor deObaldía en forma tal, que noobstante sus pocos años, lla-.m6 vivamente la atención. Ga-nada la lid electoral por laoposición, el candidato triun-fante, conocedor de la fogosalabor del joven Jiménez, lemanifestó su deseo de darle unpuesto en su gobierno y lepreguntó cuál le agradaríadesempeñar. Enrique, sin va~cilar, le manifestó su aspira~ción de trabajar en el Consu-lado de la República en Nue~va York, pues deseaba tenerla oportunidad de ampliar allíla educación que había recibi-do en Panamá. En estas cir-cunstancias enaltecedoras fuenombrado Canciler de nues~tro Consulado en Nueva York,cargo en que permaneció porvarios años. Allí llegó a la ma-yoría de edad. La colosal urbenorteamericana fue la univer-sidad donde él adquirió, bajoel profesorado de la experien-cia, el conocimiento profundode la vida y de los hombresde que dio muestra siempre.Allí adquirió el dominio de lalengua inglesa que tan útihabía de serIe en el porveniry allí, en suma. se forjó el ca-rácter con que había de en-frentarse a las bregas de laexistencia.

Truinfante en la campañaelectoral de 1912 la candida~tura del Dr. Belisario Porras,el nuevo mandatario lo llamóa colaborar en la Secretaríade la Presidencia y allí pusoel joven Jiménez de manifies-to las cualidades de lealtad,

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de competencia y de consagra~ción con q u e se distinguiósiempre en el servicio del Es~tado.

En el año de 1914 sufriónuestra República duro e in~justo revés en sU vida interNnacionaL. Por un tratado sus-crito en 1910 (ConvenciÓn Po~rras-Anderson) las república!'de Panamá y Costa Rica, conla mira de poner fin honrosoa la controversia que sosteníancon relación a su frontera, so~metieron a la decisión arbitraldel Chief Justice, (Presidente)de la Corte Suprema de losEstados Unidos, señor EdwardD. White, la cuestión de de~terminar cuál era el límite en-tre los dos paíges "conformea la correcta interpreaación yverdadera intención" del Lau-do dictado por el Presidentede Francia, M. Emile Loubet,en Septiembre de 1900, en elarbitraje que decidió la cues.tión de límites entre Colombiay Costa Rica.

El Chief Justice White dic~tó un fallo por medio del cual,en vez de interpretar el LaudoLoubet, declaró que el Presi-dente francés había trazadouna línea que no tenía el de~recho de establecer; que, portanto, su Laudo era nulo y sinvalor y que debía ser desecha-do; y a continuación trazó asu arbitrio una línea de fron~teras que no tenía un solopunto de contacto con la delLaudo Loubet. Es decir, el se~ñor White anuló, destruyó ydesechó aquello que tenía elencargo de interpretar y fallóuna cuestión que no le habíasido sometida por la Conven~ción Porras-Anderson, y que

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era precisamente la que Pa~namá se había negado inflexi,"blemente a someter a arbitra~je, cual era la nulidad del Lau-do Loubet, alegada poi" CostaRica. Caso más patente de ex.,ceso de jurisdicción no podíaconcebirse y por lo tanto Pa~namá se negó a reconocer lavalidez del fallo White, fun~dada en sólidos preceptos delDerecho InternacionaL. Tal ae..titud fue dada a conocer alDepartamento de Estado delos Estados Unidos y al propioChief Justice, y para ponerlaformalmente en conocimientodel Gobierno costarricense, yal mismo tiempo para iniciarconversaciones tendientes abw:"'ar solución al problemainválidamente resuelto por elChief Justice White, el Presi-dente Porras dispuso enviar aCosta Rica una Misión Diplo~mática que tuvo a bien enco.mendarme. Secretario de esaMisión fue Enrique A. Jimé~nez. Fue ese mi primer con-tacto con aquel gallardo mozoa quien yo había conocido ni-ño y que ya se iniciaba conhonor en la vida pública, yaquella fue ocasión de trabaruna amistad que habría dedurar hasta el día de su muer~te y de apreciar en él las dotes

de discreción, el tacto, de ur-banidad, que constituyen elrequisito primordial del éxitoen la acción diplomática. Deesas dotes habría de dar élnueva prueba en 1922, cuan-do el Presidente Porras, al a~creditarme como Ministro Ple-nipotenciario de la Repúblicaen Washington. nombró a En-rique Jiménez Secretario de laLegación. Eficiente, leal y pla-centera fue la colaboración

que él me brindó en el desem.peño de sus funciones, perocon gran pesadumbre mía, loexiguo de la remuneración queel presupuesto de aquel tiem-po asignaba a ese importantecargo le obligó a renunciarloy volver a Panamá. Y, por úIMtimo, la actuación de Jiménezen el campo diplomático tuvolucida culminación cuando du-rante la administración delPresidente Don Ricardo Adol-fo de la Guardia desempeñóla Embajada de la Repúblicaen Washington y manejó contino las cuestiones surgidas enel campo invariablemente com-plejo y delicado de nuestrasrelaciones con los Estados UMnidos.

La verdad es que si en lavida corriente, lo mismo queen la internacional, diploma-cia es espíritu de concilación,sagacidad, tacto y cortesanía,unido todo a la inteligencia yal conocimiento del corazónhumano, Enrique A. Jiménezfue un diplomático nato y conese valioso don se caracterizósiempre en las actividades POMlíicas. El arreglo decoroso dedisputas personales o de aspi-raciones en conflicto o de di~vergencias entre funcionariospúblicos por cuestiones admiMnistrativas, y la mediación endesaveniencias de cualquiergénero, fueron campo en queobró siempre con tino y conéxito, a condición, eso sí, deque no estuvieran de por me-dio ni los principios ni la mo-raL. En esta materia dejó de serconcilador y fue inflexible,porque tratándose de aquélloso de ésta, para él estaba ve-dada toda transacción.

Entre los años de 1916 y1930 la personalidad políticade Enrique A. Jiménez conti~nuó destacándose con vigor.Fue Diputado a la AsambleaNacional en tres períodos dis-tintos, ocupó la presidencia dela Cámara y en dos ocasionesfue elegido Designado paraejercer el Poder Ejecutivo. Fuetambién Sub-Gerente y Geren.te del Banco Nacional y pre~sidente de la Junta Directivadel mismo. Hacia el año de1930, cuando se inició dentrodel Partido Liberal un movi~miento político llamado decompactación, de tendenciasfaltas de ideología y sobradasde personalismo, Enrique A.Jiménez fue de los liberalesque rechazaron aquella ma-niobra. En cambio tuvo parti~cipación decidida en el movi-miento revolucionario organi-zado por AcciÓn Comunal queel 2 de enero de 1931 produjola caída del gobierno encabe-zado por el Ingeniero Floren-cio H. Arosemena y el surgi..miento de un nuevo gobiernopara presidir el cual fui lla-mado como Primer Designadopor la Corte Suprema de Jus~ticia. De mi cargo no tomé po-sesión hasta el 16 de aquel mespor hallarme ausente en Wa-shington, y ejerció el mandoen el interin el Doctor Harmo~dio Arias, designado ad hoc.Para constituir su gobiernonombró el Dr. Arias un gabi-nete de primer orden, com-puesto por hombres de presti-gio que habían tenido figura-ción conspicua en la lucha conMtra el régimen derrocado el 2de enero. Helo aquí: Gobiernoy Justicia, Francisco Arias Pa-redes; Relaciones Exteriores,

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Dr. J. J. Vallarino; Hacienday Tesoro, Enrique A. Jiménez ;Educación, Lic. José Manue!Quirós y Quirós; Obras Públi.cas, Dr. Ramón E. Mora. Fuepara mi tan honroso como pla~centero confirmar ese Gabine~te, con el cual llevé a cabo lasarduas labores del gobiernoen medio de la espantosa de~presión que azotaba entoncesal mundo entero. Esa asocia~ción duró hasta comienzos de1 !J32, cuando las circunstan~das de la campaña electoralcn (lue los candidatos fueronel Dr. Hai'modio Arias y DonFrancisco Arias Paredes hicie~ron imperativa la renuncia deaquel Gabinete y su sustituciónpor otro cuyos miembros estu.vieran en eondiciÒn personalde mantener la política de ab-soluta imparcialidad electoralque yo implant(~ como base in-dispensable de una elecciónlibre y limpia. Tl'ste es pen~sal' que todos esos eminentesciudadanos han muerto ya,pero en mi alma vive y vivirásiempre el recuerdo de aque-llos compatriotas y amigos con(luienes comparti trabajo, lu-chas y sinsabores cn las horasaciagas en que nos tocó regirlos destinos patrios.

En los años posteriores a1932 la estatura de EnriqueA. Jiménez llegó a su plenodcsarrollo. Era él ya para esetiempo factor con el cual ha-bía que contar para los vati-cinios, los rumhos o las deci-siones ,de carácter político.Fraccionado el Partido LiberalDoctrinario que dio respaldorobusto a la administracióniniciada en 1931, los Jiberalpsadictos a Jiménez formaron

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el que se llamó Partido Libe-ral Demócrata que tuvo en l,lun hábil conductor, pero Ji~ménez siempre trabajó por htunificación del liberalismo vsiempre se mantuvo fiel a l~idoctrina, la cual ponía él pOIencima de las agrupacionestransitorias.

Entre 1932 y 1940 acaecie-ron en el campo político va~riados sucesos, unos sabda-bJes, otros bochornosos; éstosridículos, aquéllos atentato-rIos, que tuvieron desenlace a-fortunado en octubre de 1941con el surgimiento del régimenpresidido por Don Ricardo A~doIfo de la Guardia, que sig~nificó para la República unaera de prosperidad y de pro-greso, al par que el restable~eimiento de la democracia quehabía sido ultimada en 1940.Cuando el Presidente De laGuardia, haciéndose eco _ deopinión pública muy respeta-hle, decidió poner fin a la vi~gcncia de la injurídica cartaim puesta al país en 1941 y lla-mar a una Asamblea Consti-tuyente, se formó ésta con se-lectisimo personal medianteuna elecciÓn de pureza incues-tionable. Este cuerpo, por Re~solución fechada el 15 de ju~nio de 1945, eligió provisional~mente Presidente de la Repá-blica a Enrique A. Jiménez, ypor mandato expreso de laConstitución que aprobó subsi~giiicntemente, lo confirmó enel cargo hasta el 19 de octu-bre (18'1948. Al Presidente .Ji~mcnez le cupo la honra insig-~ne de sancionar. junto con suGabinete, el 19 de marzo de1946, aquella carta fundamen..tal que figura con honor entrelas más avanz.adas del mundo.

La administración de Enri~que A. Jiménez figura en pri-mera fila entre las más avan-zadas del mundo.

La administración de EnriMque A, Jiménez figura en pri~mera fila entre las más progre"sistas que ha tenido el país.Como estadista de altura, POMseedor de una fina intuiciónjurídica, resolvió con tino nú-mero considerable de los másgraves problemas de la vidanacional, y bajo el imperio seMreno de las libertades ciuda-danas llevó a cabo un vastoprograma de obras públicas yde legislación, de esas que porsí mismas pregonan ante laposteridad su magnitud y sutrascendencia.

En 1945 la República, situa~da en el punto más céntricodel globo terráqueo, carecíade aeropuerto propio. Su trá~fico aéreo se efectuaba bajojurisdicción extraña por unaeropuerto situado en la Zonadel CanaL. La respuesta a estanecesidad de progreso y dedecoro nacional fue Tocumen.Allí construyó Panamá su ae-ropuerto en condiciones técni-cas y económicas que fueronfruto de los afanes patrióticcsy certeros del Presidente Ji-ménez. La Constitución de1946 habla consagrado la au-tonomía de la Universidad yle había reconocido patrimo-nio propio y el derecho de ad-ministrarlo. Fue timbre de ho-nor para el Presidente Jiménezhacer realidad ese mandatoconstitucional y dotar a la UMniversidad de un patrimonioque en poco tiempo permitióiniciar la construcción de laCiudad Universitaria, hoy en

pleno y espléndido floreci-miento. El puerto franco parael depósito y trasbordo de mer-cancías a través del Istmo dePanamá era una de las grandesposibilidades de prosperidadque deparaba a nuestra Repú-blica su privilegiada situacióngeográfica. El Presidente Ji-ménez tUYO el acierto de com-prender y la energía para a.cometer como actividad fiscalla empresa del trasbordo trans-ístmico, y de su visión v susempeños surgió la Zona 'ubrede Colón, rica fuente de bien-nestar y de progreso para laRepública, cuyas posibilidades,con todo y ser muy grandes,apenas comienzan a manifes"'tarse.

El interés de Jiménez en ladiseminación de la enseñanzase manifestó en la construc-ción de importantes centros deeducación secundaria, tales co-mo el Colegio Abel Bravo, deColón, el Félix Olivares, deDavid, la Escuela Dominio delCanadá, de Santiago, y los Pri-,meros Ciclos establecidos enChitré y en Las Tablas. Y co-rriendo parejas con sus reali-zaciones en el campo de laeducación, su interés en prode la salud nacional se mani~festó pujante en la construc-ción del Hosptal Nicolás Sola-no para Tuberculosos en LaChorrera y del Hospital Aqui-lino Tejeira en Penonomé, asícomo también en la atenciónescrupulosa que constantemenMte consagró a la buena marchade los dos grandes centros hosMpitalarios de Panamá. y Colón.Fueron también logros impor-tantes del gobierno de Jimé-nez la expedición de la Ley Or-

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gánica del ramo de Educacióny la del Código del Trabajo.

Prolija en extremo sería unarelación completa de las innuMmerables obras públicas y re-formas administrativas quellevó a cabo el Presidente .Ji-ménez. Pero las antes mencioMnadäs son bastantes para caMracterizar su acción gubernaMtiva como una de las más fe-cundas en bienes para la Re-pública. Fue un gran Presi-dente, patriota y talentoso, di-nániico y concienzudo, ,que seconsagró en cuerpo y alma alservicio de la Patria. Cuandoacometió la operación de com-pra de las tierras que se reMquerían para establecer el paMtrimonio de la Universidad ypara construir el aeropuertode Tocumen y la carretera quea él conduce, el Presidente Ji-ménez regateó con los dueño:!con calor y afán más grandesque si él mismo hubiera sidoel comprador y las adquiriópara la Nación a precios in-creiblemente bajos. Empeñoigual puso cuando fue necesaMrio fomentar la cónstruccióudel Hotel Panamá, por el cualclamaba el progreso, y logróque los dueños del terreno lovendieran a la empresa delhotel a Un precio muchas ve-'.es menor que el corriente enla plaza.

En el año de 1947 se le planMteó al Presidente Jiménez laingrata cuestión del Conveniosobre Sitios de Defensa. ElGobierno de los Estados UniMdos estaba obligado a devol-ver a Panamá las bases cuyouso les había sido concedidodurante la guerra y la devolu-

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clon debía efectuarse al añosiguiente a la terminación delconflicto, el cual finalizó cuan-do el Japón capituló a bordodel acorazado Mi..ouri y ce-saron por completo las hosti-lidades. El Departamento deEstado manifestó a última ho-ra antes de expirar aquel tér-mino, su deseo de celebrar unnuevo convenio que concedieMra a Estados Unidos el uso dela base de Río Hato y de otros12 sitios de defensa de ordensecundario. Esta petición, con-forme al criterio panameño,tenía fundamento en el artícu-lo X del Tratado General de1936, porque Panamá consi-deraba que la alarmante si-tuación internacional de laépoca constituía una amenazade agresión latente en que es-taban de por medio la seguri-dad de la República y la neu-tralidad y seguridad del canalsituado en su territorio. Lallamada "guerra fría" estabaen su apogeo; Berlín era unbarril de pólvora que parecíaa punto de estallar en cual-quier momento; y la actitudperturbadora, agresiva e ines-crupulosa del coloso ruso, CUMyas ambiciones, al parecer, noconocían más límite que la do-minación universal, era causade un temor permanente deque el mundo se viera una vezmás flagelado por los horroresde otra conflagración globaL.

Se discutieron pues lascláu-sulas de un tratado sobre si-tios de defensa y se llegó aacuerdo sobre ellas en la for-ma más digna posible paraPanamá, a lo largo de una IUMcha intensa, y en numerosasocasiones infructuosa, contra

la constante tendencia del De-partamento de Estado de re-dactar el pacto en forma queresaltara y recalcara hasta laredundancia las cláusulas porlas cuales se hacían concesio-nes a los Estados Unidos, entanto que se empeñaban enusar un lenguaje débil o am-biguo en las cláusulas tendien-tes a reconocer derechos dePanamá, como por ejemplo,su soberanía sobre el territorioque era objeto de la concesión.Pero hubo un punto vital enque no se produjo acuerdo,porque Estados Unidos exii'íase les concediera el uso de labase de Río Hato por un tér-mino mínimo de veinte años,en tanto que Panamá estima-ba que esa concesión territo-riaL. hecha de conformidad conel artículo X del Tratado de1936, no se jU8tificaba pormás de cinco años. Así pues,la diferencia quedó concentra-da en el punto de la duracióndel proyectado convenio en loreferente a Río Hato.

En mi carácter de Ministrode Relaciones Exteriores sos-tuve la expresada actitud demi Gobierno en mis discusio-nes con el Embajador Hines enPanamá y en entrevistas quetuve en Río de Janeiro y Wa-shington con el propio Secre.tario de Estado, General Mar-shalI. Estamos haciendo --XMponía yo- esta concesión envista de que existen hoy conMdiciones inquietantes que cons-tituyen de hecho peligro o a-menaza de agresión. Si no exis-tiera esta situación no habnafundamento para la concesiónde sitios de defensa. Puesbien, la primera guelTa se I'a-

nó en cuatro años, la sei'unda,en cinco. Suponiendo lo peor,si de aquí a cinco años existetodavía situación igual a la dehoy, no vacilaremos en con.certar un nuevo convenio debases; pero no pretendan a-tarnos por veinte años a con-cesiones que lastiman el senti-miento nacional, porque nin-gún ser humano puede profe-tizar cuál será la situación delmundo al cabo de ese lapso.Esta exigencia de veinte años..agregaba yo- implica des-'confianza y el Gobierno de Es-tados Unidos no tiene razónpara desconfiar de un país queen las dos guerras mundialesfue su aliado fiel y dio para lavictoria de las democracias to-do lo que le era dable dar.

No hubo razonamiento quelograra convencer a los repre-sentantes del Departamentode E s t a d o. Washington semantuvo inflexible en su exi-gencia, y en las últimas eta-pas de las negociaciones, haMllándose ausente de Panamáel Embajador Hines, y haUán-me yo todavía en los EstadosUnidos, el Encargado de Nego-cios, diplomático activísimo,inteligente y audaz, realizócon celo extraordinario la ta-rea de trasmitir al PresidenteJiménez la presión del DeparMtamento de Estado a efecto deque conviniera en el términoqUe demandaba Estados Uni-dos. Además de esto, entre losconsejeros del Presidente ha-bía algunos que estaban deci-didamente en favor de que seaccediera a la exigencia nor-teamericana, y número consi-derable de diputados ofreeie-ron votar por la ratificación

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del convenio si se llegaba afirmarlo. Parecía haberse pro-ducido con mayor o menor in~tensidad una convicción de queen la alternativa de accedero no acceder a la demandaestadounidense, la primerasignificaba ir a una situaciónde conflicto abierto con losEstados Unidos, cuyas conse-cuencias económicas y políti-cas adversas a Panamá se es-timaban incalculables. Por otraparte, el Encargado de la Em~bajada había insinuado, perosin hacer jamás promesa IIofrecimiento concreto, la POMsibilidad de que Estados Uni~dos hiciera a Panamá un prés~tamo de veinticinco milonesde dólares, lo ,que llevó a al-gunos a asociar la concertaMción del Convenio de Bases conel advenimiento de una era debonanza económica y de per-fecta armonía y cooperacióncon los Estados Unidos.

En aquel admirable espíri~tu de concilación que era tí-pico del Presidente Jiménez,llegó él a proponer la conce~sión de Río Hato por el térmi~no de diez años, prorrogablepor otros diez, mediante acuerMdo de las dos parte. Esta pro~posición fue inexorablementerechazada. En este punto vi~tal la concesión máxima deWashington fue el término dediez años con la irrisoria cláu-sula de que eran prorrogablespor un término igual, a opciónde los Estados Unidos. Anteestas circunstancias el Presi~dente Jiménez creyó en su de-ber poner fin a las negociacio-nes y suscribir el pacto. Al díasiguiente de anunciarse estadecisión llegué yo a Panamá.

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Aquella decisión hizo impera-tivo para mí la renuncia demi cargo de Ministro de Rela-ciones Exteriores, que presenMté con verdadera pesadumbre.El Convenio sobre Sitios deDefensa fue firmado por elCanciler interino, Dr. Fran-cisco A. Filós, y el EmbajadorFrank T. Hines ellO de di-ciembre de 1947.

Lo demás es historia bienconocida. La opinión públicase manifestó cohtra el Conve~nio con fuerza sin precedentesy al cabo de nueve días de lar-gos e intensos debates parla-mentarios y de enormes ma-nifestaciones públicas, la A-samblea Nacional rechazó elConvenio por unanimidad.

La actuación del PresidenteJiménez en este asunto dio IUMgar a acerbas críticas contraél, tanto en la época de lossucesos como con posteriori-dad. Yo no vacilo en calificaraquel'as críticas de injustas oapasionadas. El Presidente Ji-ménez actuó de acuerdo consu conciencla, cuando él llegóa convencerse honradamentede que no firmar el pactotraería a la R¡epública gravesmales que él se consideró obli-gado a evitar. En su procederlo animó la buena fe y no nin-gún motivo protervo. Y cual-quiera ,que sea la opinión quese tenga en este asunto, esforzoso reconocer y respetarel valor cívico con que el Pre-sidente Jiménez, en sU calidadconstitucional de director delas relaciones exteriores de laNación, asumió la tremendaresponsabildad de resolver enel terreno diplomático la cues-tión de firmar o no firmar un

pacto en que se le presentabancomo extremos del terrible di~lema, por un lado, altos inte-reses de la República que asus ojos estaban en peligro;por el otro, concesiones quelaceraban el sentimiento na-cionaL.

Mi inevitable separación delGabinete del Presidente Jimé-nez en 1947 desató únicamen~te el vínculo oficial que nosunía, pero no rompió nuestraamistad ni amenguó el apre-cio y el afecto que siempresentí por sus prendas persona-les y sus méritos de primermagistrado.

En la figura histórica de En~rique Adolfo Jiménez hay queadmirar las fuerzas de enten~dimiento y de voluntad conque desarrolló en el ejerciciodel poder una trascendentalobra de progreso material, le-gislativo y cultural ,que lo con-

sagra como uno de los mayo~res y mejores mandatarios dela República. Pero a ese tri-

buto de admiración al hombrede Estado debe agregarse lasimpatía entrañable que inspi~ran las cualidades humanasque lo caracterizaron: su SÓMlida fibra moral; su lealtad alos principios; su amplio es~píritu de tolerancia y de con~cilación; su patriotismo ge-nuino; su democracia de bue~na ley, y como virtud consus-tancial con todas las otras, sugran bondad. Suave en susmaneras, afable en su trato,animado siempre por un deseosincero de ser útil o agradablea sus hermanos de la gran fa~mila humana, Enrique AdolfoJiménez fue bueno en la másnoble acepción del adjetivo, ya fuer de bueno como ciuda~dano, como hombre de fami-lia, como caballero y comoamigo, se hizo amar con esaintensidad de sentimiento quea su muerte convirtió en unsolo doliente a todos los hijosde la nación panameña.

Panamá, Enero de 1971,

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Montserrat

(impresiones de viajes)

Sobre una verde llanura cuajada de videños y olivares ybañada por las aguas del río Llobregat se yergue en imponenteaislamiento una granítica mole cuya cumbre coronan mil pun.tas dirigidas hacia el cielo como los pináculos de una catedralgÓtica. Es la célebre montaña que los catalanes llaman montserral, es decir, monte aserrado, porque en realidad ha sidotajado perpendicularmente por las fuerzas de la naturaleza yaparece escueto sobre el valle, sin colinas o collados que locircunden. Al norte de él se divisan las nevadas cimas de losPirineos; al este queda el alto Montseny y al oeste las cordiMlleras de Tarragona, Valencia y Aragón; mas todas se hallana gran distancia de la sagrada montaña de Cataluña, como siella las hubiera alejado con un ademán de agreste soberbia.

El viajero que desee visitar las maravilas naturales deMontserrat, puede trasladarse en dos horas de Barcelona aMonistrol por el camino de hierro del Norte. En Monistrol secomienza la ascensión de la montaña aprovechando el ferro-carril de cremallera sistema Aut, cuyos rieles corren casi para-lelos a la antigua carretera, en rampas cuyo declive varía entreseis y ,quince por ciento. El tren sube lentamente, bordeandoespantables precipicios y descubriendo a cada curva nuevos ymagníficos panoramas, hasta llegar al cabo de una hora almonasterio benedictino edificado sobre una estrecha mesetacuya altura se aproxima a setecientos metros; allí se halla elfamoso santuario de la Virgen de Montserrat, Meca de los ca~tólicos catalanes.

El monasterio de Montserrat, dedicado humildemente ensu origen a la glorificación de la Santísima Virgen, se convirtiócon el tiempo en concurrida romería, a la cual iban milare!lde peregrinos atraídos por la fama de los milagros obrados porintercesión de la imagen que allí se venera. De fines del siglodécimo octavo para acá, los peregrinos devotos han disminuí do,pero el amor a las maravilas del arte y de la naturaleza, lacuriosidad siempre creciente de viajeros ávidos de fuertes im~presiones, y la facildad con que los hijos más pobres de lasprovincias catalanas encuentran en Montserrat un delicioso lu-

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gar de veraneo, llevan allí un número crecido de visitantes detodas condiciones. Según la regla del santo cenobita fundadorde la orden benedictina, los monjes deben dar hospitalidad atodo viajero que llame a sus puertas. Ricos y pobres, nacionalesy extranjeros, católicos y no católicos pueden, por tanto, ir allen la seguridad de ,que el Padre aposentador les proporcionaráuna o varias celdas según las necesidades de cada persona ofamila. Terminado el hospedaje, cada cual da de limosna loque sus posibildades le permitan, y abur.

Montserrat, pues, es hoy un gran centro de turismo origi~nado por un impulso religioso. Las tres cuartas partes de losvisitantes no asisten a las salves con que los hijos de San Benitohonran y glorifican a la Santa Patrona de Cataluña; pero éstono preocupa a nadie. Los monjes no se ven casi fuera de laIglesia, y respecto de sus huéspedes, ellos sólo se ocupan deproporcionarles alojamiento y recibir la limosna.

El monasterio comprende, además de la iglesia y las ermi-tas, grandes y maníficos edificios, algunos de ellos de ocho pi-sos, que son los destinados a hospedaje. Hay cerca de veinteseries de aposentos, distinguida cada una con el nombre de al-gún santo. Las mejores son las de Nuestra Señora, San José, ySan Alfonso. Una celda de las de San José para famila, com-prende tres o cuatro dormitorios, comedor, cocina y sala. Losmonjes proporcionan ropa de cama, batería de cocina y vajila.De todo ésto sólo paga el viajero lo que rompa o deteriore. Encuanto a provisiones, el monasterio posee un almacén dondese vende de todo y por último, hay un buen café y restaurantepara los excursionistas que deseen tomar sus alimentos allí.

Los paisajes que se disfrutan mirando hacia el valle desdelas alturas del Monte Aserrado son todos de carácter risueñoy apacible. Nubes policromas como las que pintó Turner y lucesencantadoras como las de los lienzos de Claude Lorraine for-man remate ideal al fresco verdor de la llanura y a los grácilescontornos del terreno que abarca la vista. El Llobregat corretranquilamente por la fértil pradera y en su blando serpentearlame los pies del coloso, que le paga su caricia con el tributoeterno de sus cristalinas aguas. Al fondo se divisa la siluetaazulina de las lejanas sierras. Los caseríos circunvecinos forMman oscuras manchas unidas entre sí por la línea ondulante delas blancas carreteras. Aquí y acullá resalta la nota alegre d~coquetas casitas de campo diseminadas en artísticos desorden.En la mañana, la atmósfera suave y pura hace aparecer todocomo a través de un tenue velo blanquecino; durante el cre-púsculo, la luz del sol poniente, al iluminarlo todo con sus raMyos moribundos, enciende la planicie con mágicos resplandoresy las colinas más cercanas semejan enormes esmeraldas espol..voreadas con oro incandescente.

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Pero si nos volvemos para contemplar la belleza imponen-te de la montaña, entonces todo se torna agreste y sombríocomo los paisajes que aprisionó Salvador RQsa en sus telas in-mortales. El sentimiento de lo que es plácidamente bello seapaga de modo súbito ante lo que es trágicamente grandioso.En el valle, la claridad, el río, los cultivos, las pe,queñas vivien-

das de los hombres; en la montaña, el claroscuro, los contrastesviolentos, el abismo negro, el torrente que se despeña, la cum-bre que da vértigo, la vivienda inaccesible de las águilas. ElMontserrat es único en el mundo por su rareza, su majestad,su estructura fenomenal; es un conjunto de peñas graníticasde las más extrañas y múltiples formas; un monumento geoMlógico de rocas amontonadas de cien modos distintos por una POMtencia prodigiosa. Unas son como estribos colosales que comien-zan en la base de la montaña y se pierden en las nubes. Otrasforman aglomeraciones pétreas configuradas con caprichosavariedad. Esta parece una pirámide, aquella un hongo, la d¿más allá una masa. Las hay también con formas humanas comoel gigante encantado, solitario peñasco que simula a maravilala cabeza y el tronco de un Polifemo o un Anteo; como el capde mort o calavera, roca fantástica que tiene los perfiles deun cráneo. El caball bernat es un enorme bloque de piedra,largo y estrecho que apunta al cielo como el brazo airado deun blasfemo. La peña horadada es otro capricho que la natu-raleza exhibe en este singular depósito de prodigios: una mu-ralla atravesada por un gran foramen triangular, visible a mi-llares de metros de distancia. Hay trozos de piedra de tan re.guIar conformación que podrían tomarse por armas y utensilosde la edad neolítica: aquí un hacha, allá un martilo; aculláun grupo de rocas cilíndricas simula algo como un mazo decigarros descomunales hacinados junto a un abismo para saMtisfacer el vicio colosal de algún fabuloso monstruo.

Montserrat representa la arquitectura de los Titanes. Esecerro de granito debió ser Jificado por aquellos gigantes re-beldes que intentaron escalar el Olimpo poniendo monte sobremonte. Sus contornos presentan golpes que sólo han podidodarse con el martilo de Encélado. Sus peñas han necesitadopara acumularse el esfuerzo de mil Cíclopes. N o es posibleimaginar ni menos describir lo que es esa montaña excepcionaL.La palabra es impotente para pintar sus maravilas; la foto~grafía no alcanza a reproducir su grandeza. Para dar idea delo que es el Montserrat precisa armarse con la pluma del Dantey el lápiz de Gustavo Doré.

Barcelona, 1908.

Nota: Este artículo inédito le fue entregado a Rodrigo Miró para su pu-blicación en esta revista, por el propio Dr. Alfaro, poco antes de fallecer.

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dulzuras inefables de la lfrica como en las concepciones grallMdiosas de la épica. .. Ricardo Miró cantó como ruiseñor, rugiócomo león, voló como cóndor, oró como creyente, disertó com(\filósofo, concibió, sintió y pintó como un inflamado amantede la naturaleza y rimó como un gran señor del Parnaso paraquien el lenguaje no tiene misterios ni dificultades y de cuyoplectro brota la rima con la misma espontaneidad con ,que elagua salta del manantiaL. Su mano de artista fue apta para elcincel que burila versos que fingen una filgrana de BenvenuMto, como lo fue también para empuñar el martilo gigante deMiguel Angel y plasmar a golpes de cíclope estrofas que igua-lan en grandiosidad a las estatuas de talla heróica... Esaobra ha traspasado las fronteras y ha arrancado en todas par-tes el aplauso de quienes saben sentir las vibraciones de lobello y de lo alto. Se explica ello VOl' el noble dón de impo.siMción que, por decir así, tiene el arte. El arte, en su esencia,atraviesa épocas y distancias geográficas. Va desde Atenas ala Edad Media y surge en nueva floración sorprendente, enla época de Renacimiento. Vuela del Renacimiento a la edadmoderna y, por encima de todas las escuelas, vibra sonoro yairoso en la edad presente. Ricardo Miró con su arte, que fuepura esencia, logró así, como pocos panameños lo han logrado,expandir su espíritu y su nombre por todo el Continente. " ya Panamá -parece mentira pero así son el espíritu y sus mi-lagros- se le conoce hoy, más que por sus calles asfaltadas,o por su acueducto, o por sus bazares y su tránsito, por lasestrofas de Miró en que el Istmo aparece ante la retina con-tinental como un cuadro en el cual los viejos torreones carco-midos, y el sendero tortuoso, y las campanas de amigas vocesinolvidables, se prestan, como ningún otro sitio del universo,a los nobles efluvios del corazón. No ha~ e¡xageración en mispalabras: las confirmarán los hechos del futuro. Cuando todaslas cosas hayan cambiado en la República; cuando hayan pa~sado para siempre hombres, circunstancias, instituciones, ren-cilas, ilusiones y esperan2ías, cuando de lo que es hoy quedemuy poco mañana, todavía. de cuna a sepulcro, de generacióna generación, perdurará como un legado, como una viva Ilamadel espíritu inmortal de la República, la magna estrofa sen-cila que evoca a la patria istmeña con todo lo que hay en ellade grande y de inspirador.

Por eso dije que Ricardo Miró es el poeta nacionaL. Loes en la intensidad y lo será, como queda expresado, en latotal perspectiva del tiempo. Pasarán muchos años sin que lle.gue un captador. un resumidor, un intérprete de sentimientosigual a ese Miró que, sin darse cuenta él mismo, resumía lá-grimas, suspiros, visiones y alegrías del pueblo en un ende-casílabo o en una décima que tenían todos los rumores de laserenata clásica en la moderna calle de la ciudad recienteMmente reformada.

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Compañero de infancia de Miró pude ver en él desde susprimeros años sus aptitudes artísticas poco comunes. Gustabade dibujar y de modelar y con frecuencia nos asombraba asus compañeros de juegos con trabajos que eran en realidadsuperiores a lo que podía esperarse de sus cortos años. Perocuando Miró llega a la edad adulta, pronto se echa de verque su vocación lo llama a trocar por la lira, el lápiz y el buriL.Miró es ya un hombre cuando ocurre el advenimiento de laRepública a la vida independiente y Miró hombre es ya Mirópoeta. Algunos ensayos tímidos que muestra privadamente asus amigos revelan la fuerza de su inspiración, sus dotes ex.traordinarios de poeta nato. Entre los años de 1904 Y 1907,Ricardo Miró, siguiendo la senda por donde ya transitabanDarío Herrera, Alejandro Dutary, León A. Soto, Federico Es.cobar, Justo A. Facio, Demetrio Fábrega y Guilermo Andre-ve, comienza a destacarse como figura de primer orden ennuestro cielo literario y su fama se consolida cuando con lapublicación de la Revista NUEVOS RITOS, la cultura panaMmeña lleva a toda la América el mensaje de sus aspiracionesy sus realizaciones y la poesía de Miró revela su poder de en~ternecer las almas y de sacudir los espíritus.

En 1908, Miró es enviado a Europa con un cargo diplo-mático. Se le destina a Barcelona, y allí volvimos a encon-trarnos los viejos amigos y compatriotas. De nuestra estadaen la ciudad condal, de mis andanzas con el admirable ar-tista y dilecto companero, conservo recuerdos imperecederos.Juntos íbamos a los museos a saborear las maravilas artísticasen ellos encerrados; juntos nos dedicábamos a la contempla-ción de los monumentos arquitectónicos; juntos añorá:bamostambién a la tierra natal lejana y hacíamos observacionescomparativas entre el mundo nuestro, joven e ingnuo, quehabíamos dejado atrás, y el mundo europeo, extraño y com~plejo, que comenzábamos a estudiar y conocer. Y allá en Bar-celona, sin duda por razón de aquellas añoranzas, fue dondeMiró compuso aquella pieza incomparable de sentimiento yde amor que se intitula PATRIA y que tiene un santuario enel corazón y en la memoria de todo panameño. Fu.e allá, enla altiva metrópoli del Mediterráneo, contemplando las viejascatedrales góticas, mirando sobre sus cúspides los rayos delsol poniente en los atardeceres brumosos, y oyendo el gemidosordo de sus bronces, donde Miró compuso aquellas magníMfica estrofas que son al propio tiempo una acuarela y unacanción:

En vez de estas soberbias torres con áurea flechaen donde un sol cansado se viene a desmayar,dejadme el viejo tronco donde escribí una fecha,donde he robado un beso, donde aprendí a soñar.Oh, mis vetustas torres queridas y lejanas:yo siento las nostalgias de vuestro repicar!

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He visto muchas torres, oí muchas campanaspero ninguna supo j tórres mías lejanas!cantar como vosotras, cantar y sollozar.

Desde 1908, Miró fue un consagrado. Su obra poéticaposterior a aquel año es de un valor que está de más exaltaren estos momentos. Sobre ella se han escrito muchas páginasbrilantes y habrán de escribirse muchas más. Pero si Miró nohubiera escrito más poesía que PATRIA, ella habría bastadopara hacer su reputación y sobre todo para engendrar en elalma de todo panameño ese sentimiento profundísimo de re.conocimiento, de afecto, de admiración que nos embarga atodos cuantos nos congregamos en derredor de esta tumba.

Miró ha entrado a la inmortalidad. Y al decirle adiósen nombre de sus colegas de la Academia, no puedo menos derecordar una de sus últimas composiciones titulada PLAZOFATAL, la que sin duda escribió pensando en su fin terreno.

Hermano: recuerda que debes partirEl día? N o importa; pero ha de venir!y es sabio que tengas hecha tu cancióncon risas y lágrimas de tu corazón.

Miró partió dejándonos hecha su canción. Y su cancionseguirá viviendo mientras viva la República y será simultá-neamente un himno de amor para la patria y una lámparavotiva que el pueblo panameño mantendrá perennemente enMcendida ante la figura inmortal del más grande de sus poeta8.

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LOTERIA NACIONAL DE BEICENCIA

PLA DE LOS SORTEOS ORDINARIOS-DOMINICALES

El bilete enlero comprende 90 fraccloJl y ..tá dividido en

tr.. seriei de 30 fraccon.. cada una denominadai A, B Y e

PREMIOS MAYORES

I PRIMER PREMIOTOTAL

90 fraccianes 1/. 1,00.00 c/frQCción 1/. 90,00.00

I SEGUNDO PREMIO90 fracciones 1/. 300.00 c/fracción 1/. 27,O:i.00

1 TERCER PREMIO90 fracciones 1/. 150.00 c/fracción 1/. 13,500.00

DERIVACIONES DEL PRIMER PREMIO

(Series A, B Y C - 30 fracciones e/serie)

18 APROXIMACIONES DE 9 NUMEROS HACIA AUIIA - 9 NUMEROS HACIA AIAJO1,620 fraccion" 1/. 10.00 c/fracción I/. 16.20.00

9 APROXIMACIONES - LAS 3 ULTIMAS CIFRAS810 fracciones 1/. 50.00 c/fracción 1/. 40.500.00

90 APROXIMACIONES - LAS 2 ULTIMAS CIFRAS8,100 fracciones 1/. 3.00 c/fracción 1/. 24,3:J.00

900 APROXIMACIONES - LA ULTIMA CIFRA81,00 fracciones 1/. 1.00 c/fracción 1/. 8I,OO.OJ

DERIVACIONES DEL SEGUNDO PREMIO

(Series A, B Y C - 30 fracciones el serie)

18 APROXIMACIONES DE 9 NUMEROS HACIA AUIIA - 9 NUMEROS HACIA ABÅJO1,620 fracciones 1/. 2.50 c/fracción 1/. 4,050.00

9 APROXIMACIONES - LAS 3 ULTIMAS CIFRAS810 fracciones 1/. 5.00 clfracción 1/. 4,050.00

97-.

.NUMEROS FAVORECIDOS EN LOS SORTEOS VERIFICADOS

POR LA LOTERIA NACIONAL DE BENEFICENCIA

LOS DOMINGOS DE FEBRERO DE 1971

Febrero 7

14

21

28

98

Sorteos

N9

2711

2712

2713

2714

Primro

2037

4040

6495

7317

Segundo Tercero

5010

7373

4355

6596

5982

4725

7638

4905

LOTERIA NACIONAL DE BENEFICENCIA

PLAN DE LOS SORTEOS ORDINARIOS.INTERMEIOS

El bilete entero comprende 45 fracciones y está dividido entres .erie. de 15 fraccione. cada una denominada. A. B Y e

PREMIOS MAYORES

1 PRIMER PREMIO45 fracciones

TOTAL

1/. 1,0.00 c/fracci6n 1/. 45,00.00

1 SEGUNDO PREMIO45 fracciones 1/. 300.00 c/frocción 1/. 13,500.00

i TERCER PREMIO45 frocciones 1/. 150.00 c/frocción al. 6,750.00

DERIVACIONES DEL PRIMER PREMIO

(Series A, B Y C - 15 fracciones e/serie)

18 APROXIMACIONES DE 9 NUMEROS HACIA ARRIIA - 9 NUMEROS HACIA AIAJO810 frocciones 1/. 10.00 c/frocci6n 1/. .,100,00

9 APROXIMACIONES - 3 UL T1MÅS CifRAS40 frocciones 1/. 50.00 c/froceión 1/. 20,250.0:)

90 APROXIMACIONES - 2 UL TIMÅS CifRAS4,050 fracciones 1/. 3.00 c/fracci6n 1/. 12,150.00

9:J APROXIMACIONES - LA ULTIMA CIFRA40,500 froeeiones 8/. 1.00 c/froeeión 11. 40,500.00

DERIVACIONES DEL SEGUNDO PREMIO

(Series A, B y C - 15 fracciones e/serie)

18 APROXIMACIONES DE 9 NUMEROS HACIA ARRIIA - 9 NUMEROS HACIA AIAJO810 froceiones 1/. 2.50 c/frcieión 1/. 2,025.009 APROXIMÅCIONES - 3 ULTIMAS CIFRAS40 fracciones 1/. 5.00 e/fracción 1/. 2,025.00

"

SORTEOS ORDINARIOS uINTERMEDIOS"

Febrero 3

10

17

25

100

(MIERCOLES)

222 6771

223 9141

224 8751

225 5051

3594

2059

5996

8511

8504

3085

0218

2959

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